¿Qué les sucedea todos los objetosperdidosque las personasextravían,pordescuidouolvido,todoslosdías?
Lucas Lenz, el protagonista de esta historia, es un buscador de objetosperdidos. Buscar objetos, hallar pistas en esa búsqueda, y convertirse endetective,sonlamismacosa.YelMuseodelUniversoesunlugar«…dondehace muchos años doce hombres se reunieron para juntar piezas raras,valiosas, todoaquello que fueraúnico…».PeropocoapocoelMuseo fuesaqueado,hastaquedarvacío,yLucasLenzseráelencargadodebuscaryencontrartodosesosobjetosperdidos.
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PablodeSantis
LucasLenzyelMuseodelUniversoePubr1.0lenny27.09.15
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Títulooriginal:LucasLenzyelMuseodelUniversoPablodeSantis,1992Ilustraciones:O’KifRetoquedecubierta:lenny
Editordigital:lennyePubbaser1.2
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1.OficinadeObjetosPerdidos
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T odos los chicos pierden sus juguetes.No importa si son soldaditos o autos ocosasgrandesypesadas.Si jugaranconautoso trenesoelefantesdeverdad,
también los perderían. Y no hay nada que pueda hacerse al respecto. Ordenar lascosasnoesningunasolución;complicatodo.
Yotambiénperdíamisjuguetescuandoerachico.Pero,adiferenciadelosdemás,losencontraba.
NoimportabaeldesordendelcuartoquecompartíaconmihermanoFederico:yoteníaalgoquemeayudabaaencontrarlascosas.Intuición,porllamarloasí.
Amímeimportabamuchoesahabilidad.Creíaqueeraloúnicobuenoquetenía.Jugabamalal fútbolysiemprememandabanalarco. (Nuncaentendí,además,porqué a los malos jugadores los eligen de arqueros: mi equipo siempre perdíaveinticincoacero).Nomesalíaningunacuenta,nisiquieralasquesehacenconlosdedos,teníaerroresdeortografíacomoparahacerunacolecciónynisiquieraunodeesos chicos a los que a las madres les gusta lucir. Porque tenía siempre la ropamanchada.
Losfrascosdedulce,latintadelalapicera,lasacuarelas,lastémperas,lassalasparecíanmagnéticamenteatraídashaciamiscamisasypantalones.
Peropodíaencontrarlascosasperdidasmejorquenadie.Simihermanoperdíaunsoldadito yo lo encontraba. O un lápiz extraviado en el aula. O si mi madre noencontrabalaboletadelaelectricidad.
Siaalguienseleperdíaalgomelopedíaamí.Esomeservíamuchísimo.Podíadecir,porejemplo:«Siteencuentroelcuadernodeclasequeperdiste,¿quémevasaprestaracambio?».Yoestabacontentísimoconmihabilidad.
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Despuéscrecí.Algunoschicosqueconocíasehicieronmédicosoelectricistas,oejecutivosdecompañíaspetrolerasotaxistas,ycasitodosseconvirtieronenpersonasdedicadas a aburrirse. Muchos tienen escritorios, y un almanaque encima delescritorio, y van tachando los días que pasan. Al final de cada año rompen el
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almanaqueentrocitosylotiranporlaventana,creyendoqueesmuydivertidohacereso, aunque no se diviertan en absoluto. Después se compran enseguida otroalmanaqueyempiezanatachardenuevo.
Yo me hice buscador de cosas perdidas. No gané plata, no tuve éxito, recibímuchos golpes, tuve miedo más de una vez, pero, al menos desde que empecé atrabajarenserio,nuncameaburrí.
Esinútilquebusquenenunaenciclopediaquétipodeprofesióneslaquellevanlosbuscadoresdecosasperdidas.Yofuielprimeroendedicarmeaesoynoaparezcoen lasenciclopediasporquenosoyni famosoniantiguo. (Famosomegustaría ser;antiguono,porquesihubieranacidohacevariossiglos,ahoraestaríamuerto).
Unbuscadordecosasperdidasesalgoparecidoa losdetectivesprivadosdelaspelículas,perodedicadosolamenteabuscarcosasperdidas.Esdecir,nipersonasnidinero.Cualquiercosaqueestéperdidaporahí.
Mecompréunescritoriousadoqueparecíacomidoporlastermitasypuseenlapuerta de mi oficina un cartel con mi nombre: LUCAS LENZ y abajo BUSCADOR DECOSASPERDIDAS.
Habíaalquiladounaoficinabarataenunacallemuycercanaalostribunales.Entodoslosedificiosdeesacallehabíaescribanosyabogados.Alladodemioficina,encambio,habíaunagenteteatraldedicadoacontratarartistasdevarieté.EnlapuertadelaoficinadecíaRICHARDSTAR,peronocreoquefuesesunombreverdadero.Noeramuy importante, me parece, porque siempre recibía bailarinas de quinta clase opayasosquerepetíanchistesqueyasabíaColón,ocantantesdeópera,afónicas.
Másdeunavezseequivocabandeoficina.Alprincipio,alverquegolpeabanami puerta me ponía contento, porque pensaba que por fin venía alguien paracontratarme, pero bastabamirarles el aspecto para darse cuenta de que había algoraro.
Porejemplo,unavezseabrió lapuertayaparecierondoshombres.Unoestabavestidodecigüeña;elotrodebebé,conunenormechupeteen laboca.Elprimeroagitabasusplumascomosivolara,mientrasqueelotrollorabaalosgritos.Tardéendarme cuenta que los cacareos de uno y el llanto del otro eran en realidad unacanción. Mientras cantaban yo intentaba explicarles que no era el famosorepresentante de artistas Richard Star, sino el humilde buscador de cosas perdidasLucasLenz.Perocuandomedejaronhablaryahabíanhechotodosunúmero.
—¿Legusta?Nohacefaltaquediganada,loleoensucara:leencantó—dijolacigüeña—.Elnúmerosellama«Loquetrajolacigüeñaalmundo».
—LoúnicoquenecesitamosesunaescenografíaconunatorreEiffel,porquelascigüeñasvienendeParís—dijoelbebé.
—Si quiere contratarnos ya, estamos a su disposición. Por el momento nocobramosmuycaro,peroeldíademañana…
—Seráotracosa,síseñor—terminóelbebé,mientrasencendíaunapipa.—LaoficinadeRichardStareslaqueestáaquíallado—lesdije.
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—Te lo dije, idiota—protestó el bebé—. ¡Ahora vamos a tener que hacer elnúmerodenuevo!
—¿Yquétecreés,quesoyunacigüeñadeverdad,paraencontrarsiempreellugarcorrecto?—sedefendióelotro.
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Desdemiescritorioescuchécómohacíansuespectáculoenlaoficinadeallado.El agente y representante de actores Richard Star los escuchó en silencio y alterminarlosechóapatadas.
(Meses después aparecieron en televisión con su número en uno de esosprogramas que no terminan más. El público los aplaudió. La cigüeña y el bebéterminaron por triunfar y ganaronmuchos dólares.Una vez lo encontré a RichardStarllorandosobrelapáginadeundiario;levantélapáginamojadaporlaslágrimasyviqueeralanoticiadequeelplumíferoyelbebéhabíansidocontratadosenEstadosUnidosporcienmildólares).
Bueno,asíeranmisdías.Aparecíagentequemeencargabaquebuscaraasugatoblancoconmanchasgrises,ounacartadeamor,ounacajaconteniendodocumentosimportantes,perdidaenunacasaenormeydesordenada.Sielobjetobuscadoexistía,yogeneralmenteloencontraba.Yhastaencontrabacosasquenadiehabíaperdido.
Losdetectivesdelaspelículassemuevenenbares,clubesnocturnos,hipódromosvacíos, callejones sin salida, noches de pólvora y cuchillos.Yo actuaba en altillos,sótanos,desvanes,casasabandonadas.Sihubierabuscadofantasmas,habríaelegidoesosmismoslugares.
NotuveunsolocasoimportantehastaqueunatardeaparecióelseñorRaval.
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2.ElMuseodelUniverso
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Y o estaba leyendo el diario con los pies sobre el escritorio cuando entró unhombretotalmentecalvo,conanteojosdevidrioverde.Noteníacaradeactor,
peronuncase sabía.Esperéunossegundos,paraver sicomenzabaahacerzapateoamericano,oacantarunbolero,peronohizonada.¿Eraposiblequeporfintuvierauncliente?
—¿SeñorLenz?MinombreesRaval.Vengoahacerleunencargo.Elhombreestababienvestido.Podíaserunencargoimportante,asíquedijeen
tonoprofesional:—Dígame loque tengoquebuscary enqué lugardelmundoestá.Mepaga la
mitadahoraylamitadcuandoregreso.Raval se acercó a la silla que estaba del otro lado del escritorio, le pasó un
pañueloparalimpiarlaysesentó.Sacóunafotografíadesubolsillo.Eraunatortuga.—Nohayqueviajarmucho.Quizálatortugaestéenestamismaciudad.Sellama
Lulú,yeslamásgrandeylamásviejadelmundo.Mirélafotografía.Eraenblancoynegro,muyvieja.Comonoseveíanadamás
quelatortuga,nohabíamododesabercuáleraeltamañodelanimal.—¿Tienealgunapista?—pregunté.—La tortuga posó como modelo para una estampilla que hizo un tal Faber.
TrabajabacomodibujanteenelInstitutoFilatélico.Nosésivivetodavía.—¿Cuándoseperdiólatortuga?—pregunté.—Nosé,noeramía.Notengootrodatoqueéste.Encuéntrelaloantesposible.Es
unareliquia;quiénsabecuántosañostendráeseanimal.Medejóalgunosbilletessobreelescritorioysefue.Parecíauncasofácil.Alfinyalcabosólosetratabadeunapobretortugaperdida
eneltiempoyenfermadeinmortalidad.Seguí la única pista que tenía: el Instituto Filatélico, donde se dibujaban las
estampillasdelcorreo.Eraunedificiodepocospisos,tanangostoquecasiparecíaunatorre.Laentrada
estabasucia,lospasillosllenosdepapeles.Entréenunaoficina.Unhombresosteníaunaestampillagigantesca,quelellegabadelacabezahastalospies.Enlaestampillahabíaundibujodeunhombreacaballo.
—¡No, animal, no podemos hacer estampillas de ese tamaño, aunque sea paraencomiendas!—gritóunhombredebarba.
