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8/14/2019 La odisea de Maritegui
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Grupo de Historia Marxista - Colaboraciones
La odisea de MariteguiEnsayo de interpretacin marxista [1]
Juan Dal Maso1
( Buenos Aires, 1977) Miembro del Comit editorial
de la RevistaLucha de Clases.
Este es un Artculo publicado en la Revista Marxista de Teora y Poltica Lucha deClases Segunda poca, N 2/3 Abril 2004.
Fuente:http://www.ips.org.ar/article.php3?id_article=47
No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale la prdica constante,
continua, persistente. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los
hechos, a la realidad cambiante y mvil; vale la idea germinal, concreta, dialctica,
operante, rica en potencia y capaz de movimiento.
Jos Carlos Maritegui, Aniversario y Balance, 1928.
I. INTRODUCCINEn busca de Maritegui
Se ha tornado habitual el buscar afinidades electivas entre Jos Carlos Maritegui y
Antonio Gramsci. Pero entre los muchos puntos de contacto que mantienen ambos
intelectuales marxistas es necesario sealar uno indispensable para ubicarnos en las
dificultades que nos plantea todo intento de recuperacin del pensamiento del marxista
peruano: al igual que el marxista italiano, Maritegui ha sido desde su muerte objeto demltiples usos.
Difamado luego de su muerte por no ser lo suficientemente stalinista por la fraccin
Ravines, sindicado como populista por los historiadores soviticos [2], transformado
1 Ha dictado charlas de la Ctedra Libre Karl Marx en Bs As, La Plata, Crdoba y Jujuy y cursos yseminarios en el IPS desde su fundacin en 2005, sobre Hegel, Marx, Trotsky, Gramsci, y sobre laconcepcin marxista de la historia y la poltica. Autor de artculos sobre diversas problematicas de teora
marxista e intervenciones polmicas sobre el rol de los intelectuales en la tradicin nacional y en larealidad poltica actual. Actualmente reside y milita en Neuqun.
www.historiamarxista.cl Grupo de Historia Marxista [email protected]
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durante los aos 40 en un stalinista furioso [3], recuperada su obra por el impulso de la
revolucin cubana, reinterpretado en los 70 en clave maosta [4], disputado por las
corrientes del movimiento indgena; su figura es hoy una sombra difusa, una sombra
que es necesario asir y volver a delinear en su contenido concreto.
Esta es la tarea que nos proponemos en este trabajo: recuperar el pensamiento de Jos
Carlos Maritegui para el marxismo revolucionario de nuestros das, para enriquecer la
teora-programa de la revolucin permanente elaborada por Len Trotsky, y para
contribuir a un debate que se viene desarrollando desde distintas posiciones entre los
marxistas acerca del contenido filosfico del marxismo y del aporte hecho por
Maritegui respecto de esta problemtica [5]. Este ltimo aspecto implica volver a
poner sobre el tapete las relaciones del marxismo con la cultura occidental.
Por ltimo, nos proponemos hacer una contribucin para responder a una exigencia que
nos plantea el tiempo histrico que nos toca vivir: la de pensar los marxistas con nuestra
propia cabeza para recrear el pensamiento marxista revolucionario contra la
canonizacin y el esquematismo.
Dos riesgos de la interpretacin y necesidad de una lectura marxista
Partiendo de la premisa de que, como hemos dicho antes, la figura de Maritegui es
utilizada por corrientes polticas de todo signo, es necesario identificar claramente dos
riesgos que aunque parecen opuestos son plenamente complementarios: la apropiacin
oportunista y el doctrinarismo estril.
En nuestro caso una apropiacin oportunista consistira en resaltar todos los aspectospermanentistas de Maritegui sin sealar las que creemos son sus limitaciones, lo
cual resultara en una amalgama terica donde trotskizamos a Maritegui, en lugar de
recuperar el hilo de su pensamiento autntico e incorporar lo que sea pertinente y
esencial para nuestras propias ideas polticas. Contrariamente a toda amalgama o fraude
terico, nuestro lema podra ser (parafraseando al propio JCM) mariateguizemos a
Maritegui, como condicin indispensable para recuperarlo crticamente desde el
trotskismo.
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Ahora bien, tan nociva como la apropiacin oportunista es la crtica del doctrinarismo
estril. Bien deca Lucien Goldman que una teora es superior a otra si es capaz de
explicarla desde su propia perspectiva ligando sus caractersticas a las relaciones
sociales que le dan origen. Pero invertir esta ecuacin partiendo de la superioridad de la
teora propia como un a priori, reduce el contrapunto a una contraposicin formal de
perspectivas, donde se termina criticando al interlocutor por lo que no lleg a decir
antes que por lo que positivamente dijo, lo cual deja nuestro bagaje terico exactamente
igual que antes de emprender la crtica. Esa figura es la que mejor caracteriza lo que
aqu a falta de una definicin mejor llamaremos doctrinarismo estril y es justamente la
ubicacin terica que queremos evitar, la cual consistira en criticar a Maritegui desde
la Teora de la Revolucin Permanente como si sta fuera un esquema cerrado y
quedarnos conformes y satisfechos porque ajustamos cuentas. Por el contrario, para
enriquecer nuestra propia teora con lo que Maritegui tiene para decir, es necesario
estudiarlo y criticarlo desde adentro para comprender la prctica poltica del
revolucionario latinoamericano.
Qu queremos decir? Que es necesario estudiar hasta dnde Maritegui, en la realidad
peruana y latinoamericana que le toc vivir, hasta donde, decamos, logr recrear el
marxismo como un pensamiento original y operante. Eso es estudiar contenido y forma
de su pensamiento y no slo sta ltima. Es decir, hay que estudiar hasta dnde las
respuestas que dio fueron tales y hasta dnde no, tomando en cuenta que su vida poltica
activa en el marxismo abarca un breve perodo de 6 aos, desde su vuelta de Europa
hasta su muerte.
Aqu no llegaremos a un examen tan profundo. Simplemente queremos sealarlo para
dejar sentada nuestra aspiracin hacia la totalidad. Aqu esbozaremos algunas
cuestiones que nos permitan entender y ubicar su pensamiento terico-poltico yrescatar de l lo que mantiene vigencia.
Maritegui como traductor y recreador del marxismo revolucionario
En este sentido y para ir a lo esencial de esta introduccin, nuestro abordaje del
problema consiste, siguiendo la idea de Gramsci [6], en estudiar a Maritegui como
traductor y recreador del marxismo. Buscamos estudiar la originalidad de su
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pensamiento, dando cuenta de su relacin orgnica con la historia del Per y del mundo
de entreguerras.
Maritegui realiz una densa labor de traducciones, en el sentido sealado por Gramsci:
de la Europa de la primera posguerra, devastada por la crisis econmica y la marea
revolucionaria a la realidad del Per, hundido bajo la dominacin imperialista y la
miseria de las masas indgenas; de la Revolucin Rusa, la Revolucin Alemana, y la
Italia de los consejos obreros de Turn, el surgimiento del Partido Comunista italiano y
el ascenso del fascismo al Per de la Reforma Universitaria, la vanguardia estudiantil de
izquierda y el movimiento obrero dando los primeros pasos firmes de organizacin
clasista; de El Manifiesto Comunista y El Capital a los Siete Ensayos, que marcan el
surgimiento del pensamiento marxista en Amrica Latina, en una poca en que la III
Internacional recin deca haber descubierto, desde un esquematismo de corte
eurocntrico y antimarxista, nuestro continente; del nuevo idealismo de la filosofa
moderna (sobre todo Croce) a una lectura del marxismo centrada en la praxis histrica
de los hombres, contraria al mecanicismo y positivismo socialdemcrata, que abundaba
en estas tierras en los primeros aos del siglo XX.
Desde aqu, Maritegui acometi la empresa de crear una tradicin nacional
revolucionaria en el Per en profunda ligazn con la realidad internacional, unindose
(aunque en los comienzos de su declinacin) a la mayor organizacin revolucionaria de
la clase obrera internacional: La Tercera Internacional. En esta dialctica de lo nacional
e internacional es donde Maritegui, no obstante sus mritos presenta, como veremos en
este trabajo, gruesas limitaciones.
Amrica Latina: de objetos a sujetos de la historia
Hay dos aristas centrales para pensar la importancia del planteamiento de Maritegui en
el desarrollo del marxismo en Amrica Latina.
