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c .
EL LENGUAJE MARINERO
Discurso le ído ante la
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
e l d ía 23 de junio de 1963 ,
en su recepc ión públ ica , por e l Excmo. Sr .
D. JULIO F. GUILLEN
y contes tac ión de l Excmo. Sr .
D. FRANCISCO JAVIER SANCHEZ-CANTON
M A D R I D
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EL LENGUAJE MARINERO
Discurso le ído ante la
R EA L A C A D EMIA ES P A Ñ OLA
e l d ía 23 de junio de 1963 ,
en su recepc ión públ ica , por e l Excmo. Sr .
D. JULIO F. GUILLEN
y contestac ión de l Excmo. Sr .
D. FRANCISCO JAVIER SANCHEZ-CANTON
M A D R I D
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D E P Ó S IT O L EG AL : M . 8 . 0 9 1 - 1 9 6 3 .
T A L L E R E S G R A F I C O S D E L M I N I S T E R I O D E M A R I N A
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D I S C U R S O
D E L E X C M O . S R .
D. JULIO F . GUILLEN Y TATO
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E L L E N G U A J E M A R I N E R O
...los cultivadores del patrio lenguaje
y los guardadores de las glorias históri-
cas son hermanos.
E l
M A R Q U É S P E M O L Í N S .
S eñores Académicos :
l 1 U S T O de segu ir , en todo lo com patible con la vida acadé-
— mica, las prá ct ic as sencillas de la convivencia y, muy
par t icularmente , las cor teses de la v ida mar inera en que me for -
mé
;
así , en la cal le del León, como Secretar io de aquella Acade-
mia, como el Segxxndo —no en jerarquía, s ino en el rut inario
quehacer— de el la , recibo y despido en el ascensor a mi Direc-
tor , como har ía con e l Comandante de mi buque junto a l por ta-
lón; mínimo precepto del ceremonia l mar í t imo, a lqui tarado en
más de siete s iglos, que revela a los porteros que "aún hay cla-
ses" , y por mi par te const i tuye muest ra de reverente acatamien-
to y respeto a quien por tantas consideraciones es mi superior .
Traigo esto a colación en este acto, porque la misma corte-
s ía me obl igaba con nues t ro Decano, e l señor Duque de Maura ,
que era siempre el pr imero en l legar a la junta de los viernes,
y el lo me daba ocasión de dep art i r uno s min uto s con él, con aquel
exquis i to t ra to que s iempre me most ró quien compuso su ar -
mería ducal blasonando tres anclas en uno de sus cuarteles, s ím-
bolo de la intervención de su i lustre padre en la Ley de Escua-
dra ; gra t í s imas conversaciones en las que con f recuencia a lu-
día a su f i rme y amable convicción de que estos momentos que
ahora v ivo no tardar ían en l legar , y has ta recuerdo conmovido
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que sus ú l t imas palabras a l despedi r le e l 30 de noviembre pasa-
do en su postrera asistencia a la Academia, cuando ya su lu-
c idez e ra r a ra , fu e ro n pa ra con f i rm arm e su vo to a la ca nd ida tu ra
mía , que por entonces se bar runtaba .
Comprenderéis que al agradeceros la elección que aquí me
trae, mi recuerdo y elogio a quien ostentó la medalla que desde
hoy const i t i i i rá prenda patente de vues t ra benevolencia , tenga
acentos de sincera emoción, sólo comparables, aiuique sin su
elocuencia y saber , a las que pronunció nues t ro venerado Obis-
po P a t r i a rca hace más de t r e in ta años en aná loga c i r cuns tan-
cia de ingresar en esta Casa, en la vacante del i lustre D. An-
ton io Maura , que fué p rec i samente e l i nsp i rador de su fu tu ra
inves t idura académica; como s i padre e h i jo ext remasen su pro-
verbial cortesía hasta el punto de ceder materialmente el s i-
l lón , ext remo inus i tado y tan de sorprender , cuando en los mo-
dos de hoy día ya no se pract ican f inezas de éstas ni con las
señoras .
E i entonces Conde de la Mortera , D . Gabr ie l Maura y Ga-
mazo, que en 1930, años después del fal lecimiento de su padre,
e preclaro hombre de Estado de egregia resonancia en es ta
Casa, que presidió, recibió la augusta gracia del ducado con
la denominación de su apel l ido, cuando pertenecía ya desde
1912 a la Real Academia de la Historia, fué elegido por esta
Española el 23 de abri l de 1919, y tomó posesión el 18 de ene-
ro de siguiente del s i l lón que había ocupado Mesoneros Ro-
manos , leyendo un discurso sobre "Algunos tes t imonios Hte-
rar ios e históricos contra la falsa tesis de la decadencia españo-
la" , a l que precedieron los e logios de D. José de Echegaray
y de D. Jul io Burel l , sus predecesores, pues este úl t imo no
llegó a ocupar el s i l lón, ya que le sobrevino la muerte muy po-
cas semanas después de su elección; le contestó, en representa-
c ión del Cuerpo, e l Marqués de F igueroa , quien a l encomiar
sus escr i tos los reputó a t inadamente como
suma de perfeccio-
nes que se cifran en el buen decir, y por él se recom iendan a
la gratitud y al encom io.
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E dom inio de la pala bra , que hered ó de su pad re, por él
venerado, y es ta suma de per fecciones en e l escr ib i r fueron mé-
r i tos más que suf ic ientes para poder honrar con e l t iempo la
medal la corpora t iva de es ta decana de las Reales Academias ,
has ta e l punto que de su pluma di jo Sánchez Cantón, cuyo raro
t ino en las necrologías es ya proverbial , que fué
admirable pro-
sista, de la estirpe de los Hurtado de Mendoza, Melo, Saave-
dra Fajardo y Quevedo; como ellos
— p r o s i g u i ó — ,
con puntos
de conceptismo, que de propósito manejaba, sobre todo cuando
refería sucesos viejos a acaecimientos contemporáneos, juego
al que era muy dado.
Jesús Pabón, a quien contes tó en su ingreso en la Academia
hermana, en sus tancioso comentar io de despedida a quien de-
nominó " l i l t imo maur is ta" , con la agudeza contundente y á t ica
que le caracter iza, pt ibl icó la pasión polí t ica del Duque —den-
t ro o apar tada de e l la , ident i f icado s iempre con su padre—, tes-
t igo desde su a l to mirador de la h is tor ia contemporánea , y cómo
su alejamiento de el la y del bufete le permit ió ampliamente el
dedicarse de l leno a su otra pasión de historiador.
Quien fué su colaborador y amigo, nues t ro compañero Fer-
nández Almagro, os per f i ló , a ra íz de su muer te , la f igura que
en lo l i te rar io fué es te gran desaparecido, de v ida académica
verdaderamente e jemplar , fa l lec ido pocos días antes de poder
celebrar sus bodas de oro en la de la Historia, s iendo su Deca-
no y ocupando e l segundo pues to en vues t ro escalafón.
Todos exal taron su bondad, t ra to exquis i to y cordia l , au-
tént ico señorío
;
m onárq ii ico sin rese rvas , s incero creyente, cuya
bondad le hizo pract icar , pródigo, la caridad, que es la vir tud
que por amor de Dios más acerca al cielo: gloria imperecedera
deseada para él por cuantos le conocimos.
Como Numerar io contes tó aquí a los d iscursos de ingreso
del P . R iber , su paisano; del Duque de Alba , de Azor ín —a
quien ya en tonces r e t r a tó demos t rando as í su agudeza :
Leía
tanto que había perdido el hábito de hablar, y hasta los mono-
sílabos se le antojaban derroche
— y, ú l t imamente , de Cotare lo .
Las palabras dedicadas a és te pueden apl icarse , con toda jus-
t ic ia , a nues t ro desaparecido e inolvidable Duque de Maura:
Los linajes del talento
—^proclamó—
no cedcn en calidad a
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ningún otro de cuantos transmiten herencias de fama: y la no-
bleza literaria obliga tanto com o la de sangre, aun cuando tam-
poco sea frecuente hallar bien cumplida esta excelsa obliga-
ción social.
Acudo ante vosot ros con humildad y con {a a lborozada sa-
t i s facción pues ta de manif ies to en mi rapidez por incorporarme
a vues t ras tareas , d i l igencia que mi antecesor , e l Duque, ext re-
mó por cortesía, que imito; y al pretender pulsar la tecla del
agradecimiento me acuden en t ropel a la memoria caudales de
párrafos de aquel las oraciones gra tula tor ias que , has ta la reor-
ganización de 1847, eran precept ivas para tomar poses ión de
un si l lón en la ant igua sede de la cal le de Valverde, ocasión
propic ia para que nues t ros engolados predecesores agotasen
bien a fondo el pañol de siis latines, aiin a costa de olvidar que
Cicerón notó defectos has ta en e l mucho agradecer , porque e l
i-aro escollo de la grat i tud era precisamente el tema obligado
del d iscurso , aunque a l d i r ig i rse a tan venerable senado to-
dos s in t ieran e l mismo embarazo de P l in io para hablar de Tra-
iano Augusto , y , s iguiendo a Séneca , pensasen que quien pu-
blica la f ineza t iene andado lo más para ser agradecido.
Sin posibles retóricas ni lat ines qxie estrujarme, vengo obli-
gado y rendido a ocupar mi pues to s in la ar rogancia del ca-
pi tán que pisa fuerte la cubierta, y un tanto con el temor del
j iol i íón, pero ajeno a lo que el P . Batl lor i denominó no ha mu-
cho el
tópico académico de las falsas modestias.
