Revista de Estudios en
Seguridad Internacional
Vol. 3, No. 1 (2017)
Editada por:
Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)
Lugar de edición:
Granada, España
Dirección web:
http://www.seguridadinternacional.es/revista/
ISSN: 2444-6157
DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1
Para citar este artículo/To cite this article:
José Antonio Cruz Moro, “Racionalidad limitada en la toma de decisiones
usando programas SNA para el ataque a redes terroristas e insurgentes”,
Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1, (2017), pp. 1-
9.
DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.1
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autores: http://www.seguridadinternacional.es/revista/?q=content/normas-
para-los-autores
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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. 1-9.
http://www.seguridadinternacional.es/revista/
ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.1
Racionalidad limitada en la toma de decisiones usando programas
SNA para el ataque a redes terroristas e insurgentes
Bounded Rationality in Decision Making Process Using SNA Programs to Attack Terrorist and
Insurgent Networks
JOSÉ ANTONIO CRUZ MORO
Ejército de Tierra, España
RESUMEN: Los programas de modelación social (SNA) son un recurso útil para la visión
general de cualquier red en los que se muestran vínculos entre los diferentes nodos de
aquellas, pero no hay un proceso de toma de decisiones único y completamente racional
para la configuración de los escenarios que se generen tras actuar sobre los nodos y
relaciones entre ellos. Este artículo pretende mostrar como la toma de decisiones para
actuar sobre las redes terroristas e insurgentes debe ser necesariamente limitada en su
racionalidad.
PALABRAS CLAVE: Modelación social, Terrorismo, Insurgencia, Racionalidad limitada.
ABSTRACT: The SNA programs are useful tools that provide the graphical wide scope of
any network showing nodes and their links, but there isn´t any decision making process
able to model the future scenarios created after influencing the nodes and links of the
networks. This article presents how the bounded rationality is the usual framework of
any decision making process when influencing terrorist and insurgent networks.
KEYWORDS: Social modeling, Terrorism, Insurgency, Bounded rationality.
Recibido: 23 de abril de 2017
Aceptado: 10 de mayo de 2017
2 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
INTRODUCCIÓN
Este artículo pretende dar a entender las grandes dificultades a las que se enfrenta un
analista de inteligencia para realizar sus informes y en ocasiones propuestas de acción
sobre las redes terroristas e insurgentes que estudia cuando usa programas de
modelación social (SNA), tanto por la carencia de datos completos “vistos y no vistos”
de las redes, como por la imposibilidad de estudiar todas y cada una de las
consecuencias que sobre cada nodo y posibles vínculos entre ellos produce cualquier
acción sobre la red. Un observador externo suele interpretar los gráficos de red que
estos programas muestran como fotos fijas y permanentes, pero hasta el más inexperto
usuario de estos sistemas realmente los identifica como inmensas mesas de billar
plagadas de bolas inestables y dispersas sin orden preestablecido a punto de ser
golpeadas en cualquier momento desde cualquier ángulo y con fuerza variable.
Todo ello hace que condicionantes como tiempo disponible, cantidad y calidad de
información y el “ruido” en ésta en todas las fases del proceso de análisis sean
denominador común en los estudios de red, sea del tipo que sea la red en cuestión. Estos
condicionantes mencionados, entre otros, son factores que el concepto de racionalidad
limitada en la toma de decisiones como teoría de carácter y aplicación económica sea
claramente aplicable, cuando no necesaria, en la toma de decisiones para ataque a las
redes terroristas e insurgentes presentes en todos los conflictos.
La presentación del artículo a efectos de claridad y más fácil comprensión del mismo
comenzará con una muy breve exposición de ideas fuerza básicas sobre el concepto de
racionalidad limitada de Simon (1972), para posteriormente profundizar en aquellas más
relevantes y dando a conocer cómo pueden influir en la percepción del analista. Esta
influencia por carencia de datos asumidos por la racionalidad limitada y las restricciones
y carencias propias del ser humano en la percepción de situaciones, por extraño que
parezca llevan a reforzar la idea de que siempre es mejor una decisión no
necesariamente buena en el momento adecuado que una muy buena decisión fuera de
plazo. Porque un analista tiene su parcela de decisión, su autoridad operativa para
decidir cómo hacer su trabajo. Es esa parcela propia y autónoma que nadie debe tocar,
aquella que lo hace verdadero conocedor del problema en cada momento y por tanto el
que debe proporcionar los análisis adecuados de forma oportuna.
Pero claro, las consecuencias de lo que se actúe sobre las redes no pueden tender al
caos. Se actúa sobre ellas para conseguir algo en un sentido concreto, una modificación
de actitudes, destrucción de nodos relevantes, o la no regeneración de actividades
propias de las estructuras en red, o al menos aquellas fundamentales para su
funcionamiento, siempre contra los intereses de quién tantos esfuerzos realiza para
atacarlas. Pero analistas hay muchos sobre las mismas redes, ya bien por focalizar su
análisis sobre funciones, tipos de relaciones, área geográfica, etc… y aún así el punto
focal de todos ellos debe ser atacar la red según los intereses y efectos deseados
determinados por la autoridad. En el ámbito militar una de las principales herramientas
para mantener esa dirección en todos los niveles de decisión, (cada jefe de unidad de
cada escalón es en realidad un analista en el sentido amplio de la palabra), es entender
como verdadero engrudo en la toma de decisiones el propósito del jefe, y para
entenderlo, más importante que la decisión en sí es entender el proceso que la genera.
Importante es saber qué se pide, pero más importante es entender por qué se pide y en
qué pensaba a futuros el que lo pidió. Aún en ausencia de órdenes superiores este
“engrudo” facilita la actuación de cualquier unidad ante situaciones imprevistas según
los intereses del jefe.
Racionalidad limitada en la toma de decisiones 3
La elección del tema obedece a la pretensión de este autor de que sea el cierre de una
serie de artículos publicados en diferentes foros con relación al ataque a redes terroristas
e insurgentes iniciado en 2010, tratando la descripción de la red, los métodos de análisis
de aquellas, las formas de atacarlas, los problemas a los que se enfrentan los analistas, y
finalmente éste, para entender como las propuestas de los analistas aún con limitaciones
en cuanto a lo completo de datos, ello no significa que deban ser necesariamente
erróneas, sino que hay que entenderlas como lo suficientemente buenas.
RACIONALIDAD LIMITADA COMO FORMA DE PENSAR PARA DECIDIR
De forma muy resumida, la idea de racionalidad limitada está basada en que a la hora de
decidir es prácticamente imposible tomar la opción perfecta dado que ésta siempre se
verá influenciada por los conocimientos, hábitos, destrezas y pensamientos inconsciente
de quién toma la decisión, por el posible choque de intereses personales con los
organizativos y por la carencia de toda la información necesaria para la toma de
decisiones especialmente relativos a percepción situacional, limitadas habilidades de
cálculo de consecuencias y escenarios que genera cada acción, el tiempo disponible para
que la decisión se ajuste al momento oportuno para dar respuesta al problema que se
plantee, la incapacidad de procesar y almacenar mentalmente toda la información
disponible y además tomar decisiones que contemplen todas las variables relevantes de
cada acción cuándo aún no se han determinado cuáles son éstas, o incluso, cuándo no se
ha tenido tiempo para poder determinar cuál es con exactitud el verdadero problema al
que nos enfrentamos.
En este contexto, la racionalidad limitada con la que se toman las decisiones de forma
real permite asumir que el decisor acepta como buena la solución que resuelve su
problema de forma correcta, aunque no necesariamente sea la mejor opción de las
muchas posibles. En este momento parece oportuno hacer hincapié en el concepto
tiempo. El ataque a redes terroristas e insurgentes tiene un condicionante de éxito muy
claro en éste que no es otro que iniciar las acciones de forma inmediata sobre cada
oportunidad que se presente para ser atacadas en cuánto se tiene información sobre
ellas. No se trata de atacar por atacar lo que sea y dónde sea (hay que ser muy selectivos
a la hora de donde y con qué fuerza lanzar la bola sobre la mesa de billar anteriormente
descrita), sino atacar de forma “lo más rápida y eficientemente posible” en cuánto se
dispone de información “suficiente” para iniciar la acción de ataque. Son las
denominadas “follow-on operations”. No sólo en la guerra de ambiente convencional,
sino en cualquier ambiente operacional es precisamente esto lo que favorece romper el
ritmo de decisión del enemigo, hacer que el enemigo se enfrente, planee y conduzca las
operaciones con una visión de la situación que ya está desfasada, y lo está porque
nuestras acciones han modificado el escenario sobre el que se combate y por tanto la
percepción que el enemigo tenía de él. Un símil deportivo es como si quisiéramos hacer
que en enemigo juegue a fútbol en una cancha de tenis con las reglas del baloncesto.
Estará actuando en un entorno que por partes considera real pero que en conjunto no lo
es.
¿Qué decisiones tomar entonces? Este autor considera que en el ataque a amenazas en
forma de red desde el punto de vista militar y me atrevería a decir que hasta en el
entorno de las FCSE en el que la función “inteligencia” sea relevante, no es tan
importante la propuesta realizada por el analista, sino el proceso de pensamiento de
cómo se ha llegado hasta esa propuesta, asumiendo vanos informativos que en gran
medida han sido cubiertos de forma inconsciente por el analista, pero basados en unos
4 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
conocimientos y experiencias previas, reiteración de inputs similares en situaciones que
van desde lo casi idénticas a mínimamente parecidas, pero para las que el que las
analiza y estudia de forma habitual le produce inferencias de relación muy claras,
aunque para un ajeno al análisis de redes no lo dejen ver ni de forma aproximada, pero
que hacen que a veces el analista tome las mismas decisiones para todo un conjunto de
situaciones tanto similares como diferentes. ¿Es siempre correcto?. Posiblemente no, lo
que tampoco se puede asegurar es que siempre sea incorrecto, pero sí se puede dar por
cierto que ese asesoramiento es con mucho el “menos incorrecto”. Todo dependerá
entre otras cosas los riesgos que se pretendan asumir. En este sentido alimentan o casi
perfeccionan aunque de forma tangencial el concepto de racionalidad limitada los
estudios de Hellriegel et al. (2005) sobre la toma de decisiones en situaciones de
certidumbre, riesgo e incertidumbre.
ASUMIR LAS LIMITACIONES DEL CONCEPTO RACIONALIDAD LIMITADA COMO NECESARIAS
Las decisiones son buenas si con el tiempo y en la situación futura y sabiendo cuáles
han sido las consecuencias de aquellas, hubiésemos tomado la misma decisión, pero
esta afirmación que parece tan sencilla y lógica en lo práctico rompe la norma
conceptual básica de confundir resultado con decisión, aunque uno sea fruto de la otra.
Una vez que se toma una decisión, por irracional, intuitiva, rápida, meditada o caótica
que pueda ser, como humanos desechamos no ya las alternativas a la misma, sino
igualmente las múltiples consecuencias de todas y cada una de aquellas alternativas.
Sabemos que las consecuencias de nuestras decisiones no son lineales y menos en
ambientes de incertidumbre como lo son los conflictos, pero mentalmente las
convertimos en líneas que se dirigen hacia un objetivo porque de forma mediata, al
menos, cubren nuestras expectativas. Antes de tomar una decisión el analista ejerce un
esfuerzo consciente, reglado calculador y lógico, pero toda nueva situación alimenta el
subconsciente que a su vez alimenta la “chispa” del analista, esa rapidez, el
automatismo y lo emocional en los actos de decisión (los estudios de Glimcher y
Rustichini -2004- y Burks et al. -2009- sostienen que las decisiones de carácter intuitivo
son aproximadamente el 90% de nuestras decisiones). En definitiva, lo emocional no es
del todo irracional. Ambos esfuerzos finalmente se unen reduciendo situaciones
complejas a decisiones simples mediante los denominados “atajos mentales” descritos
por Kahneman (2011). En el ámbito militar y el análisis de las redes insurgentes estos
atajos mentales son los que pretenden ser “racionalizados” mediante el análisis
Wighmore-Bayes1 de causalidad necesaria y probabilidad de acciones entre fases de
acciones.
Luego, ¿en qué basar nuestras decisiones, en lo racional o en lo intuitivo y emocional?
La sola intuición nos llevaría a tomar decisiones con graves errores de análisis y la
racionalidad plena nos llevaría a perder oportunidades, la llamada “parálisis por
análisis” de las teorías de organización y gestión de procesos. Incluso despreciando el
factor tiempo, es cuestionable que la racionalidad plena sea siempre la mejor forma de
1 Referencias a los nombres del famoso jurista norteamericano John Henry Wighmore y el filósofo y
matemático inglés Thomas Bayes, especializado en cálculos estadísticos y generador del teorema de
probabilidad condicionada que lleva su nombre. El primero incluyó en las posibles vías de investigación
judicial la necesidad de motivos, oportunidad y medios para la toma de decisiones de los criminales
investigados. Con los estudios del segundo se establece la más probables selección de opciones a tomar
por diferentes nodos decisores de una red.
Racionalidad limitada en la toma de decisiones 5
tomar decisiones, según exponen Mintzberg y Westley en su artículo “Proceso de
decisión: no es lo que piensas” (2001).
LA MÁQUINA ES RACIONAL EL HOMBRE IRRACIONAL. ¿ES VERDAD O NO? Y SI ES VERDAD,
¿QUÉ?
Y esa es la pregunta del millón cuándo hablamos de programas de modelación social.
Hay una miríada de programas que representan gráficamente las redes y sus relaciones,
sean del tipo que sean, que podrán estar mejor y más precisamente alimentadas de datos
necesarios para estudiar los vínculos entre nodos y las características de éstos. Y no son
el resultado de la informática del s.XXI, los hay que aún están en perfecto uso desde la
década de los 70 basados en el Sistema Operativo DOS, los hay que además de
gráficamente exponen los criterios y algoritmos a los que se atienen las relaciones y
hasta la importancia de estas entre nodos, (en este caso de forma más limitada), y hasta
los que la misma red la pueden representar gráficamente en diferentes formatos de
jerarquía de componentes o funciones que se desarrollan en ellas. Pero todas ellas tienen
un denominador común. La carga la realiza el hombre mediante introducción de datos
manualmente, (en la mayoría de los casos), o hasta de forma automática con
aplicaciones de móviles (aplicación Lighthouse), pero los datos a incluir siempre estarán
en algún momento condicionados mentalmente por el que los carga. Un ejemplo es el
omnipotente SNA “Palantir” de aplicación sola y exclusivamente militar. No es una
reducción a lo absurdo sino un dato real el decir que la carga de un dato de vehículo
puede convertirse en un infierno si como ejemplo para describir las ruedas de un coche
hay que rellenar la pestaña de la forma en la que la primera opción es redonda, pero hay
dos opciones más.
A primera vista las opciones parecen ser sencillas, redonda o no era una rueda. Pero si
nos ceñimos al color puede ser marrón o no dependiendo si la respuesta a la siguiente
pregunta es si cuándo se detectó el vehículo el observador llevaba gafas de sol, del color
que eran y la hora de detección en la que los rayos de sol inciden de diferente forma en
la tierra. ¿Es realmente importante que la “máquina sea racional?, ¿merece la pena
semejante esfuerzo de detalle? Lo antedicho, y obviando los condicionantes de tiempo y
los cambios de escenarios según nuestras propias acciones no es tan relevante cuándo el
informe o propuesta que haga el analista de la red se verá condicionado de forma
inconsciente por una serie de errores en los que la racionalidad limitada y la ausencia de
información poco tienen que ver. Son aquellos que perteneciendo al área de
conocimiento racional lógico y metódico han alimentado de forma efectiva y eficiente la
parte emocional e intuitiva, pero que por el contrario facilita los mencionados “atajos
mentales”, reproduciendo de forma errónea una información concreta, cruzando la
delgada línea que separa la intuición del prejuicio. Vamos a poner unos ejemplos:
Disponibilidad de la información, por el que recordar de forma más intensa
determinados datos o casos específicos, el analista sobreestima la frecuencia de un
evento y como tal lo introduce en los datos del programa, por lo que un caso
concreto lo convierte en un problema en sí.
Información concreta. Un recuerdo personal tiene infinitamente más valor que
cualquier dato estadístico. Con ello cualquier dato a cargar o información
adquirida tendrá más valor en el análisis si se ha vivido en primera persona por
muchos datos objetivos y completos se puedan tener disponibles.
6 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
La Ley de los números pequeños, que no es otro que generalizar los tipos de
acciones, grupos afines o enemigos o neutrales, de influencia, sociales o tipos de
nodos o de relaciones en una red, haciendo valer la idea de que unos cuántos casos
confirman la regla.
La apuesta falsa del jugador, por la que una serie de datos observados o
adquiridos en un orden determinado se incitan a considerar que siempre se
reproducirán en igual orden en un futuro.
A ellos cabe añadir otros errores que son más producto de problemas de análisis o
experiencias previas de los analistas que de un condicionamiento interno de la parte
intuitiva del análisis. Basados en experiencias propias (y sin duda incurriendo este autor
en el error de información concreta descrito en el párrafo anterior… y con la fuerza
enfática que ello supone en el artículo), pueden destacar los siguientes, aunque no de
forma exclusiva:
Racionalizar la fe, que hace olvidar al analista la importantísima lección aprendida
que la parte vista de las redes, primero es producto de la parte no vista a veces
como si fuese la punta de un iceberg, y segundo a veces lo que se ve, se deja ver de
forma intencionada por esa parte oculta. La parte intuitiva apunta a indicios claros
según la experiencia del analista, pero a veces se considera que la racionalidad es
la mejor opción, cuándo normalmente no se dispone de todos los datos pese a ser
considerada opción racional, con lo que ante el miedo al error en el análisis y
plasmarlo por escrito se pasa al modo “si no lo veo no lo creo”. A veces el jefe no
termina de creer en la intuición del analista que no es en absoluto sólo y
exclusivamente creencia como hemos visto anteriormente, uniendo el miedo al
fracaso ante consecuencias inesperadas con el control de la actividad de un nivel
que no es el propio.
La carga del dato es la primera decisión, incurriendo en que el dato cargado
empieza a orientar la decisión, sea el resultado del análisis el que sea. Es decir, que
si el analista que carga el dato es el mismo que quién realiza el asesoramiento, esa
decisión muy probablemente haya sido tomada durante la carga del dato por el
anteriormente descrito “atajo mental”. No es intencionado, pero sí natural y
humano.
Las dimensiones son variables según fuerzas de teatro, es decir, la importancia de
un evento de ser medible la acción, incidente o dato visible puede ser el mismo que
en un contexto diferente sus consecuencias son igualmente variables y además, no
guardan correlación de medida. Un ejemplo puede ser la quema de libros
religiosos en unas zonas u otras.
Puntos de cambio y líneas de fractura siempre obedecen a una lógica racional,
aunque a veces lo difícil sea identificar las dimensiones de medida o dónde es
correcto medirlas o con qué otros factores del escenario hay que relacionarlos. Un
ejemplo puede ser que el flujo de desplazados de una zona a otra es medible, pero
es más importante saber el motivo de ese desplazamiento que su incremento o
decrecimiento. Esa imposibilidad o dificultad se ha convertido en una lacra para
los programas SNA, dado que su dificultad de incluirlo como nodo o enlace de una
red, porque conceptualmente no lo son, ha hecho que pasen a ser considerados
elementos visibles y dimensionables de las medidas ejecución o efectividad, pero
no siempre un resultado de la interacción de diferentes nodos, y por tanto,
influenciable para modificar la dinámica de la red. Se están descartando posibles
oportunidades.
Racionalidad limitada en la toma de decisiones 7
CONVIVIR CON LA RACIONALIDAD LIMITADA
En el mundo de la inteligencia hay muchas publicaciones, unas originales, otras que
beben de fuentes primarias de técnicas de análisis, otras de carácter recopilatorio y todo
un sinfín de ideas de diferentes autores basados en muchísimos estudios, pero, de
mencionar hay dos que pudieran ser un adecuado recopilatorio para empezar a entender
las técnicas de análisis de redes terroristas e insurgentes más allá de los programas
SNA, que no dejan de ser una representación gráfica de puntos de decisión y relaciones
entre ellos. Una es Intelligence analysis. A target centric approach (Clark, 2008), y la
otra Structured analytic techniques for intelligence analysis (Heuer y Pherson, 2014),
que recomiendo leer por ese mismo orden. Dicho esto, estas publicaciones son dos
magníficas obras, especialmente la primera en la que se dan los conocimientos iniciales
(pero nada básicos), para entender las técnicas que se enseñan en la segunda. Pero debo
reconocer que sólo en la primera se dan una serie de recomendaciones que pueden ser
realmente válidas si no para eliminar la limitación de la racionalidad que siempre estará
presente, sí para entender que hay que convivir con esa carencia de datos para tomar
decisiones, especialmente en sus capítulos 7: Evaluating and collating data; 10:
Prediction; 11: Predictive techniques; y 12: Shaping forces.
CONCLUSIÓN: CONVIVIR PERO ENTENDIÉNDOLA
Es opinión personal de este autor, que la base sobre la que se sustenta todo análisis de
inteligencia no es el estudio de técnicas de análisis sino en determinar qué partes del
ambiente, del conjunto de datos y fuentes accesibles son realmente importantes para
tenerlas en cuenta. En pocas palabras, antes de investigar hay que entender la
metodología de la investigación, que teniendo un tallo común aplicable a muchas áreas
de conocimiento, ofrece cientos de ramas para ajustarse a cada una de las técnicas que
se ofrecen en las diferentes publicaciones relativas a análisis de inteligencia. Es decir,
entender la metodología de la investigación no proporciona datos, pero sí ayuda y
enseña en parte a identificar cuáles de ellos son verdaderamente relevantes, e incluso, a
determinar qué técnica usar para poco a poco ir alimentando esa parte intuitiva por otro
lado tan necesaria de los analistas. No hace esta selección metodológica que el análisis
al que nos enfrentemos sea de una racionalidad absoluta, pero sí proporciona una base
científica para identificar aquellos datos que guardan esta misma característica
(científicos, tangibles y cuantificables), de los que no lo son. En definitiva, la
evaluación de fuentes como parte intrínsecamente necesaria en las actividades de
inteligencia debiera reconsiderar más que sus métodos de evaluación, sí cómo y cuándo
se emplean.
La diferenciación entre los enfoques cualitativos y cuantitativos de las investigaciones
es asignatura pendiente en los programas SNA, en la que el enfoque cualitativo es
mínimo, determinando la cualidad de un vínculo a base de la repetición de eventos, es
decir, basando siempre la calidad en un dato numérico. Además la forma de
recopilación de éstos datos, su análisis y cómo introducirlos en los programas SNA, y
hasta qué punto ser capaz de diferenciar en una misma investigación qué parte debe ser
tratada y evaluada como dato cuantitativo, o cualitativo o de forma mixta es todo un
primer paso para poder realizar un adecuado análisis de la red terrorista e/o insurgente.
Quizás la publicación más completa que haya sobre este tema es Metodología de la
investigación (Hernández et al., 2010), que, aunque exija un elevado esfuerzo de lectura
(612 páginas de densa lectura), facilita llegar a ver las estructuras de red de una forma
8 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
diferente, con sus vanos informativos, dónde y con qué rellenarlos y hasta determinar en
qué punto o áreas no merece la pena insistir en tiempo, (ese preciado bien para la toma
de decisiones), porque la relación esfuerzo de análisis/relevancia de resultados no
merece la pena. Facilita sin duda alguna entender que la racionalidad en la toma de
decisiones, sin llegar a ser total por mucho dato del que se disponga, sí puede ser
tremendamente eficiente por muy pocos datos de los que se disponga. Retomando una
de mis ideas iniciales de este artículo, es mejor una decisión aceptable hoy que una
perfecta fuera del plazo en el que mi acción no me haga estar por delante del ciclo de
decisión del enemigo.
NOTA SOBRE EL AUTOR:
José Antonio Cruz Moro es Coronel Diplomado de Estado Mayor del Ejército de
Tierra y ha sido Profesor Titular de Organización y Liderazgo, y de Operaciones en el
Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional, y fue el primer Jefe de la Sección
de Ataque a Redes Terroristas e Insurgentes que utilizan IED’s del Centro de
Excelencia C-IED de la OTAN en Hoyo de Manzanares.
REFERENCIAS:
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Racionalidad limitada en la toma de decisiones 9
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Revista de Estudios en
Seguridad Internacional
Vol. 3, No. 1 (2017)
Editada por:
Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)
Lugar de edición:
Granada, España
Dirección web:
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ISSN: 2444-6157
DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1
Para citar este artículo/To cite this article:
Juan Carlos Antunez Moreno, “Salafism: From a Religious Movement to a
Political Force”, Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No.
1, (2017), pp. 11-41.
DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.2
Si desea publicar en RESI, puede consultar en este enlace las Normas para los
autores: http://www.seguridadinternacional.es/revista/?q=content/normas-
para-los-autores
Revista de Estudios en Seguridad Internacional is licensed under a Creative
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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. 11-41.
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ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.2
Salafism: From a Religious Movement to
a Political Force Salafismo: de un movimiento religioso a una fuerza política
JUAN CARLOS ANTUNEZ MORENO
NATO Joint Force Command in Brunssum, Netherlands
ABSTRACT: Globalization has introduced rapid changes in the social, political and economic
realms of life. It has provoked perturbing and turbulent effects and has challenged established
and rooted notions of identity. Globalization has also changed the essence of religion and its role
in international affairs. Religion is growing in countries with a wide variety of religious
traditions and levels of economic development. Islam is also experiencing a genuine revival.
Salafism is a primarily theological movement in Sunni Islam concerned with purifying the faith.
Islamic Salafism, as other major religious movements of today, has become universal and less
affiliated with any one territory, and more personal and private, increasingly embodying a
spiritual search for self-fulfilment. Salafism has also evolved from being a non-political ideology
to develop into a political force.
KEY WORDS: Salafism, Extremism, Terrorism, DAESH.
RESUMEN: La globalización ha producido cambios importantes en los aspectos sociales, políticos
y económicos de la vida. Dichas transformaciones han provocado efectos turbulentos y
perturbadores que han desafiado los conceptos de identidad establecidos y consolidados,
asociados con las estructuras sociales tradicionales. La globalización tiende a crear un mundo
más inter-conectado, pero también más fragmentado. Las identidades religiosas, locales y
globales, han comenzado a fusionarse, porque la globalización está transformando la esencia de
la religión y su papel en la escena internacional. Además, choques culturales, relativos a
sentimientos religiosos, a la pertenencia a diferentes grupos étnicos o a valores ideológicos y
cosmovisiones diferentes, a menudo se encuentran en la raíz de muchos de los problemas que
amenazan la seguridad internacional en nuestros días.
PALABRAS CLAVE: Salafismo, Extremismo, Terrorismo, DAESH.
Recibido: 5 de abril de 2017
Aceptado: 26 de abril de 2017
12 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
“Whoever fights monsters should see to it that in the process he does not become a monster. And
if you gaze long enough into an abyss, the abyss will gaze back into you”
Friedrich Nietzsche
INTRODUCTION
Globalization has introduced important changes in the social, political and economic realms of
life. Those transformations have provoked perturbing and turbulent effects and have challenged
established and rooted notions of identity associated with traditional social structures
(Moghadam 2008). Globalization tends to create a more unified and yet more fragmented world.
Global and local religious identities are becoming linked because globalization is changing the
essence of religion and its role in international affairs (Thomas, 2010). Furthermore, clashes of
culture, related to religious beliefs, ethnicity or different values often lie at the root of current
security problems (NATO, 2010).
Contrary to expectations of social scientists, social theorists, and historians of the past
century, religion does not seem to have disappeared as a social force (Queen, 2010). Around the
world religion is on the rise. It is growing in countries with a wide variety of religious traditions
and levels of economic development, suggesting that neither poverty nor social exclusion is
solely responsible (Thomas, 2010).
Religion is adapting to political cultures, including democratic cultures, everywhere, be they
in Western Europe or Islamic states. The most significant aspect of the evolving relationship
between religion and culture is the close interaction of religious movements and national politics
(Barkey, 2011).
Islam is also experiencing a genuine revival and globalization is also making religion more
pluralistic. It is no longer imposed or taken for granted by prevailing cultures. In the Muslim
world this shift is also taking place and debates are ongoing in many countries about issues such
as the lines between Islamic law and religious freedom, the role of women in society, and
regulations regarding conversion and proselytizing (Thomas, 2010).
Islamic Salafism, as other major religious movements of today, it is setting itself free from
cultural moorings. Salafism has not lost its importance, but it has become universal and less
affiliated with any one territory, and more personal and private, increasingly embodying a
spiritual search for self-fulfillment (Barkey, 2011)1. In the post-Arab spring context, Salafis
across the Middle East region see themselves as the rightful guardians of the public sphere, and
are acting to ensure that others see them that way, too (Mc Cants 2012). Nowadays, the ideas of
literalistic Salafists are ascendant in Muslim communities from Egypt and the Persian Gulf to
Western Europe (Lynch, 2010). Current interpretations of Salafism range from a solely personal
religious conviction with an emphasis on purifying the believer’s way of life to a so-called Jihadi
orientation that demands its followers to take on the fight against Western governments and
“apostate” Muslims (specially Middle Eastern) regimes held responsible for the suffering of all
Muslims (Heinke & Persson, 2016).
1 Roy claims that the major religious movements of today (Pentecostalism, Protestant evangelicalism, and Islamic
Salafism) are fundamentally separating from the cultures in which they developed, although they acknowledge what
Roy calls “floating cultural markers: halal fast food, eco-kosher, cyber-fatwa, halal dating, Christian rock,
transcendental meditation”.
Salafism: From a Religious 13
Globalization gives greater influence to ethnic and religious diasporas, which are contributing
to the changing nature of international security and are one of the most significant types of non-
state actors in international relations. Nowadays, members of diasporas can also join religious
groups in their countries of ethnic origin. The Internet and cheap airplane tickets, for example,
give young, rootless, and alienated Muslims in the diaspora the opportunity to construct new,
radical identities by joining a virtual Ummah, or global Islamic community (Thomas, 2010).
The success of fundamentalist movements stems from their capacity to appropriate secular
culture and render it more religious. And at the same time that religious groups engage secular
culture to reform it, they themselves become more secular (Barkey, 2011)2. Globalization has
blurred the lines between religious organizations involved in advocacy, proselytizing, or social
welfare and purely terrorist organizations. It is these kinds of both local and global social
networks that allow people to support or facilitate the operations of terrorist groups (Thomas,
2010).
In Syria and elsewhere, many Salafi preachers call for their followers to fight jihad. Ibn
Taymiyyah is often referred to as their Sheikh of Islam, meaning that his teachings are central to
the lives of “pious or good” Muslims (Vicente Caro, 2017)3.
The Salafism also parallels that of other ideologies, namely its attempt at creating a new
identity for its adherents. Several scholars have argued that Muslims and Western converts
adopting Salafism tenets suffer from a crisis of identity (Roy, 2005; Khosrokhavar, 2005). To
those who are disoriented by modernity, Salafism provides a new sense of self-definition and
belonging in the form of membership to a supranational entity. Salafi-jihadists attempt to install
into Muslims the notion that the only identity that truly matters is that of membership in the
umma, the global Islamic community that provides comfort, dignity, security and honour upon
the oppressed Muslims (Moghadam, 2008).
In the later decades of the twentieth century the Arab Middle East saw the rise of violent
Islamist groups influenced by both Muslim Brotherhood activism and Salafi exclusivism. These
groups, including Egyptian Islamic Jihad and the Islamic Group, in Egypt, and the Armed
Islamic Group and the Salafi Group for Preaching and Combat, in Algeria, were the forerunners
of today’s Jihadi- Salafi groups. Ideologically, their main inspiration was Sayyid Qutb, a prolific
Egyptian Muslim Brotherhood ideologue who advocated a radical, revolutionary version of
Brotherhood activism (Bunzel, 2015). Qutb is a controversial figure within the movement. His
extreme ideas split the Brotherhood’s top leadership in Egypt (Hansen, 2017). To Qutb,
contemporary society was populated by hypocrites and apostates who had substituted the rule of
man for the rule of God (Lynch, 2010). These groups inspired by Qutb’s ideas aimed to
overthrow the established governments and replace them with Islamic states (Bunzel, 2015).
This paper is intended to show the evolution of Salafism from being a nonpolitical ideology to
develop into a political force. The first chapter of the article shows the genesis of Salafism and
2 This mutual transformation is most visible in places where religious groups have reacted to the secularization of
society by engaging in politics. Entering the public sphere has forced Islamists, for example, to adopt modern forms
of organization, rationalize their thinking and practices, and revise their positions in historically contextualized ways
in order to become more relevant and more effective. 3 Taymiyyah’s ruling on the Druze and the Alawites is one example of Salafism’s history of producing extremism.
In his ruling, the Islamic scholar describes the Druze (an esoteric religious group) as “kafir”, meaning unbelievers,
and declares that anyone doubting that is also an unbeliever. He would make it permissible for their women to be
enslaved, for their property to be seized, and for them to be slaughtered.
14 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
also analyses its special relations with other concepts and movements such as fundamentalism,
Islamism, and Wahhabism, which are vital to understand Salafi ideological and political
evolution. The second chapter is focused on the study of the DAESH4, the richest and most
violent terrorist group in modern history, which has evolved from a geographically contained
insurgent group to a quasi-conventional army with global impact (Black, 2014).
THE ORIGIN OF SALAFISM. IT´S RELATION WITH FUNDAMENTALISM, ISLAMISM, AND WAHHABISM
Salafism is a primarily theological movement in Sunni Islam concerned with purifying the faith
(Haikel, 2009). The term Salafī derives from al-salaf al-sālih. , meaning “the venerable
ancestors” of the first generations of Islam whom Salafis seek to emulate (Bunzel, 2015). A
distinctive Salafi intellectual genealogy extends to medieval times. Movements or religious
leaders advocating a return to the pristine fundamentals of faith can be traced back to at least the
thirteenth century, when Ibn Taymiyyah, realising the total decadence of the Abbasid caliphate
that led to the Mongol invasion, siege and sacking of the city of Baghdad (1258), called for a
definition of Islamic belief in an absolutist and literalist manner (Kepel, 2006, 219).
Salafism emerged in the second half of the nineteenth century (Kepel 2006, 219). The arrival
of colonial rule kicked off the search in Muslim lands for the answer to what went wrong, that is,
how the natural order of things—namely, Muslim rule over Muslim lands—was overturned. One
of the most popular answers, and also the most simplistic, was that the natural order was
crumbling because Muslims were no longer faithful to the fundamentals of Islam (Ayoob, 2016).
Salafi reformists called to maintain the unity of the Ummah, or global Islamic community, and
criticised the complicity of governments in Muslim countries with colonialism as one of the main
reasons for decadence and nationalist rivalries (Adamec, 2001: 233). The only way to remedy
this situation, the thinking went, was to return to the pristine age of Islam, the period covering
the first four decades from the founding of the Muslim polity in 622, when the Prophet
Muhammad and his immediate successors exercised power. (Adamec, 2001: 233). Salafists
define Islam as anything that was explicitly condoned by the Prophet and that was upheld by his
first three generations of Sunni followers (until the ninth century). Everything that appeared after
that is considered as un-Islamic (Olidort, 2015). This longing for a return to pristine Islam
included the re-creation of that imagined golden age’s political system. These ideas were grafted
onto the increasingly dominant European style nation-state, creating the hybrid notion of Islamic
state, or rather the Islamic nation-state. They also considered despotism as the enemy of Islam,
rejecting any notion of personal power (Adamec, 2001: 233).
Salafism has sought to “purify” Islam of Western influence and centuries’ worth of “deviant”
digression, including Shiism, Sufism, and even non-Salafist Sunni. Traditional Salafist texts are
focused on theology, without mentions to strategy or goals (Olidort, 2015).
4 DAESH, is the Arabic acronym for Al Dawla al-Islamyia fil Iraq wa’al Sham. It is used in this paper to supplant
the more widely used English ISIL or ISIS. First it was Islamic State of Iraq and the Levant (ISIL) or Islamic State
of Iraq and Syria (ISIS), with the Levant and Syria referring to a region stretching from southern Turkey through
Syria to Egypt. Then in June 2014, the group renamed itself Islamic State (IS), suggesting its ambitions to be a
worldwide caliphate rather than just in the Middle East. Opponents of the term Islamic State say it is neither Islamic
nor a state. The term DAESH is now gaining favour. It sounds like the Arabic words Daes (“one who crushes
something underfoot”) and Dahes (“one who sows discord”). The acronym has even become an Arabic word in its
own right, with its plural “daw’aish” meaning “bigots who impose their views on others”.
Salafism: From a Religious 15
Despite early Salafism’s most prominent advocates resorting “to a somewhat freewheeling
interpretation of the sacred texts” (Kepel, 2006: 220), contemporary militant segments of the
movement advocated the study of texts in a more literal and traditional sense (Kepel, 2006: 220).
Purist Salafis stress a literal reading of the religious texts and largely refuse to accept the
established body of qualified interpretation (Hellyer and Brown, 2015).
The writings of the Ibn Taymiyya and his students provide the core Salafi theological corpus
(Bunzel, 2015) and it is not a coincidence, then, that these militant factions prefer to adhere to
the doctrines of Taymiyyah, who serves as an example of “a man of righteous conviction willing
to sacrifice himself” (Wiktorowicz, 2006: 212), instead of the nineteenth century reformist
writings of Jamal al-Din al-Afghani (1839–1897), Muhammad Abduh (1849–1905) and Rashid
Rida (1865–1935) (Kurzman, 2002).
Salafism reacted to the Westernisation of the Muslim world and opposed the conservative
clerics. Salafis rejected the authority of later interpretations or taqlid (tradition) and emphasised
the restoration of Islamic doctrines to the pure form and adherence to the Quran and Sunna
(Esposito, 2002: 275). Salafism focuses on eliminating idolatry (shirk) and affirming God’s
Oneness (tawhid). Salafis view themselves as the only true Muslims, considering those who
practice so-called “major idolatry” to be outside the bounds of the Islamic faith (Bunzel, 2015).
Those worshiping—or perceived to be worshiping— stones, saints, tombs, etc. are considered
apostates, deserters of the religion. These include the Shiites and, for many Salafis, democrats, or
those participating in a democratic system (Bunzel, 2015). The hard core of the Salafi jihadists
view all existing Muslim societies as fundamentally, hopelessly corrupt -- part of a jahiliyya,
which means “age of ignorance”, from which true Muslims must retreat and isolate themselves
(Lynch, 2010).
Salafi reformers promoted the Ijtihad (effort of reflection) and introduced a new model of
actions such as public debate and the use of the press (Esposito, 2002: 275). Salafi reformists
called to maintain the unity of the Ummah, or global Islamic community, and criticised the
complicity of governments in Muslim countries with colonialism as one of the main reasons for
decadence and nationalist rivalries. They also considered despotism as the enemy of Islam,
rejecting any notion of personal power (Adamec, 2001: 233). At the turn of the twentieth
century, Salafism aspired to generate political reform that would lead to the revitalisation of the
Muslim community. However, politics has never been Salafism’s ultimate objective, despite its
contemporary splits into purists, politicos and jihadis (Wiktorowicz, 2006). Rather, it is “to
educate and cultivate Muslims upon tawheed (Islamic monotheism) and adhering to the Sunnah
of the Prophet”. It is for this reason that Salafism “frown[s] upon forming political parties with
partisan loyalties” (Speckhard, 2011: 91).
During the past two decades, the role ascribed to Islam by political movements, inside and
outside the West, has augmented greatly (Antunez & Tellidis, 2013). Islam consists of many
varying types of religious activism, of different natures, objectives, values and ideology, which
Roy (2004, 1994) has broadly categorised as “Islamism” (political Islam), Islamic nationalism
and neo-fundamentalism (divided between mainstream and jihadist).
The Western media often give the impression that the embattled and occasionally violent form
of religiousness known as “fundamentalism” is a purely Islamic phenomenon. This is not the
case. Fundamentalism is a global phenomenon that during different periods of history has
surfaced in every major faith in response to perceived problems caused by a faith interpretation
16 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
more adapted to the current societal context than the concrete historical and social conjuncture
and context of the faith when it was created or emerged. The term “fundamentalism”, initially
used to describe an ideological stream that developed into a movement within the Protestant
community of the United States in the early part of the twentieth century (Nagata, 2001; Boer,
2005), is defined in this study as religious movements or streams based on an affirmation of faith
that defines belief in an absolutist and literalist manner (Antunez & Tellidis, 2013).
“Fundamentalism” is neither an uncommon phenomenon to all religions (Esposito 1995, 32;
Lewis, 1988: 117), nor is it historically new with regards to Islam. Armstrong (2001) shows how
fundamentalism has emerged and consolidated in many of the world’s major religions, such as
Christianity, Islam and Judaism. The transition from a pre-modern to a modernized society in
colonized countries has been traumatic. Secularization has been often been experienced as an
assault and it is perceived as a threat to the faith. Religion has frequently become embattled and
even militant and some groups believe that they are fighting for survival and they can lash out
violently. Furthermore, “Fundamentalism” has frequently taken the form of “religious
patriotism”, replacing the 19th century European model of nationalism with one based on
religion (Armstrong, 2006).
Just like other religions, the history of Islam is not short of instances whereby several groups
sought to purify or reform the beliefs, values, ideology and practices of believers. Often, these
attempts followed the self-defined principles of the religious leader (or group of leaders) and, as
such, were fervently antithetical to the critical interpretation or adaptation of sacred texts
(Esposito, 1995: 32). “Fundamentalism” and “Islamism” have been frequently confused and
conflated to the extent that both terms have become synonyms in contemporary usage. Graham
Fuller describes Islamic fundamentalism as a more conservative subset of Islamism (2003: 48).
According to Fuller, “for fundamentalists the law is the most essential component of Islam,
leading to an overwhelming emphasis upon jurisprudence, usually logically conceived” (2003:
48). Lapidus locates the difference between mainstream Islamists and fundamentalists in the
“political”, arguing that while “Islamist” refers to those with primarily political agendas’, a
fundamentalist is a political individual seeking a more purified version of Islam (Lapidus, 2002:
823).
Islamism is going to be defined here as synonymous to “Islamic activism”. That is, “the active
assertion and promotion of beliefs, prescriptions, laws, or policies that are held to be Islamic in
character” (International Crisis Group, 2005: 1). “Islamic character” is defined by the Sharia or
Islamic law, interpreted to a greater or less rigid degree, according to different streams and
movements. Although the goals of the different Islamist groups could be similar, the level of
Islamic influence in the society differs, as do the means, the characteristic actors and the
deadlines to reach their purposes (Antunez & Tellidis, 2013).
Nowadays, Islamism might offer meaning to those who are confined to gloomy urban ghettos
Islamist groups might be the only ones working on the ground to improve certain people’s lives.
For many Muslims around the world, Islamism may offer a better life in the here and now -- and
not just in the hereafter -- than do many of the alternatives. Even moderate Islamists prioritize
religion over all other identities and promote its application in law, society, culture, and politics.
Their proselytizing, social work, party politics, and organization of parallel civil societies have
all helped transform societies from below (Lynch, 2010).
The Muslim Brotherhood still supports some ultraconservative ideas. However, various
offshoots of the Muslim Brotherhood, such as in Morocco and Jordan, have taken part in
Salafism: From a Religious 17
democratic elections, and have been a force pushing for democratization. In Tunisia the Ennahda
Party promotes democracy and human rights, seeks for consensus with its secular opponents and
does not care whether female parliamentarians within the party wear hijabs (Hansen, 2017).
There is a vast and important gap between the Salafi vision of enforced social uniformity and
the moderate Islamist vision of a democratic state, with civil institutions and the rule of law,
populated by devout Muslims (Lynch, 2010). For Salafists, a movement such as the Muslim
Brotherhood is too political, too accepting of civil institutions, and insufficiently attentive to the
formalistic and public rituals of Islam. They urge Muslims to separate from Western societies in
favor of their own allegedly pure Islamic enclaves. Another thing that should be kept in mind is
that, besides the different stances on politics and economy, the terms “fundamentalist” and
“Islamist” also ascribe different societal roles to women. While the “fundamentalist” accepts
nothing less than house confinement for women, “Islamists generally tend to favour the
education of women and their participation in social and political life: the Islamist woman
militates, studies, and has the right to work” (Roy, 1994: 38). The Muslim Brotherhood has
encouraged women to wear the veil, but only so that they can demonstrate virtue while in
universities and the workplace. The Salafis, meanwhile, want women at home and strictly
segregated from men. True liberals should prefer Ramadan because he offers a model for
Muslims of integration (Lynch, 2010).
Other important issue to keep in mind is the establishment of the caliphate. The Muslim
Brotherhood also emerged in response to the rise of Western imperialism and the associated
decline of Islam in public life, trends it sought to reverse via grassroots Islamic activism. They
championed the restoration of the caliphate as the ideal system of government for the Islamic
world, a popular theme in the earlier 20th century. However, for the Muslim Brotherhood
building a caliphate was more of a long-term goal than an immediate objective (Bunzel, 2015)
and they evinced “a relative indifference” to actually restoring the caliphate (Mitchell, 1969:
235). Despite of this, Muslim Brotherhood’s emphasis on the caliphate is particularly significant,
as the earliest jihadist ideologues and groups emerged as radical splinters from the Brotherhood
(Bunzel, 2015).
Although Salafis do not make up a majority of the population in any of the Middle East and
North Africa countries, they have been able to set the political agendas. One of the main reasons
for that it is the vast funding they receive from fellows in the wealthy Gulf monarchies,
particularly in Kuwait, Qatar, and Saudi Arabia. This money is invested on social programs and
proselytizing (Mc Cants, 2012).
It is unclear what percentage of Egypt’s population Salafis make up, but they control a quarter
of the parliament, where Salafis have agitated for a constitution that recognizes the paramount
authority of Islamic law. They have also pushed for legal codes that reflect the Koran’s
commandments (Mc Cants, 2012)5.
In other countries, Salafis make up even smaller percentages of the population and have less
institutional clout, but their penchant for vigilantism makes them feared nonetheless. To push
their conservative agenda, Salafi activists have taken to the streets, where they have ransacked
alleged symbols of Western decadence such as bars and art exhibits and clashed with police in
protests against the secular state (Mc Cants, 2012).
5 Each year, millions of dollars flow out of the Gulf and into Salafi charities and satellite channels like the one that
touched off the riots. By comparison, liberal NGOs receive far less support from the wealthy countries in the region.
18 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
Among Muslims all over the world there is currently a dramatic competition across and
within groups, above all, to the fierce war between the Salafi purists who call for a literalistic
Islam isolated from modernity and the modernizing pragmatists who seek to adapt Islam to the
modern world. In this context, Salafists are gaining in influence everywhere, driven largely by
the failure of the Muslim Brotherhood’s model of political participation and the continued flow
of Gulf oil money to literalistic institutions and individuals. The purity of Salafism offers simple
answers to Muslims who are facing profound crises of identity and alienation (Lynch, 2010).
Wahhabism is another reformist movement of the eighteenth century, concerned with the
moral reconstruction of society. It was founded by Muhammad ibn Abd al-Wahhab, a Hanbali
scholar, in Arabia. Like Salafism, Wahhabism proclaims tawhid (monotheism) as its primary
doctrine. The perceived moral decline and political weakness of the Muslim community in
Arabia spurred the emergence of the movement (Esposito, 2003a: 333). Frustrated by the moral
decline of his society and the “heterodox” religious interpretation imposed by the Ottoman
Empire, Abd al-Wahhab, proposed a return to an idealized Islamic past through the reassertion of
monotheism and reliance on the Quran and hadith (a collection of traditions containing sayings
of the Prophet Mohammed), rejecting medieval interpretations of Islam and jurisprudence.
Wahhabi jihad involved the destruction of tombs and shrines and the enforcement of proper
ritual practices, as well as cleansing Islam of Shi’ism (Bunzel, 2015).
Wahhabism belongs to the category of movements that seek a return to a strict application of
the Sharia while opposing both Western encroachment and the intellectual, artistic and mystical
tradition of Islam itself, and all this in the name of an early puritan Islam considered to have been
lost by later generations. Elements of the movement are referred to as Wahhabis by opponents,
but refer to themselves as Muwahhidun, or those upholding the doctrine of tawhid. In the
eighteenth century, Abd al-Wahhab partnered with Muhammad Ibn Saud, at the latter’s request,
to begin the unification of all tribes in the Arabian Peninsula (Blanchard, 2009). Abdul-
Wahhab’s ideas inspired an important religious and political movement, which spread and
disseminated throughout the Arabic peninsula. Nowadays, it is the most important source of
inspiration in the religious sphere of the Saudi Kingdom and a serious dimension of its political
domain. Since the foundation of the modern kingdom of Saudi Arabia in 1932, there has been a
close relation between the Saudi ruling family and the Wahhabi religious establishment
(Blanchard, 2007: 4). In the late 18th century Wahhabism was wedded to the Saudi political
establishment and remains so today. The alliance with the Saud family helped the Wahhabis to
impose their version of the faith across Arabia by waging jihad against perceived heretics for the
sake of eliminating shirk or idolatry and affirming tawhid (Bunzel, 2015). It is worth noting that,
like DAES today, the first Saudi state, which was founded in the eighteenth century, also
emerged out of a political vacuum by taking advantage of territorial opportunities created by
regional neglect (Olidort, 2016a).
