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1 El charango en la visión de los viajeros y misiones científicas del siglo XIX. Por José Sotelo Maguiña Mayo 2010 ¿Cuál fue la percepción que tuvieron del charango, los viajeros del siglo XIX? ¿Era el charango, un instrumento de uso extendido en el Perú? ¿Se trataba de un solo tipo de charango? ¿En qué lugares se encontraron con nuestro instrumento musical? Esas son algunas preguntas que vamos a intentar responder a la luz de las fuentes escritas de los viajeros y escritores peruanos de la época. Paul Marcoy (1815-1888) surcando el lago Titicaca en una balsa de totora Desde sus orígenes el hombre ha visto acrecentar su visión del mundo gracias a los viajeros, Con la conquista española llegó a nuestras tierras el viajero renacentista 1 trayendo consigo una visión y misión propias de su época, trascendiendo en sus relatos cierto carácter burocrático, pues de lo que se trataba era de inventariar las riquezas con que contaban sus nuevas posesiones ultramarinas y de informar de ellas al poder colonial. Muchos, no dudaron en jugarse la vida por encontrar el 1 Estuardo Nuñez, quien ha realizado diversos estudios sobre la presencia de los viajeros extranjeros que llegaron al Perú, propone una tipificación de tres viajeros contrapuestos: el viajero renacentista, el viajero iluminista o de la ilustración y el viajero romántico. La misma que nos servirá para contextualizar el escenario en que se recogen las menciones al charango.

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El charango en la visión de los viajeros y misiones científicas

del siglo XIX.

Por José Sotelo Maguiña

Mayo 2010

¿Cuál fue la percepción que tuvieron del charango, los viajeros del siglo XIX? ¿Era el charango, un instrumento de uso extendido en el Perú? ¿Se trataba de un solo tipo de charango? ¿En qué lugares se encontraron con nuestro instrumento musical? Esas son algunas preguntas que vamos a intentar responder a la luz de las fuentes escritas de los viajeros y escritores peruanos de la época.

Paul Marcoy (1815-1888) surcando el lago Titicaca en una balsa de totora

Desde sus orígenes el hombre ha visto acrecentar su visión del mundo gracias a los

viajeros, Con la conquista española llegó a nuestras tierras el viajero renacentista 1

trayendo consigo una visión y misión propias de su época, trascendiendo en sus

relatos cierto carácter burocrático, pues de lo que se trataba era de inventariar las

riquezas con que contaban sus nuevas posesiones ultramarinas y de informar de ellas

al poder colonial. Muchos, no dudaron en jugarse la vida por encontrar el

                                                            1 Estuardo Nuñez, quien ha realizado diversos estudios sobre la presencia de los viajeros extranjeros que llegaron al Perú, propone una tipificación de tres viajeros contrapuestos: el viajero renacentista, el viajero iluminista o de la ilustración y el viajero romántico. La misma que nos servirá para contextualizar el escenario en que se recogen las menciones al charango.  

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resplandeciente Dorado y otras quimeras que alimentaron la codicia y ambición de

estos viajeros montaraces.

Durante la colonia, era muy escaso el conocimiento que se tenía del ande y la selva

peruana, la información estadística o geográfica de los burócratas de la colonia,

prescindía de toda información referida a las costumbres y tradiciones del hombre del

ande, su atención sólo era justificable, en la medida que se trataba de una fuerza de

trabajo explotable; apenas se pueden vislumbrar algunas descripciones vagas en

publicaciones que aparecieron en el Mercurio Peruano, prestigiosa revista editada

entre los años 1791 y 1795 por Hipólito Unanue, José Baquijano y Carrillo y otros

jóvenes intelectuales de la época. Las restricciones imperantes en la Colonia, hicieron

que pocos viajeros extranjeros llegaran al Perú.

En el siglo XVIII irrumpe el viajero de la ilustración o viajero científico, que inspirados

por los enciclopedistas, difusores del pensamiento ilustrado, emprenderían una gran

diversidad de exploraciones o misiones científicas auspiciadas por sus estados. Estas,

surcarían los océanos para encontrar nuevos mundos, hacer mediciones, confrontar

teorías y sobre todo, descubrir nuevas riquezas explotables más allá de sus fronteras.

De esa manera llegaron al Perú, el francés La Condamine, los ingleses Anson y

Coock, el belga Tadeas Haencke y el alemán Alexander Von Humboldt entre otros.

Devenido de la escuela literaria y artística, en el siglo XIX, surgiría la figura del viajero

romántico, de cuya mirada germinarían las nuevas ciencias como la lingüística, la

filología, el folclor, la antropología, la etnología, que serían los nuevos campos de

estudio en el que se volcarían con pasión, estos nuevos viajeros, que ya no estarían

de paso en el Perú, sino que permanecerán en el país por un tiempo más prolongado.

Entre estos viajeros que se internaran al interior del Perú, dedicando sus vidas a

estudiarlo; tenemos al médico suizo Johann Jakob von Tschudi que trocó su profesión

para dedicarse al estudio antropológico y lingüístico del país, al médico alemán Ernst

Middendorf, que se aboco al campo de la lingüística, historia y sociología, llegando a

escribir 6 tomos sobre las lenguas aborígenes del Perú, asimismo, el marino británico

Clement Markhan, quien se dedicaría con pasión al estudio histórico y geográfico del

Perú.

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Antonio Pacheco Pereyra y Ruiz (Tenerife, 1790 - 1858).

Joven canario, llegó al Perú en el año 1809 acompañando al recién nombrado Obispo

de Arequipa, Luis de la Encina. Al llegar, se interesaría por conocer todo lo vinculado

con la cultura peruana y registraría entre los años 1810 y 1814 todo aquello que

despertaba su curiosidad. A su regreso a España, que acontecería después de la

muerte del obispo de la Encina, plasmaría toda esa experiencia en un manuscrito

denominado, “Noticias de Arequipa” (1816), donde ejercería las facetas de

historiador, literato, filólogo e ilustrador y en cuya sección, Nombres provinciales de

la ciudad de Arequipa, rescataría la voz charango como sigue:

(77) Guitarra chica. Charángo2.

Paul Marcoy (1815-1888),

Uno de los viajeros más importantes que nos deja huellas de su encuentro con el

charango es el francés, Paul Marcoy, seudónimo de Laurent Saint Cricq, nació en

Burdeos, proveniente de una familia de comerciantes. Entre 1831 y 1834 viaja a Las

Antillas y a su regreso a Francia, después de exponer sus cuadros y colaborar con

varias revistas locales con artículos sobre pintura, viajará a Sud América con sus

propios recursos, recorriendo el Perú entre los años 1838 y 1846 y en una segunda

ocasión entre 1857 y 1860, regresando definitivamente a Burdeos en 1875.

