eiji yoshikawa musashi v el camino de la vida y de la muerte

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  • 8/7/2019 Eiji Yoshikawa Musashi v El Camino de La Vida Y de La Muerte

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    MUSASHI

    5. 1 camino de la viday de la muerte

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    Resumen de los volmenes anteriores

    Musashi ha comprendido que las tcnicas de esgrima noson su objetivo. Busca un Camino de la Espada que lo abarquetodo. La espada tiene que ser mucho ms que una simple arma,

    ha de ser una respuesta al interrogante de la vida.Toma como alumno al joven lori, decidiendo dedicarse conl al cuidado de la tierra. Las inundaciones peridicas que seproducen en la regin hacen su tarea aparentemente imposible,hasta que deja de intentar someter la tierra y en vez de ello des-cubre cmo adaptarse a sus caractersticas. Durante esteperodo organiza tambin a los habitantes de la localidad pararepeler el pillaje de un grupo de bandidos. Este hecho y sus lo-gros en el cultivo de la tierra le convierten en una celebridadlocal, llegando a llamar la atencin de Tadatoshi, seor de Edo.

    La vieja Osugi, que ha jurado vengarse de Musashi porcreerle responsable de la rotura del compromiso matrimonialde su hijo Matahachi con la joven Ots, enamorada de Mu-

    sashi, ha sido acogida en casa de Yajibei, un poderoso capatazlocal que lidera a un grupo de rufianes en Edo.Sasaki Kojir, joven y ambicioso samurai, se ha instalado

    tambin en Edo y ha atrado asimismo la atencin de Tada-toshi. Mientras maniobra para conseguir entrar al servicio deste, se une al grupo de Yajibei como instructor, buscando de-safiar a Musashi cuando sabe de su presencia en la ciudad.

    La ambicin de Kojir le lleva a enemistarse y, finalmente,a destruir la escuela Obata de estrategia militar. Uno de susestudiantes, Shinz, es ayudado por Musashi en un altercadocon los hombres de Yajibei, con gran coste para su reputacin,ya que es tildado pblicamente de cobarde por stos.

    Sin embargo, su personalidad cada vez ms reflexiva y suentrega al Camino de la Espada le granjean la amistad de di-versos personajes relevantes, incluyendo al seor Ujikatsu deAwa, padre de Shinzo y, a su vez, renombrado estratega mi-litar, y a Munenori, samurai al servicio del propio shogun.Al conocer su situacin, y deseosos de que pueda asentarsey casarse con Ots, deciden recomendarle para el puesto deinstructor del shogun.

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    Personajes y lugares

    AKEMI, la hija de OkoDAIZ, un ladrn

    YOSHINO DAY, una hermosa cortesanaEDO, la capital del shogunadoFUNASHIMA, una isla, lugar de la batalla definitiva entre Mu-

    sashi y KojirGONNOSUKE, campesino y aspirante a samuraiGUDO, un sacerdote ZenTOKUGAWA HDETADA, hijo de Tokugawa Ieyasu, a quien su-

    cedi en 1605YAGY HYogo, nieto de Yagy SekishsaiTOKUGAWA IEYASU, el shogun, dirigente de JapnSANNOSUKEIORI, muchacho campesino y seguidor de MusashiJTAR, joven seguidor de MusashiIWAMA KAKUBEI, vasallo de la Casa de Hosokawa

    HON'AMI KETSU, artesanoSASAKIKOJIR, samurai y principal rival de Musashi, conocidotambin como Ganry

    HON'IDEN MATAHACHI, amigo de infancia de MusashiMIMASAKA, provincia natal de MusashiYAGY MUNENORI, hijo de Yagy Sekishsai y samurai del

    shogun

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    MIYAMOTO MUSASHI, espadachn de fama crecienteHON'AMI MYSH, la madre de Hon'ami KetsuOKO, mujer lascivaOMITSU, sobrina de Ono TadaakiHON'IDEN OSUGI, la madre de Matahachi y enemiga acrrima

    de Musashi

    OTS, joven enamorada de Musashi NAGAOKA SADO,ayudante de Hosokawa Tadatoshi YAGY SEKISHSAI,anciano maestro del estilo Yagy de esgrimaH5JO SHINZ, samurai e hijo del seor Hojo UjikatsuTAKUAN SH, un monje excntrico KIMURA SUKEKUR,espadachn de la Casa de Yagy ONO TADAAKI, tutor de artesmarciales del shogun HOSOKAWA TADATOSHI, hijo mayordel seor Hosokawa Tadoaki, patrn de KojirSEOR HOSOKAWA TADOAKI, poderoso daimyo o dirigente re-

    gionalSHIMMEN TAKEZ, nombre anterior de Musashi AOKITANZAEMON, un soldado, padre de Jotar GION TJI,samurai de la escuela Yoshioka y marido de Oko TOYOTOMI,familia rival de los Tokugawa y gobernantes del

    castillo de Osaka SEOR Hjo UJIKATSU, seor de Awa yrenombrado estratega

    militar USHINOSUKE, un muchachocampesino

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    Prlogo

    Podemos decir sin temor a equivocarnos que este libro vienea ser el equivalente japons de Lo que el viento se llev. Escrito

    por Eiji Yoshikawa (1892-1962), uno de los escritores popularesms prolfico y estimado de Japn, es una larga novela histricaque apareci primero sealizada, entre 1935 y 1939, en el AsahiShimbun, el peridico japons de mayor tirada y ms prestigio-so. En forma de libro se ha publicado no menos de catorce ve-ces, la ms reciente en cuatro volmenes de las obras comple-tas en 53 tomos editadas por Kodansha. Ha sido llevada alcine unas siete veces, se ha representado numerosas veces en losescenarios y con frecuencia ha sido presentada en seriales te-levisivos.

    Miyamoto Musashi fue un personaje histrico, pero graciasa la novela de Yoshikawa tanto l como los dems principalespersonajes del libro han pasado a formar parte del folklore vivo

    japons. El pblico est tan familiarizado con ellos que a menu-do sirven como modelos con los que se compara a alguien, puesson personalidades que todo el mundo conoce. Este hecho pro-porciona a la novela un inters adicional para el lector extranje-ro. No slo ofrece un perodo de la historia japonesa novelada,sino que tambin muestra cmo ven los japoneses su pasado y as mismos. Pero el lector disfrutar sobre todo de un brioso rela-

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    to de aventuras protagonizadas por espadachines y una discretahistoria de amor, al estilo japons.

    Las comparaciones con la novela Shogun, de James Clavell,parecen inevitables, porque hoy, para la mayora de los occiden-tales, tanto el libro como la serie de televisin Shogun compitencon las pelculas de samurais como su principal fuente de conoci-

    miento sobre el pasado de Japn. Ambas novelas se ocupan delmismo periodo histrico. Shogun, cuya accin tiene lugar en elao 1600, finaliza cuando Toranaga, que corresponde al Toku-gawa leyasu histrico y pronto va a ser el shogun o dictador mili-tar del pas, parte hacia la decisiva batalla de Sekigahara. El rela-to de Yoshikawa comienza cuando el joven Takez, que msadelante tomar el nombre de Miyamoto Musashi, yace heridoentre los cadveres del ejrcito derrotado en ese campo de batalla.

    Con la nica excepcin de Blackthorne, el histrico WillAdams, Shogun trata sobre todo de los grandes seores y damasde Japn, que aparecen levemente velados bajo nombres queClavell ha ideado para ellos. Aunque en Musashi se mencionanmuchas grandes figuras histricas con sus nombres verdaderos,el autor se ocupa de una gama ms amplia de japoneses, en es-pecial el grupo bastante extenso que viva en la frontera mal de-finida entre la aristocracia militar hereditaria y la gente corrien-te, los campesinos, comerciantes y artesanos. Clavell distorsionalibremente los hechos histricos para que encajen en su relato einserta una historia de amor a la occidental que no slo se mofaflagrantemente de la historia, sino que es del todo inimaginableen el Japn de aquella poca. Yoshikawa permanece fiel a lahistoria, o por lo menos a la tradicin histrica, y su historia deamor, que es como un tema de fondo a escala menor a lo largodel libro, es autnticamente japonesa.

    Por supuesto, Yoshikawa ha enriquecido su relato con mu-

    chos detalles imaginarios. Hay suficientes coincidencias extra-as e intrpidas proezas para satisfacer a todo amante de losrelatos de aventuras, pero el autor se mantiene fiel a los hechoshistricos tal como se conocen. No slo el mismo Musashi sinotambin muchos de los dems personajes que tienen papelesdestacados en el relato son individuos que han existido histri-camente. Por ejemplo, Takuan, que acta como luz orientadora

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    y mentor del joven Musashi, fue un famoso monje zen, calgra-fo, pintor, poeta y maestro de la ceremonia del t en aquella po-ca, que lleg a ser el abad ms joven del templo Daitokuji deKyoto, en 1609, y ms adelante fund un monasterio principalen Edo, pero a quien hoy se recuerda ms por haber dado sunombre a un popular encurtido japons.

    El Miyamoto Musashi histrico, quien pudo haber nacidoen 1584 y muerto en 1645, fue un maestro de la esgrima, como supadre, y se hizo famoso porque usaba dos espadas. Era un ar -diente cultivador de la autodisciplina como la clave de las artesmarciales y escribi una clebre obra sobre esgrima, el Gorin nosho. Probablemente particip de joven en la batalla de Seki-gahara, y sus enfrentamientos con la escuela de esgrima Yoshio-ka de Kyoto, los monjes guerreros del templo Hzin de Nara yel afamado espadachn Sasaki Kojir, todos los cuales ocupanun lugar destacado en esta obra, ocurrieron realmente. El relatode Yoshikawa finaliza en 1612, cuando Musashi era todava unjoven de unos veintiocho aos, pero es posible que posterior-mente luchara con el bando perdedor en el asedio del castillo deOsaka en 1614 y que en los aos 1637 y 1638 participara en laaniquilacin del campesinado cristiano de Shimabara en la i slaoccidental de Kyushu, acontecimiento que seal la extirpacindel cristianismo en Japn durante los dos siglos siguientes y con-tribuy al aislamiento de Japn del resto del mundo.

    Resulta irnico que en 1640 Musashi se hiciera servidor delos seores Hosokawa de Kumamoto, los cuales, cuando eranlos seores de Kumamoto, haban sido protectores de su princi-pal rival, Sasaki Kojir. Los Hosokawa nos hacen volver a Sho-gun, porque es el Hosokawa mayor, Tadaoki, quien figura deuna manera totalmente injustificable como uno de los principa-les villanos de esa novela, y es la ejemplar esposa cristiana de

    Tadaoki, Gracia, la que aparece plasmada, sin un pice de vero-similitud, como Mariko, el gran amor de Blackthorne.La poca en que vivi Musashi fue un periodo de gran tran-

    sicin en Japn. Tras un siglo de guerra incesante entre peque-os daimyos, o seores feudales, tres lderes sucesivos habanreunificado finalmente el pas por medio de la conquista. OdaNobunaga haba iniciado el proceso pero, antes de completarlo,

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    muri a manos de un vasallo traidor, en 1582. Su general mscapacitado, Hideyoshi, que se haba elevado desde simple solda-do de infantera, complet la unificacin del pas pero muri en1598, antes de que pudiera consolidar el dominio de la nacin afavor de su heredero. El vasallo ms fuerte de Hideyoshi, Toku-gawa Ieyasu, un gran daimyo que gobernaba en gran parte del

    Japn oriental desde su castillo en Edo, la moderna Tokyo, con-sigui entonces la supremaca al derrotar a una coalicin de dai-myos occidentales en Sekigahara. Esto ocurri en 1600, y tresaos despus Ieyasu adopt el ttulo t radicional de shogun, quesignificaba su dictadura militar sobre todo el territorio, terica-mente en nombre de la antigua pero impotente lnea imperial deKyoto. En 1605, Ieyasu transfiri la posicin de shogun a suhijo, Hidetada, pero sigui sujetando l mismo las riendas delpoder hasta que hubo destruido a los seguidores del heredero deHideyoshi en los sitios del castillo de Osaka, que tuvieron lugaren 1614 y 1615.