—Pero es para los paquetes grandes—dijo el otro, escondiéndose detrás de laestampilla.
—¡Noooo!—gritó—.Esimposible.Lasestampillastieneneltamañoquetienen.—Peroesqueesmuydifícildibujarentanpocoespacio.—¿Yamíquéme importa? ¿Paraquéviniste a trabajar aquí?Si querés pintar
algograndedaleunamanodepinturaalasparedes.AprovechéunsilencioenladiscusiónparapreguntarporFaber.—Últimopiso—dijoelqueestabaenojado.
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El ascensor no funcionaba. Subí por las escaleras hasta el cuarto piso; ahí seterminaba el edificio.Abrí una puerta y encontré una oficina grande, llena de luz.Habíauntablerodedibujoyenéltrabajabaunhombreviejo.Teníaunalentesobresuojoizquierdo,parecidaalaqueusanlosrelojeros.Elpeloeratotalmenteblanco.Penséqueeraelmásviejodetodoslosdibujantesdeestampillas.
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—¿SeñorFaber?MinombreesLucasLenzyvengoapedirleinformaciónsobreunatortugaqueseperdió.
Faberlevantólosojosdeltablero.—Dígame,joven,¿notienenadamásprovechosoquehacer?
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Mequedésinpalabras,peroinsistí:—Esunatortugagigantequehizoustedenunaestampilla.Fabermirólafoto.—Sí,larecuerdo.Fuehaceveinticincoaños.Perocréamequehayporlomenos
cienmanerasmásrazonablesdeperdereltiempoquebuscartortugas.—Mepaganparaesto—dijeentonodedetectiveduro,guardandolafotografía
enmisaco.Faberencendióuncigarrillo.Laluzledioenelpeloylohizoaparecer todavía
másblanco.—Me acuerdo del dueño de la tortuga. Era un loco. No me acuerdo cómo se
llamaba. Vivía en un hotel que no está lejos de aquí… el hotel La Giralda. Meacuerdoporque,cuandoerajoven,laconfiteríadeesehotelerafamosa.Tocabaunaorquestadeseñoritas…
Meapuréaestrecharle lamanoyadespedirme,porquesinomeesperabandoshorasmásderecuerdos.
SubíamiautoymedispusearevisarcadacuadradelbarriohastadarconelhotelLaGiralda.Quizá lo habían tirado abajodiez años atrás…yyohabría perdidomiprimercasoimportante.
Toméporunacalleangostaenlaquehabíatreshoteles.Pensabapreguntarenunodeellos,ylohubierahecho,peroalgopasó.
Unautomeseguía.Hacía tiempoqueveníadetrásdemí,peroahorayanomecabíandudas.Eraunautogrande,negro,condoshombresadentro.
Pensé en reducir la velocidad para dejarlo pasar, pero el conductor del otroautomóvil me encerró. No tuve más remedio que subirme a la vereda para nochocarlo.Mellevépordelanteuntachodebasura.Clavéelfrenoperoigualchoquécontraunpostedeluz.Yloqueveíanomegustabanada.
Doshombressebajarondelotroauto.Unoteníaunridículosombreroamarilloyelotrounanarizdepayaso.Parecíansalidosdealgúncarnaval,perofaltabamuchoparafebrero.
Eldelsombreroamarillomehizobajardelautoymetomódelassolapasdemisaco.
—Lenz,venimosaadvertirte.Apartatedeestecasoovamosaalimentarcontusrestosalastortugascarnívorasdelacuariodelaciudad.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Quién los manda? —pregunté. Y empujé al desombreroamarilloparasacármelodeencima.
—Creoquevaahaberquedarleunosgolpecitosparaquenoscrea—dijoeldelanarizdepayaso,yseacercópeligrosamente.
Entoncessupequeelasuntoveníamuymalparamíypateélarodilladelpayaso.Seagarrólapiernayempezóasaltar.Elotrotratódeatacarme,perologolpeéenelestómago.Noerabuenopeleando,peroesavezpudegolpearlosyescapar.
Corrídurantediezminutos.Treshorasdespuésvolvíaese lugarparabuscarel
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auto.Ellosyasehabíanido.Elcasonoeratansimplecomoparecía.
EnlaguíadeteléfonosencontréelhotelLaGiralda.Porsuerteseguíaexistiendo.Pedíhablarconladueñadelhotel.
Erapolacaoyugoslavaoalgoasí,porquehablabaconunacentoextraño.—Yasédequiénmehabla—medijo—.SellamabaFranco.Viviómuchosaños
enestehotel,hastaquemurió.Deesoharáunosdiezaños.Loquenoséesadóndefueapararlatortuga.Nosefuecorriendo,seguramente.
Lamujerriócongrandescarcajadasdesupropiochiste.Yolesonreí.—¿Ynodejóningúndato?Quizáladireccióndeunpariente…Lamujersepusoapensar.—Cuando el señor Franco murió encontramos en el cuarto un baúl lleno de
papeles. Pensamos que podían ser importantes y no los tiramos. Pero nadie pasónuncaabuscarlos.Elbaúlestáenelsótano.Siselolleva,nosharíaunfavor.
Ledijequeporsupuestoqueestabadispuestoallevármelo.Ahíalomejorhabíaunapista.Acompañéalamujerhastaelsótanodondesepudríanmuchísimascosasviejas.Debajodeunabicicletaoxidadayunosodepeluchegigantescoyapolilladoestabaelbaúl.Lo saquédeahíy lo subípor la escalera.Eramuypesadoy estaballenodepolvo.Lacerraduradehierroestabacompletamenteoxidada,peroporsuertenoteníacandado.
LeagradecíaladueñadeLaGiraldayllevéelbaúlalaoficina.Allíloabrí.Elbaúl estaba lleno de viejos recortes de diarios, amarillos y quebradizos, y decuadernos.Todosloscuadernosestabanescritosporlamismaletra:ladeFranco,eldueñodelatortuga.
Comencéaleerydeapocomefuienterandodelaverdad.En cada anotación de los cuadernos había un día y una fecha: era un diario
personal. Pormomentos la letra no se entendía, o Franco escribía las cosas de unmodotanconfusoquelasvolvíaincomprensibles.
Como hablaba de cosas de las que yo nada sabía, me costaba mucho trabajoseguirlo.
Además, leer todos aquellos papeles podía llevarme días.Busqué entonces dospalabras:«Lulú»y«Tortuga».
Enlaanotacióndeldía15dejunio(elañonofiguraba)leílosiguiente:
«MañanaentregaréaLulúalMuseodelUniverso.Allíquedaráguardadaparasiempre,entrelascosasmásrarasdelmundo».
Despuésseguíaunpárrafoilegible.Másadelantelaletraeramásclara:
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«ElMuseo está en el sur de la ciudad, en las afueras, entre los árboles.Pareceunhospitalabandonado».
BusquéenanotacionesanterioressivolvíanaaparecerreferenciasalMuseo.Lasencontré.Unadeellasdecía:
«Es un proyecto secreto. Pero han surgido enemigos dispuestos asaquearlo.Yahubodosintentosfallidos.Quizálapróximavezlologren,ynoquisieraqueserobaranaLulú.Cualquierotracosa,menoslatortuga.Quiénsabeenquélugaroscuroguardanlossaqueadoreslascosasrobadas…Esmuydifícil detenerlos.Doce hombres idearon elMuseo delUniverso, y se sabequeentreelloshayuntraidor».
Leí un pocomás, sin saber cuánto de locura y cuánto de verdad había en esoscuadernos. En una página encontré un desprolijo y borrosomapa del lugar dondeestabaelMuseo.Noteníamásquebuscarlo.
MehubieracomunicadoantesconRaval,sihubieratenidoformadehacerlo,peroélnohabíadejadoningunadirecciónniteléfono.
A la mañana cargué nafta y viajé hacia las afueras de la ciudad. El mapa meayudó.Encontréuncaminoquesalíadelarutaydespuésvialolejosunaarboleda.Eranálamos:porencimadesucopaseveíaunedificio.
Estacioné y me bajé. No se oía nada a mi alrededor. Me acerqué al edificio.Francoteníarazón:parecíaunhospitalabandonado.
Subí por una escalera de mármol. Los escalones estaban rotos; por entre lasgrietas crecía el pasto.Miré hacia arriba: las ventanas del edificio estaban rotas yquizásehabíanmudadoallítodoslosmurciélagosdelmundo.
La puerta estaba abierta. Entré en una sala de baldosas blancas y negrasinterrumpidasporcolumnasdelgadasquesosteníanarcos.Losoídosmezumbaronunpocoporquetodoestabamuycallado.Despuésnisiquieraesesonidoseoyó.
Entonces descubrí que había un hombre del otro lado de la sala. Estaba deespaldasymirabaatravésdelvidriosuciodeunventanal.
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—¿EsteeselMuseodelUniverso?—Sí—dijoelhombre.—¿Yquéseexhibíaenestasala?—Todavíaseexhibe.Esalgoquenosepuederobar.Estasalaestáconstruidade
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tal manera que los ruidos se diluyen. La destinamos a una de las piezas máspreciosas:elsilencio.
Elhombregiróhaciamí.EraRaval.Despuésmehizopasaraotra sala.Ahíestaba la tortugaLulú,gigantescay tan
quieta que parecía de piedra. No estaba preocupada por su destino de tortugainmortal.
—Aquíestáloquevinoabuscar.Ylohizoentiemporécord.Lofelicito.—¿Entoncesfuetodounabroma?—pregunté—.¿Unatrampa?—No —dijo Raval—, fue una prueba y usted la pasó. Los hombres que lo
molestaron,eldelsombreroamarilloyeldelanarizdepayaso,fueronenviadospormí.Noibanalastimarlo,solamenteaasustarlo…paraversieravalientecomoparaseguir.
Despuésmeexplicó:—Hacemuchos años doce hombres se reunieron para juntar aquí piezas raras,
valiosas,todoaquelloquefueraúnico.Perohuboalguienqueconspiróparaquetodosalieramal.ElMuseoteníasolamentedosguardias,ydeapocofuesaqueado,hastaquenoquedónada.Ahoraunospocoshombresymujeres,algunosdeaquellaépocayotros nuevos, estamos reconstruyéndolo. Tenemos unas pocas piezas, como estatortuga… y unas pocas pistas de dónde están las otras cosas. Encontrarlas será sutarea.Un trabajopeligroso,además,porqueaquelconspirador,aquel traidor,querráimpedirlequeencuentrelosobjetosperdidos.Másadelanteleexplicarélodemás…ensuoficina.
