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Enfoques sobreteoría política

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De David Easton en esta biblioteca

Esquema para el análisis político

Enfoques s o b r eteoría política

David Eastonc o m p i l a d o r

Amorrortu editoresBuenos Aires

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cir 1 ^

2 iDirector de la biblioteca de sociología, Luis A. Rigal ,-, ,)Varieties of Political Theory, David Easton, compilador© Prentice-Hall, Inc., 1966 ,¡'

c -Primera edición en castellano, 1969; segunda edición, 1973;primera reimpresión, 1982; segunda reimpresión, 1992Traducción, José Rovira ArmengolRevisión técnica, Ricardo Murtagh

IJnica edición en castellano autorizada por Prentice-Hall, Inc.,

Nueva Jersey, y debidamente protegida en todos los países.Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723.© Todos los derechos de la edición castellana reservados porArnorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7 0 piso, BuenosAires.

La reproducción total o parcial de este libro en forma idénticao modificada por cualquier medio mecánico o electrónico, in-cluyendo fotocopia, grabación o cualquier sistema de almace-namiento y recuperación de información, no autorizada porlos editores, viola derechos reservados. Cualquier utilizacióndebe ser previamente solicitada.

Industria argentina. Made in Argentina

ISBN 950-518-027-6

Prólogo a la edición castellana

Enfoques sobre teoría política se entiende mejor en el con-texto actual de la ciencia política estadounidense, pero sir-ve, asimismo, para poner de relieve el estado de la cienciapolítica en la Argentina, o por lo menos para explicar al-gunos aspectos de la situación existente en nuestro país. Tan-to en el prefacio como en la introducción de David Eastonse advierten dos propósitos principales que tio solo explicanel significado de este libro sino que justifican que se loinserte en la iniciación de una serie sobre teoría políticacontemporánea. Se trata de orientar el pensamiento políticohacia l a teorización empírica y al mismo tiempobajar todoslos puentes que la ciencia política hubiera izado en el pasa-do, a fin de que las ciencias vecinas transitensin obstáculosy aporten todo lo que les sea dado aportar. El aprovecha-miento

de ese aporte concierne, según se desprende deambos

propósitos, a los politicólogos.La intención de David Easton y sus colaboradores ilustra, anuestro parecer, un momento especial de la biografía de laciencia política que, simplificando un poco las cosas, puededescribirse en tres tiempos: la ciencia política inserta en lafilosofía, la ciencia política comociudadela -a -la -defensiva yla ciencia política a la búsqueda de una nueva relación conel mundo circundante. Si se mira bien, no es una biografíatotalmente original. Otras ciencias han pasado por mome n-tos semejantes e incluso ciertas instituciones po drían descri-bir su historia de manera análoga. Lo cierto es que cuandouna ciencia pasa esos tiempos, el tercero lo vive como unacrisis de adecuación. En el primer tiempo la cie ncia po líticase hallaba inserta, por decirlo así, en la actividad filosófi-ca. El propósito principal era —como en el caso de Sócra-te s— señalar las cualidades del filósofo enfatizandosu acti-tud peculiar hacia la esfera política. Ante todo, el filósofo

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se muestra carente de ambiciones políticas. En segundo lu-gar, incapaz de actuar con eficiencia en el plano político.En tercer lugar, no sometido a la realidad cotidiana. Expo-níanse así dos arquetipos: el hombre teórico que pone enmovimiento su s facultades intelectuales para buscar la ver-dad, y el hombre práctico que usa esas y otras facultadespara hallar solución a problemas prácticos.El segundo tiempo es el de la ciencia política como ciudade-la-a-la-defensiva. Izando todos los puentes de com unicacióncon el mundo , a fin de establecerse como cien cia autónoma,recoge sus vituallas y las ordena, a fin de prepararse parael momento en que deberá entrar en conexión, para nomorir, con el exterior de la ciudadela. El pretendido ais-lamiento de la ciencia política para subrayar su autonomíano se de be, en este caso, a q ue sus cultivadores quieran seña-lar cierta peculiaridad en su actitud hacia el campo polí ti-co, sino en que lo interpretan como una necesidad para de-finir una ciencia en medio de la crisis del saber políticomoderno.El tercer tiempo es inevitablemente crítico. Mentras unaciencia social vive con los p uentes izados siguen o curriendocambios en el exterior. Cuando baja los puentes, el contor-no no le brinda necesariamente ayuda para la clarificacióny el reordenamiento pacífico, sino que se introduce como unelemento de confusión, que reclama, a su vez, líneas direc-tivas para ordenar el caos. La ciudadela es entonces tran-sitada por «extranjeros», por seres que van y vienen co n susexperiencias sin orden ni concierto. Los habitantes de laciudadela están perplejos. No buscan pelea, sino colabora-ción, pero a su vez son requeridos en el intercambio. En sunuevo vínculo con el mundo deben acomodar visión y com-portamiento, teoría y acción. Ese tiempo es vivido, de modoinsoslayable, como crisis de crecimiento y de adecuación.

La ciencia política estadounidense vivió' los tres tiempos enun orden apenas distinto al expuesto. Por lo pronto, recibióvituallas por dos vías que mantuvo siempre abiertas: la co-mún a toda la ciencia política moderna y la propia de lavida política en su medio. La primera• se abrió desde elmomento en que se desintegraron. en el siglo pasado. los

grandes sistemas filosóficos que habían dominado el pensa-miento occidental. Esa vía fue la que impulsó el nacimientode la ciencia política como disciplina académica. La segun-da se abrió en la década que corre de 1880 a 1890, movidapor las exigencias de la política práctica. Cuando en 1881Charles Kendall Adams, el primer decano de la School ofPolitical Science e le la Universidad de 'Michigan se dirige alos miembros de la nueva Escuela, no menciona siquieralos grandes problemas tradicionales de la po lítica (el poder,la legitimidad, la autoridad, la libertad, las formas de go-bierno, la soberanía) sino los problemas de la vida políticacotidiana de Estados Unidos.'La existencia de la Escuela y de la nueva disciplina, encuanto disciplina queda justificada, a su juicio, por su po-sible contribución a la solución de aquellos problemas. Laciencia política estadounidense no creció en virtud de unaactitud intelectual germinada en su campo (o al menos, nofue éste el motivo principal de su desarrollo), sino corno unarespuesta dinámica a presiones externas. Eso explica su cre-cimiento veloz pero inorgánico, reflejado en los cur riculade los departamentos de ciencia política que se organizanen épocas tempranas, como los de Mchigan, Columbia y

Harvard. Entre las materias que la Escuela habría de ense-ñar, el decano Adams menciona la historia general, la his-toria de las instituciones políticas, la historia europe a, ingle-sa y americana, numerosas materias de política económica,algunas relacionadas con problemas de organización sanita-ria, con la ética política, y por último, crowning the whole,sobre la idea del Estado, la naturaleza de los derechos indi-viduales, sociales y políticos, el gobierno de las ciudades yla diplomacia moderna. Naturalmente, la universidad teníaprevisto añadir nuevos cursos, si las necesidades lo e xigían.Se planteó más tarde el problema metodológico, puesto demanifiesto en la búsqueda emprendida por medio de la teo-ría filosófica, la teoría empírica, la ciencia em pírica, la des-

cripción y aun con el mero auxilio de la práctica. De todasestas vías, la de la ciencia empírica fue la más transitada,

1 Ver en este scntido: Hans J. Morgenthau, •Reflections on theState of Political Science•, en The Review of Politics, 17, octu-bre de 1955. n" -1 .

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pero con el tiempo la ciencia política se sintió llamada arevivir una tradición a la cual la mayoría de los clásicos dela disciplina debían su existencia y su influencia. Esa t radi-ción consistió en una tentativa teorét ica de entender la reali-dad polític a a tr avés de una explicac ión que incluyese pro-posiciones a la vez objetivas y de validez general. Y creceuna rama de la ciencia política que se denomina teoría em-pírica, y que pretende reflejar en términos teoréticos larealidad del mundo contemporáneo. El mundo político plan-

tea, sin embargo, obstáculos formidables para esa manerade aproximársele, obstáculos de índole moral o ideológica. 2Noobstante queda enpie el hecho de quedurante la ma-

yor parte de la historia del pensamiento político occidental,la filosofía política y la ciencia política parecían unidas enlas mismas personas: los grandes filósofos políticos eran tam-bién los grandes científicos políti cos. Sea por la desintegra-ción de los grandes sistemas filosóficos o por la pretensión dedefinir los rasgos de una ciencia salvándola de la crisis ge-neral (o por ambas cosas a la vez), lo cierto es que unbuen sector de la ciencia política contemporánea se yerguecomo «antifilosófico», pro duciendo una dicotomía entre lateoría política y la ciencia política, no solo inconveniente sino

a la postre a bsurda. Inconveniente, por que supone atr ibuira la teoría política un lugar honorífico pero implícitamenteestéril para propósitos prácticos. Absurda, porque la cienciaes teoréti ca, o sencillamente no es ciencia. Podría a ñadirseque tal dicotomía es también peligrosa, dado que alienta aquienes niegan que la c iencia polít ica exista y la reducen afilosofía de la política (con frecuencia enrolada en «una»cierta filosofía, con lo que se termina haciendo ideologíapolítica aunque se clame lo contrario) .Por un lado, teorizar acerca de la políti ca supone pintar uncuadro racional de la escena política, señalando el contrasteentre lo que ella es en la actualidad y lo que tiende a ser(pero nunca será acabadamente). La diferencia entre la

realidad empírica de la política y la teoría de la po lítica essimilar a l a que exi ste entre una fotografía y un retrato. La

2 Ver, en el último sentido, José Nun, «Los paradigmas de la cien-cia política: un intento de conceptualización., en Revista Latino-americana de Sociología, Buenos Aires, 1966, pág. I.

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fotografía muestra todo lo que puede ser visto por el ojohumano; el retrato, máxime si no es de la escuela realista,muestra algo de lo que percibe el ojo humano y mucho dela esencia humana del personaje r etratado, visto a travésde la óptica subjetiva del pintor. Si se toma el concepto deley corno hilo conductor de la reflexión, pueden distinguirsecinco tipos de leyes que concurren a la comprensión del fe-nómeno político : leyes empíricas o experimentales; leyes teó-ricas o teorías; leyes históricas; leyes positivas y leyes mora-les. En este sentido, 3 la ciencia política se sitúa en el segundotipo, en cuanto su objeto es construir teor ías para expl icarlo que ha observado o quiere observar, y que se valoransegún su fecundidad. Y por fin —last but not least—, es

posible considerar que la filosofía política, por una parte, y

la ciencia política, por la otra, son los puntos extremos delcontinuo «el estudio de la política», y que la teoría políticapropi amente dicha se ubica en un punto intermedio. Se en-tiende aquí que tanto filosofía como ciencia son «teorías»,pero «cuando la identificación de una teoría tan definida-mente filosófica o tan definidamente empírico-científica esprecisa, par ece conveniente usar teoría en un sentido menoscomprometido».' De todos modos, la cuestión dista de serclara y como bien señala Sartori, lo que complica la cosano es tanto el hecho de que la ciencia política no sea un•campo homogéneo sino que la filosofía es mu y heterogénea,y si en un país domina una filosofía idealista sumamenteabstracta, por ejemplo, el científico político ti ende a ser con-siderado un «filósofo» político, y donde predomina la filoso-fía empírica, un «politicólogo».Estos Enfoques deben ser entendidos a partir de un mo-mento relativamente preciso en la evolución de la cienciapolítica estadounidense a partir de una historia de dichaciencia que contiene formu laciones teóricas coherentes pro-cedentes del pensamiento estadounidense de los siglos XVIIIy XIX y del notable desarrollo universitario y profesional

de la c iencia po lítica en Estados Unidos.5

3 Colaboración personal de Rafael Braun en reflexiones comunessobre el tema.4 Giovanni Sartori, Aspectos de la democracia, México: Ed. Li-musa-Wiley, 1965, págs. 207 y 209, nota 4.5 Ver Gabriel Almond, «Political Theory and Political Sciences,

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El aporte de los científicos sociales que desde fuera de laciencia política estimulan el desarrollo de la disciplina porvías diferentes, no es visto por Easton como una manera desustituir carencias o dispensar a la ciencia política del es-fuerzo que significa hallar nuevas vías de aproximación alfenómeno político; antes bien, ve en ello el reconocimientode que con demasiada frecuencia las limitaciones de estaciencia comienzan en los individuos que la practican, y ensu constante sensación de inseguridad acerca del objeto,fecundidad y aplicación del estudio sistemático de la po-lítica.

La ciencia política argentina no ha vivido aún en toda suextensión, los «tiempos» que de alguna manera deberá ago-tar en beneficio de su evolución. También en la Argentinala ciencia política necesita aclarar su biografía, antes de em-prender intentos de conceptualización que, corno los de JoséNun, de nuncien cierta «crisis de legitimidad científica» paraproponer el comienzo de una «nueva legitimidad» que nose sabe bien si es científica o ideológica. La Argentina delCentenario vio nacer la Revista Argentina de Ciencias Po-líticas cuyo fundador y primer director fue Rodolfo Rivarola.Se trató, creemos, de la primera tentativa seria de estudiar lapolítica desde una perspectiva científica. Pero la denomina-ción elegida aclara bastante acerca de la óptica del fundado ry de sus colaboradores. La revista era de «ciencias políticas»porque se estaba lejos todavía de un cierto acuerdo en tornode la ciencia de la política, de su objeto y de su método.Rodolfo Rivarola no elude el problema. En las páginas ini-ciales del primer número expresa que la política como cien-cia cobra importancia en «un país acostumbrado a conside-rarla como término de acepciones tan lejanas del conceptocientífico, que personificadas la ciencia y la política se ha-brían mirado —escribe— como dos seres de tan opuestacondición, que ambos no volverían de su asombro al hallarseen el mismo mundo». La realidad política de la Argentinasignificaba, pues, la motivación inmediata de la em presa queRivarola iniciaba. «Pero las dificultades que ha presentado

en The American Political Science Review, LX, diciembre de 1966,n 4.

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y presentará siempre la determinación del concepto de cien-cia política, en lo que comprende y lo que e xcluye —añade—se atenúan con el arbitrio de reunir bajo un término comúnde ciencias políticas, las que más inmediatamente interesana la conservación, función y progreso del.Estado, y a lautilidad que de él se derive en favor de los individuo s.» Poreso le parece que «el derecho, la administración, la econo-mía, la sociología, la historia y la educación son materiales,por lo menos, de la construcción de la ciencia política» eLa notable empresa periodística y cultural de Rodolfo Ri-varola —que de mostraba en qué nivel se hallaban las expec-tativas intelectuales de la Argentina del Centenario— con-tenía sin embargo el germen de una situación paradojal. Seconcibe la necesidad de una ciencia de la política, pero enla práctica se trabaja por una mejor preparación política,social y económica. La relativa precocidad de las «cienciaspolíticas» en nuestro país conduce paradojalmente a laapa-rición tardía de una verdadera preocupación por la cienciapolítica, que todavía debe reivindicar un derecho a la exis-tencia que no se discute a la jurisprudencia, la pedagogía,lapsicología, la historia, la economía, y ape nas a la so ciologíaLos obstáculos que aún debe vencer la ciencia política para

ganarse ese derecho son diversos en su calificación y contenido. En primer lugar, persiste la tentación de asimilarla—cuando no de subordinarla— al derecho constitucional (según uno de los planteos teóricos iniciales, eso significa alcabo mezclar la ley teórica con la ley positiva) y en el me-jor de los casos «revigorizar» el derecho constitucional detal modo qu e parezca «llamado a ser la ciencia política fun-damental, a cuyo alrededor vendrán a o rdenarse las demás».7

Aunquela fórmula se presente con unestilo diferente no se distingue dem asiado, a la postre, de la que formulara sesenta

6 Revista Argentina de Ciencias Políticas (Derecho, Administra-ción, Economía Política, Sociología, Historia y Educación), tomo I,Dirección y Administración en Avenida de Mayo 605, Imprentay Librería de Mayo, Buenos Aire s, octubre de 1910.7 Así en Segundo V. Linares Quintana, «La nueva ciencia políticay constitucional», Biblioteca de la Academia Nacional de Derechoy Ciencias Sociales de Buenos Aires, Serie II —Obras—, n° 3, querepresenta en la Argentina la perspectiva «juridicistas de la cien-cia política'

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«riere atrás Rodolfo Rivarola siguiendo la inspiración del fe-, •undo Adolfo Posada.

)icha óptica opera, a l cabo, coreo un «corsé» para la cienciapolítica, del erial se (les ) re riclió con beneficio innegable laciencia política estadounidense hace muchos años, sin desde-ñar por eso el valor del cusstitution-staking corno instru-mento tradicional de la ingeniería política. Pero la técnicaconstitucional, con seguir siendo indispensable, no provee,per se, fórmulas para un sistema de comunicaciones necesa-rio a l as sociedades de masas o a la sociedad industrial . Elconstitucionalismo restringe o regula el comportamiento delas élitcs estratégicas y tiene más bien presente a los insdel sistema que a los problemas de los outs de una socie-dad de masas." Desde esa perspectiva, nuestras facultadesde Derecho no han incorpo rado la c iencia po lítica, ni si-quiera reducida al mínimo de una mate ria singular, y obvia-mente continúan viendo incluso como inadecuado un acam-po» que reduzca la ciencia política a un esquema «policá-tedra» que incluya las relaciones internacionales, la cienciade la administración y la po lítica compar ada, sin las cualesla disciplina es impensable. 9 Dicha perspectiva ha dominadoel panorama de la formación universitaria en torno de lareflexión científica de la política en la Universidad Nacionalde Buenos Aires, y se ha abierto camino con esfuerzo y nosin distorsiones en universidades del interior, como las deCuyo y Litoral, especialmente.En segundo lugar, cuando se ha logrado soslayar aquellaperspec tiva, se ha pr esentado un obstáculo derivado ta ntode la confusión sobre el objeto y el método, de la cienciapolítica, c omo sobre su aplicación a la re alidad. Hasta nohace mucho tiempo, parecía a algunos indiscutible que laciencia política debía entenderse como una suerte de versiónaplica da de la filo sofía, y desde ese ángulo se concibieron«institu tos» y «doctorados» en algunas universidades pr iva-das. No nos referiremos aquí a la concepción académica delos curricula, qué merecería un párrafo especial pero en estelugar, ocioso. Como tal concepción adhiere habitualmente a

8 Giovanni Sartori, Political Development and Political Engineer-ing, Ed. Harvard College, 1968.9 Ibíd.

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«tina» filosofía en particular, se termina confundiendo cien-cia política con ideología política .Otro e jemplo c laro de las confusiones que es preciso disiparpara posibilitar el progreso de la ciencia política en la Ar-gentina se encuentra al alcance de todo el que quiera leerlos fundamentos del proyecto de creación de un Departa-mento de C iencias Política s en la Universidad de Bu enosAires, que fue tratado y devuelto al autor por el Consejode Rectores en marzo cte 1969. El proyecto estaba destinadoa la «formación de políticos». La confusión que los funda-mentos aludidos ponen en evidencia es casi antológica, perono excepci onal entre nosotros. Significa renunciar a hacerciencia en aras de la ideología o de la provisión de una«clase polít ica», como si el nivel de ésta no dependiese alcabo del nivel de la cultura política de un país, y el adies-tramiento del polít ico —cuya existencia depende de una vo-cación especialísima--- no fuese tributario del estímulo delas circunstancias y de las exigencias de una nación políti-cantcute alfabeta.En terce r lu gar, y habida cuenta de que existen universita-rios correctamente situados respecto del nivel actual de laciencia política, de sus exigencias e incluso de las cuestionesque la asedian, un obstáculo no desdeñable es la tensión en-tre el apresuramiento y el inmovilismo 1 0 Por un lado, es

cierto que la ciencia política, argentina se encuentra, en elmejor de los supuestos, en la adolescencia: eso lla ma a laprudencia. Pero si el llamado es demasiado fuerte y rígido,

contribuirá al inmovilismo, a la dilación y a la preparacióndel tiempo -que-nunca-llega, porque nadie ap rende a cami-nar bien sin tropiezos, y nadie ayuda a mejorar la marchadel que renuncia a a ndar. Sobre todo cuando la Argentina,dotada de una comp leja cul tura po lítica, padece e l subde-sarrollo político.

Carlos A. Floria.

Buenos Aires, 1969.

10 Giovanni Sartori, La Scienza Politico, Mlán, 1967.

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Introducción: estrategias alternativasen la investigación teórica

David Easton, Universidadde Chicago

Se ha afirmado a menudo que las guerras no alteran el

sesgo básico de las tendencias intelectuales políticas, sino quese limitan a postergar o modificar lo que de todos mo-dos habría ocurrido.' Sea ello cierto o no en todos los ca-sos, el hecho es que la segunda guerra mundial marcó unpunto decisivo en la historia de la ciencia política; diez omás años después de haberse producido dicho acontecimien-to, tropieza todavía con resistencias para ser reconocido. Esindudable que antes de esa guerra existían ya algunos indi-cios de las pautas que habría de seguir en el futuro la evolu-ción de la teoría en ese ámbito; pero con posterioridad a1945 se puso en acción una serie de nuevas corrientes,cuyo descubrimiento antes de esa fecha habría puesto a prue-ba el ingenio del observador más esmerado y con mayor

insight. Entre esas innovaciones hallamos un cuerpo deteoría política en lenta expansión, no comparable con nadade lo que lo había precedido en los dos mil años anteriores.Antes del co nflicto la teoría comprendía casi ex clusivamentefilosofía moral en sus diversas formas o, a lo sumo , la histo-ria y análisis de los sistemas morales de los grandes pensado-res políticos del pasado. Solo se vislumbraban muy vagosatisbos del tipo moderno de teoría. Para la mayor parte delos estudiosos de la política, lo poco que ex istía era apenas re-conocible com o tal; raras veces se lo identificaba y rotulabacon claridad.En cambio, a partir de la segunda guerra se fue acumulan-do paulatinamente un grupo, pequeño pero preciso, de esta

nueva especie de indagaciones teóricas que denom inaremosteoría descriptiva o em pírica.

1 Para los efectos de las guerras sobre las ideas básicas véase J. U.Nef, War and Human Progress, Cam bridge, Mass.: Harvard Uni-versity Press, 1950.

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La teoría empírica dista mucho de ser homogénea; varíanotablemente en su alcance y grado de abstracción. En granmedida se limita a hipótesis muy restringidas sobre pequeñossegmentos de la conducta política; o bien aborda diversosámbitos algo más amplios de fenómenos, como los que ha-llamos en determinados co njuntos de instituciones políticas;por ejemplo, en los partidos, en la conducta administrativao en las opciones electorales. Pero la innovación más nota-ble y promisoria está vinculada con todo el dominio de lainteracción política, al que intenta esclarecer. La nuevateoría, que tiene especial importancia para la ciencia políti-ca, procura sistematizar e imprimir coherencia y direccióna toda la disciplina. Representa en la ciencia política lo queen otros campos —por ejemplo, la economía o la sociolo-gía— se ha denominado teoría general, en oposición a lateoría parcial o especial. 2La teoría moderna, en forma de teoría general, cumple va-rias funciones significativas. Sirve de guía para la investiga-ción empírica resumiendo lo que se haya descubierto hastael momento y sugiriendo la procedencia o significación delas nuevas investigaciones propuestas. Actúa como medioeconómico para almacenar y recuperar cuerpos mayores deinformación, aparentemente inconexa, sobre la conductapolítica. Pero sirve, además, como incentivo para la crea-ción de nueva información en tanto que, sobre la basede sus proposiciones teóricas, puedan efectuarse operacioneslógicas que extiendan los horizontes de nue stra comprensióny explicación. En esta misión estriba su potencial verdade-ramente creador y del que cabe esperar los mayores frutos,así como que se afiance cada vez más en la ciencia políticaa medida que la indagación teórica se afirme a su vez yadquiera un mayor afán de audacia innovadora.Aunque en las décadas transcurridas desde entonces, la teo-ría política moderna ha alcanzado una importancia conside-rable, apenas está en los comienzos. Pero a pesar de su exi-güidad, constituye una ruptura con el pasado de cuya gran-diosidad solo lentamente van tomando conciencia los poli-

2 En mi Esquema para el análisis político (Buenos Aires: A morror-tu Editores, esp. cap. 1), se hallarán extensos comentarios sobre estanueva teoría.

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ticólogos. Todavía no nos hemos percatado bien de que,como parte de la revolución general que se opera en elárea de los métodos y las técnicas —de ordinario denomi-nada estudio de la conducta política—, la ciencia políticaexperimenta también en el campo de la teoría una revolu-ción de proporciones e importancia análogas.

El impacto de la revolución teórica

Las implicaciones de esta revolución teórica son diversas yprofundas. Para poder apreciar cabalmente la importanciade los ensayos reunidos en el presente volumen será conve-niente explorar algunas de ellas.

La teoría y «el mito de la metodología»

La revolución de la teoría política da fe de que en la cienciapolítica hemos podido enderezar directamente nuestros es -

fuerzos a la construcción sustantiva de la teoría. Este asertopuede parecer peregrino, ya que es de presumir que una vezacometida la tarea de elaborar la teoría, no parece que pu-diéramos elegir otro camino. Pero lo cierto es que no lle-gamos a darnos perfecta cuenta de las distracciones y movi-mientos inútiles que por suerte nos hem os ahorrado.A diferencia de lo que ocurrió en sociología o psicología,cuando a la ciencia política se le abrieron de par en par laspuertas del método científico, logró evitar un largo y labo-rioso período en que sus esfuerzos teóricos podrían haberquedado sepultados en «el mito de la metodología», comollegó a denominárselo.3 Hemos podido aprovechar la his-toria de otras disciplinas, donde la teoría se deslizara con

excesiva facilidad del análisis sustantivo a la discusiónme-todológica. A menudo, la metodología se colocó el disfraz

de teoría. Al explorar las diversas alternativas teóricas quese ofrecen a la ciencia po lítica, hemos logrado distinguircla

Abraham Ki.plan, The Conduct of Inquiry San Francisco:Chandler Publishing Co., 1964, pág. 24.

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rat ter te. en general. entre la metodología y el tratamientosustantivo de los problemas teóricos, asignando a cada unade estas cuestiones el lugar y el peso (pie le corresponde.Esta com prensión autoconsciente de la diferencia entre teo-ría sustantiva y análisis rnetodológico corrió pareja con larelativa importancia atribuida a la recopilación rigurosa dehechos con respect o a la te orización. La insuficiente distin-ción entre la discusión metodológica y el análisis teórico ibaacompa ñada muy a menudo de un énfasis indebido en la re-colección rigurosa de datos, no dirigida por criterios teóricos

de relevancia; una reforzaba la otra. La preocupación me-todológica llevó a exp erimentar c on diversas técnicas parala recolección de datos utilizables; la cantidad de tiempo yde trabajo invertidos en la recopilació n de datos, alentaba laexploración continua de los métodos empleados y sus conse-cuencias implícitas. En el período que se extiende entre lasdos guerras mundiales, la recopilación de hechos no regu-lada por la teoría —lo que yo denominé «hiperfactualismo»en otra oportunidad- 4 llegó a su punto culminante en latotalidad de las ciencias socia les.Aunque el método científico no hizo su aparición en la c ien-cia p olíti ca hasta después de la segunda guerra m undial, ya pesar de lo impresionista de nuestros procedimientos, nues-

tra disciplina participó también del hiperfactualismo en elperíodo que va desde 1920 hasta 1940. Mas cuando llegóese momento, no cometió los pecados en que incurrieron lasdemás ciencias sociale s. Los error es por e lla co metidos. lesirvieron de lección.A fines de la segunda conflagración mundial se iniciabaotra er a para estas últimas: el hiperfactualismo había sidoobjeto de rudas críticas, y ya estaba en declinación. Con estenuevo espíritu, a medida que los politicólogos fuimos hacien-do cada vez más lugar al método científico, pronto estuvimosen condiciones de apreciar los peligros que nos acechaban sipretendíamos fortalecer nuestras técnicas empíricas de re-colección e interpretación de datos sin verificar a l prop iotiempo la relevancia y significación de los resultados, porreferencia a una teoría empíricamente orientada. Las con-

4 David Easton, The Political System, Nueva York: Alfred A.Knopf, Inc., 1953, págs. 66 y sigs.

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secuencias de haber prescindido de la teoría eran demasiadomanifiestas como para hacer caso omiso de ellas. De esta

suerte, si bien la ciencia política había atravesado una fasehiperfactual en su período precientífico, una vez que huboentrado de pleno en su e tapa científica comenzó a abandonaresa tendencia.Incorporados plenamente al dominio del método científicocuando se operó la llamada revolución conductista, 5 tuvi-mos la suerte de poder seguir un rumbo doble pero paralelo.Alcanzamos el éxito afilando nue stras herramientas de inves-tigación empírica y sosteniendo a la vez en los m ás altos ni-veles conce ptuales nuestra interpretación sustantiva, teórica.No hemo s considerado necesario ni convenien te sustituir losaportes teóricos por la discusión metodológica ni cometido elerror de tomar por comprensión y conocimiento ex plicativosel acopio riguroso de hechos.

El vínculo entre la teoría y la investigación

Esta revolución teórica tuvo otras consecuencias vitales acer-ca del lugar que ocupa la teoría en la estructura total de ladisciplina. Desde tiempos inmemoriales, la teoría política

pretendió servir, dentro del seno de la ciencia política, comoguía intelectual. Por razones a que nos referimos en otraparte, es cuando en la primera mitad de este siglo la cienciapolítica comenzó sus tanteos en la dirección de una cienciarigurosa (buscando ex plicaciones más q ue afirmando precep-tos), la preocupación de la teoría tradicional por la evalua-ción moral y por la historia de las ideas contribuyó a que elsubcampo de la teoría política se divorciara de la corrienteprincipal de investigación. En la actualidad, por el contra-rio, por primera vez en e l siglo, la aparición de una teoría deorientación empírica muestra síntomas' promisorios de uncomienzo de consolidación teórica del liderazgo intelectual.

5 Véase un examen completo de esta cuestión en David Easton,eThe Current Meaning of "Behavioralism" in Political Science»,

en The Limits of Behavioralism in Political Science, comp. J. C.

Charlesworth, Filadelfia: American Academy of. Political and SocialScience, 1962, págs. 1-25.6 Easton, The Political System.

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Precisamente a medida que se perfeccionan y agudizan cadavez más las técnicas de investigación rigurosa, la nueva teo-ría política define su propia tarea de modo de brindar pro-posiciones verificables, en definitiva, por medio de estas mis-mas técnicas. La teoría procura correr pareja con la inves-tigación empírica. De mayor importancia aún es el hechode que la teoría moderna intente seguir la gran tradición dela teoría moral, planteando cuestiones fun damentales acercade la índole de la indagación política y el rumbo que ha detomar, aunque ello significa, en verdad, indagar a fondo enla índole y rumbo de la nueva investigación científica, amedida que ésta se extiende a la disciplina en conjunto.Salta a la vista que la teoría moderna ha comenzado a ac-tuar ya como principal y severo disolvente de las nume rosassuposiciones que prevalecen incuestionadas en la investiga-ción empírica. Se han descubierto nuevas dimensiones de lavida política, se han propuesto nuevas unidades de análisis;nuevas conceptualizaciones generales de la disciplina hansido creadas, sugiriéndose nuevos objetivos para la investi-gación. La teoría ya no marcha a la zaga sino que procuraestar a la vanguardia de la inve stigación.

La teoría moderna como vínculo con lasciencias sociales básicas

Desde la larga perspectiva de la historia, tal vez el principalaporte de esta revolución teórica sea el hecho de conquistarpara la ciencia política un lugar permanente en las filas delas llamadas ciencias sociales básicas. La cien cia política nosiempre fue aceptada de este modo. En un pasado reciente,por ejemplo, científicos sociales pertenecientes a otras disci-plinas abrigaban fuertes dudas sobre el lugar que ocupa enel concierto de la ciencia social, llegando a veces al extremode interpretarla como mera área de aplicación del conoci-

miento básico adquirido por las demás ciencias sociales. Paraellos, se trataba más bien de un ámbito de conocimiento apli-cado que de conocimiento teórico.?

7 Véanse Talcott Parsons, The Social System, Nueva York: FreePress of Glencoe, Inc., 1951, págs. 126-27; El sistema social, Ma-

Debido a sus nuevas tendencias, la ciencia política está lle-

gando por vez primera a una cabal apreciación de su propiostatus teórico, equivalente en cualquier aspecto al de lasdemás ciencias sociales. Si bien en el pasado podía caracte-rizar un área institucional de interés diferente de la de otrasdisciplinas, le resultaba difícil demostrar que su compren-sión de los fenóme nos políticos poseyera una coherencia teó-rica tan definida como las interacciones políticas mismas.Tales precisamente lo que tuvo que hacer la teoría moderna afin de establecer su propia validez y justificar su propia exis-

tencia como área de indagación.Dicho de otro modo: una de sus principales tareas consistióen identificar una serie de conductas que pudiera presen-tar como políticas y, de esta suerte, construir un sistemaanalítico o teoría que contribuyera a explicar la realidadconductal. Una teoría política no es más que un sistemasimbólico útil para comprender sistemas políticos concretosoempíricos. Puede discutirse si logró o no inventar realmenteun sistema conceptual que explique el funcionam iento delossistemas políticos; pero lo indiscutible, aun e n esta fasetem-prana del desarrollo de la teoría política moderna, es quela ciencia pol ítica se ha percatado de su propia autonomíateórica potencial, es decir, que posee la capacidad de crear

su propia teoría general aplicable a los fenómenos que nor-malmente se incluyen en su dominio. En este sentido esunaciencia teórica básica equivalente en cualqu ier aspecto a lasotras ciencias sociales principales.De ello no se infiere necesariamente que, en cuanto área deconocimiento, la ciencia política sea independiente de lasdemás disciplinasy, en consecuencia, pueda explicar los fe-nómenos políticos sin referencia a las demás esferas princi-pales de la conducta. En la actualidad puede darse porcierta la interrelación de la conducta y de la mayor par-te del conocimiento. Mas afirmar que la ciencia políticase ha convertido en una disciplina teóricamente autónomasignifica que podemos conceptualizar el tema principal dela

ciencia política de suerte que las teorías de la interacciónpolítica tengan igual status que las teorías de la cultura, la

drid: Revista de Occidente, y H. L. Zetterberg, Sociology in the

U. S. A., París: UNESCO, 1956, págs. 45-46.

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economía, la estructura social y demás modos básicos de in-teracción social.Sugerir que sea el mero campo de aplicación del conoci-miento básico adquirido en otras disciplinas para la com-prensión de las instituciones política s, resulta a esta alt urainaceptable. Por el contrario, gracias a la nueva óptica de lateoría política podemos corroborar una verdad fundamental:que to da disciplina penetra en un aspecto singular, au nqueinterrelacionado, de la vida social, no menos «fundamental»que cualquier otro de los aspectos que integran la compren-

sión de la interacción social en su totalidad.

El camino hacia la integración de las disciplinas

Una notable consecuencia de la revolución teórica operadaen la ciencia política es que abrió las puertas a una relaciónnueva y más significativa entre ella y las restantes discipli-nas. En el pasado, todo lo que p odía afirma rse respecto dedicha rel ación es que tomaba de las demás los hallaz gos ymétodos y los aplicaba para una mayor comprensión de losfenómenos políticos. En realidad, los métodos de investiga-ción se presentaban típicamente, a la manera antigua, comopsicológicos, sociológicos, históricos, etc. En la práctica, pocoera lo que se tomaba prestado en materia de técnicas. A losumo, se importaban limitadas cantidades de datos y ha-llazgos de otras disciplinas a fin de atenuar los supuestos queservían de base a las interpretaciones políticas. En esencia, amedida que las ciencias sociales se aleja ron de su disciplinamadre, la filosofía, y a medida que aumentaba la especia-lización profesional hacia fines del siglo XIX ., la cienciapolít ica tendió a seguir, má s que ninguna otra, u n caminoaparte. Conservó su primitiva asociación íntima con la filoso-fía y se mostró indiferente, si no hostil, a mu chas de susdisciplinas vecinas. Durante la mayor parte de la primera

mifad del siglo XX siguió su m archa prá ctica mente en unespléndido a islamiento.Mas con el crecimiento de la teoría empírica, comenzó aechar nuevas y profundas raíces en las demás ciencias so-ciales. En parte, estos nuevos vínculos proceden de los es-

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fuerzos de sus propios estudiosos por fortalecer la base teó-rica ele la disciplina.Uno de los rasgos peculiares de su desarrollo, comprensiblesi se tiene en cuenta su prolongada conexión con la filoso-fía, es que no fue mucho lo que pudo cultivar en forma deteoría general partiendo de sus recursos propios internos. Nossentiríamo s tentados a negarlo, seña lando una sola pero no-table excepción — -el análisis del equilibrio—, tal como sur-giera en el enfoque grupal de la p olíticas Mas aun éste ledebe mucho a la sociología y a los teóricos grupales alema-nes y austríacos de fines del siglo pasado, en particular ala interpretac ión que dieron a sus ideas Albion Small y otro sen Estados Unidos. Pero, además del análisis de grupos, quepodría interpretarse como producto de una filosofía plura-lista más que de la sociología de grupos y, por consiguiente,como producto autóctono de la ciencia política, dentro deesta última se practicó muy poco la teorización general detipo empírico.Carente de una tradición en la cual pudiera inspirarse parala innovación teórica, es comprensible que la ciencia políticacomenzara a buscar ayuda en las demás ciencias socialescuando irrumpió en ella la revolución científica, en especialsi atendemos al rápido ritmo de cambios internos que af ron-tó, e n general, desde la segunda guerra mundial. Por estarazón, a diferencia de otr as disciplinas, no tuvo tiem po pa raespecular sobre diversas alternativas generadas independien-temente, o para avanzar paso a paso, sobre la base de en-sayos y errores, hacia un acuerdo mínimo en unos pocosenfoques promisorios, seleccionados de un cuerp o de expe -rimentaciones más amplio. Por el contrario, al echar unamirada retrospectiva se observa que en el intento de con-ceptualizar nuestra disciplina exploramos, como es lógico,los modelos teóricos de otras (tanto naturales como sociales),en especial en los casos en que tales modelos ayudaban aalcanzar ese nivel de amplio autopercatamiento y organiza-ción que se espera de un campo científico maduro. Aunqueno fuera por otras razo nes, el apuro y la necesidad nos im-pusieron esta estrategia.Por medio de ese préstamo teórico ex plícito com enzó a

8 Véase Easton, The Political System, cap. XI.

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producirse, siquiera en alguna medida, la interpenetraciónde la ciencia política con las demás disciplinas. Las teoríassobre toma de decisiones del campo de las organizaciones, elenfoque estructural-funcional de la antropología y la socio-logía, la teoría de la acción de la sociología y los análisis desistemas de las ciencias de la comunicación, ofrecieron susvastas reservas de conceptos bastante bien desarrollados, yaun, en m enor proporción, de teoremas que parecieron con-vincentes a los estudioso s de la ciencia política."Mas la integración de la ciencia pol ítica con otras discipli-nas no quedó librada solamente a su propia iniciativa; losestudiosos de las otras ciencias sociales contribuyeron a ace-lerar el proceso. Y esto nos lleva a un fenómeno extraño enlos anales de la ciencia, del que se ocupa el presente vo-lumen. Ha habido científicos sociales ajenos a nuestro cam-po que se sintieron obligados a inventar nuevos expedientesteóricos para conceptualizar la pol ítica en su conjunto. Nocabe duda de que cuando se escriba la historia de las cien-cias sociales se pondrá ele relieve la extraordinaria natura-leza de esta afluencia a la ciencia política de modelos teóricosprocedentes de disciplinas adyacentes. Sociólogos, econo-mistas y antropólogos, entre otros, se dedicaron a sistem ati-zar el estudio de los fenómen os políticos, en un alto nivel degeneralidad teórica, como demostrarán ampliamente los en-sayos incluidos en la presente obra.Muchas son, sin duda, las razones para que otros científicossociales se sintieran tentados a acometer una tarea que laciencia política tanto tardaba en abordar por sí misma. En-tre ellas, parece descollar la creciente gravedad que asumela crisis política del mundo moderno. La sustitución de laprimacía económica por la política en Estados Unidos y enla mayor parte de los países desarrollados, no podía menosque inculcar en muchos estudiosos las ineluctables conse-cuencias de la política con respecto a los restantes aspectosde la sociedad. En la actualidad se ha vuelto cada vez másevidente que la comprensión mínima de los fenómenos queestán en el centro de los intereses de las otras ciencias so-ciales se aceleraría si pudiera dársele forma sistemática al

9 Véanse más comentarios al respecto en Easton, «The CurrentMeaning of "Behaviora lism" in Politic al Science».

saber existente sobre la con ducta política. Tales ciencias de-bieron aguardar muchas décadas a que la ciencia políticacomenzara a facilitarles esta con ceptualización ge neralizadade sí misma; ello explica la impaciencia de los estudiosos deesas disciplinas, decididos finalmente a encargarse ellos mis-mos de e stas cuestiones aunqu e la falta depericia entorpezcasus esfuerzos.El espíritu de gremio que imperaba en las disciplinas antesde la segunda guerra mundial habría hecho exclamar a unestudioso de ciencia política que apreciara su honor profe-

sional: «¡Alto! ¡Entrada prohibida! Estos terrenos están re-servados a los profesionales de la ciencia política.» Pero sibien hay todavía quienes emplean ese lenguaje, la mentali-dad de la época ha cambiado en forma espectacular. Cadavez nos hacemos más a la idea de que som os parte integrantede la empresa científica total, que pre tende llegar a com-prender al hombre en sociedad.En este nuevo espíritu, presente desde la segunda gran con-flagración, se han construido muchos puentes para conectarla ciencia política con las demás disciplinas en todos los ni-veles, desde el meramente empírico hasta el más amplionivel teórico. Las ciencias sociales comparten ahora muchastécnicas y teoremas, y hasta su capacitación para la investi-gación tiene aspectos comunes. Poco que da en la ciencia po-lítica del antiguo temor de que las incursiones de los demásprovoquen pérdidas intelectuales; por el con trario, comienzaa prevalecer la convicción de qu e esas invasiones puede n serbeneficiosas para todos. Resulta poco razonable, pues, opo-nerse a que estudiosos de otras ciencias sociales, presententeorías de la política, simplemente porque traigan con sigo untipo de conocimiento y una pericia diferentes. Esta nuevaactitud, que favorece el creciente intercambio de ideas entrela ciencia política y las demás ciencias so ciales, recibe estí-mulo, como vemos, tanto desde fuera como desde dentro delcampo.

Teorías de otros campos

Estas observaciones nos llevan directamente al contenido deeste volumen. A medida que teóricos de otras disciplinas

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comenzaron a referir el poder de sus propias categorías a losfenómen os políticos, hemos adqu irido, en forma casi imper-ceptible, un repertorio considerable de estrategias alternativaspor seguir para la construcción de la teoría general. Esos en-foques «externos» de la teoría política son ciertamente dignosde atención, aunque sólo sea porque representan el pensa-miento de distinguidos especialistas de otros campos. Peroademás, teniendo en cuenta que el empleo de cada una deestas categorías teóricas tiene una historia dentro de su res-pectiva disciplina, en estos ensayos podemos verlas aplicadasa los fenómenos políticos con la flexibilidad y sensibilidadpropias de los estudioso s familiarizados totalmente con ellasen o tras esferas.