Bien quisiera, señores, puesto que es forzoso el leer , que
cuanto tengo que decir careciese del énfasis del discurso para
adoptar la l lana f ranqueza de una car ta , género l i te rar io sobre
el cual ya t rató en este mismo si t io y ocasión el inolvidable Lla-
nos Torr ig l ia ; forma de e locución que cuadra b ien a los mar i -
nos que , por fuerza de la movida profes ión, manejamos ín t i -
mamente la p luma ta l vez más que en ninguna ot ra , y con la
ven ta ja de que a l
chorrear
e l l a —como dec ía Vargas P once—
surjan las ideas y asuntos l ibres, s inceros y sin posible correc-
ción que engole el curso epistolar que f luye incontenible, ven-
c ida la incer t idumbre de la pr imera es t repada, para re la tar im-
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pres iones de una vida f recuentemente d is t in ta cada dia y en
cada lugar .
Aceptad es ta breve lec tura mía seguro de que cuat ro lus t ros
de vida académica en e l cuerpo l i te rar io hermano no consegui-
rán ni el aplomo que dan los años ni la seguridad y desenvoltura
que alcanza la experiencia y, así , l lego a vuestra asamblea con la
vaci lación del bisoño, aunque alentado en este t rámite con la
af i rmación de un i lus t re h is tor iador académico, que me di jo :
nadie pasó a la inmortalidad por su discurso de ingreso.
Por el lo os t raigo el tema sencil lo, con más afán que cien-
c ia , s in r ingorrangos ni vanidades de erudic ión, gra t í s imo para
mi, y aun obligado por mi condición de Oficial de Marina, del
pecul iar lenguaje mar inero , poco conocido en su autént ica en-
t raña t ier ra adent ro y que posee e l más r ico vocabular io ent re
las jergas de cualquier oficio o profesión por haber sido la
Mar ina todo un mundo, y aún a is lado.
Trataré , pues , de l lenguaje que sobre e l agua se cr ió y
oreó, s iguiendo a Lope en su "Arenal de Sevi l la" , cuando hizo
dec i r :
Mas, siendo del mar soldados,
puesto en razón ha de estar
que Jos soldados del mar
tengan los gustos aguados.
Un vie jo ref rán , que ref le ja la poca inquie tud mar í t ima de
la política castellana, dice:
Hablar de la mar,
y en ella no entrar
repugnancia que más tarde dar ía ocas ión a l que con espí r i tu
s u i c i d a a f i r m a r í a :
La mar para los peces
y ... para los ingleses.
Hablemos, s in embargo, de la mar , y has ta ent remos en e l la ,
sin temor a perder el pie.
Lo pr imero que se me ocurre es d iscurr i r sobre su género ,
que en lat ín es neutro
;
y en f ran cés , ca ta lán y valenciano, fe-
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menino; as í , e l i ta l iano t iene que dar un enorme sa l to has ta
Gal ic ia y Por tugal para hal lar su congénere exclus ivamente
mascul ino.
En cas te l lano, e l d icc ionar io af i rma que es ambiguo, como
ya se apre cia en el "p oe m a d e Mío C id " :
I-as gentes afrycanas — fueron luego juntadas,
al puerto de la m ar — fue ron todas l legadas,
e del otra parte a ojo han el mar.
y cuando se es tá en Valencia expresa
mar salada.
L o mismo mezc la e l "L ibr o de A lex an dre " :
Teniel mar en medio a la t ierra cercada,
Contra la mar la t ierra non semeiaba nada,
Así como Juan de Mena en e l "L aber in to de F or tuna" , t a l
vez inf luenciado por e l neut ro de los versos de Virgi l io :
. . . furia del mar
dice en uno
;
y en o t ro con notor ia fa l ta de concordan cia :
. . . los mares sobervias e fondas
Entre los textos en que aparece e l mascul ino, c i temos a l
Arc ip res t e d e H i t a :
Estrel la del Mar, puerto de folgura
— e x c l a m a e n " L o o r e s d e S a n t a M a r í a " — :
de dolor complido e de tristura,
¡ Ve nm e l ibrar e conotar,
Señora del a l tura
P a ra Ju an de T imon eda lo es también :
Veo las ovejas
oril las del mar,
no veo pastor
que me hace pensar.
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Y no fa l t an esc r i to res "de secano" , como "e l T os tado" ,
que adoptan e i mismo género .
Pero jus to es señalar que abundan más los par t idar ios del
fem enino :
que pasar la mar salada.. .
pasar quiero yo la mar.. .
... e las aguas de la mar
aparece en va r ios ve r sos de l "P oema de A l fonso XI" , con ese
la
que parece hacer la mayor , muy especia lmente a l invocar Ro-
d r i g o Y a ñ e s :
¡ Señ or so des d e los pu ertos
e rey de toda la mar
Por la mar ando, Señora,
dice el rem oto rom anc e así enca-
bezado ; y
la
mar aparece en Berceo, en la "Crónica de los Re-
yes de Navar ra" , de l P r ínc ipe de V iana ; en Gómez Manr ique :
pues no pueden reposar
noche ninguna
recelando la fortuna
de la mar.
»
C omo en la "D an za de la M ue r te " :
A quien dejaré todas mis r iquezas
e mercaderías que haygo en la mar?
Mosen Va le ra , y Gámez —el au to r de "E l V ic to r i a l "—,
como marinos, s iguen esta incl inación, y es curioso que "Las
P ar t idas" se inc luyan en es t a t endenc ia a l f emenino :
. . .maravil losa cosa son los fechos de la mar,. .
. . . la guerra en la mar es cosa desamparada.. .
y tan sólo fa l la al ha cer la conocida co mp aració n :
. . .cabalgaduras son los navios a los que van sobre el mar.. .
Y habla del
fecho de la mar,
esa po l í t i ca u l t r amar ina —en-
tonces a f r i cana— que in tuyó su padre , S an F ernando , y que
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le inspi ró para su fomento la creación de la Orden de Santa
M a r i a d e E s p a ñ a .
Casi todas las crónicas adoptan es te género femenino, ta -
l e s : l a " P r i m e r a G e n e r a l " , d e A l f o n s o X ; l a " A b r e v i a d a " , d e
Valera ; la de Alfonso XI ; las dos de López de Ayala , de Pe-
d ro
I
y D. Enrique IT; la del Halconero de este úl t imo rey, así
como l a de R idr íguez de A lmela : "Va le r io de l a s H is to r i a s" .
Y debo subrayar e l mismo camino seguido por muchís imos
roma nces :
Marinero que la manda
diciendo viene un cantar
q;:e la mar facia calma,
los vientos hace amainar.
dice e l de l "C onde Arna ldos" :
. . . Por la mar ando. Señora, hecho un terrible cosario.. .
se lee en e l "de la Reina E lena" , quien:
. . .con trescientas de sus damas a la mar se había l legado.. ,
y en el an ón im o :
El moro que me prendiera
allende la m ar m 'énvía ;
Al describir la batal la de Ponça, el marqttés de Santi l lana
señaló as í su mor tandad :
Ca unos caíaii en la mar l lagados,
e otros en pronto las vidas perdían.
En e l de Montes inos :
Cata las aguas del Duero
do van a dar en la mar;
A Gil Vicente, a pesar de ser portugués, no se le oculta este
gén ero , que res ul ta m ás am puloso que e l mascu l ino, y a l canta r :
que se iban mis amores
a las islas de la mar,
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muestra bien a las claras su perfecta posesión del castel lano.
Podr íamos c i tar más composic iones , como las "Lamentacio-
nes de amor" , de Garc i S ánchez de B ada joz :
¡ O h fo rtuna de la m ar
que trastornas mil navios
, a do ven go,
y no pocos romances, aunque lo marí t imo no igualó ni a lo amo-
roso ni a lo épico y bitcóHco en nuestra hteratura, cual los del
Rey Don Rodr igo, y la "Bata l la de los Alporchones" .
Baste todo e l lo para desvi r tuar la creencia bas tante d ivulga-
da de que en lo ant iguo t tsaron siempre el masculino.
P odemos a f i rmar as imismo que t an to en los r e f r anes como
en las locuciones adverbiales más remotas se prefir ió el tan
asend ereado feme nino, ta les que :
Pelillos a la mar; a la mar, mad era; plantar pinos en la
mar; quien no sepa rezar métase en la mar...
Y tantísimos más, que t iene recogidos mi compañero Gella
Tturr iaga, bien conocido en esta casa.
Los cantares muest ran la predi lección popular por la for -
ma fem enin a , como en :
Ojos verdes son la mar;
ojos azules, el c ielo;
ojos castaños, la muerte,
y ojos negros, el infierno.
y cientos más, aunque los poetas de todos los t iempos jugaron
con la ambigüedad para evi tar la s inéresis .
Así , es te mismo verdor lo t ra ta Bécquer —que por c ier to
quiso ser Pi loto— de este modo:
Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar te quejas
En real idad, los mar inos damos e l femenino cuando la men-
c ionamos en abs t r ac to :
salir
o
hacerse a ¡a mar; en la mar a
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tantos de tantos,
que es como fechamos en el la los escri tos;
diez-
mos de la mar; sabidores de la mar, y
a ú n . . . l a s
andanzas de la
mar,
como reza l a "Genera l E s to r i a" .
Cuando nos refer imos a la to ta l idad de los océanos:
alta
mar, Príncipe de la Mar.
como lo fué D. F i l iber to de Saboya,
e l sobr ino de Fel ipe I I ;
Almirante de la Mar
era e l Conde Gua-
rinos del romance.