Antes de Maritegui, los primeros divulgadores del marxismo y fundadores de los
crculos y partidos socialistas, desde una filosofa de la historia de corte marcadamente
eurocntrico y evolucionista propio de la socialdemocracia alemana, prevean unesquema del desarrollo histrico calcado del de los pases capitalistas avanzados,
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recreando una ideologa del progreso, coincidente en lo esencial con el punto de vista
positivista, que los ubicaba como una suerte de ala izquierda de la modernizacin
liberal-burguesa [7].
La primera ruptura de importancia capital que introduce Maritegui es ubicar la propia
historia del Per en el centro del anlisis marxista. En lugar de la historia de la
modernizacin capitalista desde fuera, Maritegui estudia la historia de la formacin
econmico-social peruana en sus relaciones con la totalidad capitalista. Amrica Latina
es sujeto de su propia historia y el pensamiento marxista se decide a incorporarla
definitivamente en el campo de sus preocupaciones terico-polticas. De las vicisitudes
de la historia peruana, subordinada al ritmo de la historia mundial, y no de un esquema
de aplicacin universal es que se van gestando las condiciones y el sujeto para la
revolucin socialista.
En la misma senda de pensamiento audaz y original Maritegui rompe con la
concepcin romanticista de la cuestin indgena tan propia de la intelectualidad
peruana de la poca. El problema del indio es el problema de la tierra. El nuevo
planteamiento, el planteamiento marxista de la problemtica indgena, parte de esta
verdad fundamental y revolucionaria. No se podr jams solucionar la cuestin
indgena sin una lucha sin cuartel contra el latifundio y los gamonales, lucha en que la
burguesa liberal ha claudicado y que queda en manos del proletariado en alianza con
las masas indgenas. As, uno de los aspectos ms audaces de su traduccin es el
referido al rol delAyllu en la lucha por el socialismo.
En el terreno filosfico, Maritegui independiz al marxismo latino-americano del
positivismo. Esta labor tiene una importancia de primer orden si tomamos en cuenta elrol nefasto que jug esta corriente de ideas, por poner dos ejemplos conocidos, tanto en
el sostenimiento del Rgimen de Porfirio Daz en Mxico como en la constitucin del
higienismo social de finales de siglo XIX y principios del siglo XX en Argentina8. A su
vez desarroll una visin del marxismo centrada en la praxis histrica del hombre,
expresada en una constante unidad de sujeto y objeto, estructura y superestructuras,
economa, poltica y cultura [8], no exenta de importantes contradicciones, la cual deja
planteada un problemtica recurrente desde Marx hasta la actualidad: la relacin delmarxismo con la cultura occidental.
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II. TEORA DE LA REVOLUCIN
La III Internacional y Amrica Latina
La III Internacional se distingui desde sus orgenes por una posicin tajante y
contundente en apoyo de las luchas de liberacin de los pueblos coloniales, opuesta por
el vrtice al esquematismo eurocntrico y pro-imperialista de la socialdemocracia. No
obstante esta distincin fundamental, las posiciones de Bujarin y Stalin en el VI
Congreso de la Internacional Comunista significaron un retroceso respecto de los cuatro
primeros Congresos. En este contexto se nos plantea indagar acerca del tratamiento que
haca el personal dirigente de la IC en los aos 1928-29 de los problemas de la
revolucin latinoamericana y sus conexiones con la revolucin mundial.
La III Internacional, descubri segn las propias palabras de sus dirigentes, a
Amrica Latina en 1929. Ante la emergencia del podero norteamericano, empez a
considerarse importante Amrica Latina, en la cual los EE.UU. avanzaban en desmedro
del imperialismo britnico. Como notar cualquier lector atento el trmino
descubrimiento es toda una confesin de partes acerca de cmo se representaban los
altos mandos de la Internacional Comunista (IC) el desarrollo posible de la revolucin
mundial [9]. Veamos la gnesis de este descubrimiento.
La IC empieza a poner la vista en Amrica Latina, mientras se consolida la teora
reaccionaria del socialismo en un solo pas como doctrina de la Internacional y la
consigna metafsica de dictadura democrtica de obreros y campesinos para los pases
coloniales y semicoloniales, basndose en errneas conclusiones de la desastrosaexperiencia encabezada por Bujarin y Stalin en la revolucin china (25-28) y en una
caricaturizacin completamente esquemtica y antidialctica del pensamiento de Lenin.
En el pensamiento de Stalin y Bujarin, los pases atrasados no estaban maduros para
el socialismo y deban pasar por un necesario e inevitable perodo de desarrollo burgus.
La revolucin latinoamericana era burguesa y por lo tanto no estaba planteada la lucha
por la dictadura del proletariado. Pero despus de la traicin del Kuomintang en
China, la burguesa colonial y semicolonial era caracterizada comocontrarrevolucionaria por quienes apenas unos meses atrs la caracterizaban como
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revolucionaria. La burguesa no era la clase llamada a dirigir la revolucin democrtico
burguesa. Pero como en esta revolucin burguesa sin burguesa estaba prohibido
cometer el pecado trotskista de saltar las etapas, no quedaba otra retirada ordenada
para este embrollo terico que la fantasmagrica dictadura democrtica de obreros y
campesinos, ni burguesa ni proletaria, ni capitalista ni socialista, que consumara la
revolucin democrtico-burguesa latinoamericana como un mero apoyo o soporte de la
revolucin socialista mundial.
Importancia y originalidad del planteo de Maritegui
Es sabido que Maritegui tuvo oportunidad de enfrentar estos planteos a travs de los
delegados del PS del Per (organizacin simpatizante de la III Internacional) que
participaron de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, realizada en Bs.
As. en 1929, con dos documentos de su autora: Punto de vista Anti-imperialista y
El problema de las razas en Amrica Latina.
Aqu no entraremos en detalle sobre los debates de dicha conferencia, sino que
sealaremos a grandes rasgos cules son los puntos centrales que hacen de la posicin
de Maritegui una posicin original y revolucionaria, ya que aunque el peruano no se
planteara superar de conjunto la estrategia de la III Internacional, s cuestion la visin
de sta sobre la revolucin latinoamericana, en un sentido que est contenido en la
teora de la revolucin permanente y que Trotsky desarrollara aos despus en su exilio
mexicano. Aclaremos que aqu haremos un reordenamiento conceptual de textos
diversos.
Maritegui se basa en la teora del imperialismo de Lenin. Sostiene que el carcterinternacional de la economa capitalista no consiente a ningn pas evadirse a las
corrientes de transformacin surgidas de las actuales condiciones de produccin.
Desde este fundamento terico, defiende el carcter socialista de la revolucin,
argumentando que la propia historia del Per ha demostrado que la burguesa es incapaz
de asumir la realizacin de las tareas democrtico-burguesas. Estas quedan en manos
del proletariado organizado en partido revolucionario y aliado a las masas campesinas e
indgenas, transformndose la revolucin burguesa en socialista.
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A su vez, plantea la relacin de la revolucin latinoamericana con la revolucin mundial
en trminos inversos al planteo de la IC. Maritegui no propone esperar a la revolucin
en los pases avanzados, sino luchar por la revolucin proletaria, uniendo al proletariado
de los pases centrales y a la clase obrera y los pueblos latinoamericanos, las dos
corrientes principales de lucha contra el imperialismo [10].
Si tomamos el proyecto de Programa del PS del Per redactado en 1929 [11] es
indudable que hay un importante resabio etapista en el modo cmo Maritegui se
prefigura la dialctica de la revolucin socialista en el Per (tesis V y VIII). Pero es
importante sealar que en las tesis VI y VII Maritegui seala que slo el socialismo
resolver el problema de la tierra y de la educacin, en lugar de proponer una solucin
por etapas de los mismos. Y esto es as porque la clave del pensamiento de
Maritegui no est en la separacin de las etapas, sino en el devenir de una en la otra,
siendo el proletariado organizado en partido revolucionario la clase dirigente del
proceso en su conjunto.
La limitacin ms importante de este planteamiento es que Maritegui no explicita cul
es el rgimen [12] que dirigira esta combinacin de tareas democrticas y socialistas, lo
cual deja abierta la puerta a diversas interpretaciones. Pero en lo esencial la formulacin
es cercana al planteo de la Revolucin Permanente [13] y est en las antpodas del
planteo de la IC, que determinaba apriorsticamente el carcter democrtico-burgus del
proceso revolucionario.
