Download - Memoriperson del Antiguo Testamento
Mémoriperson
del Antiguo
Testamento
Delegación de Catequesis de Santiago
Ana María Limés Álvarez
Delegación de Catequesis de Santiago de Compostela
Es este un pequeño folleto pensado para que nuestros niñ@s puedan
tener una idea general de algunos de los personajes
que aparecen en la Biblia.
En este cuaderno encontrarás catorce personajes del Antiguo
Testamento. Cada dibujo aparecerá acompañado de una sencilla
explicación de cada uno de ellos.
Al final del folleto, encontrarás los personajes en unas cartas para
recortar y poder así jugar al juego de “MEMORIPERSON”.
De esta manera, mientras se divierten aprenderán sobre algunos
personajes que aparecen en las páginas de la Biblia.
¡DIVIÉRTETE JUGANDO CON TUS NIÑ@S!
En el relato de la creación, Dios, al ver que Adán estaba solo y sin ayuda,
le mandó a la mujer, en todo semejante a él.
El nombre de Eva sólo aparece cinco veces en la Biblia.
Eva es el nombre de la primera mujer y esposa de Adán. Tuvieron tres hijos:
Caín, Abel y Set.
Después de leer el libro del Génesis, capítulo 3, versículo 20, los estudiosos
dicen que: “Adán llamó a su mujer Eva por ser ella la madre de todos los
vivientes”.
Después de que Adán y Eva fueron expulsados del jardín del Edén, tuvieron dos
hijos: Caín y Abel.
Ellos crecieron sabiendo que tenían que adorar al Señor. Caín creció y se hizo
agricultor. Abel se hizo pastor. En el corazón de Caín había malos pensamientos,
sin embargo, Abel deseaba agradar siempre a Dios.
Un día salieron a ofrecer un sacrificio a Dios. Ambos debían ofrecerle el mejor
sacrificio. Caín ofreció algunos frutos. Pero Abel ofreció la mejor de sus ovejas. A
partir de entonces, Caín tuvo envidia de Abel.
Un día, quedó con Abel en el campo y lo mató. Dios se enfadó con Caín y lo
expulsó de donde estaban su padre y su hermano. Y para que nadie le hiciera
daño, le puso una marca en la frente.
Noé era un hombre muy bueno y siempre obedecía a Dios. Era descendiente de
Set, el tercer hijo de Adán y Eva.
Un día, estando Noé en el campo, escuchó la voz de Dios que le decía: “La gente se
ha vuelto mala y corrompida. Voy a enviar un diluvio para acabar con todos y es
por esa razón que tú harás un arca de madera que sea un barco resistente, sube a
ella con todos los tuyos y una pareja de cada familia de animales”. Y Noé obedeció.
Al construir el arca todos se burlaron de él, Noé les habló del castigo del Señor pero
se volvieron a reír de él.
Una vez terminada el arca, Noé y su familia entraron en ella, junto con los
animales. Entonces empezó a llover durante 40 días y 40 noches.
Después de este tiempo, Dios hizo una Alianza con Noé y para sellarla envió un
arco iris.
Sara mujer de Abraham no podía tener hijos. Ella tenía una sierva egipcia llamada
Agar. Así que le dijo a su marido que ya que ella no podía darle hijos, que tomara
a Agar para así poder tener descendencia.
Después de que Agar quedara embarazada, tuvo que huir a Egipto, por miedo a
Sara. Pero un ángel se le apareció y le dijo que volviera. Poco después, nació
Ismael.
Al pasar el tiempo, Dios le dijo a Abraham que volvería a ser padre, y que su hijo
nacería de Sara, su mujer. Este se llamó Isaac.
En el Nuevo Testamento se menciona, al menos, cuatro veces a Sara.
Los padres de Sansón no tenían hijos, y después de mucho rezar, tuvieron uno: a él.
Sansón era un hombre con una extraordinaria fuerza.
