PUBLICACION QUIN CENAL
Fundador : A. FERNANDEZ ESCOBES DIRECTOR:
E'ZEQUIEL ENDÉRIZ
COLABORADORES:
Los a utores cl ás icos, los gra nd es Mae stros de la novel a c orta y los
sigui e ntes conte mporá neos:
Mario AGUILAR, Víctor ALBA, D o m e n ¡, c de B E L L M U N T, Juan B. BERGUA, Alfon so CA· MIN , Lui s CAPDEVI LLA, Alej a ndro CASONA, M erced es COMAPOSADA, F.CONTRERAS PAZO, Antonio ESPINA, Angel FERRAN , J. GARCIA PRADAS, Ramón J. S É N D E R , Roberto MADRID, Dr F éli x M A R T I IBAñEZ, Gregori o OLIVAN, Alva ro de ORRIOLS, José M aría PUYOL, Enmanllel RO B L E S, M ateo SANTOS, Arturo SERRA· NO PLAJA, Mari ano VlñUALES,
Eduardo ZAMACOIS
M o n taje y dibujos: ANTONIO ARGÜELLO
C01T6spondenci-a. lit eral' ia, al directo1' EZEQ U [EL EN D E R I Z, B 0-UZ M ax, 9, ntre Bonlctrd, Pa1"~s (XI V e ) .
Correspondencia administ'i' l].tiva .. y gil 'OS, (l, F r ancisco D iezhand:no, lO, l'U Z L.~!/nguedoc. TOULOUSE.
D epositar io general en Paris: V alentin To rnos 9, 1''t¿e Boukl 1'd. (XIV .).
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PROXIMAMENTE
" PARIS-M DRID (la revista que une dos pueblos)
Números de INVIERNO, PRIMAVERA,
VERANO, OTOñO.
"
CIEN páginas en dos y tres CO~ O l" es, con trabajos en las dos lenguas, española y francesa.
Las m ejores firmas. Los mejores dibujantes. Los m ejores grabados.
En cada número dos novelas, obras d'e teatro, biografías o ensayos completos, s iempre uno de estos trabajos en español y otro e n francés.
Todas las novedades de Francia, en España. Todas las novedades de España, en Francia.
i UNA NOVEDAD EDITORIAL! i UN ALARDE I Franc ia y España en la mano cada tres m eses,
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(1 ) Modo d e e nvio. Núm er o s u elto. Cien fra ncos. Suscripción po r cuatro núm e ros : 375 francs .
EL PREMIO LITERARIO
ANTONIO ZOZAYA de
Constituidos Ell Jurado calificador d el Prelnio {( ANTONIO ZOZAYA » establecido por « La Novela Española » para premiar cen la cantidad d e 10.000 francos el m ejor original lite ra· fio que se r ecibiera e n libre concurso, h entos celebrado dife r ent es re union es e n las oficinas d e la. age n cia, p eriodís tica « Ide l' Press ». de París.
En la primera de estas r euniones fueron se-lec'Jionados nu eve originales, los cuales fueron distribuidos entre los jurados '!lara su lectura, estableciendo entre nosctros mismos un intercambio al objeto d e facilitar nuestra labor.
En la última d e nuestras }'cuniones ce!ehrada· el día 18 de agosto, se de liberó definitivament·e para el fallo, coincidiendo todos los r eunidos que si bien el original titulado « EL ESPANOLITO » e ra el de lnejores calidades lit,erarias y mayor originalidad, no se le podía calificar exactamente de una novela que e ra el fin que se proponía lograr « La Novela· Española )}
- "' ;..; 'If __ _ * J .
a l convocar su concurso, quedando por tanto r elevada para publicar o no, dicho t e xto.
H €cha, pues, esta a c laración, se acordó otorgar e l Premio A.."ITONIO ZOZAYA d e 10,000 frances, a la narración titulada « El E spañolito », presentada sin lema y cuyo autor resultó ser, a l a brirse el sobre correspondiente, el escritor
ANDRES M ARIA DE.l CA~PIO
y para que así conste , firman - a ex~epción d e D on A 'lo 'elio V i11.as .. ausente - : César Calderón, Presidente de la. Agrupación d e Periodistas Españoles; F rancisco D iaz Roncer o, r edact or jefe de la S ección E spañola de la Radiodifusión francesa; R icardo Gasset .. director de ({ L'Espagne }) ; A n t onio P ena, Presidente del Aten eo Hispanista; A ntonio P onYL8 .. esc ritor y, E z equ i el Endériz, director de « La: Novela E spañola ».
P01' nuest1'a pw'te f elicita1nos .:tl se1ior A N DRES 111'ARI A D E L CA RPIO pOl' el i"i cio q"e ha m erec ido Sl¿ 01" iginal « El E spaJi,oUt o » , aunqt¿.e lamentamos qu .. e» ef ec t i v ament.e, no t enga l.a s c(u 'acter íslicas precis.as pan ¿ podérsel e llam /"{.1 ' 1!.1W novela cor ~ a.
, El se1i01' A n d r és M aría d el Cw'pio es un escr it01'
c.spafwl, (tgudo y origi nal, muy conocido y apr ec~ado en la v ida literw 'ia d e P m'i s y estamos segu-1'OS de qu e no es ést e el último t1'ü¿rtjo que obten drá.
« La Nove la E spañola ».
4 EZEQUIEL ENDERIZ
'fans droits de traduCJtlOn, de reproduction et d'adaptation réservés pour tous les pays, y compris la Russie.
Copyright by LA N O V E L A E S PAñO L A, 1948.
D épót légal, 1949.
AS fraga tas españ olas abandonan las azules aguas de Nápoles.
Aun se veía la capital d e l Virreinato envuelta en una n eblina que parecía h echa de
• e nca Jes. La m a ñana septembrina de aqu el
a ñ o de m il quinientos setenta y cinco, sem ejaba una rosa d e m ar abierta en el Mediterráneo rumo~ r oso y tranquiio.
Al frente de aquella expedición espa ñ ola iba la fragata «Me ndoza»; le seguía la « Higuera » y, en último t é rmino, m arch a ba la « Sol ».
L a m ayor parte de s u pasaje era soldadesca licenciada de las campañ as de Argel y Túnez. Hombres duros, llenos de cicatl'ices y carga dos
1
de gloria ; pero con pocos escudos en su s e scarcelas . Sus r ostr os re~ fiejab a n a ún la penosa campaña y s us ropas, destrozadas. delataban a la clara luz d el sol mañanero, que la intendencia de nuestro Señor Don Carlos Quinto n o se preocupa ba much o del decoro estético de su s soldados.
Al fin, el Capitán d e la « M endaza » da órden para que se hagan señ a les d e rumbo.
E stas se h acen. El Ca pitán de la « Sol », que las
esperaba y las v e, exclama: - i Qué ex trañ o ! ... i Pues s i nos
convendría much o más tomar rumbo h acia p oniente !
P ero un sold ado que está ce rca d e él, con el brazo izquierdo cercenado, nariz a guileñ a, ojos claros y vivos y ba rbita rubia, le resp on de :
- Pero ... ¿ vuesa m erced n o sabe lo que ocu rre, mi Ca pitá n ?
8 EZEQUIEL ENDERIZ
- Nada sé ... Y, si tu sabes algo y quieres decírmelo ...
- Pues, a la llegada al puerto, hubo sus más y sus menos sobre s i salía o no la expedición ...
- Pu es, ¿ qué pasa? - El Virrey ha tenido la confi-
dencia de que los corsarios argelinos de Dali Mami vigilan el cruce de la expedición española a través del Mediterráneo ...
- Vamos; que se sospecha que quieran atacarla ...
- Sin duda. - Ahora comprendo por qué nos
han dado doble munición para los cañones... Pero, en eSe caso, ¿ por qué no decirlo ? .. ¿ O es que sornar gentes con el alma al hilo?
- Slacretos de alta política, quizá, mi capitán ... Y no creo yo que sean ajenos a esa política esa docena .de m ercaderes judíos que van en la « Mendoza ».
- No 10 comprendo. - ¿ Cree mi capitán que los ju-
díos se hubieran embarcado fácilmente, con todo su t esoro d e sedas, s i sospecharan el menor pelig ro?
- Es verdad ... Pero, después de todo, la vida es bonita porque se la puede jugar uno, como un doblón, en un partido de dados.
- - La vida si se la jugarían tambien los judíos ... i Pero la mercan-
o ,
CIa. '"
El capitán tomó a broma la respuesta y añadió discretamente: ~ E s cierto. Se me olvidaba ... El dia se levantaba, al fin, claro
y transparente ... El agua, a los pies de las embarcaciones, se movia como una esm eralda líquida, rompiendo sus espumas... El pasaje, animado por el buen tiempo. comenzaba a cantar viejos aires nostálgicos, cadenciosos ... Una voz, sobre todas, sobresalía clara y magnífica, recordando cánticos de los corsarios como una adivinación ... Las velas, henchidas, se llenaban de un
• 0 _
aIre sonoro que pareCla acampanar 12. canción ...
Cuando, al quinto día de navegación, se divi saron desde lo alto de la « Mendoza » las pequeñas islas conocidas por las Tres Marias, lo mismo los pasajeros de la « Hig uera », que los de la « Mendoza » y los de la « Sol »,. asaltaron el puente, las escotillas, las jarcias, queriendo ver aquellos pedacitos de tierra en medio del mar, de los que se contaban poéticas leyendas de viajero perdido en ellos.
El crepúsculo dorado del atard ece r las encendía como tres rubíes, ..