The establishment of the Saudi kingdom provided the Wahhabi movement with a state, which
included the holy cities of Mecca and Medina, increasing its relevance in the Muslim world
(Martin, 2004: 727). Supported by the vast wealth from oil discovered in the decades following
the creation of the Saudi state, Wahhabi influence on Muslim culture and thinking drastically
rose following a tripling in the price of oil in the mid-1970s (Kepel, 2006). Since that moment,
the Saudi government spent tens of billions of dollars to promote Wahhabism throughout the
Islamic world, through the construction, support and operation of mosques, madrasas and other
religious institutions preaching the Wahhabist doctrine (Al-Fadl, 2005). As a result, local
Salafism: From a Religious 19
interpretations of Islam that are not as strict as the Wahhabi doctrine are side-lined and
increasingly substituted by it (Al-Shirian, 2003). Yet, because of the cross-pollination of
Wahhabism, teachings of the Muslim brotherhood (members of which were given sanctuary in
Saudi Arabia in the 1960s) and Salafi interpretations, the doctrine that was exported by Saudi
Arabia after the 1970s is better described as “neo-Wahhabism” (Stanley, 2005).
The implications of this are significant, because it is at this point that militancy and
radicalisation, both in the Wahhabi and Salafi doctrines, begin to emerge in contemporary times.
According to Moussalli (2009), after the creation of the Saudi state, Wahhabism was changed
from a revolutionary and theological puritan movement to a movement of a conservative social,
political, theological and religious dawa (purest form of religion). As a result, Saudi Wahhabi
clergymen remained loyal to the royal family and supported the positions of the Saudi regime at
different occasions and events, such as the Second Gulf War in 1991, the Bin Laden issue and
the American attacks against Afghanistan and the Taliban in 2001. This stance diverged greatly
from the non-state Wahhabi base’s opinions and increased the role of neo-Wahhabism among the
Saudi population, who increasingly began to distance themselves from their government’s
decision to co-operate with the West in the aforementioned instances. It is at this historical
conjuncture that the jihadi segment of Salafism (Wiktorowicz, 2006), or neo-Salafism (Stanley
2005) and neo-Wahhabism, converged on the predicament of a more-direct and puritan
reinterpretation of the traditional teachings of Islam – despite the fact that their origins were
quite different (Stanley, 2005; Wiktorowicz, 2006: 207).
Nowadays, Wahhabism and Salafism are often used interchangeably (Wiktorowicz, 2006:
207), with Wahhabism considered by some to be “a particular ultra-conservative orientation
within Salafism” (Murphy, 2006). Other commentators describe Wahhabism as a formerly
separate current of Islamic thought that appropriated the “language and symbolism of Salafism”
until the two became “practically indistinguishable” in the 1970s (Al-Fadl, 2005: 79). Later
significant Salafi thinkers came from the Wahhabi movement (Bunzel, 2015).
SALAFISM AND JIHADISM: DAESH
Salafism is a minority faction within Islam, and most of its adherents are nonviolent. But this
ideology is prone to radicalization and some of the Salafist doctrines can be exploited and used
to justify the extremism found in terrorist groups in the Islamic world (Vicente Caro, 2017)6.
DAESH, like al-Qaeda, identifies with a movement in Islamic political thought known as Jihadi-
Salafism, or Jihadism for short. The group’s leaders explicitly adhere to this movement (Bunzel,
2015). Jihadi-Salafism is a distinct ideological movement in Sunni Islam. It encompasses a
global network of scholars, websites, media outlets, and, most recently, countless supporters on
social media. The movement is predicated on an extremist and minoritarian reading of Islamic
scripture that is also textually rigorous, deeply rooted in a pre-modern theological tradition, and
extensively elaborated by a recognized cadre of religious authorities (Bunzel, 2015).
In the last 20 years jihadism has thus been increasingly dominated by its Salafi dimension
(Lav, 2012). Rather, works by Ibn Taymiyya and the scholars of the Wahhabi tradition have
6 In 2015, Sheikh Aadel al-Kalbani, the former imam to the Grand Mosque in Mecca, even said that the Islamic
State (ISIS) was a result of the Salafi version of Islam and that the question of how this ideology was fuelling
terrorism must be addressed with transparency.
20 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
become the ideological backbone of the movement (Bunzel, 2015). Salafi-jihadists present a
program of action, namely Jihad, which is understood in military terms. They assert that jihad
will reverse the tide of history and redeem adherents and potential adherents of Salafi-jihadist
ideology from their misery (Moghadam, 2008).
In conjunction with the rise of jihadist groups, there also appeared a loose-knit network of
independent scholars who gave ideological substance to the emergent jihadi movement.
Influenced more by Qutb and the Brotherhood early on, these scholars gradually distanced
themselves from him and adopted a more Salafi orientation. Their focus on the more violent
aspects of Salafism gave birth to Jihadi-Salafism (Bunzel, 2015). These scholars provide
scriptural exegeses that provide a theological rationalisation for the violence of the radicals (Roy,
2017).
Martyrdom is extolled as the ultimate way in which jihad can be waged, hence the
proliferation of suicide attacks among Salafi-jihadist groups (Moghadam, 2008). The systematic
association with death is one of the keys to understand today’s radicalization: the nihilist
dimension is central. “What seduces and fascinates is the idea of pure revolt. Violence is not a
means. It is an end in itself” (Roy, 2017). Salafi-jihadists also openly justify the killing of
civilians, including Muslims, under a logic of the ends justifying the means (Moghadam, 2008).
Sectarian identities were supposedly formed in the Middle East centuries ago, and yet they
seem to breed the region’s bloodiest conflicts today (Olidort, 2016a). DAESH, the most
important Jihadist group in modern history, has been able to capitalize Sunni Arab fears and
resentment of Shiite leadership in Iraq and Alawite leadership in Syria (Terrill, 2014). DAESH
has manipulated anti-Shiism to exploit political and economic grievances against both Assad’s
Shiite–Alawite regime and the dispossession of Iraq’s Sunnis under the government of then-
Prime Minister Nouri al-Maliki (Olidort, 2016a).
The anti-Shiite element in Jihadism derives from Salafism historical animus toward Shiites.
Salafis are by no means the only Sunni Muslims to show hostility toward the Shiites in Islamic
history. Salafis, however, have made anti-Shiism a central component of their identity (Bunzel,
2015). Some groups and states have integrated sectarian themes into the very fabric of their
political, cultural, and educational systems. Sectarianism, in other words, has been
institutionalized. Even some non-state communities, such as the Salafis, have institutionalized
their sectarianism. Salafis claim that their conservative version of Sunnism adheres to a literal
understanding of the faith that the Prophet Muhammad and his earliest followers practiced. They
thus consider Shiites apostates. Although lacking (and in most cases even resisting) the call for a
state, Salafis have systematized their opposition to Shiites over the course of the twentieth
century by promoting medieval theological treatises that support their religion stance (Olidort,
2016a).
The on-going Syrian conflict has deepened traditional Shiite and Sunni rift and attracted
extremist on both sides; even it started as a peaceful popular revolt against a dictator. Although
religion is not the driving factor of the rebellion, Salafism as a religious ideology serves a
sectarian purpose. It can be used to distinguish “true” Sunnis from Shiite Assad loyalists, and it
has become a tool for mobilization and a source for comfort and justification in times of war
(Vicente Caro, 2017). This can be attributed to many reasons; going from the rise of extremist
Sunni groups backed by the Gulf States; to the involvement of Hezbollah, supported by Iran; and
the decline of the initial secular movement deprived of enough regional or international support.
Salafism: From a Religious 21
In Syria, the uprising against the Assad’s regime has become an increasingly sectarian war. This
is a consequence of identity politics, which have dominated Syria since its establishment after
World War I and especially since the first Assad regime came to power in 1970 (Van Dam,
1996; Terrill, 2014). Sectarian identity has also been the dominant factor in Iraqi society since
2003 (Terrill, 2014). DAESH is exploiting the increasing tension between Iraq’s Sunni minority
and the Shiite-led government (Visser, 2014). DAESH “offensive jihad” is directed mainly
against the region’s Shiites. Apart from theology, the perception that the Shiites have
expansionist designs on the Middle East “necessitates” fighting them (Bunzel, 2015). It is
possible to affirm that Identity and sectarian polarization in Syria and Iraq provided the perfect
conditions for DAESH’s establishment in both countries. This presence will not be rolled back
easily (Terrill, 2014).
The crucial goal of DAESH is to attract Muslims from all over the world to Iraq and Syria,
where the group has focused the almost totality of its efforts and resources to consolidate and
expand its territory. Nevertheless, in its online magazine Dabiq, DAESH asks Muslims already
in the land of the infidels to “attack, kill, and terrorize the crusaders on their own streets and in
their own homes.”7 The main mission of DAESH in the Far Abroad (US, Europe and Asia) is
destabilization of the current political order. In order to reach this goal, DAESH also encourages
radicalized Muslims in Europe to remain at home to recruit others and launch local attacks.
These attacks are intended to polarize Western societies and deter strikes on DAESH targets in
Iraq and Syria (Mc Fate & Gambhir, 2015). DAESH offers young volunteers a narrative
framework within which they can achieve their aspirations. So much the better for DAESH if
those who volunteer to die (the disturbed, the vulnerable, the rebel, without a cause) have little to
do with the movement, but are prepared to declare allegiance to DAESH so that their suicidal
acts become part of a global narrative (Roy, 2017). The Salafi-jihad identifies the alleged source
of Islam’s conundrum in the persistent attacks and humiliation of Muslims on the part of an anti-
Islamic alliance of what it terms “Crusaders,” “Zionists” and “apostates” (Moghadam, 2008).
DAESH approach to the doctrine of jihad also bears a distinctly Salafi imprint. Traditionally,
Jihadists, have espoused “defensive Jihad”, casting their militant acts as defensive in nature.
They perceive the Middle East to be under attack by secular “apostate” rulers and their Western
“crusader” backers. Although DAESH advocates for “defensive jihad” too, they also emphasizes
the offensive form of jihad, which in the Wahhabi tradition is premised on the uprooting of shirk
or idolatry, wherever it is found (Bunzel, 2015).
DAESH employs religious rhetoric and symbols to advance their cause. Although they
selectively pick from the Islamic tradition only those elements that advance their narrow agenda,
they nevertheless draw from the same religious sources that inform the lives and practices of
more than a billion other Muslims (Moghadam, 2008).
Terrorist groups use wisely cultivated victim narratives to play on intense popular frustrations,
especially during crisis of governance. Al-Qaeda is a case in point: from the beginning, Osama
bin Laden emphasized “the humiliation of Muslims at the hands of Western oppressors and
called on his followers to reclaim their dignity as God’s chosen people”. DAESH has invoked
7 Dabiq, Islamic State online magazine, “From Hypocrisy to Apostasy. The Extinction of the Grayzone”, Issue
number 7. All the issues of DAESH propaganda magazine Dabiq can be found at the site of “The Clarion Project:
Challenging Extremism, Promoting Dialogue”. Available at: https://clarionproject.org/ (last visited on 10 April
2017).
22 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
similar themes in Iraq, exploiting Sunni anger at the Shia government in Baghdad. In this way
they also attract people seeking to assert their identity and self-worth (Mazzar, 2014). DAESH’s
adoption of this acutely severe version of Jihadi-Salafism is attributable to Abu Mus‘ab al-
Zarqawi, the founder of al-Qaeda in Iraq who studied theology with the prominent jihadi scholar
Abu Muhammad al-Maqdisi (Bunzel, 2015). The speeches of the different leaders of the group
drew extensively on established Salafi authorities, many of them from the Wahhabi tradition
(Bunzel, 2015).
Similar to other ideologies, the Salafi-jihad sharply distinguishes between its adherents and
those who reject its doctrines. (Moghadam, 2008). Their core narrative of “us” (the Ummah,
community, or Ummat al-Mu’minin, the community of believers) defending against “them” (the
non-believers conducting an alleged “War against Islam”) secures a strong bond among the
followers while alienating them from both Western citizens and other Muslim believers (Heinke
& Persson, 2016). However, the Ummah is at best a pious wish and at worst an illusion: in fact
nowadays conflicts are first and foremost among Muslims themselves (Roy, 2017).
Westerners are commonly described as infidels, while moderate Muslims and Arabs are
labelled apostates. To the most extreme Salafi-jihadists, Muslims who reject the tenets of Salafi-
jihad are tantamount to infidels, thus deserving of death (Moghadam, 2008).
Ideology is critical to terrorist groups for a number of reasons including the roles it plays in
recruitment and in the ongoing motivation of fighters and other adherents and sympathizers.
They make efforts to “shape society”; and to distribute propaganda that speaks directly to local
circumstances, in Europe or in the Middle East. From their perspective, the goal is to grow the
movement and further extend its global reach while maintaining an appreciation of site-specific
context needs, and parameters of operation. Such skilful adaptation to local circumstances has
served the adversary well over time (Cardash, Cilluffo, & Marret, 2013).
DAESH ideology can be defined as a radical interpretation of Salafism, according to which
Islamic rule must be established by violent Jihad that can include terror and terrorist acts (Kepel,
2006). Salafism is viewed by a large number of Muslims worldwide, from immigrants in
Western countries to those living in the metropolis of the Middle East, as a way to renew Islam
in the face of modern times. It is attractive because of its claims of authenticity and its textual
associations and because it offers an emotional and puritan alternative to other interpretations. In
Western countries, many younger Muslims face a crisis of identity, and they identify neither with
the hosting society nor with their families’ country of origin. For them, Salafism, which
underscores Islam’s universality, is a way to differentiate from both societies, providing them a
new identity. In Muslim countries, Salafism is appropriating secularism’s traditional role of
defending the socially and politically weak against the powerful (Antunez & Tellidis 2013).
They provide the followers (the true believers) with an idea of their “true purpose” and a sense of
belonging to a transnational community in which he or she is unconditionally accepted (Heinke
& Persson, 2016). DAESH is successfully exploiting both phenomena with recruitment
purposes, offering them an opportunity of victory and retribution.
However, the relation between the group’s strategy, politics and religious ideology is
complex, and understanding it is the first step to challenging it. Salafism was traditionally non-
political and emphasized God’s undisputed and sole sovereignty (Hakimiyyat Allah) and viewed
the Quran and the Sunnah of Muhammad as the only acceptable sources to define right and
wrong (Heinke & Persson, 2016). Secular political ideologies, nation-states, political parties,
Salafism: From a Religious 23
and so on were all considered as un-Islamic, because they were not explicitly authorized by the
Prophet (Olidort, 2015a). Despite of this, DAESH and other groups have been able to make
Salafist theology relevant to real-world political grievance. It openly discards the political
terminology of Western inspired constitution and modern politics, using instead discussions of
the Hadith, early theological thoughts, and statements from specific pre-modern figures thought
to uphold the Salafist belief. Its achievement will depend on its firm commitment to create and
consolidate a theologically authentic state rather than a political one (Olidort, 2015a).
According to the stance of DAESH and other Salafi inspired groups, Muslims have been
dominated by the West because they abandoned “true Islam”. They assure that all men who are
not ruled by God, including the majority of Muslims, are in a state of Jahiliya (ignorance and
darkness) that is similar to what which prevailed before the rise of Islam in Arabia. DAESH
believes Islamic Law (Shariah), must be the basis for all legislation; that Muslims must return to
the original teachings and the early models of Islam; and that the western military, economic,
political, social, or cultural influence in the Muslim world is un-Islamic and must be dismissed.
To reach this goal is essential to rebuild, consolidate and expand the Caliphate. The restore and
the success of the Caliphate and the reestablishment of Muslim hegemony will be an
unquestionable proof of God’s support to His faithful (Rogers, 2014).
Certain devout Muslims also feel a scriptural empathy for the militant group. They see
parallel between DAESH’s mission and prophecies in Islamic holy texts of an “end-time
caliphate” following the fall of dictators in the Arabian Peninsula. They are also reminded of the
inevitable apocalyptic fight between the forces of an Islamic messiah figure, who is supposed to
fight under a black flag, and those of the Antichrist (Liow, 2014).
DAESH follows a distinctive variety of Islam whose beliefs about the path to the Day of
Judgment matter to its strategy. DAESH actions must be analysed in the framework of a
commitment to returning civilization to a seventh-century legal environment, and ultimately to
bringing about the apocalypse. DAESH often speaks in codes and allusion that sound odd or old-
fashioned to non-Muslims, but refer to specific traditions and texts of early Islam (Wood, 2015).
DAESH does govern, and its claims to statehood and the Caliphate are part of its propaganda.
However, its appeal to potential recruits lies principally in its distinct apocalyptic narrative
(Ford, 2016)8 and in its promise of a purist Salafi utopia. DAESH theological narrative promotes:
“The Middle East’s regional crises are part of an apocalyptic sectarian war, for which DAESH’
Sunni utopia is the antidote” (Olidort, 2016b).
DAESH size remains unclear but it is thought to include thousands of fighters, including
many foreign combatants. It has surpassed al-Qaida as the most dangerous group. Al Qaeda and
DAESH share stringing similarities: both emerge from the Salafist strand of Islam, seek to
restore the caliphate, and employ indiscriminate violence against Westerners (Mendelsohn,
2016). In a previous incarnation, DAESH was even a branch of al Qaeda. It is possible to assess
than the ideological similarities between DAESH and al Qaeda are more significant than the
differences (Watts, 2016). Both groups fundamentally adhere to the principle articulated by al
Qaeda founding member Abdullah Azzam three decades ago. In fact, many of the differences
that do exist between DAESH and al Qaeda are rooted more in clashing egos and tone than in
8 The Center on religion and Geopolitics conducted a study of Salafi-jihadist propaganda of DAESH and two other
groups from April 2013 to summer 2015. The researchers found that 42 percent of the sources studied contained
“explicit references to the end of days”.
24 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
substance (Hoffman, 2016). However, some differences between DAESH and al-Qaida are not
merely about power and control of the jihadist movement; the groups have some differences
when it comes to strategy, tactics, and religious authority. They differ on issues such as the
implementation of their particular interpretation of the Islamic law and the right of one group to
impose its authority over all others. The groups don’t disagree on the legitimacy of all of the
issues aforementioned, but al-Qaida is more patient and DAESH is generally more radical and
uncompromising (Mendelsohn, 2014a). In principle, both groups adhere to Salafi theology and
exemplify the increasingly Salafi character of the Jihadist movement. But the Islamic State does
so with greater severity. In contrast with al-Qaeda, it is absolutely uncompromising on doctrinal
matters, prioritizing the promotion of an unforgiving strain of Salafi thought (Bunzel, 2015).
DAESH and al-Qaeda are both ideas and entities. They are based on the central idea that they
have a divined mandates for ordering human society. This ordering is to be accomplished
through implementing their triumphalist version of the Shariah, which the extremists believe is
an individual obligation must fulfil. Along with this, DAESH, as al-Qaeda before, is also
committed with an ideology, an extreme version of Salafism, and a Jihadist methodology.
DAESH is also a networked organization with a clear membership, hierarchy and leadership.
DAESH accepts all al-Qaeda’s essentials of this ideological and methodological vision and
disputes only the timing and manner of its implementation (Habeck, 2015).
DAESH military victories in Syria and Iraq beyond raising DAESH’ profile also diminished
al- Qaida’s status. Al Qaida and its sponsored groups were able to gain, but not consolidate,
some territory in Yemen, Somalia, and northern Mali. However, these territories cannot be
compared, in size and significance, with the lands controlled by DAESH today. Although al
Qaida started the march toward the reestablishment of the Caliphate, it is DAESH that is
realizing it (Mendelsohn, 2014a). DAESH is actively seeking to establish a system of
governance—whether it’s issuing edicts on how to treat minorities or designing educational
curricula. This process builds channels for DAESH to apply and perpetuate its doctrines, as well
as gain credibility from those around the world who share its vision (Olidort, 2016a)9.
The idea of a renewed Islamic state reaches back the abolition of the Caliphate in Istanbul.
This is very important for both the potential recruits and the already inhabitants of the state,
especially among those who believe that religion cannot function in a state that does not
implement Shariah Law. Now some Muslim believers have the possibility to leave secular
societies to emigrate, following the footsteps of the Prophet in his Hijra from Mecca to Medina
(Azinovic & Jusic, 2015). DAESH narrative, using Islamic text and traditions, call upon
Muslims everywhere to migrate to Syria and Syria to become members of the Caliphate (Kibble,
2016).10
For those socially, cultural, and economically disenfranchised by life, both in Western
countries and Middle East and North of Africa, DAESH offers the promise of a genuine Islamic
state, full of opportunity for those who accepts its authority. Indeed, the group magazine,
9 The same is true of Syrian opposition groups. Al Nusra Front and Ahrar al Sham have set up courts and judiciary
bodies that mete out their version of justice. 10
The central pillar of the Daesh narrative is the idea of the new caliphate. However, those who are unable to join
are encouraged to undertake jihad in their own countries.
Salafism: From a Religious 25
Dabiq11
(Ford, 2016), consistently put side by side pictures and stories of DAESH social support
for its people (i.e., medical care to children, repairing bridges and roads, etc.) with profiles of
fighters who were killed, allegedly in defence of such projects. DAESH offers to those who join
its cause both physical and spiritual fulfilment; material incentives (concubines, money) and
ideological ones (the promise of a society whose claims truly represent the vision of the Prophet
(Olidort, 2015b).
DAESH establishment of courts, welfare institutions, and essential services are part of an
attempt to build a “social contract”: a system based on reciprocal obligations in which civilians
are guaranteed protection and basic rights in exchange for support the caliphate in the form of
either taxes or military service. In this way, DAESH intend to convince Muslims all over the
world to be creating a system of Islamic governance that emulates that model of the seventh-
century caliphate. In a civil war in which all of the options are bad, the social contract offered by
DAESH, heavily inspired by medieval religious, political, economic, juridical, military and
social jurisprudence, is preferred by many as the lesser evil (Revkin, 2016).
Success also breeds legitimacy. During 2013 and 2014, al Qaida’s main tactic against DAESH
was to try to delegitimize the movement, through the statements of well-known religious
scholars (Mendelsohn, 2016). The consensus among Muslim religious scholars is that although
DAESH draws on some Sunni Islamic references, its interpretations and applications of those
references lie far outside an acceptable range. They affirm that DAESH is deviant and that its
interpretations are wilfully divergent from the tradition of classical Sunnism (Hellyer & Brown,
2015). However, DAESH was able to counter this campaign with the support of some young
scholars and social media platforms. Young extremists also begin to perceive al Qaida as “old
fashioned” and disconnected with reality. It plays on the side of DAESH, and its incipient
caliphate, giving them credibility and legitimacy (Mendelsohn, 2014a). Furthermore, DAESH
leader, al-Baghdadi is not regarded only as a religious scholar but also as a battlefield
commander and tactician. It makes DAESH more attractive to young fighters than al-Qaeda,
which is led by Ayman al-Zawahiri, “a mere Islamic theologian” (BBC, 2014).
DAESH has also taken a more pragmatic posture in its military-political strategy. The group
has adopted and adapted Baathist notions on military and political matters, giving their caliphate
a realistic “gloss” (Habeck et al. 2015). DAESH members who have previous ties with Saddam
Hussein’s Baath Party either hold senior leadership positions, such as the regional emir or
provincial governors, or are directly tied to al-Baghdadi himself. This suggests the importance
DAESH has placed on those with leadership experience resulting from time served in Saddam’s
regime (Raymond, 2015).
Symbolism also works to DAESH’ advantage. DAESH has become the icon of the global
jihad. The establishment of the so called Islamic State is vital in this development. After DAESH
began to control territory in 2012, it could truly claim to be a state in fact and not just in theory,
attracting the attention of Muslim youngsters all over the world. ¨It is far more exciting to be
fighting for a caliphate that has returned than for a distant promise of its return under al Qaeda¨
(Mc Cants, 2016). DAESH’s advances have helped it pick up more recruits, weapons and
money. Virtually overnight, it has gone from terrorist group to terrorist army (Simcox, 2014). In
11
Dabiq, the title of Daesh’ online magazine is also a name which contain huge religious symbolism. Dabiq is a
town from Syria where, according to some Islamic traditions, the final battle of good versus evil will be waged at the
end of the days.
26 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
the past, al Qaida, Syrian rebel groups, and numerous scholars criticized DAESH claims of
representing a genuine Islamic Emirate by arguing that control over territory was essential for the
creation of Islamic Emirate. Nowadays, DAESH functions as a state, controlling a vast territory
with millions of residents, whereas al Qaeda operates primarily as an organization with
considerably fewer resources. To the extent that that al Qaeda’s branches have territorial
possessions, they are significantly smaller and of less strategic importance than are ISIS-
controlled territories (Mendelsohn, 2016). Now, DAESH holds cities, roads and infrastructures
in a territory larger than many countries. Further, Baghdadi’s forces (merely 5,000 men) defeated
90,000 soldiers on a march toward Baghdad, the seat of the Abbasid Caliphate for 500 years
(Mendelsohn, 2014a). DAESH is in an effort to expand its control over new territory and natural
resources (primarily oil fields and water dams that it can use for income and tools of war),
enforce its harsh ideology, and strengthen its own primacy within the jihadi camp (Mendelsohn,
2014b).
Another reason for DAESH’s appeal is its sectarianism. DAESH challenge is seen by some
Muslims as an extension of the Sunni-Shiite schism. The group’s struggle against Bashar al-
Assad’s regime is considered legitimate in fundamentalist Sunni-Salafist circles. In much the
same way, DAESH militancy in Iraq is also seen as a consequence of Sunni grievance against
the Shiite-led regime in Baghdad (Liow, 2014). The jihadist enemy has changed from previous
conflicts. In Syria and Iraq the fight is primarily against other Muslims, not against Soviets,
Serbs, Jews or Christians as before (Klausen, 2016)12
. The jihadist insurgents in Syria and Iraq,
irrespective of their factional differences, share a strategic interest in expanding the conflict to
the whole of the Middle East so that they can revert detested Sykes-Picot borders that effectively
divided the collapsing Ottoman Empire into British and French protectorates (Klausen, 2014).
Despite DAESH has long focused its energies local and regionally, recent attacks in European
soil show the group must be changing its strategy and going global. Indeed, the process is
circular: as DAESH became more threatening, Western countries stepped their intervention
against it. In turn, DAESH had even more reasons to strike at them. Going global also offers a
host of recruitment advantages. DAESH can manipulate grievances of Muslims in the Western
world, beyond the Iraq and Syrian conflict. Going global elevates the group’s status, improving
its self-image and making it more attractive for young recruits. “Anti-Western terrorism”
provokes headlines in a way that local fighting does not. Such kind of propaganda is priceless for
DAESH recruitment purposes (Byman, 2015).
The phenomenon of European foreign fighters is not a new one. There are many previous
examples of people that, for a variety of reasons and with different (ideological) backgrounds,
have joined a violent struggle abroad. In more recent years, at least few hundred citizens or
resident across Europe took part in the civil conflict in Bosnia and Herzegovina or went to fight
in Afghanistan, Iraq and other areas of conflict (Bakker, Paulassen & Entermann, 2013).
However, the number of foreign fighters in Syria and Iraq today is exceptional and greater
than for any conflict in recent memory. The power of the sectarian message and the cross-border
flow of information and people help to explain this unprecedented phenomenon. DAESH
spectacular victories in Syria and Iraq, capitalizing on a widespread Sunni revolt to being
12
However, DAESH narrative also includes inter-confessional violence. For example Jihadi street preachers have
used anti-Semitism to recruit followers and terrorists and their supporters have exploited the same concept to justify
violence.
Salafism: From a Religious 27
governed by Shia-dominated governments in both places (Pape, Ruby & Bauer, 2015) improved
its credibility and improved its appeal for a Western community of young radicals it seeks to
court (Byman & Shapiro, 2014).
DAESH exceptional success to attract foreign fighters forces us to pay special attention to the
motivation of those youngsters who decide to joint its ranks. The most commonly cited reasons
for individuals joining rebel forces are the horrific images of the conflict, stories about atrocities
committed by government forces, and the perceive lack of support from Western and Arab
countries. Those people feel that they belong to a global Muslim community or Umma, where
loyalty and allegiance are defined through confessional identity. They feel obligated to defend
their fellow believers in Syria. In many cases, these individuals only fully adopt radical doctrine
and ideology when they are on the ground and in contact with hardened fighters (ICSR, 2013).
Based on this, it is possible to affirm that DAESH recruitment, at least in early stage, has to be
analysed in the largest context of the humanitarian crisis in Syria (Liow, 2014).13
A December 2015 report of the International Centre for Counter-Terrorism assures the
specific motivations behind the individual departures may vary, ranging from altruism to more
egotistical reasons. Most of them depart in company of like-minded others. Some are status-
seekers, others are identity-seekers and yet others zealots - or a combination of all three. Some of
those who left early for Syria had a genuine altruistic humanitarian impulse to assist Muslims in
need. That humanitarian motive appears to have declined since the proclamation of the caliphate.
Now many appear to depart with the wish to live in what they were made to believe is a “true
Islamic society” and they wish to assist in state-building and in being part of a great Islamic
revival. “They have been told that it is the individual duty of every Muslim to defend Muslims
and fight infidels”. Yet many simply appear to seek excitement and adventure looking for a
thrilling adrenalin rush of extreme experiences. Some want to impress their friends back home,
progressing from being a zero to become a hero. Some others might be troubled souls haunted by
mental health problems, depressed and suicidal, who want to die - but gloriously. Yet others are
attracted by the opportunity of acting out aggressive, sexual and/or criminal macho impulses
with a weapon in hand. For some it is the prospect of camaraderie and bonding in a kind of
warrior brotherhood. For yet others it is the willingness to fight and die for a ‘good cause’,
driven also by desire to earn both earthly (spoils of war) and heavenly rewards (paradise). Often
the motives of those who are recruited as fighters appear to be mixed (Schmid & Tinnes, 2015).
The Soufan group suggests that the motivation for people to join violent extremist groups in
Syria and Iraq remains more personal than political. The majority of DAESH video production
appeals to those who seek a new beginning rather than revenge for past acts. A search for
belonging, purpose, adventure, and friendship, appear to remain the main reasons for people to
join DAESH the Islamic State. The great majority of its recruits continue to go to Syria with the
intention of acting there rather than training to become domestic terrorists (The Soufan Group,
2015).
Internal motives stem from what an individual wants or needs for himself, in terms of the
perceived benefits of membership in an extremist group, such as a feeling of belonging, escape
13
The universal sympathies among Muslims have undoubtedly prompted a large number of humanitarian missions
to depart for the conflict zone. Many members of those missions may well have set off with noble intentions. But
once they arrive in territory held by DAESH, it is not difficult to imagine how they would be exposed to DAESH
indoctrination and recruitment.
28 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
into a new identity, adventure, or money. Foreign fighters have personal needs that are met by
joining an organization, and those personal needs may become more important over time.
Traditionally, jihadist fighters have found internal motivation in the promise of perceived
religious rewards such as entry into heaven. But for many, perhaps most, jihadists, religious
motivations are necessary but not sufficient to explain the leap to violent action (Stern & Berger,
2015). Individual members of DAESH are of course driven by numerous factors; not all
members are motivated by—or even aware of—the ideology of the group that they support. The
Islamic State as a political entity, however, is inconceivable apart from its ideology (Bunzel,
2015).
DAESH draws not only those seeking religious morality. It is also successful among those
looking for adventure, personal power, and sense of self and community. And, of course, some
people just want to kill, and DAESH welcomes them, too. The group’s brutal violence attracts
attention, proves power, and attracts people to the action. DAESH operates in urban settings and
offers recruits immediate opportunities to fight. The group also procures sexual partners for its
male recruits (some of them these women volunteer for this role, but most of them are coerced or
even enslaved). Some teenagers are attracted to the group without even understanding what it is
(Cronin, 2015).
A March 2015 report from Lebanon-based Quantum Communications provides some
additional insight into the motivation of foreign fighters to go to Syria and Iraq (Quantum
Communications, 2015). A majority of fighters were identified as “status” and “identity” seekers
driven by money and recognition, on the one hand, and by a construct providing a transnational
identity or offering a sense of belonging on the other (Revkin & Mhidi, 2016)14
. Geographically,
Western external fighters were firstly “identity seekers” and secondarily “thrill seekers” in search
of a restyled ‘Call of Duty’ narrative (Tucker, 2015).
What draws young people in Western countries to jihadi violence is mainly a search for
something a lot less definable: for identity, for meaning, for belongingness, for respect. The real
starting point for the making of a home-grown jihadist is not radicalization but this kind of social
disconnection, a sense of estrangement from, resentment of, society. It is because they have
already rejected mainstream culture, ideas, and norms that some Muslims search for an
alternative vision of the world (Malik, 2015). The recruiters are aware very well aware of the
heightened vulnerability of youth to the offer of an “anchor” for their life (Heinke & Persson,
2016). Issues of identity have long been recognized as being central to radicalization and are not
unique to Muslims. The underlying ingredients are always the same: righteous indignation,
defiance, a sense of persecution and a refusal to conform (Maher, 2015).
Some Muslim immigrants are not integrating well in Christian-Heritage societies (Adida,
Laitin & Valfort 2016a)15
. As a result, Europe is creating a class of under-employed immigrants
14
Interviews with former ISIS fighters from Syria reveal five primary motivations: First some Syrians join ISIS
because they are true believers who are ideologically committed to the goal of establishing a caliphate that is
governed according to the sharia. Second, some Syrians join ISIS because they are either wanted criminals or are
captured enemy combatants who are promised amnesty in exchange for pledging allegiance to ISIS. Third, a
significant number of Syrians join ISIS for economic reasons. Forth, a group of people join because they view the
Assad regime as the ultimate enemy, and ISIS as the greatest threat to its survival. Finally, some Syrians join ISIS
simply because they are opportunists “trying to maximize power and money”. 15
The cause of this failure of integration in France, for example, is twofold: Islamaphobia on the part of French
society and Muslim immigrants’ tendency to identify more with their home communities.
Salafism: From a Religious 29
who feel little or no connection with their host societies (Adida, Laitin & Valfort 2016b). In
many Western countries, some young Muslims residents or citizens from Asian-African origin
also face a crisis of identity, and they identify neither with the hosting society nor with their
families’ country of origin. For them, to turn to radical ideas, which underscores religious
universality, is a way to differentiate from both societies, providing them a new identity (Mazzar,
2014). They are an easy target for radical groups. Their parents are frequently unable to provide
cultural or spiritual guidance, while their communities may lack Imams with a modern,
democratic orientation. This create a “lost generation” or “generation in transition” as these
youths don’t fit in with the culture their parents left behind, and yet don’t fit in with the culture
of the host country. Disconnected from the tolerant traditions of their families’ original
homelands, these teenagers are susceptible to foreign propaganda and sermons that preach
narrow and hateful interpretations of Islam (Antunez & Tellidis, 2013).
It is not surprising that many DAESH European foreign fighters are either converts to Islam
(Stern & Berger, 2015)16
, or Muslims who discovered their faith only relatively late17
. In both
cases, disenchantment with what else is on offer has led them to the black-and-white moral code
of religious radicalism (Malik, 2015). What unifies these two groups is not Islam; it is a sense of
generational revolt. This is why Oliver Roy describes the threat not as the radicalization of Islam
but as “the Islamization of radicalism”: “The terrorists are not an expression of a radicalization
of the Muslim population, but rather reflect a generational revolt that affects a very precise
category of youth” (Roy, 2016)18
. Violent radicalicalisation is not the consequence of religious
radicalization, even if it often takes the same paths and borrows the same paradigms. The fact
that these young people choose Islam as a framework for thought and action is funda,mental
(Roy, 2017).
The proximity of the Syrian conflict to Europe, easiness to obtain visa for transit countries,
and relatively inexpensive travel, makes it to potential fighters particularly attractive. Recruits
can travel by themselves or via charity or aid missions. Communiqués issued by terrorist groups
in Europe advise foreign fighters against arriving in Syria without pre-existing connection. The
emphasis, therefore, is on first establishing a reliable link with fighters inside the country, who
16
Among Western recruits, a disproportionate number of converts can typically be found. Converts are often
especially vulnerable to fundamentalist ideas, often combining wild enthusiasm with a lack of knowledge about their
new religion, making them susceptible to recruiters. 17
French jihadist are for the most part either second-generation French citizens – the children of relative non-
religious immigrants, who were born and raised in France – or native French converts – French citizens with no
immigrant background who have converted to Islam. 18
According to Roy, nearly all the French jihadis belong to two very precise categories: They are either “second-
generation” French (born or raised from a very young age in France) or they are “native” French converts. Roy
affirms that there is not a “revolt of Islam” or one of Muslims, but a specific problem concerning two categories of
youth. The key in this revolt is the absence of the transmission of a religion that is culturally integrated. Members of
the second generation do not adhere to the Islam of their parents. They almost never have a history of devotion and
religious practice and have been always in the margins of Muslim communities. They are “Westernized” and have
all shared in the youth culture of their generation (including drinking alcohol, smoking weed, and flirting with girls
in nightclubs. Many of them have spent time in prison. And then, suddenly, they (re)converted, choosing Salafi
Islam, “an Islam that rejects the concept of culture, an Islam possessing of norms that allow them to reconstruct the
self by themselves. Because they do not want anything of the culture of their parents or of the Western culture that
has become a symbol of their self-hatred.” Young converts, similarly, adhere to a “pure” form of religion, an “Islam
of rupture”: generational rupture, cultural rupture, and, finally, political rupture. They were radicalized within a
small group of “buddies” who met in a particular place (neighbourhood, prison, sport club); they recreate a “family”,
a brotherhood.
30 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
will then facilitate safe passage to terrorist groups on the ground. There is also evidence that
some foreign fighters in Syria are using the internet to communicate with, and incite, both
families and friends at home (Maher, 2013). Travelling to the battlefield has become remarkably
easy to accomplish. Recruits can simply travel to Turkey (an easy trip by car, train, or plane
requiring no visa for EU and US citizens) and then cross into Syria along its vast and porous
border. Social media also helps: DAESH and other radical groups offer ample online tips on how
to contact them (Byman & Shapiro, 2014).
The reach of the Islamic State’s recruiting effort has been multiplied by an enormous cadre of
operators on social media. The terrorist group itself maintains a 24-hour online operation, and its
effectiveness is vastly extended by larger rings of sympathetic volunteers and fans who pass on
its messages and viewpoint, reeling in potential recruits (Callimachi, 2015). DAESH has been
particularly successful in recruiting its members through social media. It relies heavily on
Twitter and Facebook to reach out to potential recruits (Banco 2014). It is possible to affirm that
DAESH has an outstanding understanding of how to propagate a compelling social media
propaganda campaign to draw and sustain support for its cause (Feaking & Wilkinson, 2015).
Syria may be the first conflict in which a large number of Western fighters have been
documenting their involvement in conflict in real-time, and where social media represents an
essential source of information and inspiration to them. In their minds, social media is no longer
virtual: it has become an essential facet of what happens on the ground. A large number of
foreign fighters receive their information about the conflict not from the official channels
provided by their fighting groups, but through so-called disseminators – unaffiliated but broadly
sympathetic individuals who sometimes appear to offer moral and intellectual support to terrorist
groups in Syria. Private individuals, who are mostly based in the West and who have never set
foot inside Syria, possess significant influence over how the conflict is perceived by those who
are actively involved in it. ICSR has revealed the existence of new spiritual authorities who
foreign fighters in Syria look for inspiration and guidance. Although there is no evidence to
suggest these individuals are physically involved in facilitating the flow of foreign fighters to
Syria, or that they are coordinating their activity with terrorist groups, they are playing the role of
cheerers: their statements and interactions can be seen as providing encouragement, justification,
and religious legitimacy for fighting in the Syrian conflict, and are playing an important role in
radicalizing some individuals (Carter, Maher & Neumann, 2014).
The worsening conditions in Middle East are forcing many refugees towards Europe. Since
the refugee crisis began, a part of European media has shown Iraqi and Syrian refugees as
outsiders, whose values and culture oppose European values and culture. In this context, many
Europeans, including journalists, have widely generalized about the massive amount of
information about the refugees, Muslim immigrants, oversimplified conceptions, opinions, or
images and regurgitated an incomplete narrative to the larger population.
Anti-immigration rhetoric increasingly goes hand-in-hand with another terrible 21st century
phenomenon – Islamophobia (Sloan, 2014). Some commentators attribute this surprising and
sudden wave of anti-Islamic sentiment and anti-refugee hatred to rising defensive nationalism
and a sense of insecurity in a Europe because traditional stability appears to be under threat
(Culik, 2015). The crisis of the refugees has also activated a good amount of latent xenophobia,
leading to anti-Islam protests, attacks on asylum centres and a good deal of bigoted bluster.
Some governments in Eastern Europe have even specifically indicated they do not want to
Salafism: From a Religious 31
accommodate non-Christian refugees, out of supposed fear over the ability of Muslims to
integrate into Western society (Tharoor, 2015).
Some political leaders are applauding and manipulating a growing nationalistic sentiment
among youth in many places, which is generated by due to economic woes, unemployment and
frustration. At times, this nationalistic sentiment is being used to target against other religious
communities and breed religious intolerance. Religious intolerance is a fertile recruitment
ground for radical movements and entices lone wolf attacks. Attackers can be only “DAESH
sympathisers”, prompted by a sense of shared community, political disagreement, feelings of
injustice over poverty and life in the dole, loyalties to another country and oppressed brethren.
They may not have contact with “DAESH prime”, may not have trained in foreign lands and
may not, in fact, ever leave their home soil. And with each new act of violence inspired by or
committed in the name of DAESH, radicalization and polarization of the society rages on
(Burton, 2005). DAESH attackers can be “Idealists”, identified with the suffering of Muslims
(real or perceived), “Respondents”, who react to the experiences of their own religious group,
and, last but not least, “lost souls, who are adrift, isolated and perhaps ostracized, and find
purpose with a radical group. The lost souls are “ripe for the plucking” by recruiters (Kershaw,
2010).
Although there is no clear-cut profile of European foreign fighters, some organizations have
tried to find common characteristics among them (Maher, 2013; Roy, 2017)19
. The majority of
those who left for Syria and Iraq are single males, usually between 16 and 29 years old (The
Soufan Group, 2015)20
. Males are the large majority; women with or without children form a
minority (Bakker, Paulassen & Entermann, 2013)21
. An average of 17% of the fighters are
females (Van Ginkel& Entenmann, 2016).
According to the International Centre for Counter-Terrorism, the majority of them in Europe
has an immigration background or come from ethnically mixed marriages, with at least one of
the parents being Muslim. The same report also confirms a sizeable number of converts to Islam
among them. Also, preliminary research indicates that the mental-health status of foreign fighters
might also play a role (Van Ginkel & Entenmann, 2016). Most come from a lower-class
background but some have middle-class parents (Adida, Laitin & Valfort, 2016b)22
. Levels of
education vary; these are, for instance, higher in the United Kingdom than in Germany (Van
Ginkel & Entenmann, 2016).
19
In the British case, for example, some data suggest that many of those people travelling to Syria as foreign fighters
are: male; in their twenties; of Afro-Asian origin; with recent connections to higher education; and with links to
individuals or groups who have international connections. In France most of terrorists share a number of common
features: second generation; fairly well integrated at first; period of petty crime; radicalization in prison; attack and
death (weapons in hand) in a standoff with the police. 20
According to the December 2015 Soufan group report, most of recruits are in their 20s, but some are much
younger. 21
However, in one sample of 474 foreign fighters from the 25 Western countries one in seven of the militants were
girls or women. 22
Some of the jihadis are also people who come from educated, relatively well-off families and have university
degrees. Usually they are harassed by a real or perceived discrimination in the competition for a middle-class job
and they are drawn to the Salafist circles not by poverty but by unreachable ambitions. These circles give their
members material and emotional rewards if they demonstrate absolute loyalty. They cannot return to former secular
lives and can be persuade to make ultimate sacrifices for the group, including suicide murder.
32 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
Some of them are sons and daughters of refugees from previous conflict zones (e.g. in the
case of Austria: Bosnia, Chechnya) or have themselves already had a jihad tour in a previous
conflict (Bakker, Paulassen & Entermann, 2013). However, almost none of them have had
military training or experience in their home country when they left (Van Ginkel & Entenmann,
2016).
Marginalization among some immigrant communities appears to have played a role in the
radicalization process. Radicals are in fact often orphans or come from dysfunctional families
(Roy, 2017). Quite a large number of young Muslims from Europe who became foreign fighters
have a criminal record in their home country and may have spent time in prison (Watts, 2016;
Buchanan & Haeyoun, 2016)23
. Some have been taking illicit narcotic drugs and they wish to
leave a bad past behind (The Soufan Group, 2015). Radicals are almost all “born-again” Muslims
who, after living a highly secular life (frequenting clubs, drinking alcohol, involvement in petty
crime) suddenly renew their religious observance, either individually or in the context of a small
group (Roy, 2017). To those alienated youngsters, DAESH offers an attractive alternative of
belonging, purpose, adventure and respect. DAESH offers them a new identity that is less
determined by their past than by their potential contribution in the future (The Soufan Group,
2015). Radicals are not necessary rebelling against their parents personally but against what they
represent: humiliation, concessions made to society, and what they view as their religious
ignorance (Roy, 2017). Radical groups gave the disfranchised a new home, purpose and direction
(Watts, 2016). In order to do this, they have created an intricate network of connections between
brothers, school friends, gang members, prison comrades, and an older generation of mentors
(Klausen & Johnson, 2016). Social centers, Quran classes, or mosques, but may as well be
institutions (notably including prisons) can be exploited by charismatic leaders to reach potential
recruits. In those places they can educate juveniles about their narrative of the ideal society
(Heinke & Persson 2016). It is important to highlight the importance of prisons in radicalization
processes: prisons put them in contact with radicalized peers and far outside of any
institutionalized religion. Prisons amplifies many of the factors that fuel contemporary
radicalization: the generational dimension; revolt against the system; the diffusion of a simplified
Salafism; the formation of a tight-knit group; the search for dignity related to respect for the
norm; and the reinterpretation of crime a legitimate political protest (Roy, 2017).
Regarding the radicalization process, it was reportedly very short (Van Ginkel & Entenmann,
2016), with the whole process generally taking weeks rather than months (The Soufan Group,
2015). Most move into action in the months following their religious “reconversion or
conversion”, but have usually already exhibited signs of radicalization (Roy, 2017).
Radicalization does not usually occur in the framework of mosques, but individually or within
the group. Religious fervor arises outside community structures, belatedly, fairly suddenly, and
not long before terrorists move into action (2017).
Most of the radicals are deeply immerse in youth culture (they go to nightclubs, pick up girls,
smoke and drink), their dress habits also conform to those of today’s youth brands (baseball
caps, hood, in other words street wear, and not even of the Islamic variety), and their musical
tastes are also those of the time (they like rap music and go out to clubs). Naturally, they are also
gaming enthusiast and are fond of violent American movies (Roy, 2017).
23
Nearly half of those identified in connection to the Paris and Brussels attacks had criminal records prior to joining,
including for such offenses as carjacking and bank robbery.
Salafism: From a Religious 33
We are not only confronting organizations and doctrines, but also a highly seductive
subculture, which we can define as cool jihad. Music, rituals and customs may be as important to
jihadist recruitment as theological treatises and political arguments. In short, jihadism offers its
adherents a rich cultural universe in which they can immerse themselves. This is probably a key
source of its attraction (Hegghammer, 2015). Furthermore, DAESH offers the possibility of
conjoining jihad and counterculture activity. Many of the Westerners who turned to jihad have a
history of counterculture activity prior to violent activity.
With regard to the place of residence before travelling, between 90% and 100% originate
from large metropolitan areas or peripheral suburbs. Many originate from the same
neighborhood, which seems to indicate that there are pre-existing (extremist) networks operating
in these areas, that a circle of friends radicalize as a group and decide to leave jointly for
Syria/Iraq, or recruit each other from abroad (Van Ginkel & Entenmann, 2016).
Hotbeds of recruitment have emerged scattered within the global influx. Some are small, like
the Lisleby district of Fredrikstad in Norway; others are well-established and well-known hubs
of extremist behaviour, such as the Molenbeek district of Brussels. The existence of these
hotbeds results from the personal nature of recruitment: an emotional act, frequently involving
family or a close acquaintance in the radicalization process. Where one joins, another is more
likely to follow. Ghettoized areas with close connected groups of youngsters, often lacking a
sense of purpose or belonging outside their own circle, have proved to generate a momentum of
recruitment that spreads through personal contacts from group to group. In the countries with the
largest flows, DAESH recruitment has become more focused and localized in specific areas,
with, family and friends are playing a greater role (The Soufan Group, 2015). Youngsters are
radicalized within a small group of “buddies” who met in particular place (neighbourhood,
prison, sport club); they recreate a “family”, a brotherhood (Roy, 2016). The overrepresentation
of siblings highlights the significance of the generational dimension of radicalization (Roy,
2017).
While the power of DAESH social media outreach is undeniable, it appears more often to
prepare the ground for persuasion, rather than to force the decision. As hotbeds develop,
recruitment through social media becomes less important than via direct human contact, as
clusters of friends and neighbors persuade each other to travel separately or together to join the
DAESH (The Soufan Group, 2015). In this context, justification for extremist action is either
developed or greatly intensified by group dynamics: the group, which provides camaraderie and
a sense of significance, become extremely cohesive under isolation and threat (Kershaw, 2010).
An ideology and a narrative that can inspire are particularly dangerous in the hands of a
skilled field operator who can punch up the message to make punch up the message to make it
spread farther and more powerfully and thereby expand the pool of recruits and sympathizers.
Those foreign fighters who return are more effective operatives than nonveterans. They are well
positioned to train and inspire others (Cardash, Cilluffo & Marret, 2013). The average rate of
returnees to Western countries is now at around 20-30%, presenting a significant challenge to
security and law enforcement agencies that must assess the threat they pose (The Soufan Group,
2015). The fighter can return home to keep the cycle going. Seasoned by battle he acquires a new
authority among his neighbours and followers. It allows him to recruit and radicalize others and
send them into fry (Byman & Shapiro, 2014).
