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Los Fernández Libro de lecturas Educación vial y comprensión lectora Nivel II educación personas adultas

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Los FernándezLibro de lecturas

Educación vial y comprensión lectoraNivel II educación personas adultas

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Educación vial y comprensión lectora para personas adultas.

Los Fernández

Lecturas

© DIRECCIÓN GENERAL DE TRÁFICO - MINISTERIO DEL INTERIOR Dirección: Perfecto Sánchez Edición 2014: FAEA Asesoría: Nereida Iglesias NIPO: 128-14-008-0 Depósito legal: M-27379-2014-0

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ÍNDICE 1 La familia Fernández. 7 2 La fatiga. 9 3 El sueño. 11 4 Las drogas y los medicamentos. 13 5 El alcohol. 15 6 Utilización de las vías y sus carriles. 17 7 Velocidad. 19 8 Distancia de seguridad. 21 9 Comportamiento en los cruces. 23 10 Prioridad de paso. 25 11 Incorporación a la circulación, cambio de dirección, de

carril o de calzada. 27

12 Cambio de sentido y marcha atrás. 29 13 El adelantamiento. 31 14 Utilización del alumbrado. 33 15 La señalización óptica y acústica. 35 16 El cinturón de seguridad. 37 17 Casco y otros elementos de protección. 39 18 Los peatones. 41 19 Trasporte de personas. 43 20 Transporte de cargas. 45 21 Los neumáticos. 47 22 Los frenos. 49 23 Preparación y desarrollo de un viaje. 51 24 Conducción por autopista. 53 25 Conducción por autovía. 55 26 Conducción nocturna. 57 27 La lluvia. 59 28 La nieve. 61 29 El hielo. 63 30 La niebla. 65 31 El viento. 67 32 Los nervios. 69

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INTRODUCCIÓN

La Dirección General de Tráfico tiene entre sus objetivos prioritarios la educación vial los ciudadanos y ciudadanas.

En su trabajo por hacer llegar a todos los sectores de la sociedad los conocimientos y valores propios de la educación vial, especialmente a aquellas personas que se inician con el tráfico en España, bien por ser conductores nóveles o por ser nuevos ciudadanos, la DGT elabora recursos didácticos adecuados a los distintos perfiles de destinatarios.

La comprensión lectora de textos, imágenes, señales…, es fundamental para que las personas conozcan las distintas situaciones viales en las que pueden verse inmersas en el día a día y sepan actuar adecuadamente en ellas, de forma segura para sí mismas y para los demás.

La mayoría de las veces este proceso educativo se desarrolla en centros y entidades de Educación de Personas Adultas y merece la pena apoyar su esfuerzo. Por ello, la Dirección General de Tráfico ha elaborado este conjunto de lecturas para los niveles iniciales de comprensión lectora, para ayudar a adquirir y mejorar hábitos de educación vial, acercar el conocimiento del tráfico como fenómeno social en el que cada persona es clave para la seguridad e, incluso, como paso previo para la obtención del permiso de conducir.

Este recurso didáctico está formado por dos libros de lectura –Los Fernández y Los Gómez- con relatos en los que se narran vivencias de dos familias en relación a diferentes situaciones del tráfico y sus correspondientes libros de actividades para la comprensión lectora.

Los textos incluyen las novedades de la Ley 6/2014, de 7 de abril, por la que se modifica el texto articulado de la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial.

Esperamos que el material sea útil para todas las personas, las que aprenden y las que enseñan, y que su esfuerzo se vea recompensado con mayor seguridad vial para todos.

La familia Fernández

Lecturas de Educación vial - DGT

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1. LA FAMILIA FERNÁNDEZ

Los Fernández son una familia como otras muchas. Sus vidas,

inquietudes e ilusiones son como las del resto de sus vecinos.

Ubaldo es el padre. Trabaja todo el día en la frutería. No ve mucho

a sus hijos; el poco tiempo que le queda lo dedica todo a ellos.

Marisa es la madre. También trabaja en la frutería, pero al llegar a

casa le toca seguir trabajando, comparte con Ubaldo las tareas de la casa.

También los hijos mayores colaboran, aunque es verdad que a Marisa

siempre le toca más…

Raúl, el mayor de los hijos, tiene 18 años. Trabaja en un taller de

reparación de motocicletas. Las motos son su pasión. Raúl quiere ser

La familia Fernández

Lecturas de Educación vial - DGT

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corredor profesional.

Eduardo tiene 15 años. Estudia Formación Profesional. Conduce un

ciclomotor. Esto preocupa mucho a sus padres porque saben que los

accidentes con este tipo de vehículo suelen ser muy graves.

Micaela es la niña de la casa. Tiene 11 años y es muy buena estudiante. Como sus hermanos, también es muy aficionada a las motos.

Pedrito es el pequeño. Tiene dos años y es el juguete de la familia.

Emilio y Rosa son los abuelos maternos. Viven con la familia en el

mismo piso y son muy felices con sus nietos.

Después de los últimos accidentes ocurridos en el barrio, los

Fernández están muy preocupados por los problemas del tráfico e

intentan educar a sus hijos para que sean buenos ciudadanos, buenos

peatones y buenos conductores.

Los Fernández viajan mucho. Utilizan la furgoneta para trabajar entre

semana y para viajar los fines de semana o en vacaciones.

La familia Fernández

Lecturas de Educación vial - DGT

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2. LA FATIGA

Era viernes, 31 de julio. Esa mañana, Ubaldo se había levantado pronto

para ir al mercado central a comprar fruta. La mañana en la frutería se le

había hecho larguísima. No hacía más que pensar en las horas que le

quedaban para irse de vacaciones.

Eran ya las tres de la tarde. Después de recoger la tienda y despedirse

de los compañeros, Ubaldo montó en su furgoneta y se dispuso a viajar.

Hacía el calor propio de finales de julio. La noche anterior apenas pudo

dormir una hora por el calor.

«Tendría que comer algo» pensó, «pero si no paro podré estar en

Valencia al caer la tarde».

Ubaldo cogió la autopista con mucho entusiasmo y con ganas de ver

pronto a su familia que ya llevaba 15 días en Valencia.

Hasta que pasó el atasco de salida de la ciudad transcurrió una hora.

-¡Por fin! -dijo Ubaldo-. ¡A correr!

El calor era agobiante y el cansancio iba en aumento. El hambre, las

horas de coche, la falta de sueño, el cansancio del trabajo, el calor…,

Ubaldo se sentía fatigado.

Por un momento pensó que las normas recomiendan parar y descansar

cuando se está muy cansado. La fatiga puede originar despistes y causar

accidentes.

La familia Fernández

Lecturas de Educación vial - DGT

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Pero, por otro lado, Ubaldo quería llegar cuanto antes y no perder

media hora durmiendo en una calurosa área de descanso. Decidió salir de

la autopista para ir un rato por carretera. Así estaría más atento.

Al poco rato, al tomar una curva, apareció una vaca en medio de la

carretera. Como estaba muy cansado, Ubaldo reaccionó tarde. Lo único

que pudo hacer fue dar un volantazo y salirse de la carretera.

Por fortuna no ocurrió nada grave, pero la furgoneta terminó con unos

bollos y golpes. Ubaldo, después de reponerse del susto, dejó la carretera

y volvió a la autopista. Paró en la siguiente zona de descanso a descansar.

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3. EL SUEÑO

Anoche dormí en el sitio que menos os podéis imaginar. Cuando

llegamos a casa de trabajar, Raúl nos esperaba impaciente.

-Han llamado del pueblo. A la abuela la han ingresado en el Hospital.

Han dicho que no os preocupéis, que no es nada grave -dijo Raúl.

-Nos preparamos y salimos inmediatamente -dije.

-Voy a arreglar a los niños; tú prepara algo para cenar -contestó Marisa.

Había tenido un día muy duro y me preocupaba conducir de noche.

Pensaba que me podía entrar sueño.

En unos minutos estábamos preparados y nos pusimos en marcha. Al

principio, entre el alboroto de los niños y la conversación de Marisa, todo

marchaba bien.

De repente comencé a notar sueño. Los chicos ya estaban dormidos y

Marisa comenzaba a dar cabezadas. Me picaban los ojos. Cada vez tenía

más sueño. No me lo pensé más, paré en la primera gasolinera que vi;

tomé un café, di un pequeño paseo para estirar las piernas y charlé un

poco con el señor de la gasolinera.

Reanudamos la marcha y durante un buen rato Marisa y yo fuimos

charlando. Al ir distraído no notaba el sueño, pero ahí estaba. Notaba que

perdía la concentración. Bajé la ventanilla para que me diera el aire fresco.