    Los tres primeros dirigentes Tokugawa establecieron uncontrol tan firme de Japn que su dominio se prolong durantems de dos siglos y medio, hasta que finalmente se hundi en1868, tras los tumultos que siguieron a la reapertura de Japn alcontacto con Occidente, una dcada y media atrs. Los Tokuga-wa gobernaron por medio de daimyos hereditarios semiautno-mos, cuyo nmero era de unos 265 al final del periodo, y losdaimyos, a su vez, controlaban sus feudos por medio de sus ser-vidores samurai hereditarios. La transicin desde la guerraconstante a una paz estrechamente regulada provoc la apari-cin de fuertes diferencias de clase'entre los samurais, que tenanel privilegio de llevar dos espadas y tener apellido, y los ple-beyos, a los cuales, aunque figuraban entre ellos ricos comer-ciantes y terratenientes, se les negaba en teora el derecho a todo

    tipo de armas y el honor de usar apellidos.Sin embargo, durante los aos sobre los que Yoshikawa es-cribe, esas diferencias de clase an no estaban ntidamente defi-nidas. Todas las localidades contaban con un r emanente decampesinos luchadores, y el pas estaba lleno de rnin, o samu-rais sin amo, en su mayor parte restos de los ejrcitos de dai -myos que haban perdido sus dominios tras la batalla de Seki-

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    gahara o en guerras anteriores. Fue necesaria una generacin, otal vez dos, antes de que la sociedad quedara totalmente clasifi-cada en las rgidas divisiones de clase del sistema Tokugawa, yentretanto hubo considerables fermento y movilidad sociales.

    Otra gran transicin en los inicios del Japn del siglo xvufue la naturaleza del liderazgo. Restaurada la paz y con el fin de

    las grandes guerras, la clase guerrera dominante descubri quela pericia militar era menos esencial para dominar con xito queel talento administrativo. La clase samurai inici una lentatransformacin: de guerreros con armas de fuego y espadas pa-saron a ser burcratas con pincel de escribir y papel. El dominiode s mismo y la disciplina en una sociedad en paz iban siendoms importantes que la habilidad guerrera. El lector occidentalquiz se sorprenda al constatar lo extendida que estaba la al-fabetizacin ya a principios del siglo xvn y las constantes refe-rencias que los japoneses hacan a la historia y la literatura chi-nas, al modo como los europeos nrdicos de la misma poca sereferan continuamente a las tradiciones de Grecia y Roma an-tiguas.

    Una tercera transicin importante en la poca de Musashifue la del armamento. En la segunda mitad del sigl o XVI, losmosquetes de mecha, introducidos recientemente por los portu-gueses, se haban convertido en las armas decisivas en el campode batalla, pero cuando reinaba la paz en el pas los samuraispodan dar la espalda a las desagradables armas de fuego y rea-nudar su tradicional relacin amorosa con la espada. Florecie-ron las escuelas de esgrima. Sin embargo, como haban dismi-nuido las probabilidades de usar las espadas en combatesverdaderos, las habilidades marciales fueron convirtindosegradualmente en artes marciales, y stas recalcaron cada vezms la importancia del dominio de uno mismo y las cualidades

    de la esgrima para la formacin del carcter, ms que una efica-cia militar que no se haba puesto a prueba.El relato que hace Yoshikawa de la poca juvenil de Mu-

    sashi ilustra todos estos cambios que tenan lugar en Japn. lmismo era un ronin tpico de un pueblo de montaa, y slo llega ser un samurai al servicio de un seor en su madurez. Fue elfundador de una escuela de esgrima. Lo ms importante de todo

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    es que, gradualmente, se transform y pas de ser un luchadorinstintivo a un hombre que persegua fanticamente los objeti-vos de la autodisciplina similar a la del zen, un completo domi-nio interior de s mismo y el sentido de la unin con la naturale-za circundante. Aunque en sus aos mozos todava podandarse justas a muerte, parecidas a los torneos de la Europa me-

    dieval, el Musashi que retrata Yoshikawa da un giro conscientea sus artes marciales, las cuales dejan de estar al servicio de laguerra para convertirse en un medio de formacin del carcteren tiempo de paz. Las artes marciales, la autodisciplina espiri-tual y la sensibilidad esttica se fundieron en un todo indistingui-ble. Es posible que esta imagen de Musashi no est muy lejos dela verdad histrica. Se sabe que Musashi fue un hbil pintor ynotable escultor adems de espadachn.

    El Japn de principios del siglo xvn que encarna Musashiha permanecido muy vivo en la conciencia de los japoneses. Ellargo y relativamente esttico dominio del perodo Tokugawapreserv gran parte de sus formas y su espritu, aunque de unamanera un tanto convencional, hasta mediados del siglo XIX, nohace mucho ms de un siglo. El mismo Yoshikawa era hijo deun ex samurai que, como la mayora de los miembros de su cla-se, no logr efectuar con xito la transicin econmica a la nue-va era. Aunque en el nuevo Japn los samurais se difuminaronen el anonimato, la mayora de los nuevos dirigentes procedande esa clase feudal, y su carcter distintivo fue popularizado porel nuevo sistema educativo obligatorio y lleg a convertirse en elfondo espiritual y la tica de toda la nacin japonesa. Las nove-las como Musashi y las pelculas y obras teatrales derivadas deellas contribuyeron a este proceso.

    La poca de Musashi est tan cercana y es tan real para losmodernos japoneses como la guerra de Secesin para los nor-

    teamericanos. As pues, la comparacin con Lo que el viento sellev no es en modo alguno exagerada. La era de los samuraisest an muy viva en las mentes japonesas. Contrariamente a laimagen de los japoneses actuales como animales econmicosorientados hacia el grupo, muchos japoneses prefieren versecomo Musashis de nuestro tiempo, ardientemente individua-listas, de elevados principios, auto disciplinados y con sentido

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    esttico. Ambas imgenes tienen cierta validez, e ilustran lacomplejidad del alma japonesa bajo el exterior en aparienciaimperturbable y uniforme.

    Musashi es muy diferente de las novelas altamente psicolgi-cas y a menudo neurticas que han sido sostn principal de lastraducciones de literatura japonesa moderna. Sin embargo, per-

    tenece de pleno a la gran corriente de la narrativa tradicional y elpensamiento popular japoneses. Su presentacin en episodiosno obedece slo a su publicacin original como un folletn deperidico, sino que es una tcnica preferida que se remonta a losinicios de la narrativa nipona. Su visin idealizada del espada-chn noble es un estereotipo del pasado feudal conservado encientos de otros relatos y pelculas de samurais. Su hincapi en elcultivo del dominio de uno mismo y la fuerza interior personalpor medio de la austera disciplina similar a la del zen es unacaracterstica principal de la personalidad japonesa de hoy,como tambin lo es el omnipresente amor a la naturaleza y elsentido de proximidad a ella. Musashi no es slo un gran rela tode aventuras, sino que va ms all y nos ofrece un atisbo de lahistoria japonesa y una visin de la imagen idealizada que tie-nen de s mismos los japoneses contemporneos.

    EDWIN O. REISCHAUER1

    Enero de 1981

    i. Nacido en Japn en 1910, desde 1946 fue profesor de ia Universidad deHarvard, la cual le nombr posteriormente profesor emrito. Entre 1961 y1966 dej la universidad para ocupar el cargo de embajador norteamericanoen Japn, y es uno de los ms clebres conocedores a fondo de ese pas. Entresus numerosas obras destacan Japan: The Story of a Nation y The apese.

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    1El algarrobo

    Matahachi abri los ojos y mir a su alrededor, se levant yasom la cabeza por la puerta trasera.

    Akemi! grit.No obtuvo respuesta.Algo le impuls a abrir el armario. Recientemente Akemi

    haba terminado de confeccionar un nuevo kimono. La prendano estaba all.

    Primero fue a la casa vecina, la de Umpei, y luego recorri elpasadizo entre las casas hasta salir a la calle, donde fue pregun-tando ansiosamente a todo el mundo si haban visto a la joven.

    La he visto esta maana dijo la mujer del carbonero.De veras? Dnde?Vesta muy bien. Le pregunt adonde iba y me contest

    que a visitar a unos parientes en Shinagawa.Shinagawa?

    No tiene parientes all? inquiri la mujer escptica-mente.

    l empez a decir que no, pero se contuvo.Ah, s, claro. Ha ido all.Correra tras ella? En realidad, no le tena demasiado ape-

    go, y estaba ms irritado que otra cosa. Su desaparicin le ha-ba dejado un sabor agridulce.

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    Escupi, solt uno o dos juramentos y se encamin a laplaya, que estaba al otro lado de la carretera de Shibaura. Acierta distancia de la orilla se apiaban varias casas de pescado-res. Matahachi tena la costumbre de ir all cada maana mien-tras Akemi cocinaba el arroz, en busca de pescado. Casi siem-pre cinco o seis ejemplares haban cado de las redes, y l

    regresaba justo a tiempo para que ella los incluyera en el desa-yuno. Aquel da hizo caso omiso del pescado.Qu te ocurre, Matahachi? le pregunt el prestamista

    de la calle principal al tiempo que le daba unas palmaditas en elhombro.

    Hace una buena maana replic el interpelado.Es agradable salir de casa temprano, verdad? Me alegra

    verte salir cada maana para dar un paseo. Es excelente paratu salud!

    Debes de estar de broma. Tal vez si fuese rico como t,paseara para hacer salud. Para m, el paseo es trabajo.

    No tienes muy buen aspecto. Te ha pasado algo?Matahachi cogi un puado de arena y la lanz poco a poco

    al viento. Tanto l como Akemi conocan bien al prestamista,el cual les haba ayudado a salir de varios apuros.

    El hombre sigui hablando sin inmutarse:Sabes? Quera hablar contigo de cierto asunto, pero

    nunca tena ocasin de hacerlo. Hoy vas a trabajar?Para qu iba a molestarme? No gano gran cosa vendien-

    do sandas.Vente a pescar conmigo.Matahachi se rasc la cabeza y le mir con una expresin

    apenada.Te lo agradezco, pero la verdad es que no me gusta pescar.Hombre, no tienes que pescar si no quieres, pero ven

    conmigo de todos modos. As te sentirs mejor. Ah est mibarca. Sabes remar con espadilla, no?-Supongo que s.Anda, vamos. Te contar cmo puedes ganar un montn

    de dinero..., tal vez mil piezas de oro. Qu te parece?De repente, Matahachi tuvo un gran inters en ir a pescar.A unas mil varas mar adentro, el agua an era lo bastante

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    somera para tocar el fondo con la espadilla. Matahachi dejque la barca notara a la deriva y pregunt:

    Dime, qu he de hacer para ganar ese dinero?Te lo dir en seguida. El corpulento prestamista se

    acomod en el asiento central de la embarcacin. Te ruegoque sostengas una caa de pescar sobre el agua.

