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Nuevo Topo - N° 2 - 99 Dossier LA "REVOLUCIÓN" RADICAL DE 1905 Y LOS ORÍGENES DEL SINDICALISMO REVOLUCIONARIO EN ARGENTINA ALEJANDRO BELKIN 1 1. Introducción Entre los días 12 y 14 de abril de 1906 se llevó a cabo en la ciudad de Junín el Séptimo Congreso del Partido Socialista. Entre las reso- luciones que se adoptan, sin lugar a dudas la más importante fue la siguiente: "El VIl Congreso vería con agrado que el grupo de afiliados titu- lados sindicalistas se constituya en un partido autónomo, a fin de realizar la comprobación experimental de su doctrina y tác- tica". 2 La declaración fue presentada por Nicolás Repetto (delegado por la decimocuarta circunscripción) y fue aprobada por 882 votos contra 222. Aunque la resolución está escrita en un tono de cierta amabilidad y en alguna medida conciliador, sabemos por el relato de otro destacado dirigente socialista, Enrique Dickmann, que varios delegados pedían la expulsión directa de los disidentes. 3 A su vez, los sindicalistas revolucionarios -tal es la denominación que adoptan los opositores a la conducción partidaria- aseguraban desde las páginas de su periódico -La Acción Socialista- que: 1 Universidad de Buenos Aires. Email: [email protected]. Quiero agradecer a los miem- bros del Consejo Editorial de la revista -especialmente a Ornar Acha, Hernán Camarero, Adria- na Valobra, Karina Ramacciotti y Nicolás Kwiatkowski- y a Pablo Ben, por su inestimable con- tribución al proceso de elaboración y confección de este artículo. Jacinto Oddone, Historia del socialismo argentino, Tomo II, Buenos Aires, La Vanguardia, 1934, p. 232. Enrique Dickmann, Recuerdos de un militante socialista, Buenos Aires, La Vanguardia, 1949, p. 204. 2 3

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La "revolución" radical de 1905 y los orígenes del sindicalismo revolucionario en Argentina

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Nuevo Topo - N° 2 - 99

Dossier LA "REVOLUCIÓN" RADICAL DE 1905 Y LOS ORÍGENES DEL SINDICALISMO REVOLUCIONARIO EN ARGENTINA

ALEJANDRO BELKIN1

1. Introducción

Entre los días 12 y 14 de abril de 1906 se llevó a cabo en la ciudad de Junín el Séptimo Congreso del Partido Socialista. Entre las reso­luciones que se adoptan, sin lugar a dudas la más importante fue la siguiente:

"El VIl Congreso vería con agrado que el grupo de afiliados titu­lados sindicalistas se constituya en un partido autónomo, a fin de realizar la comprobación experimental de su doctrina y tác­tica".2

La declaración fue presentada por Nicolás Repetto (delegado por la decimocuarta circunscripción) y fue aprobada por 882 votos contra 222. Aunque la resolución está escrita en un tono de cierta amabilidad y en alguna medida conciliador, sabemos por el relato de otro destacado dirigente socialista, Enrique Dickmann, que varios delegados pedían la expulsión directa de los disidentes.3 A su vez, los sindicalistas revolucionarios - ta l es la denominación que adoptan los opositores a la conducción partidaria- aseguraban desde las páginas de su periódico -La Acción Socialista- que:

1 Universidad de Buenos Aires. Email: [email protected]. Quiero agradecer a los miem­bros del Consejo Editorial de la revista -especialmente a Ornar Acha, Hernán Camarero, Adria­na Valobra, Karina Ramacciotti y Nicolás Kwiatkowski- y a Pablo Ben, por su inestimable con­tribución al proceso de elaboración y confección de este artículo.

Jacinto Oddone, Historia del socialismo argentino, Tomo II, Buenos Aires, La Vanguardia, 1934, p. 232.

Enrique Dickmann, Recuerdos de un militante socialista, Buenos Aires, La Vanguardia, 1949, p. 204.

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"El voto del Congreso nos faculta para decir que ellos nos han expulsado del Partido Socialista, pero que nosotros los hemos expulsado del socialismo".4

Aquí no se recurre a ningún tipo de eufemismo, dejando traslucir el verdadero clima de hostilidades que reinaba en el interior del par­tido en el momento de la ruptura. De esta forma, llegaba a su fin un período relativamente breve pero de intensos debates internos y se consumaba la primera fractura de carácter permanente que registra la historia del Partido Socialista. Los sindicalistas, una vez fuera del partido, recorrieron un camino ascendente que los llevó hacia 1915 a la dirección de la principal organización obrera del país, la FORA, y mantuvieron esa posición hegemónica por casi dos décadas.5 Pero ¿cómo se originaron las diferencias internas que desembocaron en una lucha fraccional despiadada, que terminó con la expulsión de los disidentes y sin posibilidad alguna de reunificación?

En el proceso de gestación de la corriente sindicalista dentro del Partido Socialista, encontramos tres momentos que consideramos claves, situaciones que ahondaron las diferencias y terminaron deli­neando dos campos abiertamente irreconciliables. Como sucede en ocasiones similares, las primeras controversias comenzaron con discusiones que parecían simples diferencias de matices pero termi­naron cristalizando en posiciones francamente antagónicas.

En el transcurso del año 1904 ocurren dos hechos que tendrán importantes repercusiones en la vida partidaria. En primer lugar, es elegido Alfredo Palacios para ocupar una banca en el Congreso Na­cional. El acceso del Partido Socialista a la Cámara Baja, fue posible, entre otras razones, gracias a una reforma del régimen electoral, realizada dos años antes, con claros propósitos integracionistas. En segundo lugar, el ministro del Interior, Joaquín V. González, pre­senta un proyecto de ley llamado Ley Nacional del Trabajo, también conocido como "Proyecto González", a través del cual se otorgaban ciertas concesiones al movimiento obrero a cambio de su disciplina-miento e integración al sistema.

Ambos acontecimientos fueron recibidos jubilosamente por los sectores más reformistas del partido, que entendieron que expre-

4 La Acción Socialista, Buenos Aires, abril de 1906, año I, N° 17. "(...) llegó a controlar la mayor parte de las organizaciones gremiales hacia 1915 y mantuvo

ese predominio hasta mediados de la década del 30", en Hugo Del Campo, El "sindicalismo re­volucionario" (1905-1945): selección de textos, Buenos Aires, CEAL, 1986.

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saban el tr iunfo de la línea moderada de la organización. Aparente­mente, la política "sensata" y evolucionista de la dirección parti­daria estaba dando sus frutos. El Partido Socialista lograba su pri­mera banca en la Cámara de Diputados y el gobierno reconocía la existencia de la "cuestión social" y adoptaba gran parte de su pro­grama mínimo. Nunca antes el futuro de la organización parecía tan promisorio.

Sin embargo, en esos momentos, y a raíz de esas mismas cir­cunstancias que parecían fortalecer al ala reformista del partido, es cuando comienzan a escucharse voces disonantes, cuestiona-mientos cada vez más explícitos a la estrategia de la conducción mayoritaria de la organización. Es justamente en el sexto congreso partidario, realizado en la ciudad de Rosario en el mes de julio de ese mismo año (1904), donde comienzan a dibujarse más claramente las tensiones que atravesaban a toda la organización. Los sectores críticos del partido quieren limitar el accionar del recientemente electo diputado Palacios, asegurando que no puede realizar obra constructiva alguna en el Parlamento, moción que es aprobada por el congreso partidario. Al mismo tiempo, rechazan de plano el pro­yecto presentado por Joaquín V. González para regular las rela­ciones laborales.