El soldado manco, muy cercano a ·la popa, con templaba todo ésto, y pudo pensar 'a sÍ..,
Tambien el mar tiene jal ·dines. Los jardines del mar son eSctlS t ie1'1'aS qu.e se yer guen, como 'nidos de agua, en est as mCt,1'inel'as azoteas que son l ct.S ·islas ... Las bellas solitarias con alma. de sirena ...
¡ Las isla.s ! Con ellas no pu,cUeron ni la 1'abia del mtu ' ni las to r mentas.
Siglos y siglos minando S1t8 cimientos y ellas fhmas y e'nhiestas
EL CAUTIVO DE ARGEL
con su cresta de 01'0,
como gallos que no hnmi-llan su m'esta. En sus pequ e-ños mundos, envueltos
entre espumas y enh'e n ieblas de seda, su,ele crearse el ,O; \)'CO ir is de todas las quimeras, cu.a,l si !1¿esen esh'ellas desprendidas de una astronomía descomlntesta, b'u.scando lo imposible, . y, ent1'e las olas p1'esas, panli 1'omper un día sus aman'as y echar a .~ndar COTl1,O una carabela .. .
El 1nU1' canta en S'IlS árboles no Se?' tierra ... Pe1'o s-us a·zucenas se escapan a la ma.1' todas las noches a co-nta.l'le sus penas de no ser Ctgu.'], ...
Un lJeZ que se ha hecho pájaro, con el coral del lJiCO, escribe su poema ...
i Las 'islas J... Cuando pasan los bm'cos J
adiós l es dicen sus manos mensajeras,' y, a veoes, pa.san a,f~os
sin q'll e se lK1/re en ellas nadie ... Y si alguno se 1Jara, bebe un vaso de vino y no se ade'ntra ...
Por eso han hecho el alma de S'llS pr opias esencias y el dulce ca1"wmelo de su vida tiene un reg'ltsto d e pereza ...
i Las islas!.. . Oasis de los m.!l~·es, flotantes rosaledas~ residuos de otros mun,aos. espectr os de otras epocas, cemente'rios marinos y gritos de la tierra est1"emec1da~ y 'naú/,raga, y deshecha ...
i Si,empl'e ab1"fu:ad.fl,s po'r el mal" y siemp're v -í1'genes J como las P rimaveras!
También el mar tiene ja,rdines. Pero llega a sus linde8~ los contempla, les envía S'US besos~ y se va .. . i aún no ha podido pasar a sus veredas! i Y es como un loco enamorado
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ele estos ja.Tdines ! La ira que lo encTespa
(t veces J son los celos, 1<t pasión, la impotencia ... ¡ E l tan fuerte, y tan dU'fO, y ta-n te1Tible ! ... Y una TOS(.~) un perfume de 1'osa, ],0 mi1'(¿ y lo desde11a ...
i Ay, del día q'ue el nta1' puedc(, traga'fse a. las islas enteras!
Pero, no ... Se . quec!.!:o·ía sin jardines, y como que es poeta, sabe que los jct1'd1neS son milagro de Dios ... i por eso los 1'espeta !
Tambien el mar tiene jardines. Son es,as islctS quietas que al viaja?' nos hallamos en la 1'uta, les decimos adiós, y del bct1'co se o)eja:n ...
De pronto, s in que nadie pudiera darse cuenta cómo, aparecieron las piraguas corsarias de Arnaute -como s i las hubiesen escupido las olas. Eran más de doce y ligeras como centellas. Acostumbradas al ataque por sorpresa maniobraron envolviendo la escuadrilla española entre un griterío ensordecedor de sus tripulantes. El ataque era contra las tres naves, pero pronto se vió que, dispuestos a asegurar la presa, contra la que principalmente iban era contra la « Sol ». A la « Mendoza » y la « Higuera », las seguían, mas d e lejos y dejándolas sitio para. maniobral' su escapada. Como así pasó. Cada capitán veló exclusivamente por salvar su nave y en este trance la « Sol » quedó cercada de tal modo que no le quedaba más remedio que rendirse.
Un pánico enorme corrió a bordo de la « Sol ». Gritos, lágrimas, imprecacione~ y blasfemias .. .
Las voces de los corsarios animánd ose para un ataque decisivo
de abordaje se confundían con los gritos de SUs próximas víctimas.
- Pero, ¿ de donde han salido esos condenados de corsarios? ¿ Del fondo de las aguas?
- Es la flotilla pirata de Arnaut€.:.
- . Y, ¿ quién. es Arnaute ? _ . El famos o bandolero medite
rráneo, hermano del Rey de Argel... - La maniobra ha sido rapidí-
• SIma. - Como que no podemos hacer
uso de la artillería. - i Todos a esta pequeña! i Lo
mandé". Arnaute! - i Al abordaje! j Al abordaje! - Mala suerte la nuestra. - Mi capitán: la « Higuera » y
la « Mendoza » van a lograr esca· par. Mire vuesa merced como des 4
pliegan velas y corren, con viento 8. su fa vor ...
- E llos pueden hacerlo ... Nosotros vamos en lÍnea t rasera y la , nuestra es la embarcación m ás pe· queñ a y más vieja." ¡Maniobra! j Maniobr2. !
EL CAUTIVO DE ARGEL 11
- j Al abordaje! j 1\:1 abordaje! - j La Virgen del Carmen nos
valg2. ! El Capitán, en un resto de coraj e
y de esperanza, gritó: - i Calma, calma! ¡Los arca bu
ceros! i Los arca buce ros ! Se atrevió a insinuar el soldado
manco: - Ya es tarde, Capitán, ya es
tal'de ... En efecto, los piratas estaban ya
en la embarcación, y gritaban: - ¡Quietos! _ _ o i Nadie se mueva! El Capitán dijo todavía: - No será sin que nos defenda
mos ... .Dispuesto a todo, contestó aquel
soldado acostumbrado a obe.1ecer : - .¿ Qué hay que hacer? Pero el más osado de los corsa
rios, adelantándose con una gran pisto12. exclamaba. :
- Ya, nada ... ¿ No véis que sois ya nues tros prisioneros? . Y aún gritó otro de los que le se
gUlaD. :
- i Quién dé un paso más, muere ! ¡Rendíos!
Viendo el Capitán lo inútil de toda resistencia dijo al fin : . - Rendidos somos.
Un grito de júbilo COt~rió a 10 largo de to.da la embarcacióa :
- i ViV2, Arnaute !
Los corsarios contestaron todos: -. j Viv~, ! Mientras tanto, el pasaje tiembla
y calla sin sab~r qué hace r. Ya ha subido el famoso pirata a
la « Sol », .. Le rodean sUs hombres más leales, el hacha en la mano y el puñal entre los dientes.
Se acerca al Capitán ... Lo mira con des precio.. . Y dice así a los suyos:
i Amarradme al puen te a ese Capitán!
Sus hombre s le obedecen ... Ved c omo lo amarran al palo mayor ... y ved a los pasajeros agrupados, el uno contra lel otro, con el alma llena de ansiedad y de temores ... Tan rápido ha sido el movimiento de los piratas que no han po.dido ni arrojarse al mar... De haberlo hecho, lo mismo hubie ran caído en sus manos ...
Arnaute, como un vencedor, s e digna dirigirse a sus prisione ros :
- ¿ Sabéis quién soy yo? .. Soy Arnaute... Desde este momento, vuestro amo .. , Hermano del Rey de Al'gel y dueño del Mar... ¿ Qué creíais?.. j Todos a babor! i En seguida ! ... i Las mujeres, a estribOl' !
Obedece la pobre gente pris ionera ...
El soldado dice : - Tras la guerra, la pobreza ;
tras la pobreza, e·l cautiverio. i Señor; señor! ¿ Podré, algun dia, escribir tranquilo?
El gran pirata intenta tranquiiizar a s us víctimas :
- P 3ro, no temáis, miserables cautivos en mi poder, no temáis ... Yo soy blan.do, generoso, magnánimo ... N o en balde, por mis venas, corr€ la sangr·e real... De aquí a poco, así que se haga vuestra clasificación, seréis conducidos a Argel... Allí Os espera una prisión que, en realidad, n o es una prisión ... ¿ Por qué habia de daros una pris ión a vosotros, que no habéis come~ · ~1.0 ningun daño? .. Más que una . . i · sión es una estancia de es p0 ~ a , hasta que llegue vuestro rescate ...
Uno se atreve a insinuar: - Rescate a cambio de doblas ... y Arnaute responde airado: - Naturalmente... ¿ Qué que~
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réis ? ... ¿ Ser unos perros cristianos y no pagar vuestro tránsito por los mares que son de mi hermano, el Rey?
Otra voz dice : - ¿ y 'aquéllos que no tengamos
esas doblas que pidas por nuestro rescate? .
Arnaute contesta: - De algo servirán al Rey mi
hermano... De esclavos o de carne para su parque de tigres ....
El soldado replicó sin poder reprimir su respuesta:
- Tanto honor, señor Capitán ... Un pobre hombre, medio enloque
cido y desesperado, gritó: -- ¡Bandido! ¡Pirata! Pero Arnaute, tranquilo y acos
tumbrado a estos lances, dijo sin inmutarse:
- Sujetad la lengua a este cana-lla ...
Algunos piratas gritaron : - . ¡ Al potro! _ . i Al palO mayor! - i Le colgamos y allí ~allará! y Arnaute. ahora sonriente, dijo
solo: - Si así es vuestro gusto, i ha
cedlo ! Ya iban a apoderarse de aquel
pobre hombre, cuando el mismo soldado adelantándose, intervino:
- Señor Arnaute, dueño del mar y de sus be'l·lezas, hermano del más poderoso Rey, capitán de la más nobre empresa d e la caza de cristianos ...
