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Tema 1
Educación y enfoques educativos
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Índice
Esquema 3
Ideas clave 4
1.1. Introducción y objetivos 4
1.2. Distintos enfoques para definir la naturaleza y
finalidades de la educación 5
1.3. La educación como proceso social 16
1.4. Tipos de educación: educación formal, informal y
educación no formal 23
1.5. Referencias bibliográficas 35
A fondo 40
Test 43
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Esquema
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Ideas clave
1.1. Introducción y objetivos
En este primer tema de formación, te damos la bienvenida al estudio de esta
asignatura que ha sido concebida para la comprensión de los desafíos educativos
que implica la diversidad cultural y la convivencia democrática, inclusiva e
intercultural en nuestros tiempos, y especialmente, en contextos de desigualdad,
violencia y pobreza.
Aquí estudiaremos contenidos con los que estamos familiarizados, porque se trata
de la socialización que ocurre en los hogares, la formación que recibimos en los
colegios, los aprendizajes en la vida social; en fin, profundizaremos el conocimiento
que tenemos sobre la educación, materia sobre la que todos tenemos algo o mucho
que decir. Aquí proponemos una reflexión crítica sobre nuestras experiencias y
estudios en este campo. Analizaremos algunas de las principales tendencias,
tensiones y contradicciones que han sido expuestos por los teóricos de la
educación. Admitiendo la complejidad y dificultad de comprender las realidades
sociales y educativas, identificaremos enfoques educativos, examinaremos
definiciones y enfoques sobre la educación y detallaremos las principales
características de la educación como proceso social. Por último, presentaremos la
clasificación y las razones o criterios de diferenciación entre la educación formal, la
informal y la educación no formal.
Con el desarrollo de estos contenidos proponemos los siguientes objetivos:
Comprender las dificultades y la complejidad propia de la construcción de
definiciones y desarrollos teóricos en el campo educativo.
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Analizar distintas definiciones y concepciones sobre la educación reconociendo
sus diferencias en cuanto a finalidades, funciones e implicaciones para el
desarrollo humano.
Promover el compromiso de los estudiantes con propuestas educativas
orientadas a fomentar justicia social, paz y convivencia democrática.
1.2. Distintos enfoques para definir la naturaleza y
finalidades de la educación
«Los niños que están ahora en la escuela van a vivir en un mundo difícil de
prever y van a trabajar en trabajos aún no inventados. En esta situación,
¿cómo podemos asumir responsablemente la tarea de educarlos? Si nos
fijamos en la escuela, se vaticina un «salto evolutivo» en su historia, pero no
sabemos qué o quién va a actuar como trampolín» (Marina, 2017, pp. 7-8).
La relevancia y significado de la educación como proceso humano es indudable. En
distintas épocas y desde muy diversas disciplinas, se afirma la necesidad y prioridad de
la educación como requisito y condición del desarrollo, pero también como privilegio
de la especie humana, en procura de calidad de vida y de logros en la convivencia
social:
«La característica más destacada de la especie humana es su educabilidad, el hecho de que todo lo que sabe y hace como ser humano ha de aprenderlo de otros seres humanos. Y esto lo ha ido aprendiendo en sus cuatro millones de años de evolución» (Montagu, 1983, párr. 5).
Hay consenso universal en calificar la educación como estrategia primordial para
alcanzar el pleno desarrollo de la personalidad humana y promover, al mismo tiempo,
una convivencia de paz, solidaridad y justicia, respetando la dignidad, libertad y
derechos de todas las personas. Los pactos y tratados internacionales de derechos
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humanos consagran los principios y finalidades de la educación como aspiraciones y
valores fundamentales de la humanidad.
De tal manera, la educación es valorada por su contribución fundamental ante desafíos
ineludibles como los de promover una convivencia basada en valores de justicia y paz,
transformar los comportamientos de violencia y la agresividad que predominan en
distintos contextos sociales, y superar el egocentrismo y la inmadurez que pueden
limitar el desarrollo humano; pero también garantizar la sostenibilidad de la existencia
humana en el planeta, la comprensión y adecuada utilización de los recursos naturales
y materiales que tenemos disponibles, o cómo hacer un uso apropiado de las nuevas
tecnologías, entre otros retos.
Un texto muy importante para cuestionar la pretendida agresividad como una
condición intrínseca a todo ser humano lo puedes encontrar en la sección de A Fondo:
el texto de Ashley Montagu.
Dificultades para definir la educación
Aunque hay consenso en cuanto a la relevancia de la educación, existen muy diversos
enfoques y criterios para definir el significado de la acción educativa. Las grandes
tradiciones filosóficas, al proponer su concepción sobre el ser humano, la sociedad y las
relaciones sociales, también plantean una visión particular sobre los fines, premisas y
hasta los ideales de la educación. Cada una de estas concepciones responde a una
visión del mundo, una forma de entender y explicar la vida social y, en consecuencia, de
plantear las potencialidades o el lugar de la educación. Por ello podríamos encontrar
tantas definiciones distintas de educación como tradiciones filosóficas, religiosas, o
cosmovisiones podamos identificar.
No existe una única, verdadera, «objetiva», definición de educación. Existen muy
diversas definiciones, cada una de las cuales puede ser comprendida como la definición
de educación que mejor expresa o representa a esa determinada perspectiva, tradición
conceptual o doctrinaria.
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Las definiciones sobre educación están históricamente determinadas, es decir, se
explican en función del tipo de visión o de organización social predominante en una
determinada época o situación social. Por ejemplo, la educación en la sociedad
medieval, teocéntrica, se entiende como enseñanza dogmática de la fe cristiana, de las
verdades contenidas en la Biblia, sin cuestionamientos o debates sobre su
interpretación o aplicación. El contexto social impone unos determinantes históricos,
económicos, políticos e institucionales que explican el modelo educativo, las
prioridades hacia las cuales se enfoca la formación de las personas.
Otra razón que explica las diferencias en los conceptos sobre educación se refiere a los
criterios que se utilizan para construir esa definición, pues las afirmaciones o
explicaciones sobre educación pueden variar, según si se enfocan en sus finalidades, o
si responden más bien a la identificación de los sujetos o a la descripción de las
características de las experiencias educativas. Por supuesto, también la manera de
definir varía, o es diferenciada, según la posición social, experiencia de vida, contexto
histórico de la persona o grupo que define la educación: no necesariamente coinciden
las definiciones de educación que pueda exponer una fundación empresarial cuya
prioridad es la obtención de renta y la productividad, que la definición que asuma una
universidad que propone un pensamiento pluralista, prácticas democráticas y los
valores universales de justicia, equidad, paz y libertad para todos los seres humanos.
En el apartado A Fondo está a disposición un vídeo en el que se analiza en detalle esta
complejidad y las dificultades para definir la educación.
Etimología de la palabra «educación»
Una aproximación frecuente al estudio de la educación es el examen de la etimología o
el origen de esa palabra. Atendiendo a estos orígenes, es importante apreciar que
«educación» tiene como raíz el verbo latino educo, que puede tener dos acepciones
latinas:
Educare: que significa cuidar, alimentar, conducir, criar.
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Educere: que se refiere a la acción de hacer salir, extraer, sacar de adentro hacia
afuera.