El "Proyecto González" contenía muchas de las aspiraciones del Partido Socialista, expresadas en su programa mínimo, pero a cambio de esas y otras concesiones sometía a un férreo control de parte del Estado a las organizaciones sindicales. Un sector apoya sin cortapisas el proyecto, llegando incluso a participar en su elabo­ración. Otro sector lo impugna, pero acepta que el Estado legisle sobre cuestiones de orden laboral, por últ imo, estaban quienes re­chazaban de plano toda intromisión de las leyes burguesas en las or­ganizaciones de la clase trabajadora. Las posiciones comienzan a separarse cada vez más, las divergencias se ahondan.

Dicho debate, tuvo repercusiones en las páginas de La Van­guardia, órgano oficial del partido. La disputa trascendió los as­pectos particulares del polémico proyecto y en ocasiones terminó alcanzando cuestiones más profundas, relacionadas con el papel que cumple la legislación laboral en la sociedad capitalista y la posi­ción de los socialistas ante la misma, el carácter de clase de las leyes, el Parlamento y el Estado, entre otros temas medulares de la política socialista. Como veremos más adelante, varios de los

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puntos centrales de esta controversia reaparecen en debates poste­riores.

Las discusiones continúan a lo largo de todo el año, pero al co­menzar 1905 sucederá un hecho que terminará por distanciar defi­nitivamente a las fuerzas en pugna. Cuando en febrero el gobierno decrete el estado de sitio a raíz de la "Revolución Radical", las dis­cusiones sobre la posición que debería adoptar el partido -y el con­junto del movimiento obrero- ante tales sucesos cumplirán un papel fundamental en la conformación de una oposición interna organi­zada y desembocarán en la ruptura que terminará sancionando el VIl Congreso del partido.

La política represiva que adopta el gobierno durante la vigencia del estado de sitio es para los sindicalistas la confirmación más ro­tunda de sus pronósticos, expresaría la bancarrota de las posiciones reformistas. Recurriendo a la represión y a la violencia, el gobierno estaría mostrando su verdadero rostro, desnudando su verdadero carácter de clase, oculto tras las concesiones que pretende otorgar y que fueron aplaudidas por un sector del partido. Entonces, el es­tado de sitio y la represión, que siguen al levantamiento radical ponen en tela de juicio, según la fracción más combativa del par­tido, todo el andamiaje político sobre el que se asienta la organiza­ción.

De esta forma, las diferencias que comenzaron a surgir a raíz del papel que debería cumplir el diputado socialista en el Parlamento, que continuaron luego con el debate alrededor del "Proyecto Gon­zález", terminan haciendo eclosión durante el estado de sitio decre­tado por el gobierno como consecuencia de la asonada radical.

En el presente trabajo pretendemos reconstruir el debate interno que tuvo lugar dentro del Partido Socialista, en ese momento clave de la conformación de la fracción sindicalista, desde el estallido del motín radical hasta el desplazamiento del director de La Vanguardia -a la sazón sindicalista- dos meses más tarde. Así, podremos ob­servar el momento preciso en que terminan de conformarse los dos campos en disputa, por un lado los sindicalistas y por el otro la frac­ción que podríamos denominar "oficialista", encabezada en esas circunstancias por Nicolás Repetto.

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1. Inicio de las divergencias

En la madrugada del 4 de febrero de 1905 estalló una rebelión mili­tar impulsada por el radicalismo, en la Capital Federal y en las pro­vincias de Córdoba, Santa Fe y Mendoza. El alzamiento fue sofoca­do rápidamente en la Capital y luego de cierto éxito inicial, también fue derrotado en el interior. El gobierno capturó a la mayoría de los jefes de la asonada. Según David Rock, el intento de coup d'état re­sultó un fiasco.6 No consiguió el apoyo de los altos mandos del ejér­cito, que seguían respondiendo al gobierno conservador y tampoco logró despertar apoyo en la población capitalina.

El mismo día del motín, el gobierno decreta el estado de sitio. Las organizaciones obreras, tanto anarquistas como socialistas, fueron ajenas al levantamiento radical. Sin embargo, el gobierno, aprove­chándose del estado de sitio, inicia una feroz persecución de acti­vistas obreros. Muchos son arrestados, sus locales son clausurados y su prensa secuestrada.

El Partido Socialista (en adelante, PS) considera al "motín militar" como un "atentado a la tranquilidad nacional" y repudia la inmora­lidad de los métodos utilizados por la clase dominante argentina para dirimir sus "bajas rencillas". Asimismo, acuerda "invitar a la clase trabajadora a mantenerse alejada de estas rencillas parti­distas". Se diagnostica lo sucedido como "una insurrección de ele­mentos despechados".7

No encontramos en las declaraciones oficiales del PS una con­dena explícita al levantamiento radical exclusivamente. La crítica se dirige al conjunto de la burguesía argentina y a los métodos que ésta utiliza para resolver sus conflictos - los cuales, a su vez, son conde­nados desde un punto de vista mayormente moral - . En ese sentido, en La Vanguardia (en adelante, LV) se afirma:

"Para nosotros, los trabajadores, hacer una distinción cual­quiera que pueda interpretarse como el reconocimiento de una mayor justicia por parte de uno ú otro contrincante, sería ilógi­co. Adversarios ahora, aliados mañana, ambos constituyen siempre fracciones de una misma clase social que sustenta sus privilegios en la dominación ejercida sobre la clase productora,

6 David Rock, El radicalismo argentino: 1890-1930, Buenos Aires, Amorrortu, 1997, p. 60. 7 La Vanguardia, año XII, n° 6, 11/02/1905.

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sobre nosotros. Ambos usan a nuestro respecto, los mismos procedimientos".8

Por eso, el editorial de LV aconseja que:

"La actitud de los trabajadores, frente a estos desmanes que caracterizan la inmoralidad del sistema capitalista, debe ser, en cuanto sea posible, la de un espectador tranquilo, que con la más completa prescindencia, contempla como se devoran entre sí sus mortales enemigos".9

Entonces, en un primer momento, desde las páginas de LV se aconseja a los trabajadores no inmiscuirse en las disputas de sus "mortales enemigos", deben "contemplar" los sucesos como un "espectador tranquilo".

Sin embargo, la actitud que asume el gobierno hacia las organiza­ciones obreras, vuelve difícil a los trabajadores mantenerse al margen de la situación, pues son involucrados contra su propia vo­luntad. En el mismo número de LV en que aparece la primera decla­ración del PS referida a los sucesos del 4 de febrero, encontramos ya una mención explícita de las persecuciones que inicia el gobierno contra el movimiento obrero, amparándose en el estado de sitio pro­mulgado a raíz del levantamiento radical. En un artículo titulado "Aprovechando el estado de sit io", se dice:

"Así hemos visto de pronto, aprovechando estas circunstan­cias, caer sobre nuestros locales bandas de agentes armados, dispuestos como siempre a extremar la coacción sobre los obreros pacíficos, cuya prescindencia en estas farsas era ab­soluta".10

También se denuncia que dos empleados ferroviarios han sido encarcelados y que otros han debido esconderse para no ser apre­sados por la policía.