Capitán Mayor de la Mar
f u é P e r o N i ñ o ;
Almirante Ma-
yor de la Mar
lo fu er on los de Cast il la ha s ta Alonso H en r íqu ez
(1405) , y en l a "C rón ica r imada" de R odr igo Yáñez se l ee :
En mi palacio entrava
E yva descaualgar
Al fon jufre se lamaba
Almirante de la Mar .
E n e í "Amadís de Gaula" , s in embargo , hay una con t ra -
dicción :
¿Por qué, dijo ella, lo llamáis el Doncel del Ma r?
Pero en la respues ta rec t i f ica :
Porque en la mar nació, dijo Gandales, cuando yo de la
Bretaña venía.
Y
e l fem enin o m an dab a tanto que ha s ta se d i jo C api tán
General de
la Mar Océana,
y
Mar Océana
escr ib ió Juan de
Mena .
C uando nos r e fe r imos a su es t ado y movimien to en
mar
bella, mar llana, mar cavada,
que ya c i t a "E l V ic to r i a l " ,
mar
gruesa, mar picada, arbolada, risada,
etc.
Empleamos, por e l cont rar io , e l mascul ino cuando nos re-
fer imos a cada una de las par tes en que se d ivide: mar Medi-
t e r r áneo , Adr iá t i co , T i r r eno . . .
S in embargo , an t iguamente p r ivaba aún en es to e l f eme-
n ino . C omo en "De C osar io a cosa r io" , de L ope :
Pasó el sol la mar de España
Para venir a la nuestra. . .
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La M ar del Sur
denominó a l Pací f ico su descub r idor , N ú -
ñez de Balboa, y aún subsis ten
Mar Chica, Santa Cruz de Mar
Pequeña;
con la excepción un ta nto inexplicable del m ar M e-
nor , por los murcianos .
Considerado en su profundidad, con c ier to sent ido ver t ica l
o in ter ior de e l la , lo hacemos también en mascul ino; agua
del
mar,
b a ñ a r n o s
en el mar,
s u m e r g i r n o s
en el mar,
tal vez por-
que pensemos en el part icular que tenemos a la vista o estamos
navegando .
En la mar,
pues, es sobre el la;
en el mar
es dentro o casi
dentro de el la .
También dist inguimos en el género algo de la acción que
se e j ecu ta :
ir a la mar
es adent rarse , que también decimos sa-
l i r , navegando hacia a l ta mar , o mar en fuera , como decía
a n t e s ;
ir al mar,
en cambio, lo efectúa el que en t ierra camina
hacía su confín, que es la ori l la .
La mar en abs t rac to carece lógicamente de plura l ; s in em-
bargo ,
Ay, que ya presurosos
Suben las largas naves. ¡ A y , que t ienden
Los brazos v igorosos
A los remos, y encienden
Las mares espumosas por do hienden
escr ib ió por Hcencia poét ica , en la "Profecía del Tajo" , f ray
Luis de León, y e l c i tado romance del Conde Guar inos as i -
mismo la plural iza, aun sin perder el género femenino, en la
más conocida de sus es t rofas .
i Ma la la uistes, franceses, la caza de Ro nce sva l les
Don Carlos perdió la honra, murieron los doce Pares,
Cau tivaron a Gixarinos, Alm iran te de las M ares .
Y en nues t ros d ías , e l admirado Pemán, en su himno, que re-
sul tó profé t íco , a l c rucero "Baleares" escr ib ió ent re espumas
de su vena poét ica :
Novios de los altamares,
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Todo lo expixesto carece, naturalmente, de una r ígida pre-
ceptiva general ; pero en el acertado al iño de todo el lo radica
el que desde eí punto de vista marinero consideremos cast iza o
no ima locución; porque el querer hablar o escribir a lo mari-
nesco no consiste en l lamar remos a las piernas, pañol al estó-
mago y ot ras Hndezas que car ica tur izan como " lobo de mar"
—barbar ismo inaceptable y , para mí , peyorat ivo— a ese sector
que en nues t ra legis lac ión se le ha denominado por antonoma-
s ia " la honrada c lase de hombres de mar" .
Pero bueno será ins is t i r , para cer rar es ta eut rapel ia gené-
r ica , que los mar inos decimos s iempre que podemos
la
m a r ,
apoyando es te ar t ículo en ima
a
grande y grave , como en un
deseo de l lenarse la boca con su inmensidad salada, que en mi
valenciano vernáculo t iene su máxima expres ión, cas i con pla-
cer fonético, y esa legí t ima arquitectura si lábica que concedía
Gabr ie l Miró a la ò grande y ro tunda de mi t ie r ra .
Y es raro que mi venerado y l lorado paisano que de la de
beber escr ib ió:
... tan femenina es el agua, que luego nos arrebata el pla-
cer de poseerla.
y has ta e l cántaro rubio y t ie rno que la cont iene en los vasa-
res del campo al icantino lo pintó de caderas f inas y húmedas,
empapado de ese carácter femíneo, é l que , además, gus taba
tanto de las voces expresivas de la huerta y dei monte, que
has ta escr ib ió
la valí,
por el valle; él, en fin^ que adoptó por
ex-l ibris el puerto que nos vió nacer , no le diese el género que
yo def iendo. . .
... con el mar hondo, cavado bajo las ruedas
— d i c e t a m -
bién en "Años y Leguas" , v ia jero en e l t ren de la cos ta—
un
mar ya solitario, como si se viese desde la proa de un ber-
gantín...
P áginas an tes hab ía d i scur r ido a l v i s lumbra r lo :
El mar remoto es de piedra azul, y en med io, inmóvil, con
las alas rectas, arde toda blanca la anunciación de un falucha.
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Mas, s in embargo, cuando quiere impres ionar por la vas ta
inmensidad, de la que denominò
superf icie de todas las exalta-
ciones de Sigiicnsa;
su pers ona je , exclama como en un s incero
ar repen t imien to :
¡Ni una carta suya desde que se marchó por la carretera
y pasó la mar
Del
m a r y
la
mar, puedo resumir con lo que resolvemos los
mar inos en punto a la ambigüedad de canal ; para nosot ros , e l
paso cuyos l ímites navegables no se ven, aunque se señalen con
boyas o bal izas, es femenino; s i está material izado visiblemen-
te por costas fronteras, es masculino; por el lo se entra en T.a
C a r r a c a n a v e g a n d o
por la canal
de ia bahía, y, en cambio, cruza-
mos o pasamos
el canal
de la Mancha y e l de Suez o Panamá.
Sut i l idad muy caracter í s t ica del mar ino en ese afán de preci -
s ión del lenguaje que los t iempos modernos , como una exal ta-
ción de lo equívoco, nos están haciendo olvidar .
Es ta agudeza en e l modo de expresarnos se complementa
con el poder disponer de un vocabulario que casi podría cal if i -
car —sin encarecer la verdad— de exuberante , pues e l mar ino,
dentro de genio y regi is to del idioma, t iene esa amplísima fa-
ci l idad, casi i l imitada, para aumentar su arsenal l ingüíst ico, que
según nues t ro i lus t re Director , e l maes t ro Menéndez P idal , te -
nían los germanos para crear nombres .
Juguemos a modo de diver t imiento —y discurr id mient ras
como cualquiera otra no tolera la comparación— con la voz
mar , y la gama enorme de der ivados a l in terveni r como pref i jo
o sirviendo de sufi jo.
Surge , por lo pronto ,
marino,
que es quien se ejercita en la
náut ica y e l que s i rve en la mar ina
;
pero en es to ú l t imo habr ía
que precisar un tanto , porque nosot ros no comprendemos en
esa voz a l hombre de mar : a l mar inero . Además, es lo per te-
neciente a la mar ; confundiéndose aparentemente con
maríti-
mo,
s igu iendo a l DR AE ^ que expresa :
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Perteneciente al mar; o por sii naturaleza, como pez, con -
cha
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o por su cercanía, como costa, puerto, pohlacton; o por su
relación política, como poder, comercio,
etc y se pre sta a que
discurramos un tanto para evi tar esa anf ibología de la que
huye s iempre , por afán de precis ión, lo mar inero .
Apl icamos, en efecto ,
marino,
como adje t ivo, cuando ent ra-
ña algo dentro de la mar, y en el doble sentido de ex ension
(adent rado en la mar : mar adent ro , e tc . ) y la vulgar de pro-
fund idad As í dec imos
sal marina, fondos marinos, algas ma-
rinas,
V, en camb io, dam os a m arí t im o un sen tido que en cierr a
la idea de confín, costanero, o sea proximidad, que especif ica
nues t ro d icc ionar io , como
zona marítimo-terrestre, pino manti-
mo policía marítima, sanidad marítima ... _
De su propia natura leza o de sus efec tos se der ivan:
Marca- ' , que además de las seis acepciones del diccionario,
entre los pescadores es la pesca que se captura en una sahda
a la m ar . .
Marejada,
que sirve tam bién , f iguradamente, p ar a sig m h-
car la exal tac ión sorda de ánimos que con f recuencia precede
al a lboroto;
marejadilia*.
olvidada por el diccionario, pues no
es tan sólo un diminutivo, s ino un estado de la mar, ima mag-
ni tud de la escala in ternacional del o lea je per fec tamente deter -
m i n a d a ;
marola, marnilo, mareta,
que es el úm co dim inutivo
que admite mar como efecto y que t iene también dos acepcio-
nes f ami l i a res más , t r a s l a t i c i a s ;
maretazo, maremagno; ma-
reamiento
y
mareo; mareógrafo; marero,
lo cont rar io que te-
rr al o sea el vien to que viene de la m ar , que com un me nte se
c o n f u n d e c o n
brisa,
que para nosot ros es sólo e l NE;
marisco,
que sólo existe en castel lano, pues por ahí fuera t ienen que de-
c i r " f r u t o d e m a r " , y s u v a r i a n t e
marisma*
que vemos em-
p leada por D . F ranc i sco T r i l lo en su "F ábu la de L eandro" :
No hay concha, marismo, o piedra
Que, por las ondas lamiendo
La novedad esparcida
No produzca amores nuevos.
