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v fórcola Voltaire EL FILÓSOFO IGNORANTE Traducción de Mauro Armiño Prólogo de Fernando Savater

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  • vfrcola

    VoltaireEL FILSOFO IGNORANTE

    Traduccin de Mauro ArmioPrlogo de Fernando Savater

  • EL FILSOFO IGNORANTE

  • Voltaire

    EL FILSOFO IGNORANTE

    Prlogo deFernando Savater

    Traduccin y notas de Mauro Armio

    frcola

  • Singladuras

    Director de la coleccin: Francisco Javier Jimnez

    Diseo de cubierta: Silvano Gozzer

    Maquetacin y correccin: Susana Pulido

    Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra estprotegido por la Ley, que establece penas de prisin y/o multas,adems de las correspondientes indemnizaciones por daos yperjuicios para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren ocomunicaren pblicamente, en todo o en parte, una obra litera-ria, artstica o cientfica, o su transformacin, interpretacin oejecucin artstica fijada en cualquier tipo de soporte o comuni-cada a travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin.

    Ttulo original: Le Philosophe ignorant

    Del Prlogo, Fernando Savater, 2010 De la traduccin y las notas, Mauro Armio, 2010 Frcola Ediciones, 2010C/ Querol, 4 - 28033 Madrid www.forcolaediciones.com

    Depsito legal: M- 20011-2010ISBN: 978-84-936321-4-4 [edicin impresa]ISBN: 978-84-15174-21-9 [edicin digital (PDF)] Imprime: Elece Industria Grfica, S. L.Encuadernacin: Moen, S. L.Impreso en Espaa, CEE. Printed in Spain

  • Primera cuestin . . . . . . . . . . . . . . . . . 17Nuestra debilidad . . . . . . . . . . . . . . . . . 18Cmo puedo pensar? . . . . . . . . . . . . . 19Me es necesario saber? . . . . . . . . . . . 21Aristteles, Descartes y Gassendi . . . . 21Los animales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23La experiencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24Sustancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25Lmites estrechos . . . . . . . . . . . . . . . . . 26Descubrimientos imposibles . . . . . . . . 27Desesperacin fundada . . . . . . . . . . . . 28Debilidad de los hombres . . . . . . . . . . 30Soy libre? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30Es todo eterno? . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35Inteligencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37Eternidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38Incomprensibilidad . . . . . . . . . . . . . . . 38

    NDICE

    IIIIIIIVVVIVIIVIIIIXXXIXIIXIIIXIVXVXVIXVII

    Prlogo de Fernando Savater . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Nota de traduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

    El filsofo ignorante

  • Infinito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39Mi dependencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40La eternidad de nuevo . . . . . . . . . . . . . 41Mi dependencia de nuevo . . . . . . . . . . 43Nueva cuestin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43Un solo artfice supremo . . . . . . . . . . . 44Spinoza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47Absurdidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54Del mejor de los mundos . . . . . . . . . . 57De las mnadas, etctera . . . . . . . . . . 60De las formas plsticas . . . . . . . . . . . . 61De Locke . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62Qu he aprendido hasta ahora? . . . . 68Hay una moral? . . . . . . . . . . . . . . . . . 68Utilidad real Nocin de la justicia . . 70Es prueba de verdad el consenso universal? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74Contra Locke . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75Contra Locke . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76La naturaleza igual en todas partes . 80De Hobbes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81Moral universal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82De Zoroastro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83De los brahmanes . . . . . . . . . . . . . . . . . 85De Confucio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85De los filsofos griegos y en primer lugar de Pitgoras . . . . . . . . . . . . . . . . 87De Zaleuco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87De Epicuro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88

    XVIIIXIXXXXXIXXIIXXIIIXXIVXXVXXVIXXVIIXXVIIIXXIXXXXXXXIXXXIIXXXIII

    XXXIVXXXVXXXVIXXXVIIXXXVIIIXXXIXXLXLIXLII

    XLIIIXLIV

  • De los estoicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89Filosofa y virtud . . . . . . . . . . . . . . . . . 91De Esopo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91De la paz nacida de la filosofa . . . . . . 92Otras cuestiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93Otras cuestiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94Ignorancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94Otras ignorancias . . . . . . . . . . . . . . . . . 95Mayor ignorancia . . . . . . . . . . . . . . . . . 96Ignorancia ridcula . . . . . . . . . . . . . . . . 97Peor que ignorancia . . . . . . . . . . . . . . 98Comienzo de la razn . . . . . . . . . . . . . 98

    XLVXLVIXLVIIXLVIIIXLIXLLILIILIIILIVLVLVI

    Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101ndice onomstico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

  • EMPECEMOS por constatar algo obvio y que sinembargo puede sonar paradjico: llamar a un fil-sofo ignorante es una redundancia. Desde susorgenes, ser filsofo es asumir que uno no poseea sofa, la sabidura, sino que solamente aspira aella con amor fila no siempre correspondido.Ya de entrada se admite que no se es un sofs, unsabio, sino slo alguien que duda de los saberesestablecidos y suspira por un saber verdadero, taninvulnerable a la duda como, ay, inalcanzable. Elsabio sabe que sabe (o cree que sabe) mientras queel filsofo slo sabe que no sabe pero est segurode que le gustara saber.

    No es cuestin de modestia, nada de eso, sino, alcontrario, exceso de ambicin intelectual: lo queel filsofo quisiera saber es algo tan vasto y esencialque desborda los conocimientos asequibles a nues-tras limitadas capacidades de observacin y expe-riencia. Por eso sus mayores triunfos se resuelvenfinalmente en fracasos, por eso ningn filsofologra poner punto final a la filosofa ni siquieraanular definitivamente a los filsofos que le han

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    PRLOGO

    Voltaire, escptico y militante

    Fernando Savater

  • precedido y que siguen presentes en su propia obra,dudosos y tenaces. Dedicarse de veras a la filosofaes renunciar a la resignacin y a la paciencia, tansabias. El filsofo es y pido perdn por parafra-sear a Jos Mara Pemn un divino impaciente.

    La impaciencia de Voltaire iba por otro lado. A lno le desazonaba la ausencia de certezas definitivasy esenciales, sino la urgencia de acabar con los erro-res de uno u otro tamao que obstaculizan ellogro de una vida razonablemente dichosa y prspe-ra para los humanos. Si alguien crey firmemente(pese a su radical escepticismo) en el primum vive-re, deinde philosophari, ese fue Voltaire. Combi-naba un agudo escepticismo respecto a la posibilidadde resolver de una vez por todas las grandes cuestio-nes con un optimismo militante sobre la mejora delos asuntos cotidianos: est a nuestro alcance lograruna vida ms racional, ms higinica, mejor infor-mada y menos cruel si acabamos con prejuicios ysupersticiones. Los filsofos deberan aplicarse aesta tarea y no a intentar resolver acertijos metaf-sicos que trascienden lo que un modesto mamferocomo es el hombre puede abarcar.

    Es precisamente el exceso de ambicin y la pre-suncin que la acompaa lo que ha hecho hasta hoytan ineficaces a los filsofos. En un prrafo contun-dente de este libro, Voltaire traza un balance desola-dor: Desde Tales hasta los profesores de nuestrasuniversidades, y hasta los ms quimricos razonado-

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  • res, y hasta sus plagiarios, ningn filsofo ha influi-do ni siquiera en las costumbres de la calle en queviva. Por qu? Porque los hombres se rigen por lacostumbre y no por la metafsica. Un solo hombreelocuente, hbil y prestigioso podr mucho sobre loshombres; cien filsofos no podrn nada si no sonms que filsofos. No hace falta decir que Voltairequiso siempre ser ese hombre elocuente e influyen-te y no uno ms en la caterva estril de los filsofosdigamos puros.

    El filsofo ignorante aparece mencionado porprimera vez en una carta de Mme. du Deffand aWalpole, fechada en 1767. Es lgico suponer que fueescrito el ao anterior, es decir ya en la anciani-dad del autor. Est compuesto de apuntes breves,a veces perentorios (estilo no le des ms vueltas)y a menudo irnicos, o mejor: sarcsticos. Ni siquie-ra Locke, al que admir y vener toda su vida, sesalva de algunos zarpazos. Voltaire vuelve a defen-der su desmo contra todo y contra todos (en espe-cial contra actitudes como la de Spinoza, al cualsita perspicazmente del lado del atesmo a pesarde hablar tanto de Dios). Para su mente prctica yordenada, un Ser Superior que garantice el ordenracional del Universo y la ley moral, pero sin mez-clarse en querellas inquisitoriales ni absurdassupersticiones, es un servicio pblico intelectual deprimera necesidad. Si por casualidad no existiera,deberamos inventarlo y defenderlo nosotros es

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  • decir, los humanos que queremos vivir mejor porrazones de estricta utilidad

    En las ltimas lneas, constata que el mons-truo enemigo de la razn (al que no es difcil ponernombre y apellidos, aunque varen a lo largo de lahistoria) sigue activo y por tanto quien defiendala verdad corre el riesgo permanente de ser perse-guido por causa de ella. Sin embargo, a pesar de esaamenaza, no debemos permanecer ociosos en lastinieblas. Es el mensaje final de alguien que per-maneci activo y combativo hasta su ltimo aliento.

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  • SABEMOS que las partes esenciales de este pequeoensayo fueron escritas por Voltaire verosmilmentea principios de 1766; publicado junto con otras pie-zas en ese ao, probablemente en diciembre, cuan-do Voltaire ya ha cumplido setenta y dos aos, en1767 ya eran seis las reediciones de Le philosopheignorant. Luego fue integrado, con el ttulo de LesQuestions dun homme qui ne sait rien (Las cuestio-nes de un hombre que no sabe nada), en los Nou-veaux Mlanges del autor.

    Para la traduccin sigo el texto de Le philosopheignorant incluido en el tomo de Mlanges de Vol-taire preparado por Jacques van den Heuvel (Galli-mard, 1961). En 1987, en The Complete Works ofVoltaire apareci su edicin crtica al cuidado deRoland Mortier, especialista del siglo ilustrado (ree-dicin de la Voltaire Foundation, Oxford, 2000). Enella se sigue la edicin prnceps de 1766, sin atenderalgunas variantes adems de los tres ltimos cap-tulos, LVII, LVIII y LIX, eliminados a partir de1767 introducidos por Voltaire; la ms significati-va, la del trmino duda de los ttulos capitulares,que el filsofo sustituy por cuestin.

    M. A.

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    NOTA DE TRADUCCIN

  • El filsofo ignorante

  • 17Primera cuestin

    Quin eres? De dnde vienes? Qu haces? Qullegars a ser? Es una cuestin que debe plantearse atodos los seres del universo, pero a la que ningunonos responde. Pregunto a las plantas qu virtud lashace crecer, y cmo el mismo terreno produce fru-tos tan diversos. Estos seres insensibles y mudos,aunque enriquecidos con una facultad divina, medejan en mi ignorancia y con mis vanas conjeturas.

    Interrogo a esa multitud de animales diferentesque en su totalidad tienen movimiento y lo comuni-can, que gozan de las mismas sensaciones que yo,que tienen una medida de ideas y de memoria juntocon todas las pasiones. Saben todava menos que yolo que son, por qu son, y qu llegan a ser.

    Sospecho, tengo motivos incluso para creer, quelos planetas que giran alrededor de los innumera-bles soles que llenan el espacio estn habitados porseres sensibles y pensantes; pero una barrera eternanos separa, y ninguno de estos habitantes de otrosglobos se ha comunicado con nosotros.