Por su parte, la UGT (Unión General de Trabajadores), central obrera cercana al PS, emite un comunicado cuyo objetivo principal consiste en deslindar cualquier tipo de vinculación con el movi­miento insurreccional. En el mismo se afirma que: 8 Ibíd. 9 Ibíd. 10 Ibíd.

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"la Unión General de Trabajadores nada tiene de común ni con los hombres que administran el país ni con los que aspiran a reempla­zarlos".11

Asimismo, subraya los perjuicios directos que ha ocasionado la suspensión de las garantías constitucionales entre los trabajadores, por eso:

"deplora que el estado de sitio, decretado como consecuencia de aquel movimiento faccioso, haya influido en el fracaso de las huel­gas que venían sosteniendo algunos gremios".12

Efectivamente, como subraya la declaración de la UGT, en el mo­mento de producirse la asonada militar varios gremios se encon­traban en confl icto, entre ellos los trabajadores ferroviarios de la Línea del sur y los trabajadores del puerto. No es necesario explicar la importancia estratégica de ambos gremios dentro de la estructura productiva del país, más aun en tiempos de cosecha. Más adelante volveremos sobre el punto.

Como podemos apreciar, la primera reacción, tanto de parte del PS como de la UGT, es dejar bien en claro que nada tienen que ver con el fallido intento de golpe de Estado. Por su parte, la UGT hace mención al perjuicio que la situación ha acarreado a los conflictos en curso. Pero ni en un caso ni en otro se plantea a los trabajadores alguna línea de acción, más allá de mantenerse ajenos a las rencillas que dividen a la burguesía argentina. Sin embargo, ya existen indi­cios bastante firmes de las intenciones del gobierno en cuanto a ini­ciar una política de represión hacia el movimiento obrero, escudado en el estado de sitio y en la situación de conmoción por la que atra­viesa el país.

Sorpresivamente, el editorial del número siguiente de LV (18/02/1905) tiene un tono bien distinto si se lo compara con las declaraciones del PS y la UGT. El espíritu que informa el artículo edi­torial ya es perceptible desde el título mismo: "El deber de la resis­tencia". Luego de denunciar "la coerción gubernativa" y el "desba­ratamiento de las huelgas bajo la presión brutal de las fuerzas ofi­ciales puestas al servicio del capitalismo", se hace notar que la

11 Ibíd. 12 Ibíd.

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misma clase dominante ha roto su propia legalidad. Lo cual, a pesar de los perjuicios que acarrea sobre el movimiento obrero, es

"una saludable advertencia para el espíritu de la clase trabajadora, y elemento para una justa apreciación de cuál debe ser su acción fu­tura frente a un gobierno de actitudes tan irregulares".13

Es decir, a partir de aquí se comienza a desplegar una argumenta­ción que a veces asume características farragosas, pero en la que se trata de concluir que los trabajadores han quedados liberados de acatar la legalidad imperante, pues la propia burguesía ha hecho caso omiso de la misma. Así, se afirma:

"Roto el molde de la legalidad burguesa por los individuos per­tenecientes a la misma clase que la forjaron, la clase trabajado­ra, implícitamente, queda colocada fuera de ella, y llevada por la fuerza de las circunstancias creadas por los gobernantes burgueses, a una situación dubitativa, cuya solución se hace apremiante y peligrosa".14

Entonces, ante dicha situación, la clase obrera debe resolver rá­pidamente los pasos a seguir, sin limitarse necesariamente a lo es­trictamente legal. En el mismo artículo se critica aquella concepción que pretende sujetar permanentemente a los trabajadores al marco legal vigente; allí se dice:

"Nunca, como ante situaciones análogas, se presenta claro cuán arriesgado es el criterio de un legalitarismo absoluto y preciso, aceptado como medio eficaz para el desarrollo de nuestra acción revolucionaria".15

Sin lugar a dudas, estamos en presencia de una crítica solapada a los sectores reformistas del partido, haciendo una referencia implí­cita a las discusiones que se venían desarrollando. Se impugna la estrategia del ala moderada del partido, que consiste en ampliar pro­gresivamente los límites de la legislación social, creyendo que de esa forma se logra un gradual acercamiento a los objetivos finales.

13 La Vanguardia, año XII, n° 7, 18/02/1905. 14 lbíd. 15 lbíd.

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A q u í se p lantea que esa pos ic ión , ese "cr i ter io de un legal i tar ismo a b s o l u t o " , desarma al proletar iado para enf rentar a su enemigo .

A n t e el a u m e n t o de las persecuc iones, encarce lamientos y cierre de locales obre ros , el PS se ve forzado a emit i r una nueva declara­c i ón , la m isma está fechada el día 16 de febrero de 1 9 0 5 - d o s días antes del edi tor ia l de LV que acabamos de m e n c i o n a r - . A l l í se hace un breve repaso de la s i tuac ión :

"la policía clausura violentamente todos los locales obreros, cierra sus imprentas, viola domicilios de obreros a toda hora del día y de la noche y da una formidable batida en todo el país, arrestando y en­carcelando a una infinidad de valientes y abnegados campeones del movimiento obrero".16

Luego de descr ib i r la represión gubernamenta l , p lantea que :

"El proletariado de la Argentina (...) sabrá conservar toda su entereza y redoblar sus energías en la hora presente para burlar las persecuciones burguesas a fin de mantener la cohesión de las organizaciones obreras y no interrumpir la propaganda de sus grandiosos y nobles ideales".17

En de f in i t i va , el conse jo que br inda a los t rabajadores del país, es decir , la línea de acc ión que propone a la clase obrera, es que " re ­doble sus energías en la hora presente para burlar las persecuc iones bu rguesas" , con el ob je t ivo de conservar in tactas sus organiza­c iones. Podríamos decir , sin tergiversar el espír i tu de la reso luc ión , que los t raba jadores deben evi tar e l en f ren tamien to d i rec to c o n las fuerzas repres ivas, "bur lar las persecuc iones" .

Hagamos un breve repaso. La pr imera declarac ión del PS (publ i ­cada e l 1 1 / 0 2 / 1 9 0 5 ) tenía c o m o pr incipal ob je t ivo desl indar cua l ­quier t ipo de responsabi l idad con el in tento de golpe de Estado, pero no p lantea n inguna línea de acc ión concre ta , excep to que aconseja a los t raba jadores mantenerse alejados de las "bajas renc i l las" , ent re las f racc iones burguesas en pugna. Una semana después ( 1 8 / 0 2 / 1 9 0 5 ) , aparece en las páginas de LV un ar t ículo edi tor ia l que l lama a los t rabajadores a resistir los atropel los gube rnamen ­ta les . Resistencia que no debe l imitarse necesar iamente al marco

16 La Vanguardia, año XII, n° 8, 25/02/1905. 17 lbíd.

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legal vigente. A continuación, el segundo manifiesto del PS (fe­chado dos días antes, 16/02/1905) plantea, ahora sí, cierta línea de acción. Se les propone a los trabajadores "burlar las persecu­ciones". En síntesis, por un lado, la declaración del PS (del 16/02/1905) convoca a los trabajadores a evitar el combate, por otro lado, el editorial de LV (del 18/02/1905) incita a la clase obrera a resistir con los medios que crea convenientes. Es decir, ante la re­presión gubernamental a las organizaciones obreras encontramos dos políticas diametralmente opuestas, ambas publicadas en el ór­gano oficial del partido.