E l a s t e r i s c o s i g n i f i c a q u e l a v o z o l a a c e p c i ó n n o e s t á i n c l u i d a e n e l D i c c i o -
n a r i o d e l a R e a l A c a d e m i a E s p a ñ o l a .
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Como en el "Romance Heroico a la ambición de los que
n a v e g a n " ,
Y a veces tantos m arismos
Entre la resaca arroja,
Que red el mar de sí mismo
Parece en nadante copia.
En real idad, el del icioso marisco no tuvo la amplia geogra-
f ía coquinar ia que hoy dis f ruta , s ino desde que la indust r ia
f r igor í f ica permi t ió e l t ras lado a gran dis tancia de carne tan
propensa a abombarse
;
la igno rancia de su natura lez a pudo
permi t i r a Pedro de Espinosa es te gracioso des l iz en su "Na-
vegación de Sa n Raimixndo desde Mal lorca a Ba rcelo na " :
Arrojan los delfines
Por las narices blanca espuma en arco,
Y destilando de las verdes crines
Al jófar , las nere idas asomaron,
Y las dulces sirenas
Sobre pintadas conchas de bal lenas.
Mariscar; mariscador,
que es e l que ma r isque a , mient ras
ma-
risquero*,
es el que vende tan si tculentos inv ert eb rad os ;
maris-
cada*, marisquería*, marisma, marismeño
y
marisma.
Si nos contraemos a cuanto pueda acontecer en la mar y su
oficio, tenemos:
Mareaje*,
que ad em ás de las dos acepciones insertas en el
d icc ionar io es e l conjunto de per t rechos y mata lota je para po-
d e r n a v e g a r ;
marear*,
en el sent ido de na ve ga r y av eriar se los
géneros en e l mar , pero es , además, avezar a la mar a una t r i -
pulación, voz muy empleada por Mazarredo;
marengo*,
que
además de jabegote es, en Málaga, ese t ípico pescadero cal le-
jero que va en jar ras con sus banas tas pendientes de los bra-
zos
; marina; marinaje; marinante; marinar,
cuya pr imera
acepción, la cul inaria, no especif ica el DRAE y que est imo equi-
vale a escabechar ;
marinear*,
que ade m ás de eje rci t ar el of icio
de mar inero es t repar , ga tear por un cabo o palo
; m arinera,
que
no sólo es una prenda de vest ir , s ino que en locución adverbial
sirve para signif icar cier ta sazón, modo, gusto y guiso, porque
se dice arroz o comida
a la marinera
y no
a lo marinero; ma-
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rinerado- niarineraso
y
marinerote,
su smó nm io, pues en tre
nosotros no es despectivo como soldadote o generalote;
mari-
nería; marinero, marinesco ; marinista, subm arinista; amarar,
ama raje, cnmarar... marem oto...
S in o lv ida r :
tajamar, guardama r, ultramar, pleamar, baja-
mar ultramarino
y
bra:^omar
— usad o por Am os de E sca lan te .
Y. f inalmente, algo que hal lé en El Escorial , en un manus-
cri to del s iglo XIV, que trata de la navegación de Flandes:
ma-
ritornar*,
el t o rn av ia je por m ar . ve rbo que cono cena C erv an-
tes V que debió de inspi rar le pa ra ba ut iz ar su M an to rn es .
Esta gran capacidad de der ivar voces puede observarse con
pesca,
a cuyas acepciones hay que agregar o t ra , pues
la^
terce-
ra ( lo que se pesca o se ha pescado) habría de vanarla al igual
que en caza, en el sentido de conjunto de peces, se pesquen o
lio como al decir
abunda la pesca; pescado, pescada, pescadero .
Percador; pescadora
( p r e n d a ) ,
pescadería, pescadilla; pe-scan-
te; pescar,
que se emplea también en el sent ido de coger en
pencar agua*,
locución que equivale a sondar, al decir que en
ta l lugar se pescan cuat ro brazas de agua;
pesqtierta; pesquera;
dcspesca*,
que es capturar la pesca que existe desde el ano an-
terior en el estero de una salina, así como la típica fiesta gadi-
tan a l lamada igualm ente que con es te mot ivo se org aniz a co-
miendo el pescado que se dice
de teja; despescar,
que tiene la
au tor id ad de Sarm iento , Com isar io de M ar i na , como e l i us-
t r e S añez R e gu ar t , que r edac tó l a s "O rde na nz as de P esca de
P o n t e v e d r a ;
repescar*,
y
sobrepe.sca*,
palabra que la economía
moderna alude a pescar más de lo que conviene para la con-
servación de la r iqueza pesquera.
La formación l ibre y la evolución del h a b l a mar ine ra , que
careció de preceptiva escri ta , como carece aun de ensenanza y
de
d icc ionar io ofc ia l , tuvo determinantes y mat ices pecuhares ,
f á c i l e s d e c o n s i d e r a r . i
K
OÍO
F u n d a m e n t a l m e n t e r e c o r d e m o s q u e a l c o m e n z a r l a b a j a
Edad Medía , cuando va las lenguas romances es taban cuaja-
das exis t ían dos mar inas d is t in tas , independientes de los re i -
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nos , y con nn antagonismo que no desapareció has ta que una
de el las quedó abolida casi a mitad del s iglo xvii i : la marina
de remo y la marina de vela.
Aquél la , eminentemente mi l i tar y medi ter ránea , compuesta
por la gran famil ia de las galeras, con sus
galeazas, galeotas,
fustas, saetías, fragatas*
y
bergantines*;
és ta m ás aprop iada
al marchanteo, pesca de al tura y corso, con
naos, carabelas, co-
cas
y
carracas,
aunque no exclus ivas del At lánt ico , para nos-
otros, hasta el s iglo xiv, act ividad casi reducida al Cantábri-
co, con trato comercial frecuentísimo y regular con los puertos
del mar del Nor te , a donde t ranspor taban las c lás icas merca-
der ías cas te l lanas
:
lana , h ier ro , v ino y cera , mient ras que nues-
t ra mar ina medi ter ránea , la de la confederación aragonesa ,
t raf icaba has ta lo que hoy dicen "Oriente Medio" y que s iem-
pre se denominó Levante .
Ambas mar inas , independientemente del id ioma o dia lec to
vernáculo, tenían su propio y exclusivo vocabulario, ambos con
enorme influencia extraña que los iba enriqueciendo, porque no
sólo exist ía el contacto con lo extranjero al tocar en puerto en
sus escalas, s ino que lo heterogéneo de sus t r ipulaciones hacía
que este contacto fuese continuo y persistente.
Par t icularmente , en las galeras , la chusma e jerc ió notable
influencia, como todos aquellos desgraciados que, aun siendo
gente de pro —como D. García de Toledo—, habían servido
al remo muchos años en naves turcas o berber iscas ; e jemplo
de esto es la voz
gurapa,
que empleó Cervantes, como muchos
autores de la l i te ra tura p icaresca , y que es e l nombre que da-
ban los turcos a la galera
;
tamb ién es buena pru eba la sa loma
que t ranscr ib ió e l l icenciado Salazar y publ icó Fernández Duro,
que es tá en la " lengixa f ranca" que se chapurreaba por todo
el Mediterráneo, de la que sólo transcribo, como muestra, los
pr im eros versos :
Buizá
o d i ó — a yut a n o y
o que som o —b en servir
o la fede —mantenir
o la fede — d e cristiano
o malmeta —lo pagano
sconfondi —ysarrahin
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torchi y mor i —gran mast ín
o fi l l ioh —dabrahin
0 non credono —que ben sia
que prueba que se mantenía es ta inf luencia aun fuera de las
galeras , ya que Salazar descr ib ía su navegación a la i s la Es-
pañola a bordo de una nao por 1573.
En cada re ino —Cast ; l la y Aragón—, además de es tos dos
grandes grupos l ingüíst icos, la pesca —salvo la de la bal lena
y después del bacalao—, reducida a la de
bajura
(1), piies los
a r t e s de a r ras t r e comenzaron muy en t rado e l s ig lo xv i i i , p ro -
dujo núcleos l ingüíst icos regionales paralelamente a los dialec-
tos peninsulares, que f i jaron un sinfín de términos autóctonos
o arcaicos sin gran influencia mutua, incluso en los vecinos.
En a lgunas de es tas áreas regionales aparecen como rancho
apar te o t ros subgrupos tecnológicos como consecuencia de la
práct ica preponderante de a lgún ar te par t icular de pesca; ent re
éstos puede ci tarse el del coral , en Cataluña; pero muy espe-
cialmente la almadraba, en cuyo mundil lo abundan voces y lo-
cuciones remot ís imas y exclus ivas , ta l que
: arráez*, sota-
arráez*, acuriillador*, almocero*, parolero*, ahnocaen*, alcanc-
ía*, manión*, antitola*, mascarana* , bordona *, mo jarra*...,
que n ingún mar ino a j eno a e s t a pesquera puede desen t rañar ,
s in contar con los términos de su complicada maniobra, cuyas
faenas de fuerza aún emplean sa lomas medioevales para aunar
e l esfuerzo.
