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BOLETÍN DE MONUMENTOS HISTÓRICOS | TERCERA ÉPOCA, NÚM. 20, SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2010 48 | E ste artículo se refiere a una institución de la ciudad de México, de la que se habló durante más de 100 años, desde finales del siglo XVIII hasta principios del XX, pero que como tal en realidad nunca existió: “El Cole- gio de las Bonitas”.—————————————————————————— Todo comenzó por 1789 cuando el padre Manuel Bolea Sánchez de Ta- gle concibió la idea tomando en cuenta la constante promiscuidad de españoles con mestizas e indígenas, de construir un albergue o colegio para educar y proteger a jóve- nes que por su belleza y falta de recursos estuvieran expuestas a la deshonra y, en con- secuencia, a la prostitución. El padre Bolea nació en Guanajuato en 1738 y se educó en el colegio de San Ildefonso de la ciudad de México, recibiendo el grado de bachiller en Teología. En 1758 ingresó al Oratorio de San Felipe Neri, donde se ordenó y del cual posteriormente llegó a ser pre- pósito cinco veces, empleando gruesas sumas de dinero, muchas de su patrimonio, en obras pías y de beneficencia, principalmente en el convento de Capuchinas de la Villa de Guadalupe y en el Santuario de Nuestra Señora de los Dolores en Tenancingo. 1 El Colegio de las Bonitas Este artículo se refiere a la historia y vicisitudes de uno de los edificios más grandes y costosos de la ciudad de México, y sin embargo muy poco estudiado hasta la fecha, el “Colegio de las Bonitas”. Iniciado a finales de la época colonial como escuela y albergue de jóvenes pobres y bonitas a fin de preservarlas de la prostitución, quedó inconcluso hasta mediados del siglo XIX, cuando fue adquirido y terminado para albergar la Casa Central de las Hermanas de la Caridad en México. A su expulsión en 1874, pasó a ser la sede de las congregaciones de las hermanas y misioneros josefinos hasta 1887; a par- tir de esa fecha y hasta 1902 en que fue demolido, tuvo diversos usos como casa de vecindad, bodegas, trapería, etcétera. Fue un magnífico edificio con siete patios, capi- llas interiores y, desde luego, su iglesia principal abierta al público, de los cuales desa- fortunadamente no se conservan suficientes descripciones ni representaciones gráficas. Palabras clave: colegio, fundación, edificio, hermanas de la caridad, hermanos y mi- sioneros josefinos. MARIO GONZÁLEZ GARCÍA* * Investigador independiente. 1 Diccionario Porrúa. Historia, Biografía y Geografía de México, México, Porrúa, 1964, p. 148.

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Este artículo se refiere a una institución de la ciudad de México, de la quese habló durante más de 100 años, desde finales del siglo XVIII hastaprincipios del XX, pero que como tal en realidad nunca existió: “El Cole-gio de las Bonitas”.———————————————————————————Todo comenzó por 1789 cuando el padre Manuel Bolea Sánchez de Ta-

gle concibió la idea tomando en cuenta la constante promiscuidad de españoles conmestizas e indígenas, de construir un albergue o colegio para educar y proteger a jóve-nes que por su belleza y falta de recursos estuvieran expuestas a la deshonra y, en con-secuencia, a la prostitución.

El padre Bolea nació en Guanajuato en 1738 y se educó en el colegio de San Ildefonsode la ciudad de México, recibiendo el grado de bachiller en Teología. En 1758 ingresó alOratorio de San Felipe Neri, donde se ordenó y del cual posteriormente llegó a ser pre-pósito cinco veces, empleando gruesas sumas de dinero, muchas de su patrimonio, enobras pías y de beneficencia, principalmente en el convento de Capuchinas de la Villade Guadalupe y en el Santuario de Nuestra Señora de los Dolores en Tenancingo.1

El Colegio de las Bonitas

Este artículo se refiere a la historia y vicisitudes de uno de los edificios más grandes ycostosos de la ciudad de México, y sin embargo muy poco estudiado hasta la fecha, el“Colegio de las Bonitas”. Iniciado a finales de la época colonial como escuela y alberguede jóvenes pobres y bonitas a fin de preservarlas de la prostitución, quedó inconclusohasta mediados del siglo XIX, cuando fue adquirido y terminado para albergar la CasaCentral de las Hermanas de la Caridad en México. A su expulsión en 1874, pasó a serla sede de las congregaciones de las hermanas y misioneros josefinos hasta 1887; a par-tir de esa fecha y hasta 1902 en que fue demolido, tuvo diversos usos como casa devecindad, bodegas, trapería, etcétera. Fue un magnífico edificio con siete patios, capi-llas interiores y, desde luego, su iglesia principal abierta al público, de los cuales desa-fortunadamente no se conservan suficientes descripciones ni representaciones gráficas.Palabras clave: colegio, fundación, edificio, hermanas de la caridad, hermanos y mi-sioneros josefinos.

MARIO GONZÁLEZ GARCÍA*

* Investigador independiente.1 Diccionario Porrúa. Historia, Biografía y Geografía de México, México, Porrúa, 1964, p. 148.

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Sin embargo, fue esta idea de proteger a esasniñas no sólo de la ciudad de México sino tam-bién de otras ciudades de la Nueva España, sinimportar su origen étnico o condición, lo que lomotivó al final de su vida, propagando su ideaentre los ricos de entonces, mismos que aco-gieron con entusiasmo esta iniciativa, no obs-tante existir en la ciudad otros albergues paraniñas, como el colegio o albergue de San Miguelde Belem, también conocido como Belem de lasMochas, institución que desapareció en el sigloXIX y cuyo enorme edificio, convertido despuésen la Cárcel de Belem, desapareció en la déca-da de los treinta del siglo XX y en cuyo sitio seencuentra actualmente el Centro Escolar Revo-lución (Arcos de Belén y Niños Héroes); o elColegio de Niñas, cuyo edificio se conserva y esactualmente la sede del Club de Banqueros; olos exitosos colegios dirigidos por las religiosasde la Compañía de María, fundados por lamadre María Ignacia Azlor de Echevers, con elfin de mejorar la enseñanza de las niñas y jóve-nes que había estado tan descuidada hastaentonces; más conocidos como colegios de laAntigua y Nueva Enseñanza.

Habiendo pues juntado el padre Bolea unacantidad cercana a 150,000 pesos, adquirió en1800 una casa frente a la plazuela de Villamil, lacual formaba parte de los bienes del segundomayorazgo López de Peralta.

Ese mayorazgo fue fundado en el siglo XVI

por don Gerónimo López el Mozo, hijo del con-quistador del mismo nombre, nativo de Cáce-res, España, quien llegó a Veracruz en 1521. Ge-rónimo López el Mozo nació en México en 1537y sucedió a su padre en la encomienda de Ajacu-ba, y casó en segundas nupcias con Ana Carrillode Peralta, sobrina del virrey Gastón de Peralta,marqués de Falces, y tuvo su casa en la entoncescalle de San José el Real frente a la morada del

marqués del Valle, que colindaba con la CasaProfesa de los jesuitas, misma que milagrosa-mente aún existe, si bien con fachada del sigloXVII, en Isabel la Católica número 7.

Fue poseedor de una gran fortuna, y desean-do perpetuar su memoria fundó tres mayorazgosa favor de sus hijos. El primer poseedor delsegundo mayorazgo fue un segundo hijo, donFrancisco López de Peralta, nacido en México en1593 y casado en 1612 con doña Francisca Núñezde Morquecho.2

A finales del siglo XVIII la quinta poseedoradel mayorazgo era doña Francisca Xaviera Lópezde Peralta, casada con don Fernando Antonio delVillar-Villamil, cuyos descendientes conserva-ron el usufructo de este mayorazgo hasta 1821,cuando se extinguieron todos esos vínculos ytítulos nobiliarios.

Entre los bienes de este segundo mayorazgose encontraba la casa situada frente a la Plazuelade Villamil, que de conformidad con un plano dela ciudad realizado en 1776 por el ingeniero Ig-nacio de Castera, se conocía en esa época comoPlazuela de la Marquesa, la cual, como ya semencionó, fue adquirida por el padre Bolea,quien de inmediato inició las obras de construc-ción de su colegio, gastando en ellas más de250,000 pesos.

Sin embargo, el padre Bolea, de quien se con-serva su retrato pintado por José de Alcíbar den-tro del acervo del Museo Nacional de Arte, murióen 1813 sin ver terminado su proyecto; dejó comoalbacea de su sucesión al canónigo doctor Matíasde Monteagudo, a quien le encargó de maneraespecial que continuara con las obras del colegiohasta la terminación de ellas, lo que no se pudohacer por carecer la testamentaria de los 150,000pesos, que según opinión de Manuel Tolsá eran

2 Guillermo Fernández de Recas, Mayorazgos de la NuevaEspaña, México, UNAM, 1965, p. 73.

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necesarios para terminar el edificio, que desdeentonces era llamado por el vulgo como elColegio de las Bonitas, en vez de Casa Villamil,como se le conocía, y que había dado el nombre ala plaza situada frente a ella, misma que aún exis-te aunque con el nombre de Plaza Aquiles Serdán—Eje Central con Pensador Mexicano—.