Marcoy, que siempre se sintió ajeno a las instituciones académicas de su país, nunca

recibió financiamiento de su estado. Quizá por ello y gracias a ello, tuvo libertad para

dedicarse a las investigaciones que más le interesaban y tomarse el tiempo que

necesitaba. De formación autodidacta, las relaciones que mantuvo con los científicos

contemporáneos fueron tensas, como sucedió con el italiano Antonio Raimondi, el

francés Castelneu, el alemán Markham y otros, que pusieron en entredicho sus

calidades científicas, pues, dueño de una prosa cautivante, sus obras que poseían un

estilo novelesco, les resultaban poco fiables. En sus textos se permitía contradecir a

otros viajeros ilustres que hicieron sus rutas de viaje antes que él, como a Humboldt,

La Condamine o d’Orbigny.

Desde el punto de vista etnológico es de los primeros en verter valiosa información

sobre las costumbres y música del ande y la selva del Perú del siglo XIX. A sus

calidades literarias habría que agregar las de dibujante, pues sus obras incluían

                                                            2  CARRION ORDOÑEZ, ENRIQUE. La lengua en un texto de la Ilustración. Edición y estudio filológico de la Noticia de Arequipa de Antonio Pereyra y Ruiz. Pontifica Universidad Católica de Perú, Lima, 1983. Pg. 420. 

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innumerables dibujos, mapas, acuarelas que graficaban sus travesías (En muchos

casos, estos fueron adaptados para el gran público por el famoso dibujante E. Riou).

Con fina ironía e ingeniosas reflexiones, graficaba las costumbres locales, el

funcionamiento de nuestras instituciones, la explotación del indio y todo aquello que

reclamaba su atención.

Entre 1838 y 1846 Paul Marcoy recorrió el sur andino peruano y fruto de estos viajes

publicó, por entregas, sus relatos en diversas revistas especializadas de Francia. En

1848, en l’illustration, vio la luz su primer relato denominado “Souvenirs de L’Amérique

méridionale (La Vallée de Santa Ana Pérou)”. En él menciona por primera vez al

charango:

Tal vez, en el momento en que requintaba en voz baja, mientras pelaba mis huevos duros y mordía mis cebollas, mis chasquis, encerrados en alguna chichería y perdidos en los humos de la embriaguez, estarían bailando al son del charango (una pequeña guitarra de cinco cuerdas) algún zapateo ruidoso, sin preocuparse de si yo, la estaba pasando bien o mal. 3

Al final de su primer viaje al Perú en 1846, optó por recorrer la vía interoceánica, del

Pacífico al Atlántico, siguiendo las huellas del escritor cusqueño José Manuel Valdez y

Palacios, que en 1843 había trazado esa ruta por primera vez, es decir; entrando por

el valle de Santa Ana (Cusco) hasta alcanzar el Amazonas, y de allí a la ciudad de

Belem do Para. Esta travesía la realizaría en un año y 14 días (Chaumeil, 2001) y

sería relatada en su segundo libro: Voyage a travers l’Amérique du Sud de l’Océan

Pacifique a l’Océan Atlantique (Viaje a través de la América del Sur. Del Océano

Pacífico al Océano Atlántico) de 1869. Finalmente publicaría Voyage dans les

Vallées de Quinquinas (Viaje por los valles de Quina) por entregas entre 1870 y

1872.

En 1861 publica su primer libro Scènes et paysages dans les Andes. En él describirá

la presencia del charango en tres regiones del Perú: Tiabaya en Arequipa, las orillas

de lago Titicaca (Puno) y en Coporaque (Cusco).

Estando en Arequipa y habiendo llegado días previos a la celebraciones de la noche

buena en Tiabaya, vio como ésta, deshabitada y silenciosa, de pronto se transformaba

en una ciudad alborotada y bulliciosa.

“Al centro de la plaza, otras mesas llamaban la atención. Aquí, grupos de indios, con los cabellos recogidos en trenzas sobre la espalda, cubiertos con

                                                            3 Paul Marcoy, “Souvenirs de L’Amérique méridionale (La Vallée de Santa Ana Pérou)”,

L’illustration. Journal Universel, Tomo X, 1848. p. 392-394. Las negritas y la traducción son de Sotelo (J.M.). 

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una montera triangular y con el poncho al hombro, ejecutaban, al son de un charango apasionado, las danzas nacionales de la sierra. Más allá, los huyfallas, tomados de la mano y moviendo la cabeza a la manera de aquellos danzantes de la China Imperial, formaban una ronda silenciosa, cuyas pausas, señaladas por la melodía de una flauta que tocaba el músico o paypacullu ubicado al centro, eran seguidas inmediatamente por una palmada y un golpe de pie, que cada danzante daba a su vecino con una notable precisión”4

Prosiguiendo su ruta para llegar a Ollantaytambo, Marcoy llegó a Puno y cuenta lo que

aconteció en las riberas del lago Titicaca. Se trataba del lanzamiento de la goleta

Independencia, la primera embarcación a vapor de bandera peruana que llegaba al

lago navegable más alto del mundo, el cual, fabricado en New York, había sido traído,

en mula en partes hasta Puno. En aquella ciudad, en medio de los festejos y

efervescencia por el magno acontecimiento, fue testigo de las fiestas y procesiones

que se hicieron en honor de la famosa goleta.

“Una orquesta, compuesta por una treintena de músicos, cerraba solemnemente la marcha. Entre los instrumentos figuraban trompetas de hojalata, pututos o cuernos de Ammon, flautas de cinco agujeros, tambores, guitarras, charangos y zampoñas.

Puesto que ningún tema musical había sido dado con anticipación a los artistas -cuando menos se mostraban satisfechos bebiendo- cada uno de ellos tocaba a su libre albedrío, y de este desbarajuste de inspiraciones y de instrumentos, brotaba una melodía original pero al mismo tiempo ensordecedora.

En el momento en que la procesión volteaba la esquina del Cabildo para dirigirse a la orilla del lago, el Sr. Saunders sugirió que me uniera, de manera que presencie por mi mismo la bendición de la goleta, mientras él se ocuparía de los detalles de la salida al lago5. (…)

                                                            4 MARCOY, PAUL. Scènes et paysages dans les Andes. Série 1. L. Hachette (Paris) – 1861 Pg. 143. Traducción realizada para el presente artículo por Guiliana Rivas Campos

5 Ob cit. Pg. 258. Traducción de Guiliana Rivas Campos.

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Sin embargo, un hecho excepcional ocurriría a los pocos días de haberse inaugurado

la famosa embarcación, cuando Marcoy que ya había salido de Puno, recibió la

Increíble noticia que la goleta, se había hundido en su primera travesía de Chucuito a

Umamarca pereciendo toda la tripulación.