34 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
The Salafi-jihadists’ goal is to raise awareness among Muslims that their religion has been on
the wane. Whereas Islam used to be at its peak during the first centuries of its existence, Salafi-
jihadists urge Muslims to understand that the tide has turned, and that Islam is in a constant state
of decline in religious, political, military, economic and cultural terms (Moghadam, 2008). They
can continue with this “ideologization” by strengthening the perception of global Muslim
suppression; the picture of Islam under threat, triggering the belief that the Muslim community
and the radicalized individual exists in a state of permanent self-defence (Heinke & Persson,
2016).
CONCLUSION
Globalization has introduced rapid changes in the social, political and economic realms of life. It
has provoked perturbing and turbulent effects and has challenged established and rooted notions
of identity. Globalization has also changed the essence of religion and its role in international
affairs. Religion is growing in countries with a wide variety of religious traditions and levels of
economic development. Islam is also experiencing a genuine revival.
Salafism is a primarily theological movement in Sunni Islam concerned with purifying the
faith.It emerged in the second half of the nineteenth century as a reaction to the arrival of
colonial rule. In order to revert Muslim decadency, Salafism called to return to the pristine age of
Islam, the period covering the first four decades from the founding of the Muslim polity in 622,
when the Prophet Muhammad and his immediate successors exercised power. Everything that
appeared after that is considered as un-Islamic.
Islamic Salafism, as other major religious movements of today, has become universal and less
affiliated with any one territory, and more personal and private, increasingly embodying a
spiritual search for self-fulfilment. Salafism has also evolved from being a non-political ideology
to develop into a political force. Nowadays, the ideas of literalistic Salafists, cross-pollinated by
Wahhabism and the teachings of the Muslim brotherhood, are ascendant in Muslim communities
from Egypt and the Persian Gulf to Western Europe. During this transformation, Salafism has
been influenced by different streams and groups, such as Islamism, Wahhabism and Jihadism.
Current interpretations of Salafism range from a solely personal religious conviction with an
emphasis on purifying the believer’s way of life to a so-called Jihadi orientation.
The success of fundamentalist movements stems from their capacity to appropriate secular
culture and render it more religious. And at the same time that religious groups engage secular
culture to reform it, they themselves become more secular. Salafism also parallels that of other
ideologies, namely its attempt at creating a new identity for its adherents. To those who are
disoriented by modernity, the Salafi-jihad provides a new sense of self-definition and belonging
in the form of membership to a supranational entity.
Salafism is gaining in influence everywhere, driven largely by the failure of the Muslim
Brotherhood’s model of political participation and the continued flow of Gulf oil money to
literalistic institutions and individuals. The purity of Salafism offers simple answers to Muslims
who are facing profound crises of identity and alienation. At the turn of the twentieth century,
Salafism aspired to generate political reform that would lead to the revitalization of the Muslim
community.
Salafism: From a Religious 35
Salafism is a minority faction within Islam, and most of its adherents are nonviolent. But this
ideology is prone to radicalization and some of the Salafist doctrines can be exploited and used
to justify the extremism found in terrorist groups in the Islamic world. DAESH, like al-Qaeda,
identifies with a movement in Islamic political thought known as Jihadi-Salafism, or Jihadism
for short. The group’s leaders explicitly adhere to this movement. Jihadi-Salafism is a distinct
ideological movement in Sunni Islam. It encompasses a global network of scholars, websites,
media outlets, and, most recently, countless supporters on social media.
The combination of battlefield successes, declaration of a caliphate, and a fruitful online
presence has facilitated DAESH’s mass recruitment among youngsters living in both Western
countries and in the Middle East. They view the group as the leading and most preeminent
jihadist organization.
DAESH’ popularity will likely rise among radicals all over the world and that will translate
into more funding and volunteers for the group. This pattern closes a perilous vicious circle. This
model of real or perceived permanent victory is vital for DAESH propaganda but requires
incontestable and long-lasting success. DAESH need to maintain its victorious path to continue
being attractive for successful recruits all over the world, who constantly monitor DAESH
campaign mainly through social media. It is possible to asses that its military victories and its
capability to extend its so-called caliphate to other countries is DAESH centre of gravity.
DAESH stagnation in intractable conflicts in Syria and Iraq may alter its capability to attract
both funds and recruits.
To stop DAESH from building a state, Western countries must break its hold on swaths of
territory in Iraq and Syria, the geographic areas central to the group’s apocalyptic narrative. To
invalidate the group’s theological cause, they must engage with a broad array of actors across the
ethnic and religious spectrum to not only help them fight DAESH, but also reclaim and rebuild
their land and reach reconciliation. A policy of striking DAESH recruitment should not only
involve countering the ideology but also rewriting DAESH narrative of events: the framing of
sectarian conflicts in sectarian terms and the perception that DAESH is the solution to these
conflicts.
DAESH is involved not only in war but with governance and law-making. As DAESH
evolves from an insurgent group into a sovereign state it needs to convince civilians that its
social contract is more than just empty rhetoric. For now, in the absence of viable alternatives,
many civilians perceive the DAESH contract as their only option.
Those countries fighting DAESH must empower local actors who want to rebuild stable and
inter-sectarian states and, at the same time, continue to destroy DAESH infrastructure and state
capabilities, stopping cash flow and disrupting access to natural resources.
Ideological and jihadist methodology must be considered when seeking to understand and
combat the group, since DAESH uses its ideology to shape its appeal to Muslims, to justify its
murder and enslavement of innocents, and to create its governance structures in Iraq and Syria.
Contemporary counter-terrorist operations mainly focus on intelligence, law enforcement and
military capabilities in order to weaken or combat terrorist organizations. But, in order to be
effective, counter-terrorist efforts should also aim at delegitimizing DAESH narrative.
A counter-rhetoric that is based on liberal pluralist principles, which speaks to Muslim
audiences in their own terms and includes references to Islamic political cosmologies and
36 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
traditions should be employed to delegitimize DAESH rhetoric. Political and diplomatic efforts
must be done to make those sectarian voices less influential.
What draws young people in some Western countries to jihadi violence is a search for
something a lot less definable: for identity, for meaning, for belongingness, for respect. Those
youngsters who face social disconnection, a sense of estrangement from, resentment of, society,
are an easy target for radical groups.
DAESH will continue calling Muslims to come to their Islamic State and continue to ask
those within Western countries to attack within their own countries. Recent attacks in European
soil show the group must be changing its strategy after a series of military defeats in Syria and
Iraq and going more global. It could also being turning back from an almost conventional army
to a more geographically contained insurgent group in Syria and Iraq.
Furthermore, recent events have provoked in some Western countries a notably strong wave
of xenophobia and Islamophobia. Muslims are seen by some opinion formers not only as a
security threat but also as a menace to European homogeneity and “Christianity”. In a context of
unemployment and poverty, homelessness and increasing disparity it is not difficult for some
politicians to exploit and manipulate working class frustration and anger towards the immigrants
and refugees.
European centre parties have failed finding persuasive answers on issues such as
globalization, immigration, and integration. The left plays the rhetorical card of unconditional
inclusion, and the right plays the rhetorical card of security. The polarization of the debate has
left a dearth of language through which remaining moderate politicians can articulate how
Europeans should think about Islam, refugees, and migration. The starting point must be a
clearheaded articulation and reassertion of liberal values.
Greater local social and economic inclusion, could reduce the alienation of potential foreign
fighters, it is ultimately no match for the theological pull of the DAESH narrative. Radicalization
is a multidimensional phenomenon “transversal” to different fields of expertise. Anti-
radicalization strategies must include families and local communities and be designed by teams
with multi-disciplinary capabilities, including among others sociologists, psychologists, and
religious leaders and scholars.
To defeat these terrorist it is necessary to counter their narrative, engaging in the religious
domain where they maintain freedom of movement. It is necessary to articulate a discourse
which must include knowledge of Islam, and Islamic history and language.
ABOUT THE AUTHOR:
Juan Carlos Antunez Moreno is an officer of the Spanish Army who is currently working as a Socio-
Cultural Analyst in the NATO Joint Force Command in Brunssum, Netherlands. He was previously
posted in the Intelligence Unit of the Regional Spanish Army HQ in Melilla (North of Africa) and in the
Information and Analysis Division in the European Union Forces (EUFOR) HQ in Sarajevo, Bosnia and
Herzegovina. For more than 15 years he has focused his work and studies on the cultural, ethnic and
religious factors of armed conflicts. He has completed a PhD program on cultural studies, specially
focused on Islamic and Arabic studies in the University of Seville, in Spain.
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Revista de Estudios en
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Vol. 3, No. 1 (2017)
Editada por:
Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)
Lugar de edición:
Granada, España
Dirección web:
http://www.seguridadinternacional.es/revista/
ISSN: 2444-6157
DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1
Para citar este artículo/To cite this article:
María Francisca Alves Ramos De Gil Saraiva, “A securitização da crise dos
refugiados na europa. Implicações para o complexo de regimes sobre
migrações internacionais”, Revista de Estudios en Seguridad Internacional,
Vol. 3, No. 1, (2017), pp. 43-60.
DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.3
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ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.3
A securitização da crise dos
refugiados na europa. Implicações
para o complexo de regimes sobre
migrações internacionais
The securitization of the European refugee crisis. Implications for the migration regime
complex
MARÍA FRANCISCA ALVES RAMOS DE GIL SARAIVA
Universidad Técnica de Lisboa, Portugal
RESUMO: Neste texto analisa-se a actual crise dos refugiados na Europa a partir do enfoque
teórico do complexo de regimes e não sob o ponto de vista mais tradicional dos regimes
internacionais. O texto procura estudar as condições de acesso à protecção internacional no
espaço integrado da União Europeia ao abrigo da política europeia de asilo, bem como
comparar estas condições com as disposições do regime internacional sobre protecção de
refugiados e asilo regulado pela Convenção de Genebra de 1951 e Protocolo de 1967.
Focado no recente Acordo firmado entre a UE e a Turquia de Março de 2016, questionam-
seos possíveis impactos do Acordo na estabilidade do complexo de regimes sobre
migrações internacionais, centrando-se particularmente nas consequências da crescente
securitização do Sistema Europeu Comum de Asilo no regime que coordena as migrações
económicas.
PALAVRAS CHAVE: União Europeia, securitização, complexo de regimes, refugiados.
ABSTRACT: This paper analyzes the current refugee crisis in Europe through the lens of
regime complex and not under the more traditional view of international regimes. The text
seeks to study the conditions of access to international protection in the integrated space of
the European Union under the European asylum policy, and to compare these conditions
with the provisions of the international regime on the protection of refugees and asylum
governed by the Geneva Convention of 1951 and 1967 Protocol. Focused on the recent
agreement signed between the EU and Turkey March 2016, the impact of the agreement on
the migration regime complex will be discussed, particularly the consequences of the
increasing securitization of the Common European Asylum System in the economic
migration regime.
KEY WORDS: European Union, regime complexes, securitization, refugees.
Recibido: 25 de octubre de 2016
Aceptado: 15 de noviembre de 2016
A securitização da crise 44
INTRODUÇÃO
Este texto analisa o desempenho do Sistema Europeu Comum de Asilo (SECA) no
quadro do complexo de regimes que regula a deslocação internacional de pessoas.
O texto começa por contextualizar as migrações internacionais no quadro das
Relações Internacionais. A análise parte do princípio de que as migrações internacionais
podem ser discutidas a partir de uma visão alternativa à perspetiva tradicional dos
estudos sobre migrações optando-se por não explorar a noção tradicional de regime
internacional e colocando no seu lugar o conceito de complexo de regimes, entendendo-
se que o conceito permite captar melhor a grande complexidade do fenómeno dos fluxos
internacionais de migrantes.
Focado na crise dos refugiados na Europa, o texto procura estudar as condições de
acesso à protecção internacional no espaço integrado da União Europeia (EU) ao abrigo
da política europeia de asilo, bem como comparar estas condições com as disposições
do regime internacional sobre protecção de refugiados e asilo regulado pela Convenção
de Genebra de 1951 e Protocolo de 1967.
De seguida explora-se a reacção europeia à crise dos refugiados a partir da análise do
acordo entre a UE e a Turquia de Março de 2016, sugerindo-se que as medidas de
emergência tomadas pela EU para conter os fluxos de migrantes e refugiados vindos da
Turquia colocam grandes desafios ao SECA e ao sistema universal de protecção de
refugiados. Na parte final do texto discute-se a relação do Acordo celebrado com a
Turquia com o futuro do complexo de regimes que regula a deslocação internacional de
pessoas questiona-se em particular os possíveis impactos do Acordo no regime que
coordena as migrações económicas.
CONTEXTUALIZANDO AS MIGRAÇÕES INTERNACIONAIS
No mundo pós Guerra Fria os debates sobre a governação global e a globalização são
temas centrais, o que favorece o estudo do papel dos regimes internacionais e outras
formas de cooperação internacional na análise da política internacional.
As questões relacionadas com os "fluxos transnacionais” alcançam, especialmente
com o fim da Guerra Fria, o centro da agenda internacional. As Nações Unidas (NU)
têm estado no centro dos mecanismos de cooperação dos assuntos transfronteiriços
como as alterações climáticas, o comércio internacional, ou as ameaças transnacionais à
segurança, como o terrorismo ou o crime organizado transnacional, mas não têm
mostrado a mesma centralidade no que diz respeito ao fenómeno das migrações
internacionais. De facto, a discussão da crescente importância das migrações
internacionais no contexto da globalização tem sido objeto de um número expressivo de
contribuições importantes no quadro de várias disciplinas (Demografia, Sociologia,
Antropologia). Contudo, na área das Relações Internacionais o fenómeno das migrações
internacionais mantém-se como área de estudo emergente essencialmente negligenciada
nos grandes debates teóricos das Relações Internacionais.
A teoria da globalização sugere que a globalização facilita a mobilidade através das
fronteiras e subsequentemente as migrações transnacionais (Castles & Miller, 2009). De
facto, independentemente dos impactos negativos, segmentados e contraditórios que a
globalização tem na dinâmica dos fluxos migratórios internacionais, é inegável que as
45 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
migrações globais representam uma das mais óbvias manifestações contemporâneas da
globalização.
Entre 1970 e 2005 o número de migrantes aumentou de 82 milhões para 200 milhões
(Betts, 2011). Em 2015 vivem fora do seu país de origem 244 milhões de pessoas, 3,3
% da população mundial (UNFPA, 2016), o que mostra que houve um crescimento
significativo dos fluxos migratórios nos últimos anos.
Em termos de migrações económicas calcula-se que existam 100 milhões de
migrantes, o que corresponde a 3% da força laboral global, sendo que apenas cerca de
um terço (31 milhões) parte de países em desenvolvimento para os países
industrializados. Outros 30 milhões de pessoas movimentam-se entre países em
desenvolvimento e há, ainda, 28 milhões que circulam entre países industrializados
(Kuptsch & Martin, 2011). De notar que o maior destino dos trabalhadores pouco
qualificados são os países exportadores de petróleo do Golfo.
A análise dos fluxos de migrações internacionais evidencia a profusão de categorias
políticas ambíguas e conceitos utilizados nos vários discursos sobre migrações
internacionais no mundo contemporâneo, a que correspondem formas de regulação
muito díspares. Os estudos clássicos sobre migrações costumam categorizar os
migrantes em termos de migrações de mão-de-obra qualificada, migrações de mão-de-
obra pouco qualificada, migração irregular, migrantes que beneficiam do regime de
protecção de asilo e refugiados, deslocados internos, e até migrações ambientais e outras
categorias emergentes. No essencial, estes estudos procuram descrever os problemas
dos países de acolhimento destes migrantes do ponto de vista dos processos económicos
envolvidos nos fluxos de pessoas ignorando a necessidade de um diálogo
interdisciplinar com as perspectivas da Sociologia, Antropologia, História, Demografia,
Ciência Política e dos especialistas em Direito.
MIGRAÇÕES INTERNACIONAIS NA PERSPECTIVA DO COMPLEXO DE REGIMES
O referencial teórico adotado neste texto baseia-se no conceito de complexo de regimes
formulado por Keohane e Victor (2010). Os regimes internacionais são tradicionalmente
definidos como “principles, norms, rules, and decision-making procedures around
which actor expecttaions converge in a given issue-area” (Krasner, 1983: 2).
Contrariamente a outros temas de natureza transfronteiriça, não existe um regime
integrado e compreensivo capaz de regular as respostas dos Estados aos fluxos de
migrações internacionais num quadro institucional multilateral coerente (Betts, 2011).
Considera-se, por conseguinte, que a governação das migrações internacionais exige
uma outra delimitação conceptual em torno da noção de complexo de regimes (Betts,
2014). Por complexo de regimes Rautiala e Victor (2004: 279) entendem “an array of
partially overlapping and nonhierarchical institutions governing a particular issue-area”.
De acordo com esta visão o complexo de regimes é “a loosely coupled set of specific
regimes” (Keohane & Victor, 2010: 2). A abordagem do complexo de regimes permite
olhar para os regimes como realidades complexas, como mecanismos de cooperação
que envolvem Organizações Internacionais (OI), tratados e acordos políticos que
interagem com outros regimes igualmente complexos que regulam o tema e que,
contrariamente ao sugerido por Rautiala e Victor, envolvem várias áreas- assunto, sendo
o tema o elemento comum aos vários regimes que compõem o complexo.
A cooperação internacional no domínio da deslocação de pessoas no espaço
apresenta um modelo de governação acentuadamente fragmentado e incoerente.
A securitização da crise 46
Caracteriza-se pela ausência de uma organização política global no âmbito das NU,
agência especializada ou órgão das NU, sobre migrações internacionais pelo que os
Estados têm ampla margem para definir e executar as suas políticas migratórias. A
fragmentação jurídica e a institucionalização débil permitem a coexistência de
mecanismos de cooperação formais e informais e a convivência de regimes assentes em
tratados multilaterais com ampla representatividade dos Estados com regimes
sustentados em compromissos políticos com implicações normativas mas que não são
juridicamente vinculativas (soft law) e, crescentemente, formas ad hoc de governação
multinível de natureza informal protagonizadas por instituições bilaterais, regionais e
inter-regionais.
A governação fragmentada e sectorializada reflete a existência de visões divergentes
quanto à definição das competências internacionais no tratamento da questão
migratória, apesar dos múltiplos fora que abordam aspetos sectoriais. Uma das
organizações mais relevantes no tema das migrações é a Organização Internacional para
as Migrações (OIM). Esta organização não pertence, contudo, ao sistema das NU, não
tem composição universal e presta serviços aos Estados membros não tendo, portanto,
mandato normativo. Já a Comissão Mundial sobre as Migrações Internacionais (CMMI)
é um mecanismo de consulta política lançada em 2003 em Genebra pelo Secretário-
Geral das Nações Unidas com o apoio de vários governos, com o mandato de explorar a
natureza e a abrangência do fenómeno migratório e propor recomendações ao
Secretário-Geral e à comunidade internacional para o tratamento futuro do tema, no
plano multilateral. Outra iniciativa política, o Fórum Global sobre Migrações e
Desenvolvimento (FGMD) criado em 2007, também não se insere no sistema das NU e
tem caráter informal, limitando-se a ser um espaço de troca de informações sobre
políticas migratórias, com ênfase nos aspectos económicos do nexo migração-
desenvolvimento (Faria, 2015: 24).
Para os estudiosos dos movimentos migratórios é óbvio que há “geometrias
variáveis” no sistema de regulação das migrações. Na área dos migrantes económicos
especializados, por exemplo, a regulação internacional é claramente reduzida ao
mínimo. Podemos por isso dizer que na questão dos migrantes económicos o
bilateralismo se assume como o modelo de cooperação dominante. De facto, apesar da
migração económica se encontrar regulada pelas convenções gerais da Organização
Internacional do Trabalho (OIT) e convenções específicas da OIT sobre trabalhadores
migrantes, esta é uma área que permanece essencialmente uma área não regulada ao
nível internacional. Sobre o controverso conceito de “migrantes ambientais” também
não há consenso nem regulação. Deve recordar-se que o conceito de “migrante” não tem
definição no Direito Internacional, apenas está definido do ponto de vista jurídico o que
é um “trabalhador migrante”. Assim, não há uma legislação específica que proteja os
“migrantes ambientais” e é bastante difícil que se venha a construir um regime jurídico
internacional que proteja estas pessoas. Muito provavelmente o regime internacional
que regula o clima continuará a enquadrar a discussão nesta matéria.
No caso específico dos refugiados, estes beneficiam do sistema mais completo de
protecção internacional. A protecção de refugiados e requerentes de asilo é regulada por
um regime formal de natureza multilateral desenvolvido em torno da Convenção de
Genebra de 19511e Protocolo de 1967
2, assumindo o ACNUR o papel de organização
1 Convenção Relativa ao Estatuto dos Refugiados, Genebra, 1951. A Convenção conta actualmente com
145 Estados partes. Ver https://treaties.un.org/Pages/ViewDetailsII.aspx?src=TREATY&mtdsg_no=V-
2&chapter=5&Temp=mtdsg2&lang=en. Ver
47 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
central de monitorização da protecção de pessoas que se encontram fora do seu país por
razões de segurança. No regime de protecção dos refugiados predomina o
multilateralismo, tanto no sistema universal como no âmbito regional. No âmbito do
complexo de regimes sobre migrações internacionais os refugiados são os únicos
migrantes que beneficiam de um regime institucionalizado forte fundado na protecção
internacional por temor de perseguição.
No âmbito regional, em África e no continente americano, ocorreu uma extensão da
proteção a outros casos não previstos na Convenção de Genebra (Betts, 2011). A
Convenção da Organização da Unidade Africana(OUA), de 19693, atual União
Africana, estabelece no n.º 2 do artigo 1.º:
O termo “refugiado” aplica-se também a qualquer pessoa que, devido a uma agressão,
ocupação, dominação externa ou a acontecimento que perturbem seriamente a ordem
pública, numa parte ou na totalidade do território do seu país de origem ou do país de
que tem a nacionalidade, seja forçada a deixar o lugar da residência habitual para
procurar refúgio noutro lugar fora do seu país de origem ou da sua nacionalidade.
Deste modo, não se exige dessas pessoas o fundado receio de perseguição. Em 1984,
foi adoptada no continente americano a Declaração de Cartagena sobre os Refugiados4,
que não é vinculativa para os Estados que a subscreveram. Nesta Declaração a definição
é semelhante à definição de refugiado da Convenção da OEA, dispondo-se o seguinte:
As pessoas que fugiram do seu país porque a sua vida, segurança ou liberdade foram
ameaçadas pela violência generalizada, a agressão externa, os conflitos internos, as
violações maciças dos direitos humanos ou outras circunstâncias que perturbaram
gravemente a ordem pública (capítulo III, n.º 3).
Uma das categorias mais problemáticas são os “migrantes irregulares”, pelo facto de
esta categoria englobar diferentes realidades. Tem sido objecto de discussão no quadro
da categoria “migrantes irregulares” a questão das pessoas que entram e ficam num país
sem autorização, por exemplo, os que entram clandestinamente ou são traficados, mas
também os requerentes de asilo cujo pedido foi indeferido e que não obedecem à ordem
de deportação, as pessoas com emprego irregular e ainda pessoas que fazem
“casamentos brancos” (Carmel, 2003; Kuptsch & Martin, 2011).
As dificuldades e incoerências da governação das migrações permitem olhar para
outras áreas políticas reguladas internacionalmente como relevantes para a análise da
questão migratória. Tendo em conta a multidimensionalidade dos fluxos migratórios, os
estudiosos chamaram a atenção para os debates sobre a governação global do comércio,
da saúde e dos direitos humanos como áreas conexas que influenciam a resposta dos
Estados aos fluxos migratórios. Observamos, portanto, que o actual modelo de
governação, que perspectiva essencialmente a migração como parte da política de
https://treaties.un.org/Pages/ViewDetailsII.aspx?src=TREATY&mtdsg_no=V
2&chapter=5&Temp=mtdsg2&lang=en 2 Protocolo de Nova Iorque, de 31 de Janeiro de 1967, Adicional à Convenção Relativa ao Estatuto dos
Refugiados. O Protocolo conta actualmente com 146 Estados partes. Ver
https://treaties.un.org/Pages/ViewDetails.aspx?src=TREATY&mtdsg_no=V-5&chapter=5&lang=en 3 Convenção da Organização da Unidade Africana que Rege os Aspectos Específicos dos Problemas dos
Refugiados em África, disponível em http://www.cidadevirtual.pt/acnur/acn_lisboa/e-oua.html 4 Declaração de Cartagena, disponível em http://www.cidadevirtual.pt/acnur/acn_lisboa/cartagen.html.
Esta Declaração foi adoptada pelo “Colóquio sobre Proteção Internacional dos Refugiados na América
Central, México e Panamá: Problemas Jurídicos e Humanitários”, realizado em Cartagena, Colômbia,
entre 19 e 22 de Novembro de 1984.
A securitização da crise 48
segurança nacional dos Estados, permite, na verdade, abordagens que integram
dimensões de natureza não securitária, o que possibilita, por exemplo, recentrar o debate
em torno da protecção da pessoa migrante, do ponto de vista das suas necessidades e
direitos fundamentais.
O SECA integra-se no quadro do complexo de regimes que regula a deslocação de
pessoas como subsistema do regime global de protecção de refugiados e requerentes de
asilo.
O modelo regional implementado no espaço comunitário tem-se visto confrontado
com uma crise de refugiados e migrantes sem precedentes na história da EU. Os
mecanismos de resposta a esta crise nas fronteiras europeias têm mostrado grandes
limitações, tornando particularmente evidente a lógica securitária e de restrição de
direitos subjacentes à criação e funcionamento do SECA, como se explica com algum
pormenor na próxima secção.
O SISTEMA EUROPEU COMUM DE ASILO
No final da Segunda Guerra Mundial, a Europa Ocidental estava practicamente
destruída. Nesse sentido os migrantes que afluíram à Europa foram fundamentais para a
reconstrução dos países devastados pelo conflito. Em 1973, a subida do preço do
petróleo desencadeia uma grave crise económica. Foi neste quadro de retracção
económica que os países europeus começam a incentivar o retorno dos imigrantes aos
seus países de origem. Datam desta altura as primeiras políticas protecionistas. Em
meados dos anos 80 começaram a restringir-se os direitos dos cidadãos não membros de
entrar na EU em resultado da necessidade de gerir os fluxos de migrantes irregulares em
larga escala no espaço europeu (Dűvell, 2011). Mais tarde, em meados dos anos 90, os
obstáculos ao exercício da liberdade de circulação e de movimentos evoluíram para um
modelo de externalização dos controlos migratórios que contava com a colaboração dos
países candidatos à adesão do Leste europeu e do Báltico, que funcionavam como zonas
tampão (Carvalhais, 2010) e ainda dos países vizinhos do Mediterrâneo. Esta política
migratória excludente e com traços repressivos envolve hoje a colaboração dos países
de trânsito e de origem dos migrantes que procuram o território europeu e é marcada
pela lógica da limitação de direitos e liberdades.
Na verdade, a vulnerabilidade dos migrantes determina a necessidade de proteção e
assistência às pessoas que migram, independentemente dos motivos da sua partida. As
normas do Direito Internacional dos Direitos Humanos (DIDH) protegem os indivíduos,
na medida em que estes são detentores de direitos universais independentemente do
Estado em que se encontrem. Deste modo, o DIDH protege os direitos humanos dos
migrantes (irregulares, refugiados, económicos) desde logo no texto da Declaração
Universal dos Direitos Humanos, de 1948. Igualmente relevantes na questão dos
direitos humanos dos migrantes, as convenções internacionais negociadas pelas Nações
Unidas sobre direitos civis e políticos, direitos económicos, sociais e culturais,
discriminação racial, discriminação contra as mulheres, tortura e direitos das crianças
garantem protecção com base nos princípios fundamentais da igualdade e não
discriminação que consubstanciam o DIDH. Cabe menção especial à Convenção
Internacional sobre a Proteção dos Direitos de Todos os Trabalhadores Migrantes e dos
Membros das suas Famílias assinada em 1990, em resultado da preocupação com o
crescente desrespeito dos direitos dos migrantes contidos na Declaração Universal dos
Direitos Humanos. A Convenção entrou em vigor em 2003 sem contar com a ratificação
49 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
de muitos Estados de acolhimento, nomeadamente dos países da EU e outros países
desenvolvidos de recepção, o que mostra as reservas destes países em relação a alguns
dos aspectos mais controversos da Convenção relacionados com os direitos dos
migrantes em situação irregular (Matias e Martins, 2007).
As convenções da OIT protegem todo o tipo de trabalhadores incluindo os
trabalhadores migrantes. As principais Convenções da OIT que protegem
especificamente os trabalhadores migrantes são duas: a Convenção n.º 97 sobre
Trabalhadores Migrantes e a Convenção n.º 143 relativa às Migrações em Condições
Abusivas e à Promoção da Igualdade de Oportunidades e de Tratamento dos
Trabalhadores Migrantes.
Na UE, a Carta dos Direitos Fundamentais da União Europeia aprovada em 2000 e
posteriormente incorporada no Tratado da União Europeia em 2009 pretende assumir-se
como referência central na elaboração das políticas da UE. Deste modo, o Tribunal de
Justiça da União Europeia (TJUE) tem vindo a fazer cada vez mais referências à Carta
nas suas decisões e a Comissão Europeia tem instaurado processos de infração que
podem desembocar em processos contenciosos no TJUE. Também a jurisprudência
restritiva do Tribunal Europeu dos Direitos do Homem (TEDH)do Conselho da Europa
em relação às garantias processuais aplicáveis a processos de controlo migratório e às
condições e procedimentos de concessão de asilo ou proteção subsidiária tem
contribuído para corrigir algumas más prácticas dos Estados europeus.
No que diz respeito à temática dos refugiados enquanto migrantes que foram
forçados a sair do seu país por receio fundado de perseguição, a UE desenvolveu uma
política comum em matéria de asilo, de proteção subsidiária e de proteção temporária,
destinada a conceder um estatuto adequado a qualquer nacional de um país terceiro que
necessite de proteção internacional e a garantir a observância do princípio da não
repulsão (artigos 67.º, n.º2 e 78.º do Tratado sobre o Funcionamento da União Europeia
e artigo 18.º da Carta dos Direitos Fundamentais da UE). Reconhecendo a ideia de asilo
como um direito fundamental, o Tratado de Lisboa transformou as medidas em matéria
de asilo numa política comum.
A progressiva comunitarização das migrações - recorde-se que em 2009 as migrações
legais passaram a ser objecto de co-decisão - colocou todos os regimes relacionados
com os vários tipos de migrações sob regulação da UE com co-decisão do Parlamento
Europeu (PE) e um papel pleno do TJUE (Caviedes, 2015). No entanto, o modelo que
emerge não é puramente supranacional. Com efeito, a migração económica continua
essencialmente na esfera de decisão dos Estados (Carmel, 2003; Caviedes, 2015) e a
política comum em matéria de asilo não conseguiu introduzir critérios uniformes na
atribuição ou rejeição de proteção internacional entre os Estados membros, em
particular, no que concerne à atribuição do estatuto de asilo.
O SECA é parte integrante do regime internacional que regula o pedido de asilo e
refugiados. Este, a par do regime que regula os migrantes irregulares e o regime dos
migrantes económicos, constituem, como referido, o complexo de regimes sobre
migrações internacionais (Koslowski, 2011).
O SECA estabelece normas mínimas e procedimentos sobre as condições a preencher
pelos requerentes de asilo, define os critérios de análise dos pedidos de asilo e ainda o
nível de protecção concedido às pessoas a quem foi reconhecido o estatuto de refugiado.
Na realidade, o sistema caracteriza-se por níveis elevados de disfuncionalidade,
havendo muitos Estados europeus que ainda não implementaram estes padrões mínimos
A securitização da crise 50
de protecção resultando num sistema constituído, na práctica, por 28 sistemas de asilo
diferentes em território comunitário.
Como referido, o SECA não possibilitou, até ao momento, uma aplicação uniforme
da Convenção de Genebra e de outros mecanismos internacionais de protecção
subsidiária, por duas ordens de razões. A primeira razão prende-se com o facto de,
apesar dos Estados europeus terem ratificado a Convenção e/ou o Protocolo e se terem
comprometido a incorporá-los na sua legislação, tal nem sempre sucede em todos os
países da União. A segunda razão é mais relevante para a discussão do complexo de
regimes que regula as migrações na medida em que, como referido por Schuster (2011),
a política europeia comum de asilo procura reduzir a possibilidade dos refugiados
procurarem a Europa, afastando do ordenamento jurídico comunitário algumas garantias
dadas pela Convenção de Genebra. Deste modo, a estrutura normativa e institucional
garante um acesso limitado à protecção internacional no território comunitário, o que
contribui para um enfraquecimento normativo do sistema global de protecção de
refugiados.
Como refere Faria (2015: 170):
A diferenciação, essencialmente arbitrária, entre os grupos de migrantes e refugiados
decorreu de escolhas políticas da comunidade internacional após a Segunda Guerra,
tendo à frente a intenção da superpotência ocidental da época de fazer prevalecer seus
interesses de política externa e de política migratória.
Nessa época, considerou-se que só os movimentos de refugiados justificariam a
regulação no plano multilateral. Um grupo de países europeus ainda tentou negociar
uma definição mais ampla de refugiado no quadro da Convenção de Genebra, mas o
objectivo viria a revelar-se inviável (idem).
A perspectiva dos países europeus sobre o fenómeno dos refugiados mudou nos anos
80 do século passado, altura em que começaram a surgir interpretações restritivas das
disposições da Convenção de Genebra. Esta política de fechamento recorreu a políticas
de vistos mais restritivas, a acordos com países terceiros seguros, à detenção de pessoas
e à negação de acesso à segurança social e outros direitos. Os países europeus optaram
ainda por privilegiar novas perspectivas de protecção internacional, como o regime de
protecção temporária5e o instituto da protecção subsidiária
6essencialmente destinados a
pessoas que fogem de zonas de conflito generalizado e que constituem, como se pode
observar na prática da União, uma forma de reduzir o alcance do instituto jurídico do
asilo (Goodwin-Gill & McAdam, 2007). O ACNUR, por seu turno, faz hoje uma
interpretação alargada de refugiado para efeitos de cumprimento do seu Mandato de
protecção internacional, na sequência de resoluções adoptadas pela Assembleia-Geral
das Nações Unidas e Conselho Económico e Social das Nações Unidas que adoptam a
definição mais alargada de refugiados prevista na Convenção africana sobre refugiados
e na Declaração de Cartagena (Loescher e Milner, 2011).
Pudemos verificar, por tanto, que a União Europeia tem sido incapaz de unificar as
regras comunitárias referentes ao tratamento de refugiados e pessoas elegíveis para
proteção subsidiária num só regime de protecção de requerentes de asilo e refugiados,
colocando milhares de pessoas perante situações diferenciadas de protecção no interior
do território comunitário. Por sua vez, como referido, tanto a UE como cada um dos
Estados membros só parcialmente incorporaram os princípios fundamentais da
5 Directiva 2001/55/CE do Conselho, de 20 de Julho de 2001.
6 Directiva 2011/95/UE do Parlamento Europeu e do Conselho, de 13 de Dezembro de 2011.
51 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
Convenção de 1951 e do Protocolo de 1967, favorecendo interpretações restritivas
destes normativos (Balogh, 2015).
No seguimento das debilidades assinaladas à arquitectura do SECA importa
compreender os contornos do recente acordo celebrado pela UE com a Turquia em
Março de 2016 sobre o fluxo de refugiados e o seu impacto na actual tendência da
governação europeia em matéria de refugiados. Como veremos de seguida, as opções
tomadas no Acordo divergem das directrizes do Direito Internacional dos Refugiados,
do Direito Comunitário e das prácticas instituídas na UE.
O ACORDO EU-TURQUIA DE MARÇO DE 2016
La crise dos refugiados na Europa surgiu na sequência do crescente número de
migrantes que solicitam asilo no território comunitário. Esta crise humanitária coloca
desafios de longa duração à Europa que não devem ser menosprezados. O tema
mobilizou os decisores em torno de um discurso de emergência que enfatiza a
necessidade de adopção de medidas excepcionais de resposta ao afluxo massivo de
pessoas à Europa. Na narrativa securitária dominante, a Europa tem rejeitado a
afirmação de um discurso político mais centrado na ética humanista na gestão dos
fluxos de migrantes na medida em que qualquer tentativa de implementação de soluções
conjuntas em todo o território europeu enfrenta resistência e divisões na EU.
Neste quadro, o Acordo celebrado com a Turquia tem sido apresentado como uma
medida temporária de emergência destinada a travar o fluxo de migrantes irregulares
que atravessam o mar Egeu, de acordo com as disposições do Direito Internacional dos
Refugiados, DIDH e Direito Comunitário. A ONU e diversas ONG de direitos humanos
dizem, contrariando o discurso oficial, que o Acordo tem aspectos de legalidade
duvidosa. O Serviço Jesuíta aos Refugiados (SJR), em particular, tem pedido políticas
mais justas, seguras e legais de acesso a proteção na Europa. Provera (2016), numa
interessante análise do SJR ao Acordo celebrado com a Turquia, admite que o Acordo
significa uma alteração substantiva e simbólica das políticas de protecção internacional
da EU e, por isso, não se insere na lógica de reconhecimento de direitos fundamentais
aos indivíduos em situação de fragilidade independentemente da sua nacionalidade.
Sobre o conteúdo do Acordo uma primeira referência ao fato do Acordo ser uma
declaração política não revestindo, portanto, a natureza de um tratado, embora prescreva
obrigações jurídicas para as partes. Esta opção é, para muitos observadores, uma
violação do Direito Comunitário que prevê que o Parlamento Europeu seja consultado
quando estão em causa acordos entre a União e países terceiros ou organizações
internacionais (artigo 218.º do Tratado sobre o Funcionamento da União Europeia). Na
verdade, o Acordo foi desenhado pela Alemanha e Holanda e negociado bilateralmente
entre Merkel e Erdoğan (Colombo, 2016). Nele se propõem uma série de medidas de
emergência que podem levar à imposição de restrições ao exercício de algumas
disposições de direitos humanos. Outro ponto relevante deste Acordo é a sua natureza
supostamente temporária, não existindo qualquer indicação sobre o fim do período de
vigência do mesmo (Provera: 2016).
Para analisar alguns dos aspectos mais controversos do texto acordado é necessário,
primeiro, recordar as disposições do Direito Internacional e Comunitário sobre
refugiados e pessoas que carecem de protecção internacional.
As pessoas que fogem da guerra não são refugiadas por esse facto mas têm, na EU,
direito a uma protecção subsidiária por razões humanitárias e ainda protecção
A securitização da crise 52
temporária, quando o afluxo de pessoas é de larga escala tornando-se impossível
analisar os casos isoladamente. No caso de pessoas requerentes de asilo, as autoridades
gregas têm de permitir o acesso ao procedimento de asilo numa base individual e ainda
certificar-se que a Turquia é um “terceiro país seguro” para onde estas pessoas possam
regressar. No entanto, verifica-se que, por um lado, uma parte significativa das pessoas
que têm chegado à Grécia fogem de conflitos armados e ainda que a Turquia
dificilmente se pode considerar um “terceiro país seguro” para os requerentes de asilo.
A actual situação põe em evidência, de forma muito clara, que, à luz das disposições do
Direito Internacional e Comunitário o número de pessoas em condições de regressar à
Turquia não será, à partida, um número muito significativo. Na prática, o Acordo aponta
para um regresso massivo dos migrantes à Turquia.
A Turquia não pode ser considerada um “terceiro país seguro” ao abrigo do Direito
Comunitário. São vários os factores que induzem esta conclusão. Desde logo, a Turquia
é Estado parte da Convenção de Genebra mas é também o único país do mundo com
uma limitação geográfica que exclui a possibilidade de conceder o estatuto de refugiado
a qualquer pessoa que não seja originária da Europa. Como é sabido, as pessoas que têm
chegado à Turquia veem da Ásia e Médio Oriente, não podendo, portanto, vir a
beneficiar desse estatuto. Outro aspecto a ter em consideração é o facto do direito da EU
exigir que o país terceiro seguro respeite o princípio da não-devolução/repulsão (non-
refoulement) para países onde o requerente de asilo possa ser objecto de ameaças à sua
vida e liberdade, na acepção do artigo 33.º da Convenção de Genebra, isto é, o
ordenamento comunitário pretende garantir proteção contra a devolução dessas pessoas
para o país onde sofrem a perseguição que originou a sua condição de refugiado ou para
qualquer outro país onde a sua vida ou liberdade possam ser ameaçadas. Um país
terceiro seguro é também um país onde, comprovadamente, essa pessoa não é objeto de
ameaças à sua vida e liberdade e é respeitado o direito de não ser objeto de tortura ou
tratamento cruel, desumano ou degradante, e onde possa requerer o estatuto de
refugiado (Directiva sobre Procedimentos Comuns de Concessão e Retirada do Estatuto
de Proteção Internacional, artigo 38.º)7.
Com a celebração deste Acordo, a EU legitima políticas de excepção e prácticas de
restrição à mobilidade baseado num tratamento diferenciador das populações que
procuram chegar à Europa, de acordo com a sua origem geográfica. De facto a Turquia
tem discriminado refugiados afegãos, iraquianos e de outras nacionalidades, não
reconhecendo a estas populações o nível de protecção que assegura aos cidadãos Sírios.
Recorde-se que os Sírios viram recentemente reconhecido o direito à protecção
temporária na Turquia, podendo trabalhar e ter acesso à educação, embora as
autoridades possam decidir extinguir, a qualquer momento, o regime de protecção
temporária (Collett, 2016). Embora exista legislação nacional para enquadrar as
comunidades afegã e iraquiana a verdade é que estes nacionais permanecem num limbo
jurídico que permite a restrição dos seus direitos. De acordo com denúncias recentes da
Amnistia Internacional (2016) têm-se registado detenções ilegais e deportações para a
Síria e Iraque. Também a Human Rights Watch (2016) tem chamado a atenção para o
facto de pessoas que atravessam a fronteira da Síria para a Turquia serem recebidas com
canhões de água, tiros de aviso chegando mesmo a ser baleadas, contrariando deste
modo as garantias formalmente dadas pelo governo turco.
7 Directiva 2013/32/UE do Parlamento Europeu e do Conselho de 26 de Junho de 2013 relativa a
procedimentos comuns de concessão e retirada do estatuto de proteção internacional (revogando a
Directiva 2005/85/CE do Conselho de 2005.
53 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
Outra dimensão do Acordo que revela um tratamento discriminatório é o próprio
objecto do Acordo que visa garantir o regresso de todos os novos migrantes irregulares
(e requerentes de asilo a quem foi negada a admissibilidade do pedido) que, a partir da
Turquia, tentam chegar às ilhas gregas privilegiando uma comunidade em particular, a
comunidade Síria, ao prever que por cada sírio devolvido à Turquia a partir das ilhas
gregas, outro sírio proveniente da Turquia será reinstalado na EU, não se prevendo o
mesmo em relação a refugiados de outras nacionalidades (Comissão Europeia,
2016).Segundo o texto do Acordo, logo que as migrações irregulares pararem ou
decrescerem significativamente o programa voluntário de admissão por motivos
humanitários de cidadãos sírios refugiados na Turquia é activado. A reinstalação ocorre
em virtude de se considerar que a Turquia é o primeiro país de asilo, mas nesta
reinstalação todos os Estados membros da União colaboram de forma voluntária. Já a
recolocação, entendida como a transferência de pessoas que necessitam de proteção
internacional de um Estado Membro da UE para outro Estado Membro da EU, surge
como prioridade secundária. De facto, o número de pessoas abrangidas por este
sistema,nos próximos dois anos, é de 160 mil requerentes provenientes da Grécia e da
Itália, mas o plano de distribuição dos refugiados não avançou por falta de cooperação
por parte de muitos países da União (Comissão Europeia, 2015b).
O sistema de hotspots de acolhimento de migrantes que vigora na Grécia
transformou-se, na óptica do ACNUR e de ONG como o Norwegian Refugee Council e
os Medicins Sans Frontiers, num sistema de centros de detenção logo após a entrada em
vigor do Acordo com a Turquia (Collett, 2016). Esta contradição entre o discurso e a
prática europeia indignou o ACNUR e as ONG que entenderam suspender parcialmente
a sua colaboração com as autoridades gregas. Finalmente, o primeiro e segundo
relatórios de progresso da Comissão Europeia sobre a implementação do acordo entre a
EU e a Turquia diz-nos que no primeiro mês de aplicação houve um decréscimo
significativo do fluxo de pessoas (Comissão Europeia, 2016b; Comissão Europeia
2016c). No entanto, mesmo admitindo a continuação sustentada da redução dos fluxos o
sistema não tem mecanismos de resposta adequados à situação humanitária uma vez que
os requerentes de asilo continuam a ter de esperar semanas para serem convocados para
a entrevista e temem ser esquecidos pelas autoridades (Margaroni, 2016).
Esta “crise de solidariedade” mostra as dificuldades e os dilemas envolvidos na
gestão dos fluxos de refugiados na ordem global contemporânea e os profundos desafios
colocados ao sistema de protecção original. Como recorda Goodwin-Gill, as normas
definidas pela Convenção de Genebra foram até meados da década de 70 do século XX
um regime de protecção satisfatório:
In short, the international community had developed a regime with a strong legal
content, premised upon a particularly strong conception of human worth and upon the
individual’s entitlement to respect for his or her dignity and integrity as a human being
(2001: 14).
É a partir do momento em que os países ricos passaram a adotar medidas restritivas
em relação às pessoas que chegavam aos seus territórios que a abordagem dos
refugiados, como categoria de migrantes forçados, e dos migrantes em geral, se
materializou uma abordagem essencialmente securitária, que foi acelerada pela queda
do Muro de Berlim e 11 de Setembro. A celebração do Acordo EU-Turquia é, neste
sentido, o culminar de um intenso processo de securitização (Waever, 1995) da questão
migratória no quadro da EU e uma tentativa de consolidar um sistema regional
alternativo ao regime genebrino, que questiona as obrigações do regime da Convenção
A securitização da crise 54
de Genebra, consideradas muito rígidas por um número crescente de países do Norte
Global.
EFEITOS DO ACORDO COMO A TURQUIA NO COMPLEXO DE REGIMENES SOBRE MIGRAÇÕES
INTERNACIONAIS
A realidade do espaço integrado europeu criou dentro sistema de protecção global de
refugiados uma estrutura regional particularmente segmentada e de restrição de direitos,
introduzindo, deste modo, uma profunda assimetria no mecanismo de regulação global
de refugiados e requerentes de asilo. Balogh refere a este propósito:
Through the establishment of the European refugee protection framework, the
UNHCR had only a complementary position, and member states have implemented
their own protocols. In addition, European human rights contracts cannot be
considered as part of refugee instruments because of limited focus and qualifications
connected to protection. This background has already indicated the possibility of a
violation of international refugee principles (Balogh, 2015, p. 24).
O ACNUR como principal organismo com competência para gerir fluxos de
refugiados é a pedra angular do regime internacional, mas a introdução de políticas e
medidas restritivas- inclusivamente em vastas áreas do Sul Global- teve um impacto
profundo na sua missão e capacidade de intervenção. É importante recordar que o
ACNUR é um fundo das Nações Unidas (e não uma agência especializada com
orçamento próprio) largamente dependente dos países doadores (EU e outros países do
Norte) hoje essencialmente preocupados com questões de segurança associadas ao
fenómeno do terrorismo. Além disso outros actores têm, hoje em dia, um bom nível de
conhecimento especializado e capacidade de disseminação de informação que
concorrem com o papel tradicional do ACNUR nesta matéria. Consequentemente, o
ACNUR encontra-se numa posição particularmente difícil perante a necessidade de
cumprir o mandato, ao mesmo tempo que procura assegurar fontes de financiamento
que o viabilizem.
Considerando tudo o que se disse até agora, é possível concluir que os países da EU,
à semelhança de outros países do Norte Global, se têm oposto a um modelo de
governação global construído a partir das NU. Por essa razão têm apoiado as iniciativas
políticas de outros países do Norte Global com o objectivo de limitar o regime que
regula a protecção de refugiados e outras pessoas com necessidade de protecção
internacional centrado, como se viu, na Convenção de Genebra. Isto apesar do Sul
Global continuar a ser a zona do mundo com mais refugiados - segundo a Amnistia
Internacional 86% dos refugiados vivem em países em desenvolvimento (Amnistia,
s/d).
Assim, o processo de securitização do controle de fronteiras na União Europeia abriu
caminho a uma legitimação do estreitamento da definição de refugiado no interior do
espaço europeu através de normas comunitárias que promovem uma interpretação
abertamente restritiva das disposições da Convenção de Genebra de 1951 e conduziu,
ainda, como referido, à consagração de estatutos exteriores à Convenção - protecção
subsidiária e protecção temporária – que funcionam como regimes de protecção
alternativos de duração mais limitada e que garantem menos direitos do que os previstos
na Convenção de Genebra. Estes estatutos são apresentados como instrumentos que
promovem a inclusão de determinadas categorias de migrantes no espaço comunitário
que não podem ser considerados, em sentido estrito, refugiados, mas que a EU entende
que carecem de protecção internacional (Canefe, 2010). Esta abordagem do Direito
55 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
Comunitário corresponde, na verdade, a uma rejeição de uma definição ampliada de
refugiado e pode igualmente ser contextualizada no quadro do questionamento das
obrigações decorrentes da Convenção Genebra, como atrás referido. Os efeitos desta
segmentação do regime de protecção europeu são bem conhecidos: a segmentação
saldou-se, em geral, por um agravamento do processo de exclusão de migrantes
extracomunitários, arrastando milhares de pessoas a quem potencialmente a EU poderia
reconhecer o estatuto de refugiado para situações de limbo jurídico acompanhadas de
uma diluição dos padrões de direitos humanos em vigor no espaço comunitário. Este
processo conduz frequentemente ao afastamento destas pessoas do território europeu na
situação de migrantes irregulares ou, em alternativa, permanecem transitoriamente num
Estado membro com um estatuto subsidiário ou de protecção temporária.