Sansón se enamoró de una mujer llamada Dalila. Los filisteos para librarse de Sansón
ofrecieron dinero a Dalila para que averiguase de dónde le venía su gran fuerza:
"Nunca ha pasado una navaja por mi cabeza puesto que soy nazareo de Dios –
consagrado a Dios- desde el vientre de mi madre. Si se me rapara, mi fuerza se
apartaría de mí, me debilitaría y sería como todos los hombres”.
Dalila hizo dormir a Sansón sobre sus rodillas, y llamó a un hombre para que le
cortara los siete mechones de su cabeza. Al ser rapado, la fuerza se apartó de Sansón.
Además, para saciar su venganza, le sacaron los dos ojos. Y lo llevaron a dar
movimiento a la rueda de un molino.
Tiempo después, estando reunidos muchos filisteos y filisteas para ofrecer un gran
sacrificio a su dios Dagón, lo llevaron para que actuase ante ellos. Yendo de camino,
pidió al muchacho que lo llevaba de la mano que le dejase tocar las columnas sobre
las que se asentaba la casa. Estando entre ellas, las empujó con tanta fuerza que se
derrumbó la casa sobre toda la gente que había en ella. Él también murió.
Dalila era una seductora filistea, elegida por el sumo sacerdote del culto de
Dagón para enamorar a Sansón y así arrancarle el secreto de su gran fuerza
y poder derrotarle. La pasión que Dalila despierta en Sansón hace que éste
olvide su misión divina y, dejándose llevar por sus sentimientos e instintos,
le revele su secreto como prueba de amor.
Dalila, mientras Sansón duerme, manda que le corten el pelo y lo entrega a
los soldados filisteos, para que lo detengan.
Estando el pueblo de Israel en Egipto fue esclavizado, y sus gritos y oraciones
fueron escuchadas por Dios.
Estaba Moisés cuidando su ganado en el monte Horeb cuando Dios se le presenta
en medio del fuego que ardía en una zarza, pero sin quemarla. Dios le dice que
debe ir a Egipto a liberar a su pueblo de la esclavitud.
El rey de Egipto se rio de Moisés, pensando que su Dios era un Dios falso, como
los de Egipto, que no tenían poder. Es entonces cuando Dios se da a conocer,
para que el rey vea que es Dios de verdad. Dios, a través de Moisés, envía las diez
plagas de Egipto, que terminarán con la salida del pueblo de Israel de Egipto.
Al ver que el pueblo había marchado de Egipto, el rey se enfadó mucho. Decidió
salir en su busca y los alcanzó. Estaban acampados junto al Mar Rojo.
Moisés levantó los brazos e hizo que las aguas se separaran. Los israelitas
pasaron por el medio del mar, por lo seco. Los egipcios los siguieron y entraron
detrás de ellos. Pero Moisés bajó los brazos y las aguas volvieron a estar como
siempre, haciendo que los egipcios se ahogaran.
Un tiempo después de la huida de Egipto, acamparon en el Sinaí. Y Dios llamó a
Moisés para que subiera a la montaña. Dios había bajado en medio del fuego, a
la montaña del Sinaí para hablar con Moisés. Y como resultado, le entregó las
Tablas de la Ley.
A la muerte de Moisés, es Josué el que guía al pueblo hacia la Tierra Prometida,
llevando el Arca de la Alianza y, ahora, además, las Tablas de la Ley.
Conducidos por Josué, al fin los hebreos llegaron a la Tierra Prometida.
Dios prometió a Josué victoria y prosperidad en la Tierra Prometida si el pueblo
obedecía siempre la Palabra de Dios. Y los israelitas así lo prometieron.
Mandó Josué espías a la ciudad de Jericó para poder estudiar sus defensas. Pero
estando allí, el rey de la ciudad se enteró y mandó buscarlos. Fue Rahab y su familia,
los que los escondieron en su casa para que los soldados del rey no los encontraran.
