el dÍa dorado · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio...

19
U r s u l a D u b o s a r s k y EL DÍA DORADO

Upload: others

Post on 09-Apr-2020

0 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

U r s u l a D u b o s a r s k y

EL DÍA DORADO

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 5 1/8/18 3:24 PM

Page 2: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 6 1/8/18 3:24 PM

Page 3: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

Tanto el miedo y la noche se disipan:y las campanas marcan la hora nona:

las colegialas cruzan ya la luzy tocan lo innombrable y lo Divino.

¡Ve detrás de mí, Sombra de la Muerte!¡Aguarden un momento, Eternidades!Que ya están conmigo la mañana y el

aliento apresurado de las niñas.

“Las colegialas a toda prisa”John Shaw Neilson

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 7 1/8/18 3:24 PM

Page 4: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 8 1/8/18 3:24 PM

Page 5: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

1

Todo en un día de verano

El día comenzó con el ahorcamiento de un hombre y ter-minó con el ahogamiento de otro. Pero cada año la gente muere y sus fantasmas deambulan en los jardines públi-cos; se esconden detrás de las estatuas grises y oscuras como gatos salvajes, sus pequeños pasitos y su secreta respiración se amortiguan por el sonido del caer del agua de las fuentes y de los lagos tranquilos.

—El día de hoy —dijo la maestra Renshaw— saldre-mos al hermoso jardín para pensar en la muerte.

Las niñas se sentaron en filas al sonar de las campa-nas que indicaban el inicio de clases. Su maestra hizo una pausa con gravedad. Se miraron para revisar las impeca-bles corbatas a rayas que llevaban en el cuello y el cabello bien peinado.

—Tengo que decirles que el día de hoy se ha cometi-do un acto propio de la barbarie —dijo la maestra Rens-haw—. A las ocho de la mañana ahorcaron a un hombre en el cadalso.

¡Ahorcado! La maestra Renshaw llevaba un periódico do-blado en la mano. Dio un golpe con él en el pizarrón. Se hizo una nube de polvo y las niñas brincaron en sus asientos.

—¡En Melbourne!

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 9 1/8/18 3:24 PM

Page 6: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

10

Urs

ula

Dub

osar

sky

¡En Melbourne! En realidad, no sabían dónde quedaba Melbourne. Para ellas, Melbourne era como una ciudad lejana; era Florencia o Venecia, una ciudad al sur, dorada y llena de flores. Pero ahora sabían que era cruel y som-bría, llena de asesinos, criminales y asesinos del estado. En Melbourne había una prisión con un muro muy alto y detrás de él, en el patio, había una horca, y a las ocho de la mañana de ese mismo día habían ahorcado ahí a un hombre llamado Ronald Ryan.

Ahorcado. Ve tú a saber qué otras cosas sucedían en Melbourne. Eso decía Cubby. Pero Ícara, que había ido una vez a Melbourne con su padre en un tren que tardó toda una noche en llegar, negó con la cabeza.

—No es así para nada —dijo—. Es igual que aquí, solo que allá no hay tantas palmeras.

Hay que confiar en Ícara, que se fija en cosas tan par-ticulares como las palmeras, mientras las personas eran asesinadas en las calles o se las llevaban y las ahorcaban, pensó Cubby.

La maestra Renshaw les hizo una seña a las niñas para que se pusieran de pie y se acercaran al frente. Con sus calcetas blancas bien estiradas hasta las rodillas se colo-caron alrededor de ella.

—¿Qué hizo el hombre, maestra Renshaw? —pregun-tó Bethany, la niña más pequeña del salón. Tenía unas piernas pequeñas, unas manos pequeñas y una cabeza muy pequeña. Pero sus ojos eran luminosamente gran-des—. ¿El hombre al que ahorcaron?

—No hablaremos de eso por ahora —dijo la maestra Renshaw evitando la mirada de alarma de Bethany—.

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 10 1/8/18 3:24 PM

Page 7: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

11

El d

ía d

orad

o

¿Ustedes creen que está bien aprehender a un hombre y ahorcarlo, a sangre fría, a las ocho de la mañana? Sin im-portar lo que haya hecho.

