eestn 5 historia profe: barcala fernando

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EESTN 5 3ero-6xta t.t. Historia Profe: Barcala Fernando [email protected] Classroom ms7h2qs Actividad compensatoria Aclaración: estas actividades son solo para los que, o nunca entregaron nada o entregaron pocas actividades. 1. ¿Qué fueron las reformas borbónicas? Nombrar y explicar al menos tres reformas. 2. ¿Cuáles son las dos medidas que se toman durante las Invasiones Inglesas (1806-1807) que nos permiten acercarnos a un germen de conciencia nacional? 3. Realizar un breve resumen de los acontecimientos ocurridos durante la “Semana de Mayo” de 1810. 4. ¿Qué estaba pasando en Europa previo a la Revolución de Mayo? 5. ¿Qué fue y cómo fue la campaña libertadora a Chile de San Martín? 6. ¿Qué fue la anarquía del año XX”? Definir a los Unitarios y a los Federales ¿Cómo eran las economías regionales de nuestro territorio? ¿Cómo afectó el liberalismo económico a esta región? 7. ¿Qué fue el empréstito a la Baring Brothers? ¿Cómo quedamos posicionados frente a Gran Bretaña? 8. ¿Cuáles son los acontecimientos que le permiten a Juan Manuel de Rosas llegar a la gobernación de Bs As con facultades extraordinarias? ¿Por qué la junta de representantes lo nombro “El Restaurador de las leyes” 9. Explicar el bloqueo anglo-francés de 1945. Investigar. 10. ¿Cuándo, cómo y contra quién cae Juan Manuel de Rosas? 11. ¿Cuáles son las medidas más importantes que toman los presidentes Mitre, Sarmiento y Avellaneda para organizar a la Nación Argentina? 12. ¿Qué significa que la Argentina tenga un modelo “agroexportador”? ¿Qué dependencia tenemos hacia el Imperialismo? Reformas Borbónicas

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Page 1: EESTN 5 Historia Profe: Barcala Fernando

EESTN 5

3ero-6xta t.t.

Historia

Profe: Barcala Fernando

[email protected]

Classroom ms7h2qs

Actividad compensatoria

Aclaración: estas actividades son solo para los que, o nunca entregaron nada o

entregaron pocas actividades.

1. ¿Qué fueron las reformas borbónicas? Nombrar y explicar al menos tres

reformas.

2. ¿Cuáles son las dos medidas que se toman durante las Invasiones Inglesas

(1806-1807) que nos permiten acercarnos a un germen de conciencia nacional?

3. Realizar un breve resumen de los acontecimientos ocurridos durante la

“Semana de Mayo” de 1810.

4. ¿Qué estaba pasando en Europa previo a la Revolución de Mayo?

5. ¿Qué fue y cómo fue la campaña libertadora a Chile de San Martín?

6. ¿Qué fue la “anarquía del año XX”? Definir a los Unitarios y a los Federales

¿Cómo eran las economías regionales de nuestro territorio? ¿Cómo afectó el

liberalismo económico a esta región?

7. ¿Qué fue el empréstito a la Baring Brothers? ¿Cómo quedamos posicionados

frente a Gran Bretaña?

8. ¿Cuáles son los acontecimientos que le permiten a Juan Manuel de Rosas

llegar a la gobernación de Bs As con facultades extraordinarias? ¿Por qué la

junta de representantes lo nombro “El Restaurador de las leyes”

9. Explicar el bloqueo anglo-francés de 1945. Investigar.

10. ¿Cuándo, cómo y contra quién cae Juan Manuel de Rosas?

11. ¿Cuáles son las medidas más importantes que toman los presidentes

Mitre, Sarmiento y Avellaneda para organizar a la Nación Argentina?

12. ¿Qué significa que la Argentina tenga un modelo “agroexportador”? ¿Qué

dependencia tenemos hacia el Imperialismo?

Reformas Borbónicas

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El siglo XVIII se inició con un conflicto sucesorio de la Corona espanola donde,

entre 1701 y 1713, se enfrentaron la Casa de Borbón y la Casa de Austria por la

herencia de Carlos II. Esta pugna de poderes cesó en 1713 con la subida al trono

espanol de Felipe V, debido al reconocimiento internacional de su acceso al trono

español por la paz de Utrecht. A partir de entonces, se inició una etapa de cambios

y transformaciones a través de la implantación gradual de una serie de planes y

proyectos en las distintas esferas del imperio hispánico a lo largo del siglo XVIII.

Este proyecto de reorganización política y económica no pretendía transformar

completamente el orden estamental vigente sino mejorarlo para un mejor gobierno

y una mejor administración de sus dilatados dominios.

Los actores de este reformismo borbónico buscaban renovar el aparato estatal a

través de una burocracia centralizada, que emanara de Madrid, para restaurar el

prestigio y la influencia de la monarquía. Y, para ello, ambicionaban establecer un

mayor control político, comercial y administrativo dentro del imperio. La mayoría de

los autores coinciden en señalar dos etapas: una inicial de cambios moderados,

originados a comienzos del siglo XVIII, coincidiendo con los reinados de Felipe V y

Fernando VI, que sentaron las bases para la fase posterior, bajo el reinado de

Carlos III, mucho mas intensa y ambiciosa.

El impulso a las reformas se produjo a partir de 1763. Esto es debido a que los

desastrosos resultados de la Guerra de los Siete Años, sobre todo a partir de 1762

con la toma de Manila y La Habana por los ingleses y en 1763 con la Paz de París,

impulsaron la necesidad de reformas. Esto se debe a que la monarquía adquirió

conciencia de la importancia estratégica de las colonias americanas,

principalmente del Caribe, amenazadas por las potencias extranjeras que las

acechaban continuamente y mermaban el intento de control que pretendía la

Corona sobre ellas, causando obstáculos y peligros a través del contrabando y de

los conflictos bélicos. Por estas razones se planteó instaurar un sólido plan de

cambios que estabilizara y fortaleciera su dominio en las Indias.

Las reformas buscaban mejorar las estructuras económica, administrativa,

educativa, judicial y militar de sus estados para aumentar el poder de la monarquía.

No obstante, estos proyectos reformistas tuvieron versiones propias y diferentes en

cada espacio geográfico de la Monarquía Hispánica ya que suponía un ámbito

compuesto de múltiples y diversas sociedades con rasgos propios y dinámicas

peculiares.

Las medidas económicas se centraron en aumentar los impuestos y controlar las

tasas aduaneras, implantar un proteccionismo en el sector manufacturero que

favoreciera la creación de manufacturas reales (como las Reales Fábricas de

Tapices, Cristales, etc.), aplicar estímulos que favorecieran el desenvolvimiento de

la agricultura y la minería, y liberar a la actividad productiva de ciertas trabas que

entorpecían su desarrollo como la liberación del comercio de granos en la

Península 1765 o la promulgación sistema del libre comercio entre distintos puertos

americanos y españoles iniciado con la publicación del Decreto de Libre Comercio

en 1765 y culminado con el Reglamento y aranceles reales para el comercio libre

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de 1778. Esto supuso un crecimiento del comercio colonial donde ciudades

andaluzas gozaban de gran relevancia, como era el caso de Cádiz, donde se había

trasladado la Casa de la Contratación y el Consulado desde Sevilla a esta ciudad

en 1717, que siguió manteniendo bajo su control la mayor parte del tráfico

ultramarino.

Uno de los proyectos económicos, en este caso inacabado, fue la reforma de la

Hacienda, intentando mejorar los sistemas de recaudación de impuestos que

racionalizaran el sistema fiscal y acabaran con la desigualdad contributiva: el

Catastro de la Ensenada.

Otro de los planes con objetivos económicos fue la creación de las Nuevas

Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía en 1767 que fue un proyecto ilustrado

del intendente Pablo de Olavide que pretendía una repoblación del territorio a

través de una colonización agraria. En total, hasta julio de 1769, llegaron a Sierra

Morena y Andalucía 7764 colonos. Los objetivos de este proyecto, aunque con

muchas dificultades, se cumplieron en gran medida debido a que los desiertos

demográficos de estas zonas se cubrieron con pobladores; se pusieron en cultivo

gran cantidad de tierras, trigo y olivo fundamentalmente; y se creó una sociedad de

medianos propietarios que vivían de trabajar sus propias tierras.

