Facultad de Filosofía y HumanidadesDepartamento de Ciencias Históricas
Historia Antigua
Integrantes: Felipe SchnakeBastian Venegas
Profesora: Cecilia Inojosa Primer Semestre 2015
1
ÍndiceObjetivos……………………………………………………………………………….…..3
Estructura del trabajo………………………………………………………………..……4
Metodología………………………………………………………………………………..4
Introducción………………………………………………………………………………..5
1.-Conflicto patricio-plebeyo y el surgimiento del tribuno de la plebe como antecedentede las luchas de poder……………………………………………………………………6
2.-La expansión del imperio militar y lasreformas de los Graco como detonante de la violencia en la República tardía…………………………………………………..9
3.-Primera Guerra Civil: surgimiento del conflicto optimates-populares y reformas de Mario al ejército romano como elemento preponderante en la caída de la República…………………………………...……………………………………..14
4.-Fin de la república oligárquica y paso al sistema autocrático: Las guerras civiles como proceso de definición entre los Optimates y Populares. .………………………………………………………………..17
Conclusión………………………………………………………………………………..27
Bibliografía………………………………………………………………………………..28
2
Objetivos
Objetivos generales
1.- Analizar los actores y grupos que protagonizan el fin de la república en el siglo I A.C., con un énfasis en el conflicto entre los bandos políticos de optimates y populares.
2.- Comprender los antecedentes previos y coyunturas anexas que potenciaron los conflictos republicanos y el fin de esta.
Objetivos específicos
1.- Caracterizar a los caudillos de los bandos políticos.
2.- Exponer los procesos de expansión hegemónica de la republica romana, como factor incidente en los conflictos sociales.
3.- Analizar el conflicto patricio-plebeyo como antecedente de las guerras civiles.
3
Estructura del trabajoEste trabajo se compone de cuatro partes:
MetodologíaPara el presente trabajo, se hará uso de una bibliografía compuesta tanto por fuentes primarias, de autores romanos, así como también fuentes secundarias, de historiadores que desde una perspectiva contemporánea analizan los procesos tanto del conflicto plebeyo-patricio, así como la crisis política-social del siglo I a.C.
4
Introducción
Existen al día de hoy diferencias de opiniones entre los académicos, con respecto
al periodo que abarcó el siglo I a.C. dentro del Estado romano. Para algunos, se
considera este periodo de guerras civiles y cambios sociales como una revolución
en la forma del estado y del poder romano, de un grupo colegiado de miembros
salidos de la aristocracia, a un poder de carácter monárquico; pero disfrazado con
un carácter protector de la extinta República. Para otros, en cambio, éste se
considera un periodo de crisis del sistema; en donde la constante expansión
romana y los cambios que propiciaron, degeneraron en deformaciones del poder
que beneficiaron el personalismo de algunos personajes; lo cual finalmente
terminó derivando no en un cambio estructural, sino que en una transformación del
poder estatal de manos de unos pocos a un individuo único; capaz de sacar a
Roma de la crisis en que se encontraba producto de la fragmentación del poder y
la corrupción senatorial.
En visto de estos hechos es que analizaremos la pugna existente entre patricios y
plebeyos y la importancia del surgimiento de la magistratura del tribuno de la plebe
como un antecedente de los conflictos que se suscitaran en la República romana.
Indagaremos en la importancia de la expansión militar y territorial de Roma junto al
surgimiento de grandes figuras tanto individuales como colectivas como
detonantes del conflicto y de los procesos sociales y políticos que llevaron a la
crisis de la República
Daremos cuenta de la institucionalización de la violencia y de la preponderancia
del ejército como agente colectivo con poder capaz para imponer reformas,
cambios y elevar en torno a ellos a grandes caudillos que desequilibraron la
armonía del poder republicano y dieron paso a la construcción de un magno
imperio unipersonal con corazón en Roma que dejaría una huella imborrable en
Europa, y así en toda nuestra civilización.
5
Conflicto patricio-plebeyo y el surgimiento del tribuno de la plebe como
antecedente de las luchas de poder.
El conflicto entre patricios y plebeyos tiene su origen a fines de la monarquía
romana y comienzos de la república. Esta cuestión se presenta como un
antecedente histórico de las posteriores luchas sociales en las que se vería
envuelto el que ya se constituía como potencia imperial y militar del mundo
antiguo.
La existencia de dos grupos antagónicos surgidos en los inicios de la monarquía
romana, fue motivo de grandes tensiones durante el desarrollo del magno imperio,
donde “desde su origen, patriciado y plebe fueron grupos opuestos desde el punto
de vista sociológico”1.
La clase patricia era descendiente de los primeros romanos que se asentaron en
las orillas del Tiber y fundaron la ciudad de Roma. Los patres componían el
consejo asesor del rey durante la monarquía, que luego se constituiría con el
nombre de Senado. Los hijos de los patres serán denominados patricii lo que
refuerza el carácter hereditario de la condición.
Era una clase de carácter elitista, constituía la minoría de la sociedad, contaba con
grandes privilegios, acceso universal a las magistraturas y mantenía un férreo
control del agro romano, el cual era encargado en un principio a los comicios
curiados que “provenientes de la monarquía, (eran) de carácter netamente patricio
(…) y se reunían para asuntos de índole familiar”2 entre otras funciones. En ellos
se aprobaban o desaprobaban los testamentos y por tanto, se velaba por la
continuidad del legado patrimonial entre patricios.
La clase plebeya, por otro lado, constituía la mayor parte de la sociedad romana,
era un grupo humano heterogéneo, no contaban con privilegios y tenían un acceso
limitado a las magistraturas. Su condición se justificaba en que ellos no tenían
1 Bravo Castañeda, Gonzalo. Historia de la Roma antigua. Alianza Editorial, Madrid, 1998, p. 29.2 Samper Polo, Francisco. Derecho Romano, Segunda edición. Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 2003, p. 24.
6
conocimiento de sus antepasados por lo que no podían demostrar un origen
común con los fundadores de Roma, asumiéndose que su llegada a la península
itálica era posterior la de las primeras familias.