Las niñas estuvieron de acuerdo en que eso sonaba como algo muy cruel; especialmente a las ocho de la ma-ñana de un día tan bonito y caluroso, cuando todo estaba tan lleno de vida. Era mejor ahorcar a una persona en la noche, cuando todo ya era triste y oscuro.

La maestra Renshaw volvió a dar un golpe con el pe-riódico, pero esta vez sobre el escritorio. Las niñas retro-cedieron.

—Así es, niñas, saldremos a ese maravilloso jardín para reflexionar acerca de la muerte.

La maestra Renshaw está loca, eso es lo que decía la mamá de Cubby. Aun así, tienes que hacer lo que te pida, Cubby. Recuerda que ella es la maestra.

—¿Y qué tal que nos pide que nos arrojemos al río siete veces para curarnos de lepra? —le preguntó Cubby recordando el relato de la Biblia que Amanda, una de las prefectas mayores, les había leído en voz alta en la capilla.

Éste envió a un mensajero a decirle: “Ve y lávate siete ve-ces en el Jordán. Tu carne te renacerá y quedarás limpio”.

La voz de Amanda se había alzado como humo detrás del águila de madera sobre el cual se encontraba la Versión Es-tándar Revisada de la Biblia. Amanda significaba “apta para ser amada” en latín; eso les había dicho la maestra Renshaw. Ella era “apta para ser amada”, con esas trenzas largas y her-mosas como la cuerda que los marineros arrojaban, para atar el ferry al muelle, en el trayecto de la casa a la escuela. Todos admiraban a Amanda y no solo por su cabello.

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 11 1/8/18 3:24 PM

Page 8: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

12

Urs

ula

Dub

osar

sky

—Bueno, vamos paso a paso —dijo la madre de Cu-bby—. Primero veamos si te da lepra.

La maestra Renshaw dejó el periódico sobre el escrito-rio y dio un paso al frente. La maestra Renshaw era alta, noble y fuerte. Tenía el cabello rojo y mullido. Era como un león. Se paró junto a la puerta del salón para esperar a que las pequeñas encontraran sus sombreros de ala ancha con listones azules, previo a que abandonaran la seguri-dad que les proporcionaba las instalaciones de la escuela.

El suyo era un grupo muy pequeño. Solo había once niñas; como once hermanas de la misma edad en una fa-milia grande. Cubby, Ícara, Martine, Bethany, Georgina, Cynthia, Elizabeth, Elizabeth, Elizabeth, Elizabeth y la silenciosa Deirdre. Como era un grupo muy pequeño, les habían asignado un salón igualmente pequeño, ubicado en la parte alta de la escuela. Después de subir las esca-leras hasta un cuarto piso, bastante entrado en el cielo, como una colonia de pequeñas aves que anidan en un acantilado, sacudidas por el viento acompañado de los fuertes sonidos de la ciudad que subían por la colina en la brisa del océano.

—¡Niñas! —les gritó la maestra Renshaw alisándose el cabello, mientras corrían escaleras abajo haciendo al-boroto durante sesenta y siete escalones en total—. Tó-mense de las manos y no corran.

Cubby tomó a Ícara de la mano, tal como lo había he-cho en su primer día de clases, sola y aterrada. Cubby prefería estar con Ícara que con Martine o Georgina o Cynthia o Bethany o Deirdre o Elizabeth o Elizabeth o Elizabeth o Elizabeth, aunque esta última Elizabeth le

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 12 1/8/18 3:24 PM

Page 9: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

13

El d

ía d

orad

o

caía bien; tenía un hermanito que no podía caminar y te-nía que ir a una escuela especial a bordo de un autobús especial y una vez Cubby había ido a su casa cuando su hermanito estaba ahí y ambas lo habían empujado hasta el jardín en su silla de ruedas y ¡cómo lo había disfrutado el niño! Casi se le doblaba el cuello para atrás de la risa; se reía a todo pulmón como una cucaburra.