La tercera mención al charango, aparece en el capítulo denominado: Las Fuentes del

Apurímac, donde relata su interés en conocer sus afluentes, pues las publicaciones de

la época presentaban muchos vacíos y referencias inexactas. Cuando llegó a

Coporaque, que en aquella época era la capital de la provincia de K’ana, coincidió con

la llegada de una comisión del gobierno, dirigida por un agrimensor, que tenía el

encargo de definir los límites de la provincia de Cailloma (Arequipa) limítrofe con

Cusco y poner fin a las constantes disputas y muertes que se habían suscitado en los

poblados aledaños.

Marcoy, fue convocado a integrar esta comisión por parte la gobernación de

Coporaque. Una vez definida la fecha de inicio, se organizó la expedición,

reuniéndose al personal que ayudaría en la marcha. En vista que el viaje alejaría a los

expedicionarios de sus familias, se organizó una despedida que de una modesta

reunión se convertiría en una nutrida festividad.

“Este destacamento cruzó la plaza y se apostó a la entrada de la iglesia. Ahí, algunas mujeres hicieron gala de sus quepes de trozos de carne de llama asados al carbón, y los distribuyeron a sus esposos que se encontraban de cuclillas en círculo. Un plato de pimiento molido se posó delante de los comensales en lugar de mostaza, cada uno de ellos hizo honor a esta comida matutina como mejor pudo. Los holgazanes de la ciudad, atraídos por este espectáculo y también quizá por la esperanza de participar de la colación, no tardaron en pasar los cientos de individuos. Pronto, el diapasón elevado de los cantores, los destellos de risa y las vibraciones de un charango que invitaba a los devotos a la danza, imprimieron a esta reunión, silenciosa en un primer momento, la naturaleza alegre de una feria de pueblo7…”

En su segundo libro Viaje a través de América de Sur. Del Océano Pacífico al

Océano Atlántico, Marcoy relata el viaje que emprendió desde la costa peruana

hasta la costa Atlántica, en Belem do Para en Brasil, haciendo el siguiente recorrido:

Islay - Arequipa - Lampa - Acopia - Cuzco - Echarati - Chulituqui y de allí hacia el

Amazonas y la costa Atlántica del Brasil. A su paso por estos parajes andinos y

amazónicos, nuestro viajero nos ira relatando los personajes, paisajes y costumbres

de los pueblos que iría visitando.

                                                            7  Ob Cit. 297. Traducción de Guiliana Rivas Campos. 

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En Arequipa, Marcoy emprende el camino de Sachaca a Yanahuara y queda

embelesado por su paisaje, llega a una pintoresca chichería, y contempla la

desbordante alegría de hombres y mujeres que cantaban y danzaban sin cesar. En

ese relato Marcoy describe al charango como una “guitarra de tres cuerdas” y

aunque no se explaya en describir más detalles, en otros pasajes, se refiere a este

charango, también como una guitarra o guitarrilla.

“De Sachaca a Yanahuara, distante una legua, el camino es admirable, con toda esa zona plana cultivada con esmero. Los campos de maíz de trébol y de papas, los rectángulos de un trigo dorado, los arroyos bordeados por grandes sauces, las casas de tapia, blancas, o de un azul claro y rosa pálido, integran un conjunto en el que la vista se detiene con placer. De trecho en trecho bajo una glorieta de rubias calabazas, coronada por una bandera con los colores peruanos y que indica una taberna rústica, la taberna urbana no tiene por insignia sino una paca, hombres y mujeres de piel sepia, de cabellera suelta y vestidos multicolores huelen a vino, rascan la guitarra de tres cuerdas, soplan en una caña hendida, se menean, se abrazan o se dan de puñaladas con acompañamiento de gritos, de carcajadas y de juramentos, y acaban por quedarse dormido con la cabeza en la sombra y los pies al sol, en actitudes que cautivarían a un pintor de género8.”

9

                                                            8 MARCOY, PAUL. Viaje a través de América del Sur. Del Océano Pacífico al Océano Atlántico. Tomo I. 1era. Edición. Junio 2001. (1,869) pg. 77

9 Ob Cit. Pg. 80, Grabado del autor. .

Chichería en el camino de Sachaca a Yanahuara.

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Para llegar a Cusco, desde Arequipa, en lugar de tomar una ruta directa, Marcoy

prefirió desviarse a Lampa y cumplir una promesa; la de conocer al cura de

Macuasani, Don Juan Pablo Cabrera, quien vivía en el pueblito de Cabana y que

Marcoy consideraba un personaje notable y venerable, que había constituido una

importante empresa de camélidos, realizando cruces de alpacas con vicuñas. Este

éxito, sería truncado por la inquina de quienes no podían ver su progreso y terminarían

envenenado a los animales y haciéndolo huir del pueblo. Cuando Marcoy llegó por fin

a Cabana, encontró que sus calles estaban vacías y no se asomaban ni los perros.

Preguntó intrigado a su guía y arriero, Ñor Medina y este le respondería que

seguramente se habrían ido a buscar algunas pepitas a los ríos para pagar sus

deudas. Ante esta explicación Marcoy exclamó:

“- ¡Pero ya se ha decretado la abolición del tributo- objeté-, y por lo tanto el indio no tiene nada que pagar al estado! -Cabal -me respondió-, pero si el indio ya no tiene que pagar ningún tributo al Estado, tiene siempre algunas cuentas que cancelar al subprefecto de la provincia, al gobernador y al alcalde. No digo nada del señor obispo, del cura, del vicario y de los monjes de los conventos, santas gentes que no le tienen ningún cariño al dinero y se contentan con percibir un diezmo de las cosechas de papas, de chuño, de avena o de quinua que el indio puede recoger. A menudo éste no cosecha nada, pero entonces su mujer tiene una rueca, así que se pone a hilar y entregar al diezmero, algunos ovillos de lana de llama siempre son recibidos con placer... ¡Y a falta de lana tiene cuyes, una gallina, huevos, un pedazo de sebo, qué se yo! Le sirven como regalo10”(...)

“Ahora bien, nuestros indios van a estar diez o 12 días en campaña. Al cabo de ese tiempo, si han llenado su chuspa con metal, separaran algunas piastras que adeudan a las autoridades superiores. Con el resto compraran aguardiente y coca, y luego, ya de retorno en casa, bailaran al son de la trompeta de hojalata y del charango beberán hasta embriagarse y zurrarán a sus esposas para enseñarles a no abandonar otra vez el lecho conyugal11.”

En el camino de Lampa al Cusco, llegó a Pucará (Puno), deteniéndose a presenciar la

espectacular feria de Pucará, que se realizaba en el mes de diciembre y que después

de la de Vilque, era la más importantes del Perú.