Estando Josué planeando el ataque sobre Jericó, Dios le recordó que él ganaba las
batallas para su pueblo. Y le dijo cómo debía hacer: debía marchar alrededor de la
ciudad una vez por día durante seis días, y siete veces el séptimo día. Luego,
deberían tocar las trompetas y gritar y… ¡los muros de la ciudad se caerían!
Así lo hicieron… y ¡así sucedió! Sólo la casa de Rahab permaneció en pie.
Solemnemente Josué dedicó el oro, la plata y los tesoros de Jericó al servicio de
Dios. Y puso una maldición sobre cualquiera que volviera a edificar la ciudad
perversa.
Pronto, todos en Canaán, escucharon cómo Josué derrotó a Jericó, y sabían que
Dios estaba con su pueblo.
La historia de Rut comienza en Israel, después de los días de Sansón, cuando el
pueblo de Dios dejó de confiar y obedecer a Dios. Fue entonces cuando una terrible
hambre llegó a aquella tierra.
Un hombre, Elimelec, junto con su mujer Noemí y sus dos hijos, fueron desde
Belén hasta Moab –un país en donde la gente adoraba a los ídolos- en busca de
comida. Las cosas no le fueron bien, y tanto Elimelec como sus dos hijos murieron.
Quedaron así Noemí, y las dos esposas de sus hijos: Rut y Orfa, ambas de Moab.
Noemí, junto con Rut –Orfa decidió volver con su familia en Moab- regresaron a
Belén. Aunque Rut había adorado a ídolos, como la mayoría de la gente en Moab,
los había dejado para adorar al Dios Vivo de Israel. Rut trabajaba fuertemente para
asegurar que Noemí tuviera lo necesario para comer. Cada día seguía a los
cosechadores en el campo y recogía las espigas que caían.
Booz, el dueño del campo, escuchó todo lo que hacía Rut y quiso conocerla. Pronto
empezó a quererla y mandó a sus trabajadores que dejaran caer, a propósito, más
espigas para que Rut pudiera recogerlas.
Con el paso del tiempo, Booz se casó con Rut. Así que, tanto Rut, como Noemí
formaron parte de la familia de Booz, y ya nunca más les faltó de nada.
Sus padres fueron el levita Elcana y Ana, quien durante mucho tiempo fue estéril.
Su madre tanto le había pedido a Dios que le concediera un hijo, que finalmente
nació Samuel.
Siendo Samuel muy joven, Ana, su madre, lo llevó al tabernáculo en Silo, para
que allí sirviera a Dios. Fue el sacerdote Elí quien lo crió.
Cierta noche, mientras Samuel dormía, Dios lo llamó: “¡Samuel, Samuel!”.
Cuando Samuel percibió que era la voz de Dios, le dijo: “Habla, Señor, que tu
siervo escucha!”.
Samuel era obediente. Él andaba siempre cerca de Dios. Cuando creció, fue un
hombre bendecido y muy respetado por el pueblo. Samuel fue el último juez de
Israel.
David era el menor de siete hermanos. Fue él el elegido por Dios para ser rey.
David fue un joven pastor elegido por Dios, para unir a su pueblo, no por su
saber, sino por su corazón. David fue poderoso porque Dios estaba con él. Fue
un rey que ayudó a unir a su pueblo y a traer la paz.
David era de origen humilde. Nació en Belén, como Jesús. Una vez que fue rey
estableció la capital del reino en Jerusalén, y trasladó a esta ciudad el Arca de la
Alianza.
Pero David también cometió errores: se enamoró de Betsabé, mujer de Urías, uno
de los capitanes de su ejército. Así que, ideó un plan para que Urías muriera en
la batalla. Una vez muerto, David se casó con Betsabé y tuvieron un hijo. Al poco
tiempo, el niño enfermó y murió. Entonces David se dio cuenta de su grave
pecado, y oró a Dios con sincero arrepentimiento.
