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El Extraño Caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde Por Robert Louis Stevenson

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ElExtrañoCasodelDoctorJekyllyMr.Hyde

Por

RobertLouisStevenson

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Lahistoriadelapuerta

El abogado Mr. Utterson era un hombre de semblante adusto, jamásiluminado por una sonrisa; frío, parco y vergonzoso en la conversación;remiso en sentimientos; enjuto, alto, taciturno, aburrido, y sin embargoadorable,enalgunamedida.Enlasreunionesdeamigos,ycuandoelvinoeradesuagrado, irradiabadesusojosalgoeminentementehumano;algoque,adecirverdad,jamássalíaarelucirensuconversación,peroqueexpresabanosóloconaquellosgestossilenciososdesucaradespuésdelacena,sinomásamenudo y llamativamente en su vida cotidiana.Era austero consigomismo;bebía ginebra cuando estaba solo, para mortificar su afición por los vinosañejos;yaunque leencantabael teatro,hacíayaveinteañosquenocruzabalaspuertasdeninguno.Encambio,mostrabaunaacreditada toleranciaensutrato con los demás; unas veces asombrándose, casi con envidia, de la grantensiónanímicaque implicabansusdelitos;yencualquiersituaciónextremaeramáspropensoaprestarayudaqueareprender.«Meinclinoporlaherejíade Caín—solía decir pintorescamente—: dejo que mi hermano se vaya aldiabloporsupropiopie».Conestecarácter,amenudotuvolasuertedeserelúltimoconocidodeconfianzaylaúltimainfluenciabienhechoraenlasvidasde hombres venidos a menos. Y mientras éstos siguieron acudiendo a susaposentos,jamáslesmostróelmáslevecambiodeactitud.

SindudaesaproezaleresultabafácilaMr.Utterson,yaqueerareservadoen el mejor de los casos, e incluso sus amistades parecían basarse en unasimilar liberalidad francamente cordial. Es característico de un hombremodestoelaceptarsucírculodeamistadescreadodemaneracasual;yéseerael estilo del abogado. Sus amigos eran los que tenían su misma sangre, oaquéllosaquienesconocíadesdehacíamástiempo;susafectoscrecíanconeltiempo,comolahiedra,ynoimplicabanlamenorinclinaciónporelobjeto.Deahí,sinduda,elvínculoqueleuníaconMr.RichardEnfield,parientelejanosuyoyhombremuyconocidoenlaciudad.Amuchoslesintrigabaquépodíanverelunoenelotro,oquétemadeconversaciónpodíancompartir.Quienessetropezabanconellosensuspaseosdominicalescontabanquenodecíannada,queparecíanextraordinariamenteaburridos,yqueacogíanconevidentealiviola aparición de un amigo. A pesar de todo eso, aquellos dos hombresotorgaban lamayor importancia a esas excursiones, las consideraban lomáspreciadodecadasemanay,con taldepoderdisfrutarlassin interrupción,nosólo dejaban de lado ocasiones de placer, sino que incluso se resistían a lasdemandasdesusnegocios.

Sucedió que en uno de aquellos paseos sus pasos los llevaron a unacallejuelaenunconcurridobarriodeLondres.Lacalleerapequeñayde las

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consideradastranquilas,aunqueenlosdíaslaborablessellevabaacaboenellaunflorecientecomercio.Alparecer,asushabitanteslesibamuybien,ytodosellosporfiabanconlaesperanzadequelesfueratodavíamejoryempleabanelexcedentedesusgananciasencoquetería;demodoquelosescaparatesdelastiendas que se alineaban a lo largo de aquella calle parecían invitarle a unocomosifueranfilasdesonrientesdependientas.Inclusoendomingo,cuandoocultaba sus más floridos encantos y permanecía relativamente vacía detráfico,lacalleresplandecíaporcontrasteconsusórdidovecindario,comounfuego en un bosque; y con sus postigos recién pintados, sus bronces bienpulidos, y la general limpieza y alegría ambiental, atraía y complacía en elactolamiradadelviandante.

A dos puertas de una esquina, amano izquierda yendo hacia el este, laentrada a un patio rompía el alineamiento de las fachadas; y justo en aquellugar,lasiniestramoledeciertoedificioproyectabasugabletesobrelacalle.Teníadospisosdealtura;no seveíaningunaventana, sólounapuertaen laplanta baja y un frente ciego demuro descolorido en el piso superior; y entodossusrasgosmostraba lasseñalesdeunprolongadoysórdidoabandono.Lapuerta,desprovistadecampanillaoaldaba,estabaexcoriadaydespintada.Losvagabundossemetíanenelhuecoyencendíancerillasenlosentrepaños;losniñosjugabanalastiendasenlosescalones;elcolegialhabíaprobadosunavaja en las molduras; y durante casi una generación nadie parecía haberahuyentadoaaquellosvisitantesfortuitos,nireparadosusdestrozos.

Mr.Enfieldyelabogadoseencontrabanalotroladodelacallejuela;perocuandollegaronfrentealaentrada,elprimeroalzósubastónylaseñaló.

—¿Te has fijado alguna vez en esta puerta? —preguntó; y cuando sucompañerolecontestóafirmativamente,añadió—:Mimentelaasociaconunahistoriamuyextraña.

—¿Deverdad?—dijoMr.Utterson,conunlevecambiodevoz—,¿ydequésetrata?

—Puesverás,ocurrióasí—replicóMr.Enfield—:Unaoscuramañanadeinvierno,aesode las tres, regresabayoamicasaprocedentedealgúnlugarsituadoenlosconfinesdelmundoyatravesabaunapartedelaciudaddondenohabíaliteralmentenadaqueversalvolasfarolas.Recorríunainterminablesucesióndecalles…iluminadascomoparaunaprocesióny tanvacíascomounaiglesia…ytodoelmundoestabadormido,hastaqueporfinmesobrevinoeseestadodeánimoenelqueunhombreprestaatenciónacualquierruidoyempiezaaanhelarlapresenciadeunpolicía.Deprontovidosfiguras:unadeellaseraunhombrecilloquecaminabaabuenpasoendirecciónhaciaeleste,y la otra, una niña de unos ocho o diez años que bajaba por la bocacallecorriendo todo lo que podía. En fin, señor, lógicamente ambas figuras se

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encontraronenlaesquina;yentoncesseprodujolapartehorribledelasunto;pueselhombrepisoteótranquilamenteelcuerpodelaniñayladejótendidaenelsuelochillando.Contadonoparecegrancosa,perofuehorribleverlo.Noparecíaunhombre;másbieneracomounmalditoJuggernaut.Lancéungrito,puse pies en polvorosa, cogí por el cuello al caballero y lo volví a llevar adondeyasehabíareunidounverdaderogrupoentornoalaniñaquechillaba.Estaba completamente tranquilo y no opuso resistencia, pero me echó unamiradatandesagradablequemehizosudartantocomolacarreraqueacababadedarme.Lagentequesehabíacongregadoeralapropiafamiliadelachica;y muy pronto apareció el médico al que precisamente la habían enviado abuscar. En realidad, la niña no tenía nada grave sino que más bien estabaasustada, según elmatasanos; y con ello podrías suponer que se acababa elasunto.Perosediounacuriosacircunstancia.Desdeelprimermomentoyolehabía tomado aversión a aquel caballero. Lo mismo le había pasado a lafamilia de la niña, lo cual era perfectamente normal. Perome sorprendió lareacción delmédico. Era el típico galeno rutinario, sin edad ni color de tezconcretos, conun fuerte acentodeEdimburgoy casi tan emotivo comounagaita.Enfin,señor, lepasólomismoquealrestodenosotros:cadavezquemirabaamiprisionero,elmatasanospalidecíayleentrabanganasdematarlo.Yosabíaloquepasabaporsumente,lomismoqueélpercibíaloquepasabaporlamía;ycomonoeracuestióndematarlohicimoslomejorquepodíamoshacer.Ledijimosalhombrequepodíamosyestábamosdispuestosaarmartalescándalo por aquello que su nombre sería odiado de un extremo a otro deLondres. Si tenía algún amigo o influencia, nos encargaríamos de que losperdiera.Ymientras arremetíamos contra él acaloradamente, todo el tiempotuvimosquemanteneradistanciaalasmujereslomejorquepudimos,yaqueestaban tan furiosas comoarpías.Nuncahevistoun conjuntode rostros tanodiosos;yelhombreestabaenmedio,conunaespeciedeperversaysocarronafrialdad… asustado también, como pude percibir… pero salió airoso delasuntocomounverdaderoSatanás.

»—Siquierensacarprovechodeesteaccidente—dijo—,nopuedohacernada,porsupuesto.Cualquiercaballeroquesepreciedeseaevitarunaescena.Díganmelacantidad.

»Enfin,leapretamoslasclavijashastasacarlecienlibrasparalafamiliadelaniña;evidentementeélhabríapreferidonoceder;perohabíaalgoentodosnosotrosqueindicabaquepodíamoscausarledaño,yfinalmenteserindió.Elpaso siguiente era conseguir el dinero; y ¿adónde cree usted que nos llevó?Pues a la casa de la puerta… sacó de repente una llave, entró, y volvió enseguidacondiezlibrasenmonedasdeoroyunchequeporelrestocontraelbancodeCoutts, libradoalportadoryfirmadoconunnombrequenopuedomencionar,aunqueseaunadelasgraciasdemirelato,perodiréporlomenosque era muy conocido y frecuentemente mencionado en los periódicos. La

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cifraeraalta;perolafirma,sieraauténtica,valíamásquetodoeso.Metomélalibertaddeseñalaralcaballeroquetodoaquelasuntomeparecíaapócrifo;yque en la vida real no es normal que un hombre entre por la puerta de unsótanoalascuatrodelamañanaysalgaconunchequefirmadoporotroporunimportedecasicienlibras.Peroélestabamuytranquiloydesdeñoso.

»—Tranquilícense —dijo—. Me quedaré con ustedes hasta que abra elbancoyyomismoharéefectivoelcheque.

»Demodo que nos pusimos en camino, el médico, el padre de la niña,nuestro amigo y yo mismo, y pasamos el resto de la noche en mishabitaciones; y al día siguiente, cuando hubimos desayunado, fuimos todosjuntosalbanco.Yomismoentreguéelchequeydijeque teníamotivosparacreerquesetratabadeunafalsificación.Nadadeeso.Elchequeeraauténtico.

—¡Tate!—dijoMr.Utterson.

—Veoquetúpiensaslomismoqueyo—dijoMr.Enfield—.Sí,esunafeahistoria. Pues nuestro hombre era un individuo a quien nadie podía ver, unhombre verdaderamente detestable; y la persona que extendió el cheque eratodoundechadodeldecoro,célebreademás,y (loqueespeor)unodeesostipos que hacen lo que se suele llamar el bien. Se trata de un chantaje,supongo;unhombrehonradoqueestápagandomuycaroalgunatravesuradesujuventud.Porconsiguiente,laCasadelChantajeescomoyollamoaaquellugarde lapuerta.Aunqueeso,comosabes,está lejosdeexplicarlo todo—añadió;ytrasdeciresaspalabrassesumióenprofundascavilaciones.

Mr.Uttersonlesacódeellasalpreguntarledepronto:

—¿Sabessiellibradordelchequeviveallí?

—Unsitioapropiado,¿no teparece?—replicóMr.Enfield—.Peroda lacasualidaddequemehefijadoensudirección;viveenciertaplazaporaquícerca.

—¿Y nunca has preguntado por… aquel lugar de la puerta?—dijoMr.Utterson.

—No, señor.Meparecíapocodelicado—fue su respuesta—.Me resistomuchoahacerpreguntas;participabastantedelestilodeldíadelJuicioFinal.Plantearunapreguntaescomolanzarunapiedra.Sesientaunotranquilamenteenloaltodeunacolinayallávalapiedra,poniendoenmarchaalasdemás;yenseguidaalgúntipoanodino(elúltimoenelqueunohabríapensado)recibeungolpeenlacabezaensupropiohuerto,y lafamilia tienequecambiardenombre.No, señor, tengopor normaque cuantomásdudosamepareceunacosa,menospreguntashago.

—Unanormamuybuena,además—dijoelabogado.

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—Peroheexaminadoaquel lugarpormicuenta—prosiguióMr.Enfield—.Nopareceunacasanimuchomenos.Nohayningunaotrapuerta,ynadieentranisaleporella,salvo,devezencuando,elcaballerodemiaventura.Enelpisodearribahaytresventanasquedanalpatio;ningunaenelpisobajo;lasventanasestán siemprecerradas,pero limpias.Yademáshayunachimenea,que por lo general echa humo; demodo que alguien debe de vivir allí. Sinembargo, no es posible asegurar eso, pues los edificios están tan juntos entornoaesepatioqueesdifícildecirdóndeterminaunoycomienzaotro.

Laparejavolvióacaminarunratoensilencio;luegodijoMr.Utterson:

—Enfield,esanormatuyaestámuybien.

—Sí,esocreo—replicóEnfield.

—Peroapesardetodo—continuóelabogado—,hayunacosaquequieropreguntarte:quieropreguntartecómosellamaelhombrequepisoteóalaniña.

—Enfin—dijoMr.Enfield—,noveoqueesolehagamalanadie.EraunhombrellamadoHyde.

—¡Hummm!—dijoMr.Utterson—.¿Quéaspectotieneesehombre?

—Noes fácildedescribir.Algo lepasaa suaspecto; algodesagradable,algorealmentedetestable.Nuncaviaunhombrequemedesagradasetanto,ysinembargoseguramentenosabríadecirporqué.Debedeestardesfiguradoen alguna parte; da la impresión de que es deforme, aunque no podríaespecificar en qué sentido. Es un hombre de aspecto extraordinario, y sinembargonopuedomencionar realmentenada fuerade locomún.No, señor;no sabría precisarlo; no puedo describir a ese hombre.Y no es por falta dememoria,puesconfiesoqueescomosiloestuvieraviendoahoramismo.

Mr.Uttersonsiguiócaminandoensilencio,obviamentebajo la influenciadealgunacavilación.

—¿Estássegurodequeusóunallave?—preguntóporfin.

—Miqueridoseñor…—empezóadecirEnfield,quenocabíaensídelasorpresa.

—Sí,losé—dijoUtterson—;séquedebedeparecerextraño.Laverdadesque,sinotepreguntoelnombredelotrocómplice,esporqueyaloconozco.Yaves,Richard,que tu relatohadadoenelblanco.Sihas sido inexactoenalgúnpunto,másvalequelocorrijas.

—Creoquepodríashabérmeloadvertido—replicóelotro,conunapizcade resentimiento—. Pero, como dices, he sido exacto hasta la pedantería.Aquelindividuoteníaunallave;yloqueesmás,latienetodavía.Leviusarlanohaceniunasemana.

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Mr. Utterson suspiró profundamente, pero no dijo ni una palabra; y enseguidaprosiguióeljoven:

—Otravezaprenderéacallarme—dijo—.Meavergüenzahabermeidodelalengua.Hagamosuntrato:nuncavolveremosamencionaresteasunto.

—Detodocorazón—dijoelabogado—.Cerremoseltratoconunapretóndemanos,Richard.

EnbuscadeMr.Hyde

Aquella noche Mr. Utterson volvió a su piso de soltero con el ánimosombrío,ysesentóacenarsinapetito.Losdomingosteníaporcostumbre,unavezfinalizadaesacomida,sentarsejuntoalfuegoconunaburridovolumendeteologíaensuatril,hastaqueelrelojdelaiglesiacercanadieralasdoce,horaen que sensatamente y agradecido se iba a la cama. Aquella noche, sinembargo,encuantoquitaronlamesa,tomóunavelayentróensudespacho.Allí abrió su caja fuerte, extrajo de su rincónmás secreto undocumento encuyosobreestabaanotadoquesetratabadeltestamentodeldoctorJekyll,ysesentó con el ceño ensombrecido a examinar su contenido.El testamento eraológrafo; pues, aunque se había hecho cargo de él una vez terminado,Mr.Utterson se había negado a prestar la menor ayuda en su confección. Eltestamentoestipulabanosóloque,encasodefallecimientodeHenryJekyll,M.D.,D.C.L.,L.L.D.,F.R.S.,etc.,todassuspropiedadesdebíanpasaramanos de su «amigo y benefactor Edward Hyde», sino que en caso de«desaparición o ausencia inexplicada por un período que rebasara los tresmeses»,elsusodichoEdwardHydeocuparíaelpuestodeHenryJekyllsinmásdemora, y libre de todo gravamen u obligación, aparte del pago de unaspequeñas sumas a los miembros de la servidumbre del doctor. Aqueldocumentoofendíalavistadelabogadodesdehacíamuchotiempo.Leofendíano sólo como abogado sino como partidario de los aspectos sensatos yhabitualesdelavida,paraquiencualquierextravaganciaeraimpúdica.Hastaentonces había sido su desconocimiento deMr.Hyde lo que acrecentaba suindignación; ahora, tras un súbito cambio, era su conocimiento. Si era yabastantegraveque el nombrenopudieradecirlenadamás, fuepeor cuandoempezóarevestirsedeatributosdetestables;yalrasgarseelcambianteyfrágilveloquedurantetantotiempolehabíanubladolavista,surgiólarepentinayprecisapremonicióndequeeraunmalvado.

—Pensé que era una locura —dijo, mientras volvía a meter el odiosodocumentoenlacajafuerte—;yahoraempiezoatemerqueseaunainfamia.

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A continuación, apagó la vela, se puso un gabán y se encaminó endirecciónaCavendishSquare,esebaluartedelamedicinadondesuamigo,elgran doctor Lanyon, tenía su casa y recibía a su abigarrada clientela. «Sialguiensabealgo,seráLanyon»,habíapensado.

Elsolemnemayordomoloreconocióylediolabienvenida;nolosometióalasinterminablesantesalaspropiasdelasvisitasordinarias,sinoquelohizopasar directamente de la puerta al comedor, donde el doctor Lanyon estabasentado,tomandoasolassuvino.Erauncaballerocordial,saludable,atildado,de faz rubicunda, con una melena prematuramente blanca y unos modalesimpetuososyresueltos.AlveraMr.Uttersonselevantódesusilladeunsaltoy le dio la bienvenida tendiéndole ambasmanos.La cordialidad habitual deaquelhombreeraalgoteatralaprimeravista;perosebasabaensentimientossinceros. Pues ambos eran viejos amigos, antiguos compañeros tanto decolegio como de universidad, profundamente respetuosos de símismos y elunodelotroy,loquenosiempreeslógico,ambosdisfrutabanaconcienciadesumutuacompañía.

Despuésdedivagarunpoco,elabogadopasóaocuparsedelasuntoqueloteníapreocupadodemaneratandesagradable.

—Supongo,Lanyon—dijo—,quetúyyodebemosdeserlosdosamigosmásviejosquetieneHenryJekyll.

—Ojaláfuesenmásjóvenesesosamigos—dijoeldoctorLanyon,riéndoseentredientes—.Perosupongoqueasíes.¿Yaquévieneeso?Ahora loveopoco.

—¿Deveras?—dijoUtterson—.Creíaqueteníaisunvínculodeinteresescomunes.

—Loteníamos—fuesurespuesta—.PerohaceyamásdediezañosqueHenry Jekyll se volvió demasiado extravagante para mi gusto. Empezó adescarriarse, a extraviársele la mente; y aunque, por supuesto, sigointeresándomeporélenrecuerdodelosviejostiempos,comosueledecirse,loveo y lo he visto la mar de poco. Tales disparates tan poco científicos—añadió el doctor, enrojeciendo de pronto—habrían enajenado la amistad deDamónyFintias.

Aquel pequeño arrebato de ira en cierto modo fue un alivio para Mr.Utterson.«Únicamentehabrándiscrepadoenalgunascuestionescientíficas»,pensó;ynosiendounhombreapasionadoporlaciencia(exceptoenmateriadetraspasosdebienesinmuebles),inclusoañadió:

—¡Noesnadamásqueeso!

Concedió a su amigo unos cuantos segundos para que recobrase su

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compostura,yluegoabordólapreguntaquehabíavenidoahacer.

—¿Tehastropezadoalgunavezconunprotegidosuyo…untalHyde?—preguntó.

—¿Hyde?—repitióLanyon—.No.Nuncaoíhablardeél.Entodamivida.