“Durante los quince días que dura la feria, los ecos de la puna, acostumbrados como están a no repetir sino el balido de los rebaños o los suspiros del viento, retumba con el redoblar de los tambores, las fanfarrias de las cornetas de latón, los mugidos cavernosos de los pututus o cuernos de Amón, los acordes melódicos de la quena y del pincullo, dos tipos de flautas y del charango, guitarra nacional de tres cuerdas, que los indígenas fabrican ellos mismos con la mitad de una calabaza a la que adaptan un mango y las tripas de un gato. Las vociferaciones de la multitud, los ladridos de los perros, los relinchos de los caballos y de las mulas, la crepitación de las frituras y el

                                                            10   Ob cit. Pg. 150 11  Ob cit. Pg. 152

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chisporreo de los fogones que arden al aire libre, forman el bajo de ese salvaje concierto12… ”

13

14

                                                            12   Ob. Cit. Pg 191 13 Ob. Cit. Pg 193. Grabado del autor. 14 Ob. Cit. Pg 205. Grabado del autor.

Marcoy atravesando la plaza en las que se aprecian diversos músicos en la fiesta de la Sangre de

Jesucristo en Puncullutu (Puno).

Una vista de la famosa feria de Pucará

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En su cuarto libro Viaje por los valles de la quina15, Paul Marcoy relata el viaje que

emprendió de Cusco a Marcapata y de allí a las selvas vírgenes de Carabaya y

Olaechea en Puno, con el fin de descubrir nuevos árboles de quina, pues, sobre

explotada, en las selvas ecuatorianas, bolivianas y peruanas, se encontraba en

proceso de extinción. Esta aventura se iniciaría para cumplir el encargo de su amigo,

el andaluz, Juan Saez de Santo Domingo, propietario de la bodega más grande e

importante del Cusco (La casa de Austria), quien decidió iniciarse en el negocio de las

casqarilla (quinina) que curaba las fiebres de la malaria que asolaba el mundo, logro

convencer a Marcoy para que dirigiera la expedición, pedido que en un primer

momento rechazo, pues no era devoto de las ambiciones mercantiles. Sin embargo,

era la oportunidad de poder vivir una gran aventura y contar la historia, además de

descubrir nuevas variedades de plantas y animales y por supuesto, recibiría una

jugosa remuneración que le permitiría financiar sus próximos viajes e investigaciones.

Los personajes que lo acompañan son: El Coronel Pérez, cuyo interés por conformar

la expedición radicaba en la posibilidad de encontrar oro aluvial, El examinador,

boliviano de origen español deseoso de encontrar nuevas reservas de quinina y

expandir sus negocios y para lo cual había traído al indio Eusebio, experto en ubicar

los árboles de cascarilla, pues había trabajado como cortador de quina en Pelechuco,

en la región de los yungas de La Paz. El primer intérprete, Pepe Garcia, quien quería

ganarse unos centavos y pagar favores de las autoridades de su pueblo, pues estaba

acusado de haber asesinado a un indio y sin embargo, no había purgado condena. El

segundo intérprete, Juan Nepomuceno Pompeyo de Aragón, el charanguista,

sobrino del gobernador de Marcapata que deseaba conocer las nuevas riqueza que en

un futuro podría anexar a las ya explotadas por su tío, de quien era su único heredero.

Cuando la comitiva salió del Cusco, pasó por San Sebastián, San Gerónimo y la

hacienda Lucre, a una legua de Andahuaylillas, en ella fueron recibidos de manera

espectacular, por su propietario, un visitador de frecuente de la Casa de Austria.

“El efecto de los fuegos artificiales y petardos no tenían nada de gloriosos a plena luz y nos sorprendió un poco en nuestras monturas, pero un concierto de charangos y de quenas y guitarras a tres cuerdas y flautas a cinco

                                                            15 Voyage dans les Vallées de Quinquinas, aparece por entregas en la Revista de viajes Le tour Le Monde en los años 1871, 1872 y 1873 en los tomos XXI, XXII y XXIII respectivamente. Posteriormente en el año 1941 aparece en Buenos Aires la versión en español y se reedita en 1943 y 1948 con Prólogo de Ortega y Gasset.  

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hoyos que fueron ejecutados a nuestra entrada de la vivienda, conquistaron los afectos de los cascarilleros bolivianos y de los mulateros”.16

La escena se repetirá al legar a Lauramarca, que era una de las haciendas más

extensas y productivas del Cusco y donde se festejaba a la patrona Virgen de las

Nieves, relatando cómo se vivían estas fiestas entre los indígenas.

“Todo el personal de la hacienda estaba reunido al extremo de una avenida formada por la doble fila de las chozas. Hombres y mujeres reían, gritaban, bebían y se divertían a su manera. Algunos jugaban a los bolos y al cochinillo y otros soplaban las trompetas y cuernos de Ammon, o tañían el tambor; parecían encantados de su propio alboroto. Una orquesta, compuesta de una flauta de cinco hoyos, de un charango y de una zampoña, acompañaban los bailes de la sierra, ejecutados por danzantes colocados en una sola línea.”17

Cuando llegaron a Marcapata desde el Cusco, El gobernador de este pueblo,

intentaba convencer a Marcoy que su sobrino sea el guía e intérprete de la expedición,

ya que sería conveniente contar con un intérprete que les pueda entablar

comunicación con los chunchos que encontrarían en la selva:

18

                                                            16  MARCOY.PAUL. Voyage dans les Vallées de Quinquinas, Le Tour du monde. T. XXXI 1870. Pg. 12. 17  Ob. Cit. Pg. 28. 18 MARCOY.PAUL. Voyage dans les Vallées de Quinquinas, Le Tour du monde: nouveau journal des voyages.

Vista del pueblo de Marcapata dibujada por el autor, donde tomaron a los intérpretes y porteadores y de donde saldría la expedición rumbo a la selva

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“Era un muchacho honrado, incapaz de robar un huevo, y con mayor razón una gallina; era activo e inteligente, fuerte como un toro, diestro como un mono, y nos prestaría muchos pequeños servicios. Además de su talento reconocido como guitarrista, si se le permitiera llevar su guitarra19.”

En la narración Paul Marcoy usa indistintamente el término guitarra para referirse al

charango de Juan Neupomuceno Pompeyo de Aragón, que es el único instrumento

que se lleva en el viaje. Luego de que éste es aceptado como segundo intérprete de la

expedición relata.

“El Aragón pareció tan encantado de su admisión entre nosotros, que lanzo un gritito gozoso y hasta se atrevió a hacer una pirueta. Pude ver entonces atado a su morral ese instrumento local llamado charango, que los músicos del país fabrican ellos mismos con la mitad de una calabaza y tripas de gato. Era la famosa guitarra que me había hablado su tío, ponderándome el encanto que para nosotros tendría en el viaje.20”

Personajes del relato:

Viaje por los Valles de la quina21

                                                            19   MARCOY, PAUL, Viaje por los Valles de la Quina. 3ra. Edición Edit. ESPASA-CALPE. Buenos Aires. Argentina 1,948. Pg. 76

20 Ob cit. Pg. 84 21   MARCOY.PAUL. Voyage dans les Vallées de Quinquinas, Le Tour du monde: nouveau journal des voyages.  

