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Francisco Javier Gil Martín El estatuto de la verdad moral en la ética del discurso! Abstract. This paper considers the thesis -central to (he cognitivism of discourse ethics- that moral validity is analogous to the claim to truth. It also examines the reformulation of that analogy in recent works by Habermas, in whicli the defense of moral constructivism confronts some versions of ethical realismo Key words: Haberrnas, discourse ethics, moral truth. Resumen. El articulo examina la tesis, definitoria del cognitivismo de la ética del discurso, de que la validez moral es análoga a la pretensión de verdad, así como la reformulación de dicha analogía en recientes escritos habermasianos, donde la defensa del contructivismo moral hace frente a algunas versiones del realismo ético. Palabras clave: Habermas, ética discursiva, verdad moral. El ensayo de 1983 "Ética del Discurso: Notas para un programa de fundamentación" se abría con una declaración de principios que puede considerarse una seña de identidad de la teoría moral que Jürgen Habermas ha manteni- do hasta la actualidad: contra "la tesis de que ha naufragado el proyecto de la Ilustración de fundamentar una moral secularizada, indepen- diente de los supuestos de la metafísica y de la religión ... (se alzan) desde Kant las éticas cog- nitivas que se aferran a la 'capacidad de verdad' (Wahrheitsfahigkeit) de las cuestiones prácticas" (Habermas, 1983, 53/1985b, 59-60)2. La idea de que las cuestiones prácticas pueden decidirse con razones es un tema recurrente en la filosofía de Habermas desde comienzos de los años sesenta", si bien sólo a partir de diversas publicaciones que datan de comienzos de los setenta queda justificada con una teoría discursiva que intenta reconciliar los momentos de construcción y des- cubrimiento de la razón práctica y, de ese modo, reconducir la voluntas a una ratio que, en la con- currencia pública de los argumentos, se acredita como un consenso sobre la necesidad práctica de lo que es de interés general". No obstante, en este artículo tomo por punto de partida la acuñación de la tesis de la Wahrheitsfahigkeit tal como la presenta Habermas desde comienzos de los años ochenta con el fin de aclarar su significativa reformulación en algunas publicaciones recientes que intentan reconciliar el constructivismo moral con un realismo epistemológico. En el primer apartado recuerdo que tal tesis quedó perfilada, mediante la teoría pragmático- formal de la comunicación, en términos de una analogía de la validez deóntica con la validez asertórica y que fue defendida desde entonces como un supuesto básico de la Ética del discur- so (en adelante: ED). A continuación expongo cómo ese compromiso epistémico con la "verdad moral" comporta desde el comienzo una indaga- ción en las experiencias del conocimiento moral cotidiano al tiempo que asienta la propuesta de recuperar, al igual que otras éticas herederas de la kantiana, la intuición de que es posible (fun- damentar y aplicar) el juicio imparcial sobre la validez de los mandatos morales. En el tercer apartado presto atención a los flancos polémicos con los que este programa kantiano se aproxima Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLII (105),37-49, ISSN: 0034-8252, Errero-Abril 2004

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Francisco Javier Gil Martín

El estatuto de la verdad moralen la ética del discurso!

Abstract. This paper considers the thesis-central to (he cognitivism of discourse ethics-that moral validity is analogous to the claim totruth. It also examines the reformulation of thatanalogy in recent works by Habermas, in whiclithe defense of moral constructivism confrontssome versions of ethical realismo

Key words: Haberrnas, discourse ethics,moral truth.

Resumen. El articulo examina la tesis,definitoria del cognitivismo de la ética deldiscurso, de que la validez moral es análogaa la pretensión de verdad, así como lareformulación de dicha analogía en recientesescritos habermasianos, donde la defensa delcontructivismo moral hace frente a algunasversiones del realismo ético.

Palabras clave: Habermas, ética discursiva,verdad moral.

El ensayo de 1983 "Ética del Discurso:Notas para un programa de fundamentación"se abría con una declaración de principios quepuede considerarse una seña de identidad de lateoría moral que Jürgen Habermas ha manteni-do hasta la actualidad: contra "la tesis de queha naufragado el proyecto de la Ilustración defundamentar una moral secularizada, indepen-diente de los supuestos de la metafísica y de lareligión ... (se alzan) desde Kant las éticas cog-nitivas que se aferran a la 'capacidad de verdad'(Wahrheitsfahigkeit) de las cuestiones prácticas"

(Habermas, 1983, 53/1985b, 59-60)2. La idea deque las cuestiones prácticas pueden decidirse conrazones es un tema recurrente en la filosofía deHabermas desde comienzos de los años sesenta",si bien sólo a partir de diversas publicacionesque datan de comienzos de los setenta quedajustificada con una teoría discursiva que intentareconciliar los momentos de construcción y des-cubrimiento de la razón práctica y, de ese modo,reconducir la voluntas a una ratio que, en la con-currencia pública de los argumentos, se acreditacomo un consenso sobre la necesidad práctica delo que es de interés general". No obstante, en esteartículo tomo por punto de partida la acuñaciónde la tesis de la Wahrheitsfahigkeit tal como lapresenta Habermas desde comienzos de los añosochenta con el fin de aclarar su significativareformulación en algunas publicaciones recientesque intentan reconciliar el constructivismo moralcon un realismo epistemológico.

En el primer apartado recuerdo que tal tesisquedó perfilada, mediante la teoría pragmático-formal de la comunicación, en términos de unaanalogía de la validez deóntica con la validezasertórica y que fue defendida desde entoncescomo un supuesto básico de la Ética del discur-so (en adelante: ED). A continuación expongocómo ese compromiso epistémico con la "verdadmoral" comporta desde el comienzo una indaga-ción en las experiencias del conocimiento moralcotidiano al tiempo que asienta la propuesta derecuperar, al igual que otras éticas herederas dela kantiana, la intuición de que es posible (fun-damentar y aplicar) el juicio imparcial sobre lavalidez de los mandatos morales. En el tercerapartado presto atención a los flancos polémicoscon los que este programa kantiano se aproxima

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al constructivismo de John Rawls: la insistenteoposición a planteamientos no cognitivistas yobjetivistas de la ética. Los argumentos queHabermas esgrime contra las claudicacionesdel realismo sustantivo y del escepticismo éticodarán oportunidad de avistar, finalmente, dosrecientes discusiones en las que su construc-tivismo moral ha de plantarle cara a algunasprovocaciones provenientes de posiciones éticascolindantes con el realismo procedimental.

