Download - UN HOMBRE SOLIDARIO
Ana Clara Polakof
La vida de Tobías “Tito” Polakof
2
Ana Clara Polakof nació en
Río de Janeiro en 1983. Es
hija de Luis Polakof y Cristi-
na Olivera y nieta de Tobías
Polakof y Elisa Goldschmidt.
Estudió en la Facultad de
Humanidades y Ciencias de
la Educación, es licenciada
en Lingüística y posee un
máster en “Análisis grama-
tical y estilístico del espa-
ñol”. Además ha hecho co-
rrecciones de estilo. Escribió
este libro a pedido de su
familia y porque considera-
ba que una vida como la de
su abuelo debía formar par-
te de la tradición escrita y
no solo de la oral. Este es
el único libro de estas ca-
racterísticas que ha escrito.
3
La vida de Tobías “Tito” Polakof
Ana Clara Polakof
4
ISBN 978-9974-98-926-9
© Ana Clara Polakof (2012)Un hombre solidarioLa vida de Tobías “Tito” Polakof
Primera edición digital:Marzo 2013
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser re-producida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea digital, impreso o cualquier otro sin per-miso previo de Polakof y Cía. S.A.
Polakof y Cia. S.A.Dodera 882C.P. 20 000 Maldonado - Uruguaywww.eldorado.com.uy mail: [email protected]
Corrección de estilo:Daniella Méndez
Diagramación y armado:Luis Angel Cor
El diseño de portada está basado en una pintura al óleo de Julio Scottini.
5
Este libro surge como idea mía y de mis hijos para recordar la vida que
con Tito compartimos. Para construir este retazo de memoria recurri-
mos no solo a nuestros recuerdos, sino al aporte fundamental de quienes
siempre nos ayudaron: nuestros compañeros de trabajo y tantas perso-
nas que nos han acompañado a lo largo de estos años.
Con Tito construimos en base a amor y respeto la familia que hoy
tengo. Luis, Rosita, Susana y Raúl hicieron lo mismo, trayendo nietos y
bisnietos que como abuela y bisabuela disfruto mucho. Esto me hace feliz
y me siento siempre acompañada, porque desde cerca o lejos siempre
estamos muy unidos.
Cuando llegué a Maldonado tenía 17 años y medio. Todo era arena-
les; veníamos en ferrocarril o en Onda. Vimos y acompañamos, junto a
Tito, el crecimiento de Maldonado y la zona este del Uruguay. Se agolpan
en mi mente enormidad de personas entrañables en nuestra vida. De
nombrarlas una a una no darían las páginas de este libro. Igualmente,
quisiera mencionar especialmente a Carmen y María José, compañeras de
largas horas en nuestra casa.
En estas páginas encontrarán una serie de vivencias. Hay de las bue-
nas y de las no tan buenas, de las dulces y de las amargas, pero todas
cargadas de amor, de emociones y de los valores que nuestros padres
nos dejaron y que nosotros replicamos en nuestros hijos, nietos y todos
aquellos que se nos acercaron.
Con este libro intento decir gracias a mi querida familia, conformada
por mis hijos y nietos, sus parejas, mis bisnietos, y también por todos los
que nos acompañaron en el camino.
Elisa Godschmidt de PolakofMaldonado, 25 de junio de 2012
PRÓLOGO
6
En primer lugar, quiero agradecer a mis tías por cederme el honor de escribir este
libro y otorgarme su confianza, y a toda mi familia que se mantuvo al firme y me
apoyó en todo momento: mis hermanos, mis padres, mis abuelas, Martín, mis pri-
mos, mis tíos.
Agradezco enormemente a todas las personas que entrevisté, que me brin-
daron un ratito de sus vidas, me contaron muchos recuerdos y anécdotas y me
ayudaron a reconstruir la vida de Tito. Doy las gracias especialmente a aquellos
cuyas historias reproduje literalmente y a Carmen Olaza y a María José Da Silva por
estar siempre.
Pido comprensión y mis más sinceras disculpas a quienes, por distintas razo-
nes, no pude entrevistar. Sé que faltó gente, pero es tanta que el espacio dedicado
a los agradecimientos no alcanzaría para nombrarla. De alguna manera, estas per-
sonas están presentes en este libro, porque creo que las vivencias con Tito fueron
muy buenas para todos y, aunque no similares, sí compartidas.
Dedico un especial agradecimiento, un homenaje quizá, al querido Julio del
Puerto. Julio había emprendido esta tarea mucho antes que yo. Si bien no llegó a
concretar el libro, escribió muchos artículos que me dieron información muy im-
portante, y esto debe quedar registrado. Los años que dio a la empresa, su cariño
a esta y especialmente a Tito hicieron posibles varias partes de este libro. Gracias a
su trabajo —archivado eficazmente por Raquel Álvarez— accedí a una entrevista
a un señor que había vivido en el barrio Bellavista cuando mi abuelo era niño. Esta
me permitió reconstruir, junto con el testimonio de la maestra María Pintos, parte
AGRADECIMIENTOS
7
de aquella primera etapa a la que me fue tan difícil acceder. Además, dicho trabajo
me permitió conocer entrevistas a personas que, como Julio, no están más con
nosotros.
Recuerdo con cariño los momentos que pasé junto a Julio, su señora e hijas.
Años después, me doy cuenta de lo importante que fue él para Polakof y Cía. Sin
desmerecer todo el apoyo que me dieron las otras tantas personas que formaron
parte de este proceso, mi mayor gratitud es hacia él, que me proporcionó mucho
material. Como estoy segura de que disfrutaría mucho este libro, se lo dedico con
especial cariño. Su persona está y siempre estará presente en el corazón de la fa-
milia de El Dorado que tuvo la suerte de llegar a conocerlo.
8
Todos los fernandinos saben quién fue don Tito Polakof. Probable-
mente muchos de ellos ni siquiera conocen su nombre, Tobías. Fue
un gran hombre, al que todos quienes tuvieron contacto con él re-
cuerdan con mucho afecto. Este libro versa sobre su historia. No es
un libro biográfico, ya que no hay muchas fechas ni hechos concretos.
Rescata el imaginario social en torno a Tito: los recuerdos, las memo-
rias y las anécdotas.
Hablar de Tito con fechas y números no parece adecuado porque
sus proyectos y emprendimientos trascendieron el tiempo. Creyó en
el desarrollo del país y apostó a este, es decir, a la empresa y al de-
sarrollo local. Intentó crear productos propios, nacionales, fundando
fábricas y empresas que pudieran elaborarlos. Apostó fuertemente a
la nación oriental, como pocos lo hicieron, y en los momentos difíciles
siguió confiando en el progreso del país.
Es una persona recordada con mucho cariño, no solo por su ac-
tividad empresarial, sino también por todas sus obras sociales y su
humanidad. Ayudó a todos los que pudo y tendió una mano cada vez
que vio que era necesaria. Estuvo presente, no solo con dinero, sino
físicamente. Invirtió horas de su vida en ayudar. Hizo mucho por el
desarrollo de Maldonado y su gente. Fue un personaje importante y,
como otros, merece que su obra quede registrada.
Este libro recoge también la historia, los recuerdos y las memorias
INTRODUCCIÓN
9
de las personas que lo acompañaron y vivieron con él. Tito afectó sus
vidas y ellas afectaron la de él. Fue quien fue gracias a sus caracterís-
ticas y a la gente que siempre lo apoyó y se puso la camiseta.
Hay quienes siguen hablando de él en presente. Han pasado más
de diez años de su desaparición física y, sin embargo, sigue estando
presente en la vida de muchos. Su imagen, su alma están vivas. Sus
ideas, sus valores están en todos nosotros. Este libro es una forma de
dejarlos registrados para que la vida de una persona que ha quedado
en la historia y el corazón de los fernandinos no sea olvidada.
Esta reconstrucción de la vida de don Tobías “Tito” Polakof se hizo
a partir de entrevistas de familiares y gente que lo conoció íntima-
mente en el ámbito empresarial, social, político, etc. Se recogieron
historias de personas, anécdotas y memorias y se usaron pocos do-
cumentos. Buscamos registrar su carácter, su persona, su actividad,
su legado y sus valores.
Se entrevistó a decenas de personas, cuyos nombres figuran al
final del libro. En algunos capítulos, se reproducen testimonios de
aquellos entrevistados que con su forma particular y propia de expre-
sarse reflejan el cariño y respeto que le tienen a Tito.
En estas páginas, se hace referencia a Tito y no a Tobías porque
todos los que se interesen en leer esta historia sabrán de quien se
habla. Este libro es para los que conocieron y apreciaron a Tito.
Es importante que quede en claro que aquí descubrirán su vida,
cómo fue, a quién amó, sus pasiones, cómo vivió, cómo se lo recuer-
da. Accederán a distintos testimonios de vida sobre un hombre que
luchó hasta el final por sí mismo y por el país, que no se dejó derrotar
nunca y que aunque cayó mil veces, siempre se volvió a levantar.
10
El libro está organizado según las distintas facetas de su vida. En pri-
mer lugar, encontramos la vida de su familia, desde la inmigración de
sus padres hasta el nacimiento de sus nietos. La segunda parte está
dedicada a la empresa, aspecto fundamental en su vida, y la tercera,
al hombre y lo que representó para los demás. En cuarto y último
lugar, llegamos a su legado: cómo fue el adiós y qué nos dejó.
Aquí se intenta reflejar lo que Tito fue para todos nosotros, para
todos los fernandinos y uruguayos que tuvieron la fortuna de cono-
cerlo en vida o a través de la historia oral de nuestro pueblo.
.
11
Tito en su querido Mercado 18 de la ciudad de Maldonado
12
1. Un hijo de inmigrantes: la llegada a Montevideo
y al barrio Bellavista ......
2. Nuevos vecinos en Maldonado.
3. Un hombre de familia.
a) Elisa
b) La paternidad
c) Un padre trabajador
d) Los abuelos paternos
e) Su hermano
f) Los hijos
g) La dictadura
h) El exilio
i) Un padre y un suegro respetuoso
4. El abuelo.
Primera parte: La Familia
16
18
19
19
22
24
26
27
27
29
32
32
33
.......................................................
...........................................
.......................................................
......................................................................
.........................................................
.................................................
...............................................
...........................................................
.................................................................
...........................................................
..................................................................
..............................
........................................................................
1. Un hombre emprendedor: los comienzos
2. Un visionario: de emprendedor a gran empresario
3. Un empresario: los primeros éxitos
a) Supermarket’s El Dorado
4. Un patrón y muchos colaboradores
Segunda parte: La empresa 40
44
45
47
51
.............................
...................
....................................
.........................................
.....................................
ÍNDICE
13
1. Un hombre solidario
a) Los niños son el futuro
b) La solidaridad con sus colaboradores
c) La solidaridad con el pueblo fernandino
2. Un “maestro”: la escuela de don Tito Polakof
3. Un político
a) Presidente de la Junta de Vecinos
b) Edil de la Junta Departamental de Maldonado
4. Un hombre como nosotros
Tercera parte: El hombre 58
70
74
75
76
78
78
79
82
.........................................................
............................................
........................
.....................
.......................
.......................................................................
.............................
............
.................................................
1. El adiós
a) El adiós de los nietos
b) El adiós del pueblo fernandino
2. El legado
3. La continuación de los sueños de Tito
Cuarta parte: El legado 88
90
97
112
113
.........................................................................
.............................................
.................................
.......................................................................
................................
ÍNDICE
Personas entrevistadas
Sucursales de El Dorado
115
116
..........................................................
........................................................
14
La familia
Primera parte
15
16
1. Un hijo de inmigrantes: la llegada a Montevideo y al barrio Bellavista
Gita Lew Fainstein provenía de una familia religiosa y su padre
era cantor litúrgico de la sinagoga de su pueblo. Era culta y
había sido una de las primeras mujeres en ir a la escuela en la Unión
Soviética. Se casó con Jossif Aron Polakof —un hombre humilde y
trabajador—, probablemente intentando escapar de la vida religiosa
que la esperaba si seguía dentro de su círculo familiar. Tuvieron tres
hijos en Europa, pero uno falleció de pequeño. Decidieron irse de
la Unión Soviética cuando se dieron cuenta de que el futuro que los
esperaba era sombrío y con pocas probabilidades de vida digna de-
bido a las hambrunas que había en dicha nación. Emigraron a tierras
desconocidas, intentando proteger a su familia.
Le dijeron adiós a su tierra natal y se embarcaron en un viaje
largo, como tantos otros emigrantes. Pasaron por varias aduanas:
la de Moscú, la de Alemania, la de Francia, hasta llegar finalmente a
Montevideo en setiembre de 1928. Venían de Kiev, República Ucra-
niana Socialista Soviética. Emigraron con sus hijos Elena y Raúl,
como consta en la foto del pasaporte de Gita. Uruguay era su des-
tino final, así lo dice la visa de su pasaporte. No sabemos por qué
lo eligieron. Vinieron con la hermana de José (Jossif) y su esposo,
Isaac Melamoude, quienes tenían dos hijos, Luis y Adolfo.
Se radicaron en el barrio Bellavista, y menos de un año después,
el 12 de junio de 1929, nació Tobías Lev Polakof, más tarde apodado
“Tito”. Eran vecinos de la familia Goldman. La señora Ester Gold-
man, quien tenía una beba de la edad de Tito, lo amamantó porque
17
Gita no tenía leche. Tito siempre le mostró su agradecimiento.
No tenían mucho dinero y la situación era complicada. En 1929
Josiff sacó un permiso de feriante para vender mercadería frente al
Frigorífico del Cerro, especialmente la ropa que cosía Gita. Así fue
como, poco a poco, comenzaron a obtener su sustento. Con el dine-
ro que hizo Jossif como feriante, pudieron abrir una tienda. En ella
exhibían la mercadería fuera del negocio. Era una forma distinta de
vender, al menos para quienes habían vivido siempre en Uruguay.
Varias personas atendían la tienda, todos familiares.
La tienda de Gita y Jossif, que estaba en la calle Uruguayana,
tenía de todo. Allí compraban la mayoría de los vecinos. Los niños
del barrio solían tirar la ropa de los percheros y Gita salía corrien-
do a perseguirlos. Tenían costumbres diferentes; eran los primeros
inmigrantes del barrio, y los niños no entendían por qué colgaban
la mercadería en la vereda. Siempre cuesta acostumbrarse a reali-
dades diferentes.
En 1935 Raúl y Tobías asistían a la escuela de la calle Uruguaya-
na. Tobías estaría en primero y Raúl en sexto. La escuela, solo para
varones, era tranquila y tenía pocos alumnos. Los niños se veían
en los recreos y jugaban entre todos. Una vez, recuerda la maestra
María Pintos, Raúl hizo una paloma de la paz, que expusieron para
toda la escuela. Era un símbolo importante en los años sombríos que
se estaban viviendo en el resto del mundo y los aún más sombríos
que estaban por venir.
La negociante de la familia era Gita. Jossif era más cerrado, más
rudo y siguió siéndolo durante el transcurso de su vida. Sus vecinos
veían en ellos el esfuerzo de luchar, de hacer cosas, de innovar, de
18
insertarse en la sociedad uruguaya. Tanto es así que algún vecino
recuerda que Jossif iba los domingos al colegio San Francisco de
Asís a integrarse con la comunidad.
Los primeros años son difíciles de recopilar, pues la información
es poca. Los datos disponibles fueron aportados por vecinos del
barrio Bellavista, pero es difícil acceder a otro tipo de información.
2. Nuevos vecinos en Maldonado
Unos años después de haber arribado a Uruguay, se trasladaron
a Maldonado escapando de la neumonía de uno de sus hijos. Allí
se radicaron y abrieron una confitería o panadería. Los fernandinos
conocerían a Gita y a Jossif como Clara y José.
Se integraron fácilmente a la comunidad fernandina, quizá un
poco más accesible y abierta a la inmigración que la montevideana.
Se hicieron amigos de los vecinos. Eran queridos por todos, espe-
cialmente Clara.
Poco tiempo después, cerraron la confitería y abrieron un taller
de costura. José vendía en una canasta lo que Clara cosía. En ese
entonces, Tito ya tenía alrededor de 14 años e iba al liceo. Sus pa-
dres eran muy trabajadores y él tuvo que serlo también. Cada vez
que llegaba del liceo, tenía que trabajar porque su hermano estu-
diaba medicina en Montevideo. Si bien solo uno de los hermanos
pudo estudiar en la capital, siempre que le fue posible Tito estudió
por sí mismo. Era común en aquella época que al menos uno de los
hijos estudiara alguna carrera en Montevideo y el resto de la familia
19
trabajara para mantenerlo. En este caso, el hijo no continuó con los
estudios. De todas formas, la familia Polakof trabajó para que Raúl
pudiera estudiar medicina, y Tito no escapó a esta realidad.
En ese entonces Maldonado era muy diferente y tranquilo. El
liceo tenía pocos alumnos. Había poco para hacer. Generalmente
los jóvenes y adolescentes fernandinos iban al Centro Paz y Unión,
(Club Uruguay). También les gustaba timbear (juegos de azar como
la taba) y salir de juerga. Tito no fue la excepción. Era socio vitalicio
del Centro Paz y Unión y salía con sus primos Melamoude, que via-
jaban desde Montevideo. Así disfrutaba de su juventud.
Nos encontramos ya a fines de la década del cuarenta. No tene-
mos mucho para contar sobre esta época; sabemos que trabajaba
con sus padres y los ayudaba. Alrededor de este período falleció
Elena, su hermana. Tito tocaba el piano con ella a cuatro manos.
Luego de su muerte ya no volvió a hacerlo, salvo esporádicamente
cuando se sentaba a tocar alguna escala, porque siempre conservó
el instrumento. La próxima etapa, ya más fácil de reconstruir, es
aquella en la que formó su propia familia.
3. Un hombre de familia
a) Elisa
Rondaban los años cincuenta y en el casamiento de un amigo
en Montevideo, Tito conoció a Elisa. Él era de Maldonado y tenía
21 años; ella, de Montevideo y tenía 17. Ambos eran muy jóvenes,
pero él, como todo hombre, tenía más experiencia, pues sus amis-
20
tades y sus mundos eran diferentes. Él se enamoró enseguida. Ella
lo tuvo que pensar, ya que no sabía cómo podían compaginarse
mundos tan distintos.
Empezaron a salir, de a poco, como era habitual hace más de
cincuenta años. Se hicieron amigos, iban al cine. Él intentaba to-
marle la mano, ella lo esquivaba. Ella pensaba que él estaba para la
“farra”; sin embargo, él quería asentarse y formalizar. De a poquito,
entraron en confianza. Cuando salían a caminar, él le tomaba la
mano y ella ya no se resistía.
Se veían poco al principio. Montevideo y Maldonado quedaban
más lejos que hoy. Se enviaban cartas por correo. Pasaban semanas
sin verse; las cartas y quizá alguna llamada telefónica muy ocasio-
nal eran el único contacto que tenían. En esas cartas, que fueron
solo para ellos, se lee, se siente un amor perenne y puro, real y
humano.
Sara, la hermana de Elisa, recuerda que en una de las visitas de
Tito a Montevideo le tuvo que prestar una bicicleta porque había
paro de transporte. En aquella época, las visitas tenían tono social,
amistoso y nada más. No se acostumbraba manifestar en público el
cariño. Elisa iba a Maldonado también. Se veían al menos una vez
por mes, lo cual parece poco, pero fue más que suficiente.
Él se enamoró de ella por su franqueza y sencillez. Sintió que
podría amarla realmente y que ella no tendría miedo de decirle sus
defectos. Se enamoró, como los más afortunados, de la persona
con la cual quiso compartir su vida y tuvo la suerte de ser corres-
pondido. Nadie puede saber los artilugios del amor y sus razones,
el porqué nos enamoramos. Tito y Elisa se enamoraron en 1950, y
21
Elisa y Tito el día de su casamiento en abril de 1951
22
ese fue tan solo el comienzo de una historia de amor verdadera, que
perduraría en el tiempo.
En un período relativamente corto pasaron de ser amigos a ser
enamorados. Dominaban en ellos la juventud y la ansiedad de co-
nocer a la persona con la cual compartir la vida. En los tiempos que
corren, donde se valoran otras cosas, esto puede sorprendernos,
pero en aquel momento no asombró que a una temprana edad pri-
maran el amor, la amistad y el compañerismo en dos personas que
el destino quiso unir.
