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EL CONVENTO DE LAS AGUSTINAS DE ALMANSA Fundación, intervenciones y usos Patrimonio y Museología Profesor: Luis Arcinega Miguel Galera Martínez 5ºB

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EL CONVENTO DE LAS AGUSTINAS DE ALMANSA Fundación, intervenciones y usos

Patrimonio y Museología Profesor: Luis Arcinega Miguel Galera Martínez – 5ºB

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1. Consideraciones iniciales: la fundación del monasterio.

El monasterio del Santísimo Corpus Christi se ubicaba en uno de los centros neurálgicos

de Almansa, formaba parte del entorno urbano integrándose en él, estableciendo relaciones con

los edificios de la plaza. Tanto la fachada del mismo como la de la casa de los marqueses de

Montortal y su bodega forman la plaza rectangular, una de las más características y significativas

de la ciudad. Todos estos edificios dan a la calle Aragón, antiguo camino de Aragón o Ayora que

comunicaba Levante con la Meseta peninsular. El convento es uno de los monumentos

emblemáticos de la ciudad, aunque no ha sido declarado BIC como así han sido la Iglesia de

Santa María de la Asunción, el castillo o la casa de los condes de Cirat. Si bien estaría dentro del

casco antiguo de la ciudad que en 1982 fue declarado conjunto Histórico Artístico.

En lo que respecta a las fundaciones conventuales, se han relacionado habitualmente con

la riqueza del territorio donde se establecían. En el caso de la villa de Almansa se vivía un

momento de expansión que se constata con la construcción a lo largo del siglo XVI de edificios

emblemáticos como la Iglesia parroquial de Santa María de la Asunción o la casa-palacio de los

condes de Cirat. Las fuentes de riqueza provenían de una importante agricultura regadío y de la

ganadería, a ello se añadían las actividades del contrabando de mercancías dado el

emplazamiento fronterizo del lugar entre los reinos de Castilla y Aragón.

Por otra parte, la fundación de comunidades religiosas en la España de los Austrias está

vinculada a una sociedad donde la religión está presente de manera considerable y forma parte de

muchos aspectos. Bajo el impulso de figuras como Ignacio de Loyola, Juan de la Cruz, Francisco

de Borja, Teresa de Ávila, Juan de Ávila, Juan de Dios, Tomás de Villanueva, Juan Ribera la

Monarquía Hispánica conocía una auténtica moda de la santidad que culminó en los años veinte

del siglo XVII cuando en 1622 se celebra la triple canonización de Ignacio de Loyola, Teresa de

Ávila y Francisco Javier. Aunque ya desde hacía varias décadas los candidatos a la santidad se

reagrupaban en torno a las mujeres que se proclamaban a sí mismas «esclavas de Dios» y a las

que se les llamaba beatas, mujeres escogidas que recibían, gracias a sus oraciones el privilegio de

revelaciones y visiones sobrenaturales, de éxtasis sublimes.

En este contexto, el arzobispo de Valencia, san Juan de Ribera fundó la orden de las

agustinas descalzas1 a finales del siglo XVI bastante influenciado por las reformas que santa

Teresa de Jesús hace de la rama femenina de la orden del Carmelo. En algunos conventos de

agustinas descalzas no es raro hallar alguna imagen de santa Teresa al ser esta orden una mezcla

con una regla agustina y constituciones teresianas. En el caso del de Almansa, se conservaba una

imagen de vestir de dicha santa en el coro alto de la iglesia, obra de Roque López, que fue

destruida durante la Guerra Civil.

Desde finales del siglo XVI hasta el último tercio del XVII se realizaron las nueve

fundaciones de agustinas descalzas cuyo emplazamiento abarcó el área del Levante peninsular,

quedando repartidas entre las diócesis de Valencia y Cartagena. En la primera se ubicaron en las

localidades de Ollería, Alcoy, Benigánim, Denia, Jávea, Valencia y Segorbe, y las otras dos

restantes en la diócesis de Cartagena, en Almansa y Murcia. El de Almansa ocupa el cuarto lugar

en el orden cronológico de dichas fundaciones, siendo los primeros los de Alcoy, Denia y

Valencia.

1 En 1603 Mariana de San José funda el primer convento de agustinas recoletas en Éibar con constituciones distintas

a las descalzas pero de acuerdo en su dedicación espiritual. En 1954 la comunidad de Almansa pasaría a formar

parte de las recoletas.

3

Habitualmente las fundaciones de comunidades religiosa estaban bajo el patronato de

alguna figura noble. Tal es el caso de algunos de los conventos mencionados: el de Murcia

estuvo bajo patronato de doña Juana y doña Luisa Fajardo, hijas del marqués de los Vélez,

mientras que el de Denia bajo el de don Francisco Gómez de Sandoval, marqués de Denia, duque

de Lerma y valido del rey Felipe III. Por su parte, el convento de las agustinas de Almansa

estuvo ligado a la familia de los Galiano2 y, en concreto, a la figura de doña Ana Galiano Pina,

casada con el caballero vizcaíno Domingo Origui Bergara, descendiente de una de las familias de

mayor linaje y más poderosas de dicha localidad. Al enviudar dispuso emplear todas sus

haciendas y riquezas en la fundación de un convento en el que ingresaría. Para ello contó con la

ayuda de su hermano don Lázaro Galiano, sacerdote y comisario del Santo Oficio. Finalmente,

se consigue la aprobación real y tras la pertinente visita del corregidor, para comprobar si era

necesario y provechoso realizar la fundación, se firma la concesión de la licencia. Tras esto se

procedió a tramitar la aprobación y licencia episcopal. Así, los hermanos Galiano exponen al

obispo de Cartagena, don Francisco Martínez, en un memorial la hacienda (caudal, rentas,

censos) y los servicios (iglesia, edificios, ajuar, etc.) asignados al convento. Este documento,

conservado en el Archivo Histórico Provincial de Murcia, nos da una idea de las características

de la fundación primitiva puesto que el inmueble actual es fruto de las sucesivas reformas que se

llevaron a cabo durante los siglos XVIII y XX, principalmente.

Después de tramitar la licencia, la madre Mariana de San Simeón toma posesión de la

nueva fundación el 6 de enero de 1609 donde permanece hasta 1616, cuando es llamada para

levantar el de Murcia. La relación de los conventos de Murcia y Almansa era muy estrecha, las

dos comunidades tenían unos buenos obradores de seda y lana, respectivamente, con lo que

intercambiaban sus tejidos para bordar ornamentos litúrgicos.

En lo que respecta a la hacienda, los fundadores donaron cuatro mil ducados y tierras

tasadas por un valor de mil quinientos ducados: doce caballerías de tierras de regadío en las

proximidades del convento que rentarían cada año setenta fanegas de pan y doce tahúllas de viña

que darían doscientas arrobas de vino.