    Por qu?Es mejor que la gente crea que estamos pescando. Dospersonas que remaran hasta tan lejos slo para hablar parece-ran sospechosas.

    Te parece bien as?Perfecto. El hombre sac una pipa con cazoleta de ce-

    rmica, la llen de caro tabaco y la encendi. Antes de decir-te lo que he pensado, permteme que te haga una pregunta.Qu dicen los vecinos de m?

    De ti?S, de Daizo de Narai.Bueno, se supone que los prestamistas son unos cicate-

    ros, pero todo el mundo dice que eres muy generoso al prestardinero. Dicen que eres un hombre que comprende la vida.

    No me refiero a las prcticas comerciales. Quiero saberqu opinan de m personalmente.

    Creen que eres un buen hombre, un hombre con sen-timientos. No te estoy halagando, eso es realmente lo queopinan.

    No comentan nunca lo religioso que soy?Oh, s, claro. Todo el mundo est asombrado de lo carita-

    tivo que eres.Nunca han venido por aqu hombres de la magistratura

    preguntando por m?No. Por qu habran de hacerlo?

    Daizo solt una risita.Supongo que mis preguntas te parecen absurdas, pero laverdad es que no soy un autntico prestamista.

    Qu?Escucha, Matahachi, es muy posible que nunca se te

    vuelva a presentar la oportunidad de ganar tanto dinero de unasola vez.

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    Probablemente tengas razn.Quieres agarrarte?De dnde?De la parra del dinero.Qu..., qu debo hacer?Prometerme hacer una cosa y llevarla a cabo.

    Eso es todo?Eso es todo, pero si luego cambias de idea, puedes dartepor muerto. S que el dinero te interesa, pero pinsalo bienantes de dar tu respuesta definitiva.

    Qu debo hacer exactamente? pregunt Matahachicon suspicacia.

    Tendrs que convertirte en un cavador de pozos. Eso notiene nada de raro.

    En el castillo de Edo?Daizo mir a travs de la baha. Los barcos de carga llenos

    de materiales de construccin y con los estandartes de variosgrandes clanes, Todo, Arima, Kat, Date, Hosokawa, se ali-neaban casi proa contra popa.

    Comprendes con rapidez, Matahachi. El prestamistallen de nuevo su pipa. Precisamente pensaba en el castillode Edo. Si no me equivoco, Umpei ha tratado de convencertede que caves pozos para l. Nada ms natural que decidierasaceptar la oferta.

    Eso es todo lo que he de hacer?... De qu modo con-vertirme en cavador de pozos me har ganar tanto dinero?

    Ten paciencia. Te lo contar todo.

    Al regresar a la orilla, Matahachi estaba eufrico. Cuandose separaron le haba hecho una promesa al prestamista. Aque-

    lla noche saldra sigilosamente e ira a casa de Daiz para reci-bir un anticipo de treinta monedas de oro.Volvi a su casa, hizo la siesta y se despert al cabo de unas

    horas con la imagen de la vasta suma que pronto sera suyaante los ojos.

    Era una fantstica suma de dinero, suficiente para compen-sar la mala suerte que haba tenido hasta entonces, suficiente

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    para que le durase el resto de su vida. Ms excitante an era laperspectiva de poder mostrar a la gente que se equivocaban,que, al fin y al cabo, l tena todo lo que haca falta tener.

    La fiebre del dinero le dominaba y no poda serenarse. To-dava notaba la boca seca, incluso un poco insensible. Sali alpasadizo desierto frente al bosque de bambes, detrs de la

    casa, y pens: Quin ser ese hombre y qu se propone?.Entonces empez a rememorar la conversacin sostenida conDaiz.

    En aquellos das los cavadores de pozos estaban trabajandoen el Goshinj, el nuevo castillo que se alzaba en el recintooccidental. Daiz le haba dicho: Tendrs que esperar hastaque se presente la ocasin, y entonces disparars contra el nue-vo shogun con un mosquete. El arma y la municin estaranen los terrenos del castillo, bajo un enorme algarrobo cuyaedad se contaba en siglos, cerca del portal trasero al pie de lacolina Momiji.

    Ni que decir tiene, los trabajadores estaban sometidos auna intensa vigilancia, pero a Hidetada le gustaba desplazarsecon sus ayudantes para inspeccionar las obras. Conseguir el ob-jetivo sera bastante fcil. En medio de la confusin producida,Matahachi podra huir saltando al foso externo, de donde lerescataran los cmplices de Daizo. ste le haba aseguradoque estaran all sin falta.

    Matahachi regres a su habitacin y se qued mirando eltecho. Le pareca or la voz de Daiz susurrando ciertas pa-labras una y otra vez, y record cmo le haban temblado loslabios cuando dijo: S, lo har. Se puso en pie de un salto, concarne de gallina. Esto es horrible! Ir ah ahora mismo y ledir que no quiero saber nada del asunto. Entonces recordalgo ms que Daizo le haba dicho: Ahora que te he contado

    todo esto, ests comprometido. Lamentara mucho que te ocu-rriese algo, pero si intentas echarte atrs, mis amigos te corta-rn la cabeza..., digamos antes de tres das. La penetrante mi-rada de Daiz mientras deca esto destell ante los ojos deMatahachi.

    Matahachi recorri la corta distancia por el callejn de Ni-shikubo hasta la esquina con la carretera de Takanawa, donde

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    estaba la casa de empeos. La baha, sumida en la oscuridad, seabra en el extremo de una calle lateral. Matahachi entr en elpasadizo a lo largo del almacn, se dirigi a la disimulada puer-ta trasera y llam suavemente.

    No est cerrado dijeron en seguida desde dentro.Daiz?

    S. Me alegro de que hayas venido. Entremos en el al-macn.Haban dejado abierto un postigo contra la lluvia. Mataha-

    chi entr en el corredor exterior y sigui al prestamista.Sintate le dijo Daiz, depositando una vela sobre un

    largo bal ropero de madera. El prestamista tom asiento a suvez, se cruz de brazos y le pregunt: Has visto a Umpei?

    Cundo te llevar al castillo?Pasado maana, cuando lleve a diez nuevos trabajadores.

    Ha dicho que me incluira.Entonces todo est arreglado?Bueno, an es necesario que el jefe del distrito y los cinco

    hombres de la asociacin del vecindario sellen los documentos.Eso no ser ningn problema, pues soy miembro de la

    asociacin.De veras? T?Por qu te sorprendes tanto? Soy uno de los hombres de

    negocios ms influyentes del vecindario. La primavera pasadael jefe del distrito insisti en que participara.

    Oh, no estaba sorprendido, yo... no lo saba, eso es todo.Ja, ja. S exactamente lo que has pensado, que es escan-

    daloso que un hombre como yo forme parte del comit que seocupa de los asuntos del vecindario. Pues bien, permteme de-cirte que, si tienes dinero, todo el mundo dir de ti que eres un

    hombre excelente y, por mucho que lo intentes, no podrs evi-tar convertirte en un dirigente local. Piensa, Matahachi. Notardars mucho en tener tambin montones de dinero.

    Sss... startamude Matahachi, incapaz de reprimir unestremecimiento. Mmm... me dars ahora un anticipo?

    Espera un momento.El prestamista cogi la vela y se dirigi al fondo del alma-

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    cn. De un cofre que estaba en un estante extrajo y cont trein-ta monedas de oro. Volvi al lado de Matahachi y le pregunt:

    Tienes algo para envolverlas?No.Pues usa esto.Cogi del suelo un trapo de algodn y se

    lo arroj a Matahachi. Ser mejor que lo guardes en el envol-

    torio abdominal y te asegures de que est bien atado.Tengo que darte un recibo?Un recibo? repiti Daizo, riendo sin querer. Vaya,

    qu honrado eres! Pero no, gracias, no lo necesito. Si cometesun error, confiscar tu cabeza.

    Matahachi parpade y dijo:Supongo que ahora ser mejor que me marche.No tan rpido. Al recibir ese dinero incurres en cier-

    tas obligaciones. Recuerdas todo lo que te he dicho esta ma-ana?

    S. Por cierto, tengo una sola duda. Has dicho que el mos-quete estara debajo del algarrobo. Quin lo dejar ah?

    Habida cuenta de lo difcil que era para los trabajadoresordinarios entrar en los terrenos del castillo, se preguntabacmo podra penetrar alguien subrepticiamente con un mos-quete y municin. Y cmo podra alguien sin poderes sobre-naturales enterrarlos de modo que estuvieran a la espera y dis-puestos al cabo de quince das?

    Eso no es asunto tuyo. Slo tienes que hacer lo que he-mos convenido. Ahora ests nervioso porque no te has acos-tumbrado a la idea. Pero cuando lleves ah un par de semanas,todo ir bien.

    As lo espero.Primero tienes que convencerte de que lo vas a hacer.

    Entonces tendrs que acechar el momento adecuado.

    Comprendo.Escucha, no quiero ningn desliz. Esconde ese dinerodonde nadie pueda encontrarlo, y djalo ah hasta despus deque hayas llevado a cabo tu misin. Cuando fallan esta clasede proyectos, siempre se debe al dinero.

    No te preocupes. Ya he pensado en eso. Pero permtemeque te pregunte una cosa. Cmo puedo estar seguro de que

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    despus de que haya hecho el trabajo no te negars a pagarmeel resto?

    Bah! Tal vez d una impresin de jactancia, pero el di-nero es la ltima de mis preocupaciones. Recrea la vista en esascajas. Alz la vela para que Matahachi pudiera ver mejor.Toda la habitacin estaba llena de cajas, para bandejas lacadas,

    para armaduras, para muchas otras cosas. Cada una de ellascontiene mil piezas de oro.Sin mirar con demasiado detenimiento, Matahachi dijo en

    tono de disculpa:No dudo de tu palabra, por supuesto.La conversacin secreta continu aproximadamente du-

    rante otra hora. Sintindose algo ms confiado, Matahachi semarch por el camino de atrs.

    Daiz se asom a la puerta de una habitacin contigua.Ests ah, Akemi? Creo que ir directamente a escon-

    der el dinero. Ser mejor que le sigas.Tras hacer varias visitas a la casa de empeos, Akemi, em-

    belesada con la personalidad de Daizo, le haba confiado suspesares, quejndose de sus circunstancias actuales y expresan-do el deseo de buscar algo mejor. Un par de das atrs, Daizohaba observado que necesitaba una mujer para que cuidara desu casa, y Akemi se present ante su puerta por la maana,a hora muy temprana. El prestamista le franque la entrada yle dijo que no se preocupara, que l se encargara de Mata-hachi.