Figura 1. Etimología de la palabra «educación». Fuente: https://www.ensenachile.cl
Muchos analistas de la educación observan cómo estas dos acepciones de la educación
podrían estar referidas a concepciones pedagógicas o interpretaciones opuestas, y
hasta contradictorias, sobre el significado de la educación. Al respecto, aprecian que la
acepción de educare es más cercana a una visión de la educación concebida como
acción externa, cuya prioridad es la nutrición y cultivo de la persona, de quien no se
puede esperar sino su receptividad para ser cultivado y formado. Algunas corrientes
educativas así lo conciben, como el empirismo en educación, concepción educativa
según la cual el individuo nace con la mente «vacía», no tiene capacidades o
potencialidades innatas, es una tabula rasa sobre la cual el maestro y la sociedad
imprimen los conocimientos y la formación que se considera necesaria. En su obra
titulada Algunos pensamientos sobre la educación (1693), Locke planteaba: «Creo
poder asegurar que de cien personas hay noventa que son lo que son, buenas o
malas, útiles o inútiles a la sociedad, debido a la educación que han recibido»
(Locke, 1693/1986, p. 31). Como se aprecia, la influencia de la educación para la
formación del individuo es entendida como fundamental. En este caso, el autor se
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alinea a la acepción de la educación como acción externa del medio social. Desde
este significado de educare:
«Puede entenderse que educar es aportar algo a alguien, alimentarlo de aspectos, posibilidades, funciones, etc., de las que, por el momento, carece; educar sería, en este sentido ayudar a madurar al inmaduro, perfeccionar al imperfecto, moralizar al que no tiene aún estructurado su propio mundo de los valores, etc.» (Colom y Núñez, 2005, pp. 16-17).
Por el contrario, desde su otra acepción etimológica, educere, la educación tendría una
visión muy distinta, pues concibe que el ser humano viene al mundo con todas las
capacidades que requiere para la sobrevivencia y la vida social, y que lo que
corresponde es favorecer las condiciones para la maduración, despliegue o
desenvolvimiento de esas potencialidades. Esta perspectiva se ilustra con el
pensamiento educativo de Juan Jacobo Rousseau, quien afirmaba que el hombre nace
como una persona de bien, pero se hace malo al entrar en contacto con la sociedad:
«Todo está bien al salir de manos del autor de la naturaleza; todo degenera en manos
del hombre» (Rosseau, 1762/1990, p. 33). Defiende así su tesis de promover la libertad
y el respeto para que la evolución del niño ocurra de conformidad con su propia
naturaleza, que cada quien pueda aprender por sí mismo, mediante su propia
experiencia, en contacto directo con las personas y con la naturaleza, y favoreciendo su
autonomía y libre elección. Estos planteamientos fueron así postulados por un autor
que, como sabemos, fue precursor de la revolución francesa y de los ideales de
libertad, igualdad y solidaridad.
Hemos querido mostrar cómo las acepciones u orígenes de la palabra «educación» dan
cuenta de importantes tensiones y debates pedagógicos; por ejemplo, entre
ambientalismo o naturalismo, entre individualismo y colectivismo, entre libertad o
encauzamiento social.
Ahora bien, otro análisis de esta supuesta tensión o contradicción entre naturalismo
versus influencia de la sociedad señalaría que no se trata de miradas opuestas, sino de
visiones que se complementan porque efectivamente el individuo es único, con
potencialidades diferenciadas, pero que esas cualidades no podrán ser
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apropiadamente desarrolladas si el medio social no lo promueve. Una perspectiva
integradora plantearía entonces una síntesis o complementariedad entre ambos
énfasis de la acción educativa:
«Educar es pues creer en las capacidades del educando […] al mismo tiempo que confiar en la bondad de los métodos e instrumentos educativos que en manos de un educador pueda lograr y facilitar la tarea educativa […] sin el concurso de ambos no sería posible la educación, lo que nos da pie para entender la educación como una actividad bipolar que tanto depende del que educa y enseña como del que es educado y aprende» (Colom y Núñez, 2005, p. 17).
Aproximación a distintos enfoques educativos
En esta sección presentamos algunas definiciones y enfoques educativos, con el
propósito de ilustrar distintas teorías que se diferencian entre sí por las finalidades que
asignan a la educación.
Analizaremos diferentes enfoques que se refieren a la educación planteando objetivos
y medios distintos, en diferentes épocas históricas, y se evidenciará cómo algunas
polémicas sobre los fines y características de la educación siguen vigentes en nuestros
días. No pretendemos realizar una clasificación de las teorías educativas, ni tampoco
inventariar la totalidad de los modelos educativos que han existido o siguen vigentes.
Pretendemos un acercamiento al estudio de la educación, para lo cual, describimos a
continuación las características de algunas tendencias educativas, indicando cuál es la
función social de la educación que se privilegia en cada una de ellas.
Tipos de educación, de acuerdo a su finalidad social
Educación como necesidad humana
Educación para la adaptación social y la conservación de la sociedad
Educación para el cambio social
Educación de las personas como sujetos activos de su desarrollo
Educación como capital humano
Educación como práctica de derechos humanos
Tabla 1. Tipos de educación de acuerdo a su finalidad social. Fuente: Elaboración propia.
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Educación como necesidad humana
Una primera definición parte del reconocimiento de la necesidad de la educación para
la sobrevivencia del ser humano. Así, Jacques Maritain afirma que «el hombre no es
solo un animal, como lo son el oso o la golondrina; es también un animal de cultura,
cuya especie no puede subsistir sino con el desarrollo de la sociedad y la civilización»
(1943, p. 2).
Al constatar esta vulnerabilidad de los seres humanos, se comprende la educación
como necesidad, pero también como oportunidad para que el individuo desarrolle a
plenitud las capacidades que lo diferencian como persona:
«El acto educativo es inherente y necesario a la naturaleza humana. El hombre, al nacer, es quizás, el ser de la naturaleza más desamparado. Abandonado a sus propias fuerzas en los primeros años, no tardaría en sucumbir. La inferioridad de sus recursos y medios físicos de defensa y la lentitud de su proceso de maduración le hacen imprescindible la protección ajena durante mayor tiempo que a cualquiera de los otros seres vivos» (Manganiello, 1973, p. 14).
En este sentido, puede entenderse la convicción expresa del filósofo idealista Kant
cuando afirma que «únicamente por la educación el hombre llega a ser hombre»
(1803/1983, p. 31), expresando así que la condición de humanidad de los individuos es
un proyecto que se alcanza mediante acciones e influencias educativas que realizan la
sociedad, las familias, las instituciones educativas.
Educación para la integración a la vida social y la conservación de la
sociedad
Un enfoque educativo muy aceptado es el que define la educación como proceso de
preparación de las jóvenes generaciones para su adaptación a la vida social, aspirando a
que asuman y se apropien de las pautas y valores que sustentan la convivencia, y que
sean capaces de reproducir y conservar las instituciones sociales, los modelos de
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producción e intercambio económico, y los principios o creencias que aseguran la
estabilidad y preservación de esa sociedad.
Durkheim (1996) es uno de los más reconocidos exponentes de esta perspectiva
educativa que plantea el siguiente concepto de educación:
«La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre aquellas que no han alcanzado todavía el grado de madurez necesario para la vida social. »Tiene por objeto el suscitar y desarrollar en el niño un cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la sociedad política en su conjunto como el medio ambiente específico al que está especialmente destinado» (Durkheim, 1917/1996, p. 60).
Desde esta mirada, la educación es prioritaria no solo en el sentido de la adquisición de
los valores, costumbres y normas de la sociedad, sino también para la formación en
habilidades, conocimientos y destrezas que permitan la sostenibilidad económica y el
adecuado desempeño de los servicios e instituciones sociales.
