Download - 1 Los Empleados Kracauer
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
1/19
Prólogo
Sobre la politización de los
intelectuales
Walter enjamin
Ancestral, quizá tan antiguo como la. propia literatura, es en es-
ta última el modelo del descontento. Tersítes, el detractor ho-
mérico; el primer conjurado, el segundo y el tercero en los dra-
mas de reyes shakespeareanos; el contrariado en el único gran
drama de la Guerra Mundial,' son diversas encarnaciones de
esta única figura. Pero la fama literaria del género parece no
haber animado a sus ejemplares vivos. Éstos suelen ir por la vi-
da anónimos y reservados, y representa ya un acontecimiento,
para el fisonomista, el hecho de que un miembro del clan llame
la atención sobre sí mismo y declare públicamente, en la calle,
que no quiere seguir participando del juego_ Por cierto que
aquel del que nos ocupamos en esta ocasión no procede parti-
cularmente de esta manera. Una S. lacónica ante el apellido nos
disuade de esclarecer su aparición. De otro modo se enfrenta el
lector con este laconismo en el interior del libro: como naci-
miento de la humanidad a partir del espíritu de ironía. S. arroja.
una mirada hacia las salas de audiencia del tribunal de trabajo,
y la despiadada luz le revela aquí no «a hombres míseros, sino
aquellas circunstancias que generan la miseria». En todo caso,
una cosa es cierta: este hombre no qt..iiere seguir participando
del juego, Rehusa colocarse una máscara para participar en el
carnaval que representan sus contemporáneos —incluso ha
de-
jado
en casa el birrete de graduación del sociólogo—, y ruda-
mente abre un camino entre la masa para arrancarle aquí y
allá la máscara a un sujeto especialmente desvergonzado.
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
2/19
LOS EMPLEADOS
06
IEGFRIED KRACAUER
u
Q
e
s
u
m
Este trabajo es un diagnóstico, y en cuanto tal renuncia
conscientemente a realizar propuestas de mejora. Las recetas
no resultan apropiadas en todo lugar, y menos que en cual-
quier otro en éste, donde lo que importa en primera instancia
es comprender una situación que apenas ha sido observada
hasta ahora. El conocimiento de esta situación, además, no só-
lo es la condición necesaria para todas las transformaciones,
sino que supone, ya de por sí, un cambio, ya que si la situación
aludida se conoce a fondo, será preciso actuar sobre la base de
la nueva conciencia conquistada acerca de aquélla. Por lo de-
más, en este trabajo podrá encontrarse, sin esfuerzo, una serie
de observaciones que conducen más allá del análisis.
Con ocasión de la primera publicación de este trabajo en el
suplemento literario de la
Frankfurter Zeitung
—la edición como
libro coincide, a excepción de algunos cambios insignifican-
tes, con la versión aparecida en el diario—, llegó a mis manos
una serie de cartas que demuestran el interés universal en las
cuestiones que aquí se tratan. Procedían principalmente de
varones que ocupan puestos directivos, de docentes, sociólo-
gos y personas del ámbito de los empleados. En la mayoría de
los casos se declaran satisfechos de que se haya realizado un
trabajo de estas características. Algunas de las observaciones
críticas se basan en equívocos. Así, se me ha reprochado, por
ejemplo, el hécho de afirmar que aun las funciones que no son
cumplidas por las máquinas podrían ser llevadas a cabo por
gente que sólo sabe escribir y leer de forma deficiente; mien-
tras que, en realidad, he tenido en cuenta expresamente la ne-
cesidad de que el personal superior posea una buena forma-
ción. También se ponen en tela de juicio algunos efectos de la
racionalización que otros, además de mí, consideran incon-
testables, o se busca negar la economía del favoritismo, que es
posible encontrar en otros lugares y cuya existencia me pro-
puse señalar. Por lo demás, el significado actual de una inves-
tigación como ésta es, en parte, estimular la discusión pública.
Para terminar, doy las gracias a todos lo que me ayudaro
Numerosos empresarios, jefes de personal de grandes empr
sas, diputados, consejeros de empresa y representantes de l
diversos sindicatos de empleados me brindaron gustosos
oportunidad de discutir y, de esa manera, facilitaron la rea
zación de mi trabajo. De ningún modo querría dejar de me
cionar las numerosas conversaciones mantenidas con los pr
pios empleados, y es mi deseo que este pequeño libro hab
realmente acerca de ellos, que sólo con dificultad pueden h
blar acerca de sí mismos.
Enero de 19
S. Kraca
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
3/19
Una empleada despedida demanda, ante el tribunal de trabajo, que se
la reincorpore o que se la indemnice. Corno representante de la empre-
sa querellada se presentó un jefe de departamento, que antes había si-
do superior de la empleada. Para justificar el despido explica, entre
otras cosas: La empleada no quería ser tratada en cuanto empleada,
sino como una danza». El jefe de departamento es, en la vida privada,
seis años nzá joven que la empleada. j
II
Un caballero elegante, sbz duda un importante confeccionista, entra
por la noche, en compañía de su amiga, en el vestíbulo de un local de
diversiones de una gran ciudad. A primera vista se advierte que la
amiga, en su trabajo extra, permanece ocho horas cada día detrás del
mostrador. La encargada del guardarropa se dirige a la amiga: «Se-
ñora, ¿querría quitarse el abrigo?».
o?».
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
4/19
Territorio desconocido
« ¡ Pero si todo se encuentra ya en las novelas », respond
una empleada de una empresa privada cuando le pedí que m
hablara acerca de su vida en la oficina. La conocí un domi
go, mientras viajábamos en tren hacia un suburbio berliné
Venía de un banquete de bodas que había durado todo un d
y se encontraba, según ella misma confesó, un poco ebria. E
pontáneamente habló sobre su jefe, un fabricante de jabon
con quien llevaba ya tres años trabajando como secretar
privada. Él era soltero y admiraba sus bellos ojos azules.
—Sus ojos son realmente preciosos —dije.
—Salimos siempre de noche. A menudo, ya por la tarde, m
lleva al café; entonces ya no retornamos. Vea mis zapatos; c
da dos meses los gasto de tanto bailar. ¿Por qué le interesa
oficina? No hablo en absoluto con el personal de la oficin
las chicas se mueren de envidia.
—¿Se casará con su jefe?
—¿Cómo se le ocurre? No me atrae la riqueza. Soy fiel am
novio.
¿Sabe su novio...?
—No soy tan tonta. Lo que hago con mi jefe no le conciern
a nadie.
Resultó que, de momento, su novio dirigía en Sevilla la
lial de un negocio de lencería. Le sugerí que lo visitara.
En Barcelona tiene lugar ahora la Exposición Universal
—En el agua, uno no tiene dónde aferrarse —repuso.
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
5/19
SIEGFRIED KRACAUER os EMPLEADOS
112
3
A pesar de que se lo aseguré seriamente, no creyó que es
posible llegar a España por vía terrestre. Dijo que más ade-
lante querría instalar, junto con su novio, un pequeño hotel en
los alrededores de Berlín. Allí tendrán un jardín, y en verano
irán los extranjeros...
No todo se encuentra en las novelas, en contra de lo que
ro
opina la empleada de la empresa privada. Precisamente sobre
ella y sus semejantes apenas pueden obtenerse informaciones.
Centenares de miles de empleados pueblan a diario las calles
de Berlín, y sin embargo su vida es menos conocida que la de
las tribus primitivas, cuyas costumbres admiran los emplea-
dos en las películas. Los funcionarios de los sindicatos de em-
pleados —como no podría ser de otra manera— muy rara vez
miran, rebasando el plano del detalle, en dirección a la estruc-
tura de la sociedad. Los empresarios no son, en general, testi-
gos imparciales. Los intelectuales, o son empleados o son tra-
bajadores independientes, y por ende el empleado suele
carecer, para ellos, de interés, a raíz de su carácter cotidiano.