Llama la atención la suma tan enorme reque-rida para la construcción de este colegio, toda vezque el propio Tolsá, al entregar los planos delPalacio de Minería en 1797, había presupuestadode manera global 220,000 pesos,3 monto inferiora los 250,000 pesos invertidos por el padre Bolea,más los 150,000 necesarios para su terminación,que en total era ya una cantidad similar a la ero-gada en la construcción del Colegio de Vizcaínas.

Se ignora si Manuel Tolsá elaboró este pre-supuesto de acuerdo al proyecto arquitectónicoinicial y quien fue su autor, o si el mismo Tolsáelaboró un nuevo proyecto y, con base en él,determinó el presupuesto requerido para su ter-minación. Sin embargo, la falta de recursos y ladifícil situación por la que atravesaba el paísdebido a las luchas de Independencia impidie-ron la reanudación de las obras. Tolsá murió el24 de diciembre de 1816 y las obras del colegioseguían suspendidas, por lo que el doctorMonteagudo, queriendo cumplir el deseo deltestador, al menos en una forma más modesta,construyó en el terreno del Colegio de SanMiguel de Belém un departamento especial eindependiente para 12 niñas españolas, que vivi-rían allí como becadas de la Fundación Bolea,recibiendo instrucción y sustento de acuerdocon la escritura constitutiva celebrada el 27 deabril de 1819, donde aparece como nombre ofi-cial de la institución el de “Piadoso departamen-

to de colegialas niñas, pobres, españolas, legiti-mas e ilegitimas”.4

A inicios de la Independencia, el edificio origi-nal destinado para Colegio de las Bonitas era unenorme conjunto a medio acabar, con siete patios yalgunas habitaciones techadas; ocupaba una super-ficie de 8,500 varas cuadradas,5 en una manzanalimitada al sur por la plaza Villamil, o mejor dichopor la calle Puente Villamil; al oriente por la delPuente del Zacate, al norte por la de Santa María yal poniente por el callejón del Ratón, mismas callesque en la actualidad son, respectivamente,: al surMina, al oriente Eje Central Lázaro Cárdenas, alnorte Violeta (calle nueva que partió en dos la anti-gua manzana) y al poniente Riva Palacio.

Pasaron los años y el edificio del Colegio de lasBonitas seguía inconcluso, siendo hasta 1847 cuan-do los trabajos constructivos se reiniciaron, si biencon un destino muy diferente al previsto por su fun-dador 50 años antes, ya que ahora se contemplabasirviera de Casa Matriz y noviciado de las Hijas de laCaridad, también conocidas como Hermanas de laCaridad. Este nuevo destino se debió a la generosi-dad y apoyo que prestaron algunas personas, entreellos el doctor Manuel Andrade y Pastor, la señoraMaría Ana Gómez de la Cortina, condesa De laCortina, las hermanas Faustina y Julia Fagoaga, y sucuñado el general Cirilo Gómez de Anaya.

Todo comenzó en abril de 1831 cuando el cónsulde México en Burdeos, Tadeo Ortiz envió al gobier-no mexicano, presidido en aquel entonces por elgeneral Anastasio Bustamante, y en concreto alministro de Relaciones Exteriores, Lucas Alamán,una iniciativa para la fundación de las Hijas de laCaridad en México, por conducto del recién nom-brado obispo de Puebla, doctor Francisco Pablo

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3 Francisco Almela y Vies y Antonio Iqual Úbeda, El arqui-tecto y escultor valenciano Manuel Tolsá, Valencia, DiputaciónProvincial de Valencia, 1950, p. 82.

4 Josefina Muriel, La sociedad novohispana y sus colegios deniñas, México, UNAM, 2004, t. II, p. 119.5 Fototeca Constantino Reyes-Valerio de la CNMH-INAH. Notaanexa a una fotografía de uno de sus claustros.

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Vázquez, dadas las buenas experiencias que de sulabor hospitalaria se tenían en varios países euro-peos. Acompañaba a esta iniciativa una exposiciónde la superiora del hospital de enfermos incurablesde París, en la cual se incluían las reglas de la insti-tución.6 Desafortunadamente, la difícil condiciónpor la que atravesaban los hospitales de la ciudad deMéxico, así como los de gran parte del país, debidoa la falta de recursos y la inestable situación políti-ca, impidió al gobierno de la República tomar enconsideración la iniciativa del cónsul.

Pocos años después, el doctor Manuel Andra-de, a su regreso a México después de haber per-feccionado sus estudios de medicina y cirugía enParís y de haber conocido diferentes congrega-ciones religiosas, abrigó la misma idea de llevara México a las Hermanas de la Caridad paramejorar la atención de los hospitales del país,que por esos tiempos era un desastre.

Cabe mencionar que la decadencia de los hos-pitales en México se inició en 1820, cuando pordecreto de las cortes españolas se disolvieron lasórdenes hospitalarias, ratificando lo que desde1812 se había dispuesto en la Constitución de Cá-diz, decreto que comenzó a aplicarse en la NuevaEspaña a partir de 1821. Con la supresión de di-chas órdenes religiosas y la expulsión de susmiembros del país, la administración de los hospi-tales a su cargo pasaron al gobierno, y en concre-to a los ayuntamientos. En ese traspaso disminu-yeron sus bienes y bajó la calidad de los serviciosal no contarse con personas capacitadas que su-plieran a los frailes hospitalarios, ya que el nuevopersonal que atendía los hospitales estaba bajosueldo, sin los mínimos ideales de los frailes oenfermeras, y eran en general personas iletradas.7

También fueron suprimidos los hospitalesreales de indios, debido a que por ser fundacio-nes del rey, no se podía tolerar su permanenciauna vez alcanzada la independencia del país; loanterior también tenía otra explicación, pues sepretendía igualar al indio en sus derechos, y portanto se veía como necesario suprimir una insti-tución que parecía discriminatoria. La realidad,sin embargo, fue muy distinta a lo que se pensó,pues la falta de recursos ocasionó que muchoshospitales fueran clausurados al no contar conpersonal capacitado para prestar el servicio.

Fue entonces cuando el doctor Andrade re-gresó a México y comenzó a gestionar ante el go-bierno la venida de las Hermanas de la Caridadpara la atención de los hospitales de la ciudad deMéxico y de las principales capitales del país.Dada la importancia del doctor Andrade en lafundación de esta congregación en México, valela pena hacer una breve semblanza de su vida.El doctor Manuel Andrade y Pastor nació en Mé-xico en 1809 y se graduó en 1831 en la EscuelaNacional de Cirugía, de la que fue su últimodirector en 1838. También ocupó las cátedras deAnatomía y Medicina operatoria, y fue directordel Hospital de Jesús, cuyo funcionamiento ad-miró el cuerpo médico-militar estadounidenseen 1847. Murió en 1848 contagiado de una fiebremaligna al atender sin descanso a la gran canti-dad de enfermos de ese mal.8

A su regreso de París en 1842, tuvo el doctorAndrade oportunidad de hablar con diversas per-sonas acerca de su idea de traer a México a lasHijas de la Caridad, entre ellas la condesa De laCortina, quien también admiraba la labor de lasHermanas; se entusiasmó enormemente con laidea y decidió apoyarla con los recursos ne-cesarios para ello. Doña María Ana Gómez de la

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6 Antonio García Cubas, El libro de mis recuerdos, México, Pa-tria, 1960, p. 51. 7 Josefina Muriel, Los hospitales de la Nueva España, México,Jus, 1960, t. II, p. 225. 8 Diccionario Porrúa, op. cit., p. 675.

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Cortina fue la única hija sobreviviente de Ser-vando de la Cortina primer conde De la Cortina,natural de Liébana, Santander, y de María de laPaz Gómez de Pedroso, nacida en la ciudad deMéxico, en la cual también nació María Ana en1779. Se educó en el colegio de la Enseñanza, yen 1795, a la muerte de sus padres y con sólo 16años de edad decidió contraer matrimonio consu primo hermano Vicente de la Cortina, con quientuvo cinco hijos, entre ellos José Justo, tercerconde De la Cortina, que fue un notable perso-naje de la vida cultural y política del México dela primera mitad del siglo XIX.

En 1821, y con motivo de la Independenciade México, su esposo Vicente, que nunca estu-vo de acuerdo con ella, emigró a España con sustres hijos varones, José Justo, Joaquín y Maria-no, en tanto que la condesa y sus hijas, María deJesús y María Loreto, permanecieron en México.

La condesa era una persona de gran talento ycultura, y se dice que leyendo las obras deWalter Scott en su hacienda de Tlahuelilpa, y enparticular la novela El Pirata, se impresionó conla descripción que se hacía en la misma de laejemplar conducta y beneficios que a la huma-nidad prestaban las Hermanas de la Caridad, porlo que en 1842 reafirmó su interés en traer a estacongregación a México.9 Ese año había sido par-ticularmente doloroso para ella, pues se enteróde la muerte de su esposo Vicente, que nuncaregresó a México y tuvo, además, la pena de verla salida de su hija menor María Loreto acompa-ñando en el destierro —por razones políticas—, asu esposo José María Gutiérrez de Entrada, paraluego morir en La Habana.

Desde entonces no tuvo más consuelo que la re-

signación que Dios le daba y con ello se incrementósu religiosidad y su deseo de traer a las Hermanasde la Caridad, para lo cual encargó a su corresponsalen Madrid, Bonifacio Fernández de Córdoba, gestio-nar ante esa congregación el que pudieran venir aestablecerse en México varias de las Hermanas;para ello envió los recursos necesarios.