En cuanto a los servicios, el primitivo edificio fundacional era de fábrica bastante

modesta pero disponía de una organización adecuada para su finalidad: servir de morada de la

comunidad de religiosas y proporcionar todas las prestaciones para su mantenimiento. Se erigió,

como hemos mencionado, en uno de los lugares más nobles de la villa, situado a los pies del

Cerro del Águila y del castillo en el antiguo Camino de Aragón. La zona de la clausura se dividía

en varias dependencias ubicadas en torno a un claustro. La casa conventual tenía doce celdas de

pequeñas dimensiones cuyo mobiliario era escaso porque la orden vivía con bastante austeridad.

Desde estas celdas se podían contemplar las procesiones que se hacían en los días señalados de la

villa y que salían desde la Iglesia de la Asunción de modo que todas daban a la calle. Todas las

ventanas de las celdas tenían sus rejas de hierro para que no hubiera ningún contacto con el

exterior e incluso en algunas de ellas se colocaban unos velos con la función de cortinas para que

las religiosas no fueran vistas. Aparte de estas, había otras celdas un poco mayores: una dedicada

a la enfermería y otra una cocina de invierno con chimenea. La cocina era de amplias

dimensiones, tenía tres barreños de piedra fijos en la pared para fregar y disponía de todos los

utensilios de cocina necesarios. Probablemente todas estas dependencias estaban en el piso alto.

Como era habitual en todos los conventos, la cocina y el refectorio estaban juntos. En éste una

representación de la Última Cena estaba adornaba la superficie de uno de sus muros, debajo de la

2 Este apellido era uno de los más sobresalientes de la nobleza almanseña. Una rama de la familia establecida en

Valencia posee desde 1790 el marquesado de Montortal.

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cual, en el centro, se situaba una mesa para la priora, la subpriora y la tornera alrededor de la cual

se disponían otras dos mesas para el resto de las monjas.

Asimismo, había un sótano o especie de bodega que era usada para almacenar la comida,

las tinajas de aceite, pan, vino, etc., es decir, todo lo necesario para la manutención de la

comunidad. La cocina daba a un gran patio destinado a diferentes actividades puesto que había

un pozo que abastecía a la comunidad y servía también para regar huerta, un amasador y un

horno para cocer pan, un porche cubierto para guardar la leña de las inclemencias del tiempo, un

lavadero. Desde el patio se accedía a una huerta con muchos árboles frutales y terreno suficiente

para cultivar alimentos para la comunidad puesto que ocupaba toda la actual manzana donde se

ubica el recinto conventual.

Por lo que respecta a la iglesia, según el acta fundacional puede entenderse que los

promotores la entregaron ya terminada cuando se instala la comunidad lo cual no ocurre así. Si

consultamos la obra del padre Carrasco3 sobre la fundadora, Mariana de San Simeón, sabemos

que ésta en 1624 debe volver a Almansa, puesto que el convento estaba pasando por una grave

crisis, y, lo que más nos interesa, se procede en ese momento a la construcción de la iglesia. Para

su construcción los vecinos ayudaron con sus carros al transporte de materiales, ofreciendo

además limosnas de pan, vino y dinero. El maestro de obras fue Pedro Gascón y se tardaron siete

meses en levantarla. Si nos guiamos por dicha acta, el templo, que era de pequeñas dimensiones,

se situaba en uno de de los lados del convento, unida a él. Tenía dos altares, un púlpito, un

sagrario en el altar mayor con los sepulcros reservados para los fundadores. En los dos altares de

la iglesia se encontraban dos cuadros que mandaron pintar los fundadores. Uno de ellos

representaba la institución del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, relacionado con el nombre

que se le da al convento, y el otro la imagen de Nuestra Señora de la Anunciación. Las peanas de

estos altares estaban cubiertas de ricas alfombras.

A la iglesia daba un coro con una reja de hierro con velos negros y era el lugar reservado

para que las monjas asistieran al culto diario. También había un confesionario para ellas y una

sacristía con un torno que comunicaba con la del interior del convento.

Aparte de las anteriores construcciones se procura la dotación de todo lo necesario tanto

para la vida cotidiana de la comunidad como para oficiar misa en la iglesia. Así, se asigna un

ajuar litúrgico para esta función, aunque no demasiado abundante sí suficiente para ello. Para la

sacristía los fundadores donaron dos casullas, manteles para la mesa del altar, dos paños para la

comunión, tres frontales y tres pares de corporales. En este lugar se guardaban en un arca toda la

indumentaria. Por lo que respecta a los objetos de platería, no fueron tampoco mucho los

donados. Entre ellos destaca un cáliz, una custodia que salía en procesión, dos campanillas de

metal, un incensario y un atril para el coro con un candelabro para la luz.

También, como todo convento religioso tuvo reliquias que se guardaban en sus

respectivos relicarios. Se sabe que el monasterio fundacional tuvo una importante colección de

las mismas gracias a la obra mencionada del padre Carrasco. De ellas destacaban un hueso de la

costilla del beato santo Tomás de Villanueva y, especialmente, otra de santa Teresa de la que no

se especifica nada más. La mayor parte de ellas estaban custodiadas en alguna zona de la

clausura, expuestas a toda la comunidad. Se sabe que algunas se encontraban en uno de los

altares del crucero. Así, en el lugar donde se encuentra el retablo de alabastro con el Sagrado

3 CARRASCO, José: La Phenix de Murcia. Vida, virtudes y prodigios de la venerable madre Mariana de San

Simeón, fundadora de los conventos de Agustinas Descalzas de Almansa y Murcia…, Madrid, 1746.

5

Corazón de Jesús se hallaba un lienzo de grandes dimensiones que representaba el martirio y la

crucifixión de san Pedro. En su altar había un gran número de relicarios con el nombre de los

santos a quienes pertenecían, algunos tenían pie de tipo facistol. Todos ellos desaparecieron

cuando comenzó la Guerra Civil.

Por otro lado, en el acta fundacional se encuentran una serie de peticiones de los

fundadores del convento. Puede destacarse, en primer lugar, que la capilla mayor de la iglesia se

reservaría para lugar de enterramiento de los fundadores y patronos de la obra, igualmente en el

caso de hacerse otra iglesia mayor este lugar quedaría para los nuevos patronos del convento. En

la actualidad no vemos ningún sepulcro o placa conmemorativa donde aparezcan los nombre de

los enterrados, puesto que en 1963 se hicieron unas reformas a la iglesia y se puso encima del

suelo original un nuevo pavimento. Tampoco se conserva en el archivo del convento ningún

documento donde se recojan los enterramientos que hubo en la misma, pero gracias a unos de los

libros de defunciones conservados en el archivo parroquial de la Iglesia de la Asunción puede

constatarse que familiares de los Galiano fueron enterrados en la capilla mayor. Lo que no

sabemos es si las capillas de los contrafuertes pertenecían también a esta familia o a otras de la

nobleza almanseña y si también fueron utilizadas para este fin.