Educación para el cambio social
Otros enfoques educativos enfatizan la importancia primordial de la educación como
instrumento de progreso, cambio o transformación social. Algunas corrientes muy
importantes en psicología, como el conductismo, demostraron la posibilidad del uso del
conocimiento y la ciencia para generar cambios programados en las personas y en la
sociedad, controlando el sentido y la calidad de los comportamientos humanos y
sociales. Básicamente en dicha propuesta se plantea que el cambio educativo se
produce bajo la dirección y control del educador, a partir del reconocimiento o creación
de motivaciones, refuerzos y una planificación específica de los cambios que van a ser
instalados. Se niega o anula la libertad y autonomía propia de los seres humanos,
proyectando un desempeño individual y un orden social que es programado
detalladamente, con la técnica y la planificación como recursos de control.
Otros enfoques sociales y educativos advierten de la importancia de la educación
concebida como opción de cambio o, más propiamente, de transformación social,
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asumiendo un cuestionamiento a los fines y métodos tradicionales de la educación
clásica, reproductora de desigualdades sociales, y proponiendo la educación como
crítica, cuestionamiento y debate sobre situaciones de injusticia, relaciones de
desigualdad, discriminación y exclusión. En esta perspectiva se incluye la pedagogía
crítica, también conocida como «pedagogía de la resistencia» (Giroux, 1992), desde la
cual se plantea una confrontación abierta contra la incorporación en los sistemas
educativos de teorías y prácticas que adoptan enfoques neoliberales, militaristas,
imperialistas, que solo pueden ser confrontados en lo político y en lo pedagógico con
propuestas de democracia radical y de lucha por la ciudadanía. Desde su propuesta
pedagógica, Giroux (1992) afirma que el pensamiento crítico se concibe como una
opción radical, que permite desafiar las crecientes políticas y prácticas
antidemocráticas, para imaginar una alternativa a la sociedad marcada por
desigualdad, el daño al medioambiente, la valoración de la guerra y la militarización.
Educación de las personas como sujetos activos de su propio desarrollo
Desde el siglo XIX, algunos ideólogos de la educación ya demandaban a la escuela que
fuese superada la pasividad, memorización o abstracción en las rutinas educativas
incorporando la acción y la solución de problemas como estrategias claves para
garantizar el aprendizaje:
«La única educación verdadera se realiza estimulando la capacidad del niño por las exigencias de las situaciones sociales en que se halla. Mediante estas exigencias es estimulado a actuar como miembro de una unidad, a emerger de su estrechez originaria de acción y de sentimiento y a considerarse él mismo desde el punto de vista del bienestar del grupo a que pertenece» (Dewey, 1995, p. 87).
En la tradición educativa se ha reconocido la importancia del involucramiento del
estudiante en su proceso educativo; en esta perspectiva pueden ser identificadas muy
variadas teorías y experiencias que van desde la educación socrática (Segura, 2017), las
metodologías de la escuela activa (Dewey, 1995), el constructivismo de Piaget (1974), el
aprendizaje basado en problemas (Morales, P. y Landa, V., 2004), o la enseñanza
mediante el desarrollo de proyectos de investigación-acción (Carr y Kemmis, 1998).
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El constructivismo emerge como una de las más importantes teorías educativas, con
amplia aplicación en distintos contextos y particularmente en los sistemas de
enseñanza formal; exige un cambio en la educación pasiva y memorística, y propone el
juego, la creación de ambientes que propicien la actividad del niño, una educación que
debe ser activa, incorporando al estudiante en el proceso de enseñanza como requisito
para garantizar calidad en el proceso educativo. Este planteamiento avanza hacia
propuestas del desarrollo moral de la persona a través de una formación que eduque
para la autonomía, y no para la obediencia y la dependencia, tal como lo expuso Piaget
(1974), quien afirma que el involucramiento del estudiante en la dinámica del
desempeño escolar, propicia su formación como ciudadano, como sujeto
corresponsable de la vida social:
«¿Se pretende formar individuos sometidos a la coacción de las tradiciones y de las generaciones anteriores? En este caso, basta con la autoridad del maestro, y eventualmente, las lecciones de moral, reforzando […] con un sistema de estímulos y de sanciones punitivas. »¿Se pretende por el contrario, formar unas conciencias libres y unos individuos respetuosos hacia los derechos y libertades de los demás? Entonces […] una vida social entre los mismos alumnos, es decir, un autogobierno llevado lo más lejos posible y que sea paralelo al trabajo intelectual en común, conseguirá el doble desarrollo de personalidades dueñas de sí y de su mutuo respeto» (Piaget, 1974, p. 18).
Educación como capital humano
El llamado padre del liberalismo económico, Adam Smith, en su obra, La riqueza de
las naciones (1776), afirmaba que una mayor división social del trabajo, la
especialización de la mano de obra y el adiestramiento o adecuada capacitación de
la fuerza laboral eran factores determinantes en el logro de mayores niveles de
productividad. Sus principales argumentos afirman que la mayor calificación o
formación especializada en un oficio genera mayores conocimientos y habilidades y
hacen más eficiente el proceso productivo. Posteriormente, economistas muy
reconocidos han propuesto las llamadas «teorías del capital humano», en las que se
enfatiza la importancia de la educación, ya no concebida como gasto social, sino
como uno de los factores claves de producción; así entendida, la educación
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constituye una inversión que aporta acumulación de capital, mayores ganancias y
mejores niveles de productividad.
Distintos organismos internacionales como el Banco Mundial (1993), la CEPAL
(1994) y el Banco Interamericano de Desarrollo (1994) realizaron distintos estudios
que lograron probar cómo una mayor inversión en educación y en la calificación
podría incidir en la productividad y en el logro de mayores niveles de ingresos per
cápita en las economías nacionales. Sin embargo, los críticos de este enfoque
objetan que la educación no puede ser restringida a la formación de mano de obra
o al incremento de las ganancias, ya que la sociedad requiere de una formación
integral del ser humano, el mejoramiento de la convivencia y la búsqueda de
calidad de vida:
«Es necesario un análisis cuidadoso de la teoría del capital humano para evitar tratar al individuo como mera herramienta del crecimiento económico, no olvidando la consideración clásica de la educación que aboga por el desarrollo armónico de las capacidades individuales para la resolución de las necesidades sociales. El beneficio individual y de la sociedad como dos factores de finalidad en la educación, constituyen un criterio que persigue el equilibrio entre la cantidad y la cualidad» (Garrido, 2007, p. 78).
La educación como práctica de derechos humanos
Ante el desafío de entender y afrontar las complejas y muy diversas tensiones,
contradicciones, injusticias y desigualdades que parecen caracterizar las sociedades en
las que formamos parte en este nuevo siglo, la educación sigue siendo una apuesta
para el logro de una convivencia humana, sostenida en valores universales como la paz,
el respeto a la dignidad que es propia de todas las personas, la solidaridad, la justicia y
la libertad. La toma de conciencia acerca del establecimiento de acuerdos universales
en torno a la finalidad y prioridades de la educación es un primer paso, de tal manera
que emerge un enfoque educativo primordial, fundamentado en la consagración del
derecho humano a la educación y del derecho de todos los pueblos del mundo a
participar de un desarrollo humano sostenible, garantizando que se respete su
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identidad, autonomía cultural y sus capacidades para la libertad y la corresponsabilidad
social. En los pactos y tratados internacionales de derechos humanos, en las distintas
declaraciones de Unesco sobre educación, ciencia y cultura, es posible reconocer la
emergencia de un paradigma educativo que afirma los principios de derechos humanos
como guías y directrices de las prácticas educativas orientadas al desarrollo integral de
las personas, de la vida social en lo local y global. Como ilustración del perfil que adopta
ese enfoque educativo, está la definición de la educación consagrada en el Artículo 13
del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966):
«1. Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la educación. Convienen en que la educación debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales. Convienen asimismo en que la educación debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente en una sociedad libre, favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y entre todos los grupos raciales, étnicos o religiosos, y promover las actividades de las Naciones Unidas en pro del mantenimiento de la paz» (Organización de Naciones Unidas, 1966, párr. 46).