Con estos antecedentes es evidente que el conflicto de clases sería inevitable,
pero es preciso señalar que las reivindicaciones que exigió la clase plebeya
siempre se dieron en un ámbito político y legal, donde rara vez se dio paso a la
violencia de las armas sino que las luchas fueron “solventadas por concesiones
mutuas en medio de un gran respeto”3. La cancelación de deudas o “sacudida de
cargas”, la apertura paulatina del acceso a los plebeyos a las magistraturas más
importantes, la lex Canuleia que permitió a los plebeyos contraer justas nupcias
con patricios, se constituyeron como algunos de los grandes avances que alcanzó
la clase plebeya y que fueron socavando de a poco el elitismo de la clase patricia.
Es en este contexto de reivindicaciones en que en el 494 a.C, en que a raíz de la
retirada de Monte Sacro, se crea el Tribunado de la plebe, magistratura
exclusivamente plebeya, y de carácter inclusive sacrosanto, ya que los tribunos
eran “considerados inviolables, de manera que quien atenta contra ellos quedaba
entregado a la venganza de los dioses, que podía ser cumplida por cualquier
ciudadano”.4 Su función es la defensa de los intereses del pueblo y para ello
cuentan con la intercessio, que durante la república se interpretó como la acción
de veto a cualquier magistrado que atente o perjudique a un ciudadano.
La figura del tribuno de la plebe cobrará gravitante importancia durante el
desarrollo de la historia romana, donde se hará latente la rivalidad entre estos y
los Cónsules, pugna que lentamente comenzará a tomar ribetes cada vez más
hostiles, representando cada uno los intereses del pueblo romano por una parte y
del Senado por la otra.
Se inicia así una lucha de poder que alcanzará una vorágine de violencia que
terminará por socavar los cimientos de la constitución política romana, acabando
3 Apiano. Historia Romana, Tomo II, Libro I. Editorial Gredos, Madrid, 1985, p. 14.4 Samper Polo, Francisco. Op. cit.,p. 23.
7
con el equilibrio planteado por Cicerón, en su doctrina Polibiana-Aristotélica del
poder, en donde Monarquía (cónsules), Aristocracia (Senado) y Democracia
(comicios) conviven en una relación de armonía e igualdad lo que mantiene la
estabilidad5, dando paso a un sistema caracterizado por la supremacía militar, la
institucionalidad de la violencia como medio para alcanzar los fines políticos
propuestos y la preponderancia de grandes figuras que se constituirán como
importantes caudillos que representarán los intereses de las distintas
colectividades en conflicto, acelerando cada vez más el regreso a la autoridad
unipersonal omnipotente (como lo fue el rey) y el consiguiente surgimiento de la
figura del emperador.
5 Cicerón. La república. Ediciones Akal, Madrid 1989, p. 21.
8
La expansión del imperio militar y las reformas de los Graco como
detonante de la violencia en la República Tardía.
La República romana vivió, desde el siglo III a.C., una serie de procesos de
expansión militar, que fueron consolidando el poder de la urbs como potencia
dominante en el mundo antiguo.
En un primer momento la República logró la dominación del mediterráneo, con la
derrota de los cartagineses, consolidándose así como amos y señores del
mediterráneo (al punto que le denominaron mare nostrum, ósea, mar nuestro). A
esto le siguió el importante desarrollo cultural y económico que les proporcionó la
conquista del mundo griego a través de la guerra con Macedonia, y la sucesiva
dominación de parte de Asia Menor. De esta forma, se dio inicio en Roma a un
proceso de enriquecimiento de la sociedad; principalmente para la clase
dominante, los patricios, quienes se vieron acrecentados tanto en su poder
económico como político, gracias a las riquezas traídas desde las nuevas
provincias.
A esto se suma el trato que se le dio al agro en las nuevas tierras conquistadas,
donde se permitió que aquellas que no se encontraban cultivadas (que eran las de
mayor extensión) fueran laboradas por todo aquel que quisiera pagando un
gravamen: “el pago de un canon por la cosecha del año, la décima parte de los
productos de la siembra”6. Esto ocasionó que los ricos patricios compraran la
mayor parte de estas tierras o las tomaran por la fuerza, constituyendo así
grandes latifundios y empobreciendo aún más a la población plebeya.
Este enriquecimiento y fortificación de las posiciones políticas de la población
acomodada trajo consigo la agudización del conflicto social con la clase
mayoritaria dentro de la urbe, ya que “en el siglo II a .C, la plebe aumentó en
número a costa de los pequeños propietarios de tierras arruinados por las casi
continuas guerras que obligaban a movilizaciones masivas de los campesinos
6 Apiano. Historia Romana, Tomo II, Libro I. Editorial Gredos, Madrid, 1985, p. 22.
9
itálicos”7, llevando en adelante una lucha por reformas legislativas y de carácter
agrario, siendo este último ámbito donde se desarrollarían las luchas más cruentas
posteriormente.
El primer intento por solucionar la crisis agraria vino por parte de una ley que
prohibía la tenencia de un terreno con una extensión superior a las quinientas
yugadas (unidad de medida correspondiente al espacio de tierra de labor que
puede arar una yunta en un día8). Este dictamen fue ignorado por parte de los
grandes terratenientes quienes repartieron sus terrenos entre sus más cercanos,
manteniendo la situación de inequidad.
Es aquí donde entran a escena los hermanos Graco, Tiberio - el mayor- y Cayo.
Ambos hombres de gran virtud, elocuencia y valor, descritos por Plutarco como
polos opuestos de una misma moneda, quizás debido a la diferencia de edad de
nueve años existente entre uno y otro: Tiberio más contemplativo, prudente y
maduro y Cayo caracterizado por su pasión y exaltación: “Tiberio era dulce y
reposado. Cayo fogoso y vehemente (…) el estilo de Cayo era acalorado y
cargado de afectos (…) y el de Tiberio (…) más propio para mover a la
compasión”9.
Fue Tiberio el primero en intervenir y hacerse cargo del problema del agro.