En tanto en México el doctor Andrade y elbachiller José Guadalupe Romero, cura párrocode Silao, presentaron el 12 de noviembre de 1842un escrito al gobierno, en el que solicitaban laautorización para el establecimiento de las Hijasde la Caridad en la ciudad de México y en Silao,como primera sede fuera de la capital.

Tuve la fortuna de encontrar en el ArchivoGeneral de la Nación un documento que en for-ma sucinta relata la secuencia de antecedentes ytrámites efectuados por diversas personas, parala consecución de ese fin y cuya copia ya paleo-grafiada se anexa al final de este artículo.10

1) Escrito de 14 de Abril de 1832 remitido alministro de Relaciones por el cónsul de Méxicoen Burdeos, don Tadeo Ortiz, presentando lasventajas de traer a México esta congregación.

2) Escrito del 18 de noviembre de 1842, me-diante el cual el Doctor Manuel Andrade y el Br.D. José Guadalupe Romero presentan una solici-tud similar, aclarando que se cuenta con la coo-peración pecuniaria de muchas personas rele-vantes. Dicha solicitud fue remitida al Consejode representantes, donde fue analizada y votada,siendo aprobada el 31 de marzo de 1843.

3) Con fecha 1 de abril de ese año el Consejode Representantes informó que habiendo exami-nado detenidamente este “negocio” y de ver lasgrandes ventajas que resultan para el pueblo,consultarán al supremo gobierno para que déacceso a la solicitud.

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9 Vid. México, “Bernardo Copca, María Ana de la Cortinacondesa de la Cortina”, en Diccionario Universal de Historia yGeografía, México, UNAM, 2004, t. IV pp. 317-327. BernardoCopca fue uno de los albaceas de la condesa.

10 Archivo General de la Nación (AGN), Justicia Eclesiástica,vol. 140, fs. 75-79.

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4) El 20 de junio de 1843 y dada cuenta al Se-ñor Presidente Provisional de la República,11 sesirvió acordar se instruya a Don Manuel Andra-de y Don José Guadalupe Romero, que el supre-mo gobierno de la Nación ve con satisfacción seestablezcan las Hermanas de la Caridad en laRepública.

5) El 9 de octubre de 1843 el E. S. PresidenteInterino de la República expidió el decreto por elque se permite el establecimiento de esta con-gregación en la ciudad de México y demás capi-tales del país.

6) Con fecha 25 de mayo de 1844, don ManuelAndrade informa que remitió el decreto men-cionado al director de las Hermanas de la Ca-ridad en España a fin de que se presenten las re-glas o estatutos de la congregación, para laaprobación del gobierno.

7) Diciembre 22 de 1844. Doña Ana MaríaGómez de la Cortina y demás individuos funda-dores del instituto de que se trata, dicen quecumpliendo con lo prevenido en los decretos del9 de octubre de 1843 y 22 de mayo del año encurso exhiben para la aprobación del gobiernotodos los documentos requeridos.

Hasta aquí este documento.Se ignora el contenido del decreto del 22 de

mayo de 1844, pero se sabe que —entre otros requi-sitos— estableció el gobierno, el de asegurar los cos-tos del viaje, garantizar con escrituras que a la lle-gada de las Hermanas a México se les colocaría enun edificio conveniente y con suficiente capacidadpara un noviciado y una escuela gratuita, así comoestablecer un fondo que les proporcionara una ren-ta anual de 4,000 pesos,12 además de la “conve-niencia” de que las Hermanas fueran españolas.

Cumplidos los requisitos salieron de Madridel 28 de agosto de 1844 once Hermanas, entreellas la superiora Sor Agustina Inza acompañadade los padres Buenaventura Armengol y Ray-mundo Sanz como directores espirituales, paraembarcarse en Cádiz el 11 de septiembre condestino a Veracruz, a donde llegaron el 4 de no-viembre y de allí a la ciudad de México en la queentraron con grandes muestras de regocijo porparte de la población el 15 de noviembre. Fueronrecibidas por el doctor Manuel Posada y Gardu-ño, arzobispo de México (primero del Méxicoindependiente nombrado en 1840); pasaron lue-go a la casa número 3 de la calle del Puente deMonzón (hoy Isabel la Católica, casi esquina conRegina), comprada por el doctor Andrade, dondepermanecieron durante tres meses.

Habiéndose resentido la salud de algunasHermanas (una de ellas murió), la condesa De laCortina las trasladó a su magnífica casa de cam-po situada en un hermoso jardín que aún existey se le conoce como el Parque Lira. Dicho jardínfue construido en el siglo XVIII junto a la casa dela condesa de Rábago, doña María Josefa Peinadoy Tristán, la cual compró terrenos a diferentesdueños y los unió, creando una sola propiedad,donde con frecuencia pasaba grandes tem-poradas con sus amistades y familia. Ella era due-ña de muchas casas en la capital, entre ellas la deDonceles número 4, donde habitaba, así comode varias haciendas; sin embargo, a la muerte de suesposo en marzo de 1785, las fincas se descuida-ron y con el tiempo comenzó a tener problemasfinancieros, hasta 1801 cuando se inició el proce-so de venta de varias de ellas. Fue así como el 15de octubre de 1807 se vendió la finca y huerta deTacubaya al conde De la Cortina, quien pagó porellas la cantidad de 25,961 pesos con 6 reales.13

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11 General Valentín Canalizo, quien sustituyó como Presi-dente de la República al general Antonio López de SantaAnna en dos ocasiones. En esa ocasión lo hizo hasta el 4 dejunio de 1844.12 Diccionario Porrúa, op. cit., p. 675. 13 Celia Maldonado López “Dos condesas en Tacubaya”, en

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Dada la fecha de la venta, indudablemente elcomprador de esa propiedad, en la que se creeque estuvieron las Hermanas de la Caridad, fueVicente Gómez de la Cortina, esposo de MaríaAna, condesa De la Cortina, y no su hijo JoséJusto, nacido en 1799 y quien, por tanto, tendríaocho o nueve años de edad en esa fecha.

Manuel Romero de Terreros nos dice que lafamilia De la Cortina poseía una enorme casacon jardín y parque anexo en la villa de Tacuba-ya, casona conocida como “De la Bola” —que seconserva hasta la fecha en la Avenida Parque Li-ra número 136—, propiedad que no era del agra-do de su hijo y heredero José Justo Gómez de laCortina, más conocido en México como el condeDe la Cortina, quien la enajenó por los años de1849 al marqués de Guadalupe, reservándose lamayor parte del parque anexo con el fin de cons-truir una más moderna, erigiendo una suntuosamansión en donde alojó su pinacoteca y otrascolecciones, misma que en años posteriores sellamó la Casa Barrón y después el Parque Lira.14

Cabe mencionar que si bien el conde De laCortina efectivamente vendió esa casa el 19 deabril de 1849 al marqués de Guadalupe, José Ma-ría Rincón Gallardo no la heredó de sus padres,sino que la había adquirido un año antes con elfin de ampliar sus jardines y la cantidad de aguaque esta casa recibía.

Lo anterior se comprueba en el acucioso estu-dio de la maestra María Concepción Amerlinckde Corsi titulado “La Casa de la Bola, en la Anti-gua Villa de Tacubaya”, en donde se relata la his-toria de esa casa desde sus primeros dueños afinales del siglo XVI, hasta el último, que fue donAntonio Haghenbeck y de la Lama, quien a fina-

les del siglo XX estableció una fundación con sunombre con el fin de preservar esa casa y su va-lioso contenido para las futuras generaciones, enel ahora Museo de la Casa de la Bola. En dichoestudio se menciona que con fecha 30 de agostode 1848, el conde De la Cortina compró esta casaa Guadalupe Torres Torija y Guzmán en 26,000pesos, misma que vendió el año siguiente almarqués de Guadalupe, como ya se mencionó.15

Años después, en octubre de 1857, el condeDe la Cortina vendió a Eusebio Barrón la casacon huerta y jardín que éste poseía cerca delconvento de San Diego en Tacubaya, por el pre-cio de 70,000 pesos, a pesar de que estaba grava-da por varias deudas. Barrón fue célebre entrelos propietarios de Tacubaya por la emblemáticay lujosa mansión que erigió en ella, la cual cono-ció la condesa Paula Kolonitz en 1864 y a la quedescribió como la “Villa Barrón”, construida almodo inglés, “cómoda y rica”, con un jardín te-rraza que dominaba la vista del valle y con ce-dros más elegantes y bellos que los del Líbano.16

Esta propiedad tuvo posteriormente diversosdueños, hasta la segunda década del siglo XX,cuando fue adquirida por el señor Vicente Lira,empresario del ramo textil, quien la habitó porun tiempo hasta que la propiedad fue expropia-da por decreto del presidente Cárdenas para ins-talar en ella una escuela de débiles mentales: elInstituto Médico Pedagógico “Parque Lira”.17

La casa fue finalmente demolida en 1958 dentrode una serie de obras de modernización enTacubaya, como fueron los nuevos mercados Tacu-baya y Cartagena, así como ampliaciones y afecta-ciones viales en las avenidas Parque Lira, Observa-

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Tacubaya, pasado y presente, México, Dirección de EstudiosHistóricos, INAH, 1996, p. 96.14 Manuel Romero de Terreros, prólogo a Poliantea, con es-critos del Conde de la Cortina, México, UNAM, 1995, p. XVI,Biblioteca del Estudiante Universitario.