Partamos recin de la imposibilidad de la burguesa de resolver sus tareas histricas
como un fundamento del carcter obrero y socialista de la revolucin, ms all de sus
etapas episdicas. El otro pilar de las ideas de Maritegui que fortalece los aspectospermanentistas de su lectura es el rol que asigna al Ayllu o Comunidad. Maritegui ve
que distintos elementos de la vieja comunidad agraria se han ido manteniendo de
diversas formas durante la colonia y la repblica y que en esa tradicin comunitaria y
colectiva hay fuertes componentes de socialismo prctico. Es decir que el modo de vida
del campesino indgena y su tradicin comunitaria son contrarias a la solucin liberal
del problema de la tierra, es decir, la particin individual, y al contrario, son mucho ms
cercanos a la colectivizacin de las tierras propia del programa socialista [14].
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Desde aqu Maritegui seala que no es necesario un perodo obligado de desarrollo
capitalista en el campo, a travs del surgimiento de pequea propiedad individual, sino
que bajo la direccin del proletariado organizado en partido revolucionario es posible
pegar un salto delAyllu a la colectivizacin socialista, en la misma sintona, aunque es
poco probable que las haya conocido, que Marx en sus discusiones con Vera
Zaslich [15]. Este es uno de sus aportes ms audaces para integrar el marxismo en la
tradicin poltica y cultural latinoamericana.
...en las aldeas indgenas donde se agrupan familias entre las cuales se han extinguido
los vnculos del patrimonio y del trabajo comunitarios, subsisten an, robustos y
tenaces, hbitos de cooperacin y solidaridad que son la expresin emprica de un
espritu comunista. La comunidad corresponde a este espritu. Es su rgano. Cuando la
expropiacin y el reparto parecen liquidar la comunidad, el socialismo indgena
encuentra siempre el medio de rehacerla, mantenerla o subrogarla. El trabajo y la
propiedad en comn son reemplazados por la cooperacin en el trabajo individual.
Como escribe Castro Pozo: la costumbre ha quedado reducida a las mingas o reuniones
de todo el ayllu para hacer gratuitamente un trabajo en el cerco, acequia o casa de algn
comunero, el cual quehacer efectan al son de arpas y violines, consumiendo algunas
arrobas de aguardientes de caa, cajetillas de cigarros y mascadas de coca. Estas
costumbres han llevado a los indgenas a la prctica -incipiente y rudimentaria por
supuesto- del contrato colectivo de trabajo, ms bien que del contrato individual. No son
los individuos aislados los que alquilan su trabajo a un propietario o contratista; son
mancomunadamente todos los hombres tiles de la parcialidad [16].
Notemos que aqu Maritegui no sostiene la quimera de una comunidad que se mantiene
inmutable desde la poca de los Incas, sino la supervivencia de una cosmovisin y decostumbres comunitarias que hacen al indgena refractario al individualismo burgus y
ms permeable, a condicin de tener los marxistas una poltica correcta, al colectivismo
socialista.
Una dcada antes, la misma Revolucin mexicana haba encontrado en la Comuna de
Morelos una gran experiencia que combinara los ingenios estatales en manos de los
obreros con el reparto de tierras a partir de criterios que iban desde la propiedadindividual hasta formas colectivas, segn las costumbres indgenas [17].
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Dos ejes centrales de la traduccin operada por Maritegui: la incapacidad de la
burguesa de llevar adelante las tareas de la revolucin democrtico-burguesa y la
persistencia de la Comunidad como un punto de apoyo para la lucha proletaria
revolucionaria [18].
Partiendo de una evaluacin seria de estas formulaciones salta a la vista que Maritegui
no es en modo alguno asimilable al esquematismo del Kremlin. No slo tiene una visin
distinta y en gran parte opuesta acerca del carcter de la revolucin latinoamericana y su
relacin con la revolucin mundial, sino que defiende el rol dirigente de la clase obrera
en la resolucin socialista de las tareas democrtico-burguesas, apoyndose a su vez en
la tradicin comunitaria indgena.
Cabe sealar que en lo referente a Amrica Latina Trotsky se ocup directamente de la
realidad de nuestro continente casi diez aos despus que Maritegui y hay importantes
puntos de contacto entre ambas lecturas en lo que hace a las fuerzas motrices y
mecnica de la revolucin en Amrica Latina [19].
Pero no obstante lo dinmico y sugerente de su pensamiento respecto de la revolucin
latinoamericana en relacin con la revolucin mundial, claramente diferenciada respecto
del curso bujarino-stalinista, Maritegui no buscar estructurar una teora de la
revolucin internacional opuesta a la poltica del socialismo en un solo pas, sino que
intentar conciliarlas.
III. POLTICA NACIONAL E INTERNACIONAL
Maritegui es el marxista latino-americano que ms profundamente se ha ocupado delos problemas internacionales. Basta leer las memorables pginas de La Escena
Contempornea, entre las que se destacan Biologa del fascismo y Hechos e ideas
de la Revolucin Rusa para comprobarlo. Asimismo las Conferencias que dict en la
Universidad Popular Gonzlez Prada, recogidas en el volumen Historia de la Crisis
Mundial, demuestran la preocupacin de Maritegui a su vuelta de Europa por recrear el
internacionalismo en su propio pas. Pero queremos detenernos en el posicionamiento
poltico que realizara Maritegui alrededor de la lucha entre revolucin permanente ysocialismo en un solo pas.
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Maritegui tuvo un conocimiento bastante amplio sobre la lucha poltica al interior del
PCUS que no tard en configurarse como una lucha por el programa internacional de la
revolucin. En diversos artculos [20] da cuenta tanto de los debates encarados por la
Oposicin de 1923 como de la Oposicin Unificada de 1925. Sabemos porque l mismo
lo sealaba, que haba ledoEl Nuevo Curso de Trotsky. Aunque sorprende la confianza
ciega que Maritegui tena en la marcha ineluctable de la Revolucin Rusa (ante el
desplazamiento de Trotsky por Stalin haba afirmado que las ideas eran ms importantes
que los hombres sin reparar en el contenido histrico y social de esa lucha poltica)
creemos que hizo una toma de posicin consciente.
En El exilio de Trotsky [21], publicado en Variedades el 23 de febrero de 1929
(donde demuestra malestar con la deportacin de Trotsky pero no se pronuncia en
contra de la misma), retomando los anlisis de 1925 y 1928, Maritegui apuntaba que
Trotsky haba jugado un papel primordial en la poltica sovitica y que representaba la
ortodoxia marxista y el sentido urbano, obrero e industrial de la revolucin
socialista. Incluso deca que sin la crtica vigilante el gobierno sovitico poda degenerar
en un burocratismo formalista y mecnico. Pero en el aspecto positivo del debate
juzgaba inconsistente el programa de la Oposicin y apuntaba que la revolucin rusa
estaba en un perodo de organizacin nacional, en el cual no era lo central el
establecimiento del socialismo a escala internacional, sino realizarlo en Rusia. A pesar
de su gran admiracin por Trotsky que manifestaba en el artculo, para Maritegui
Stalin representaba y era parte de una camada de hombres que captaban ms
profundamente el carcter nacional y los problemas polticos que en ese momento tena
que afrontar la Revolucin Rusa.
Creemos necesario diferenciar dos planos del debate. Uno es la valoracin de Trotsky
por Maritegui, porque a simple vista podra sorprender que el mismo ao en que se
manifestaba en contra de la Oposicin publicara en la Escena Contempornea
(compilacin de diversos artculos sobre la poltica internacional, el mundo colonial y la
literatura que l mismo seleccion), aquel artculo donde deca que Trotsky era no slo
un protagonista, sino tambin un filsofo historiador, y crtico de la revolucin,
concordando con sus planteamientos sobre las consecuencias de la revolucin en el arte
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y la filosofa y resaltando su rol como constructor y dirigente del Ejrcito Rojo a la vez
que desmintiendo el mito de un Trotsky napolenico [22].
Cul es entonces el misterio en este asunto? Ninguno, porque Maritegui reivindica al
Trotsky de octubre, mientras que se manifiesta contrario al Trotsky oposicionista
atribuyendo errneamente sus diferencias polticas a su distancia respecto de la vieja
guardia bolchevique y a su carcter cosmopolita.