Ravalsefueycomencéacaminarsoloporaquellassalasvacías,conlosvidriosrotosytelarañasenlostechos.Hastaquelleguéalasalaquehabíapisadoprimeroymisoídoszumbaronydejarondezumbar:eracomosiporprimeravezenmividaescucharaelsilencio.
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3.LaPluma-vampiro
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A lospocosdíasRavalapareciódenuevopormioficina,queestabaunpocomáslimpia.Pusounarevistasobremiescritorio,yasíempezómisegundaaventura.
Lesadvierto:loquesiguenoesparalectoresimpresionables.Haysangre.Eraunarevista literariamuyvieja.Empecéahojearla:poemas,cuentos,alguna
nota.—Busqueenlapágina45—dijoRaval.Asílohice.Eltítulodecía:ALCIDESLANCIA,elfamosoautordeELNICTÁLOPE.—¿Quéesnictálope?—lepreguntéaRaval.—Alguienquenuncaduerme.—¿Algoasícomonoctámbulo?—Sí.AlcidesLanciaescribióunanovelaconesetítulo.—¿Yyoquétengoquebuscar?—Lapluma-vampiro.Lealanotayentenderá.Lanotaestabailustradaconlafotodeunhombredecarapálidayojososcuros.
Enotrafotoseveíaalhombreconlamangadelacamisalevantadahastaelcodo.Lamanoestabaescribiendo.Perolalapiceraestabaconectadaauntubitoquelellegabahastalasvenas…Nosupeloqueerahastaleerlanota.
«Aunquetodavíaesunautorignorado,esunodelosmásgrandesartistasde nuestro tiempo. Nos referimos, por supuesto, a Alcides Landa. Comopruebadesuimaginaciónestánlosochotomosdesuobraúnica,Elnictálope.Es una mezcla de cuentos con novelas, con cartas, con diarios íntimos,sueños,delirios…Yesunaobraúnicaenmásdeunsentido,porqueLandanolaescribiócontintacomún…sinoconsupropiasangre.Pudohacerlograciasaunartefactocreadoquiénsabeporquién,yalqueLancia llamalapluma-vampiro.Debidoalapérdidadesangreelescritorsefuedebilitandoamedidaqueescribía.YhacedosañosLanciadecidiódonarlaplumaaunamisteriosainstitución llamada el Museo del Universo. Al día siguiente desapareció ynuncamássevolvióasaberdeél».
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—Creoqueestanotaresumemuybienelcaso—dijoRaval—.Escierto:AlcidesLanciadonóla lapicera-vampiroalMuseoydespuésdesapareció.Quizácambiódecasa y de nombre, para que nadie lo reconociera. No lo sé. La pluma fue robadacuandosaquearonelMuseo.
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—¿Hayalgunapista?—AlcidesLanciaeraunescritorconocido sóloporungrupodepersonas.Pero
tenía tres grandes admiradores que inclusive, en algún momento, llegaron amantenerlo para que pudiera seguir escribiendo. Quizás alguno de ellos la hayacomprado. Solamente quiero que ubique la lapicera-vampiro.Después yo haré unaofertaparacomprarla.
Metendióunpapel.Decía:MATEORINALDI.—Esunodelosadmiradores.Noconozcoelnombredelosotrosdos.Esdueño
deuncabaretquesellama«Eldragónrojo».Lanciahabladellugarensunovela.Ravalsefueyyosalíconél.Meabrochéelimpermeableymealejébajolalluvia
en busca demi auto.Es un automuy chico, y descapotable.El coche es rojo y lacapotanegra.Estáunpocoagujereada,demaneraquecuandolluevetambiénllueveadentrodelauto.Poresonoesdifícilque,sinoscruzamosalgunavez,meveanconungorroparalalluvia,oconunparaguasadentrodelcoche.Noesmuycómodonimuyelegante,peroesunmodelodecocheviejo,yesemodelodecapotayano seconsigue.Además,estoydemasiadoencariñadoconelautocomoparavenderlo.
Fuihastalazonadecabarets.Nofuenecesarioquebuscaracondetenimiento«Eldragónrojo»:lovidelejos.Suentradaeraunafabulosacabezadedragón.Labocaeralapuerta.Delejosparecíaunsueñosoñadoporunchino:decercaunoveíaquelosdientesdeldragónestabanporcaerse,yqueteníalapieldescascaradayllenadegrietas.
Abríunapuertayuntelónmecerrólaentrada.Loapartéyentréenelsalón.Lasmesasestabansobrelassillasyenelsuelohabíapapeles,botellasvacíasycigarrillosapagados.Contraelmostradordescansabaunaescoba,peronadie seacercabaparabarrer.Aunladohabíaunescenariovacío:alaluzdeldíaseveíaqueeltelónestaballeno de remiendos, igual que el tapizado de las sillas. Probablemente cada nocheaquellosellenabadelucesrojasqueimpediríanverquetodoestabaunpocorotoydesvencijado.
Deprontounamanocayósobremihombro.Eraunamanopesada:algoasícomosimehubieranapoyadotreintaycincotomosdelaEnciclopediaBritánica.
—¿Qué hace aquí?—dijo una voz, y al darme vuelta vi a un hombre gordo ypelado.Llevabaunacamisasuciayagujereada.
—VengoaveralseñorRinaldi—ledije,moviendoelcuerpoparaquelamanocayera.
—Estáadentro,enunapesadilla,noselopuedemolestar—dijoelpelado.Hubieraesperadocualquierotracosa:quenorecibíaanadie,queestabaenuna
reunión o, simplemente, que estaba descansando, pero no «que estaba en unapesadilla».¿Quésignificabaeso?
Yoinsistí,yelhombreinsistióasuvez,ydemuymalmodo,ennodejarmepasar.Asíqueloempujéycorríhacialaúnicapuertaquehabíaenelfondodellocal.
Laabrícon todasmis fuerzas,peronoentré.Sentíquenohabíanadabajomis
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pies, como si aquélla fuera la entrada aunprecipicio.Comoentrar enun ascensorcuandoelascensornoestá.
Caí…peroestirélosbrazosypudeaferrarmealbordedelaentrada.Dondeteníaque haber una habitación no había nada: un gran espacio vacío. Solamente mesosteníanmisbrazosparanocaer.Nosabíacuántosmetroshabíaabajo.
Elhombrecalvohabíallegadoalumbralydijoconvozburlona:—¡Yahoraapisarunosdelicadosdeditos!…—¡Nooooo!—grité.Amisespaldasescuchéunavoz,quemesonócomosivinieradelvacío.—García,ayudaloasalir.—Peroesunintruso—protestóGarcía,queera,obviamente,elcalvo.—Ayudaloasalir,tedigo.Entonces,demalagana,Garcíametomódelasmanos,ysinhacermuchafuerza
mesacódeaquellaincómodasituación.Despuésmedivueltayvilosiguiente:Eltechodelahabitaciónestabaalaaltura
deunsegundopiso.Elsuelounosdiezmetrosabajo.Yenelcentrodelahabitación(exactamenteenelcentro)habíaunacamadebroncequeestaba…enelaire.Bueno,en realidad la sostenían cuatro pesadas cadenas que nacían de los ángulos de lahabitación.En la cama,bienabrigado, cubiertoconunamantaa cuadrosyvestidoconpiyamayunanticuadogorrodedormir,habíaunhombre.
—¿SeñorRinaldi?VengodelMuseodelUniverso—ledije—.NomeextrañaqueAlcidesLanciahayahabladodeestelugarensulibro.Esuncabaretmuyextraño.
—Ustedestátotalmenteequivocado—dijoRinaldidesdesucamaenelvacío—.Fuealrevés.Lanciaimaginóensunovelaunlugarllamado«Eldragónrojo»,yyoloconstruí siguiendo las imágenes de su libro.Cuando terminé de hacerlo estaba tanorgullosoquelollaméaLanciaparaqueloviera.Élmirótodoestoymedijoqueyono hacíamás que perder el tiempo. ¿Se da cuenta?Muchas veces se convierte unlibroenunfilm.Yoqueríahaceralgodistinto:adaptarlanovelaalarealidad,aunquesolamentefueraunpedacito…PeroaLancianoleinteresó.
Rinaldisemovió,incorporándoseyapartandolamanta,ylacamasebalanceó.—¿Quévinoabuscar?—mepreguntó.—Lalapicera-vampiro.—Mehubieraencantadotenerla,peronuncalaconseguí.Despuésdelsaqueodel
MuseodelUniversopenséquepodríaobtenerlaenalgúnremate,peronuncavolvíasaber de ella. Sería bueno que fuera recuperada. Lancia es uno de los grandesescritoresdelsiglo…aunquesolamentetrespersonasestemosenteradasdeello.
—¿Quiénessonlasotrasdos?—UnoesHorowitz.Viveenlasafuerasdelaciudad.ElotrosellamaVidor.Fue
elprimereditordeLancia.Nosédóndeestáahora,haceañosquenoloveo.Nuncameagradó.
Rinaldi me dio la dirección de Horowitz y estaba por irme cuando no pude
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contenermáslapregunta:—¿Porquéduermeaquí?Esmuypeligroso.—Esverdad—dijo,mirandoalvacío,comosifueralaprimeravez—.Poresome
gusta.Unmalsueñoquemehagamovermuchoytodosetermina.Escomojugaralaruletarusaconlaspesadillas.
Rinaldimehizoungestoconlamano.Yocerrélapuertadelahabitación.
Horowitz vivía en el oeste de la ciudad: preferí tomar el tren. A esa hora losvagonesestabanvacíos,yerahermosoviajarconlaventanillaabierta,conelvientoen la cara, mirando las cosas que había al costado del camino: plantas de hojasoscuras y pétalos violetas, viejas locomotoras herrumbradas, antiguos talleres,terrenosbaldíos.
La casa deHorowitz estaba a pocas cuadras de la estación. Caminé con pasosrápidos,porqueteníalaincómodasensacióndequemeseguían.Aldarmevuelta,sinembargo,novianadie.
Golpeéaunapuertaymeatendióunhombredeunoscincuentaycincoaños,debigotedelgado.Leexpliquéquiénerayquébuscabaysesorprendió.
—NoesperabavolveraoírelnombredeLanciaotravez—dijo,yme invitóapasar.