1. Tal como hizo acto de presencia en los dosensayos de teoría moral recogidos en Concienciamoral y acción comunicativa, la ED reelaboracon las teorías pragmáticas del lenguaje y de laargumentación la tesis de la Wahrheitsfdhigkeitpara traducir la irrebasable distinción kantianaentre razón teórica y razón práctica. Dichasteorías se desentienden de los supuestos básicosde la filosofía de la conciencia y a diferencia deKant, quien trazó su distinción mediante unateoría de las facultades, apoyan un planteamien-to intersubjetivo que recurre a las pretensionescooriginarias de validez que son planteadas enlos contextos cornunicativos de las acciones coti-dianas y que pueden ser resueltas con argumen-tos en discursos. Con arreglo a este planteamien-to pragmático, la tesis mencionada presenta larectitud o corrección (Richtigkeit), vale decir, laidea de justicia que asociamos a los mandatos ya las normas morales que nos dicen qué debemoshacer, como una pretensión de validez análoga,pero no asimilable, a la verdad (Wahrheit) queasociamos a las expresiones asertóricas que nosdicen cómo se comporta el mundos.

La analogía se muestra tanto en el plano dela gramática de las oraciones deónticas, donde"correcto" o "justo" puede siempre ser explici-tado como un predicado de orden superior com-parable al predicado "verdadero" empleado enlas oraciones asertóricas; cuanto en el plano dela justificación argumentativa de los mandatosmorales y las normas de acción, donde las pre-tensiones de validez deóntica se sujetan como lasde verdad a un examen o desempeño discursivo.El rasgo analógico básico consiste en que ambaspretensiones portan un código binario de validez(verdadero / falso, en un caso; justo o correcto /injusto o incorrecto, en el otro) y en que admiten

la premisa de que es posible una única respuestacorrecta. Esta premisa compartida, en razón dela lógica de la argumentación, establece ademásun contraste decisivo entre esas dos pretensionescon el sentido gradual y relativo de las pretensio-nes que vinculamos a las oraciones expresivas ya los valores: "Las normas se nos presentan conuna pretensión binaria de validez y o bien sonválidas o no son válidas; ante los enunciadosnormativos, al igual que ante los enunciadosasertóricos, sólo podemos tomar postura con un"sí" o un "no" (o bien abstenernos de juzgar). Encambio, los valores fijan relaciones de preferen-cia que significan que determinados bienes sonmás atractivos que otros. Por eso podemos estarmás o menos de acuerdo con los enunciadosvalorativos" (Habermas 1992, 310 / 1998,328;Y 1996,72).

No obstante, la analogía viene tachonada deimportantes asimetrías. Una de ellas radica enque las normas son productos de orden superior,como lo son las teorías. Pero mientras que éstasobtienen su validez de un conjunto de oracio-nes verdaderas, siendo por tanto estas últimaslos genuinos portadores de valores de verdad,las normas correctas subyacen y transmiten suvalidez a los enunciados y mandatos que enten-demos o exigimos como deberes o derechos ya las acciones que ejecutamos u omitimos enconsecuencia. A esta asimetría entre normasy enunciados asertóricos como portadores delprincipio de bivalencia se le suma la asimetríaentre la dimensión constructiva de lo que se tienepor válido en el mundo objetivo y en el mundosocial. Pues, mientras que en la resolución dis-cursiva de pretensiones de verdad lo que tenemospor válido no implica de suyo una intervenciónsobre la existencia de estados de cosas, en lasargumentaciones morales se dilucida una validezde normas que afecta de lleno a la regulación delas acciones.

Habermas ha discutido con profusión lasnotables implicaciones de la Wahrheitsfdhigkeitcon posterioridad a la exposición que ofreció en"Ética del discurso" sobre la base de los enlacesconceptuales (elaborados antes en Teoría de laacción comunicativa) entre acción, mundo de lavida y discurso. Dichas implicaciones se derivansiempre de una concepción de la validez y de

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la justificación que, en sintonía con la soluciónpragmatista de Peirce, hace depender tanto ala verdad como a la justicia de la aceptabilidadracional bajo condiciones ideales. Pero voy arecuperar las dos perspectivas de la teoría moralque introduce la obra citada de 1983 al defenderque esa analogía es el supuesto básico de la ED,porque con ellas, por un lado, quedan fijadosalgunos temas nucleares de su cognitivismokantiano a la vez que apuntadas interesantes rec-tificaciones posteriores en los mismos y, por otrolado, se delimitan con claridad las críticas deprincipio al realismo y al escepticismo morales.Sobre este trasfondo aparecerá con claridad, enel último apartado de este artículo, la significa-ción de la más actual variación habermasianasobre el tópico.

2. La adscripción cognitivista de la ED, en lapresentación de 1983, rescata la tesis de la analo-gía dentro de los fenómenos de la vida cotidianaen los que se manifiestan nuestras intuiciones oconvicciones morales y avanza después hasta lajustificación de que es posible formarse juiciosimparciales sobre asuntos morales, una justifi-cación emprendida con el célebre principio deuniversalización: "(U) Toda norma válida ha desatisfacer la condición de que las consecuenciasy efectos laterales que se sigan (previsiblemente)del seguimiento universal de la norma para lasatisfacción de los intereses de cada individuopuedan ser aceptadas sin coacción por todos losafectados (y preferidas a los erectos de las posi-bilidades alternativas de regulación conocidas)"(Haberrnas, 1983, 75-6 / 1985b, 85-6).

Dicho trayecto desde la aclaración prope-déutica hasta la aportación constructiva reflejacierto paralelismo con la fundamentación teóricade Kant, quien extrajo del conocimiento moralcomún la intuición básica que acuñó formalmen-te en el imperativo categórico, vinculándola a laidea moral de la autonomía. La ED descubre esaintuición intramundana en el entrelazamientodentro de la eticidad del mundo de la vida delas interacciones reguladas por normas (estoes, acciones sociales que, a diferencia de lasestratégicas, son casos especiales de las accio-nes comunicativas) y la reconstruye mediante el

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procedimiento de la argumentación moral. En elprimer paso emplea una perspectiva fenomeno-lógica para atender a una "verdad deóntica" quese expresa en nuestros juicios morales ordinariosy que se alumbra en las intuiciones morales quese hallan sedimentadas en una intersubjetividadque atraviesa nuestros vocabularios, nuestrasacciones e incluso nuestras emociones. Dichaperspectiva intenta mostrar que es posible des-cifrar "el lenguaje inteligible de nuestros senti-mientos morales" (Haberrnas, 1991a, 122/2000,130), para lo cual se vale de una analogía entrelos sentimientos morales y las percepciones. Enel segundo paso emplea la lógica informal de laargumentación para atender a una "verdad deón-tica" que se resuelve en el plano discursivo de laformación de juicios bien fundados con los quejustificamos las normas y las acciones exigiblesa la luz de esas normas. Esta otra perspectivaintenta mostrar que es posible "distinguir entrejuicios morales correctos y falsos" en sentidoestricto (Haberrnas, 1983, 131/ 1985b, 142), paralo cual se apoya en la analogía entre el principiode universalización y el de inducción''. El modocomo Habermas retorna ambas perspectivas enescritos posteriores sobre la ED (especialmente,en los recopilados en Aclaraciones a la ética deldiscurso y en La inclusión del otro) resulta muyinformativo en cuanto a calibrar la evolución desu concepción discursiva de la verdad moral.

