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1 El ensayo como búsqueda y creación. (Hacia un discurso de aprehensión compleja) Dr. RIGOBERTO PUPO PUPO

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El ensayo como búsqueda y creación. (Hacia un discurso de aprehensión compleja)

Dr. RIGOBERTO PUPO PUPO

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INDICE

Prólogo 4

Introducción 8

1.- El ensayo y su elan filosófico- cultural y complejo. 12

2.- Imagen, metáfora, verdad. 25

3.- Educación y pensamiento complejo. 47

4. La utopía y sus mediaciones complejas. 54

5. Tradición, historia y cultura. 66

6.- Filosofía y Literatura en Lezama Lima. 82

7.- Humanismo y valores en José Martí. 109

8.- Martí, periodista. 137

9.- La relación ética- política en José Martí. 146

10.- El sentido de identidad en Alejo Carpentier. 153

11.- Filosofía e identidad en Medardo Vitier. 159

12.- Gramsci y su intelección compleja de la Filosofía. 165

13.- Platón y su visión compleja del filosofar. 173

14.-El ensayo como literatura de ideas, en Marinello. 180

Conclusiones inconclusas 199

Bibliografía 203

Anexos. Joyas ensayísticas de José Martí.

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PRÓLOGO

Estamos en presencia de un ensayo de ensayos. El autor revela las

complejidades y especificidades del género ensayístico y consecuente con

ello, expone varios ensayos en temas diversos de carácter filosófico -cultural,

con acento humanista.

La diversidad de temas tratados no resta valor a la compilación, ni conspira

contra la coherencia lógica y la unidad que siempre exigimos a un libro. Un

propósito esencial sirve de mediación central a la totalidad del trabajo: hacer

teoría e historia del ensayo y mostrar las particularidades que lo caracterizan

y definen como género especial, diferente al artículo, al estudio crítico, al

tratado didáctico, etc. Por supuesto, sin perder de vista que los límites entre

los géneros literarios son flexibles y relativos.

El autor, asumiendo creadoramente la tesis lezamiana que las influencias

dejan de serlo, cuando son sentidas, incorpora a su discurso revelador, a

grandes ensayistas de nuestro continente y del mundo. Aprovecha con

originalidad y estilo personal, los resultados teóricos relacionados con el

ensayo del filósofo y pedagogo cubano Medardo Vitier, pionero en trabajos

de esa naturaleza, así como otros fundadores y maestros del género. En el

trabajo brilla por su presencia el rico discurso de José Martí como figura de

las letras que hizo del ensayo un medio idóneo para develar la espiritualidad

del hombre en su perenne posibilidad de excelencia y creación. Un discurso

que como bien destaca el Dr. Pupo, “ve con las palabras y habla con los

colores” y no separa el oficio de la misión para encarnar un corpus crítico

complejo de acción comunicativa para la formación humana.

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El profesor Pupo, sin pretender hacer derroche de erudición - no es su estilo

–, nos presenta un profundo y sugestivo análisis crítico del ensayo y sus

implicaciones teóricas, metodológicas y prácticas. Con sólidos argumentos y

la fuerza persuasiva que caracterizan al que vierte todo su espíritu a nobles

propósitos, el autor logra penetrar con audacia y éxitos en la naturaleza

interna del ensayo como género que propicia con creces la búsqueda y la

creación comunicativas. Revela con pleno oficio sus rasgos más

característicos, es decir, el acento o sello propio del escritor, tematizado en

su subjetividad expresiva y su correspondiente modo subjetivo en el

tratamiento de los temas, ya sea propiamente literario, académico, etc. Hace

énfasis en el elan filosófico-cultural y complejo del discurso ensayístico, a

partir de la perenne vocación de búsqueda, su sentido utópico y su mirada

cósmico-ecuménica. Un discurso que no dispone por la fuerza o impone a

ultranza, sino que propone, agrega y añade, porque suscita nuevas

aprehensiones. Sencillamente, tal y como lo demuestra el doctor Pupo, el

verdadero ensayo abre innumerables cauces al pensamiento creador y a los

sentimientos. Por ello es un medio insustituible en la construcción de la

verdad y la revelación de los valores humanos.

Es que el ensayo, si bien no es un tratamiento sistemático o despliegue

lógico de un asunto, lleva dentro la lógica natural que fluye de la subjetividad

humana. Esto determina su creciente autenticidad, sin necesidad de recurrir

a las “puras objetividades”, limpias de las vetas personales.

En el buen ensayo se vierte la subjetividad toda, sin resultar un puro discurso

subjetivista, al margen de la realidad objetiva y los condicionamientos reales

y necesarios. Simplemente se aborda la realidad en relación con el hombre

y en función de él. Pero un hombre concebido culturalmente, que piensa,

siente, actúa y se comunica con el otro, con la sociedad, la naturaleza, y

desde una perspectiva de complejidad.

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Su estilo, tal y como subraya el autor, se diferencia cualitativamente del

tratado y de la monografía. El ensayista, más que transmitir un cuerpo de

nociones aceptadas, enseña, abre cauces interpretativos nuevos y

sugerentes. Renuncia a la misión didáctica, a las convenciones puras.

Propone y agrega por su riqueza sugestiva. Es tolerante, está abierto al

reconocimiento del otro, porque brinda opciones y espacios a la elección y no

cree que su verdad sea la verdad única.

El lenguaje empleado es múltiple, variado y diverso; no reduce la dimensión

lingüística del hombre en la aprehensión de la verdad y la revelación de los

valores, al simplemente llamado lenguaje científico y a los conceptos y

categorías lógicas con que piensa el objeto. Emplea todas las formas

aprehensivas lingüísticas y las anima con la fuerza de la subjetividad.

Imprime color, movimiento y gracia estética a las ideas. Fertiliza el discurso

con las imágenes que unifican y las metáforas que buscan la unidad en la

diversidad y dirigen el pensamiento a la cultura con sentido humano. Por eso

el maestro Medardo Vitier –autor trabajado profundamente por el Dr. Pupo-,

en su “Del Ensayo Americano”, señala: “El ensayo abre cauces dóciles a la

subjetividad y a las ideas, sin mengua de sus perfiles, viven envueltos en el

aura personal, comunicativa, que nos torna propenso a la conversión”. En

fin, tanto en el análisis crítico del ensayo como en los propios ensayos que

expone el autor, se descubre con sólidos fundamentos la esencia del ensayo

como género literario de la personalidad, de la subjetividad creadora que

acentúa y revela, porque promueve, remueve y aviva con sentido de atisbo y

gérmenes, capaz de impulsar la inquietud humana, sin perder de vista la

dignidad de las ideas y el encanto de la comunicación.

Varios ensayos se integran al libro. Todos poseen riqueza conceptual,

axiológica y comunicativa. En todos encontramos vocación cultural humana

y vuelo de altura. Los problemas humanos orientan el discurso hacia la

unidad de lo diverso y hacia lo grande y absoluto.

En imagen, metáfora y verdad, después de interesantes análisis sobre el tema y sus mediaciones, el autor demuestra la necesidad de concebir el saber como aprehensión integradora incluyente, pues no es posible

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acercarnos a la verdad con reduccionismos gnoseologistas que excluyen otras formas humanas, incluyendo el lenguaje figurado o tropológico. Este ensayo resulta novedoso y sobre todas las cosas, sugerente, por el cauce sociocultural antropológico en que se funda, por la complejidad de las aristas asumidas y por la crítica de que es objeto el paradigma reduccionista y simplificador que nos legó la modernidad. Educación y pensamiento complejo, segundo ensayo del Dr. Pupo, constituye en sí una excelente aprehensión de las infinitas posibilidades heurísticas que brinda la teoría de la complejidad y el pensamiento complejo de Edgar Morin para la comprensión de la educación como formación humana. Muchas ideas de este gran pensador contemporáneo sirven de brújula orientadora al ensayismo del maestro e investigador cubano. Lo mismo ocurre con Tradición, historia y cultura, donde devela aspectos centrales del devenir histórico del hombre, la actividad humana y su concreción en la cultura. En La utopía y sus mediaciones complejas, penetra con gran audacia teórico- conceptual y metodológica, en un tema de gran actualidad, poco trabajado desde un abordaje complejo. Literatura y filosofía en Lezama Lima, constituye un certero acercamiento a la poética del intelectual cubano, a partir de la unidad en que se concreta lo literario y lo filosófico en su cosmología. El Dr., Pupo revela con hondura los fundamentos en que se sustenta la rica cosmovisión del autor de Paradiso y sus determinaciones concretas en la teoría de la imagen y la metáfora. Los tres ensayos referidos a José Martí, dan cuenta de la profesionalidad del autor y del conocimiento profundo que posee del pensamiento y la obra del intelectual cubano. Con un estilo muy personal el maestro Pupo descubre la cosmovisión martiana y sus concreciones en la axiología de la acción. Tanto en humanismo y valores en José Martí, la relación ética- política, como en Martí, periodista, se pone de relieve, cómo la filosofía de José Martí, deviene programa pedagógico para la formación humana, a través de la axiología de la acción, en los marcos de un pensamiento profundo de raíz americana y vocación ecuménica. También se trabajan momentos de la obra de Alejo Carpentier y Medardo Vitier, ilustres pensadores cubanos, en correspondencia con el espíritu del libro y los propósitos que encauzan su quehacer ensayístico. Los restantes ensayos sobre Gramsci y la intelección compleja de la filosofía y Platón y su visión compleja del filosofar, resultan interesantes trabajos que dicen y proponen mucho., porque son ensayos que buscan… Cierra la obra con “El ensayo como literatura de ideas, en Juan Marinello”, que además de ser en sí mismo un homenaje al gran ensayista cubano, el autor aprovecha la ocasión para mostrar cómo la obra de Juan Marinello, con gran resonancia martiana, es un paradigma de buen ensayo con raíz americana y sentido universal.

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Las conclusiones sintetizan con maestría y profesionalismo las particularidades propias del género ensayístico y sus posibilidades inagotables de aprehensión encauzadora de realidades complejas. Con relación al autor, debo decir, que se trata de un ensayista con éxito. Posee una extensa obra en este género y ha obtenido numerosos premios de carácter nacional e internacional, incluyendo entre otros, el Premio Nacional Cubano de la Crítica 1990, con el ensayo: “La actividad como categoría filosófica”, así como cuatro premios nacionales de Ensayo Juan Marinello, entre otros, incluyendo además, el Premio nacional José Martí con el proyecto de ensayo “El concepto de la vida”, y los Premios de la Academia de Ciencias de Cuba con el ensayo “Medardo Vitier y la Cultura Cubana”, ya en proceso de edición e “Identidad y subjetividad humana en José Martí”, México, 2004. Recientemente se han editado en México dos excelentes libros suyos: Identidad y Subjetividad Humana en José Martí”, Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, 2004 y “Filosofía y Literatura en Alejo Carpentier”, Centro de Investigación de la Comunicación, A. C, León, Guanajuato, 2004, coincidiendo con el centenario del Premio Cervantes. Fue jurado del Premio Internacional de Ensayo Ricardo Miró 2000, de Panamá en el género ensayístico. Estamos seguros que esta obra encontrará recepción en nuestro medio. Su contenido y la forma en que se expone resultan interesantes para profesores, investigadores, estudiantes y público en general, ante todo por la forma en que se despliega el ensayismo desde una perspectiva de complejidad y con un estilo ameno, sencillo y de alto vuelo cogitativo.

Dr. Arquímedes Oramas Vargas. Rector UPCH, Cárdenas, Tabasco. México.

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INTRODUCCIÓN

Este libro no ha sido hecho por encargo. Es un resultado de muchos años

de estudio. Las investigaciones hechas en torno a la teoría de la

complejidad y el pensamiento complejo, sobre José Martí, Juan Marinello

y Medardo Vitier son sus antecedentes principales. Estos tres grandes

ensayistas de Cuba y de nuestra América han dejado una huella

imborrable en mí. Hombres de pensamiento complejo que con sabia

inquietud se adelantaron a su momento histórico.

Los ensayos de Martí, verdaderas joyas literarias con elan cultural

desbordante y espíritu cogitativo de alto vuelo me han alumbrado caminos.

Emerson, Cecilio Acosta, el prólogo al Poema del Niágara, de Pérez

Bonalde, y por supuesto, “Nuestra América”, son ensayos con numen

complejo, impactantes, que inconscientemente lo conducen a uno hasta la

conversión1.

Los trabajos martianos de Marinello, ricos ensayos que presentan a Martí

como totalidad trascendente, resultan atrayentes y no dejan espacio a la

vacilación2. Lo hacen cómplice y eternos seguidores, a veces sin darse

cuenta. Su discurso es letra con filo y humano ecumenismo3.

1 Ver de Pupo, Rigoberto. “Identidad y Subjetividad Humana en José Martí. Universidad Popular de la

Chontalpa, Tabasco, México, 2004. 2 Ver de Pupo, Rigoberto. Aprehensión martiana en Juan Marinello. Editorial Academia, La Habana,

1998. 3 “(…), porque lo que quieren los hombres, escritores o no, de mi orilla ideológica, es que los

intelectuales honestos y ansiosos de obra duradera, trabajen en el área de su foro propio por la

llegada de una realidad social que, por su radical justicia, permita e impulse tareas creadoras

(...) Y ese trabajo ha de producirse sin banderías excluyentes ni parcialidades debilitadoras.”

(Juan Marinello, “Meditación Americana”. Edición Procyón, Buenos ires, Argentina, 1959. p. )

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La rica obra de Medardo Vitier, como grande ensayista y teórico relevante

del género, abre cauces insospechados en la revelación grandiosa de “la

literatura de ideas”, del ensayo, como búsqueda y creación, y de sus

infinitas posibilidades cultivadoras del pensamiento y la sensibilidad

humanas4.

Las grandes figuras del ensayismo hispanoamericano, Unamuno, Ortega y

Gasset, José Enrique Rodó, Montalvo, Vasconcelos, Mariátegui, y otros

han sembrado semillas que siempre encuentran cultivadores: unos

divulgan su legado, otros, bebiendo de ellos y con impulso de

trascendencia, hacen aportaciones para desbrozar caminos en

correspondencia con los nuevos tiempos.

El ensayismo ha hecho mucho y dicho más (…) En los momentos de crisis

asoma con ansiedad e indica horizontes. Se sabe a sí mismo, fuerza

telúrica, que soslaya la simpleza y los reduccionismos, para ascender,

siendo. Que no impone ni dispone, porque propone en su búsqueda

creadora.

El ensayismo es fuerza de “resistencia y libertad” y en los momentos

actuales emerge como discurso ansioso de humanidad para dar respuesta a

las exigencias del siglo XXI. Siglo marcado desde su inicio por la

incertidumbre, la desilusión, la crisis de los valores y los vacíos

existenciales.

Toda escritura, independientemente del género en que tome cuerpo,

expresa la sensibilidad y la razón de su tiempo histórico; sin embargo, el

ensayo como literatura compleja de ideas aladas, es al mismo tiempo

búsqueda y creación. Por eso deviene urgencia cultural para la cultura

misma que se sabe amenazada, en su esencia y propósitos, y busca

caminos para preservar su existencia.

Las razones que asistieron a Medardo Vitier para afirmar la preeminencia

del ensayo para su siglo XX, hoy a inicio del XXI, se repiten. “Parece que

el ensayo alcanza su plenitud en nuestro tiempo. El mundo está revisando

sus valores. Estamos discutiéndolo todo. Queremos replantear. Lo pasado

nos interesa vivamente, por lo mismo, e intentamos explicar a otra luz. El

lector que siga atentamente la corriente de obras fuertes que circulan hoy,

advertirá que nuestra época es explicativa. ¿Será la despedida de un

mundo viejo? Baste citar “El mundo que nace” de Keiserling, y es un

ensayo.

4 Ver “Vitier, M Apuntaciones Literarias”. Editorial.Minerva, La Habana, 1935, y “Del Ensayo

Americano”.Fondo de Cultura Económica., México, 1945, ente otros.

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En “La deshumanización del arte”, de Ortega y Gasset, se nos da una

explicación sobre cosas de estética. Este ensayo aparece suscitado por

largas disputas contemporáneas. Quiere aclarar, conciliar.

Se infiere de estas apuntaciones que el ensayo no aparece, o al menos no

alcanza auge, sino al término de una civilización y al esbozarse en la

sociedad,- en los hechos y en los criterios,- una nueva estructura del

mundo. Es un género de madurez histórica, y en momentos muy

indicadores, cuando menos, lo vemos aparecer y situarse en la frontera de

dos civilizaciones. Nótese el momento en que componen sus ensayos

Bacon y Montaigne, con respecto a los rumbos espirituales de Europa.

Repárese, limitando mucho más el campo, en la fuerte corriente

ensayística de España, de 1890, año más o menos, a nuestros días. Son

épocas en que sin perjuicio de la unidad orgánica de la historia, se escinde

algo, se recuentan las energías humanas, y se recomienza a mirar, con

voluntad de vivir el rostro enigmático del destino.

Creo, por eso, que nuestro siglo asistirá todavía a una boga del ensayo.

Que conserve o no sus lineamientos, no es cosa predecible.

Las materias más graves han sido temas del ensayo, desde los primeros

vagidos de éste hasta su plenitud actual”5.

Y es que si en todos los tiempos, el ensayo es impulso de inquietud, en los

momentos de crisis, es inquietud de impulsos aprehensivos renovados para

mover conciencias y encauzar propósitos. Es un género, que más que la

información, busca la comunicación y el sentido de las cosas y los

procesos, en su real complejidad. Por eso, es al mismo tiempo, un

método.”El pensamiento complejo-escribe Morin- incluye en su visión

del método la experiencia del ensayo. El ensayo como expresión de la

actividad pensante y la reflexión, es la forma más afín al pensar moderno.

Pensar una obra como ensayo y camino es iniciar una travesía que se

despliega en medio de la tensión entre la fijeza y el vértigo. Tensión que,

por un lado, permite resistir al fragmento y, por el otro, a su contrario: el

sistema filosófico, entendido como totalidad y escritura acabada. Sobre

todo, resistir, porque como afirma el sabio Hadj Garum O´ rin: “el hombre

y su heredero permanecerá pascaliano- atormentado por los dos infinitos- ,

kantiano- chocando con las antinomias de su espíritu y los límites del

mundo de los fenómenos-, hegeliano- en perpetuo devenir, en continuas

contradicciones, en busca de la totalidad que le huye”.

Desde Montaigne, quien utiliza el término ensayo para escritos en Burdeos

y confesaba no poder definir al ser, sino sólo”pintar su paso”, hasta

5 Vitier, Medardo. Apuntaciones literarias. Editorial Minerva, La Habana, 1975, p. 28.

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Baudelaire quien señalaba que el ensayo es la mejor forma de expresión

para captar el espíritu de la época, por equidistar entre la poesía y el

tratado, el ensayo es también un método. El ensayo, entre la pincelada y el

gerundio, no es un camino improvisado o arbitrario, es la estrategia de un

obrar abierto que no disimula su propia errancia y, a su vez, no renuncia a

captar la fugaz verdad de su experiencia.

El ensayo abriga su sentido y su valor en la proximidad de lo viviente, en

el carácter genuino “tibio, imperfecto y provisorio” de la vida misma. Es

esto lo que le da su forma única y exhibe su modo peculiar, y es también el

principio que lo funda”6.

Es también el principio que lo funda, porque como bien dijo Ortega y

Gasset, “(…) es la ciencia sin la prueba explícita”7, porque no opera con a

priori, sino busca para probar con soberana libertad. Una búsqueda a veces

incierta, pero con el entusiasmo indagador que no dispone para

empobrecer el discurso y la vida misma, y sí propone para enriquecer y

crear. Por eso, el buen ensayo dará luz al oscuro siglo que hemos iniciado

y junto con la poesía alumbrará con “luz de estrella” nuevos cauces,

discernimientos y aprehensiones complejas, para seguir soñando…,

siendo…y haciendo. SOÑANDO…

Vivir soñando es alargar la vida.

Hacer poesía sin estimular la imagen.

Volar muy alto, sin potentes alas.

Construir verdades y encontrar creyentes.

Ver el guiño de una estrella como sonrisa amada.

Sentir el golpe del viento como deseado beso.

Proyectar mi yo y saber que soy.

Convertir los detalles en cosas grandes.

Creerse pequeño para engrandecer.

Mirar la gente y revelar bondad.

Despertar ilusiones y realizarlas.

Pensar el ser sin quedarse en él.

6 Morin, E, Ciurana, E, Mota, R. Educar en la era planetaria. Editorial Gedisa, S. A, España, 2003, pp.

18- 19.

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Enriquecer el espíritu para abrir caminos, y

Asumir la vida queriendo ser.

¡Soñar, es elevarse, siendo!

El ensayo, eleva humanamente, sin dejar de ser. Es literatura de ideas grandes (…)

¡que espera, desespera y alza el vuelo!

1.- El ensayo y su elan filosófico- cultural y complejo.

La concepción del ensayo, como el ensayo mismo, tiene su historia. Como

género literario no siempre su definición conceptual8 ha coincidido con su

contenido real. Ha primado con frecuencia la superficialidad definitoria y

7 Idea muy a tono con las concepciones del pensar complejo de Edgar Morin. 8 "Escrito, generalmente breve, en el que se expone, analiza y comenta un tema, sin la extensión ni

profundidad que exigen el tratado o el manual." (F. Alvaro Francisco Cervantes, Diccionario Manual de la

Lengua Española. Edit. Oriente, Stgo. de Cuba, 1979, p. 292); "Escrito generalmente breve y sin

pretensiones de tratar a fondo una materia" (Enciclopedia Sopena. Tomo I. Barcelona, España, 1930, p.

963); "El ensayo literario es género de confluencias y posibilidad de eclosión reordenadora, aunque también

puede ser pretexto para la huida de ingratas responsabilidades y refugios de piruetas ideológicas (...)"

Enrique Ubieta. Ensayos de identidad. Edit. Letras Cubanas, La Habana, 1993, p. 8). "(...) el ensayo, que el

propio Reyes llamó "centauro de los géneros", es en sí mismo lo bastante dúctil como para devorarse la

mayor parte de su obra, cambiando tranquilamente de rostros" (Roberto Fernández Retamar. Prólogo a

Ensayos. Alfonso Reyes. Casa de las Américas, La Habana, 1968, p. XVII). "El término ensayo como signo

de un concepto literario, no se rinde a la definición, a causa de su riqueza ideológica (...) Comprende,

empero dos rasgos bien acusados en el ensayo: el acento propio del escritor y el tratamiento no sistemático y

riguroso del asunto" (M. Vitier. Apuntaciones Literarias. Edit. Minerva, La Habana, 1935, p. 11.) "Ensayo,

composición literaria que tiene por objeto presentar las ideas del autor sobre un tema y que se centra, por lo

general, en un aspecto concreto del mismo. Con frecuencia, aunque no siempre, el ensayo es breve y

presenta un estilo informal. El género se diferencia así de otras formas de exposición como la tesis, la

disertación o el tratado." (Ensayo. Enciclopedia Microsoft (R) Encarta (R) 98. (C) 1993-1997. Microsoft

Corporation)

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acomodaticia de encuadrar un concepto, con independencia de su correlato

con la realidad y el espíritu animador del sujeto que piensa, siente y actúa.9

Sencillamente, por tradición lógica hay que definir, aunque se empobrezca lo

definido. ¿Actitud nihilista ante las definiciones lógicas? Por supuesto que

no, siempre y cuando se conciban en su relatividad aproximativa, como

acercamiento al objeto y a sus diversas mediaciones que lo hacen complejo.

Es necesario tener en cuenta la especificidad del objeto y el sujeto que lo

aprehende, es decir, en resumen, seguir la lógica especial del objeto

particular y su inserción histórico-cultural.

Por eso, los grandes espíritus ensayistas y nuestro continente es pródigo en

ello- no rehúyen las definiciones como punto de partida del discurso analítico

y sintetizador, pero las completan con las caracterizaciones, la imaginación

creadora y otras formas aprehensivas, incluidas la hermenéutica, la

semiótica y el psicoanálisis en la configuración del discurso.

No siempre el rigorismo lógico y los prejuicios formales que le son inherentes

han reinado absolutamente con sus secuelas autoritaristas. Sin embargo el

género ensayístico ha sufrido sus nefastas consecuencias. Se ha

considerado ejercicio intelectual de menor grado. Medardo Vitier, mente de

alta estirpe de Cuba y América, lo ilustra con fuerza convincente: "(...) Kelly,

el hispanista inglés, que tanto predicamento alcanza a virtud de su Historia,

ni siquiera usa la palabra ensayo en las líneas que escribe sobre D. Miguel

de Unamuno. Es cierto que fija la importancia de la figura, pues dice: "Es un

talento múltiple: erudito, crítico, poeta (...) pero no apunta la función del

ensayista ni se detiene a ese respecto en otros coetáneos de Unamuno que

con sus ensayos dan fisonomía a las letras españolas (...) Estudia los

escritores románticos (...) mas de aquella concepción del mundo que

comunicó tono inconfundible a la época literaria, no hay noticia (...) El ensayo

es en ellos se refiere también a Ortega y Gasset- y lo ha sido para la

sensibilidad española en estos decenios de la centuria, cosa orgánica,

9 Ver de Vitier, M. Apuntaciones literarias. Edit. Minerva, La Habana, 1935, p. 11.

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sustantiva, porque ha examinado, del novecientos acá, los motivos y valores

del alma nacional."10

Esta tendencia, por suerte, no se impuso. La concepción de que las

fronteras entre los géneros literarios más que absolutas, son movedizas,

inestables y relativas, convirtióse en convicción y la tesis del grande

ensayista martiano, Juan Marinello, de que el tratado impone y el ensayo

pone, abre cauces de sorprendente valía.11 Y es que el ensayo -sin

menospreciar los otros géneros literarios que cumplen sus respectivas

funciones en la literatura-, posee particularidades propias que enriquecen,

avivan y vitalizan el pensamiento creador y la ascensión humana. Su miraje

sociocultural antropológico permeado de espiritualidad escrutadora, convierte

en indisoluble haz la filosofía, la literatura, el arte, la sociología y todas las

ciencias del hombre para desplegarse con fuerza hacia la naturaleza del

cosmos humano en relación con su universo cultural y social.12

El elan filosófico cultural que resume y nuclea al ensayo, en su esencialidad,

posibilita que el discurso que lo encauza vincule en estrecha unidad las

10 Medardo Vitier: Apuntaciones Literarias. Edit. Minerva, La Habana, 1935, p. 10. 11 "Si bien algunas obras de escritores latinos como Cicerón, Séneca y Plutarco pueden

considerarse prototipos del género, el ensayo es fundamentalmente invención del escritor francés Michel Euquem de Montaigne. El desarrollo de esta forma literaria es resultado de la preocupación por el ser humano demostrada durante el renacimiento, que estimuló la exploración del yo interior en relación con el mundo exterior. Los Ensayos de Montaigne (como el propio autor quiso llamar a las breves y personales meditaciones en prosa que comenzó a publicar en 1580) surgieron en una época de grandes cambios intelectuales y sociales; un período en el que los europeos revisaron sus opiniones y valores sobre temas de muy diversa naturaleza: la muerte y la posibilidad de una vida futura, el viaje y la exploración o las relaciones sociales. Temas que todavía hoy son los principales asuntos del ensayo contemporáneo." (Ensayo. Enciclopedia Microsoft (R) Encarta (R) 1993-1997. Microsoft Corporation. 12 "Comoquiera el ensayo se presta a la expresión de un amplio espectro de preocupaciones

personales y su estilo no es ni mucho menos fijo. Ni siquiera se inscribe en los límites de la prosa, como ponen de manifiesto los poemas de Alexander Pope, Ensayo sobre la crítica (1711) y Ensayo sobre el hombre (1733). El ensayo es un género flexible que el autor desarrolla y cultiva a su antojo. Puede ser de carácter formal, como los Ensayos o consejos civiles y morales (1527-1625) del filósofo y estadista inglés Francis Bacon; o distendido y coloquial, como Sobre el placer de la caza, del crítico inglés William Hazlitt. También puede ser lírico, como Los bosques de Maine, de Henry Thoreau. En ocasiones puede adoptar la forma epistolar, como se pone de manifiesto en las obras del escritor británico Oliver Goldsmith (Ciudadano de mundo, 1762). Entre los más atrevidos experimentadores del siglo XX destaca el escritor estadounidense Norman Mailer, creador de un estilo que combina la biografía, el documental, la historia, el periodismo y la ficción en obras como Ejércitos de la noche (1968), donde reflexiona sobre las protestas que levantó la Guerra de Vietnam."

(Ibídem).

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ciencias del hombre. Evita por su propia naturaleza, la especialización

discursiva, que aunque en los tratados didácticos intente agotar los

problemas en sistemas coherentes, enseña, pero no cultiva. Y la enseñanza

es parte de la cultura, pero no la cultura misma, que implica por sobre todas

las cosas sensibilidad humana, razón utópica y conciencia crítica. Triada

imprescindible para la formación humana. ¿Aversión a los tratados?

Indudablemente que no, pues organizan la mente, informan, sistematizan los

conocimientos y valores heredados. Pero para la flexibilidad dialéctica, la

cultura del ser existencial humano y la búsqueda creadora, el discurso

ensayístico es insustituible. Se trata de una necesidad de humano propósito,

presente en todas las latitudes de la civilización humana.

En Europa, la tradición ensayística por exigencia cultural, a partir de

Montaigne encuentra desarrollo y concreción. Grandes mentes

excepcionales de las letras y la filosofía, sin proponérselo, recurren al ensayo

para expresar su ser esencial y el devenir de sus circunstancias temporales,

intereses y fines humanos.13

En España, la historia del ensayo, como expresión también de la subjetividad

humana, en perenne búsqueda de la creciente espiritualidad y los problemas

del hombre, en relación con la sociedad, encuentra grandes

13 "El ensayo se ha cultivado desde los tiempos de Montaigne en numerosas lenguas. La tradición

francesa vive un extraordinario momento con las meditaciones de corte político y social de autores

existencialistas como Albert Camus (Resistencia, rebelión y muerte, 1945) y Simone de Beauvoir (El

segundo sexo, 1949). El novelista alemán Thomas Mann, galardonado con el Premio Nobel de

Literatura, fue uno de los ensayistas más prolíficos de su país, como se pone de manifiesto en su

voluminosa colección titulada Ensayos de tres décadas (1947). El escritor alemán de origen búlgaro

Elias Canetti consagró veinte años de su vida a la monumental investigación Masa y poder, cuyo

primer volumen vio la luz en 1960. En Italia cabe mencionar a Cesare Pavese (Diálogos con Leuco;

La Literatura norteamericana y otros ensayos), Italo Calvino (Punto y aparte; Colección de arena) y

Leonardo Sciascia (Fiestas religiosas en Sicilia; La cuerda de los locos; Crucigrama), que realizaron

importantes aportaciones al debate literario y político de la posguerra europea. El ensayo ha gozado de

gran popularidad en Polonia con las obras del poeta Zbigniew Herbert y el crítico Jan Kott. Entre los

más destacados ensayistas rusos destacan Ivan Turguéniev (Apuntes de un deportista, 1852) y

Alexandr Solzhenitsin, que continuó la tradición un siglo más tarde ofreciendo un retrato realista de las

injusticias sociales. Al igual que Mailer, Solzhenitsin combinó la ficción con el reportaje y sus

ensayos alcanzaron proporciones gigantescas en obras como Archipiélago Gulag (1974-1978)."

(Ibídem).

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cultivadores14Durante el siglo XIX el ensayo continúa cultivándose con vigor

y se consolida en su forma actual con la Generación del 98. Larra publicó

numerosos artículos en periódicos y revistas de la época, posteriormente

recopilados en Colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de

costumbres (1835-1837, 5 volúmenes) y Angel Gavinet (Idearium español) es

el antecedente más inmediato de la Generación del 98. Le siguen Unamuno

(En torno al casticismo; La vida es sueño) y Azorín (Los pueblos; Castilla).

La erudición queda representada en la obra de Menéndez Pidal, autor de

reconocido prestigio en Europa. Los principales exponentes de la corriente

ensayística anterior a la guerra son Ortega y Gasset (España invertebrada;

La rebelión de las masas), Eugenio d'Ors (Glosario) y Gregorio Marañón

(Enrique IV de Castilla; Don Juan). (Ibídem) que hicieron época e influyeron

con fuerza en nuestra América.

En América Latina, el ensayo deviene urgencia histórico-cultural. Su propia

conformación histórica y su ímpetu de resistencia a no ser eco y sombra de

culturas exógenas determinan una posición crítica ante su realidad y la

alienación que la acompaña15. Emancipación humano-cultural, política y

14 "Al margen de la figura de fray Antonio de Guevara, considerado un importante precedente del ensayismo español, los autores más destacados aparecen en el siglo XVIII, impulsados por la fuerte corriente europea. Feijoo Cartas eruditas y curiosas, 1742-1760) realizó una importante labor divulgadora del pensamiento europeo que contribuyó a elevar el nivel cultural de la época. Las dos grandes figuras del ensayismo dieciochesco con Cadalso y Jovellanos. Cadalso analiza en sus Cartas marruecas (1789) las causas de la decadencia española, mientras que Jovellanos dedicó su vida y su obra a ofrecer soluciones prácticas para los problemas del momento. Algunas de sus obras más notables son Informe en el expediente de la ley agraria (1795) y Elogio

de las Bellas Artes (1782)".(Ibídem)

15 “Los más remotos orígenes del género en Hispanoamérica se trasladan a la época colonial. Algunas

Crónicas de Indias las podemos considerar como ensayos, sobre todo con las que se puede establecer

cierta relación literaria. Tenemos a Cristóbal Colón (c. 1451-1506) con sus cartas, diarios de

navegación y relaciones breves, igualmente los Naufragios y comentarios de Alvar Núñez Cabeza de

Vaca (1507-155-9) y la Historia verdadera de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo (1496-

1585), soldado de Hernán Cortés. Son especialmente importantes Los Comentarios reales del lnca

Garcilaso de la Vega (1539-1616) mestizo, hijo de un capitán extremeño y de una princesa incaica y la

Nueva crónica y buen gobierno del peruano Felipe Guzmán Poma de Ayala (c. 1534- ...) entre otros.

Haciendo la advertencia que estas crónicas se escribieron sin propósito literario confesado.

Otros ejemplos importantes de prosa colonial son los escritos barrocos del colombiano Hernando

Domínguez Camargo, también la famosa Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (México, 1691) de Sor

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social impulsan una específica actitud. Los hombres de letras y su

producción espiritual se convierten en autoconciencia de las ansias de

identidad, con vocación de raíz americana y espíritu ecuménico. A todo esto

se une una cualidad inmanente al hombre latinoamericano, al "hombre

natural", en el decir de José Martí: su rica espiritualidad y creciente

humanidad emprendedora que lo llevan a ser imaginativo, soñador, utópico y

a veces permeado de ingenuidad. Una cultura, fundada en una naturaleza

diversa, cósmica, pero única en sus propósitos. Un ser pletórico de ilusiones

que no tiene que esforzarse para revelar realismo mágico y lo real

maravilloso porque está presente en sus propias circunstancias. Esto y

mucho más cualifican la existencia de toda una pléyade de ensayistas

Juana Inés de la Cruz (1648-95), o los escritos también barrocos de Carlos de Sigüenza y Góngora

(1645-1700). En algunos de estos textos no es difícil percibir ya una clara actitud americanista, que

dominará después todo el siglo XIX y también la primera mitad del XX.

Las luchas independentistas traen nuevas preocupaciones ideológicas y políticas, las cuales por

supuesto se convierten en el tema fundamental de la literatura latinoamerericana a partir de 18l0, y el

ensayo por su idiosincrasia reflexiva y concientizadora es el texto más idóneo para expresar los

conflictos y las preocupaciones de este momento histórico tan convulso. Se levantan voces que hablan

de la tolerancia religiosa, de los derechos individuales, de la libertad intelectual y la sociedad

igualitaria y republicana.. El espíritu de la Ilustración se muestra en todo su alcance ya que circulaban -

aún cuando en forma clandestina- libros de orientación moderna: la Encyclopédie, obras de Bacon,

Descartes, Copérnico, Gassendi, Boyle, Leibniz, Locke, Condillac, Buffon, Voltaire, Montesquieu,

Rousseau, Lavoisier, Laplace. Pertenece a este momento nuestros precursores, en primer lugar el

Libertador Simón Bolívar (1783-1830) no sólo por sus proclamas y correspondencia, sino también por

su sentido de lo estético que está reflejado en algunos textos que le pertenecieron. Muy leídas son las

cartas y escritos de don Francisco de Miranda (1750-1816). Igualmente Simón Rodríguez, el maestro

del Libertador (1771-1854) lo podemos incorporar dentro de los pioneros del género junto a Andrés

Bello (1781-1865) por sus escritos sumamente reflexivos. Estos son los precursores de los escritores,

pensadores y más específicamente, ensayistas que buscaban la emancipación mental. Ya que con la

independencia no sólo se quiso cancelar el gobierno colonial sino que estos hombres se esforzaron por

expresar una nueva ideología. Casi todos ellos son hombres de pensamiento y de acción, fecundos y

enormemente influyentes.

Le continúa un grupo de escritores que hemos deseado reunir en un solo bloque porque integran

cronológica e ideológicamente el momento más significativo del desarrollo de un pensamiento

americanista. Entre los primeros tenemos a Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), Juan Montalvo

(1832-89), quien aparte de escribir sobre la realidad americana, escribe ensayos al estilo de Bacon con

títulos como "De la nobleza", "De la belleza en el género humano", "Los héroes" (Simón Bolívar),

"Los banquetes de los filósofos". Igualmente debemos destacar a Eugenio María Hostos (1839-1903) y

Manuel González Prada (1844-1918). Recordemos también a Manuel Ugarte y los hermanos García

Calderón. Va surgiendo la preocupación de una expresión típicamente americana: elaboración de un

pensamiento, que sin desligarse de los contenidos universales, reflejan un modo de ser, de reaccionar

frente a las cosas, arraigo de ideas”.( Cesia Ziona Hirshbein El Ensayo en Venezuela Revista

Electrónica Bilingüe .Nº 6, Agosto 1996).

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latinoamericanos, capaces de "ver con las palabras y hablar con los colores"

y expresar un discurso propio con imágenes y conceptos de alto valor

cogitativo y numen cosmovisivo.16 En fin, tematizan su mensaje, uniendo

filosofía y literatura como totalidad orgánica y con cauces culturales de

riqueza inusitada. Porque, según expresa Martí en su magistral ensayo

Nuestra América: "La poesía se corta la melena zorrillesca y cuelga del árbol

glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada de

idea."17 Cargada de idea por la vitalidad que le imprime el alma filosófico-

cultural que lleva dentro el discurso.

La tesis reveladora de Juan Marinello de que el tratado dispone y el ensayo

pone cualifica con creces la naturaleza expresiva y la inagotable riqueza

subjetiva de éste. Dos rasgos esenciales dan sui-géneris particularidad al

ensayo: el sello personal del escritor y el despliegue no sistemático del tema.

Ambos imprimen sentido filosófico-cultural al discurso: por la cósmica

aprehensión del asunto y por la sensibilidad de expresión con que se asume.

Oigamos a modo ilustrativo el verbo de Martí en su grande estilo ensayístico:

"Él traía su religión -se refiere al magno predicador Henry Ward Beecher-

oreada por la vida. Él venía del Oeste domador, que abate la selva, el búfalo

y el indio. La nostalgia misma de su iglesia pobre le inspiró una elocuencia

sincera y amable. Hacía tiempo que no se oían en los púlpitos acentos

humanos. Le decían payaso, profanador, hereje. Él hacía reir; él se dejaba

aplaudir, ¡culpable pastor que se atrevía a arrancar aplausos! Él no tomaba

jamás su texto del Viejo Testamento, henchido de iras, sino que predicaba

sobre el amor de Dios y la dignidad del hombre, con abundancia de símiles

de la naturaleza. En lógica, cojeaba. Su latín era un entuerto. Su sintaxis

16 En América Latina, la influencia de la ilustración y las revoluciones del siglo XVIII, propiciaron la

aparición de numerosos trabajos. La Carta a los españoles americanos, del jesuita peruano exiliado

Juan Pablo Viscardo, es uno de los primeros de una larga lista de autores: Francisco Miranda, Andrés

Bello, Fray Servando Teresa de Mier, Manuel Palacio Fajardo y Vicente Rocafuerte, que escribieron a

principios del siglo XIX. Posteriormente se pueden citar muchos ensayistas más. Los argentinos

Esteban Echevarría, Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento; los chilenos Francisco

Bilbao, Benjamín Vicuña y Manuel Recabarren; el uruguayo José Enrique Rodó; el cubano José Martí,

y más recientemente, en México, Justo Sierra, Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Samuel Ramos,

Octavio Paz y Edmundo O'Gosman, ente otros muchos. (Ibídem).

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toda talones. Por los dogmas pasaba como escaldado. ¡Pero en aquella

iglesia cantaban las aves, como en la primavera; los ojos solían llorar sin

dolor y los hombres experimentaban emociones viriles!"18

A los dos rasgos señalados -cualidades esenciales del ensayo- se derivan

otros,19 que no por secundarios, restan valor al género. Todo lo contrario:

emanan de ellos para completarlos: la imaginación, predominio de los

sentimientos, las imágenes, las emociones. El discurso se resiste a cerrar,

es sugestivo, suscitador y con ello, pleno de aperturas y aprehensiones. El

estilo es dúctil, sugerente y tolerante. Hay espacio para la relatividad, si bien

tiende a lo grande, a lo absoluto por su concentración, fuerza espiritual y

subjetiva.20 No rehúye a la objetividad, a la responsabilidad, al deber, pero lo

hace por cauces culturales con alto vuelo cogitativo. Se detiene también en

los detalles, por ser cosas humanas, pero los inserta a la corriente que

despierta semillas dormidas. Cultiva humanidad y axiología de la acción con

nobles propósitos. Hay pedagogía en el discurso, pero teñida de numen

filosófico-cultural. Por eso no es normativo, sino comunicativo. Parte del yo

personal, pero como se dirige a la persona humana y a sus motivos

capitales, respeta al otro. Fluye con desenfreno el mundo interior del

escritor, con sentencias, frases aforísticas, ideas grandes por sus

posibles varias recepciones e interpretaciones, metáforas, dichos

populares, etc. pero no siempre con fines egocentristas, sino para comunicar

con amenidad, encontrar consenso y lograr empatía. Medardo Vitier, en su

estudio sobre el ensayo, refiere a la vida de D. Quijote y Sancho, de

Unamuno, y descubre nuestro asunto con excelsa maestría: “Tiene (...)

innegable objetividad en cuanto nos va presentando el contenido del

Quijote. Pero no es esa objetividad pura, limpia de vetas personales que

17 Martí, J., Nuestra América. O. C. Tomo 6. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 21. 18 Martí, J. Henry Ward Beecher. Su vida y su obra. O.C. T. 13, Edit. Nacional de Cuba, La

Habana, p. 64, pp. 39-40. 19Ver Vitier, M. Obra cit. pp. 17-25. 20 "La mentalidad del ensayista suele ser concentrada. Emerson, por caso, es un espíritu intravertido,

un meditador. Lo es también Carlyle. Gustan de espaciar sus contemplaciones en los ámbitos del yo.

Son los ensayistas filosóficos." (Vitier, M. obra citada, p. 16).

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hallaríamos en una historia literaria donde el autor dedicase uno o más

capítulos a la interpretación del famoso libro. Porque Unamuno se vierte

todo él, con su irremediable desasosiego espiritual en esas páginas. Ese

estilo suyo, que no busca tersura, pero que consigue inusitada fuerza, dibuja

una angustia racial y a la vez de humana universalidad que él sazona con su

propia psiquis atribulada. Su libro estudia, sí, el Quijote, y nos guía a verlo

en lo profundo, pero las mejores esencias de este trabajo son de aportación

personal. No es cosa de erudición sino de sugestión. Ni es la prosa

didáctica que un plan frío ordena en yuxtaposiciones lógicas, mesuradas,

sino el fluir creciente de un lamento que se enciende en profecía o se quiebra

en lágrima viril. El vasco "fino y fuerte", aclimatado en Castilla es allí la voz

viviente de la España grande. Nos da en ese libro un ensayo, no un tratado,

no un estudio de riguroso método filológico."21

Por supuesto, aquí nos detenemos en el ensayo literario-filosófico, bueno,

con vuelo de altura. Hay ensayo y ensayo.22 Pero imbuido en el espíritu de

este género, nos dirigimos a lo grande, a lo más perfecto, a los que han

ganado status paradigmático por su excelencia espiritual y su trascendencia.

No es posible pensar el ensayo en nuestro idioma sin recordar a Unamuno,

Ortega y Gasset, José Martí, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, José

Enrique Rodó, Pedro Henríquez Ureña, Juan Marinello, Medardo y Cintio

Vitier, entre tantos que lo han cultivado en España y en nuestra América, con

devoción, talento y oficio.

Estos grandes ensayistas, a veces sin abandonar otros tipos de prosa, como

el tratado (texto didáctico, manual, etc.), la monografía, la crítica, el discurso,

el artículo, etc. han convertido el ensayo, más que en un género literario, en

una misión de creciente humanidad y eticidad concreta. Sus propensiones

fundadoras les han permitido develar en el ensayo infinitos menesteres

espirituales para sembrar al mismo tiempo ciencia y conciencia, razón y

21 Vitier, M. El ensayo. Apuntaciones Literarias. Editorial Minerva, La Habana, Cuba, 1935, p. 14. 22 "(...) hay una tendencia al abuso del término: con frecuencia se titulan ensayos trabajos de rigurosa economía didáctica en su vida interna. A veces es una aportación suelta, pero de pura objetividad, esto es, carente de rasgos subjetivos sobre un tema cualquiera." (Ibídem, p. 16).

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sentimiento, tan necesarios en la formación del hombre creador. "Bueno es

dirigir, pero no es bueno -enfatiza Martí- que llegue el dirigir a ahogar (...)

Garantizar la libertad humana -dejar a los espíritus su frescura genuina, no

desfigurar con el resultado de ajenos prejuicios las naturalezas (puras y

vírgenes)- ponerlos en aptitud de tomar por sí lo útil, sin ofuscarlas, ni

impelerlas por una vía marcada, he ahí el único modo de poblar la tierra de

una generación vigorosa y creadora que le falta. Las redenciones han

venido siendo formales; es necesario que sean esenciales. La libertad

política no estará asegurada mientras no se asegure la libertad espiritual.

Urge libertar a los hombres de la tiranía, de la convención, que tuerce sus

sentimientos, precipita sus sentidos y sobrecarga su inteligencia con un

caudal pernicioso, ajeno, frío y falso. Este es uno de esos problemas

misteriosos que ha de resolver la ciencia humana (...)" 23

Esto explica por sí solo, el por qué el ensayismo ha formado parte

consustancial de los grandes humanistas, preocupados por el drama del

hombre y por revelar todo lo que contribuya a la ascensión humana. Explica,

además, por qué se relievan y se incrementan con más fuerza en los

momentos de crisis existenciales, en las etapas de cambios y períodos

transicionales que más afectan al hombre, los valores y la cultura.

Es en sí mismo, el ensayo, una escritura crítica de reflexión y búsqueda en

torno a problemas sensibles del hombre o relacionados con él. Un discurso,

a veces con ribete agónico, en función de las disyuntivas que presenta la

realidad humana y su discernimiento para elegir lo que humanamente se

considera más racional por parte del escritor. Por eso en su interior hay una

intencionalidad expresa que signa la lógica del problema, pero ajeno a

fórmulas o esquemas preconcebidos. Hay recursos técnicos -propios de

cada escritor- pero coloreados por su subjetividad indagadora y su capacidad

personal.

23 Martí, J. Libros. Notas. O. C. T. 18. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p. 290. Las notas aquí citadas forman parte del plan del libro que Martí soñó realizar, titulado "El concepto de la vida". Seguramente hubiera sido un magno ensayo con acuciante elan filosófico-cultural. Lamentablemente, su muerte en el campo de batalla, luchando por la independencia de su patria no le permitió realizar su gran proyecto.

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El ensayo, si es consecuente con su misión, no puede operar con rigidez

discursiva. Ante la revisión de valores los esquemas sólo funcionan para

crear esquemas y resultan ineficaces y poco atrayentes. La osadía, la

exposición al riesgo y la valentía son atributos cualificadores del buen

ensayista. Como también lo son la gracia, el tono y el relieve de las ideas.

"Fue Ariel -refiere M. Vitier al excelente ensayo de Rodó- un arrullo por la

forma y una señal (...) Observo en Ariel dos caracteres, que en los casos

más logrados, el ensayo concilia: la dignidad de las ideas y el encanto de su

comunicación. Flota en sus períodos también ese polvo inasible del misterio

humano (...) Insisto en ese don de encanto intelectual que es atributo de los

mejores ensayos. Dígase gracia estética si se quiere."24

Gracia estética que, sin proponérselo el escritor, subyuga al lector, por la

elocuencia, el tono, el color, el calor y el relieve y vitalidad de las idas. Unido

a la coherencia del discurso, la armonía, la sinceridad y nobleza expresivas.

El ensayo Cecilio Acosta, de Martí, subyuga, paraliza, nos hace cómplice y

concentra la atención: "Ya está hueca, y sin lumbre, aquella cabeza altiva,

que fue cuna de tanta idea grandiosa; y mudos aquellos labios que hablaron

lengua tan varonil y tan gallarda; y yerta, junto a la pared del ataúd, aquella

mano que fue siempre sostén de pluma honrada, sierva de amor y al mal,

rebelde. Ha muerto un justo: Cecilio Acosta ha muerto. Llorarlo fuera poco.

Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes

naturalezas y digno de ellas. Trabajó en hacer hombres; se le dará gozo con

serlo. ¡Qué desconsuelo ver morir, en lo más recio de la faena, a tan grande

trabajador!

Sus manos, hechas a manejar los tiempos, eran capaces de crearlos. Para

él el Universo fue casa; su Patria, aposento; la Historia, madre; y los

hombres, hermanos; y sus dolores, cosas de familia que le piden llanto. El lo

dio a mares (...) Cuando tenía que dar, lo daba todo; y cuando nada ya tenía,

24 Vitier, M. Obra citada, p. 22.

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daba amor y libros (...) Él, que pensaba como profeta, amaba como

mujer." 25

Estamos en presencia -por supuesto, ante un ensayo literario-, pero la

belleza ensayística expresiva no está reñida con el tema de objeto

discursivo. La sensibilidad del escritor, su creciente humanidad y el devenir

en sus cauces culturales, imprime razón estética. La coherencia armónica y

su consecuente gusto estético como están insertos a una cultura de la razón

y de sentimiento, despierta esa bondad, verdad y belleza que el hombre lleva

dentro, que sólo espera por cauces humanos para revelarse. ¿Quién puede

negar la bondad, la verdad y la belleza de un ensayo científico, cuando un

escritor con profesionalidad y oficio es capaz de insertar el discurso a la

cultura, pues la cultura, más que acumulación de conocimiento, es

sensibilidad humana para captar lo pequeño, lo grande y lo absoluto con

sentido histórico, acorde con el presente y lo por venir, sin olvidar la buena

tradición del pasado que sirve de raíz.

Por eso, en mi criterio, el elan filosófico-cultural es inherente al buen ensayo.

Todavía más: es su mediación central. Porque lo dota de sentido

cosmovisivo al hacer centro suyo la subjetividad en sus varios atributos

cualificadores: conocimiento, valor, praxis y comunicación y al mismo tiempo

porque los concibe insertos en la cultura. Los valores humanos, que tanto

privilegia el ensayo, sólo funcionan cuando se culturalizan, cuando son

alumbrados y guiados por una cultura de la sensibilidad y la razón.

En fin, el elan filosófico-cultural, inmanente al buen ensayo, implica

conciencia crítica, razón utópica realista y cultura de la sensibilidad.

En los tiempos actuales, cuando la globalización se esfuerza por la

homogeneidad cultural, en detrimento de nuestras culturas nacionales que

sirven de pivotes de reafirmación identitaria, el buen ensayo tiene mucho que

decir y hacer. ¿Oposición a la globalización? Por supuesto que no. Es un

fenómeno objetivo, engendrado por la historia y la cultura. Pero no se puede

25 Martí, J. Cecilio Acosta. O. C. Tomo 8. Edit. Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 153.

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olvidar la divisa principal de la herencia ensayística fundadora de nuestra

América: la necesidad de partir de las raíces con vocación ecuménica.

El ensayismo latinoamericano, rico por su espiritualidad, no puede hacer coro

con el presentismo, la idea del fin de la historia, el nihilismo cultural y la

negación de los principios humanistas que propagan algunas corrientes

postmodernistas. No se puede perder el sentido de identidad que une

nuestros propósitos verdaderamente humanos ni subvertir la cultura del ser

por la cultura del tener, fuente del desarraigo, la crisis de valores y los vacíos

existenciales.

Ante el pesimismo y el escepticismo que tanto impera ya en los albores del

siglo XXI nuestro ensayismo no puede olvidar que vivir es creer. Hay que

asirse al valor de las ideas, pues como enseña el Apóstol de nuestra

América: "no hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica,

flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio

final, a un escuadrón de acorazados (...) Trincheras de ideas valen más que

trincheras de piedras".26

En resumen, no permitamos que muera la utopía, porque es matar la

esperanza. Los síntomas visibles de la crisis de la civilización no pueden

aplastar los sueños que encarnan y dan vitalidad a nuestra espiritualidad.

Hagamos que siga primando el ensayismo optimista y no el pesimista que

también existe. La salvación de la humanidad y el progreso social que

también hoy se pone en duda, debe encontrar su baluarte inexpugnable en la

cultura. La cultura, como expresión del ser esencial humano y medida de su

ascensión, continuará alumbrando las sendas del porvenir.

26 Martí, J. Nuestra América. O. C. Tomo 6. Edit. Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 15.

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2.- Imagen, metáfora, verdad.

El problema de la verdad, por estar estrechamente vinculado al hombre, sus

necesidades e intereses ha devenido tema central de las reflexiones

filosóficas de todos los tiempos. Se trata de un eterno problema de las

ciencias del hombre y de la conciencia cotidiana.

En la asunción de la verdad y su revelación en tanto tal se han expresado

disímiles concepciones de carácter racionalista, empirista, realista,

subjetivista, objetivista, fundamentalista, coherencista, fiabilista, escepticista,

agnosticista, etc. Esto evidencia la complejidad del asunto y los varios

enfoques –predominantemente gnoseologistas que se han dirigido a su

solución y búsqueda de argumentos desentrañadores. Unido a esta

búsqueda se han imbricado al objeto investigado múltiples problemas

filosóficos, sin los cuales se hace difícil avanzar en la investigación, tales

como: la relación entre saber y opinar, los objetos del saber, la noción de

opinión y creencia, la cuestión de la duda, el conocimiento y la certeza, el

contenido del método, la percepción y la introspección, la distinción entre

verdades de hecho y verdades de razón, la praxis como criterio objetivo de la

verdad, etc.

En la generalidad de los enfoques de la verdad y sus mediaciones,

históricamente se impuso la concepción a priorista, en mi criterio, de la

adecuación o identidad del pensamiento con los los hechos, con la realidad

en la convicción del conocimiento científico como único paradigma de saber

y la reducción de éste (el saber)al conocimiento. Como si el mundo espiritual

del hombre fuera sólo conocimiento, al margen de los valores y otros medios

de que dispone el sujeto en relación con el objeto. Pierden de vista que la

actividad humana, funciona y opera como esencial relación sujeto-objeto y

sujeto-sujeto, donde lo ideal y lo material se convierten recíprocamente,

mediante la praxis; y que no es posible reducir estas relaciones complejas

sólo al conocimiento. Todas se integran al saber, como resultado

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aprehensivo de momentos cognoscitivos, valorativos, prácticos y

comunicativos.

Al mismo tiempo, el reduccionismo racionalista epistemológico, convertido en

único paradigma de la modernidad, redujo la verdad a la verdad científica,

con la nefasta imposición teórica del del discurso cientificista-objetivista,

fundado en un logicismo extremo y en un sistema categorial cerrado, en

forma de modelo metodológico al cual la realidad y los hechos deben

adecuarse. Metodologismo logicista que soslaya o no tiene en cuenta la

subjetividad humana con toda su riqueza expositiva, incluyendo el lenguaje

que resulta reducido al lenguaje científico, con con sus respectivas

categorías centrales y operativas. Olvidan que a la misma verdad de la

ciencia, en tanto resultado humano, le es inherente el momento cultural y

toda la carga de imaginación creadora que impregna el hombre en su acción.

No tienen en cuenta, además, la existencia de la verdad histórica, artística,

moral, etc.

Este modo de acceso a la verdad, por su reduccionismo epistemológico

formal y la identificación del lenguaje con el puro lenguaje científico

tradicional, se incapacita, teórica y metodológicamente para incluir en su

discurso otras formas aprehensivas de la realidad por el hombre en la

construcción de la verdad como proceso y resultado integral del quehacer

humano en correspondencia con sus necesidades, intereses, objetivos y

fines. Se margina o desecha del proceso del saber el lugar de la imagen que

suscita, de la imaginación creadora del hombre, la metáfora y otras formas

tropológicas, cuyo sentido figurativo no le resta valor cognoscitivo, práctico,

axiológico y comunicativo. Todo lo contrario, activa el proceso del saber y le

imprime más sentido de integralidad, y con ello, nuevas posibilidades de

aperturas para penetrar los procesos reales.

1.-IMAGEN, POSIBILIDAD, REALIDAD, CREACIÓN.

La imagen, como representación viva de una cosa, un fenómeno, proceso,

acontecimiento, etc., constituye un medio representativo de gran importancia

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cognoscitiva, práctica, valorativa y comunicativa, tanto en su sentido figurado

(tropológico) como en su forma directa o sentido recto. Su riqueza de

contenido deviene por sus múltiples poderes representativos de la

imaginación, ya sea como expresión compuesta sólo de palabras que

significan objetos sensibles, como forma viva y eficaz de algo por medio del

lenguaje, como metáfora, sinécdoque, metonimia, etc.

La siguiente metáfora capta en su esencialidad la función de la

imagen:”.pone a los ojos del cuerpo lo que sólo es visible con los ojos del

alma”, es decir, a través de la imagen, es posible elaborar un producto

mental que da forma concreta a lo abstracto. Es que la imagen como

resultado de la imaginación, constituye un medio indispensable en la

construcción de toda verdad, en tanto creación espiritual capaz de revelar

esencias y conceptos, inaprehensibles por los medios lógicos comunes,

tradicionales, sin perder la logicidad que le es inmanente como producto

mental humano.

“La imagen según Lezama Lima- es la causa secreta de la historia. El

hombre es siempre un prodigio, de ahí que la imagen lo penetre y lo impulse.

La hipótesis de la imagen es la posibilidad. Llevamos un tesoro en un vaso

de barro, dicen los Evangelios, y ese tesoro es captado por la imagen, su

fuerza operante es la posibilidad.”27

El gran poeta y pensador cubano, un Maestro de la imagen y la creación,

logra con su profesionalidad filosófico-literaria, reducir lo ideal a lo tangible y

viceversa para descubrir complejidades del cosmos humano en relación

armónica con el Universo. El hombre como posibilidad latente de excelencia

y creación-credo martiano-, por su capacidad imaginativa accede a la luz,

convierte la posibilidad en realidad. “Y ese ascender hacia la luz es el acierto

de la posibilidad, mientras la imagen errante como una luciérnaga, se apoya

en una sustantividad poética ,en ese campo magnético germinativo, para

engendrar esa imagen que lo temporal necesita para formar esas inmensas

masas corales, donde una poesía sin poeta penetra en el misterio de lo

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unánime. Es el cántico de la imagen, cuando logra verle la cara al

develamiento de lo histórico porque ya anteriormente lo germinativo en el

hombre, se nutrió de una imagen desmesurada que rebasaba al hombre y le

comunicaba los prodigios de la sobrenaturaleza”.28

La posibilidad como “ hipótesis de la imagen”, en el decir lezamiano ,resulta

reveladora ,pues el devenir del hombre en búsqueda eterna de la verdad, se

funda en infinitas posibilidades para elegir lo que desea, en los marcos de

laberintos a veces insospechados y confusos que impone la historia y la

cultura. La libertad, como posibilidad de elección encuentra en la imagen

vehículos orientadores o desorientadores, pues puede construir verdades,

pero también mentiras, errores. No es un simple problema, como no lo son

ningunos en el quehacer del hombre.