Ni siquiera los intelectuales radicales suelen sondear más allá
del exotismo de la vida cotidiana. ¿Y los propios empleados?
Son los que tienen menos conciencia acerca de su situación.
Pero la existencia de éstos transcurre a la vista de todos. Por
el hecho de estar expuesta a la vista de todos, se encuentra
aún más a salvo de ser descubierta, como la «Carta a Su Ma-
jestad» en el cuento de E. A. Poe.' Nadie advierte la carta
porque ésta se encuentra a la vista de todos. Sin duda están en
juego fuerzas poderosas que querrían evitar que aquí se ad-
vierta algo.
Con todo, hace tiempo que es hora de que la luz de la opi-
nión pública caiga sobre las condiciones públicas en que vi-
ven los empleados. La situación de éstos se ha modificado ra-
dicalmente desde los años de preguerra.
Ya en términos puramente cuantitativos, hoy en Alemania
hay 3,5 millones de empleados; 1,2 millones de ellos son muje-
res. En un lapso en el que el número de los obreros no llegó a
duplicarse, los empleados prácticamente se han quintuplica-
do. Por cada cinco obreros hay, actualmente, un empleado.
También el número de funcionarios públicos ha experimenta-
do un intenso crecimiento.
Casi la mitad de esta enorme masa de empleados se en-
cuentra ocupada en el comercio, en los bancos y en el trans-
porte. Cabe destacar que, en los últimos años, el número de
los empleados industriales ha aumentado con
'
especial rapi-
dez; hoy asciende ya a 1,35 millones. El medio millón restante
corresponde a instancias administrativas, organizaciones, et-
cétera. En lo que respecta a la distribución de las profesiones,
el grupo más significativo es, con mucho, el de los empleados
de comercio, con 2,25 millones. Le siguen, a considerable dis-
tancia, los demás grupos —de dimensiones prácticamente si-
milares—: los empleados de oficina, los técnicos y los capata-
ces, cada uno de los cuales asciende a alrededor de un cuarto
de millón.
Las razones para este formidable crecimiento pueden extra-
erse de la bibliografía especializada. Se vinculan, esencialmen-
te, con los cambios estructurales en la economía. La_evolución
hacia la gran empresa moderna, junto con la simultánea
transformación de su forma de organización; la expansión del
aparato de distribución; la difusión de la seguridad social y de
los grandes sindicatos que regulan la vida colectiva de nume-
rosos grupos, todo esto hizo que aumentaran las cifras, a pe-
sar de todas las reducciones de personal. El hecho de que,
precisamente, tantas mujeres hayan accedido a puestos como
empleadas puede explicarse a partir del mayor excedente de
población femenina, a partir de las consecuencias económicas
de la guerra y la inflación, y de la necesidad de independencia
económica que sintió la nueva generación de mujeres.
El salto dialéctico de la cantidad a la calidad no se hizo es-
perar. O, en cuanto al contenido, la cualidad se convirtió en
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
6/19
S EGFRI E D KRACA U ER
Los EMPLEADOS
4
D
m
ó
C
á
c
©
g
d
cantidad. La causa de este salto es la tan mencionada raciona- t)
_-
lización. Desde que existe el capitalismo, continuamente ha
habido racionalizaciones dentro de los límites trazados por él,
r
pero el período de racionalización que va de 1925
a 1928 seña-
la
una fase especialmente importante. Ha producido la
instala-
ción de la máquina y de los métodos de la «cadena de montaje»
en las
as salas de empleados de las grancks empresas. A través de
esta reorganización efectuada según el modelo norteamerica-
no -y que está lejos de hallarse concluida-, gran parte de las
nuevas masas de empleados asumen, dentro
del proceso de
trabajo, una función menor que antes. Actualmente hay una
multitud de empleados no cualificados y cualificados que cum-
plen con una actividad mecánica. (En las tiendas de precios fi-
jos surgidos recientemente, por ejemplo, las tareas de las ven-
dedoras están mecanizadas.) En lugar de los precedentes
«suboficiales del capital» ha aparecido un imponente ejército,
en cuy
-
as filas surgen cada vez más hombres corrientes, que
son intercambiables
entre
sí.
Nada menos que Emil Lederer dice que se alude a «un he-
cho objetivo cuando se afirma que los empleados comparten
el destino del proletariado». Incluso se atreve a decir que
«[...] el ámbito social en que aún encontramos la esclavitud
moderna [...] ya no es la empresa en que trabaja la gran masa
de los obreros, sino que ese ámbito social es la oficina».
2 Es
posible discutir aquí y allí sobre la dimensión de la esclavitud,
pero no es posible poner en duda la proletarización de los em-
pleados. En todo caso, para amplios sectores que trabajan ba-
jo la condición de empleados rigen las mismas condiciones
que para el proletariado en sentido estricto. Se haformado un
ejército industrial de reserva integrado por empleados. A la
opinión según la cual se trata de un fenómenopasajero, se
opone otra que sostiene que ese ejército sólo puede ser supri-
mido junto con el sistema que lo ha conjurado: una discusión
de la que habrá que hablar luego. Además, se ha agravado la
inseguridad de
la
existenciay se ha desvanecido casi por co
--
pleto la perspectiva de independencia. En consecuencia,
pósibieso-
tener la creencia de que los empleados constituy
algo así como una «nueva clase media»? Se verá que las i
siones producidas para los empleados se topan con una ab
dante demanda.
De todos modos, el sentido de la realidad que poseen
empleados se ha agudizado a raíz de su oprimida situación m
terial. Los sueldos promedio -que, para los cualificados, se
túan por debajo de los 150 marcos y, para los que tienen m
yor antigüedad en la profesión, difícilmente alcanzan, en
puestos altos, los 500 marcos- los obligan a considerarse,
menos desde el punto de vista económico, como asalariad
Por lo demás, el ingreso de las empleadas, por regla general,
inferior en un 10-15%. En la lucha por mejores condiciones
trabajo se ha organizado sindicalmente alrededor del 30%
los empleados. Los tres sindicatos principales son:
La «Asociación general libre de empleados
»
3
(«Asociac
Afa»), con más de 400.000 miembros. A ella pertenecen
«Liga central de empleados» 4
(«Z.d.A.»),
la «Asociación a
mana de capataces »,
5
«Liga de empleados y funcionarios té
nicos»
6
(«Butab») y «
Liga general de empleados de banco a
manes»;' además, ligas marítimas y casi todos los sindica
de artistas. Un contrato sindical establece la relación de
«Asociación Ata» -que es un sindicato libre-
8 con la «Asoc
ción sindical general de Alemania»;' en términos políticos,
tá muy próxima al Partido Socialdemócrata. Impulsa la a
pliación de la legislación referente a la política social, y el pa
del sistema capitalista a la economía socializada.
La «Asociación sindical de empleados»'' («G.d.A.»).
una asociación unitaria que abarca a empleados de todas l
profesiones; fundamentalmente a empleados de comercio
oficinistas. Junto con la «Unión alemana de funcionarios ba
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
7/19
SIEGFRJED KRACAUER
OS EMPLEADOS
116
7
e
carios»" y la «Liga general de empleados de seguros»,'
2 con los
que se encuentra organizado en el «Círculo sindical alemán»
1 3
—que comprende las «Uniones sindicales Hirsch-Duncker»—,'
4
conforma el grupo «nacional-liberal» del movimiento de em-
pleados, que reúne a 376.000 miembros. Su posición es, a
grandes rasgos, democrática. En términos de política sindical,
coincide ampliamente con la «Asociación Afa».