  • En Le Spectacle de la nature1, el seor prior ledice al seor caballero que los astros estaban hechospara la Tierra, y la Tierra, as como los animales,para el hombre. Pero como el pequeo globo de laTierra gira como los dems planetas alrededor delSol; como los movimientos regulares y proporciona-les de los astros pueden subsistir eternamente sinque existan hombres; como en nuestro pequeoplaneta hay infinitamente ms animales que seme-jantes mos, he pensado que el seor prior tenacierto exceso de amor propio al presumir que todohaba sido hecho para l; he visto que, a lo largo desu vida, el hombre es devorado por todos los anima-les si est indefenso, y que todos lo devoran tambindespus de su muerte. Por eso me ha costado mu-cho trabajo concebir que el seor prior y el seorcaballero fuesen los reyes de la naturaleza. Esclavode todo lo que me rodea en lugar de ser rey, encerra-do en un punto, y rodeado por la inmensidad, em-piezo por buscarme a m mismo.

    IINuestra debilidad

    Soy un animal dbil; al nacer no tengo ni fuerza,ni conocimiento, ni instinto; ni siquiera puedoarrastrarme hasta la teta de mi madre, como hacen

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  • todos los cuadrpedos; slo adquiero algunas ideasde la misma manera que adquiero un poco de fuer-za, cuando mis rganos empiezan a desarrollarse.Esa fuerza aumenta en m hasta la poca en que, nopudiendo crecer ms, disminuye da tras da. Esepoder de concebir ideas aumenta asimismo hasta sutrmino, y luego se desvanece insensible y gradual-mente.

    Cul es la mecnica que aumenta a cada instan-te las fuerzas de mis miembros hasta el lmite pres-crito? Lo ignoro; y quienes han pasado su vida bus-cando esa causa no saben ms que yo.

    Cul es ese otro poder que hace entrar unasimgenes en mi cerebro, que las conserva en mimemoria? Quienes han hecho la experiencia lo hanbuscado intilmente; todos estamos en la mismaignorancia de los primeros principios en que nosencontrbamos en nuestra cuna.

    IIICmo puedo pensar?

    Me han enseado algo los libros escritos desdehace dos mil aos? A veces nos entran ganas de sa-ber cmo pensamos, aunque rara vez nos entrendeseos de saber cmo digerimos, cmo andamos.He interrogado a mi razn, le he preguntado lo quees: esa pregunta siempre la ha dejado confusa.

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  • Por medio de ella he tratado de descubrir si lasmismas causas que me hacen digerir, que me hacenandar, son las mismas por las que tengo ideas.Nunca he podido concebir cmo y por qu estasideas huan cuando el hambre debilitaba mi cuerpo,y cmo renacan cuando haba comido.

    He visto una diferencia tan grande entre los pen-samientos y la comida, sin la que no pensara, quehe credo que haba en m una sustancia que razo-naba y otra sustancia que digera. Sin embargo,cuando he querido seguir demostrndome quesomos dos, he sentido burdamente que soy unosolo; y esa contradiccin siempre me ha causado undolor extremado.

    He preguntado a algunos de mis semejantes quecultivan la tierra, nuestra madre comn, con muchoesfuerzo, si sentan que eran dos, si haban descu-bierto por medio de su filosofa que posean en smismos una sustancia inmortal, y sin embargo for-mada de nada, que existe sin extensin, que actasobre sus nervios sin tocarlos, expresamente envia-da al vientre de su madre seis semanas despus de suconcepcin; han pensado que yo tena ganas de bur-la y han seguido labrando sus campos sin respon-derme.

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  • IVMe es necesario saber?

    As pues, viendo que una enorme cantidad dehombres no tena la menor idea de las dificultadesque me preocupan y ni siquiera sospechaba lo quese dice en las escuelas del ser en general, de la mate-ria, del espritu, etctera; viendo incluso que se bur-laban con frecuencia de lo que yo quera saber, hesospechado que no era del todo necesario que lo su-piramos. He pensado que la naturaleza ha dado acada ser la porcin que le conviene; y he credo quelas cosas que no podemos alcanzar no son de nues-tra incumbencia. Mas, a pesar de esta desesperanza,no dejo de desear instruirme y mi curiosidad enga-ada sigue siendo insaciable.

    VAristteles, Descartes y Gassendi

    Aristteles empieza por decir que la incredulidades la fuente de la sabidura; Descartes ha diluido esepensamiento, y los dos me han enseado a no creernada de lo que me dicen. El tal Descartes, sobretodo, despus de haber fingido que dudaba, habla enun tono tan afirmativo de lo que no entiende, esttan seguro de lo que afirma cuando en fsica se equi-voca groseramente, ha construido un mundo tan

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  • imaginario, son de un ridculo tan prodigioso sustorbellinos y sus tres elementos, que debo descon-fiar de todo lo que me dice sobre el alma despus dehaberme engaado tanto sobre los cuerpos. Que loelogien, en buena hora, siempre que no se elogiensus camelos filosficos, despreciados hoy da parasiempre en toda Europa.

    Cree o finge creer que nacemos con pensamien-tos metafsicos. Sera lo mismo que afirmar queHomero naci con la Ilada en la cabeza. Bien escierto que, al nacer, Homero tena un cerebro hechode tal modo que, tras adquirir luego ideas poticas,unas veces hermosas, otras incoherentes, otras exa-geradas, termin escribiendo la Ilada. Al nacertraemos el germen de cuanto se desarrolla en noso-tros; pero en realidad no tenemos ms ideas innatasque pinceles y colores trajeron al nacer Rafael yMiguel ngel.

    Para tratar de conciliar las partes dispersas desus quimeras, Descartes supuso que el hombrepiensa siempre; sera lo mismo que imaginar quelas aves no dejan nunca de volar, ni los perros decorrer, porque stos tienen la facultad de correr yaqullas la de volar.

    A poco que consultemos nuestra propia expe-riencia y la del gnero humano, quedamos perfecta-mente convencidos de lo contrario. No hay nadie lobastante loco para creer firmemente que haya pen-sado toda su vida, da y noche sin interrupcin,

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  • desde que era feto hasta su ltima enfermedad. Elrecurso de quienes han querido defender ese came-lo ha sido decir que se pensaba siempre, pero sindarse uno cuenta. Tanto valdra decir que uno bebe,que come y que corre a caballo sin saberlo. Si no osdais cuenta de que tenis ideas, cmo podis afir-mar que las tenis? Gassendi2 se burl como debade ese extravagante sistema. Sabis lo que ocurri?Tomaron a Gassendi y a Descartes por ateos, porquerazonaban.

    VILos animales

    De la suposicin de que los hombres tenancontinuamente ideas, percepciones, concepciones,se deduca naturalmente que los animales tambinlas tenan; porque es indiscutible que un perrode caza tiene la idea de su amo, al que obedece, y dela caza que le trae. Es evidente que tiene memoria, yque combina algunas ideas. As pues, si el pensa-miento del hombre era tambin la esencia de sualma, el pensamiento del perro era tambin la esen-cia de la suya, y si el hombre tiene ideas siempre erapreciso que los animales las tuvieran siempre. Parazanjar esa dificultad, el fabricante de los torbelli-nos3 y de la materia estriada os decir que los ani-males eran simples mquinas que buscaban decomer sin tener apetito, que posean desde luego los

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  • rganos del sentimiento para no experimentarnunca la menor sensacin, que gritaban sin dolor,que expresaban su placer sin alegra, que contabancon un cerebro para no recibir en l la ms ligeraidea, y que de este modo eran una contradiccinperpetua de la naturaleza.

    Este sistema era tan ridculo como el otro; pero,en lugar de demostrar su extravagancia, fue tratadode impo; se pretendi que este sistema repugnabaa la Sagrada Escritura, que dice, en el Gnesis4, queDios hizo un pacto con los animales, y que lesreclamar la sangre de los hombres que hayan mor-dido y comido; lo cual supone de modo manifiestoen los animales la inteligencia, el conocimiento delbien y del mal.

    VIILa experiencia

    No mezclemos nunca la Sagrada Escritura ennuestras disputas filosficas: son cosas demasiadoheterogneas y que no tienen ninguna relacin.Aqu slo se trata de examinar lo que podemossaber por nosotros mismos, y esto se reduce a bienpoca cosa. Hay que haber renunciado al sentidocomn para no admitir que en el mundo no sabe-mos nada ms que por la experiencia; y, por supues-to, si slo por la experiencia y por una sucesin de

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  • tanteos y de largas reflexiones llegamos a conseguiralgunas dbiles y ligeras ideas del cuerpo, del espa-cio, del tiempo, del infinito, de Dios mismo, nomerece la pena que el Autor de la naturaleza pongaestas ideas en el cerebro de todos los fetos a finde que luego slo haya un pequesimo nmero dehombres que las usen.

    Respecto a los objetos de nuestra ciencia, todossomos como los amantes ignorantes Dafnis y Cloecuyos amores y vanos intentos nos describi Longo5.Necesitaron mucho tiempo para adivinar cmopodan satisfacer sus deseos, porque carecan deexperiencia. Lo mismo les ocurri al emperadorLeopoldo6 y al hijo de Luis XIV7; hubo que instruir-los. Si hubieran tenido ideas innatas, es de suponerque la naturaleza no les hubiera negado la principaly nica necesaria para la conservacin de la especiehumana.

    VIIISustancia

    Como slo se puede tener alguna nocin porexperiencia, es imposible que podamos saber nuncalo que es la materia. Tocamos, vemos las propieda-des de esa sustancia; pero esa misma palabra desustancia, lo que est debajo, nos advierte suficien-temente de que ese debajo siempre nos ser desco-nocido: por ms que descubramos de sus aparien-

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  • cias, siempre quedar por descubrir ese debajo. Porla misma razn nunca sabremos por nosotros mis-mos lo que es espritu: es una palabra que origina-riamente significa soplo, y de la que nos hemos ser-vido para tratar de expresar vaga y burdamenteaquello que nos da pensamientos. Pero de todosmodos, si, por un prodigio que no es fcil suponer,tuviramos alguna ligera idea de la sustancia de eseespritu, no estaramos ms adelantados; nunca po-dramos adivinar cmo recibe esa sustancia senti-mientos y pensamientos. Sabemos bien que tenemosun poco de inteligencia, pero cmo la tenemos?se es el secreto de la naturaleza, no se lo ha revela-do a ningn mortal.

    IXLmites estrechos

    Nuestra inteligencia es muy limitada, lo mismoque la fuerza de nuestro cuerpo. Hay hombresmucho ms robustos que otros; tambin hayHrcules en materia de ideas, pero esa superioridades en el fondo muy poca cosa. Uno levantar diezveces ms materia que yo; otro podr hacer frente,y sin papel, a una divisin de quince cifras, mientrasque yo slo podra dividir tres o cuatro con un tra-bajo enorme; a eso se reducir esa fuerza tan alaba-da; pero muy pronto encontrar su lmite; y, por

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  • eso, en los juegos combinatorios ningn hombre,despus de haberse formado en ellos con toda suaplicacin y una larga prctica, nunca va ms all,por ms que se esfuerce, del grado que ha consegui-do alcanzar; ha topado con el lmite de su inteligen-cia. Es, incluso, absolutamente necesario que assea, porque de otro modo iramos, gradualmente,hasta el infinito.