15 María Concepción Amerlinck de Corsi, “La Casa de laBola, en la antigua villa de Tacubaya”, en Tacubaya pasadoy presente, op. cit., p. 124.16 Sergio Miranda Pacheco, Tacubaya. De suburbio veraniegoa ciudad, México, UNAM, 2007, p. 84.17 Celia Maldonado López, op. cit., p. 97.

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torio, Vicente Eguía, Revolución, etcétera, que, jun-to con la construcción del Viaducto Río de la Piedad,destruyeron totalmente su antiguo centro histórico.La demolición de esta casa causó malestar entre lospobladores de la zona e incluso de su antiguo pro-pietario el señor Lira, que en carta de fecha 9 deabril de 1958 dirigida al presidente Adolfo RuizCortines, se quejaba de la demolición de dicha cons-trucción que tenía tres siglos de antigüedad y queaún prestaba servicios de utilidad a la comunidad, alestar ocupada por una escuela en donde estudiaban400 alumnos con retraso mental.18

Actualmente se conservan la pérgola y sushermosos jardines que conforman el espaciopúblico conocido como Parque Lira. Se conservatambién el esplendido pórtico de acceso en esti-lo neoclásico construido por el arquitecto JavierCavallari en 1864.19 Este arquitecto nació en Pa-lermo, Italia, en 1811; estudió en Alemania y vi-no a México en 1856 para ocupar el cargo de Di-rector de Arquitectura en la Academia de SanCarlos. Fue entonces cuando se estableció la ca-rrera de arquitecto e ingeniero civil, de la cualfue además profesor; regresó a Italia una vezconcluido su contrato en 1864. En México reali-zó diversas obras, entre las cuales se encuentranla capilla de la casa de la familia Escandón en Ta-cubaya, ya desaparecida —Avenida Observatorioy Arquitecto Ruiz—, la transformación del edifi-cio de la Academia de San Carlos —fachada, sa-lón de actos, galerías de pintura, etcétera—, la re-paración de la casa de los Barrón en Tacubaya yvarias casas en diversas calles en lo que ahora esel Centro Histórico de la ciudad de México.20

Dos placas de la Dirección de MonumentosColoniales fechadas en 1955 dan fe de la anti-güedad y relación entre ambas casas. La prime-ra colocada a un lado del ingreso de la casa de laBola dice: “Casa llamada de la Bola que formabaparte de la casa contigua (Parque Lira). SigloXVIII”. En la segunda placa, colocada en el arcode acceso al Parque Lira, se lee: “Antigua resi-dencia campestre del siglo XVIII. Habitada porDon José Justo Gómez de la Cortina, conde Dela Cortina en el siglo XIX”. Si bien no queda clarosi Eusebio Barrón demolió o modificó totalmen-te la casa del conde De la Cortina, es posible queésta fuera sólo reacondicionada por el arquitectoCavallari.

Retomando esta historia, cabe agregar que lasHermanas de la Caridad estuvieron una brevetemporada en la casa de Tacubaya y de allí setrasladaron a la hacienda de Clavería, propiedadde Julia Fagoaga, quien fue la primera damamexicana en ingresar a la congregación. De allípasaron a la magnífica casa conocida como de laMariscala de Castilla, que se ubicaba frente ala fuente del mismo nombre y que constituía laterminación del acueducto de Santa Fe, mismaque fue demolida en la tercera década del siglo XX.Se ubicaba esta casa atrás del Palacio de BellasArtes en la esquina del hoy Eje Central con laAvenida Hidalgo.

Sin embargo, todas estas casas resultaban in-suficientes para las necesidades de las Herma-nas, en tanto que la condesa De la Cortina, sin-tiendo cercano su fin, solicitó se le aceptara en lacongregación, lo cual le fue concedido, para mo-rir el 6 de enero de 1846. Ella había vivido en lacasa número 22 de la calle de Don Juan Manuel(República de Uruguay y Avenida 20 de noviem-bre), de la cual se conserva sólo la fachada. A sumuerte fue sepultada provisionalmente en elpanteón del convento de Capuchinas, de donde

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18 María Eugenia del Valle Prieto, “Tacubaya en los 50’s” enTacubaya, pasado y presente, II Colección Ahuhuete Yeuetla-tolli, 1998, pp. 186-188.19 Antonio Fernández del Castillo, Tacubaya. Historia, leyen-da y personajes, México, Porrúa, 1995, p. 437.20 Israel Katzman, Arquitectura del siglo XIX en México,México, UNAM, 1973, p. 272.

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se le trasladó años después a la iglesia de la con-gregación que ella fundó cuando las Hermanastuvieron su sede definitiva.

A su muerte, la condesa De la Cortina habíatestado a favor de las Hermanas la cantidad de162,000 pesos en diversas propiedades, adiciona-les a los 172,000 donados al iniciar los trámitespara el traslado y fundación de la congregaciónen México; sin embargo, a casi un año de sumuerte no contaban aún con un edificio adecua-do a sus fines, por lo que se les sugirió solicita-ran se les permitiera ocupar una parte del amplí-simo Hospicio de Pobres, ubicado a un lado de lacárcel de la Acordada en la calle del Calvario(Avenida Juárez esquina con Balderas), solicitudque presentaron a la Junta Directiva de ese hos-picio en septiembre de 1846, ofreciendo comoretribución prestar sus servicios gratuitamenteen el mismo durante el tiempo que estuvieranalojadas en él.

La Junta Directiva del hospicio analizó estasolicitud y respondió favorablemente, dándoseaviso al supremo gobierno por conducto del go-bierno del Distrito Federal, quien aprobó la soli-citud; se firmó un contrato o convenio el 18 deoctubre, mediante el cual se les autorizaba ocu-par la parte nororiente del edificio, aclarándoseque cualquier gasto que efectuaran las Herma-nas en las adaptaciones del edificio quedaría enbeneficio del hospicio, por lo que no se podríaefectuar ninguna reclamación cualesquiera quefuera el monto invertido, ya que su estancia te-nía carácter provisional. Sin embargo, los Visita-dores del hospicio, nombrados por el gobiernopara ratificar este convenio, los señores ManuelGómez Pedraza y Francisco Zarco, pusieron in-numerables obstáculos al traslado de las Herma-nas, por lo cual éste no se llevo a cabo.21

Fue entonces que el padre Buenaventura Ar-mengol que había venido a México como direc-tor espiritual de las Hermanas y que desde 1845fungía como director de la Congregación de Mi-sioneros de San Vicente de Paul (rama masculi-na de la Congregación de Hijas de la Caridad),autorizada el 26 de junio de 1845 por decreto delPresidente Interino de México, general JoséJoaquín Herrera, supo de la existencia del ina-cabado Colegio de las Bonitas, propiedad queaún dependía del Oratorio de San Felipe Neri, ala cual habían pertenecido el padre Bolea y eldoctor Monteagudo. Lo anterior lo narra el padreAntonio Learreta, misionero de esta congrega-ción —llegado a México en 1850 y donde murióen 1868—, en unos apuntes transcritos en parte,donde se registra lo siguiente:

Sin embargo como el edificio [De las Bonitas] esuna manzana independiente, está situada lejos delcentro de la ciudad y la solidez y grandes tamañosen los detalles de su construcción ofrecían facili-dad para ir levantando poco a poco hasta su per-fección, y para que al mismo tiempo fuera capazde proporcionar habitaciones cómodas para lashermanas, se juzgó ser este a propósito para esta-blecer la casa central de éstas y aun para dar cabi-da en el mismo a la de los padres misioneros, conla absoluta independencia de las Hermanas querequieren los cánones para las fundaciones demonasterios dobles.22

El padre Armengol solicitó al padre oratoria-no José María Albolafia, de quien entoncesdependía el edificio que se le vendiera a lasHermanas en 20,000 pesos a un interés del 5%,en tanto no pagasen, para lo cual se firmó unconvenio el 14 de junio de 1847 que fue despuésaprobado por el Vicario Capitular encargado delarzobispado, padre Juan Manuel Irizarri, por

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22 P. Vicente de Dios, Historia de la familia Vicentina enMéxico 1844-1994, España, Serie Salamanca, 1993, t. I, p. 81.21 AGN, Sección Gobernación, leg. 130, exp. 8.

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muerte del arzobispo Posada y Garduño en abrilde 1846.

Continúa el padre Learreta su narración:

Mucho se alegró el padre Albolafia de poder dar alimportante edificio de las Bonitas un destino tanútil, pues lo tenía casi perdido, no pudiendo servirmás que para corrales de bestias: así es que tam-bién por su parte hizo cuanto pudo para que pasa-ra a ser de nuestra propiedad. [Y añade] Así la con-gregación se halló en posesión de uno de losmayores edificios de México, pero que exigía gran-des cantidades de dinero para acabar su construc-ción. Aunque en lo sucesivo se ha trabajado mu-cho en el, sin embargo falta aun mucha obra paraque se concluya como lo pide su planta. Por depronto, solo se pensó en edificar lo necesario y sinembargo deben gastarse sumas considerables.