Esta verdadera tor re de Babel que const i tuye e l conjunto
tecnológico de nues t ras d i la tadas cos tas en dos mares d is t in tos ,
la comprueban fác i lmente los natura l i s tas , que en muchas es-
pecies se encuentran con tantos nombres de peces casi como
riberas y ensenadas. Citemos, más que por su cantidad de si-
nónimos por el encanto de éstos, al
pez espada,
que dicen
em-
perador
por nues t ro L evan te , y aun
marroc,
tal vez ]ior con-
f u s i ó n d e " m a r r a i x " . q u e e s m a r r a j o ;
espadarte
y
xiharte,
por
Galicia, y
agujapalá,
po r el saco de Cá diz, espe cialm ente p or
Huelva , que es donde, además, se guisa mejor . En es ta abun-
(1 ) Bajura*, p o r c o n t r a d e altura, e s l a p e s c a q u e s e p r a c t i c a s i n p e r d e r l a
c o s t a d e v i s t a ; l a s O r d e n a n z a s d e l a C o f r a d í a d e P e s c a d o r e s d e S a n P e d r o , d e
B e r m e o ( 1 3 5 3 ) , y a l a d i c e n a s i : . . . cuando las pinosas son a la bajura...
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dante s inonimia no fa l tan , para mayor confus ión, los verda-
deros homónimos, como sucede con
besugo,
que da nombre a
especies del Cantábrico y de Cataluña que poco t ienen de común.
I .a unión de las coronas de Cast i l la y de Aragón, y la apa-
r ic ión del pe l igro turco, polar izaron aún más en e l Medi ter rá-
neo la act ividad de las galeras, mientras que el descubrimiento
de América general izó la act ividad at lánt ica de la marina de
vela, que pudiéramos denominar oficial , además de la de gue-
rra, pues ésta, en real idad, no exist ía tal como hoy la compren-
demos. s ino que era por asiento, es decir , contratada o alqui-
lada . Bazán, por e jemplo, no fué s ino un gran armador de
naves de guerra que f le taba a l Es tado con su propia persona
como General de ellas.
Es ta in tegración pol í t ica tuvo la natura l inf luencia en la
formación de lo que ya podemos denominar e l español mar i -
nero, pero subsist ieron los dos grandes grupos de la vela y
el remo.
Aquél f i jó y terminó de castel lanizar la tecnología de orí
gen sa jó n im po r tad a por las navegacione s de los v izcaínos — que
así se denominaban todos los del Cantábrico— como las dia-
lectales nuestras, mientras que las galeras, ya reducidas al ex-
c lus ivo uso guerrero y de guardacostas , ante la crec iente y re-
vesera ac t iv idad pi rá t ica , fueron como depósi to enquis tado de
voces y maneras de ascendencia puramente clásica, con no po-
cos arabismos, cuya mayor par te const i tuyen hoy pura arqueo-
logía, porque los diccionarios son un tanto propensos a la cul-
tedad y sus autores no bucearon por los modestos r incones de
la costa, en donde muchas de estas voces y locuciones arcaicas
que se consideran caducadas t ienen aún vigencia b ien patente .
Vargas Ponce, a l t ra tar de l desaparecido glosar io que pre-
paraba e l Marqués de la Vic tor ia , pr imer mar ino que per tene-
ció a este Inst i tuto que hoy me recibe, escribió que lo redactaba
en aquella época
en que todavía no estaba olvidado ninguno de
los términos españoles que fueron los primitivos del océano,
y cuando todavía los del Mediterráneo no empezaban a estar
fuera de uso...
Nuest ros c lás icos del S iglo de Oro vivieron es ta f rontera
Hngüíst ica que separaba dos hablas dentro del ámbito del es-
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pañol mar ine ro ; C ervan tes y L ope de Vega son los egreg ios
representantes de cada una de el las . Cervantes, soldado en las
galeras de Lepanto y caut ivo en los temibles baños de Argel ,
usa un vocabular io que a l mar ino de hoy le resul ta ext raño y
er róneamente puede creer lo invadido de " ter res t r i smos" ' , como
el decir banda diestra y siniestra, en lugar de babor y estr ibor ,
que j amás se p ronunc ia ron en nues t r as gurapas , además de
fierro, espalda, escandelar, estanterol
y o t ra s voces que nada
dicen ahora .
Lope, en cambio, combat iente en la Tercera y en la jornada
de la que nosot ros no baut izamos de " Invencible" , s ino tan
sólo con e l opt imismo de " la grande y venturosa Armada con-
t r a Ing la t e r ra" , i n fo r tun io que no se puede evocar s in r ecor -
dar a l Duque de Maura , que ac laró dos de sus enigmas, como
soldado de la del Mar Océano, emplea i :na terminología más in-
tel igible por más af ín con la actual .
En el respect ivo uso de el la , Cervantes se muestra como
más profundo conocedor de la ent raña del habla de las galeras
y se of rece a t inado en su manejo , aumentando la precis ión
de sus formidables re la tos y descr ipciones
;
de su émulo, al que
los mar inos debemos agradecer "L a Dragon tea" , no pode-
mos af i rmar lo mismo; en "e l Fénix" se advier te que , fasc i -
nado por un vocabular io tan vas to como sonoro, verdadera can-
tera de consonancias para su r ima por tentosa , se embr iaga de
él, como en esto s ve rso s de este mis m o p oem a épico :
Rompe los amantil los y destroza
Brandales, chafaldetes, tr iza y troza
Al mismo son de ¡ larga ¡ a mur a ¡ a orza
Como si fuera del icada alcorza.
Gu stando con f recue ncia de abu sar del tecnic ismo, como en :
Llevando a piezas la del viento vana.
Bauprés, tr inquete, mástil y mesana.
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y muy par t icularmente en la octava 271, que convier te en ver -
dadero vocabu la r io :
Arde el bauprés, mesana, árbol , tr inquetes
Como si fueran débiles tomizas.
Coronas, aparejos, chafaldetes,
Velas, escotas, brazas, trozas, tr izas,
i j Brand ales, racamentos, gal lardetes.
Brioles y aflechates, son cenizas.
Amantil los, bol inas, y cajetas.
Estay, obencaduras y jaretas-,
Citl teranismo marí t imo que le l leva a más de un r ipio, tal
vez distraído en el sempiterno juego de amar y crear que le
achacó el por tantos conceptos para mí inolvidable doctor Ma-
rafión, como al descubrir el galeón de D. Diego de Avila:
Tenía que entre muchos celebrados
No le vió tal Florencia ni Lisboa,
Quinientas toneladas, y formados
Dos castillos en popa, y dos en proa.
Mal podr ían los de F lorencia , tan t ie r ra adent ro , ver un
galeón, ni esta suerte de nave ostentaba más de un cast i l lo a
proa y el alcázar a popa, y aun la preposición
en
denota entre
n o s o t r o s e s p u r i o " t e r r e s t r i s m o " .
Y nada se d iga de aquel los versos del "Laurel de Apolo"
que dicen:
Huyendo con los músicos delfines
Las escamosas focas
A l centro de la m ar medio abrazad as.
No escapan a este l inaje de desHces las más de nuestros
clásicos:
Y a el áncora moj ad a en proa estanca,
se lee en la "Aust r iada" , de Rufo, y e l L icenciado de Oña en
" E l A r a u c o D o m a d o " :
A orza, c laman unos, vira, vira.
Amura, que se ve la arena gorda.
Otros arriba, amaina, ten. zaborda,
que está el furioso mar envuelto en ira.
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Carr izada de dispara tes que demuest ran que e l anzuelo de
los tecnic ismos es más fác i l de t ragar que de diger i r .
He aludido a ía enorme tendencia a evi tar los equívocos,
mult ipl icando con tesón la precisión; esto hizo que al i rse fun-
diendo en una las dist intas tecnologías por el constante inter-
cambio de const ructores y t r ipulaciones , in tegradas ya , de ca-
pi tán a paje, por gentes de todas las regiones, especialmente al
crearse la A rm ad a Rea l del M ar O céano, las voces s inónimas
se emplearon para d is t ingui r cosas d is t in tas af ín a su pr imi t ivo
signif icado: así la pieza curva en que termina el casco por la
proa, que se decía
roda
en gal lego,
branque
en vasco, y
albi-
tana
por Levante, propo^xionó voces para precisar más el vo-
cabular io , baut izando con e l las d is t in tas p iezas de ta jamar ; la
cofa
del Atlánt ico no aceptó como sinónimo la
gavia
de la ma-
rina aragonesa, y la empleó para designar la vela, entonces pe-
queña, que se largaba sol-.re ella.
Con el lo, con la asimilación de tanto neologismo cosechado
en la propia península , aumentó la mar ina española su bagaje
l ingüís t ico; pero la Armada del Océano no era única , exis t ían
ot ras autónomas y , en ocas iones , poco avenidas
:
las escuadras
de Cantabr ia , de Gal ic ia , de Por tugal , de la Carrera de Indias ,
de Bar lovento , amén de las f lo tas de T ier ra F i rme y de Nueva
España; a esto hay que añadir que los ast i l leros, s in contar las
a tarazanas , todos eran par t iculares y carecían de un tecnic ismo
único, sa lvo en aquel las genera l idades impuestas por las Orde-
nanzas que regulaban la fábr ica de naos y los arqueos desde
que Fehpe I I ins t i tuyó e l cargo de Super in tendente para velar
por la buena construcción.