Arnaute re miró de arriba a abajo y le escuchó:
- ¿ Qué dices tú ? - Quiero pedirte una prueba de
tu magnificencia . - ¿ De mi m agnificencia? ¿ Qué
quierefi ? . _. P erdona a este desgraciado
que sujetan tus h ombres y capaces
se rán de descuartizar. - ¿ Y, con eso, pruebo mi m ag-
nificencia ? - CIare. - ¿ Por qué? - Pues ¿ no ves que está loco? - ¿ Qué está loco, dices? - . ¿ Cómo, si no lo estuviera, se
hubiera atrevido a contestarte como un bellaco? j A un hombre de tu valor !
- Y tú ¿ quién eres? - Nadie; un hombre que rJO está
loco. -. Pues tu prudencia le salva ...
Y esto servirá para que me vayáis conociendo ... i Soltad a ese miserable !
Los hombres de Arnaute obedecieron mientras el soldado dijo con ciert~. ironía.
- En efecto, sois un gran capitán... Ya 10 veo... Muchas gra-
• Clas ... Tras de este incidente en el que
la prudencia de aquel soldado salvó la vida del irritado pasajero de la « Sol », recién hecho cautivo, las gentes se calmaron y, alineadas en la cubierta del barco, fueron pasando ante la presencia de un lugarteniente de Arnaute que iba apuntado los nombres de los cautivos en un largo pergamino.
Mientras tanto, la nave h 3. bía hecho rumbo hacia Argel.
El mar y el cielo, impasibles, con_ templaban tedo aquéllo s in interrumpir sU canción de azul y plata.
i Tantas veces habían presenciado las mismas escenas!
Ya no había remedio para aquellas gentes. Iban camino de una dura pris ión, de donde no podrían salir hasta tanto no dieran la cantidad señaladl3. para su rescate. En les rostros de los piratas se refleja la alegría que les ha producido el
EL CAUTIVO DE ARGEL 13
botín. En la de los pri sioneros, la tristeza de su mala suerte.
j Largo plumea aquél que hace la relación de los cautivos!
Todos tienen que pasar por de · lante de él y responder a sus preguntas cuyas respuestas anota si le conviene:
-. ¿ y te llamas ? . Miguel Lanuza.
- Otro ... ¿ Tu nombre? - Juan Castaneda. - ¿ Profesión ? -- Alférez. - ¿ De dónde? - De Valladolid. - El que s igue ... Nombre y ape-
llido ...
E N aquella .. época, Argel constituía un Reino. Su monarca era Azán. Bajá. Pertenecía a
una dinastía berebere y cruel. La ciudad de Azán Bajá, blanca y marítima, con rumores de caracola, reverberaba perezosa bajo el sol de Africa. Lejos d e la playa, entre ésta y el monte, estaba s ituado el palacio del poderoso Rey, todo en mármoles blancos, con SUs inmensos jardines, donde los nardos, las rosas y los terebintos embalsamaban el ambiente. Rodeando al Palacio, la ciudad, blanca también, con sus calles estrechas, sus casas de un solo piso, SUs tiendas polícromas. sus azoteas; parecía guardar constant e h omenaje de vasallo al pala-
- Lucas Medinil1a. - ¿ Dónde naciste 2 - En Jerez de la Frontera. - ¿ A qué te dedicas? - Comerciante. - ¿ Cuántos años tienes? -. Cuarenta y nueve. - A otro ... ¿ Que eres tú ? - Espadero. - ¿ De dónde? - De Toledo. - ¿ y te llamas? - Florencia Padilla. - Otro ... ¿ Tu nombre? - Miguel Cervantes Saavedra. -. ¿ Proresión ? - Soldado.
11
cio del rey. Hacia el cielo, como una flecha dorada, se levantaba la torre de la mezquita desde donde, todas las tardes, los musulmanes oían cómo les invita ba a la oración el canto del nlue cl n ...
Mas, como en todas las ciudades de Africa, la población indígena era lo de menos. Turcos, armenios, cris-
o tianos, judíos, se confundían en la vida ciudadana, vistiendo cada cual a su manera, con 10 cual era fácil distinguir la diversidad de las raza~.
El principal negocio de Argel, en aquel tiempo, eran las rapiñas. Ver~ daderas bandas de facinp.rosos se dedicaban al despojo de los pueblos vecinos, s i bien los pueblos vecinos
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nr ... respetaban mucho la libertad d~ Argel, tampoco.
En el mar, diferentes flota s ejercían la piratería como el más noble de los oficios.
Cuando se apresaba un bajel bien cargado de oro, perfumes, telas, especias o maderas de lujo, en sus forzadas traves ías por el l\1editerráneo, todo era ganancia en la operación.
L as mercancías robadas, surtían los mercados y la Corte, y los tripulantes y mercade res de la nave apresada pasa ban a poder del rey, quien les hacía su s esclavos con vistas al negocio del rescate ...
H e aquí el Arge·l del año mil quinientos setenta y cinco ...
* ::: * ¿ Sabéis ? Arnaute Mami • apreso ayer una nueva nave espa-
ñola ... - Pero, pequeña. - No s iempre se puede traer la
escuadra de Carlos Quinto. - Y o lo ví entrar ... Era casi de
noche ... - L o que no impidió que entrara
como un triunfador y que las mujeres sa lieran, como d e costumbre, a festejar con flore s y sonrisas al orgulloso ...
- Tiene valor. - Poder. - Belleza. - Y las mejores joyas de Argel. - ¿ Mejor que las del rey Azán ? - Mejor. Mientras en la calle se oían diá
logos como éste, dentro del a lcázar de Azán Bajá se anunciaba la últlma hazañ a del corsario y su presencia ante el rey que, como todos los di as, celebraba su s fi estas d e danza .
Una música suave de chirimía y guzla, los aromas artificiales de los pebeteros y la molicie de tapices y cojines envolvía todo en pereza.
- Señor: Arnaute Mami, tu hermano, acaba de llegar y quiere ser recibido. anunció un servidor.
El rey contestó: - ¿ Viene solo? - Le acompaña Siletti, como
s iempre; pero se han traído uno de los cautivos capturados ayer y ha ordenado que se le g uarde abajo hasta que él lo diga ...
- Pues haz1e pasar en seguida ... Cesad con esa música, cesad el baile; retiraos.. dijo Azán Bajá a su coro de danzarinas y éstas obed ecieron, lo mismo que los músicos.
En segu.ida pasó Arnaute a la pre_ sencia de su hermano, el Rey. El pirata iba elegantísimo Chilaba de seda azul pálido. Babuchas d z palma y terciopelo con un hilo de perlas a los bordes superiores. Sortijas y piedras preciosas en los dedos y en las muñecas. Una daga damas · quinada a la cintura. Y en la oreja izquierda su famosa ajorca de oro ...
S'e echó de rodillas a los pies de su hermano, con entera sumis ión:
- Señor y hermano mio... j Alá te guarde!
Azán Bajá respondió : - Bien venido seas otra vez a
nuestro lado, por Alá... i Por Alá el grande, el poderoso, el omnipotente, que no niega jamás ·la fortuna a tus empresas !
- Señor: para un gran rey, como tu, necesario era un gran corsario, y el grande Alá nos ha hecho, a tí y a mí, merecedores de su favor. Pero esta vez ...
- ¿ Qué te ha ocurrido esta vez? - Que no me ha acompañado la
mejor s uerte.
EL CAUTIVO DE ARGEL 15
- ¿ Mejor suerte, y te traes una fragat2. española. ?
- Pero no la de más valor. Yo sé que entre las tres que formaban la flota que salió de Nápoles, había una cargada. de proa a popa y de babor fI, estribor, de tesoros en telas, metales, piedras... Esa se me ha ido ... Me pareció que, de las tres, la más .pequeña sería la dedicada a ! transporte ,de la. mercancía ... Como no podía sitiar a las tres al mismo tiempo, sitié a ésta, y me equivoqué; que después de todo para quince o veinte personas que venían en ella de las que se podrá sacar buen. rescate, el resto es soldadesca y carne de perro cristiano sin valor.
.. -. N o seas demasiado ambicioso, Arnaute, y confórmate con lo que Alé, he, querido,
_. Porque Alá. lo ha querido, me ccnformc.
_. Pero, enséñame, enséñame esa li sta. do cautivos ...
El Rey y a su hermano el pirata examinan el pergamino. Arnaute le va explicando, nombre a nombre:
- Este es un sacerdote ... Este, un escribano del Virrey que se trasla~ daba 2 . España por enfermedad ... Mira; éstos: Ríos y Castañeda, son dos alféreces ... Estas dos mujeres, viudas, parec;en ricas ... En cuanto a estofi comerciantes, todavía no se puedE precisar sP categoría ...
- Bien, Arnaute, bien. Arnaute hizo una paus'a reflexiva,
y exclamó: - Hay otro sujeto que, no sé por
qué, sospecho que se trate de per~ son~. principal.
_. ¿ Quién es ? - Míralo aquí, en la lista, aquí...
- y señalando a un nombre ... -- se llama Miguel de Cervantes:" Ha sido , soldado y dice que, en laba-
talla de Lepanto, perdió un brazo", - ¿ y éso te llama la atención?
¡Bah! Un soldado más ... Arnaute respondió con viveZia : - N o, no, no", En él hay algún
misterio, algún poder ocul to, alg~na extraña cualidad que no acabo de comprender... j Si vieras cómo habla! ¡ Qué juiCiOS hace sobre las cosas más vulgares!... Como me gustaría que lo' conocieras, lo he traído conmigo ...
Azán Bajá comenzó a intrigarse con las pa.labras de su hermano y repuso:
- ¡ Ah! ¿ Es ese cautivo que has dejado abajo?