Sin embargo, su status positivo guía su razón utópica. De Martí, el más

grande pensador cubano de todos los tiempos, dijo Lezama: “Llegó por la

imagen a crear una realidad, en nuestra fundamentación está esa imagen

como sustentáculo del contrapunto de nuestro pueblo. Esa fue la

interpretación de las huestes bisoñas lanzadas al asalto de la fortaleza

maldita. La posibilidad extendiéndose como una pólvora de platino, fue

interpretada y expresada. No fue un fracaso, fue una prueba decisiva de la

posibilidad y de la imagen de nuestro contrapunto histórico, al lado de la

muerte, prueba mayor, como tenía que ser. Son las trágicas experiencias de

lo histórico creador.”29

En fin, la posibilidad, actuando sobre la imagen, vehicula procesos reales o

funda utopías realistas en la construcción de la verdad. Son juegos y

rejuegos del lenguaje y la imagen que armonizan la verdad, la belleza y la

bondad, siguiendo la rica tradición griega que viene de Sócrates, Platón y

sus seguidores contemporáneos. Es sencillamente una concepción que al

considerar la posibilidad como hipótesis de la imagen, no hace más que unir

27 Lezama, Lima J, Imagen y Posibilidad. Editorial Letras Cubanas.Instituto Cubano del Libro, La

Habana, 1981, p.19 28 .Ibídem. 29 Ibídem,p.21.

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conocimiento y valor, sentimiento y razón, ciencia y conciencia, realidad y

utopía. Es que la imagen, con la posibilidad como hipótesis, abre caminos

insospechados al acercamiento de la verdad. Porque la verdad, no es sólo

conocimiento, razón. Es todo hacia lo cual se dirige el hombre con todos los

medios disponibles que guían su espiritualidad creadora, incluyendo el

camino poético del lenguaje, hasta convertir la posibilidad en realidad.

Tanto la imagen natural (representa un objeto sensible mediante otros

objetos sensibles) como la idea (representación de de ideas abstractas o

estados sensibles indefinidos a través de formas concretas, reuniendo

cualidades o atributos) son medios idóneos de acceso a la verdad, pues son

productos nuevos, permeados de razón utópica, fantasía y sensibilidad.

¡Cuánto dice, suscita y enriquece la representación de la salida del Sol con la

imagen!: “abre la mañana sus alas de oro”, o representar con palabras del

gran poeta español Juan Ramón Jiménez, un campo florecido en primavera,

con la imagen:”Diríase que el cielo se deshace en rosas”, o en García Lorca,

para expresar el viento:

“Yo soy todo de estrellas derretidas,

sangre del infinito;

con mi roce descubro los colores

de los fondos dormidos .

Voy herido de místicas miradas…

O de Herrera Reissin, cuando nos concreta, cómo el cura campesino sacaba

de la tierra lo suficiente para adornar el altar: el ordeñar la pródiga ubre de la

montaña

para encender con oros su pobre

altar de pino.

¿Por qué entonces la epistemología racionalista tradicional, teme tanto al

camino poético del lenguaje, y sólo admite la imagen gnoseológica fría,

impersonal, y por todo ello, abstracta, vacía?. Cuando históricamente la

praxis muestra el valor de subjetividad, de la imaginación creadora y bella en

la revelación de la existencia humana, incluyendo la verdad que cualifica una

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de los principales objeto de búsqueda para realizar su ser esencial.

Sencillamente, el paradigma gnoseológico logicista ha quebrado .Asistamos

a sus funerales, pero sin absolutizaciones para no incurrir en sus mismos

errores.

El hombre mediante la imaginación crea imágenes que colorean la vida y su

entorno .Un lenguaje cuando produce imágenes creativas no dispone, sino

propone, suscita y anticipa. Es como un reflejo anticipado que no permanece

pasivamente, se dirige al futuro,a lo por venir con vocación ecuménica y en

pos de la concreción. Por eso Descartes identifica la imagen con la idea o

prefiere ésta en lugar de aquella, para significar la representación mental, sin

reducirla al simple reflejo sensorial reproductivo; pues la idea, como imagen

mental, recrea con vuelo de altura, construye ,se adelanta y enriquece con la

invención y nuevas propuestas, diferentes de las que ya existen.

Abordar la realidad subjetivamente, es imaginar, descubrir, develar algo

nuevo, trasuntado en novedades que dejan el reino de la posibilidad para

encarnar realidades concretas, que al mismo tiempo son fuentes de nuevas

aprehensiones. Fundarse en la imagen creadora, es prolongar los fines

humanos y realizarlos en bien del hombre.

Crear es imaginar con plena libertad y poner los fines para satisfacer

necesidades e intereses humanos .No es sencillamente dar cauces a la

ficción y a las quimeras de la razón .Es sentir al mismo tiempo que nos

alejamos de lo inmediato con vocación trascendente hacia lo maravilloso que

enaltece y da fuerzas en dirección a la verdad que siempre buscamos, al

saber integrador que altera la realidad para descubrirla. Sencillamente,”(…)lo

maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una

inesperada alteración de la realidad (el milagro),de una revelación

privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente

favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad ,de una ampliación

de las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular

intensidad en virtud de una exaltación del espíritus que lo conduce a un

modo de “estado límite “.Para empezar, la sensación de lo maravilloso

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presupone una fe. Los que no creen en santos no pueden curarse con

milagros de santos, ni los que no son Quijotes pueden meterse, en cuerpo y

en alma y bienes, en el mundo de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco”30

Alejo Carpentier, nuestro Premio Cervantes, con imaginación creadora,

revela la gran verdad, que toda Nuestra América,no es más que una crónica

de lo real maravilloso. Esta concepción, o método, si se quiere, le abrió

amplias perspectivas para revelar la verdad del hombre en relación con el

mundo, mediado por la praxis y sus circunstancias tropicales y otros

contextos que tan sabiamente revela nuestro novelista mayor.

Sin artificios gnoseológicos, pero siguiendo la lógica especial del hombre y

su espiritualidad, Carpentier construyó muchas verdades; creó verdades que

hoy la historia y la cultura enriquecen y amplían con nuevos sujetos

creadores.

Con razón suficiente, Roger Garaudy, refiriendo a Kafka señaló: El mundo

que él vivió y el mundo que él construyó no son más que uno (…).Para sentir

esa unidad profunda y viva, basta cojn no perderse en el juego de las

interpretaciones, que consiste siempre en hacer entrar la obra en el lecho de

Procusto de un sistema preconcebido, y a no buscar en ella más que la

puesta en escena novelesca de una tesis”31

La metáfora y la imagen como modos complejos de revelación humana

de la realidad.

Tanto la metáfora como la imagen propiamente dicha, son modos

reveladores del cosmos humano en relación con el Universo. Ambas dan

cuenta de la riqueza expresiva del pensamiento y el lenguaje y sus amplias

posibilidades creadoras. Son en sí mismas realidades teñidas de

Subjetividad sustantiva. Expresan conocimiento valor, praxis y comunicación

en su despliegue progresivo y develador de esencias. “En mi sistema poético

del mundo, la metáfora y la imagen tienen tanto de carnalidad,(…)como de

30 Carpentier, A.Tientos y diferencias.Contemporáneos.UNEAC, La Habana, Cuba, 1974”, pp.96-97. 31 Garaudy, G. De un realismo sin riberas.Colección de Arte y Sociedad/Unión.UNEAC,La

Habana,Cuba,1964,p.131.

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eficacia filosófica, mundo exterior o razón en sí. Es uno de los misterios de la

poesía la relación que hay entre el análogo, o fuerza conectiva de la

metáfora, que avanza creando lo que pudiéramos llamar el territorio

sustantivo de la poesía,- enfatiza Lezama -con el final de este avance, a

través de infinitas analogías, hasta donde se encuentra la imagen, que tiene

una poderosa fuerza regresiva, capaz de cubrir esa esa sustantividad ¨”32La

imagen y la metáfora ,independientemente de su carga subjetiva, no son

simples representaciones formales carentes de contenido. ”La relación entre

la metáfora y la imagen –escribe Lezama Lima- se puede establecer con un

caballo tan alado como nadante que persiste en una sustancia resistente que

en definitiva podemos considerar como imagen. La imagen –continúa el

pensador y poeta cubano- es la realidad del mundo invisible”33,en la medida

que hace tangible lo abstracto o es capaz de anticipar lo que en el presente

es sólo deseo, sueño, utopía, es decir, sólo posibilidad, no realidad concreta.

”Así los griegos –continúa Lezama-colocaban las imágenes como pobladoras

del mundo de los muertos. Yo creo que la maravilla del poema es que llega a

crear un cuerpo, una sustancia resistente enclavada entre una metáfora, que

avanza creando infinitas conexiones, y una imagen final que asegura la

pervivencia de esa sustancia, de esa poiesis. De la misma manera que el

hombre ha creado la orquesta, la batalla, los soldados durmiendo a la

sombra de las empalizadas, la gran armada, el caserío del estómago de la

ballena, ha creado también un cuerpo artificial que resulta acariciable y

existente, como la misma naturaleza escondiéndose al tacto. En alguna

ocasión he hecho referencia, hablando de Martí y tratando de establecer las

misteriosas leyes de la poesía (y no se olvide que las primeras leyes se

hicieron en forma poética),que para esas prodigiosas leyes de la

imaginación, veinte años de ausencia equivalen a un remolino de la muerte

;así como ,dentro de la orquesta ,una trompeta equivale a veinte violines. El

cubrefuego que la imagen forma sobre la sustantividad poética es unitivo y

fijo como una estrella. Por eso afirmo en unos de mis poemas, paradoja

32 Armando Älvarez.Örbita de Lezama Lima, ediciones Unión, La Habana, Cuba, 1966, pp. 31-32.

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profunda de la poesía, que el amor no se ejerce caricioso, poro tras poro,

sino de poro a estrella, donde el espacio forma una suspensión y el cuerpo

se lanza a una natación que se prolonga”34

No creo que Lezama ontologice la imagen y la metáfora o siga el camino de

la introspección absoluta de la mente. Sin embargo, como poeta y profundo

pensador, logra revelar los caminos poéticos del lenguaje en la aprehensión

cosmovisiva del hombre en relación con la realidad y valorar el papel de sus

formas representativas. Es que en el hombre, como decía Martí, resulta

imposible separar lo ideal de lo material, sí como sus creencias e ilusiones.

Considera Lezama que todo hombre que todo hombre cree en algo, pues

hasta el propio (“…)Valery que hizo profesión de ateísmo, cuando definió la

poesía, lo hizo diciendo que era el paraíso del lenguaje.Ya ve usted –destaca

Lezama-el caso de un ateo usando la palabra paraíso con toda la resonancia

de un católico”35

En su cosmología poética, Lezama se propone destruir la causalidad

aristotélica, en función de la búsqueda y encuentro de lo incondicionado, de

la imaginación creadora. Al mismo tiempo cree posible hablar de caminos

poéticos o metodología poética dentro de ese incondicionado que forma la

poesía.

En la cosmología poética Lezamiana, imagen, mito y poesía constituyen una

totalidad integradora del discurso aprehensivo de la realidad. En su criterio,

“después que la poesía y el poema han formado un cuerpo o un ente, y

armado de la metáfora y la imagen, y formados la imagen el símbolo y el mito

– y la metáfora que puede reproducir en figuras sus fragmentos o

metamorfosis-, nos damos cuenta que se ha integrado, una de las mas

poderosas redes que el hombre posee para atrapar lo fugaz y para el

animismo de lo inerte”36. Lo mismo ocurre con el juego, que toma en su

sistema un sentido cósmico que preside todo el devenir universal hacia la

33 Ibídem. 34 Ibídem. 35 Ibídem.p.44. 36 . Las imágenes posibles. En Orbita… Edición citada, p 45

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unidad Lezama revela en el camino poético del lenguaje, con todos sus

medios y formas de expresarse, un modo de perenne ascensión, propio de

un logos profundo que se aprehende a través de dos vías esenciales: doxa y

ciencia, y cuyo resultado encarna el sentido cósmico, o el cosmos mismo.

Así, en Muerte de Narciso, “el mito que le sirve de base, la contemplación de

la propia belleza que consume a su protagonista, permite establecer una

especial relación cognoscitiva entre hombre y universo, dirigida al sentido

cósmico de la unidad entre ambos”37.

En esta misma dirección, Lezama aporta cauces interpretativos. Podría

analizarse la agudeza expresiva de su concepción sobre la teleología insular,

estrechamente vinculada a lo cósmico universal, el problema de la

existencia, de la muerte, el tiempo, el espacio, la historia y en fin, el hombre

en relación con el mundo en varios avatares. Su cosmología poética en si

misma es una eterna búsqueda de verdades por los infinitos medios de que

dispone el hombre, en vinculación directa con la bondad y la belleza.

Como la metáfora es un cambio de una palabra o grupo de ellas al sentido

figurado, fundado en la asociación por semejanza, y la imagen, una

representación “concreta” de estados difusos o ideas abstractas, ambas, en

su unidad integran la traslación de sentido (la metáfora) y la nueva creación

por la reunión de atributos cualificadores sensibles (imagen). Metáfora e

imagen en el discurso contemporáneo (no solo el eminentemente poético)

aparecen indisolublemente unidos. Esto favorece “el sintetitismo” que tanto

impera y se impone. Este poder sintetista de ambas, además de vigorizar el

estilo y hacer más sugestivo y suscitador el discurso, le imprime belleza

sensorial y racional a las palabras y a sus significaciones.

Es difícil encontrar un texto, incluyendo el ensayo estrictamente científico que

no opere con imágenes y metáforas38, pues necesariamente trabaja con

37 . Rensoli, L y Fuentes, I. José Lezama Lima: una cosmología poética. Editorial Letras Cubanas, La

Habana 1990,p 31..

38 “El gran edificio de los conceptos ostenta la firme regularidad de un columbario romano y su lógica

tiene esa estrictez y frialdad propias de las matemáticas. Quien reciba ese soplo helado- señala la

epistemóloga argentina Esther Díaz de Kóbila- creerá que también el concepto, osificado y octangular

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palabras, con sus respectivos significados y significantes que no pueden

reducirse a lo inmediatamente dado. Requieren de mediaciones y a estas le

son inherentes por antonomasia. “Platero bebía cristales ensangrentados.”

Juan Ramón Jiménez expresa así como el hocico de su asno perturba la

serenidad del agua enrojecida por el reflejo del sol. La literatura es metáfora.

La poesía es, por excelencia, metáfora. El arte es metáfora. Mahler no quería

que sus amigos miraran el paisaje que rodeaba su gabinete de trabajo.

Quería que escuchasen su música. Porque ahí se encontraba el paisaje,

filtrado y embellecido por la creación estética. El Guernica de Picasso es una

metáfora de la guerra. Las catedrales góticas son metáforas de la gloria

divina. La piedad de Miguel Angel es una metáfora del dolor”39.

La filosofía con todo el arsenal lógico cosmosivo y metodológico que le es

propio y que la tradición ha impuesto desde antaño, resulta inconcebible sin

el empleo de las imágenes y las metáforas: “La filosofía, aparentemente tan

alejada del arte, también constituye una búsqueda de metáforas. Pero

mientras el arte busca metáforas cimentadas, fundamentalmente, en lo

sensible, la filosofía construye metáforas racionales. Un filósofo realista

podría decir que no es así, que la realidad es como él la expresa. Sin

embargo, en la medida en que expresa la realidad con signos, con palabras,

con algo que media, que intercede entre la realidad y nosotros, está

construyendo una metáfora”.40

Para Ortega y Gasset, gran ensayista contemporáneo español, es la

metáfora un instrumento mental imprescindible y una forma del pensamiento

científico. Marcel Proust considera que sólo la metáfora puede eternizar el

estilo literario, y en general todo estilo de excelencia.

El logicismo cientificista al hiperbolizar el lenguaje científico y sus cadenas

categoriales sólo ve en las metáforas figuras ornamentales y decoración

estilística, carentes de información y saber. Su ceguera epistemologista y

como el dado y trasladable como éste, siga siendo en el fondo sólo el residuo de una metáfora” (Díaz

de Kóbila, Esther.- Ideas robadas. Editorial Biblos, Buenos Aires, Argentina, 1991, p.96. 39 Ibídem, p. 95. 40 Ibídem.

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abstracta le impide comprender que no se trata, “(…) tan solo de un tropo

intuitivo que maneja la teoría de la sustitución, no es una simple analogía, no

es una palabra sustituta que sólo da belleza al lenguaje. La metáfora es una

frase que construye una imagen no- idéntica, la cual implica una traslación,

múltiples desvíos que generan plurisignificaciones”.41

La naturaleza del lenguaje metafórico está permeada de complejidad,

incertidumbre y de ficción heurística.42 Por eso puede red-escribir la realidad

y posibilitar nuevas imágenes creativas de lo real existente. Su capacidad

heurística le permite partir de lo conocido hacia el descubrimiento de lo

desconocido, infranqueable para el sentido recto del lenguaje. La metáfora

funda relaciones contradictorias que traspasan el umbral de los signos

ordinarios para transitar al mundo abstracto, a la esfera de los símbolos y

nuevas profundidades de las esencias.

Es que la metáfora relaciona dialécticamente el signo y el símbolo en una

unidad contradictoria, capaz de subvertir la lógica común para vincular en

síntesis lo concreto del lenguaje cotidiano (signos) y lo abstracto del lenguaje

de la ciencia (símbolo). Simplemente es la unidad contradictoria de

conceptos diferentes, 43 para generar un movimiento dialéctico suscitador de

varias motivaciones aprehensivas que incita al pensamiento creador y con

ello, también al lenguaje y a sus actos productivos que generan acciones,

praxis44 y viceversa.

El siglo XXI, caracterizado por la globalización, la complejidad y la

incertidumbre, plantea nuevos retos al hombre, a la ciencia y a la cultura en

general. Los resultados científico-técnicos, concretados entre otros, en las

41 . González, Elvia- La Educación: metáfora de la vida( tesis doctoral).Medellín, Colombia, 1999.

p.17 42 Ver Ricoeur, P.- Creatividad en lenguaje. Revista Signo y Pensamiento Nr.12 Universidad Pontificia

Javeriana, Sta Fé de Bogotá, Colombia 1988, La metáfora viva, París, Seuil, 1971. 43. Ver Borges, Jorge L. – Examen de la metáfora. En Inquisiones. Seix Barral, Buenos Aires,

Argentina, 1993. 44 Ver-Haberma, J. Teoría delaacción comunicativa. Tomo I y II. Taurus, Buenos Aires, Argentina,

1989; de Guerra, M. La metáfora y la metoninia, Cátedra Madrid, España,1985; de Ricoeur, P.

Hermenéutica y acción. Universidad Católica de Lovaina, 1971; de Austin, J.L. How to do things with

words, Cambridge, 1967.

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revoluciones en las tecnologías de la comunicación, la genética etc, si bien

son valores útiles al hombre, también pueden enajenar su ser esencial,

despersonalizar las relaciones humanas, matar las utopías, en fin globalizar

la inhumanidad a través de los centros que poseen la fuerza de poder. Ante

esta situación se requiere mucho sentido de humanidad y sentido cultural

para lograr revertirla y hacer que prevalezca la globalización de un

humanismo que integre en unidad inseparable, verdad, belleza, bondad y

garantice justicia y libertad.

Ante esta realidad, la dimensión lingüística del hombre el lenguaje, en tanto

mediación central entre el pensamiento, la conciencia y la realidad, puede

contribuir con eficacia al impulso de la cultura. Hay que desarrollar la

sensibilidad en los marcos de los procesos intersubjetivos de la

comunicación, pues en la cultura el contenido cognoscitivo “puro” no es

suficiente. La sensibilidad cualifica por excelencia a la cultura.

El lenguaje, si bien es desacertado su ontologización, es decir, concebirlo

como única realidad existente, con atribuciones de poderes “mágicos”,

resulta importante como medio de comunicación humana y si es empleado

en función del hombre y su creciente humanidad. La belleza expresiva,

sugestiva, utópica, subjetiva del lenguaje, no está reñida con la ciencia, con

la verdad. Por eso Martí dice de W. Whitman:”(…) él es un cosmos (…). Pinta

a la verdad como una amante frenética, que invade su cuerpo y, ansiosa de

poseerle, lo liberta de sus ropas. Pero cuando en la clara medianoche, libre

el alma de ocupaciones y de libros, emerge entera, silenciosa y

contemplativa del día noblemente empleado, medita en los temas que más la

complacen: en la noche, el sueño y la muerte; en el canto de lo universal,

para beneficio del hombre común (…)”45

El lenguaje metafórico no cierra el discurso. Abre, enriquece y activa al

pensamiento. Su perenne sentido contradictorio, discontinuo ambiguo,

propicia la diferencia y las interpretaciones diversas que generan

significaciones nuevas, ”pues no se trata de opinar sino de hacer

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suposiciones valederas, relaciones significativas, apelando a la imaginación,

al sentimiento, a la cognición y a la sensibilidad. Allí donde habita todo acto

de pensamiento, fruto de la experimentación mental, que permite concebir

signos nuevos como un elemento discursivo, abre el camino a las acciones

creativas “46y trascendentes.

Al mismo tiempo, la creación humana es trascendente cuando se funda en

totalidades, cuando rebasa lo inmediato, sin desecharlo, y se dirige a lo

mediato, cuando se mueve a lo absoluto y aprehende el cosmos humano en

relación con el Universo. El lenguaje metafórico, por sus especificidades

heurísticas, es un medio accesible por excelencia del espíritu humano.El

espíritu presiente; las creencias ratifican .El espíritu, -enfatiza Martí-

sumergido en lo abstracto ,ve el conjunto; la ciencia, insecteando por lo

concreto, no ve más que el detalle. Que el Universo haya sido formado por

procedimientos lentos, metódicos y análogos, ni anuncian el fin de la

naturaleza, ni contradice la existencia de los hechos espirituales”47 .

VERDAD, CONOCIMIENTO, VALORES, PRAXIS, COMUNICACIÓN:

SABER.

El tema de la verdad históricamente ha sido recurrente48 y no deja de serlo

en la actualidad. Sin embargo, como en todos los problemas filosóficos

complejos ha primado la unilateralidad de enfoques en su tratamiento. Lo

más común ha sido la reducción del saber al conocimiento y con ello, las

interpretaciones logicistas y gnoseologistas abstractas. Se ha pensado la

45 Martí, J. El poeta Walt, Whitman. Obras completas Tomo 13. Editorial Nacional de Cuba, Habana

1964 p.138. 46 .Ver González, E. Obra citada,p.18 47 .Martí,J..Emerson. Obras Completa. Tomo 13.Edición citada.p.25 48 Sobre la verdad se ha escrito mucho. En la historia de la filosofía existen diversas concepciones y

enfoques en torno a dicho problema. Una síntesis valiosa puede encontrarse en Abbagnano, N.-

Diccionario de Filosofía. Inst. Cubano del libro, La Habana, Cuba, 1963, p 1180-1185.de Pérez

Goliado, A. El devenir de la verdad. Edit. Biblos, Buenos Aires, Argentina 1992.

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verdad como forma de adecuación o identidad del pensamiento con la

realidad que el sujeto convierte en objeto.49

A pesar de los múltiples intentos valiosos de acercamiento al problema, en

mi criterio, aún no se ha logrado un enfoque integrador de la verdad, donde

conocimiento, valor, praxis y comunicación sean considerados, como

mediaciones centrales en su construcción y despliegue. Las relaciones

sujeto- objeto, y sujeto- sujeto y su eslabón primario en la conversión

recíproca de lo ideal y lo material: la actividad humana, prácticamente han

sido inadvertidas50. Igualmente ha prevalecido el reduccionismo en el

reconocimiento lingüístico de la verdad. En algunos casos absolutizando en

grado extremo el papel del lenguaje en general y en otros, reduciéndolo sólo

al lenguaje científico, sea de nivel empírico o de nivel teórico. Las otras

formas del lenguaje, incluyendo por supuesto, el tropológico ha quedado

marginado del proceso aprehensivo de la realidad por el hombre en la

búsqueda de la verdad. No ha faltado tampoco la tendencia acuciante de

identificar la verdad sólo con la verdad científica. ¿ Y las otras verdades que

el hombre afanosamente busca apremiado por las necesidades, los intereses

y los objetivos y fines propuestos? En los paradigmas de la verdad y sus

respectivos diseños ha predominado el sentido de exclusión, tanto en su

interior como al exterior de él. Se hace necesario los enfoques integradores

de inclusión, que sin agotar la riqueza de mediaciones de la realidad –

imposible históricamente – abarque la mayor cantidad posible, en tanto

proceso subjetivo – objetivo, mediado por la praxis de asimilación

constructiva de la verdad. Con razón Marx, en sus Tesis sobre Feuerbach, al

criticar la especulación filosófica, en la consideración de la verdad, exige

concreción en los análisis y aconseja abordar la realidad subjetivamente. En

su concepción, la teoría de la verdad, adquiere terrenalidad sustantiva, si se

funda en la praxis, como su criterio valorativo. Entendida la praxis como

49 Ver de Parajón, C. El reconocimiento lingüístico de la verdad. Editorial Biblos, Buenos Aires,

Argentina, 1986 y del mismo autor “Verdades de la Imposición Teórica”, Editorial Biblos Buenos

Aires, Argentina, 1989. 50 Ver de Pupo, R. La actividad como categoría filosófica. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,

1990.

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esencial relación sujeto – objeto y sujeto – sujeto, donde lo ideal y lo material

se convierten recíprocamente.51

La verdad es proceso y resultado del devenir humano. Un producto de la

actividad del hombre (sujeto) en relación con la realidad que convierte en

objeto de conocimiento, de la praxis y de valores que intercambia con otros

sujetos. En tanto proceso histórico es absoluto y relativo. Cada generación

construye verdades limitadas por la historia y la cultura y al mismo tiempo

participa de lo absoluto. Lo absoluto y lo relativo son momentos inseparables

constitutivos de la verdad, en su unidad y diferencia.

Si ciertamente la verdad se construye en la actividad humana, y esta

representa el modo de ser del hombre, a través de la praxis, el conocimiento,

los valores y la comunicación, fundados en las necesidades, los intereses y

los fines del hombre, su revelación ( de la verdad) no es sólo un producto

cognoscitivo, desentrañador de esencias, sino además de la actuación

práctica transformadora del hombre, en correspondencia con el significado

que adquiere la realidad y los deseos de satisfacción humana. Al hombre no

sólo le interesa qué son las cosas, cuál es su esencia, sino ante todo, para

qué le sirve, qué necesidad satisface o qué interés resuelve. Por eso, praxis,

conocimiento y valor, son inmanente al proceso mismo de develación de la

verdad.

Son momentos de su propio proceso. Al igual que los resultados de su

actividad resultan estériles al margen de la comunicación52, en tanto

intercambio de actividad y de sus resultados.

La verdad se revela y descubre en las relaciones intersubjetivas, en espacios

comunicativos, donde por supuesto, el consenso desempeña un lugar

especial. Una verdad, fuera de la práctica del consenso, no encuentra

legitimación y por tanto resulta estéril. Lo mismo que sin riqueza espiritual no

hay acceso posible a ella. La creación subjetiva, humana, plena de

51 Ver de Pupo, R. La práctica y la filosofía marxista. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba,

1986. 52 Ver de Pupo, R. La comunicación como intercambio de actividad. En del propio autor: “La

actividad como categoría filosófica”: Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 1990.

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sensibilidad, abre camino a la verdad. Las vías poéticas del lenguaje,

sustantivan las potencias del pensamiento. El hombre con riqueza espiritual

e imaginativa en estrecha comunión con la naturaleza y la sociedad, se

aproxima con más facilidad al conocimiento, a la verdad. Sencillamente, “las

ciencias- escribe Martí- confirman lo que el espíritu posee (…). Así, son una

la verdad, que es la hermosura en el juicio; la bondad, que es la hermosura

en los afectos; y la mera belleza, que es la hermosura en el arte (…). La

naturaleza se postra ante el hombre y le da sus diferencias, para que

perfeccione su juicio; sus maravillas, para que avive su voluntad a imitarlas;

sus exigencias, para que eduque su espíritu en el trabajo, en las

contrariedades, y en la virtud que las vence. La naturaleza da al hombre sus

objetos, que se reflejan en su mente, la cual gobierna su habla, en la que

cada objeto va a transformarse en un sonido. Los astros son mensajeros de

hermosuras, y lo sublime perpetuo. El bosque vuelve al hombre a la razón y

a la fe, y es la juventud perpetua (…). La aparición de la verdad ilumina

súbitamente el alma, como el sol ilumina la naturaleza”53 .

Los caminos poéticos del lenguaje son iluminadores porque alumbran con luz

de estrellas el proceso constructivo de la verdad. Sus posibilidades son

infinitas no sólo por lo que informan, sino por lo que proponen y suscitan a la

creación del hombre incluyendo a sus dimensiones gnoseológicas y

cosmovisiva.

Debe destacarse además que el lenguaje tropológico no sólo es propio del

lenguaje literario, pues está presente en todas las acciones humanas.

¿Quién puede negar que la educación, la cultura, la ciencia no son metáforas

de la vida? En fin el lenguaje tropológico no puede aislarse del proceso

constructivo de la verdad, como también es imposible negar la existencia de

una verdad tropológica, que por ser representación figurada por excelencia

tampoco debe absolutizarse sus excelsas posibilidades creativas. Debe

evitarse, reproducir los vicios de otros paradigmas que han quebrado por su

elitismo excluyente. La misión del discurso que busca la verdad, debe ser su

53 Martí, J. Emerson. Obra citada, pp. 25-26

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vocación incluyente, abierta, tolerante, crítica, en resumen con sentido

ecuménico e integrador.

La tropología y en particular la metáfora, por sus infinitas excelencias

creativas, transita en unidad indisoluble con la teoría del conocimiento, en la

representación del cosmos humano y el Universo que le sirve de claustro

materno, y viceversa, la gnoseología imprime cauces nuevos expresivos a la

sintaxis tropológica. “Pero creo que la intensificación de la “sintaxis figurada”

en el marco de la poesía contemporánea tiene también sus razones

contemporáneas, razones que atañen al desarrollo del conocimiento en

nuestro tiempo. La diversidad tropológica se afina y se precisa ,se hace

necesaria al amparo de la noción de que , el Universo es un infinito de

fenómenos interconectados , en movimiento ,unitario en su diversidad ;al

amparo de esa noción ,y por la necesidad de reflejarla”54

Unido a esta valiosa idea de cómo la tropología se enriquece siguiendo el

cauce contemporáneo del desarrollo de la gnoseología, se destacan algunas

ideas importantes de la tropología para la gnoseología en la revelación de

principios sustantivos de carácter epistemológico-cosmovisivo, tales como:

el fundar la analogía en las esencias y no en las apariencias.

el mostrar los opuestos, los contrarios, como unitarios.

desarrollar el principio de concatenación universal de los fenómenos.

afirmar la unidad del mundo en su diversidad.

desarrollar la idea de totalidad como criterio de verdad.55

Esta idea última, en mi criterio, resulta interesante y coincide en parte con

una tesis, que no por vieja, deja de ser sugerente, a pesar de que

sobrevalora las posibilidades de la estética y por tanto, puede repetir

enfoques reduccionistas. Me refiero al filósofo mexicano José Vasconcelos.

En su criterio “(...) llegamos a ella después de agotar las posibilidades del

Logos, y enseguida la verdad se nos revela como armonía, en vez de la

54 Rodríguez, Rivera, G.Ensayos Voluntarios.Editorial Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1984, p.42. 55 Ibídem, p.16.

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verdad como identidad”56 . Propone como método la coordinación y la

existencia de un a priori estético, extremadamente idealizante que opera

según ritmo, melodía y armonía. Además de hiperbolizar una arista del

problema objeto de análisis, su interpretación está permeada de artificios

eclécticos que no conducen a presentar la armonía como integralidad

incluyente.

En mi criterio el acceso a la verdad, requiere de una concepción compleja y

flexible que priorice un enfoque de integralidad incluyente en la aprehensión

de la realidad asumida. Creo que el concepto de saber, con un nuevo sentido

hermenéutico, al margen de su significado histórico tradicional – como

conocimiento en general, de algún modo garantizado en su verdad, por su

objetividad lógico-cognoscitiva, la identidad y la adecuación- resulta una

alternativa posible. La intelección del saber con un nuevo sentido

hermenéutico, cuya interpretación se dirija no sólo al conocimiento, sino que

incluya el valor, la praxis y la comunicación, abre perspectivas heurísticas

inagotables. Propicia ante todo que no se absolutice la razón, entendida

como único juez legitimador, y se incluyan los sentimientos y otras formas

aprehensivas humanas en la construcción de la verdad. Esto posibilita que el

logicismo abstracto, ceda paso a otras formas discursivas lingüísticas de

carácter tropológico, es decir, otros modos, también discursivos que no

operan sólo con las clásicas estructuras categóricas, que por su objetivismo

impersonal, devienen unilaterales y abstractas. Un enfoque subjetivo- no

subjetivista, porque no rechaza la objetividad- puede asumir la realidad con

sentido histórico cultural y garantizar la integralidad sin a priori absolutos y al

margen de la actividad práctica, que en última instancia condiciona el

proceso mismo de la verdad.

La asunción del concepto de saber- y no el de conocimiento como ha sido

tradicional- , comprendido (el saber) como forma integral humana que incluye

todos los medios que emplea el lenguaje para designar y penetrar en la

realidad permite vincular estrechamente conocimiento y valor, sobre la base

56 Vasconcelos, J. Filosofía Estética. Espasa- Calpe. Mexicana, S.A, México.D.F, 1994, p. 12.

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de las necesidades, los intereses, y los fines humanos. Al mismo tiempo,

ayuda a comprender que la verdad no se descubre espontáneamente, a

través de una relación abstracta sujeto- objeto, sino que se revela en

procesos intersubjetivos, en espacios comunicativos, que integran en su

síntesis: conocimiento, valor y praxis. Todo en los marcos de la subjetividad

humana, donde el hombre piensa, siente, desea, actúa e intercambia los

productos de su actividad en una relación dialéctica sujeto- objeto, mediada

por infinitos atributos cualificadores de su ser esencial, de la cultura, la

historia y por el consenso legitimador.

Esto significa que si el saber del hombre se propone acceder a la verdad, en

su concreción, no puede soslayar el papel importante de la actividad humana

y su estructura compleja, así como la cultura y como parte de ella, los

caminos del lenguaje poético, en toda su diversidad, y sentidos, incluyendo la

vía práctica que tanto influye en la creación del hombre, así también como

desechar por ineficaces y estériles las imposiciones “teóricas” y los

autoritarismos intolerantes y excluyentes, expresados como convenciones

gnoseologistas. Simplemente “(...) urge devolver los hombres a sí mismos;

urge sacarlos del mal gobierno de la convención que sofoca o envenena sus

sentimientos (…) y recarga su inteligencia con un caudal pernicioso, ajeno,

frío y falso. Sólo lo genuino es fructífero”.57

Busquemos la verdad con sentido histórico- cultural humano, imaginación,

razón utópica y vocación ecuménica incluyente. Una concepción del saber,

como integralidad abierta al diálogo, a la crítica y a la comunicación puede

ser una alternativa posible de construcción de la verdad, incluyendo por

supuesto, la propiamente de las ciencias naturales.

En la apropiación de la realidad por el hombre, su pensamiento sigue el

cauce de la ascensión de lo abstracto a lo concreto y este proceso es en sí

mismo incluyente. Para descubrir la realidad en su mayor concreción tiene

que asumirla en sus varias mediaciones. En caso contrario, el saber resulta

unilateral y abstracto, por seguir un cauce excluyente que absolutiza algunos

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momentos y pierde el sentido de totalidad y de unidad en lo diverso y

complejo. Con ello, se incapacita para apropiarse de lo concreto en sus

diversas mediaciones y condicionamientos.

La concepción de la verdad como saber integral no puede soslayar tampoco

la importancia cognitiva del lenguaje metafórico58, capaz de lograr la unidad

de la diferencia, como certeramente señalan Ricoeur y Jakobson. Igualmente

no se puede negar la independencia relativa del conocimiento científico y

otras formas de aprehensión humana de la realidad. Pero en los marcos de

una perspectiva o enfoque cultural que vincule razón, sentimiento, ciencia y

conciencia. No se debe olvidar, que la cultura como producción humana en

su proceso y resultado no se cualifica sólo por su dimensión cognoscitiva,

sino particularmente por la sensibilidad que incita y activa el saber en su

búsqueda integradora de lo que llamamos verdad.

Nadie con sentido común, puede obviar los resultados de la tecno-ciencia en

la época de la globalización contemporánea. Pero sin sentido cultural,

devienen estériles para el hombre, pues enajenan y deshumanizan. Resulta

perjudicial, porque la verdad es vacía de contenido, cuando se separa de la

belleza y la bondad, cuya armonía la funda e introduce Pitágoras, 59 a partir

del sentido de medida, y es continuada por muchos filósofos y pensadores,

incluyendo a José Martí.

No es posible hacer del conocimiento científico el núcleo arquetípico del

pensamiento y convertir a éste en un modelo impersonal que condiciona de

modo a priori y teleológico la realidad existente para hacer una unidad o

identidad con ella, llamada verdad. La verdad, sea de cualquier naturaleza,

es proceso y resultado aprehensivo humano, como saber profundo,

construido por la actividad del hombre en relación con el mundo o la parte de

57 Martí, J. Prólogo al poema del Niágara. Obras completas. Tomo 7. Editorial Nacional de Cuba, La

Habana, 1963, p. 230. 58 Con razón H. Gadamer cree que la capacidad metafórica, es una forma propia lógica y lingüística de

construcción de conceptos. ¿ Por qué entonces establecer una barrera infranqueable entre la imagen

metafórica y los conceptos y categorías, que generalmente se ven como resultados privativos de la

epistemología y del llamado lenguaje científico?. Hay que rectificar los prejuicios tradicionales,

porque en la praxis histórico- social, han quebrado, por unilaterales y abstractos. 59 Ver Bodei, R. La forma de lo bello. Visor. Dic. S.A, Madrid 1998, pp. 25-46.

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él hacia la cual dirige su acción. Se trata de un proceso humanizador de la

realidad y del hombre mismo en espacios intersubjetivos.60

Una verdad que separe la esencia humana de la existencia y los espacios

histórico- culturales en que realmente se aprehende, resulta ficticia y no

resiste la prueba de la praxis social.

La educación, como gran metáfora de la vida tiene mucho que hacer en el

logro de un saber integral incluyente en la búsqueda de la verdad. Una

educación que renuncie a los métodos transmisionistas y al discurso

teorizante y abstracto, y asuma la intersubjetividad como modo idóneo de

formación humana, desarrolla sensibilidad, actitudes cognoscitivas

creadoras, razón utópica y propicia que el lenguaje genere acciones

creativas. Al mismo tiempo estará en mejores condiciones de vincular

estrechamente los mundos de la vida, de la escuela y del trabajo, sin

autoritarismos, intolerancias y cientificismos excluyentes.

60 En la conformación de estas ideas y de otras, presentes en este ensayo influyeron mucho en mí las

conversaciones filosóficas sostenidas en la Universidad de Pisa con el destacado profesor italiano el

Dr. Carlo Marletti, filósofo del lenguaje, que con vocación humanista defiende la necesidad de un

saber integrador en la revelación de la verdad . En su criterio si bien el lenguaje resulta importante,

tampoco podemos hacer de él, el único medio generador de verdad. Su sentido cultural humano no

separa la lógica, la gnoseología, la herméutica, la historia, la axiología, la filosofía, la estética, etc, etc.

Todas son partes del saber integral, que busca y conoce sus límites.

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3.- Educación y pensamiento complejo.

En los tiempos actuales la educación tiene mucho que decir y hacer. La

educación como formación humana, como “instrucción del

pensamiento… y dirección de los sentimientos”, según la concepción

martiana, deviene cauce central ante la necesidad de dar respuesta a los

desafíos del siglo XXI, Crear hombres con ciencia y con conciencia,

desarrollar una cultura del ser capaz de enfrentar la globalización

neoliberal, siendo, como sujeto, es una tarea que la educación no puede

soslayar.

Sin embargo, caben las siguientes preguntas: ¿ Está la educación en

condiciones de ser guía espiritual de la formación humana?. ¿ Los

paradigmas en que se funda pueden modelar proyectos reales, en función

de la misión que le corresponde cumplir? ¿Ella misma no está

contaminada por el pensamiento único, los reduccionismos de corte

positivistas, el autoritarismo en la ciencia y en la docencia, la

intolerancia, el determinismo absoluto, los fundamentalismos estériles y

otros lastres de la modernidad que han quebrado por su ineficacia

heurística, metodológica y práctica? ¿Hay racionalidad en los siete

vacíos que Edgar Morin

ha revelado en la educación actual y en la propuesta de los siete saberes

para revertir o atenuar tal situación?

Este glosario de preguntas, por sí mismo, da cuenta que estamos

abocados en una crisis de la educación, que no puede resolverse desde la

educación misma. El saber educativo no puede cambiar sin

transformaciones profundas en la educación y ésta resulta infecunda sin

una reforma en el pensamiento y en la praxis en que encuentra

concreción.

I. La reforma del pensamiento como premisa de la educación en

tanto formación humana.

No se trata en modo alguno de asumir la modernidad desde posiciones

nihilistas y hacer de ella y sus conquistas una tábula rasa. Ella misma con

todos sus paradigmas y utopías, históricamente fue conciencia crítica que

dio respuestas a su tiempo histórico, en correspondencia con el estado de

las ciencias y la práctica social. Pero históricamente las nuevas realidades

exigen rupturas, cambios y transformaciones como expresión de la

quiebra de principios que se consideraban invariables.61 El modelo

61 “El conocimiento científico moderno tiene por objeto el disipar la aparente complejidad de los

fenómenos a fin de revelar el orden simple al que obedecen. A lo largo de los últimos tres siglos se han

adquirido conocimientos sobre el mundo basados en los métodos de verificación empírica y lógica.

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paradigmático de la modernidad, caracterizado por la simplificación y

concretado en los principios de disyunción, reducción ,abstracción y el

determinismo mecánico tiene que ceder paso a nuevas perspectivas

epistemológicas para aprehender la complejidad de lo real. La teoría de la

complejidad y el pensamiento complejo asume “(…) la heterogeneidad,

la interacción y el azar”62… como totalidad sistémica, fundada en tres

principios: “el dialógico, la recursividad y el principio hologramático:

También han progresado los errores derivados del modo mutilador de organización del

conocimiento incapaz de reconocer y aprehender la complejidad de lo real El conocimiento

científico moderno opera mediante la selección de datos significativos y rechazo de los no

significativos: separa (distingue) y une (asocia), jerarquiza y centraliza. Estas operaciones son

comandadas por paradigmas.

El paradigma científico por excelencia es el de simplificación, que está regido por los principios de

disyunción, reducción y abstracción y formulado por Descartes, que separó el sujeto pensante y la

cosa extensa, separando así la filosofía de la ciencia. Este paradigma ha permitido los enormes

progresos del conocimiento científico y de la reflexión filosófica desde el siglo XVII. Al disgregar

conciencia y ciencia, el conocimiento generado no está hecho para ser reflexionado sino para ser

utilizado con ignorancia. Los sabios no controlan las consecuencias de sus descubrimientos ni

controlan el sentido ni la naturaleza de la investigación. La necesidad del pensamiento complejo

surge a lo largo de un camino en el que aparecen los límites, las insuficiencias y las carencias del

pensamiento simplificador. La complejidad no sería algo definible de manera simple para tomar el

lugar de la simplicidad. La complejidad es una palabra problema y no una palabra solución

El pensamiento complejo intenta articular dominios disciplinarios quebrados por el pensamiento

disgregador y aspira al conocimiento multidimensional pero no aspira al conocimiento complejo. Uno

de los axiomas de la complejidad es la imposibilidad de una omnisciencia. Por eso, el pensamiento

complejo está animado por una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado y el

reconocimiento de lo inacabado e incompleto de todo conocimiento.

Aunque ya Gastón Bachelard propuso en su libro “El nuevo espíritu científico” que lo simple no

existe, sólo lo simplificado, la ciencia moderna ha construido su objeto extrayéndolo de su ambiente

complejo para ponerlo en situaciones experimentales no complejas. Así, la ciencia no es el estudio del

universo simple sino una simplificación heurística para extraer ciertas propiedades y ver ciertas leyes.

No es de extrañar por tanto, que el estudio de la complejidad ha sido poco desarrollado por filósofos

como Popper, Kuhn, Lakatos o Feyerabend interesados en el estudio del fenómeno científico”. (Francisco J.Bedoya61. EL PENSAMIENTO COMPLEJO61[1] :UNA INTRODUCCIÓN A LA

COMPLEJIDAD61[2] CELULAR. El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. Pp.4-5.

httm

62 Reyes Galindo, R. Introducción general al pensamiento complejo desde los planteamientos de

Edgard Morin. Pontificia Universidad Javeriana, Colombia, p.6

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1. El dialógico: No asume la superación de los contrarios, sino que los

dos términos coexisten sin dejar de ser antagónicos. Valora en grado

máximo la conexión como condición del sistema.

2. Recursividad. El efecto se vuelve causa, la causa se vuelve efecto; los

productos son productores, el individuo hace cultura y la cultura hace a

los individuos.

3. El principio hologramático. Este principio busca superar el principio

de holismo y del reduccionismo. El holismo no ve más que el todo; el

reduccionismo no ve más que las partes. El principio hologramático ve

las partes en el todo y el todo en las partes.”63

Al mismo tiempo, en Edgard Morin, estos principios están mediados por

dos conceptos: el de paradigma y el de sujeto. El primero lo define como

la estructura mental y cultural bajo la cual se mira la realidad y el

segundo ( el sujeto) , lo conceptúa como toda realidad viviente,

caracterizada por la autonomía, la individualidad y por su capacidad de

procesar información. Para él, el sujeto es el de mayor complejidad64.

“Sostiene que no se puede asumir esta noción de sujeto desde un

paradigma simplista. Es necesario el pensamiento complejo; aquel

“pensamiento capaz de unir conceptos que se rechazan entre sí y que son

desglosados y catalogados en compartimentos cerrados” por el

pensamiento no complejo. No se trata de rechazar lo simple, se trata de

verlo articulado con otros elementos; es cuestión de separar y enlazar al

mismo tiempo. Se trata pues, “de comprender un pensamiento que separa

y que reduce junto con un pensamiento que distingue y que enlaza”. 65

La teoría de la complejidad no es excluyente. Sencillamente, escribe

Edgar Morin: “Lo que actualmente me importa es lo que llamo la

reforma de los pensamientos; es decir, pienso cada vez más que

ejercemos pensamientos que mutilan la realidad, pensamientos que

separan las cosas en lugar de conectarlas entre sí. Creo también que este

tipo de pensamiento nos lleva hacia una inteligencia ciega, es decir, que

cada vez tenemos más necesidad de conocer el conjunto de los procesos

del mundo. Creo que el objetivo de mi trabajo y del método corresponde

a un pensamiento que sea capaz de conectar la comprensión y que, por lo

mismo, nos prepare para hacer frente a los problemas del futuro. Se trata

entonces de un problema de conocimiento y también de un problema

humano, pues esa necesidad, el conocimiento del ser humano, tiene un

aspecto antropológico y, si se quiere, lo que hago es algo_ esto que yo

63 Ib.idem. 64 Ibídem. 65 Ibídem

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llamo el desarrollo del pensamiento complejo, con todas las

implicaciones que ello comporta”66

La teoría de la complejidad y el pensamiento complejo no intenta en

modo alguno constituirse en método único, sino captar la realidad como

sistema complejo, en sus diversas conexiones, mediaciones y

condicionamientos. Por eso no establece relaciones antitéticas entre

orden y caos, incertidumbre y certidumbre, entre las partes y el todo,

etc.67 Admite la racionalidad, pero se opone a la racionalización que

simplifica, reduce y no aprehende la realidad en su contexto y

complejidad.” Es conocida la fórmula kantiana que dice: ¿Qué puedo

saber? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar? Es una

cuestión fundamental que cada uno debe plantearse, y yo creo que

finalmente el conjunto de mi obra se esfuerza siempre por responder a

estas preguntas, a veces en forma más intensa pero siempre relacionadas.

Pienso que este es el tono de mi obra y el sentido que toma mi voluntad

de practicar un pensamiento complejo y, por lo mismo, querer una

reforma de los pensamientos que nos permita conocer de manera más

correcta a fin de sostener mejor nuestra acción. ¿Qué debo hacer? Y,

eventualmente, esperamos. Pero hacemos cosas, y el proceso de

conocimiento nos exige plantearnos preguntas, pero con vistas a

restablecer nuestra individualidad como cognoscentes en el proceso de

conocimiento, y éste es, contra el diagnóstico del pensamiento

simplificador, una reconstrucción, una traducción; es decir, un proceso

complejo”68.

La educación como formación humana, en los momentos actuales, está

urgida de cambios. Hay que reformar el pensamiento en general y sus

paradigmas si se quiere revertir el pensar educativo y sus estrategias. Hay

que cambiar las estructuras existentes no sólo de pensamiento, sino en

66 Cue, Alberto: Por un pensamiento complejo. Entrevista con Edgar Morin. La Jornada semanal, 27 de

julio de 1997, México, p.2 67“El principio dialógico, por ejemplo, permite desde mi punto de vista relacionar temas y conceptos

antagónicos que tienen sus límites en lo contradictorio; es posible unir dos lógicas distintas, dos

principios, en una unidad que no hace desaparecer la dualidad; es la idea de ``unidualidad'', que he

propuesto a veces. Importa superar las alternativas que se nos presentan: o la unidad o lo múltiple; y la

dialógica -que no pretende sustituir a ninguna lógica previa- es un recurso para salvar la complejidad

de los antagonismos. Así, me siento muy cerca de Heráclito, quien concibe la pluralidad en lo uno. Por

ello, he pensado que la unidad de un ser no se entiende mediante una lógica de identidades en la

medida en que, en el proceso de conocimiento, nos es necesario captar, establecer, con vistas a un

sistema complejo, la diversidad de lo uno, lo mismo que la relatividad de lo uno, la alteridad de lo uno,

además de ese ordenamiento de los objetos y los seres como ambiguos, antagónicos, indefinidos o

escindidos, etcétera. Es decir, que a ese ser no puede definírsele intrínsecamente, pues requiere

siempre de su contexto y de un observador. Lo uno es complejo; la identidad de los seres es

compleja”.( Ibídem, p. 3 ) 68 Ibídem.

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plena conjunción con la práctica social y sin perder el sentido cultural en

que toma cuerpo y se despliega como sistema complejo.

II. La educación como proceso cultural y los desafíos ante el

pensamiento complejo69.

En los marcos de la formación humana y su desarrollo cultural, la

educación resulta imprescindible. Ella constituye el medio por

excelencia a través del cual se cultiva el hombre y se prepara para la vida

y la sociedad. En criterio de Luz y Caballero, “instruir puede cualquiera,

educar, sólo quien sea un evangelio vivo”.

Sin embargo, en las condiciones actuales la educación no prepara para la

vida. No está en condiciones de desarrollar una cultura de la razón y los

sentimientos: una cultura del ser. Es incapaz de vincular estrechamente el

mundo de la vida, el mundo de la escuela y el mundo del trabajo.

Los paradigmas de corte positivista, gnoseologistas, reduccionistas,

objetivistas, intolerantes y autoritaristas, convierten a los educandos en

objetos pasivos. No importa que en la teoría se hable de métodos activos,

cuando los docentes presentamos nuestra verdad como la verdad

absoluta. No se crean espacios comunicativos para construir

conocimientos y revelar valores. El trasmisionismo y el inculquismo

siguen imperando con fuerza indetenible.

El sentido cultural y cósmico, propio del pensar complejo brilla por su

ausencia.

El carácter disciplinar de la enseñanza convierte la educación en una

ciencia que divide y desune con vacías abstracciones. La naturaleza, la

sociedad y la cultura no llega al estudiante como una totalidad sistémica,

en cuya relación la naturaleza y la sociedad se humanizan y el hombre y

la sociedad se naturalizan. La enajenación progresiva lo invade todo. La

conciencia ecológica y bioética no se integra al corpus de la cultura.

69 “En 1996, , la Comisión para el desarrollo sostenible de las Naciones unidas, le encargó a la

UNESCO, el “programa Internacional sobre educación, la sensibilización del público y la formación

para la viabilidad”. Preocupadoas, en la construcción de un futuro viable, la UNESCO le encargó al

pensador Edgar Morin plantear la educación en términos de durabilidad. Para este fin elaboró el

documento”Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”. El trabajo enuncia prioridades

para tomar medidas en todos los ámbitos, políticos, económicos, sociales. Es por eso, que el

documento no es exhaustivo en sus orientaciones. Sin embargo, nos invita a tomar medidas con

respecto a esas prioridades y se convierte en texto obligado para los que nos ocupamos de una

educación que, aunque es para el presente, también cuando se mira desde la perspectiva de la

durabilidad, arroja nuevos datos de reflexión para proyectar un futuro mejor”( Reyes Galindo, R. Obra

citada, p. 7 )

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¿Qué hacer ante tal estado de cosas? Por supuesto que se requiere de

cambios estructurales profundos, pero mientras no tengan lugar, no

podemos cruzarnos de brazos.

Edgar Morin, presenta un proyecto interesante en su obra “Los siete

saberes necesarios para la educación del futuro, a partir de los vacíos que

descubre en la educación, los cuales se concretan en:

La ceguera del conocimiento: el error y la ilusión. No se enseña el

riesgo del error y la ilusión.

Los principios del conocimiento pertinente: separación de las

disciplinas, del objeto y el sujeto, lo natural y social, separación

del contexto, etc.

Enseñar la condición humana. El significado de ser humano. No

todas las ciencias enseñan la condición humana. Enseñar la calidad

poética de la vida, desarrollar la sensibilidad. Necesidad de una

convergencia de la condición humana.

Enseñar la identidad terrenal. Conciencia de que se es ciudadano

de la Tierra. Se comparte un destino común y se confrontan

problemas vitales. Identidad terrenal, paz, globalización…

Enseñar a afrontar las incertidumbres. Las ciencias enseñan

muchas certezas, pero no los innumerables campos de

incertidumbres.

Enseñar la comprensión. Enseñar a establecer un diálogo entre las

culturas. Enseñar y explicar cómo integrarnos al otro. Tolerancia.

Empatía hacia el otro.

Enseñar la ética del género humano. Una ética basada en valores

universales. La humanidad debe convertirse en verdadera

humanidad y encontrar su realización en ella.

La educación, pensada desde la complejidad70, es imposible sin una

reforma del pensamiento, que haga de ella un verdadero proceso de

70 “Ciertamente no se trata de estudiar la complejidad por curiosidad intelectual, sino de explorar sus

planteamientos para ver hasta qué punto se podría aplicar para iluminar la misión de la educación y de

los educadores.

“Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” se constituye en su última obra, con la que

Edgard Morin cierra el ciclo pedagógico que había iniciado en 1999 con dos libros, “La mente bien

ordenada” y “Relacionar los conocimientos: el desafío del siglo XXI”, trilogía que refleja las bases de

su pensamiento sobre educación. En ellos plantea que mientras nuestros conocimientos, son cada vez

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aprehensión del hombre como sujeto complejo que piensa, siente,

conoce, valora, actúa y se comunica. Y para revelar la complejidad del

hombre hay que asumirlo con sentido cultural, es decir, en su actividad

real y en la praxis que lo integra a la cultura. La cultura como ser esencial

del hombre y medida de ascensión humana no sólo concreta la actividad

del hombre en sus momentos cualificadores (conocimiento, praxis,

valores, comunicación), sino que da cuenta del proceso mismo en que

tiene lugar el devenir del hombre como sistema complejo: la necesidad,

los intereses, los objetivos y fines, los medios y condiciones, en tanto

mediaciones del proceso y el resultado mismo. He ahí el por qué de la

necesidad de pensar al hombre y a la subjetividad humana con sentido

cultural, que es al mismo tiempo, pensarlo desde una perspectiva de

complejidad. Por eso Marx, en sus tesis sobre Feuerbach, aconsejaba

asumir la realidad subjetivamente, para transformarla en bien del hombre

y la sociedad.

4.-La utopía y sus mediaciones complejas.

1.- Determinación del concepto: Historia y teoría

2.- La utopía. Determinaciones y condicionamientos

3.- Utopía y proyecto

4.- Utopía y realidad. Praxis y razón utópica

más especializados y fragmentados, los problemas a los que debemos enfrentarnos, son cada vez más

complejos y globales. Esto hace que el presente y un futuro viable se nos escape cada vez más de

nuestras manos. Según Morin, a este desajuste contribuye el sistema educativo con sus divisiones en

Ciencias y Humanidades, con sus departamentos cerrados y sus disciplinas aisladas, con sus métodos

que, desde la Primaria, tienden a aislar a los objetos de su entorno. Si queremos reformar la educación

hemos de pasar por una reforma del pensamiento. Hoy se hace necesario pensar la educación en

término de durabilidad,es decir, en una educación que nos pueda hacer pensar, o soñar, en un futuro

“sostenible” para nuestros hijos, nuestros nietos y los hijos de nuestros nietos”. Son siete principios

claves- refiere a la obra de Morin- cuya intención es suscitar debate y cultivar una postura propia y

reflexiva sobre este problema que se considera vital” (Ibídem, p. 7).

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Sobre el concepto de utopía podría escribirse mucho. Significaciones varias ha tenido en el

decurso de la historia, algunos incluso, denotaciones encontradas, en relación de antítesis.

Es objetivo central del presente trabajo hacer algunas reflexiones en torno al

concepto utopía, sobre la base de un minucioso estudio de su devenir

histórico y las múltiples interpretaciones de que ha sido objeto.

La utopía es parte constitutiva del devenir humano en su siempre creciente afán de

superación. Es preludiar lo futuro en lo presente para ascender humanamente y realizar los

proyectos del hombre.

¿ Quién que es, no es utópico? Todo hombre, en un grado mayor o menor, da riendas

sueltas a su razón imaginativa, a sus deseos, fines y objetivos. No se aferra al presente

incondicionalmente. Mira al pasado para enriquecer el presente, y a éste para transitar a lo

por venir y superarse a sí mismo, trascendiéndolo. 71

Este ensayo, con sentido histórico- cultural, asume el tema de la utopía en

sus varias mediaciones, que incluye la historia misma del concepto, sus

discernimientos teóricos, determinaciones, condicionamientos; la relación

utopía-proyecto; la conversión recíproca utopía-realidad, así como la

mediación de la praxis en el proceso complejo de la razón utópica que

permea todo discurso de alto vuelo cogitativo.

71 “¿Hacia la utopía? Sí: hay que ennoblecer nuevamente la idea clásica. La utopía no es vano juego de

imaginaciones pueriles: es una de las magnas creaciones espirituales del Mediterráneo, nuestro gran

mar antecesor. El pueblo griego da al mundo occidental la inquietud del perfeccionamiento constante.

Cuando descubre que el hombre puede individualmente ser mejor de lo que es y socialmente vivir

mejor de cómo vive, no descansa para averiguar el secreto de toda mejora, de toda perfección. Juzga y

compara, busca y experimenta sin descanso; no le arredra la necesidad de tocar a la religión y a la

leyenda, a la fábrica social y a los sistemas políticos. Es el pueblo que inventa la discusión, que inventa

la crítica. Mira al pasado y crea la historia; mira al futuro y crea las utopías” (Pedro Henríquez Ureña.

La utopía de América.. En Leopoldo Zea. Fuentes de la cultura latinoamericana. Fondo de Cultura

Económica, México, 1993, p. 386)

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1. Determinaciones del concepto. Historia y teoría.

La historia del concepto de utopía, como de todo concepto no coincide con

su objeto históricamente determinado. La realidad imaginada, por venir, que

se apetece, no siempre se denominó utopía. Pero existió en las mentes

soñadoras, en los sueños, por mejorar, por ascender a la plenitud humana.

La razón utópica está presente en toda la historia del pensamiento. Cobra

relieve destacado en las ideas del “Siglo de oro”, del poeta griego Hesíodo

(s. VIII-VII a.n.e) Hay acuciante sentido utópico en la República de Platón

(428-348 a.n.e), que Marx caracterizó como “idealización ateniense del

régimen egipcio de casta”, así como en la Ciudad de Dios, de San Agustín.