L a creación del Cuerpo Gen era l de la A rm ad a, por Pa t iñ o :
la de la Matr ícula de Mar , por Ensenada, que también er ig ió
los arsenales, la de las Academias de Pilotos y, al f inal del s i-
g lo xvn i , l a ape r tu ra de E scue las de Náut i ca , se rv idas por
Ofic ia les de la Mar ina de Guerra , const i tuyeron los e lementos
que consiguieron la autént ica unidad l ingüís t ica de nues t ra Ma-
r ina en su ampho complejo guerrero , mercant i l y pesquero, aun-
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que con pequeños matices correspondientes a sus respect ivas
caracter íst icas; pero que esto se consiguió a costa de mucho
tiempo, lo demuestra el qi ie cuando en 1831 se edi tó un "Diccio-
nar io Mar í t imo" verdaderamente ser io , aún inser ta voces que ,
según apost i l la , son propias de tal arsenal y desconocidas total-
mente en otro.
Andalucía const i tuyó e l cr i sol fundamenta l de es ta in tegra-
c ión lexicográf ica ; con San Fernando y Alfonso X, Sevi l la y
los puer tos gadi tanos , pr imero; conf luencia después , con la
guerra del moro, de galeras y naves , e inc luso de armadas y es-
cuadras cas te l lanas y aragonesas ; más tarde , las r iberas del
saco de Cádiz , con Moguer como foco mar inero in teresante ; y ,
f inalmente, Sevil la , al con vert irse en la principal urb e m arí t im a
de su tiempo.
A esto hay que agregar la oleada de la expansión del ar te
de la jábega rea l que avanzó desde nues t ro Levante has ta Ga-
l icia, y la catalano-valenciana, por la mitad del s iglo xvii i , con
sus parejas de bou, que alcanzaron incluso a la r ía de El Fe-
rrol, en cuya villa de IN'lugardos no hace mucho, cuando no
exist ían vest igios de los clásicos
trincados*,
larga ban a l v iento
su vela lat ina los faluchos con patrones de apel l ido catalán, ver-
daderos cr iol los en t ierra gal lega.
¿
Y las Indias
? ¿
Cu ál f u é el resul tado l ingüísticOj el impacto,
como ahora se d ice , de nues t ra expansión ul t ramar ina
?
La influencia la recibimos ya en eí pr imer contacto, t ras la
jornada del Descubr imiento , y se ref le ja en e l resumen que del
"Diar io" del Almirante h izo e l P . Las Casas , y pronto se ge-
neral izaron las voces caribes
hamaca, canoa, huracán
y
cayo,
como más tarde con e l avance por e l Seno Mej icano
petate, me-
cate, cabuya
y
cabuyería
—que muchos escr iben con
II
en lug ar
de
y
creyéndola derivada de cabo-
Eran neologismos necesar ios que además de sonar a nues-
t ro gus to baut izaban cosas nuevas que íbamos hal lando y adop-
tando, como el
huracán,
la borrasca violenta del Caribe, que
por sus caracter íst icas part iculares en el mar de China y en el
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de las F i l ip inas tend r ían respect ivamente , los nom bres pr iva-
t ivos y precisos de
tifón
y
baguio,
como a los vientos periódicos
del Indico los l lamaríamos
monzon
(qtte carec e de plu ral y es
de género femenino, pues alude a la época de estos vientos, que
por ignorancia se va convir t iendo en masculino) , y cual el
tor-
nado,
el ventarrón temible de Guinea, qt :e no es un ciclón o de
eje vert ical , s ino un raro y devastador torbel l ino que lo t iene
hor izonta l .
Por entonces el habla marinera estaba ya en sazón, y el
mencionado "Diar io" de Colón, aún s iendo ext rac to , es buena
muest ra de e l lo , con im avance enorme sobre "El Vic tor ia l" de
Rui Gámez, anterior tan sólo en menos de un siglo.
Ya nues t ro lenguaje pecul iar poseía la sonor idad, la preci -
sión y el encanto que producen ambas de consuno, y, por el lo,
lejos de influenciarnos con las nuevas lengtias y dialectos in-
f lu yó en el cr iollo. H o y día el pa sa jer o carece de contacto con los
mar ineros , y aun los v ia jes son cor tos ; pero en los t iempos de
la vela, con largas t ravesías de algunas semanas y aun meses,
los pasajeros , s iempre en poco número, infer ior desde luego
al de la marinería, con la que materialmente convivía en con-
t inuo t ra to , desembarcaba captado por lo expres ivo y ro tundo
del habla de a bordo, con buen bagaje de voces que enrique-
cería el vocabii lar io del pasajero, que iba así aumentando el
del criollo.
Pr imero le sorprender ía lo que debió de es t imar monst ruoso
gal im at ías de a bo rdo ; D An ton io de Gu eva ra t ra t ó en su do-
noso "Arte de marear y de los inventores del la"
del bárbaro
lenguaje que hablan en las galeras,
mani fes t ando que los ma-
r inos
tan extremados son en el modo del hablar com o en la ma-
nera del vivir,
concluyend o asi el capítulo V I I I , en el que inse rta
a lgunas voces
: Esta, pues, es la jerigonza que hablan en las ga-
leras, de la cual, si todos los vocablos extremados hubiésem os
aquí de poner, seria para nunca acabar. Baste concluir con nues-
tro tema
— r e m a t a c o m o e n t o d o s — ,
que la vida de la galera
déla Dios a quien la quiera.
Don Eugenio Salazar , en su car ta a l L icenciado Miranda de
Ron, describiéndole el viaie que hizo a las Indias en 1573, que-
dó maravi l lado de oí r la lengua mar ina ,
la cual
—escr ib ió—
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yo no entendía más que e.i bambaló d e los bramones. V aunque
la lengua es malina y vuestra merced malino, no sé si habrá en-
tendido todos los términos y vocables que he referido; si algu-
nos se le fueren de vuelo, bü squelos en el vocabu lario del An-
tonio, y de los que allí no hallare p ida interpretación a los ma -
rineros de la villa de Illescas, donde se ejercita mucho esta
lengua; y no me la pida a mí, que en aprender las voces, acentos
y vocablos de este confuso lenguaje, sin entender ¡as significa-
ciones, pienso que he hecho más de diez tordos y veinte papa-
gayos. H arto es que haya yo aprovechado tanto esta lengua en
cuarenta días, como el estudiante de Lueches en cuatro años que
estudió la lengua latina en la Un iversidad de Alcalá de He-
nares. ..
Ello es que, entre remilgos y chacotas, quedó prendido en
ta l lengua "mal ina" , y lo propio suceder ía a cuantos pasaban
a Indias , has ta e l punto qae e l pr imer vocabular io impreso cono-
cido. muy anterior incluso a los extranjeros, no lo compiló un
mar ino, s ino todo un señor Oidor de Audiencia , D . Diego Gar-
cía de Palacio, quien siéndolo de la de Guatemala imprimió en
Méx ico, por 1587, un a " Ins t r uc ció n N áu t ic a" , cuyo apéndice
contiene el aludido glosario.
Análoga cur ios idad desper tó a o t ro sesudo varón de garna-
cha, D. Juan Avello Valdés, Oidor de la Rea) Audiencia de
Val ladol id y F iscal que fué anter iormente de la Casa de Con-
tratación de Sevil la , el cual formó asimismo un diccionario que
quiso dar a la prensa por 1673; s in olvidar el "Norte de la
Contratación" (1672)^ la obra meri t is ima del juez de el la , don
José de Veit ia y Línage, que al f inal del l ibro insertó un glo-
sar io muy es t imable . Todo e l lo const i tuye buena prueba de
cómo ta l lengua "mahna" se hacía pegadiza a los pasajeros
en f lotas y naos de registro que iban a las Indias, y cómo esta
corr iente continua iba nutr iendo por los núcleos cr iol los y cha-
pe tonas los fu tu ros amer ican i smos
Por es to e l mar ino qi te v ia ja por Amér ica encuent ra v i -
gentes en t ier ra numerosas voces mar ineras . Hace ya muchos
años, estando en Bogotá, me sorprendió el que a los clavos de
puer ta , tachones grandes , tan sevi l lanos , pero que en Anda-
lucía carecen de nombre específ ico, los denominasen estope-
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roles. Estoperol , en los buques ant iguos, era tachuela, el clavo
de cabeza ancha; es te amer icanismo era f ru to indudable de ese
contagio lexicográf ico que acabo de refer i r .
Di entonces en coleccionar estas voces corr ientes por el
Nuevo Mundo, inc luso a lgunas de e l las ya en desuso ent re nos-
ot ros —con es ta misma de es toperol—, y e l lo d ió lugar a un
pequeño t r aba jo mío : "A lgunos amer ican i smos mar ine ros de
or igen mar ine ro" , que p resen té a l C ongreso C ervan t ino de S e-
vi l la en 1948, y que e l profesor Kany, de la Univers idad de Ca-
l i fornia , ha acogido con benevolencia en su "American-Spanish
S e m a n t i c s " .
Sorprende que sean de uso corr iente
piola, apiolar, aba-
rrote, ancón,
por r incón,
badaza, bodega,
por t ienda de víveres,
con test imonios cier tos, como cuando dice el jesuí ta P . Manuel
R o d r í g u e z e n " E l M a r a ñ ó n y A m a z o n a s " ( 1 6 8 4 ) :
Entrase
por estas montañas a los Reales de Minas [...] en unos pesa-
dos cavallos, que llaman matalotes..., y
o t ros en número ex t ra -
ordinar io .