    XDescubrimientos imposibles

    As pues, en el estrecho crculo en que estamosencerrados veamos lo que estamos condenados aignorar y lo que podemos conocer un poco. Ya he-mos visto8 que ninguna primera causa, ningn pri-mer principio puede ser aprendido por nosotros.

    Por qu obedece mi brazo a mi voluntad? Esta-mos tan acostumbrados a este incomprensible fen-meno que muy pocos le prestan atencin; y cuandoqueremos buscar la causa de un efecto tan corrien-te, encontramos que entre nuestra voluntad y laobediencia de nuestro miembro est realmente elinfinito, es decir, que no hay ninguna proporcinentre la una y la otra, ninguna razn, ninguna apa-riencia de causa; y nos damos cuenta de que pensa-ramos en ello una eternidad sin poder imaginar elmenor destello de verosimilitud.

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  • XIDesesperacin fundada

    As detenidos desde el primer paso, y replegn-donos intilmente sobre nosotros mismos, nosasustamos de estar buscndonos siempre y de noencontrarnos nunca. Ninguno de nuestros sentidoses explicable.

    Sabemos poco ms o menos, con la ayuda de lostringulos, que hay aproximadamente treinta millo-nes de nuestras grandes leguas geomtricas9 de laTierra al Sol; pero qu es el Sol? Y por qu girasobre su eje? Y por qu en un sentido y no en otro?Y por qu Saturno y nosotros giramos alrededor deese astro de Occidente a Oriente y no de Oriente aOccidente? No slo no responderemos nunca a esapregunta, sino que nunca vislumbraremos la menorposibilidad de imaginar siquiera una causa fsica.Por qu? Porque el nudo de esa dificultad est enel primer principio de las cosas.

    Ocurre con lo que acta dentro de nosotros comocon lo que acta en los espacios inmensos de lanaturaleza. Hay, en la disposicin de los astros y enla conformacin de un caro y del hombre, un pri-mer principio cuyo acceso debe necesariamenteestarnos prohibido. Porque si pudiramos conocernuestra primera causa, seramos dueos de ella,seramos dioses. Aclaremos esa idea, y veamos si esverdadera.

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  • Supongamos que encontrsemos, en efecto, lacausa de nuestras sensaciones, de nuestros pensa-mientos, de nuestros movimientos, lo mismo quesolamente hemos descubierto en los astros la raznde los eclipses y de las diferentes fases de la Luna yde Venus; es evidente que entonces predeciramosnuestras sensaciones igual que predecimos las fasesy los eclipses. Conociendo, pues, lo que deberaocurrir maana en nuestro interior, veramos clara-mente, gracias al juego de esa mquina, de qu ma-nera agradable o funesta deberamos resultar afec-tados. Poseemos una voluntad que dirige, tal comose admite, nuestros movimientos interiores endiversas circunstancias. Por ejemplo, si me sientodispuesto a la clera, mi reflexin y mi voluntadreprimen sus accesos nacientes. Si yo conociese misprimeros principios, vera todos los afectos a los queestoy dispuesto para maana, toda la sucesin delas ideas que me esperan; podra tener sobre esasucesin de ideas y de sentimientos el mismo poderque a veces ejerzo sobre los sentimientos y sobre lospensamientos actuales que aparto y que reprimo.Me encontrara precisamente en el caso de todohombre que puede retrasar y acelerar a su caprichoel movimiento de un reloj, el de un barco, el de cual-quier mquina conocida.

    En ese supuesto, siendo dueo de las ideas queme estn destinadas maana, lo sera para el dasiguiente, lo sera para el resto de mi vida; podra,

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  • por tanto, ser siempre todopoderoso sobre m mis-mo, sera el dios de m mismo. Me doy perfectacuenta de que ese estado es incompatible con minaturaleza; es por lo tanto imposible que yo puedaconocer nada del primer principio que me hace pen-sar y actuar.

    XIIDebilidad de los hombres

    Lo que es imposible para mi naturaleza tan dbil,tan limitada, y que tiene una duracin tan corta,es imposible en otros globos, en otras especies deseres? Hay inteligencias superiores, dueas de to-das sus ideas, que piensan y sienten todo lo quequieren? No lo s; slo conozco mi debilidad, notengo ninguna nocin de la fuerza de los dems.

    XIIISoy libre?

    No salgamos an del crculo de nuestra existen-cia; sigamos examinndonos a nosotros mismostanto cuanto podamos. Recuerdo que cierto da,antes de que hubiera hecho todas las preguntas pre-cedentes, un razonador quiso hacerme razonar. Mepregunt si yo era libre; le respond que no estaba

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  • en prisin, que tena la llave de mi cuarto, que eraperfectamente libre. No es eso lo que os pregun-to, me respondi; creis que vuestra voluntadtiene la libertad de querer o no querer tiraros por laventana? Pensis, con el ngel de la Escuela10, queel libre albedro es una potencia apetitiva, y que ellibre albedro se pierde por el pecado?. Mir a mihombre fijamente para tratar de leer en sus ojos sino tena extraviada la razn, y le respond que nocomprenda nada de su galimatas.

    Sin embargo, esa pregunta sobre la libertad delhombre me interes vivamente; le a los escolsti-cos, me qued como ellos en tinieblas; le a Locke, yvislumbr rasgos de luz; le el Tratado de Collins11,que me pareci Locke perfeccionado; y despus nohe ledo nada que me haya proporcionado un nuevogrado de conocimiento. He aqu lo que mi dbilrazn ha concebido, ayudada por esos dos grandeshombres, los nicos, en mi opinin, que se hanentendido a s mismos al escribir sobre esa materia,y los nicos que se han hecho entender por losdems.

    No hay nada sin causa. Un efecto sin causa no esms que una expresin absurda. Todas las veces quequiero, slo puede ser en virtud de mi juicio, buenoo malo; este juicio es necesario, por lo tanto mivoluntad tambin lo es. En efecto, sera muy singu-lar que toda la naturaleza, todos los astros obedez-can a unas leyes eternas, y que haya un pequeo

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  • animal de cinco pies de alto que, con desprecio deesas leyes, pueda actuar siempre como le plazca agusto slo de su capricho. Actuara al azar, y es sabi-do que el azar no es nada. Hemos inventado estapalabra para expresar el efecto conocido de todacausa desconocida.

    Mis ideas entran necesariamente en mi cerebro;cmo mi voluntad, que depende de l, sera almismo tiempo necesitada y absolutamente libre?Siento en mil ocasiones que esa voluntad no puedenada; por ejemplo, cuando la enfermedad me pos-tra, cuando la pasin me arrebata, cuando mi juiciono puede alcanzar los objetos que se me presentan,etctera, debo pensar que, como las leyes de la natu-raleza son siempre las mismas, mi voluntad no esms libre en las cosas que me parecen ms indife-rentes que en aquellas otras en que me siento some-tido a una fuerza invencible.

    Ser verdaderamente libre es poder. Cuando pue-do hacer lo que quiero, ah est mi libertad; pero yoquiero necesariamente lo que quiero; de otro modoquerra sin razn, sin causa, lo cual es imposible. Milibertad consiste en andar cuando quiero andar y nopadezco de gota.

    Mi libertad consiste en no cometer una malaaccin cuando mi mente la concibe necesariamentemala; en subyugar una pasin cuando mi mente mehace sentir su peligro y cuando el horror de esaaccin lucha poderosamente contra mi deseo.

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  • Podemos reprimir nuestras pasiones, como ya heanunciado en la Cuestin XI, pero entonces nosomos ms libres reprimiendo nuestros deseos quedejndonos arrastrar por nuestras inclinaciones;porque, en uno y otro caso, seguimos irresistible-mente nuestra ltima idea, y esa ltima idea esnecesaria; por lo tanto, hago necesariamente lo queella me dicta. Es extrao que los hombres no estncontentos con esa medida de libertad, es decir, delpoder que han recibido de la naturaleza de hacer endiversos casos lo que quieren; los astros no lo tie-nen: nosotros lo poseemos y algunas veces nuestroorgullo nos hace creer que poseemos todava ms.Nos figuramos que tenemos el don incomprensibley absurdo de querer, sin ms razn, sin ms motivoque el de querer (vase la Cuestin XXIX).

    No, no puedo perdonar al doctor Clarke12 quehaya combatido con mala fe estas verdades cuyafuerza comprenda, y que parecan ajustarse mal asus sistemas. No, a un filsofo como l no le estpermitido haber atacado a Collins por sofista, yhaber desviado el estado de la cuestin reprochan-do a Collins llamar al hombre un agente necesario.Agente o paciente, qu importa? Agente cuandose mueve voluntariamente, paciente cuando recibeideas. Qu hace el nombre a la cosa? El hombrees en todo un ser dependiente, igual que la natura-leza entera es dependiente, y l no puede ser excep-tuado de los dems seres.

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  • En Samuel Clarke, el predicador ha ahogado alfilsofo; distingue la necesidad fsica y la necesidadmoral. Y qu es una necesidad moral? Os pareceverosmil que una reina de Inglaterra a la que coro-nan y consagran en una iglesia se despoje de susregias vestiduras para tenderse desnuda sobre elaltar, aunque se cuenta una aventura as de unareina del Congo? Llamis a eso una necesidadmoral en una reina de nuestros climas; pero en elfondo es una necesidad fsica, eterna, ligada a laconstitucin de las cosas. Y tan seguro es que esareina no cometer semejante locura como que mori-r un da. La necesidad moral no es ms que unapalabra, todo lo que se hace es absolutamente nece-sario. No hay punto medio entre la necesidad y elazar; y sabis que no hay azar: por lo tanto, todo loque ocurre es necesario.

    Para complicar ms la cosa se ha imaginado dis-tinguir tambin entre necesidad y coaccin; pero,en el fondo, es otra cosa la coaccin que una nece-sidad de la que nos damos cuenta? Y no es la ne-cesidad una coaccin de la que no nos damos cuen-ta? Arqumedes se ve tan obligado a permanecer ensu cuarto cuando lo encierran en l como cuandoest tan intensamente ocupado en un problema queno recibe la idea de salir.

    Ducunt volentem fata, nolentem trahunt13

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  • El ignorante que piensa as no siempre ha pensa-do igual, pero en ltima instancia est obligado arendirse.

    XIVEs todo eterno?

    Sometido a unas leyes eternas como todos losglobos que llenan el espacio, como los elementos,los animales, las plantas, lanzo miradas sorprendi-das sobre todo lo que me rodea; busco quin es miautor, el de esa inmensa mquina de la que apenassoy una imperceptible rueda.

    No he venido de nada, porque la sustancia de mipadre, y de mi madre que me llev nueve meses ensu matriz, es algo. Me resulta evidente que el ger-men que me produjo no pudo ser producido pornada; porque cmo la nada producira la existen-cia? Me siento subyugado por esa mxima de todala Antigedad: Nada viene de la nada, a la nadanada puede volver14. Este axioma encierra en suna fuerza tan terrible que encadena todo mientendimiento sin que pueda debatirme en su con-tra. Ningn filsofo se ha apartado de l; ningnlegislador, cualquiera que sea, lo ha impugnado. ElCahut de los fenicios, el Caos de los griegos15, elTohu-bohu16 de los caldeos y de los hebreos, todonos confirma que siempre se ha credo en la eterni-

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  • dad de la materia. Engaada por esa idea tan anti-gua y tan general, mi razn me dice: es preciso quela materia sea eterna, puesto que existe; si existaayer, exista antes. No percibo ninguna verosimili-tud de que haya empezado a ser, ninguna causa porla que no haya sido, ninguna causa por la que hayarecibido la existencia en un tiempo ms que enotro. Cedo, pues, a esa conviccin, est fundada osea errnea, y me sumo al partido del mundo ente-ro hasta que, habiendo avanzado en mis investiga-ciones, encuentro una luz superior17 al juicio detodos los hombres, que me obliga a retractarme apesar mo.