_. El mismo. - Pues hazle subir, que ya em
piezE'. a. interesarme ... Arnaute dá unos pasos atrás y
ordena al centinela que hace guardia en la puerta que el pris ionero que con él trajo, sea conducido por el Baxi a la presencia del rey.
Mientras el prisionero es conducido hasta allí el rey pregunta a su hermano:
- ¿ Qué sospechas tú, pues, que pueda ser ese hombre a . quien vamos a ver ahora?
- No sé; pero bien ·pudiera ser un alto personaje que no quiere dar su ve¡-daderz. personalidad y se esconde tras el harapiento uniforme de soldado,
- ¿ y dices que es manco? _. Del brazo izquierdo. -. Si que es raro, porque yo no
tengo noticia de que ningún alto personaje español, ningún infante, ningún gran capitán, sea manco ...
-. Pues no quis iera equivocarme.
• ..... ', '.- ' .
Ya esté, el soldado Miguel de Cervantes en 'presencia del rey de
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Argel. Su mirada es tranquila y clara. Su frente luminosa. Sus movimientos naturales y con un aire de nobleza inn ega ble.
El rey lo lnira de arriba abajo con un gran interés .
Al fin, le interroga. _ .. ¿ Y, por qué has dicho que
eres un s imple soldado? -- Porque no soy otra cosa,
Señor. - Mi hermano, que es quién te
capturó, no te cree . - Si pedís informes a mi Patria
y éstos llegan, ya os convenceréis de que no Os he engañado.
- ¿ y si en Es'paña estuviese ya preparada la respuesta para engañarnos?
_. Si todo estuviera preparado a s í, como decís, la mentira pasaría a ser verdad y la verdad mentira.
_ . ¿ y entonces? - Tampoco sabríais nada de lo
que, inútilmente, queréis sabe:,. -. Es que tu lenguaje no es de
soldado. - Ni tus modales . - E s que ya dije que, además de
soldado, era. poeta. - ¿ Pero tan pobre que n o te
crees digno del rescate? -. Pobre de dineros y rico de
orgullo. Sin embargo, de ti, Señor, dependerá que escriba o no un libro que sea asombro de .la gente venidera.
- ¿ Un nuevo AI-Koran, acaso? - S'l y no. Si, porque pOdrá ser-
vir de libro de virtudes para todo aquél que necesite ver en él notables ejemplos de virtud. No, porque con él quiero inaugunar como una especie de religión que no tenga nada que ver con el cielo, sino con la tierra, dando a la fuerza del espíritu una nueva interpretación.
- De verdad que no te entiendo,
poeta, y no sé s i hablo con un loco ° si el ·loco soy yo, pues que no se concibe para un mahometano, ni supongo que para un cristian o tampoco, que pueda haber virtudas se-paradas de la religión. .
- Asi es, en efecto, en nuestros días; y no me atrevería yo a sostener la tesis contraria en mi P atria, donde todo es sospechoso de herejía. Pero me hago cuenta de que aquí, hablando contigo, ya que no tengo libre el cuerpo, tengo libre el pensamiento y trueco la libertad de éste a cambio de la pri. sión de la carne, para compensar lo amargo de 10 uno con lo dulce de lo otro.
- De todos modos, bien se vé que eres maestro en enredos; y, por s i acaso, ordenaré que t e vigilen con más cuidado que antes ya que, digas lo que digas, voy creyendo con Arnaute, mi hermano, que las doblas que pedimos por tu rescate acabarán por venir a mis manos.
- ¿ Y, cuánto has pedido por mí?
- Tanto como pesas, en plat a. - Pues, hazme pesar pronto, o
que me den mejor de comer, porque, si no, a fé mia te juro que Perderás dinero.
El rey dió p or terminada 1<8. entrevista. Pocos instantes después, ahí va Cervantes seguido del Baxí que 10 condujo, bajando la gran escalera de mármol para ir en seguida, de nuevo, hacia su mazmorra de los baños de Argel.
* ** Todavía e stuvo Cervantes dete
nido e n la prisión del palacio del Rey varios días, donde era constantemente interrogado para hacerle
EL CAUTIVO DE ARGEL 17
declarar que no et'la un soldado y un poeta, sino un gran personaje ...
Cuando, pasado este tiempo, fué enviado nuevamente a su triste prisión de los Baños, tuvo una gran alegría. Los a lféreces Ríos y Castañ eda ,le esperaban ansiosos. Así que le vió Castañeda se le echó a sus brazos y le dijo.
- ¿ Sabes que hay noticias de E -? spané" ..
Cervantes, también muy contento, • •• • InqUIno:
- ¿ Sí ? ¿ Quién las ha traído? Ríos aclaró: - Un renegado español al que
llaman el « Dorador » ... Ya le conocerás porque te puede ser útil... Las fragatas « Mendoza » y « La Higuera » ya han llegado felizmente a puerto españoL. En cuanto a nosotros, en seguida seremos rescatados ...
Cervantes dijo con un poco de tristeza. :
_. Mucho me alegro p or vosotros, ..
Castañeda, Que obse rvó aquel punto de melan'eolia le dijo:
- Suponemos que también acabará pronto tu. cautiverío ...
y Cervantes les aclaró: - Pues suponéis mal... Primero
ese pirata de Arnaute y, luego, su herma n o el rey, se h a n empeñado en que yo valgo más de 10 que val-
go ... i Y Os aseguro que, como por mi pidan más de un puñado de maravedises, aquí me quedo para lo que me reste de vida!
Hubo una triste pausa entre los compañeros de cautiverio. Los alféreces Rios y Castañeda ya se veían libres. Cervantes, en cambio, pobre soldado confundido con un príncipe, tenia sobre él la amenaza de que aquello durara una eternidad.
Castañeda, un poco confundido, so explicó as! :
- Quizá te hemos hec ho daño con. nuestra alegría ...
Pero Cervantes contestó animoso y jovial:
- No lo creáis ... No soy tan necio ni tan egoísta que piense que el mal de todos alivia e l mío ... Sed libres y felices .. . Es lo que yo os deseo ... En cuanto a los días a margos que me esperan, estad seguros que sabré aliviarlos s i tengo herramientas con que escribir, que la poesía desencadena y hace libres los espíritus, consuela los do-Ior es y eleva el alma; puede, en fin más que el más bárbaro verdugo y la más dura pri-
• • s lOn. El espíritu de Cervantes se plas
maba en aquellas sus dulces palabras de consol1ación, volaba hacia las luces de la tarde que declinaba; tenía catorce alas como un soneto ...
18 EZEQUIEL ENDERIZ
UNA vez que Cerva n tes h a declarado ante el Rey en persona y este mismo h a advertido en su
lenguaje algo diferente a los d emás y hace que 10 vigilen con mayor atención es transportado de nu evo a las horr endas pris iones argelinas donde se entera por s u s compañeros de cautiverio de que la noticia. de su situación h a llegado a España y de que algunos de los cautivos t.ales como los alféreces Rios y Castañeda, serán prontamente liberados.
Cervantes n o cree en su libera ción s i ésta ha de hacerse por dine-
• r o y en sus conversaCIOnes con su s compañeros, suele d ecir,les :
- S'jempre tuvo el dinero fu erza para abrir cerrojos y para abrir voluntades que por algo el dinero es d e metal y de metal t a mbién se hacen. las llaves; pero la confusión de que soy objeto haría para mí necesaria tal cantidad de doblas, que todo parece un sueño.
Castañeda le respondía: - D esde luego n osotros te prome~
ternos que s i somos libera dos los prime ros, como parece, en E spaña daremos los paso5 necesarios para liberarte.
- Lo que hay que dar, amigos míos, son mon edas d e Ol'O contantes y sonantes y a fé mía que ahí es donde yo veo la dificulta d , agradeciendo vuestra buena intención.
El Alférez Rios le llegó a ins inuar :
111
- . ¿ y tu mujer? ¿ N o puede ayudarte?
_. Escaso es el p a n y la uva de su. dote y a unque lo rematara no daría. satisfacción suficiente al ape-tito de Azán Bajá. .
_. ¿ Y , qué hace l' ? -. Paciencia; mirar a este cielo
turu 'l.lesa de Argel y estudiar a es tt. mundo nuevo en que hemos caído, procurandO sacar provecho de la lección.
• ** Lo. cárcel de los cautivos se deno
minaba Los Baños . El n ombre se lo h a bía n puesto los propios pris ioneros. Era una especie de barrio dem olido, cercano a l'a playa, donde habían estado instalados los baños d e los reyes, doscientos o trescientos años antes. Barrio ahora maldito separado del r esto de la ciud;:td: Cerra do con una especie de muralla por la parte del pueblo y cerrado por la otra parte por el mar.
Evadirse de él era muy difícil; que, aún lograda la huida , el fugitivo tenía que entrar en la ciudad y se r visto. Unos feroces g ua rdianes eran los encargados de los cautivos. Los más d e éstos, arrastraban cadenas atadas a los pies, sobre todo s i se les consideraba dignos de un a,lto r escate.
El jefe de aquella pris ión, que hoy lla maría mos campo de concentrac ión, era el Baxí, que ejercía fu ncion es de jefe de policía.
Los tormentos a que 'se som etía
EL CAUTIVO DE ARGEL 19
a los cautivos que cometían alguna falta eran tal es como cortarles las orejas, la nariz o la mano, arran~ carIes l'a lengua, quemarlos de sed. Las faltas leves se pagaban con cien, doscientos o trescientos palos ...
Puestos a la venta pública los que s e supondría que no podrían ser rescatados jamás por sus familias o SUs gobiernos, los moros_ y moras ricas aprovechaban la ocasión y adquirían en este mercado las gentes de su servicio, convirtiéndose, naturalmente, en dueños absolutos dEl: sus personas, con propiedad hasta de su propia existencia.