La «Confederación de sindicatos de empleados alemanes
> > 15
(«Gedag»), con más de 400.000 miembros. Sus ligas más im-
portantes son la «Liga nacional alemana de auxiliares de co-
mercio»'' («D.H.V.») y la «Liga de empleadas de comercio y
oficina».
1 7
La «Gedag» pertenece al ala nacional-cristiana de
los sindicatos. Es enemiga del socialismo y tiene tintes de anti-
semitismo. Su proceder sindical —a menudo radical— en las ne-
gociaciones salariales difícilMente pueda reducirse al mismo
denominador común que su ideología estamental-burguesa.
Además, existe un «Asociación nacional de ligas de emplea-
dos alemanes»'
8
(con 60.000 miembros), ligada a la «Comisión
nacional de ligas sindicales de empresa».' No es irrelevante se-
ñalar que la «Unión de altos empleados
»
2
° («Vela») se abstiene
de toda actividad sindical. Se contenta con la asistencia médica,
una póliza de seguro de vida y la representación de los intere-
ses generales.
Aquí hay un par de hechos que delinean provisionalmen-
te el área que ha de recorrer esta pequeña expedición, que
es quizá más arriesgada que viajar por África para rodar
una película. Pues a la vez que sondea a los empleados, con-
.
duce a las entrañas de la gran ciudad moderna. Sombart se-
ñaló en una ocasión que hoy nuestras grandes ciudades ale-
manas no son ciudades industriales, sino de empleados_y
funcionarios. Si esto es válido a propósito de alguna ciudad,
esa ciudad es Berlín. Es aquí donde se ha desarrollado más
intensamente el proceso económico que engendró las masas
1) de empleados; aquí tienen lugar las discusiones prácticas e
o
ideológicas decisivas; aquí, la configuración de la vida pú-
blica se halla determinada de un modo especialmente osten-
, sible por las necesidades de los empleados y de aquellos que,
por su parte, querrían determinar estas necesidades. Hoy
Berlín es claramente la ciudad de la cultura de los emplea-
dos ;
es decir, de una cultura creada por empleados y para
empleados, y que es considerada una culturaspor la mayoría
de los ellos. La realidad efectiva de los empleados sólo se
puede captar en Berlín, donde los lazos con el origen y el te-
rruño han retrocedido en tal medida que el
weekend
puede
convertirse en una gran moda. Dicha realidad configura, al
mismo tiempo, una buena parte de la realidad de Berlín.
¿Esta realidad se extrae del reportaje ordinario? Hace al-
gunos años que el reportaje goza, en Alemania, de un lugar
preferencial entre todas las formas de exposición, pues sólo
él —se opina— puede adueñarse de la vida en toda su fluidez.
Los escritores no conocen prácticamente una mayor ambi-
ción que la de informar; la reproducción de lo observado es
la carta de triunfo. Un hambre de inmediatez que es sin duda
consecuencia de la desnutrición ocasionada por el idealismo
alemán. A la abstracción del pensamiento idealista, que no
sabe aproximarse a la realidad concreta a través de ninguna
mediación, se contrapone el reportaje como una declaración
personal. Pero no se consigue atrapar la existencia una vez
que ésta ha sido fijada, a lo sumo en un reportaje. Ésta ha si-
do una legítima reacción frente al idealismo, nada más, ya
que el reportaje no hace más que perderse en la vida que el
idealismo no puede encontrar, que es para éste tan inaccesi-
ble como para aquél. Cien informes sobre una fábrica no se
pueden sumar hasta constituir la realidad de la fábrica, sino
que siguen siendo, por toda la eternidad, cien modos de ver
la fábrica. La realidad es una construcción. Ciertamente la
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
8/19
vida debe ser observada a fin de que la realidad se constitu-
ya. Pero ésta de ningún modo se encuentra contenida en la
serie de observaciones más o menos casuales que conforman
el reportaje; antes bien, se halla única y exclusivamente en el
mosaico que se compone a partir de las observaciones indivi-
duales, sobre la base del conocimiento del contenido de la re-
alidad. El reportaje fotografía la vida; un mosaico como éste
sería su imagen.
e
118
IEGFRIED KRACAUER
Selección
¿Por qué quiere ser empleado de comercio?
Porque me gusta esa actividad.
—¿En qué ramo?
Decorador.
—¿Por qué precisamente este ramo?
Porque para mí es un trabajo fácil y respetable.
Otra respuesta a la primera pregunta: «Porque me gus
realizar trabajos intelectuales».
Otra respuesta: «Me gustaría trabajar como vendedor».
¿Por qué no elige un trabajo manual?
—No me gustaría trabajar en fábricas.
Los muchachos y muchachas que dejan la escuela llena
con tales respuestas los cuestionarios que reciben de la ofici
de orientación vocacional de la «Liga central de empleados
La ortografía no siempre es impecable, y a menudo la gram
tica ilegal del lenguaje popular soterra las reglas del alem
escrito que han aprendido. Uno, dos años después, los apre
dices, equipados de instrucción literaria, escribirán con seg
ridad, en las cartas comerciales, su: «Saludamos a usted ate
tamente [...]».
Trabajo intelectual, gusto en vender, trabajo fácil y resp
table... no todos los sueños florales maduran.' En todo cas
no basta con sentirse llamado; también hay que ser elegido
Elegido por las instancias que activan el proceso económic
que los activa. En Dresde, los fabricantes de zapatos, segú
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
9/19
SIEGFRIED KRACAUER
os EMPLEADOS
12
2
C
D
I
S
V
u
T
c
parece, han decidido hace poco emplear sólo a aprendices
que hayan aprobado el segundo año de los estudios secunda-
rios. Uno no puede ni siquiera poner suelas y remendar por
pura inclinación interior. La estupidez demuestra lo que se
constató con cierta resignación en el último congreso sindical:
que los diplomas están arraigados en nuestra esencia. Si no en
la esencia, al menos sí en la base del orden social actual. Se
conocen —o posiblemente no se conocen— los diversos diplo-
mas bajo cuya influencia se abren ciertas esferas de la jerar-
quía burocrática. Desde hace poco se exige el
Abitur como
condición para los niveles altos de los funcionarios interme-
dios, una exigencia a la que, felizmente, se ha opuesto Seve-
ring. 2 4
Una vez suprimido el Estado clasista, ¿quién no vatici-
naría, para estos atavíos de mal gusto, el mismo destino que
para los ornamentos en Kurfürstendamm? 2 5
Entre tanto, és-
tos prosperan también en la economía privada, y no sólo co-
mo arabescos. Los grandes bancos, y algunas otras empresas
comerciales e industriales, hacen que el ingreso a la bienaven-
turanza de sus secciones comerciales dependa de la aproba-
ción del ciclo básico de los estudios secundarios, y prefieren a
jóvenes que hayan aprobado el
Abitur.
En Berlín, de acuerdo
con una información confiable, de cien aprendices de comer-
cio, en total cincuenta pueden seguir perfeccionándose en el
séptimo curso del bachillerato. Entre los afortunados que ob-
tienen el título, muchos permanecen durante toda su vida
confinados a una actividad que estaría también en condicio-
nes de ejercer cualquier aplicado estudiante de escuela prima-
ria de antaño; una formación elevada no se corresponde siem-
pre con un salario elevado; las medidas de reducción de
personal y otros males que implican golpes del destino, afec-
tan igualmente a justos y pecadores. Pero como para los po-
deres superiores el diploma vale como un talismán, lo persi-
guen todos los que pueden materialmente obtenerlo, y buscan
acrecentar, en la mayor medida posible, su valor monopólico.