Para completar este contenido de la formación, es provechoso escuchar el discurso
ante la ONU de Malala Yousafzai, Premio Nobel de la Paz, que está disponible como
primer recurso audiovisual que se ubica en el apartado A Fondo; te invitamos a conocer
su pronunciamiento sobre la importancia de la educación para superar la violencia y las
desigualdades.
1.3. La educación como proceso social
A continuación, se detallan algunos principios u orientaciones que nos ayuden a
reconocer lo peculiar y distintivo de la educación, estableciendo sus diferencias con
otro tipo de actividades como las campañas informativas, intervenciones sociales,
actividades de instrucción o adiestramiento, que no califican como programas o
acciones propiamente educativas, puesto que no contribuyen a los fines del desarrollo
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humano integral, ni cumplen con requisitos básicos que garantizan la calidad educativa.
Los rasgos que caracterizan a la educación como un proceso social son los siguientes:
La educación es un proceso porque requiere de una secuencia de acciones, articuladas
entre sí, no necesariamente lineales o jerárquicamente ordenadas.
La educación es un proceso que se realiza mediante interacciones entre las personas,
con intercambios sociales que van consolidando conocimientos, fortaleciendo o
sustituyendo creencias, significados, promoviendo cambios; en forma progresiva,
permite el desarrollo de identidades personales, valores, la adopción de una ética o
perspectiva sobre el mundo, la naturaleza y la vida social. Con esta afirmación, se
plantea que es cuestionable cualquier pretensión de reducir la educación a eventos, o
acciones puntuales como las de «dictar una charla», «realizar una jornada de entrega
de carteles promocionales», o una campaña comunitaria sobre, por ejemplo, «los
peligros del consumo de drogas», o «cubrir el colegio de carteleras sobre la violencia
escolar».
La educación requiere planificación, tiempo, asimilación y procesamiento de
significados, pautas, valoraciones, lo que requiere de procesos cognitivos, pero también
afectivos, en algunos casos, emocionales, para los cuales es preciso considerar o
respetar los ritmos de individuos, grupos o sectores, ajustar y revisar las estrategias y
los contenidos con la evaluación continua y participativa en los distintos momentos o
fases de su desarrollo.
La educación es un proceso social: la educación como hecho educativo aislado o en
solitario es una situación incierta y claramente excepcional. La educación constituye un
proceso social que es claramente afectado o influido por relaciones sociales,
interacciones entre personas, y por el contexto en el que ocurre: es decir, la educación
no puede estar al margen u operar en una suerte de vacío social, hay que comprender
cómo es influida, condicionada y hasta restringida por las disparidades, intereses,
experiencias y conflictos sociales. En el prólogo con el que Barreiro presentó uno de los
primeros libros de Freire (1970) se preguntaba qué significa educar en las sociedades
latinoamericanas del siglo XX donde se cuentan por millones las personas adultas que
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son analfabetas (Freire, 1970, p. 6). El significado, sentido y propósitos de la educación
depende de la respuesta a interrogantes tan cruciales y pertinentes como la planteada
en este libro. El conocimiento de estas realidades es fundamental para entender la
naturaleza y prioridad de los programas y políticas educativos que deben ser
emprendidos, respondiendo a los intereses de los distintos grupos sociales, sus
demandas y necesidades educativas.
La educación es un poderoso instrumento para producir cambios sociales y
personales. En un contexto social de desigualdad, violencia y falta de oportunidades, la
educación aparece como la estrategia primordial que tiene la humanidad para
promover la paz. Como bien lo analiza Montagu (1983, párr. 7), la educación puede
generar cambios que parecen imposibles. La educación que propicia el contacto
humano y favorece vínculos entre las personas, transforma el aprendizaje de la
conducta agresiva, promoviendo un trato humano y desarrollando capacidades
necesarias para valorar la dignidad y derechos de las personas.
La educación implica diálogo, constituye un proceso comunicativo fundamentado en la
confianza en la capacidad de entendimiento y comprensión entre los seres humanos.
La educación no es la mera transmisión o depósito de información de alguien que sabe
a otro que se considera ignorante o desprovisto de saber. Paulo Freire, con su
propuesta de Educación como práctica de la libertad (1970), enfatizó lo crucial del
diálogo auténtico, en el que se requiere humildad, disposición de escuchar y
comprensión de quienes dialogan encontrando que todas las personas «saben cosas
distintas», entendiendo que la transformación educativa solo es posible cuando hay
involucramiento, compromiso y vínculo entre educandos y educadores. Puedes
conocer este texto de Freire, disponible en el apartado A Fondo.
Las afirmaciones precursoras de esta pedagogía del diálogo son aportes de Paulo Freire
con la educación popular, que básicamente cuestionan el tipo de educación
«bancaria», en la que solo hay una autoridad que dicta clase, impone, transmite o, más
bien, deposita conocimientos e instrucciones, mientras que el receptor es concebido
como un objeto pasivo, un recipiente sin capacidades para pensar, elegir, aplicar o
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transformar los contenidos que les son presentados. El diálogo, la comunicación, la
problematización y crítica de la realidad, son propuestos como alternativa democrática,
para que efectivamente ocurra un proceso de enseñanza-aprendizaje.
Este texto de Paulo Freire forma parte del material complementario de lecturas que
proponemos para el estudio a fondo de este tema.
Educación no es condicionamiento o control social: En contraste con antiguos
enfoques educativos concebidos para el condicionamiento y control social, un proceso
que se define como educativo no puede estar basado en el reconocimiento, premiación
o castigo de determinadas actuaciones. Este tipo de intervenciones se restringen a
someter a observación, regular y controlar el comportamiento de determinados
colectivos o individuos que primero se identifican como «inferiores», «vulnerables»,
«en riesgo», y también de alguna forma, «incapaces», «inmaduros», «pobrecitos»,
«beneficiarios deben ser atendidos», o más bien, «intervenidos» con programas o
acciones que, en el mejor de los casos, resultan ser compensatorios o asistencialistas,
pero que ni generan cambios, ni pueden aspirar a ser calificados de educativos, pues no
promueven aprendizajes de autonomía o propician el desarrollo de esta población.
Educación no es mero adiestramiento: la instrucción en habilidades y destrezas para el
desempeño de determinadas labores u oficios se realiza básicamente como
capacitación, como entrenamiento práctico en el que sería necesario incorporar la
formación en una multiplicidad de competencias y desarrollos propiamente educativos.
Al respecto, se entiende que los enfoques educativos parten de una perspectiva de
complejidad, procurando entender los muy diversos factores y condiciones que
propician el desarrollo personal y profesional. Sería necesario enfatizar que la
educación debe ser entendida de forma integral, procurando la formación y el
desarrollo intelectual, afectivo, ético, valorativo, físico, social, emocional, y
comprendiendo, además, la importancia de incidir en los distintos ámbitos o espacios
en los que se propicia ese desarrollo (familiar, social, comunitario, escolar, laboral,
profesional, cultural, entre otros).