    Pero si, como tantos filsofos de la Antigedadpensaron, el Ser eterno siempre ha actuado, qullegarn a ser el Cahut y el Ereb18 de los fenicios, elTohu-bohu de los caldeos, el Caos de Hesodo? Sequedar en las fbulas. El Caos es imposible a ojosde la razn, pues imposible es que, siendo eterna lainteligencia, nunca haya habido alguna cosa opues-ta a las leyes de la inteligencia: ahora bien, el Caoses precisamente lo opuesto a todas las leyes de lanaturaleza. Entrad en la caverna ms horrible de losAlpes, bajo esos restos de rocas, de hielo, de arena,de aguas, de cristales, de minerales informes: todoobedece a la gravitacin y a las leyes de la hidrost-tica. El Caos nunca ha existido ms que en nuestrascabezas, y slo ha servido para que Hesodo yOvidio compongan hermosos versos19.

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  • Si nuestra Sagrada Escritura ha dicho que elCaos exista20, si el Tohu-bohu ha sido adoptado porella, le damos crdito, desde luego, y con la fe msviva. Aqu slo hablamos siguiendo las luces enga-osas de nuestra razn. Estamos limitados, comohemos dicho21, a ver lo que podemos sospechar pornosotros mismos. Somos nios que tratamos de daralgunos pasos sin andaderas: andamos, caemos, y lafe nos levanta.

    XVInteligencia

    Pero al percibir el orden, el prodigioso artificio,las leyes mecnicas y geomtricas que reinan en eluniverso, los medios, los innumerables fines detodas las cosas, me siento sobrecogido de admira-cin y de respeto. Enseguida juzgo que si las obrasde los hombres, las mas mismas, me fuerzan areconocer en nosotros una inteligencia, debo reco-nocer un bien superiormente actuante en la multi-tud de tantas obras. Admito esa inteligencia supre-ma sin temor a que nunca se me pueda hacer cam-biar de opinin. Nada quebranta en m este axioma:Toda obra demuestra un obrero.

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  • XVIEternidad

    Es eterna esa inteligencia? Sin duda, pues, aun-que yo haya admitido o rechazado la eternidad de lamateria, no puedo rechazar la existencia eterna desu supremo artfice; y es evidente que, si existe hoy,ha existido siempre.

    XVIIIncomprensibilidad

    An no he dado ms que dos o tres pasos en estalargusima carrera; quiero saber si esa inteligenciadivina es algo absolutamente distinto del universo,poco ms o menos como se distingue al escultor dela estatua, o si esa alma del mundo est unida almundo, y lo penetra; poco ms o menos como lo queyo llamo mi alma est unida a m, y segn esta ideade la Antigedad tan bien expresada en Virgilio:

    Mens agitat molem, et magno se corporemiscet22. (Eneida, VI, v. 727)

    Y en Lucano:

    Jupiter est quodcumque vides, quocumquemoveris23. (IX, v. 580)

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  • De pronto me veo detenido en mi vana curiosi-dad. Miserable mortal, si no puedo sondar mi pro-pia inteligencia, si no puedo saber lo que me anima,cmo conocer la inteligencia inefable que visi-blemente preside la materia entera? Hay una, todome lo demuestra, pero dnde est la brjula que meconducir hacia su eterna e ignota morada?

    XVIIIInfinito

    Esa inteligencia, es infinita en potencia y en in-mensidad como es indiscutiblemente infinita en du-racin? Sobre eso no puedo saber nada por m mis-mo. Existe, por lo tanto ha existido siempre, esoest claro. Pero qu idea puedo tener de una poten-cia infinita? Cmo puedo concebir un infinitoactualmente existente? Cmo puedo imaginar quela inteligencia suprema est en el vaco? No ocurrelo mismo con el infinito en extensin que con el infi-nito en duracin. Hasta el momento en que habloha transcurrido una duracin infinita, eso es segu-ro; no puedo aadir nada a esa duracin pasada,pero siempre puedo aadir al espacio que concibo,como puedo aadir a los nmeros que concibo. Elinfinito en nmero y en extensin est fuera de laesfera de mi entendimiento. Por ms que me digan,nada me ilumina en este abismo. Siento por suerte

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  • que ni mis dificultades ni mi ignorancia pueden per-judicar a la moral; aunque no podamos concebir nila inmensidad del espacio llena, ni la potencia infi-nita que lo ha hecho todo y que sin embargo anpuede seguir haciendo, esto slo servir para probarcada vez ms la debilidad de nuestro entendimien-to, y esa debilidad no nos har sino ms sumisos alSer eterno del que somos obra.

    XIXMi dependencia

    Somos su obra. He ah una verdad interesantepara nosotros: porque saber por la filosofa en qutiempo hizo al hombre, qu haca antes, si est en lamateria, si est en el vaco, si est en un punto, siobra siempre o no, si obra en todas partes, si obrafuera de l o en l: todo esto son bsquedas quemultiplican en m el sentimiento de mi ignoranciaprofunda.

    Veo incluso que apenas ha habido en Europa unadocena de hombres que hayan escrito sobre estascosas abstractas con un poco de mtodo; y aunquesuponga que han hablado de una manera inteligi-ble, qu resultar de ello? Ya hemos admitido(Cuestin IV) que las cosas que tan pocas personaspueden presumir de entender son intiles para elresto del gnero humano. Somos desde luego la

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  • obra de Dios, eso s que me es til saberlo: por esosu prueba es palpable. Todo es medio y fin en micuerpo; todo es resorte, polea, fuerza motriz,mquina hidrulica, equilibrio de lquidos, labora-torio de qumica. Por lo tanto est ordenado por unainteligencia (Cuestin XV). No es a la inteligenciade mis padres a la que debo ese orden, porque contoda seguridad no saban lo que hacan cuando metrajeron al mundo; no eran ms que los ciegos ins-trumentos de ese eterno fabricante que anima a lalombriz y hace girar al Sol sobre su eje.

    XXLa eternidad de nuevo

    Nacido de un germen venido de otro germen,ha habido una sucesin continua, un desarrollo sinfin de estos grmenes, y toda la naturaleza ha exis-tido siempre mediante una sucesin necesaria deese Ser supremo que exista por s mismo? Si slocreyese a mi dbil entendimiento dira: Me pareceque la naturaleza siempre ha estado animada. Nopuedo concebir que la causa que acta continua yvisiblemente sobre ella, pudiendo actuar en todotiempo, no haya actuado siempre. Una eternidad deociosidad en el ser actuante y necesario me pareceincompatible. Me inclino a creer que el mundo haemanado siempre de esa causa primitiva y necesa-

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  • ria, como la luz emana del Sol. Por qu encadena-miento de ideas siempre me veo arrastrado a creereternas las obras del Ser eterno? Aunque mi con-cepcin sea muy pusilnime, tiene fuerza paraalcanzar al ser necesario que existe por s mismo, yno tiene fuerza para concebir la nada. La existenciade un solo tomo me parece que prueba la eterni-dad de la existencia; pero nada me prueba la nada.Cmo? Habra habido nada en el espacio dondehoy hay algo? Esto me parece incomprensible. Nopuedo admitir esa nada, a menos que la revelacinvenga a fijar mis ideas, que se lanzan ms all de lostiempos.

    S perfectamente que una sucesin infinita deseres que no tuvieran origen ninguno es tambinabsurda: Samuel Clarke lo demuestra de sobra;pero ste no slo se propone afirmar que Dios no hamantenido esa cadena desde toda la eternidad; nose atreve a decir que al Ser eternamente activo lehaya sido tanto tiempo imposible desplegar suaccin. Es evidente que ha podido hacerlo; y si hapodido, quin ser lo bastante audaz para decirmeque no lo ha hecho? Lo repito, slo la revelacinpuede ensearme lo contrario; pero an no hemosllegado a esa revelacin que aplasta toda filosofa, aesa luz ante la que toda luz se desvanece24.

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  • XXIMi dependencia de nuevo

    Ese Ser eterno, esa causa universal me da ideas;porque no son los objetos los que me las dan. Unamateria bruta no puede enviar pensamientos a micabeza; mis pensamientos no proceden de m, puesllegan a pesar mo y a menudo se van de la mismamanera. Se sabe perfectamente que no hay ningnparecido, ninguna relacin entre los objetos y nues-tras ideas y nuestras sensaciones. Cierto: haba algosublime en ese Malebranche25, que osadamentepretenda que vemos todo en Dios mismo; pero nohaba nada de sublime en los estoicos, que pensa-ban que es Dios quien obra en nosotros, y que no-sotros poseemos un destello de su sustancia? Entreel sueo de Malebranche y el sueo de los estoicos,dnde est la realidad? Vuelvo a caer (Cuestin II)en la ignorancia, que es el atributo de mi naturale-za; y adoro al Dios por quien pienso, sin saber cmopienso.

    XXIINueva cuestin

    Convencido por mi poco de razn de que existeun ser necesario, eterno, inteligente, de quien reci-bo mis ideas sin poder adivinar ni cmo ni por qu,

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  • pregunto qu es ese ser, si tiene la forma de lasespecies inteligentes y actuantes superiores a la maen otros globos. Ya he dicho que no saba nadasobre eso (Cuestin I). Sin embargo no puedo afir-mar que eso sea imposible, porque percibo planetasmuy superiores al mo en extensin, rodeados porms satlites que la Tierra. No es absolutamenteinverosmil que estn poblados por inteligenciasmuy superiores a m, y por cuerpos ms robustos,ms giles y ms duraderos. Pero como su existen-cia no tiene ninguna relacin con la ma, dejo a lospoetas de la Antigedad la tarea de hacer descendera Venus de su pretendido tercer cielo, y a Marte delquinto26; yo slo debo buscar la accin del ser nece-sario sobre m mismo.

    XXIIIUn solo artfice supremo

    Una gran parte de los hombres, al ver el mal fsi-co y el mal moral diseminados por este globo, ima-gin dos seres poderosos, uno de los cuales produ-ca todo el bien y el otro todo el mal. Si existan,seran necesarios; seran eternos, independientes,ocuparan todo el espacio; existiran por tanto en elmismo lugar; se penetraran por tanto el uno alotro: esto es absurdo. La idea de estas dos potenciasenemigas slo puede derivar de los ejemplos que

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  • nos sorprenden en la tierra: vemos en ella hombresdulces y hombres feroces, animales tiles y anima-les nocivos, buenos amos y tiranos. De este modoimaginaron poderes contrarios que presidan lanaturaleza; no es ms que un cuento asitico27. Entoda la naturaleza hay una unidad de propsitomanifiesta; las leyes del movimiento y de la grave-dad son invariables; es imposible que dos artficessupremos, totalmente contrarios uno a otro, hayanseguido las mismas leyes. Esto basta, en mi opinin,para echar abajo el sistema maniqueo, y no se nece-sitan gruesos volmenes para combatirlo.