2.1. Al apelar en la Grundlegung al cono-cimiento moral de la razón humana ordinariacomo preámbulo a su reconstrucción filosóficadel formalismo ético, Kant señaló que ya en lasexperiencias morales cotidianas se ilumina elsentido intuitivo del deber. A la precomprensióndel imperativo categórico y de la voluntad librecomo criterio moral de la acción se aviene elsentimiento moral del sentirse obligado como unfenómeno básico de nuestro conocimiento moral.Habermas opta (ya en "Ética del discurso")por una estrategia parecida cuanto toma comopunto de partida consideraciones fenomenológi-cas acerca de nuestro saber moral cotidiano", sibien él plantea una conexión cognitivista entrerazón práctica y sentimientos morales de mayoralcance que la que hallamos en Kant.

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La mirada fenomenológica no quiere pasarpor alto "la red de sentimientos y actitudes mora-les entretejida en la praxis cotidiana" porqueellos nos abren un mundo moral de relacionesinterpersonales y nos revelan "el sentido de lasjustificaciones morales de los modos de acción"(Habermas, 1983,87 Y 60 / 1985b, 99 Y 67). Alconcederles un papel constitutivo en la percep-ción de lo moral, Habermas retorna un tópicode la teoría moral que, desde la filosofía esco-cesa del Conde de Shaftesbury y F. Hutchesono las teorías de los sentimientos de A. Smithy D. Hume, asigna a los sentimientos moralesuna función de apertura del mundo moral delas relaciones sociales por su similitud con lassensaciones del mundo físico. Cargado con losargumentos cosechados tras el giro lingüístico-pragmático, Habermas cree que puede prescin-dir de los supuestos empiristas legados por esatradición, explicar dicha función de apertura demundo mediante la impregnación lingüística delos ámbitos de la experiencia humana y entender-la en clave de una analogía epistémica. Para elloconviene con Strawson en que tales sentimientosportan, desde la perspectiva de los participantes,un contenido cognitivo suprasubjetivo. Tal ycomo lo manifiestan sobre todo los sentimientosnegativos como la culpa o el resentimiento quereaccionan a la vulneración de expectativas jus-tificadas de comportamiento, dicho contenido seentrelaza con normas y con las obligaciones con-traídas con esas normas; y, por otro lado, reflejatomas de postura emocionales en las que vaimplicada de suyo la pretensión de que los juiciosmorales admiten justificaciones. Habermas afir-ma por eso que los sentimientos morales cons-tituyen una base de experiencia para nuestrasobligaciones y que desempeñan en la formacióndel juicio moral un papel análogo al que cumplenlas percepciones sensoriales, que también estánsiempre cargadas conceptual mente, en la expli-cación teórica de los hechos (1983, 60-1 / 1985b,68-9; y 1991a, 143 /2000, 151).

Ese trato cognitivista de los sentimientosmorales, que marca una evidente discrepanciacon la ética de Kant, intenta tener en cuenta la"integración de operaciones cognitivas y acti-tudes afectivas en la fundamentación y en laaplicación de normas (que) caracteriza a toda

capacidad madura del juicio moral" (Habermas,1983, 194/ 1985b, 212). Esa afirmación de 1983pone en perspectiva una participación dual delos sentimientos morales en la razón prácticaque Habermas sólo elaborará consistentementeen sus obras sobre la ED publicadas desde lasegunda mitad de los años ochenta. En ellas con-siderará que el asiento empírico del que nos pro-veen los afectos tiene una función heurística nodesdeñable tanto en el momento de justificar lasnormas correctas, dando cabida entonces a lasperspectivas y sensibilidades de los otros, cuantoen el momento subsiguiente de orientar el juiciopara adecuar las normas a los casos concretos ensituaciones particulares (Habermas, 1990, 142-4/ 1991b, 205-8). No obstante, Habermas se haseguido ateniendo por entero al espíritu kantianotoda vez que restringe su consideración teórico-moral al aspecto cognitivo de tales sentimientos(y a su limitada capacidad para funcionar comorazones motivadoras) y que no hace otras conce-siones al lenguaje de las emociones, pese a todocifrado y precisado de traducción, ya la "capaci-dad de verdad" que sensibilizan esas emociones:"por más que cumplan una irrenunciable funcióncognitiva, los sentimientos morales no tienen enarrendamiento a la verdad. Pues, al cabo, son losjuicios morales los que salvan una sima que yano se puede llenar emocional mente" (1990, 143/1991b, 207). También cabe leer esta declaracióndel siguiente modo: si bien la elocuencia y lainteligibilidad de nuestros sentimientos moralesentran de lleno en la constitución holista de nues-tros vocabularios e interpretaciones morales, sucrédito sólo lo corrobora la práctica de justifica-ción pública del procedimiento moral.

2.2. Sobre la base de sus aportaciones pre-vias a la lógica informal de la argumentación(Habermas, 1981, vol. 1, 44-71 / 1987b, vol. 1,43-69), Habermas presenta en 1983 el postula-do "U" como un principio de fundamentaciónmoral al que otorga el estatuto de una "regla deargumentación" que puede desempeñar en losdiscursos prácticos un papel análogo al del prin-cipio de inducción en los discursos teóricos". Laanalogía reside en que ambos funcionan comoun "principio puente" que sortea un vacío derelaciones que no pueden justificarse de manera

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puramente deductiva o con evidencias empíricascontundentes. Al igual que en un discurso cien-tífico puede salvarse la sima entre observacionesparticulares y leyes generales mediante el canonde la inducción, el canon de la universalizaciónpermite conectar en el discurso moral las normasválidas generales con las consideraciones parti-culares de los afectados (sobre las consecuenciasy efectos secundarios que comportará la obser-vancia de esas normas).