El "contenido de este volumen

Los ensayos que integran este volumen son una muestra detipos de teorías originadas fuera de la ciencia política desdela segunda guerra mundial, y que representan aportes su-gestivos y penetrantes para la organización sistemática delconocimiento político. Los hemos reunido porque tenemosla impresión de que los estudiosos de la ciencia política todavía no se han percatado por completo del grado en quealgunas disciplinas adyacentes incluyen fenómen os políticosen el contexto de sus propias teorías. Tampoco somos cons-cientes de la con siderable diversidad de alternativas ya exis-tentes, diversidad que presumiblemente irá en aumento, porlo menos hasta que la propia ciencia política haya pro-porcionado m ás alternativas útiles, no solo para sus propiosfines sino también para las necesidades de las demás dis-ciplinas.En el título de esta Introducción he denominado «estrate-gias alternativas en la investigación teórica» a los ensayos quefiguran en el presente volumen. Si quisiéramos podríamosdenominarlosteorías, como me tomé la l ibertad de hacerlocuando parecía exigirlo el contexto de esta Introducción.Mas apenas necesitamos recordar, en estos momentos en quela teoría empírica es sometida a una revisión tan completaen la ciencia política, que en las ciencias sociales en con-

junto, la teoría, en cualquier sentido ideal del término, estodavía poco conocida. No es indispensable, por consiguien-te, que atribuyamos a estos trabajos la condición de teoríasen sentido estricto; basta con que los consideremos comoprogramas de análisis que, en circunstancias apropiadas.pueden convertirse en teorías definidas con mayor rigor.Estos trabajos (exceptuando el mío) fueron presentados enun grupo de estudio de la reunión anual de la AsociaciónNorteamericana de Ciencia Política, celebrada en la ciudadde Nueva York en septiembre de 1963. En mi calidad de

presidente de la Sección de Teoría Política de dicha reunión,se me o currió útil reunir algunos de los enfoq ues alternativosde la teoría política general que se habían ido desarrollandoen silencio fuera de la ciencia política. La asistencia extra-ordinariamente numerosa con que contó la sesión principaldel grupo de e studio dedicado a estos trabajos, constituyólaprueba del interés que despertaron estos problemas teóricosy sus distinguidos voceros.Aunque estos ensayos no agotan las posibles estrategias ex-ternas para el análisis político, incluyen a la mayoría de lasmás significativas. Los tres primeros tienen como punto departida aquella amplia esfera teórica que adopta como con-ceptos centrales la toma de decisiones o los procesos de elec-ción individual y social. No obstante, son sus diferencias lasque cen tran nuestro interés.Para Herbert A. Simon la teoría organizacional provee lamatriz teórica que le permite concluir que la adopción dedecisiones no es «un aspe cto muy especializado del procesopolítico... sino su núcleo». James M. Buchanan entiendetambién que el proceso de efectuar selecciones es un fenó-meno capital, pero se pronuncia en favor de lo que él de-nomina «modelo individualista», que representa una delibe-rada «ampliación de los instrumentos, métodos y procedi-mientos utilizados por el economista».James G. M arch, centrado asimismo en las decisiones, derivaempero, pdr el énfasis que da a su pensamiento, a u n análisisde la utilidad de la concepción del poder, tan antigua en laciencia política. Si bien, como él mismo dice, «las consecu en-cias inmediatas para las teorías generales de la sociedad.. .son probablemente de poca monta», tal vez subestime la

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1. La investigación política: el marcode la toma de decisiones

Herbert A. Simon, Instituto Carnegie de Tecnología

las otras. He ahí una fuerza no considerada suficientementey que trabaja en favor de la unidad disciplinaria.Examinando las relaciones existentes entre la ciencia políticay las teorías relevantes externas a ella, recordamos que entodas las edades ciertas pautas teóricas dominantes se infil-traron en todas las esferas básicas del saber. Pero si esaspautas llegaron a ser dominantes, no fue en virtud de unafuerza mística, etérea, sino porque de hecho una disciplinalas tomaba de otra adaptándolas a sus necesidades. Durantesiglos, la mecánica new toniana perduró como m odelo teórico,tanto de las ciencias sociales como de las naturales. Las teo-rías evolucionistas de Darwin invadieron todos los reinos delpensamiento en la segunda mitad del siglo XIX. De modoanálogo, la cibernética —la ciencia de la comunicación y delcontrol— o, en su más amplia concepción, el análisis de siste-mas, se ha extendido en la actualidad a todos los recovecosde la empresa intelectual.Podemos considerar, pues, que el estímulo externo a unadisciplina es u no de los mecanismos principales para la difu-sión de pautas teóricas. En virtud de ello, dicho estímuloconstituye también un medio vital para mantener a todaempresa intelectual científica unida a las demás en algunaespecie de marco unificado mínimo.Por consiguiente, reparandoen las conceptualizaciones de lapolítica tal como aparecen en otras disciplinas. compren-demos mejor el modo como la ciencia política. gracias a surevolución teórica, pasa a formar parte de una empresade más envergadura, como es en la actualidad la ciencia.Esta es en sí misma una de las razones fundamentales paraclasificar las :teorías como lo hicimos. Pero además este enfo-que no s permite aprovechar nuestro conocimiento acerca delmodo en que la teoría tiende a diseminarse por todas lasdisciplinas, independientemente de los límites formales yde las especialidades. En la medida en que seamos capaces deelevar este proceso a un n ivel de conciencia más alto, estare-mos en mejores condiciones para comprobar la relevanciade las ideas teóricas prevalecientes en toda un a época, cual-quiera que sea su o rigen, a fin de comprender los problemascapitales de la po lítica.

Al identificar diversos «enfoque s» para la investigación po-lítica, no deben considerárselos mutuamente exclusivos, ymucho m enos antitéticos. La rcific.ación de frases popularessolo lleva a disputas metodológicas estériles. Mis comenta-rios no cambiarían mucho si para designar lo que mepIopongo decir hubiese empleado los rótulos «teoría de laacción», «teoría de los juegos», «teoría económ ica» o «teoríade la influencia». Mi intención es poner de manifiesto loque tienen e n común diferentes marcos más que distinguirlos.Al hablar de toma de decisiones no hago referencia a unaspecto sumamente especial del proceso político, sino a sunúcleo. Votar, legislar, juzgar y administrar se han conce-bido siempre como procesos de toma de decisiones; los ins-trumentos del análisis político —históricos, legales y conduc-

tistas---- fueron adaptados al análisis de la decisión. El em-pleo de un marco de toma de decisiones para la investigaciónpolítica no constituye, pues, una novedad; antes bien, repre-senta un desarrollo continuado a lo largo de los mismoscaminos que se siguen desde los primeros tiempos de la cien-cia política.

Explicación de la toma de decisiones

¿Qué significa «explicar» la conducta de toma de decisio-nes? ¿Qué preguntas formulamos sobre los fenómenos, y quérespuestas aceptaríamos? No existe un significado simpleo único del término explicación. Por consiguiente,en lugarde adoptar un punto de vista general adoptaré uno par-ticular, que demostró ser especialmente fructífero para el

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análisis de esta cuestión. Lo presentaré valiéndome de dosejemplos bastante diferentes.Consideremos en primer lugar una serie de encuestas deopinión, realizadas con un conjunto de ciudadanos duranteuna o varias campañas electorales. En la encuesta inicialse formularán numerosas preguntas tendientes a «ubicar» alos interrogados en el sistema social según su edad, sexo,ocupación, ingresos, educación, raza, religión y origen na-cional y étnico. También puede pregun társeles sobre su con-ducta política anterior y acerca de actitudes anteriores yactuales relativas a problemas y candidatos. En cada encuestasucesiva puede interrogárseles respecto de sus preferencias ocómo se proponen votar, y acerca de sus actitudes con re-lación a los problemas planteados. También acerca de suspautas de comunicación política: su exposición a dicha co-municación y su comienzo en la actividad política. Pocosde los estudios efectuados sobre votación fueron tan com-pletos como el que expongo, que tal vez constituya un tipoideal. No obstante, algunos se han aproximado a este idealen los últimos tiempos.1Independientemente de que la secuencia de encuestas seamás o menos completa, lo que me interesa son las pregun-tas que desearíamos que se contestaran con su ayuda. Pro-pongo que consideremos los fenómeno s como «explicados»si podemos presentar un conjunto relativamente simple dereglas o «leyes» invariables que nos permitan predecir lasrespuestas a todas las preguntas de las encuestas en el mo-mento t basados en nuestro con ocimiento de las respuestas alas preguntas de las en cuestas anteriores at; y en consecuen-cia, predecir cómo se votará realmente, cómo se efectuarála comunicación u otras conductas políticas de los interro-gados en el momento t, sobre la base de la informaciónreunida antes de t. 2Dicho de otro modo: queremos una teoría dinámica vale-dera, dando al término dinámica exactamente el mismosentido que se le da en el campo de la mecánica. Esto noes una aclaración en el vacío, pues las leyes de la dinámica

1 B. R. Berelson, P. F. Lazarsfeld y W. N. McPhee, Voting, Chi-cago: U niversity of Chicago Press, 1954.2 Berelson y otros, Voting, págs. 280-86.

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tienen una forma bien específica. No se limitan a exponercómo es el mundo en un momento dado, sino que establecenuna relación entre el modo como es el mundo en un mo-mento inicial, verbigracia to, y en un momento posterior, t 5

Así por ejemplo, las leyes newtonianas solo nos permitenpredecir dónde estarán los planetas a condición de quesepamos dónde están y dónde estuvieron. En particular,diciéndonos cuáles serán las aceleraciones en función de laposición actual de las partes del sistema, nos brindan la posi-bilidad de calcular las posiciones futuras a partir de lasaceleraciones y velocidades actuales.No todas las leyes físicas son leyes de la dinámica. Porejemplo, en un sistema mecánico en reposo sobre la super-ficie de la Tierra, el centro de gravedad ocupa la posiciónmás baja compatible con la libertad de m ovimiento del siste-ma. Esto equ ivale a establecer cómo es el m undo en cualquiermomen to en que se e ncuentre en eq uilibrio estático: la posi-ción de equilibrio es independiente (por lo menos mientrasrija esta ley) de la historia anterior del sistema.La mayorparte de las leyes físicas son, sin embargo, leyes dinámicas, yla mayor parte de las leyes estáticas son casos especiales —ca-sos de eq uilibrio— de leyes dinámicas más gene rales.Este estado de cosas — el predominio de la dinámica— no esuna cuestión de preferencia estética de cada científico. Enrealidad, sería mucho mejor para todos que la naturalezapudiera explicarse estáticamente. Los griegos lo intentaron:las cosas se comportan según su naturaleza; los cuerposligeros suben, los pesados caen, y todo busca sulugar apro-piado en el mundo. La única dificultad de esta explicaciónera que no servía: de ahí Galileo y Newton. Las leyes inva-riables más simples que realmente explicaban los fenómenosobservados resultaron ser las leyes dinámicas, las ecu acionesdiferenciales, no las leyes estáticas.La tarea consiste, pues, en exponer en forma dinámica lasleyes sobre la votación: explicar el voto o intención devotar en el momento t 1 como función (simple) del estadodel interrogado en el momento t o y de los acontecimientosque influyeron sobre él entre t o y t i . Existen ya, como esnatural, varios modelos teóricos que tienen precisamente estaestructura: los modelos en cadena de Markoff y los esque-

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mas afines ideados porT. W . Anderson, James Coleman yWilliam McPhee, investigadores que trabajan en la Ofi-cina de InvestigaciónSocial Aplicada de la Universidad deColumbia. Por ahora sus modelos nos servirán como ejemplodel tipo de esquema ex plicativo que tengoen mente.3Mi segundo ejemplose refiere a una secuenciade decisionesde política exterior: las con cernientesa la crisis de Qu emoy,tal como fueran analizadas por C. A. McClelland. 4 Tam-bién en este caso se ofrecen pocas perspectivasde hallarprincipios invariablessimples que predigan «qué decidirán

los actores». Mucho me nos alejadode la realidad es suponerque podemos encontrar principios relacionales de esa ín-dole que predigan las próximas decisiones de los actoresen función del desarrollo de la situación hasta un momentodeterminado. Así, por ejemplo,McClellandidentifica cuatroocasiones principalesde decisión en dicha crisis, cada unade ellas definida porla situación creadaa causa de las ante-riores decisiones(de ambas partes) y por los acontecimientos.Aquí debemos repetir que más de una vez se construyeronmodelos dinámicos para situacionesde esta especie. En ma-teria de política exterior podernos remontarnosal modelomatemático clásicoe pionero dc Richardson sobre una ca-rrera de armamentos.5 He preferido corno ejemplola micro-estructura de la crisis de Quemo y enlugar de la macroestruc-tura de una carrera de armamentos para hacer hincapié enque la construcción de teorías dinámicas no se limita asituaciones fácilmentecuantificablcs o matematizables en sen-tido clásico.En el caso de la carrera de armamentoso de losmodelos dinámicos formalesde la conductaelectoral, la con-ducta por expl icar se describe, enfunción de dimensionesy

3 Véanse, por ejemplo, T. W . Anderson, «Probability Models forAnalyzing Time Changes in Attitudes», en Mathematical Thinkingin the Social Sciences, comp. P. F. Lazarsfeld, Nueva York: FreePress of Glencoe, Inc., 1954; W. N. McPhee, Formal Theories ofMass Behavior, Nueva York: Free Press of Glencoe, Inc., 1963, yJ. S. Colema n, Introduction to Mathematical Sociology, NuevaYork: Free Press of Glencoe, Inc., 1964.4 C. A, McClelland, «Decisional Opport unity and Polit ical Con-troversy: The Quemoy Case», en The Journal of Conflict Resolu-tion , VI, septiembre de 1962, págs. 201-13.5 Véase L. W. Richardson, Arms and Insecurity, Chicago: Qua-drangle Books, 1961.

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variables relativamente poco numerosas, en aq uellas dimen-siones que pueden cuantificarse. No es tan evidente el modode formalizar el caso de Q uemoy de manera similar. Además,la mayor parte de los fenómenos políticos que nos interesanno se prestan a ser cuantificados.No obstante, nada de lo que dije sobre la distinción entreteorías estáticas y dinámicas entraña cuantificación. Me li-mité a hacer constar la posibilidad de que las invariantesde la naturaleza no sean a menudo invariantes absolutas—en el sentido de reglas sobre cómo es el mundo— sino

más bien relativas: relaciones entre el modo de ser delmundo en un momento dado y en otro inmediatamenteposterior. Lo mismo da que queramos obtener una expli-cación cuantitativa que una cu alitativa: tenemos qu e decidirqué clase de invariables buscarnos.Y a la larga, naturalmen-te, la elección no se regirá por nuestras preferencias sinopor nuestro éxito en el descubrimiento real de leyes inva-riables de una u otra clase.Por otra parte, si queremos tratar de manera adecuada lariqueza cualitativa de la historia, ejemplificada en el casode Quemoy o en una serie de decisiones constitucionales,necesitamos expone r las leves dinámicas mediante lenguajesformales que superen en recursos a los de las matemáticasclásicas. Como explicaré a continuación, creo que tenemosya lenguajes que reúnen estos requisitos.

Fases de la toma de decisiones

Me he referido a la toma de decisiones como si esta expre-sión fuera sinónima de la corriente entera de la acción. ¿Esrealmente así? Ello dependerá, por supuesto, de la amplitudcon qu e interpretemos dicha expresión. Yo he venido hacién-dolo con gran liberalidad: no procedieron así todas las teo-rías contemporáneas sobre el tema. En economía y en esta-

dística matemática se desarrolló en la última generación lateoría matemática de la decisión —conocida en la actualidaden casi todas las ciencias sociales— q ue trata de algo muchomás restringido de lo que yo he designado como proceso detoma de decisiones.

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En este sentido más estrecho, la teoría de la decisión seexcupa de la elección de un curso de acción óptimo entreuna serie de cursos alternativos especificados, sobre la basede un criterio de preferencia. Esa teoría alcanzó un altonivel de elegancia formal, y se aplicó con buenos resultadosen las ciencias sociales a varias tareas de índole explicativa--pero en particular a varias de índole normativa—. Salta ala vista que, así limitada, la teoría de la decisión no constituyeuna teoría ele la corriente total de la conducta humanaindividual o social.°

Si examinamos esa corriente de conducta encontramos quegran parte de ella se ocupa de determinar qué problemas dedecisión deben ser atendidos; otras partes tratan de des-cubrir o idear posibles cursos de acción, y solo una pequeñaparte —en términos de hombres-horas— se ocupa de selec-cionar un curso de acción determinado sobre la base de uncriterio de selección bien definido, entre una serie de alter-nativas ya especificadas. La teoría dinámica que buscamosabarcará necesariamente todo el espectro de la actividadde toma de decisiones —dirección de la atención, plan yelección— y no un solo segmento.'Esta conclusión representa en sí misma una generalizaciónempírica fundamental sobre la conducta humana. No sería

verdadera en todos los mundos imaginables. En particular,no lo sería en un mundo tan simple y restringido que pu-dieran enumerarse, de una vez para siempre, todas las alter-nativas de acción, y evaluarse en términos de algún criteriode elección definido. En mundo tal no habría dirección dela atención, pues sería posible atender a cu alquier cosa rele-vante; ni diseños alternativos, pues desde el primer momen tose conocerían todas las alternativas; solo restaría la selección.La teoría de la decisión formal, tal como ha sido desarrolla-da, podría explicar perfectamente la conducta en ese m undo.

6 Sobre la relación del proceso de adopción de decisiones exami-nado.en este trabajo con la teoría de la decisión formal, véase miAdministrative Behavior, 24 ed., Nueva York: The MacmillanCompany, 1957, págs. XXVII-XXIX,y mi Models of Man, Nue-va York: John Wiley & Sons, Inc., 1957, págs. 196-206.7 Véase «The Executive as Decision Maker», en H. A. Simon,The Shape of Automation Nueva York: Harper & Row, Publi-shers, Inc., 1965, págs. 53-61.

Por desgracia, no es ése nuestro caso. Nuestro Inundo secompone de procesadores de restringida información en seriecuya complejidad es, para todos los fines prácticos, infinitaen comparación con las posibilidades de acopio de infor-mación y de cómputoexistentes. Es un mundo poblado porcaricaturas de racionalidad limitada. Debido a que no po-demos atender en forma simultánea a todo cuanto es poten-cialmente relevante, necesitamos procesos que determinenel foco de atención. Si no se dan alternativas es precisodescubrirlas; debe haber, pues, procesos destinados a ello.Puede suceder que la selección de alternativas carezca rela-tivamente de importancia en comparación con los procesosque establecen las alternativas de que se dispone.De ahí que para explicar las decisiones adoptadas en 1963en E stados Unidos en materia de derechos civiles, sea precisoalgo más que analizar los votos que reunieron en las comi-siones o en las sesiones legislativas las propuestas de en-miendas del proyecto de ley, o el proyecto de ley mismo;también tendremos que explicar, ante todo, cómo fue quese incluyó la cuestión de los derechos civiles en el temariodeasuntos por discutir en 1963 , y ocupando uno de los primeroslugares. ¿A qué se debió que la atención se concentraraen este problem a y no en todos los demás capaces de con-mover a los hombres?En segundo lugar, habrá que explicar cómo se produjerondeterminados cursos de acción propuestos. Por ejemplo,lasmanifestaciones de resistencia pasiva en las que los manifes-tantes se sentaban en las calles interrumpiendo el tráfico solocomenzaron a ser corrientes en 1961 6 1962. Sin duda, noeran un invento nuevo sino una simple adaptación de lashuelgas de brazos caídos de 1930-40. Mas, ¿cómo llegarona ser consideradas una solución alternativa por los partida-rios de los derechos civiles? Cabría sostener que dicha solu-ción «existía realmente» antes de 1961, en forma implícita,potencial, pero que había sido tácitamente rechazada comorumbo de acción preferido. No obstante, si bien ese argumen-to salvaría el formalismo de la teoría de la decisión óptima,estaría en conflicto con los hechos psicológicos reales.Cabría citar muchos otros ejemplos de invención o plani-ficación de cursos de acción alternativos. El Cuerpo dePaz,

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por ejemplo, resulta más comprensible si se lo juzga comoinvención de esta índole, ideada para simbolizar el programade «la Nueva Frontera». Aunque al igual que todas lasinvenciones, tenía sus precursores —en este caso, lo era atodas luces el Cuerpo de Conservación Civil, entre otros—solo se presentó como alternativa de acción después dehaberse concebido y desarrollado la idea de su existencia.8

ampoco puedenconsiderarse siempre como alternativas«preexistentes» los partidos y candidatos políticos. No cabeduda de que una elección puede analizarse, a corto plazo,como selección realizadapor

los electores entre una seriede partidos y candidatos; sin embargo, para una e xplicacióna largo plazo de la dinámica de los acontecimientos, espreciso explicar también los partidos y candidatos mismos.Una adecuada ciencia de la conducta política debería ex-plicar la «invención» y auge del partido republicano en1850-60, y la opción en tre cuatro partidos en 1948. Deberíaexplicar no solo las opciones entre candidatos sino tambiénla «disponibilidad» de determinadas personas como tales.Cuando se comenzó a redactar este ensayo, cuatro nombresparecían probables como candidatos republicanos para 1964 :Goldwater, Rockefeller, Romney y Scranton. Quizá lleguena 20 millones los republicanos del sexo masculino. ¿Por qué,

pues, surgieron esos cuatro? No pretendo que el fenómenosea misterioso, sino simplemente que es uno de los tantosque la teoría tiene la obligación de exp licar.Análogos come ntarios cabe hacer sobre los factores determi-nantes del foco de atención. Cada ser humano es interpre-tado fundamentalmente como una máquina de procesamien-to de información en serie, que solo puede atender a unao a unas pocas cosas a la vez. Este hecho capital tieneamplias consecuencias para la con ducta.El cuerpo político se compone de un número enorme de

8 Es asombroso quese haya prestado tan poca atención sistemáticaa los-procesos de dirección de la atención y de generación de al-ternativas en política. Se exponen algunas de estas cuestionesen«How Governmental Organizations Originate», en H. A. Simon,D. W. Smithburg y V. A. Thompson, Public Administration, Nue-va York: Alfred A. Knopf, Inc., 1950, págs. 25-54.Véase, además,R. A. Bauer, Ithiel Pool y L. A. Dexter, American Business andPublic Policy, Nueva York: Atherton Press, 1963.

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seres humanos. De ahí que sea perfectamente capaz de fun-cionar corno sistema paralelo que lleva a cabo en formasimultánea muchas actividades. Para extinguir un incendiono es necesario suspender las clases ni cerrar las fábricas(salvo que aquél sea de vastas proporciones o la comunidadmuy pequ eña) . No obstante, ciertos procesos políticos deci-sivos --en particular, los cambios legislativos e institucionalesque afectan a valores importantes, en conflicto— operanúnicamente cuando le presta atención simultánea gran nú-mero de ciudadanos. Si se inscribe en el temario de asuntos

por tratar uno de esos problemas, la mayoría de los demásqueda descartada. Un ejemplo de esta índole es la pos-tergación, por acuerdo mutuo, del tratamiento de la mayorparte de los problemas internos en tiempos de guerra. Porsupuesto, una de las razones de que se produzcan embotella-mientos de la atención es que casi todos los cambios impor-tantes requieren la resolución del presidente de la Re públicao del Con greso, o bien de o tras instituciones específicas sin-gulares. El Congreso tiene capacidad de actuación paralelagracias a su sistema de comisiones, pero esa capacidad eslimitada y en buena medida se refiere a cuestiones de rutina,que no hacen subir mucho la temperatura política. Por otraparte, los canales de comunicación formal e informal de la

sociedad parecen capaces de tratar solo poquísimos temas aun tiempo. La noción de «foco de la atención pública»podría operacionalizarse fácilmente mediante un análisisdecontenido de las conversaciones mantenidas en las peluque-rías de hombres o del número de líneas que abarcan losartículos periodísticos.La teoría de la conducta política se ocupa, pues, de tresaspectos del proceso de toma de decisiones: exponer lasreglas por las que se rige el desplazamiento o persistenciade la atención con respecto a determinados problemas pre-sentes en la palestra política. presentar los principios queguían la invención o planificación de rumbos potencialesde acción política, y establecer las condiciones qu e determi-

nan las acciones por las cuales se optará. En las tres esferasde explicación podemos contar con que las leyes adopten laforma de principios dinámicos, que expresen la relación en-tre el estado de cosas existente en un momento dado y los

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acontecimientos que cabe esperar que se produzcan pocodespués.

El lenguaje de la teoría de la toma de decisiones

El optimismo que podemos tener so bre nuestras perspectivasde determinar estas leyes, dependerá de nu estra evaluación delas técnicas existentes para la formulación y verificaciónde teorías. En este aspecto, estamos en la actualidad en con-diciones infinitamente mejores que hace diez años.Las teorías dinámicas de las ciencias físicas adoptan la formade sistemas de ecuaciones diferenciales que proporcionanreglas relativas al cambio que ha de producirse en el sistemadurante un breve lapso inmediato en función de la situa-ción actual del sistema. Las reglas en sí son invariables,pero debido a que la invariación que exponen es una rela-ción entre la situación actual y el cambio del sistema, laconducta que predicen puede exhibir una enorme variedad.La dificultad de emplear ecuaciones diferenciales como len-guaje teórico en la ciencia política, tiene que ver con ladescripción del sistema que n os interesa en términos de unaspocas variables, del tipo de las empleadas corrientementeen la matemática clásica. En algunos casos resulta naturalobrar así: el porcentaje de votos republicanos en una elec-ción determinada, o la cuantía de los gastos anuales enarmamentos de una nación, son variables ya expuestas enla forma requerida. Pero la mayor parte de los casos no seprestan a ser tratados de ese modo.Por ejemplo: ¿de qué manera caracterizar como variable lapostura estadounidense en la crisis de Quemoy, en un mo-mento cualquiera? La respuesta tradicional a problemas deesta índole consistió en construir escalas. Así, podemos cons-truir una secuencia de posibles posturas estadounidenses yelaborar con ella una escala de grados de retraimiento oagresividad. No es n ecesario que las escalas sean de una soladimensión: a menudo puede establecerse operacionalmenteel número de dimensiones necesarias para caracterizar unaserie de alternativas.

No obstante,si establecemos po r Medio ele ese alas la riquezacualitat iva de los fenómenos reales, tenemos que descartargran parte de la información, tal vez la mayoría de ella.Sería muy conveniente contar con un método más directopara tratar las corrientes de emisiones de símbolos (pues eneso consiste, precisamente, la mayor parte de la conductasocial). En la actualidad disponemos de un método tal.En efecto, la moderna computadora digital emite y contestasecuencias tic símbolos. Su capacidad de operar de este modoes muy general y flexible, ya que su pauta de emisión yrespuesta está determinada por un programa almacenado.En un nivel formal, el programa de una computadora es lacontraparte de u na serie de ecuaciones diferenciales. Setratade un conjunto de reglas invariables que fijan la conduc-ta de la computadora durante el próximo lapso en fun-ción de su estado (el contenido de su memoria y la co-rriente de símbolos que ingresan a ella) en el momento ac-tual. De ahí que pueda servir de teoría para un sistemadinámico. Cabe preparar programas exactamente equiva-lentes a cualquier sistema clásico de ecuaciones diferencia-les, que describan un sistema numérico; es posible, pues,simular con ellos las ecuaciones de la teoría de la carreraarmamentista de Richardson, o una teoría dinámica de laspreferencias electorales .9Pero también pueden redactarse programas de computado-ras que expon gan teorías no numéricas sobre los sistemas deprocesamiento de símbolos. Los símbolos leídosy emitidospor una computadora no tienen por qué representar nú-meros; pueden representar igualmente bien las letras delalfabeto o, lo que viene a ser lo mismo, palabras. Así, porejemplo, podemos confiar en la posibilidad de construir unateoría de .la crisis de Quem oy que, a partir de una apropiadadescripción de la situación inicial, prediga realmente las ac -ciones y pronunciamientos políticos de las partes conten-dientes. Este programa se compondría, por una parte, de

9 El empleo de programas de computadora como teorías es exami-nado co n algún detenimiento e n Allen Newell. y H. A. Simon,«Computers in Psychology», en Handbook of Mathematical Psy-

chology, comps. R. D. Luce, R. R. Bush y Eugene Galanter, NuevaYork: John Wiley & Sons, Inc., 1963.

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una teoría del proceso de tonta de decisiones por parte delgobierno estadounidense por la otra, de una teoría de latoma de decisiones por parte del gobierno chino. Cada unade estas teorías incorporaría las premisas de decisión de l go-bierno, y un conjunto de procesos para tomar decisionessobre la base ele esas premisas. Los procesos de ambos go-biernos podrían parecerse o no: esto debería determinarsesobre la base de las pruebas em píricas.Esta clase de construcción teórica no constituye una qui-mera. Se han elaborado ya y verificado parcialmente teo-

rías análogas, para situaciones de toma de decisiones de un ao dos órdenes de magnitud más simples que ésta, como m á-ximo.10 Clarkson lo hizo —en forma de programa de com-putadora— con respecto al proceso de toma de decisionesde un funcionario de un banco de inversiones;" Cyert yMarch simularon las compras del cliente de una gran tien-da ; 12 Newell, Shaw y el autor del presente ensayo elabo-raron una teoría de los procesos propios de los sujetos queresuelven problemas simples en un laboratorio, 13 y otra(mucho menos verídica en su forma actual) sobre las de-cisiones de un jugador de ajedrez. 14 En general, esos pro-gramas muestran que la cantidad de cosas que un ser hu-mano tiene en cuenta al tomar una decisión compleja noes demasiado grande, y que los procesos de pensamiento queatraviesa no son exageradamente enredados o refinados. Noexiste razón alguna, ni siquiera con el equipo de computa-ción existente, para que no aspiremos a preparar programasque simulen las decisiones de un elector, un miembro delCongreso o un alto funcionario administrativo. Nuestro pri-

10 Véase una descripción no técnica de estos programas en Newelly Simon, «Computers in Psychology», o en The Shape of Automa-tíon, págs. 76-92.11 G. P. E. Clarkson, Portfolio Selection: A Simulation of TrustInvestment, Englewood Cliffs, N. J.: Prentice-Hall, Inc., 1962.12 R. M. Cyert y J. G. March, A Behavioral Theory of the Firm,Englewood Cliffs, N. J.: Prentice-Hall, Inc., 1963, págs. 128-48.13 Se hallará una breve exposición del

tema y una bibliografíamás amplia en Newell y Simon, «Computers in Psychology», y enThe Shape of Automation, págs. 82-86.14 Allen Newell, J. C. Shaw y H. A. Simon, «Chess-Playing Pro-grams and the Problem o f Com plexity », en IBM Journal of Re-search and Development, II, 1958, págs. 320-35.

mer intento probablemente no resulte muy exacto, pero loimportante es que poseamos los medios técnicos para cons-truir teorías de esta índole, y los procedimientos para po-nerlas a prueba mediante la simulación.Pero, ¿qué podemos aprender por esta vía que no nos en-señe el sentido común? Creo que el lector encontrará lamejor respuesta si hurga en los recuerdos de su escuela se-cundaria, revive sus conocimientos de álgebra y sus prime-ras experiencias con ecuaciones simultáneas. ¿Cómo pudo re-solver mediante ecuaciones simultáneas problemas que no

hubiera resuelto sin ellas? El secreto estriba en que al em-plear como instrumento el álgebra, al principio no hay queabordar el problema en su totalidad sino solo sus distintaspartes o mecanismos: cada uno de sus elementos se traducea una fórmula algebraica. Cuando ya se han redactado todos,la maquinaria del álgebra —el algoritmo para resolver ecua-ciones simultáneas— se encarga del resto del trabajo. Cal-cula las consecuencias que derivan de las interacciones en-tre los distintos mecanismos especificados, y sigue la marchade estas interacciones por senderos en los que la mente hu-mana se habría perdido muy pronto si no hubiera contadocon ayuda.De modo análogo, en la construcción de programas a modode teorías de procesos de toma de decisiones, empezarnospostulando mecanismos simples como base para el sistema.Luego ponemos a prueba la conducta, aparentemente com-pleja, del sistema en su conjunto, con el objeto de averi-guar si no será resultado inevitable de las interacciones deestos mecanismos simples. De esta suerte, los procesos debúsqueda selectiva, de abstracción y aun de intuición, ca-racterísticos de la actividad humana tendiente a la solu-ción de problemas, han derivado de una serie relativa-mente simple de procesos de m anipulación de símbolos des-tinados a llevar a cabo un análisis de medios y fines. Todoinduce a suponer que estos procesos y otros tan sencilloscomo ellos pueden explicar muchos de los fenómenos pro-

pios de la toma de de cisiones políticas.

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M .

Conclusión: el marco de la torna de decisiones

He sostenido en este ensayo que es probable que las regu-laridades de los fenómenos políticos que buscamos en nues-tra investigación, adopten predominantemente la forma deleyes dinámicas: leyes que exponen una relación invariableentre el estado actual y los cambios que tienen lugar en unsistema. En el caso de un sistema de conducta humana,estas leyes deben explicar el foco de atención, la búsquedade alternativas de acción y la opción entre alternativas di-versas.En e stos últimos veinticinco años, las investigaciones empí-ricas y elaboraciones teóricas que siguieron estos lineamien-tos han hecho progresos sustanciales. En la actualidad, elempleo de la computadora digital como instrumento paraformular y verificar teorías ha acelerado aun más el ritmode avance. La exposición de nuestras teorías de la tomahumana de decisiones en forma de programas de computa-dora para la manipulación de símbolos no numéricos, nosexime de la difícil tarea de «matematizar» la teoría a fin deformalizarla. Y simulando por medio de la computadora laconducta del sistema así programado, poseemos un instru-mento poderoso para inferir las consecuencias de las inte-

racciones de los mecanismos simples que hemos postuladoen el programa, y para comparar estas consecuencias con lascorrientes realesde conducta humana.

2. Una teoría individualista delproceso político

James M. Buchanan,Universidad de V irginia

La «teoría» o «enfoque» presentado en este trabajo consti-tuye una extensión de los instrumentos, métodos y procedi-mientos usados por los economistas para el análisis d e la po-lítica. A l igual que el estudioso de la ciencia política,eleconomista estudia la organización social, pero lo hace — odebería hacerlo— de un modo distinto. Estudia la apariciónde relaciones de mercado e intercambio a partir de proce-s o s de opción de los participantes individuales. La teoríaeconómica neoclásica ortodoxa otorga un v alor central ala teoría de la conducta de elección individual, y los li-bros de texto suelen comenzar por un análisis de la de-manda individual de bienes y servicios. Sobre esta últimateoría se construye otra concerniente a la interacción entréindividuos y grupos. La organización resultante del hechode que los individuos participen de m odos diver sos en los

procesos de intercambio, se denomina «la economías. Estaorganización , esta economía, no tiene como tal existenciaindependiente, aparte de la interacción de los individuos queen ella participan. Carece de objetivos y de propósitos deli-berados. Se trata propiamente de una organización social,mas no de un organismo social. La palabra individualistaque aparece en el título de este trabajo es antónima de lapalabra organísmico, y designa en función de la metodolo-gía y no de la ideología, el enfoque adoptado.En el enfoque individualista, el subsistema político se exa-mina como una organización social de una manera seme-

1 Como señaló Gunnar Myrdal en su crítica metodológica funda-mental, muchos economistas se equivocaron al inferir contenido«social» de los resultados de la economía de mercado sin formu-lar enunciados de valor explícitos. Véase The Political Element inthe Development of Economic Theory, Londres: Routledge & Ke-gan Paul, Ltd., 1953.

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jante a la emplea da tradicionalmente para analizar la eco-nomía. La estructura p olítica se concibe como algo quesurge de los procesos de elección de los participantes indivi-duales. Este tratamiento de la política no es, por supuesto,nuevo; en cierto sentido, toda la tradición contractualistalo adoptó . Parece, no obstante, que lo s politicó logos handescuidado r elativamente l a c onducta individual e n la pa r-ticipación en el proceso político y la determinación de suresultado. Muchos de esos autores siguen suponiendo que, dealgún modo y en alguna pa rte, exi ste un «interés pú blico»o «interés general» divorciado de los intereses de los indi-viduos. Se supone que en su actuación en el proceso eco-nómico, los parti culares, en ca lidad de consumidores, traba-jadores, inversionistas y empresarios, tienen gustos, deseosy yalo res diferentes. Y la economía co nstituye la respuestainstitucional u organizacional a la necesidad de satisfaceren forma simultánea estos múltiples deseos. En cambio, ycon algunas importantes excepciones, se supone que cuandolos individuos toma n parte e n las decisiones social es o co -lectivas, son de algún modo idénticos. Los procesos políticosno han sido suficientemente e xaminados como m edio paraconciliar intereses individuales y colectivos divergentes; aun-que en Estados Unidos la l lamada escuela de Bentley haya

hecho im portantes contribuciones al r especto.Fuera de esta escuel a, se ha seguido considerando a los pro-cesos políticos como medio para llegar a decisiones «justas»o «cor rectas». Las decisiones polít icas se siguen concibiendo,en su mayor parte, como «juicios de verdad»; la tarea pri-mordial de la toma de decisiones políticas pasa a ser la dedescubrir e l «verdadero» interés pú blico. Cuando la s op-ciones colectivas se reducen a decisiones mutuamente ex-clusivas (esto o bien lo otro), ese modelo de «juicio de ver-dad» tiene alguna validez. El problema básico estriba en sa-ber si es o no el modelo apropiado para analizar el funciona-miento ordinario y cotidiano de una estructura política de-mocrática . El enfoque que o freceremos en este trabajo se

funda en el supuesto de que no lo es, y de que e l mejo rmodo de examinar dicho proceso político consiste en inter-pretarlo como medio de conciliación de intereses divergen-tes. En nuestra teoría la «democracia individualista» se opo-

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ne a la «democracia idéalista», para emplear la terminolo-gía de T. D. Weldon.La aceptación de este modelo individualista como el ápro-piado para ( S ianálisis, entraña un juicio de valor en dosaspectos distintos. Porque comparto las tradiciones de lasociedad occidental, pienso que debemos tr atar al i ndividuohumano como entidad filosófica básica, y concebir al Estadocomo si en definitiva derivara del consentimiento i ndividual.El segundo juicio de valor, más impor tante para los finesde este trabajo, atañe a los hechos; es un «juicio de valor

caracterizador», como lo denomina Nagel, y puede aceptarsecon independencia de todo juicio referente a la filosofía delEstado. Me refiero al juicio empírico de que el pr ocesopolítico puede afactorearse» al nivel de las opciones indi-viduales.Naturalmente, al afirmar esto no prete ndemos que el m o-delo individualista tenga relevancia exclusiva, ni siquierapredominante, para formular predicciones sobre procesos po-líticos de decisión. En la caca de la ciencia hay lugar paramuchos moradores, y seguramente existe un recinto paraotros modelos de análisis de la política. Para ciertos finespuede ser útil un modelo orgánico; para otros, una teoríade la clase gobernante o de la fue rza en el Estado. Y enmuchos casos, un modelo qu e haga a un lado al individuoy comience por la interacción de los intereses de grupo, pue-de producir predicciones totalmente satisfactorias. Como ba-se, solo se pretende que el modelo que derive el procesopolítico entero de las decisiones tomadas por individuos, quese comportan en forma supuestamente racional, explique loselementos de la política que resulten oscuros en otros mode-los, proporc ionando algunas «explicaci ones» de la realidadno concordantes con teorías alternativas.En este punto surge una dificultad me todológica bien cono-cida, que causó cierta ambivalencia en el tratamiento másextenso de este enfoque a bordado por el aut or en una obraque publicó junto con Gordon Tullock. 3 ¿Qué se exige de

2 T. D. Weldon, States and Morals, Nueva York: McGraw-HillBook Company, 1947.S The Calculus of Consent: Logical Foundations of ConstitutionalDemocracy, Ann Arbor: Univer sity of Michigan Press, 1962.

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una «teoría» de la política? Esta pregunta puede contestarsede dos maneras. La «teoría» puede concebirse, ante todo,corno estructura lógica, como «explicación» que p ermita ha-cer aserciones significativas y que ayude a d ar cierta unifor-midad al pensamiento sin producir hipótesis conceptualmen -te refutables. En este nivel, que puede denominarse de «teo-ría lógica», solo se requ iere del modelo individualista que losintereses difieran y que el individuo actúe con arreglo aesos intereses aislados. No es necesario examinar la natura-leza de estas diferencias en los deseos individuales y colec-

tivos. Lo único que se precisa para la estructura formal deuna teoría es la presunción de que diferentes individuos de-sean alcanzar, por medio del mecanismo político, diferentesobjetivos. Esta «teoría lógica» de la democracia individua-lista puede ser útil para comprender los procesos mediantelos cuales personas y grupos transigen y. concilian sus dife-rencias en un sistema de orden político.En cambio, para una teoría auténticamente predictiva, senecesita algo más. Si entendemos por «teoría» el desarrollode hipótesis sobre la conducta política, que puedan serconceptualmente refutadas mediante la observación de lossucesos reales, hay que imponer otras restricciones adicio-nales a la manera como difieren los distintos intereses. Lamás corriente de estas restricciones, tomada también de laeconomía, es la hipótesis de que los individuos actúan enpolítica como se supone que lo hacen en la teoría predicti-va de los mercados, o sea de suerte tal que se maximicenlos beneficios que esperan obtener, y que su conducta alrespecto pueda medirse en términos de alguna magnitudobjetivamente identificable, como el ingreso o la r iquezapersonal. En política, esta teoría «positiva» entraña que losindividuos, como los grupos, obren de modo tal de favorecersus posiciones económicas. Por ejemplo, los agricultores deCalifornia votan a congresales que, a su vez, votan en favorde fond os federales para costear los proyectos de irrigación,y los propietarios de empresas de camiones lo hacen porcongresales que votan en favor de proyectos de construc-ción de carreteras. Cabría imponer, naturalmente, otras res-tricciones a la pauta de diferencias individuales; podríanextraerse hipótesis y pon er a prueba su s implicaciones.