La familia Fernández

Lecturas de Educación vial - DGT

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El sueño podía conmigo. Decidí parar y dormir un rato.

Es una decisión que cuesta tomar porque crees que aguantas, pero es

mejor dormir un poco que tener un accidente. Cuando me desperté, me

lavé un poco la cara y continuamos la marcha.

Cuando llegamos, mi madre estaba bien; probablemente en un par de

días esté ya en casa.

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4. LAS DROGAS Y LOS MEDICAMENTOS

El abuelo paseaba tranquilamente por el barrio. Cuando llegaba a la

casa de Faustino, oyó gritos y llantos. Un grupo de personas se

arremolinaban en la puerta. Se acercó y preguntó a Ubaldo:

-¿Qué ha pasado?

-Juan, el hijo de Faustino, que venía en moto de Plasencia y en una

recta se ha salido de la carretera. Está grave en el hospital.

-¿Y cómo es que se ha salido en una recta? -dijo el abuelo.

-Los de tráfico han dicho que posiblemente se ha dormido -contestó

Faustino-. Su madre dice que está tomando unas pastillas para la tensión y

que el médico le había dicho que podían dar sueño.

-Lo entiendo. Yo tomo unas pastillas y he leído en la caja que pueden

dar sueño -dijo el abuelo.

-Ya hemos tenido dos accidentes en el barrio por quedarse dormidos en

una recta –dijo un vecino a Ubaldo-. Acuérdate de que hace unos meses

tuvo un accidente el hijo de Agustín, el fontanero. Los médicos dijeron que

había tomado drogas. Las drogas son terribles. Además de todas las

consecuencias que acarrean, producen sueño, alteraciones nerviosas y

síntomas que hacen muy peligrosa la conducción. Está prohibido conducir

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Lecturas de Educación vial - DGT

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si se han tomado drogas.

Ya había anochecido cuando Ubaldo y el abuelo se despidieron de los

vecinos y caminaron hacia casa. Ubaldo abrió la puerta y, sin decir nada,

fue al mueble donde guardaba las medicinas. Rebuscó entre las cajas y

envases, cogió una y sacó el prospecto. Desdobló el pequeño papelito y

comenzó a leer.

Marisa le miraba extrañada:

-¿Qué lees?

-Las instrucciones de las pastillas que estoy tomando para la gripe.

Quiero ver si pone que no es conveniente conducir cuando las tome.

Después de un momento de silencio, dobló de nuevo el papelito y lo

metió en la caja. Respiró tranquilo: podía conducir, pero sería mejor

preguntar a su médico para más seguridad.

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5. EL ALCOHOL

Raúl preparaba una sangría. Era verano y habían organizado una fiesta

con un grupo de amigos y amigas. Adela y él se encargaban de las bebidas.

Había de todo. Poco a poco empezó a llegar gente y la fiesta se animó.

Hacía mucho calor y la bebida iba desapareciendo.

Ya bien entrada la noche, Adela le recordó a Raúl que era tarde. Al día

siguiente tenían que madrugar porque se iban de viaje. Raúl estaba

eufórico. Había bebido demasiada sangría. Adela consiguió convencerle

para dejar la fiesta.

Ya no había autobuses y Raúl estaba empeñado en volver en la moto.

No quería dejarla allí aparcada hasta la vuelta del viaje. Subieron en la

moto. Se pusieron los cascos. Raúl aseguraba que se encontraba

perfectamente. Adela notaba que iba más deprisa de lo habitual, aunque

él no se daba cuenta. Al girar en la calle de Adela, vieron venir un coche de

frente. Raúl no redujo la velocidad, veía la calle más ancha y al coche más

pequeño. Pasaron rozándose.

Al momento, un coche de policía que vio el incidente le hizo señales

La familia Fernández

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para que se detuviera. Adela estaba asustada. Raúl tardaba demasiado en

reaccionar. La policía le hizo la prueba del alcohol y Raúl dio positivo. Le

denunciaron y no le permitieron conducir. Los agentes dejaron

inmovilizada la moto.

Adela se sintió aliviada. No le importaba en absoluto, prefería el

disgusto de la denuncia y la multa, a volver a pasar miedo y arriesgarse a

tener un accidente.

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6. UTILIZACIÓN DE LA VÍA Y SUS CARRILES

Eran las tres de la tarde. Los coches circulaban rápidos por la autopista.

Ubaldo, muy serio y callado, cambiaba de marchas con tanta brusquedad

que parecía que se iba a quedar con la palanca de cambios en la mano. El

cuentakilómetros marcaba 120 km/h y poco a poco iba aumentando la

velocidad. Marisa echó una mirada a la aguja de la velocidad e hizo un

gesto con la cabeza. Ubaldo entendió el mensaje y levantó un poco el pie

del acelerador.

-No te preocupes que no paso de 120 km/h -dijo Ubaldo.

-No hace falta que corras tanto, llegamos a tiempo –contestó Marisa.

Ubaldo y Marisa van al pueblo, a la boda de una sobrina. Se han

entretenido un poco, están nerviosos y se echan la culpa en uno al otro

del retraso.

De pronto, Ubaldo comienza a tocar insistentemente el claxon. Un

vehículo que circula más lento que él va por el carril de la izquierda y le

obstaculiza el paso.

-Tranquilízate -dijo Marisa-, que ya se apartará.

-¿Pero no ves por dónde va? ¿Para qué tiene el carril derecho? ¡Y

encima se pone chulito!

La familia Fernández

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Ubaldo mira nervioso por el espejo retrovisor. Piensa en adelantar por

la derecha, pero la mirada de Marisa lo detiene. Espera paciente un poco

más y el coche se aparta. Al pasar a su lado le increpa con gestos. El

conductor le responde con un gesto de desprecio.

Marisa, que se está sacando el permiso de conducir en la autoescuela,

se queda pensando en todo lo que había ocurrido. «Un vehículo que

circulaba por el carril izquierdo impidiendo el paso a los vehículos que

circulaban más rápidos; Ubaldo comportándose groseramente con él; el

otro conductor respondiendo de la misma manera y, por último, Ubaldo

cambiando bruscamente de carril sin señalizar la maniobra».

Un fuerte sonido de claxon interrumpe sus pensamientos. Están aún en

el carril de la izquierda y un vehículo quiere adelantarlos. Ubaldo mira por

el retrovisor. Sin decir nada, comprueba que por el carril de la derecha no

viene ningún otro vehículo, acciona el intermitente y suavemente cambia

de carril.

Con un gesto amable, pide disculpas al conductor que les adelanta.

Marisa mira a Ubaldo. Como dice el refrán: Una mirada vale más que mil

palabras. El mensaje ha sido recibido.

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7. VELOCIDAD

Como todos los días temprano, Ubaldo baja al bar de Luis a tomar un

café. Luis es un forofo del futbol y a Ubaldo le encanta meterse con él

cuando su equipo pierde. La Liga ha terminado pero Ubaldo sigue fiel a su

cita de todas las mañanas, con Luis siempre tiene una buena conversación.

-Buenos días. ¿Qué tal? -saluda Ubaldo.

-Ya ves, leyendo el periódico -contesta Luis-. Todos los lunes se leen las

mismas desgracias en las carreteras.

-Claro. No hacemos mucho caso de las recomendaciones de Tráfico y así

nos va –responde Ubaldo-. Y no solo es eso, sino que no aplicamos

correctamente el Reglamento de Circulación.

-Es verdad, la mayor parte de los accidentes -dice Luis-, se producen por

exceso de velocidad.

-Sí. Cada vez los coches son mejores, más rápidos y circular solo a 120

km/h parece muy poco -comenta Ubaldo.

-Oye, Ubaldo -continua Luis-, el Reglamento está por algo. Solo se

puede ir a 120km/h en las autopistas y autovías. En el resto de las

carreteras hay que respetar los límites correspondientes.

-Y además de respetar la velocidad, hay que tener en cuenta las

características de la carretera, el tiempo y que las condiciones personales

sean las adecuadas -dice Ubaldo.

-¡Cómo somos! La típica frase «No merece la pena jugarse la vida por ir

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más deprisa» solo la decimos cuando no estamos al volante -responde

Luis.

-Solo hablamos -dice Ubaldo- de los que van deprisa, pero también hay

otros que llevan un paso que...

-¡Hombre! -exclama Luis- es que los conductores que van a una

velocidad demasiado baja también pueden ocasionar problemas. No serán

tan graves como los que provocan los que van a velocidad excesiva, pero

accidentes al fin y al cabo.