1 1 La afluencia a las instituciones secundarias es mayor que el
1 ) .
amor al conocimiento, y los empleados técnicos que provie-
nen de escuelas industriales fundan asociaciones de egresa-
2
dos. Un miembro de la «Unión alemana de funcionarios
‘ bancarios», que en una conversación que mantuvimos pen-
11
E
saba, no sin cierta satisfacción, en la posibilidad de que to-
b
dos los funcionarios de banco posean diplomas, enlazó in-
mediatamente con este hecho la siguiente observación:
«Una parte de ellos procede de hogares de case media aco-
modada. Su nivel, por cierto, no es proletario». La observa-
ción es instructiva desde una doble perspectiva, pues expre-
sa no sólo un importante objetivo del sistema de diplomas,
sino que también instruye que se alcanzará el objetivo. Aun-
que ciertos diplomas sean objetivamente necesarios, y otros
se expliquen a partir de la estrechez del espacio vital, es un
hecho que la mayoría de los que aprobaron el ciclo básico de
• la escuela secundaria y el
Abitur
proceden de la clase media
acomodada y de la pequeña burguesía. Los hijos de proleta-
rios deben ser muy talentosos para poder estudiar más allá
del octavo año de la escuela primaria, y si acaso consiguen
ascender lo suficiente, a menudo desaparecen de la vista co-
mo si fueran faquires de la India. Pero, en la medida en que
la sociedad privilegia principalmente a los burgueses, que
desde el hogar saben cómo proceder, en las empresas se
constituye una suerte de guardia personal. Ésta es tanto más
confiable cuanto que recibe en sus manos, bajo la forma de
certificados y diplomas, armas decoradas con las que es po-
sible obtener esplendor y capital. Verdaderamente, aquel
funcionario bancario elogiaba a sus colegas al decir que su
nivel ciertamente no es proletario. La guardia muere, pero
no claudica ante un modo de pensar contrario a las prescrip-
ciones: de ese modo, el sistema se pone a salvo de la ruina.
Aún se presentarán otras pruebas de la conciencia estamen-
tal de los empleados. El hecho de que las ligas reunidas en la
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
10/19
SIEGFRIED KRACAUER
LOS EMPLEADOS
122
«Asociación Afa» aspiren a conseguir la supresión de los diplo- tr;
mas, es una mera consecuencia lógica de las ideas socialistas.
o
«A cada uno se le asignará el puesto que está en mejores e
condiciones de cumplir de acuerdo con sus capacidades, co-
nocimientos, características psíquicas y físicas, en suma, se-
gún la peculiaridad de toda su personalidad. ¡El hombre
adecuado en el puesto adecuado » Estas frases proceden de
un comunicado emitido por la administración de la sociedad
en comandita O. a finales de 1927, y procuran preparar a los
empleados de comercio para los exámenes de aptitud laboral
planificados por aquel entonces. Personalidad entera, hom-
bre adecuado y puesto adecuado: estas palabras, extraídas
del diccionario de la deslucida filosofía idealista, generan la
impresión de que, en los exámenes realizados desde enton-
ces, de lo que se trata es de una auténtica selección de hom-
bres. Mientras, ni en la sociedad en comandita O. ni en otras
fábricas se asigna, a la mayoría de los empleados, actividades
que demanden una personalidad o aun la peculiaridad de
una personalidad, para no hablar del hombre adecuado. Los
puestos no son exactamente profesiones que hayan sido he-
chas a la medida de las así llamadas personalidades, sino
puestos en la 9mpresa, que son asignados de acuerdo con las
necesidades del proceso de producción y distribución. Sólo
en los niveles superiores de la jerarquía social comienza la
personalidad genuina que, ciertamente, ya no se somete a la
obligación de ser puesta a prueba. A lo sumo, los exámenes
de aptitud laboral pueden averiguar si los empleados son es-
pecialmente aptos para determinados puestos. Telefonista o
taquidactilógrafa, ésa es la cuestión. Una aclaración nada in-
significante, pues expresa que tales exámenes efectuados en
la empresa responden más al interés de ésta que al del hom-
bre adecuado. A favor de ello habla un pasaje en el comuni-
cado de la administración que pretende hacer que el cam
en el tipo de ocupación dependa del resultado del exam
«Un aumento o una disminución en el salario sólo tienen
gar cuando el empleado en cuestión asume un puesto sup
rior o inferior». En ciertas circunstancias, pues, la ventura
la personalidad no sirve de mucho.
La misma concepción económica que configura la fábr
de un modo cada vez más racional engendra también, sin d
da, el empeñoen racionalizar totalmente la masa de seres h
manos, que hasta ahora era difícil de manejar. Hace poco,
profesor William Stern se declaró como su defensor —no to
mente experto, desde la pespectiva político-social— en una
sión ampliada de la Afa sobre los exámenes de empleados.
conduce en Hamburgo la «Sociedad de fomento de la psico
gía aplicada»,
2
que se ocupó de los exámenes que tuvieron
gar en la empresa. O. De las exposiciones de Stern cabe infe
que un empleado de comercio es una cosa infinitamente m
,.
compleja que un obrero. Si en el caso de éste basta, en gener
con el simple examen de función, aquél sólo puede ser sonde
do a través de una observación total, a raíz de las mayores e
gencias que plantean las profesiones comerciales, aun cuan
sólo hayan de cristalizarse aquellas propiedades del emplea
que son importantes para el trabajo. Hacen experimentos c
él: exámenes contables, exámenes telefónicos, etcétera. Lo o
servan: ¿cómo guarda el candidato las facturas que tiene q
ordenar? Le hacen estudios fisonómicos y grafológicos
una palabra, el más insignificante de los empleados es, para
psicólogo de las_profesiones, un microcosmos. A pesar de es
valoración tan alta y tan gratificante de la vida anímicaárn
los políticos sindicales presentes en la sesión se pronunciar
unánimemente en contra de la visión total aquí ejercida. D
dan con razón de su absoluta confiabilidad, y con igual raz
luchan contra el peligro que supone una intromisión en la esf
ra privada, y por último afirman una vinculación —cuando m
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
11/19
124
TEGFRIED KFtACAUER
OS EMPLEADOS
25
e
2
u
m
nos, inconsciente— entre los examinadores que trabajan en la
empresa y los empresarios. En todo caso los talentos de los
empleados —opinan— pueden ser descubiertos metódicamente,
al ingresar en la profesión, pero sólo en lugares neutrales.
Tales_higares son las agencias de colocación. El encargado
de realizar los exámenes de aptitud en una agencia de coloca-
ción de Berlín me habló acerca de su tarea. Tiene importancia
el hecho de que también, de acuerdo con la convicción de este
hombre, los exámenes no deben tener lugar en las empresas.
«Una gran empresa», dice, «que necesita un examen de apti-
tud para reubicar a su gente, no tiene un buen control de su
personal.» De hecho, los directivos de una empresa deben de
saber muy poco acerca del personal subalterno si sólo pueden
sonsacar a éste la confesión acerca de sus capacidades ocultas
mediante la aplicación de la tortura científica. En todo caso,
el examinador propone que las grandes empresas confeccio-
nen tarjetas en las que se hagan registros acerca de los emple-
ados. La propuesta, que seguramente fue hecha con honesti-
dad, tiene sus argucias. Si el espíritu de la empresa es decente,
los registros en las cartas resultan superfluos; si es avieso, a
pesar de todas las medidas de control, surgirán listas negras.