Debe hacerse constar que la aceptación del enfoque indivi-dualista de la política no significa necesariamente, ni siquie-ra en una primera aproximación, aceptar la hipótesis de quelos hombres y grupos actúen con miras estrechas en favorde su propio e identificable interés. Como teoría lógica dela conducta política, el modelo es igualmente aplicable aun mundo de altruistas y a un mundo de egoístas, aunquepor supuesto las hipótesis verificables diferirán mucho enambos casos. La con strucción lógica puede incluso aplicarsea un mundo de santos, a condición de que difieran sus res-

pectivas visiones de la «buena sociedad». El mode losólo esinaplicable a un mundo en el que realmente no existan in-tereses individuales aislados, sino que éstos hayan sido dealgún modo trascendidos en un conjunto de metas supra-individuales.¿ En qué contribuye el enfoque individualista a la compren-sión de la política? La proposición que le sirve de funda-mento es que los intereses individuales difieren. Partiendode esta tesis, ¿qué pasa con el «interés público»? ¿Acasoexiste? Y si es así, ¿cómo pueden conciliarse con él los in-tereses individuales? El tratamiento corriente de esta cues-tión en la ciencia política ha sido, al parecer, comenzar porel «interés público», definido tal vez con arreglo a lo que los

economistas modernos del bienestar denominan «función debienestar social». Todo el problema de ala política y la mo-ral», de las «obligaciones políticas», surge de tentativas deconvencer al pueblo de que el «interés público» es el suyopropio. Dicho de otro m odo: la conciliación, si es que existe,entre los intereses privados y el interés público tiene queproducirse por medio de cierta fuerza moral ejercida poreste último sobre la conducta individual. En este conocidoenfoque, la conducta política del individuo se convierte ne-cesariamente en conducta moral.Toda esa concepción de la política es ajena al enfoque re-sumido en e l presente trabajo. En una sociedad de individuosque elijan libremente no existe una «función de bienestarsocial» ni un «interés público» como tal, y no parece justi-ficado inventar una concepción de esta índole por conve-niencias analíticas. Esto no significa, sin embargo, que elproceso político se reduzca a una simple lucha por el poder

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entre individuos y grupos, capaz de ser analizada desde unpunto de vista sistemático y científico pero de la cual nadapuede decirse en el plano normativo. Es precisamente enesta fase que el modelo individualista puede salvar, en for-ma indirecta, el «interés público» mediante la indispen sabledistinción entre las etapas constitucional y operacional de ladecisión política. El esclarecimiento de esta distinción y lasconsecuencias que derivan de su comprensión, representan elaporte central que el modelo pue de hacer a la teoría política.Es preciso distinguir con claridad entre la toma cotidia-

na de decisiones políticas —en la que la lucha suele redu-cirse simplemente a la que so stienen intereses individuales ocolectivos antagónicos— y la toma «constitucional» de de ci-siones en la que cabe considerar a los individuos como par-ticipantes en las opciones relativas a las reglas en función delas cuales se toman las subsiguientes decisiones cotidianas.Esta segunda serie de decisiones, que puede denominarse«constitucional», es la importante, y en e sta etapa resulta po-sible conciliar los distintos intereses individuales con algo que,con cierta legitimidad, cabría denominar «interés público» sino fuera por la confusión que provocaría tal vez este usoparticular del término.El centro de la atención pasa a ser el cálculo mental delindividuo enfrentado con el problema de decidir entre re-glas alternativas para llegar a las subsiguientes decisionespolíticas, es decir, enfrentado con un problema genuinamen-te constitucional. El individuo no sabe, ni puede predecir,qué problemas particulares se plantearán con posterioridada la adopción de la regla. Y aunque pueda predecirlo conalguna exactitud, difícilmente podrá anticipar cuál será supropia posición frente a los demás miembros del grupo. Antesemejante incertidumbre, ¿cómo procede a elegir entre re-glas alternativas? Dada la naturaleza del caso, tiene queprocurar escoger una regla que funcione bastante bien parauna imprevisible serie de eventos y con arreglo a su propiaposición personal, que él supondrá distribuida más o menosal azar. El simple interés personal impone que el individuotrate de ordenar las reglas e instituciones alternativas parala toma colectiva de decisiones. Lo esencial es, en este caso,admitir que el interés personal, al nivel de decisiones so-

bre reglas o instituciones que se espera que sigan en vigordurante un período prolongado, impone al individuo unaactitud y una pauta de conducta diferentes de las que esemismo interés personal dictaría en opcionessobre problemaspolíticos específicos.Por supuesto, los miembros deun grupo pueden d iscreparsobre las reglas cuando las examinan al nivel constitucionalde decisión. No es forzoso que haya consenso sobre el orde-namiento de planes institucionales alternativos. M as es pre-cisamente en esta etapa constitutiva en la que pued e pro-ducirse debate en algún sentido significativo. Es en ella queel análisis y la discusión pueden ser útiles para resolver di-ferencias de opinión. En este procedimiento no se introduceproblema moral alguno; ningún dilema obliga al individuoa elegir entre la defensa d e su propio interés personal, talcomo él lo entiende, y un vag o «interés público» sentido porlos otros, con la idea de preservar la armonía social. La con-ciliación posible en este caso se logra por el hecho de quecada vez resulta más difícil identificar y med ir objetivamen-te el interés personal, tal como él lo percibe, ya qu e el indi-viduo está alejado del mom ento del conflicto puro.Com o en repetidas ocasiones ha puesto de relieve mi colegaRutledg e Vining, resulta útil aquí la analogía con la selec-ción de reglas para un juego ordinario. Consideremos elcaso de una partida vespertina de póker. Se comienza porexaminar y debatir las reglas por las que se regirá el juego.No se exige del individuo que se aparte del puro interéspersonal para elegir reglas de las que, de hecho , puede pre-decirse que han de permitir un juego razonablemente «lim-pio». No sabiendo de antemano cómo se distribuirán lascartas en una serie de jugadas particulares, el participantepuede estar motivado, por interés propio, a elegir reglas quehagan el juego «limpio», es decir «en favor del interés ge-neral del grupo». Naturalmente, es posible que varios juga-dores, o posibles jugadores, d iscrepen acerca del contenidopreciso que deben poseer las reglas para que el juego sea«limpio» ; mas estas diferencias no se fundarán tanto en elinterés personal identificable cuanto en d iscrepancias paracaracterizar juicios de valor referentes a la eficacia de lasreglas alternativas, es decir, referentes a la distribución d e

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frecuencias de los resultados predichos. Es posible que endefinitiva no se llegue a un acuerdo y no se juegue la par-tida. Pero una genuina transacción, un consenso genuino,parece mucho más probable en situaciones de esta índoleque en aquella etapa en que, por necesidad e invención, las.distintas posturas individuales están directamente opuestasentre sí.En e l nivel constitucional del discurso, la unanimidad o co n-senso resulta importante, no porque tenga algo de sacrosantoen sí, sino por la simple razón de que proporciona el único

criterio, en realidad, mediante el cual pueden juzgarse lasmejoras de reglas e instituciones sin introducir una escala devalores explícita. A falta de una función e xplícita de bienes-tar social, no hay ningún medio externo o exógeno paraevaluar los posibles cambios en las reglas o instituciones qu ecaracterizan una estructura política. Y si no puede lograrseacuerdo sobre tales cambios,i cómo ponderar comparativa-mente los intereses de los distintos individuos o grupos? Elacuerdo pasa a ser la única prueba posible, y si no existeo no puede existir, simplemente nada puede afirmarse. Eldesacuerdo impide cualquier conclusión. Pero hay que in-sistir una vez más en que los argumentos corrientes contrala aplicación de la regla de unanimidad no rigen con la

misma fuerza en el nivel constitucional que en el nivel ope-racional de la elección. Cuando pueda demostrarse que losintereses individuales y colectivos están en co nflicto puro, elacuerdo resulta imposible de alcanzar, y para resolver elproblema deberá normalmente introducirse otra regla queno sea la unanimidad. Mas cuando los respectivos interesesno estén bien definidos, en aquellos casos en que la discre-pancia se funda en gran parte en interpretaciones contra-dictorias acerca de la eficacia de las instituciones alternati-vas, parece posible la deliberación y la transacción condu-centes a un acuerdo general.Si el acuerdo observado, o unanimidad, proporciona el únicocriterio para evaluar los cambios en las reglas para la toma

de decisiones po líticas, adquiere importancia la cuestión de lpunto de partida. é Cuál es la posición inicial y qué cam bioshay que con siderar? Es evidente que si la discusión se limitaa un grupo hipotético de individuos que tratan la organi-

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zación original de una sociedad política, se está perdiendoel tiempo. La suposición de que la teoría del contrato eraaplicable a una situación de esta índole perjudicó mucho, ami juicio, las discusiones sobre esta teoría, y oscureció lavalidez básica del enfoqu e contractual. Existe un subsistemapolítico; lo más acertarlo parece partir de una entidad po-lítica existente que no pue de describirse mejor que con arre-glo a las reglas institucionales-con stitucionales para adoptardecisiones. Lo que conviene buscar, por consiguiente, es uncriterio para evaluar los cambios que se producen en estas

reglas. Al decir que el acuerdo o la unanimidad es el únicocriterio con sentido en el contexto individualista, me expon-go, naturalmente, a que se me acuse de introducir en elmodelo una defensa del status quo. La posición de excep-ción en que se coloca a este criterio parece sugerir que todocuanto existe es «justo», hasta tanto y a menos que todosestén de acuerdo en proceder a un cambio, haciendo hin-capié, naturalmente, en que los cambios de que se trata sonlos cambios en las reglas.Varios aspectos es preciso aclarar en respuesta a esa inter-pretación, perfectamente razonable, del enfoque esbozado eneste trabajo. En primer lugar, obsérvese que no se hace ni seda por sobreentendida afirmación alguna acerca de lo quees «justo», «acertado» o «correcto». El modelo se funda en ,

una desaprobación explícita de toda imputación personal devalores ético-morales en el sistema. En segundo lugar, hayalgo más importante aún que lo anterior: el análisis debepartir de algún punto, y el conjunto de reglas e institucioneses el único punto de partida posible. En modo alguno seimplica que esta posición sea personalmente deseable, massi tratamos de evaluar los cambios en forma desapasionada,no hay otro lugar del cual comenzar. Todos y cada uno delos que observamos la estructura política existente preferi-ríamos que el mundo fuera distinto de lo que es ahora; peroa menos qu e se llegue a un acue rdo general sobre la implan-tación de cambios (y hasta que se llegue a él), cualquiermodificación entraña coerción de algunas personas sobreotras.Y esto significa que es preciso decidir qué individuos o gru-pos pueden coaccionar en forma lícita a otros, elección que

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liam Riker en su obra sobre formación de coaliciones .° Encambio, e n el nivel constitucional de la decisión donde espreciso pro ceder a una opc ión entre reglas alternativas ydonde no están claramente identificados dichos intereses, losmodelos de conflicto puro no describen la situación. La par-ticipación en el «gran juego de la política» debe ser, unavez hecho el balance, . mutuamente benéfica para todas laspartes; de lo contrario sobrevendría la revolución. La me-jor forma de concebir este juego es como suma positiva.Mas la analogía de juego sigue siendo relevante. El conflict ono se elimina por completo, y la cooperación «pura» (todoslos jugadores del mismo bando) no caracteriza la situación.En este nivel, el mo delo apropiado es, al parecer, la relació nordinaria de intercambio. • Pueden obtenerse ganancias pormedio de acu erdos, y estas ganancias benefician a todas laspartes de la relación, aunque la distribución de dichas ga-nancias dependerá de las fuerzas de negociación relativas.No es imprescindible que 'el resultado exhiba una perfectasimetría como una de sus propie dades; salvo que todas laspartes puedan lograr ganancias, no es posible llegar a u nacuerdo genuinamente voluntario. Los intercambios ordina-rios, como los juegos ordinarios, son en esencia voluntariosporque los participantes son libres de retirarse de la asocia-ción o de negarse a ingresar en ella. ¿Habrá que considerara la relación política como básica y esencialmente volunta-ria? He ahí, sin la menor duda, el núcleo de la cuestión; yel enfoque o «teoría» individualista de la política se pro-nuncia sin ambages por la afirm ativa. En el nivel consti-tucional definitivo, parece difícil hablar de organizaciónpolítica, a menos que se suponga que la estructu ra deriva, dealgún modo, del consentimiento individual. Si ello no seacepta, la base de cualquier juicio pa sa a ser puram entepersonal.Hasta este punto, nos hemos dedicado en gran parte a pre-sentar un marco de referencia dentro del cual pueda exa-minarse el proceso político. Si en él pusimos el acento, enforma deliberada, ello se debe a que el desplazamiento en elmarco de referencia, y no los pormenores del análisis, cons-

6 The Theory of Political Coalitions, New Haven: Yale Universi tyPress1962.

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tituye el elemento importante del enfoque individualista.Nos falta pasar revista, sin embargo, a algunas d e sus im-plicaciones.Tal vez resulte obvio que este enfoque es perfectamentecompatible con una concepción prag mática y pluralista delas instituciones políticas existentes. La prueba de una ins-titución es si está previsto* o no su funcionamiento, no enuna situación única ni en un único período, sino en todauna secuencia de acontecimientos y a lo largo de un ampliolapso. La posibilidad d e funcionar no debe med irse, sin em-bargo, en términos del logro de m etas específicamente pos-tuladas para la acción política. Esas metas no existen en elmodelo. Q ue una institución pueda funcionar, significa queresulte eficaz o eficiente para proporcionar al individuo losobjetivos o metas impredecibles en cualquier momento d e-terminado, que él pueda desear alcanzar gracias a una ac-ción colectiva durante una secuencia de períodos futuros.Es preciso hacer algunas predicciones referentes a la adap-tabilidad d e la institución en circunstancias variables. La es-timación d efinitiva de la eficiencia neta de una instituciónrequiere tomar en cuenta tanto factores positivos como ne-gativos. Deb e examinarse la eficacia positiva de la regla .oinstitución política para p romover los resultados q ue el in-dividuo desee ver logrados a través del proceso político;pero también debe examinarse su potencialidad negativa parapromover los resultados o desenlaces que el individuo nodesee. El sentido comú n induce a suponer que habrán derecomendarse d iferentes instituciones o reglas para diferentestipos de decisiones. políticas.Tullock y yo hemos analizado una de esas instituciones —laregla de la simple mayoría de votos— , en parte por su inte-rés intrínseco, y en parte porque ilustra la clase de enfoquepara las diversas reglas d e decisión política que sugiere laconcepción individualista. ? Según nuestro enfoque, enten-díamos que el voto de la mayoría no había de prejuzgarsedesde el primer momento: es una de las reglas de decisiónposibles entre otras muchas, y tiene que pasar por la pruebade la eficiencia en comparación con otras instituciones yreglas de d ecisión alternativas. ¿C uál es el precio de ad optar

7 Véase The Calculus of Consent.

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las decisiones políticas según las reglas del voto mayoritario?¿

Qué beneficios trae este procedimiento? Lo importante esque estas preguntas corrientes sean enfocadas desde el ven-tajoso punto de vista del individuo que participa en el pro-ceso político, el ciudadano que vota, paga impuestos y re-cibe diversos servicios. Es evidente que si la decisión entrañauna opción entre resultados predecibles de una variedadúnica y definitiva, el individuo aislado podría estimar si lasreglas del voto mayoritario son o no convenientes, determi-nando simplemente si su opinión es apoyada por la mayoríade sus prójimos. Pero repitamos que no es en este nivel oetapa de la decisión en que debe evaluarse la regla misma.Debe imaginarse que el individuo participa en una decisión«constitucional» que, en última instancia, se pronuncia afavor de la regla mayoritaria o cualquier otra alternativasobre la base de sus efe ctos previstos para producir toda unasecuencia de resultados, cuyas configuraciones particularesson en gran medida impredecibles.Esta opción «constitucional» entre reglas e instituciones po-líticas puede someterse a un riguroso análisis general, útilpara indicar los elementos que debe incluir la decisión finaldel individuo. Volvamos a las preguntas comunes acerca delas ventajas y desventajas de la institución del voto porsimple mayoría. El individuo advertirá que, en ciertas oca-siones, estará en minoría y expuesto a ser explotado por lacoalición mayoritaria; se le impondrán los costos netos delprocedimiento. Por otra parte, deberá reconocer que la re-gla mayoritaria es un modo simple y razonable de tomardecisiones y de alcanzar resultados mediante el proceso po-lítico, sin que los costos de la decisión sean elevados enexceso. Sopesando el debe y el haber, puede inclinarse ra-cionalmente por la regla mayoritaria, considerándola «óp-tima» para ciertas clases de decisione s políticas.En cambio, puede rechazarla para otras clases de decisio-nes, con respecto a las cuales tal vez le parezca más efi-ciente una regla de algo-menos-que-la-mayoría o una reglade algo-más-que-la-mayoría. Su opción de finitiva dependeráde gran número de factores, entre los que se destacan ladistribución prevista de su propio «interés» o «preferenc ia»en relación con los de sus compañeros, en lo que atañe a la

secuencia de problemas que se supo ne se han de presentar, yla intensidad prevista de este interés en ciertos problemasespeciales. Para muchos aspectos de la organización colec-tiva, en que lo importante es el establecimiento y aceptacióngenerales de alguna regla en vez de la ausencia total deellas, el individuo puede, en la etapa «constitucional», ele-gir con perfecta racionalidad delegar la autoridad final endeterminados sujetos del grupo. Por ejemplo, la regla ma -yoritaria es a todas luces ineficaz como medio para estable-cer las normas de tránsito; esta tarea se delega normalmente

en la organización burocrática. Por el contrario, tratándosede decisiones que afectan de modo importante la vida hu-mana y la propiedad, tal vez se acepte alguna restricción«constitucional» que exija un acuerdo tomado por más quesimple mayoría. En esas cuestiones se cuen ta con que la in-tensidad del propio interés será tal que la regla mayoritariano resultará aceptable. De este modo puede «explicarse» laconocida protección con stitutiva de los derechos humanos. Enun nivel más mundano, el ejemplo más conocido de estaforma de pensar son las variantes que es preciso introduciren las leyes de fijación de jurisdicciones municipales: paraaprobar los cambios propuestos se requiere algo más queuna simple mayoría de votos.

Como puede inferirse de los ejemplos que acabamos de men-cionar, en las instituciones políticas vigentes se reconoce qu eel voto mayoritario es solo una de las instituciones posi-bles, eficientes o no, mediante las cuales se toman decisio-nes políticas en una estructura democrática racionalmenteorganizada. Este hecho, sin embargo, parece no estar bienestablecido en la literatura referente al análisis político. Ladivergencia al respecto procede, en parte, del enfoque del«juicio de verdad» de la opción democrática, a que ya noshemos referido. Si se considera que las estructuras de deci-sión políticas son, en lo fundamen tal, medios institucionalespara llegar a decisiones «correctas», en vez de simples me-dios para conciliar intereses individuales y colectivos en con-flicto, se necesita un marco de análisis conceptual comple-tamente diferente. Aceptando esta concepción en esencia noindividualista de la política, la opción e ntre las institucionesde toma de decisiones debe basarse en la eficiencia corn-

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teoría de la decisión estadística, de la teoría de los juegos,de la teoría delaprendizaje, de la economía teó rica del bien-estar, de la teoría pura de las finanzas públicas, etc., apun•tan a una revisión fundamental de la ortodoxia existente, ya un incipiente consenso sobre lo que podría denominarseteoría generalde las estructuras sociales, en la cual la orga-nización política será sin duda solamente una de tantas for-mas. Estos adelantos ayudarán a derribar las barreras entrelas diversas especia lidades de la s ciencias sociales, barreraserigidas y mantenidas, en el mejor de los casos, de modo

arbitrario.

3. El poder del poder

James G. March, Universidad de California,Irvine

1.0 Introducción

El concepto de poder es uno de los conceptos explicativosfundamentales para e l estudio de la el ección social. Se loemplea en análisis de las relaciones entre naciones, de latoma de decisiones por par te de una comunidad, de la con-ducta comercial y de la discusión en pequeños grupos. De-bido en par te a que ar rastra consigo connotaciones del c inis-mo de la Realpolit ik, las glorias de la mecánica clásica, elrealismo de la sociología de la élite y losconsuelos de la teo-logía antropocéntrica, constituye, en varias ciencias sociales,uno de los puntos en que se centran las disputas y exhor-taciones.Dentro de esta galaxia de matices, propongo considerar una

pregunta estrictamente técnica: ¿Hasta qué punto es útilun conce pto específico de pode r para el análisis empíricodelos mecanismos de elección social? Esta pregunta es estrictaen un triple sentido. En primer lugar, solo tiene en cuentaaquellas teorías centradas en los mecanismos de elección.Ensegundo lugar, solo se admiten todas aqu ellas consideracionesque sean de utilidad para el desarrollo de teorías empírica-mente verificables, o su comprobación. En tercer lugar, solo

[Este trabajo obtuvo el Premio Pi Sigma Alpha de la A sociaciónNorteamericana de Ciencia Política, siendo considerado el mejor detodos los presentados en las reuniones anuales celebradas por laA sociación durante el año 1963. Nota del compilador.]* Para este trabajo hemos extraído abundante material de los aní-lisis de John C. Harsanyi, Herbert Kaufman, Norton E. Long,Duncan MacRae (h.), Dale T: Mortensen y Raymond E. W olfinger,así como del artículo de Robert A. Dahl, «The Power AnalysisApproach to the Study of Politics», incluido en la InternationalEncyclopedia of the Social Sciences, y que tuvimos oportunidadde leer antes de su publicación.

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vamente coherente de una clase de e nfoques para el estudiodel poder. Aunque estos enfoques se em pleen sobre todo enestudios experimentales, la situación experimental no cons-tituye una condición necesaria suficiente: el rótulo de «estu-dios experimentales» no es más que una expresión taqui-gráfica con vistas al enfoque general.Base conceptual. Los estudios experimentales del poder sonpor lo común newtonianos. En muchos de ellos se nota lainfluencia de Lewin, quien definió el poder deb sobre a co-mo «el cociente de la máxima fuerza que b puede ejercer

sobre a y la máxima resistencia que a puede ofrecer».2 Habi-tualmente se parte del supuesto de que cuanto mayor seael poder del individuo tanto mayores serán los cambios pro-vocados (para una cierta resistencia), y tanto más éxitotendrá la resistencia a los cambios (para una cierta presiónhacia el cambio).Los estudios experimentales tienden a ser reduccionistas.Aunque en última (y a veces en primera) instancia seinteresen por el poder de un individuo sobré otro, de ordi-nario tratan de reducir esa relación a componentes máselementales. Así, pues, distinguimos entre el poder de lacondu cta y el de los roles, y caracterizamos a los individuosespecíficos como una cierta combinación de conducta y ro-les.3O bien distinguimos los factores que afectan al agenteque ejerce la influencia, los métodos de la influencia y elagente sujeto a la influencia'Los estudios experimentales de interés suelen ser sintéticosen este caso. Tratan de predecir el resultado de la interac-ción de fuerzas conocidas (manipuladas experimentalmente)más que determinar las fuerzas mediante el análisis de resul-tados conocidos (o hipotéticos). Por lo regular, el problemano consiste en determinar la distribución del poder sinoen verificar las consecuen cias de diversas distribuciones de lpoder.Procedimientos. En esta clase de estudios se emplean los

2 Kurt Lewin, Field Theory in Social Science, Nueva York: HarperRow, Publishers, 1951, pág. 336.

3 Véase J. G. March, (Measurement Concepts in the Theory o fInfluence», enJournal of Politics, XIX, 1957, págs. 202-26 .4 Véase Cartwright, «Influence, Leadership, Control».

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procedimientos clásicos. Averiguamos el poder por mediode alguna medida a priori o manipulación experimental,empleamos un modelo de fuerzas relativamente simple paraestablecer hipótesis sobre las diferencias correspondientes enlos resultados de distintos tratamientos, y comparamos losresultados o bservados con los previstos.Una de las variantes mejor conocidas del modelo básico deLewin es la de French, perfeccionada por Harary. 5 En ellase predicen los cambios de opinión como resultado de la co-municación entre sujetos caracterizados por su posición ini-cial. El poder ejercido en una dirección dada es funciónde la distribución del peder subyacente y de la distanciaque separa a las posiciones iniciales. En la versión delmodelo qu e corresponde a dos personas, el cambio de opiniónestá en proporción inversa al poder. Si consideramos ungrupo de n-personas como enlazado por una estructura decomunicaci6n que defina quién puede hablar (o habla efec-tivamentek a quién, el modelo predice la serie temporal decambios de opinión y las opinion es de equ ilibrio para diver-sas distribuciones de poder y estructuras de comunicación.French y Harary presentan teoremas para el caso de igual

er; para el caso de poder desigual se han presentadoen gene ral pocos teoremas, pero mediante el modelo es fácilformular predicciones específicas en casos específicos.Aunque muy pocos modelos son tan específicos como laversión de la teoría de los grafes, de la relación inversaexistente entre cambio de opinión o conducta y poder sesuelen infe rir hipótesis sobre diferencias en tre tratamientos.Resultados. Varios estudios del poder social son eñ esenciairrelevantes para nuestro análisis, no así los referentes a lasconsecuencias del poder aparente con respecto a una con-ducta de no participación en la tarea o de no expresión 'deopiniones; no obstante estos últimos estudios, potencialmen-te relevantes, rara vez fueron interpretados de un modo con -gruente con este esque ma. Por ejemplo, las respuestasal po-der se clasifican en forma nominal, antes que a lo largo de

un continuo. De modo análogo, muchos de los estudios de5 Véanse J. R. P. French (h.), 4A Formal Theory of Social Po-wer», en Psychological Review, LXIII, 1956, págs. 181-94, yCartwright, Studies in Social Power.

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factores de influencia diferencial (p. ej., el contenido de lacomunicación) tienen solo una relevancia secundaria.Para los fines perseguidos en el presente estudio, dos resul-tados generales son especialmente pertinentes:1. En condiciones experimentales es posible variar el poderde un sujeto específico de mane ra sistemática (y hasta ciertopunto arbitraria), ya sea manipulando algunos elementosde su reputación6 o algunos elementos de . su experiencia delpoder? Este resultado en apariencia innocuo —y por ciertomínimo— en realidad no está tan desprovisto de impor-

tancia, ya que nos pe rmite rechazar ciertos tipos de modelosde elección social para ciertos tipos de situaciones.2. La eficacia del poder a priori (es decir, poder manipu-lado, o poder medido a priori) para producir un cambio deconducta es sumamente variable. Aunque hay indicios de queciertas personas asumen algún tipo de liderazgo en diversosgrupos,$ la mayor parte de los estudios indican que la efi-cacia de individuos, posiciones sociales y conductas socialesespecíficos para producir cambios de conducta varía con res-pecto al contenido y relevancia del asunto, 9 las identifica-ciones del grupo1 0y la base del poder." Gran parte de laliteratura sobre el tema se dedica a identificar estos factores.

2.2 El estudio de la comunidad

Un segundo enfoque importante para el análisis del poderpuede denominarseenfoque del poder de la comunidad; e s

6 Véase C. I. Hovland, I. L. Janis y H. H. Kelley, Communica-tion and Persuasion, New Haven: Yale University Press, 1953.7 Véase B . Mausner, «The Effect of Prior Reinforcem ent on theInteracti on of Observer Pairs», en Journal of Abnormal and So-cial Psychology, XLIX, 1954, págs. 65-68, y «The Effect of OnePartner's Success or Failure in a Relevant Task on the Interactionof O bserver Pairsa, en Journal of Abnormal and Social Psycholo-gy, XLIX, 1954, págs. 577-80.8 Véase E. F. Borgatta, A. S. Couch y R. F. Bales, «Some Findings

Relevant to the Grea t Man Theory of Leadership», en AmericanSociological Review, XIX, 1954, págs. 755-59.9 J. G. March, «Influence Measurement in Experimental and Se-mi-Experimental Groups», en Sociometry, XIX, 1956, págs. 260-71.10 Car twright, Studies in Social Power.11 Cartwright, Studies in Social Power.

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corriente en los estudios de la comunidad, pero no se limitaa ellos.'2 El presente trabajo se circunscribe a los problemasbásicos del poder, y en consecuencia no toma en cuentalas diversas preocupaciones sustantivas que están represen-tadas en la investigación. Como en el caso de la literaturaexperimental, también aquí exageraremos la homogeneidadconceptual de los estudios; pienso, sin embargo,que existehomogeneidad, en general, con respecto a las cuestiones quenos interesan.Base conceptual. La definición conceptual del, mplí-

cita (y a menudo explícita) en los estudios de f comunidad,-es notoriamente new toniana. Las dos primeras «leyes»de laelección social integran una definición simple:1. La elección social será una extensión predecible de elec-ciones anteriores, salvo que se ejerza poder sobre ella.2. Cuando se ejerza poder, la modificación de la elecciónserá proporcional al poder e jercido.Es posible que e stas leyes carezcan de la precisión operacionalde Newton; en verdad, no está claro si son más newtonianasque aristotélicas. Pero los estudios del poder de la comu nidadsuponen habitualmente qu e las decisiones tom adas porlacomunidad son función del poder ejercido sobre ella porvarios de los que lo detentan. Suponen algún tipo de «campode poder» en el que los distintos poderes se suman paraproducir el resultado final.Los estudios de la comu nidad son analíticos en e l sentidode que tratan de inferir el poder de los individuos den tro dela comunidad observando (directa o indirectamente) susefectos netos sobre las elecciones comunitarias.Es decir, supo-nen qu e una decisión es de algún modo función de los distin-tos poderes y preferencias. De ahí que observen el resultadode la decisión y las preferencias, y estimen los poderes.Los estudios de la comunidad son personales en el sentidode que el poder se asocia a individuos específicos. Los pro-cedimientos de estimación obedecen al propósito de determi-nar el poder de un individuo, que se considera, a su vez,

12 Véanse reseñas bibliográficas en P. H. Rossi, «Community De-cision Making», en Administrative Science Quarterly, I, 1957,págs. 415-43, y L. J. R. Herson, «In the Footsteps of CommunityPower», en American Political Science Review, LV, 1961, págs.817-30.

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C

Base conceptual. El valor Shapley es neum anniano. Partimosdel concepto general de juego de von Neumann: Hay n-ju-gadores, cada uno de ellos con una serie bien definida deestrategias optativas. Dada la elección de estrategias porparte del jugador (inclusive la mutua elección de coalicio-nes), una serie bien definida de reglas determina el resultadodel juego. Los resultados son evaluados por los distintosjugadores en función de los ordenamientos individuales depreferencia. El valor Shapley que el juego posee para unjugador individual (o coalic ión de jugadores) tiene variasexplicaciones intuitivas. Puede co nsiderarse como la cantidadque una persona reflexiva estaría dispuesta a pagar paraocupar una posición determinada en e l juego en vez de otra;o bien como la aportación marginal prevista de una po siciónespecial a una coalición, si se considera a todas las coalicionesigualmente probables y el orden en que las posiciones sesuman a la coalición es fortuito; o bien como la cantidadque un jugador reflexivo esperaría recibir de otro jugadorreflexivo a cambio de elegir siempre la estrategia dictadapor éste; o bien simplemente como un esquema computacio-nal dotado de ciertas propiedades convenientes de unicidad.El valor Shapley es impersonal. Está asociado, no a un ju-gador específico, sino a una posición específica en el juego.

No se lo ha concebido para medir el poder del presidenteKennedy o del presidente Eisenhower, sino para medir elpoder de la presidencia.Es asimismo analítico en el sentido de que deriva de lasreglas del juego (p. ej. , el esquema legislativo), y no a la in-versa; y es a priori en tanto no depende de observacionesempíricas ni tiene consecuen cias empíricas necesarias.

Cómo pasamos de esa concepción del valor a una concep-ción del poder? Un modo de lograrlo consiste en restringirnosa una definición mínima: «Cuando ea el resto de esteartículo empleemos la palabra poder, ésta significará sola-mente la representación numérica de recompensas que seagregan a las coaliciones, tal como son evaluadas por los

miembros de estas coaliciones.»26 Este procedimiento cuenta26 R. D. Luce y A. A. Rogow, «A Game Theoretic Analysis ofCongressional Power Distributions for a Stable Two-Party Sys-tem», en Behavioral Science, I, 1956, pág. 85.

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c o nargumentos a su favor, pero no nos sería de gran ayudaen el presente análisis. Necesitamos relacionar el índiceShapley-Shubik con los enfoques newtonianos que expusi-mos antes. En las versiones ne wtonianas corrientes del po-der, éste es aquello que provoca una modificación de laselecciones en el sistema. Es muy común que midamos elpoder por el grado e n que e l individuo es cap az de induciral sistema a facilitarle recursos de valor. Nos percatamos deque el poder, en este sentido, es función de muchas va-riables; sospechamos que las alianzas y las adhesiones infor-males influyen en la conducta, y de ordinario alegamos queel poder depende tanto de la información y de la notificacióncomo de la posición formal.Supongamos q ue q ueremos averiguar la influencia sobreel poder de la posición formal únicamente. Un modo delograrlo sería realizar un estudio em pírico en el que consi-deráramos en forma simultánea todos los factores que inter-vienen, aplicáramos alguna variante de la técnica de regre-sión múltiple y determináramos los coeficientes apropiadospara las variables de posición. Un segundo modo consistiríaen llevar a cabo un estudio experimental en el que se eligie-ran al azar sistemáticamente los factores ajeno s a la posición.Un tercer modo sería el adoptado por Shapley y Shubik.

Podemos imaginar un juego que solo implique variables deposición (p.ej., el esquema legislativo formal), y suponiendoque los participantes sean individuos racionales, preguntarpor el valor de cada posición. Debido a que este valor esuna medida directa de los recursos que el individuopuedeobtener del sistema gracias a su sola posición en e l juego,constituye una medida razonable del poder de esa posición.Otra alternativa que se nos ofrece es considerar como poderlos recursos mismos.2 7Procedimientos. En u n estudio emp írico, el índiceShapley-Shubik puede emplearse de dos modos principales: 1) Esposible construir alguna especie de índice empírico delpoder,formular ciertas suposiciones sobre la relación entre lasme-

27 V éanseR. D. Luce, «Further Comments on Power Distributionsfor a Stable Two-Party Congress», trabajo leído en las reunio nesde la Asociación Norteamericana d e Ciencia Política, 1956, yRiker, «A Test of the Adequacy of the Power Index».

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didas empíricas y las medidas a priori, y comprobar si losresultados empíricos son comp atibles con e stas últimas. Pmconsiguiente, podernos suponer que la medida empírica secompone de la medida a priori más un término de error querepresente otros factores (ajenos). Si estamos en condicionesde suponer la naturaleza del «error», podemos verificar laconsistencia.O bien, 2) es posible deducir algunas proposi-ciones adicionales del modelo que sirve de base al índice,yverificarlas. La primera de estas alternativas, sugerida porShapley y Shubik, fue considerada por Riker. Mas ninguno

de ellos, ni tampoco otros investigadores, hallaron el modode soslayar los principales obstáculos con que tropezaban. Lasegunda alternativa sirvió de fundamento a una serie deartículos de Luce, Rogow y Riker. 2 8Resultados. Los principales resultados de la aplicación delvalor Shapley tuvieron solo verificación casual. Luce yRogow utilizaron el enfoque básico de Shapley-Shubik juntocon la concepción de Luce de la estabilidad-O para obteneralgunas distribuciones de pode r Consistentes con un sistemaestable de dos partidos. En ese enfoque se supone primerouna legislatura de dos partidos y que la presidencia de larepública está en manos de uno de ellos. Dentro de cadapartido hay un subconjunto que siempre sigue al partido en

sus votaciones, otro que está dispuestoa pasarse al otro par-tido y un tercero que se inclina a formar una coalición conel subconjunto desertor de este último. El presidente puedeverse obligado a votar siempre como lo hace su partido o apasarse a la coalición de desertores; la otra opción es quegoce de completa libertad para pasarse a cualquier bando.Esta legislatura funciona con arreglo a ciertas reglas de vota-ción, las que definen (junto con el tamaño de los partidos,las defecciones admisibles y el tamaño de los subconjuntosdesertores) el conjunto de coaliciones capaz de aprobar unproyecto de ley. El análisis brinda una serie de observacionessobre la estabilidad y otras propiedades de las distribucionesdel poder correspondientes a diversas combinaciones de res-

tricciones impuestas con respecto al presidente y el tamaño de28 Luce y Rogow, cA Game Theoretic Analysis...»; Luce, «Fur-ther Comments on Power Distributions», y Riker, eA Test of theAdequacy of the Power Index».

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los subconjuntos. E stos resultados detalladosllevan luego aaserciones más generales, de esta índole: «Cuanto más nu-merosas sean las posibilidades de defección ... tanto mayorserá la localización del poder.» 2 9 Algunos de los resultadosparecen intuitivamente sensatos, pero solo en exiguas notasde pie de página se han aducido datos para apoyarlos. Enrealidad, la mayor parte de las proposiciones están expuestasde tal forma que requerirían una medición empírica delpoder, volviendo a colocarnos ante la dificultad antes ob-servada.Riker aplicó el índice básico de Shapley-Shubik a la Asam-blea Francesa para inferir los cambios de índice del po-der de los diversos partidos integrantes durante el período1953-54, en el que treinta y cuatro defecciones de un par-tido a otro produjeron sesenta y un cambios individualesde afiliación 30 Fundándose en el supuesto de que el podér delpartido está igualmente distribuido entre sus distintos miem-bros, Riker puso a prueba la proposición de que los cambiosde afiliación partidista tendían a provocar aumentos delpoder personal. Los datos no apoyaron esa hipótesis. En sustrabajos posteriores Riker abandonó casi totalmente el enfo-que de Shapley-Shubik3

3. 0 Seis modelos de elección socialy el concepto de poder

Los tres enfoques generales que acabamos de exponer ilustranel margen de posibles usos del concepto de poder, y com-prenden la mayor parte de los empleos recientes en la inves-tigación empírica o en la teoría de orientación empírica.Deseo usar estos tres ejemplos como base para explorar lautili dad de dicho concepto para el análisis de sistemasde elección social, utilidad que depende, en primer lugar, delas verdaderas características del sistema que se investiga.

29 Luce, eFurther Com ments on Power Distributions», pág. 10.30 Riker, «A Test of the Adequacy of the Power Index».31 W. H. Riker, The Theory of Political Coalitions, New Haven:Yale University Press, 1962.

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ibl d l l ió d l t d l

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sibles de la elección: ganar o perder; el proyecto de leypuede ser aprobado o rechazado; en el laberinto, tomaremosel ramal de la derecha o el de la izquierda. En cada encuen-tro (elección social) hay dos equipos opuestos. La probabi-lidad de elegir una alternativa dada si los equipos tienenigual número de miembros es 0,5. Si los equipos son des-iguales, tenemos tres alternativas gene rales:1. Podemos hacer que la probabilidad de elegir la primeraalternativa sea una función monótona creciente y continuade la disparidad entre los tamaños de los dos equipos.2 . Podemos suponer que siempre gana el equipo más nu-meroso.3 . Podemos suponer que la probabilidad es 0,5 con inde-pendencia de los tamaños relativos de los equipos, de suerteque el modelo resulta ser un caso especial del modeloirrestricto.¿Cuáles son las consecuencias de estos modelos? Conside-remos el modelo del encuentro. Supongamos que todo en-cuentro de poder ocurre entre dos personas exactamente,elegidas al azar de la población total del sistema de elección.Supongamos, además, que en cada encuentro decidiremoscuál de ambas prevalece echando una moneda a cara ocruz 32 Si el número total de encuentros por persona es,

relativamente pequeño y el número total de personas rela-tivamente grande, ese proceso dará unas pocas personasque triunfan casi siempre, otras que triunfan la mayoría delas veces, etc. En una comunidad de cuatro mil adultos conuna docena de en cuentros por adulto, es de prever que unosdoce o trece adultos no tendrán más de un fracaso. De modoanálogo, suponiendo que todos los encuentros son entreequipos y que la asignación de las personas a ellos se realizaal azar, los demás modelos m encionados de encue ntro daríanresultados idénticos. Deutsch y Madow emplearon un mo-delo de esta clase general para obtener una distribución dedesempeño directivo y reputaciones 38

32 Véase H. White, aUses of Mathematics in Sociology», en Ma-thematics and the Social Sciences, comp. J. C. Charlesworth, Filadel-fia: Am erican Academy of Political and Social Scie nce, 1963.33 K. W. Deutsch y W. G. Madow, aA Note on the Appearanceof Wisdom in Large Organizations», en Behavioral Scienc.e, VI,1961, págs. 72-78.

Con el modelo c asual irrestricto pueden obtenerse r esultadossimilares. Suponiendo que la elección social y las lx>sicionesiniciales individuales sean equiprobables entre las alterna-tivas, la í nica diferencia es que el número de alternativasdeja de ser forzosamente dos. En general habrá toas; enconsecuencia, la probabilidad de éxito será inferior á 0,5en cada en sayo y correlativamente m enor la probabilidad deun récord de éxito espectacular a largo plazo. Por ejemplo,para una docena de ensayos con diez alternativas, la pro-babilidad de fallar como máximo una vez baja a aproxi-

madamente 10- . 1 0(contra aproximadamente 0,0032 en los

casos de do s alternativas) .Por último, también se llega a resultados generales análogoscon cl modelo de igual poder. Suponiendo que la posicióninicial esté normalmente distribuida con una media M yuna variancia V, y que cl error esté normalmente distri-buido alrededor deM con una variancia que sea una fun-ción de .17 obtenemos lo que equivale a las variacionesen la versión continua de los modelos discretos. Si hacemosque la variancia del error sea igual aV, la relación es obvia.Nuestras mediciones del éxito pasan a ser ahora, no elnúmero (o proporción) de éxitos, sino más bien la desvia-ción media de las distintas posiciones de las elecciones so-

dales, y a partir del modelo generamos una distribución deesas distancias para un número dado de ensayos 34Todos los mod elos casuales generan distribuciones de poderespurias, en el sentido de que el poder, tal como solemosentenderlo, ro tiene nada que ver con lo que ocurrió. Noobstante, aún podemos aplicar nuestras medidas del podera los sistemas que entran en juego. Después de observar unsistema de esta índole, se pueden hacer aserciones sobrela distribución de poder en el sistema y exponer cómo seejerció el poder. A pesar de estos hechos, entiendo quela mayor parte de los estudiosos del pode r estarían de acuer-do en que si un sistema específico de elección social es enrealidad un mecanismo casual, el concepto de poder no es

valioso para ese sistema.34 Véase D . MacRae (h.) y H. D. Price, aScale Positions

in the Senate», en Behavioral Science, IV, 1959,212-18.

H t é t ibl h l d l l l b l b d

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Hasta qué punto es posible rechazar los modelos casualesen los estudios ele elección social? Aunque la respuesta aesta pregunta plantea graves problemas, creo que rechaza-ríamos un modelo puro de casualidad, juzgándolo pocorazonable. Lo digo con alguna vacilación, porque los es-tudios del poder no tomaron en cuenta, por lo regular,esos modelos alternativos, y no pocos de sus rasgos sonsin dada compatibles con una interpretación casual. Larespuesta depende de la evaluación de cuatro propiedadesde los modelos casuales que son potencialmente incompati-bles con los datos procedentes ya sea de estudios de campoo de laboratorio.En primer lugar, cabe preguntar si el poder es estable a lolargo del tiempo. En la mayor parte de los mo delos casuales,saber quién ganó en el pasado o quién tuvo reputación dehaberlo hecho, no nos ayudaría a predecir quién ganaráen el futuro. De ahí que si podemos predecir el resultado delas futuras elecciones sociales justipreciando las posicionesactuales con respecto a ponderaciones de rivadas de observa-ciones pasadas o de consideraciones apriori, tendremos al-guna justificación para rechazar el modelo casual. Se hanhecho algunos esfuerzos en esta dirección, pero con resulta-dos variables.3 5Aun co ncediendo que las pruebas sean claras

y los procedimientos puros, y suponiendo que todos losresultados fueran en la dirección pronosticada, el argumentoen favor de los diversos modelos de poder con tra un modelocasual sería endeble. Incluso bajo la hipótesis casual el«poderoso» triunfará alrededor de la mitad de las veces.En segundo lugar, cabe preguntar si el poder es estable enlo que respecta al tema principal. Según los modelos ca-suales, las personas que ganan en un asunto no tienen másprobabilidades de ganar en otro que las que perdieron enel primero. Por consiguiente, si encontramos una superpo-sición mayor-que-el-azar entre una y otra esfera, nos senti-ríamos inclinados a rechazar el modelo casual. Las pruebasde que disponemo s sobre este particular son contradictorias.Como ya anotarnos, ciertos estudios sugieren una notableespecialización del poder; otros, no. En resumidas cuentas,

35 Véase, por ejemplo, Hanson, «Predicting a Community Deci-sion».

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me resulta dificil rechazar el modelo casual sobre la base deesos resultados; si bien esnotorio que hay varias explicacionesalternativas de la falta de estabilidad, quienes observaroninestabilidad en el asunto tratado han preferido en generallas no casuales.""En tercer lugar, cabe preguntar si el poder está correlacio-nado con otros atributos personales. En los mo delos casualeses independiente de todos los demás; es posible que enocasiones esté casualmente correlacionado con una serieespecífica de atributos, pero una correlación constante pro-

vocaría dudas sobre la hipótesis casua l. Para salvarla habríaque recurrir a algún supuesto sobre la inadecuación (estoes, irrelevancia) de la medida del poder, o bien suponerque la covariación resulta del influjo del poder sobre elatributo correlacionado. Que yo sepa, todos los estudiosponen de manifiesto una relación mayor-que-el-azar entreel poder y atributos personales tales como la posición eco-nómica, el cargo político y el grupo étnico. No podernosexplicar con arreglo al modelo casual simple el hecho deque los pobres, los no elegidos y los negros estén siempresubrepresentados.Y en cuarto término, cabe preguntar si el poder es suscep-

tible de manipulación experimental. Si el modelo casual

fuera correcto, no podríamos producir sistemáticamente va-riaciones en quién gana manipulando el poder. En estecaso, las pruebas exp erimentales son bastante claras.Es po-sible modificar los resultados de los mecanismo s de elecciónmodificando los atributos o reputaciones personales.Aunqueintentemos alegar que e l ambiente motivacional o institucio-nal de los sistemas de elección reales es notoriamente dife-rente de la situación experimental común, no podem os soste-ner una interpretación estrictamente casual de los resultadosexperimentales.Los modelos casuales son muy ingenuos; constituyenel testmás endeble que podamo s imaginar. No obstante, hemos tro-pezado con dificultades para rechazarlos; en ciertas situa-

ciones no está claro si podemos hacerlo. Posiblemente,mu-36 Véase, por eje mplo, N . W. Polsby, How to Study Com munityPower: The Pluralist Alternative», en Journal of Politics, XXII,1960, págs. 474-84.