Otras de las peticiones se refieren a la dote y el ajuar que las religiosas debían entregar al

profesar en la comunidad4, al nombramiento de dos legas para el servicio del convento y a la

custodia de las propiedades y censos. Se solicitaba, tal como se reflejaba en las constituciones de

la orden, que se pudiera pedir limosna.

2. La construcción de la nueva iglesia en el siglo XVIII

A principios del siglo XVIII la congregación decide levantar otra iglesia debido al

pequeño tamaño de la existente y su mal estado de conservación. Se levanta en el mismo lugar

donde se encontraba la antigua y el encargado del diseño y construcción de la nueva fábrica es el

maestro de obras Juan Foquet y Verde, natural de Enguera y afincado en Elche donde trabaja

como maestro de obras en la iglesia de Santa María. Esta obra será su única intervención fuera

del Reino de Valencia. Se acuerda que la construcción empezará el 1 de febrero de 1701 y se

concluyera en tres años con un coste que ascendería a tres mil ducados. Pero tres meses más

tarde Foquet renuncia a la materialización de su proyecto por la imposibilidad de compaginarlo

con sus tareas en Santa María de Elche. Se firma un nuevo contrato y así el obispo de Cartagena

da licencia y facultad al presbítero de Almansa, Francisco Antonio Galiano Spuche, para que, en

nombre de las monjas agustinas, se otorguen las escrituras necesarias a Martín de Armendia y

Nicolás Fernández de Ocampo para dar comienzo a las obras.

La planta trazada por Foquet es de cruz latina cuyos brazos del crucero no sobresalen al

exterior. Es de una sola nave divida en tres tramos, con capillas laterales entre contrafuertes,

cubiertas con bóveda de arista. El primero de esos tramos lo ocupa el coro alto situado en los

pies del templo y las dos dependencias con ventanas que dan a la fachada principal, mientras que

en los restantes cuerpos se sitúan las capillas entre los contrafuertes. En el lado de la epístola

aparecen las sacristías: una dentro de la clausura donde se guardan todos los ornamentos

litúrgicos y otra exterior reservada para el sacerdote. En el crucero se levanta la cúpula de

influencia levantina y la cabecera plana.

4 También se disponía que dos podían entrar sin dote y cuando su plaza quedara vacante fuera cubierta por otra. De

este modo había dos plazas sin dote a perpetuidad.

6

Este esquema de cruz latina inscrita en un rectángulo junto a su alzado es el que fray

Lorenzo de San Nicolás, arquitecto agustino, expone en su tratado Arte y uso de arquitectura

como modelo para construir iglesias de la orden agustina. De todos los conventos de agustinas

descalzas que se erigieron, los únicos que siguen más de cerca los modelos que propone este

arquitecto son el de Almansa, tomando del alzado, y el Murcia. Por otro lado, podemos decir que

no se sigue un patrón constructivo a la hora de edificar todos los conventos de agustinas

descalzas, de hecho, tanto en el Reino de Valencia como en el de Murcia cada uno se adapta a su

zona y a la forma de construir del momento. Aun así, cabría destacar que esta tipología de planta

usada en el convento de Almansa es la misma que la de la iglesia del Colegio del Corpus Christi

de Valencia levantada entre 1586 y 1615 por san Juan de Ribera, fundador, como hemos visto,

de las agustinas descalzas. Vemos así como esta obra, una de las más significativas de la

arquitectura valenciana del momento tiene proyección fuera del ámbito valenciano. Además su

influencia será duradera en el tiempo, de hecho en Almansa la capilla de la Comunión de la

iglesia de Santa María de la Asunción que data del último tercio del siglo sigue el mismo

esquema aunque a menor escala.

Las obras comenzaron derribando el viejo templo y aprovechando los materiales que

estuviesen en buen estado como piedra, maderas, etc. Después de proceder a la cimentación se

erigen los muros y al mismo tiempo se continuaría con los zócalos sobre los que se levantarían

las basa áticas de las pilastras con piedra de cantería. Los fustes de todas las pilastras del templo

serían de losa franca hasta los arrancamientos de los arcos de las capillas, en los que se utilizaría

ladrillo y yeso. Una vez hecho estos arcos de todas las capillas se continuarían las pilastras hasta

llegar a los capiteles, utilizándose de nuevo como materiales el ladrillo y yeso, siguiendo por el

arquitrabe, friso y cornisa con los mismos materiales.

El basamento exterior que recorre todo el templo es de piedra dolomita que procede de la

cantera del castillo. En el contrato de obras se expresa que el orden que debe primar en la iglesia

es el dórico y que en friso no se debe realizar como decoración ni triglifos ni ovas. Pero el

contrato no fue respetado por los maestros de obras ya que el orden usado es el toscano y los

capiteles presentan una especie de pequeñas hojas de acanto. La decoración del interior se

completa con una línea de cimacio entre el friso y la cornisa ornamentada con ovas5. Por encima

de la cornisa se continúan las paredes, quedando en ellas embutidos los arrancamientos de los

arcos torales. Las bóvedas de cañón de la nave central, con lunetos como las del crucero, son de

ladrillo para aligerar el peso que soportan los muros.

La iglesia presenta varias tribunas situadas en el coro alto y bajo. En el coro alto, en los

pies del templo, las tribunas se elevan mediante un arco rebajado y quedan enmarcadas en una

serliana6. Las otras dos se sitúan en el brazo de crucero encima del coro bajo. Son más voladas

que las anteriores y se asemejan a los balcones de cajón que tanto se van a utilizar en Andalucía

y posteriormente en la América Hispana. La función de estas tribunas del crucero era vigilar la

llama del sagrario y las lámparas a ambos lados de la capilla mayor.

5 Vemos como en el Barroco se continúa utilizando elementos ornamentales de la Antigüedad clásica que habían

sido recuperados en el Renacimiento.

6 Ibid. nota 5.

7

Iglesia del convento de las agustinas.

Almansa. Imagen del interior tras su

restauración en agosto de 2008. Coro alto con tribunas en serliana.

Después de quedar levantados los arcos torales de las capillas, coro y crucero, se continuó

con las pechinas de la cúpula. A continuación se seguiría con el entablamento de la media esfera

donde habría una cornisa que repetía la misma decoración con ovas del interior. Desde aquí ya se

levantaría la media naranja mediante ladrillos. Serían necesarios ocho refuerzos en total por

dentro para soportar el peso de la cúpula, y por fuera a cuatro aguas contrastando con las de la

nave y capilla mayor, donde se remataría su cúspide con una veleta. Pero la actual cúpula no

presenta las características que se expresaron en el contrato de obras puesto que carece de tambor

y tiene una forma de sombrilla muy achaparrada. Además la cubierta es a ocho aguas y en su

interior las pechinas se encuentran decoradas con lienzos y no con tarjetas labradas como se

expresaba en dicho contrato.