Cuando alcanzó el Tribunado de la plebe atisbo la situación irregular que se
presentaba en el agro romano y de la poca cantidad de itálicos que se
encontraban labrando las tierras conquistadas (ya que en su lugar lo hacían los
esclavos y pastores de los grandes terratenientes) y por tanto su motivación iba en
defensa de esta “raza itálica (…) muy valiente en la guerra y unida por vínculos de
sangre”10 que si bien no era considerada ciudadanos de pleno derecho, si
formaban parte de las milicias romanas y eran el aliado de mayor importancia con
el que contaban los romanos. Por lo tanto renovó la ley de las quinientas yugadas
7 Bravo Castañeda, Gonzalo. Op. cit., p. 54.8 Diccionario de la Real Academia Española. [en línea], <http://www.rae.es> , [consulta: 17 mayo 2015] 9 Plutarco. Vidas Paralelas, Segunda Edición. Ediciones populares para la Colección Austral, Buenos Aires, 1951, pp, 90-91.10 Apiano. Op. cit., p. 26.
10
y buscó prevenir las malas prácticas añadiendo una comisión distribuidora
compuesta por tres hombres, quienes repartirían cierta parte de la tierra entre los
pobres en caso de que estas fueran entregadas a los hijos de los terratenientes.
Los ricos y el Senado comenzaron a conspirar en contra de la nueva ley de Tiberio
y encontraron sustento a sus quejas en el tribuno Octavio, quién al momento de la
votación vetó la ley de Tiberio. En una asamblea posterior Tiberio puso en duda la
posición de Octavio como tribuno, cuestionando su actuar debido a que este
atentaba contra el pueblo vetando la ley, y estableció que se votara la continuidad
de Octavio en el cargo, marcando un precedente histórico para la sagrada figura
de esta magristratura.
Octavio fue depuesto de su cargo y la ley fue votada, aprobada y celebrada por el
pueblo romano, que en su mayoría estaba a favor de Graco a quien designaron
para la comisión distribuidora junto a su hermano Cayo y su suegro Apio Claudio.
Los ánimos entre los grandes latifundistas y el grupo en favor de las reformas
estaban al rojo vivo, por lo que Cayo intentó repostular su cargo de tribuno de la
plebe para el año siguiente, deviniendo en ilegalidad. Este hecho causó una gran
revuelta y conmoción, sumada a la cizaña maquinada por los terratenientes en el
Senado debido a la destitución de Octavio. Se temió por la estabilidad de la
República y se recurrió a la violencia para acabar con el reformismo de Graco.
Finalmente Tiberio y algunos de sus seguidores fueron asesinados en una
revuelta en el Capitolio y sus cuerpos fueron arrojados al río Tiber.
Esta hecho de sangre se constituyó como la primera revuelta violenta que termino
con la muerte de ciudadanos romanos ocurrida durante la República desde la
expulsión de los reyes etruscos y marcó el inicio de una nueva etapa en la historia
de Roma, una mucho más violenta y vil, llena de conspiraciones, luchas de poder,
sicariato, todo lo cual llevó finalmente a la “institucionalización de la violencia”11
como un método viable para obtener la victoria política sobre el grupo opositor.
11 Bravo Castañeda, Gonzalo. Op. cit., p. 52.
11
“Una misma vida y una misma muerte por defender los intereses del pueblo, nos
tiene destinado el hado”.12 Esta frase es acuñada a Cicerón, quien relataba que
Tiberio, se le apareció en sueños a su hermano Cayo para instarlo a seguir la
lucha por las reivindicaciones que el pueblo necesitaba y que él no había podido
concluir.
Transcurridos unos años desde la muerte de su hermano, Cayo se postuló al
Tribunado y “resultó elegido de la manera más rotunda”13. Impulsó una reforma
que otorgaba una cantidad mensual de trigo a los ciudadanos a expensas del
erario del pueblo, ley que le valió la enemistad del Senado y la simpatía del pueblo
quienes lo reeligieron como tribuno para un segundo año sin mayores dificultades,
a diferencia de su hermano.
Continúo con las reformas asignando a los tribunales de justicia a la clase
ecuestre, en reemplazo del Senado, motivado por una serie de escándalos de
corrupción y sobornos en las que se habían visto envueltos grupos senatoriales.
Esto a la larga provocó un ascenso social de la clase de los “caballeros” quienes a
medida que alcanzaban su apogeo se iban corrompiendo más y caían en las
mismas prácticas que Cayo pretendió evitar designándolos a ellos, volviéndose de
esta manera cada vez más impopular.
Otro de los hechos a destacar por parte de Cayo fue la construcción de caminos y
la fundación de colonias, donde al igual que su hermano, simpatizó con los aliados
latinos yendo incluso más lejos cuando pretendió otorgarles el derecho a sufragio,
al igual que los ciudadanos romanos. La ley fue ampliamente rechazada y
finalmente vetada por el tribuno Livio Druso, simpatizante del Senado. Con esto se
prohibió a los latinos aproximarse a la ciudad cuando se realizaran votaciones.
El fin del menor de los Graco llegaría luego de que le fuera encomendado fundar
una colonia en Cártago junto a su amigo Fulvio Flaco. Durante su estadía en
territorio africano se suscitaron gran cantidad de malos augurios los cuales fueron
12 Plutarco. Op. cit., p. 118.13 Apiano. Op, cit., p. 44.
12
vociferados en Roma. Los simpatizantes de Cayo culparon al Senado de esta
infamia y se instauró nuevamente la violencia. Durante una confusión, el lictor
Quinto Antilio fue asesinado por uno de los seguidores de Cayo y este no tuvo
más remedio que refugiarse de la acometida que realizaría posteriormente el
cónsul Opimio. Ambos amigos intentan huir y encontraran la muerte
posteriormente y siendo decapitados por sedición. A sus verdugos se les dio el
peso de sus cabezas en oro, dando fin a esta nueva rebelión.
Finalmente se aprueba una ley que permite nuevamente la venta indiscriminada
de tierras, aboliéndose la ley de Tiberio y dejando en una situación aún más
precaria a la plebe romana y a los aliados itálicos, ahondándose con esto los
conflictos y sentó las bases de un nuevo conflicto, entre optimates y populares:
“No obstante, la obra de los Gracos, muy pobre si se consideran únicamente sus
resultados prácticos, se reveló muy importante al provocar la formación de un
partido popular cuyos jefes hostigaron hasta el fin de la República al partido
senatorial, provocando y acrecentando el malestar que pronto estalló en una crisis
que sacudió los cimientos mismos del poder romano.”14
Primera Guerra Civil: surgimiento del conflicto optimates-populares y
reformas de Mario al ejército romano como elemento preponderante en la
caída de la República.