A todo esto quedó expuesto nuestro héroe Miguel de Cervantes.
En Los Baños habia gentes de todas las razas: - griegos, indios, cristianos -; pero abundaban los españoles porque éstos eran los más osados para los viajes a través del mar y los que atacaban con más frecuencia a los pueblos mahometanos. , .. ¡j:
Los cautivos no podían salir de su baño mientras no tuvieran due~ ño, pero .1os demás ciudadanos podrían entrar libremente en su recinto y hablar con ellos, encargarles trabajOS, hacer comerciú y hasta entablar amores pues el propio Cervantes lo dice:
« ", amw' a c1'1.stianos, nto'ras, éso vése a todas horas~' mas que ame c'ristiana a 'moro, ,
eso, no, .. »
y así, éste:
, , se aIran romances como
M01',r:t que a ver has venido mi triste prisión de Argel, po'rque me haces padecer au,n más de lo que ya su../ro, si así te me dejas ver. Que, aunque solo por tus ojos los ojos m ios te ven, te ven tan dulce y perfecta que es mejor dejar de vm'~' pués, par,n un triste cautivo que no 1'enegó en su f é, tú eres igual que un lJecado hecho de sedas y miel que me ofreciera en un suefw el mismísimo Luzbel, Va"s acompaf¡,ada siempre del sol del atardeCe?' y, a tu paso, vas dejando 'un perfume de clavel. y si los ojos me ciegas con los tuyos de mujer, por ~l olfato me embriagas y todo es en padecer. P01' eso t e pido, m01'a q'llte t e me has veni·do a ver, no vuel.vas en tus visitas por m ,is priSiones de A 'rgel ya qu .. e, aunq-ue tu 1ne libra1'es, nunca dejara de ser esclavo, que conocerte en la esclavitud es caer,' y, un.r:t por otra pl'isión, a'ún prefi61'o ésta de A l'gel.
En cuanto al cautivo Miguel de Cervantes, ya hemos visto que tomó con res ignación su triste suerte.
Por lo menos, no dió m uestras de gran pesar.
Todo lo contrario, gastaba bromas sobre su situación hasta el extremo de que, como pasara por su lado un judío preguntándoLe si tenía algo que comprar o vender, Cervan~ tes le respondió:
20 EZEQUIEL ENDERIZ
- Para comprar me falta dinero y para vender sólo tengo el alma a la que un judío nunca sabe poner precio.
Pero pese a todos los rigores que hemos descrito de Los Baños de Argel y de lo difícil que era fugarse de ellos, las fugas acontecían con frecuencia.
Raro era el mes en que un bajel francés, turco o español no se aproximaba de noche a la playa de los Baños y arI'lancaba de las zarpas de Azán Bajá un grupo de prisioneros previamente advertidos.
Aquel renegado español que un día fué presentado a Castap.eda y Ríos y a quien se conocía por el « Dorador », llegó un día hasta Cervantes a poco del rescate y marcha de los dos alféreces y le dijo al oído:
- ¿ Tú te atreverías a fugarte? Cervantes lo miró de arriba a
abajo Y. después de hacer una larga pausa, contestó, entablándosE' el si·· guiente diálogo:
- ¿ Qué ganarías tu con ello? - ¿ Crees que en. esta proposi-
ción me mueve algún interés? - Según me dijeron mis compa
ñeros, tu eres un español renegado y, si tal cosa es cierta, supongo que lo harías por algun interés.
- ¿ Y, qué U.ene que ve r eso con lo que te he preguntado?
- Con lo que me has preguntado, no sé; 'pero sí con lo que te he respondido.
- Te dije si querías fugarte. - y yo te contesté que qué gana-
bas tu en ello. - Pues, a fuerza de compatriota
- que, aunque renegué de España nunca dej é de ser español - te diré que nada glano en ello y que fueron Castañeda y_ Rios quiénes , el mismo día que embarcaron para España,
después de abonar su rescate, me dijeron que no me olvidara de t í.
- . Si el nombre de tan buenos - . campaneros me Invocas, ya me es bastante y júrate por la Santísima Trinidad que, si eres capaz de ser amigo mío y no perderme, yo te abriró mi pecho.
- Pues ábrelo y aq'.lÍ tienes mi mano de amigo.
Los dos, Cervantes y el «Dorador». se estrecharon la mano ~n señal de amistad . Y Cervantes, confiado a aquel hombre, le habló así:
_. Un brazo me falta y si no me faltara diéralo con gusto por la libertad que, sin libertad, la vida es mil veces peor que la muerte misma. Asi, pues, a aquél que lograrme pueda esa libertad y lo hag.a con el desinterés que tu me manifiestas, no sólo le deberé ,la vida, sino más que la vida, aunque ya dije lo que entre la libertad y la vida existe.
- . Pues ahora hay una buena ocasión para fugarte ... Si te atreves a seguirme, yo te haré conocer a una persona que te refugiará en sitio seguro y, así que te hayan olvidado. pOdrás irte de Argel libremente.
- ¿ Sólo es cuestión de valor? - Sólo. - - Nada me asusta_ -. Pués mañana te presentaré al
hombre de qu e te hablo ... Silencio y hast 2. mañana .. _
- - Hastí? mañana.
* -~ -~ '.- .,.
Fácilmente se comprenderá que. aup.. cuando Cervantes fuese un hombre extraordinariamente val~rose, durmiera aquella noche preocupado por la entrevista que t uviera con el «Dorador» e impaciente pOI' conocer al hombre que pudiera sal\·,a rlE:. As i, pues , des pertó c on el
EL CAUTIVO DE ARGEL 21
alba momentos antes que la corneta del presidio tocara diana. Lo primere que pensó es si sería cierta la ocasión de fuga que se le había ofrecido el día anterior y rezó así:
- Señor mío Jesucristo ... Grande es t u nombre y tu poder y benditos y alabados sean el uno y el otro ... Mas si te apiadaras de este pobre esclavo tuyo y quisieras consentir en arrancarle de este sitio en que me hallo, reinte grándome a mi patria y a los míos, donde aún puedo ser útil en mi inutilidad, .tu misericordia sería infinita y mi agradecimiento sería eterno ... Padre nuestro que estás en los cielos ...
Cervantes no acabó su oración. Alzó su vista y quedó como en éxtasis. Y el día ,entero lo pasó con el mismo pensamiento .. ,
Efectivamente, a media tarde llegó el «Dorador» a Los Baños acompañado de un hombre joven, alto, fuerte y de noble aspecto. Así que se encontraron con Cervantes y an-' tes de que el « Dorador» hablara, dijo el joven:
- Me llamo Juan de Valtierra ... Me han dicho cuanto sufres y que eres un hombre de mérito... Si tienes valor para resistir unos cuantos meses encerrado en un pozo, creo que podremos salvarte ...
Cervantes repuso: - Ya le dije al « Dorador » que
valor no me falta. - Pues, confíate a mí, porque
soy cristiano y na vrarro. - ¿ Cristiano y navarro? '" Las
dos son, para mí, prendas de calidad ...
- Vamos entendiéndonos. Cervantes quiso averiguar algún
detalle más: - Pero, metido en el pozo, ¿quién
me proveerá. de alimentos en el tiempo que tengo que estar allí?
Valtierra respondió seguro: - Eso ya está pensado .... Cuando·
el « Dorador » los trae para mí, los. traerá para tí... Y aún , muchos días, comeremos juntos en el jardín ... En el propio jardín del Rey. porque yo· soy su jardinero, y el pozo donde has de esconderte está en el propio. jardín real.
Cervantes no pudo ocultar su emoción y echó sobre el hombro de Juan de VaHierra su brazo derecho con la mayor efusión. Por su p'l .rte,. el navarro, a la salida d e Los Baños, decía al « Dorador » :
- Este hombre merece ser salvado ...
l. El plan se ejecutó tal como se 10
propusieron. Cervantes pudo salir de los B a.ños sin ser visto e introducirse en el jardín de Juan de Valtierra, quien le condujo al pozo que serviría para su escondite.
Fueron los días más dichosos del novelista durante su cautiverio.
Juan bajaba personalmente 'al silo todos los días y le daba -la comida; además, le tenía a·l corriente de cuanto acontecía en los Baños y de las noticias que ha,bía de· España. Su desaparición de la cárcel del rey habia producido un efecto terrible. Ahora es cuando creía. el rey Azán, más qu e nunca, que era un Príncipe o un gran personaje de la Corte de Españ·a .. En cuanto al final de su encierro en el escondite aquél, Juan de Val tierra le había comunicado que un bajel mandado por un paisano suyo Hamado Viana estaba a punto de llegar y en él tendría, de s eguro, un puesto para la huída. El estaba ya consagrado a libertarle, fu.era como fuera... .
Por su parte, Cervantes tomó al"
22 EZEQUIEL ENDERIZ
navarro una estim ación enorme y muchas tardes, aprovechando ausencias -del rey, el jardin >= ro hacía subir al poeta y juntos ,paseaban por aquellos ja.rdines, fragantes y vuluptuosos.
Una de esas tardes, Vaitierra le abrió su corazón de ~sta manera:
- i Si yo fuera poeta como tu efes!
- ¿ Crees que no lo es quien sabe hacer y cuidar estos jardines?
- Pero, yo necesitaba la expresión brillante de la pa'labra ... Escucha ... Todos m ·3 han creído a mí un cautivo; pero, en realidad, soy un cautivado ...
- Que no es lo mismo. - ¿ Sabes lo que 2quí me retie-
ne ? .. Pues es ... una mujer. ¿ Y sabes qUién es esa mujer? Pues nada menos qU .3 la hija d el rey.