Posiblemente la primera cúpula que se realizó, una vez que se levantó la iglesia se vino

abajo por motivos desconocidos en la segunda mitad del siglo XVIII, ya que los lienzos de las

pechinas corresponden a esa época. Curiosamente podemos hacernos una idea de la fisonomía de

la primera cúpula gracias al lienzo de Filipo Pallota y Bonaventura Ligli donde se representa La

Batalla de Almansa. En la citada obra aparece una recreación de cómo era la villa en esa época y

están enumerados todos los edificios más representativos de la misma, encontrándose entre ellos

la iglesia de las agustinas de la que, además, únicamente se aprecia la cúpula. De esta manera

podemos comprobar cómo ésta presentaba una tipología típica como las que se levantaban en el

reino valenciano; de esta manera, tenía un gran tambor, sobre él se disponía la media naranja y

encima el cupulín con sus ventanas para iluminar el interior7, finalmente toda ella quedaba

rematada por la típica veleta presente en todos los edificios religiosos. En conclusión, esta cúpula

original era mucho más esbelta que la actual y le daba bastante ligereza al conjunto.

Respecto a la fachada, nos encontramos con un cuerpo casi cuadrado de grandes

dimensiones en la que destaca una portada retablo y una espadaña formando un eje de simetría.

En ella se utilizan diferentes materiales, mientras que en las partes más expuestas a los efectos

climáticos, como esquinas del edificio, encintados de las ventanas, espadaña y portada, se

emplea una piedra arenisca fácil de tallar, el resto se cubre con mampostería.

Es una fachada que cierra pero que invita a su interior, sobresaliendo su portada de

columnas salomónicas a manera de un gran retablo que se articula en dos cuerpos. En el primero

las columnas salomónicas arrancan de unos grandes pedestales con una decoración en su interior

7 El mismo tipo de cúpula se encuentra también en la capilla de la Comunión de la iglesia de Santa María de la

Asunción de Almansa.

8

de placas recortadas8. El sentido de los giros de los fustes de cuatro espiras y dos medias no es

igual en ninguno de los dos casos, van cambiando sucesivamente de manera que cada uno se

mantiene contrario a su inmediato. No presentan ninguna decoración que las envuelva y la espira

se estiliza hacia arriba. Los capiteles son de orden corintio apareciendo en cada extremo unas

volutas y hojas carnosas. Justo en el eje de las columnas salomónicas se sitúan pilastras en su

parte posterior y al lado de ellas otras un poco esviadas en cuyo interior aparece la misma

decoración de placas recortadas.

Detalle del cuadro de la Batalla de Almansa pintado por Filipo Pallota y Bonaventura Ligli. El número 151 corresponde a la iglesia del convento de las agustinas donde destaca su cúpula original.

Sobre las columnas se dispone un entablamento quebrado y rematado en los extremos por

jarrones, rodeados con hojas sobre pedestales. En el arquitrabe y friso partido aparecen unas

amplias volutas que flanquean la hornacina. Sobre la clave del dintel de la puerta se encuentra un

gran florón de hojas ampulosas talladas simétricamente unas de otras. En la base del florón se

encuentra un escudo liso, en el que está esculpido el emblema de la orden agustina: un corazón

atravesado por una flecha. A los lados se encuentran dos recuadros moldurados que albergaban

los escudos de los fundadores del convento, los Galiano, cuyo emblema era una torre y dos

perros sobre un tablero de ajedrez.

El segundo cuerpo se levanta sobre unos pedestales apoyados en la cornisa volada, se

encuentran en el mismo eje de los que el primero y repiten en su interior la decoración de placas

recortadas. Entre los pedestales aparecen las dobles pilastras cajeadas esviadas que enmarcan un

el alto relieve y se apoyan en amplias ménsulas con hojas carnosas. En la parte superior de los

capiteles aparece un entablamento curvo coronándose con otro más reducido, que a su vez se

corona en la parte central de un pináculo con cruz latina. A ambos lados se sitúan dos bolas sobre

pedestales. Esta cornisa volada está quebrada, albergando una gran tarja de hojas carnosas como

la que veíamos en el dintel de la puerta.

8 Este motivo decorativo aparece en la segunda mitad del siglo XVII. Lo utiliza Alonso Cano en Granada, pasando

a Galicia, y más tarde a Levante.

9

Iglesia del convento de las agustinas. Almansa. Cubiertas y cúpula actual.

En este cuerpo aparecen dos vanos con cornisas voladas que sirven para iluminar el coro

alto situado a los pies del templo. Entre éstas y las pilastras esviadas aparecen dos tallos

vegetales que se entrelazan, dibujando dos amplias volutas que unen los dos cuerpos. El relieve

que se esculpe en el hueco rectangular representa un tema eucarístico, no en vano porque así

hace referencia al nombre del monasterio del Santísimo Corpus Christi. Aparecen tallados una

custodia portátil o de sol, acompañada de unos ángeles, tanto en la parte inferior como en la

superior, y de cabezas de querubines. De la base nace el ástil con un nudo donde se repite de

nuevo la decoración de querubines, y de ella una moldura donde arranca el sol con su viril. En el

centro de éste aparece el cordero místico y de él nacen una serie de rayos que acaban en los

extremos alternando estrellas y querubines. El gran resplandor del sol se descubre por dos

ángeles que llevan en sus manos unos pesados cortinajes de un dosel ricamente decorado que

pende sobre el ostentorio. En la parte del ástil de la custodia se representan dos ángeles

semidesnudos apoyados en unas nubes portando en sus manos espigas de trigo y un racimo de

uvas símbolos del pan y vino eucarístico. En la parte superior del relieve, detrás de las cabezas

de los ángeles, aparece la inscripción de la fecha en la que concluye la obra: “AÑO 1704”.

En la mayor parte de los elementos estructurales (pedestales, basas, capiteles, etc.) de la

anterior están realizados de manera oblicua, lo que da una gran verticalidad al tramo central de la

portada. Este tipo de arquitectura oblicua que tiene gran similitud con las fachadas de la iglesia

de Santo Domingo de Murcia, del convento de las dominicas de la misma ciudad y de la portada

norte de la Colegiata de Xátiva es la que recoge el teólogo, diplomático y tratadista Juan de

Caramuel en su tratado Arquitectura Civil Recta y Oblicua (1678).

