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SARA SOLÁ DE CASTELLANOS Y LA
PRIMERA REUNIÓN DE ESTUDIOS
HISTÓRICOS DEL NORTE
Osvaldo Geres
En 1938 se lleva a cabo en Salta la Primera Reunión de Estudios Históricos del
Norte, donde participan historiadores locales y de otras provincias. En una de
sus contribuciones, la escritora salteña Sara Solá de Castellanos presenta un
recorrido histórico sobre la mujer en la historia de Salta. Atravesada por los
mandatos de su época, en la imagen que propone, la belleza y la abnegación
configuran atributos valorables de la feminidad, marcando sin embargo su
presencia en un contexto de clara preponderancia masculina. En este
documento de trabajo presentamos algunas notas introductorias sobre la
autora, su contexto, su escritura y la trascripción completa de la ponencia leída
en el marco de la reunión.
urante el desarrollo de las Primeras Jornadas de Historia de Norte, organizadas
por la Junta de Estudios Históricos de Salta en 1938, entre una abrumadora
mayoría de expositores varones de diferentes profesiones, participa también la
escritora salteña Sara Solá de Castellanos, presentando cuatro trabajos entre los ciento
doce que formaron parte de las trece mesas planificadas. 1 El primero de ellos lleva el
título de “Glosas históricas” y es expuesto en la mesa de Historia colonial, junto a
historiadores de reconocida trayectoria, como Guillermo Furlong, José Torre Revello,
Enrique de Gandia, Atilio Cornejo y Miguel Ángel Vergara. En la mesa de Historia
biográfica, presenta además un trabajo sobre el Coronel Manuel Solá y Tineo y otro
sobre el Coronel Eustaquio Moldes. Por último, en la mesa de Historia Social, su
disertación versa sobre «La mujer salteña» en un amplio periodo que abarca desde los
años de la conquista hasta los de su presente2. Este último escrito había formado parte
del álbum ofrecido por las Damas argentinas a la reina de España, Victoria Eugenia, con
motivo de la Exposición de Sevilla de 1930 (Vitry, 2000).
Como sostienen Villagrán y Vázquez (2010), la escritura de los historiadores de
principios del siglo XX configura un complejo entramado de trazos matrices que van
delineando los modos de representar el pasado de y en la provincia. El texto de Sara
1 Sobre el desarrollo de la Primera Reunión de Estudios Históricos del Norte, cf. Geres & Quiñonez (2020). 2 Programa de la Primera Reunión de Estudios Históricos del Norte, 1938. Documentos sin catalogar. Hemeroteca. Biblioteca Central de la Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Salta.
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Solá de Castellanos, en este contexto, resulta de interés por varios motivos. En primer
lugar, porque nos acerca a la escritura femenina y a las formas en que la femineidad es
representada como parte de la historia local, al tiempo que brinda indicios valiosos
sobre la inserción de las mujeres en los espacios intelectuales de clara presencia
masculina durante toda la primera mitad del siglo.
Al pertenecer a una de las familias tradicionales de la ciudad de Salta,3 su círculo
familiar más íntimo se encuentra vinculado al ejercicio de las letras y de la escritura de
la historia. Comparte con sus hermanos, la poeta Emma Solá de Solá y el historiador
Miguel Solá, la afición por las letras y la historia, además de desempeñarse como
dramaturga y musicóloga. Tempranamente publica sus primeros textos líricos en los
medios periodísticos salteños El Pueblo, Nueva Época, El Intransigente, la Revista
Güemes, La Gaceta de Tucumán y Caras y Caretas y Hogar, de Buenos Aires (Vitry,
2000). En sus primeros textos usa el pseudónimo de Violeta del Valle. En 1918 aparece
su primer poema dramático titulado «En los tiempos gloriosos», el que se presenta en
el Teatro Victoria. Su primer libro, «Elogio de la vida provinciana», aparece en 1923 y
más tarde algunas biografías históricas, como la del coronel Eustaquio de Moldes y
José de Moldes. En los Juegos Florales de 1927 y 1935, recibe los primeros premios y la
medalla de oro con su «Reseña tradicional e histórica del Señor y la Virgen del Milagro»
y el «Poema del señor del Milagro», respectivamente, además de una distinción por su
himno a María Auxiliadora. Su investigación histórica se concentra luego en «La
actuación del Virrey Toledo en la fundación de Salta», «El gobernador del Tucumán
brigadier general Juan Victorio Martínez de Tineo», «Biografía del coronel José de
moldes», «La Victoria del 20 de Febrero», «El Gobernador Manuel Solá Tineo»,
«Pronunciamiento de Salta contra la tiranía de Rosas», «Don Eustaquio Frías» y una
«Biografía del General Belgrano». Vitry (2000) sostiene que esta amplia producción le
permite ingresar como miembro de número al Instituto de San Felipe y Santiago de
Investigaciones Históricas de Salta.