La palabra griega en sus orígenes (u, y topos) etimológicamente significa

lugar, literalmente, lugar que no existe, pero podemos dirigirnos a él, algo

así, como el nóumeno kantiano, en cuanto a posibilidades cognoscitivas: no

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se puede conocer, pero nos permite pensar en él. No se cierra el camino de

acceso (...) Se abren cauces heurísticos de búsqueda (...), que

posteriormente algunos intentaron clausurar, identificando la utopía como lo

irrealizable, como simples quimeras de la razón. Pero por suerte estas

connotaciones no se impusieron definitivamente.

Francis Bacon (1561-1626) en su “Nueva Atlántida (1617), presenta una

sociedad ideal, rectorada por la ciencia y la técnica.

Tomás Moro (1428-1535), considerado entre los precursores del socialismo

utópico, en su obra “Sobre la mejor condición del Estado y sobre la nueva

isla Utopía” (1516), además de hacer una crítica al capitalismo y a la

propiedad privada, se plantea una sociedad nueva, basada en la propiedad

social, la igualdad, la democracia y el desarrollo integral del individuo, a

través de la educación.

En esta misma dirección se ubica Campanella (1568-1639), gran humanista

utópico que soñaba con la unidad y la prosperidad del género humano. En su

utopía “La ciudad del Sol (1602), concibe una sociedad ideal, fundada en la

propiedad social, bajo la guía de la comunión de la razón y las leyes de la

naturaleza.

Estas ideas socialistas utópicas dan cuenta y son efectos de la realidad

social capitalista, así como de su respuesta crítica. Desde el nacimiento del

capitalismo, en la época del Renacimiento y de la Reforma, la razón utópica

expresa su mirada crítica (J. Hus en Bohemia, Tomás Münzer en Alemania,

Moro en Inglaterra, Campanella, en Italia y otros). En el devenir de las

revoluciones burguesas en Europa, continúa este movimiento (Mellier,

Mable, Morelli, el babuvismo en Francia, J Lilburne y Winstanley en

Inglaterra, son ejemplos elocuentes de la exposición de ideas utópicas en

pos de mejorar las condiciones del hombre y la sociedad.

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En la misma medida que las contradicciones de la sociedad capitalista se

agudizan, las teorías socialistas utópicas, independientemente que carecen

de los medios necesarios para producir el cambio, profundizan en la crítica y

se plantean brillantes ideas en torno a la posibilidad de una nueva sociedad

sin clases, donde no exista la explotación del hombre por el hombre. Es el

caso de los socialistas utópicos franceses (Saint Simón (1760-1825) y

Fourier (1772-1837) en Francia y Owen /1771-1858) en Inglaterra.

Sus utopías abrieron camino al conocimiento social y a la praxis capaz de

producir el cambio. Por eso los clásicos del marxismo la sometieron a crítica,

pero al mismo tiempo, reconocieron sus gérmenes racionales y sus

intenciones humanistas. Y por derecho propio constituyeron premisas del

marxismo. Es que la elaboración de una utopía, encauza proyectos para su

realización efectiva en la praxis. Sin agotarla, en tanto utopía, que no cierra

las infinitas posibilidades de realización humana, siempre están abiertas a

múltiples accesos y aperturas, discernimientos y búsquedas.

Las intelecciones teóricas en torno a la utopía y su función en la teoría social,

son diversas y contradictorias. Sorel, opone a la utopía, a partir de la

ineficacia que le atribuye, el mito, como “(...) expresión de un grupo social

que se prepara para la revolución” 72

Por el contrario, Mannhein en Ideología y Utopía, entiende que la utopía está

destinada a realizarse, en oposición a la ideología que nunca logrará

realizarse. La utopía, en este sentido, estaría en la base de toda revolución

social” 73

72 Abbagnam, N. Diccionario de Filosofía. Edición Revolucionaria. Int Cubano del libro, la habana,

1972. p. 1171. 73 Ibídem.

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Sin embargo, Abbagnano, con más sentido conciliador y tolerante, emite su

criterio: “(...), se puede decir que la utopía representa una corrección social o

religiosa existente. Esta corrección puede permanecer, como ha ocurrido y

ocurre a menudo, en el estado de simple aspiración o sueño genérico,

disolviéndose en una especie de evasión de la realidad vivida. Pero puede

también suceder que la utopía resulte una fuerza de transformación de la

realidad en acto y adquiera bastante cuerpo y consistencia para

transformarse en auténtica voluntad innovadora y encontrar los medios de la

innovación. Por lo común, -continúa el filósofo italiano- la palabra se entiende

más con referencia a la primera posibilidad que a la segunda. A pesar de

todo, la segunda tampoco se puede excluir, por más que cuando se verifica,

la utopía debe reivindicar para sí el nombre de ideología o de idea” 74

Después de esto, mucho se ha dicho y escrito en torno a la utopía. Pero han

predominado los criterios que le reconocen su valor heurístico y práctico,

como ideal que afirma el sujeto y dirige su imaginación a la búsqueda de lo

que desea y quiere. Se ha impuesto la convicción que sin utopía no hay obra

humana.

Por supuesto, con excepción de algunos filósofos postmodernos, que

perneados de presentismo nihilista, teñido de pesimismo histórico, han

declarado el fin de las utopías, en tanto carentes de legitimidad, por

inauténticas e ineficaces. 75 Pero la cruzada no se ha dirigido sólo a la

utopía, sino también, a todo ideal y proyecto emancipatorio, incluyendo a los

conceptos de sujeto, fundamento y razón, y más radical aún Fukuyama, con

74 Ibídem 75 Pero la respuesta no se hace esperar. “Es, en realidad, la utopía de la no-utopía, la utopía del fin de

las utopías. Si ello fuera cierto, el ser humano habría llegado a su fin. Sin utopía ya no tendría razones

para vivir. Su vida carecería de sentido y, con ello, sin la fuerza necesaria para “permanecer en su

ser”, como lo expresara Spinoza. Mientras el ser humano sea tal, sujeto, la utopía brillará en el

horizonte y siempre encontrará nuevos caminos de realización” (Rubén Dri. La utopía que todo lo

mueve. Hermenéutica de la religión y el saber absoluto en la Fenomenología del espíritu. Editorial

Biblos. B. Aires, Argentina, 2001, p. 209)

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su decretado fin de la historia. Pero esta algarabía”teórica”, por

inconsistente, ha sido efímera, de poca duración. Nació huérfana de ideas.

Es que la utopía misma nacida de las necesidades y la praxis social, además

de incitar la búsqueda, deviene bandera de combate. Sencillamente, “(...), no

hay proa- escribe Martí desplegando con fuerza su razón utópica – que taje

una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo,

para como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados.”

76

Sin embargo, no han faltado concepciones pesimistas reflejadas en novelas

y en cierta literatura de ciencia-ficción que descalifican las utopías y

entronizan las antiutopías. Ejemplos elocuentes se puede encontrar en

G.Orwel, A. Huxley, I. Asimov, R. Bradbury y otros. En algunas de sus obras

ponen de manifiesto nihilismo histórico; expresando como convicción la crisis

de la esperanza y la esterilidad de la lucha revolucionaria y la conciencia

crítica para producir cambios. En sus criterios los males sociales no se

pueden revertir y el desarrollo de la ciencia y la técnica conduce a la

esclavización del hombre. Las antiutopías, en última instancia expresan la

enajenación progresiva del capitalismo.

2. La utopía. Determinaciones y condicionamientos.

Si ciertamente la utopía se funda en la imaginación y la fantasía, está

mediada por múltiples determinaciones y condicionamientos histórico-

sociales. Los sueños del hombre, aunque estén muy alejados de la realidad,

tienen sus fuentes en ella. Las utopías como ideales humanos son

expresiones críticas de cambio de la realidad presente. Es un proceso

subjetivo que parte del ser actual al deber-ser para realizar determinada

aspiración humana. Es lo futuro en lo presente para mejor su situación y

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realizar su ser esencial. “Todos los grandes mitos fundantes imaginaron ese

futuro abierto, sin fronteras que como el horizonte, está siempre presenta

pero nunca se alcanza y continuamente llama a ser alcanzado. Ellos nos

hablan de “la tierra sin males” del “paraíso perdido que será reconquistado”

de la “fuente de la juventud”, de la “tierra de El Dorado”. Las figuras se

multiplican y se expresan de diversas maneras de acuerdo con la propia

cultura. Las utopías dibujan ese futuro.” 77 Un futuro que anticipa y preludia

todo un sistema de determinaciones objetivo-subjetivo: necesidad-interés-

fin-medios y condiciones, internamente mediado por la praxis.

La necesidad opera como fundamento regular que da cuenta de lo que falta.

Es una forma humana condicionada por la insatisfacción. Existe como

insuficiencia de algo, que aparece se intensifica y sirve de fuerza motriz a la

proyección del hombre.

La necesidad tiene su primera concreción en los intereses que mueven las

acciones del hombre, sus iniciativas de cambio y búsqueda para resolver la

necesidad. El interés es la propia necesidad hecha consciente.

Al mismo tiempo, el interés se realiza y concreta en los fines y objetivos. Los

fines expresan el ser de la necesidad y el interés, y anticipan idealmente lo

futuro , lo que se quiere, el resultado apetecido. Pero el fin requiere de

medios y condiciones para realizarse. En correspondencia con esto, el fin

puede realizarse, o permanecer como posibilidad y potencia y nunca,

concretarse en acto. “La actividad de los hombres-individuo, es una

actividad interesada y, por ello, para comprenderla hay que partir de los

intereses humanos que se expresan en ciertos fines que responden a su vez,

a cierta situación objetiva” 78

76 José Martí- Nuestra América. Obras Completas. Tomo 6. Editorial Nacional de Cuba, La Habana,

1963, p. 15. 77 Rubén Dri. Obra cit. P. 207 78 Adolfo Sánchez Vázquez. Filosofía de la praxis. Editorial Grijalbo, S.A. México, D.F., 1967, p.p

289-290.

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La utopía, no es quimera de la razón. Es un ideal de ideales que proyecta el

hombre en los marcos de las necesidades, los intereses, los fines, los

medios y las condiciones. Todo un proceso objetivo-subjetivo, subjetivo-

objetivo, mediado por la praxis. El devenir efectivo de la utopía está

condicionado internamente por dicho proceso que garantiza la conversión

recíproca de lo ideal y lo material.

3- Utopía y proyecto.

A veces, erróneamente, en mi criterio, se identifica la utopía con la

proyección ideal, con el proyecto del hombre. El proyecto, como anticipación

de las posibilidades, como previsión, predicción, predisposición o plan

ordenado preludiado por los fines, es un cauce de apertura a la utopía, un

camino orientado a realizar la utopía, que puede devenir en acto o quedarse

simplemente como proyecto no realizado, como posibilidad. “Las creaciones

a las que movilizan las utopías se realizan mediante proyectos. Así como es

la imaginación la encargada de dibujar las utopías, -enfatiza Dri- es la razón

la que debe elaborar los proyectos y buscar los medios necesarios para

realizarlos. Es el ámbito propio de las ciencias. Estas sólo pueden

desplegarse en el ámbito que abren las utopías.

El momento de la utopía y el del proyecto-enfatiza con fuerza conceptual

Rubén Dri – se comportan dialécticamente como dos momentos polares del

proyectarse del sujeto.” 79

79 Rubén Dri,. Obra cit. P. 208. Al mismo tiempo, el filósofo considera que el marxismo ortodoxo,

perdió de vista la relación proyecto-utopía, pues” (...) contrapuso adialécticamente “socialismo

científico” a “socialismo utópico”, como si la realización del primero, que correspondería al proyecto,

de acuerdo a nuestra caracterización, eliminase al segundo. De esa manera se elimina la utopía y con

ella, el espacio de la libertad. Se instala la dictadura de la ciencia(..). las categorías de “socialismo”

para el proyecto y “comunismo” para la utopía serían las categorías que nos parecen las más

adecuadas. De hecho toda la construcción teórica de Marx estuvo siempre impulsada por una poderosa,

exultante y exigente utopía (...)” (Ibídem)

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Esta tesis resulta muy interesante, independientemente que se pudiera estar

de acuerdo o no con el ejemplo que lo ilustra. Pero lo cierto es que identificar

o contraponer utopía-proyecto, metodológicamente resulta nefasto. La utopía

en su devenir y aprehensión por el sujeto, en pos de su encarnación en la

praxis, conjuga dialécticamente los momentos cognoscitivo y valorativo de la

subjetividad humana.Integra en concreta síntesis conocimiento y valor,

mediados por la praxis. Proyectar lo por venir, lo que queremos, es de por

sí, iniciar la apertura a la utopía ,pero no su apertura misma, en cuanto a su

realización efectiva. En la política, en la ciencia, constantemente se están

elaborando proyectos, que a veces consciente o inconscientemente, tributan

resultados a una utopía, o se acercan a ella, sin agotarla. Sencillamente, “la

imaginación se enciende dibujando los mundos utópicos que mueven a todo

tipo de creación, trátese de proyectos políticos, culturales, académicos,

científicos o artísticos.” 80

No se trata de una relación entre la parte y el todo. Es una unidad dialéctica,

donde cada proyecto participa de la utopía, en tanto momento suyo

constitutivo; y la utopía se realiza y concreta en ellos. Es una totalidad

compleja (proyectos-utopía) que realiza el hombre como sujeto.

4. Utopía y realidad. Praxis y razón utópica.

Si perjudicial resulta identificar de modo absoluto la realidad con lo deseado,

también lo es contraponerlos y hacer de ellos aspectos en relación de

antítesis. Utopía y realidad conforman una unidad dialéctica, que en tanto tal

80 Ibídem. Reveladora por su valor explicativo resulta la siguiente tesis de Rubén Dri: “Así como

somos el pasado, la memoria, somos el futuro, la imaginación y la fantasía. Somos proyecto, pero

nuevamente no sujeto sino verbo. Somos el “proyectarnos”. No podemos ser sin trascendernos, sin

proyectarnos. Esto nos constituye tan esencialmente como el pasado. El futuro que somos no está

cerrado, no puede estarlo, porque ello significaría nuestra muerte, la muerte del sujeto como tal”

(Ibídem, p. 207)

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presupone la identidad y la diferencia. Igualmente sucede con la relación

praxis-razón utópica.

Estos aspectos complejos y contradictorios son partes estructurales y

constitutivas del hombre como sujeto que piensa, actúa, valora, conoce y se

comunica.

Un proceso inmanente a la actividad humana, que se cualifica en la relación

sujeto-objeto y sujeto-sujeto, y se concreta en los varios atributos

aprehensivos de la realidad por el hombre: actividad cognoscitiva, práctica,

valorativa y comunicativa.

El hombre elabora utopías y mira la realidad con sentido utópico para

mejorar. Como decía Alejo Carpentier en La Consagración de la Primavera,

se impone tareas (proyectos) para mejorar. No se trata sólo de las grandes

utopías conocidas en la historia: la Utopía de Moro, la Atlántida de Bacon, la

República de Platón, la ciudad del Sol de Campanella o la ciudad de Dios de

San Agustín, sino de la eterna posibilidad humana de dar riendas sueltas a

sus sueños y fantasías para superar la realidad presente y mejorar sus

condiciones de vida.

Por otra parte, es desacertado concebir la utopía como simple fantasía,

ilusión o sueño, desligado de la realidad. Ella misma es realidad idealizada,

que nacida de realidades empíricamente registrables, la trasciende y opera

como meta que afirma al hombre y a la sociedad como sujeto creador que

se propone ascender peldaños superiores. La gran utopía de Nuestra

América y su integración unitaria, fundada en la obra de Bolívar, Martí y

otros, constituye en sí misma, un resultado engendrado en necesidades

reales e impulsada por la praxis social de nuestros pueblos. Y esta utopía no

puede morir, porque sería matar a la esperanza. Mucho tiene que hacer aún,

pues las condiciones reales que le sirvieron de sustentación, aún existen. Y

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en los tempos que corren nuevas acechanzas y desafíos enfrenta que la

actualizan y renuevan para seguir viviendo, así como nuevos sujetos

portadores de proyectos que hacen “camino al andar”.

No importan las vicisitudes, los retrocesos para desbrozar el camino hacia la

meta. Lo importante es que continúe alumbrando, pues de lo contrario, la

muerte de los sujetos sería inevitable. He ahí la importancia de una utopía

como bandera de lucha y de resistencia para no dejar de ser; así como la

necesidad insoslayable de que praxis y razón utópica marchen unidades en

la proyección del futuro.

Praxis y razón utópica insertos en la cultura, constituyen una fuerza ivital, en

la conformación de una cultura del ser que sirva de baluarte de contención

ante el capitalismo salvaje que nuclea a la globalización neoliberal. No

importa que anuncien un réquiem a las utopías, ni declaren el desarme de

ellas. Ellas seguirán viviendo y guiando el camino al porvenir, conjuntamente

con los sujetos que afirman e impulsan.

¡Cuánta razón utópica y praxis demistificadora hay en el manifiesto-programa

identitario de Nuestra América expuesto en el ensayo homónimo. “Lo que

quede aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para

acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas de almohada,

como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio que vencen a

los otros. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”. 81

La razón utópica, por su cauce aprehensivo mediato y antipresentista, es por

antonomasia una fuente inagotable de proyectos con sentido cultural, que

los sujetos con su praxis creadora realizan.

81 José Martí. Nuestra América. Obra cit. P 15.

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Las utopías y la razón utópica que acompaña a los sujetos históricos, en su

accionar práctico-teórico, devienen realidad y esta es base nutricia de

nuevas aprehensiones, de nuevas utopías, sin las cuales resulta quimérico

hablar de sujeto y de cambios que reviertan las circunstancias presentes.

Es indiscutible que el hombre y la sociedad no pueden existir sin utopía. La

historia milenaria del hombre lo ha demostrado.

La Filosofía, la Sociología, la Ciencia Política y en fin las ciencias del

hombre, no pueden hacer de las utopías expresiones quiméricas de la razón.

Su lugar en el devenir histórico y su valor heurístico, le han otorgado el

derecho de convertirse en objeto especial de estudio y de reflexión. Muchas

mediaciones inmanentes al corpus teórico de la utopía requieren de estudios

profundos, y no es, por supuesto, un problema sólo de las ciencias sociales.

Hay que superar lo que aún queda en las ciencias y en la metodología del

conocimiento científico del paradigma racionalista de la modernidad,

particularmente los rezagos intelectualistas y objetivizantes, dirigidos sólo al

interior del conocimiento, a los proyectos, sin detenerse en la subjetividad y

en sus varios atributos cualificadores, sin mirar la meta, que aunque

inagotable en su naturaleza misma, es guía orientadora. Evitar, en síntesis,

que los árboles impidan ver el bosque…

5.- Tradición, historia y cultura

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I. Breve historia y teoría del concepto tradición. II. La tradición y sus mediaciones III. Tradición y temporalidad. IV. Tradición, cultura, identidad.

El tema de la tradición es recurrente en todas las ciencias y en la filosofía. La

búsqueda de los orígenes, de antecedentes, en fin de la historia, es una

necesidad inmanente de la naturaleza cultural del hombre y a la sociedad en

general. Es una vocación universalizada. Es que para saber qué somos, qué

seremos, la mediación que fuimos, de dónde venimos siempre aparece como

duende merodeante. La búsqueda dialógica pasado-presente-futuro es

constitutiva de todo quehacer humano.

¿Será que el presente reproduce en síntesis, o de modo compendiado el

pasado? ¿Es qué el presente sólo puede preludiar el futuro, lo por venir,

indagando en el pasado histórico?

¿Tiene razón Nicolás Heredia cuando afirma que los pueblos sin tradición,

“son (...) colectividades anónimas de la Historia”?82, Incluso varios

pensadores han expresado que el que no tiene tradición está obligado a

inventarla o a reconstruirla para poder vivir.

En torno a esto se puede estar de acuerdo, discrepar, disentir. Pero la vida

misma muestra todos los días que el devenir humano es un perenne miraje

histórico de la cultura que nos hace hombre, persona humana. Un constante

diálogo entre el presente y el pasado para acceder al futuro.

Por supuesto, no se identifica el pasado, el saber histórico con la tradición.

No todo pasado histórico- sea en sentido positivo o negativo – deviene

82 Ver, Vitier, Medardo- Valoraciones I. Departamento Relaciones Culturales. Universidad Central de

Las Villas, 1960, p. 246.

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tradición. Puede ser pasajero, efímero, o pasar inadvertido. La tradición es

un pasado con raíces, que se inserta en la cultura, logra consenso y se

legitima en la conciencia y la praxis humanas. Por eso adquiere sentido de

continuidad y autenticidad reconocida. Además como todo proceso histórico

adviene y deviene en tiempo y espacio. Es un fenómeno histórico – cultural

sujeto a los cambios y alteraciones de la praxis social. Metafóricamente

expresado, la tradición es un árbol con raíces fuertes que requiere cultivarse,

expuesto a fenecer cuando pierde su razón de ser. En los tiempos de crisis

existenciales y sociales puede desaparecer o aparecer un movimiento

renovador de rescate. Pero si no constituye cuerpo y alma de la cultura y con

ello, autoconciencia individual y colectiva, la vuelta a la tradición resulta

quimérica, ficticia. Sencillamente, porque la cultura no se impone por decreto.

Expresa el ser esencial del hombre y la medida de su ascensión.

El presente ensayo no intenta en modo alguno agotar el vasto tema de la

tradición en sus varias mediaciones, determinaciones y condicionamientos.

Es sobre todo un intento de acercamiento. En él se hace una breve historia y

teoría del concepto. Se revelen diversas mediaciones presentes en su

estructura y funciones, así como su relación con la temporalidad en que se

despliega y realiza.

El trabajo culmina con una aproximación al vínculo tradición – cultura-

identidad y se hace énfasis especial en las aportaciones valiosas hechas por

José Martí y la necesidad de asumir su herencia por la trascendencia y

actualidad que posee. En un mundo donde la cultura del ser se devalúa y la

enajenación progresiva se impone con fuerza, se hace imprescindible

rescatar y enriquecer las tradiciones valiosas. El sentido de pertenencia

humano social y cultural, además de elevar el autoestima del hombre para

encauzar toda obra humana, lo prepara para oponerse al “presentismo” que

niega el pasado histórico en función de afianzar el status quo establecido por

los centros de poder. No es posible hacer de la tradición mera quimera de la

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razón y con ello descalificar toda posibilidad de cambio fundado en la

herencia cultural. No se puede olvidar que la razón utópica, tiene sus

fundamentos en el pasado y en el presente.

I. Breve historia y teoría del concepto tradición.

Es común, la concepción de la tradición como herencia cultural, entendida la

cultura en su amplia intelección como producción y resultados humanos que

se trasmite de generación en generación; es decir, la continuación de

determinadas creencias, hábitos, habilidades, técnicas, etc. Todo un proceso

individual y social que el imaginario del hombre a través del hogar, la

escuela y la sociedad va trasmitiendo a las sucesivas generaciones.

En la aprehensión filosófica, la tradición implica el reconocimiento mismo de

la verdad de la tradición. Desde este punto de vista, la tradición resulta una

garantía de verdad y, a veces, la única garantía posible.83

En Aristóteles está presente esta concepción. Según él una tradición que

procede de la más remota antigüedad, que nos han trasmitido nuestros

antepasados y que ha pasado a la posteridad bajo el velo de la fábula, nos

dice que los astros son los dioses y que toda la naturaleza queda contenida

por la divinidad. Todo lo demás son ya cosas fabulosas, destinadas a la

persuasión de la gente sencilla y vulgar, apañadas para apoyar las leyes y

todo aquello que mire el bien común. Muchos, en efecto hacen a los dioses

antropomorfos, y aun algunos los hacen semejantes a algunos animales, y

se dicen otras cosas y se sacan otras consecuencias semejantes a las que

ya hemos mencionado. Si de esta relación se separa el principio mismo y

sólo se tiene en cuenta esta idea, que creían ellos que todas las esencias

primeras eran dioses, se verá que ésta es una tradición verdaderamente

divina. Y como parece probable, mientras cada una de las artes y la filosofía,

83 Abbagnano, N. Diccionario de Filosofía Edición Revolucionaria. Instituto Cubano del Libro, La

Habana, 1972. p. 1146.

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en cuanto fue posible, fueron inventadas y a su vez luego perdidas, en

cambio, las opiniones de aquellos antiguos sobre este particular nos han sido

trasmitidos salvas hasta nuestros días, como si fueran reliquias. Con estas

reservas, pues, admitimos la opinión de nuestros padres y la de los

primitivos.84

Aristóteles, al mismo tiempo intentaba liberar su filosofía de los componentes

místicos, a partir de la garantía de verdad que le aportaba la tradición. Esta

concepción domina sin alteración alguna, es decir, la tradición como garantía

de verdad, durante el último período de la filosofía griega, particularmente en

la dirección neoplatónica, así, para Plotino, es necesario creer sin duda que

la verdad ha sido descubierta por antiguos y bien aventurados filósofos; a

nosotros nos corresponde imaginar quiénes son los que la han encontrado y

de qué manera podemos llegar nosotros mismos a comprender.85

La concepción de la tradición como garantía de la verdad a partir desde su

surgimiento fue objeto de la manipulación para justificar con fundamento

lógico supuestas tradiciones que se deseaban atribuirles autenticidad

racional. “(...) Fue posible (...) fabricar documentos ficticios al faltar los

auténticos y las obras de falsa atribución, las más famosas de las cuales

fueron las de Hermes Trismegisto, obedecen justamente a la exigencia de

trasladar al pasado la doctrina en que se cree y procurarle, así sea en forma

de ardid, el prestigio y la garantía de la tradición. 86

Así, la tradición como garantía de verdad tomó dominio absoluto. En algunos

casos refiriendo a verdaderas tradiciones; en otros, manipuladas

ideológicamente, para afirmar con status de verdad intereses preconcebidos

que falseaban la propia historia.

84 Aristóteles. Metafísica. Política. Estudios Instituto Cubano del Libro, La habana, 1968. p. 308. 85 Abbagnano, N. Obra cit. Pp . 1146,1147 86 Ibidem p. 1147

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En la época moderna se vuelve a la tradición o se continúa la concepción

como promesa de garantía de verdad. El romanticismo emerge con fuerza y

la hace suya. En la obra “Ideas para la filosofía de la historia de la

humanidad” J.G Herder, magnifica la tradición en grado sumo. La aborda

como “la sagrada cadena que liga a los hombres al pasado y que conserva y

trasmite todo lo hecho por los que les han precedido”. 87

En la pupila crítica de Hegel, sin alterar el sentido original de la tradición, la

enriquece con nuevas mediaciones. En su “Historia de la filosofía”, la define y

caracteriza con alto vuelo aprehensivo y con ricos cauces heurísticos. “La

tradición subraya Hegel (...) no es una estatua inmóvil, sino una corriente

viva, fluye como un poderoso río cuyo caudal va creciendo a medidas que se

aleja de su punto de origen (...) Lo que cada generación crea en el campo de

la ciencia y de la producción espiritual es una herencia acumulada por los

esfuerzos de todo el mundo anterior, un santuario en el que todas las

generaciones humanas han ido colgando con alegría y gratitud, cuando les

ha sido útil en la vida, lo que han ido arrancando a las profundidades de la

naturaleza y del espíritu. Este heredar consiste a la vez en recibir la herencia

y en trabajarla”.88

El gran lógico apelando a los conceptos, imágenes y metáforas aporta una

rica definición de tradición. Hace hincapié en el movimiento dialéctico

enriquecedor de la tradición en el devenir histórico. No es sólo historia con

raíz estática. Es un proceso donde la herencia es enriquecida por las

generaciones sucesivas. Sencillamente- valga la reiteración- el “heredar

consiste a la vez en recibir la herencia y en trabajarla”. Trabajo que en la

aprehensión lógico-dialéctica de Hegel, significa enriquecer, revelar nuevas

mediaciones y condicionamientos. Por eso su valor teórico-metodológico y

heurístico es extraordinario. Hegel ve en la tradición todo un proceso y

resultado de la cultura del hombre, que partiendo de las raíces , de sus

87 Ibidem.

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orígenes, asciende infinitamente y se hace más concreta en las

generaciones que la asumen y la “trabajan”.

Esta comprensión de la tradición está permeada de sentido histórico-cultural.

Cree en la historia y la piensa y aprehende como proceso ascensional.

Algunos deducen de esta interpretación, historicismo de carácter providencial

y teleológico. Sin embargo, la racionalidad hegeliana en el tratamiento

teórico-conceptual y metodológico de la tradición, aún sigue teniendo

vigencia e incluso, la propia Ilustración, sí bien la somete crítica raigal, no

todos los ilustrados negaron en bloque dicha intelección. Pero como

movimiento de pensamiento crítico antiprovidencialista erróneamente se

dirige contra el historicismo y junto con él, contra la tradición89 y su

continuación crítica. Enfatizó la ruptura y minusvaloró la continuidad

dialéctica que con tanto genio inició Herder y desarrolló el grande Hegel.

Por supuesto, la polémica filosófica en torno a la tradición se dirime

principalmente en la reflexión de la historia, en el campo de la historia. No

sucede lo mismo en el ámbito de la sociología. Los análisis sociológicos se

dirigen con fuerza a la intelección de la tradición como actitud, incluso,

inconsciente, de adquisición de creencias, hábitos, técnicas. Para la

Sociología, según Abbagnano, “la actitud tradicional es aquella por la cual el

individuo considera los modos de ser y de comportarse que ha recibido o va

recibiendo del ambiente social como sus propios modos de ser, sin darse

cuenta de que son los del grupo social “. 90

Se puede notar con toda claridad que la actitud de crítica incisiva hacia la

tradición por la Ilustración, tiene como fundamento la incomprensión del

88 Hegel, F. Historia de la Filosofía T. I. Fondo de Cultura Económica, México, 1955, pp. 9-10. 89 “La Ilustración se inscribió falsamente en contra de la tradición, considerando que lo que ella

trasmite, es, en la mayoría de los casos, error, prejuicio o superstición y apelando, en contra de la

misma tradición, al juicio de la razón crítica” (Abbagnano. Obra cit. P. 1147) 90 Ibídem.

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propio devenir histórico, como diálogo inmanente entre el presente y el

pasado. Por esos los oponen en relación de antítesis.

II. La tradición y sus mediaciones.

La tradición como proceso y resultado histórico-cultural, constituye una

totalidad compleja mediada por múltiples eslabones intermedios. En sus

orígenes y constitución misma como tradición está mediada por todo un

sistema de contradicciones que tienen su base en la necesidad, los

intereses, los fines, los medios y las condiciones en que deviene, se

constituye y se legitima como tal, es decir, como tradición que implica

garantía de verdad, legitimidad de poder, etc. Se expresa como ritos,

costumbres, usos sociales, ideas, ideales, valores, normas de conducta,

técnicas, etc, que el imaginario social reconoce, valida, respeta y continúa

por considerarlos necesarios y útiles, en tanto encarnan la historia y la

cultura de generaciones antecesoras. .

Cada generación piensa y aborda la tradición como legado socio-cultura, que

sirve de premisa para dar continuación al quehacer humano y al devenir

histórico-cultural.

Por supuesto, a pesar de que la tradición en su generalidad se “mira” y

concibe en sentido positivo, también existen tradiciones negativas,

reaccionarias, que tratan de detener el desarrollo histórico. No todas las

tradiciones y los sujetos que las defienden, sirven de cauce al desarrollo

creador de la cultura. Todo lo contrario, en algunos casos se quedan

anclados en el pasado hasta desapareces por su ineficacia.

Hay tradiciones que por negar el cambio, se condenan históricamente hasta

convertirse en prejuicios que sólo sirven para obstaculizar lo nuevo que

quiere imponerse por necesidad, y se impone.

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Las tradiciones en la ciencia – concebida como sucesión de conocimientos y

métodos de investigación, en el arte y la literatura – como sucesión de

estilos, maestría, etc, también cambian en el decurso histórico, por

exigencias de los cambios que tienen lugar en la praxis y en los modos de

pensar la realidad.

Esto significa que es necesario asumir la tradición con sentido crítico, con

actitud de sospecha y con ello aprehender la continuidad y la ruptura como

dos momentos inherentes a una totalidad contradictoria, como parte de una

unidad dialéctica mediada por un sinnúmero de eslabones que la hacen

compleja y cambiante.

De lo contrario, el pasado histórico más que servir de impulso al presente y al

futuro, se convierte en traba del desarrollo.

Al mismo tiempo, hasta las tradiciones más auténticas encarnadas en la

cultura, si bien fluyen espontáneamente en el tiempo, requieren de trabajo

constante, de la crítica y de la perenne actualización histórica. Así “(...) las

utopías, el racionalismo abstracto, tienen la misma importancia que las viejas

concepciones del mundo elaboradas históricamente por acumulación de

experiencias sucesivas. Lo que importa es la crítica a que es sometido ese

complejo ideológico por parte de los primeros representantes de la nueva

fase histórica; a través de esta crítica- enfatiza Gramsci – se tiene un

proceso de distinción y de cambio en el peso relativo que poseían los

elementos de las viejas ideologías: lo que era secundario y subordinado o

incluso incidental, es tomado como principal, se convierte en núcleo de un

nuevo complejo ideológico y doctrinal. La vieja voluntad colectivas se

disgrega en sus elementos contradictorios, porque de estos elementos,

aquellos que son subordinados se desarrollan socialmente” 91

91 Gramsci, A. cuadernos de la cárcel 3. ediciones Era, S.A. México, 1984. p. 315.

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La filosofía de la praxis gramsciana y su inmanente dialéctica de las

mediaciones, abren cauces heurísticos para revelar la esencia misma de la

tradición en su devenir histórico. Es un método aprehensivo de una realidad

concreta, capaz de revelar el objeto de investigación en su complejidad. Por

eso no se queda en la superficie fenoménica. Puede explicar su movimiento

real, en sus contradicciones varias. Es que las contradicciones- y Gramsci lo

sabe bien – se descubre en su esencialidad cuando se resuelvan las

diversas mediaciones que la hacen complejas.

II. Tradición y temporalidad histórica

La tradición existe y se despliega temporalmente, gracias a la actividad de

los hombres que la construyen y a la cultura que la fija y le aporta eficacia.

La tradición sólo se muestra y funciona, inserta en la cultura y como parte o

componente de ella. Pero una cultura siempre mediada por la temporalidad

histórica y expuesta a sus cambios y alteraciones.

Por eso la tradición deviene perenne movimiento: presente-pasado, pasado-

presente, pasado-presente-futuro. Es como una mediación dialógica

ininterrumpida, inmanente al quehacer humano.

En síntesis, el hombre piensa el presente con referencia al pasado para

mejorar y sobre esta base proyecta el futuro, lo porvenir; por supuesto,

también para mejorar, para ascender culturalmente.

La temporalidad (el tiempo) es un proceso objetivo que se sucede como

movimiento espacial en ascenso. Es una forma de existencia de la materia,

excluyendo por supuesto, la realidad social. Las pitagóricas veían en el

tiempo, cosmológicamente, como “la esfera que lo abraza todo”, como orden

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mesurable del movimiento. En esta misma dirección, para Platón, es la

imagen móvil de la eternidad. Aristóteles reconoce el momento objetivo del

tiempo, pues el alma refiere a un objeto. Kant, es su crítica a la Razón Pura,

admite que el tiempo posee realidad empírica. De todas formas en todas

estas concepciones se debate el tema de lo objetivo y lo subjetivo del tiempo.

La segunda concepción, desarrollada por Hegel,, concibe el tiempo como

intuición del movimiento o devenir interior, es decir, subjetivamente, como

principio de la pura conciencia de sí. Para Schelling, “el tiempo no es más

que el sentido interior que llega a ser objeto por sí. Esta intelección del

tiempo como intuición, por supuesto, viene de la antigüedad. En plotino es la

vida del alma y consiste en el movimiento por el cual el alma pasa de un

estado a otro de su vida”.92

Estas ideas cobran fuerza y sistematización en San Agustín y contienen

elementos esenciales para comprender el decurso de la tradición en el

perenne diálogo presente-pasado-futuro. Según el obispo de Hipona: “el

tiempo es la vida misma que se extiende al pasado o el porvenir, y se

pregunta: ¿ De qué modo se disminuye y consume el futuro que aún no

existe y de qué modo crece el pasado que ya no está, si no por existir en el

alma las tres cosas, presente, pasado y futuro? En efecto, el alma espera,

presta atención y recuerda, de manera que lo que ella espera, a través de

aquello o lo que presta atención, pasa a lo que ella recuerda. Nadie niega

que el futuro no existe aún, pero en el alma ya existe la espera del futuro.

Nadie niega que el pasado ya no está, pero todavía está en el alma la

memoria del pasado. Y nadie niega que el presente le falte duración ya que

cae enseguida en el pasado, pero aún dura la atención a través de la cual lo

que será pasa, se aleja hacia el pasado” (Conf., XI, 28,1). 93 Para de este

modo concluir que” (...) no existen, propiamente hablando tres tiempos, el

92 Ver Abbagnano N. Diccionario de Filosofía. Obra cit. pp. 1135-1137. 93 Ibídem, p. 1137.

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pasado, el presente y el futuro, sino sólo tres presentes: el presente del

pasado, el presente del presente y el presente del futuro (Ibídem, XI, 20,)”94

Se trata de una concepción idealista de la historia, donde la intuición,

inmanente en el alma, el espíritu, se despliega en su interioridad como

proceso sucesivo, que realiza la temporalidad como modo de existencia vital.

Pero una concepción permeada de granos de racionalidad por su sentido

procesual y sistémico. Por la unicidad que aporta a las mediaciones

temporales.

Bergson y Husserl, abordan la temporalidad como duración ininterrumpida

de vivencias, como corriente de experiencia que conserva y eterniza al

presente.

Otra concepción de la temporalidad, muy difundida es la inaugurada por

Heidegger, que se reduce a la de la posibilidad. En “El ser y el tiempo”, a

diferencia de las concepciones anteriores que otorgaban prioridad al

presente, se da primacía al futuro. Sencillamente, el tiempo es

originariamente el advenir, la estructura misma de la posibilidad, la pluralidad

de órdenes. Esta concepción, asumiendo de una forma u otra la teoría de la

relatividad de Einstein, y permeada de subjetivismo, al introducir la

posibilidad como esencia misma del tiempo, comprende el pasado como

punto de partida de las posibilidades por venir y el porvenir mismo como

posibilidad de conservación o de cambio del pasado. Podría parecer un

círculo que se cierra, pero con posibilidad de encontrar salidas.

La tradición como historia humana hecha cultura se mueve en la

temporalidad. En su advenir y devenir, se altera, cambia; se afirma, se

rescata, mueve, o se continúa y enriquece en tiempos nuevos. Es una

realidad viviente, empíricamente registrable o no, pero al mismo tiempo,

94 Ibídem.

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innegable, pues como decía Marx, las tradiciones merodean como duendes

en la cabeza de los hombres.

La presencia del ídolo de los orígenes en la concepción de Marc Bloch, es

concomitante al hombre. “Creo que fue Renan – escribe Bloch – quien

escribió un día (...): “En todas las cosas humanas los orígenes merecen ser

estudiados antes que nada “y antes que él había dicho Sainte – Beuve:

Espío y noto con curiosidad lo que comienza”, 95 pero sin tematizar el

problema de modo absoluto, el gran historiador apela a un proverbio árabe:

·”Los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres”. “El estudio

del pasado se ha desacreditado en ocasiones por haber olvidado esta

muestra de la sabiduría oriental”. 96 En fin, siguiendo las sabias ideas de

Bloch, es necesario, con sentido histórico-cultural comprender el presente

por el pasado y el pasado por el presente, sin perder de vista los límites de lo

actual y de lo inactual para dirigirnos al futuro.

IV. Tradición, cultura, identidad

La tradición es un componente importante de la cultura y la identidad

humana, nacional, y universal. Es la historia o momentos de ella que se

enraiza, estabiliza y sucede de generación en generación. Es el propio

devenir del hombre y la sociedad que se construye por los sujetos históricos

sobre la base de necesidades, intereses, fines, medios y condiciones de

realización efectiva.

La tradición, en la medida que expresa el ser esencial del hombre en un

momento histórico concreto, se inserta a la cultura y se mueve siguiendo sus

propios cauces (culturales) y es pensada u actualizada por la praxis y el

imaginario social en que se conforma y despliega la memoria histórica.

95 Bloch, Marc. Apología de la Historia. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971, pp. 63-64.

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Como parte componente de la cultura y expresión de la identidad, constituye

una unidad dialéctica que presupone la diferencia, como momento impulsor

de su propio devenir y funcionamiento. No es en modo alguno una entidad

estática. Todo lo contrario, su propia naturaleza la hace dinámica para

garantizar la sucesión y la superación. Continuidad y ruptura devienen

aspectos centrales de toda tradición que exprese el espíritu del hombre, el

pueblo, la nación o el mundo del hombre.

En la revelación del vínculo tradición-cultura-identidad, el ensayo “Martí y la

tradición”, de Medardo Vitier, resulta necesario. El maestro Vitier, después

de introducir su excelente ensayo, se pregunta: ¿Qué es la tradición? Y con

la profundidad cogitativa que lo caracteriza, responde:, “Por lo pronto,

muchos la entienden mal. No es compromiso total con el pasado para repetir

y perpetuar los criterios de antaño. Amar la tradición no implica adherirse,

sistemáticamente a las normas de períodos que tuvieron sus problemas, muy

diferentes de los nuestros. Significa sentir la continuidad de las altas

aspiraciones humanas y reconocer que ya antes que nosotros hubo quienes

se preocuparon por elevar la condición del país. Significa sentirnos ligados

en el tiempo y en el propósito a una obra de salvación nacional, aunque con

medios distintos, significa, en fin, un tributo moral a la virtud de los

antepasados”.97

M. Vitier, asume la tradición cubana en su unidad y diferencia y en sus

mediaciones y determinaciones culturales. Pero no hace de ella un fetiche

estático. Reconoce su fuerza vital encauzadora. “De la tradición- enfatiza el

filósofo cubano – derivó Martí gran parte de la fuerza apostólica y de la

seguridad en el destino de Cuba. Sabía que no empezaba con él la prédica

de la dignidad humana entre nosotros, sino que se remontaba, cuando

menos, a los días del Padre José Agustín Caballero. Y sabía más: buscó en

96 Ibídem, p. 69 97 Vitier, M. Martí y la tradición. Valoraciones I. Dpto de Relaciones Culturales. Universidad Central

de Las Villas, 1960, p. 246

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los orígenes de la América española las formas de la buena y la mala

tradición, que temprano se dieron juntas. Temió la mala cuando dijo: “La

Independencia no consiste en el cambio de forma sino en el cambio de

espíritu. Aludía a prácticas administrativas coloniales contra las cuales,

según su designio, debía ir la verdadera República. Pronto se vio que sus

temores eran fundados, pues Varona, en 1915, advirtió en la Academia

Nacional de Artes y Letras, nada menos que esto: “La colonia se nos viene

encima”. 98

De Martí aprendió la necesidad de revelar la importancia de las buenas

tradiciones en el desarrollo de la patria y en la ascensión de su pueblo 99 y

cómo las tradiciones nacionales devienen trincheras de ideas para defender

la cultura y la identidad nacional. En Martí, escribe M. Vitier, “(...) su punto de

partida es la tradición cubana en cuando a próceres, a virtudes, a conatos de

mejoramiento, a tentativas de libertad,a reformas fecundadas (...).Pero lo

cierto es que el nexo de Martí con la mejor tradición cubana no se reduce a

la contienda de los diez años, sino que va más atrás, a la primera mitad del

siglo pasado”. 100

Martí sintetiza todo lo mejor de la tradición cubana, forjada a partir del siglo

XIX, tanto en el orden político-ideológico, axiológico como en la cultura en su

expresión totalizadora. Amó a la tradición encauzadora de dignidad. Hizo

culto a la libertad espiritual, como prerrequisito de la libertad política, social y

económica. Su obra, avalada por un discurso que “ve con las palabras y

habla con los colores”, hizo camino al andar. La rica tradición cubana,

98 Ibidem pp. 246-247 99 Recordemos que en la definición de Patria, Martí incluye la fuerza de las tradiciones: “Patria-

escribe Martí – es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y

consoladora de amores y esperanzas (...) De distinto comercio se alimentan –refiere a Cuba y a España

– con distintos países se relacionan, con opuestas costumbres se regocijan. No hay entre ellos

aspiraciones comunes ni fines idénticos, ni recuerdos amados que los unan. El espíritu cubano, piensa

con amargura en las tristezas que le ha traído el espíritu español (...)” (Martí, J. La República española

ante la Revolución Cubana. Obras Completas. T. I Edit. Nacional de Cuba, la Habana, 1963, pp. 93-

94. 100 Vitier, M Obra citada, pp. 245-246

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latinoamericana y universal la miró con ojos críticos y la superó y encaminó

por nuevos cauces. La tradición latinoamericanista, la supera y enriquece

con su ideario antiimperialista. Fue un hombre de su tiempo y con ello, de

todos los tiempos.

Su filosofía, devenida programa filosófico revolucionario para la formación

humana, a través de la axiología de la acción, apoyada en la tradición

cubana se concreta en su obra política para lograr la República moral, “con

todos y para el bien de todos” (...), Martí realizó una Revolución consecuente,

porque se apoyaba en los antecedentes de la mejor tradición cubana (...) Él,

a su vez se ha convertido en tradición, la alta, la pura, la perenne, porque a

más de los episodios de mera temporalidad contiene la lección escrita

capaz de vivificar virtudes dormidas. Y contiene más: la vida misma del

hombre, su sentido de la ciudadanía y de la misión humana en el mundo”. 101

En los tiempos que corren, Martí tiene mucho que decir y hacer. Tiempos

donde la globalización neoliberal salvaje trata de matar las ricas tradiciones

culturales de los pueblos para imponer los preceptos alienantes de los

centros de poder. Hay que trabajar por el desarrollo de una conciencia de

resistencia y de lucha que logre afianzar la cultura del ser. Una cultura que

parta de las raíces que sostienen a nuestros pueblos y con vocación

ecuménica. “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de

ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido, que no hay patria

en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas

repúblicas americanas” 102

Al margen de nacionalismos estrechos, de radicalismos estériles y de

fundamentalismos inoperantes, el mundo requiere de mucha espiritualidad

para salvar la humanidad de los desafíos y retos que la acechan. Es

necesario mirar el presente con sentido histórico-cultural para afianzar lo

101 Ibídem p. 248

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valioso que nos hace fuerte y desechar lo prejudicial que nos debilita. Una

conciencia crítica, encauzada por grandes pensamientos e ideas, es el único

baluarte alternativo que poseemos para defender la cultura y la identidad

humana y social. Hay que echar mano a la obra hoy. Mañana será tarde. La

humanidad del hombre tiene que imponerse. Su razón utópica, apoyada en

las tradiciones renovadas y en pensamientos alados hace “milagros”.

6.- Filosofía y Literatura en Lezama Lima.

I. Ser y devenir del pensamiento y la obra de Lezama Lima.

II. Filosofía y Literatura. Comunidad, interacción y condicionamiento.

102 Martí, j. Nuestra América. Tomo 6. editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 18.

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III. Especificidad del Universo poético lezamiano.

IV. Paradiso: una obra universal.

José Lezama Lima (1910-1976) constituye una de las figuras más relevantes

de las letras de Hispanoamérica, del siglo XX. Hombre de vasta cultura,

singular talento y aguda sensibilidad, desarrolló una extensa obrar poética

que si bien refleja lo mejor de la cultura universal, le es inmanente el sello

propio de su creación. En su concepción, “cuando se llega a sentir la

influencia de la cultura universal, ya no hay influencias”103. Sencillamente,

para el gran intelectual cubano, su cosmos poético se funda en premisas

reales: ”Por la imagen el hombre recupera su naturaleza, vence el destierro,

adquiere la unidad como núcleo resistente entre lo que asciende hasta la

forma y desciende a las profundidades (….). La imagen y su absoluto, y la

metáfora en su libertad que avanza trazando su análogo, engendran la

poesía como absoluto de la libertad. En esa libertad transcurre mi

obra(…)104.

Este es su credo filosófico-poético o poético-filosófico, en su visión de sì

mismo, pues según él “(…) su motor es esencialmente poético. Algunos

ingenios enfatiza Lezama- aterrorizado por la palabra sistema, han creído

que mi sistema es un estudio filosófico ad usum sobre la poesía. Nada más

103 Citado por Cintio Vitier en su prólogo a Josè Lezama Lima-Paradiso, Edit. Letras cubanas, La

Habana, 2000, p.VII. 104 José Lezama Lima. Carta al Sr. Alvarez Bravo, La Habana, 19 de diciembre de 1964. En Orbita de

Lezama Lima, Ediciones Unión, La Habana, 1966.p.

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lejos de lo que pretendo. He partido siempre de los elementos propios de la

poesía, o sea, del poema, del poeta, de la metáfora, de la imagen”105

Se trata de un pensamiento poético, de una cosmología poética que hace

poesía sobre la base de una rica cosmovisión filosófica, donde literatura y

filosofía se integran en unidad, para desplegarse en un discurso que ve con

las palabras, habla con los colores y anima lo inerte con alto vuelo cogitativo

y siempre sugiriendo múltiples lecturas y aprehensiones.

I. Ser y devenir del pensamiento y la obra de Lezama Lima.

“ Para conocer y asimilar su universo poético - se refiere, por su puesto a

Lezama- debemos conocer su universo cotidiano. Porque Lezama es la

reiterada presencia del impulso familiar y doméstico: en esencia del impulso

materno106.”

Esta tesis resulta interesante y más aún cuando se trata de una visión de un

amigo de Lezama, de un profundo conocedor de su vida y su obra.

Pasemos a exponer algunos momentos que son hitos de su ser y devenir.

105 Orbita de Lezama Lima. Edic. citada, p. 32. 106 Ibidem,p.12

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José María Andrés Fernando nació en el Campamento de Columbia,

Marianao, el 19de diciembre de 1910.

Su padre, José María Lezama y Rodda, coronel de artillería de la elite

castrense que se formó en la República mediatizada.

Su madre, Rosa Lima y Rosado, era hija de emigrados cubanos

revolucionarios que se formó en los Estados Unidos. Su familia se arruinó en

el exilio colaborando con la causa independentista cubana.

El nacimiento de Lezama coincide con el traslado de la familia a la Fortaleza

de la Cabaña y el nombramiento de su padre como director de la Academia

Militar del Morro.

Sus primeros años están ligados estrechamente con la disciplina. “Sus

juegos tienen como escenario la explanada donde las tropas realizan

maniobras bajo las órdenes de su padre.

Sin embargo,- continúa Armando Alvarez- él no guarda un recuerdo áspero

de este tiempo. El cuadro familiar, según dice, era muy risueño. La fe en el

futuro era la divisa, y las imágenes que captaba componían una grata

secuencia. Uniformes de Gala, Caballos, desfiles, viajes al extranjero, fiestas,

llenaban su imaginación perfilando ilimitadas posibilidades. Pero este mundo

encantado no duraría mucho. Con motivo de la Primera Guerra Mundial, su

padre se ofrece como voluntario para servir a las tropas aliadas (…), el 19 de

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enero de 1919, encuentra la muerte (…) Cuatro meses después nace su

hermana menor.

Este golpe inesperado pone fin a lo que parecía no tenerlo. Todavía niño,

Lezama ve comenzar una vida distinta y, en su fuero interno resiste a

aceptarla. No se explica la ausencia del padre. No comprende cómo la

mesa siempre colmada ha quedado desierta. Cómo la madre apenas se

alimenta y pasa largas horas contemplando un descomunal retrato. Cómo

cambia sus trajes. Cómo su conversación no progresa, sino que se vuelve e

indaga. Cómo una invisible presencia parece rondar los contornos107

La familia se traslada a Prado 9, casa de la abuela materna. La salud de

Lezama empeora, el asma que padece desde los 6 meses se recrudece.

Permanece largas temporadas en la cama. No participa de los juegos

infantiles por su precaria salud. Dos grandes momentos que dejarían

hondos influencias tienen lugar: estrecho contacto con su adorable

madre e inicio de las lecturas.

1920. Ingresa en el colegio Mimó y lee el Quijote. “Este libro- a pesar de

sus pocos años- le impresiona profundamente y le hace intuir que en la

literatura existe una realidad ajena al tiempo y a la circunstancia. Pasan

cinco años y termina sus estudios primarios”108.

107 Ibidem,pp.13-14 108 Ibídem,pp.-14

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1926. Ingresa en el Instituto de La Habana. Se inclina por las letras, pero

en homenaje secreto a su padre ingeniero, asume con fuerza y

ahínco el estudio de Algebra, Matemáticas, Geometría.

1927 . Se gradúa de bachiller y tiene lugar un nuevo cambio de perspectivas

cuya influencia será decisiva en su vida.

1929. La familia abandona la casa de la abuela y se traslada a Trocadero

162. La vida doméstica, coincidiendo con la realidad nacional.

(década critica), tiene un nuevo estilo de vida (..) “El desahogo se

sustituye por una ceñida pensión, que obliga a Rosa Lima a hacerse

fuerte en su prudencia para sostener la casa y educar a los hijos.

Es en este año 29 cuando se inicia la fusión del poeta con su madre. Fusión

que cristalizaría, haciéndose total, envolvente a la vuelta de unos años,

cuando ambos quedan solos en la casa. No es aventurado proponer que el

Lezama que se encuentra entre nosotros nace en este momento. Y nace,

porque medita mucho: entendiendo que la muerte de su padre determinó su

entrada al mundo de la imagen, que no es un mundo de superficiales

contactos sino de profundas entregas. Un mundo que únicamente se

aprende a través de la absoluta conciencia de las experiencias vitales y las

lecturas, de la formación integral. Las presiones económicas impiden al

poeta dedicarse de lleno a esa formación. Su tiempo debe dividirse entre ella

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y sus estudios de leyes; llevándole su presencia en la universidad a la

necesaria “109, contra el status que existe.

Más tarde diría sobre su participación en la protesta del 30 de septiembre de

1930: “Ningún honor ya prefiero al que me gané para siempre en la mañana

del 30 de septiembre de 1930… Al lado de la muerte, en un parque que

parecía rendirle culto a la sombra Proserpina, surgió la historia de la infinita

posibilidad en la era republicana”110.

Es clausurada la Universidad. No hay posibilidades de trabajo, de estudio.

Lezama se sumerge en los libros. Encuentra el equilibrio en las ansias de

sabiduría. Estudia los clásicos y contemporáneos. Le apasionan Góngora y

los gongorinos. “También los franceses cercanos en el calendario,

determinan su visión, su toma de conciencia. El hermético Mallarmé, el

racionalista Valéry, el atormentado Rimbaud, el detonante Lautremont y ese

poeta descomunal, Marcel Proust, desatan un torbellino de inquietudes que

se traducen en una labor que no vacila ante las incorporaciones, porque se

sirve de ellas para mostrar un ámbito propio”111.

109 Ibidem, pp.-15-16

110 Ibidem, pp.-16

111 Ibídem, pp.-16-17

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1932. Conoce a un joven poeta que se prepara para sacerdote, Angel

Gaztelu, y lo dirige a los estudios teológicos que combinará con los históricos

(…) y con los textos más conspicuos del misticismo oriental.

Esta etapa, insaciable devoradora de libros se interrumpe con la caída del

tirano Machado y el reinicio de la universidad. “En él se ha operado un

cambio. Ha comprendido que no es un hombre de acción; y, aunque se

siente orgulloso de su ejecutoria, ve que su verdadero mundo es el de la

cultura”112.

1936. Llega a Cuba Juan Ramón Jiménez. Un momento capital en su

trayectoria intelectual. Lezama, redacta un “Coloquio con Juan Ramón

Jiménez (1837), donde se plantean los temas del insularismo y la peculiar

sensibilidad de las islas. Al coloquio le continúa una revista universitaria,

Verbum, alrededor de la cual empieza a cohesionarse un grupo(Gaztelu,

Lozano, Vitier, Porcarrero y Mariano) que devendrán figuras excelsas de la

cultura cubana.

1937. En la Universidad publica “Muerte de Narciso, una verdadera joya de la

Poesía que apunta al poeta creador113.

Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo,

112 Ibídem, p. 17 113 (…) Nos entrega una tiempo fabuloso en el que el poeta no es otra cosa que un ser lleno de

asombros que toma la palabra para vivir en ella y por ella. Que rompe con las clasificaciones y hace

que la naturaleza irrumpa en el recinto de la fábula que hace la historia o de la historia que hace la

fábula.”(Armando Alvarez.Orbita de Lezama Lima. Edic. citada, p. 18)

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Hasta su última y alucinante estrofa:

Si atraviesa el espejo hierven las aguas que agitan

el oído.

Si se sienta en su borde o en su frente el

centurión pulsa en su costado.

Si declama penetran en la mirada y se fruncen

las letras en el sueño.

Ola de aire envuelve secreto albino, piel arponeada

que coloreado espejo sombra es del recuerdo y

minuto del silencio.

Ya traspasa blancura recto sinfín en llamas secas y

Hojas lloviznadas.

Chorro de abejas increadas muerden la estela, pídenle

el costado.

Así el espejo averiguó callado, así Narciso en pleamar

Fugó sin alas.

En “Muerte de Narciso”, las varias ciencias filosóficas y humanistas aparecen

en un solo haz. La cosmovisión del poeta vincula con maestría y en una

sola pieza, filosofía y literatura. Es una síntesis que expresa las múltiples

indagaciones poéticas y filosóficas y anticipa lo por venir en el grande poeta.

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1938. Culmina su carrera de Derecho en la Universidad de La Habana y

comienza a trabajar en un bufete. Pero su camino en la cultura, y en

la literatura en particular no será abandonado jamás. Edita la Revista

Espuela de Plata, que a diferencia de Verbum, se dedica

íntegramente a la Literatura. En ella (se publicaron 6 números)

aparecen los contenidos más sobresaliente del momento en Europa,

así como su resonancia en los escritos de los miembros de su

consejo de redacción.

1940. Abandona el bufete. Su misión no congenia con el oficio. Pasa a

trabajar en el Consejo Superior de Defensa Social, en el Castillo del

Príncipe, por muchos años.

1941. Cuatro años después de la “muerte de Narciso”, reúne sus poemas

en un libro que lo consagra como poeta: Enemigo Rumor. ¿Por qué

ese título? ¿Por qué no, solo, Rumor? El lo explica en carta a su

amigo, y nuestro grande poeta y ensayista martiano, Cintio Vitier: “Se

convierte a sí misma, la poesía, en una sustancia tan real, tan

devoradora, -enfatiza Lezama en su concepción de la poesía- que la

encontramos en todas las presencias. Y no es el flotar, no es la

poesía en la luz impresionista, sino la realización de un cuerpo que

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se constituye en enemigo y desde allá nos mira. Pero cada paso

dentro de esa enemistad, provoca estela o comunicación inefable”114.

Sirven estas palabras para inaugurar la lectura del primer poema de Enemigo

rumor: Ah, que tú escapes. En él se aprecia cómo los conceptos de la carta

se fundamentan clarificando. Con sólo tomar los dos primeros versos:

Ah, que tú escapes en el instante

en el que ya habías alcanzado tu definición mejor

el lector se da cuenta que en ellos se establece un distanciamiento entre el

poeta y la sustancia poética. Si tomamos dos de los últimos:

Ah, mi amiga, sí en el puro mármol de los adioses

hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar.

Vemos como Lezama, el poeta, ve que siempre tiene que ir en busca de algo

conocido fugazmente y no esperar que ese algo venga a él. Ese algo, el

enemigo rumor, lo que escapa, la poesía que engendra la poseía en el hacer.

Esta búsqueda de otro espacio para una realidad continúa en Una oscura

pradera me convida. La pradera representa la lejana zona poética donde se

ven:

114 Ibídem p. 19 (Carta de Lezama a Cintio Vitier)

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……… …………………..ilustres restos

cien cabezas, cornetas, mil funciones abren su

cielo, su girasol callando.

Como es de esperarse, este incesante ir plantea una desazón en el corazón

del poeta. ¿No quedará solo cuando le falten las fuerzas? La pregunta surge

en los Sonetos a la Virgen:

¿Y si al morir no nos acuden alas?

Y encuentra su respuesta en lo religioso:

Pero sí acudirás; allí te veo,

ola tras ola, manto dominado

que viene a invitarme a lo que creo:

mi Paraíso y tu Verbo, el encarnado.

Es significativo cómo la noción de ser salvado –fundamental en Lezama-

no se manifiesta en esta bella estrofa como una cosa simple; sino que la

unidad se tiene que integrar basada en dos factores: su Paraíso (el

poético) y el Verbo encarnado (lo religioso).