-En fin, cóbrame el café, que me voy «acelerando».

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8. DISTANCIA DE SEGURIDAD

El viernes fuimos a casa de mi abuela. Como era el primer día de un

puente, salían muchos coches de la ciudad y tuvimos que ir un rato en

caravana.

Llevábamos media hora de viaje cuando vimos un accidente con cuatro

coches implicados.

-Vaya, un accidente en cadena –dijo Ubaldo.

El primero de los coches había dado un frenazo y el de detrás había

chocado con él. Cada uno de los dos siguientes había chocado con el de

delante.

Mi padre dijo que habían chocado porque no mantenían la distancia de

seguridad correcta. Si vas demasiado pegado al coche de delante, dijo,

además de no ver nada no te da tiempo a reaccionar.

Me contó un truco que utiliza para saber si va demasiado cerca del

coche de delante: cuando el coche de delante pasa por alguna señal de la

carretera, tienes que decir despacio «Mil ciento uno, mil ciento dos».

Si cuando terminas de decirlo tu coche no ha llegado a esa misma señal,

sabes que vas a una buena distancia de seguridad.

Si al terminar de decirlo tu coche ha llegado a la misma señal, es que

vas demasiado cerca y tienes que separarte un poco más.

Como no lo entendía muy bien, cuando paramos un rato para

descansar, mi padre cogió un cuaderno y me hizo este dibujo:

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Es importante mantener la distancia de seguridad de modo que

podamos detener nuestro vehículo ante cualquier obstáculo que se

presente de repente.

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9. COMPORTAMIENTO EN LOS CRUCES

La semana pasada, cuando regresaba a casa después de haber cerrado

la frutería, vi un accidente. Dos vehículos chocaron en un cruce.

Al parecer, iban a demasiada velocidad y uno de ellos no respetó una

señal de ceda el paso. Uno de los conductores salió despedido por la

luneta delantera. No llevaba puesto el cinturón de seguridad. Cuando

llegó la ambulancia, su cuerpo estaba a unos metros del coche en un

charco de sangre. El conductor del otro coche también estaba herido,

aunque al llevar el cinturón puesto, estaba menos grave.

Un guardia civil de Tráfico dijo que los cruces son peligrosos por ser la

zona común de dos o más vías. El conductor de la ambulancia dijo que

muchos accidentes se evitarían si tuviéramos más precaución al entrar en

un cruce y disminuyéramos la velocidad.

Pregunté quién había tenido la culpa. Los dos habían sido imprudentes,

me dijeron, por conducir demasiado deprisa y por no mirar atentamente,

pero quien tuvo mayor culpa fue el conductor que no respetó la señal de

«Ceda el paso».

Se me quedó grabada la imagen de aquel accidente. Días más tarde aún

La familia Fernández

Lecturas de Educación vial - DGT

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recordaba las palabras de uno de los agentes de tráfico: «Si en un cruce no

hay ninguna señal, tendrá preferencia aquel vehículo que salga por la

derecha. Si existe alguna señal de preferencia, respetaremos lo indicado

en ella. Y, en último lugar, la preferencia de paso no está reñida con la

cortesía».

Desde entonces, cada vez que paso por un cruce disminuyo la

velocidad, observo atentamente y sigo las indicaciones de las señales.

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10. PRIORIDAD DE PASO

Todo pasó en un momento. Yo estaba en mi ventana y, cuando me

quise dar cuenta, un camión y un coche estaban a punto de chocarse.

En mi calle están haciendo obras y solo cabe un vehículo. Un coche por

un lado y un camión por otro, habían entrado a la vez en la calle. El

conductor del coche decía: -¡Yo he entrado primero, así que no entiendo

por qué usted se ha metido! Dé usted marcha atrás.

El conductor del camión no se quedaba atrás con los gritos: -¡No, señor,

no! ¡Hemos entrado a la vez!, y tiene que retroceder usted, porque para

un camión es más difícil dar marcha atrás.

Pasó un buen rato hasta que el conductor del coche lo entendió.

Aunque hubieran entrado a la vez, debía retroceder él. Para un camión es

más difícil maniobrar, porque es más grande.

No hubiera sido lo mismo, explicaba el tendero de enfrente, si hubieran

sido dos coches iguales y la calle fuera en cuesta. En ese caso, debe

retroceder el coche que baja y continuar su camino el que sube.

Entre tanto trasiego y confusión, cuando ya se había deshecho el lio

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entre el coche y el camión, casi atropellan a un niño que cruzaba por la

esquina. La madre, que estaba asomada a la ventana, gritaba: ¡Que le

pilla, que le pilla...!

Bajó el padre y habló con el conductor. El pobre hombre estaba atacado

de los nervios. El padre le tranquilizaba, le decía: -Debe usted tener más

cuidado. Tiene que dejar pasar a los peatones en las esquinas o en los

pasos para peatones, en ellos los peatones tienen preferencia de paso.

Al final se tranquilizó todo y siguieron las obras.

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11. INCORPORACIÓN A LA CIRCULACIÓN, CAMBIO DE DIRECCIÓN, DE CARRIL O DE CALZADA

Montamos en la furgoneta para regresar. Las risas y las bromas nos

acompañaban hasta casa. Micaela, Raúl y yo estábamos muy contentos,

habíamos pasado un día estupendo en el campo con nuestros tíos y

primos.

La circulación por la autopista era muy intensa pero fluida. De pronto,

mi padre giró el volante bruscamente y gritó:

-¡¿Has visto a ése?! ¡Mira qué bruto! ¡Se incorpora a la autopista y ni

tan siquiera mira! Primero se mira, luego se señala y luego se hace la

maniobra. Como cuando te cambias de carril.

Un poco más adelante paramos en un área de descanso y mi primo, que

iba en una furgoneta detrás de nosotros, comentó a mi padre:

-Casi os la dais, ¿eh?

-¡Si es que salen sin mirar! -dijo mi padre.

-Le podías haber facilitado la incorporación cambiándote de carril -le

La familia Fernández

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contestó mi primo.

Seguimos camino hacia casa cuando le pasó algo parecido a mi primo.

Iba a hacer un cambio de dirección. Miró, pero al torcer a la izquierda no

vio que una bicicleta estaba haciendo el mismo giro. ¡Casi tira al ciclista!

Entonces, al llegar, fue mi padre el que le recriminó diciéndole:

-¿Lo ves?, nadie es perfecto.

-Sí, pero él tenía que ponerse a la izquierda -dijo mi primo.

-No -le contestó mi padre-, si no hay un carril específico para hacerlo,

las bicicletas y los ciclomotores deben colocarse a la derecha fuera de la

calzada y desde ahí girar a la izquierda.

Los dos aprendieron su lección:

Ubaldo aprendió que hay que facilitar la incorporación al carril.

Mi primo que hay que estar siempre bien atentos a lo que hacen el

resto de conductores y usuarios de las vías.

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12. CAMBIO DE SENTIDO Y MARCHA ATRÁS

Estábamos muy contentos. Mi padre nos había llevado a mi hermano y

a mí a comprar naranjas a Valencia. Cuando llevábamos más de doscientos

kilómetros, mi padre comentó:

-Se ha encendido la luz de la reserva de la gasolina, hay que encontrar

una gasolinera.

Todos nos pusimos a mirar por la ventanilla. Al cabo de un rato le grité:

-¡Papá, papá! ¡Una gasolinera!

Pero mi padre tardó en reaccionar y se la pasó. ¡Todo el camino

buscando una y luego se la salta!

Tuvimos que hacer un cambio de sentido que era un poco complicado,

porque había mucho tráfico.

Menos mal que era una carretera porque si hubiéramos estado en una

autopista, en una autovía, en un túnel, en un tramo con poca visibilidad o

si hubiese alguna señal de prohibido adelantar, no hubiésemos podido

hacer el cambio de sentido.

Al final, como había mucho tráfico, mi padre tuvo que parar fuera de la

calzada para no entorpecer y esperar a que no viniera nadie. Después de

esperar un poco y observar el tráfico, mi padre señalizó la maniobra y

rápidamente dio la vuelta. Yo ya pensaba que tendríamos que empujar la

furgoneta hasta la gasolinera, pero al fin llegamos.

Ese día no se terminaron ahí los despistes de mi padre. Cuando

llegábamos a la gasolinera mi padre se pasó un sitio para aparcar; todos

La familia Fernández

Lecturas de Educación vial - DGT

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diciéndole: “¡ahí, ahí!”, y él como si nada, ¿en qué estaría pensando?