- ¿. La Princesa? - La Princesa... Un día te la
haré ver aun cu ando sea a través del boscaje ...
- Si ya la conozco. - ¿ Qué tú conoces a la Prince-
sa, la hija del rey Azán ? - Si; la vi un momento e'l día
que me llevaron a la presencia del rey p'a,ra interrogarme.
- ¿ y es bella? - Así me lo pareció ... Lo que
ocurre es que mi situación no era la más a propósito para reparar mucho en la princesa ...
- Es ligera. como una garza y tostad'a: como un nardo ...
- ¿ y cómo lograste introducirte a su lado? .
- Es lo que iba a contarte ... Ahora lo sabrás... De regreso de Constantinop'la donde presté mi s servicios de botánico y jardinero al Sultán Solimán, tuve que pasar por Argel, y la casua lidad hizo que
el día que por aquí · pasara viera a la Princesa... ¿ Me creerías si te dijera que me enamoré de e lla r epentinam~nte y que una fuerza interior me decí'a que ésta era la mujer de mi vida ? ..
- Cuidado, porque estas mujeres de nuestra vida suelen ser las mujeres de nuestra muerte ...
- ¿ Cómo llegar a su 1ado ? Escribí al Sultán pidiéndole una recomendación para el rey Azán y el Sultán , que había quedado muy sa.tisfecho de mis servicios, me la remitió enseguid a ... Fui a ver a·l Rey y, deseoso éste de tener unos jardines como los de Constantinopla o los de Persia, me (¡ió 'la plaza de jardinero suyo ...
Y, señalando el jardín, excla-• mo: - He aaui mi obra ... Juan de Valtierra enseñaba a
Cervantes las inmensas parcelas florecidas y regadas con gusto de enamorado. Mas de tres mil especies de ft.or h a·bía logrado a fu erza de experimentos e injertos.
Gozoso de su afán, añadía : - Mira... mira... Rosas' suaves
como las de Francia... Clavel es de fuego como los de Granada ... Dalias como 'las de Turquía ... Tulipanes como los de los Países Bajos ... Jazmines ...
Ce r van t e s, .interesado por aqu ellas peripecias amorosas de su amigo, le interrumpió. :
- ¿ y la Princesa? El navarro respondió con or
gullo, poniendo en sus palabras una viva satisfacción y en sus ojos una luz luciferina:
- Ha sido mía. y añadió, señalando un cena
dor cubierto de espesa yedra envue1to en una capa de clavellinas:
EL CAUTIVO DE ARGEL 23
- He ahí el lugar de mis coloquios con Zulima.
Y, como si quisiera dar a sus amores una justificación que no había menester en realidad, añadió:
- Además de enamorarla, la h e cristianizado ... Para ella, Leila Marian, ya es Nuestra Señora la Virgen ... ...
Estos paseos y estas confidencias fueron muy abundantes en los tres meses que duró el encierro de Cervantes en el pozo, y un día, e1 poeta. quiso darle una sorpresa al jardinero.
- ¿ Sabes que he hecho un poema a tu Princesa? Escucha y . verás si he sabido recoger tus sentimientos ...
- Avido estoy de escucharte. y no fué la voz d,el poeta sino
la de la misma poesía, la que dijo • as! : P 'l'incesa, P rincesa que en los jw'-
[dines del Rey eres una, nueva dália" la de la ¡rente de pú'/"'pura, la de las manos de plata) la de los besos de azúcar ... la de las suaves palab1'as .. ltL de la sombrw de 1'osa .. la de los pasos de garza .. la de lúz de t61'ciopelo en la mú'ada .. la que .. cuanq,o canta .. es U1Ut fuente la que canta .. la de las túnicas de 01'0 que 1'esbalan pO?' la espalda) como un manto hecho de so l de lct ma1iana) la de los brazos morenos y blancos como la náca1' .. la de los perfumes que penet ran y se clavan en la can~e y te en1.?ltelven Y" te · matan,. ,
Princesa .. P1"incesa que en los jar-[dines del Rey
61'es reina ... e1'€S estatua .. e1'es flO1' .. eres simiente .. eres viento y €1'es agua: 61'6S canción y palmera .. eres risa y eres llama ... ¿ No ves .. cua.ndo todo calle) el diromante de una lágrima '!
Es mi diamante. Cuajó entre amOr y dolor
para tu alma. Pero .. si lo crees pob1'e
para tu altiva a1Togancia de P1'incesa .. no lo evapores .. dále al menos el honor de i1' a t'ltS pies .. de ser diamwnte de tus sandalias,
Princesa .. Princesa que en los jar-[dines del Rey
61'es una nueva· (lália", pronto llegtt1'á la noche .. es deci1') p1'onto se hará más in
[tensa tu mi1'ada .. que tus ojos son la noche con vein te €S!1'ellas clavada,
Cerva.ntes canó, El aliento del jardinero Juan de
Valtierra se paró como cuando se para el péndulo de un relOj. Entre aquellos dos hombres, enamorado el uno y el otro poeta se hizo una enorme pausa entrañable que los abrazaba de corazón a corazón en su propia quietud, Jamás hubiera podido hal:i!ar el amor de Juan de Val tierra con mejor lenguaje. Jamás había sentido Cervantes ta.n hondo un amor que, aún no siendo suyo, por la ;amistad que sentía hacia su protector, se 10 había comunicado, Pasado aquel instante de temblor humano, Valtierra pudo balbucear:
- Desde hoy bien podemos decir que tú y yo tenemos un solo cora-
• zon, ..
24 EZEQUIEL ENDERIZ
DURA y penosa era la existencia. del pobre Miguel de Cervantes en aquel miserable po-
zo del jardin de Azán Bajá que Juan de Valtierra le había proporcionado como escondite, hasta esperar su ,liberación, Pero con todo, no pasaba día s in que Cerva,ntes diera gracias a Dios por tan tremendo beneficio, pues entre vivir la esclavitud de los Baños y sin esperanza; y aquella relativa libe~tad y la. creencia de poder escapar un día, no cabe duda que existía un beneficio. Además · h a bía conocido a Valtierra, un hombre completo, un amigo leal, una de esas almas que confirman 10 que el hombre tiene de buena levadura· cuando no de mala.
En todas estas reflexion es pasaba las horas Cervantes. Horas largas, inactivas, que tenían sin embargo el consuelo de las frecuentes visitas del jardinero, no sólo a las horas de comer, sino Siempre que las circunstancias se le presentaban propicias.
A veces, Cervantes se qu edaba adormi1:ado en su silo, bajo el resol que llegaba al fondo, desvaneciéndose hasta hacerse sombra, y soñaba con la liber>tad. Y la v eía siempre en forma de paloma. Llegaba hasta él, revoloteaba sobre su cabeza, se posaba sobre sus hombros
IV
y cuando se alargaba su mano para conseguirla, se le escapaba s iempre.
¿ Sería ésto la imagen de su' destino?
Pero un día, Juan de Valtierra, llegó hasta la boca del pozo y l e llamó con una voz más a,presurada que de costumbre:
- ¡Mig u el! ¡Miguel ! El prisionero contestó desde aba·
• JO : - ¿ Qué quieres? - Sube. - Voy enseguida. Cerva,ntes se encaramó, como ya
tenía costumbre, y a poco estaban los dos frente a frente, el jardinero y el poeta.
El jardinero iba ansioso por comunicarle la nueva noticia.
- ¿ Sabes? He tenido noticias de mi paisano Viana que está en aguas de Argel con su goleta ... Si te atreves, esta misma noche se acercará a tierra y pOdrás huír tranquilamente ... Es el momento ... ¿ Estás decidido?
- ¿ Lo dudas siquiera? - Es que hace fa.lta valor. - Para huir de Argel, no me
falta ... No tanto para huír de tí puesto que, para mí, ya eres como un hermano ...
Oída la resuelta actitud de Cervantes de 'a.provechar aquella
EL CAUTIVO DE ARGEL 25
ocasión, Va ltierr2 le dió toda clase de detalles sobre la peligrosa huida y de cómo le acompañaría hasta la misma plaY l . Cervantes le decía:
- No; eso no .. . Tu no debes exponerte más de lo ('l ue lo has hecho; si somos descubi ertos, tu pena sería mayor que la mía puesto que es cosa natural en un pobre cautivo que quiera liberarse; pero tu comp'licidad sería caramente p 3,gada ... No; no ...
- Pero bien he de presentarte a los hombres de Viana para que te admi1tan en el bajel.
- ¿ Pero no puedes darme una contraseña cua,lquiera evitando así un nuevo riesgo?
- El « Dorador », que es quien me ha ' puesto al corriente de las noticias de Viana, me ha dicho que debo ir yo esta noche, porque además ' de este negocio, hay otros a resolver con mi paisano.
- Siendo así, consiento. y como Val tierra fuera acom
pañado, además, de una buena merienda, se sentaron al borde del pozo y comieron, mano a mano, tranquilamente. Cervantes dUo:
- ¿Me creerás, querido Valtierra, que me produce hondo 6(mtim¡¡'~nto e'l abandonarte?.. V'a. para Itres meses lo que llevo aquí a tu lado ... Te has portado tan bien conmigo, eres tan prudente y lea l que, al separarme, me va a parecer que me separo de algo entra.ñable ...
- Yo también te he tomado gran afecto, Migu el. Además de quererte, te admiro, pues t engo para mi que, andando el tiempo, tú serás una gloria de nuestra patria ... Pero la liber~ad está sob re todo. Libre tú y libre yo, 13. vida nos dará ocasión, s in duda, para vernos y aun contar estos e pisodios.
- ¿ Por qué no abandonas ésto y te vienes a España conmigo?