Esafuetodalainformaciónqueelabogadosellevóconsigoalasombríacamagrandeenlaqueserevolviódeunladoparaotrohastaquelasprimerashorasdelamañanaempezaronaalargarse.Fueunanochedepocatranquilidadpara su esforzadamente, que, asediada por los interrogantes, se afanaba enplenaoscuridad.

Las campanas de la iglesia que estaba tan oportunamente próxima a lamorada de Mr. Utterson dieron las doce, y él seguía dándole vueltas alproblema.Hastaentoncessólolohabíaafectadoenelaspectointelectual,peroahorasuimaginacióntambiénestabacomprometida,omásbienesclavizada;ymientrasestabaacostadoyserevolvíaenladensaoscuridaddelanochequeenvolvía la encortinada habitación, el relato de Mr. Enfield pasaba por sumenteenunasucesióndeimágenesluminosas.

Loprimeroquepercibíaeralagranextensióndefarolasdeunaciudadenplena noche; luego, la figura de un hombre que caminaba velozmente;después,ladeunaniñaqueveníacorriendodecasadelmédico;yfinalmentese encontraban ambos, y aquel Juggernaut humano atropellaba a la niña ypasabadelargo,indiferenteasuschillidos.Osino,divisabaunahabitacióndeunacasa lujosa,dondesuamigoyacíadormido,soñandoysonriendoensussueños;y entonces se abría lapuertade aquellahabitación, se apartaban lascortinasdel lecho,eldurmientesedespertabay, ¡heteaquí!,allíestaba,asulado,una figuraque tenía ascendiente sobre él, e inclusoa altashorasde lanocheteníaquelevantarseycumplirsusórdenes.Enambasvisiones,aquellafiguraatormentabaalabogadodurantetodalanoche;ysienalgúnmomentoéste echaba una cabezada, era sólo para verla deslizarse más furtivamentetodavía en el interior de casas dormidas, o moverse cada vez con mayorrapidez, hasta marearlo, a través de los inmensos laberintos de la ciudadiluminada por farolas, y en cada esquina atropellaba a una niña y la dejabachillando. Y la figura todavía no tenía un rostro por el que pudierareconocerla; ni siquiera en sus sueños tenía rostro, o si lo tenía ledesconcertabaysedesvanecíaantesusojos.

Así fue como surgió y creció rápidamente en lamente del abogado unacuriosidad particularmente intensa, casi desmesurada, de contemplar lasfaccionesdelauténticoMr.Hyde.Sipudieraponerlelosojosencimaaunquesólofueraunavez,pensabaqueelmisterioseaclararíayquizássedisiparíadel todo, como suele suceder con las cosasmisteriosas cuando se examinanbien.Podía imaginarse unmotivopara la extrañapreferencia o servidumbre

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(llámenlo como quieran) de su amigo, e incluso para las sorprendentescláusulasdeltestamento.Yalmenosseríaunrostrodignodeverse:elrostrode un hombre sin entrañas y despiadado, un rostro que, con sólomostrarse,suscitaríaenlamentedelimpasibleEnfieldunperdurablesentimientodeodio.

Apartir de aquelmomento,Mr.Utterson empezó a rondar la puerta quedabaalacallejueladelastiendas.Porlamañanaantesdelashorasdeoficina,almediodíacuandohabíamuchotrabajoyeltiempoeraescaso,porlanochebajolafazdelalunaconlaciudadenvueltaenniebla,bajocualquierluzyacualquierhora,solitariaoconcurrida,sepodíaencontraralabogadoapostadoenellugarelegido.

«SiélesMr.Hyde—habíapensado—,yoseréMr.Seek».

Y al final su paciencia fue recompensada. Era una magnífica noche sinlluvia,conescarcha;lascallesestabantanlimpiascomolapistadeunsalóndebaile; las farolas, impertérritas ante cualquier tipo de viento, dibujaban unestampadouniformedelucesysombras.Aesodelasdiez,cuandoyahabíancerrado las tiendas, la callejuela estabamuy solitaria y, a pesar de la tenuereverberacióndeLondresasualrededor,muysilenciosa.Lossonidosdébilesllegabanlejos;losruidosdomésticosprocedentesdelascasaseranclaramenteaudiblesaambosladosdelacalzada;ycuandounviandanteseaproximaba,elrumor de sus pasos lo precedía mucho tiempo antes. Mr. Utterson llevabaalgunos minutos en su puesto cuando se apercibió de unos extraños pasosligeros que se aproximaban. En el transcurso de sus rondas nocturnas hacíatiempoquesehabíaacostumbradoalcuriosoefectoconquelaspisadasdeunasolapersonaquetodavíaestámuylejossurgendeprontoconnitidezdelvastomurmulloyestrépitode la ciudad.Sinembargo, su atenciónnunca sehabíavisto atraída tan repentina y contundentemente; y con una acusada ysupersticiosapremonicióndeéxito,seretiróalaentradadelpatio.

Los pasos se acercaron cada vez más rápido y de pronto sonaron másfuerte cuando doblaron el final de la calle.Mirando hacia delante desde laentrada, el abogadopudover en seguida el tipodehombre al que teníaqueenfrentarse. Era de baja estatura e iba vestido con sencillez; y su aspecto,incluso a aquella distancia, no predisponía mucho en su favor a quien locontemplase.Perosedirigiódirectamentealapuerta,cruzandolacalzadaparaahorrar tiempo, y según venía, sacó una llave del bolsillo, como quien seacercaasucasa.

Mr.Utterson salió a su encuentro y cuandopasó a su lado lo tocó en elhombro.

—MeimaginoqueustedesMr.Hyde,¿noescierto?

Mr.Hyde retrocedióy aspiróunabocanadade aire, emitiendoun sonido

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sibilante.Perosumiedofuesólomomentáneo;yaunquenomiróalacaraalabogado,respondióconmuchacalma:

—Asímellamo.¿Quéquiereusted?

—Veo que va a entrar—replicó el abogado—. Soy un viejo amigo deldoctorJekyll…Mr.Utterson,queviveenGauntStreet…usteddebedehaberoídomencionarmi nombre. Y ya que lo he encontrado tan oportunamente,penséquetalvezmedejaríaentrar.

—NoencontraráencasaaldoctorJekyll;hasalido—respondióMr.Hyde,metiendodesopetónlallave.Yluegopreguntódepronto,sinlevantarlosojos—:¿Cómomehareconocido?

—¿Querríausted,porsuparte—dijoMr.Utterson—,hacermeunfavor?

—Conmuchogusto—respondióelotro—.¿Dequésetrata?

—¿Mepermiteversurostro?—preguntóelabogado.

Mr.Hydepareciótitubear;luego,comosideprontoselohubierapensadomejor,seencaróconélconairedesafiante;ylosdossemiraronfijamenteelunoalotroduranteunospocossegundos.

—Ahora podré reconocerlo la próxima vez que nos veamos—dijo Mr.Utterson—.Puedeserútil.

—Sí—replicóMr.Hyde—, está bien que nos hayamos encontrado; y àpropos,aquítienemidirección.

YledioelnúmerodeunacalledelSoho.

«¡Madremía!», pensóMr.Utterson. «¿Será posible que él también hayaestadopensandoeneltestamento?».

Pero dominó sus sentimientos y se limitó a gruñir agradeciéndole ladirección.

—Veamos—dijoelotro—,¿cómomehareconocido?

—Porladescripción—fuesurespuesta.

—¿Ladescripcióndequién?

—Tenemosamigoscomunes—dijoMr.Utterson.

—¡Amigoscomunes!—repitióMr.Hyde,conlavozuntantoronca.

—Jekyll,porejemplo—dijoelabogado.

—Élnuncalehablódemí—gritóMr.Hyde,enunarrebatodeira—.Nopenséqueustedfueraamentirme.

—Vamos—dijoMr.Utterson—,noestábienquehableasí.

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Elotroemitióunsonorogruñidoqueenseguidaseconvirtióenunaferozrisotada; y un instante después, con extraordinaria rapidez, había abierto lapuertaydesaparecióenelinteriordelacasa.

DespuésdequeMr.Hydesemarchara,elabogadosequedóallíunrato,semejando su rostro la viva imagen de la preocupación. Luego empezó aremontarlacallelentamente,deteniéndoseacadapasoyllevándoselamanoala frente comosi estuvieraperplejo.Elproblemaqueestabaasídeliberandomientras caminaba era de esos que casi nunca se resuelven. Mr. Hyde erapálidoydebaja estatura; aunqueno teníaningunamalformaciónespecífica,daba la impresión de ser deforme, tenía una sonrisa desagradable; se habíacomportadoconelabogadoconunaespeciedecriminalmezcladetimidezydescaro homicida, y hablaba con una voz ronca, susurrante y un tantoentrecortada… todos aquellos rasgos le eran desfavorables, pero ni siquieratodos ellos juntos podían explicar la repugnancia, el asco y elmiedo, hastaentoncesdesconocidos,conqueMr.Uttersonlomiraba.

«Tienequeserotracosa»,sedecíaelperplejocaballero.«Hayalgomás,aunquenosécómollamarlo.¡QueDiosmeproteja,esehombreapenasparecehumano!Podríamosdecirquetienealgodetroglodita.¿OtalvezsetratedelaviejahistoriadeldoctorFell?¿Oeslamerairradiacióndeunalmavilquedeesemodo transpira por completo y transfigura su envoltorio de barro?Creoquemásbienesestoúltimo;yaque,¡ohmibuenodeHarryJekyll!,sialgunavezhevistograbadaenunrostrolafirmadeSatanás,hasidoeneldetunuevoamigo».

A la vuelta de la esquina de la callejuela había una manzana de casasantiguas y elegantes, deterioradas en su mayoría y alquiladas por pisos ydespachos a gente de cualquier clase y condición: grabadores de mapas,arquitectos, turbios abogados,y apoderadosdeempresasdudosas.Unacasa,sinembargo, lasegundaapartirde laesquina,estabatodavíahabitadaensutotalidad;yMr.Uttersonsedetuvofrenteasupuerta,queteníaunmagníficoaspectoderiquezaybienestar,aunqueahoraestuvierasumidaenlaoscuridadaexcepcióndel tragaluz,y llamó.Unancianosirvientebienvestidoabrió lapuerta.

—Poole,¿estáencasaeldoctorJekyll?—preguntóelabogado.

—Voy a ver, Mr. Utterson —dijo Poole, dejando entrar al visitantemientrashablabaenunaampliayconfortablesaladetechobajo,pavimentadacon baldosas, caldeada (al estilo de las casas de campo) mediante unachimeneayamuebladaconcostososbargueñosderoble.

—Señor,¿quiereesperaraquí,juntoalfuego?¿Oleenciendounalámparaenelcomedor?

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—Aquí,gracias—dijoelabogado;yacercándosealachimenea,seapoyóenelelevadoguardafuegos.

Aquellasala,enlaqueahorasehabíaquedadosolo,eraelantojofavoritode su amigo el doctor; y el propio Utterson solía referirse a ella como laestanciamásagradabledeLondres.Peroaquellanocheunestremecimientolecorríapor lasvenas;el rostrodeHydenoseapartabadesumemoria;sentíanáuseasyrepugnanciaporlavida(locualerararoenél);ysulúgubreánimoparecía intuir una amenaza en los vacilantes reflejos de la lumbre sobre lospulidos bargueños y en los inquietantes juegos de sombras en el techo. Sesintió avergonzado de su alivio cuando en seguida volvió Poole paraanunciarlequeeldoctorJekyllsehabíamarchado.

—HevistoentraraMr.Hydeporlapuertadelaviejasaladedisección—ledijoUtterson—.¿EsesonormalcuandoeldoctorJekyllnoestáencasa?

—Completamente normal, Mr. Utterson—respondió el sirviente—. Mr.Hydetieneunallave.

—Poole, su señor parece depositar mucha confianza en ese joven —prosiguióelotro,pensativo.

—Sí,señor,enefecto—dijoPoole—.Todosnosotrostenemosórdenesdeobedecerlo.

—NorecuerdohabermetropezadonuncaconMr.Hyde—dijoUtterson.

—¡Dios mío!, claro que no, señor. Él nunca cena aquí —respondió elmayordomo—.Laverdadesquelevemosmuypocoporestapartedelacasa;casisiempreentraysaleporellaboratorio.

—Enfin,buenasnoches,Poole.

—Buenasnoches,Mr.Utterson.

Y el abogado se puso en camino hacia su casa con el corazón bastanteoprimido,pensó,«metemoqueestéconelaguaalcuello.Eramuydisolutodejoven; de eso hace ya mucho tiempo, por cierto; pero la ley de Dios noestableceningunalimitación.¡Ah!,debedesereso;elfantasmadealgúnviejopecado, el cáncer de alguna ignominia oculta; el castigo que llega, pedeclaudo, años después de que la memoria haya olvidado, y el amor propioperdonado, la falta». Y el abogado, intimidado por aquel pensamiento, diovueltas durante un rato a su propio pasado, buscando a tientas en todos losrecovecosdesumemoria,nofueraqueporcasualidadsaltaracomounresortealguna antigua iniquidad y saliera a la luz. Su pasado era bastanteirreprochable; pocos hombres podían consultar los anales de su vida conmenosrecelo;sinembargosesentíaprofundamentehumilladoporlasmuchasmalas accionesquehabía cometido, y exaltadodenuevohasta una sobria y

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temerosagratitudporlasotrasmuchasquehabíaestadoapuntodecometeryhabíaevitado.Yentonces,volviendoal temaanterior,concibióunapizcadeesperanza. «Este Mr. Hyde, si se le estudiara», pensó, «debe de tener suspropios secretos: tremendos secretos, a juzgar por su aspecto; secretoscomparadosconloscualeslospeoresdelpobredeJekyllseríancomounrayode sol. Las cosas no pueden continuar como están. Me dan escalofríos alpensarenaquelseracercándosesigilosamentecomoun ladróna lacabeceradeHarry;pobreHarry,¡menudodespertar!¡Yquépeligro!PuessieltalHydesospechalaexistenciadeltestamento,puedeimpacientarseporheredar.¡Ah!,deboarrimarelhombro…siesqueJekyllmelopermite…»,añadió,«Jekyllmelopermite».Puesunavezmásdesfilaronporsu imaginación, tannítidascomounatransparencia,lascláusulasdeltestamento.

EldoctorJekyllseencontrabacompletamenteagusto

Dossemanasdespués,porunafelizcasualidad,eldoctorJekylldiounadesus gratas cenas a cinco o seis viejos compinches, todos ellos hombresinteligentes y estimables, y entendidos en buen vino; yMr. Utterson se lasingenió para quedarse después de que los demás se hubieran marchado.Aquello no era nada nuevo, sino que había acontecido montones de veces.Cuando alguien apreciaba a Utterson, su aprecio era completo. A losanfitriones les encantaba retener al mordaz abogado cuando losdespreocupados y los sueltos de lengua tenían ya el pie en el umbral; lesgustaba sentarse un rato en su discreta compañía, ejercitándose para lasoledad, serenando sus mentes con el generoso silencio de aquel hombre,despuésdeldispendioylastensionesdeladiversión.EldoctorJekyllnoerauna excepción a esta regla; y ahora, mientras permanecía sentado al ladoopuesto del fuego… un hombre de unos cincuenta años, corpulento, fuerte,bien afeitado, con aspecto un tantomalicioso tal vez, pero inequívocamentecompetente y amable… podía verse por sus miradas que profesaba a Mr.Uttersonunsinceroycálidoafecto.

—Estabadeseandohablarcontigo,Jekyll—empezóadeciresteúltimo—.Acercadetutestamento.

Un observador atento podría haberse dado cuenta de que el tema noresultaba nada grato; mas el doctor, como si tal cosa, salió airoso de lasituación.

—Mi buen Utterson—dijo—, has sido poco afortunado con un clientecomo yo. Nunca he visto a un hombre tan angustiado como tú por mitestamento;comonoseaesepedantechapadoalaantiguadeLanyonantelo

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quellamómisherejíascientíficas.¡Ah!,yaséqueesunbuentipo…nohacefaltaquefrunzaselceño…untipoestupendo,siempretengoelpropósitodeverlo más; pero a pesar de todo eso, un pedante chapado a la antigua; unignorante y descarado pedante. Ningún hombre me ha decepcionado tantocomoLanyon.

—Ya sabes que yo nunca lo he aprobado —prosiguió Uttersonimplacablemente,haciendocasoomisodelnuevoasunto.

—¿Terefieresamitestamento?Sí,desdeluego,yalosé—dijoeldoctor,conciertaacritud—.Yamelohasdicho.

—Puesbien,telovuelvoadecir—continuóelabogado—.MeheenteradodealgorelacionadoconeljovenHyde.

ElrostroanchoyhermosodeldoctorJekyllpalidecióintensamenteyalgotenebrosoafloróensumirada.

—Nome apetece oír nada más—dijo—. Creía que habíamos acordadodejardeladoesteasunto.

—Loqueoíeraabominable—dijoUtterson.

—Esonocambianada.Nocomprendesmiposición—contestóeldoctor,deunmodoalgoincoherente—.Meencuentroenuntrancedifícil,Utterson;misituaciónesmuyextraña…muyextraña.Esunodeesosasuntosquenosepuedenarreglarhablando.

—Jekyll—dijoUtterson—,yame conoces: soyunhombre en el que sepuedeconfiar.Confiésameloenconfianza,yteaseguroquepodrélibrartedeello.

—MibuenUtterson—dijoeldoctor—,eresmuyamable,realmentemuyamable, y no encuentro palabras para agradecértelo. Te creo plenamente;confiaríaentiantesqueencualquierotrohombre,sí,antesqueenmímismo,sipudieraelegir;perorealmentenoesloquetúteimaginas;noestangravecomotodoeso.Ysóloparatranquilizaratubuencorazón,tediréunacosa:enel momento que quiera, puedo librarme de Mr. Hyde. Te doy mi palabrarespecto a eso, y te lo agradezco una y otra vez; y sólo añadiré unas pocaspalabras que estoy seguro, Utterson, que no tomarás a mal: se trata de unasuntoprivado,yteruegoquelodejesestar.

Uttersonreflexionóunpoco,mirandoalfuego.

—Nomecabe lamenordudadeque tienes toda la razón—dijopor fin,poniéndoseenpie.

—Puesbien,yaquehemostocadoesteasunto,yesperoqueporúltimavez—prosiguió el doctor—, hay un punto queme gustaría que entendieras. La

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verdadesqueelpobreHydemeinteresamucho.Yaséquelohasvisto;élmelo contó; yme temoque fue descortés contigo. Pero sinceramente tengoungraninterés,grandísimo,poresejoven;ysidesaparezco,Utterson,deseoquemeprometasquetendráspacienciaconélyharásvalersusderechos.Creoquelo harías, si lo supieras todo; y me quitarías un peso de encima si me loprometieras.

—Nopuedopretenderquellegueagustarme—dijoelabogado.

—Notepidoeso—imploróJekyll,poniendosumanoenelbrazodelotro—;sólopidojusticia;sólotepidoqueleayudespormí,cuandoyoyanoestéaquí.

Uttersondejóescaparunsuspiroincontenible.

—Estábien—dijo—,loprometo.

ElcasodelasesinatodeCarew

Casi un año después, en elmes de octubre del año 18…, un crimen desingularferocidadsobresaltóatodoLondresyalcanzógrannotoriedadporlaelevadaposicióndelavíctima.Losdetalleseranescasosysorprendentes.Unacriadaquevivíasolaenunacasanolejosdelríohabíasubidoaacostarseaesodelasonce.Aunquelanieblaenvolviólaciudadaúltimashorasdelatarde,laprimera parte de la noche estuvo despejada, y el callejón al que daba laventana de la criada estaba intensamente iluminado por la luna llena. Alparecer,ellaeramuydadaalromanticismo,puessesentósobresuarcón,queestabajustodebajodelaventana,ysesumióenensoñacionescontemplativas.Nunca (solía decir ella, hecha un mar de lágrimas, cuando narraba laexperiencia), nunca se había sentido más en paz con todos los hombres nihabíaapreciadomáselmundo.

