1
CONFERENCIA MAGISTRAL
SEMINARIO DE ARGUMENTACIÓN CÁMARA DE DIPUTADOS
ARGUMENTAR BIEN,
UNA EXIGENCIA INELUDIBLE
Muy buenas tardes tengan todos ustedes, distinguidos miembros del
presídium:
1. Dip. Francisco Arroyo Vieyra, Vicepresidente de la Mesa
Directiva.
2. Dip. Ricardo Fidel Pacheco Rodríguez, Presidente de la
Comisión de Justicia.
3. Lic. Juan Carlos Delgadillo Salas, Secretario de Servicios
Parlamentarios.
4. Magdo. Julio César Vázquez Mellado García, Director
General del Instituto de la Judicatura del Poder Judicial de la
Federación
5. Dr. Héctor Fix Fierro, Director del Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
6. Dra. Iliana Rodríguez Santibáñez, Directora del
Departamento de Estudios Jurídicos y Sociales del ITESM
Campus Ciudad de México.
7. Dr. Víctor Manuel Rojas Amandi, Director del
Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana
8. Dr. Gustavo Rodolfo Cruz Chávez, Rector de la Universidad
Autónoma de Baja California Sur.
2
Puedo afirmar, sin duda alguna, que estamos congregados en
un evento extraordinario por varias razones; no sólo para dar
inicio formal a un diplomado, el Diplomado en
Argumentación Jurídica, que por sí mismo reviste ya una
gran importancia por el alto impacto que la argumentación
tiene en todas nuestras actividades, sino porque es éste el
resultado de la preocupación mutua tanto del Poder Judicial
de la Federación como del Poder Legislativo por el continuo
perfeccionamiento y mejoramiento de nuestras capacidades y
la colaboración, respetuosa e inteligente entre los Poderes de
la Unión.
En la instrumentación de este Diplomado han participado
conjuntamente el Instituto de la Judicatura Federal –
Escuela Judicial, del Poder Judicial de la Federación y el
Centro de Estudios de Derecho e Investigaciones
Parlamentarias de la Honorable Cámara de Diputados
dando así inicio, por vez primera, a un acto de esta
naturaleza.
Estoy absolutamente convencida que el resultado de la
colaboración con espíritu de servicio y de un profundo
compromiso con nuestra nación, sólo puede redundar en un
beneficio directo para toda la comunidad que es y será la
receptora de todos nuestros esfuerzos, todos nuestros
anhelos, en fin, de todas nuestras decisiones que tienen,
como soporte un previo, ejercicio argumentativo. De ahí la
trascendencia del diplomado que hoy, en esta espléndida
sede, tengo el honor de inaugurar.
3
Por el extraordinario relieve que hoy en día tiene el estudio
de la argumentación, quiero comentar con todos ustedes
algunos aspectos que considero de la mayor relevancia y que
todos los participantes en el Diplomado podrán corroborar a
lo largo de los temas que en él se desarrollarán.
Previamente, quiero platicarles una vivencia personal que, al
estar preparando estas palabras, me vino a la mente un refrán
que escuché repetir muchas veces en mi casa, en el hogar
dónde adquirí y asimilé, como es natural, esas vivencias y
experiencia que quedan grabadas en el fondo de nuestro ser,
y que, por ello mismo, se convierten, en no pocas ocasiones,
en los ejes rectores de nuestra vida.
Estas palabras dichas con frecuencia por mi madre y por mi
abuela son las siguientes:
Dime cómo hablas y te diré quién eres
Hoy, retomo este pensamiento para decirles:
Dime como argumentas y te diré quién eres
De ahí la trascendencia de la argumentación, es por eso que
he titulado mi intervención en esta honorable soberanía:
Argumentar bien, una exigencia ineludible
4
Como les comentaba con anterioridad, vinieron a mi mente
muchísimas ideas sobre este tema que considero de los más
importantes, de los más formativos, en fin, de los más vitales
para todas nuestras actividades en general y profesionales en
particular, donde se incardina, sin duda, el quehacer
legislativo, que es, como el judicial, de la máxima
trascendencia por el impacto directo que ambos ejercen
sobre toda la comunidad.
Sin embargo, me ceñiré a comentar con todos ustedes dos
grandes rubros de la máxima importancia:
1º La trascendencia e importancia de la argumentación,
y;
2º Los grandes ejes rectores, que, a mi juicio deben
contemplarse en toda actividad profesional que requiera
de un ejercicio argumentativo especialmente cuidadoso.