Las experiencias del examinador se relacionan con taquidac-
tilógrafas, empleados contables, responsables de la corres-
pondencia en alemán y en otras lenguas, y jefes de departa-
mento. Conforme a su deber, evita cualquier declaración
acerca de los sujetos privados y se atiene exclusivamente a la
psicología laboral. Así, por ejemplo, formuló en una ocasión
el siguiente juicio: «El señor X es, en el trabajo, un farsante».
Esto no es nada bueno para el señor X. Quizá en las relacio-
nes privadas con jóvenes tiende a ser tímido, pero en su traba-
jo es un fanfarrón. ¿Hay que dividir al hombre en dos mita-
des? Para borrar mis dudas, el examinador me informa
acerca de algunos éxitos dignos de mención. Una gran em-
presa se dirigió a él para pedirle que examine a dos caballeros
. 1,
cualificados para ser jefes de departamento; sólo uno de ellos
debía acceder al puesto que había quedado vacante. Él envió
e
una descripción personal de los dos delincuentes, en la que a
uno se le atribuye mayores conocimientos generales que al
:11 otro. La gran empresa eligió los mayores conocimientos ge-
1 nerales, y ahora está sumamente satisfecha. Luego cuenta el
siguiente caso: un jefe envía al examinador dos jóvenes; una,
raquítica, la otra muy atractiva. El jefe, naturalmente, prefie-
re emplear a la atractiva, pero cuan a menud9 ocurre en los
cuentos maravillosos la raquítica es precisamente la joya.
Como un Paris moderno, el examinador no elige a Afrodita,
sino a Palas Atenea. 27
(Es imposible encontrar a una Hera
entre los empleados.) Recibe la triunfal noticia de que el jefe,
después de un tiempo, incorpora a la diosa raquítica en su
oficina privada. Incluso en un «caso de conexión» ha triunfa-
do la ciencia, pues el recomendado, a raíz de su incapacidad
psicológicamente probada, fue rechazado. Finalmente, el
examinador hace algo más y esboza la descripción de mi pro-
pio carácter, que subrepticiamente compuso durante nuestra
conversación. Es un observador experimentado, en cuya
vasta red categorial quedan atrapadas ciertas condiciones es-
tructurales. La red podría conseguir insertarme en un grupo
de salarios medios.
Peritos confiables como éste son tanto más importantes
cuanto que los exámenes de aptitud también se aplican a los
nuevos empleados. Uno de los dueños de una conocida tienda
de artículos especializados me explica cómo procede su em-
presa a la hora de incorporar nuevo personal. Cada aspirante
debe llenar un formulario y es examinado personalmente por
el jefe competente. Las telefonistas
y
losaspirantes al depar-
tamento de publicic6A son considerados, además, como los
objetos naturales de la técnica psicológica. Si se trata de fuer-
zas cualificadas, se solicitan peritajes grafológicos. El grafólo-
go al que se confían tales informes de expertos entra en las al-
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
12/19
n
w
rt
o _
D
m
ó
C
á
c
©
g
d
SIEGFRIED KRACAUER
OS EMPLEADOS
126
mas de los empleados como un espía del gobierno en territo-
rios enemigos. Por vías ocultas, ambos deben traer del campo
enemigo material valioso para sus clientes. La creciente apli-
cación de métodos de información psíquica, que redunda en
mayores ganancias, es también, no en última instancia, un in-
dicio de la distancia que el sistema establece entre los emplea-
dores y las innumerables categorías de empleados. Cuando se
exige una visión total, ya no se contempla verdaderamente a
nadie. Posiblemente esto mejore cuando se cumplan las pro-
féticas palabras del comunicado de O. y los hombres adecua-
dos reciban el puesto adecuado.
Aquella muchacha raquítica que, gracias al examinador, ha
encontrado la vía que conduce a la secretaría privada, ha sido
favorecida extraordinariamente por eldestino. Sucede que, en
.
decisivo, y ni siquiera hay que sufrir de raquitismo para ser re-
chazado. «En vista de la enorme oferta de fuerzas de trabajo»,
escribe el diputado socialdemócrata Julius Moses, «se produ-
ce forzosamente cierta "selección" física. Deficiencias corpó-
reas visibles, aun cuando no perjudiquen en lo más mínimo la
capacidad de trabajo, convierten precozmente al débil social
en cuestión en, un inválido laboral involuntario» (diario de la
Asociación Afa, febrero de 1929). Desde muchos sectores
queda confirmado que no sólo se comportan así en el caso de
empleados que están en contacto inmediato con el público. Un
funcionario de una oficina de empleo de Berlín me explicó que
personas con defectos corporales, rengos por ejemplo, o inclu-
so zurdos, deben ser considerados discapacitados laborales, y
especialmente difíciles de colocar. A menudo se les reeduca. El
funcionario no procura ocultar la mayor dificultad para ven-
der arrugas y cabellos grises. Trato de indagar qué poderes
mágicos
deben hallarse contenidos en un fenómeno a fin de
que se le abran las puertas de la empresa. Las expresiones «c
tés» y «amistoso» se repiten en su respuesta como piezas de
pertorio. Ante todo, los patrones quieren recibir una impresi
de cortesía. Aquellas personas que producen esa impresión —
ésta pertenecen también los buenos modales—, son incorpo
das aun cuando sus referencias sean malas. El funcionario o
na: «Las cosas tendrían que funcionar entre nosotros como e
tre los norteamericanos. El varón debe tener un rostro afabl
Para incrementar la afabilidad del varón, la oficina de emp
exige, por lo demás, que éste se presente con el rostro afeitad
y con su mejor traje. También el presidente del comité de u
gran empresa recomienda a sus empleados que, ante una vis
de los jefes, ostenten el adorno bélico de sus trajes para días
fiesta. Sumamente instructivo es un informe que recibo en u
conocida gran tienda de Berlín. «A la hora de contratar per
nal de ventas y administrativo», dice un influyente caballe
del departamento de personal, «nos fijamos ante todo en su
pecto agradable.» Desde lejos recuerda un poco a Reinho
Schünzel,
2 8
en las viejas películas. Le pregunto qué entiende
por «agradable»: ¿picante o atractivo? «No exactamen
atractivo. Es más decisivo el color de piel moralmente rosad
usted ya me entiende...»
Entiendo. Un color de piel moralmente rosado... es
combinación de conceptos hace que se torne súbitamen
transparente la vida cotidiana que se halla saturada de esc
parates decorados, de empleados y de revistas ilustradas. S
moral debe ser de color rosado, su color rosado debe est
matizado moralmente. Esto es lo que desean aquellos que
ocupan de la selección. Querrían recubrir la vida con un ba
niz que oculte su realidad, que no es de ningún modo rosad
¡Ay, si la moral se manifestase a
través
de la piel, y el rosa
no fuese lo suficientemente moral como para impedir la irru
ción de los apetitos... La lobreguez de la moral sin afeites r
sultaría tan peligrosa para el
dtatu que
como un rosado que c
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
13/19
128
IEGFRIED KRACAUER
menzara a arder inmoralmente. Con vistas a compensarse
mutuamente, ambos se acoplan entre sí. El mismo sistema
que necesita del examen de aptitud, produce también esta
mezcla cortés y amistosa, y cuanto más avanza la.racionaliza-
ción, tanto más prolifera la presentación moralmente rosada.
