el frente tercera edición
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Revista Cultural Contra-Hegemónica. Pretende contrarrestar la cultura neoliberal mediante la difusión del arte, historia, política y acontecer local. En esta edición: Especial del movimiento obrero en ChileTRANSCRIPT
Revista digital
EL FRENTE
- Detrás de escena: Represión estatal a comunidades
Mapuches en Liquiñe
- Poesía & arte local
- Estudios críticos: Vigencia de la lucha de clases
- Historia no oficial: La matanza de Ranquil 1934
Especial:
La Historia del movimiento obrero
en Chile
N° 3 / AÑO 1 / Mayo 2011 Valdivia - Chile.
La revista El Frente pretende comprender la estructura económica, política y cultural del Neoliberalismo, identificando y denunciando las desigualdades e injusticas que este genera en la sociedad. Busca también, contrarrestar su hegemonía cultural mediante la difusión de la realidad social, artística, histórica, política y cultural de la región y Latinoamérica. Nuestros pequeños estudios críticos e históricos esperan ser un aporte en la deconstrucción de estas estructuras, siendo argumento teórico para la reivindicación de aquellos sectores sociales azotados por la clase dirigente.
En esta edición, contamos con mayor participación de estudiantes, compañeros y artistas locales. Develamos la historia del movimiento campesino en Ranquil y la masacre perpetrada por el gobierno de Arturo Alessandri, denunciamos nuevos atropellos al pueblo Mapuche, con los estudios críticos identificamos la vigencia de la lucha de clases, “El Bastidor” y “Quemando Cuadernos" nos llevará a recorrer el arte corraleño de Juan Carlos Navarrete y la poesía de Mauricio Martínez. La pintura de la portada es la genial obra de Leonel Torres titulada “Trabajadores Movilizados”.
La dictadura de Augusto Pinochet, apoyada por sectores de la clase dirigente chilena y de E.E. U.U., instauró el Neoliberalismo, articulando la desconcentración de los procesos productivos mediante la aplicación del plan laboral hecho por José Piñera, este consistió en la promoción de la subcontratación y la normalización de los sindicatos, los que sólo podían demandar y negociar asuntos relacionados con el salario. Desde entonces los obreros no pueden demandar cambios en las políticas organizacionales o económicas de las empresas, viéndose obligados a competir entre sí para aumentar sus salarios. Paralelo a esto, empresas y transnacionales ocupan “masas flotantes de trabajadores”, bajo subcontratación o contratos temporales en faenas y plazos específicos, lo que fomenta la precariedad laboral y desvinculación entre trabajadores.
Editorial
Con motivo del reciente 1º de Mayo, la revista El Frente presenta un especial sobre el movimiento obrero en Chile. Nuestro país tuvo un sólido movimiento obrero durante el siglo XX. Las miserables condiciones de vida en la que se desenvolvieron las clases populares hicieron evidente las desigualdades entre oligarquía y trabajadores. Estos últimos se vieron en una encrucijada: o seguían viviendo deplorablemente o se organizaban para hacer frente a su realidad. Federaciones y sindicatos se multiplicaron, usando protestas y huelgas como instrumento político. Estas organizaciones tuvieron altos y bajos, aumentaron en los gobiernos de Arturo Alessandri, Frei Montalva y Salvador Allende, pero fueron brutalmente reprimidos en dictaduras como la de Ibañez del Campo y Pinochet. Sin embargo, es esta última la que desarticula definitivamente el movimiento obrero en Chile.
CONTENIDOS
La mala reputación: Matanza de
Ranquil 1934.
Detrás de escena: Lof Trafun Mapu,
recuperación de tierras y represión en
Liquiñe.
Estudios críticos: La vigencia de la
lucha de clases.
Quemando cuadernos: La poesía de
Mauricio Martínez.
El Bastidor: El arte corraleño de Juan
Carlos Navarrete.
Especial: Historia del movimiento
obrero en Chile.
Mural de Diego Rivera representando la Historia de México
l silencio de la historia oficial de una de las matanzas más sangrientas ocasionadas por el Estado chileno en contra de los campesinos-mapuches en la zona de Ranquil, deja en evidencia la represión
realizada bajo el gobierno de Arturo Alessandri Palma en el año 1934. Este suceso que la memoria oficial ha invisibilizado de los discursos históricos escolares y civiles, posee un lenguaje propio como memoria de resistencia de trabajadores y campesinos quienes abiertamente son explotados por latifundistas y terratenientes de la clase dominante.