Por entonces había el Ayuntamiento de Méxi-co derribado un gran edificio llamado El Parián,que había estado situado frente a la catedral y lohizo con el fin de despejar la plaza principal de laCiudad. Mucha parte de la piedra con que estabaconstruido fue trasladado a las Bonitas y el restofue cedido a nuestra familia por el Ayuntamientoen el precio de 300 pesos.

[…]Lamentable era por cierto la perspectiva que

México tenía entonces delante de sí. Al mismotiempo que México se destrozaba en la guerra civilque sufrió en este año de 1847, la invadía porVeracruz la Nación Norteamericana, dirigiendo sushuestes enemigas hacia esta capital. No podíanmenos de esperarse días de mucha aflicción y degrandes trastornos. Por esta razón se apresuro el Sr.Director a hacer lo antes posible la reparación másindispensable en el nuevo edificio, antes de que lastropas invasoras vinieran a perjudicarlo más y talvez apoderarse de él. Así se verificó y pudierontrasladarse las Hermanas a su nuevo y propiodomicilio el día 14 de agosto del mismo año.

[…]Ya tenemos a las Hermanas en su grande y

propia casa con sus espaciosos dormitorios, salasde labor, capilla interior, sus tanques, sus lavade-ros y sus hermosos patios, dejémoslas entreteni-

das en reconocer su casa, en admirar su magnífi-ca escalera principal con la hermosa arquería delgran patio a que corresponde [tenia entonces lacasa cuatro grandes patios y muchos pequeños],que proyecten sobre lo que han de hacer para quequede todo a su gusto el noviciado, sobre las cons-trucciones altas y bajas de toda la casa; dejémoslasdiscurrir sobre el modo de concluir el templo, deordenar los recibidores, de arreglar la cocina y quese entretengan en transformar sus patios en bellosy perfumados jardines […].

De estas líneas podemos sacar algunas con-clusiones:

1) La construcción, además de magnifica, eraenorme, acorde con la gran suma invertida enella hasta esa fecha.

2) El precio de la venta fue en realidad un rega-lo del arzobispo, pues era enorme y lo invertidoen su construcción era una suma considerable.

3) Seguramente el edificio no estaba en ruinaso era inhabitable, pues bastaron escasos dos mesesa partir de su compra para que las Hermanaspudieran cambiarse a él, si bien tuvieron queinvertir mucho dinero hasta su terminación total.

4) Los trabajos de la iglesia debieron tenertambién un buen avance, pues se terminó seisaños después, lo que representa poco tiempotomando en cuenta los procedimientos construc-tivos de la época. En ambas obras, hasta junio de1852, llevaba el padre Armengol invertidos70,000 pesos aportados por diversos benefactores.

5) Considero muy interesante el comentariorelativo a la demolición del Parían y al destinode sus componentes, pues a la fecha no habíaencontrado ningún autor que lo mencionara.

Respecto a la iglesia, ésta fue dedicada a SanVicente de Paul y se terminó en mayo de 1853;fue inaugurada el 3 de junio; tuvo como padrinoal general Antonio López de Santa Anna, presi-dente de la República, razón por la cual asistie-ron varios miembros del gabinete y del cuerpo

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diplomático, el gobernador del Distrito Federal yotros funcionarios públicos, así como el condeDe la Cortina en su carácter de patrono delInstituto de la Congregación de San Vicente dePaul, y quien pocos años después, en enero de1860, fue sepultado al lado de su madre en estamisma iglesia. Asistió además una brillante con-currencia compuesta por las personas más nota-bles de la capital; celebró de pontifical el delega-do apostólico, ilustrísimo señor Luigi Clemente,acompañado de otros padres de la Congregaciónde la Misión o padres Vicentinos.23 Por existirmuy pocas referencias de esta iglesia, tanto grá-ficas como descriptivas, considero interesanteregistrar la descripción de la misma efectuadapor el padre Learreta:

Bajo las ventanas de la parte superior del muro,corre una elegante cornisa por todo el interior dela nave del templo, adornada con toda la profusióncapaz de recibir el orden corintio, siendo todas susmolduras vaciadas en yeso. Se halla todo este cor-nisamento sostenido por grupos incrustados depilastrones del mismo orden, construidos de pie-dras de sillar y cubiertos de escayola. Las paredesestán matizadas de una imitación de mármol blan-co con venas amarillas. Se pusieron seis altares,todos de un trabajo muy detenido sobre escayolay adornado con molduras doradas. Cuatro de ellosreciben grandes cuadros en los frontones de susretablos, y los otros dos, a saber, el mayor y uno delos del medio de la nave constan de dos cuerposcuyo principal presenta un nicho para estatua enel intercolumnio del centro, y el segundo recibeun gran cuadro.

En el presbiterio se colocó una sencilla perobien acabada sillería de coro para el clero. Estasillería es de cedro. Al fin de la nave se construyóun amplio coro bajo, separado de ésta por un vis-toso enverjado que abarca todo el claro del arcoque sostiene el coro alto situado sobre él. El pisode la iglesia es un entarimado de maderas peque-

ñas cuidadosamente unidas. El techo es un cieloraso, también de madera, adornado de grandescasetones, cuyas fajas divisorias son blancas confiletes dorados y sus fondos azul celeste con ungran florón dorado y matizado en sus centros,haciendo todo el conjunto un efecto sumamenteagradable. La sacristía se remataba también conartística bóveda y había en ella una gran cajonerapara ornamentos. Los cuadros citados eran obradel gran artista mexicano don Ignacio Velasco.24

Manuel Rivera Cambas nos dice que estabasituada de oriente a poniente y su puerta mirabaal sur, con altares primorosos en estilo moderno,estucados de oro y blanco y con cuadros quetambién había en la casa, ejecutados por donIgnacio Velasco.25 Menciona también que fueestrenada el 18 de mayo de 1854, fecha errónea,pues para entonces el general Santa Anna lucha-ba en Guerrero contra los rebeldes del Plan deAyutla, que un año después lo derrocarían.

A la fecha no he podido encontrar ningunafotografía interior o exterior de esta Iglesia deSan Vicente de Paul, ni de la fachada del edificiodel noviciado y colegio. No obstante, se encuen-tran dos litografías, una de ellas de ManuelMurguía y la otra de Hesiquio Iriarte, en las quese aprecia parcialmente el edificio, así como unavista en globo de la ciudad de México, obra deCasimiro Casto, notable por la exactitud de losdetalles en la que se aprecia también esta casade las Bonitas.

La litografía de Murguía aparece en la obra ci-tada de Rivera Cambas y corresponde a la enton-ces calle de Puente de Zacate, más tarde de San-ta María la Redonda y actualmente Eje Central,con vista al norte poco antes de la plaza de Villa-mil. Lleva por título: “Edificio en que estuvieron

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23 Ibidem, p. 87.

24 Ibidem, p. 86.25 Manuel Rivera Cambas, México pintoresco, artístico ymonumental, México, Valle de México, 2000, t. II, p. 64.

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las Hermanas de la Caridad y calles que condu-cen a Santa María”, y en él se aprecia parte de lafachada principal del edificio y, en perspectiva,la fachada lateral con vista a la calle de SantaMaría. Esta litografía debió realizarse por la octa-va década del siglo XIX y nos permite apreciar lamagnificencia del edificio sede de esta congre-gación, con dos plantas de gran altura, aunquedesafortunadamente no se aprecia la fachada dela iglesia ni la portada del edificio (figura 1).

La otra litografía, realizada por Iriarte, apareceen el libro de Manuel Ramírez Aparicio, Los con-ventos suprimidos de México;26 corresponde alexterior de la iglesia y convento de la Concepciónen la hoy calle de Belisario Domínguez; en ella seaprecia al fondo, en el lado derecho un gran edifi-cio que parece ser de tres plantas y un techo a dosaguas del lado izquierdo del mismo. Este edificiocorresponde, como se adivinará, al Colegio de lasBonitas, en ese momento casa de las Hermanasde la Caridad. Comparada esta litografía con laanterior, se podrá comprobar que era un edificiode dos pisos de gran altura, que contaba con plan-ta baja y entresuelo tan común en muchos edifi-

cios virreinales y aun del siglo XIX, del cual seaprecia parte de su fachada lateral correspon-diente al actual Eje Central (figura 2).

Respecto a la vista de la ciudad tomada desdeun globo, fue realizada también en litografía porCasimiro Castro entre 1855 y 1856 junto conotras 30 láminas, mismas que fueron publicadaspor el Establecimiento Tipográfico Decaén en lamonumental obra México y sus alrededores. Enesta lámina, notable por su gran calidad, bellezay exactitud en sus detalles, se puede apreciar laciudad de México intacta y en todo su esplendor,antes de que la piqueta de la Reforma la destru-yera en gran parte. En una vista tomada desde elnoroeste de la ciudad destacan por doquiertorres y cúpulas. Sobresalen en primer términola iglesia y convento de San Fernando en la par-te inferior de la lámina, con la plaza que habíafrente a ellos, seguida de la plaza de toros deBucareli frente a la estatua de Carlos IV oCaballito, que tenía muy pocos años en ese sitioy donde permanecería durante más de 120 años.

