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Juan Po MartnezResea de "Dulzura y poder. El lugar del azcar en la historia moderna" de Sidney W. Mintz
Espiral, vol. IV, nm. 12, mayo-agosto, 1998, pp. 209-215,
Universidad de Guadalajara
Mxico
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Espiral,
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LADISPUTADELREINO:DEDNDEVIENEYADNDEVA
Espiral , Estudios sobre Estado y SociedadqVol. IV. No. 12qMayo/Agosto de 1998
D
Sidney W. MintzDulzura y poder. El
lugar del azcar enla historia moderna
(Trad.Laura MolesFanjul;Rev. VictoriaSchussheim).Mxico: Siglo XXI,1996, 299 p.
ulzur a y poder . Ellugar del azcar enla hist or ia m oderna
JUAN POMARTNEZ 3
A finales de la dcada de los a os setent a y princi-
pios de los ochenta , Sidney Mintz reda ct esta tra s-
cendent a l obra que fue publica da por primera vez
en su ver sin en ingls en 1985, en Nueva York.
Da do el car cter an tropolgico del estudio, el a ut or
deplora la ausencia de tra bajo de cam po per se, lo
cual de ninguna ma nera demerita la investigacin,
que inici como por ca sua lidad t reinta a os ant es
de empezar su reda ccin. D ura nt e ese t iempo,
Mintz est uvo en conta cto directo y permanent e en
diversa s plan ta ciones e ingenios azucareros del
Ca ribe, lo que le permiti la reflexin a cerca de un
a specto cultu ra l del pueblo ingls que apa rent e-
ment e podra explica rse como algo na tu ra l: la de-
ma nda de la sa carosa, esa clase de azcar extra da
de la caa de azcar.
Aunq ue el tra bajo se circunscribe a u n productoen par ticular, es uno de los m s importa nt es de los
ltimos t iempos dent ro del m bito de los estudios
antropolgicos de la alimentacin, ya que Mintz
rompe las ba rreras que at an a la an tropologa a un
mtodo tra diciona l que elude la const ruccin de
una a nt ropologa de la vida moderna , objetivo a l
que t iende el au tor con su obra.
El int ers an tr opolgico, dice Mintz, por la forma en
que persona, sustancia y acto se integran significati-
3 Departamentode Estudios
Socio-Urbanos, UdeG
Sidney W. Mintz (autor)
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va ment e, puede ejercerse ta n bien en el mundo mo-
derno como en el primitivo. Los estudios de la coti-
dianida d en la vida m oderna , del car cter cam bian-
te de asuntos mundanos como la comida, vistos des-
de la perspectiva combina da de la produccin y el
consumo, el uso y la funcin, y preocupad os por la
a par icin diferencial y la va ria cin del significa do,
pueden constituir un a fuent e de inspira cin par a
una disciplina qu e est peligrosamente cerca de per-
der el s ent ido de su pr opsit o (p. 271).
De esa man era s inte t iza Mintz e l esquema que
configura su propio texto, con el que t iene a cceso ala crea cin de esa nueva a nt ropologa que propone.
P a ra logra r su objetivo necesar iament e tuvo que
recurrir a la h istoria, pues comprende que, sin ella,
la a nt ropologa compromete gra vemente su poder
explicativo (p. 28). No se pueden aislar hechos his-
tricos en unmomento, ha cer a bstra ccin de su
pasa do y su fut uro. No existen estr uctura s socia les
y tampoco significados de los acontecimientos con
carta de naturalidad; estructuras y s ignif icados
poseen orgenes hist ricos especficos.
A part ir de ese m a rco terico-metodolgico, el
a ut or explica en cinco capt ulos los sut iles meca -nismos que impulsaron a una demanda cada vez
ma yor de az car ent re los ingleses. Aunq ue el pe-
rodo fundamenta l lo mar can los aos que van de
1650 a 1900, Mintz h ace la historia del a zcar a n-
tes de que la conocieran los europeos ha sta su pa -
pel en la a liment acin inglesa dura nt e los a os de
1980. Solament e a borda ndo la historia social del
uso de nuevos a limentos, entre los que el azca r
constituy en la vida de Inglaterra el eptome de
la tr a nsicin de un t ipo de sociedad a otro (p. 271),
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poda el aut or contr ibuir a la an tropologa de la
vida moderna.