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Más adelante, en Noche insular: jardines invisibles, nos acercamos a

Lezama en cubano. Sirviéndose de un hecho cotidiano, nuestra noche, el

poeta, trazando una fiesta, ironiza sutilmente. Característica esta que vemos

casi como una constante en su obra. Pero este ironizar no es violento, sino

doloroso. Se percibe una secreta angustia, un sentirse desarraigado y a la

vez presente. Lo evidente se transforma por la imaginación y al llegar a un

punto insostenible busca la redención por la luz, el día. El irónico se sosiega

y se llena de esperanza, aunque en su interior todavía se mueva la angustia.

Se cierra Enemigo rumor con un tour de force: Un puente. Un gran puente.

Este poema es una de las más violentas confesiones de nuestra literatura.

El poeta reconoce todo lo que le rodea, todo lo que convive con él: analiza

sus sueños, su figura que desea el reposo que sin embargo le niega su

propia imaginación. Y, a través de todo este aquelarre poblado por seres

reales, tanto más terribles por su condición, acata su destino y se dispone a

seguir su camino atravesando el puente, dispuesto a morir

…………………………………….. como el rey

que ignora que ha sido destronado

y muere cosido suavemente a la fidelidad nocturna115.

115 Ibídem pp.20-22

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1942. Edita con su amigo Gaztelu diez números de una revista enteramente

poética, “Nadie parecía”, donde lo religioso y la aprehensión de los clásicos

es visible con facilidad.

Según Armando Alvarez, “terminado el año 43, Lezama se siente seguro,

firme; se siente el poeta. A esto ha contribuido en gran parte la figura de la

madre, que ante todos los contratiempos le ha acicateado, obligándolo a

seguir adelante. Para Lezama no hacerlo significa traicionarla. Y el poeta se

pone en marcha”116

1944. Año cumbre en el ser y devenir lezamiano. Se inicia la publicación de

la

Revista “Orígenes” (1944-1954) Alrededor de Lezama se une un

grupo

destacado de jóvenes con profundas inquietudes literarias. Colaboran

importantes escritores extranjeros. Orígenes poseía personalidad

propia y

vigencia internacional.

1945. Además de la dirección de Orígenes, con José Rodríguez Feo,

comienza a trabajar en la Dirección de Cultura, y publica “Aventuras

sigilosas”, trabajo que prefigura el cosmos de Paradiso.

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La etapa comprendida entre la edición de “Aventuras sigilosas(1945) y de “La

fijeza“ (1949) es fructifica y fecunda en trabajo y meditaciones. Pronuncia

conferencias, ensancha sus contactos y relaciones y la siempre presencia de

su madre y sus recuerdos.

1949. Viaja a México. Extiende su visión en tierra firme, con el paisaje

americano, amplía sus conceptos sobre esta realidad, pues solo

conocía las islas.

Publica La fijeza, que es una prolongación de Enemigo rumor y otros trabajos

que muestran vuelo de altura y virtuosismo en la escritura.

1950. Viaje breve a Jamaica. Empieza a fraguar una teoría sobre la

expresión americana: Escribe además la monografía Arístides

Fernández, que clarifican las motivaciones de la obra del joven y

malogrado pintor.

1953. Reúne sus ensayos y trabajos breves en un libro titulado “Analecta del

reloj”. Aquí aparecen las imágenes posibles, que forma parte de la

exposición del sistema poético.

Antes de 1954 publica en Orígenes los primeros cinco capítulos de su obra

capital: Paradiso, novela donde el autor ha querido crear un cosmos, en cuyo

116 Ibídem pp.22

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texto tienen mayor valor los elementos imaginarios que los reales por el

impulso que desarrollan. Se escribe cuando se encuentra solo con su madre

y se propone fundar las bases de su sistema poético.

1954. Orígenes deja de publicarse por desacuerdo entre los editores. Tres

años de silencio en la trayectoria lezamiana, trabajando en su sistema

poético.

1957. Se publica “La expresión americana”, con una visión señorial de

nuestro mundo a través de una mirada que todo lo ve distante y que,

regocijàndose en la proliferación sensual, barroca, parte de una exuberante

grandeza propia y encuentra su destino en la tábula rasa de la grandeza

universal, aunque sus manifestaciones están teñidas de enrevesados juegos

y triquiñuelas. La primera línea de La expresión nos da el sentido de lo

americano al postular: sólo lo difícil es estimulante. Es la dificultad para llegar

a las esencias de ese mundo, su secreto, su atractivo, acaso, su razón de

ser.

1958. Aparece su segundo libro de ensayos: Tratados en La Habana.

1959. Al triunfo de la Revolución. Lezama ocupa la dirección del Dpto. de

Literatura y publicaciones del Consejo Nacional de Cultura.

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1960. Aparece el libro Dador. Sólo comprensible para el que posea una

previa asimilación del sistema poético lezamiano. Aquí el poeta en el umbral

de su madurez, toma la posición de un espectador y contempla la vida como

un gran ballet. Dador es un gran repaso a lo vivido. Un repaso necesario

antes de acometer la obra definitiva.

En el período de 1959- 1962, el gran poeta ocupa el cargo de uno de los seis

vicepresidentes del Unión de Artistas y Escritores de Cuba y pasa a trabajar

como Asesor, en el Centro Cubano de Investigaciones Literarias.

El 12 de septiembre de 1964. Lezama sufre una pérdida irreparable: la

muerte de su madre.

1966 Aparece la primera edición completa de su obra maestra: Paradiso.

1966-1976 Continúa su trabajo creativo y ocupa varias responsabilidades

en instituciones culturales cubanas

II.- Filosofía y Literatura. Comunidad, interacción y condicionamiento.

A través de la historia espiritual de la civilización humana la filosofía y la

literatura han tenido campos comunes de interacción y condicionamiento.

Tres rasgos comunes sobresalen:

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1. La existencia de ideas limítrofes de carácter cosmovisivos entre la

filosofía y la literatura, en tanto refieren al hombre en relación con el

mundo o al cosmos humano en sus múltiples mediaciones.

2. La no limitación de la filosofía al conocimiento teòrico-científico, pues

incluye formas práctico-espirituales de aprehensión de la realidad.

3. El uso por la filosofía de medios expresivos no sólo lógicos, sino también

imágenes, metáforas, símbolos, alegorías, mitos etc.

El propio Lezama Lima considera, además que “el estudio de la literatura

debe rebasar las fuentes de información estrictamente literarias117.

En la concepción de Santayana también está el criterio de unidad entre la

filosofía y la literatura. “Los razonamientos e investigaciones de la filosofía

son laboriosos; sólo de un modo artificial y con escaso donaire puede la

poesía vincularse a ello. Pero la visión de la filosofía es sublime. El orden

que revela en el mundo es algo hermoso, trágico, emocionante, es

justamente lo que, en mayor o menor proporción, se esfuerzan todos los

poetas en alcanzar”118.

No es posible concebir la filosofía sólo como sistema teóricamente

elaborado, cuyo discurso se opere a través de conceptos lógicos, al igual

117 José Lezama Lima.- La cantidad hechizada. (citado en Rensoli, L.e Fuentes, J. Lezama Lima: Una

Cosmología Poética. Edit. Letras Cubanas, La Habana, 1990,p.7

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que a la literatura como simple aprehensión subjetiva expresadas en

imágenes. Tanto la filosofía como la literatura aprehenden la realidad en su

esencialidad en correspondencia con su objeto, y emplean las múltiples

formas aprehensivas de que dispone el hombre. Por eso existe comunidad,

interacción y condicionamientos mutuos. Los conceptos, las ideas, las

imágenes, etc. son formas humanas de asimilación de la realidad y no son

privativos de una ciencia específica.

Una filosofía que se aferre sólo a los tratados sistemáticos y a las

expresiones categoriales y una literatura que no admita las contaminaciones

filosóficas resultan estériles. “Toda obra poética que realmente merezca el

nombre, tiene algo de filosófica. En los orígenes del filosofar, la poesía, tan

antigua como el hombre, prestó su forma a la naciente reflexión sobre el

universo para plasmar la búsqueda del argé o la aletheia.

Las primitivas cosmogonías, poemas de alta condición, se encuentran

preñadas de ideas cosmovisivas destinadas a fructificar en órdenes muy

diversos, pero, sobre todo, a constituirse en fuentes inmediatas de la

filosofía. Esto nunca ha dejado de ocurrir”119.

118 G. Santayana. Tres poetas filósofos. Editorial Losada, S.A. Buenos Aires 1943,p.19 119 Rensoli, L, Fuentes, J.- Lezama Lima: Una Cosmología Política. Edit. Letras Cubanas, La Habana,

1990, p.8.

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La historia de la filosofía y la historia de la literatura, dan cuenta de la

comunidad interactiva entre ambas disciplinas y las particularidades

expresivas de los literatos filósofos y los filósofos literatos.

En Lezama Lima, todo su universo poético da cuenta de ello. Lo mismo

pudiera decirse de Martí y Carpentier. Es que en todo creador con sólida

base cultural, literatura y filosofía se presuponen, comunican y superan para

expresar un discurso crítico de fuertes raíces, espíritu ecuménico y vuelo

cogitativo.

III. Especificidad y complejidad del universo poético lezamiano.

Un profundo universo poético contiene la obra de Lezama Lima. Un rico

sistema que hace gala de erudición enciclopédica y subjetividad humana.

Un discurso subjetivo, pleno de humanidad que parte de las raíces con

vocación ecuménica para penetrar con éxito en el hombre en relación con el

mundo y la sociedad. Su quehacer poético-filosófico hace de la imagen y la

metáfora sustancia proteica de la poesía con cauce de honda aprehensión.

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“En los términos de mi sistema poético del mundo, la metáfora y la imagen

tienen tanto de carnalidad, pulpa dentro del propio poema, como de eficacia

filosófica, mundo exterior o razón en sí. Es uno de los misterios de la poesía

la relación que hay entre el análogo, o fuerza conectiva de la metáforas, que

avanza creando lo que pudiéramos llamar el territorio substantivo de la

poesía, con el final de este avance, a través de infinitas analogía, hasta

donde se encuentra la imagen, que tiene una poderosa fuerza regresiva,

capaz de cubrir esa substantividad. La relación entre la metáfora y la

imagen se puede establecer con un caballo tan alado como nadante que

persiste en una sustancia resistente que en definitiva podemos considerar

como la imagen. La imagen es la realidad del mundo invisible. Así los

griegos colocaban las imágenes como pobladoras del mundo de los

muertos. Yo creo que la maravilla del poema es que llega a crear un cuerpo,

una sustancia resistente enclavada entre una metáfora, que avanza creando

infinitas conexiones, y una imagen final que asegura la pervivencia de esa

sustancia, de esa poiesis. De la misma manera que el hombre ha creado la

orquesta, la batalla, los soldados durmiendo a la sombra de las empalizadas,

la gran armada, el caserío del estómago de la ballena, ha creado también un

cuerpo artificial que resulta acariciable y existente, como la misma

naturaleza escondiéndose al tacto. En alguna ocasión he hecho referencia,

hablando de Martí y tratando de establecer las misteriosas leyes de la

poesía (y no se olvide que las primeras leyes se hicieron en forma poética),

que para esas prodigiosas leyes de la imaginación, veinte años de ausencia

equivalen a un remolino en la muerte; así como, dentro de la orquesta, una

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trompeta equivale a veinte violines. Las conexiones de la metáfora son

progresivas e infinitas. El cubrefuego que la imagen forma sobre la

sustantividad poética es unitivo y fijo como una estrella. Por eso afirmo en

uno de mis poemas, paradoja profunda de la poesía, que el amor no se

ejerce caricioso, poro tras poro, sino de poro a estrella, donde el espacio

forma una suspensión y el cuerpo se lanza a una natación que se

prolonga”120

En su sistema poético se opone a la concepción heideggeriana del hombre

para la muerte, “levantando el concepto de la poesía que viene a establecer

la causalidad prodigiosa del ser para la resurrección, el ser que vence a la

muerte y a lo saturniano. De tal manera que si me pidiera que definiera la

poesía, una coyuntura casi desesperada para mí, - enfatiza Lezama- tendría

que hacerlo en los términos de que es la imagen alcanzada por el hombre

de la resurrección”.121

En su sistema poético trata de destruir la casualidad aristotélica en función

de la búsqueda y encuentro de lo incondicionado poético, de la imaginación

creadora. Al mismo tiempo cree posible “hablar de caminos poéticos o

metodología poética dentro de ese incondicionado que forma la poesía.

Para ello se remite a la historia e ilustra con ejemplos.

120 Orbita de Lezama Lima. Edic. citada, p.31-32 121 Lezama Lima, José Orbita de Lezama Lima. Edic. cit.p.35

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Considera que todo hombre cree en algo, pues según él, hasta el propio

“Valéry que hizo profesión de ateísmo, cuando definió la poesía, lo hizo

diciendo que era el paraíso del lenguaje. Ya ve usted –destaca Lezama- el

caso de un ateo usando la palabra paraíso con toda la resonancia de un

católico “.122

Ante una pregunta sobre la inexistencia del alma, si bien la afirma en su

sistema, el poeta muestra tolerancia. “Amigo mío,- responde Lezama-

siempre he creído que mi sistema poético es algo bello en sí: pero nunca he

tenido la soberbia de pensar que es algo único. Sobre él, sitúo a la poesía.

La poesía como misterio clarísimo o, si usted quiere, como claridad

misteriosa. Esa ambigüedad me permite decirle que no soy quien debe

responder esa pregunta, sino el tiempo, el tiempo que hace poesía y la

poesía que hace en el tiempo.123

En el sistema poético lezamiano, imagen, mito y poesía integran una

totalidad integradora del discurso aprehensivo de la realidad. “Después que

la poesía y el poema ha formado un cuerpo o un ente, y armado de la

metáfora y la imagen, y formado la imagen, el símbolo y el mito -y la

metáfora que puede reproducir en figuras sus fragmentos o metamorfosis-,

122 Ibídem p.44 123 Ibídem pp.44-45

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nos damos cuenta que se ha integrado, una de las más poderosas redes

que el hombre posee para atrapar lo fugaz y para el animismo de lo

inerte”124. Lo mismo ocurre con el juego que forma en su sistema un sentido

cósmico y preside todo el devenir universal hacia la unidad.

La relación hombre-cosmos en sus diversas manifestaciones está presente

en toda la obra poética de Lezama Lima. En su esencia se traduce en una

cosmología poética, extremadamente enrevesada y difícil de comprender

para algunos. Pero esto no le preocupa al poeta. Sencillamente, afirma:

“Hay la poesía oscura y la poesía clara (…), en definitiva ni las cosas

oscuras lo son tanto como para darnos horror, ni las claras tan evidentes

para hacernos dormir tranquilos. Lo que cuenta –aquí sigue a Pascal (…)

es el eterno reverso enigmático, tanto de lo oscuro o lejano como de lo claro

o cercano. La tendencia a la oscuridad, a resolver enigmas, a cumplimentar

juegos entrecruzados es tan propia del género humano como la imagen

reflejada en la clara lámina marina, que puede conducirnos con egoísta

voluptuosidad a un golpe final, a la muerte. No hay que buscar oscuridades

donde no existen”125 .

Lezama revela en lo poético, con todos los medios y formas de expresarse ,

un modo de perenne ascensión, propio de un logos profundo que se

aprehende a través de dos vías esenciales: doxa y ciencia y cuyo resultado

124 José Lezama Lima.- Las imágenes posibles 125 José Lezama Lima. En órbita de Lezama Lima. Edic. cit. Pp.30-31

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encarna el sentido cósmico, o el cosmos mismo. Así, en Muerte de Narciso,

“ el mito que le sirve de base, la contemplación de la propia belleza que

consume a su protagonista, permite establecer una especial relación

cognoscitiva entre hombre y universo, dirigida al sentido cósmico de la

unidad entre ambas”126

En esta misma dirección podría analizarse su teleología insular

estrechamente vinculada a lo cósmico universal, el problema de la muerte,

el tiempo y el espacio, la historia en fin, el hombre en relación con el mundo

en sus varios avatares.

En todo su sistema poético y el discurso que lo expresa, filosofía y literatura

aparecen mancomunados como un crisol unitario en pos de lo grande y

absoluto y con la convicción que el conocer como forma del servicio, es la

caridad entrando como una nueva categoría en todo filosofar” 127.

IV. Paradiso: una obra universal.

La primera edición de Paradiso aparece en 1966. Es una obra maestra de

quilate universal que muestra la madurez de un autor en cuanto a

126 Rensoli, L. Fuentes, I.- Obra citada, p. 31 127 Lezama Lima. En Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. No 2. Mayo – agosto,1988 p.122

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profesionalidad, estilo, originalidad creadora, maestría filosófico –literaria y

posesión de una vasta cultura.

No se trata de una novela épica. Es una novela poética, cuyos antecedentes

están en la propia poesía de Lezama. En prosa resume su cosmos poético,

estrechamente vinculado a su concepción del mundo, y a su visión del

hombre en su formación y despliegue, en sus orígenes; en su pasado. “En

Paradiso no se busca lo histórico concreto. Se busca recrear el pasado; pero

siempre a través del recuerdo, de esa memoria afectiva que es la que guía el

orden en que aparecen estructuradas las vivencias y recursos del autor”128.

Su personaje central –protagónico- José Cemí – encarna la búsqueda

lezamiana. “José Cemí no es más que un poeta que busca la verdad.-

podríamos decir, la sabiduría a través de la poesía, en tanto libertad

absoluta- .Y Paradiso es la historia de ese personaje, y de su familia, y de

sus amigos, y de las solicitaciones que le hace la realidad”, de sus

aprehensiones sensoriales, sentimentales y ancestrales que le trasmite su

madre y el destino que le ha fijado: Tu destino es contar la historia de tu

familia”129.

La novela no soslaya totalmente la historia, pero no la asume de frente.

Aparece sólo en aquellos que tiene que ver con el aprendizaje vital”, es decir,

poético, a través de recuerdos, imágenes. Los motivos históricos se

128 Dolores Nieves.- Para una aproximación a Paradiso. Revista Universidad de La Habana 221 Sept-

dic. De 1983,p.27.

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subordinan a ello. “Sencillamente, hay otro sentido de lo histórico, que viene

dado a través de la asimilación subjetiva del mismo.

Busca la expresión de la cubanía desde dentro: la familia, las tradiciones,

las costumbres y los sentimientos”130 . Cemí lo asimila, se encuentra, a

través de un mundo real e imaginario. Así asume el sentido de la vida, de la

muerte, del destino, del deber, como experiencias vividas o trasmitidas por

su madre y los recuerdos e imágenes.

Para Cintio Vitier –amigo de Lezama- “Paradiso es una invitación a la

sabiduría”131. Una novela útil y trascendente por su contenido y riquezas

expresiva y poética, “la historia imaginaria de la formación de un poeta que

quiere alcanzar o merecer la sabiduría. Su intención es a la vez testimonial,

catártica y pedagógica”132. El resultado, una pieza filosófica literaria,

permeada de humanidad que sigue un cauce con sentido cultural

antropológico en pos de trascendencia y universalidad.

Por eso y mucho más, coincidimos con Dolores Nieves, cuando afirma “

Hace años, Cintio Vitier, al referirse a la poesía de Lezama, dijo: “Si aquello

no se resolvía en un caos, tenía que engendrar un mundo”. 133Y esto es

realmente lo que ocurrió. Un mundo exuberante y complejo es la poesía de

129 Ibídem. p.28 130 Ibídem. p.27 131 Cintio Vitier.- Prólogo a Paradiso. Edit. Letras Cubanas La Habana, 2000,p.VI 132 Ibídem p.VII 133 Ibídem p.32

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Lezama. Y como remate de ella, un mundo complejo, difícil, a veces

desconcertante, pero siempre incitante es Paradiso, que se ha ganado ya,

por derecho propio, un lugar entre las más importantes novelas cubanas de

todos los tiempos” ¿y por qué no, un lugar entre la novelística universal?

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7.- HUMANISMO Y VALORES EN JOSE MARTI

En la obra filosófica martiana no existe una axiología sistematizada. Más

que teorizar sobre los valores el Apóstol se preocupa por encontrarlos y

cultivarlos en la conducta del hombre, como medio de ascensión humana.

Sin embargo, es posible revelar en su ideario humanista un conjunto unitario de

valores, coherentemente estructurado en torno a la persona humana, su razón

del ser y los modos de conducirla a su humanidad creciente.

Los valores en Martí son modos esenciales del devenir del hombre en su

naturaleza social, integrados en la cultura, a manera de formas de existencia

del ser humano y sus necesidades materiales y espirituales.

Así, los valores, en su fundamento sociocultural y encarnados en la cultura

tematizan el contenido esencial del ideal martiano de racionalidad humana.

Se trata de una axiología de la acción que va a la raíz del hombre porque

sabe de su grandeza interior. De una eticidad concreta que busca el

hombre futuro en el hombre actual con pasión y fe y con sorprendente

consagración heroica, animada por una misión redentora fundada en el

pueblo y un oficio que identifica la belleza con la humanidad del hombre y la

bondad con la dación desinteresada

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El programa humanista martiano, fundado en la axiología de la acción, se

concreta en un paradigma de racionalidad humana, cualificado como

autoconciencia de la cultura. Tanto en la revelación del ser existencial de

nuestra América, como en su determinación especial en las condiciones de

su patria, José Martí funda un paradigma de emancipación humana y

redención social, cuyo despliegue está mediado por un sustrato socio -

cultural humanista que imprime racionalidad y verdad a su proyecto político.

Es que en el paradigma134 martiano, los valores éticos y políticos se integran

en un nivel tal de concreción que prácticamente se identifican. Por eso, más

que encarnación individual, son conciencia de su necesidad y eficacia. Esto

impregna optimismo, fuerza y vitalidad a la empresa emancipadora. Y Martí,

ya en los albores de la contienda, como expresión del pueblo lo siente, lo

sabe. “Jamás fue tanta nuestra virtud -escribe el Maestro- tan compacta

nuestra acción, tan cercano nuestro esfuerzo, tan probable nuestro éxito.

Cuántos obstáculos hubiéramos podido encontrar, hasta los obstáculos

insuperables que a la mayor virtud pone siempre la ambición o vanidad de la

naturaleza humana, nada han podido, ni han aparecido siquiera, ante esta

alma de redención que hoy nos consume y nos inspira. Somos un ejército de

134 Naturalmente no concibo el paradigma solamente en la acepción teórico-científica, como cuadro

científico de una época, referente sólo a un modelo científico, sino además incluye en él las esferas de

las restantes formas valorativas de la conciencia social, incluyendo por supuesto a la filosofía, pues el

hombre no aprehende la realidad, sólo a través del conocimiento. Por tanto es posible referirse a un

paradigma científico, ético, o estético, o humanista, que integra varias facetas de la condición humana.

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luz, y nada prevalecerá contra nosotros. Nos queda por hacer lo que

sabemos que queda por hacer.”135

Existe ya un sistema de valores, conformado en la cultura, hecho conciencia,

como valencia social, expresado en término ideopolítico, que si bien no

agota el paradigma emancipador -existen otros componentes de la

subjetividad humana- que matiza una idea, configura un ideal que impulsa,

orienta y regula el hacer práctico -espiritual, que “con la mano en la

conciencia- en el bello decir de Martí -pone ya la idea a las puertas de la

realidad136 . En tales condiciones “el espíritu ha cundido y los cubanos tienen

fe... Nadie se lo pide; les nace así de corazón... Clubes-nuevos y pueblos,

tiene el partido”.137

Es indudable la importancia de un paradigma, en tanto modelo que oriente

racionalmente el pensamiento y acción del quehacer social, político y cultural

en su connotación más integradora posible. El paradigma martiano, marcado

por su visión del mundo y del hombre, por la experiencia americana y sobre

todo por su sabiduría política, como grande hombre fundador, traza caminos,

crea confianza, cultiva razón y sentimiento y prepara conciencia para realizar

el ideal de la nación. En fin, funda una cultura con alma política y un carácter

135 José Martí; La delegación del Partido Revolucionario Cubano a los clubes, Julio, l893. O.C. T.2

Edit. Nal. de Cuba, La Habana, l963 pág. 359. El subrayado es mío. R.P. 136 Ibídem. 137 Ibídem.

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nacional henchido de patriotismo y amor desinteresado, capaz de estructurar

un programa de liberación nacional, sobre bases nuevas.

El ideal de racionalidad martiana138 compendia en síntesis conocimiento,

valor, acción práctica y comunicación intersubjetiva, es decir, las variadas

formas en que el hombre asimila y reproduce creadoramente la realidad

material y espiritual; pero al mismo tiempo, su pensamiento y su obra en toda

su integridad encarna un cuerpo cultural de entraña política para realizar una

República próspera de naturaleza ético-moral. Esto se fundamenta en el

hecho de que al Maestro le interesa sobre todo la ascensión humana, el

progreso socio -cultural del hombre, como medio fundamental de realizar sus

fines. No se trata en modo alguno de una racionalidad instrumental de corte

pragmático y utilitarista, sino de racionalidad humana, que sin menospreciar

el conocimiento, la ciencia, la técnica, como medidas de desarrollo cultural

humano, sabe que a la raíz del hombre, ante todo se llega revelando esas

fibras, ocultas a veces, de su subjetividad. Por eso hay que buscar y

encontrar sin vacilación el sentido humano, sobre todo, como vía de acceso

primario a la esencia social del hombre. Sin ello -y la práctica corrobora la

verdad del Maestro-, resulta estéril, ineficaz e ilusorio todo proyecto. Es que

la ciencia, la política, el derecho, el arte, etc. sin motivaciones humanas, no

realizan el ser esencial del hombre, no se encarnan en el cuerpo de la cultura

como medida de progreso y desarrollo. Por eso Martí, no sólo hizo arte

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mayor, sino política científica, de profunda hondura, de alto vuelo social

humano. En primer lugar, porque comprendió el arte de dirigir, como un

encargo social por el bien de todos y no para acumular riquezas y obtener

privilegios, en segundo lugar, porque tomó partido por la mayoría

desheredada. Su gran obra política: la creación del Partido Revolucionario

Cubano, para hacer la guerra necesaria por la República, y todo su

pensamiento político en torno a Cuba y nuestra América, fue eficaz y

trascendió porque se concibió y estructuró como empresa cultural de las

grandes masas. Y esto de por sí comporta un concepto, una idea en Martí:

no existe política eficaz, al margen de valores e ideales enraizados en la

condición humana. Con esto continúa la tradición del pensamiento americano

más genuino y revolucionario. Lo supera, en la medida que echa suerte con

los pobres y abre nuevas perspectivas de enfoque y de discernimiento de la

realidad política. Su humanismo revolucionario antiimperialista, expresión de

un proceso de continuidad y ruptura sintetiza y concreta su escala de

valores. Expresa el momento de máxima plenitud y madurez de su

pensamiento político revolucionario, en correspondencia con los nuevos

tiempos.

Sin embargo, su obra renovadora, revolucionaria, y creadora no se reduce a

la esfera de la relación axiológica: ética - política, en los marcos de su

concepción integradora de la cultura; pues si ciertamente Martí produce un

138 En mi criterio el ideal de racionalidad es el modo de existencia del paradigma, y éste, como modelo,

tipo de aprehensión práctica “espiritual de la realidad, y expresión de la cultura de la época deviene

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viraje revolucionario en los conceptos e ideas políticas de su tiempo cubano

y americano, incluyendo la tabla de valores conque juzga y piensa la

realidad, también en la esfera de la estética, en relación estrecha con la

ética, muestra originalidad y creación. Se trata no sólo de un hombre de

pensamiento y acción que conjuga en unidad indisoluble misión y oficio, sino

además de un artista y de un creador. Esto naturalmente matiza su

axiología con nuevos colores y esencias, incluyendo su concepción de la

subjetividad humana y por su puesto la especificidad de la filosofía que

nuclea su cosmovisión. Política, ética y estética y sus sistemas de

conocimiento y valor que les son consustanciales, tematizados en Martí en

una concepción integradora de la cultura, dan expresión unitaria a su

discurso y lo dotan de modos apropiados y métodos idóneos para

aprehender el objeto en su dinámica y concreción.

Si ciertamente, la grandeza martiana como dirigente revolucionario, deviene

en gran medida del modo en que los valores ético-morales permean y

penetran lo político, hasta concebirlo como empresa cultural humana de las

grandes masas139 lo ético y lo estético, encarnando esta racionalidad

conceptual propia del paradigma del Maestro, imprimen una determinada

especificidad a su axiología. La vinculación estrecha de los valores ético y

estético en la axiología martiana, en los marcos de una concepción unitaria

síntesis de la actividad humana, en sus dimensiones cognoscitiva, práctica, valorativa y comunicativa. 139 De las entrañas, conmovidas aun de tanta grandeza, ha de brotar, para esperanza de Cuba, la verdad

de los pobres. ¡Tu pueblo, Oh patria, no necesita más que amor!- y la guerra, lo que tu pueblo le ha

dado...Hay que crear un pueblo con las virtudes desenvueltas en el esfuerzo...y hay virtudes conque

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de la cultura, en tanto resultado de la actividad humana y medida del

desarrollo del hombre y la sociedad, abre perspectivas nuevas para acceder

a la realidad humana y conformar un ideal de racionalidad, como proyecto

emancipador que integra y sustancia como sistema orgánico la verdad, el

bien y la belleza y junto con ello, el amor, la libertad, la justicia, el honor, la

felicidad, la virtud y la dignidad plena del hombre, como valencias

cualificadoras de la sociedad que preludia y se esfuerza por realizar.

En el ideal de racionalidad martiano, los valores ético y estético y político

poseen un status especial. Esto dimana, además de su misión y oficio, de la

singular concepción que posee de la cultura, como resultado y despliegue de

la actividad de las grandes masas. Las determinaciones culturales -y los

valores también lo son -no constituyen un acto individual de aprehensión

para Martí, sino un proceso social que sin soslayar la experiencia individual

propia de cada sujeto, da primacía al movimiento social, en tanto realiza y

legitima la acción de las grandes masas. En esta dirección -en mi criterio- es

posible comprender la cosmovisión martiana de la subjetividad humana, la

axiología y la cultura140

crearlo”.(José Martí: “El viaje del Delgado a la Florida”. 28 de Dic. 1893. O.C.T.2 Edit. Nal. de Cuba.

La Habana, 1963, pág 471). 140 Hago énfasis en esta arista importante del problema, porque no han faltado” caza -sistemas”, que

han querido derivar del paradigma martiano anticipaciones de los credos personalistas,

existencialistas, fenomenlogistas y axiologistas contemporáneos. Además de otras orientaciones

eticistas y esteticistas del siglo XX. Con esto no estoy proyectando, en modo alguno una actitud de

absoluto nihilismo sobre estas corrientes, escuela y tendencias, sino más que todo estableciendo

diferencias específicas.

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La inserción de los valores en la cultura - hecho que en mi criterio ya casi

nadie niega141-y la concepción de esta última como resultado social, del

pueblo, funda en Martí una idea nueva que determina una connotación

especial al elan humanista que le es intrínseco en su pensamiento. Y esto se

pone de manifiesto no sólo en la relación ética -política, sino además en la

relación ética- estética y sus mediaciones.

En primer lugar existe en Martí una concepción de los valores, penetrada de

un sentido de lo real e histórico como proceso que evita que los piense y

aborde como arquetipos o a priori, sino como hacer humano. Por eso el bien

no es tal, porque es algo presupuesto como verdadero, sino porque es bueno

en la praxis social. La belleza no es tal en tanto establecida externamente,

sino en tanto acción bella dimanante del comportamiento humano. Al igual

que la verdad no es tal, como esencia válida en sí misma, sino como

expresión de la realidad para el hombre. Esto no es practicismo, ni negación

de lo universalmente dado, sino sentido práctico- valorativo, que busca,

encuentra y proyecta los valores en el hombre, haciendo historia, en su

acción y en la cultura, en que toma cuerpo

.

Este concepto, de buscar los valores en la realidad, y en su despliegue,

como devenir cultural en y por el hombre, como sujeto social, explica el

sustrato ético- moral de la estética y política martianas. En esto se basa su

141 Sí existen criterios disímiles en su jerarquía y determinanciones dentro del todo (cultura). Algunos

dan primacia a uno respecto de otro, en función de su concepción del mundo y otras condicionantes.

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tesis o enjuiciamiento de Espronceda, que en el decir de Martí pudo ser

mártir, y no devino siquiera hombre. Subrayo hombre, para destacar cómo en

la axiología del Maestro, la eticidad concreta, en las acciones del hombre,

constituye su medida, es decir, un parámetro cualificador que define su

status en tanto tal, y esto por supuesto penetra toda su dimensión cultural-

humana, incluyendo expresiones concretas y valores. Y esta idea está tan

arraigada en él, que fluye también en su labor magisterial, como maestro y

educador. Tanto en su correspondencia pública, como de naturaleza intima

Martí enseña, y los motivos de carácter artístico siempre aparecen

vinculados a la conducta cívica del hombre. Como su motivo central es el

hombre, en toda su integridad, al abordar la esencia y las formas de creación

humana con arreglo a las leyes de la belleza, en su discurso subyace

también un mensaje de carácter moral. El sabe que la belleza en sí, aislada

del verdadero ser existencial del hombre, resulta superflua, estéril. En Martí

la “belleza” externa, desvinculada de una cultura de los sentimientos fundada

en el amor y la bondad, no constituye un valor definidor de la naturaleza

humana. Una personalidad, aunque “bella externamente” si no es portadora

de sentimientos nobles, de solidaridad humana, desinterés, justicia, dignidad

personal, no se realiza como hombre y su conducta resulta rechazada por la

propia sociedad en que vive.

En la Edad de Oro, obra martiana dedicada a formar hombres creadores,

con ciencia y con conciencia, la intención del Maestro se hace patente. “El

niño escribe Martí -ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser

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hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno,

inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño más bello

que cuando trae en sus manecillas de hombre fuerte una flor para su amiga o

cuando lleva del brazo a su hermana para que nadie se la ofenda142...

En el lenguaje, simple, sencillo, para niño, el mensaje ético - humanista no

falta,¿Cómo formar al hombre como sujeto, con ciencia, creatividad y con

conciencia, si no se cultiva lo esencialmente humano: el sentido del deber, la

bondad, el amor al trabajo, en fin la sensibilidad humana, capaz de

transformar lo feo en bello? Más que un simple mensaje es una clave cultural

paradigmática, que con visión preclara y de meridiana lucidez, deviene obra

fundadora. “Las cosas buenas - dice Martí a los niños en el último número de

la Edad de Oro - se deben hacer sin llamar al universo para que lo vea a uno

pasar. Se es bueno porque sí; y porque allá adentro se siente como un

gusto - continúa Martí, identificando lo moral con lo estético- cuando se ha

hecho un bien, o se ha dicho algo útil a los demás. Eso es mejor que ser

príncipe; ser útil. Los niños debían echarse a llorar, cuando ha pasado el día

sin que aprendan algo nuevo, sin que sirvan de algo”143

Con esto, Martí no sólo evoca y predica la necesidad de sembrar y cultivar

humanidad en el hombre para que nazca, eche raíces y se multiplique, sino

142José Martí: “La Edad de Oro”. O.C.T. 18 Edit. Nal. de Cuba. La Habana, 1964, pp.30l

143 Ibídem. pp. 455.

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además funda una cultura de los valores, imprescindible para la convivencia

social y para el propio despliegue de las energías creadoras que el hombre

lleva en sí y desarrolla en función de la sociedad. Así, refiriendo a Buda,

enseña a los niños, que no “se ha de reposar hasta que el alma sea como

una luz de aurora, que llene de claridad y hermosura al mundo, y llore y

padezca por todo lo triste que hay en él, y se vea como médico y padre de

todos los que tienen razón de dolor: es como vivir en un azul que no se

acaba, con un gusto tan puro que debe ser lo que se llama gloria y con los

brazos siempre abiertos”144

Es que en Martí se capta el bien y la esfera humana en general como medio

y fin que supone e impulsa la voluntad, y toda la subjetividad humana en el

devenir social. Los valores morales devienen motivos catalizadores de

creación, originalidad y proyección. Es como si los valores éticos y también

estéticos se fundieran en un todo único, interconexionado, al igual que los

restantes valores como componentes de la cultura.

La plasmación de la axiología como conducta, inserta en la cultura en todos

sus componentes estructurales (valores) y sus expresiones jerárquicas, no

es una tarea fácil. Martí está consciente de ello, y por eso da razones de la

necesidad de que los valores morales se conciban como medios, y fin

intrínseco al devenir humano, como móviles de perfección del hombre. Con

144 José Martí: “Un paseo por la tierra de los Anamitas, La Edad de Oro. Edit. citado, pág.

466

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esto, el bien, el deber, no aparecen sólo como mandatos de la razón, como a

priori, sino que su realización y proyección deben asumirse con satisfacción,

con gusto, deseo, pasión, amor y con espíritu de consagración. Por eso no

puede ser un fin ni un medio extrínsecos a la naturaleza humana. Deben

mover y despertar sensibilidad, que es al mismo tiempo encontrar belleza,

placer por la acción o el deber cumplido. De lo contrario no devienen cultura

diaria, ni norma de actuación, ni se encarnan en convicción. No se integran

a la cultural.

He ahí la necesidad de comprender el por qué Martí dimensiona el devenir

humano como hecho cultural, como empresa eminentemente moral, porque

incluso, las expresiones políticas, jurídicas, etc. si se fundan en la cultura y

son expresión auténtica del pueblo, resultan bellas, despiertan sensibilidad y

gusto estético. Realmente, ante las alternativas; debo hacer esto, o me gusta

hacer esto, ¿cual de ella se asume? Martí trata de develar en la realidad,

sobre toda las cosas, humanidad, que es al mismo tiempo encontrar bondad

y belleza en los actos humanos. Es asumir lo bueno, lo justo, lo heroico, etc.

como manifestaciones bellas a plenitud, en tanto realizan la naturaleza social

humana.

En este sentido, la acción esencialmente humana es heurísticas145 y

adquiere una dimensión estética, porque “sólo lo que del alma brota en

145 En el sentido de la búsqueda perenne de potencialidad humana, y despliegue creador de su ser

esencial en los marcos de la cultura en que se afirma y adquieren existencia real los valores.

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guerra, en elocuencia, en poesía llega al alma”146 “(...) Nobles,- refiere a J. J.

Palma -son pues, sus musas; patria, verdad, amores...En un jardín, tus

versos serían violetas. En un bosque, madreselvas. No son renglones que

se suceden; son ondas de flores”.147 Ondas de flores que nacen de su amor

patriótico, como destellos que penetran la razón y los sentimientos y “hacen

caminos al andar”. Crean, fundan, porque nacen del hombre y su entorno

social y porque son apropiación humana. Convidan, se asumen, encuentran

recepción porque despiertan sentimientos, conceptos e ideas humanas. Con

ello se convierten en resortes para la acción y nuevos modos creadores y

originales de aprehensión.

Esta concepción martiana, al integrar los valores en la cultura, como

producción del hombre, en función de la sociedad, sienta premisas teórico-

metodológicas para establecer jerarquías y niveles en cuanto a

determinaciones del quehacer humano se refiere. La unidad indisoluble entre

lo ético y lo estético y el lugar que ocupa en los marcos de su axiología,

responde en gran medida al hecho de que Martí es un hombre de

pensamiento y acción, que une en su diario hacer misión y oficio. Esto

determina en él un concepto. “La vida - escribe Martí a Joaquín Macal - debe

ser diaria, movible, útil; y el primer deber de un hombre de estos días, es ser

un hombre de su tiempo. No aplicar teorías ajenas, sino descubrir las

propias. No estorbar a un país con abstracciones, sino inquirir la manera de

146 José Martí: Carta a José Joaquín Palma. O.C. T.5 Edit. Nal. de Cuba. La Habana, l963, pág 94 147 Ibidem. pág.96.

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hacer prácticas las útiles. Si de algo serví antes de ahora, - enfatiza el

Maestro- ya no me acuerdo: lo que yo quiero es servir más. Mi oficio... es

contar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y

hacer todo lo grande.. Vengo a ahogar mi dolor por estar luchando en los

campos de mi patria, en los consuelos de un trabajo honrado, y en la

preparaciones para un combate vigoroso”148 .

En este sentido, la belleza con que Martí capta la realidad y la obra humana,

no dimana sólo de la prosa y el verso de un artista, de un poeta, ni del

magno discurso de un escritor de talento mayor, ni del hombre hecho estilo,

que tanto exalta Unamuno, Sarmiento y Darío. Además de su oficio -que ya

es mucho para consagrarlo- existe una misión redentora, un compromiso con

la realidad de su tiempo, con su bella isla y la América nuestra. Sólo un

oficio, por muy grande y trascendente que sea, no es capaz de irradiar luz,

“encender el entusiasmo por todo lo noble” y revelar la grandeza humana en

toda su magnitud. La misión lo completa, lo dirige a la realidad concreta,

busca cauce de realización. Enseña que al deber -ser no se accede a través

del discurso, encerrado en sí mismo, sino se requiere de la acción práctica

transformadora, capaz de subvertir la realidad presente y proyectar y realizar

lo que falta y exigen la necesidad y los intereses de los hombres en el

movimiento social. Si se desconoce esto -en mi criterio- resulta imposible

comprender la obra martiana, incluyendo su filosofía y su axiología. El

148 José Martí: Carta a Juaquín Macal. O.C.T. 7 Edit. Na. de Cuba. La Habana, 1963, pág 97. El

subrayado es mio. R.P.

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paradigma martiano y el ideal de racionalidad en que despliega, está

mediado por convicciones ideopolíticas revolucionarias tan profundas que no

le permiten soslayar las situaciones dramáticas en que se consume y dirime

el hombre y la sociedad, para dedicarse al puro oficio de crear. Es que

precisamente su magna obra creadora “que pertenece a los “alumbrados”, 149

en el decir de Gabriela Mistral; es un resultado de haber conjugado en

inseparable unidad, misión y oficio” (...) Martí, criatura literaria completa, -

enfatizó Gabriela Mistral - amaba sus clásicos y amaba la poesía del pueblo,

porque el humanismo no lo disgustó de lo popular, ni lo elemental lo invalidó

para lo clásico... Pero el trance del momento era duro, y Martí nos entregaba

su poesía verbal cortada aquí y allá del sollozo patriótico o del puñetazo de

fuego al tirano” 150

Martí desintrancendentaliza, hace concretos los valores en el instante mismo

en que los trae al quehacer humano -social, y le trasmite sentido práctico,

razón, inspiración y sensibidad” (...) y puso poesía castellana- refiere a

Antonio Sellén- cuanto hay de enérgico y hermoso en los poetas nuevos.

Ennobleció el destierro con un trabajo constante, templado por un carácter

149 Gabriela Mistral: Versos sencillos. Dirección de Cultura, La Habana, 1939. p2. 17Ibidem pág. 16 . Y Gabriela Mistral vio en él también al hombre de oficio y de misión: “Los

comentadores políticos del Maestro se complacen en verificar las adivinaciones de política social que

él llegó a tener y que forma parte de su legado para nosotros. Así mismo los poetas podemos decir,

que falto de tiempo para dejarnos todos los temas ya surcados, su índice grande de capitán nos marcó

cuáles suelos estaban baldíos, en espera de su arador. Todo lo previó cuando no lo proveyó; hacia los

puentes más borrosos del horizonte echó su lumbrada y lanzó en esa dirección a los suyos. El ayudó a

Rubén Dario antes de que éste naciera, con un claro consejo de poesía; él también instó a los nativistas

antes de que

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que no empañó nunca la malicia, y embellecía la pasión por la hermosura

ideal, que lo tuvo siempre en un estado de íntimo deleite; más grato que los

goces volubles del mundo. Era hombre de notable cultura y de juicio sagaz;

pero el corazón se le inflamaba, aún en los últimos años, cuando veía volar

un pájaro libre sobre su cabeza, o deshacerse una nube por el cielo

azul...Fue tierno y sentido, y notable por la pureza de sus deseos, el fervor

de su caridad, humana, y sus simpatías con todo lo ingenuo y poético del

mundo”151

Los valores que enseña, cultiva y transmite Martí, tanto en su verso como en

su prosa, no son entes abstractos, sino consustancial al despliegue humano,

en fin, integrados a una cultura de la razón y de los sentimientos.152 Por eso

en su discurso no sólo invoca y busca valores humanos, sino que los

descubre. Pero en un “encontrar”, que es más que todo un ininterrumpido

tránsito del ser al deber -ser, como proyección humana, como remisión a la

imaginación y a la creatividad cultural del hombre.

En esta dirección., a Martí no le interesa tanto qué es el hombre y cuáles son

los valores, sino más que todo cómo deviene el hombre y su naturaleza

llegaran ¡Padre Martí, padre real, granero del apetito pasado y del hombre futuro, troje de lo que

seguimos viviendo, que es oscura de cuanto queda en ella todavía por desentrañar y es claro por el

nivel del que aprovechamos, cogiendo el trigo a la luz del día de hoy!” (Ibídem, pág 16-17). 151 José Martí: Antonio Selle’n. O.C. T.5 Edit. Nal. de Cuba, 1963, pág 159. 152 Tiene razón J. Vicente Arregui, cuando señala: “... los valores sólo rigen realmente en una sociedad

en cuanto que se hacen cultura. Pero en cuanto hechos cultura, los valores pierden su olímpica

dignidad porque una cultura es siempre una cultura entre otras culturas... Los valores sólo rigen en

cuanto que enculturizados, en cuanto que realizados de uno de los modos posibles” (J. Vicente

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humana constituida en un sistema de valores dinámicos, fluidos, en tanto

expresión social. Sólo a partir de esta concepción de los valores adquieren

trascendencia y vigencia. Trascienden porque son valencias sociales y

formas aprehensivas de conductas sociales hechas cultura.

Esto no significa la existencia en Martí de una actitud nihilista hacia los

valores universales, ni una concepción practicista, pragmático -utilitarista de

los mismos. Todo lo contrario.153

En su obra constantemente aparece la referencia a los valores universales, a

sus conceptos e ideas. Significa simplemente que su concepción de los

valores -por razones ya explicadas y reiteradas- se funda en una intelección

propia, que se integra a la cultura del pueblo.

La inserción martiana de los valores como atributos cualificadores de la

subjetividad humana, integrada a la cultura y como creatividad cultural social

del hombre no sólo explica los fundamentos de su trascendencia en la

axiología del Maestro. Da cuenta además de la especificidad propia del

filosofar martiano en término de discurso vital, enérgico, siempre en función

del hombre y la sociedad. Explica también su genio visionario para discernir

Arregui: El papel de la Estética en la Etica. Revista Pensamiento No. 176. Vol. 44 Oct Dic., 1988.

Madrid, pág 451. 153 “El hombre, que lleva lo permanente en sí ha de cultivar lo permanente; o se degrada y vuelve

atrás, en lo que no lo cultive. A lo transitorio se esclavizan y venden los que no saben descubrir en si

lo superior y perdurable: los que en la lealtad de los afectos íntimos, en el empleo libre y laborioso de

sus fuerzas, en la persistencia y triunfo de las obras de belleza y virtud, en el deleite de penetrar la

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la realidad presente y proyectar lo por venir. Pone de manifiesto, su gran

poder revelador de esencia para ver más lejos y dimensionar realidades que

ante sus contemporáneos pasan inadvertidas. Esto, por supuesto no tiene

lugar sólo en su ideario político -que ya de por sí le consagró y devino jefe

máximo e la guerra del 95 - sino en múltiples aristas del quehacer humano.

Su capacidad de discernimiento humano para penetrar en determinadas

personalidades históricas y descubrir obras paradigmáticas y fundadoras,

también imprime vigencia y trascendencia a los valores, y junto con ello

actualiza la memoria histórica que es forjar y vitalizar la identidad nacional y

humana. El análisis de Luz y Caballero no es el único caso, pero es

demostrativo. Con una frase lacónica, pero llena de sentimiento y razón lo

define: “sembró hombres”(...) demandó con la fruición del sacrificio todo amor

a sí y a las pompas vanas de la vida, nada quiso ser para serlo todo, pues

fue Maestro y convirtió en una sola generación un pueblo educado para la

esclavitud en un pueblo de héroes, trabajadores y hombres libres... Supo

cuanto se sabía en su época; pero no para enseñar que lo sabía, sino para

transmitirlo”.154Y de Mendive, con sólo una oración interrogativa da vigencia y

trascendencia a una tríada de valores que Martí expone en un todo único

revelador del bien, la belleza y la verdad: “¿Y cómo quiere que en algunas

líneas diga todo lo bueno y nuevo -interroga Martí- que pudiera yo decir de

aquél enamorado de la belleza que la quería en las letras, como en las cosas

composición y juego de la naturaleza” (José Martí: Juan J. Peoli. OC.T. 5 Edit. Nal. de Cuba, La

Habana, l963, pp. 284). 154 José Martí; Cartas inéditas de José de la Luz. O.C.T. 5. Edit. Nal. de Cuba. La Habana, l969 pp.249.

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de la vida, y no escribió jamás sino sobre verdades de su corazón y sobre

penas de la patria?”155.

Obra fundadora y cultural en todo su sentido y definición, también revela en

Heredia, un modelo en cuanto a definición valorativa se refiere. Un alma,

una virtud, devenida cultura de cubanía descubre en el cantor del Niágara.¿”

Cómo no habían de amar las mujeres -pregunta Martí -con ternura a aquel

que era cuanto el alma superior de la mujer aprisiona y seduce: delicado,

intrépido, caballeroso, vehemente, fiel, y por todo eso, más que por la

belleza, bello”156 Para quien no conozca la esencia del humanismo martiano,

la interrogante caracterizadora de Heredia pasa inadvertida, no revela su

espíritu creador ni la dimensión cultural en que se sustenta también su

concepción de los valores morales, incluyendo el sentido estético que la

anima. La determinación moral no deviene cauce prefiguranete rígido, al

igual que su connotación estética. Se advierte cómo calidades morales, en

síntesis, devienen expresiones estéticas -define lo bello como compendio de

rasgos humanos, como delicado, intrépido, caballeroso, etc.- y aunque

paradójico, de la belleza, no deduce lo bello, sino de cualidades ético -

morales. Es que Martí -y esto define en gran medida su discurso- piensa la

realidad a partir del hombre, la actividad humana y su determinación en la

155 José Martí: Rafel María de Mendive, O.C. 5 Edit. Nal, de Cuba. La Habana, l969 pp.250. 156 José Martí: Heredia O.C.T. 5 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, l963 pp. 174, lo subrayado es mío

R.P. Lo hago para destacar cómo en Martí, en la dimensión humana, lo ético y lo estético se fundan en

unidad, a tal punto que lo bello, no es tal por la belleza, sino por integrar atributos que cualifican la

conducta moral y otras cualidades de la naturaleza del hombre.

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cultura. Por eso no tiene que esforzarse para encontrar lo bello,157 en la

realidad; lo aprehende revela y fluye porque es al mismo tiempo descubrir

humanidad, contenido, sentido y potencialidades humanas de realización.

En ello existencia y conciencia integran un proceso del devenir humano en

la aprehensión práctico -espiritual de la realidad.

Martí revela belleza en la realidad que asume porque es sensible y posee

humanidad, porque devela esencias, interioridades del hombre y la sociedad

trasuntadas en la cultura. En este concepto resulta posible comprender por

qué se preocupa tanto por exaltar y dar vigencia a los valores humanos

encarnados en obras y hombres paradigmáticos, así como el sentido de sus

tesis de que honrar honra: la cultura como condición de la libertad; la pasión

y la ternura como premisas de todo proyecto humano y social, la virtud, el

decoro y la dignidad, como esencia consustancial al hombre.

En Heredia ve al “genio de noble República, a quien sólo se le veía lo de rey

cuando lo agotaba la indignación o fulminaba el anatema contra los serviles

del mundo y los de su patria” 158 Dando vigencia social y trascendencia al

modelo de valores que sintetiza Heredia, define”... dos clases de hombre: los

que andan de pie cara al cielo, pidiendo que el consuelo de la modestia

157 Entiéndase no en el sentido de “embellecer” la realidad con expresiones artístico-literarias. Su

talento artístico de alto vuelo por supuesto es un elemento a tener en cuenta, tampoco se trata de

“embellecimiento” de la realidad a partir de confundir e indenticar el ser con el deber- ser-. El sentido

es otro, que previene de la revelación del ser esencial humano, sobre la base de la determinación

cualificadora de los valores en la cultura, por cuanto aquellos (los valores) sólo advienen y devienen en

tanto enculturizados, es decir, insertos en la cultura. Esto determinan la unidad indisoluble e

interpenetración de los valores ético y estéticos y el lugar de ellos, su jerarquía específica, respecto a

los restantes valores componentes de su axiología. 158 José Martí: Heredia. Obra. Citada pp. 171.

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descienda sobre los que viven sacándose la carne, por un pan más o pan

menos, a dentelladas, y levantándose por ir de sortija de brillante, sobre la

sepultura de su honra: y otra clase de hombre, que van de hinojos, besando

a los grandes de la tierra el manto”159

En la axiología martiana hay optimismo como todo humanista que confia en

el hombre y en sus posibilidades de perfeccionamiento y creación; pero no

un optimismo exacerbado que soslaya los atributos negativos de las

acciones y conductas humanas .Estos atributos son asumidos de modo

crítico y estigmatizados al mismo tiempo como no inherentes a lo

verdaderamente humano y como males que no se integran a la cultura. Sin

embargo, como maestro al fin, y hombre fundador, no sólo critica el mal, sino

además y sobre todo proclama el bien y lo cultiva para que prevalezca. El

sabe que”... odian los hombres y ven como a enemigo al que con su virtud le

echa involuntariamente en rostro que carecen de ella...160 Y es necesario e

incuestionable para Martí actuar con respeto y humanidad para no herir

sensibilidades. Cuando se le ofende al hombre su decoro y dignidad que es

al mismo tiempo befar su integridad humana, más que cultivar en él el bien,

lo bello, lo verdadero; valores permanentes en la humanidad del hombre, se

mata su naturaleza humana y las “semillas dormidas” que siempre esperan

terreno propicio para germinar. Se trata entonces -según el espíritu y el

mensaje que anima la axiología martiana- de obrar con humanidad para que

159 Ibídem. El subrayado es mío: R.P. 160 José Martí: Juan Carlos Gómez. O.C. T. 8 Edit. Nal de Cuba. La Habana, l963, Pág. 190.

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crezca y se imponga sobre la maldad, el egoísmo y todo lo que de

animalidad-concebida por Martí como no permanente, sino transitorio -

pueda anidarse en el hombre. Esta concepción axiológica está enraizada en

el hombre y en la confianza de la “grandeza de sus entrañas, pero ello

evoluciona, como parte esencial del todo, en correspodencia con la

evolución de la totalidad de su pensamiento. Si ciertamente son los valores

el núcleo central que lo anima durante toda su vida, en la etapa de madurez

teórica e ideológica, aparecen nuevas mediaciones y matices que la hacen

más concreta. Es fácil encontrar en Martí, en cualquiera de sus etapas

evolutivas de desarrollo, la búsqueda de la ley del progreso del hombre,

sobre la base de las fuerzas que lleva en sí y que sólo precisa revelarlas y

cultivarlas. En esta concepción, la impronta del naturalismo romántico está

presente con sus especificades, incluyendo su concepción unitaria del ser y

los valores del hombre; sin embargo, el hombre para el Maestro, es lógica y

providencia de la humanidad, es decir, es sujeto. Con esto establece límites,

que rebasan los marcos de las influencias y transita y acceden nuevos

niveles de la realidad, o sea, al naturalismo - sin desecharlo- se impone el

papel de la subjetividad, de la actividad humana, en fin, de la axiología de la

acción.

Por otra parte, junto a la radicalización de su pensamiento político - si bien el

núcleo central de su axiología, permanece - los valores y las valoraciones

adquieren más concreción en cuanto al alcance y proyecciones sociales se

refiere. Así, en Patria 8 de diciembre de l894, refiriendo al pintor cubano

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Joaquín Tejada después de señalar la dicha de ser de nuestra patria; señala:

“el mundo es patético, y el artista mejor no es quien lo cuelga y recama, de

modo que solo se le vea el raso y el oro, y pinta amable el pecado oneroso, y

mueve a fe inmoral en el lujo y la desdicha, sino quien usa el don de

componer, con la palabra, o los colores de modo que se vea la pena del

mundo, y quede el hombre movido a su remedio. Mientras halla un antro, no

hay derecho al sol”161.

Estas ideas recuerdan su crítica al “realismo” positivista en el arte, de su

etapa de México o del Liceo de Guanabacoa, pero ahora con mayor alcance

social, lo cual se pone de manifiesto en la propia valoración que hace del

artista cubano. “Ámese -escribe Martí- puesto que ama al hombre, al artista

nuevo de Cuba, al que padece de la pena humana, y no tiene pinceles para

los vanos y culpables de la tierra, sino para los adoloridos y creadores”162.

Hay un reclamo de amor hacia el pintor cubano por Martí, no sólo porque

ama al hombre y padece de la pena humana- que para algunos pudiera

parecer abstracto - sino porque no tiene pinceles para los vanos y culpables

de la tierra, sino para los adoloridos y creadores.

Continúa Martí buscando la ley del progreso humano y sus valores pero

aparecen nuevas vías de acceso de penetración en la esencia del problema.

161 José Martí: Joaquín Tejada O.C.T. 5. Edit. Nal. de Cuba. La Habana, l963. pp.285.

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Hay una toma de partido por un sector de hombre que considera sujeto

verdadero de realización humana: los adoloridos y creadores, los

desdichados y los mansos, en fin, los humildes, las grandes masas del

pueblo, y con ellas echa suerte.

Ya no se trata como en Luz -lo que no resta valor al Maestro de todas las

ciencias-, preparar la juventud de la clase de los hacendados para ganar la

libertad”, pues la guerra del 68 ha transformado el estado de cosas y

engendrado nuevos sujetos. El problema es otro y Martí tiene conciencia de

ello. El pueblo, las grandes masas han devenido sujeto portadores del ideal

emancipador y a dicho sujeto se dirige el discurso del Maestro.

Su labor conciliadora de fuerza, en pos de la unidad en torno al Partido

Revolucionario Cubano, y su República proyectada “con todos y para el bien

de todos”, encarna el ideal de las grandes masas. Su proclama: “Somos los

pinos nuevos”, expresa ese nuevo concepto del sujeto de la revolución.

Esta concepción, resultado de un proceso histórico, con todas sus

mediaciones, determinantes y condicionamientos, influye en la orientación y

alcance social de la axiología martiana. Es un elemento esencial, sobre el

cual se funda la inserción de los valores en la cultura, entendida ésta como

producción social y medida del desarrollo. Esto naturalmente encuentra

162 Ibidem. pág. 287. El subrayado es mio. R.P. Se hace para fijar jerarquía, niveles y diferencias y

llamar a la reflexión al lector.

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expresión real en la concepción de la revolución y absoluta confianza en sus

portadores”. “La revolución en Cuba- escribe Martí- no es una tiranía; es el

alma de la Isla. No es una conspiración: es el consentimiento táctico y

unánime de lo más viril y puro del país: el actual movimiento revolucionario

no tiene su fuego en el trato secreto con éste o aquel núcleo de

revolucionarios conocidos, sino en la confianza que ha logrado inspirar a la

gran masa, a la masa de rifle y corazón, en la espera sorda y crecimiento de

lo bueno y bravo de Cuba... En el ánimo de la Isla se ha trabajado, no en el

compromiso de esta o aquella cabeza conocida... El espíritu del país es

nuestro cómplice...163

La concepción martiana de la revolución y su proyección programática

emana de un nuevo ideal de racionalidad que deviene autoconciencia

cultural de nuevos sujetos. Por eso más que un acontecimiento político puro,

es una empresa cultural, donde lo político, lo ético y lo estético se

interpenetran e implican recíprocamente.

Al mismo tiempo, su axiología se inserta a una concepción cultural concreta.