La distancia, quizá, apuró las cosas. En menos de un año se ca-
saron, enamorados, jóvenes y felices. Conformaron una pareja que
tenía fe en el futuro, en la humanidad y en la felicidad, que no le
temía a nada y que estaba dispuesta a jugarse por su familia y su
país.
Se casaron en 1951 y de luna de miel fueron a Buenos Aires,
ciudad que los impresionó y les enseñó muchas cosas que quedaron
en sus recuerdos. En la capital argentina, tan distinta a Montevideo
y sobre todo a Maldonado, nació su amor por los viajes. Se interio-
rizaron de la cultura porteña y aprendieron que viajando se conoce
mucho. En el futuro, los viajes les darían diversas ideas para innovar
y emprender negocios en su querido país, en su patria.
Durante más de 48 años, Tito y Elisa fueron compañeros de vida:
en el trabajo, en los viajes, en la enfermedad, en la familia. Real-
mente fueron compañeros de toda la vida.
b) La paternidad
Tito siempre quiso hijos. Elisa también. Ambos venían de familias
23
chicas y no tuvieron abuelos presentes. No esperaron mucho para
tener el primer hijo. Fueron padres jóvenes. Todos sus hijos nacie-
ron en Montevideo, tres de ellos en la década del cincuenta. Luis, el
mayor, nació en 1952; Rosita, en 1954, y Susana, en 1956. Los tres
fueron muy queridos. Luis dio más trabajo de bebé; las niñas, que
eran las muñecas de Elisa, no tanto.
Asistían a la Escuela N.° 2, que en aquel momento estaba en
25 de Mayo y 18 de Julio, frente al Cuartel de Dragones. Luego de
las clases iban a lo de la maestra Raquel Scarone, que con exitosa
dedicación los ayudaba con los deberes mientras los padres traba-
jaban. Recién cuando terminaban se iban a la tienda, donde estaba
su madre. Los padres, que trabajaban mucho, se encargaron de que
sus hijos tuvieran todas las posibilidades educativas que ellos no
tuvieron.
Cuando eran muy pequeños vivían en una casa alquilada frente
al Campus. Tito, a quien siempre le gustaron los juegos de azar,
ganó la lotería y construyó la casa en la que actualmente vive Eli-
sa. Rosita se acuerda de la mudanza; dice que pasaron de vivir en
una casa donde había pinos a un barrio lleno de arenales, porque
en aquel entonces esa zona estaba prácticamente deshabitada. La
mayoría de los habitantes de Maldonado vivían en el centro.
Tito, que quería más hijos, siempre contaba que en un viaje a
París convenció a Elisa para tener el cuarto. Allí encargaron a Raúl,
que llegó 15 años después de Luis. Como todo hijo menor, fue el
más malcriado.
Era un padre exigente; quería que a sus hijos les fuera bien en
la escuela, el liceo y la facultad. Por esto, les demandaba mucho
24
estudio y, como a todo niño y adolescente, eso los fastidiaba un
poco. Quería que sus hijos accedieran a todas las cosas que él no
había podido tener, ya que, como mencionamos, su familia solo ha-
bía mandado a su hermano a la universidad.
Tito siempre fue respetuoso de las ideologías de sus hijos y de
las decisiones que tomaban. Se enorgullecía de eso y siempre lo
contaba. Dejó que cada uno de ellos se formara como mejor lo
entendiera y no se opuso a decisiones como casarse con personas
que no eran judías, militar políticamente en partidos con ideologías
diferentes a la suya o irse a estudiar a otros países. Respetó las
ideologías y las religiones de todos; nunca presionó a nadie para
que fuera de determinada manera. Fue muy abierto, quizá por la
realidad que le tocó vivir. Nunca le cerró las puertas a nadie y esto
no pasó desapercibido.
c) Un padre trabajador
Los cuatro recuerdan que su padre trabajaba mucho, aunque no
lo sintieron un padre ausente. Si bien no los llevaba a la escuela, los
veía en el trabajo y compartía su mundo laboral con ellos. Los rota-
ba por diversos puestos, porque consideraba que debían aprender
todas las tareas. Las hijas recuerdan que en la época de la fábrica
de plástico (de la que hablaremos luego) las hacía pintar los ojos
y los labios de las muñecas porque tenían manos chicas. En reali-
dad, ellas querían cortar los pedacitos remanentes de plástico en los
bordes de las muñecas, pero no las dejaban porque había que usar
objetos cortantes y era peligroso.
Les enseñó la importancia que tenía el trabajo. Los llevaba a
25
vender en la feria los domingos. Para Tito, no solo era importante el
estudio, sino también que sus hijos vieran que las cosas se hacen
desde abajo y que en la vida nada es gratis y todo se logra con mu-
cho trabajo y esfuerzo.
A pesar de que trabajaba mucho, siempre estaba feliz a la hora
de ver a los niños. A veces llegaba muy tarde en la noche y los des-
pertaba para saludarlos. En verano los llevaba a tomar un helado a
Gorlero, en Punta del Este.
Los domingos eran los días para la familia. A menudo los llevaba
al parque Jagüel, donde se divertían mucho. La mayor parte del in-
vierno los niños pasaban la tarde en el cine, en esas funciones que
empezaban a las 14 horas y terminaban a las 18, como muchos de
ustedes recordarán. Después de que terminaban las películas, los
pasaban a buscar y se iban todos a cenar a lo de los abuelos Clara
y José. Iba toda la familia, incluidos Raúl, Sara y sus tres hijos.
Los niños pasaban bárbaro y correteaban por toda la casa. Gita era
siempre muy amable con ellos. Con Rosalía, la señora que la ayuda-
ba en las tareas de la casa, cocinaba todo el día comidas deliciosas
de las que todos se acuerdan.
En verano visitaban a sus abuelos maternos en Montevideo. Iban
al conventillo Medio Mundo a ver los corsos. Tito iba los domingos
porque ese día no trabajaba y a veces los llevaba a los partidos que
jugaba Maldonado.
En el año 1966, Tito se tomó un tiempo y se fue de vacaciones
con Elisa, Luis, Rosita y Susana. Recorrieron gran parte del Uruguay
en auto. Este viaje coincidió con el campeonato mundial de fútbol
en Inglaterra. Estuvieron en Colonia, Carmelo, Fray Bentos, Paysan-
26
dú y Salto. Fue un lindo viaje, quizá el único largo que hizo toda la
familia. También solían ir a Buenos Aires todos juntos, pero estas
estadías eran más cortas.
d) Los abuelos paternos
Cuando Tito y Elisa se iban de viaje, los niños se quedaban con
sus abuelos paternos. Todos recuerdan su fuerte presencia. Clara
(Gita) cocinaba en una cocina de leña, en la que hacía dulce de
higos. Cultivaban frutillas y criaban gallinas. Clara era muy buena,
siempre les hacía regalos y les daba golosinas. Iban a la tienda, que
para ellos era grande, donde jugaban a los barcos con la mesa de
medir telas y corrían por el piso de tablones, que hacía ruido.
En la casa de los abuelos todo estaba bajo llave, y esto los sor-
prendía porque en su casa no era así. El abuelo era muy serio. La
abuela era muy inteligente, le gustaba la música y escribía muy
bien, tan es así que le publicaron cuentos y artículos en la revista
Para Ti de aquella época.
En una ocasión, fueron a Los Ángeles a visitar al hermano de
José, de donde trajeron una televisión que era una novedad, porque
en ese momento había pocas en Maldonado. Los niños se sentaban
frente al televisor para mirar distintos programas y se entretenían
mucho.
Clara pasaba mucho tiempo con sus nietos, y cuando se fueron
a vivir a Montevideo, iba muy seguido a verlos. Siempre tuvo sus
puertas abiertas para todo el mundo. De ella, que fue quien le dejó
más huellas, Tito aprendió la solidaridad que lo caracterizó. Clara
27
fue la persona fuerte de la familia, así como en la de Elisa, lo fue su
madre Juana.
e) Su hermano
En 1959 falleció Raúl, el hermano de Tito, en un accidente en
Punta Ballena. Varios vecinos lo recuerdan. La familia de Tito había
ido a una fiesta. Los niños de Raúl —David, Dinorah y Elena— y Sara
estaban en la casa de Tito y de Elisa. Como había mucha gente en la
casa, algunos se fueron a dormir al Hotel Colonial. Luego, partieron
a Montevideo. Luis, Rosita y Susana se quedaron en lo de sus tíos
Alberto y Sara (la hermana de Elisa), porque sus padres no querían
que estuvieran presentes en ese evento traumático.
Tito conformó una sociedad con Sara, su cuñada, e hizo lo posi-
ble para ayudarla a nivel económico y familiar. Luego, ella se casó
con un sobreviviente de los campos de concentración. Poco tiempo
después, se disolvió la sociedad comercial, pero Tito siempre estuvo
presente ayudando a sus sobrinos.
f) Los hijos
Luis, Rosita y Susana hicieron el liceo en Maldonado, pero solo
Luis lo completó allí. Antes de terminar, dio unas pruebas para irse
becado a Estados Unidos. En 1968 se fue por un año de intercambio
a California a la casa de una familia de intelectuales en plena era
hippie. Vivió muchas cosas allí, desde la llegada del hombre a la
Luna hasta el concierto de Woodstock.
Tito y Elisa fueron a visitarlo. Para ellos todo era muy diferente y
aprendieron mucho en ese viaje. Luis volvió a Uruguay con ideales
28
muy distintos a los de sus padres. Tito solía decirle en tono medio
jocoso que él debía ser la única persona que fue por un tiempo a
Estados Unidos y volvió comunista.
En ese entonces, Rosita y Susana tenían 14 y 12 años, respec-
tivamente. Raúl no había cumplido los 2. La vida en Maldonado era
tranquila, y la casa estaba siempre llena de amigos y compañeros.
Cuando Luis terminó el liceo, se integró a una cooperativa agra-
ria hasta que entró a la facultad. Toda la familia se mudó a Montevi-
deo, ya que Tito había decidido que era mejor que no se separaran.
Luis ingresó a la Facultad de Ingeniería; Rosita cursó sexto de
liceo en el Zorrilla; Susana, quinto en el Liceo 14, y Raúl empezó la
Escuela Integral. Para ellos vivir en Montevideo fue la apertura a un
mundo nuevo y por demás convulsionado. Se dieron cuenta de que
la vida que habían tenido en Maldonado era distinta. Si hoy en día
la vida fernandina difiere de la capitalina, imagínense o recuerden
lo diferente que sería en esa época.
Eran los años setenta, una época que pronto empezaría a ser
oscura para el país en general y particularmente para la familia
Polakof. Ya había mucho movimiento estudiantil y político en Mon-
tevideo.
Cuando terminó el liceo, ya en la década de los ochenta, Raúl, el
más chico, decidió irse a estudiar a Estados Unidos, a la Universidad
de Pensilvania. Para él era lo lógico, pues tenía las posibilidades y
el interés. Contó con el pleno apoyo de sus padres, quienes lo visi-
taban todos los años. Él también viajaba a Uruguay.
29
g) La dictadura
Al regresar de Estados Unidos, Luis se vinculó con sectores de iz-
quierda de Maldonado, especialmente los independientes, que iban
a dar lugar al nacimiento del Frente Amplio. En la Facultad de Inge-
niería, comenzó a relacionarse con la militancia estudiantil y, poco a
poco, con la militancia política comprometida. Atraído por los movi-
mientos políticos y sociales e impulsado por las desigualdades que
observaba en Uruguay, se fue adentrando en el mundo tupamaro sin
que sus padres tuvieran la más mínima sospecha.
Empezó a dar clases particulares de matemática en lo de su
abuela materna, en la calle Minas casi Cebollatí. Luego usó esas
clases como cobertura para ayudar a unos compañeros que estaban
preparando la toma de una radio, que finalmente no llegó a concre-
tarse. Uno de los compañeros les dio a los militares la ubicación de
la casa de la abuela y allí lo fueron a buscar. La primera vez tuvo
suerte, pero la segunda no pudo escapar.
A Tito y Elisa esto los agarró por sorpresa. Luis y su padre ya
habían discutido de política e ideología en la mesa varias veces.
Pensaban de forma muy diferente, pero seguro que Tito nunca se
imaginó que podría pasar lo que le pasó a Luis solo por sus ideales.
El día en que se llevaron a Luis, los militares fueron al aparta-
mento de Montevideo en Bulevar España y revisaron todo: las cosas
de Luis, de Rosita, de Susana. Durante su detención, y luego de ser
torturado, lo llevaron a casa de sus padres, donde lo obligaron a
contarles lo que había hecho y que pertenecía al MLN (Movimiento
de Liberación Nacional Tupamaro). Fue un acontecimiento traumáti-
co para toda la familia Polakof.
30
Escapando de la dictadura, Susana se fue a Israel con 17 años. Ro-
sita fue la primera en visitarla, tras una estadía en Londres. Susana
extrañaba mucho y por eso mandaron a Rosita. Después fueron sus
padres, quienes la visitaban todos los años.
En Uruguay seguía la dictadura; la vida cotidiana se complicó y
se nubló para la familia. Iban a ver a Luis dos veces por mes al penal
de Libertad, y sufrían en cada visita, como tantos uruguayos en esos
años. Una vez por mes podían llevarle una bolsa de alimentos auto-
rizados, como leche en polvo, yerba, cocoa, café, azúcar, jabón en
barra (que debía ir rayado), dulce en bolsas de nailon. También se
podía llevar tabaco en bolsas, libros, revistas, algún tipo de ropa y
algunos artículos para hacer manualidades. Muchas de estas cosas,
como se sabe, no llegaban a destino, y con lo que entraba los pre-
sos hacían un fondo común. La familia hablaba con Luis a través de
un grueso vidrio y por teléfono, a excepción de Raúl que, como era
chico, podía pasar a verlo y tener un contacto más directo con él.
Todos los presos vestían mameluco gris, llevaban un número como
identificación y tenían la cabeza rapada. Era muy duro, volvían des-
trozados de esas visitas, especialmente Tito.
Luis recuerda que una de las primeras veces que su padre lo fue
a visitar le dijo que se podía cambiar el mundo no solo a través de
la política, sino también como empresario. Quizá Luis años después
vio que esto era posible, pero nunca dejó de pensar que es por
medio de la política que se cambian las cosas, lo que fue tema de
innumerables discusiones entre padre e hijo, antes, durante y des-
pués de la detención.
La vida de la familia Polakof había cambiado. Al igual que miles
31
de familias uruguayas, por más de diez años se vio afectada por
los vicios de la dictadura. Tito intentó por todos los medios posibles
liberar a Luis del penal. Nada servía, le decían que lo iban a ayudar,
pero todos los esfuerzos resultaron infructuosos.
Maldonado, por su tranquilidad, albergó a varios perseguidos. Al
vivir esa dura realidad en carne propia, Tito se sensibilizó con los
que buscaron refugio por motivos políticos. Como sabía lo terrible
que era para los padres de esos jóvenes, sin ir en contra de nadie,
siempre que pudo, ayudó.
Tito fue siempre una persona fuerte, pero esta tragedia perso-
nal lo derrumbó. Se refugió en el trabajo, y, por lo tanto, nunca
descuidó los negocios. Cuando tuvo que seguir adelante, lo hizo,
pero quienes lo conocían, se daban cuenta de que estaba triste y le
faltaba una parte de su vida. Se vinculó con quien pudo, fue presi-
dente de la Junta de Vecinos, siguió trabajando para la comunidad
porque la lucha no había terminado. A pesar de la tristeza, la vida
continuaba, siempre esperando la visita cada dos semanas al penal
de Libertad. Luis estaba preso, Susana en Israel, Rosita estudiaba
en Facultad de Ciencias Económicas y Raúl en la Escuela Integral.
En 1980, gracias a una ley promovida en EE.UU. por el diputado
Koch, en virtud de la cual el gobierno militar debía dar muestras
de buena fe, Luis fue liberado. Empezó a trabajar en la fábrica de
calzado, donde también había trabajado Rosita, quien ya se había
casado con Julio Scottini en 1979. En ese momento, la pareja esta-
ba recorriendo el mundo con el grupo de Ciencias Económicas. Luis
retomó la militancia, conoció a su futura esposa Cristina y tuvo que
irse al exilio. Consiguió un pasaporte que solo le permitía ir a Israel,
32
donde tuvo que hacer el servicio militar. Luego de los seis meses
obligatorios, se reunió con Cristina en Barcelona.
h) El exilio
Dos de los hijos de Tito estaban exiliados porque no tenían otra
alternativa. De todas formas, el exilio era mejor que la prisión. Por
lo menos, podían visitarlos y comunicarse libremente con ellos.
Tito y Elisa vivieron el exilio de sus hijos como el resto del país,
alegres por un lado, porque sabían que estaban bien, y tristes por
el otro, porque no los tenían cerca. Los apoyaron, por más que
no compartieran sus ideales, y siempre estuvieron donde y cuando
ellos los necesitaron.
Susana vivió seis años en Israel. En una visita a Uruguay en
1980 conoció a Luis Cor, con quien se fue a vivir a Suecia. Allá for-
maron su familia. Luis y Cristina estuvieron en España hasta 1983,
año en que se trasladaron a Río de Janeiro, donde nació su primera
hija, Ana Clara. Era más fácil para todos ir a visitarlos allí. En estos
años Tito comenzó a tener nuevas alegrías: los nietos.
i) Un padre y un suegro respetuoso
A pesar de no compartir los ideales de sus hijos, Tito siempre
los respetó. Podrá haber tenido miles de discusiones con ellos, y
hasta haber intentado hacerles cambiar de opinión, pero cuando no
lo hicieron, lo aceptó. No se opuso a que sus hijos se casaran con
cristianos, agnósticos y ateos.
Él tenía sus ideas, su religión, su forma de ser, pero para él lo
más importante era la familia y que sus hijos fueran felices. Puede
33
haber sido injusto en alguna ocasión, como cualquier persona, pero
respetó todas las decisiones que tomaron sus hijos con sus parejas,
nunca se interpuso y supo quererlas.
4. El abuelo
El primer nieto fue Ismael, un niño rubio y de ojos claros que na-
ció en setiembre de 1981. Fue una gran alegría para todos. Cuando
Rosita y Julio se iban de viaje, lo dejaban con Tito y Elisa. Tito se
brindaba por entero a sus nietos, le encantaban y quiso disfrutarlos
como no había podido disfrutar a sus hijos.
Ismael, al ser el mayor, es el que tiene más recuerdos. Siempre
cuenta que cuando tenía 9 o 10 años, alquiló unas películas de vi-
deo, se fue a jugar a las maquinitas, a pesar de que se lo habían
prohibido terminantemente, y luego de jugar unas cuantas veces,
se dio cuenta de que los videos habían desaparecido. No sabía que
hacer porque no quería confesarles a sus padres que no les ha-
bía hecho caso; no le preocupaban tanto los videos, sino el hecho
de haberlos perdido en las maquinitas. Entonces pensó en usar a
su abuelo Tito como cómplice. Lo buscó y le contó llorando lo que
había pasado, medio actuando, medio en serio. El abuelo hizo lo
más lógico que puede hacer una persona adulta: ir a la comisaría
a declarar el extravío. Quizá quería mostrarle, picarescamente, que
mentir tenía sus consecuencias. Hicieron la declaración; Ismael no
podía mentirle a la policía, pero siempre se sintió tranquilo porque
tenía al abuelo Tito a su lado. De todas formas, cuando este lo llevó
34
a su casa les contó a los padres lo sucedido. No fue cómplice, pero
sí compañero. La penitencia fue inevitable.
En el 83 nacieron, además de Ana Clara en Brasil, Leticia, hija
de Rosita y Julio, en Uruguay, y Simón, hijo de Susana y Luis, en
Suecia.
Tal vez para ellos sea difícil recordar cosas concretas, como cuan-
do estaba nublado y les decía que soplaran hacia el cielo, que las
nubes se iban a correr. Tampoco recuerdan los nietos mayores aque-
lla gran movida que hubo en 1984, cuando toda la familia visitó a
Luis, Cristina y Ana Clara en Río de Janeiro. Fueron todos: la familia
de Rosita desde Uruguay, la de Susana desde Suecia, los abuelos,
el bisabuelo Israel (padre de Elisa y Sara), y los tíos Raúl y Mario.