Paró, pero al momento continuó.

-Pero, papá, ¿por qué no das marcha atrás?-, dijo Micaela.

-Porque está prohibido -contestó-. Solo se puede ir marcha atrás para

hacer una maniobra. No porque nos hayamos pasado un sitio de aparcar.

-Y nunca se puede ir marcha atrás en autovías, ni en autopistas -recordó

Marisa.

Por fin llegamos al almacén. Después de cargar la furgoneta, fuimos a

bañarnos a la playa.

La familia Fernández

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13. EL ADELANTAMIENTO

Como otras tardes Ubaldo acudía a la Autoescuela a recoger a Marisa.

Ya había aprobado el examen teórico y había comenzado con las clases

prácticas.

-¿Qué tal ha ido hoy? -pregunta Ubaldo.

-Bien, hemos empezado con los adelantamientos, pero me parece que

es muy difícil y peligroso -responde Marisa.

Ubaldo, que siempre presume de ser un buen conductor, asiente con

la cabeza.

-Hoy me han enseñado -continúa Marisa- las reglas de seguridad para

realizar un adelantamiento. ¿Tú las aplicas? -preguntó a Ubaldo.

-¿Yo? ¡Siempre! -replicó Ubaldo.

-¡Demuéstramelo!

-Primero: regla PVO, antes de iniciar el adelantamiento. Segundo:

regla RSM, al iniciar la maniobra. Tercero: otra vez RSM al regresar al carril

La familia Fernández

Lecturas de Educación vial - DGT

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derecho -contestó con desparpajo Ubaldo.

-¿Pero sabes lo que significa cada una?

-Pues claro que sí -replica Ubaldo casi enfadado-. La primera regla:

PVO quiere decir POSICIÓN, VELOCIDAD y OBSERVACIÓN.

P: Significa que hay que llevar una POSICIÓN correcta en la carretera.

Ni muy lejos ni muy cerca del coche que queremos adelantar.

V: Quiere decir que debemos llevar una VELOCIDAD que nos permita

realizar el adelantamiento adecuadamente.

O: Nos indica que debemos OBSERVAR el tráfico, la vía y las señales

para ver si podemos realizar el adelantamiento.

La segunda regla: RSM, significa RETROVISOR, SEÑALIZAR y

MANIOBRA.

R: Significa que debemos observar por el RETROVISOR antes de

realizar la maniobra.

S: Quiere decir que hay que SEÑALIZAR con el intermitente.

M: Ya podemos hacer la MANIOBRA.

Y, por último, la tercera regla es aplicar otra vez los mismos pasos que

en la segunda regla. RSM para regresar al carril: mirar por el retrovisor,

señalizar la maniobra y hacer la maniobra si todo es correcto.

-¡Vale, vale! ¡Qué chico más listo! -dice Marisa.

-¡Qué! -replica con ironía Ubaldo-. ¿Te creías que no me acordaba?

-Lo que hace falta ahora es que lo cumplas siempre -le contestó

Marisa mientras se montaba en la furgoneta. Ubaldo es buen conductor y

siempre que él conduce la familia se siente segura.

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14. UTILIZACIÓN DEL ALUMBRADO

Hoy nos hemos levantado a las cinco. Tenemos que estar a primera

hora de la mañana en Segovia para comprar ajos y cebollas.

Cuando bajamos a la calle vemos que hay niebla.

-Me parece que vamos a tener mucha niebla -comenta Marisa, que me

acompaña en el viaje.

-Eso me temo -le contesté.

Y en efecto, cuando solo hemos recorrido unos kilómetros, la niebla se

hace muy espesa y tenemos que poner las luces antiniebla delantera y

trasera.

Casi no se ve nada, la visibilidad es muy escasa. Afortunadamente, al

poco rato, la niebla se levanta. Quito la luz antiniebla, pero como todavía

es de noche dejo las luces de cruce, las de corto alcance.

Un vehículo que se aproxima por detrás viene también con las luces de

carretera dadas y me va deslumbrando por el espejo retrovisor.

Como no cambia a la luz de cruce, pongo el espejo en posición de anti-

deslumbramiento.

A los que vienen de frente los está deslumbrando. Algunos le dan

ráfagas de luz. Esto es lo peor, ya que también me dejan sin ver a mí y

tengo que mirar de reojo al lado derecho de la carretera para que no me

deslumbren.

La familia Fernández

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Para completar la situación, delante de mí va un coche con toda la parte

de atrás llena de reflectantes y luces de colores que me distraen. Están

prohibidas y pienso que este conductor hace poco caso a las normas.

El sol ya ha terminado de salir. Como se ve bien, apago las luces. Al

poco tiempo, doy la luz de cruce. Vamos a entrar en un túnel y es

obligatorio utilizarlas.

Espero tener hoy un buen día. Ya veo a lo lejos Segovia.

Cuando vuelva tengo que llevar el coche para que Paco, el mecánico,

revise los faros. Me parece que no están correctamente reglados y

alumbran demasiado bajo.

La familia Fernández

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15. LA SEÑALIZACIÓN ÓPTICA Y ACÚSTICA

Era Semana Santa. Como todos los años, íbamos a visitar a nuestros tíos

de Sevilla.

Para no encontrarnos con mucho tráfico habíamos previsto salir muy

temprano, de madrugada. Mientras Marisa terminaba de arreglar a

Pedrito y a Micaela, yo metía las maletas en la furgoneta.

Como tardaban mucho, comencé a tocar el claxon para que se dieran

prisa.

-¡Ya vamos! -dijo Micaela, que apareció por el portal cargada con una

bolsa llena de muñecas-. ¡Qué pesadito! ¿Tú no sabes que no se puede

tocar el claxon sin motivo?

-¿Y tú no sabes que eres muy lista y que llevo esperando media hora? -

contestó Ubaldo enfadado.

-¡Pues te pondrán una multa! -replicó Micaela. Ubaldo la miró y sonrió.

En el fondo sabía que tenía razón. Las señales acústicas solo se pueden

hacer para advertir de nuestra presencia o para evitar un accidente. Por

fin todos correctamente sentados en la furgoneta y con los cinturones de

seguridad puestos. Ubaldo marcó con el intermitente a la derecha para

incorporarse a la calle.

-¿Piensas llevar el intermitente todo el viaje? -dijo Raúl.

La familia Fernández

Lecturas de Educación vial - DGT

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-¡Pues vaya viajecito que me van a dar estos sabiondos! -replicó

Ubaldo-. Ya sé que hay que dejar de señalizar cuando se ha terminado la

maniobra. Si estuvierais callados habría oído el tic-tac y lo habría quitado.

-¡Eso! Ahora tendremos que ir en la furgoneta como si estuviésemos en

misa -contestó Raúl acompañado por las risas de todos.

-Te vamos a comprar un sonotone -dijo Marisa sonriéndose.

Aunque se metían con él, a Ubaldo le gustaba que su familia fuera así.

Los veía contentos y felices y eso era lo importante.

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16. EL CINTURÓN DE SEGURIDAD

Todos los años, por Navidad, la familia viaja al pueblo natal de Ubaldo.

Este año van a estrenar autovía, así que el viaje será más rápido, cómodo y

seguro.

Micaela es una niña traviesa e inquieta. Pregunta cada cinco minutos a

su madre -Mamá, ¿queda mucho? Marisa responde: -Un rato largo,

cariño. Siéntate bien y no te sueltes el cinturón. Y no te muevas tanto, que

te vas a marear.

Mientras, Raúl y Eduardo, cada uno en su asiento y con el cinturón de

seguridad, van hablando de sus cosas. Pedrito, el peque, ya se ha dormido

en su sillita de retención infantil.

Ubaldo ha salido ya de la autovía. El viaje está terminando y hay que

atravesar varios pueblos antes llegar a casa de sus padres. En el primero

de los pueblos, un semáforo amarillo intermitente indica que se pondrá en

rojo si se excede la velocidad. Ubaldo frena un poco más brusco de lo

normal para evitar que se ponga rojo.

La familia Fernández

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Micaela, que se ha soltado el cinturón sin que se dieran cuenta para

coger un juguete, sale lanzada hacia delante y se da un golpe en la cabeza

contra el asiento de su madre. A Raúl y Eduardo el cinturón les ha frenado

sin problema. El pequeño, bien sujeto en su sillita, ni se ha enterado.

Micaela llora desconsolada porque se ha hecho un chichón en la frente y

se ha asustado.

-¡Mamá, mamá!, ¡qué susto!