En el ámbito administrativo, hubo una remodelación del aparato institucional

mediante la creación de organismos eficaces y operativos que desde la

Administración central o territorial fueran capaces de gobernar en aras de la

uniformización y centralización del poder en manos del monarca y poner al mando

de estos organismos a burócratas o funcionarios. Para ello, se llevaron a cabo

proyectos como los Decretos de Nueva Planta (1707-1716), la creación de las

Secretarías de Estado y del Despacho (1714) y de las Intendencias de Provincias

(1718). Además, con el fin de ajustar las piezas de la maquinaria administrativa se

institucionalizó en 1787 la Junta Suprema de Estado, un órgano deliberador que

reunía semanalmente a los Secretarios del Despacho bajo la presidencia del

Secretario de Estado.

En el plano religioso, el regalismo fue el elemento esencial de la política reformista,

sobre todo con Carlos III. Se trataba de una política destinada a hacer prevalecer

las regalías o derechos inherentes a la soberanía del monarca, sobre los derechos

propios de la Santa Sede. La acción regalista de Carlos III se centró en el control

de la Iglesia española, y para lograrlo desarrolló una amplia acción reformista en la

cual destacó la expulsión de los miembros de la Compañía de Jesús de todos los

dominios de la Corona española en 1767. Lo que tuvo profundas consecuencias en

Andalucía ya que la Compañía de Jesús se encontraba ahí en plena fase

expansiva, y aunque era muy estimada también había acumulado numerosos

opositores debido a la defensa de la ortodoxia doctrinal católica; obispos que no

estaban de acuerdo con la defensa de sus privilegios y exenciones como la de no

pagar diezmo; y otros adversarios que miraban con recelo su predominio en la

enseñanza y su cercanía al poder político. Tras la promulgación de la Pragmática

Sanción que ordenaba su destierro y expulsión, todos los jesuitas de las casas de

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la provincia de Andalucía, un total de 559, se reunieron en El Puerto de Santa

María para de allí partir a los Estados Pontificios.

En materia militar, las decisiones se focalizaron en ampliar y modernizar la

infraestructura, tanto terrestre como marítima, con el aumento y mejora de las

fortificaciones peninsulares y americanas, así como los efectivos humanos (los

ejércitos dejan de ser mercenarios y se fijan diferentes sistemas de reclutamiento

nacional); la organización de los cuerpos militares en unidades más operativas a

las que se les dotó del equipamiento adecuado; la introducción de conceptos como

la disciplina, el honor y el valor como elementos básicos de la milicia; sin olvidar la

importancia de la carrera militar como un nuevo medio de promoción social y

servicio al Estado. En Andalucía está medida tuvo especial repercusión,

especialmente en Cádiz donde se creó el Arsenal de la Carraca (1752) y el Real

Instituto y Observatorio de la Armada a finales del siglo XVIII.

El aspecto cultural en el siglo XVIII se basó fundamentalmente en el impacto de la

Ilustración y las ideas ilustradas que situaban a la razón en el centro de todos los

ámbitos del saber y la cultura, además de otros valores como progreso, civilización,

tolerancia y utilidad. El desarrollo de la Ilustración que tuvo su particular versión en

Andalucía donde dicho movimiento consiguió logros importantes. Una de las

instituciones más representativas del reformismo ilustrado fueron las Sociedades

Económicas de Amigos del País. La primera de ellas se creó en la localidad de

Vera en 1776 y de ahí se difundió por toda la geografía andaluza donde

prosperaron en algunos lugares, como Écija, Constantina, Alcalá de los Gazules,

Medina Sidonia, El Puerto de Santa María, Montilla, etc. En otros lugares fue más

tardío su establecimiento como en Córdoba (1779), Málaga y Jaén (1790), y en

otros casos no tuvieron el éxito esperado.

Las ideas ilustradas fomentaron las iniciativas a favor de la reforma universitaria

donde destacó Pablo de Olavide que realizó un Plan de Estudios para la

Universidad de Sevilla (1769) que marcó las pautas de esta reforma no sólo en

Andalucía sino en toda la Península. Este plan se centró sobre todo en una

secularización de los estudios, la impartición de cursos regulares y el control de la

asistencia de los estudiantes a las clases. Sin embargo, no supuso una auténtica

modernización debido a las trabas de los sectores más conservadores.

La difusión cultural se llevó a cabo a través de las tertulias, lugares de discusión de

las ideas más progresistas. La más famosa fue la que realizaba Pablo de Olavide

diariamente en el Alcázar y donde asistieron personajes tan relevantes como

Antonio de Ulloa o Gaspar Melchor de Jovellanos. Sobresale igualmente la

instauración de un movimiento académico reflejado en Academias como la Real

Academia de Buenas Letras (1773), la Real Academia de Medicina o la Real

Academia de Bellas Artes (1759) y la difusión de bibliotecas, librerías e imprentas

que aunque en número no muy numerosas se ponen de manifiesto en las

esplendidas bibliotecas del abogado Vicente Pulciani en Cádiz o la del comerciante

Sebastián Martínez tanto en Cádiz como en Madrid. Uno de los instrumentos más

característicos de la divulgación de la cultura ilustrada fue la prensa. Aparecieron

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publicaciones periódicas en todas las capitales andaluzas como la Gacetilla

Curiosa de Granada (1764), el Semanario Malacitano (1765), la Pensadora

Gaditana (1763) y el Correo de Sevilla (1781).

Sin embargo, estas renovaciones se toparon con fuertes resistencias. Una de las

oposiciones más fuertes al reformismo borbónico, específicamente al de Carlos III

tuvo su máxima expresión con el denominado Motín de Esquilache (1766). Los

disturbios se originaron en Madrid a finales del mes de marzo de 1766 y se

extendieron por toda la geografía peninsular, con un fuerte eco en numerosas

ciudades andaluzas como Sanlúcar de Barrameda, Sevilla, Jaén o Granada. El

motín canalizó las protestas de aquellos sectores de la elite política que eran

contrarios a la centralización del estado y que apostaban por un férreo

mantenimiento de la tradición. Contó también con el sostén del pueblo llano que se

quejaban de la alta presión fiscal, la subida de precios y la prohibición de la

vestimenta tradicional. Ambos grupos exigían la deposición del ministro Esquilache

del gobierno y el abandono de las reformas radicales, lo que consiguieron en gran

parte. Este tipo de movimientos de oposición y resistencia a las reformas

complicaron aún más su ejecución y determinaron la modificación y adaptación de

las medidas reformistas ideadas desde el centro a las circunstancias e intereses

locales. Situación que ponía de manifiesto las fuerte limitaciones con las que se

toparon los esfuerzos de centralización por parte de la Monarquía que, en vez de

aumentar el poder en el centro, terminaron por incrementar la soberanía local.

Además, constituían asimismo una prueba elocuente de la gran diferencia que

había entre la reforma proyectada sobre el papel y su aplicación en la realidad, es

decir, entre la norma y la práctica de los planes reformistas del siglo XVIII.

Autora: Rocío Moreno Cabanillas

Bibliografía

Dossier “La Andalucía posible. El reformismo de Carlos III”, Andalucía en la

historia, vol. XIV, 54, 2016, pp. 6-46.

GUIMERÁ, Agustín (ed.), El reformismo borbónico: una visión interdisciplinar,

Alianza Editorial, Madrid, 1996.

KUETHE, Allan J., ANDRIEN, Kenneth J., The Spanish Atlantic world in the

eighteenth century: war and the Bourbon reforms, 1713-1796, Cambridge

University Press, Cambridge, 2014.

LUCENA GIRALDO, Manuel, A los cuatro vientos: las ciudades de la América

hispánica, Marcial Pons Historia, Madrid, 2006.

LYNCH, John, La España del siglo XVIII, Crítica, Barcelona, 2004.

PAQUETTE, Gabriel, Enlightenment, Governance, and Reform in Spain and its

Empire 1759-1808, Palgrave Macmillan, Reino Unido, 2008.

RUIZ TORRES, Pedro, Reformismo e Ilustración, Marcial Pons, Madrid, 2008.

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Invasiones Inglesas

Autor: Felipe Pigna.

En la segunda mitad del siglo XVIII el dominio inglés de los mares era indiscutible.

Los tiempos de la «Armada Invencible» habían quedado tan atrás como la época

en que el almirante holandés Michiel de Ruyter ostentaba una escoba a manera de

insignia como símbolo de que Holanda podía barrer del mar a todos sus enemigos.

Para los barcos franceses, holandeses y españoles, cruzar los mares podía ser

una aventura peligrosa. Entre 1702 y 1808 España e Inglaterra sostuvieron seis

conflictos armados. Una consecuencia directa de esta belicosidad fue que España

fue espaciando sus comunicaciones y la provisión de sus colonias americanas. La

protección militar de sus dominios se vio seriamente debilitada. El último regimiento

de infantería llegado a Buenos Aires desde Burgos lo hizo en 1784.