Ymientras permanecía así, advirtió la presencia de un anciano y guapocaballerodepelocano,queseacercabaporelcallejón;yqueotrocaballerodemuycortaestatura,alquealprincipioprestómenosatención,sedirigíahaciaél.Cuandoseencontraronfrenteafrente(justoantelosojosdelacriada),elanciano se inclinó y abordó al otro con unosmodales bastante corteses. Eltema de su conversación no parecía ser de gran importancia; en efecto, ajuzgar por sus indicaciones, a veces parecía que sólo le estaba preguntandoalgunadirección;perolalunailuminósurostromientrashablaba,ylachicasealegró de verlo, tan inocente y anticuada disposición a la bondad parecíairradiar, aunque también cierta altanería que parecía proceder de un bienfundado amor propio. La chica observó en seguida al otro, y le sorprendió

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reconocerenélauntalMr.Hyde,queunavezhabíavisitadoasuamo,yalcualellahabíacogidoantipatía.Llevabaenlamanounpesadobastón,conelcualjugueteaba;peronorespondíaniunasolapalabra,yparecíaescucharconimpacienciamalcontenida.Yentonces,estallódeprontoenunarrebatodeira,golpeó el suelo con los pies blandiendo el bastón, y se comportó (según lodescribió la criada) como un loco. El anciano caballero retrocedió un paso,bastantesorprendidoyunpocodolido;ysinmás,Mr.Hydeperdiólosestribosyloderribóalsueloagarrotazos.Yunmomentodespués,empezóapisotearasuvíctimaconfuriasimiesca,yledescargóunaandanadadegolpes,bajoloscuales se oyeron crujir sus huesos, mientras su cuerpo rebotaba sobre lacalzada.Horrorizadaporloqueestabaviendoyoyendo,lacriadasedesmayó.

Eranlasdoscuandolachicavolvióensíyllamóalapolicía.Elasesinosehabía ido hacía tiempo; pero su víctima yacía allí en medio del callejón,increíblementedestrozada.Elbastónconquesehabíallevadoacaboaquellaacción,aunqueeradeciertamaderapococomún,muyduraypesada,sehabíapartidoporlamitadbajoelímpetudeaquellacrueldadinsensata;yunadesusmitadesastilladashabíarodadohastalaalcantarillamáspróxima…laotra,sinduda, se la había llevado el asesino. Encima de la víctima se encontró unmonederoyunrelojdeoro,peroningunatarjetaodocumento,aexcepcióndeun sobre cerrado y sellado, que probablemente iba a echar al correo, y quellevabaelnombreyladireccióndeMr.Utterson.

Alamañanasiguiente,dichosobrefueentregadoalabogadoantesdequese hubiese levantado; y en cuanto lo hubo visto y le contaron lascircunstancias,soltóunasolemneinsolencia.

—Nodirénadahastahabervistoelcadáver—dijo—;estopuedesermuyserio.Tengalaamabilidaddeesperarmientrasmevisto.

Yconigualsemblanteserioseapresuróadesayunarysedirigióencochealacomisaríadepolicía,adondehabíanllevadoelcadáver.Nadamásentrarenlacelda,asintióconlacabeza.

—Sí —dijo—, lo reconozco. Siento decir que se trata de sir DanversCarew.

—¡Madremía,señor!—exclamóelagentedepolicía—,¿seráposible?

Yuninstantedespuésseleiluminaronlosojosdeambiciónprofesional.

—Estodarámuchoquehablar—dijo—.Talvezpuedaustedayudarnosaencontraraesehombre.

Ycontósucintamenteloquelacriadahabíavisto,ymostróelbastónroto.

Mr.UttersonhabíatembladoaloírmencionaraMr.Hyde;perocuandolepusierondelanteelbastón,yanolecupolamenorduda:aunqueestabapartido

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y destrozado, lo reconoció como el que él mismo había regalado a HenryJekyllvariosañosantes.

—¿EltalMr.Hydeesunapersonadecortaestatura?—inquirió.

—Bastante bajo y de aspecto particularmente malvado, según afirma lacriada—dijoelagentedepolicía.

Mr.Uttersonreflexionó;yluego,alzandolacabeza,dijo:

—Si se viene conmigo en el coche que he alquilado—dijo—, creo quepodréllevarloasucasa.

Para entonces serían ya las nueve de la mañana, y habían hecho suaparición las primeras nieblas de la temporada. Un gran velo de colorchocolateencapotabaelcielo,peroelvientonodejabadesoplar,dispersandoaquellos acuciantes vapores; de modo que, mientras el coche de alquilercirculabalentamentedecalleencalle,Mr.Uttersoncontemplóunaportentosacantidad de grados y matices de penumbra: aquí, oscuro como la nochecerrada; allí, un resplandor de un color marrón subido, chillón, comoprocedentedeunextrañoincendio;yporunmomentolanieblasedispersabaporcompleto,yentresusarremolinadasvolutasasomabaunmacilentorayodeluzdiurna.Vistobajoaquellosdestelloscambiantes,eldeprimentebarriodelSoho,consuscallesembarradas,susdesaseadostranseúntesysusfarolas,quenohabíansidoapagadasolashabíanvueltoaencenderparacombatiraquellanuevaylúgubreinvasióndelaoscuridad,leparecíaalabogadoqueformabapartedealgunaciudaddepesadilla.Además,suspensamientoserandelomáspesimista;ycuandoechóunaojeadaasuacompañanteenaqueltrayecto,tuvoconcienciadeeseamagode terror a la leyya sus representantesquepuedeasaltaravecesinclusoalosmáshonrados.

Cuando el coche de alquiler se paró delante de la dirección indicada, laniebla se levantó un poco y le mostró una sórdida calle, una taberna, unahumilde casa de comidas francesa, una tienda de venta al por menor derevistas sensacionalistas a un penique y lechugas a dos peniques, muchosniños harapientos apiñados en los portales, y diversasmujeres de diferentesnacionalidades que salían, llave en mano, a tomar un trago matutino; y uninstantedespuéslaniebla,decolorpardooscurocomolatierradesombra,seinstalódenuevoenaquellugaryloaislódeaquelambientecanallesco.AquéleraelhogardelprotegidodeHenryJekyll;deunhombrequeibaaheredaruncuartodemillóndelibrasesterlinas.

Unaancianaderostromarfileñoycabelloplateadoabrió lapuerta.Teníaunsemblantedepravado, suavizadopor lahipocresía;perosusmodaleseranexcelentes. Sí, les dijo, aquella era la casa deMr.Hyde, pero él no estaba;aquellanochehabíavueltomuytardeperosehabíamarchadodenuevohacía

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menosdeunahora:noeranadaextraño,sushábitoseranmuyirregularesyseausentabaamenudo;porejemplo,ayerhizocasidosmesesqueno lohabíavisto.

—Muybien,entonces,queremosversupiso—dijoelabogado;ycuandolamujerempezóadecirqueeraimposible,añadió—:Serámejorqueledigaaustedquiénesestapersonaquemeacompaña.EselinspectorNewcomen,deScotlandYard.

Undetestabledestellodejúbilocruzóelrostrodelamujer.

—¡Ah!—dijo—,¡tieneproblemas!¿Quéhahecho?

Mr.Uttersonyelinspectorintercambiaronmiradas.

—Noparece un personajemuypopular—observó el último—.Y ahora,buenamujer,permitaqueestecaballeroyyoechemosunvistazo.

De la totalidad de la casa, que, salvo por la anciana, permanecíainhabitada,Mr.Hydesóloutilizabaunpardehabitaciones;peroéstasestabanamuebladas con lujo y buen gusto. Había una despensa llena de vinos; lavajillaeradeplata,lamanteleríafina;unvaliosocuadrocolgabadelapared,regalo (suponía Utterson) de Henry Jekyll, que era todo un experto; y lasalfombraserandepelolargoydeagradablescolores.Enaquelmomento,sinembargo, las habitaciones tenían todo el aspecto de haber sido registradasrecientemente y con precipitación: había ropa tirada por el suelo con losbolsillosvueltos,loscajonesconcerraduraestabanabiertosyenlachimeneahabía un montón de cenizas grises, como si se hubieran quemado muchospapeles.Deentreaquellosrescoldoselinspectordesenterróelextremodeuntalonario de cheques verde, que había resistido la acción del fuego; la otramitad del bastón fue encontrada detrás de la puerta; y, como aquelloconfirmaba sus sospechas, el policía declaró estar encantado. Una visita albanco, donde se comprobó que el asesino tenía un saldo positivo de variosmilesdelibras,colmósusatisfacción.

—Puedeestarseguro,señor—ledijoaUtterson—,dequelotengoenmismanos. Debe de haber perdido la cabeza, pues de otro modo jamás habríaabandonadoelbastónni,menosaún,quemadoeltalonariodecheques.Pueseldineroesvitalparaesehombre.Loúnicoquetenemosquehaceresesperarloenelbancoydistribuiroctavillasconsufiliación.

Esto último, sin embargo, no era tan fácil de llevar a cabo, ya queMr.Hydecontabaconpocosamigosíntimos:inclusoelpatróndelasirvientasólolohabíavistounpardeveces;nosepudolocalizarasufamiliaporningunaparte; nunca lo habían fotografiado; y los pocos que podían ofrecer unadescripción suya disentían completamente, como suele ocurrir con losobservadores normales. Sólo estaban de acuerdo en un punto: la obsesiva y

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tácitasensacióndedeformidadconqueimpresionabaatodosaquellosquelocontemplaban.

Elincidentedelacarta

LatardeestabayamuyavanzadacuandoMr.Uttersonconsiguióllegaralapuerta del doctor Jekyll, donde fue admitido inmediatamente por Poole yconducido,atravésdelasdependenciasdelacocinaydeunpatioqueanteshabíasidounjardín,aledificioconocidoindistintamentecomolaboratorioosala de disección. El doctor había comprado la casa a los herederos de unfamoso cirujano; y, como le gustabamás la química que la anatomía, habíacambiadoeldestinodelbloquequehabíaalfondodeljardín.

Era la primera vez que el abogado era recibido en aquella parte de laresidencia de su amigo, por lo que observó con curiosidad la sórdidaconstrucción sin ventanas y miró a su alrededor con una desagradablesensacióndeextrañeza;aquelescenario,hace tiempoatestadodeestudiantesentusiasmadosyahoradesoladoysolitario,lasmesascargadasdeaparatosdequímica, el suelo cubierto de cajones y sembrado de paja para embalajes,apenas iluminado por una luz tenue que se filtraba a través de la veladacúpula.Alotroextremo,untramodeescalerassubíahastaunapuertacubiertadetapeteverde;yalatravesarla,Mr.Uttersonfueintroducidofinalmenteenelgabinete del doctor. Era una habitación amplia, rodeada de vitrinas,amueblada,entreotrascosas,conunespejodecuerpoenteroyunamesadedespacho,yprovistadetresventanaspolvorientasconbarrotesdehierroquedabanalpatio.Enlachimeneaardíaunfuego,yhabíaunalámparaencendidasobre la repisa, pues la espesa niebla empezaba a extenderse incluso en elinterior de las casas, y allí, cerca del fuego, estaba sentado el doctor Jekyll,dandolaimpresióndeencontrarsemuyenfermo.Noselevantópararecibirasuvisitante,sinoqueletendióunamanoheladaylediolabienvenidaconvozdemudada.

—Ybien—dijoUtterson, en cuantoPoole sehubomarchado—,¿te hasenteradodelasnoticias?

Eldoctorseestremeció.

—Lasestabanpregonandoenlaplaza—dijo—.Lasoíenmicomedor.

—Escucha—dijo el abogado—,Carew era clientemío, pero también loeres tú; y quiero saber lo que estoy haciendo. ¿No estarás cometiendo unalocuraalocultaraeseindividuo?

—Utterson, lo juro por Dios—exclamó el doctor—. Juro por Dios que

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nuncalevolveréaponerlosojosencima.Tedoymipalabradehonordequeheacabadoconélparasiempre.Todohaterminado.Enrealidad,élnonecesitami ayuda; tú no lo conoces como yo; está a salvo, completamente a salvo;fíjateenloquetedigo:nuncamássevolveráaoírhablardeél.

Elabogadoloescuchabaconmelancolía;nolegustabalafebrilactituddesuamigo.

—Pareces estar muy seguro de él —dijo—; y espero, por tu bien, quetengasrazón.Sisellegaseacelebrarunjuicio,tunombrepodríasaliralaluz.

—Estoycompletamentesegurodeél—replicóJekyll—; losmotivosquetengoparaesacertezano lospuedocompartir connadie.Perohayunacosasobrelaquepuedesaconsejarme.He…recibidounacarta;ynosésideberíamostrárselaalapolicía.Megustaríadejarlaentusmanos,Utterson;túsabrásjuzgarprudentemente,estoyseguro.Confíoentiplenamente.

—¿Temes,pues,queesopodríaconducirasulocalización?—preguntóelabogado.

—No—dijo el otro—.Nopuedodecir queme importe loque lepase aHyde; he terminado por completo con él. Estaba pensando en mi propiareputación,queconesteodiosoasuntohaquedadobastanteexpuesta.

Uttersoncavilóduranteun rato; le sorprendíael egoísmode suamigo,ysinembargolealiviaba.

—Puesbien—dijoporfin—,déjameverlacarta.

Lacartaestabaescritacon letrapequeñaypicuda,yfirmada;e indicaba,muy brevemente, que el benefactor del remitente, el doctor Jekyll, a quiendurante tanto tiempo había pagado tan indignamente sus muchasgenerosidades, no tenía que preocuparse por su seguridad, pues disponía demedios para escapar, en los que confiaba plenamente. Al abogado le gustóbastanteaquellacarta:presentabalaintimidadentreJekyllyHydeconcoloresmásfavorablesdeloqueélsehabíaimaginado;ysecensuróasímismoporalgunasdesusanterioressospechas.

—¿Tieneselsobre?—preguntó.

—Lo quemé—respondió Jekyll— sin pensar en lo que hacía. Pero nollevabaningúnmatasellos.Lamisivafueentregadaenmano.

—¿Permites que me quede con ella y consulte con la almohada? —preguntóUtterson.

—Quisieraquemedieras tuopinión—fue la respuesta—.Heperdido laconfianzaenmímismo.

—Bien,lopensaré—respondióelabogado—.Yahoraunacosamás:¿fue

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Hyde quien dictó los términos de tu testamento relacionados con tudesaparición?

Eldoctorparecióque iba adesmayarse;mantuvo labocabien cerradayasintióconlacabeza.

—Losabía—dijoUtterson—.Tenía intencióndeasesinarte.Debuena tehaslibrado.

—Heconseguidoalgomásquetodoeso—repusoeldoctorsolemnemente—:herecibidounalección…¡Diosmío,yquélección,Utterson!

Yporunmomentosecubrióelrostroconlasmanos.

Cuandosalía,elabogadosedetuvoycruzóunaspalabrasconPoole.

—A propósito —dijo—, hoy han entregado en mano una carta: ¿quéaspectoteníaelmensajero?

Pero Poole afirmó categóricamente que no había llegado nada salvo elcorreo.

—Yeransólocirculares—añadió.

Aquellas noticias reavivaron los temores del visitante. Evidentemente lacarta había llegado a través de la puerta del laboratorio; de hecho,posiblementehabíasidoescritaenelgabinetedeldoctor;ysifueasí,debíaserjuzgadadeotromodo,ytratadaconmáscautela.Cuandoibaporlacalle,losrepartidoresdeperiódicosgritabanporlasacerashastaenronquecer.

Era laoración fúnebredeunamigoycliente;ynopudoevitarunciertotemoraqueelbuennombredeotro sevieraarrastradoporel torbellinodelescándalo. La decisión que tenía que tomar era, por lo menos, delicada; y,aunque solía ser muy independiente, empezó a abrigar el deseo de pedirconsejoaotros.Nopodíaobtenerlodirectamente;peroquizás,pensó,podríarebuscarunpoco.

Inmediatamente después, se sentó a un lado de su propia chimenea, conMr.Guest, su principal pasante, al otro extremo, y amitad de camino entreambos, a una distancia del fuego calculada conprecisión, una botella de unespecialvinoañejoquedurantemuchotiempohabíaestadodepositadaenlossótanosde sucasa,protegidadel sol.Todavía suspendidaalvuelo, lanieblacubría la ciudad, y las farolas brillaban tenuemente como carbúnculos; yabriéndosepasoentreaquellasnubesperdidasqueloenvolvíantodo,eldesfiledelavidaciudadanaseguíallegandoaraudalesatravésdelasgrandesarteriasconelestruendodeunfuertevendaval.Perolalumbrealegrabalahabitación.Los ácidos hacía mucho tiempo que se habían disipado en la botella; elmajestuoso tinte se había suavizado con el paso del tiempo, al igual que sedifuminan los colores en las vidrieras; y el arrebol de las cálidas tardes de

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otoñoenlosviñedosdelasladerasestabaapuntodeaflorarydedispersarlasnieblasdeLondres.

Imperceptiblemente, el abogado se fue ablandando. Con ningún otrohombreteníamenossecretosqueconMr.Guest;ynosiempreestabasegurodequefuerantantoscomoélquisiera.Guesthabíavisitadoamenudolacasadeldoctorporasuntosprofesionales;conocíaaPoole,yerapocoprobablequenohubieseoídohablardelafamiliaridadconqueMr.Hydeentrabaysalíadela casa;podría sacar conclusiones: ¿noera conveniente, pues,quevieseunacartaqueexplicabaaquelmisterio?Ysobretodo,dadoqueGuesteraungranestudiosoyperitoenescrituraamano,¿consideraríaqueaquelpasoeralógicoy condescendiente? El empleado además era asesor jurídico; sería raro queleyera un documento tan extraño sin hacer alguna observación; y medianteaquellaobservaciónMr.Uttersonpodríadeterminarsurumbofuturo.

—EseasuntorelacionadoconsirDanversesbastantelamentable—ledijo.

—Sí,señor,enefecto.Haprovocadoabuenapartede laopiniónpública—repusoGuest—.Esehombre,porsupuesto,estabaloco.

—Me gustaría saber qué opina usted sobre esto —replicó Utterson—.Tengoaquíundocumentodesupuñoyletra;debequedarentrenosotros,puesno sémuybienquéhacer con él; cuandomenos es un feo asunto.Pero ahíestá;estípicodeél:elautógrafodeunasesino.

LosojosdeGuestseiluminaroneinmediatamentesesentóyloexaminóconpasión.

—No,señor—dijo—;noestáloco;perolaletraesmuyextraña.

—Yaldecirdetodos,élestanextrañocomosuformadeescribir—añadióelabogado.

Enaquelprecisomomentoentróelcriadoconunamisiva.

—¿EsdeldoctorJekyll,señor?—inquirióelpasante—.Creoreconocerlaletra.¿Esrealmenteprivada,Mr.Utterson?

—Noesmásqueunainvitaciónacenar.¿Porqué?¿Quiereverla?

—Sólounmomento.Gracias,señor—yelpasantepuso lasdoshojasdepapel, una al lado de la otra, y comparó diligentemente sus contenidos—.Gracias, señor—dijo por fin, devolviéndole ambas—; es un autógrafomuyinteresante.

Hubounapausa,durantelacualMr.Uttersonsedebatióconsigomismo.

—¿Porquélahacomparado,Guest?—preguntódepronto.

—Verá usted, señor —respondió el empleado—, existe un parecido

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bastantesingular;losdostiposdeescriturasonidénticosenmuchosaspectos:sólodifierenenlainclinacióndelaletra.

—¡Quéraro!—dijoUtterson.

—Sí,comousteddice,esbastanteraro—respondióGuest.

—Yonohablaríadeestamisiva,¿sabe?—dijoelabogado.

—Claroqueno,señor—contestóelpasante—.Locomprendo.

PeroencuantoMr.Uttersonsequedósoloaquellanoche,guardólamisivaensucajafuerte,dondedesdeentonceshaestadodepositada.

«¡Cómo!», pensó. «¡Henry Jekyll falsifica una firma para proteger a unasesino!».

Ylasangreselehelóenlasvenas.