- ¿ No sabes, Miguel, que estoy enamorado? ¿ No lo has vi s to tú mismo? ¿ No has oído cierta noche hasta el rumor de nuestros besos? A Esp'aña iba cuando pasé por Argel y fué ella, Zulima, la que detuvo mis pasos y ató mi vida a estos jardines.
- Eso ·está ·bien, amigo mío. El amor cadena fué siemnre más dura que la de 'las prisiones ... Pero, a fuerza de raíz que 'echa,mos en nuestra amistad y de que ésta es quizá nuestra conversación de despedida, me permitirás que t e sea
• SIncero. - Ahora y siem.pre, amigo mío. - Pues bien, ¿ cómo van a ter-
minar para tí estos amores? ¿ A dónde te van a llevar a parar? ¿ No comprendes que tu no podrás jamás ostentar ante el mundo ese cariño? Os separan la estirpe, la raza, la religión. Tu mismo me dijiste qué clase de deHto s ignificaba sólo mirar a una de esas princesas, cua.nto más, amarlas, poseerlas ...
- Todo eso 'lo sé y mil veces lo hablé con ella misma ... Cuando le digo que si fueramos descubiertos yo sería ahorcado, ella se ríe y me dice que toda vía no sé el poder que tiene sobre su padre... Cuando le expongo nuestras diferencias sociales, me asegura. que no hay nada que tanto igual e la diferencia de la sangre como el amor. En esta actitud, mientras ella me ame de ese modo, yo no soy quien puede abandonarla y, si mi mala suerte quisier3, perderme, al fin, más dulce y bello es perd erse por un amor as í que no por la mayoría de las causas que los hombres se pierden.
26 EZEQUIEL ENDERIZ
- Juan Valtierra, tienes razón. Dame esa mano.
Va·ltierra y Cervantes volvieron a, estrech a r se la mano nuevament3, más indentiftcados que nunca. Aún hab1aron largamente mientras duró la m erienda; pero hubo necesida d d e separarse porque la noch e se echaba encima y Juan de V a ltierra t e nía todavía que concretar algunos detalles con el « Dorador ».
- Así pues, h asta luego, Migu el. - Hasta luego, Juan. - No estés impaciente si tardase
un poco; pu~s, de una o otra m anera , yo volveré esta noche.
• • - Mucho te la agrad eceré. S erIa
necio negarte que la impaciencia m e devora.
Va lti erra desapareció por las espesuras d el jardín y Cervantes se adentró en su cueva, en donde desentum eció sus miembros en un estirón, como disponié ndose a la nu~va, aventura ... Ya no había duda aqu el día era el último de su ca;'tiverio ... El bajel que había d e conducirle estaba a la vista ... Sus amigos le abrían los camino~ ... Dios h a bí 1b atendido su ruego .. . A E s paña, a la patria otra vez ... Y s e agolpaban e n su m znte, a hora con más fuerza que nunca, 1as calles de Madrid , su s p alacios, ]os paisajes castellanos, las posadas y los escondrijos de tunantes... Tol edo, la Mancha, Sevilla ... L a noche se habia echado ya sobre el jardín que reposaba en ese rumor, en esa respiración de los jardines .. . De lejos se oía una voz de muj er que cantaba.:. Quizá fué 'la voz d e Zulima, la g ran pasión d e Juan de Valtierra.. . No era la primera vez que había escuchado aquella voz ...
y las estrellas, líricas y movedizas, iban colocándose en el amplia
t erciopelo d e la noche argelina -que r ecogía la canción aquélla como en una ancha copa de brisa y ensu e--no ...
Las est'rellas florecen al viento de [la noche
todos los d-:.~s ... Son como novius blancas
que viCbjun pO?' el cielo en un coch:e de ped,·.e,·!as ...
Cada 'una se q'lleda en su lJ1tesfo y hace la gua'/'dia de la luna~' y luego se ,.etü·an una .:1, 1UW, cnando l.legan Z(l,s madrugadas
[{,·ías ... En 'I'ealidad, no vienen n vigHal' el
[cielo, que es te1'SO y azul, que es 'I'osa y
[t erciopelo, vienen a vigilw' el hontb'l'e y la tiel'r.rf que siemp'l'e están buscando cómo
[hac81'se la guen'a. y c'ltai'ndo los humanos, aliados con
[la mll,erte, siembl'an de odio la esfe l'a, en lágl'ima la est1'ella se conv'¡e1'te y siemp1'e espe1'a, espe1'.~... . ¡ A qué espera la estl'ella ? Pues a que el homb1'e crea en sn luz, en ella - y se desclave del rencor de su
[ cruz -, en que _lJ.egue 'lt1Ut hOTel, que com
[p'l 'enda y que vea. el sobel'bio milag1'0 de su luz ...
Mientras t anto, Juan d e Valtierra había ido a entrevistarfe con el « Dorador », de quié n debía recibir las ú ltimas instruccion es. Le encontró en la puerta d e su caS3-. Se apartaron y hablaron ...
- ¿ Viste a mi paisano Viana? - No; no se ha decidido a venir
a ltierra. Pero he visto a dos d z su gente .
EL CAUTIVO DE ARGEL 27
¿ Entonces, todo está preparado para la huida de Miguel?
- Si; todo. - ¿ No sería c onveniente pun-
tualizar h . h ora y el sitio? - Cuando den 125 nueve, salís
del jardín ... No tardaréis más de un cuarto de hora en recorrer el trayecto hasta la p·laya ... En ésta, tom a d la dirección de la derecha, .s iempre alejándoos de los Baños Y. como la noche está clara, fácil os será ver el bajel de Viana .. . Cuando estéis frente a él, rtiráos en la arena lo más cerca posible del mal', que allí han de llegar los botes ...
- Todo eso está bien, «Dorador » ; así quedamos y así se hará. Pero veo una contradicción en ti... ¿ No m e dijiste que mi paisano Viana venía en persona porque quería hablar conmigo ... ? ¿ Qué por eso debía acompañar hasta el último momento a nuestro amigo?
El «Dorador » contestó con cierta asper eza:
- ¿ y qué quieres que haga yo s i no ha venido?
Valtierra in s istió: - Pero... ¿ yo lo veré esta no
che? y ·el « Dorador » repuso sin atr.~·
verse a afirmar nada : - Así lo espero. Hubo una nueva ac'laración del
jardinero: - T e digo és,to porque, s i no, no
valdría la pena que yo expusiera lo que expongo, una vea que ya estamos de acuerdo en todo ...
P ero el « Dorador », huidizo, recurrió al amor propio d e Valtierra:
- ¿ Tienes mi edo en acompañar a Cervantes?
y Va lti erra, naturalmente, reaccionó ensegu ida:
- ¿ Dijiste miedo? ¿ De dónde has salido que tan m al conoces a los hombres?
Todo estaba dicho. El diálogo entre Valtiel'ra y el
« Dorador » no fué nada cordi'a l. La mirada que este último fulminó sobre el jardinero dejaba a l descubierto un alma corrompida, capaz de todo. Nadie sabia en rea.lídad el misterio de este renegado; sus intenciones ; sus m edios de vida. Valtierra había comenzado desde hacia días a tenerle en sospecha. Pero ya no había más remedio que seguir adelante, sobre todo por salvar a Cervantes. El 1e había dado su palabra d e no abandonarle y, costara lo que costara, no faltaría a ella ...
Se despidió, pues , del «Dorador », no s in cierta preocupación, mas bien de cierto presentimiento. Se encaminó hacia su jardín a hacer tiempo y por s i pOdía ver a Zulima un r 3. to, que estas horas de la noche eran las que solían aprovechar m ejor los dos a m antes para verse. Atravesó Arge'l que eS1taba en completa calma. Subió a la Alcaz, ba, a la que dió la vuelta, y penetró en su mansión florida. Todo era s il encio. Se fué hacia el cenador, s itio d e sus cita s y, tras larga esp era, comprobó como Zulima no iba aqu el'la noche a verle. Una gran tristeza, s in. sa ber por qu-é, ir. vadió el ánimo del navarro. Pero, se acercab a la hora. Dieron 12s nueve. y se dirig ió 3.'1 s itio donde Cervantes le aguardaba, hacia aquel escondite en dond e habia estado noventa días y que iba a abandonar d efinitiva m ente el escritor.
Valti e rra llamó: - j Miguel! L a voz d e Ce rvantes le respondió:
28 EZEQUIEL ENDERIZ
j VaUierl'a ! - ¿ Estás Hsta ?
A tus órdenes. - Pues di adiós a tu escondrijo
y adelante. Cervantes se presentó d e un salto
junto a su 'a.migo, provisto de un pequeño hatillo por todo equipaje y juntos emprendieron la silenciosa marcha.
La noche era clara, demasiado clara. Sobre Argel dormida. la plata- de la luna sacaba metálicos reflejo s de la blancura de las casas. Todo era silencio y misterio.
Por ent re la s sombras del jardín de Azán van dos hombres. Delante, Juan de VaHierra. Detrás, Miguel de Cervantes. Buscan la salida. Ya están en la gran plaza de la Alca'Zaba. Bajan unas pequeñas cuestas. Entran en la ciud·ad. No se dicen nada. No hablan. Cinco minutos más y pisarán las arenas de la playa ...
Cuando descubren el mar, que está plácido y tranquilo, en aqueIla noche transparente, los ojos de Cervantes ven en seguida a cierta distancia un puntito negro.
Y.exclama : - ¿ Aquél es el bajel? Valtierra le replica: - Debe ser.