Como remate de la fachada vemos la típica espadaña que sustituye a un campanario. Se

divide en dos cuerpos, el primero de ellos con dos vanos de medio punto enmarcados por

pilastras, y a los dos lados de ella dos volutas macizas que unen el cuerpo de la espadaña con la

línea de la cornisa que remata la fachada. El segundo cuerpo presenta un vano de medio punto

donde se alberga una de las tres campanas y está rematado por un frontón quebrado que alberga

en el centro una bola coronada por una cruz del hierro. La única decoración de esta estructura

son los pináculos y las bolas que sirven de coronamiento.

10

Iglesia del convento de las agustinas. Almansa.

Fachada y detalle del relieve de la portada.

Los vanos que se abren en el muro de la fachada se disponen simétricamente. En el

primer cuerpo de la misma aparecen uno a cada lado con sus rejas e iluminan dos pequeñas

habitaciones. En el segundo cuerpo se sitúan otros dos justamente encima de los del primero y

dos más al lado del relieve cuya función era iluminar el coro alto situado en los pies del templo y

poder ver la plaza en los días festivos, como en la festividad del Corpus Christi, día principal

para la comunidad.

Esta tipología de portada retablo con columnas salomónicas posiblemente deriva del

presbiterio de la catedral de Valencia realizado por Juan Pérez Castiel, la podemos encontrar

edificios religiosos o civiles y va a estar presente, aproximadamente desde 1685 hasta 1715, en

importantes ejemplos tanto del Reino de Murcia como del de Valencia. Si en del primero

tenemos la casa de los Guevara de Lorca (1694), la casa-palacio del Huerto de las Bombas en

Murcia y la portada de la iglesia de Santa Marina de Alpera (Albacete), en el reino valenciano

vemos más ejemplos de portadas con este esquema de soportes salomónicos. Entre ellas se

pueden nombrar las proyectadas por el arquitecto valenciano Juan Pérez Castiel como la iglesia

de San Andrés, hoy San Juan de la Cruz de Valencia (1684-1686), la iglesia parroquial de

Torrent (1697), Santa María en Cocentaina (1692-1795) y el presbiterio de la catedral de

Valencia. Otras que siguen esta misma tipología, aunque no fueran trazadas por él, son Santa

Catalina de Alzira (1692), la Asunción de Vinaròs (1698-1702), el Salvador de Requena (1710-

11

1712) y la portada de la sacristía de Santa María de Alicante. Este ejemplo de portada además de

estar muy relacionada con las de Levante, como hemos visto, se va a repetir en tierras andaluzas

y navarras. Como ejemplo podemos nombrar dos edificios civiles: la casa-palacio de Osuna y la

de Vallesantoro o de Ayauz de Ureta en Sangüesa.

La fachada del convento se articula en dos cuerpos donde predomina el vano sobre el

muro, siendo estos los que dan ritmo al conjunto. En el primer cuerpo aparecían nueve vanos

abocinados de medio punto que servían para iluminar y ventilar las dependencias del primer piso

del convento. Esta disposición se repetía en el segundo cuerpo aunque donde encima de esos

vanos aparecían otros más pequeños que eran las cámaras y la buhardilla del edificio, donde se

almacenaban el grano y otros alimentos. Además, en la esquina que da a la plaza se levantaba

una torre palomar que daba a la huerta del convento. Tenía planta una cuadrada de grandes

dimensiones y en cada uno de sus lados se abrían tres vanos de medio punto con ricas celosías de

yeso caladas con temas historiados, su parte superior se remataba por una cubierta de tejas a

cuatro aguas en cuyo vértice se dispuso una veleta de hierro.

En esta fachada destaca la portada que daba acceso al convento, que no se encuentra en el

eje de simetría sino desplazada hacia uno de los lados, junto a la iglesia. Esta portada, de la

primera mitad del siglo XVIII, es de reducidas dimensiones comparada con la de la iglesia, pero

tenía un gran valor, aunque en la actualidad no se conserva como se concibió en su momento. Se

compone de dos cuerpos, el primero un vano rectangular flanqueado por columnas de orden

toscano, que se levantan sobre pequeños pedestales, y entablamento quebrado rematado por una

especie de jarrones en los extremos, mucho más sencillos que los de la portada de la iglesia. En

este segundo cuerpo se encontraba tallado el escudo de la familia Galiano, el mismo que se

disponía en la portada de la iglesia pero con un yelmo. Encima había un Corazón de Jesús

atravesado por una flecha, símbolo de la orden agustina y coronando todo este cuerpo aparecía

Cristo crucificado. Todo el conjunto quedaba rematado con una espadaña de un solo cuerpo

donde se albergaba una campana. En la actualidad no se conserva ninguno de los escudos debido

a que se destruyeron cuando estalló la Guerra Civil.

Respecto a los artistas que trabajaron en la construcción y la decoración de la nueva

iglesia venían del reino valenciano. Un inventario sobre todos sus bienes, que debe realizar la

comunidad para el Estado en 1837, determina que las obras figurativas provenían tanto de

talleres valencianos como murcianos. El carácter fronterizo determina que a Almansa, aunque

bajo la jurisdicción de la diócesis de Cartagena, fueran a trabajar, además de artistas de esa zona,

otros que provenían del reino valenciano, trayendo nuevos modelos constructivos y figurativos.

El número de obras plásticas que han llegado hasta hoy día es reducido en comparación

con lo que se ha perdido. Gracias al inventario de 1837 y al testimonio de una religiosa que vivió

en el convento, nos podemos hacer una idea del número de pinturas que se conservaban,

aproximadamente un total de treinta lienzos. En el crucero del lado del evangelio se encontraba

un gran lienzo que ocupaba toda la pared cuyo tema era la representación del martirio y

crucifixión de san Pedro. Se sabe que su moldura medía 0’50 cm. de ancho y estaba decorada de

hojas carnosas y volutas doradas. En las pilastras de la iglesia había siete cuadros, en el coro alto

cuatro, en el coro bajo cinco y en la sacristía del templo cuatro.

En la capilla mayor se ubicaba un retablo de estilo neorrománico que se lleva a cabo en

1897 por los talleres de Gea de Valencia y que es donado por los marqueses de Montortal.

Sabemos por el inventario de 1837 que esa zona de la iglesia estaba desprovista de retablo,

encontrándose pintada. En la hornacina central estaba la imagen de vestir de la Virgen de la

Consolación, del escultor murciano Roque López, realizada en 1806. A los lados de ésta se

12

disponían dos imágenes de menor tamaño: un san Agustín y su madre, santa Mónica. A diferente

nivel de la hornacina central había otras dos más pequeñas, ocupadas por el Sagrado Corazón de

Jesús y el Corazón de María. Por la crónica escrita de una de las monjas sabemos que la madera

del retablo fue consumida para la estufa de unas escuelas de Almansa durante la Guerra Civil.