El Coronel Pérez Juan Pompeyo Nepomuceno de Aragón

(El segundo intérprete y charanguista) 

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El Examinador El primer intérprete Pepe García

Eusebio, el cascarillero boliviano Paul Marcoy 

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Después de los agitados días en la selva, las noches eran una oportunidad para que Juan Neponucemo Pompeyo de Aragón, departiera con sus compañeros haciendo vibrar las cuerdas de su charango.

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En otra parte del relato, ya internados en lo profundo de la Selva, el examinador que

estaba de cumpleaños y cuyas nostalgias en medio del silencio de la noche, se

escuchaban en voz alta, motivo a que Marcoy hiciera menos penoso el lamento y

proveyera de “biscochos, higos secos y una botella de coñac viejo, a los miembros.

“Luego, como una buena idea hace surgir otra, me acordé de que nuestro intérprete Aragón llevaba una guitarra, cuyo concurso no podía sino aumentar el encanto de la colación, A petición mía. Aragón saco del morral en que guardaba su calabaza armoniosa, y, después de haberla templado, nos cantó, con una voz que nada tenía absolutamente de desagradable, uno de esos yaravíes locales en que el amor constante se simboliza en la tórtola, y el amor pasajero en la mariposa que se posa, una tras otra en todas las flores22.”

“Cada vez que llevábamos el vaso a nuestros labios, Aragón, como para asociarse con nuestro pensamiento, o a menos que esto sea para aplaudir nuestra acción y señalarlo, pellizcaba a la vez, las cinco cuerdas de su guitarra y golpeaba con el puño su vientre sonoro. Nuestra gente embobaba de admiración.” 23

Los días pasaban aciagos pero las noches se repetían una tras otra inacabables, para

amenguarlas, se hizo costumbre que Aragón tocara su charango, Marcoy se percato

que al coronel Pérez, se le desencajaba el rostro, cuando él le daba mucha

importancia a Aragón y su charango, pero mucho peor, si él mismo se animaba a

cantar un yaraví.

“Cierta tontería tenía sobre todo la virtud de remover su bilis y excitar sus nervios desmesuradamente; era cuando llegada la noche y terminada nuestra frugal cena, le rogaba yo a Aragón que templara su charango y tocara un poco de música, Mientras el instrumento ejecutaba sólo un yaraví cualquiera del repertorio peruano, el coronel guardaba bastante dominio sobre sí mismo; pero si el yaraví, me era conocido y se me ocurría cantar su letra, veía a nuestro compañero agitarse en su sitio, dar señales de impaciencia y en sus gestos bruscos adivinaba yo en él como una gana secreta y furiosa de romper la guitarra en la cabeza del músico….

Le había preguntado en voz baja la razón de su comportamiento, me había respondido que no podía ver con sangre fría que me encanallara. La expresión me había parecido pintoresca y para mostrar a nuestro amigo, el caso que hacía de ello, al día siguiente, en la velada en lugar de un yaraví había cantado dos24”.

De regreso a Francia en 1876, Marcoy fue nombrado director de los jardines y parques

de la ciudad Burdeos, y entre 1876 y 1887 tomo la dirección administrativa del Jardín

Botánico de Burdeos y murió el 7 de febrero de 1888.                                                             22 MARCOY, PAUL, Viaje por los Valles de la Quina. 3ra. Edición Edit. ESPASA-CALPE. Buenos Aires. Argentina 1948. Pg. 94

23 MARCOY.PAUL. Voyage dans les Vallées de Quinquinas, Le Tour du monde: nouveau journal des voyages. Pg.84 24  Ob. Cit. Pg. 147

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M. Ernest Grandidier (1833-1912),

Otro viajero francés que recorre el Perú es M. Ernest Grandidier, quien con su

hermano Alfred, llegaron a Sudamérica entre 1858 y 1859. Hijo de una familia muy

rica, Ernest fue un naturalista y coleccionista de arte, que llegó al Perú y Bolivia para

explorar los minerales que poseía la región.

Después de pasar por Chile y Argentina retornaron a Francia con una extensa

colección geológica, zoológica y botánica, hasta que en 1870 viajó al Asia y la India

donde se convirtió en especialista de arte Chino, donando parte de su colección al

museo de Louvre en 1894.

Fruto de su paso por América, publicó en 1861: Voyage dans l'Amérique du Sud,

Pérou et Bolivie (Viaje por América del Sur. Perú y Bolivia). En el capítulo VI, Sobre la

Ruta Cusco, Ucayali,-Chinchero,- Urubamba,- Ollantay,- Valle de Santa Ana: su

cultura y sus producciones, Grandidier describe las haciendas más importantes de

la región, entre ellas: la Hacienda Huiro, Challanqui, Urusaihua, Santana, Quillabamba,

Messapata. Al llegar a la Hacienda Santa Ana, nos describirá las costumbres y los

diferentes productos que se producían en la hacienda.

Grandidier se lamenta de los escases de brazos en las haciendas y que ésta era,

según su opinión, la traba más grande que afrontaba el país para su progreso. Estos

brazos había que buscarlos en las haciendas vecinas, pues los indios, que eran

reclutados con la promesa de alguna paga, resultaban burlados y apenas si cobraban

algo por su trabajo. En muchos casos, recibían socorros o adelantos para comprar

víveres en los comercios de las mismas haciendas a precios disparatados. Los más

audaces, apenas su trabajo cubría la paga adelantada, escapaban de la hacienda, se

cambiaban de nombre y brindaban sus servicios en otras haciendas.

“Su alimentación es muy simple: no comen más que los tubérculos que crecen en el valle y carne salada; el domingo, se les distribuye seis libras de carne por cabeza. Ellos se entregan de lleno al licor; beben chicha y aguardiente de caña. Cuando están ebrios, con frecuencia duermen al aire libre y son atacados por una enfermedad: la opilación; se hinchan rápidamente y, si los primeros auxilios no detienen el avance del mal, quedan lisiados por el resto de sus vidas. El charango, guitarra primitiva, es el instrumento predilecto del indio. Éste gasta todo lo que gana para comprar aguardiente, se embriaga, se enfrasca en peleas, y el puñal juega su papel en medio de la borrachera; al día siguiente, el indio herido se presenta ante el juzgado de paz y formula su acusación. El juez le dice al culpable que ha debido perder la razón para dejarse llevar por tales

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excesos y lo envía a prisión, en donde se le impone un castigo: se coloca su cuello y pies en agujeros hechos en la madera…25”

Carlos Prince (1836-1919).