Pero es más sorprendente la cant idad de gi ros y locucio-
nes autént icamente mar ineros , y muy especia lmente , e l que nu-
merosos barbar ismos corr ientes en la península tengan a l l í a t i -
nados s inónimos mar í t imos , debido a su mayor conocimiento
y uso del vocabulario de que os hablo
;
de ta l modo que muchos
amer icanismos no son s ino arcaísmos mar ineros .
Baste recordar que en punto a l fer rocarr i l , a l tándem dicen
carbonera;
al talón ,
flete;
a l fu rg ó n de equ ipa jes ,
bodega;
los
andenes son
muelles,
y no toman el t ren, s ino que
embarcan
en
él ; y cuando ins ta laron en los Andes un " te lesquí" , o un " te-
lefér ico" , lo baut izaron recordando e l l indo nombre de
andari-
vel,
con esa des inencia cas i cantar ína , tan prodigada a bordo.
^
Claro es que en el lenguaje común, incluso sin alusión al-
gun a a fae na s y m anio bras , el m ar in o emplea voces mu y pecul ia-
res en lugar de los sinónimos bien determinados de uso co-
r r iente en t ier ra ; a lgunos , en rea l idad, son arcaísmos conser -
vados vivos por nosot ros , mient ras cayeron en desuso en la
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lengua española, otros son de formación y cosecha exclusiva-
mente mar ine ra .
Asi decimos
halar
y n o t i r a r ;
isar,
por elevar o hacer subir
a l g o ;
arriar,
a lo con t ra r io ;
arrollar,
en lugar de enrol lar ;
te-
sar,
y n o t e n s a r ;
amollar,
p o r a f l o j a r ;
de falondres,
por de re-
p e n t e ;
gobernar,
por d i r ig i r y t imonear ;
pasajero,
y no via je-
r o ;
encapillar,
a lo que se coloca por la cabeza o exige algo pa-
rec ido, y aún sus t i tuye a ves t i r se
; irse guardabajo,
a caer desde
algo a l to ;
coger
es s inónimo de colocar y disponer, como
coger
los cabos,
pues en su acepción corr iente decimos siempre aga-
r ra r ; l a s a l fombras y sus congéneres son pa ra noso t ros
palle-
tes;
como a las claraboyas decimos
lumbreras,
y a las velas par a
a k t m b r a r
achotes.
Hay voces que no to lera e l buen hablar mar inero y con
cuyo uso resul ta és te un tanto huero , como remar por
bogar;
másti l , para decir
palo;
áncora en vez de
ancla;
cuerda por
cabo; sondar
y no sondear , aunque existe la tendencia en ad-
mit ir esa
e,
para mí ant imar inera , como sucede con
garrar —
ciue
es r as t r a r por e l fondo e l anc la de fec tuosamente fondeada—.
que ya f recuentemente d icen
garrear.
Sin que olvidemos inúti-
l e s ba rba r i smos , como "o jo de buey" por
portillo,
" 'maque ta"
en lugar de
modelo,
cabina y no
camarote,
que, incluso sin la
bendición del diccionario, están entrando ya hasta en las revis-
tas profes ionales , y muchas más de todo género que repele v io-
lentamente nues t ro o ído como impropias del hombre de mar ,
cuyo lengi ia je h izo deci r con exageración a Terreros
que es
como de una nación totalmente extranjera.
^
Exis te también en e l hablar mar inero la repugnancia a usar
la segunda persona del p lura l , muy par t icularmente en impe-
rat ivo, cr iando se manda algo, con lo que la orden resul ta más
ta j an te , t a l que
¡embarca ,
en lug ar de em barcad , y lo mism o
¡alza , ¡arranca , ¡cía , ¡para
En la tendencia a identif icarse con el propio buque es muy
usado e l p lura l :
salimos, fondeam os, capeam os un tiempo...,
usándose e l s ingular sólo por e l pa t rón, capi tán o comandante ,
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También a l emplear la voz
son
gi is tamos de la preposición
a,
diciendo, en lugar de
en son de, a son de mar, a son de corrien-
te, a son de puerto,
etc.
E l mar ino tuvo fac i l idad suma para const rui r verbos , con
una f lexibi l idad insospechada en el habla terrestre. Ignoro si
fué Colón quien lo ideó; pero en su diar io, apenas descubierto
e l que l a agu ja —la b rú ju la— no apun taba a l Nor te , s ino un
poco al Noroeste, ya proclamó que
noruesteaba...
A este propósi to resul ta cvir ioso ei considerar que, t ratando
de vientos , todos se puedan conjugar :
nortear, lestear---,
inclu-
so sus propios sinónimos
maestralisar
y
maestrear
(de maes-
t ra l , que es e l NW),
levechear
(de leveche. o SW). . . ; pero no
puede aplicarse al .Sur , aunque sí admite los sufi jos corr ientes
a t o d o s p a r a f o r m a r
surada,
que es col lada de sure s, y au n
viento fuer te o
mano
(1) de este rumbo, y
surazo,
que es ven-
tar rón de es ta par te .
Es ta fac i l idad de muchas voces mar ineras que l levan o
pueden l levar en sí el sent ido de acción, para prestarse a cons-
t ru i r verbos , dar ía lugar a una enumeración extensa; bas te de-
cir que
pilotear, maestrear, patronear, timonear,
carecen de sus
congéneres en t ier ra —salvo
capitanear,
que Dios sabe si no
t iene c ier to tuf i l lo de or igen mar inero—, y aún habr ía que in-
cluir
almirantear*,
que aun qu e no ins erta en el Diccio nario,
t iene autoridad que le abone y que equivale a mandar una
escuadra in ter inamente , pues es sabido que has ta e l s ig lo xvi
el pr imer cabo de una armada o f lota se denominaba Capitán
General de e l la , mient ras e l segundo era e l Almirante .
Debo de aludir a otros que aún no han merecido el pláceme
de esta casa, como:
Marinear*,
en la acepción de ga tea r y t re-
p a r .
Palotear*,
que ya en la M ar in a M erca nte se va su s t i tu-
yendo por e l absurdo angl ic ismo "chequear" , que es anotar los
fardos que se van embarcando o desembarcando por medio de
palotes en grupos de a cuat ro , con e l quinto a t ravesado diago-
nalmente para e l fác i l y rápido recuento , y
miai'*,
que nada
tiene que ver con el sentido corr iente de maullar , pues equivale
(1 ) Mano* e s s i n ó n i m o d e r a c h a o f u g a d a .
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a decir ¡m io en las lon jas o, m ejo r dicho, Iotas de pescado,
cuando a l subas tarse és te a la baja a lguien quiere adjudicarse
el lote o rancho.
Por cierto que en la voz
Iota
de l DR AE hab ía que a f ina r
un tanto su definición, pues expresa éste que es el lugar en don-
de se subasta a la baja, cuando puede ser a la puja, como antes
se efec tuaba en a lg imas
a candela matada,
que e ra ad ju d ica r l a
al úl t imo postor cuando se apagaba un cabito de vela que se
encendía al iniciar la.
Pero a l formar los verbos , en ocas iones , se adoptan dis t in-
tas desinencias para matizar su signif icado, como
ventar,
que
es soplar el viento, mientras
ventear
se aplica sólo cu an do sopla
fue r t e .
Contra esta tendencia al verbo, y en aras de la sobriedad,
en buen hablar mar inero se supr ime mucho e l par t ic ip io pa-
sado, convir t iéndole en adje t ivo verbal . Nadie d i rá una es ta-
cha largada, s ino
larga,
ni un casco estancado, s ino
estanco;
como bandera
larga,
por largada.
I.O.
El empleo de la metáfora a lcanza , en muchas ocas iones ,
sut i lezas inefables.
Unas mues t r an im esca lo f r i an te pa te t i smo: . . .
sondando
con el Credo en la boca,
escr ib ió Sarmiento de Gamboa cuando
navegaba en cont inuo r iesgo de perderse por un baj ío del es-
t r echo de Maga l l anes .
Navegar en nombre de Dios
lo repite
rep i t e a lgunas veces "E l V ic to r i a l " . Y marchar a l o t ro mundo
con el Práctico a bordo
es rec ibi r a Su Divina Majes tad en
viát ico para esta úl t ima navegación, s in posible tornaviaje, que
todos tenemos que emprender .
Las hay que al iñan lo patét ico con cier ta i ronía, tal que
salvarse con arena en los bolsillos,
que es como ar roja la mar
los cadáveres a la playa.
Irónico del todo resul ta l lamar a la plena al ta mar
puerto
de los cuatro vientos,
ant í tes is de l re f r á n a t r ib i t ído a An dre a
Dor ia , que dice :
Julio, Agosto
y
Mahón, los mejores puertos del
Mediterráneo son.
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El l i r ismo, que tanto af lora en las descripciones de los des-
cubr idores , cuando lo nuevamente avis tado les hacía recordar
a Sevil la por mayo y al Guadalquivir en plena primavera, pro-
dujo , s in duda, e l
navegar al pajaril.