De las cuatro capillas laterales, muy sencillas sobre presentaban retablo dos de ellas, las

del lado del evangelio, con una imagen que cada una tenía. En el coro bajo se encontraba

también un altar con otro retablo. En la actualidad solo encontramos un retablo de alabastro de

1960 ubicado en uno de los brazos del crucero, en el lado del evangelio. Es de pequeñas

proporciones y en su hornacina se encuentra una imagen del Sagrado Corazón de Jesús de la

segunda mitad del siglo XX proveniente de los talleres valencianos.

3. Intervenciones, restauraciones y nuevos usos.

Una de las consecuencias de cualquier enfrentamiento armado es el daño y la merma al

patrimonio artístico. La Guerra de la Independencia supuso un episodio dramático en el campo

del patrimonio artístico español. Muchos edificios fueron destruidos y numerosos objetos

desaparecieron, víctimas de la rapiña o de la necesidad. Para entender esta pérdida hay que tener

en cuenta tres hechos básicos: las consecuencias directas de la batalla, las piezas robadas por el

enemigo y la venta de piezas artísticas para la obtención de dinero efectivo con el que asegurar la

supervivencia.

La ciudad de Almansa sufrió el paso de las tropas francesas el 3 de julio de 1808. Este

episodio se produce cuando la columna del ejército francés mandada por el general Moncey,

durante su repliegue al fracasar el intento de tomar la ciudad de Valencia, pasa el puerto de

Almansa y es detenida unas horas por ciudadanos de esa villa que les presentan batalla.

Probablemente como represalia a este hecho los franceses entraron a saco en Almansa y se

dedicaron a destrozar puertas y ventanas de casas, ermitas y templos para llevarse cuanto en ellas

hallaron de valor. El convento de las agustinas se libró de la rapiña gracias a la intervención de

tres soldados franceses que defendieron a las religiosas de sus mismos compañeros, si no

probablemente hubiera sido saqueado como lo fue la iglesia de la Asunción.

Por otro lado, la desamortización del patrimonio del clero regular o conventual que se da

durante las regencias de María Cristina de Borbón (1833-40) y la de Espartero (1840-43), ideada

e iniciada por Mendizábal en 1836, supuso otro duro golpe al patrimonio artístico-cultual

español. El convento de las agustinas de Almansa se libra de su disolución y de la enajenación de

todos sus bienes al contar con más de doce religiosas en el momento que aplica el decreto real.

Aun así, se le desamortizaron treinta y tres propiedades, en total unas 397 hectáreas que si en

superficie no supuso mucho sí lo fue en valor económico, unos un millón ciento treinta y dos

mil reales de vellón en total, porque eran tierras de regadío.

Como ya ha sido mencionado, las agustinas de Almansa, el 25 de agosto de 1837,

elaboran un inventario del convento al igual que hacen otras comunidades religiosas. En dicho

documento figuran el número de monjas que formaban la congregación, las fincas rústicas y

urbanas, los censos, las cargas, las deudas incobrables y contra la hacienda, etc., junto con el

inventario de los bienes muebles que tenían tanto la iglesia como la zona de clausura. Se recogen

un total de diecisiete religiosas. Los bienes muebles son los que normalmente poseía un convento

para la vida diaria y ciertas fiestas que se celebraban a lo largo del año. Gracias a este escrito

tenemos noticia del estado patrimonial de la comunidad en ese momento, lo cual nos servirá

además para ver lo que ha sido alterado, lo que se dañó o lo que desapareció a lo largo del siglo

siguiente.

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Al estallar la Guerra Civil española en la zona republicana se desató una feroz ola de

anticlericalismo que, aparte de cobrarse vidas humanas, supuso un duro golpe para el patrimonio

artístico español. Si, como hemos visto, el convento de las agustinas de Almansa se libró de los

efectos dañinos de la Guerra de la Independencia y la Desamortización de Mendizábal, en esta

ocasión no tendrá tanta suerte. Así pues, el fracaso de la sublevación militar contra el gobierno

republicano en julio de 1936 en la provincia de Albacete se saldó en Almansa con la detención y

traslado a Valencia de la guarnición de la Guardia Civil que lo había apoyado. Tras ello se

produjo el asalto y la destrucción de los bienes de convento cuya iglesia fue incendiada. Las

religiosas fueron obligadas a exclaustrarse aunque no sufrieron ningún daño puesto que fueron

protegidas por el entonces alcalde José Hernández de la Asunción. Al igual que todos los

edificios religiosos de Almansa durante la Guerra Civil, el inmueble fue secularizado y cedido

para su uso militar a favor de las Brigadas Internacionales. El edificio agustiniano en concreto

sirvió de garaje, de cocina y de comedor para las tropas. Como curiosidad añadir que todos los

escudos nobiliarios de los patrones del convento fueron picados y destruidos. Con esta damnatio

memoriae se pretende eliminar todos símbolos de los que se consideraban opresores y

responsables del atraso social y económico de España. Con ese planteamiento no es extraño que

al mismo tiempo se destruyera el monolito que conmemoraba la batalla de Almansa ubicado en

una céntrica plaza de la localidad.

Al finalizar la Guerra, en abril de 1939, el convento se habilitó como prisión para albergar

a los presos del Partido Judicial de Almansa. La cárcel permaneció abierta durante catorce meses

y en ella llegó a haber más de ochocientos reclusos. A lo largo de ese año se celebraron tres o

cuatro tandas de Consejos de Guerra, con juicios sumarísimos en los que se sentenciaba a

muerte, en unos minutos y sin garantías procesales a decenas de personas acusadas, -

paradójicamente por haber sido defensores de la legalidad republicana-, de “auxilio a la

rebelión”. Los condenados permanecían aislados en la iglesia del Convento, donde llegaron a

concentrarse sesenta personas hasta el momento de su traslado y ejecución en la tapia del

cementerio almanseño. Entre julio y noviembre de 1939 fueron fusilados en Almansa 106

personas, entre ellos, la antigua corporación municipal que presidía José Hernández de la

Asunción. En 1940 se cierra la cárcel y se trasladan los presos, por las presiones de las monjas

agustinas para recuperar el edificio. A partir de ese momento se inician las obras de

acondicionamiento para volver de nuevo a su función anterior. Éstas no pudieron volver al

Convento hasta junio de 1945, cuando finalizaron las obras de reconstrucción y

acondicionamiento sufragadas mayormente por el Ministerio de Obras Públicas y la Dirección

General de Prisiones aunque también hubo alguna iniciativa particular, tal como muestra una

placa conmemorativa agradeciendo el patrocinio de la obra.

Iglesia del convento de las agustinas. Almansa.

Placa conmemorativa de la rehabilitación del inmueble tras la Guerra Civil.