En efecto, el proceso de “Ocupación de la Araucanía” en el siglo XIX, significó que un gran número de mapuches Pewenches fueron reducidos de sus tierras ancestrales para quedar re-distribuidos en las altas tierras de la cordillera, junto a los campesinos chilenos pobres, quienes también fueron reducidos a las tierras estériles de la cordillera, cientos de familias compartieron la experiencia, quienes labraron y cultivaron la tierra en beneficio de los suyos. Sus tierras quedaron en manos de latifundistas chilenos y extranjeros respaldados por el gobierno.
Labrar, cultivar y habitar la tierra ha sido uno de los derechos históricos – naturales que poseen tanto campesinos y mapuches. La propiedad desde la construcción del Estado-nación ha sido una producción enmarcada en términos de capital y de uso privado, sin reconocer la identidad Pewenche de las tierras, por otro lado, los campesinos fueron reprimidos y despojados por la llegada de cientos de colonizadores extranjeros.
El quiebre del capitalismo en 1929 fue un proceso generalizado en la América morena caracterizada por la dependencia exportadora de materias primas. Las quiebras de fábricas y empresas
enlistaron el número de cesantes. Hombres y mujeres tuvieron que establecerse en el Alto Bio-Bio. La organización de los empobrecidos se materializó en el “Sindicato agrícola Lonquimay” con que recuperaron algunas tierras por “la vía legal” en la localidad de Nítrito, instaurando escuelas propias en la zona. El sindicato fue compuesto socialmente por campesinos, Pewenches, obreros de obras públicas y empleados de pulperías.
Ante tal articulación social, los latifundistas de la “Sociedad Puelma Tupper” hicieron sus litigios al Estado chileno, demostrando que las tierras habían sido, desde el año 1881 otorgadas a la familia Puelma. El rugir de los terratenientes generó un clima de inestabilidad social. Mientras se realizaban las negociaciones entre el gobierno y los campesinos-mapuches, Carabineros hostigaban a los habitantes. En los mismos días Arturo Alessandri Palma otorgaba los títulos de propiedad a la Sociedad Puelma favoreciendo a los latifundistas. Luego de la resolución establecida, los campesinos fueron desalojados, sus cosechas y casas fueron quemadas, por lo que tuvieron que refugiarse más arriba en la cordillera, sufriendo escases de alimentos y las duras condiciones climáticas.
En el invierno de 1934, el desalojo, la hambruna, el frio y la resistencia se articularon, dando paso al levantamiento campesino, obrero y mapuche de la zona de Ranquil. En defensa de la organización sindical, de las tierras y la dignidad como trabajadores. Diversas fueron las formas de resistencia, principalmente la armada con fusiles viejos y escopetas hicieron avanzada a pulperías y bodegas de latifundistas, saqueando cuanto alimento estuviera por delante. El gobierno y la prensa oficial acusaron al levantamiento de bandoleros y subversivos, propio de una estrategia revolucionaria con ideas marxistas influidas por la República Soviética.
E
LA MALA REPUTACIÓN
La matanza de Ranquil, 1934 Levantamiento campesino-mapuche en el territorio cordillerano de Lonquimay.
Por Daniela Durán
Con los argumentos “son gente sin ley e insurrectos armados”, militares y carabineros, con apoyo aéreo, se internan en el sector para torturar, violentar mujeres, mutilar y matar a mapuches y campesinos que se encontraban en los asentamientos. Los cuerpos de hombres y mujeres fueron arrojados a los profundos ríos nacientes de la cordillera. La desintegración de la población fue total, los sobrevivientes se internaron en la espesura de los bosques atravesando la cordillera e instalándose en estancias y haciendas argentinas.
Las muertes bordearon las 60 personas oficialmente reconocidas. Sin embargo fueron aprisionadas 500 y llevadas desde Lonquimay a Temuco, de las cuales sólo llegaron 32. Esto deja al descubierto el gran número de detenidos desaparecidos en la época.