,
Marcando exactamente laJ Hnea recta de aquel punto negro, en la orilla, ven una barca con dos 1' e~eros y ocho o diez personas además: Cervantes dice:
- Allí están. - P ero, i cuánta gente! - A ver si no va a · haber s itio
• para mI. - No te apures, Miguel, qu e hay
sitio. y los dos hombres, confiados y
t;.'anquilos, se acercan a aquel gru-
po que los ve llegar y los d eja aproximarse hasta que los tiene en forma que no puedan huír. La figura de el « Dorador » se d estaca entonces como se destacara la de Judas ante Cristo en el Huerto y, señalando al navarro y a Cervantes, al Baxí en persona, exclam'2J :
- j Aquí están ! ¿ Ves como no te he engañado?
Lo mismo Cervantes que Valtierra se dan cuenta en seguida de que han sido traicionados por el « Dorador ». Valtierra, desesperc:do, exclama:
- i Miserabl e, traidor! i Renegado tenías que ser!
Pero los esbirros del Baxí le hacen callar prontamente y casi a rastras se 10 llev-an mientras Cervantes no puede menos de gritarle, entre- sol'lozos :
- i Adiós, amigo mío, hermano. Suceda lo que suceda, no te olvidaré nunca!
Entonces, el « Dorador » se le acercó, como qUeriéndose disculpar,
• :¡ •• y Je CIJO: - Contra tí no va nada y yo pro
curaré protegerte en otra ocasión. Era R Valtierra a quien era menes ter cazar.
- ¿ y por qué? - Porque venía traicionando a
Azán Bajá. ¿ Tú no sabES lo de la Princesa?
- Yo nada sé. - Pues, mejor para tí. Ya digo
que quedas bajo mi protección. - Tu protección no la quiero. - Pues, p eor para tí. La pOlicía del Baxí que ya se lle
vaba a Val tierra por delante, ató fuertemente a Cerva.ntes, después, y lo trasladó de nuevo a Los Baños donde se le sujetó con una cadena a los pies. El sueño de su libertad
EL CAUTIVO DE ARGEL 29
se h a esfumado otra v ez. Ya, d e nuevo en la cárcel, sólo piensa en la su erte que correrá su a migo, el leal Juan d e Valtierra, el a mante de Zulima, la hij a del rey Azán, el hombre apasionado y bueno.
P ero no tarda muc ho en saber lo qu e le h a ocurrido a aquél qu e le dió asilo en su jardín, 10 mantuvo y gestionó su libertad. D esde la celda d onde se h alla preso, Cervantes escucha a l día siguiente como otros cautivos explican la evas ión suya, su llegada a la playa y s u prendimiento. Y como comentan lo de Valtierra .
- En cuanto a Juan, l o han a horcado esta misma mañana en los mismos jardines . Dicen que le han colgado d el árbol más alto. Que a ú n puede verse su CU2rpo bamboleándose en el a ire.
Cervantes se at revió a pregunt a l':
- ¿ y la Princesa? ¿ No ha int e rcedido por é l ?
Uno, el. que parecía mas ente ra do, r es pondió m a liciosam ente :
- Claro que s í; pero ya véis d E: lo que ha servido.
Cervantes llora 'a,m a rgamente. Y no aquel día solamente; s ino cuant os le quedaban todavía por estar en pris ión en aquel cautiverio que duró mas de cinco ~ños y d el que é l solía decir, ya libre y en E spaña, :
- Ni m e salvaron los fr a iles d edica dos a r escatar cautivos, ni el E s tado de la Monarquía que defendí y por la que perdí mi m ano izquierda. M e s-a lvaron los am igos que son los únicos que exis t e n , c ua nd o exis ten.
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NUMEROS ATRASADOS -DE tI\ u NOVELA ESPANOLA II
Pueden adquirirse números atrasados de « LA NOVELA ESPA--NOLA }), de los s iguien tes títulos:
PRIMERA SERIE. 1. MIGUEL DE CERVANTES: Rinconete y Cortadillo (agotado.) -
2. JUAN B. BERGUA : Marieta (agotado). - 3. A. FERNANDEZ ESCOBES: La otra. - 4. F. GARCIA LORCA : Romancero gitano (agotado). - 5. Dr FELIX MARTI IBAñEZ: La canción sin palabras. - 6. VICTOR ALBA: Diálogo sin testigos. - 7. ALEJANDRO CASONA: Flor de Leyendas. - 8. MIGUEL DE UNAMUNO : Nada menos que todo un hombre.
SEGUNDA SERIE
1. A. FERNANDEZ ESCOBES: ¿Para quién te pintas los labios, MarI.lena? - 2. EDUARDO ZAMACOIS: El hotel vacío.- 3. ANTONIO MACHADO: Campos y Hombres de España. - 4.l\IATEO SANTOS: Conquistadores de arena. - 5. LOPE DE VEGA: Fuenteovejuna. -6. VICTOR ALBA: La Muerte falsificada. - 7. EUGENIO NOEL : El allegretto de la Sinfonía VII. - 8. RAMON J. SENDER : El Vado. - 9. FRANCISCO DE QUEVEDO: Historia de la Vida del Buscón (libro primero>. - 10. FRANCISCO DE QUEVEDO: Historia de la Vida del Buscón (libro segundo). - 11. JAVIER V ALCARCE: Geórgica. - 12. GABRIEL MIRO: El hijo santo. - 13. ALFONSO CAMIN: Rosa de Natahoyo. - 14. JOAQUIN DICENTA: Galerna. - 15. JOSE M. PUYOL: El rodar de las almas. - 16. ANTONIO ZOZAYA :' El pequeño Edison.
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Pronto aparecerán, encuadernadas en tres b ellos tomos, tod3.. ' la colección de novelas cortas publicadas por « L a Novela Española ».
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Consta estG tomo de los s ig ui entes t ítulos y autores: Nada menes que todo un hombre , por MIGUEL DE UNAMUNO. El hijo santo, por GABRIE,L MIRO. El allegretto de la Sinfonia VII, por EUGENIO NOEL.
•
Geórgica, por JAVIER VALCARCE. El vado, por RAMON J. SENDElR.
.-
Para ,!uien te pintas los labios, Marilena, por ANTONIO F. ESCOBES.
-TOMO !I - LOS NOVELISTAS DE LA REVOLUCION ESPANOLA.
Contiene este tomo las novelas:
Rosa de Natahoyo, por ALFONSO CAMIN. La canción sin pa!abras, por el Dr. FELIX MARTI IBANEZ. La otra, por ANTONIO F. ESCOBES . . Diálogo sin te, tigos, por VICTOR ALBA. Conquistadores de arena, por MATEO SANTOS. El rodar de las almas, por JOSE MARIA PUYOL.
TOMO !II. - LOS MAESTROS DE LA NOVELA CORTA ESPANOLA. Su contenido es el siguiente:
Rinconete y Cortadillo, por MIGUEL DE CERVANTES SAA VE-DRA.
El hote l vacio, por EDUARDO ZAMACOIS. Flor d e leyendas, por ALEJANDRO CASONA. Galerna, por JOAQUIN DICENTA. El pequeño Edison, por ANTONIO ZOZAYA. El cautivo de Argel, por EZEQUIEL ENDERIZ.
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Pronto apar ,~cera ia segunda edición del Romancero gitano, d e GARe IA LORCA.
La Administración de « La Novela Espai'íola » tiene el honor de comunicar a lodos sus suscriptores y corresponsales que, muy cuidados'a de cumplir sus compromisos, ha conseguido de la Edito,rial « Mare Nostrum » que ésta s,e comprometa a servir a aquellos abonados que habían pagado sus suscripciones por ad,e,lantado a « La Novela E spai'íola » , el, número de novelas hasta concurrencia de la can'tidad abonada.
Pero al mismo tiempo ruega encarecidac men le a todos aquellos otros que se encuentran d descubierto, se sirvan abonar las cantidades adpudadas a la mayor brevedad posible.
Para todo Lo relacionado con « La Novela E spa i'íoJa » concerniente a la Administra-6ón, giros, reclamaciones, ,etc, etc, tanto nues tros corres,ponsal,es como nuestros lectores y abonados, deben dirigirse exclusivamente a Francisco Diezhandino, lO, rue Languedoc, Toulouse (H.-G.l quedando anuladas todas las dir,ecciones anteriores.
« La Novela EspaTlo1a ».
A NUESTROS LECTORES Y ABONADOS .
El presente número que tie nes en la mano, lector, es el último de « La Novela Espa~101a », como tal publicación destinada a cldtivar exclusivam'ente el género de novela corta.
Por grandes que hayan sido nuestros esfuerzos y deseos per mantene rla como una publicación específicamente novelística, no hemos podido.
y de acuerdo con la Editorial en formación ({ MARE NOSTRUM }) h emos convenido que « La Novela Española}) pas·e a con~tituir una s.ección e n la revista trimestral de selecciones que esta Editorial va a comenzar a publicar e n breve, bajo el título <le
" PARIS-MADRID " Todos aquellos amantes, pues, de la nove!a corta, nuestros
amigos, nuestros abonados, podrán seguir hallando ésta, con la Inisma orientación, Su misma dirección, sus lnismos escJgldos rna'2stros del género, dentro d e la revista
éj)ac.iá-- cmadc.id que e n cada núm,ero ofrecerá e-n sus páginas una nov~ ln. corta e n t.era, en la misma forma que ha venido publicándose en « La Novela Española », ad·emás de otros muchos originales. Dándo~'eE- las gracias a nuestros ulnigos por €.} favor que hasta
ahora nos han dis p ensado, esperamos d e ellos que continúen favoreciéndonos a través de
11 PARIS- MADRID " bi En s,eguros d e Que con esta innovación salen h eneficiados, pues s.atisfaciendo su interés de leer una de estas novelas cortas en cada. núm ero, hallarán e l complement:l d'2 un « digcst » completo, que es la r evista moderna de todos los paíSES.
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