Ante todo, debemos partir, como premisa básica, del hecho
cierto e indubitable de que vivimos argumentado. Quizá
este aserto cause un gesto de asombro inicial, pero, pasado el
primer impacto y después de una breve pausa reflexiva, no
deja a nuestro intelecto más que asentir a este hecho que la
fuerza de los hechos cotidianos nos depara a cada momento.
5
De modo general se entiende por argumentar el acto del
habla mediante el que se pretende justificar ante los demás o
ante uno mismo una opinión, creencia, acción, actitud y un
largo etcétera.
Así, continuamente nos vemos obligados a justificar o dar
una buena o mala razón de nuestros actos, en el ejercicio de
la profesión o en la vida cotidiana, desde dar el porqué de
una resolución, de una exposición de motivos, de un
dictamen, de una orden, hasta dar razón de por qué
queremos ir a comer a un restaurante vegetariano y no a uno
de cortes de carne. No por ser algo tan coloquial (y
necesario) como a dónde ir a comer deja de existir
argumentación, examinemos el diálogo de la escena
siguiente:
¡Vamos a comer!; estupendo, propongo que vayamos a un
restaurante de cortes argentinos.
¡Ni pensarlo! Padezco de gota, tengo el ácido úrico hasta el
tope, con un pequeño trozo de suculento filete y mañana no
podré caminar.
Bueno, bueno, qué mal, vayamos pues a los mariscos.
¡Ni soñarlo!, mis triglicéridos no me lo permiten, me dijo el
doctor que al primer camarón me dará un infarto fulminante.
6
Ni hablar, vamos a un restaurante vegetariano, ¡espero que tu
nivel de clorofila te lo permita!
¿Hay o no hay buenas razones, entendamos argumentos, para
ir o no ir a determinado restaurante? Ahora, imaginen
ustedes lo que sucede en el ámbito profesional, cuando hay
que dar una razón o razones para absolver o condenar, para
justificar o no un acto legislativo, para sustentar
racionalmente tal o cual proyecto de ley.
Como hemos podido comprobar, la argumentación está en
nuestras vidas de una manera presente continua, persistente,
necesaria.
No por casualidad lo afirmó el mismo Aristóteles, el gran
Estagirita, al inicio de una de sus obras más influyentes en la
historia de Occidente: la Retórica.
Obra que, de manera explícita o de manera implícita está
presente en todas las teorías y textos fundamentales sobre
la argumentación; desde las antiguas a las contemporáneas,
esto es:
De Aristóteles a Marco Tulio Cicerón [época antigua];
7
de Agustín de Hipona a Bártolo de Saxoferrato [edad
media];
de Luis Vives a Fray Luis de Granada [Renacimiento];
hasta el siglo XX de Perelman a Robert Alexy.1
El texto es el siguiente:
La retórica es análoga a la dialéctica, ya que
ambas tratan de aquellas cuestiones que permiten
tener conocimientos en cierto modo comunes a
todos y que no pertenecen a ninguna ciencia
determinada. Por ello, todos participan en
alguna forma de ambas, puesto que, hasta
cierto límite, todos se esfuerzan en descubrir y
sostener un argumento e, igualmente, en
defenderse y acusar.2
1 Hernández, J., Historia Breve de la Retórica, Madrid, Síntesis, 1994.
2 Aristóteles, Retórica, 1354a, Introducción, Traducción y Notas por Quintín
Racionero, Madrid, Gredos, p. 161.
8
Como podemos inferir del texto anterior, todos,
absolutamente todos, sea en el ambiente cotidiano o en el
más exigente plano profesional, participamos de la
retórica, que al fin y al cabo es la llave maestra de la
argumentación.
En síntesis, la retórica y la argumentación están presentes,
de manera constante en nuestra vida cotidiana y por supuesto
con mayor énfasis, en el desempeño de nuestras actividades
profesionales, judiciales y legislativas. Ya lo mencionaba
don Alfonso Reyes parafraseando al filósofo griego:
Todos participamos de una retórica infusa.3
Infusa, mejor palabra no pudo haber escogido don Alfonso,
término que denota algo que está puesto por la naturaleza
en la esencia del ser humano, gracia o don infundido por
dios en la naturaleza humana dirían los teólogos españoles
del siglo XVI.
