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�a mamá de Julia se paró con lasmanos en la cintura frente a la

puerta de la habitación de su hija. Miró

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TERCER CAPITULO

hacia adentro y dijo, “Aquí parece que pasóun tornado.” Estaba furiosa.

Julia no podía decir nada. La ropa, loszapatos y los juguetes estaban esparcidos portodo el piso y la cama como si los hubiesetirado un fuerte viento.

“Yo lo limpio más tarde, Mamá. Te loprometo”, dijo Julia. “¿Puedo salir a jugarahora? Por la televisión dijeron que habríatormentas de truenos más tarde. Lo limpiaré

en ese momento.”La mamá de

Julia lo estabapensando cuandoRené, el hermanomellizo de Julia,asomó su cara a lapuerta. “Hasta yo laayudo, Mamá”, le dijoRené. “¿Podemos salira jugar? ¿Por favor?”

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Los mellizosrogaron tanto quecedió. “Está bien”,les dijo dando suaprobación. “Vayana divertirse. Perovuelvan a casa tanpronto empiece allover.”

Los mellizossalieron disparadospor la puerta haciaafuera, antes de quesu mamá searrepintiera.

Corrieron en sus bicicletas hacia elparque Pradera Verde. El parque estaba a seiscuadras de su casa, al cruzar la calle de laLibrería de Don Pablo, de una estación degasolina y otras tiendas. El parque era su sitiofavorito para jugar. Había una pequeña casaen uno de los árboles, unos columpios y unapequeña charca, en la que René jugaba

fingiendo que pescaba.Había un viento fuerte y Julia

pedaleaba con afán en contra del viento.“¡El verano es fantástico!” gritó Rene

al viento.Julia estaba de acuerdo, pero

simplemente asintió con la cabeza y siguiópedaleando más duro.

Una vez llegaron al parque, Julia fue arecoger flores silvestres. René la siguióbrincando y tratando de hacer vueltas decarnero, en lo que no era muy bueno. Seoía un golpe sordo, un ‘dun’, cuando caíaencima de la grama tupida. Julia se reía.

“Mira lo rápido que se mueven lasnubes”, dijo Julia.

Parecían que galopaban como caballos a

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