-¡Claro! -reprocha Ubaldo-, si hubieras ido bien sentada y con el

cinturón como te ha dicho tu madre, no te habría pasado nada.

-Vale, vale, cariño -le consuela Marisa-, tranquila, pero ya ves lo que

pasa cuando no haces caso.

Eduardo y Raúl dicen a la vez: -¡Jo, qué susto nos has dado!

Al llegar a casa, los abuelos los reciben en la puerta, no pueden

contener su alegría.

-¡Hijo, hija! ¡Ay, mis niños!

Micaela aprovecha un minuto a solas con su abuela y le dice:

-Abuelita Josefa, tengo pupa, me duele la cabeza.

-¿Y eso, mi niña? ¡Uyyy..., pero qué chichón tienes!

-Es que no he hecho caso a mamá y no me he puesto el cinturón de

seguridad, papá ha frenado y…

- Ven, mi niña. Tienes que obedecer y ponerte siempre el cinturón. Ya

ves lo que puede pasar. La abuela te va a curar ese chichón con aceite de

oliva y mañana ¡como nueva!

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17. CASCO Y OTROS ELEMENTOS DE PROTECCIÓN

Marisa volvía de hacer unas compras para distraerse. Desde que su hijo

volvía del taller en moto, siempre esperaba su llegada un poco nerviosa.

Raúl había insistido tanto en tener una moto que su padre le prometió

que cuando trabajara le compraría una. Entonces empezó la intranquilidad

de Marisa.

Al volver la esquina le vio venir con su amiga Adela detrás. Raúl traía el

casco puesto. Su padre le había hecho prometer que se lo pondría

siempre. Además de ser obligatorio, podía salvarle la vida.

Marisa recordaba que cuando fueron a comprárselo. En la tienda les

explicaron que había diferentes modelos de cascos. Lo importante es que

fuera homologado y que se ajustase bien a la cabeza, ni holgado ni muy

ajustado. Se fijó en que uno que tenía un pequeño cartel: «En caso de

accidente, no me quites el casco».

Recordó lo que le habían explicado en la autoescuela: «Es peligroso

quitar el casco a un motorista que ha tenido un accidente. No se debe

manipular la cabeza. Se debe avisar al servicio de emergencia 112, los

profesionales sanitarios sabrán lo que tienen que hacer».

Marisa no quiso seguir pensando en eso y echó un vistazo al resto de

artículos de la tienda. Se fijaron en las gafas de seguridad y compraron

unas pensando en la molestia del viento y el sol en los ojos.

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Cuando Raúl llegó con la moto donde estaba su madre, Marisa observó

que Adela llevaba el casco en el brazo y frunció el ceño:

«Adela era la chica más presumida del mundo» -pensó-, «seguro que no

se pone el casco por coquetería». Cuando bajaron de la moto, Marisa dijo

en voz alta: -Ya sabéis que el casco es obligatorio para todos los que van

en la moto. Si no os gusta, tendréis que volver andando o en autobús.

-Jo mamá…, cómo eres… -Responde Raúl.

-¡Pero bueno! –Dice Marisa- ¿Es que queréis ser responsables de una

tragedia?, ¿os dais cuenta de lo que le puede pasar por la tontería de

presumir de la melena? Es que no tenéis cabeza…

Adela, avergonzada, responde rápido -Es verdad, ha sido solo un

minuto, pero no pasará más, se lo prometo.

-Venga, venga -dice Marisa-, aparca la moto y pasad a tomar algo, anda.

Marisa sabe que no volverá a pasar; Adela es una chica responsable y

una apasionada de las motos.

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18. LOS PEATONES

Raúl, como todas las tardes, regresaba a casa en su moto. Siempre

hacía la misma rutina: entraba lentamente por la calle; aparcaba frente a

su casa; se quitaba el casco y lo ataba con una cadena al asiento.

Marisa, que le veía llegar desde la ventana, enseguida notó que algo

había pasado.

-Tienes mala cara, ¿qué ha pasado? -le dijo nada más verle.

-Aún estoy impresionado. Un coche ha atropellado a un señor mayor

que estaba cruzando una calle.

-¿Ha sido grave? ¡Pobre hombre! Los conductores deben tener mucho

cuidado con los peatones. Tienen el mismo derecho a circular por la vía

pública y hay que respetarles -dijo Marisa.

-Ya, pero es que van por cualquier lado. Era un anciano y estaba

cruzando por mitad de la calle… Saben que tienen que ir por la izquierda

en las aceras, en las zonas peatonales y en carretera -contestó Raúl- pero

nada, al ser mayores tienen más dificultades para correr si viene un coche.

-Sí, sí, de acuerdo -contestó Marisa-, pero los conductores deben

prestar atención especial a los peatones y mucho más si son niños o

personas mayores.

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Micaela, que estaba escuchando la conversación, intervino:

-En el colegio nos han dicho que se tenemos que cruzar por los

semáforos cuando esté verde o por los pasos para peatones y, si no hay,

por las esquinas mirando a izquierda y derecha antes de pasar.

-Muy bien, Micaela -dijo Marisa haciéndole una caricia en la cabeza.

-Pues ya sabes lo que tienes que hacer, que alguna vez te he visto

cruzar sin mirar -dijo Raúl a Micaela.

Micaela sonrió y salió pitando. Marisa, que hacía poco tiempo que se

había sacado el permiso de conducir, recordaba las normas generales que

hay que respetar en cualquier sitio donde haya peatones:

«Debemos calcular más tiempo para detenernos si la calzada está

mojada o helada».

«Debemos dar mucho tiempo a los niños, a las personas de edad, a las

personas con discapacidad para atravesar la calzada».

«Nunca debemos indicar a los peatones que les permitimos el paso, ya

que puede venir otro vehículo que no los ha visto y atropellarlos».

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19. TRANSPORTE DE PERSONAS

Nos levantamos por la mañana temprano. Era día de trabajo y cada uno

tenía que cumplir con su tarea.

Yo iba a clase en ciclomotor. Papá quería que le llevara porque tenía

que ir a recoger la furgoneta al taller. Yo le dije que está prohibido ir dos

personas en ciclomotor si no consta en el permiso de circulación. Le

propuse que se fuera en la motocicleta con Raúl porque en la moto sí

pueden viajar dos personas, los dos con casco, claro.

Al mismo tiempo, salían de casa mamá, Micaela y Pedro. Ellos se

llevaban el coche que mamá había comprado cuando sacó el permiso de

conducir.

Micaela, que tiene menos de doce años, pretendía ir sentada en el

asiento delantero, pero mamá puso a los dos en el asiento trasero. A

Pedrito, como tiene dos años, en la sillita de retención infantil para que

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fuera bien sujeto y no pudiese salir despedido en caso de accidente. Así,

de paso, tampoco puede levantarse y distraer a mamá. A Micaela con el

cinturón de seguridad bien puesto.

Micaela seguía protestando porque quería ir delante, pero mamá fue

tajante: recordó a todos que el Reglamento de Circulación dice que está

prohibido que los menores de 12 años viajen en los asientos delanteros,

salvo que utilicen un asiento de seguridad para menores u otro dispositivo

homologado, y no había nada que hacer.

-Así que tenéis que ir en los asientos traseros, y tú –dirigiéndose a

Micaela-, sin quitar ni un segundo el cinturón de seguridad. No

arrancaremos hasta que lo tengas bien puesto, cariño.

Mamá aplicaba sus lecciones, por eso los sentó en la parte trasera, cada

uno con el sistema que le correspondía por su edad y tamaño. Además,

echó el seguro de las puertas para que no las pudiesen abrir desde dentro.

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20. TRANSPORTE DE CARGAS

Los niños estaban ya acostados. Marisa leía un libro y Ubaldo escribía

un correo electrónico.

-Ya he terminado de escribir a mi hermano Paco. ¿Lo lees a ver qué te

parece? -dijo Ubaldo. Marisa se acercó y comenzó a leer en alto:

Querido hermano: ¿Qué tal estás? ¿Cómo te va?

Nosotros estamos todos bien. Aquí las cosas cada vez son más difíciles:

mucho trabajo, todo más caro y menos dinero… Pero bueno, vamos

tirando.

Lo peor es que la semana pasada tuve un accidente, pero no te

preocupes, que no ha pasado nada. Resulta que se nos había estropeado la

furgoneta y tuve que llevarme el coche pequeño para ir a por la fruta para

la tienda. Lo cargué hasta arriba y puse cajas en la baca bien sujetas. En

una curva una de las cajas salió despedida… Me di un susto de muerte;

además de llevarme la correspondiente sanción, porque ya sabes que

ahora es infracción la caída de carga de un vehículo. Y es que los coches

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están para lo que están y no se les puede cargar como si fueran camiones.