No podemos concebir la argumentación sin retórica ni la
retórica sin argumentación, hago un énfasis extraordinario,
que la argumentación sea buena o mala es una cuestión
diversa.
3 Reyes, Alfonso, La Filosofía Helenística, en Obras Completas, México,
F.C.E.
9
Se preguntarán ustedes la razón o el argumento que sustenta
vincular estrechamente retórica y argumentación.
He mencionado que la retórica es la llave de la
argumentación, ¿por qué?, por la simple razón de que, todo
ejercicio argumentativo no puede ser planteado sin los
instrumentos que nos proporciona la retórica, que de
manera sintética, es la ciencia que gobierna el discurso
entendido éste como el habla puesta en movimiento.4
Para argumentar, necesariamente debemos hacer uso del
lenguaje, oral o escrito; y esto lo hacemos a través del
discurso y la ciencia que lo gobierna, insisto, es la retórica.
¿Cómo exponemos nuestros argumentos?, ante el tribunal,
ante las cámaras o comisiones, ante las diversas autoridades,
ante cualquier persona: mediante el discurso
De tal manera el binomio retórica y argumentación está
presente en nuestro quehacer cotidiano. La argumentación y
la retórica, de la que participa, por necesidad, todo ser
humano, es susceptible de ser siempre
4 Beristaín, Helena, Diccionario de Retórica y Poética, México, Porrúa,
1985.
10
perfeccionada, de ahí la trascendencia del diplomado que
hoy inauguramos.
De lo que he mencionado con anterioridad, se deprende la
extraordinaria importancia de la argumentación y la
exigencia ineludible de su continuo y nunca terminado
perfeccionamiento.
El acto comunicativo de dar buenas razones,5 como en
múltiples ocasiones se ha definido la argumentación, nunca
podrá por tenerse tan dominado que el hablante considere
que ya no es necesario seguir ocupándose por mejorarlo, tal
pensamiento implicaría no sólo la pérdida de la más
elemental capacidad de asombro, motor de todo
conocimiento y de toda filosofía, sino de todo signo de vida
intelectual que nos lleva a preguntarnos continuamente por la
razón de ser de las cosas.
Todo acto del habla, escrita u oral, entre deja ver mucho de
lo que una persona es:
5 Atienza, Manuel, Curso de Argumentación Jurídica, Madrid, Trotta, 2013.
11
Su educación, su cultura, sus conocimientos, sus estados de
ánimo; el tono y el modo en el que decimos las cosas y
exponemos nuestros argumentos no son, de ninguna manera,
cuestión menor. De ahí que el uso cuidadoso y el dominio
del lenguaje sean elementos y presupuestos
indispensables para una buena argumentación,
persuasiva y convincente. No casualmente se le dedican en
su integridad los módulos 2 y 4 de este Diplomado.
Estoy convencida de que un buen uso del lenguaje, entraña,
necesariamente, una buena formación cultural, ya lo decía
Marco Tulio Cicerón uno de los más grandes abogados y
oradores de la antigüedad que con sus argumentos hizo
temblar, en varias ocasiones, al senado y al foro de Roma:
Debe, en efecto, ser abarcada (para el discurso
argumentativo) la ciencia de muchísimas cosas, sin la
cual la afluencia de palabras es inane e irrisoria; y
ser configurado el discurso mismo no sólo mediante la
elección, sino también mediante la construcción
adecuada de las palabras; y ser por entero conocidos a
fondo todos los movimientos de los ánimos que la
naturaleza de las cosas tributa al género de los hombres,
pues toda la fuerza y el método del decir deben
desplegarse sea para sedar, sea para excitar las mentes
de los que oyen.
12
Conviene que se añadan cierta gracia y chistes, la
celeridad y brevedad para responder y para atacar,
aunándoseles sutil encanto y finura.6
El texto citado constituye una de las más espléndidas
descripciones de algunas de las características que debe tener
un ejercicio discursivo.
En consecuencia, el lenguaje, cuyo gobierno corresponde a
la retórica, es el instrumento idóneo de la discusión
democrática por excelencia. De hecho, la retórica nace en el
ámbito jurídico y político en el lejano siglo V de la Grecia
Clásica.
En la época contemporánea se refleja el uso de la
argumentación y de la retórica, con especial relevancia, en
ámbito socio – institucional, al que me referiré al final de
mi intervención y que es la arena donde se lleva a cabo el
debate y la discusión jurídica y política. Como todos ustedes
lo verán, esta es la razón de ser de los módulos primero y
séptimo del Diplomado que hoy inauguramos.