ElextraordinarioincidentedeldoctorLanyon

Pasó el tiempo; se ofrecieron miles de libras de recompensa, pues lamuertede sirDanvers fue tomada comounaofensapública; peroMr.Hydehabía desaparecido sin que la policía diera con él, como si nunca hubieseexistido. Se desenterró gran parte de su pasado, en efecto, y era bastantelamentable:secontabanhistoriasacercade lacrueldaddeaquelhombre, taninsensible y violento al mismo tiempo, de su infame vida, de sus extrañascompañías, del odio que parecía haber rodeado a sus andanzas; pero de suactualparadero,nielmenorindicio.Desdequehabíaabandonadosucasaenel Soho la mañana del crimen, sencillamente se había esfumado; y poco apoco, según pasaba el tiempo, Mr. Utterson empezó a recuperarse de suacucianteinquietudyestabacadavezmásenpazconsigomismo.Asumodode ver, la muerte de sir Danvers estaba más que compensada con ladesaparicióndeMr.Hyde.Suprimidayaaquellainfluencianefasta,unanuevavida comenzaba para el doctor Jekyll. Salió de su aislamiento, reanudó susrelacionesconlosamigos,yseconvirtióunavezmásenelconsabidoinvitadoy anfitrión; y aunque siempre había sido conocido por su caridad, ahora sedistinguía no menos por su religiosidad. Estaba ocupado, pasaba muchotiempoalaire libre,hacíaelbien;su rostroparecíamássinceroy luminoso,como si por dentro fuera consciente de estar a disposición de los demás; ydurantemásdedosmeses,eldoctorvivióenpaz.

Eldía8deeneroUttersonhabíacenadoencasadeldoctorconunpequeñogrupodeinvitados,entreellosLanyon;yelanfitriónhabíamiradoaunoyaotro como en los viejos tiempos, cuando formaban un trío de amigos

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inseparables.Eldía12,ydenuevoel14,elabogadoseencontróconlapuertacerrada.

—Eldoctorestáconfinadoencasa—ledijoPoole—,ynorecibeanadie.

Eldía15lointentódenuevo,yvolvióaserrechazado;ydadoquedurantelosdosúltimosmesessehabíaacostumbradoaverasuamigocasiadiario,aquelretornoalasoledadpesóensuánimo.LaquintanocherecibióencasaaGuestparacenarconél;ylasextasefueaveraldoctorLanyon.

Allíalmenosnolenegaronlaentrada;perounavezdentro,lesorprendióelcambioquehabíaexperimentadoelaspectodeldoctor.Llevabaescritoensurostrodemaneralegiblequeestabacondenadoamuerte.Aquelhombredetezsonrosadaestabamuchomáspálido;habíaadelgazado;visiblementeestabamás viejo y más calvo; y sin embargo, aquellas muestras de una rápidadecadenciafísicanollamarontantolaatencióndelabogadocomolaexpresiónde su mirada y su actitud, que parecían revelar un pánico profundamentearraigadoensumente.Erapocoprobablequeeldoctortemiesealamuerte;ysinembargo,eraesoloqueUttersonestuvotentadodesospechar.

«Sí»,pensó;«élesmédico,debedeconocersupropioestadoysaberquesusdíasestáncontados;yeseconocimientoleresultainsoportable».

Ysinembargo,cuandoUttersoncomentósumalaspecto,Lanyondeclarócongranfirmezaqueestabacondenadoamuerte.

—Hesufridounaconmoción—dijo—,yjamásmerecobraré.Escuestióndesemanas.Enfin,lavidahasidoagradable;mehagustado;sí,señor,solíagustarme.Avecespiensoquesisupiéramostodoloquepuededepararnos,nosalegraríamosmásalabandonarla.

—Jekylltambiénestáenfermo—observóUtterson—.¿Lohasvisto?

Pero la expresión del rostro de Lanyon cambió a la vez que alzaba unamanotemblorosa.

—NoquierovolveraveraldoctorJekyllnioírunasolapalabramássobreél—dijo, envoz alta, entrecortada—.He terminado completamente con esapersona; y te ruego que me ahorres cualquier alusión a alguien a quienconsideromuerto.

—¡Tate! —dijo Mr. Utterson; y luego, tras una considerable pausa,preguntó—: ¿Puedo hacer algo? Los tres somos viejos amigos, Lanyon; noviviremoslosuficienteparahacerotrosnuevos.

—Nadapuedehacerse—respondióLanyon—;pregúntaleaél.

—Noquiereverme—dijoelabogado.

—Esonomesorprende—fuelarespuesta—.Algúndía,Utterson,después

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dequemehayamuerto,talvezlleguesaenterartedelospormenoresdetodoesteasunto.Yonopuedocontártelos.Ymientrastanto,sipuedesquedarteparahablarconmigodeotrascosas,porelamordeDios,hazlo;perosinopuedesevitar esemaldito asunto, entonces vete, en el nombre deDios, pues yo nopuedosoportarlo.

Encuantollegóasucasa,UttersonsepusoaescribiraJekyll,quejándosede que no lo admitiese en su casa y preguntándole por el motivo de sudesafortunada ruptura con Lanyon; y al día siguiente recibió una largarespuesta, en ocasiones redactada con mucho patetismo, y en otras,enigmáticamentemisteriosa en cuanto a su sentido.La riña conLanyon fueirremediable.

«No culpo a nuestro viejo amigo», escribía Jekyll, «pero comparto suopinión de que no debemos vernos más. De ahora en adelante, tengo laintención de llevar una vida de total aislamiento; no debes sorprenderte, nidudardemiamistad,simipuertapermaneceamenudocerradainclusoparati.Debespermitirquesigamipropiocamino,pormuymisteriosoqueteparezca.He atraído sobremí un castigo y un peligro que no puedo nombrar. Soy elmayor de los pecadores, y también el que más sufre de todos. No podíaimaginar que en esta tierra hubiese lugar para sufrimientos y terrores taninhumanos;ytú,Utterson,nopuedeshacermásqueunacosaparaaliviaresedestino:respetarmisilencio».

Utterson se quedó asombrado; la siniestra influencia de Hyde habíadesaparecido, el doctor había vuelto a sus antiguas actividades y amistades;hacíaunasemana,elfuturoparecíasonreírleprometiéndoleunavejezjovialyhonorable; y ahora, en sólo un momento, las amistades, la tranquilidad deespíritu y todo el curso de su vida, se habían desbaratado. Un cambio tangrandeeimprovisadoindicabaqueestabaloco;pero,considerandolaactitudylaspalabrasdeLanyon,elmotivodebíadesermásprofundo.

Una semana después el doctor Lanyon se metía en la cama y en algomenos de dos semanas habíamuerto. La noche después del funeral, que lehabía afectado de forma lamentable, Utterson se encerró con llave en sudespachoy,allísentadoalamelancólicaluzdeunavela,sacóypusoantesíunsobremanuscritoylacradoconelsellodesudifuntoamigo.

«Privado:paraentregarenmanosolamenteaJ.G.Uttersony,encasodequeéstehubieramuertoantes,paraserquemadosinleer».

Eseeraelcategóricomensajeescritoenelsobre;yelabogadotuvomiedodemirarelcontenido.

«Hoyheenterradoaunamigo»,pensó,«¿ysiestomecostaseotro?».

Y entonces, renegando de aquel temor por considerarlo un síntoma de

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deslealtad,rompióelsello.Enelinteriorhabíaotrosobre,igualmentelacrado,en el que se indicaba: «No abrir hasta la muerte o desaparición del doctorHenryJekyll».Uttersonnodabacréditoasusojos.Sí,ponía«desaparición»;aquí también, como en aquel demencial testamento, que hacía tiempo habíadevuelto a su autor; aquí también estaba implicado Henry Jekyll y semencionaba su posible desaparición. Pero en el testamento, dicha menciónhabía surgidopor siniestra sugerenciadeHyde; estaba allí conunpropósitototalmenteevidenteyhorrible.¿Quépodíasignificar,pues,escritaporlamanode Lanyon? Una gran curiosidad incitaba al fideicomisario a desatender laprohibición,yazambullirsedeinmediatohastaelfondodeaquellosmisterios;peroelhonorprofesionalylaconfianzaensudifuntoamigoeranobligacionesineludibles;yelpaquetefueapararalmásrecónditorincóndesucajafuerte.

Pero una cosa es mortificar la curiosidad, y otra vencerla; y no podíasorprender que, a partir de aquel día, Utterson buscara con igual ansia lacompañíadelúnicoamigoquelequedaba.Pensabaenélconcariño;perosuspensamientoseranpreocupantesytremendos.Fueavisitarlo,enefecto;peroposiblementesesintióaliviadoalserlenegadalaentrada;quizás,enelfondodesucorazón,preferíahablarconPooleenelumbraldelacasa,rodeadodelambienteylosruidosdelaciudadabierta,antesqueseradmitidoenaquellacasadecautiveriovoluntario,ysentarseahablarconsuinescrutablerecluso.La verdad es que las noticias que Poole tenía que comunicarle no erandemasiadoagradables.Eldoctor,alparecer,seencerrabacadavezmásensugabinete encima del laboratorio, donde a veces incluso dormía: estabamuyabatido,hablabamuypoco,noleía;parecíaquealgoleobsesionaba.Uttersonse acostumbró tanto a aquellos rumores, siempre los mismos, que, poco apoco,fuedisminuyendolafrecuenciadesusvisitas.

Elincidentedelaventana

Undomingo,cuandoMr.UttersondabasuhabitualpaseoconMr.Enfield,ocurrióqueunavezmás tuvieronquepasarpor lacallejuela;yque, cuandollegaronfrentealapuerta,sedetuvieronambosamirarla.

—En fin—dijo Enfield—, por lo menos aquella historia ha terminado.NuncamásveremosaMr.Hyde.

—Espero que no—dijoUtterson—. ¿Te he contado que una vezme loencontré,ysentíporéllamismarepulsiónquetú?

—Eraimposibleunacosasinlaotra—respondióEnfield—.Yapropósito,¡qué estúpido debí de parecerte cuando no supe reconocer que esta era la

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entrada trasera de la casa del doctor Jekyll! En parte fue culpa tuya que lodescubriera,cuandoesoocurrió.

—Asíqueya lohasdescubierto, ¿noes cierto?—dijoUtterson—.Pues,siendo así, podemos entrar al patio y echar una ojeada a las ventanas. Siquieres que te diga la verdad, me preocupa el pobre Jekyll; y tengo laimpresión de que, incluso desde fuera, la presencia de algún amigo podríasentarlebien.

Elpatioestabamuyfríoyalgohúmedo,yaunqueporencimadenosotrosel soldeponiente todavía iluminabael cielo,unasprematuraspenumbras loinvadían todo. De las tres ventanas, la de en medio estaba entreabierta; ysentadojuntoaella,tomandoelfrescoconunaexpresióndetristezainfinita,comounprisionerodesconsolado,UttersonvioaldoctorJekyll.

—¡Caramba,Jekyll!—exclamó—.Esperoqueteencuentresmejor.

—Estoymuy deprimido,Utterson—contestó el doctor sombríamente—;muydeprimido.Nodurarémucho,graciasaDios.

—Pasas demasiado tiempo en casa—dijo el abogado—. Deberías salir,para activar la circulación, como hacemos Enfield y yo. (Te presento a miprimo… Mr. Enfield… aquí, el doctor Jekyll). Venga, vamos; coge tusombreroydateunavueltaconnosotros.

—Eresmuyamable—suspiróelotro—.Megustaríamucho;perono,no;es totalmente imposible; nome atrevo. Pero realmente,Utterson,me alegromuchodeverte;deverdadqueesungranplacer.Ospediríaquesubierais,atiyaMr.Enfield,perolaverdadesquenohaysitio.

—Pues bien, entonces —dijo el abogado, afablemente—, lo mejor quepodemoshaceresquedarnosaquíyhablarcontigodesdedondeestamos.

—Esoeraprecisamenteloqueibaapermitirmeproponeros—respondióeldoctor,sonriendo.

Pero antes de que acabase de pronunciar aquellas palabras, la sonrisa seborró de su rostro para dar paso a una expresión tan abyecta de terror ydesesperación que los dos caballeros de abajo sintieron que se les helaba lasangre.Sóloalcanzaronaverlafugazmente,yaqueinmediatamentelaventanasecerródegolpe;peroaquellavislumbrehabíasidosuficientey,dándose lavuelta, abandonaron el patio sin pronunciar una sola palabra.Recorrieron lacallejuela,tambiénensilencio,ysólocuandollegaronaunacallecercana,enla que incluso en domingo todavía había algunos indicios de vida, Mr.Uttersonfinalmentesevolvióymiróasucompañero.Ambosestabanpálidos,yelterrorsereflejabaensusojos.

—¡QueDiosnosperdone!¡QueDiosnosperdone!—dijoMr.Utterson.

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PeroMr.Enfieldselimitóaasentirconlacabezamuyenserioysiguieroncaminandoensilencio.

Laúltimanoche

Unanoche después de cenar,Mr.Utterson estaba sentado junto al fuegocuandolesorprendiórecibirlavisitadePoole.

—Caramba,Poole,¿quéletraeporaquí?—exclamó;yluego,volviéndoloamirar,añadió—:¿Quélesucede?;¿estáenfermoeldoctor?

—Mr.Utterson—dijo—,algoestápasando.

—Tome asiento y bébase un vaso de vino—dijo el abogado—. A ver,tómeseeltiempoquequieraydígamesinrodeosloquedesea.

—Usted,señor,yaconoceloshábitosdeldoctor—replicóPoole—,ysabecuántolegustaencerrarse.Puesbien,sehavueltoaencerrarenelgabinete;yeso no me gusta, señor…Que me muera si me gusta. Mr. Utterson, tengomiedo.

—Escuche,buenhombre—dijoelabogado—,seaexplícito.¿Dequétienemiedo?

—He tenido miedo desde hace cosa de una semana—respondió Poole,ignorandoporfiadamentelapregunta—;ynolopuedosoportarmás.

El aspecto de aquel hombre confirmaba ampliamente sus palabras; susmodales habían empeorado; y salvo en elmomento en que por primera vezhabía anunciado su terror, ni una sola vez había vuelto amirar a la cara alabogado.Inclusoahora,sentadoconelvasodevinointactosobresusrodillas,teníafijalamiradaenunrincóndelsuelo.

—Nolopuedosoportarmás—repitió.

—Vamos—dijo el abogado—, me figuro que tiene usted alguna buenarazón,Poole.Mefiguroquedebedesucederalgograve.Tratedecontarmedequésetrata.

—Creoquehahabidojuegosucio—dijoPoole,conlavozquebrada.

—¡Juegosucio!—exclamóelabogado,muyasustadoy,portanto,bastantedispuestoasentirseirritado—.¿Quéclasedejuegosucio?¿Quéquieredecirestehombre?

—Nomeatrevoadecirlo,señor—fuelarespuesta—;pero¿querrávenirconmigoyverloporustedmismo?

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Comoúnicarespuesta,Mr.Uttersonse levantóycogiósusombreroysugabán;peroobservóconasombroelgranalivioqueaparecióenelrostrodelmayordomoy,quizáconnomenosasombro,queelvinoseguíaintactocuandoéllodejóparaacompañarlo.

Era una noche fría y desapacible, propia demarzo, con una luna pálidarecostadasobreelhorizontecomosielvientohubiesearremetidocontraella,y unas nubes volantes de la más diáfana y algodonosa textura. El vientodificultaba el habla y hacía que la sangre se agolpara en el rostro.Además,parecía haber barrido las calles, vaciándolas de viandantes más que decostumbre;hastaelpuntodequeMr.UttersonpensóquenuncahabíavistotandesiertaaquellapartedeLondres.Élhabríadeseadoquefuesedeotromodo;jamásentodasuvidahabíatenidotanclaraconcienciadedesearverytocarasussemejantes;yaque,pormuchoqueseesforzaraennegarlo,habíacaídoenlacuentadequeseavecinabaunaapabullantecalamidad.

Cuandollegaronallí,laplazaestabainvadidaporelvientoyelpolvo,ylosdelgados árboles del jardín azotaban la verja. Poole, que durante todo eltrayectosehabíamantenidounoodospasospordelante,sedetuvoenmitaddelaaceray,apesardelfríopenetrante,sequitóelsombreroyseenjugólafrenteconunpañuelorojo.Pero,contodalaprisadesuvenida,nofueronlasgotasde sudorpropiasdel esfuerzo loque secó, sino lahumedadproducidaporunasofocanteangustia,yaquesurostrohabíapalidecidoysuvoz,cuandohabló,eraásperayquebrada.

—En fin, señor—dijo—, ya hemos llegado, y quiera Dios que no pasenadamalo.

—Amén,Poole—dijoelabogado.

Inmediatamentedespuéselsirvientellamóconmuchacautela;lapuertaseabrióhastaeltopedelacadenayunavozpreguntódesdeelinterior:

—¿Esusted,Poole?

—Sí,todoenorden—dijoPoole—.Abrelapuerta.

Cuando entraron, el vestíbulo estaba intensamente iluminado; un granfuegoardíaenlachimenea,ytodalaservidumbre,hombresymujeres,seguíaapiñadaa sualrededorcomoun rebañodeovejas.Alver aMr.Utterson, lacriada se puso a gimotear como una histérica, y la cocinera corrió hacia élcomosifueraaabrazarlo,exclamando:

—¡BenditoseaDios!

—¡Cómo!¿Quéesesto?¿Estáistodosaquí?—dijoelabogado,irritado—.Esinadmisible,muyindecoroso;avuestroamonoleharíalamenorgracia.

—Estántodosasustados—dijoPoole.

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Siguióunsilencioabsoluto,nadiepusoreparos;sólolacriadaalzólavozysepusoallorarestrepitosamente.

—¡Cállate!—le dijo Poole, con una ferocidad que revelaba su crispadonerviosismo; y en efecto, cuando la chica elevó el tono de sus lamentos demanera tan repentina, se sobresaltaron todos ellos y se volvieron hacia lapuertainteriorconunaexpresióndeespantosaexpectaciónenlosrostros.

—Y ahora —continuó el mayordomo, dirigiéndose al trinchante—,alcánzameunavelaydeinmediatonospondremosmanosalaobra.

Y entonces rogó a Mr. Utterson que lo siguiera y lo condujo al jardíntrasero.

—Ahora,señor—dijo—,vayalomásdespacioquepueda.Quieroqueestéal tanto, pero que no puedan oírle. Y escuche, señor, si por casualidad eldoctorlepideaustedqueentre,nolohaga.

Ante este imprevisto final,Mr.Utterson se sobresaltó tantoque estuvo apuntodeperderelequilibrio;perorecobróelvalorysiguióalmayordomoalinterior del laboratorio y, atravesando el quirófano, abarrotado de cajones ybotellas,llegóhastaelpiedelaescalera.AllíPooleleindicóconlamanoquesehicieraaunladoyescuchase,mientrasqueél,dejandolavelaenelsueloyapelando obviamente a toda su resolución, subió los escalones y llamó a lapuertadelgabinete,golpeandoconmanountantovacilanteeltapeterojoquelarecubría.

—Mr.Uttersonpreguntaporusted,señor—anunció;ymientras lohacía,leindicóunavezmásalabogadodemaneraconcluyentequeprestaraoídos.

Unavozrespondiódesdeelinterior.

—Dilequenopuedoveranadie—dijoaquellavoz,lamentándose.

—Gracias, señor —dijo Poole, en un tono de voz un tanto triunfal; ytomandosuvela,volvióallevaralpatioaMr.Uttersonylohizoentrarenlagrancocina,dondeelfuegoestabaapagadoylascucarachascorreteabanporelsuelo.

—Señor—dijo,mirandoalosojosaMr.Utterson—,¿eraesalavozdemiamo?

—Parecemuycambiada—replicóelabogado,muypálido,devolviéndolelamirada.

—¿Cambiada?Bueno, sí, eso creo—dijo elmayordomo—. ¿He servidoveinteañosencasadeestehombreynovoyasercapazdeidentificarsuvoz?No, señor;mi amo ha desaparecido; desapareció hace ocho días, cuando leoímosgritarenelnombredeDios;¡yquiénestáahíensulugar,yporquéestá

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ahí,esalgoqueclamaalcielo,Mr.Utterson!

—Lo que usted me cuenta es muy extraño, Poole; parece más bien undisparate—dijoMr.Utterson,mordiéndoseundedo—.Supongamosquefueracomousteddice,perosieldoctorJekyllhasido…digamos…asesinado,¿quéinduciríaalasesinoaquedarse?Esahistorianosesostieneporsímisma;noparecerazonable.