    Hay por tanto una potencia nica, eterna, a laque todo est ligado, de la que todo depende, perocuya naturaleza es incomprensible para m. SantoToms nos dice que Dios es un puro acto, unaforma, que no tiene gnero ni predicado, que es lanaturaleza y el agente, que existe esencial, partici-pativa y nuncupativamente28. Cuando los domini-cos fueron los amos de la Inquisicin, habran man-dado quemar a un hombre que hubiera negadoestas bellas cosas; yo no las habra negado, pero nolas habra entendido.

    Se me dice que Dios es simple; confieso humil-demente que tampoco entiendo el valor de estapalabra. Es cierto que no le atribuira partes grose-ras que yo pudiera separar; pero no puedo concebirque el principio y el amo de todo lo que hay en laextensin no est en la extensin. Hablando en

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  • rigor, la simplicidad me parece demasiado seme-jante al no ser. La extrema debilidad de mi inteli-gencia no tiene instrumento lo bastante sutil paracaptar esa simplicidad. El punto matemtico es sim-ple, me dirn; pero el punto matemtico no existeen realidad.

    Tambin se dice que una idea es simple, perotampoco lo entiendo. Veo un caballo, tengo su idea,pero en l no he visto ms que un conjunto de cosas.Veo un color, tengo la idea de color; pero ese colores extensin. Pronuncio los nombres abstractos decolor en general, de vicio, de virtud, de verdad engeneral; pero es que he tenido conocimiento decosas coloreadas, de cosas que me han parecido vir-tuosas o viciosas, verdaderas o falsas: expreso todoesto mediante una palabra, pero no tengo conoci-miento claro de la simplicidad; ignoro lo que esigual que ignoro lo que es un infinito en nmerosefectivamente existente.

    Ya convencido de que, al no conocer lo que soy,no puedo conocer lo que es mi autor, mi ignoranciame abruma a cada instante, y me consuelo pensan-do continuamente en que no importa que yo sepa simi amo est o no est en la extensin, con tal de queyo no haga nada contra la conciencia que l me hadado. De todos los sistemas que los hombres haninventado sobre la Divinidad, cul ser el queabrace? Ninguno, slo el de adorarla.

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  • XXIVSpinoza

    Despus de haberme sumido con Tales en elagua de la que haca su principio primero29, des-pus de haberme chamuscado junto al fuego deEmpdocles30, despus de haber corrido en el vacoen lnea recta con los tomos de Epicuro31, de habercalculado los nmeros con Pitgoras32, y de ha-ber odo su msica; despus de haber presentadomis respetos a los andrginos de Platn33, y trashaber pasado por todas las regiones de la metafsicay de la locura, al fin he querido conocer el sistemade Spinoza34.

    No es absolutamente nuevo; est imitado dealgunos antiguos filsofos griegos, e incluso de algu-nos judos; pero Spinoza ha hecho lo que ningnfilsofo griego, y menos todava ningn judo, hizo:ha empleado un mtodo geomtrico imponentepara darse cuenta clara de sus ideas. Veamos si nose ha extraviado metdicamente con el hilo que logua.

    Establece ante todo una verdad indiscutible yluminosa: Hay algo, por lo tanto existe eternamen-te un ser necesario. Este principio es tan verdaderoque el profundo Samuel Clarke se sirvi de l paraprobar la existencia de Dios.

    Ese ser debe hallarse en todas partes donde estla existencia, pues quin lo limitara?

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  • Ese ser necesario es por tanto todo lo que existe:as pues, realmente no hay ms que una sola sustan-cia en el universo.

    Esa sustancia no puede crear otra: porque, comoella lo llena todo, dnde meter una sustancianueva, y cmo crear alguna cosa de la nada? Cmocrear la extensin sin colocarlo en la extensinmisma, que necesariamente existe?

    En el mundo existen el pensamiento y la mate-ria; la sustancia necesaria que llamamos Dios es portanto el pensamiento y la materia. Todo pensamien-to y toda materia estn comprendidas por consi-guiente en la inmensidad de Dios: no puede existirnada fuera de l; no puede actuar ms que en l; llo abarca todo, l es todo.

    As, cuanto llamamos sustancias diferentes noes de hecho ms que la universalidad de los diferen-tes atributos del Ser supremo, que piensa en el cere-bro de los hombres, alumbra en la luz, se muevesobre los vientos, estalla en el trueno, recorre elespacio en todos los astros y vive en toda la natura-leza.

    No est confinado, como un vil rey de la tierra,en su palacio, separado de sus sbditos; est nti-mamente unido a ellos, que son partes necesarias des mismo; si se hubiera distinguido de ellos, ya nosera el ser necesario, ya no sera universal, no lle-nara todos los lugares, sera un ser aparte comootro cualquiera.

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  • Aunque todas las modalidades cambiantes en eluniverso sean efecto de sus atributos, sin embargo,segn Spinoza, no hay partes: porque, dice, el infi-nito no las tiene en absoluto propiamente dichas; silas tuviera, podran aadrsele otras, y entonces yano sera infinito. Por ltimo Spinoza proclama quehay que amar a ese Dios necesario, infinito, eterno;y stas son sus propias palabras, p. 45 de la edicinde 173135:

    Respecto al amor de Dios, lejos de que esa idealo pueda debilitar, considero que ninguna otra esms idnea para incrementarlo, puesto que me haceconocer que Dios es ntimo con mi ser, que me dala existencia y todas mis propiedades, pero que melas da liberalmente, sin reproche, sin inters, sinsometerme a otra cosa que a mi propia naturaleza.Destierra el temor, la inquietud, la desconfianza, ytodos los defectos de un amor vulgar o interesado.Me hace sentir que es un bien que no puedo perder,y que poseo tanto ms cuanto que lo reconozco y loamo.

    Estas ideas sedujeron a muchos lectores; huboincluso quienes, tras escribir al principio contra l,se adhirieron a su opinin.

    Se reproch al sabio Bayle36 haber atacado dura-mente a Spinoza sin comprenderlo; duramente, loadmito; injustamente, no lo creo. Sera extrao queBayle no lo hubiese comprendido. Descubri fcil-mente el punto flaco de este castillo encantado; vio

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  • en efecto que Spinoza compone su Dios de partes,aunque se vea forzado a desdecirse, asustado de supropio sistema. Bayle vio cun insensato es hacer aDios astro y calabaza, pensamiento y estircol,batiente y batido. Vio que esa fbula est muy pordebajo de la de Proteo37. Tal vez Bayle deba atener-se a la palabra modalidades y no a la palabra partes,dado que es el trmino modalidades el que Spinozaemplea siempre. Pero, si no me equivoco, es igual-mente ridculo que el excremento de un animal seauna modalidad o una parte del Ser supremo.

    Cierto que no combati las razones por las queSpinoza sostiene la imposibilidad de la creacin;pero es que la creacin propiamente dicha es unobjeto de fe y no de filosofa; es que esa opinin noes ni mucho menos particular a Spinoza; es quetoda la Antigedad haba pensado como l. Sloataca la idea absurda de un Dios simple compuestode partes, de un Dios que se come y que se digiere as mismo, que ama y que odia la misma cosa almismo tiempo, etctera Spinoza se sirve siempre dela palabra Dios. Bayle lo pilla en sus propias pala-bras.

    Pero, en el fondo, Spinoza no reconoce ningnDios; probablemente no ha empleado esa expre-sin, no ha dicho que slo hay que servir y amar aDios para no asustar al gnero humano. Parece ateoen toda la fuerza de este trmino; no lo es desdeluego como Epicuro, que admita unos dioses inti-

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  • les y ociosos; no lo es como la mayora de los grie-gos y de los romanos, que se burlaban de los diosesdel vulgo; lo es porque no reconoce ninguna Pro-videncia, porque slo admite la eternidad, la inmen-sidad y la necesidad de las cosas; lo es como Estra-tn38, como Digoras39; no duda como Pirrn40:afirma, y qu afirma? Que no hay ms que una solasustancia, que no puede haber dos, que esa sustan-cia es extensa y pensante; y eso es lo que nunca dije-ron los filsofos griegos y asiticos que admitieronun alma universal.

    En ninguna parte de su libro habla de los prop-sitos marcados que se manifiestan en todos losseres. No examina si los ojos estn hechos para ver,las orejas para or, los pies para andar, las alas paravolar; no considera ni las leyes del movimiento enlos animales y las plantas, ni su estructura adaptadaa estas leyes, ni la profunda matemtica que gobier-na el curso de los astros: teme vislumbrar que todolo que existe atestigua una Providencia divina41; nose remonta de los efectos a su causa; sino que,situndose de golpe en la cabeza del origen de lascosas, construye su cuento, como Descartes cons-truy el suyo, sobre una suposicin. Supona lolleno con Descartes aunque est demostrado, enrigor, que todo movimiento es imposible en lo lleno.Eso es sobre todo lo que le hizo mirar el universocomo una sola sustancia. Fue vctima de su espritugeomtrico. Al no poder dudar de que la inteligen-

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  • cia y la materia existen, cmo no examin Spinozapor lo menos si la Providencia ha ordenado todo?Cmo no ech una ojeada sobre estos resortes,sobre estos medios, cada uno de los cuales tiene suobjeto, cmo no busc si prueban un artfice supre-mo? Tena que ser, o un fsico muy ignorante, o unsofista henchido de un orgullo muy estpido parano reconocer una Providencia cada vez que respira-ba y senta latir su corazn: pues esa respiracin yese movimiento del corazn son efectos de unamquina tan industriosamente complicada, dis-puesta con una habilidad tan potente, dependientede tantos resortes que en su totalidad concurren almismo fin, que es imposible imitarla, e imposibleque un hombre sensato no la admire.

    Los spinozistas modernos responden: No osasustis de las consecuencias que nos imputis;como vosotros, encontramos una serie de efectosadmirables en los cuerpos organizados y en toda lanaturaleza. La causa eterna est en la inteligenciaeterna que admitimos y que, junto con la materia,constituye la universalidad de las cosas que es Dios.No hay ms que una sola sustancia que acta porla misma modalidad de su pensamiento sobre lamodalidad de la materia, y que de esta forma cons-tituye el universo, que no forma ms que un todoinseparable.

    Se replica a esta respuesta: Cmo podis pro-barnos que el pensamiento que hace mover los

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  • astros, que anima al hombre, que hace todo, sea unamodalidad, y que las deyecciones de un sapo y de ungusano sean otra modalidad de ese mismo Ser sobe-rano? Osarais decir que un principio tan extraoest demostrado para vosotros? No cubrs vuestraignorancia con palabras que no entendis? Bayle hadesenredado muy bien los sofismas de vuestromaestro en los recovecos y en las oscuridades delestilo pretendidamente geomtrico, y en realidadmuy confuso, de este maestro. Os remito a l; unosfilsofos no deben recusar a Bayle.

    Sea como fuere, observar sobre Spinoza que seequivocaba de muy buena fe. Me parece que sloapartaba de su sistema las ideas que podan perju-dicarle porque estaba demasiado imbuido de lassuyas; segua su camino sin mirar nada de lo quepoda atravesarlo, y eso es lo que nos ocurre condemasiada frecuencia. Hay ms, echaba abajo todoslos principios de la moral, a pesar de ser l mismode una virtud rgida: sobrio hasta no beber msque una pinta de vino al mes; desinteresado hastaentregar a los herederos del infortunado Johan deWitt42 una pensin de doscientos florines que le pa-saba este gran hombre; generoso hasta dar de sudinero; siempre paciente en sus males y en su pobre-za, siempre uniforme en su conducta.

    Bayle, que tanto lo ha recusado, tena poco mso menos el mismo carcter. Uno y otro han buscadotoda su vida la verdad por caminos diferentes.