O Acordo com a Turquia enfatiza a natureza excepcional das medidas aprovadas
num contexto de urgência humanitária. Como já referido, o Acordo cria novos
obstáculos à chegada de migrantes ao território comunitário e representa a rejeição, por
parte dos Estados membros da EU, de parte significativa das suas responsabilidades ao
abrigo do DIP, DIDH e Direito Comunitário. Nesse sentido, fragiliza a afirmação da EU
como potência normativa e evidencia os limites da cooperação e solidariedade entre os
países comunitários. Independentemente da EU ter falta de trabalhadores qualificados
(Agenda Europeia para as Migrações, 2015) e ter em mãos um grave problema
demográfico, tem prevalecido a vontade de afirmar os particularismos do modelo
regional europeu e a vontade de aprofundar o modelo de fechamento da fronteira
externa às populações migrantes.
Como referido, observamos que o maior desafio à regulamentação jurídica
internacional e comunitária é a opção de desfavorecer a possibilidade de proteção dos
refugiados nos países europeus através de mecanismos de repulsão, que segundo alguns
observadores se assemelham a processos de expulsão coletiva proibidos na Carta dos
Direitos Fundamentais da EU e no Protocolo 4 da Convenção Europeia dos Direitos do
Homem do Conselho da Europa, apesar das garantias dadas pela EU de que os
processos de avaliação dos pedidos de asilo serão individuais. O segundo aspecto que
importa clarificar é se o Acordo realmente significa que existe segurança e dignidade no
regresso das pessoas à Turquia. Por este motivo, o que devemos questionar é se esta
política de regulação dos fluxos não aproxima perigosamente a noção de requerente de
asilo à condição de migrante irregular, fenómeno claramente identificado como uma
questão de segurança nacional que deve ser tratada na óptica da política nacional.
Este texto mostrou, em resumo, que a Europa rejeita a ideia de continuar a assumir o
mesmo nível de responsabilidades no quadro da sua política de proteção internacional.
Como contextualizados, o SECA e o recente Acordo EU-Turquia indicam que o
contributo da EU para o regime de regulação dos fluxos migratórios internacionais
contemporâneos vai no sentido do aprofundamento da fragmentação que já o caracteriza
através da desregulação do único regime formal de natureza multilateral do complexo
de regimes sobre migrações internacionais, como referido, o regime que protege
refugiados e requerentes de asilo, com consequências que ainda não são conhecidas em
termos da possibilidade de reversão da norma de proteção de pessoas que tenham o
receio fundado de perseguição e do princípio de non-refoulemant.
Podemos concluir, deste modo, que a crise dos refugiados agudizou a lógica
subjacente à gestão europeia da imigração de países terceiros na medida em que, em
nome da segurança nacional dos países membros da União passou a admitir, ainda que
implicitamente, uma nova aproximação conceptual da categoria específica de refugiados
ao estatuto de grande desproteção a que estão sujeitos outros estrangeiros “irregulares”
A securitização da crise 56
que procuram alcançar o território europeu. Assim, este processo de regresso dos
migrantes à Turquia não só cria diferenciação no regime de protecção de refugiados,
como questiona o próprio complexo de regimes sobre migrações internacionais.
Como referido, a Europa não é o principal destino dos requerentes de asilo - apesar
de ser um destino cada vez mais apelativo -, mas o facto é que os termos do Acordo
com a Turquia destabilizam o complexo de regimes ao reduzir o número de pessoas
protegidas pelo Direito de Asilo. Esta alteração pode contribuir para a diluição da
distinção entre refugiado e migrante irregular lançando cada vez mais pessoas para uma
situação de vulnerabilidade que desafias as fronteiras estabelecidas e fragiliza a ideia de
aplicação universal das medidas de protecção.
Na ordem global contemporânea, as dificuldades e os dilemas não são exclusivos do
Norte Global ou da EU em particular. O Sul Global também tem mostrado falta de
vontade política para manter a coerência do regime instituído pela Convenção de
Genebra apesar de, como já foi dito, ter aprovado formalmente uma definição mais
ampla de refugiado.
O Acordo celebrado com a Turquia evidencia que existem outros actores e estruturas
a ter em conta no regime global de protecção de refugiados para além da pedra angular
do regime, a Convenção de Genebra, o papel de monitorização do ACNUR e a
jurisprudência dos Estados, que se tem mostrado bastante coerente e protectora em
relação aos direitos/deveres dos refugiados.
O Acordo celebrado com a Turquia inaugura uma práctica que diverge do próprio
Direito Comunitário representando uma tentativa de reconstrução da definição de
“refugiado”. No entanto, ainda é cedo para avaliar se e em que medida este Acordo
contribui para um retrocesso dos direitos protegidos pelo regime global que protege os
refugiados.
As recentes propostas da Comissão Europeia procuram complementar a reforma do
SECA no sentido de transformar a política de asilo numa política mais eficiente, justa e
humana procurando garantir um grau de protecção homogéneo baseado na solidariedade
entre Estados membros, acompanhada por uma política europeia para as migrações. É
notório que as dificuldades de implementação destas propostas parecem, à partida,
significativas. Em todo o caso, a possibilidade de por em prática uma visão europeia
mais equilibrada do fenómeno dos refugiados e migrantes económicos abre a
possibilidade teórica de uma dessecuritização (Waever, 1995) do regime europeu de
protecção de refugiados, permitindo ao mesmo tempo atenuar o impacto negativo do
Acordo com a Turquia do ponto de vista da Europa enquanto actor normativo. A
aprovação das propostas da Comissão permitiria uma aproximação do modelo europeu
aos princípios do modelo global, contribuindo desta forma para o reforço da
legitimidade do modelo da Convenção de Genebra.
Concluímos que a resolução da crise dos refugiados na Europa poderá oferecer-nos
pistas importantes quanto às dinâmicas do complexo de regimes sobre migrações
internacionais na sua interacção com um dos regimes que o compõem, o regime que
regula o problema dos refugiados. Este regime, como referido, não é homegéneo e tem
importantes dimensões regionais. Neste texto, realçamos a importância do regime
europeu de asilo para o regime global que protege os refugiados e o complexo de
regimes sobre migrações internacionais, procurando explorar a ideia de que existem
dinâmicas de relacionamento entre os regimes que se traduzem em relações ora
57 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
marcadas pelo antagonismo, ora complementaridade ou mesmo por tentativas
deliberadas de introdução de modelos alternativos.
CONCLUSÃO
Este texto mapeou a securitização da crise de refugiados na Europa com o objectivo de
explorar a questão das implicações da crise europeia na estabilidade do complexo de
regimes sobre migrações internacionais.
O texto procurou contextualizar o fenómeno das migrações internacionais no quadro
das Relações Internacionais. Como tema emergente, realçou-se a necessidade de
aprofundar o estudo dos fluxos migratórios no quadro dos fenómenos de
interdependência e cooperação entre os Estados e discutiu-se a possibilidade de
enquadrar a crise europeia de refugiados no conceito de complexos de regimes. O
conceito teórico de complexos de regimes começou a ser desenvolvido por autores
como Keohane, Victor e Raustiala, mas permanece pouco estudado nas Relações
Internacionais. Nesta investigação entendeu-se que o conceito permite captar melhor a
grande complexidade do fenómeno dos fluxos internacionais de migrantes, por
contraposição à literatura mais tradicional sobre regimes internacionais.
O objectivo deste texto foi o de analisar o desempenho do sistema europeu de asilo
no quadro da crise de refugiados que tem assolado a Europa. Em consequência desta
avaliação verificou-se que o regime europeu de protecção internacional se afasta das
garantias previstas no regime global de protecção de refugiados e asilo regulado pela
Convenção de Genebra de 1951 e Protocolo de 1967, reflectindo uma tendência de
securitização do tema dos refugiados no espaço europeu presente na concepção do
SECA e nas prácticas dos Estados.
Em segundo lugar, analisou-se o impacto do Acordo celebrado ente a UE e a Turquia
de Março de 2016 para conter os fluxos de migrantes e refugiados vindos da Turquia no
SECA e no sistema universal de protecção de refugiados.
Na parte final do texto discutiu-se a relação do Acordo celebrado com a Turquia com
o futuro do complexo de regimes que regula a deslocação internacional de pessoas
questiona-se em particular os possíveis impactos do Acordo no regime que coordena as
migrações económicas.
O texto conclui que o Acordo celebrado com a Turquia inaugura uma práctica que
diverge do próprio Direito Comunitário representando uma tentativa de reconstrução da
definição de “refugiado”, que contribui para a progressiva diluição da distinção entre
refugiado e migrante irregular e para o enfraquecimento da EU como actor normativo,
lançando, por esta via, cada vez mais pessoas para uma situação de vulnerabilidade.
Neste texto realçámos a importância do regime europeu de asilo para o regime global
que protege os refugiados e o complexo de regimes sobre migrações internacionais,
procurando explorar a ideia de que existem dinâmicas de relacionamento entre os
regimes que se traduzem em relações que podem ser marcadas pelo antagonismo,
complementaridade ou por dinâmicas de construção de modelos alternativos. O caso da
crise europeia poderá oferecer-nos pistas importantes quanto às dinâmicas do complexo
de regimes sobre migrações internacionais na sua interacção com um dos regimes que o
compõem, o regime que regula o problema dos refugiados. Como único regime formal
de natureza multilateral do complexo de regimes sobre migrações o seu comportamento
tem reflexos em todo o complexo, seja por via da crescente securitização da questão dos
A securitização da crise 58
refugiados através do Acordo com a Turquia, seja pela possibilidade de dessecuritização
do regime europeu de protecção de refugiados proposta pela Comissão Europeia. A
análise da crise europeia sugere, deste modo, que o regime que coordena as migrações
económicas é o regime mais afectado pelas oscilações que se observam no regime
europeu de asilo.
NOTA SOBRE LA AUTORA:
María Francisca Alves Ramos de Gil Saraiva es Profesora Auxiliar del Instituo
Superior de Ciencias Sociales de la Universidad Técnica de Lisboa e investigadora del
Instituto de Defensa Nacional.
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Revista de Estudios en
Seguridad Internacional
Vol. 3, No. 1 (2017)
Editada por:
Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)
Lugar de edición:
Granada, España
Dirección web:
http://www.seguridadinternacional.es/revista/
ISSN: 2444-6157
DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1
Para citar este artículo/To cite this article:
Mariana Foglia, “La participación argentina en la agenda de cooperación de
seguridad y lucha contra la criminalidad organizada de la UNASUR”, Revista
de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1, (2017), pp. 61-79.
DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.4
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ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.4
La participación argentina en la
agenda de cooperación de
seguridad y lucha contra la
criminalidad organizada de la
UNASUR
The Argentine Participation in the Agenda of Security Cooperation and Fight against Organized
Crime of UNASUR
MARIANA FOGLIA Universidad del Salvador, Argentina
RESUMEN: El artículo aborda los antecedentes que dieron origen en el 2012 a la creación
del “Consejo Suramericano en materia de seguridad ciudadana, justicia y coordinación
de acciones contra la delincuencia organizada transnacional” de la Unión de Naciones
Suramericanas (UNASUR). A lo largo del mismo se identifican los principales debates
que guiaron las negociaciones, poniendo de relieve el activo rol de Argentina en el
proceso de construcción de este sistema cooperativo regional en un escenario
latinoamericano signado por el avance del delito organizado.
PALABRAS CLAVE: Cooperación, UNASUR, Seguridad ciudadana, Criminalidad
organizada.
ABSTRACT: The article addresses the background that led to the creation of the "South
American Council on Citizen Security, Justice and Coordination of Actions against
Transnational Organized Crime" in 2012 by the Union of South American Nations
(UNASUR). Throughout it, the main debates that guided the negotiations are identified,
highlighting the active role of Argentina in the process of building this regional
cooperative system in a Latin American scenario marked by the advance of organized
crime.
KEY WORDS: Cooperation, UNASUR, Citizen security, Organized crime.
Recibido: 23 de enero de 2017
Aceptado: 14 de febrero de 2017
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 62
INTRODUCCIÓN
La vertiginosa transnacionalización de las organizaciones y prácticas criminales
acaecida en las últimas décadas ha puesto en juego la capacidad de los Estados
nacionales para hacerles frente de manera unilateral, exigiendo esfuerzos de
cooperación conjuntos para la efectiva prevención y represión de las diversas
manifestaciones de la delincuencia organizada.
Con esta impronta, durante la VI Reunión Ordinaria del Consejo de Jefas y Jefes de
Estado y de Gobierno de la UNASUR celebrada el 30 de noviembre de 2012 en Lima,
se creó el “Consejo Suramericano en materia de Seguridad Ciudadana, Justicia y
coordinación de acciones contra la Delincuencia Organizada Transnacional”
(CSSJDOT). Se trata de una instancia de consulta, cooperación y coordinación entre las
12 naciones suramericanas a efectos de optimizar la capacidad de respuesta de los
Estados miembro ante el avance del delito organizado y los retos comunes a la
seguridad pública.
En el presente artículo se expone en primer lugar una radiografía de los principales
aspectos que caracterizan a la criminalidad en América Latina en el marco de la
instalación de la problemática en la agenda internacional. Ello a modo de
contextualización de los esfuerzos que dieron origen al CSSJJDOT, cuyo proceso de
creación se comenta en el segundo apartado donde se recorren los dos principales
debates que articularon las negociaciones. Se destaca a su vez la participación argentina
a lo largo del proceso y su avidez por proyectar en el plano externo sus propios
principios rectores sobre la seguridad y la defensa.
LA CRIMINALIDAD ORGANIZADA EN LA AGENDA INTERNACIONAL
La seguridad es un problema tan viejo como la propia historia de los Estados. En la
tradición hobbesiana, el Leviatán –metáfora del Estado moderno- devenía en el garante
de la seguridad para hacer frente a la naturaleza violenta de la convivencia humana
traducida en la famosa frase “el hombre es el lobo del hombre”. El Estado emergía
entonces como “gendarme” del orden para garantizar la protección del individuo y su
supervivencia.
Llevada esta alegoría interna al plano internacional, mientras tradicionalmente las
amenazas a la seguridad de los Estados eran de naturaleza principalmente militar,
actualmente son cinco las grandes “nuevas amenazas” que enfrenta el mundo actual
(Naciones Unidas, 2004): la primera se refiere a la pobreza, las enfermedades
infecciosas y el deterioro medioambiental; la segunda a los conflictos armados, tanto
interestatales como internos; la tercera a la proliferación de las armas nucleares,
biológicas, químicas y radiológicas; la cuarta al terrorismo y la quinta a la delincuencia
organizada transnacional.
De aquí que llamadas “nuevas amenazas” engloban bajo un mismo “paraguas”
problemas típicos de la defensa, de la seguridad interior y otros de índole socio-
económico. Sin embargo, quizás con la excepción de la guerra informática, ninguna de
estas amenazas es realmente "nueva". Lo novedoso es su jerarquía dentro de la
seguridad internacional, su poder difuso y asimétrico y su protagonismo por actores no
estatales que no siempre emplean la violencia como herramienta racional de política
(Bartolomé, 2013).
La participación argentina 63
Lo cierto es que no ha sido hasta los años noventa cuando la delincuencia organizada
transnacional empieza a ser reconocida como un problema grave de agenda
internacional. Actividades delictivas como el narcotráfico, el tráfico de productos
falsificados, la trata de personas, la venta ilegal de armas o el tráfico ilegal de flora y
fauna silvestre, generan ganancias anuales por más de 2 billones de dólares según
estimaciones de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNDOC,
por su sigla en inglés), equivalente al 3,6% del PBI mundial o cuatro veces el PBI de
Argentina. Ello convierte al crimen organizado transnacional en una de las principales
economías del mundo1.
La progresiva diversificación en su organización, modus operandi, medios, recursos,
rutas, mercados y redes fue consolidando un consenso mundial para generar
instrumentos para enfrentar colectivamente un espectro de actividades delictivas cuyo
alcance ponía en riesgo no solo la seguridad, sino también el desarrollo y la
institucionalidad democrática de las naciones.
Aún cuando el de las drogas ilícitas fuera el mercado ilegal más importante, regulado
bajo el Régimen Internacional de Control de Drogas desde los años 602, la comunidad
internacional comenzaba a advertir que el delito organizado transnacional no se limitaba
al narcotráfico y que era necesario crear herramientas legales para enfrentar otros delitos
no menos graves como la trata de personas o el tráfico de armas.
Como resultado, la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia
Organizada Transnacional y sus Protocolos adicionales fue firmada en la ciudad de
Palermo, Italia en el año 2000. Actualmente ha sido firmada por más de 140 países y
ratificada por más de 90, incluyendo Argentina que es signataria de la Convención
desde diciembre de 20003.
La Convención de Palermo busca promover la cooperación para prevenir y combatir
la delincuencia organizada transnacional a través de esquemas de colaboración entre
gobiernos (asistencia legal mutua, técnicas especiales de investigación criminal,
intercambio de información, etc.) y armonizar las legislaciones nacionales para tipificar
delitos comunes de naturaleza transnacional4.
Fruto de intensas negociaciones que reflejaban la falta de consenso sobre los
elementos comunes de los diversos tipos de delincuencia organizada, se optó por una
definición amplia que entiende por grupo delictivo organizado a todo “grupo
estructurado de tres o más personas que exista durante cierto tiempo y que actúe
1 En 2009 la UNDOC estimaba que el crimen organizado transnacional generaba 870 mil millones de
dólares al año, más de 6 veces el presupuesto de la asistencia oficial para el desarrollo y equivalente al
7% de las exportaciones mundiales de mercancías. En https://www.unodc.org/toc/es/crimes/organized-
crime.html 2 El régimen internacional de control de drogas vigente en la actualidad se compone de tres convenciones
internacionales -la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961, el Convenio sobre Sustancias
sicotrópicas de 1971 y la Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes
y Sustancias Psicotrópicas de 1988. 3 Argentina ratificó la Convención el 19/11/2002.
4 Según el Art. 3 de la Convención los delitos serán transnacionales cuando: se “cometen en más de un
Estado”; cuando se cometen “dentro de un solo Estado, pero una parte sustancial de su preparación,
dirección o control se realiza en otro Estado”; cuando se comete “dentro de un solo Estado, pero entraña
la participación de un grupo delictivo organizado que realiza actividades delictivas en más de un Estado”
y, finalmente, cuando se “comete en un solo Estado, pero tiene efectos sustanciales en otro Estado”.
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 64
concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos graves o delitos
tipificados con miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro
beneficio de orden material” (Art. 2 Convención de Palermo).
Se trata de actividades delictivas –a decir de Hagan (2006)- que se caracterizan por la
previsión de lucro, una división del trabajo organizada jerárquicamente, el uso de la
violencia y amenazas así como algún nivel de inmunidad política y complicidad con la
esfera estatal. Esta caracterización se hace patente en América Latina, donde la
dinámica de la violencia está fuertemente asociada a la presencia del crimen organizado
y la existencia de múltiples economías criminales.
América Latina: “la paradoja del crecimiento con inseguridad”
Con tan sólo el 8% de la población mundial, la región de América Latina y el Caribe
(ALC) concentra el 31 % de los homicidios que se cometen cada año. En Centroamérica
este indicador supera incluso el promedio de Sudamérica y el Caribe, cuyas tasas de
homicidio se ubican entre el 16 y 24 por cada 100,000 habitantes, muy por encima de la
media mundial estimada en 6.2 (UNDOC, 2013).
La abrumadora mayoría de las 50 ciudades más violentas se ubican en esta parte del
globo: 21 en Brasil, 8 en Venezuela, 5 en México, 3 en Colombia, 2 en Honduras y 1
respectivamente en El Salvador, Guatemala y Jamaica (un total de 42 ciudades),
ubicándose el resto en Sudáfrica (3) y Estados Unidos (4). Caracas, en Venezuela,
encabeza el ranking con una tasa de 119.87 homicidios dolosos por cada 100 mil
habitantes (CCSPJC, 2015). No es casualidad que ante este panorama la Organización
Mundial para la Salud (OMS) considere que en la región la violencia criminal se
encuentre en niveles “epidémicos”5.
La columna vertebral de la criminalidad organizada y su correlato en violencia en
ALC es el narcotráfico. Del último Informe Mundial de Drogas de la UNDOC (2016),
se desprende que la región ya no es sólo la plataforma de producción hacia el resto del
mundo. El consumo de cocaína en el Cono Sur se disparó más que en cualquier otra
región entre 2009 y 2015 y su porcentaje de usuarios se acerca cada vez más a Estados
Unidos, desplazando a Europa del segundo lugar con mayor cantidad de consumidores.
La cocaína dejó de ser una droga para los ricos para alcanzar a todos los sectores
sociales, al tiempo que el negocio propicia una espiral de violencia producto de la puja
entre organizaciones criminales por el control de rutas y mercados de comercialización.
Parafraseando la célebre frase de Carl von Clausewitz, el crimen organizado en tanto
“continuación de los negocios por medios criminales” (Williams, 2005), implica el
accionar de verdaderas empresas criminales que explotan las asimetrías socio-
económicas e institucionales de los países de forma estratégica con el objetivo de
disminuir los costos de transacción y maximizar sus expectativas de lucro.
Según informe del BID (2017) sobre los costos del crimen en 17 países de América
Latina y el Caribe, el tamaño de los costos relacionados con el crimen es similar al que
gastan esos países anualmente en infraestructura y es aproximadamente equivalente al
ingreso del 30% más pobre de la población. De aquí que el delito les cuesta a los
5 La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que a partir de 10 homicidios cada 100.000
habitantes, la problemática se considera una “epidemia”.
La participación argentina 65
latinoamericanos en promedio un 3% de su producto interno bruto (PIB), el doble del
mismo cálculo para los países desarrollados. Dentro de estos costos, un 42%
corresponde al gasto público (sobre todo en servicios policiales), un 37% a gastos
privados y un 21% a los costos sociales de la delincuencia, principalmente debido a la
victimización.
Si nos detenemos en el primero de estos costos, se observa que en ALC el gasto
público en seguridad (el cual incluye el sistema judicial, la prestación de servicios
policiales y la administración de prisiones) representa el 5% del gasto público total, una
tercera parte de las cantidades gastadas en educación y salud, duplicando a su vez el
promedio de los países desarrollados (BID, 2017). Ello de la mano de una fuerte
demanda social por mejores niveles de seguridad, traducido por la encuesta
Latinobarómetro (2015) en el hecho de que en 12 de 18 países de la región la
delincuencia ocupó el primer lugar entre los problemas más importantes del país, por
encima de la corrupción y de los problemas económicos.
Sin embargo, estos esfuerzos del erario público no han tenido su correlato en mejoras
en seguridad y tasas delictivas más bajas, al tiempo que el espiral de violencia y
criminalidad en la región sigue escalando. Ello abona lo que Heraldo Muñoz (El País,
2013) ha definido como “la paradoja del crecimiento con inseguridad en América
Latina”, donde la ola de expansión económico-social de las ultimas décadas ha venido
de la mano de una ola de expansión delictiva pese a los avances en materia social sin
precedentes.
En efecto, entre 2003 y 2011, el crecimiento regional anual promedio en ALC -
excluyendo la crisis de 2009- alcanzó casi 5 %; la pobreza extrema se redujo a menos de
la mitad llegando a 11,5%; la desigualdad en el ingreso se redujo más de 7% en el
índice de Gini; y, por primera vez en la historia, la región contó con más personas de
clase media que viviendo en la pobreza (Chioda, 2016).
¿Qué explica entonces que el mayor crecimiento no se haya traducido en menos
inseguridad? Buscando comprender la paradoja, varios factores complejos subyacen a la
realidad de la región como motores de la criminalidad. Entre las principales causas
identificadas por el PNUD (2013), se destaca que el crecimiento ha sido de baja calidad,
basado en el consumo y con insuficiente movilidad social; ello sumado a las
transformaciones demográficas causadas por el crecimiento urbano acelerado y
desordenado; la erosión del tejido social a nivel familiar y escolar; el creciente consumo
de alcohol y el tráfico de drogas así como la extensión del porte de armas de fuego, en
una región que encabeza el ranking mundial de empleo de armas para la comisión de
delitos violentos.
A ellos debemos añadirle otros factores como la ineficiencia del sistema de justicia
penal (el 90% de los asesinatos en ALC no son resueltos), el hacinamiento carcelario y
su correlato en conformar verdaderas escuelas de criminalidad (la secuencia de motines
al interior de las cárceles de Brasil a inicios del 2017 por el control del narcotráfico
evidencian este aspecto) y la connivencia del delito con la esfera pública.
Al respecto, es una realidad que las actividades ilícitas graves y rentables
invariablemente cuentan con el apoyo de funcionarios públicos corruptos dentro de la
policía, la fiscalía, los juzgados, las cárceles, aduanas, entre otras instituciones públicas
que se vuelven blanco de estas organizaciones para tentarlas a “hacer la vista gorda” o
directamente facilitar actividades delictivas. Como la definió uno de los más
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 66
reconocidos investigadores del tema, Robert Klitgaard (1988), la corrupción se puede
definir con una fórmula: C = M + D - A, donde corrupción es igual a monopolio más
discrecionalidad menos accountability o rendición de cuentas.
En ALC, la evidencia demuestra que en varios países la corrupción y la impunidad han
permitido a organizaciones criminales desarrollar y establecer verdaderas estructuras de
poder paralelas, afectando gravemente los recursos y estrategias de los organismos que
debieran combatirlas.
El último Índice de Percepción de la Corrupción 2015 de la ONG Transparencia
Internacional indica que en América Latina la corrupción tiene carácter de “problema
sistémico”, con un índice promedio de 38 puntos (en una escala que va de 0 -muy
corrupto- a 100 -muy limpio-). Ello la ubica como la tercera región más corrupta del
mundo. En específico, según una encuesta de Latinobarómetro, menos de 40% de los
ciudadanos en la Región confía en la policía, en comparación con el 65% en Europa.
Este bajo porcentaje de confianza se ha mantenido en los últimos 20 años, con algunos
matices entre los países, alimentando factores como la militarización de las tareas
policiales y la privatización de los servicios de seguridad (Alvarado, 2016). Sobre esta
última cuestión, los datos son elocuentes: la región tiene casi 50% más vigilantes
privados que agentes de policía (Muñoz, 2013) y en algunos países la proporción de
guardias privados y policías llega a ser de 11 a 1, mientras en los países desarrollados es
de 2 a 1 (Alvarado, 2016).
Es en este contexto que se debe interpretar y enmarcar los esfuerzos de los países de la
región por crear mecanismos de cooperación para hacer frente a un enemigo común que
se ha instalado –con cada vez mayor protagonismo- en la agenda colectiva.
EL ORIGEN DEL CSSJDOT DE LA UNASUR
La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) nació en el 2008 con el objetivo de
construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de integración y unión
cultural, social, económica y política entre sus integrantes, procurando eliminar las
desigualdades socioeconómicas y lograr la inclusión ciudadana en un marco
democrático. Con este horizonte, se fueron creando Consejos especializados en materia
de energía, educación, salud, infraestructura, economía y finanzas, desarrollo social,
entre otros pilares sobre los cuales se viene edificando la integración suramericana.
El Consejo de Defensa Suramericano (CDS) se constituyó a fines de 2008 como una
instancia de consulta, cooperación y coordinación en materia de defensa con el mandato
de consolidar a la región como zona de paz. A su vez, en 2009 se creó el “Consejo
Suramericano de Lucha contra el Narcotráfico”, que -como se detalla más adelante- en
2010 pasó a llamarse “Consejo Suramericano sobre el Problema Mundial de las
Drogas” (CSPMD).
Hasta ese entonces, la UNASUR carecía de un espacio institucional para atender
multilateralmente las cuestiones de seguridad pública y la coordinación de acciones
contra todas las manifestaciones de la delincuencia organizada transnacional a
excepción del narcotráfico. Sí existía como antecedente la“Declaración de Seguridad
Ciudadana en Sudamérica”, suscripta en la primera reunión de la entonces Comunidad
Sudamericana de Naciones (que luego se constituiría en la UNASUR), celebrada en
Brasilia el 30 de setiembre de 2005, producto de las deliberaciones que los Ministros de
La participación argentina 67
Justicia, de Interior, de Defensa y de Seguridad Ciudadana habían tenido en agosto de
ese año en la ciudad de Fortaleza.
Entre los considerandos, la declaración destacaba la seguridad como condición
necesaria para el desarrollo de los ciudadanos, el ejercicio de su libertad y derechos
humanos, subrayaba la importancia de la participación de la sociedad civil y reconocía
que en muchos países históricamente la seguridad prestada por los Gobiernos era
insuficiente, concentrándose en las fuerzas policiales de forma aislada y disociada de la
sociedad. Reconocía a su vez a la inequidad social como una de las causantes de la
violencia y la inseguridad en Sudamérica.
En la parte declarativa, se creaba un “Programa de Acción Sudamericano de Seguridad
Ciudadana” a fin de dar concreción a los principios y directrices consensuadas6. El
principal punto de dicho Programa aludía al compromiso de:
Construir una red integrada en el área de Seguridad Ciudadana, que permita una
acumulación de conocimiento y experiencias, así como un intercambio eficaz de los
mismos, según las legislaciones nacionales lo autoricen, por medio de la difusión de
buenas prácticas, del acceso a las fuentes y de la información oportuna de todas las
formas y manifestaciones de los fenómenos de la violencia y criminalidad (p. 3).
Sin embargo, la amplitud y heterogeneidad de las realidades nacionales y de los
organismos allí representados llevaron a que ese plan abarcara múltiples temas (Comini,
2015) y no fuera hasta el 2011cuando fue madurando la idea de crear un espacio de
integración propio para abordar las cuestiones relativas a la seguridad ciudadana y el
delito organizado.
En la III Reunión de Ministros del CDS – celebrada en Lima en Mayo del 2011- se
incluyó dentro del plan de acción anual la propuesta de Colombia de levar a cabo una
“reunión de Ministros de Defensa, Justicia e Interior a celebrarse en Colombia, a efectos
de analizar las amenazas del crimen organizado transnacional y otras nuevas amenazas a
la seguridad regional”. Posteriormente, la Reunión Extraordinaria el Consejo de
Ministros de Relaciones Exteriores celebrada en Buenos Aires el 24 de agosto de ese
mismo año, convocó a llevarse a cabo la mencionada reunión, prevista para el 2012. Es
alrededor de este encuentro – detallado a continuación- que se dispararían debates
sustanciosos en cuanto al trasfondo político e ideológico subyacente, diferencias de
enfoques que se pondrían de manifiesto a lo largo de las negociaciones.
El primer debate: ¿Consejo Suramericano de Defensa ampliado o instancia
diferenciada?
El primer interrogante giraba en torno a si correspondía al CDS el tratamiento de las
cuestiones relativas a la seguridad pública y lucha contra la criminalidad organizada
transnacional; o por el contrario cabía crear una instancia sectorial de cooperación
nueva y diferenciada del mecanismo ya existente en materia de defensa.
6 En los 8 puntos de la parte declarativa, los presidentes suramericanos asumían la importancia de
establecer políticas públicas comunes en materia de seguridad ciudadana a través de la cooperación en
capacitación, intercambio de información y de experiencias; la necesidad de consolidar una visión
integral del fenómeno de la violencia y criminalidad apoyados en estudios de investigación y trabajos
académicos; el interés en sumar a los esfuerzos preventivos a diversos niveles de gobierno, el sector
privado, ONGs y la propia sociedad civil organizada; introducir reformas legales e institucionales;
promover la participación ciudadana y fomentar el desarme, entre lo más destacado.
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 68
La discusión no era menor, en tanto el diseño institucional con competencia en asuntos
de defensa y seguridad no es el mismo en los 12 países de la UNASUR. En Colombia,
por ejemplo, la Policía Nacional depende orgánicamente del Ministerio de Defensa
Nacional. La legislación argentina, por el contrario, distingue tajantemente la esfera de
seguridad interior y la de defensa, contando con marcos legales y carteras ministeriales
específicas.
De hecho la heterogeneidad de enfoques existente a nivel internacional con relación al
papel que deben desempeñar las fuerzas armadas en la lucha contra la delincuencia
organizada es un debate abierto que genera no pocas controversias, con defensores y
detractores por igual, entre académicos y tomadores de decisiones. Discusión que
estuvo presente a lo largo de las negociaciones que dieron lugar al CSSJDTO.
La creación del Consejo de Defensa de la UNASUR en el año 2008 había sido “el
resultado de un proceso gradual, complejo y repleto de virajes” (Comini, 2015) donde
Argentina asumió un papel fundamental para evitar que sobre su paraguas recayeran
temáticas que para el país forman parte de la órbita de la seguridad interior, tales como
narcotráfico, la trata de personas o el terrorismo.
De aquí que a lo largo de las negociaciones, el Estado argentino fue concibiendo al
Consejo como un espacio a partir del cual proyectar su propia concepción sobre la
Defensa Nacional y la Seguridad Pública, actuando en “contrapeso a la tendencia
manifiesta en varios países sudamericanos de policialización de las fuerzas armadas”
(Comini, 2015).
A instancias de Argentina y con el apoyo de otros países –entre ellos Chile, Ecuador y
Uruguay (Comini, 2015)- se había logrado un consenso en el seno del CDS respecto de
que el conjunto de fenómenos que no hacen a la defensa sino a la seguridad pública de
los Estados no eran competencia del CDS. Ello a pesar de casos puntuales en base a los
ordenamientos jurídicos particulares de algunos países que así lo permitieran.
Fruto de estos esfuerzos diplomáticos, en la Reunión Extraordinaria de Jefas y Jefes de
Estado de la UNASUR, llevada a cabo en Bariloche en 2009, así como en las sucesivas
Declaraciones del CDS (entre ellas la Declaración de Guayaquil y la Declaración de
Lima de 2010 y 2011 respectivamente) quedó plasmado en sus Actas y Declaraciones la
necesidad de identificar los eventuales futuros órganos de la UNASUR encargados de
abordar las cuestiones ligadas a la seguridad y la criminalidad organizada.
Bajo este mandato, a principios del 2012 y en el marco de la Presidencia pro témpore
de Paraguay, el gobierno colombiano convocó a la realización de la mencionada
Reunión de Ministros de Defensa, Justicia e Interior de la UNASUR – promovida a
solicitud del CSD- que se celebraría en marzo en Cartagena de Indias a fin de abordar
esta cuestión.
La nota con la convocatoria remitida por la Secretaría de la Presidencia Pro Témpore
de Paraguay al Consejo de Delegadas y Delegados de la UNASUR ya marcaba el rumbo
que tendría el primer debate. En la misma se expresaba que el objetivo del encuentro
sería “analizar las amenazas del crimen transnacional organizado y las nuevas amenazas
a la seguridad de la región”. La invitación adjuntaba además un documento conceptual y
una guía elaborada por el Ministerio de Defensa colombiano como anfitrión de la
reunión preparatoria que se celebraría en febrero de ese mismo año.
El documento conceptual brindaba algunas definiciones del crimen organizado
transnacional a la luz de la Convención de Palermo, identificaba sus principales
La participación argentina 69
manifestaciones subrayando su capacidad para permear las estructuras institucionales de
los Estados, abordando luego en un apartado particular las “nuevas amenazas”. Allí se
reconocía la existencia de “múltiples agendas, visiones y necesidades en materia de
seguridad y defensa entre los países de la región suramericana” y se aludía al concepto
de “seguridad hemisférica” de la Declaración sobre Seguridad en las Américas de la
OEA del 2003.
A su vez, se mencionaba el “carácter multidimensional de la seguridad y la defensa
teniendo en cuenta la diversidad de condiciones y necesidades de la región” e instaba a
la cooperación para hacer frente a las amenazas comunes. Entre ellas se destacaba
como “nuevas amenazas” al “terrorismo, los ataques cibernéticos, los desastres
naturales, los cambios ambientales, la fabricación de armas nucleares, las alianzas de
grupos armados y redes de narcotráfico regionales”.
Bajo estos lineamientos, la convocatoria establecía tres objetivos para el encuentro de
Ministros: 1) identificar las amenazas del crimen transnacional organizado y las nuevas
amenazas en Suramérica; 2) proponer los mecanismos de cooperación para enfrentarlas
y 3) establecer el papel de las Fuerzas Armadas y Policiales frente al crimen
transnacional organizado y las nuevas amenazas en la región.
Reaccionando ante dicha convocatoria, la delegación argentina – conformada en esta
instancia inicial por representantes de los Ministerios de Seguridad, Justicia, Defensa y
Relaciones Exteriores- entendía que la nota conceptual colombiana evidenciaba un
manifiesto interés en retomar la discusión sobre un eventual tratamiento por parte del
CDS de cuestiones relativas a la seguridad pública y la criminalidad organizada.
Por un lado, había un consenso al interior de la delegación de que no era la finalidad
del encuentro el tratamiento pormenorizado de la especificidad del conjunto de los
fenómenos criminales – tal como planteaba la invitación colombiana- sino -antes que
eso- la necesidad de identificar la instancia institucional de la UNASUR que debiera
atender el tratamiento de estos temas una vez concluido que no era materia del CDS.
En segundo lugar, se cuestionaba que el material remitido por Colombia hiciera
referencia -a modo de apoyo conceptual- a un documento de la UNDOC, desestimando
los aportes de los propios documentos de trabajo de la UNASUR. Ello en alusión
específica a dos estudios encomendados por los Ministros de Relaciones Exteriores y de
Defensa al Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa (CEED) precisamente para
apoyar los trabajos de la reunión de Ministros alusiva.
Mientras uno de los estudios del CEED analizaba los riesgos y amenazas del crimen
organizado transnacional, el otro focalizaba los términos de referencia para los
conceptos de seguridad y defensa en la región, brindando recomendaciones para orientar
las negociaciones. Sin embargo, ninguno de los dos documentos estaba mencionado en
la nota conceptual anexa a la convocatoria.
Esta omisión no era casual, en tanto los estudios del CEED contenían conclusiones
expresas sobre la diferenciación entre las cuestiones de defensa – entendida como
función esencial del Estado vinculada con la protección y mantenimiento de su
soberanía y la integralidad de su población, territorio e instituciones- y la seguridad
pública – referida en su vinculación a la paz social, la estabilidad institucional del
Estado, el control del orden público y las garantías de derechos ciudadanos. Incluso uno
de los informes del CEED subrayaba que:
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 70
“…al no corresponder al CDS el tratamiento de asuntos de seguridad pública, que
además son objeto de definición y gestión de instancias diferentes a los Ministerios
de Defensa en la mayor parte de países, es necesario avanzar en el estudio de un
posible mecanismo de cooperación regional en materia de Seguridad Pública,
diferenciado del de Defensa, que podría ser un Consejo de Seguridad Pública o
Interior” (CEED, 2012, p.7).
En base a estas consideraciones, la delegación argentina encontraba pertinente que
durante el encuentro preparatorio se trataran los documentos del CEED para orientar la
discusión y que la agenda de la reunión de Ministros se concentrara en definir cuál
debía ser la instancia institucional de la UNASUR para abordar estos temas. Recién
entonces se debía discutir cuáles eran esas “nuevas amenazas” y –eventualmente-
incluirlas en la Declaración ministerial. En suma, la reunión estaba planteada al revés,
había que ir primero de “continente a contenido”.
Como señalara Gonzalo García Pino (2009) – presidente pro témpore del Grupo de
Trabajo para la Constitución del CDS y Subsecretario de Guerra del Ministerio de
Defensa Nacional de Chile- uno de los consensos alcanzados en el marco de la creación
del CDS en el 2008 había girado en torno a los “temas excluidos” de su ámbito de
competencia, precisamente “la definición de que se trata de un Consejo de Defensa y no
de asuntos de seguridad”:
Esta exclusión no hace desaparecer el problema ni lo soluciona. Incluso más, la
propia decisión de su ausencia es motivo de cuestionamiento por algunos [en alusión a
Bolivia y Colombia] y nos debe llevar a la conclusión contraria de cómo encontrar el
mejor formato institucional dentro del cual podamos tener políticas de cooperación
efectiva en la región al margen de las existentes o fortaleciendo las existentes. Este es
un asunto que la propia UNASUR debe despejar rápidamente puesto que la no
resolución de la misma puede terminar afectando el desarrollo natural del propio
Consejo de Defensa Sudamericano, habida cuenta que son una minoría los países que
han establecido nítidas fronteras entre defensa y seguridad (p. 17).
Había llegado el momento de “despejar” esta cuestión.
La Reunión preparatoria en Bogotá
Durante la reunión técnica preparatoria llevada a cabo en Bogotá en febrero de 20127, el
entonces Subdirector del CEED, Pablo Celi, presentó los resultados de sendos estudios
anteriormente comentados – objetivo planteado por Argentina- a modo de orientar las
discusiones.
Apoyando las recomendaciones formuladas por el CEED, la delegación argentina
plantearía que las problemáticas relativas a la seguridad pública no podían considerarse
válidamente con los criterios, metodologías, medios e instrumentos propios del ámbito
de la defensa, en tanto el delito organizado no requiere de las Fuerzas Armadas sino en
funciones de apoyo. Por su parte, se sostuvo que el carácter trasnacional del delito
organizado no determina que pierda su condición de cuestión de seguridad interior, sin
perjuicio de que se requiera la cooperación subregional, regional e internacional para
luchar contra estos flagelos.
7 La apertura del encuentro fue realizada por el entonces Ministro de Defensa colombiano Juan Carlos
Pinzón y la reunión coordinada por el viceministro de Defensa Jorge Bedoya junto a la entonces
Secretaria General de UNASUR María Emma Mejía.
La participación argentina 71
A su vez, con relación a las “nuevas amenazas”, la delegación planteó el carácter
equívoco de este concepto por su amplitud susceptible de considerar incluidos en él
desde la guerra, hasta la pobreza extrema y las enfermedades como el SIDA, asignando
una amplitud ilimitada a la seguridad y pretendiendo asignarle idéntica amplitud a la
defensa, reeditando las bases conceptuales de las doctrinas de seguridad nacional que
rigieran en Latinoamérica durante la Guerra Fría. De aquí que durante el encuentro
preparatorio se bregara por excluir el término “nuevas amenazas”, lo que efectivamente
quedó reflejado en el Acta del encuentro que alude a “otras amenazas a la seguridad
regional”.
Como resultado del debate quedó plasmado en el Acta “la necesidad de habilitar en
el seno de UNASUR una instancia sectorial de cooperación en materia de seguridad
pública y lucha contra la Delincuencia Organizada Transnacional en todas sus
manifestaciones”. El término “en todas sus manifestaciones” permitiría correr la
discusión sobre cuáles eran esas amenazas (tal como Colombia había enfocado
inicialmente la reunión) para focalizar el debate en la cuestión institucional (tal como
planteaba Argentina).
De aquí que el mayor logro de la reunión fue el consenso mayoritario en que era
necesario distinguir el tratamiento de los asuntos de Defensa de los de Seguridad,
independientemente de los ordenamientos jurídicos de cada Estado, creando para ello
una nueva instancia institucional. Esta posición fue apoyada por todos los países,
incluso Colombia. Faltaba resolver su instrumentación.
El segundo debate: ¿Consejo Suramericano para el Problema Mundial de las Drogas
ampliado o instancia propia?
Ahora bien, diferenciada de los asuntos de defensa, restaba aún resolver otro
interrogante respecto a la instrumentación de dicha “instancia sectorial”, para lo cual
había dos vías en discusión que habían sido esbozadas en las recomendaciones del
CEED.
La primera opción consistía en ampliar las competencias del ya existente CSPMD, lo
cual implicaba cambiar su nombre para incluir bajo sus competencias el tratamiento de
los restantes delitos transnacionales y las cuestiones relativas a la seguridad pública de
los Estados Miembros. Esta vía se erigía como alternativa para concentrar en un único
paraguas amplio a una temática particular como es el tema drogas, suponiendo además
un ahorro de recursos presupuestarios y humanos, preocupación de la Secretaría de
UNASUR.
Sin embargo, había una cuestión de fondo a considerar. Dicho Consejo se había creado
inicialmente en el año 2009 bajo el nombre de “Consejo Suramericano para la Lucha
contra el Narcotráfico” y en el año 2010 pasó a llamarse “Consejo Suramericano sobre
el Problema Mundial de las Drogas”8. Este cambio no fue meramente terminológico
sino que implicó una nueva perspectiva de abordaje en sintonía con el consenso
internacional relativo a la integralidad de la problemática de las drogas. Consenso que
8 La I, II y IV Reuniones de Viceministros y Expertos del Consejo Suramericano de Lucha Contra el
Narcotráfico celebrada en Quito, el 28 y 29 de enero, 4 de marzo y 7 y 8 de abril de 2010, dejaron
constancia de la necesidad de sugerir el cambio de la denominación del "Consejo Suramericano de Lucha
contra el Narcotráfico" por "Consejo Suramericano sobre el Problema Mundial de las Drogas”.
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 72
se traduce en un enfoque multidimensional opuesto al meramente centrado en los
aspectos delictivos - propios del ámbito de reducción de la oferta- para incorporar
también cuestiones vinculadas al derecho a la salud y la educación - esenciales desde el
ámbito de la reducción de la demanda-.
De esta forma se asumía el problema de las drogas como un fenómeno complejo y
multicausal con incidencias negativas tanto en la seguridad ciudadana como en la salud
pública, con elevados costos económicos y sociales que ameritaban un enfoque integral,
multidisciplinario y equilibrado.
La temática de drogas había dejado entonces de ser abordada en la UNASUR sólo
desde la óptica de la oferta. Atento a ello, algunos países (entre ellos Bolivia, Uruguay y
Brasil) argumentaban que “diluir” el CSPMD en uno más amplio implicaría volver al
tratamiento de esta problemática desde una mirada parcial (el narcotráfico).
A su vez este Consejo ya había dado algunos pasos importantes hacia una
institucionalidad propia al contar con un Estatuto y Plan de Acción ya aprobados y en
ejecución al momento de la discusión. “Diluirlo” en un espacio más amplio implicaba
un retroceso.
Ante esta situación, una segunda alternativa era la creación de un nuevo Consejo –
independiente no sólo del Consejo de Defensa sino también del Consejo de Drogas– que
incluyera bajo sus competencias el tratamiento del resto de las problemáticas (trata de
personas, lavado de activos, tráfico de armas, etc.). Esta alternativa implicaba que uno
de los tipos delictuales (incluso el más importante) -el narcotráfico- sea abordado por
afuera en un Consejo distinto (el CSPMD).
Sin consenso al respecto a nivel técnico, la cuestión quedaría finalmente en manos de
los más de 20 Ministros de los 12 países miembros de la UNASUR que asistieron a la
reunión en Cartagena el 4 y 5 de Mayo del 2012.
La Declaración de Cartagena
La delegación argentina – encabezada por la entonces Ministra de Seguridad Nilda
Garré y acompañada por funcionarios de los Ministerios de Justicia, Defensa y
Relaciones Exteriores- concurrió al encuentro saludando ante todo la iniciativa de unir
esfuerzos y sinergias en el ámbito de la integración sudamericana para la lucha contra el
crimen organizado trasnacional, celebrando su diferenciación del tratamiento de los
asuntos de defensa.
En relación a la cuestión a resolver – la institucionalidad específica que debía tener el
nuevo foro- la delegación argentina entendía pertinente avanzar a dos velocidades. A
mediano- largo plazo se concebía que lo ideal era abordar en un único espacio regional
la cooperación en materia de seguridad y lucha contra la criminalidad organizada
trasnacional, incluyendo el tema drogas. Ello con el fin de optimizar esfuerzos y trabajar
de forma sinérgica e integral todas las problemáticas comunes a la región.
Este planteo no implicaba retroceder en el enfoque multidimensional que
pertinentemente había alcanzado el abordaje sobre drogas, sino que proponía trasladarlo
también a la cooperación en materia de trata de personas, tráfico ilícito de armas, lavado
de activos, etc.-, asuntos que también implican una responsabilidad común y compartida
así como un enfoque multidisciplinario.
La participación argentina 73
Sin embargo, la delegación no se oponía al consenso mayoritario que finalmente se
alcanzó en la reunión, de avanzar en el corto plazo mediante la creación de un nuevo
Consejo separado del CSPMD. De esta manera, – y respetando los pasos y tiempos
institucionales de la UNASUR- a futuro se podría discutir una eventual integración en
un único Consejo para optimizar esfuerzos y abordar de forma sinérgica todas las
problemáticas comunes a la región desde una perspectiva de integralidad.
Lo significativo para Argentina – y con el apoyo de las delegaciones de Bolivia,
Ecuador y Venezuela- era que ambos Consejos no podían estar desvinculados entre sí,
era necesaria una estrecha coordinación. De aquí que se bregó por dejar plasmada en la
Declaración Ministerial – lo que así sucedió- que el Grupo de Trabajo a cargo de
redactar el estatuto y Plan de Acción evaluara también los mecanismos de coordinación
o eventual integración de ambos Consejos.
En suma, Argentina se sumó al consenso de elevar como recomendación al Consejo de
Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno de UNASUR –a través del Consejo de Ministras
y Ministros de Relaciones Exteriores- la creación de un nuevo Consejo con el propósito
de fortalecer la cooperación en materia de Seguridad Ciudadana, Justicia9 y
coordinación de acciones contra10
la Delincuencia Organizada Transnacional.
El cierre del encuentro estuvo a cargo del Presidente Juan Manuel Santos,
acompañado de la Canciller María Ángela Holguín, el Ministro de Defensa Juan Carlos
Pinzón Bueno y la entonces Secretaria General de UNASUR María Emma Mejía.