—En fin, Mr. Utterson, es usted un hombre difícil de convencer; sinembargo, lo intentaré —dijo Poole—. Durante toda la semana pasada (esprecisoquelosepa),eseindividuo,oloqueseaqueviveenesegabinete,haestadopidiendoagritosnocheydíaciertamedicina,quenopuedeconseguirasugusto.Avecesadoptabalacostumbre(delamo,quierodecir)deescribirsusórdenesenunahojadepapelydejarla tiradaen laescalera.Durante toda lasemana no hemos encontrado otra cosa: sólo notas, y una puerta cerrada; yhasta lascomidassedejabanallíparaque lasrecogieraaescondidascuandonadie loviese.En fin, señor,adiario,yhastadoso tresvecesenunmismodía, hemos estado recibiendo órdenes y quejas, y he tenido que visitarprecipitadamentea todos losmayoristasdeproductosquímicosde laciudad.Cadavezque le traíaelproducto,aparecíaotranotaen laquemeordenabaque lo devolviese porque no era puro, y un nuevo encargo para unestablecimientodistinto.Seapara loquesea,señor, lociertoesquenecesitaesadrogaatodacosta.

—¿Conservaustedalgunadeesasnotas?—preguntóMr.Utterson.

Poole buscó en su bolsillo y sacó una nota arrugada, que el abogado,acercándosealavela,examinócuidadosamente.Sucontenidorezabaasí:

«EldoctorJekyllsaludaalosSres.Mawylesaseguraquesuúltimoenvíoesimpuroynosirverealmenteparaelfinpropuesto.Enelaño18…eldoctorJ.compróalosSres.M.unacantidadbastanteconsiderablededichoproducto.Hoy les ruegaquebusquen con lamayordiligenciay cuidado,yque, si lesquedase algo de similar calidad, lo envíen inmediatamente. No reparen engastos.NoexagerosiafirmolagranimportanciaquetieneparaeldoctorJ.».

Hastaaquílacartaestabaredactadaenuntonobastantemesurado;peroapartir de ahí, con un súbito embarullamiento de la pluma, se desataban lasemocionesdelremitente.

«Por el amor de Dios», añadía, «encuéntrenme un poco de la antiguaremesa».

—Esta nota esmuy extraña—dijoMr. Utterson; y de pronto añadió—:¿Cómoesqueestáabierta?

—ElempleadodeMawseenfadómucho,señor,ymeladevolviócomosi

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ledieraasco—respondióPoole.

—Eslaletradeldoctorsinlugaradudas,¿verdad?—continuóelabogado.

—Esome pareció amí—dijo elmayordomo, bastantemalhumorado, yluego prosiguió, en un tono de voz distinto—. Pero ¿qué importa quién laescribiera?¡Lohevistoconmispropiosojos!

—¿Diceustedquelohavisto?—repitióMr.Utterson—.¿Ybien?

—¡Eso es! —dijo Poole—. Fue así: entré de repente en la sala deoperacionesatravésdeljardín.Alparecerhabíasalidoenbuscadeladroga,olo que sea, pues la puerta del gabinete estaba abierta, y allí estaba al otroextremodelahabitación,buscandoentrelascajas.Cuandoyoentré,miróparaarriba,lanzóunaespeciedegrito,ysubióatodaprisalasescalerasysemetióenelgabinete.Loviapenasunosinstantes,perosemepusieronlospelosdepunta.Señor,siaquelhombreeramiamo,¿porquésecubríaelrostroconunamáscara? Si erami amo, ¿por qué chilló como una rata y huyó demí?Heestadoasuserviciodurantemuchotiempo.Yademás…

Elmayordomohizounapausaysepasólamanoporelrostro.

—Todasesascircunstanciassonmuyextrañas—dijoMr.Utterson—,perocreoqueempiezoaverclaro.Esobvioquesuamo,Poole,espresadeunadeesas enfermedades que al mismo tiempo torturan y desfiguran al que laspadece;deahí,queyosepa,elcambiodevoz;ylamáscarayelevitarasusamigos;y su impacienciaporencontraresadroga,en laqueesapobrealmadeposita sus últimas esperanzas de recuperación… ¡Quiera Dios que no seequivoque!Esaesmiexplicación;esbastantedeplorable,Poole,sí,yterriblede aceptar; pero es sencilla y lógica, bastante coherente, y nos libra deexcesivossustos.

—Señor—dijoelmayordomo,mientrassurostroempezabaaadquirirunaespeciedepalidezjaspeada—,aquellacosanoeramiamo,esaeslaverdad.Miamo—yal llegaraestepuntomiróasualrededoryempezóahablarenvoz baja— es un hombre alto y de buena figura, y aquél era más bien unenano.

Uttersonintentóprotestar.

—¡Oh!,señor—exclamóPoole—,¿creeustedquenoconozcoamiamodespuésdeveinteañosasuservicio?¿Piensaquenoséaquéalturalellegalacabeza en la puerta del gabinete, donde lo he visto toda mi vida por lasmañanas?No,señor,aquellacosaconmáscaranoeraeldoctorJekyll…Diossabráquiénes,peronoeraeldoctorJekyll;yenelfondoestoyconvencidodequesehacometidounasesinato.

—Poole —replicó el abogado—, si usted dice eso, es mi deber

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comprobarlo. Por más que no desee herir los sentimientos de su amo, pormuchoquemedesconcierteestanota,queparecedemostrarquetodavíaestávivo,consideroqueesmideberforzaresapuerta.

—¡Ah,Mr.Utterson,asísehabla!—exclamóelmayordomo.

—Yahoravienelasegundacuestión—prosiguióUtterson—:¿Quiénvaahacerlo?

—Puesbien,señor,ustedyyo—fuelaintrépidarespuesta.

—Así me gusta —respondió el abogado—; y sean cuales fueren lasconsecuencias,mepropongoasegurarmedequeustednosalgaperdiendo.

—Hay un hacha en la sala de operaciones—continuó Poole—; y ustedpodríacogerelatizadordelacocina.

Elabogadoasióaquelinstrumentotoscoaunquepesadoylosopesó.

—¿Sabe, Poole —dijo, alzando la mirada—, que usted y yo vamos aexponernosaunasituaciónqueofrececiertopeligro?

—Bienpuedeusteddecirlo,señor,yalocreo—respondióelmayordomo.

—Esconveniente,entonces,queseamosfrancos—dijoelotro—.Losdosnosimaginamosmásdeloquehemosdicho;confesémoslo.¿Reconocióustedaltipoenmascaradoquevio?

—Verá usted, señor, sucedió todo tan rápido, e iba tan encorvado, queapenaspodríajurarlo—fuelarespuesta—.PerosiustedserefiereasieraMr.Hyde…¡caramba,señor,creoqueeraél!Veráusted,eramásomenosdesuestatura,yteníasusmismosandaresrápidosyligeros;yademás,¿quiénmáspodría haber entrado por la puerta del laboratorio? ¿Se ha olvidado usted,señor,dequecuandosecometióelasesinatoéltodavíateníalallave?Peroesonoestodo.Nosé,Mr.Utterson,siustedvioalgunavezaeseMr.Hyde.

—Sí—dijoelabogado—,unavezhabléconél.

—Entoncesdebeustedsaber,lomismoquetodosnosotros,quehabíaalgoraro en aquel caballero… algo que asustaba… no sé exactamente cómodecirlo, señor, como no sea de estemodo: que uno sentía que le penetrabahastalamédula…unaespeciedefríoydebilidad.

—Yo mismo sentí algo parecido a lo que usted describe —dijo Mr.Utterson.

—Así es, señor —respondió Poole—. Pues bien, cuando aquella cosaenmascaradasaltócomounmonoentrelassustanciasquímicasyenunabrirycerrar de ojos semetió en el gabinete, algo heladome recorrió la columnavertebraldearribaabajo. ¡Oh!,yaséqueesonopruebanada,Mr.Utterson;

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soy lo bastante instruido para saberlo; pero un hombre tiene suspresentimientos;¡ylejurosolemnementequeeraMr.Hyde!

—Sí,sí—dijoelabogado—.Mistemoresmeinducenapensarlomismo.Laalarma,metemo,nocarecíadefundamento…erainevitablequesurgieraelmal…deaquellarelación.Sí,sinceramentelecreo;creoqueelpobreHarryhasidoasesinado;ycreoquesuasesino(sóloDiossabeconquépropósito)estátodavía escondido en la habitación de su víctima. Pues bien, nosdesquitaremosensunombre.LlameaBradshaw.

Ellacayoacudióalallamadamuypálidoynervioso.

—Tranquilícese,Bradshaw—dijoelabogado—.Séqueestaincertidumbrelesestáafectandoatodos;peroahoratenemoslaintencióndeacabarconeso.Pooleyyovamosaentrarporlafuerzaenelgabinete.Sitodoseencuentraenorden, tengo las espaldas lo suficientemente anchaspara soportar reproches.Mientras tanto, para que no pase nada realmente, ni que ningúnmalhechorintente escaparpor lapartedeatrás,ustedyelmuchachoden lavuelta a laesquina con un par de buenos garrotes y apóstense junto a la puerta dellaboratorio.Lesdamosdiezminutosparaquelleguenasuspuestos.

CuandosemarchóBradshaw,elabogadomirósureloj.

—Y ahora, Poole, ocupemos nuestros puestos —dijo; y llevando elatizadorbajoelbrazo,sedirigióalpatio.

Empujadasporelviento, lasnubessehabíanacumuladosobre la luna,yahora todo estaba oscuro. Mientras andaban, el viento, que sólo soplaba aráfagasybocanadasdentrodeaquelprofundopatiodeluces,agitabalaveladeunladoparaotro,hastaqueserefugiaronenlasaladeoperaciones,dondesesentaronensilencioaesperar.Portodaspartesseoíaelsolemnemurmullodeltráficolondinense;peromáscerca,elsilenciosólolorompíaelsonidodeunospasosquerecorríandeunladoaotroelpisodelgabinete.

—Llevatodoeldíapaseandoasí,señor—susurróPoole—;sí,ylamayorpartedelanoche.Sólodescansaunpococuandollegaalgúnnuevopedidodeladroguería.¡Ay,quéenemigomásgrandedelreposoeslamalaconciencia!¡Señor,acadapasoqueda,derramasangredemalamanera!Peroescuchedenuevoconunpocomásdecuidado…presteatencióncon todasualma,Mr.Utterson,ydígamesisonesoslospasosdeldoctor.

Lospasosresonabanlevementeydeunamanerarara,conunciertovaivén,a pesar de lo despacio que iba; eran muy diferentes efectivamente de losandarespesadosypocosegurosdeHenryJekyll.Uttersonsuspiró.

—¿Nohaynadamás?

Pooleasintióconlacabeza.

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—Unavez—dijo—…¡unavezleoíllorar!

—¿Llorar?¿Cómoeseso?—dijoelabogado,perfectamenteconscientedelsúbitoescalofríodehorrorquesehabíaapoderadodeél.

—Llorabacomounamujerounalmaenpena—dijoelmayordomo—.Mequedétanapesadumbrado,queestuveapuntodellorartambién.

Pero los diez minutos llegaron a su fin. Poole desenterró el hacha dedebajodeunmontóndepajadeembalar;pusieronlavelaencimadelamesamás cercana para que les alumbrara durante el ataque; y se acercaronconteniendolarespiraciónallugardondeaquellosperseverantespasosseguíanyendoyviniendo,deunladoaotro,enelsilenciodelanoche.

—Jekyll—exclamóUttersonenvozalta—,insistoenverte.

Secallóunmomento,peronoobtuvorespuesta.

—Teloadviertoclaramente:tengoqueverte,porqueabrigamossospechas—prosiguió—;sinoespor lasbuenas, serápor lasmalas…sinoescon tuconsentimiento,¡seráporlafuerza!

—Utterson—dijolavoz—,¡tenpiedad,porelamordeDios!

—¡Ah!,esanoeslavozdeJekyll…¡esladeHyde!—exclamóUtterson—.¡Derribeesapuerta,Poole!

Pooleblandióelhachaporencimadelhombro;elgolpehizotemblartodoel edificio, y la puerta forrada de tapete rojo se estremeció, aunque lacerradura y los goznes resistieron. Un lúgubre chillido, como de animalaterrado, resonó en el gabinete. El hacha se elevó otra vez, y de nuevo seastillaronlosentrepañosytemblóelmarco;elmayordomodescargóelhachacuatro vecesmás, pero la madera era resistente y los herrajes de excelentefactura; sólo al quinto golpe se partió y saltó la cerradura, y la puerta cayódestrozadahaciaelinteriorsobrelaalfombra.

Consternados por el estruendo que habían organizado y el silencio quesiguió,losasaltantesretrocedieronunpocoymiraronalinterior.Ahíestabaelgabinete,delantedesuspropiosojos,alumbradoporunadiscretalámpara:unbuenfuegoresplandecíaychisporroteabaenlachimenea,lateterasilbabasustenues acordes, había uno o dos cajones abiertos, varios periódicoscuidadosamenteapiladossobre lamesade trabajoy,máscercadel fuego,elserviciodetépreparado;diríasequeeralahabitaciónmástranquilay,anoserpor lasvitrinas llenasdeproductosquímicos, lamásvulgardetodoLondresaquellanoche.

Justo en medio yacía el cuerpo de un hombre bastante contorsionado ytodavía crispado. Se acercaron de puntillas, lo volvieron boca arriba ycontemplaron el rostro deEdwardHyde.Vestía ropas de la talla del doctor,

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queleveníanmuygrandes;lasfibrasdesurostrotodavíasemovíancomosiaún lequedara algodevida, aunqueestaba completamentemuerto; ypor elfrascotrituradoquellevabaenlamanoyelfuerteoloraalmendrasqueflotabaenelaire,Uttersonsupoqueseencontrabafrentealcuerpodeunsuicida.

—Hemos llegado demasiado tarde —dijo con severidad—, tanto parasalvarlocomoparacastigarlo.Hydehamuertoporsucuenta;ysólonosquedaencontrarelcadáverdesuamo.

Lamayorpartedeledificioestabaocupadaporlasaladeoperaciones,quecubríacasitodalaplantabajayestabailuminadadesdearriba,yelgabinete,que se encontraba en un extremo y constituía el piso superior con vistas alpatio.Unpasilloempalmabalasaladeoperacionesconlapuertaquedabaalacallejuela,lacualsecomunicabaindependientementeconelgabineteatravésde un segundo tramo de escaleras. Había además unos cuantos aposentososcuros y un espacioso sótano. Todos fueron examinados minuciosamente.Bastóunasolaojeadaparacadaaposento,yaquetodosestabanvacíosy,porel polvo que cayó de sus puertas, hacía mucho tiempo que nadie las habíaabierto.Elsótanoestaballeno,desdeluego,detrastosviejosydesvencijados,queensumayorparteprocedíandelaépocadelcirujanoquehabíaprecedidoaJekyll;peroencuantoabrieronlapuertasepercatarondelainutilidaddeunregistro posterior por la caída de unamaraña de telarañas que durante añoshabían sellado la entrada. En ninguna parte había elmenor rastro deHenryJekyll,muertoovivo.

Poolegolpeóconelpielasbaldosasdelpasillo.

—Debedeestarenterradoaquí—dijo,escuchandoelsonido.

—Oesposiblequehayahuido—dijoUtterson,ysevolvióaexaminarlapuertaquedabaa lacallejuela.Estabacerrada;ycercaencontraron la llave,tiradasobrelasbaldosasymanchadayadeorín.

—Noparecequehayasidousada—comentóelabogado.

—¡Usada!—repitióPoole—.¿Nove,señor,queestárota?Parececomosialguienlahubiesepisoteado.

—Sí—continuóUtterson—,ylasfracturastambiénestánoxidadas.

Losdoshombresintercambiaronunamiradadepánico.

—Nopuedoentenderlo,Poole—dijoelabogado—.Volvamosalgabinete.

Subieron la escalera en silencio y, echando de vez en cuando algunamiradaatemorizadaalcadáver,siguieronexaminandomásminuciosamenteelcontenidodelgabinete.Enunamesahabía rastrosdealgúnensayoquímico,variosmontonesdeciertasalblancacolocadosenplatillosdecristalparaserpesados, como si el desdichado doctor hubiera sido interrumpido en su

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experimento.

—Es lamisma droga que yo le traía siempre—dijo Poole; y nadamásdecireso,lateteraempezóahervirconunalarmantesilbido.

Eso los llevó hasta la chimenea, a la que habían arrimado el sillón paramayorcomodidad,yelserviciodeté,conelazúcaryaenlataza,estabalistoal alcance de la mano. Había varios libros en una estantería y otro abiertojuntoal serviciode té;yUtterson sequedóasombradoal comprobarque setratabadeunaobrapiadosa,porlaqueJekyllhabíaexpresadovariasvecesunagran estima, la cual estaba anotada, de su propiamano, con sobrecogedorasblasfemias.

Luego, durante su examen de la cámara, llegaron al espejo de cuerpoentero, en cuyo fondo se miraron con involuntario horror. Pero lo habíanvueltode tal formaquesólo lesmostróel resplandor rosadodel fuegoeneltecho, sus múltiples destellos repetidos en los frentes de las vitrinas, y suspropiossemblantes,pálidosyasustados,inclinadosparamirar.

—Este espejo ha tenido que ver algunas cosas raras, señor —susurróPoole.

—Ysinduda,ningunamásraraqueélmismo—repitióelabogadoenelmismo tono—. Pues ¿qué podía Jekyll —al pronunciar esta palabra seinterrumpió sobresaltado y luego añadió, superando su flaqueza—… quépodíaquererJekylldeél?

—¡Yustedquelodiga!—dijoPoole.

Acontinuación,pasaronalamesadetrabajo.Sobreelescritorio,entreunaseriedepapelesordenados,destacabaunsobregrandeenelqueestabaescrito,de puño y letra del doctor, el nombre de Utterson. El abogado lo abrió ycayeron al suelo varios documentos anexos. El primero era un testamento,redactado en losmismos términos extravagantes que el que élmismo habíadevuelto seismeses antes, con el fin de que sirviera de última voluntad deldoctorencasodemuerte,odeescrituradedonaciónencasodedesaparición;peroenlugardelnombredeEdwardHyde,elabogadoleyó,conindescriptibleasombro, el nombre deGabriel JohnUtterson.Miró unmomento a Poole yluegodenuevoalosdocumentos,yporúltimoalcadáverdelmalhechorqueestabatendidosobrelaalfombra.

—Medavueltaslacabeza—dijo—.Todosestosdíaslosdocumentoshanestadoensupoder;noteníaningúnmotivoparasimpatizarconmigo;debiódeenfurecersealversedesplazado;peronohadestruidoestedocumento.

Cogió el siguiente documento; era una breve nota, de puño y letra deldoctor,yfechadaensuencabezamiento.

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—¡Oh,Poole!—exclamóelabogado—,hoy todavíavivíayestuvoaquí.No puede haberse deshecho de él en tan poco tiempo; tiene que estar vivotodavía,¡debedehaberhuido!Peroentonces,¿porquéhuyó?,¿ycómo?,yental caso, ¿podemos aventurarnos a declarar que se trata de un suicidio?Debemostenercuidado.Presientoquepodemosimplicarasuamoenalgunahorriblecatástrofe.

—¿Porquénololee,señor?—preguntóPoole.

—Porquetengomiedo—replicóelabogadosolemnemente—.QuieraDiosquenohayamotivosparatenerlo.

Ytrasdecirestoseacercóelpapelalosojosyleyóloquesigue:

Mi queridoUtterson: cuando estas líneas caigan en tusmanos, yo habrédesaparecido,aunquenopuedapreverenquécircunstancias;peromiinstintoytodaslascircunstanciasdemiindescriptiblesituaciónmedicenqueelfinalesseguroydebedeestarpróximo.Adelante,pues,primero leeel relatoqueLanyonme advirtió que iba a poner en tusmanos; y si quieres sabermás,vuelvealaconfesiónde

tuindignoydesdichadoamigo

HenryJekyll

—¿Habíauntercerdocumentoanexo?—preguntóUtterson.

—Aquí está, señor —dijo Poole, y le entregó un voluminoso paquetelacradoenvarioslugares.

Elabogadoselometióenelbolsillo.