Llegó al Perú en 1862, de origen francés, escribió un libro recopilatorio sobre

aquella Lima que se marchaba, ésta continuaba con la temática costumbrista

de Manuel Atanasio Fuentes, que en 1866 publicó en París, tanto en francés

como en inglés; “Lima: apuntes históricos, descriptivos, estadísticos y de

costumbres”, Carlos Prince, realiza una compilación de personajes y

tradiciones entrañables para la memoria de Lima. Estas descripciones se

complementaban con expresivos grabados donde mostraba a los pregoneros,

las fiestas religiosas y profanas, en un libro denominado: “Lima antigua” en

1890.

Apasionado peruanista, trabajó al lado de Manuel Atanasio Fuentes (El

murciélago), en la imprenta El Mercurio, fue editor e impresor de libros y

diarios. Formó su propia imprenta, El Universo, dedicándose con pasión a su

oficio; además de iniciar una serie de investigaciones históricas, literarias,

bibliográficas y lingüísticas sobre el Perú, editó a Mercedes Cabello, Ricardo

Palma, Antonio Raymondi, Salaverry, Manuel Asencio Segura y otros autores

de la época.

Carlos Prince, recoge el texto del Manuel Atanacio Fuentes, donde reprocha a

los viajeros extranjeros que desde Europa difundían una versión antojadiza del

Perú y que según él, tergiversaban la realidad del país y sus habitantes. Critica

sin mencionarlo, a Paul Marcoy, pues juzgaba irrespetuoso y caricaturesco el

retrato que hacía de algunos personajes que consideraba respetables e incluye

éstos dibujos en su libro, con la intención de desagraviarlos.

En la serie III del libro “Lima Antigua”, en la sección denominada: el soldado

de infantería y el de caballería, nos cuenta que en la colonia, los batallones

estaban formados por españoles y que después con la independencia, pasaron

a estar conformados principalmente por indios, zambos y negros, precisando

que el indio era un soldado más apto para la infantería, mientras que el zambo

o negro lo era para la caballería, recoge una descripción “de un autor” (se trata

                                                            25 GRANDIDIER, ERNEST, Voyage dans l'Amérique du Sud, Pérou et Bolivie, par M. Ernest Grandidier, Editor. Michel Lévy frères. Paris - 1861. Pg. 108. Traducción de Guiliana Rivas Campos 

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de Manuel A. Fuentes por la semejanza del texto)26, donde se hace un análisis

del soldado indio en la tropa y de allí destacamos lo siguiente:

“Los instrumentos de música que más conoce y maneja el indio, son: el

charango, (especie de guitarra pequeña), el tamboril y un flautín (llamado quena) que hace él mismo de carrizo. La quena se presta mucho a la música melancólica y sentimental que caracteriza al yaraví, canción indígena del Perú, con que el habitante de la sierra expresa sus dolores y su amor. Pocos son los indios que no tocan la quena, y cuando, lejos de su choza, oye el soldado los tristes gemidos que el instrumento lanza, y que le recuerda su favorito yaraví, se apodera de su corazón la melancolía, y deserta de las filas para regresar á su cabaña. Jefes de cuerpos hay, que no permiten que el soldado conserve su quena, y que temen más á sus sonidos que á todos los demás estímulos de deserción.” 27

Los Intelectuales peruanos y su relación con el charango del siglo XIX

Siguiendo las huellas del charango a través de las fuentes bibliográficas podemos

apreciar que el término charango, aparece en los primeros textos literarios y filológicos

de nuestra naciente república, en medio de una corriente latinoamericana que buscaba

reivindicar las voces propias de nuestra América y que nuestros literatos e

intelectuales fertilizaron incluyendo peruanismos y/o americanismos en sus obras.

Esta aspiración llevó a los diferentes estudiosos y lexicógrafos latinoamericanos a

compilar y publicar los diversos Diccionarios regionales que fueron apareciendo a lo

                                                            26 FUENTES, MANUEL ATANASIO, Lima. Sketches of the of Peru. Historical, Statistical, Administrative, Commercial, and moral - The soldier- the rabona- . París. 1866. Pg. 167-170

27 PRINCE, CARLOS. Lima antigua. Serie III. La limeña y más tipos de antaño. Imp. El Universo 1890. Pg. 19

El soldado y la rabona que figura tanto en del texto de M. Atanasio Fuentes y Carlos Prince

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largo del siglo XIX, como los cubanismos, peruanismos, argentinismos, chilenismos

etc.

Juan Manuel Valdez y Palacios (1812-1854)

En el año 1843 el cuzqueño Juan Manuel Valdez y Palacios sería el primero en llegar

a Belem do Pará, en Brasil, desde el Cusco, cuando huía de la soldadesca del general

San Román, quien había derrocado al general Vivanco del cual era partidario. Fue

perseguido sin tregua, asaltada su casa y quemados sus bienes. Esta aventura lo

llevaría a escribir un libro donde relataría su sorprendente travesía con el título de

“Viagem da cidade do Cuzco a de Belem do Grao Pará (Brasil) / pelos rios,

Vilcamayu, Ucayali e Amazonas (Viaje de Cuzco a Belem en el Gran Pará, Por los

Ríos Vilcamayo, Ucayali y Amazonas), que publicaría en portugués en Brasil entre

1844 y 1846. Valdez es uno de los primeros en mencionar al charango en sus relatos

por los valles de Santa Ana, antes; había realizado el primer estudio del drama

Ollantay: “Tradición de la rebelión de Ollantay y acto heroico de fidelidad de

Rumiñahui,(1837). El historiador Raúl Porras Barrenechea pondera su obra

señalando que “El viajero cuzqueño es un romántico completo, poseído del misticismo

de la naturaleza y del amor, de las secretas correspondencias entre el paisaje y el

espíritu28…”

Valdez, que pertenecía a la élite intelectual cusqueña, dedica una sección de su obra a

exaltar la belleza e importancia del yaraví, pues siendo de origen andino su

valorización distaba de las limeñas o costeñas que la consideraban como una música

pobre, aburrida y monótona. Valdez enaltece su calidad así.

“El yaraví es una canción en la que se expresan con un carácter original las quejas y los tormentos de amor. Es una especie de elegía cantada con una música particular, que sólo se oye en el Perú y en Bolivia...” “El yaraví es, por el contrario, una música de la naturaleza; no de la naturaleza salvaje, pero de la naturaleza en su pura armonía; es el primer suspiro del corazón, de un corazón que tuvo su origen en una melodía creada para el amor29.”