Ya entrando en materia de nuestro estudio sepuede observar la fachada lateral del edificiocorrespondiente al callejón del Ratón, hoy callede Riva Palacio. La localización anterior se logra

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26 Manuel Ramírez Aparicio, Los conventos suprimidos enMéxico, México, Innovación, 1979, p. 226.

Figura 1. Vista parcial del edificio de las Bonitas. Litografía de ManuelMurguía en Manuel Rivera Cambas, México pintoresco, Artístico yMonumental, México, Valle de México, 2000, t. II.

Figura 2. El convento de La concepción y parte del edificio de las Bonitas.Litografía de Hesiquio Iriarte en Manuel Ramírez Aparicio, Los conventossuprimidos de México, México, Innovación, 1979.

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al ubicar primeramente la Alameda Central y lasdos manzanas situadas al oriente de la misma,donde se aprecia en la más grande de ellas unatorrecilla que correspondía a la iglesia de SantaIsabel, en las cuales se localiza actualmente elPalacio de Bellas Artes. De allí, siguiendo a laizquierda por la entonces calle de Santa Isabel,hoy del Eje Central, se pueden apreciar a doscuadras los muros desnudos del convento de laConcepción con su claustro principal y su igle-sia, misma que destaca por su torre, su cúpula ysus grandes dimensiones. En contraesquina deeste convento se distingue un edificio del quesobresale un espacio abovedado o un techo a dosaguas, que correspondía a la iglesia de SanVicente de Paul y de la cual desafortunadamen-te, como ya se mencionó aún no he podidoencontrar ninguna fotografía.

Del edificio se pueden apreciar al menos cin-co patios, dos de ellos de gran tamaño, así comouna pequeña cúpula al fondo del mismo, queseguramente correspondería a algunas de las

capillas interiores. La plaza de Villamil localiza-da frente a la iglesia no se aprecia con claridad,pues en el centro de ella se observan algunospuestos o construcciones pequeñas; sin embar-go, siguiendo por la hoy calle de Mina a una cua-dra hacia el poniente se localiza una gran plazallamada de Juan Carbonero que desaparecióhace muchos años (figura 3).

Respecto al interior del edificio, en la fotote-ca Constantino Reyes-Valerio de la CNMH delINAH, se conserva una fotografía de uno de susclaustros, posiblemente el principal, dadas susdimensiones y la elegancia de su arquitectura.Esta fotografía debe ser de finales del siglo XIX oprincipios del XX y ya próximo a su demolición,pues se observa mucha claridad en dos de losvanos del segundo piso, aparentemente sinpuertas y como si ya no existieran los techos deesos cuartos (figura 4).

No obstante su abandono, el claustro era mag-nifico, todo de cantera y en estilo neoclásico,con dos niveles de gran altura, particularmente

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Figura 3. Vista aérea desde globo de la zona del Colegio de las Bonitas. Litografía de Casimiro Castro, en México y susalrededores, México, Decaén, 1855-1856.

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el segundo piso. En el primer nivel los pilareseran cuadrados con pequeñas ménsulas al inte-rior de los arcos, mismos que eran rebajados,todo almohadillado, incluyendo el muro hasta lacornisa que servía de desplante a las pilastras delsegundo piso. Arriba una gran cornisa toda encantería coronaba el edificio, el cual por su esti-lo y elegancia transmite una sensación de gran-deza, similar, tal vez, a la que recibimos cuandoentramos al claustro del Palacio de Minería.

La vida del edificio de las Bonitas fue breve,pues duró poco más de 50 años, pero aún másbreve fue el de la Congregación de las Hijas de laCaridad en ésta su primera etapa, pues sólo fuede 30 años. Dentro de este periodo puede men-cionarse el temblor que sufrió la ciudad deMéxico el 19 de junio de 1858 que hizo estragospor doquier y dañó, entre otros, al edificio centralde las Hermanas, provocando que las arqueríasdel patio principal quedaran rotas y en el suelo seabrieron profundas grietas con tal violencia quese partieron los enlosados, no en el sentido de laslosas, sino siguiendo la línea del movimiento, porlo que quedaron las losas partidas en pedazos.

Para reponer estas averías, el insigne y cons-tante benefactor de las hermanas, Manuel Pa-checo, les dio mil pesos, con los cuales, y otrosdonativos, se repararon los daños ocasionadospor este temblor. Más tarde y ya en 1861 se ter-minaron otras mejoras al edificio, con lo que sepudo separar la comunidad de la casa central delcolegio, del cual fue nombrada superiora sorJulia Fagoaga; se bendijo una capilla interiorpara servicio exclusivo del colegio y se fundó enlos bajos del establecimiento una guardería paraniñas pequeñas de familias pobres, cuyos padrestuvieran que trabajar todo el día.

Para entonces las Hermanas tenían tres cole-gios en la capital, de los cuales el más prestigia-do era el de San Vicente de Paul, instalado en eledificio central de las Bonitas, en el cual entrelas internas del colegio y las externas de laescuela pública había un número aproximado de1,000 alumnas.27

Sin embargo, en ese mismo año de 1861, el 2de febrero, fue expedida por el presidente Benito

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27 P. Vicente de Dios, op. cit., t. I, pp. 456-563.

Figura 4. Vista de uno de los claustros del edificio de las Bonitas. Fototeca Constantino Reyes-Valerio, CNMH-INAH.

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Juárez la Ley de Secularización, en la que se de-cretaba la secularización de todos los hospitalesy establecimientos de beneficencia que fueranadministrados por autoridades o corporacioneseclesiásticas, mismos que pasarían al cuidado,dirección y mantenimiento del gobierno de laNación.

Para entonces la mayor parte de los hospita-les ya habían sido secularizados y desde 1821habían pasado a manos del Ayuntamiento, por loque quedaban muy pocos en manos del clero. Enel caso de la ciudad de México sólo el Hospitalde San Andrés (antiguo ex noviciado jesuita,que se ubicaba en la calle de Tacuba, donde ac-tualmente se localiza el Munal) dependía direc-tamente del Arzobispado y algún otro, como elHospital de Terceros, que dependía de la cofra-día de la tercera orden adscrita a la comunidadfranciscana (se encontraba en el sitio donde hoyse levanta el edificio del Correo Central).

Sin embargo, las Hermanas de la Caridadatendían en la capital en ese entonces 12 cen-tros, entre los que se encontraban los hospitalesde San Juan de Dios, del Divino Salvador, de SanPablo, etcétera, además de la casa de Cuna, elHospicio de Pobres y el propio Hospital de SanAndrés, así como de diversas escuelas entre lasque tenían en su casa central, lo que significabaun grave problema para el gobierno en el caso deaplicarse dicha ley.

La doctora Josefina Muriel, en su obra citada,asienta que los hospitales del gobierno eran losque estaban en manos de esta congregación reli-giosa, por lo que sacarlas de ellos significaba vol-verlos a sumir en el desastre en que se encontra-ban a raíz de la supresión de las órdeneshospitalarias, privándolos de los buenos serviciosque gracias a ellos habían llegado a tener, de locual el presidente Juárez se dio cuenta, por lo quecon fecha 19 de febrero del mismo año decretó

que dicha ley exceptuaba a las Hermanas de laCaridad, a fin de que ellas siguieran prestando susservicios a la humanidad afligida y al niñezmenesterosa, bajo la supervisión del gobierno.28

En 1867 y luego del triunfo de la Repúblicasobre el imperio de Maximiliano, regresó el pre-sidente Juárez a la capital, y con su llegada arre-ciaron las denuncias y nacionalizaciones, al gra-do de que el presidente expidió un decreto el 30de marzo de 1868 en donde declaró que no erannacionalizables los edificios destinados a la bene-ficencia. Las monjas que durante el efímeroimperio habían logrado regresar a sus primitivosconventos, tuvieron que abandonarlos para siem-pre. Sólo las Hijas de la Caridad se libraron nue-vamente, gracias a la perspicacia del presidenteJuárez y debido a que lo poco que quedaba de labeneficencia pública estaba en manos de ellas.

Sin embargo, al revisarse en 1873 la vigenciade dichas leyes, y siendo ya presidente de laRepública Sebastián Lerdo de Tejada, se propusoal Congreso la expulsión de la orden, lo que sedebatió durante 1874, hasta que por decreto del14 de diciembre de ese año, no se reconocieronlas órdenes monásticas ni se permitió su esta-blecimiento, por lo que las hermanas se vieronobligadas a suspender sus actividades para aban-donar el país en el plazo de un mes.

Fueron expulsadas 410 religiosas, de las cua-les 355 eran de nacionalidad mexicana; salieronen grupos, hasta que las últimas partieron de Ve-racruz con destino a Francia el 17 de enero de1875.29 Al ser expulsadas las Hijas de la Caridad,su edificio central quedó abandonado por untiempo; si bien estaba protegido legalmente desu expropiación, por una cláusula establecidapor la condesa De la Cortina en el documento decesión a la congregación de San Vicente de Paul,

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28 Josefina Muriel, Los Hospitales…, op. cit., pp. 295-297.29 Manuel Rivera Cambas, op. cit., p. 80.