6 Marco Tulio Cicerón, Acerca del Orador, Introducción, versión y notas de
Amparo Gaos Schmidt, México, UNAM, Vol. I, p. 7.
13
Bien lo decía Marco Cornelio Frontón, podremos pasar
desapercibidos y hasta instruidos mientras no abramos la
boca, ya que en ese momento, no podremos ocultar ni
disimular que no conocemos el uso de las palabras, la
estructura del más elemental discurso ni el sentido exacto de
los vocablos que empleamos. Grave acusación de este
abogado romano contra los descuidados en el uso del
lenguaje.7
¿Podremos pasar desapercibidos ante quienes nos escuchan y
constantemente evalúan nuestras actividades judiciales y
legislativas si no argumentamos bien?
¡¿Qué tal?!
Noten y deduzcan, por ustedes mismos, la importancia de
perfeccionar, contantemente, nuestra argumentación.
Amigos todos, estamos ante un compromiso ineludible que,
cada vez más, nos pide y aún nos exige la sociedad
contemporánea, no hay posible escapatoria ni pretexto para
dilatar el perfeccionamiento de todas nuestras habilidades
retóricas y argumentativas.
7 Marco Cornelio Frontón, Epistolario, Madrid, Gredos. (Biblioteca Clásica
Gredos).
14
Por último, quiero comentarles un segundo aspecto que
considero de extraordinaria importancia para tener una idea
clara de lo que debe contener todo ejercicio argumentativo,
en especial el que se desarrolla en el ámbito académico y
profesional, pensando, de manera especial, el trabajo
legislativo, me refiero a los:
EJES RECTORES
DEL DISCURSO ARGUMENTATIVO
Estos son:
1º EL ASPECTO LÓGICO.
2º EL ASPECTO DIALÉCTICO.
3º EL ASPECTO RETÓRICO, Y
4º EL ASPECTO SOCIOINSTITUCIONAL.
Si bien es cierto que bajo estos ejes rectores se desarrollarán
los siete módulos de este Diplomado con un total de 120
horas como podrán comprobar todos ustedes, quiero
referirme de manera especial a cada uno de éstos en los que
15
se sintetiza no sólo una parte esencial de todo este ambicioso
esfuerzo, sino que constituyen los elementos que, de manera
necesaria, deben estar presentes en todo ejercicio discursivo
– argumentativo.
ASPECTO LÓGICO
Respecto al ASPECTO LÓGICO, debo mencionar que es
de manera general el que atañe a la forma básica de la
estructura del discurso argumentativo y que consta de:
Premisas
– nexo ilativo – y
Conclusión, que en cierto aspecto no son otras que
precisamente, las partes que se encuentran inmersas en el
discurso retórico y la lógica que lo acompaña.
La lógica tiene un papel de gran trascendencia en el ejercicio
argumentativo por varios aspectos, dentro de los cuales
destacan, por ejemplo, la coherencia, la cohesión, la
pertinencia y la calidad de las inferencias que se realicen
para asegurar que el paso de las premisas a las conclusiones
sea formalmente correcto.
La lógica, nos proporciona los elementos necesarios para el
adecuado manejo del silogismo tanto formal como
entimemático como método de razonamiento.
16
Debo destacar que, en nuestro razonamiento cotidiano y aún,
en nuestro razonamiento profesional, suele prevalecer la
construcción y el uso del silogismo entimemático, que no es
otra cosa que un silogismo abreviado, trunco, al cual le falta
u omite una de sus partes, ya sea la premisa mayor, la
premisa menor o la conclusión.8
Ustedes se preguntarán, ¿por qué razón? Esencialmente, por
la rapidez con la que se realiza en razonamiento en que con
muchísima frecuencia quedan implícitas una o varias partes
del silogismo, partes que nuestro auditorio o interlocutor
suple de manera casi inmediata con información que él tiene
pero que nosotros no hemos mencionado de manera
explícita.
Parecería entonces que existe cierto descuido u omisión en
nuestro razonamiento? no hay tal. Lo que sucede es que es
así como funciona nuestro intelecto que primero realiza la
simple aprehensión, luego emite un juicio y posteriormente
elabora un razonamiento.