Alquilaron una casa en el barrio Botafogo, porque el apartamento
en el que vivía la familia de Luis era chico. Los nietos tienen pocos
recuerdos de esto, a diferencia de los padres, tíos y abuelos. Allí en
Río Tito chiveó y compartió gratos momentos con sus nietos.
En 1985 la familia de Luis volvió a Uruguay. Susana, Luis y Si-
món aún estaban en Suecia. A fines de 1985 y principios de 1986
nacieron Leonardo, hijo de Luis y Cristina, y Nicolás, hijo de Susana
y Luis, en Montevideo y en Suecia, respectivamente. Hasta ese mo-
mento los nietos eran Ismael, Ana Clara, Simón y Leticia (en orden
descendente). Pasaron a ser seis, que para Tito seguían siendo po-
cos. Entre todos se acuerdan de pocas cosas: manzanas cortadas
en trocitos, pimienta en el dedo gordo para no chuparlo, dormidas
en lo de los abuelos, películas de cowboys. Son imágenes fugaces
de la infancia que aparecen cuando hacen un esfuerzo para recordar
algo del abuelo.
35
A Tito le encantaba jugar con sus nietos, eran una alegría para él.
Solía dar vuelta las sillas del comedor en el apartamento de Monte-
video y utilizarlas como vagones de tren para arrastrarlos. ¡Imagí-
nense qué diversión para todos! Era como un niño más. Iba a la casa
de sus hijos para disfrutar a sus nietos y siempre les llevaba algo
dulce. Una vez los llevó a una cacería en el Rotary Club de Maldona-
do. Todos se disfrazaron. Los niños volvieron encantados, al menos
eso cuentan sus padres, porque habían pasado mucho rato con el
abuelo. Los disfrutó todo lo que pudo, sobre todo en la infancia.
La gente recuerda lo bueno que era Tito con sus nietos, tanto
con los de sangre como con los que no lo eran. Era abuelo de todos
los niños, y así quería que lo llamaran. Cuando María José Da Silva
y Carmen Olaza —personas fundamentales para la familia Polakof—
iban a trabajar a lo de los abuelos, sus hijas, Susana y Carolina, se
quedaban a jugar con los nietos, que tenían más o menos la misma
edad. Carolina, por vivir prácticamente en la misma casa, compartió
muchos momentos con Tito, probablemente más que algunos de sus
nietos. Armaban cajas con huevos de Pascua para llevar al hogar de
ancianos y almorzaban juntos. Así fue por años la familia grande
que siempre quiso.
Luego la suerte le trajo más nietos. Cada vez que la familia cre-
cía, él se llenaba de felicidad. En 1991 nacen Mariana, hija de Rosita
y Julio, y José Manuel, hijo de Luis y Cristina. Varios años después
volvió a tener nietos de su hijo más chico, Raúl, y su esposa Sole-
dad. En 1997 nació Alén y en 2002, Ari, al que no llegó a conocer,
y todo esto sin contar los innumerables nietos de corazón que debe
haber tenido y que no pudimos contactar.
36
Si bien compartió mucho tiempo con sus nietos cuando eran niños,
estos lamentan no haber sido más grandes para haber tenido con
él las conversaciones que les hubiesen gustado. Les duele no haber
podido aprender y escuchar a alguien tan interesante. Saben que
los hubiera respetado fueran como fueran. Aunque no compartiera
sus ideas, los hubiera apoyado, como antes a sus hijos. De todas
maneras, sus nietos son conscientes de que les dejó un montón de
enseñanzas y valores que se mantendrán, por lo menos, en la so-
ciedad fernandina. Gracias a Tito tuvieron oportunidades que este
no tuvo, no vivieron lo que él vivió, ya que no tuvieron que hacerse
desde abajo. Es innegable que les transmitió la importancia de la
educación, el respeto y la apertura ideológica.
Quizá este libro y la memoria colectiva permitan rescatar parte
de lo que él vivió y sintió. Las experiencias de sus nietos son distin-
tas porque tuvieron las mejores oportunidades educativas y nunca
pasaron necesidades. Aun así, cada cual ha emprendido desde aba-
jo y con mucho esfuerzo proyectos independientes de la empresa
que su abuelo construyó.
Tito junto a su familia y difrutando de sus nietos
37
Los nietos, que estudiaron; sus padres, que se esforzaron para que
tuvieran un futuro; sumados a innumerables jóvenes que se vieron
beneficiados de alguna manera por el abuelo Tito le deben muchas
de sus oportunidades, algo que jamás van a olvidar. Sus nietos no
lo conocieron de adultos, pero seguro que son el vivo reflejo de sus
esfuerzos y de su persona.
38
39
La empresa
Segunda parte
40
1. Un hombre emprendedor: los comienzos
Tito trabajó siempre. Andaba con un carrito, vendiendo pan o di-
ferentes cosas, pero no fue hasta que se casó con Elisa que inició
emprendimientos propios. Cuando se conocieron, él trabajaba en la
tienda que tenían sus padres en Maldonado, en 18 de Julio y Florida.
Se casaron y él habló con sus padres porque quería tener algo propio.
Consideraba que ya era adulto y tenía que hacerse responsable de su
familia. Formaron entonces una sociedad con los padres, su hermano
y la esposa de este, y así todos fueron propietarios del negocio.
Alquilaron un local en Florida y Sarandí. Tito y Elisa siguieron tra-
bajando en la tienda de 18 de Julio. El hermano y su esposa se en-
cargaron del local de Florida y Sarandí. Los vecinos de Maldonado re-
cuerdan bien esos locales, por ejemplo, que los dos hermanos solían
pararse en la puerta del comercio a conversar con los clientes. Les
empezó a ir bien y alquilaron un local que estaba ubicado en Román
Guerra y Florida, en pleno centro de Maldonado. En ese entonces se
trabajaba muy bien. Tito y Elisa ya tenían tres hijos. Era una tienda
enorme donde se vendían colchones, muebles, motos con cabina. En
verano, los argentinos que iban de vacaciones colmaban el local y se
peleaban por la mercadería.
Alrededor de 1960, Tito concurrió a una feria en Alemania. Le in-
teresó una máquina para fabricar plástico, que compró con la ayuda
financiera de Mazzoni y su suegra. Adquirió también una máquina de
hacer polifilm. En ese momento abrió la fábrica Industrias Plásticas
del Uruguay (IPDU), que quedaba en la calle Bergali. En ella trabaja-
ba mucha gente conocida, toda de Maldonado. La fábrica no producía
41
Permiso municipal para realizar actividades de venta otorgado al Sr. José Polakof en diciembre de 1929
42
en cantidades muy grandes, pues el mercado uruguayo era pequeño,
y funcionó varios años.
Después Tito ganó la lotería, y con ese dinero construyó su casa
y reubicó la fábrica de plástico en el terreno lindero, por 25 de mayo.
En esta se hacían muñecas, a las que sus hijas Rosita y Susana les
pintaban los ojos y la boca. También se hacían matamoscas, vasos,
pelotas, porrones y, en una oportunidad, hasta el hula-hula. Tito te-
nía las máquinas y un taller mecánico donde se hacían los moldes
para los artículos de plástico. Los productos elaborados eran econó-
micos y accesibles para los clientes.
En esa época, Tito tenía una camioneta Fordson, que en los inicios
de la fábrica usaba los fines de semana para vender en el interior
porque tenía que cubrir los cheques para el lunes y pagar las deudas.
Luis recuerda esa camioneta y haberse caído de ella, en lo que debe
haber sido un gran golpe.
Trajo también la primera máquina para hacer film, bolsas y plás-
tico por metro. Fue una fábrica bastante grande e innovadora para la
época y el lugar. Tito pudo devolver el dinero que le habían prestado
con bastante rapidez. A fines de los setenta, en la fiesta de fin de
año, alguien tiró fuegos artificiales y se incendió la fábrica, que ya a
esa altura funcionaba como un mercado. Todos los vecinos ayudaron
a apagar el fuego.
En 1960, Sara Levitas (la esposa de Raúl) y Tito conformaron una
SRL para trabajar en el ramo de tienda, zapatería, mercería y afines.
Esta sociedad funcionó durante varios años y fue creciendo, si bien
era un época difícil, según recuerda Julián Sosa (uno de los primeros
colaboradores de Polakof), ya que no existían los créditos.
43
El mismo año se inauguró el primer supermercado del interior, ubica-
do en 18 de Julio. Tito había traído la idea de un viaje al exterior. El
sistema era una novedad, ya que los vecinos estaban acostumbrados
a ir al almacén, donde los atendía una persona que les vendía por kilo
o por gramos. En el supermercado era uno mismo el que tomaba las
cosas. Para la época, era grande.
Cuando Sara se volvió a casar, la sociedad se disolvió. El 30 de
abril de 1965 Sara cedió su parte a Elisa, la esposa de Tito, y se
procedió a la separación de los locales comerciales. Sara eligió el de
Román Guerra y Florida. Tito, con el optimismo que lo acompañaría
siempre, le dijo a Elisa que todo estaría bien y que rápidamente se
recuperarían. Y así fue.
En 1963 se realizó una exposición internacional en Montevideo,
donde Tito compró una máquina Carpiggiani de hacer helados que
todo el mundo recuerda. La puso en la entrada del mercado de 18. Se
parecía a las actuales, pero había que hacer manualmente la mezcla
de los huevos, la leche, la vainilla o el chocolate. El helado se servía
en cucuruchos. Había colas inmensas de gente esperando. Tito era
muy habilidoso con los negocios, y vendía helados baratos que eran
accesibles para todo el mundo.
En 1965, Tito trajo de otro viaje una máquina de hacer cuero sin-
tético. Formó una sociedad con una familia que tenía mucho dinero.
En ese momento Tito no tenía casi nada porque había disuelto la so-
ciedad con Sara. Este negocio no le rindió frutos, por lo que decidió
no invertir en nuevas sociedades.
Empezaba ya a verse que con su actitud optimista y perseverante,
Tobías Polakof, alias Tito, iba a llegar muy lejos como empresario.
44
Gracias a su visión, logró desarrollar las empresas que quiso, más
allá de que algunas no hayan triunfado.
2. Un visionario: de emprendedor a gran empresario
Para la mayoría de los entrevistados, Tobías Polakof fue un visio-
nario. Una persona como él, que siempre pensó, no solo en crecer a
nivel empresarial, sino también en el desarrollo local de la comuni-
dad, evidentemente fue solidaria y con mucha visión de futuro. Ge-
neralmente lo que decía que iba a pasar sucedía. Era muy inteligente
y pudo imaginar el futuro desarrollo del departamento.
Desde principios de la década de los sesenta, empezó a viajar
todos los años a ferias internacionales en distintos países de Europa
y también en Estados Unidos. En esos viajes veía negocios que no
existían en Uruguay y los traía, es decir, importaba tanto ideas como
equipamientos. Nada lo detuvo, quería ver el crecimiento del país
que les había abierto amablemente las puertas a sus padres. Muchas
de las ideas que trajo y de las máquinas que importó no dieron, por
distintos motivos, los resultados esperados, pero eso no lo desalentó
nunca.
Más allá de que los viajes hayan sido un elemento importante
para proveerlo de visión, él supo cómo adaptar las ideas y qué era lo
adecuado para Maldonado. Como visionario que era asumió riesgos.
Los viajes le ampliaron la mente, vio cosas que nunca había visto ni
imaginado. De esta manera, pudo ir aplicando ese conocimiento en
su país, en su departamento, en su ciudad. Podemos apreciar un pa-
45
trón de comportamiento: él quería innovar y lo hacía. No fue un loco,
sino una persona que creyó en la innovación y luchó por ella.
Su amor por la comunidad le hacía entender sus necesidades y
emprender obras innovadoras, arriesgadas y de bien social que muy
pocos habían pensado antes. Por ejemplo, vio que las madres no te-
nían un lugar donde dejar a sus hijos mientras trabajaban, entendió
esa necesidad y se esforzó para hacer realidad una guardería infantil,
que además fuera gratuita.
3. Un empresario: los primeros éxitos
Ser emprendedor no es la única característica necesaria para con-
vertirse en un empresario exitoso; si a esto le sumamos, entre otras
cosas, visión y no tener miedo a correr riesgos, tendremos como
resultado un posible candidato al éxito empresarial. Tito tenía esas
cualidades y las supo utilizar. También fueron importantes sus valores
y el hecho de ser muy trabajador, pues esto le ganó el respeto de sus
colaboradores. Ninguno de los emprendimientos que llevó a cabo en
su vida tuvo como fin su enriquecimiento económico. Nunca le inte-
resó mostrar lo que tenía, y por eso no andaba en autos de lujo ni
compraba propiedades en zonas de crecimiento como Punta del Este.
Era un persona sencilla que reinvirtió en la empresa para dar trabajo,
y eso fue lo que les transmitió a sus hijos, es decir, que los valores
humanos están por encima de los económicos.
Tito fue comerciante desde muy joven, cuando empezó a vender
ropa en un carrito. Distribuía mercadería de la tienda de sus padres
46
en distintos almacenes y pasaba una vez por semana a cobrar lo que
se había vendido. Cuando formó su propia familia, trabajó con esta
en la tienda de sus padres, en 18 de Julio e Ituzaingó. Empezaron
con una tienda y de a poco fueron abriendo más sucursales, siempre
en el interior del país.
Como ya mencionamos, Tito importó la idea del supermercado,
que tuvo un gran éxito en Maldonado. Fue un logro ubicarlo en la ca-
lle 18 de Julio, en donde en ese entonces no había mucho movimien-
to. A partir de ahí, comienza a trabajar fuertemente en lo que sería el
inicio del éxito de la futura cadena. En los años sesenta, abren otras
tiendas.
Tito se encargó de que Supermarket’s se transformara en la em-
presa del pueblo. Alrededor de 1965 hizo una importación de jugue-
tes a pilas, algo que nunca se había visto en el lugar. Esos juguetes
que se movían solos eran toda una novedad, al menos así lo recuer-
dan quienes eran niños en ese momento. Wilson Sánchez, que ya
trabajaba con Polakof en esa época, su hijo Luis y su sobrino David se
pusieron a jugar con el nuevo entretenimiento. Entró Tito, los vio y le
dijo a Wilson que estaba suspendido hasta que terminara de jugar, ya
que se daba cuenta de lo importante que era para los niños.
Su éxito empresarial fue resultado no solo de su actitud empren-
dedora e innovadora, sino de la generación de estrategias de venta
novedosas para el momento. Por ejemplo, un día cambiaba la mer-
cadería de lugar porque la gente estaba acostumbrada a un orden
determinado e iba directamente adonde estaba el producto que bus-
caba. De esta manera, el cliente no tenía otra opción que recorrer
el supermercado para encontrar lo que quería. Mientras lo hacía, se
47
daba cuenta de que le faltaban otros artículos y, por ende, compraba
más. Asimismo, Tito era muy respetado por los proveedores y obte-
nía buenas bonificaciones; por ejemplo, conseguía trece cajas de un
producto por el precio de doce. Sabía cómo negociar para beneficiar-
se como empresario y eso fue clave para el éxito que tuvo.
Tito emprendió muchísimas obras, pero la que más frutos le dio y
la que dejó a sus nietos fue Supermarket’s. Por eso, esta merece su
propio apartado.
Supermarket’s El Dorado
Como ya dijimos, Tito trajo la idea de los supermercados de un
viaje. A esto se debe su nombre en inglés Supermarket’s. Como as-
piraba a tener una gran cadena (no solo en el país, sino en el extran-
jero) le llamó Cadena Nacional e Internacional de Grandes Tiendas
Supermarket’s.
El local fue construido por un consorcio argentino que había com-
prado el terreno a la familia Sacrista, pero que no pudo terminar la
construcción por problemas económicos. Luego, la obra sin concluir
fue adquirida por el arquitecto Mario Rodríguez, quien junto con su
hija intentó poner un negocio que no prosperó. Pasaron por el local
un salón de baile, un cuadrilátero de boxeo, una feria de frutas y ver-
duras, entre otros. El éxito parecía rehuirle. En ese entonces, los ne-
gocios exitosos se encontraban en la calle Florida, a tres cuadras de
allí. En dicha calle estaban ONDA (la primera empresa de transportes
del país), el Banco República, la plaza de Maldonado, el bar Tico Tico,
el Plaza Bar, el Centro Paz y Unión, la confitería Marco de los Reyes,
Foto Toja, el Club Uruguay, la Jefatura de Policía, el Regimiento de
48
Infantería, la cárcel de Maldonado, el Cine Plaza, etc. Florida era la
calle principal; no obstante, la calle Sarandí era privilegiada para los
encuentros, las compras y los paseos, porque se accedía de forma
más sencilla a la plaza.
Tito decidió arriesgar, sin importarle que tantos otros negocios
hubieran fracasado, y alquiló el local sobre 18 de Julio. Más adelante,
lo compró creyendo firmemente que un negocio de autoservicio po-
dría prosperar en ese lugar. Como tantas otras veces, tuvo razón. El
supermercado abrió sus puertas y los fernandinos se amontonaban
para comprar en la única entrada que tenía en ese momento. Se trató
de un éxito increíble según los que lo acompañaron, Alberto Barla,
padre e hijo, y Julián Sosa. Maldonado crecía y la empresa de los
Polakof también. Fue el primer supermercado del interior del país.
En 1961 Tito, quien tenía una gran amistad con Antonio Zanoni,
empezó a vender junto con él vinos hechos en Maldonado. Fueron los
pioneros en la venta de vinos en supermercados. Los hermanos Za-
noni tenían el viñedo y la bodega. Tito les pedía cantidad y calidad, lo
que los obligó a mejorar sus vinos. Los Zanoni llegaron a embotellar
150 litros por día solo para Polakof, volumen importante para aquel
Primer logotipo de Supermarket’s El Dorado
CADENA DE GRANDESTIENDAS Y
SUPERMERCADOS
49
momento. Tito incorporó a los comestibles la venta de vino embote-
llado en el autoservicio.
También innovó con respecto al crédito, porque se dio cuenta de
que la gente seguía necesitando el servicio que proveía la libreta del
almacén, en donde se anotaba lo que se llevaba y se pagaba a fin de
mes. Tomó esta idea y creó la primera forma de venta a crédito en el
supermercado. Se le entregaba al cliente una tarjeta con sus datos,
su monto de crédito y el vencimiento. La cajera anotaba las compras
e iba sumando a mano (después vendría la calculadora) para que el
cliente supiera lo que llevaba gastado. A medida que la tecnología fue
avanzando, esta libreta fue sustituida por una tarjeta que se sigue
utilizando hoy en día.
Los años sesenta fueron complicados; los empresarios tenían mu-
chas menos facilidades que ahora. Sin embargo, Maldonado estaba
creciendo y la empresa pudo prosperar. En 1963 Tito compró un local
en San Carlos. Así se inauguró la primera sucursal de la tienda, que
luego se transformó en un supermercado. También se abrieron tien-
das en Pan de Azúcar, Minas y Treinta y Tres.
Los años setenta fueron aún más difíciles. Cuenta la gente que
estuvo en la empresa en esa época que había mucha persecución y
varios emprendimientos quedaron estancados. Fueron años de se-
quía empresarial, en los que no fue posible crecer lo que se esperaba.
No obstante, Tito consiguió adquirir Juan Blois S.A. en Pan de Azucar,
negocio de ramos generales que adaptó a supermercado, y con mu-
cho trabajo y empeño abrió supermercados en Las Piedras, Treinta y
Tres, San Carlos y Maldonado.
A mediados de los años ochenta, Tito avanzó en sus proyectos.
50
Acompañado por Alberto Barla y Julián Sosa, emprendió la tarea de
agrandar el mercado de 18. Compró un terreno por la calle Dodera,
que primero fue estacionamiento y lugar de envasado de lo que se
comercializaba suelto. Comenzó una reforma y ampliación en la que
se cambiaron 1000 m2 de piso y se hizo un salón nuevo con entrada
y salida por la calle Dodera. De este modo, el mercado de 18 pasó a
tener dos entradas. Se colocaron un moderno techo autoportante y
líneas de frío, y se construyó un amplio estacionamiento y zona de
descarga por la calle Ituzaingó. Culminadas las reformas, el local,
que ya formaba parte de la vida de casi todos los fernandinos, se
volvió a inaugurar y todas las personas presentes se llevaron como
recuerdo una manzana.