Esta analogía de la fundamentación moral yla empírica porta una cláusula ceteris paribus?que, en el caso del discurso práctico, establecede suyo una tajante distinción con los problemasde la aplicación, sujetos a circunstancias concre-tas de casos particulares. En sus escritos sobreED publicados en la primera mitad de los añosochenta, Habermas considera que Kant señaló demodo irrevocable la pertinencia cognitiva de esaseparación, característica del nivel posconven-cional de la conciencia moral, y que Hegella pro-blematizó de manera instructiva'!'. Al anteponera cualquier consideración subjetiva o adscripcióncontextual la reflexión que deriva las accionesdesde las leyes y que faculta a actuar por princi-pios, la ética kantiana se especializa en las tareascognitivas de fundamentación; y, pese a queesa especialización en la selección de máximasva en detrimento de las tareas específicas de laaplicación de las mismas, ello supone un puntode no retorno hacia concepciones en las que laphrónesis ocupa el lugar de la razón práctica. Asípues, aunque durante un tiempo no dispuso deuna respuesta concluyente a la objeción hegelianasobre la necesaria mediación en la eticidad deesa moralidad descontextualizada, Habermas sepropuso desde el principio retener el acierto de ladiferenciación kantiana evitando el desequilibrioque ésta hallaba en Kant. Desde mediados delos años ochenta, y gracias a las aportacionesde Klaus Günther sobre el principio de la ade-cuación, reforzó su concepción discursiva de lacopertenencia entre los principios de justicia ysolidaridad con varios argumentos que apunta-laron la relación de complementariedad entrefundamentación y aplicación!'. Pero la idea bási-ca a la que se atiene esta revisión posterior siguesiendo la convicción kantiana de que la "éticacognitivista pide a la razón práctica operaciones

exclusivamente epistémicas" (Habermas, 1991a,187 / 2000, 193). Me limitaré a reseñar trestemas implicados en tal afirmación'? y en losque la ED avanza ostensiblemente más allá de laética de Kant.

En primer lugar, Habermas pretende radica-lizar la concepción cognitivista de Kant cuandoconsidera que la razón práctica se hace valer conpareja dignidad en los discursos en los que seatiende a las circunstancias particulares de lassituaciones en las que se ha de aplicar la másadecuada entre las normas que han logrado eldistintivo de la validez universal. El "principiode adecuación" insta a ponderar las indelegablesexigencias morales que porta toda particularidad,puesto que hace precisa una mirada estereoscó-pica de la imparcialidad que evita la herencia delrigorismo kantiano, la insoportable infalibilidadde un discurso moral que se ejecutara de unavez por todas con el mero desiderátum de haberprevisto todas las consecuencias, así como eldestierro o la acaparación del otro concreto comopersona particular e insustituible. Con todo, yal igual que la regla de argumentación "U", eseprincipio de adecuación delega en los participan-tes y afectados la tarea de dilucidar con impar-cialidad un asunto epistémico: también en laaplicación imparcial cuentan tan sólo las razonesque puedan valer para todos sin excepción.

En segundo lugar, ese cognitivismo ético dedos niveles indica otra instructiva asimetría entrela elaboración discursiva de las cuestiones empí-ricas y la de las cuestiones morales, asimetríaque va más allá de la reserva general del falibi-lismo de todo saber justificado y que atañe a unaradical temporalidad, ajena al planteamiento deKant, de nuestras buenas razones morales. Lasnormas que adquieren la acreditación de validezprima facie requieren de suyo una precisiónepistémica por parte de una deliberación quelas aquilate en aras de su conveniencia moral enconstelaciones históricas concretas. En cambio,el saber empírico que recibe su validez falible enla justificación discursiva de hechos no dependeinternamente de una solución añadida de cues-tiones de aplicación, porque no se enfrenta a lalimitación y a la incompletud que son intrínsecasa nuestro saber práctico acerca de la contingenciae historicidad del mundo social. Tal conciencia

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de la provincianidad inherente a nuestro mundosocial o, dicho con un préstamo foucaultiano,a la "ontología del nosotros" viene marcada noobstante por la referencia a una "comunidad cadavez más amplia" (G.H. Mead), referencia inclusi-va que caracteriza al sentido constructivista de lavalidez deóntica.

Finalmente, los discursos morales de fun-damentación y de aplicación, al ser un asuntopuramente cognitivo, "no ofrecen compensaciónalguna para el desacoplamiento del juicio moralcon los motivos de la acción" (Habermas, 1991a,114 / 2000, 122-3). Esta desconexión, que Kantcreyó desactivar mediante la omnipotencia deuna fuerza de voluntad amparada en el reinode lo inteligible, no hace sino agudizar que "elproblema de la debilidad de la voluntad no sesoluciona mediante cognición moral" (l991a, 190/ 2000, 196). Con arreglo al cognitivismo de laED, no contamos sino con una buena voluntadque se deja asesorar por razones harto débiles -que no alcanzan más allá de la motivaciónracional que comportan las convicciones bienfundadas, aunque no sean del todo impotentes,dado que de su dejación o incumplimiento nosavisan los sentimientos morales como la culpa oel remordimiento.

3. Para Kant, el sistema de normas de unescéptico no constituye ética ninguna. De mane-ra parecida, la obsesión filosófica de Habermaspor refutar las múltiples caras del escepticismomoral le enfrenta, en el programa de fundarnen-tación de "Ética del discurso", a los enfoquesno-cognitivistas que "ni quieren ni pueden com-petir con las éticas filosóficas" (1983, 66/ 1985b,75)13. Planteada como uno de los cometidos desu modesta concepción de la teoría moral!", esarefutación se concentra en las implicaciones de latesis de la analogía de la validez deóntica con laverdad, puesto que entiende que su negación esel supuesto básico de todo escepticismo moral; ytiene como objetivo asentar la tarea esencial dedicha autocomprensión modesta de la ED: la fun-damentación del principio moral y, con ella, lajus-tificación plena de la posibilidad de fundamentarnormas en el sentido de la ética cognitiva. Estase vuelve así contra otras teorías de signo muydistinto que, en términos generales, coinciden en

mantener que las intuiciones morales cotidianasno tienen un auténtico estatuto cognitivo, o quelos enunciados y juicios morales no pueden justi-ficarse por completo con buenas razones, puestoque en último término expresan o se basan ensentimientos privados, puras preferencias o deci-siones contingentes, existenciales o meramentesubjetivas. Entre tales planteamientos Habermasincluye desde el comienzo al pluralismo de lasorientaciones últimas de valor que parte de M.Weber y que, a través de K. Popper, alcanza a H.Albert; y también a las líneas emotivista y deci-sionista de la filosofía analítica representadas porR. Carnap y A.l Ayer, por Ch.L. Stevenson y elprimer R.M. Hare. En 1983 sostiene, en esencia,que unos se guían por un modelo alicorto delrazonamiento práctico y los otros por un análisislingüístico inadecuado de nuestro vocabulariomoral 15. Podemos obviar otras discusiones enta-bladas en "Ética del discurso"!" y limitamos arecordar que el "cognitivismo fuerte" no sólo leenfrenta a las corrientes que enarbolan el subjeti-vismo en sus variantes emotivistas, decisionistaso voluntaristas, sino también a las defensas de laobjetividad moral al estilo del intuicionismo deG.E. Moore y de la ética material de los valoresde M. Scheler. Aunque también toma en conside-ración a las teorías clásicas del derecho natural,Habermas (1983, 62-66 / 1985b, 70-6) consideraque esas dos variantes del realismo moral, enconcreto, no sólo son en extremo vulnerables alcontraataque escéptico, debido al insostenibleprivilegio epistémico de la intuición ideal depropiedades no naturales o de la captación deestados de valor; sino también que, en el fondo,son el reverso objetivista del subjetivismo metaé-tico, debido a su compartida incomprensión deunajustificabilidad de mandatos y normas que esmoneda corriente en nuestras discusiones mora-les cotidianas y que viene exigida por la analogíade la validez deóntica con la verdad.