Las niñas se desplazaron del salón al patio de juegos como una nube, y ahí esperaron tomadas de la mano, como les habían enseñado, frente a la puerta amarilla que conducía al ancho mundo. La maestra Renshaw se movía entre ellas a lo largo del camino de piedras. Traía un vestido rojo pálido que tenía un patrón geométrico de cuadros y triángulos entrelazados en colores verde y púr-pura. También traía un collar de piel con un ámbar en forma de lágrima que brillaba a la luz del sol.

—Muy bien, niñas —dijo la maestra Renshaw—. Sin gritar, chillar ni dar de alaridos. Recuerden que fuera de estos muros, ustedes representan a la escuela.

Quitó la tranca. La puerta se abrió produciendo un suave rechinido y las niñas salieron disparadas; once colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel.

La maestra Renshaw dio unos cuantos pasos y se colo-có majestuosamente hasta delante, con su vestido pálido y geométrico. No le era difícil seguirles el paso a pesar de que ya era una mujer mayor. Aunque en realidad no era tan grande como otras maestras de la escuela. Qué asus-tada llegó Cubby en su primer día de clases; ¡nunca había

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 13 1/8/18 3:24 PM

Page 10: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

14

Urs

ula

Dub

osar

sky

visto a tantas ancianas juntas! Con sus cabellos blancos, grises e inclusive amarillos, y olían a perfumes antiguos, polvos de arroz y cigarros. Una maestra estaba tan joroba-da que parecía una lavandera de cuento, con el rostro siem-pre hacia el piso, escabulléndose en los pasillos de linóleo con unos libros bajo el brazo, murmurando cosas para sí misma. Otra llevaba una red en el cabello —Cubby nun-ca había oído cosa semejante— y varias llevaban algunos panecillos apilados en la punta de sus rostros poderosos y antiguos, como las mujeres africanas que aparecían en los libros y que llevaban cántaros de agua desde el pozo.

Las niñas corrían por el camino detrás de la escuela, entre los olorosos montones de basura y las alcantari-llas que borboteaban. Corrían entre hombres descalzos y adormilados, entre mujeres medio desnudas que fuma-ban en los porches de las casas y frente al pequeño muro afuera de la iglesia descarapelada que se encontraba bajo las sombras de las torres de departamentos. Sus zapatos negros repiqueteaban al bajar las escaleras de arenisca, mientras se dirigían hacia los árboles y al agua burbu-jeante de los Jardines del Memorial de Ena Thompson .

—¡Esperen! —gritó con voz de trueno la maestra Renshaw cuando las niñas llegaron al borde de la ban-queta—. ¡No se crucen la calle hasta que yo les diga!

Los autos pasaban. Un perro no paraba de ladrar. Todas chocaron entre sí al acomodarse en la banqueta; esperaban.

—Quédense quietas para que pueda contarlas —dijo la maestra Renshaw—. ¿Se nos perdió una?

Al otro lado de la calle se alzaba sobre ellas la cerca enredada que tenía unas palabras en espirales de metal,

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 14 1/8/18 3:24 PM

Page 11: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

15

El d

ía d

orad

o

pintadas en letras doradas en forma de arco. De la “M” de “Monumento” colgaba una telaraña brillante. La maestra Renshaw sostuvo una mano en lo alto, sus largos dedos se movían como unas pálidas serpentinas de papel.

—Diez, once. Bethany, tu sombrero está sucio. Eliza-beth, sí, tú, Elizabeth, súbete las calcetas. Cubby, traes las agujetas desamarradas. No estoy dispuesta a llevar a unas niñas tan mugrosas a un lugar público. Recuerden para qué han venido aquí.

¿Para qué habían venido? Se miraron unas a otras con el ceño fruncido. Ah, sí, a reflexionar acerca de la muerte...

—Miren para ambos lados y crucen con cuidado.Cubby se agachó para amarrarse las agujetas. Con la

cabeza en esa posición alcanzó a ver un poco de agua a través de la cerca y la vegetación; partes del gran Océano Pacífico que pasaba en olas heladas de un color gris acero y que se extendía más allá de los yates, los transbordado-res y los botes de remos, más allá de las Cabezas, de Tai-tí, de las Islas Sándwich, pensó Cubby, donde el capitán Cook navegó en su pequeño bote y fue devorado.