Producto de estos primeras revueltas, se generaría una polarización dentro del
mundo político romano, entre dos grupos diferentes; los primeros, los “Optimates”,
14 Grimal, Pierre. La Civilización Romana. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona, 1999, p. 28.
13
que defendían la mantención de los derechos nobiliarios y la dominación Patricia a
través del senado. Por el otro lado se hallaban los “Populares”; grupo de patricios
y nobilitas, de diversa situación económica, que buscaban cambios políticos en
beneficio de las mayorías ciudadanas, a pesar que muchos de ellos gozaban de
grandes privilegios. Con el paso del tiempo, este partido abogó más por
reivindicaciones salidas de su propio sector, que por la defensa de reclamaciones
emanadas preferencialmente de la plebe.
En un principio, estas luchas se llevaron a cabo a nivel político, tanto en las
asambleas populares como en el senado, con una clara búsqueda de la
dominación del poder estatal pero al corto plazo se convirtieron en espacio
incapaz de dar respuesta a las agudizaciones que se vivían dentro de la sociedad,
en palabras de Alfoldy: “este sistema constitucional, que aspiraba a salvar la
posición dirigente de una oligarquía en descomposición, no podía ofrecer una
solución duradera”.15
Las luchas políticas comenzaron a empeorar y a convertirse en violentas luchas
callejeras entre sicarios de cada bando, en donde se asesinaban mutuamente
dirigentes de cada partido. En los primeros años del siglo I a.C. la violencia se
tomó las calles de la ciudad sin que un bando en específico sobresaliese sobre
otro, pero, dentro de este panorama, era solo cuestión de tiempo a que se
desatase una escalada mayor en el conflicto; en donde el principal protagonista
iba a ser el mismo ente que había permitido la expansión romana y la
consolidación del imperio como potencia militar: el ejército romano.
Cayo Mario (157-86 a.C.), uno de los dirigentes del partido popular, cónsul 7 veces
y exitoso general romano en diversas guerras contra pueblos barbaros; llevaría a
cabo reformas en el ejército romano (107 a.C.), de carácter trascendental para el
desarrollo de la crisis y posterior asentamiento del poder imperial. Sus
transformaciones al ejército romano cambiarán la configuración de este y pondrían
en la mayor esfera de poder a los generales con tropas a su disposición, ganando
15Alföldy, Géza. Historia social de Roma, tercera edición. Alianza Editorial, Madrid, 1996, p. 112.
14
la lealtad de estas a través de la compensación económica; “mientras que hasta la
fecha el ejército romano se venía reclutando entre propietarios, campesinos con
tierras que habían de equiparse a su costa, Mario procedió a completar filas a
base de proletarios carentes de toda propiedad (capite censi), a quienes armaría
el estado.”16
Ya con anterioridad, Mario había logrado desarrollar importantes avances para las
mayorías. El Senado nobilita miró con resentimiento como crecía la popularidad de
Mario y su apoyo dentro de la plebe, en detrimento de este; que era visto como
una institución corrupta ajena a las necesidades populares, “la mayor parte del
período republicano el Estado romano había sido controlado por un reducido
número de familias hasta el punto de que su última fase, la llamada “Republica
tardía” es considerara generalmente una autentica oligarquía”17. Y la respuesta de
esta oligarquía no se hizo esperar, y prontamente se agudizaron las tensiones
entre los diversos líderes que tomaban partido por un bando y otro; pero el gran
cambio estaba hecho, y era en la capacidad militar de cada figura el cobraba
relevante importancia, en detrimento del poder colectivo que había sido el pilar de
la constitución política de la Roma republicana.
En este contexto, se terminan de definir las características principales que tendrán
los siguientes conflictos; la personificación del poder en caudillos políticos, que, en
base a legiones bajo su mando, mueven los hilos del desarrollo institucional e
intereses sectoriales dentro de la República. Empero, estos mismos individuos
serán los causantes del fin de esta, y darán inicio a las bases del poder imperial.
Alfoldy con respecto a esto, dice: “la agudización de las contradicciones en la
estructura social romana, de un lado, y las cada días más evidentes debilidades
del sistema de dominio republicano, de otro, tuvieron por resultado un repentino
brote de las luchas políticas y sociales”18
La primera guerra civil, se tradujo en la aparición de Sila (138-78 a.C.), miembro
16Alföldy, Géza. Op. cit., p. 110.17Bravo Castañeda, Gonzalo. Op. cit., p. 50.18Alföldy, Géza. Op.,cit., p. 113.
15
del partido de los Optimates, el cual, al mando de sus legiones, derroto a los
populares y comenzó un proceso de desestructuración de las reformas sociales
llevadas a cabo por Mario; al mismo tiempo que inició una persecución política
durante su dictadura, contra los miembros del partido popular y senadores adeptos
a las reformas marianas. Si bien, buscó restablecer el poder de la clase nobilita
senatoria, el germen de la fragmentación del poder ya se había vuelto irrefrenable;
“el futuro pertenecía a estos políticos y generales todopoderosos, cuya ascensión
había sido vehiculada por la reforma militar de Mario”19.
Fin de la república oligárquica y paso al sistema autocrático: Las guerras civiles como proceso de definición entre los Optimates y Populares.