—Yonohablaría a nadie de este documento.Si su amoha huido o estámuerto, almenospodemosproteger su reputación.Ahora son lasdiez;deboirme a casa y leer con tranquilidad estos documentos; pero estaré de vueltaantesdemedianoche,yentoncespodremosllamaralapolicía.

Salieron,cerrandotraselloslapuertadelasaladeoperaciones;ydejandode nuevo a la servidumbre reunida alrededor del fuego del salón, Uttersonregresóasudespachodandounacaminataconelfindeleerlosdosrelatosenlosqueibaaexplicarseestemisterio.

ElrelatodeldoctorLanyon

Elnuevedeenero,haceahoracuatrodías,recibíenelcorreodelatardeunsobre certificado, con la dirección escrita de puño y letra por mi colega y

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antiguocompañerodecolegioHenryJekyll.Aquellomesorprendióbastante,ya que no teníamos ni muchomenos la costumbre de escribirnos; lo habíavistoyhabíacenadoconéllanocheanterior,desdeluego;ynopodíaimaginarnada en nuestro trato que justificara la formalidad de la certificación. Elcontenidodelsobreaumentómiasombro,pueslacartarezabaasí:

10dediciembrede18…

MiqueridoLanyon:

Eres uno de mis más viejos amigos y, aunque a veces podamos haberdisentidoencuestionescientíficas,nopuedorecordar,almenosenloqueamírespecta, ninguna ruptura en nuestras relaciones.No hubo un solo día en elque,sitúmelohubierasdicho,yonohabríasacrificadomifortunaomimanoizquierda para ayudarte. Lanyon, mi vida, mi honor, mi razón, estáncompletamente a tu merced; si esta nocheme fallas, estoy perdido. Quizásimagines, después de este preámbulo, que voy a pedirte que hagas algodeshonroso.Juzgaportimismo.

Quieroquepospongascualquiercompromisoque tengasestanoche…sí,aunquetehubieranconvocadoa lacabeceradeunemperador;que tomesuncoche de alquiler, amenos que tengas tu carruaje esperando en la puerta; yque,conestacartaenlasmanosparaconsultarla,tedirijasdirectamenteamicasa. Mi mayordomo, Poole, ha recibido las oportunas instrucciones; loencontrarás esperando tu llegada, acompañadodeun cerrajero.Lapuertademi gabinete tendrá que ser forzada; y tú entrarás solo, abrirás la vitrinamarcadacon la letraEqueestáamanoizquierda, rompiendolacerradurasiestuviesecerrada,ysacarás,contodoloquecontiene,talcomoesté,elcuartocajón contando desde arriba o (lo que es lomismo) el tercero desde abajo.Estoy tanangustiadoque tengounmiedoenfermizoaquenoentiendasbienmis instrucciones; pero, aunque cometa alguna equivocación, reconocerás elcajóndequesetrataporsucontenido:unospolvos,unfrascoyunalibreta.Teruego que te lleves ese cajón a tu casa en Cavendish Square, exactamentecomoestá.

Esa es la primera parte del favor que te pido: he aquí la segunda. Si teponesencaminoencuantorecibasestacarta,estarásdevueltamuchoantesdemedianoche;perotedejarétodoesemargen,nosólopormiedoaunodeesosobstáculosquenosepuedenevitarniprever,sinoporque,paraloquequedaporhacer,espreferiblequeseaaunahoraenquetuscriadosesténacostados.Tengoquepedirte,pues,queamedianocheestés soloen tuconsultorio,quepersonalmente dejes entrar en tu casa a un hombre que se presentará enminombre, y que pongas en sus manos el cajón que te habrás llevado delgabinete.Con ello habrás desempeñado tu papel y ganado todami gratitud.Cincominutos después, si insistes en recibir una explicación, comprenderás

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queestasdisposicionessondecapitalimportancia;yquedenocumplirseunasoladeellas,porfantásticasquepuedanparecerte,mimuerteoelnaufragiodemirazónpodríancargarsobretuconciencia.

Aunqueconfíoenquetetomarásenserioestapetición,semecaeelalmaalospiesymimanotiemblasólodepensarentalposibilidad.Piensaqueaestashoras estoy en un extraño lugar, trabajando presa de unamalévola angustiaqueninguna imaginaciónpodría exagerar, y sin embargobien consciente deque, sólo con que cumplas puntualmente lo que te pido, mis problemas seesfumarán como un relato una vez contado. Hazme este favor, mi queridoLanyon,ysalvaatuamigo

H.J.

P.D.:Yahabíalacradoestacartacuandounnuevoterrorseapoderódemialma.Esposiblequeelserviciodecorreomefalle,yqueestacartanollegueatusmanoshastamañanaporlamañana.Entalcaso,queridoLanyon,llevaacabomirecadocuandomásconvenienteteresultealolargodeldía;yunavezmás espera a mi mensajero a medianoche. Puede que entonces sea yademasiadotarde;ysiestanochenoocurrenada,hasdesaberquenuncamásvolverásaveraHenryJekyll.

Al leer esta carta, tuve la certeza de que mi colega estaba loco; pero,mientrasnoseconfirmaraaquellosinningunaposibilidaddeduda,mesentíobligado ahacer loquemepedía.Cuantomenos comprendía aquel fárrago,menos en condiciones estaba de juzgar su importancia; y una petición asíexpresadanopodíarechazarsesin incurrirenunagraveresponsabilidad.Porconsiguiente,melevantédelamesa,memontéenuncabrioléconpescanteymedirigídirectamentealacasadeJekyll.Elmayordomoestabaesperandomillegada; había recibido una carta certificada con instrucciones en el mismocorreoqueyo,einmediatamentehabíamandadollamarauncerrajeroyauncarpintero. Los artesanos llegaron mientras todavía estábamos hablando; ytodos juntos nos trasladamos a la antigua sala de operaciones del doctorDenman,desdelacual(comosindudasabes)seaccedemáscómodamentealgabinete privado de Jekyll. La puerta era muy resistente, y la cerraduraexcelente; el carpintero admitió que, si había que hacer uso de la fuerza,tendríamuchasdificultadesycausaríagrandesdestrozos;yelcerrajeroestabaal borde de la desesperación. Pero este último era un tipo muy mañoso, ydespuésdedoshorasdefaena,lapuertaquedóabierta.Lavitrinamarcadaconla letraEnoestabacerradacon llave;saquéelcajón, lorellenédepajay loenvolvíenunasábana,yregreséconélamicasaenCavendishSquare.

Allímepuseaexaminarsucontenido.Lospolvosestabanpreparadosconbastantehabilidad,aunquenoconlaprecisióndeunfarmacéutico:asíqueeraevidentequeJekyllloshabíamanufacturadopersonalmente;ycuandoabríuna

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delasenvolturas,encontréloquemeparecióunasimplesalcristalinadecolorblanco.Despuésprestéatenciónalfrasco,queestaballenoaproximadamentehastalamitaddeunlíquidodecolorrojosangre,muyacrealolfato,quemepareció que contenía fósforo y algún éter volátil. En cuanto a los demásingredientes, no conseguí adivinarlos. La libreta era un cuaderno de notascorriente,queconteníapocomásqueunaseriedefechas.Aunquecubríanunperíodo de varios años, observé que las anotaciones cesaban, demodomuybrusco,desdehacíacasiunaño.Devezencuandoalgúnbrevecomentarioseañadía a la fecha,por logeneraluna solapalabra:«doble»,que aparecía talvez seis veces sobre un total de varios centenares de anotaciones; y en unaocasión, muy al principio de la lista, y entre varios signos de admiración,«¡¡¡fracasototal!!!».

Aunque todo aquello avivó mi curiosidad, no me decía nada que fueradefinitivo.Teníaantemíun frascodecierta tintura,unenvoltorioconciertasal, y el registro de una serie de experimentos que (como tantas otrasinvestigacionesdeJekyll)nohabíanconducidoaningúnresultadodeutilidadpráctica. ¿Cómo podía afectar la presencia de aquellos objetos al honor, lacorduraolavidademiinconstantecolega?SielmensajerodeJekyllpodíairadeterminadolugar,¿porquénopodíairélaotro?Eincluso,admitiendoqueexistieraalgúnimpedimento,¿porquéteníayoquerecibirensecretoaaquelcaballero?Cuantomás reflexionaba,másmeconvencíadequese tratabadeuncasodeenfermedadmental;yaunquedipermisoalaservidumbreparairsea la cama, carguéunviejo revólver, por si tuvieraqueutilizarlo en legítimadefensa.

Acababandeoírse las doce enLondres cuando sonómuy suavemente laaldabade lapuerta.Fui a abrir yomismoymeencontré conunhombredebajaestatura,agazapadoentrelascolumnasdelpórtico.

—¿VieneusteddepartedeldoctorJekyll?—lepregunté.

Me dijo que «sí» con gesto forzado; y cuando lo invité a entrar, nomeobedeciósinanteslanzarunaminuciosamiradahaciaatrás,alaoscuridaddelaplaza.Habíaunpolicíanomuy lejos,queavanzabahacianosotroscon lapantalla de su linterna sorda descorrida; y me pareció que, al verlo, mivisitantesesobresaltabaysedabamásprisa.

Aquellos detalles, lo confieso, me impresionaron de mala manera; ymientrasloseguíaalaconsulta,radiantementeiluminada,noapartémimanodel arma. Allí, por fin, tuve ocasión de verlo con claridad. Nunca le habíapuestolavistaencima,deesoestabaseguro.Eradebajaestatura,comoyahedicho; me sorprendió además la chocante expresión de su fisonomía, suadmirable combinación de gran actividad muscular y aparente debilidad deconstitución, y… por último, aunque no menos importante… la extraña

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turbación subjetiva que su proximidad provocaba. Era algo así como unarigidezincipiente,yveníaacompañadadeunaacusadadisminucióndelpulso.En aquel momento, lo atribuí a cierta aversión idiosincrásica y personal, ysimplementemesorprendió laagudezade lossíntomas;perodesdeentonceshe tenido motivos para creer que la causa se encuentra más hondamentearraigadaenlanaturalezahumana,ydependedealgomuchomásnoblequeelprincipiodelodio.

Aquelhombre(quedesdeelmismomomentoenqueentrósuscitóenmíloque sólo puedo describir como una fastidiosa curiosidad) iba vestido de unmodoqueencualquierpersonacorrientehabríaparecidoridículo;aunquesusropas eran, por así decirlo, de un tejido excelente y sobrio, le estabanenormemente grandes: los pantalones colgaban de sus piernas y estabanremangadosparaquenollegasenalsuelo,lacinturadelgabánlequedabapordebajode las caderas, y las solapas casi le llegaban a loshombros.Aunqueparezcaextraño,aquelgrotescoatavíodistómuchodehacermereír.Comoenla esencia misma de aquel ser que tenía ante mí había algo anormal yestrafalario…algo sobrecogedor, sorprendente y repugnante…más bienmeparecióque esta nuevadisparidadno sólo encajaba con aquélla, sinoque lareforzaba;demodoque,ami interéspor lanaturalezayelcarácterdeaquelhombre,seañadiólacuriosidadacercadesuorigen,suvida,sufortunaysuposiciónsocial.

Aunque me ha llevado tanto tiempo ponerlas por escrito, estasobservacionesfueron,sinembargo,cosadeunospocossegundos.Mivisitanteestabaenardecido,enefecto,porunasombríaexcitación.

—¿Lotieneusted?—exclamó—.¿Lotieneusted?

Ysuimpacienciaeratangrandequeinclusomepusounamanoenelbrazoytratódezarandearme.

Me aparté de él, consciente de que, al tocarme, un escalofrío me habíaheladolasangre.

—Vamos,señor—ledije—.Olvidaustedquenotengotodavíaelplacerdeconocerlo.Tengalaamabilidaddesentarse.

Yparadarleejemplo,mesentéenmiasientodecostumbre, imitandomicomportamiento habitual con un paciente, en la medida en que me lopermitieron lo tardíode lahora, la índoledemispreocupacionesy el pavorquemeproducíamivisitante.

—Discúlpeme,doctorLanyon—replicóél,bastantecortésmente—.Llevausted razón en lo que dice; mi impaciencia ha dejado atrás a mi cortesía.Vengoaquíapeticióndesucolega,eldoctorHenryJekyll,porunasuntodecierta importancia; y tenía entendido—se detuvo y se llevó unamano a la

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garganta,ypudeverque,apesardesussosegadosmodales,estabaintentandoreprimirunaccesodehisteria—…teníaentendidoqueciertocajón…

Peroalllegaraesepunto,mecompadecídelaansiedaddemivisitante,yquizátambiénunpocodemicrecientecuriosidad.

—Aquí está, señor—le dije, señalando el cajón, que estaba en el suelo,detrásdeunamesa,cubiertotodavíaporlasábana.

Se abalanzó sobre él, y luego se detuvo, llevándose lamano al corazón;pudeoírcómolerechinabanlosdientesporelmovimientocompulsivodelasmandíbulas;ysurostroteníaunaspectotanhorrorosoquetemíporsuvidaysurazón.

—Cálmese—ledije.

Medirigióunasonrisaespantosay,comoimpulsadoporladesesperación,tiró de la sábana. Al ver el contenido, profirió un sollozo de alivio de talintensidadquemequedépetrificado.Yuninstantedespués,conunavozqueyaparecíabastantecontrolada,mepreguntó:

—¿Tieneunavasijagraduada?

Melevantédemiasientoconciertoesfuerzoylediloquepedía.

Me dio las gracias con una risueña inclinación de cabeza, midió unascuantasgotasde la tintura rojayañadióunapizcadepolvos.Lamezcla,deuna tonalidad rojiza al principio, a medida que se disolvían los cristalesempezóaadquiriruncolormásvivo,ahervirdeformaaudibleyadespedirnubecillasdevapor.Depronto,enaquelmismomomentocesólaebulliciónyel compuesto se tornódeun color púrpuraoscuro, quegradualmenteperdióintensidad hasta convertirse en un verde desvaído. Mi visitante, que habíaobservado con atención todas aquellas metamorfosis, sonrió, puso la vasijasobrelamesa,yluegosevolvióymemiróconaireescudriñador.

—Y ahora —dijo—, acordemos lo que queda pendiente. ¿Será ustedsensato? ¿Querrá dejarse aconsejar? ¿Me permitirá irme de su casallevándome esta vasija en lamano sin decir una palabramás? ¿O es que elansiadecuriosidadlodominaausteddemasiado?Piénseloantesderesponder,pues se hará lo que usted decida. Si así lo decide, se quedará usted comoestabaantes,nimásriconimássabio,amenosqueelsentimientodehaberlehecho un favor a un hombre en un gran apuro pueda contarse como unaespecie de riqueza espiritual. O si prefiere elegir, un nuevo campo delconocimientoynuevoscaminoshacialafamayelpoderseabriránanteustedinmediatamenteaquíenestahabitación;ysusojosquedaránobnubiladosporunprodigiocapazdehacertambalearlaincredulidaddeSatanás.

—Señor—le dije, fingiendo una sangre fría que verdaderamente estaba

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lejosdeposeer—,ustedhablademaneraenigmática,ytalveznolesorprendaqueyoloescuchesincreermedemasiadoloquedice.Peroheidodemasiadolejosenmiprestacióndefavoresinexplicablesparadetenermeantesdeverenquéacabatodo.

—Estábien—replicómivisitante—.Lanyon,recuerdequelohajurado:loquesigueesunsecretoprofesional.Yahora,ustedquedurante tanto tiempohaestadoconstreñidoporlospuntosdevistamásrestringidosymaterialistas,quehanegadolavirtuddelamedicinatrascendental,quesehamofadodesussuperiores…¡mire!

Sellevólavasijaaloslabiosysebebióelcontenidodeuntrago.Siguióungrito; vaciló, se tambaleó, se agarró a la mesa y se sujetó, con los ojosextraviadose inyectadosensangre, jadeandocon labocaabierta;ymientrasyo le observaba creí percibir un cambio: pareció hincharse… de pronto surostrosepusonegro,ysusfaccionesparecierondesvanecerseyalterarse…yun instantedespuésme levantédeunsaltoy retrocedíhasta lapared,conelbrazo levantadoparaprotegermedeaquelprodigio,y lamentesumidaenelterror.

—¡Cielos!—grité—. ¡Cielos!—repetí una y otra vez; ya que ante misojos… pálido y tembloroso, medio desfallecido y tanteando ante sí con lasmanoscomounresucitado…¡estabaHenryJekyll!

No me atrevo a trasladar al papel lo que me contó durante la horasiguiente.Vi loquevi,oí loqueoí,ymialmasintiónáuseasporello;ysinembargo,ahoraqueaquellavisiónsehadesvanecidodemisojos,mepreguntosi creo en su existencia, y no sé qué contestar. Mi vida ha quedadoconmocionadaporcompleto;elsueñomehaabandonado;elmásatrozdelosterrores me acompaña a todas horas del día y de la noche; tengo elpresentimiento de que mis días están contados y que voy a morir; y sinembargomorirésincreérmelo.Encuantoalainfamiamoralqueaquelhombreme desveló, aunque fuera entre lágrimas de arrepentimiento, no puedo, nisiquiera enel recuerdo,detenermeenella sinunestremecimientodehorror.Sólodiréunacosa,Utterson,yserámásquesuficiente(sierescapazdellegara creerla). El ser que entró sigilosamente en mi casa aquella noche eraconocido, según confesión del propio Jekyll, por el nombre de Hyde, y lobuscabanportodoslosrinconesdelpaísporelasesinatodeCarew.

HastieLanyon

DeclaracióncompletadeHenryJekyllsobreelcaso

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Nací en el año 18… en una familia de gran fortuna, dotado además detalento,diligentepornaturaleza,respetuosoconaquellossemejantesmíosqueconsiderabaprudentesybuenos,yporconsiguiente,comopodríasuponerse,contodaclasedegarantíasencuantoaunfuturohonorableydistinguido.Ydehecho, el peordemisdefectos erauna cierta e impacientepredisposición alregocijo, que ha hecho felices a muchos, pero que yo encontré difícil deconciliarconmiimperiosodeseodellevarbienaltalacabezaymostraranteelpúblicounsemblantemásseriodeloqueesnormal.Deahíqueocultasemisplaceres,yque,cuandoalcancélaedaddelareflexiónycomencéamiraramialrededory ahacer inventariodemisprogresosydemiposición social,mivida estuviese ya sometida a una profunda duplicidad. Muchos hombresincluso habrían alardeado de las irregularidades de las que yo era culpable;perodadoslosimportantesobjetivosquemehabíatrazado,yolasrespetabaylasocultabaconunasensacióndevergüenzacasienfermiza.Porlotanto,fuemás bien la naturaleza rigurosa de mis aspiraciones, y no una determinadadegradacióndemisdefectos,loquehizodemíloquefui,yloqueseparóenmí, abriendo una zanja más profunda incluso que en la mayoría de loshombres, aquellos territorios del bien y delmal que dividen y componen lanaturaleza dual del hombre. En este caso, me vi obligado a reflexionarprofunda e inveteradamente sobre esa dura ley de la vida, que radica en elfondo de todas las religiones, y es una de las más abundantes fuentes decongoja. Y aunque aquella duplicidad fuese tan profunda, yo no era unhipócritadeningunamanera;misdosfacetaserancompletamentesinceras;noeraenmayormedidayomismocuandodejabaaunladocualquierrestricciónyme sumíaeneldeshonor,quecuandomeesforzaba, a la luzdeldía,paraprofundizarenelconocimientooelaliviodelaspenasylossufrimientos.