En el viejo mundo el principal obstáculo para la expansión napoleónica era

Inglaterra. Napoleón comenzó a soñar con dominar las dos riberas del Canal de la

Mancha. El encuentro entre la flota aliada de España y Francia, por un lado, y los

ingleses, por otro, se produjo finalmente el 21 de octubre de 1805 en Trafalgar,

cerca de Cádiz.

La pericia del almirante Nelson determinó el triunfo total de los británicos. La flota

aliada quedó prácticamente aniquilada y perdió unos 4000 hombres. Por el lado

inglés murieron alrededor de 500 marinos, entre ellos Nelson. Cuarenta y dos días

después, Napoleón derrotó al ejército austro-prusiano en Austerlitz, al norte de

Viena. Después de Trafalgar y Austerlitz, el poder quedó repartido: los mares para

Inglaterra y el Continente para Napoleón. Cuentan que el primer ministro inglés, Sir

William Pitt, al conocer el triunfo del emperador francés, enrolló un mapa de Europa

exclamando: «Durante los próximos diez años, no lo necesitaremos.»

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En este contexto de búsqueda de nuevos mercados, tuvieron eco en Londres las

ideas del revolucionario venezolano Francisco de Miranda, personaje novelesco

que fue amante de Catalina II de Rusia, soldado de Washington y general en la

Revolución Francesa. En marzo de 1790 le había presentado al Primer Ministro

inglés W. Pitt un plan de conquista de las colonias americanas para transformarlas

en una monarquía constitucional con la coronación de un descendiente de la casa

de los Incas como emperador de América. Decía Miranda en su

informe:«Sudamérica puede ofrecer con preferencia a Inglaterra un comercio muy

vasto, y tiene tesoros para pagar puntualmente los servicios que se le hagan…

Concibiendo este importante asunto de interés mutuo para ambas partes, la

América del Sud espera que asociándose Inglaterra por un Pacto Solemne,

estableciendo un gobierno libre y similar, y combinando un plan de comercio

recíprocamente ventajoso, ambas Naciones podrán constituir la Unión Política más

respetable y preponderante del mundo».

Miranda en realidad tenía una visión parcial sobre la realidad americana. Suponía

que hechos como la rebelión de Túpac Amaru y de los Comuneros de Paraguay y

Nueva Granada implicaban un signo claro de odio a la metrópoli y al monarca. Pero

en realidad eran expresiones aisladas que no encontraban un punto común de

confluencia.

En 1806 Miranda intentó una invasión a Venezuela desde los EEUU, pero fracasó

por falta de apoyo local. Ese mismo año convenció a su amigo, Sir Home Popham

de que ningún español americano se opondría a una invasión inglesa al Río de la

Plata.

Mientras tanto, en Buenos Aires el Cabildo se ocupaba de establecer multas para

los vecinos que no destruyeran a las hormigas y ratas de sus casas y recordaba

que el 14 de mayo sería feriado para dedicar cultos solemnes a los santos Sabino y

Bonifacio, que según se creía, eran los encargados de proteger a la ciudad de esas

plagas.

Aseguraba un personaje de la Iglesia que «este patronato lo poseían desde la

fundación de la ciudad, pero su culto se había resfriado y apagado tanto en

nuestros tiempos, que los daños que se experimentan, así en las sementeras

y plantas que devoran como en las casas y edificios que taladran, son pieza y

olvido de nuestros protectores, pues no se ruega a Dios por su intermedio».

La noche del 24 de junio de 1806, el virrey Sobremonte asistía a la función teatral

de la obra de Moratín El Sí de las niñas cuando recibió una comunicación del

Comandante de Ensenada de Barragán, capitán de navío francés Santiago de

Liniers, en la que le informaba que una flota de guerra inglesa se acercaba y que

había disparado varios cañonazos sobre su posición.

A las 11 de la mañana del 25 los ingleses desembarcaron en Quilmes y en pocas

horas ocuparon Buenos Aires.

Cuenta el inglés Gillespie que en la fonda de «Los Tres Reyes» ingleses y

españoles cenaban en lugares separados y «una hermosa joven que servía a los

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dos grupos, miró fijamente a los españoles diciéndoles en un tono claro para

que todos la oyeran: desearía, caballeros, que nos hubiesen informado más

pronto de sus cobardes intenciones de rendir Buenos Aires, pues apostaría

mi vida que, de haberlo sabido, las mujeres nos habríamos levantado

unánimemente y rechazado a los ingleses a pedradas.»

El virrey Sobremonte huyó y trató de salvar los caudales públicos, pero estos

serían finalmente capturados por los británicos. Dentro del mítico baúl podían

contarse 1.291.323 pesos plata. Parte del botín se repartió entre la tropa. A los

jefes de la expedición William Carr Beresford y Home Riggs Popham le

correspondieron respectivamente 24.000 y 7.000 libras, el resto, más de un millón

fue embarcado hacia Londres.

La impopularidad de Sobremonte está reflejada en estos versos que ridiculizan su

huida:

«Al primer disparo de los valientes

disparó Sobremonte con sus parientes

Un hombre, el más falsario,

Que debe a Buenos Aires cuanto tiene,

Es un marqués precario

Y un monte que y viene

Y sobre el monte ruina nos previene»

Beresford, en su primera proclama dice que la población de Buenos Aires está

«cobijada bajo el honor, la generosidad y la humanidad del carácter británico«. Se

apresuró a decretar la libertad de comercio y redujo los derechos de Aduana para

los productos británicos. Comenzaron a visitarlo los obsecuentes de turno que, al

enterarse de que el comandante inglés era muy goloso, llegaban al fuerte portando

grandes fuentes de dulce de leche y de zapallo. Según se cuenta, Beresford,

probablemente ignorando las costumbres del país, creía que el obsequio incluía el

recipiente y se quedaba con las fuentes de plata y, encajonadas, las enviaba a

Inglaterra. Muchos funcionarios acomodaticios pasaron por el fuerte a jurar

fidelidad a su «Gloriosa Majestad».

Manuel Belgrano prefirió retirarse a su estancia de la Banda Oriental. Antes de irse

pronunciará su famosa frase: «Queremos al viejo amo o a ninguno».

Buenos Aires sería por 46 días una colonia inglesa. El Times de Londres, decía:

«En este momento Buenos Aires forma parte del Imperio Británico, y cuando

consideramos las consecuencias resultantes de tal situación y sus

posibilidades comerciales, así como también de su influencia política, no

sabemos cómo expresarnos en términos adecuados a nuestra idea de las

ventajas que se derivarán para la nación a partir de esta conquista.»

Beresford tuvo que desalentar un incipiente movimiento de emancipación de los

esclavos porteños. Les recordó, vía Bando, que debían mantenerse sujetos a sus

dueños y estableció duras penas para los que intentaran escaparse.

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Los oficiales ingleses alternaban con las principales familias porteñas y se alojaban

en sus casas, donde se sucedían las fiestas en homenaje a los invasores. Era

frecuente ver a las Sarratea, las Marcó del Pont, las Escalada, paseando por la

alameda (actual Leandro .N. Alem), del brazo de los «herejes».

Pero la mayoría de la población, que era hostil a los invasores y estaba indignada

por la ineptitud de las autoridades españolas, decidió prepararse para la

resistencia. Aparecieron varios proyectos para acabar con los ingleses. Dos

catalanes, Felipe Sentenach y Gerardo Esteve y Llach, propusieron volar el fuerte y

todas las posiciones inglesas. Martín de Álzaga, fuerte comerciante monopolista al

que perjudicaba como a nadie el libre cambio decretado por los ingleses, estaba

dispuesto a financiar cualquier acción contra los invasores. Alquiló una quinta en

Perdriel, cerca de Olivos que fue utilizada como campo de entrenamiento militar de

las fuerzas de la resistencia.

El jefe del fuerte de la ensenada de Barragán, el marino francés Santiago de

Liniers, se trasladó a Montevideo y organizó las tropas para reconquistar Buenos

Aires. Santiago de Liniers y Bremond había nacido en La Vendée en 1753. Estudió

en Malta donde fue honrado como caballero de la Orden Soberana. En 1775 se

incorporó a la flota española durante la guerra con los argelinos y tras esta

campaña llegó con Pedro de Cevallos al Río de la Plata. Años más tarde volvió

temporariamente a Europa y se reincorporó a la marina española, ahora en lucha

con los ingleses. En 1788 fue destinado nuevamente al Río de la Plata donde se

casó con la hija del rico comerciante Martín de Sarratea.

Pocas semanas después del desembarco, Liniers y su gente obligaron a Beresford,

tras haber perdido 300 de sus hombres, a rendirse el 12 de agosto de 1806.