En vistas del agravamiento de la situación, junto con la segunda declaración del PS, la UGT también se vuelve a pronunciar. De­nuncia la persecución de la que son objeto gran cantidad de mili­tantes obreros. La UGT afirma:

"La actitud agresiva y brutal de la clase capitalista (...) nos obliga a que adoptemos una enérgica resistencia, imprimiendo a nuestra acción un carácter netamente revolucionario, puesto que la burguesía, incapaz de combatirnos dentro de la legali­dad que ella misma ha creado, de ella se extralimita (...) es ne­cesario que el proletariado argentino redoble sus energías, dis­poniéndose a defendernos de la agresión por los medios que nos sea posible, y que las circunstancias determinen; (...) ha­gamos ver a la burguesía gobernante que nos hallamos dis­puestos cueste lo que cueste a afrontar la batalla por ellos pro­vocada".18

Rescatemos algunos conceptos. La central obrera plantea que los trabajadores deben adoptar una "enérgica resistencia" de ca­rácter "netamente revolucionaria", actitud que los trabajadores deben asumir obligados por la brutalidad de la clase capitalista. Asi­mismo, debido a que la propia clase dominante ha traspasado los lí­mites legales, el proletariado debe emplear, en respuesta, los mé­todos que "nos sea posible, y que las circunstancias determinen". Es decir, la actitud de la burguesía por un lado obliga al combate y al mismo tiempo exime a la clase trabajadora de limitarse a los mé­todos legales. La declaración termina convocando a los trabaja­dores a la batalla.

18 Ibíd.

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Claramente, la resolución aprobada por la UGT tiene llamativas similitudes con las posiciones sostenidas en el editorial de LV del 18/02/1905.

Para comenzar a entender estas aparentes contradicciones, veamos cómo se llega a elaborar el segundo manifiesto del PS19. El organismo directivo del PS era el Comité Ejecutivo (en adelante, CE), que estaba integrado por los siguientes ocho miembros: Aquiles Lorenzo (secretario general), Gabriela L. de Coni, Domingo de Armas, Francisco Cúneo, Alejandro Mantecón, Basilio Vidal, Ni­colás Repetto y Juan Schaeffer.

En la sesión del 15 de febrero, Lorenzo presenta la propuesta de declaración que se le había encargado redactar. Cúneo y De Armas la objetan argumentando que estaba escrito con un lenguaje difícil de comprender por los trabajadores. Es decir, critican la forma, pero no se pronuncian sobre su contenido. Mantecón vuelve a insistir con su postura, expresada ya en reuniones anteriores, diciendo que no era oportuno publicar un manifiesto en esos momentos. Repetto y Vidal, en cambio, lo consideran inapropiado y no acuerdan con sus conclusiones. En vista del rechazo general que provoca, por una u otra razón, Lorenzo lo retira.

Se presentan, entonces, dos mociones. Lorenzo propone que se vuelva a redactar el manifiesto, pero manteniendo el mismo espíritu del rechazado. Por su parte, Repetto propone elaborar otro docu­mento basado en otras premisas, entre las cuales se encuentra la si­guiente:

"Que la clase trabajadora debe perseverar en su acción para conservar la cohesión de sus organizaciones, y no interrumpir la propaganda de sus ideales".

A favor de la propuesta de Repetto votan Vidal, De Armas, Cúneo y, por supuesto, el mismo Repetto. Por la moción de Lorenzo votan Coni y el propio Lorenzo. Mantecón se abstiene, por encon­trase en desacuerdo con cualquier publicación. Schaeffer no estaba presente. Se designa a Repetto para que redacte el comunicado.

Se realiza una sesión extraordinaria de CE al día siguiente (16/02/1905), con la presencia de los mismos integrantes. Se

19 La reconstrucción del debate que presentamos a continuación la hemos realizado basándo­nos en La Vanguardia, año XII, n° 8, 25/02/1905.

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aprueba la redacción de Repetto, pero se acuerda en realizar una modificación a propuesta de Gabriela Coni. El texto original decía así:

"El proletariado de la Argentina (...) sabrá conservar toda su calma en la hora presente para burlar las persecuciones bur­guesas".

Coni sugiere reemplazar "calma" por "entereza y redoblar las energías". De esta forma, la redacción definitiva queda así:

"El proletariado de la Argentina (...) sabrá conservar toda su entereza y redoblar sus energías en la hora presente para burlar las persecuciones burguesas".

Dos días después de reunirse el CE y aprobar la declaración pre­sentada por Repetto (con las consabidas modificaciones de Coni), en LV aparece publicado el editorial que hemos mencionado más arriba (18/02/1905), que difiere enormemente de la declaración aprobada por el CE. Por eso, en la reunión del CE del 21 de febrero, tres días después del número de LV en cuestión, Repetto propone una moción de censura al director del periódico, Luis Bernard,

"por haber publicado como artículo de redacción un proyecto de manifiesto no aprobado por el CE y que está en contradicción con el manifiesto aprobado por el CE".20

Si bien es cierto que no tenemos la certeza absoluta, es muy pro­bable que el editorial publicado por LV (el 18/02/1905) sea el pro­yecto de manifiesto propuesto por Lorenzo, que efectivamente no había sido aprobado por el CE. Aunque esto no fuera así, lo que queda completamente confirmado es que la declaración finalmente aprobada por el CE y el editorial del 18/02/1905 expresan políticas completamente distintas y en efecto así lo entiende el mismo Re­petto. Por un lado se pide "calma" (Repetto) y por otro lado se llama a resistir (Lorenzo, supuestamente) utilizando los métodos que sean necesarios, legales e ilegales.

Es imprescindible señalar que la moción de censura que propone Repetto es rechazada por el CE. Junto con Repetto vota Vidal, en

20 La Vanguardia, año XII , n° 8, 25 /02 /1905 .

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contra se pronuncian Cúneo, Lorenzo, De Armas y Coni. Mantecón y Schaeffer se abstienen. Pero, ¿cuál es el argumento que aducen quienes votan en contra de apercibir al director de LV? Votan en contra "por considerar que el manifiesto fue aceptado en su espíritu por la mayoría del Comité".21

Lo cual demuestra no sólo que no había unanimidad en el má­ximo organismo partidario, sino que tampoco existía un bloque que hegemonizara el CE y manejara a su antojo las decisiones partida­rias. Sí podemos plantear que parecen existir dos bloques bien defi­nidos. Por un lado, se encuentran Repetto y Vidal, con una postura más bien moderada. El otro polo parece estar formado por Lorenzo y Coni, con posiciones más combativas. Entre ambos bloques fluc­túan el resto de los miembros del CE (o al menos Cúneo y De Armas), sin estar alineados permanentemente con ninguno de los dos extremos. Según se desprende de las votaciones efectuadas, llamativamente, para Cúneo y De Armas no había grandes diferen­cias entre las posturas de Repetto/Vidal y Lorenzo/Coni.

En resumen, como respuesta a la represión estatal, iniciada a partir del estado de sitio -promulgado, a su vez, a raíz del motín ra­d ica l - , se presentan dos posiciones claramente divergentes. Un sector plantea que los trabajadores deben mantener la calma, el otro bloque propone una posición más combativa, procurando el ca­mino de la resistencia, sin limitarse necesariamente a lo estricta­mente legal.