—¡Espérame, Ícara! —gritó Cubby enderezándose al ver a Ícara que cruzaba el camino dando brincos a tra-vés del aire tibio con olor a púrpura. Sintió que una de sus agujetas aún no estaba bien amarrada, pero no había tiempo para detenerse y arreglarla.

—¡Ícara, Cubby! ¡Manténganse juntas! —les gritó la maestra Renshaw detrás.

Espérenme.

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 15 1/8/18 3:24 PM

Page 12: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 16 1/8/18 3:24 PM

Page 13: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

2

En el hermoso jardín

Todas conocían, hasta la pequeña Bethany con sus ojos enormes, el verdadero motivo por el que la maestra Ren-shaw quería ir a visitar los jardines esa mañana. No era para que reflexionaran acerca de la muerte. La maestra Renshaw quería ver a Morgan.

Morgan trabajaba en los jardines. Lo habían conoci-do un día en que habían llegado ahí con lápices y hojas de papel en mano, listas para hacer dibujos de hojas de los árboles y plantas para su clase de Ciencias Natura-les. Morgan estaba sentado bajo la enorme higuera junto al muro que daba al mar, con la espalda recargada en el tronco y los ojos cerrados; fumaba un cigarro.

—Como Buda bajo la higuera de Bengala —había dicho más tarde la maestra Renshaw— esperando la iluminación.

¿Había sido la iluminación? ¿O el ruido de las niñas lo que hizo que Morgan abriera los ojos? Tenía unos ojos hermosos, suaves, cafés, húmedos por las lágrimas, como un juguete disecado. Arrojó su cigarro y se puso de pie, muy alto con sus botas lodosas, con su camisa y pantalo-nes azules y un sombrero gris caído.

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 17 1/8/18 3:24 PM

Page 14: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

18

Urs

ula

Dub

osar

sky

—Buenos días, señoritas —dijo él llevándose una mano a la suave barba de diente de león.

Las niñas se dispersaron. A ellas no les interesaba Mor-gan para nada. Pero a la maestra Renshaw, sí. Se recargó junto a él en el muro que daba al mar y ambos miraron hacia el Océano Pacífico y Morgan le contó todo sobre él. Trabajaba en los Jardines del Memorial de Ena Thompson ; podaba el pasto, arrancaba la maleza, plantaba algunas flores, podaba los arbustos, barría los senderos, cortaba las ramas de los árboles, se encargaba de que el lago para los patos siempre tuviera agua y de quitar las hierbas que caían sobre la fuente clara que parecía pastel de bodas.

La maestra Renshaw les había contado, cuando vol-vieron al salón de clases, que Morgan era un poeta ade-más de jardinero.

—Ya sabía que era poeta —dijo la maestra Renshaw— antes incluso de que abriera la boca para decir buenos días.

—¿Cómo lo sabía? —preguntó Georgina con curiosidad.La maestra Renshaw no dijo nada. Simplemente lo sa-

bía. La maestra Renshaw amaba la poesía.—Y aún más que la poesía, amo a los poetas —reco-

noció la maestra Renshaw—. Alguien que se ha atrevido a decir: “Mi vida es hacer poesía” es una persona valiente.

—¿Por qué es valiente? —preguntó la Elizabeth más alta.

—Porque los poetas son pobres —dijo la maestra Renshaw.

¿Por qué eran pobres?—La gente necesita poesía, pero no pagan por ella —

explicó la maestra Renshaw—. La mayor esperanza de

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 18 1/8/18 3:24 PM

Page 15: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

19

El d

ía d

orad

o

un poeta, queridas niñas, es encontrar a un mecenas. A alguien capaz de proveerles de dinero y de un refugio de paz y tranquilidad para que puedan escribir sus poemas.