Ya con las reformas de Mario (107 a.C.) había quedado patente la metodología a
usar por los personajes políticos que personificaban los distintos bandos
configurados en la crisis política romana: El uso de ejércitos proletarios que
emprestaban su lealtad por la compensación agrícola en los espacios
19Ibídem
16
conquistados en este último periodo de expansión de la República tardía, que
servían de esta forma como ejércitos regulares que, al momento de agudizarse las
tensiones políticas, derivaban automáticamente en abiertas guerras civiles que
terminaron por dar solución a través de la violencia, a las problemáticas que
venían incubándose durante siglos ya dentro de la sociedad romana, y que
producto de la expansión territorial vivida desde el fin de la Segunda Guerra
Púnica, habían degenerado en una decadencia e insuficiencia de la organización
política romana, que era inútil ya para dar solución a los conflictos entre las clases,
y que finalmente había significado un empoderamiento de los nobilitas en el
senado y un paulatino paso a una organización oligárquica que no había hecho
más que encender aún más los ánimos entre la plebe, y así mismo,
institucionalizar por parte de los estamentos superiores, la violencia como método
de control inefectivo de las problemáticas. Esta idea es reafirmada por el
historiador Geza Alföldy, en un contexto ya de declive y saturación del ideal
constitucional romano que buscaba el equilibrio entre las formas de poder, y
dentro de estas, de las clases sociales: “La agudización de las contradicciones en
la estructura social romana, de un lado, y las cada día más evidentes debilidades
del sistema de dominio republicano, de otro, tuvieron por resultado un repentino
brote de luchas políticas y sociales”20.
A dicha centuria que significo un paso de un sistema de gobierno a otro, en donde
se agudizaron problemas previos, o se sucedieron nuevas problemáticas, que
según Bravo se explican por la nueva posición romana en el mundo antiguo,
“durante el último siglo republicano afloraron problemas largo tiempo latentes en la
vida romana junto con otros nuevos, consecuencia de la nueva posición de Roma
como Estado hegemónico en el mundo mediterráneo”21, ha tendido a ser vista
desde algunos sectores de la historiografía se le ha tendido a considerar como un
periodo de revoluciones. ¿Es posible, efectivamente, hablar de una serie de
revoluciones dentro del estado y la sociedad romana que permitieron el salto al
Imperio (en medio de procesos violentos), desde una República que ya no daba
20 Alföldy, Géza. Op. cit., p. 9421 Bravo Castañeda, Gonzalo. Op. cit., p. 51
17
abasto al escenario que tenía presente? Consideramos que bajo ninguna forma es
posible hablar de revolución en el caso romano, al menos como la entiende la
historiografía actual, que toma como base los procesos vividos en Inglaterra,
Francia y Rusia. “La consecuencia última de tales conflictos no sería la
transformación de la estructura de la sociedad romana, sino el cambio de la forma
de estado sustentada por ella”22, esta tesis expuesta por Alföldy, consideramos
que refiere eminentemente, de una transformación del marco político que regía la
sociedad romana, pero que en ningún caso significo realmente una transformación
de las condiciones objetivas del poder entre las clases, que se mantuvieron
estables, sino que la competencia entre los caudillos políticos por ver quien
finalmente se empoderaba con el poder estatal dentro de un escenario donde era
inevitable ya este fenómeno.
La composición del bando Optimate, y especialmente del bando Popular, son un
reflejo de esta situación. Desde una perspectiva simple, se podría englobar a los
primeros dentro de una “derecha política” o conservadurismo, y a los segundos
dentro de lo que podría considerarse como la “izquierda política” o posiciones más
progresistas, pero también usar vocablos actuales es una acción de cuidado que
puede traer incongruencias, esto porque en ningún momento dentro del bando de
los Populares hubo realmente una organización de base de las clases plebeyas y
de los proletarios, con miras a un proyecto de disputa del poder; cualquier intento
a través de los tribunos de la plebe había sido finalmente socavado por la violencia
política patentada desde el Senado con los sucesos de los hermanos Graco, y de
todas formas estos mismos tampoco provenían congraciadamente de las clases
bajas. Lo que está claro, es que en su mayoría, los líderes del bando Popular
provenían de la propia aristocracia, siendo miembros de importantes familias
patricias que, con una gran agudeza política, veían mayores dividendos en apoyar
superficialmente las principales demandas plebeyas, con el fin de ganar cuotas de
apoyo en las masas, que les podría significar así un empoderamiento frente al
bando Optimate, compuesto por los principales patricios senatoriales y que, por su
22 Alföldy, Géza. Op. cit., 1996, p. 97
18
propia composición, se habían vuelto un grupo cerrado y difícil de permear hasta
para la propia clase patricia (entendiendo la degeneración de la aristocracia hacia
una oligarquía, si consideramos la constitución del poder político propuesta por
Polibio). De esta forma, una aproximación populista a las clases más bajas, con el
tablero como estaba dispuesto ya en este último siglo, significaba un
posicionamiento importante de cara a la clase optimate, que ya abogaba usando la
fachada de la permanencia de la república, por el mantenimiento de sus
posiciones de clase cerrada y de un control del poder político y económico, que se
había vuelto aún más atractivo luego de los sucesivos procesos de expansión.
¿Cómo es que la republica romana pudo durar tanto, si en su seno cobijaba una
serie de problemáticas y de conflictos que, en la medida que evolucionaron,
terminaron por traspasarla? Ciertamente es una interrogante importante, que
luego puede replicarse a los siglos de vida del imperio romano, pero al menos en
este periodo puede entenderse dentro de una continuidad y coherencia de
conflictos ininterrumpidos desde el poco andar de esta, y que realmente no
tuvieron una solución real, por parte de ninguno de los estamentos,
eminentemente a la cuestión agraria y el acceso a través de esta, al bienestar
material. Ni las concesiones y conquistas políticas logradas por la clase plebeya
habían subsanado el hecho primordial, de que el proletario romano común se
empobrecía más y más, lo que se vio gravemente empeorado producto de la
expansión territorial que se inició con la victoria en la Segunda Guerra Púnica.
Desde ese momento en adelante el estado romano vive un proceso de expansión
hegemónica sin precedentes, en donde en un corto periodo de tiempo abarca una
parte importantísima de la zona del mediterráneo, cuestión que había obligado a
una movilización masiva e ininterrumpida de ejércitos que, por la composición que
tenía hasta antes de las reformas marianas, obligaba al costeo propio del soldado
romano de su equipo, deteriorando así el bienestar económico de masas y masas
de la población, que componían así estas legiones por clase.
19
El nivel de empobrecimiento sumado a una constante expansión territorial lograron
que, para cuando Cayo Mario realizase sus reformas, se abriese la principal
herramienta que definiría las luchas políticas romanas: El ejército legionario.
