Download - El Mural No 2
El Mural Órgano independiente de publicación quincenal Mayo de 2010 Año 1, No. 2
El periodismo mantiene a los ciuda-
danos avisados, a las putas advertidas
y al Gobierno inquieto.
Francisco Umbral
1er Asalto
Banderilla
Jesús Arroyave,
Director de Departamento
Jennie Peña, Coordinadora de Programa
Daniel Aguilar
Gestor El Muro
Participaron en este
número
Carlos Cruz
Daniel Aguilar
Anuar Saad
Óscar José Tóbón
Isaías Molina
Alberto Martínez
El muro de los lamentos
En medio de una exposición sobre
la revolución Mexicana en clase
de Medios Masivos y Conflicto.
Estudiante: !Profe!!...cómo es po-
sible que no le indique a las compa-
ñeras que no es Pancho Villa, sino !
Sancho Panza!!!
Nos la pasamos la vida
acogiendo conocimiento,
tenemos carrera, postgra-
dos, maestrías, doctorados
y un montón de títulos que
a final de cuentas ni sabe-
mos para qué sirven exac-
tamente.
La sociedad actual nos exige saber de todo un
poco, poder opinar con propiedad de la peste
bubónica, de los mapas mentales, de la fiebre
porcina, de política exterior bielorrusa y del
calentamiento global.
Yo por mi lado he estudiado muchas cosas y
he aprendido unas cuantas mas, se como pi-
car cebolla en julianas, se tomar un metro y
medir la distancia entre dos espacios no para-
lelos, más si los separa un charco, se picar los
ojos, mover las cejas, escribir un poema que
no tenga cadencia, reír a carcajadas con cual-
quier chiste flojo, mover mis labios al ritmo
de ella, caminar bajo la lluvia o mandar a la
mierda a quien se lo gana, reconocer cuando
alguien está loco o cuando simplemente quie-
re parecerlo y cuando el gusto, el feeling, la
química, es más que eso.
Saber tantas cosas y darme cuenta de ello me
permite sentir que el saber es infinito pero
que es más importante el no saber. el no en-
tender, el simplemente sentir.
Por eso, cada vez que pienso y pienso me doy
cuenta que en realidad no sé nada, sólo sé ba-
nalidades que sirven para parecer interesante
pero que no sirven para verdaderamente en-
tender la cadencia de la vida.
No sé besar sin cerrar los ojos.
No sé mentir sin que se me note.
No sé manejar un carro ni me interesa hacer-
lo.
No sé bailar trance, reggaeton ni ninguna
música que no se baile pegado, brillando
hebilla.
No sé fingir sensaciones ni sentimientos.
No sé cumplir reglas.
No sé reírme sin ganas.
No sé vivir la vida de otros.
No sé chiflar tan duro como quisiera.
No sé dejar de inventar historias.
No sé comer cosas vegetarianas.
No sé hacer bombas de chicle.
No sé mantenerme alejado de los locos.
No sé amargarme.
No sé dejar de reinventarme.
No sé cantar rancheras ni ninguna canción en
un idioma distinto al costeñol.
No sé escribir cuentos de hadas.
No sé fingir que soy un príncipe de cuentos
de Idem.
No sé discernir entre lo que es importante y
lo que es urgente.
No sé ser convencional.
No sé hacer las cosas porque ―toca‖.
No sé quejarme.
No sé vivir sin capturar mi realidad con una
foto, un escrito o un video.
No sé porque estás tan lejos y a la vez tan
cerca.
No sé que es PI.
No sé cómo se dice añoñi en portugués.
No sé nada sobre política, ni sobre economía,
mucho menos controlo la influencia del arte
del siglo X en la actual guerra de Irak ni las
últimas estadísticas sobre los JJOO.
No sé como se llaman los delanteros de la Se-
lección Colombia de Tejo.
No sé cuáles son todas mis mañas, menos mis
filias o mis fobias.
No sé decir te quiero a la segunda cita.
No sé enfermarme.
No sé quedarme quieto sin hacer nada.