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En este sentido es muy importante tener presente que la complejidad de las
experiencias educativas exige analizar cómo éstas pueden verse afectadas e influidas
de muy diversas formas por distintos factores, y que no es apropiada una explicación
simplista, unilateral o del tipo causa-efecto para comprender y abordar los procesos
educativos.
La educación es formación de la adaptación al medio social, pero también necesita
ser preparación para asumir cambios y para el futuro incierto. Se ha reconocido la
necesidad o importancia de lograr que la educación asegure la adaptación al medio
social, la adquisición de las normas sociales, el funcionamiento de las instituciones
sociales, propiciando el desarrollo de una identidad cultural, la valoración de unas
tradiciones y normas sociales y el adecuado desempeño en la vida social. Pero al mismo
tiempo, la educación debe ser concebida como el desarrollo de capacidades para
innovar, para generar cambios o responder a los desafíos propios de realidades en
permanente cambio y transformación:
«Educar debe ser acostumbrar al hombre al cambio, a la adaptación innovadora […] también se demuestra la necesidad de entender la educación como innovación […] si educar fuese simplemente adaptar, el mundo, la sociedad, no progresaría, estaría anclada en los albores de los tiempos; así pues, educar es, debe ser siempre, adaptar, pero adaptar para el cambio, para la innovación, lo que supone valorar fundamentalmente las capacidades creativas de las personas» (Colom y Núñez, 2005, p. 21).
La educación no es adoctrinamiento, ni se realiza como ejercicio de manipulación, o de
imposición de opiniones, criterios o afirmaciones, sin que las personas tengan la
oportunidad de analizar sus implicaciones y consecuencias. Aquí defenderemos la
opción de educación inclusiva y promotora del desarrollo humano integral, pero
entendemos que su desarrollo y afirmación solo puede ser en espacios y ambientes
democráticos, pluralistas, que permitan el debate, la crítica y el razonamiento sobre las
implicaciones y consecuencias de los principios, valores y comportamientos que se
proponen. La educación efectivamente adopta un marco axiológico, unos principios y
valores que involucran y propician el desarrollo cívico. Pero esos valores surgen de
decisiones morales, de experiencias significativas en las que las personas tienen la
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libertad para optar y valorar, junto a los otros, las consecuencias de sus pensamientos y
acciones:
«Para educar en libertad y mantener nuestras sociedades democráticas, nuestros sistemas educativos necesitan reforzar la educación moral, acostumbrando a los niños desde pequeños a deliberar, a guiar sus acciones a partir de una reflexión sobre los valores. Nuestros sistemas educativos necesitan fortalecer la autonomía, el sentido crítico y el coraje de los ciudadanos para evitar las manipulaciones de masas que hemos conocido en la Historia. Nuestros sistemas educativos necesitan formar ciudadanos responsables de su propia conducta, guiados por sus personales visiones de la libertad y la democracia, pues, aunque no sean coincidentes en parte, de la discusión y confrontación de los diferentes modos de entender la libertad y la democracia saldrán fortalecidas la libertad y la democracia misma. Y para ello solo hay un método: Educar para la libertad es siempre educar en libertad» (Esteve, 2010, p. 183).
Otra forma de plantear lo anterior es señalar que una de las metas primordiales de
la educación es la de promover el desarrollo de una ética personal y de un
compromiso con los grupos sociales en los que compartimos, afirmándonos como
sujetos corresponsables del desarrollo. Se requiere entonces de una educación que
nos prepare para vivir junto a los otros, reconociendo y ejerciendo nuestras
capacidades para aportar a la construcción de justicia social, siendo conscientes de
nuestra interdependencia creciente con las otras personas, grupos y naciones, y de
nuestra responsabilidad en la sostenibilidad del ambiente natural y la convivencia
social.
Los cuatro pilares de la educación
Figura 2. Portada del libro La educación encierra un tesoro. Fuente:
http://www.unesco.org/education/pdf/DELORS_S.PDF
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En el informe de la Comisión de Unesco sobre Educación para el Siglo
XXI se afirma que la educación debe estar enfocada en cuatro pilares
fundamentales. Presentamos a continuación una de sus más
importantes afirmaciones:
«La educación a lo largo de la vida se basa en cuatro pilares: aprender a
conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser.
Aprender a conocer, combinando una cultura general suficientemente
amplia con la posibilidad de profundizar los conocimientos en un
pequeño número de materias. Lo que supone, además: aprender a
aprender para poder aprovechar las posibilidades que ofrece la
educación a lo largo de la vida.
Aprender a hacer a fin de adquirir no sólo una calificación profesional
sino, más generalmente, una competencia que capacite al individuo
para hacer frente a gran número de situaciones y a trabajar en equipo.
Pero, también, aprender a hacer en el marco de las distintas
experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y
adolescentes, bien espontáneamente a causa del contexto social o
nacional, bien formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por
alternancia.
Aprender a vivir juntos desarrollando la comprensión del otro y la
percepción de las formas de interdependencia —realizar proyectos
comunes y prepararse para tratar los conflictos— respetando los valores
de pluralismo, comprensión mutua y paz.
Aprender a ser para que florezca mejor la propia personalidad y se esté
en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de
juicio y de responsabilidad personal. Con tal fin, no menospreciar en la
educación ninguna de las posibilidades de cada individuo: memoria,
razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitud para
comunicar...
Mientras los sistemas educativos formales propenden a dar prioridad a
la adquisición de conocimientos, en detrimento de otras formas de
aprendizaje, importa concebir la educación como un todo. En esa
concepción deben buscar inspiración y orientación las reformas
educativas, tanto en la elaboración de los programas como en la
definición de las nuevas políticas pedagógicas» (p. 34).
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En el apartado A Fondo está disponible para consulta el texto completo
de este informe.
1.4. Tipos de educación: educación formal,
informal y educación no formal
En distintos períodos de la historia humana, la escuela ha sido concebida como la
institución pedagógica por excelencia que ha tenido a cargo la preparación de las
generaciones jóvenes para la vida social, constituyéndose en el paradigma de la
educación formal. Cada sociedad, de acuerdo a su contexto y prioridades, ha
concebido y organizado una determinada forma de estructura escolar: por ejemplo,
en Esparta en el siglo VI a. C, la escuela fue concebida como un centro de
entrenamiento militar donde el niño, desde muy pequeño, recibía un
entrenamiento físico riguroso para aprender el arte de la guerra. Muy distinto es el
tipo de escolaridad cuando ocurre la revolución industrial, en el siglo XVIII. En ese
caso, la escuela se instituyó alrededor de las fábricas y fue progresivamente
perfeccionada para instruir a los estudiantes bajo criterios de productividad,
medición de resultados, enseñanza de rutinas y acatamiento de normas, relegando
en esta formación el desarrollo del razonamiento crítico, o la reflexión sobre los
propósitos del desarrollo humano.
La institución escolar responde y se adecúa a las demandas económicas, políticas y
sociales. Así se ha perpetuado como modelo formal de enseñanza que establece
una institucionalidad en la cual es posible reconocer o validar determinados tipos
de conocimiento, acreditando niveles de escolaridad y estableciendo reglas de
acceso y permanencia, mecanismos de evaluación de los aprendizajes, sujetos
todos a una estructura, jerarquía y reglas que definen su configuración y
funcionamiento.