El análisis de Enrique Quinteros (2017) sobre las prácticas de beneficencia de las
mujeres en Salta, indica que el contexto de contrucción repubnlicana del Estado
nacional y de institucionalización de la Historia, las mujeres de élite tuvieron asignado
el rol de ejercicio de la beneficencia y educación de los futuros ciudadanos y de
“recristianización social orientada a defender las prerrogativas sociales del catolicismo,
reencauzar los pasos de aquellos extraviados por el ir/racionalismo y la impiedad
moderna, y consolidar el fundamento religioso/trascendental de las nuevas políticas
sociales” (p. 3). Lucila Lastero (2016), señala, por su parte, que en el arte y la literatura
de la Salta de principios de siglo XX, la mujer es confinada a ocupar un segundo plano
con relación a un canon literario que privilegia lo masculino, lo folclórico y lo religioso
como elementos nodales. En este sentido, la pertenencia social fue sin dudas un
atributo que permitió a las hermanas Solá circular por algunos de los espacios en
donde la participación de la mujer no era frecuente. Su presencia en la Primera Reunión
de estudios históricos del Norte, así como las polémicas desatadas en la prensa (hacia
1935 había mantenido una disputa historiográfica en la que participaron Carlos
3 Nace en 1888, hija de Manuel Solá Chavarría y Sara Curth Hidalgo.
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Gregorio Romero Sosa y José María Mirau, director del periódico El Pueblo a raíz de un
trabajo suyo sobre “Los Todd”) indican una producción prolífica y una circulación entre
espacios que tradicionalmente habían monopolizado los varones. Uno de sus textos
paradigmáticos es el libro Florilegio del Milagro y Santoral, con una marcada
preocupación por el eje temático religioso.
En su texto sobre la mujer salteña expresaba en este mismo sentido que “La piedad
proverbial de la mujer salteña ha mantenido siempre encendida la llama de la fe
cristiana y conservado durante más de tres siglos el culto secular del Señor del Milagro,
a quien venera y ama como soberano de su pueblo y protector de su hogar (Solá de
Castellanos, 1938: 8). Por las características de la época, “el conservadurismo religioso y
el peso del mandato familiar instalado por los grupos más tradicionales, durante las
primeras décadas del siglo XX, generaron textos culturales en los que se pondera la
imagen de la mujer como esposa y como madre” (Lastero, 2016).
El escrito de Sara Solá propone la reconstrucción del perfil de la mujer salteña en tanto
“heroína de la historia y la devoción” y “matrona de la tradición” (Solá de Castellanos,
1938: 4). Su relato se inscribe en una modalidad de escritura aún no diferenciada en el
que la historia convive con otros géneros como las misceláneas, las glosas, las
memorias y las llamadas “tradiciones”. Con una visión sobre la mujer que atribuye a su
labor tintes “civilizatorios” inicia su análisis desde la configuración de la sociedad
colonial en Salta: “Formose así una sociedad compuesta por vástagos de muy nobles
linajes hispánicos, que continuaron la gloriosa tradición de la raza el culto de la
hidalguía y el honor que, acrecentados por aquellas matronas, habían de formar en la
marcha impostergable de los acontecimientos, una generación de próceres, porque
ellas fueron madres, esposas o hermanas de patricios” (Solá de Castellanos, 1938: 4). A
partir de allí, la autora lograba trazar un derrotero que conduciría a la mujer salteña -a
la que identifica siempre con las jóvenes de buena familia- por distintos periodos
históricos retomando el proceso revolucionario iniciado en 1810 como un momento de
ruptura y de rearticulación de las formas de sociabilidad y de ejercicio del poder.