A esa altura ya se habían inaugurado más supermercados en Mal-
donado: el de la Avda. Roosevelt, que estaba al servicio del turista;
el de 25 de mayo —al lado de su casa—; el de Avda. Aiguá, y el de
Camino Velázquez y Mitre. Había también varias tiendas; entre ellas,
se mantenía la de Sarandí y Florida, que en aquel momento vendía
ropa de marca que había ganado mercado en países vecinos.
Maldonado seguía creciendo apresuradamente y había más ba-
rrios que querían un Supermarket’s. Por eso se abrió una sucursal
en Avda. Aiguá y Monterroso, que en ese entonces fue uno de los
supermercados más modernos de la empresa. Esta se consolidaba
cada vez más, y su poderío económico y empresarial crecía a la par.
Tito decidió abrir una tienda en la ciudad de Minas, y después una
zapatería.
Dado que el nombre Supermarket’s nunca se había registrado,
Tito resolvió cambiarlo por El Dorado, vista la necesidad de que la
51
empresa fuera reconocida por su marca.
En los años noventa la empresa siguió creciendo a pasos agigan-
tados. Abrieron nuevas sucursales en varios lugares del departamen-
to, como La Barra y Maldonado, entre otros.
En los últimos años de su vida, Tito introdujo otra novedad abrien-
do un mercado mayorista al que llamó Winmart, que en inglés quiere
decir “mercado ganador”. Su finalidad era proveer de mercadería a
buen precio a los comercios chicos, hoteles y restaurantes de la zona
para que estos no tuvieran que abastecerse en Montevideo. Winmart
fue el primer macromercado mayorista que hubo en Maldonado, y
actualmente es centro de distribución de toda la cadena.
No se mencionan en este libro otros negocios y emprendimientos
de Tito, no porque no fueran importantes, sino porque creemos que
sus ideales, valores y trabajo se reflejaron del mismo modo en todos;
por lo tanto, alcanza con los ya descritos para hacerse una cabal idea
de cómo era Tito como empresario.
4. Un patrón y muchos colaboradores
Tito comenzó con muy poco, ni siquiera era su propio patrón. Más
adelante empezó a crecer como empresario y se transformó en patrón
de uno, de dos, de tres, hasta llegar a varios cientos de empleados.
Empezó de abajo, algo que no olvidó. Muchos de sus colaborado-
res, como él los llamaba, empezaron de cero igual que él. Tito siem-
pre decía que había que hacerse desde abajo, y así fue construyendo
su empresa. Si bien en la actualidad no está permitido, en aquel
52
entonces era normal empezar a trabajar a los 12 o 13 años de edad.
La empresa se construyó en base a la confianza que Tito tenía
en sus colaboradores. Para él, más importante que la formación era
la honestidad, el deseo de superación y el trabajo. Contaba con un
grupo de apoyo integrado por ocho o nueve personas, entre las que
se encontraban Alberto Barla, Julián Sosa y Maribel Méndez. Confiaba
plenamente en ellos y cuando se iba de viaje los dejaba a cargo de
la empresa. Cuentan que no les dejaba casi plata, porque para él con
dinero todo se solucionaba con demasiada facilidad.
No es sencillo delegar tareas, pero cabe destacar que Tito supo
hacerlo y que muchos aprendieron junto a él. Tenía gente que podía
solucionar problemas en distintas áreas. Maribel y Julián se encarga-
ban de la administración. Se rodeó de personas que le eran fieles y lo
acompañaban en todos sus emprendimientos.
La relación que tenía con sus colaboradores era muy buena y
siempre se preocupaba por conocerlos y por sus problemas perso-
nales. Al principio, como eran pocos, se conocían entre todos. Hoy
es más complicado, ya que son muchos más los colaboradores de
Polakof y Cía. El 24 de diciembre y a fin de año recorría las sucursales
para brindar con todos los trabajadores.
Tenía mucho contacto con la gente de administración porque eran
pocos y trabajaban debajo de su casa. Él solía bajar y conversar; les
llevaba comida y golosinas. Cuando llovía, les pedía a Carmen Olaza
y a María José Da Silva que hicieran tortas fritas y chocolate caliente
para ellos. En su casa, como patrón, el trato con María José y Carmen
era de mucha confianza. Las veía todos los días; fueron una parte
importante de su vida, sobre todo en los últimos años.
53
Tito no era perfecto. Cuentan que nunca decía si algo estaba bien,
pero hacía saber si algo estaba mal. Creía que no era necesario decir
lo primero porque no esperaba otra cosa. No le gustaba pedir perdón;
era difícil para él reconocer que como patrón había cometido un error,
aunque alguna vez lo tuvo que hacer. Tuvo defectos, si así se les
puede llamar; no fue un superhombre y tuvo sus virtudes, muchas.
Tito era muy hábil con el manejo financiero de la empresa, so-
bre todo en tiempos difíciles. En épocas de crisis, si no les podía
pagar a sus proveedores, se lo decía. Siempre dejaba conforme a
sus colaboradores y proveedores, porque se tomaba el tiempo de
explicarles por qué no les podía pagar. Les hablaba de una manera
que los dejaba satisfechos. En momentos de ganancia, cuando al-
guien le pedía un adelanto, si podía, lo daba. Quizá por eso también
convencía a la gente cuando no había dinero, porque las personas
sabían que si en algún momento lo necesitaban, Tito iba a estar ahí
para sacarlos del apuro.
Era un patrón decente. Sabía marcar la diferencia entre patrón
y empleado, pero sin ser antipático. Hoy en día, quienes crecieron
de abajo en la empresa y son gerentes con personas a su cargo
saben que no se puede dar a todo el mundo lo que pide, y eso lo
sabía Tito también.
Él trabajaba mucho y esperaba lo mismo de sus empleados. En
esa época, los fernandinos aspiraban a trabajar en Supermarket’s,
porque si bien se exigía mucho, se ganaba bien.
Tito no era un patrón que se imponía a través del miedo, sino por
la relación de respeto mutuo que tenía con los funcionarios. Además,
hacía que otros los respetaran, por ejemplo, les pedía a los proveedo-
54
res que no fueran muy tarde a cobrar a la administración, porque las
muchachas se tenían que ir, o que no fueran a la hora del almuerzo,
porque tenían que comer.
Algunas anécdotas que cuentan sus colaboradores:
1. Cuando Edward Fernández trabajaba en el mercado de 25, le
gustaba que los camiones descargaran de noche porque hacían ruido
y despertaban a Tito, que se aparecía con pizza.
2. Los días de lluvia y frío Tito se aparecía con tortas fritas y cho-
colate caliente en la administración.
3. Una vez que hubo una gran tormenta y llovía torrencialmente,
el escritorio se inundó y todos empezaron a sacar el agua con baldes.
Llegó Tito y les dijo que se fueran a comprar zapatos a la tienda por-
que se les habían ensopado.
Y estas son solo algunas de las tantas anécdotas que hay para
contar sobre Tito como patrón.
Siempre estuvo presente para sus colaboradores, en los momen-
tos felices y en los difíciles. Los ayudó económicamente cuando pudo
afectivamente cuando fallecieron sus familiares o estuvieron enfer-
mos. Llevó a Montevideo a muchos para que los atendieran médicos
especialistas; ayudó con medicamentos y estando presente en el mo-
mento necesario con un abrazo y un oído para escuchar. Estos gestos
fueron más que suficientes para que supieran que él estaba en las
buenas y en las malas, así como también ellos estuvieron con él en
55
las buenas y en las malas.
No era para nada un hombre agresivo. El vínculo directo que tuvo
con sus funcionarios le permitía decirles las cosas como eran. Si ha-
cían algo mal se lo decía, y lo repetía todas las veces que fuera
necesario. Si bien se enojaba, no era agresivo. Le gustaba que las
cosas se hicieran como él quería, pero a veces se daba cuenta de que
también había otras opciones y les hacía caso a sus colaboradores,
sobre todo a los que tenían más experiencia.
Nunca ofendió a un funcionario. Tito no siempre caía bien, pero es
lógico, no podemos gustarles a todos. En definitiva, él fue respetado,
apreciado y querido como patrón y como persona. Muchos lo tuvieron
presente en su vida y no olvidan los vínculos generados con él. Tito
será siempre recordado.
Tito entre las góndolas del supermercado de Av. Aiguá
56
57
El hombre
Tercera parte
58
1. Un hombre solidario
Tito fue un hombre solidario. Siempre estuvo agradecido por el
acogimiento que el pueblo fernandino les había dado a sus pa-
dres. Por este motivo, intentó ayudar cuanto pudo sin importar a
quien, ya fueran civiles, militares o políticos. Siempre estuvo ahí para
ayudar.
La primera obra importante que emprendió fue la guardería infan-
til. Se dio cuenta de que las madres que trabajaban no tenían donde
dejar a sus hijos; muchas de ellas iban a trabajar con ellos. A estos
niños se les daba la leche, pero Tito estimó que no era suficiente. Él
y una comisión en la que participaron el doctor Scasso, Lidia Rimoli,
Elena González de Cabrera, entre otros, empezaron a ver cómo crear
una guardería.
Estuvo ubicada, al principio, en una casa en la calle Dodera acon-
dicionada por presos custodiados por la policía. Fue mantenida por
la empresa y gracias a las colaboraciones de proveedores y otras
compañías. Asistían más de cien niños a los que se les daba todo. En
aquella época no había muchas facilidades para este tipo de obras,
y por esto costó mucho esfuerzo. Los niños hacían cosas que nunca
habían hecho. En verano los llevaban a la playa, en invierno al cine.
Por la tarde, dormían la siesta en las reposeras. A Tito le encantaba
ir a la guardería porque le gustaban mucho los niños.
Esta iniciativa era novedosa en Maldonado. Las mujeres no es-
taban acostumbradas a dejar a sus hijos en manos de extraños. Al
principio a los niños les costaba entrar en confianza. Hubo que hacer
muchas campañas publicitarias por la radio para explicar las fun-
59
ciones de la guardería. De esta forma, fue aumentando su nivel de
aceptación.
La gente empezó a contribuir con objetos y alimentos; incluso
llegaron a donar una cocina que en ese momento hacía falta. Asimis-
mo, Tito consiguió muchas donaciones de varios hoteles, como unas
hamacas que ya no se usaban, y así se fue armando el parque de
juegos para los niños.
Tito siempre les decía a las encargadas de la guardería, entre
ellas, a Elena González de Cabrera, que nunca rechazaran a un niño
complicado, que seguramente habría. El servicio era diurno; entraba
un funcionario a las 7 de la mañana y los niños empezaban a llegar a
eso de las 7:30. La guardería funcionó por bastante tiempo de forma
privada, hasta que se construyó el edificio de 18 de Julio del actual
INAU y pasó a manos del Estado. Tito nunca se desvinculó y siguió
yendo al Consejo del Niño. La infancia era algo muy importante para
él; siempre pensaba en el futuro e intentaba darles posibilidades de
crecimiento a todos los niños.
Sus hijos iban a la guardería a ayudar y jugar con los demás ni-
ños. Les llevaban algo para almorzar o merendar. Los hijos, que iban
los fines de semana, recuerdan los colchones para dormir la siesta.
Tito consideraba importante que sus hijos participaran en obras como
la guardería, quizá para que entendieran que, aunque afortunados,
eran iguales a todos los niños.
60
Misión cumplidaEntrevista a la Sra. Elena González de Cabrera, cofundadora de la
primera Casa Cuna de Maldonado.
-¿Cómo se empezó a gestar la guardería cuando no había donde
dejar a los chicos?
-Para mí fue un milagro, porque atender a los niños fue lo que yo
siempre anhelé, fui vocacional por los niños, pero formar una guar-
dería es muy delicado. El Sr. Nelson Nicoliero, juez de menores que
sabía que yo era funcionaria del Consejo del Niño, me sugirió la idea
de formar una guardería infantil en Maldonado. Yo le dije que debía
consultarlo con mis superiores, hablé con la Sra. Adela Reta, direc-
tora del Consejo del Niño en ese entonces, y me respondió que le
parecía emocionante que quisiéramos hacer una obra tan importante
y necesaria.
-¿Cuáles fueron las personas que creíste conveniente convocar
para gestar esa obra?
-Yo conocía al Sr. Tobías Polakof, una persona muy cariñosa y muy
caritativa, al Sr. Nicoliello, al Sr. Mario Regina, a la maestra María del
Edificio de la Casa Cuna de Maldonado, hoy INAU
61
Carmen Suárez Cabral, a Lidia Rimoli y al Dr. Scasso; se fue crean-
do un grupo, hicimos las primeras charlas, ellos también arrimaban
personas que conocían y que tenían una especial vocación para hacer
algo por los chicos.
-¿Cómo fue esa primera etapa, había que salir a buscar una casa,
alguien tenía una, cómo fue?
-Yo era responsable e iría llevando las novedades al presidente del
Consejo del Niño de la zona. Un día fui al Consejo Departamental, les
expliqué que se había gestado la idea de formar una casa cuna, que
entre los promotores estaba el juez de menores y que estábamos
avalados por la Dra. Reta, pero que teníamos un gran problema, por-
que no teníamos un lugar adecuado para comenzar a albergar a esos
chicos. Por ese motivo, iba a solicitar su colaboración.
-¿Hubo que remodelar o ya estaba pronta la casa?
-Ellos me autorizaron a buscar en Maldonado un lugar adecuado
para lo que nosotros necesitábamos. Buscando con las maestras en-
contré una casa en la calle Dodera 1025, tenía un letrero para alqui-
lar, pedimos verla, al entrar vimos una habitación grande en la que
podrían estar 30 o 40 niños. Había otra habitación, una cocina de 6
x 6, un baño, un jardín pequeño, un fondo grande cercado de pinos.
Era lo ideal, era una casa que se había ocupado para distintas cosas,
había que arreglarla para dejarla adecuada para su funcionamiento.
El jefe de Policía envió a los reclusos con guardia a limpiar todo. Al
director de la IMM le pedimos que nos hicieran un patio prolijo para
trabajar y los presos pintaron toda la casa.
62
-¿Cómo tomó la mujer de Maldonado aquello que era una revolu-
ción: dejar a sus hijos en manos extrañas y salir a trabajar?
-Todos sabemos que hace mucho tiempo las mujeres salían a tra-
bajar, algunas porque estaban solas, o para aportar al grupo familiar
porque no alcanzaba el dinero.
-¿Qué injerencia tuvo en esa obra ese hombre tan importante
para Maldonado que fue Tobías Polakof y en qué contribuyó para que
esto fuera posible?
-Bueno, contribuyó con todo, porque lo primero que dio fue el co-
razón; venía todos los días para ver qué faltaba, qué se podía hacer,
esos mandados que hay que hacer. Fue a un aserradero a conseguir
maderas para hacer mesas precarias; había que comprar los utensi-
lios que los chicos iban a usar. En el fondo hicimos dos grandes pisci-
nas de arena, porque la psicología y la pedagogía dicen que la crea-
tividad del niño jugando en la arena es muy importante. Polakof iba,
traía, llevaba, conseguía cosas, trajo todos los comestibles que se
precisaban para alimentar a los chicos, hasta una cocina que también
necesitábamos. El pueblo se abrió, venía la gente sola a traer una
cosa u otra. Un día vino el Sr. Yugularm y me dijo: “Le quiero decir
que a una vaca de mi tambo le voy a poner caridad y esa leche es la
que va a venir todos los días acá, yo mismo se las voy a hacer llegar”.
-¿Es cierto que a Polakof los chicos le decían papá?
-Al principio los chicos no se entregan. A nosotras mismas nos
costó entrarles, entrar en confianza. Nosotros les empezamos a decir,
porque era con justicia que lo teníamos que hacer, “este señor cola-
63
bora con esto, es el que colabora para el mantenimiento de la casa,
es como un padre, permanentemente está a nuestras órdenes para lo
que necesitemos, hay también otro grupo de personas”. Pero yo más
lo noté cuando los niños estaban en el patio cantando y les dijo: “¿Si
yo les canto algo de cuando yo era niño?, “No, si Ud. no sabe cantar”,
“Sí, yo fui al liceo de Maldonado, bueno digamos que no sé cantar,
pero yo vine a ofrecerles un paseo, porque yo quiero saber cuántos
de ustedes van a la playa”, quedaron como diez que no conocían el
mar. Fue con el Sr. Pedrito, le explicó lo que quería hacer, puso en las
camionetas unos buenos refrigerios, los llevó hasta Portezuelo. ¡No
te puedo contar la alegría, el bullicio, la felicidad! Lo agarraban del
brazo, lo besaban, lo daban vuelta. ¡Estaban tan agradecidos, tan
contentos, tan felices!
-Cuéntame, ¿cómo fue el proceso?
-Nosotros teníamos un niño en puerta que anunciaba quién venía,
pero no debía dejar pasar a nadie. Un día un niño no lo dejó entrar a
él, fue a avisarnos que en la puerta estaba Papá; nosotros no podía-
mos creerlo, nos sorprendimos tanto. Siempre estaba buscando algo
para agasajarlos, me decía: “Usted no rechace nunca a un niño”,
porque a veces los niños tienen problemas. Otro día nos dijo: “en
el hotel “tal”, hay unas hamacas que están arrumbadas hace mucho
tiempo, nadie las usa”; las pidió, se las dieron. Al oír que el hotel
había donado por intermedio del Sr. Polakof unos juegos, otro hotel
también donó juegos, con lo que hicimos una plaza de deportes
preciosa.
64
-¿Todo se hizo con la contribución del pueblo, la gente?
-El pueblo, la gente, porque cuando da uno, la caridad de uno
llama a otro. Maldonado es maravilloso, no tengo palabras para agra-
decer a Maldonado lo que hizo con la guardería, porque la guardería
nació de la nada.
-¿Cuántas personas trabajaban y qué misión cumplías tú?
-Yo era directora de la guardería, éramos seis con la cocinera,
atendimos hasta 150 niños.
-¿Cómo eran esas jornadas, a qué hora abría la guardería?
-La guardería brindaba un servicio diurno, a las 7 entraba un fun-
cionario que preparaba el desayuno, 7:30 comenzaban a entrar los
chicos.
-¿Cómo fue eso tan importante para Maldonado, cómo crecía,
cómo se desarrollaba por esa contribución de ese Maldonado tan so-
lidario?
-Nosotros ni nos dimos cuenta de que pasó tanto tiempo, esos
diez años se pasaron volando. Se acrecentó en todo sentido, después
vinieron personas a ofrecerse como profesoras, de piano, de guitarra,
de acordeón, hubo chicas que se recibieron. La capacidad desbordada
para poder atenderlos, nos sentíamos imposibilitadas de atender tan-
tos niños. En una oportunidad hicimos un chocolate en el que Polakof
sugirió la idea de hacer una guardería y casa cuna, comenzando ahí
a gestarse la idea.
65
-¿Cómo te sentiste después
de tantos años de cumplir esa
actividad, de un día para otro es-
tar en tu casa sin los niños?
-Me sentí muy feliz por un
lado por la misión cumplida, des-
pués muy sola, porque yo siem-
pre viví con niños.
-¿Qué mensaje les daría a las
madres que tienen que dejar a
sus hijos en las guarderías para
salir a trabajar?
-Yo pienso que quienes van a
cumplir una función de guardería,
que es cuidar al hijo de la madre
que por distintas razones tiene
que salir a trabajar, al crearse
esa enorme responsabilidad de
cuidar un niño en todos sus as-
pectos, pienso que tiene que ser
con mucho amor, no solo para
que la mamá cuando lo retira se
vaya contenta y feliz, sino que el
niño se sienta crecer porque está
lleno de amor, así que le digo a la
madre que tenga confianza. Monumento a la madre en Maldonado
66
Entrevista de Julio del Puerto
-¿Te gustaría volver atrás y volver a la casa de Dodera?
-No, yo tengo una misión cumplida.
-¿Cómo fue eso del monumento a la madre? ¿Quién donó el
bronce?