Fija una obra humana en tiempo y espacio y afincada en un proyecto

emancipador de naturaleza nueva y legítimos propósitos: “(...) crear un

163 José Martí: “El alzamiento y las Emigraciones, De Patria, Nueva York, el Nov. de 1893. O.C.T. 2

Edit. Nal. de Cuba, La Habana, l963 pág. 433

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pueblo nuevo, sobre la ruina moral de la colonia, con las virtudes

desenvueltas en el esfuerzo continuo por echarla abajo”164

Pero no se queda aquí, fija posiciones y emite juicios valorativos, que dan

cuenta de un sesgo diferenciador y específico. “Los cobardes -escribe Martí-

temen hacer justicias y a decir la verdad de los pobres. De las entrañas,

conmovidos aún de tanta grandeza ha de brotar, para esperanza de Cuba, la

verdad de los pobres! Tu pueblo, Oh patria, no necesita más que amor!- y la

guerra, lo que tu pueblo le ha dado.”165

“La verdad de los pobres, para esperanza de Cuba”, deviene en Martí

contenido práctico y sentido de su proyecto político- cultural de inagotable

valor heurístico. No se trata de una frase más. Expresa un concepto, que

asume un sujeto y lo define como fuerza propulsora de creación y revolución,

de cuyo desenvolvimiento y despliegue depende el destino de Cuba. Esta

idea no es sólo una expresión política, encierra un contenido cultural de largo

alcance y hondura teórica. Por eso abre nuevos cauces de realización al

ideal preludiado, y nuevas mediaciones a su pensamiento axiológico. Un

pensamiento que arrancando de la naturaleza social del hombre, y la cultura,

funda su ideal de racionalidad humana. Y esta idea referente a la esencia

social de la cultura y del hombre, más que premisa es núcleo interpretativo

para comprender en su justa razón el discurso de Martí y su tematización

esencial en la axiología. El Martí axiólogo por antonomasia no surge por

164 José Martí: El viaje del Delgado a la Florida, de Patria, Nueva York, 28 Dic. de l893. O.C. T.2.

Edit. Nal. de Cuba, La Habana, l963, pp. 471.

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generación espontánea. Su discurso que integra en unidad inseparable

misión y oficio, asume como problema central la ley del progreso humano, la

ascensión del hombre, su trascendencia y encuentra en los valores vías de

acceso y cauces culturales de revelación y cultivos humanos.

Tanto su oficio como artista, creador, Maestro; como su misión encarnados

en un ideal de redención humana, determinan en gran medida el fundamento

axiológico de su pensamiento.

A Martí - y su obra lo atestigua- ningún valor humano le resultó extraño. En

su axiología, están presentes valores de carácter científicos, filosóficos

jurídicos, políticos, económicos, religiosos, lógicos éticos, estético, etc. así

como su permanente propósito de darle vigencia social y trascendencia.

Es indudable que estamos en presencia de un humanismo auténtico, que

parte de las raíces -la revelación del ser de nuestra América- y da cuenta de

ellas con ímpetu ecuménico. De un humanismo fundador trascendente, cuya

racionalidad humana -sin perder de vista las múltiples aristas de la

espiritualidad del hombre -encuentra en los valores y la cultura sus cauces

supremos de realización, en términos de una axiología de la acción,

cimentada en una ética concreta del devenir humano.

165 Ibidem.

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En los momentos actuales, cuando el escepticismo histórico cunde y pulula

en la arena internacional, cuando no faltan los intentos de negar la historia,

los valores, la cultura, la tradición, la memoria histórica, la razón, los

proyectos de emancipación social y el progreso, la racionalidad se impone

como necesidad de preservar no sólo la identidad nacional, sino también la

identidad humana. En tales condiciones, el programa pedagógico martiano y

el ideal de racionalidad que le es consustancial, adquieren más que nunca

contemporaneidad y vigencia social.

Su pensamiento - una eterna poesía de amor, de lucha, de dación humana y

consagración social- continuará alumbrando el camino del hombre. Su

desbordante espiritualidad seguirá siendo fuente nutricia de aprehensiones y

sueños, “¡Con luz de estrellas!”166

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8.- Martí, Periodista

Un periodismo de excelsa cualidad americana profesó José Martí. La mayor

parte de su obra la consagró al periodismo de nuestra América. Su grandeza

artístico-literaria, ética y sobre todo humana la puso en función de un

periodismo que conjuga en indisoluble unidad misión y oficio. Su genialidad

política encauza un periodismo de raíz americana y espíritu ecuménico. Su

discurso, de matriz pedagógica y permeado de cauces culturales devino

paradigma comunicador de conocimientos, valores humanos y praxis

desmistificadora.

Con un discurso que ve con las palabras y habla con los colores y un estilo

ameno, sencillo, pero revelador de esencia, Martí enriqueció el periodismo

americano. Hizo del oficio no sólo un medio de vida, sino una misión de

humana voluntad en pos del mejoramiento humano.- Como concibió al

hombre de nuestra América como posibilidad latente de excelencia y

creación hizo del periodismo un instrumento de revelación humana y

preservación identitaria de nuestros pueblos.

Consciente de los desafíos de nuestra modernidad americana dirige su

acción comunicativa a enriquecer la espiritualidad de nuestros hombres y

pueblos naturales. En su intelección, un hombre, rico espiritualmente está en

condiciones de vencer todas las dificultades que le depare la vida. Hacer del

hombre americano sujeto de su obra y de su destino; un hombre sensible,

culto, virtuoso y digno fue el objeto esencial del periodismo martiano. Por

eso su periodismo hizo política, arte, literatura, ética, pedagogía, en fin,

cultura del ser, cultura de humanidad.

El oficio periodístico fue consustancial a la vida y obra de José Martí. “ A

nadie debe extrañar esta preferencia por un medio de expresión tenido un

166 José Martí: Versos libres, Obras Completas. T. Edit. Nal. de Cuba, La Habana, l964,p.169

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poco a menos siempre. ¿Acaso la poesía americana primera no fue” crónica

rimada”, no estuvo ligada al hecho histórico y fue de su mano?.- interroga

Fina García Marruz- ¿Qué fuera las Crónicas de Indias, de que fue Martí un

lector tan gustoso? Lo que le atrae del periodismo es que lo ve como un

medio más adecuado que ningún otro para reflejar la vida, la palpitación de lo

diario, las fuerzas que convergen en el presente y de él porten, el escenario

del verdadero drama y la verdadera novela, el taller verdadero o lo que

llamaría la “nueva épica”167

El periodismo en Martí aporta vías de acceso a su misión. Es una mediación

central para la concreción de su voluntad de servicio y su eterna disposición

de dación humana, solidaridad y amor. “En sus cartas a periódicos y revistas

-escribe Ramón Becali- están la deflagración del revolucionario impoluto, el

hilo feruláceo de todo su ser, el verdadero fíat de su pluma, todo su amor.

El periodismo es para Martí tribuna, confesionario y trinchera de ideas. En

sus cuartillas flamea su sed de avizorar, su don de veedor imponderable. Y

es en la corresponsalía donde produce lo más extenso y múltiple en que la

variabilidad, lo ameno y trascendental se cambian para ofrecernos detalles y

retratos de todo y de todos”168.

Hay en Martí, como hombre fundador, un ímpetu comunicador por excelencia

que encuentra determinaciones concretas a través del propio devenir de su

vida. En la adolescencia, junto a su maestro Rafael María de Mendive, inicia

sus primeros pasos en el periodismo. En el periódico La Patria libre” (l869)

publica su poema dramático “Abdala” que simbólicamente representaba la

lucha emancipatoria iniciada, el amor por la patria y la seguridad del triunfo.

En España, deportado político, con apenas 17 años, publica El Presidio

Político en Cuba (1871) ya aquí, muestra dotes excepcionales como escritor.

Con gran maestría sabe reseñar e ilustrar las experiencias de la cárcel

167 Fina García Marruz.- Temas martianos. Sala Martí. Biblioteca Nacional. 1969. P. 196

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española en Cuba. Publica además otros artículos con el objetivo de

sensibilizar al pueblo español con la realidad cubana y los propósitos

independentistas de la nación cubana. En polémica directa manifiesta

sentido de identidad y compromiso social. “Patria- escribe Martí- es algo más

que opresión, algo más que pedazos de terreno sin libertad y sin vida, algo

más que derecho de posesión a la fuerza. Patria es comunidad de intereses,

unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de

amores y esperanzas”169

En España se gradúa en Filosofía y Derecho, pero el alma periodística sigue

haciendo camino al andar (...) México (1875) será su escuela formadora por

antonomasia.

El 8 de febrero de 1875 llega a Veracruz y se reúne con su familia. El 7 de

marzo del propio año empieza a trabajar en la Revista Universal, publicando

sus boletines con el pseudónimo de Orestes170. En esta primera etapa de su

vida en México la amistad con Manuel Mercado fue determinante.

Los dos años que Martí permaneció en México fueron decisivos en la

formación de su pensamiento y como escritor y periodista. México constituyó

una fuente inagotable de experiencias y una prueba de fuego para el joven

intelectual revolucionario. Aquí encontró un ambiente político y literario

168 Ramón Becali.- Martí corresponsal. Editorial Orbe, La Habana, 1976, p. 17 169 José Martí.- La República Española ante la Revolución Cubana. Edit. Nal de Cuba. T.1.- La

Habana, 1963. p.93 170 “No se propone Martí en esta sección hacer una simple reseña de sucesos, y ocasionalmente una

crítica. Los sucesos que recoge le sirven de base para desarrollar su pensamiento hacia normas de

acción y de voluntad. Trata de llevar al público lector, a través de lo cotidiano y particular, a lo general

y más vasto. Su concepto de la crítica se revela en estos boletines: su pluma está siempre dispuesta al

elogio merecido: cuando ejerce la censura lo hace con un sentido de benevolencia y ayuda; si es mucho

lo que merece la censura, prefiere el silencio.” (Camila Henríquez Ureña. En torno a Martí, el

periodista. Colectivo de autores. “El periodismo en José Martí”. Editorial Orbe. La Habana, 1977,

p.14.

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adecuado. Se vincula a la joven intelectualidad rectorada por Justo Sierra y

participa de la vida política y cultural como un mexicano más.

La Revista Universal le aporta las condiciones necesarias para desarrollar su

oficio periodístico. Redacta editoriales, notas editoriales y cuanta actividad le

fuera encomendada. Penetra la técnica de imprenta con osadía y éxito.

“Colabora en las tareas de detalle en la confección del periódico; lleva

noticias de última hora para que las páginas queden completas y

equilibradas; cuando es preciso, escribe un editorial, o una reseña de teatro,

o un juicio crítico; todo lo hace con seguridad y rapidez asombrosa y su

producción se destaca por su calidad excelente. Por este motivo, la revista lo

designa como redactor fijo y le confía una de sus secciones más importantes:

los Boletines, en los que se recoge y comenta la actualidad política, literaria y

social de México”171.

México consolida su pensamiento político cultural y su sentido de identidad

respecto a lo que posteriormente llamará Nuestra América y los artículos

publicados dan cuenta de ello. Sin caer en la mediocridad nacionalista o

regionalista, su periodismo exalta la necesidad de rescatar, formar y

desarrollar la obra propia, autóctona, natural de nuestros pueblos de

América. Revelar esta obra es revelarse a sí mismo como pueblo que se

resiste a seguir siendo sombra y eco de culturas exógenas. Sencillamente,

“(...) la vida americana (...) brota (...) Las manos que han surgido de una

tierra virgen, no han debido ser hechas para aplaudir las postrimerías de una

tierra cansada y moribunda”172

Martí, junto a los mexicanos comunica y proclama la necesidad de que

nuestros pueblos sean sujetos de su obra, pues “un pueblo - escribe Martí-

171 Ibidem., p.14. 172 José Martí. El Liceo Hidalgo. Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, T. 6.,

1963.

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no es una masa de criaturas miserables y regidos: no tiene derecho de ser

respetado hasta que no tenga la conciencia de ser regente (...)”173.

De modo enérgico y con fuerza persuasiva y racional defiende al indio y al

hombre humilde, trabajador, en general.

Su crítica humanista exige tolerancia, respeto al otro, dignidad y fidelidad a

los principios. En la polémica, en la crítica, en la censura debe vencer la

fuerza de la razón y los argumentos, expresados con mesura y cortesía. “(...)

La urbanidad en la forma no excluye la vehemencia en las convicciones (...)

Las causas no necesitan solamente razón; necesitan razón y cortesía,

derecho y mesura (...). La prensa debe ser el examen y la censura, nunca el

odio ni la ira que no deja espacio a la libre emisión de las ideas. Nunca se

acepta lo que viene en forma de imposición injuriosa; se acepta lo que viene

en forma de razonado consejo”.174

Su cosmovisión humanista abre camino al oficio periodístico. Tratar la

realidad, eventos y acontecimientos con ojos humanos que buscan

humanidad devino vocación del método martiano. La crítica como ejercicio

humano del criterio la desarrolla en su amado México. Su linaje humano

impregna al oficio ansias de altura en pos de la verdad, el bien y la belleza.

Por eso, para Martí, “la crítica es siempre difícil y sólo una vez noble: cuando

señala defectos pequeños de un carácter que vale más que sus defectos;

cuando, en vez de limitarse a débiles exigencias de gramática, censura las

ideas esenciales con alteza de miras, e imparcialidad y serenidad de

juicio”175.

173 José Martí. Colegio de Abogados. Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1962.

T. 76, p.209. 174 José Martí. El discurso del señor Gómez del Palacio. Obras Completas, T. 6, Editorial Nacional de

Cuba, LA Habana, 1963, p.214. 175 José Martí. Las elecciones del domingo... Obras Completas, T. 6. Editorial Nacional de Cuba, La

Habana, 1963, p.249.

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Múltiples aportaciones al periodismo militante realiza Martí en su etapa

mexicana: abordar la realidad con alteza de miras; objetividad en el análisis

de los hechos; necesidad de partir del hombre en su creciente humanidad; la

crítica como medio de perfeccionamiento humano; sentido de identidad

latinoamericana en pos de una cultura del ser, y en fin, el periodismo como

instrumento de educación humana y ascensión ética.

En México se inicia su periodismo profesional con audacia y creación y sólo

se interrumpe cuando ve desaparecer el proyecto liberal de Lerdo de Tejada

con el ascenso de Porfirio Díaz. ¡Con cuánta nostalgia escribe el periodista

cubano que ya se siente mexicano, al ver derramarse la sangre entre los

propios mexicanos! “¿Quién desangra a este pueblo todo vida? -Pregunta

Martí -. ¿Quién pervierte a esos hombres todo amor? (...) Una revolución es

necesaria todavía: la que no haga Presidente a su caudillo”176

Ante la crítica de la prensa aliada a Porfirio Díaz, que descalifica sus criterios

por ser extranjeros, Martí justifica la “intromisión”, defendiendo la libertad de

pensamiento y su amor a México y a América. Sencillamente, humanidad,

más que política! !Indignación, más que miseria! Esta es mi fuerza: aquella

es mi amor! (...) La conciencia es la ciudadanía del universo”177 .

Las experiencias de México encuentran continuación en Guatemala. El

problema de la identidad de nuestra América ocupará un lugar central, en

sus reflexiones.

En Cuba, en su breve estancia, participa de la vida cultural del país y en la

lucha contra el colonialismo español. En sus polémicas filosófico-literarias,

defienda la humanidad del hombre y su espiritualidad como prerrequisito de

la imaginación y la creación humanas.

176 José Martí. Alea Jacta Est. Obras Completas. T.6. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p.

359.

177 José Martí. Extranjero. Obras Completas. T.6. Editorial Nacional de Cuba. La Habana, 1963.

pp.362.363.

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En Venezuela (febrero de l881 al 28 de julio) continúa el bregar martiano de

la revelación de nuestra América. Completa su visión crítica del ser de

nuestros pueblos y de las potencialidades creadoras del hombre

latinoamericano. Sus dotes literarias y como escritor se profundizan.

Introduce el modernismo en las letras, con un discurso y un estilo original,

pletórico de calor, color y ritmo que impregnan al periodismo alto numen

comunicador. La presentación de la Revista Venezolana y el Ismaelillo dan

cuenta de un nuevo espíritu en las letras hispanas. “Nace- refiere Martí- a la

Revista Venezolana- del afecto vehemente que a su autor inspira el pueblo

en que lo crea; va encaminado a levantar su forma, publicar su hermosura, y

promover su beneficio. No hace profesión de fe, sino de amor. No se

anuncia tampoco bulliciosamente. Hacer, es la mejor manera de decir”178

Un periodismo de alto calibre profesa Martí. Un periodismo que exige ir a

las raíces de los problemas sin perder los detalles. En Venezuela quiere

culminar el trabajo iniciado en México. Por eso, la Revista Venezolana “no

será, pues tribuna egoísta (...) sino casa modesta, donde todo sereno

pensamiento, y pensador hidalgo, tendrán casa”179 .

Pero otra vez le espera el peregrinaje. El presidente Guzmán Blanco no

admite que el periodista enseñe verdades a la juventud y ame con fuerza la

independencia y la redención humana.

En los E. Unidos (1880-1895) el genio periodístico de Martí alcanza su

madurez. Trabaja como crítico de arte en la revista The Hour. A través de

esta conoce a Charles Dana, director de The Sun, periódico de gran

circulación donde Martí colabora también.

178 José Martí.- De la Revista Venezolana Propósitos. D.C.T.7. Edit. Nacional de Cuba. La Habana,

l963 p.197. 179 ibidem

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La sustancialidad de su discurso, la voluntad de estilo y la fuerza conceptual

e imaginativa que lo embarga hacen del periodismo martiano un gran

vehículo de comunicación americano. Varios periódicos de América Latina

solicitan su colaboración. La Opinión Nacional de Caracas, La Nación de

Buenos Aires y otros publican las bellas crónicas de Martí. La América de

Nueva York, El Economista americano son portadores de artículos de Martí,

sobre variados temas políticos, sociales y culturales. Pero la Revista La

Edad de Oro, escrita íntegramente por Martí para los niños pone de

manifiesto el talento del Maestro en el periodismo infantil. Esta revista, todo

un poema pedagógico para la formación humana del niño de nuestra

América, escrita con frescura y amor inigualables, sintetiza el oficio y la

misión de un hombre que hizo culto a la bondad, a la belleza y a la verdad.

Para dar concreción a sus altos ideales crea el Partido Revolucionario

Cubano y a “Patria”, como órgano periodístico en función de la divulgación y

la explicación de las razones de la guerra necesaria, con todos y para el bien

de todos, por la república nueva.

El antimperialismo, el antirracismo, el latinoamericanismo y su visión

ecuménica, consustanciales a su cosmovisión humanista cualifican con alto

vuelo el periodismo martiano. Obras de la dimensión de “Nuestra América”,

“Un drama terrible”, “Conferencia Internacional Americana”, “La Edad de

Oro”, los temas de las “Escenas Norteamericanas” y los artículos de “Patria”,

por sólo mencionar algunos, dan cuenta del profundo pensamiento martiano

y la profesionalidad con que ejerce el periodismo.

En los últimos meses de su vida, ya en el campo de batalla, luchando por la

independencia de su patria, no cesa el periodismo martiano. En su último

diario, “De Cabo Haitiano a Dos Ríos”, Martí como corresponsal de guerra,

aportó páginas bellas al periodismo de campaña. Con un estilo sencillo y

subjetivo exalta la naturaleza cubana, el comportamiento de los hombres,

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reseña breves anécdotas y narra pequeñas escenas del devenir humano en

tiempo de guerra. El gran comunicador dice mucho con pocas palabras,

informa con brevedad y suscita con intensidad.

Es indudable que estamos en presencia de un gran periodista que hizo del

oficio una magnánima obra de redención humana. La obra periodística de

José Martí, fundada en una rica cosmovisión humanista, no sólo informó sino

además formó. Su discurso, conjugando ciencia y conciencia, sentimiento y

razón y misión y oficio, devino programa pedagógico de acción comunicativa.

Un oficio proyectado en términos de programa pedagógico de formación

humana y avalado por un sistema de valores que prioriza por sobre todas las

cosas la educación del hombre natural de Nuestra América.

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9.- La relación ética- política en el pensamiento de José Martí.

En la obra martiana la relación ética-política deviene momento central de su

concepción del mundo y del cosmos humano. Se inserta a su cosmovisión

del ser unitario y a la totalidad cultural con que piensa y recrea la realidad.

No es posible revelar la esencia de la relación ética-política en el

pensamiento de Martí, al margen de una real comprensión del elan cultural

que penetra todo su pensamiento. Es un discurso pleno de humanidad que

parte del hombre, la actividad humana y su determinación en la cultura.

En Martí, la política es una zona de la cultura y la cultura misma es

consumada expresión humana al servicio del hombre. Al mismo tiempo el

connotado sentido cultural del discurso del Maestro y su enfoque

sociocultural antropológico en la asunción de la realidad, dimanan de su

vocación ética de servicio. Esto significa entonces que la ética en Martí, es

mediación central y núcleo fundante de su pensamiento y acción. Y su

concepción de la política, como todo quehacer del hombre discurre por

cauces ético-morales.

La concepción ética martiana, incluyendo la política es acreedora de una rica

tradición cubana que recoge lo mas valioso del pensamiento filosófico,

pedagógico y cristiano, en un proceso de creación, continuidad y ruptura, en

correspondencia con su evolución ideológica.

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Desde sus primeros trabajos la ética y la política convergen en Martí, para

concretar

una vocación patriótica, en términos de agonía y deber. Una voluntad de

redención y ascensión humanas, capaz de lograr hombres con ciencia y con

conciencia para el bien de la patria.

En el discurso de Martí se hace viva presencia la voz del fundador y del guía

espiritual que hace de la política y la ética una unidad indisoluble. Esta

convencido que “todo va acrisolándose por el ejercicio del bien, y

convirtiéndose en esencia espiritual, presente aunque invisible. Todo es

orden en las almas ya libres , cuya acción superior, e influjo directo, sienten

confusamente en esta vida las almas irredentas. Edúquese lo superior del

hombre para que pueda, con ojos de más luz, entrar en el consuelo,

adelantar en el misterio, explorar en la excelsitud del orbe espiritual180

Para un hombre de su estirpe, con un pensamiento alumbrado por una rica

espiritualidad que ha hecho de la dación desinteresada una perenne misión,

lo ético y lo político fluyen en unidad hasta consagrar un oficio de voluntad de

servicio. Sencillamente para el Maestro “pensar es servir,”181 y la “vida (...)

misterio sereno de justicia”182 , es decir, amor, solidaridad, virtud y deber.

Hay en la obra de Martí un rico ideario ético-político, consustancial a un

humanismo pedagógico que da primacía a los valores. No es posible olvidar

180 José Martí- Carta al Sr. Director de El Partido Liberal, D.C. 7 de 1891. Edit. Nal. de Cuba, La

Habana, l964, T.12 p.504. 181 José Martí. Nuestra América. Edit. Nacional de Cuba, La Habana, l963. T.6. pag. 22 182 José Martí.- Wendell Phillips. Obras Completas. Edit. Nat. de de Cuba. La Habana, l964. T.13.

p.61.

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que estamos en presencia de un hombre fundador, cuyo pensamiento y

praxis los puso en función de la formación humana del hombre de nuestra

América. Toda su obra es formativa, en esencia; siempre lleva un mensaje

de perfección humana, para la ascensión del hombre. Como cree en el

hombre y concibe lo malo en la naturaleza humana solo como accidente,

echó pie a la obra para lograr que se desarrolle y prevalezca todo lo bueno,

bello y verdadero que lleva dentro su creciente humanidad.

Martí es un hombre de alma política, pero de la política que funda y

despliega humanidad, decoro y dignidad al pueblo. En su concepción, la

política verdaderamente humana “requiere del arte, la mesura, el estudio y el

buen gusto como ella “183 . Considera que “el gobierno es un encargo

popular: dalo el pueblo; a su satisfacción debe ejercerse; debe consultarse

su voluntad, según sus aspiraciones, oír su voz necesitada, no volver nunca

el poder recibido contra las confiadas manos que nos lo dieron, y que son

únicas dueñas suyas.” 184La creación humana debe presidir a la política,

como arte previsor, capaz “(...) de adecuarse al momento presente, sin que

la adecuación cueste el sacrificio, o la merma importante del ideal que se

persigue (...)”185

La visión política martiana, guiada por la eticidad concreta que la ilumina,

desde Abdala, El Presidio Político en Cuba, La República Española ante la

183 José Martí. Al Director de La Opinión Nacional. Obras Completas. Edit. Nacional de Cuba, La

Habana, l964, T.14 p.268. 184 José Martí.- Elecciones.... Obras completas. Edit. Nal. de Cuba. La Habana, l963. T.6. p.264. 185 José Martí.- Al director de La Opinión nacional. Obra Cit. p.60.

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Revolución Cubana, los trabajos de la etapa de México, Guatemala, Cuba,

Venezuela y los Estados Unidos, siempre con vocación patriota e identitaria,

ha hecho comino al andar; sin embargo a partir del segundo lustro de la

década del 80, con énfasis especial en la década del 90, imbuida en la

preparación de la guerra necesaria del decoro y las ideas, se hace mas

profunda y trascendente. El ensayo Nuestra América es un manifiesto

identitario que resume en unidad los idearios ético-políticos. El

antimperialismo, que completa con creces su revelación americana, su

latinoamericanismo, no hace mas que concretar sus concepciones políticas

en los marcos de un programa cultural desalienador, que inserta a Cuba en

la modernidad como nación libre e independiente. Un programa cultural

permeado de razón utópica realista, que avala y traduce una politica

sustanciada en fundamentos ético- morales.

La república soñada “con todos y el bien de todos”, prefigura la utopía

martiana, en términos ético-políticos, como forma de organización social

capaz de realizar el ser cubano en todas sus mediaciones.

La guerra misma, en la concepción martiana no es en sí misma, un fin; sino

un medio, para realizar un proceso humano de emancipación. No es una

guerra de venganza y odio desinteresado, contra el español, sino contra un

sistema colonial que asfixia a su pueblo e impide el progreso de la nación,

pues como bien afirma Martí” (...) los españoles buenos, los españoles

trabajadores, los españoles rebeldes, esos no tendrán nada que temer de

sus hijos, no tendrán nada que temer de un pueblo que no se lanza a la

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guerra para la satisfacción de un odio que no siente, sino para el desestanco

de su persona y para la conquista de la justicia”186

El propio concepto de justicia, como sol del mundo moral, en la

determinación lucista, en Martí, integra en síntesis las aristas ética y política.

La guerra de Martí, como acertadamente la define Máximo Gómez, es una

revolución de ideas, que continúa la Gesta gloriosa del 68, en sus propósitos

esenciales, y al mismo tiempo la supera en alcance y proyección social, en

correspondencia con nuevas realidades y contextos.

Es una revolución, cuya alma organizativa, el Partido Revolucionario

Cubano, según Martí “(...) es el ímpetu tierno, de heroico amor, por donde los

corazones abrazados, bajo la guía de la mente fuerte y justa, vuelven, con la

lección sabida, a los días de aurora de nuestra redención.187 Se trata de un

partido para la guerra y el bien de la república, que antes de esta, proclama

su “redención de los vicios que afean al nacer la vida republicana”188 . Un

partido, que resumiendo críticamente las experiencias de la guerra grande,

en sus éxitos y fracasos; las realidades y vicios de las repúblicas de Nuestra

América y las acechanzas de los Estados Unidos, devienen autoconciencia

crítica de una nación en revolución, que se resiste a ser y a no reproducir el

espíritu de las repúblicas hermanas del continente. Una organización político-

cultural que sintetiza una conciencia histórica en pos de la unidad, el

equilibrio de fuerzas y factores, la libertad y la independencia total, por una

186 José Martí.- La Revolución Obras Completas. Edit. Nal. de Cuba, La Habana, l963. T.3. p. 79. 187 José Martí. El Partido Revolucionario Cubano. Obras Completas. Editorial Nacional de Cuba. La

Habana. l9963, T.1 p.369 188 Ibídem. p. 366

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república, donde impere “ (...) el culto de los cubanos a la dignidad plena del

hombre “189

El Partido Revolucionario Cubano encarna el espíritu de la revolución de

Martí y discurre como obra ético-moral para realizar la independencia de la

patria. Es una empresa que si bien proclama la guerra inevitable, esta

mediada por objetivos socioculturales en función del hombre. Persigue ante

todo, “ ordenar la revolución del decoro, el sacrificio y la cultura- enfatiza el

manifiesto de Montecristi -de modo que no quede el decoro de un solo

hombre lastimado, ni el sacrificio parezca inútil a un solo cubano, ni la

revolución inferior a la cultura del país, no a la extranjeriza y desautorizada

cultura que se enajena el respeto de los hombres viriles por la ineficacia de

sus resultados y el contraste lastimoso entre la poquedad real y la arrogancia

de sus estériles poseedores, sino el profundo conocimiento de la labor del

hombre en el rescate y sostén de su dignidad:- esos son los deberes, y los

intentos, de la revolución. Ella se regirá de modo que la guerra pujante y

capaz dé pronto casa firme a la nueva república.”190

La revolución de Martí no solo sintetiza las experiencias revolucionarias de

Cuba y América. Esta avalada por una concreta eticidad que media su

concepción del hombre y su espiritualidad, encarnada en valores para la

nueva sociedad que intenta fundar.

189 José Martí.- Discurso en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de nov. de l891. Obras Completas. Edit. Nal.

de Cubana, La Habana, l963. T.4. p.270. 190 J. Martí, M. Gómez.- Manifiesto de Montecristi. Obras Completas. Edit. Nal. de Cuba, La Habana,

l963. T.4. p.100.

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Los valores son inmanentes a toda la obra de José Martí, sin excluir la

relación ético-política de su pensamiento. Es que el Maestro de América en

perenne búsqueda de la ascensión del hombre, encuentra en ellos los

medios necesarios por antonomasia. El discurso martiano- particularmente

el ético-político- está permeado da un excelso numen formativo, que lo

convierte en programa pedagógico de acción comunicativa. Un programa

que más que decir -y dice mucho-, suscita y convoca, a través de un

conjunto de valores que operan como axiología de la acción.

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10.- El sentido de identidad en la obra de Alejo Carpentier.

Hay en Carpentier (1904 -l980), una concepción unitaria del ser en eterno cambio y transformación, sustanciada por una visión profunda del hombre, la historia y la cultura como proceso. Esto avala su método estructurador de esencia que sin soslayar lo determinante no pierde de vista lo fenoménico que matiza el todo como sistema.

Al mismo tiempo, su genialidad literaria, con dotes excepcionales como escritor y comprometido con

su tiempo histórico, lo abren nuevas vías de acceso a la realidad y nuevos fundamentos

interpretativos del devenir histórico-social que encuentran concreción en su profusa producción

novelística 191 y su en restante obra literaria,192 como crítico, cronista y periodista.

Es sorprendente en el escritor cubano el empleo y uso del lenguaje. Su rica cultura, unido al estilo

barroco expresivo y al americanismo, si ciertamente hace difícil la comprensión a veces por el lector

común, sin dominio del oficio, esto no contradice la maestría del autor. Su prosa con gran apego al

barroquismo, no dibuja los escenarios, los cuadros, con fines simplemente decorativos, ni en función

de alarde de erudición. Es el ejercicio del narrador acucioso que exige seguir la lógica y el sentir

mismo del objeto que narra y describe. Por eso cada relato, inmerso en tiempo, espacio,

circunstancia y en función del tema central, y los accidentes secundarios, no soslaya el entorno con

su grama de señales naturales y de claves y signos engendrados por el hombre. Todo sobre una

base creadora, subjetiva, -no subjetivista- pletórica de imaginación. Esto por supuesto, presupone

que cada obra del escritor sea resultado de una profunda investigación, que incluye la penetración y

el dominio del contexto y la aprehensión del lenguaje que lo expresa. Esto se pone de manifiesto en

el modo en que describe la arquitectura, la música y los diversos temas de la realidad americana y

universal.

191 A. Carpentier posee una extensa obra novelística: “Ecué-Yamba - O” (l933) “El reino de este

mundo” (l949) Los pasos perdidos” (l953) “El Acoso” (l956), “Guerra del Tiempo” (l958) con tres

relatos: “ Camino de Santiago”, “Viaje a la semilla” y “Semejante a la noche”; “El Siglo de las luces”

(l962) “Derecho asilo” (l972) “El recurso del método” (l974) “Concierto barroco” (l974) “La

Consagración de la Primavera” (l978) “El Arpa y la sombra” (l979) y otras. Además existe un libro de

investigación histórica que por primera vez, sistematiza creadoramente los estudios sobre la música

cubana: “La música en Cuba” (1946). Son innumerables los artículos publicados en las Revistas de

Avances, Carteles, Chic, y otros. 192 Sobre su obra ver de A. García Carranza: “Bio-bibliografía de A. Carpentier. Edit. Letras Cubanas,

La Habana, l984.

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En este mismo sentido, resalta por su riqueza expresiva y aprehensiva el modo con que capta la

psicología de los personajes, su trama existencial ante las posibles alternativas que le deparan las

circunstancias, incluyendo los cauces de realización o no. Con ello, sus narraciones constituyen

verdaderas fotografías creadoras, o más exactamente radiografías psicológicas. Lo que no implica en

modo alguno el uso absoluto de procedimientos introspectivos de corte fenomenológico, pues

Carpentier no se contenta con las esencias puras ni pone el mundo entre paréntesis 193 Su discurso

si bien está perneado por la subjetividad humana como creador fundante, es revelador de lo real

maravilloso en nuestra América. Descubrimiento pleno de imaginación y creación que, afincado en la

realidad, abre nuevas perspectivas humanas de realización en la revelación de nuestra identidad. Un

nuevo modo de “.... situarse ante las cosas propias, con ojos nuevos y espíritu virgen de prejuicio”194

para así (...) hallar la más sencilla verdad de lo universal, lo propio, lo mío y lo de todos -

entendiéndome a mí mismo- al pie de una ceiba solitaria que antes de mi nacimiento estaba y está

siempre, en un lugar más bien árido y despoblado, entre los Cuatro Caminos...”195 La oposición

América-Europa, es recurrente en la narrativa carpenteriana. La búsqueda del ser propio

latinoamericano y su inserción en la universalidad, en tanto tal, es una profesión de identidad humana

en el intelectual cubano. Exige el reconocimiento universal de nuestros pueblos, avalado en su

concepción de la historia y la cultura como ser esencial humano y medida de su desarrollo. Por tanto,

no es posible negar la universalidad a una región con cultura autóctona, plena de imaginación donde

lo insólito es cotidiano. Una región, llena de augurio y presagio, cuya identidad se ha plasmado como

resultado de un profundo proceso de transculturación. De ahí que se pronuncie “contra lo exótico”.

Al incorporarse el contexto del mundo americano al contexto de la novela universal -escribe

Carpentier- se le quita el exotismo a la novela americana. Precisamente estoy en contra del tipo de

novela que empieza en el primer capítulo con una fiesta del pueblo, en el segundo un amorío típico a

caballo, en el tercero un balazo. Lo que quiere es que los elementos latinoamericanos se integren a

la cultura universal”. 196

193 Alejo Carpentier: Carta a Gene Bell, Abril de 1972. Revista Casa de las Américas No. 125 Año

XXI Marzo- Abril, l981 p.70. 194 A. Carpentier: “Confesiones sencillas de un escritor barroco”. Valoración múltiple. (Recopilación

de textos sobre Alejo Carpentier) La Habana, 1977 p. 95 En las propias confesiones se halla su ruptura:

“Me pareció una tarea vana mi esfuerzo surrealista; no iba a añadir nada a este movimiento” Ibídem p.

62-63). “me vi llevado a acercar la maravillosa realidad recién nacida, a la agotante pretensión de

suscitar lo maravilloso que caracterizó ciertas literaturas europeas de estos últimos treinta años”

(Ibídem p.95). 195 A. Carpentier: La consagración de la primavera. Edit. Letras cubanas, La Habana, l979, p.179. 196 A. Carpentier: Entrevistas. Edit. Letras Cubanas, La Habana, l985 p. 111

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En su obra el americanismo no es una consigna, sino una concepción sociocultural muy profunda

que continúa una tradición que defiende la autenticidad del ser de nuestra América y se opone a

continuar siendo sombra y eco de culturas exógenas.

En esta dirección, en la obra carpenteriana, expresada en disímiles manifestaciones, la interacción de

lo universal y lo particular propio, en la cultura, ha constituido un tema central, cuyo discernimiento

deviene eficaz contribución en el rescate, reafirmación y desarrollo de la identidad de nuestra

América.

Es una obra que con visión universal, arranca de las raíces para legitimar lo específico e insertarlo al

todo con estatus de universalidad.197 Es una perenne búsqueda -un motivo humanista sociocultural-

del ser en su devenir y ascensión para reafirmar la identidad humana y social en primera instancia,

así como dar cuenta de su proyección cultural en el tiempo.

En Carpentier la búsqueda identitaria la anima una eterna vocación humana de reconocimiento de la

humanidad del hombre y su creación cultural. Pro eso se apoya en valores y comportamientos

humanos inmanentes a todo hombre, independientemente de épocas y tiempos históricos.

Hay en su obra un sentido de identidad como hilo conductor, que o partir de múltiples mediaciones se

dirige siempre a captar la naturaleza del ser humano en general -identidad humana- o el ser

existencial de nuestra región -identidad latinoamericana-, en particular, para tematizarse en concretos

resultados que parten de las raíces con espíritu ecuménico, hasta totalizarse en producto que dan

cuenta de la cultura como síntesis de lo particular y lo universal.

Esta concepción sirve de premisa a la búsqueda identitaria carpenteriana. La teoría de los contextos

da los instrumentos metodológicos que el intelectual necesita para asumir y captar lo específico

nuestro. “Vayamos ahora a la importante cuestión de los conceptos cabalmente latinoamericanos-

señala Carpentier - que puede contribuir a una definición de los hombres latinoamericanos, en espera

de una síntesis- aún distante, situada más allá del término de las vidas de quienes ahora escriben- del

hombre americano”198

Desde el punto de vista teórico no se trata de un nuevo descubrimiento, pues ya en su obra Carpentier

lo ha aplicado, pero en este momento aparece en coherente exposición y ya integrados a la teoría y el

197 “Hay que tomar nuestras cosas, nuestros hombres y proyectarlos en los acontecimientos universales

para que el escenario americano deje de ser una cosa exótica. “(declaraciones de Carpentier al “Diario

de la Marina” y recogidas por Marinello en “Meditación americana”. Edición Procyón, Buenos Aires,

l959 p. 61. 198 A. Carpentier.- Problemática de la actual novela Latinoamericana. En el propio autor “Tientos y

diferencia UNEAC, La Habana, l974, p. 19.

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método del autor, para “(...) entender el comportamiento del hombre americano ante ciertos hechos”199

No es posibles aprehender el ser de nuestra América y el comportamiento de sus hombres, incluyendo

sus expresiones psicológicas, ideológicas y en general culturales, al margen de los contextos

propuestos por el mayor novelista cubano:

Contextos raciales:”Convivencia de hombres de una misma nacionalidad pertenecientes a

distintas razas. Indios, negros y blancos, de distinto nivel cultural que, a menudo viven

contemporáneamente en épocas distintas, si se considera su grado de desarrollo cultural”200

Contextos económicos:”Inestabilidad de una economía rígida por intereses foráneos”201

Contextos políticos.- “El contexto político-militar latinoamericano es de implicaciones

inagotables”...202

Contextos ctónicos.- “Supervivencia del animismo, creencias, prácticas, muy antiguas, a

veces de un origen cultural sumamente respetable, que nos ayuda a enlazar ciertas

realidades presentes con esencias culturales remotas, cuya existencia nos vincula con lo

universal- sin- tiempo (...) En la portada de una iglesia de Misiones aparece, dentro de un

concierto celestial, un ángel tocando las maracas” 203

Contextos burgueses.-Inestabilidad clasista de la burguesía, posibilidad de ascender con

rapidez y caer con facilidad, en función de interés exterior.

Contextos de distancias y proporción.- “La distancia es otro contexto importantes como

La escala de proporciones. Las dimensiones de lo que circunda al hombre americano. Esas

montañas, esos volcanes que aplastarían, si allá se trasladaran por operación de magia, los

panoramas montañosos de Suiza o de los Pirineos... Pero la distancia y la desproporción no

son elementos pintoresco. Pintoresco es lo que por definición, puede caber en una pintura,

en un cuadro“204

Contexto de desajuste cronológico.- se asumen corrientes y realidades, cuando estas

“ya rebasaron sus metas iniciales”205

199 Ibídem. p.21 200 Ibídem p.19 201 Ibídem p.20 202 Ibídem p.21 203 Ibídem p.20 204 Ibídem p. 23 205 Ibídem p.24

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Contextos Culturales.” Somos un producto de varias culturas, dominamos varias lenguas

y respondemos a distintos procesos, legítimos, de transculturación.

Contextos culinarios. Tienen su importancia en cuanto a sus particulares contextos

históricos. El ajiaco cubano, por ejemplo, plato nacional de la cocina criolla, reúne, en una

misma cazuela, la cocina de los españoles, con productos de la primera tierra avistada por

los descubridores”206

Contextos de iluminación.- Toda novelista latinoamericana debería estudiar

cuidadosamente la iluminación de sus ciudades. Es un elemento de identificación y de

definición”207

Contextos ideológicos.- No se trata de demostrar sino de mostrar para cumplir la misión

ideológica. A partir del momento en que hay “ un contexto -épico verdadero (...) un

contenido social, épico-social (..) puede eximirse de toda prédica personal por la veracidad y

elocuencia de los hechos presentados”208

La teoría carpenteriana de los contextos es en sí misma un ejercicio de trascendencia

latinoamericana que concreta y resume el sentido de identidad que embarga su discurso. Pero

el premio Cervantes no se detiene en los contextos para revelar identidad. Se dirige además

al estilo mismo y con maestría insospechable descubre que” nuestro arte siempre fue barroco:

desde la espléndida escultura precolombina y el de los códices, hasta la mejor novelística

actual de América, pasándose por las catedrales y monasterios coloniales de nuestro

continente. Hasta el amor físico se hace barroco en la encrespada obscenidad del guaco

peruano. No temamos, pues, al barroquismo en el estilo, en la visión de los contextos, en la

visión de la figura humana (...) No temamos el barroquismo, arte nuestro, nacido de árboles,

de leños, de retablos y altares, de tallas decadentes y retratos caligráficos y hasta

neoclasicismos tardíos; barroquismo creado por la necesidad de nombrar las cosas, aunque

con ello nos alejemos de las técnicas en boga (...)”209

El barroquismo latinoamericano, estrechamente vinculado a los contextos, como realidad

específica muestra, y modo de aprehender su ser esencial, y el descubrimiento de lo real

206 Ibídem p.27 207 Ibídem p.28 208 Ibídem p.29 209 Ibídem p. 23-33

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maravilloso, completan la teoría carpenteriana de la revelación del ser de nuestra América. A

cada paso- señala Carpentier- hallamos lo real maravilloso. Pero pensaba, además que esa

presencia y vigencia de lo real maravilloso no era privilegio único de Haití, sino patrimonio de

la América entera, donde todavía no se ha terminado de establecer, por ejemplo, un recuento

de cosmogonías”210

En lo real maravilloso,211 la teoría de los contextos latinoamericanos y el barroquismo, se

concretan en un proceso objetivo- subjetivo, de aprehensión de la realidad latinoamericana en

toda su riqueza expresiva propia. “Y es que, por la virginidad del paisaje, por la formación, por

la ontología, por la presencia fáustica del indio y del negro, por la revelación que constituyó su

reciente descubrimiento, por los fecundos mestizajes que propició, América está muy lejos de

haber agotados su caudal de mitologías. ¿Pero qué es la historia de América toda sino una

crónica de lo real maravilloso?”212.

El cronista de lo real maravilloso americano, con su perenne sentido de identidad

latinoamericana213, comprendido al mismo tiempo en los marcos de un proceso dialéctico entre

lo particular y lo universal y mediado por lo diferente y diversos, aportó claves metodológicas

importantes para futuras aproximaciones al ser esencial de nuestra América.

210 A Carpentier 211 (...) lo real maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada

alteración de la realidad (el milagro), de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación

inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una ampliación

de las escalas y categorías de realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una exaltación

del espíritu que lo conduce a un modo de estado “límite” (Ibídem p.97). 212 Ibídem p. 99 213 “Lo real maravilloso (...) que defiendo, y es lo real maravilloso nuestro, es el que encontramos al

estado bruto, latente, omnipresente en todo lo latinoamericano. Aquí lo insólito es cotidiano, siempre

fue cotidiano” (a Carpentier. Razón de ser. Editorial Letras Cubanas, La Habana, l984. p.73.

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11.- Filosofía e identidad en el pensamiento de M. Vitier.

Medardo Vitier fue un gran maestro por vocación, oficio y misión. Se graduó

de maestro de la enseñanza primaria, más tarde se titula de Dr. En

Pedagogía en la Universidad de La Habana y realiza estudios de Litera

Española en la Universidad de Columbia, Estados Unidos. Ejerce como

docente en la Escuela Normal de Matanzas: Aquí su oficio y misión

encuentran concreción como Maestro de Maestros que sabe sembrar

semillas de cubanía y de humanidad.

En 1952 ocupa la cátedra de Historia de la Filosofía en la Universidad

Central de Las Villas. En esta institución desplegó una fructífera labor

magistral. Este centro de altos estudios le otorgó los títulos de profesor de

Mérito y de Dr. Honoris Causa en Filosofía por su magna investigación

sistemática sobre la cultura filosófica cubana.

En su magisterio se destaca como profesor de Cursos de Verano en la

Universidad de La Habana, Nuevo México y Puerto Rico. Miembro de

Número de la Academia Nacional de Artes y Letras, del Ateneo de La

Habana, de la Real Academia Española y de la Academia Nacional de

Ciencias de México.

En su actividad intelectual su figura emerge con fuerza, colabora en revistas

como El Fígaro, Cuba Contemporánea, Isla, Bimestre Cubana, Bohemia,

Revista Cubana y otros. Posee una vasta obra, entre las cuales sobresalen

“La ruta del sembrador; motivos de Literatura y filosofía, 192l; Varona,

Maestro de Juventudes, 1936, Enrique José Varona: su vida, su obra y su

influencia (conjuntamente con Elías Entralgo y Roberto Agramonte), l937;

Las ideas en Cuba, l938; La lección de Varona, l945; Del Ensayo Americano,

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l945; La filosofía en Cuba, l948; Martí estudio integral, l954; José de la Luz y

Caballero como educador, l957; Kant, iniciación en su filosofía, l950;

Valoraciones I y II, l960-1961214.

Según Salvador Bueno “, (...) podríamos dividir su producción en tres temas

principales: la preocupación hacia la vida intelectual cubana del siglo XIX,

especialmente sobre la figura de Enrique José Varona; segundo, su atención

a las letras hispanoamericanas, con preferencia hacia su novelística y su

ensayo y, por último, su interés por temas filósofos relacionados con la vida

humana, su formación ética y sus índices de conducta”215.

En todas partes su estilo transparenta su misión y oficio”(...) oscila entre las

dos apetencias de su actividad literaria: el aporte didáctico y el vuelo

ensayístico”216 es decir, a través de un discurso suscitador y pletórico de

enseñanzas y aperturas. Todo esto sobre la base de una cultura amplia que

denota maestría, profesionalidad y erudición.

En la historiografía filosófica del siglo XIX los aportes sistematizadores de

Medardo Vitier son extraordinarios y aún no han sido superados, a pesar de

valiosos intentos.... Un modo peculiar de enfoque - el sociocultural

antropológico- revela sus análisis en el tratamiento de figuras y épocas. No

se pierde el sentido totalizador ni la integración dialéctica en el movimiento

de las ideas, pues en su concepción los” movimientos ideales aparecen

concomitantes, cuando las realidades sociales y económicas en

desequilibrio, suscitan la crisis. Las doctrinas -enfatiza Vitier- no generan la

historia por sí solos, si bien acuden, a veces en razón a verificar las zonas

superiores del espíritu humano. Por eso el llamado “Materialismo Histórico,

214 Miguel Rojas Gómez: La permanencia de la filosofía de Medardo Vitier. Material manuscrito...p2 215 Salvador Bueno: Historia de la Literatura Cubana. Editora del Mined, La Habana, 1963, pp.381-

382. 216 Ibídem p.383

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tan en boga a virtud de las enseñanza de Carlos Marx, contiene mucho de

cierto “217.

Los estudios de Vitier sobre la egregia figura de Enrique José Varona,

devienen contribuciones a la cultura cubana, en la medida que penetran en

las múltiples facetas del intelectual cubano y sabe llegar al núcleo central de

su pensamiento y acción.

Sus obras “Las ideas en cuba (l937), La Filosofía en Cuba (1948) y “Martí,

estudio integral (l954), ponen de manifiesto estudios profundos sobre

personalidades del pensamiento cubano, así como la evolución de nuestro

pensamiento político, filosófico y literario en su movimiento de continuidad.

A pesar de que en la obra de M. Vitier, no es común encontrar el problema

de la formación nacional cubana, incluyendo su proceso identitario, como

tema especial, desde el punto de vista teórico-filosófico y pedagógico el

asunto es recurrente. Tanto en el análisis de figuras, como en el estudio de

la evolución de las ideas en Cuba, la identidad como expresión cultural del

ser esencial cubano es objeto de la reflexión discursiva del filósofo y

pedagogo cubano. Pero una identidad concebida como totalidad que

presupone la diferencia.

En Medardo Vitier, lo cubano y toda la cultura engendrada por la actividad

humana, en su totalidad aprehensiva define el ser esencial cubano. Ser

esencial, que en tanto “(...) naturaleza humana es tan rica en cualidades y

tan complicada, que necesita todos los cauces de la cultura para

revelarse”218.

Su filosofía humanista no sólo busca la identidad como pueblo y nación, sino

como creciente humanidad que presupone la primera. Su cosmovisión

217 M. Vitier: Las ideas en Cuba. En las ideas y la filosofía en Cuba p.72

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trasunta un humanismo racional que privilegia al hombre en su dimensión

axiológica.

En 1948 sus preocupaciones humanistas toman cuerpo en su artículo: Notas

sobre una formación humana, cuyas finalidades esenciales se dirigen a

cultivar “bondad genuina en el individuo y el pensamiento crítico frente a

hechos y doctrinas”219. Se trata de un programa de carácter sociocultural

antropológico, capaz de orientar la formación del hombre cubano. Por eso,

al reflexionar sobre el titulo:¿formación cultural? ¿Formación intelectual?, se

decide por formación humana, en tanto esto, lo humano, en su criterio,

cualifica la esencia verdadera del hombre bueno, digno, solidario y honesto.

Lo humano en Vitier es síntesis de múltiples aprehensiones éticas, estéticas,

políticas y culturales. Es el hombre en su plenitud humana cuyas acciones y

comportamientos no hacen más que perfeccionar una sólida cultura de los

sentimientos y la razón. Esto lo aprendió de Luz y Caballero, de Varona; de

Martí, de la tradición cubana y de la cultura universal en general de modo

original y creador.

Vitier no concibe la formación cubana, incluidos la conciencia y la memoria

histórica, al margen de la persona humana. El hombre, su humanidad,

encarnados en un sentido de la vida y apoyado en valores debe presidir el

proceso de desarrollo nacional; y la tradición como pivote alimentador del

presente y memoria histórica que lo actualiza y complementa se inserta al

ser nacional para cualificarlo en dirección al porvenir. Pero siempre teniendo

en cuenta que “(...) no es un compromiso total con el pasado para repetir y

perpetuar los criterios de antaño. Amar la tradición –recalca Vitier- no implica

adherirse sistemáticamente a las normas de períodos que tuvieron sus

problemas, muy diferentes de los nuestros. Significa sentir la continuidad de

los altas aspiraciones humanas y reconocer que ya antes que nosotros hubo

quienes se preocuparon por elevar la condición del país. Significa sentirnos

218 M. Vitier. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961 p. 178.

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ligados en el tiempo y en el propósito a una obra de salvación nacional,

aunque con medios distintos, y significa en fin, un tributo moral a la virtud de

los antepasados”220.

En la comprensión de la existencia cubana, del ser y su proyección hacia la

contemporaneidad, Vitier no separa la historia y la cultura. El devenir

humano, social en esencia, lo realiza el hombre concreto en su mundo

cotidiano y en sus aprehensiones teóricas y prácticas. La tradición media con

fuerza el proceso mismo. “De la tradición derivó Martí gran parte de su fuerza

apostólica y de su seguridad en el destino de Cuba221.

La tradición no es sólo recuerdo, es fuerza animadora de acción humana,

pues sin ella, los pueblos son “colectividades anónimas de la historia”222 que

están obligadas a un eterno comienzo. Y “Martí -señala Vitier- realizó una

Revolución consciente, porque se apoyaba en los antecedentes de la mejor

tradición cubana, tanto en lo cultural como en los intentos reformistas, y

(tratándose del 68) en la voluntad de Independencia.

“El, a su vez- enfatiza Vitier- se ha convertido en tradición, la alta, la pura, la

perenne, porque a más de los episodios de nueva temporalidad, contiene la

lección escrita capaz de vivificar virtudes dormidas. Y contiene más: la vida

misma del hombre, su sentido de la ciudadanía y de la misión humana en el

mundo.”223

La filosofía de M. Vitier, con sólidos fundamentos ético-humanistas capta el

ser esencial cubano en su movimiento histórico-cultural. Revela la esencia

misma del proceso y destaca los múltiples dimensiones en que se despliega.

219 M. Vitier: Notas sobre la formación humana. Revista cubana. Enero-dic. 1948 p. 132 220 Medardo Vitier.- Valoraciones I. Universidad Central de Las Villas, 1960, p. 246 221 Ibídem 222 Ibídem. 223 Ibídem p. 248

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No se queda en el pasado. Se dirige al presente con ímpetu de futuro.

Valora en su recto sentido la existencia cubana como un proceso infinito de

enriquecimiento humano. Se apoya en Martí para cualificar lo

sustancialmente humano que preside el desarrollo del hombre cubano y la

sociedad que construye. Destaca el lugar de la educación en la formación

humana. Una educación capaz de desarrollar la sensibilidad humana y con

ello, la revelación de valores, como “propensiones superiores del hombre”.

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12.-Gramsci y su intelección compleja de la Filosofía.

Gramsci fue un intelectual orgánico. Precisamente su organicidad como

hombre de pensamiento y acción se funda en un profundo conocimiento de

la Filosofía y la Historia y una extraordinaria sensibilidad cultural para captar

la realidad y sus necesidades con sentido político. En Filosofía, como en

otros ámbitos de la cultura la hondura de sus reflexiones deviene legado

necesario para la contemporaneidad.

Sus reflexiones críticas en torno a “El materialismo Histórico y la filosofía de

Benedetto Croce”, entre otros, contiene profundas ideas esenciales sobre el

devenir filosófico, sus determinaciones, condicionamientos y las múltiples

mediaciones en que se conforma y despliega. El filósofo marxista,

descontento con la concepción comúnmente aceptada de la historia de la

filosofía como historia de las ideas de los filósofos, expone un conjunto de

tesis sustancialmente enriquecedoras. Entre otras, sobresale la connotación

sociocultural antropológica que imprime Gramsci a la historia de la filosofía.

En su intelección la historia de la filosofía no es sólo historia del

conocimiento, sino historia de la actividad humana -que incluye momentos de

carácter gnoseológico, axiológico, práctico y comunicativo- encarnada en la

cultura. En este sentido, hacer historia de la filosofía, es al mismo tiempo

hacer historia del despliegue cultural del hombre en las varias expresiones

de su ser esencial, sintetizados en la “historia concreta y completa (integral)

(....) y sus formas diversas de combinación ideológica”.224

Ante las preguntas ¿Qué es preciso entender por filosofía, por filosofía de

una época histórica? Y ¿Cuál es la importancia y el significado de la filosofía,

de los filósofos en cada una de tales épocas?, la revelación Gramsciana y su

agudo discernimiento resultan extraordinariamente sugerentes, tanto por los

problemas que aborda, como por el espíritu escrutador que conduce el

224 A. Gramsci.- El materialismo Histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Edición Revolucionaria.

T.1. La Habana 1966,p.30.

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razonamiento. “Desde el punto de vista que nos interesa, el estudio de la

historia y la lógica de las diversas filosofías no es suficiente. Por lo menos

como orientación metodológica, -enfatiza el comunista italiano- es preciso

atraer la atención hacia otras partes de la historia de la filosofía, esto es,

hacia las concepciones del mundo de las grandes masas, hacia los más

estrechos grupos dirigentes (o intelectuales) y, finalmente, hacia las

relaciones existentes entre estos distintos complejos culturales y la filosofía

de los filósofos. La filosofía de una época no es la filosofía de tal o cual

filósofo, de tal o cual grupo de intelectuales, de tal o cual sector de las masas

populares: es la combinación de todos estos momentos, que culmina en una

determinada dirección y en la cual, esa culminación se torna norma de

acción colectiva..”225

Hay una dialéctica inmanente en las concepciones histórico - filosóficas de A.

Gramsci que recoge esencialmente lo más valioso aportado por el marxismo

y otras corrientes del pensamiento universal. Una dialéctica con sentido

integrador y voluntad cultural que no admite la filosofía como puro pensar de

hombre iluminado con espíritu de profeta. En su concepción, la filosofía

como actividad humana y resultado de ella, encarna la cultura en sus

expresiones económicas, políticas, jurídicas, éticas, estéticas, etc. y en los

niveles cotidianos, psicológicos e ideológicos, integrados en una especial

concepción del mundo que da cuenta de la existencia humana en su devenir

progresivo en la historia. Por ello, explica Gramsci: “la filosofía de una época

histórica no es, por consiguiente, otra cosa que la “historia” de dicha época

(...) Historia y filosofía son indispensable, en ese sentido forman un

bloque”226. Un bloque en tanto formas diversas de “combinación

ideológica”227 que compendia a manera de síntesis” (...) los elementos

filosóficos propiamente dichos, en todos sus diversos grados: como filosofía

225 Ibidem 226 Ibidem 227 Ibidem

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de los filósofos, como concepciones de los grupos dirigentes (culturales

filosóficas) y como religiones de las grandes masas (....)”228.

Gramsci no niega el valor de la filosofía de los filósofos,229 lo que sí rechaza

es que se eleve y estatuya como única filosofía, al margen de sus fuentes

nutricias (realidad, cultura, formas ideológicas) y los otros saberes

producidos por las masas en sus diversas manifestaciones, que en última

instancia, todos conforman la totalidad filosófica en forma de concepción del

mundo.

Al mismo tiempo, concibe la importancia histórica de una filosofía por la “(....)

eficiencia “práctica” que ha logrado ( y “ práctica” debe ser entendido en

sentido amplio). Si es verdad que toda filosofía es la expresión de una

sociedad. -enfatiza Gramsci- debería reaccionar sobre la sociedad,

determinar ciertos efectos, positivos y negativos. La medida en que

reacciona es la medida de su importancia histórica, de su no ser

“lucubración” individual, sino hecho histórico”.230

El filósofo de la praxis exige a la filosofía y a su movimiento histórico, ser

conciencia crítica, si quiere cumplir la función de autoconciencia de la cultura

y fermento epocal; y al filósofo, ser un hombre comprometido con su tiempo

si desea seguir los latidos de la realidad y nutrirse de su savia histórica. De

lo contrario, habrá filosofía, pero estéril y huérfana de identidad, es decir,

carente de numen creador y vocación universalizadora. Una historia de la

filosofía en el sentido gramsciano debe ser una empresa cultural, sin

reducirse a una historia de la cultura. Una historia capaz de reflejar el devenir

humano, conceptualmente estructurado y en su naturaleza sistémico-

procesual”, (....) como lucha cultural por transformar la mentalidad popular y

difundir las innovaciones filosóficas que demuestren ser “históricamente

verdaderas (....) 231

228 Ibidem 229 Ibidem 230 Ibidem. pp.31-32 231 Ibidem. p. 33

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Se trata además de una intelección con elan sociocultural antropológico, que

sin convertirse en historia antropológica, hace del hombre y su subjetividad,

centro del quehacer histórico-filosófico. Pero no del hombre concebido

abstractamente, sino del hombre real, cuya esencia, concreta las relaciones

sociales formadas en el praxis. Esta concepción, sí bien está presente en el

legado marxista, Gramsci lo enriquece con su aprehensión de la relación

base -superestructura como bloque histórico y la dimensión cultural de la

filosofía en su historia.