En el primer captu lo (Comida , Socia l idad y
Azcar), el autor propone una antropologa de la
comida y el comer, qu e enfat ice los usos que a d-
quiere la a limenta cin en determina dos momen-
tos, ya que dichos usos implican significados. Por
qu, por ejemplo, en Inglat erra un a dieta crnica,
combinada con un a umento consta nt e de consumo
d e gr a s a s y a z ca r es , s u s t itu y a u na d iet a d e
carbohidratos complejos, como los que proporcio-
na n los gra nos y t ubrculos?; y cmo fue sobre
todo que el azcar lleg a ser, entre la ma yora de lapoblacin inglesa, el a l imento funda menta l?. El
asunto no es casual y, para comprenderlo cabal-
mente, ha y q ue explica rse la funcin del azcar
entre los ingleses, lo que nos remite al problema
del significado, y ste a su vez a la h istoria par a ver
cmo se plasma precisa ment e el significa do en el
comportamiento.
En el segundo captulo (Produccin), que lo mis-
mo que el tercero y el cuart o es el de ma yor car c-
ter h istrico, el a utor se remite a los orgenes m s
remotos del azca r y a los moment os inicia les en
qu e Eur opa empieza a conocer ese producto. A In -glat erra lleg probablemente dura nt e el siglo XII y,
desde entonces ha sta el siglo XVII, su produccin
ha ba estado limita da a los requerimientos de las
cla ses domina nt es. El incremento en la produccin
estuvo fuertemente a sociado a la t ra nsformacin
de la estructura econmico-social de I ngla terra . En
el siglo XVII I hizo su a par icin la ma no de obra li-
bre y en la s colonia s el tra bajo forza do aplica do a la
plant a cin de ca a de azcar , la cual puede consi-
derarse desde entonces una actividad industrial
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(p. 84), una verdadera empresa capitalista. El in-
crement o en la produccin de az car permit i el
inicio de una ma sificacin en su consumo que, ha -
cia mediados del siglo XVIII , cobr una importa n-
cia m a yor al tr ascender los usos tra diciona les que
ha sta ese tiempo haba tenido el azca r como me-
dicina , especia , edulcoran te, conserva dor o sust a n-
cia decorativa ostentosa.
E n el t ercer ca ptulo (Consumo) se explica el
origen de los significados que los ingleses at ribuye-
ron al az car. P ese a l auge que tuvo su consumo
despus de 1650, cua ndo incluso los pobres la de-
sean, todava ha s ta 1750 aproxima dament e , elconsumo de a zcar segua siendo exclusivo de los
ricos. Al popula riza rse el t endulza do y la mela za
despus de este lt imo ao, declin la importa ncia
simblica del azcar . P a ra los ricos, los a limentos
dulces ha ban ido creciendo en import a ncia junt o a
una dieta crnica; pero el uso del azcar correspon-
da a los usos o funciones que se le haba n a signa-
do ant es de su popula riza cin. Pa ra los pobres, el
azcar se convirti en una verdadera necesidad,
sobre todo despus de 1850, a o en qu e cae el pre-
cio del producto. Aproxima da mente a par tir d e
1750, el az car empez a usa rse como aliment o,como una fuente sus ta nc ia l de ca lor as a nte la
ina ccesibilidad a una dieta cr nica; esa n ueva im-
porta ncia diettica soca v la importa ncia simbli-
ca del azcar, lo cual solamente a fecta ba a la clase
rica que ni se inmut, pues el azcar a dquiri ta m-
bin una n ueva importa ncia econmica q ue les
reditua ba a los poderosos susta nciosas ga na ncias.