En el capítulo titulado: Descripción de las quebradas de Taray, Calca y Urubamba

y de los valles de Santa Ana, desde la población de Taray hasta la Misión de

Cocabambilla. Valdez, relata cómo fue acogido en las haciendas de la región. Con

mucha exquisitez y emoción, narra el transcurrir de la vida rural de aquellas familias

                                                            28 PORRAS BARRENECHEA, RAUL. Un viajero y precursor romántico cusqueño. Instituto Raúl Porras Barrenechea. 1970. Págs. 14-15. 29 VALDEZ Y PALACIOS, JOSE MANUEL. Viaje del Cuzco a Belén en el Gran Pará. Biblioteca Nacional del Perú. Biblioteca digital andina. Pg 24

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acomodadas del Cusco. Bucólicamente nos describe un mundo sublimado de las

haciendas cusqueñas, retrato que contrasta con la visión que tuvieron los franceses

Paul Marcoy o Ernest Grandidier, que por el contrario, fue crítica y reflexiva sobre las

virtudes y defectos que apreciaban en estas haciendas. Valdez nos narra:

“Tal es la vida feliz que transcurre en la Quebrada durante la época de la cosecha. Acabada ésta regresan las familias a sus casas y vuelven a vivir silenciosas a las márgenes del Vilcamayo, cuyo murmullo perdido antes en la bulliciosa alegría de los habitantes de la Capital, acaricia ahora dulcemente los castos oídos de la cándida doncella. Y la ninfa de estos valles los escucha sentada a la puerta del jardín bordando algunas iniciales en un pañuelo30”.

En medio de uno de esos banquetes con el cual fue prodigado, el charango aparece

de la siguiente manera.

“Terminado este banquete, en que los vapores del vino han exaltado un tanto la imaginación, dejan el lugar y van, en parejas de brazo, al sitio más elevado de la andenería, que ha sido preparado y aliñado previamente para el baile y los juegos de prendas. Un par de guitarras y dos charangos españoles, manejados por hábiles tocadores entre los más elegantes jóvenes de la concurrencia y a veces un par de flautas, forman la orquesta para este baile campestre.31”.

De la referencia a los charangos españoles, inferimos que no se trataba de charangos

indígenas, pues estos no interpretabas cashuas, sino yaravíes y que el instrumento no

sólo se encontraría en manos indígenas, sino también, de los mestizos y hasta de las

clases acomodadas andinas32, ¿se trataría de los mismos charangos? Al respecto, un

personaje del viajero Paul Marcoy apellidado Aragón, es un mestizo, sobrino del

gobernador de Marcapata, que canta e interpreta con su charango sentidos yaravíes.

Valdéz, reconocido intelectual y miembro de la burguesía serrana, asume los valores

de la cultura andina y pondera sus cualidades, elevando al yaraví, a expresión genuina

de la América nueva. Asimismo resalta el lugar que se le daba en las haciendas,

donde, además de bailarse las danzas de moda; como la mozamala, la zamacueca, la

mariquita o la mariposa, había en sus fiestas, un espacio especial para el yaraví.

Gavino Pacheco Zegarra (1846-1903)

Uno de los intelectuales más reconocidos del siglo XIX, es el poeta puneño Gavino

Pacheco Zegarra, quién tradujo el drama Ollantay del quechua al francés y fue un

                                                            30 Ob. cit. Pg 23 31 Ob. Cit. pg 21 32 Véase el artículo “Don Ricardo Palma y Juan de Arona, tras las huellas del charango”. En www.charangoperu.com. En versos satíricos dedicados a Perracio y Roterúp.Pgs.3,4,5

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ardoroso defensor de la teoría autoctonista del texto, es en palabras del historiador

Raúl Porras Barrenechea: “El más diestro conocedor y exégeta del quechua en la

época republicana...”

Gavino Pacheco publica el Ollantay en francés el año 1878. Bajo el título de: Ollantaï,

drama en vers quechuas du temps des Incas. Texte original écrit avec les

caractères d'un alphabet phonétique spécial, tr. et comm. Posteriormente en 1886

se publicaría en Madrid una edición de bolsillo, en español; donde prescinde de todas

las notas y explicaciones filológicas que aparecen en la versión francesa, de la

extraemos el siguiente párrafo.

“Dialogo tercero33 Dichos, coros de hombre y mujeres Un servidor Señor, tus humildes Vasallos vienen a distraerte El Inca Has que entre todo el mundo (Niños y niñas entran cantando).

349- Es preciso no comer, /Tortolilla, En el campo de la princesa,/ Tortolilla, Es menester no consumir, /Tortolilla, Todo el maíz de la cosecha, / Tortolilla, Los granos están muy blancos, /Tortolilla, Y dulces para comerlos, /Tortolilla, El fruto está muy tierno, /Tortolilla, Y las hojas están verdes, /Tortolilla,

“349-365. En todos los caseríos de Cuzco, existe la costumbre de bailar en rondas que se denominan casuas, término que proviene de castellanizar el vocablo quechua baswa. Estas rondas consisten en un círculo de hombres y mujeres que se toman de la mano por turnos y en medio del cual se encuentra el músico que entona la canción, tras cada verso de la misma, el coro de danzantes repite el estribillo. La casua del texto está dedicada a una pequeña ave llamada tuya, la cual es muy perjudicial en tiempos de cosecha… En mi texto, la he reemplazado por tórtola para acercar más este fragmento al lector francés. El músico, charango en mano, interpreta advertencias y amenazas que dirige al ave, de la que todo el coro repite el nombre a cada momento y crea lo que llamamos un juego de palabras, sin interrumpir el movimiento general que mantiene el círculo de derecha a izquierda.34.”

                                                            33 PACHECO ZEGARRA, GAVINO. Ollantay: drama en verso quechua del tiempo de los incas. Versión en español de Gavino Pacheco Z. Madrid. 1886. Págs. 120-121 34  PACHECO ZEGARRA, GAVINO. “Ollantaï: drame en vers quechuas du temps des incas. Edit. Maisonneuve”. 1878. Pg. 28. Traducción realizada por Guiliana Rivas Campos 

Pero el cebo está ya puesto, /Tortolilla, Y la liga preparada, /Tortolilla, Yo me cortaré las uñas, /Tortolilla, Para cogerte con más blandura, /Tortolilla. Pregunta a piscaca, /Tortolilla, ¡Mírale ya muerto! , /Tortolilla, ¿Dónde está tu corazón?, /Tortolilla, ¿Dónde sus plumas?, /Tortolilla, Ha sido descuartizado, /Tortolilla, Por haber picoteado un solo grano, /Tortolilla,

365 Tal es el triste destino, /Tortolilla, Del pájaro merodeador, /Tortolilla” 

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Interesante acotación respecto a los instrumentos con los que el pueblo indígena

alegraba sus danzas, en este caso Gavino Pacheco menciona que en estos caseríos y

pueblos del Cusco, se baila la casua acompañada por el charango.