—Como un esposo —dijo Georgina.—En cierto sentido —concedió la maestra Renshaw

con frialdad.—¿Para qué necesita dinero? ¿Es muy caro escribir

poesía? —preguntó Cubby confundida.—Es difícil obtener un trabajo cuando escribes poe-

mas —dijo Cynthia con cierto aire de sofisticación.¿Por qué?, se preguntó Cubby, aunque no lo expresó en

voz alta. Su padre tomaba el tren al trabajo de ida y vuelta todos los días; hacía veinte minutos en cada viaje hasta la ciudad. Podría escribir un poema por trayecto cada día. A ese ritmo tendría diez poemas por semana.

Pero Morgan, no. Morgan era un verdadero poeta; pobre, guapo, listo e, incluso, famoso, les había dicho la maestra Renshaw, si le preguntaban a la gente adecuada.

—¿Sus poemas están en algún libro? —preguntó la mayor de las Elizabeths.

—Morgan ha sido publicado varias veces —respondió evasiva la maestra.

—¿Usted también puede escribir poemas, maestra Renshaw? —preguntó Bethany con sus grandes ojos.

—Todos podemos escribir poemas —respondió la maestra Renshaw—, si nos damos la oportunidad. Pero para eso necesitamos sentirnos libres de escribir poesía. Tenemos que dejar de pensar en los hechos y pensar más en nuestros sentimientos.

—Dejar todo distendido —dijo Cynthia.

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 19 1/8/18 3:24 PM

Page 16: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

20

Urs

ula

Dub

osar

sky

Cubby se imaginó la ropa de la familia en el tendedero del patio de atrás: las camisas, faldas, shorts y la ropa in-terior dando vueltas en el viento.

—¿Cómo se escribe un poema? —preguntó la Eliza-beth de cabello largo, mientras se echaba las trenzas de color negro sobre los hombros.

—¡Ajá! —exclamó la maestra Renshaw—. Esa es la cuestión. Se necesita salir de aquí para escribir verdadera poesía. Se necesita irse lejos, fuera de estas paredes, de estos pasillos.

Al decir esto dio unos pisotones sobre el piso de li-nóleo manchado de chicles pegados y restos de insectos rastreros. Dio otros pisotones sobre la penumbra interior del salón y señaló con un pie las bancas angostas, los la-drillos húmedos y la capilla con sus ventanas escondidas, la madera, el latón y los pedazos de tela.

—¡Deben mirar el cielo, abrir la mente, los ojos, el co-razón! ¡Los poemas van a aparecer en el aire! —exclamó la maestra Renshaw—. Tienen que estirarse y tomar las palabras de la luz del sol. Lo más importante: deben dejar de pensar. Ese es el verdadero secreto. Dejar de pensar.

¿Cómo?, pensó Cubby. ¿Cómo se puede dejar de pensar?Debemos alejarnos de este lugar, dijo la maestra Ren-

shaw meneando su cabeza mullida. Lejos de la escuela, de esta institución. Solo así encontraremos verdadera poesía. Debemos irnos lejos, muy lejos, internarnos en la naturaleza, el pasto, el agua, el cielo enorme y en la pro-fundidad de la tierra.

Aunque la excursión no resultó muy lejana. Única-mente llegaron hasta los Jardines del Memorial de Ena

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 20 1/8/18 3:24 PM

Page 17: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

21

El d

ía d

orad

o

Thompson . Adonde volvieron varias veces, con sus lápi-ces y cuadernos de raya, para escribir poesía. La maestra Renshaw no escribía ni un solo poema, o al menos nadie la vio hacerlo.

—¡Corran, niñas! —les gritaba la maestra Renshaw cuando pasaban bajo el arco de la entrada a los jardi-nes—. Vayan a escuchar el correr del agua, luego tomen sus lápices y escriban un poema sobre eso. Yo estaré aquí en la sombra platicando con Morgan.

Muy obedientes y contentas, las niñas corrieron entre los árboles de ramas enormes y pesadas, esquivaron con cuidado los rosales y siguieron a través de las muestras de pasto de América del Sur. Se detuvieron a escuchar el sonido de la fuente y el chapoteo de los patos mientras aleteaban sobre el lago brillante.