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h l l l d lid d i d d d i

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cho ele lo que o curre en el mundo ocurre por casualidad:si así fuera, sería un mundo simple para tratar. Pero esprobable, sin embargo, que nuestra dificultad estribe, no enla cantidad de orden existente en el mundo, sino en elconcepto de poder. Antes de pr onunciar c ualquier clase dejuicio sobre este problema, necesitamos analizar algunosmodelos que po drían ser juzgados más razonables por quie-nes trabajan en este terr eno.

dos y las posiciones iniciales asociadas, podemos determinarl o s índices de poder.El caso binario probabilístico. Supongamos que C, y A ,puedan asum ir solo dos valores (sí-no, pro-contra, aproba-ción-rechazo, arriba-abajo,etc.), y que los valores nomina-les 1 y —1 se asocian a las dos alternativas. Sea Pl la proba-bilidad de que C, = 1. El modelo básico de fuerza asumeentonces la forma:

3.2 Modelos básicos de fuerza

Supongamos que, par tiendo de la noción de que e l poderes real y sirve como medio de control, tomamos una seriede modelos estrechamente vinculados con la mecánica clá-sica, aunque su forma detallada sea algo diferente de ella.En su forma más pura, lo s modelos simples de fuerza pue-den representarse por medio de funciones que conviertana la elección social resultante en un promedio ponderadode las distintas posiciones iniciales, siendo las ponderac ionesel poder anexo a los diversos individuos. Identifiquemos tresvariantes:El caso continuo. Sea C5el resultado (la elección social)en el problema jés"n°

y A 4, la posición inicial en el problemajéstm° de la fuente de poder individual ik'm°. C l y A 4 pue-den ser vectores, pero tienen las mismas dimensiones. Seam* los recursos de poder totale s disponibles para el compo-nente i 'mO del problema jé'mO, y my la forma normalizadade éste. Por consiguiente:

* Fri4 4i l 4-1 4j

en que n es el número de componentes.El modelo básico de fuerza en el que suponemos que m:es una constante en todo j, es elegante en su simplici dad:

A

Cl = F + 1 i

Dada una. serie de índices de poder y posiciones iniciales,podemos predecir los resultados. Dada una serie de resulta-

w

} 42 1m4A4iP

Alternativamente podemos definir que cualquier función quedelinea (-1, 1) sobre (0, 1), es mon ótona creciente y simé-trica alrededor del punto (0, 0,5) . La mayor parte de losdatos sugieren, en verdad, que la función no es lineal."'Dada la función, una serie de índices de poder y las posicio-nes iniciales, podemos predecir los resultados con algún po-sible error casual.Dada la función, una serie de resultados y las posicionesiniciales asociadas, podemos determinar los índices de poder

con algunosposibles errores de estimación.El caso binario casi determinado. En esta forma especial delcaso binario suponemos que el equipo m ás poderoso lograla victoria inequívocamente. Así:

1Pi = ,5

psi E m A4 f

4 = =

>= 0

Corno an tes, podemos usar el mo delo para predecir resul-tados dados el poder y las posiciones iniciales, o estimar elpoder dados los resultados y las posiciones iniciales. En esteúltimo caso tendríamos normalmente una familia de solu-

ciones en vez de una sola.El único problema grave que plantea el empleo de estos

37 F. M. Tonge, rModels of Majori ty Influence in UnanimousGroup Decision», trabajo inédito, 1963.

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modelos e striba en las dificultades de estimación Claro está Ni d bl d i ió E

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i= 1,..., n

No obstante, notimarlo de j

1

ma está sujeta a

conocemos ^ p1

pero tenemos que es-En consecuencia, nuestra estimación de

la variación del muestreo.

I {Ai jmk = s

Akf

1=1 ¢. k j=

modelos e striba en las dificultades de estimación. Claro estáque, a meno s que sean difíciles de obtener las observacionesnecesarias, los problemas de estimación son relativamentesecundarios. Consideremos el caso continuo. Puesto que sa-bernos que:

C 1

mkAk1

solamente necesitamos n — 1 observaciones distintas paradeterminar las ponderaciones del poder(m a en un sistemaque tenga n fuentes de poder distintas. Si el sistema com-prende solo dos individuos, no precisamos más que una ob-servación para determinarlos. Resultados análogos obtene-mos tratándose del caso binario casi determinado, aunquenos ocupe mos de desigualdades. Si ignoramos la posibilidadde que exista un vínculo entre ambos lados, sabemos que:

mk < C1 m A{1 = 1,. . .,n4^

Por ende, dada una serie de observaciones podemos definiruna familia de valores para m {que sean com patibles con lasobservaciones.En el caso probabilistico, las observaciones sirven de basepara estimar una serie de ponderaciones que controlan losresultados (desenlaces) solamente hasta cierto valor de pro-babilidad. Si tenemo ss observaciones, sabemos que:

Ninguno de estos problemas de estimación es grave. Enrealidad, los dos primeros modelos están bien determinadosy son triviales; el tercero implica la distribución binomial,pero no es ex cesivamente complicado.Los modelos de fuerza son, pues, bastante bien definidos yno plantean graves problemas técnicos; los procedimientosde estimación son directos, y no se requieren más observa-ciones que las que implica cualquier modelo que suponealguna especie de poder. ¿ Qué consecuencias traen los mo-delos? Primero, a menos que se los combine con una serie

de restricciones (como las de estructura de poder de la for-mulación de French y Harary), nada dicen acerca de ladistribución del poder en un sistema de elección. Por consi-guiente, no hay modo de verificar su aparente plausibilidadcomparando las distribuciones reales de poder con las de-rivadas.Segundo, en todos los modelos, la distancia entre las posi-ciones iniciales de la elección individual y de la social (ode la elección social prevista) está en proporción inversa alpoder cuando tratamos exactamente de dos individuos;como ya hicimos constar, ésta es también una propiedad delmodelo de French. Con más de dos individuos, la relaciónentre distancia y poder resulta más compleja, según la di-

rección y magnitud de las diversas fuerzas aplicadas al sis-tema. Estos resultados no sorprenden, ya que los mo delos sefundan directamente en las ideas de centro de masa.A par-tir de ellos podemos evaluar los modelos si contamos conuna medida independiente del poder, por ejemplo la deShapley-Shubik. De lo contrario se convierten, como ocu-rrió a menudo, en una mera definición del poder.Tercero, podemos evaluar en qué medida es razonable estaclase de modelos mediante unas pocas consecuencias gene-rales. Consideremos las características básicas de los modelossimples de fuerza:1. Hay un número fijo de fuentes de poder conocidas.2 . En un momento cualquiera, cada una de estas fuentes

puede caracterizarse diciendo que afecta la elección socialporque ejerce fuerza con arreglo a dos dimensiones: mag-nitud (poder) y dirección (posición o conducta inicial).3 . Cualquier fuente dada tiene un único poder, determi-

i , . ,n

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nado exógenamente Es decir el poder es constante (du der ejercido es igual a pode r Si el poder realmente ejercido

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nado exógenamente. Es decir, el poder es constante (du-rante un período y un dominio de observación del temarazonables) y siempre se lo ejerce de manera total.4. El resultado (la elección social) es suma de las magni-tudes y direcciones individuales.En lo que atañe a los modelos determinados, tanto las ob-servaciones de campo como las experimentales muestran cla-ramente que no describen con exactitud la elección social.Para que los modelos puedan ser aceptados el m i (tal comoha sido definido en ellos) debe ser estable; que yo sepa losdatos que se conocen no lo confirman. Los más cercanos aesa estabilidad son ciertos grupos experimentales en que laselecciones rondan constantemente alrededor de la media, yalgunos esquemas de votación formales en alto grado. Enesos casos, los índices de poder se aproximan a veces a laestabilidad en una posición de igual poder. No obstante,pocos estudiosos pretendieron qu e tales índices poseen esta-bilidad.Si pasamos al caso probabilístico —o si añadimos un tér-mino de error a los modelos determinados— la situación setorna más ambigua. Teniendo en cuenta lo dicho acerca deque no es fácil rechazar un modelo puramente casual conlos datos disponibles, el argumento puede hacerse extensivo

a modelos que suponen importantes términos de error, o aaquellos en los que e l número de o bservaciones es suficien-temente pequeño para introducir una variación de mues-treo significativa en la estimación de las probabilidades su b-yacentes. No obstante, la mayoría de los observadores delpoder en estudios de campo se inclinan a rechazar aunestas variaciones sobre el tema, a pesar de que no se hallevado a cabo ninguna verificación completa.Hay un doble motivo para rechazar los modelos simples defuerza (además de la necesidad de no contaminarlos con lostérminos de error) :1. Parece que existe unanimidad en considerar que, o elpoder potencial es diferente del realmente ejercido, o bien

este último es variable. Si, aunque el poder potencial seaestable, factores desconocidos afectan el ejercicio efectivodel poder, los modelos simples de fuerza no sirven, ya queno solo suponen qu e el poder es estable, sino además que po-

der ejercido es igual a pode r. Si el poder realmente ejercidoes inestable, los modelos simples de fuerza solo servirán encaso de poder hacer algunas afirmaciones plausibles sobrela naturaleza de la inestabilidad; por ejemplo, suponer queciertos factores conocidos afe ctan la utilización del poder ymedirlos; o bien que las variaciones son equ ivalentes a erro-res de observación con distribuciones conocidas.2. Existen al parecer abundantes pruebas de que el poderno es estrictamente exógeno al ejercicio del poder ni a losresultados de ese ejercicio. La mayor parte de los observa-dores estarán contestes en que las presentes reputaciones depoder son, por lo menos en parte, consecuencia de encuen-tros pasados. Las pruebas en favor de esa proposición sonen buena medida experimentales, pero la mayoría de losobservadores también convendrán probablemente enque lareputación de poder afecta, a su vez, los resultados de losencuentros. Si estas aserciones son ciertas, elmodelo simplede fuerza servirá en el caso de sistemasde poder en equili-brio, mas no en otros sistemas.Estas objeciones al modelo simple de fuerza son de índolegeneral; ahora necesitamos dirigir nuestra mirada a los mo-delos que tratan de ocuparse de los desplazamientos endó-genos en el poder y de los problemas de activación o ejerci-

cio del poder. Como veremos, esos modelos han sido some-tidos a pocas pruebas y plantean problemas graves de eva-luación sobre la base de los datos existentes. Consideraremostres clases de modelos, todos los cuales son elaboraciones delos modelos simples de fuerza. Losprimeros pueden deno-minarse modelos de activación; se supone en ellos que elpoder es un potencial y que su ejercicio entraña algún me-canismo de activación. Los segundos recibirían el nombre demodelos condicionantes; se supone que el pod er es en parteendógeno: concretamente, que el poder aparente lleva alpoder efectivo o real. La tercera clase demodelos son los deagotamiento: el poder es un capital en reserva y suejercicioconduce al agotamiento de dicho capital.

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3 3 i ífi d i d i i l d i i

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3. 3 Modelos de activación de fuerza

Los modelos hasta ahora considerados aceptan, sin excep-ción, el postulado básico de que todo poder es ejercido entodo mome nto. En realidad, pocos observadores de sistemasde elección social creen que ello sea cierto, tanto en lo quese refiere a grupos experimentales como a sistemas socialesnaturales. Respecto a estos últimos, Schulze sostiene que «elestudio de Cibola parece documentar la ausencia de cual-quier relación neta, constante y directa entreel poder como

potencial para la acción determinativa y el poder como laacción determinativa misma». 3 8Wolfinger reprocha al mé-todo reputacional que atribuya poder fundándose en «lasuposición de qu e el potencial de pode r es igual a la realiza-ción del potencial».3 9Y Hanson sugiere que las prediccio-nes basadas en la teoría de M iller-Form serán meno s exactas«si el problema no suscitó un alto grado de interés y acti-vidad en la comunidad». 4 0Como antes, supongamos qu e m* representa los recursos to-tales de poder del componente i 8 8 m °en la elección P i a l a y que xi sea la parte (O L x ;i G 1) de los recursos totalesde poder que ejerce el componente iés1m° en la elecciónj6sima. Asociamos los modelos de activación de fuerza a losmodelos básicos de fuerza por medio de la simple expresióncontable :

i m i=

n

E x m*.i_t ii l

En este pun to podemos co nsiderar dos variantes:El modelo de partición. Supongamos que x c iasuma sola-mente dos valores: 1 y O; es decir, que los compone ntes delsistema son activos o inactivos en cualquier elección parti-cular. Suele afirmarse que el poder debe hacerse relativo a

myj

38 R. O. Schulze, «The Role of Economic Dominants in Commu-nity Power Structure», en American Sociological Review, XXIII,1958, pág. 9.39 Wolfinger, «Reputation and Reali ty».40 Hanson, «Predicting a Community Decision».

ql

una serie específica de acciones o dominio ele decisiones con-juntas." La hipótesis (le la especialización es una d e las for-mas ele ese modelo. Suponemos q ue, una vez hecha la par-tición elemental, podemos tratar el grupo activado comosistema total y aplicarle el mode lo básico de fue rz..a.El modelo continuo. Supongamos quex + iasuma cualquiervalor entre O y 1; es decir, que los participantes del sistemapueden variar su poder ejercido desde cero hasta el totaldesus recursos. Así, una persona rela tivamente débil puedeejercer a veces más pode r que otra relativamente fuerte, con

solo dedicar mayor atención al problema de elección im-plicado.Veamos cómo se relacionan los modelos de activación conlasobservaciones reales. Partamos del supuesto de que el poderpotencial (m*) es constante en todas las elecciones. Ima-

ginamos que existe algo denominado poder potencial aso-ciado a un componente del sistema de elección, y que esterecurso de poder no depende de la elección. En la prácticaesto implica que m t es también constante en el tiempo,puesto que para nuestras estimaciones ne cesitamos una serietemporal de observaciones. Esta suposición de constanciaserá menos rígida en modelos posteriores, pero es caracte-rística de la m ayor parte de los m odelos de activación.Dado un poder potencial fijo, tenemos dos alternativas prin-cipales. Primero, tratar de determinar el valor de x ii paracada componente y para cada elección, y estimar con él elpoder potencial de cada componente. Si la observación di-recta nos permite determinar, ya sea el nivel de utilizaciónde poder, ya la distribución de la utilización de poder (osi podemos establecer un procedimiento para fijar el gradode utilización), estaremos en condiciones de estimar el po-der potencial mediante una simple modificación de nuestrosmodelos básicos de fuerza.Supongamos, por ejemplo, contar con algunas medidas de

41 Véanse H. A. Simon, <Notes on the Observation and Measure-ment of Political Power», en Journal of Politics, XV, 1953, págs.500-16; J. G. March, «An Introduction to the Theory an d Mea-surement of Influence», en American Political Science Review,LIX, 1955, p ágs. 431-51; March, (Measureme nt Conce pts», y R.A. Dahl, «The Concept of Power», en Behavioral Science, II1957, págs. 201-15.

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Wolfinger 1 llegaron al patecer a la conclusión de que tie- gundo mas no el primero, tenemos un surtido de modelos

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Wolfinger llegaron, al patecer, a la conclusión de que tiene sentido separar los dos elementos para ciertos fines espe-ciales (de ahí la clasificación como modelo de activación defuerza en vez de simple modelo de fuerza) . De todos mo-dos, una prueba del modelo en N ew Haven n ecesita subsi-guiente observación de la estabilidad de los índices.Teniendo e n cuenta tanto las propiedades formales de losmodelos de activación como los problemas que los observa-dores tuvieron con ellos, resulta evidente que adolecen deun excesivo poder explicativo aposteriori. Si observamosque el poder existe y es estable, y que a veces las personasdébiles parecen triunfar sobre las fuertes, sentimos la tenta-ción de confiar en una hipótesis de activación para explicarla discrepancia. Mas si luego tratamos de emplear la hipó-tesis de activación para predecir los resultados de los proce-dimientos de elección social, descubrimos que las exigenciasde datos de los mo delos de activación «plausibles» son sus-tanciales. En consecuencia, nos replegamos a formas en esen-cia degeneradas del modelo de activación, conservando algode la forma pero poco de la sustancia. Esto nos obliga avolver al punto de partida en busca de algún expedientepara explicar nuestros fracasos en m ateria de predicción.Lamentablemente, los dos próximos tipos de modelos com-

plican las cosas en vez de facilitarlas.

3.4 Modelos condicionantes de fuerza

Los modelos condicionantes toman como dado el modelobásico de fuerza o el modelo de activación. El único cambioconsiste en reemplazar un recurso de poder constante por unrecurso de poder variable. Los mecanismos básicos son sim-ples: 1) Las personas tienen poder porque se cree que lotienen. 2) Se cree que las personas tienen poder porquese ha observado que lo tienen. Es posible, naturalmente, te-ner modelos en los que falte uno u otro de estos mecanis-

mos. Si suponemos el primero mas no el segundo, tenemosun paradigma expe rimental estándar;s i suponemos el se-

47 Dahl, Who Governs?; Polsby, How to Study Communi ty Po-werx; W olfinger, eReputation and Reality».

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gundo mas no el primero, tenemos un surtido de modelosde aprendizaje de prestigio.4 8Por otra parte, salta a la vista que si el poder es tá especifi-cado con exactitud por las observaciones y si las eleccionessociales están precisa y unívocamen te especificadas por ladistribución del poder, los modelos condicionantes carecen,hasta cierto punto, de interés. Llegan a tenerlo debidoa la

no-univocidad de los resultados del ejerciciodelpoder ola no-univocidad de las atribuciones de poder.Supongamos que losC, son ordenados según elmomento desu ocurrencia. Ci ocurre inmediatamente antes de CR, ylo mismo los restantes. Podemos considerar entoncesque la

forma general de los modelos condicionantes esunoe losmodelos básicos de fuerza y asimismo un procedimientopara

modificar m f a consecuencia deC, Tomemos, porejemplo,

el modelo siguiente. Suponemos que el sistema vuelvea eva-luar el poder de cada uno de sus componentesdespués decada elección. En ese momento dispone de informaciónsobre la elección(C,) y las anteriores reputaciones depoder,

= ri , ^ i r2, ,—r, . . . , r,,, _ ). Tiene que asignaruna nueva serie de atribuciones de poder:R,. Al hacerlopodríamos suponer razonablemente que el sistema afectalaclásica transacción de los sistemas adaptativos entre: 1) ha-

cer que las nuevas soluciones sean tan compatibles comofuere posible con la experiencia pasada inmediata, y 2)hacer que las nuevas s oluciones sean tan compatibles comofuere posible con las soluciones antiguas. A fin de identifi-car una dimensión con arreglo a la cual se afecte estatrans-acción, definimos una distancia mínima,Di, entre la anti-gua atribución y la nueva elección: D, = Q,— R1_1 , enla que Q, se elige para minimizar:

r{,,m1 ü-r

supeditado a:

Aii = Ci{ = 1

48 White, .Uses of Mathematics in Sociology..

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2

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cia de los recursos de poder o del poder ejercido, como3.5 Modelos de agotamiento de fuerza

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cia de los recursos de poder o del poder ejercido, comotambién una serie de aforismos paralela —aunqu e con algunavariante— a la del modelo condicionante:1. El poder formal es inestable. Guárdese el rey del quelo corona.2. El poder ejercido se pierde. Las guerras las ganan losneutrales.3. La diferenciación gasta el poder. M anténgase la alianzatodo el tiempo posible.Nadie, que yo sepa, intentó aplicar un modelo de esta índolea situaciones de poder, a pesar de que existen indicios de sulegitimidad (por lo menos como modelo parcial). Hollanderlo hizo para un fenómeno muy afín a éste: la relaciónentre la conducta independiente del miembro de un grupoy la tolerancia de dicha conducta por parte del grupo;pero pensaba primordialmente en un s istema que compren-diera, al mismo tiempo, e fectos sistemáticos (aunqu e aisla-dos) sobre el recurso (la tolerancia). 49Algunos de los es-tudios sobre relaciones interpersonales en organizacionesindican que a menudo el ejercicio del poder es disfuncionalcon respecto al ejercicio efectivo del poder en el futuro;en tales casos, el mecanismo de ordinario postulado implicala repercusión del poder sobre lossentimientos,ó0 más que

nuestra simple noción de recurso. N o obstante, los atributosmás obvios de la conducta observada en esos estudios soncompatibles con las predicciones gen erales de los modelosque cons ideran el poder como capital en reserva.Aunque los recursos de poder sean ex ógenos, la verificaciónde un modelo de agotamiento simple plantea problemas másgraves que la del mode lo de activación básico. Como en elcaso del modelo condicionante necesitamos datos longitudi-nales. Así pues, si cabe supone r que los recursos de poder(o sus incrementos) son función del status social o econó-mico, de la habilidad para realizar alguna tarea, o de atri-butos físicos (p. ej., el vigor), probablemente pueda volverse

49 E. P. Hollander, «Conformity, Status, and Idiosyncrasy Cre-dit», en Psychological Review, LXV, 1958, págs. 117-27.50 Véase W. G. Bennis, affecting Organizational Change: A NewRole for the Behavioral Sciences., en Administrative Science Quar-terly, VIII, 1963.

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Dentro de los modelos condicionantes, el éxito alimenta aléxito. Mas hay otra clase de modelos plausibles en los queel éxito alimenta al fracaso. Como en los modelos condi-cionantes, suponemos en ellos que el poder varía con eltiempo; como en los de activación de fuerza, suponemosque no todo poder es ejercido en todo momento. Por con-siguiente:

/m 1 — x ti m i rit*si

La idea básica del modelo es plausible. Se juzga al poderun recurso que se agota con el ejercicio de aquél. Sin per-juicio de eventuales adiciones a las existencias de poder,cuanto más poder ejerza en el sistema uno de sus compo-nentes, tanto menos poder quedará a su disposición. En laforma más simple podemos suponer:

*m ti — m t,i-1' x 4,i-1m {,i-1 --. m i, i-1 (1-- x t.i -1

Y si suponemos que n o se producen agregados a los recursos

de poder:m il=m;' 0( 1 )(1 1) ...(1 xc,i )

Si la tasa de retracción es constante:

m*=m* (1— x) i^ r — t o

Sin alterar la estructura básica del modelo, podemos modi-ficar esto de modo que el agotamiento sea proporcional a lautilización de poder (más que igual a él).Según, este esquema es perfectamente posible que el poderse desplace a consecue ncia de las variaciones en las tasas deutilización. Mientras los agregados a las ex istencias de podersean independientes del ejercicio de éste, el uso de hoy signi-fica que tendremos menos para usar mañana. Podemos ex-poner diversas condiciones para la conve rgencia y divergen-

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manipulable el modelo en caso de que las suposiciones sim- 36 Modelosde proceso

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manipulable el modelo en caso de que las suposiciones simplificadoras hechas para modelos de activación de fuerzasean acertadas. En cambio, si combinamos el modelo deagotamiento con el condicionante —como creo que debería-mos hacer— el modelo básico de fuerza se nos complicarátanto que nos resultará realmente difícil ser optimistas encuanto a la verificación.Un mo do de atenuar los requ isitos de la verificación consisteen controlar algunas variables mediante la manipulaciónexperimental y medir otras mediante la observación experi-

mental. Si somos capaces de controlar los recursos disponi-bles y medir directamente el grado en que se ejerce el poder,podremos desarrollar modelos de agotamiento y de agota-miento-condicionantes para usarlos en situaciones experimen-tales.Si, no obstante, quererno s aplicar a un sistema natural cual-quiera de los modelos de fuerza más elaborados, o desarro-llar predicciones de sistema natural a partir de nuestrosestudios experimentales, necesitaremos muchos m ás datos quelos que nos facilita la investigación reciente. Tal vez puedahacerse empíricamente manipulable un modelo que com-prenda consideraciones relativas a la activación, el condicio-namiento y el agotamiento del poder, pero un modelo de

esta índole (y las observaciones a él asociadas) constituiríauna importante conquista técnica, de la cual nos hallamostodavía a bastante distancia.Una vez que alcancemos un m odelo tal , es muy posible quelo encontremos inadecuado y necesitado de una nueva ela-boración. Desde el concepto simple del poder propio de unmodelo simple de fuerza, hemos pasado a un concepto cadavez más alejado de las nociones intuitivas básicas aprehen-didas por el modelo simple, y a modelos en los que lassimples observaciones de poder son cada vez menos útiles.Con solo dar un pequeño paso más, pasamos a una seriede modelos conceptualmente remotos de la idea primitiva desistema de elección social.

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3.6 Modelos de proceso

Supongamos que el sistema de elección en estudio no seafortuito, y, además, que el poder sea realmente un fe nómenosignificativo, en el sentido de que puede m anipularse sisterrtá-ticautente en el laboratorio y emplearse para explicar laelección en ciertos sistemas de elección social. Entiendo q ueambos supuestos son razonables. Pero' supongamos tambiénque h,lya una clase de sistemas de elección social en los queel poder carezca de importancia. Salvo que juzguemos alpoder como verdadero por definición, pienso que resultarazonable suprimirlo. Si tratamos. el poder como definición,creo lógico imaginar una clase de sistemas de elección socialen los que la medición del poder sea inestable e inútil.Consideremos los siguientes modelos de proceso de elecciónsocial como representativos de esta clase:Un modelo de intercambio. Se supone q ue los distintos cona-compone nte del sistema posee la información y las aptitudesciales alternativas, y que el sistema tiene un criterio formalpara hacer las elecciones finales (p. ej., voto mayoritario,unanimidad,clearing del mercado). Se supone, además, quehay algún medio de intercambio por el cual los distintos com-ponentes procuran llegar a acuerdos que les resulten venta-

josos (p. ej., intercambios de dinero o de votos). Estosacuerdos, sumad os al criterio formal para la elección, deter-minan la decisión social. Este tipo general de sistema demercado es bastante corriente en los sistemas económicosy en los sistemas políticos.' Representa asimismo un modode ver ciertas teorías modernas de influencia interpersonal azen las que los sentimientos en una dimensión (Usted megusta») se intercambian por sentimientos en otra (fA ustedle gustan mis plantas») a fin de llegar a una elección social(«Nos gustamos y nos gustan mis plantas»).

51 Véanse, por ejemplo, Anthony Downs, An Economic Theory ofDemocracy, Nueva York: Harper & Row, Publishers, 1957; J . M.Buchanan y Gordon Tullock, The Calculus of Consent, Ann A r-

bor: University of Michigan Press, 1962, y Riker,The Theory

of Political Coalitions.52 Dale Carnegie, How to Win Friends and Influence People, Nue-va York: Simon and Schuster, Inc., 1936; Leon Festinger, A Theo-ry of Cognitive Dissonance, Nueva York: Harper Row, Publishers,1957

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Un modelo de solución de problemas. Se supone que cada tintas partes del sistema co ntribuyen a distintas decisiones

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p qcomponente del sistema posee la información y las aptitudesrelevantes para un problema de elección social, y que elsistema tiene un criterio para la solución. Se postula algunaespecie de proceso mediante el cual el sistema obtiene yorganiza la información y las aptitudes de modo de reducirsistemáticamente la diferencia entre su po sición presente yuna solución. Este tipo general de sistema es bien conocidopor los estudiosos de reso lución de problemas individualesy grupales.5 3Un modelo de comunicación-difusión. Se supone que loscomponentes del sistema están unidos por algún sistemaformal o informal de comunicación mediante el cual sedifunde la información a través de aquél. Se postula un pro-ceso de envío de información y modificación de la con ducta,a razón de un componente por vez, hasta que se llega auna posición social. Este tipo de sistema resulta familiara muchos estudiosos de la conducta individual en un con-texto social b4Un modelo de toma de decisiones. Se supone que los com-ponentes del sistema tienen preferencias con respecto a laselecciones sociales, y que el sistema posee un procedimientopara producir elecciones. El sistema y los componentes ope-ran con dos limitaciones:1. Sobrecarga: Se les exige atender a más demandas quelas que puede n satisfacer en el tiempo disponible.2. Insuficiente comprensión: El mundo que enfrentan esmucho más complicado de lo que ellos pueden tratar.Por consiguiente, aunque supongamos que cada uno de loscomponentes mo difica con el tiempo su conducta y sus pre-ferencias, a fin de lograr una combinación de eleccionessociales subjetivamente satisfactoria, échase de ver ,que dis-

53 Véanse, por eje mplo, A . Newell, J. C. Shaw y H. A. Sim on,«Elements of a Theo ry of Human Problem Solving», en Psycho-logical Review, LXV, 1958, p á g s .151-66, y D. W. Tay lor, «Deci-sion Making and Problem Solving», en Handbook of Organiza-tions,

comp. March.54 Véanse, por e jemplo , Elihu K atz y P. F. Lazarsfeld, PersonalInfluence, Nueva York: Free Press of Glencoe, Inc., 1955, y A n-gus Campbell, Philip Converse, W . E. Miller y Donald Stokes,The American Voter, Nueva York: John Wiley & Sons, Inc., 1960.

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tintas partes del sistema co ntribuyen a distintas decisionesde distinto mo do en distintos mom entos. Este tipo demodeloes corriente para organizaciones complejas 55En cada uno de estos modelos de proceso, es posible atribuirpoder a cada componente. Tal vez quisiéramos expresarqueun hombre que es dueño de una cierta fracción de tierraen Iowa tiene más poder en el sistema económico que elque posee una fracción similar en Alaska.O que, en unacompetencia para la venta de macetas, un hombre muypreocupado por su status personal goza de menos poder que

otro no tan preocupado por él. Otal vez que un hombre

que con ozca el idioma ruso t iene más po der que otroqueno lo conozca en un g rupo encargado de averiguarla fre-cuencia relativa de frases adjetivas en Tolstoi y Dostoievski.O bien que dentro de una o rganización, una subunidadquetenga problemas posee más poder que una que no los tenga.Pero creo probable que no nos interese afirmar ningunade estas cosas. El concepto de poder no contribuyemucho anuestra comprensión de sistemas capaces de ser representadosde alguna de estas formas.Me impresiona el grado en que m odelos de esta clase pare-cen compatibles con los informes de estudiosos recientes (yalgunos no tan recientes)5 6de sistemas políticos y ottsos

sistemas relativamente amplios (por el número de p ersonasque com prenden) de elección social.«A l observar ciertascomunidades locales se pone de manifiesto que la organiza-ción completa e inclusiva es, para muchos fines generales,endeble o inexistente», dice Long.Mucho de lo que p r i s aproduce la impresión de ocurrir debido meramente a queciertas tendencias accidentales resultan acum ulativas y conel tiempo originan resultados que nadie esperaba. Una granparte de las actividades comunitarias consiste en unacoope-ración no dirigida de estructuras sociales particulares,cada

55 Véanse C. E. Lindblom, «The Science of Muddling Throw»,en Public Administration Review, XIX, 1959, págs. 79-88, y R.M. Cyert y J. G. March, A Behavioral Theory of the Firm, En-glewood Cliffs, N. J.: Prentice-Hall, Inc., 1963.56 Por ejemplo, David Riesman, The Lonely Crowd, New Haven:Yale University Press, 1951; La muchedumbre solitaria, BuenosA ires: Paidós.

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una en po s de metas propias y que al proceder de esta suerte siguiente es completamente engañosa: «Una vez aceptado

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p p p y q pse enredan con las otras.» u7De esta clase de descripciones de la elección social derivandos conclusiones generales. En primer lugar, si un sistematiene las propiedades que insinúan autores como Coleman,Long, Riesman, Lindblom y Dahl, el poder será un conceptoen esen cia inútil. En tales sistemas, la medición del poder esfactible, pero no valedera para calcular predicciones; resultaútil primordialmente en sistemas que se amolden a algunavariante de los modelos de fuerza. En algunos sistemas deproceso complejos tal vez podamos identificar subsistemasque se amolden al modelo de fuerza, e interpretar así elsistema mayor con arreglo a un modelo de activación de fue r-za para ciertas finalidades. Pero a mi entender la caracte-rística distintiva de las observaciones citadas es q ue inclusoesas interpretaciones pueden ser menos acertadas, a la luzdel sentido común, de lo que antes creíamos.58En segun do lugar, los modelos de procesos —y en particularlos de procesos de toma de decisiones— parecen técnica-mente más difíciles, con respecto a la estimación y verifi-cación que las más complejas modificaciones del modelo defuerza. Quisiéramos introducir muchas m ás variables discre-tas y nominales, muchas más fun ciones discontinuas y muchas

más combinaciones raras de acontecimientos. Aunque algúnprogreso se ha logrado en el tratamiento de estos problemas,y se ha obtenido cierto pode r predictivo sin hacer intervenirel modelo de fuerza, siguen sustancialmente inexplorados losescollos le los modelos de procesos.

4. 0 El poder del poder

Si interpreto correctamente las investigaciones recientes,laclase de situacionesde elección social en que el poder resultaútil en medida significativaes mucho más reducidade lo queyo creía antes. En consecuencia, pienso quela afirmación

57 N. E. Long, «The Local Community as an Ecology of Games»,en American Journal of Sociology, XLIV, 1958, pág. 252.58 Véase Bachrach y Baratz, «Two Faces of Power».

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g p gque la toma de decisiones es uno de los puntosfocales parala investigación empírica en la ciencia social, se vuelveno-toria la necesidad de explorar el sentido operacional y lasdimensiones teóricas de la influencia.»6 9Aunque poder einfluencia sean conce ptos útiles para numerosas situaciones,no nos ayudaron a entender muchos de los mecanismos natu-rales de elección social a que tradicionalmente seaplicaron.La medida en que hemos usado el concepto de poder sinobtener fruto alguno es sintomática de tres desafortunadastentaciones con él asociadas:Tentación n° 1: El carácter obvio del poder. Para casi todoslos que viven en una sociedad contemporánea, el poder esalgo notorio y real. Difícilmente podemos hablar de nuestravida cotidiana o de fenómeno s políticos y sociales importantessin referirnos a él. Nuestros comentarios sobre maquinacione spolíticas constan en gran parte de relatos de negociacionesentre los influyentes. Nuestros análisis de los acontecimientossociales están salpicados de cálculos de po der. Nuestra inter-pretación de la vida organizacional se construye so brelaevaluación de quién tiene y quién no tiene realmente poder.Nuestros debates de las grandes cuestiones sociales, políticasy económicas se centran en discutir si i tiene poco poder yj

demasiado.Debido a esta ubicuidad del poder, tendemos a suponer queéste es real y significativo. Detrás del humo tiene que haberfuego. «Doy por descontado que en toda organización hu-mana hay individuos que tienen más influencia que otrosen decisiones claves.»6 0En este aspecto mis parcialidadesson en su mayoría conservadoras, y me inclino a dar algúncrédito a la utilidad de la convalidación concep tual social.Pienso, sin embargo, que corremos el riesgo de tratar laconvalidación social del poder como más imperiosa de lo qu ees, meramente por la difusión de que goza el condiciona-miento social para un modelo simple de fuerza.Tentación n° 2: La importancia de la medición. El primer

corolario del carácter obvio del poder es la importancia del59 March, «An Introduction», pág. 431.60 R. A. Dahl, «A Critique of the Ruling Elite Model», en Ame-rican Political Science Review, LII, 1958.

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suposiciones bastante restrictivas, el concepto de poder y un4 El aspecto político de la estructura

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p , p p ymodelo simple de fuerza representan un enfoque razonablepara el estudio de la elección social. Siempre y cuando pue-dan resolverse algunos problemas, bastante sustanciales, deestimación y análisis, el concepto de poder y modelos de fuer-za más elaborados constituyen un enfoque razonable. Enconjunto, sin em bargo, el concepto de poder es desalentador,ya que apenas nos proporciona una cantidad asombrosa-mente pequeña de modelos razonables de sistemas complejosde elección social.

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4. El aspecto político de la estructuray el proceso sociales

Takott Parsons, Universidad de Harvard

E s t e trabajo presentará, en forma por cierto suinaria, unfoque del análisis teórico de la estructura y el procesopolíticos, enfoque inspirado en gran medida en análisis yestudios que siguen la tradición de la teoría política, peroq u e se distingue por colocar estos materiales en elcontextode un análisis teórico general de la sociedad total comosistema social.íE l concepto clave que habrá de se rvirnos de guía es elsub-sistema político (polity), definido como subsistemafuncionalprimario de una sociedad y estrictamente comparablepor sus t a t u steórico a la economía, en la acepción amplia quese da a ese concepto en la teoría económica moderna?Eltérmino funcional significa en este caso que el subsistemapolítico no de be identificarse con ninguna estructura espe-cífica de la colectividad dentro de la sociedad, por ejemploel gobierno (como tampoco la econ omía debe concebirsecomo el conjunto de em presas comerciales), ni con ningúntipo concreto de actividad de los individuos. Está concebidoanalíticamente como el aspecto de toda acciónconcerniente

• Estoy especialmente agradecido por su ayud a en la preparaciónde este trabajo a Víctor M. Lidz, quien contribuyó a concebir laargumentación misma a lo largo de num erosas discusiones, obtuvomaterial de consulta, mejoró el estilo y dio mayor claridad almanuscrito original y adaptó la Nota Técnica, que había sido uti-lizada con otra finalidad (como apéndice a aOn the Concept ofPolitical Power»).1 Véase en el apéndice una exposición de los aspectos más nota-bles de esta teoría.2 Véanse Talcott Parsons y N. J. Smelser, Econom y and Society,Nueva York: Free Press of Glencoe, Inc., 1956; N. J. Smelser,The Sociology of Economic Life Englewood Cliffs, N. J.: Pren-tice-Hall, Inc., 1963, y P. A . Samuelson,Econom ics: An Introduc-tory Analysis, 53 ed., Nueva York: McGraw-Hill Book Company,1961.

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a la función de la búsqueda colectiva de metas colectivas.E l ti id d d l i i t d

comprende otras estructuras además de las colectividadesorientadas hacia metas) En con secuencia la proposición de

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Esa colectividad puede ser cualquier sistema que comprendala acción coordinada de una pluralidad de individuos orien-tados hacia la consecución de una meta colectiva o de unsistema de m etas colectivas. En este sentido, las colectivida-des abarcan desde grupos muy pequeños hasta el aspectopolítico de lo que Roscoe Pound deno minara «sociedad polí-ticamente o rganizada»,3 sobre todo el «Estado», y más alláde ello, hasta las organizaciones intersocietales.En este caso una meta colectiva significa u na relación rela-tivamente óptima entre la colectividad y algún aspecto desu situación intrasocietal (p. ej., otras colectividades) o suambiente extrasocietal. Puede referirse a las relaciones m an-tenidas no solamente con otras colectividades sino tambiéncon personalidades individuales, objetos culturales (p. ej.,como resultado de u n cambio por medio de la investigación)y con objetos orgánicos o físicos. En especial, para una colec-tividad que se prolongue en el tiempo y tenga múltiplesintereses, ninguna meta particular está aislada: forma partede un sistema de metas. Cualquier meta particular debe,por lo tanto, encuadrarse en un sistema más amplio de me tas,según su orden jerárquico y temporal con referencia a otrasmetas. Una meta solo existe si el estado deseado difiere delestado real o esperado al iniciarse la acción. Las metas ad-miten grados de consecución: los casos de todo-o-nada soncasos especiales.Comprometer una colectividad para la consecución de unameta significa, además de afirmar la conveniencia de alcan-zar dicha meta, comprometerse a tomar medidas bastanteespecíficas para producir el estado-meta deseado. De ahí querequiera la movilización de los recursos de que dispone lacolectividad por medio de los organismos autorizados. Porconsiguiente, comprometerse a alcanzar una meta colectivaentraña comprometer recursos, lo cual, bajo la presión de lascircunstancias, requiere a su vez procesos ulteriores de tomade decisiones.En el caso integrado, paradigmático, la consecución de sumeta por parte de una colectividad es el desempeño de unafunción en el sistema social del que forma parte (el sistema

3 En seminarios llevados a cabo en la Universidad de Harvard.

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orientadas hacia metas). En con secuencia, la proposición deque esas operaciones son «por cuenta» del sistema mayor,supone un grado de integración «adecuado» del sistemamayor. Si no se llega a esa integración, es preciso preverdislocaciones estructurales que pueden ocasionar un «éxito»desde el punto de vista de la colectividad, para constituirun sisal funcionamiento desde el punto de vista del sistema.No obstante, estableceré la proposición fundamental dequelas colectividades son siempre los agentes de desempeñosespecíficos de u na función societal. Las personas en sus rolesdesempeñan funciones en (y para) colectividades, mas nodirectamente en los sistemas sociales totales. El presuntodesempeño de una función social de consecución de unameta por parte de un individuo, por ejemplo un artesano oprofesional «independiente», es en realidad un caso límite, lacolectividad compuesta de un solo miembro, una «corpora-ción única». El desempeño de una función societal por«cooperación informal» sin colectividades formales, es otrocaso límite, en el que se minimiza el factor «organización».Como todas las demás actividades funcionales en sistemassociales, la acción política tiene que regularse con arregloa un estándar valorativo.4 El concepto de eficacia empleadopor Barnard cumple muy exactamente tales requisitos. 5 Escomparable con el concepto deutilidad, tal como se empleaen la teoría económica. Si puede co nsiderarse como dado,enlos niveles relevantes, el compromiso con las metas colectivas,el juicio político tiene que referirse a la probabilidad deque las medidas para la implementación provoquen real-mente los cambios deseados; es decir, hayque juzgar si losrecursos disponibles son adecuados y competente la organi-zación destinada a su uso. En este caso, la eficacia es elpatrón por el que se evalúan las medidas. Mientras las estruc-turas y procesos del subsistema político sean diferenciadosde los de otros subsistemas societales, lo será también suestándar valorativo.

4 Talcott Parsons, «On the Concept o f Political Power», en Pro-ceedings of the American Philosophical Society,CVII, n° 3, 1963,págs. 232-62.5 C. I. Barnard, The Functions of the Executive,Cambridge: Har-vard University Press, 1938, e sp. págs. 236-39.

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cional no es unidimensional. Puede fundarse en varios prin-i i dif t P j l ibl d

ta un servicio, la colectividad empleadora le permite satis-facer sus necesidades, por ejemplo en su condición de

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cipios diferentes. Por ejemplo, es posible que a menudo unacolectividad con extensas operaciones esté fragmentada te-rritorialmente en cargos subsidiarios, ubicados en diferen-tes localidades; también puede estar diferenciada sobre labase de la especialización en determinados procesos tec-nológicos, o algún fundamento semejante. Son, natural-mente, complicaciones corrientesde la organización buro-crática, que es uno de los principales tipos de complejo es-tructural de los sistemas políticos, según la concepciónactual 13Las modificaciones esenciales del principio jerárquicoimplícito en los sistemas burocráticos (ejecutivos) puedenproceder de las exigencias limítrofes del sistema, tal comose expresan en las cualidades de los insumos necesarios paralos procesos colectivos. En este caso es preciso d istinguir elsistema colectivo o político del sistema técnico. Este últimolleva a cabo procesos tecnológicos y es, por ende, a la vezel agente de manipulación de procesos físicos y el consu-midor de bienes físicos. El sistema político, sin embargo,controla el sistema técnico.Esta distinción simplifica mucho la definición de las exi-gencias políticas que influyen en el contexto ejecutivo, pueslas reduce a conseguir recursos financieros y servicios hu-manos. Los recursos financieros proporcionan acceso atodaslas clases de recursos concretos a que se tiene acceso pormedio del mercado, y que pueden reducirse a dos funda-mentales: bienes y servicios.14El problema crítico es en este caso la relación de los re-cursos con la categoría de los miembros. Solo agentes hu-manos, individuales o colectivos, pueden ser unidades enun sistema colectivo. El dinero es un medio para obtenerservicios. En un orden de cosas, dando dinero al que pres-

13 Talcott Parsons, Structure and Process in Modern Societies,Nueva York: Free Press of Glencoe, Inc., 1960, caps. I y II.14 Para los fines de este trabajo, los «objetos culturales», como

recursos, pueden asimilarse a una de estas dos categorías si habla-mos de la «corporización» de los significados culturales en objetosfísicos (p. ej., libros) o en servicios (p. ej., derechos de propiedadintelectual), y su «internalización» en personas, como por ejemploen la forma de com petencia técnica.

facer sus necesidades, por ejemplo en su condición demiembro de una familia. En otro orden de cosas, el dineroconstituye el presupuesto destinado a medios e instala-ciones que faciliten el trabajo de dicho agente en la colec-tividad, ya sea que se pongan a disposición de su rol o quesectores más altos los utilicen en beneficio del suyo. Estosmedios e instalaciones constituyen un componente primor-dial de la «oportunidad para la eficacia» que recibe elagente al aceptar un empleo en la colectividad en vez detrabajar por cuenta propia.