En obras posteriores, Habermas mantieneesa crítica conjunta y matiza sus objeciones res-pectivas sobre la base de la idea de que el vínculode la razón práctica y la autonomía comporta laaleación de la construcción y del descubrimientoen el ámbito de la validez moral. De acuerdocon esta idea de origen kantiano, la voluntades libre (y no, por ejemplo, una mera capacidad

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individual que faculta para actuar arbitrariamen-te) en tanto que se deja orientar por las convic-ciones morales que la razón descubre y justifica;y, al mismo tiempo, la razón es práctica (y no, porejemplo, un mero análisis teórico de hechos) entanto que el examen imparcial procede como unarealización pública de la voluntad autolegisladorade los sujetos deliberantes'", Además, Habermasha aproximado su superación discursiva del dile-ma subjetivismo versus objetivismo morales alconstructivismo de Rawls, con quien compartedicha rearticulación kantiana y al que disputa, noobstante, que los enunciados normativos tienenun rango epistémico en sentido estricto que no seacoge a la complementariedad de "lo verdadero ylo razonable" 18. Voy a condensar las objeciones aldoble flanco constituido por el realismo sustanti-vo y el escepticismo moral!",

Por un lado, mientras que los realistas pos-tulan una base especial para la percepción y laexperiencia morales y tienden a asimilar la ver-dad moral de los juicios de valor a la verdad delos enunciados sobre hechos, los no cognitivistasniegan que existan objetos morales con los quemedir o hacer corresponder la verdad o la false-dad de los enunciados normativos y también queéstos sean justificables, porque tras su presuntapretensión de validez se ocultan meras actitudeso preferencias subjetivas. Pero ni unos ni otrosaciertan con la base epistémica de nuestras con-vicciones y de nuestros razonamientos morales ymal entienden tanto el sentido de la validez, delque la verdad es sólo un caso especial, cuanto elmodo de justificación que precisa el desempeñodiscursivo de esa validez y el mundo social derelaciones interpersonales en que se integran lasintuiciones morales cotidianas.

Por otro lado, la indisposición para captar laobjetividad de lo moral va de suyo con el hechode que unos y otros desequilibren la peculiarcombinación de hallazgo y configuración en unsaber que precisa de convicciones morales, quese expresa en juicios razonables y que se acreditamediante la argumentación práctica. El intentodecisionista de contrarrestar la contingencia delas convicciones morales depositando la certezaen la arbitrariedad de la voluntad-" tiene la con-secuencia contraintuitiva de negar el momentode pasividad que acompaña a la formación de

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tales convicciones, las cuales no pueden serproducidas por nosotros como lo son las deci-siones. Las descripciones revisionistas con quelos metaéticos tratan de desenmascarar la purasubjetividad de las convicciones y juicios mora-les tienen la consecuencia contraintuitiva de quedesacreditan y anulan, a la vez que desfiguran,la comprensión que se hacen de los problemasmorales y de sí mismos quienes se implican endisputas morales o se toman en serio sus dile-mas morales. Y, en fin, la suposición realistade una concurrencia de los enunciados moralescon un orden de objetos de valor indepen-diente de los sujetos desplaza de otro modo elmomento constructivo de lo moral. Además deno discriminar las asimetrías entre (los tiposde justificación de) hechos, normas y valores,tiene la consecuencia contraintuitiva de que laobjetividad moral ignora (o subordina a la pre-existencia de propiedades morales incorregibles)la comprensión que los sujetos adquieren sobresí mismos y sobre las necesidades y concepcio-nes del mundo propias y ajenas cuando deliberany se hacen cargo de sus obligaciones.

Para Habermas, por tanto, las posturas anta-gónicas del objetivismo y del subjetivismo, talcomo se expresan en el realismo y el escepti-cismo morales, son cómplices secretos de unadeformación de lo específica mente moral. Perola evitación de ese falso dilema -"el deber (dasGesollte) no es una entidad ni una mera viven-cia" (Habermas, 1991a, 126 / 2000, 135)- nole exime de discutir otras éticas cognitivas quese sobreponen a ese dilema, como es el casodel constructivismo kantiano de Rawls, y otrasfilosofías morales que destacan el momentoético o el praxeológico de la razón práctica. Aeste respecto, ha discutido tanto las variantes de"no cognitivismo débil", que entroncan o con elcontractualismo hobbesiano o con la tradición dela filosofía moral escocesa o con el utilitarismo,cuanto la variante aristotélica de "cognitivismodébil", puesto que tanto la ética clásica de la pru-dencia como virtud por antonomasia cuanto laséticas modernas de la virtud menor que Humellamó el "egoísmo racional" determinan "debe-res" de índole distinta mediante la vinculaciónde la voluntad a un proceso de deliberación. Novoy a entrar a detallar esas discusiones?'. Me

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limitaré a mencionar dos estrategias con las queHabermas intenta integrar (en su teoría discursi-va en general y en su ED en particular) elementoscognitivos e intuiciones valiosas de esas otrastradiciones. Por un lado, en su Howison Lecturede 1988, titulada "Del uso pragmático, ético ymoral de la razón práctica, Habermas (1991a,100-18 / 2000, 109-26) introdujo una concep-ción pluralista de la razón práctica que luego havehiculado su teoría normativa del derecho y dela política deliberativa (Habermas, 1992, 1995 Y1996). Según dicha concepción, las tres variantesde la razón práctica asociadas a las tradicionesaún hoy más influyentes de la filosofía práctica(las del no cognitivismo débil, la del cognitivis-mo débil aristotélico y la del cognitivismo kan-tiano) pueden llegar a completarse entre sí, pesea su mutua competencia, dentro de un marco plu-ralista de los usos discursivos de la racionalidadpráctica. Por otro lado, la propia formulación delprincipio "U" hace explícito que la ED incorporamotivos consecuencialistas o praxeológicos yconsideraciones sobre el bien en el núcleo mismode su primacía por el cognitivismo deontológico:las normas universalizables merecen y exigenreconocimiento porque están en el interés detodos y cada uno o porque son buenas para todospor igual. Además, el enjuiciamiento orientado alfuturo de las consecuencias previsibles que ata-ñen al bienestar de los otros no sólo está incluidode antemano en el proceder fundamentador delprincipio "U", sino que adquiere tanta o mayorrelevancia moral en la deliberación destinada ala aplicación sensible de las normas validadaspor dicho principio.