No es excesivamente osado afirmar que, en Berlín, está for-
_
mándose un tipo de empleado que se uniformiza en dirección
al color de piel anhelado. Lenguaje, vestimentas, gestos y fi-
sónomías se asemeján, y el resultado del proceso es precisa-
mente aquel aspecto agradable que puede ser reproducido
ampliamente con la ayuda de fotografías. Una selección natu-
ral que se consuma bajo la presión de las relaciones sociales y
que forzosamente se sustenta por la economía a través
.
de la
producción de necesidades de consumo correspondientes.
Los empleados deben contribuir a esto, quieran_ o no. La
afluencia a los muchos salones de belleza responde también a
cuidados vitales; el uso de productos cosméticos no siempre
es un lujo. Por miedo a ser retirados de la circulación como
productos viejos, las damas y los caballeros se tiñen los cabe-
llos y los cuarentones hacen deporte, a fin de mantenerse es-
beltos. « ¿Oué debo hacer para embellecerme? », reza el título
de un folleto lanzado recientemente al mercado, con el cual se
corresponde la publicidad insertada en diarios que muestra
medios «a través de los cuales uno puede parecer joven y hen=
moso de momento, y de forma duradera». Moda y economía
se benefician mutuamente. Por cierto, la mayoría no está en
condiciones de visitar a un médico especialista. Uno se con-
vierte en botín de los falsos médicos o se contenta forzosa=
mente con preparados que son tan baratos como dudosos. En
su interés, el ya mencionado diputado doctor Moses lucha,
desde hace algún tiempo, en el Parlamento para incorporar a
la seguridad social la asistencia para defectos físicos. La re-
ciente «Comunidad laboral de médicos alemanes dedicados a
la cosmética»" se sumó a esta justificada demanda.
reve pausa para airearse
El director comercial de una fábrica moderna me informa, an-
tes de que veamos la marcha de los negocios: «La elaboración
comercial del proceso de trabajo», dice, «se encuentra raciona-
lizada hasta el menor de los detalles». Muestra esquemas cuyo
sistema de líneas de color ilustra la marcha de los negocios.
Los planos enmarcados están colgados de la pared de su des-
pacho. En la pared opuesta se hallan dos extrañas cajas que
recuerdan los ábacos para niños. Esferas de colores, fijadas en
cuerdas verticales, ascienden, muy apretadas entre sí, a alturas
diversas. Con sólo lanzar una mirada a dichas esferas, el direc-
tor obtiene información inmediata sobre la actual situación de
la fábrica. Cada dos días, las esferas son reagrupadas por un
empleado especializado en estadísticas. En la habitación no
entra ningún ruido; el escritorio sólo está cubierto por unos
pocos papeles. Ese sosiego en las cumbres" parece dominar en
todas las altas esferas. Un capitán de la industria que conozco
se aloja en el centro de la gigantesca fábrica, cuyo destino con-
duce, en una reclusión monástica; y el director de una impor-
tante empresa emite señales luminosas para indicar a los visi-
tantes que aguardan frente a la puerta de su oficina privada si
deben entrar, esperar o irse. Recuerdo los días de adiestra-
miento de tropas en que —se decía— el ministro de guerra, gra-
cias a la organización prodigiosa de los planos de campaña,
podía permanecer sentado e inactivo en su pacífico cuarto de
trabajo, en tanto las tropas salían al exterior. Por cierto, esa
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
14/19
S I EGFRI ED KRACA U ER
os EMPLEADOS
130
1
guerra se perdió... « ¿Sabe usted qué aspecto tienen los pasa-
jes para los paquetes turísticos? », me preguntó el director co-
mercial. Asiento, sorprendido. «Le mostraré nuestros pasa-
jes». Entramos en un ambiente cuyas estanterías metálicas
albergaban numerosos fascículos que, de hecho, se asemeja-
ban a pasajes para paquetes turísticos. Contienen, plegadas,
todas las indicaciones para ejecutar el proceso de trabajo. El
proceso de trabajo es la suma de las operaciones que deben
ejecutarse, desde la realización del pedido hasta el transporte
de la mercancía comisionada. Si el pedido supone un traslado,
la ruta es fijada de acuerdo con el formulario; y por cierto, que
ninguna agencia de conciertos podría determinar de antemano
con mayor precisión la gira de un virtuoso. Los aparatos que
había en la oficina del director de fábrica encargado de super-
visar todo el proceso guarda la misma relación, con la decora-
ción ficcional de la oficina en la película
Spione, de Fritz
Lang, que una puesta de sol ficcional con un cromo genuino.
El ornamento principal de la verdadera oficina lo constituye
un mueble, de forma semejante a la de un armario, que se en-
cuentra tachonado de bombillas de color. Hoy las tonalidades
rojas, amarillas y verdes tienen el único fin de configurar aún
\\
S
másracionalmente
resa. A partir del encendido y apa-
gado de las pequeñas bombillas, el director de la empresa pue-
de inferir enlodo momento el estado en que se encuentran los
trabajos en cada una de las secciones. Durante el recorrido
que el director comercial realiza conmigo a través de las ofici-
nas, pasamos paulatinamente por los sistemas de líneas que
apareCen.en la pared de su cuarto. Es maravilloso que la plani-
ficación sea puesta en movimiento por el «hombre adecuado».
Una cantidad de muchachas se encuentra simétricamente dis-
tribuida en la sala de las máquinas Powers, perfora tarjetas y
escribe. La maquinaria Powers —o Hollerith—, que se aplica
para efectuar los registros contables y para todos los fines es-
tadísticos posibles, realiza por medios mecánicos tareas para
cuya ejecución eran necesarios el trabajo intelectual —que nu
ca funcionaba con seguridad automática—y una duración inf
nitamente mayor. El agente de la elaboración mecánica es
tarjeta perforada —cubierta de hileras de cifras—, en la que
,expresan numéricamente las posiciones importantes para
fábrica. Cada tarjeta es perforada con ayuda de la máquin
perforadora y contiene el proceso contable en la escritura pe
forada. Las tarjetas ya elaboradas circulan, en el ambien
contiguo, por las máquinas distribuidoras e impresoras. En u
abrir y cerrar de ojos, aquéllas ordenan el material de acuerd
con las diferentes posiciones; éstas asientan los números pe
forados en el formato de tablas deseado y suman automática
mente las columnas. Algunos caballeros supervisan los pes
dos monstruos cuyo ruido supera intensamente el monóton
tableteo de las perforadoras. Le pregunto al director de la of
cina por el modo de trabajo de las maquinistas.
—Las chicas —responde— perforan sólo durante seis hora
y durante las dos horas restantes trabajan en tareas de ofici
na. De esa manera se les evita el trabajó excesivo. Esto se rea
liza a través de una determinada rotación, de modo que cad
empleado pasa por todos los trabajos. Además, por razon
de higiene_intercalamos, de vez en cuando, algunas pausa
para airearse.
¡Oué organización... I Ni siquiera se olvidan de los breve
lapsos de tiempo para tomarse un respiro.
—Hemos trabajado (Jurante nueve meses para organizarl
todo —señala el director comercial—. El jefe de la oficina m
coloca bajo la nariz un libro enorme en el que se encuentra ri
gurosamente consignado, hasta el menor detalle, el plan d
trabajo adecuado para la sala de máquinas
—Si alguna vez (el Cielo no lo permita) usted cae súbita
mente enfermo —le dije al jefe de la oficina—, ¿puede alguie
sustituirlo de inmediato y asumir la dirección con la ayuda de
libro?
e
p
2
p
e
s
y
u
s
L
m
^
( Q )
o
E
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
15/19
SIEGFRIED KRACAUER
132
33
OS EMPLEADOS
—Claro que sí.