Las mujeres son presentadas así siempre como abnegadas y dispuestas a secundar a
sus padres, maridos o hijos en las acciones que estos emprendieran. En relación a la
participación de las mujeres salteñas, las compara con Agustina de Aragón, decididas a
defender la causa de la libertad: “Las patricias salteñas entregaron sus hijos que se
alistaron en el ejército el norte, engrosaron el ejército de San Martín y mandaron las
mesnadas guerrilleras de Güemes. Abrieron sus cofres para comprar armas y vestuarios,
despoblaron sus estancias para dar cabalgaduras y ganados y ocuparon sus manos
primorosas para bordar la bandera de la patria” (Solá de Castellanos, 1938: 6).
Este itinerario de participaciones notables, en el que destacan los principales apellidos
de la ciudad, le sirve para delinear en un continuum la configuración de espacios de
sociabilidad de las mujeres en Salta. La revolución, en este sentido, abre para la autora
un “nuevo orden”, producto de las nuevas ideas que harían efecto en las mujeres, hasta
llegar la década de 1820 en que comenzaba, según su mirada, un proceso de
fundaciones de instituciones educativas femeninas como el Colegio de educandas de
Jesús fundado por Manuela Martínez de Tineo o la escuela de primeras letras fundada
por Jacoba Saravia.
Su análisis finaliza con la descripción de nuevos espacios de sociabilidad que habían
comenzado a aparecer al iniciar la segunda mitad del siglo XIX, como la Sociedad de
Beneficencia, institución fundadora del Hospital del Señor del Milagro y el Hospital de
Niños “Francisca Uriburu” y la Maternidad “Luisa Bernal de Villar”. La Sociedad de
Beneficencia, así como la Conferencia de San Vicente de Paúl –dedicada a la acción
filantrópica- congregaban, a sus ojos, a “lo más distinguido de las damas salteñas”. Las
mujeres del presente de Sara Solá, por su parte, formaban parte la Asociación Pro-
Patria y de la de Damas Patricias, instituciones centrales en el resguardo de la tradición
y la memoria, en tanto se autoproclamaban como “dignas herederas de las patricias del
pasado (…+ para conservar la tradición de sus antepasados y acrecentar el culto de los
héroes”.
El recorrido de su escritura culmina con la participación de la mujer en las letras,
marcando una genealogía que le es propia y que recoge a las que considera las
mujeres fundantes del espacio literario salteño. Resaltan en esa galería local de
celebridades femeninas mujeres como Juana Manuela Gorriti, a quien denomina la
“primera novelista”, Benita Campos, la “primera periodista”, las poetas Juana Fowlis,
María Torres Frías, su hermana Emma Solá de Solá, Clara Saravia Linares y Maria Nellie
Zavaleta.
Bibliografía
GERES, Osvaldo y QUIÑONEZ, Mercedes, 2020, “Entramados de relaciones y tensiones
en el proceso de institucionalización de la actividad historiográfica en la primera
mitad del siglo XX en Salta”, en Cuadernos de Historia. Serie economía y
sociedad, 24, 85-107. En línea:
https://revistas.unc.edu.ar/index.php/cuadernosdehistoriaeys/article/view/29264
/30059
LASTERO, Lucila, 2016, “Mujer y memoria en la literatura de Salta, en Congreso
internacional de Literatura y cultura españolas y contemporáneas”, La Plata,
FAHCE-UNLP, 13 al 15 de abril [online], URL:
http://jornadascinig.fahce.unlp.edu.ar/iv-2016/actas/Lastero.pdf. Consultado en
fecha 3/6/2019.