Y sucedió que la orientación de mis estudios científicos, totalmentedirigidoshacia loesotéricoy lo sobrenatural, sufrióuncambioyarrojómásluzsobreestapercepciónde laperenneguerraentremismiembros.Día trasdía,yen lasdos facetasdemi inteligencia, lamoraly la intelectual,me fuiacercando,pues,cadavezmásaesaverdadporcuyodescubrimientoparcialhesidocondenadoatanespantosacatástrofe:elhombrenoesrealmenteuno,sino dos.Digo dos, porque el nivel demis conocimientos nome permite irmás allá. Otros seguirán, otros me dejarán atrás en esa misma vía; y meaventuroaconjeturarque,enúltimainstancia,elhombreseráconocidocomounameracomunidaddemúltipleshabitantes, incongruenteseindependientesentresí.Pormiparte,dadalanaturalezademivida,avancéinfaliblementeenuna sola dirección. Fue en la faceta moral, y en mi propia persona, dondeaprendíareconocerlacompletayprimitivadualidaddelhombre;medicuentade que, de las dos naturalezas que luchaban en el campo de batalla de miconciencia,auncuandopodíadecirseconrazónqueyoeracualquieradelasdos, ello se debía únicamente a que era radicalmente ambas; y desde muy

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temprana fecha, antes incluso de que el curso de mis descubrimientoscientíficos comenzara a sugerir la más ostensible posibilidad de semejantemilagro,yahabíaaprendidoyoarecrearmeconplacer,comoenunaqueridaensoñación, en la idea de la separación de estos elementos. Si cada uno deellos, me decía, pudiera alojarse en identidades distintas, la vida se veríaexoneradadetodocuantoesinsoportable;loinjustopodríaseguirsucamino,liberadode las aspiracionesy remordimientosde sudoblemás íntegro; y lojustopodría recorrer con firmezay tenacidad su senda ascendente, haciendolas buenas obras en las que encontraba placer, sin exponerse más a laignominiayalremordimientoacausadeunmalajenoaél.Precisamenteerauna maldición para la humanidad que aquellas incongruentes gavillasestuviesen así unidas… que esos dobles opuestos tuvieran que enfrentarsecontinuamenteenlasatormentadasentrañasdelaconciencia.¿Cómopodían,pues,disociarse?

Hastaahíhabíallegadoenmisreflexiones,cuando,comoyahedicho,unaluzindirecta,procedentedelamesadellaboratorio,comenzóaaclarareltemaquemepreocupaba.Empecéapercibirconmayorclaridaddeloquejamásseha afirmado, la trémula insignificancia, la nebulosa transitoriedad, de estecuerpo aparentemente tan sólido en el que vamos envueltos. Descubrí queciertosagentestienenelpoderdesacudiryarrancaresavestiduracarnal,delmismomodoqueelvientopodíaagitar las cortinasdeunpabellón.Pordosbuenas razones no entraré más a fondo en este aspecto científico de miconfesión.Enprimerlugar,porquehetenidoqueaprenderqueeldestinoylaresponsabilidaddenuestrasvidaslosllevamosligadosparasiempreanuestrasespaldas; y cuando alguien intenta deshacerse de ellos, no hacen más quevolver a gravitar sobre nosotros con una fuerza más desconocida y mástremenda.En segundo lugar, porque, comomi relato, ¡aydemí!, pondrá enevidencia,misdescubrimientosfueronincompletos.Baste,pues,condecirquenosólolleguéacomprenderquemicuerpomaterialnoeramásqueelaurayrefulgenciadeciertaspotenciasquecomponíanmiespíritu,sinoqueconseguíelaborarunadrogapormediodelacualestaspotenciaspodíanserdestronadasdesusupremacía,ysersustituidasporunasegundaformaycompostura,nomenosnaturales enmí, ya que eran expresióny reflejo de los aspectosmásvilesdemialma.

Vacilémuchoantesdeponerapruebaestateoría.Sabíamuybienquemearriesgabaamorir;yaquecualquierdrogaquecontrolaratanpoderosamenteehicieratemblarlafortalezamismadelaidentidadpodríasuprimirtotalmente,conlamenosescrupulosasobredosisolamásínfimainoportunidadencuantoalmomento de administrarla, aquel tabernáculo inmaterial que yo pretendíacambiar. Pero la tentación de un descubrimiento tan singular y profundosuperó finalmente cualquier asomo de alarma. Hacía mucho que habíapreparado mi tintura; en seguida compré, en un mayorista de productos

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químicos, una gran cantidad de cierta sal que, según sabía por misexperimentos,eraelúltimoingredientenecesario;ybienentradaunainfaustanoche,combinéloselementos,observécómohervíanyhumeabanenlavasija,y cuando cesó la ebullición, en un inusitado arranque de valor, me bebí lapócimadeuntrago.

Meacometieronlasangustiasmásatroces:uncrujirdehuesos triturados,unaterriblenáusea,yunhorrorenelalmaimposibledesuperarnienlahoradel nacimiento ni de la muerte. Luego, aquellas angustias empezaron aapaciguarse rápidamente y volví en mí como si saliese de una graveenfermedad.Habíaalgoextrañoenmissensaciones,algonuevoeinefabley,porsumismanovedad,deincreíbledulzura.Mesentíamásjoven,másligerodecuerpo,másalegre;notabadentrodemíunaimpetuosaosadía,unaoleadadeturbulentasimágenessensualessesucedíanvertiginosasenmiimaginación,comoelaguaenelcazdeunmolino,unadisolucióndelasatadurasdeldeber,unadesconocida,aunquenoinocente,libertaddeespíritu.Medicuenta,enelprimer aliento de esta nueva vida, de que eramás perverso, diez vecesmásperverso, que estaba esclavizado a mi genio maléfico primitivo; y esepensamiento, en aquel momento fortaleció mi ánimo y me deleitó como sifueravino.Estirélosbrazos,exultanteporlanovedaddeestassensaciones,yalhacerlo,deprontofuiconscientedequemiestaturahabíamenguado.

Enaquellaépocanohabíaespejoenmihabitación;elquehayahorajuntoamímientrasescribofue traídomás tarde,conmotivoprecisamentedeesastransformaciones. La noche, sin embargo, estaba ya muy entrada y elamanecer, todavía oscuro, estaba a punto de alumbrar el nuevo día… aaquellashoras,loshabitantesdemicasaestabansumidosenelsueñoderigor,por lo que decidí, rebosante como estaba de esperanzas y de júbilo,aventurarmebajominuevoenvoltoriohastamidormitorio.Atraveséelpatio,dondelasconstelacionesmemiraronasombradas,podíahaberpensado,yaqueeraelprimerserdeesaespeciequesuinsomnevigilancialeshabíarevelado;forastero enmi propia casa, llegué ami habitación y vi por vez primera elaspectodeEdwardHyde.

Aquímeveoobligadoahablarsóloenteoría,diciendonoloquesé,sinoloqueme imaginomás probable.El ladomalo demi naturaleza, al que habíatransferido el sello de la eficacia, era menos robusto y estaba menosdesarrollado que el lado bueno al que acababa de deponer. Además, en eltranscursodemivida,quehabíasido,despuésdetodo,unavidadeesfuerzo,virtud y control en sus nueve décimas partes, dicho lado había sidomuchomenosejercitadoyestabamuchomenosagotado.Deahí,creoyo,queEdwardHyde fuesemuchomáspequeño,más ligeroymás jovenqueHenry Jekyll.Del mismo modo que el bien resplandecía en el semblante de uno, el malestaba claramente grabado en el rostro del otro. Además, el mal (al que

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todavíadeboconsiderarelladoletaldelhombre)habíadejadoenaquelcuerpounaimprontadedeformidadydedecadencia.Ysinembargo,alcontemplarenelespejoaquellafeaimagen,nosentílamenorrepugnancia,sinomásbienunimpulsodebienvenida.Aquéltambiénerayo.Parecíanaturalyhumano.Traíaamisojosunaimagenmásrealistadelespíritu,parecíamásdirectoysimplequeel semblante imperfectoyescindidoquehastaentonces solía considerarmío.Yenesoteníaindudablementerazón.HeobservadoquecuandoadoptabalaaparienciadeEdwardHyde,nadiepodíaacercarseamíalprincipiosinunavisible aprensión física. Esto, según creo, se debía a que todos los sereshumanos, tal como los conocemos, son una mezcla del bien y del mal;mientrasqueEdwardHydeeraelúnicorepresentantedelmalpuroentodoelámbitodelgénerohumano.

Me quedé sólo un momento ante el espejo: el segundo y concluyenteexperimentotodavíaquedabaporhacer;aúnquedabaporversihabíaperdidoirremediablementemiidentidadydebíahuir,antesdequeamaneciese,deunacasaqueyanoeramía;yvolvícorriendoamigabinete,preparéotravez lapócimayme labebí,sufríunavezmás los tormentosde ladisolución,ydenuevovolvíamiser,recobrandolanaturaleza,laestaturayelrostrodeHenryJekyll.

Aquellanochehabía llegadoaunaencrucijadafatal.Sihubieraenfocadomidescubrimientoconunespíritumásnoble,sihubieracorridoelriesgodelexperimentoestandobajola influenciadeaspiracionesgenerosasopiadosas,todohabríasidodiferente,ydeaquellasangustiasdemuerteydenacimientohabría surgido un ángel en lugar de un demonio. La droga no tenía ningúnefectodiscriminatorio;noeranidiabólicanidivina;tansólohacíatemblarlaspuertasde la cárceldemi temperamentoy, como loscautivosdeFilipos, loqueestabadentrosalíaalexterior.Poraquelentoncesmivirtuddormitaba;loquehabíademaloenmí,quelaambiciónmanteníadespierto,estabaalertaydispuestoanodejarescaparlaocasión;yloqueestabaplaneadoeraEdwardHyde. Por lo tanto, aunque ahora tenía dos naturalezas lo mismo que dosapariencias,unadeellaseracompletamentemalvada,ylaotraseguíasiendoelviejo Henry Jekyll, ese incongruente compuesto de cuya reforma y mejorahabía aprendido ya a desesperar. Así que la tendencia estaba totalmenteorientadahacialopeor.

Nisiquieraentonceshabíasuperadotodavíamiaversiónalaaridezdeunavida dedicada al estudio.A veces seguía teniendo una alegre disposición; ycomomisplacereseran indecorosos (pornodecirotracosapeor),ynosóloerabienconocidoymuyconsiderado,sinoquemeestabahaciendomayor,esaincoherenciademividaseibahaciendocadadíamásincómoda.Fueporahípordondeminuevopodermetentóhastahacermecaeren laesclavitud.Noteníamás que beber la pócima e inmediatamenteme libraría del cuerpo del

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eminenteprofesoryadoptaría,comoungruesocapote,eldeEdwardHyde.Laideamehacíasonreír;enaqueltiempomeparecíagraciosa;portantohicemispreparativosconelmayoresmeroposible.AlquiléyamuebléaquellacasaenelSohoadonde llegó lapolicía siguiendo lapistadeHyde;ycontratécomoamadellavesaunacriaturadecuyosilencioypocosescrúpulosteníabuenaconstancia.Porotraparte,anunciéalaservidumbrequeuntalMr.Hyde(delque di su descripción) debía gozar de total libertad y plenos poderes enmicasadelaplaza;y,paraevitarcontratiempos,inclusolavisitébajominuevacaracterización para que se familiarizasen con mi presencia. Luego redactéaquel testamento al que tantos reparos pusiste; de modo que, si algo mesucedía en mi personificación del doctor Jekyll, pudiera pasarme a la deEdwardHydesinpérdidaspecuniarias.Yfortalecidoasíenambosflancos,esocreía, empecé a sacar provecho de las inesperadas inmunidades de misituación.

Antes los hombres alquilaban matones para llevar a cabo sus crímenes,mientrasquesuspropiaspersonasysureputaciónquedabanacubierto.Yofuielprimeroquehizoesoparasatisfacermisplaceres.Eraelprimeroquepodía,deestamanera,aparecerpúblicamenterevestidodeunacordialrespetabilidad,yuninstantedespués,comouncolegial,despojarmedeaquellospréstamosytirarmedecabezaalmardelalibertad.Ysinembargo,envueltoenunmantoimpenetrable, para mí la seguridad era completa. Imagínate… ¡ni siquieraexistía!Mebastabaconpoderescaparporlapuertadellaboratorio,ydisponerdeunpardesegundosparamezclarytomarmeelbebedizoquesiempreteníapreparado; y, fuera lo que fuese lo que hubiera hecho, Hyde desapareceríacomo el vaho del aliento en un espejo; y en su lugar, tranquilamente en sucasa, despabilando la lámpara de su despacho a medianoche, pudiéndosepermitirreírsedecualquiersospecha,seríaHenryJekyll.

Losplaceresquemeapresuréabuscarbajoestedisfraz fueron,comohedicho,indecorosos;nomeatreveríaaemplearuntérminomássevero.Pero,enmanos de Edward Hyde, pronto empezaron a derivar hacia lo monstruoso.Cuandovolvíade aquellas correrías, amenudome sumía enuna especiedeasombroantemivicariadepravación.Aqueldemoniofamiliarquehicesurgirdemipropiaalma,ysoltéparaquehiciesecuantoseleantojara,eraunserdeunamaldadyvilezainherentes; todossusactosypensamientossecentrabanensímismo;bebíaelplacerconavidezbestial infligiendoa losdemás todaclasedetorturas;eratanimplacablecomounaestatuadepiedra.HenryJekyllsehorrorizabaavecesantelosactosdeEdwardHyde;perolasituaciónestabaalmargendelasleyesordinarias,yseevadíainsidiosamentedelcontroldelaconciencia. Después de todo, el culpable era Hyde, y sólo Hyde. Jekyll noestaba peor; volvía a despertarse con sus buenas cualidades aparentementeintactas;inclusoseapresuraba,cuandoelloeraposible,arepararelmalhechoporHyde.Yasísuconcienciaseadormecía.

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Notengointencióndeentrarendetallesacercadelainfamiadelaque,deestemodo, fuicómplice(puesnisiquieraahorapuedoadmitirapenasque lacometí); sóloquieroseñalar lasadvertenciasy lassucesivasetapasmediantelascualessefueacercandomicastigo.Sufríunaccidenteque,comonotuvoconsecuencias,noharémásquemencionar.Unactodecrueldadconunaniñaatrajosobremílairadeuntranseúnte,alquereconocíelotrodíaenlapersonadeunpariente tuyo; elmédicoy la familiade laniña seunieron a él; hubomomentosenquetemípormivida;yporfin,paraapaciguarsumásquejustoenfado, Edward Hyde tuvo que llevarlos hasta la puerta y pagarles con unchequeextendidoanombredeHenryJekyll.Peroaquelpeligrofuefácilmenteeliminado en lo sucesivo, abriendo una cuenta en otro banco a nombre delpropio Edward Hyde; y cuando, torciendo un poco la escritura, hubeproporcionadounafirmaamidoble,creíhallarmeasalvodelosembatesdeldestino.

UnosdosmesesantesdelasesinatodesirDanvers,habíasalidoyoacorreruna de mis aventuras, de la que regresé muy tarde, y al día siguiente medespertéenlacamaconunassensacionesuntantoextrañas.Envanomiréamialrededor; en vano vislumbré el decoroso mobiliario y las ampliasproporciones de mi habitación en la casa de la plaza; en vano reconocí elestampadodeloscortinajesdellechoyeldiseñodelarmazóndecaoba;algoseguíainsistiendoendecirmequenomeencontrabadondecreíaencontrarme,quenomehabíadespertadodondeparecíaestar,sinoenlapequeñahabitacióndelSohoenlaquesolíadormirenelcuerpodeEdwardHyde.Sonreíparamisadentros y, siguiendo mis hábitos psicológicos, me puse a investigarlentamente los componentes de aquella ilusión y,mientras lo hacía, volví acaer, de vez en cuando, en una agradable somnolencia matutina. Seguíaocupadoen aquello cuando, enunode losmomentos enquemeencontrabamás despierto, mis ojos repararon en una de mis manos. Pues bien: HenryJekyll(comomehascomentadomuchasveces)teníalasmanostípicasdeunprofesional tanto en forma como en tamaño: grandes, firmes, blancas ydelicadas.Perolamanoquevienaquellosmomentosconbastanteclaridadala luz amarillenta de la media mañana londinense, medio cerrada sobre elembozo de la cama, era delgada, nervuda, nudosa, de una palidez fosca, yestabacubiertaporabundantevellooscuro.EralamanodeEdwardHyde.

Debí de quedarme mirándola fijamente cerca de medio minuto, sumidocomoestabaenelmeroestupordelasombro,antesdequeelterrordespertaseen mi pecho, tan inesperado y sobrecogedor como el estrépito de unosplatillos,ysaltandodelacama,meprecipitarahaciaelespejo.Alverloqueseencontraron mis ojos, me pareció que mi sangre se volvía menos espesa ysumamente helada. Sí, me había acostado como Henry Jekyll y habíadespertadocomoEdwardHyde.¿Cómopodíaexplicarseeso?,mepregunté;yluego,conotrosobresaltodeterror:¿cómoibaaremediarlo?Aquelloocurrió

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yamuyentrada lamañana; la servidumbreya sehabía levantado; todasmisdrogasestabanenelgabinete…desdedondemeencontraba,paralizadoporelterror, tenía que recorrer un largo trayecto: bajar dos tramos de escaleras,recorrer el pasillo de atrás, cruzar el patio y atravesar la sala de anatomía.Podría, en efecto, cubrirme el rostro; pero ¿de qué serviría eso, si no podíaocultarelcambiodeestatura?Yentonces,congranalivioconsolador,mevinoalamemoriaquelaservidumbreestabayaacostumbradaalasidasyvenidasdemisegundoyo.Enseguidamevestí, lomejorquepude,conropasdemipropiatalla;notardéenatravesarlacasa,dondeBradshawmemirófijamentey retrocedióalveraMr.Hydea semejantehoraycon tanextrañoatavío;ydiezminutosdespués,eldoctorJekyllhabíarecuperadosupropiaaparienciayestabasentado,conexpresiónsombría,fingiendoquedesayunaba.

Laverdadesqueteníapocoapetito.Aquelinexplicableincidente,aquellainversióndemiexperienciaanterior,parecíadeletrearmisentencia,comolosdedos sobreelmurobabilónico;yempecéa reflexionarmás seriamentequenunca acerca de las consecuencias y posibilidades de mi doble existencia.Aquellapartedemíqueyoteníaelpoderdeproyectarúltimamentehabíasidomuyejercitadayfomentada;enlosúltimostiemposteníalaimpresióndequeel cuerpo de Edward Hyde había aumentado de estatura, como si (cuandoadoptaba aquella forma) notara unamayor afluencia de sangre; y empecé abarruntar el peligro de que, si aquello se prolongaba mucho, mi equilibriomentalpodríaserdestruidoirreparablemente,quepodríaperderlafacultaddecambiaravoluntad,yque lapersonalidaddeEdwardHydeseapoderaríademí irrevocablemente.El poder de la droga no siempre se habíamanifestadoigualdeeficaz.Unavez,muyalprincipiodemicarrera,mehabíafalladoporcompleto;apartirdeentoncesenmásdeunaocasiónmehabíavistoobligadoadoblarladosis,einclusounavez,arrostrandouninfinitopeligrodemuerte,atriplicarla;yhastalafechaaquellasrarasincertidumbreshabíansidolaúnicasombra que empañaba mi satisfacción. Ahora, sin embargo, a la luz delaccidente de aquellamañana, llegué a la conclusión de que, en tanto que alprincipioladificultadhabíaresididoenquitarsedeencimaelcuerpodeJekyll,posteriormente, de forma gradual aunque decidida, dicho inconveniente sehabíatransferidoalladocontrario.Porconsiguiente,todoparecíaindicarqueestabaperdiendolentamenteelcontroldemipersonalidadoriginalymejor,yquepocoapocomeestabaconvirtiendoenmisegundoypeoryo.

Me di cuenta de que debía elegir entre las dos. Mis dos naturalezascompartían una misma memoria, pero todas las demás facultades estabanbastantedesigualmente repartidasentreellas. Jekyll (queerauncompuesto),unas veces con el más sensible recelo, otras con vehemente entusiasmo,planeabaycompartíalosplaceresyaventurasdeHyde;peroaHydeleteníasincuidadoJekyll,oalosumoseacordabadeélcomoelbandoleromontarazrecuerdalacuevaenlaqueseocultadesusperseguidores.Jekyllseinteresaba

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más que un padre;Hydemostrabamayor indiferencia que un hijo.Unirmisuerte a la de Jekyll suponía renunciar a aquellos apetitos a los quedurantetantotiempohabíacedidoaescondidasyqueúltimamentehabíaempezadoaconsentir.CompartirlaconHydesignificaba renunciaramilesde interesesyaspiraciones,yconvertirme,degolpeyparasiempre,enunserdespreciadoysinamigos.