El Times no salía de su asombro:

«El ataque sobre Buenos Aires ha fracasado y hace ya tiempo que no queda un

solo soldado británico en la parte española de Sudamérica. Los detalles de este

desastre, quizás el más grande que ha sufrido este país desde el comienzo de la

guerra revolucionaria, fueron publicados en el número anterior.»

Ante la ausencia del Virrey Sobremonte, un Cabildo abierto otorgó a Liniers el

mando militar de la ciudad, como corolario de una «pueblada» a cuyo frente iban

Juan José Paso, Juan Martín Pueyrredón, Joaquín Campana y el poeta Manuel

José de Lavardén.

Esta medida era claramente revolucionaria: el cabildo ejerciendo su soberanía,

pasaba por encima de la voluntad del virrey.

Una copla se hacía popular en Buenos Aires:

«Ingredientes de que se compone la quinta generación del marqués de

Sobremonte»:

Un quintal de hipocresía,

Tres libras de fanfarrón,

Y cincuenta de ladrón,

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Con quince de fantasía,

Tres mil de collonería;

Mezclarás muy bien después,

En un caldero inglés,

Con gallinas y capones,

Extractarás los blasones

Del más indigno marqués.

Un informe del enviado español, Brigadier Curado hablaba del estado de ebullición

popular:

«Aquellos que en apariencia se encuentran revestidos del poder público son

fantasmas de grandeza, muchas veces insultados, y siempre sujetos al pueblo,

cuya anarquía es tan excesiva y absoluta, que se atreve a objetar todas las

disposiciones y órdenes de los que gobiernan cuando no son dirigidas a sus fines.»

Frente a la posibilidad de una nueva invasión, los vecinos se movilizaron para la

defensa formando las milicias ante el fracaso de la tropa regular española.

Todos los habitantes de la capital se transformaron en milicianos. Liniers permitió

que cada hombre llevara las armas a su casa y puso a cargo de cada jefe las

municiones de cada unidad de combate.

Los nacidos en Buenos Aires formaron el cuerpo de Patricios, en su mayoría eran

jornaleros y artesanos pobres; los del interior, el de Arribeños, porque pertenecían

a las provincias «de arriba», compuesto por peones y jornaleros; los esclavos e

indios, el de pardos y morenos. Por su parte los españoles se integraron en los

cuerpos de gallegos, catalanes, cántabros, montañeses y andaluces. En cada

milicia los jefes y oficiales fueron elegidos por sus integrantes democráticamente.

Entre los jefes electos se destacaban algunos jóvenes criollos que accedían por

primera vez a una posición de poder y popularidad.

Allí estaban Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano, Martín Rodríguez, Hipólito

Vieytes, Domingo French, Juan Martín de Pueyrredón y Antonio Luis Beruti.

Liniers lo contará años después:

«¡Qué no trabajaría yo en los once meses después de echar a los ingleses de

Buenos Aires para hacer guerrero a un pueblo de negociantes y ricos

propietarios!… donde la suavidad del clima, la abundancia y la riqueza debilitan el

alma y le quitan energía… El dependiente era más apto que el patrón… Me fue

preciso vencer todos esos obstáculos y una infinidad de otros… Aproveché de la

confianza que me adquirieron mis servicios a los habitantes para hacerlos capaces

de defenderse contra todos los esfuerzos que la Gran Bretaña hacía para

vencerlos».

La ciudad se militarizó pero también se politizó. Las milicias eran ámbitos naturales

para la discusión política y el espíritu conspirativo iba tomando forma lenta pero

firmemente Dentro de ese clima, Saturnino Rodríguez Peña se puso al habla con el

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general Beresford, prisionero en Luján, para interesarse en la emancipación

americana, convencerle de que por las armas Gran Bretaña sólo ganaría enemigos

en estos países, y ofrecerle la libertad si secundaba sus ideas. El general británico

se mostró favorable a estas gestiones y se ofreció a hacerlas conocer al

conquistador de Montevideo, general Auchmuty, y al gobierno inglés. En

consecuencia, con la complicidad de varios amigos y el conocimiento del alcalde

Álzaga y de Liniers, Rodríguez Peña hizo fugar a Beresford el 17 de febrero.

Tal como se preveía, en junio de 1807, una nueva expedición inglesa, esta vez de

doce mil hombres y cien barcos mercantes cargados de productos británicos, trató

de apoderarse de Buenos Aires.

Tras vencer las primeras resistencias, los invasores avanzaron sobre la ciudad.

La capital ya no estaba indefensa. Liniers, y Álzaga, alcalde de la ciudad, habían

alistado 8.600 hombres y organizado a los vecinos. Los improvisados oficiales

habían sido civiles hasta pocos meses antes, como el hacendado Cornelio

Saavedra.

Cuando los ingleses pensaban que volverían a desfilar por las estrechas calles,

desde los balcones y terrazas fueron recibidos a tiros, pedradas, torrentes de agua

y aceite hirviendo. «Cuando las 110 velas de la granarmada británica se divisaron

en el horizonte –dirá Manuel José García en sus Memorias-, este espectáculo

capaz de intimidar a los más aguerridos no causó el menor recelo a los colonos».

Entre sorprendidos y chamuscados los ingleses optaron por rendirse. En el acta de

lacapitulación pretenden, infructuosamente, incluir una cláusula que los

autorizaría a vender libremente la abundante mercadería traída en los barcos.

El 28 de enero de 1808 comenzó en Londres el juicio contra Whitelocke. Por

momentos intentó una defensa diciendo cosas como «esperaba encontrar una

gran porción de habitantes preparados a secundar nuestras miras. Pero

resultó ser un país completamente hostil.»

Pero el fallo fue durísimo. Disponía que «dicho teniente general Whitelocke sea

dado de baja y declarado totalmente inepto e indigno de servir a S.M. en

ninguna clase militar«. Y agregaba «para que sirva de eterno recuerdo de las

fatales consecuencias a que se exponen los oficiales revestidos de alto

mando que, en el desempeño de los importantes deberes que se les confían,

carecen del celo, tino y esfuerzo personal que su soberano y su patria tienen

derecho a esperar de ellos.»

Whitelocke concluyó su alegato con palabras contundentes:

«No hay un solo ejemplo en la historia, me atrevo a decir, que pueda

igualarse a lo ocurrido en Buenos Aires, donde, sin exageración, todos los

habitantes, libres o esclavos, combatieron con una resolución y una

pertenencia que no podía esperarse ni del entusiasmo religioso o patriótico,

ni del odio más inveterado.»

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

Page 12: EESTN 5 Historia Profe: Barcala Fernando

La Semana de Mayo de 1810

Autor: Felipe Pigna.

Viernes 18

El 14 de mayo de 1810 había llegado a Buenos Aires la fragata inglesa Mistletoe

trayendo periódicos que confirmaban los rumores que circulaban intensamente por

Buenos Aires: cayó en manos de los franceses de Napoleón, la Junta Central de

Sevilla, último bastión del poder español.

El viernes 18 el virrey Cisneros hizo leer por los pregoneros (porque la mayoría de

la población no sabía leer ni escribir) una proclama que comenzaba diciendo: «A

los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires.» El virrey advertía

que «en el desgraciado caso de una total pérdida de la península, y falta del

Supremo Gobierno» él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la

Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de

América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando.

Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del

monarca contra toda dominación extraña y, finalmente prevenía al pueblo sobre

«los genios inquietantes y malignos que procuran crear divisiones». A medida que

los porteños se fueron enterando de la gravedad de la situación, fueron subiendo

de tono las charlas políticas en los cafés y en los cuarteles. Todo el mundo

hablaba de política y hacía conjeturas sobre el futuro del virreinato.

La situación de Cisneros era muy complicada. La Junta que lo había nombrado

virrey había desaparecido y la legitimidad de su mandato quedaba claramente

cuestionada. Esto aceleró las condiciones favorables para la acción de los

patriotas que se venían reuniendo desde hacía tiempo en forma secreta en la

jabonería de Vieytes. La misma noche del 18, los jóvenes revolucionarios se

reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la

convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación en que quedaba

el virreinato después de los hechos de España. El grupo encarga a Juan José

Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros.

Sábado 19

Las reuniones continuaron hasta la madrugada del sábado 19 y sin dormir, por la

mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano le pidieron al Alcalde Lezica la

convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio

ante el síndico Leiva.

Domingo 20

Page 13: EESTN 5 Historia Profe: Barcala Fernando

El domingo 20 el virrey Cisneros reunió a los jefes militares y les pidió su apoyo

ante una posible rebelión, pero todos se rehusaron a brindárselo. Por la noche,

Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de cabildo

abierto. El virrey dijo que era una insolencia y un atrevimiento y quiso improvisar

un discurso pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir.