Salomón era hijo del rey David. Antes de morir, lo nombró rey y le dijo: “anda en los
caminos del Señor, para que prosperes en todo lo que hagas”.
Una noche, Dios se le apareció en un sueño y le dijo que le pidiera lo que quisiera,
que Él se lo concedería. Y Salomón le pidió sabiduría para ser un rey bueno. A Dios
le agradó esta petición y se la concedió, además de prometerle también riquezas y
gloria.
Poco tiempo después, el pueblo ya sabía de la sabiduría de su rey. Cierto día, fueron
a verlo dos madres con un bebé. Una de las madres le dijo al rey: “Una noche, el hijo
de esta mujer murió, y ella tomó a mi hijo y dejó a mi lado a su hijo muerto”. Entonces
la otra mujer, dijo: “¡No! ¡Mi hijo es el que vive y tu hijo es el muerto!”. Entonces, dijo
Salomón: “Traedme una espada. Partid por la mitad al niño vivo y dadle la mitad a
una madre y la otra mitad a la otra madre.” Entonces, la verdadera madre gritó: “Mi
señor, dadle a ella al niño, y no lo matéis”. Así supo Salomón que ésta era su madre.
Todo Israel oyó lo del juicio y temieron al rey porque vieron que había en él sabiduría
de Dios.
Fue Salomón el que edificó el Templo de Jerusalén. Poco tiempo después, el rey, al
igual que otras gentes de Jerusalén, empezarían a desobedecer a Dios. A su muerte,
su reino se dividiría.
Daniel fue otro profeta muy bueno y sabio que vivía con Darío, el rey de Babilonia
y le daba consejos. El rey apreciaba mucho a Daniel y por ello, los demás líderes
estaban celosos. Así que, intentaron saber qué cosas hacía Daniel mal, para que
tuviera problemas con el rey. Pero no encontraron nada.
Así que, se dijeron que si querían atraparlo, sólo podían hacer una cosa: hacer
que el rey firmara un decreto por el cual no se podía adorar a ningún Dios que no
fuera al rey Darío (ellos sabían que Daniel rezaba -junto a la ventana- tres veces
al día a Dios). ¡El castigo por desobedecer esta ley era ser comido por los leones!
Y el rey firmó. Así que, cuando Daniel, al día siguiente se puso a rezar, los otros
líderes corrieron a avisar al rey. Y no le quedó más remedio que arrestar a Daniel.
El rey intentó por todos los medios cambiar la ley, pero ya era demasiado tarde:
¡Daniel debía ser arrojado al foso de los leones!
Antes de que Daniel fuese echado al foso, el rey le dijo: “Tu Dios, a quien sirves,
¡te librará!”. Esa noche, Darío no durmió pensando en Daniel. A la mañana
siguiente fue corriendo al foso. Llamó por Daniel… y ¡Daniel contestó!
El rey se puso tan contento que, mandó sacarlo del foso, y enseguida cambió la
ley, para que ahora todos adoraran al Dios vivo y verdadero de Daniel.
Jonás era un hombre bueno al que Dios le pidió que fuera a la ciudad de Nínive
a decirle a sus habitantes que se estaban portando mal. Pero Jonás, sintió miedo
de los ninivitas, y huyó en dirección contraria.
Iba en un barco, cuando de repente, una gran tormenta, salida de la nada,
empezó a azotar el barco. Jonás se dio cuenta que él era el culpable, así que se
tiró al mar, para salvar a los demás marineros. De repente, todo volvió a la calma.
Pero, Jonás, fue tragado por una enorme ballena. En su interior, permaneció tres
días. Arrepentido por no haber obedecido a Dios, le rezó pidiéndole perdón, y
diciéndole que si le sacaba del interior de la ballena, iría a Nínive a hablar con
sus habitantes.
Poco después, la ballena lo expulsó en una isla, y Jonás se dirigió a Nínive.