Yo les preguntaría a ustedes, a todos, cuando están
argumentando, en el más elevado nivel profesional, o en las
circunstancias más delicadas, por los efectos que se seguirán
de ese ejercicio, cuántos de ustedes recuerdan o aplican - de
manera totalmente consiente - cualquiera de las ocho
reglas del silogismo? 8 Copi, Irving, Introducción a la Lógica, México, Limusa, 2000.
17
Como ven, en ese momento no están en nuestro
pensamiento y, sin embargo, argumentamos. Cosa distinta
es que después, y en un acto posterior del intelecto,
formalicemos nuestros argumentos, ahora sí, explicitando
todas nuestras premisas y conclusiones; esto es, dándoles
FORMA, precisamente mediante la lógica FORMAL.
De lo anterior podemos discernir con claridad la enorme
diferencia que existe entre convencer y persuadir.
En el convencimiento, privilegiamos de manera exclusiva el
razonamiento estrictamente formal, lo dirigimos de modo
especial y preponderante al intelecto, a la inteligencia. En
cambio, en la persuasión, recurrimos de manera eminente al
razonamiento dialéctico y usamos la lógica informal; aquí,
nos dirigimos especialmente a la voluntad.
Algunos de ustedes tal vez piensen que estas son distinciones
sutiles y propias del ámbito académico, yo creo que no, y
¿cuál es razón práctica? Impactante:
Una persona convencida no necesariamente ejecuta la
acción correspondiente, de la cual está convencido, una
persona persuadida, ejecuta, hace, realiza; aunque,
paradójicamente, no esté convencida.
18
Si bien todos estos elementos son de gran importancia, no
debemos olvidar otro factor trascendental y que atañe de
manera directa a la aplicación de la lógica tanto formal como
informal, de una forma singularmente relevante, me refiero
al uso de la lógica en el amplio campo de las falacias.
El problema de las falacias ha sido metódicamente
examinado desde la épca de Aristóteles, especialmente en su
obra lógica llamada el órganon que se compone, a su vez,
de seis obras que son:
Categorías
Tópicos
Refutaciones Sofisticas
Acerca de la Interpretación (conocido también como el perí
hermenéias)
Analíticos Primeros
Analíticos segundos
Hasta nuestra época, de manera muy cuidadosa en las obras
contemporáneas de Douglas Walton, Infromal logic y de
Cristian Santibañez Yañez, De las Falacias, entre otras
muchas, lo que nos da una muestra de la importancia que en
la argumentación tiene este tema.
19
Bajo una nueva perspectiva el problema de las falacias, tan
recurrente en la argumentación por sus múltiples
modalidades y formas en que éstas pueden aparecer, no
puede reducirse a un simple catálogo de falacias formales,
como solía hacerse recientemente.
Nuestro término falacia se deriva del verbo latino fallo –
fallere – fefelli – falsum, que tiene los significados de
engañar o inducir a error, ser infiel, no cumplir, traicionar;
fallar, incumplir, defraudar. Se dirige de manera esencial al
intelecto de la persona.9
A partir de estos dos campos semánticos se puede entender
por falaz el discurso que pasa, o se quiere hacer pasar, por
una buena argumentación, o al menos mejor o mucho mejor
de lo que en realidad es; y en esa medida se presta o induce a
error. En realidad, resulta que estamos frente a un pseudo –
argumento o de una argumentación fallida o fraudulenta.
No debemos olvidar que el fraude no solo consiste en
frustrar las expectativas generadas en el marco de la
argumentación, sino que además puede responder a una
intención o a una estrategia deliberadamente engañosa. En
todo caso, representa una quiebra o un abuso de la confianza
discursiva, comunicativa y cognoscitiva sobre la que
descansan nuestras prácticas argumentativas.
9 Segura Munguía, Santiago, Diccionario por Raíces del Latín y sus voces
Derivadas, Bilbao, Universidad de Deusto, 2007, p. 222.
20
A estos rasgos básicos o primordiales, las falacias conocidas
suelen añadir otros característicos: en particular, su empleo
extendido o frecuente, su poder tentador y su uso táctico
como recursos capciosos de persuasión o inducción de
creencias y actitudes en el destinatario del discurso. De todo
ello se desprende la ejemplaridad que se atribuye a la
detección, análisis y resolución crítica de las falacias, así
como la urgencia de su comprensión conceptual y
explicación teórica.10
A esta tarea se aboca, esencialmente, la lógica entendida, en
primer término como la corrección del pensamiento pero no
reducida a única y exclusivamente a los aspectos formales,
(terreno de lo racional) sino que su campo abarca también el
ámbito de lo razonable, que es uno de los campos de la
lógica informal.