Durante su discurso, el presidente felicitó la propuesta realizada por los Ministros,
señaló que se trataba de "un paso en la dirección correcta" y que “cuando los países
trabajan coordinadamente para enfrentar al crimen trasnacional, ganan los pueblos y
pierden los delincuentes”. Destacó también que la iniciativa implicaba “darle dientes a
la UNASUR para que Suramérica pueda ser mucho más efectiva contra un enemigo que
se transforma, es audaz e imaginativo” (El Mundo, 6 de Mayo de 2012).
Estatuto y Plan de Acción
Habiendo sido aprobado por los Jefes de Estado y de Gobierno de la UNASUR
(UNASUR/CJEG/P DECISIÓN/Nº14/2012) la propuesta elevada por el Consejo de
Ministras y Ministros de Relaciones Exteriores (UNASUR/CMRE/ RESOLUCIÓN/Nº
33/2012), el Grupo de Trabajo comenzó a dar cumplimiento a las tareas que le habían
sido encomendadas.
El 26 y 27 de julio de 2012 se realizó en Bogotá la I Reunión para la redacción del
Proyecto de Estatuto constitutivo, donde Argentina y Colombia presentaron borradores
para facilitar la negociación. Durante las dos jornadas se negociaron los aspectos
vinculados a la naturaleza, objetivos generales y objetivos específicos, los cuales
quedaron sujetos a nuevas rondas de negociación.
9 Cabe mencionar que los asuntos vinculados a Justicia fueron incorporados en Cartagena a último
momento pero como parte indispensable de una estrategia suramericana de prevención, control,
investigación y sanción de las distintas manifestaciones de la delincuencia organizada transnacional. 10
Si bien algunos países preferían el término “lucha” o “combate contra” (la delincuencia organizada), se
consensuó la redacción “coordinación de acciones contra” a fin de evitar todo término más propio del
ámbito de la defensa.
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 74
Como consecuencia de la destitución de Fernando Lugo de la presidencia de Paraguay,
la UNASUR suspendió a ese país hasta tanto se restableciera el orden democrático, lo
cual motivó que Perú asumiera la Presidencia Pro Témpore en junio, cinco meses antes
de lo previsto y quedara a cargo de la coordinación de las siguientes reuniones.
La versión final del estatuto se terminaría de negociar durante una segunda reunión en
Lima, el 5 y 6 de noviembre de ese mismo año. Durante estos encuentros, Argentina
asumió nuevamente un rol activo en la redacción del Estatuto, plasmando principios
propios de la política exterior argentina y su política de seguridad. A continuación se
sintetizan los aspectos más destacados del Estatuto:
Naturaleza: Instancia permanente de UNASUR de consulta, coordinación y cooperación entre
los Estados Miembros en materia de seguridad ciudadana, justicia y acciones contra la
Delincuencia Organizada Transnacional (DOT).
Principios: Entre ellos, el respeto irrestricto a la soberanía, la autodeterminación, la integridad e
inviolabilidad territorial, la igualdad entre los Estados, la solución pacífica de controversias y la
no intervención en sus asuntos internos; el respeto irrestricto a los derechos humanos, las
libertades y garantías fundamentales de los ciudadanos, en un marco de plena vigencia de las
instituciones democráticas; el fomento de la inclusión social, la participación ciudadana y la
equidad de género, teniendo en cuenta el derecho de los ciudadanos a la seguridad y la
obligación de los Estados de proveerla; el respeto al derecho soberano de cada Estado miembro
para identificar sus prioridades en las materia competencia del Consejo.
Objetivos generales: Entre ellos, fortalecer la seguridad ciudadana, la justicia y la coordinación
de acciones para enfrentar la DOT en todas sus manifestaciones; proponer estrategias, planes de
acción y mecanismos de coordinación, cooperación y asistencia técnica entre los Estados
miembros; promover las relaciones de amistad, confianza y diálogo político mediante la
cooperación regional, integral y coordinada; la elaboración de estrategias conjuntas de política
criminal, proyectos de cooperación e intercambio de información; promover la articulación de
posiciones de consenso en los temas de la agenda internacional; propiciar la articulación y
complementariedad del Consejo con los mecanismos existentes a nivel subregional y regional;
promover la participación de los actores sociales y de la ciudadanía en la elaboración de los
planes y políticas de seguridad ciudadana de los Estados miembros.
Objetivos específicos: Entre ellos, contribuir a la generación y el fortalecimiento de las
capacidades nacionales de los Estados miembros de UNASUR en materia de seguridad
ciudadana, justicia y acciones contra la DOT; promover el intercambio de experiencias y buenas
prácticas de las entidades rectoras y ejecutoras de políticas; promover una cooperación judicial,
policial y de agencias de inteligencia, para aumentar y agilizar la capacidad de respuesta frente a
las diferentes formas y manifestaciones de la DOT; formular lineamientos en materia de
prevención, aplicación de la ley, rehabilitación y reinserción social; consolidar en cada Estado
miembro la coordinación efectiva entre autoridades nacionales responsables de la seguridad
ciudadana, las instituciones encargadas de aplicar la ley, los actores sociales y la ciudadanía;
promover la intensificación del intercambio sobre formación, capacitación y especialización;
promover el uso de nuevas tecnologías y comunicaciones; promover la adopción de
procedimientos y medidas que agilicen y fortalezcan la cooperación judicial e investigativa.
Estructura: El Consejo está integrado por las Ministras, Ministros o máximas autoridades
competentes para la formulación y ejecución de las políticas en materia de seguridad ciudadana,
justicia y acciones contra la DOT. A su vez, se conformó una instancia ejecutiva integrada por
representantes de alto nivel de cada Estado miembro. La Presidencia del Consejo corresponde al
mismo país que ejerza la Presidencia Pro Tempore de UNASUR, salvo que éste proponga al
Consejo acordar por consenso el ejercicio de la Presidencia por otro Estado miembro.
La participación argentina 75
Funcionamiento: Los Ministros se reúnen una vez al año y la instancia ejecutiva dos, pudiendo
convocarse reuniones extraordinarias. Los acuerdos del Consejo se adoptan por consenso, y se
requiere que el quórum de las reuniones sea de la mitad más uno de los Estados miembros.
Una vez aprobado su Estatuto, las delegaciones de los Estados Miembro de UNASUR
se abocaron a la elaboración del Plan de Acción, paso último para poner en marcha las
tareas del Consejo.
Al igual que a lo largo de todo el proceso de creación de este espacio regional,
Argentina tuvo una activa participación en el proceso de redacción del Plan plurianual
2013-2017 proponiendo como metodología su estructuración en Ejes temáticos, Desafíos
Estratégicos y Líneas de Acción para las áreas de Seguridad Ciudadana, Justicia y DOT
de manera diferenciada, propuesta aprobada por el resto de las delegaciones.
A su vez, en materia de contenidos, las negociaciones de cada uno de los puntos del
Plan se realizaron sobre la base de la propuesta argentina, la cual integraba a su vez los
principales aportes de los proyectos presentados por Perú, Colombia y Brasil.
Los aspectos más destacados del Plan en materia de seguridad ciudadana refieren a
las propuestas relativas a fortalecer las capacidades institucionales, incluyendo la
elaboración de diagnósticos regionales sobre modelos educativos en los institutos de
formación policial y civil, así como sobre tecnologías aplicadas a la prevención del
delito y la promoción de la participación de la sociedad civil en el diseño,
implementación y evaluación de planes, programas específicos.
Con relación a acciones contra la Delincuencia Organizada Trasnacional las
propuestas incluyeron –entre sus principales aspectos- la conformación de una instancia
suramericana de cooperación policial que coordine a nivel estratégico y operacional el
accionar conjunto contra la DOT, y generar un sistema suramericano de
intercambio de información e inteligencia criminal para mapear rutas, estructuras
financieras y tendencias delictivas.
Actualmente la labor del Consejo se encuentra abocada a dar cumplimiento al Plan de
Acción vigente, especialmente las metas vinculadas a la elaboración de diagnósticos
regionales a partir de cuestionarios que indagan, entre otras temáticas: políticas de los
Estados miembro relativas a sistemas nacionales de transparencia en las entidades
encargadas de la seguridad ciudadana; igualdad de género del personal que integra las
fuerzas policiales; políticas de seguridad con perspectiva de género y derechos humanos;
sistemas de inteligencia criminal; políticas contra la trata de personas así como
legislación de control de armas, siendo la concientización sobre el desarme voluntario un
importante eje de trabajo del Consejo en aras de desalentar la posesión de armas de
fuego y reducir los índices de violencia.
A su vez se prevé la elaboración del Plan 2017- 2020, lo que implicará una evaluación
del estado de situación y avance del Plan anterior de cara al trazado de las líneas de
acción futuras. También se encuentra en plena negociación el reglamento de
funcionamiento de la “Red UNASUR contra la Delincuencia Organizada
Transnacional”, mecanismo de coordinación e intercambio de información sobre delitos
de carácter transnacional –incluyendo experiencias, buenas prácticas, modus operandi,
medios y métodos de las organizaciones delictivas- en atención a la competencia jurídica
de las Fuerzas Policiales u organismos competentes de los Estados Miembro. El mismo
fue aprobado en ocasión de la III Reunión de Ministros del CSSDOT el 30 de octubre de
2015 en Montevideo, a propuesta de Ecuador.
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 76
Igualmente ambiciosa resulta la propuesta de la delegación peruana de generar una
instancia de producción de conocimiento y difusión de un pensamiento estratégico que
brinde asesoramiento a los Estados en materia de lucha contra la criminalidad organizada
transnacional sobre evidencia empírica, lo cual se plasmaría – de contar con el aval de
todos los países- en la conformación del Centro de Estudios Estratégicos contra la
Criminalidad Organizada Transnacional (CECOT), homólogo del CEED.
CONCLUSIÓN
En las últimas décadas la naturaleza y modus operandi del crimen organizado cambió
por completo: la globalización de la actividad económica, las mejoras en el transporte,
las comunicaciones, la tecnología y la consecuente movilidad de las personas,
propiciaron que los bienes y servicios traspasaran las fronteras nacionales con mucha
mayor facilidad y rapidez. Las organizaciones criminales han sabido aprovechar estas
ventajas para extender sus redes y aumentar sus ganancias.
Ante este escenario, la cooperación entre los Estados deviene la principal herramienta
para hacer frente a un enemigo que se ha instalado en la vida de las sociedades
latinoamericanas, erosionando no sólo el desarrollo económico sino también la
legitimidad del sistema político, la gobernabilidad democrática y el imperio de la ley.
Establecer mecanismos de diálogo político y confianza mutua, intercambiar
información de inteligencia criminal así como promover la transferencia de
conocimientos y tecnología, procurando una mejor capacitación del personal civil y
policial, son las bases para que nuestros países enriquezcan y optimicen sus esfuerzos
nacionales para construir una región más segura.
Con este ímpetu, la creación del “Consejo Suramericano en materia de Seguridad
Ciudadana, Justicia y coordinación de acciones contra la Delincuencia Organizada
Transnacional” es muestra de la voluntad de los países suramericanos por promover la
construcción de una respuesta concertada y regional ante el avance de los grupos
delictivos organizados que ponen en jaque la paz ciudadana.
Si bien como se ha mencionado a lo largo del artículo las negociaciones estuvieron
signadas por algunos disensos iniciales superados por el diálogo, vale destacar que el
proceso de creación del CSSJDOT se caracterizó por un consenso unánime sobre la
necesidad de orientar el proceso de integración de la UNASUR hacia la generación de
políticas comunes tendientes a mejorar la seguridad de los pueblos de la región y
generar mejores instrumentos para enfrentar la delincuencia organizada.
Como se ha puesto de manifiesto, Argentina tuvo un rol destacado en la definición de
sus principales lineamientos, externalizando sus propias bases doctrinarias sobre el
abordaje de los asuntos de seguridad y defensa y orientando los debates en base a los
principales ejes de su modelo de seguridad.
Habiendo sido trazado el 2017 como horizonte de trabajo del primer plan de acción del
Consejo, cabe indagar en futuros estudios sus principales resultados, el nivel de
coordinación con el Consejo sobre el Problema Mundial de las Drogas así como con
La participación argentina 77
otras instancias regionales de cooperación en materia de seguridad11
a la luz del proceso
de edificación de la integración suramericana.
NOTA SOBRE LA AUTORA:
Mariana Foglia es ex Directora Nacional de Cooperación Regional e Internacional del
Ministerio de Seguridad de la Nación. Licenciada en Relaciones Internacionales
(Universidad del Salvador-Argentina), Magíster en Relaciones Internacionales (IBEI-
España), Magíster en Cooperación Internacional y Desarrollo Local (Universidad
Pablo de Olavide- España), Especialización en Administración Pública Provincial y
Municipal (Universidad Nacional de Córdoba- Argentina).
REFERENCIAS:
Alvarado, Natalia (2016), “Para tener ciudades más seguras, partamos por mejorar
nuestras policía”, Blog Sin Miedos, 28 de septiembre:
http://blogs.iadb.org/sinmiedos/2016/09/28/para-tener-ciudades-mas-seguras-partamos-
por-mejorar-nuestras-policia/
Bartolomé, Mariano (2013), “Más allá del crimen organizado: la reformulación del
concepto de insurgencia y su impacto en el entorno estratégico sudamericano”, Austral:
Revista Brasileira de Estratégia e Relações Internacionais, Vol. 2, No. 3, pp. 47-77.
Centro de Estudios Estratégicos de Defensa (2011), “Informe preliminar acerca de los
Términos de Referencia para los conceptos de Seguridad y Defensa en la región
suramericana”: Consejo de Defensa Suramericano, UNASUR, 29 de noviembre:
www.ceedcds.org.ar/Espanol/09.../CRIMEN_ORGANIZADO.pdf
Centro de Estudios Estratégicos de Defensa (2012), “Informe sobre el Crimen
Organizado Transnacional y otras Nuevas Amenazas a la Seguridad Regional”: Consejo
de Defensa Suramericano, UNASUR, 16 de febrero:
http://www.ceedcds.org.ar/Espanol/INFORME_CONCEPTOS_SEG_DEF.pdf
Chioda, Laura (2016), Fin a la violencia en América Latina: una mirada a la
prevención desde la infancia a la edad adulta, Washington, DC: Banco Mundial.
Comini, Nicolás (2015), “El origen del Consejo de Defensa Suramericano. Modelos en
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Internacional, Vol. 1, No. 2, pp. 109-135.
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en Sudamérica”, 26 de Agosto:
www.comunidadandina.org/documentos/dec_int/casa_2005_8.htm
Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional
(2000), Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas N° A/55/25, 62ª
Sesión plenaria, 15 de noviembre. Disponible en: www.un.org/es/conf/conv2000
11 Entre ellas, a nivel subregional, la Reunión de Ministros de Interior del MERCOSUR (RMI), así como
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Revista de Estudios en Seguridad Internacional 78
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Revista de Estudios en
Seguridad Internacional
Vol. 3, No. 1 (2017)
Editada por:
Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)
Lugar de edición:
Granada, España
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ISSN: 2444-6157
DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1
Para citar este artículo/To cite this article:
Francisco Berenguer López, “La polarización política de la sociedad afgana y
su fracaso democrático (1973-2001)”, Revista de Estudios en Seguridad
Internacional, Vol. 3, No. 1, (2017), pp. 81-101.
DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.5
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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. 81-101.
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ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.5
La polarización política de la
sociedad afgana y su fracaso
democrático (1973-2001)
The Political Polarization of Afghan Society and its Democratic Failure (1973-2001)
FRANCISCO BERENGUER LÓPEZ
Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, España
RESUMEN: El artículo analiza la compleja situación política afgana que la comunidad
internacional se encontró cuando se produjo la caída del régimen talibán en diciembre de 2001 y
cómo se llegó a ella. Se describe cómo se desarrolló el islamismo afgano durante la década de
los ochenta en sus varias interpretaciones para llegar hasta el surgimiento del movimiento
talibán, y de las propias contradicciones que esta ideología representa para llegar a constituirse
en un elemento de integración nacional. Se argumenta que precisamente ha sido la falta de
comprensión de la sociología política afgana por parte de muchos países que han formado parte
del esfuerzo internacional por reconstruir el Estado, lo que ha determinado la animadversión a
inmiscuirse en proyectos concretos de regeneración e integración de una élite fragmentada tras
más de veinte años de guerra.
PALABRAS CLAVE: Afganistán, sociología política, identificación político-étnica, nueva
jerarquía étnica, fractura de las élites, conflicto étnico-religioso.
ABSTRACT: The article analyzes the complex Afghan political situation that the international
community found when the fall of the Taliban happened in December 2001 and how it was
reached. It describes how the Afghan Islamism developed during the eighties in its various
interpretations to reach the emergence of the Taliban movement, and the contradictions that this
ideology represents to come to constitute an element of national integration. It is argued that
precisely has been the lack of understanding of the Afghan political sociology by many
countries that have formed part of the international effort to rebuild the Afghan state, which has
determined the animadversion to meddle in specific regeneration projects and integration of a
fragmented elite after more than twenty years of war.
KEYWORDS: Afghanistan, political sociology, political-ethnic identification, new ethnic
hierarchy, elite fracture, ethnic-religious conflict.
Recibido: 26 de agosto de 2016
Aceptado: 3 de febrero de 2017
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 82
INTRODUCCIÓN
El profesor Morris Janowitz defendía que la sociología política tiene por objeto, en un
sentido amplio, el estudio de la base social del poder en la estructura institucional de la
sociedad, y en un sentido estricto, el análisis del liderazgo y los partidos políticos desde
el punto de vista de su organización (1966:1).
Una de los principales problemas detectados, durante el análisis de los esfuerzos
realizados por la comunidad internacional en la reconstrucción de Afganistán, ha sido la
falta de comprensión de la complicada sociología política afgana. Esto ha provocado
que muchos de los países participantes en la tarea de reconstrucción del fallido Estado
afgano hayan optado por una clara actuación en el campo de la cooperación y desarrollo
de infraestructuras, junto a la necesaria acción militar que lo permitiese en su área de
responsabilidad, pero sin llegar a implicarse en el sector de la gobernanza ante lo que a
primera vista parecía una tarea imposible.
Es el objeto de este documento aproximarnos a la sociología política que la comunidad
internacional se encontró en Afganistán cuando en diciembre de 2001, y bajo los
auspicios de Naciones Unidas, una serie de países, entre ellos España, decidieron
implicarse en la reconstrucción de un Estado fallido y completamente destruido, física y
socialmente, tras casi un cuarto de siglo guerras ininterrumpidas. La paradoja ha sido
que, tras quince años de intervención internacional, los problemas primigenios que
fueron origen de los sucesivos conflictos continúan presentes porque no se han
abordado. Sólo en estos dos últimos años, la comunidad internacional se ha
concienciado que el conflicto afgano es esencialmente social y político y que sólo por
esta vía se alcanzara una solución de mínimos aceptable para la mayoría de las partes.
LA POLARIZACIÓN POLÍTICA DE LA SOCIEDAD Y EL FRACASO DEMOCRÁTICO
Durante los años sesenta y setenta, el sistema educativo afgano sobresaturó el mercado
de trabajo de titulados que no querían volver a su medio rural de procedencia ya que lo
veían como un submundo atrasado, además de que esta vuelta representaba, a título
personal, su propio fracaso social. Este reducido grupo de jóvenes educados en la
universidad de Kabul1 constituyeron el verdadero núcleo de reformistas que serían los
protagonistas de los siguientes treinta años de la historia afgana, reformistas que se
polarizarían en los dos extremos del espectro político: aquellos que se habían formado
en la facultad de estudios islámicos y que constituyeron la punta de lanza de los
islamistas2
, finalmente formando el partido denominado Jamiat-i Islami; y los
procomunistas que formarían el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA).
Los islamistas, encabezados por Burhanuddin Rabbani3, profesor de la facultad de
derecho islámico de la universidad de Kabul, fundaron el partido Jamiat-i Islami
1 Al inicio de los sesenta, sólo unos 200.000 niños asistían a clases, de un total estimado de 2,5 millones
en edad escolar, lo que representaba el 8% de la población infantil. Con respecto a la población
universitaria, era de sólo unos 2000 estudiantes que en los noventa alcanzó su pico, unos 25.000 (Samady,
2001: 20-65). 2 El islamismo afgano tiene sus orígenes ideológicos en los Hermanos Musulmanes y está ligado con el
sufismo. A diferencia del wahabismo y el movimiento deobandi, no repudia la cultura occidental y no
está interesado en el asunto pastún. 3 Nacido en 1940 en Faizabad (Badakshan, Afganistán) y muerto el 20 de septiembre 2011 en Kabul.
Erudito islámico afgano y líder político que instituyó las estrictas leyes islámicas cuando fue presidente
de Afganistán (1992-1996), pero que fue empujado al exilio después que los talibán se hicieran con el
poder, aunque conservó el reconocimiento internacional. Regresó a su país, a raíz de los ataques liderados
83 La sociología política
(Sociedad Islámica) en 1973 y se oponían al comunismo, además de a la cultura
occidental y sus valores, era un partido islamista moderado y tradicionalista4. Después
del golpe de estado de 1973, Jamiat-i Islami acabaría por escindirse por las diferencias
existentes entre sus dos corrientes internas más importantes: la liderada por los
profesores, encabezada por Rabbani; y la liderada por los propios estudiantes, mucho
más radicales y cuyo cabeza visible sería Gulbuddin Hekmatyar5, dando lugar al partido
denominado Hezb-i Islami (Partido Islámico).
El PDPA constituido en 1965, bajo el liderazgo de Muhammad Taraki6 y Babrak
Karmal7
, acabaría poco más tarde dividiéndose en dos facciones: el partido
Khalq(Masas), mayoritariamente pastún ghilzaiy rural, con una gran cantidad de
oficiales militares preparados en la URSS pero apartados de los puestos de
responsabilidad por su procedencia étnica —ya que la élite militar estaba formada
esencialmente por miembros de la familia real y su círculo cercano, todos ellos
pertenecientes a la confederación Durrani—; por contraposición al elitista partido
Parcham (Bandera), formado principalmente por universitarios kabulíes y de
composición étnica mucho más variada que ocupaban puestos en la universidad y
administración del estado (Taraki, 2015; Karmal, 2015). Las dos facciones del PDPA,
aunque igualmente de ideología marxista, visionaban el cambio de poder de dos
maneras diferentes: el Khalq a través de una revuelta popular que de manera inmediata
derrocara a las élites existentes e implantara el nuevo régimen; el Parcham a través de
cooperar con las élites y mediante una lenta evolución hasta transformar la base social y
las propias élites (Gomà, 2011: 173) —muchos de sus miembros tenían lazos de sangre
o relaciones personales directas con la oligarquía real, cuando no formaban parte de
ésta—.
El camino para evolucionar desde un régimen monárquico autoritario hacia otro
parlamentario se antojaba cada vez más difícil, debido a la oposición de islamistas y
comunistas, y una larga lista de factores que se podrían resumir en que la sociedad
afgana todavía no estaba preparada para mantener un sistema democrático. Si las
elecciones de 1964 se habían llevado a cabo con un amplio margen de libertad que
permitió una importante participación de partidos políticos y la elección de varios
parlamentarios procomunistas, en 1969 la libertad de partidos había sido muy
restringida, lo que impidió la representación multipartidista popular y permitió que los
sectores más conservadores y con mayor poder económico se hicieran con la mayoría
parlamentaria, al no existir una ley que limitase los gastos de la campaña electoral
(Gomà, 2011:167-168) y la costumbre afgana de compra de votos (Shalizi, 2013:1).
por Estados Unidos en 2001. Desde 2010, Rabbani fue jefe del Alto Consejo de Paz con el cometido de
llevar adelante las conversaciones y reintegración de los talibán. Fue asesinado por un terrorista suicida
que decía ser un emisario talibán (2011). 4 Massoud Khalili, jefe de la oficina de asuntos políticos de Jamiat-i Islami durante la resistencia contra
los soviéticos. Comunicación personal, Kabul, 11 de julio de 2015. 5 Antiguo estudiante de la facultad de ingeniería que fue encarcelado por el asesinato de un compañero
durante unos enfrentamientos estudiantiles entre los seguidores de partidos políticos opuestos. 6 Político afgano que fue presidente y primer ministro de Afganistán 1978-1979. Nacido en una familia
rural pastún, Taraki asistió a la escuela nocturna mientras trabajaba como empleado en Bombay, donde
aprendió inglés. A finales de la década de los cuarenta, trabajó en el departamento de prensa del gobierno
afgano y en 1953 fue destinado como funcionario a la embajada afgana en Washington. En 1963, entró en
política y ayudó a fundar el PDPA. 7 Político afgano que, apoyado por la URSS, fue presidente de Afganistán 1979-1986. Hijo de un general
del ejército con muy buenas amistades, se involucró en actividades políticas marxistas mientras estudiaba
en la universidad de Kabul. En la década de los cincuenta fue encarcelado durante cinco años por sus
actividades políticas. En 1965 fue miembro fundador del PDPA.
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 84
Esta situación de represión en Kabul, empeorada por la grave sequía de los años 1972-
1973, acabaría provocando un descontento popular y en las fuerzas armadas que
Mohammad Daud Khan8 aprovecharía para derrocar a su primo el rey Zahir Shah.
LA LLEGADA DE LA REPÚBLICA Y LA VUELTA AL AUTORITARISMO
El golpe de estado de 1973 puso fin a la primera y única experiencia seudodemocrática
de la historia afgana hasta el establecimiento del régimen decidido en los acuerdos de
Bonn (2001) y las primeras elecciones presidenciales en 2004 y posteriormente las
legislativas de 2005. La república impuso un modelo autoritario donde se recortaron las
libertades individuales.
Daud se apoyó en los partidos de izquierdas y en los jóvenes oficiales reformistas
militares, en su mayoría preparados por mentores soviéticos que no veían reforma
posible sino era dentro de la ideología comunista. Para todos ellos la monarquía
representaba una oligarquía conservadora que tenía como fin último la conservación de
su propio estatus social e ingentes privilegios económicos —no debemos olvidar que
toda la industria estatal, creada durante los años 1950 a 1970, era de propiedad
compartida estado-oligarquía y dirigida por los componentes de estas familias que
ostentaban el poder, administrándola y gestionándola como si de un patrimonio familiar
se tratara—. Contó con el apoyo mayoritario del Parcham, pero Daud rápidamente se
olvidó de las promesas y apartó a aquellos compañeros de viaje que no consideró
suficientemente leales. Finalmente en 1975, prohibió el Parcham y expulsó o encarceló
a los islamistas de Jamiat-i Islami, lo que provocaría insurrecciones en el valle del
Panjshir que fueron rápidamente aplacadas por el ejército. Daud prohibió los partidos
políticos y creóel partido único, el Partido Nacional Revolucionario, única opción
política existente tras la nueva constitución aprobada en febrero de 1977 (Dorronsoro,
2005:80-81).
Si la URSS recibió como buena noticia el golpe de estado y el establecimiento de la
república, pronto se daría cuenta que Daud no estaba dispuesto a dejarse controlar por
los comunistas del PDPA. A partir de 1975 el deterioro de relaciones con la URSS fue
evidente y los asesores soviéticos presentes en el país fueron invitados a dejarlo. Esto
originó que, a partir de 1977, las dos facciones del PDPA, impulsadas por la URSS, se
unieran para hacer frente común contra él. En esta unión de intereses, resultó
beneficiado el Khalq que, con más miembros en la estructura del partido y en las fuerzas
armadas, se hizo con los puestos de poder (Gomà, 2011:180-181).
A principios de 1978, la situación política en Kabul era insostenible, con constantes
manifestaciones promovidas por el PDPA. Finalmente, ante la decisión de Daud de
arrestar a los líderes del ejército —porque se oponían a su nueva política de aislamiento
de la URSS—, los dirigentes del PDPA comenzaron a preparar un golpe de estado que
estuvo previsto para julio de ese año, sin embargo un acontecimiento inesperado aceleró
su desencadenamiento: el asesinato en Kabul de un líder e ideólogo del Parcham, Mir
Akbar Khyber9 (Maley, 2002:25-26). De manera que diez días más tarde se produciría
el golpe de estado, conocido como la revolución de Saur —Inqilab-e Saur10
, en dari—,
8 Primo hermano del rey y general en la reserva que había sido ministro de defensa y primer ministro. Fue
cesado por el rey en 1963 tras el enfrentamiento político y diplomático que provocó con Pakistán por su
declarado apoyo a los pastunes situados al sur de la Línea Durand. 9 Asesinado en la puerta de su casa en Kabul, el 17 de abril de 1978.
10 Inqilab se corresponde en dari con la palabra revolución, y Saur para el nombre Taurus ya que el
calendario afgano se rige por el zodiaco.
85 La sociología política
llevada a cabo por oficiales de nivel ejecutivo —no hubo oficiales generales implicados
(Dorronsoro, 2005:86; Gomà, 2011:181) — pertenecientes al autodenominado Frente
Unido de Comunistas Afganos (Johnson, 2011:207), compuesto por khalqis y
parchamis desencantados con la política de Daud11
(Jalalzai, 1999:60). Finalmente,
Daud, que ofreció resistencia en el palacio presidencial, fue asesinado junto a su familia
y la guardia presidencial.
Con este nuevo golpe de estado se consumaba un cambio real en la élite gobernante,
de manera que tras más de 230 años de dinastía Durrani —con los tres clanes sucesivos
gobernantes: Sadozai, Mohammadzai y Musahiban, todos pertenecientes a la tribu
Abdali—, el poder pasaba a la confederación Ghilzai12
—los líderes de la facción del
PDPA que se hizo con el poder, los khalqis Hafizullah Amin y Mohammad Taraki, eran
ambos pastunes ghilzai—.
LAS RIVALIDADES INTERNAS DEL PARTIDO DEMOCRÁTICO POPULAR AFGANO
Tras el cruento golpe de estado llevado a cabo por el ejército, éste no retuvo el poder,
sino que lo entregó al PDPA —en el que el nivel de envolvimiento de la Unión
Soviética queda fuera de toda duda si conocemos de las recompensas que se otorgaron a
asesores militares soviéticos destinados en esos momentos en Afganistán (Maley,
2002:25-27). El poder se lo repartieron entre Taraki, líder del Khalq, designado
presidente y primer ministro, y Karmal, líder del Parcham y que asumió el cargo de
viceprimer ministro. Una vez que el PDPA controló los resortes del poder, decidió
comenzar con una verdadera revolución que afectaría a las tradiciones más profundas de
la sociedad afgana y que sería impuesta por la fuerza (Johnson, 2011:207). La situación
de descontento subsiguiente, motivada por la manera autoritaria de gobernar propició el
enfrentamiento con las tribus y el desarrollo de la insurgencia islamista que en aquellos
momentos ya se había organizado en su exilio paquistaní, donde había encontrado
refugio tras la persecución a la que fue sometida por el gobierno de Daud.
La primera revuelta fue espontánea y resultó ser en Nooristan (1978), para seguirle la
de Herat (marzo de 1979) donde la guarnición militar afgana se puso de parte de los
rebeldes y los asesores soviéticos y sus familias fueron exterminados. La represión
subsiguiente que se llevó a cabo en Herat provocó más de cinco mil muertos, aunque
algunas fuentes multiplican por cinco esta cifra (Gomà, 2011:187; Johnson, 2011:208).
A partir de este momento, se instauró un régimen de terror en el que la disensión
política suponía la tortura y la muerte, para el autor y sus familias. Se estima que la
violencia gubernamental desatada entre 1978-1979 provocó de entre cincuenta a cien
mil muertos (Roy, 1985:126). En aquellos meses, el levantamiento contra el gobierno
era generalizado y el nivel de enfrentamiento interno entre Khalq y Parcham había
llegado al paroxismo con asesinatos de oponentes o su encarcelamiento13
. Por parte del
Khalq se procedió a la purga de los miembros del Parchamen el gobierno, lo que
propició el intento de golpe de estado por sus líderes en el ejército, en septiembre de ese
año (Dorronsoro, 2005:89). El Kremlin queriendo solucionar la situación propició
arrestar al primer ministro Amin y unir en el poder a Taraki y Karmal —en el exilio en
11
Los dos héroes del golpe Saur fueron el comandante Muhammad Aslam Watanjar y el Coronel Abdul
Qader Khan —éste fue nombrado a continuación ministro de defensa—. Ambos contaban con experiencia
previa pues habían participado en el golpe de estado de 1973. 12
Fue precisamente este relevo étnico lo que provocaría las dificultades que tendrían los sucesivos
regímenes comunistas en implantarse en la región de Kandahar, zona de predominio Durrani.
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 86
la URSS— pero Amin conoció del complot y consiguió darle la vuelta, arrestando a
Taraki que más tarde sería asesinado, y asumiendo el cargo de presidente. La llegada de
Amin a la jefatura del Estado no hizo sino empeorar la situación por sus políticas
extremas de exterminio de oponentes políticos.
Finalmente, la propia URSS tomó la decisión de derrocar a Amin y ocupar Afganistán
(Maley, 2002:33), según quedó afirmado en el informe elaborado por el propio Comité
Central del Partido Comunista en el que se reconoce que la invasión se produjo para
apoyar la denominada rebelión popular contra el presidente Amin (Cooley, 2001: 279).
El golpe de estado y asesinato de Amin fue llevado a cabo por tropas soviéticas
dirigidas por el KGB (27 diciembre 1979), y de manera inmediata colocaron en su lugar
a Karmal que tendría como misión unificar las facciones del PDPA y transformar el
ejército y la sociedad.
LA RESISTENCIA ANTE LA OCUPACIÓN SOVIÉTICA
El liderazgo político
En Peshawar, se encontraba la dirección política de los grupos que integraban la
resistencia, mayoritariamente islamista, quedando relegados a un segundo plano los
tradicionalistas y los fundamentalistas, liderados por mulás y ulemas, que no disponían
de las estructuras de apoyo de las que dispusieron los primeros.
La escisión producida en Pakistán dentro del seno de los islamistas dio lugar al grupo
liderado por Rabbanique pretendía una evolución integrando a los movimientos más
tradicionalistas liderados por los notables de las zonas rurales, junto a una base mucho
más multiétnica (el 25% de sus simpatizantes eran pastunes); y el grupo liderado por
Hekmatyar que defendía como forma de acción la revolución llevada con una estructura
centralizada y disciplinada (Barfield, 2012:236-240) y que de alguna manera recogían a
todos aquellos qawms14
que habían quedado desplazados fuera del grupo mayor de la
zona o etnia a la que pertenecían. Durante la contienda apareció una nueva escisión, en
este caso de Hezb-i Islami, conocido como Hezb-i Islami Khalis —por su líder, el
ulema Yunus Khalis15
— con muy importantes lazos ideológicos con el partido Jamiat-i
Ulema-i Islami pakistaní (Rashid, 2002:88-89). Otro grupo que merece ser citado entre
los fundamentalistas rigoristas es el partido Ittihad-e Islami (Unión Islámica) liderado
por Abdul Rasul Sayyaf y que se distinguió porque fue el que contó con mayor apoyo
de Arabia Saudita y mayor número de voluntarios árabes16
. Entre los tradicionalistas,
13
Todo ello ocurrido a raíz del congreso interno del PDPA (junio de 1978), en el que se desplazaron de
los puestos de poder a los líderes del Parcham (Karmal, AnahitaRatebzab y el Dr. Najibullah) y fueron
enviados al exterior con puestos diplomáticos gracias a la intervención de la URSS (Maley, 2002: 28). 14
En la sociedad afgana, la principal identificación del individuo ha sido y sigue siendo el qawm al que
pertenece. Ayuda a distinguir los miembros de un gran grupo de solidaridad de otro, dentro de las
diversas comunidades (Allchin et al., 2016). 15
Tuvo que abandonar Afganistán en 1973, al mismo tiempo que los líderes de Jamiat-i Islami,
perseguido por el régimen de Daud. Fundamentalista de la escuela deobandi, no fue capaz de llegar a
acuerdos con Jamiat tras la retirada de las tropas soviéticas. Su partido acogió a gran cantidad de
desertores khalqis del ejército y en él militaron un gran número de importantes figuras talibán —mulá
Omar, mulá Jalaluddin Haqqani, mulá Abdul Qader y mulá Abdul Haq, entre otros—. Con especial
influencia en las provincias de Nangarhar, Kunar, Kabul, Logar y Wardak. 16
Abdul Rasul Sayyaf era profesor en la universidad islámica La Sharía en Kabul hasta 1973, cuando
conspiró con Burhanuddin Rabbani y Gulbuddin Hekmatyar para derrocar al presidente Daud Khan desde
el valle de Panjshir (1975). El golpe fracasó y se vio obligado a huir a Pakistán (Afghan Biographies,
2015).
87 La sociología política
merecen ser destacados los dos que estaban formados alrededor de prestigiosas familias
afganas que lideraban sus respectivas órdenes sufíes y defendían el restablecimiento de
las tradicionales instituciones monárquicas afganas: Mahaz-i Milli-i Islami-i
Afghanistan (Frente Nacional Islámico de Afganistán), liderado por el ulema Sayyed
Ahmad Gailani, defendía el establecimiento de un sistema parlamentario con la
monarquía como jefatura del estado; y Jabha-i Nejat-i Milli (Frente de Salvación
Nacional), liderado por Sebghatullah Mojaddidi, con ideología bastante similar al
anterior (Maley, 2002:63-64; Cooley, 2001:64-65). De entre los partidos islamistas,
citamos en último lugar al partido Harakat-i Inqilab-i Islami (Revolución Islámica)
liderado por el ulema Muhammad Nabi Muhammadi, fundamentalista moderado que se
coaligó con Jamiat-i Islami durante el tiempo que Rabbani estuvo en el poder.
Tabla 1: Partidos políticos suníes conocidos como los Siete de Peshawar
Partido Político Liderazgo Sponsor ideológico Sponsor
económico Observaciones
Jamiat-i Islami Burhanuddin Rabbani Ahmad Massoud
Jamaat-i Islami Pakistan Hermanos Musulmanes
Pakistán, Estados Unidos y Arabia Saudita
Islamista Moderado
Hezb-i IslamiHekmatyar
Gulbuddin Hekmatyar Jamaat-i Islami Pakistan Wahabismo
Pakistán, EE.EEU. y Arabia Saudita
Islamista Revolucionario
Ittihad-i Islami Abdul Rasul Sayyaf Wahabismo Pakistán y
Arabia Saudita Wahabí
Revolucionario
Hezb-i IslamiKhalis Yunus Khalis Jamiat-i Ulema Pakistan Wahabismo
Pakistán Deobandi
Revolucionario
Harakat-I Inqilab-I Islami
M. Nabi Muhammadi Jamiat-i Ulema Pakistan
Pakistán Deobandi
Jabha-I Nejat-I Milli Sebghatullah Mojaddidi
Sufismo afgano Deobandi
Pakistán y Reino Unido
Tradicionalista Moderado
Mahaz-I Milli-I Islami Sayyed Ahmad Gailani Sufismo afgano Deobandi
Pakistán y Reino Unido
Tradicionalista Moderado
Fuente: elaboración propia
En 1980, los siete partidos suníes se organizaron como la Alianza de los Muyahidines
de Afganistán, bajo la presión de Pakistán, alianza que ni fue duradera ni daría sus
frutos en el campo de batalla por la falta de unidad ideológica. Esta desunión se tradujo
en traición en el caso de Hekmatyar que, apoyado y favorecido por el Servicio de
Inteligencia Pakistaní, llegó incluso a atacar al resto de guerrillas muyahidines.
Los movimientos chiíes17
por su lado se organizaron en 1979, tras la shura realizada
en Bamyan como consecuencia de los dramáticos acontecimientos políticos que estaban
17
Los más sobresalientes eran: la Shura-i- Ettefaq liderada por el ayatolá Behesti, el Sazman-i Nasir de
Abdul Ali Mazari, el Sepah-i Pasdarn, y el Harakat-i Islami de Asif Mohseni. Este último era el más
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 88
ocurriendo en Irán. Es en este momento cuando se constituyó la Shura-i Inqilab-i Ali
Behesti (Consejo Revolucionario de la Unión Islámica), y que declaró independiente del
régimen comunista de Kabul a la región de Hazarajat. Contaron con un apoyo tamizado
por parte del Irán jomeinista que limitó su ayuda a la económica, además de que ésta
siempre estuvo subordinada al seguimiento estricto de las directrices dadas desde
Teherán (Gomà, 2011:218-219). Junto a ello, debemos citar la existencia del Mujahidin-
i Khalq (Muyahidines del Pueblo), partido político islamista chií duodecimano, de
carácter secular y de izquierdas, que se había opuesto al régimen del sah Reza Pahlavi y
posteriormente perseguido por el régimen del ayatolá Jomeini. Todo ello favoreció que
finalmente la resistencia chií estableciera su cuartel general en Quetta, capital del
Baluchistán pakistaní, donde contaba con una muy importante comunidad chií desde los
inicios del siglo XX y donde además la ayuda internacional fluía con abundancia.
Citamos en este apartado a los maoístas de Sholah-i Javed (Cooley, 2001:73), que
actuaban principalmente como una guerrilla urbana, aunque este grupo de izquierdas
que nació a finales de los sesenta quedaría seriamente dañado con la muerte de Mao
Zedong, en 1976, y la nueva política desarrollada por Pekín (Gomà, 2011:220).
Los tipos de guerrillas y sus comandantes
La guerra de resistencia afgana contra el invasor soviético fue una guerra de guerrillas
donde aparecieron dos tipos de mando y organización de las unidades: las formadas por
unidades subordinadas a un líder que normalmente se había formado en la universidad
de Kabul y en la que sus guerrilleros estaban unidos por el ideal de guerra santa, de
composición multiétnica aunque con predominancia de una de ellas; junto a éstas, las
guerrillas rurales que agrupaban a individuos de un determinado valle o tribu y donde
sus lazos de unión eran sobre todo de tipo tribal o, al menos, clánico. Junto a estos dos
tipos que definen los ideales aparecieron infinidad de partidas con una mezcla de
características de ambas y lideradas por comandantes que se convirtieron en auténticos
señores de la guerra. En este tipo de liderazgo, tuvieron un papel fundamental los
comandantes mulás que reunían en su persona un fuerte liderazgo moral sobre su
comunidad de origen, así como los lazos de qawm con ella.
Los comandantes se debían más a sus filas que a sus jefes políticos, con los que la
línea de mando era tenue, de manera que aquéllos se convirtieron en los verdaderos
protagonistas de la resistencia. El cordón umbilical con las cabeceras de sus respectivos
partidos se mantenía en tanto recibían dinero y equipo. A contrario sensu, en estos años
se produjo una peligrosa tendencia hacia el profesionalismo entre los comandantes
muyahidín, de manera que lo que comenzó como una yihad contra el invasor extranjero,
acabó convirtiéndose para muchos en una forma de vida. De entre ellos destacaría sin
lugar a dudas la figura de Ahmad Massoud, comandante guerrillero que alcanzó el
mayor prestigio y único del que se puede afirmar que consiguió organizar unidades
disciplinadas y adiestradas para el combate en campo abierto contra las unidades
soviéticas que nunca fueron capaces de ocupar su santuario en el valle del Panjshir18
.
sobresaliente y el que combatió con mayor intensidad a los soviéticos; estaba formado por hazaras,
qizilbashs y pastunes chiíes. 18
Nombrado ministro de defensa del primer gobierno instaurado tras la caída del régimen comunista de
Najibullah, se convertiría en el líder de la Alianza del Norte que lucharía contra el movimiento Talibán.
Murió asesinado en atentado terrorista perpetrado por Al Qaeda el 9 de septiembre de 2001.
89 La sociología política
Por último, significar que mucha de la violencia ocurrida durante la guerra de
resistencia contra los comunistas se debió a los propios comandantes muyahidín que
con frecuencia se enfrentaban entre ellos por rivalidades territoriales y luchas de poder
local (Johnson, 2011:230).
LA RETIRADA SOVIÉTICA Y LA CAÍDA DEL RÉGIMEN COMUNISTA
En 1988, tras el anuncio de la fecha oficial para completar su retirada por parte de las
tropas soviéticas, se hizo necesario con urgencia otro intento de coordinación entre los
islamistas. Se estableció un gobierno en el exilio en Peshawar (junio de 1988) pero la
sobrerrepresentación de pastunes fue demasiado evidente —de un gobierno de quince
ministerios, les correspondieron once—, además de que no había representación de
partido chií alguno. Este gobierno provisional fue reconocido por Pakistán, Arabia
Saudita y Emiratos Árabes Unidos (Talmon, 1998: 314), pero nunca llegaría a ser
efectivo.
Una vez concluido el repliegue de las tropas soviéticas (15 de febrero de 1989), quedó
un país con un gobierno ilegitimo que necesitaba del apoyo exterior para no verse
colapsado, desafiado por un gobierno formado en el exilio que era incapaz de
mantenerse unido o al menos disimular sus grandes fricciones internas, y con una
estructura de comandantes de guerrilla que reclamaban su legítimo derecho a compartir
el poder. Con este escenario y sin un mecanismo acordado internacionalmente para que
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los Estados Unidos (EE.UU.),
junto a los actores estatales regionales, hubieran impulsado un gobierno de unidad, el
resultado se hizo evidente: la continuación de la guerra civil entre todos y contra todos,
con un nuevo juego de alianzas que duraban escasos meses y donde la traición y el
cambio de bando por interés se convirtió en rutina. Los EE.UU. perdieron el interés en
seguir apoyando la guerrilla muyahidín19
(Billard, 2010:39) y lo que parece haber sido
más importante, Pakistán perdió la capacidad de control sobre la mayor parte de los
comandantes guerrilleros a los que financiaba, desde el momento que éstos habían
aprendido a autofinanciarse gracias fundamentalmente al cultivo y tráfico ilegal del
opio, junto a la adecuada explotación de los canales internacionales de tráfico de armas
con los que habían establecido los necesarios contactos durante la guerra contra las
tropas soviéticas. Una guerra civil que había sido fundamentalmente ideológica, se
convertiría en una guerra por el botín del poder.
Hekmatyar no había conseguido el poder que pretendía en el gobierno acordado en
Peshawar por lo que se unió a Najibullah20
, posiblemente pensando que, cuando éste
cayese, el turno sería para él. Pero estos cálculos se mostraron erróneos, principalmente
por el éxito que las milicias uzbecas tuvieron en el campo de batalla21
, al hacerse con el
19
También se ha de tener presente que, en agosto de 1990, los EE.UU. comenzaban su primera invasión
de Irak. 20
Mohammad Najibullah Ahmadzai, hijo de una prominente familia pastún, se doctoró en medicina en la
universidad de Kabul, pero pronto se implicó en la política. Fue nombrado embajador en Irán en 1978, a
raíz de la revolución de Saur. A resultas de la limpieza de miembros parchamis que Hafizullah Amin
realizó en el PDPA, Najibullah fue perseguido, pero consiguió escapar por estar destinado en el extranjero
(Tesch, 2016). 21
Milicias que bajo el mando del general Dostum adquirieron protagonismo, incluso por encima de las
unidades del ejército regular, cubriendo el hueco dejado por el 40º ejército soviético tras su repliegue —
respondían directamente ante el ministro de defensa y comprendían de 20.000 a 40.000 combatientes—.
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 90
control de las principales ciudades del norte, núcleos urbanos que arrebataron a los
muyahidines tayikos (Johnson, 2011:250).
Pero, una vez más, el verdadero cáncer que carcomía la estabilidad del gobierno era
las rivalidades internas del propio PDPA. Finalmente en 1990, los khalqis, encabezados
por el propio ministro de defensa general Tanai, lanzaron un nuevo intento de golpe de
estado con el apoyo de Hezb-i Islami Hekmatyar (Rashid, 2002:198), en lo que era un
puro matrimonio de conveniencia, de manera que este último le proporcionaba la
necesaria legitimidad islamista a un partido marxista. Resultó ser un fracaso y sus
líderes acabaron uniéndose a las filas de Hekmatyar (Rubin, 1995:253).
Una nueva shura en Peshawarfue convocada en septiembre de 1991, cuando parecía
que la caída de Najibullah estaba próxima. Los acuerdos de Peshawar se firmaron el 24
de abril de 1992, entre todos los partidos políticos que habían formado el frente de
resistencia contra el gobierno de Najibullah, excepto Hekmatyar que renunció a estar
presente en la reunión ya que en ese momento estaba intentando hacerse con el poder
por la fuerza en Kabul, apoyado por el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas
Pakistaníes (ISI, por sus siglas en inglés). Finalmente, el 28 de abril de ese año, el
nuevo gobierno de unidad nacional ocupó el poder con Mojaddidi como presidente y
Rabbani como primer ministro. Dos meses más tarde, según el acuerdo alcanzado,
Rabbani ocuparía la presidencia. Continuaría en la presidencia hasta diciembre de ese
año, donde con motivo de la celebración de una nueva loyajirga22
saldría elegido por un
nuevo periodo de dos años.
En ese mismo mes, Najibullah fue obligado a renunciar y se refugió en el complejo de
las Naciones Unidas en Kabul, donde fue protegido durante los próximos cuatro años
hasta la entrada de los talibán en la ciudad.
EL FRACASO DE LA POLÍTICA DE RECONCILIACIÓN NACIONAL
Existen teorías que culpan a la desmedida ambición de los comandantes del norte como
la responsable de la guerra civil que se produciría sin solución de continuidad, al no
permitir el acceso al poder de notables figuras pastunes que hasta ese momento siempre
habían participado en su reparto (Kakar, 1995:193). La verdad es bien distinta, la
actuación de Massoud para el desalojo de Hekmatyar de Kabul en la última semana de
abril de 1992, fue cumpliendo la orden recibida de Mojaddidi, recién elegido presidente
por todos los partidos políticos, excepto Hezb-i Islami, y tras la declaración de este
último de que jamás aceptaría un gobierno en el que participase Massoud (Maley,
2002:192-193).