No sé tragarme lo que siento.
No sé dibujar caras reconocibles.
No sé armar una biblioteca.
No sé ser hipócrita.
No sé ser políticamente correcto.
No sé jugar billar
En fin, no sé tantas cosas que me quedo con-
vencido que la vida es un diccionario de pági-
nas abiertas que tengo que leer sin parar.
No sé cómo cerrar esta nota…
No sé, dime tu… ¿qué no sabes hacer?
No sé
Por Alejandro Ángel
Pensando en escribir pa-
ra El Mural, me vino a
la cabeza la infinidad de
veces que intenté hacer
uno en la escuela, con
un pliego de papel pe-
riódico, un tarrito de
témperas pelikan, un
pincel medio calvo, tres compañeros
que nunca entendieron el por qué del
asunto y, finalmente, un profesor de es-
pañol recordándonos el valor de la tilde
y la coma, que el punto y coma es me-
jor no utilizarlos cuando no se sabe en
dónde ponerlos, que un texto mal escri-
to puede decir otra cosa diferente a lo
que originalmente pretendía comunicar,
etc. Total y el pliego quedaba en blan-
co, las témperas derramadas y el pin-
cel, junto con un lápiz sin borrador y
mordido frenéticamente durante un
examen de geometría, terminaban
haciendo las veces de baquetas de una
batería imaginaria. El discurso de las
tildes, las comas, etcétera, lo conservo
para mis estudiantes.
Recordé luego las tardes como estu-
diante de universidad pública leyendo,
entre clases, murales alusivos a perso-
nas caídas en combate, luchas obreras,
anti-imperialismo, discursos reivindi-
cando los derechos de los pobres, los
campesinos, las mujeres. Listados de
desaparecidos, oposición a tratados de
libre comercio, e incluso algunos alusi-
vos a presidentes jamás electos en Perú
(¿a quién me dice el nombre????) junto
a algunas consignas de hinchas del
Santafé que reivindicaban el honor per-
dido desde 1976. Había otros cultura-
les, sobre obras de teatro universitario
(por lo general aburridísimas), exposi-
ciones itinerantes de artistas nómadas
que parecían tener una sola muda de
ropa. Sin embargo, siempre admiré a
aquellos que dedicaban tiempo y traba-
jo manual a organizar sus ideas, cortar,
pegar, pintar y diseñar esos murales
que hacían y hacen parte del paisaje de
toda universidad pública, no sólo de
Colombia, sino de gran parte del mun-
do.
Heme aquí, varios años después de mi
paso como estudiante, apostándole a la
idea de un periódico mural en una épo-
ca y un espacio en que los jóvenes ven
las paredes como simples superficies
verticales, destinadas para colgar cua-
dros o, en el mejor de los casos, como
lienzos sobre los cuales Grafitear algu-
na marca urbana. En principio me pre-
ocupaba el hecho de tener que pintar
con témperas en un pliego de papel pe-
riódico y confieso que he perdido habi-
lidades en el uso de las tijeras de punta
roma. Ya no me preocupan las tildes,
aunque confieso que el punto y coma
jamás aprendí a utilizarlos. Me alivió
saber, sin embargo, que esta vez la tec-
nología está de nuestro lado y me evi-
tará la vergüenza de solicitar a mis co-
legas que me destapen el tarrito de pin-
tura, que siempre está más apretado
que vivir con un salario mínimo.
El Mural en los tiempos del cólera Por Daniel Aguilar
La Elocuencia de lo Terrible
El decomiso de algunos documentos al Departamento Admi-
nistrativo de Seguridad de Colombia (DAS), tiene en vilo a la
―comunidad mediática‖ que sigue paso a paso lo que fue dis-
cutido el pasado martes 4 de abril en la sesión del Senado.
El hecho es que los documentos por su terrorífico contenido
hablan por sí solos y su elocuencia trasciende a replantearnos
la idea de libertad, equidad, información, comunicación, res-
peto e incluso lo que entendemos por diferencia. A menos
que escandalizarnos por esto sea un ataque de paranoia y para
colmo de males, esa patología las EPS no las incluye en el
POS.