    El asesino en potencia, ajeno por completo a que le se-guan, regres a su casa. Cogi una hoz, se intern en el oscurobosquecillo detrs de la casa, ascendiendo hasta lo alto de lacolina de Nishikubo, y all enterr su tesoro.

    Tras haber observado todo esto, Akemi inform a Daizo, el

    cual parti de inmediato hacia la colina de Nishikubo. Era caside da cuando volvi al almacn y cont las piezas de oro quehaba desenterrado. Las cont una segunda vez y una tercera,pero no haba ningn error: eran slo veintiocho.

    Daizo lade la cabeza y frunci el ceo. Le disgustaba pro-fundamente la gente que le robaba su dinero.

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    2 La locurade Tadaaki

    Osugi no era una persona a quien desesperasen las penas ylas amargas decepciones del afecto maternal no correspondi-

    do, pero en aquel lugar, donde los insectos chirriaban entre eltrbol y las plantas de eulalia, ante el gran ro que se deslizabalentamente, no la conmovan sentimientos de nostalgia y la im-permanencia de la vida.

    Has vuelto a casa?La voz son spera en el inmvil aire nocturno.Quin eres? pregunt ella.Soy de Hangawara. Ha llegado mucha verdura fresca de

    Katsushika y el jefe me ha dicho que te traiga una parte.Yajibei siempre es tan considerado.La anciana estaba sentada a una mesa baja, con una vela al

    lado y un pincel de escritura en la mano, copiando el Sutra delgran amor de los padres. Se haba mudado a una pequea casaalquilada en el distrito de Hamach, escasamente poblado, y seganaba la vida de una manera razonable tratando con moxa lasenfermedades y achaques de otras personas. Ella misma no pa-deca ningn trastorno fsico digno de mencin. Desde comien-zos del otoo haba vuelto a sentirse bastante joven.

    Dime, abuela, esta tarde ha venido a verte un hombrejoven?

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    Te refieres a un paciente para que le tratara con moxalNo, no. Ese hombre se present en casa de Yajibei, y

    pareca tener algo importante entre manos. Nos pregunt dn-de vives ahora y se lo dijimos.

    Qu edad le pondras?Supongo que unos veintisiete u ocho.

    Qu aspecto tena?Ms bien carirredondo y no muy alto.Humm, quiz...Tena un acento como el tuyo y pens que proceda del

    mismo lugar. Bien, me marcho. Buenas noches.Mientras las pisadas se desvanecan, los chirridos de los in-

    sectos se alzaron de nuevo como el sonido montono de la llu-via. Osugi dej a un lado el pincel y se qued mirando la llamade la vela, pensando en los das de su juventud, cuando la gentelea portentos en el halo luminoso. No tenan manera de sabercmo les iba a los maridos, hijos y hermanos que haban parti-do a la guerra, o qu podra esperarles a ellos mismos en supropio destino incierto. Un halo brillante se tomaba como se-al de buena suerte, mientras que las sombras violceas eranuna indicacin de que alguien haba muerto. Cuando la llamacrepitaba como pinaza, podan tener la seguridad de que es-taba en camino una persona a la que esperaban.

    Osugi haba olvidado la manera de interpretar los presa-gios, pero aquella noche el alegre halo, tan bello en su coloridocomo un arco iris, sugera la inminencia de algo esplndido.

    Podra tratarse de Matahachi? Tendi la mano hacia elpincel pero la retir. Como si estuviera extasiada, se olvid des misma y de su entorno, y durante una o dos horas slo pensen el rostro de su hijo, que pareca flotar en la oscuridad de lahabitacin.

    Un ligero ruido en la entrada trasera la hizo salir de su en-soacin. Temerosa de que una comadreja estuviera causandoestragos en su cocina, cogi la vela y fue a investigar.

    El saco de verduras estaba al lado de la fregadera, y encimadel saco haba un objeto blanco. Al cogerlo not que era pe-sado..., tan pesado como dos piezas de oro. En el envoltorio depapel blanco Matahachi haba escrito: Todava no tengo el

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    valor de darte la cara. Por favor, perdname si te abandonodurante otros seis meses. Slo dejar esta nota, sin entrar.

    Un samurai de expresin asesina se abra paso a grandeszancadas entre la alta hierba, en direccin a dos hombres que

    estaban de pie en la orilla del ro.Era l, Hamada? grit entre jadeos.No replic Hamada con voz quejumbrosa. Era otro

    hombre.A pesar del tono contrito, sus ojos centelleaban mientras

    segua escudriando el entorno.Estoy seguro de que era l.No era l, sino un barquero.Ests seguro?Cuando corr tras l, subi a ese bote de ah.sa no es razn para considerarle un barquero.Lo he comprobado.He de reconocer que tiene los pies ligeros.Apartndose del ro, emprendieron el regreso a travs de

    los campos de Hamacho.Matahachi..., Matahachi!Al principio el sonido apenas se elevaba por encima del

    murmullo del ro, pero su repeticin lo hizo inequvoco y loshombres se detuvieron e intercambiaron miradas de asombro.

    Alguien le est llamando! Cmo es posible?Parece la voz de una anciana.Con Hamada en cabeza, el grupo sigui rpidamente la di-

    reccin del sonido hasta su fuente, y cuando Osugi oy sus pa-sos corri hacia ellos.

    Matahachi? Es una de tus...?

    Los hombres la rodearon y le inmovilizaron los brazos a laespalda.Qu me estis haciendo? Con la cara congestionada,

    como un pez globo irritado, les grit: A ver, quines soisvosotros?

    Somos alumnos de la escuela Ono.No conozco a nadie llamado Ono.

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    Nunca has odo hablar de Ono Tadaaki, el tutor del sho-gun?

    Jams.Cmo es posible, vieja...?Espera. Veamos qu sabe de Matahachi.Soy su madre.

    Eres t la madre de Matahachi, el vendedor de sandas?Qu quieres decir, cerdo? Vendedor de sandas! Ma-tahachi es descendiente de la Casa de Hon'iden, y sa es unafamilia importante de la provincia de Mimasaka. Os hago sa-ber que los Hon'iden son ilustres servidores de Shimmen Mu-netsura, seor del castillo de Takeyama, en Yoshino.

    Bueno, ya est bien dijo uno de los hombres.Qu hacemos?Cogerla y llevrnosla.Como rehn? Crees que servir de algo?Si es su madre, tendr que venir a por ella.Osugi tens su flaco cuerpo y se debati como una tigresa

    acosada, pero fue en vano.

    Kojiro, que llevaba varias semanas aburrido e insatisfecho,haba adquirido el hbito de dormir mucho, tanto de da comode noche. En aquellos momentos estaba tendido boca arriba,farfullando y acariciando la espada colocada sobre su pecho.

    Basta de hacer llorar a Palo de Secar. Una espada comosta, un espadachn como yo mismo... pudrindose en la casade otro hombre!

    Se oy un chasquido y algo emiti un destello metlico.Necio estpido!Trazando un gran arco por encima de l, el arma se desliz

    en el interior de su vaina como una criatura viva.Esplndido! exclam un sirviente desde el borde de laterraza. Ests practicando la tcnica para atacar desde unaposicin supina?

    No seas tonto replic desdeosamente Kojiro. Se pusoboca abajo, recogi dos fragmentos de algo y los lanz hacia laterraza. Se estaba poniendo pesado.

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    El sirviente mir con los ojos desmesuradamente abiertos.El insecto, parecido a una gran polilla, presentaba las tenuesalas y el cuerpo cortados limpiamente en dos.

    Has venido a prepararme la cama? le pregunt Ko-jiro.

    Oh, no! Perdona! Te he trado una carta.

    Kojir desdobl la carta sin apresurarse y se puso a leerla.Mientras lo haca, la excitacin fue aflorando a su semblante.Segn Yajibei, Osugi haba desaparecido la noche anterior. Pe-da a Kojir que acudiera en seguida para hablar de lo quedeban hacer.

    La carta explicaba con algn detalle cmo se haban en-terado de dnde estaba la anciana. Los hombres de Yajibei lahaban buscado durante todo el da, pero el meollo del asuntoera el mensaje que Kojir dejara en el Donjiki, el cual habasido tachado y al lado alguien haba escrito: A Sasaki Kojir:La persona que tiene en custodia a la madre de Matahachi esHamada Toranosuke, de la Casa de Ono.

    Por fin dijo Kojir con voz profunda. Cuando rescat aMatahachi, sospech que los dos samurais a los que haba de-rribado tenan alguna relacin con la escuela de Ono. Soltuna risita y aadi: Precisamente lo que estaba esperando.

    De pie en la terraza, alz la vista hacia el cielo nocturno.Haba nubes, pero no pareca que fuese a llover.

    Muy poco tiempo despus, se le vio cabalgando por la ca-rretera de Takanawa en un caballo de carga alquilado. Era yatarde cuando lleg a la casa de Hangawara. Tras interrogar condetalle a Yajibei, decidi pasar la noche all y ponerse en ac-cin a la maana siguiente.

    Ono Tadaaki recibi su nuevo nombre no mucho despusde la batalla de Sekigahara. Se llamaba Mikogami Tenzencuando fue llamado al campamento de Hidetada para que die-ra lecciones de esgrima, actividad en la que se distingui. Juntocon su nuevo nombre recibi el nombramiento de vasallo di-recto de los Tokugawa y la concesin de una residencia en lacolina Kanda de Edo.

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    Puesto que desde la colina se tena una vista excelente delmonte Fuji, el shogunado la design como distrito residencialpara sus servidores procedentes de Suruga, la provincia dondeestaba situada la emblemtica montaa.

    Me han dicho que la casa est en la cuesta de Saikachidijo Kojir.

    Estaba con uno de los hombres de Hangawara en lo alto dela colina. En el profundo valle por debajo de ellos vean Ocha-nomizu, una parte del ro de la que se deca que extraan elagua para el t del shogun.

    Espera aqu dijo el gua de Kojir. Ver si est ah.Regres poco despus con la informacin de que ya haban

    dejado atrs la casa.No recuerdo haber visto ninguna casa que pareciera la

    mansin del tutor del shogun.Ni yo tampoco. Crea que tendra una gran mansin,

    como la de Yagy Munenori, pero lo cierto es que su casa esesa antigua que hemos visto a la derecha. Dicen que antes loocupaba el guardin de los establos del shogun.

    Supongo que no es nada sorprendente. Ono slo vale milquinientas fanegas, mientras que la mayor parte de la fortunade Munenori la amasaron sus antepasados.

    Aqu es dijo el gua, sealando la casa.Kojir se detuvo y examin la disposicin general de los

    edificios. El viejo muro de tierra se extenda desde la mitad dela cuesta hasta un bosquecillo que cubra una pequea eleva-cin. El recinto pareca ser muy grande. Desde la entrada sinpuerta se vea, ms all de la casa principal, un edificio quepareca el djd y un anexo, al parecer de construccin ms re-ciente.

    Kojir dijo a su acompaante:

    Ahora regresa y dile a Yajibei que si esta noche no estoyde vuelta con la anciana, deber suponer que me han dadomuerte.