VÁZQUEZ, Estela y VILLAGRÁN, Andrea, 2010, “Ensayando una/otra lectura de relatos
históricos. Salta, principios del siglo XX”, en Andes. Antropología e Historia, 21,
295-317.
VITRY, Roberto, 2000, Mujeres Salteñas, Hanne, Salta.
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LA MUJER SALTEÑA
Sara Solá de Castellanos - 1938
Enfilar la personalidad de la mujer salteña, aquilatar sus méritos, exaltar sus virtudes, es
una grata labor, porque ella proclama el entusiasmo con que admiramos a la heroína
de la historia y la vocación con que amamos a la matrona de la tradición.
Tan unida se encuentra a la vida de nuestro pueblo, que en todos sus acontecimientos,
en los días gloriosos o en la horas cotidianas, se destaca en su misión civilizadora y
fecunda.
Y preciso es remontarse hasta los albores de Salta para conocer la grandeza de su obra,
porque ella fue la fundadora de una sociedad patricia, continuadora de una estirpe
gloriosa, formadora de generaciones ilustres.
Cuando la ciudad de Lerma se iniciaba en la vida colonial, cuando sus pobladores y sus
mandatarios levantaron sus casas
solariegas en la hermosa
hondonada de su valle, aquellos
esforzados paladines de la
conquista formaron sus hogares
tomando sus esposas en las
familias de los conquistadores, y
así fue como llegaron a Salta,
desde Santiago, Córdoba y la
Rioja, las nietas de don Francisco
de Aguirre, don Gerónimo Luís
de Cabrera y don Juan Ramírez
de Velazco.
La prosperidad, riqueza e
importancia que alcanzó esta
ciudad hasta llegar a convertirse
en residencia de los Gobernadores de Tucumán, atrajo un escogido número de
hidalgos que, provistos de importantes cargos o seducidos por honores y riquezas que
se alcanzaban fácilmente en América, se establecieron aquí trayendo algunos de ellos
sus esposas.
Formose así una sociedad compuesta por vástagos de muy nobles linajes hispánicos
que continuaron la gloriosa tradición de la raza, el culto de la hidalguía y del honor
que, acrecentados por aquellas matronas, habían de formar en la marcha
impostergable de los acontecimientos, una generación de próceres, porque ellas fueron
madres, esposas o hermanas de patricios.
Recordemos los nombres de doña Francisca de Aguirre de Arias Rengel, Josefa Aguirre
de Boedo, Manuela Fernández Aguirre de Gurruchaga, María Antonia Fernández
Aguirre de Moldes, María Juana de Moldes de Bulnes, Clara López de Velazco de
Castañares, Francisca López de Velazco de Escobar Castellanos, Rosa de Escobar
Castellanos de Martínez de Tineo, María Felipa Martínez de Tineo de Solá, María
Hidalgo de Toledo Pimentel, Pastora de Toledo de Alvarado, Feliciana de Toledo de
Mollinedo, María de Toledo de Figueroa, Trinidad de Figueroa de Aráoz, Clara de la
Corte de Fernandez Cornejo, Magdalena Goycochea de la Corte de Güemes, María
Fernández de Córdoba de Torres, María de la Cámara de Nadal y Guarda, Dorotea de la
Vega Velarde de Puch, Carmen Puch de Güemes, Serafina Hoyos de Álvarez de
Arenales, Feliciana Gaete de Gorriti, Feliciana Castellanos de Zuviría, Feliciana Zuviría de
Gorriti, Josefa Arias Velázquez de Saravia y habremos evocado lo más ilustre del
Virreinato y lo más preclaro de la Revolución.
•
Hasta el siglo XVIII, mientras los varones guerreaban contra los salvajes, dilataban los
dominios de S. M. y acrecentaban las reales haciendas, la mujer no traspasó su acción
más allá de los muros de su hogar, así en sus casonas solariegas como en sus feudos
rurales. Admirables madres de
familia, formó una progenie
numerosa; cristiana y caritativa
secundó a los misioneros en la
redención de infieles.