Los sucesos vivenciados en Ranquil evidenciaron el reprimir del aparato estatal a los primeros movimientos de organización sindical de la época, que articuló diversos actores sociales. Esta experiencia fue un referente para posteriores organizaciones campesinas, sindicales y proletarias del siglo XX como el caso de La Federación Nacional Campesina y la Confederación de Trabajadores de Chile.
La lucha entre explotados y explotadores es una realidad. La matanza de Ranquil se presenta en la historia como una experiencia de resistencia y organización sindical para hcer frente al
empobrecimiento de forma colectiva. Actualmente en la zona Pewenche de Ranquil campesinos y mapuches perduran con la lucha por la tierra y la vida contra el aparato estatal y los latifundistas.
Bibliografía. Levantamiento Campesino en Ranquil y
Lonquimay, Historia política-social. CEME. 2004. www.archivochile.com
Reportaje “Arriba en la cordillera”. Azkintuwe.
Periódico mapuche. 2004. CEME. Archivo Chile.
“Con los argumentos ‘son gente sin ley e insurrectos
armados’, militares y carabineros, con apoyo aéreo, se internan en el
sector para torturar, violentar mujeres, mutilar y matar a
mapuches y campesinos que se encontraban en los
asentamientos.”
Frente a los sucesos ocurridos hace unas semanas
atrás y que hasta ahora siguen sucediendo en Liquiñe
comuna de Panguipulli en la XIV Región de los Ríos.
Queremos entregar a la comunidad información del
proceso reivindicativo de recuperación y defensa del
territorio por parte de comunidades Mapuche, proceso
encabezado por autoridades ancestrales, las cuales no han
sido escuchadas ni atendidas por el Estado de Chile frente a
sus demandas, sino que por el contrario las “autoridades”
sólo han respondido una vez más de forma violenta y
represiva hacía las comunidades y con ello prestar defensa
de la propiedad privada y usurpadora de los territorios
ancestrales que hoy en día están en manos del latifundista
Eduardo Elberg, dueño de la forestal Las Vertientes S.A.
que compone una parte de las 60.000 hectáreas que
mantiene en su poder.
Sumando a la entrega de información, queremos
presentar nuestro fuerte apoyo al pueblo Mapuche que se
encuentra en un proceso de conciencia histórica frente a las
amenazas que vive día a día, dónde levantan su voz y
resiste. Encontrando la respuesta de un Estado Chileno que
los deslegitima, reprime, discrimina y encarcela
injustificadamente.
El proceso reivindicativo de las comunidades
Mapuche cordilleranas tiene como objetivo la protección
de árboles milenarios nativos aún existentes en la zona
que son vitales para el pueblo Mapuche, además pretende
la protección de la biodiversidad que está siendo
amenazada por mega proyectos hidroeléctricos que se
intentan instalar en el territorio ancestral Mapuche.
Con lo anterior expuesto damos las primeras
señales de lo que está sucediendo en la zona cordillerana
de la Región de los Ríos, con el fin de presente un primer
acercamiento y que en una futura edición pretendemos
desarrollar más a fondo, con el fin de develar los hechos
que no han sido de conocimiento público a través de los
medios de comunicación de masa formales, los cuales son
condescendientes y se relacionan estrechamente de forma
oculta con los poderes fácticos y económicos de nuestro
país.
Lof Trafun Mapu
Recuperación de tierras ancestrales y Represión del Estado Chileno.
Por Rodrigo Conejeros Olea.
Detrás de escena
propósito de la conmemoración del Día del trabajador, quiero referirme a la pérdida de la identidad de clase que se puede palpar a niveles bastantes considerables en el Chile actual. Desde muchos frentes se nos dice que la lucha de clases acabó, que la sociedad capitalista representa la
mejor forma de organización social y que los combates ideológicos forman parte del pasado, en tanto los patrones y obreros ya no son lo que eran antes, debido a las nuevas formas de organización del trabajo.
En esta pequeña reflexión no apuntaremos a confirmar como un hecho establecido la caducación de la lucha de clases, o el fin de las corrientes de pensamiento y acción clasista; por el contrario, buscamos comprender los procesos que han colaborado con la pérdida o invisibilidad de la conciencia de clase y del sujeto social que configura tal posición.
Además, ser un pequeño aporte en la búsqueda de contrarrestar la hegemonía del pensamiento dominante, propio de la contrarrevolución que se inicia con el golpe militar del 73, y que hoy se reproduce sistemáticamente en muchos aspectos de la sociedad: desde la intelectualidad, en los discursos de la clase política en el poder, los medios de comunicación, entre otros.