Desde aqu puede entenderse cmo en 1929 segua reivindicando la figura de Trotsky a
pesar de adherir en general, no sin contradicciones como hemos visto en el debate sobre
la revolucin latinoamericana, a la poltica de Stalin y Bujarin. A pesar de que
obviamente consideramos errnea su toma de posicin, es importante destacar que
Maritegui se mantuvo muy lejos de los corifeos del Kremlin que agitaron la calumnia
del trotskismo contrarrevolucionario tan sueltos de cuerpo como aos despus
pasaran de defender el pacto entre Hitler y Stalin a la reivindicacin del buen vecino
Roosevelt, de acuerdo con los bandazos de la poltica exterior moscovita.
En el terreno de la teora y la estrategia marxista creemos ver un doble error de
Maritegui. Por un lado confundi un profundo proceso de reaccin social al interior de
la URSS (al que los trotskistas, aludimos como el Thermidor sovitico) con una retirada
tctica de la arena internacional en funcin de la reorganizacin nacional de la Unin
Sovitica. El burocratismo que Maritegui vea posible en realidad estaba en acto.
Por otra parte, al ubicarse en el debate ruso desde un punto de vista centralmente
nacional (ruso), Maritegui invertira las relaciones entre los problemas internacionales
y los problemas internos que planteaba la revolucin rusa, creyendo posible solucionarlos segundos sin ubicarse desde los primeros. De hecho todos los anlisis referidos a la
lucha entre la Oposicin de Izquierda y el stalinismo muestran un intento de conciliar el
hecho del socialismo en un solo pas con el ideal internacionalista [23].
As no hay en el peruano ningn anlisis crtico de las desastrosas derrotas de la IC
durante los aos 20. Maritegui analiza el desarrollo del movimiento obrero ingls, en
especial de la tendencia laborista, pero no nombra la traicin de la huelga minera por ladireccin de la TUC (la central obrera britnica), que el PCUS embelleci alegremente a
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travs del Comit Anglo-Ruso entre la TUC y los sindicatos soviticos. Las denuncias a
las masacres perpetradas por Chang Kai Shek contra los comunistas van acompaadas
de un notorio silencio acerca de la poltica seguida por el PC bajo direccin de Stalin y
Bujarin.
Son estas ambigedades y lagunas sobre las que se apoyan diversas corrientes polticas
latinoamericanas, particularmente el Partido Comunista Argentino, para reciclarse en
clave socialista pero desde una perspectiva de colaboracin de clases. Los ex-
codovillistas, ahora gradualistas, intentan construir a Maritegui como referente de un
frentepopulismo alternativo al stalinismo [24]. En esto los comunistas argentinos
no hacen ms que seguir a los intelectuales del PC cubano que buscan rehacer a Mella y
Maritegui como exponentes de la va nacional al socialismo y del frenteamplismo
burgus. Por su parte Otto Vargas, quien critica esto como el peor de los oportunismos
socialdemcratas, se basa en un fraude terico similar como es afirmar que Maritegui
tena un pleno acuerdo con la burocracia moscovita [25].
Para terminar, creemos haber ilustrado con fundamentos suficientes la dialctica trunca
que Maritegui estableciera entre internacionalismo y poltica nacional. Trotsky
planteara esta problemtica en trminos que se ajustan perfectamente al debate que nos
ocupa:
La hora de la desaparicin de los programas nacionales ha sonado definitivamente el 4
de agosto de 1914. El partido revolucionario del proletariado no puede basarse ms que
en un programa internacional que corresponda al carcter de la poca actual, la de
mximo desarrollo y hundimiento del capitalismo. Un programa comunista
internacional no es ni mucho menos, una suma de programas nacionales o unaamalgama de sus caractersticas comunes. Debemos tomar directamente como punto de
partida el anlisis de las condiciones y de las tendencias de la economa y del estado
poltico del mundo, como un todo, con sus relaciones y sus contradicciones, es decir,
con la dependencia mutua que opone sus componentes entre s. En la poca actual,
infinitamente ms que durante la precedente, slo debe y puede deducirse el sentido en
que se dirige el proletariado desde el punto de vista nacional de la direccin seguida en
el dominio internacional y no al contrario. En esto consiste la diferencia fundamental
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que separa, en el punto de partida, al internacionalismo comunista de las diversas
variedades del socialismo nacional [26].
Para utilizar las propias palabras de Trotsky, el pensamiento de Maritegui tendr una
tensin constante entre el internacionalismo comunista y el socialismo nacional. Esta
contradiccin es la que no permite a Maritegui desarrollar sus importantes aportes
tericos sobre la revolucin latinoamericana hacia una teora poltica que aborde el
problema de la revolucin contempornea en sus mltiples conexiones. En este sentido
entendemos que los puntos de vista de Trotsky explican (en el sentido de Goldman
que citamos en la introduccin) los de Maritegui pero no a la inversa [27].
IV. MARITEGUI Y LA FILOSOFIA DEL MARXISMO
El contenido filosfico del marxismo es un tema controvertido, al que se han dado
diversas respuestas desde diferentes matrices interpretativas. La heterogeneidad ya
presente en la generacin posterior a Marx y Engels se profundizara con la Revolucin
Rusa y las corrientes marxistas posteriores a la III internacional.
Aqu nos interesa analizar cmo Maritegui se planteaba esta problemtica, a la que
prestaba una gran atencin. Tiene a su favor que su reflexin estaba ligada
profundamente a otras definiciones que trascendan el mbito de la filosofa, tales como
el carcter imperialista de la poca y las condiciones histricamente concretas en que se
planteaba la lucha por la revolucin obrera y socialista.
Una recepcin italiana del marxismo
Maritegui conoci el marxismo a travs del prisma del panorama poltico y cultural de
la Europa de la primera posguerra, en especial de Italia. A eso nos referimos cuando
hablamos de una recepcin italiana del marxismo.
Muchos autores han sealado las temticas coincidentes del pensamiento de Maritegui
y Gramsci. Otros marcan puntos de contacto con el joven Lukcs [28]. Lo cierto es quehay algo que une a estos tres marxistas: las especiales caractersticas de su trnsito hacia
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el marxismo. Tanto Maritegui como Gramsci y Lukcs estn ligados a lo que se ha
dado en llamar la reaccin antipositivista de las primeras dcadas del siglo XX [29] y su
recepcin del marxismo ha sido hecha a travs del tamiz de distintas corrientes
filosficas ajenas a la rbita cultural de las tradiciones alemana y rusa, predominantes
en la II y III Internacional respectivamente. En el caso de Lukcs, sern entre otros
Georg Simmel y Max Weber y en el caso de Gramsci y Maritegui Benedetto Croce y
Georges Sorel (ste ltimo tambin influir en Lukcs, va Erwin Sazb, segn l
mismo Lukcs seala en el conocido prlogo de 1967 a Historia y Consciencia de
Clase).
Necesitamos aqu hacer una pequea digresin. De alguna manera la escena
contempornea, para tomar su propia expresin, se presenta a Maritegui como un vasto
campo donde tiene lugar la emergencia de lo nuevo. Un claro ejemplo de esto es el
seguimiento que realiza de las vanguardias artsticas. Unos aos ms tarde de su regreso
al Per, ya en la direccin de la revistaAmauta intervendr polmicamente planteando
la relacin contradictoria entre arte, revolucin y decadencia [30].
El eje argumentativo ser que no todo el arte nuevo por el hecho de ser nuevo es
revolucionario, sino que en realidad expresa a la vez el rostro de la revolucin y el de la
decadencia. Maritegui toma el ejemplo del futurismo y trae a colacin el caso de
Bontempelli, quien el ao de los consejos de fbrica se haba sentido casi comunista,
mientras que el ao de la marcha sobre Roma se haba sentido casi fascista. Traemos a
la memoria esta cuestin porque nos parece que de alguna manera sirve para pensar un
poco la relacin que Maritegui se propone establecer con las corrientes filosficas que
se ubican desde la crtica del positivismo y el racionalismo. Porque a pesar de la
distancia crtica que Maritegui mantiene con la modernidad, no participar de cualquiercrtica de la misma sino que buscar diferenciar las tendencias revitalizantes de las
decadentistas.