Cisneros le contestó «Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona,

hagan ustedes lo que quieran» y convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo. En el

«Café de los Catalanes y en «La Fonda de las Naciones», los criollos

discutían sobre las mejores estrategias para pasar a la acción

Lunes 21

A las nueve de la mañana se reunió el Cabildo como todos los días para tratar los

temas de la ciudad. Pero a los pocos minutos los cabildantes tuvieron que

interrumpir sus labores. La Plaza de la Victoria estaba ocupada por unos 600

hombres armados de pistolas y puñales que llevaban en sus sombreros el retrato

de Fernando VII y en sus solapas una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-

española desde la defensa de Buenos Aires. Este grupo de revolucionarios,

encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se agrupaban bajo el

nombre de la «Legión Infernal» y pedía a los gritos que se concrete la convocatoria

al Cabildo Abierto. Los cabildantes acceden al pedido de la multitud. El síndico

Leiva sale al balcón y anuncia formalmente el ansiado Cabildo Abierto para el día

siguiente. Pero los «infernales» no se calman, piden a gritos que el virrey sea

suspendido. Debe intervenir el Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra

quien logra calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.

Martes 22

Ya desde temprano fueron llegando los «cabildantes». De los 450 invitados sólo

concurrieron 251. También estaba presente una «barra» entusiasta. En la plaza,

French, Beruti y los infernales esperan las novedades. La cosa se fue calentando

hasta que empezaron los discursos, que durarán unas cuatro horas, sobre si el

virrey debía seguir en su cargo o no.

Comenzó hablando el Obispo Lué diciendo que mientras hubiera un español en

América, los americanos le deberían obediencia. Le salió al cruce Juan José

Castelli contestándole que habiendo caducado el poder Real, la soberanía debía

volver al pueblo que podía formar juntas de gobierno tanto en España como en

América. El Fiscal de la Audiencia, Manuel Villota señaló que para poder tomar

cualquier determinación había que consultar al resto del virreinato. Villota trataba

de ganar tiempo, confiando en que el interior sería favorable a la permanencia del

virrey. Juan José Paso le dijo que no había tiempo que perder y que había que

formar inmediatamente una junta de gobierno.

Casi todos aprobaban la destitución del virrey pero no se ponían de acuerdo en

quien debía asumir el poder y por qué medios. Castelli propuso que fuera el

pueblo a través del voto quien eligiese una junta de gobierno; mientras que el jefe

de los Patricios, Cornelio Saavedra, era partidario de que el nuevo gobierno fuera

Page 14: EESTN 5 Historia Profe: Barcala Fernando

organizado directamente por el Cabildo. El problema radicaba en que los

miembros del Cabildo, muchos de ellos españoles, seguían apoyando al virrey.

«Modales»

El debate del 22 fue muy acalorado y despertó las pasiones de ambos bandos. El

coronel Francisco Orduña, partidario del virrey, contará horrorizado que mientras

hablaba fue tratado de loco por no participar de las ideas revolucionarias «…

mientras que a los que no votaban contra el jefe (Cisneros), se les escupía, se les

mofaba, se les insultaba y se les chiflaba.»

Miércoles 23

Por la mañana se reunió el Cabildo para contar los votos emitidos el día anterior y

elaboró un documento: «hecha la regulación con el más prolijo examen resulta de

ella que el Excmo. Señor Virrey debe cesar en el mando y recae éste

provisoriamente en el Excmo. Cabildo (…) hasta la erección de una Junta que ha

de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera que estime conveniente”.

Jueves 24

Se confirmaron las versiones: el Cabildo designó efectivamente una junta de

gobierno presidida por el virrey e integrada por cuatro vocales: los españoles Juan

Nepomuceno Solá

y José de los Santos Inchaurregui y los criollos Juan José Castelli y Cornelio

Saavedra, burlando absolutamente la voluntad popular. Esto provocó la reacción

de las milicias y el pueblo. Castelli y Saavedra renunciaron a integrar esta junta

Muchos como el coronel Manuel Belgrano fueron perdiendo la paciencia. Cuenta

Tomás Guido en sus memorias «En estas circunstancias el señor Don Manuel

Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la

discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias

observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso

acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al

comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor

de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: «Juro a la

patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey

no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas.»

Por la noche una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la

casa de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su renuncia. La Junta quedó

disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.

Así recuerda Cisneros sus últimas horas en el poder:

«En aquella misma noche, al celebrarse la primera sesión o acta del Gobierno, se

me informó por alguno de los vocales que alguna parte del pueblo no estaba

satisfecho con que yo obtuviese el mando de las armas, que pedía mi absoluta

separación y que todavía permanecía en el peligro de conmoción, como que en el

cuartel de Patricios gritaban descaradamente algunos oficiales y paisanos, y esto

Page 15: EESTN 5 Historia Profe: Barcala Fernando

era lo que llamaban pueblo, (..). Yo no consentí que el gobierno de las armas se

entregase como se solicitaba al teniente coronel de Milicias Urbanas Don Cornelio

de Saavedra, arrebatándose de las manos de un general que en todo tiempo las

habría conservado y defendido con honor y quien V.M las había confiado como a

su virrey y capitán general de estas provincias, y antes de condescender

con semejante pretensión, convine con todos los vocales en renunciar los empleos

y que el cabildo proveyese de gobierno.»

El 25 de mayo de 1810

Todo parece indicar que el 25 de mayo de 1810 amaneció lluvioso y frío. Pero la

«sensación térmica» de la gente era otra . Grupos de vecinos y milicianos

encabezados por Domingo French y Antonio Beruti se fueron juntando frente al

cabildo a la espera de definiciones.

Algunos llevaban en sus pechos cintitas azules y blancas, que eran los colores que

los patricios habían usado durante las invasiones inglesas.

Pasaban las horas, hacía frío, llovía y continuaban las discusiones. El cabildo

había convocado a los jefes militares y estos le hicieron saber al cuerpo a través

de Saavedra que no podían mantener en el poder a la Junta del 24 porque corrían

riesgos personales porque sus tropas no les responderían. La mayoría de la gente

se fue yendo a sus casas y el síndico del Cabildo salió al balcón y preguntó

«¿Dónde está el pueblo?». En esos momentos Antonio Luis Beruti irrumpió en la

sala capitular seguido de algunos infernales y dijo «Señores del Cabildo: esto ya

pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen

de nosotros con sandeces, Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha

sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre

hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en

otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y

si es que no tiene badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de

ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo

ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si

volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada.» Poco después

se anunció finalmente que se había formado una nueva junta de gobierno

.El presidente era Cornelio Saavedra; los doctores Mariano Moreno y Juan José

Paso, eran sus secretarios; fueron designados seis vocales: Manuel Belgrano,

Juan José Castelli, el militar

Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea

y Domingo Matheu. Comenzaba una nueva etapa de nuestra historia.

La Junta declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII. Así lo recuerda

Saavedra en sus memorias «Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo

del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de

experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado

tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese

había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. Por

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política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo

nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos.»

Para algunos era sólo una estrategia a la que llamaron la «máscara de Fernando»,

es decir, decían que gobernaban en nombre de Fernando pero en realidad querían

declarar la independencia. Pensaban que todavía no había llegado el momento y

no se sentían con la

fuerza suficiente para dar ese paso tan importante. La máscara de Fernando se

mantendrá hasta el 9 de julio de 1816.

Pero los españoles no se creyeron lo de la máscara o el manto de Fernando y se

resistieron a aceptar la nueva situación.

En Buenos Aires, el ex virrey Cisneros y los miembros de la Audiencia trataron de

huir a Montevideo y unirse a Elío (que no acataba la autoridad de Buenos Aires y

logrará ser nombrado virrey), pero fueron arrestados y enviados a España en un

buque inglés.

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Mariano Moreno, un hombre ilustrado

La Ilustración fue un movimiento filosófico que se desarrolló en el siglo XVIII en

varios países de Europa, aunque sus exponentes más reconocidos vivieron y

produjeron sus obras en Francia. Los pensadores de esta corriente consideraban

que la razón era el motor del conocimiento y actuaba como guía para alcanzar la

sabiduría.

La mayoría de estas ideas fueron aprovechadas por los movimientos

revolucionarios del siglo XVIII en Europa y América, y permanecen como

fundamento de algunos sistemas políticos en la actualidad.

Varios de los hombres que participaron en la Revolución de Mayo, entre ellos,

Mariano Moreno (1778-1811), tuvieron contacto con estas ideas.