Horowitz era cerrajero y aquél era su taller. Sobre una mesa de madera habíallaves,cerradurasdesarmadasyherramientas.Auncostadountornoparamodelarlasllaves.Horowitzsacóunapinzadeunasillaparaquemesentara.Despuésentróenunapequeñacocinaytrajounmateyunapava.Meconvidóuno.
—Lapluma-vampiro—dijo pensativamente—. ¿Por qué tan preocupadopor lalapicera,señorLenz?¿PorquénobuscatambiénalpobreAlcides?
—Paralaleyestámuerto—dije.—Laley,laley…nohayningunarazónparapensareso.Élsefue.Ahorapuede
estarencualquierparte…quizásenestamismaciudad.¿Porquénolobuscatambiénaél?
—Bueno,meencargaronlalapicera.Yobuscoobjetosperdidos,nopersonas.Esoseríamáscomplicado.
Horowitzseñalóconlamanoquesosteníaelmateocholibrosviejos,unojuntoalotro,encuadernadosencuero,enunestante.Yaestabanmuygastados.
—Nosénadade la lapicera.Solamenteme interesan los librosdeLancia.Queescribiera con sangre es una anécdota… una anécdota estúpida. También fui suamigo.
—¿SabealgodeVidor?—Ah,sí,suprimereditor.Sabe,hacemuchosañosnosreunimoslosúnicostres
admiradoresdeLanciaparahacer algo juntos:Rinaldi,Vidoryyo.Peroenseguidanospeleamos.RinaldiqueríaconstruirlascosasdelasquehablabaLancia.Bueno,al
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finallohizo.AmímeinteresabasolamenteElnictálope…Yqueríahacerconocerlaobra.
—¿YVidor?—Vidor quería que Lancia siguiera escribiendo más y más. Nos pedía que le
insistiéramos,especialmenteyo,porquesabíaqueerasuamigo.PeroLancianopodíaescribirseguidomuchotiempo,porquesedebilitaba.Imagínese…
Horowitz buscó en un cajón un papel y me lo tendió: allí estaba el nombrecompletodeVidoryelnombredeunaestancia:«LaLey».
Ibaaagradecerlecuandovi,atravésdelaventana,quedoshombresseacercabana la casa.Me pareció que estaban armados. Recordé que Ravalme había habladoalgunavezsobrelaposibilidaddequetuvieraproblemasconenemigosdelMuseodelUniverso.
—Vienenabuscarnos—ledijeaHorowitz.—DebenserhombresdelSeñordelaHumedad.—¿Quién?—pregunté.TodoelmundoparecíasabermásdelMuseodelUniverso
queyo.Peronoeramomentoparacharlar—.¿Hayotrasalida?—Enelfondo—dijoHorowitz.Yaseescuchabangolpesenlapuerta.Corrimos
haciaelfondo.Atravesamosunpatio,saltamosporencimadeunaparedyllegamosaun terrenobaldío.Nos apuramos a cruzarlo,mientrasnuestrospasosdespertaban alosgatosquedormíanalsol.Tuvimosquesaltarotraparedparallegaralacalle.
Había un hombre en la esquina y dio el aviso. Salieron detrás de nosotros…yteníanarmas.Seleshabíasumadootrohombrequehastaesemomentohabíaestadodentrodelauto.LamentéhaberpuestoaHorowitzenesascomplicaciones.
—Entremosaquí—dijoHorowitzcuandodoblamosenunaesquina.Alprincipioviqueeraungalpónynolleguéadistinguirloquehabíaensuinterior,porqueafuerahabía mucha luz y adentro sombras. Pero cuando mis ojos se habituaron a lapenumbra supe qué eran esas cajas de madera que nos rodeaban por centenares:ataúdes.Undepósitodeféretros.
—Nohagaruido—dijoHorowitz—.Aquínonosvanaencontrar.Estuvimos unos minutos escondidos allí, en silencio, temblando, mirando la
puerta.Yaestábamosporrespirartranquiloscuandolapuertaseabrió…yporsuerteera
solamenteunodeellos.Teníaunrevólverenlamano.—¿Hayotrasalida?—lepregunté.—No—dijoHorowitzenunsusurro.Tratamosdeocultarnosmásatrás,peroalgunamaderacrujióyelhombresedio
cuentadequenoestabasolo.Apuntandohaciaelfrenteseacercabaanosotros.Eracorpulentoyestabavestido
conunsacooscuro.Noeramuyjoven.Pasójuntoaunapiladeataúdesysedirigiódirectamentehaciadondeestábamos.
—¡Vamos,afuera,conlasmanosarriba!—dijo,peronadielerespondió.
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Yome trepé a una pila de ataúdes, ya sin preocuparme por no hacer ruido. Elhombre se puso nervioso y comenzó a agitar el revólver. Yo ahora lo veía desdearriba,peroélnosabíadóndeestabayo.Cadapasoseacercabamás…prontoestuvocasijuntoamí…peroyoestabaatresmetrosdealturasobreél,yapuntodearrojarleunataúd.
Éloyóelruidoylevantóelarma,peroyaeratarde.Elpesadocajóncayósobreélylonoqueó.
—Ahora vámonos—le dije a Horowitz. Salimos del depósito: la calle estabavacía. Los hombres estarían buscando por allí, pero no tardarían en aparecer.Apuramoselpasohacialaestacióndetrenes.
Treshorasdespuésestabaenmioficina,conversandoconRaval.—¿QuiéneselSeñordelaHumedad?—pregunté.—Ah,Maestro—dijoRaval,sonriendo—.Esunalargahistoria.—Ustedsonríe,perohoycasimematan.—Eshistoriaviejaperonuevatambién.Semetiólamanoenelbolsilloysacóunafotografíadevariosañosatrás.Había
doce hombres sentados alrededor de lamesa.Miré las caras, uno por uno.ElmásjovendetodoseraelmismoRaval.
Estaban todos muy elegantes, parecía la cena de camaradería de algún clubexclusivo.El índicedeRavalseñalabaaunhombreque teníaunagrancabezayelcabellopeinadocongomina,haciaatrás.Llevabaunoslentesdemuchoaumentoyunbigoteridículamenteatusado.Todossonreían,éleraelúnicoserio.
—Aquí estamos todos reunidos los del Museo del Universo. El que le estoyseñalando esMaestro. Era un coleccionista fanático que vivía solo en una casa endondejuntabatodossusobjetos.Leimportabatenerlosperonoparacuidarlosbien:allídentrotodoseperdíayserompía.Ademásaquellacasateníaunterribleproblemade humedad… las paredes chorreaban agua, los caños estallaban, peroMaestro nohacíaningúnarreglo…dejabaquetodosevinieraabajo.Loscuadros,lasesculturasylosobjetosquecomprabaporpreciosfabulososquedabanenunestadodeplorablealpocotiempodeestarallí.Eracomounpantanoentreparedes.
—¿Quéfuedeél?—Él fue el traidor del grupo. Se ocupó de que el Museo fuera saqueado. Él
mismorobómuchasdelaspiezas…peronadapudimoshacercontraél.—¿Yahoradóndeestá?—En cuanto supo que un grupo volvió a organizarse para armar de nuevo el
Museo,empezóaintervenir.Cuandotratamosdecomprarpiezasenremates,apareceél o su gente, para obtenerlas antes que nosotros. Varias veces lo engañamos,haciéndole comprar baratijas por precios fabulosos. Pero no importa, porque tienemásdinerodelquepuedegastar.Despuésnoseconformósóloconeso,sinoqueusó
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lafuerza.Yahoraveoqueutilizatambiénhombresarmados.—¿Dóndevive?—No lo sé.Quizá si se le preguntara a algún rematador se le podría seguir el
rastro.Pero¿dequéserviría?Ravalguardólafotoensubolsillo.—¿Seguirábuscandolapluma-vampiro?—Nomegustadejarlascosasamitaddecamino—ledije.QuiseponervozdehombreduroperoRavalnotóqueteníamiedo.
Fue bastante difícil llegar a la estancia «La Ley». Conseguí un mapa de laprovinciaylleguéalpueblomáspróximoa«LaLey»,quesellamabaSantoTomás.Allíunhombredesdeloaltodeuntractormedioalgunascomplicadasexplicacionesquetratédeseguirsinsuerte.Amímeeramuyfácilencontrarcosasperdidas:eraunalástimaquenoocurrieralomismoconloslugares.
Al rato un hombre de a caballome señaló un punto a lo lejos.Allí se abría elcaminoquedabaa la estancia«LaLey».Sobre la tranquerahabíauncartel rotoycomido por la intemperie. Crucé la tranquera y avancé hasta la casa. Unos perrossalieron a mi encuentro, ladrando alrededor del auto. Estaban flacos y me dieronmiedo. Toqué la bocina. Los perros daban enormes saltos, chocando sus cabezascontralosvidrios.Altercerbocinazolapuertaseabrió.Unavozdetuvoalosperrosensecoylosanimalesescaparonhacialosfondosdelacasa.
Elhombrequeseacercóalautoeraextremadamente flaco,peroparecía fuerte.Con sus enormes mandíbulas llenas de dientes agudos, era la versión humana deaquellos perros feroces. Tenía en la mano una escopeta. No me apuntaba, perotampocoalejabasusdedosdelgatillo,porsiacaso.Abrílaventanillaygrité:
—Buenastardes.BuscoalseñorVidor.—¿Paraqué?—preguntó.Empecéaexplicarleymeinterrumpióparadecirmequepodíabajardelauto.Me
hizopasaralacasamientrasyoterminabadedecirlequiénera.
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Lacasadelaestanciaeramuygrande.Unaescalerallevabaaunashabitaciones,un largo pasillo a otras. Lamayoría de losmuebles estaban cubiertos con sábanasrotasyconlonasviejas.Noseoíaotroruidoqueunaespeciedezumbido…no,noera eso, como si rasparan algo.Más tarde supe que era el ruido de una pluma al
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escribirsobrelasuperficieásperadelpapel.—No tengo idea de dónde puede estar la pluma. Tampoco vi a Lancia en los
últimosaños.Quizáseaburriódeescribiryquisodedicarseaotracosa.Torero,porejemplo—dijoVidor,ysonrió—.¿Quiereunté?
Leaceptéel té.Tardóenprepararlo,peroal fin trajounabandejaconuna taza.Recuerdoque la taza era azul, y que tenía el asa rota.Recuerdo tambiénque el téteníaungustoraro.Loatribuíalahumedad.