Maritegui, que era un intelectual de gran sensibilidad hacia los cambios culturales,
considera que el mundo moderno se inclina despus de la guerra hacia una concepcin
heroica y voluntarista de la vida [31]. Es decir que considera tanto a la Revolucin
Rusa como a ciertos cambios culturales en la ciencia, el arte y la filosofa comoexpresiones de un nuevo espritu de poca. Para Maritegui hay una crisis del
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conjunto de la civilizacin occidental que une el surgimiento de esas filosofas con el
ascenso revolucionario del proletariado y por tanto buscar establecer un dilogo entre
el marxismo y dichas corrientes, especialmente Sorel y Croce.
El mito de la revolucin social: Voluntarismo y racionalidad histrica
Los debates sobre las relaciones de Maritegui con las ideas de Sorel, van desde la
afirmacin de la identidad de ambas perspectivas hasta la negacin de dichas
relaciones [32]. Lo cierto es que Maritegui no se reivindicaba soreliano, sino que
sostena que Sorel, apoyndose en la filosofa de Bergson, haba contribuido a la
regeneracin revolucionaria del marxismo con su crtica del evolucionismo y pacifismo
socialdemcrata.
Maritegui se delimita de la socialdemocracia decretando el fin de todas las tesis
evolucionistas y analizando crticamente el universo cultural de Marx y Engels [33].
Sostiene que las convulsiones de la 1 Guerra Mundial y la primera posguerra
constituyen una crisis del conjunto de la civilizacin occidental. Desde aqu se
desarrolla su crtica de la filosofa de la historia y del positivismo propios de la
ideologa burguesa del perodo anterior.
En este sentido jugar un rol central el mito, idea tomada de Sorel. El mito de la
revolucin social dar al movimiento revolucionario del proletariado la fe combativa
que el racionalismo y el evolucionismo burgueses han evaporado de la cultura
occidental. Ahora bien, sera un error identificar la reivindicacin del mito
exclusivamente con una construccin ahistrica e irracionalista [34]. Porque si bien es
innegable un elemento irracionalista y ahistrico del mito, entendido como unanecesidad metafsica, igualmente innegable es que Maritegui sostiene la vitalidad del
mito de la revolucin social desde una perspectiva historicista (a diversas pocas
histricas corresponden diversos mitos, sujetos a un proceso de auge, decadencia y
muerte), donde el mito es una construccin colectiva destinada a realizar los fines de la
clase revolucionaria.
Toda esta construccin terica est encaminada a afirmar la centralidad de la voluntadhumana contra el determinismo pasivo y rgido de los reformistas. Maritegui
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sintetiza el carcter de la naciente marea revolucionaria en la frmula que toma de Jos
Vasconcelos: pesimismo de la realidad y optimismo del ideal [35], de notoria
similitud con la que Gramsci toma de Romain Rolland: pesimismo de la razn y
optimismo de la voluntad.
Pero como Maritegui no participa de cualquier crtica de la modernidad y se delimita
claramente de las tendencias ms decididamente decadentistas, su voluntarismo se
recortar sobre un trasfondo de racionalidad histrica que contiene la accin conciente
de la clase obrera y el mito revolucionario. Contra la burguesa que se retracta de su
pasado afirmativo y racionalista, cayendo en las ms variadas formas de misticismo, el
proletariado reclama para s la continuidad de la empresa civilizadora, superando la obra
del capitalismo en la sociedad socialista [36].
Filosofa de la praxis y mtodo de interpretacin histrica
Uno de los intelectuales que ha trabajado con mayor rigor sobre el universo cultural de
Maritegui interpreta de la siguiente manera las relaciones del marxista peruano con el
filsofo idealista Benedetto Croce: la influencia de Croce -sin duda es esto lo que hace
que resulte tan importante- no se dejar sentir directamente; o, mejor dicho, no lo ser
siempre como cabra esperar. Maritegui no ser crociano, ni se ver simplemente
influido por ese idealismo neohegeliano que elabora el pensador napolitano. Ms bien
se tratar de una influencia mediatizada: ora a travs de los pensadores que como
Gobetti pertenecen a la corriente crociana, ora merced a ciertos temas sobre los cuales el
propio Croce se hace el mediador [37].
Este rol de mediador que juega Croce en la lectura mariateguiana del marxismoabarca desde la polmica de Antonio Labriola contra Aquiles Loria hasta la
reivindicacin (sorprendentemente errnea) de las aristas morales de la teora
econmica de Marx. Pero hay dos aspectos en los que a nuestro entender muestra una
influencia decisiva: el anlisis historicista de las fuentes filosficas del marxismo y la
definicin del marxismo como un mtodo de interpretacin histrica, contrapuesta a la
visin del marxismo como cosmovisin o al decir de Croce como filosofa de la
historia.
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As como Sorel ser el anticuerpo contra el evolucionismo y el positivismo, Croce ser
de alguna manera el punto de referencia contra aquellos que buscan asimilar el
marxismo con el materialismo vulgar. Ahora bien, cunto gan y perdi el marxismo
de Maritegui en esa empresa es algo que veremos en los prrafos que siguen.
No es cuestionable en s mismo el hecho de querer establecer un dilogo terico con
corrientes filosficas ajenas a la tradicin del marxismo, pero esta es una problemtica
que reviste aristas complejas. La primera de ellas: es el marxismo una filosofa, o
mejor dicho, contiene el marxismo una concepcin filosfica propia? Cules son los
alcances de esa concepcin? Qu respuestas da Maritegui a estas preguntas?
Nuestra lectura es que el marxismo no es un sistema filosfico en el sentido tradicional
del trmino, es decir, no es una construccin terica cerrada y esquemtica, sino una
teora en permanente recreacin y devenir, al ritmo de los avances y retrocesos del
movimiento histrico y social del cual es expresin consciente, pero s contiene en su
cuerpo terico todos los elementos de una filosofa, vale decir de una concepcin del
mundo, del hombre y de la historia.
Filosofa de la praxis la defini Antonio Labriola, quien tuviera un importante lugar en
la formacin ideolgica del joven Trotsky. Labriola sealaba la originalidad del
marxismo y su independencia respecto del darwinismo y el positivismo e incluso su
hostilidad frente a este ltimo, remarcando tres aristas: una concepcin del hombre y de
la historia, la crtica de la economa poltica y de la sociedad capitalista y la poltica
revolucionaria para subvertir dicha sociedad. Tres dcadas despus Gramsci marcaba la
necesidad de seguir el camino trazado por Labriola, afirmando la completa originalidad
y autosuficiencia del marxismo como una concepcin independiente de todas las
vertientes ideolgicas burguesas, aunque estableciera dilogos y luchas ideolgicas conlas mismas.
Maritegui por su parte est embarcado en la empresa de conciliar el marxismo con la
concepcin heroica y voluntarista de la vida a la que hacamos alusin anteriormente
Cmo estructurar sus argumentaciones y que posiciones expresar?
Maritegui es contrario a la idea de que el marxismo est superado junto con elpositivismo del siglo XIX. Buscar demostrar que si bien es cierto que el marxismo es
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una concepcin eminentemente moderna, mantiene una distancia crtica tanto con el
positivismo y el cientificismo como con la filosofa de Hegel. En este sentido se
apoyar en Benedetto Croce: El materialismo histrico no es, precisamente, el
materialismo metafsico o filosfico, ni es una Filosofa de la Historia, dejada atrs por
el progreso cientfico. Marx no tena por qu crear ms que un mtodo de interpretacin
histrica de la sociedad actual. Refutando al profesor Stamler, Croce afirma que el
presupuesto del socialismo no es una Filosofa de la historia, sino una concepcin
histrica determinada por las condiciones presentes de la sociedad y del modo como
sta ha llegado a ellas. La crtica marxista estudia concretamente la sociedad
capitalista. Mientras el capitalismo no haya trasmontado definitivamente, el canon de
Marx sigue siendo vlido [38].
Como vemos, Maritegui afirma que la vigencia del marxismo responde a la existencia
misma del sistema capitalista; ahora bien, en su intento de despegar al marxismo de la
cosmovisin ochocentista, no slo cita sino que repite la interpretacin crociana del
marxismo como mtodo de interpretacin histrica. Pero el planteamiento de Croce no
ser para reivindicar la vigencia del marxismo sino para reducirlo en el marco una
filosofa idealista de la historia: [El materialismo histrico] no debe ser una nueva
construccin a priori de filosofa de la historia ni un nuevo mtodo del pensamiento
histrico, sino simplemente un canon de interpretacin histrica [el subrayado es
nuestro, N. de R.]. Este canon aconseja prestar atencin a lo que se denomina el sustrato
econmico de las sociedades para mejor comprender sus configuraciones y sus
vicisitudes [39].