No obstante, he dejado de lado las mencio-nadas derivaciones polémicas de la ED porqueconsidero de mayor interés atender a un estadode la cuestión más actual que afecta de lleno a latesis de que la validez moral es análoga a la pre-tensión epistémica de verdad, tesis que -comovimos- ha sido definitoria del cognitivismomoral defendido por Habermas.

4. En Verdad y justificación, una recopila-ción de textos escritos en la segunda mitad delos años noventa, Habermas imprime un girorealista y naturalista a sus anteriores posicionesen teoría del conocimienro. Haóermas (1999 y

200lb) abandona su anterior equiparación dela verdad a la aceptabilidad ideal y enlaza, porun lado, un concepto no-epistémico de verdadcon una teoría de la referencia que trasciende allenguaje y que justifica la prioridad de una rea-lidad independiente; y, por otro lado, estableceun nuevo marco de relaciones entre la verdad yla justificación dentro de un modelo neoprag-matista del espacio público de las razones. Eserealismo pragmático acerca de nuestro contactocon el mundo, con sus concepciones centrales deverdad y referencia, y la compatibilización de lasmismas con una relación epistémica de la verdady la justificación portan rasgos reconocibles (yno disimulados) de un aire de familia con posi-ciones filosóficas mantenidas por Hilary Putnam(1981 y 1990). Habermas también ha declaradoque esa reorientación de su "pragmatismo kan-tiano" es deudora de la crítica interna de CristinaLafont (1993) a sus anteriores posiciones anti-rrealistas de la teoría discursiva de la verdad ya algunos problemáticos compromisos que suteoría pragmática del significado compartía conla tradición alemana, hermenéutica, del girolingüístico. No obstante, esta autora ha avanzadoademás otra crítica sistemática a la ED que correen paralelo a la que desacreditaba el antirrealis-mo del concepto discursivo de verdad. Esta otracrítica interna (Lafont, 1999, 315-360) recons-truye el planteamiento cognitivista de la EDmediante una concepción realista que explica lavalidez incondicional de las normas morales porla existencia de intereses generalizables: "pareceposible mantener un pluralismo epistémico de lasinterpretaciones sin que colapse en un punto devista relativista sólo si explicamos la intuiciónuniversalista acerca de la validez incondicionalde la corrección moral de las normas sociales entérminos de la existencia de intereses comunesentre todos los seres humanos" (359).

Esta revisión realista del cognitivismo dis-cursivo se apoya en un argumento de H. Putnam(1990, 170-4) acerca del pluralismo epistémico.Este autor, a su vez, se ha embarcado en uninteresante debate con Habermas que, toman-do como motivo central la separación que ésteúltimo establece entre normas y valores, gira entorno a la objetividad de los juicios morales y alcenictcr cogaitiro de la ética (Patnsm, 2002a,

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111-34 Y 2002b). Al igual que ocurriera en eldebate de Habermas con Rawls a mediados delos noventa, este debate más reciente se muevedentro de un clima de respeto y admiración recí-procas y se caracteriza por sacar a flote algunasincomprensiones mutuas, que no obstante se vancorrigiendo al tenor de los encuentros, y por unaprofundidad de visión que se combina en cadacaso con una retahíla de buenos argumentos. Enel caso de Putnam, éstos apoyan una concepciónpluralista de la ética que prolonga el realismopragmático defendido por ese proteico autordurante la última década y que vertebra la posi-ción que sostiene actualmente (Putnam, 2004).

Tanto Lafont como Putnam cuestionan lapropuesta habermasiana de explicar la correc-ción moral en términos de aceptabilidad racionalo discursiva bajo condiciones ideales. Y, noobstante sus incuestionables divergencias, lasposiciones de ambos se aproximan, cada una asu modo, a un realismo moral que ya no es unrealismo sustantivo, comprometido con entida-des normativas intrínsecas y con un acceso epis-témico especial a las mismas (como era el casoen las variantes discutidas antes por Habermas),sino un realismo procedimental+. En términosgenerales, los partidarios de este tipo de realis-mo defienden que existen respuestas correctas oincorrectas a las cuestiones morales y que nues-tros juicios de valor se contemplan en la prácticacomo verdaderos o falsos, si bien no creen que loque decida sobre la (in)corrección sea la existen-cia de valores intrínsecos y sí pueden considerarcentral algún procedimiento para justificar oaplicar conceptos normativos y evaluativos. Pero,aunque sostengan que las verdades morales noson independientes de los procedimientos quelas acreditan y que la objetividad de normas yvalores precisa de la intersubjetividad de nues-tros juicios morales, mantienen que la fuente dela verdad (o falsedad) de nuestras conviccionesmorales debe explicarse en términos realistas,por referencia a la existencia de condiciones rea-les, y no en términos puramente epistémicos.

No puedo aquí siquiera esbozar la riquezaargumental del debate con Putnam ni ponderarlas razones esgrimidas en la réplica a la poten-te alternativa de Lafont, pero al menos quieroemplear las últimas líneas de este artículo a

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rescatar la línea general de la respuesta con queHabermas (1999, 271-318 / 2002b, 261-303; Y2002a) encara el desafío realista provenientede ambos autores. Esa respuesta insiste en ladefensa cognitivista, pero antirrealista, del cons-tructivismo moral y el núcleo de tal defensa esla reformulación de la analogía entre la verdady la corrección moral. El parecido entre ambasles viene ante todo de sus codificaciones bina-rias y de sus respectivas remisiones discursivas.Pero Habermas enfatiza ahora la "sorprendenteasimetría entre la noción de justicia moral, queaún pretendo explicar en términos epistemoló-gicos de justificabilidad ideal, y la noción noepistemológica de verdad, que apunta más alládel contexto de justificación y se vincula de estemodo a la presuposición ontológica de un mundoobjetivo" (2003, 85-6). Aunque para corroborarla verdad de los enunciados sólo dispongamosde argumentos que apoyan la justificabilidadracional de nuestros juicios aseverativos, el com-promiso realista de que la verdad implica laaceptabilidad ideal no admite la relación inversa:la aceptabilidad racional no agota el contenidode la verdad. Por contra, la validez de la correc-ción moral no sólo carece de esa connotaciónontológica del concepto de verdad que trasciendela justificación, sino que es de suyo una nociónepistémica cuyo sentido queda saturado porla aceptabilidad racional: la justicia moral denuestros juicios y normas no significa ni másni menos que éstos merecen reconocimientouniversal, y esto significa a su vez que podríanencontrar el asentimiento de todas las personasafectadas en un discurso racional que sea lleva-do a cabo bajo condiciones aproximativamenteideales. Habermas cualifica esta tesis puntal desu constructivismo moral (que dicho acuerdoes constitutivo de la validez moral) con la pro-yección de un mundo social inclusivo que operacomo un sustituto o un equivalente al supuestoontológico del mundo objetivo para el caso dela verdad. Si la deliberación teórica se movilizaante el desafío de una realidad que se nos resis-te o no colabora con nuestras convicciones, ladeliberación moral se activa ante sentimientosmorales que nos avisan de la injusticia, ante laprotesta del otro o el disenso insoluble entreoponentes que pertenecen a la misma comunidad