En marzo de 1993, se alcanzó un nuevo acuerdo bajo la presión de Pakistán y Arabia
Saudita, conocido como el de Islamabad. Lo rubricaron Rabbani y Hekmatyar, y en él
se establecía que éste ocuparía el cargo de primer ministro23
y Rabbani seguiría siendo
presidente hasta septiembre de 1994. Jamiat-i Islami era el único de los partidos
importantes que no tenía un sponsor internacional —Junbish-i Milli contaba con el
22
Literalmente círculo, con significado similar a la palabra árabe shura que significa consejo. Se adopta
esta forma para evitar la preeminencia de cualquiera de sus miembros, históricamente constituye la
manera de adoptar decisiones que impliquen la subordinación temporal a un líder para un asunto
acordado. 23
Los meses siguientes bajo la autoridad legal del primer ministro Hekmatyar se establecieron multitud
de normas sobre conducta pública y privada de los ciudadanos que se asemejaron a lo que más tarde se
viviría con la llegada de los talibán —obligación de portar el burka, prohibición de trabajos de las mujeres
en lugares públicos…—.
91 La sociología política
apoyo de Uzbekistán y de Rusia, Hezb-i Islami Hekmatyar contaba con Pakistán, el
sponsor de Ittihad al-Islami de Sayyaf era Arabia Saudita, y Wahdat contaba con Irán—
por lo que aislado, Rabbani no fue capaz de encontrar apoyos entre los pastunes
moderados y aceptó el peor de sus enemigos como compañero de viaje sin pensar en las
consecuencias que esto le acarrearía, o quizás consciente de ellas pero con un deseo de
mantenerse en el poder que le llevaría a cometer este error y que al final le costaría su
caída. En diciembre de ese mismo año, se convocó una nueva loyajirga en la que se
confirmó a Rabbani como presidente hasta final de 1996. La asamblea fue boicoteada
por Hekmatyar y Abdul Ali Mazari24
que no participaron en ella.
Mapa 1: División provincial de Afganistán en 1992
Fuente: http://www.lib.utexas.edu/maps/middle_east_and_asia/afghanistan_pol_93.jpg
En las regiones, el comandante muyahidín Ismail Khan —perteneciente a Jamiat pero
enfrentado a su líder Rabbani por la negativo a entregar al gobierno la suculenta
24
Fundador del partido Nasr que luchó contra la invasión soviética, ocupó el liderazgo indiscutible de
Hezb-i Wahdat cuando se éste se creó en 1989 por la fusión de nueve partidos hazaras (Afghanistan
Online, 1997).
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 92
tasación de impuestos que recogía en la región de Herat gracias a los pasos
transfronterizos con Irán y sobre todo con Turkmenistán— controlaba Badguis, Herat y
Farah. Por su lado, Mazar-i Sharif junto a las provincias de Jawzjan, Faryad, Balkh y
Sar-i Pul, se habían entregado a Dostum sin pegar un tiro. La zona noreste de Takhar y
Badakshan estaba en manos de Massoud, y la provincia de Kunduz era el punto fuerte
de Hekmatyar en el norte. En Hazarat, el partido predominante único era Wahdat bajo
su líder Mazari. En el sur y el este la situación estaba mucho más dividida porque las
tribus pastunes, a falta de un líder tras la caída de Najibullah —un ghilzaide la tribu
Ahmadzai—, se encontraban divididos: por un lado, estaban los tradicionalistas de
Mahaz-i Milli (Gailani) y Jabha-i Nejat (Mojaddidi); los islamistas radicales de Hezb-i
Islami (Hekmatyar); los fundamentalistas de Harakat-i Inqilab (Nabi) y Hezb-i Islami
(Khalis), además del fundamentalista Ittihad de Sayyaf. No obstante, si tuviéramos que
definir el auténtico aniquilador de cualquiera de las coaliciones que se intentaron, nos
decantamos sin lugar a dudas, por los islamistas radicales de Hekmatyar — apoyados
por Pakistán y Arabia Saudita— que hicieron frente común, en un momento dado, con
las milicias comunistas uzbekas, por las desmedidas ambiciones de poder de ambos.
Quizás la razón principal para la caída final del gobierno de Rabbani fue su
incapacidad para asociarse con pastunes tradicionalistas que hubieran facilitado el
control del sur, así como su error de cálculo de basar su gobierno en una alianza con
Hekmatyar con el que nunca pudo entenderse porque éste tenía una visión
revolucionaria de alcanzar el poder para imponer una versión estricta del islamismo
político y social. Esta asociación lo único que le produjo fue el aislamiento del resto de
partidos. Finalmente, el aislamiento interno y sobretodo externo de Jamiat-í Islami le
llevó al colapso el 27 de septiembre de 1996 ante los talibán, dando entrada a una nueva
era en la historia afgana.
Pakistán nunca estuvo de acuerdo con las facciones que habían alcanzado el poder25
y
decidió apoyar a un nuevo grupo que había surgido en las cercanías de Kandahar un año
antes, y que representaba una nueva versión islámica de la sociedad, más radical que las
anteriores. No es hasta comienzos de 1996 que Irán y Rusia se dieron cuenta de la
amenaza que suponía el poder creciente que estaban tomando los talibán con el apoyo
pakistaní, y decidieron apoyar a Jamiat con su figura preeminente que, en esos
momentos y sin lugar a dudas, era Massoud. El problema fue que los EE.UU. se
mostraron partidarios de la presencia talibán en Kabul y decidieron apoyarlos a costa de
Jamiat y Junbish, siguiendo los análisis y asesoramientos que su enviada especial en
Pakistán Robin Raphel hacía (Coll, 2004:300).
LA FRACTURA DE LAS ÉLITES Y EL NUEVO REAGRUPAMIENTO POLÍTICO DE LAS FACCIONES
COMUNISTAS E ISLAMISTAS
Siguiendo a Dorronsoro podríamos afirmar que lo que a primera vista puede parecer una
guerra civil sin causas lógicas más allá de la venganza, etnicismo y anarquía, resulta ser
una guerra estrictamente política, cuando se la mira con detalle, con acontecimientos
predecibles (1995:37).
25
Massoud había sido completamente descartado como posible solución de futuro en el gobierno afgano
por parte del gobierno pakistaní ya que al liderar un partido de mayoría tayika era percibido como un
obstáculo para los intereses pakistaníes de neutralizar a sus movimientos independentistas pastunes con
un gobierno afgano amigo.
93 La sociología política
Tras la caída del régimen comunista se produjo la búsqueda de nuevas asociaciones
con los líderes de la resistencia por parte de los que habían sido los colaboradores de
Najibullah, en busca de su mejor ganancia personal de futuro. Los dos polos más
importantes que se ofrecían estuvieron definidos por el criterio tribal y la ideología
política, por este orden. Esta prioridad facilitaría la integración de antiguos khalqisy
parchamis en los diferentes tipos de movimientos islamistas que sobrevivieron al
régimen: los primeros se identificaron con Hekmatyar porque en su mayoría pertenecían
a la confederación ghilzai y eran los provenientes de las capas sociales más
desfavorecidas, mientras que Massoud representaba a aquellos islamistas procedentes de
una clase media urbana y rural, a los que se habían unido los parchamis (Roy,
1994:113).
Sin embargo, el panorama político afgano había cambiado radicalmente con la guerra,
el islamismo político había enraizado en la sociedad pero dividido en facciones
irreconciliables que provenían del origen de la guerra civil contra el régimen comunista,
de manera que lo que había sido una guerra basada en el islam contra el soviet, ahora se
transformaba en una guerra entre diferentes interpretaciones islamistas, donde la
moderada era liderada principalmente por los tayikos, y la fundamentalista era
representada por los pastunes, mayoritariamente ghilzai, junto a otras tribus del sur. Por
último, un elemento altamente distorsionador, las milicias comunistas uzbecas
(Johnson, 2011:251).
Quizás la primera razón para el fracaso de cualquier intento de acuerdo, de todos
aquellos que se produjeron a partir de abril de 1992, fue la división y enfrentamiento de
las élites. Como consecuencia de la caída del régimen comunista de Najibullah, la nueva
élite del Estado se encontraba completamente fracturada: en primer lugar, las antiguas
élites previas al régimen comunista habían desaparecido, exiliadas en países de Europa
y los EE.UU. o asesinadas; entre las nuevas élites aparecidas durante las década de los
ochenta, encontraremos los comunistas formados en el PDPA —khalqis y parchamis,
con las diferentes características descritas para cada uno—; los islamistas moderados
representados fundamentalmente por los tayikos; los islamistas radicales representados
por Hekmatyar y los pastunes que unificó a su alrededor; los suníes tradicionalistas
pastunes que combatieron a los soviéticos y a los comunistas porque representaban un
modelo de Estado en contra de los preceptos de la sharía, pero que no eran de ideología
islamista —en este grupo estaban integrados los pocos pastunes monárquicos que
hicieron la guerra de liberación frente a los soviéticos—; y por último, los islamistas
pastunes con influencia deobandi que sólo contaron con sponsor a partir de la llegada al
poder de Benazir Bhutto26
en 1993.
Sumadas a esta fractura de las élites, encontramos tres razones más para esta
manipulación del poder político nacional: la mutua desconfianza y las fricciones
existentes entre ellas; que la legitimidad de las partes representadas fuera cuestionada
desde el momento en que no estuvieron representados los comandantes muyahidines de
primer nivel porque no disponían de partido político que participase en los varios
acuerdos llevados a cabo en Pakistán —Dostum, IsmailKhan y varias shuras de
comandantes presentes en el resto del país—; por último y quizás la esencial fue el
colapso de las instituciones del Estado, en particular el ejército que quedó
completamente fragmentado y politizado.
26
Hija de Zulfikar Ali Bhutto, fue primera ministra paquistaní de 1988 a 1990 y de 1993 a 1996.Lideró el
Partido Popular de Pakistán a la muerte de su padre y fue asesinada en 2007, cuando giraba su campaña
política para las elecciones nacionales que se celebrarían dos semanas más tarde.
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 94
Si la etnia no había constituido un factor de enfrentamiento en los estragos por
conseguir el poder político hasta la llegada de los soviéticos, pues todas aceptaban que
el poder debía seguir en manos pastunes por ser la etnia mayoritaria y los que habían
sido los artífices de la creación del estado afgano, la situación cambió radicalmente tras
la guerra de resistencia soviética pues se produjo una concienciación política de las
tribus norteñas y de las tierras altas centrales sobre la importancia de sus acciones y
logros para la existencia de un Afganistán independiente. En particular nos referimos a
los tayikos y los hazaras que, tras su aportación esencial para la expulsión de los
soviéticos y posterior caída del régimen comunista, exigieron su participación activa en
el poder del estado, a igualdad de condiciones con los pastunes. Fue por lo tanto una
quiebra de la jerarquía étnica preexistente, jerarquía que tácitamente había sido asumida
por el resto hasta ese momento27
.
EL MOVIMIENTO TALIBÁN Y LA CONFIRMACIÓN DEL CONFLICTO ÉTNICO
El surgimiento del movimiento
La guerra civil entre facciones islamistas fue especialmente violenta en Kabul,
cobrándose un gran número de vidas y destruyendo las infraestructuras de la ciudad,
cosa que no había ocurrido en tiempos del régimen comunista28
. Por el contrario, ante la
incapacidad del gobierno por ejercer sus funciones ya que se encontraba sumergido en
los combates por mantener el poder en Kabul, se produjo un vacío en las zonas rurales
que fue cubierto por los comandantes muyahidines de segunda línea que no lucharon
por el control del Estado y sí lo hicieron por el control de su valle, donde ejercían el
poder de manera autoritaria y violenta sobre vidas y haciendas de sus habitantes.
La situación de anarquía resultante fue más evidente en aquellas zonas donde el
control del territorio por estos nuevos señores de la guerra era más débil, en las zonas
fronterizas y de solape donde los enfrentamientos entre aquellos eran más intensos. Esto
ocurriría en la provincia de Kandahar y en especial en su capital, donde los líderes de
los partidos pastunes tradicionalistas29
se enfrentaron al islamismo radical que
representaba Hekmatyar, en una guerra de aniquilación que provocó el caos absoluto.
En esta zona, la yihad contra los soviéticos y el régimen comunista subsecuente estuvo
caracterizada por su carácter tribal, el poder se ejercía por barrios, con lo que el nivel de
anarquía resultante en la ciudad fue realmente alarmante (Rashid, 2002:18-19).
En este contexto, es necesario colocar la frustración vivida por cientos de afganos
educados en madrazas paquistaníes que habían pasado la última década como
refugiados en Pakistán, y habían vuelto a un Afganistán anárquico donde la violencia
era la norma. Autores como Barfield (2012:255) hablan de una transferencia natural de
jóvenes combatientes que se habían formado en las madrazas paquistaníes, desde una
guerra contra el invasor infiel comunista hacia una guerra contra muyahidines por el
caos y desorden reinante. La verdad parece ser más compleja, pues todos sus líderes
eran expertos combatientes y en su mayoría mulás, residentes en Afganistán, que
27
Shakila Wagemaker, expatriada afgana y licenciada en políticas por la Universidad de Ámsterdam,
actualmente sirviendo en la misión diplomática de los Países Bajos en India. Comunicación personal,
Kabul, 9 de octubre de 2015. 28
Se produjo un distanciamiento de los combatientes ante la clase popular, la guerra dejaba ser una yihad
para convertirse en jang-i dakheli (guerra civil). 29
Y que no contaron con el apoyo que los servicios de inteligencia pakistaníes habían prestado a los
partidos islamistas.
95 La sociología política
decidieron retomar las armas ante la situación de caos, con el apoyo ideológico y
material de la élite política paquistaní y de su brazo ejecutor, el ISI.
El islam deobandi del movimiento Talibán y su relación con la estructura política
pakistaní
Los talibán son un movimiento radical suní transfronterizo que tuvo su origen en las
madrazas localizadas entre las provincias de Ghazni y Kandahar, donde se comenzó a
impartir sus enseñanzas durante el reinado de Zahir Shah. En ningún caso lo podemos
identificar con un partido político en el que se tenga definido la situación final deseada
para el Estado y la sociedad, y sí como un movimiento religioso militar, donde para ser
un buen combatiente es necesario ser un buen creyente y donde el papel de la mujer en
la sociedad queda recluido a la más íntima de las esferas familiares ya que se la
considera una distracción a la vida de servicio (Rashid, 2002:88-89).
Sus orígenes ideológicos en Afganistán los identificamos con los partidos Harakat-i
Inqilab-i Islami de Nabi Muhammadi y, sobre todo, con Hezb-i Islami de Yunus Khalis,
partidos que se consolidaron durante la década de los ochenta en la guerra contra los
soviéticos, a pesar de no contar con el apoyo decidido del ISI y los EE.UU., ya que sus
respectivos líderes estaban ligados a la madraza Haqqania y por lo tanto simpatizaban
con el partido político pakistaní Jamiat-i Ulema-i Islami (JUI) —Partido Islámico de
Ulemas—, partido político marginado por el entonces régimen en el poder, del general
Ziaul-Haq30
, en beneficio del partido Jamaat-i Islami Pakistan (JIP) —Asociación
Islámica de Pakistán—, partido ligado al islamismo de los Hermanos Musulmanes. No
fue extraño que sus líderes, la mayoría de ellos formados y ligados a Haqqania, y con
experiencia de combate contra los soviéticos, formaran al principio de la década de los
noventa, un nuevo movimiento regenerador autodenominado Jamiat-i Taliban (Partido
Talibán). Y que este partido, ahora sí contase con el apoyo de todo el aparato pakistaní,
precisamente coincidiendo con la llegada al poder de Benazir Bhutto mediante una
coalición formada por el Partito Popular Pakistaní (PPP), controlado por la familia
Bhutto, y Jamiat-i Ulema Pakistan31
(Cooley, 2001:83-87).
La ideología religiosa talibán es una mezcla de salafismo deobandi con el código tribal
pastún, el conocido como pashtunwali, a lo que se añade que en el caso de fricción entre
sharía y pashtunwali tiene preferencia este último en contra de lo que sería de esperar
de un buen musulmán. El movimiento es hostil a la tradición sufí afgana32
, así como a la
veneración de santos y morabitos que tienen gran ascendencia entre la población, con
lugares de culto muy venerados, como consecuencia de la influencia Barelvi. Por
último, se opone al chiismo por considerarlo una herejía (Roy & Zahab, 2004: 19).
30
Ziaul-Haq derrocó al PM Zulfikar Ali Bhutto, el 5 de julio de 1977, en un incruento golpe de estado. Se
convirtió entonces en el comandante y administrador del país mediante la ley marcial. Zia ordenó ejecutar
a Zulfikar A. Bhutto (1979) bajo los cargos de intento de asesinato, suspendió todos los partidos políticos
y las huelgas, estableció una estricta censura de prensa, y mantuvo la ley marcial en el país hasta 1985.
Ante la invasión soviética de Afganistán, se embarcó en una escalada militar de apoyo a grupos
islamistas. También trató de ampliar su base de apoyo popular mediante la islamización de la vida política
y cultural de Pakistán. Murió en un accidente aéreo (1988). 31
El poderoso partido pakistaní deobandi. 32
Los deobandi no dejan de ser una escisión del wahabismo —escuela Hanbali— y por lo tanto opuestos
al islam tradicional afgano de la escuela Hanafi.
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 96
Mapa 2: Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA) y la actual provincia de Khyber-
Pakhtunkhwa (KPK), anteriormente denominada Provincia de la Frontera del Noroeste (NWFP,
por sus siglas en inglés)
Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File%3ANWFP_and_FATA.jpg
Su popular aceptación inicial estuvo basada más en su parte de tradiciones pastunes
que en la propia sharía, pero fue precisamente este modelo social que querían
implantar, ajeno a las tribus no pastunes, lo que le haría perder apoyo popular —los
talibán no supieron entender que Afganistán es una nación formado por varios pueblos,
cada una de ellos con su propia cultura, lengua e incluso territorio donde está
implantado—.Por otro lado, su falta de conocimiento de la sharía fue testimoniada por
los ulemas egipcios de la universidad de Al-Azar que se trasladaron a Kandahar en
2001, para tratar de convencer al mulá Omar de que no llevase a cabola destrucción de
los Budas, y que confirmaron que debido a las circunstancias y el incompleto
conocimiento de la jurisprudencia no son capaces de formular normas soportadas por
evidencias teológicas (Barfield, 2012:262).
A pesar de que algunos autores argumentan que en sus inicios no era un movimiento
antioccidental porque gozaban de determinadas simpatías por altos cargos de la
administración estadounidense, es un movimiento eminente militar que por principio
niega la cultura política occidental y la sociedad laica (Roy & Zahab, 2004: 12-13) y
97 La sociología política
que reclutó sus bases de combatientes de las madrazas afganas y sobre todo pakistaníes,
una vez que las primeras agotaron su capacidad de proveerlos (Maley, 2002: 216-218).
Un partido nacionalista y oficialmente opuesto a la distinción tribal y étnica, acabó
convirtiéndose en un partido étnico por la imposición jerárquica que la etnia pastún
acabaría ejerciendo sobre el resto. El consecuente rechazado se agravó con la posición
de predominio que ejerció la tribu Durrani sobre los Ghilzai, así como con las tribus
norteñas, por la distribución de cargos de responsabilidad —la shura suprema de
Kandahar sólo tenía representantes durranis provocando los lógicos celos y envidias
con el resto de tribus (Rashid, 2002: 98)—. El nivel de desconfianza de la shura
suprema con los gobernadores era de tal envergadura que normalmente estos puestos
eran rotatorios, en muchos casos por no más de varios meses. A ello se le sumó la
exclusividad fundamentalista religiosa por la que comunistas khalqis y tradicionalistas
pastunes acabarían desterrados o eliminados físicamente sino evolucionaban hacia la
ideología oficial33
(Dorronsoro, 2005: 267). Por último y como no fueron capaces de
superar su visión pastún parroquial de la sociedad, finalmente se granjearon la antipatía
de tayikos, uzbecos y hazaras, a los que se le unirían los habitantes de las ciudades que
los consideraban unos iletrados (Maley, 2002: 222-225).
CONSIDERACIONES FINALES Y CONCLUSIONES
Si la identificación político-étnica hazara tuvo sus orígenes en 1989, durante la
formación del partido Hezb-i Wahdat, con el patrocinio iraní y precisamente ante la
falta de representatividad que el resto de partidos islamistas le negaron a esta etnia, no
fue hasta la caída de Kandahar en manos talibán, en 1994, cuando se produjo la
identificación étnica tayika con Jamiat al perder la mayoría de sus comandantes
pastunes de Kandahar que se unieron al movimiento talibán. Este proceso se completó
con la caída de Herat en 1995, de manera que podemos afirmar que la guerra civil se
libraría mayoritariamente entre pastunes y el resto de etnias, a partir de esa fecha. Sin
llegar nunca a olvidar que la etnización del conflicto se produjo de manera involuntaria
en los dos partidos de carácter nacional, tanto en los Talibán como en Jamiat.
Aunque a lo largo de la guerra de resistencia contra los soviéticos, se había iniciado un
proceso identitario político de las etnias de las tierras altas y del norte, no ocurrió lo
mismo con la etnia pastún pues seguía dividida en la permanente rivalidad Durrani-
Ghilzai. Esta división de los pastunes provocaría que, por primera vez en la historia
afgana, el poder político nacional estuviera en manos de una etnia no pastún desde 1992
a 1996 —no estimamos que los diez meses, que el poder del Estado estuvo en manos
del denominado Shah Habibullah Kalakani, puedan ser considerados a estos efectos
pues se limitó a imponer el terror en la ciudad de Kabul, asesinando a todo aquel que le
desafiaba (Roberts, 2003: 51; Fletcher, n.d.: 218-221) —. Ninguno de los partidos
políticos pastunes fue capaz de aglutinar alrededor de sí al resto de las tribus, éstas se
encontraban divididas entre los islamistas radicales, islamistas moderados,
fundamentalistas y tradicionalistas, de manera que sería la etnia tayika, apoyada por
uzbecos y hazaras, la que se haría con el poder en el periodo postcomunista.
33
Sus bases estaban formadas, además de por los jóvenes de las madrazas afganas y posteriormente
pakistaníes, por antiguos khalqis que se habían integrado en Hezb-i Islami Hekmatyar y posteriormente
desertaron, y por pastunes tradicionalistas que se les irían sumando por sus lazos étnicos, al ir obteniendo
victorias.
Revista de Estudios en Seguridad Internacional 98
Los talibán no sólo no escaparon de este proceso de etnización sino que, a pesar de
que en su ideario político se identifican como un movimiento nacional e integrador,
basado en el seguimiento estricto de la sharía como base de unión de la nación afgana,
contiene un fuerte elemento desintegrador ante el resto de las etnias no pastunes,
constituido por la confusión de identificar el pashtunwali como parte de la sharía —esta
última, a su vez, interpretada según las influencias deobandis que la hacen, en muchos
aspectos, ajena a la tradición rural pastún—. Por otro lado, los propios talibán
identificaron a la tribu Durrani como la única con derecho a gobernar, posiblemente
como otra consecuencia no prevista y debida en este caso a que el qawm más cercano al
mulá Omar era todo él de esta tribu. Pero es que tampoco tomaron medidas para paliar
este hecho, posiblemente debido al altísimo nivel de desconfianza existente entre el
propio mulá Omar y sus líderes subordinados. De manera que la shura de Kandahar
prácticamente estaba formada en exclusividad por durranis, lo que provocaría un alto
nivel de insatisfacción entre los comandantes ghilzai, y desde luego no incluía a
miembro alguno no pastún. Este nivel de desconfianza llegaría al paroxismo cuando
decidieron despedir a todos los funcionarios de la administración estatal y los
reemplazaron por pastunes lo que llevaría a protestas que fueron intensas en la provincia
de Nangarhar, y que tuvieron como consecuencia la matanza de civiles y estudiantes en
Jalalabad que eran seguidores del segundo de Omar, el mulá Rabbani (Rashid, 2002:
98-99).
Cabe señalar que, si durante la guerra civil muyahidín habíamos identificado una
quiebra de la jerarquía étnica, durante el proceso de expansión y establecimiento del
régimen talibán fue madurando un proceso de etnización del conflicto que era ajeno a
los conflictos y guerras precedentes (Dorronsoro, 2005: 265; Rashid, 2002: 83) ya que
hasta ese momento las guerras civiles habían sido entre tribus pastunes o sus
confederaciones, y que normalmente se libraban contra el rey por considerar que estaba
violando determinados derechos o privilegios —imposición de nuevos impuestos,
expropiación de tierras de cultivo,…—, pero ahora comenzó a librarse entre las
diferentes etnias. Además, este proceso adquirió tintes religiosos como resultado de la
violencia sectaria que los talibán aplicaron en su proceso de expansión, en particular
contra los chiíes ismailíes por parte de los combatientes procedentes de las madrazas
pakistaníes34
, haciendo del islam un elemento de división en la historia del país —
suníes radicales contra chiíes— e identificando etnia y religión como elementos
segregadores, cosa que nunca antes había ocurrido ya que en Afganistán encontramos
tribus pastunes que son chiíes y hazaras que son suníes.
Es en este escenario de conflicto étnico y religioso donde entraría en juego la
comunidad internacional, liderada por los EE.UU. y con la legitimidad aportada por las
Naciones Unidas. El hecho de que la superposición de conflictos internos —entre las
diferentes facciones islamistas y comunistas, y entre los pastunes talibán con el resto—
no provocase la supresión del anterior sino el añadido de un nuevo elemento, aportaría
una mayor complejidad al conjunto social y político afgano, lo que hizo que el
escenario encontrado en diciembre de 2001 fuera terriblemente intrincado y difuso, pues
aunque los líderes políticos y militares talibanes fueron perseguidos y expulsados, no así
sus bases que se reintegraron en la vida civil como excombatientes.
34
Donde se había producido la mixtura entre las influencias wahabíes, importada por sus patrocinadores
árabes, y las deobandis propias de estas madrazas desde el mismo momento de su establecimiento en las
áreas pastunes pakistaníes.
99 La sociología política
Si tal y como los años avanzaban en la primera década del siglo XXI y la comunidad
internacional realizaba ímprobos esfuerzos en la reconstrucción nacional del país, la
situación sociopolítica afgana no hizo sino empeorar, probablemente ha sido porque no
se ha sabido abordar la división política y social existente, con medidas de integración
más allá de los clásicos programas de desmovilización, desarme y reintegración, pero en
ningún caso con programas de integración social dirigido a las élites políticas que
estaban y continúan divididas. Son pues necesarios proyectos políticos que propugnen
la integración de las diferentes facciones islamistas existentes, proyectos que definan
una línea de trabajo más allá del enfrentamiento en el campo de batalla al talibán.
Sin dejar de lado la necesaria lucha contra la insurgencia para evitar el colapso del
Estado, es necesario que la comunidad internacional se implique en un proceso de
apoyo a iniciativas políticas autóctonas y diversas, que discurran dentro de la
confrontación dialéctica, integrando a islamistas y comunistas. En la actualidad la
sociedad rural y la urbana están enfrentadas ante modelos políticos contrapuestos y es
necesario encontrar los puntos que les unen para poder trabajar sobre ellos, de manera
que se pueda definir un concepto de nación que es imprescindible desarrollar, para que
el nuevo proyecto de Estado sea en primer lugar legítimo ante los ojos afganos, y en
segundo lugar aceptable para la comunidad internacional.
NOTA SOBRE EL AUTOR:
Francisco Berenguer López es doctorando en paz y seguridad internacional en el
Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, Madrid.
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Revista de Estudios en
Seguridad Internacional
Vol. 3, No. 1 (2017)
Editada por:
Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)
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Granada, España
Dirección web:
http://www.seguridadinternacional.es/revista/
ISSN: 2444-6157
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Darío Cortes y Tannia Garzón, “El ciberactivismo en las revoluciones
posmodernas”, Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1,
(2017), pp. 103-125.
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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. 103-125.
http://www.seguridadinternacional.es/revista/ ISSN: 2444-6157. DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1.5.6
El ciberactivismo en las revoluciones
posmodernas
Cyberactivism in Postmodern Revolutions
DARÍO CORTES
Universidad Militar Nueva Granada, Colombia
TANNIA GARZÓN
Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España
RESUMEN: Teniendo presente el contexto tecnológico en el cual gira el accionar de la sociedad
global, y la influencia que la misma era digital sostiene sobre la cotidianidad humana, se puede
llegar a inferir que el componente tecnológico ha alcanzado el carácter de factor influyente dentro
de los fenómenos sociales, concernientes en la búsqueda de cambios sociales estructurales y que a
la vez pueden producir preocupaciones y riesgos a la estabilidad de los sistemas de gobierno
imperantes, para lo que se ha propuesto esta investigación con el fin de demostrar las acciones y
factores que materializan los hechos anteriormente expuestos.
PALABRAS CLAVE: Insurrección, Nuevos Movimientos Sociales, Revoluciones Posmodernas, Identidad, Desobediencia civil.
ABSTRACT: Bearing in mind the technological context in which the action of global society
revolves around and the influence that the digital age has on human daily life, it can be inferred that
the technological component has become an influential factor within social phenomena, according
to the search for structural social changes and at the same time can produce some concerns and risks
to the stability of the ruling systems of government, for which this research has been proposed, in
order to demonstrate the actions and factors that make these facts tangible, which are exposed above.
KEY WORDS: Insurrection, New Social Movements, Postmodern Revolutions, Identity, Civil
disobedience.
Recibido: 8 de marzo de 2017
Aceptado: 21 de marzo de 2017
104 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
INTRODUCCIÓN
El siguiente documento, proviene de una iniciativa propuesta como complemento a la línea
de investigación manejada dentro de la Escuela Superior de Guerra denominada “Mutación
de las Revoluciones”, en el cual se propone un esquema que determina la relación entre el
amplio mundo ciberespacial y el activismo, y como en la postmodernidad se da el ambiente
propicio para desatar una revolución a partir de los dos elementos anteriores.
En primera instancia se hace una descripción de carácter evolutivo entorno al proceso
tecnológico y digital de la era moderna donde las TIC representan y soportan el devenir de
la sociedad alimentando su propio desarrollo, hasta llegar al punto de quiebre con la
aparición del Internet. Desde allí se percibe una proximidad entre una nueva forma de
pensar, el cambio social, y el actuar de la sociedad, generando nuevos conceptos trabajados
a lo largo del documento.
Así mismo se procede a una serie de conceptualizaciones que fundamentan y enmarcan el
cuerpo de esta investigación, donde el ciberactivismo como primera medida, protagoniza el
eje principal de dicho documento, exigiendo un alto nivel en cuanto a contextualización y
soporte teórico preciso, dando cabida a una amplia gama de expositores y expertos del
tema, reconociendo así una proximidad más contundente y certera con respecto a la
temática manejada, permitiendo ultimar y asemejar un concepto más propio.
Seguidamente, se da lugar a clarificar en los comienzos del protagonismo de este nuevo
accionar que generan diferentes niveles de actuación o tipologías y un efecto posterior que
repercute en acciones mínimas, como en escenarios de complejidad social y en la toma de
decisiones de carácter individual y colectivo.
Al tener apropiación y dominio completo del concepto, se hace referencia a un especial
análisis y propuesta de la incidencia del ciberactivismo en la vida cotidiana y las nuevas
iniciativas a las que induce en el actuar colectivo, generando una serie de nuevos
fenómenos que son identificados dentro de las maniobras de los Nuevos Movimientos
Sociales, la expresión de los mismos y la motivación de un nuevo pensar dentro de las
sociedades postmodernas, para lo que se identificó la existencia de diferentes pasos que dan
como protagonismo al activismo y la era digital dentro de un escenario de entera
postmodernidad. Entre la distinción de estas etapas se estructura lo siguiente: el
ciberactivismo como generador de conciencia, el ciberactivismo como organizador, el
ciberactivismo como fuente movilizadora, y el ciberactivismo como detonante
insurreccional, permitiendo finalizar en una conclusión transmitida en el transcurso del
documento de forma implícita, definiendo el ciberactivismo como una nueva forma de
expresión revolucionaria y de incentivo de la misma, viendo en ello un elemento crucial
para la desestabilización de un Estado.
LA EVOLUCIÓN DE LAS TICS AL CIBERACTIVISMO
En medio de la evolución social y tecnológica, donde las TIC soportan el devenir de la
sociedad, se considera de suma importancia comprender el progreso y desarrollo de estas
herramientas, y como dichos elementos constituyen un nuevo fenómeno que se esparce y
El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 105
permea diferentes fronteras, facilitando la búsqueda de un cambio contundente dentro de
una esfera estatal. Dicha particularidad, hace referencia al término “ciberactivismo” el cual
para tener plena comprensión de él, obliga a la caracterización del proceso evolutivo de los
medios de comunicación y de expresión, lo que da lugar a la contextualización de su
expresión más mínima hasta llegar a la más amplia, donde las TIC se consideran el primer
pilar para la construcción de este nuevo fenómeno donde se dispone el espacio a la apertura
de una nueva fuente de expresión en la sociedad.
Desde una visión general, las TIC son el conjunto de innovaciones tecnológicas basadas
en medios con capacidad de captar información, almacenarla, elaborarla y difundirla,
haciéndolas inteligibles y accesibles. Se caracteriza por su constante y oportuna evolución
derivada de la necesidad del ser humano por un mayor y mejor tratamiento de la
información, y a su vez de la comunicación. El conjunto de instrumentos generan un
impacto significativo dentro del conjunto social, que se reduce a la constante utilización de
los medios, convirtiéndose en un proceso cultural precedido de la emergente necesidad de
la sociedad por acceder y hacer uso de los elementos tecnológicos y comunicativos (Parra,
2015).
Su trascendencia ha sido tal, que se empieza a destacar dentro del ámbito cultural a finales
del siglo XX e inicios del siglo XXI. Se conceptualiza como las denominadas Tecnologías
de la información (IT) a finales de los años 70, y alcanza su cúspide en la década de los 80
donde inicia el proceso para la afinación tecnológica en tres aspectos: la electrónica, la
informática y las telecomunicaciones, involucrándolas dentro del concepto TIC (Tecnología
de la Información y la Comunicación) a partir de los años 90 (ULC, 2009).
Desde la perspectiva de los docentes Duncombe y Heeks de la universidad de Manchester,
las TIC se definen como:
Los procesos y productos derivados de las nuevas tecnologías (hardware, software y
canales de comunicación) relacionados con el almacenamiento, el procesamiento y la
transmisión digitalizados de la información, que permiten la adquisición, la producción, el
tratamiento, la comunicación, el registro y la presentación de la información en forma de
vos, imágenes y datos (1999: 2).
Teniendo en cuenta el modelo clásico de comunicación que se sustenta en un -emisor-
canal- código- mensaje-receptor - se puede identificar diversos elementos básicos que bajo
la idea de Duncombe y Heeks se pueden incluir dentro de las Tics, entre estos destacan la
prensa, la radio, la televisión, el cine y la red mundial, englobándose todos bajo un mismo
patrón. Los medios de comunicación a través del desarrollo de diversos modelos y sistemas
han logrado una multiplicación bastante considerable, asimismo, ha permitido la mejora en
cuanto a calidad, velocidad, capacidad en la transmisión de la información y en la
obtención de una cobertura cada vez más amplia (López, 2013).
Gracias al eventual desarrollo de los aspectos tecnológicos y comunicativos se ha logrado
una integración tan importante, consiguiendo así, nuevas herramientas y servicios que
mejoran la calidad y el funcionamiento de forma más compacta y sólida dentro de las TIC.
Debido a esta unificación se ha conseguido el desarrollo de uno de los productos más
revolucionarios de la época, la llegada de Internet.
106 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
Con este hecho que se da, y gracias a las bondades del computador personal, se dio la
consolidación de nuevas redes informáticas y se generaron nuevos medios comunicativos,
haciendo de la computadora e Internet medios masivos de comunicación. Es así como el
fenómeno digital de Internet llega para irrumpir y permanecer en la mayoría de los aspectos
y quehaceres de la vida de la sociedad moderna, donde situaciones tan importantes como la
educación se ve seriamente influenciados por ello (López, 2013).
Durante mucho tiempo la forma de comunicación entre la sociedad se resume
exclusivamente a medios masivos de comunicación entendiendo estos como “aquellos
canales artificiales a través de los cuáles se transmiten mensajes que se dirigen a un
receptor colectivo o social. En el proceso de comunicación de masas se traspasan las
fronteras del tiempo y del espacio” (PPVJ, 2009: 1).
En un principio se pueden ejemplificar los medios masivos por la radio, la televisión, y la
prensa, quienes no cumplían únicamente la función de fuente informativa sino que
permitían crear un área de expresión dentro de la comunidad. Con la evolución de la
tecnología y las comunicaciones aunadas a la fulminante llegada de Internet, se abre el
espacio para que este integre también el conjunto de los medios masivos de comunicación.
Enfatizando que ya los medios para este entonces (90s) no son exclusiva fuente de
información, y por el contrario se les atañe el deber de permitir la expresión, catalogándose
como los únicos instrumentos tecnológicos por los cuales la sociedad y diferentes
organizaciones integradas dentro de ellas se podían manifestar. Desde este momento se
busca el modo de lograr una difusión masiva de un mensaje que propaga un grupo
particular de personas en su mayoría con ideologías y políticas específicas, dando lugar a lo
que se conoce como nuevos movimientos sociales (en adelante: NMS) (Domínguez, 2012).
Ante la notable evolución de la forma de comunicarse y expresarse, las nuevas
tecnologías han permitido la difusión de mensajes en lugares inimaginables. En la
actualidad se presenta una interconectividad entre millones de personas que tienen
capacidad para relacionarse entre sí de una forma constante a través de diferentes medios,
dándose de esta forma la distribución simultánea de mensajes con exposición a debates,
reflexiones y nuevos aportes, creando la posibilidad de nuevas protestas y manifestaciones
e incluso movilizaciones que se recogen en el término de ciberactivismo, fundamentándose
en herramientas comunicativas, buscando una acción colectiva de manera pacifista dentro o
fuera del espacio virtual (Leoni, 2010).
De esta manera se demuestra el impacto que las herramientas tecnológicas presentan en
la actualidad en la población a nivel general, sin embargo y de manera más activa se
encuentra la población juvenil, quienes participan haciendo uso de instrumentos digitales
como parte de su rutina. Su finalidad se basa en la comunicación, entretenimiento, el
aprendizaje y participación dentro de acciones ciudadanas, políticas o culturales. El reflejo
del cambio en la forma de expresión se evidencia en gran medida en la expansión de
movimientos generados en los finales del siglo XX e inicio del siglo XXI con la pretensión
de alterar algunas estructuras de poder. Dentro de esto, también cabe resaltar la influencia
de los NMS que han trascendido y a la vez marcado la historia y la expresión en la
sociedad. La integración de movimientos que si bien, la mayoría presentan diferencias en
cuanto a su origen y su contexto social y político, se asemejan en la utilización de los
El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 107
medios tecnológicos y de comunicación para consolidar y organizar sus manifestaciones
(González et al., 2016).
Con la llegada y evolución de los NMS a las redes surgen nuevas formas activistas, una
de las más representativas es el ciberactivismo, usada como una fuente a la búsqueda del
cambio, donde algunos como el profesor David De Ugarte lo catalogan como una
estrategia donde la intención de la publicación hecha es que al ser leída sea expandida a
otros (De Ugarte, 2007).
CIBERACTIVISMO
Desde un marco conceptual el estudio de las nuevas tecnologías en la sociedad se soporta
bajo la investigación de múltiples autores que dan cabida a una hipótesis general que se
sostiene bajo el nombre de una nueva era o sociedad, caracterizada por su libre y fácil
acceso a la información, generando diversos efectos e impactos dentro de la misma. La
repercusión de dicha accesibilidad se resume en una marca que abarca diferentes esferas en
las que se involucran significativamente la política, la económica, lo social y lo cultural,
donde se reúne un conjunto de herramientas que pretenden impactar de alguna manera
dichos entornos, es así como el ciberactivismo se abre campo dentro de la sociedad
(Fernández, 2012).
Volviendo a Ugarte quien define el ‘ciberactivismo’ como “toda estrategia que persigue el
cambio en la agenda pública mediante la difusión de un determinado mensaje y su
propagación de forma verbal (boca a boca), multiplicado por los medios de comunicación y
publicación electrónica personal” (De Ugarte, 2007: 85). Dentro de su concepto también
afirma que existen dos formas de estrategia, la primera consiste en consolidar un eje,
postular acciones propagando una idea, y por otro lado crear un debate social con cierto
impacto.
Algunas de las características otorgadas a la composición del ciberactivismo se divisan en
acciones tales como, la utilización de la red y la telefonía móvil como elemento
fundamental, permitiendo así la reproducción masiva e instantánea de contenidos
informativos. De otro lado se concibe como una forma de organización y protesta pacífica
que pretende la denuncia persistente a los abusos de los derechos humanos, a su vez, es un
acto colectivo que depende del impulso conseguido, es decir que, entre más lo integren, la
presión y la fuerza que ejerce el movimiento es mayor, buscando adicionalmente el apoyo
transfronterizo, y por ultimo da lugar al debate y la reflexión tanto individual como
colectiva (Battocchio, 2014).
Para concluir con la definición de ciberactivismo, se puede apuntar que:
El ciberactivismo trata, por tanto, ante todo de difundir un mensaje valiéndose de las nuevas
tecnologías aprovechando sus ventajas en cuanto a velocidad, viralidad, horizontalidad. […]
Intenta hacer visibles las problemáticas que no están en la agenda pública, organizar
acciones que busquen fortalecer una organización política. […] Acciones cuyo objetivo
principal sea el cambio social y la participación colectiva activa. Es por ello que hoy día,
Movimientos Sociales y Ciberactivismo, van de la mano (Fernández y Paniagüa, 2007: 13).
108 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
TIPOLOGÍAS DEL CIBERACTIVISMO
A esta nueva forma de protesta se atribuye una clasificación de tres pilares hecha por Juan
Sebastián Fernández, sociólogo de la Universidad de Almería, donde se individualizan
ciertos aspectos del ciberactivismo.
Dentro de la primera categoría se encuentra el activismo digital, net activismo o
ciberactivismo, para este campo se refiere al uso de las herramientas digitales de manera
pacífica, normal y no destructiva, tras un objetivo específico. Las actividades a aplicar
dentro de este grupo son: la búsqueda de información, construcción de sitios web,
divulgación de los sitios web, intercambio informativo a través de correos, el uso de la web
como espacio público y para debates, integración y consolidación de grupos, planeación y
coordinación de acciones (Fernández, 2012).
Dentro del segundo grupo encontramos el ‘hacktivismo’ o la denominada desobediencia
civil electrónica, que básicamente es la combinación del activismo con el hacking, este
incluye algunas tácticas de ‘hackeo’ en contra de algún sitio web con la finalidad de
obstruir sus actividades sin consecuencias mayores, ejemplo de ello puede ser protestas
web y bloqueos virtuales, bombas automatizadas de correo electrónico, intrusiones a
computadoras, y virus/gusanos informáticos (Fernández, 2012).
Por último encontramos la categoría correspondiente al ciberterrorismo que se determina
como la afinidad entre ciberespacio y terrorismo. Entendiendo así el ciberespacio como “un
territorio multidimensional, poblado de maquinas, humanos y ciborgs, alimentado por
imágenes, constituido por códigos, atravesado por flujo de signos. Un espacio no
cartesiano, rizomático cuyas fronteras son interfaces, los bienes escasos, la atención y el
tiempo” (Battocchio, 2014: 21). Dentro de esta categoría se incluyen aspectos de
consecuencias más fuertes por medio de movilizaciones sociales y a través de las redes, el
conjunto de estas acciones con incentivación política más el uso del hacking trascienden al
punto de causar daños de fuertes consecuencias que incluyen desde afectación a bienes
materiales hasta el atentar con la vida de las personas (Fernández, 2012).
ALCANCES CIBERACTIVISTAS
Los alcances exactos del ciberactivismo son algo difíciles de establecer, puesto que
hablamos de un fenómeno que trasciende sin medida, y no promete un fin cercano que de la
posibilidad de determinar su repercusión puntual, sin embargo para dar respuesta a este
aspecto se trabaja bajo una especulación del uso necesario de los medios digitales
específicamente de carácter social, para la difusión de iniciativas que buscan un impacto en
la sociedad. Desde este punto se le otorga cierto protagonismo a los medios y redes sociales
que facilitan la propagación de mensajes de manera inmediata, extendiendo la información
a más personas, construyendo así la base para lo que se puede consolidar como una
movilización de carácter digital (Martín, 2013).
Teniendo en cuenta lo anterior, estas expresiones por medio de las redes pueden
trascender a un objetivo claro que se remonta a la manifestación y forma de hacer protesta,
que fácilmente puede concluir con la citación del público a la plaza a manifestar de forma
El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 109
presencial, por algo que ya se había exteriorizado a través de la red y que da cabida al punto
máximo del ciberactivismo.
Pero, ¿puede el ciberactivismo reemplazar las protestas? En el pasado Campus Party del
2011 en la ciudad de México, se trataron los diferentes alcances que obtiene el
ciberactivismo, plantearon que simplemente el ciberactivismo es la evolución en la forma
de manifestarse, ya que esta también va a mantener una posición ideológica fundamentada
para la invocación de las protestas, va a facilitar los medios dentro de una movilización y
permite hacer las cosas de manera diferente. Así, se sintetiza que el ciberactivismo no
reemplaza una protesta, más bien antecede un conjunto de procesos que culminan en una
eventual manifestación (Casanueva, 2011).
Para ello, también es necesario tener presente la evolución de las redes en los últimos 20
años y con ella la necesidad acrecentada de la sociedad por involucrarse con estas
herramientas, tanto así, que se vuelve prioridad de los gobiernos enfatizar en sus proyectos,
la extensión y capacidad de cobertura de las redes dentro de la población. Al incrementar la
cobertura de redes se logra ampliar la participación de los ciudadanos a través de los
medios digitales, que se resume a una mayor contribución de una sociedad más informada y
con mayores medios para la expresión de inconformidades, originando iniciativas
individuales, grupales o de sociedades que incentivan la convocatoria de una acción
manifestante que impacte socialmente, dimensionándose como el foco del ciberactivismo.
El poder que se ha conseguido con los NMS de la mano del activismo ha logrado una
transformación considerable en la comunicación y un nuevo resurgir en el aspecto político
para la sociedad, consiguiendo un desprendimiento de los medios tradicionales que siempre
se hacían presentes, arrebatándoles a los medios masivos de difusión la hegemonía
informativa y narrativa, dando espacio a un activismo comunicativo que busca una mejor y
mayor forma de expresión. Es así como el efecto de la comunicación inmediata y
propagada dentro de una sociedad carente de acción, información y comunicación,
reacciona ante la opción de cambio. El actuar de las protestas sociales se reduce
inicialmente a un encuentro tras pantallas que culmine con un acercamiento presencial
trabajado por un hecho antecedido de forma tecnológica.
El ciberactivismo como ya lo habíamos nombrado, se caracteriza por incluir ideas
opositoras en contra de ciertas estructuras, en su mayoría de carácter político,
constituyéndose así como una acción con repercusión netamente política. Para otorgarle
esta clasificación es importante definir el concepto de acción política donde según Eduardo
Jorge Arnoletto la define como:
Conjunto de actos dotados de sentido y significación política, o sea relacionado con la
conquista y ejercicio del poder, para la construcción de un orden social deseable según la
idea de quienes los realizan. Normalmente procura acrecentar las condiciones de seguridad
y libertad para el disfrute de los valores sustantivos de la vida social (poder, respeto,
rectitud, riqueza, salud, educación, habilidades, afecto) para el actor, su grupo o la sociedad
en su conjunto (2007: 2).
CIBERACTIVISMO Y SU INCIDENCIA EN LA POLÍTICA
110 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
Partiendo del contexto de una transformación de las sociedades modernas, que como
consecuencia han incrementado la participación política tradicional y además han logrado
nuevas formas de pronunciamiento y acción política que trascienden la militancia habitual o
la participación en los procesos electorales, se busca un contexto que involucra el mundo
ciber y la forma de hacer política.
Este tipo de cambios que han sido estudiados por diferentes autores como Habermas,
quien indicó que esta situación en su momento podía generar “un nuevo paradigma
político” donde los conflictos se llevarían a colación a través de medios muy diferentes a
los convencionales, cuyos protagonistas son los ciudadanos más jóvenes, que en algunos
casos cuentan con un nivel educativo y tecnológico mayor.
Gracias a Internet la ciudadanía ya no es únicamente la encargada de recibir el mensaje
político, sino que tiene la posibilidad de ser el emisor, convirtiéndose en una sociedad
activa, cambiando la forma de interacción entre la población y el gobierno. Así,
enmarcamos un nuevo concepto denominado ‘ciberpolítica’, referido a los
pronunciamientos políticos a través de las redes y medio por el cual de hace posible
demostrar algunas pretensiones democráticas ya sean modernas o clásicas. En consecuencia
la red promociona una democracia directa donde todos los ciudadanos pueden mantener un
contacto en tiempo real en el mismo momento (Martínez, 2007).
EFECTOS DEL CIBERACTIVISMO Y LA MOVILIZACIÓN DE LAS MASAS
Como primera consecuencia de la aplicación de la ciberpolítica, se logra determinar que la
integración ciudadana a través de las redes denominada ‘ciberdemocracia’, es la acción de
mayor incidencia dentro de este panorama.