ASPECTO DIALÉCTICO
El ASPECTO DIALÉCTICO, éste se encuentra
profundamente vinculado tanto con el aspecto lógico que
acabamos de mencionar como con el aspecto retórico al que
me referiré más adelante, de manera especial si recordamos
el texto de la Retórica de Aristóteles que se ha citado con
anterioridad, en el cual se pone de manifiesto la naturaleza
dialéctica de la retórica y en consecuencia su relación con
la lógica. 10
Vega Reñon, L., La Fauna de las Falacias, Madrid, Trotta.
21
Entendemos por dialéctica, partiendo de Aristóteles, la
ciencia práctica de la discusión, la actividad de la razón en su
momento discursivo, a partir de esta idea podemos establecer
las siguientes especificaciones:
Es un instrumento de argumentación.
Es el discurso interior del intelecto, por el que se avanza de
la aprehensión de la realidad sensible a la realidad
inteligible.
Es un instrumento metodológico de definición y división.
Es un Método de confrontación mediante argumentaciones
indirectas.
Es un proceso de desarrollo y pasaje de lo implícito a lo
explícito.
En consecuencia, resulta claro que para Aristóteles la
dialéctica era tanto la ciencia del discernimiento de la
esencia de una cosa como el juicio de las cualidades de la
22
cosa por medio de la disputa y los argumentos racionales y
razonables que intervienen en una discusión crítica.11
No sin razón afirmó Arthur Schopenhauer:
La dialéctica es la esgrima intelectual para tener
razón en las discusiones.12
De los aspectos anteriores podemos concretar en que, el
aspecto dialéctico se refiere a toda la normativa del
debate, por ejemplo, los proponentes y oponentes. Bajo su
ámbito está la determinación de las actuaciones correctas o
incorrectas de interacción y confrontación entre los papeles
argumentativos con el fin de resolver de modo razonable
una diferencia de opinión. Rige, en suma, las normas de
confrontación.
Por lo que hemos mencionado nos resulta entonces muy
claro por qué el término dialéctica originalmente se refirió al
uso de una técnica específica de argumentación en un
debate, en donde el proponente plantea una tesis, la que se
pretende refutar en un discurso contradictorio de dos modos
y con dos vías.
11
Rojas Amandi, V.M., Argumentación Jurídica, México, Oxford, p. 2. 12
Schopenhauer, Arthur, Dialéctica Erística o el arte de Tener Razón,
Expuesta en 38 Estratagemas, Madrid, p. 55, Trotta. 2007.
23
Los modos:
A) Ad rem (o referencia a la cosa), y
B) Ad Hominem (con referencia a la persona con la
que se discute)
Las vías de la refutación pueden ser:
Directas, las que atacan la o las tesis del adversario en sus
mismos fundamentos.
Indirectas, las que atacan la o las tesis del adversario en
sus consecuencias.13
No pasamos por alto y tenemos plena conciencia de que este
término, el de dialéctica, reviste una extraordinaria
dificultad conceptual de la que da cuenta buena parte de la
historia de la filosofía, ya que éste ha sido empleado con los
más diversos significados por filósofos como Kant, Spinoza,
Hegel y Marx; sin contar con los usos ideológicos y políticos
de autores como Lenin y Engels.14
Por ello, lo hemos acotado con la mayor claridad posible
como han podido escuchar todos ustedes.
13
Rojas Amandi, Op. Cit., p. 3. 14
Copleston, F., Historia de la Filosofía, Barcelona, Ariel, Vol. I.
24
ASPECTO RETÓRICO
Sobre el ASPECTO RETÓRICO. En éste se encuentran
contenidos todos los recursos y estrategias de interacción
argumentativa personal. Abarca el estudio de todos los
recursos efectivos y estrategias eficaces para inducir
creencias, acciones o disposiciones.
Es el alma del discurso persuasivo y en su caso, convincente.