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universal. La moral se orienta hacia la progresivainclusión de las pretensiones y personas ajenas ya la vez construye esa comunidad no excluyentede relaciones interpersonales bien ordenadasentre miembros libres e iguales.

Es importante remarcar, y con esto con-cluyo, que si bien las similitudes con la verdadfuerzan una estricta dicotomía de las normas conlos valores, Habermas no afirma que éstos notengan estatuto cognitivo. Antes bien, sostiene uncognitivismo moderado en el sentido epistémicoy de nuevo antirrealista de que podemos disputarracionalmente sobre (nuestras interpretacionesde) los valores en discursos éticos de cariz exis-tencial o de alcance sociopolítico. Y, dado queconserva una concepción plural de la razón prác-tica, es bien consciente no sólo de que su teoríamoral no agota todo el campo de la ética, sinotambién de que el cognitivismo moral dependede la feliz concordancia con formas de vida yestructuras de la personalidad acordes a nuestrasintuiciones morales e, incluso, de que el univer-salismo moral se incrusta dentro de una ética dela especie humana (Habermas, 200la).

Notas1. La realización de este trabajo ha sido posible gra-

cias a la financiación de una beca posdoctoral delMEDC de España. Quiero dejar constancia de miagradecimiento a Cirilo Flórez por su comentarioa una versión inicial de este artículo y a JesúsVega, Fernando Broncano, Cristina Lafont yAxel Müller por sus instructivas y generosasconversaciones en torno a los temas que trato enél. También he de señalar que en adelante traduz-co siempre los párrafos que cito por 10G textosoriginales; no obstante, en las referencias dentrodel artículo indico entre paréntesis primero lasediciones originales y luego las traduccionescastellanas que se consignan en la bibliografía.

2. Habermas anota poco después (1983,55 / 1985b,61) la connivencia de esa tesis, tal como es remo-zada por Alaisdair MacIntyre (1981), con la críticade Max Horkheimer a la razón instrumental eidentifica en dicha tesis una patología de la con-ciencia tardomoderna que hace necesario comple-tar la ética filosófica con la teoría social, una com-plementación que, con las debidas matizaciones,se ha mantenido en su obra posterior.

3. Aludo aquí a la temprana crítica -por ejemplo,en "Dogrnatismo, razón y decisión (1963)"(Habermas, 1971, 317-8 / 1987a, 298)- a la"razón decidida y menguada" del positivismo,cuando Habermas discutía las tesis del decisio-nismo axiológico avalado por el racionalismocrítico y por el supuesto metodológico de laneutralidad valorativa.

4. A este respecto, en el "Epílogo (1973)" aConocimiento e interés ya anotaba Habermas losiguiente: "Las normas e intereses generalizablesque han de justificarse discursivamente tienenun núcleo no-convencional: ni vienen dados deantemano ni se fijan sin más en virtud de unadecisión, sino que se configuran y se descubrenal mismo tiempo y de manera no contingente, sies que puede existir algo así como una voluntadracional" (1973, 403 / 1982, 326-7). La tesis dela Wahrheitsfahigkeit ocupa un lugar promi-nente, por ejemplo, en "Teorías de la verdad"(Habermas, 1984) y en Problemas de legitima-ción en el capitalismo tardío. Albrecht Wellmer(1990) recogió cuatro objeciones a las que tuvoque enfrentarse la defensa habermasiana de esatesis durante la década de los años setenta.

5. La exposición de este tema en Conciencia moraly acción comunicativa (Habermas, 1983, 62-7 y69-71 / 1985b, 70-6 Y79-81) se basa en la ofreci-da en el primer volumen de Teoría de la accióncomunicativa. Algunos pasajes posteriores en losque se abordan las peculiaridades de la analogíaa que rrie refiero a continuación se encuentranen los siguientes textos de Habermas: "¿Afectanlas objeciones de Hegel contra Kant también ala ética del discurso?" (1991a, 11 / 2000, 15),"Aclaraciones a la ética del discurso" (1991a,126, 130 / 2000, 134, 138), "Entrevista con T.Hviid Nielsen" (1990, 127/ 1991b, 182-3) Y "Unaconsideración genealógica sobre el contenidocognitivo de la moral" (1996, 52-55).

6. En las cuatro primeras secciones de "Ética deldiscurso", Habermas (1983, 55-78 / 1985b, 61-88)introduce, mediante un comentario de Strawson(1974), la mencionada perspectiva fenómeno-lógica con una intención propedéutica y apoyala analogía de los sentimientos morales con laspercepciones valiéndose de una recepción deToulmin (1950); y a continuación introduce elprincipio "U" con una intención constructivadesde la lógica de la argumentación y apoyaentonces la analogía con el principio de inducciónen otra relectura de Toulmin (1964).

7. Ese paralelismo con Kant (1996), implícito enel comentario de Conciencia moral y acción

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EL ESTATUTO DE LA VERDAD MORAL EN LA ÉTICA DEL DISCURSO

comunicativa sobre el análisis de los senti-mientos morales propuesto por Strawson (1974),ha sido después reconocido por Habermas envarias ocasiones; por ejemplo, en los ensayos"Aclaraciones a la ética del discurso" (199Ia,120, 142s, 145 / 2000, 128, 150, 152) Y "Unaconsideración genealógica sobre el contenidocognitivo de la moral" (1996, 12).

8. Con anterioridad a su ensayo "Ética del Discurso"(1983, 73, 90 / 1985b, 82-3,_ 101-2), Habermashabía defendido dicha analogía, por ejemplo,en "Teorías de la verdad (1972)" (1984, 164-74/ 1989, 143-50). Y con posterioridad a 1983,lo expresará de nuevo en varios lugares; porejemplo, en Habermas (l99la, 133 /2000, 141) Y(1995,83/ 1997, 103).