Con una sociedad ciberdemocratica y ciberactivista ya establecida, la utilización de
Internet y los blogs para la difusión de discursos ponen a disposición de los ciudadanos
herramientas que ofrecen poder y reconocimiento, proceso el cual De Ugarte lo considera
como una organización en redes distribuidas de manera igualitaria, dejando la
jerarquización de lado, abriendo campo a un nuevo concepto denominado ‘ciberturba’ que
se asocia a las tecnologías informativas y de comunicación con finalidades políticas o
sociales. De Ugarte considera que esta es una consecuencia de un proceso de disputa social
llevado a cabo por los medios electrónicos, que culmina con movilizaciones en la calle. No
obstante, antes del hecho de propiciar una ciberturba existe un proceso deliberativo, que no
tiene mucho protagonismo para los medios de comunicación, en el sentido que ella antes de
materializarse exige un proceso de ordenamiento logístico a través de las tecnologías, que
inicialmente se daba por blogs como medio de conversación, pero en la actualidad se
recurre a las redes sociales para tener un mayor impacto en esta fase de difusión. Las
ciberturbas crean y generan la movilización desde la esfera de las redes informativas y es
por ello que no se le otorga un organizador responsable (De Ugarte, 2007).
Esto demuestra que las redes y la tecnología han invadido el escenario político,
influenciando de manera constante la acción de hacer política y causando efectos
significativos en todos los elementos que se involucran. Es así, como la clase dirigente no
puede actuar de la misma manera que en tiempos pasados, ellas deben responder a esta
El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 111
realidad de forma certera, ya que la sociedad no está dispuesta a soportar, por el contrario,
cada vez se ve más motivada a levantarse en son de protesta. Ante este hecho, se demuestra
la preocupación de la sociedad por los aspectos políticos, carácter que ausentaba en la
mayoría de países latinoamericanos. Internet y las redes, han hecho que los partidos
políticos pierdan el curso de la gente, abriendo una gran vacío que es reemplazado por las
plataformas tecnológicas que les permiten a las personas organizarse de forma tal que
puedan motivar y producir un cambio que en muchos casos los mismos políticos no pueden
lograr. Acciones que solo a través de un click logran una participación activa demasiado
amplia que contribuye al cambio que la sociedad busca (De Ugarte, 2007).
Con el conjunto de acciones que propone el ciberactivismo y teniendo en cuenta su
finalidad, se plantean dos consecuencias importantes dentro del escenario político. La
primera consiste en la esencia particular del ciberactivismo, de informar y generar opinión
pública, crear conciencia y estimular a la movilización en busca de la satisfacción de
intereses específicos pero sin trascender o afectar la esfera sistémica. Y una segunda que
busca una transformación más profunda a la falta de respuestas de la acción anterior, que se
basa en cuestionar la información, buscar la verdad, manifestar inconformidades y hacer
llamado y efectuar la movilización, fomentar un desorden como forma de protesta y generar
una condición social anti sistémica que incita a la revolución.
CIBERACTIVISMO Y REVOLUCIÓN
Una vez abordada la revolución como una de las variables que en la posmodernidad puede
derivar del ciberactivismo, cabe destacar que la revolución a la luz del análisis de los
procesos sociales y del conflicto político está determinada por la lucha por el poder y el
control del Estado, en el que dos bloques o fuerzas antagónicas con aspiraciones diversas
producen la alineación de un sector significativo de la sociedad que contrariando las
posiciones del sistema imperante produce cambios bruscos en la manera de gobernarse (De
Andrés y Ruiz, 2009).
En este sentido se torna interesante determinar la forma como esta actividad social se
transforma desde una simple protesta reivindicativa hacia la confrontación del sistema
mediante acciones políticas de resistencia, que valiéndose de la revolución tecnológica y de
las comunicaciones origina mutaciones en la manera de conducirse. Su impacto en la lucha
revolucionaria se reflejará en la ampliación del escenario de agitación, la identificación y
asignación del sujeto social, político y revolucionario, el lenguaje y la forma de protesta, las
nuevas formas de acción política, la velocidad y amplitud en la propagación de los
mensajes o consignas políticas en tiempo real y los mecanismos de convocatoria para la
movilización insurreccional.
Respecto a la ampliación del escenario de agitación, la tradicional plaza pública de los
centros de educación se complementará con uno nuevo conocido como el ciberespacio,
donde las redes sociales sin pretender desplazar a la militancia cobra relevancia abriendo
paso a la denominación del nuevo sujeto social del que evolucionara el nuevo sujeto
político. Por lo tanto el ciberespacio se constituye en el espacio de libertad en donde se
redimen las batallas de resistencia por la disputa del poder contra el sistema imperante, en
112 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
el que se desplegarán expresiones de desobediencia civil electrónica, protestas, boicots o
mítines (Vicente, 2004).
En la actualidad, el concepto “ciberrevolución” no dista mucho de las concepciones
teóricas tradicionales las cuales determinaban a manera de condición el constituir un
movimiento amplio, fracturar el orden político y jurídico vigente y luchar por la sustitución
del orden político imperante (Villoro, 1992). Exigencias que solo podrían alcanzarse
mediante la adopción de un proceso sistémico, que detalladamente de manera progresiva,
ordenada y persistente aborde el discurso, la motivación, la organización, los medios, las
formas de expresión, la convocatoria, y la movilización. En síntesis se podría colegir que la
ciberrevolución al igual que la teoría clásica se constituye en un medio para alcanzar
objetivos políticos y sociales transformadores al mediano y largo plazo utilizando para ello
las redes (Roca, 1997).
Así la “red” se ha constituido en el espacio de aventura donde la expresiones libertarias, la
ruptura institucional, la igualdad y la relación horizontal, alientan el espíritu revolucionario
por la emancipación de modelos preconcebidos por una sociedad que se ha limitado a una
visión del mundo y en la que los nuevos movimientos sociales abanderados por las
juventudes y las minorías, esgrimen alternativas de futuro.
EL PROCESO CIBERACTIVISTA REVOLUCIONARIO
Para poder comprender acertadamente que los eventos no responden a situaciones
espontáneas, sino que se llevan a cabo bajo un planteamiento teórico consecutivo, se le da
mención a la proposición del siguiente proceso, que define el origen de una idea de cambio
y la máxima expresión de la misma a través de una secuencia de acciones y situaciones que
precisan cada paso a seguir. Este hecho es de considerar un proceso, debido a su carácter
evolutivo y progresivo en cada una de sus acciones (lo que más adelante se denominara
etapas) que transforman de manera atributiva una sociedad gracias a la modificación que se
busca para el régimen (Prieto, 2009). Para el caso del ciberactivismo como mecanismo que
contribuye al desarrollo de los procesos revolucionarios, se puede determinar que este
interviene de manera significativa en las etapas de generación de conciencias, organización
de los activistas, la movilización y levantamiento insurreccional.
Primera Fase: El “ciber” como generador de conciencia
Responde a un proceso educativo y de creación de un sistema que enmarca el rumbo del
grupo en acción política, con base a la búsqueda de una respuesta o solución a una
necesidad, basada en herramientas tecnológicas tipo web. Sin una base ideológica, no
existirá una lucha sólida y solo se dará al reclutamiento de presuntos rebeldes sin causa y
ciberactivistas sin fundamento. Dentro de esta etapa se articulan diferentes actores que le
dan cierta complejidad al proceso de consolidar una ciberevolución, con la unión de
múltiples cuerpos como medios de cambio a través de la red, la cual permite que un sin
número de entes virtuales se unan, se constituyan y combatan; y a la vez “permite que se
El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 113
entable un diálogo directo de transformación” (IV Congreso para la cibersociedad, 2009a:
5).
De esta manera aparecen nuevas aéreas públicas, descentralizadas, más autónomas y con
mayor dinamismo con una funcionalidad más independiente ante las instituciones y con una
afinidad tecnológica de carácter tele comunicacional e informático que va evolucionando.
Las experiencias colectivas pasan a un plano virtual, en el que supedita la descomposición
de una comunidad que actúa y piensa individualmente para la reorganización de una nueva
comunidad que “siente, se comunica e interactúa en el ciberespacio” (Esteinou, 2003: 26).
De esta situación se desprenden las siguientes acciones:
Generación de conciencia: las redes sociales pertenecen a las redes de comunicación lo
que exige tener un lenguaje simbólico, con respecto a los apremios de carácter cultural
y a las relaciones de poder. Dichos sistemas no solo están en capacidad de incluir a los
seres humanos sino también su lenguaje dirigido a la conciencia y a la cultura, por ende
sus reproducciones comunicativas son constantes y con cabida al pensamiento y el
significado, que dan lugar a nuevas comunicaciones que generan reglas de
comportamiento en todos los seres dentro de una misma red, que terminan
compartiendo un conocimiento común que se convierte en realidad ante la producción
de un sistema de “creencias, experiencias y valores compartidos” por el grupo común
dentro de la red. Lo que representa que las redes generan constantemente nuevos
caracteres mentales y pensamiento, que funcionan como coordinador del
comportamiento de las personas (Luna, 2010). En este orden de ideas la confluencia
histórica entre la evolución de las comunicaciones, la tecnología y la mutación del
marxismo condensado en Gramsci no podían encontrar un escenario mas acorde para
hacer viables sus contenidos teóricos, donde se propone un actuar de las conciencias
colectivas motivadas por un agente de cambio, es decir, no se considera que la
sociedad por si sola logre la articulación a la revolución sin el requerimiento expreso de
un alto actor intelectual que dirija la generación de conciencia y el proceso
revolucionario como tal, en razón a que las ideas y opiniones no surgen de forma
espontánea, sino que responden a la construcción en la praxis del sentido común o
cotidianidad, llegando a considerarse que en el seno de la superestrucutura constituida
por las instituciones de la sociedad civil como la familia, la iglesia, los centros de
educación, entre otros, se concreta el espacio en el que se desarrolla la confrontación
por las ideas y los valores donde surge como actor protagonista de la disputa por las
verdades los medios masivos de comunicación (R. P. Saenz, s.f).
De esta forma el manejo de los medios se hace indispensable para la propagación de
mensajes que incentivan de manera constante acciones con un fundamento insurreccional,
donde el factor ideológico toma relevancia dentro del proceso revolucionario hacia la
transformación de la sociedad mediante la alteración del imaginario común, permitiendo
deducir de ésta manera, que hoy en día el manejo de los medios de comunicación, son la
forma más expedita y contundente de llegar a la conciencia social y por ende al poder (R. P.
Saenz, s.f).
114 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
Entre tanto y a través del activismo digital se ha logrado construir una nueva visión
paradigmática representada en nuevas dinámicas de expresión que despiertan y construyen
conciencia (Tavarez, 2011). Estos nuevos espacios logran compactar nuevos imaginarios
dentro de una colectividad, que busca un apoyo social para la materialización de unos
objetivos específicos. Desde aquí se dará inicio a un proceso en ascenso entre redes, que
busca captar la atención de una atmósfera identificada con la intención y que a la vez
contribuya con la consolidación de sus fines. Para ello se plantean ciertas iniciativas que
simbolizan en acciones la objetividad de una ideología naciente, en dichos actos existe una
representación de una situación actual que haga referencia al porqué de una nueva forma de
pensar y de actuar, llevando a cabo un discurso por medios tecnológicos que permita la
implantación y difusión de su idea .
Con la nueva era tecnológica, el individuo común puede generar un diálogo con contenido
de impacto a nivel global, haciendo alusión a un acto de carácter ciberactivista debido a la
multiplicidad de escenarios o canales abiertos en ascenso popular como Twitter, Facebook
y Youtube (García et al. 2014). Lo que significa, que existen diversas formas de analogía,
interacción, transmisión de información e intencionalidad, desplegadas diversamente según
el contexto social del momento, creando una fragmentación social conseguida de una
división discursiva que tiene como objetivo la toma de conciencia, obteniendo la capacidad
a su vez de generar nuevas redes (Dabas, 1995). Dicha conciencia también es generada por
un factor vinculante diferente a la participación e incitación de las redes como la
cimentación relativa de: “haber presenciado"; "haberse animado";"haber compartido";
"haber encontrado otros que pensaban y sentían lo mismo". El aprendizaje de "esto es
posible", trasladado en una dimensión témporo-espacial incapturable a otras situaciones,
con otros vínculos (Dabas, 1995: 4).
Es así como la reflexión y toma de conciencia logra un espacio que gravita entre la
propagación y difusión del mensaje a través de las redes, representando un factor clave en
el éxito del llamado a la rebelión, ya que de la transmisión obtenida depende la
participación y la inclusión de las personas, quienes efectuarían el reclamo a una solución,
permitiendo el funcionamiento de una cadena que difunde un mensaje que evidencia lo que
sucede, buscando fomentar una reflexión para un cambio social, que fácilmente se ejecuta
dentro de las redes al compartir y comentar la información. De esta manera se amplía el
discurso y el mensaje teniendo posibilidades de llegar a la mayoría del público de un modo
casi inmediato. Para este propósito se considera como el medio más apropiado el empleo de
las redes sociales, los sitios web propios y la publicidad virtual los que con un
funcionamiento similar al de un virus digital invade y se propaga ilimitadamente.
Ante las acciones a ejecutar es preciso decir, que la importancia de éstas, radica en que la
sociedad civil se entere de lo que sucede, respalde y apoye la iniciativa, primeramente a
través de los mismos medios de difusión (IV Congreso para la cibersociedad, 2009a). “En
suma, la existencia de la red está aportando embriones para la construcción de una nueva
estructura de sociedad y de Estado” (Esteinou, 2003: 28).
División de opiniones: la opinión como una connotación cualitativa y de carácter
propio, permite la división de las mismas, donde el sentir y percibir hace la diferencia,
formando una opinión de conjetura, y otra de creencia, determinada por el
El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 115
conocimiento que se tiene de las cosas cuando se perciben directamente y se hace
juicio en torno a ello (Olleta, s.f).
Gracias a la pluralidad de iteracciones que se pueden presentar en medio de las redes,
sobrevienen diversos mecanismos que dan lugar a una división del pensamiento, entre estas
se ubica el componente de transmisión, donde un nodo dentro de la red, creador de un flujo,
transmite un contenido con capacidad de influir sobre otro nodo, ya sea en su accionar o
razonar, rechazando un pensamiento que no respalda la idea que en un momento se creó, o
que difiere con la experiencias vividas de otro nodo perteneciente a la red (Peréz y Aguilar,
2012).
Ante el rechazo de posiciones se legitima una confrontación de ideas, se da una
fragmentación ideológica o de pensamiento con respecto al manejo del poder estatal y la
aplicación ante la ciudadanía, diversificando la sociedad en torno a la división de opiniones,
debido a las perspectivas que cada persona logra tener frente a la situación o la influencia
externa de las redes para consolidar el pensamiento de un individuo con la implantación de
una idea en cuanto al escenario.
Frente a la diferencia de percepciones y debido a la multiplicidad de relaciones dadas en
los nuevos medios de comunicación, surgen diversos espacios en el mundo ciber que
constituyen el escenario de controversia y contradicción entre opiniones, que cuestionan la
posición de cada uno de los individuos, sobre la influencia del Estado sobre el
conglomerado. Dicha confrontación busca superar la alienación que el sistema ha ejercido
mediante el dominio de los medios de comunicación, así la legitimidad estatal disminuye a
consecuencia de la denuncia social, que finalmente se constituye como una batalla por
conseguir y reivindicar su legitimación.
Denuncia social: gracias a la inmediatez y la interactividad presente dentro de los
medios masivos de comunicación como Internet y su incidencia en las redes sociales ,
se crean las condiciones para que de manera preferente estos encabecen la lista de
instrumentos en cuanto a las denuncias sociales. Los interesados no solo desempeñan
un único papel de receptores, sino que adquieren protagonismo en las diversas
alternativas de emisores dejando de lado la comunicación interpersonal a una global.
Las nuevas tendencias tecnológicas facilitan la vinculación entre diversas poblaciones
e incluso conexiones globales que permiten la relación de compartir opiniones y
experiencias, que en este caso buscan tener un impacto a nivel social. La nueva era
digital a su vez incrementa las posibilidades de la emisión de un contenido en los que
se hace efectiva la denuncia social, con la finalidad de incentivar a las personas a ser
testigos y testificar ante una realidad social que necesita de toda la atención (García et
al. 2014), y se le es retribuida con actos de solidaridad entorno al apoyo a la causa, lo
que representa el impacto y la fuerza del mensaje denunciado.
Es así como la expresión básica e individual de inconformidad ante el Estado se
materializa en una “micro acción” que se configura en la exposición de posiciones y
eventos que identifican un pensar anti sistémico y que se fortifica haciendo uso de los
medios virtuales, es decir, todo comentario, foto, video, tweet, expuesto en redes a manera
de manifestación relegada para el estado.
116 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
Búsqueda de identidad: a partir de la interpretación dada a los eventos e información
evidenciada en un mismo entorno, se da la construcción de identidad, es decir, con
base a lo entendido y al adueñarse de los mensajes accesibles al ambiente social,
donde los medios electrónicos proporcionan un discurso concentrado en información,
a los que se recurre para dar respuesta a preguntas que giran en torno a la identidad
(Morales et al. 2013). A su vez existe una adaptación donde un grupo de nodos
construye una uniformidad desde un ajuste al ambiente social, dando presencia a
similitudes en cuanto a contextos, experiencias, creencias, acciones y representaciones
(Peréz y Aguilar, 2012), que sirven como elemento para lograr una identificación y
posteriormente una adhesión.
De esta forma se logra un discurso influyente hacia el público, generando una idea de
cambio, lograda desde la base fundamental del apoyo social y que identifique las
necesidades del circulo social, es decir, no solo es la intención de generar cambios, sino
convencerlos de que son ellos quienes lo generan con una participación ingeniosa y
voluntaria. Dentro de este discurso se trabajan los aspectos identitarios y el fervor nacional
a través de la web que usualmente se aplica a medios de fin social (Esteinou, 2003), los
medios que permiten un mejor impacto son las imágenes y vídeos que representen un
entusiasmo patrio, o por el contrario, se utiliza un material que demuestre indignación ante
lo que sucede dentro del Estado.
Tras un proceso precedido de adaptación, surgen los medios por los cuales se da dicha
armonía, determinada por estrategias similares en las que se pueden consolidar lazos, donde
la idea de un grupo de nodos establece uniones entre sí, contribuyendo a la adaptación de
una nueva identidad con características diferentes a las que se contemplan en una
percepción individual (Dabas, 1995). El inicio de un proceso identitario, forja la proyección
de afianzar la intención de la causa, de esta manera, la sociedad busca la integración
ideológica entre comunidades que visualicen, respalden y representen sus ideales (Jorquera
et al. 2005).
En este caso se puede considerar el efecto de tan solo un emisor en el que la expectativa
no supera una acción más positiva que el acceso a un sitio web oficial o promotor o el
reconocimiento de un logo, permite articular infinidad de micro identidades que enfrentan
la macro identidad estatal. De otra forma, existe una segunda instancia que enmarca medios
más centralizados como Facebook y otras redes sociales, donde el emisor sigue siendo uno,
sin embargo el público tiene posibilidad de responder en términos de aprobación o
desaprobación haciendo uso de las herramientas facilitadas por los mismos medios y que
pueden representar una forma de expresión con poco compromiso. Finalmente se podrían
destacar interacciones en los que se evidencia una integración mucho más descentralizada,
donde sigue existiendo una división emisor/ receptor, sin embargo el receptor adquiere un
mayor grado de compromiso con la situación, ya que este puede hacer aportes mayores que
por lo general involucra la generación de contenidos e información de carácter
colaborativo, las herramientas más comunes son las que dan espacio a la descripción de
documento y opiniones como contextopedias, ezines, wikis abiertas etc. (De Ugarte, 2007).
El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 117
Segunda fase: Ciber como organizador
Independientemente de la tendencia anteriormente incentivada, es de destacar, que en la
actualidad no hay iniciativa alguna que no use como recurso de propagación y difusión las
herramientas tecnológicas facilitadas por internet, para su organización, ya que esta
funciona como un elemento para obtener recursos e incluso motivar a la movilización,
afianzando cada vez más una fuerte relación entre los nuevos movimientos sociales e
Internet (IV Congreso de la Cibersociedad, 2009).
En este sentido, no existe una imposición jerárquica debido al ordenamiento común
administrado por una herramienta que dinamiza la participación social, a su vez se retoma
el discurso con tinte identitario, soportando así un nuevo elemento que contribuya a un
discurso diferente con capacidad de incentivar el llamado a la organización a través de las
redes para la movilización, desarrollando los siguientes eventos:
Articulación de intereses: Internet como herramienta fundamental de la organización
de los nuevos grupos, permite que la acción ciberactivista tome mayor relevancia y
participación dentro de la esfera, es así, como se genera una constante participación,
dentro de la atmósfera ciber con capacidad no solo de interpretar la información, sino
generar contenidos al libre albedrío de los usuarios, los cuales en torno a la situación
generan un dialogo que culmina con la integración y consolidación de una comunidad
con intereses comunes, con tan alta afinidad, que están en capacidad de ser
diferenciadas de otras comunidades bajo una identidad propia, que se logra evidenciar
desde la participación directa dentro de los medios electrónicos propios (Peréz y
Aguilar, 2012). De esta forma se logra focalizar la participación e integración de todos
aquellos que encuentren una vinculación ideológica o identificación con la forma de
pensar y actuar de los promotores de iniciativas, y de quienes sientan un respaldado de
intereses, lo que crea una nueva zona de acción social múltiple, que permite una nueva
organización, participación y expansión colectiva, accediendo al fortalecimiento de la
participación ciudadana frente al aparato estatal centralizado (Esteinou, 2003).
Para lograr una participación precisa y oportuna de las masas articuladas ideológicamente,
se instauran mecanismos de comunicación que permiten la organización de una serie de
eventos que representan el ideario del grupo, donde una vez más los medios electrónicos de
tipo web obtienen el papel principal, como herramienta que permite ejecutar la acción. El
trabajo en equipo y la estabilidad, son dos características fundamentales para la generación
de debates y propuestas sólidas, que van enlazadas con los próximos eventos a realizar por
el grupo (Tavarez, 2011). Los nuevos mecanismos de comunicación, permiten el
direccionamiento de los diferentes eventos entre los que se relacionan todo tipo de video
conferencias, convocatorias para acciones offline, coordinación por mensajería instantánea,
las redes sociales como medios de propagación, y la búsqueda de mayor integración online
(Esteinou, 2003), que dan lugar a la propagación de una indignación colectiva que motiva
nuevos eventos, como mecanismo de reproche diferente a la manifestación y divulgación
ante los medios electrónicos.
Formas organizativas del ciberactivismo: El espectro de las formas organizativas en el
ciberespacio, trascienden el ámbito exclusivo de las estructuras tecnológicas, al
118 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
observarse que para su conformación intervienen factores sociales y culturales que
generan elementos identitarios ajustados a la posmodernidad. En la actualidad la
transformación en la manera como se relacionan las personas ha conducido a la
emergencia de formas organizativas virtuales, que permiten la flexibilización de manera
reticular (tras la descomposición de las formas físicas de reunión y organización
tradicionales). De ahí la prevalencia actual de los "arcoiris", "rizomas", "redes", "webs",
etc., formas de organización muy blanda, muy flexible, con relativamente leve
operatividad y poca constancia hasta ahora , y que señalan, la confluencia, al menos en
parte, del "precariado" con el "cibertariado" (San Vicente, 2014: 43). Ante esta
simultánea y moderna integración para la organización obliga a la búsqueda de mejores
y mayores alcances organizativos, que ante la disposición tecnológica, los limites no
son opción, facilitando así por medio de la web, las condiciones para optimizar los
resultados de coordinación y permanencia del movimiento. Con dicho apoyo técnico, se
ha logrado una reconfiguración conceptual dentro de los procesos comunicativos,
gracias a las capacidades que ofrece como mecanismo preciso para mantener
“interrelaciones” es así como Osvaldo León, Sally Burch y Eduardo Tamayo afirman
que:
Así, el uso del correo electrónico, de las listas de intercambios y distribución y de las
páginas Web ha pasado a ser parte de sus quehaceres cotidianos para intercambiar
informaciones, compartir ideas y propuestas, organizar eventos y manifestaciones
públicas, denunciar y expresar solidaridad. Todo ello, obviamente de manera muy
particular a cada organización y conglomerado (2005: 184).
Tercera fase: Ciber como fuerza movilizadora
Bajo la concepción de unos objetivos concretos para la organización y a su vez de
escenarios materiales con presencia de activistas se avanza hacia la movilización de masas,
donde se da “cuerpo a las redes virtuales, se crean y rebaten significados e identidades, y se
representan ritualmente valores políticos”, lo que significa una plena acción directa autora
de una agudo carácter exaltado que incita el trabajo constante de las redes dentro del globo
público (Sandoval & Nachawati, s.f: 12).
Llamado a la movilización: ante las situaciones de carácter político acontecidas dentro
de las redes, hay un contagio de indignación que traspasa las fronteras, y una
influencia permanente de los portavoces ante los medios electrónicos que se
convierten en forjadores de un eminente llamado a la movilización como respuesta a
dicha indignación y donde la movilización de los ciudadanos permite el cierre de
brechas entre el mundo presente y el que se anhela, demostrando una vez más el poder
de las movilizaciones y la unión de la tecnología, admitiendo así, la construcción de
un nuevo activismo que logra un impacto positivo (Tavarez, 2011).
La propagación de ideas toma su máxima expresión y el entusiasmo político e identitario
hacen presencia incentivando la movilización, para lograr materializar una lluvia de ideas
que representan una posición anti sistémica, basados en un lineamento filosófico (Patria y
Resurgir, 2008). Igualmente se busca retomar la forma clásica de manifestación, donde se
El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 119
congrega a la sociedad para hacer presencia dentro de la plaza, con el firme objetivo de
protestar por una causa específica, recordando que esta ha sido convocada explícitamente
por medios virtuales y su organización se ha llevado a cabo de la misma manera.
La organización para el llamado a la movilización, se da en dos escenarios diferentes
según Ugarte, el primero consta de la campaña cotidiana, donde se construye un eje para
proponer acciones y difundir una serie de ideas, dando una activa participación a los
individuos que a su vez visibilizan la operación, incitando a la gente a soldarse a la
organización. Otra forma de organización, consiste en la creación de una discusión de
carácter social, con consecuencias imprevisibles, que en general culminan con una
“ciberturba” o un nuevo consentimiento social.
Agentes de cambio: Para generar las acciones agrupadas, es necesario la integración
del conjunto social en una misma armonía, en el que es indispensable contar con un
medio de comunicación que permita la organización de forma libre. De esta manera la
sociedad logra una adaptación para posteriormente alcanzar su visibilización con la
conformación de un nuevo movimiento social que gira en torno a las nuevas
tecnologías, destacando a su vez la incidencia en los espacios públicos, donde su
máxima expresión de descontento y organización ciudadana se ve presente en las
calles y plazas. El factor a destacar de esta situación, es la influencia de Internet no
únicamente como medio de comunicación e información, sino la esfera ciberespacial
que crea para el pugilato social y llevar a cabo un accionar con tinte político (Díaz,
2016). Llevando a cabo la movilización, los activistas tienen oportunidad de crear
nuevos espacios de comunicación haciendo uso de las nuevas tecnologías, con la
finalidad de materializar sus ideales políticos de forma más duradera, donde se
combinan herramientas comunicacionales como la radio, la televisión, Internet y la
prensa, para lograr la mediatización necesaria que manifieste el apoyo y la
“interacción con los poderes públicos y políticos” (Sandoval & Nachawati, s.f: 25).
Es así como toda una acción colectiva culmina con la concentración en la plaza con el fin
específico de exigir una opción que fomente el cambio, en el cual los ciberactivistas
protagonizan la escena, y empiezan a generar tensiones de control a nivel interno,
obligando a las instituciones a generar soluciones que apacigüen las iniciativas
insureccionales de los fervorosos congregados en la plaza .
De otro lado el ambiente cibernético proporciona un nuevo rumbo de la esfera pública a la
vez que genera nuevos desafíos en torno a la movilización social. Los profesores Bernardo
Sorj y Sergio Fausto, afirman en su libro “Intenet y Movilizaciones Sociales”, que:
Si bien por un lado favorece la coordinación de la movilización, por el otro, tiende a
enclaustrar a los actores dentro de la propia galaxia Internet. Hay tantas cosas que hacer en
la propia galaxia Internet que ésta no tarda en convertirse en una arena más o menos
autónoma y paralela a la acción colectiva (2015: 81).
En este sentido es importante esclarecer que no todas las movilizaciones, promovidas por
el ciberactivista conducen a la misma acción, en algunos casos los activistas tan solo se
limitarán a mantenerse en la escena cibernética, lo que refleja una disparidad entre una
minoría ciberactivista y las minorías activistas de los movimientos sociales (Sorj & Fausto ,
2015).
120 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
Cuarta fase: Ciber como detonante insurreccional (levantamiento)
Los procesos revolucionarios clásicos han registrado variedad de detonantes que inician la
insurrección, como el asesinato de un destacado líder, el incremento de tarifas de servicios
públicos, el fraude electoral, la creación de nuevos impuestos, la privatización de las
empresas de servicios públicos entre otras, situaciones que no distan de las motivaciones
que pueden producir el levantamiento popular alentado por las redes sociales e Internet, que
para el caso pueden constituirse en detonante, el corte de los servicios de Internet y las
redes telefónicas, único medio de expresión del inconformismo que al faltar impulsará a las
masas a tomar las calles.
En el desarrollo de los procesos revolucionarios, las circunstancias concretas del momento
histórico inciden de manera significativa en la definición de la estrategia a ser adoptada. En
la posmodernidad las condiciones demográficas en las que los jóvenes se constituyen en el
mayor segmento de la sociedad que van en crecimiento y en exigencia de mejores
condiciones hacia el logro de sus retos y aspiraciones, aunado a los avances tecnológicos y
las contradicciones de los sistemas de gobierno, han producido el auge revolucionario del
pueblo, ocasionando que la insurrección como estrategia general haya tomado primacía al
promover los levantamientos masivos de la población que en poco tiempo se toman los
centros del poder (Comandante Antonio, 1999), en el que el uso de los beneficios de
Internet para la propagación de ideas, organización en redes sociales y movilización de las
masas hacia el levantamiento concreta su intención revolucionaria.
En este sentido la insurrección que contempla las etapas de acumulación levantamiento y
afianzamiento, enfatiza en la necesaria existencia de un detonante que produzca la
explosión del inconformismo acumulado para el levantamiento masivo de la población,
premisas en la que el ciberactivismo ha profundizado con la propagación de ideas,
denuncias, promoción de discordias, inconformismos e indignaciones, lo que David
Ronfeldt y John Arquilla significarían como la “Social Net War”, considerada como “una
nueva forma de protesta desarrollada por diferentes grupos horizontales que adoptan
múltiples formas de resistencia, entre las cuales Internet juega un importante papel, a nivel
organizacional y comunicativo” (Treré & Barranquero, 2013: 35).
CONCLUSIONES Y CONSIDERACIONES
La evolución tecnológica y de las comunicaciones logra su mayor impacto en las formas de
relación social, al producir la mutación en las interacciones humanas y la configuración del
espacio físico a un mundo virtual en el que se transforma la aproximación y cercanía con el
otro, permitiendo mediante la virtualidad en un tiempo real, el intercambio informativo de
forma instantánea así como la eliminación de fronteras que ante las crisis permiten la
búsqueda de alternativas y la elaboración de propuestas claras construidas desde las
herramientas que el mismo mundo ciber ofrece.
Ante el protagonismo de Internet, es importante recordar, que éste sólo hace referencia a
una condición necesaria que funciona como el medio para la rebelión; sin embargo, el
origen de ésta, engendrada en el agotamiento e indignación de diversos sectores sociales
ante la opresión y la humillación que los impulsa a la configuración de un movimiento ágil
El Ciberactivismo en las revoluciones posmodernas 121
y consistente encuentran en las capacidades tecnológicas herramientas que promueven y
potencian su espíritu de resistencia y maximizan en menor tiempo y con mayor cobertura
los efectos de la revolución.
Sin duda alguna, también es importante resaltar que la consolidación de la revuelta, exige
de un proceso de transformación cultural como antesala a la construcción del ideario
político y el logro de la hegemonía social. Proceso en el que se traslaparán tareas de
demolición del viejo modelo con las de construcción del nuevo que lucha por nacer (Flores,
2009), y en el que la acción ciberactivista se constituye en el medio adecuado para incidir
de manera persistente en las conciencias hasta alcanzar el objetivo. De este modo, la
confluencia del ‘cibermundo’ con la pluralidad de cosmovisiones del espectro social,
permite la generación y dispersión de propuestas y propósitos alternativos que contagiando
a las masas se propagan como un virus que invadiendo las entrañas de la estructura de
poder produce la transformación del pensamiento único, hacia la instauración de un nuevo
orden.
Frente a esta dinámica también se debe advertir, la plena disposición a la manipulación
tanto de los hechos, la información y la creación de conciencia social, que en muchos casos
es representada por el manejo de los medios, organizados por entes institucionales que
buscan una retaliación a los movimientos que ante sus ojos se levantan. Sin embargo
pueden existir factores intrínsecos que buscan pretensiones específicas de forma interna,
logrando de esta manera una asociación con la causa que busca recursos. Ante dicho
patrocinio las dos partes se favorecen de forma reciproca, un ejemplo de ello se
representaría en el apoyo de un tercer actor a los movimientos revolucionarios, donde se les
prevé todos los recursos necesarios para que estos puedan alzarse en una revolución y
derrocar a un poder que al Estado patrocinador no le conviene tener en el orden.
Por último, el ciberactivismo se constituye en una nueva forma de expresión
revolucionaria o forma de alentar la revolución, en medio de un universo en el que los
intereses geopolíticos de las grandes potencias y actores, pueden hacer uso de ellas para
promover e incitar las revueltas revolucionarias sin ofrecer rastro alguno, o por
movimientos anti sistémicos que ven en el ciberactivismo la mejor forma de desestabilizar
las formas de poder desde el descontento social y su accionar colectivo.
A manera de corolario se podría exponer que en el marco de las revoluciones, el
ciberespacio se muestra como una “ventana para la sociedad” que da paso al llamado del
cambio social actual enmarcado dentro de parámetros pluriculturales que incidiendo en la
mente de la colectividad, logra que los movimientos ofrezcan posibilidades de crear un
entorno diferente a la implantación de normas incorporadas dentro de las instituciones del
Estado y de la sociedad en general. La diversa disposición de nuevos actores, mensajes,
creencias y acciones que estos espacios de la sociedad civil genera, al incidir en la
estructura de valores y realidades, alcanza el debilitamiento e inestabilidad de la sociedad
política, para que en ella se produzca y allane el camino de la regeneración de la cultura
democrática o que de sus entrañas se atente contra la misma. Algo no muy distante al
registrarse en la actualidad diferentes eventos de desorden y manifestación que buscan un
cambio político en diversos momentos y lugares del mundo mediante procesos
insurreccionales, representando a nivel global un punto de quiebre en el sentido social y
122 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
político, al consignarse la facilidad e influencia de Internet como las acciones de
transformación más representativas en la determinación del concepto de revolución y la
forma de llegar a ella (Castells, 2009) .
NOTA SOBRE LOS AUTORES:
Darío Cortes es miembro de la Escuela Superior de Guerra Rafael Reyes y Universidad
Militar Nueva Granada.
Tannia Garzón es miembro de la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, España.
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Revista de Estudios en
Seguridad Internacional
Vol. 3, No. 1 (2017)
Editada por:
Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)
Lugar de edición:
Granada, España
Dirección web:
http://www.seguridadinternacional.es/revista/
ISSN: 2444-6157
DOI: http://dx.doi.org/10.18847/1
Para citar este artículo/To cite this article:
María Eugenia Cardinale, “Seguridad Internacional y derechos humanos: una
reflexión a partir de los aportes del cosmopolitismo crítico y el liberalismo
ofensivo”, Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1,
(2017), pp. 127-148.
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Revista de Estudios en Seguridad Internacional, Vol. 3, No. 1 (2017), pp. .127-148.
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Seguridad internacional y
Derechos Humanos: una reflexión a
partir de los aportes del
cosmopolitismo crítico y el
liberalismo ofensivo
International Security and Human Rights: an Examination through Critical Cosmopolitarianism
and Offensive Liberalism Approaches
MARÍA EUGENIA CARDINALE Universidad Nacional de Entre Ríos y Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
RESUMEN: Este artículo se propone reflexionar, considerando los principales debates de las Relaciones
Internacionales, acerca de dos propuestas teóricas actuales sobre la seguridad internacional: el
cosmopolitismo crítico y el liberalismo ofensivo. Ambas perspectivas dan centralidad a la vinculación de
aquella con los derechos humanos para pensar los abordajes y prácticas de seguridad.
La seguridad internacional ha cobrado un lugar centra en los debates disciplinares en el presente siglo y
ha dado lugar a una serie de propuestas que buscan innovar las formas y contenidos de la misma. Entre
las proposiciones más recientes resaltan el cosmopolitismo en sus vertientes más críticas y una particular
versión del liberalismo que se define como ofensivo o intervencionista, suele asociarse a las políticas
seguritarias de Estados Unidos. Especialmente este último enfoque no ha tenido suficiente atención en la
literatura hispanoamericana. Por ello, el objetivo es describir, comparar y poner en cuestión estas
propuestas a modo de sustento de análisis para la vinculación seguridad internacional-derechos humanos.
PALABRAS CLAVE: Seguridad Internacional, Cosmopolitismo, Liberalismo, Derechos Humanos, Debates
en Relaciones Internacional.
ABSTRACT: This paper will examine two theoretical perspectives about International Security, through the
theoretical framework of IR (International Relations) Debates. The focus will be on “thin
cosmopolitarianism” and offensive liberalism. Both approaches emphases the linkage between
international security and human rights as the core of ideas and practices in the field.
International Security has a central role in IR contemporary debates and within them has emerged
proposals that pursue the aim of presenting innovative forms and contents for security. Among those
approaches experts highlights critical views of cosmopolitarianism and a specific form of liberalism
called offensive or interventionist, usually associated with USA security policies. Particularly, this last
perspective has not received enough attention in Spanish IR literature. Therefore, the aim of this paper is
to review, to compare and to call into question both perspectives, considering that as a basis for analyze
international security-human rights relationship.
KEY WORDS: International Security, Cosmopolitarianism, Liberalism, Human Rights, International
Relations Debates.
Recibido: 26 de agosto de 2016
Aceptado: 3 de febrero de 2017
128 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
INTRODUCCIÓN
Desde la posguerra fría en adelante la seguridad internacional ha entrado en un
profundo debate en las Relaciones Internacionales (RRII). En el presente siglo ha
logrado constituirse en un subcampo disciplinar propio, de acuerdo a Buzan y Hansen
(2009), especialmente luego de los cambios producidos en su definición a partir de los
atentados de 2001 y la denominada “guerra preventiva al terrorismo”1 de Estados
Unidos.
Las discusiones acerca de la seguridad internacional han sido planteadas contra el
mainstream racionalista, objetivista y materialista de los estudios en seguridad
prevalecientes en EE.UU. (Buzan y Hansen, 2009. Booth, 2007. Krause y Williams,
2002. Burchill [et. al.], 2005). O en todo caso, centrados en Occidente.
En este escenario, se modificaron las nociones clásicas acerca de la Defensa, la
seguridad nacional e internacional, superponiéndose entre sí, borrando las
especificidades de acción y objetivos de cada una. Se ampliaron los componentes
inherentes a la seguridad, pasando de elementos propios de los campos del desarrollo y
la protección de derechos a formar parte de una mirada “seguritizada”2 de la realidad.
Lo cierto es que se produjo una profundización y ampliación de los estudios sobre
seguridad, que Buzan y Hansen (2009) definen como “critical and
widenningperspectives” opuestos a los estudios estratégicos propio del realismo.
Orozco (2006), por su parte, define dos grandes enfoques: el primero, parte de una
visión restringida de la seguridad cuyo objeto referente es el Estado y su integridad, se
centra en cuestiones militares y económicas. El segundo enfoque, que denomina como
expansivo, incorpora otras problemáticas no tradicionales y sus objetos referentes varían
de la persona humana a los grupos sociales o comunidades hasta la comunidad
internacional.
Diego Cardona Cardona (2004) establece tres tipos de expansión en torno al
entendimiento sobre la seguridad: vertical, entre lo internacional-global pasando por lo
societal y humano; horizontal, en la ampliación de los temas que trascienden lo
estratégico-militar; del signo de la seguridad, no solo como negativa (frente a las
amenazas) sino en términos positivos como las acciones para lograr sustentabilidad de
las estructuras seguritarias.
Los enfoques desde la Seguridad Humana (SH) en adelante serán ampliatorios y
extensivos en las tres dimensiones tenidas en cuenta por Cardona (2004), porque el
objeto referente ya no será el Estado, ni como sujeto a proteger ni como sujeto principal
de amenaza externa. Diferentes referentes de seguridad, nuevas y amplias amenazas
transnacionales son las claves. En palabras de Abad Quintanal (2015): “Así, a la
1 No solo suponía acciones a nivel global para enfrentar el terrorismo de forma unilateral, esto es, sin
contar con la legitimidad del Consejo de Seguridad o la comunidad internacional, sino que además esas
acciones debían desarrollarse aún antes de que se presente fehacientemente la amenaza, de allí la
consideración de las mismas como preventivas. Algo que está expresamente prohibido por la Carta
constitutiva de Naciones Unidas. (Ver Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU 2002) 2 Este es un término que aparece en los estudios académicos sobre seguridad de la mano de Buzan y
Waever. “To securitized (meaning the issued is presented as an existential threat, requiring emergency
measures and justifying actions outside the normal bounds of political procedure)” (Buzan, Waever y
Wild, 1998: 24). Securitización o Seguritización es un neologismo empleado en los estudios de seguridad
para hablar de medidas de emergencia ante un asunto visualizado como amenaza existencial (Barrios,
2009: 326).
Seguridad internacional y Derechos Humanos 129
preocupación por la supervivencia se sumaría en muchos casos otra serie de cuestiones
relativas a las condiciones de vida.”
Prevalecerán en los debates de seguridad del siglo XXI los enfoques alternativos y
especialmente los denominados críticos por la bibliografía (Buzan y Hansen, 2009.
Booth, 2007) que aquí identificamos como cosmopolitismo crítico. La otra vertiente de
estudios que tendrá fuerte presencia en el debate es el liberalismo ofensivo y se asocia a
las políticas seguritarias de la principal potencia global, Estados Unidos. La diferencia
entre ambos se centrará principalmente en su rechazo o apoyo a la “guerra contra el
terrorismo”, el rol del Estado hegemónico y las intervenciones militares en combate de
las “nuevas amenazas”, respectivamente.
El presente estudio se orienta a contraponer ambas propuestas, el cosmopolitismo
crítico y el liberalismo ofensivo, señalando similitudes y diferencias. Especialmente se
tiene en cuenta la centralidad que ambas perspectivas otorgan a los derechos humanos
para pensar la seguridad internacional pero con claras divergencias a la hora de definir
cómo debería administrarse la gobernanza para la seguridad global.
Nos proponemos problematizar la relación seguridad internacional-derechos humanos
a partir de estos enfoques, poniendo en cuestión algunas de sus afirmaciones. Para ello
se ordenan metodológicamente los abordajes considerando las siguientes variables de
caracterización de la seguridad internacional: objeto referente; amenazas o peligros;
fundamentos y valor del objeto a proteger; medios específicos de acción; responsables
de la seguridad.
Se estructura el artículo en dos títulos. En el primero, se tratan los dos principales
campos rivales del debate en seguridad internacional. El segundo cuenta con dos
subtítulos: en primer lugar, se describe y analiza el cosmopolitismo crítico; el siguiente
subtítulo se ocupa del liberalismo ofensivo. Por último, se presentan reflexiones finales.
VERTIENTES AMPLIADAS/EXPANSIVAS DE LA SEGURIDAD INTERNACIONAL
Tradicionalmente, desde la paz de Westfalia en 1648, las relaciones internacionales
estuvieron signadas por el rol del Estado-nación como actor único en el plano
internacional, bajo los principios de soberanía territorial y la igualdad de derechos de los
Estados. En términos de defensa cada Estado tendrá la facultad de autodefensa y la
capacidad de utilizar los medios que crea necesarios para defender sus intereses
nacionales (represalias o guerra). Se relaciona con los postulados de la teoría realista y
supone ante todo la seguridad nacional, la defensa de la integridad territorial e
institucional del Estado en un sistema anárquico. Tanto la amenaza como la seguridad
son medidas objetivamente, en términos materiales.
Para precisar los diferentes modelos, que van a poner en cuestión esta mirada
tradicional, es necesario tener en cuenta algunas especificidades teóricas en torno a los
debates y propuestas. Las vertientes liberales concentradas en los Estudios para la Paz
durante el siglo XX, van a sufrir un quiebre. Los autores interdependentistas (Keohane y
Nye) de la década del setenta que proponían superar la visión realista entrarán en una
profunda discusión con los realistas. Este Tercer debate sufrirá una reconversión de sus
principales contendientes que terminarán por aunarse como el mainstream racionalista.
Los neorrealistas (Waltz, Walt) y los neoliberales o institucionalistas liberales
compartirán el mismo encuadre epistemológico y una base común para definir el
sistema internacional, pero enfatizarán soluciones diferentes.
130 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
Para la cuestión de la seguridad internacional entonces, mientras que el neorrealismo
mantendrá los parámetros tradicionales sobre seguridad nacional y estudios estratégicos,
los neoliberales harán hincapié en la cooperación y los regímenes internacionales pero
ambos mantendrán la centralidad del Estado como objeto referente, con sus matices.
Estas teorías y enfoques constituirán uno de los soportes del Cuarto debate, el otro será
definido como “reflectivistas” incluyendo un conjunto amplio de miradas y corrientes
de abordaje teórico.
Por otra parte, en la fragmentación que sufrirá el liberalismo, aparecerán enfoques
cosmopolitas sustentados en la propuesta de derecho cosmopolita kantiano. Estas
corrientes harán un corrimiento del objeto de seguridad desde el Estado hacia el
individuo o hacia la comunidad global. Su pensamiento busca retomar/ampliar el
idealismo clásico en RRII y tiene fuertes componentes normativos. Dentro de éstos
surgirán propuestas que se definen como wilsonianismo3 de línea dura (Booth, 2007) o
liberalismo ofensivo (Gilmore, 2014).
Se complejiza la caracterización teórica al tener en cuenta otros enfoques plegados a
concepciones cosmopolitas de la seguridad que se autodefinen como críticos. Aquí las
vertientes teóricas se abren, sus bases serán Kant pero también Marx, la Escuela de
Frankfurt, el estructuralismo francés, el postestructuralismo, el feminismo. Comparten
con los liberales la importancia de un nuevo objeto referente de la seguridad, la persona
humana o la humanidad en su conjunto. Lo definiremos como cosmopolitismo crítico.
El cosmopolitismo, en general, da una importancia central a los derechos humanos, y
en especial en relación a la seguridad, pero esta segunda vertiente tendrá como fin
último el logro de la emancipación con un sustento en la solidaridad.4
Un punto intermedio entre las posturas racionalistas y “reflectivistas” (todos los demás
mencionados) lo constituye el constructivismo con sus matices.5 Lo importante de su
aporte es que el objeto de la seguridad debería estar centrado en las colectividades y
grupos ya que las identidades de los mismos transmiten una forma de vinculación
internacional específica mediante el Estado.
A diferencia de Buzan (2009) entendemos aquí que los estudios críticos o alternativos
constituyen la mirada prevalente en seguridad a nivel global, se define la misma -en
tanto consenso generalizado entre los especialistas, las organizaciones internacionales y
gobiernos- por las siguientes características:
1. La condición interméstica de la seguridad: la tradicional división entre
seguridad pública y defensa ha sido debilitada reconociendo el carácter transnacional de
las amenazas, ya no focalizadas en la agresión externa de otro Estado. Existe, por tanto,
una superposición de cuestiones de seguridad y defensa que diluye las diferencias y las
medidas a tomar en cada caso.
3 Woodrow Wilson fue presidente norteamericano (1913-1921), un Idealista/liberal para sus relaciones
externas, promovió la creación de Sociedad de Naciones y la Seguridad Colectiva. Es uno de los
referentes centrales de este enfoque. 4 Para algunos autores los debates propuestos por el cosmopolitismo frente al mainstream racionalista
serían constitutivos de un Quinto Debate en Relaciones Internacionales (Kavalsky, 2009. Pérez Lárez,
2011). 5 Se considera que el constructivismo no constituye una corriente opuesta al mainstream racionalista sino
más bien un puente, un punto intermedio entre éstos y los enfoques “reflectivistas”. Autores como Buzan
y Hansen (2009) diferencian dentro del constructivismo dos vertientes una tradicional y una crítica. Las
divisiones entre constructivistas implicaron una serie de clasificaciones posibles (ver Adler, 1997).
Seguridad internacional y Derechos Humanos 131
2. La multidimensionalidad:ya no incluye con exclusividad cuestiones
estratégico-militares y territoriales sino que incorpora lo ambiental, lo económico, lo
social, lo institucional, la salud como factores esenciales.
3. Las nuevas amenazas como foco de atención para la seguridad
internacional:éstas son no tradicionales, transnacionales y asimétricas dado que hacen
uso de la violencia pero con modos diferentes a los estatales o son vectores/causa de
ella. Entre las mismas se identifican: el terrorismo, el crimen organizado y el
narcotráfico, riesgos ambientales, proliferación de armas de destrucción masiva, las
migraciones, la exclusión social, entre otros. Estas amenazas mantienen entre sí una
relación de interdependencia, están entrelazadas (Cardinale, 2013).
Será la propuesta del PNUD6 en su informe de 1994 acerca de la Seguridad Humana
(SH) la que abra las posibilidades de ampliación de la conceptualización y la práctica de
la misma incorporando el nexo con los derechos humanos. Brevemente, esta iniciativa
será definida comprendiendo que es una preocupación por la vida y la dignidad humana,
no por las armas, toma en cuenta las denominadas nuevas amenazas globales cuyo
carácter no estatal y transnacional cambia la visión tradicional acerca de las mismas.