Para evitar algún prejuicio, entenderemos la conciencia de clase o la identidad de ésta como una ideología obrera en el amplio sentido del término, es decir, no como un ideario específico (comunismo, marxismo,
anarquismo, etc.), sino como el conjunto de valores, principios y aspiraciones de las clases oprimidas y explotadas y que se posicionan como antagónicas a quienes detentan los medios de producción: la burguesía.
En el Chile actual los empresarios, gobiernos de turno y las burocracias sindicales nos dicen que las relaciones sociales entre ellos ya no son antagónicas, puesto que hoy nos hemos transformado en socios, ya que el país necesita superar viejas trabas y avanzar con unidad nacional a convertirse en un país desarrollado. Todo esto siguiendo las pautas que nos orientan las grandes
asociaciones económicas (FMI, BM, OCDE, etc.), en tanto Chile ofrece las condiciones estructurales para la implementación de sus políticas.
Pero hay un detalle que se les olvida a todos quienes hoy se aglutinan bajo la bandera de la globalización y al desarrollo del país: las condiciones estructurales que hoy dejan a Chile como un país estable se impusieron por vía de la violencia de clase durante la última dictadura cívico-militar. Fue en dicho proceso donde se rompe con un proyecto de transformación social que era impulsado por la clase trabajadora y el conjunto del pueblo, donde la justicia y la igualdad no eran sólo consignas o ideales; estos se estaban materializando y se encontraban arraigados fuertemente en el imaginario colectivo del movimiento popular chileno. Solo es posible romper dicho proceso con la tortura y la muerte, la desaparición de personas, la destrucción de los proyectos políticos socialistas y de la supresión de muchas libertades. Es así como la clase dominante en Chile, orientada por EE.UU. y con los aparatos represivos del estado, logra infringir una herida profunda al pueblo trabajador chileno. Y no solo física, si no por sobre todo moral e ideológica. Esto dejo libre el camino a los de arriba para implementar los ajustes necesarios al sistema económico y social en Chile.
Al mismo tiempo, se instala en el imaginario colectivo la necesidad de recuperar las libertades aplastadas por la dictadura, situación que es muy bien aprovechada por sectores de la burguesía, que hoy constituidos como la concertación, cooptaron toda la capacidad movilizadora
A
La vigencia de la lucha de
clases.
Reflexión en torno a la recuperación de la identidad de clase.
Por JAVIER ROJAS C.
Dictadura y democracia.
del pueblo chileno, en función de la lucha por la democracia representativa burguesa.
El sentido común que se ha instalado en la transición a la democracia va en la dirección de legitimar el sistema político y el modelo económico neoliberal como paradigma de progreso y adelanto. Según esta lógica, los países vecinos de la región se encuentran atrasados a causa de polarizaciones sociales, de ideas revolucionarias que aún no se logran extirpar y por sobre todo de movimientos populares que han volcado a muchos gobiernos.
Pero Chile es el país avanzado. Una nación de ciudadanos a los que parece no importar que día a día sean robados sus fondos de pensiones a través de la especulación de las AFP. Chilenos que no cuestionen el hecho de que la educación año a año se convierta en una empresa más, y que su costo incremente superando con creces el sueldo mínimo. Ciudadanos adelantados que no se indignan al presenciar como son saqueados los recursos naturales del país, contaminando la naturaleza, todo en beneficio de grupos económicos principalmente extranjeros. Este es el Chile desarrollado, donde la gran parte de las riquezas del país se concentran en un par de familias y grupos de empresarios en perjuicio de las grandes mayorías. Pero los atrasados son los bolivianos, ya que estos derrocaron gobierno tras gobierno cuando intentaron privatizar el agua y robarles el gas. Atrasados son quienes siguen sosteniendo una conciencia de clase.
Afortunadamente, a pesar todas los mecanismos que los de arriba han empleado por desaparecer la disidencia y a quienes cuestionen la realidad social del país, en función de presentarnos como “adelantadas” y naturales las condiciones de vida que tenemos,
lentamente y desde abajo se reconstruyen nuevas –y viejas- tendencias que apuntan a recuperar la memoria histórica de nuestro pueblo, a darle de nuevo un sentido clasista, atacando la hegemonía de la clase dominante que se infiltra en la conciencia del pueblo trabajador.