La apuesta podía parecer desigual; pero había que sopesar otraconsideración;puesmientrasqueJekyllpadecíacondesazónlosardoresdelaabstinencia,Hydenisiquieraeraconscientedetodoloquehabíaperdido.Porextraña que fuerami situación, los términos de este debate son tan viejos yvulgares como el hombre mismo; pues son pocomás o menos los mismosestímulos y temores los que deciden la suerte de cualquier pecador que seenfrentatemblorosoalatentación;ymesucedióloquealainmensamayoríade mis semejantes: que elegí la mejor parte pero descubrí que carecía deenergíasparaceñirmeaella.

Sí,elegíalmédicodescontentoydeedadavanzada,rodeadodeamigosyque tan honradas esperanzas abrigaba; y me despedí resueltamente de lalibertad, la relativa juventud, el paso ligero, los impulsos repentinos y losplaceres secretos de los que había disfrutadobajo el disfraz deHyde.Toméaquelladecisiónquizásconcierta reserva inconsciente,puesnoabandoné lacasadelSoho,nidestruí laropadeEdwardHyde,quetodavíasiguelistaenmigabinete.Sinembargo,duranteunpardemesesfuifielamideterminación;durante dos meses llevé una vida más austera de lo que nunca habíaconseguido llevar, y disfruté de las compensaciones de una concienciatranquila.Perofinalmenteeltiempoempezóahacermeolvidarlainmediatezdeaquellostemores;loshalagosdelaconcienciacomenzaronaconvertirseencosa normal; empecé a sentirme torturado por angustias y anhelos, como siHyde forcejearapara liberarse; y al fin, enunmomentodedebilidadmoral,volvíunavezmásaprepararyapurardeuntragoelbebedizotransformador.

Supongo que cuando un borracho razona consigo mismo acerca de suvicio,niunasolavezentrequinientassesienteafectadoporlospeligrosquelehacecorrer subrutal insensibilidad física; tampocoyo,pormuchoquehayaexaminadomi situación, tuve bastante en cuenta la completa insensibilidadmoral y la insensata disposición almal, que eran los rasgos dominantes deEdward Hyde. Sin embargo, a causa de ellos fui castigado. Mi demoniollevaba mucho tiempo enjaulado y salió rugiendo. Era consciente, inclusomientrasme tomaba el bebedizo, dequemipropensión almal era cadavezmásdesenfrenada,másfuriosa.Debiódesereso,imagino,loqueprovocóenmialmaaquellatempestuosaimpacienciaconqueescuchélascortesíasdemidesdichada víctima; al menos, declaro ante Dios que ningún hombremoralmente sano podía haber sido culpado de aquel crimen en base a tan

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irrisoriaprovocación;yquelegolpeéconlamismafaltadejuicioconqueunniño enfermo podría romper un juguete. Pero me había despojadovoluntariamente de todos aquellos instintos compensatorios mediante loscuales incluso el peor de nosotros sigue su camino con cierto grado deestabilidad en medio de las tentaciones; y en mi caso, ser tentado, aunquefueralevemente,suponíacaer.

Enelactosedespertóenmíelespírituinfernalymepusefurioso.Conunarrebatodejúbilo,vapuleéaquelcuerpoquenoofrecíaresistencia,saboreandocon deleite cada golpe; y sólo cuando empezó amanifestarse el cansancio,sentídepronto,enlacimademidelirio,queunfríoestremecimientodehorrormetraspasabaelcorazón.Aldisiparseaquellaniebla,comprendíquemividaestaba sentenciada; y hui del escenario de aquellos excesos, exultante ytembloroso almismo tiempo, complacidas y estimuladasmis ansias demal,másexaltadoquenuncamiamoralavida.CorríamicasaenelSoho,y(paramayorseguridad)destruímisdocumentos;salídeallíalascallesiluminadasporfarolas,conlamenteescindidaporelmismoéxtasis,recreándomeenmicrimen, tramando despreocupadamente otros para el futuro, y sin embargoapresurándomeyatentoporsioíalospasosdemisperseguidores.

Hyde tenía una canción en los labiosmientras preparaba el brebaje, y altomárselo brindó por el hombre muerto. Todavía no habían terminado dedesgarrarlo los tormentos de la transformación, cuando Henry Jekyll,derramandoabundanteslágrimasdegratitudyremordimiento,cayóderodillasyalzóalcielo lasmanosentrelazadas.Elvelode laautocompasiónsehabíarasgadodearribaabajoyvimividaensutotalidad;laseguídesdelosdíasdemiinfancia,cuandopaseabadelamanodemipadre,yatravésdelostrabajosabnegadosdemividaprofesional,hasta llegarunayotravez,con lamismasensaciónde irrealidad,a los tremendoshorroresdeaquellanoche.Estuveapunto de gritar; traté de calmar con lágrimas y oraciones la repugnantemultitud de imágenes y sonidos que se desbordaban en mi recuerdo; y sinembargo, enmedio de las súplicas, el feo rostro demi iniquidadmiraba alinterior de mi alma. Cuando aquel remordimiento agudo empezó adesvanecerse, losiguióunasensacióndejúbilo.Elproblemademiconductaestabasolucionado.ApartirdeentoncesHydeyanoeraposible;loquisierayoono,ahoraestabareducidoalamejorpartedemiexistencia;yoh,¡cómomeregocijópensareneso!,¡conquécomplacientehumildadabracédenuevolasrestriccionesdelavidanormal!,¡conquésincerarenunciacióncerrélapuertapor laque tanamenudohabíaentradoysalido,ydestrocé la llavebajomispies!

Aldíasiguientellególanoticiadequeelasesinatohabíasidoinvestigado,quelaculpabilidaddeHydeeraevidenteparatodoelmundo,yquelavíctimaeraunhombremuyestimadopúblicamente.Nofuesólouncrimen,habíasido

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untrágicodesatino.Creoquemealegrédesaberlo;creoquemealegrédequemi terror al patíbulo hubiese apuntalado y protegidomismejores impulsos.Jekylleraahoramibaluarte;siHydeasomaraporunmomento,todoelmundoalzaríalasmanosparadetenerloymatarlo.

Decidí redimirelpasadoconmiconducta futura;ypuedodecircon todasinceridadquemidecisiónprodujoalgúnbien.Túsabesconcuántoempeñomeesforcéenlosúltimosmesesdelañopasadoporaliviarlossufrimientos;ytambién sabes lo mucho que hice por los demás, y que los días pasabantranquilamente,casifelizmenteparamí.Tampocopuedodecirrealmentequeme cansara de aquella vida inocente y caritativa; creo, por el contrario, quecada día disfrutaba más de ella; pero todavía padecía mi dualidad depropósitos;ymientras se embotabaelprimer filodemi arrepentimiento,miparte más ruin, consentida durante tanto tiempo y tan recientementeencadenada, empezabaa refunfuñarpidiendo licencia.NoesquepensaraenresucitaraHyde;lasimpleideadehaceresomeasustabahastaelparoxismo:no,eramipropiapersonalaqueunavezmásestabatentadadejugarconmiconciencia;yaescondidas,comounvulgarpecador,fuecomoacabécediendoalosasaltosdelatentación.

A todas las cosas les llega su fin; incluso lamedidademayorcapacidadterminapor colmarse; y aquella breve condescendencia con lo quehabía demaloenmífinalmentedestruyóelequilibriodemialma.Ysinembargo,noestabaalarmado;lacaídaparecíanormal,comounavueltaalosviejostiemposanterioresamidescubrimiento.Eraunhermosoyclarodíadeenero,conelsuelomojadopor haberse fundido la escarcha, pero sin nubes en el cielo; yRegent’s Park estaba lleno de gorjeos invernales y dulces fraganciasprimaverales. Me senté al sol en un banco; el animal que llevo dentro serelamía en sus recuerdos; el lado espiritual estaba un poco adormecido,prometiendo un posterior arrepentimiento, pero sin decidirse a empezar.Después de todo, pensaba, soy como mis semejantes; y entonces sonreí,comparándome con los demás hombres, comparandomi buena voluntad tanactivaconladesidiosacrueldaddesunegligencia.Yenelmomentomismoenque aquel pensamiento de vanagloria cruzaba mi mente, me sobrevino unmareo, una náusea horrorosa y unos tremendos escalofríos. Los síntomasdesaparecieron,peroquedéexhausto;yentonces,cuandoasuvezdisminuyóladebilidad,empecéadarmecuentadeuncambioenmispensamientos,unamayor audacia, un desprecio al peligro, una disolución de las ataduras deldeber. Bajé la mirada; mis ropas colgaban informes sobre mis miembrosencogidos; lamano que reposaba sobremi rodilla era nudosa y peluda. DenuevomehabíaconvertidoenEdwardHyde.Unmomentoanteseradignodelrespetodetodoelmundo,ricoyquerido…lamesapreparadameesperabaenelcomedordemicasa;ahora,encambio,mehabíaconvertidoenunavulgarpresa de los hombres, un perseguido, sin hogar, un conocido asesino,

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candidatoalcadalso.

Mi razón flaqueó, pero no me falló del todo. Más de una vez habíaobservado que, en mi segunda personificación, mis facultades parecíanhaberseagudizadohastaciertopuntoymiánimohabersevueltomástensoyelástico; y así sucedió que, allí en donde Jekyll quizás hubiese sucumbido,Hydeestuvoalaalturadelascircunstancias.Misdrogasestabanenunadelasvitrinas de mi gabinete; ¿cómo llegar a ellas? Ese era el problema que(estrujándomelassienesconlasmanos)mepusearesolver.Habíacerradolapuertadellaboratorio.Siintentabaentrarporlacasa,mispropioscriadosmeenviaríanalpatíbulo.Comprendíqueteníaqueutilizaraotrapersona,ypenséenLanyon.Pero¿cómollegarhastaél?,¿cómopersuadirlo?Suponiendoquelograseevitarquemecapturasenenlacalle,¿cómoibaaabrirmepasohastaél?,y¿cómopodíayo,unvisitantedesconocidoydesagradable,convenceralfamoso médico para que desvalijara el despacho de su colega, el doctorJekyll? Entonces recordé que todavía me quedaba una parte de mipersonalidad original: podía escribir con mi propia letra; y en cuanto tuveaquella brillante ocurrencia, el camino a seguir quedó iluminado desde elprincipiohastaelfinal.

Inmediatamentedespués,mearreglélaropalomejorquepude,yllamandoauncabrioléconpescantequepasabaporallí,medirigíaunhotelenPortlandStreet,cuyonombrerecordéporcasualidad.Alvermiaspecto(quelaverdadesqueerabastantecómico,portrágicoquefueraeldestinoqueaquellaropaocultaba),elcocheronopudoocultarlarisa.Rechinélosdientesanteélenunacceso de furia diabólica, y la sonrisa se desvaneció de su rostro…afortunadamente para él… pero todavía más para mí, pues si se hubieraprolongadosólounmomentomássindudalohabríaarrojadodesupescante.Cuandoentréenlaposada,miréamialrededorcontanadustosemblantequehice temblar a los empleados; no intercambiaron ni una sola mirada en mipresencia,sinoqueatendieronservilmentemisórdenes,mecondujeronaunahabitaciónprivadaymetrajeronrecadodeescribir.Cuandosuvidapeligraba,Hyde se convertía en una criatura nueva para mí: se estremecíadesmesuradamentedeira,seexcitabahastabordearelasesinato,deseabahacersufrirasussemejantes.Sinembargoaquelsereraastuto;dominósufuriaconun gran esfuerzo de voluntad; escribió dos cartas importantes, una paraLanyonyotraparaPoole;y,paraasegurarsedequeerancursadas,lasmandóconinstruccionesdequefuerancertificadas.

A partir de entonces permaneció todo el día en su habitación junto alfuego,mordiéndoselasuñas;allícenó,sentadoasolasconsustemores,conelcamarero visiblemente acobardado en su presencia; y desde allí, cuando sehizocompletamentedenoche,partióenuncochedealquilercerrado,ocultoenun rincón,y fueconducidodeun ladoaotropor las callesde la ciudad.

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Digo él… pues no puedo decir yo. Aquel ser infernal no tenía nada dehumano; en él no habitabamás que el miedo y el odio. Y cuando por fin,creyendo que el cochero había empezado a abrigar sospechas, despidió elcoche y, ataviado con sus ropas demasiado grandes que le hacían llamar laatención,seaventuróaandarenmediodelostranseúntesnocturnos,aquellasdos degradantes pasiones bramaban en su interior como una tempestad.Caminaba deprisa, perseguido por sus temores, hablando consigo mismo,escondiéndose en las calles menos transitadas, contando los minutos quetodavía lo separaban de lamedianoche.En una ocasión le habló unamujer,ofreciéndole,creo,unacajadecerillas.Éllagolpeóenelrostroyellahuyó.

Cuando volví a mi ser en casa de Lanyon, quizá me afectó un poco elhorrormanifestadopormiviejoamigo:nolosé;almenosfuesólounagotaenel océanode odio conque rememoraba aquellas horas.Un cambio se habíaproducidoenmí.Yanoeraelmiedoalpatíbulo,eraelpavordeserHydeloquemeatormentaba.AcogílacondenadeLanyonenpartecomounsueño;yenpartecomounsueñoregreséamipropiacasaymemetíenlacama.Traselabatimiento de aquel día, dormí con un sueño intenso y profundo que nisiquierapudointerrumpirlapesadillaquemedejóextenuado.Medespertéporla mañana desconcertado, debilitado, pero repuesto. Seguía odiando ytemiendolaideadequeenmiinteriordormíaunabestia,ynohabíaolvidado,porsupuesto,lospeligrosdeldíaanterior;peroestabaotravezencasa,enmipropia casa y cerca de mis drogas; y la gratitud por haber logrado escaparbrillabatanintensamenteenmialmaquecasirivalizabaconelresplandordelaesperanza.

Paseabasinprisasporelpatiodespuésdeldesayuno,aspirandocondeleiteelfrescordelaire,cuandovolvieronaapoderarsedemíaquellassensacionesindescriptiblesqueanunciabanelcambio;yapenassituvetiempodeponermea cubierto en mi gabinete, cuando una vez más las pasiones de Hyde mepusieron furioso y me dejaron paralizado. En aquella ocasión necesité unadosisdobleparavolvera seryomismo;y, ¡aydemí!, seishorasmás tarde,mientras estaba sentado contemplando con tristeza el fuego, volvieron lasangustiasy tuvequeadministrarmedenuevo ladroga.Enpocaspalabras, apartir de aquel día pareció que sólomediante un gran esfuerzo, como en lagimnasia, y sólo bajo el inmediato estímulo de la droga, era yo capaz deconservar el aspecto de Jekyll. A cualquier hora del día y de la noche measaltabanaquellosestremecimientospremonitorios;sobretodo,simedormía,oinclusosidormitabaunmomentoenelsillón,medespertabasiemprecomoHyde.

Bajolatensióndeaquelfunestodestinoquecontinuamentesecerníasobremí,yacausadelinsomnioalquemehabíacondenadoyomismo,sí,inclusomásalládeloquehabíacreídohumanamenteposible,meconvertí,sinperder

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mipropiapersonalidad,enunserdevoradoyconsumidoporlafiebre,débilyenfermizodecuerpoydemente,yúnicamentedominadoporunasolaidea:elhorroramiotroyo.Perocuandomedormía,ocuandodesaparecíaelefectodelmedicamento,sinapenastransición(pueslosdoloresdelatransformacióncadadía eranmenos acusados), se apoderabademíuna fantasíaplagadadeimágenes aterradoras, mi alma bullía de odios sin motivo, y mi cuerpo noparecíalobastantefuerteparacontenerlasirrefrenablesenergíasdelavida.

Los poderes de Hyde parecían haber aumentado con la mala salud deJekyll.Ysinduda,elodioqueahora losdividíaera igualporambaspartes.Para Jekyll era una cuestión de instinto vital. Había conocido ya toda ladeformidadde aquel ser que compartía con él algunos de los fenómenos deconciencia,yerasucoherederohastadelamuerte:másalládeaquelloslazoscomunes,queensímismosconstituíanlapartemásintensadesusufrimiento,pensabaqueHydeera,peseatodasuenergíavital,algonosóloinfernalsinoinorgánico.Esoeralomásespantoso:queellimodelabismoparecíaproferirgritosyvoces;queelpolvoamorfogesticulabaypecaba;que loqueestabamuertoycarecíadeformausurpabalasfuncionesdelavida.Ytambiénesto:que aquel horror insurgente estaba unido a él más estrechamente que unaesposa,oqueunojo;estabaenjauladoensucuerpo,dondeleoíamurmurarysentía cómo se esforzaba por renacer; y que en cualquier momento dedebilidad, y durante la relajación del sueño, se impondría sobre él y lodesposeeríadelavida.

El odio de Hyde por Jekyll era de otro orden. Su terror al patíbulo loempujaba continuamente a cometer un suicidio temporal, y a volver a sucondicióndepartesubordinadaynodepersona;peroaborrecíalanecesidad,aborrecía el desaliento en que Jekyll había caído ahora, y le ofendía laaversión que su presencia provocaba.De ahí las simiescas jugarretas que legastaba, garabateando blasfemias en las páginas de los libros conmi propialetra,quemandolascartasydestruyendoelretratodemipadre;yenefecto,denohabersidoporsumiedoamorir,hacetiempoquesehabríadestruidoasímismocontaldearrastrarmeamíaladestrucción.Perosuamoralavidaesasombroso;yaúndiríamás:yo,quemepongoenfermoy sientoescalofríossólo de pensar en él, cuando recuerdo lo abyecto y apasionado que es eseapegosuyoa lavida,ymedoycuentadehastaquépunto leaterraelpoderque tengo sobre él de eliminarlomediante el suicidio, comprueboque en elfondolocompadezco.

Esinútilprolongarestadescripción,ydeverasmefaltatiempoparaello;baste con decir que nadie ha sufrido nunca semejantes tormentos; y sinembargo la costumbre de sobrellevarlos me ha proporcionado… no alivio,desde luego… sino una cierta insensibilidad en el alma, una ciertaconformidad con la desesperación; y mi castigo podría haberse prolongado

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duranteaños,denoserporlaúltimacalamidadqueacabadeacontecer,yquefinalmentemehadespojadodemipropiorostroynaturaleza.Miprovisióndeaquellasal,quenohabíasidorenovadadesdemiprimerexperimento,empezóaescasear.Enviéaporunnuevosuministro,ymezclélapoción;seprodujolaconsiguienteebulliciónyelprimercambiodecolor,aunquenoelsegundo;mela bebí, pero no surtió efecto. Sabrás por Poole cómo he registrado todoLondres;fueenvano;yahoraestoypersuadidodequemiprimersuministroera impuro, y que fue esa impureza desconocida la que prestó eficacia a lapócima.

Ha pasado alrededor de una semana, y ahora estoy terminando estadeclaración bajo la influencia del último resto de los viejos polvos.Esta es,pues, laúltimavez,amenosqueocurraunmilagro,queHenryJekyllpuedepensar por sí mismo o contemplar su propio rostro (¡ahora tanlamentablemente alterado!) en el espejo. Y no debo demorar demasiado laterminación demi escrito; pues simi relato se ha librado hasta ahora de ladestrucción, ha sido gracias a la combinación de una gran prudencia y deabundante buena suerte. Si mientras escribo me vinieran los dolores delcambio,Hydeharíapedazosestadeclaración;perositranscurrealgúntiempodespués de que la guarde, su sorprendente egoísmo y su circunscripción almomentoprobablementelalibraránunavezmásdesurencorsimiesco.Ylaverdad es que el funesto destino que se cierne sobre nosotros dos hacontribuidotambiénacambiarloyaabrumarlo.Dentrodemediahora,cuandounavezmás,yparasiempre,vuelvaaadoptaresaodiosapersonalidad,séquepermanecerésentadoenmisillón,temblandoyllorando,ocontinuaréyendoyviniendoporestahabitación (miúltimorefugioenestemundo),enun tensoarrebatodepánico,prestandooídosacualquierruidoquepuedasuponerunaamenaza.

¿Morirá Hyde en el cadalso? ¿O encontrará el valor suficiente paraliberarseporsímismoenelúltimomomento?SóloDioslosabe;metraesincuidado;yomueroenesteprecisoinstante,yloquevengadespuésconcierneaotro,noamí.Aquí,pues,mientrasdejoaunladolaplumaymedispongoalacrarmiconfesión,pongofinalavidadeldesdichadoHenryJekyll.

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