—Si Rinaldi no tiene la pluma, ni Horowitz tampoco, yo soy su última pista,señorLenz.Ylamentomuchoquesubúsquedahayafracasado—dijoVidormientrassucaraseestiraba,haciéndoseborrosa.Habíaabierto labocaymeparecíaquesuscolmilloscrecían,yquesucaraeraladeunperro…
Segundosdespuésyoestabainconscienteyhabíaderramadosobrelaalfombraeltéconnarcóticos.
Cuando desperté la cabeza era un lugar donde se amontonaban latidos, lucesbrillantes,martillazosyunpocodeniebla.Abrílosojosypocoapocofuitomandoconcienciademicuerpo,comosireciénllegara.Estabasentadoenunasillayteníalosbrazosatadosalaespalda.Merodeabauncuartodeparedesblancasydesnudas;porunaventanaentrabalaluzdelatarde.Frenteamí,enunescritorioqueparecíarescatadodealgúncolegio,habíaunhombreescribiendo.Loreconocíporlasfotos:eraAlcidesLancia.Estabaescribiendoconlapluma-vampiro,queteníaconectadaasubrazoderecho.Llenabaungruesolibro,parecidoalosqueusanloscontadores.Nolevantólacaraparamirarme,comosiparaélnoexistieraotracosaquesusletras.
—Lancia—ledije—.¡Libéreme!—¿Paraqué?—preguntó,sinlevantarlavista—.Noserviríadenada.—Vidormenarcotizó.Estáloco.Tienequesoltarme.—Élestá armado.Ustednopodría irmuy lejos.Además lapuerta está cerrada
conllave.PensabainsistirleparasacarlodesuapatíacuandoentróVidor.—Porfindespertó,amigoLenz.Veníaabuscarsolamentelalapiceraymiretodo
lo que encontró. El que busca encuentra, como dice el refrán. ¿No querrá llevarsetodoparasumuseo,verdad?
—Estehombrepareceenfermo—ledije.—Sí,estápormorir.Peroesonoimporta.Loquevaleesqueestáporconcluirsu
obra.Mellevóañosencontrarloytraerlohastaaquí.YolorescatéparaqueterminaraElnictálope.Ahoralefaltamuypocoparaacabar.¿Cuántaspáginas,Alcides?
—Dos—dijoelescritor,ycontinuótrabajando.Prontocambiódepágina.—Tengaencuenta,señorLenz,queestáasistiendoaunhechohistórico.Observe
quesulentaagoníanologradetenerlaescritura.—Yacasinopuedo—dijoLancia—.Mefaltasangrepara terminar.Estoymuy
débil.—TenemosalseñorLenz.Paraesolotrajeaquí.Puedeservirnosparaaportarla
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tintaquefalta.Diunrespingoenlasillaapesardelasataduras.—Ustedsabequesolamentepuedoescribirconmisangre.Con lamíaocon la
de…—¿Conladequién?—Con la suya,Vidor…Usted fuemi editor, y ahora ha permitido que con su
insistenciayovolvieraaescribir…Mehaencerradoaquídurantemeses,yfuecomositrabajáramosjuntosalfinyalcabo.Unosolonohubieraterminadoconlatarea.Escomosiestuviéramosfundidoselunoenelotro…
—¿Mi sangre? ¿Mi sangre? —repetía incrédulo Vidor—. Está loco. La decualquier otro, pero no la mía—agregó, poniendo sus manos sobre el escritorio,acercandosucaradesafianteaLancia,paraatemorizarlo.
El escritor actuó muy rápido. Con una mano lo tomó del cuello. Con la otrahundiólapluma-vampiroenlayugulardeVidor,quecayóalsuelo.
Lancianomesoltó.Consunuevatintasededicóaterminarsulibro,mientrasyomirabahorrorizadolaescena.Vidorestabacaídoamispies.SolamentefuenecesarioqueLanciamojara una vezmás la pluma en la tinta fresca para terminar.Observéaliviado, aunque un poco atemorizado, porque nada sabía de las intenciones delescritor,queLanciacerrabaellibroydejabalaplumaaunlado.
—Ahora puedo darle la pluma-vampiro, señor Lenz. Llévela al Museo delUniverso.Nolanecesitomás—dijo.Despuésmeliberólasmanos.
Lepreguntéquéharíaymedijoquesequedaríaallí,parapensarunosmomentos.Senegóaqueyolollevaraaalgunaparteconmiauto.Salí de la casa y corrí hasta el auto. Pude entrar antes de que los perros se
acercaranparamorderme.Esemismodíaleentreguélapluma-vampiroaRaval.Nunca volví a saber deAlcides Lancia, ni supe qué ocurrió con el cadáver de
Vidor (no salió en los diarios ningunamención sobre sumuerte). Pero hace pocotiempoviqueenlasvidrierasdelaslibreríasseexhibíauntomogruesoylujoso:laúltimapartedeElnictálope.
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4.LaPiedraNegra
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C oneltiempofuirecuperandodistintaspiezasparaelMuseodelUniverso.Diez, exactamente. Algunas me llevaron poco tiempo de trabajo. Por
ejemplo,enunsolodíaencontréunarudimentariamáquinavoladora,fabricadaconunabicicleta, que estaba en los fondosde la tiendade un anticuario.Tres díasmellevóuncuervoembalsamadoquehabíapertenecidoaEdgarAllanPoe,yqueélteníafrenteasí,consuspatassobreelescritorio,mientrasescribíaelpoemaqueloteníacomoprotagonista.
Quince días tardé en dar con un caballo de madera que había girado, duranteaños,enunadelascalesitasmásantiguas.Teníalosojoshechosconpiedrasazules.Lohalléenunacalesitadebarrio,confundidoentreBugsBunnysdeyesoyautosdelatón.
No todas las piezas tenían la misma importancia. Los criterios que se habíanusado para recoger las piezas del Museo del Universo me parecían bastantecaprichosos.
Algunas cosas eran realmente valiosas, y era lógico que estuvieran allí. Otrasparecíanelegidas—yeranlamayoría,enrealidad—porsercosasraras,einclusivealgunas por motivos muy personales: nostalgia por los viejos juguetes, por lasenciclopediasantiguasoporlasmáquinasinservibles.
Laúltimapiezaquememandaronencontrar(hastaelmomento,porque la tareasigue,yelMuseodelUniversonuncasellenaráporcompleto)fuelaPiedraNegra.Noerauncantorodado,niuntrozodemármol,nialgoquepudieraencontrarseenlaorilla delmarmientras uno busca caracoles.No. Era algo así como un pedazo deoscuridad.
Ravalme había citado en elMuseo. Todavía, en esa época, a pesar de que yahabíamoshalladomuchaspiezas,eraunproyectosecreto,solamenteconocidoporelgrupodehombresymujeresquesehabíaentregadoalamisióndereconstruirlo.LaspiezasnoestabanguardadasenelMuseo,porqueeledificionoteníaningúncuidadorypodríanrobarlas.Lasguardabanensuscasaslosintegrantesdelgrupo.
—Esperemos que esta vez no haya ningún traidor—repetía, de tanto en tanto,Raval,conunpocodemiedo.
ApesardequeelMuseoyaestabaenmarcha,elpastodelosjardinesnohabíasidocortadoylosyuyosentrabaneneledificio.Lasventanasseguíanrotas,yatravésdelosagujeroselvientollenabalospisosdehojassecas,tierraymariposasmuertas.
LatardedelacitaRavalmemostróunafotografía.Habíaunamesaqueparecíademadera,ysobrelamesaunamancha.
—¿Quées?—lepregunté.—Unapiedra.LaPiedraNegra.¿Oyóhablardeella?Volvíamirarbien.—Veosolamenteunamancha,ounagujero.—Loquepasa es que esa piedra es absolutamente negra.El color negro, sabe,
absorbelosrayossolares.Perosiemprealgorefleja.Bueno,estapiedrano.Absorbe
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por completo la luz. No deja nada fuera. Por eso no se puede ni siquiera ver lasdimensionesdelapiedra.Silatuviéramosaquí,ustedlaveríacomounacosaplana,comounamancha,yreciénaltocarlasedaríacuentadequeesunapiedra.Ademástiene otra propiedad: siempre está fría. Aun si la pusiéramos en una olla de aguahirviendo,lasacaríamoshelada.
—¿Dóndelaencontraron?—Ya se hablaba de esta piedra en antiguos tratados de brujería. Las brujas la
usaban para conversar con los espíritus de la noche.La ponían en el centro de uncírculodibujadocontizaenelsueloyellassesentabanalrededor.Decíanqueaveceslapiedrallegabaabrillar.UnexpertoencreenciasdelaEdadMediacomprólapiedraenunremate,dondelavendíancomounasimplecuriosidad,sindecirnadasobresupasado.Esteexpertolacompróporunospocosdólaresylatuvoensucasaduranteaños.PocoantesdemorirladonóalMuseo.
MientrasRavalmeexplicabaelcaso,caminábamosporlassalasvacías,sobreunmantodehojasmuertas.
—¿Yhayalgunapista?—Enlaciudadhayunasociedaddemujeresquesededicaainvestigarlahistoria
delasbrujas.Nosésisigueexistiendo.Antessedecíaquenosolamenteestudiabanla historia…sinoquehacían sus propios ritos.Pero son solamentehabladurías.Esprobable que si la piedra estuvo rondando por allí, por casas de antigüedades,coleccionesparticulares o remates, ellas hayan tratadode comprarla.Sepuede ir apreguntarles.Creo que la brujamayor—yRaval se rió al decir esto— se llamabaImelda. Hace años que no tengo noticias de ellas. Quizá la sociedad hayadesaparecido.
Seguimoscaminandoyconversando.Porunaescalera,llegamosaltercerpiso.—Aquíseexhibíaunamáquinadeltiempo—dijoRaval,señalandotodalasala.—¿Funcionaba?—No,perosemovía,hacíamuchoruido,brillaba.Lahabíafabricadouninventor
quedetantoentantonosvisitaba.AparecíavestidocomoenelMedioevo,ocomoenlaprehistoria,ocontrajesqueparecíandelfuturo.«Fabriquéunanuevamáquina—nos decía—, y con ella retrocedí mil años. Buenos tiempos aquéllos, los invitocuandoquieran».