El ingreso del elemento militar, en su forma más dura, determina la complejización
y transmutación de las formas del poder desde la potestad al imperium (osea, ya
definitivamente desde la capacidad del poder político-institucional, el marco legal,
a uno que se centraría en la vía armada, como resolución), esto, en el sentido de
que ya el espacio senatorial y las diferentes asambleas y magistraturas, se ven
sobrepasadas como espacios para determinar el poder, y los bandos políticos más
que construirse en el colectivo, sellan el fin de la república al erigirse alrededor de
figuras individuales de poder. Es en este punto donde el poder político se
construye de la mano con el poder militar, que se liga a una figura única, donde ya
es inminente el proceso de crisis y transformación del marco político romano.
En este punto, es necesario identificar bien los grupos que se encuentran en la
disputa, osea, tanto a los Optimates como a los Populares, quienes pasan de la
arena de la disputa oligárquica a la lucha armada, guiados por sus respectivos
caudillos. Anteriormente se dejó en claro la proveniencia de ambos grupos, que
independiente del objetivo político o social (y si es genuino), son parte de la
aristocracia, de las gens patricias, por lo que no se puede referir en el momento
más álgido de la crisis, de un conflicto de clase contra clase. En el punto de las
personalidades, es donde hay que ser énfasis, porque serán los grandes nombres
como Cneo Pompeyo, Craso, y Julio Cesar, quienes en una primera etapa del
conflicto terminal, darán forma a los clientelismos tanto en el mundo social, militar
y político, que les permitirán construir el poder a su alrededor y posicionarse como
las figuras de relevancia y determinantes del periodo; “los políticos de más relieve
dispusieron así de un instrumento tan poderoso como leal, cuya aplicación contra
sus enemigos dentro del estado equivalía a la guerra civil”23. Es evidente que,
principalmente el factor militar, es el que determina los lineamientos de la crisis, y
23 Alföldy, Géza. Op. cit., p. 110-111
20
esto revela la incapacidad de un senado ya moribundo y de una serie de
instituciones que, una vez institucionalizada la violencia para reprimir desde
posiciones oligárquicas las aspiraciones agrarias y políticas de la plebe, había
abierto el camino por si misma a su fin.
Aunque existían personalidades senatoriales (como es el caso de Cicerón), estas
realmente no pasaron de ser figuras de la coyuntura, pero que finalmente,
terminaban abanderizándose de una forma u otra en alguno de los bandos
clientelares de estos líderes, que, obteniendo poderes pro-consulares o llegando a
acuerdos, habían adquirido el Imperium para disponer de legiones para sus
campañas. El primer triunvirato es un intento nítido de todos los bandos políticos
por intentar salvar la institucionalidad de la cual querían apoderarse, luego de las
luchas y quiebres provocadas por la guerra civil entre los Populares liderados por
Mario, y los Optimates liderados por Sila, donde este último se había impuesto, y
que haciendo uso de la dictadura, persiguió violentamente a los miembros del
bando popular. Este triunvirato emerge en medio de la inestabilidad política, como
un acuerdo secreto entre Cneo Pompeyo (106-48 a.C.) y Marco Licinio Craso
(115- 53 a.C.), que en un primer momento significaba un pacto entre los líderes de
la oligarquía misma, con Pompeyo como representante del grupo Optimate (que
posteriormente será atraído por los sectores más conservadores y reaccionarios
del Senado patricio), y Craso como representante de los sectores équites y
nobilitas que, habiendo ensanchado su poder financiero gracias al flujo de
esclavos y negocios provocados por la expansión, buscaban una estabilización del
orden social y político para la continuación de sus operaciones económicas. Julio
Cesar (100-44 a.C.) se suma a este pacto secreto entre las fuerzas, al poco andar
y para generar una estabilidad y representación de todos los bandos, luego de la
persecución ejercida contra los populares. Este último será el principal
protagonista y quien, en la práctica, dará fin a la República como gobierno
colegiado y electivo, así como zanjara las disputas entre los bandos políticos,
puesto que a pesar de que a su muerte se sucede un segundo triunvirato con una
nueva guerra civil, este será unipolar, considerando que los individuos en disputa
21
pertenecían todos al bando de César, y se disputaban el poder legado por este a
modo de herederos, evidenciándose derrotado previamente el bando Optimate.