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en la cual se estipulaba que cuando el edificiosede de las Hijas de la Caridad dejara de perte-necerles por cualquier circunstancia, pasaría alos herederos de la condesa, razón por la cual lasHermanas lo dejaron en depósito a personas desu confianza. Fue así como, poco después de unaño, el edificio fue ofrecido en renta a lasHermanas Josefinas, quienes pasaron a ocupar-lo el 10 de marzo de 1876 para establecer su casacentral y una escuela.

Esta historia es aparentemente un poco extra-ña, pues no se explica cómo una institución tanprestigiada como la de las Hermanas de la Cari-dad hubiera sido expulsada del país con tanta sa-ña, y que poco tiempo después se le permitió aotra institución religiosa, prácticamente desco-nocida, pasar a establecerse en ese lugar.

Para aclarar cómo se llevó a cabo esta terceraetapa del Colegio de las Bonitas, tenemos queretroceder algunos años y explicar quiénes eranestas Hermanas Josefinas y cómo llegaron a estelugar, para lo cual es indispensable mencionar alpadre José María Vilaseca, su fundador.

El padre Vilaseca nació en 1831 en Igualada,Barcelona, y llegó a México en 1852 cuando aúnera seminarista, invitado por los padres Vicenti-nos o Paúles. Se dedicó a la divulgación de librosy periódicos de instrucción y controversia católi-ca, para lo cual fundó una imprenta en 1857.30

Por ese entonces las Hermanas de la Caridadfundaron, en el hospital de San Andrés a su car-go, una asociación para mujeres denominadaHijas de María, de la cual fungió como directorel padre Vilaseca en 1863, donde promovió unadevoción especial a San José, motivo por el cual—y para distinguirla de otras asociaciones simi-lares— las denominó Hijas de María de San Joséo Hijas de María Josefinas.

A partir de esta asociación, el padre Vilasecafundó el Instituto de Hermanas Josefinas el 22de septiembre de 1872 con la idea de sustituir alas Hermanas de la Caridad —en la educación deniñas pobres, la atención de enfermos y de an-cianos desvalidos—, en el posible caso de su ex-tinción, dadas las presiones que se venían ejer-ciendo sobre las hermanas por ser la únicacongregación religiosa que aún quedaba enMéxico.

Este nuevo instituto se instaló en la calle deSan Felipe número 9 (hoy de Regina), el 12 dediciembre de 1872, donde abrieron su primeraescuela, sin manifestar que se trataba de unacongregación religiosa, con lo cual, y dada labuena acogida que habían recibido, se cambia-ron a una casa más amplia que les proporcionóel arzobispo Labastida en la calle de la Pulqueríadel Palacio número 3 (hoy de Corregidora), lacual puede considerarse su primera casa centraly en la que instalaron su escuela, donde estuvie-ron hasta el 10 de marzo de 1876 cuando pudie-ron rentar una gran parte del edificio que habíasido sede central de las Hermanas de la Caridadfrente a la plaza de Villamil.31

De manera simultánea y como el funciona-miento de los seminarios sí estaba autorizadopor el gobierno, el 19 de septiembre de 1872 elpadre Vilaseca fundó el colegio clerical de SanJosé, que se instaló en la calle del Montón nú-mero 3 (hoy de las Cruces).

Como ya se mencionó, al salir las Hermanasde la Caridad de México dejaron su edifico sedea personas de confianza, quienes lo ofrecieronen renta a las hermanas Josefinas, las cuales,una vez instaladas, fundaron otro colegio paraniñas que también denominaron San Vicente de

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31 P. Crescencio Ramírez Piñón, Biografía del padre José Ma-ría Vilaseca Aguilera, Centro de Estudios Vilasecanos, 1995,t. III, pp. 187-203.30 Diccionario Porrúa, op. cit., p. 1556.

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Paul; era una escuela gratuita para niñas pobresy un asilo o guardería para niños y niñas de cor-ta edad. Pocos meses después, el 14 de diciem-bre de 1876, el edificio en referencia dejó de per-tenecer a las Hermanas de la Caridad; se ignorasi fue por venta de los herederos o por enajena-ción, quedando como testimonio de lo anteriorun escrito del padre Agustín Torres, visitador dela Orden Vicentina a sus superiores en París, enel que informaba lo siguiente: “Hoy terminó eltiempo en que debió estar en depósito la casa delas Hermanas. La tienen perdida, pero tenemosla esperanza en recobrarla comprándola”.32

Respecto al colegio clerical de San José, dadoel incremento de los alumnos que tuvo, se cam-bió en 1874 a una casa más grande localizada enparte del ex convento de la Concepción, propie-dad de Antonio Escandón, donde el padreVilaseca formó dos grupos de alumnos, los desti-nados a las parroquias y los que pasarían amisiones, mismos que fueron el germen de losfuturos misioneros josefinos.

Fue hasta el 19 de agosto de 1885 cuando elgrupo correspondiente a los misioneros josefi-nos se separó del colegio clerical y ocupó otraparte del mismo edificio de las Bonitas, propie-dad del general Manuel González, quien segura-mente y por medio de algunos subalternoscobraba la renta en la cual se incluía la ex iglesiade San Vicente de Paul que estaba clausurada.

Fue así como el Colegio de las Bonitas —o ca-sa Villamil, como ahora era nuevamente conoci-do— fue ocupado por las comunidades josefinas,para lo cual el padre Vilaseca y sus alumnos pro-cedieron a arreglar el templo para poderlo abrirnuevamente al público. Sin embargo, el pago delas rentas era elevado y los ingresos insuficien-tes, por lo que el padre Vilaseca solicitó ayuda al

arzobispo Labastida, quien le proporcionó unaparte del ex convento de Santa Brígida, tambiénpropiedad de Antonio Escandón, a donde secambiaron las Hermanas Josefinas el 7 de febre-ro de 1886. De igual forma recibió una casa máspequeña en la calle de Santa María la Riberanúmero 5, a la cual se cambiaron los padres jose-finos el 30 de junio de 1887, donde establecieronsu sede definitiva y en la cual el padre Vilaseca,ya nacionalizado mexicano, falleció en 1910.33

Respecto a la casa Villamil o Colegio de las Bo-nitas, objeto de este articulo, volvió a quedar de-socupada. Tuvo después diversos usos, con lo cualse deterioró rápidamente, tal y como se señala en

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33 Ibidem, t. IV, pp. 304, 351 y 355.32 Ibidem, p. 310.

Figura 5. Demolición del templo de San Vicente de Paul, en El MundoIlustrado, México, 31 de agosto de 1902.

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el semanario El mundo Ilustrado, correspondienteal domingo 31 de agosto de 1902, en el cual, en unbreve artículo, titulado “Edificios que desapare-cen. El Colegio de las Bonitas”, se informa de sudestrucción. En dicho artículo, acompañado dealgunas fotografías, se escribe: “Uno de los másviejos edificios de la capital acaba de ser derriba-do por la piqueta demoledora del embellecimien-to de la población, dejando una brillante historia

de su existencia” (figuras 5-7). Continua el textocon una reseña del edificio que refiere lo mássobresaliente de su historia, acentuando en supárrafo final: “El edificio es célebre por los incen-dios que ha sufrido, pues en el último periodo dediez años estos ascienden a doce, entre los cualesfiguran como notables el de una trapería que ocu-paba varios departamentos que fueron entera-mente consumidos y que duro toda la noche”.

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Figura 6. Demolición del colegio de las Bonitas, en El Mundo Ilustrado, México, 31 de agosto de 1902.

Figura 7. Demolición del colegio de las Bonitas, en El Mundo Ilustrado, México, 31 de agosto de 1902.

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Queda pendiente de investigar en algunahemeroteca para saber algo más de dichos incen-dios y si fueron consecuencia de la incuria o sepretendía deliberadamente su destrucción comoal final sucedió incluyendo el templo de SanVicente de Paul, de lo cual José Lorenzo Cossíocomenta en su Guía retrospectiva de la ciudad deMéxico: “Por fin establecieron [Las Hermanas dela Caridad] una casa matriz en el Colegio de lasBonitas en la plazuela de Villamil. Hoy es laescuela de la Corregidora, que se fundó destru-yendo el magnífico edificio que había”.34

Sólo resta mencionar que la vida de estaEscuela Industrial Corregidora de Querétaro,inaugurada en 1910 durante las fiestas delCentenario, fue aún más breve, pues fue demo-lida en 1933 al ampliarse el paramento ponientede la avenida que actualmente corresponde alEje Central (figura 8), construyéndose en esesitio otra escuela de poco valor arquitectónico.Ya para entonces ni la plazuela de Villamil con-servaba su antiguo nombre, pues el 24 denoviembre de 1912, en una ceremonia presididapor el presidente Madero, se colocó la primera

piedra del monumento a Aquiles Serdán en elcentro de la misma, la cual por esta razón reci-bió, desde entonces, este nombre al igual que untramo de la calle.

Documento anexo35

[Al margen]Ministerio de Justiciay de Instrucción Pública

Año de 1843

Desde 14 de Abril de 832 remitió a este Ministerio elde Relaciones una exposición de nuestro Cónsul enBurdeos D. Tadeo Ortiz, dirigida al Supremo Gobiernosolicitando que se permitiere establecer en la Repúblicalas comunidades conocidas con el nombre de herma-nas de la Caridad, demostrando las utilidades y venta-jas que resultan a la humanidad doliente y la instrucciónpública primaria como sucede en todos los países endonde las hay.