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Raval cortó sus palabras.Yo también había oído los pasos a nuestras espaldas,sobrelashojassecas.Medivuelta.Viaunhombregordo,conuntrajeverdemusgoqueparecíahabersidoremendadomuchasveces.Losbotoneserandehierrooxidado,tambiénelbrochedesucorbata.Sacóunacigarreraherrumbrada,tomóuncigarroy
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lopusoensuboca.Conunfósforotratódeencenderlo,peropormásqueacercólallamaalapuntadelcigarronoseencendió.
—Húmedo—gritó—.Todosmiscigarrosestánhúmedos.Lotiróporlaventana.Juntoaélhabíaunhombrealto,armado.Noseveíasuarma,perosenotabael
bultoquehacíaelsaco.Loreconocí:eraunodelosquemehabíanseguidohastalacasadeHorowitz.
—Maestro—dijoRaval—.Elgusanomásgrandequereptasobrelatierra.—Raval—dijoMaestro riendo—. ¿Para qué sigue con esas cosas? ¿De vuelta
conelMuseodelUniverso?Soncosasdeniños.Nosepuedeseguirsiempreconlomismo.Lainfanciayaterminó.Dedíqueseaasuntospropiosdeunadultoydejeestaspiezasparalosqueestamosdispuestosatodoporconseguirlas.
—¿Paraquévino?—ParahablarconelseñorLenz.Yametrajobastantesproblemasyquierollegar
aunarreglo.Dos veces me había cruzado yo con la gente de Maestro. La primera con la
pluma-vampiro.Lasegundacuandoquiseencontrarelprimermapadelaciudad.Mehabía puesto a investigar en un archivo histórico, cuandovinieron dos hombres deMaestroparaamenazarme.Seguíinvestigando,peroelmapanoapareció.
—¿Quéarreglo?—pregunté.—Lepagoeldoble.EldobledeloqueleofrecenRavalylosdemás.Quieroque
trabajeparamí.Miré aMaestro.Miré su cara codiciosa, su ropa húmeda, susmanos blancas y
cadavéricas.Parecíaapuntodedeshacerse,deconvertirseenunamontañadetraposydesechos.
—Nohaytrato—dije.—Pero ya tuvimos bastantes problemas —dijo Maestro, abriendo la boca, en
dondeseveíanaparatosdentalescubiertosdeherrumbre.—Seguiremosteniéndolos.Maestrotratódeencenderotrocigarro,inútilmente.—Veoquelegustaelpeligro.Estábien.Ustedloquiso.Nosvolveremosaveren
cuantotratededarconlaPiedraNegra.Maestro saludó irónicamente y comenzó a bajar la escalera. Detrás iba su
guardaespaldas.—NovaaserfácilencontrarlaPiedra—dijoRaval.—Nosabíaqueélestuvieraaltanto.Escuchamoselruidodeunmotoralponerseenmarcha…ysentimoselolordel
papelalquemarse.Bajamoscorriendolasescaleras.Enlaplantabajahabíaunapiradehojassecas.Maestrolehabíaprendidofuegoantesdeirse.Espesasespiralesdehumonegro
subíanhastaeltecho.
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Ravalencontróunamanguerayprontoapagamoselfuego,quedejóenelsuelounagigantescamanchanegruzca.
La Sociedad de las Brujas (Sociedad de Investigadoras sobre las Brujas, enrealidad,peroellasmismassellamabanasí)nofigurabaenlaguíatelefónica.
No me desanimé, seguí buscando y di en una biblioteca municipal con unpequeño libro titulado: Guía de sociedades secretas y asociaciones extrañas, endondeestabanreunidos todos losnombresdeaquellosgruposdedicadosapracticarvudú,acoleccionar llaves,arealizarreunionesgastronómicasparaprobar todoslostiposdepimientadelmundooa recordarcosas jamásocurridas (laSociedadde laNostalgiaInexistente).
Laspáginasde laguíaestabanamarillentasyquebradizas.Erademuchosañosatrás.AnotéigualladireccióndelaSociedaddelasBrujasyfuihastaallí.
La supuesta sede quedaba en una calle del oeste, en una cuadra llena dejacarandaes.Ensu lugarnohabíaningunasociedad: solamenteunacasadedulces.En un cartel se leía: JALEAS Y MERMELADAS HANSEL Y GRETEL. En la vidriera habíafrascos de distintos tamaños de dulces caseros. Las tapas eran negras y detrás delvidrioseveíantentadoresdulcesdefrutilla,naranja,zarzamoraomanzana.
Entréenel local.Habíaunmostradordemadera:detrásunamujerhermosadepelonegro.Mepreguntóquéquería.
—Unfrascodemermeladade…sandía.—No tenemos… No escuché nunca que alguien haya hecho mermelada de
sandía.—Miabuelasí—mentí—.Demeentoncesdefrutilla.Deunestantetomóunfrascoylopusoenunabolsadepapelmadera.—¿Algomás?—preguntó.—No,gracias—dije—.¿Sabeunacosa?Yovivíenestebarriodechico.Ycreo
queaquímismofuncionabaunaasociaciónqueestudiabaalasbrujas,oalgoasí.—Sí,eraaquímismo—dijo lamujercon frialdad.Quizápensabaqueyo ibaa
hacerlealgunabroma.—HabíaunamujerquesellamabaImelda.Lavendedoralevantólosojos.—Eramimadre.—¿Era?—Murióhacecincoaños.—Ylasociedad,¿sigueexistiendo?—No,yano.¿Quierealgomás?—preguntódemalhumor.Entoncesledijequiéneraenrealidad.Yquébuscaba.—No tengo la Piedra Negra. Si no, se la vendería al Museo del Universo.
Necesitomuchoeldinero—contestó.
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—¿Qué pasó con ella?—en esemomento entró unamujer con la bolsa de lascomprasllenadecomida—.Atienda,atienda—ledije.
—¿Por qué no vuelve dentro de media hora? Ya tendré el negocio cerrado yvamosapoderhablartranquilos.
—Estábien—dije,ymefui.Mehabía cuidadobiendequenadieme siguiera, perode todosmodosmiré la
calle.Lasveredasestabanllenasdefloresdejacarandá,yvacías.—Las reuniones se hacían aquímismo. Yo eramuy chica, no sé nada de eso.
Tengo recuerdosmuy lejanos—dijoMirna, que así se llamaba la hija de Imelda,cuandoregresé—.Tambiénséquemimadrenoestabacontentaconsóloaveriguardatoshistóricossobrebrujería.Tratódehaceralgunosexperimentos…
—¿Yquépasó?—Enunviejocuadernoencontrémuchasanotaciones.Eraunaespeciedediario
de las reuniones. De las reuniones secretas… Mi madre y otras seis mujeres seencerraban en el sótano y allí trataban de repetir viejos rituales. Pero nunca pasónada. Probaron todo tipo de invocaciones, pero después de cada descripción deexperiencia, aparece en el cuaderno la palabra «fracaso».Y todo fue así hasta queapareciólaPiedraNegra.
MirnamecontóquesumadreteníapocasreferenciasdelaPiedra.Nocreíaqueexistiera.PerodespuésdelsaqueodelMuseolaPiedrapasódemanoenmano.Fuevendida varias veces porque sus poseedores creyeron, al parecer, que traía malasuerte.Finalmente,unanochedelluviaunhombremuyviejogolpeóalapuertadelacasa donde funcionaba la Sociedad deBrujas y ofreció la Piedra. Imelda dijo quequería comprársela, pero el hombre,dequiendespuésnovolvió a sabersenada, lerespondióquenolavendíapordinero,sinoquelacambiabaporcualquierobjetodevalor.Imeldabuscóenuncofreysacóuncostosocollar.ElhombrelediolaPiedraysefue.
—Cuandomimadre consiguió la Piedra Negra, los ritos se iniciaron conmásentusiasmo.Sedecíaqueconellaunopodíacomunicarseconlosespíritus.Mimadrelointentó…
—¿Loconsiguió?—Unanochemedespertóungrito.Yoestabasolaenmihabitación.Erajueves,el
díade lasreuniones.Eramimadre laquehabíagritado,peroconlavozcambiada.Nosupequépasóesanochehastaañosmástarde.Aldíasiguientemimadreestabamuypálida;semetióenlacamaynosalióensietedías.Noquisohacernuncamásreuniones secretas ni ningún ritual. A los dos años la Sociedad de las Brujas sedesintegró.
—¿YlaPiedra?—Unmomento…Enaquelcuadernodecía…Todavía lo tengo,podemos leerlo
—dijo,ymeguióporunaescalerahastaelprimerpisodelacasa.Había una salita con ventanas romboidales y dos sillones. Sobre las paredes
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colgaban viejos grabados con imágenes de la EdadMedia: brujas, hechiceros, unamujerconcaradelagarto.Mirnabuscóelcuadernoenloscajonesdeunescritorio.
—Aquíestá—dijo,sacandoungruesocuadernodetapasnegras.Sesentóenelsillónyempezóaleer.
«Todofuecomojugar,hastaqueencontrélaPiedraNegra.Nossentamoslassieteencírculo,laPiedraenelsuelo,enelcentro.Elsótanoparecíamásprofundoquenunca,enelcentrodelmundo.Porfinsentíaqueéramosbrujasde verdad. Basta de lavarropas y de casas por limpiar, basta de horario deoficina, basta de régimen para adelgazar y de gimnasia reductora, basta deprogramasdetelevisiónydevidamonótona.Brujas.Brujasporfin.Dijelaspalabrasdelritual:PIEDRA,BLOQUEDELANOCHE,LAPUNTADELICEBERGNEGROPOR DONDE ENTRAN LOS ESPÍRITUS,MÁS FRÍA QUE EL HIELO,MÁS FRÍA QUE LA
NOCHEYQUEELMÁRMOLHELADODELASTUMBAS.Alprincipionopasónada,perodespuésocurrió.LaPiedrapareciómoverse.Algobrillabaensuinterior.Como si realmente fuera una réplica reducida de la noche brillaron en laPiedralasestrellas.Yempezaronagirar.Todascerramoslosojos,perotodasvimoslomismo.Comosisoñáramos,unamareaconfusaentróenelsótano.Demonios, garras, bocas…y escuchábamos gemidos en la oscuridad.Y lasvoces seburlaban. ¿Quiénnos llamó?,parecíandecir.El sótano se llenódeojos,ytodoslosojosmemiraban.Nosécuántoduróelencantamiento,peroyoestabahorrorizada.Noestábamospreparadasparaeso,paraserbrujasdeverdad.Nosésialgunavezloseremos.PoresonovolveréausarlaPiedra.No, hasta que no esté preparada. La dejaré ahí, en el mismo lugar, en elcentro,ycerraréelsótano,paraquenadievuelvaausarla…»
—Nuncalepreguntéamimadredóndelaguardó.Cuandoellamurióentréenelsótano,peroallínohabíanada.Busquébien,peronada.