Algunos titulares señalan la intervención del Director del
DAS ante la sesión del Senada como una desmitificación del
escándalo, ¿De cuándo acá el mito ha hecho parte de la polí-
tica o es que desmitificar da carácter de real y cierto? Porque
el hallazgo de unos papeles en una institución como esta con
su propio sello no podría sino darnos pista de una realidad, no
de una ficción, a menos que sea otra manera de desviarnos la
atención cerca de las elecciones presidenciales.
Un verbo clave para la lectura de los documentos es Neutrali-
zar. En portugués el sinónimo de neutralizar es paralizar,
¿qué parecido tendrá en esta democracia un sinónimo, en otro
idioma, cuando pareciera describir mejor la acción de quienes
intentan, desde hace algún tiempo, polarizar la opinión, eti-
quetando o señalando con misiones, operaciones y colores los
vórtices por donde se nos ha ido el sueño de país?
Una sociedad polarizada, neutralizada, es una sociedad de
grises, de escala daltónica que no tiene capacidad de decisión
entre un color y otro, entre una cuestión y otra. Una socie-
dad polarizada teme a todo y a nada, al señalamiento y a la
exclusión al tiempo que a las palabras y al silencio para eso
sirve planear el desprestigio, la presión y el sabotaje
El terror tiene elocuencia en este país, habla por todos lados
censurando la voz de quienes no agotan su agencia en el con-
flicto, el chisme político, las chuzadas y los chuzos que con-
vierten a cualquier actor en guerrillero, opositor o rebelde.
Ojalá no caigamos en la trampa de la cortina de humo y se re-
suelvan certeramente los asuntos que conciernen al Estado en
nombre del Estado y no en nombre de una política de gobier-
no que de seguro debe claudicar y dar paso a nuevos modos
de construir país.
El Editor
Fotografía y mito urbano
En torno al profesor Carlos Cruz, docente del departamento de Comunicación Social en el área de Realización, existen un número de mitos urbanos, de los
cuales nos permitimos referenciar dos: en primer lugar, se dice que el profesor en cuestión no envejece y algunos afirman con temeridad que fue él quien
tomó las fotos del primer vuelo de SCADTA. Por otra parte, se dice que lo único que resiente el paso del tiempo en Carlos Cruz, es la foto publicitaria de
Arroz Tailandés, de la cual fue modelo. Falso o verdadero, lo único que se conoce, a ciencia cierta, es la excelente calidad de su trabajo como fotógrafo.
El Mural
2do Asalto “Emancipate yourself from mental slavery, none
but ourselves can free our minds...” Bob Marley
El Rincón del Programa
FECHAS IMPORTANTES:
Jueves 10 de junio
Límite pago cursos intersemestrales
OFERTA CURSOS INTERSEMESTRALES: Comunicación Corporativa
Filosofía y Comunicación
Medios Masivos y Conflicto
Seminario Comunicación Organizacional
CURSOS ESPECIALES CON PROFESO-
RES INVITADOS
Relaciones Públicas: teorías, conceptos y rela-
cionamientos
CONFERENCISTA
María Aparecida Ferrari. Ph.D. en Ciencias
de la Comunicación,. Coordinadora de la ca-
rrera de Relaciones Públicas y Periodismo de
la Universidad Metodista de São Paulo
Periodismo Internacional
CONFERENCISTA
Miguel Ángel Bastenier. Licenciado en Historia
y Derecho de la Universidad de Barcelona y
en Lengua y Literatura inglesa de la Universi-
dad de Cambridge. Articulista y Columnista
del Diario El País.
Periodismo Deportivo y Sociedad moderna
CONFERENCISTA
Darío Cuesta Cristóbal. Periodista, Universi-
dad Gabriela Mistral. Director Escuela de
Periodismo y de Comunicación Audiovisual,
Instituto Profesional Santo Tomás, Santiago de
Chile.