En 18 de noviembre de 842 han hecho igual soli-citud el Bachiller D. José Guadalupe Romero y D.

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34 José Lorenzo Cossío (ed.), Guía Retrospectiva de la ciudadde México, México, 1941, p. 165.

Figura 8. Escuela Industrial Corregidora de Querétaro, en Atlas General del Distrito Federal, México, 1930.

35 AGN, Justicia Eclesiástica, vol. 140, fs. 75-79.

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Manuel Andrade, manifestando que para plantear aquíel instituto cuenta no sólo con la aprobación con losIlustrísimos Obispos de México y Michoacán sino conla sincera oferta que les han hecho de contribuir concuanto puedan, haciendo venir fundadoras que derra-men luego su fruto en toda la República. Que cuentanigualmente con la cooperación pecuniaria de muchaspersonas respetables.

México Noviembre 22 de 842. Pase esta solicitud enconsulta al Consejo de Representantes.

Abril 1° de 43.- El Consejo dice: Que habiendoexaminado detenidamente el negocio y con presenciade las noticias que han podido adquirir sus miembros,sobre el establecimiento, de que se trata, no puedemenos que consultar al Gobierno que dé su permisopara que se acceda a la solicitud. Después de manifes-tar las grandes ventajas que resulta al pueblo a ello diceque las constituciones de las hermanas de la Caridad ennada se oponen a ninguna forma de Gobierno.

México 1° de Abril de 1843.Contéstese el correspondiente recibo y agregados

los antecedentes vuelva al despacho.

México Junio 20 de 1843.Dada cuenta al E. S. Presidente provisional de la

República, se sirvió acordar se instruya a D. ManuelAndrade y D. José Guadalupe Romero, que el SupremoGobierno de la Nación verá con suma satisfacción quese establezcan en la República las hermanas de laCaridad y les dispensará toda la protección posible con-forme a sus altas atribuciones y facultades, pero quedebiendo cuidar de que un instituto tan importante y reco-mendable se establezca en el País con la solidez y ele-mentos que corresponde, se espera que los promotoresmanifiesten al Supremo Gobierno del modo correspon-diente los fondos y recursos con que cuentan para llevaral cabo su laudable empresa de introducir y sostener enla República tan útil y benéfico instituto; y que en vista de

los datos y noticias que presentaren se dictarán por elSupremo Gobierno las provisiones que le corresponden,para que se dé principio a una obra tan benéfica comointeresante y se logre que se extienda en la Repúblicacon toda la consistencia y perfección posibles.

Le hice saber a D. Manuel Andrade.

[Al margen] AgostoEste Señor por sí y a nombre del Bachiller Don José

Guadalupe Romero manifiesta que entre los estableci-mientos de beneficencia y religión hay algunos que exi-gen condiciones sin las cuales no pueden verificarse suplantación, tales las de un hospital, pues el fundadornecesita tener local y terreno, fondos proporcionados alnúmero de camas, facultativos, botica, ayudantes, etc:que hay otros que siendo puramente religiosos necesi-tan sus habitantes tener rentas suficientes para su manu-tención y otros que sólo pueden subsistir en las ciuda-des populosas para vivir a expensas de la caridad delos fieles, como son los mendicantes, pero que el insti-tuto de las hermanas de la caridad no pueden decirseque pertenezcan a una de aquellas clases, pues niviven de limosnas, ni necesitan cuantiosas sumas parasubsistir: que viven de su trabajo en los hospitales, hos-picios y demás casas de beneficencia y aumentan elnúmero a proporción de las donaciones que en cuantoa lo primero es tan segura su subsistencia como la exis-tencia de los hospitales en la República, puesto que enellos desempeñan el empleo de enfermeras con grandeeconomía de los fondos sirviendo, no necesariamentesino por caridad, por lo que comen y una corta canti-dad anual para sus hábitos; y que en cuanto al aumen-to de las hermanas no puede decirse nada hasta quevengan, pues no se pueden hacer dotaciones a un esta-blecimiento que no existe, aunque es de esperarsemucho de la civilización mejicana. Añade que el únicodesembolso que hay que hacer es la exhibición paralos gastos de la traslación de las fundadoras, pero queel empleo de esta cantidad es tan simultáneo a la veni-da de las religiosas que si vienen es porque hubo el

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dinero para los gastos, y que siendo tan cortos se com-promete dicho Andrade a responder con sus bienes porla suma que calcule necesaria por peritos.

Concluye pidiendo se conceda la licencia para elestablecimiento de que se trata, así como se concediópor el Congreso la fundación de un Oratorio de S.Felipe Neri en la ciudad de León que era de menor inte-rés público. Presenta la licencia del diocesano.

En 9 de octubre se franqueó el expediente por el Sor.Mtro. a D. Manuel Andrade —se devolvió en el mismodía— [rúbrica]

El E. S. Presidente interino en virtud de las facultadescon que se halla investido el Supremo Gobierno hadecretado lo siguiente:

Se permite el establecimiento de la Hermanas de laCaridad en esta y en las demás capitales de laRepública según el instituto de su fundador S. Vicentede Paul y bajo las reglas o estatutos que para su ejer-cicio presenten y se aprueben por el Gobierno.

Se comunicó en forma al Gobierno de este Depar-tamento.

Mayo 25 de 1844.- D. Manuel Andrade dice que lue-go que se publicó el anterior Decreto lo remitió al S.Director de las Hermanas de la Caridad de Españapara que en vista de él y en consecuencia de la solici-tud que varias personas de esta ciudad habían hechocon el fin de que mandase fundadoras se procediese acelebrar contrato formal de la fundación, pero quecomo en el mencionado decreto se previene que pre-senten las reglas o estatutos de la Religión para la apro-bación del Gobierno, era conveniente recabarla pre-sentando al efecto un cuaderno que contiene aquellasque el S. Roca Director de las Hermanas de la Caridadde España le ha remitido.

Méjico Mayo 28/844.Habiendo presentado al Supremo Gobierno D.

Manuel Andrade un reglamento impreso que se dice

sea el que rige en los establecimientos de las Hermanasde la Caridad el cual no esta legalizado, sino sólo sus-crito por el solicitante, el E. S. Presidente interino ha teni-do a bien decretar lo siguiente:

1o. Si el reglamento para el instituto de lasHermanas de la Caridad que se presentare legalizadoen forma fuese igual al que en un cuaderno impreso hapresentado D. Manuel Andrade desde luego elSupremo Gobierno no tendrá inconveniente en apro-barlo.

2o. No constando en dicho reglamento las consti-tuciones o estatutos fundamentales de la religión de lasHermanas de la Caridad, que es lo más esencial paraeste establecimiento, deberán presentarse al Gobiernoal mismo tiempo que el reglamento legalizado de quehabla el asunto anterior, pues sin este otro documentoque se hecha menos admitido por el Gobierno no pue-de procederse a establecer dicha fundación, ni se hacumplido con el superior decreto de 9 de octubre de1843.

Agosto 28/844.Póngase nota a nuestro encargado de negocios en

Madrid a fin de que haga entender a los encargadosde este asunto en aquella ciudad el Decreto anterior,para que cuando vengan las Hermanas fundadorastraigan legalizados los documentos que él cita.

Diciembre 22 de 844.- Da. Ana María Gómez de laCortina y demás individuos fundadores del instituto deque se trata dicen que cumpliendo con lo prevenido enlos Decretos del 9 de octubre del año próximo pasadoy 28 de mayo del presente exhiben para la aprobacióndel Gobierno los documentos siguientes: Un libro impre-so en Barbastro en el año de 815 que contiene lasreglas que las Hijas de la Caridad tienen que observaren Méjico como que son las establecidas por su fun-dador S. Vicente de Paul. Este libro viene certificadopor el Director General de las Hijas de la Caridad enEspaña y este certificado está en todos los requisitos

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que pueden desearse en la materia. Un testimonio com-petentemente legalizado de la Bula por el Srª. Pío VIIen Roma a 27 de noviembre de 1818. Un certificadoigualmente legalizado del referido Director de España,con que se manifiesta que las referidas reglas e institu-tos son las que observan la hijas de la Caridad dentrode sus claustros y que fuera de ellos celebran contratoscon los fundadores. Un certificado competentementelegalizado de Don Manuel Riaza oficial archivero de laGobernación en la Península en que consta que esasreglas son las únicas que se observan en las casas delas Hermanas de la Caridad en España y por últimoacompañan copia de la Escritura de Contrata celebra-da en Madrid a 16 de Agosto de este año, entre elapoderado de los que hablan D. Bonifacio Fernández

de Córdova y el Presbítero D. Juan Roca DirectorGeneral del instituto en España en cuyo documentoestán consignadas las obligaciones de las hermanasfundadoras.

La mesa ha confrontado con escrupulosidad el libroque ahora se presenta, con el que existía ya en esteMinisterio que exhibió D. Manuel Andrade, y lo ha en-contrado en un todo conforme: advierte que todos los do-cumentos presentados, están visados por nuestro encar-gado de negocios en Madrid; y opina que habiendocumplido los fundadores de las hermanas de la Caridaden esta República con los Decretos del GobiernoSupremo de 18 de Octubre del año próximo pasado y28 de Mayo del presente y conforme al tenor de este últi-mo, deben aprobarse los estatutos que se presentan.

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