Ejemplar ama de casa, la gobernó
como un pequeño reino; con
laboriosidad insuperable supo
ofrecer a su familia todos los
halagos del hogar y siendo así tan
buena cual hermosa, despertó a
admiración de cuantos la
conocieron, como lo atestiguan
distinguidos viajeros, entre ellos
el Capitán Andrews y el General
Miller, quienes recuerdan en sus
“Memorias” la proverbial belleza, la distinción, gracia y cultura que las hacían
cautivadoras.
Y tan cautivadoras fueron que rindiendo corazones varoniles que no tenían hasta
entonces más amor que la gloria, las armas o las ciencias, escribieron una estrofa de
romance en el libro de la tradición. Ella nos cuenta que la singular belleza de doña Rosa
Castellanos avasalló a un soberbio guerrero que gobernaba el Tucumán, el Brigadier
General Martínez de Tineo; que el hechizo de doña Ana de Gorostiaga, rindió a uno de
los más bravos jefes realistas, el General Calatarrá; que la divina hermosura de doña
Carmen Puch, encadenó al guardián del Norte, el General Güemes y que años después
el arte y la gracia de doña Jacoba de Tejada, subyugaron al célebre profesor y escritor
italiano Paolo di Mantegazza.
Más la corriente de aquella vida patriarcal, serena y uniforme había de conturbarse al
empuje de los acontecimientos que conmovieron al mundo, produciendo en América el
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movimiento emancipador del año 10, que dilatado por todos sus ámbitos, vibró como
una clarinada marcial en las montañas del norte.
El alma de la mujer salteña se encendió de entusiasmo y animada de las grandes
virtudes de la raza, decidió defender como Agustina de Aragón la causa de la libertad.
Las patricias salteñas entregaron sus hijos que se alistaron en el ejército del norte,
engrosaron el ejército de San Martín y mandaron las mesnadas guerrilleras de Güemes.
Abrieron sus cofres para comprar armas y vestuarios, despoblaron sus estancias para
dar cabalgaduras y ganados y ocuparon sus manos primorosas para bordar la bandera
de la patria.
Ofreciendo su hogar a los patriotas endulzaron su vida de campaña y, desplegando el
embrujo de sus hechizos, ganaron corazones realistas y partidarios a su causa.
Largo sería relatar la acción de la mujer salteña en la epopeya emancipadora, más
recordaremos aquellas, cuyos nombres perduran como encarnación de patriotismo.
Doña Magdalena Güemes de Tejada, que secundó con ardiente entusiasmo la misión
heroica de Güemes; doña Martina Silva de Gurruchaga, en cuya casa se hospedó el
General Belgrano, a quien ayudó tan eficaz y generosamente que mereció el grado de
Capitana; doña Gertrudis Medeiros de Fernández Cornejo, doña María Petrona Arias,
doña Juana Torino que sacrificaron su tranquilidad o su fortuna en aras de la libertad.
•
La evolución que el nuevo orden y las nuevas ideas produjeron en la sociedad, llevó su
influjo hasta la mujer, que ansiosa de ilustración y de cultura elevó su espíritu hacia
nuevos y luminosos horizontes.
El noble deseo de que el saber llegara a convertirse en un amplio beneficio, movió a la
noble dama doña Manuela Martínez de Tineo a fundar en el año 1821, el primer
establecimiento en su propia casa, donando su fortuna y enclaustrándose como
maestra.
Algunos años después otra digna salteña, doña Jacoba Saravia, abrió una escuela de
primeras letras donde, secundada por su hermana doña Vicenta enseñó a varias
generaciones infantiles. Fueron también salteñas aquellas tres hermanas, ilustres
maestras, a quienes el destino llevó a difundir la educación en tres repúblicas
sudamericanas: doña Dámasa Cabezón de Córdoba, que después de haber secundado
en la enseñanza a su padre en Salta, enseñó en Santiago de Chile en compañía de su
hermana Manuela, y que llamada por el gobierno de Bolivia estableció un colegio en La
Paz; doña Manuela Cabezón de Jordán que fundó en Valparaíso el colegio de su
nombre, enseñando también algunos años en Lima; doña María Josefa Cabezón de
Villarino, que regenteó un colegio en Santiago durante más de 20 años; dejando todas
ellas en aquellas repúblicas la fama de su talento.