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  • Spinoza hace un sistema especioso en algunos pun-tos, y muy errneo en el fondo. Bayle ha combatidotodos los sistemas: qu ha pasado con los escritosde uno y otro? Han ocupado los ocios de algunoslectores: a eso se reducen todos los escritos; y desdeTales hasta los profesores de nuestras universida-des, y hasta los ms quimricos razonadores, yhasta sus plagiarios, ningn filsofo ha influido nisiquiera en las costumbres de la calle en que viva.Por qu? Porque los hombres se rigen por la cos-tumbre y no por la metafsica. Un solo hombre elo-cuente, hbil y prestigioso podr mucho sobre loshombres; cien filsofos no podrn nada si no sonms que filsofos.

    XXVAbsurdidades

    Hay ahora muchos viajes por tierras desconoci-das; sigue sin servir de nada. Me encuentro comoun hombre que, despus de haber vagado por elOcano, al ver las islas Maldivas de que est sem-brado el mar ndico quiere visitarlas todas. Mi granviaje no me ha valido para nada; veamos si puedosacar algn provecho de la observacin de estaspequeas islas, que slo parecen servir para entor-pecer la ruta.

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  • Hay un centenar de cursos de filosofa en los quese me explican cosas de las que nadie puede tener lamenor nocin. ste quiere hacerme comprender laTrinidad por la fsica43; me dice que se parece a lastres dimensiones de la materia. Le dejo hablar, ypaso rpidamente. Aqul pretende hacerme tocarcon el dedo la transubstanciacin, mostrndome,por las leyes del movimiento, cmo puede existir unaccidente sin sujeto y cmo un mismo cuerpo puedeestar en dos sitios a la vez44. Me tapo los odos, ypaso ms rpidamente todava.

    Pascal, el mismo Blaise Pascal, el autor de lasLettres provinciales45, profiere estas palabras:Creis que sea imposible que Dios sea infinito ysin partes? Voy, pues, a haceros ver una cosa indivi-sible e infinita: es un punto, que se mueve por todaspartes a una velocidad infinita, porque est en todoslos lugares, totalmente entero en cada sitio.

    Un punto matemtico que se mueve! Santocielo! Un punto que slo existe en la cabeza del ge-metra, que est en todas partes y al mismo tiempo,y que tiene una velocidad infinita, como si la veloci-dad infinita actual pudiera existir! Cada palabra esuna locura, y es un gran hombre el que ha dichoestas locuras!

    Vuestra alma es simple, incorprea, intangible,me dice este otro; y como ningn cuerpo puedetocarla, voy a probaros mediante la fsica de AlbertoMagno46 que ser quemada fsicamente si no sois

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  • de mi opinin; y he aqu cmo os lo pruebo a prio-ri, reforzando a Alberto con los silogismos deAbelly47. Le respondo que no comprendo su a prio-ri; que su cumplimiento me parece muy duro; queslo la revelacin, de la que no se trata entre no-sotros, puede explicarme una cosa tan incomprensi-ble; que le permito no ser de mi opinin, sin hacer-le ninguna amenaza; y me alejo de l, por miedo aque me juegue una mala pasada, porque ese hombreme parece muy malvado.

    Una multitud de sofistas de todos los pases y detodas las sectas me abruma con argumentos ininte-ligibles sobre la naturaleza de las cosas, sobre lama, sobre mi estado pasado, presente y futuro. Sise les habla de comer y de beber, de ropas, de aloja-miento, de los gneros necesarios, del dinero conque nos los procuramos, todos se entienden demaravilla; si hay algunas pistolas48 a ganar, todos ycada uno se afanan, nadie se equivoca en un cnti-mo; y cuando se trata de todo nuestro ser no tienenninguna idea ntida; el sentido comn los abando-na. De ah vuelvo a mi primera conclusin (CuestinIV), que lo que no puede ser de uso universal, lo queno est al alcance del comn de los hombres, loque no es entendido por aquellos que ms han ejer-citado la facultad de pensar, no le resulta necesarioal gnero humano.

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  • XXVIDel mejor de los mundos

    Cuando corra por todas partes para instruirmeencontr a unos discpulos de Platn: Venid connosotros, me dijo uno de ellos49; estis en elmejor de los mundos; hemos superado en mucho anuestro maestro. En su tiempo slo haba cincomundos posibles porque no hay ms que cinco cuer-pos regulares; pero ahora que hay una infinidad deuniversos posibles, Dios ha elegido el mejor; venid,y os encontraris a gusto. Le respond humilde-mente: Los mundos que Dios poda crear eran, omejores, o perfectamente iguales, o peores: no podatomar el peor; los que eran iguales, suponiendo quelos hubiera, no merecan la preferencia: eran total-mente los mismos; no se ha podido escoger entreellos: tomar uno es tomar otro. Por lo tanto es impo-sible que no tomase el mejor. Pero cmo eran posi-bles los otros cuando era imposible que existie-sen?.

    Me hizo bellsimas distinciones asegurndomesiempre, sin entenderme, que este mundo es elmejor de todos los mundos realmente imposibles.Pero como entonces me senta atormentado por elmal de piedra y sufra unos dolores insoportables,los ciudadanos del mejor de los mundos me llevarona un hospital cercano. De camino, dos de estos biena-venturados habitantes fueron raptados por unas

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  • criaturas, semejantes suyos: los cargaron de cade-nas, a uno por ciertas deudas, al otro por una sim-ple sospecha. No s si fui llevado al mejor de loshospitales posibles; pero fui amontonado con dos otres mil miserables que sufran como yo. Habaentre ellos varios defensores de la patria, que meinformaron que haban sido trepanados y disecadosvivos, que les haban cortado los brazos, las piernas,y que varios millares de sus generosos compatriotashaban sido masacrados en una de las treinta bata-llas habidas en la ltima guerra, que es la guerranmero cien mil desde que conocemos las guerras.Tambin se vea en aquella casa a unas mil personasde ambos sexos que parecan horribles espectros, ya los que frotaban con cierto metal porque habanseguido la ley de la naturaleza, y porque la naturale-za haba tomado la precaucin, no s cmo, deenvenenar en ellas la fuente de la vida50. Di las gra-cias a mis conductores.

    Cuando me hubieron hundido un hierro muycortante en la vejiga y sacado algunas piedras deaquella cantera; cuando estuve curado y no me que-daron ms que algunas molestias dolorosas para elresto de mis das, present mis reproches a misguas, me tom la libertad de decirles que habacosas buenas en aquel mundo, dado que me habansacado cuatro piedras del seno de mis desgarradasentraas, pero que hubiera preferido que me hubie-ran frotado con piedras de ro51. Les habl de las

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  • calamidades y de los innumerables crmenes quecubren ese excelente mundo. El ms intrpido entreellos, que era un alemn52, compatriota mo, meinform de que todo esto no es ms que pura baga-tela.

    Fue, dijo, un gran favor del cielo hacia elgnero humano que Tarquino violase a Lucrecia yque Lucrecia se apualase53, porque se expuls a lostiranos y porque la violacin, el suicidio y la guerraprepararon una repblica que hizo la felicidad delos pueblos conquistados. Me cost admitir esafelicidad. Al principio no imagin cul haba sidola felicidad de los galos y de los espaoles, de los quese dice que Csar hizo perecer tres millones. Lasdevastaciones y las rapias tambin me parecieronalgo desagradable; pero el defensor del optimismose mantuvo en sus trece; segua dicindome lomismo que el carcelero de Don Carlos54: Calma,calma, es por vuestro bien. Por ltimo, al quedar-se sin salida, me dijo que no haba que preocuparsepor este glbulo de la Tierra, donde nada anda aderechas, pero que en la estrella Sirio, en Orin, enel ojo del Tauro, y en otras partes, todo es perfecto:Vayamos pues all, le dije.

    Un pequeo telogo me tir entonces del brazo;me confi que aquellas gentes eran unos soadores,que no era en absoluto necesario que hubiese malen la Tierra, que sta haba sido formada expresa-mente para que nunca hubiera en ella ms que bien.

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  • Y para probroslo, me dijo, sabed que antaolas cosas ocurrieron as durante diez o doce das. Ay!, le respond, es una lstima, reverendopadre, que eso no haya continuado.

    XXVIIDe las mnadas, etctera

    El mismo alemn se apoder de nuevo de m; meadoctrin, me ense con toda claridad lo que es mialma. En la naturaleza todo est compuesto demnadas55; vuestra alma es una mnada; y comotiene relaciones con todas las dems mnadas delmundo, tiene necesariamente ideas de todo lo quepasa en l; estas ideas son confusas, lo cual es muytil; y vuestra mnada, as como la ma, es un espe-jo concentrado de ese universo.

    Mas no creis que actuis de acuerdo con vues-tros pensamientos. Hay una armona preestablecidaentre la mnada de vuestra alma y todas las mna-das de vuestro cuerpo, de modo que, cuando vues-tra alma tiene una idea, vuestro cuerpo tiene unaaccin, sin que la una sea consecuencia de la otra.Son dos pndulos que van juntos; o, si queris, estose parece a un hombre que predica mientras otrohace los gestos. No os costar mucho concebir quees preciso que as sea en el mejor de los mundos.Porque

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  • XXVIIIDe las formas plsticas

    Como yo no comprenda nada en absoluto deestas admirables ideas, un ingls, llamado Cud-worth56, se dio cuenta de mi ignorancia por mis ojosfijos, mi confusin, mi cabeza baja. Estas ideas,me dijo, os parecen profundas porque son huecas.Yo voy a ensearos con toda claridad cmo acta lanaturaleza. En primer lugar est la naturaleza engeneral, luego estn las naturalezas plsticas queforman todos los animales y todas las plantas, loentendis? Ni una palabra, seor. Sigamos,pues.

    Una naturaleza plstica no es una facultad delcuerpo, es una sustancia inmaterial que acta sinsaber lo que hace, que es enteramente ciega, que nosiente, ni razona, ni vegeta; pero el tulipn tiene suforma plstica que lo hace vegetar; el perro tienesu forma plstica que lo hace ir de caza, y el hombretiene la suya que lo hace razonar. Estas formas sonlos agentes inmediatos de la Divinidad; no hayministros ms fieles en el mundo, porque dan todoy no se quedan con nada para ellas. Veis perfecta-mente que ah estn los verdaderos principios de lascosas, y que las naturalezas plsticas van a la par dela armona preestablecida y de las mnadas, queson los espejos concentrados del universo. Le con-fes que lo uno iba uno a la par de lo otro.