-Cuando se hizo la obra se enmarcó una plazoleta con la finalidad
de hacerle un monumento a la madre, porque allí iban a llegar todos
los días las madres con sus hijos, como una forma de homenajear
a todas las madres del mundo. La forma era difícil. Empezamos a
ver varios monumentos, a hablar con distintas personas hasta que
encontramos un escultor, el Sr. Tuduri, un pintor uruguayo que tiene
muchas obras de arte, tiene una similar a la que está en la plazoleta
en Paysandú. Conseguimos el molde, la gente traía bronce, traía pri-
mus, cada escuela traía un poco que íbamos entregando a cuenta de
lo que salía el monumento; parte de un avión está ahí, que lo donó
la base aérea.
Se inauguró en el año 1975 en el año Internacional de la Mujer.
67
Tito participó en muchas obras benéficas. Ayudó a construir la Cárcel
de las Rosas en Maldonado. No solo él ayudaba, sino que también in-
volucraba a sus funcionarios en las distintas obras. Por ejemplo, para
la Cárcel de las Rosas encomendó la contabilidad a dos funcionarias
de Polakof y Cía., Ana Perdomo y Carmen Machado, que iban dos o
tres horas todas las mañanas. Eso contaba como parte de su trabajo
para Polakof. Intentaron ordenarle un poco las cosas a la policía; pa-
saban a una oficina en donde había personal armado, pero se habían
acostumbrado a eso. No llevaban documentos, porque las conocían y
no querían andar con cartera. Un día un policía les dijo que sin docu-
mentos no pasaban, entonces se fueron. Se encontraron con Polakof
y le contaron lo sucedido. Este agarró el teléfono, llamó a la policía y
les dijo que lo sentía mucho, pero que sus empleadas no iban a ser
manoseadas de esa manera y que no iban a ir más, que ellos solucio-
naran los problemas como pudieran. Él las respetaba y consideraba
que los demás también tenían que hacerlo. Tenía esas cosas; estaba
dispuesto a ayudar, pero no a dejarse pisotear si no lo respetaban a él
o a quienes él mandaba. Le parecía lógico que el maltrato no tuviera
lugar de ninguna forma en obras benéficas. Otra gente de la empresa
colaboró con la fundación de la cárcel. Edward Fernández recuerda
que él y algunos camioneros también ayudaron. Tito los hizo sentirse
bien, pues se sentían medio fuera de lugar, y les dijo que siempre
recordaran que habían formado parte de la fundación de la Cárcel de
las Rosas.
Asimismo, trabajó constantemente en la obra del Hospital de Mal-
donado, porque le parecía que todos tenían que tener acceso a la
salud, no solo aquel que tuviera plata y pudiera irse a Montevideo.
68
Desde que se empezaron las obras, en la época del intendente Si-
queira, integró una comisión que se formó a esos efectos. Conjun-
tamente con el grupo de personas que trabajó a su lado, fue uno de
los grandes fundadores del hospital y una figura importante para su
construcción y su funcionamiento. Por eso, como homenaje, se colocó
una placa a su nombre.
Tito era judío, pero para él todas las religiones eran importantes.
Cuando arreglaron la Catedral, obra de gran trascendencia para Mal-
donado, ayudó a conseguir y reparar un órgano. Fue el encargado
de juntar la plata para el arreglo. Como siempre, estaba dispuesto a
ayudar en todo lo que pudiera.
Trabajaba en muchas comisiones. Con Muñeca Herrera hicieron
muchas cosas. Había un grupo de gente que se reunía buscando ha-
cer el bien. Tito sabía compartir con toda la comunidad y en todo
momento estaba donde había que estar para ayudar, siempre con la
mano extendida, asegurándose de que todo saliera bien.
“Todo lo que era él, podríamos decir que nace y sigue creciendo
y creciendo hasta el último momento de su vida, más y más y más.
Pensando en la humanidad, eso es una cosa muy importante. Es un
verdadero creador de cosas para la humanidad, para la comunidad y
para el desarrollo de Maldonado”.
Muñeca Herrera, 2009.
69
Durante muchos años, Tito fue
integrante del Rotary Club de
Maldonado, del cual llegó a ser
presidente. Hizo muchas obras de
bien. Llevaba a sus hijos, quie-
nes formaron parte de Interact. A
través del Rotary participaron de
programas de intercambio porque
con Elisa consideraban que se be-
neficiaban conociendo otras rea-
lidades. Recibieron adolescentes
en su casa en distintos períodos;
estudiantes de Brasil y de otras
partes del mundo. También par-
ticipó y apoyó al Club de Leones.
Fue clave para la creación del
Cuartelillo de Bomberos. Luego
de que se incendió un supermer-
cado, se dio cuenta de que era
importante tener un cuartelillo y
formó una comisión para llevar
a cabo la tarea. También partici-
pó en la comisión encargada de
la recaudación de fondos para
la construcción de la piscina del
Campus. Integró además otras
varias comisiones para hacer dis-
tintas obras en Maldonado. Tito en actividades del Rotary Club Maldonado
70
a) Los niños son el futuro
Tito no solo hizo la guardería. Integraba también comisiones del
Consejo del Niño, después INAME, ahora INAU. Cada vez que visitaba
estos lugares se quedaba enamorado de los niños. Como iba muy se-
guido por allí, le habían agarrado cariño. Los niños eran, en definitiva,
el futuro del país que él tanto quería.
Una vez volvió disgustado del INAME porque una de dos niñas que
tendrían entre 4 y 5 años le había preguntado si la iba a adoptar, y
él le contó a Ana que no podía convencer a Elisa, porque si no, las
hubiera adoptado a las dos. El problema era que ya estaban grandes,
y generalmente se adoptan niños más chicos. Esas cosas le partían
el corazón, pero tenía que ser realista: no podía adoptar a todos los
niños y niñas huérfanas.
Él siempre estaba pendiente de los muchachos. Les daba trabajo,
pero los obligaba a estudiar y les proporcionaba el tiempo y el lugar
para hacerlo. Apoyó a muchos jóvenes de distintas maneras. Uno de
estos, Diego Olivera, a quien Tito sacó de la calle y reinsertó en la
sociedad, lo recuerda con mucho afecto. Tenemos a continuación un
relato de su testimonio.
Diego tenía 10 años y se había escapado varias veces del INAME.
Eran tiempos complicados, principios de los ochenta, Uruguay seguía
en dictadura y Diego no aguantaba la vida en la institución. En esas
vueltas de la vida, estaba deambulando con su ropa sucia y gasta-
da por Montevideo y entró a un bar que quedaba en Benito Blanco,
cerca de la Rambla, a pedir unas monedas. Sin quererlo, se encontró
mendigando frente a la mesa de Tito, quien le dijo que plata no le
iba a dar, pero que se sentara, que le compraba algo para comer.
71
Para Diego era extraño que alguien lo invitara a comer y al principio
sintió miedo; como niño de la calle, a su temprana edad y totalmente
inadaptado a nuestra sociedad, no conocía esa situación. Tito estaba
comiendo milanesas con papas fritas, y él se quedó parado. Luego,
después de que Tito insistiera, se sentó a comer. Diego recuerda que
todo el mundo lo miraba. No tenía ni zapatos puestos, pero a Tito
no le importó. Mientras Diego comía, Tito empezó a indagar sobre
su vida: “¿Por qué estás en la calle? ¿Te escapaste de algún lado?
¿Tenés padres?”. Al principio el niño no decía nada. A medida que
el estómago se le iba llenando (hacía como dos días que no comía)
empezó a hablar; contó que se había escapado del INAME y no tenía
padres. A todo esto, Tito le preguntó si quería trabajar o si prefería
volver al INAME; él le dijo que no podía volver porque lo iban a ma-
tar. Entonces, Tito le propuso devolverlo al hogar de General Flores y
Chimborazo con la condición de que en tres días lo iría a buscar para
llevarlo con él a Maldonado. Diego aceptó, pero pensó que Tito jamás
iba a volver y que se tendría que bancar unas cuantas palizas porque
le habían dado de comer. Sin embargo, Tito le dio la sorpresa más
grande y agradable que tuvo en su vida.
Tito llegó en un auto Chevrolet Monza Classic plateado de cuatro
puertas, del que Diego nunca más se olvidará. Primero, lo llevó al
negocio que tenía en la calle Soriano, donde conoció a Rosita, y luego
partieron hacia Maldonado. Fueron al campo de la ruta 39, donde
ahora está ubicado Winmart. Allí le dio un lugar para que se quedara,
al lado de donde estaba el casero. Con tan solo diez años empezó a
trabajar, pero para él fue una liberación.
Tito lo llevó a comprarse ropa, y le dijo que no se la iba a rega-
72
lar, sino que la iba a tener que pagar con su sueldo, y así fue. Diego
nunca había tenido su propia ropa, nunca había usado championes
de marca. Al principio fue muy complicado para él. Se sintió muy dis-
criminado, porque la gente pensaba que como venía del INAME, algo
malo habría hecho. Después conoció a Julio del Puerto, quien también
lo ayudó mucho, lo entendió y lo apoyó cuando fue necesario.
Los domingos Diego iba con Tito al hogar de ancianos, donde veía
cómo atendían a la gente y ayudaba, por ejemplo, bañando a los
ancianos. No tenía muchos lugares a donde ir y no quería volver a
Montevideo, por eso, aunque Tito no lo acompañara, iba siempre. De
esta forma, aprendía lentamente a adaptarse a la sociedad. Casi na-
die entendía por qué Tito lo estaba ayudando; para Diego era porque
Luis no estaba. Tito tenía que ir a Montevideo a firmar los permisos
de Diego, quien más adelante le pidió que retirara a dos chicos más
del INAME, pero estos no se adaptaron.
Tito rescató a Diego antes de que fuera tarde; si no hubiera sido
por aquel, este podría haber caído preso o peor. Se ganó la confianza
de Tito cuando descubrió que alguien robaba y lo denunció. No lo hizo
por alcahuete, sino porque le estaba muy agradecido.
Otra obra que emprendió Tito, teniendo en cuenta las necesidades
de las personas más desafortunadas, como lo había sido él en algún
momento, fue instalar un comedor en la casa que había sido de sus
padres. Allí comían jubilados y empleados. Durante mucho tiempo,
Diego fue a comer todos los mediodías, aunque vivía y trabajaba le-
jos del centro. Julio del Puerto lo pasaba a buscar y lo llevaba. Si bien
Tito se hacía cargo de los gastos, los que comían allí dejaban alguna
moneda, porque así no se sentían menos gente, como si les estuvie-
73
ran regalando la comida. Siempre fue muy solidario y considerado.
Como tenía confianza con Tito, Diego le preguntaba por qué él no
podía ser gerente, ya que les iba bien económicamente a quienes lo
eran. Como a un hijo más, Tito le decía que no, que primero tenía
que estudiar, que lo importante era tener una formación propia. Si-
guiendo sus consejos, Diego se anotó en la UTU para prepararse en
fibra de vidrio. Se recibió de oficial finalista, ganó un concurso para
trabajar en la Intendencia y se fue a Montevideo. Gracias a Tito, Die-
go pudo formarse, salir adelante e insertarse en la sociedad que le
fue tan ajena en algún momento.
A Diego le gustaba pasar tiempo con él cuando iban a La Barra. No
lo quería molestar mucho, porque Tito tenía su familia, pero a veces le
golpeaba la puerta de su casa. Tito fue su protector, nunca creyó en los
chismes que le llegaban. Sabía que Diego, aunque tuviera miles de pro-
blemas, era honesto e iba a tener un buen futuro. Nunca tuvo proble-
mas con la policía, a diferencia de los otros chicos que llevó del INAME.
Hoy Diego piensa que Tito estaría contento y orgulloso por todo lo
que ha logrado. No fue una prueba ni un experimento. Diego era un
niño que necesitaba ser rescatado y tenía todo el futuro por delante.
Tito demostró que es posible que los niños de la calle salgan ade-
lante; solo necesitan que alguien los apoye y esté tras ellos en todo
momento, hasta que puedan valerse por sí mismos.
Otro de los aportes de Tito a los niños fernandinos fue la Jorna-
da Aeróbica Tobías Polakof, que en 1985 ideó junto a su hijo Luis.
Consistía en una correcaminata, a veces por el Jagüel y otras por
el Campus. Tito entendía que era necesario que los niños tuvieran
cosas para hacer, para jugar. Era un evento gratuito y contaba con el
74
apoyo de los Boy Scouts de Maldonado, que eran muy respetados. La
convicción que impulsaba este emprendimiento era que el ejercicio
y la diversión son muy importantes en la infancia para favorecer un
crecimiento sano y estimular la imaginación. Los que éramos niños
en ese momento recordamos la jornada, las vinchas de papel, correr
para llegar a la meta, los espectáculos, los sorteos. Una vez fue “Ca-
cho Bochinche”, otra, “Canciones para no dormir la siesta”. También
participaron “Horacio y Gabriela”. Eran nuestros ídolos, y nos diver-
tíamos mucho.
b) La solidaridad con sus colaboradores
Tito siempre estaba dispuesto a dar una mano cuando era necesa-
rio, no solo a instituciones, sino a personas y familias, como cuentan
varios de los funcionarios de la empresa. Por ejemplo, si necesitabas
dinero para hacer tu casa, comprar un terreno o irte de viaje, él te
ayudaba y podías pagarle en cuotas. Para lo único que no daba ayuda
económica era para comprar motos o autos, probablemente porque
sentía que no eran necesarios. Por el mismo motivo, tampoco salía
como garantía de tarjetas de crédito. Consideraba que solo servían
para endeudarse. Así fue como muchos le dieron la razón en la crisis
de 2002, que hundió a todos los uruguayos y los llenó de deudas.
Asimismo, cuando algún familiar de sus empleados se enfermaba,
les facilitaba el acceso a atención médica especializada en Montevi-
deo, y si fallecía, él estaba ahí dando su apoyo con un abrazo, una
sonrisa. Así confortó a todos los que pudo. Ser solidario es estar pre-
sente en momentos difíciles, apoyar al otro y hacerle entender que
aunque todo aparente estar mal, siempre habrá una mano dispuesta
75
a ayudar. Esa es la forma más pura de solidaridad, de entendimiento
del ser humano, de compañerismo y lealtad.
c) La solidaridad con el pueblo fernandino
Tito adhirió a muchas causas, sobre todo a aquellas vinculadas
con el desarrollo de la comunidad y sus familias. Colaboró dándoles
crédito para comprar una bicicleta para ir a trabajar o para abrir un
negocio propio, como es el caso de Carlos Julio Granero, que fue el
verdulero del mercado de 25.
Cuando Tito comenzó su negocio en 18 de Julio, Carlos Julio lo co-
nocía de nombre. Era niño y la madre compraba allí. Lo conoció per-
sonalmente en una época difícil para él y para el país. Cuando quebró
la tablita, perdió sus ahorros porque le había salido de garantía a un
muchacho que no pudo seguir pagando. En ese entonces, su mujer
trabajaba en un jardín de infantes y les alcanzaba muy justo con ese
sueldo. Su esposa lo convenció para que hablara con Tito porque ha-
bía visto que el mercado de Velázquez no tenía verdulería, que era el
área de conocimiento de Carlos Julio. Luego de un tiempo, este se de-
cidió, le explicó su situación a Tito y le dijo que quería poner una ver-
dulería, pero que no tenía dinero. Tito le contestó que iba a ver qué
podía hacer. Un día pasó por la casa de Carlos Julio, le tocó bocina y
se quedaron charlando un rato. Le ofreció un lugar en el mercado con
la condición de que vendiera fruta y verdura barata y de buena cali-
dad. Carlos Julio accedió. Al principio sacaba muy poca ganancia. De
a poco le empezó a ir bien porque vendía productos buenos y baratos
y era la única verdulería que había en el barrio. Tito le dio el lugar
de palabra, hizo confianza en él y no fue defraudado. Primero no le
76
cobraba, pero al año, cuando a la verdulería ya le iba mucho mejor,
Carlos Julio le dijo que ya era hora de pagarle un alquiler. Arreglaron
el pago y Carlos Julio siguió trabajando. Este es un ejemplo más de
cómo Tito ayudaba a las personas sin conocerlas. Gracias a él, el hijo
de Carlos Julio pudo estudiar en Montevideo y recibirse de ingeniero.
Tito confió y esa confianza le rindió frutos: ganó un compañero que
también confió en él.
Tito siempre pensaba en el prójimo; si alguien iba a su casa a pe-
dir alimento o vestimenta nunca se iba con las manos vacías. Si podía
ayudar de otra manera, lo hacía. Eso lo convirtió en un gran hombre,
en un hombre solidario.
2. Un “maestro”: la escuela de don Tito Polakof
Tito fue un maestro, pero no de la educación formal. Fue un maes-
tro singular y distinto, que enseñó de todo un poco y sobre todo de la
vida. Muchos pasaron por su escuela. Sus enseñanzas no fueron las
más comunes, pero al fin y al cabo fueron enseñanzas.
Como ya dijimos, muchos funcionarios de Polakof y Cía. empeza-
ron a trabajar siendo niños o adolescentes. Tito fue como un segundo
padre, como un maestro. Los maestros juegan un rol muy importante
en nuestras vidas, aunque quizá su tarea se haya ido desvalorizando
con el pasar del tiempo.
Tito les enseñó a trabajar, a creer en sí mismos, que valemos por
lo que somos y no por cuanto tenemos, porque lo importante no es el
dinero, sino lo que podemos dar como personas. Siempre va a haber
77
gente más desafortunada y quienes somos un poco más afortunados
los tenemos que ayudar. Decía que las cosas se hacen desde abajo,
uno tiene que ir haciendo todo de a poquito y con esfuerzo.
Valoraba la educación y la apoyó siempre que pudo. Quiso que sus
hijos estudiaran para tener posibilidades de futuro y también promo-
vió que varios muchachos fueran al liceo, la UTU o la universidad, es
decir, que tuvieran una carrera o una profesión. Él no había podido
ir a la universidad porque no había tenido los medios, pero siempre
reconoció la importancia de la educación y fue un autodidacta. Es
propio de un maestro enseñar, valorar la enseñanza y hacer que los
alumnos estudien y aprendan.
Enseñó a pensar, a buscar y a crear cosas, ya que a él le había
funcionado. Le enseñó a Diego Olivera a ser libre estando ocupado y
a no sentirse preso. Apoyó a muchos niños y les dio la fuerza nece-
saria para salir adelante; estuvo con ellos y para ellos, y por eso fue
un maestro.
Él siempre contagió su optimismo. Algunos no reconocen esto
como una enseñanza, pero lo es, porque hay que aprender a ser op-
timista. Fue capaz de transmitir que la vida empieza todos los días y
que es necesario hacer cosas para uno, así como para los demás. Nos
enseñó a ser positivos, a tener presente que no siempre va a salir
todo bien, pero que lo importante es levantarse y seguir adelante.
Esa era la receta de Tito Polakof para el éxito: nunca dejarse vencer
y mirar siempre las distintas circunstancias con optimismo.
Enseñó que la decencia y la honestidad son dos de los valores más
importantes del ser humano, al igual que la felicidad, el trabajo y la
familia. Uno debe ser feliz con lo que tiene, independientemente de
78
si es mucho o poco.
Hay que aprender de todos, todos los días. ¿Qué diferenció a Tito
de la mayoría? Que él creyó en la gente y, de esta manera, transmitió
sus conocimientos, algunos dicen que hasta por ósmosis. Esto no lo
podremos confirmar, pero la verdad es que de él todos aprendimos
humildad, optimismo, valores de trabajo, familia y lealtad. Su calidad
como ser humano le permitió enseñar como el mejor de los maestros.
3. Un político
Tito siempre había pensado que no era necesario estar en po-
lítica para ayudar, pero por alguna razón esa idea cambió, quizá
porque uno de sus hijos terminó preso por su militancia. Ingresó al
mundo de la política simplemente porque quería ayudar, primero en
la Junta de Vecinos en épocas de dictadura y varios años después
en la Junta Departamental.
Participaba en las campañas políticas, militando siempre en la lista
15 del Partido Colorado. Se identificaba con el ideario social de Ba-
tlle y Ordoñez, pero en realidad pensaba más en los beneficios que
podía darle a la comunidad y no tanto en la política partidaria. No
sabía mucho de política, la vio como una posible forma de apoyar a
la comunidad.
a) Presidente de la Junta de Vecinos
En 1973 el legislativo departamental fue sustituido por la Junta de
Vecinos, que sesionó en su lugar durante la dictadura militar. Tito fue
79
invitado a integrarla y la presidió en el tercer período, es decir, desde
1977 hasta 1980-1981.