En la obra de Gramsci, la filosofía es producción espiritual del hombre que

sin perder su espíritu cogitativo integrador, asciende de la realidad y

desciende a ella para subvertir el presente y preludiar el futuro

creadoramente. Según su criterio, “hasta la filosofía clásica alemana, la

filosofía fue concebida como una actividad receptiva, a lo sumo, ordenadora;

es decir, fue concebida como el conocimiento de un mecanismo que funciona

objetivamente fuera del hombre. “232 Sin embargo la filosofía de la praxis

sobre la base de los aportes de la filosofía clásica alemana” (...) plantea la

inexistencia de una “realidad” fija por sí misma, sino solamente en relación

histórica con los hombres que la modifican, etc. 233

Las premisas gramscianas de partida sirven de pivoles teórico-prácticos para

nuevos discernimientos de las mediaciones internas y externas de la filosofía

y su naturaleza específica. El gran teórico marxista penetra con audacia en

el proceso interno de la filosofía y revela múltiples aristas ínsitas en su lógica

especial, pero no se queda aquí. Distingue la filosofía especializada, de

elaboración individual y sistemática, de la propia del sentido común. Muestra

el momento de negación o superación dialéctica de ambas y sus recíprocas

implicaciones a partir de la filosofía de la praxis que asume como resultado

superado de la cultura antecedente y superador del mundo cultural existente

232 Ibídem . p. 31

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y sus expresiones en el sentido común que profesan las grandes masas.

Sencillamente, “en la filosofía sobresalen especialmente los caracteres de la

elaboración individual del pensamiento; en el sentido común, en cambio, los

caracteres difusos y dispersos de un pensamiento genérico de cierta época y

de cierto ambiente popular. Pero toda filosofía - continúa Gramsci- tiende a

convertirse en sentido común de un ambiente, si bien restringido (de todos

los intelectuales). Se trata por lo tanto, de elaborar una “filosofía que,

teniendo ya difusión o difusividad por encontrarse conectada a la vida

práctica, implícita en ella, se convierta en un renovado sentido común, con la

coherencia y el nervio de los filosóficos individuales. Esto no puede lograrse

si no se siente permanentemente la exigencia del contacto cultural con los

“simples”234

Sólo en esta dirección, en opinión de Gramsci, la filosofía deviene realidad,

deviene “histórica”, se depura de los elementos intelectualistas de naturaleza

individual y se hace vida”235.

En su concepción, estos propósitos están contenidos en la filosofía marxista

y debe asumirlos con eficacia, en tanto filosofa de la praxis, devenida

autoconciencia crítica de la cultura, pues (...) en el trabajo de elaboración de

un pensamiento superior al sentido común y científicamente coherente, no se

olvida jamás de mantener el contacto con los “simples” y, antes bien halla en

dicho contacto la fuente de los problemas que estudiar y resolver”236.

En sus apuntes para una introducción y una iniciación en el estudio de la

Filosofía y de la Historia de la cultura, además de enfatiza la función

cosmovisiva de la filosofía y por extensión la demostración de su tesis de que

todos los hombres son “filósofos”, expone ideas sugerentes: “ Hay que

destruir el prejuicio muy difundido de que la filosofía es algo muy difícil por el

233 Ibidem. 234 Ibidem. P. 18 235 Ibidem 236 Ibidem p.17

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hecho de que es la actividad intelectual propia de una determinada categoría

de científicos especialistas o de filósofos profesionales y sistemático. “Por lo

tanto, hay que demostrar preliminarmente que todos los hombres son

“filósofos “, defendiendo los límites y las características de esta “filosofía

espontánea, propia de “todo el mundo”, esto es de la filosofía que esta

contenida: 1) en el lenguaje mismo, que es un conjunto de nociones y de

conceptos determinados y no solamente de palabras gramaticalmente vacías

de contenido; 2) en el sentido común y buen sentido; 3) en la religión

popular y por lo tanto en todo el sistema de creencias, supersticiones,

opiniones, modos de ver y actuar que se revelan en aquello que

generalmente se llama “folklore”.237

El filosofo de la praxis, revela filosofía-sentido cosmovisivo-en el lenguaje, en

el sentido común y buen sentido y en la religión popular y todos los sistemas

de creencias, subrayando las funciones criticas, metodológica y práctica de

la filosofía, en tanto aprehensión práctico- espiritual de la realidad por el

hombre.

Apela al “conócete a ti mismo socrático, como proceso iniciador de todo

filosofar. Destaca el valor del lenguaje y su contenido filosófico-cultural.

Muestra la conexión entre el sentido común, la religión y la filosofía, y

establece diferencias. “La filosofía es la crítica y la superación de la religión

y del sentido común y en ese sentido coincide con el “buen sentido” que se

contrapone el sentido común”238

Niega la existencia de una filosofía en general. En su criterio “existen

diversas filosofía o concepciones del mundo y siempre se hace una elección

entre ellos.”239 Se opone a separar a la filosofía política, pues” (...) la elección

237 Gramsci, A. Cuadernos de la Cárcel 4. Ediciones Era, S.A. México, 1986,p.245 238 Ibidem p. 247 239 Ibidem.

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y la crítica de una concepción del mundo es, también ello, un hecho

político”240

Es indudable que estamos en presencia de un rico legado teórico-

metodológico gramsciano en torno a la filosofía. Una herencia poco

aprovechada por los historiadores y profesores de la filosofía. Este trabajo

no agota la multiplicidad de contribuciones al tema objeto de estudio. Sólo

se aproxima a algunos que requieren de sistematización y despliegue; y

otros, ni apenas se esbozan. Ambos forma parte de un proyectado libro que

espero sea realizado.

Particularmente, las sabias reflexiones de Gramsci, como historiador de la

filosofía marxista exigen especial atención. Su labor creadora como crítico de

las tergiversaciones del marxismo resulta de gran valía y transcienden

nuestro tiempo. Sus notas críticas sobre una tentativa de “Ensayo Popular

de Sociología”, por sí solas muestran la riqueza dialéctica del marxismo de

Gramsci, en oposición a las tendencias de corte dogmático y positivista que

se hacen llamar marxistas. Su trabajo sobre “Problemas para el estudio de

la filosofía de la praxis”, aporta varias ideas para la comprensión del

marxismo en su génesis y desarrollo y como proceso de continuidad y

ruptura que corona una nueva cultura que hace patente el valor del hombre,

y la subjetividad humana en la radiación social.

En fin, la obra de Gramsci tiene mucho que hacer en los tiempos que corren.

La riqueza conceptual metodológica, teórica y práctica en sus concepciones

filosóficas es imprescindible, tanto para el estudio de la filosofía en general,

como para la historia de la filosofía marxista en particular.

En los momentos actuales, cuando la realidad sólo es registrable y

aprehensible en su complejidad, se exige de un pensamiento complejo con

posibilidades infinitas de asumir lo esencial sin ignorar los detalles. Un

240 Ibidem p.248

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pensamiento encarnado en la historia y la cultura, con fuertes raíces

identitarias y vocación ecuménica. Aún Gramsci tiene mucho que decir,

aunque lo dicho sean simples sugerencias, pero con luz de estrellas y

cargadas de utopías.

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13.- Platón y su visión compleja del filosofar.

Platón de Atenas (427-347 a.n.e.), representa una excelsa figura de la

filosofía clásica griega. De origen noble y discípulo de Sócrates (469-399

a.n.e), desarrolló un sistema filosófico idealista, cuyos temas principales

refieren a cuestiones ontológicas gnoseológicas, políticas y éticas. Hace

objeto de su análisis el ser, el mundo y su origen, el alma y el conocimiento,

incluido el matemático, la sociedad, la división del trabajo, el arte, la

educación. Como su maestro, Sócrates, las categorías verdad, belleza y

bien, ocupan un lugar central en su discurso filosófico, y en su despliegue se

convierten e identifican recíprocamente.

En su sistema filosófico su teoría de las ideas o especies, ocupa un lugar

central, así como el conocimiento que concibe como recuerdo.

En su filosofía, el mundo verdaderamente existente es el de las ideas, en

tanto estable y esencial. El mundo de las cosas sensibles resulta cambiante,

inestable y falso. Su esencia auténtica, sus causas son las formas

incorpóreas no sensibles, captadas por la mente, es decir las ideas o

especies. A cada clase o grupo de objetos sensibles corresponde en el

mundo no sensible (incorpóreo) una determinada especie o idea. Las ideas

son causas, modelos, según las cuales los objetos sensibles fueron creados,

fines a que aspira lo sensorialmente existente.

Las ideas son el ser y condicionan a las cosas, pero dado el carácter

cambiante pasajero de estos últimos, para poderlos explicar, requieren del no

ser (materia), es decir, del ámbito que integra el movimiento y cambio

existentes. Así, las especies se proyectan en la materia y se transforman en

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la diversidad de cosas sensibles, diferenciadas entre sí por el lugar que

ocupan en el espacio.

Las ideas (especies) son modelos o arquetipos de las cosas. El mundo

sensorialmente perceptible resulta el dominio intermedio entre el ser (ideas) y

el no ser (materia). Lo que tienen del ser se lo proporcionan las especies,

como sus causas y demiurgo y su carácter perecedero, mutable le está dado

por sus nexos con el “no ser” (materia)

Establece al mismo tiempo una jerarquía entre las ideas, semejante a una

pirámide, en cuya cúspide se encuentra la idea del bien, que condiciona el

conocimiento y la existencia de los objetos.

Su teoría de las ideas tiene por base desde el punto de vista ontológico y

gnoseológico la teleología y el a priorismo. Se trata de una doctrina, donde

las ideas o especies existen a priori y llevan en sí un fin inmanente que

condiciona el devenir de lo sensorialmente perceptible.

El saber no es un resultado de la relación sujeto objeto, mediado por la

actividad humana, sino recuerdo (anamnesis). Sencillamente el alma ante de

encarnarse en los objetos permaneció en el cielo y contempló la existencia

real. Al unirse con el cuerpo olvida cuanto sabía, pero continúa guardando en

la memoria lo que antes contempló. La aprehensión de los objetos

materiales, de la realidad, resulta entonces, recuerdo de los conocimientos

olvidados. En fin de las ideas o especies (no olvidar la crítica de Aristóteles a

la teoría de las ideas de Platón).

Las ideas son conocidas por la intuición de la mente y las cosas sensoriales

se reflejan en las opiniones, no son conocimiento verdadero. Los objetos

matemáticos se perciben a través de la reflexión.

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Si bien Platón, bajo la influencia de los eleatas define el ser auténtico, como

idéntico e inmutable, en su madurez -recordemos los diálogos Sofista y

Parménides, asume de que los géneros supremos- el ser, el movimiento, el

reposo, la identidad y el cambio, son al mismo tiempo lo uno y lo otro, son y

no son, igual y no igual a sí mismo. Admite ahora la contradicción, pero la

reduce a la opinión y la ubica en la parte inferior del alma, sin embargo, es

condición necesaria que impulsa al alma a la reflexión. Este proceso lo

denomina dialéctica, es decir, el arte de mover a la reflexión, revelando las

contradicciones que le son inmanentes, propios, en las representaciones y

opiniones.

Sin embargo, “la dialéctica consistirá en el ejercicio paciente y riguroso que

permitirá pasar de los nombres a las realidades, de la opinión a la ciencia, no

modificando las formulaciones de la teoría, sino transformando la actitud del

individuo frente a los contenidos de esas formulaciones. Es la transición de

la creencia al saber. Es en este sentido en el que el Parménides constituiría

el punto culminante de una confluencia entre la purificación del sujeto y la

pureza del objeto que Platón había buscado a través de diálogos como el

Fedro, el Banquete o el Fedón. 241

Y es que Platón, en su afán filosófico, sus aprehensiones críticas, devienen

síntesis filosóficas desplegadas en forma de hipótesis dialógicas y críticas

que ascienden y superan su propio objeto.

Respecto a la esperanza de una vida más allá de la muerte. Según Pérez

Ruiz “Platón ve íntimamente ligadas la existencia después de la muerte y la

vida filosófica antes de ella. Para él una vida así es inconcebible sin un

horizonte que supere el límite de la muerte (…) la necesidad de tomar en

serio la vida filosófica no es una mera consecuencia de la existencia de la

otra vida. Esa necesidad es algo que se le impone directamente, pero al

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mismo tiempo es algo que sólo se puede explicar verdaderamente con ese

horizonte trascendente. Así pasa tanto respecto del conocimiento de la

verdad como de la práctica de la virtud, aunque de formas distintas. Un ser

que se siente llamado a buscar la verdad con una plenitud imposible en esta

vida es un ser que tiene un horizonte que supera los límites de esta vida y

en su búsqueda sincera de la verdad afirma existencialmente la realidad del

horizonte que hace posible esa búsqueda. Respecto de la virtud ha insistido

Platón con toda fuerza en el desinterés completo al practicarla, pero al

mismo tiempo ha visto la imposibilidad de un divorcio definitivo entre virtud y

felicidad. No ha afirmado la retribución inmediata en esta vida. Esta

afirmación con experiencias concretas que él conocía y además pondría

fácilmente en peligro el desinterés de la virtud. Contra la retribución

trascendente de que él nos habla no valen esas objeciones.....Platón sabe

que esa realización tiene que ser fruto de la vida que se lleva en este mundo

y por eso lo que aconseja no es simplemente huir de él, sino adornar al alma

con los verdaderas virtudes viviendo como se debe “.242

El filosofar de Platón y su concepción de la filosofía no es tan abstracto como

a veces se entiende. Vio con profundidad su tiempo histórico y expuso

conclusiones metafísicas profundas que hicieron de su obra fuente

imprescindible del decursar filosófico subsiguiente, incluyendo la

modernidad.

En su filosofía se percibe la decepción y el desencanto. El programa ético de

Sócrates no se había realizado, la corrupción desintegra la polis. Funda la

academia y se refugia con sus discípulos a hacer filosofía para salvar al

individuo. Tres doctrinas fundamentales revela su filosofar: la trasmigración

241 J. Lorite Mena. Las dificultades del Parménides y la síntesis metafísica de Platón. Revista Pensamiento No. 167. Vol.42, 1986, Madrid, España, pp.268-269. 242 F. Pérez Ruiz- Esperanza de una vida más allá de la muerte. El problema del Fedón reexaminado. Revista Pensamiento No. 153. Vol. 39.1983, Madrid, España. p.33.

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de las almas, la teoría que ve en el cuerpo una cárcel del alma, y la teoría de

la reminiscencia.243

En su concepción, el amor (Eros) por la belleza conduce al hombre al mundo

de las ideas, a la belleza misma. “La filosofía es esto, un amor, un afán

siempre creciente de saber. El amor es una fuerza intermedia entre el mundo

terrestre y el mundo de las ideas, una especie de dominio entre lo humano y

lo divino. Debido a que en el hombre habita el Eros, este puede ascender

hasta el mundo de los dioses. El amor es el camino que conduce hacia el

mundo ideal.244

Las decepciones políticas no logran matar la razón utópica de Platón. En la

academia su filosofar sigue cultivando la espiritualidad, como único medio de

salvación del hombre. “Habiendo abandonado las solicitudes humanas,- dirá

en el Fedro- atento a las cosas divinas, el vulgo se mofa de él como de un

loco, sin advertir que se halla poseído por Dios”.245

Concibe la sabiduría y el bien como las cosas más bellas del mundo, y al

filósofo como al más afanoso en su búsqueda, por haber dominado el mundo

de los apetitos y dirigirse al de las ideas para su salvación. El fin de la

República será un proyecto educativo de salvación individual.

La filosofía, como la más alta ascensión de la personalidad y la sociedad

humana por medio de la sabiduría, será su capital instrumento. Y su principal

principio de búsqueda: el sumo bien, idea suprema de su jerarquía piramidal,

coincidente con la verdad y la belleza, en tanto ser.

Erróneamente, a veces se ha intentado reducir al extremo, la concepción

platónica del ejercicio del filosofar. No se debe olvidar que el amor por la

243 Ver, Leopoldo Zea. Introducción a la filosofía UNAM, México, 1991, p.107. 244 Ibidem,p.109 245 Ibídem.

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sabiduría -en el sentido socrático que asume Platón- encierra un extenso

universo con inusitada hondura. Según Abbagnano- gran autoridad en el

tema - “el concepto platónico del filosofar es el más alto y más amplio que se

haya nunca afirmado en la historia de la filosofía. Fuera de él no hay ninguna

actividad humana. Platón quiere que la búsqueda se extienda “a las figuras

rectas o circulares y a los colores, al bien, a lo bello y a lo justo, a todo

cuerpo artificial o natural, al fuego, al agua y a todas las cosas del mismo

género, a cualquier especie del ser viviente, a la conducta del alma, a las

acciones y a las pasiones de cualquier suerte” (342b). Y de toda cosa

precisará conocer lo verdadero y lo falso, porque únicamente de su

confrontación podrá sacarse la verdad del ser (344b). La indagación en que

el filosofar se realiza no consiste en la formulación de una doctrina: Cualquier

tarea humana ofrece al hombre la posibilidad de alcanzar la verdad y

juntarse con el ser”.246

Para Platón, el ejercicio del filosofar se despliega en todos las vertientes del

Universo y del cosmos humano. Lleva implícito la razón utópica, el carácter

crítico, la solidaridad, la tolerancia, el sacrificio desinteresado, la libertad, y la

sinceridad (...) La indagación no puede desenvolverse en el mundo cerrado

de la individualidad. Es obra de hombres que “viven juntos” y “discuten con

benevolencia”, sin permitir que la envidia les sugiera las preguntas y las

respuestas. Supone, en consecuencia, el abandono de la pretensión de

creerse en posesión de la verdad y de no creer aprender nada de los

demás, la sinceridad consigo mismo y con los demás y el esfuerzo solidario.

El filosofar no es una actividad que encierre al individuo en sí mismo, antes

bien, es la vida que le abre a los demás y le armoniza con los demás. Por

eso el filosofar no es sólo inteligencia, sino también, saber de vida, saber

vital. (...) El ser, objeto último de la indagación, haciendo converger hacia sí

246 N. Abbagnano.-Historia de la Filosofía. Tomo 1 Edit. De C. Sociales, La Habana, 1971, p.96.

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como a un centro único de los esfuerzos individuales, determina la

solidaridad libre y laborante de los individuos”.247

En Platón el ejercicio del filosofar no excluye ninguna arista del universo y el

hombre. No se trata de una ciencia objetiva, sino, (...) del problema mismo

que la ciencia es para el hombre (...), vuelve así, hacia el fin de su vida, al

problema de Sócrates: el problema de hallar para el hombre el camino de

acceso a la ciencia, y, a través de la ciencia, al ser en sí ‘248.

Hoy, cuando tantas voces exigen a la filosofía ser autoconciencia teórica de

la realidad epocal, histórico-cultural, cuyo filosofar sea síntesis concreta de

conocimiento, valor, praxis y comunicación, la obra de Platón sigue

alumbrando como símbolo de obligatoria referencia. Su filosofar que no

separó conocimiento y valor e hizo de la bondad, la verdad y la belleza una

indisoluble unidad para la ascensión humana, dijo mucho y continúa

diciendo.

247 Ibídem.

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14.- El ensayo com literatura de ideas, en Marinello.

La gran obra no se cualifica por la dimensión cuantitativa de

conocimientos e información, sino ante todo por lo que dice y suscita

para el presente y la posteridad. Precisamente el ensayismo Marinelliano

hizo mucho y dijo más…

Se trata de un ensayismo ansioso de humanidad, que no da la espalda al

drama humano, porque está consciente que la cultura es por antonomasia

sensibilidad humana y rica espiritualidad para bien del hombre.

La concepción de la cultura como ser esencial del hombre y medida de

su ascensión humana, acompaña como “duende”inquieto los ensayos de

Marinello. Son en sí mismos vuelos cogitativos en perenne búsqueda de

bondad, verdad y belleza, Relámpagos iluminadores desplegados con

fuerza en el espacio para captar horizontes que esperan, desesperan y

guían lo porvenir que queremos y preludiamos.

El ensayo, como literatura de ideas, es en Marinello, su oficio vital como

escritor, coloreado por una misión redentora que lo convierte en letra con

filo. Un ejercicio meditador que fluye sin cesar por cauces insospechados

y tortuosos en pos de alumbrar, más que cerrar.

Es un discurso buscador, abierto, que con infinita fidelidad al género, no

dispone, no impone, sino propone para poner, agregar, añadir y decir,

siendo. Por eso, más que el tratamiento sistemático del tema, el contenido

se impregna de subjetividad y sello personal.

248 Ibídem, pág. 94

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Pensar la subjetividad, dando riendas sueltas al espíritu, es constante

vocación del ensayismo de Marinello. Por eso pensó bien a Martí y con

hondura accedió a su “selva” de ideas y premoniciones.

La ensayística marinelliana es amplia, vasta y exuberante, pero donde

más frutos aporta, en mi criterio, es en la revelación de Martí como

totalidad trascendente. Es aquí donde se hará énfasis especial.

En correspondencia con lo anterior, este ensayo dirige su atención

particular a dos momentos esenciales, a saber:

.

*La especificidad de la ensayística marinelliana.

*Y su rica concreción en “Martí, escritor americano”.

Este ensayo no pretende agotar un tema tan rico en aprehensiones, pues

su intento mismo, ipso facto, lo descalificaría como tal. Es sólo una

búsqueda que propone (…) para acercarnos a la “selva” ensayística del

grande martiano.

I. El ejercicio ensayístico como misión y oficio.

El ejercicio ensayístico de Marinello abre camino, porque es

camino mismo, no término. Alumbra, porque es luz en sí mismo.

Penetra con hondura, porque va a la raíz del hombre con ímpetu

cultural.

En su obra no concibe el oficio y la misión del hombre separados.

Eso explica por qué asume el ensayo como literatura de ideas. Si

bien sobresale como poeta de alto vuelo, el ensayo le brinda más

posibilidades para unir en un solo haz la política y la literatura. Por

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eso ante la afirmación de Luis Báez: “Posteriormente usted deriva

hacia el ensayo”, Marinello responde: “El introducirme más

profundamente en las luchas políticas, lógicamente, me tiene que

inclinar o me tiene que acercar al conocimiento de problemas

sociales, políticos, de otro tipo. Es decir, problemas que tienen

una mayor magnitud de meditación que de inspiración.

Entonces ya parece natural que vaya derivando, como muchos de

los escritores de mi tiempo, hacia el ensayo. El ensayo ha sido,

después, la forma permanente de expresarme; porque encontré

en él, debo decirlo, algo así como la unión de la preocupación por

los problemas de nuestro tiempo con la inclinación por el trabajo

literario.

Es una cosa muy explicable. Esos ensayos- continúa Marinello-

han sido biografías, recuerdos de hombres notables, sobre

problemas sociales, políticos, y, claro, más que todo, sobre

problemas de la actividad de creación literaria, de crítica literaria.

Porque en ello se combina la necesidad de expresar criterios

sobre problemas vitales de la literatura de nuestro tiempo, en la

que coinciden la preocupación política con la inclinación hacia la

expresión artística”249

Se trata de un ensayismo comprometido, cuyo autor no desdeña

su oficio como literato, sino que lo une a la política, en tanto

misión humana redentora. En esto hay mucho de Martí, pues el

tema de la unidad misión- oficio, es recurrente en la revelación

martiana de Marinello. Es difícil encontrar un trabajo suyo sobre

249 En Luis Báez. Memoria Inédita. Conversaciones con Juan Marinello. Editorial SI- MAR, S.A., La

Habana, 1995, p. 117.

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Martí, donde no haga énfasis en esta arista del pensamiento del

Apóstol.

Es que la propia condición de hombre250 en la concepción de

Marinello se funda en el “mirar” el entorno con ojos humanos, en

no hacer de su oficio sólo un medio de vida, al margen de la

sociedad y sus problemas. Para Marinello, evadir la realidad

dramática del hombre, en provecho propio, es traicionarse a sí

mismo como hombre. Es negar su propia naturaleza cultural y

humana.

Su ensayística, independientemente del tema que trate, no olvida

al hombre. Su método sociocultural antropológico, nacido en

agónicas batallas, determina un color especial a su discurso, y

Martí y la realidad nacional son sus fuentes nutrientes principales.

Su referencia a Martí da cuenta de ello: “¿Se sobrepone el

Apóstol al genio?”¿Hubiera sido genial Martí sin vaciar su fuerza

inigualada en un empeño apostólico? Lo que en último término

maravilla en él no es su obra de escritor, de orador, de poeta, sino

la capacidad egregia para adecuar esa obra a la obtención, a la

realización práctica, de un ideal (…) Por un momento parece que

vive en Martí el postulado gordiano, la conciencia de la imposible

exteriorización del momento poético. Pero coloca bien pronto

frente al secreto impenetrable e ilimitado del grande artista, el

secreto también oculto, también inmensurable, de los

250 “En Mariátegui la obra intelectual no puede ser cosa inseparable de su presencia, porque él estaba

en su obra y su presencia empieza ahora. Por venir de su aliento de hombre su palabra nació con

piernas incansables. Como toda palabra transida de humanidad y codiciosa de porvenir será la suya

viva y reciente cuando ya no diga la verdad” (Marinello, Juan. El Amauta José Carlos Mariátegui.

Revista de Avance. Prólogo y selección de Martín Casanova. Colección Órbita. La Habana, 1972, p.

351.

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pueblos.”Ellos leen lo que no se escribe-dice-,. Ellos oyen lo que

no se habla”. Y si para él no tiene significado la vida que no se

vierte en la de los demás y había dicho “que el deber de un

hombre está allí donde es más útil”, el poeta queda forzado,

fatalmente, a proyectar su obra en bien del mundo”251.

Este modo de concebir en el hombre, la misión y el oficio en

estrecha unidad, imprime un numen especial al ensayismo de

Marinello. El discurso se torna humanista por excelencia y los

valores, insertados en la cultura, encauzan sus aprehensiones y

discernimientos por nobles propósitos. Sencillamente, es el

hombre, pensando al hombre a través de la axiología de la acción,

que a veces con ribete agónico y dramático, hace del deber, su

consagración humana, y al hombre mismo, eterna vocación de

servicio. Así, dirá de Mariátegui “Mariátegui fue un hombre

dramático en un coro de hombres trágicos. Afirmó mientras todos

dudaban. De ahí su fuerza. Hundió las manos con dolor de

creación en carne angustiosa. De las palpitaciones de esa carne

hizo su ritmo. De ahí la validez permanente de su mensaje (…) La

virtud dramática de Mariátegui lo cambia de artista en político (…)

Para Mariátegui no habrá arte nuevo sino arte actual, es decir,

revolucionario. Arte en que se traduzca adecuadamente la

inquietud política y el anhelo social”252.

Lo que dijo con su prosa poética sobre Mariátegui, le es aplicable

a él. Su mensaje también es y será de validez permanente. Su

discurso abierto, el relieve de las ideas, el tono conceptual y

251 Marinello, Juan.”El poeta José Martí”. En Revista de Avance.Prólogo y selección de Martín

Casanova. Colección Órbita. La Habana, 1972, p. 294. 252 Marinello, Juan. El Amauta José Carlos Mariátegui. Obra y Edición citada, pp.354- 355.

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metafórico de su decir, la búsqueda constante del alma humana,

el estilo subjetivo- no subjetivista - con que discurren sus

discernimientos, para atrapar la trama humana y buscar salida al

drama del hombre, hacen del ensayismo de Marinello un cosmos

inagotable de riqueza aprehensiva. Un discurso complejo, en pos

de la subjetividad humana.

II. “Martí, escritor americano”, como ensayo de ensayos.

“Martí, escritor americano””, la obra cumbre de Marinello, según

José A. Portuondo, consagra a su autor como el martiano mayor.

Al ensayista de profundo pensamiento y sensibilidad, que con

miraje de hondura y alto vuelo revelador, descubre en la “selva”

del Maestro una trinchera de ideas para todos los tiempos. “Frente

a las magnas tareas presentes cobra suprema actualidad aquella

estampa en que Martí dibuja al escritor cabal que ha de nacerle a

sus pueblos: “Así digno y libre, independiente y sabio, conocedor

de los demás y de sí mismo, a la par instruido de inspirado, así ha

de ser el que en nuestros días quiera robar una estrella más al

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cielo para dejarla en la tierra perpetuamente unida a su nombre”.

Admitamos la sentencia, de lindo romanticismo martiense, y

fijemos los ojos en los fundamentos de su mandato. Sigámoslo en

su advertencia dialéctica que ordenaba seguir los rumores del

tiempo, superando los rumores vencidos”253.

Un discurso proteico, expresado en imágenes conceptuales o en

conceptos ansiosos de vuelo, presente en la totalidad de la

ensayística de Marinello, cobra relieve destacado en “Martí,

escritor americano”. Ensayo de ensayos, capaz de pensar la

subjetividad del Maestro en su profunda intimidad, y revelar en

ella, todo un universo pletórico de bondad, verdad y belleza, y al

mismo tiempo, al hombre de pensamiento y acción.

En “Martí, escritor americano”, la crítica literaria y el ensayo, a

veces marchan unidos- no olvidar que los límites genéricos son

relativos-, pero se impone con soberana autonomía el segundo.

El tema central es Martí254, y el Modernismo, una mediación

esencial que le sirve de base para revelar las esencias martianas.

Un discernimiento de aprehensiones varias, cuya primera parte

253 Marinello, J. J. Martí, escritor americano. Imprenta de Cuba, La Habana, 1962, pp. 326-327.

254 “En estas páginas, llenas de viva significaciones para la América española, el gran escritor Juan

Marinello (…) realiza con hondura y sensibilidad uno de los estudios más lúcidos y enjundiosos de

cuantos se han intentado sobre la obra literaria de Martí. Particularmente, por lo que toca a las

relaciones de dicha obra con el fenómeno o movimiento denominado Modernismo, que tan acusadas

personalidades produjo en este continente y tan dilatadas repercusiones tuvo en todo el mundo de habla

española, el estudio de Marinello contiene juicios, ideas y sugestiones que, desde muchos puntos de

vista, podemos considerar como nuevos y muy originales. Por ello mismo, tales aportaciones elevan y

vivifican el vasto caudal de la crítica literaria en América, en cuanto atañe, no sólo a Martí y sus

contemporáneos, sino a un más conjunto de autores, obras, escuelas y tendencias, hasta llegar hasta

nuestros días”( Juan Rejano. Marinello, interprete de Martí. En Martí, escritor americano.

Contraportada. Obra y edición citadas).

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descubre la relación de Martí con las literaturas europeas,

particularmente la española y la francesa, incluyendo las

influencias francesas en los escritores de América. También su

agudo análisis se detiene en la búsqueda de un camino propio

americano, la especificidad de la poesía lírica del Apóstol y con

acento especial, lo que diferencia a Martí del Modernismo255.

En la segunda parte, la personalidad de Martí, en sus

dimensiones varias, es objeto central de la ensayística

marinelliana. Énfasis especial adquiere la dilucidación de las

causas principales que distinguen a Martí del esteticismo

abstracto del Modernismo o de algunos modernistas, porque

Marinello también establece diferencias. Aborda a Martí como un

creador de inusitada genialidad literaria, comprometido con el

destino del hombre, y las consecuencias que se derivan de dicho

proceder revolucionario para su magna obra con ansia de altura.

Sin embargo, mi propósito no es adentrarme en la polémica Martí-

Modernismo, pues aunque no acabada, mucho se ha dicho y

hecho después de escribirse “Martí, escritor americano”,

incluyendo al propio autor. El objetivo es otro: revelar la grandeza

ensayística en esta obra, haciendo hincapié en las especificidades

que lo cualifican como un ensayo de ensayos, donde el género

literario brilla con propia luz, tanto por la forma como por el

contenido.

255 Por supuesto, los análisis de Marinello en torno al Modernismo y su diferencia respecto a Martí es

un tema muy discutido posteriormente, y aunque Marinello no renunció a sus tesis esenciales algunas

ideas posteriormente fueron matizadas. Para algunos autores, Marinello, defendiendo el lugar de la

misión del escritor, en sus análisis sobre el Modernismo, minusvaloró la significación e importancia

del oficio. Es un tema abierto, controvertido y sugestivo, como son los propios del ejercicio

ensayístico, que no cierra e impone, sino propone para que la creación sea eficaz y fecundante.

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Es un discurso, como en la gran mayoría de sus ensayos, de

entraña martiana. Tanto penetró en sus exégesis martianas, que a

veces las similitudes estilísticas son empíricamente registrables,

sin menoscabar lo propio suyo y su consagrada autonomía como

escritor.

“Martí, escritor americano”, es una joya ensayística literaria, con

excepcional vuelo filosófico- cultural. En él están presentes las

características más pronunciadas del ensayo como género de

búsqueda y creación256:

*Acento propio del escritor. Su discurso inquieto, que espera,

desespera y alza el vuelo, movido por convicciones humanistas

que aspira convencer y concretar, deviene mensaje penetrante

de su yo interno257. Algo así como una hermenéutica del sujeto

que se afana en realizar, sin supuestos preconcebidos, las

necesidades, los intereses y los fines que dicta su subjetividad258.

Por eso a veces semeja “aguaceros de ideas” con potentes alas y

en perenne asechanza, expresadas en letras con filo: “Para

encontrar la otra poesía, la de más ancha lealtad americana, no

importan el tema y el estilo, tenemos que saltar de los poetas de

la Independencia, que tan genuinamente vibran con la voluntad de

256 En mi criterio, nadie como Medardo Vitier ha penetrado con más hondura desde el punto de vista

teórico en los rasgos caracterizadores del ensayo. En América, particularmente en México, es

reconocido por sus grandes aportaciones, más que en su propia patria. Quizás se deba por

desconocimiento. En mi caso, me apoyaré en él para revelar las especificidades cualificadotas en

“Martí, escritor americano”, de Marinello. ( ver de Medardo Vitier . Apuntaciones Literarias. Edit.

Minerva, La Habana, 1935 ) 257 “El estilo de Marinello es de una clarísima filiación martiana, como a lo lejos lo denuncia la frase

nutrida y cálida, el tono admonitorio, el simbolismo, y sobre todo, la inusitada mezcla de las

abstracciones propias del escritor puramente académico y especulativo con la expresión concreta y

pintoresca del escritor realista que gusta plasmar su pensamiento en imágenes familiares” (Raimundo

Lazo. Obra citada, p. 504 ) 258 Ver de Raimundo Lazo: Juan Marinello, Ensayista Hispanoamericano. Páginas Críticas. Editorial

Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1983, pp. 496- 507.

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su tiempo, a los poetas postmodernistas, pasando, desde luego,

por la abundancia fiel de José Martí. El enfrentamiento de la

realidad como problema y conflicto, como dilema trágico, -

enfatiza Marinello con acento crítico- no es virtud modernista y

con esto queda dicho que el movimiento no apunta a lo más alto.

Que a veces se rompe la consigna, se quebranta la limitación, es

exacto: son las ocasiones excepcionales que confirman la ley.

Escritores de tantas dotes y curiosidades no podían quedar

inmunes a las cuestiones capitales de su día. Los vientos de la

calle los inquietan alguna vez y suenan en sus cantos; pero le son

vientos ingratos, y pronto vuelven a guarecerse tras los vitrales

historiados”259.

La simple lectura del fragmento identifica al autor, en cuanto a

modo subjetivo de expresión se refiere. La naturaleza ideológica

de sus ideas da cuenta de sello personal: el modo propio y a

veces directo, sin rodeos, con que asume la crítica, los criterios y

las ideas están envueltos en su aura personal y comunicativa,

porque quieren persuadir al otro, proponiendo. El estilo se torna

libre de convenciones, porque su fin es develar raíces para bien

del hombre. Defiende su verdad con fuerza, pero soslayando los

autoritarismos y las intolerancias, por eso la crítica es a veces

dramática y ríspida, pero sin dejar de reconocer los valores del

otro. Al referirse a Rodó su discurso obra con mesura. “Cede, en

parte a los hierros que lo oprimen, pero le sobran fuerzas y

honestidad para denunciar la opresión. Rodó es víctima de sus

rectores ideológicos (…). Pero el noble maestro uruguayo vive en

259 Juan Marinello. “Martí, escritor americano”. Imprenta Nacional de Cuba, La Habana, 1962, p. 25.

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su medio latinoamericano, al que ama y quiere servir. Son muy

conocidos sus ensayos en busca de una literatura consustanciada

con las necesidades y apetencias de la que él llamó magna patria.

Por otro lado, no puede librarse de la “Torsión ética” que Alfonso

Reyes adjudica como virtud permanente al pensamiento

americano, ni menos de una activa tradición que empuja a hacer

de la literatura una tarea de fecundidad social”.

El acento propio de Marinello como ensayista de alta estirpe, lo

hace inconfundible, tanto por la subjetividad de su escritura, como

por el relieve de las ideas, la gracia expresiva y su tono

coloreado y vibrante, en fin, por la gracia estética que imprime a

sus ensayos, y por estar insertos en la cultura. Es que discurre,

como “(…) una crítica poemática, individual e intuitiva, a la que no

podemos pedir el dato cierto, la dialéctica rigurosa, la expresión

precisa, ni las conclusiones categóricas, sino la agudeza y

originalidad del juicio personal y la belleza de la forma

creadora”260

Es que Marinello, como escritor se vierte todo en su obra. Su

personalidad, hecha al mismo tiempo oficio y misión, encuentra en

el ensayo ricos cauces aprehensivos para que su pensamiento y

sensibilidad traduzcan con eficacia las necesidades del hombre.

*Tratamiento no sistemático del tema. Es un rasgo definitorio

del ensayismo en general, y en Marinello cobra relieve destacado.

El fluir de las ideas aladas se resiste al rigorismo sistemático.

Busca cauces y se despliega con libre autonomía. La exposición,

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su forma elocutiva por antonomasia, si bien se auxilia de la

narración, la descripción, la argumentación, etc., siempre

mayorea, predomina y se impone, en correspondencia con la

razón de ser del género. Como no existen barreras infranqueables

entre los géneros literarios, en la ensayística marinelliana, de

modo episódico aparecen otros261, pero para darle color, fuerza y

vitalidad al devenir de su discurso libre, ondulante, atrevido y

buscador. Más le interesa el sentido de las cosas que su

apariencia misma, pues como bien él afirma, siguiendo a Martí,

“(…) el sentido de las cosas arranca siempre de sus relaciones

comprobables y de su realidad más profunda”262.

El tratamiento libre, no sistemático del tema asumido, brilla por su

presencia en “Martí, escritor americano”. Basta sólo mirar el índice

de los ensayos que lo estructuran para notar la ausencia de

sistema. Los epígrafes más que dirigirse a informar,- y por

supuesto, la información no está reñida con el ensayo- le interesa

suscitar. Esto se puede ilustrar con el primer capítulo o ensayo:

“El Modernismo”. Su contenido, con mano maestra y cincelante,

Marinello lo despliega en siete epígrafes, a saber.

1. Lo nuevo.

2. Actitud.

3. Testimonio.

4. La cárcel de la sensualidad. Realidad y apariencia.

260 Raimundo Lazo. Obra citada, p. 497. 261 Lo mismo existe con la narrativa. En las obras de García Márquez, Carpentier, Lisandro Otero, y

otros, es fácil encontrar momentos ensayísticos, biográficos, etc, pero en función de su género. La

trama humana no puede ser captada en su complejidad, empleando un solo género. Sería mutilarla y

hacer estéril su sentido. 262 Juan Marinello. “Martí, escritor americano”. Edición citada, p. 19.

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5. Absentismo, apoliticismo.

6. La coincidencia concluyente.

7. Un juicio decisivo.

Hay una voluntad expresa que no puede resolver el tratado, sino

el ensayo, que propone y abre con toda libertad. Por supuesto, el

mismo tema puede ser abordado por un tratado didáctico, pero

en función de enseñar, organizar los contenidos, etc. El ensayo de

Marinello se mueve por otros cauces y con otros propósitos:

exponer un movimiento literario y suscitar nuevas aprehensiones,

a partir de su propia meditación del problema y con vivas

reflexiones, en torno a las varias aristas del tema. Por eso el

tratado enseña, informa, organiza, sistematiza y con ello, al

mismo tiempo, impone, inmoviliza. El ensayo, suscita, dialoga y

cultiva con el sesgo espiritual que le imprime el escritor al

discurso. Es que el torrente discursivo de ideas no puede

encerrarse, porque pierde su sentido de búsqueda y creación.

Al mismo tiempo, el tratamiento no sistemático del problema

asumido, no guarda relación de antítesis con la coherencia lógica.

Hay en “Martí, escritor americano” una lógica impecable, pero no

rigorismo sistemático. La lógica deriva y se construye del objeto

especial trabajado, y del contexto real que se analiza. Una lógica

abierta, flexible y tolerante que establece diferencias, porque se

funda en la historia y la cultura. Por eso del Modernismo dirá:

“Captar la vida y el ambiente de los pueblos de América, traducir

sus inquietudes, sus ideas y sus esperanzas, a eso tendió el

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Modernismo en su etapa final, sin abdicar por ello de su rasgo

característico y principal: trabajar el lenguaje con arte”263.

En Marinello, como grande ensayista, la asunción no sistemática

de los temas tratados, más que empobrecer su intelección de los

problemas que convierte en objeto de estudio, se enriquece. En

“Martí, escritor americano”, además de mostrar su genialidad

literaria y gran oficio como ensayista, sus discernimientos dan

cuenta de su maestría para alumbrar caminos con las

implicaciones estéticas, filosóficas y políticas que deriva de sus

análisis críticos.

* Vocación de atisbos y gérmenes. “Martí, escritor americano”es

una fuente inagotable de atisbos y gérmenes. Marinello piensa el

ser americano, si quedarse en él. Dirige su pensamiento con

sentido utópico, a veces “romántico”, y también realista, tras las

huellas martianas, con impulso de inquietud. Con miraje profundo,

contempla el horizonte para asirse a él, preludiar lo por venir y

acercarlo a nosotros. Es un hombre de alma política, comido de

humanidad, que sabe muy bien el papel que le corresponde a la

intelectualidad, en la revelación del ser esencial de nuestra

América. Por eso exige mirar nuestro mundo con ojos humanos,

es decir, ser sensible a sus problemas y a la obra por hacer..

La luz martiana lo alumbra y encauza, para penetra en su “selva”y

ver más lejos. “Cuando Martí compone una de sus grandes

oraciones políticas o literarias no tiene en su mente realizar una

obra de novedad alquitarada, y menos amoldar sus potencias a

263 Ibídem, p. 13.

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determinadas corrientes. La creación queda dominada todo el

tiempo por la intención generosa. Es el impulso cordial el que

manda la resonancia varia y el hallazgo propio”264

Es que los atisbos y gérmenes, propios del discurso de los

grandes ensayistas, encauzan la creación y dinamizan la actividad

en pos de ella, y Marinello fue un creador.

La razón utópica, que todo lo mueve, es inmanente al ensayismo

de Marinello, por eso su obra hizo mucho y dijo más. Y por lo

mismo, seguirá diciendo.

* Dignidad de las ideas. En “Martí, escritor americano”, como en

toda la ensayística de Marinello, la dignidad de las ideas matiza

con fuerza la expresión discursiva. A la facundia desbordante y a

la elocuencia robusta le acompaña el don de la palabra grande,

noble, con ímpetu de altura para comunicar mejor. Es como si la

bondad, la verdad y la belleza se unieran en estrecho haz para

construir un discurso sincero y leal. La sinceridad y la lealtad

imprimen dignidad a las ideas. Con plena propiedad del que sabe

decir y decir bien con grandeza de ideas, asume a Martí como

paradigma. “En la gran encrucijada debe ser Martí una fuerza

definidora. Tiene para nuestros escritores, la autoridad de la obra,

el poder del ejemplo letrado. Martí (…) es el caso del artista que

logra las mayores alturas en obediencia a sus criterios

primordiales, con lo que deja confirmada la autenticidad de su

magisterio (…). Su verso- síntesis de su escritura siempre

poética- crecerá en la obra americana. Y, como quiso y esperó, la

264 Ibídem, p.152.

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huella de su vida, su integrada lección, crecerá también bajo la

hierba. En una germinación libertadora, digna de sus pueblos,

digna de su genio atormentado y generoso”265.

Es una ensayística sustanciada y “adornada” por el porte elegante

de las ideas y la nobleza de la palabra sincera, amorosa y

humana, con evidente resonancia martiana. Un bello decir y

hacer, comprometido con los destinos del hombre.

* El encanto de la comunicación. Con sorprendente

espontaneidad, el discurso de Marinello comunica al grado de la

conversión, por su encanto inusual. Su ensayismo como

literatura de ideas, deviene espacio comunicativo. Como

siempre parte del hombre, y su subjetividad, concretada en la

cultura, su expresión discursiva llega al hombre, hasta

identificarse con el mensaje que piensa y siente suyo. Su

discurso es comunicativo, porque está hecho de entrañas nobles

y porque en sí mismo, es leal, no traiciona. Hay acción

comunicativa, además, porque las ideas están cargadas de

humanidad, traducidas, tanto en la teoría como en la praxis. La

fuerza de la palabra se agiganta, cuando está pivoteada por el

ejemplo. Sin ello, el decir, aunque sea muy bello, resulta huérfano

de ideas.

Por eso cuando su exégesis martiana se despliega sin fronteras,

muchas similitudes encontramos. Sería herir su extremada

modestia, pero es así. “De esa circunstancia, de esa doble

condición de inventor de un estilo y regidor de un mundo literario,

265 Ibídem, pp. 326- 327.

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arranca su riqueza de vaticinio y su precisión asombradora. El

hombre vigilante de la libertad, de la riqueza y justicia de la

América Hispánica, pudo penetrar como nadie en los dominios

sutiles de la creación artística, sin olvidar un punto su deber

político, pero sin poner de lado una sola vez los caminos

palpitantes de la encarnación personal. Los que miraron hacia él

pidiéndole fidelidad a su tarea orientadora encontraron que

cumplía con su deber, predicando con el ejemplo de su prosa. A

los que, gentes de su cuerda imaginativa, le admiraron la rica

originalidad, le mostró con ella, el rumbo inexcusable”266.

“Martí, escritor americano”, resume un ensayismo fecundo, y el

encanto de la comunicación que lo impregna, consagra a su autor

como ensayista mayor de nuestra América. En él se reúnen

muchos valores estéticos y sobre todo, humanos. La acción

comunicativa es eficaz porque está afincada en hondas raíces:

sentido cultural (humano) del discurso, subjetividad desbordante,

gracia, tono, aire aprehensivo suscitador y relieve de las ideas.

* Mentalidad concentrada del ensayista. Los grandes

ensayistas poseen el don de la concentración mental, y Marinello

en “Martí, escritor americano”, hace gala de ello. Su

concentración es tal que inconscientemente se mete y bucea en

cuerpo y alma en el asunto que trata. Absorto, y sin necesidad de

un plan prefijado como haría el tratadista, se vierte todo su

discurso para “ver” con las palabras y “hablar” con los colores, con

un discurso incluyente que emplea las varias formas aprehensivas

de que dispone el hombre, ya sea el concepto, el símil, la

266 Ibídem, pp. 227.

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metáfora, etc. Lenguaje directo y tropológico “juegan”y se

concilian, sin mengua de la verdad que busca267. Sólo interesa la

meditación profunda para captar la realidad en su complejidad

real y en sus mediaciones dialécticas. Su ejercicio literario es

meditativo, por antomasia, y con ello, esencialmente filosófico. El

elan filosófico- cultural, es inmanente al ensayismo Marinelliano.

Hace filosofía en la literatura y en ésta filosofía.

Su discurso es de vuelo cósmico en su base. Su cosmovisión

unitaria del ser, como en Martí, encauza sus análisis.

Sencillamente, como su intelección parte del hombre inserto en la

cultura, los eternos problemas y preguntas filosóficas emergen sin

ir tras ellos. Son parte consustancial de su “mirar” al hombre en

267 Soy de los que piensa que tanto la filosofía como la poesía son hijas de Sofía. No creo que una

exprese pensamiento y la otra, sentimiento. Tampoco que la filosofía tenga que expresar su discurso

sólo a través de conceptos y categorías y la poesía, mediante imágenes y metáforas. Ambas como

formas aprehensivas humanas pueden y en realidad lo hacen, operar con las disímiles formas que la

lengua emplea para expresar la realidad. Esto, por supuesto no niega sus especificidades, pero no las

inhabilita ni las circunscribe a un discurso unívoco.

Es hora ya de romper con los cánones esencialistas y excluyentes heredados del paradigma que nos

impuso la Modernidad. Hay que dejar atrás la simplicidad y el gnoseologismo puro por ineficaces y

abstractos. La complejidad de la realidad y sus varias mediaciones nos obliga a reformar el

pensamiento y las mentalidades para abrir nuevos cauces a la subjetividad humana. En esta dirección

Marinello hizo mucho…, con su mente concentrada, flexible e incluyente.

La subjetividad humana no es excluyente en la asimilación de la realidad. Conocimiento, valor, praxis

y comunicación son sus atributos cualificadores por antonomasia. Entonces, ¿por qué separarlos?

Ciertamente, existe filosofía poética y poesía filosófica. Pero por ello no dejan de ser filosofía ni

poesía. Sencillamente son modos distintos de aprehender la realidad en relación con el hombre.

Modos que se complementan, amplían y completan para asumir la realidad con más concreción.

El discurso filosófico con elan poético, trabaja con pensamiento alado y sus verdades son más

duraderas. El discurso de Martí da cuenta de ello. La poesía en sí misma, cuando expresa su mundo

con ansia de humanidad, es al mismo tiempo pensamiento, sentimiento, acción y comunicación.

¿Quién puede negar el vuelo cosmovisivo de la buena poesía?

Tanto la filosofía como la poesía, con numen cultural, captan la realidad como sistema complejo y

abren cauces infinitos de aprehensión humana.

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relación con el mundo, particularmente el suyo, nuestra América.

“Para Martí – y para él también, pues su concentración mental lo

hace cómplice- aparecía indispensable ofrecer su América como

un todo profundo, dinámico y victorioso. Urgía dar “vida a la

América”, hacer “resucitar la antigua, fortalecer y revelar la

nueva”…Mídase el tamaño del empeño. Para nuestro héroe, dar

vida a la América significaba entenderla y exponerla como un gran

proceso unitario en que lo antiguo se prolongase orgánicamente

en el presente y hacia el futuro. “Resucitar el pasado” suponía

usufructuar un caudal de grandezas impresionante y útiles; como

fortalecer y revelar lo nuevo aludía a una obra de esclarecimiento

y presencia en el escenario universal. Esta concepción martiana-

donde hay tanto de enjuiciamiento histórico como de previsión

política- expresa cómo se desarrolla en nuestro escritor la idea de

integración americana que está en los libertadores de todo el

Continente”268.

La concentración mental de Marinello, con su discurso ondulante,

complejo, no sistemático, a veces apotégmico, pero siempre

meditador, “hizo camino al andar” y no permitió que los “árboles

impidieran ver el bosque”.Por eso su “Martí, escritor americano”,

además de presentarnos a Martí y su revelación americana como

totalidad trascendente, califica como ensayo americano de alta

estirpe.

En fin, El discurso ensayístico de Marinello, muy a lo martiano en

su esencia, sigue alumbrando y continuará abriendo caminos.

268 Ibídem, p.272.

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Conclusiones inconclusas:

En síntesis, los rasgos que cualifican al ensayo como género literario son los siguientes:

Sello personal del autor. Tratamiento no sistemático del tema. La exposición como modo elocutivo por excelencia, sin que esto

inhabilite otras formas (narración, descripción, etc.), pero subordinadas, como casos pasajeros o episódicos.

Estos tres rasgos son centrales, pero no agotan la riqueza compleja y expresiva del ensayo, pues el concepto es abundante en implicaciones estéticas y filosóficas, a saber:

Impulso de inquietud. El discurso remueve y aviva con vocación de atisbo y gérmenes, según M. Vitier.

Gracia, tono, en fin, gracia estética. Gracia estética que, sin proponérselo el escritor, subyuga al lector, por la elocuencia, el tono, el color, el calor y el relieve y vitalidad de las idas. Unido a la coherencia del discurso, la armonía, la sinceridad y nobleza expresivas. El ensayo Cecilio Acosta, de Martí, subyuga, paraliza, nos hace cómplice y concentra la atención: "Ya está hueca, y sin lumbre, aquella cabeza altiva, que fue cuna de tanta idea grandiosa; y mudos aquellos labios que hablaron lengua tan varonil y tan gallarda; y yerta, junto a la pared del ataúd, aquella mano que fue siempre sostén de pluma honrada, sierva de amor y al mal, rebelde. Ha muerto un justo: Cecilio Acosta ha muerto. Llorarlo fuera poco. Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes naturalezas y digno de ellas. Trabajó en hacer hombres; se le dará gozo con serlo. ¡Qué desconsuelo ver morir, en lo más recio de la faena, a tan grande trabajador!

Sus manos, hechas a manejar los tiempos, eran capaces de crearlos. Para él el Universo fue casa; su Patria, aposento; la Historia, madre; y los hombres, hermanos; y sus dolores, cosas de familia que le piden llanto. El lo dio a mares (...) Cuando tenía que dar, lo daba todo; y cuando nada ya tenía, daba amor y libros (...) Él, que pensaba como profeta, amaba como mujer." 269 Estamos en presencia -por supuesto, ante un ensayo literario-, pero la belleza ensayística expresiva no está reñida con el tema de objeto discursivo. La sensibilidad del escritor, su creciente humanidad y el devenir en sus cauces culturales, imprime razón estética. La coherencia armónica y su consecuente gusto estético como están insertos a una cultura de la razón

269 Martí, J. Cecilio Acosta. O. C. Tomo 8. Edit. Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 153.

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y de sentimiento, despierta esa bondad, verdad y belleza que el hombre lleva dentro, que sólo espera por cauces humanos para revelarse. ¿Quién puede negar la bondad, la verdad y la belleza de un ensayo científico, cuando un escritor con profesionalidad y oficio es capaz de insertar el discurso a la cultura, pues la cultura, más que acumulación de conocimiento, es sensibilidad humana para captar lo pequeño, lo grande y lo absoluto con sentido histórico, acorde con el presente y lo por venir, sin olvidar la buena tradición del pasado que sirve de raíz?

Relieve de las ideas Es un género elocuente, por eso encuentra y despierta empatía. Dignidad de las ideas. Encanto de la comunicación. Despierta semillas dormidas con el polvo inasible del misterio humano. Como medio literario de la subjetividad, la acentúa y revela. El autor, en criterio de M. Vitier, se vierte todo él con su desasosiego

personal. No es cosa de erudición, sino de sugestión. Abre cauces dóciles a la subjetividad, y las ideas, sin mengua de sus

perfiles, viven envueltas en el aura personal, comunicativa, que nos torna propenso a la conversión, enfatiza M. Vitier.

No hay objetividad pura, limpia de vetas personales. No renuncia a la misión didáctica, pero su estilo posee mayor riqueza

de movimiento que el tratado o la monografía, recalca M. Vitier. Enseña, mas no trasmite un cuerpo de nociones aceptadas. No

supone la seguridad de su docencia, es un poco aventurero, enfatiza M. Vitier, de ahí el modo ondulatorio de su prosa.

M. Vitier, recomienda el empleo del ensayo en el aprendizaje escolar, pues la enseñanza necesita matizarse con la lectura de no rigurosa didáctica. El ensayo responde a ese menester espiritual, porque saca el juicio del plano de seguridad a que lo conduce el tratado; lo sacude y lo planta solo, en medio de una tesis, donde puede ser más de uno el camino de la verdad”, es decir, educa porque invita e incita al pensamiento propio, creador.

El ensayo en sí mismo, es complejo y opera con complejidades. Posee sentido cultural en su esencia y propósitos. Es literatura de ideas, y por lo mismo, comunicativo y tolerante. Se resiste a las convenciones de normas absolutas, porque

busca la verdad. . "Bueno es dirigir, pero no es bueno -enfatiza Martí- que llegue el dirigir a ahogar (...) Garantizar la libertad humana -dejar a los espíritus su frescura genuina, no desfigurar con el resultado de ajenos prejuicios las naturalezas (puras y vírgenes)- ponerlos en aptitud de tomar por sí lo útil, sin ofuscarlas, ni impelerlas por una vía marcada, he ahí el único modo de poblar la tierra de una generación vigorosa y creadora que le falta. Las redenciones han venido siendo formales; es necesario que sean esenciales. La libertad política no estará asegurada mientras no se asegure la libertad espiritual. Urge libertar a los hombres de la tiranía, de la convención, que tuerce sus sentimientos, precipita sus sentidos y sobrecarga su inteligencia con

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un caudal pernicioso, ajeno, frío y falso. Este es uno de esos problemas misteriosos que ha de resolver la ciencia humana (...)" 270 Y el ensayo tiene mucho que decir y hacer ante esta convocatoria martiana.

El ensayo como literatura de ideas, es un género complejo rico en cauces estéticos y filosóficos, al mismo tiempo de relativa brevedad, carácter sintético, libertad meditativa y expresiva, de desbordante subjetividad, de variedad temática y de belleza literaria sin límites.

Los límites entre los géneros no son absolutos. Hay relatividad, como en la vida misma, sin embargo, de las propias características esbozadas anteriormente, se comprende sus diferencias, respecto a otros géneros literarios. * El tratado: Prosa didáctica, estudia a fondo toda una materia, hasta agotarla. Su finalidad es de carácter instructivo El tratado o manual refiere a un estudio sistemático, con rigurosa lógica expositiva. Enseña, organiza la mente, en sí misma, instruye, pero no educa el pensamiento, no cultiva la razón crítica, porque no enseña a pensar con sentido cultural y complejo. El objetivismo, no le permite pensar la subjetividad en sus mediaciones plurales. El tratado dispone., impone. El ensayo propone, suscita, comunica; por eso, pone, agrega, cultiva. El ensayo no intenta “agotar” su objeto y se desarrolla libremente el discurso subjetivo, para descubrir nuevas orientaciones y aprehensiones. * El artículo: Es una escritura breve, con tema de actualidad, predomina el estilo de nivel periodístico. Su función principal es informar. Hay trabajos, considerados artículos que son verdaderos ensayos, y viceversa. * Crítica: Hay rasgos similares, pero en su esencia, se trata de análisis fríos, de indispensables erudición y de método severo, que sopesan lo positivo y lo negativo, con determinada impersonalidad o distanciamiento. En fin, la crítica aprecia y valoriza haciendo constar méritos y defectos. El ensayo también valora, pero sin tener en cuenta tanto las técnicas, como las normas aceptadas por el criterio general, Si la crítica informa, depura el gusto, orienta la cultura, divulga las buenas obras y fomenta ideales estéticos, el ensayo fortifica el gusto del espíritu por la especulación intelectual y por la percepción de la belleza. Por eso cultiva. * Monografía: Sea histórica, científica, jurídica, artística, etc. agota un tópico dentro de una materia. Profundiza con finalidad informativa y sirve para la amplificación de los conocimientos. El ensayo profundiza, pero no agota el tópico ni lo explica orgánicamente, sino que gira en torno a él, sin finalidad

270 Martí, J. Libros. Notas. O. C. T. 18. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p. 290. Las

notas aquí citadas forman parte del plan del libro que Martí soñó realizar, titulado "El concepto de la vida". Seguramente hubiera sido un magno ensayo con acuciante elan filosófico-cultural. Lamentablemente, su muerte en el campo de batalla, luchando por la independencia de su patria no le permitió realizar su gran proyecto.

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informativa, ni amplifica conocimientos, sino para comunicarle al tópico nuevos cauces o enfoques. * La poesía: Su discurso, rimado o no, es poético por antonomasia. Predomina el lirismo y posee un carácter muy sintético- integrador. Existe la poesía ensayística. Hay poemas filosóficos y de otros perfiles que son verdaderos ensayos poéticos. También existen poemas que se aferran tanto a las normas hasta cerrar el discurso. Son poemas huérfanos de vuelo, de ideas, y por tanto, estériles. * La narrativa, novela. Obra literaria en que se narra un hecho o acción y se describen lances interesantes, caracteres y costumbres. Episódicamente pueden estar presentes momentos ensayísticos. Esto es propio de muchas novelas. En síntesis, “(…)en el ensayo hay la hondura de la monografía, la valoración de la crítica, la divulgación del tratado, la brevedad y la síntesis del periodismo, la variedad de la oratoria, la emotividad de los géneros subjetivos y la elegancia de cualquier estilo literario. Tiene como sugiere Vitier, “función de enseñanza y función de cultura”, “remueve y aviva”, porque al saborearlo, se remueven o avivan los conocimientos que ya teníamos sobre el tema enfocado”. Para Andrenio Gómez de Vaquero, el ensayo “es la didáctica hecha literatura”, porque reemplaza “la sistematización científica por una ordenación estética, acaso sentimental, que en muchos casos puede parecer desorden artístico.”271 Todo lo anterior se deriva, principalmente, de una característica cualificadora del buen ensayo: su razón compleja. Es un discurso abierto, sugestivo, que propone. Una manera de buscar la verdad, sin a priori, ni absolutos. Por eso el siglo XXI se augura como el siglo del ensayo. “Luego de las experiencias realizadas por las ciencias y la filosofía en el siglo XX, -señala Edgar Morin, destacando el lugar del ensayo como método-nadie puede fundar un proyecto de aprendizaje y conocimiento en un saber definitivamente verificado y edificado sobre la certidumbre. Tampoco se puede tener la pretensión de crear un sistema absoluto de proposiciones posibles o el sueño de escribir el último libro que contenga la totalidad de la experiencia humana”272

271 Fernández de la Vega, Oscar. Teoría Literaria y Lecturas. Editora

Librería Selecta, La Habana, 1958, p. 298.