Moreno y las ideas ilustradas

Las ideas ilustradas, que circulaban rápidamente a través de diarios y libros que se

escribían en toda América, ejercieron una gran influencia en amplios sectores de la

sociedad colonial americana, fundamentalmente en los grupos criollos. En la

Universidad de Chuquisaca (en el Alto Perú), donde Moreno estudió, la discusión

de las nuevas ideas europeas generó la renovación del pensamiento americano,

que comenzó a criticar el vínculo colonial y la relación con la metrópoli.

Moreno estudió derecho, francés e inglés, y se familiarizó con los autores ilustrados

como Voltaire y Montesquieu.

Las ideas de Rousseau fueron las que más le impactaron, por eso, tradujo al

español la obra El contrato social para que se difundiera en el Río de la Plata. Una

vez recibido, a comienzos del siglo XIX, Moreno realizó sus prácticas profesionales

en el Alto Perú y regresó a Buenos Aires en 1805, donde comenzó a trabajar como

asesor del Cabildo. En 1809, el virrey Cisneros, haciendo eco de un requerimiento

de los hacendados de Buenos Aires, había accedido a permitir el intercambio

comercial con otras naciones. Sin embargo, esta apertura no duró mucho tiempo:

por presión de grupos que se beneficiaban con el contrabando, decidió dar marcha

atrás con la medida. En disconformidad con esta decisión, los hacendados pidieron

a Moreno que defendiera la apertura económica, y Moreno escribió Representación

de los hacendados. En el texto, solicitaba a la metrópoli, a través del virrey, que se

autorizara el libre comercio con Gran Bretaña. Argumentaba que, de esta manera,

se evitaría la bancarrota de sus representados (los hacendados) y se podría ayudar

económicamente a la Corona. Moreno anhelaba un cambio económico y político,

pero no exigía la ruptura del vínculo colonial.

Representación de los hacendados (1809) comienza de la siguiente manera:

bastante armónica en sus propuestas. A partir de 1810, Moreno fue director de

Gazeta de Buenos Ayres, un periódico fundado por la Primera Junta para difundir

los actos de gobierno. Luego de la Revolución y planteada la dicotomía entre

morenistas y saavedristas, Moreno solicitó a la Junta Grande partir en una misión

diplomática a Gran Bretaña, pero el 4 de marzo de 1811, falleció en alta mar.

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“El Apoderado de los Labradores y Hacendados de estas Campanas de la Banda

oriental y occidental del Río de la Plata, evacuando la vista que se ha servido V. E.

[Vuestra Excelencia] conferirle del expediente obrado sobre el arbitrio de otorgar la

introducción de mercaderías inglesas, para que con los derechos de su importación

y exportaciones respectivas se adquieran fondos que sufraguen a las gravísimas

urgencias del Erario*, dice: que aunque la materia se presenta bajo el aspecto de

un punto de puro Gobierno, en que no toca a los particulares otra intervención que

la de ejecutar puntualmente las resoluciones adoptadas por la Superioridad, el

inmediato interés que tienen mis instituyentes, en que no se frustre la realización

de un plan de sacarlos de la antigua miseria a que viven reducidos, les confiere

representación legítima para instruir a V. E. sobre los medios de conciliar la

prosperidad del país con la del Erario, removiendo los obstáculos que pudieran

maliciosamente oponerse a las benéficas ideas, con que el gobierno de V. E. ha

comenzado a distinguirse. [...]”

La Ilustración

La Ilustración surgió vinculada con las monarquías absolutas europeas, que fueron

analizadas por filósofos que comenzaron a preguntarse quién, cómo y con qué fin

debía gobernar la sociedad, y rechazaron la idea de que el poder de los monarcas

era otorgado por Dios. De este modo, las decisiones de los reyes ya no fueran

incuestionables. Estos pensadores proponían la construcción de una sociedad en

la que el Estado resguardara los derechos naturales de todas las personas y la

igualdad entre los ciudadanos. Entre los intelectuales más ilustres se destacaron

François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, el barón de Montesquieu y

Jean-Jacques Rousseau.

Voltaire (1694-1778), crítico agudo de la política y la religión, defendía la libertad de

expresión y la tolerancia de todas las opiniones. Creía que era posible convencer a

los soberanos para que gobernaran siguiendo los principios de la razón.

Montesquieu (1688-1755) elaboró el principio de la división de poderes, que es una

de las bases de la organización de los Estados modernos, cuyo objetivo era

proteger al individuo de los excesos del poder público.

Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) afirmaba en su obra El contrato social que el

poder político solamente podía basarse en un acuerdo entre las personas, un

contrato social por el que cada individuo se somete voluntariamente a la dirección

de una voluntad general. Postuló un modelo de democracia directa, similar al que

existió en Atenas en la Antigüedad.

Para los pensadores ilustrados, el ejercicio de la crítica fue una tarea fundamental.

Su finalidad era demostrar la irracionalidad que caracterizaba a las instituciones

existentes, para proponer un orden nuevo, donde la razón se afirmara como

principio rector de las sociedades y como base de la política.

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16/01/2017 CRUCE DE LOS ANDES-200 AÑOS

La osadía del General San Martín y su enorme hazaña libertadora

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El 17 de enero de 1817 es la fecha aceptada como el inicio de la campaña

libertadora del Ejército de los Andes que consolidó la independencia definitiva de la

Argentina, de Chile y del Perú, cuya proeza comenzó con el cruce de la segunda

cordillera más alta del planeta, un esfuerzo político y militar comparable a las cuatro

batallas contra los realistas que dieron gloria a los soldados y a su jefe, el general

José de San Martín.

Por Eduardo Barcelona

El 17 de enero de hace 200 años, el comandante del Ejército de Los Andes firmó la

orden de batalla a su jefe de estado mayor, el brigadier Miguel Estanislao Soler, a

quien le indicaba que debía ir a la vanguardia de la columna principal de la fuerza

por el Paso de los Patos, en San Juan, que detrás de él iría el escalón del brigadier

Bernardo O'Higgins y, por último, seguiría la división al mando del propio jefe de la

fuerza.

Soler empezó la marcha hacia la montaña dos días más tarde, pero la orden es el

registro oficial de la partida del Ejército Libertador que no detendría el paso

emancipador hasta el 9 de diciembre de 1824, cuando los realistas cayeron

derrotados en Ayacucho, Perú, la última batalla por la independencia de América

del Sur.

La hazaña del cruce de Los Andes no tiene comparación en la historia militar del

mundo, ninguno de los antecedentes alcanzó tan altas cumbres (Aníbal, Julio

César y Napoleón Bonaparte en Los Alpes y Bolivar en 1819 en Los Andes de la

Gran Colombia) y tampoco tuvieron que afrontar escaramuzas bélicas en el

trayecto montañoso, como fueron las que protagonizó la fuerza comandada por el

Libertador.

San Martín fue el último soldado en partir desde El Plumerillo, el 25 de enero, pero

estuvo entre los primeros en llegar al punto de reunión de la fuerza principal, entre

el 7 y el 8 de febrero de 1817, en el valle de Aconcagua, previo a la batalla en la

cuesta de Chacabuco.

En una carta a Tomás Godoy Cruz, poco antes de partir desde Mendoza, San

Martín le decía "ya estamos en capilla... Y sin un solo real estamos en la inmortal

Provincia de Cuyo".

El comandante transitó detrás de todo el ejército, de acuerdo con un estilo que

había impuesto Napoleón en la campaña a Rusia en 1812.

La seis columnas del Ejército de Los Andes cruzaron la cordillera por el punto más

alto de la cadena montañosa: Mendoza, San Juan y La Rioja, en la primera de las

cuales está el Cordón del Plata (nieve eterna), donde se levantan el Aconcagua

(6.962 msndm), el Mercedario y otros picos, entre los más altos de América.

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La cadena de Los Andes estaba abierta al tránsito a pie y a mula entre diciembre y

mediados de marzo, verano que no garantizaba que no hubiera temporales de

nieve y viento, como fue el que sufrieron las huestes de la columna del coronel Las

Heras y la del batallón de Fray Luis Beltrán, que llevaba la artillería pesada por el

paso de Uspallata, en Mendoza.

A la altura de Mendoza y de San Juan, la cordillera de Los Andes tiene la

particularidad de presentar cuatro cadenas de cerros: el primer cordón es la

precordillera, el segundo la cordillera del Tigre, el tercero lleva el nombre de El

Espinacito, donde los picos alcanzan la mayor altura y en el cuarto está la divisoria

de aguas entre la Argentina y Chile.