9. Marcus G. Singer (1971, 36-8) ya estableciódicha analogía sobre la base de una generaliza-ción que sólo puede tener validez bajo la cláusula"para personas similares en circunstancias simi-lares". A. Wellmer (1986) discutió con agudeza elpapel de esa analogía de principios y destacó lasdebilidades de la misma como parte de su críticainterna a la ED.

10. Consúltese, por ejemplo, las siguientes obras deHabermas (1983, 114-5, 187-95 / 1985b, 129-30,204-14); (l991a, 36-46 / 2000, 40-49) y (1985a,209-10,214-5).

11. En la siguiente reflexión, extraída de "¿Afectanlas objeciones de Hegel contra Kant también ala ética del discurso?", se aprecia que la posiciónde Habermas en 1985 aún arrastraba una ambi-güedad sobre el específico tratamiento cognitivode los problemas de aplicación: "la ED insisteen que no podemos caer por debajo del nivelalcanzado por Kant de la diferenciación de laproblemática de justificación con respecto a laproblemática tanto de la aplicación como de larealización de las intuiciones morales. Puedemostrar que también en la aplicación prudentede normas prevalecen principios universales dela razón práctica. En esta dimensión son ... porejemplo, los principios de la atención de todoslos aspectos relevantes de un caso o de la propor-cionalidad de los medios, los que dan validez alpunto de vista moral de una aplicación imparcial(Habermas, 1991a, 24/2000,27-8). Aunque apa-rece iniciada en el artículo recién mencionado yen el titulado "Justicia y solidaridad" (Habermas,1991a, 65, 74-6 / 2000, 71, 79-80), la correcciónteórica de Habermas halla cumplimiento en las"Tanner Lectures (1986)" (1992, 541-70/ 1998,571-99), donde aquél ya tiene a la vista la obra

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que K. Gunther defenderá como Disertación enla Universidad de Fráncfort en 1987 y que sepublicará un año después; a este respecto véaseHabermas (1992, 563-4, 566, 597-8 / 1998, 555,557-8,585) y Günther (1988, 9-10).

12. La lógica dual del cognitivismo en los proce-dimientos morales está detallada en Habermas(1990, 111-3, 120-1, 140-1 / 1991b, 160-1, 173-4,202-3) Y (1991a, 114, 137-142, 187/2000, 122-3,144-50, 193).

13. En su día, M. Singer (1971, 6-7) planteó un juiciosimilar. En el caso de Habermas, el programa defundamentación de "Ética del Discurso" es inclu-so presentado como un combate en siete rondasentre el cognitivista kantiano y un escéptico pro-penso a toda suerte de maniobras desviacionistas(1983,86-8/ 1985b, 98-9).

14. Habermas alude a menudo -por ejemplo, en (1983,131 / 1985b, 142) y (1991a, 30 / 2000, 32-3)- a lamodestia que se autoimpone la teoría discursivade la moral cuando restringe sus cometidos a laexplicación del punto de vista moral y a la refu-tación del escepticismo, sin aportar por su cuentasoluciones sustanciales a los problemas moralesque son los propios afectados quienes tienen queresolver. Conviene añadir que la exigencia filosó-fica de desbancar al escéptico no se aquieta conla confirmación interteórica que le llega a la EDpor parte de la teoría psicológica del desarrollomoral; sobre la inclusión del escepticismo axio-lógico en la etapa 41/2 existe, por lo demás, unadiscrepancia interesante entre la explicación deHaberrnas -por ejemplo, en (1984, 536-8/ 1989,449-51); (1983,45, 195-9/ 1985b, 49-50, 214-8);y (l99la, 51-2 n. 3/2000,57-8, nota 3)- y la deLawrence Kohlberg.

15. Esas críticas de Habermas (1983, 55-60, 64-7,196, 198-9 / 1985b, 61-8, 72-5, 215, 218) a losescépticos axiológicos y a los metaéticos tieneninteresantes precedentes en obras anteriores;véase Habermas (1975, 124-34) y (1984, 321-2,537-8).1989,272-3,450-1).

16. Habermas (1983, 78-86 / 1985b, 88-97) discutela teoría moral defendida entonces por ErnstTugendhat (1984, 57-131), quien, si bien aceptala posibilidad del principio moral y rechaza queel carácter cognitivo del lenguaje moral sea unamera ilusión, no cree necesario justificar acuer-dos morales que estén racionalmente motivadosen un sentido consensual. El debate sereno yamigable con el atemperado voluntarismo deTugendhat es recurrente en la obra Haberrnas(1991a, 142-52/2000, 150-9) Y (1996, 33-8).

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17. Sobre esta articulación, véase especialmente'Aclaraciones a la ética del discurso" (Habermas,1991a, 127, 145-6 / 2000, 135-6, 152-3) Y "Unaconsideración genealógica sobre el contenidocognitivo de la moral" (Habermas, 1996,51-2).

18. La afinidad se halla en "Aclaraciones a la ética deldiscurso" (1991a, 125-31 / 2000, 134-9) Y en lascontribuciones de Habermas (1996, 82-87 Y 100) a sudebate con Rawls (1995): "Reconciliación medianteel uso público de la razón" y "Razonable versusverdadero, o la moral de las imágenes del mundo."

19. Algunos de los textos más relevantes puedenhallarse en Habermas (1991a, 11, 122, 126, 131 /2000,15,130-1,134-5,139) Y(1996,14,20-1,22,52-55, 341).

20. I. Murdoch (1970) mostró perspicazmente queeste modelo voluntarista familiarizaba a lasmetaéticas de los filósofos analíticos con el exis-tencialismo sartreano.

21. Algunos sustanciosos pasajes de la discusióncon estos frentes clásicos se encuentran en lassiguientes obras de Habermas: "Justicia y soli-daridad" (1991a, 81-3 / 2000, 87-9), "LawrenceKohlberg y el neoaristotelismo" (1991a, 81-2 /2000, 87-8), "Del uso pragmático, ético y moralde la razón práctica" (1991a, 100-18/2000,109-26) Y 'Una consideración genealógica sobre elcontenido cognitivo de la moral" (1996, 14-5).

22. Enmiendo aquí una distinción propuesta por ladiscípula de Rawls, Christine Korsgaard (1996).He expuesto, junto con Jesús Vega, el sentidode este realismo procedimental en el caso deH. Putnam en "Truth and Moral Objectivity.Procedural Realism in Putnarn's Pragmatism" ,untexto defendido en el II Meetings on Pragmatism:Hilary Putnam's Pragmatism (Santiago deCompostela, España; mayo de 2004).

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Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLII (105),37-49, ISSN: 0034-8252, Enero-Abril 2004