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La educación formal se refiere, justamente, a esta formación impartida por centros
de enseñanza acreditados oficialmente por el Estado, en los que el proceso
educativo sigue unas reglas, generalmente establecidas en normativas
administrativas y leyes que definen niveles educativos, secuencia de los
aprendizajes, estructuras jerarquizadas, requisitos de acceso y mecanismos para la
comprobación o validación de los aprendizajes alcanzados. Finalmente, y como
resultado o más bien producto, se otorga una titulación. Esta organización formal
de la enseñanza se ha mantenido por siglos en distintos contextos históricos,
aunque ha ido cambiando sus finalidades y modalidades de enseñanza, atendiendo
a las principales demandas educativas de la sociedad.
Con el advenimiento de las sociedades modernas, las demandas educativas se
diversificaron. Hacia la década de los 70 en el siglo XX, muchas voces se pronuncian,
advirtiendo que se evidenciaba una verdadera «crisis de la educación». Así lo
denuncian autores como Illich (1973), Freire (2012) y Giroux (2005). El señalamiento
no estaba referido solo a problemas de cobertura o poca satisfacción en cuanto a
los métodos o recursos educativos. Fue planteado un fuerte cuestionamiento a
modelos educativos considerados autoritarios, excluyentes, incapaces de asumir los
desafíos y la complejidad de sociedades marcadas por la desigualdad, la pobreza y
con brechas abiertas frente a la diversificación del mercado y las oportunidades de
inclusión social. Entre los grupos y sectores que advierten esta crisis de la
educación, se ubican quienes reclamaban una educación no directiva, dispuesta a
defender la libertad y creatividad en la enseñanza: Vasconi (1973) o Althusser
(1974), quienes levantan consignas radicales que denuncian a la escuela como un
aparato ideológico del Estado o como un instrumento de reproducción de la
división social en clases sociales diferenciadas. En este contexto, la multiplicidad de
las demandas educativas propias de las sociedades modernas dejó muy claro que el
marco institucional de la escolarización formal resultaba muy estrecho y limitado.
Se reconoce que la estructura escolar tiene unos límites, «que la escuela no
solamente no es apta para cualquier tipo de objetivo educativo, sino que, para
algunos de ellos, resulta particularmente inapropiada» (Trillas, 2003, p. 17); por
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ejemplo, la escolarización formal no parece ser el espacio más apropiado para la
integración social de adolescentes y jóvenes que han perdido años de escolaridad.
Surgen así otras modalidades, entornos y prácticas que atienden las demandas
educativas con procesos y medios no convencionales, con la flexibilidad y
versatilidad necesarias para alcanzar objetivos educativos específicos y
diferenciados. Ese tipo de educación es promovido en muy diversos contextos,
constituyendo lo que se ha denominado educación no formal, particularmente
focalizada en la atención de población de zonas rurales, adultos no escolarizados,
desempleados o personas en situación de pobreza.
Las realidades sociales, la pobreza, la disparidad en el desarrollo económico y social,
hacían apremiante la puesta en práctica de programas educativos no formales y no
convencionales, orientados a superar lo que algunos organismos internacionales
comprendían como obstáculos o impedimentos al desarrollo (Unesco, 1960).
En los años 70, resulta necesaria una nueva conceptualización sobre los procesos
educativos. Particularmente, se debe promover un nuevo tipo de modalidad
educativa, con experiencias no formales generadas en contextos muy diversos,
especialmente en zonas rurales y con poblaciones que hoy se calificarían como
colectivos excluidos. La definición conceptual de estas experiencias fue posible con
la contribución teórica de Philip H. Coombs y Manzoor Ahmed (1975), quienes,
trabajando con Unesco y Unicef, entienden la importancia de diferenciar tres tipos
de educación que claramente pueden ser distinguidos como modalidades
educativas con perfil propio, aunque se entienda que es posible la interrelación o
contactos entre ellas. Ellos establecen las definiciones de educación formal,
educación no formal y la llamada educación informal. Vamos a describirlas
siguiendo la exposición propuesta originalmente por estos autores.
Educación informal
La educación informal se concibe como el proceso continuo y cotidiano mediante el
cual cada individuo desarrolla y adquiere conocimientos, valores, habilidades y
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disposiciones que utiliza y transforma en la vida social, en las relaciones con las
otras personas en su vida familiar, comunitaria, y en sus distintos ámbitos de vida.
«“La educación informal” se refiere al proceso por el que cada individuo adquiere, a lo largo de la vida, actitudes, valores, competencias y conocimientos gracias a las influencias y los recursos educativos de su entorno y a su experiencia cotidiana (familia, compañeros, vecinos, reuniones, bibliotecas, medios de comunicación, trabajo, tiempo libre, etc.)» (Consejo de Europa, 2011, p. 9).
Así definida, la educación informal se refiere a la influencia educativa a la que todos
los seres humanos estamos expuestos, de forma permanente, a lo largo de toda la
existencia; es una educación que no cesa, que es asistemática, no estructurada y
hasta podríamos decir que no intencional, porque no siempre hay conciencia del
impacto social y educativo que tienen, por ejemplo, las relaciones con los pares, los
compañeros de juegos, el intercambio con amistades o personas significativas, pero
también el contacto con recursos educativos como los medios de comunicación, las
nuevas tecnologías de información, entre otras.
Coombs y Ahmed describen la educación informal como:
«Un proceso que dura toda la vida y en el que las personas adquieren y acumulan conocimientos, habilidades, actitudes y modos de discernimiento mediante las experiencias diarias y su relación con el medio ambiente; esto es, en la casa, en el trabajo, divirtiéndose; con el ejemplo y las actitudes de sus familias y amigos; mediante los viajes, la lectura de periódicos y libros, o bien escuchando la radio o viendo la televisión y el cine. En general, la educación informal carece de organización y frecuentemente de sistema; sin embargo, representa la mayor parte del aprendizaje total de la vida de una persona» (Coombs y Ahmed, 1975 p. 27).
Este tipo de educación informal es constante, y aunque su desempeño no sea
deliberado o intencional, no por ello resulta menos efectivo. Preguntémonos, por
ejemplo, por esa formación que ha tenido como resultado la conducta agresiva,
autoritaria, del hombre que aprende que ser «varón» significa expresar un
comportamiento «violento» e impositivo con las mujeres. Si bien no parece existir
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un programa educativo dirigido a ese propósito, ciertamente es una formación que
resulta de este tipo de enseñanza informal, que, en los hogares, en el ámbito
comunitario, en medios de comunicación, promueve la adopción de valores propios
de la sociedad patriarcal, machista y promotora de desigualdad.
Desde comienzos del siglo XX se reconoce la existencia de esta «educación
inconsciente que no cesa jamás. A través de nuestro ejemplo, de las palabras que
pronunciamos, de los actos que realizamos, estamos configurando de una manera
constante el alma de nuestros hijos» (Durkheim, 1917/1996, p. 62).
Educación formal
La educación formal se corresponde con la escuela, los centros educativos, públicos
y privados, debidamente autorizados como instituciones educativas sujetas a
normas legales y directrices oficiales:
«La educación formal significa, desde luego, el “sistema educativo” jerarquizado, estructurado, cronológicamente graduado, que va desde la escuela primaria hasta la universidad e incluye, además de los estudios académicos generales, una variedad de programas especializados e instituciones para la formación profesional y técnica a tiempo completo […] es, naturalmente, “el sistema educativo” altamente institucionalizado, cronológicamente graduado y jerárquicamente estructurado que se extiende desde los primeros años de la escuela primaria hasta los últimos años de la Universidad» (Coombs y Ahmed, 1975, p. 27).
Cada nación, o bien cada región o autonomía, conforme a la legislación o
conformación política del Estado, establece criterios y normativas para regular el
desempeño de la educación como servicio público, dependiendo de su organización
político-territorial, su tradición institucional y los fines educativos que se pretendan.