Periodismo Creativo – Crónica
CONFERENCISTA
Alberto Salcedo Ramos. Cronista colombiano,
considerado uno de los mejores periodistas na-
rrativos latinoamericanos.
El humo enfurecía las serpientes de su ca-
bello, enloquecidas por el gas que se traga-
ba el oxígeno de los árboles raquíticos y la
paz mental de la ciudad. Corría a toda ve-
locidad para escapar del olor de una masa
anónima de cuerpos repugnantes, a quie-
nes les temía más que a las navajas filosas
de los asaltantes.
El terremoto de sucesos que amenazó con devastarla inició
con un trato para transportar droga a otro país. Con el dine-
ro obtenido pagaría unos implantes de silicona en las nalgas
y la cirugía plástica de su rostro.
Alguna vez quiso ingresar a la universidad para obtener la
plata, a través de un empleo, pero su pobreza y unas notas
mediocres acabaron con ese sueño. Aun así anhelaba poseer
los vestidos de satín de las modelos de la televisión, sus za-
patos relucientes y los dientes blancos que nunca tuvo.
Así que cuando el intermediario de la mafia la contactó no
necesitó ningún truco de persuasión. Al contrario, ella mis-
ma le contó de su amargura, de la desgracia de ser vista co-
mo el muerto trágico de una noticia sensacionalista y de
cuanto deseaba cambiar eso.
Días después se reunieron en un bar, que a esas horas aún
no recibía a sus habituales clientes y él, sin demorarse en
temas inútiles, le explicó de nuevo el procedimiento quirúr-
gico, que consistía en abrirle los senos e introducirles heroí-
na. Prometió que no habría dificultades, que sus contactos
dentro del aeropuerto le garantizaban un abordaje perfecto
y que la cirugía se llevaría a cabo al día siguiente, en un
consultorio privado, ubicado al norte de la ciudad.
Antes de despedirse y dar por concluida la conversación le
pidió aprenderse de memoria la dirección del lugar. Des-
pués le entregó dos pasajes aéreos, la visa norteamericana,
el pasaporte y un sobre amarillo ajustado con una banda
elástica, cargado de billetes nuevos. Según dijo, sólo era un
adelanto, porque después vendría un fajo más grande.
Ella lo despidió con una mirada agradecida, acumulaba 20
años soportando el llanto de los niños que le temían a sus
facciones deformes, la curiosidad de los adultos y el asom-
bro de los ancianos, quienes la esquivaban para no verla de
frente.
El día de la operación, un perro doberman la asustó con un
ladrido agresivo. Su dueño ni siquiera le pidió disculpas,
pero lo sujetó de su cadena metálica y lo calmó llamándolo
por su nombre. La actitud desafiante del animal impresionó
su corazón, que se agitó en segundos y le indicó del peligro
con un sudor copioso, ella lo interpretó como una adverten-
cia divina, pero aun así siguió adelante con su propósito.
Al rato de tocar el timbre le abrieron, una enfermera la miró
de pies a cabeza, le preguntó sus datos personales y le en-
tregó una revista vieja para distraer la espera. Pero cuando
vio su desinterés le ofreció un café… Ella los abandonó a
ambos, con disimulo, en una mesa cercana.
El cirujano apareció por el pasillo del fondo, con una bata
blanca y un estetoscopio colgado al cuello. Avanzaba rápido
y venía directo hacia ella, con las manos dentro de los bol-
sillos y un galope de caballo gordo y relajado. La enfermera
le quitó la vista por un momento para rellenar un crucigra-
ma y sin saber le concedió la fracción de tiempo que la hizo
reaccionar.
Experimentó el momento como si la hubieran lanzado en un
líquido transparente y espeso. Allí, en medio del silencio
acuático, escuchó los pasos y el eco infinito de una alarma,
que se repetía en el interior de su consciencia. Una voz le
habló de un plan que fallaba en el último minuto y de un
presidio infernal, donde pasaría 12 años defendiéndose de
antisociales, nerviosa como una rata de bodega, más sola
que nunca y vigilada por los perros del Estado.