Se siente muy halagado de que se reconozca la previsión
con que logró que siempre sea posible reemplazarlo.
«[...] Y, después de todo, es totalmente indistinto
que lo hagamos tú o yo.»
Entonces pasamos a la sección de liquidaciones y perso-
nal, en que sólo recorren la máquina contabilizadora unos
formularios preimpresos.
El auténtico trabajo mecanizado ha sido aplicado princi-
palmente en los grandes bancos y en otras grandes empresas,
en las que es redituable la costosa inversión de capital. Difí-
cilmente puedan ser sobrestimadas las ventajas comerciales
del procedimiento mecanizado; hoy, éste permite que los ban-
cos generen en el menor tiempo posible las cuentas corrien-
tes, y que éstas se actualicen cada hora. Gracias al trabajo in-
telectual invertido en el equipamiento, los trabajadores no
cualificados se ven dispensados de poseer conocimientos, y si
la asistencia a la escuela de comercio no fuera obligatoria,
ellos no necesitarían saber nada en absoluto. Los misterios de
la empresa les resultan inaccesibles, ya que ellos sólo se ocu-
pan de las cifras. Únicamente se les pide una cosa: atención.
Ésta no se puede ejercer libremente, sino que está subordina-
da al control del aparato que se controla y, en conjunción con
el ruido de las salas de máquinas, debe exigir tanto más los
nervios cuanto menos atractivo resulta el objeto en cuestión.
Algunos se quejan de lo poco que se tiene en cuenta el can-
sancio a la hora de calcular las tareas que se deben realizar.
Por cierto, hay personas que consideran que este esfuerzo es
especialmente valioso. Así, uno escribe, jubilosamente, que
las máquinas trabajan con rapidez, y continúa diciendo: «[...]
pero uno no puede ocuparse de ellas si está distraído, ya que
ellas obligan al operador a poner en movimiento su cerebro a
un número acorde de "revoluciones por minuto". Y esto es lo
á
decisivo: a través de ello, el trabajo toma ritmo, y esto es lo
•
1, que, en mi opinión, vuelve atractivo un trapajo monótono».
.
1
El entusiasmo se torna inmediatamente más comprensible
cuando uno se entera de que este empleado fue citado en una
revista de empresa que los empleados escépticos llaman la
«trompeta adulona». Cuán agotadora es realmente la activi-
dad prolongada con las máquinas es algo que se infiere inme-
diatamente del hecho de que varias empresas que conozco
—como las anteriormente descritas— las circunscriban a un
segmento de la jornada laboral, y casi sin excepción asignen
suplementos especiales al personal que trabaja con las máqui-
nas. La circunstancia de que se prefiera poner al mando de las
máquinas a chicas jóvenes se deriva, entre otras razones, de la
•
innata destreza con los dedos que tienen estos jóvenes entes;
destreza natural que constituye, por cierto, un don natural
demasiado difundido como para justificar un salario elevado.
Cuando las cosas le iban mejor a la clase media, algunas jóve-
nes que ahora se dedican a perforar practicaban estudios en
los pianos familiares. De todos modos, la música no desapa-
reció por completo de aquel proceso, que el «Consejo Nacio-
nal para la Productividad»
3 2
define del siguiente modo: «Ra-
cionalización es la aplicación de todos los medios que ofrecen
la técnica y el ordenamiento plánificado para incrementar la
productividad y, con ello, para aumentar la producción de
bienes, para abaratar éstos y, también, para mejorar su cali-
dad». Repito que la música no desapareció por completo. He
oído hablar de un taller industrial que contrata a jóvenes del
liceo, asignándoles un sueldo, y hace que un profesor del pro-
pio taller les enseñe mecanografía. El astuto profesor encien-
de un gramófono, al ritmo del cual deberían tipear las estu-
diantes. Cuando se escuchan alegres marchas militares, se
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
16/19
SIEGFRIED KRACAUER
OS EMPLEADOS
..
154
Ó
o
e
marcha al doble de velocidad. Paulatinamente, el disco va gi-
rando con mayor rapidez y, sin darse cuenta, las muchachas
tabletean cada vez más rápidamente. En los años de forma-
ción se convierten en veloces mecanógrafas; la música ha pro-
ducido el módico milagro.
En la definición del «Consejo Nacional para la Productivi-
dad», faltan las palabras «ser humano». Tal vez se las han ol-
vidado porque ya no desempeñan un papel tan importante.
Sin embargo, se encuentran de vez en cuanto empleados que
computan la eliminación del ser humano como una pérdida.
No tanto los jóvenes —que se hacen grandes, y a la vez peque-
ños en las grandes empresas— como los mayores, que guardan
el recuerdo de las condiciones pretéritas. Un apoderado de
banco me cuenta que uno de sus empleados, que al comienzo
no quería saber nada de la racionalización, cambió espontá-
-neamente de actitud después de medio año; pero también co-
nozco el caso de un empleado bancario al que pusieron a tra-
bajar con la máquina y que después de dos días abandonó el
trabajo sin dar excusas. El presidente del comité de empresa
de un gran banco me habla con cierta resignación acerca de la
pérdida de lo que él llama el valor de la personalidad.
Sus demandas en relación con la personalidad son tan ridí-
culas como modestas. Hoy, según cuenta, un empleado conta-
ble prácticarñente sólo tiene que «puntear» los registros y, por
las escasas fuentes de error, es posible comprobar con exacti-
tud el tiempo empleado por él. Antes era diferente. En aquel
tiempo, un jefe contable era un hombre de experiencia, que a
menudo necesitaba largos días para clarificar diferencias, y
podía aprovechar a placer esta ocasión para su ocio privado,
sin tener que temer un control. El valor de la personalidad
consistiría, pues, según la opinión del presidente del comité
de empresa, en que es posible prolongar arbitrariamente el
trabajo: una idea que, en todo caso, compromete mucho me-
nos el concepto idealista de personalidad tan difundido entre
nosotros de lo que lo hacen las prescripciones del profes
1 universitario Kalveram. En un artículo de la revista de
«Unión alemana de funcionarios bancarios», el profesor K
veram niega que la mecanización del trabajo de oficina en
ñe el peligro de la deshumanización; afirma, además, que
utilización de la máquina demanda la entera cooperación
piritual del ser humano, y explica: «Según la concepción a
mana, el trabajo debe conducir a un desarrollo y realizaci
de la propia personalidad. Debe ser considerado un servic
para las grandes tareas de la comunidad a la que pertenec
mos». Nada se contrapone tanto con estas exigencias ideol
gicamente tendenciosas del profesor Kalveram como su d
claración —realizada en otro pasaje del mismo artículo— seg
la cual se habría reducido el campo de actividad de las mas
que trabajan en la empresa mecanizada. De hecho, las vaca
tes en muchas categorías de empleados se han reducido p
efecto de la racionalización. En un gran banco en el que m
aseguran que la responsabilidad aún se encuentra en man
del apoderado, desde hace poco llaman al jefe de oficina «
soldado más viejo del cuartel»; una designación chistosa, q
evidencia su pérdida de importancia. Un jefe de personal e
presa el cambio de funciones a su manera cuando opina,
conversación conmigo, que no representa perjuicio alguno
hecho de que los empleados pequeños y medios se hayan
pecializado. En bastantes áreas ha tenido lugar el proceso
especialización. Los empleados de abastecimiento, por eje
plo, han tenido que ceder parte de su independencia a raíz
la creciente racionalización del mercado, y los capataces, a l
que antes se confiaba la conducción técnica, hoy cumplen c
funciones estrictamente limitadas en el proceso de produ
ción. Los viejos capataces —informa un entendido— contem
plan a los colegas del nuevo estilo tan despectivamente com
el artesano al obrero. A la restricción de sus plenos poderes
a su mayor fungibilidad se ha atribuido, no en última insta
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
17/19
LOS EMPLEADOS
37
36
IEGFRIED KRACAUER
O
e
9
:
cia, el hecho de que la liga de capataces se haya fusionado, en
su momento, con la Asociación Afa. ¿Qué sentido tienen las
chácharas acerca de la personalidad, si el trabajo se convierte
cada vez más en función parcial?