Así, la política educativa y la ley, definen a qué población abarca, indicando desde
qué edades, la educación «maternal», «inicial», hasta qué nivel se incorporan los
niños, niñas y adolescentes en educación básica o educación diversificada, hasta
qué nivel obligatoria, si hay gratuidad o universalidad de determinados niveles...
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Con el establecimiento de acuerdos, tratados y pactos internacionales de derechos
humanos, la educación pública es concebida como derecho de todas las personas, y
resulta entonces importante analizar, en cada país, ¿desde cuándo aparece la
educación pública como obligación del Estado? ¿El acceso a la educación primaria
es gratuita y universal? ¿Cuánto es la cobertura de la educación en este país? Entre
otras, son preguntas relevantes para conocer el grado de institucionalización, la
eficacia del sistema formal de enseñanza vigente en ese país y el nivel de
inclusividad o, por el contrario, de discriminación y marginamiento existente.
En el caso de España, el sistema educativo incluye los siguientes niveles: Educación
Infantil, Educación Primaria, Educación Secundaria de carácter obligatorio (ESO),
Bachillerato, Formación Profesional, Formación de Adultos y Educación
Universitaria.
Este sistema educativo está estructurado y regulado, en el caso español tomado a
modo de ejemplo, entre otras, por la normativa legal de la Ley Orgánica de
Educación (LOE), de 2006, y la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad
Educativa (LOMCE), del año 2013. La estructura de la educación formal en España
está subdividida en 4 niveles:
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Figura 3. Estructura del sistema educativo en España 2019. Fuente: Ministerio de Educación y
Formación Profesional, 2019. Fuente:
http://www.educacionyfp.gob.es/educacion/mc/lomce/lomce/itinerarios.html
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Como otra ilustración, puede ser presentada la estructura del sistema educativo
nacional en Colombia, que en su Ley General de Educación (Ley 115) define la
educación formal de la siguiente manera:
«Artículo 10. Definición de educación formal. Se entiende por educación formal aquella que se imparte en establecimientos educativos aprobados, en una secuencia regular de ciclos lectivos, con sujeción a pautas curriculares progresivas, y conducente a grados y títulos. »Artículo 11. Niveles de la educación formal. La educación formal a que se refiere la presente ley, se organizará en tres (3) niveles: A) el preescolar que comprenderá mínimo un grado obligatorio; B) la educación básica con una duración de nueve (9) grados que se desarrollará en dos ciclos: la educación básica primaria de cinco (5) grados y la educación básica secundaria de cuatro (4) grados, y C) la educación media con una duración de dos (2) grados. »la educación formal en sus distintos niveles, tiene por objeto desarrollar en el educando conocimientos, habilidades, aptitudes y valores mediante los cuales las personas puedan fundamentar su desarrollo en forma permanente» (República de Colombia, 1994).
Figura 4. Estructura del sistema educativo en Colombia. Fuente: OCDE (2016), Ministerio de
Educación Nacional Colombia. Fuente: https://www.mineducacion.gov.co/1759/articles-
356787_recurso_1.pdf
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En Reino Unido, el sistema educativo correspondiente a la escolaridad en educación
primaria y secundaria se conforma según la siguiente estructura:
La Ley General de Educación fue aprobada por el Parlamento inglés el 21 de marzo
de 1997. Con base a este documento legal, la educación en Reino Unido está
organizada en cuatro etapas educativas: Educación Primaria (hasta Año 6), una
Educación Secundaria que abarca una escolaridad de siete años (Etapas 3 y 4, que
se completa con el Bachillerato) y en otro nivel está la Educación Superior.
Uno de los sistemas educativos calificado como más exitoso, conforme a las
pruebas internacionales de evaluación de la calidad educativa, es el sistema
educativo de Finlandia, cuyas claves de éxito no parecen estar propiamente en la
estructura del sistema educativo (bastante similar a los expuestos), sino más bien,
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en razón de otros factores entre los que se mencionan la calidad de la selección y
formación de su personal docente y la alta inversión pública en educación.
Figura 6. Finlandia, sistema educativo. Fuente:
http://www.oph.fi/download/124281_sistema_educativo_de_finlandia.pdf
Educación no formal
Diferenciada de las dos modalidades anteriormente descritas, se define la
educación no formal como cualquier actividad educativa, organizada, planificada,
que atiende a necesidades educativas específicas, pero lo hace fuera del sistema
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formal, sin la sujeción a las reglas o normativas que regulan la enseñanza oficial, y
sin la pretensión de otorgar títulos académicos reconocidos como propios del
sistema educativo. Desde esta definición queda claro que la diferencia entre lo
formal y lo no formal no tiene que ver ni con la intención de educar, ni con su grado
de planificación o sistematicidad, tampoco con la calidad o los métodos que utiliza.
Aunque puedan destacarse innovaciones y hasta contrastes entre métodos,
estrategias o premisas educativas, no son estos lo que distinguen uno u otro tipo de
educación. En la conceptualización de Coombs y Ahmed (1975), que es la tipología
pionera, pero también la más aceptada para definir los tipos de educación, se
demarca claramente que entre una y otra la diferencia es que la educación no
formal no está reglada, no se organiza conforme a los parámetros y normativa del
sistema educativo reconocido en cada país.
«La educación no formal comprende toda actividad organizada, sistemática, educativa, realizada fuera del marco del sistema oficial, para facilitar determinadas clases de aprendizaje a subgrupos particulares de la población, tanto adultos como niños» (Idem, p. 27).
Citando a estos autores, Pastor detalla los tipos de programas que se han
desarrollado en el ámbito de la educación no formal:
«La educación no formal comprende […] programas de extensión agrícola y de capacitación de agricultores, los programas de alfabetización de adultos, la formación acelerada impartida fuera de la enseñanza oficial, los clubes juveniles con fines esencialmente educativos y varios programas comunitarios de instrucción sobre sanidad, nutrición, planificación familiar, cooperativas, etc. Vemos, pues, que, a diferencia de lo que sucede con la educación formal, que es un auténtico sistema coherente e integrado en el sentido de que todas sus partes —al menos como principio— están interconectadas y se apoyan mutuamente, las actividades englobadas dentro de la educación no formal son generalmente independientes unas de otras, aunque pueda darse el caso de que formen parte integrante de otros sistemas más amplios de desarrollo (industrial, sanitario, etc.). O también que estén muy vinculadas al sistema de educación formal como, por ejemplo, algunos programas de adultos o de tipo compensatorio de los llamados “de segunda oportunidad”» (Pastor, 2001, p. 528).
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En este mismo trabajo, Pastor (2001) cita a Sarramona para afirmar que, entre las
ventajas o potencialidades de la educación no formal, estaría la de no estar
constreñida a los rígidos cánones de la escolaridad, no estar «sometida a los
condicionamientos habituales del aula, horarios y constante presencia física del
docente y discente dentro de un mismo marco espacio-temporal» (Pastor, 2001,
p. 540). Esta condición permite que la educación no formal tenga mayor plasticidad
para adecuarse a las muy variadas demandas propias de la diversidad cultural, de
las necesidades educativas específicas de determinadas poblaciones, que tenga
mayores posibilidades de innovar y actuar con flexibilidad y prontitud, dando
respuestas a los cambios urgentes o a graves situaciones de violencia, exclusión y
otras formas de violación de derechos humanos.