272 Morin, Edgar, Ciurana, Emilio, Motta, Raúl. Educar en la era planetaria. Gedisa editorial, España,

2002, p.p. 19- 20.

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Anexos. Joyas ensayísticas de José Martí.

CARTAS DE NUEVA YORK

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EXPRESAMENTE ESCRITAS PARA LA OPINIÓN NACIONAL

Emerson.

Muerte de Emerson.-El gran filósofo americano ha muerto.-Emerson, filósofo y

poeta.-Su vida pura.-Su aspecto.-Su mente, su ternura y su cólera.-Su casa en

Concord.- Éxtasis.-Suma de méritos.-Su método.-Su filosofía.-Su libro

extraordinario: Naturaleza. -¿Qué es la vida? ¿Cuál es el objeto de la vida? ¿Qué

son las ciencias? ¿Qué enseña la naturaleza?-Filosofía de lo sobrehumano y de lo

humano.-La virtud, objeto final del Universo.-Su modo de concebir. Su modo de

escribir.-Sus maravillosos versos.

Nueva York, 6 de mayo de 1882.

Señor Director de La Opinión Nacional.

Tiembla a veces la pluma, como sacerdote capaz de pecado que se cree indigno de

cumplir su ministerio. El espíritu agitado vuela a lo alto. Alas quiere que lo

encumbren, no pluma que lo taje y moldee como cincel. Escribir es un dolor, es

un rebajamiento: es como uncir cóndor a un carro. Y es que cuando un hombre

grandioso desaparece de la tierra, deja tras de sí claridad pura, y apetito de paz,

y odio de ruidos. Templo semeja el Universo. Profanación el comercio de la

ciudad, el tumulto de la vida, el bullicio de los hombres. Se siente como perder de

pies y nacer de alas. Se vive como a la luz de una estrella, y como sentado en

llano de flores blancas. Una lumbre pálida y fresca llena la silenciosa inmensa

atmósfera. Todo es cúspide, y nosotros sobre ella. Está la tierra a nuestros pies,

como mundo lejano y ya vivido, envuelto en sombras. Y esos carros que ruedan, y

esos mercaderes que vocean, y esas altas chimeneas que echan al aire silbos

poderosos, y ese cruzar, caracolear, disputar, vivir de hombres, nos parecen en

nuestro

casto refugio regalado, los ruidos de un ejército bárbaro que invade nuestras

cumbres, y pone el pie en sus faldas, y rasga airado la gran sombra, tras la que

surge, como un campo de batalla colosal, donde guerreros de piedra llevan coraza

y casco de oro y lanzas rojas, la ciudad tumultuosa, magna y resplandeciente.

Emerson ha muerto: y se llenan de dulces lágrimas los ojos. No da dolor sino

celos. No llena el pecho de angustia, sino de ternura. La muerte es una victoria, y

cuando se ha vivido bien, el féretro es un carro de triunfo. El llanto es de placer;

y no de duelo, porque ya cubren hojas de rosas las heridas que en las manos y en

los pies hizo la vida al muerto. La muerte de un justo es una fiesta, en que la

tierra toda se sienta a ver cómo se abre el cielo. Y brillan de esperanza los rostros

de los hombres, y cargan en sus brazos haces de palmas, con que alfombran la

tierra, y con las espadas de combate hacen en alto bóveda para que pase bajo

ellas, cubierto de ramas de roble y viejo heno, el cuerpo del guerrero victorioso.

Va a reposar, el que lo dio todo de sí, e hizo bien a los otros. Va a trabajar de

nuevo, el que hizo mal su trabajo en esta vida.—Y los guerreros jóvenes, luego de

ver pasar con ojos celosos, al vencedor magno, cuyo cadáver tibio brilla con toda

la grandeza del reposo, vuelven a la faena de los vivos, a merecer que para ellos

tiendan palmas y hagan bóvedas! ¿Que quién fue ese que ha muerto? Pues lo

sabe toda la tierra. Fue un hombre que se halló vivo, se sacudió de los hombros

todos esos mantos y de los ojos todas esas vendas, que los tiempos pasados echan

sobre los hombres, y vivió faz a faz con la naturaleza, como si toda la tierra fuese

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su hogar; y el sol su propio sol, y él patriarca. Fue uno de aquellos a quienes la

naturaleza se revela, y se abre, y extiende los múltiples brazos, como para cubrir

con ellos el cuerpo todo de su hijo. Fue de aquellos a quienes es dada la ciencia

suma, la calma suma, el goce sumo. Toda la naturaleza palpitaba ante él, como

una desposada. Vivió feliz porque puso sus amores fuera de la tierra. Fue su vida

entera el amanecer de una noche de bodas. ¡Qué deliquios, los de su alma! ¡Qué

visiones, las de sus ojos! ¡Qué tablas de leyes, sus libros! Sus versos, ¡qué vuelos

de ángel! Era de niño tímido y delgado, y parecía a los que le miraban águila

joven, pino joven. Y luego fue sereno, amable y radiante, y los niños y los

hombres se detenían a verle pasar. Era su paso firme, de aquel que sabe adonde

ha de ir; su cuerpo alto y endeble, como esos árboles cuya copa mecen aires

puros. El rostro era enjuto, cual de hombre hecho a abstraerse, y a ansiar salir de

sí. Ladera de montaña parecía su frente. Su nariz era como la de las aves que

vuelan por cumbres. Y sus ojos, cultivadores, como de aquel que está lleno de

amor, y tranquilos, como de aquel que ha visto lo que no se ve. No era posible

verle sin desear besar su frente. Para Carlyle, el gran filósofo inglés, que se

revolvió contra la tierra con brillo y fuerza de Satán, fue la visita de Emerson,

«una visión celeste». Para Whitman, que ha hallado en la naturaleza una nueva

poesía, mirarle era «pasar hora bendita». Para Stedman, crítico bueno, «había en

el pueblo del sabio una luz blanca». A Alcott, noble anciano juvenil, que piensa y

canta, parece «un infortunio no haberle conocido». Se venía de verle como de ver

un monumento vivo, o un ser sumo. Hay de esos hombres montañosos, que dejan

ante sí y detrás de sí llana la tierra. Él no era familiar, sino era tierno, porque

era la suya imperial familia cuyos miembros habían de ser todos emperadores.

Amaba a sus amigos como a amadas: para él la amistad tenía algo de la

solemnidad del crepúsculo en el bosque. -El amor es superior a la amistad en que

crea hijos. La amistad es superior al amor en que no crea deseos, ni la fatiga de

haberlos satisfecho, ni el dolor de abandonar el templo de los deseos saciados por

el de los deseos nuevos. Cerca de él, había encanto. Se oía su voz, como la de un

mensajero de lo futuro, que hablase de entre nube luminosa. Parecía que un

impalpable lazo, hecho de luz de luna, ataba a los hombres que acudían en junto

a oírle. Iban a verle los sabios, y salían de verle como regocijados, y como

reconvenidos. Los jóvenes andaban luengas leguas a pie por verle, y él recibía

sonriendo a los trémulos peregrinos, y les hacía sentar en torno a su recia mesa

de caoba, llena de grandes libros, y les servía, de pie como un siervo, buen jerez

viejo. Y le acusan, de entre los que lo leen y no lo entienden, de poco tierno,

porque hecho al permanente comercio con lo grandioso, veía pequeño lo suyo

personal, y cosa de accidente, y ni de esencia, que no merece ser narrada! ¡Frinés

de la pena son esos poetillas jeremíacos! ¡Al hombre ha de decirse lo que es digno

del hombre, y capaz de exaltarlo! ¡Es tarea de hormigas andar contando en rimas

desmayadas dolorcillos propios! El dolor ha de ser pudoroso.

Su mente era sacerdotal; su ternura, angélica; su cólera, sagrada. Cuando vio

hombres esclavos, y pensó en ellos, habló de modo que pareció que sobre las

faldas de un nuevo monte bíblico se rompían de nuevo en pedazos las Tablas de

la Ley. Era moisíaco su enojo. Y se sacudía así las pequeñeces de la mente vulgar

como sacude un león tábanos. Discutir para él era robar tiempo al

descubrimiento de la se verdad. Como decía lo que veía, le irritaba que pusiesen

en duda lo que decía. No era cólera de vanidad, sino de sinceridad. ¿Cómo había

de ser culpa suya que los demás no poseyesen aquella luz esclarecedora de sus

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ojos? ¿No ha de negar la oruga que el águila vuela? Desdeñaba la argucia, y como

para él lo extraordinario era lo común, se asombraba de la necesidad de

demostrar a los hombres lo extraordinario. Si no le entendían, se encogía de

hombros: la naturaleza se lo había dicho: él era un sacerdote de la naturaleza. Él

no fingía revelaciones; él no construía mundos mentales; él no ponía voluntad ni

esfuerzo de su mente en lo que en prosa o en verso escribía. Toda su prosa es

verso. Y su verso y su prosa, son como ecos. Él veía detrás de sí al Espíritu

creador que a través de él hablaba a la naturaleza. Él se veía como pupila

transparente, que lo veía todo, lo reflejaba todo, y sólo era pupila. Parece lo que

escribe trozos de luz quebrada, que daban en él, y bañaban su alma, y la

embriagaban de la embriaguez que da la luz, y salían de él. ¿Qué habían de

parecerle esas mentecillas vanidosas que andan montadas sobre convenciones,

como sobre zancos?, ¿ni esos hombres indignos, que tienen ojos y no quieren ver?,

¿ni esos perezosos u hombres de rebaño, que no usan de sus ojos, y ven por los de

otro?, ¿ni esos seres de barro, que andan por la tierra amoldados por sastres, y

zapateros, y sombrereros, y esmaltados por joyeros, y dotados de sentidos y de

habla, y de no más que esto?, ¿ni esos pomposos fraseadores, que no saben que

cada pensamiento es un dolor de la mente, y lumbre que se enciende con óleo de

la propia vida, y cúspide de monte? Jamás se vio hombre alguno más libre de la

presión de los hombres, y de la de su época. Ni el porvenir le hizo temblar, ni le

cejó el pasado. La luz que trajo en sí le sacó en salvo de este viaje por las

ruinas—que es la vida. Él no conoció límites ni trabas. Ni fue hombre de su

pueblo, porque lo fue del pueblo humano. Vio la tierra, la halló inconforme a sí,

sintió el dolor de responder las preguntas que los hombres no hacen, y se plegó

en sí. Fue tierno para los hombres, y fiel a sí propio. Le educaron para que

enseñara un credo, y entregó a los crédulos su levita de pastor, porque sintió que

llevaba sobre los hombros el manto augusto de la naturaleza; ni obedeció a

ningún sistema, lo que le parecía acto de ciego y de siervo; ni creó ninguno, lo que

le parecía acto de mente flaca, baja y envidiosa. Se sumergió en la naturaleza, y

surgió de ella radiante. Se sintió hombre, y Dios por serlo. Dijo lo que vio; y

donde no pudo ver, no dijo. Reveló lo que percibió, y veneró lo que no podía

percibir. Miró con ojos propios en el Universo, y habló un lenguaje propio. Fue

creador, por no querer serlo. Sintió gozos divinos, y vivió en comercios deleitosos

y celestiales. Conoció la dulzura inefable del éxtasis. Ni alquiló su mente, ni su

lengua, ni su conciencia. De él, como de un astro surgía luz. En él fue

enteramente digno el ser humano.

Así vivió: viendo lo invisible, y revelándolo. Vivía en ciudad sagrada, porque allí,

cansados los hombres de ser esclavos, se decidieron a ser libres, y puesta la

rodilla en tierra de Concord, que fue el pueblo del sabio, dispararon la bala

primera, de cuyo hierro se ha hecho este pueblo, a los ingleses de casaca roja. En

Concord vivía, que es como Túsculo, donde viven pensadores, eremitas y poetas.

Era su casa, como él, amplia y solemne, cercada de altos pinos como en símbolo

del dueño, y de umbrosos castaños. En el cuarto del sabio, los libros no parecían

libros, sino huéspedes: todos llevaban ropas de familia, hojas descoloridas, lomos

usados. Él lo leía todo, como águila que salta. Era el techo de la casa alto en el

centro, cual morada de aquel que vivía en permanente vuelo a lo alto. Y salían de

la empinada techumbre penachos de humo, como ese vapor de ideas que se ve a

veces surgir de una gran frente pensativa. Allí leía a Montaigne, que vio por sí, y

dijo cosas ciertas; a Swedenborg el místico, que tuvo mente oceánica; a Plotino,

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que buscó a Dios y estuvo cerca de hallarlo; a los hindúes, que asisten trémulos y

sumisos a la evaporación de su propia alma, y a Platón, que vio sin miedo, y con

fruto no igualado, en la mente divina. O cerraba sus libros, y los ojos del cuerpo,

para darse el supremo regalo de ver con el alma. O se paseaba agitado e inquieto,

y como quien va movido de voluntad que no es la suya, y llameante, cuando,

ganosa de expresión precisa, azotaba sus labios, como presa entre breñas que

pugna por abrirse paso al aire, una idea. O se sentaba fatigado, y sonreía

dulcemente, como quien ve cosa solemne, y acaricia agradecido su propio espíritu

que la halla.

¡Oh, qué fruición, pensar bien! Y qué gozo, entender los objetos de la vida!-¡modo

de

monarca!-Se sonríe a la aparición de una verdad, como a la de una hermosísima

doncella. Y se tiembla, como en un misterioso desposorio. La vida que suele ser

terrible, suele ser inefable. Los goces comunes son dote de bellacos. La vida tiene

goces suavísimos, que vienen de amar y de pensar. Pues ¿qué nubes hay más

bellas en el cielo que las que se agrupan, ondean y ascienden en el alma de un

padre que mira a su hijo? Pues ¿qué ha de envidiar un hombre a la santa mujer,

ni porque sufre, ni porque alumbra, puesto que un pensamiento, por lo que

tortura antes de nacer, y regocija después de haber nacido, es un hijo? La hora

del conocimiento de la verdad es embriagadora y augusta. No se siente que se

sube, sino que se reposa. Se siente ternura filial y confusión en el padre. Pone el

gozo en los ojos brillo extremo; en el alma calma; en la mente, alas blandas que

acaricia. Es como sentirse el cráneo poblado de estrellas: bóveda interior,

silenciosa y vasta, que ilumina en noche solemne la mente tranquila! Magnífico

mundo. Y luego que se viene de él, se aparta con la mano blandamente, como con

piedad de lo pequeño, y ruego de que no perturbe el recogimiento sacro, todo lo

que ha sido obra de hombre. Uvas secas parecen los libros que poco ha parecían

montes. Y los hombres, enfermos a quienes se trae cura. Y parecen los árboles, y

las montañas, y el cielo inmenso, y el mar pujante como nuestros hermanos, o

nuestros amigos. Y se siente el hombre un tanto creador de la naturaleza. —La

lectura estimula, enciende, aviva, y es como soplo de aire fresco sobre la hoguera

resguardada, que se lleva las cenizas, y deja al aire el fuego. Se lee lo grande, y si

se es capaz de lo grandioso, se queda en mayor capacidad de ser grande. Se

despierta el león noble, y de su melena, robustamente sacudida, caen

pensamientos, como copos de oro.

Era veedor sutil, que veía cómo el aire delicado se transformaba en palabras

melodiosas y sabias en la garganta de los hombres, y escribía como veedor, y no

como meditador. Cuanto escribe, es máxima. Su pluma no es pincel, que diluye,

sino cincel, que esculpe y taja. Deja la frase pura, como deja el buen escultor la

línea pura. Una palabra innecesaria le parece una arruga en el contorno. Y al

golpe de su cincel, salta la arruga en pedazos, y queda nítida la frase.

Aborrecía lo innecesario. Dice, y agota lo que dice. A veces, parece que salta de

una cosa a otra, y no se halla a primera vista la relación entre dos ideas

inmediatas. Y es que para él es paso natural lo que para otros es salto. Va de

cumbre en cumbre, como gigante, y no por las veredas y caminillos por donde

andan, cargados de alforjas, los peatones comunes, que como miran desde tan

bajo, ven pequeño al gigante alto. No escribe en períodos, sino en elencos. Sus

libros son sumas, no demostraciones. Sus pensamientos parecen aislados, y es

que ve mucho de una vez, y quiere de una vez decirlo todo, y lo dice como lo ve, a

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modo de lo que se lee a la luz de un rayo, o apareciese a una lumbre tan bella,

que se sabe que ha de desaparecer. Y deja a los demás que desenvuelvan: él no

puede perder tiempo; él anuncia. Su estilo no es lujoso, sino límpido. Lo

depuraba, o acrisolaba, lo aquilataba, o ponía a hervir. Tomaba de él la médula.

No es su estilo montículo verde, lleno de plantas florecidas y fragantes: es monte

de basalto. Se hacía servir de la lengua, y no era siervo de ella. El lenguaje es

obra del hombre, y el hombre no ha de ser esclavo del lenguaje. Algunos no le

entienden bien: y es que no se puede medir un monte a pulgadas. Y le acusan de

oscuro-mas ¿cuándo no fueron acusados de tales los grandes de la mente? Menos

mortificante es culpar de inentendible lo que se lee, que confesar nuestra

incapacidad para entenderlo. Emerson no discute: establece. Lo que le enseña la

naturaleza le parece preferible a lo que le enseña el hombre. Para él un árbol

sabe más que un libro; y una estrella enseña más que una universidad; y una

hacienda es un evangelio; y un niño de la hacienda está más cerca de la verdad

universal que un anticuario. Para él no hay cirios como los astros, ni altares

como los montes, ni predicadores como las noches palpitantes y profundas.

Emociones angélicas le llenan si ve desnudarse de entre sus velos, rubia y alegre,

la mañana. Se siente más poderoso que monarca asirio o rey de Persia, cuando

asiste a una puesta de sol, o a un alba riente. Para ser bueno no necesita más

que ver lo bello. A esas llamas, escribe. Caen sus ideas en la mente como

piedrecillas blancas en mar luminoso: ¡qué chispazos!, ¡qué relampagueos!, ¡qué

venas de fuego! Y se siente vértigo, como si se viajara en el lomo de un león

volador. Él mismo lo sintió, y salió fuerte de él. Y se aprieta el libro contra el

seno, como a un amigo bueno y generoso; o se le acaricia tiernamente, como a la

frente limpia de una mujer leal. Pensó en todo lo hondo. Quiso penetrar el

misterio de la vida: quiso descubrir las leyes de la existencia del universo.

Criatura, se sintió fuerte, y salió en busca del Creador. Y volvió del viaje,

contento, y diciendo que lo había hallado. Pasó el resto de su vida en la beatitud

que sigue a este coloquio. Tembló como hoja de árbol en esas expansiones de su

espíritu, y vertimientos en el espíritu universal: y volvía a sí, fragante y fresco

como hoja de árbol. Los hombres le pusieron delante al nacer todas esas trabas

que han acumulado los siglos, habitados por hombres presuntuosos, ante la cuna

de los hombres nuevos. Los libros están llenos de venenos sutiles, que inflaman

la imaginación y enferman el juicio. Él apuró todas esas copas y anduvo por sí

mismo, tocado apenas del veneno. Es el tormento humano que para ver bien se

necesita ser sabio, y olvidar que se lo es. La posesión de la verdad no es más que

la lucha entre las revelaciones directas de la naturaleza, y las revelaciones

impuestas de los hombres. Unos sucumben, y son meras voces de otro espíritu.

Otros triunfan, y añaden nueva voz a la de la naturaleza. Triunfó Emerson: he

ahí su filosofía. Naturaleza se llama su mejor libro: en él se abandona a esos

deleites exquisitos, narra esos paseos maravillosos, se revuelve con magnífico

brío contra los que piden ojos para ver, y olvidan sus ojos; y ve al hombre señor, y

al Universo blando y sumiso, y a todo lo vivo surgiendo de un seno y yendo al

seno, y sobre todo lo que vive al Espíritu que vivirá, y al hombre en sus brazos.

Da cuenta de sí, y de lo que ha visto. De lo que no sintió, no da cuenta. Prefiere

que le tengan por inconsistente que por imaginador. Donde ya no ven sus ojos,

anuncia que no ve. No niega que otros vean; pero mantiene lo que ha visto. Si en

lo que vio hay cosas opuestas, otro comente, y halle la distinción: él narra. Él no

ve más que analogías: él no halla contradicciones en la naturaleza: él ve que todo

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en ella es símbolo del hombre, y todo lo que hay en el hombre lo hay en ella. Él ve

que la naturaleza influye en el hombre, y que este hace a la naturaleza alegre, o

triste, o elocuente, o muda, o ausente, o presente, a su capricho. Ve la idea

humana señora de la materia universal. Ve que la hermosura física vigoriza y

dispone el espíritu del hombre a la hermosura moral. Ve que el espíritu desolado

juzga el Universo desolado. Ve que el espectáculo de la naturaleza inspira fe,

amor y respeto. Siente que el Universo que se niega a responder al hombre en

fórmulas, le responde inspirándole sentimientos que calman sus ansias, y le

permiten vivir fuerte, orgulloso y alegre. Y mantiene que todo se parece a todo,-

que todo tiene el mismo objeto,-que todo da en el hombre, que lo embellece con su

mente todo,-que a través de cada criatura pasan todas las corrientes de la

naturaleza,-que cada hombre tiene en sí al Creador, y cada cosa creada tiene algo

del Creador en sí, y todo irá a dar al cabo en el seno del Espíritu creador,-que hay

una unidad central en los hechos, en los pensamientos, y en las acciones;-que el

alma humana, al viajar por toda la naturaleza, se halla a sí misma en toda ella;-

que la hermosura del Universo fue creada para inspirarse el deseo, y consolarse

los dolores de la virtud, y estimulase al hombre a buscarse y hallarse;-que

«dentro del hombre está el alma del conjunto, la del sabio silencio, la hermosura

universal a la que toda parte y partícula está igualmente relacionada: el Uno

Eterno».-La vida no le inquieta: está contento, puesto que obra bien: lo que

importa es ser virtuoso: «la virtud es la llave de oro que abre las puertas de la

Eternidad»: la vida no es solo el comercio ni el gobierno, sino a más, el comercio

con las fuerzas de la naturaleza y el gobierno de sí: de aquellas viene este: el

orden universal inspira el orden individual: la alegría es cierta, y es la impresión

suma, luego, sea cualquiera la verdad sobre todas las cosas misteriosas, es

racional que ha de hacerse lo que produce alegría real, superior a toda otra clase

de alegría, que es la virtud: la vida no es más que «una estación en la

naturaleza». Y así corren los ojos del que lee por entre esas páginas radiantes y

serenas, que parecen escritas, por sobre humano favor, en cima de montaña, a

luz no humana: así se fijan los ojos, encendidos en deseos de ver esas seductoras

maravillas, y pasear por el palacio de todas esas verdades, por entre esas páginas

que encadenan y relucen, y que parecen espejos de acero que reflejan, a ojos

airados de tanta luz, imágenes gloriosas. ¡Ah, leer, cuando se está sintiendo el

golpeo de la llama en el cerebro!, es como clavar un águila viva ¡Si la mano fuera

rayo, y pudiera aniquilar el cráneo sin cometer crimen! Y la muerte? No aflige la

muerte a Emerson: la muerte no aflige ni asusta a quien ha vivido noblemente:

solo teme el que tiene motivos de temor: será inmortal el que merezca serlo:

morir es volver lo finito a lo infinito: rebelarse no le parece bien: la vida es un

hecho, que tiene razón de ser, puesto que es: solo es un juguete para los

imbéciles, pero es un templo para los verdaderos hombres; mejor que rebelarse es

vivir adelantando, por el ejercicio honesto del espíritu sentidor y pensador.

¿Y las ciencias? Las ciencias confirman lo que el espíritu posee: la analogía de

todas las fuerzas de la naturaleza: la semejanza de todos los seres vivos; la

igualdad de la composición de todos los elementos del universo; la soberanía del

hombre, de quien se conocen inferiores mas a quien no se conocen superiores. El

espíritu presiente; las creencias ratifican. El espíritu, sumergido en lo abstracto,

ve el conjunto; la ciencia, insecteando por lo concreto, no ve más que el detalle.

Que el universo haya sido formado por procedimientos lentos, metódicos y

análogos,-ni anuncia el fin de la naturaleza, ni contradice la existencia de los

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hechos espirituales. Cuando el cielo de las ciencias esté completo, y sepan cuanto

hay que saber, no sabrán más que lo que sabe hoy el espíritu, y sabrán lo que él

sabe. Es verdad que la mano del saurio se parece a la mano del hombre, pero

también es verdad que el espíritu del hombre llega joven a la tumba a que el

cuerpo llega viejo, y que siente en su inmersión en el espíritu universal tan

penetrantes y arrebatadores placeres, y tras ellos una energía tan fresca y

potente, y una serenidad tan majestuosa, y una necesidad tan viva de amar y

perdonar, que esto, que es verdad para quien lo es, aunque no lo sea para quien

no llega a esto, es ley de vida tan cierta como la semejanza entre la mano del

saurio y la del hombre.

¿Y el objeto de la vida? El objeto de la vida es la satisfacción del anhelo de

perfecta hermosura; porque como la virtud hace hermosos los lugares en que

obra, así los lugares hermosos obran sobre la virtud. Hay carácter moral en todos

los elementos de la naturaleza: puesto que todos avivan este carácter en el

hombre, puesto que todos lo producen, todos lo tienen. Así, son una la verdad,

que es la hermosura en el juicio; la bondad, que es la hermosura en los afectos; y

la mera belleza, que es la hermosura en el arte. El arte no es más que la

naturaleza creada por el hombre. De esta intermezcla no se sale jamás. La

naturaleza se postra ante el hombre- y le da sus diferencias, para que perfeccione

su juicio; sus maravillas, para que avive su voluntad a imitarlas; sus exigencias,

para que eduque su espíritu en el trabajo, en las contrariedades, y en la virtud

que las vence. La naturaleza da al hombre sus objetos, que se reflejan en su

mente, la cual gobierna su habla, en la que cada objeto va a transformarse en un

sonido. Los astros son mensajeros de hermosuras, y lo sublime perpetuo. El

bosque vuelve al hombre a la razón y a la fe, y es la juventud perpetua. El bosque

alegra, como una buena acción. La naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y

prepara para la virtud al hombre. Y el hombre no se halla completo, ni se revela

a sí mismo, ni ve lo invisible, sino en su íntima relación con la naturaleza. El

Universo va en múltiples formas a dar en el hombre, como los radios al centro del

círculo, y el hombre va con los múltiples actos de su voluntad a obrar sobre el

Universo, como radios que parten del centro. El Universo, con ser múltiple, es

uno: la música puede imitar el movimiento y los colores de la serpiente. La

locomotora es el elefante de la creación del hombre, potente y colosal como los

elefantes. Solo el grado de calor hace diversas el agua que corre por el cauce del

río y las piedras que el río baña. Y en todo ese Universo múltiple, todo acontece,

a modo de símbolo del ser humano, como acontece en el hombre. Va el humo al

aire como a la Infinidad el pensamiento. Se mueven y encrespan las aguas de los

mares como los afectos en el alma. La sensitiva es débil, como la mujer sensible.

Cada cualidad del hombre está representada en un animal de la naturaleza. Los

árboles nos hablan una lengua que entendemos. Algo deja la noche en el oído,

puesto que el corazón que fue a ella atormentado por la duda, amanece henchido

de paz. La aparición de la verdad ilumina súbitamente el alma, como el sol

ilumina la naturaleza. La mañana hace piar a las aves y hablar a los hombres. El

crepúsculo nocturno recoge las alas de las aves y las palabras de los hombres. La

virtud, a la que todo conspira en la naturaleza, deja al hombre en paz, como si

hubiese acabado su tarea, o como curva que reentra en sí, y ya no tiene más que

andar y remata el círculo. El Universo es siervo, y rey el ser humano. El

Universo ha sido creado para la enseñanza, alimento, placer y educación del

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hombre. El hombre, frente a la naturaleza que cambia y pasa, siente en sí algo

estable. Se siente a la par eternamente joven e inmemorablemente viejo. Conoce

que sabe lo que sabe bien que no aprendió aquí: lo cual le revela vida anterior, en

que adquirió esa ciencia que a esta trajo. Y vuelve los ojos a un Padre que no ve,

pero de cuya presencia está seguro, y cuyo beso, que llena los ámbitos, y le viene

en los aires nocturnos cargados de aromas, deja en su frente lumbre tal que ve a

su blanda palidez confusamente revelados el universo interior, donde está en

breve—todo el exterior,—y el exterior, donde está el interior magnificado, y el

temido y hermoso universo de la muerte. ¿Pero está el Padre fuera de la tierra?

¿Es Dios la misma tierra? ¿Está sobre la Naturaleza? ¿La Naturaleza es

creadora, y el inmenso ser espiritual a cuyo seno el alma humana aspira, no

existe? ¿Nació de sí mismo el mundo en que vivimos? ¿Y se moverá como se

mueve hoy perpetuamente, o se evaporará, y mecidos por sus vapores, iremos a

confundirnos, en compenetración augusta y deleitosa, con un ser de quien la

Naturaleza es mera aparición? Y así revuelve este hombre gigantesco la poderosa

mente, y busca con los ojos abiertos en la sombra el cerebro divino, y lo halla

próvido, invisible, uniforme y palpitante en la luz, en la tierra, en las aguas, y en

sí mismo, y siente que sabe lo que no puede decir, y que el hombre pasará

eternamente la vida tocando con sus manos, sin llegar a palparlos jamás, los

bordes de las alas del águila de oro, en que al fin ha de sentarse. Este hombre se

ha erguido frente al Universo, y no se ha desvanecido. Ha osado analizar la

síntesis, y no se ha extraviado.

Ha tendido los brazos, y ha abarcado con ellos el secreto de la vida. De su cuerpo,

cestilla ligera de su alado espíritu, ascendió, entre labores dolorosas y mortales

ansias, a esas cúspides puras, desde donde se dibujan, como en premio al afán

del viajador, las túnicas bordadas de luz estelar de los seres infinitos. Ha sentido

ese desborde misterioso del alma en el cuerpo, que es ventura solemne, y llena

los labios de besos, y las manos de caricias, y los ojos de llanto, y se parece al

súbito hinchamiento y rebose de la naturaleza en primavera. Y sintió luego esa

calma que viene de la plática con lo divino. Y esa magnífica arrogancia de

monarca que la conciencia de su poder da al hombre. Pues ¿qué hombre dueño de

sí no ríe de un rey? A veces, deslumbrado por esos libros resplandecientes de los

hindúes, para los que la criatura humana, luego de purificada por la virtud,

vuela, como mariposa de fuego, de su escoria terrenal al seno de Brahma,

siéntase a hacer lo que censura, y a ver la naturaleza a través de ojos ajenos,

porque ha hallado esos ojos conformes a los propios, y ve oscuramente, y desluce

sus propias visiones. Y es que aquella filosofía india embriaga, como un bosque

de azahares, y acontece con ella como con ver volar aves, que enciende ansias de

volar. Se siente el hombre, cuando penetra en ella, dulcemente aniquilado, y

como mecido, camino de lo alto, en llamas azules. Y se pregunta entonces si no es

fantasmagoría la naturaleza, y el hombre fantaseador, y todo el Universo una

idea, y Dios la idea pura, y el ser humano la idea aspiradora, que irá a parar al

cabo, como perla en su concha, y flecha en tronco de árbol, en el seno de Dios. Y

empieza a andamiar, y a edificar el Universo. Pero al punto echa abajo los

andamios, avergonzado de la ruindad de su artificio, y de la pobreza de la mente,

que parece, cuando se da a construir mundos, hormiga que arrastra a su espalda

una cadena de montañas.

Y vuelve a sentir correr por sus venas aquellos efluvios místicos y vagos; a ver

cómo se apaciguan las tormentas de su alma en el silencio amigo, poblado de

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promesas, de los bosques; a observar que donde la mente encalla, como buque

que da en roca seca, el presentimiento surge, como ave presa, segura del cielo,

que se escapa de la mente rota; a traducir en el lenguaje encrespado y brutal y

rebelde como piedra, los lúcidos trasportes, los púdicos deliquios, los deleites

balsámicos, los goces enajenadores del espíritu trémulo a quien la cautiva

naturaleza, sorprendida ante el amante osado, admite a su consorcio. Y anuncia

a cada hombre que, puesto que el Universo se le revela entero y directamente,

con él le es revelado el derecho de ver en él por sí, y saciar con los propios labios

la ardiente sed que inspira. Y como en esos coloquios aprendió que el puro

pensamiento y el puro afecto producen goces tan vivos que el alma siente en ellos

una dulce muerte, seguida de una radiosa resurrección, anuncia a los hombres

que solo se es venturoso siendo puro.

Luego que supo esto, y estuvo cierto de que los astros son la corona del hombre, y

que cuando su cráneo se enfriase, su espíritu sereno hendería el aire, envuelto en

luz,-puso su mano amorosa sobre los hombres atormentados, y sus ojos vivaces y

penetrantes en los combates rudos de la tierra. Sus miradas limpiaban de

escombros. Toma puesto familiarmente a la mesa de los héroes. Narra con

lengua homérica los lances de los pueblos. Tiene la ingenuidad de los gigantes.

Se deja guiar de su intuición, que le abre el seno de las tumbas, como el de las

nubes.

Como se sentó, y volvió fuerte, en el senado de los astros, se sienta, como en casa

de hermanos en el senado de los pueblos. Cuenta de historia vieja y de historia

nueva. Analiza naciones, como un geólogo fósiles. Y parecen sus frases vértebras

de mastodonte, estatuas doradas, pórticos griegos. De otros hombres puede

decirse: «Es un hermano»: de este ha de decirse: «Es un padre».—Escribió un

libro maravilloso, suma humana, en que congrega, y estudia en sus tipos, a los

hombres magnos. Vio a la vieja Inglaterra, de donde le vinieron sus padres

puritanos, y de su visita hizo otro libro, fortísimo libro, que llamó Rasgos

ingleses. Agrupó en haces los hechos de la vida, y los estudió en mágicos Ensayos,

y les dio leyes. Como en un eje, giran en esta verdad todas sus leyes para la vida:

«toda la naturaleza tiembla ante la conciencia de un niño». El culto, el destino, el

poder, la riqueza, las ilusiones, la grandeza, fueron por él, como por mano de

químico, descompuestos y analizados. Deja en pie lo bello. Echa a tierra lo falso.

No respeta prácticas. Lo vil, aunque esté consagrado, es vil. El hombre debe

empezar a ser angélico. Ley es la ternura: ley, la resignación; ley, la prudencia.

Esos ensayos son códigos. Abruman, de exceso de savia. Tienen la grandiosa

monotonía de una cordillera de montañas. Los realza una fantasía infatigable y

un buen sentido singular. Para él no hay contradicción entre lo grande y lo

pequeño, ni entre lo ideal y lo práctico, y las leyes que darán el triunfo definitivo,

y el derecho de coronarse de astros, dan la felicidad en la tierra. Las

contradicciones no están en la naturaleza, sino en que los hombres no saben

descubrir sus analogías. No desdeña la ciencia por falsa, sino por lenta. Ábrense

sus libros, y rebosan verdades científicas. Tyndall dice que debe a él toda su

ciencia. Toda la doctrina transformista está comprendida en un haz de frases de

Emerson. Pero no cree que el entendimiento baste a penetrar el misterio de la

vida, y dar paz al hombre y ponerle en posesión de sus medios de crecimiento.

Cree que la intuición termina lo que el entendimiento empieza. Cree que el

espíritu eterno adivina lo que la ciencia humana rastrea.

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Esta, husmea como un can; aquel, salva el abismo, en que el naturalista anda

entretenido, como enérgico cóndor. Emerson observaba siempre, acotaba cuanto

veía, agrupaba en sus libros de notas los hechos semejantes, y hablaba, cuando

tenía que revelar. Tiene de Calderón, de Platón y de Píndaro. Tiene de Franklin.

No fue cual bambú hojoso, cuyo ramaje corpulento, mal sustentado por el tallo

hueco, viene a tierra; sino como baobab, o sabino; o samán grande, cuya copa

robusta se yergue en tronco fuerte. Como desdeñoso de andar por la tierra, y

malquerido por los hombres juiciosos, andaba por la tierra el idealismo. Emerson

lo ha hecho humano: no aguarda a la ciencia, porque el ave no necesita de zancos

para subir a las alturas, ni el águila de rieles. La deja atrás, como caudillo

impaciente, que monta caballo volante, a soldado despacioso, cargado de pesada

herrajería. El idealismo no es en él deseo vago de muerte, sino convicción de vida

posterior que ha de merecerse con la práctica serena de la virtud en esta vida. Y

la vida es tan hermosa y tan ideal como la muerte. ¿Se quiere verle concebir? Así

concibe: quiere decir que el hombre no consagra todas sus potencias, sino la de

entender, que no es la más rica de ellas, al estudio de la naturaleza, por lo cual

no penetra bien en ella, y dice: «es que el eje de la visión del hombre no coincide

con el eje de la naturaleza». Y quiere explicar cómo todas las verdades morales y

físicas se contienen unas y otras, y están en cada una todas las demás, y dice:

«son como los círculos de una circunferencia, que se comprenden todos los unos a

los otros, y entran y salen libremente sin que ninguno esté por encima de otro».

¿Se quiere oír cómo habla? Así habla: «Para un hombre que sufre, el calor de su

propia chimenea tiene tristeza».

«No estamos hechos como buques, para ser sacudidos, sino como edificios, para

estar en firme.»-«Cortad estas palabras, y sangrarán.»-«Ser grande es no ser

entendido.»-«Leónidas consumió un día en morir.»-«Estériles como un solo sexo

son los hechos de la historia natural, tomados por sí mismos.»-«Ese hombre anda

pisoteando en el fango de la dialéctica.»

Y su poesía está hecha como aquellos palacios de Florencia, de colosales

pedruscos irregulares. Bate y olea, como agua de mares. Y otras veces parece en

mano de un niño desnudo, cestillo de flores. Es poesía de patriarcas, de hombres

primitivos, de cíclopes.

Robledales en flor semejan algunos poemas suyos. Suyos son los únicos versos

poémicos que consagran la lucha magna de esta tierra. Y otros poemas son como

arroyuelos de piedras preciosas, o jirones de nube, o trozo de rayo. ¿No se sabe

aún qué son sus versos? Son unas veces como anciano barbado, de barba

serpentina, cabellera tortuosa, y mirada llameante, que canta, apoyado en un

vástago de encino, desde una cueva de piedra blanca,-y otras veces, como ángel

gigantesco de alas de oro, que se despeña desde alto monte verde en el abismo.

¡Anciano maravilloso, a tus pies dejo todo mi haz de palmas frescas, y mi espada

de plata!

José Martí. (La Opinión Nacional. Caracas, 19 de mayo de 1882).

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EL POEMA DEL NIÁGARA*

José Martí.

¡Pasajero, detente! ¡Este que traigo de la mano no es zurcidor de rimas, ni repetidor de viejos maestros,

- lo son porque a nadie repitieron,- ni decidor de amores, como aquellos que trocaron en mágicas

cítaras el seno tenebroso de las traidoras góndolas de Italia, ni gemidor de oficio, como tantos que

fuerzan a los hombres honrados a esconder sus pesares como culpas, y sus sagrados lamentos como

pueriles futilezas! Este que viene conmigo es grande, aunque no lo sea de España, y viene cubierto: es

Juan Antonio Pérez Bonalde, que ha escrito el Poema del Niágara. Y si me preguntas más de él,

curioso pasajero, te diré que se midió con un gigante y no salió herido, sino con la lira bien puesta

sobre el hombro, - porque éste es de los lidiadores buenos, que lidian con la lira,-y con algo como

aureola de triunfador sobre la frente. Y no preguntes más, que ya es prueba sobrada de grandeza

atreverse a medirse con gigantes; pues el mérito no está en el éxito del acometimiento, aunque éste

volvió bien de la lid, sino en el valor de acometer.

¡Ruines tiempos, en que no priva más arte que el de llenar bien los graneros de la casa, y sentarse en

silla de oro, y vivir todo dorado; sin ver que la naturaleza humana no ha de cambiar de como es, y con

sacar el oro afuera, no se hace sino quedarse sin oro alguno adentro! ¡Ruines tiempos, en que son

mérito eximio y desusado el amor y el ejercicio de la grandeza! ¡Son los hombres ahora como ciertas

damiselas, que se prendan de las virtudes cuando las ven encomiadas por los demás, o sublimadas en

sonante prosa o en alados versos, mas luego que se han abrazado a la virtud, que tiene forma de cruz,

la echan de sí con espanto, como si fuera mortaja roedora que les comiera las rosas de las mejillas, y el

gozo de los besos, y ese collar de mariposas de colores que gustan de ceñirse al cuello las mujeres!

¡Ruines tiempos, en que los sacerdotes no merecen ya la alabanza ni la veneración de los poetas, ni los

poetas han comenzado todavía a ser sacerdotes!

¡Ruines tiempos!- ¡no para el hombre en junto, que saca, como los insectos, de sí propio la magnífica

tela en que ha de pasear luego el espacio; sino para estos jóvenes eternos; para estos sentidores

exaltables reveladores y veedores, hijos de la paz y padres de ella, para estos creyentes fogosos,

hambrientos de ternura, devoradores de amor, mal hechos a los pies y a los terruños, henchidos de

recuerdos de nubes y de alas, buscadores de sus alas rotas, pobres poetas! Es su natural oficio sacarse

del pecho las águilas que en él les nacen sin cesar,- como brota perfumes una rosa, y da conchas la mar

y luz el sol,- sentarse, a par que con sonidos misteriosos acompañan en su lira a las viajeras, a ver volar

las águilas: - pero ahora el poeta ha mudado de labor, y anda ahogando águilas. ¿Ni en qué vuelta irán,

si con el polvo del combate que hace un siglo empezó y aún no termina, están oscurecidas hoy las

vueltas? ¿Ni quién las seguirá en su vuelo, si apenas tienen hoy los hombres tiempo para beber el oro,

de los vasos, y cubrir de él a las mujeres, y sacarlo de las minas?

Como para mayor ejercicio de la razón, aparece en la naturaleza contradictorio todo lo que es lógico;

por lo que viene a suceder que esta época de elaboración y transformación espléndidas, en que los

hombres se preparan, por entre los obstáculos que preceden a toda grandeza, a entrar en el goce de sí

mismos, y a ser reyes de reyes, es para los poetas,-hombres magnos,- por la confusión que el cambio

de estados, fe y gobiernos acarrea, época de tumulto y de dolores, en que los ruidos de la batalla

apagan las melodiosas profecías de la buena ventura de tiempos venideros, y el trasegar de los

combatientes deja sin rosas los rosales, y los vapores de la lucha opacan el brillo suave de las estrellas

en el cielo. Pero en la fábrica universal no hay cosa pequeña que no tenga en sí todos los gérmenes de

las cosas grandes, y el cielo gira y anda con sus tormentas, días y noches, y el hombre se revuelve y

marcha con sus pasiones, fe y amarguras; y cuando ya no ven sus ojos las estrellas del cielo, los vuelve

a las de su alma. De aquí esos poetas pálidos y gemebundos; de aquí esa nueva poesía atormentada y

dolorosa; de aquí esa poesía íntima, confidencial y personal, necesaria consecuencia de los tiempos,

ingenua y útil, como canto de hermanos, cuando brota de una naturaleza sana y vigorosa, desmayada y

ridícula cuando la ensaya en sus cuerdas un sentidor flojo, dotado, como el pavón del plumaje

brillante, del don del canto.

Hembras, hembras débiles parecerían ahora los hombres, si se dieran a apurar, coronados de guirnaldas

de rosas, en brazos de Alejandro y de Cebetes, el falerno meloso que sazonó los festines de Horacio.

Por sensual queda en desuso la lírica pagana; y la cristiana, que fue hermosa, por haber cambiado los

humanos el ideal de Cristo, mirado ayer como el más pequeño de los dioses, y amado hoy como el más

grande, acaso, de los hombres. Ni líricos ni épicos pueden ser hoy con naturalidad y sosiego los poetas;

ni cabe más lírica que la que saca cada uno de sí propio, como si fuera su propio ser el asunto único de

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cuya existencia no tuviera dudas, o como si el problema de la vida humana hubiera sido con tal

valentía acometido y con tal ansia investigado,- que no cabe motivo mejor, ni más estimulante, ni más

ocasionado a profundidad y grandeza que el estudio de sí mismo. Nadie tiene hoy su fe segura. Los

mismos que lo creen, se engañan. Los mismos que escriben fe se muerden, acosados de hermosas

fieras interiores, los puños con que escriben. No hay pintor que acierte a colorear con la novedad y

transparencia de otros tiempos la aureola luminosa de las vírgenes, ni cantor religioso o predicador que

ponga unción y voz segura en sus estrofas y anatemas. Todos son soldados del ejército en marcha. A

todos besó la misma maga. En todos está hirviendo la sangre nueva. Aunque se despedacen las

entrañas, en su rincón más callado están, airadas y hambrientas, la Intranquilidad, la Inseguridad, la

Vaga Esperanza, la Visión Secreta. ¡Un inmenso hombre pálido, de rostro enjuto, ojos llorosos y boca

seca, vestido de negro, anda con pasos graves, sin reposar ni dormir, por toda la tierra, - y se ha

sentado en todos los hogares, y ha puesto su mano trémula en todas Las cabeceras! ¡Qué golpeo en el

cerebro! ¡qué susto en el pecho! ¡qué demandar lo que no viene! ¡qué no saber lo que se desea! qué

sentir a la par deleite y náusea en el espíritu, náusea del día que muere, deleite del alba!

No hay obra permanente, porque las obras de los tiempos de reenquiciamiento y remolde son por

esencia mudables e inquietas; no hay caminos constantes, vislúmbranse apenas los aliares nuevos,

grandes y abiertos como bosques. De todas partes solicitan la mente ideas diversas -y las ideas son

como los pólipos y como la luz de las estrellas, y como las olas de la mar. Se anhela incesantemente

saber algo que confirme, o se teme saber algo que cambie las creencias actuales. La elaboración del

nuevo estado social hace insegura la batalla por la existencia personal y más recios de cumplir los

deberes diarios que, no hallando vías anchas, cambian a cada instante de forma y vía, agitados del

susto que produce la probabilidad o vecindad de la miseria. Partido así el espíritu en amores

contradictorios e intranquilos; alarmado a cada instante el concepto literario por un evangelio nuevo;

desprestigiadas y desnudas todas las imágenes que antes se reverenciaban; desconocidas aún las

imágenes futuras, no parece posible, en este desconcierto de la mente, en esta revuelta vida sin vía fija,

carácter definido, ni término seguro, en este miedo acerbo de las pobrezas de la casa, y en la labor

varia y medrosa que ponemos en evitarlas, producir aquellas luengas y pacientes obras, aquellas

dilatadas historias en verso, aquellas celosas imitaciones de gentes latinas que se escribían

pausadamente, año sobre año, en el reposo de la celda, en los ocios amenos del pretendiente en corte, o

en el ancho sillón de cordobán de labor rica y tachuelas de fino oro, en la beatífica calma que ponía en

el espíritu la certidumbre de que el buen indio amasaba el pan, y el buen rey daba la ley, y la madre

Iglesia abrigo y sepultura. Sólo en época de elementos constantes, de tipo literario general y

determinado, de posible tranquilidad individual, de cauces fijos y notorios, es fácil la producción de

esas macizas y corpulentas obras de ingenio que requieren sin remedio tal suma de favorables

condiciones. El odio acaso, que acumula y concentra, puede aún producir naturalmente tal género de

obras, pero el amor rebosa y se esparce; y éste es tiempo de amor, aun para los que odian. El amor

entona cantos fugitivos, mas no produce,- por sentimiento culminante y vehemente, cuya tensión fatiga

y abruma,- obras de reposado aliento y laboreo penoso.

Y hay ahora como un desmembramiento de la mente humana. Otros fueron los tiempos de las vallas

alzadas; éste es el tiempo de las vallas rotas. Ahora los hombres empiezan a andar sin tropiezos por

toda la tierra; antes, apenas echaban a andar, daban en muro de solar de señor o en bastión de

convento. Se ama a un Dios que lo penetra y lo prevale todo. Parece profanación dar al Creador de

todos los seres y de todo lo que ha de ser, la forma de uno solo de los seres. Como en lo humano todo

el progreso consiste acaso en volver al punto de que se partió, se está volviendo al Cristo, al Cristo

crucificado, perdonador, cautivador, al de los pies desnudos y los brazos abiertos, no un Cristo nefando

y satánico, malevolente, odiador, enconado, fustigante, ajusticiador, impío. Y estos nuevos amores no

se incuban, como antes, lentamente en celdas silenciosas en que la soledad adorable y sublime

empollaba ideas gigantescas y radiosas; ni se llevan ahora las ideas luengos días y años luengos en la

mente, fructificando y nutriéndose, acrecentándose con las impresiones y juicios análogos, que volaban

a agruparse a la idea madre, como los abanderados en tiempo de guerra al montecillo en que se alza la

bandera; ni de esta prolongada preñez mental nacen ahora aquellos hijos ciclópeos y desmesurados,

dejo natural de una época de callamiento y de repliegue, en que las ideas habían de convertirse en

sonajas de bufón de rey, o en badajo de campana de iglesia, o en manjar de patíbulo; y en que era

forma única de la expresión del juicio humano el chismeo donairoso en una mala plaza de las comedias

en amor trabadas entre las cazoletas de la espada y vuelos del guardainfante de los cortejadores y

hermosas de la villa. Ahora los árboles de la selva no tienen más hojas que lenguas las ciudades; las

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ideas se maduran en la plaza en que se enseñan, y andando de mano en mano, y de pie en pie. El hablar

no es pecado, sino gala; el oír no es herejía, sino gusto y hábito, y moda. Se tiene el oído puesto a todo;

los pensamientos, no bien germinan, ya están cargados de flores y de frutos, y saltando en el papel, y

entrándose, como polvillo sutil, por todas las mentes: los ferrocarriles echan abajo la selva; los diarios

la selva humana. Penetra el sol por las hendiduras de los árboles viejos. Todo es expansión,

comunicación, florescencia, contagio, esparcimiento. El periódico desflora las ideas grandiosas. Las

ideas no hacen familia en la mente, corno antes, ni casa, ni larga vida. Nacen a caballo, montadas en

relámpago, con alas. No crecen en una mente sola, sino por el comercio de todas. No tardan en

beneficiar, después de salida trabajosa, a número escaso de lectores; sino que, apenas nacidas,

benefician. Las estrujan, las ponen en alto, se las ciñen como corona, las clavan en picota, las erigen en

ídolo, las vuelcan, las mantean. Las ideas de baja ley, aunque hayan comenzado por brillar como de ley

buena, no soportan el tráfico, el vapuleo, la marejada, el duro tratamiento. Las ideas de ley buena

surgen a la postre, magulladas, pero con virtud de cura espontánea, y compactas y enteras. Con un

problema nos levantamos; nos acostamos ya con otro problema. Las imágenes se devoran en la mente.

No alcanza el tiempo para dar forma a lo que se piensa. Se pierden unas en otras las ideas en el mar

mental, como cuando una piedra hiere el agua azul, se pierden unos en otros los círculos del agua.

Antes las ideas se erguían en silencio en la mente como recias torres, por lo que , cuando surgían, se

las veía de lejos: hoy se salen en tropel de los labios, como sem1las de oro, que caen en suelo

hirviente; se quiebran, se radifican, se evaporan, se malogran- ¡ oh hermoso sacrificio !- para e1 que

las crea: se deshacen en chispas encendidas; se desmigajan. De aquí pequeñas obras fúlgidas, de aquí

la ausencia de aquellas grandes obras culminantes, sostenidas, majestuosas, concentradas.

Y acontece también, que con la gran labor común de los humanos, y el hábito saludable de examinarse,

y pedirse mutuas cuentas de sus vidas, y la necesidad gloriosa de amasar por sí el pan que se ha de

servir en los manteles, no estimula la época, ni permite acaso la aparición aislada de entidades

suprahumanas recogidas en una única labor de índole tenida por maravillosa y suprema. Una gran

montaña parece menor cuando está rodeada de colinas. Y ésta es la época en que las colinas se están

encimando a las montañas; en que las cumbres se van deshaciendo en llanuras; época ya cercana de la

otra en que todas las llanuras serán cumbres. Con el descenso de las eminencias suben de nivel los

llanos, lo que hará más fácil el tránsito por la tierra. Los genios individuales se señalan menos, porque

les va faltando la pequeñez de los contornos que realzaban antes tanto su estatura. Y como todos van

aprendiendo a cosechar los frutos de la naturaleza y a estimar sus flores, tocan los antiguos maestros a

menos flor y fruto, y a más las gentes nuevas que eran antes cohorte mera de veneradores de los

buenos cosecheros. Asístese como a una descentralización de la inteligencia. Ha entrado a ser lo bello

dominio de todos. Suspende el número de buenos poetas secundarios y la escasez de poetas eminentes

solitarios. El genio va pasando de individual a colectivo. El hombre pierde en beneficio de los

hombres. Se diluyen, se expanden las cualidades de los privilegiados a la masa; lo que no placerá a

los privilegiados de alma baja, pero sí a

Los de corazón gallardo y generoso, que saben que no es en la tierra, por grande criatura que sea, más

que arena de oro, que volverá a la fuente hermosa de oro, y reflejo de la mirada del Creador.

Y como el auvernés muere en París alegre, más que de deslumbramiento, del mal del país, y todo

hombre que se detiene a verse anda enfermo del dulce mal del cielo, tienen los poetas hoy,- auverneses

sencillos en Lutecia alborotada y suntuosa,- la nostalgia de la hazaña. La guerra, antes fuente de gloria,

cae en desuso, y lo que pareció grandeza, comienza a ser crimen. La corte, antes albergue de bardos de

alquiler, mira con ojos asustados a los bardos modernos, que aunque a veces arriendan la lira, no la

alquilan ya por siempre, y aun suelen no alquilarla. Dios anda confuso; la mujer como sacada de quicio

y aturdida; pero la naturaleza enciende siempre el sol solemne en medio del espacio; los dioses de los

bosques hablan todavía la lengua que no hablan ya las divinidades de los altares; el hombre echa por

los mares sus serpientes de cabeza parlante, que de un lado se prenden a las breñas agrestes de

Inglaterra, y de otro a la riente costa americana; y encierra la luz de los astros en un juguete de cristal;

y lanza por sobre las aguas y por sobre las cordilleras sus humeantes y negros tritones ;- y en el alma

humana, cuando se apagan los soles que alumbraron la tierra decenas de siglos, no se ha apagado el

sol. No hay occidente para el espíritu del hombre; no hay más que norte, coronado de luz. La montaña

acaba en pico; en cresta la ola empinada que la tempestad arremolina y echa al cielo; en copa el árbol;

y en cima ha de acabar la vida humana. En este cambio de quicio a que asistimos, y en esta refacción

del mundo de los hombres, en que la vida nueva va, como los corceles briosos por los caminos,

perseguida de canes ladradores; en este cegamiento de las fuentes y en este anublamiento de los

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dioses,-la naturaleza, el trabajo humano, y el espíritu del hombre se abren como inexhaustos

manantiales puros a los labios sedientos de los poetas:- ¡vacíen de sus copas de preciosas piedras el

agrio vino viejo, y pónganlas a que se llenen de rayos de sol, de ecos de faena, de perlas buenas y

sencillas, sacadas de lo hondo del alma,-y muevan con sus manos febriles, a los ojos de los hombres

asustados, la copa sonora!

De esta manera, lastimados los pies y los ojos de ver y andar por ruinas que aún humean, reentra en sí

el poeta lírico, que siempre fue, en más o en menos, poeta personal,-y pone los ojos en las batallas y

solemnidades de la naturaleza, aquel que hubiera sido en épocas cortesanas, conventuales o

sangrientas, poeta de epopeya. La batalla está en los talleres; la gloria, en la paz; el templo, en toda la

tierra; el poema, en la naturaleza. Cuando la vida se asiente, surgirá el Dante venidero, no por mayor

fuerza suya sobre los hombres dantescos de ahora, sino por mayor fuerza del tiempo,- ¿Qué es el

hombre arrogante, sino vocero de lo desconocido, eco de lo sobrenatural, espejo de las luces eternas,

copia más o menos acabada del mundo en que vive? Hoy Dante vive en sí, y de sí. Ugolino roía a su

hijo; mas él a sí propio; no hay ahora mendrugo más denteado que un alma de poeta: si se ven con los

ojos del alma, sus puños mondados y los huecos de sus alas arrancadas manan sangre.

Suspensa, pues, de súbito, la vida histórica; harto nuevas aún y harto confusas las instituciones

nacientes para que hayan podido dar de sí, -porque a los pueblos viene el perfume como al vino, con

los años.- elementos poéticos; sacadas al viento, al empuje crítico, las raíces desmigajadas de la poesía

añeja; la vida personal dudadora, alarmada, preguntadora, inquieta, luzbélica; la vida íntima febril, no

bien enquiciada, pujante, clamorosa, ha venido a ser el asunto principal y, con la naturaleza, el único

asunto legítimo de la poesía moderna.

¡Mas, cuánto trabajo cuesta hallarse a sí mismo! El hombre, apenas entra en el goce de la razón que

desde su cuna le oscurecen, tiene que deshacerse para entrar verdaderamente en sí. Es un braceo

hercúleo contra los obstáculos que le alza al paso su propia naturaleza y les que amontonan las ideas

convencionales de que es, en hora menguada, y por impío consejo, y arrogancia culpable,- alimentada.

No hay más difícil faena que esta de distinguir en nuestra existencia la vida pegadiza y postadquirida

de la espontánea y prenatural; lo que viene con el hombre, de lo que le añaden con sus lecciones,

legados y ordenanzas, los que antes de él han venido. So pretexto de completar el ser humano, lo

interrumpen. No bien nace, ya están en pie, junto a su cuna con grandes y fuertes vendas preparadas en

las manos, las filosofías, las religiones, las pasiones de los padres, los sistemas políticos. Y lo atan; y

lo enfajan; y el hombre es ya, por toda su vida en la tierra, un caballo embridado. Así es la tierra ahora

una vasta morada de enmascarados. Se viene a la vida como cera, y el azar nos vacía en moldes

prehechos, Las convenciones creadas deforman la existencia verdadera, y la verdadera vida viene a ser

como corriente silenciosa que se desliza invisible bajo la vida aparente, no sentida a las veces por el

mismo en quien hace su obra cauta, a la manera con que el Guadiana misterioso corre luengo camino

calladamente por bajo de las tierras andaluzas. Asegurar el albedrío humano; dejar a los espíritus su

seductora forma, no deslucir con la imposición de ajenos prejuicios las naturalezas vírgenes; ponerlas

en aptitud de tornar por sí lo útil sin ofuscarlas, ni impelerlas por una vía marcada. ¡He ahí el único

modo de poblar la tierra de la generación vigorosa y creadora que le falta! Las redenciones han venido

siendo teóricas y formales: es necesario que sean efectivas y esenciales. Ni la originalidad literaria

cabe, ni la libertad política subsiste mientras no se asegure la libertad espiritual. El primer trabajo del

hombre es reconquistarse. Urge devolver los hombres a sí mismos; urge sacarlos del mal gobierno de

la convención que sofoca o envenena sus sentimientos, acelera el despertar de sus sentidos, y recarga

su inteligencia con un caudal pernicioso, ajeno, frío y falso, Sólo lo genuino es fructífero. Sólo lo

directo es poderoso. Lo que otro nos lega es como manjar recalentado. Toca a cada hombre reconstruir

la vida: a poco que mire en sí, la reconstruye, Asesino alevoso, ingrato a Dios y enemigo de los

hombres, es el que, so pretexto de dirigir a las generaciones nuevas, les enseña un cúmulo aislado y

absoluto de doctrinas, y les predica al oído, antes que la dulce plática de amor, el evangelio bárbaro del

odio. ¡Reo es de traición a la naturaleza el que impide, en una vía u otra, y en cualquiera vía, el libre

uso, la aplicación directa y el espontáneo empleo de las facultades magníficas del hombre! ¡Entre

ahora el bravo, el buen lancero, el ponderoso justador, el caballero de la libertad humana, - que es

orden magna de caballería.- el que se viene derechamente, sin pujos de Valbuena ni rezagos de Ojeda,

por la poesía épica de nuestros tiempos; el que movió al cielo las manos generosas en tono de plegaria

y las sacó de la oración a modo de ánfora sonora, henchida de estrofas opulentas y vibrantes,

acariciada de olímpicos reflejos! El poema está en el hombre decidido a gustar todas las manzanas, a

enjugar toda la savia del árbol del Paraíso y a trocar en hoguera confortante el fuego de que forjó Dios,

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en otro tiempo, la espada exterminadora! ¡El poema está en la naturaleza, madre de senos próvidos,

esposa que jamás desama, oráculo que siempre responde, poeta de mil lenguas, maga que hace

entender lo que no dice, consoladora que fortifica y embalsama! ¡Entre ahora el buen bardo del

Niágara, que ha escrito un canto extraordinario y resplandeciente del poema inacabable de la

naturaleza!