Meacerquéhasta ella para leer yomismoel cuaderno.Ellamovió la cabezaysentíelraroperfumedesupelo…Olíaajazmín.
—Ahídicequeladejóenelmismolugar.—PerolaPiedranoesinvisible—dijoella.—¿Podemosmirarelsótano?—Comoquieras—medijo,tuteándomeporprimeravez—.Hacemuchoqueno
voy.Nomegustabajarsola.Dosminutos después bajábamos con una linterna por una estrecha escalera de
madera.Enelsótanohabíaalgunosbaúlesapilados.Elpisoeradecementoyteníaundibujocontiza:uncírculo.Enelcentrohabíaunacruz.
—¿Loves?Nohaynada.Ella tropezó con algo y cayó contramí.Yo la sostuve.Deseé que cayera unas
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treintayochovecesmás.Meacerquéconlalinternaalcentrodelcírculo.Estabaunpocosugestionadoynomehubieraextrañadoquesalieraundemoniodeallíabajoyque con la voz de Bugs Bunny me dijera: «¿Qué hay de nuevo, viejo? ¿Conquebuscandolapiedritamágica,eh?».
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Meagaché.Dondeestabamarcada lacruzelcemento teníauncolor levementedistinto.Másclaro.
—Unmartillo—dije.—¿Quiénpagalosgastos?—preguntó.—ElMuseo,porsupuesto.Subióyvolvióconunviejomartillo.Di varios golpes. El cemento se resquebrajó en mil pedazos, comencé a
arrancarlos.Abajovialgoqueparecíamadera.Conalgunosgolpesmáspudeliberarunacajademaderaoscura,quequizásalgunavezhabíacontenidocigarros.Estabaatadaconungruesohilo.Locortéconminavajayabrílacaja.
La luz de la linterna dio directamente sobre la Piedra pero no la iluminó: fuecomosilaPiedraabrieralabocaysetragaratodalaluz.
Igualqueenlafoto,noparecíatenerespesor,erasolamenteunamancha.Lasensaciónquetuvefueexactamenteésta:ladeverunagujeroenlasuperficie
delarealidad.
Arreglamoselnegocioparaeldíasiguiente.YolellevaríatodoeldineroyMirnameentregaríalaPiedra.
—Ydespuésvamosairalcineyacenar,¿no?—lainvité.Ellamerespondióquesí.LaPiedranomeinteresabanadaalladodelaposibilidaddesalirconella.
FuiaveraRaval.Mediounmaletíncon toda laplata.Estabacontentoporqueporfinhabíamosdadoconaquellapieza.
—HabráunasolasaladestinadaalaPiedra—pensaba.Me preguntó si en ningún momento había visto indicios de que la gente de
Maestroestuvierasobremispasos.—No—dije—.Siempremedoyvuelta,perolascallesestánvacías.—Meresultaextraño.Cuídese,Lenz.MaestrosabeloqueestaPiedravale.PartírumboalacasademermeladasyjaleasHanselyGretel.Esedíahicimoselintercambio.YoledilavalijaconlaplatayellalaPiedra.No
megustabatenerlaenlamano,porqueelfríomellegabahastaloshuesos.Mirnamediounabolsadepapelmaderaparaquelaguardara.
—Fueunnegociorápido—dijo.—Alanochepasoabuscarte.¿Alasnueveestábien?—Sí,notevoyahaceresperar.¿QuévasahacerconlaPiedra?—Hoylavoyadejarenmioficina,mañanalovoyaveraRavalyselaentregaré.Mirnamedespidióconunbeso.Aesahoraeneledificiodondetengomioficinanoquedabamásqueunsereno.
Subí por las escaleras y llegué al pasillo desnudo en donde se amontonaban laspuertasconlosnombresdeABOGADO…ESCRIBANO…Meparecióoírunruidoamisespaldas.EsperabaqueencualquiermomentoMaestroounodesushombrescayera
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sobremípararobarmelaPiedra.—Buenasnoches.Discúlpemesi loasusté—dijounavoz.Eraunempleadode
limpieza,quebarríaaquellargopasillo.—Solamenteunpoco—ledije—.Creíqueestabasoloentodoeledificio.—Supongoquelosedificiosvacíosledanmiedoatodoelmundo,denoche.Amí
no. Siempre estoy trabajando en edificios vacíos. Nadame asusta—dijo y siguióbarriendo.
Entréenmioficina.GuardélaPiedraenunacajafuertesinllave.Noeraunlugarmuyseguroporquenohabíamododecerrarla,perobueno,unovesiemprehaceresoenlaspelículas.Alabrirlacajaencontréunacajadebombonesquehabíaguardadoallíseismesesatrás,yquehabíabuscadoportodaspartes.
Cerrélapuertademioficina.Noseveíaanadie.Magnífico.Talvezpodríallegaraterminaraquelcaso—yomentalmentellamaba«casos»aloquemetocababuscar,quizáporquedechicoleíanovelasprotagonizadasporunabogadocriminalista,PerryMason,quellevabantítuloscomoElcasodelpatitoqueseahogaba,porejemplo—sintenerproblemasconMaestro.
Porsupuesto,estabaequivocado.CondiezminutosdeatrasolleguéalacitaconMirna.Golpeélapuertadevidrio
delacasademermeladas,peronadieabrió.Insistí, inútilmente.Empujélapuertaycedió.
—¡Mirna!—grité,peronadiecontestó.Ellocalyanoolíamásadulces,afrutillas,asustanciasespesasyexquisitas.Olía
ahumedad.Enelsueloencontréuncigarrohúmedoquealguienhabíatratadodeencendersin
suerte.Sobreelmostradorhabíauntarrodemermeladavacío…aprimeravista.Mirébien:dentrohabíaunpapel.«Bueno,sabíaquelosmensajesseenviabanen
botellas, es el primero que encuentro en un frasco de jalea», pensé. Cuando estoynervioso,siempresemeocurrenpensamientosidiotas.
Elpapeldecía:
«HanselMaestro llegó a la casita de chocolate de la bruja y le pidió laPiedraNegra.AhoraHanselsabequelatieneLenz.SiLenzledalaPiedraaHansel, la bruja vivirá. Si no, ¿quién sabe? Hansel no tiene piedad de lasbrujas.Sabequesonmalasysecomenalosniños.»
Di vuelta el papel. Detrás había un pequeño plano para llegar a la casa deMaestro. Estaba al lado de un arroyo. La Piedra tenía que ser entregada antes delmediodía,decíaelpapel.
Dobléelmensajeylometíenelbolsillo.Fuiamidepartamento,mediunaduchaytratédedormir.Quizátuvieraundíaduro.
PreferínodecirnadaaRaval.Aquelloeraunproblemapersonal.
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Nopudedormirentodalanoche.
Alassiete,bostezando,fuiabuscarlaPiedra.Melapuseenelbolsillo,encendílaradioparadistraerme,yenellaberintodelaciudadempecéabuscarladirecciónqueindicabaelplano.
A las ocho de la mañana estaba ya completamente perdido. A las nueve yareconocíaellugarenelquemeencontraba,peronoteníaideadedóndepodíaestarlacasadeMaestro.
Supongoquesiunoquierellegaralinfiernoterminaencontrándolo.Bueno,conlacasadeMaestropasabaalgoparecido.Nosésiyohallélacasaosifueellalaquemeencontróamí.PeroenunmomentolevantélacabezahaciauncartelyleíunnombrequefigurabaenelmapamamarracheadoporMaestro.Eraunazonafabril.Todounbarriodemuchasmanzanasllenodefábricasquealgunavezhabíanfuncionadoperoqueahoraestabanabandonadas.
Porentrelasfábricasvacíascorríaunríodeaguacontaminada.Meacerquéhastalaorilla.Elaguaquecorríaeranegra.Algunosmanojosdepastossobrevivíanalasmanchas de aceite y petróleo.No había peces: había ratas.Un neumático se alejó,arrastradoporlacorriente,escoltadoporunastablaspodridas.Algoseasomabaalasuperficie, cerca de la orilla. Parecía un casco de barco, pero si unomiraba bien,reconocíalacarroceríaoxidadadeunauto.
JuntoaaquelarroyoestabalacasadeMaestro,construidasobrelosrestosdeunafábrica. Estaba rodeada por altísimos muros de cemento. Y sobre el borde de lasparedeshabíavidriosrotos,comoparaqueanadieseleocurrieratrepar.
Yahíestabayo,frentealapuerta,conlanocheenformadepiedraenmibolsillo.Elportóneradehierro,asíquenopodíagolpearlo,amenosquequisieraconvertir
mismanosenpuré.Tampocohabíatimbre.Encontrécercadeallíunabarrademetalyconesogolpeé.Sonabacomoungong.
Lapuertaseabrióyaparecióunodelosmatones.—Adelante—dijo—.SoyelmayordomodelaMansiónMaestro.—Ayererasunguardaespaldas.—Ascendí—contestó.Atravesamosunjardín.Bueno…enrealidaderaunterrenollenodeyuyos,conel
esqueletodedos automóvilesquemados comoadorno,unamontañadeneumáticosrotosyvigasdemetal.Noerapeor,alfinyalcabo,quelosjardinesdecoradosconestatuasdeenanitosdeBlancanieves.
Entréenlacasaquehabíasidounafábrica.Adentrohabía,enungrangalpóncasivacío,unamesaendondeMaestroestabacomiendo.
—Llegaparalospostres—gritó—.¿Unpocodeflan?—Estemprano.Todavíanodesayuné.—¿YlaPiedra?
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—Aquílatengo.QuieroveraMirna.Searrancólaservilletadelcuelloyselimpióconellasusmanosgrasientas.—Todoasutiempo—dijo.Conunaseñamepidióquelosiguiera.Dejamos atrás el galpón y entramos en otra construcción. En las paredes se
concentrabalahumedad.Habíaunospocosmueblesrotos.Parecíaelmuseodetodaslascosasinservibles.Maestroadvirtiómicaradeasco.
—¿Quéleextraña?Loqueparaustedsoncosasquesepudren,paramíesbelleza.Noseolvide,soyelSeñordelaHumedad.Yestonoesnada:todavíanohavistomicolección.