César, quien logra salvar de la persecución de Sila gracias a la intervención de
patricios amigos de su familia, es visto con resentimiento por miembros Optimates
donde, según Suetonio, se incluye al mismo Sila: “pero que supiera que esa
persona, cuya salvación con tanta ansia deseaban, algún día acarrearía la ruina al
partido de los optimates, que junto con él todos ellos habían defendido; pues en
César habían muchos Marios”24. Aunque es factible la posibilidad de que,
efectivamente, hubiera una previsión de Sila a la latente amenaza que
representaba el joven César, lo cierto es que la intencionalidad de Suetonio es
exponer en la construcción histórica, un claro antagonismo temprano y una
linealidad de la representación de Cayo Julio como líder popular y antagonista del
conservadurismo senatorial, cuestión que posteriormente legitima Augusto César
en su construcción ideológica como figura imperial una vez consumado el fin de la
República en el fondo (pero manteniendo formas). De todas formas, está claro el
hecho de que César busca restablecer al debilitado bando popular, y se erige
como líder de este, proyectándose paulatinamente en diferentes magistraturas y
dignidades, pero con el objetivo de posicionar a los populares de nuevo en la
palestra de la disputa en esa etapa terminal. “Durante su tribunado militar, primer
cargo que obtuvo por sufragio popular tras su regreso a Roma, no regateó
esfuerzos para ayudar a los promotores del restablecimiento del poder tribunicio,
cuya fuerza había sido recortada por Sila”25, los primeros pasos de Julio cesar
están encaminados a reordenar a las fuerzas de la plebe luego de los golpes de
los optimates, pero solamente como clientes para sus posteriores acciones
políticas; sigue el progresivamente traer de vuelta a los miembros en el exilio del
bando popular, que al igual que él, habían huido producto de la persecución de
Sila, refugiándose en provincias limítrofes. Una vez logrado esto y habiendo
funcionado la negociación con los otros caudillos, se procede a afianzar el poder
militar, que era al fin y al cabo el sostén de las aspiraciones políticas. Pompeyo
24 Suetonio. “Vida de los Doce Cesares” Editorial Gredos, Madrid, 1992, p. 74-7525 Ibídem., p
22
que ya tenía fama e influencia entre las legiones en oriente, luego de sus
campañas en el Asia (que le habían valido así mismo apoyo popular de la plebe,
aunque termine decantando por la oligarquía), aparecía mejor posicionado, lo cual
promovió el movimiento de Craso con legiones a dirigir campañas al oriente
también, donde encontró la muerte en acción militar, y con su deceso tensionaría
el equilibrio de poder dentro del triunvirato. Julio Cesar, que amistándose con
previamente con Pompeyo y Craso había accedido a la magistratura consular,
realiza su movimiento al buscar la entrega de legiones para emprender la
conquista de las Galias, que convertirá eminentemente en una campaña personal,
al el mismo contratar legiones con sus arcas, recompensar a sus soldados y
liderarlos en persona en las diferentes batallas, durante los años que durará la
campaña y que terminará con la conquista del territorio galo, el incremento de la
fama entre la plebe de Julio Cesar, y la adhesión abnegada de sus legiones y
generales a su figura, erigiéndose como una figura de poder relevante,
provocando ya con Craso fuera del escenario político, resquemores y odiosidades
por parte de los grupos conservadores en el senado, quienes atraerán hacia sí a
Pompeyo, levantándolo como protector del ideal republicano ante la amenaza de
César. Los roces y tensiones entre César y miembros del senado, mientras este
se encuentra en la Galia, van escalando más y más hasta que finalmente se
desencadena un nuevo enfrentamiento, producto de que el Senado, que buscaba
deponer a Cesar del cargo de gobernador, es vetado por los tribunos de la plebe
del bando popular, quienes son hostigados y huyen al ver comprometida su
seguridad; “después de haber celebrado sus audiencias, se detuvo en Ravena,
dispuesto a vengar por las armas cualquier decisión demasiado severa que el
Senado tomase contra los tribunos de la plebe que utilizaban su derecho de veto a
favor de él”26. A Pompeyo se le entregaron poderes excepcionales, y entrando el
año 49 a.C. se desencadeno una nueva guerra civil, la que se libraría en las
provincias y terminaría con la victoria de las legiones de César sobre el bando de
los optimates, la muerte de Pompeyo y otros personeros, y la instauración de la
dictadura de César con amplias prerrogativas e iniciativas, en su mayoría
26 Ibídem., p. 105
23
encaminadas a personalizar a su figura el poder político, y en realizar medidas
populistas en pro de mantener el apoyo de las bases sociales. Aunque derrotados,
los restos senatoriales se organizan y realizan un atentado contra Cayo Julio
César en los Idus de Marzo del 44 a.C., motivados por lo que a ojos de ellos era
un flagrante intento de tiranía e instauración de una monarquía en la práctica,
argumentados en el de la cantidad de atribuciones que había tomado para sí Julio
Cesar, en desmedro de la República que se planteaba en base a instituciones
electivas, colegiadas y rotativas. “En efecto, no solo aceptó honores excesivos
como varios consulados seguidos, la dictadura y la prefectura de las costumbres a
perpetuidad, además del prenombre de Imperator, el sobrenombre de Padre de la
Patria, una estatua entre los reyes y un estrado en la orquesta, sino que permitió
también que se le otorgarán por decreto otras distinciones que sobrepasan incluso
la condición humana”27. Este hecho representa la última acción del bando
senatorial para intentar salvaguardar la república oligárquica, en un magnicidio
dibujado como el asesinato de un tirano que es llevado a cabo hasta por Bruto,
pupilo de César y también representante de la antigua familia que lideró la rebelión
contra el rey Tarquino el Soberbio, expulsándolo e iniciando así la República.
En los hechos, de todas maneras, el cambio esta consumado, en el sentido de
que se evidencia que la única forma de dar salida a las problemáticas del estado y
en dotar a Roma de la fortaleza para mantenerse ahora en el nuevo paradigma del
imperio hegemónico-territorial que es, es a través del autoritarismo unipersonal de
un caudillo que se sobreponga a las disputas políticas entre bandos, siendo
superadas por el individuo que dispone del uso de la fuerza militar para imponerse
a los procesos institucionales y así dar soluciones concretas a las problemáticas, y
realizar una administración correcta de las nuevas provincias. Aun existiendo el
resquemor de la figura del monarca, lo cual provocó el pánico y el atentado
patricio a Julio César, el bando optimate no se recupera del golpe sufrido y termina
prontamente siendo exterminado a manos de los generales herederos de Cayo
Julio, donde resaltan Octavio César, Marco Antonio y Lepido, los que en los años
27 Ibídem, p. 150-151
24
inmediatamente posteriores acabaran con Bruto, Cicerón, familiares y aliados de
Pompeyo, exponiéndolos como enemigos del estado y logrando un manejo de la
opinión pública a su favor, “proscribí a los asesinos de mi Padre, vindicando su
crimen a través de un juicio legal; y cuando, más tarde, se llevaron sus armas
contra la República, los vencí dos veces en campo abierto”. 28Se prestaran así
mismos como los integrantes de un nuevo triunvirato en medio de tensiones
personales entre dichas figuras, por la disputa existente para definir quién es el
sucesor de Julio César. “Desde el 43 a.C. una Lex Titia confirmó los poderes
extraordinarios de los triunviros (Marco Antonio, Lepido y Octavio), por diez años
para reconstruir la República (rei publicae constituendae), con un reparto territorial
del imperio entre ellos”29; eliminados del mapa los conspiradores de los Idus de
Marzo, se pasa a la perpetuación de las reformas y programa Cesariano, pero la
rivalidad que surge y desencadena la tercera guerra civil es producto de la
consciencia de que para encaminar el nuevo Imperio, es necesaria la estabilidad
de la figura unipersonal, y prontamente se tensiona el escenario entre Octavio y
Marco Antonio; todo, maquillado con el ideal de salvar y mantener la República,
cuando en realidad lo que se hacía era dejar descender el féretro en el sepulcro.