En ese entonces, Luis estaba preso. Hubo gente que se preguntó
por qué había aceptado participar en la junta durante un gobierno
militar, que le había traído tanta desgracia a su familia. Más tarde en-
tendieron que quizás lo hacía para llegar a gente con más poder, que
lo ayudara a sacar a Luis del penal de Libertad. No quería codearse
con los militares, sino ayudar a Luis. No sabemos si la estrategia fue
fructífera, pero en 1980, mientras Tito todavía era presidente de la
Junta de Vecinos, liberaron a Luis.
Hay quienes dicen que Tito aceptó integrar la Junta para ayudar al
pueblo fernandino, no para sacar a Luis de la cárcel. Fue muy solida-
rio con los perseguidos políticos y desde la política trató de ayudarlos.
Cualquiera sea la razón, fue para ayudar. Hizo buenas cosas desde
la política.
b) Edil de la Junta Departamental de Maldonado
Varios años después, se candidateó como edil de la Junta Depar-
tamental de Maldonado por la lista 15, que resultó la más votada.
Todo empezó a fines de los ochenta, cuando Tito cedió el local de
Román Guerra y Florida para hacer un club del Partido Colorado, que
se convirtió en la sede central en Maldonado. En las elecciones de
1990 se candidateó como edil de la mencionada lista. Su suplente era
Elsa Díaz, quien recuerda que se conocieron personalmente en el club
político. Ella estaba doblando listas y llegó Tito preguntando quién
era su suplente. Ya se conocían de vista porque Elsa había animado
80
algunos cumpleaños de las nietas de Tito. Además, a Tito lo conocía
todo el mundo.
Emprendieron ese camino sin saber mucho de política, pero se
ayudaron mutuamente. Tito nombró secretaria a Elsa, quien iba a
la Junta y leía los expedientes. Los comentaban y discutían qué iban
a hacer. De esa forma fueron aprendiendo, apoyándose el uno en el
otro.
Tito nunca dejó de lado su espíritu de empresario. Cuando en la
Junta se trataba algo que no le interesaba, se hacía el que no enten-
día. Siempre quería apoyar o favorecer el desarrollo del departamen-
to. Su visión se proyectaba hacia el futuro. No tenía una mentalidad
cerrada.
Cuando quería hacer uso de la palabra, levantaba la mano y le
preguntaba al presidente si se podía poner de pie para que todo el
mundo lo escuchara. Estando en la Junta hizo cosas muy buenas e
importantes. Ayudó a muchísima gente; dio a las personas una se-
gunda oportunidad.
Él y Elsa se veían casi todos los días. Una vez se encontraron
para una reunión. Elsa estaba limpiando y Tito llegó con pizza para
que comieran los asistentes. Tito le decía, medio en broma medio en
serio, que uno de ellos iba a llegar lejos en política, porque ambos
se adaptaban a hacer cualquier tarea. Cuando a ella le interesaba un
tema en particular, Tito le permitía ocupar el lugar en la banca. En ese
sentido, fue muy compañero y le dio mucho espacio. Si bien él era el
edil titular, la banca era compartida y ambos se la merecían.
Tito votaba los proyectos o leyes que para él beneficiarían al de-
partamento. Por eso, muchos probablemente piensen que no tenía
81
disciplina partidaria. Una vez votó una ordenanza de presupuesto
que la Convención del partido había decidido no apoyar. Lo hizo por-
que creyó que iba a ser bueno para Maldonado. Estaba en juego el
desarrollo del departamento, eso era lo que le importaba y no tanto
la política. Sin embargo, sí respetaba las decisiones que tuvieran que
ver con cuestiones éticas o los principios del partido.
Ese período fue muy fermental, ya que solo habían transcurrido
cinco años desde la apertura democrática. Más tarde, al llegar la
época de los intereses político-partidarios, etapa de la que no se ha
salido, la Junta se estancó un poco en la toma de decisiones y en la
realización de obras para el departamento.
Para Muñeca Herrera, Tito en la Junta era como “un rayo de luz
porque siempre sabía algo, salía con algo distinto a lo que estaban
diciendo los otros. Él siempre decía que había muchas cosas para
hacer”. Y él hizo mucho por Maldonado.
Elsa Díaz recuerda que “fue un buen ciudadano, y un hombre con
mucho corazón comunitario porque destinó tiempo y dinero a tra-
bajar para la comunidad, a hacer obras comunitarias. Tito estaba
en muchas comisiones. Era una persona buena, buena, bueno de
corazón. Tito no discutía, hablaba tranquilamente, por lo menos esa
faceta, nunca lo vi alterado y mira que en la Junta Departamental
había momentos para alterarse. Era un buen ciudadano, una buena
persona. Él cosechó esas cosas, que es un tema, y también siempre
decía que la vida hay que vivirla, pero sobre todo hay que dejar algo
marcado, como decir, bueno, por aquí pasé. Y bueno, creo que tu
abuelo eso lo cumplió con creces”.
En ese período, Tito ya estaba enfermo. Fue a operarse a Estados
82
Unidos y mejoró. Siguió yendo a la Junta y por eso sus compañeros
pensaban que no iba a morir.
Siempre habló a favor del futuro de Maldonado y de realizar me-
joras en el área turística. Él entendía que le quedaban muchas cosas
por hacer para cumplir con su deber de ciudadano. Su familia no lo
entiende así, ya que él hizo todo lo que estuvo a su alcance. Si hubie-
ra vivido más, hubiera hecho más.
4.-Un hombre como nosotros
Tito fue un hombre como nosotros, tenía hobbies, había cosas que
le gustaban y otras que no. Aquí mostraremos algunas facetas de su
vida que no todos conocían.
Cuando era joven, le gustaba bailar y salir de “farra” con sus pri-
mos Melamoude, que iban a Maldonado desde Montevideo. Le gusta-
ba la timba, afición que con el pasar de los años fue dejando, aunque
le costó, porque había ganado la lotería.
Le encantaba leer. Leía mucho, desde novelas policiales o de cien-
cia ficción hasta libros de economía e historia. Si estaba cansado leía
obras sencillas; si no, prefería obras más profundas. Le gustaba el
cine, sobre todo las películas de cowboys. Quizá fantaseara con otras
épocas en donde regía el caos y no tanto el orden.
Adoraba estar en familia. No había nada más lindo para él que te-
ner su casa llena de familiares, sobre todo de sus nietos, con quienes
amaba jugar. Convenció a Elisa para que sacara una mesa de vidrio,
así los niños podían jugar tranquilos, sin lastimarse. La mesa familiar
compartida era lo que más anhelaba.
83
Disfrutaba mucho la música. Le gustaba ir a conciertos. Siempre
compraba discos para escuchar en el tocadiscos de su casa, que era
un mueble enorme propio de esa época. Susana y Rosita solían en-
cerrarse en el comedor, medio a escondidas, y bailar al ritmo de la
música que salía del tocadiscos. Luego de la muerte de su hermana
no volvió a tocar el piano, a pesar de que en la casa había uno que la
abuela Gita le había regalado a Luis. Rosita y Susana también estu-
diaban ese instrumento.
Le encantaba viajar y disfrutaba mucho yendo con Elisa a las fe-
rias internacionales, de donde volvían con muchas ideas y proyectos.
También viajaban con sus hijos al interior del país y a Argentina y
Brasil. Sentía que aprendía mucho de las distintas culturas y formas
de vida. En cada viaje a Israel, a donde iban casi todos los años, que-
daba impresionado e hipnotizado por su desarrollo y la velocidad con
que se daban los cambios, en contraposición con Uruguay, donde los
tiempos eran otros.
Su debilidad eran los dulces, quizá porque era diabético y los te-
nía prohibidos. Todos cuentan que no se podía resistir. Hay miles de
anécdotas, de las que voy a contar solo algunas, porque creo que
hacen un poco a su condición de goloso.
Casi siempre buscaba a alguien con quien compartir sus dulces,
como si estuviera buscando cómplices. Pedía que le hicieran tortas,
budines, hasta hacía que alguna funcionaria se fuera a su casa a
cocinar algo dulce en horario de trabajo para compartir con sus com-
pañeros. A menudo llegaba con cajas de alfajores o galletitas para
sus nietos o se presentaba en el escritorio y la administración con
masitas y chocolates, de los que por supuesto también comía. En
invierno, cuando su familia se iba a Montevideo y él quedaba solo en
84
Maldonado, terminaba de almorzar y les preguntaba a Carmen y a
María José qué helado querían y allá iba y lo compraba. A escondidas
de Elisa, solía ir a tomar un café y a comer un pedazo de torta al Bar
Plaza, que no existe más. Se sentaba y los mozos ya sabían qué era
lo que le tenían que servir. Alguna que otra vez se habrá escondido
de Elisa para que ella no lo viera, y seguro que alguna que otra vez
ella lo descubrió. Elisa siempre tenía chocolates escondidos, pero él
siempre los encontraba. Su amor por los dulces es algo que todos
conocen. Sabía que lo que hacía estaba mal, pero no podía con su
condición: los dulces lo podían.
De más viejo se compró un barquito porque le gustaba pescar, ya
que le daba tranquilidad y le despejaba la mente. Salía a pescar los
domingos de tarde con sus hijos, nietos y amigos. Cuentan que el
barco, llamado “Don Esteban”, no duró mucho porque no era nuevo,
y luego de usarlo un par de veces se hundió en una tormenta. Tras
jubilarlo, alquilaba una lancha en el puerto de Punta del Este.
Más adelante, debido a las várices y los dolores en las piernas
y probablemente también para despejar la mente, empezó a hacer
caminatas por la playa. Iba muy temprano, se daba un baño y cami-
naba. A las 7:30, ya de vuelta, atravesaba el escritorio para ir a su
casa a bañarse. Carolina recuerda las chinelas de Tito en la puerta.
Todos teníamos que lavarnos los pies en el patio para no entrar con
arena a la casa y él no era la excepción.
Es vox populi que ayudó a muchos a casarse. Para él, el matrimo-
nio era una manera de que sus empleados se estabilizaran y asumie-
ran responsabilidades con la familia y, por ende, con la empresa. Les
preguntaba qué les hacía falta y les daba lo necesario. Por ejemplo,
cuando un funcionario joven iba a ser ascendido a gerente, lo im-
pulsaba a casarse si tenía novia. Fueron momentos íntimos y felices
compartidos con Tito y con la empresa. No solo ayudó a casarse a los
85
funcionarios de Polakof y Cía., sino también a familiares. Disfrutaba
del casamiento en sí, de la celebración.
Eran pocas las cosas que no le gustaban, entre ellas, la desho-
nestidad. Tito sabía juzgar muy bien a las personas y construyó la
empresa sobre la base de la integridad. Tampoco le agradaba fumar
ni tomar alcohol. No era afecto a Montevideo, adonde iba lo mínimo
indispensable. A pesar de haber pasado allí bastante tiempo cuando
sus hijos estudiaban, siempre volvió a Maldonado, que era su lugar.
En los últimos años, a causa de su enfermedad, las cosas que no
le gustaban fueron en aumento. De todos modos, nunca dejó de ser
una persona optimista que supo disfrutar de la vida todo lo que pudo.
Indudablemente, lo que más le gustaba era innovar, trabajar por
el futuro y llevar adelante proyectos para la empresa y la sociedad.
Se rodeó de gente a la que también le interesaban los emprendimien-
tos y no dio cabida a personas deshonestas. Esto no quiere decir que
nunca lo hayan traicionado o engañado, pero fueron muchas más las
veces en que le brindaron su confianza.
Tito junto al Presidente Sanguinetti en la inauguración de Winmart
86
87
El legado
Cuarta parte
88
1. El adiós
Los últimos años fueron difíciles y largos. Todos los médicos decían
que Tito había vivido más de lo esperado dado el cáncer que tuvo.
Su fuerza lo acompañó hasta el final. Quienes lo conocieron en sus
últimos años, no conocieron al Tito que todos querían y apreciaban.
Había que entender que su estado era delicado; tenía cambios de
humor propios de la enfermedad y lo único que hacía era pensar en
la empresa. En realidad, ya no podía trabajar. Se había olvidado de
que les había cedido la dirección de la empresa a sus hijos y contra-
decía lo que ellos disponían. No tenía Alzheimer, pero su enfermedad
llegó a afectarle el cerebro, al punto de que su comportamiento por
momentos era errático.
Luchó mucho contra la enfermedad. El poder adquisitivo que ha-
bía alcanzado le permitió ir varias veces a EE.UU. a operarse, y esto
alargó su vida. Al cáncer se sumaba la diabetes y el hecho de que
no se controlaba. Había que estar atrás de él para que no comiera
lo que no debía. A raíz de la diabetes, le cortaran el dedo gordo del
pie, pero él seguía manejando y viviendo como si nada. Se compró
un Ford Fiesta, que adaptó para poder manejar cómodamente. Era un
auto chiquito. Con el paso del tiempo, el hombre fuerte y robusto iba
siendo consumido por las enfermedades.
En ese sentido, fue desafortunado porque la salud no lo acompa-
ñó. Falleció joven para la expectativa de vida actual. Sin embargo,
vivió su vida al máximo. No sería errado pensar que probablemente
no se haya arrepentido de nada y que partió con la satisfacción de
haber hecho bien las cosas y de haber hecho el bien.
89
El adiós fue largo y para nada sorpresivo. Hubo personas que jugaron
un papel muy importante en los últimos años de Tito: su familia y esa
otra familia que fue construyendo a lo largo de la vida. Carmen, que
le estaba muy agradecida, le daba las inyecciones de insulina que él
no se podía o no se quería dar. Lo acompañó en todo momento y este
es un buen lugar para que conste que Elisa y él le estuvieron muy
agradecidos por lo importante que fue para ellos en el transcurso de
la enfermedad.
Los funcionarios más viejos sufrieron el deterioro, porque veían
que esa persona que tanto habían apreciado iba desapareciendo fren-
te a sus ojos. Él quería seguir trabajando y tenía fuerza, pero la
cabeza ya no le funcionaba. Era difícil verlo así; se volvió gruñón y
cascarrabias. Todos sus defectos se agudizaron, pero había que en-
tenderlo. Lo que le quedó al final fue el trabajo y la empresa.
Los nietos también lo vieron perderse. Se dieron cuenta de los
cambios, lo veían marchitarse lentamente, sabían que iba a morir,
aunque no entendieran su enfermedad. Ismael, el más grande, tenía
16. A pesar de que ya no eran niños, salvo los más chicos (Marianita,
José Manuel y Alén, que era un bebé) todavía no entendían la muerte.
Tito falleció el 9 de julio de 1998, con apenas 69 años. El mejor
testimonio de los últimos días, del último día es el de Carmen y, por
eso, lo transcribimos literalmente:
“Los últimos años fueron difíciles, pero si hay algo que siempre
digo fue que el final de él me asombró, porque hay personas que
cuando tienen esa enfermedad se dejan caer en la cama y no hacen
nada más. Pero él no, él desayunaba y quería hacer algo, lo que
siempre había hecho. Él quería que todos los días lo levantaran, y
90
quería irse, irse a trabajar. Era su vida, entonces alguien lo llevaba a
dar una vuelta. El último día las personas siempre están tendidas en
la cama; la fuerza que tenía él ese día, que había pasado mal la no-
che, se levantó, desayunó y Cesar Céspedes lo llevó a dar una vuelta
y se fue. Cuando volvió Cesar vino y me dijo: ‘¿Podés creer que fui al
banco y él se bajó y se fue a caminar a la rambla?’. Se había bajado
y estaba caminando por la rambla, como despidiéndose de Punta del
Este, ¿entendés? Y llegó acá y me dijo que estaba muy cansado, que
solo quería recostarse. Yo ese día no hice absolutamente nada más
que estar al lado de su cama en una silla, le agarraba la mano, lo sen-
taba, lo levantaba, lo acostaba, porque estaba muy inquieto. Cuando
vino la abuela que yo le había dicho que no se sentía bien, que vinie-
ra, que viniera... Y él miró a la abuela como diciendo y era como dice
que está... Y vino la doctora y dijo que estaba mal. Él no quería nada
con nadie. ¡Era una cosa...! Y un día me dice: ‘ahora nos vamos’, pero
yo no sabía manejar y él me decía que cómo no sabía manejar, que
tenía que saber. Fue como que volvió a eso, como que retrocedió a
eso. Fue asombroso, esos momentos de fuerza que vivió él no los vi
en nadie, y mira que he vivido cosas difíciles, pero él la luchó, luchó
hasta el último momento. Me quedó marcada la fortaleza, él luchó
hasta lo último. Pero, bueno, en algún lado está, guiándonos, es así”.
a) El adiós de sus nietos
El adiós a una persona así, a un personaje así, es lo más difícil.
Nosotros no conocimos a nuestro abuelo, al menos no lo conocimos
de grandes; no pudimos hablar con él sobre nuestras vidas, nuestras
preocupaciones, mi pesimismo. ¡Cómo me hubiera gustado conocer
91
a esa persona positiva de la que todo el mundo habla! Mis recuerdos
son pocos y, lamentablemente, la mayoría son de sus últimos años.
Nuestro adiós fue triste.
Nosotros crecimos con sus ideales, sus valores, su espíritu. No
lo conocimos como nos hubiera gustado. Nuestro adiós fue sencillo.
Sabemos que él fue una figura de relevancia, pero lo más importante
para nosotros es que él fue nuestro abuelo y que nos quiso y lo qui-
simos, nos disfrutó y lo disfrutamos mientras pudimos. Mi adiós: casi
me lo pierdo.
El adiós siempre es lo que más duele. Realmente desearía que
mi abuelo hubiera estado en tantas etapas de mi vida. Me hubiera
gustado que me conociera tal como soy hoy: una persona madura,
inteligente, trabajadora y estudiante eterna. Él estaría orgulloso de
las cosas que he logrado gracias a mi esfuerzo, en ámbitos ajenos a
Polakof y Cía. Quizá estaría triste por eso, pero sé que hubiera respe-
tado y apoyado mis decisiones.
El velorio, el entierro, la gente, las flores, mi abuelo hundiéndose
en la tierra. Puedo decir efectivamente que ese fue el día más triste
de mi vida. Sin embargo, hoy considero que decirle adiós con tristeza
a ese hombre que supo ser mi abuelo no le hace justicia a su vida. He
aprendido de él, quizá en la realización de este libro, que lo impor-
tante es mantener una actitud optimista hacia la vida y ver lo positivo
antes que lo negativo. Esta es, entonces, mi despedida, un agrade-
cimiento a esa persona eterna que dejó en todos nosotros ganas de
vivir mejor, más felices, de no quedarnos en la chiquita y de luchar
por lo que queremos y por lo que nos parece justo. Gracias, abuelo.
92
Marianita, una de los más chicos, escribió un poema para el abuelo
que aquí cito:
TITO
Tú, con tu particular apodo tan resumido
De unas minúsculas cuatro letras
Y un cómico cantar de caricatura.
Tú, casi como un desconocido
Paseándote por las calles cerradas
De los barrios más grises de mi inconsciente
Vas gritando palabras ambiciosas
Que corren hirviendo como fuego por mi sangre
hija de tu semblante de profeta apasionado
De paso firme y sonrisa generosa
Honesto como la vida,
irrefutable como la muerte.
Te paseas con la frente en alto,
Buscando en un cielo de negras pinceladas un poco de luz
Mientras nosotros vimos luz en tus profundos ojos
De soñador sin miedo a la derrota,
De débil soldado en una guerra mundial
De simple persona que se esforzó en mejorar.
Sinceramente debo admitir que poco de ti recuerdo,
Pero sé que tengo mucho de ti por encontrar,
En mi sangre hija de tu semblante
De profeta apasionado sin miedo a fracasar.
Mariana Scottini
93
Esta es la despedida de Leonardo:
Montevideo, 14 de diciembre de 2009
Tengo la oportunidad de saludarte otra vez, otra vez decir adiós y es
muy difícil emprender este viaje, tengo miedo. Tengo claro que ese
saludo no será respondido y eso duele.
El otro día estaba caminando por 18 de Julio, Montevideo, y mien-
tras caminaba se me hacía inevitable pensar en el presente, le di un
millón de vueltas e igualmente no logré entenderlo del todo. Mientras
caminaba y pensaba, no me percaté de que una de las baldosas que
estaba a punto de pisar estaba un poco levantada, y como camino
casi arrastrando los pies, me caí y no me quedó otra cosa que hacer
que levantarme. El vaquero quedó intacto, y como a mí tampoco
me había pasado nada, no pude evitar que salieran las carcajadas.