Esta posicin de Croce, contra la que Labriola y luego Gramsci en los Cuadernos
discutieran con dureza, es la que toma Maritegui en su intento de revitalizar almarxismo frente al evolucionismo socialdemcrata y la crtica idealista. No slo toma
textualmente la definicin mtodo de interpretacin histrica sino que usa la misma
palabra canon, lo cual hace innegable la presencia de Croce en un problema terico
fundamental. Incluso reivindicar las ideas de Croce acerca de la plusvala como
categora moral [40].
Qu resulta de todo esto? Que en su dilogo con Croce Maritegui pierde ms de loque gana, puesto que adscribe a una lectura sobre el carcter del marxismo que tiende a
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negar su independencia y originalidad como concepcin del mundo y reducirlo a un
criterio de interpretacin histrica, asimilable en el idealismo neohegeliano.
Este punto del debate es fundamental, porque si el marxismo es nicamente un mtodo
de interpretacin histrica, las respuestas sobre los problemas filosficos que
trascienden esa interpretacin, tales como cul es la relacin del hombre con la
naturaleza, cul es el carcter concreto y diferenciado de la realidad humano-social, cul
es la relacin entre determinaciones objetivas y voluntad consciente, por tomar slo
algunos (y Maritegui ha prestado al ltimo en particular una atencin enorme) de los
que constituyen una pregunta permanente en la cultura occidental desde Homero hasta
nuestros das, esas respuestas decamos, habr que ir a buscarlas a otras concepciones
filosficas, con lo cual el proletariado resultar dependiente en ltima instancia de la
cosmovisin burguesa. En esto a Maritegui se le escap la operacin ideolgica
fundamental de Croce, sealada con toda claridad por Gramsci.
De esta manera la mediacin de Croce acercar a Maritegui a todo un espectro de
posicionamientos tericos del filsofo italiano que haban sido refutados por un
marxista clsico como Antonio Labriola, casi treinta aos antes [41].
V. LA ODISEA DE MARITEGUI Y EL MARXISMO QUE QUEREMOS
(RE)CONSTRUIR
Posiblemente odisea no sea el trmino que mejor se ajusta a la vida y obra de
Maritegui. Sera mejor hablar de un aprendizaje. Pero lo cierto es que ambas figuras, la
primera previa a la escisin dolorosa de la subjetividad y la segunda, propia del sujeto
moderno, nos remiten a la doble enseanza que nos deja el legado mariateguiano.
As como en Goethe y Hegel, constructores poticos y filosficos de grandes recorridos
en los que el sujeto se hace a s mismo experimentando e interiorizando todas las formas
posibles de actividad humana y arribando a la ansiada meta que es a la vez una
reformulacin del punto de partida; la vida y obra del revolucionario peruano a quien la
experiencia europea, que consideraba su mejor aprendizaje, haba instalado en su
interior la conviccin de peruanizar el Per y concurrir a la fundacin del socialismoperuano, nos remite al sentido de ese mismo obrar humano donde se construye la
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historia y se realiza la filosofa. As cuando Maritegui deca que su vida era una saeta
que tena que llegar a hacer blanco, intentaba, sin duda, restarle importancia a su figura
y realzar el contenido mismo de la accin, estrechando a travs de la historia su
pensamiento y el de aquellos dos gigantes alemanes.
En ese recorrido, parafraseando la frase favorita de Marx, nada de lo humano le fue
ajeno. El futurismo, el surrealismo, el grupo Clart, El Inca Gracilaso, Jos
Vasconcelos, Ricardo Palma, Manuel Gonzlez Prada, Haya de la Torre, James Joyce,
Croce, Gobetti, Sorel, Gorki, Lenin, Trotsky, Lunacharsky, LOrdine Nuovo, la
Revolucin Rusa, la Revolucin alemana, la poltica italiana, las luchas anti-coloniales
en Turqua y la India, el fascismo y muchos otros temas fueron parte del universo
cultural en que Maritegui se desempe y que a su vez contribuy a constituir en
pginas de fina prosa y ardor revolucionario.
Si para Engels el proletariado alemn sera el heredero de la filosofa clsica alemana, la
propia accin poltica de Maritegui al interior de la clase obrera del Per apuntaba a
hacer del proletariado peruano, no slo un receptor de lo mejor de la cultura
occidental y de la experiencia revolucionaria internacional, sino un constructor activo de
su propia tradicin en la lucha por una sociedad sin opresin ni explotacin.
Decamos que vida y obra de Maritegui representan una doble problemtica: por un
lado el aprendizaje del intelectual revolucionario latinoamericano, que se sumerge de
lleno en el drama humano en busca de la sntesis entre lo ms genuino de la tradicin
nacional y continental y el marxismo como la formacin terica y la fuerza poltica de
clase ms avanzada de la arena internacional. Por el otro, la propia odisea del marxismo
en sus complejas relaciones con la cultura moderna, con la filosofa, la ciencia, laliteratura, el arte y el psicoanlisis, la cual nos plantea con fuerza la pregunta acerca de
qu marxismo queremos (re) construir.
Consideramos pertinente esta reflexin porque en los inicios del siglo XXI, remontando
largas dcadas de reaccin poltica e intelectual, ningn marxista serio puede pensar la
reconstruccin del marxismo revolucionario como una mera restauracin del
pensamiento de la III Internacional antes de su burocratizacin. Esto no slo sera una
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ingenuidad sino que sera un crimen de lesa historicidad que despojara al marxismo de
su carcter vivo y dialctico.
Y aqu es dnde el pensamiento de Maritegui mantiene una profunda vitalidad,
poniendo sobre la palestra no slo los nudos centrales de la problemtica
latinoamericana sino tambin la conviccin de que el desarrollo terico poltico e
ideolgico del marxismo slo es posible en estrecha conexin con la lucha de clases y
en dilogos y polmicas con lo ms sugerente y avanzado de la filosofa, las ciencias y
la cultura mundial.
Este dilogo con el pensamiento de Maritegui apunta a prefigurar y contribuir a esa
reconstruccin revolucionaria y anti-dogmtica que ser la mejor recreacin-realizacin
de su legado.
NOTAS
[1] Una primera versin de este artculo ha sido publicada en Rebelin el 10 de
diciembre de 2002, firmado con el seudnimo Gabriel Lanese. Hemos hecho
correcciones sustanciales y otras modificaciones. Si bien hemos mantenido muchos
aspectos sealados en la primera versin introdujimos otros que no estaban presentes.
As tambin hemos ampliado las fuentes bibliogrficas.
[2] Ver V. M. Miroshevski, El populismo en el Per. Papel de Maritegui en la historia
del pensamiento social latinoamericano (1941) en Jos Aric, Maritegui y los
orgenes del marxismo latinoamericano, segunda edicin corregida y aumentada,Mxico DF, Ed. Pasado y Presente, 1980, pgs. 55 a 70.
[3] Ver Jorge Del Prado, Maritegui, marxista-leninista, fundador del Partido
Comunista Peruano (1943), en Jos Aric, op cit. pgs. 71 a 90.
[4] Comit Central del Partido Comunista del Per, octubre de 1975, Retomemos a
Maritegui y reconstituyamos su partido, versin electrnica.
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[5] Entre los autores argentinos Nstor Kohan, Marx en su (Tercer) mundo, Bs. As., Ed.
Biblos, 1998. Del mismo autor De Ingenieros al Che, Bs. As., Ed. Biblos, 2000. El
mismo tema est tomado en el libro de Horacio Tarcus El marxismo olvidado en
Argentina. Del mismo autor ver Maritegui en Argentina o las polticas culturales de
Samuel Glusberg, Bs. As., Ed. El Cielo por Asalto, 2001. Como nuestra perspectiva es
muy distinta a la de ambos autores creemos necesario introducir una aclaracin al
respecto. En el caso de Kohan sealamos tres aspectos sustanciales que nos distancian
profundamente de su perspectiva: en primer lugar que el linaje del marxismo
latinoamericano que intenta construir incluye curiosamente a figuras con posiciones
divergentes respecto del stalinismo criollo y otras que, como Hctor Agosti, fueron
siempre intelectuales orgnicos del stalinismo argentino. De aqu que si bien Kohan
asume una posicin crtica frente al stalinismo, no dedica la menor atencin a las
corrientes trotskistas que, con sus aciertos y errores se opusieron de conjunto a la
burocracia staliniana. Por ltimo, partiendo de que ...en Stalin, Mao y Trotsky -ms
all de sus evidentes diferencias polticas- subyace una misma interpretacin de la
filosofa marxista... la lucha de los trotskistas por el programa y la estrategia marxistas
aparece en el nivel de disputas y rencillas polticas, las cuales habran jugado el papel
de ocultar los fuertes lazos comunes que la vertiente stalinista y la trotskista
mantuvieron en torno de la filosofa del marxismo (Marx en su (Tercer..., op.cit., pgs.