El 8 de febrero, al terminar el cruce, cuatro días antes de la batalla de Chacabuco,

San Martín le escribió al Director Supremo de las Provincias Unidas, Juan Martín

de Pueyrredón -su gran aliado político en esta empresa-: "El tránsito sólo de esta

sierra ha sido un triunfo. Dígnese vuestra excelencia figurarse la mole de un

Ejército moviéndose con embarazoso bagaje de subsistencia para casi un mes...

Por un camino de cien leguas, cruzado por eminencias escarpadas, desfiladeros,

travesías, profundas angosturas, cortado por cuatro cordilleras".

Lo que quiso destacar San Martín a Pueyrredón fue el éxito del cruce del Ejército,

en una misión que de haber fracasado habría postergado no se sabe por cuánto

tiempo la lucha por la independencia americana... Y todavía faltaban librar las

batallas, las que definirían la campaña, las que lo convirtieron en el Padre de la

Patria.

La aventura del cruce demandó, además, una formidable operación de inteligencia

por parte de San Martín, quien en todo momento tuvo presente que si no dividía las

fuerzas realistas podía caer en la primera batalla contra los realistas todo el

proyecto independentista. Esta acción de combate se la conoce hoy como la

Guerra de Zapa (trabajo solapado para conseguir un fin).

Los otros pasos usados por las tropas fueron por el sur de Mendoza: el de San

Carlos llevó como jefe al capitán José León Lemos, que transitó por territorio

Pehuenche y el del Planchón al mando del capitán de Granaderos a Caballo,

Ramón Freire, que traspasó la cordillera con una altura media de 3.800 msndm.

Freire partió desde el Plumerillo el 14 de enero. Freire llegó años más tarde a

Director Supremo de Chile.

La división San Juan, cuyo jefe fue el teniente coronel Juan Manuel Cabot, inició la

marcha el 12 de enero, debiendo afrontar una gran dificultad en el vadeo del río

San Juan por el abundante caudal del deshielo veraniego. El invierno de 1816

había sido muy frío y con muchas nevadas en alta montaña, según consignan las

crónicas de la época.

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La columna de La Rioja emprendió la travesía por el paso de Come Caballos al

mando del coronel Francisco Zelada, que había formado parte del Ejército del

Norte del general Manuel Belgrano hasta emprender la marcha a Chile. Mientras

estuvo en territorio argentino, Belgrano controló y asistió a la división.

Por Uspallata cruzó el coronel Juan Gregorio de Las Heras con una fuerza

estimada en mil hombres y detrás trepó la columna de la artillería, que no llegó a

tiempo para cañonear en Chacabuco.

De acuerdo con el general (RE) Diego Soria, miembro del Instituto Sanmartiniano,

el ejército del Libertador atravesó la espina vertebral de la América del Sur con

4.500 hombres, entre soldados, 3.900, y otros 1.600 hombres de la maestranza,

baqueanos y chasques que cumplieron con la esforzada y anónima tarea de

comunicar lo que ocurría durante los 24 días de marcha a cada uno de los jefes y,

en especial, al comandante.

Todos los hombres, incluida la infantería, cruzaron a lomo de mula, el único

cuadrúpedo confiable en los caminos de montaña. "Si se planta la mula, es porque

no se puede pasar", dice una máxima vigente entre los baqueanos. Se usaron 10

mil mulas para servir al cruce, entre cabalgaduras de los efectivos y las de

transporte de munición, enceres y vituallas.

Los 1.200 caballos que habían salido en los primeros días de enero desde el

Plumerillo llegaron a la batalla de Chacabuco el 12 de febrero sin ser montados, los

llevaron de las riendas cada uno de los Granaderos para no forzarlos y tampoco

exponerlos en un terreno donde no eran aptos.

Los caballos salieron del Plumerillo con anticipación a la columna principal para ser

herrados en la estancia Los Manantiales, en plena sierra.

Junto con mulas y caballos, fueron arreadas 600 reses para ser carneadas durante

el camino. Entre las previsiones de comida, San Martín ordenó el armado de seis

mil arrobas (unidad de peso de la época de 35 kg. cada una), porque en la

cordillera no había aprovisionamiento posible y tampoco pasto para los animales.

También cargaron forraje para los animales.

Las previsiones de abastecimiento resultaron satisfactorias e incluyeron vino y

aguardiente para los soldados para el caso de sufrir frío y mal tiempo en la

montaña, que aun en verano puede se mortal si no se toman los recaudos. La ropa

de abrigo y los uniformes fueron los adecuados para soportar la invernada de

altura.

Al cabo del cruce, el Ejército de Los Andes sólo había perdido 300 hombres de los

4.500 que habían iniciado la travesía de montaña, sólo superada en altura media

por la cordillera del Himalaya, en Asia. Todas las bajas fueron productos de

enfermedades y accidentes de la sierra.

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Cada una de las columnas tuvieron una misión general: llegar a Chile en

condiciones de combate y una particular: tomar el poder en la zona en la que

desembocaban.

La columna principal que cruzó por Los Patos y la de Las Heras, que lo hizo por

Uspallata, debían prepararse para enfrentar la división más importante realista, que

según lo previsto por San Martín, los esperaría en la cuesta de Chacabuco.

La carta a Pueyrredón consigna el éxito del cruce, pero también coincide con el

momento en que el Ejército de Los Andes se reagrupa para el enfrentamiento

decisivo. La fuerza Libertadora -le señala San Martín al jefe político del país- está

entera y presta a librar batalla.

El 12 de febrero se produjo la batalla de Chacabuco, que luego de cuatro horas "de

fuego vivísimo", según la descripción de San Martín en una carta a Belgrano, el

Ejército de Los Andes acabó con la resistencia realista. Los leales a la corona

española tuvieron 600 muertos, 500 prisioneros y más de mil fusiles pasaron a

manos americanas.

San Martín ordenó no perseguir al enemigo en la huida, dado el cansancio de los

hombres y de la caballada que había cruzado Los Andes en 24 días y librado con

éxito el primer combate que permitió proclamar al Libertador: "Todo Chile ya es

nuestro. Nos batimos con una división enemiga de dos mil hombres. Los que

murieron de los nuestros no alcanzan a cincuenta", añadió a Belgrano.

Para el general Soria, "la campaña del cruce de Los Andes es el punto de inflexión

de la epopeya libertadora, a partir de aquí los realistas perdieron la iniciativa

histórica y militar. Esto influyó en el resto del continente. Este es el valor del cruce y

del triunfo en Chacabuco".

Los restos del general José de San Martín descansan hoy en una capilla dentro de

la catedral de la ciudad de Buenos Aires, donde también hay dos urnas con los de

sus amigos los generales Tomas Guido y Juan Gregorio de Las Heras.

En las paredes hay placas de mármol con los nombres de las batallas de San

Lorenzo, Chacabuco, Maipú y Lima, adonde ingresó sin disparar un sólo tiro. Pero

no está la de la hazaña del cruce de Los Andes.

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El empréstito Baring

Bernardino Rivadavia fue el inventor local de “la deuda eterna”. En 1824, siendo

Ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, autorizó pedir un préstamo a

la Baring Brothers (Inglaterra) por un millón de libras esterlinas. Este préstamo fue

impuesto como parte de la estrategia geopolítica de dominación de Gran Bretaña,

para condicionarnos económicamente e impedir nuestro crecimiento como Nación

independiente. Respondió más a las necesidades inglesas de asegurarse la

subordinación colonial que a necesidades locales.

El argumento para pedir el préstamo fue el supuesto propósito de construir un

puerto, fundar ciudades y dar aguas corrientes a Bs.As. (nada de eso se hizo

finalmente).

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Al momento de aprobar el pedido del empréstito, alguien preguntó:

- ¿Pero cómo vamos a devolver un millón de libras esterlinas?

- Muy fácil -le contestaron- con las rentas de aduana, que son trescientas mil libras

esterlinas por año; en tres años devolvemos el millón de libras esterlinas.

- Pues entonces -replicó- esperemos tres años y construimos las obras sin pedir

ningún empréstito...

Ante tal argumento, la sesión quedó en silencio, a punto de rechazar la propuesta,

pero apareció el fatal argumento:

- Si entra un millón de libras esterlinas, se reactiva toda la economía -y se aprobó el

pedido.

(Es el mismo argumento que seguimos escuchando para endeudarnos

indefinidamente)

Con algunas honrosas excepciones y resistencias, se aprobó pedido y se autorizó

a un ”consorcio” (Guillermo y Juan Parish Roberston, Braulio costa, Miguel Siglos y

J. Pablo Sáenz Valiente) para negociarlo en Londres al 70 % de su valor. La estafa

era tan evidente que el principal banquero inglés (Nathan Rostschild) se abstuvo de

participar, y finalmente se negoció con la casa Baring. El país se comprometió por

una deuda de 1.000.000 de Libras al 6 % de interés anual garantizadas con rentas

y hasta con tierra pública. Del millón de Libras se descontó la comisión del

“consorcio” (120.000), intereses y “servicios” adelantados, quedando en definitiva

un saldo de 560.000 Libras, que debía recibir Bs.As. por el 1.000.000 que se

endeudaba.