2. Profundización y delimitación de la discusión interna

El estado de sitio decretado por el gobierno, tenía en principio una duración de un mes, pero al cumplirse el plazo establecido el Poder Ejecutivo decidió extenderlo por otros 60 días, argumentando que:

"Siendo necesario consolidar la confianza en la paz interior, conmovida por los sucesos del 4 de febrero, y adoptar medidas preventivas que aseguren la libre circulación del comercio in­terno y externo del país en sus relaciones con la producción nacional".22

21 Ibíd. 22 "Bajo el estado de sitio", en La Prensa, 5 de marzo de 1905, p. 5, citado en laacov Oved, El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina, México, Siglo XXI, 1978, p. 390.

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Saltan a la vista las motivaciones económicas de la medida. Acercándose los tiempos de la cosecha, el gobierno no quería ver interrumpida la producción agropecuaria por medidas de fuerza que pudieran surgir.

La prolongación del estado de excepción vuelve a plantear nue­vamente y con más fuerza aun la cuestión de la política que debía asumir el partido ante tal situación. En ese contexto, las discusiones que dividían al PS recrudecieron, llegando a niveles de dureza des­conocidos hasta el momento en la organización. Para entender el estado de conmoción que comienza a vivir el partido desde esos momentos, citemos un artículo de Juan Sanguineti aparecido en LV, que lleva el sugerente título "En plena Babilonia"; dice así:

"Desde hace apenas un mes el grupo reducido de compañeros que constituyen, en la Capital, el Partido Socialista, tiene to­das las apariencias de una especie de manicomio de locos más o menos alegres. La prórroga del estado de sitio ha sido como el punto de partida para que cada cual exteriorizara, en la for­ma que mejor pudiera, todo lo que respecto a la cuestión social tenía almacenado desde hace tiempo. "Así es que el espectáculo se presenta divertido y sumamente variado porque cada loco tiene su tema. Todo ha salido a relu­cir, todo ha sido analizado: Dantón y la Montaña, Turati, Gues­de, Jaurès, Bebel, Carlos Marx, Labriola, Sorel, etc., etc.".23

El autor del texto hace una descripción muy interesante del clima que se vivía en el seno del partido, sobre todo desde la decisión del gobierno de extender el estado de sitio. Al parecer, a partir de ese momento se produce una explosión política entre la militancia parti­daria, producto de tensiones acumuladas en los tiempos prece­dentes. Todo es puesto en cuestión. El debate abarca temas y au­tores de lo más variados.

Lo que podemos apreciar es que a partir de ese entonces los ar­tículos que se publican en LV comienzan a adoptar progresivamente posiciones cada vez más combativas. Así, el 11 de marzo, pocos días después de la medida gubernamental de extender el estado de sitio, el editorial de LV se titula "Una hora crítica: imposición de la lucha". Allí se afirma que:

22 La Vanguardia, año XII, n° 14, 0 8 / 0 4 / 1 9 0 5 .

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"La prorrogación del estado de sitio, es una bofetada feroz dada en el rostro del proletariado: tiene de todo, del insulto, de la burla, del desafío. (...) La organización obrera debe recoger altivamente, de una manera suprema, el guante que se le arro­ja con tan despreciativa insolencia, y hacer sentir a su audaz enemigo la potencia de sus vigorosas fuerzas".24

En el mismo texto se critican decididamente las posiciones opuestas, aquellas, que como vimos, llaman a la calma, en ese sen­tido se sostiene que:

"La inacción del proletariado en las circunstancias actuales se­ría un acto de cobardía imperdonable e indigno de una clase re­volucionaria. (...) Todo subterfugio que se intente en el sentido de hacernos creer que no debemos obrar así son simuladas co­bardías, son indignas debilidades que merecen el más profun­do desprecio. ¡La batalla debe ser combatida!".25

El autor del artículo, Luis Bernard, en esos momentos director de LV, tacha de cobardes a los opositores políticos, quienes ocultan detrás de ciertos "subterfugios" sus "indignas debilidades". Pero avanza aun más, poniendo en cuestión la táctica pacifista y "legali-taria" seguida por el partido hasta esos momentos; así dice:

"Es mentira absurda que la misión del socialismo sea pacífica, sufriente, sumisa a una legislación, (...) al servicio de una clase (...); no, la acción socialista, es combativa, impugnadora, au­daz. (...) va a la demolición de un régimen social oprobioso y ti­ránico. Para derribar hay que violentar y vencer una resistencia (...) Esto es, lo que corresponde hacer al proletariado argentino en esta hora (...) Preparémonos, pues, compañeros".26

Lo que acabamos de transcribir es poco menos que un grito de guerra. Se dice claramente que mienten aquellos que afirman que el socialismo es pacífico, para derribar el sistema es necesario vio­lentar, y termina llamando a los compañeros a prepararse para el combate.

24 La Vanguardia, año XII, n° 10, 11/03/1905 25 lbíd. 26 lbíd.

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Aquiles S. Lorenzo, secretario general del partido, también se suma a esta escalada de enfrentamientos. Escribe un artículo en LV titulado "¡Defiéndete!", en el que plantea que:

"Hay dos métodos para retener al enemigo atacante: uno con­siste en doblegarse, someterse, entregar las armas, abandonar el campo; el otro estriba en defenderse, resistir, luchar. El pri­mero es de los débiles, de los cobardes, de los mistificadores, de los charlatanes de bodegón. (...) En la batalla se lucha como se puede y con las armas que se tiene. 'Estas no se escogen por su naturaleza sino por su eficacia'. Proletariado argentino, defiéndete!!".27

Lo que había comenzado como un enfrentamiento en cierta me­dida velado y circunstancial, ahora se vuelve cada vez más explícito y profundo. Los oponentes continúan distanciándose, el debate de­viene progresivamente más áspero y duro. Aquí Lorenzo acusa a sus contrincantes de "charlatanes de bodegón". La situación parti­daria continúa empeorándose.

Un mención especial, merece un artículo firmado por Ernesto Piot, por ser éste secretario general de la central obrera UGT. Piot se suma a las posiciones de Bernard y Lorenzo y llama a la resistencia a los trabajadores, así dice:

"Frente a la brutal agresión del gobierno, la clase trabajadora debe adoptar una enérgica resistencia, neutralizando en lo po­sible los propósitos que con su agresión la clase capitalista per­sigue. (...) La burguesía nos declara la guerra, afrontemos, pues, con los medios que sea posible, la batalla por ella provo­cada".28

El editorial del siguiente número de LV (18/03/1 905) deja de lado los eufemismos y pone nombre y apellido a los adversarios polí­ticos. El artículo, titulado "¿Quién tendrá razón?", dice:

"El criterio de los compañeros Dagnino, Mantecón y Vidal, es (...): la coacción gubernativa desarrollada sobre las organiza­ciones gremiales, está lejos de ser un peligro (...) y el proleta­riado (...) debe esperar (...) burlando a la burguesía (...) y rehu-

27 Ibíd. 28 La Vanguardia, año XII, n° 9, 04/03/1905.

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yendo la acción policial (...). Aquí entra la disidencia y se pre­sentan dos proposiciones: la de los compañeros aludidos que aconsejan el virtuoso procedimiento del laissez faire, tranquilo, filosófico y fecundo, que permitiría la realización del proyecto gubernativo y la nuestra, de lanzar al proletariado a la lucha en una forma enérgica, para echar por el suelo los criminales pro­yectos del inteligente capitalismo".29

El artículo explicita dos campos en disputa. Se hace mención a un "nosotros", el cual crea necesariamente un "ellos". El texto es publicado bajo la forma de editorial. Entonces, podemos inferir que expresa la posición de al menos el director del periódico, Luis Ber­nard, y posiblemente del equipo encargado de su publicación. Es decir, por un lado, tendríamos al sector del partido que en esos mo­mentos dirige el órgano oficial de prensa. Por otra parte, en el campo opuesto, encontramos a Dagnino, Mantecón y Vidal. Los dos últimos, miembros del CE del partido. Habíamos visto que Vidal y Repetto, formaban el bloque dentro del CE que más decidida­mente se había opuesto a adoptar una política de defensa activa frente al estado de sitio.