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  • XXIXDe Locke57

    Despus de tantas andanzas desdichadas, cansa-do, agotado, avergonzado de haber buscado tantasverdades y de haber encontrado tantas quimeras,volv a Locke como el hijo prdigo que vuelve a lacasa del padre; me arroj en brazos de un hombremodesto, que jams finge saber lo que no sabe; que,a decir verdad, no posee inmensas riquezas, perocuyos fondos estn bien seguros y que goza de lariqueza ms slida sin ninguna ostentacin. Meconfirma en la opinin que siempre he tenido deque en nuestro entendimiento no entra nada sino atravs de nuestros sentidos;

    Que no existen nociones innatas;Que no podemos tener la idea ni de un espacio

    infinito ni de un nmero infinito;Que no pienso siempre, y que por consiguiente el

    pensamiento no es la esencia, sino la accin de mientendimiento;

    Que soy libre cuando puedo hacer lo que quiero;Que esa libertad no puede consistir en mi volun-

    tad, puesto que cuando permanezco voluntariamen-te en mi cuarto, cuya puerta est cerrada y cuyallave no tengo, no poseo la libertad de salir de l;puesto que sufro cuando quiero no sufrir; puestoque muy a menudo no puedo llamar a mis ideascuando quiero llamarlas;

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  • Que, por lo tanto, en el fondo es absurdo decir: lavoluntad es libre, pues es absurdo decir: quieroquerer tal cosa; porque es precisamente como si sedijera: deseo desearla, temo temerla; que, por lti-mo, la voluntad no es libre como no es azul o cua-drada (vase la Cuestin XIII);

    Que slo puedo querer como consecuencia de lasideas recibidas en mi cerebro; que estoy obligado adeterminarme a consecuencia de esas ideas, ya que,sin eso, me determinara sin razn, y en ello habraun efecto sin causa;

    Que no puedo tener una idea positiva del infini-to, puesto que soy muy finito;

    Que no puedo conocer ninguna sustancia, puesslo puedo tener ideas de sus cualidades, y que milcualidades de una cosa no pueden hacerme conocerla naturaleza ntima de esa cosa, que puede tenercien mil cualidades ignoradas ms;

    Que slo soy la misma persona en tanto que tengomemoria y el sentimiento de mi memoria: pues, alno tener la menor parte del cuerpo que me pertene-ca en mi infancia, y carecer del menor recuerdo delas ideas que me afectaron a esa edad, es evidenteque no soy ese mismo nio como no soy Confucio oZoroastro. Me consideran la misma persona los queme han visto crecer y siempre han vivido conmigo;pero no tengo en modo alguno la misma existencia;no soy ya el antiguo yo; soy una nueva identidad, yde ah, qu singulares consecuencias!

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  • Que, en fin, de acuerdo con la profunda ignoran-cia en que estoy seguro de encontrarme sobre losprincipios de las cosas, es imposible que puedaconocer cules son las sustancias a las que Dios sedigna conceder el don de sentir y de pensar. Enefecto, hay sustancias cuya esencia sea pensar, quepiensen siempre, y que piensen por s mismas? Ental caso, estas sustancias, sean las que fueren, sondioses: porque no tienen ninguna necesidad del Sereterno y formador, pues poseen sus esencias sin l,pues piensan sin l.

    En segundo lugar, si el Ser eterno ha concedidoel don de sentir y de pensar a unos seres, les ha dadolo que esencialmente no les perteneca; por tanto,ha podido dar esa facultad a todo ser, cualquieraque sea.

    En tercer lugar, no conocemos ningn ser afondo: por tanto es imposible que sepamos si un seres incapaz o no de recibir el sentimiento y el pensa-miento. Las palabras materia y espritu no son msque palabras; no tenemos ninguna nocin completade esas dos cosas: por tanto, en el fondo hay tantatemeridad en decir que un cuerpo organizado porDios mismo no puede recibir el pensamiento de Diosmismo como sera ridculo decir que el espritu nopuede pensar.

    En cuarto lugar, supongo que hay sustanciaspuramente espirituales que nunca hayan tenido laidea de la materia y del movimiento: sern bien

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  • recibidas para negar que la materia y el movimien-to puedan existir?

    Supongo que la sabia congregacin58 que conde-n a Galileo como impo y como absurdo, por haberdemostrado el movimiento de la Tierra alrededordel Sol, haya tenido algn conocimiento de las ideasdel canciller Bacon59, quien propona examinar si laatraccin es dada por la materia; supongo que elrelator de ese tribunal hizo observar a aquellos gra-ves personajes que haba gente lo bastante loca enInglaterra para sospechar que Dios poda dar a todala materia, desde Saturno hasta nuestro pequeomontn de barro, una tendencia hacia un centro,una atraccin, una gravitacin, que sera absoluta-mente independiente de toda impulsin, puesto quela impulsin dada por un fluido en movimientoacta en razn de las superficies, y que esa gravita-cin acta en razn de los slidos. No veis a esosjueces de la razn humana, y de Dios mismo, dictaral punto sus sentencias, anatematizar esa gravita-cin que Newton demostr despus, proclamar queeso es imposible para Dios y declarar que la gravita-cin hacia un centro es una blasfemia? Soy culpa-ble, me parece, de la misma temeridad cuando osoasegurar que Dios no puede hacer sentir y pensar aun ser organizado cualquiera.

    En quinto lugar, no puedo dudar de que Dioshaya concedido sensaciones, memoria, y por consi-guiente ideas, a la materia organizada en los anima-

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  • les. Por qu, pues, voy a negar que pueda hacer elmismo presente a otros animales? Ya se ha dicho: ladificultad consiste menos en saber si la materiaorganizada puede pensar que en saber cmo un ser,sea el que fuere, piensa.

    El pensamiento tiene algo de divino; s, sin duda,y por eso nunca sabr lo que es el ser pensante. Elprincipio del movimiento es divino, y nunca sabr lacausa de ese movimiento cuyas leyes ejecutan todosmis miembros.

    Cuando estaba siendo amamantado, el hijo deAristteles atraa a su boca el pezn que chupabaformando exactamente con su lengua, que retiraba,una mquina neumtica, sorbiendo el aire, forman-do el vaco, mientras su padre no saba nada de todoesto y deca al azar que la naturaleza aborrece elvaco60.

    A la edad de cuatro aos el hijo de Hipcratesdemostraba la circulacin de la sangre pasndose eldedo por la mano, e Hipcrates no saba que la san-gre circulase.

    Nosotros somos esos nios mientras existimos;realizamos cosas admirables y ningn filsofo sabecmo se hacen.

    En sexto lugar he aqu las razones, o mejor lasdudas, que me proporciona mi facultad intelectualsobre la modesta asercin de Locke. No digo en ab-soluto, repito, que es la materia la que piensa ennosotros; digo con l que no nos corresponde decla-

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  • rar que sea imposible a Dios hacer pensar a la mate-ria, que es absurdo declararlo, y que no correspondea unos gusanos limitar la potencia del Ser supremo.

    En sptimo lugar aado que esa cuestin es ab-solutamente ajena a la moral porque, sea que lamateria pueda pensar o no, todo el que piensa debeser justo, porque el tomo al que Dios haya dado elpensamiento puede merecer o desmerecer, ser cas-tigado o recompensado, y durar eternamente, igualque el ser desconocido llamado antao soplo y hoyespritu, del que an tenemos menos nocin que deun tomo.

    S perfectamente que quienes han credo que elser llamado soplo poda ser el nico susceptible desentir y pensar han perseguido61 a los que han sali-do en defensa del sabio Locke, y que no han osadolimitar el poder de Dios a no animar ms que estesoplo. Pero cuando el universo entero crea que elalma era un cuerpo ligero, un soplo, una sustanciade fuego, se habra hecho bien persiguiendo a losque han venido a ensearnos que el alma es inmate-rial? Todos los Padres de la Iglesia, que creyeron elalma un cuerpo sutil, habran hecho bien persi-guiendo a los otros Padres que han aportado a loshombres la idea de la inmaterialidad perfecta? No,sin duda, porque el perseguidor es abominable; portanto, los que admiten la inmaterialidad perfecta sincomprenderla han debido tolerar a los que la recha-zaban porque no la comprendan. Los que han nega-

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  • do a Dios el poder de animar el ser desconocido lla-mado materia han debido tolerar tambin a los queno han osado despojar a Dios de ese poder: por-que es muy deshonesto odiarse por unos silogismos.

    XXXQu he aprendido hasta ahora?

    He contado, pues, con Locke y conmigo mismo, yme he encontrado dueo de cuatro o cinco verdades,liberado de un centenar de errores y cargado conuna inmensa cantidad de dudas. Luego me he dichoa m mismo: Esas pocas verdades que he adquiridomediante mi razn sern entre mis manos muy est-riles si no puedo encontrar en ellas algn principiode moral. Para un animal tan endeble como el hom-bre es hermoso haberse elevado al conocimiento delamo de la naturaleza; pero esto no me servir msque la ciencia del lgebra si no saco de ello algunaregla para la conducta de mi vida.

    XXXIHay una moral?

    Cuantos ms hombres diferentes he visto debidoal clima, las costumbres, el lenguaje, las leyes, elculto y la medida de su inteligencia, ms he observa-

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  • do que todos tienen el mismo fondo de moral; todosposeen una nocin rudimentaria de lo justo y de loinjusto sin saber una palabra de teologa; todos hanadquirido esa misma nocin a la edad en que se des-pliega la razn, lo mismo que todos han adquiridonaturalmente el arte de levantar fardos por mediode estacas y de pasar un riachuelo sobre un trozo demadera sin haber aprendido matemticas.

    Me ha parecido, por tanto, que esa idea de lojusto y de lo injusto les era necesaria, pues todosestaban de acuerdo en ese punto en cuanto podanobrar y razonar. La inteligencia suprema que nosform quiso que hubiera justicia en la tierra paraque pudiramos vivir en ella cierto tiempo. Me pare-ce que, al no tener ni instinto para alimentarnoscomo los animales, ni armas naturales como ellos, yvegetando varios aos en la debilidad de una infan-cia expuesta a todos los peligros, los pocos hombresque habran quedado tras escapar a los dientes delas fieras, al hambre, a la miseria, se habran dedi-cado a disputarse algn alimento y algunas pielesde animales, y no habran tardado en destruirsecomo los hijos del dragn de Cadmo tan pronto co-mo hubieran podido servirse de algn arma62. Almenos no habra existido sociedad ninguna si loshombres no hubieran concebido la idea de algunajusticia, que es el vnculo de toda sociedad.

    Cmo el egipcio que levantaba pirmides y obe-liscos, y el escita errante que no conoca siquiera las

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  • chozas, habran tenido las mismas nociones funda-mentales de lo justo y de lo injusto, si Dios nohubiera dado desde siempre a uno y otro esa raznque, al desarrollarse, los hace vislumbrar los mis-mos principios necesarios, as como les dio unosrganos que, cuando han alcanzado el grado de suenerga, perpetan necesariamente y de la mismamanera la raza del escita y del egipcio? Veo unahorda brbara, ignorante, supersticiosa, un pueblosanguinario y usurero, que ni siquiera tena en sujerga un trmino para designar la geometra y laastronoma63: sin embargo, este pueblo tiene lasmismas leyes fundamentales que el sabio caldeoque conoci las rutas de los astros, y que el fenicio,todava ms sabio, que se sirvi del conocimiento delos astros para ir a fundar colonias en los lmitesdel hemisferio donde el Ocano se confunde con elMediterrneo. Todos estos pueblos proclaman quehay que respetar a su padre y a su madre; que el per-jurio, la calumnia, el homicidio son abominables.As pues, todos deducen las mismas consecuenciasdel mismo principio de su razn desarrollada.

    XXXIIUtilidad real Nocin de la justicia

    La nocin de algo justo me parece tan natural,tan universalmente adquirida por todos los hom-

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  • bres, que es independiente de toda ley, de todopacto, de toda religin. Si reclamo a un turco, a unguebro, a un malabar64, el dinero que le prest paraalimentarse y vestirse, nunca se le ocurrir respon-derme: Esperad a que sepa si Mahoma, Zoroastroo Brahma ordenan que os devuelva vuestro dinero.Admitir que es justo pagarme, y si no lo hace esporque su pobreza o su avaricia prevalecen sobre lajusticia que reconoce.