Cuando mencioné que la retórica es la llave maestra de
la argumentación, no fue, de ninguna manera, una mera
exageración. Como han podido escuchar todos ustedes éstos
principios rectores no son compartimientos estancos,
incomunicados los unos de los otros, ¡NO! Sino que se
relacionan estrechamente entre sí, podría afirmar que se
implican en el trinomio:
lógica – dialéctica – retórica
Al respecto, nos dice uno de los autores más relevantes en
esta materia que:
25
Donde las dimensiones dialécticas y retóricas
juegan un mayor papel es probablemente en relación
con la cuestión de cómo argumentar. Como se ha visto,
los modelos dialécticos son útiles – quizás
indispensables – para el que tarta de saber cómo podría
argumentarse en favor de una determinada tesis, a qué
objeciones podría hacer frente etc. Y, a la hora de
construir su argumentación – redactar un texto
argumentativo o preparar una intervención oral – la
tradición retórica es simplemente
inesquivable: de algún lugar hay que sacar los
argumentos; de alguna manera hay que comenzar un
discurso, que narrar los hechos del caso, que exponer
los argumentos a favor o en contra, y que concluir; y de
alguna forma hay que presentar el discurso para que
resulte persuasivo.
En los clásicos de la retórica (Aristóteles, Cicerón o
Quintiliano) puede encontrase la respuesta a muchos de
los problemas que surgen cuando alguien tarta de
construir una argumentación; también (o especialmente)
en los contextos jurídicos.15
Esta larga cita corrobra puntualmente lo que hemos
sostenido con anterioridad.
15
Atienza, M., El Derecho como Argumentación, p. 287, Barcelona, Ariel,
2006.
26
No olvidemos, partiendo de las mismas fuentes clásicas,
del conocimiento de los textos originales, lo que dijo
Aristóteles:
Entendemos por retórica la facultad de tener en
cuenta lo que es adecuado en cada caso para
convencer.16
La facultad o la capacidad para convencer y persuadir,
estimados amigos, no son innatas. Se adquieren a través de
un largo y prolongado esfuerzo, de trabajo, de ejercicio. Por
ello nos preocupa tanto que se lleven a cabo este tipo de
diplomados, destinados a perfeccionar nuestras habilidades
argumentativas.
Es cierto que se puede tener cierta disposición natural, que
sin duda puede facilitar las tareas del argumentador y del
orador como son, entre otras: buena voz, no tener temor para
hablar en público, ser de natural despierto, buena memoria,
en fin; pero si todas éstas no se cultivan y refuerzan con un
trabajo ordenado y metódico de poco sirve, no olvidemos
que Demóstenes, uno de los más grandes oradores de la
historia era tartamudo y venció este grave defecto con
denodado esfuerzo y tenacidad, ni más un menos.
16
Aristóteles, Retórica, 1355 b 25 – 26, Introducción, versión y notas de
Arturo Ramírez Trejo, México, UNAM, p. 5.
27
ASPECTO SOCIOINSTITUCIONAL
El ASPECTO SOCIOINSTITUCIONAL. Este es, por
último, el ámbito donde se lleva a cabo el debate público, el
discurso político, judicial, en fin, el debate y la discusión
democrática. Es donde se realizan los procesos colectivos de
discusión de propuestas y ponderación de alternativas para
resolver una cuestión práctica de interés o dominio público.
Aquí, es donde se lleva a cabo la regulación de los planos
discursivo y procedimental, socio – ético y sociopolítico,
modulada según el marco institucional del debate, como son
las elecciones, asambleas o referendos, debates
parlamentarios, jurídicos, académicos etcétera. Es el
campo de la deliberación pública.
Este último aspecto, acaba, prácticamente de integrarse para
constituir así, el conjunto de los ejes rectores del discurso
argumentativo. Sin bien, a partir de los textos clásicos
podíamos intuir su presencia, es hasta el día de hoy que se le
ha integrado y se la ha dado la extraordinaria relevancia que
le corresponde.
Hoy, sin embargo, se están abriendo nuevos horizontes
argumentativos como el discurso público en determinados
ámbitos de carácter social o institucional y nos estamos
28
viendo ante nuevos cruces de caminos como los marcados,
por ejemplo, por la negociación o por la deliberación en su
calidad de encrucijadas de discurso práctico y del discurso
público.
Todo esto apunta hacia un nuevo programa de exploración y
de investigación en teoría de la argumentación.
Sin duda alguna, mucho, mucho más, aun superando con
gran amplitud las horas que se dedicarán al desarrollo de este
Diplomado, es lo que podría decirse sobre la importancia de
la argumentación hoy. Es por ello que, lo digo con el mayor
de los convencimientos:
ARGUMENTAR BIEN, ES HOY, MÁS QUE
NUNCA
UNA EXIGENCIA INELUDIBLE
Muchas gracias.