    S, seor.El hombre ech a correr por la cuesta de Saikachi abajo,

    detenindose varias veces para mirar atrs.Kojir no haba perdido tiempo para tratar de acercarse a

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    Yagyu Munenori. No haba manera de derrotarle y de esemodo tomar para s la gloria del otro hombre, pues el estiloYagy era el nico realmente empleado por los Tokugawa.sa era suficiente excusa para que Munenori se negara a en-frentarse con rnin ambiciosos. Tadaaki, en cambio, se inclina-ba a medirse con todos los que acudan a l.

    Comparado con el estilo Yagy, el de Ono era ms prcti-co, pues su objetivo no consista en hacer una gran exhibicinde destreza sino en matar. Kojir no haba odo hablar de na-die que hubiera conseguido atacar a la Casa de Ono y avergon-zarla. Mientras Munenori era, en general, el ms respetado,Tadaaki era considerado el ms fuerte.

    Desde que lleg a Edo y se enter de esa situacin, Kojirse haba dicho a s mismo que uno de aquellos das llamara a lapuerta de Ono.

    Numata Kajuro ech un vistazo por la ventana del vestua-rio del ddj. Reaccion tardamente y sus ojos recorrieron lasala, en busca de Toranosuke. Al verle en medio de la estancia,aleccionando a un joven alumno, corri a su lado y farfull envoz baja:

    Est aqu! Ah afuera, en el jardn delantero!Toranosuke, con la espada de madera extendida ante l,

    grit al alumno: En guardia!, y entonces avanz, sus pisadasresonando fuertemente en el suelo. Cuando los dos llegaron alngulo norte, el estudiante dio una voltereta y su espada demadera sali volando.

    Toranosuke se volvi a Kajr.De quin estabas hablando? De Kojir?S, est en el jardn. Le tendremos aqu de un momento a

    otro.Mucho ms pronto de lo que esperaba. Tomar a la ancia-na como rehn ha sido una buena idea.

    Qu piensas hacer ahora? Quin ir a recibirle? Debe-ra ser alguien que est preparado para cualquier cosa. Si tieneel valor de venir aqu solo, puede intentar alguna maniobra porsorpresa.

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    Trele al dojo. Le recibir yo mismo. Los dems quedaosen segundo trmino y guardad silencio.

    Por lo menos somos muchos dijo Kajro.Mir a su alrededor y le reconfort ver las caras de tipos

    fornidos como Kamei Hysuke, Negoro Hachikur e Ito Ma-gobei, entre una veintena ms. No tenan la menor idea de lo

    que pensaba Kojir, pero todos ellos saban por qu Toranosu-ke le quera all.Uno de los dos hombres a los que Kojiro haba matado cer-

    ca del Donjiki era el hermano mayor de Toranosuke. Aunquehaba sido un intil y en la escuela le tenan en baja estima, detodos modos era preciso vengar su muerte debido al parentesco.

    A pesar de su juventud y sus ingresos modestos, Toranosu-ke era un samurai de valor reconocido en Edo. Al igual que losTokugawa, era originario de la provincia de Mikawa, y su fami-lia una de las ms antiguas entre los vasallos hereditarios delshogun. Era tambin uno de los cuatro generales de la cuestade Saikachi, siendo los tres restantes Kamei, Negoro e It.

    La noche anterior, cuando Toranosuke lleg a casa conOsugi, todos convinieron en que haba dado un golpe notable.Ahora le resultara difcil a Kojiro no dar la cara. Los hombresjuraron que si se presentaba le daran una paliza hasta dejarlocasi muerto, le cortaran la nariz y le colgaran de un rbol juntoal ro Kanda para que todos le vieran. Pero no estaban en modoalguno seguros de que se presentara. De hecho, haban hechoapuestas al respecto, y la mayora apost a que no acudira.

    Se reunieron en la sala principal del dj, dejaron libre elespacio central y aguardaron ansiosamente.

    Al cabo de un rato, uno de los hombres pregunt a Kajro:Ests seguro de que el hombre que has visto era Kojir?Completamente seguro.

    Estaban sentados en un orden imponente. Sus rostros, alprincipio inexpresivos, mostraban ahora signos de la tensin.Algunos teman que si la espera se prolongaba mucho ms,caeran vctimas de su propia ansiedad. Cuando el lmite de suaguante pareca prximo, oyeron un rpido golpeteo de sanda-lias que se detuvieron ante el vestuario, y la cara de otro alum-no, que se haba puesto de puntillas, apareci en la ventana.

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    Od! No tiene ningn sentido que esperemos aqu. Koji-ro no viene.

    Qu quieres decir? Kajro acaba de verle.S, pero fue directamente a la casa. No s cmo le han

    franqueado el paso, pero est en la sala de invitados hablandocon el maestro.

    El maestro? repitieron al unsono los presentes.Ests diciendo la verdad? pregunt Toranosuke, consemblante consternado.

    Tena fuertes sospechas de que, si se investigaban las cir-cunstancias de la muerte de su hermano, quedara al descubier-to que no se haba propuesto nada bueno, pero l haba doradola pildora al relatar el incidente a Tadaaki. Y si su maestro sa-ba que haba secuestrado a Osugi, no era porque l mismo selo hubiera dicho.

    Si no me crees, ve a verlo.Qu lo! exclam preocupado Toranosuke.Lejos de simpatizar con l, los alumnos estaban irritados

    por su falta de decisin.Tras aconsejar a los dems que estuvieran tranquilos mien-

    tras ellos iban a ver cul era la situacin, Kamei y Negoro seestaban calzando las zri cuando una atractiva muchacha deblanco cutis sali corriendo de la casa. Al reconocer a Omitsu,los dos hombres se quedaron donde estaban y los dems co-rrieron a la puerta.

    Todos vosotros! grit la joven con voz aguda, excita-da. Venid en seguida! Mi to y el invitado han desenvainadolas espadas. Estn luchando en el jardn!

    Aunque Omitsu estaba considerada oficialmente como lasobrina de Tadaaki, corran rumores de que era realmente lahija que haba tenido It Ittsai con una querida, y como Ittsai

    era el maestro de Tadaaki, ste deba de haber accedido a criara la nia.La expresin de pavor de sus ojos era inslita en ella.He odo hablar a mi to y el invitado..., sus voces iban

    subiendo de tono..., y de repente... No creo que mi to corrapeligro, pero...

    Los cuatro generales gritaron al unsono y corrieron al jar-

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    din, que estaba separado del recinto exterior por una valla dearbustos. Los otros llegaron a su altura junto a la puertade bamb trenzado.

    La puerta est cerrada.No es posible forzarla?Eso fue innecesario, pues la puerta cedi bajo el peso de los

    samurais que la presionaban. Cuando cay, apareci a la vistauna zona espaciosa con un cerro al fondo. Tadaaki, con su fielespada Yukihira al nivel de los ojos, estaba en el centro. Msall, a buena distancia, se hallaba Kojir, con la gran Palo deSecar por encima de su cabeza, la mirada ardiente.

    La atmsfera cargada pareca crear una barrera invisible.Para los hombres formados en la tradicin estricta de la clasesamurai, la solemnidad imponente que rodeaba a los comba-tientes, la dignidad de las mortferas espadas desenvainadas,eran inviolables. A pesar de su agitacin, el espectculo privmomentneamente a los alumnos tanto de su movilidad comode sus emociones.

    Pero entonces dos o tres de ellos empezaron a avanzar conla intencin de situarse detrs de Kojir.

    Volved atrs! grit airadamente Tadaaki.Su voz, dura y escalofriante, en absoluto la voz paternal a la

    que estaban acostumbrados, inmoviliz por completo a susalumnos.

    La gente sola suponer que Tadaaki tena hasta diez aosmenos de sus cincuenta y cuatro o cinco y que su estatura eramedia, aunque en realidad estaba un poco por debajo. Conser-vaba el cabello negro y su cuerpo era menudo pero macizo. Nohaba el menor atisbo de rigidez o torpeza en los movimientosde sus largos miembros.

    Kojir an no haba asestado un solo golpe. Lo cierto era

    que no haba podido hacerlo.No obstante, Tadaaki haba tenido que enfrentarse de in-mediato a un hecho insoslayable: estaba luchando contra unespadachn extraordinario. Es otro Zenk, se dijo, con unestremecimiento imperceptible.

    Zenki era el ltimo luchador que haba conocido de seme-jante envergadura y ambicin. El encuentro tuvo lugar mucho

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    tiempo atrs, en su juventud, cuando viajaba con Ittosai, lle-vando la vida de un shugysha. Zenki, hijo de un barquero dela provincia de Kuwana, haba sido el discpulo veterano deIttosai. Cuando ste envejeci, Zenki empez a desdearle eincluso a proclamar que el estilo de Itt era de su propia inven-cin.

    Zenki haba causado mucha afliccin a Ittosai, pues cuantomayor era su experiencia con la espada, tanto ms dao causa-ba a otras personas. Ittosai se haba lamentado as: Zenki es elmayor error de mi vida. Cuando le miro, veo un monstruo queencarna todas las malas cualidades que he tenido. Observarlehace que me odie a m mismo.

    Irnicamente, Zenki, como mal ejemplo, fue muy til parael joven Tadaaki, estimulndole a obtener logros mayores delos que habra sido posible de otra manera. Finalmente, Tadaa-ki se enfrent con el maligno prodigio en Koganegahara, Shi-msa, y le mat, tras lo cual Ittosai le concedi su certificado enel estilo Itt y le dio el libro de instrucciones secretas.

    El nico defecto de Zenki fue que su capacidad tcnica es-taba desfigurada por la falta de buena crianza. No le ocurra lomismo a Kojir, cuya inteligencia y educacin eran evidentesen su manejo de la espada.

    No puedo ganar esta pelea, pens Tadaaki, quien no sesenta en modo alguno inferior a Munenori. De hecho, su valo-racin de la habilidad de Munenori no era demasiado elevada.Mientras observaba a su formidable adversario, otra verdadcruz por su mente. El tiempo parece haber pasado por milado, se dijo tristemente.

    Permanecan inmviles y no era evidente el ms ligerocambio, pero tanto Tadaaki como Kojir estaban gastandoenerga vital a una velocidad temible. El coste fisiolgico adop-

    taba la forma de sudor que brotaba copiosamente de sus fren-tes, el aire que sala de sus fosas nasales ensanchadas, la pielque palideci primero y luego adquiri una leve tonalidad azu-lada. Aunque un movimiento pareca inminente, las espadasseguan extendidas y quietas.

    Abandono dijo Tadaaki, retrocediendo bruscamentevarios pasos.

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    Haban convenido que no sera una lucha hasta el final.Cada uno podra retirarse reconociendo la derrota.

    Saltando como un animal de presa, Kojir puso en accin elPalo de Secar con un golpe hacia abajo cuya fuerza y velocidadfueron como las de un torbellino. Aunque Tadaaki se agachjusto a tiempo, el pequeo moo superior de su cabeza sali

    volando, limpiamente cortado. Por su parte Tadaaki, mientrasesquivaba, ejecut una brillante represalia, desgarrando unasseis pulgadas de la manga de Kojir.

    Cobarde! gritaron los encolerizados alumnos.Al tomar la capitulacin de su contrario por la apertura para

    un ataque, Kojir haba violado el cdigo tico del samurai.Todos los alumnos se abalanzaron hacia Kojir. ste reac-

    cion corriendo con la velocidad de un cormorn a un granazufaifo que se alzaba en un extremo del jardn. Sus ojos semovan con una rapidez intimidante.