La SH debe concentrarse en cuatro características: Es universal: atañe a la gente de
todo el mundo, tanto en países ricos como en países pobres. Hay amenazas comunes
como el desempleo, los estupefacientes, el delito, la contaminación y las violaciones de
los derechos humanos. Es interdependiente: cuando la seguridad de una población está
amenazada en cualquier parte del mundo, esto afectará al resto por la misma
interdependencia de un mundo global. La forma de operar sobre la seguridad humana es
la prevención de las amenazas: es mucho más fácil que actuar una vez que ya se
presentó el fenómeno de riesgo (el hambre, la enfermedad, la contaminación, el tráfico
de estupefacientes, el terrorismo o la desintegración social). La seguridad humana está
centrada en las personas: trasciende a los Estados como implicados exclusivos (PNUD-
IDH, 1994: 25-26).
Por otra parte, la SH tiene varios componentes, lo que implica el reconocimiento de la
multidimensionalidad en su abordaje. Hay que tener en cuenta las siguientes
dimensiones: económica, medioambiental, sanitaria, política, comunitaria, personal,
alimentaria.
Dos libertades definen la SH: libertad frente al miedo y libertad frente a la necesidad.
Por ello apuesta por la prevención, la protección de las personas, la cooperación
multilateral y la creación de instituciones internacionales que den respuestas no
violentas a problemas diversos y complejos. Especialmente porque considera que la
soberanía está debilitada frente a las nuevas amenazas.
Lo cierto es que a partir de la SH se consolidarán las tendencias ampliatorias de la
seguridad, las nuevas amenazas a considerar y la interdependencia entre la seguridad
mundial y los derechos humanos. Esta categoría será retomada, cada vez con mayor
peso, no solo por académicos sino también por instancias gubernamentales para
fundamentar nuevos abordajes en seguridad.
No pueden analizarse debidamente el cosmopolitismo crítico o el liberalismo ofensivo
sin considerar primeramente las propuestas de la SH, cuya comprensión de la
complejidad internacional y los peligros o riesgos asociados a ella son claves. A partir
de aquí nos centraremos en las propuestas específicas que aborda este artículo.
6 Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
132 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
SEGURIDAD MULTIDIMENSIONAL Y AMPLIADA: DOS OPCIONES DIVERGENTES,
COSMOPOLITISMO Y LIBERALISMO OFENSIVO
Siguiendo a Buzan y Hansen (2009: 188) se puede considerar que Postguerra fría,
aquellos enfoques expansivos de la seguridad, a pesar de sus diferencias internas,
buscaron una profundización en el objeto referente que fuera más allá del Estado,
extendiendo el concepto para incluir otros sectores además del militar, dando el mismo
énfasis a las amenazas domésticas y transfronterizas y permitiendo transformar la lógica
conflictiva de la seguridad propia del realismo.
Los estudios críticos de seguridad comparten con la SH la idea de centrar en la
persona cualquier referente posible para la misma y la búsqueda de un orden mundial
más pacífico y más justo (Buzan y Hansen, 2009).
El cosmopolitismo crítico y el liberalismo ofensivo mantienen la aceptación
compartida de una necesaria ampliación de los entendimientos sobre la seguridad y
existen coincidencias que aparecen en las dos propuestas teóricas, por ejemplo en
relación a las amenazas a considerar, sin embargo, la divergencia medular se centra en
el rol del Estado hegemónico: mientras que el cosmopolitismo apunta a una
multilateralización de la seguridad y una mayor participación de actores no
gubernamentales, el liberalismo ofensivo comprende que solo un Estado poderoso es
capaz de garantizar el derecho internacional y los principios universales.
La propuesta cosmopolita de Booth y la seguridad mundial
De acuerdo a Gilmore (2014) el cosmopolitismo crítico que aparece como dialógico
para Linklater, realista en Beck y pragmático en Booth, pretende una reconciliación
entre lo universal y lo particular proponiendo diálogos transculturales. El
cosmopolitismo se encuentra así asociado a prácticas y procesos que abrazan diferentes
tipos de modernidad, se sustenta en un ethos empático que se logra mediante
experiencias de interacción culturales.
Para el cosmopolitismo crítico, en específico para la seguridad internacional
tomaremos a Booth (2007). De acuerdo al autor, las confrontaciones interpretativas
entre el mainstream y las posturas críticas creció luego del 2001 y la “guerra preventiva
al terrorismo” de EE.UU.
Definirá a estas posturas críticas de manera amplia y entenderá que están en tensión y
no son homogéneas. Dicha tensión se da entre elneomarxismo, la Escuela de Frankfurt y
el posestructuralismo en RRII. Lo que los une a todos, además de una sensibilidad
postmarxista, es la democracia. Otro elemento central de influencia es, para el autor
inglés, Kant. De hecho, la posibilidad de unas relaciones internacionales sustentadas en
principios cosmopolitas deviene de las propuestas de este pensador.
Desde la perspectiva de Booth (2007), los estudios críticos proponen un enfoque del
mundo sustentado en las ideas inacabadas de la Ilustración, los puntos centrales que
marcan su opción filosófica serían: privilegio de la razón (y de sujetos auto-
constituidos); los principios de libertad, reciprocidad, tolerancia; universalismo,
secularismo, reflexión crítica y disenso; una política que privilegia la equidad, la
democracia, la emancipación, la transparencia, el republicanismo, la justicia social, la
ley y las libertades civiles.
Serán precisamente estos elementos que toma el cosmopolitismo crítico como valores
esenciales el foco de las críticas postcoloniales y estructuralistas. Justamente, el bagaje
Seguridad internacional y Derechos Humanos 133
filosófico de la Ilustración sirvió de sustento ideológico para muchas de las acciones
coloniales occidentales en el resto del mundo,al considerar las mismas como una acción
positiva que permitía llevar el “progreso”.
Con esta base de la Ilustración, los estudios críticos introdujeron siete ejes de análisis:
1. Comunidad (inclusión y exclusión, ciudadanía cosmopolita); 2. Ética (comunidades
dialógicas); 3. Democracia (global); 4. Globalización; 5. Fuerza (a partir de las
intervenciones humanitarias suscitaron el debate para su definición como solidaridad
entre la sociedad de Estados o como imperialismo liberal); 6. Economía (hay que
terminar con la falsa separación entre política y economía y economía y ética); 7.
Medio Ambiente (como asunto global común). (Booth, 2007: 56)
Booth (2007) define su enfoque crítico global como: universalista; inclusivo, abraza a
todas las culturas e ideas; normativo, las ideas políticas dependen de un racionamiento
ético a través del diálogo; equitativo; emancipatorio, porque su objetivo último es
promover la libertad; progresista, pretende unir teoría y práctica; crítico, se para por
fuera del statu quo buscando identificar la opresión y luego desarrollar las herramientas
para el cambio.
Lo paradójico es que este conjunto de ideas se presentan como universales y comunes
a la humanidad cuando las interpretaciones situadas acerca de la libertad, la democracia,
la comunidad y la propia globalización son diversas entrando muchas veces en
contradicción entre sí. En ese sentido, se comprende aquí que desde el cosmopolitismo
crítico es posible una cooperación dialógica siempre y cuando se acepten condiciones
sine qua non predeterminadas por el pensamiento occidental de la Ilustración, no
siempre se habilita a poner en cuestión determinados parámetros propios por parte de
las otras culturas e ideas en ese diálogo.7
¿Cómo se traducen estos elementos considerados en relación a la seguridad desde una
perspectiva crítica?
En relación a la guerra al terrorismo Booth afirma críticamente:
El número de muertes de la Guerra contra el Terror (o cualquiera sea la etiqueta
elegida para la lucha contra el terrorismo internacional orquestada por el Estado más
poderoso del planeta) han aumentado inexorablemente desde el 9/11, con un creciente
número de víctimas por las acciones terroristas […] y un número desconocido de
asesinatos como resultado de las campañas sucias que la respuesta antiterrorista ha
legitimado (Booth, 2007: 15. Traducido propio).
En primer lugar, dirá el autor es necesario abandonar los marcos de referencia
tradicionales de los estudios en seguridad derivados de la combinación entre: foco
anglo-estadounidense; estadocéntrico, militarizado, masculinizado, ‘top-down’,
metodológicamente positivista y filosóficamente realista […]” (Booth, 2007: 28.
Traducido propio).
Todas las miradas ampliatorias y expansivas de la seguridad se oponen al realismo, es
contra el mainstream racionalista y más profundamente contra la centralidad del Estado
y lo estratégico militar como enmarcan sus enfoques. De hecho, algunos autores como
Tulchin (2006) y Booth(2007) definirán la guerra al terrorismo como exacerbación de
principios realistas, lo cual es cuestionado aquí dado que la mayoría de los autores
7 Marquina Barrio y Selim (2003) en un texto sobre los acuerdos de seguridad en el Mediterráneo, señalan
en detalle estas diferentes percepciones entre el Norte y el Sur o entre Estados centrales y periféricos,
poniendo en evidencia la imposibilidad de llegar a entendimientos base sobre los principales riesgos. Un
punto controversial determinante es la percepción del Norte acerca de los Estados fallidos o canallas.
134 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
realistas se opusieron a la política exterior de Bush por sus tendencias a la supremacía y
sus opciones valorativas entre bien y mal.8
Booth (2007: 100) interpreta que hay elementos esenciales a la seguridad que no están
en tensión y frente a los cuales todo el mundo coincide: “The standard dictionary
definition states that security ‘means the absence of threats”. Esto a su vez conlleva
implícito lo siguiente: la existencia de un objeto referente (algo o alguien está siendo
amenazado), peligros efectivos o inminentes y el deseo de escapar de las posibilidades
de daño.
No es, entonces, la definición o aceptación básica de lo que constituye la seguridad lo
cuestionado o problemático sino las decisiones y formas que efectivamente se
seleccionan para accionar en la política mundial. El autor inglés entenderá la
inseguridad como una vida vivida con miedo, esto abarca amenazas directas
relacionadas con la violencia y también amenazas indirectas. Estas últimas se relacionan
con las condiciones de vida, son amenazas que provienen de opresiones estructurales
como la pobreza; lo importante es que mientras más riesgo produzcan estas situaciones
estructurales más condicionada/determinada será la vida de las personas.
En ese marco, es necesario distinguir entre seguridad y supervivencia para diferenciar
el pensamiento crítico del realista. Frente a la violencia armada, la supervivencia se
convierte en prioritaria porque se está amenazando la posibilidad de existencia misma
(de un Estado, un individuo, un grupo). Pero la seguridad va más allá de esto, se asocia
a una vida tolerablemente buena, a la condición donde pueden perseguirse sin peligro ni
riesgo los deseos y ambiciones políticos, sociales o de cualquier otra índole. “In this
sense security is equivalent to survival-plus (the plus being some freedom from life-
determining threats, and therefore space to make choices)” (Booth, 2007: 102).
La seguridad entonces refiere a vivir con autodeterminación, sin condicionantes sobre
las posibilidades de elección. La seguridad se logra con emancipación de acuerdo a
Booth (2007): “Security allowschoice”. Los poderosos (individuos, regímenes o
Estados) manipulan la inseguridad para poder mantener a los débiles tal como están.
“La supervivencia es estar vivo, la seguridad es vivir” (Booth, 2007).
No habrá emancipación mientras existan formas de opresión, es decir, cuando la gente
se encuentre privada de alimentos, conocimiento o libertad. Según Booth (2007: 114) la
seguridad mundial será possible cuando:
[…] emancipatory politics made progress in eradicating structural and contingent
oppressions. Through this process, people would explore what humanity might become,
in terms of peaceful and positive relations, increasingly free of life-determining
insecurity: the self-realization of people(s) would evolve not against others, but with
them.
Coincidimos ampliamente con esta definición de una vida buena posible y sustentada
en la autodeterminación, también en la necesidad de diferenciar seguridad y
supervivencia. La autodeterminación es fundamental para analizar la problemática en
regiones periféricas, también lo es la justicia social y la eliminación de condicionantes
8 En octubre de 2003, los principales teóricos referentes del realismo (clásico y neo) así como un conjunto
de instituciones académicas, presentaron un documento en rechazo de políticas imperialistas y la
intervención en Irak. El documento denominado “ThePerils of Empire” ha sido firmado por reconocidos
internacionalistas como Waltz, Jervis, Mearsheimer, Van Evera, Walt. Esto ha dado lugar a una coalición
cuyo sitio oficial puede consultarse en: http://www.realisticforeignpolicy.org Para ver las diferencias
entre éstos y el realismo ofensivo ver Saso Muñoz (2009).
Seguridad internacional y Derechos Humanos 135
estructurales que determinan opresiones socio-económicas. Sin embargo, nos alejamos
de algunos supuestos filosóficos planteados por la Ilustración porque remiten
peligrosamente a definiciones de las potencias occidentales que históricamente han
condicionado/limitado, paradójicamente, la autonomía de los pueblos del Sur.
El tercer elemento involucrado en el logro de la seguridad mundial es la idea de
comunidad, el autor afirma que no es con la lógica de lo internacional en tanto
relaciones entre entidades políticas separadas por fronteras y con diversos intereses
como se logrará. De allí la necesidad de pensar en términos mundiales, de toda la
humanidad como un nosotros, debemos abordar la seguridad desde la búsqueda de un
“nosotros-global.”
La propuesta de comunidad, tal como es analizada por el cosmopolitismo, a nivel
global significa concepciones no orgánicas y translocales también para la seguridad
mundial (Booth, 2007: 137). Las comunidades de valor comparten estándares y
principios donde además se pretende alcanzar un sentido compartido de “vida buena.”
Es un tipo de comunidad sustentada en ideas y una ética compartida cuyo objetivo es la
solidaridad alrededor de un ideal, no se asocia con espacios geográficos.
It looks to the building of world security on a platform of growing world community,
organized through a pattern of global governance made up of a network of
emancipatory communities, including cosmopolitan states. All these institutional nodal
points will be bound by commitments to promoting equality, humanizing power, and
embedding human rights without presuming particular collective institutional forms;
nonetheless, all will seek to fulfill ‘democratic, political promise’ (Booth, 2007: 148).
En ese marco, la seguridad mundial debe ser definida como recíproca rompiendo con
los estándares nacionalistas y estadocéntricos de la ortodoxia en los estudios de
seguridad. Esta “visión ortodoxa” ha promovido la idea de la seguridad definida
contraotros mientras que la propuesta crítica de Booth busca definir la seguridad
mundial como un valor instrumental, promoviendo un entendimiento sobre la misma
recíprocamente como parte de la creación de una humanidad más inclusiva.
Para este análisis interesa especialmente la noción de reciprocidad para pensar la
temática, ya que solo cuando puede ser alcanzada en términos iguales y equitativos para
todos los miembros (sean individuos, grupos sociales o Estados) la seguridad puede
volverse un hecho. Sin embargo, no se considera viable la creación de un “nosotros
global” porque en el marco internacional la característica histórica, y aún actual, es la
desigualdad y la jerarquía. Antes de pensar en “la humanidad” los pueblos de la
periferia deberían lograr el respeto de su autonomía, autodeterminación -política,
económica y cultural- para recién luego proyectar posibilidades cosmopolitas. La
construcción de una unidad global requiere primero la existencia de equidad, una
modificación profunda del sistema; recién así podrían potenciarse los ámbitos de
integración dialógica y de gobernanza común.
Volviendo a la seguridad mundial se afirma que es una propuesta expansiva cuyo
objeto referente es el individuo y la humanidad, la seguridad de unos promueve y
garantiza la de todos.
Entre las amenazas que Booth (2007) menciona se subdividen en términos
estratégicos: la potencial nueva guerra fría entre EEUU y China, la proliferación de
armas nucleares, la dispersión de nuevos grupos terroristas hacia nuevos territorios y
comunidades, la proliferación de Estados fallidos que derive en conflictos étnicos,
genocidios y migraciones masivas, entre otros. En relación a las amenazas que presenta
la globalización: la erosión de culturas y economías, la propagación de pandemias, el
136 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
crecimiento de la radicalización y el terrorismo, abusos a los DDHH, contaminación
ambiental y colapsos económicos en interacción con conflictos étnicos u otras
inseguridades.
Frente a las últimas, es necesario cambiar los parámetros en que está siendo dirigida la
globalización promoviendo el comercio justo, la cancelación de deudas externas, la
erradicación de la pobreza y la equidad, el respeto mutuo entre diversas culturas y
grupos y el reconocimiento mutuo. La necesidad de cambiar la relación entre el ser
humano y la naturaleza es fundamental. Por todo ello, es imperativo crear redes de
gobernanza global distintas a las planteadas por los más poderosos. Coincidimos con
estas proposiciones de Booth, pero se pone en duda la posibilidad real de que los actores
“poderosos” acepten parámetros de gobernanza global diferentes a los promovidos hasta
ahora dado que con ello podrían verse perjudicados sus intereses.
En relación a la variable herramientas para la seguridad, para el autor de la escuela de
Aberysthwyth, el primer objetivo se refiere a la violencia política. No hay que pretender
la eliminación del uso de la fuerza, dado que en situaciones de legítima defensa es
necesaria, pero se debe lograr la mayor marginalización y deslegitimación posible de la
violencia como instrumento de política exterior.
La guerra preventiva solo enfatizó el uso de la violencia y además, lo hizo en forma
ilegal, innecesaria y no inteligentemente (Booth, 2007: 431). Por ello, la construcción
de confianza es fundamental para la seguridad mundial.
Con respecto a los Estados poderosos, en especial EE.UU; el autor dirá que es preciso
respetar la democracia y la ley internacional, terminar con el excepcionalismo y el doble
estándar, aun cuando eso implique no obtener lo que se desea. Otro componente central
es el respeto por los derechos humanos, la guerra no puede habilitar abusos que
soslayen la condición de humanidad de los prisioneros, los enemigos o las poblaciones
civiles en nombre de “daños colaterales” del conflicto (Booth, 2007: 437).
Por último, y esto es un elemento de diferencia fundamental con el liberalismo
ofensivo, Booth alegará la necesidad de un cambio en la globalización. Es necesario
“humanizarla” para poder pensar en términos de equidad económica, cultural y social;
por lo tanto, entiende que la lógica neoliberal que subyace detrás de la misma ha
generado grandes desigualdades, concentración de la riqueza y pobreza. La cuestión de
la justicia social aparece como un componente esencial de un “nosotros-global” que
garantice la seguridad mundial.
El liberalismo ofensivo o wilsonianismo de línea dura
Kant es la fuente filosófica primaria tanto para el cosmopolitismo crítico como para el
liberalismo internacionalista clásico o idealismo en Relaciones Internacionales,
revitalizado en los debates contemporáneos a través de la seguridad humana y aportes
cosmopolitas. Algunos puntos del pensamiento kantiano serán también retomados por
un liberalismo más intervencionista y militarista.
Autores como Booth (2007); Gilmore (2014); Miller (2010); Pacheco (2011); Barkawi
(2010); Chandler (2008); Saso Muñoz (2009) reconocen un internacionalismo ofensivo
con base en el pensamiento liberal.
Siguiendo a Danilo Zolo (2007) la discusión principal en RRII se mueve entre dos
perspectivas del mundo: una particularista que prioriza los Estados como sujetos de
derecho y responsabilidad internacional tomando como eje el respeto a la soberanía y la
Seguridad internacional y Derechos Humanos 137
no intervención; una universalista que, comprendemos aquí, está detrás -y como
trasfondo- de todas las posturas ampliatorias de la seguridad desde la seguridad
humanaa la seguridad mundial o global (defendida tanto por el cosmopolitismo como
por el liberalismo ofensivo). Estas últimas, según Zolo, alientan un régimen humanitario
global regido por un “derecho cosmopolita” donde los sujetos serían los individuos y ya
no los Estados, o no solamente los Estados; habilitando en nombre de ese derecho una
serie de intervenciones en defensa de la humanidad o los derechos humanos.
Para el liberalismo ofensivo, a diferencia del resto de los enfoques, solo un Estado con
primacía puede sostener ese derecho internacional común bajo el rol de decisor
supremo, primando entonces un sostenimiento de la jerarquización de las relaciones
internacionales.
Por su parte, el cosmopolitismo en sus dos vertientes defiende el principio reciente de
“responsabilidad de proteger”9 (ver Ikenberry, 2006. Bellamy, 2009) o alguna forma de
intervención humanitaria, de igual manera lo hará el liberalismo ofensivo pero con un
componente distintivo frente a los anteriores: la necesidad de defender la democracia y
los derechos humanos puede conllevar la urgencia de la acción y, por lo tanto, puede
hacerse unilateralmente sin esperar legitimidad de las instituciones internacionales.
Miller (2010) dirá que el liberalismo en RRII, en general, coincide en sus objetivos
universales para el orden mundial, sin embargo, el autor distingue entre dos vertientes
de esta corriente: ofensivo y defensivo.
Es central la tesis de la paz democrática10
, de allí se deriva una cuestión fundamental
para el liberalismo ofensivo que es la búsqueda de la difusión internacional de
democracias liberales por todos los medios, aún mediante el uso de la fuerza. Se debe,
de acuerdo al liberalismo ofensivo, imponer la democracia.
El justificativo se encuentra en el liberalismo que, en general, considera que las
intenciones de los Estados son la clave, el carácter doméstico del Estado y su ideología
dominante dará forma al comportamiento del actor en la arena internacional. Por ello,
como las democracias liberales no libran guerras entre sí, la paz y la seguridad
internacional se alcanzarán a medida que las mismas se esparzan a nivel global (Miller,
2010: 570). El otro eje central, tal como lo planteó Kant con respecto al comercio, es el
libre mercado que al generar interdependencia entre las economías nacionales hace más
difícil la intención de ir a la guerra dados los beneficios materiales del intercambio,
desincentivando cualquier agresión militar, punto claramente cuestionado por el
cosmopolitismo crítico tal como se desarrolló. El liberalismo asume también que tiene
aplicabilidad universal trascendiendo cualquier división nacional o cultural.
En concreto el liberalismo ofensivo:
9 Se define como obligación principal inherente a la soberanía del Estado, si este no estuviera en
condiciones, no pudiera o no quisiera otorgar protección a sus ciudadanos, el principio de no intervención
cede ante la responsabilidad de la comunidad internacional de proteger. “La soberanía ya no significa
únicamente protección de los Estados frente a injerencias extranjeras, sino que constituye una carga de
responsabilidad que obliga a los Estados a responder del bienestar de su población” (Sitio Naciones
Unidas/preventivegenocide). 10
Considera quelos Estados liberales son pacíficos entre sí y belicosos frente a quienes no lo son (Peñas,
1997: 121). De allí la hipótesis que la extensión de democracias en el mundo terminará haciendo del
mismo un lugar pacífico y, por tanto, defiende diversas formas de intervención ante crisis humanitarias o
violaciones masivas a los derechos civiles y políticos.
138 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
[…] doubt the effectiveness of international institutions in the absence of strong US
hegemonic leadership. Powerful constraints on the hegemon make international
institutions and collective action unproductive. Due to the problematic effectiveness of
multilateralism, the hegemon must, on occasions, also take unilateral actions. In their
eyes, US leadership is the key to decisive and effective international actions for
providing common goods such as peace and security, among others – through unilateral
means if necessary (Miller, 2010: 572).
Para Miller, dos son las fuentes teóricas principales del liberalismo ofensivo (también
liberalismo intervencionista) Paine y Wilson. Más que Kant, será Thomas Paine y su
propuesta de “liberalismo revolucionario” cuyo objetivo es la imposición de la
democracia y la paz global mediante el uso de la fuerza, quien ha promovido las bases
para el pensamiento bajo análisis. Wilson ha representado las dos vertientes de
liberalismo (defensivo y ofensivo) y de acuerdo al autor ha sembrado tanto un
internacionalismo liberal como un liberalismo intervencionista; para estas últimas
acciones se pueden tomar las intervenciones en América Central y el Caribe como
ejemplos esclarecedores (Miller, 2010: 574).
De acuerdo a Booth (2007) el wilsonianismo puede ser entendido como una tradición
que se identifica con la idea de aplicabilidad universal de los valores de EE.UU. sobre
todo, democracia y estado de derecho; esto incluye el promover los mismos de manera
mayor o menormente pacífica. El wilsonianismo no es un pensamiento esencialmente
orientado a la democracia o el internacionalismo sino al
excepcionalismonorteamericano. La versión imperialista (o de línea dura) del
wilsonianismo es entendida como una mixtura compleja entre “ambición ideológica y
maximización del poder” (Booth, 2007: 291).
En cuanto a los medios específicos de acción: “[…] el liberalismo ofensivo también
cree que afectar las intenciones básicas y el régimen interno del adversario, en dirección
a una liberalización, constituye la manera más efectiva y la solución fundamental para el
problema de la seguridad y la paz” (Miller, 2010: 577. Traducido propio). Esto requiere
-y se sustenta en- el uso del poder duro o militar. Implica acciones a desarrollarse,
generalmente, en países más débiles que incluya un cambio de régimen político y
también económico, garantizando el libre mercado.
Frente a otras potencias aceptan el principio realista del balance de poder mientras que
para los Estados periféricos es posible utilizar una serie de mecanismos de presión para
imponer el libre mercado e inducir cambios de gobierno (Miller, 2010).
Los representantes más acabados de esta modalidad de liberalismo son los suscriptores
de la carta de apoyo a la guerra preventiva contra el terrorismo entre ellos destacan
Walzer, Huntington y Fukuyama11
(ver sitio American Values). Remarcamos la
definición de los valores norteamericanos en su declaración: existen verdades morales
universales que los “Padres Fundadores” han denominado derechos naturales; libertad
de conciencia y libertad de religión como base de la dignidad humana y precondición
necesaria para cualquier otra libertad. Más aún, asocian explícitamente los “valores
americanos” como universales (A letterfromAmerica, 2002, Institutefor American
Values).
En relación a la guerra al terrorismo y la política exterior de EE.UU. específicamente,
el liberalismo ofensivo va a defender la hegemonía norteamericana y justificar la
necesidad de la misma: “Cabe esperar apoyo sustancial a la hegemonía de EEUU. tanto
por parte de otras democracias como de las personas amantes de la libertad que habitan
11
La carta es firmada por 59 reconocidos académicos y pensadores.
Seguridad internacional y Derechos Humanos 139
en no-democracias, esperanzados en la ayuda de EE.UU -incluyendo las medidas
coercitivas- para que libere sus países de las tiranías.” (Miller, 2010: 578. Traducido
propio). Aún más, afirman el excepcionalismo norteamericano dado que entienden que
EE.UU. no necesita legitimar sus acciones en organizaciones multilaterales como
Naciones Unidas especialmente frente a Estados no-democráticos.
Cuando los autores de la “carta desde América” se preguntan si la guerra es justa
aceptan que en el caso específico de EE.UU. frente al terrorismo lo es, porque están
luchando contra “el mal”:
[…] moral reflection also teach us that there are times when the first and most
important reply to evil is to stop it. There are times when waging war is not only
morally permitted, but morally necessary, as a response to calamitous acts of violence,
hatred, and injustice. Thisisone of those times (LetterformAmerica, 2002: 6).
De hecho, Walzer ha recuperado en la discusión sobre la guerra la cuestión de lo justo
o injusto de la misma propia del cristianismo medieval. Frente a la crítica que estos
pensadores hacen de la utilización de Dios y la fe por parte de los terroristas de origen
presuntamente islámico para justificar la violencia, paradójicamente, utilizan un
argumento cristiano pre-moderno para fundamentar sus propias guerras. Clarificador es
que la carta cita a San Agustín para justificar el análisis en términos de “guerra justa”.
La carta finaliza diciendo: “Los asesinos organizados con alcance global ahora nos
amenazan a todos nosotros. En nombre de la moralidad humana universal, y
completamente conscientes de las restricciones y requerimientos de la guerra justa,
respaldamos la decisión de nuestro gobierno y nuestra sociedad de utilizar la fuerza
contra ellos” (LetterfromAmerica. 2002: 9. Traducido propio).
De acuerdo a Pacheco, siguiendo a Cooper (2011) y Väisse (2011), el pensamiento
neoconservador norteamericano que está detrás de la Gran Estrategia estadounidense
(como se llamó a la Estrategia de Seguridad Nacional propuesta en 2002) puede
entenderse como “wilsonianismo con botas”, empezará a consolidarse en los noventa,
promoviendo la consecución de la hegemonía global norteamericana mediante una
indiscutida preponderancia militar envuelta en una conveniente retórica sobre la defensa
de la democracia y los DDHH (Pacheco, 2011: 112).
La retórica de los valores y los derechos implica una vuelta de la ética a las
consideraciones de política internacional y las necesarias tareas para la seguridad
internacional, que se ha instalado en todo análisis de seguridad. En este sentido, el
liberalismo ofensivo comparte posturas con todas las formas del cosmopolitismo.
Con respecto a las amenazas, no habrá grandes divergencias pero el mayor énfasis
para el liberalismo ofensivo estará en el terrorismo, los Estados canallas/peligrosos y
sus “tiranos,” el crecimiento del poder de China, la proliferación de armas de
destrucción masiva y los Estados fallidos, más cercano en el tiempo ingresarán los
ciberataques.
Lo cierto es que el liberalismo ofensivo (y su defensa de la guerra al terrorismo) puso
en una situación complicada al cosmopolitismo crítico toda vez que los defensores del
mismo terminaron por compartir, en el plano discursivo, las mismas ideas:
emancipación, promoción de la democracia y los DDHH (Gilmore, 2014: 694).
Por otra parte también comenzaron a compartir, desde una interpretación particular en
este artículo, una misma retórica sobre la seguridad global, la importancia fundamental
del individuo/la humanidad como objeto referente y la multidimensionalidad de su
composición. El cosmopolitismo, la SH y la recuperación del idealismo contemporáneo
140 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
terminaron siendo funcionales a la retórica utilizada para justificar las intervenciones en
Irak, Afganistán y Libia:
Cosmopolitanism, offensive liberalism and the War on Terror project are not a ‘joint
enterprise’. However, emancipation, transborder moral solidarity and the protection of
human rights, all significant concerns for cosmopolitans, have been invoked repeatedly
as justification for high-impact military interventions and programmes of therapeutic
governance […] (Gilmore, 2014: 695).
No constituyen una perspectiva única o común, por el contrario, el cosmopolitismo
crítico se presenta a sí mismo en oposición tanto del realismo como del liberalismo
ofensivo, sin embargo, a decir de Gilmore(2014) y en coincidencia con él, entendemos
que los pensadores cosmopolitas deben comprender que esta coincidencia de objetivos y
amenazas de seguridad entre ambos perjudica sus aportes propios que pretenden ser
críticos y emancipadores.
Por otra parte, los neoconservadores y el liberalismo ofensivo comparten una visión
binaria de la realidad internacional dividida entre aquellos que defienden los valores
democráticos o principios liberales y el “autoritarismo” que se despliega en varios
territorios del mundo. Existe una claridad moral sobre determinados valores universales
que permite una división del mundo entre quienes aceptan y aportan a los mismos y un
Otro amenazante que se opone a dichos principios liberales “universales” y, por lo
tanto, se constituye en peligro. La complejidad y la incertidumbre se reducen a
dicotomías simplificadas entre el bien y el mal (Gilmore, 2014).
Lo que distingue al liberalismo ofensivo son las herramientas elegidas para promover
estos valores y enfrentarse con sus antagonistas: uso de la fuerza unilateral, inducción
forzada de cambios de regímenes para eliminar el autoritarismo y la necesidad de
garantizar la hegemonía norteamericana como medios eficaces para el logro de una paz
global duradera (Gilmore, 2014).
Coincidimos con Barkawi en que todos estos abordajes tienen como protagonista
invariablemente a los países occidentales. Sustentar el cosmopolitismo, los estudios
críticos o la SH en la emancipación como valor propio de la Ilustración –perteneciente
al pensamiento europeo moderno- implica poner a Occidente como el agente promotor
de la misma. “[…] whether in the form of Western-dominated international institutions,
a Western-led global civil society, or in the ‘ethical foreign policies’ of leading Western
powers” (Barkawi, 2006: 350).
Subyace detrás de esta mirada multidimensional y expansiva de la seguridad una
lógica postwesfaliana para las relaciones Norte-Sur, es en el pilar jerárquico del sistema
donde se considera que la soberanía está debilitada y amerita la intervención en
territorios que pongan en peligro la vida humana. La imposición de la democracia, el
cambio de régimen económico o cualquier otra intervención no es en el plano anárquico
donde los más poderosos compiten entre sí, allí aún rige la lógica clásica del equilibrio
de poder, es en la vinculación asimétrica entre los fuertes y los débiles donde la
seguridad internacional cambia su eje y empuja a pensar en las “necesidades” de todos
los seres humanos.
La SH, por su parte, ha sido retomada fuertemente post-2001 en los discursos
gubernamentales como fuente de legitimidad de sus acciones. De acuerdo a Chandler, la
misma fue incorporada al mainstrean político internacional; alegando la importancia de
determinados valores, teniendo como foco las necesidades humanas de cada individuo
desde una lógica desterritorializada, proponiendo aquellos elementos priorizados por la
SH tales como interdependencia creciente de los fenómenos mundiales y los riesgos, las
Seguridad internacional y Derechos Humanos 141
mutuas vulnerabilidades y las nuevas amenazas comunes que requieren acciones
colaborativas y cooperativas (Chandler. 2008: 427).
Chandler refiere a la sugerencia de Franceschet (2006) acerca de la naturaleza
intervencionista de la misma:
[…] ‘siendo cooptada por fuerzas que favorecen el atrincheramiento de un orden
legal global inequitativo y no universal’, donde Estados liberales autoseleccionados
pueden ‘imponer, a través de la fuerza, sus sentencias morales unilaterales hacia
Estados más débiles’ […] la preocupación por la extensión de la seguridad humana
parece menos dispuesta a desafiar las existentes jerarquías de poder que a
institucionalizarlas (Chandler, 2008: 432. Traducido propio).
Partimos de esta afirmación de Chandler para interpretar que la SH permitió entonces
institucionalizar jerarquías de poder internacional aun cuando su presentación original
alegaba un desafío a las mismas. El autor también enfatiza que la SH permitió localizar
las nuevas amenazas en la periferia. Si se toma el marco de los dos focos centrales de la
SH: la libertad frente al miedo y la libertad frente a las necesidades claramente el mismo
concierne a los Estados fallidos12
y, en general, aquellos donde no se alcanzan las
condiciones necesarias para la misma, entendida a partir de “sus nexos inseparables con
la reducción de la pobreza, la construcción de capacidades estatales, los derechos
humanos y la buena gobernabilidad” (Chandler, 2008: 435).
Los valores universales de la democracia y los derechos humanos de primera
generación tal como los entiende el liberalismo así como los componentes de la SH y la
seguridad global cosmopolita han sido utilizados, apropiados como herramientas de
fundamentación para la teoría y la praxis del liberalismo ofensivo.
Los teóricos del mainstream comenzaron a dar cuenta de su preocupación por la
pérdida de la reputación de EE.UU. en el mundo una vez desplegada la guerra
preventiva contra el terrorismo (ver Nye, 2005). De acuerdo a Booth (2007), que
retomará a varios autores, la declinación de la hegemonía de EE.UU. en el mundo
comenzó mucho antes de W. Bush y se reforzó durante su gobierno, entre otras cosas,
por el abuso de poder de EE.UU. asociados a los centros de detención revelados al
mundo a través de Guantánamo y Abu Ghraib.
Lo cierto es que los “tanques de pensamiento” que estarán detrás de las propuestas de
Obama en su campaña se harán eco de estas críticas, comenzarán a proponer acciones
que tomen en cuenta el “poder blando” para recuperar la credibilidad de EE.UU. en el
mundo y con ello su capacidad de influencia.
El “Center for American Progress” elaborará en 2008 un documento proponiendo una
nueva estrategia y elegirán el concepto de seguridad sostenible para su definición. De
acuerdo a Smith, coordinador del libro In Search of Sustainable Security, durante su
visita a África pudo comprobar de primera mano el “desencanto” del mundo con su
país, citando a una abogada entrevistada (de quien no da el nombre) toma la siguiente
afirmación: “America solía ser el campeón para todos nosotros, y ahora es el campeón
solo para sí mismo” (Smith, 2008: 1).
12
“En la posguerra fría, comenzó a percibirse, en especial en la comunidad de seguridad en Washington,
que una de las amenazas más preocupantes surgía de los Estados Débiles. La proliferación de lucrativos
negocios ilícitos […]; la erosión de facto de la soberanía territorial ante actores violentos fuertemente
dotados (terroristas, mafias, etc.); la fractura de sociedades cada vez más paupérrimas; […] fueron
transformándose en fenómenos que podían culminar en verdaderas implosiones domésticas y producir
millones de víctimas a lo largo y ancho de las naciones periféricas” (Tokatlián. 2009: 213).Y más
adelante el autor aclara que: “La noción de Estado Débil en el ámbito de la seguridad fue desarrollada
entre otros por Barry Buzán” (Ibíd. 237).
142 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
De allí, Smith deduce que el mundo ha perdido su fe en “America” dada la mala
imagen de la seguridad nacional practicada durante el siglo XXI porque no se
comprendió, en esos años, que la seguridad de EE.UU. no solo dependía de su poder
militar o su influencia económica sino también de la capacidad para empujar a otras
naciones que siguieran su liderazgo.
The next president will have the opportunity to craft a modern national security
strategy that can equip the United States to lead a majority of capable, democratic states
in pursuit of a global common good—a strategy that can guide a secure America that is
the world’s “champion for all of us” (Smith, 2008: 2).
La propuesta es entonces la seguridad sostenible, pensada para un contexto global y la
humanidad común, es una combinación entre tres enfoques: “Seguridad Nacional, o la
seguridad para los Estados Unidos; Seguridad Humana, o el bienestar y la seguridad de
la gente; Seguridad Colectiva, o los intereses compartidos del mundo entero” (Ibíd.
Traducido propio).
La seguridad entendida de este modo permitirá moldear en forma continua la
capacidad estadounidense de prevenir o defenderse de amenazas en tiempo real; de
reducir la profunda inseguridad de la personas alrededor del mundo y de gestionar las
amenazas de largo plazo que ponen en peligro la seguridad colectiva y global.
Cuáles son los desafíos globales, de acuerdo a este informe, que el gobierno de Bush
ignoró: cambio climático, inseguridad energética, creciente escasez de recursos
naturales, la proliferación de organizaciones ilegales que movilizan personas, armas y
dinero. En términos de seguridad nacional los imperativos que el informe reconocía en
ese momento eran: crisis en aumento en Irak, la implosión de la estabilidad en
Afganistán, un Pakistán frágil, un Irán envalentonado, genocidio masivo en Sudán,
creciente inseguridad de los suministros de petróleo, Corea del Norte y sus armas
nucleares, y un conflicto crecientemente peligroso entre Israel y Palestina (Smith, 2008:
3).
The pursuit of sustainable security requires more than a reliance on our conventional
power to deflect threats to the United States, but also that we maintain the moral
authority to lead a global effort to overcome threats to our common security. With its
global scope, sustainable security demands that we focus not only on the security of
nation states, but also of people, on human security. An emerging concept borne of
multidisciplinary analyses of international affairs, economics, development, and
conflict, human security targets the fundamental freedoms—from want and from fear—
that define human dignity (Smith. 2008: 4. El resaltado es propio).
En esta propuesta se vuelve más evidente la incorporación por parte de la potencia
hegemónica de las visiones cosmopolitas y de la seguridad humana. Tal como plantean
Chandler (2008) y Gilmore (2014), las visiones más críticas, holísticas y orientadas a la
persona humana en seguridad serán absorbidas por las gestiones gubernamentales de los
Estados más poderosos como fundamento de su accionar. Se hizo hincapié en la
proposición de seguridad sostenible porque este pensamiento está en la base de la
política exterior de la administración Obama e implica una profundización del
liberalismo ofensivo.
Brevemente, se señalan las propuestas de la actual administración demócrata que ha
buscado alejarse del unilateralismo propio de la era Bush. Obama, en la Estrategia de
Seguridad Nacional de 2010, para desvincularse de la focalización militar de la guerra al
terrorismo y la mera fuerza dejará en claro que la seguridad nacional también depende
de la diplomacia, del gran capital, de los expertos para fortalecer la gobernabilidad y
sostener la dignidad humana, la inteligencia y la aplicación de la ley
Seguridad internacional y Derechos Humanos 143
Acciones colectivas, respeto por las normas internacionales, reforzamiento de los
valores norteamericanos (democracia, DDHH y estado de derecho) aparecen como los
elementos claves de esta nueva estrategia para desprenderse de las críticas al anterior
gobierno. Un elemento central que se reconoce en el documento es el rechazo de la
tortura, (NSS, 2010: 3) práctica que el ejecutivo habilitó para el trato a criminales
terroristas en los centros de detención como Guantánamo.
La seguridad sostenible proponía como herramientas para su garantía las tres “D”:
diplomacia, defensa y desarrollo. La Estrategia de 2010 retoma exactamente estos
puntos y menciona como herramientas de acción: Defensa, Diplomacia y Desarrollo,
Economía, Seguridad pública (Homeland Security, desarrollada con nuevas atribuciones
de vigilancia y militarización de la policía por W. Bush), Inteligencia, Comunicación
estratégica, Promoción del Sector Privado y las iniciativas de la ciudadanía (en
organizaciones de la sociedad civil, en proyectos creativos, etc.). (NSS, 2010: 16)
La denominada Doctrina Obama incluye el concepto de “guerra limitada” para
diferenciarse de la “guerra preventiva”, global, anticipatoria e indefinida en el tiempo;
en el intento por volver más pragmática la política exterior. La guerra limitada,
entonces, se sustenta en una fundamentación moral de la intervención, principalmente
humanitaria, pero también en la multilateralidad de las acciones, la proporcionalidad del
uso de la fuerza y la legitimidad obtenida en las instituciones internacionales y en la
opinión pública. La causa debe ser “justa” y estará orientada también por los intereses
prioritarios de EE.UU. (Ibíd.)
Los aportes de la SH o la seguridad mundial coinciden con los discursos y
justificaciones estadounidenses a la hora de accionar por la fuerza, aun cuando hayan
surgido críticas a la forma (unilateralismo, excepcionalismo) en principio se aceptan
mayoritariamente en la academia, en Naciones Unidas y el resto de los Estados: las
categorizaciones de amenazas dadas por EE.UU, el desdibujamiento de las fronteras y
con ello de las diferencias entre defensa y seguridad pública (o entre acciones internas y
externas de seguridad) y la incorporación creciente de nuevas dimensiones a temas
seguritarios.
Puede claramente alegarse que es la potencia hegemónica la que se ha apropiado en
discursos oficiales de perspectivas que intentaron presentarse como alternativas al poder
y el uso de la violencia. Sea cual sea la dirección que ha tomado esta coincidencia (top-
down o bottom-up), está claro que éstas son las ideas predominantes en el orden
mundial actual. Ideas que son presentadas, desde el liberalismo ofensivo en su
particularidad, como universales al hablar de seguridad global, bienes comunes, etc.
donde Estados Unidos se posiciona como el actor central para el logro de estos
objetivos “de toda la humanidad”.
La coincidencia retórica entre cosmopolitismo y liberalismo ofensivo se diluye a la
hora de poner en práctica las propuestas de seguridad. La segunda de estas vertientes
tiene su foco teórico y práctico en Estados Unidos y busca principalmente garantizar el
rol excepcional y de potencia única de ese Estado a nivel internacional.
144 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
COSMOPOLITISMO
CRÍTICO (C.C.)
LIBERALISMO
OFENSIVO (L.O.)
SEGURIDAD Multidimensional y
ampliada. Se piensa
como global o
mundial. Diferencia
entre supervivencia y
seguridad.
Multidimensional y
ampliada. Se define
como mundial.
Propuesta: seguridad
sostenible.
Para el liberalismo ofensivo
la seguridad mundial
depende del Estado
hegemónico como su
garante.
OBJETO REFERENTE Persona
humana/humanidad
Persona
humana/humanidad.
Sin desconocer el
interés de los Estados
centrales.
AMENAZAS Acepta las nuevas
amenazas: Estados
fallidos, proliferación
de armas de
destrucción masiva,
terrorismo,
migraciones.
Reconoce las nuevas
amenazas: terrorismo,
Estados peligrosos y
fallidos; armas de
destrucción masiva;
migraciones,
ciberataques.
Boothseñala, además,
amenazas derivadas del
neoliberalismo y la
inequidad que requieren
acciones tendientes al
desarrollo y la
autodeterminación.
FUNDAMENTOS La vida es el valor
principal a defender,
está por encima del
interés del Estado.
Evitar la proliferación
de actores poderosos
capaz de poner en
peligro la vida a gran
escala y desafiar la
hegemonía
estadounidense.
Coinciden en los valores
principales a defender:
derechos humanos,
democracia, emancipación.
Emancipación se asocia para
el C.C. con solidaridad, en
el L.O. con liberalización.
MEDIOS DE ACCIÓN Diálogo transcultural,
cooperación,
consolidación de
comunidades
dialógicas. Uso de la
fuerza como legítima
defensa y para
salvaguardar vidas
amenazadas
(responsabilidad de
proteger)
Uso de la fuerza.
Intervenciones
directas o indirectas
para liberalizar
regímenes (tesis de la
paz democrática).
El C.C. toma en cuenta las
desigualdades globales y la
inequidad socio-económica
proponiendo un cambio en
la globalización y el
neoliberalismo, resaltando la
justicia social. El L.O.
propone profundizar el libre
mercado y la globalización
como medio para el logro de
la paz en el mundo.
RESPONSABLES DEL LOGRO
DE SEGURIDAD
INTERNACIONAL/MUNDIAL
Multilateralización de
la seguridad,
coordinación entre
Estados y actores no
gubernamentales.
Potencia hegemónica-
Estados unidos (con
mayor o menor grado
de unilateralismo).
El L.O. tiende al
excepcionalismo de la
potencia hegemónica, por su
rol único en el mundo.
Algunas acciones pueden
ser multilaterales siempre y
cuando no afecten los
intereses vitales de la
potencia.
REFLEXIONES FINALES
La creciente presencia de amenazas y peligros transnacionales, con capacidad de acción
no tradicional en cualquier territorio del planeta, ha empujado a una profundización y
expansión de los aspectos de la seguridad. El terrorismo, en primer lugar, pero también
el narcotráfico o el crimen organizado constituyen los grandes riesgos al que deben
hacer frente los Estados y los grupos humanos, especialmente por su capacidad de uso
de la violencia y la amenaza que comportan para la vida humana a nivel global.
Seguridad internacional y Derechos Humanos 145
En ese marco, las propuestas contemporáneas acerca de la seguridad internacional han
incorporado los derechos humanos como elementos fundamentales para su análisis y
puesta en práctica. Sin embargo, es posible evidenciar contradicciones intrínsecas a esta
vinculación que consideraremos a partir de las dos propuestas analizadas en este
estudio.
Dos modalidades de acción han conllevado las perspectivas cosmopolitas y del
liberalismo ofensivo: por un lado, una creciente intervención militar en territorios de
países periféricos considerados fallidos, peligrosos o amenazantes a la seguridad global,
ya sea de manera unilateral como Irak en 2003 o multilateral como Libia (2009) o Siria
más recientemente.
Por otra parte, una creciente seguritización de las sociedades occidentales en nombre
de las nuevas amenazas, la excepcionalidad de la aplicación de instancias de control,
vigilancia y recorte de derechos se fundamenta en los niveles de riesgo y necesidad para
garantir la seguridad, en ese marco encontramos vigilancia de las comunicaciones de los
propios ciudadanos; criminalización de las personas migrantes o refugiadas; el
tratamiento como “combatiente ilegal” (Cuadro, 2013) dado a los sospechosos de
terrorismo internacional, donde se quiebran las garantías del debido proceso judicial
propio del estado de derecho cuyo emblema lo constituye Guantánamo.
No es posible una gobernanza global multilateral como propone el cosmopolitismo
crítico si no se modifican primero las relaciones de poder transnacional. La tendencia ha
sido al recorte del estado de derecho y al soslayamiento del derecho internacional,
especialmente en aquellos Estados débiles intervenidos donde se ha ignorado el derecho
a la autodeterminación de los pueblos. En la aplicación concreta, no hay diálogo
transcultural ni consulta a los ciudadanos de esos territorios acerca de la legitimidad de
las intervenciones, aun cuando esas injerencias hayan sido acordadas en el marco de
organizaciones internacionales como Naciones Unidas o desplegadas multilateralmente.
Suelen intervenir las principales potencias y generalmente mediante el uso de la fuerza,
mientras esta sea la praxis habitual pensar un nosotros global es cuanto menos
dificultoso.
Por otra parte, las propuestas del liberalismo ofensivo acerca de la potencialidad para
la seguridad y la paz global, que garantiza un Estado hegemónico en el sistema
internacional, ha resultado una falacia si se analiza desde la perspectiva de los pueblos
bajo violencia cruzada, el caso emblemático en este sentido es Siria. La crisis de
refugiados en Europa está evidenciando claramente que los pueblos huyen de la
violencia extrema, sea quien sea el responsable de la misma.
Una verdadera gobernanza en seguridad internacional no podrá desplegarse hasta que
no se reconozca el derecho a la autodeterminación de las personas y los pueblos, hasta
que no se legitime por parte de las sociedades periféricas las intervenciones posibles,
que además podrían ser no-militares si de lo que se trata es de pensar
multidimensionalmente los riesgos.
Existe una profunda desigualdad en las seguridades internacionales que las opciones
ampliatorias y expansivas para las mismas no han hecho más que profundizar. Hoy la
vida está en riesgo en múltiples escenarios no solo por los actores detrás de las nuevas
amenazas sino también por quienes aducen enfrentarlas.
146 Revista de Estudios en Seguridad Internacional
NOTA SOBRE LA AUTORA:
María Eugenia Cardinale es Doctora en Ciencias Sociales y Profesora en la Universidad
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