Este era justamente el tipo de cosas sobre las que uno debería escribir un poema. Pero cuando Cubby escuchó la fuente, lo único en lo que pudo pensar fue en la cisterna rota de los baños debajo del gimnasio; cubierta de hongos, fría, húmeda y que olía como a cadáver revuelto con carto-nes y leche cortada. No se podía escribir un poema sobre eso, ¿o sí? Aunque Ícara le había dicho que se podía escribir poemas de cosas horribles y no solo de cosas maravillosas.

—¿La maestra Renshaw te dijo eso? —preguntó Cu-bby, que aún tenía sus dudas.

—Yo no necesito que la maestra Renshaw me enseñe a escribir poesía —respondió Ícara con desdén.

Ícara y la maestra Renshaw no se llevaban muy bien.— No le caigo bien a la maestra Renshaw —le dijo Íca-

ra a Cubby.

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 21 1/8/18 3:24 PM

Page 18: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

22

Urs

ula

Dub

osar

sky

—Ícara es muy individualista, había dicho la maestra Renshaw con un suspiro, y esto significaba que, por lo ge-neral, Ícara no estaba de acuerdo con ella.

—Somos enemigas —dijo Clara.—¿Por qué? —preguntó Cubby asustada. ¿Enemigas?

Los países eran enemigos, los tanques y los aviones po-dían serlo, los soldados en uniformes con cascos y armas, pero no las personas comunes en los salones de clase.

Ícara se encogió de hombros. “No sé”, dijo. No pareció darle mucha importancia. “Quizás que mi padre sea juez tiene algo que ver en esto”.

Era verdad, el padre de Ícara era juez. Se sentaba en la corte con su toga color rojo y su peluca blanca y man-daba a las personas a la cárcel. O a algo peor. No era de sorprender por qué Ícara no le caía bien a la maestra Ren-shaw. Después de todo, debe haber sido un juez quien de-cidiera que se llevaran a Ronald Ryan y que lo colgaran hasta que se muriera.

— La maestra Renshaw me odia —dijo Ícara.—Debemos trabajar juntas por el bien común —había

dicho la maestra Renshaw—. Ícara es muy reservada. Re-servada es un sinónimo de distante, que es un sinónimo de lejana, muy lejana. ¿Qué otra palabra se puede decir en lugar de muy lejana?

Era un tipo de juego. La maestra Renshaw decía una palabra y veía qué tan larga era la cadena de palabras que podían hacer.

—Retirada —dijo Georgina.—Aislada —dijo Elizabeth la de las trenzas.

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 22 1/8/18 3:24 PM

Page 19: EL DÍA DORADO · 2019-03-29 · colegialas con sus sombreros redondos, con las calcetas a medio caer, tomadas de la mano, como una cadena de muñecas de papel. La maestra Renshaw

23

El d

ía d

orad

o

—Remota —dijo Cynthia con la boca llena de un me-rengue rosa que se estaba comiendo a escondidas deba-jo de su pupitre y que marcó el final de la cadena. Nadie pudo decir nada más.

“Remota”, escribió la maestra Renshaw en el pizarrón con un gis amarillo. La maestra Renshaw tenía una letra grande, redondeada, elegante y maravillosamente clara. Nadie podía escribir en el pizarrón como la maestra Ren-shaw. “Ícara es remota”.

RemotaPero con Cubby, Ícara no era remota. Más bien era

cercana-aproximada-a-tiro-de-piedra. Eran amigas sin que ninguna supiera realmente por qué. Era como si des-de aquel día en que Ícara había tomado la mano asustada de Cubby, nunca la hubiera soltado. Cubby e Ícara podían sentarse juntas en el patio de juegos, en el autobús o en la biblioteca sin decirse gran cosa durante horas, solo un silencio hermoso y rítmico, como el sonido de la respira-ción cuando duermes

MAQUETA INTERIOR_juvenil-roja.indd 23 1/8/18 3:24 PM