    Lo has visto? grit. Has visto quin ha ganado?Ellos lo han visto dijo Tadaaki. Manteneos a distan-

    cia! dijo a sus hombres.Entonces enfund la espada y regres a la terraza de su

    estudio.Llam a Omitsu y le pidi que le recogiera y atara el ca-

    bello. Mientras la muchacha lo estaba haciendo, l contena larespiracin. Riachuelos de sudor brillaban en su pecho.

    Un antiguo proverbio cruz por su mente: es fcil sobrepa-sar a un predecesor, pero difcil evitar que un sucesor le sobre-pase a uno. Haba gozado de los frutos del duro adiestramientoen su juventud, satisfecho con el conocimiento de que su estiloItt no era menos floreciente que el estilo Yagy. Entretantola sociedad estaba dando nacimiento a nuevos genios comoKojir. Por muy desagradable que fuese esta realidad, l no la

    ignorara altivamente.Cuando Omitsu termin de hacerle el moo, Tadaaki dijo alos dems:

    Dad a nuestro joven invitado agua para que se enjuaguela boca y llevadle de nuevo a la habitacin de invitados.

    Los alumnos que le rodeaban palidecieron. Algunos conte-nan las lgrimas. Otros miraban enfurecidos a su maestro.

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    Nos reuniremos en el dojo ahora mismo les dijo, y lles precedi.

    Tadaaki ocup su lugar en el asiento elevado y contemplen silencio las tres hileras de sus seguidores sentados ante l.

    Finalmente, baj los ojos y dijo:Me temo que tambin yo me he hecho viejo. Al mirar

    atrs, me parece que mi mejor poca de espadachn fue cuandoderrot a aquel diablo de Zenki. Cuando esta escuela fue inau-gurada y la gente empez a hablar del grupo de Ono en la cues-ta de Saikachi, considerando invencible el estilo de Itto, ya ha-ba quedado atrs mi apogeo como espadachn.

    El significado de las palabras era tan extrao a su acostum-brada manera de pensar, que los estudiantes no podan dar cr-dito a sus odos.

    Su voz se hizo ms firme, y les mir directamente a las ca-ras. Todos tenan semblantes dubitativos y descontentos.

    En mi opinin, esto es algo que les ocurre a todos loshombres. La edad avanza sigilosamente en nuestro interiorcuando no estamos mirando. Los tiempos cambian, los segui-dores sobrepasan a sus lderes, una generacin ms joven abreun nuevo camino... As es como debe ser, pues el mundo sloavanza mediante el cambio. Sin embargo, esto es algo inad-misible en el campo de la esgrima. El camino de la espada debeser un camino que no permita a un hombre envejecer.

    Ittsai..., no s si sigue con vida, no he tenido noticias demi maestro desde hace aos. Despus de Koganegahara, setonsur y se retir a las montaas. Dijo que su objetivo era elestudio de la espada, la prctica del Zen, la bsqueda del Ca-mino de la Vida y la Muerte, escalar el gran pico de la perfectailuminacin. Ahora me toca el turno. A partir de hoy, ya nopodra mantener la cabeza erguida ante mi maestro... Siento no

    haber vivido una vida mejor.Maestro! le interrumpi Negoro Hachikuro. Dicesque has perdido, pero no creemos que perderas con un hom-bre como Kojir en circunstancias normales, aunque sea joven.Hoy tiene que haber habido algn error.

    Algn error? Tadaaki sacudi la cabeza y ri queda-mente. No ha habido error alguno. Kojiro es joven, pero no

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    he perdido por eso, sino porque los tiempos han cambiado.Qu quieres decir?Escuchad y ved. Desvi la mirada de Hachikuro a los

    dems rostros silenciosos. Procurar ser breve, porque Koji-r me est esperando. Quiero que escuchis atentamente mispensamientos y esperanzas para el futuro.

    Entonces les inform de que a partir de aquel da se retira-ba del dj. Su intencin no era retirarse en el sentido ordina-rio de la palabra, sino seguir las huellas de Ittosai y partir enbusca de una gran iluminacin.

    sa es mi primera gran esperanza les dijo.A continuacin pidi a It Magobei, su sobrino, que cuida-

    ra de su nico hijo, Tadanari. Magobei tambin recibi el en-cargo de informar de los acontecimientos de la jornada al sho-gunado y explicar que Tadaaki haba decidido convertirse ensacerdote budista.

    No lamento demasiado que me haya vencido un hombrems joven aadi. Lo que me turba y avergenza es otra cosa,que nuevos luchadores como Sasaki estn apareciendo en otroslugares, pero ni un solo espadachn de su calibre ha salido de laescuela de Ono. Creo saber el motivo: muchos de vosotros soisvasallos hereditarios del shogun y habis permitido que vuestracategora se os subiera a la cabeza. Tras un poco de entrenamien-to, empezis a felicitaros por ser maestros en el estilo invenciblede Itt. Estis demasiado satisfechos de vosotros mismos.

    Aguarda, seor protest Hyosuke con voz tembloro-sa. Lo que dices no es justo. No todos nosotros somos pere-zosos y arrogantes. No todos descuidamos nuestros estudios.

    Calla! exclam Tadaaki, mirndole ferozmente. Lanegligencia por parte de los discpulos es un reflejo de la negli-gencia por parte del maestro. Ahora estoy confesando mi pro-

    pia vergenza, juzgndome a m mismo.La tarea que tenis por delante es la de eliminar la negli-gencia, la de convertir la escuela de Ono en un centro donde eltalento juvenil pueda desarrollarse correctamente. Debe llegara ser un campo de adiestramiento para el futuro. Hasta que assea, el hecho de que me marche y haga sitio para una reformano servir de nada.

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    Por fin la sinceridad de sus palabras empez a surtir efecto.Los estudiantes inclinaron la cabeza y reflexionaron en las pala-bras del maestro, cada uno pensando en sus propias deficiencias.

    Ramada dijo Tadaaki.S, seor respondi Toranosuke, pero era evidente que

    le haba cogido por sorpresa.

    Bajo la fra mirada de Tadaaki, sus ojos contemplaron el suelo.Levntate.S, seor dijo, pero no se movi.Levntate ahora mismo!Toranosuke se puso en pie. Los dems siguieron mirando

    en silencio.Te expulso de la escuela. Hizo una pausa, para dejar

    que sus palabras surtieran efecto. Pero lo hago con la espe-ranza de que llegue un da en que te hayas enmendado, hayasaprendido la disciplina y comprendido el significado del Artede la Guerra. Tal vez en ese da podamos estar juntos de nuevocomo maestro y discpulo.

    Pp... por qu, maestro? No recuerdo haber hecho nadapara merecer esto.

    No lo recuerdas porque no comprendes el Arte de laGuerra. Si lo piensas larga y detenidamente, lo comprenders.

    Dmelo, por favor rog Toranosuke, en cuya frente abul-taban las venas. No puedo marcharme hasta que me lo digas.

    De acuerdo. La cobarda es la debilidad ms vergonzosade la que se puede acusar a un samurai. El Arte de la Guerrapreviene estrictamente contra ella. En esta escuela tenemos laregla rigurosa de que todo hombre culpable de un acto de co-barda debe ser expulsado.

    Sin embargo, t, Hamada Toranosuke, dejaste transcurrirvarias semanas despus de la muerte de tu hermano antes de

    desafiar a Sasaki Kojiro. Qu hiciste entretanto? Correr por ahtratando de vengarte en un insignificante vendedor de sandas. Yayer raptaste a la anciana madre de ese hombre y la trajiste aqu.Consideras que esa conducta es digna de un samurai?

    Pero, seor, no comprendes. Lo hice para atraer a Kojiro.Estaba a punto de embarcarse en una vigorosa defensa,

    pero Tadaaki le cort en seco.

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    A eso precisamente me refiero al hablar de cobarda. Siqueras pelear con Kojiro, por qu no fuiste directamente a sucasa? Por qu no le enviaste un mensaje desafindole? Porqu no declaraste tu nombre y tu propsito?

    Bueno, pens en todo eso, pero...Pensaste? No haba nada que te impidiera hacerlo, pero

    usaste la treta cobarde de hacer que otros te ayudaran a atraeraqu a Kojiro de modo que pudierais atacarle en masa. Encomparacin, la actitud de Kojird ha sido admirable. Tadaa-ki hizo una pausa. Ha venido solo, para verme personalmen-te. Rechazando todo contacto con un cobarde, me ha desafia-do a m, basndose en que la mala conducta de un discpuloequivale a la mala conducta de su maestro. El resultado de laconfrontacin entre su espada y la ma ha revelado un delitovergonzoso. Ahora confieso humildemente ese delito.

    En la sala reinaba un silencio absoluto.Ahora, Toranosuke, despus de reflexionar, todava

    crees ser un samurai sin mancha?Perdname.Vete.Con la cabeza gacha, Toranosuke camin diez pasos hacia

    atrs y se arrodill en el suelo con los brazos extendidos antesde inclinarse en una profunda reverencia.

    Te deseo la mejor salud, seor dijo en tono sombro.Y lo mismo a los dems.

    Se levant y sali cabizbajo del doj.Tadaaki se puso en pie.Tambin yo debo despedirme del mundo. En su voz

    eran audibles los sollozos contenidos. Sus ltimas palabras fue-ron severas, pero llenas de afecto. Por qu afligiros? Vues-tro da ha llegado. De vosotros depende que esta escuela entre

    con honor en una nueva era. Empezad ahora mismo, sed hu-mildes, trabajad con ahnco y procurad con todas vuestras fuer-zas cultivar el espritu.

    Cuando regres a la sala de los invitados, tom asiento y sedirigi a Kojiro, Tadaaki pareca impertrrito.

    Tras disculparse por haberle hecho esperar, le dijo:Acabo de expulsar a Hamada. Le he aconsejado que

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    cambie su manera de ser y trate de comprender el verdaderosignificado de la disciplina del samurai. Por supuesto, me pro-pongo liberar a la anciana. Quieres llevrtela contigo o dis-pongo las cosas para que se vaya ms tarde?

    Estoy satisfecho con lo que has hecho. La mujer puedevenir conmigo.

    Kojir se movi como si fuera a levantarse. El encuentro deesgrima le haba despojado de toda su energa, y la espera pos-terior le haba parecido interminablemente larga.

    No te vayas todava le dijo Tadaaki. Ahora que todoha terminado, tomemos un trago juntos. Lo pasado pasadoest. Bati palmas y grit: Omitsu! Trae sake.

    Gracias, eres muy amable al invitarme. Sonri y dijohipcritamente: Ahora s por qu Ono Tadaaki y el estiloItto son tan famosos. No senta respeto alguno por Tadaaki.

    Si su talento natural se desarrolla de la manera apropiada,el mundo se inclinar a sus pies, pens Tadaaki. Pero si sedesva por el mal camino, va a ser otro Zenki. Estuvo a puntode decirle: Si fueras discpulo mo..., pero en vez de hacerlose ech a rer y replic con modestia al halago de Kojir.

    En el transcurso de su conversacin sali a relucir el nom-bre de Musashi, y Kojir se enter de que era uno de los can-didatos al grupo selecto de hombres que daban lecciones alshogun.