No es necesario hacer mayor hincapié en esta última guerra civil, pues fue una
auténtica guerra entre caudillos de un mismo bando, por definir quien se quedaría
con el liderato del grupo popular, al cual se sumaba ahora la jefatura del estado y
el control militar total. Con un mejor despliegue militar, político y comunicacional,
Octavio y su sequito terminaron imponiéndose a Marco Antonio en Accio (31 a.C.),
quien mantenía una relación tanto amorosa como política con la reina egipcia
Cleopatra, cuestión que había deteriorado su imagen pública en la urbs romana,
cuestión que motivo el entreguismo del resto senatorial a la causa de Octavio,
quien se alzaba como protector y padre de la República, para pasar a llamarse
Augusto César, realizando un manejo político impresionante considerando su
coyuntura, que le permitió disfrazar los medios por los cuales arrimo a su
28 Augusto César. Res Gestae Divi Augusti. Universidad de Zaragoza, traducción del Prof. Dr. G. Fatás, hecho 2.29 Bravo Castañeda, Gonzalo. Op. cit., p. 61
25
alrededor los poderes del estado, usando la lograda paz como argumento
legitimador, mientras inauguraba un nuevo proceso en la historia de Roma, que
volvía a la autocracia en un contexto ahora de dominio global. “Después de haber
halagado a los soldados con donativos, al pueblo con la abundancia y a todos con
la dulzura de la paz, comenzó a levantarse poco a poco, llevando a si lo que solía
estar a cargo del senado, de los magistrados y de las leyes, sin que nadie le
contradijese”30
Así, cesaban en Roma las luchas políticas que se habían mantenido de formas
intermitentes y alimentadas por la expansión territorial, habían llevado finalmente a
la emergencia del caudillo clientelar por sobre los programas exclusivistas o
aperturistas de un lado u otro, y terminando por carcomer desde sus entrañas la
organización republicana, que fue incapaz una vez muertos los hermanos Graco,
de detener el uso de la violencia como medio de solución de los conflictos, y las
subsecuentes acciones y consecuencias que traería esto para la historia de la
ciudad, en la que finalmente, por más que intento detenerse, se volvió una vez
más al poder monárquico y unipersonal, esta vez en la figura del Emperador, y con
un verdadero imperio que abarcaba ya gran parte del mundo conocido, en donde
confluían diferentes tradiciones, sociedades y culturas, que más tarde
protagonizarían los fenómenos internos que darían fin al Imperio Romano.
Conclusión
Consideramos que en el caso romano, las contradicciones dentro de la propia
sociedad romana fueron el germen que provoco el paso de un tipo de sistema
político-institucional a otro, tomando en base parte del postulado del materialismo
histórico, referente a que dentro de la infraestructura existen las contradicciones y
30 Tácito. “Anales”. [en línea], <http://assertum.blogspot.com/2013/06/libro-tacito-anales-historia-antigua-en.html>[consulta: 20 de mayo de 2015], p. 19
26
conflictos que llevan del paso de un sistema a otro. En este caso, el conflicto
aunque tiene tintes materiales en las relaciones romanas, es eminentemente un
conflicto en la superestructura política, que se dibuja en las disputas entre la clase
patricia y el uso clientelar que dan a los plebeyos y proletarios de las bases del
pueblo de Roma. El conflicto patricio-plebeyo, se culmina en un proceso reformista
que da ciertos accesos políticos a los plebeyos, lo que permite su participación
política y la eventual instrumentalización de esta por parte de los patricios que
veían los espacios conservadores dentro del Senado, como demasiado cerrados,
una vez que la arista aristocrática fue degenerando a una oligarquía, por lo que
tomando ciertas partes del discurso popular, configuran un bando político que les
permitirá la disputa por el poder constitucional, enfrentando a los optimates, que
se enclaustraran aún más en posiciones conservadoras y reaccionaras,
degenerando en procesos violentos como los vividos con los hermanos Graco en
adelante.
Una vez institucionalizada la violencia, el paso de la solución de los conflictos, de
los espacios institucionales a la vía armada, era una cuestión inminente, que se
vio agudizada por la expansión territorial y la subsecuente necesidad de reformar
un ejército romano que tenía que responder a la coyuntura de dominio imperial en
las nuevas provincias. Este hecho, que catapulto al ejercito como el instrumento
que definía los cambios, elevo al general-caudillo como el principal personaje
político, sobrepasando los espacios institucionales y los colectivos políticos como
espacios de decisión, allanando el camino para el paso a una institucionalidad
autócrata e imperial, que ahora se construiría entorno a la figura de un César, y
junto a este, sus legiones.
Bibliografía
(i) Fuentes Bibliográficas
1.- Bravo Castañeda, Gonzalo. Historia de la Roma antigua. Alianza Editorial,
Madrid, 1998.
27
2.- Samper Polo, Francisco. Derecho Romano, Segunda edición. Ediciones
Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 2003.
3.- Apiano. Historia Romana, Tomo II, Libro I. Editorial Gredos, Madrid, 1985.
4.- Cicerón. La república. Ediciones Akal, Madrid 1989.
5.- Plutarco. Vidas Paralelas, Segunda Edición. Ediciones populares para la
Colección Austral, Buenos Aires, 1951.
6.- Grimal, Pierre. La Civilización Romana. Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona,
1999.
7.- Alföldy, Géza. Historia social de Roma, tercera edición. Alianza Editorial,
Madrid, 1996.
8.- Suetonio. “Vida de los Doce Cesares” Editorial Gredos, Madrid, 1992, p. 74-75
Augusto César. Res Gestae Divi Augusti. Universidad de Zaragoza, traducción del
Prof. Dr. G. Fatás, hecho 2.
(ii)Fuentes Electrónicas
1.- Tácito. “Anales”. [en línea], <http://assertum.blogspot.com/2013/06/libro-tacito-
anales-historia-antigua-en.html>[consulta: 20 de mayo de 2015].
2.- Diccionario de la Real Academia Española. [en línea], <http://www.rae.es> ,
[consulta: 17 mayo 2015].
28