39 y 47-48 respectivamente). Ahora bien, la inconsistencia del planteo del autor es que
en un prrafo pinta a Trotsky como una partidario de la ontologa mecanicista y en el
prrafo siguiente reivindica la ley del desarrollo desigual y combinado formulada por
Trotsky. La nica forma de salir de este embrollo es aplicar el criterio gramsciano de
buscar la filosofa de los hombres polticos en su praxis (vale decir en su accin y en sus
ideas polticas), criterio que Kohan aplica en todos los casos posibles menos en el de
Trotsky quien, dicho sea de paso, hizo aportaciones fundamentales para comprender larealidad latinoamericana y ubicar a la clase obrera en la vanguardia de la lucha anti-
imperialista. En cuanto a Horacio Tarcus nos basta con su propia confesin de partes:
terminar con la izquierda leninista dogmtica y entrar en la era de la capacidad de
gestin, como los trotskistas brasileos que estn en el PT (La izquierda vive y
sobrevive de los homenajes, Pgina/12, 06/02/2003). Curiosamente lo medular del
pensamiento mariateguiano apunta en la direccin contraria. El odio visceral de Tarcus
hacia la militancia revolucionaria no puede ocultar que su marxismo humanista es unvelo (no tan) sutil y sobre todo engaoso para la reivindicacin lisa y llana del
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reformismo y la subordinacin al estado burgus. En esto est claramente a la derecha
de Kohan, que reivindica la perspectiva de la revolucin y la lucha anticapitalista.
[6] Ver El materialismo histrico y la filosofa de Benedetto Croce, Bs. As., Ed. Nueva
Visin, 1984, pgs. 72 a 80.
[7] Ver Jos Aric, La Hiptesis de Justo, Escritos sobre el socialismo en Amrica
Latina, Bs. As., Ed. Sudamericana, 1999. Este juicio no incluye ni a Recabarren ni a
Mella.
[8] Durante las dos primeras dcadas del S. XX, el senador socialista argentino Enrique
Del Valle Iberlucea, escribi algunos ensayos de divulgacin donde defenda el
planteamiento de Antonio Labriola en polmicas con Aquiles Loria e Ives Guyot.
Despus de la revolucin rusa promovi la adhesin del PS a la III Internacional,
liderando el sector tercerista, pero al ser derrotado en la lucha interna del PS, decidi
quedarse en el mismo a pesar de que un importante sector de la base tercerista rompi
con el PS para entrar al PSI. Ver Emilio Corbire, El marxismo de Enrique del Valle
Iberlucea, Bs. As., Centro Editor de Amrica Latina, 1987.
[9] Los documentos publicados por la IC en 1921 y 1923 referidos a Amrica Latina
pueden consultarse en Michael Lwy, El marxismo en Amrica Latina, Mxico, Ed.
Era, 1982. Dichos documentos esbozan una posicin distinta de la expresada por
bujarinistas y stalinistas al momento que estamos comentando y ms cercana a las
posiciones de Maritegui y Mella.
[10] Aniversario y Balance, Obras, Tomo II, La Habana, Casa de las Amricas, 1982,pgs. 240-243. En este punto coincide objetivamente tanto con el desarrollo que hace
Trotsky en la teora de la revolucin permanente acerca de que la revolucin puede
empezar tanto en los pases avanzados como atrasados, siendo parte de un proceso
que contina a nivel internacional y tiene su culminacin a escala mundial, como con
los debates de Trotsky contra los apristas durante el exilio mexicano en torno a la
revolucin latinoamericana y la lucha anti-imperialista.
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[11] JCM, Principios programticos del Partido Socialista, Obras, Tomo II, op.cit.,
pgs. 216-220.
[12] En El problema de las razas en Amrica Latina utiliza la formulacin gobierno
de obreros y campesinos un tanto ambigua, pero ms cercana por el contenido a la
dictadura del proletariado que la frmula de la IC que era esencialmente contra la
dictadura del proletariado.
[13] (Tesis 8) La dictadura del proletariado, que sube al poder en calidad de caudillo
de la revolucin democrtica, se encuentra inevitable y repentinamente, al triunfar, ante
objetivos relacionados con profundas transformaciones del derecho de propiedad
burguesa. La revolucin democrtica se transforma directamente en socialista,
convirtindose con ello en permanente. Len Trotsky, La Teora de la Revolucin
Permanente (compilacin), Bs. As., Ed. CEIP Len Trotsky, 2000, pgs. 520-521.
[14] Congruentemente con mi posicin ideolgica, yo pienso que la hora de ensayar en
el Per el mtodo liberal, la frmula individualista, ha pasado ya. Dejando aparte las
razones doctrinales, considero fundamentalmente este factor incontestable y concreto
que da un carcter peculiar a nuestro problema agrario: la supervivencia de la
comunidad y de elementos de socialismo prctico en la agricultura y la vida indgenas.
JCM, El Problema de la Tierra, en Siete ensayos de interpretacin de la realidad
peruana, versin electrnica.
[15] Analizando la gnesis de la produccin capitalista digo: en el fondo del sistema
capitalista est, pues, la separacin radical entre productor y medios de produccin... labase de toda esta evolucin es la expropiacin de los campesinos. Todava no se ha
realizado de una manera radical ms que en Inglaterra... Pero todos los dems pases de
Europa occidental, van por el mismo camino (El Capital, edicin francesa, p. 316). La
fatalidad histrica de este movimiento est, pues expresamente restringida a los pases
de Europa occidental. El por qu de esta restriccin est indicado en este pasaje del
captulo XXXII: La propiedad privada, fundada en el trabajo personal... va a ser
suplantada por la propiedad capitalista fundada en la explotacin del trabajo de otros, enel sistema asalariado (op. cit, pg. 340). En este movimiento occidental se trata, pues, de
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la transformacin de una forma de propiedad privada en otra forma de propiedad
privada. Entre los campesinos rusos, por el contrario, habra que transformar su
propiedad comn en propiedad privada. El anlisis presentado en El Capital no da, pues,
razones, en pro ni en contra, de la vitalidad de la comuna rural, pero el estudio especial
que de ella he hecho y cuyos materiales he buscado en las fuentes originales, me ha
convencido de que esta comuna es un punto de apoyo de la regeneracin social en
Rusia, mas para que pueda funcionar como tal ser preciso eliminar primeramente las
influencias deletreas que la acosan por todas partes y a continuacin asegurarle las
condiciones normales para un desarrollo espontneo. Carta de Carlos Marx a Vera
Zaslich, en Nstor Kohan, Marx en su (Tercer..., op.cit., pg. 263. Jos Aric seala que
si bien este texto haba sido publicado en vida de Maritegui, es poco probable que este
lo hubiese conocido, por lo cual en esto actu segn sus propios criterios.
[16] JCM, La comunidad bajo la repblica. El problema de la Tierra en Siete
Ensayos..., op.cit..