A cambio de esa oportunidad, el empleado suele reco-nocer a la colectividad derechos a controlar sus accionesen la esfera del empleo. El elemento crítico para la colec-tividad es el derecho a asegurarse, con su poder de obligar,de que su acción contribuya eficazmente a alcanzar la metacolectiva. Una fuente primordial del poder que los di-rectivosde la colectividad emplean y adjudican por m edio dela jerarquía de autoridad, es el conjunto de compromisoscon el servicio asumidos por unidades que aceptaron em-pleo en ella. Esos compromisos son al principio generales,definidos solamente por los términos del «trabajo»; con eltiempo se especifican de continuo en las numerosas tareasparticulares que se acometen y ejecutan a medida que sepresenta la oportunidad.Un hecho decisivo es que la autoridad de todos los cargosse detiene ante las fronteras de la colectividad de referen-cia. Por consiguiente, en un sistema suficientemente dife-renciado, no es necesario que el empleo ponga obstáculosa la libertad de las acciones personales del empleado fuerade la colectividad. En un mercado de trabajo libre, lossujetos capaces de encargarse de un se rvicio no tienen, antesde aceptar realmente el empleo, obligación de prestarlo. Deahí que el agente del empleador no pueda insist ir en quelo presten, sino sólo negociar para lograr su consentimien-to y, con él, su obligación de aceptar directivas. 15 Por esta

15 Por supuesto, ésta puede estar incompletamente instituciona-lizada, por ejemplo en períodos de transición, de suerte que seoriginen abusos. Véase N. J. Smelser, Social Change in the Indus-trial Revolution, Chicago: University of Chicago Press, 1959.

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razón, el mercado de trabajo realiza una función funda-mental al circunscribir la jerarquía de autoridad, y espe-i l l d fi i i lí i d d l l

otros de los medios que operan en contextos de los cualesaquél está excluido. Los otros dos medios que ahora debe-

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cialmente al definir ciertos límites dentro de los cualesqueda restringida. Entre las condiciones establecidas en uncontrato de empleo figura la posición que el empleadoocupará en la jerarquía, incluyendo sus riesgos y oportu-nidades inherentes. Su status puede variar desde el delmás bajo servidor hasta el de directivo principal.Esta fijación de límites establece un ajuste entre el otor-gamiento de autoridad o poder, y la capacidad y acepta-ción de la responsabilidad de contribuir. Relación de lí-mites regida, pues, no por la jerarquía de autoridad, sinopor la oportunidad de alcanzar posiciones en ella, oportu-nidad que a su vez tiende a regirse por la igualdad delas unidades con arreglo a normas de selección universales,único principio que a la larga eleva al máximo la eficaciacolectiva.

El concepto de poder

He empleado varias veces el término poder; debo ahoradefinirlo más explícita y concretamente. 16 Concibo el po-der como un medio simbólico generalizado que circula demodo muy parecido al dinero, cuya posesión y uso permi-ten desempeñar más eficazmente el cometido de un cargocon autoridad en una colectividad. Autoridad es la cuali-dad políticamente decisiva de un status en una estructurasocial. En cambio, el poder es, a mi modo de ver, un instru-mento primordial para el desempeño eficaz en esa posi-ción. A fin de ser eficaz, una unidad debe contar con uningreso en forma de poder, estar dispuesta a gastarlo y,no obstante, proceder con prudencia en ese gasto. Estopuede significar que se transfiera poder a otras unidadesde la colectividad o exteriores a ella.El poder puede considerarse como un medio para contro-lar la acción intercambiable, en ciertas condiciones, por

16 Véase Parsons, «On the Concept of Political Power».

q qmos considerar son el dinero y la influencia. El dinero esun continuo lineal que puede dividirse en cantidad es car-dinales; la cuestión del «cuánto» es siempre esencial encontextos referentes al dinero. Para el poder, ordenado conarreglo a una escala de razones aritméticas, la cuestión noes cuánto poder tenga alguien, sino cuál es la posición delque lo posea con respecto a otros focos de toma dedecisiones. Por otra parte, en un sentido no necesariamen-te aplicable al dinero, la escala de posiciones con respectoal poder debe ser peculiar de la colectividad correspon-diente y de sus límites. A sí, pues, los principios universa-listas solo operan con referencia al acceso al poder, a lainfluencia sobre él o a las normas por que se rige su uso.Los recursos monetarios pueden asignarse en sentido cuan-titativo y distributivo, así como una torta puede dividirseen trozos iguales o desiguales. En cambio, la asignación depoder entraña también cuestiones concernientes al campoy el grado de la delegación de poder; éste no se divideen fracciones numéricas sino que se decide qué niveles yesferas de un sistema corresponderán a tales y cuales miem-bros. La opo rtunidad para la eficacia proporciona un con-texto de distribución de pod er, y se diferencia en dos ejes»:el «nivel» en la jerarquía de poder y el tipo funcional decontribución de la unidad.La delegación de pod er o autoridad se lleva a cabo comointercambio por algo v alioso, consistente en medios e ins-talaciones para el cumplimiento eficaz de las m etas colec-tivas. Por consiguiente, la diferenciación de tipos deb e de-rivar de la diferenciación d e los factores que intervienenen el funcionamiento colectivo eficaz. En el aspecto adm i-nistrativo o ejecutivo, el factor central es el control de laproductividad económica, principalmente por medio derecursos financieros, condición básica a su vez para la ob -tención de servicios. A fin de granjearse servicios, sin em-bargo, la organización debe, además d e pagar dinero, ofreceroportunidad para la eficacia por medio de una posicióntanto en los aspectos jerárquicos como en los cualitativa-mente diferenciados d el sistema de poder. A unque vincu-

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lados, estos aspectos varían en forma independiente. End d l lib d d l l bi i li i

edad en una colectividad entrañan necesariamente res-bilid d l i li d

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verdad, la libertad de alterar las combinaciones cualitati-vas «rebajándolas», es un rasgo jerárquico crítico de laautoridad ejecutiva en este contexto. No obstante, es con-dición primordial de la adecuada integración de una colec-tividad una buena compensación (en cuanto a la posiciónjerárquica y ubicación funcional) entre el poder delegadoque poseen los miembros ocupacionales y las capacidadesque aporten a la organización las unidades empleadas."Debido a que se relaciona con la validez de las obli-

gaciones, todo uso de poder debe relacionarse también,como queda expuesto, con las sanciones coercitivas legiti-mizadas. El mercado libre de trabajo introduce, empero.un factor limitativo que incide sobre todo en la autoridadsuperior. No sólo la aceptación de la condición ele miem-bro por medio del empleo, sino también su continuidad, esen principio voluntaria. Existe siempre la posibilidad eleapartarse de la colectividad por renuncia. Por consiguien-te, la concesión de poder a la colectividad es condicionaly puede retirarse siempre. De ahí que el consentimientodel empleado a la disciplina que se le impone sea condi-ción para retener sus servicios.tsEsta condición consensual para la captación y conserva-

ción de servicios se relaciona con la significación funcionalde ciertas libertades referentes al rol organizacional. Parti-cularmente importantes son los roles que requieren altosniveles de competencia técnica. Esa competencia es desuyo especializada, mientras que los altos niveles de auto-

17 En este contexto, los análisis de la alienación no establecenuna distinción crítica. En el orden económico, la alienación deltrabajo puede entenderse como la renuncia de la autosuficienciaen la producción a cambio de ventajas obtenidas de la división deltrabajo. En el orden político, podemos hablar de la alienación delos servicios que da a una colectividad empleadora el poder decontrolar la manera de contribuir al funcionamiento colectivo. Qui-zás esta última sea el com ponente primordial de la «alienación deltrabajo» en el sentido marxista.18 Este principio voluntario tiene importantes excepciones. Una deellas la constituyen los estatuses desviados, como los presidiarios o losenfermos mentales internados. Lo más próximo al rol ocupacional esel servicio militar, en el que de ordinario no se permite la dimisión,aunque el alistamiento haya sido voluntario.

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ponsabilidad por una gam a relativamente amplia de cues-tiones. No es probab le, en consecuencia, que una personade alta competencia técnica tenga un superior organizacio-nal capaz de juzgar la cualidad técnica de muchas d e susdecisiones: solo sus iguales profesionales pueden emitir dichojuicio. Es preciso, pues, que se reconozca al especialista,dentro de su esfera técnica, libertad con respecto a la in-tervención de la autoridad. No obstante, si se quieren con-seguir los resultados colectivos deseados, sus acciones espe-

cializadas tienen que coordinarse con otras acciones dentro deuna organización colectiva; de ahí que de ordinario notenga interés en efectuarlas solo. El precio que se paga porla oportunidad es la aceptación, dentro d e ciertos límites,del sistema d e autoridad d e la organización. Lo corriente esque esta última pueda seguir haciéndolo responsable delograr resultados favorables, mas no d e la vía técnica porla cual los obtenga: La responsabilidad colectiva hacia lasnormas técnicas y éticasque rigen estas cuestiones debe co-rresponder, en lo fundamental, a una asociación profesionalque abarque, en corte transversal, los diversos tipos deorganización operativa que emplean a sus miembros.La naturaleza de los sistemas de poder exige que dicho

gasto de poder por delegación se equil ibre con ingresosde poder esencialmente en la forma de aceptación de laautoridad organizacional. El poder efectivo de un statusorganizacional (a diferencia de la autoridad), d epende de lasuma o agregad o de comprom isos de acción que contrai-gan los miemb ros de la organización para efectuar servi-cios dentro de la esfera de responsabilidad del sujeto quegoza de ese status. El poder que este último posee sueledepender de que dichos miembros acepten voluntaria-mente continuar en los respectivos cargos para los que fue-ron nomb rados.ts Por consiguiente, el proceso complemen-tario de la delegación de poder puede d enominarse agre-gación, en el sentido de que es preciso agregar una plura-

lidad de quanta de poder como ingreso de poder de unacierta posición. Se diferenciarán con arreglo tanto al nivel

19 Véase el concepto de eficiencia de la cooperación que da Bar-nard en su obra Functions of the Executive, esp. págs. 253-55.

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k

jerárquico como a la esfera cualitativa de las obligacionesasumidas.

mantenimiento de limitaciones a la autoridad del gobierno,por ejemplo, mediante las garantías constitucionales. La

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Limitaciones de la estructura burocrática

El aspecto de las estructuras políticas que acabamos de es-bozar, es lo que suele denominarse subsistema burocráticoo administrativo, que se ocupa, en lo fundamental, de laconsecución de metas colectivas. Tratándose de sociedadesterri torialmente organizadas, dichas metas comprenden deordinario el mantenimiento del orden interno básico y ladefensa de la integridad territorial, aunque ésta pueda ad-quirir poco a poco matices de agresión. También compren-de la movilización de recursos —en el caso del gobierno engran parte en forma de impuestos— destinados a man-tener el aparato administrativo y asimismo los componen-tes estructuralmente diferenciados de la estructura colectiva.El gobierno suele tener, por supuesto, otras metas, en espe-cial el mantenimiento de funciones públicas como, por ejem-plo, los cultos y cargos religiosos y las políticas económ icasy de bienestar.

Uno de los famosos aforismos de Weber fue que la cúspidede una estructura burocrática no puede ser en sí mismaburocrática,20 hecho que él asociaba específicamente con elproblema de la legitimación. Puesto que es un subsistemade una sociedad, un subsistema político no puede legiti-marse a sí mismo. Depende para ello de valores institu-cionalizados y de los organismos que tienen mayor respon-sabilidad con respecto a tales valores, por ejemplo las co-lectividades religiosas. En este caso es crí tico el rol quedesempeña la evaluación de la eficacia colectiva en el siste-ma de valores institucionalizados más amplio. En EstadosUnidos, por ejemplo, dista de tener la más alta prioridad;en general, preconizamos la autonomía de las unidades en

vez de su subordinación a los intereses colectivos. De ahíque, en el nivel gubernamental, hagamos hincapié en el

20 Weber, Theory of Social and Economic Organization, pág. 335.

Unión Soviética se inclina mucho más a dar la más altaprioridad a la eficacia colectiva.La legitimación define, pues, aquello que la organizaciónpolítica favorece y, por consiguiente, la naturaleza y alcan-ce de los agentes — colectividades y roles— que desempeñanfunciones p olíticas. Son co rrelativas a estas definiciones e s-tructurales tanto la autoridad para la implementación delas responsabilidades legítimas como el acceso al poder ylas condiciones de su uso. En un subsistema político dife-

renciado en medida suficiente, denominarnos a estosistemaconstitucional, en el que tanto las colectividades privadascomo las públicas tienen constituciones más o menos for-malmente especificadas. En los casos en que el aspecto po-lítico de la estructura social esté bastante diferenciado delos demás, toda la autoridad es «racional-legal• en el sen-tido que Weber da a esta expresión. 21 Los otros dos tiposde autoridad de este sociólogo se dan cuando la diferen-ciación estructural es relativamente incompleta. Es posiblevincular la tipología de la autoridad de We be r, u otra másdesarrollada, con una tipología general de las etapas dediferenciación de las esferas funcionales de los sistemas so-ciales.22 Las limitaciones de espacio me obligan a reducir

mi análisis a los puntos más destacados.Una cuestión capital en este aspecto es la medida en quela definición constitucional de la autoridad política sea ju-rídicamente enunciada y luego institucionalmente interpre-tada por organismos jurídicos independientes, en esencia,de las au toridades ejecutivas y hasta legislativas, y del fidei-comiso de los agentes encargados del mantenimiento devalores.2' La falta de diferenciación con respecto a la es-fera del mantenimiento de valores, es típica de los siste-mas de derecho religioso, como los de las sociedades islámi-

21 Weber, Theory of Social and Economic Organization, pág. 328.22 Talcott Parsons, .Evolutionary Universals in Society., en Ame-rican Sociological Review, XXIX, junio de 1964, págs. 339-57;Talcott Parsons, Societies: Comparative and Evolutionary Perspec-tives, Englewood Cliffs, N. J.: Prentice-Hall, Inc., 1966.23 Max Weber, Max Weber on Law in Economy and Society,Cambridge: Harvard University Press, 1954, esp. cap. XI.

cas, que dan al sistema normativo civil sanción religiosadirecta. La fal ta de diferenciación con respecto a la s esferas

del sujeto al sistema. Esto significa que existen procedi-mientos legitimados para cambiar de líderes, y que di-

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ejecutivas y legislativas fue corriente en los primeros tiem-pos del absolutismo moderno, en que el monarca a sumíala prerrogativa de definir la naturaleza jurídica y los límitesde su propia autoridad, sujeta solamente a sanción reli-giosa. Así, la defensa del magistrado C oke, del principiode que el derecho es independiente de la prerrogativa real,impuesto finalmente en Inglaterra, constituyó un mojón enesa dirección." 4 En efecto, esa independencia es uno de loscriterios principales para la diferenciación del subsistema

político de otros subsistemas sociales, sobre todo de lo queyo denomino sistema de mantenimiento de pautas. Tratán-dose de colectividades privadas, la definición jurídica dela auto ridad y otros derechos se imp one en gran parte,aunque no enterame nte, desde el exteri or. Abundantes ra-zones hay p ara el lo. Por ejemplo, las compañ ías privadasno pueden arrogarse derechos y prer rogativas cuyo enfren-tamiento con los que sostiene la autoridad pública sea de-masiado radical, o bien que se aparten demasiado de losque gozan otras compañías análogas. Este es uno de losmotivos de que las características universalistas de los siste-mas legales adelantados sean tan importantes, por ejemplo,la prohibición fijada en la Constitución estadounidense, de

promulgar leyes de confiscación y proscripción (bills ofattainder), o la doctrina, prominente en la actualidad, dela «igual protección de todas las leyes».En otro orden de cosas, el subsistema de legitimación desistemas políticos de gran escala, solo recientemente sediferenció de lo que yo he denominado sistema de apoyo.Los regímenes absolutistas adscribían al status del súbditola obligación de apoyo político, como hacen en la actua-lidad los regímenes totalita rios. Marca l a diferenciación eldesarrollo de procedimientos legitimados para expresar opo-sición a los dirigentes actuales sin menoscabo de la lealtad

24 Véase David Little, • The Logic of Order: An Examination ofthe Sources of Puritan-Anglican Controversy and of Their Relationsto Prevailing Legal Conceptions of Corporation in the late 16thand Early 17th Century in England», tesis doctoral, Universidadde Harvard, 1963.

versos elementos constitutivos pueden intentar que se pro-duzca dicho cambio.

El sistema de apoyo

En un sistema de apoyo diferenciado, el «electorado» delos líderes constituye una asociación democrática. El sufra-gio es el instrumento institucionalizado para dar o negarapoyo a grupos específicos de liderazgo. Se supone que lossistemas de apoyo son estructuras jerárquicas paralelas ala jerarquía de las estructuras burocráticas y articuladas conella. La autoridad para tomar decisiones que obliguen ala asociación como colectividad y, por ende, a sus miem-bros en sus respectivos roles, está distribuida en forma des-.igual. No cabe duda de que exi ste, en teoría, un caso lími-te en el que el poder está distribuido equitativamente, peroello exige que toda decisión se tome por mayoría de votossi se quiere que sea obligatoria. Esto resulta más difícil amedida que aumentan la magnitud, complejidad y urgen-cia de los asuntos colectivos. De ahí que, co mo ca so para-lelo a la delegación de autoridad de los sistemas burocrá-ticos, los sistemas de apoyo, que funcionan en condicionesconstitucionalmente definidas, otorgan autoridad y podera dirigentes elegidos, que pueden ser derrotados en laselecciones, o sea perder el apoyo, tal como se define enlas reglas de proce dimiento. 2 5A pesar de las muchas variantes que existen en la natura-leza y exte nsión del sufragio, en su instituci onalización sedan ciertas tendencias rel ativamente uniform es. Una de lasprimeras y esenciales es el establecimiento de institucionesde procedimiento que puedan aceptarse con confianza através de las líneas de conflictos internos en cuestiones po-

25 Véase Talcott Parsons, « Voting and the Equi librium of theA merican Political System», en American Voting Behavior, comps.Eugene Burdick y Arthur Brodbeck, Nueva York: Free Press ofGlencoe, Inc., 1959.

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líticas. La prueba más grave a qu e se som eten estas institu-ciones tiene lugar cuando se prevé que el ocupante de una

miembro, y en especial de la línea demarcatoria entre miem-bros y no miembros. Tratándose de la sociedad política-

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g p q pposición de liderazgo la abandone al ser derrotado en laselecciones. En el caso del Estado, con su gran control derecursos y su aparato de coerción, esto constituye una pruebarealmente severa; no es de extrañar, pues, que tales insti-tuciones fracasen tan a menudo en ella.Aparte de esa confianza en instituciones de procedimien-to formales, Rokkan 26 ex puso que en los sistemas políticosdemocráticos tienden a desarrollarse otros tres elementos delsufragio. El primero es el sufragio u niversal de los adultos.De esta suerte, en los sistemas electorales de Occidente seabolieron en general las restricciones relacionadas con lapropiedad y el sexo, para no hablar de las de carácterreligioso. El segundo es el sufragio igualitario: tienden aeliminarse los sistemas de clase, en los que se daba a losvotos valor desigual; el último ejemplo notorio de un sis-tema de clases fue el prusiano, abrogado al término de laprimera guerra mundial. En la práctica, empero, una dis-tribución marcadamente desigual de bancas legislativas enproporción con la población, tiene a menudo las caracte-rísticas de un sistema de clases. El sistema de unidad-con-dado de Georgia, invalidado por la sentencia de 1963 de laCorte Suprema de Estados Unidos en el caso Gray versusSanders, fue ejemplo de ello. El tercer elemento es el secre-to del sufragio, que contribuye a diferenciar el rol de vo-tante de 'otros roles personales del miembro, amparando deesta suerte la libertad de su voto contra presiones ejercidaspor sus pares y superiores.27De lo dicho se desprende que una característica decisiva delos sistemas de apoyo, y por ende de las asociaciones demo-cráticas, es una definición relativamente clara del status de

26 Stein Rokkan, (Mass Suffrage, Secret Voting, and PoliticalParticipation», en European Journal of Sociology, II, 1961, págs.132-52.27 Recientemente he sostenido,en otro lugar, que tanto la organi-zación burocrática como la asociación democráticason universalesen evolución social, debido a que su desarrollo exitoso generalizauna capacidad adaptativa en grado esencial pa ra la aparición desociedades totalmente modernas. Explico esto con mayor deteni-miento en mi artículo (Evolutionary Universals in Society».

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mente organizada, la condición de miembro entraña la ciu-dadanía, de la cual es prerrogativa el goce de los derechosciviles, entre ellos el sufragio. Por consiguiente, tiene quehaber distinciones entre los ciudadanos y los que no lo son,gozando estos últimos de menos derechos civiles (p. ej., noposeer derecho de sufragio) . Por supuesto, los correlatosde los derechos civiles son obligaciones como el pago deimpuestos y la prestación del servicio militar y, en general,el acatamiento de las decisiones políticas tomadas por la

autoridad debidamente con stituida.En u na asociación dem ocrática, pública o privada, el sufra-gio es una forma de autoridad, y su ejercicio representapoder porque la decisión de un electorado es estrictamenteobligatoria para la colectividad; los titulares de cargos de-rrotados en las elecciones deben ceder su lugar a losnuevoslíderes. La elección para un cargo es un insumo de poderpara el liderazgo del subsistema político, al que permiteejercer el poder, o gastarlo, adoptando decisiones políticasque comprometen los recursos colectivos para usos especí-ficos, y delegando a los miembros del sistema administra-tivo la oportunidad para la eficacia. En este caso, como enotros, el poder tiene un aspecto jerárquico que mantieneun vínculo complejo e importante con un aspecto igualita-rio. El aspecto jerárquico adopta de la elección una formade todo-o-nada. Así como alguien es o no es ciudadano yestá dotado de poder gracias al sufragio, así también al-guien es elegido o no para un cargo. El poder del cargono se divide entre los candidatos en proporción a los votosque obtuvieron; se da íntegramente al que resultó elegido.2 8De ordinario imaginamos que las asociaciones democráti-cas son intrínsecame nte igualitarias y los sistemas depoderintrínsecamente jerárquicos, disociando así del poder lacon-

28 Los sistemas de representación proporcional no constituyen unaexcepción. Es posible que el número de puestos se asigne en

proporción a los votos del par tido, pero siempre e s o no es elegidoun candidato determinado. Ningún sistema proporcional llega aelegir candidatos que representen a sus votantes, en los problemasdebatidos ante la legislatura, en un porcentaje que corresponda alos votos obtenidos.

dición de miembro y el sufragio. Esto co ntradice mi opi-nión de que el sufragio es una forma de autoridad y suejercicio na forma de poder El ne o entre el s fragio

fuerte tendencia a institucionalizar el principio de «un votopor cada miembro».

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ejercicio una forma de poder. El nexo entre el sufragio yla jerarquía estriba en el agregado de votos para decidirla victoria electoral, esto es, la diferencia entre con seguirel cargo y no conseguirlo. Aunque el vencedor en una elec-ción pase a ser jerárquicamente su perior al vencido, todoslos electores que influyeron en e l resultado siguen siendoiguales por lo que respecta al poder de su s votos.El poder en una colectividad es un medio de m ovilizar coneficacia las obligaciones en pro de metas colectivas. Las

modificaciones de jerarquía inherentes al empleo de servi-cios burocráticos son condiciones de intercambio limítrofesque diferencian el rol ocupacional del individuo de sus asun-tos privados, cuestión que Webe r puso mucho de relieve.2 9

Salvo que elstatus del empleo sea adscripto o impuesto por la fuerza, es necesario ofrecer alicientes. Al hacerlo, el em-pleador no puede afirmar una precedencia jerárquica fun-dada en su autoridad interna. Como se expuso antes entérminos muy gen erales, los alicientes que ha de em plearconsisten en la oportunidad para la eficacia y en la retri-bución monetaria. Con respecto a lo que se obtenga a cam-bio de ellos, debe tenerse en cuenta la igualdad de opor-tunidad, ya que la oferta de oportunidades con cretas está

condicionada por la com petencia (es decir, por la contri-bución a la eficacia prevista) .Hemos hecho hincapié en que, como función de la dife-renciada institucionalización de las colectividades asociacio-nales, la línea demarcatoria entre miembros y n o miembrostiende a definirse cada vez con mayor claridad. Natural-mente, en el status de miembro entran varios componen tes,pero el sufragio parece decisivo, puesto que es el compo -nente del poder de gobierno de la asociación conectado conla condición de miembro como tal. Con sujeción a ciertasexcepciones, como s on, por ejemplo, la minoridad y la «in-capacidad» jurídica para man ejar los asuntos propios, tien-de a haber una distinción rígida entre los miembros que

gozan del sufragio y los que no tienen derecho a él, con una

29 Weber, Theory of Social and Economic Organization.

El principio relevante de todo-o-nada se extiende luego ala selección de los líderes en el sentido de que, una vezestablecida una serie de cargos en una asociación, es indis-pensable saberquién es el titular legítimo, puesto que ejer-ce poder con capacidad representativa, en nombre de lacolectividad y obligándola. Es esta exigencia funcional, larepresentación de la colectividad en conjunto y el hecho deobligarla, lo que aclara que se aplique el principio de todo-o-nada a la elección para un cargo. Si los poderes del cargo

se dividieran con arreglo al apoyo electoral, medido por elnúmero de votos, estarían representados los «intereses*, nola colectividad entera. E sta conclusión parece evidente tra-tándose de un cargo ejecutivo. En el caso de las legislaturashay cierta diferencia, por el hecho de que los legisladoresson representantes de sus electores, en los que algunos com-ponentes del interés sobresalen más que otros en relacióncon la totalidad del sistema. No obstante, un legisladortiene, al mismo tiempo, gracias a su voto en la legislatura,parte de poder para obligar a toda la colectividad. En esteorden de cosas, si quiere que su decisión sea obligatoriapara un electorado que forma parte del todo, debe estaren condiciones de legitimar la obligatoriedad de las co nse-cuencias de su voto para los miembros de su electorado queno participaban de la convicción predom inante en él. Poreso el electorado no es solamente «un grupo de intereses*sino también un auténtico segmento del sistema políticototal.El límite que separa a los miembros y no miembros tiene,pues, un paralelo directo en el caso del status de ciudadanocon respecto al em pleo en una colectividad «administrati-va». En ambas situaciones se está dentro o fuera; los casosde status intermedio son m arginales. Lo mismo pue de de-cirse del principio todo-o-nada aplicado a lo que sueledenom inarse cargo dentro de la colectividad, en el sentidode qu e el titular recibe poder para obligar a toda la colec-tividad, en el nivel y dentro de la esfera de la «jurisdicción»de su cargo. La ún ica diferencia esencial estriba en el pro-cedimiento de acceso al cargo; en el orden administrativo

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es por medio de nombramiento, mientras que en el ordenasociacional espor elección.

sentido de persu adir a los miembros y titulares de cargos decualquier colectividad de referencia para que tomen deci-

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Hay también en ambos casos un elem ento (le jerarquía en laestructura de los cargos y sus poderes. Una vez más, sonrasgos comunes de las exigencias de eficacia para la conse-cución de metas colectivas los que explican el componentejerárquico. La referencia esencial es de nuevo la obligato-riedad para toda la colectividad. La diversidad de interesesque de algún modo habrá de presentarse en cualquier co-lectividad compleja es tal que el «derecho» de adoptar de-cisiones obligatorias no puede depender de ninguna corn-binación específica, momentánea y probablemente inestable,de esos intereses, sino que debe ser independiente de ellos.Al propio tiempo, cuanto más «local» sea el nivel de opera-ción de la autoridad oficial, tanto más probable será quelos intereses particulares del subsistema de referencia ejer-zan mayor presión para decidir «su propio camino». Si quie-re lograrse la responsabilidad unitaria —una vez que seadvierte la imposibilidad de una solución puramente «po-pulista», como es decidir todo problema por el voto de todoslos miembros— debe haber una jerarquía de cargos en elsentido de que los conflictos en niveles inferiores se resolve-rán sometiéndolos a la decisión de una «autoridad superior».Por supuesto, el rasgo capital de una asociación democrá-tica es que al más alto agente oficial electo, el presidentede la nación o aun la legislatura, le confieran responsabili-dad la totalidad de los miembros, y que el poder adqui-rido por elección es revocable mediante una derrota elec-toral.Nosotros entende mos que los sistemas de pode r están estric-tamente obligados por el status de los miembros; tanto máscuanto más diferenciado sea de otros subsistemas socialesel subsistema político. Pero una sociedad con sta de una granpluralidad de unidades colectivas políticamente organiza-das, que se extiende desde la comunidad societal y su go-bierno hasta las familias nucleares. Un aspecto dec isivo delpluralismo de la estructura social moderna es que las uni-dades típicas, individuos y subcolectividades, tienen statusde miembros en un considerable número de colectividadespolíticas. El mecanismo de influencia funciona no solo en el

siones según el uso del poder deseado por el que ejerce lainfluencia, sino también para articular las razones en prode determinadas decisiones y la evaluación de sus conse-cuencias en unidades particulares del subsistema politico,con las políticas de otras unidades del sistema mayor. Enverdad, puede decirse que el empleo de influencia dentrode una colectividad políticamente organizada es, en unaproporción importante, un mecanismo de mutuo ajuste delas relaciones entre sus subcolectividades.El gobierno tendió, pues, a un foco territorial de organiza-ción. Pero en el sistema estadounidense, como en otros sis-temas federales, hubo una importante dosis de autonomíainstitucionalizada para subunidades territoriales. En la me-dida en que se institucionalizaron los derechos de los esta-dos de la Unión, la coordinación entre ellos tuvo que apo-yarse en la influencia tanto, por lo menos, como en el usodirecto del poder. Lo prominente de los conflictos en estaárea no debe cegarnos con respecto a las posibilidadesposi-tivas de influir en los poseedores de poder de dichos esta-dos para que «cooperen» en el interés nacional, aun másallá del alcance del poder federal en sentido literal. Elmismo principio se aplica al nivel de la autonomía y «go-bierno propio» locales frente al poder del estado y al federal.El poder como medio generalizado no sería necesario si lascolectividades pudieran llegar a tomar decisiones medianteel mero quid pro quo de las neg ociaciones políticas:«Us-tedes votan a favor de mi medida y yo votaré a favor delas suyas.» Hemos sostenido que el poder resulta indispen-sable para conferir a los diputados poder ante su electora-do —especialmente ante aq uellas minorías que tambiénque-dan obligadas por los votos de sus representantes— y ade-más para conferir al resultado de los votos legislativosfuerzacoercitiva sobre toda la colectividad. Si el resultado fueracuestión de pura negociación política, no podría haber mi-norías disidentes cuya cooperación tuviera que serles «im-puesta», al nivel de arribar a una decisión colectiva, o porlo menos se hiciera en parte voluntaria por su lealtad a lacolectividad, en un nivel más general.En el subsiguiente nivel, más general, del alcance de los

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intereses y consideraciones n ormativas, la integración de lasdiversas subcolectividades en un sistema social complejo,

b t d i d d l tid i il

Concretamente, el proceso de la decisión política tiene doblecarácter. Es la base de las directivas que imparten los quehacen la política a los organismos administrativos responsa

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sobre todo una sociedad, se logra en un sentido similar pormedio del mecanismo de la influencia. Menos aún que enel contexto del poder, sería concebible en este caso que di-cha integración se lograra solo mediante negociación, esdecir, la negociación de «intereses» no garantizados por laautoridad obligatoria. En enorme medida, el uso de la in-fluencia se dirige a persuadir a los portavoces de interesesparticulares a que acepten obligaciones imperativas. En elorden del gobierno, esto nos remite al aspecto del consenso.

Probablemente cuanto más diferenciada sea la sociedad tan-to menos posible sea para el gobierno actuar con éxito sinel respaldo del consenso informal (o «lealtad») de la mayorparte de los miembros de la comunidad societal relevante.Esa lealtad, sin embargo, solo operará si puede suponerseque importantes elementos están dispuestos a confiar en elliderazgo más allá del nivel de su compromiso formal enmateria de autoridad y poder.En su relación con el sistema de apoyo, la jerarquía siguesiendo función de los imperativos de la eficacia colectiva.El producto de poder que procede de los elementos direc-tivos de una organización colectiva con destino a sus elec-torados, consiste en la responsabilidad que aquellos ele-

mentos asum en por las decisiones políticas. Dentro del mar-co constitucional, estas decisiones especifican metas ya es-tablecidas, muy generalizadas, y establecen prioridades entrediversas submetas; de esa manera se contraen compromisoscolectivos con respecto a submetas específicas y luego seadoptan medidas para alcanzarlas. Una diferencia funda-mental entre los contextos burocrático y asociativo es quelas políticas de las asociaciones pueden resultar de decisio-nes tomadas por sus directivos, mientras que los adminis-tradores están obligados a impleme ntar políticas ya estable-cidas, aunque es posible que también se les pida feedback(retroalimentación) acerca de las políticas futuras que juz-gan convenientes. Si bien las líneas empíricas son difícilesde trazar, ésta parece ser la distinción analítica decisiva. 3 0

30 Concretamente, las entidades administrativas hacen sin dudapolítica, por ejemplo mediante la interpretación administrativa de

hacen la política a los organismos administrativos responsa-bles ante ellos: un proceso interno del subsistema político.Mas también es un proceso por el cual este último facili taa sus electorados el producto de poder mediante el sistemade apoyo. 1)e esta suerte, el poder adq uirido de los electoresen el proceso electoral es devuelto por medio de otro inter-cambio limítrofe e ntre el subsistema político y el subsistemacontiguo de la sociedad: el integrativo.Interpretamos que este aspecto de la decisión política es

un producto de poder entregado a la comunidad, que seconcibe como agrupando los electorados del cargo electivo.Surasgo capital es la obligatoriedad que las decisiones políti-cas tienen para todos los elementos comprometidos con lacolectividad, ya sea como miembros asociacionales o buro-cráticos. Las políticas, sin embargo, inciden de modo dife-rente en cada miembro. En general favorecen a ciertos in-tereses más que a otros e imponen obligaciones variables,desuerte que de algún modo reasignan los recursos.Dicha incidencia diferencial tiene que justificarse con refe-rencia a la legitimación tanto de las metas supremas de lacolectividad como de los derechos de losedirectivos a adop-tar esas decisiones." Las decisiones políticas no hacen en

esencia sino especificar con mayor detalle los compromisosuna ley o de una orden derivada del Poder Ejecutivo. Pero esigualmente evidente que su función primordial no es hacer polí-tica, así como la función primordial de las autoridades elegidas ysus asesores inmediatos no consiste en administrar. Se trata deuna cuestión de primacías.31 Incluyo en la categoría de directivos tanto a los elementos le-gislativos como ejecut ivos. Al igual que todas las distinciones deesta índole en nuestro esquema, en definitiva ésta es principalmentefuncional. Aquí se interpreta que la responsabilidad legislativa esla formulación —o ratificación— de los niveles de política y reglasmás generales para su ejecución. Al parecer, la función ejecutivase centra en los modos y plazos de la implementación, con laresponsabilidad, por supuesto, de remiti r al organismo legislativolos problemas de suficiente amplitud. En los estados democráticos,la función legislativa se concentra en los parlamentos y congresos,pero en las asociaciones que no son plenamente democráticas ladesempeñan juntas fiduciarias ante la s cuales los entes ejecut ivosson de algún modo responsables.

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primordiales de una colectividad con respecto a una meta,a medida que se presentan situaciones concretas y cambian

ig i S l l i t i dif i d

la entre las unidades sociales en el contexto de la persuasión.No funciona mediante el ofrecimiento de alicientes si-t acionales (prod ctos económicamente aliosos ser icios o

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sus exigencias. Salvo que el sistema sea mu y indiferenciado,tiene que haber mecanismos que justifiquen decisiones másparticulares dentro del marco de normas que proporcionala legitimación. Entiendo que éstas se nuclean en las rela-ciones entre poder e influencia como mecanismos media-dores entre los procesos sociales y la estructura normativa delsistema. En cierto contexto, la justificación se refiere a unareferencia consensual del sistema de poder. Cuando se em-plea para adoptar decisiones políticas, el poder está presu-

miblemente justificado mientras permanece dentro de loslímites de la autoridad legítima y adhiere a las normasaceptadas. Pero existe un segundo aspecto, más concreto,de la justificación: tiene que ver con las posiciones de lassubmetas en la jerarquía que especifica situacionalmentelas metas más generales de la colectividad, y con los inte-reses que se sirven al destinar recursos a esas su bmetas.En este punto surgen, sin embargo, problemas integrativosintrínsecos. Los recursos son de suyo escasos en proporcióna las demandas de su uso, y los beneficios y obligacionesse distribuyen de manera desigual entre los grupos de inte-reses. Para resolver estas bases de conflicto se necesitan dosfactores fundamentales: la persuasión de que alcanzar la

submeta relevante es imperioso para toda la colectividad, yla de que las modificaciones del equilibrio beneficios-gra-vámenes, implícitas en la decisión, son justas. En el casodel liderazgo colectivo, esto significa ejercer la influenciapertinente sobre los elementos importantes del electorado«asumiendo responsabilidad» por las consecuencias de ladecisión, aun a riesgo de perder un futuro apoyo político.En un sistema razonablemente estable, este producto deinfluencia puede concebirse como equilibrante de la ejer-cida por los «grupos de intereses» durante el proceso detoma de decisiones.En apoyo de estas proposiciones daremos una breve expli-cación del concepto dein f luencia.3 2Concibo a la influencia

como un medio generalizado de interacción social que circu-32 Talcott Parsons, tOn the Concept of Influence», en PublicOpinion Quarterly, XXVII, 1963, págs. 37-62.

tuacionales (productos económicamente valiosos, servicios odinero) , ni mediante la promulgación de decisiones obliga-torias apoyadas por sanciones condicionales, coercitivas, co-mo en el uso del poder. La influencia opera exclusivamentesobre las intenciones de quien es objeto de persuasión, y através de canales positivos. El sujeto que persuade tratade convencer al interesado de que si obra como él le indicalo hará en su propio interés y en el interés colectivo.El principal medio «intrínseco» de persuasión consiste en

manifestar firmes intenciones de actuar de un modo talque favorezca los intereses particularistas o sentidos de soli-daridad propios de sectores específicos del electorado. Estapersuasión es común e importante, pero equivale teórica-mente al trueque que tiene lugar en el intercambio econó-mico. No está lo bastante generalizado como para llenar losgrandes vacíos que se producen, en los sistemas complejos,entre los intereses por lograr apoyo para las políticas y lanecesidad de tomar decisiones que permitan enfrentar exi-gencias situacionales, si el electorado se caracteriza por ladiferenciación de funciones, el pluralismo religioso, étnicoy social, y una diversidad de localizaciones en el espacio y eltiempo.

Si la manifestación de intenciones concretas —cuyo efectoes establecer solidaridad, en un a especie de «coalición», conel objeto de la persuasión— es el prototipo de trueque delejercicio de influencia, el medio mismo opera en un nivelmás alto de generalidad, no la declaración de intencionesespecíficas, sino más bien el apoyo a los «objetivos» másgenerales del objeto de la persuasión. Lo esencial en estecaso es establecer solidaridad y contribuir a que funcione,sin aclarar inmediatamentequé metas o intereses concretostienen que recibir apoyo activo (p. ej., la elección de deter-minado candidato para un determinado cargo, o la promul-gación de una decisión política específica) .Naturalmente, la influencia es convertible en poderen cier-

tas circunstancias, en sistemas institucionales tal como losdefinen las reglas de procedimiento. Así, por ejemplo, cuan-do el presidente Johnson y el vicepresidente Humphrey se

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manifestaron en favor del auditor Beame para el cargode alcalde de Nueva York, ejercían una influencia que elgrupo Beame e speraba que se convertiría en poder en forma

intereses a largo plazo, financieros y de otra índole, acon-sejan que adopten ciertas resoluciones, por ejemplo aceptarun tipo especial de rol ocupacional En las modernas so-

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grupo Beame e speraba que se convertiría en poder en formade votos. Johnson y Humphrey no «controlaban» en ningúnsentido notorio las coaliciones de votantes en la elección dela ciudad de Nueva York, pero se esperaba que su prestigioen el partido demócrata serviría de medio generalizado parapersuadir a los electores inclinados a votar por los demó-cratas, aunque, en ese caso particular, dicho medio resultóineficaz.Concibo, pues, a la influencia:como el medio de pe rsuasión

que se apoya, no en la aceptación de la argumentaciónintrínseca presentada, sino en el prestigio o reputación de lafuente de la que procede aquélla. Al igual que el dineroy el poder, la influencia, para ser sólida, debe ser intercam-biable, en definitiva, con los insum os extrínsecamente valio-sos a los que sirve de medio apropiado. Este hecho no dis-minuye, sin embargo, la importancia de su empleo en lugarde medios intrínsecos en muchas circunstancias, pues comoya hicimos notar, un subsistema político complejo no po-dría funcionar sobre la base del trueque político. Si elapoyo del liderazgo dependierade modo exclusivo de nego-ciaciones referentes a de cisiones políticas específicas, seríamuy restringido. Salvo que se lo asigne a aspectos determi-

nados del status de liderazgo, por ejem plo el status de clasehereditaria, o a cualidades de liderazgo que trascienden lafunción política, como el carisma religioso, al proveer apoyoadicional es preciso emplear un medio generalizado, a finde trascender el trueque y el poder desnudo.También salta a . la vista que en las sociedades modernas,las bases adscriptivas de mutua obligación o expectaciónoperarán de manera restrictiva. Para que la administraciónde una organización en gran escala sea eficaz, sus recursos—especialmente los humanos— deben ser movilizables congran facilidad. Los incentivos procedentes del mercado pue -den satisfacer en buena medida esta necesidad, pero el em-pleo de beneficios monetarios tiene límites que no pueden

ser trascendidos por el uso de poder. En este caso cabeemplear influencia para persuadir a los poseedores de re-cursos (incluyendo sus propios servicios) de que sus mismos

un tipo especial de rol ocupacional. En las modernas so-ciedades totalitarias del tipo soviético, los procesos políticostienden a borrar la distinción entre esos usos de la influenciay la apelación a las obligaciones m orales implícitas en laadhesión al régimen. Este moralismo consistente en esperarlotodo en prove cho del partido y «la construcción del socia-lismo» se convierte con mu cha facilidad en base de coer-ción.3 3Examinaré más adelante la influencia junto con los otros

medios gen eralizados, en relación con algunos problemascorrientes de análisis del proceso político. Ahora quiero co-mentar, partiendo de este esbozo sucinto de s us caracterís-ticas, la conclusión de R okkan de qu e los sistemas electoralesevolucionan, por su propia naturaleza, hacia la igualdad delsufragio. Este problema tiene particular relieve porque si sesostiene que votar es un ejercicio de po der, la igualdad delsufragio contrasta notablemente con el elemento jerárquicode los sistemas de poder burocráticos y directivos, elementoconsiderado, en general, como su característica definitoria.Para resolverlo debemos analizar las relaciones entre el po-der y la influencia, y las justificaciones normativas del usode ambos.

Las premisas de valor de las instituciones relevantes se re-fieren al individualismo del sistema de valores que yo deno-miné activismo instrumental3 4 Según esta pauta de valores,un sistema social ramificado contiene, no una meta gen eraldel sistema, sino una serie de estándares para determinarla admisibilidad social de las metas de las unidades delsistema. Desde el pun to de vista de la sociedad, esto es labase de valor del pluralismo de metas; desde el punto

33 Véase Gregory Grossman, «The Structure and Organization ofthe Soviet Economy», en Slavic Review, XXI, 1962, págs. 203-22.34 No dispongo de espacio suficiente para explicar como correspon-de estas aserciones sobre valores. Para Estados Unidos, la exposi-ción más completa del tema es la de Talcott Parsons y Winston

White, «The Link Between Character and Society», en Cultureand Society comp s. S. M. Lipset y Leo Lowenthal, Nueva York:Free Press of Glencoe, Inc., 1961. Posteriormente se publicará unanálisis mucho más completo.

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de vista del individuo, la base es la evaluación tanto de suautonomía como de la ausencia de discriminaciones entrelos individuos si no están justificadas por exigencias qu e d

Las instituciones del sufragio y del cargo electivo operanconjuntamente para regular, en amplio acuerdo con losvalores más importantes la distribución y uso del poder

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los individuos, si no están justificadas por exigencias qu e dsistema concreto debe cumplir para poner en práctica losvalores.Esas ex igencias justifican dos motivos básicos para limitarla autonomía e indiscriminación completas. Primero, el or-den no rmativo debe con tener un elemento compulsivo paraproteger al sistema contra disrupciones provocadas por me-dio de la fuerza y el fraude. Segundo, una responsabilidadigual para las decisiones políticas es incompatible con las

condiciones de la eficacia colectiva, por las razones ya ex-puestas. De ahí que el poder se concentre en los cargoselectivos.Sujetas a estas dos series de condiciones, las pautas idealesde las premisas de valor supuestas son la libertad de aso-ciación —de suerte que la aceptación de las obligacionespropias de la condición de miembro tenga, en la mayormedida posible, carácter voluntario— y la igualdad delpoder del status de m iembro como tal, a diferencia del statuspropio de cada cargo . El sistema electoral vincula estas dospautas sumando los votos iguales para determinar quiénesocuparán los cargos y tomarán las decisiones políticas encuestiones referentes a los miembros sometidos al referéndum.