En un turismo solo se pueden cargar bultos, equipajes.

Encima, cuando llevé el coche al taller me dijeron que las barras de la

baca sobresalían excesivamente, y eso también está prohibido.

Un disgusto y eso gracias a que no pasó nada ni nadie tuvo un

accidente, que si no…, pero la fruta, perdida; tuve que pagar la multa y

además arreglar la baca.

Así que he escarmentado y por mi propia seguridad y la de los demás, te

aseguro que no me volverá a pasar. La próxima vez ya sé lo que tengo que

hacer.

Sin más que contarte, un abrazo de tu hermano. Anda, escríbeme

pronto y cuéntame qué tal te va el negocio. Marisa y los niños te envían

muchos besos.

Marisa terminó de leer y esbozó una sonrisa. Ubaldo, como esperando

una respuesta, la miraba.

-¿Qué te parece?

-Bien, me parece bien -contestó Marisa-. Sobretodo que no repitas

poniendo bultos donde no se debe.

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21. LOS NEUMÁTICOS

Ubaldo y Marisa habían terminado la jornada y volvían a casa. Caía una

lluvia fina que mojaba la calzada.

La circulación era intensa pero fluida y, dado el estado de la carretera,

había que guardar la distancia de seguridad con mucha prudencia.

De pronto, el conductor del vehículo de delante frenó bruscamente y

obligó a Ubaldo a frenar. Sintió que el coche se deslizaba por el carril

como si fuera una pista de hielo. Al final, el vehículo se detuvo.

Ubaldo se quedó muy preocupado, nunca le había pasado nada igual. Al

llegar a casa se lo contaron al abuelo.

-Yo creo que lo mejor que puedes hacer es llevar el coche al taller de

Paco y que te mire los neumáticos -dijo el abuelo.

-Tienes razón, esta misma tarde pasaré por el taller.

Al llegar al taller, Paco, con una simple mirada a los neumáticos, se dio

cuenta de lo que pasaba.

-Mira -señalándole la rodadura del neumático-, ¡cómo no vas a patinar

si están casi lisos!

Pacientemente Paco le explicó que los neumáticos son el único

contacto del vehículo con el pavimento y son como el calzado: tienen que

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estar siempre en perfecto estado para que se agarren bien al suelo.

-Mañana te pongo ruedas nuevas -dijo Paco-, mientras, voy a mirar la

presión. Acuérdate de que esto tienes que hacerlo periódicamente,

porque un inflado incorrecto puede ser peligroso.

-De vez en cuando las miro, cuando me acuerdo -dijo Ubaldo.

-La presión está bien -contestó Paco-, pero ésta rueda es diferente a las

demás. Todas las ruedas tienen que ser iguales, o por lo menos las del

mismo eje.

-No lo sabía. De todas formas, también he notado que últimamente el

volante tiene vibraciones. ¿Puede ser de los neumáticos? -preguntó

Ubaldo.

-Sí. Eso puede ser porque las ruedas estén desequilibradas. Cuanto las

cambie, equilibraré todas -contestó Paco.

De vuelta a casa, Ubaldo comentó a Marisa lo tranquilo y seguro que se

conduce cuando se sabe que el vehículo está en perfecto estado.

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22. LOS FRENOS

Volvíamos a casa después de pasar un día en la sierra cuando noté que

el coche se iba a la derecha al frenar.

-¿Qué pasa, Ubaldo? –Preguntó Marisa.

-Nada, nada; no te preocupes –contesté. Aunque no quise comentarlo,

no se me iba de la cabeza la frase que tantas veces nos repetía el profesor

de la autoescuela: «Unos frenos en mal estado pueden ser causa de

accidente».

A la mañana siguiente, llevé el coche al taller de Paco. Cuando le dije

que tenía problemas con los frenos enseguida me preguntó si se hundía

mucho el pedal, si había mirado el nivel del líquido o si solo se desviaba el

coche al frenar. Le dije que se desviaba al frenar y me explicó que los

frenos podían estar desequilibrados.

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Mientras Paco miraba los frenos, aproveché la ocasión para preguntar

una duda que a veces me preocupaba: Si un día me fallan los frenos, ¿qué

debo hacer?

Paco me lo aclaró: Primero, presionar intermitentemente el pedal para

estar seguro del fallo. Si falla el freno de pie, hay que reducir la velocidad y

poner inmediatamente la marcha más corta posible; y, de forma rápida y

progresiva, tirar del freno de mano. Si no hay otro remedio, hay que

desviar el vehículo fuera de la calzada hacia el lugar menos peligroso.

En este caso no se debe olvidar apagar el motor para evitar la

posibilidad de que haya un incendio.

También me recomendó que para que no haya calentamiento de los

frenos por su uso continuo y prolongado, es recomendable que el motor

sea el que haga de freno empleando una velocidad más corta. Esto no

perjudica al motor.

Metido ya en la conversación, le pregunté qué era lo correcto en caso

de detención de urgencia.

-Si no puedes prevenir la situación -me explicó-, pisa a fondo el pedal

del freno varias veces lo más rápido posible. Si al frenar patinan las ruedas

y el volante no responde, debes aflojar el pedal del freno para hacerte con

la dirección del vehículo.

No era cuestión de entretener más a Paco, así que dejé el coche y me

fui. De camino a casa fui recordando todo lo que me había dicho.

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23. PREPARACIÓN Y DESARROLLO DE UN VIAJE

Estaban próximas las Navidades. Como todos los años, los Fernández las

pasarán en Extremadura con sus familiares.

Aunque todavía quedan algunos días, los medios de comunicación ya

difunden los mensajes de la Dirección General de Tráfico para conseguir

que la «Operación Salida» sea lo más fluida y segura posible.

Ubaldo, que siempre procura seguir los consejos, escucha atentamente

las recomendaciones de la tele para la preparación y el desarrollo del

viaje.

-Mañana tengo que hacer las comprobaciones de la furgoneta que

recomienda Tráfico.

-¿Pero otra vez tienes que llevar la furgoneta al taller? –dice Marisa,

que no está prestando mucha atención a lo que dice la tele­ ¡Pero si hace

cuatro días que la has llevado!

-No, no -contestó Ubaldo con una sonrisa-. Todo lo que hay que

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comprobar lo puedo hacer yo sin ir al taller: el aceite del motor, el agua

del radiador, si funcionan las luces, el estado y la presión de los

neumáticos, si llevo la rueda y las luces de repuesto, etc.

-Ya me habías asustado -dijo Marisa-. También podemos llamar al

teléfono de información de Tráfico -continuó Ubaldo-, el 011; nos

informarán del estado de las carreteras y de la ruta mejor, o mirar en la

web: http://www.dgt.es/

-En la autoescuela me han dicho que es conveniente parar a descansar

cada dos horas o doscientos kilómetros, hacer comidas ligeras para que no

dé sueño y, desde luego, nada de beber alcohol -dijo Marisa.

-¿Y, no te han dicho que no hay que llevar exceso de equipaje? -dijo

Ubaldo con no muy buenas intenciones.

-¡Que te veo venir! -dijo Marisa-. ¿A qué te refieres?

-No, a nada, a nada, no me refiero a nada -dijo Ubaldo.

-Porque solo llevo lo que necesito -contestó Marisa.

-Pues podrías necesitar menos -replicó Ubaldo.

El matrimonio siguió la discusión. Al final, Marisa llevará lo que vea

oportuno y lo cargarán todo en la furgoneta, eso sí, sin que esté en peligro

la seguridad vial.

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24. CONDUCCIÓN POR AUTOPISTA

Toda la familia había convencido a Marisa para que los invitara a comer

unas tortillas en el campo. Le habían puesto una condición: tenía que

conducir ella. Ya había conducido por la ciudad, pero este era su primer

viaje largo.

Lo que más miedo le daba era entrar en la autopista, pero Ubaldo la

animaba y le decía que no se preocupara.

-Lo que más miedo me da es coger la autopista –decía Marisa- la

entrada por el carril de aceleración y la salida por el de desaceleración.

-Tranquila, es muy sencillo, verás cómo no tienen ningún problema -

contestó Ubaldo para darle ánimo y clamarla-. Para entrar, observas el

tráfico, si no viene nadie por el carril de la izquierda, señalizas con el

intermitente y entras acelerando.

Para salir -continuaba Ubaldo- te colocas con tiempo en el carril de la

derecha, das el intermitente de la derecha y te desplazas para salir por el

carril de desaceleración. Nunca frenes en la autopista, siempre cuando ya

estés en el carril de deceleración.