El médico la tomó por el brazo para sacarla del mutismo en
que se hallaba y le tocó la frente. Entonces despertó y quiso
darle un puño, pero en vez de eso lo empujó y él cayó enci-
ma de la enfermera, quien permanecía detrás esperando ins-
trucciones. Huyó del consultorio sin pensarlo dos veces y al
salir a la calle se enfrentó otra vez a los otros, a la muche-
dumbre urbana que había aborrecido siempre. Sin embargo,
prefería lidiar con ellos, en vez de vérselas con asesinos y
delincuentes curtidos.
Corría como una gacela, mientras el aire fresco penetraba
por su nariz, se había salvado de los dientes y las garras de
la ilegalidad que la descuartizarían sin piedad al menor des-
cuido. El destino voraz perdió la oportunidad para cazar-
la… Se sentía libre, invencible y satisfecha, porque no pisó
aquel campo sembrado de minas y contenta por la fuga que
aún no ocurría en el presente. Quería silenciar la voz intimi-
dante de la urbe, que le susurraba en los oídos como el
zumbido de millones de abejas mortíferas, pero contra ella
no valía ningún arma sólo la más pura y cruel indiferencia.
Hambre de Cambio Por Isaías Molina
La casa de los retos
Por Oscar José Tobón
Una casa blanca con azul pasa por des-
apercibida en una cuadra del barrio
Boston. Lo que la mayoría de las perso-
nas desconocen es que en este pequeño
lugar existe un mundo especial. Al in-
gresar en él se percibe un ambiente de
ternura y compresión, algo que no se ve
a menudo en las escuelas de la ciudad.
Este colegio llamado ―El mundo de los estudiantes‖ esta
especializado en educar a niños con síndrome de down,
dislexia, autismo, problemas motrices, o cualquier tipo
de retraso.
Mientras se camina por el único pasillo de la institución
se observa los diferentes salones pequeños y dentro de
ellos a los niños haciendo distintas actividades. El pro-
fesor de música toca la flauta y los estudiantes entonan
una nota del pentagrama. En clases de matemática reali-
zan juegos didácticos con números y signos matemáti-
cos, ya que por la discapacidad de los niños el aprendi-
zaje de esta materia debe ser lento y diferenciado, de-
pendiendo el caso que presente cada estudiante, explica
el profesor de matemáticas Ramón Hurtado.
―Aquí no importa tanto que el niño sea un experto en
matemáticas si no que sepa utilizarla para la vida diaria.
Por eso decidí implementar un juego de compra y venta
de artículos con billetes de mentiras, esto, podrá ayudar
a los niños a entender el uso del dinero‖, comenta el
Profesor Hurtado.
Lo que más llama la atención de este lugar es la manera
como los niños son ayudados a salir de sus mundos y
afrontar la realidad. Según cuenta la profesora Raquel
Abad, licenciada en educación especial, ―trabajar con
estos niños es un guerreo diario, ya que uno se debe su-
mergir en el mundo de ellos para comprender su pro-
blemática y sacarlos adelante‖.
Un ejemplo de un joven que necesita un cuidado más
profundo que los demás es Cesar. Quién a sus 21 años
de edad presenta autismo y en su cara se refleja un pro-
fundo aislamiento de la realidad. Sentado en un pupitre
en la mitad del salón de sexto grado mira desconcertado
al tablero blanco que tiene escrito frases en inglés que se
le hacen difícil de comprender.
Además de Cesar hay otro caso que llama la atención, el
es Diego Jaramillo, un niño que pasó de estar en un es-
tado de agresividad absoluta a ver la vida hoy con más
esperanza. Dice que en un futuro quiere ser chofer de
bus como su padre y tener su propia casa para así man-
tener a su familia.
En la parte de atrás de la casa se encuentra la sección
pre-escolar dirigida por la profesora Leyla Llinas, quien
tiene a su cargo a 6 niños. ―Yo no trabajo por dinero, yo
trabajo porque me gustan los retos, y estos niños son pa-
ra mi, el mayor de ellos‖.