La inteligencia de la mujer salteña, que se había hecho notar por su claridad y viveza,
floreció entonces como un rosal vivificado por los rayos del sol, ofreciendo la más
hermosa de las flores, en el talento de la primera escritora argentina, doña Juana
Manuela Gorriti. La personalidad de doña Juana Manuela Gorriti, simboliza la mujer
salteña en la época aciaga de la tiranía, en la que supo revelar una vez más la grandeza
de su carácter y la fortaleza de su abnegación. Compartiendo el destierro con el padre
o el esposo, sufrió la amargura del ostracismo y la nostalgia de la ausencia. Fue visión
luminosa del proscripto, imagen de la patria en las sombrías noches extranjeras. Sola y
altiva en el hogar abandonado, afrontó como un ángel de clemencia, el perdón de los
déspotas. Después, cuando la patria por la senda de la libertad y del progreso se
encaminó segura a su grandeza, la mujer salteña con el mismo entusiasmo que en los
días gloriosos, colaboró en el bienestar y la cultura de los tiempos de paz.
•
Un núcleo de matronas principales fundó en el año 1864 la Sociedad de Beneficencia,
centro de acción para dar dirección y provecho a los sentimientos de caridad, propósito
que ha realizado ampliamente fundando el Hospital del Señor del Milagro, gran
establecimiento que dirige juntamente con el Hospital de niños “Francisca Uriburu” y la
Maternidad “Luisa Bernal de Villar”, que les fueron donados por sus fundadoras.
La Sociedad de Beneficencia ha congregado a lo más distinguido de las damas salteñas;
su primera comisión directiva estuvo formada por doña Azucena Alemán de Ortíz,
Presidenta; doña Antonia Alvarado de Moyano, Vice-Presidenta; doña Josefa Chavarría
Moldes de Solá, Tesorera; doña Modesta G. de Álvarez, Secretaria; contando como
socias fundadoras a doña Nicolasa Gorostiaga de Vélez, Hortensia Valdez de Fernández
Cornejo, Rudecinda Saravia de Ormaechea, Eulogia Tejada de Tedín, Nieves Aráoz de
Figueroa, Dolores C. de Ceballos, Andrea Oliva, Siveria Matorras, Adela Güemes de
Güemes, Sixta Chavarría Moldes de Tejada, Emilia Todd de Leguizamón, Carlota Cobos
de Leguizamón, Micaela Cornejo Arias y muchas otras.
Sucediéronse desde entonces en la Presidencia, doña Antonia Alvarado de Moyano,
doña Rosa Barnechea de Ojeda, doña Ángela Leguizamón de Palacios, doña Benjamina
Solá de Araoz, doña Manuela González de Todd, doña Francisca Uriburu de Castro,
doña Sofía Uriburu de Arias, doña Manuela González de Todd, doña Sara Curth de Solá,
doña Lía Linares de Arias que la desempeña actualmente; habiendo consagrado todas
ellas su energía y su inteligencia al desempeño de su elevado cargo.
Se cuenta entre sus socias beneméritas a doña Celestina Ugarriza de Funes, doña
Manuela González de Todd y doña Rosa Ojeda.
Las damas salteñas formaron también la Conferencia de San Vicente de Paúl, presidida
durante largos años por doña Sofía Uriburu de Arias y en la actualidad por doña Elvira
Orihuela de Rivadavia, que dirige eficazmente su vasta acción filantrópica, en la que se
cuenta el sostenimiento de varios asilos parroquiales.