Debido a que el grueso de la prueba corresponde a lasafirmaciones de que las metas de ciertos miembros propor-cionarán aportes sociales particularmente valiosos, no haymotivo para discriminar entre los individuos respecto a lacantidad de poder inherente a la condición de miembro.No obstante, es imposible, sin duda, que todas las metaspropuestas por individuos o subgrupos tengan igual valor yperspectivas de realización.La influencia tiene, pues, la má-xima importancia política como mecanismo para seleccionary ordenar las metas o intereses de los miembros individua-les y de las subcolectividades, y las políticas obligatorias dela colectividad. Cada miembro debe ser persuadido (nocoaccionado ni inducido)a votar por determinados candida-tos o políticas, y los titulares de cargos, a tomar decisionespolíticas deseadas por sus electores.La justificación de esasdecisiones tiene que fundarse en el sistema normativo, or-denado más o m enos un iversalísticamente.

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valores más importantes, la distribución y uso del podery la distribución de recursos y obligaciones resultante deluso del poder. A largo plazo, la calidad de dicha regulacióndepende de la solidez de la distinción entre poder e influen-cia. En este caso, el problema central consiste en protegera los votantes para que no sean coaccionados al ejercer suderecho de sufragio —es preciso persuadirlos genuinamen-te--- y a los titulares de cargos contra la presión ilegítimapor ,parte de los grupos de intereses.

La concepción, sostenida por no pocos autores eminentes,de que el poder se rige solamente por principios jerárquicos,depende a todas luces de la idea de que el sistema políticode referencia es un sistema cerrado. 3 5Pero es en los doslímites críticos del subsistema político donde aparecen susmás esenciales modificaciones. Si, como he sostenido, la opor-tunidad para la eficacia representa poder, el principio deigualdad con relación a la competencia rige uno de losprincipales accesos al poder, por imperfectamente que estose lleve a la práctica. En este caso es decisivo conectar elconcepto de servicio, como categoría del producto de pro-

cesos económicos, con la consideración del aspecto buro-

crático o administrativo de la or ganización colec tiva. Cuan-

do se ha institucionalizado la libertad de elección del indi-viduo, las exigencias de obtención de servicios necesitan lamodificación básica, de los principios jerárquicos que se en-cuentra en este límite. En el límite de los miembros (en elsentido del electorado del liderazgo), el principio jerárquicosufre una modificación aún más radical por parte del prin-

cipio de la igualdad del sufragio. Esto se debe, como heinsinuado, a las exigencias de lograr el consentimientoparala selección del liderazgo y para las de cisiones políticas.

35 V. O. Key, Politics, Parties, and Pressure Groups, 4 ed., Nue-

va York: The Crowell-Collier Publishing Co., 1958; H. D. Lass-well y Abraham Kaplan, Power and Society, New Haven: YaleUniversity Press, 1950, y R. A. Dahl, Modern Political Analysis,

Englewood Cliffs, N. J.: Prentice-Hall, 1963.

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Diferenciación de las estructuras politicas

Estas consideraciones tienen importantes alcances para una

prende la interacción de poder e influencia entre los líderesy los miemb ros, donde estos últimos tienen roles dobles:como electores y como grupos de intereses.

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p pcabal comprensión de la estructura política; se refieren enparticular al concepto clave de colectividad. El foco delaspecto político de un sistema social es la organizaciónorientada a la consecución de metas colectivas. Esta orga-nización está sujeta a tres conjuntos primordiales de exi-gencias.La primera se refiere a la legitimación de metas colectivasy al poder necesario para alcanzarlas en función de los va-lores del sistema social más amplio, no de los de su subsis-tema político. Las pautas de valores más amplias tienen queespecificarse como compromisos en el orden de la accióncolectiva, con arreglo a los requisitos establecidos y sujetasa las limitaciones de tal es requisitos. El subsistema de legiti-mación de un subsistema político altamente diferenciado secentra, pues, en torno al sistema constitucional y a los orga-nismos judiciales que lo interpretan. Este subsistema es unode los principales vínculos entre la organización política yla legal, y comprende, por consiguiente, las estructuras inte-grativas de la sociedad. Cualquier colec tividad concretadepende del cumplimiento de estas funciones, por rudimen-tarias que sean las entidades que las lleven a cabo. La rama

judicial del gobierno estadounidense es un ejemplo suma-mente diferenciado.En segundo lugar, un sistema político es un agente paramovilizar recursos desde su ambiente intrasocietal y utili-zarlos para implementar sus políticas. Tal es la función delsubsistema burocrát ico dentro del cual es donde más clara-mente diferenciada está la organización basada en la «auto-ridad de línea» jerárquica. Este principio está muy modi-ficado, sin embargo, en el límite en que los recursos ocapacidades necesarios solo pueden incorporarse al subsis-tema p olitico po r medio de alicientes y solo ejerc iendoinfluencia puede controlarlos la autoridad.En tercer lugar, existe el subsistema asociacional, el cual

no moviliza los recursos instrumentales, sino más bien elapoyo de los electores y la determinación de las políticasque hayan de ser implementadas. Movilización que coin-

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y g pEsta dualidad es, en cierto sentido, paralela a la dualidadde roles de los miembros de hogares en relación con laproducción económica en el sistema de mercado. Por unaparte son consumidores, son la fuente de la deman da pri-mordial de bienes; por la otra, pertenecen a la fuerza d etrabajo y, como tal, son candidatos a empleos. Tomadosen conjunto, estos dos mercados constituyen las principaleszonas limítrofes entre la economía y su prod ucción «final».De mod o análogo, el liderazgo político y la toma de decisio-nes de un cargo mantienen una relación doble con lospúblicos que guardan un vínculo asociacional con ellos. Es-t o s públicos constituyen la fuente de demandas de determi-nadas decisiones políticas, y en tal sentido funcionan comogrupos de intereses. Algunas de esas personas proveen asi-mismo de apoyo político, sobre todo (aunque no exclusiva-mente) por medio d el voto. No obstante, es preciso distin-guir los roles, ya que cuando el apoyo está bastante genera-lizado, no se intercambia de manera directa por determina-das d ecisiones políticas, lo que sería el equivalente políticodel trueque. Se necesita otro medio para salvar la brechaexistente entre los dos «mercados». N osotros entendemos

que este medio es la influencia.Cuand o el componente asociacional domina a los demás,hablamos de una asociación, como en el caso de una aso-ciación profesional de científicos; cuando, en cambio, esclaro el predominio del componente burocrático, no solemosdenominar asociación a la colectividad: la empresa fabriltípica es un ejemplo. Los miembros asociacionales tienenel rol pasivo de accionistas, mientras que sus líderes, losintegrantes de la junta directiva, están a menudo casi asimi-lados a la cumbre de la administración empresaria. Losregímenes autoritarios se aproximan asimismo a este tipo,aunque la cúspide de la burocraci a no puede ser nuncapuramente burocrática. Entre la s estructuras políticas se

destacan mucho menos las colectividades independientesque

dan notoria primacía al subsistema de legitimación, aunqueciertos tipos de organización religiosa concuerdan con estacategoría.

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Para terminar este esbozo de la estructura de los sistemaspolíticos —que, conviene recordarlo, reza tanto para lascolectividades públicas como para las privadas ex aminaré

renciado es el sistema tanto más lo es el «poder ejecutivopolíticamente responsable», ya se trate de un presidente ele-gido por el pueblo como en el sistema estadounidense o

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colectividades públicas como para las privadas— ex aminaréen forma breve sus principales ámbitos de variabilidad.Hasta ahora solo hice hincapié en la variabilidad procedentede la diferenciación funcional, no únicamente en cl sub-sistema político mismo, sino también en sus relaciones conlos demás subsistemas societales.Hemos sup uesto que el subsistema burocrático se diferenciaprimordialmente en relación con las exigencias económicas.a saber, la obtención y administración de los recursos más omenos fluidos a disposición del subsistema político, y loscorrespondientes productos de beneficios políticos. Los re-cursos principales son, en primer lugar, de tipo financiero,y en segundo lugar, los servicios de individuos y colectivi-dades. En un sistema desarrollado, actúan de mediadoresestos factores de los recursos físicos. El subsistema asociativose diferencia con respecto a problemas de apoyo, los produc-tos de la decisión política con respecto al mane jo de insumosy productos de influencia, y, por último, el subsistema delegitimación con respecto a la relación entre el subsistemapolítico y las estructuras normativas generales (pautas devalor y normas jurídicas) de la sociedad.Estas referencias externas de la diferenciación estructuraldel subsistema politico están íntimamente relacionadas consu diferenciación interna, de la que solo haré sucinta men-ción en este trabajo, 3ó esbozando, a grandes rasgos, cuatrosubsistemas internos fundamentales del subsistema político.En el sentido analítico que aquí adoptamos, un sistemapolítico se caracteriza, por definición, por la primacía delcompromiso a la consecución de metas colectivas. De ahíque deba tener particular primacía el subsistema de conse-cución de metas, lo cual no es un rasgo propio de todoslos tipos de sistemas sociales. En la acepción más ampliadel término, este subsistema podría denominarse subsistemade «liderazgo»; su punta de lanza es que cuanto más dife-

36 Si dispusiera de espacio, presentaría un esquema que siguierael modelo introducido en la economía por Smelser y yo mismo enla obra Economy and Society, cap. IV, y ampl iado por Smelser enSocial Change in the Industrial Revolution.

gido por el pueblo, como en el sistema estadounidense, ode un primer ministro y un gabinete responsables ante lalegislatura, como e n el tipo parlamentario de gobierno. Estepoder ejecutivo está «flanqueado» en uno de los lados delsistema de liderazgo (el adaptativo), por los principales res-ponsables de llevar a cabo las políticas del poder ejecutivo,aunque no por eso sean la jerarquía más alta en materiade toma de decisiones. Integran el«staff ejecutivo» del jefedel poder ejecutivo, que puede comprender miembros del ga-

binete y funcionarios administrativos en diversas combina-ciones. Por el otro lado (el integrativo) están aquelloselementos que constituyen el vínculo cardinal entre los po-deres ejecutivo y legislativo; nosotros creemos que ello im-plica el doble rol de patrocinadores de los principalesgruposde intereses del sistema, y la participación directa en elsistema principal de responsabilidad colectiva. En estaesfe-ra, el liderazgo legislativo sostiene un intercambio muyíntimo con el poder ejecutivo. El subsistema — relativamente«inerte»— de mantenimiento de pautas, propio del sistemade liderazgo, tal vez pueda de finirse como los comprom isosque vinculan a la cohorte del liderazgo con los valores delsistema político como totalidad; es decir, con la eficacia,

pero entendida ésta dentro del marco más general del sis-tema societal de valores y de su constitución política. Lasfunciones de más alto nivel del poder judicial son compati-bles con este esquema.Así como el componente ejecutivo del liderazgo está «flan-queado» por dos lados principales, así también puede soste-nerse que en su totalidad el sector del liderazgo está flan-queado de modo análogo. De l lado adaptativo está el sistemaadministrativo, de ordinario denominado «burocracia»; elcentro de gravedad se encuentra en este caso en los elemen-tos que no poseen autoridad en la formulación de políticas:sus funciones son más de implementación que de iniciativa.El hecho ele que no pueda trazarse una línea demarcatoriabien nítida, no m odifica esta distinción gen eral.l)el lado integrativo, el sistema de liderazgo en su conjuntotiene que articularse con su base en las funciones integrativas

del subsistema político cuneo totalidad. En los sistemas polí-twos modernos, esto parece compartido, en términos gene-rales entre: las funciones leg islativas y judiciales El poder

ticos tienden a serlos primeros en diferenciarse; luego vienealguna especie de sistema legal independiente; surge por

i i d

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rales, entre: las funciones leg islativas y judiciales. El poderlegislativo presta un apoyo relativamente específico (queadopta la forma de poder) al liderazgo; en los sistemasparlamentarios, toda la posición del liderazgo depende demodo directo de ello. El sistema judicial proporciona unmarco más amplio de justificación y legitimación a las ten-dencias del liderazgo; como es natural, hay ocasiones en quela falta de legitimación o justificación judiciales puede re-sultar muy grave para las políticas del liderazgo.

La legitimación de todo el sistema político como agente dela colectividad es la función primaria del subsistema de man-tenimiento de pautas del subsistema político. Se apoya, antetodo, en su posición constitucional, y en el marco constitu-cional dentro del cual encuadran sus principales orientacio-nes. Pero la constitución jurídica formal nunca está sola,sino que tiene como fondo compromisos más difusos en elconjunto de la comunidad societal. Así, por ejemplo, el «Cre-do norteame ricano», con referencia a las relaciones raciales,recientemente ejerció presión sobre la Constitución (sobretodo por medio de la Corte Suprema), en lugar de ser ala inversa.Uno de los ámbitos de variación entre las políticas se refierea la etapa de diferenciación de una cierta forma empíricade subsistema político, con respecto tanto a su diferencia-ción de otros subsistemas societales como a su diferenciacióninterna. Naturalmente, ambas son interdependientes en altogrado.Las sociedades más primitivas, como hace mucho advirtieraLowie,a7 tienen ciertamente funciones políticas, debido enparticular a exigencias territor iales; pero de ordinario noposeen e structuras políticas diferenciadas si no son al propiotiempo estructuras de parentesco que comprenden otrasfunciones básicas. Los imperios primeros o «arcaicos» no es-tablecíán claras distinciones estructurales entre los compo-nentes político. y religioso de sus estructuras gubernamentales.Partiendo de esas estructuras difusas, los aspectos burocrá-

37 H. Lowic, The Origin of the State, Nueva York: Harcourt,Brace & World, Inc., 1927.

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fin un sistema electoral democrático, pero sigue siendomuy difícil de institucionalizar, y los problemasque planteavarían considerablemente en proporción a sus dimensiones."Es indispensable mencionar otro ámbito de variación,menos

fundamental, cierto es, que el de la diferenciación. Se re-fiere a los niveles en que se institucionalizan con eficacia laspautas normativas dadas. Por ejemplo, parece que la socie-dad británica no lleva tan lejo s como la estadounidenseciertas diferenciaciones entre el subsistema político y lo sdemás aspectos de la estructura social; así, Gran Bretañatiene aquel aspecto de la estratificación social conocidocomo Establishment (orden establecido).* Hasta tiemposmuy recientes, sin embargo, el subsistema político bri-tánico estuvo probablemente, a su modo, institucionalizadode manera más cabal que el estadounidense, de suerte quefenómenos como el macartismo tenían menos probabilida-des de aparecer en dicho país se

Aspectos del proceso político

Desde el puntode vista teórico que aquí sostenemos, el pro-ceso social en sistemas suficientementediferenciados se centra

en intercambios interactivos que comprenden los mediossimbólicos generalizados.Dicho de otro modo: la centra-lidad de las transaccionesmonetarias en el análisis económicose emplea comomodelo para los análisis políticos y de otraíndole. En el caso del análisis político, el medio focal es el

38 No dispongo de suficiente espacio para seguir oc upándome deeste campo, de tan enorme extensión. Se hallará una sistematizaciónmodesta del material correspondiente en mi obra Societies, Com-

parative and Evolutionary Perspectives.* Establishment es el nombre que se asigna en Gran Bretaña alcomplejo social integrado por la Iglesia, la familia real y la claseadinerada. (N. del E.)39 Véase mi estudio «Social Strains in America» y el de S. M.Lipset, (The Sources of the Radical Right», en The Radical Right,Garden City, N. Y.: Doubleday & Company, Inc., 1963.

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la capacidad de permutar poder por los medios de los sub-sistemas societales adyacentes al subsistema político. De ahíque la insuficiencia de recursos financieros, obtenidos me-di t t ib t i d d li it d d

necesidades de recursos financieros o de influen ciano absor-

ban el potencial de poder asignabledel subsistema políticocon una rapidez tal que resulte imposible restablecer el

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diante tributos, operaciones de mercado o solicitudes deaportes voluntarios, constituya un segundo factor de pertur-bación de los procesos políticos. Como señala Eisenstadt,la feudalización, al restringir la base de los recurso s movili-zables, por ejemplo los impuestos, puede perjudicar grave-mente el poder de un régimen burocrático centralizado.'" Eltercer factor se refiere a la influencia. En este caso, el pro-blema se centra en los riesgos que corre el prestigio del lide-razgo si éste trata de imponer determinadas políticas. Lapérdida de influen cia puede acarrear una pérdida de pres-tigio, y, en consecuencia, una pérdida de «ingreso» de poder.Como reveló Eisenstadt, los tres factores mencionados influ-yeron para que estructuras políticas de orden superior dege-neraran en alguna especie de feudalismo. En consecuencia,la Iealtad generalizada por parte de g rupos de cu yo apoyodepende el régimen —p. ej., terratenientes, oficiales militareso funcionarios civiles— es reemplazada por relaciones rela-tivamente específicas, más o men os con tractuales, en las quea cambio de la lealtad se conceden obvenciones o privilegios.Esto es trueque político. Téngase presente, sin embargo,que el proceso de involución suele continuar, porque existeuna fuerte tendencia a que el control de estos recursos sehaga hereditario y se tradicionalice. De ahí que la involucióndel apoyo generalizado al trueque derive a menudo en unaadscripción de derechos a los recursos y el apoyo . En tér-minos generales, esto es lo que ocurrió al perimir la autori-dad política del Imperio Rom ano.Por consiguiente, podemos considerar que un subsistema po-lítico mantiene su potencial de poder mediante continuos in-tercambios con s u ambiente. Por una parte «exporta» poderen forma de oportunidad para la eficacia, y obtiene a cam-bio poder en forma de compromiso de servicios; por laotra, «ecporta» poder en forma de decisiones políticas, y lorecibe en forma de apoyo po lítico.

Dichos intercambios actúan de modo de garantizar que las41 S. N. Eisenstadt, The Political Systems of Empires, NuevaYork: Free Press of Glenc oe, Inc., 1963, esp. págs. 342 y sigs.

p q pequilibrio mediante insumos en estesubsistema. Estas con-sideracio nes deberían bastar para poner de manifiesto laimportancia vital degeneralizar como medios, tanto el po-der y la influencia como el dinero. Sin dichos medios gene-ralizados, no se trasciende el nivel de diferenciación queemplea lo que he denominado trueque político. Pero esetrueque parece ser de suyo inestable; sin una generalizaciónadecuada del poder y de la influencia, es casi inevitable la

rigidez adscriptiva.En estructuras económicas se mantiene un equilibrio posi-tivo del medio regulando la acción con la norma de sol-vencia: el requisito de que el ingreso de dinero compenselos gastos en las operaciones del mercado. Las unidadesque gozan de pr imacía política, obligadas a equilibrar losproductos e insumos de poder, se rigen por una normaparalela. Emplearé para esta norma, si bien con reservas, .el antiguo término soberanía, aunque en un sentido que seaparta mucho del que l e da Austin. Quiero hacer hincapiéen su significado de independencia política, pero aplicadotanto a las colectividades gubernamentales como a las pri-vadas. Contrariamente a la concepción de Austin, pienso

que un orden normativo se supraordina a la «soberanía» decualquier unidad dentro de un sistema social, inclusive elgobierno nacional. En estos términos, una empresa comerciales soberana mientras mantenga la autoridad de sus cargosy se granjee servicios y apoyo sin depender de un subsidiopolítico, o del empleo de otros factores de eficacia de lacolectividad. Junto con la solvencia, esto constituye a todasluces el ideal de la li bre empresa.' 2 Por lo que respecta alos gobiernos territoriales, la aceptación de un orden nor-mativo controlador no entraña necesariamente un menos-cabo de la soberanía.Las unidades que no logren mantener la soberanía debenconseguir insumos de poder, además de los «beneficios» que

42 Véase S. M. Lipset, The First New Nation, Nueva Y ork: FreePress of Glencoe, Inc., 1963, donde se presentan pruebas de quelas empresas estadounidenses se prestaron sin embargo, en ciertascircunstancias, a aceptar subsidios políticos d el gobierno.

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deriven de sus propias operaciones, o bien renunciar a sucapacidad de imponer obligaciones políticas imperativasEste menoscabo de la soberanía suele ocurrir en sistemas

La generalización del apoyo político, que impide que se losupedite a determinadas decisiones políticas a la manera de

.

d pro quo es comparable al depósito de dinero en un

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Este menoscabo de la soberanía suele ocurrir en sistemaspolíticos decadentes, por ejemplo en los imperios que analizaEisenstadt,4a que se desintegran en sus componentes, o sonabsorbidospor otros subsistemas políticos o ambas cosas a lavez. Consideraciones análogas resultan valederas para diver-sos tipos de colectividades privadas, como empresas com er-ciales y partidos políticos.

Crecimiento

Entre los modos de perder la soberanía estricta hay, sinembargo, un caso especial relacionado con problemas de cre-cimiento. Es posible que una colectividad ambicione ampliarla capacidad de poder del sistema y se comprometa a ellohasta un grado que no pueda lograrse con los recursosinternos. Entonces necesita conseguir un mayor insumo depoder que no necesite compensar inmediatamente con unproducto; dicho de otro modo: el poder puede «tomarseprestado». Esto es un símil, en el plano político, de la exten-sión del crédito a una unidad económica, que puede luegoaumentar su productividad realizando inversiones apropiadas

y con el tiempo reembolsar el préstamo y sus intereses, encondiciones compatibles con su solvencia a largo plazo.Esto suscita la cuestión de si el poder político está supeditadoa condiciones de suma-cero, como parece sostener la mayorparte de las autoridades en esta materia. 4 4Yo entiendo quelos sistemas políticos tienen mecanismos estrictamente para-lelos a la creación de crédito a través de los bancos, ycapaces también de hacer agregados netos al medio circu-lante. Estos mecanismos ope ran por vía de una relación par-ticular entre poder e influencia y comprenden a los agentesque emplean tales medios.

43 Eisenstadt, The Political Systems of Empires. El sistema políticode los imperios, Madrid: Revista de Occidente.44 Lasswell y Kaplan, Power and Society; C. W. Mills, The Po-wer Elite, Nueva York: Oxford University Press, 1956; Key, Po -litics, Parties, and Pressure Croups; R. A. Dahl, «The Concept ofPower», en Behavioral Science, II, 1957, págs. 201-15, y Dahl,Modern Political Analysis, cap. V.

d pro quo, p p

^ t tsco. Aunque, sin la menor duda, los líderes electos son

. iesponsables de salvaguardar los intereses de su s electores,no están obligados a emplear el poder únicamente con laautorización específica de éstos. En la medida en que tomendecisiones po líticas sin esa au torización, obligarán quizás a

la colectividad a asumir compromisos que una retirada ma-siva de apoyo político puede poner en peligro. Los votantes

noestán más obligados a reelegir líderes que asumieron

compromisos con los que ellos no están de acuerdo, de loque lo están los depositantes a mantener los fondos en unbanco que otorga préstamos a su juicio inseguros. Sin em-bargo, es precisamente mediante el préstamo de fondos quelos depositantes tienen derecho a retirar a su demanda,que los bancos pueden aumentar el medio circulante recu-

rriendo a la creación dé crédito. De modo análogo, la direc-ción política puede aumentar el poder neto de un sistemaasumiendo la responsabilidad por decisiones autorizadas porlos electores. Una de las consecuencias de ello es, empero,que un liderazgo político en funcionamiento, com o la geren-cia de un banco , es incapaz de hacer frente jamás a todas susobligaciones formales de manera instantánea; en este sen-

tido, el banco es insolvente, y el subsistema político no con-sigue garantizar su soberanía.Los préstamos bancarios aumentan el dinero circulante em-pleando poder, en forma de compromisos contractualesobli-

gatorios. El banquero no solo exige a sus prestatarios que

reembolsen los préstamos en los plazos convenidos, sinoque

también está obligado a no exigir reembolsos anticipados,aunque sus depositantes puedan exigir en cualquier mo -

mento el reembolso de sus fondos. El banquero asume,pues,

el riesgo de que una pérdida de confianza en el banco pro-voque un asedio tal de sus depositantes que se vea impo-

sibilitado de pagar. Como es natural, en los sistemas mone-

tarios, también se emplea explícitamente poder cuando el

poder del gobierno se pone al servicio de la estabilidaddel

sistema bancario, por ejemplo mediante un banco centralcontrolado en definitiva por aquél. Esa mayor seguridad

156157

puede se r condición indispensable de la capa( idad (le unbanco para ampliar el crédito, sin tornar demasiado inse -guras las posiciones de los depositantes. De modo similar, un

nible para los depositantes. I)e modo análogo, el poder delos electores para seleccionar al liderazgo no sufre men os-cabo con la promulgación normal de com promisos por parted l líd

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g p pdirigente po lítico no pu ede garantizar el cumplimiento delos compromisos políticos que obligan a la colectividad porun lapso supe rior al término de su man dato: los electorespueden echarlo votando a favor de un candidato que pro-meta rechazar su comprom iso político. No o bstante, fusasu influencia» tanto para persuadir a los afectados —yasea dentro o fuera de su colectividad— de qu e considerensincera a esa orientación, como para convencer a sus elec-

tores de que la apoyen. Por ejemplo, el gobierno federalasume obligaciones a largo plazo para financiar las inves-tigaciones y el desarrollo científico, aunque el Congresogoce de atribuciones legales para pon er fin, prácticamenteen cualquier momento, a ese programa negándose a aprobarlos fondos requeridos.Si se logra aumentar los compromisos o bligatorios no au-torizados específicamente por electores que los apoyen, esposible aportar adicionesnetas al potencial de poder delsubsistema político entero, haciendo que se mantengan lasdecisiones obligatorias a pesar de los costos en recursos ypérdida de prestigio del liderazgo. Esto comprende una «pru-dente inversión» en el aumento de poder si se cumplen las

condiciones de crecimiento a largo plazo, de suerte qu e elpotencial del sistema se incremente en grado proporcionalal aumento de compromisos imponibles por medio del poder.El análisis detallado de procesos de está índole tropieza conmuchas complicaciones. No disponemos de espacio parapresentar siquiera unos pocos ejemplos. Espero, no o bstan-te, haber dado pábulo a suficientes presunciones en favorde los dos enu nciados que a continuación expongo, comopara que cuando se los especifique empíricamente no seandesdeñados por absurdos.Primero: el poder no es un recurso de suma-cero: el incre-mento de la cantidad de poder que posee una unidad deun sistema, no significa necesariamente una disminución co-rrelativa en el poder de las demás unidades. La analo-gía decisiva es que, al aceptar un préstamo bancario, nor-malmente una unidad no hace disminuir el dinero dispo-

de los líderes.Hay, sin embargo, entre ambos caso s una importante dife-rencia, que influye so bre la definición de las condicionesen que son posibles los incrementos de medios. Los présta-mos son pedazos de torta cuyo tamaño puede variar a lolargo de una escala continua. E n cambio, las decisiones políti-cas son compromisos de todo-o-nada, que compiten con otrosposibles compromisos, pudiendo prevalecer o fracasar, enmuchos casos sin posibilidad de transacción. Esta diferen-cia no invalida, empero, la aplicabilidad del modelo generalde incremento neto por medio de un compromiso positivoa pesar de los factores de riesgo.Segundo: la fuerza a favor del incremento tiene que proce-der, en un medio dado, del subsistema que en la jerarquía decontrol ocupa el lugar inme diato superior. La creacióndecrédito no es posible mediante la mera manipulación mo-netaria: requiere la movilización de poder en forma de obli-gaciones contractuales imperativas. De modo análogo, elpoder no puede aumentarse simplemente por medio de lamanipulación interna de las relaciones de poder e n el sis-tema político: exige la movilización de influencia, cuyo em-

pleo debe justificarse con arreglo a normas institucionaliza-das. Tratándose de agentes específicos, esto significa ponerprestigio y futuro potencial de influencia en la línea quefavorezca la política a la que deseen dar la obligatoriedaddel poder.9 5En u n sistema político, si el crecimiento se midepor loscambios en el potencial de poder de éste, puede su rgirdefuentes exóge nas; por ejemplo, el crecimiento económ icoindependiente de los cambios o mejoras políticos en el am-biente de la sociedad. No obstante, el proceso de creci-miento que acabamos de esbozar es sobre todo endógeno.

45 Esto no significa que las organizaciones concretas no pu edangenerar en forma autónoma, aumentos en sus medios. Las empresas

que reinvierten sus utilidades fusionan en una sola organizaciónconcreta las funciones productivas y bancarias. De modo seme-jante, un partido en el poder puede invertir a la vez su poder einfluencia para acrecentar aquél.

158 1 5 9

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a los intereses prácticos debe modificarse lo bastante cout()para que un grupo suficientemente grande y • coloca do enposición estratégica desarrolle interés por ponerlas en vigor.

procuus seguir en o111 momento el nodo de análisis queStnelscr y yo empleamos para estudiar este último y suro l en la sociedad. Tal vez lo principal sea m i concep-ió d l d líti di g li d de pro

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Estos tres tipos de procesos comprenden un círculo cada vezmás amplio de factores en el funcionamiento de un sistemapolítico dado. Los procesos de flujo circular pueden conside-rarse totalmente intrapolíticos en sus mecanismos procesa-les, aunque impliquen respuestas a cambios de situación delsubsistema político. El crecimiento político, aun siendo enesencia endógeno, entraña un modo particular de articu-lación con el sistema inmediato superior de la jerarquía de

control —al que yo denominosistema integrativo— para elcual la influencia es el me dio generalizado. Este modo esla movilización de influencia —medio que no es (como e lpoder) primo rdialmente po lítico—, a fin de acrecentar laeficac ia de una unidad polític a m ediante una «inversión»en el increme nto de su poder. Los proc esos de ca mbio dela estructura institucional de un sistema político requierenun proceso todavía más complejo; en este caso la influen-cia es aún más decisiva por que debe emplearse con mayoramplitud y estar respaldada por referencias explícitas a com-promisos de valor generalizados, a fin de legitimar las nor-mas modificadas que justifican la influencia ejercida.

Conclusión

Lo expu esto es un esbozo, muy somero y abstracto, de unenfoque del análisis de lo que he denominado delibera-damente aspecto político de una sociedad u otro sistemasocial. Empleo este término para poner de relieve que elsistema político o subsistema político (polity) está analíti-camente definido y, en consecuencia, es un subsistema abs-traído de un sistema social total, que debe articularse demanera sistemática con los demás subsistemas —el econó-mico, el integrativo y el de mantenimiento de pautas— abs-

traídos en un nivel comparable.Aunque intenté explicar las numerosas y decisivas diferen-cias que existen entre los subsistemas político y económico,

ción del poder político como medio generalizado de pro-c e s opolítico, paralelo al rol del dinero en el proceso eco-nómico.Haciendo otro paralelo con el paradigma económico, insis-tí en que el subsistema políti co no es un sistema cerrado,sino que participa en continuos intercambios con dos siste-mas adyacentes: el econ ómico y el integrativo. Esta pro-posición capital parece en trañar la refutación de dos ten -dencias muy impo rtantes en la reciente literatura sobre elpoder. La primera se basa en la idea de que el poder espor naturaleza jerárquico y está necesariamente disociadode cualquier elem ento igualitario de los sistemas sociales.Contra esa opinión, he sostenido que la igualdad del su-fragio y la regulación del compromiso de servicio por mediodel principio de igualdad-de-oportunidad, son auténticosmodos de institucionalizar sistemas de poder en relacióncon las ex igencias limítrofes de l subsistema político.Lasegunda supone aplicables siempre a la circulación de poderlas condiciones de suma-cero; la he impugnado con la no-ción de que la influencia puede emplearse en ciertas cir-cunstancias para acrecentar el potencial de poder de un

sistema político.En conexión con e sto hemos examinado una serie de pro-blemas referentes a la estructura de los sistemas p olíticos,en particular en los cam pos de la organización burocráticay de la asociación democrática, y tomando especialmenteen cu enta en esta última a los sistemas electorales.Luegoesbozamos tres tipos de proceso en los sistemas po líticos,para lo cual el análisis del proceso eco nómico de Schum -peter nos proporcionó un mo delo principal. Estos procesos(flujo circular, crecimiento y cambio estructural) fueronordenados con arreglo a la creciente proporción de facto-r e sexógenos al subsistema político que entrañan, y a la com-plejidad de los modos de inclusión de tales factores en

cada uno de ellos.'Cualesquiera sean sus limitaciones, creo que este enfoquees valioso para el tratam iento teórico riguroso de los sis-

162 63

techas políticos. Aun que poco dcs,urnllaelo, 'es relativamen-te sistemático en sí mismo y se relaciona de manera siste-mática, tanto con la concepción de la sociedad en su con-j l i l l i i l d

Tal vez la snpnsu üm lund:un(-mal de la teoría Sea que,dentro riel marco (lereferencia de la acción que se centrae n la tonta de decisiones que palita la acción, todos los

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junto, como con la que incluye al sistema social dentroae un sistema de acción más general. En verdad, consideroque estos dos últimos puntos figuran entre sus más impor-tantes méritos.

Apéndice: nota técnica

En este breve apéndice no intentamos explicar, ni siquieraen su forma más simple la teoría de la acción, ya queello sería imposible. Su finalidad principal es indicar algu-nos de los fundamentos de la pretensión formulada en elpresente trabajo en el sentido de que este análisis de lasestructuras políticas procede genuinamente de una teoríageneral. No obstante, los lectores que ya estén algo fami-liarizados con la teoría, encontrarán que los paradigmas for-males expuestos a continuación resultan útiles para com-prender la interrelación técnica de las categorías empleadasen el texto y de las que valen para otros aspectos de lossistemas sociales y demás sistemas de acción. Para quienesno estén familiarizados con ella, se ponen de relieve aquísucintamente algunas de las concepcion es básicas generalesde las que procede gran parte del análisis anterior. 4 8

48 Para un tratamiento más extenso de la teoría véase TalcottParsons, «An Outline of the Social System», en Theories of So-ciety, comps. Talcott Parsons, Edward Shils, K. D. Naegele y J. R.Pitts, Nueva York: Free Press of Glencoe, Inc., 1961, vol. I, págs.30-79. Dos de los artículos míos ya citados, «On the Concept ofPolitical Power» y «On the Concept of Influence», constituyen lostratamientos más generales que he hecho de los medios en elámbito de los procesos de intercambio. M «Evolutionary Univer-sals - i nSociety», en American Sociological Review, XXIX, juniode 1964, págs. 339-57, y mi Societies: Comparative and Evolutio-nary Perspectives, olvidan el problema de la evolución social. Smel-ser, Theory of Collective Behavior, Nueva York: Free Press ofGlencoe, Inc., 1963, y Parsons y Smelser, Economy and Society,contienen mucho material sobre procesos sociales, en particularsobre el concepto de intercambios.Talcott Parsons y Edward Shils,

164

q pactos poseen necesariamente un ignificado relativo a lascondiciones de las situaciones deacción, y gracias a él man-tienen relaciones sistemáticas entre sí. Por consiguiente, lateoría se funda en una concepción general ele sistema des-arrollada para aplicarla específicamente a las condicionesy características de la acción. Por razones de carácter for-mal, el paradigma de cuatro funciones que ordena los con-ceptos a lo largo (te toda la teoría, procede de mod o directode esta idea de sistema de mantenimiento de límites. Lo quesir, ra nos interesa es la utilidad del esquema para analizarsistemas sociales.El mantenimiento de pautas entraña la defensa de los prin-cipios de ordenamiento básicos del sistema, con respectotanto al valor de dichas pautas como al compromiso haciaellas de las unidades del sistema. La integración se refiereal ajuste ele las relaciones entre las unidades, particular-mente en lo que atañe a la asignación de ventajas y des-ventajas, a fin de lograr que contribuyan a alcanzar unorden conveniente para el sistema. La consecución de me-tas consta de acciones coordinadas, resueltas colectivamentepor unidades plurales, para originar relaciones valoradasentre el sistema y su ambiente, sobre todo en la medida enque dichas relaciones no cumplan, antes de la acción, conros requisitos del sistema. La adaptación implica el desarro-llo de los recursos disponibles útiles para una amplia di-versidad de fines específicos que aspiren a acrecentar lacapacidad del sistema para enfrentarse con su ambiente encircunstancias variables. Cualquier sistema tiene que fun-cionar adecuadamente en cada uno de estos aspectos paracontinuar operando. Tomadas en el orden en que las hemospresentado, las cuatro funciones prescriben una jerarquíacibernética de control sobre las condiciones: la determina-ción con respecto a funciones superiores ordena la acción

«Values, Motives, and Systems of Actionx, en Toward a CerteralTheory of Action, comps. Talcott Parsons y Edward Shils, Cambrid-ge: Harvard University Press, 1951, es uno de los primeros yfundamentales trabajos sobre esta teoría.

165

que surge en niveles inferiores, peto solo delito) de las

esferas de condiciones que son, a su vez. ordenadas en losniveles inferiores. Debido a que, en primera instancia, estas

nen que incluirse en una comunidad societal solidaria, y ser

leales a ella; y las condiciones para ser miembro de la

sociedad, por lo que respecta a derechos y obligaciones, de-asociacional y la

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categorías son puramente definicionales, pueden aplicarse

a todos los tipos de sistemas de acción. Y cabe considerarlasexhaustivas, desde el punto de vista teórico, para cualquier

sistema de referencia de acción, si se emplean en el nivel de

generalidad apropiado (resultaría imposible detallar aquí las

razones que justifican este aserto). Toda información em-

pírica relevante puede ordenarse dentro de ellas y dentrode sus interrelaciones.

Debido a que las cuatro funciones plantean distintos re-quisitos, que los sistemas de acción deben satisfacer, los

sistemas pueden concebirse como tendiendo a desarrollar

medios especializados para desempeñar cada función. Así,por ejemplo, en el nivel más general, los subsistemas cultu-

ral, social, de la personalidad y del organismo-conducta(,

desempeñ an para el sistema de acción las funciones de ma n-tenimiento de pautas, integrativas, de consecución de metas

y adaptativas, respectivamente. Estos sistemas no deben

considerarse como distintos y estáticos, sino en interre-lación dinámica, cual los subsistemas societales que se ex-

ponen luego. Sobre todo, es preciso tener presente que las

distinciones entre subsistemas son analíticas en alto grado y

muy alejadas de lo concreto; la importancia de este hechono disminuye a medida que la teoría se especifica en estruc-

turas más detalladas y concretas.

Solo puedo tratar aquí del subsistema de acción social, y,

dentro de esa categoría, de sociedades totales sumamente

desarrolladas. El mantenimiento de pautas está a cargo, en

lo fundamental, de grupos religiosos interesados en el des-

arrollo de la pauta de valores generales de la sociedad, y de

familias nucleares que socializan a sus miembros, defen-

diendo su compromiso con los valores sociales. No obstan-

te, intervienen también otras estructuras, sobre todo escue-las -y universidades. Al subsistema integrativo le preocupan

los problemas de estratificación y de control social en sus

relaciones con las comunidades institucionalizadas y susnormas sociales constitutivas. Bajo el control de esas normas,los numerosos segmentos entrecruzados de la sociedad tie-

ben permitir una adecuada movilización asociacional y la

articulación de los intereses y compromisos legítimos. El sub-

sistema de consecución de metas es el político, que consta

de colectividades (gubernamentales y privadas), que apor-

tan capacidades organizacionales para alcanzar las metas

de la soci edad y sus subsistema s. El subsistema adaptativo es

la economía, concebido como el sistema dentro del cual se

movilizan, se combinan en los procesos de producción, y se

ponen a disposición de los consumidores públicoso privados

los factores económicos clásicos. Cada uno de estos cuatro

subsistemas funcionalmente definidos puede dividirse, a su

vez, en subsistemas componentes, como se hizo en el pre-

sente trabajo con el subsistema político.

Hay dos puntos de referencia estructurales que resultan bá-

sicos para analizar los procesos mediante los cuales se inter-

relacionan los subsistemas societales. El primero es que enuna sociedad suficientemente diferenciada, los subsistemas

económico, político e integrativo son distintos, en términos

empíricos, de la primacía de función de las unidades estruc-

turales; por ejemplo, existe una importante diferencia es-

tructural entre una empresa comercial privada, un orga-

nismoadministrativo del gobierno y la profesión jurídica

privada. En segundo lugar, cada una de dichas unidades

tiene que sostener relaciones con las demás a fin de adquirir

ciertos elementos esenciales para su funcionamiento (insu-

mos de factores) y entregar sus aportes a otras unidades

en la división del trabajo (productos de «producto» = «pro-duct» outputs) . Este orden de diferenciación requiere un

doble intercambio entre los componentes estructurales de

las categorías interrelacionadas de unidades, por ejemplo

entre empresas y familias o entre empresas y organismos

políticos (no necesariamente gubernamentales, téngase

presente) . La doble situación de intercambio impide lamediación de procesos, ya sea por expectativas adscrip-

tivas, por acuerdos de trueque, opor una combinación

de ambos. Exige el desarrollo de medios simbólicos gene-ralizados tales como el dinero, el poder y la influencia.

166 167

que se necesiten en cada caso particular, sobre todo bienesy servicios. La oportunidad, sin embargo, es una forma depoder. En segundo lugar hay un intercambio de productos

político, 1c In ii ktna nl.lin'•;l, l;is decisiones politicat Soilun factor de solidaridad porque, debidaniento enmarcadas,obligan a la colectividad, de ,.lodo confiable, a alcanzar las

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loa • A apacidad de mano. a

de obra C2bFulares

Ins. a L ngreso por salarios

D lb

Prod. • A Demanda de mrrca-

drrias DIa

L

1 7 1170

p g g y pdel «producto»; en él, la adhesión de los servicios a la or-ganización • -de ordinario a través del empleo—, que yointerpreto como una forma del poder, se permuta por laasignación de recursos líquidos —de ordinario mediantefondos presupuestarios— a los que adquieren servicios comoelementos esenciales para el desempeño de sus obligaciones.Así, pues, los recursos líquidos adoptan en el caso del tipoideal, la formo. de fondos mo netarios.El proceso de inversión, que yo concibo como un caso espe-cial importante del funcionamiento de este sistema de in-tercambio, parece operar de modo tal que el com ponente depoder de un préstamo es una concesión de oportunidad me-diante la cual puede conseguirse un incremento, de otrasuerte inexistente, del control de la productividad. El bene-ficiario de dicha concesión, aunque comprometa serviciosindividuales o colectivos, queda e n posición de utilizar estosrecursos para acrecentar la productividad económica. Setrata de un caso especial debido a que el recurso podríaemplearse de algún otro modo (p. ej., para aliviar la mi-seria o para la investigación científica) .En el intercambio G-I (subsistemas político e integrativo), elpoder se intercambia no solo con dinero sino con influen cia.Mentras que frente al dinero, el poder es el medio «con-trolador» en la jerarquía cibernética, frente a la influencia,el poder mismo es «controlado». Esta diferencia se simboli-za en el paradigma colocando las categorías del poder enlas posiciones exteriores del intercambio G-I, mientras queen el caso A-G se colocan dentro (como se hizo con lascategorías monetarias en L-A).En este caso, el factor intercambio está entre las decisionespolíticas como «factor de solidaridad», y las exigencias deintereses como «factor de eficacia». Esencialmente, podemosconsiderar que tales exigencias «definen la situación» parala adopción de decisiones políticas, lo cual dista mucho designificar que sean o deban ser concedidas simplemente ensu forma inicial, sin modificación alguna. Al igual qu e otrosfactores, de ordinario se transforman en el curso de l proceso

Ins. a G ontrol de la productividad D2b

Fmtorr+ {Ins. a A portunidad paro la efec ividad Plb

A( Prod. a G Compromiso dr servicios a la comunidad Pla

Peoduaa Prod. a A a Asignación de recursos líquidos (financieros) D2a

Ina • I ecisiones patitieso I

P2a

F I ns aG xigencias de inters.

sil ua

Prod. a 1 Responsabilidad de

liderazgo Ilb

P 04 .Prod, a L Compromiso con la .a. . prod. • C q Apoyo político P3b

- producción de benesC2a

(Ins. a L _ Justificaci ones de asignación de lealtades 12a

F a a. a 1 ompromso con una asociación valiosa Cla

L Prod. a L C ompro mi so con un vate común CIb

Pentoctos { Prod. a l Pretensiones e lealtades, fundadas on valores 1215 .

bu. • 1 firmación de 1,. - . Ins. a L

tensiones a recursos -curs la

D3aaeloraaros

Ins. a A i Norma para la asig•

os

ns. a G Lngitisstción de b

nación de recursos utoridad C3a

I3aL

Prod. a I Ratones de justifi• g rod. a L Responsabilidad ate- 0,

catión de pretensio• al por el nueras co•

po lib ectivo CabProducto Fro arl a

Prod. a A Ordenamiento de las rod. • G i Legalidad de p o d e-

pretensiones Dab es de no cargo Plb

(presupuestacióo)

D = Dinero = PoderI = Influencia C = Compromsos

I, 2, 3,: Orden de control jerárquico segó,. existe en-tre la medios.

a, bu Orden de control jerárquico dentro de lo siste-mas de intercambo

'Ins. significa insumo de una categoría de recursosen un subsistema indicad o desde el otro membrodel par.