-Ya, si eso ya lo sé, pero como en la autopista la velocidad es 120km/h,

hay que ir con cuidado -comentó Marisa.

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Marisa lo estaba haciendo muy bien. Durante todo el camino fue

recordando lo aprendido en la autoescuela sobre las autopistas y los tipos

de vehículos que pueden o no pueden circular por ellas.

Ubaldo la miraba en silencio. Se daba cuenta de que iba en tensión. -No

te preocupes que lo estás haciendo casi tan bien como yo -dijo Ubaldo con

tono de humor.

-Muy gracioso -contestó Marisa.

Cuando al fin llegaron, Marisa respiró tranquila. Ubaldo, que vio su cara

de alegría, pidió un aplauso para la conductora.

-Gracias, gracias -respondía Marisa a los aplausos. Todos sabían que con

un poco más de práctica sería una excelente conductora.

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25. CONDUCCIÓN POR AUTOVÍA

Teníamos puente largo y pensamos pasarlo en Mérida. Al entrar en la

autovía por el carril de aceleración, nos dimos cuenta de que todas las

señales eran de color azul y tenían los símbolos en blanco.

Mi padre dijo que las autovías son muy parecidas a las autopistas

porque tienen varios carriles separados para cada sentido y los vehículos

circulan, como máximo a 120 km/h. Igual que en ellas, no pueden circular

vehículos de tracción animal, ciclomotores, ni vehículos para personas con

movilidad reducida. Las bicicletas solo pueden ir por los arcenes si no se

prohíbe expresamente.

Íbamos todos contentos, hablando y escuchando la radio, pero

habíamos madrugado, el cansancio y el hambre nos hicieron pensar en

buscar un sitio donde parar. Como las autovías no pasan por ciudades, ni

pueblos, ni cerca de edificios, salimos a un área de servicio. Aprovechamos

para estirar las piernas y compramos una botella de agua y unos

bocadillos.

Antes de ponernos en marcha de nuevo llenamos el depósito y papá

limpió la luneta delantera. Después de un rato, llegamos al cruce del

desvío de Plasencia; allí teníamos que recoger a mis abuelos que se

sumaban a la excursión.

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Al salir a la carretera lo hicimos con precaución porque el firme es

diferente y las normas de circulación cambian. Por ejemplo: disminuye la

velocidad máxima permitida; además, ya solo hay un carril para cada

sentido y para adelantar debemos tener mucho cuidado por si viene algún

vehículo de frente.

Los abuelos estaban muy contentos, sobre todo porque hacía mucho

tiempo que no veían a todos sus nietos.

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26. CONDUCCIÓN NOCTURNA

Fuimos a pasar el día al campo. Aunque era invierno, hacía muy buen

tiempo. Comimos, paseamos y cuando nos dimos cuenta se nos había

hecho muy tarde, oscurecía demasiado pronto todavía.

-Nos tenemos que marchar-dijo papá-, no me gusta conducir de noche;

siempre es más difícil porque la visibilidad se reduce.

Raúl y Eduardo exclamaron: -¡Pero papá!, si todavía es pronto… ¡Vamos

a quedarnos un poco más!

-No, no, venga, que por la noche no se aprecian bien las distancias y es

tan fundamental ver cómo ser visto. No vale la pena arriesgar por un rato

más, ya volveremos otro día.

Emilio y Rosa, los abuelos, daban la razón a Ubaldo y tenían un gran

empeño en que nos pusiéramos en marcha para regresar. Sabían que

tardaríamos más en volver porque por la noche la velocidad tiene que ser

menor. Además, Ubaldo tendría que estar más atento porque al llevar las

luces encendidas tendríamos que tener cuidado para no deslumbrar ni ser

deslumbrados por ningún otro vehículo.

A pesar de las protestas, recogimos y emprendimos el regreso a casa.

Salir pronto no evitó que antes de llegar se nos echara la noche encima y

papá tuviese que encender las luces del coche antes de que oscureciera.

Cuando venía un coche de frente, papá siempre cambiaba la luz de

carretera por la de cruce, para no deslumbrarle. Pero algunas veces un

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coche que venía de frente no cambiaba y le deslumbraba a él.

Circulaba delante de nosotros un coche rojo. Cuando nos íbamos

acercando a él, a menos de 150 metros, papá cambió las luces de

carretera por las de cruce.

-¿Por qué cambias las luces si no viene nadie de frente? –preguntó Raúl.

-Es para no deslumbrar por el espejo retrovisor -contestó papá.

Íbamos todos mirando la carretera. Papá tenía razón: de noche, con la

oscuridad se ve menos. ¡Menos mal que papá conduce con mucha

prudencia de día y de noche!

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27. LA LLUVIA

Nos quedaban solo unos kilómetros para llegar a casa cuando empezó a

llover. Primero suavemente, lo que hizo que Marisa comentase que las

primeras gotas que caen son las más peligrosas y hay que ir más despacio

porque existe riesgo de deslizamiento.

-Ve despacio, hijo -comentó el abuelo.

-No se preocupe abuelo -dijo Eduardo-, papá lleva muchos años

conduciendo.

-Cuando llueve -intervino Ubaldo en tono tranquilizador- hay que ir

despacio porque los neumáticos se agarran menos y la visibilidad

disminuye. Pero no os preocupéis, que siendo prudente y aumentando la

distancia de seguridad, no tiene por qué pasar nada.

-Por detrás no se ve nada -dijo Adela, la amiga de Raúl-. Están los

cristales empañados.

-Pronto se desempañarán -contestó Ubaldo-. Ya he puesto en marcha la

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luneta térmica trasera y la calefacción delantera dirigida al parabrisas.

La lluvia era cada vez más intensa. Los limpiaparabrisas casi no podían

con tanta agua. La visibilidad cada vez era menor.

-¿Has puesto las luces de cruce? -preguntó Marisa.

-Sí, sí; en cuanto ha empezado a oscurecer y a llover, que siempre se ve

y te ven peor -dijo Ubaldo.

-¿Estamos llegando ya? -preguntó Micaela con tono de preocupación.

-Ya estamos -Ubaldo frenó suavemente frente al portal de Adela.

-Hasta mañana -se despidió Adela. -¡Hasta la próxima! -Dijeron todos.

Poco a poco había dejado de llover, pero las calles estaban todavía

mojadas y había que conducir con precaución.

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28. LA NIEVE

Había nevado toda la noche. Todo estaba cubierto de nieve, hacía frío y

pensábamos salir después de comer. Tuvimos que limpiar la salida y quitar

la nieve desde la puerta del garaje hasta la calle para poder sacar el coche.

Raúl y Eduardo hacían bolas de nieve y se las tiraban a Micaela.

Mientras, Marisa y yo nos acercamos al bar de Luis a despedir a los

amigos.

-Ubaldo, como siga nevando, os vais a tener que quedar en casa –

comentaba Luis.

-Espero que pare y podamos viajar -contestó Ubaldo.

-Si se congela el parabrisas -continuó Luis-, un buen remedio casero es

mezclar un poco de alcohol con el agua del depósito del limpiaparabrisas.

-¿Os vais hoy? -preguntó Paco, que en ese momento llegaba a

desayunar. Paco ha sido camionero durante más de 25 años y había hecho

mil viajes por el mundo con en todo tipo de condiciones.

-Sí, después de comer -contestó Marisa.

-Pues ya podéis ir con cuidado -continuó Paco con tono magistral-.

Recordad que debéis revisar el anticongelante si hace mucho tiempo que

no lo habéis cambiado. Para evitar el deslizamiento, procurad circular por

la misma rodadura del vehículo que os preceda. Si el coche patina o

derrapa, hay que mover el volante hacia el lado contrario a donde se

deslice la parte trasera del vehículo. Además, hay que mantener una

distancia de seguridad suficiente y no pisar el freno.

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-Oye, ¿y las cadenas? -preguntó Ubaldo.

-Como sigue nevando -continuó Paco-, llévalas preparadas;

posiblemente las tengáis que poner. Ya sabéis que se colocan en las

ruedas motrices, es decir, en las ruedas donde va la fuerza del motor, en

general, las ruedas delanteras, y siempre se debe circular muy despacio.

Cuando nieva, la visibilidad disminuye y la distancia de frenado puede ser

hasta diez veces superior a lo normal.

Después de todos estos consejos invitamos a Paco a desayunar y nos

despedimos hasta la vuelta.