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Como consecuencia de lo anterior se perdieron gran parte de las obras plásticas y la

decoración interior de la iglesia sufrió graves daños. Entre estos elementos decorativos del

interior que no se dañaron estarían la línea de cornisa, el florón de yeso de la bóveda y el

pavimento de ladrillo cuadrado de motivos decorativos. Por tanto, la actual ornamentación de los

zócalos, pilastras, entablamento, muros, etc., no tiene nada que ver con lo que fue en su

momento.

En la actualidad se conservan en el templo sólo cuatro lienzos que se sitúan en las

pechinas de la cúpula. Su difícil accesibilidad les salvó de la destrucción. En ellos se representan

de cuerpo entero los cuatro evangelistas, cada uno con su símbolo característico. En el lado del

evangelio se encuentran san Lucas y san Juan mientras que en el de la epístola está san Marcos y

san Mateo. Se desconoce su autor, pero presentan los rasgos propios de finales del siglo XVIII.

En el año 1945, en que la iglesia fue pintada, el pintor local Melanio Morales, limpió estas

pinturas con cebollas partidas con el fin de quitarles el polvo y la cascarilla y después las repintó.

En esa época era usual utilizar esa práctica de limpieza.

Iglesia del convento de las agustinas. Almansa. Detalle de dos lienzos en las pechinas de la bóveda que

representan a San Marcos y San Mateo.

En 1967 se realizaron unas reformas9 para acondicionar de nuevo el convento, entre ellas

se derribó, por encontrarse en mal estado, la torre palomar que se ubicaba en una de las esquinas

del edificio y parte del convento anexa a ésta. Ese espacio dio lugar a un solar de poco más de

156 m² donde se levantó un edificio de planta baja y un piso con un total de dos viviendas para

las familias que estaban a cargo de la comunidad. Desde el mismo se abrió un nuevo acceso al

convento, ya que la puerta original se tapió por dentro. Con ello desapareció un elemento

singular del conjunto optándose por la demolición y sustitución del mismo por un desafortunado

edificio que no guarda ninguna armonía con el resto de conjunto. De este modo, predominaron

los criterios funcionales, en relación con una reorganización del espacio conventual, en

detrimento de otros aspectos, no sólo relacionados con cuestiones estéticas sino con el respeto y

conservación del patrimonio.

9 Ver apéndice fotográfico.

15

Por otro lado, en el patio se construyó un panteón para albergar los restos de las religiosas

cuyos cuerpos yacían en tumbas dispuestas en un pequeño cementerio junto a la huerta.

También se llevaron a cabo obras de consolidación y reformas en el edificio conventual,

por parte de la comunidad, como fueron la ampliación del coro bajo donde se tomó unos metros

de la nave del crucero. Por tanto, estas modificaciones alteraron también partes de la disposición

interna del conjunto como la sacristía y el coro en lado de la epístola que se abrió para

comunicarlo con las dependencias del convento. Como curiosidad añadir que la cruz que adorna

y corona este coro se realizó con el material fundido de la veleta que remataba la torre, de esta

manera vemos un reaprovechamiento de los materiales por cuestiones económicas porque para

sufragar todos estos gastos se decidió vender algunas de las propiedades como el huerto, lugar

donde se levanta la Escuela Taller, y otras tierras en los alrededores de la villa.

Es importante destacar la creación de la plaza que da al convento que fue denominada de

San Agustín y, popularmente, conocida como “Plaza de las monjas”. Este espacio de planta casi

cuadrada no se formó con un plan, de esta manera la edificación del nuevo convento en el siglo

XVIII, junto a la casa-palacio de los marqueses de Montortal y su bodega dan lugar a la plaza

que vemos hoy. Actualmente la plaza de san Agustín no presenta el mismo aspecto que tenía

cuando se creó, de hecho se encuentra elevada sobre el nivel de la calle que en algunas zonas

alcanza más de un metro de altura. En torno a 1980 se realizó una reforma llevada a cabo por el

Ayuntamiento. Fue una mala intervención ya que no se estudiaron los problemas que podía

ocasionar el levantamiento. Como consecuencia de esto se produjo una pérdida de la visión

directa de todo el conjunto del edificio agustiniano y un ocultamiento de todo el basamento de la

obra. Además, en la casa de los marqueses de Montortal se han producido humedades y una

merma del tamaño de las ventanas a ras del suelo que iluminan las bodegas del edificio. No se

conserva ningún proyecto donde aparezca reflejado esta intervención por lo que no hay una

constancia oficial del motivo de la obra. Algunos funcionarios municipales cuentan que en aquel

Iglesia del convento de las agustinas. Almansa. Plaza de San Agustín. En 1922 (derecha) y aspecto actual (izquierda)

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entonces la plaza se encontraba en malas condiciones debido a que las raíces de los grandes

árboles sobresalían por encima del suelo y constituían un gran peligro. Lo cierto es que con esta

actuación se desvinculó la fachada de la iglesia con la plaza y con el resto de edificios

adyacentes, rompiéndose con el único ejemplo de plaza del siglo XVIII que quedaba intacta en la

ciudad de Almansa. En la actualidad se encuentra instalada en el centro de la misma una fuente

de hierro que sustituye a un antiguo monolito que se encontraba en este mismo lugar.

Otra de las intervenciones importantes en el edificio fue la restauración de la fachada de

la iglesia y la portada del convento que comenzó el 19 de noviembre de 1997 y finalizó en el mes

de mayo de 1998, bajo la dirección del arquitecto técnico Antonio Ferrándiz Esteban y del

constructor Fermín Tomás que fue el encargado de montar los andamios. Además, intervino

Alfonso Valiente, maestro cantero de Alcalá del Júcar que talló algunos de los elementos

ornamentales que habían desaparecido. Entre ellos repuso algunos sillares y esculpió algunas de

las volutas con hojas vegetales que decoran los capiteles y el escudo de la portada del convento.

Durante esa actuación se optó por no restituir los escudos destruidos durante la Guerra Civil en la

portada de la iglesia, si hasta este momento se podían ver en los recuadros que los enmarcaban

las señales de los mismos actualmente vemos dos paramentos lisos.

Si en el exterior que da a la calle Aragón se llevó a cabo una restauración del zócalo, en la

fachada se agrandaron las ventanas. De esta manera, se alteró su forma original al alargarlas y

darles una forma rectangular organizándose con una estructura adintelada que eliminaba el arco

rebajado que las coronaba. De nuevo prevalecieron los aspectos utilitarios puesto que la finalidad

de esta ampliación de los vanos fue la de iluminar mejor algunas dependencias del convento.

Asimismo, el espacio donde se encontraba el escudo de los Galiano con el yelmo encima de

puerta convento lo ocupa una ventana rectangular, puesto que se decide no recuperar su aspecto

original. El costo total de la restauración ascendió a seis millones de pesetas, de los cuales dos

millones fueron concedidos por la Diputación de Albacete y el resto fueron donativos entregados

por el Obispado de Albacete y por personas anónimas.