Manuel Atanasio Fuentes (1820-1889)

Otro intelectual que menciona al charango en sus artículos periodísticos es: Manuel

Atanasio Fuentes, periodista, jurisconsulto y catedrático de medicina legal, quien

utilizaba el seudónimo de el murciélago, escribió un libro de sátira política que llamó:

“Aletazos del murciélago” que publicado en Paris en 1868, reunía una colección de

sus artículos periodísticos, donde desnudaba los defectos y miserias de la clase

política de su época,

Haciendo una sátira sobre los políticos que se jactan de ser opositores, y que cuando

se les proponen un puesto, inmediatamente venden sus promesas, Atanasio Fuentes

escribe. “Háganme Ministro y no lo hago la oposición”.

“Prometo, á fé de Murciélago, que si yo fuera ministro, no habría de escribir, no digo un periódico entero de oposición, pero ni un renglón, ni una línea. Al contrario, buen cuidado me tomaría de escribir o de hacer escribir que el charango estaba en buenas manos35”.

Clorinda Matto de Turner (1852-1909)

Quien vivió su infancia en la ciudad de Cusco, en la hacienda familiar de Paullo-Chico,

en la provincia de Calca. Logró reconocimiento con la publicación de su novela Aves

sin nido (1889), en que se criticaba el abuso de las autoridades y el clero contra el

indio, razón por la que fue excomulgada en 1891. Posteriormente publicaría Leyendas

y recortes (1893), inspirada en las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma de quién

era su discípula y en la que dará cuenta de los rituales que se hacían para el cortejo

en los andes cusqueños de Canchis, Canas y Calca. Aquí extraemos el relato de esta

costumbre:

“En Calca, el signo del amor son las visitas continuadas del varón á la casa y los lugares que frecuenta, la que robo la calma de su pecho, y las trovas alternadas con la música de la quena y el charango: en uno de aquellos versos cantados a la luz de la luna bajo la fronda de algún sauce, se notifica a la escogida el paccarinmi paccaripusccayqui -mañana amaneceré para ti- con lo cual quedará prevenida la tórtola. Si al ir el pretendiente, al siguiente día, encuentra la choza circundada de ceniza, no tiene para qué traspasar los dinteles, que le están vedados para siempre; pero, si ha logrado encender la llama del amor en el corazón de la

                                                            35  FUENTES, MANUEL A., Aletazos del murciélago. Colección de artículos publicados en varios periódicos. París. 1866. Pg. 258 

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gacela, halla franqueadas las puertas y un poncho tendido en el umbral, donde ha de descansar á recibir el signo de la promesas que la futura le alarga en una huaracca- honda- tejida por sus manos, á lo que él corresponde con una sortija e inmediatamente arreglan su boda,…36”.

Si bien es cierto no abundan referencias del charango en la historiografía de la música

peruana, resulta evidente que el charango desde sus orígenes fue un instrumento

marginado y despreciado por la cultura oficial, las pocas referencias que han dejado

los viajeros extranjeros o intelectuales peruanos, nos sirven para ratificar su

importancia y a la vez su condición de marginación, pues, en la capital, donde se

construía la identidad del Perú “oficial”, nuestro instrumento aparecía despreciado o

utilizado como un adjetivo para descalificar.

El instrumento no sólo transita en manos de los indígenas como podría suponerse,

sino que este recorre las diversas clases sociales y se lo distingue también, en manos

de los mestizos, ya que en las haciendas serranas se hacían escuchar en la

interpretación de “los más conocidos yaravíes del repertorio peruano”, un género

musical que expresaba de manera romántica, el alma mestiza del Perú.

Se puede inferir tomando en cuenta las descripciones de Marcoy, que el instrumento

se encontraba en todo el sur peruano, al punto que este singular viajero la califica de

“guitarra nacional”. En algunos pasajes de su obra, Marcoy hace mención a un

charango de tres cuerdas, que se hacía de calabaza y con cuerdas de tripa de gato.

Sin embargo, en otros textos se refieren a este instrumento y en una misma escena,

como una guitarra de cinco cuerdas, “pellizcaba a la vez, las cinco cuerdas de su

guitarra y golpeaba con el puño su vientre sonoro. Nuestra gente embobaba de

admiración.”. ¿Error al recordar el instrumento? o verdaderamente existió un

charango de tres cuerdas, todas las referencias de sus contemporáneos apuntan a

que se trataba de un charango de cinco cuerdas. (Véase artículo. Don Ricardo Palma

y Juan de Arona. Tras las huellas del charango)..

Otro elemento que no se ha considerado, es que a ojos de los criollos o extranjeros,

de aquellas épocas, como no hace mucho tiempo, se denominaba charango de

manera extensiva, a todo cordófono diminuto que estuviera en manos de los

indígenas, por tanto la línea que definía, cuáles podrían denominarse charango y

cuáles no, resulta confusa, lo cual, pone de manifiesto un vacio en los estudios

                                                            36  MATTOS, CLORINDA, Leyendas y Recortes. Imp. "La Equitativa", 1893. Pg 72

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organológicos que pudiesen darnos alguna luz, tarea nada sencilla si consideramos

que es poco probable que se encuentren charangos de aquellas épocas.

Una vez más, resulta claro que el instrumento no nació como resultado de una

iluminación, sino que desde que empezara el mestizaje, y lo vemos en el poderoso

dibujo de Huamán Poma de Ayala de 1613, en que aparece un mestizo con

vestimenta española, cantándole a una india versos en quechua, se evidenciaba la

necesidad del hombre andino de dotarse de un instrumento propio, capaz de expresar

su sensibilidad y su cosmovisión. Es desde ese momento, cuando interpreta una

cashua, o un harawi u otra melodía propia, que se vio en la necesidad de transformar

los cordófonos europeos, sea, cambiando su tamaño o sus afinaciones, a sus maneras

de expresión musical, demandando que obedeciera a su tonalidad (Tonus musical) y a

los propios cánones de su universo cultural.

Podemos decir entonces, que en el siglo XIX, no existía un único charango, sino que la

forma y característica de estos, podían variar de pueblo en pueblo, lo que nos revela

que su “modernización” y estandarización se iniciaría con el advenimiento de la

modernidad, propia del siglo XX.

Todavía podemos seguir el rastro de las huellas del charango, pues todavía existen

inéditas muchas publicaciones de viajeros que llegaron al Perú, u obras que se

encuentran publicadas en otras lenguas y de otros autores peruanos, lo que

seguramente en el futuro arrojará algunos elementos más, para entender el desarrollo

y la trascendencia del charango en la cultura peruana.

BIBLIOGRAFIA

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Biblioteca Digital Miguel de Cervantes. Biblioteca Nacional.

Mi agradecimiento especial al musicólogo Omar Ponce Valdivia, por su

invalorable ayuda en la redacción y las recomendaciones brindadas al presente

artículo, asimismo, a Marcela Cornejo, del Blog Cantera de Sonidos, por su

apoyo brindándome ideas y un importante material bibliográfico.