Subimosporunaescaleradeescaloneshinchados.Lamaderacrujía.Losclavos,oxidados,estabanapuntodesaltar.Llegamosaunapuerta;Maestroabrió.AhíestabaMirna.
Meabrazó,yapesardelahumedad,sentíolorajazmines.TanteémibolsilloysaquélabolsaconlaPiedra.—Aquíestá—dije—.Ahoranosvamos.MaestrocomprobóquelaPiedraNegraestuvieraallí.—Maravillosa—dijo—.Nuncavi algo tanhermoso.Perono sevayan todavía.
Quieroqueveanmicolección.—Otrodía—dije—.YmeabrípasoconMirna.Frenteamicarasedibujóelcañodeunrevólverquesosteníaunodeloshombres
deMaestro.—¿Paraquétantoapuro?Sonmisinvitados.Entoncesbajamosa lasprofundidadesdondeMaestro,elSeñorde laHumedad,
guardabasustesoros.
Porunaescalerallegamosaunsótano.Allíseabríauntúnel.—Ese túnel pasa por debajo del río que usted seguramente habrá visto, señor
Lenz. Aquí tengo mi colección. Hay de todo un poco: trajes, muebles, pinturas,objetosraros…yapartirdeahora,laPiedraNegra.
Comenzamos a caminar por el túnel.Los ladrillos estaban cubiertos demusgo.Las paredes dejaban caer pesadas gotas de salitre. Era como estar en una de esascavernas donde se forman las estalactitas. La luz era débil, amarillenta. Vimosprimerounasilladelsiglopasado.Quizáshabíaestadoenbuenestadoantesdeserllevadahastaallí.Ahoraestabaquebrada,coneltapizadodeshechoporlahumedad,podridalamadera.
Juntoalasillasedeshacíalentamenteunapintura.Eraunretrato.Lacaradelamujerdelcuadroestabacubiertaporunapátinaverdosa.Elmarcoestabamojadoyarqueado.Enpocotiempomás,latelasedesprendería.
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—¿Porquédejaquetodoseestropee?—Esquemegustaelespectáculodelascosasvaliosasquesearruinanlentamente
—dijoMaestro—.Algunoshacenmuseosparaquelascosasseanconservadas.Amímegusta que las cosasmás valiosas delmundo se gasten, sean consumidas por lahumedad,sepudranysedisuelvan.Eshermosovercómolascosasseterminan.Esunplacerparecidoa los finales tristesde laspelículas.Unopreferiríael final feliz,perosabe,enelfondo,queenelfinaltristehaymásbelleza.
Seguimoscaminandoentre cosas arruinadas.Laatmósfera era a cadapasomásirrespirable.Porencimadenuestrascabezascorríaelríodeaguasmuertasysucias.Unasvigasdemaderasosteníaneltecho.
Estabancasidobladasporlapresión.—¿Noespeligrosoestelugar?—lepregunté—.Mirelasvigas.—Peligroso para ustedes, tal vez—dijo Maestro—. Porque durante unos días
viviránaquíabajo…hastaquedecidaquéhacer.—¿Porqué?YatienelaPiedra.—Perosabendóndeestámicasa.Esonomeconviene—Maestrorió.Mirna dio un grito. Habíamos llegado casi al final del largo túnel. El aire era
irrespirable. Yo me acordaba del cuento de Poe «El barril de amontillado». Laperspectiva de quedar encerrados ahí abajo era aterradora. Hacía frío, la humedadllegabahastaloshuesos.
ElguardaespaldasdeMaestrosacósuarma.—Bueno, aquí sequedan—dijo elSeñorde laHumedad—.Ahora cambiamos
lospapeles,señorita:yodejodeserHanselyusteddejadeserlabruja;ahorasoyyola bruja. Pero nome los voy a comer. Los dejo en compañía demis objetosmásqueridos. Traten de no resfriarse: la humedad hace mal. Les traeré comida, no sepreocupenporeso.
Yodiunpasohaciaél,peroelmatónmeapuntó.—Esinútil,Lenz.Estánatrapados.ComoHanselyGretel.FueaMirnaaquienseleocurriólaidea.Yoestabademasiadoaterrorizadocomo
parapensarennada.Peroelladijo:—LaPiedratienepoderes.¿Noleinteresaconocerlos?—Esoesleyenda—dijoelSeñordelaHumedad—.Esunapiedravaliosaporque
noreflejanada.Peroelrestoesmentira.—Podríamosprobar.—Nolosvoyasacardeaquíparaquehaganalgúntruco.—Podríamosprobaraquímismo—dijoMirna.—¿Nosenecesitansietepersonas?—lepreguntéenvozbaja.—Quiénsabe.Alomejorbastaconlaspalabras—susurróella.Maestrovaciló.Alfindijo:«Estábien».Lostresnossentamosencírculo,siguiendolasindicacionesdeMirna.LaPiedra
estabaenelcentro.Elguardián,depie,nosvigilabaconeldedoenelgatillo.
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—Sitratandeescapar,disparales—dijoMaestro.Elguardián,mudo,asintió.Entonces comenzó el ritual. Yo estaba dispuesto hasta a rezar para que
aparecieranlosdemonios,peroesomeparecíaunacontradicción.Mirnanoestabamuyconvencida,perodijolaspalabras.Lashabíaaprendidode
memoria.—Piedra, bloque de la noche, punta del iceberg negro por donde entran los
espíritus,másfríaqueelhielo,másfríaquelanocheyqueelmármolheladodelastumbas…
Suvozeramásgrave.Parecíaunabrujadeverdad, si esqueexisten lasbrujashermosas.
Alprincipionopasónada.—¿Queríanengañarme?—preguntóMaestro.IbaalevantarsecuandolaPiedrase
llenódepuntosbrillantes.EstrellasdiminutasbailabandentrodelaPiedra.Entonces empezaron a entrar sombras en el túnel.No usaron la puerta, sino la
Piedra.Noselasveíaconclaridad,eracomosiunoselasimaginaraunpoco.Peroahí estaban.Murmuraban.Nunca volví a ver nada parecido. Pero si existe algo demagiaenelmundo,estabaenesaPiedra.
Las sombras llegabanygiraban, confusas, entrenosotros.Meparecióver ojos.Maestroestabamudode terror.Nosécuántoduróaquello.Solamentepensabaunacosa:tengoqueactuarantesdequeelencantodesaparezca.EibaaactuarcuandoviqueMirnalohacíaantesqueyo.ElguardiánsehabíaquedadomirandofijolaPiedrayellalehabíapegadounapatadafuerteenlarodilla.Bueno,nofueexactamenteenlarodilla,sinounpocomásarriba.
Lassombrasdesaparecieronmientrasnosotroscorríamoshacialasalida.Maestrohabíadespertadoyconelrevólverdelotroenlamanonosdisparaba.
—¡Vuelvan!—gritaba—.¡Vuelvan!Nos ocultamos en una saliente de la pared, para eludir los tiros. Las balas se
incrustaronenlavigapodridaporlahumedad.Eraloquefaltabaparapartirla.Maestro se acercaba con el arma en su mano. No podíamos escapar porque
seríamosunblancofácil.—Yalostengo,idiotas—dijo.En ese momento la viga se partió lentamente en dos. El olor a humedad fue
reemplazadoporelolorapodridodelrío.Habíaentradoenlagaleríaunfuertechorrodeaguasucia.Maestrodiounpasoadelante,peroresbalóycayó.
Aprovechamosparasalircorriendo.Prontoestuvimosfueradeltúnelyatravésdelaescalerasalimosalasuperficie.Avanzamosporunpasillo.UnodeloshombresdeMaestrotratódecortarnoselpaso,peroloempujé…yconlafuerzadelainercialotiréalsuelo.
Viaotrosdoshombresalolejos,perononosseguíananosotros.HabíanoídolosgritosdeMaestroycorríanaverquépasaba.
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Salimosdelacasaysaltamosporsobreelportóndehierro.Enesemomentonadanosimportabaexceptoescapar,perodespuéssupeloquehabíaocurrido.
El agua, al entrar en el túnel, hizo una terrible presión. Las vigas restantes sequebraron.AntesdequeMaestrollegaraalasalidaeltúnelhabíaquedadototalmenteinundado.De todosmodoselSeñorde laHumedad logróescapar.Desdeel sótanopudovercómotodasucoleccióneradestruidaporelaguaensegundos.
Apenastuvotiempodesalirdelsótano,antesdequeelagualocubriera.Elríopestilenteseabriópasoporlacasa,entróenlashabitaciones,arrasóconel
cuartodeMaestroyconvirtiósumansiónenunhediondopantano.Peroparaeseentoncesnosotrosyaestábamosmuylejosdeallí.
AldíasiguientefuiaveraRavalalMuseo.—¿LaPiedra?—preguntó.Lecontélahistoria.—Ibaaser lapiedrabasaldelMuseo—dijo—.Yahorano la tenemos.Esuna
lástima.¿Teníapoderesenverdad?—Nosésiexistelamagia—ledije—.Peroséquelarealidadtieneagujeros.Y
queesaPiedraeraunodeesosagujeros.Ravalsesentóenelmarcodeunaventana.ElMuseoseguíaigualquesiempre:
vacío, con el suelo lleno de hojas secas, además de la ceniza. Parecía un hospicioconstruidoparaunsololoco:Raval.
Seacariciólacabezacalvaydijo:—Todavíafaltaencontrarmuchasotrascosas.Porprimeravezsentíenélundejodecansancio.—¿Pordóndeempezar?—lepregunté.—Porcualquierparte.Elmundoestállenoderincones,desótanos,dealtillos.Lodejé solo, paseandopor los salonesvacíos.Afuera, en el auto,me esperaba
Mirna.
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PABLODESANTIS.NacióenBuenosAiresen1963.Hasidoguionistay jefederedaccióndelarevistaargentinaFierroyhatrabajadocomoguionistayescritordetextos para programas de televisión. Su primera novela El palacio de la nocheapareció en 1987 a la que le siguieron Desde el ojo del pez, La sombra deldinosaurio, Pesadilla para hackers, El último espía, Lucas Lenz y el Museo delUniverso,Enciclopediaenlahoguera,LasplantascarnívorasyPáginasmezcladas,obrasensumayoríadestinadasaadolescentes.
SunovelaElenigmadeParísfueganadoradelPremioIberoamericanoPlaneta-CasadeAméricadeNarrativa2007.
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