No obstante, la necesidad de construir una corriente de pensamiento y acción clasista, que vuelva a ocupar su puesto en la calle, en los lugares de trabajo, en los establecimientos educacionales, etc., es una tarea urgente de quienes apostamos por las transformaciones profundas en la sociedad.
Pero construir una corriente clasista no significa repetir las formulas del pasado de forma mecánica, si no que aprender de los procesos de lucha del pueblo, de sus victorias y derrotas, con tal de extraer lecciones necesarias que tracen un camino. Debe ir acompañada de nuevas lecturas de la realidad social de Chile –y de Latinoamérica por cierto-, superando ciertas categorías de análisis y sujetos que se han transformado. La identidad y conciencia de clase no sólo debe orientarse a quienes sufren la explotación laboral en un sentido estricto, si no que a todos quienes a la vez se encuentran oprimidos y dominados por el capitalismo. En definitiva, una corriente clasista que aglutine las luchas de los trabajadores, de los pueblos originarios, de género, de los estudiantes, de trabajadores informales y cesantes, entre muchas otras.
Sin duda quedan muchos elementos pendientes por tratar, que deben ir siendo puestos a debate en medios críticos y populares como éste. Y ya que el desafío es enorme, se vuelve prioritario vincular esta discusión en la misma práctica, que acompañe y nutra la acción de nuevos proyectos alternativos, y que aporten a la construcción del poder popular como la única vía de nuestro pueblo para conquistar la justicia y la felicidad.
Valdivia, Mayo de 2011.
La herida sigue haciendo sus efectos.
Lucha de clases, aquí y ahora.
ARMAGEDON.
Infausto terremoto aborrecible, pedían que su furia ya calmara
eran dogmas oscuros sobre el Ara la crónica es palabra incomprensible.
El Tiempo ciclo trágico intangible
El Rayo desbocado se dispara es la delgada línea que separa,
romántico es el mar impredecible.
Anticristos grotescos y deformes La Espada decapita a la Serpiente
por cósmicos propósitos marcados.
Cataclismos, Saetas cuneiformes Destino de la Vida la simiente
Dragones de cadenas liberados.
LA PAJA ES LA RAJA.
Por falta de transporte, no han sido descargadas, legiones de líquidos soldados, el escroto, hasta la cima atiborrado camionadas de cemen-to acumulado Y Manuela complaciente, lujuriosa, prepara la descarga, con dedos entrenados moviliza al obrero, en éxtasis parado, en la mano la herramienta, dispuesta la descarga. Ahogado por cómplices quejidos,
comienza la vendimia, aprieta, goza, se derriten los cachetes y las piernas ya no pesa el peso de su roca. Con timbres pegajosos, las sábanas manchadas, otro aborto entre ocre y ambarino, muere en omo y cloro remojado…
¿qué será del calzoncillo colgado en el cordel, cagado por los pájaros?
● ● ●
BLANCA PERDICION.
Vuela el auto azuzado, una saeta, nimio paso, es audacia y es espanto interscicio de vida y camposanto, la curva del azar una silueta. Exánimes y pálidos guiñapos, el estruendo, los hierros retorcidos Diosa Blanca holocausto sin sentidos indolentes muñecos en harapos. Perjuicio y daño que a tu mente irroga, estertores moliendo la conciencia espejos de barbarie y perdición ¿ Quién proscribe el absurdo de la droga? cultura degradante como esencia asumir es difícil decisión.
● ● ●
EN EL DÍA DEL TRABAJO
UN HOMENAJE AL
MISERABLE QUE A
VECES LE TOCA O NO LE
TOCA…
Quemando cuadernos
CIVILIZACION.
Atardecer en el parque, trotan cuicos y guachacas esquivan las bicicletas, caracoles y gusanos. Sacan a cagar sus quiltros, en los prados y jardines defecan su concentrado en letrinas municipales. Engullen, escupen, besos, mean, veo fletos, lesbianas y borrachos, se humedecen con la música y los gritos en los autos se aparean los amantes. Por la sangre vomitan cocaína, entre risas, garabatos y empujones, orgasmos tras los vidrios empañados. Al río latas, cajas y papeles, en la Plaza relinchan las campanas, el Angelus, puntual, llama al ganado.