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29. EL HIELO

-¡Raúl, Micaela! Ayudad al abuelo a sacar las maletas, que se nos hace

tarde. Eduardo, coge a Pedrito y ponlo en su sillita de viaje, por favor,

asegúrate de que el cinturón lo lleva bien –dijo Marisa.

La familia estaba muy ajetreada preparando el viaje al pueblo de

Ubaldo. Iban todos, hasta el abuelo Emilio y la abuela Rosa. Después de

cargar la furgoneta y acomodarnos, todos con los cinturones de seguridad

puestos, emprendimos el viaje.

-Ten cuidado con aquella curva, ya sabes que no da el sol y anoche heló

mucho, seguro que ese trozo de carretera está como un cristal -comentó

el abuelo.

-Y si está helado, ¿cómo pasamos?-dijo Raúl.

-Pues muy despacito y sin pisar el freno. Si se pisa el freno cuando hay

hielo, el coche puede patinar. Acabaríamos dándonos un buen baño en el

rio y el agua tiene que estar…– bromeaba Ubaldo-.

-¡Yo no me quiero bañar! –decía Micaela preocupada, el río le quedaba

justo a su lado, a la derecha.

-Tranquila, cariño, que es broma. Circulando despacio y sin pisar el

freno, no tiene por qué pasar nada. Además, cambié los neumáticos hace

La familia Fernández

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15 días, y ahora se agarran muy bien.

Eduardo estaba muy interesado en el tráfico. Constantemente iba

haciendo comentarios y preguntas.

-¡Ten cuidado con aquel coche que va delante! ¡Que si frena de golpe

chocaremos con él!-le dijo a Ubaldo.

-Con la distancia de seguridad que llevamos es suficiente para no

chocar; no te preocupes. Con hielo siempre aumento un poco la distancia -

contestó Ubaldo.

-¿No te habrás dejado las cadenas en casa? -intervino el abuelo-.

Cualquier día amanece todo nevado y no podemos circular sin cadenas.

-No se preocupe, Emilio, las tengo en el maletero –contestó Ubaldo y

además hemos ensayado cómo ponerlas.

De regreso hacía un sol brillante, lo que nos ayudó a volver sin ningún

inconveniente.

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30. LA NIEBLA

Eduardo y Micaela viajaban en silencio en los asientos traseros del

coche. Tanto silencio no era normal: era síntoma de inquietud.

La niebla lo oscurecía todo. Ubaldo conducía en silencio muy arrimado

al parabrisas en un intento de ver más, pero era inútil, la carretera se veía

cada vez peor. La noche había caído.

Para evitar que el parabrisas se empañase había orientado el chorro de

aire hacia él y utilizaba periódicamente el limpiaparabrisas.

De vez en cuando, ponía la luz de carretera, las largas, pero

inmediatamente volvía a las de corto alcance o de cruce, ya que con las

luces largas se veía peor porque reflejaban en la niebla y le deslumbraban.

Un vehículo se acercó por la parte posterior. Se dio cuenta en ese

momento de que no había puesto la luz antiniebla trasera y lo hizo

inmediatamente.

Miraba por el espejo retrovisor para observar al otro vehículo. «Debe

ser un buen conductor», pensó, «ya que no adelanta en estas condiciones

y mantiene una correcta distancia de seguridad».

De pronto, como por arte de magia, la niebla desapareció, mejoró la

visibilidad, la calzada estaba seca y las condiciones cambiaron

radicalmente; entonces apagó la luz de niebla.

Ubaldo, utilizando su intermitente derecho, cedió el paso al vehículo

que circulaba detrás de él y, a un saludo de cortesía con el claxon, él

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respondió con otro.

Eduardo y Micaela, como es habitual en ellos, comenzaron a reír y a

jugar: ya no tenían miedo. Ubaldo se sentó más cómodamente en su

asiento y respiró tranquilo. Marisa miraba a Ubaldo y a la carretera, y

pensaba en lo rápido que cambian las condiciones cuando conduces y lo

atento que hay que estar cuando se conduce.

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31. EL VIENTO

Marisa metió el equipaje en el maletero; se disponían a iniciar el viaje

para pasar el puente en la playa. Llevaban tantos bultos que, para ir más

cómodos en los asientos traseros, habían puesto dos maletas en la baca.

Para ser el primer día de vacaciones, el tiempo no era muy bueno: se

había levantado viento.

Ubaldo comprobó que las maletas estaban bien fijadas, y subieron

todos al coche. Ubaldo y Marisa pensaban turnarse para conducir;

empezaba el viaje Ubaldo.

-¡Ubaldo, ve más despacio! -dijo Marisa.

Ubaldo iba pendiente del coche que tenía al lado, en el carril derecho

de la autovía, porque parecía que los golpes de viento le empujaban hacia

él. No entendía por qué se le iba la dirección. Había conducido con ese

viento en otras ocasiones y el coche no había reaccionado así.

No se daba cuenta de que al llevar las maletas en la baca, el coche

perdía mucha estabilidad. De repente, oyó un golpe tremendo. La sujeción

se había roto y una de las maletas, con el viento y la velocidad, había

salido disparada. Casi había golpeado al coche de atrás. Ubaldo marcó con

el intermitente para parar en el arcén de la derecha. Antes de salir, se

puso el chaleco.

El otro coche también había parado y el conductor, también con el

chaleco, estaba señalizando la zona con los triángulos. La maleta había

acabado en la cuneta y, afortunadamente, no entorpecía el tráfico.

El pobre hombre estaba pálido; llevaba un remolque y el frenazo casi le

hizo volcar.

Una vez en el arcén, con la zona señalizada, los dos conductores

revisaron los vehículos. Pensaban hacer un parte amistoso, pero vieron

que no había daños. Así que recogieron los bultos y los colocaron

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correctamente dentro del coche. Ambos reconocieron que llevaban

demasiado equipaje para viajar en un día tan ventoso: el uno demasiadas

maletas en la baca, el otro un remolque enganchado al coche.

En ese momento se fijaron en la señal, una manga de franjas rojas y

blancas, colocada en lo alto de un poste: señalizaba que la zona donde

estaban era una zona de peligro por viento. Estaba casi horizontal.

Demasiado viento.

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32. LOS NERVIOS

Los padres de Adela habían invitado a los Fernández a cenar en su casa.

Celebraban su llegada a España hacía un año. Los Gómez, que así se

apellidaban, eran de la República Dominicana. Desde que su hija Adela se

había instalado en España soñaban con poder reunificar a la familia y, al

final, su sueño se había convertido en realidad.

Como para todos los recién llegados a un nuevo país, los principios

fueron muy duros. Las dificultades se fueron superando gracias a la buena

acogida, a que iban saliendo trabajos y a la ventaja de hablar un mismo

idioma.

Ubaldo estaba muy nervioso, era la primera vez que iba a ver a los

padres de Adela. Mientras Marisa se pintaba los labios, Ubaldo intentaba

hacerse el nudo de la corbata.

-Nada, que no hay forma -murmuraba.

Marisa, que le observaba por el rabillo del ojo, se volvió hacia él y con

tranquilidad se la anudó.

-Si estás nervioso es mejor que conduzca yo -dijo Marisa.

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-Sí, la verdad es que estoy un poco nervioso –contestó Ubaldo- esto de

llevar corbata me pone…

-¿La corbata o la cena? –Dijo Marisa-.

-Las dos cosas –dijo Ubaldo-, es que no sé cómo serán ¿y si no nos

caemos bien?

-¡Pero bueno! ¿No ves cómo es Adela? –Dijo Marisa- ¡Pues su familia

igual! Tan normales y sencillos como nosotros.

-Entonces me quito la corbata –insinuó Ubaldo-. Pero la mirada de

Marisa hizo que no tocara el nudo que ella había hecho.

-Bueno, conduciré yo, así podrás tomar un poco de vino en la cena y no

estarás preocupado por conducir.

Ubaldo lo agradecía, sabía que era lo mejor. Desde luego uno de los dos

no pensaba beber para poder conducir a la vuelta.

Los nervios y la intranquilidad no son buenos amigos de la conducción.

Es necesario conducir tranquilos, no despreocupados, porque siempre hay

que estar muy atentos a lo que pueda suceder en la carretera.

La cena fue un éxito. La familia de Adela era muy agradable. Cuando

solo llevaban una hora juntos, parecía que se conocían de toda la vida. Al

final, brindaron con el vino que llevaron los Fernández. Marisa tomó un

refresco sin alcohol.

Después de los nervios que habían pasado regresaban felices y

contentos. Y Ubaldo con la corbata en el bolsillo.