Y no es solo caridad, la virtud acrisolada de la mujer salteña; brillan a su lado con igual
esplendor, la piedad y el desprendimiento que las ha movido a dedicar su fortuna a
meritorias obras; así doña Melchora Figueroa Cornejo empleó todos sus bienes en
actos de caridad; doña Lucinda Quiroz fundó el asilo San Antonio para ancianas y el de
Huérfanos; doña Rosa López Delgado estableció a las Hermanas Enfermeras; doña
Florencia González de Ovejero, el Asilo que lleva su nombre; doña Isabel Zerda, otorgó
un cuantioso legado para ornato de la Catedral.
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Y ya que tales virtudes son herencia ancestrales de ilustres generaciones,
proclamaremos la prosapia salteña de dos grandes damas que han recordado
generosamente la cuna de sus padres: doña Mercedes castellanos de Anchorena y
doña Susana Funes de Pizarro Lastra.
La piedad proverbial de la mujer salteña ha mantenido siempre encendida la llama de
la fe cristiana y conservado durante más de tres siglos el culto secular del Señor del
Milagro, a quien venera y ama como soberano de su pueblo y protector de su hogar.
•
Las damas salteñas del presente, dignas herederas de las patricias del pasado, no
podían olvidar el honroso legado de sus virtudes y para conservar la tradición de sus
antepasados y acrecentar el culto de los héroes, se congregaron en la Asociación Pro-
Patria y en la de las Damas Patricias.
La Asociación Pro-Patria, bajo la dirección de su inolvidable presidenta y fundadora,
Benita Campos, ha tenido una brillante y fecunda existencia. Rememoró dignamente las
gloriosas efemérides, recordó los prohombres olvidados, fue la cultura del pasado
manteniendo con el fervor de una vestal el fuego del patriotismo.
Y terminaremos la apología de la mujer salteña con la que ha levantado en alto la
antorcha de la inteligencia.
Salta, cuna de oradores, historiadores, poetas, escritores, periodistas notables, puede
vanagloriarse de la intelectualidad femenina que ha aumentado el prestigio de su
cultura.
•
La mujer salteña por su amor al estudio y por su ilustración se dedica al magisterio y a
las letras. Consagradas muchas de ellas a la enseñanza con verdadera vocación, dirigen
escuelas, dictan cátedras y son uno de los más apreciables valores de la sociedad que
las cuenta en su seno. Amantes de arte en todas sus manifestaciones, cultivan la música
y la pintura, distinguiéndose sobre todo por su inclinación a la literatura, en la que de
destacan prestigiosas escritoras.
Si doña Juana Manuela Gorriti fue la primer novelista, Benita Campos fue la primera
periodista, pues dirigió durante largos años “Güemes”, importante publicación de
carácter histórico, que fue su cátedra de patriotismo.
El encanto de esta tierra privilegiada, la belleza de su suelo, la dulzura de su clima, la
serenidad de su vida, ha inflamado en algunas almas escogidas el halito inmortal de la
poesía, que como el blanco “amancay” de las montañas, ha florecido incontaminada y
bella bajo el cielo del norte. Hace ya algunos años, se llamó el “cisne salteño” a Juana
Fowlis, la inspirada poetisa que abandonó los halagos del mundo por la paz del
claustro.
Entre las culturas de la poesía, citaremos a María Torres Frías que se inspira en la
dulzura del hogar y en los afectos familiares, encerrando en su “Camino del ensueño”
los anhelos de su espíritu apacible.
Emma Solá de Solá, rima el caudal azul de su lirismo en “El agua que canta” y narra
bellamente montañesas en sus poemas de las extrañas leyendas del norte.
Clara Saravia Linares, canta con delicada inspiración la idealidad de su alma juvenil y
teje con el oro de su fantasía “Lirios de Otoño”.
María Nellie Zavaleta, que son el dulce sentimiento que interpreta la música, modula el
arpegio de sus poesías.
Cristal”, la tristeza de la raza primitiva *error de impresión en el escrito original+.
Tal fue la mujer salteña del pasado, tal es la del [presente].
Elena Avellaneda, que traduce en su “Flauta de presente, estrellas de primera magnitud
en el cielo radioso de la Patria.