Ahora bien, según lo que hemos relatado hasta aquí las obje­ciones a las decisiones del CE consistieron en exigirle que se pro­nuncie por una política que enfrente claramente las medidas decre­tadas por el gobierno. Según entendían los sectores críticos, el par­tido debía realizar un llamado a la clase trabajadora a que se defienda, a que resista con los métodos que considere necesarios. Pero, ¿qué pretendían puntualmente? Es decir, ¿qué forma especí­fica debía asumir esta resistencia? Por lo visto hasta aquí, no queda muy claro. Sin embargo, desde este preciso momento el desarrollo de la polémica comienza a develar el secreto. Las intervenciones en el debate, de parte de ambas fracciones hacen salir a la luz las pre­tensiones específicas del sector crítico de la organización. Entonces, prosigamos con la discusión desde el preciso momento donde la habíamos dejado.

Como hemos visto, el gobierno se propuso resguardar la eco­nomía nacional de posibles movimientos de fuerza, en un momento crítico para la producción agropecuaria. Luis Bernard y los suyos

29 La Vanguardia, año XII, n° 11, 18/03/1905.

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convocan a frustrar los propósitos del gobierno y acusan al sector de Repetto/Vidal de permitir que se cumplan esos planes.

La respuesta no se hizo esperar. En el mismo número de LV, sendos artículos de Mantecón y Vidal salen a defender la posición oficial del partido. Mantecón comienza citando a Bernard y Lorenzo y se propone refutar sus argumentaciones. Luego de afirmar que ante el estado de sitio "el partido hizo lo único que podía hacer; for­mulando una declaración y lanzando un manifiesto", hace la pre­gunta fundamental: "¿qué debemos hacer en estas circunstancias delicadas?". Respondiendo el interrogante planteado, afirma que "en los medios a emplearse es donde disentimos" e impugna la "propaganda insensata" a favor de un "acción extrema y violenta" pues entraña "un serio peligro para la organización del proletariado argentino." 30

Y respondiendo a las acusaciones de cobardía, dice:

"¿Qué estas consideraciones implican cobardía? ¡Bienvenidos sean todos los cobardes, que en momentos difíciles de la lu­cha, sean capaces de conservar la calma (...)!".31

La discusión continúa subiendo de tono. Mantecón afirma que Lorenzo y Bernard "incitan a los trabajadores a la acción extrema y violenta", y llama a enfrentar esa política porque pondría en peligro las organizaciones obreras. Lorenzo rápidamente contesta y es aquí donde dice sin medias tintas:

"Lo que nosotros proponemos es la realización de un movi­miento huelguista tendiente a contrarrestar los propósitos de nuestros gobernantes y a resistirnos, a defendernos no consin­tiendo, tan dócilmente, que se nos arrebaten las armas que uti­lizamos en las condiciones normales de la lucha (derecho de huelga, de reunión, prensa, etc.) No incitamos a una actitud ofensiva, sino eminentemente defensiva, de resistencia".32

Y para que no queden dudas, continúa diciendo:

"El compañero Mantecón se opone a que el pueblo trabajador por medio de una huelga general burle los propósitos de la bur-

30 Ibíd. 31 Ibíd. 32 Ibíd.

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guesía entorpeciéndole el proceso de su explotación y ganan­cia. (...) El compañero Mantecón y el 'compañero' Quintana se dan la mano".33

Resulta sintomático que Lorenzo no salga al cruce de las acusa­ciones de Mantecón acerca de la incitación a la violencia. Eso sí, afirma sin dejar lugar a dudas cuál es la medida de lucha que im­pulsa junto con sus compañeros - la huelga general-, pero acla­rando que no tiene un carácter ofensivo, sino defensivo. La postura de Lorenzo no deja de tener cierta lógica. Si el gobierno dispuso la prolongación del estado de sitio para evitar la huelga general, en­tonces, teniendo conocimiento de tales intenciones, las organiza­ciones obreras deben frustrarlas, proclamando en consecuencia el cese general de actividades, sin ajustarse necesariamente a la lega­lidad vigente.

Lorenzo vuelve a insistir en que ante la represión que desenca­denó el gobierno sobre el movimiento obrero, los trabajadores deben resistir y defenderse, de lo contrario, se pregunta:

"¿Qué debemos hacer entonces, toda vez que a la burgue­sía se le antoje castigarnos, declarando el estado de sitio o tomando otras medidas? Aguantar, aguantar y aguantar. Esta es la receta que nos propina el compañero Mante­cón".34

Según lo que hemos visto hasta aquí, se comienzan a delinear dos campos claramente diferenciados. Por un lado, tenemos lo que podríamos llamar el oficialismo, representado por Nicolas Repetto, Basilio Vidal, Alejandro Mantecón (todos miembros del CE) y Esteban Dagnino. Por otro parte, en el sector disidente se encuen­tran Aquiles Lorenzo (secretario general y director del órgano teó­rico del partido, La Internacional), Luis Bernard (director de LV) y Gabriela Coni (miembro del CE), a los que se suma Ernesto Piot (se­cretario general de la UGT).

De acuerdo a la discusión en curso en las filas del partido, es lí­cito preguntarse sobre cual era la posición de la UGT, central obrera de filiación socialista, acerca de la posibilidad de convocar a la huelga general. El Consejo Nacional de la UGT se reunió el

33 lbíd. 34 lbíd.

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24/03/1905; según consta en las actas de dicha reunión se aprobó la siguiente resolución:

"la Unión General de Trabajadores declara: Que protesta enérgica­mente por la actitud brutal y coercitiva del Estado, e invita a la clase trabajadora de la República a que exteriorice en una forma práctica el desagrado y antipatía que siente, con un movimiento general que obstaculice la voluntad de la clase gobernante, paralizando en el mayor grado y duración posible, el movimiento económico del país. Se aprueba por unanimidad la siguiente moción: Facultar a la Junta Ejecutiva para que lleve al mejor término posible la resolución del C. Nacional".35

En el momento de votarse esta declaración se encontraban pre­sentes 36 organizaciones de la capital y el interior del país. La mo­ción aprobada recibió el 4 7 % de los votos. Es decir, no existía un consenso generalizado sobre la cuestión. Los resultados36 de la vo­tación están expresados en el siguiente cuadro:

Voto

A favor

En contra

Abstenciones

Sin Mandato

Total

Organizaciones

17

10

4

5

36

Porcentaje

4 7 %

2 8 %

1 1 %

14%

100%

Apuntemos que el texto de la resolución, favorable a la huelga general, contenía argumentos muy similares a los expuestos por el sector crítico del PS. La campaña que venían desarrollando estos compañeros ahora recibía el respaldo de la UGT. En esos mo­mentos, comienza una dura reacción del oficialismo contra los disi­dentes.