Siempre creí que había escogido el
periodismo como un desesperado
recurso para evitar encontrarme con
el álgebra, la trigonometría, la física
y la química. Era, por cierto, una
estrategia de escape bastante deses-
perada, pues mi futuro podía depen-
der de ello. Pero a los 16 años, y
después de una rígida educación en
un colegio de curas, tenía dos opciones: acceder a las pre-
tensiones de papá y mamá, o entrar indefectiblemente en
los misteriosos caminos de El Señor.
Entonces empezaba a recordar las interminables clases de
matemáticas con un profesor largo y desgarbado como
vara de premio y las tenebrosas lecciones de física que, a
pesar de las faldas semitransparentes de la maestra, no
dejaban de ser un mazacote de fórmulas que hoy, 29 años
después, sigo mirando con reticencia.
Cierto día, un amigo al ojear lo que yo, meticulosamente,
llevaba preparando desde hacía tres semanas, me dijo en
tono profético: “Tú vas a ser periodista”. Dejé de teclear
en mi moderna y ultraliviana máquina de escribir de 15
kilos de peso y mientras leía el último párrafo de lo que
suponía iba a ser la novela que me lanzara al estrellato,
algo hizo ―clic‖ dentro de mí.
Meses después descubrí que no me había equivocado y
suspiré aliviado pensando en que por fortuna mi amigo
me encontró tecleando una vieja ―Brother‖, y no tratando
de resolver un problema de factorización.
Pero hoy las causas han cambiado: no solo el terror a la
matemática lleva a algunos a aterrizar en estos lares. Al-
gunos (Ellos) lo hacen porque las más lindas estudian pe-
riodismo. Algunas (Ellas), porque –dicen— ellos están
buenos. Ellos (muchos) quieren farandulear con la carrera
y entrar gratis a todo. Ellas (muchas) quieren cumplir su
sueño: ser presentadoras de televisión. Y muchos Ellos y
Ellas, porque creen –equivocadamente- que esta carrera
es más fácil que la que habían tratado de estudiar antes.
Y son esos Ellos y Ellas que están aquí, enquistados en
las entrañas de la Facultad, mandando mensajes desde sus
blakberry y facebookeando con descaro en plena clase,
ocupando espacio en un salón y dejando sus lágrimas for-
zadas en los frasquitos mitológicos que Daniel Aguilar
perversamente colecciona, quienes creen que han con-
quistado el mundo porque ―ya saben escribir una noti-
cia‖.
Pues les tengo una mala noticia: para escribir una noticia
ni siquiera se necesita ser periodista. La noticia carece de
técnica moderna, de estética, de vida. Son hechos enume-
rados y puntuales que informan algo, pero que no refleja
de manera alguna el paso por la academia de quien la es-
cribe y mucho menos su riqueza narrativa.
Así que si a pesar de todo sigues aquí, debes saber que
muchos factores se han conjugado para ―acorralar‖ a la
prensa escrita en los últimos años. Por un lado los saltos
de gigante que da la televisión, ahora digital, instantánea
y con un menú interminable de canales; por otro, la radio
que mantiene intacta su magia de los años 30 y que
acompaña al hombre en su quehacer hasta en los lugares
más inimaginables, y por último, y más terrible, el Inter-
net.
Ha llegado la hora para la transformación del periodismo
escrito. Y es así como hoy, el periódico que no transforma
sus contenidos, sus formas y su estética en la redacción,
quedará relegado al cuarto del olvido. El periodismo mo-
derno ha trascendido a la simple ocurrencia de un hecho.
El periodismo de hoy tiene un reto enorme e ineludible
que debe llenar la expectativa de sus lectores: saber con-
tar la historia y si quieres insistir en esto, debes saber
contarla.