¡El poema del Niágara! Lo que el Niágara cuenta; las voces del torrente; los gemidos del alma humana;

la majestad del alma universal; el diálogo titánico entre el hombre impaciente y la naturaleza

desdeñosa; el clamor desesperado de hijo de gran padre desconocido, que pide a su madre muda el

secreto de su nacimiento; el grito de todos en un solo pecho; el tumulto del pecho que responde al

bravío de las ondas; el calor divino que enardece y encala la frente del hombre a la faz de lo grandioso;

la compenetración profética y suavísima del hombre rebelde e ignorador y la naturaleza fatal y

reveladora, el tierno desposorio con lo eterno y el vertimiento deleitoso en la creaci6n del que vuelve a

sí el hombre ebrio de fuerza y júbilo, fuerte como un monarca amado, ungido rey de la naturaleza.

¡El poema del Niágara! El halo de espíritu que sobrerrodea el halo de agua de colores; la batalla de su

seno, menos fragosa que la humana; el oleaje simultáneo de todo lo vivo, que va a parar, empujado por

lo que no se ve, encabritándose y revolviéndose, allá en lo que no se sabe; la ley de la existencia,

lógica en fuerza de ser incomprensible, que devasta sin acuerdo aparente mártires y villanos, y sorbe

de un hálito, como ogro famélico, un haz de evangelistas, en tanto que deja vivos en la tierra, corno

alimañas de boca roja que le divierten, haces de criminales; la vía aparejada en que estallan, chocan, se

rebelan, saltan al cielo y dan en hondo hombres y cataratas estruendosas; el vocerío y combate

angélico del hombre arrebatado por la ley arrolladora, que al par que cede y muere, blasfema, agítase

corno titán que se sacude mundos y ruge; la voz ronca de la cascada que ley igual empuja, y al dar en

mar o en antro, se encrespa y gime; y luego de todo, las lágrimas que lo envuelven ahora todo, y el

quejido desgarrador del alma sola: he ahí el poema imponente que ese hombre de su tiempo vio en el

Niágara.

Toda esa historia que va escrita es la de este poema. Como este poema es obra representativa, hablar

de él es hablar de la época que representa. Los buenos eslabones dan chispas altas. Menguada cosa es

lo relativo que no despierta el .pensamiento de lo absoluto. Todo ha de hacerse de manera que lleve la

mente a lo general y a lo grande. La filosofía no es más que secreto de la relación de las varias formas

de existencia. Mueven el alma de este poeta los afanes, las soledades, las amarguras, la aspiración del

genio cantor. Se presenta armado de todas armas en un circo en donde no ve combatientes, ni estrados

animados de público tremendo, ni ve premio. Corre, cargado de todas las armas que le pesan, en busca

de batalladores. ¡Halla un monte de agua que le sale al paso; y, como lleva el pecho lleno de combate,

reta al monte de agua!

Pérez Bonalde, apenas puso los ojos sobre sí, y en su torno, viviendo en tiempo revuelto y en tierra

muy fría, se vio solo; catecúmeno enérgico de una religión no establecida, con el corazón necesitado

de adorar, con la razón negada a la reverencia; creyente por instinto, incrédulo por reflexión. En vano

buscó polvo digno de una frente varonil para postrarse a rendir tributo de acatamiento; en vano trató de

hallar su puesto, en esta época en que no hay tierra que no los haya trastocado todos, en la confusa y

acelerada batalla de los vivos; en vano, creado por mal suyo para empresas hazañosas, y armado por el

estudio del análisis que las reprime cuando no las prohíbe o ridiculiza, persiguió con empeño las

grandes acciones de los hombres, que tienen ahora a gala y prueba de ánimo fuerte, no emprender cosa

mayor, sino muy suave, productiva y hacedera. En los labios le rebosaban los versos robustos; en la

mano le vibraba acaso la espada de la libertad,-que no debiera, por cierta, llevar jamás espada;- en el

espíritu la punzante angustia de vivir sobrado de fuerzas sin empleo, que es como poner la savia de un

árbol en el corpecillo de una hormiga. Los vientos corrientes le batían las sienes; la sed de nuestros

tiempos le apretaba las fauces; lo pasado, ¡todo es castillo solitario y armadura vacía!; lo presente,

¡todo es pregunta, negación, cólera, blasfemia de derrota, alarido de triunfo!; lo venidero, ¡todo está

oscurecido por el polvo y vapor de la batalla! Y fatigado de buscar en vano hazañas en los hombres,

fue el poeta a saludar la hazaña de la naturaleza.

Y se entendieron. El torrente prestó su voz al poeta; el poeta su gemido de dolor a la maravilla

rugidora. Del encuentro súbito de un espíritu ingenuo y de un espectáculo sorprendente, surgió este

poema palpitante, desbordado, exuberante, lujoso. Acá desmaya, porque los labios sajan las ideas, en

vez de darles forma. Allá se encumbra, porque hay ideas tales, que pasan por sobre los labios corno por

sobre valla de carrizos. El poema tiene el alarde pindárico, el vuelo herediano, rebeldes curvas,

arrogantes reboses, lujosos alzamientos, cóleras heroicas. El poeta ama, no se asombra. No se espanta,

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llama. Riega todas las lágrimas del pecho. Increpa, golpea, implora. Yergue todas las soberbias de la

mente. Empuñaría sin miedo el cetro de la sombra. Ase la niebla, rásgala, penétrala. ¡Evoca al Dios del

antro; húndese en la cueva limosa: enfríase en torno suyo el aire; resurge coronado de luz; canta el

hosanna! La Luz es el gozo supremo de los hombres. Ya pinta el río sonoro, turbulento, despeñado,

roto en polvo de plata, evaporado en humo de colores. Las estrofas son cuadros: ora ráfagas de

ventisquero, ora columnas de fuego, ora relámpagos. Ya Luzbel, ya Prometeo, ya Icaro. Es nuestro

tiempo, enfrente de nuestra naturaleza. Ser eso es dado a pocos. Contó a la Naturaleza los dolores del

hombre moderno. Y fue pujante, porque fue sincero. Montó en carroza de oro.

Este poema fue impresión, choque, golpe de ala, obra genuina, rapto súbito. Vese aún a trechos al

estudiador que lee, el cual es personaje importuno en estos choques del hombre y la Naturaleza; pero

por sobre él salta, por buena fortuna, gallardo y atrevido, el hombre. El gemidor asoma, pero el

sentidor vehemente vence. Nada le dice el torrente, que lo dice todo; pero a poco pone bien el oído, y a

despecho de los libros de duda, que le alzan muralla, lo oye todo. Las ideas potentes se enciman, se

precipitan, se cobijan, se empujan, se entrelazan. Acá el consonante las magulla; el consonante

magulla siempre; allá las prolonga, con lo cual las daña; por lo común, la idea abundosa y encendida

encaja noblemente en el verso centellante. Todo el poeta se salió a estos versos; la majestad evoca y

pone en pie todo lo majestuoso. Su estrofa fue esta vez como la ola que nace del mar agitado, y crece

al paso ron el encuentro de otras olas, y se empina, y se enrosca, y se despliega ruidosamente, y va a

morir en espuma sonante y círculos irregulares y rebeldes no sujetos a forma ni extensión; acá

enseñoreándose de la arena y tendiéndose sobre ella corno triunfador que echa su manto sobre ]a

prisionera que hace su cautiva; allá besando mansamente los bordes cincelados de la piedra marina

caprichosa; quebrándose acullá en haces de polvo contra la arista enhiesta de las rocas. Su

irregularidad le viene de su fuerza. La perfección de la forma se consigue casi siempre a costa de la

perfección de la idea. Pues el rayo ¿obedece a marcha precisa en su camino? ¿Cuándo fue jaca de tiro

más hermosa que potro en la dehesa? Una tempestad es más bella que una locomotora. Señálanse por

sus desbordes y turbulencias las obras que arrancan derechamente de lo profundo de las almas magnas.

Y Pérez Bonalde ama su lengua, y la acaricia, y la castiga; que no hay placer corno este de saber de

dónde viene cada palabra que se usa, y a cuánto alcanza; ni hay nada mejor para agrandar y robustecer

la mente que el estudio esmerado y la aplicación oportuna del lenguaje. Siente uno, luego de escribir,

orgullo de escultor y de pintor. Es la dicción de este poema redonda y hermosa; la factura amplia; el

lienzo extenso; los colores a prueba de sol. La frase llega a alto, como que viene de hondo, y cae rota

en colores, o plegada con majestad, o fragorosa como las aguas que retrata. A veces, con la prisa de

alcanzar la imagen fugitiva, el verso queda sin concluir, o concluido con premura. Pero la alteza es

constante. Hay ola, y ala. Mima Pérez Bonalde lo que escribe; pero no es, ni quiere serlo, poeta

cincelador. Gusta, por decontado, de que el verso brote de su pluma sonoro, bien acuñado, acicalado,

mas no se pondrá como otro, frente al verso, con martillo de oro y buril de plata, y enseres de cortar y

de sajar, a mellar aquí un extremo, a fortificar allí una juntura, a abrillantar y redondear la joya, sin ver

que si el diamante sufre talla, moriría la perla de ella. El verso es perla. No han de ser los versos como

la rosa centifolia, toda llena de bojas, sino como el jazmín del Malabar, muy cargado de esencias. La

hoja debe ser nítida, perfumada, sólida, tersa. Cada vasillo suyo ha de ser un vaso de aromas. El verso,

por dondequiera que se quiebre, ha de dar luz y perfume. Han de podarse de la lengua poética, como

del árbol, todos los retoños entecos, o amarillentos, o mal nacidos, y no dejar más que los sanos y

robustos, con lo que, con menos hojas, se alza con más gallardía la rama, y pasea en ella con más

libertad la brisa y nace mejor el fruto. Pulir es bueno, mas dentro de la mente y antes de sacar el verso

al labio. El verso hierve en la mente, como en la cuba el mosto. Mas ni el vino mejora, luego de hecho,

por añadirle alcoholes y taninos; ni se aquilata el verso, luego de nacido, por engalanarlo con

aditamentos y aderezos. Ha de ser hecho de una pieza y de una sola inspiración, porque no es obra de

artesano que trabaja a cordel, sino de hombre es cuyo seno anidan cóndores, que ha de aprovechar el

aleteo del cóndor, Y así brotó de Bonalde este poema, y es una de sus fuerzas: fue hecho de una pieza.

¡Oh! ¡Esa tarea de recorte, esa mutilac6n de nuestros hijos, ese trueque de plectro del poeta por el

bisturí del disector! Así quedan los versos pulidos: deformes y muertos. Como cada palabra ha de ir

cargada de su propio espíritu y llevar caudal suyo al verso, mermar palabras es mermar espíritu, y

cambiarlas es rehervir el mosto, que, como el café, no ha de ser rehervido. Se queja el alma del verso,

como maltratada, de estos golpes de cincel. Y no parece cuadro de Vinci, sino mosaico de Pompeya.

Caballo de paseo no gana batallas. No está en el divorcio el remedio de los males del matrimonio, sino

en escoger bien la dama y en no cegar a destiempo en cuanto a las causas reales de la unión. Ni en el

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pulimento está la bondad del verso, sino en que nazca ya alado y sonante. No se dé por hecho el verso

en espera de acabarle luego, cuando aún no esté acabado; que luego se le rematará en apariencia, mas

no verdaderamente ni con ese encanto de cosa virgen que tiene el verso que no ha sido sajado ni

trastrojado. Porque el trigo es más fuerte que el verso, y se quiebra y amala cuando lo cambian muchas

veces de troje. Cuando el verso quede por hecho ha de estar armado de todas armas, con coraza dura y

sonante, y de penacho blanco rematado el buen casco de acero reluciente.

Que aun con todo esto, como pajas perdidas que con el gusto del perfume no se cuidó de recoger

cuando se abrió la caja de perfumería, quedaron sueltos algunos cabos, que bien pudieran rematarse;

que acá sobra un epíteto; que aquí asoma un asonante inoportuno; que acullá ostenta su voluta

caprichosa un esdrújulo osado; que a cual verso le salió corta el ala, lo que en verdad no es cosa de

gran monta en esta junta de versos sobrados de alas grandes; que, como dejo natural del tiempo,

aparecen en aquella y esta estrofa, como fuegos de San Telmo en cielo sembrado de astros, gemidos de

contagio y desesperanzas aprendidas; ¡ ea! que bien puede ser, pero esa menudencia es faena de

pedantes. Quien va en busca de montes, no se detiene a recoger las piedras del camino. Saluda el sol, y

acata al monte. Estas son confidencias de sobremesa. Esas cosas se dicen al oído. Pues, ¿quién no sabe

que la lengua es jinete del pensamiento, y no su caballo? La imperfección de la lengua humana para

expresar cabalmente los juicios, afectos y designios del hombre es una prueba perfecta y absoluta de la

necesidad de una existencia venidera.

Y aquí viene bien que yo conforte el alma, algún momento abatida y azorada de este gallardísimo

poeta; que yo le asegure lo que él anhela saber; que vacíe en él la ciencia que en mí han puesto la

mirada primera de los niños, colérica corno quien entra en casa mezquina viniendo de palacio, y la

última mirada de los moribundos, que es una cita, y no una despedida. Bonalde mismo no niega, sino

que inquiere. No tiene fe absoluta en la vida próxima; pero no tiene duda absoluta. Cuando se pregunta

desesperado qué ha de ser de él, queda tranquilo, como si hubiera oído lo que no dice, Saca fe en lo

eterno de los coloquios en que bravamente lo interroga. En vano teme él morir cuando ponga al fin la

cabeza en la almohada de tierra. En vano el eco que juega con las palabras, -porque la naturaleza

parece, corno el Creador mismo, celosa de sus mejores criaturas, y gusta de ofuscarles el juicio que les

dio,-le responde que nada sobrevive a la hora que nos parece la postrera. El eco en alma dice cosa más

honda que el eco del torrente. Ni hay torrente como nuestra alma. ¡No! ¡la vida humana no es toda la

vida! La tumba es vía y no término. La mente no podría concebir lo que no fuera capaz de realizar; la

existencia no puede ser juguete abominable de un loco maligno. Sale el hombre de la vida, corno tela

plegada, ganosa de lucir sus colores, en busca de marco; como nave gallarda, ansiosa de andar

mundos, que al fin se da a los mares. La muerte es júbilo, reanudamiento, tarea nueva. La vida humana

sería una invención repugnante y bárbara, si estuviera limitada a la vida en la tierra. Pues ¿qué es

nuestro cerebro, sementera de proezas, sino anuncio del país cierto en que han de rematarse? Nace el

árbol en la tierra, y halla atmósfera en que extender sus ramas; y el agua en la honda madre, y tiene

cauce en donde echar sus fuentes; y nacerán las ideas de justicia en la mente, las jubilosas ansias de no

cumplidos sacrificios, el acabado programa de hazañas espirituales, los deleites que acompañan a la

imaginación de una vida pura y honesta, imposible de logro en la tierra - ¿y no tendrá espacio en que

tender al aire su ramaje esta arboleda de oro? ¿Qué es más e1 hombre al morir, por mucho que haya

trabajado en vida, que gigante que ha vívido condenado a tejer cestos de monje y fabricar nidillos de

jilguero? ¿Qué ha de ser del espíritu tierno y rebosante que, falto de empleo fructífero, se refugia en sí

mismo, y sale íntegro y no empleado de la tierra? Este poeta venturoso no ha entrado aún en los senos

amargos de la vida. No ha sufrido bastante. Del sufrimiento, como el halo de la luz, brota la fe en la

existencia venidera. Ha vivido con la mente, que ofusca; y con el amor, que a veces desengaña; fáltale

aún vivir con el dolor que conforta, acrisola y esclarece. Pues ¿qué es el poeta, sino alimento vivo de la

llama con que alumbra? ¡Echa su cuerpo a la hoguera, y el humo llega al cielo, y la claridad del

incendio maravilloso se esparce, como un suave calor, por toda la tierra!

Bien hayas, poeta sincero y honrado, que te alimentas de ti mismo. ¡He aquí una lira que vibra! ¡He

aquí un poeta que se palpa el corazón, que lucha con la mano vuelta al cielo, y pone a los aires vivos la

arrogante frente! He aquí un hombre, maravilla de arte sumo, y fruto raro en esta tierra de hombres! He

aquí un vigoroso braceador que pone el pie seguro, la mente avarienta, y los ojos ansiosos y serenos en

ese haz de despojos de templos, y muros apuntalados, y cadáveres dorados, y alas hechas de cadenas,

de que, con afán siniestro, se aprovechan hoy tantos arteros batalladores para rehacer prisiones al

hombre moderno! El no persigue a la poesía, breve espuma de mar hondo, que sólo sale a flote cuando

hay ya mar hondo, y voluble coqueta que no cuida de sus cortejadores, ni dispensa a los importunos

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sus caprichos. El aguardó la hora alta, en que el cuerpo se agiganta y los ojos se inundan de llanto, y de

embriaguez el pecho, y se hincha la vela de la vida, como lona de barco, a vientos desconocidos, y se

anda naturalmente a paso de monte. El aire de la tempestad es suyo, y ve en él luces, y abismos

bordados de fuego que se entreabren, y místicas promesas. En este poema, abrió su seno atormentado

al aire puro, los brazos trémulos al oráculo piadoso, la frente enardecida a las caricias aquietadoras de

la sagrada naturaleza. Fue libre, ingenuo, humilde, preguntador, señor de sí, caballero del espíritu.

¿Quiénes son los soberbios que se arrogan el derecho de enfrenar cosa que nace libre, de sofocar la

llama que enciende la naturaleza, de privar del ejercicio natural de sus facultades a criatura tan augusta

corno el ser humano? ¿Quiénes son esos búhos que vigilan la cuna de los recién nacidos y beben en su

lámpara de oro el aceite de la vida? ¿Quiénes son esos alcaides de la mente, que tienen en prisión de

dobles rejas al alma, esta gallarda castellana? ¿Habrá blasfemo mayor que el que, so pretexto de

entender a Dios, se arroja a corregir la obra divina? ¡Oh Libertad! ¡no manches nunca tu túnica blanca,

para que no tenga miedo de ti el recién nacido! ¡Bien hayas tú, Poeta del Torrente, que osas ser libre en

una época de esclavos pretenciosos, porque de tal modo están acostumbrados los hombres a la

servidumbre, que cuando han dejado de ser esclavos de la reyecía, comienzan ahora, con más

indecoroso humillamiento, a ser esclavos de la Libertad! ¡Bien hayas, cantor ilustre, y ve que sé qué

vale esta palabra que te digo! ¡Bien hayas tú, señor de espala de fuego, jinete de caballo de alas,

rapsoda de lira de roble, hombre que abres tu seno a la naturaleza! Cultiva lo magno, puesto que

trajiste a la tierra todos los aprestos del cultivo. Deja a los pequeños otras pequeñeces. Muévante

siempre estos solemnes vientos. Pon de lado las huecas rimas de uso, ensartadas de perlas y matizadas

con flores de artificio, que suelen ser más juego de la mano y divertimiento del ocioso ingenio que

llamarada del alma y hazaña digna de los magnates de la mente. Junta en haz alto, y echa al fuego,

pesares de contagio, tibiedades latinas, rimas reflejas, dudas ajenas, males de libros, fe prescrita, y

caliéntate a la llama saludable del frío de estos tiempos dolorosos en que, despierta ya en la mente la

criatura adormecida, están todos los hombres de pie sobre la tierra, apretados los labios, desnudo el

pecho bravo y vuelto el puño al cielo, demandando a la vida su secreto. (Tomo 7, pp. 223 – 241)

*1 Este trabajo se publicó como prólogo al Poema del Niágara de Juan Antonio Pérez Bonalde, en

Nueva York, en 1882, y fue luego reproducido en la Revista de Cuba, tomo XIV, 1883.

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EL POETA WALT WHITMAN273

Fiesta literaria en Nueva York.-Vejez patriarcal de Whitman.-

Su elogio a Lincoln y el canto a su muerte. -Carácter

extraordinario de la poesía y lenguaje de Whitman. -Novedad

absoluta de su obra poética. - Su filosofía, su adoración del

cuerpo humano, su felicidad, su método poético. -La poesía en

los pueblos libres. -Sentido religioso de la libertad.-Desnudeces

y profundidad del libro prohibido de Whitman.

Nueva York, 19 de abril de 188.

Señor Director de El Partido Liberal:

“Parecía un dios anoche, sentado en su sillón de terciopelo rojo, todo el

cabello blanco, lo barba sobre el pecho, las cejas como un bosque, la

mano en un cayado.” Esto dice un diario de hoy del poeta Walt Whitman,

273 7 Este trabajo fue enviado también por Martí a La Nación de Buenos Aires con fecha 23 de abril de 1337,

donde salió publicado cel 26 de junio del mismo año.

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anciano de setenta años a quien los críticos profundos, que siempre son

los menos, asignan puesto extraordinario en la literatura de un país y de

su época. Sólo los libros sagrados de la antigüedad ofrecen una doctrina

comparable, por su profético lenguaje y robusta poesía, a la que en

grandiosos y sacerdotales apotegmas emite, a manera de bocanadas de

luz, este poeta viejo, cuyo libro pasmoso está prohibido.

¿Cómo no, si es un libro natural? Las universidades y latines han puesto

a los hombres de manera que ya no se conocen; en vez de echarse unos

en brazos de los otros, atraídos por lo esencial y eterno, se apartan,

piropeándose como placeras, por diferencias de mero accidente; como el

budín sobre la budinera, el hombre queda amoldado sobre el libro o

maestro enérgico con que le puso en contacto el azar o la moda de su

tiempo; las escuelas filosóficas, religiosas o literarias, encogullan a los

hombres, como al lacayo la librea; los hombres se dejan marcar, como

los caballos y los toros, y van por el mundo ostentando su hierro; de

modo que, cuando se ven delante del hombre desnudo, virginal, amoroso,

sincero, potente-del hombre que camina, que ama, que pelea, que rema,-

del hombre que, sin dejarse cegar por la desdicha: lee la promesa de final

ventura en el equilibrio y la gracia del mundo; cuando se ven frente al

hombre padre, nervudo y angélico de Walt Whitman, huyen como de su

propia conciencia y se resisten a reconocer en esa humanidad fragante y

superior el tipo verdadero de su especie, descolorida: encasacada,

amuñecada.

Dice el diario que ayer, cuando ese otro viejo adorable, Gladstone,

acababa de aleccionar a sus adversarios en el Parlamento sobre la justicia

de conceder un gobierno propio a Irlanda, parecía él como mastin

pujante, erguido sin rival entre la turba, y ellos a sus pies como un tropel

de dogos. Así parece Whitman, con su “persona natural”, con su

“naturaleza sin freno en original energía”, con sus “miríadas de

mancebos hermosos y gigantes”, con su creencia en que “el más breve

retoño demuestra que en realidad no hay muerte”, con el recuento

formidable de pueblos y raza en su “Saludo al mundo”, con su

determinación de “callar mientras los demás discuten, e ir a bañarse y a

admirarse a sí mismo, conociendo la perfecta propiedad y armonía de las

cosas”; así parece Whitman, “el que no dice estas poesías por un peso”;

el que “está satisfecho, y ve, baila, canta y ríe”; el que “no tiene cátedra,

ni púlpito, ni escuela”, cuando se le compara a esos poetas y filósofos

canijos, filósofos de un detalle o de un solo aspecto; poetas de aguamiel,

de patrón, de libro; figurines filosóficos o literarios.

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Hay que estudiarlo, porque si no es el poeta de mejor gusto, es el más

intrépido, abarcador y desembarazado de su tiempo. En su casita de

madera, que casi está al borde de la miseria, luce en una ventana, orlado

de luto, el retrato de Víctor Hugo; Emerson, cuya lectura purifica y

exalta, le echaba el brazo por el hombro y le llamó su amigo; Tennyson,

que es de los que ven las raíces de las cosas, envía desde su silla de roble

en Inglaterra, ternísimos mensajes al “gran viejo”; Robert Buchanan, el

inglés de palabra briosa, “¿qué habéis de saber de letras-grita a los

norteamericanos,- si estáis dejando correr, sin los honores eminentes que

le corresponden, la vejez de vuestro colosal Walt Whitman?”

“La verdad es que su poesía, aunque al principio causa asombro, deja en

el alma, atormentada por el empequeñecimiento universal, una sensación

deleitosa de convalecencia. El se crea su gramática y su lógica. El lee en

el ojo del buey y en la savia de la hoja.” “¡Ese que limpia suciedades de

vuestra casa, ése es mi hermano!” Su irregularidad aparente, que en el

primer momento desconcierta, resulta luego ser, salvo breves instantes de

portentoso extravío, aquel orden y composición sublimes con que se

dibujan las cumbres sobre el horizonte.

133

El no vive en Nueva York, su “Manhattan querida”, su “Manhattan de

rostro soberbio y un millón de pies”, a donde se asoma cuando quiere

entonar “el canto de lo que ve a la Libertad”; vive, cuidado por “amantes

amigos”, pues sus libros y conferencias apenas le producen para comprar

pan, en una casita arrinconada en un ameno recodo del campo, de donde

en su carruaje de anciano le llevan los caballos que ama a ver a los

“jóvenes forzudos” en sus diversiones viriles, a los “camaradas” que no

temen codearse con este iconoclasta que quiere establecer “la institución

de la camaradería”, a ver los campos que crían, los amigos que pasan

cantando del brazo, las parejas de novios, alegres y vivaces como las

codornices. El lo dice en sus “Calamus”, el libro enormemente extraño en

que canta el amor de los amigos: “Ni orgías, ni ostentosas paradas, ni la

continua procesión de las calles, ni las ventanas atestadas de comercios,

ni la conversación con los eruditos me satisface, sino que al pasar por mi

Manhattan los ojos que encuentro me ofrezcan amor; amantes, continuos

amantes es lo único que me satisface.” El es como los ancianos que

anuncia al fin de su libro prohibido, sus “Hojas de Yerba”: “Anuncio

miríadas de mancebos gigantescos, hermosos y de fina sangre; anuncio

una raza de ancianos salvajes y espléndidos.”

Vive en el campo, donde el hombre natural labra al Sol que lo curte,

junto a sus caballos plácidos, la tierra libre: mas no lejos de la ciudad

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amable y férvida, con sus ruidos de vida, su trabajo graneado, su múltiple

epopeya, el polvo de los carros, el humo de las fábricas jadeantes, el Sol

que lo ve todo, “ “los gañanes que charlan a la merienda sobre las pilas

de ladrillos, la ambulancia que corre desalada con el héroe que acaba de

caerse de un andamio, la mujer sorprendida en medio de la turba por la

fatiga augusta de la maternidad”. Pero ayer vino Whitman del campo

para recitar, ante un concurso de leales amigos, su oración sobre aquel

otro hombre natural, aquella alma grande y dulce, “aquella poderosa

estrella muerta del Oeste”, aquel Abraham Lincoln. Todo lo culto de

Nueva York asistió en silencio religioso a aquella plática resplandeciente,

que por sus súbitos quiebros, tonos vibrantes, hímnica fuga, olímpica

familiaridad, parecía a veces como un cuchicheo de astros. Los criados a

leche latina, académica o francesa, no podrían, acaso, entender aquella

gracia heroica. La vida libre y decorosa del hombre en un continente

nuevo ha creado una filosofía sana y robusta que está saliendo al mundo

en epodos atléticos. A la mayor suma de hombres libres y trabajadores

que vio jamás la Tierra, corresponde una poesía de conjunto y de fe,

tranquilizadora y solemne, que se levanta, como el Sol del mar,

incendiando las nubes; bordeando de fuego las crestas de las olas;

despertando en las selvas fecundas de la orilla las flores fatigadas y los

nidos. 134

Vuela el polen; los picos cambian besos; se aparejan las ramas; buscan el

Sol las hojas, exhala todo música; con ese lenguaje de luz ruda habló

Whitman de Lincoln.

Acaso una de las producciones más bellas de la poesía contemporánea es

la mística trenodia que Whitman compuso a la muerte de Lincoln. La

Naturaleza entera acompaña en su viaje a la sepultura el féretro llorado.

Los astros lo predijeron. Las nubes venían ennegreciéndose un mes antes.

Un pájaro gris cantaba en el pantano un canto de desolación. Entre el

pensamiento y la seguridad de la muerte viaja el poeta por los campos

conmovidos, como entre dos compañeros. Con arte de músico agrupa,

esconde y reproduce estos elementos tristes en una armonía total de

crepúsculo.

Parece, al acabar la poesía, como si la Tierra toda estuviese vestida de

negro, y el muerto la cubriera desde un mar al otro. Se ven las nubes, la

Luna cargada que anuncia la catástrofe, las alas largas del pájaro gris. Es

mucho más hermoso, extraño y profundo que “El Cuervo” de Poe. El

poeta trae al féretro un gajo de lilas.

Su obra entera es eso.

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Ya sobre las tumbas no gimen los sauces; la muerte es “la cosecha, la que

abre la puerta, la gran reveladora”; lo que está siendo, fue y volverá a ser;

en una grave y celeste primavera se confunden las oposiciones y penas

aparentes; un hueso es una flor. Se oye de cerca el ruido de los soles que

buscan con majestuoso movimiento su puesto definitivo en el espacio; la

vida es un himno; la muerte es una forma oculta de la vida; santo es el

sudor y el entozoario es santo; los hombres, al pasar, deben besarse en la

mejilla; abrácense los vivos en amor inefable; amen la yerba, el animal,

el aire, el mar, el dolor, la muerte; el sufrimiento es menos para las almas

que el amor posee; la vida no tiene dolores para el que entiende a tiempo

su sentido; del mismo germen son la miel, la luz y el beso ; ¡ en la

sombra que esplende en paz como una bóveda maciza de estrellas,

levántase con música suavísima, por sobre los mundos dormidos como

canes a sus pies, un apacible y enorme árbol de lilas!

Cada estado social trae su expresión a la literatura, de tal modo, que por

las diversas fases de ella pudiera contarse la historia de los pueblos, con

más verdad que por sus cronicones y sus décadas. No puede haber

contradicciones en la Naturaleza; la misma aspiración humana a hallar en

el amor, durante la existencia, y en lo ignorado después de la muerte, un

tipo perfecto de gracia y hermosura, demuestra que en la vida total han

de ajustarse con gozo los elementos que en la porción actual de vida que

atravesamos parecen desunidos y hostiles.

135

La literatura que anuncie y propague el concierto final y dichoso de las

contradicciones aparentes, la literatura que, como espontáneo consejo y

enseñanza de la Naturaleza, promulgue la identidad en una paz superior

de los dogmas y pasiones rivales que en el estado elemental de los

pueblos los dividen y ensangrientan; la literatura que inculque en el

espíritu espantadizo de los hombres una convicción tan arraigada de la

justicia y belleza definitivas que las penurias y fealdades de la existencia

no las descorazonen ni acibaren, no sólo revelará un estado social más

cercano a la perfección que todos los conocidos, sino que, hermanando

felizmente la razón y la gracia, proveerá a la Humanidad, ansiosa de

maravilla y de poesía, con la religión que confusamente aguarda desde

que conoció la oquedad e insuficiencia de sus antiguos credos.

¿Quién es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a

los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental, que creen que toda la

fruta se acaba en la cáscara. La poesía que congrega o disgrega, que

fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los

hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria

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misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que

aquella les da el deseo y la fuerza de la vida. ¿A dónde irá un pueblo de

hombres que hayan perdido el hábito de pensar con fe en la significación

y alcance de sus actos. Los mejores, los que unge la Naturaleza con el

sacro deseo de lo futuro, perderán, en un aniquilamiento doloroso y

sordo, todo estímulo para sobrellevar las fealdades humanas; y la masa,

lo vulgar, la gente de apetitos, los comunes, procrearán sin santidad hijos

vacíos, elevarán a facultades esenciales las que deben servirles de meros

instrumentos y aturdirán con el bullicio de una prosperidad siempre

incompleta la aflicción irremediable del alma, que solo se complace en lo

bello y grandioso.

La libertad debe ser, fuera de otras razones, bendecida, porque su goce

inspira al hombre moderno-privado a su aparición de la calma, estímulo y

poesía de la existencia,-aquella paz suprema y bienestar religioso que

produce el orden del mundo en los que viven en él con la arrogancia y

serenidad de su albedrío. Ved sobre los montes, poetas que regáis con

lágrimas pueriles los altares desiertos.

Creíais la religión perdida, porque estaba mudando de forma sobre

vuestras cabezas. Levantaos, porque vosotros sois los sacerdotes. La

libertad es la religión definitiva. Y la poesía de la libertad el culto nuevo.

136

Ella aquieta y hermosea lo presente, deduce e ilumina lo futuro, y explica

el propósito inefable y seductora bondad del Universo.

Oíd lo que canta este pueblo trabajador y satisfecho; oíd a Walt

Whitman. El ejercicio de sí lo encumbra a la majestad, la tolerancia a la

justicia, y el orden a la dicha. El que vive en un credo autocrático es lo

mismo que una ostra en su concha, que sólo ve la prisión que la encierra

y cree, en la oscuridad, que aquello es el mundo; la libertad pone alas a la

ostra. Y lo que, oído en lo interior de la concha, parecía portentosa

contienda, resulta a la luz del aire ser el natural movimiento de la savia

en el pulso enérgico del mundo.

El mundo, para Walt Whitman, fue siempre como es hoy. Basta con que

una cosa sea para que haya debido ser, y cuando ya no deba ser, no será.

Lo que ya no es, lo que no se ve, se prueba por lo que es y se está viendo;

porque todo está en todo, y lo uno explica lo otro; y cuando lo que es

ahora no sea, se probará a su vez por lo que esté siendo entonces.

Lo infinitésimo colabora para lo infinito, y todo está en su puesto, la

tortuga, el buey, los pájaros, “propósitos alados”. Tanta fortuna es morir

como nacer, porque los muertos están vivos; “irradie puede decir lo

tranquilo que está él sobre Dios y la muerte!” Se ríe de lo que llaman

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desilusión, y conoce la amplitud del tiempo; él acepta absolutamente el

tiempo.

En su persona se contiene todo: todo él está en todo; donde uno se

degrada, él se degrada; él es la marea, el flujo y reflujo; ¿cómo no ha de

tener orgullo en sí, si se siente parte viva e inteligente de la Naturaleza?

¿Qué le importa a él volver al seno de donde partió, y convertirse, al

amor de la tierra húmeda, en vegetal útil, en flor bella? Nutrirá a los

hombres, después de haberlos amado. Su deber es crear; el átomo que

crea es de esencia divina; el acto en que se crea es exquisito y sagrado.

Convencido de la identidad del Universo, entona el “Canto de mí

mismo”. De todo teje el canto de sí: de los credos que contienden y

pasan, del hombre que procrea y labora, de los animales que le ayudan,

¡ah! de los animales, entre quienes “ninguno se arrodilla ante otro, ni es

superior al otro, ni se queja.” El se ve como heredero del mundo.

Nada le es extraño, y lo toma en cuenta todo, el caracol que se arrastra, el

buey que con sus ojos misteriosos lo mira, el sacerdote que defiende una

parte de la verdad como si fuese la verdad entera. El hombre debe abrir

los brazos, y apretarlo todo contra su corazón, la virtud lo mismo que el

delito, la suciedad lo mismo que la limpieza, la ignorancia lo mismo que

la sabiduría; todo debe fundirlo en su corazón, como en un horno: sobre

todo, debe dejar caer la harba blanca.

137

Pero, eso sí, “ya se ha denunciado y tonteado bastante”; regaña a los

incrédulos, a los sofistas, a los habladores; ¡procreen en vez de

querellarse añadan al mundo! ¡Créese con aquel respeto con que una

devota besa la escalera del altar!

El es de todas las castas, credos y profesiones, y en todas encuentra

justicia y poesía. Mide las religiones sin ira; pero cree que la religión

perfecta está en la Naturaleza. La religión y la vida están en la

Naturaleza. Si hay un enfermo, “idos”, dice al medico y al cura, “yo me

apegaré a él, abriré las ventanas, le amaré, le hablaré al oído; ya veréis

como sana; vosotros sois palabra y yerba, pero yo puedo más que

vosotros, porque soy amor”. El Creador es “el verdadero amante, el

camarada perfecto”; los hombres son “camaradas”, y valen más mientras

más aman y creen, aunque todo lo que ocupe su lugar y su tiempo vale

tanto como cualquiera; mas vean todos el mundo por sí, porque él, Walt

Whitman, que siente en sí el mundo desde que éste fue creado, sabe, por

lo que el Sol y el aire libre le enseñan, que una salida de Sol le revela

más que el mejor libro. Piensa en los orbes, apetece a las mujeres, se

siente poseído de amor universal y frenético; oye levantarse de las

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escenas de la creación y de los oficios del hombre un concierto que le

inunda de ventura, y cuando se asoma al río, a la hora en que se cierran

los talleres y el Sol de puesta enciende el agua, siente que tiene cita con

el Creador, reconoce que el hombre es definitivamente bueno y ve que de

su cabeza, reflejada en la corriente, surgen aspas de luz.

Pero ¿qué dará idea de su vasto y ardentísimo amor? Con el fuego de

Safo ama este hombre al mundo. A él le parece el mundo un lecho

gigantesco. El lecho es para él un altar. “Yo haré ilustres, dice, las

palabras y las ideas que los hombres han prostituido con su sigilo y su

falsa vergüenza; yo canto y consagro lo que consagraba el Egipto.” Una

de las fuentes de su originalidad es la fuerza hercúlea con que postra a las

ideas como si fuera a violarlas, cuando sólo va a darles un beso, con la

pasión de un santo. Otra fuente es la forma material, brutal, corpórea, con

que expresa sus más delicadas idealidades. Ese lenguaje ha parecido

lascivo a los que son incapaces de entender su grandeza; imbéciles ha

habido que cuando celebra en “Calamus”, con las imágenes más

ardientes de la lengua humana, el amor de los amigos, creyeron ver, con

remilgos de colegial impúdico, el retorno a aquellas viles ansias de

Virgilio por Cebetes y de Horacio por Giges y Licisco. 138

Y cuando canta en “Los hijos de Adán”, en cuadros ante los cuales

palidecen los más calurosos del “Cantar de los Cantares”, tiembla, se

encoge, se vierte y dilata, enloquece de orgullo y virilidad satisfecha,

recuerda al dios del Amazonas, que cruzaba sobre los bosques y los ríos

esparciendo por la tierra las semillas de la vida: “mi deber es crear!” “Yo

canto al cuerpo eléctrico”, dice en “Los Hijos de Adán”; y es preciso

haber leído en hebreo las genealogías patriarcales del Génesis; es preciso

haber seguido por las selvas no holladas las comitivas desnudas y

carnívoras de los primeros hombres, para hallar semejanza apropiada a la

enumeración de satánica fuerza en que describe, como un héroe

hambriento que se relame los labios sanguinosos, las pertenencias del

cuerpo femenino. ¿Y decís que este hombre es brutal? Oíd esta

composición que, como muchas suyas, no tiene más que dos versos:

“Mujeres Hermosas”. “Las mujeres se sientan o se mueven de un lado

para otro, jóvenes algunas, algunas viejas; las jóvenes son hermosas, pero

las viejas son más hermosas que las jóvenes.” Y esta otra: “Madre y

Niño”. Ve el niño que duerme anidado en el regazo de su madre. La

madre que duerme, y el niño: ¡silencio! Los estudió largamente,

largamente. El prevé que, así como ya se juntan en grado extremo la

virilidad y la ternura en los hombres de genio superior, en la paz

deleitosa en que descansará la vida han de juntarse, con solemnidad y

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júbilo dignos del Universo, las dos energías que han necesitado dividirse

para continuar la faena de !a creación.

Si entra en la yerba, dice que la yerba le acaricia, que “ya siente mover

sus coyunturas”; y el más inquieto novicio no tendría palabras tan

fogosas para describir la alegría de su cuerpo, que él mira como parte de

su alma, al sentirse abrasado por el mar. Todo lo que vive le ama: la

tierra, la noche, el mar le aman; “¡penétrame, oh mar, de humedad

amorosa!” Paladea el aire. Se ofrece a la atmósfera como un novio

trémulo. Quiere puertas sin cerradura y cuerpos en su belleza natural;

cree que santifica cuanto toca o le toca, y hal!a virtud a todo lo corpóreo;

él es “Walt Whitman, un cosmos, el hijo de Manhattan, turbulento,

sensual, carnoso, que come, bebe y engendra, ni más ni menos que todos

los demás. Pinta a la verdad como una amante frenética, que invade su

cuerpo y, ansiosa de poseerle, lo liberta de sus ropas. Pero cuando en la

clara medianoche, libre el alma de ocupaciones y de libros, emerge

entera, silenciosa y contemplativa del día noblemente empleado, medita

en los temas que más la complacen: en la noche, el sueño y la muerte; en

el canto de lo universal, para beneficio del hombre común; en que “es

muy dulce morir avanzando” y caer al pie del árbol primitivo, mordido

por la última serpiente del bosque, con el hacha en las manos.

139

Imagínese qué nuevo y extraño efecto producirá ese lenguaje henchido

de animalidad soberbia cuando celebra la pasión que ha de unir a los

hombres. Recuerda en una composición del “Calamus” los goces más

vivos que debe a la Naturaleza y a la patria; pero sólo a las olas del

océano halla dignas de corear, a la luz de la luna, su dicha al ver dormido

junto a sí al amigo que ama. El ama a los humildes, a los caídos, a los

heridos, hasta a los malvados. No desdeña a los grandes, porque para él

sólo son grandes los útiles. Echa el brazo por el hombro a los carreros, a

los marineros, a los labradores. Caza y pesca con ellos, y en la siega sube

con ellos al tope del carro cargado. Más bello que un emperador

triunfante le parece el negro vigoroso que, apoyado en la lanza detrás de

sus percherones, guía su carro sereno por el revuelto Broadway. El

entiende todas las virtudes, recibe todos los premios, trabaja en todos los

oficios, sufre con todos los dolores. Siente un placer heroico cuando se

detiene en el umbral de una herrería y ve que los mancebos, con el torso

desnudo, revuelan por sobre sus cabezas los martillos, y dan cada uno a

su turno. El es el esclavo, el preso, el que pelea, el que cae, el mendigo.

Cuando el esclavo llega a sus puertas perseguido y sudoroso, le llena la

bañadera, lo sienta a su mesa; en el rincón tiene cargada la escopeta para

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defenderlo; si se lo vienen a atacar, matará a su perseguidor y volverá a

sentarse a la mesa, ¡como si hubiera matado una víbora!

Walt Whitman, pues, está satisfecho; ¿qué orgullo le ha de punzar, si

sabe que se para en yerba o en flor?, ¿qué orgullo tiene un clavel, una

hoja de salvia, una madreselva?, ¿cómo no ha de mirar él con

tranquilidad los dolores humanos, si sabe que por sobre ellos está un ser

inacabable a quien aguarda la inmersión venturosa en la Naturaleza?

¿Qué prisa le ha de azuzar, si cree que todo está donde debe, y que la

voluntad de un hombre no ha de desviar el camino del mundo? Padece;

sí, padece; pero mira como un ser menor y acabadizo al que en él sufre, y

siente por sobre las fatigas y miserias a otro ser que no puede sufrir,

porque conoce la universal grandeza. Ser como es le es bastante y asiste

impasible y alegre al curso, silencioso o loado, de su vida. De un solo

bote echa a un lado, como excrescencia inútil, la lamentación romántica:

“¡no he de pedirle al Cielo que baje a la Tierra para hacer mi voluntad!”

140

Y qué majestad no hay en aquella frase en que dice que ama a los

animales “porque no se quejan”. La verdad es que ya sobran los

acobardadores; urge ver cómo es el mundo para no convertir en montes

las hormigas; dése fuerzas a los hombres, en vez de quitarles con

lamentos las pocas que el dolor les deja; pues los llagados ¿van por las

calles enseñando sus llagas? Ni las dudas ni la ciencia le mortifican.

“Vosotros sois los primeros, dice a los científicos; pero la ciencia no es

más que un departamento de mi morada, no es toda mi morada; ¡qué

pobres parecen las argucias ante un hecho heroico! A la ciencia, salve, y

salve al alma, que está por sobre toda la ciencia.” Pero donde su filosofía

ha domado enteramente el odio, como mandan los magos, es en la frase,

no exenta de la melancolía de los vencidos, con que arranca de raíz toda

razón de envidia; ¿por qué tendría yo celos, dice, de aquel de mis

hermanos que haga lo que yo no puedo hacer? “Aquel que cerca de mí

muestra un pecho más ancho que el mío, demuestra la anchura del mío.”

“¡Penetre el Sol la Tierra, hasta que toda ella sea luz clara y dulce, como

mi sangre. Sea universal el goce. Yo canto la eternidad de la existencia,

la dicha de nuestra vida y la hermosura implacable del Universo. Yo uso

zapato de becerro, un cuello espacioso y un bastón hecho de una rama de

árbol!”

Y todo eso lo dice en frase apocalíptica. ¿Rimas o acentos? ¡Oh, no! su

ritmo está en las estrofas, ligadas, en medio de aquel caos aparente de

frases superpuestas y convulsas, por una sabia composición que

distribuye en grandes grupos musicales las ideas, como la natural forma

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poética de un pueblo que no fabrica piedra a piedra, sino a enormes

bloqueadas.

El lenguaje de Walt Whitman, enteramente diverso del usado hasta hoy

por los poetas, corresponde, por la extrañeza y pujanza, a su cíclica

poesía y a la humanidad nueva, congregada sobre un continente fecundo

con portentos tales, que en verdad no caben en liras ni serventesios

remilgados.Ya no se trata de amores escondidos, ni de damas que mudan

de galanes, ni de la queja estéril de los que no tienen la energía necesaria

para domar la vida, ni la discreción que conviene a los cobardes.

No de rimillas se trata, y dolores de alcoba, sino del nacimiento de una

era, del alba de la religión definitiva, y de la renovación del hombre;

trátase de una fe que ha de sustituir a la que ha muerto y surge con un

claror radioso de la arrogante paz del hombre redimido; trátase de

escribir los libros sagrados de un pueblo que reúne, al caer del mundo

antiguo, todas las fuerzas vírgenes de la libertad a las ubres y pompas

ciclópeas de la salvaje Naturaleza; trátase de reflejar en palabras el ruido

de las muchedumbres que se asientan, de las ciudades que trabajan y de

los mares domados y los ríos esclavos. 141

¿Apareará consonantes Walt Whitman y pondrá en mansos dísticos estas

montañas de mercadería, bosques de espinas, pueblos de barcos,

combates donde se acuestan a abonar el derecho millones de hombres y

Sol que en todo impera, y se derrama con límpido fuego por el vasto

paisaje?

¡Oh! no ; Walt Whitman habla en versículos, sin música aparente, aunque

a poco de oírla se percibe que aquello suena como el casco de la tierra

cuando vienen por él, descalzos y gloriosos, los ejércitos triunfantes.

En ocasiones parece el lenguaje de Whitman el frente colgado de reses de

una carnicería; otras parece un canto de patriarcas, sentados en coro, con

la suave tristeza del mundo a la hora en que el humo se pierde en las

nubes; suena otras veces como un beso brusco, como un forzamiento,

como el chasquido del cuero reseco que revienta al Sol; pero jamás

pierde la frase su movimiento rítmico de ola. Él mismo dice cómo habla:

“en alaridos proféticos”; “éstas son, dice, unas pocas palabras indicadoras

de lo futuro’?. Eso es su poesía, índice; el sentido de lo universal pervade

el libro y le da, en la confusión superficial, una regularidad grandiosa;

pero sus frases desligadas, flagelantes, incompletas, sueltas, más que

expresan, emiten; “lanzo mis imaginaciones sobre las canosas

montañas”; “di, Tierra, viejo nudo montuoso, ¿qué quieres de mí?”

,“hago resonar mi bárbara fanfarria sobre los techos del mundo”.

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No es él, no, de los que echan a andar un pensamiento pordiosero, que va

tropezando y arrastrando bajo la opulencia visible de sus vestiduras

regias. El no infla tomeguines para que parezcan águilas; él riega águilas,

cada vez que abre el puño, como un sembrador riega granos.

Un verso tiene cinco sílabas; el que le sigue cuarenta, y diez el que le

sigue. El no esfuerza la comparación, y en verdad no compara, sino que

dice lo que ve o recuerda con un complemento gráfico e incisivo, y

dueño seguro de la impresión de conjunto que se dispone a crear, emplea

su arte que oculta por entero, en reproducir los elementos de su cuadro

con el mismo desorden con que los observó en la Naturaleza.

142

Si desvaría, no disuena, porque así vaga la mente sin orden ni esclavitud

de un asunto a sus análogos; mas luego, como si sólo hubiese aflojado las

riendas sin soltarlas, recógelas de súbito y guía de cerca, con puño de

domador, la cuadriga encabritada, sus versos van galopando, y como

engullendo la tierra a cada movimiento; unas veces relinchan ganosos,

como cargados sementales; otras, espumantes y blancos, ponen el casco

sobre las nubes; otras se hunden, osados y negros, en lo interior de la

tierra, y se oye por largo tiempo el ruido. Esboza; pero dijérase que con

fuego. En cinco líneas agrupa, como un haz de huesos recién roídos,

todos los horrores de la guerra. Un adverbio le basta para dilatar o

recoger la frase, y un adjetivo para sublimarla. Su método ha de ser

grande, puesto que su efecto lo es; pero pudiera creerse que procede

sin método alguno; sobre todo en el uso de las palabras, que mezcla

con nunca visto atrevimiento, poniendo las augustas y casi divinas al

lado de las que pasan por menos apropiadas y decentes. Ciertos

cuadros no la pinta con epítetos, que en él son siempre vivaces y

profundos, sino por sonidos, que compone y desvanece con destreza

cabal, sosteniendo así con el turno de los procedimientos el interés que la

monotonía de un modo exclusivo pondría en riesgo. Por repeticiones

atrae la melancolía, como los salvajes. Su cesura, inesperada y

cabalgante, cambia sin cesar, y sin conformidad a regla alguna, aunque se

percibe un orden sabio en sus evoluciones, paradas y quiebros274.

Acumular le parece el mejor modo de describir, y su raciocinio no toma

jamás las formas pedestres del argumento ni las altisonantes de la

oratoria, sino el misterio de la insinuación, el fervor de la certidumbre y

el giro ígneo de la profecía. A cada paso se hallan en su libro estas

palabras nuestras: viva, camarada, libertad, americanos. Pero ¿qué pinta

274 El subrayado es mío. R. P.

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mejor su carácter que las voces francesas que, con arrobo perceptible, y

como para dilatar su significación, incrusta en sus versos?: ami, exalcé,

accoucheur, nonchalant, ensemble; ensemble, sobre todo, le seduce,

porque él ve el cielo de la vida de los pueblos, y de los mundos. Al

italiano ha tomado una palabra: ¡bravura!

Así, celebrando el músculo y el arrojo; invitando a los transeúntes a que

pongan en él, sin miedo, su mano al pasar; oyendo: con las palmas

abiertas al aire, el canto de las cosas; sorprendiendo y proclamando con

deleite fecundidades gigantescas; recogiendo en versículos édicos las

semillas, las batallas y los orbes; señalando a los tiempos pasmados las

colmenas radiantes de hombres que por los valles y cumbres americanos

se extienden y rozan con sus alas de abeja la fimbria de la vigilante

libertad; pastoreando los siglos amigos hacia el remanso de la calma

eterna, aguarda Walt Whitman, mientras sus amigos le sirven en

manteles campestres la primera pesca de la Primavera rociada con

champaña, la hora feliz en que lo material se aparte de él, después de

haber revelado al mundo un hombre veraz, sonoro y amoroso, y en que,

abandonado a los aires purificadores, germine y arome en sus ondas,

“¡desembarazado, triunfante, muerto!”

José Martí

El Partido Liberal. México, 1887.

Fuente: Martí, J. El poeta Walt Whitman. Obras completas. T. 13.

Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1967, pp. 129 -143 .

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NUESTRA AMÉRICA

José Martí.

Obras Completas. Tomo 6. Editorial nacional de Cuba, La Habana, 1963.

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le

mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el

orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota

encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo

que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a

la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del

juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para,

como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen

han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños,

como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al

de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una, las dos manos. Los que a] amparo de una

tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del

hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo

ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a

tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada

de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las

tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es

hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las

raíces de los Andes.

A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete

meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo

canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede

alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria

que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de

sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos

en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan,

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¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el

hombre? ¿el que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no

la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas con el gusano de corbata, maldiciendo del seno

que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Estos hijos de nuestra

América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en

los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos

delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo

esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en 1os años en que los veía venir

contra su tierra propia? ¡Estos “increíbles” del honor, que lo arrastran por el suelo extranjero, como los

increíbles de la Revolución francesa, danzando y relamiéndose, arrastraban las erres!

Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América,

levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos

sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo

histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha

para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e

irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el

mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña. La incapacidad no está

en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir

pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de

práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de

Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la

sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar

bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino

el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por

métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se

conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que

fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del

gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país.

El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.

Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales

han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay

batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre

natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para

dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a

recobrar por 1a fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. Por esta

conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido los tiranos de América al poder; y han

caído en cuanto les hicieron traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para

conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos.

Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.

En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de

agredir y resolver las dudas con su mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La

masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero

si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella, ¿Cómo han de salir de las universidades los

gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno,

que es el análisis de los elementos peculiares de los puebles de América? A adivinar salen los jóvenes

al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la

carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El

premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del

país en que se vive. En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de

los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages; porque el que pone de lado, por

voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la

negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer sus

elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y

fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las

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necesidades patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al

conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la

universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no

se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos

es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en

nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante

vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas

repúblicas americanas.

Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, vinimos, denodados, al

mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura,

unos cuantos tenientes y una mujer alzan en México la república, en hombros de los indios. Un

canónigo español, a la sombra de su capa, instruye en la libertad francesa a unos cuantos bachilleres

magníficos, que ponen de jefe de Centro América contra España al general de España. Con los hábitos

monárquicos, y el Sol por pecho, se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte y los

argentinos por el Sur. Cuando los dos héroes chocaron, y el continente iba a temblar, uno, que no fue el

menos grande, volvió riendas. Y como el heroísmo en la paz es más escaso, porque es menos glorioso

que el de la guerra; como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden; como

gobernar con los sentimientos exaltados y unánimes es más hacedero que dirigir, después de la pelea,

los pensamientos diversos, arrogantes, exóticos o ambiciosos; corno los poderes arrollados en la

arremetida épica zapaban, con la cautela felina de la especie y el peso de lo real, el edificio que había

izado, en las comarcas burdas y singulares de nuestra América mestiza, en los pueblos de pierna

desnuda y casaca de París, la bandera de los pueblos nutridos de savia gobernante en la práctica

continua de la razón y de la libertad; como la constitución jerárquica de las colonias resistía la

organización democrática de la República, o las capitales de corbatín dejaban en el zaguán al campo de

bota de potro, o los redentores bibliógenos no entendieron que la revolución que triunfó con el alma de

la tierra, desatada a la voz del salvador, con el alma de la tierra había de gobernar, y no contra ella ni

sin ella, entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos

discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas

importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico. El continente

descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su

razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un

gobierno que tenía por base la razón; la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria

de unos sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de

formas, sino el cambio de espíritu.

Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y

hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la

presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene

con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó

viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros - de la soberbia de

las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de

las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen,- por la virtud superior,

abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de

cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.

Pero “estos países se salvarán”, como anunció Rivadavia el argentino, el que pecó de finura en tiempos

crudos; al machete no le va vaina de seda, ni en el país que se ganó con lanzón se puede echar el

lanzón atrás, porque se enoja y se pone en la puerta del Congreso de Iturbide “a que le hagan

emperador al rubio”. Estos países se salvarán porque, con el genio de la moderación que parece

imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura

crítica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empapó la generación

anterior, le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real.

Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una

máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la

montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del

monte, a bautizar sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y

desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación,

contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al

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mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con

la caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al

indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y

vencieron por ella. Nos quedó el oidor, y el general, y el letrado, el prebendado. La juventud angélica,

como de los brazos de un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria estéril, la cabeza, coronada de

nubes. El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro.

Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio,

y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil, de la resistencia del libro contra la

lanza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las castas

urbanas divididas sobre la nación natural, tempestuosa o inerte, se empieza, como sin saberlo, a probar

el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. “¿Cómo somos?” se preguntan; y unos a otros se

van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución a

Dantzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los

jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la

levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la

palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende

que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas

absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para

ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con

todos, muere la república. El tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de afuera. El general

sujeta en la marcha la caballería al paso de los infantes. O si deja a la zaga a los infantes, le envuelve el

enemigo la caballería. Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es

la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos!

¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando, por las venas,

la sangre natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a

otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la

Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar. Los economistas estudian la dificultad en sus

orígenes. Los oradores empiezan a ser sobrios. Los dramaturgos traen los caracteres nativos a la

escena. Las academias discuten temas viables. La poesía se corta la melena zorrillesca y cuelga del

árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada de idea. Los

gobernadores, en las repúblicas de indios, aprenden indios.

De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo.

Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos

perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de

cochero a una pompa de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y

abre la puerta al extranjero. Otras acendran, con el espíritu épico de la independencia amenazada, el

carácter viril. Otras crían, en la guerra rapaz contra el vecino, la soldadesca que puede devorarlas. Pero

otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes,

métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque,

demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña. Y

como los pueblos viriles, que se han hecho de sí propios, con la escopeta y la ley, aman, y sólo aman, a

los pueblos viriles; como la hora del desenfreno y la ambición, de que acaso se libre, por el predominio

de lo más puro de su sangre, la América del Norte, o en que pudieran lanzarla sus masas vengativas y

sórdidas, la tradición de conquista y el interés de un caudillo hábil; no está tan cercana aún a los ojos

del más espantadizo, que no dé tiempo a la prueba de altivez, continua y discreta, con que se la

pudiera encarar y desviarla; como su decoro de república pone a la América del Norte, ante los pueblos

atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la provocación pueril o la arrogancia ostentosa, o

la discordia parricida de nuestra América, el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es,

una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con la sangre de abono

que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros

dueños. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y

urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no

la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la

conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor

de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor

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prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien

no les dice a tiempo la verdad.

No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas,

enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano

en la justicia de la Naturaleza, donde resalta en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad

universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca

contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas. Pero en el amasijo

de los pueblos se condensan, en la cercanía de otros pueblos diversos, caracteres peculiares y activos,

de ideas y de hábitos, de ensanche y adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de

preocupaciones nacionales pudieran, en un período de desorden interno o de precipitación del carácter

acumulado del país, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país

fuerte declara perecederas e inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una

maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa

como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras; ni

tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún mal

segura, a los que, con menos favor de la Historia, suben a tramos heroicos la vía de las repúblicas; ni se

han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el

estudio oportuno y la unión tácita y urgente del alma continental. ¡Porque ya suena el himno unánime;

la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América

trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las

naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!

El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891.