'Prod. significa producto de una categoría de proadueto' desde la fuente indicada al destino relevante.

Todo intercambio doble consta de un intercambio dercnsumo (facto) y un intercambio de producto (Pro -

ducto).

Figura 2. Las categorías del intercambio societal.

metas en las que diversas partes interesadas tienenen juego

recompensas justificables, fundadas enlos derechos y pri-

vilegios que confiere la condición de miembro de la co-

munidad.

/

Rerpnnróidd ape•radaa

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Se concibe como paralela la iny,licación del poder. En pri-mer lugar, impone los dos factores móviles inimarios de laefectividad: el control de la productividad (en G-A) y lasexigencias de los intereses (en G-I) como se justifica con

5. Un enfoque estructural de

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exigencias de los intereses (en G I), como se justifica conarreglo a la apelación a normas. En segundo lugar, los con-sumidores o beneficiarios de los productos del proceso po-lítico pueden emplear poder para disponer de ellos en formade recursos líquidos, por ejemplo, mediante la asignaciónpresupuestaria (en G-A), y la responsabilidad del liderazgocon vistas a metas valoradas (en G-I).Volviendo a la figura 2, el poder como código aparece im-

plicado en el sistema de legitimación como un aspecto dela autoridad. Esta puede concebirse como mecanismo paravincular los principios y normas de las filas L y G de lafigura 3. La responsabilidad operativa (P3a en la figura2), tratada como factor de integridad, es responsabilidadpara la implementación soberana de los principios de va-lor, e implica no solo e fectividad colectiva sino tambiénintegridad en la pauta de valor societal sobresaliente. Cabedecir que la legitimación de la autoridad «impone» la res-ponsabilidad de mantener esa soberanía. No obstante, la le-galidad de los poderes de un cargo (P3c en la figura 2),como categoría de producto destinado al subsistema polí-tico, es una aplicación de la norma de consistencia de la

pauta. En los diversos niveles relevantes, la acción puede ydebe ser adoptada en congruencia con los compromisos devalor. A cambio de la autorización legal para adoptar dichaacción, el titular de un cargo debe aceptar la responsabili-dad moral por su uso del poder y sus decisiones interpre-tativas.

política comparada

M .G. Smith, Universidad de California, Los Angeles

La política comparada trata de descubrir regularidades yvariantes de organización política por mediep de un análisiscomparativo de sistemas históricos y conte nporaneos. Unavez que las ha aislado procura determinar los factores enque se apoyan, a fin de descubrir las propiedades y condi-ciones de las diversas form as de subsistemas políticos. Intentaluego sintetizar estas observaciones en una serie de proposi-ciones vinculadas entre sí y aplicables a todos estos sistemasen circunstancias tanto estáticas como variables. Se con fíaen poder averiguar luego d e qué m anera se relacionan estosprocesos gubernamentales con los medios más amplios delos que forman parte.Esta indagación comparativa puede llevarse a cabo, al pa-recer, de diversos modos, cuya estrategia básica es la misma,

no así sus interesesy puntos de partida. D icha estrategia

común consiste en abstraerun aspecto de la realidad polí-tica y desarrollarlo como marco de referencia. M anteniendoconstante esta variable, puede d irigirse la indagación a de-terminar los límites dentro de los cuales varían otras dimen-siones; pueden investigarse también las formas y valores queadoptan las demás variables, conjuntamente o por separado,a medid a que cambia el valor de aquélla. En principio loideal sería deducir hipó tesis pertinentes de un cuerpo gene-ral de teoría, y luego verificarlas y perfeccionarlas por mediode análisis inductivos de datos históricos y etnográficos. En larealidad, empero, los procedimientos seguidos suelen apar-tarse de esta meta.

A l principio podemos confiar en la utilidad d e cuatro pro-cedimientos para este estudio comparativo,. los que emplean,respectivamente, las dimensiones de proceso, contenido, fun-ción y forma com o bases para sus marcos conceptuales. Enverdad, los estudios comparativos que se fund an en el pro-

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ceso y el contenido tropiezan con insuperables obstáculos,debido a la en orme variabilidad de los sistemas políticos. Enl b i t líti t li d l i tit i

los insumos nnivers,ilinente necesarios son la socializaciónpolítica y el reclutamiento, la articu lación de intereses, laagregación de interesesy la comunicación política. Con res-pecto a los productos afirma que la formulación la aplica

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los subsistemas políticos centralizados, los procesos institucio-nales de go bierno están netamente diferenciarlos, son discre-tos y fáciles de identificar. A menudo constituyen la mate-ria (y también la fuente) de un cuerpo de reglas más omenos complejas y precisas, para cuya interpretación talvez se necesiten especialistas. En sociedades más simples, losprocesos correspondientes raras veces son diferenciados ydiscretos; suelen producirse dentro del contexto e le activida-

des institucionales de funciones múltiples, y resultan difícilesde abstraer y aislarpara el análisis como sistemas procesalesautónomos. Para que ello sea posible se requieren criteriosindependientes que permitan distinguir las dimensionesgubernamentales y no gubernamentales de estas formas ins-titucionales.El método sustantivo se apoya en la categoría de contenido.Entiendo por contenido de un sistema gubernamental susintereses y recursos su stantivos específicos, ya sean materia-les, humanos o simbólicos. Por lo regular, cuanto más dife-renciados y complejos son los procesos gubernamentales,tanto mayor es el alcance y complejidad del contenido. Estose debe a que el contenido y los procesos del gobierno va-

rían conjuntamente. Puesto que estos marcos son interde-pendientes y derivativos, presuponen criterios independien-tes para identificar el gobierno.El método funcional evita estas limitaciones. Define fun-cionalmente el gobierno como todas aquellas actividades queinfluyen en «el modo como las decisiones au toritativas seformulan y ejecutan en una sociedad».' Partiendo de estepunto pueden desarrollarse varios esquemas conceptualesperfeccionados. En tanto requ isitos o implicaciones de estosprocesos decisionales, David Easton identifica cinco modosde acción como elementos necesarios de todos los sistemaspolíticos: legislación, a dministración, adjudicación, desarro-llo de demandas y desarrollo de apoyo y solidaridad. Puedeagrupárselos en las categorías de requisitos de insumo y deproducto de los sistemas gubernamentales. Según Almond,

I David Easton, «An Approach to the Analysis of Political Sys-tems», cn World Politics, IX, n° 3, 1957, pág. 384.

pecto a los productos, afirma que la formulación, la aplica-ción y la adjudicación de reglas son todas universales.2 Nin-guno de e stos esquemas ele categorías especifica las relacio-nes exteriores ni la defensa, dos preocupaciones guberna-mentales muy generales; tampoco resulta fácil ver cómopodrían amoldar los procesos políticos a unidades no so -cietales.Esos modelos deductivos adolecen de cier tas suposiciones

inexplícitas sin las cuales el acento inicial exclusivo sobrelas ¡unciones políticas podría ser imposible. Mas a pesar desus pretensiones universales, el hecho de que los bosquima-nos, los pigmeos y los esquimales tengan gobiernos funcio-nalmente homólogos a los de Estados Unidos o la UniónSoviética aún no está demostrado. La legislación, la adju-dicación de reglas y la articulación de intereses son categoríasapropiadas para el examen de subsistemas políticos comple-jos más que de los simples y primitivos. Y el problema quese le plantea al estudioso de la polí tica comparada es crearun marco conceptual útil y aplicable a todas. Atribuir losrasgos y condiciones de la política moderna a sistemas pri-mitivos menos diferenciados, equivale de hecho a abandonar

el problema central de la política comparada.El enfoque funcional, tal como de ordinario se expone,tieneotro defecto: supone un conjunto bastante especial de con-

diciones estructurales. Cuando «se formulan y ejecutan enuna sociedad decisiones autoritativas» es preciso que esaunidad esté territorialmente delimitada y políticamentecen-

tralizada. El modo de centralización debe dotar, además, algobierno de «compulsión física más o men os legítima» .3 Enuna palabra: la realidad a que se refiere el modelo es elEstado-nación moderno.Con esos criterios, la etnografía señala que los límites demuchas sociedades son fluctuantes y oscuros, ymás aún el

2 Gabriel Almond, «Introduction» a la obra de Almond y JamesS. Coleman, The Politics of the Developing Areas, Princeton:Princeton University Press, 1961.3 Almond, «Introduction», pig. 7.

1761 7 7

tatos autoritativo de las decisiones tomadas cn y para ellas.Las sociedades claramente delimitadas y con sistemas deautoridad centralizada, constituyen quizás una pequeña mi-noría de los subsistemas políticos de que nos debemos ocu-

P i i t f t t l t d t

forman harte de uno o n' As públicos: no constituyen en símismas públicos separados. En una aldea india, digamos, enun feudo medieval o en una plantación con esclavos, losmiembros de las categorías men os privilegiadas solo for-man un público a condición de que integren un grupo

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par. Por consiguiente, un enfoque estructural exento de estaspresunciones fu ncionales puede ser útil, pero solo a condiciónde amo ldar toda la gama de sistemas po líticos y dilucidarlos principios en que se apoya su diversidad. En el presentetrabajo me limitaré a indicar los amplios contornos de esteenfoque; espero presentarlo de modo más completo en otraoportunidad.Gobierno es la regulación de los asun tos públicos. Esta re-gulación consta de una serie de procesos que definen algobierno funcionalmente y que identifican además su con-tenido en cuanto a los asuntos regulados, y los recursos pararegularlos. No parece útil ni necesario empezar un es tudiocomparativo de los sistemas gubernamentales con teorías de-ductivas que prediquen su contenido, requisitos o rasgosuniversales mínimos. El elemento crítico del gobierno es sucarácter público: sin un público no puede haber asuntospúblicos ni procesos para regularlos. Por otra parte, a la vezque todos los gobiernos presupo nen públicos, todos los pú-blicos tienen gobiernos que s e encargan de sus asun tos. Lanaturaleza de estos públicos representa, pues, el primer ob-jeto de estudio.

Los públicos varían en escala, composición y carácter, y esrazonable suponer que variarán, correlativamente, sus asun-tos comunes y su s acuerdos regulatorios. La primera faenade un método estructural en política comparada es, pues,identificar las propiedades de un pú blico e indicar las prin-cipales variedades y fundamentos de los públicos.Tal como yo empleo el términopúblico, éste no comprendelas turbas, muchedumbres, aglomeraciones casuales ni la au-diencia de los medios de comunicación de masas. No se re-fiere a categorías, como los forasteros residentes, los enfer-mos, los ancianos o los so lteros, ni tampoco a aque llos seg-mentos sociales que carecen de asuntos comunes y de proce-dimientos organizados para regularlos; por ejemplo, losesclavos, algunos clanes y estratos no manumitidos como lossiervos medievales o losharijans de la India. Esas categorías

man un público a condición de que integren un grupoduradero, con asuntos comunes y la organización y autono-mía necesarias para regularlos; mas la existencia de esos pú-blicos locales no basta por sí so la para que tengan el carácterde públicos los estratos de los que proceden su s miembros.Para ello esos públicos locales deben estar organizados en unsolo grupo, coextensivo con el estrato. Si existe esa organiza-ción, podemos encontrar una serie de asuntos comunes y pro-

cedimientos para regularlos. La organización es en sí mismaun asunto com ún importante y un sistema de procedimien-tos institucionales.Entiendo, pues, porpúblico un grupo duradero, presumi-blemente perpetuo, con determinados límites y miembros,una organ ización interna y una se rie unitaria de relacionesexternas, un cuerpo exclusivo de asuntos comunes yauto-

nomía y procedimientos adecuados para regularlos.Resultará evidente que un público no puede cobrar vida nimantenerla a menos que posea una serie de procedimientosmediante los cuales regular sus asuntos internos y externos.Estos procedimientos forman, en conjunto, el proceso gu-bernamental del público. Las turbas, muchedumbres y au-

diencias no son públicos, porque carecen de presunta con-tinuidad, organización interna, asuntos comu nes, procedi-mientos y autonomía. Por esta razón carecen asimismodelos límites y miembros determinados,indispensables paraformar un grupo duradero. Au nque las categorías que anteshemos mencionado son fijas y duraderas, paraconfigurarun grupo les falta también organización y procedimientosinternos.Cuando los grupos están constituidos de tal modo quesucontinuidad, identidad, autonomía, organización y asuntosexclusivos no resultan alterados por el ingreso o salidadecada miembro, tienen carácter de público. La ciudad deSanta Mónica comparte estas propiedades con Estados Uni-dos (la nación), la Iglesia católica romana, las bandas debosquimanos, la casta dominante en una aldea india, los

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Mende Puro un linaje africano, una comunidad aldeana

nahnatl o eslav6nica, los grupos ele edades de Calla y Kikuyu,las sociedades ele los indios Crow e llidatsa, las universida-d l i di l Li ñí i t d

un postulado jurídico: inevitablemente presupone y contieneprocesos gubernamentales dentro del grupo.A diferencia de un grupo corporativo, un cargo es un statusúnico con un solo incunrbente en un momento dado No

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des, los.grenios medievales, Lis compañías registradas, los re-gimientos militares y las asociaciones «voluntarias» como losYoruba Ogboni, los Yako lkpungkara y la Asociación Médi-ca Norteamericana. Todas las unidades que acabamos deenturterar son públicos y ta mbién grupos corpo rativos; elproceso gubernamental inherente a los públicos es un rasgopropio de todos los grupos corporativos.Los grupos corporativos —el «agregado de corporaciones»

de Maine— son una de las especies de co rporac ión «per-fecta» o dotada de todos los requisitos; la otra e s la «cor-poración única», de la cual son ejemplos cargos cornola presidencia de Estados Unidos, la corona británica, elpapado, las gobernaciones, los que ocupan los jefes declanes o tribus y las presidencias de universidades. Las cor-poraciones únicas y los grupos corporativos comparten lassiguientes características, todas ellas necesarias para gozarde un status corporativo «perfecto» o cabal: identidad, pre-sunta perpetuidad, cerrazón grupal, determinación de la c a-lidad de miembro, auto nomía en una esfera determinada,asuntos comunes exclusivos, procedimientos establecidos yorganización. Las cuatro primeras son cualidades formales

y primordialmente externas en su referencia; definen la uni-dad en relación con su contexto; las cuatro últimas sonprocesales y funcionales, y primordialmente internas en sureferencia.Las principales diferencias entre las corporaciones únicas ylos grupos corpora tivos son de índole estructural, a unquetambién import an las de desarrollo. Los grupos corpora tivosson pluralidades a l as que se asigna una unidad invariable;vistos desde fuera, cada uno de ellos constituye «una per-sona», como Fortes calificó a los m att-ilinajes Ashanti. 4 Estaindivisibilidad externa del grupo corporativo no es solo

4 Meyer Fortes, «Kinship and Marriage among the Ashanti», en

African Systems of Kinship and Marriage, comps, A. R. Radcliffe-Brown y Daryll Forde, Londres: Oxford University Press, 1950,págs. 25 4-61.

único, con un solo incunrbente en un momento dado. Noobstante, los sucesivos titulares de un cargo común son con-siderados a menudo como grupo y se los trata como tales.El titular actual no es más que un m ero eslabón de unacadena de extensión indefinida, custodio pasajero de todaslas propiedades, poderes y privilegios que constituyen el car-go. Los titulares pueden, en su carácter de tales, tratar le-gítimamente de amp liar sus cargos a costa de u nidades aná-

logas o de los públicos con que se relacionan dichos cargos;pero no están personalmente autorizados para enajenar oreducir los derechos y poderes del status que, en forma t em-poraria, se les ha confiado. La distinción entre el capital deuna empre sa y la personalidad de sus dueños es análoga ala distinción entre un cargo y su titular: es ella la que nospermite distinguir con la mayor facilidad los cargos de otro sstatus personales.Es muy posible que en la evolució n social, el grupo c orpo-rativo fuera anterior a la corporación única. No obstante,una vez que la autoridad queda suficientemente centraliza-da, los cargos tienden a dominar, y observamos a menudoque se instituyen antes que los públicos que ellos habrán de

regular o representar; por ejem plo, cuando los autócrata sordenan el establecimiento de nuevas aldeas, poblados ocolonias a las órdenes de funcionarios designados para eri-girlos y administrarlos.En muchos casos los grupos corporativos y cargos surgen yse desarrollan en armonía y com patibilidad, y también pue-den desaparecer ambos a la vez, como cuando se conquistay asimila a un público dado.Estas rel aciones de desarrol lo no son sino un aspecto de larelaci ón, variable p ero fu ndamental, entre los car gos y losgrupos corpora tivos. A pesar de lo que dice Weber, hay unaamplia gama de grupos corporativos que carecen de líderesestables y más aún de jefe s oficiales; en otr os, es posible

que los mi embros veteranos gocen a lo sumo de una auto-ridad asesora y representativa; en cambio, otros tienen unconsejo definido o un jefe oficial, o ambos a la vez. En

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lenic(rt. nitro 1 0 1 1úosyuiurano, Knne:, las bandas lrrrsistrncomo grupos corporativos aunque no tengan miembros nijefes; 12 esas bandas son unidades que poseen un patrimonioinalienable de lagunas, zonas develdkos, etc., y representanl f d l fí d d b d

tradicionales, y está implícito en los derechos, obligaciones ycondiciones tradicionales de los miembros. Las un idadesqueposeen cl mismo tipo de patrimonio corporativo son en esas

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los puntos fijos de la geografía y sociedad Kung. Debido aque el mu ndo de los bosquimanos está constituido por ban-das corporativas, se torna ine vitable recon stituirlos luego desu disolución.En carácter de unidades, definidas cada una de ellas poruna universitas juris exclusiva, las corporaciones proporcio-nan los m arcos de de recho y regulación autoritativa para lassociedades que configuran. El patrimonio corporativo com-prende derechos en las personas de sus miembros y asimismoen bienes materiales o incorpóreos. En sociedades más sim-ples, el grueso de las leyes sustantivas son estos sistemas dederechos y obligaciones corporativos, e incluyen las condi-ciones y correlatos de la afiliación a grupos corporativos dediferente tipo. En esas sociedades, las leyes de índole adje-tiva son los modos usuales de procedimiento corporativo.Tal es ; asimismo, en proporción mucho mayor de lo que secree lo que ocurre en las sociedades modernas.La persistencia, autonomía interna y uniformidad estructu-ral de las corporaciones que constituyen la sociedad, garan-tizan la correspondiente uniformidad ele sus normas jurídicasy su aplicación regular en el espacio y el tiempo. Com o uni-dades modales del proceso y estructura sociales, las corpora-ciones proporcionan el marco en el que se definen y ponenen vigor los aspectos jurídicos de las relaciones sociales.Los tribunales son meras entidades corporativas específicasdesde el pun to de vista funcional, encargadas de tratar cues-tiones de cierta especie. Ni los tribunales ni «la sistemáticaaplicación de la fuerza de la sociedad políticamente orga-nizada» 13 son necesarios ni suficientes para el establecimien-to del derecho. El derecho de una sociedad primitiva con-siste en sus procedimientos y modos de acción corporativos

12 Lorna Marshall, «Kung Bushmen Bands», en Africa, XXX,1960, págs. 325-55.

13 Roscoe Pound, Readings on the History and System of theCommon Law, 24 ed., Boston: Dunster House Bookshop, 1913,pág. 4.

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p p p psociedades estructuralmente homólogas, y en general estánarticuladas de tal suerte que cada una ele ellas depende delreconocimiento tácito o del apoyo activo de sus miembrospara mantener su patrimonio y disfrutar de él. Por consi-guiente, en estos sistemas más simples, el orden social con-siste en la regulación de las relaciones entre las diversascorporaciones constitutivas, corno también de las que tienenlugar en el seno de cada una.En sociedades que carecen de órganos políticos centrales,loslímites societales coinciden con el alcance máximo de unacorporación idéntica, de cuya articulación depende elordensocial. Aunque todas las corporaciones componentes sean

discretas, son también interdependientes. Mas pueden estarvinculadas entre sí de modos d iversos, con las consiguientesdiferencias en sus sistemas sociales. En algunos casos, co rpo-raciones distintas en lo funcional pueden pertenecer a lamisma categoría puramente formal, por ejemplo las «mita-des» tribales, los clanes o las castas. Ejemplo de ello sonlos Kagoro de Nigeria septentrional" En otros casos, cor-poraciones formal y funcionalmente distintas pueden cons-tituir un público más amplio, con asuntos e intereses co-munes: tal lo que sucede con los LoDagaba de Ghana sep-

tentrional y Alto Volta. 1 Hay aun otros casos en que lascorporaciones están enlazadas entre sí individualmente enuna serie compleja de alianzas y asociaciones, con márgenesde superposición, de tal modo que quedan relacionadas to-

das ellas, en forma directa o indirecta dentro de la mismared. Fortes nos ha ofrecido un análisis muy detallado de un

sistema de esta índole entrelos Tallensi" Por más que esténarticuladas en sociedades desprovistas de instituciones cen-trales, es la extensa repetición de estas formas corporativas

14 M. G. Smith, «Kagoro Political Development», en Human

Organization, XIX, n' 3, 1960, págs. 37-49.15 Jack Coody, «Fields of Social Control among the LoDagaba»,en Journal of the Royal Anthropological Institute, LXXXVII,

parte I, 1957, págs. 75-104.16 Meyer Fortes, The Dynamics of ClanshiP among the Tallensi,

Londres: Oxford University Press, 1945.

185

lo que define la unidad como sistema aislado. Las unifor-midades institucionales, que comprenden semejanzas de or-ganización, ideología y procedimiento, son suficientes para

los agregados dircclann•ule contra'niestos sean facciones ybloques.:'"Las diferencias societales de escala, tipo y grado de orden

y coordinación, o de frecuencia, ocasiones y formas en quese presentan los con flictos sociales constituyen datos y pro

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conferir unidad sistemática a estas sociedades acéfalas, aunen los casos en que formas institucionales competitivas serepartan la adhesión de sus miembros, como ocurre con losKachins de Birmania. 'TDecir que las corporaciones proporcionan los marcos delderecho primitivo y qu e los tribunales de las sociedades m o-dernas son tam bién formas corporativas, equivale a afirmarque las corporaciones son los organismos centrales para laregulación de los asuntos públicos: cada una de ellas es unpúblico u órgano separado, que administra ciertos asuntos,y todas juntas con stituyen públicos o asociacionesde públicosmás amplios para otros. Por la misma razón, son la fuenteo marco del desorden. En algunas sociedades acéfalas, eldesorden parece más o menos perenne y consiste principal-mente en roces producidos dentro de las corporaciones o en-tre ellas. La centralización, a pesar de sus ventajas, no impidepor cierto el desorden. Al concentrar la autoridad, concen-tra al propio tiempo la vulnerabilidad del sistema. En con-secuencia, en las sociedades centralizadas, giran en torno alas estructuras regulativas centrales serios c onflictos; así te-nemos las luchas secesion istas o revolucionarias, las guerrasdinásticas o religiosas y los «rituales de rebelión».18 Esos con-flictos con o por el pode r central afectan de ordinario a todoel cuerpo social. En las sociedades acéfalas, en cambio, pue-den producirse conflictos concernientes al régimen en unasola región, sin envolver a las demás.'° Tanto en los siste-mas centralizados como en los descentralizados, las fuentesy objetos de conflicto son generalmente corporativos. El es-tudio detenido de lo que refiere Barth sobre los Swat Pa-thans revela que lo mismo puede decirse de ellos, aunque

17 E. R. Leach, Political Systems of Highland Burma, Londres:G. Bell & Sons, Ltd., 1954.18 Max Gluckman, Rituals of Rebellion in South East Africa,Manchester: Manchester University Press, 1954; alntroduction» aGluckman, Order and Rebellion in Tribal Africa, Londres: Cohen& West, 1963.19 Leach, Political Systems of Highland Burma.

se presentan los con flictos sociales, constituyen datos y pro-blemas importantes para la ciencia política. Si se pretendeanalizarlas debidamente es preciso emplear un procedi-miento estructural comparativo. En u na palabra: los trabajosrecientes hacen pensar que la calidad y modos de orden de

cualquier sistema social reflejan su composición corpora-tiva, es decir, la diversidad de tipos corporativos que locomponen, sus fundamentos y propiedades distintivas y el

modo como se relacionan uno con otro. La variabilidad delos sistemas políticos que procede de esta condición, es mu-cho más compleja e interesante de lo que haría suponer la

dicotomía tradicional de sistemas centralizados y descentrali-zados. Ya indiqué algunas diferencias tipológicas importan-tes dentro de la categoría de las sociedade s acéfalas;son de

todos con ocidas las diferencias igualmente significativasen

el seno de la categoría centralizada. La dicotomía tradi-cional supone que la centralización tiene un significado re-lativamente claro, del cual puede derivarse en forma di-recta una sola escala global. Esa suposición subsume unconjunto de problemas qué requieren esmerado estudio; perosea como fuere, la centralización no es más que un aspecto

de la organización política, y no necesariamente el másrevelador.Dada la variabilidad en las relaciones entre las corporacio-nes únicas y los grupos corporativos, y en sus fundamentosy formas, parece más útil distinguir los sistemas según susimplicidad o complejidad estructural, por referencia a ladiversidad de unidades corporativas de diferentes formas,fundamentos y funciones que contienen, y los principios quesirven para articularlas. Es notorio que esas diferencias decomposición entrañan diferencias en las redes relacionales enque se articulan tales corporaciones; describen simultánea-mente la diversidad de procesos y formas políticos, y expli-can las variedades de escala, orden y coordinación de los

subsistetnas políticos. Esto se debe a que la organización

20 Barth, Political Leadership among Swat Pathans.

187186

rorl)Utattvft. facilita el mateo. contenido 1 pro( aluuetitospara la regulación de los asuntos públicos. Por esta rar(n,el análisis de la estructura corporativa debería ser la pri-mera tarea por emprender en el estudio de un sistema polí-i l b j i

matrimonio entre parientes, el clan y el parentesco, quesirven para unir las unidades autárquicas individuales enuna serie de públicos más amplios, o en un conjunto de aso-ciaciones diádicas o tiádicas, cuyos miembros pertenecen

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tico y en los trabajos comparativos.Para muchos politicólogos, el concepto de soberanía re-sulta esencial como fundamento del orden y autonomíagubernamentales. En mi opinión, es mejor prescindir de él.Constituye un obstáculo más que una ayuda para el aná-lisis, y una solución poco feliz de un problema muy realpero mal planteado. En un sistema cíe Estados soberanos,ningún Estado aislado es soberano. Como revela la etimo-logía, la idea de soberanía deriva de una condición (his-tóricamente anterior) de dominio personal, como la dig-nidad real, y no hace sino generalizar los rasgos esencialesde esta forma como ideología apropiada para legitimar yservir de guía a otras formas de centralización. El problemareal de que trata la noción de soberanía es la relaciónentre la autonomía y la coordinación. Por su carácter demito fundamental del moderno Estado-nación, el conceptoes sin duda importante para el estudio de estos Estados;pero su utilidad histórica o analítica para otros propósitoses muy incierta. Lo mejor es formular al mismo tiempo losproblemas de coordinación y autonomía en términos neu-trales.En tanto unidades que administran asuntos comunes exclu-sivos, las corporaciones presuponen esferas y niveles de auto-nomía bien definidos, que en general son todo lo que nece-sitan los asuntos de estas unidades para su regulación ade-cuada. En los casos en que una corporación subsume com-pletamente todoslos derechos jurídicos de sus miembros, desuerte que su identificación corporativa es exclusiva y vita-licia, las tendencias a la autarquía suelen alcanzar su puntomáximo, el hincapié sobre la autonomía interna se vuelvemuy pronunciado y las relaciones entre las corporacionesresultan sumamente endebles. Así ocurre, al parecer, conciertos tipos de sistemas de linaje segmentarios, como los

Tallensi. Mas aun en estas condiciones, y tal vez para hacer-les frente, encontramos de ordinario vínculos de diversostipos, como la cooperación ritual, la comunidad local, el

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simultáneamente a varios públicos de este tipo. La clasifica-ción de Weber de los grupos corporativos en heterónomoso

autónomos, heterocéfaloso autocéfalos, solo tocalos aspectos

del problema que a él le interesaban en forma directa. 2'Nosotros necesitamos an alizar y comparar, además, diferen-tes niveles, tipos y grados de autonomía y dependencia enotras tantas esferas y situaciones sociales. Es de esperar que

los estudios comparativos de estos problemas nos suminis-tren hipótesis precisas sobre las condiciones y límites de laautonomía corporativa y de la articulación en sistemas dedistinta composición y alcance. Estas hipótesis deben e charluz también sobre las condiciones y límites del desordensocial.Además de corporaciones «perfectas» o plenamente desa-rrolladas, cargos y grupos corporativos, hay cuasicorporacio-nes «imperfectas» que también deben ser estudiadas en par-ticular. Las dos formas principales son la categoría corpora-tiva y la comisión. Una categoría corporativa es u n agregadoclaramente delimitado, identificable y permanente, que di-fiere del grupo corporativo por su carencia de asuntos co-

munes exclusivos, autonomía, procedimientos adecuados parasu regulación y de la organización interna que constituye elgrupo. Vistas externamente, las sociedades acéfalas puedenconsiderarse como categorías corporativas en sus contextosgeográficos, puesto que todas ellas carecen de un marco deorganización único e inclusivo. Pero son catego rías bastanteespeciales, puesto que, como vimos, su uniformidad institu-cional proporciona una base e ficaz para la unidad funcional.En la Europa medieval, los siervos formaban una categoríacorporativa (aunque en determinados feudos tal vez cons-tituyeran grupos corporativos) . Entre los Turkana22 y los Ka-

rimojong23 de Africa oriental los grupos de edad son cate-

21 Weber,Theory of Social and Economic O rganization, págs.

135-36.22 Philip Gulliver, «The Turkana Age Organization», en American

Anthropologist, LX, 1958, págs. 900-22.23 Neville Dyson-Hudson, al autor, 1963.

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principios en que se fundan estas formas corporativas y vercómo se articulan entre sí. En un estudio comparativo pro-curamos determinar qué diferencias o uniformidades del pro-ceso, el contenido y la función políticos corresponden a lasdif i if id d b bl d i ió

nización corporativas entre sociedades, así como en el senode cada una de ellas, acarrearán de hecho identidades deproceso, contenido y forma políticos. Si a las diversas formasposibles de grupo corporativo, diferenciadas por la combi-

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diferencias o uniformidades observables de composición yarticulación corporativas. A este efecto, debemos aislar losprincipios estructurales en que se basan los diversos tipos deentidades corporativas a fin de averiguar sus requisitos yconsecuencias, su congruencia o incongruencia.Para ac larar lo que quiero decir, será suficiente enumerarlos principios en qu e pueden fundarse los grupos y categoríascorporativos. Son ellos: el sexo, la edad, la localidad, la etni-cidad, la descendencia, los intereses de propiedad comu nes, elritual y la creencia, la ocupación y la asociación «voluntaria»para llevar a cabo empresas difusas o esp ecíficas. Los datosetnográficos revelan que rara vez hallaremos grupos corpo-rativos basados exclusivamente en uno de estos principios;por lo regular se combinan dos, tres o más de ellos, con lacorrespondiente complejidad y estabilidad en su organiza-ción. Así, por ejemplo, los linajes se definen y forman pordescendencia, intereses de propiedad comunes y, por lo gene-ral, corresidencia. Además de la equivalencia de edad, losgrupos de edad supo nen igualdad de sexo y, para la incorpo-ración efectiva, la corresidencia local. Los gremios pon ían elacento de o rdinario en la ocupación y la localidad; mas tam-bién estaban unidos por intereses de propiedad en elementosde mercado comunes. En la India, la casta está integradasobre los principios de la descend encia, el ritual y la ocupa-ción. Salta a la vista que diferentes combinaciones de estosprincipios e structurales básicos darán origen a corporacionesde distinto tipo, complejidad y capacidad; y estas diferenciasafectarán también al contenido, funciones, formas y rela-ciones contextuales de las unidades que las constituyen. Sedesprende de ello que en la base de las diferencias obser-vables de orden y proceso en la organización política encon-tramos diferentes combinaciones de estas formas corporativasdiversas. Esta es la amplia hipótesis en que desemboca el

estudio estructural comparativo de los sistemas políticos;hipótesis a todas luces apropiada para la verificación. Porel mismo motivo, las uniformidades de composición y orga-

posibles de grupo corporativo, diferenciadas por la combinación de los principios estructurales en que se fundan ypor las relaciones con los contextos corporativos que éstasimplican, les añadirnos las demás alternativas de cargo, co-misión y categoría (variables asimismo con respecto a losprincipios que las constituyen), contaremos con una listadetallada de los principales elementos que originaron ladiversidad de formas políticas, y a la vez de los principias

y métodos que habrán de permitirnos, presumiblemente, re-ducirlas a un solo orden general. Debido a que las corpora-ciones son en esencia unidades reguladoras de caráctervariable, sus combinaciones abarcan toda la gama de varia-bilidad de sistemas políticos en los niveles funcional, procesaly sustantivo, corno también en los niveles e structurales.Dentro de este m arco estructural podemos e xaminar, además,la naturaleza del proceso regulador, sus componentes, modosy objetivos. Los elementos básicos de la regulación son laautoridad y el poder; éstos son siempre interdependientesy a menudo se combinan entre sí, pero no debe confun-dírselos. En su carácter de capacidad reguladora, la autori-dad es legitimada e identificada por las reglas, tradiciones

y precedentes que la encarnan y que rigen su ejercicio y susobjetos. El poder es también regulador, mas nunca estátotalmente prescripto ni regido por norm as yreglas. A dife-

rencia de la autoridad, que presupone y expresa un consensonormativo, el poder se hace más evidente en el conflicto yla contraposición, donde prevalece el disenso. E n sistemas deregulación pública, estas condiciones de consentimiento y di-sentimiento son inevitablemente concurrentes, aunque varíanen sus formas, objetos y proporciones. En consecuencia, lossistemas de esta índole depe nden de l ejercicio e interrelaciónsimultáneos del poder y autoridad con que se identifican.El análisis estructural nos permite reconocer los diversoscontextos en que aparecen estos valores y capacidades, las

formas que pueden adoptar, los objetivos que persiguen ysus relaciones mutuas típicas dentro de las unidades corpo-

rativas o entre ellas. En un sistema estructuralmente homo-

194195

géneo fundado en la réplica de una sola forma corporativa,el modo de organización corporativo canalizará la estructurade la autoridad y los problemas propios del conflicto; almismo tiempo determinará las formas de congruencia o in-

6 . Algunos enfoques sistémicos dela teoría política

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p gcongruencia entre corporaciones separadas. En un sistemaestructuralmente heterogéneo, dotado de una variedad deformas corporativas, tendremos que buscar también la con-gruencia o incongruencia entre corporaciones de diferentestipos, y la interdependencia o competencia en los diversosniveles estructurales. Cualquier grupo corporativo encarnaun conjunto de estructuras y procedimientos que gozan de

autoridad. Por definición, todas las corporaciones solas sonunidades de esta índole. Cabe esperar que encontremos, den-tro, alrededor y entre las corporaciones, reiterados desacue r-dos sobre cursos alternativos de acción, sobre la interpreta-ción y aplicación de reglas relevantes, sobre la asignación deposiciones, privilegios y obligaciones; etc. Estas cuestionesse presentan un a y otra vez dentro del marco de los interesescorporativos, y se dirimen por ejercicio directo o indirectode la autoridad y el poder.Pocos son en la actualidad los estudiosos serios que reducenlos sistemas políticos a la modalidad de poder; muchos, sinembargo, bajo la influencia de Weber, intentan analizarregímenes políticos ateniéndose en forma exclusiva a la auto-

ridad. Nuestro análisis subraya simultáneamente la diferenciay la interdependencia de autoridad y poder. Cuanto mayorsea la simplicidad estructural de un sistema dado, o sea, sudependencia de la réplica de una única forma corporativa(por ejemplo la banda de bosquimanos o el linaje Tallensi),tanto mayor será su descentralización y tanto más estrechoel margen de aplicación de la autoridad y el poder. Cuantomayor sea la heterogeneidad de tipos corporativos en unsistema dado, mayor será el número de niveles en que laautoridad y el poder sean a la vez necesarios y manifiestosy más importante su congruencia para la integración delsistema en su totalidad.

196

Anatol Rapoport, Universidad de Mchigan

El términosistema tiene, al igual queteoría, significados más

o men os precisos según los casos, y como sueleocurrir conesos términos multiordinales, la precisión se paga con una

restricción de la aplicabilidad, y una mayor aplicabilidadcon una pérdida de precisión.Para comenzar, permítaseme confesar una predisposiciónmía, compartida con otros estudiosos de an álogas conviccio-nes filosóficas en lo que respecta a las definiciones. En ge-neral, huyo del t ipo de pregunta que para dilucidar unadefinición adopta la forma: «¿ ué es X?» Prefierode ordi-

nario la forma: «¿Qué puede considerarse convenienteo pro-

vechosamente como X?» No: «¿Qué es un sistema?», sino

mejor: « Qué clases de agregados, fragmentos delmundo, es-

quemas conceptuales, o lo que sea, pueden considerarse

conveniente o provechosamen te como sistemas?»;para estapregunta, antes que para la anterior, existen como respuesta

diversas definiciones posibles.Una definición bien rigurosa desistema seleccionaríade to-

das las clases, agregados o fenómenos aquellosque satisfi-

cieran los siguientes criterios:1. Se puede especificar un conjunto de elementos identifi-

cables.2.. Se pue den espe cificar relaciones identificablesal menos

entre algunos de los elementos.3 . Ciertas relaciones implican otras.Todo esto constituye un sistema estático. La dinámica se

añade incluyendo una dimensión temporal:4 . Cierto complejo de relaciones en un momento dado en-

trañacierto complejo (o uno de varios complejos posibles)

en un momento posterior.Una especificación completa de los elementos y relaciones

existentes entre ellos define un estado de un sistema. Por

197

consiguiente, una teoría dinámica de un sistema es la quenos permite deducir de un estado presente dado ciertosestados futuros.Obsérvese que esta definición no pone limitaciones al tipo

des) ; dos planetas, Neptuno y Plutón, fuerondeducidos porcálculo a raíz de las discrepancias observadas en tre losestadospredichos y los calculados. Además debieron introducirsecorrecciones sobre la base de un nuevo esquemaconceptual

l d l í d l l i id d M estos descu-

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de entidades que cabe tomar com o «elementos» del sistema.Puede tratarse de elementos vivos o no, materiales o inma-teriales. Tampoco se pone restricción alguna al tipo derelación que ha de prevalecer entre los elementos. Las únicasrestricciones implícitas en el requisito de rigor es que tantolos elementos como las relaciones puedan especificarse sinambigüedades. Esto no significa que estas entidades y rela-

ciones se cono zcan tan pronto se define el sistema. En reali-dad, la investigación de un sistema se dirige con frecuenciaa descubrir las identidades de los elemen tos, la naturaleza delas relaciones y las leyes dinámicas que rigen la conducta oevolución del sistema en el tiempo.

Ejemplos

1. El sistema solar puede considerarse un sistema en elsentido que acabamos de definir. Los elementos son el Soly los planetas. Las relaciones observadas entre ellos son vec-tores que espe cifican sus posiciones y velocidades relativas.Como es natural, todos ellos son estrictamente interdepen-dientes. La dinámica de este sistema ha sido elaborada entodos sus detalles; se trata, en verdad, de una dinámicadeterminista. La especificación de un estado en u n mome ntodeterminado lo especifica totalmente (en teoría) para todomomento, futuro y pasado. Esta e specificación casi completay exacta del sistema en el tiempo, resultó posible gracias aldescubrimiento de un esquema conceptual denominado leyde gravitación universal. Suponiendo que rija esa ley, esposible predecir y posdecir, por medio de cálculos, todos losestados del sistema en el tiempo.Es asimismo un hecho notable que en el momento en quese expuso la teoría clásica del sistema solar no eran co nocidostodos sus elementos. Algunos se descubrieron luego por ob-servación (p. ej., Urano, muchos de los satélites y asteroi-

resultante de la teoría de la re latividad. Mas estos descu-brimientos y correcciones no disminuyen elcabal rigor con-ceptual del sistema definido. La teoría del sistemasolar sigue

siendo, pues, un ejemplo sobresaliente de una teoría sistémicaque alcanzó inmenso éxito. Obsérvese, además, que esteúltimo es atribuible directamente a su carácter «sistémico».Las teorías prenewtonianas de la mecánicaceleste, fundadasen las propiedades de los cuerpos celestes, pero no en susrelaciones, nunca lograron la precisión e integración deaquélla.2. Si se encierra un gas en un recipiente, se observa laexistencia de ciertas relaciones entre su volumen,presión ytemperatura, relaciones que constituyen la teoría estáticade los sistemas gaseosos en equilibrio. Esimportante advertirque las entidades de ese sistema no son entidades materialessino «variables de estado», es d ecir, presión, volumeny tem-peratura.También puede considerarse que el gas está compuesto deentidades materiales, por ejemplo, las moléculas. Pero en esteorden de cosas, las relaciones son diferentes: tenemosahora

posicionesy velocidades relativas de las partículas. Visto el

sistema de este modo, no cabe pensar en una especificacióndeterminista de los estados, debido al enorme número deentidades y relaciones que entran en juego. No obstante,se ha desarrollado en este contexto una teoría probabilística:la estática de la gran teoría (termodinám ica) y ciertos as-pectos de su dinámica (p. ej., las tendencias al equilibrio)pueden derivarse de aquélla.3. En sistemas de reacciones químicas se destacan comoentidades las concentraciones de las diversas sustancias ycomo relaciones las interdepende ncias entre ellas ysus tasasde cambio.4. Los sistemas ecológicos,matemáticamente considerados,

son desde el punto de vista conceptual muy semejantes alos sistemas de reacciones q uímicas.5. Los lingüistas analizan como un sistema a los lenguajes,

198 199

señalando en ellos entidades lingüísticas (fonios, fonemas,morfemas y «cadenas» mayores) como elemen tos, y las reglasde su concatenación como relaciones. La dinámica se intro-duce ya sea considerando a las expresiones habladas comoseries temporales de sucesos o bien en una escala mayor

Cuando nos trasladamos a los sistemas sociales, vemos queaun los elemen tos y relaciones están definidos ambiguamente.Puede ser muy apropiado afirmar que los roles sociales(mejor que los individuos, por ejemplo) constituyen el objeto

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series- temporales de sucesos, o bien, en una escala mayor,atendiendo a la evolución del lenguaje.6 . Un sistema de parentesco tiene como elementos indivi-duos humanos, y como relaciones las relaciones de paren-tesco existentes entre ellos.7 . En un sistema social pueden señalarse como elementoslos individuos, clases de ind ividuos, roles sociales o institu-ciones, y como relaciones sus interdependencias funcional-mente importantes.8. En un sistema internacional pueden tomarse como ele-mentos los E stados-naciones y como relaciones cierto tipo deinteracción entre ellos, por ejemplo, alianza, dependencia,protectorado y status enemigo.A medida que nos apartamos de los sistemas de las cienciasfísicas, la conceptualización se hace cada vez menos rigurosa,debido a la creciente dificultad de operacionalizar los con-ceptos relevantes. Por ejemplo, en un sistema ecológico, talvez resulte muy apropiado hablar de densidades de poblacióny de sus tasas de cambio, y hacer constar que las ecuacionesque describen las interdependencias de estas variables sonisomórficas con respecto' a las que describen un sistema dereacciones químicas. E n los sistemas biológicos, la precisióncon que puedes conocerse las concentraciones y sus tasasde cambio es mucho menor que en los sistemas químicos;además, las leyes que rigen a estos últimos son conocidas conmucho mayor precisión que las que rigen a aquéllos. Por lotanto, aunque las ecuaciones correspondientes a los modelosmatemáticos que representan los sistemas químicos sean sem e-jantes a las que representan los sistemas ecológicos, podemosdepositar una confianza mucho mayor en la relevancia delrigor (implíc ito en las ecuaciones) con respecto a los pri-meros que a los segundos. Muchas de las determinantes delos sistemas ecológicos siguen siendo desconocidas, de sue rteque el enfoque sistémico para desarrollar una teoría ecoló-gica es más un compromiso intelectual que un instrumentometodológico probado.