Recuerdo el arrastrar de tus pies mientras trabajabas, mientras te
acercabas o te alejabas, lo recuerdo porque, mientras caminabas
arrastrando los pies, caminabas arrastrando como buey, vaya uno a
saber qué cantidad de sueños, de proyectos.
Te cuento que estoy vivo, estoy respirando, mi corazón late y me
crece la barba. Tengo proyectos, varios proyectos e intento arreglár-
melas para cumplir alguno de ellos. No se aleja de mi mente la idea
de ser feliz.
Bueno parece que llegó el momento de saludarte.
Hola, ¿cómo estás abuelo Tito?
Leonardo
94
Esta es la despedida de José Manuel:
Abuelo:
No estás aquí hoy, tu día te ha llegado, quizás luego de lo espera-
do, puede que Dios, ante tu lucha por la vida, te haya concedido un
último suspiro de alivio, uno más que los que tenía pensado dejarte.
Esta para mí es una simple carta de adiós, la cual espero que disfru-
tes, si sigues en alguna parte.
Yo nunca he podido conocerte personalmente —no como yo lo
hubiera querido—, pero como todo padre de familia dejaste una he-
rencia a tus hijos, que luego pasó a ser nuestra, un legado que no es
reembolsable; a esta cuna le has dado una de las alegrías más lindas
de la vida, la de vivir por los sueños y no por los deseos, suerte que
creo que yace dentro de nuestra sangre —y dentro de la de otros que
siquiera la comparten—.
Sé que has dejado mucho por un pueblo que te abrió su puerta, y
siempre lo consideraste como tuyo, conozco el hecho de que siempre
antes que uno están los demás; y que para que podamos progresar
hay que luchar, ya que nada cae del cielo porque sí.
Me enseñaste junto a otros guías que lo que uno piensa vale más
que cualquier objeto material que el mundo pueda conocer, y por lo
tanto, debemos dejar por él nuestra vida si es necesario; tú la has
dejado, pero has sido consciente de que no vivías en vano.
Muchas palabras te quiero decir, pero me rehúso a contártelas,
debido a que no hallo suficiente fuerza en ninguna de ellas como para
lograr expresarme de manera que a mí me gustase.
Este es el adiós de un simple segmento de tu sangre, pero a la vez
95
es el más sincero reconocimiento a la fuerza que emanó de ti ante un
pueblo que muchas veces te siguió, espero que esa fuerza que se me
ha trasmitido pueda usarla al igual que vos.
Mi más sincero adiós.
José Manuel
Esta es la despedida de Leticia: un espíritu inspirador
Lo conocí como mi abuelo, el abuelo Tito. El abuelo Tito se sentaba
en el suelo a jugar con nosotros, nos daba manzana verde cortada en
rodajas y le gustaban las películas de cowboys. Yo lo veía como un
niño más; era un señor mayor, serio, trabajador, pero entre nosotros
se transformaba en un niño más, un espíritu soñador y risueño. Lo
recuerdo siempre sonriente. Yo lo adoraba, era mi abuelo. Falleció
cuando yo estaba en mi viaje de 15, cuando volví, ya no estaba.
Siempre me acuerdo de la última vez que lo vi, estábamos en el li-
ving de su casa y él había puesto una película de cowboys, a mí me
parecían terriblemente aburridas, pero él las disfrutaba tanto que
no me animé a pedirle que cambiara de canal. Se fue a acostar para
dormir la siesta y lo ayudé a sacarse los zapatos, me acuerdo de que
hizo una broma con que yo no tenía fuerza porque me costó sacarle
los zapatos.
Le di un beso y me fui. Recuerdo caminar por el pasillo dejándolo
a mis espaldas, un pasillo de tres metros, que uno recorre en cinco
segundos y, sin embargo, en mi memoria surge como un tiempo sus-
pendido, denso y triste... una larga despedida. Una despedida, y sin
embargo, toda mi vida seguí conociéndolo, como si aún estuviera con
96
nosotros. Las huellas que dejó fueron tan profundas, que no hay un
solo día que no esté presente.
A medida que fui creciendo y conociendo todo lo que hizo, me fui
sintiendo más orgullosa de ser su nieta; supe reconocer el hombre
visionario, caritativo, emprendedor que fue. Lugar en donde estu-
vo, lugar donde es recordado y querido, todas las personas que lo
conocieron lo recuerdan con admiración y respeto. Era un hombre
extraordinario, un ser humano que supo hacer la diferencia y muchas
personas tenemos mucho que agradecerle.
Por mi parte, yo tomé un camino bastante diferente, me dediqué
al teatro y, sin embargo, nuestros caminos se cruzaron. Entre tantas
cosas maravillosas que hizo, con su mirada tan especial y su extraor-
dinaria sensibilidad, compró una hermosa casa art decó hace muchos
años en Montevideo (Soriano 1274), donde Raúl (su hijo menor, mi
tío) tuvo una empresa de computación. Luego de muchos años, ya
fallecido el abuelo, Raúl trasladó su empresa a otro local y la casa
estuvo abandonada durante un tiempo, no se pudo alquilar y lo que
ofrecían por venderla era muy poco. Las pocas veces que yo había
conocido la casa, me había parecido fascinante, y en el 2009 mi es-
poso y yo estábamos buscando un lugar donde trasladar la escuela
de actuación (Escuela del Actor), ya que había crecido y no teníamos
espacio suficiente para recibir alumnos. Así fue que llegamos a esta
casa, que Taco Larreta (un gran amigo y actor) dijo al conocerla:
“Esta casa tiene ángel”. Hace cuatro años que la escuela funciona ahí,
con más de 180 alumnos de todas las edades, que vienen de todas
partes de Montevideo y alrededores. Desde el 2010 acondicionamos
el espacio para la realización de espectáculos (sala Telón Rojo), por
97
lo cual los fines de semana recibimos público de todas las edades y
clases sociales. Este año hicimos una reforma habilitando un nuevo
espacio y lo nombramos Sala Tobías.
En esa casa que mi abuelo, con su increíble visión, adquirió, hoy
se crean sueños, se viven emociones, se respira un aire de creativi-
dad muy particular, contribuyendo al crecimiento educativo y cultural
de nuestro medio. Y este es solo un ejemplo de un lugar donde el
abuelo Tito supo plantar su semilla y gracias a él hoy tantos podemos
disfrutar de ese mágico instante creativo que es el arte de la actua-
ción. La Escuela del Actor-Sala Telón Rojo ha continuado creciendo
durante estos años y actualmente estamos construyendo en Av. Bra-
sil y Benito Blanco el Espacio Cultural Federico García Lorca.
El camino recorrido por mi abuelo ha sido una gran inspiración
para mí, y cada día que sueño o realizo un nuevo proyecto me en-
cuentro mirándolo a través de sus ojos. Dicen que todo permanece,
no sé si es verdad…, pero sí sé que mi abuelo a través de sus actos
supo sobreponerse a la vida y que su espíritu continúa creciendo en-
tre nosotros. Ojalá todos pudiéramos tener esa capacidad; yo, por lo
pronto, sueño con hacer la diferencia.
Leticia Scottini
b) El adiós del pueblo fernandino
Tito hizo tanto por el pueblo fernandino que no fue necesario que
falleciera para que se le rindieran homenajes. Recibió muchos en
vida, por ejemplo, de los rotarios y los leones, instituciones a las que
siempre apoyó. Le hicieron un homenaje en la radio Maldonado, en
la Junta Departamental. Siempre lo reconocieron y, por eso, el adiós
98
fue multitudinario y doloroso.
Mientras estuvo enfermo, todo el mundo se ofrecía para donar
sangre y ayudar. Les preguntaban a quienes lo veían si necesitaba
algo. Lo visitaban. Todas las personas para las que había estado in-
tentaron ayudarlo como pudieron, y todas esas acciones importan.
Hay gente que hubiera dado su vida por él, algo que nunca hubiera
aceptado, pero que reafirma el tipo de persona que era. No fue como
todos, pero también fue como todos.
Luego del multitudinario velorio en Maldonado, se hizo otro en
Montevideo y, finalmente, lo enterraron en el cementerio judío de La
Paz. El entierro tuvo mucha concurrencia, tal vez no tanta como si
hubiera sido en Maldonado, pero hubo mucha gente al fin.
Cristina recuerda que el rabino dijo que nunca había presenciado
un entierro tan numeroso, que las tres paladas de tierra que se arro-
jan por respeto, admiración y cariño en la fosa casi la llenaron. Se le
hizo una placa conmemorativa que dice:
“La semilla de amor, humildad, generosidad e inteligencia
que plantaste en quienes te conocieron
crece día a día regada por tu recuerdo”.
Se escribieron muchos artículos de despedida en homenaje a Tito.
Incluimos solo algunos, que vale la pena plasmar porque representan
el adiós a Tito.
99
100
Lo vi acercarse, no me imaginé que ese hombre de caminar len-
to y “apaisanado” se dirigía directo a mi.”Buen día” dijo y bajó la mirada, dejando entrever timidez o falta de con-fianza, que hizo a un lado y con voz gra-ve habló:”Usted no me conoce, pero yo quiero que me diga si es cierto que Don Tito Polakof ha muerto.”Si señor,” con-testé y el hombre dejó escapar un queji-do y cruzó los brazos como apretándose el corazón.
“Yo lo conocí en los años setenta y pico, estaba con mi hijo enfermo y por recomendación fui a verlo con mi espo-sa, hoy muerta, y el Sr. nos dio una carta para un médico en Montevideo. Yo esta-ba trabajando en un monte en San Car-los y ganaba muy poco, le dije que no tenía dinero y que nunca había viajado. El Sr. Nos contestó: No te preocupes el martes yo te llevo. Llegó el día, nos reti-ró en San Carlos con mi hijo que estaba muy mal de un problema asmático, este hombre nos llevó, nos dio de comer, habló con el médico y nos hizo atender. Mi hijo tuvo un largo tratamiento, él nos alcanzaba los remedios.
“El hombre hablaba sin parar, yo quería decirle que era un hombre muy caritativo pero no me dejaba. De repente se calló, luego dijo.”Dígale a su familia que yo nunca olvidaré lo que hizo por
mi y que lo lamento mucho. Mi hijo ya falleció también.”
Dos lágrimas empañaron sus ojos, retiró sus manos del pecho y se las secó. Yo quedé mudo, no pude decir nada, cuando reaccioné se iba caminando, vi que seguía llorando. Yo no me movía y tenía un nudo en la garganta, solo atiné a mirarlo y pensé en la grandeza de este hombre. Volví la mirada y le pregunté a un lugareño de Mariscala que me dijo “El está muy mal, perdió a su familia.” Pasó un rato, subí al auto, repasé todo ese momento y la figura de Tito Polakof
fue tomando la dimensión que este po-
bre hombre le daba, a cada kilómetro de camino que recorría.
Julio del Puerto
CON UN NUDO EN LA GARGANTA
* Nota publicada en la Revista Collage Nº 7, Julio de 1998.
101
Nota publicada en el diario Últimas Noticias, diciembre/1998
Es difícil pensar en el Maldona-do cotidiano, en el universo
generado a partir de las vivencias de su gente y de sus actividades, sin la presencia de Tobías Polakof. Hasta su reciente desaparición fí-sica, y desde hace mucho tiem-po, supo ser el referente inelu-dible para propios y ajenos, más allá de sus posiciones personales y de la firmeza con que defendió sus ideales y proyectos. ¡Cuántos proyectos” Polakof se caracterizó por integrar el desarrollo comer-cial de sus empresas ayudando directamente a quienes necesita-ban de su apoyo. No se introdu-jo en la maraña de suposiciones ideológicas ni en cuestiones re-tóricas. No se detuvo a pensar si lo suyo era beneficencia, pater-nalismo o asistencialismo.
Simplemente, fue un ser so-lidario, una persona agradecida a la vida que quería hacer más fácil la de quienes no tenían mo-tivos para estar tan agradecidos. Y todo en el silencio que envuel-ve las grandes obres de los hom-bres justos y buenos, a quienes
la humanidad siempre guardará una deuda de mayor considera-ción, que nunca reclamaron ni pidieron que la saldaran. Ese vín-culo con el próximo no le impidió seguir proclamando más proyec-tos comerciales que en el fondo fueron, son y continuará siendo extensión de esa vida solidaria, de esa actitud de dar siempre la prioridad a los demás, a los cer-canos, a los que tienen proble-mas. Y siempre convencido de que esas dificultades se pueden superar.Por eso sentimos tanto la pérdida de <<Tito>>Polakof, y su falta se hará sentir junto a la de otras figuras que como él de-jaron huella.No sólo el rastro que implican sus pujantes empresas, incluido su último y ya exitoso emprendimiento, un parque in-dustrial y comercial convertido en nuevo símbolo fernandino, sino el más importante, el que sólo puede dejar una vida dedi-cada a los demás y gozada en el arte de compartir, sin importar las <<gracias>> y los aplausos. Así era Polakof y siempre lo re-cordaremos de ese modo.
Una persona solidariaFernando Di Lorenzo y Roberto Bussero
102
* Nota publicada en la Revista Collage.
Como es hecho conocido por todos, el 9 de julio dejó de estar entre nosotros Tobías Po-lakof, suceso este que conmovió no solo a los integrantes de nuestra empresa, sino a todos los que estuvieron relacionados a él de alguna forma, a lo largo de décadas de actividad em-presarial y social.
Todos hemos sentido expresiones de apo-yo a la familia Polakof, por parte de importan-tes personalidades del ambiente político, au-toridades de gobierno municipal y de Estado, empresarios de todos los giros, comerciantes, etc., pero además hemos sentido y visto el re-conocimiento de la ciudadanía en general. De la gente como nosotros, de la población en si.
Como toda figura que por su gestión tras-ciende la vida común, pudo despertar diferen-tes opiniones y sentimientos, pero no se puede negar que su obra empresarial siempre estuvo mancomunada a la colaboración permanente de aquellas obras sociales que requerían apo-yo. Gestión por las que se atendían necesida-des primarias de niños, ancianos, estudiantes, etc... Pero más aún posiblemente todos recor-demos hace un par de inviernos atrás cuando la ciudad de Maldonado sufría uno de los pe-ríodos más críticos en la Industria de la cons-trucción, que originó el desempleo de miles de obreros, en su mayoría padres de familia, y que a su vez causó el surgimiento como nunca antes de asentamientos de viviendas precarias, por una orden directa de T. Polakof se colaboraba permanentemente con las ollas populares, sin importar costos o cantidades. Sentíamos el deber no solo de empresa sino humano de colaborar, en esas medidas que in-tentaban no mejorar las condiciones de vida, sino satisfacer la más primaria de las necesi-dades del hombre, la alimentación. Y todos aquellos, que provenimos de hogares donde nuestro padre es obrero de la construcción, u obreros en general, trabajos que son zafrales o temporarios; sabemos de la preocupación dia-ria del jefe de familia de procurar el sustento de la misma, para el estudio, para la comida, para la casa, etc.Y todos aquellos que estuvimos en las ollas populares vimos los ojos, de cientos de padres que iban en procura del sustento vital para sus
hijos, reflejando en las miradas el sentimiento de preocupación y de angustia, pero también el de fe en pasar el invierno y retomar la es-peranza del trabajo para salir adelante por me-dios propios.
Estas cosas se hicieron, y se hacen, funda-mentadas por Polakof, llevadas a cabo por sus colaboradores, gerentes y empleados, todos compartiendo la misma filosofía de solidari-dad, siempre participando en forma destacada en el acontecer social y cultural, involucrán-dose en forma directa en organizaciones soli-darias y en movimientos que mejoran la cali-dad de vida de las comunidades.
Por eso compañeros, de Maldonado, de Canelones, de Lavalleja y de Treinta y Tres, si debemos de estar orgullosos de algo, es de pertenecer a un grupo humano, solidario, emprendedor de actividades que propiciarán el desarrollo familiar y ciudadano, fundamen-tado por Tobías Polakof, pero que debemos mantener todos nosotros, así como aquellos que han quedado a cargo del timón.
Y en ese rumbo, seguiremos apoyando y organizando las fiestas de los niños, guarde-rías, hogares de ancianos, la creación de es-cuelas, y todas aquellas cosas que apunten al progreso común.
POR EL CAMINO MARCADO
César Céspedes
103
Amigo Tito Polakof: qué fácil fue hoy, echar mano a una hoja y una lapice-
ra, mientras mis hijas corren por la casa en sus juegos infantiles de niños, mien-tras mi esposa rezonga “los deberes no están prolijos”, la TV pregona que “Mu-ñeca Brava” es el mejor programa y que “SuperMarket’s está con la gente”. En todo este laberinto se imagina que des-pués de treinta y pico de años trabajando juntos, viviendo buenas y malas, verdes y maduras, como dice un amigo: “no vamos a andar con vueltas para decirnos las cosas”.
Ya casi pasaron 365 días de su des-aparición física y nadie en su querido Maldonado se hace la idea de que usted no esté, muchas veces hablando con gente del pueblo me preguntan por usted y yo contesto “anda por ahí”. Le digo esto por-que esas últimas horas que estuvimos jun-tos, usted peleando por la vida como hizo siempre, soportando el dolor pero jamás demostrando a ese enemigo que llevaba por dentro que lo había derrotado. Yo sa-biendo que usted era un hombre valiente, solidario, bueno, humanitario, que siem-pre estaba donde se le necesitaba, que te-nía siempre esa sabia última palabra que definía las cosas importantes, que cortaba drásticamente las dudas, las vacilaciones, el desinterés, el desaliento y que supo ha-cerse un lugar grande en la sociedad, pero ojo, sin codear a nadie, buscando siempre convencer a los de arribas para que los de abajo sufrieran un poco menos.
Hoy estaba pensando que sólo a los grandes el pueblo homenajea todos los días: Codepal, gente que quiso gritar a los cuatro vientos lo que usted hizo por la institución de los minusválidos; placa recordatoria en la Guardería Infantil y
Casa Cuna de Maldonado en la calle 18 de julio (la casa para proteger a los niños, su eterna preocupación); placa recorda-toria en el Hospital de Maldonado Elbio Rivero lugar por el que bregó para que los más carenciados con problemas de salud tuvieran la atención médica que usted pensaba se merecía un ser humano. Le sigo contando que se ha reunido el pueblo para homenajearlo, no ha faltado nada: palabras de sus amigos resaltando su enorme personalidad, hermosos bouquets de flores, relucientes placas de bronce con palabras talladas a fuego que nunca se borrarán, no ha faltado el aplauso sin guantes, ese que calienta y deja las manos rojas. Espere que hay más, ha flameado la bandera de nuestra patria en su honor, he visto a mucha gente simular estar resfria-do para secar una lágrima que surcaba sus mejillas.
Casi me olvido de lo más importan-te, su esposa, sus hijos y sus queridísimos nietos, siempre han estado presentes, tam-bién sus colaboradores como decía usted a sus empleados.
Bueno amigo, ya es casi la una de la madrugada, mi mujer rezonga porque las niñas están levantadas; preguntan qué es-toy escribiendo. Les digo que es algo que me salió del corazón, la más chica me toca el pecho con sus manitas de ángel y me dice”acá no sale nada papá”.
Quizá el día 365 yo no esté en Mal-donado, pero le digo: hasta siempre jefe.
Julio del Puerto
* Nota publicada en Noticiario, diario de SuperMerket’s El dorado, julio /1999
Carta abierta a un padre que no se fue
104
Hola Tito.
Aquí estoy, hacía tiempo que me quería comunicar contigo y no tenía tiempo de hacerlo. Si, ya se que han pasado 10 años y tendría que haberme hecho ese espacio. Pero bueno, siempre lo voy dejando para después, me ocupo en otros menesteres y las horas vuelan. Es que la empresa ha crecido ¿sabes?, ya pa-samos las 40 sucursales. Se incorporaron al directorio tu nieto Ismael y tu hija Susana que se vino de Suecia. El primero con muchos conocimientos y la fuerza de su juventud y ella con la rica experiencia del viejo mundo, para ambos volcar su caudal en aras de la empresa. Ah, que ya estás enterado de la nueva actividad de Luisito, y bueno por aquí se le extraña aunque de tanto en tanto viene a sa-ludarnos. Está cumpliendo un sueño de muchos años, trabajando para el paisito por su partido; quizás luego vuelva y lo tengamos como antes luchando codo a codo junto a nosotros por su empresa.