En agosto de 2007 la orden agustina decidió clausurar el convento de Almansa donde

quedaban tan solo cuatro religiosas que fueron reubicadas en otras comunidades de la misma

orden, así dos ingresaron en la de Úbeda y las otras en Requena. La iglesia del convento se

desacralizó y el sagrario se trasladó, una vez desarmado, a Requena, mientras que las imágenes

se transportaron a Baeza. El convento de Almansa era la única comunidad agustina que quedaba

en la diócesis de Albacete ya que los masculinos de Alcaraz, El Bonillo y Albacete

desaparecieron con la Desamortización de Mendizábal, quedando de ellos únicamente algunos

bienes muebles que pasaron a otras iglesias.

Ese mismo año, el edificio fue adquirido por un particular, José Luis Navalón, director de

Salones Ramona, empresa de restauración hostelera especializada en la celebración de eventos

que llevó a cabo una restauración de la iglesia y otras dependencias del convento cuyas labores

duraron aproximadamente un año. Estas se centraron principalmente en la limpieza y pintura de

la iglesia y en el acondicionamiento de otras estancias. Entre ellas destaca la remodelación de la

llamada “casa de la monjera”, nombre dado al edificio levantado en el interior del convento para

viviendas que hemos mencionado se habilitó en la planta baja del mismo el llamado Centro de

Investigación y Documentación de la Batalla de Almansa. Este espacio está formado por una

pequeña sala en la que se llevan a cabo proyecciones sobre dicha batalla, otra sala de exposición

relacionada con la misma y una biblioteca especializada en el tema de la Guerra de la Sucesión.

La ubicación de este espacio cambiará al trasladarse de lugar a un nuevo edificio cuyas obras

están muy próximas a su finalización.

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El ayuntamiento de la ciudad firmó un acuerdo con la empresa propietaria para incorporar

el templo a la actividad y recorrido turístico que realiza la Oficina de Turismo de la localidad.

También ha sido utilizado para albergar algunas actividades culturales como la entrega de los

premios del certamen de pintura rápida. Pero lo más destacado son las intenciones de sus dueños

para desarrollar labores de restauración y acondicionamiento de todo el inmueble, de manera que

en un futuro, pueda ubicarse en su interior un hotel, adecuando todas las celdas del convento, y

un restaurante. Hasta el momento dicha realización se encuentra en fase de proyecto debido al

ingente esfuerzo económico necesario para emprenderlo. Por ahora, la empresa propietaria

celebra ceremonias civiles en la antigua iglesia y organiza banquetes otras dependencias de la

planta baja que han sido habilitadas para ello. Así en el patio se ha derribado el panteón,

construyéndose dependencias destinadas a cocinas y un espacio cubierto y acristalado de carácter

provisional.

El proyecto se ha encargado a la firma de arquitectos Alcocel-Barrachina con experiencia

en rehabilitaciones de edificios que comprenden desde algunos declarados BIC hasta

rehabilitaciones y reformas de viviendas unifamiliares pasando por edificios catalogados o

protegidos de uso privado o públicos. Entre estas obras destacan la rehabilitación de la antigua

fábrica de calzado Sendra para un centro cívico-cultural en la localidad de Almansa.

La intervención contempla tres grandes áreas en el conjunto. La primera sería la de la

iglesia que es considerada como zona existente sin actuación después de haberse procedido a su

restauración. La segunda correspondería a las dependencias conventuales y se define como zona

existente que se rehabilita, aquí es donde se llevaría a cabo una importante transformación puesto

que se cubriría el patio con un lucernario, se dispondrían una recepción, habitaciones para

huéspedes, un salón social y un museo. Respecto a esa última esta estancia, se ha pensado

habilitar un museo el lugar que fue la antigua cárcel durante la postguerra. Las obras en este

recinto sacaron a la luz un interesante conjunto de grafitis que atestiguan el paso de prisioneros

en este lugar. Conservar esos testimonios y no borrarlos contribuiría al restablecimiento

potencial del edificio como obra artística donde el transcurso del tiempo ha dejado sus huellas, lo

mismo que se ha hecho en la portada de la iglesia al no restablecer los escudos de los fundadores.

Finalmente, la tercera área se considera en el proyecto como una zona de ampliación de obra

nueva situada en el patio, lugar donde está proyectado levantar un salón de banquetes.

4. Consideraciones finales.

De este modo, hemos visto la evolución del convento de las agustinas de Almansa desde

su fundación inicial. Salió indemne de los efectos desastrosos para el patrimonio artístico español

producidos por acontecimientos del devenir histórico español como fueron la Guerra de la

Independencia o la Desamortización de Mendizábal. Si con la citada guerra algunos de sus

bienes muebles podían haber servido como botín, con la obra desamortizadora podía haber

desaparecido o destinado a otro uso y todo su patrimonio enajenado. De lo que no se libró fue de

la furia anticlerical que se produce en la zona republicana durante la Guerra Civil, quedando

bastante dañado y destruido gran parte de su patrimonio. Asimismo, en esa época y durante la

más inmediata postguerra es destinado a otros usos.

Por otro lado, en la segunda mitad del siglo XX es objeto de una intervención que altera

su aspecto externo original, continuándose con la remodelación del entorno de la plaza donde se

ubica y, posteriormente, volviendo a transformarse su fisonomía con la restauración de la zona

exterior. Finalmente, en la actualidad ya no cumple la función para la que fue concebido, en su

interior se realizan celebraciones, y se ha proyectado para que albergue un hotel y un restaurante,

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algo muy poco frecuente en el nuestro país frente a lo que ocurre en el ámbito anglosajón que ve

en el patrimonio un elemento generador de riqueza.

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APÉNDICE FOTOGRÁFICO

Convento de las agustinas. Almansa. Fachada de la Iglesia y entrada principal del convento, al lado la torre

palomar.

“Casa de la monjera”. Lugar que

ocupaba la torre palomar.

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Convento de las agustinas. Almansa. Vista de la nave central desde el coro.

Convento de las agustinas. Almansa. Vista de la nave central desde la reja del coro.

21

Convento de las agustinas. Almansa. Aspecto actual de la antigua cárcel.

Convento de las agustinas. Almansa. Panteón de la ampliación de 1967, actualmente destruido.

22

Convento de las agustinas. Almansa. Placa conmemorativa de las obras de 1967.

Convento de las agustinas. Almansa. Escudo de la familia Galiano.

23

Convento de las agustinas. Almansa. Proyecto del hotel, restaurante y salón de banquetes.

Convento de las agustinas. Almansa. Proyecto del hotel, restaurante y salón de banquetes.

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