    Doy por sentado que no hay ningn pueblo enel que sea justo, bello, conveniente, honrado, negar elalimento a su padre y a su madre cuando puede dr-selo; que ninguna poblacin ha podido mirar nuncala calumnia como una accin buena, ni siquiera enuna sociedad de santurrones fanticos.

    La idea de justicia me parece una verdad tan deprimer orden, a la que todo el universo asiente, quelos mayores crmenes que afligen a la sociedad hu-mana todos son cometidos bajo un falso pretexto dejusticia. El mayor de los crmenes, al menos el msdestructivo y por consiguiente el ms opuesto a lafinalidad de la naturaleza, es la guerra; pero no hayningn agresor que no coloree esa fechora con elpretexto de la justicia.

    Los depredadores romanos hacan declarar jus-tas todas sus invasiones por unos sacerdotes llama-dos feciales. Todo bandido que se encuentra al fren-te de un ejrcito inicia sus excesos con un manifies-to, e implora al dios de los ejrcitos.

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  • Hasta los ladronzuelos cuando estn asociados,se guardan mucho de decir: Vamos a robar, vamosa arrebatar a la viuda y al hurfano su alimento;dicen: Seamos justos, vamos a recuperar nuestrobien de las manos de los ricos que nos lo quitaron.Tienen entre ellos, incluso, un diccionario que vieneimprimindose desde el siglo XVI65; y en ese vocabu-lario, que ellos llaman argot, las palabras robo,hurto, rapia, no aparecen; se sirven de trminosque responden a ganar, recuperar.

    Jams se pronuncia la palabra injusticia en unconsejo de Estado en el que se propone el asesinatoms injusto; los conspiradores, incluso los ms san-guinarios, nunca han dicho: Cometamos un cri-men. Todos han dicho: Venguemos a la patria delos crmenes del tirano; castiguemos lo que nosparece una injusticia. En una palabra, aduladorescobardes, ministros brbaros, conspiradores odio-sos, ladrones sumidos en la iniquidad, todos rindenhomenaje, a pesar suyo, a la virtud misma, quepisotean.

    Siempre me ha sorprendido que, entre los fran-ceses, que son ilustrados y civilizados, se hayantolerado en el teatro estas mximas, tan horriblescomo falsas, que se encuentran en la primera esce-na de Pompeyo, y que son mucho ms exageradasque las de Lucano, del que estn imitadas:

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  • La justice et le droit sont de vaines idesLe droit des rois consiste ne rien pargner66.

    Y se ponen estas abominables palabras en bocade Fotin, ministro del joven Ptolomeo. Pero, preci-samente porque es ministro, deba decir todo locontrario; deba hacer ver la muerte de Pompeyocomo una desgracia necesaria y justa.

    Creo, pues, que las ideas de lo justo y de lo injus-to son tan claras, tan universales, como las ideas desalud y de enfermedad, de verdad y de falsedad,de conveniencia y de inconveniencia. Los lmites delo justo y de lo injusto son muy difciles de determi-nar; lo mismo que es difcil sealar el estado inter-medio entre la salud y la enfermedad, entre lo quees conveniencia y la inconveniencia de las cosas,entre lo falso y lo verdadero. Son matices que semezclan, pero los colores chillones saltan a la vistade todos. Por ejemplo, todos los hombres confiesanque se debe devolver lo que ha sido prestado; perosi s con certeza que aquel a quien debo dos millo-nes los utilizar para someter a mi patria, debodevolverle esa arma funesta? Aqu los sentimientosse dividen; pero en general debo cumplir mi jura-mento cuando de ello no resulta ningn mal: de estonunca ha dudado nadie.

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  • XXXIIIEs prueba de verdad el consenso universal?

    Se me puede objetar que el consenso de los hom-bres de todos los tiempos y de todos los pases noes una prueba de la verdad. Todos los pueblos hancredo en la magia, en los sortilegios, en los ende-moniados, en las apariciones, en las influencias delos astros, en cien tonteras semejantes ms: nopodra ocurrir lo mismo con lo justo y lo injusto?

    Me parece que no. En primer lugar, es falso quetodos los hombres hayan credo en estas quimeras.Eran, en realidad, el alimento de la imbecilidad delvulgo, y existe el vulgo de los grandes y el vulgodel pueblo; pero una multitud de sabios siempre seha burlado de ellas: por el contrario, esa gran canti-dad de sabios siempre ha admitido lo justo y loinjusto, tanto e incluso ms todava que el pueblo.

    La creencia en los brujos, en los endemoniados,etctera, est lejos de ser necesaria para el gnerohumano: por lo tanto es un desarrollo de la razndada por Dios, y la idea de los brujos y de los pose-dos, etctera, es, por el contrario, una perversin deesa misma razn.

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  • XXXIVContra Locke

    Locke, que me instruye y me ensea a desconfiarde m mismo, no se engaa a veces igual que yo?Quiere probar la falsedad de las ideas innatas; perono aade una razn muy mala a otras muy buenas?Confiesa que no es justo hacer hervir al prjimo enuna caldera y comrselo. Sin embargo dice que hahabido pueblos de antropfagos, y que esos serespensantes no habran comido hombres de habertenido las ideas de lo justo y de lo injusto, quesupongo necesarias para la especie humana (vasela Cuestin XXXVI).

    Sin entrar aqu en la cuestin de si ha habido enrealidad pueblos de antropfagos, sin examinar lasnarraciones del viajero Dampier67, que recorritoda Amrica y nunca vio ninguno, pero que encambio fue recibido por todos los salvajes con lamayor humanidad, respondo lo siguiente:

    Algunos vencedores se comieron a sus esclavoscapturados en la guerra: crean hacer una accinmuy justa; crean tener sobre ellos derecho de viday muerte; y como disponan de pocos alimentosbuenos para su mesa, creyeron que les estaba per-mitido alimentarse con el fruto de su victoria.Fueron en esto ms justos que los triunfadoresromanos, que mandaban ahorcar sin fruto alguno alos prncipes esclavos que haban encadenado a su

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  • carro triunfal. Los romanos y los salvajes tenanuna idea muy falsa de la justicia, lo admito; pero, enfin, unos y otros crean obrar justamente, y esto estan cierto que los propios salvajes, cuando habanadmitido a los cautivos en su sociedad, los mira-ban como a sus hijos, y esos mismos antiguos roma-nos dieron mil ejemplos admirables de justicia.

    XXXVContra Locke

    Admito, con el sabio Locke, que no hay ningunanocin innata, ni principio de prctica innato: esuna verdad tan constante que resulta evidente quetodos los nios tendran una nocin clara de Dios sihubieran nacido con esa idea, y que todos los hom-bres estaran de acuerdo en esa misma nocin,acuerdo que nunca se ha visto. No es menos eviden-te que no nacemos con unos principios desarrolla-dos de moral, pues no se ve cmo toda una nacinpodra rechazar un principio de moral que estuvie-ra grabado en el corazn de cada individuo de esanacin.

    Suponiendo que todos hayamos nacido con elprincipio moral bien desarrollado de que no hay queperseguir a nadie por su manera de pensar, cmopueblos enteros habran sido perseguidores? Su-poniendo que cada hombre lleva en s la ley eviden-

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  • te que ordena ser fiel a su juramento, cmo todosesos hombres reunidos en corporaciones habrndecidido que no hay que mantener la palabra dadaa unos herejes? Repito una vez ms que, en lugar deestas ideas innatas quimricas, Dios nos dio unarazn que se fortalece con la edad y que nos enseaa todos, cuando estamos atentos y carecemos depasin y de prejuicio, que hay un Dios, y que hayque ser justo; pero no puedo conceder a Locke lasconsecuencias que l deduce. Parece acercarsedemasiado al sistema de Hobbes68, del que sinembargo est muy alejado.

    He aqu sus palabras, en el libro primero delEntendimiento humano69: Considerad una ciudadtomada al asalto, y ved si en el corazn de los solda-dos, animados a la carnicera y al botn, aparecealguna consideracin por la virtud, algn principiode moral, algunos remordimientos de todas lasinjusticias que cometen. No, no tienen remordi-mientos; y por qu? Porque creen obrar justamen-te. Ninguno de ellos ha supuesto injusta la causadel prncipe por el que va a combatir: aventuran suvida por esa causa; cumplen el trato que han pacta-do; podan morir en el asalto; por lo tanto creentener derecho a matar; podan ser despojados; pien-san por tanto que pueden despojar. Adase queestn en la ebriedad de la furia, que no se razona; y,para probaros que no han rechazado la idea de lojusto y de lo honrado, proponed a esos mismos sol-

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  • dados mucho ms dinero del que el pillaje de laciudad les puede procurar, jvenes ms bellas quelas que han violado, a cambio slo de que, en vez dedegollar, en su furia, a tres o cuatro mil enemigosque an resisten, y que pueden matarlos, vayan adegollar a su propio rey, a su canciller, a sus secreta-rios de Estado y a su capelln mayor: no encon-traris uno solo de esos soldados que no rechacehorrorizado vuestras propuestas. Sin embargo, no leproponis ms que seis asesinatos en lugar de cuatromil, y les ofrecis una recompensa enorme. Por quos rechazan? Porque creen justo matar a cuatro milenemigos, y porque el asesinato de su soberano, alque han prestado juramento, les parece abominable.

    Locke prosigue, y, para probar mejor que no hayninguna regla prctica innata, habla de los mingre-lianos70, para quienes es una especie de juego, dice,enterrar vivos a sus hijos, y de los caribes, que cas-tran a los suyos para engordarlos mejor, a fin decomrselos.

    Ya se ha observado en otra parte que este granhombre fue demasiado crdulo al referir estas fbu-las; Lambert71, que slo imputa a los mingrelianosenterrar vivos a sus hijos por placer, no tiene dema-siado crdito.

    Chardin72, viajero que pasa por verdico, y por elque se pidi rescate en Mingrelia, hablara de esahorrible costumbre si es que exista; y no sera sufi-ciente que lo dijese para que se creyera; sera preci-

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  • so que veinte viajeros, de naciones y religiones dife-rentes, coincidiesen en confirmar un hecho tanextrao para que hubiera una certeza histrica.

    Lo mismo sucede con las mujeres de las islasAntillas, que castraban a sus hijos para comrselos:eso no es propio de la naturaleza de una madre.

    El corazn humano no est hecho as: castrarnios es una operacin muy delicada, muy peli-grosa, y que, lejos de engordarlos, los adelgaza porlo menos durante todo un ao, y que a menudo losmata. Este refinamiento slo estuvo en uso entrelos grandes que, pervertidos por el exceso del lujo ypor los celos, pensaron en tener eunucos para servira sus mujeres y a sus concubinas. En Italia, y en lacapilla del Papa, se adopt slo para tener msicoscuya voz fuese ms bella que la de las mujeres. Peroen las islas Antillas es difcil presumir que unos sal-vajes hayan concebido el razonamiento de castrarnios para hacer con ellos un buen plato; y luego,qu habran hecho con sus hijas?

    Locke cita tambin a los santos de la religinmahometana, que se aparean devotamente con susburras para no sentirse tentados a cometer la me-nor fornicacin con las mujeres de la comarca. Hayque poner estos cuentos junto al del loro que man-tuvo una conversacin tan bella en lengua brasileacon el prncipe Mauricio73, conversacin que Locketiene la simpleza de referir sin sospechar que elintrprete del prncipe haba podido burlarse de l.

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  • De este modo, el autor de Del espritu de las leyes74

    se divierte citando unas pretendidas leyes d