Y ¿por qué elegí esta fecha para comunicarme? Y bueno, este 12 de junio habrías cumplido 79 años y el 9 de julio se habrán cumplido 10 años de tu partida de este mundo. Me imagino que en ese otro mundo estarás rodeado de amigos, de tanta gente que te conoció aquí y te aprendió a querer por tu don de bien. Estarán disfrutando seguro de tu compañía, ya sin ese apuro de las horas terrenales y con toda la calma del aire celestial. Que ¿cómo me va a mi?, muy bien, entre mis libros y el ajedrez (aunque ya no me pierdo como aquel día que me andaban buscando y solo tu adivinaste donde estaba) y con mucho trabajo, pero por suerte pudiendo cumplir con todo. Siempre recuerdo cuando me dijiste hace 20 años “no te preocupes que cuando tus hijos crezcan, mejorarán su salud y podrás dedicarte por entero al trabajo sin necesidad de faltar”. Cuanta razón había en tus palabras, gracias por tus consejos y la confianza.
Bueno, creo que me voy a ir despidiendo, se me hace tarde y mañana hay que estar temprano a reiniciar una nueva jornada. ¡ No!, todavía me faltan de 5 a 10 años para jubilarme; tu bien sabes como son las leyes en este país, según quien esté de turno en el poder decidirá a que edad nos retiramos, ojalá cuando eso llegue nos queden algunos añitos para disfrutarlos.
Y como broche final, dejé la noticia que conociéndote como te conocí, quizás más te alegraría, en abril de este año nació tu primer biznieto Lucas Tobías Sco-ttini Echartea si, el hijo de Ismael. Como ves la familia sigue creciendo y seguro un nuevo Tobías quizás siga tus pasos para perpetuar el desarrollo, de esta tu gran empresa familiar y que muchos con el paso de los años ya la sentimos como propia.
Como te imaginarás yo no tengo mucho apuro por visitarte ( me queda mucho por hacer), pero para cuando llegue por ahí, me gustaría me dieras noticias de algunos de tus tantos colaboradores y mis ex compañeros que ya emprendieron el sueño eterno. Julio Del Puerto, Sergio Almada, Guillermo González, Pablo Jiménez, Waldemar Moreno, “Quica” Sosa, Javier Silva, Julio Scottini. Y en nombre de ellos, saludar a todos los demás que ayudaron a crecer a esta empresa y ya no están entre nosotros. Pero seguro que junto a ti, descansarán bajo la bendición del gran creador.Un afectuoso abrazo de Antonio Agrazot
NOTA EDITORIAL
Carta a un ausente (que no se ha ido)
Nota Editorial publicada en la revista COLLAGE, Nr. 31 - 2007/2008
Recuerdo para don Tobías Israel Polakof Lev en el 10º aniversario de su deceso
105
Homenaje en la Junta Departamental de MaldonadoTranscripción textual de parte del homenaje que se le rindió en dicho día.
31 de julio de 1998
Entramos en los homenajes. El primer homenaje solicitado es para
el señor, ex Edil, Don Tobías Polakof, homenaje solicitado al día de
su fallecimiento y que por diferentes razones este Cuerpo no pudo
rendirlo en aquella oportunidad.-
Señor Edil José Fernández.-
c.e.a.-
SEÑOR FERNANDEZ.- Señor Presidente, señores ediles: nuestras pa-
labras de la noche de hoy son para rendir homenaje póstumo a la
figura del vecino de nuestro departamento, Don Tobías Polakof.-
Este destacado integrante de nuestra sociedad ha muerto prema-
turamente, víctima de una fatídica enfermedad, con la cual venía
luchando valerosamente desde muchos años atrás.-
Don Tobías Polakof fue en vida un importante comerciante de nues-
tro medio, habiéndose extendido el giro de sus negocios a varios
departamentos vecinos e incluso a la capital de la República. Todo su
importante patrimonio económico fue fruto de su trabajo tesonero y
honesto, a lo largo de muchas décadas de sacrificio propio y de su
familia, que supo acompañarlo con firmeza y lealtad a lo largo de
toda su vida pero lo que nos convoca hoy a rendirle homenaje es
fundamentalmente su patrimonio moral, producto de su labor en el
ámbito social y humanitario en nuestro departamento.-
Don Tobías fue un hombre esencialmente pródigo y generoso, que
106
nunca supo de una negativa cuando fue llamado a colaborar en obras
de beneficio comunitario. Tal vez la obra social que más identificó a
Polakof durante muchos años y a la que dedicó buena parte de sus
esfuerzos, fue esa guardería infantil que es orgullo en la ciudad de
Maldonado y que cumple una notable función en la atención de los ni-
ños de madres trabajadoras. A través de beneficios, colectas públicas
y audiciones en radio Maldonado, a través de muchos años logró ir
reuniendo los fondos para cumplir con la meta que se había fijado con
determinación, convirtiéndola en la hermosa realidad que es hoy.-
Quienes tuvimos el orgullo de conocer a Polakof personalmente sa-
bemos que además existió una muy importante inversión económica
personal para la culminación de los trabajos, que nunca fue contabi-
lizada y tampoco siquiera mencionada por su generoso protagonista
pero esa discreción, en entrega generosa, era típica en él y caracte-
riza a quienes verdaderamente encuentran placer en sacrificar parte
de lo propio en beneficio de los demás, sin esperar reconocimiento
ajeno por su altruismo.-
Polakof integró además diversas instituciones de servicio público
-como Rotary Club- en procura de canalizar su deseo permanente de
mejorar el entorno social, de ayudar a los más desposeídos, de soco-
rrer a las familias menos pudientes. Interesado siempre en las cosas
de la comunidad, integró primero la Junta de Vecinos y luego esta
Junta Departamental de Maldonado, guiado siempre no por un tonto
deseo de protagonismo sino por el auténtico afán de servir mejor a
los demás.-
Militó en las filas de nuestro Partido Colorado. Se sentía una batllista
ardiente, identificado con el ideario social de Batlle y Ordóñez pero
107
Polakof no se merece que lo encasillemos en el ámbito limitado de
un Partido Político porque su accionar social no supo de distingos
partidarios y cintillos políticos; siempre tuvo su mano tendida para
colaborar y nunca preguntó el nombre o el color del destinatario, su
preocupación única era que el beneficiario de esa ayuda la necesitara
efectivamente.-
No era un conocedor del ambiente político pero su razonamiento y su
palabra estaban siempre rebosantes de sentido común. Sabedor del
poco tiempo que le quedaba de vida era sin embargo aleccionador
y ejemplarizante oírlo hablar a favor del futuro de Maldonado y de
todo lo que había que realizar para mejorar nuestra zona turística y
de lo que él mismo sentía que aún le quedaba por hacer a favor de
los demás para cumplir con lo que entendía era su sagrada obligación
de ciudadano.-
(...)
Sus diversos negocios dieron trabajo y dignidad a muchos jóvenes
uruguayos que pudieron a través de esas empresas comerciales asu-
mir sus primeras obligaciones laborales y recibir sus primeros sala-
rios, fruto de un trabajo honesto.-
Nunca a lo largo de su prolongada actuación política conocimos críti-
cas hacia su honestidad empresarial o sus procederes comerciales y
esto no es poco decir en esta época tan confusa y ajena a los valores
éticos.-
Hoy debemos despedirlo de la vida terrenal desde este órgano le-
gislativo que él supo honrar con su presencia y su hombría de bien.
Nuestras palabras de recordación y de homenaje se resumen en el
agradecimiento hacia su hombría de bien y su generosidad, así como
108
por ese abrazo espiritual que recibíamos cada vez que estrechába-
mos su mano franca y sincera.-
Hasta siempre, Tito!
m.r.
Señor Presidente, vamos a solicitar a esta Corporación la realización
de un minuto de silencio en homenaje al ex miembro de este Cuerpo,
don Tobías Polakof, recientemente desaparecido.-
(Siendo las 23:10 se realiza un minuto de silencio).-
SEÑOR PRESIDENTE.- Señores ediles: estamos rindiendo homenaje
a don Tobías Polakof, al “Tito” Polakof, importante y conocido comer-
ciante de este departamento y de esta ciudad en particular.-
Compartimos con él este recinto y esta gestión en una legislatura:
“Tito” Polakof, don Tobías Polakof fue un Edil de este Cuerpo, gentil
en su forma de trabajo, buen compañero en toda la gestión que nos
tocó compartir en toda una legislatura. Ya aquejado de su cruel en-
fermedad, cualquier recuperación que tenía, aparecía en este sector
con su sin par característica y bonhomía.-
Polakof fue un trabajador social de esta zona del Departamento de
Maldonado. Nos consta en lo personal la ayuda que hizo al Hospital
de Maldonado, a la Salud Pública del Departamento; aporte que no
fue simplemente el de una colaboración económica sino que fue un
hombre que posibilitó en muchos aspectos el desarrollo tecnológico
de la Salud Pública de Maldonado y la instrucción científica de los
trabajadores de la salud de este Hospital.-
Nos constan sus buenos oficios, su gestión directa en posibilitar ayu-
109
das internacionales del más alto nivel académico en diferentes aspec-
tos; particularmente debo destacar en materia de cáncer.-
El “Tito” Polakof fue sobre todo un hombre bueno, sencillo; un buen
amigo, solidario. Por eso sinceramente creemos que Maldonado ha
perdido a un gran hombre.-
Queremos hacer llegar a su familia, a sus amigos, a su colectividad
política, nuestras más sinceras condolencias y pesares por la muerte
del “Tito” Polakof.-
La señora Edil Ana María González me había solicitado la palabra.-
SEÑORA GONZALEZ.- Señor Presidente: cuando el Edil Fernández ha-
blaba del patrimonio moral que “Tito” Polakof tenía como un acervo,
y de su prodigosidad y la generosidad, me comprenden las generales
de la ley y debo decir que cuando mi época de docencia, que traba-
jaba en una escuela rural, más de una vez visitaba a “Tito” y “Tito”
siempre pensaba en los niños de una manera increíble, porque real-
mente era increíble la generosidad y participaba de donarnos muchas
veces, casi mensualmente, alimentos para esa escuela rural.-
m.a.d.f.-
Más de una vez también lo oí nombrar de un comedor para los ju-
bilados, más de una vez lo oímos aquí, como legislador, hablar de
donaciones a distintos lugares, como también usted, Presidente, muy
bien lo ha dicho. Nosotros creemos que la comunidad ha perdido a un
gran hombre y por eso nuestro recuerdo.-
Solicitamos al Cuerpo que nos acompañe en que estas palabras sean
dirigidas a sus familiares como un pequeño homenaje a un gran hom-
110
bre de la comunidad fernandina.-
Gracias.-
SEÑOR PRESIDENTE.- Señor Edil Blanco.-
SEÑOR BLANCO.- Señor Presidente: como me comprenden las gene-
rales de la ley, para hablar de “Tito” voy a resumir un poco con una
anécdota.-
“Tito”, ese ser humano solidario, que trabajaba con un sin fin de insti-
tuciones que estoy seguro no se las puede enumerar. Era un individuo
capaz de hace cosas como la que un día hizo conmigo. Me fue a bus-
car a mi casa, me dice: “¿Cómo andás, Blanquito? Necesito un guar-
daespaldas”. ¿Cómo un guardaespaldas? “Y sí…” –me dice- “…estoy
en la Comisión de la Escuela Industrial, de tesorero. Yo viajo mucho
y tú le debes gran parte de lo que sos a la Escuela Industrial, te ne-
cesito para cuando yo no esté, tú seas el tesorero de la Comisión”.-
Con esto quiero pintar a “Tito” con esa calidad increíble de ¨llevarte
aunque no quisieras, y si no tenías tiempo había que fabricarlo¨,
porque con esa argumentación era imposible decirle que no.-
Amén de sentir una congoja muy grande, porque para mí él era más
que un amigo, un hombre consejero, alguien de referencia, quien
cuando me embalaba mucho me ponía tierra y cuando me pasaba me
levantaba. Era una maravilla hablar con él.-
Simplemente quiero despedirlo como se debe hacer: “Tito”, un abra-
zo y hasta siempre; y decirle a todo el mundo que se fue un Grande.-
Nada más.-
(...)
111
Fue un adiós cariñoso, como se lo merecía Tito. Un adiós a un gran-
de, a una persona única y que dedicó su vida a ayudar. El pueblo
fernandino lo quiso y lo despidió con cariño. El pueblo fernandino no
lo olvidó y el legado que dejó será eterno.
La Torre del Vigía, un ícono histórico de su querido Maldonado
112
2. El legado
Cuando la muerte llama, no se puede evitar. Lo importante es ha-
cer todo lo que se puede en vida, vivir la vida. Eso es lo que hizo Tito
y lo que nos enseñó a hacer con optimismo.
Tito murió porque su cuerpo no era inmortal. Sin embargo, su
imagen y su espíritu no han muerto, han quedado grabados en todos
los fernandinos. Muchas personas hablan de Tito en presente, y esto
no es casualidad. Si bien la persona física murió, sus ideas y proyec-
tos siguen vivos en Maldonado. Hizo obras, emprendió proyectos que
siguen latiendo en la sociedad fernandina. Su legado no murió. Por
eso, seguimos sintiendo a Tito en todas partes. Tito es Maldonado y
no va a morir.
El legado que dejó no es solo material. Lo material es una ínfima
parte. Sembró y cosechó muchas ideas, que sus sucesores continúan
llevando a cabo. Los valores que cultivó están vivos en sus herederos
y en todos los fernandinos. Son valores de solidaridad, respeto, to-
lerancia, optimismo, crecimiento y desarrollo, bondad, perseverancia
y trabajo.
Siempre luchó por salir adelante y por su vida. La lucha sigue viva.
Lo más importante de todo es que peleó por su país, por el trabajo
de los uruguayos y el desarrollo económico. A veces participaba en
los Consejos de Salarios, y los sindicalistas querían que él estuviera
porque en general votaba los aumentos. Lo hacía con visión de em-
presario, pero también porque le parecía que era importante que los
trabajadores ganaran bien. Hizo una fuerte inversión en el país y en
las personas y siempre apostó al desarrollo de la zona. Ese legado
113
sigue vivo, por eso la empresa continúa apostando al desarrollo na-
cional, al trabajo uruguayo, al “importado de Uruguay”.
La empresa siguió adelante con un directorio integrado por sus
hijos, que aplicaron todas las enseñanzas que su padre y el traba-
jo les habían dejado. Eran adultos jóvenes que, con el apoyo de su
madre, fueron cambiando la imagen de la empresa. La hicieron diná-
mica, la actualizaron e informatizaron. Aquí fue donde entraron los
conocimientos que Raúl había adquirido en Estados Unidos. Hicieron
cursos de calidad, de marketing para el personal, siguieron viajando
para conocer las distintas realidades y aplicar nuevos conocimientos
a los supermercados. Integraron la Asociación de Supermercados del
Uruguay. Incorporaron el código de barras; hasta ese momento todo
era con numeritos y etiquetas. Reformaron locales; abrieron nuevos
en Aiguá, Lascano, La Barra, José Ignacio, Piriápolis, Solanas, y tres
en Maldonado: Camino de los Gauchos, Biarritz, Av. Artigas.
La empresa seguía creciendo gracias al legado de trabajo, dedica-
ción y fe en el país que dejó Tito. Esto les permitió seguir apostando al
mercado uruguayo teniendo en cuenta su visión, plasmada en el eslogan
“Desarrollemos el presente para el Uruguay del futuro”.
3. La continuación de los sueños de Tito
Luego de la desaparición física de Tito, sus hijos siguieron traba-
jando duro en la empresa. Nunca perdieron de vista sus enseñanzas
y visiones; incorporaron nuevas tecnologías intentando avanzar a la
par del gran desarrollo del siglo XX. Hubo un cambio de logo y de
114
imagen para acompasar los cambios que se venían con el próxi-
mo milenio.
En el 2000 se reinaugura el mercado de 18. El proyecto estuvo a
cargo del arquitecto Juan Pedro Venturini y colaboradores. Mientras
la obra se llevaba a cabo, se dificultaba la atención, pero los clientes
de toda la vida, que habían visto crecer ese supermercado desde el
comienzo, lo entendían y respetaban. El edificio, que se inauguró
en diciembre del 2000, era muy lujoso para lo que había sido ese
mercado. Se trataba de la vieja casa renovada, con nuevos muebles,
ventanas, paredes, pero seguía siendo la misma.
Ese año hubo un cambio de imagen publicitaria de la empresa. Se
buscaba simplificar tanto el logo como el nombre. Este dejó de ser
Supermarket’s El Dorado y pasó a ser El Dorado. En cuanto al logo, la
muñequita fue remplazada por un sol. Se cambió también la publici-
dad: “Supermarket’s siempre cerca de la familia” se convirtió en “El
Dorado siempre cerca”.
Hoy en día, la empresa tiene más de mil empleados y alrededor de
cincuenta locales, que comprenden tiendas y supermercados. Sigue
estando cerca del corazón de los fernandinos y continúa desarrollan-
do el presente para el Uruguay del futuro.
FIN
115
Lista de personas entrevistadas Ana Perdomo
Antonio AgrasotCarlos Julio Granero
Carmen Olaza de AbreuChichita de Rivero
Cristina OliveraDiego Olivera
Edward Fernández Elisa Goldschmidt de Polakof
Elsa DíazHéctor GozálezIsmael Scottini
José Manuel PolakofJulián Sosa
Leonardo PolakofLeticia Scottini
Lía BauzáLuis Polakof
Margarita SilveiraMaría Pintos
María José Da SilvaMariana ScottiniMaribel LópezMario WajshanMuñeca Herrera
Nicolás Cor Polakof Pitin Odizzio
Raquel ÁlvarezRaúl Polakof
Rosita PolakofSara GoldschmidtSimón Cor Polakof
Susana PolakofWilson Sánchez
Utilicé como bibliografía documentos escritos por Julio del Puerto y archivados por Raquel Álvarez. La mayoría fueron publicados en re-vistas y diarios de la empresa y semanarios locales.
116
wPIRIÁPOLIS Supermercado Avda. PiriaSupermercado Simón del Pino
wRÍO BRANCOSupermercado Río Branco
wMELOSupermercado Melo 1Supermercado Melo 2 (en construcción)
wTREINTA Y TRES Supermercado CentroSupermercado ObeliscoSupermercado Arco
wSANTA LUCÍASupermercado Santa Lucía
wLAS PIEDRASSupermercado Las Piedras
wCHUYSupermercado Chuy
wLA PEDRERASupermercado La Pedrera
wLASCANOSupermercado Lascano
wLA PALOMA Supermercado La Paloma Supermercado La Balconada
wROCHASupermercado Ruta 9Supermercado Centro
wMALDONADOSupermercado 18Supermercado 25Supermercado Av. AiguáSupermercado Cno. VelázquezSupermercado Centro de Distribución Winmart, Ruta 39Supermercado BoulevarSupermercado Cno. de los Gauchos Supermercado Cno. LussichSupermercado SolanasSupermercado LausanaSupermercado Biarritz NuevoSupermercado Cerro Pelado
wPUNTA del ESTESupermercado Parada 2Supermercado Gorlero
wLA BARRASupermercado La Barra
wSAN CARLOSSupermercado CentroSupermercado Avenida
wAIGUÁSupermercado Aiguá
wMINASSupermercado CentroSupermercado 18 de JulioSupermercado Ruta
wPAN de AZÚCARSupermercado Pan de Azúcar
wSOLÍSSupermercado Solís
SUPERMERCADOS
117
wMALDONADOEl Dorado Hogar
COMPUTACIÓN Y TELEFONÍA
wMALDONADOSCN Centro
wMINASSCN Centro
wMALDONADO Tienda FeriaTienda Expoventa
wSAN CARLOSTiendas San Carlos
wPAN DE AZÚCARTienda Pan de Azúcar
wMINASTienda Minas
wTREINTA Y TRESTienda Treinta y Tres
wLASCANOTienda Lascano
TIENDAS TIENDAS - HOGAR
ISBN-9974-98-926-9