35 Actas del Consejo Nacional de la Unión General de Trabajadores (UGT), sesión del 2 4/03/1905, p. 147. 36 Ob. cit., p. 146 ss.

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3. Contraofensiva del oficialismo

Al día siguiente de la reunión de la UGT (25/03/1905) en la cual se decide impulsar una huelga general contra el estado de sit io, aparece un nuevo número de LV. Desde el comienzo, en su edito­rial, notamos rápidamente que algo profundo ha cambiado. La po­sición que adopta de ahora en más el órgano oficial partidario nada tiene en común con la sostenida hasta esos momentos. Queda en claro para el lector que el periódico ha cambiado de rumbo.

Para comprender el viraje que se ha producido, debemos retro­ceder hasta el 21 de marzo, ese día se reunió el CE. Además de sus integrantes, estaban presentes los secretarios de once agrupa­ciones socialistas de la Capital. El tema en debate es cómo conti­nuar el trabajo político bajo el estado de sitio. Sabemos que uno de los secretarios plantea que el CE exprese "su conformidad con la huelga general o que al menos no se pronuncie en contra''.

En la misma reunión:

"El comité observa al redactor de La Vanguardia la forma ina­decuada con que procede en la redacción de la misma y Repet-to propone que se le separe del cargo de redactor; éste dice que no tomará en cuenta la observación del comité y presenta su renuncia; se le manifiesta que en vista de sus declaraciones el Comité lo habría igualmente destituido".37

Junto con la renuncia del director de LV -Luis Bernard-, pre­senta su dimisión el secretario general del partido, Lorenzo. El CE vuelve a reunirse al día siguiente y recibe la renuncia enviada por Gabriela Coni, que es aceptada. Ante la doble acefalía del partido se resuelve nombrar secretario general a Mantecón y director de LV a Schaefer. También se decide convocar al voto general para la elec­ción de tres titulares y cuatro suplentes para el CE. Así termina un capítulo importante de la lucha fraccional partidaria.

Luis Bernard y su gente han sido desplazados y su lugar es ocu­pado por los sectores que desde un comienzo se han opuesto a una política más combativa, en respuesta a las medidas represivas del gobierno. Para no dejar dudas acerca del giro que se ha producido, en el editorial de LV se afirma:

21 La Vanguardia, año XII, n° 12, 25/03/1905

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"Que en tales circunstancias se ha pensando contestar con la huelga general (...) el ataque brutal del gobierno se explica; pero lo que no se explica es que se quiera lanzar a la clase obre­ra a la aventura funesta, con la plena seguridad de que esa ac­titud enérgica aconsejada terminará con un completo fraca-so".38

El argumento que se esgrime contra los partidarios de la huelga general no es nuevo. Se plantea que las condiciones no están dadas para una medida de tal envergadura. Que las organizaciones obreras no son lo suficientemente sólidas y robustas como para llevar ade­lante una lucha de tales características. Y se sugiere incluso que es el propio gobierno quien pretende "llevar a los obreros al terreno de la violencia",39 para de esa forma poder destruir las asociaciones obreras que con tanto esfuerzo se han logrado construir. Entonces, quienes impulsen a los trabajadores a la utilización de esos mé­todos, le hacen el juego al gobierno, terminan de hecho siendo sus cómplices.

Entonces, desde esos momentos LV defenderá otra política, opuesta a la realización de la huelga general. Al comienzo, el despla­zamiento de Bernard se justifica como forma de permitir que se ex­presen equitativamente todas las posiciones en disputa y no exclu­sivamente la de aquellos sectores críticos a la conducción nacional. Por eso, en éste número de LV, el primero desde el cambio de orien­tación, se publican distintos artículos que expresan las diversas po­siciones en conflicto. Sin embargo, esta supuesta "democratiza­ción" del semanario se desdibuja rápidamente y la prensa partidaria termina siendo un vocero del oficialismo; desde sus páginas se cri­tican los diversos argumentos sostenidos por los partidarios de la huelga general.

Juan Sanguinetti es quien encabeza la contraofensiva contra el depuesto director de LV y sus compañeros. En varios artículos de su autoría se encarga de desmenuzar y criticar cada uno de los argu­mentos sostenidos por sus adversarios.

Según comenta el mismo Sanguinetti, se llevó a cabo una reu­nión entre la FORA y la UGT para decidir acerca de la posibilidad de

38 Ibíd. 39 Ibíd. En este número vemos a Jacinto Oddone sumarse a los promotores de la huelga gene­ral, afirma: "temen el empleo de la violencia por ser táctica anarquista. (...) Pero, si ella es la que nos puede salvar, bienvenida la violencia.

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realizar una huelga general contra el estado de sitio. La policía irrumpió en la reunión y arrestó a los delegados presentes. Entonces, de hecho, se descartó la posibilidad de efectuar el movi­miento de protesta.

Por lo tanto, los sectores críticos perdieron los lugares que ocu­paban en el CE del partido y en la dirección de LV. Además, la huelga general finalmente no se realizó. El enfrentamiento frac­cional continuará agravándose en el transcurso de los próximos meses, hasta que un año más tarde, en abril de 1906, los disidentes serán " invitados" a retirarse del partido.

Todo parece indicar que los meses siguientes al alejamiento de Lorenzo y Coni del CE y de Bernard de LV la situación interna del PS se cont inuó agravando, el ambiente se volvió irrespirable para la oposición. Vamos a presentar un breve ejemplo, para mostrar el clima de hostil idad que existía. Gabriela Coni escribe un ar­tículo en el que cita las opiniones de los líderes socialistas euro­peos Adler y Ferri acerca de la huelga general y agrega el si­guiente comentario:

"De paso, observaré a quien lo merece que nadie pensó en ex­pulsar del Partido Socialista a estos camaradas por haber ex­puesto públicamente su opinión en favor de la huelga gene­ral".40

Es decir, Gabriela Coni hace una grave denuncia, implícitamente acusa a sectores del partido de querer expulsar a los defensores de la huelga general. ¿Qué responde la redacción de LV ante tan seria imputación? A continuación del artículo de Gabriela Coni hay una nota de la redacción que dice:

"Si nadie ha pensando en expulsar a los camaradas arriba men­cionados es simplemente porque ni a ellos ni a ningún otro so­cialista militante que tenga sus cinco sentidos se le ha ocurrido aconsejar a la clase trabajadora realice cualquier disparatado movimiento huelguista".41

La redacción de LV no hace más que confirmar los dichos de Coni, evidentemente había sectores que propugnaban la expulsión

40 La Vanguardia, año XII, n° 15, 15/04/1905. 41 Ibíd.

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de los disidentes. En ese contexto, aproximadamente en el mes de mayo, la fracción opositora decide publicar un periódico propio. El primer número de la nueva publicación saldrá a la luz el 11 de julio de 1905 y lleva como nombre "La Acción Socialista - Periódico Sin­dicalista Revolucionario", con lo cual, avanza el proceso de distan-ciamiento entre las partes en conflicto.