En estas condiciones es difícil promover el goce de la pro-
fesión. Un artículo de la revista de la «Asociación sindical de
empleados» decreta, ciertamente con envidiable optimismo,
que «la ciencia de la psicología del trabajo y de los trabajado-
res deberá buscar y encontrar vías para promover el goce de
trabajar»; en definitiva, tampoco es posible, con todo, conver-
tir a la ciencia en una criada para todo servicio. En una oca-
Sión ésta debe racionalizar las empresas, y en otra producir
aquel alegre estado de ánimo que su racionalización ha supri-
mido. Más sensatas son, sin duda, aquellas tentativas de rea-
nimar el placer de trabajar que tienen en vista mejores posibi-
lidades de ascenso y aumentos salariales, aun cuando el
profesor Kalveram defiende la concepción según la cual «la
cuestión salarial» de ningún modo «determina de forma exclu-
siva la actitud que el hombre asume frente a su trabajo». Pero,
según se verá, hoy se han puesto límites estrictos a la realiza-
ción de estas propuestas. Para aquellos patrones que son ideó-
logos, el goce de la profesión es, ante todo, naturalmente, una
cuestión que atañe a la vida anímica. Uno de ellos adopta ante
el tema una actitud directamente metafísica. Toda profesión,
me dice poco más o menos, tiene sus goces, y un barrendero,
por ejemplo, puede convertir su actividad en algo totalmente
excepcional. Le respondo que el barrendero sólo disfruta de
su excepcionalidad si ésta encuentra el debido reconocimien-
to externo. Incluso se amargan aquellos artistas cuyo genio
permanece desconocido. Aquel patrón encuentra un fiel alia-
do en el profesor Ludwig Heyde, el editor de la revista
Praxis
socuz 1
cuya teoría acerca de la felicidad en medio de la mono-
tonía no tiene parangón. Esta teoría es totalmente excepcio-
nal, y como no veo posibilidad alguna de proporcionarle a un
excepcional barrendero el salario y la fama merecidos, quiero
al menos salvar de la ruina esta excepcional teoría. Está he-
cha a la medida de los obreros, pero vale igualmente para nu-
merosos empleados. El profesor Heyde recuerda en un estu-
dio (incluido en la compilación
Cambios estructurales en la
economía política alenuma)
3 4
la reciente investigación acerca de
la monotonía; investigación que llegó a la corPclusión de que
algunos hombres sufren mucho con el trabajo monótono, en
tanto otros, en cambio, se sienten muy a gusto en él. «Hay que
reconocer, ante todo», escribe el profesor Heyde a propósito
de ello, «que la monotonía de una actividad siempre idéntica
deja a los pensamientos libres para ocuparse de otras cuestio-
nes. El obrero piensa entonces en sus ideales de clase, quizá
ajusta en secreto las cuentas con todos sus enemigos, o piensa
en su mujer e hijos. Pero, entre tanto, su trabajo continúa
,avanzando. La obrera, especialmente en tanto cree, siendo
\
una joven, que para ella la actividad profesional es solamente
un fenómeno pasajero, sueña, durante el trabajo monótono,
Ir
) en novelas rosas, en filmes dramáticos o en el noviazgo; ella es
\
rácticamente menos sensible a la monotonía que el varón.»
No hay que olvidar que detrás de estas meditaciones edifican-
tes se encuentra, sin duda, el sueño de que los obreros real-
mente puedan pensar en sus ideales de clase sólo en secreto.
Cuán agradables resultan, en comparación con este tufo pro-
fesoral, las declaraciones sinceras de un director de fábrica
que fueron formuladas hace poco en el marco de una negocia-
ción salarial. El director de la fábrica le dijo al delegado de la
organización de empleados que, en su opinión, la vida de un
empleado de comercio —digamos de un empleado contable—
era de una espantosa monotonía y que él mismo difílmente
podría tolerar una existencia como ésa. Más tarde agregó, in-
cluso, que los afectados por esa monotonía tal vez no sobrelle-
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
18/19
Empresa en funcionamiento
o
rv
138
I EGFRIED KRACAUER
van tan mal su suerte, ya que él nunca había visto una sofo-
cante desesperación. A estas palabras no las debilita el hecho
de que él, con su desdén, se propusiera también desacreditar
las demandas que le fueron presentadas.
Algunos líderes económicos advierten ante las manifesta-
ciones exageradas sobre la aplicabilidad de la maquinaria, y
es sabido que muchas fábricas —ante todo las pequeñas y las
medianas— rechazan una drástica racionalización. De ahí que,
aun en medio de la creciente concentración, la mecanización
de la actividad de los empleados experimente progresos. ¿Có-
mo juzgan los propios empleados esta evolución? Aun si a
menudo eluden en el plano ideológico —y hay que incluir aquí
a las organizaciones más radicales— la situación en la que se
encuentran, en lugar de analizarla, en todo caso no permiten
que la sabiduría de los profesores universitarios les dore las
píldoras que deben tragar. Una modesta mecanógrafa que
trabaja en una empresa demasiado grande para ella, me lanza
en pleno rostro que ni ella ni sus colegas tienen interés en el
tipeo mecánico. Por lo demás, los diversos sindicatos desean
encauzar en dirección a los empleados el efecto benéfico de la
racionalización y saben, por la historia de los movimientos so-
ciales, que nada sería más errado que convertirse en destruc-
tores de máquinas. «La máquina», me dice un miembro de un
comité de enlpresa, «debe ser un instrumento para la libera-
ción.» Posiblemente haya oído a menudo esa expresión en las
asambleas. El hecho de que esté desgastada, la hace aún más
conmovedora.
«Señalo E...) de antemano que antes de ser despedido sin
aviso me había propuesto presentar las reclamaciones men
nadas ante la dirección de la empresa, pues estoy firmeme
convencido de que los señores consejeros de administrac
no han sido debidamente informados de los hechos.» El a
de esta frase, que ha sido extraída de una demanda present
ante el tribunal laboral, es un pequeñoburgués destituido. A
tes de la guerra, tenía a sus órdenes a un numeroso perso
después de la guerra, en condición de inválido, debió gan
el sustento como empleado de comercio. Pero esto no es lo
portante aquí; es tanto o más irrelevante que la causa de
despido se debiera a una ausencia sin justificación de dos d
Lo único decisivo es, antes bien, que los señores consejeros
administración no hayan sido debidamente informados de
hechos. ¿Quién se interpuso como una pared entre ellos y
hechos? El superior del demandante, que ni siquiera es jefe
departamento. En la demanda se dice que este hombre,
especie de jefe de subdepartamento, había escarnecido y m
tratado a sus subalternos. «Nosotros lo aplastaremos», dij
jefe de subdepartamento a modo de amenaza. O: «Lo deja
mos sin asistencia social» . Los insultos deben de haber dol
terriblemente, ya que todos ellos fueron contados y queda
registrados para la eternidad. Uno se entera de que el at
mentador a menudo obligaba a su víctima a trabajar de acu
do con instrucciones erróneas; que trataba a este hombre
-
8/16/2019 1 Los Empleados Kracauer
19/19