Así que, joven lector, ¡sí, tú! Ese que ahora está displi-
cente leyendo esto con la ceja fruncida y tratando de re-
cordar la cara de turco malhabido del profesor que esto
escribe: ten presente que el periodismo cambió –por for-
tuna-- y ahora es más exigente, más comprometido y
más estético. Y ese cambio exige también un relevo gene-
racional y muy pronto a ti te tocará llevar la antorcha…
pero si fracasas en el intento, aun tienes tiempo suficiente
para recoger tus motetes y volver a las oscuras cavernas
de algoritmos, decimales y factorización.
Al fin y al cabo, allí la narración será lo de menos.
Ser o no ser
Por Anuar Saad
Ese texto lo hab-
ía leído en algún
lado. Tenía unos
rasgos tan fami-
liares, que la in-
tuición no podía
traicionarme.
Era, según re-
cuerdo, un texto sobre la crisis
energética del país. De lo que decía
yo mismo podía dar fe, pues en mi
condición de redactor económico
había cubierto en alguna ocasión el
tema; y el uso de las fuentes, uno de
los motivos inspiradores de aquella
clase, era más o menos el adecuado.
Ese día devolví a los estudiantes los
trabajos corregidos, menos el de las
sospechas. Tenía que seguir las pes-
quisas de la mente.
Internet, para que se entienda la difi-
cultad, era apenas una luz que se co-
laba por las rendijas de la tecnología
del país, de manera que no contába-
mos con los sofisticados software de
hoy, que permiten oler a la distancia
los plagios de los estudiantes.
Estuve tentando, inclusive, a abando-
nar la búsqueda y entregar el trabajo
a la muchacha, que no era, propia-
mente, la alumna más destacada de la
clase, con un flamante 4,2. Pero cada
vez que tomaba la decisión, sentía
que el algo que me hizo la primera
advertencia, quería añadir alguna pre-
cisión.
A las dos semanas la estudiante esta-
ba molesta, con toda razón. La excu-
sa que había venido esgrimiendo
(“estoy confirmando un dato de tu
texto‖) estaba perdiendo validez.
A esas alturas había buscado entre los
archivos de los colegas y no había
hallado nada. Sólo me faltaba una
carpeta: la de mis archivos persona-
les, que había desechado por una
lógica de obviedad que creía compar-
tir con la estudiante. Pero no había
tal: entre los recortes de periódico co-
loreados por el tiempo, estaba, cente-
llante, el texto que yo mismo escribí
para el Espectador en los años 90.
Afanada por cumplir la tarea, la niña
nunca reparó que fecha del escrito
tenía un desfase de varios años y que
su autor era nada más y nada menos
que su profesor. No tuve más reme-
dio que ponerla en e videncia ante
sus compañeros. Sería la única vez
en que haría algo semejante. Pero
creo que lo merecía, más por la tor-
peza que por el plagio.
La muchacha entró a la actuación y
por ahí la veo, de vez en cuando,
haciendo buenos papeles en televi-
sión. De mi parte aún conservo una
inquietud: ¿Cómo es posible que un
texto mío, publicado con todas las de
la ley en un periódico, tuviera como
calificación apenas un 4,2?
El plagio Por Alberto Martínez M.
! NO SEA USTED DE LOS QUE VE LOS
TOROS DESDE LA BARRERA..
PARTICIPE EN EL MURAL !!
Si nuestro periódico le parece un ladrillo, el que deje de ser-
lo depende completamente de usted y su participación en los
siguientes números. Esperamos su colaboración.
Enviar sus escritos a: [email protected]
Alberto Salcedo en el intersemestral
Alberto Salcedo Ramos, a quien la crítica reconoce actualmen-
te como el mejor cronista de Colombia, estará en la Universi-
dad del Norte durante el período intersemestral, por invitación
del Centro de Educación Continuada y el Departamento de Co-
municación Social. Colaborador permanente de las revistas
SOHO, Malpesantente y Gato Pardo, Salcedo dictará un taller
sobre Periodismo creativo, del 12 al 17 de julio próximos. Para
entonces habrá publicado en Soho, precisamente, el esperado
perfil del cantautor Diomedes Díaz en el que trabajó durante
dos años. Salcedo es, según Juan Gossaín ―el aliento que revi-
vió la crónica en Colombia, cuando todos pensábamos que
había muerto‖. Mayores informes: Centro de Educación Conti-
nuada (primer piso del edificio de postgrados), teléfono
3509351 o correo [email protected].
