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Nueva novela de Eduardo MendozaTRANSCRIPT
Eduardo Mendoza ‘El secreto de la modelo
extraviada’
Blanca Cia Barcelona 30 OCT 2015 - 00:29 CET
Mendoza, en la presentación de su novela en La Pedrera. / Consuelo Bautista
Explica Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) que muchas de las cosas que pone en boca
de sus personajes en El secreto de la modelo extraviada (Seix Barral), la quinta entrega
de la serie de novelas protagonizadas por su detective —sin nombre, porque así lo
prefiere—, que inició en 1978 con El misterio de la cripta embrujada, se le ocurren
caminando por la ciudad: “Por ejemplo, cuando paseo por La Rambla o el Paseo de
Gràcia y me doy cuenta de que soy el único que no es extranjero”. Tal vez después de
una de esas experiencias, el escritor decidió que uno de los personajes en la nueva obra
opine que “Barcelona es capital del baratillo y de la idiocia”.
Gamberro por dentro
El detective que pasea por estas novelas de Eduardo Mendoza, incluida la última, está
un poco loco. “Como yo”, ríe el escritor. “Todas tienen retazos de mi vida o de mi
manera de pensar”, prosigue. “Es como un gran fondo de armario del que van saliendo
cosas para dar vida a los personajes. Y si algunos parecen estar un poco locos, es que yo
soy así. Aunque parezca y vista como una persona seria y correcta, soy gamberro.
Algunos llevan los tatuajes por fuera como señal de rebeldía; yo los llevo por dentro.
Soy gamberro por dentro”.
Unas idas y venidas de un detective desastroso que intenta averiguar lo ocurrido en el
aparente asesinato de una modelo en el que tiene mucho que ver una trama de
corrupción que bautiza como la sociedad secreta APALF, cuyos miembros conspiran
desde el poder político y económico en la etapa tardofranquista para controlar el
desarrollo de Barcelona. Y con una segunda etapa que entronca con los tiempos
actuales, con algunos de aquellos corruptos en prisión o encausados: “No hay una
segunda intención ni un sobreentendido; es una realidad como cualquier otra. Barcelona
tiene turistas, hace calor, y también tenemos corrupción”. Corruptos, añade el escritor,
que salen de la burguesía catalana, “que es la que siempre está ahí y hace bailar a todos
la música que quieren”. “Yo no sé si tenemos los políticos que nos merecemos, pero sí
tenemos los delincuentes que nos merecemos. Por cierto, unos estafadores de poca
monta que no hacen ingeniería financiera, sino más bien lampistería financiera”, bromea
Mendoza, quien quita hierro al momento actual: “La corrupción ya estaba y ahora se
están tomando las medidas correctivas. Y yo no creo que eso sea malo, porque a los
malos se les tiene que castigar”.
El novelista, que ha tenido en la capital catalana materia prima para su extensa obra,
empareja en El secreto... la trama policíaca que rodea la desaparición de una modelo y
su reaparición en un periodo de tiempo que va de la época preolímpica (inicios de los
ochenta) a la actualidad. Un flashback que usa para describir los cambios sociales y, en
cierto modo, urbanos con su ironía y golpes de humor característicos. ¿Alguien se
imagina a Jesucristo en bici con la inscripción INRI en una placa o a políticos corruptos
que celebran una reunión conspirativa tapándose los rostros con una careta de Pina
Bausch?
No faltan cierta dosis de melancolía, ni situaciones estrambóticas y disparatadas que
protagonizan personajes a los que bautiza con nombres absurdos, como “la señorita
Westinghouse” que en la novela primero es travesti, luego coronel de la Guardia Civil y
en su etapa final locutor del programa de radio de la ultraderecha La Enseña.
Un socarrón Mendoza, autor de novelas como La verdad sobre el caso Savolta —que
Seix Barral ha reeditado ahora con el título Los soldados de Cataluña que la censura no
dejó pasar en 1973— o La ciudad de los prodigios, no se imagina a su detective
resolviendo un enigma en una futura Cataluña independiente: “No me puedo imaginar
nada, porque los novelistas vamos siempre detrás de la realidad”.
El libro fue presentado ayer en La Pedrera, uno de los edificios de Gaudí al que
peregrinan miles de turistas en Barcelona y que en la novela se presenta como un lugar
seguro para hablar “porque no hay nadie”. “No falto a la verdad, porque hace 40 años
este edificio estaba abandonado; hasta tenía un bingo y un bar de mala muerte. Cuesta
creer que aquello se haya convertido en un destino turístico de primer orden de todo el
mundo”, apunta.
Dice el escritor que, aunque se pueda desprender cierta nostalgia en algunos de sus
personajes en esta última obra, él no se siente, en cambio, nada nostálgico: “Yo no soy
de aquellos que dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Sencillamente, las cosas
cambian. Y pese a la máscara tan amable de esta ciudad en el Paseo de Gràcia y de las
zonas que visitan los turistas, hay otras caras mucho más conflictivas en los barrios. Y
sí, confieso que me irrita el tópico publicitario de Barcelona, ciudad de fiestas y
congresos. En eso coincido con mis personajes en que es la imagen de la ciudad de
baratillo”.