( j q , p j p ) y jde cierta disciplina. Las disputas acerca de «lo que es» unrol social ó, como algunos preferimos decir, «lo que debeconsiderarse» un rol social, siguen dominando las discusionesteóricas. Quizás estos problemas de definición no sean tri-viales, ni sea justo negarles su condición de problemas teó-ricos (como pretenden a menudo, llevados por su impa-ciencia, muchos representantes de las ciencias «duras») . Pero

siempre hay que tener presente que este nivel de la teoría(problemas de de finición, categorización y sistematización)dista mucho del nivel en que se define la teoría en lasciencias naturales, a saber, como colecciones de proposicioneslógicamente interdependientes y variables deducidas de unconjunto de supu estos explícitos.Todo esto constituye un preámbulo indispensable antes deabordar el tema del presente trabajo: el enfoque sistémicode la teoría política . Como hicimos antes, entenderemosteoría tanto en su acepción más fuerte como en la más débil.Según la primera, una teoría ha de contener proposicionesdeducidas lógicame nte, las cuales, si se refieren a partesdelmundo real, deben ser en principio verificables. Según la

acepción más débil, puede ser simplemente la preparaciónde un esquema conceptual en que un día habrá de desarro-llarse una teoría en la acepción más fuerte. En este sentido,la teoría se ocupa de señalar los conceptos que se presumeimportantes; si es de orientación sistémica, estos conceptosserán elementos y relaciones especificables entre ellos. Encaso de que se conv ierta en teoría en el sentido más fuerte,se postularán relaciones lógicamente derivadas y empírica-mente demostrables entre los elementos.Por. ejemplo, un enfoque sistémico para el estudio de losasuntos internacionales señalaría, creo yo, como elementos,cuerpos políticamente organizados, por ejemplo los Estados-naciones. Haría h incapié en las relaciones entre los Estadosmás que en sus características inherentes. Si se observa queestas relaciones son interdependientes, habría que proponercriterios objetivos para establecer su existenciay naturaleza;

200201

esto conduce de inmediato al problema de establecer índicesde relaciones; también puede entrañar el problema de deter-minar índices para las características individuales de losEstados-naciones, pu es tal vez las relaciones en tre las carac-

hablar por teléfono con el elemen toB , también B puede ha-

blar con A. En cambio, en una red de elecciones sociomé-

tricas, de ninguna manera ocurre lo mismo. En un estudioreciente de sociogramas de gran tamaño (procedentes de

d d d l l d f )encon

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terísticas individuales determinen en parte las relaciones sis-témicas. La cuestión de enco ntrar los índices «correctos» seconvierte en un problemapreliminar decisivo del enfoque sis-témico. Veamos, a título de ejemplo, el sistema de co merciointernacional. Si bien es quizá más apropiado considerarlocomo sistema económico antes que como sistema pol ítico,puede tener relevancia para la teoría política. Sus eleme ntos

son las unidades que comercian, los países, en su mayor parteEstados-naciones. Las relaciones entre ellos son los volúme-nes del comercio. Ahora bien, los volúmenes del comerciodependen evidentemente de la magnitud de las economíasrespectivas. Mas también puede n depen der de o tros factores,por ejemplo de las relaciones políticas entre las unidadesque comercian, de los medios de transporte y de tradicioneshistóricas. Por consiguiente, podemos corregir la magnitudde las economías calculando cuáleshabrían sido las impor-taciones o exportaciones de un Estado a otro si hubiesendependido ex clusivamente de aquélla. De esta suerte se refi-nan en cierta medida los datos brutos. Las cifras «corregidas»nos ofrecen una red de relaciones entre un conjunto de

entidades, indicadora de sus interacciones mutuas más quede sus propiedades inherentes, individuales.No estaría fuera de lugar preguntar qué puede hacerse conesta red. La respuesta está dada en parte por la orientaciónpeculiar del teórico que aboga por el enfoque sistémico.Para él, un sistema es un objeto de interés en sí mismo. Porejemplo, la red del comercio internacional no le representatanto un mapa del comercio internacional (de obvio interéspara el economista) cuanto que una red. Toda red tieneciertas propiedades sistémicas. Así, una red de comerciointernacional tiene propiedades en común con redes de co-municaciones, de elección sociométrica, de influencia polí-tica, etc. Todas ellas son, en algunos aspectos, semejantes;

en otros, cada u na posee rasgos distintivos.Por e jemplo, en uria red de comunicaciones telefónicas,todas las conexiones son simétricas. Si un elementoA puede

202

un grupo de estudiantes del ciclo secundario inferior)encon-

tramos que si A dice que B es su mejor amigo o susegundomejor amigo, la probabilidad de que B diga lo mismo de A

es solamente de cuatro sobre diez. En este caso,pues, las co-

nexiones son solo en parte simétricas. Hemos' establecido,

sin embargo, una medida numérica de esta simetría, que es

un parámetro de esa red particular. Si las conexionesson lí-

neas de influencia, puede contarse con que serán«antisimé-

tricas» más que simétricas. Tal lo que sucede exactamenteenel caso del «orden de picoteo» entre las gallinas. Sila gallina

A domina a la gallina B en la jerarquía del picoteo, B no

pica a A, salvo que se produzca una inversión (lo quea vecesocurre) . Por consiguiente, una red de orden de picoteo enun ga llinero presentará característicasmatemáticas diferen-

tes a las de la red de comunicación telefónica, comotambién

a las de la red de eleccione s sociométricas.Si en un sistema representado por una red operan ciertasleyes dinámicas, la red habrá de evolucionar. Consta, por

ejemplo, que la red de orden de picoteo característica de ungallinero tiende a evolucionar hacia una jerarquía completa,

en la que han desaparecido todos los ciclos. (Un ciclo esuna situación aparentemente anómala en que A pica a B

y B pica a C, pero C pica a A.) De esta tendencia observadaes posible inferir, por lo menos como h ipótesis, ciertos prin-cipios de dinámica social que pueden ser la base de laevolución.No han sido investigadas aún las tendencias dinámicas delas redes del comercio internacional ni las de las redesde sociogramas grandes. S u investigación y las conclusioneso hipótesis concomitantes sobre la dinámica subyacente, co-rresponderían a un teórico «sistémico». En un a palabra: elteórico sistémico centra su atención en las propiedades sis-

témicas generales (estáticas y dinámicas). A medida que

las descubre las interpreta en función del contenido espe-cífico a que se refiere su sistema, o bien sugiere tales inter-pretaciones al especialista que se ocupa de los aspectos

203

particulares del sistema, quien a la luz, des u experiencia hade formular, tal vez, otras más apropiadas.Abordando ahora el tema específico de e ste estudio, quisieramencionar el enfoq ue sistémico de las relaciones internacio-nales de Lewis Richardson 1 é l b f l

ciertos par•í neuos de restricción, Richardson llegóa la con-clusión de que el sistema internacional europeo de 1908-14era inestable. Es decir, su destino dependía de la dirección delimpulso inicial (ligero) que recibiera de la con dición de equ i-

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nales de Lewis Richardson. 1A éste le interesaba formularuna teoría de la guerra. Los enfoques tradicionales de estetema giraban en torno a conceptos desarrollados por his-toriadores y otras personas interesadas específicamente enlas relaciones internacionales: diplom áticos, políticos, estu-diosos de la política y militares. Pero Richardson adoptó laopinión del teórico sistémico. No centró su interés en los

objetivos nacionales de cada Estado ni en las complejas pau-tas de maniobras e intrigas que siempre fueron consideradascomo el elemento vital de las relaciones internacionales. Ensu lugar trabajó sobre las consecuencias de una hipótesisparticular, a saber, que la desconfianza de un Estado haciaotro Estado o bloque de Estados se manifiesta en actos hos-tiles, o en actos interpretados como hostiles, que a su vezestimulan a la nación o bloque opuesto a contestar de lamisma manera, reforzando así la tendencia original. Estaespecie de d inámica es la llamada ahora «retroalimentaciónpositiva» (positive feedback) por los espe cialistas en ciber-nética; provoca procesos autocatalíticos o autoperpetuadores.No se necesita un razonamiento matemático para mostrar

que un sistema regido por retroalimentación positiva acaba-rá por «estallar», esto es, que las variables que caracterizansus estados asum irán valores infinitos. En consecuencia, cabecontar con que una hostilidad que se refuerce mutuamenteentre bloques rivales habrá de conducir a una carrera in-controlable de armamentos y de esta suerte a la guerra.En cambio, sí se requiere una argumentación matemáticamás precisa si se suponen factores adicionales, por ejemplo,los efectos inhibidores que tienen los costos sobre la carreraarmamentista. En este caso, el sistema no es incondicional-mente inestable, y la tarea del análisis matemático consisteen deducir las• condiciones de su estabilidad. Suponiendo quelos gastos en armamentos y los volúmenes del com ercio entre

bloques se mueven en direcciones contrarias, y postulando1 L. F. Richardson, Arms and Insecurity, Pittsburgo: BoxwoodPress, 1960; Chicago: Quadrangle Press, 1960.

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librio. También infirió una notable conclusión cuantitativa:si la cifra de gastos totales en armas de ese período hubiesesido menor en 5 millones de libras esterlinas, o si el comercioentre bloques hubiera aumentado en la misma cantidad, elimpulso inicial podría haber tomado la dirección contraria,hacia una cooperación creciente (que es también un procesode autorrefuerzo), y de esa manera, posiblemente habría.

conducido a un mercado común y a una Europa unificada.Ahora bien, la historia no nos proporciona experimentosrepetibles. No podemos restaurar el mundo de 1908 en con-diciones ligeramente distintas a fin de ver si en verdad podíainvertirse la tendenc ia. Tampoco e s útil extraer de la historiauna lección con espíritu simplista, aunque solo fue ra porque,sin lugar a dudas, personas de adhesiones ideológicas diver-sas extraerían lecciones distintas. Hay quienes insisten en queel auge del comunismo es enteramente análogo al del na-zismo y que, por consiguiente, es preciso destruirlo antes deque sea demasiado tarde. Otros entienden que el conflictoactual se parece más a la absurda rivalidad de los bloqueseuropeos que condujo a la primera guerra mundial, o al

infundado odio entre protestantes y católicos que devastóa Europa en el siglo XVII.El valor de la obra de Richardson no reside en su conclusiónsino en lo sugestivo de su metodología. El modelo de lacarrera armamentista no es en modo alguno el único queofreció como dinámica subyacente a la guerra. Durante unlapso de treinta años se enfrascó en un monumental estudio,pasando revista a una vasta diversidad de datos, con elpropósito de hallar correlaciones significativas entre variosde los índices que caracterizan el sistema internacional y elgrado de influencia de las guerras. En un aspecto puedeconsiderarse que esa búsqueda tuvo resultados negativos,pues no halló ningún índice «crítico». En la práctica, tuvo

tan poco éxito como la búsqueda de las causas del cáncer.¿Habrá de abandonarse por esta razón la tentativa? Esodependerá de la impo rtancia que se atribuya al asunto.Pocos

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abogarán por el abandono de la búsqueda de las causasdel cáncer, en la quese han invertido ya esfuerzos mil vecesmayores que en la búsqueda de concomitantes controlablesde la guerra. Tal vez podamos convenir en que el problema

fue exactamente comparable a la de las bandas de gángs-ters de Chicago durante la era de la prohibición. Richard-son interpretó que las dimensiones de las incursiones eranun índice ele las dimensiones de las bandas que las llevaban

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g p q pde la guerra impone también un co ntinuo gasto de esfuerzos.Aunque la investigación de Richardson arrojó pocos o nin-gún resultado positivo, ofreció en cambio algunos resu ltadosnegativos instructivos, en el sentido de que ciertas nocionesmuy apreciadas sobre las causas de la guerra no eran con-firmadas por las correlaciones estadísticas. En particular, lateoría favorita del propio R ichardson, que relaciona las gu e-rras con las carreras de armame ntos previas, solo está corro-borada por las dos guerras mundiales, pero no por e videnciashistóricas anteriores. Puede suceder, naturalmente, que conla aparición de la guerra total (de la cual la primera guerramundial fue un ejemplo aproximado) la dinámica de laguerra haya cambiado tanto que la carrera armamentistadesempeñe ahora un papel decisivo en la génesis de la ac-ción bélica.Pero una vez más, es preciso insistir en que no son lasconclusiones o hipótesis específicas de Richardson, sinomás bien la metodología que él señalara como necesaria, loque tiene importancia para construir una teoría convincen-te de las relaciones internacionales y de la guerra. Y lametodología de Richardson era forzosamente muy rudimen-taria, porque trabajó solo y no tuvo a su disposición lastécnicas matemáticas modernas (computadoras de alta ve-locidad) .Disponiendo de mano de obra científica y de medios decómputo se podría haber hecho mucho más. Pero antesde hablar de las posibilidades de estos nu evos adelantos, voya mencion ar dos resultados recientes inspirados directamen-te en el procedimiento de Richardson, y en términos másgenerales, en la orientación sistémica.Uno de esos estudios partió de la conjetura de Richardsonde que existe alguna distribución característica de la dimen-sión de los grupos «organizados para la agresión». En par-ticular, hizo constar que la distribución de las dimensio-nes (medidas por el número de muertos) de las incursionesde bandoleros en el Manchukuo en la década de 1930-40

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a cabo, y conjeturó que la semejanza de las distribucionesreflejaba la «ley» que regiría la formación de gru pos huma-nos organizados para la agresión.En una crítica de la obra de Richardson tuve oportuni-dad de señalar que tal conjetura estaba difícilmente justi-ficada, teniendo en cuenta que la distribución a que sealudía (llamada distribución Yule) era fenómeno corrien-

te y se había observado en diversos sistemas de conteni-dos muy dispares, por ejemplo, en distribuciones de fre-cuencias de palabras, a las que a todas luce s no cabía aplicarla «organización para la agresión».Entretanto, sin embargo, un estudio efectuado por Cole-man y James 2 sobre «grupos pacíficos» (en especial losformados en piletas de natación) reveló que la distribu-ción de las dimensiones de esos grupos obedecía a una leydiferente, la llamada distribución Poisson truncada. Ahorabien, la teoría de los procesos estocásticos se refiere a lasdistribuciones derivadas de la dinámica probabilística de unproceso. Puede demostrarse que la distribución Yule se pro-duce cuando la probabilidad de que el individuo se unaa un grupo es proporcional a la dimensión de éste, peroque ningún individuo abandona el grupo hasta que éstese deshace. Esta última condición, no obstante, es precisa-mente lo que cabría esperar de una banda de gángsters;es casi imposible que un individuo abandone la banda has-ta que ella perezca. La dinámica que conduce a la distri-bución Poisson truncada concuerda con la distribución Yuleen lo que respecta a la probabilidad de afiliación; pero elabandono del grupo en esta dinámica ocurre al azar, comocabría esperar de u n grupo formado casualmente, sin vínculosobligatorios.Examinando la distribución de dimensiones de las alian-

zas bélicas desde 1820, encontramos que también ellas si-

2 J. S. Coleman y John James, «The Equilibrium Size Distribu-

tion of Freely-Forming Groups», en Sociometry, XXIV, 1961, págs.

36-45.

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evolución), la comparación es algo más que alegórica. Con-tiene elementos de «homo logías» reales tal como la analogíaentre el motor que quema combustible y el organismo quedigiere alimento.Lo mismo p ede decirse con respecto a las analogías entre

nuestra interpretación fundada en el punto de vista de unateoría sistémica.Las estructuras de poder de los cuerpos legislativos e insti-tuciones administrativas pueden determinarse, en parte, porlas estructuras específicamente ideadas para ellos (como

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Lo mismo puede decirse con respecto a las analogías entresistemas políticos y sistemas físicos complejos. Basta unasola suposición para tomarlas en serio: que en los asuntoshumanos en gran escala opere algún grado de determinis-mo. Ahora bien, las discusiones sobre si hay o no determi-nismo en los asuntos humanos terminan por resultar abu-rridas, y no pueden resolverse si no es valiéndose de nocio-

nes metafísicas, que se aceptan o rechazan esgrimiendo ra-zones de cualquier tipo menos racionales. La cuestión noes «si» hay o no hay sino «cuánto» hay. No puede negarseque en ciertos aspectos opera algún grado de determinismo.Nadie espera hallar un tráfico nulo en las calles de una ciu-dad estadounidense a las cinco de la tarde de un día labora-ble, ni supone que estarán atosigadas de vehículos a las cincode la mañana de un domingo. Sean cuales fueren las opi-niones de cad a habitante de este país sobre su inalienable li-bertad de ir o dejar de ir al baño, lo cierto es que a la no che,la presión del agua en las principales cañerías de toda ciu-dad importante desciende cada media hora, o sea, cuandocambian los programas de televisión.

Que la conducta de masas sea tema de estudio apropia-do para la teoría política es discutible, pero entiendo quedeben tomarse en cuenta a quienes así opinan. La Re-volución Francesa habrá sido organizada, tal vez, por losmiembros del Club Jacobino y la rusa por algunos inte-lectuales que se reunían en el Instituto Smolny, pero pro-bablemente ninguna de ellas se hubiera producido si ladinámica social de los países no hubiese llevado los sis-temas respectivos (cualquiera fuera su naturaleza) a ciertoestado inestable.En estos últimos años, uno puede casi percibir con sus sen-tidos los altibajos de tensión y relajación en el «tira y aflo-ja» entre Oriente y Occidente. Es temerario predecir resul-

tados sobre la base de algunas lecturas, pero parece conve-niente prestar a estas cuestiones mayor atención de la quehan recibido hasta ahora. Tal vez resulte esclarecedora

las estructuras específicamente ideadas para ellos (comotienden a suponer algunos teóricos de la política), o porlas personalidades de los individuos (como tienden a supo-ner otros) . Pero es imposible hacer caso omiso de las ca-racterísticas sistémicas de dichas entidades como determi-nantes de tendencias (quizás ineluctables) , de la distribu-ción del poder e influencia, y de la evolución concomitantede las estructuras informales. Por ejemplo, se han obteni-do índices operacionalmente definibles del poder políticoen la teoría de los juegos de n-personas, en la que desem-peña un rol principal el análisis estratégico de la forma-ción de coaliciones. Estos índices permiten calcular la dis-tribución de poder en los cuerpos legislativos multipar-tidarios y en los integrados por uno o dos partidos sola-mente en que surgen facciones formales e informales. Unteórico de sistemas se interesaría por las propiedades s i s -témicas resultantes. Podría llevar a cabo estudios longitu-dinales que establecieran las _tendencias seculares predo-minantes, ya sea inherentes a los sistemas mismos o depen-dientes de las condiciones iniciales.

Es preciso admitir que tales análisis exigen al estudiosode la ciencia política un sacrificio previo. Concretamente:si se pronuncia en favor de un procedimiento sistémico,tendrá que renunciar de ordinario a ciertos compromisosque le imponen demandas inmediatas como científ icode lapolítica. Ya vimos que la teoría sistémica tiende a abstraerlos fenómenos de su contenido y a concentrarse en susestructuras lógicas y dinámicas. Así lo entendemos cuandodecimos que un sistema es un objeto de interés en símismo.Mas no es ésta la primera vez que se exigen sacrificios deesta clase en la historia de la ciencia. Los grandiosos ade-lantos que tuvieron lugar en los primeros tiempos de laera tecnológica, fueron posibles gracias a una preocupación

directa, no por la tecnología sino por los cielos, preocupa-ción que inauguró la mecánica como ciencia sistemática.Los progresos logrados en medicina no pueden atribuirse

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cualesquiera scan :os golpes recibidos de sus ambientes, nosadvierte que neces itan poseer la capacidad deresponder alas perturbaciones y, en consecuencia, de adaptarse a lascircunstancias en que se hallan. Una vez que aceptemosla suposición de que los sistemas políticos pueden ser adap-tativos y no ne cesitan reaccionar de modo pasivo a las in

- el análisis del equilibrio — es que prescinde de esas capa-cidades variables de los sistemas para hacer frente a influen-cias ambientales. Aunque es raro q ue se lo e labore explíci-tamente, el enfoque d el equilibrio ha invadido buen a partede la investigación política, especialmente la política de

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tativos, y no ne cesitan reaccionar de modo pasivo a las in-fluencias de sus ambientes, estaremos en con diciones de abrirun nu evo camino a través de las complejidades del análisisteórico.En la organización interna de un sistema político, una delas propiedades críticas, que éste comparte con todos los de-más sistemas sociales, es su capacidad ex traordinariamente

variable para responder a las circunstancias en que fun-ciona. En verdad, los sistemas políticos acumulan gran can-tidad de mecanismos mediante los cuales pueden tratar deenfrentarse con sus ambientes. Gracias a ellos son capaces deregular su propia conducta, transformar su estructura in-terna y hasta llegar a remodelar sus metas fundame ntales.Pocos sistemas, aparte de los so ciales, gozan de esta posi-bilidad. En la práctica, los estudiosos de la vida políticano deben olvidarse de ello; ningún análisis podría apelarsiquiera al sentido común si no lo hiciera así. No obstante,rara vez se incluye esta posibilidad como com ponente cen-tral en un a estructura teórica; y nunca se han ex puesto niexplorado sus consecuencias para la conducta interna delos sistemas políticos.'

El análisis del equilibrio y sus deficiencias

Uno de los principales defectosde la única forma de inda-gación latente pero prevalente en la investigación política

K. W. Deutsch, en The llaves of Government, Nueva York:Free Press of Glencoe, Inc., 1963, estudió las consecuencias dela capacidad de respuesta de sistemas políticos en asuntos interna-cionales, bien que en términos muy generales. A lgo se ha hechopara estudiar organizaciones formales. Véanse

J. W . Forrester, In-dustrial Dynamics, Nueva York: MIT Press and John Wiley &Sons, Inc., 1961, y W. R. Dill, (The Impact of Environment on

de la investigación política, especialmente la políticagrupos 2 y las relaciones internacionales. Por necesidad, unanálisis que conciba a un sistema político tratando de man-tener un estado de equilibrio, tiene que suponer la presenciade influencias ambientales, ya que son éstas las que alejan desu presunta situación de estabilidad a las relaciones de poderdel sistema. Es habitual, pues, examinar el sistema, aunqu esolo sea implícitamente, en función de su tendenciaa volvera un presu nto punto previo de e stabilidad. Si elsistema noprocediera así, ello se interpretaría como que se desplazaha-cia un nuevo estado de equilibrio, que sería preciso identifi-car y describir. Un esmerado escrutinio del lenguaje emplea-do revela que de ordinario se u san como sinónimosequilibrioy estabilidad. Son numerosas las dificultades conceptuales y empíricasquese opon en al empleo e ficaz de la idea de eq uilibrio paraelanálisis de la vida política.' Entre ellas hay dos particular-mente relevantes para nu estros fines actuales.En primer término, el enfoque del equilibrio deja la im-presión de que los miembros de un sistema tienen solamente

una meta básica cuando tratan de hacer frente a un cambioo perturbaciones: restablecer el antiguo pun to de equilibrioo encaminarse a otro nuevo. Es lo que suele denominarse,por lo menos tácitamente, búsqueda de estabilidad, comosi lo que se persiguiera fuera la estabilidad por so bretodas

Organizational Development»,. en S. M ailick y E. H. Van Ness,Concefits and Issues in Administrative Behavior, Englewood Cliffs,N. J .: Prentice-Hall , Inc., 1962, págs. 94 -109.2 Véase David Easton, The Political System, Nueva York: AlfredA . Knopf, Inc. , 1953, cap. XI.3 En (Limits of the Equi librium Model in Social Research», enBehavioral Science, I, 1956, págs. 96-104, estudié las dificultadescreadas por el hech o de que los autores de ciencia social no dis-tingan, de ordinario, entre estos términos. A menudo suponemos

que un estado de equilibrio tiene que referirse siempre a unasituación estable, pero existen en realidad por lo menos otrosdos tipos de equilibrio: neutral e inestable.4 Easton, (Limits of the Equilibrium Mod el...»

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las cosas. En segundo término, poca o ninguna atenciónexplícita se presta a los problemas relacionados con el ca-mino que sigue el sistema en esos desplazamientos, como silas sendas escogidas representaran una consideración teóri-ca incidental más que central.

un sistema para regular de manera creativa y constructivalas perturbaciones.Es notorio que la adopción del análisis del equilibrio, porlatente que sea, oculta la presencia de aquellas metas delsistema que no pueden de scribirse como estado de equilibrio

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Pero es imposible comprender los procesos subyacentes ala capacidad de algún tipo de vida política para sostenerseen una sociedad, si se dan como sobreentendidos los objetivosde las respuestas o la forma. Un sistema puede muy bientener otras metas que la de alcanzar uno u otro punto deequilibrio. Aunque la idea de estado de equilibrio se em-pleara solamente como norma teórica (y como tal no fueranunca alcarzable), 5esa concepción ofrecería, desde el puntode vista teórico, una aproximación a la realidad menos útilque otra que tuviera en cuenta posibilidades distintas. Nos-otros juzgamos más útil idear un enfoque que reconocieraque los miembros de un sistema pueden desear a veces des-truir mediante acciones positivas, un equilibrio anterior eincluso alcanzar algún nuevo punto de desequilibrio continuo.Es lo que suele ocurrir cuando las autoridades tratan demantenerse en el poder fomentando tumultos internos opeligros externos.Por otra parte, con respecto a estas metas variables, es ca-racterística primordial de todos los sistemas su capacidad

de adoptar una amplia gama de acciones positivas, cons-tructivas e innovadoras para desviar o absorber cualquierfuerza de desplazamiento del equilibrio. No es forzoso queun sistema reaccione ante una perturbación oscilando entorno a un punto de' equilibrio anterior o pasando a otronuevo. Puede hacerle frente tratando de modificar su am-biente, de suerte que los intercambios con él ya no provo-quen tirantez; puede tratar de aislarse contra cualquier otrainfluencia del ambiente; o bien sus miembros pueden in-cluso transformar fundamentalmente sus propias relacionesy modificar sus propias metas y prácticas de modo quemejoren sus perspectivas de manejar los insumos del am-biente. De todos estos recursos y aun algunos más dispone

5 J. A, Schumpeter estudia la idea de equilibrio como norma teó-rica en Business Cycles, Nueva York: McGraw-Hill Book Compa-ny, 1939, esp. cap. II.

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sistema que no pueden de scribirse como estado de equilibrio.También oculta, de hecho, la existencia de sendas varia-bles para alcanzar esos fines optativos. En cualquier sistemasocial, político inclusive, la adaptación representa más queun simple ajuste -a los acontecimientos de su historia. Constade los esfuerzos —limitados solamente por la diversidad delos talentos, recursos e ingenio humanos— tendientes a con-

trolar, modificar o alterar en forma fundamental ya sea elambiente o el sistema mismo, o ambos a la vez. A la pos-tre, el sistema pue de lograr protegerse contra las influenciasperturbadoras o incorporarlas con éxito.

Conceptos mínimos para un análisis sistémico

El análisis sistémico promete ofrecer una estructura teó-rica más expansiva, completa y flexible de la que puedebrindar incluso un enfoque de equilibrio formulado con ca-bal conciencia y bien desarrollado. Pero para lograr éxito en

este sentido, debe establecer sus propios imperativos teóricosPara comenzar podemos definir un sistema como cualquierconjunto de variables, independientemente del grado derelación existente entre ellas. Si preferimos esta definición,es porque nos exime de la necesidad de dirimir si un siste-ma político es realmente un sistema. La única cuestiónimportante sobre una serie seleccionada como sistemaparael análisis, es saber si con stituye un sistema interesante. ¿Noayuda a comprender y explicar algún aspecto de la conduc-ta humana que nos preocupa?Como sostuve enThe Political System, puede denom inarsesistema político a aquellas interacciones por medio de lascuales se asignan au toritativamente valores en un a sociedad

esto es lo que lo distingue de otros sistemas de su medio.Dicho ambiente mismo puede dividirse en dos partes: laintrasocietal y la extrasocietal. La primera consta de todos

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aquellos sistemas que pertenecen a la misma sociedad queel sistema político pero que no son sistemas políticos, envirtud de nuestra definición de la naturaleza de las interac-ciones políticas. Los sistemas intrasocietales com prenden se-

persistentes, tenemos q ue atribuirles elcumplimiento exito-so de dos fu nciones : asignar valores para una sociedad, ylograr que la mayoría de sus miembros acepten estas asig-naciones como obligatorias, al menos la mayor parte deltiempo. Estas dos propiedades distinguen a los sistemas po-

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ries de conducta, actitudes e ideas tales como la economía,la cultura, la estructura social y las personalidades indi-viduales; son segmentos funcionales de la sociedad, unode cuyos componentes es el propio sistema político. Los de-más sistemas constituyen la fuente de muchas influenciasque crean y dan forma a las circunstancias en que tiene queoperar aquél. En un mundo de sistemas políticos de recienteaparición, no necesitamos detenernos a ilustrar el impactoque pueden producir en la vida política una economía, cul-tura o estructura social en proceso de cambio.La segunda parte del ambiente, la extrasocietal, comprendetodos los sistemas que están fuera de la sociedad dada. Soncomponentes funcionales de una sociedad internacional, su-prasistema del que forma parte toda sociedad individual.El sistema cultural internacional es una muestra de sistemaextrasocietal.Tomadas conjuntamente, estas dos clases de sistemas —losintrasocietales y los extrasocietales—, que nosotros enten de-mos ajenos al tema político, comprenden el ambiente totalde este último; 6 las influencias que en ellos se originan sonuna posible fuente de tensión. Podemos emplear el concep-to de perturbación para designar aquellas influencias delambiente total de un sistema que actúan sobre éste y lomodifican. No todas las perturbaciones crean necesariamen-te tensión: hay algunas favorables a la persistencia del sis-tema y otras por completo neutrales en esa materia. Peroen muchos casos, es previsible que contribuyan a aumentarla tensión.¿Cuándo podemos decir que existe tensión? Esta preguntanos envuelve en una idea bastante compleja, que com prendevarias . nociones subsidiarias. Todos los sistemas políticos secaracterizan par el hecho de que para describirlos como

6 El ambiente tota l se pre senta en el cuadro 1, cap. 5, de Esquemapara el anklisis polático, Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1969,donde hacemos también un estudio completo de los diversos com-ponentes del ambiente.

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plíticos de otras clases de sistemas sociales.Estas dos propiedades —la asignación de valores para unasociedad y la frecuencia relativa con que se los acepte—constituyen, pues, lasvariables esenciales de la vida política.Si no fuera por su presencia no podríamos decir que unasociedad tiene vida política alguna. Y aquí podemos darpor sentado que ninguna sociedad podría existir sin algunaclase de sistema po lítico; en otra parte intenté demostrarloen detalle?Una de las razones importantes en pro de la identificaciónde estas variables esenciales es que nos permiten establecesi y cómo causan tensión en un sistema las perturbacionesque actúan sobre él. Podemos decir que se produce tensiócuando ex iste peligro de que dichasvariables sean impul-sadas más allá de lo que cabe denominar su margen crí-tico. Esto significa que algo puede estar ocurriendoen elambiente: el sistema sufre una derrota total a manos deun enemigo, o bien una grave crisis económica provoca eél una vasta desorganización y gran descontento. Supon-

gamosque, como consecuencia de ello, las autoridades

se muestran en todo momento incapaces de tomar decisiones, o bien las decisiones que adoptan no son aceptadasregularmente como oblig atorias. En estas circunstancias, yano resulta posible la asignación autoritativa de v alores, yla sociedad se hunde por carecer de un sistema de conductaque le permita desempeñar una de sus funciones vitales.En este caso no pod emos menos que aceptar la interpreta-ción de que el sistema político está sometido a una tensióntan grave que todas las posibilidades de persistencia de unsistema para esa sociedad desaparecen. Mas con frecuenciala disrupción d e un sistema político no es tan completa;aunque exista tensión, sigue persistiendo de alguna manera.

7 En David Easton, A Theoretical Appraaek ta A sthority, Officeof Naval Research, Technical Report n° 17, Stanford, California:Department of Economics, 1955.

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Por grave que sea una crisis, las autoridades pueden tomarquizá ciertas decisiones y lograr que scan aceptadas al me-nos con u na frecuencia mínima, de suerte que sea posibleabordar algunos de los problemas sujetos de ordinario aarreglos políticos.

h d d d

diversidad de influencias ambientales. ¿Tendremosque tra-tar cada cambio del ambiente como perturbación aparte ysingular, cuyos efectos específicos deben ser elaboradosin-dependientemente?Si así fuera, los problemas del análisis sistémico serian

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Dicho de otro modo: no siempre se trata de que opereno no las variables esenciales. Tal vez estén solo algo despla-zadas, como cuando las autoridades son parcialmente inca-paces de tomar decisiones o de lograr que se acepten concompleta regularidad. En tales circunstancias, las variablesesenciales permanecen dentro de un margen de funciona-miento normal: la tensión a que están sujetas no es sufi-ciente para desplazarlas más allá de un punto crítico. Mien-tras el sistema mantiene sus variables esenciales funcionandodentro de su margen crítico, puede decirse que pe rsiste al-guna clase de sistema.Como hemos visto, todo sistema tiene la capacidad de hacerfrente a la tensión ejercida sobre su s variables esenciales,aunque no siempre lo logra: puede desmoronarse, precisa-mente, por n o adoptar las medidas apropiadas para mane-jar la tensión inminente. Pero lo primordial es su capacidadde responder a la tensión. La clase de respuesta realmenteadoptada (si se produce alguna) servirá para evaluar laprobabilidad de q ue el sistema se a capaz de alejar el peligro.El hecho de interrogarse sobre la naturaleza de la respuestaa la tensión destaca los objetivos y méritos particulares deun análisis sistémico de la vida política. Este análisis esespecialmente indicado para interpretar la conducta de losmiembros de un sistema a la luz de la forma en queatenúa o intensifica la tensión ejercida sobre las variablesesenciales.

Variables de enlaceentre sistemas

Pero queda por resolver un problem a fundamental: ¿Cómo

se comunicana un sistema político las posibles condicionesde tensión del ambiente? Al fin y a la postre, el sentidocomún nos dice que sobre un sistema actúa una enorme

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, pde hecho insuperables. Mas si podemos generalizar, de al-gún modo, nuestro método, a fin de tratar el impacto delambiente sobre el sistema, tendremos alguna esperanza deredecir a un número manipulable de indicadores la enormediversidad de influencias. Esto es precisamente lo quemepropongo con el empleo de los conceptos deinsumo (input)

y producto (output).¿ Cómo habremo s de describir estos insumos y productos?Debido a la distinción analítica que hemos venido haciendoentre un sistema político y sus sistemas paramétricos oam-bientales, nos será útil interpretar las influencias asociadasa la conducta de las personas del ambiente como inter-

cambios o transacciones capaces de atravesar los límites

del sistema político. Emplearemos el término intercambiopara designar la reciprocidad de las relaciones e ntre el sis-terca político y los demás sistemas del ambiente,y transac-

ción para destacar que un efecto actúa en cierta dirección(ya sea desde un sistema ambiental al político, o al revés),sin preocuparnos por el momento de la .conducta reactiva

del otro sistema.Hasta este punto, hay poco campo para la discusión. Si lossistemas no estuvieran de algún modo acoplados, todos losaspectos de la conducta en una sociedad, identificablesmediante el análisis, serían indepen dientes entresí, situacióna todas luces improbable.No obstante, lo que convierte aeste acoplamiento en algo más que una mera perogrullada,es que sugiere un modo de averiguar los complejos inter-cambios a fin de reducir su inmensa diversidad a proporcio-nes teórica y empíricamente manipulables.Para lograrlo, he propuesto sintetizar en u nos po cos indica-dores las influencias ambientales más significativas. Suexa-

men nos habilitará para apreciar y seguir en todos sus al-

cances el posible efecto de los acontecimientos ambientalessobre el sistema. Teniendo presente este objetivo,denominé«productos del primer sistema», y en consecuencia,simétri-

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se refleja en sus demandas y apoyo) consiste en averigua'los efectos de estos insumos sobre lo que podríamos de-nominar productos políticos, las decisiones y acciones delas autoridades. Esto no quiere decir que juzguemos irrele-vantes los complejos procesos políticos internos de u n siste-

disminución del apoyo por debajo de algún mínimo espe-cificable, apreciaremos la trascendencia quetiene para lasautoridades tal retroalimentación de información.No es for-zoso que las au toridades procuren alentar elinsumo de apoyopara ellas mismas o para el sistema en su conjunto, pero

d bli

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ma que durante muchos decenios fueron tema de indagaciónde la ciencia política. Saber quién controla a quién en losdiversos procesos de toma de decisiones, seguirá siendo unapreocupación vital, puesto que la pauta de las relaciones depoder ayuda a determinar la índole de los productos. Masla formulación de una estructura conceptual para este as-

pecto nos llevaría a otro nivel de análisis. Lo que intentoahora es resumir —no investigar— los resultados de estosprocesos políticos internos que, según creo, puede ser útilconceptualizar corno produétos de las autoridades. Por suintermedio podemos averiguar los efectos de la conductaque tiene lugar dentro de un sistema político sobre su am-biente.Además de influir en los sucesos de la sociedad más am-plia de la que forma parte el sistema, los productos ayudan,por ello mismo, a determinar cada tanda sucesiva de insu-mos que penetran en el sistema político. Existe un circuitode retroalimentación (feedback loop) cuya iden tificacióncontribuye a explicar los procesos mediante los cuales el

sistema puede hacer frente a la tensión. Gracias a él, seaprovecha lo sucedido procurando modificar en consecuen ciala conducta futura.Cuando hablamos de la acción del sistema, tenemos queponer cuidado en evitar reificarlo. Debemos tener presenteque todo sistema, para que sea posible la acción colectiva,tiene personas que suelen hablar en nombre o por cuentade él. Podemos denominarlas autoridades. Si han de to-marse decisiones para satisfacer demandas o crear las con-diciones que las satisfagan, es preciso retroalimentar, porlo menos a estas autoridades, con información relativa a losefectos de cada tanda de productos. De lo contrario lasautoridades tendrían que actuar a ciegas.

Si tomamos como punto de partida de nuestro análisis lacapacidad de persistencia de un sistema, y consideramosque una de las fuentes importantes de tensión puede ser la

si así lo desean —y su propia supervivencia puede obligar-las a ello— se torna indispensable contar con informaciónsobre los efectos de cada tanda de productos y sobre lascambiantes circunstancias en que se encuentren los miem-bros. Esto les permite tomar cualquier resoluciónque estimenoportuna para mantener el apoyo en cierto nivel mínimo.Por tal razón, un modelo de esta índole induce a suponerque es de vital importancia explorar la forma en que ope-ran los procesos de retroalimentación. Cualquier cosa quecontribuya a diferir, distorsionar o cortar el flujo de infor-mación que llega a las autoridades, redunda en detrimentode su capacidad para adoptar —si así lo desean— medidastendientes a m antener el apoyo en un nivel que garanticela persistencia del sistema.El propio circuito de retroalimentación se divide en variaspartes, quemerecen ser investigadascon detenimiento. Cons-ta de la elaboración de productos por parte de las autorida-des, de una respuesta de los miembros de la sociedad aestos productos, de la comunicación a las autoridadesde la

información relativa a esta reacción, y, por último,de las

posibles resoluciones posteriores de las autoridades.De estasuerte, una nueva tanda de productos, respuesta, retroali-mentación de información y reacción de las autoridades sepone en movimiento y forma una trama inconsútil de acti-vidades. Lo que ocurra en e sta retroalimentación tiene,pues,profunda influencia sobre la capacidad del sistema paraenfrentar la tensión y persistir.

Un modelo de flujo del sistema poli tico

Por lo expuesto se echa de ver que este tipo de análisis nospermite (y de hecho nos o bliga) a analizar un sistema po-lítico en términos dinámicos. No solo advertimos que un

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fOkleinst político logra realizar algo por medio de sus pro-duetos, sino también que lo que realice el sistema puedeinfluir en cada fase sucesiva de conducta. Apreciamos laurgente necesidad de interpretar los procesos políticos comoun flujo continuo y entrelazado de conductas.

tensión. Las acciones emprendidas por las autoridades sonparticularmente críticas en este aspecto; para que puedanllevarlas a cabo, n ecesitan obteher información sobrelo queocurre, a fin de reaccionar en la medida en que lo deseen ose vean obligadas a ello. Contando con información, esta-

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j ySi nos contentáramos con este cuadro, fundamentalmenteestático, de un sistema político, podríamos sentir la tenta-ción de detenernos en este punto. En realidad, tal es lo quesucede con la mayor parte de las investigaciones políticasactuales, abocadas a explorar todos aquellos intrincados pro-cesos subsidiarios mediante los que se toman y ejecutan

decisiones. Por consiguiente, en la medida en que nos inte-resara averiguar cómo se emplea la influencia para formulary poner en práctica varias clases de políticas o decisiones,el modelo hasta aquí desarrollado sería una primera aproxi-mación, aunque mínima, suficiente.Mas el problema crítico que enfrenta • la teoría polít ica noconsiste exactamente en crear un aparato conceptual paracomprender los factores intervinientes en las decisiones quetoma un sistema, es decir, enunciar una teoría de las asig-naciones políticas. Como ya hemos señalado, la teoría debeaveriguar cómo logra persistir un sistema cu alquiera el tiem-po suficiente para seguir tomando decisiones de esta ín-dole, y cómo actúa frente a la tensión a que puede estar

expuesto en cualquier momento. Por este motivo, no pode-mos aceptar que los procesos políticos (o nuestro interés porellos) acaben en los productos. En consecuencia, es impor-tante hacer constar, como parte característica de este mo-delo, que los productos de los procesos de conversión retro-alimentan el sistema, y de esta suerte conforman su con-ducta posterior. Es este rasgo, junto con la capacidad delsistema de emprender acciones constructivas, lo que per-mite que intente adaptarse a una posible tensión o hacerlefrente.El análisis sistémico de la vida política se apoya, pues, enla idea de que los sistemas están insertos en un ambientey sujetos a posibles influencias ambientales, que amenazancon llevar sus variables esenciales más allá de su margencrítico. Ello induce a suponer que el sistema, para persistir,debe ser capaz de reaccionar con medidas que atenúen la

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g ,rán en condiciones de mantener un nivel mínimo de apoyopara el sistema.Un análisis sistémico plantea ciertos interrogantes funda-mentales, cuya respuesta contribuirá a dotar de sustanciay vida al esquema presentado en este trabajo: ¿Cuál es laverdadera índole de las influencias que pesan sobre un sis-

tema político? ¿Cómo operan sobre él? ¿De qué modo tra-taron habitualmente los sistemas de hacer frente a esa tensión,cuando lo hicieron? ¿Qué tipo de procesos de retroalimen-tación deben existir en un sistema a fin de que éste puedaadquirir y explotar la capacidad necesaria para reducir esascondiciones de tensión? ¿Qué diferencias existen entre losdiversos tipos de sistemas —modernos o en desarrollo, de-mocráticos o autoritarios— en lo que respecta a sus insumos,productos, procesos de conversión interna y retroalimenta-ción? ¿Qué efectos tienen estas diferencias sobre la capaci-dad del sistema para persistir frente a la tensión?Naturalmente, la tarea de construcción de la teoría no con-siste en dar respuestas sustantivas a estas preguntas desde

el vamos, sino más bien en enunciar las preguntas apro-piadas, así como en idear el mejor modo de buscar talesrespuestas. 9

9 Tales los objetivos que persiguen mis obras Esquema para el

análisis politico y A Systems Analysis of Political Life.

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8/15/2019 Easton - Enfoques sobre teoría política (1) (1).pdf

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