¿Tiene un hueco en su horario?
¿el aburrimiento se apoderó de
usted y ya vio todas las fotos de
sus amigos en Facebook?...le te-
nemos la solución para el aburri-
miento. Periódico El Mural…!
Para leer entre clases!!
Consulte las ediciones anteriores
en nuestra página:
http://issuu.com/el_mural
Releyendo e l
tríptico de Tolkien
y no quisiera pre-
sumir de obsesio-
nada con la reali-
dad y la ficción
pero diría que el
Señor de los Ani-
llos es un tanto se-
mejante al actual gobierno.
Todos, como en el libro de Tolkien,
quieren poseer el anillo: el poder y la
lucha contra la guerra y el narcotráfi-
co. Pero llevar el anillo implica llenar-
se de valentía, no dejarse seducir por el
deseo de poseerlo y cargar con él para
salvar al mundo de su maldad. Sino ve-
an el ―desplazamiento‖ de nuestro go-
bernante que se ha trasladado de la Co-
marca (Colombia) a los otros
―pueblos‖ (EE.UU., Europa, Oriente)
para buscar a la ―Compañía‖ Perdón! Al
equipo de arriesgados caballeros que lo
acompañaran hasta Mordor (predios de
las FARC) y así luchar para destruir el
anillo.
Como a ningún héroe le puede faltar un
amigo fiel, a este gobierno no le falta
tampoco. Por mencionar diría una ma-
nada de Santos, Alto Comisionado para
la paz, Senadores, consejeros presiden-
ciales, industriales entre otros. Quienes
lo acompañan a las fronteras de los te-
rritorios donde cientos de hombre y mu-
jeres aceptan la desmovilización por
una ―vida mejor‖, mientras algunos
―jinetes‖ se recorren el país como es-
pectros para perseguir y hacer frente al
problemita del deseo de poseer el anillo
positivar unos falsos, falsear unos posi-
tivos.
Está claro que los 16.000 desmoviliza-
dos son los orcos de Tolkien y que uno
que otro ―troll‖ (jefes paras o guerrille-
ros) termina por quedar atrapado o
muerto en combate (Don Berna, Man-
cuso, Castaño y hasta Reyes). Aún así
habla de la disminución porcentual
asombrosa del 50% en homicidios y
80% en masacres. Es evidente que los
que fueron ya no son y los que son de
pronto serán y que unos y otros se crean
con derecho al poder. Bilbo pensó que
volvería a poseer el anillo. Pastrana,
Gaviria, Samper ahora que se habla de
tri-reelección quizá se sientan de nuevo
parte de la ―Compañía‖, sin embargo,
esta vez conservan la distancia observan
la movida como las corridas. Pero sea
como fuere Ministros, ex presidente,
presidentes de otros países, senadores y
demás, conocen las intenciones de
nuestro electo.
Probablemente el camino a Mordor no
necesita de tantas compañías porque los
―orcos‖ (desmovilizados) nunca van a
olvidar a su ―señor oscuro‖, ni el vene-
no que llevan por dentro se sublima en
la desmovilización, mucho menos el
―señor oscuro‖ va a olvidar su deseo de
poseer el anillo. Según el gobierno lle-
gar a Mordor, como Tolkien en su libro
necesitaba de una segunda parte: la re-
elección. Tolkien escribió su ficción y
nosotros vivimos reelección. Ahora hay
que reinterpretar la realidad acorde a la
ficción pues más que una segunda parte
hay amigos que pueden deshacerse me-
jor del anillo así que se necesita una ter-
cera parte para que el amigo de Frodo
Sam-tos sea la mano que con certeza
nos conduzca a la prosperidad.
La comunidad de Uribillo
Por: Kell Pozo