Est a inversin, dice Mintz, mar ca la tra nsforma cin
final del azcar d e un art culo suntua rio a uno coti-
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diano, y a uno de los primeros productos comestibles
que satisfacan la visin capitalista de la relacin
entre la productividad de la ma no de obra y el consu-
mo. El lugar del azcar en la economa capitalista en
expansin en I nglaterra fue cualita tivamente distin-
to en 1850 de lo que haba sido en 1750. La diferencia
tena que ver ta nt o con el desa rrollo de una economa
industrial como con las relaciones cambiantes entre
esa economa y la s colonias de ult ra ma r (p. 197).
En el cua rto capt ulo (P oder), el a utor explica cmo
a l adq uirir un n uevo uso el consumo de la sa carosa
adquiri tambin nuevos significados. Con nimode ser lo ms objetivo posible, afirma qu e los cam -
bios a l imenticios que tuvieron luga r en E uropa
entr e los siglos XVIII y XIX se debieron a l impulso
de una economa mundia l cap i ta l ista , pero que
esos cambios no fueron intencionales y que proba-
blemente sus consecuencias esencia les ta mpoco
fueron mu y bien comprendida s (p. 207). No obstan-
te, la a dqu isicin de los nuevos significad os del
a zcar n o puede desliga rse del poder de las cla ses
ricas, ya que duran te la poca de la industrializa-
cin, el az car y el ta baco, ent re otr a s noveda des,
tr a nsforma ron las comida s e incluso la definicinde las mismas, mientras que los cambios econmi-
cos modificaron los horarios de los alimentos.
A medida que el dechado del lujo se converta en go-
losinas proletarias baratas gracias al esfuerzo indi-
vidua l, la sa carosa era uno de los opios del pueblo y
su consumo constitua una demostra cin simblica
de que el sistema que la haba producido tena xito
(p. 224).
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Con el uso de los nuevos productos que el capita -
lismo contribuy a populariza r: el ta baco, el az car
y el t , surgi la idea compleja de que u no poda
volverse diferente a l consumir de modo diferent e.
Mint z r econoce lo difcil o imposible de probar que
las gr an des alt eraciones de fondo en el ritmo y la
na tura leza del tra bajo y de la vida cotidian a influ-
yeron sobre los cambios en la dieta , y a unq ue acep-
ta que no hubo una conspira cin para echa r a per-
der la nutr icin de la clase tra bajadora brit nica,
par a volverla a dicta o estropea rle los dientes, ase-
gura que:
El a umento const an te en el consumo de azcar fue
un a rt efacto de lucha entr e las clases en pro de las
utilidades, luchas que resultar on eventua lmente en
una solucin del mercado mundia l para los a limen-
tos droga, a medida q ue el capita lismo recort sus
prdidas pro teccionis ta s y expa ndi un mercado
masivo para satisfacer a los consumidores proleta-
rios otrora considera dos como peca dores o indolentes
(pp. 237-238).
El quinto captulo (Comer y Ser) es conclusivo.
Aqu el a utor reflexiona a cerca del destino y estu -dio del a zcar en la sociedad moderna. A partir de
qu e despus de 1850 el a zcar se convirt i en un a
necesidad entre la s c la ses pobres de Inglat erra ,
hacia 1900 adquiri, por as decirlo, el don de la
ubicuidad en la a liment acin. Esto ha representa -
do la proliferacin cada vez ms difundida de comi-
da s r pidas pa ra sat isfaccin de los tiempos mo-
dernos, en los que la sensa cin de prisa qu e gener
la industria lizacin constituye precisament e una
de sus ms grandes paradojas. Como producto de
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esta par a doja , el car cter de socia bilida d de la co-
mida se ha perdido cada vez ms, a lo que ha con-
tr ibuido el hecho de que los pa ses desarrollados
ha yan efectua do un uso industria l del azcar y ha -
yan propiciado un aumento constante del consumo
de gra sas. Ahora m s que n unca, dice Mintz, somos
lo que comemos.
...en el mundo occidental moderno nos convertimos
cada vez m s en lo que comemos, cuando fuerzas so-
bre las que no tenemos control nos convencen de que
nuestro consumo y nuestra identidad va n de la ma no
(p. 267).