[17] Adolfo Gilly analiza detalladamente este proceso y la importancia de las
tradiciones indgenas en el mismo: Su trayectoria (la del campesino indgena
mexicano, N. de R.) social y cultural es propia y especfica. Lo opone al mundo
capitalista otra lnea de defensa diversa de la del campesino propietario europeo. Y sus
tradiciones comunales, en una poca de revoluciones sociales, pueden cumplir una triple
funcin: servir como parte de la estructura y sostn de los organismos de la lucha
revolucionaria; enlazar la comprensin individual con la perspectiva colectiva; y servir
de apoyo para la transicin a una organizacin productiva y social superior (la cursiva
es nuestra) y contina el autor Esta misma argumentacin expone para Per, en 1928,
Jos Carlos Maritegui en sus Siete Ensayos de interpretacin de la realidad peruana.Gilly, La Revolucin Interrumpida, Mxico, Ed. Era, 1994, pg. 70. Es importante
sealar que los procesos latinoamericanos de lucha de masas tuvieron de Chiapas en
adelante una fuerte impronta de los pueblos originarios, demostrando la potencialidad
de sus tradiciones y reivindicaciones, las cuales han sido en ms de una oportunidad
llevadas a callejones sin salida en funcin de alianzas con sectores burgueses o militares
nacionalistas (Ecuador), polticas de presin sobre los partidos democrticos
(Mxico), o mesas de negociacin donde las bases ven frustradas sus expectativas(Bolivia). No es casualidad que una poltica constante de direcciones como el EZLN,
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Vargas o Morales y Quispe haya sido la nula bsqueda de la unidad con el movimiento
obrero. Las sucesivas encerronas en que se ha visto el movimiento de los pueblos
originarios sin esa unidad son una prueba fehaciente de la necesidad de la misma y de la
vigencia de las posiciones de Maritegui al respecto. La reciente insurreccin obrera,
campesina, indgena y popular de Bolivia, que tuvo su sector de avanzada en los
trabajadores y el pueblo de El Alto, vuelve a mostrar la enorme potencia que tienen los
pueblos originarios en la confluencia con la clase obrera (que se dio como dinmica
objetiva del proceso y no como poltica efectiva de las direcciones), y la importancia de
esta problemtica desde el punto de vista de la estrategia y la teora poltica marxista.
[18] Estos son dos ejes claros de los Siete ensayos.... Diversos autores coinciden en
sealar la influencia de Piero Gobetti y su Il Rissorgimiento senza eroi, en este abordaje
de la defeccin de la burguesa ante sus tareas histricas. Ver Robert Paris, La
formacin ideolgica de Jos Carlos Maritegui, Mxico, Ed. Pasado y Presente, 1981,
pgs. 154 a 175.
[19] Ver Len Trotsky, Escritos Latinoamericanos, Bs. As., Ed. CEIP, 1999.
[20] El partido bolchevique y Trotsky (1925), Trotsky y la oposicin comunista
(1928), en JCM, Obras, Tomo II, op.cit..
[21] Versin electrnica en www.marxists.org.
[22] JCM, La Escena contempornea, Lima, Ed. Amauta., 1988, pgs. 92-96.
[23] En esto no coincidimos con Michael Lwy quien sostiene que Maritegui no tomapartido en el conflicto entre Stalin y la oposicin de izquierda. Lwy, op. cit., pg. 20.
[24] El PCA ha descubierto recientemente que la creacin heroica de la que
hablaba Maritegui se frustr en China con el intento de Mao Tse-tung de copiar el
modelo sovitico mientras que Deng Xiao Ping, el iniciador de la restauracin
capitalista, habra sido un exponente de la audacia leninista. La adulacin no termina
ah sino que contina en el socialismo de Jiang Zeming y Hu Jintao, el mismo que haincluido a los capitalistas como miembros plenos del PCCh y su flamante sucesor
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(Athos Fava, China, un largo camino, Nuestra Propuesta N 606, 10 de octubre de
2002). Y este vergonzoso y rastrero contrabando ideolgico pretende disfrazarse de...
marxismo creador!!!!????
[25] Ver Otto Vargas, El marxismo y la revolucin argentina, Tomo II, Bs. As., Ed.
Agora, 1999, pgs. 524 a 535. El secretario general del PCR hace suya la forzada
interpretacin del CC del PCP a que hacemos alusin en la nota 4, donde se transforma
a Maritegui en un terico del bloque de las cuatro clases y tributario del Pensamiento
de Mao Tse-tung.
[26] Len Trotsky, Crtica del Programa de la IC en La Teora de la Revolucin
Permanente, op.cit., pg. 309.
[27] Es importante destacar la potencialidad que hubiera tenido en Amrica Latina la
confluencia de Maritegui y la Oposicin de Izquierda, si el marxista peruano hubiese
desarrollado un planteo crtico del conjunto de la estrategia de la Comintern.
[28] Ver Robert Paris, op. cit., pgs. 144 y 148.
[29] Si hubiera que encontrar, entre tantos otros, un rasgo para definir la crisis cultural
del Novecientos, ese podra ser el sentimiento, en la conciencia de la intelectualidad, de
la prdida de la nocin de totalidad de la vida [...] si entendemos la confusa palabra
positivismo como sometimiento al determinismo evolucionista, en una atmsfera
cultural dominada por el darwinismo social, la revuelta intelectual de principios de
siglo puso, en su conjunto, las bases conceptuales para fundar una teora de la accin
despojada de residuos utilitaristas y naturalistas, cuyo ltimo y paradigmticorepresentante habra sido el ingls Herbert Spencer. J.C Portantiero, Gramsci y la
crisis cultural del Novecientos en Los Usos de Gramsci, Bs. As., Grijalbo, 1999, pgs.
171 y 184. Es necesario destacar que los artculos ms recientes publicados en este libro
dan cuenta de un intento del autor por adscribir a Gramsci al marxismo occidental en
lugar de a la III Internacional (como sostena en el ensayo de 1975 publicado apenas
unas pginas antes). Toda una confesin de partes de un intelectual que ha hecho el
trayecto con que Leopoldo Lugones se describa a s mismo en su madurez: a los 18aos rompa vidrios, a los 30 los colocaba y a los 40 se decidi a fabricarlos.
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[30] JCM, Arte, Revolucin y Decadencia (1926), versin electrnica.
[31] JCM, Defensa del Marxismo, Lima, Ed. Amauta, 1985, pg. 65.
[32] Ver Luis Villaverde Alcal Galiano, El sorelismo de Maritegui y Robert Paris,
Maritegui: un sorelismo ambiguo, en Jos Aric, op. cit., pgs. 145 a 161, donde
estn ilustradas con claridad las diversas posiciones en torno a este tema.
[33] JCM, La crisis mundial y el proletariado peruano, Historia de la Crisis Mundial,
Obras, Tomo I, op.cit., pgs. 233-235.
[34] Ver R. Paris, op. cit., pg. 144. La problemtica del mito en Maritegui ser tratada
con mayor amplitud en prximos artculos.
[35] JCM, Pesimismo de la realidad y optimismo del ideal, en Obras, Tomo I, op.cit.,
pgs. 421-424.
[36] JCM, Breve eplogo en Veinticinco aos de sucesos extranjeros, Obras, Tomo I,
op. cit., pg. 317. Tambin en Defensa del marxismo est presente esta problemtica.
[37] Robert Paris, op. cit.
[38] JCM, Defensa del Marxismo, op.cit., pgs. 40 y 41.
[39] Robert Paris, op. cit., pg. 165, tomado de Benedetto Croce Materialismo histrico yeconoma marxista, pgs. 106-107, Bs. As., Ed. Imn, 1942.
[40] Es paradjico que Maritegui cite a Croce en Defensa del marxismo para
fundamentar su polmica con De Man, ya que mientras el peruano intentaba apoyarse
en Croce contra De Man, los crculos crocianos y el mismo Croce se apoyaban en De
Man contra el marxismo, por lo que se tornaba imposible discutir contra De Man sindiscutir contra Croce y menos adecuado intentar apoyarse en Croce contra De Man.
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[41] Los intentos de adscribir a Maritegui en la tradicin de quienes entienden el
marxismo como filosofa de la praxis resultan un tanto forzados si no se toman en
cuenta estos elementos que oponen a Maritegui y Gramsci en un problema esencial. A
la vez tenemos que aclarar que entre los mismos pensadores que habitualmente se
incluyen en esa tradicin hay importantes diferencias en cuestiones sustanciales, como
botn de muestra bastan las crticas y debates de Markovic contra Lukcs alrededor del
mtodo dialctico que no viene al caso introducir aqu. Por ltimo sera interesante
analizar ms profundamente qu es lo que se entiende por praxis, ya que para Marx el
rol activo del sujeto, su capacidad de transformar la naturaleza y construir la realidad
humano-social est profundamente relacionado con el carcter objetivo del sujeto
mismo, es decir que la categora de la praxis niega superando, lo cual quiere decir
incorporando, los desarrollos del materialismo pre-marxista. De lo contrario caeramos
en el absurdo de una praxis inmaterial, lo cual est ms cerca de las concepciones
prehegelianas de la praxis como actividad moral en los marcos del dualismo filosfico.
En este sentido han trabajado Labriola, Gramsci, Markovic, Kosik e incluso Adolfo
Snchez Vzquez.
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