Voz que debió encantar a Lope, que sin venir mucho a
cuento escr ib ió en "De cosar io a cosar io" :
Sale el sol. serena el cielo,
Sa n T e lmo — D o n J n a n — s e s ie nt a
En el pajaril , y causa
Que la gavia resplandezca;
Jardines
se denom inan a bordo los escusad os;
flor
no la
empleamos en su acepción segunda de lo más escogido de una
cosa, s ino para lo primero que sale o se ve: como
flor de viento
o vaha je , y
flor de agua,
que en cier tos casos puede ser
lengua-
del agua,
y por el lo ésta se dice que lame; también sirvió
flor*
para designar la altura de algo sobre la línea de flotación, es-
pecialmente en punto a ar t i l ler ía , produciendo el verbo
florear* :
ya olvidado de miestros especial is tas de t i ro naval , que no re-
cuerdan los empeños para que la bater ía baja de f ragatas y
navios fuese lo suf ic ientemente
floreada
para poder abr i r sus
por tas y jugar la ar t i l le r ía a tm con mar gruesa .
Bucólica, y expresiva por demás, es
navegar como una pava,
como se decía cuando con mar bel la y boba y viento bonanci-
ble singlaba un navio a todo trapo; locución que recuerda asi-
mismo a la donosa af irmación de
viento en popa y mar bonan-
za, navega hasta Sancho Panza.
Al dominio de t ie r ra adent ro pasaron las muy expres ivas
d e :
estar hoyante,
s inónimo de for tuna y fe l ic idad creciente ;
ir un negocio o asunto
viento en popa;
y andar
a la deriva; me-
ter el remo; a palo seco; capear un temporal, correr una trin-
quetada, a barrotar, como sardinas en banasta; de capitán a
paje, entre dos aguas; llegar a buen puerto, tirar por la borda,
armar un zafarrancho , a pique de...; al socaire de algo..., es-
tar hasta los topes, empuñar el timón..., haber mar de fondo;
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contra viento y marea, jnudarse el viento, naufragar un asunto,
a remolque, brujulear, sacar a flote, so ltar el trapo, soplar ma-
los vientos, salvarse en una tabla, traer a imo bajo el agua,
tener mucha envergadura, disparar una andanada, torpedear
un asunto, varar un asunto, como una ostra, dar un barqui-
nazo ...
Seria interminable la relación, en la que no fal tan las de
orige n .divino al elegir Dio s N ue str o S eñ or a pescado res como
Apóstoles.
Por el contrar io, existen expresiones de inspiración o alu-
s ión ter res t re que son t íp ica y aun exclus ivamente mar ineras
;
así, la
sombra de un pino o
de una tapia la tenemos como el
remedio más ef icaz para e l mareo;
cabo seguro
—o mejor a lgo
que en público no se puede decir— es la famil ia; como una
vaca...
es un a ola grande .
Es natural que el marino, como el de cualquier otro oficio,
use de ordinar io , metafór icamente , tecnic ismos de su profe-
sión
;
pero en la dos if icación de éstos reside su ma yo r cara cte-
r í s t i ca , c i r cuns tanc ia que dominó bas tan te D . P ío P aro ja y
que e l gran D. Beni to Galdós , tan a t inado en lo h is tór ico , exa-
geró bas tante has ta conver t i r en a lgo car ica turesco, según mi
e n t e n d e r , a l M a r c i a l d e s u " T r a f a l g a r " .
Se me había olvidado decir
—escr ib ió Galdós—
que Mar-
cial, como casi todos los marinos, usaba un vocabu lario for-
mado por ¡os más peregrinos terminachos, pues es co.^tumbre,
en la gente de mar de todos los países, desfigxirar la lengua
patria hasta convertirla en caricatura.
Ma rcial, como digo, convertía los nom bres en verbos y és-
tos en nom bres, sin consultar con la Acadernia. Asimism o apli-
caba el vocabu lario de la navegación a todos los actos de la
vida, asimilando el navio con el hom bre, en virtud de una for-
zada analog ía entre las partes de aquél y los miem bros de éste.
Por ejemplo, hablando de la pérdida de su ojo, decía que h abía
cerrado el portalón de estribor, y para expresar la rotura del
brazo decía que se había quedado sin la serviola de babor. Para
él, el corazón, residencia del valor y del heroísmo , era el paño l
de la pólvora, así com o el estómago, el pañol del viscocho. Al
menos estas frases las entendían los marineros; pero había
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otras, h ijas de su propia inventiva filológica, de él sólo conoci-
das y en todo su valor apreciadas.
El ya ci tado Salazar , t res s iglos antes, al i ronizar sobre
es ta jer igonza, exageró su contagio en es te pár rafo , de l que
só lo un mar ino puede desc i f r a r su g race jo :
... y no es de maravillar que yo sepa algo de esta lengua,
porque me he procurado ejercitar mucho en ella, tanto que en
todo lo que hablo se me va allá la mía. Y así, para pedir la
tasa muchas veces digo: Larga la escota. Cuando pido alguna
caja de conserva, digo: Saca la cebadera . Si pido una servi-
lleta, digo: Daca el pañol. Si llego al fogón: Bien hierven los
olíaos. Si quiero comer o cenar en forma, digo: Pon la m esa-
na. Cuando a lgún marinero trastorna mucho el jarro, digo:
¡Oh ¡Cóm o achicáis Cuando otro tira algún... (que pasa mti-
chas veces), digo: ¡Ah de popa Así que ya no es en mi mano
dejar de hablar esta lengua.
El pruri to por evi tar el equívoco alcanzó asimismo a lo fo-
nético, y por eso decimos
leste,
que no puede confundirse con
oeste
;
sudoeste,
en lug ar de suroes te , pa ra no t rabu car lo con
sueste,
y todo un cuar teo de la aguja muy "sui gener is" , admi-
t ido de ant iguo por la Academia , pero que no to lera ese "sud" ,
el gal icismo que tanta aceptación t iene por América.
A bordo exist ió siempre tendencia a la metonimia, y se di jo
leño, fusta, pinaza, vela, vapor...
por embarcación o buque, y en
ocasiones —especialmente—, en los dest inos, el hombre toma el
nombre del suyo o servicio de guardia, como
tope, serviola
y
guindola,
y m ás aiin cuan do se les llam a, pues no se dice
¡
t imo-
nel , sino
¡puente ,
como
¡pañol ,
etc.
Y como no se t rata de im simple vocabulario, s ino de una
verdadera lengua que creció l ibre de reglas, su sintaxis t iene
también par t icular idades jamás es tudiadas , n i s iquiera expues-
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tas con cier to método
;
por ello, en el diccionario que desde hace
tantos años preparo, mult ipl ico los ejemplos, imprescindibles
para el buen empleo de las voces, convencido de que no puede
haber l ibertad en éste, y que para usar bien algo es preciso en-
señarlo a usar .
Aprovecho la autor idad que me pres ta es ta t r ibuna, y se
me ocur re d ivagar un t an to pa ra ana temat i za r im barbar i smo
que incluso se ha f i l t rado solapadamente en reglamentos y pe-
r iódicos oficiales del ramo; me ref iero a
peso muerto,
que a
cualquiera que no esté en el secreto creerá que es lo que en
t ranspor tes d icen tara , cuando quieren que s igni f ique lo con-
t rar io con rebuscada anf ibología , que en inglés ("death weigth")
podrá sonar y aun parecer b ien , pero que en nues t ro lenguaje
no es s ino un t remendo dispara te . Quieren los armadores , con-
s ignatar ios y demás conspicuos del mundi l lo naviero que peso
muerto signif ique capacidad de carga, olvidando que siempre
se di jo
porte,
o s implemente carga , pues no puede haber con-
fus ión en t re un
buque de carga
— o c a r g u e r o —
de tantas tone-
ladas
y un buque de tantas toneladas de porte.
Esto me l leva de la mano a abordar el tema de los neolo-
gismos, cas i s iempre barbar ismos, por contera f recuentemente
innecesar ios , que envi lecen nues t ro vocabular io res tándole una
de sus más preciosas caracter íst icas, que es la precisión, y cuya
adopción benévola t iene insospechado amparo en la l i te ra tura
oficial , dispuesta a aceptar , con fr ivolidad inexplicable, voces
cuyo origen sólo t iene por causa la ignorancia del t raductor .
Cierto que el idioma no se cuece en el cr isol de vuestro em-
blem a, ni evoluciona t an sólo en el lab ora torio de la Acad em ia ;
pero no es menos cier to que las epidemias y los malos modos,
aun cuando nazcan en la ca l le y en sus gentes , hay que a ta jar -
los con t iento y ef icacia, que no excluye la mano fuerte s i es
preciso.
Bienvenido a l lenguaje e l neologismo y aun e l barbar ismo
nacido con neces idad y cuna hones ta
;
l leno está el nuestro ma-
r ine ro de voces cuyo o r igen r es ide fue ra de nues t r as f ron te ras
secas y de mar ; con e l las se fué enr iqueciendo nues t ra habla ,
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8/19/2019 Legados Fundación Caja Mediterráneo. Discurso de Ingreso Julio F. Guillen Tato en la Real Academia. Junio 1963
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aunque reconozcamos que la fuerza de nuestro genio las domó
y retorció tan a gusto suyo que en muchos apenas encuentra
rastro el fi lólogo para fijar con acierto su etimología, como su-
cede con espardel*, en donde el originario inglés resultó de mol-
deable condición frente a la fuerza de la versión españolísima.
Pero ante la desgana por lo nuestro y el regusto actual por
lo extraño, es preciso actuar con urgente profi laxis que reme-
die el mal; porque si siempre el barbarismo es condenable, es
mucho peor si sust i tuye, más que a una voz ya existente, a
varias que no son sinónimas, porque, en reahdad, cahbran dis-
t intos matices de aquél la.
Así Mazarredo , buena au tor idad en e l d iscurr i r con pro-
piedad por nuestro léxico, manejaba con t ino, que no daba lu-
gar a dudas, los verbos
adiestrar, aveza r, ingeniar, ma