Cuando el gobierno reclama el envío del dinero, Baring remite 2.000 en monedas

de oro, 62.000 en letras de cambio (papelitos) y propone por “prudencia de mandar

dinero a tanta distancia”, dejar depositado en su banco los 500.000 restantes,

pagando 3 % de interés anual. (Un negocio redondo. Pedir dinero, al 6 % y

prestarlo al 3 % “al mismo prestamista”)

Ni se construyó el puerto ni se puso un solo caño en Bs.As. Se pago catorce veces

la deuda, hasta cancelarla en 1.904.

Los Hermanos Baring no eran solamente banqueros, sino funcionarios de los

organismos de la política imperial: la Tesorería Británica, el Ministerio de Hacienda,

y de la Compañía de Indias.

Rivadavia garantizó el pago de esa deuda con las tierras públicas de Buenos Aires

(Ley de enfiteusis). Posteriormente extendió la garantía hipotecaria a todas las

tierras públicas de la Nación. (“quedan especialmente afectadas al pago de la

deuda nacional, la tierra y demás bienes inmuebles de propiedad pública cuya

enajenación se prohíbe”).Ya no pudieron venderse tierras públicas con fines de

colonización.

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Con el mismo propósito el Imperio Británico concedió préstamos a varios países

latinoamericanos (México, Colombia, Chile, Perú, Centroamérica) que se estaban

independizando de Espana. Firmaron, también, “acuerdos de comercio y amistad

recíprocos”, que otorgaron beneficios a los comerciantes ingleses que dominaban

en esas regiones.

Como era lógico suponer, faltó dinero para pagar esa deuda. En consecuencia, en

1828 se liquidó la escuadra naval y se dieron en pago dos fragatas que se estaban

construyendo en Inglaterra. De este modo, cuando se produjo la usurpación de las

Malvinas por los ingleses, cinco años más tarde, no hubo fuerza naval para

contrarrestarla. Obviamente, esto estuvo planificado por los acreedores, y su

cómplice, Rivadavia.

Los mismos ingleses, admitieron el carácter fraudulento de esta negociación.

Ferdinand White, espía inglés, enviado por la Baring al Río de la Plata, condenó los

aspectos delictuosos de este acuerdo. Fue una operación usurera, un acto de

saqueo y sumisión y el primer acto de corrupción ligado a la deuda externa. Según

Scalabrini Ortiz, de la suma recibida, sólo llegaron al Río de la Plata en oro, como

estaba convenido, el 4% de lo pactado, o sean 20.678 libras.

El primer negociador del empréstito Baring fue Manuel José García, ministro de

Hacienda de Martín Rodríguez, gobernador de Buenos Aires de 1821 a 1824.

Rivadavia, también fue ministro de este gobierno. García utilizó toda su influencia,

para que se perdiera el Alto Perú. Fue agente de Rivadavia, cuando se pactó la

entrega de la Banda Oriental al Emperador de Brasil. Llevó adelante una política

antinacional que favoreció los intereses británicos. Fue por esa época que el

ministro inglés dijera “América espanola es libre y si sabemos actuar con habilidad

sera nuestra” (George Canning, después de reconocer la independencia de las

colonias latinoamericanas en la época en que el grupo rivadaviano concertaba el

primer empréstito con la Baring) (Historia universal. Editorial Daimon) Rivadavia

hacía “oídos sordos”.

En el conflicto de la Confederación con el Imperio, Argentina había vencido a Brasil

en Ituzaingó, y faltaba el empujón final. Alvear quería llegar hasta Río de Janeiro,

pero los ingleses tenían otros planes. la “Federación del Uruguay”. Era un proyecto

británico para formar un Estado reuniendo a la Banda Oriental, Río Grande, Entre

Ríos, Corrientes y Paraguay, que compensara el poderío de la Confederación y del

Imperio. Rivadavia, más interesado en el negocio con los ingleses y en someter al

interior, hizo regresar el ejército y firmar un tratado vergonzoso a través de García.

Las provincias del interior querían terminar una guerra ya ganada, pero Rivadavia

estaba más interesado en sus negocios mineros con los ingleses, que en su patria,

y prefiere que regrese el ejército para imponer “la organización a palos” en el

interior, aun a costa de ceder la Banda Oriental. Prevalecen las palabras del

ministro Agüero de “la paz a cualquier precio”.

Los federales piden al gobierno y que les dejen a ellos el peso de la guerra pero

Rivadavia prefería perder la guerra y la banda oriental, antes que dejarle el

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gobierno a los federales. Se instruye a García para que vaya a Río de Janeiro a

terminar la guerra “a cualquier precio”. Fue un arreglo tan vergonzoso que ante la

indignación popular Rivadavia intentó usar a García de chivo expiatorio: “no solo ha

traspasado sus instrucciones sino contravenido a la letra y espíritu de ellas” que

”destruye el honor nacional y ataca la intendencia y todos los intereses de la

República” e intenta desconocer el arreglo.

“El tribuno”, de Dorrego, publica el “Reports” del capitan Head y la correspondencia

entre éste y Rivadavia sobre el escandaloso negociado de las minas del Famatina.

Se da cuenta de los sueldos según “libros” de la Mining a Rivadavia, las

comisiones, trafico de influencias, etc. (Para mas detalles ver JM Rosa Hist.Arg. t

IV)

Rivadavia no puede tapar tanta mugre con un pañuelo, y renuncia

verborrágicamente:

“Me es penoso no poder exponer a la faz del mundo los motivos que justifican mi

irrevocable decisión (también, como para exponer al mundo “los motivos”!!!)...He

dado a la patria días de gloria (¿?)…he sostenido hasta el último punto la honra y

dignidad de la Nación (menos la honra propia)…Dificultades de nuevo orden que

no me fue dado prever (¿?) han venido a convencerme de que mis servicios no

pueden en lo sucesivo serle de utilidad alguna (le habrán sido alguna

vez?)...sensible es no poder satisfacer al mundo de los motivos irresistibles que

justifican esta decidida resolución...(bla bla bla)Quizás hoy no se hará justicia a la

nobleza y sinceridad de mis sentimientos, mas yo cuento con que al menos me

hará algún día la posteridad, me hará la historia” (¿Sabría anticipadamente que

Mitre y Sarmiento se ocuparían de la historia ?)

Dorrego quiere seguir la guerra a toda costa pero hasta el banco de la provincia

(manejado por intereses y accionistas ingleses) le niega todo crédito. Regresado el

ejército, Lavalle derroca ilegalmente a Dorrego y lo fusila (incentivado por unitarios,

del Carril entre ellos)

En semejantes circunstancias llega San Martín de Europa (embarcado por

precaución con el apellido materno) a Montevideo y se entera del fusilamiento de

Dorrego. San Martín es mal recibido, y Paz (gobernador interino) le escribe a

Lavalle (que está en campaña) :”Calcule Ud las consecuencias de una aparición

tan repentina”.

Desacreditados los revolucionarios “Decembristas”, le ofrecen a San Martín el

Gobierno, para “salvar la revolución con su prestigio”, pero San Martín se rehúsa a

aceptar.

A pesar de todo esto, Rivadavia figurara como un “ciudadano ilustre” y su nombre

figurará en calles, pueblos, ciudades y sillones.

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¿Qué pensaba San martín sobre Rivadavia? O’Higgins, en una carta que escribió

en 1828 a San Martín define a Rivadavia, como “el hombre más criminal que ha

producido el pueblo argentino”.

San Martín, con motivo del fusilamiento de Dorrego, se expresó de la siguiente

manera:

“Los autores del movimiento del 1º de Diciembre,- se refiere al fusilamiento de

Dorrego - son Rivadavia y sus satélites y a usted le consta los inmensos males que

estos hombres han hecho, no sólo al país, sino al resto de América, con “su

infernal conducta.”... ...“En nombre de vuestros propios intereses os ruego que

aprendáis a distinguir los que trabajan por vuestra salud, de los que meditan

vuestra ruina…”

Rivadavia no fue ”El hombre de Estado mas grande del mundo”, (según Mitre) sino

”El de “Infernal conducta”, (según San Martín)

El problema no es "el capital" en si mismo; el problena es "el capital usurero", sea

éste privado o estatal.

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