En ese primer número, en un artículo titulado "La unidad del par­t ido" , se hace un breve repaso de lo sucedido desde el 4 de febrero. Allí se afirma que desde esa fecha, "con su séquito de atropellos y desafueros legales" se llegó a "alterar por vez primera, nuestra con­suetudinaria armonía con una seria diferenciación de criterios". Se aclara expresamente que no es que no existieran divergencias de opiniones dentro de la organización, pero "no hallando motivo de traducirse en opinión popular" se mantenían "con cautela en la inti­midad de la conciencia". Es por eso que

"esta divergencia en la apreciación no tenía razón alguna en tradu­cirse en un manifiesto y público criterio, y en constituirse como ten­dencia o diferenciación de juicio. Los sucesos del 4 de febrero, y el estado de sitio que lo siguió, han tenido esta virtud prematura, pero necesaria".42

Es interesante lo que aquí se dice, porque confirma la existencia de diferencias políticas en la organización, previas al intento de golpe de Estado. Los sucesos del 4 de febrero, la represión guberna­mental, el estado de sitio y su prolongación, hicieron las veces de catalizadores, provocaron el desarrollo de diferencias que existían antes de producirse dichos acontecimientos, a la vez que las hi­cieron públicas.

4. Reflexiones finales

Como decíamos al comienzo de este trabajo, la discusión que se de­sencadena a partir de los sucesos del 4 de febrero de 1905 forma parte de un debate de más largo alcance que se venía desarrollando en las filas del Partido Socialista. Vamos a intentar a continuación hacer una apretada síntesis de los andariveles por los cuales circula­ba el pensamiento de los futuros sindicalistas, para entender en qué

42 La Acción Socialista, año I, n° 1, 11/07/1905.

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lugar se ubica la discusión sobre la huelga general que acabamos de presentar.

Según los sindicalistas, hasta la huelga general de 1902 el go­bierno se había mostrado indiferente y hasta prescindente de los avances que venía realizando el movimiento obrero. Pero una vez que los trabajadores demostraron toda su fuerza acumulada y su poder para paralizar el comercio exterior argentino (pieza clave del modelo agroexportador), cambió su actitud.43 Desde ese entonces, la clase dominante busca menguar las fuerzas obreras y si es po­sible destruirlas.

Para lograr esos objetivos, siempre según los sindicalistas, re­curre a todos los medios a su alcance. En particular, apela a la legis­lación laboral tratando de adormecer al proletariado con narcóticas prebendas. En ese contexto de fortalecimiento creciente del movi­miento obrero, se produce la rebelión militar, entonces el gobierno aprovecha el estado de sitio decretado para lanzarse sobre los tra­bajadores. Pero, y aquí es donde encontramos un punto clave de sus razonamientos, no estamos en presencia de un cambio de estra­tegia, los objetivos siguen siendo los mismos, sólo que ahora el go­bierno recurre a métodos violentos para conseguir esos mismos pro­pósitos.44

Entonces, estaríamos en presencia de una continuidad en la polí­tica del gobierno y la burguesía hacia el movimiento obrero. Hasta esos momentos, pretendía recurrir a mecanismos legales para en-corsetar a los trabajadores dentro de ciertos límites jurídicos, más concretamente por medio del "Proyecto González"; ahora utiliza la represión física directa para conseguir esos mismo objetivos y a su vez, de esa forma, prepara el terreno para que se apruebe sin discu­sión alguna esa Ley Nacional del Trabajo, o al menos sus aspectos más represivos.

43 Luis Bernard dice: "Es el ambiente social que ha cambiado profundamente: la burguesía que hasta hace dos años miraba más bien con indiferencia el movimiento obrero, dándose cuenta por fin del peligro que éste entrañaba, coordina sus esfuerzos para combatirnos. El pensa­miento obrero no debe cristalizarse sino evolucionar de acuerdo con las modificaciones en el ambiente social.", en Actas de los Congresos de la UGT, 13/00/1905, p.103. 44 "La revuelta bastarda del 4 de Febrero (...) ha servido de pretexto para apretar el torniquete con que se viene violentando al movimiento obrero.", El Obrero, Azul, año I, n° 34, 12/03/1905. El periódico El Obrero era editado por el centro socialista de la ciudad de Azul, en la provincia de Buenos Aires, y se encontraba alineado claramente con las posiciones de los futuros sindicalistas revolucionarios.

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Por lo tanto, argumentan los críticos, nos encontramos frente a un durísimo recrudecimiento de la ofensiva del gobierno sobre los trabajadores; que busca la destrucción de sus organizaciones, en esas circunstancias no queda lugar para medias t intas, el proleta­riado debe presentar batalla, como pueda y con las fuerzas que dis­ponga. A grandes rasgos, este es el razonamiento que despliegan los sectores opositores dentro del partido.

Por su parte, el oficialismo entiende que el estado de sitio y la re­presión que se desencadena a continuación, son sólo un paréntesis, una discontinuidad, que se le interpone al movimiento obrero en su ascendente camino de conquistas. Desde esta mirada, reformista, evolutiva y gradualista, el proletariado debe esperar a que pase esa situación de "anormalidad", que las circunstancias vuelvan a su redil habitual y que los trabajadores continúen cosechando pe­queñas y progresivas conquistas que los llevarán algún día, por cierto que lejano en el t iempo, a sus objetivos finales.

Por lo tanto, una de las discusiones que se encuentra en el fondo de este debate es si la nueva actitud que comienza a adoptar el Estado hacia la "cuestión social" es un triunfo del movimiento obrero -y del Partido Socialista-, y como tal se debe aprovechar y festejar, o si por el contrario constituye una pérfida estrategia de la clase enemiga para debilitar y destruir al movimiento obrero organi­zado, que los trabajadores deben rechazar. Aquí está uno de los puntos centrales del debate, que tiene su expresión, un tanto distor­sionada por cierto, en las duras discusiones entre partidarios y opo­sitores de la huelga general.

Entonces, el debate que tiene lugar durante el estado de sitio, que aparece como una mera discrepancia en los métodos, esconde dos visiones estratégicas completamente distintas, donde se ponen en juego conceptos claves de la política socialista, entre ellos, formas diferentes de entender el Estado, las leyes y el papel que cumple el Parlamento.

Con este artículo, hemos tratado de rescatar una pequeña por­ción de las polémicas que tienen lugar en las filas socialistas en esos años, intentando contribuir de esta forma a la reconstrucción histo-riográfica del sindicalismo revolucionario en Argentina, tarea que aún se encuentra en sus primeros pasos.

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Resumen Como respuesta al levantamiento radical de febrero de 1905, el gobierno declara el estado de sitio y aprovecha para lanzar una fuerte ofensiva contra el movimiento obrero. En ese contexto, se desencadena al interior del Partido Socialista una fuerte discusión, acerca de cuales eran los me­dios más adecuados para enfrentar la ola represiva. En nuestro trabajo analizamos el desarrollo de este debate y su íntima relación con el surgi­miento del sindicalismo revolucionario en la Argentina.

Palabras clave: Partido Socialista; Sindicalismo Revolucionario; Movi­miento Obrero; Sindicalismo

Abstract In 1905 there was a radical uprising in Buenos Aires and the government responded declaring a state of siege, launching a strong offensive against the working class. In this context, the members of the Socialist Party were engaged in an argument about the best means to face state repression. In this text, I analyze the development of this debate and how it was related to the emerging of revolutionary syndicalism in Argentina.

Keywords: Socialist Party; Revolutionary Syndicalism; Workers Move­ment; Syndicalism.