A nivel europeo, el Consejo de Europa señala que la educación no formal no logra
siempre ser reconocida al mismo nivel que la educación formal:
«Dos de los principales desafíos de la educación no formal son la garantía de calidad y la validación de las competencias. El reconocimiento y la validación del aprendizaje no formal se han convertido en un tema de las iniciativas políticas europeas. Hoy en día, cada vez es mayor el reconocimiento no solo de la función de educación formal, sino también de las oportunidades que ofrece la educación no formal. Tales programas son a menudo gestionados por organizaciones no gubernamentales, incluidas las organizaciones juveniles. »En 1998, la Conferencia de Ministros Europeos responsables de la juventud identificó la educación no-formal como una prioridad del Consejo de Europa, y destacó la importancia del reconocimiento y la valorización de las competencias adquiridas mediante el aprendizaje no-formal. La colaboración entre la Comisión Europea y el Consejo de Europa en el ámbito de la Juventud ha coordinado las estrategias de las dos organizaciones y sus asociados para el reconocimiento del aprendizaje no formal, en particular mediante el documento común “Vías para el reconocimiento”» (Consejo de Europa, 2017, párr. 43).
El Consejo de Europa destaca la importancia de «cruzar las fronteras» entre la
educación formal y no formal, favoreciendo la coordinación y el intercambio de
iniciativas entre modalidades educativas y organizaciones que promueven
oportunidades para el acceso a la educación.
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40 El Enfoque Inclusivo en Educación Formal y No Formal
Tema 1. A fondo
A fondo
La violencia innata del ser humano es un mito
Montagu, A. (14 de agosto de 1983). La violencia innata del ser humano es un mito. El
País. Recuperado de https://www.antimilitaristas.org/La-violencia-innata-del-ser-
humano-es-un-mito-Ashley-Montagu.html
En este artículo, el antropólogo Ashley Montagu cuestiona las afirmaciones de
distintos estudios según los cuales la agresividad en un instinto. Se formula
preguntas tales como «¿Por qué está el mundo tan lleno de agresividad? ¿Por qué
son tan frecuentes la hostilidad y la crueldad entre los seres humanos? ¿Por qué se
amenazan entre sí las naciones con el exterminio nuclear? ¿Por qué aumenta la
delincuencia prácticamente en todas partes? ¿Cuál puede ser la respuesta?». En su
análisis confirma que la agresividad es un comportamiento aprendido y que puede
ser modificado mediante la educación.
La educación como práctica de la libertad
Freire, P. (2009). La educación como práctica de la libertad. Madrid: Siglo XXI.
En esta obra, Paulo Freire plantea que la educación puede ser una
práctica de liberación, con lo cual expone una visión radicalmente
distinta a la tradición educativa memorística y distanciada del
mundo de vida de las personas. Recomendamos el capítulo
titulado «Educación versus masificación», donde se analiza la
importancia de concebir la educación como experiencia para el
41 El Enfoque Inclusivo en Educación Formal y No Formal
Tema 1. A fondo
debate, el análisis de las realidades de vida de las personas, lo que permite tomar
conciencia, comprender las situaciones de inequidad, opresión e injusticias y valorar
las capacidades disponibles para lograr la transformación de esas realidades.
La Educación encierra un tesoro
Delors, J. et al. (1996). La Educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la
Comision lnternacional sobre la educación para el Siglo XXI. Madrid: Santillana-UNESCO.
Recuperado de http://www.unesco.org/education/pdf/DELORS_S.PDF
Proponemos la lectura de la sección «Pensar y edificar nuestro futuro común», en
las páginas 12 a 17 de este informe de la Comisión de Unesco sobre la educación
para el siglo XXI. En ese texto se analizan los desafíos de la educación ante el
nacimiento de una sociedad globalizada.
Distintas perspectivas para definir la educación
Gloria Perdomo (20 junio 2019). Distintas perspectivas para definir la Educación.
[Archivo de vídeo]. Recuperado de UNIR
Se explica por qué se han desarrollado muy diversos enfoques para definir y analizar
la naturaleza y finalidades de la educación.
42 El Enfoque Inclusivo en Educación Formal y No Formal
Tema 1. A fondo
Malala discurso ante la ONU 2016
Ali Chavez (12 marzo 2014). Malala discurso en la ONU. [Archivo de vídeo]. Recuperado
de https://www.youtube.com/watch?v=6HYttDgU5y4
Vídeo que presenta un extracto del discurso de Malala Yusufzai en la Organización
de Naciones Unidas el día que cumplía 16 años de edad, el 12 de julio de 2013. La
paquistaní Malala, con solo 17 años, obtuvo el Premio Nobel de la Paz, un
reconocimiento de la ONU que fue debido a su ferviente defensa del derecho a la
educación de las niñas y contra la violencia que proviene de la ignorancia.
43 El Enfoque Inclusivo en Educación Formal y No Formal
Tema 1. Test
Test
1. Indica cuál de las siguientes es una diferencia entre la educación formal y la
educación no formal:
A. La educación no formal es asistemática y no planifica sus acciones, mientras
que la educación formal está orientada por una rigurosa planificación.
B. La educación no formal utiliza métodos participativos y democráticos y la
educación formal utiliza métodos expositivos.
C. Ninguna de las anteriores.
2. La pedagogía de la resistencia de Henry Giroux propone que la educación
incluya:
A. El uso del pensamiento crítico.
B. La objeción a los ideales de la guerra y el militarismo.
C. Todas las anteriores.
3. Las teorías del capital humano afirman:
A. Que la educación es un factor de producción.
B. Que la educación debe ser asumida por la empresa privada.
C. Que la educación es un gasto social necesario.
4. Según plantea J. Delors en su informe La educación encierra un tesoro:
A. «La educación a lo largo de la vida se basa en cuatro pilares: Aprender a
conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser».
B. «La educación es formar a un niño en un ambiente humano diferente al de la
vida cotidiana».
C. «La educación consiste en dirigir los sentimientos de placer y dolor hacia el
orden ético».
44 El Enfoque Inclusivo en Educación Formal y No Formal
Tema 1. Test
5. Es una característica de la educación como proceso social:
A. Se realiza mediante un operativo en el que participará la comunidad.
B. La educación implica diálogo, no es mera transmisión o depósito de información.
C. La educación inculca los valores necesarios para alcanzar el desarrollo
humano.
6. La educación promueve cambios y aporta al progreso social cuando:
A. La educación busca adaptar, pero adaptar para el cambio, para la innovación.
B. La educación rechaza las injusticias y promueve la transformación social de
situaciones de violencia e inequidad.
C. Todas las anteriores.
7. El estudio de la etimología de la palabra educación permite:
A. Identificar que la educación es una práctica de civilizaciones muy antiguas.
B. Reconocer que existen dos acepciones de la palabra que pueden referir a
interpretaciones contradictorias sobre la educación.
C. Todas las anteriores.
8. Son modalidades de la educación no formal:
A. Los programas de alfabetización de adultos.
B. La formación de cooperativistas y los programas de formación para la
inserción laboral de población migrante.
C. Todas las anteriores.
9. El Pacto sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales:
A. Fue establecido para garantizar las libertades económicas.
B. Consagra la autonomía educativa de cada nación.
C. Establece el derecho a la educación como derecho humano.
45 El Enfoque Inclusivo en Educación Formal y No Formal
Tema 1. Test
10. Existen muy diversas definiciones sobre la educación porque:
A. El concepto de educación varía dependiendo de la tradición filosófica,
doctrinaria o teórica que lo formula.
B. Cada legislación nacional indica qué definición de la educación es la admitida.
C. No existen diferencias, ya ha sido aprobada la definición científica sobre lo
que es la educación.