    Ah, s? se limit a decir Kojir, pero su expresin re-velaba el desagrado que le produca la noticia.

    Volvi los ojos rpidamente hacia el sol poniente e insistien que era hora de irse.

    Pocos das despus de esa entrevista, Tadaaki desaparecide Edo. Tena la reputacin de ser un guerrero sencillo y fran-co, encarnacin de la honradez y la abnegacin, pero un hom-

    bre que careca de las dotes polticas de Munenori. La gente, alno entender por qu un hombre que aparentemente poda lo-grar cualquier cosa que se propusiera hua del mundo, sentauna viva curiosidad y daba a su desaparicin toda clase de in-terpretaciones.

    Se deca que, como resultado de su fracaso, Tadaaki habaperdido el juicio.

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    El aspecto conmovedorde las cosas

    Musashi dijo que era la peor tormenta que haba visto.Iori mir fijamente las pginas de su texto, hmedas y des-

    garradas, esparcidas por la estancia, y pens entristecido: Seacab el estudio.

    Dos das de otoo, los das doscientos diez y doscientosveinte del ao, eran los que ms teman los campesinos, puesen esos dos das era ms probable que los tifones destruyeranla cosecha de arroz. Iori, ms avezado a los peligros de los ele-mentos que su maestro, haba tenido la precaucin de atar eltejado y ponerle grandes piedras encima. Sin embargo, durantela noche el viento lo haba arrancado, y cuando hubo luz sufi-ciente para inspeccionar los daos, result evidente que seraimposible reparar la cabana.

    Recordando su experiencia de Htengahara, Musashi sepuso en camino poco despus del amanecer. Al verle alejarse,Iori pens: De qu le servir mirar los arrozales de los veci-nos? Claro que estn inundados. Es que su propia casa no

    significa nada para l?.Encendi una fogata, usando trozos de madera de las pa-redes y el suelo, y as unas castaas y varios pjaros abatidospor la tormenta para desayunar. Los ojos le escocan a causadel humo.

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    Musashi regres poco despus del medioda. Aproximada-mente al cabo de una hora, un grupo de granjeros enfundadosen gruesas capas de paja contra la lluvia llegaron para darle lasgracias... por haber ayudado a una persona enferma, por echaruna mano para eliminar el agua de la inundacin, por otrosservicios diversos. Uno de los vecinos, un anciano, admiti:

    En estas ocasiones siempre nos peleamos, pues todo el mun-do tiene prisa por ocuparse primero de sus propios problemas.Pero hoy, siguiendo tu consejo, hemos trabajado juntos.

    Tambin trajeron alimentos, dulces, encurtidos y, para deli-cia de lori, pastelillos de arroz. Iori reflexion y lleg a la con-clusin de que aquel da haba recibido una leccin: si uno seolvidaba de s mismo y trabajaba para el grupo, el alimento lellegara de una manera natural.

    Os construiremos una nueva casa prometi un campe-sino. Una que sea capaz de resistir los embates del viento.

    De momento, les invit a alojarse en su casa, la ms antiguade la aldea. Cuando llegaron all, la esposa del campesino ten-di sus ropas para que se secaran, y cuando se dispusieron aacostarse les mostraron habitaciones independientes.

    Antes de quedarse dormido, Iori percibi un sonido quedespert su inters. Volvi la cara hacia la habitacin de Mu-sashi y susurr a travs de la shoji:

    Oyes eso, seor?Humm?Escucha. El sonido llega hasta aqu..., son los tambores

    de las danzas del templo. No es extrao que celebren danzasreligiosas la noche despus de un tifn?

    No tuvo ms respuesta que el sonido de una respiracinprofunda.

    A la maana siguiente, Iori se levant temprano y pregunt

    al campesino por los tambores. Luego fue a la habitacin deMusashi y, con una expresin radiante, le dijo:El santuario de Mitsumine, en Chichibu, no est muy le-

    jos de aqu, verdad?Supongo que no.Deseara que me llevaras all, para presentar mis respetos.Perplejo, Musashi le pregunt a qu obedeca aquel sbito

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    inters, y el muchacho le dijo que los tambores haban sidomsicos en un pueblo vecino, donde practicaban para la danzasagrada de Asagaya, en la que su casa se haba especializadodesde tiempos inmemoriales. Todos los meses iban a actuar enel festival del santuario de Mitsumine.

    Iori slo conoca la belleza de la msica y la danza a travs

    de aquellas danzas shintostas. Era aficionado a ellas en ex-tremo, y al enterarse de que las danzas de Mitsumine eran unade las tres grandes clases de esa tradicin, arda en deseos deverlas.

    Me llevars? le suplic. Pasarn cinco o seis das,como mnimo, antes de que la casa est lista.

    El ardor de Iori hizo que Musashi recordara a Jtaro, quientan a menudo le daba la lata, gimiendo, haciendo pucheros,ronroneando para conseguir lo que quera. Iori, tan adulto eindependiente para su edad, no sola recurrir a tales tcticas.Musashi no pensaba especialmente en ello, pero un observa-dor podra haber notado los efectos de su influencia. Se habaesforzado por ensearle a Iori a efectuar una distincin estrictaentre l y su maestro.

    Al principio respondi con evasivas, pero tras pensarlo unpoco le dijo:

    De acuerdo, te llevar.Iori se puso a brincar.Y adems hace muy buen tiempo! exclam.Al cabo de cinco minutos inform de su buena suerte a su

    anfitrin, le pidi cajas de comida y se procur unas nuevassandalias de paja. Entonces se reuni de nuevo con su maestro.

    Nos vamos ya? le pregunt.El granjero les despidi con la promesa de que cuando re-

    gresaran su casa estara terminada.

    Pasaron por lugares donde el tifn haba dejado estanquesque eran casi lagunas, pero por lo dems resultaba difcil creerque los cielos hubieran descargado su furia slo dos das antes.Los alcaudones volaban bajos en el cielo azul claro.

    La primera noche eligieron una posada econmica en la al-dea de Tanashi y se acostaron temprano. Al da siguiente, lacarretera les adentr ms en la gran llanura de Musashino.

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    Al llegar al ro Iruma su viaje qued interrumpido durantevarias horas. El ro estaba muy crecido, con un caudal tres ve-ces superior al normal. Slo permaneca en pie una pequeaseccin del puente de tierra, intil, en medio de la corriente.

    Mientras Musashi observaba a un grupo de campesinos queacarreaban nuevos pilotes por ambos lados, para construir una

    pasarela temporal, Iori repar en unas viejas puntas de flechaque estaban en el suelo y llam la atencin de su maestro, aa-diendo:

    Tambin hay cimeras de cascos. Aqu debi de librarseuna batalla.

    El muchacho se entretuvo a lo largo de la orilla, desente-rrando puntas de flecha, oxidados fragmentos de espadas rotasy diversas piezas de un metal viejo e inidentificable.

    De repente apart bruscamente la mano de un objeto blan-co que haba estado a punto de recoger.

    Es un hueso humano! exclam.Trelo aqu le pidi Musashi.Iori no se atreva a tocarlo de nuevo.Qu vas a hacer con l?Enterrarlo en un sitio donde no sea pisoteado.No se trata slo de un par de huesos. Hay montones de

    ellos.Estupendo, as tendremos algo que hacer. Trae todos los

    que encuentres. Volvindose de espaldas al ro, aadi:Puedes enterrarlos todos ah, donde florecen esas gencianas.

    No tengo una pala.Puedes usar una espada rota.Cuando el hoyo fue lo bastante profundo, Iori ech los hue-

    sos y luego recogi la coleccin de puntas de flecha y fragmen-tos de metal y los enterr con los huesos.

    Est bien as? pregunt.Pon unas piedras encima, que quede un monumento fu-nerario adecuado.

    Cundo se libr aqu una batalla?Lo has olvidado? Tienes que haberlo ledo. El Taiheiki

    nos habla de dos feroces batallas, en 1333 y 1352, en un lugarllamado Kotesashigahara, ms o menos donde nos encontra-

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    mos ahora. Uno de los bandos era la familia Nitta, que apoya-ba a la corte meridional, y el otro un ejrcito enorme dirigidopor Ashikaga Takauji.

    Ah, las batallas de Kotesashigahara, Ahora me acuerdo.A instancias de Musashi, Iori sigui diciendo: El libro noscuenta que el prncipe Munenaga vivi durante largo tiempo

    en la regin oriental y estudi el Camino del Samurai, pero sequed asombrado cuando el emperador le nombr shogun.Cmo deca el poema que compuso en esa ocasin?

    le pregunt Musashi.Iori alz la vista hacia un ave que se elevaba hacia el inten-

    so azul del cielo y recit:

    Cmo podra haber sabidoque llegara a ser el dueo delarco de catalpa? No habrapasado por la vida sin tocarlo?

    Y el poema del captulo en que nos cuenta cmo pe-netr en la provincia de Musashi y luch en Kotesashigahara?

    El muchacho titube, se mordi el labio e, inventando enbuena parte sobre la marcha, respondi:

    Por qu, entonces, debera aferrarme auna vida que se realiza plenamentecuando se entrega con nobleza por elbien de nuestro gran seor, por el biendel pueblo?

    Y cul es su significado?Lo comprendo muy bien.

    Ests seguro?Todo aquel que no pueda comprenderlo sin necesidad deque se lo expliquen no es un autntico japons, aunque sea unsamurai. No es cierto?

    S, pero dime, Iori, si tal es el caso, por qu te comportascomo si tocar esos huesos te ensuciara las manos?

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    Acaso te sentiras a gusto manipulando los huesos deunos muertos?

    Los hombres que murieron aqu eran soldados. Lucha-ron y perecieron por los sentimientos expresados en el poemadel prncipe Munenaga. El nmero de samurais con ese espri-tu es incontable, y sus huesos, enterrados en la tierra, son los

    cimientos sobre los que se ha construido este pas. De no serpor ellos, todava seguiramos sin paz y sin perspectivas deprosperidad.

    Las guerras, como el tifn que acabamos de sufrir, pasan.La tierra, en su conjunto, no vara, pero nunca debemos ol-vidar la deuda que tenemos con los huesos blancos bajo elsuelo.

    Iori asenta a casi cada una de las palabras de su maestro.Ahora lo comprendo. Hago una ofrenda de flores y me

    inclino ante los huesos enterrados?Musashi se ech a rer.No es necesario que te inclines si mantienes vivo el re-

    cuerdo en tu corazn.Pero...No del todo satisfecho, el muchacho recogi algunas flores

    y las deposit ante el montn de piedras. Estaba a punto debatir palmas y rezar una plegaria cuando cruz por su menteotro pensamiento turbador.

    Seor, hemos hecho muy bien si estos huesos pertenecie-ron realmente a samurais que fueron leales al emperador. Peroy si se trata de los restos del ejrcito de Ashikaga Takauji? Noquisiera presentarles mis respetos.

    Iori le miraba fijamente, aguardando una respuesta. Mu-sashi fij sus ojos en la delgada porcin de luna diurna, pero nose le ocurri ninguna respuesta satisfactoria.

    Finalmente dijo:En el budismo hay salvacin incluso para los que son cul-pables de los diez males y los cinco pecados mortales. Los sen-timientos son en s mismos iluminacin. El Buda perdona a losmalvados con slo que ellos abran los ojos a su sabidura.

    Significa eso que los guerreros leales y los rebeldes ma-lignos son lo mismo despus de muertos?

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    No! exclam Musashi. Un samurai considera sunombre sagrado. Si lo ensucia, no hay posibilidad de repara-cin a lo largo de todas las generaciones.

    Entonces, por qu el Buda trata por igual a los servido-res leales y a los malos?

    Porque todas las personas son iguales en lo fundamental.

    Algunas estn tan cegadas por el egosmo y el deseo que seconvierten en rebeldes o bandoleros. El Buda est dispuesto ahacer la vista gorda. Insta a todos por igual a que acepten lailuminacin, abran los ojos a la verdadera sabidura. Ese es elmensaje de un millar de escrituras. Por supuesto, cuando unomuere, no hay ms que el vaco.

    Ya veo dijo Iori, sin ver nada realmente. Reflexion enel asunto durante varios minutos y entonces pregunt: Peroeso no le ocurre al verdadero samurai, verdad? No hay unvaco total cuando un samurai muere.

    Por qu dices eso?Su nombre sigue viviendo, no es cierto?As es.Si es un mal nombre, sigue siendo malo. Si es un buen

    nombre, sigue siendo bueno, aun cuando el samurai haya que-dado reducido a unos huesos. No ocurre as?

    S, pero en realidad no es tan sencillo dijo Musashi,preguntndose de qu manera podra orientar la curiosidad desu discpulo. Mira, el samurai sabe apreciar el aspecto con-movedor de las cosas, la belleza profunda de lo existente unidaal patetismo de su naturaleza efmera. Un guerrero que carez-ca de esa sensibilidad es como un arbusto en el desierto. Ser unluchador fuerte y nada ms es como ser un tifn. Lo mismo lessucede a los espadachines que no tienen en la cabeza ms quela espada, la espada, la espada. Un verdadero samurai, un es-

    padachn autntico, tiene sentimientos compasivos, compren-de el patetismo de la vida.Silenciosamente, Iori coloc bien las flores y uni las ma-

    nos para orar.

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    4 Dospalillos de tambor

    En la mitad de la ladera, las figuras humanas que ascendancomo una procesin ininterrumpida de hormigas eran engulli-

    das por un anillo de espesas nubes del que emergan cerca de lacima, donde estaba situado el santuario de Mitsumine, y all lessaludaba el cielo impoluto.

    Los tres picos de la montaa, Kumotori, Shiraiwa y Myo-hgatake, se alzaban a horcajadas sobre cuatro provinciasorientales. El recinto shintosta contena templos budistas, pa-godas, varios otros edificios y portales. En el exterior haba unpueblecito floreciente, con casas de t y tiendas de recuerdos,las oficinas de los altos sacerdotes y las casas de unos setentaagricultores cuyas verduras estaban reservadas para el consu-mo del santuario.

    Escucha! dijo Iori excitado, mientras engulla el arrozy las judas rojas. Han empezado a tocar los grandes tam-

    bores.Musashi estaba sentado frente a l, disfrutando lentamente

    de su comida. Iori solt los palillos.La msica ha empezado. Vayamos a verlo.Anoche tuve suficiente. Ve t solo.Pero anoche slo hubo dos danzas. No quieres ver las

    dems?

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    No si para ello tengo que apresurarme.Al ver que el cuenco de madera de su maestro todava es-

    taba mediado, Iori le dijo en un tono ms sereno:Desde ayer han llegado miles de personas. Sera una ls-

    tima que se pusiera a llover.Ah, s?

    Cuando Musashi por fin estuvo dispuesto a partir, Iori co-rri a la puerta principal como un perro sin correa, tom pres-tadas unas sandalias de paja y las coloc en el umbral para sumaestro.

    Delante del Kannon'in, el templo secundario donde se alo-jaban, y a ambos lados del portal principal del santuario ardangrandes hogueras. Cada casa tena una antorcha encendida enla fachada, y toda la zona, a varios miles de pies por encima delnivel del mar, estaba brillante como si fuese de da. En lo alto,en un firmamento con el color de un lago profundo, el Ro delCielo destellaba como humo mgico, mientras que en la calleuna multitud de hombres y mujeres, sin pensar en el glido airede la montaa, avanzaba hacia el escenario donde tenan lugarlas danzas sagradas. Las flautas y los grandes tambores resona-ban con la brisa. El escenario estaba vaco, con excepcin delos estandartes agitados suavemente por el viento que prontoserviran como teln de fondo.

    Empujado por la multitud, Iori se vio separado de Musashi,pero rpidamente se abri paso entre el gento hasta que vio asu maestro cerca de un edificio, leyendo unas placas con unalista de donantes. Iori le llam, corri a su lado y le tir de lamanga, pero la atencin de Musashi estaba concentrada en unade las placas, ms grande que las dems, entre las que desta-caba por el volumen de la contribucin efectuada por Daizde Narai, pueblo de Shibaura, provincia de Musashi.

    El sonido de los tambores lleg a un crescendo.Ha comenzado la danza chill Iori, deseoso de ir vo-lando al pabelln de la danza sagrada. Qu ests mirando,senseil

    Musashi sali de su ensoacin y dijo:Oh, nada especial..., es que he recordado algo que debo

    hacer. T qudate a ver las danzas. Ms tarde nos reuniremos.

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    Musashi busc la oficina de los sacerdotes shintostas, don-de le recibi un anciano.

    Quisiera informarme acerca de un donante le dijo Mu-sashi.

    Lo siento, pero aqu no tenemos nada que ver con eso.Tendrs que ir a la residencia del prior budista. Te mostrar el

    camino.Aunque el santuario de Mitsumine era shintosta, la super-visin general de todo el establecimiento estaba en manos deun prelado budista. La placa sobre el portal deca: Oficina delAlto Sacerdote Responsable en unos caracteres conveniente-mente grandes.

    En el vestbulo, el anciano habl durante buen rato con elsacerdote de turno. Cuando terminaron, el sacerdote invit aMusashi a pasar y le condujo muy cortsmente a una habita-cin interior. Le sirvi t junto con una bandeja de esplndidospastelillos. Luego le present una segunda bandeja, seguidapoco despus por un joven y guapo aclito que traa sake. Fi-nalmente apareci un personaje que era nada menos que unobispo provisional.

    Bienvenido a nuestra montaa le dijo. Me temo queslo tenemos para ofrecerte nuestros sencillos productos cam-pesinos. Espero que nos perdones. Por favor, ponte cmodo.

    Musashi no lograba comprender la razn de un tratamientotan solcito. Sin tocar el sake, explic:

    He venido para informarme sobre uno de vuestros do-nantes.

    Cmo? El benigno semblante del sacerdote, un hom-bre regordete de unos cincuenta aos, sufri una sutil altera-cin. Informarte? pregunt con suspicacia.

    Musashi le pregunt en rpida sucesin cundo Daiz ha-

    ba acudido al templo por ltima vez, si lo haca con frecuencia,si alguna vez iba acompaado y, en ese caso, por qu clase depersona.

    A cada interrogante el desagrado del sacerdote iba en au-mento, hasta que finalmente le dijo:

    Entonces no has venido aqu para efectuar una contri-bucin sino simplemente para preguntar por alguien que lo ha

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    hecho? Su semblante evidenciaba la exasperacin que sen-ta.

    El anciano debe de haberme entendido mal. No he veni-do para hacer ninguna donacin, sino tan slo para preguntarpor Daizo.

    Podras haberlo aclarado perfectamente en la entrada

    dijo con altivez el sacerdote. Por lo que veo, eres un rnin.Debes comprender que no puedo dar informacin sobre nes-tros donantes a cualquiera que la solicite.

    Te aseguro que no suceder nada.Bien, para esta clase de asuntos tendrs que ver al sacer-

    dote encargado.El alto sacerdote, sintindose al parecer como si le hubie-

    ran robado, despidi a Musashi.El registro de donantes no result ms til, pues en l slo

    constaba que Daizo haba estado all en varias ocasiones. Mu-sashi dio las gracias al sacerdote y se march.

    Cerca del pabelln de danza, mir a su alrededor en buscade Iori, pero no le vio. De haber alzado la vista le habra lo-calizado, pues el muchacho se encontraba casi directamenteencima de su cabeza. Haba trepado a un rbol para ver mejor.

    Mientras contemplaba la danza que se desarrollaba en elescenario, Musashi se sinti transportado a la poca de su in-fancia, a los festivales nocturnos en el santuario de Sanumo, enMiyamoto. Vea imgenes espectrales de las multitudes, delblanco rostro de Ots entre la gente, de Matahachi, siempremascando algo, del to Gon, que iba de un lado a otro dndoseaires. Percibi vagamente el rostro de su madre que, preocupa-da por lo tarde que era, haba salido a buscarle.

    Los msicos, vestidos con sus curiosos atuendos que pre-tendan simular la elegancia de los guardias imperiales de anta-

    o, ocuparon sus lugares en el escenario. A la luz de las hogue-ras, sus galas chillonas, en las que destellaban fragmentos debrocado de oro, sugeran las tnicas mticas de la era de losdioses. El ritmo de los tambores, cuyos parches estaban ligera-mente laxos, reverberaron en el bosque de cedros, y entonceslas flautas y las tablas de madera bien curada, golpeadas rt-micamente con unos pequeos tacos, tocaron el preludio. El

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    maestro de la danza se adelant, el rostro cubierto por la ms-

    cara de un anciano. Aquel rostro ultraterreno, de cuyas meji-

    llas y barbilla se haban desprendido muchos trozos de laca, se

    movi lentamente mientras cantaba la letra de la Kamiasobi, la

    danza de los dioses.

    En el sagrado monte Mimurocon su valla divina,

    ante la gran deidad,

    las hojas del rbol de sakaki

    crecen en profusa abundancia,

    crecen en profusa abundancia.

    El ritmo de los tambores se hizo ms rpido e intervinieron

    los dems instrumentos. Pronto la cancin y la danza se fusio-

    naron en un ritmo vivo y sincopado.

    De dnde ha salido esta lanza?

    es la lanza de la sagrada morada

    de la princesa Toyooka que est en el cielo...

    la lanza de la sagrada morada.

    Musashi conoca algunas de las canciones, pues de nio las

    haba cantado y, provisto de una mscara, haba participado en

    las danzas del santuario de Sanumo.

    La espada que protege a la gente, lagente de todas las tierras. Colgumoslafestivamente ante la deidad, colgumoslafestivamente ante la deidad.

    La revelacin le alcanz como un rayo. Musashi haba es-tado mirando las manos de uno de los tambores, que blandan

    dos palillos cortos, en forma de porra. Aspir hondo y exclam

    en voz alta, casi gritando: Eso es! Dos espadas!.

    Sobresaltado por la voz, Iori desvi la vista del escenario el

    tiempo suficiente para mirar abajo y decir:

    Ah, ests ah.

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    Musashi ni siquiera alz los ojos. Miraba adelante, no sumi-do en una embelesada ensoacin como los dems, sino conuna mirada tan penetrante que habra asustado a cualquieraque la viese.

    Dos espadas repiti. Es el mismo prin