AVISOS CLASIFICADOS.
Entre su teléfono y el mío, hay un aviso en el diario, para conversar en pelotas en una pieza encerrados.
Para estar, sólo ir,
si no se para también
para hacerlo, pagar diez mil…
Ficha biográfica
Nací poeta en un tiempo equivocado. No soy de la generación
EGOEMERGENTE de ahora, en que publicar algo les hace sentir
famosos.
Dicen que no se entiende lo que escribo porque el vocabulario es
desconocido, anómalo, evidente y predecible, es decir, plano como
una tabla… Los iluminados críticos de hoy, argumentan que me
quedé “pegado” en otro tiempo.
Por eso no me considero poeta. Aún así, si fuera verdad su tesis, ( y
aunque lo demuestren) no está en mis expectativas, ganar concursos,
premios, ni diplomas, como tampoco, postular a fondos concursables
para publicar, porque ya se sabe quiénes serán los favorecidos los
próximos cincuenta años, (casualidad o coincidencia, siempre son los
mismos) y como tengo 58, no tengo ninguna posibilidad, porque para
esa fecha estaré muerto.
Soy Mauricio Martínez Martínez, el Correcaminos.
[email protected] [email protected]
Quemando cuadernos
El Bastidor
Juan Carlos Navarrete
Estudiante de segundo año de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales de la UACH. Desde el litoral corraleño nos entrega su arte.
El Bastidor
La conquista de las ocho horas. Antecedentes y
repercusiones.
La conquista de “las sagradas ocho horas de trabajo” (como
lo denominaban los obreros anarquistas y socialistas) a
manos del capitalismo norteamericano no es un
acontecimiento corriente en la historia del movimiento
obrero. Al contrario, simboliza un proceso que venía
desarrollándose con ahínco durante el siglo XIX. Los
Mártires de Chicago viven en la memoria humana como un
camino de lucha para movimientos sociales posteriores y un
ejemplo imborrable para las organizaciones obreras. “De día
en día fue haciéndose más consciente el movimiento obrero,
y a la vez más revolucionario, que no en vano luchaban los
trabajadores y adquirían de la realidad experiencias
dolorosas”, señala Ricardo Mella en su texto “Los
mártires de Chicago”.
Las primeras experiencias del proletariado americano
responden a los Congresos Obreros realizados hacía 1845 en
Nueva York. Con el aumento de la euforia y agitación de la
clase trabajadora, surgía la idea de las concesiones por parte
de las esferas dirigentes. Las horas de trabajo fueron
disminuyendo paulatinamente a través del tiempo, en una
conquista realizada por los trabajadores por medio de
organizaciones y huelgas laborales. En 1847 el Parlamento
inglés estableció la jornada de diez horas de trabajo,
situación que alertó a agrupaciones americanas a organizarse
en pro de la jornada de diez horas por medio de huelgas.
“Aunque lentamente, aquellos soberbios burgueses tuvieron
que ir concediendo lo que los obreros pretendían”, enfatiza
Mella. Lograron reducir las jornadas de 14 horas a 11 horas,
en un contexto de abuso de mano de obra barata, de
inmigrantes mal pagados, de mujeres y niños extenuados en
largas horas de trabajo.
Historia del Movimiento Obrero en Chile
“Desde entonces, los obreros norteamericanos consagraron todos sus esfuerzos a obtener la reducción de la
jornada de trabajo a ocho horas solamente. En 1868 y en los siguientes años se declararon multitud de huelgas en
pro de las ocho horas, perdiéndose la mayor parte de ellas. No por esto el movimiento cesó, sino que, como
siempre, estas luchas animaron a los obreros a mayores empresas, inclinándolos cada vez más a las ideas
socialistas”, continua. Los alemanes residentes en los Estados Unidos tuvieron una influencia notable en el
movimiento obrero americano, con la organización de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Las
masas populares empezaron a comprender y practicar las ideas revolucionarias, adoptando otros temperamentos y
tendencias. Las organizaciones se afianzaron con federaciones de trabajadores a nivel nacional y regional,
acordándose en una reunión celebrada en Chicago la declaración del primero de mayo de 1886 la huelga general
por las ocho horas. Los obreros comprendían que después de agotar todos los medios legales “pidiendo al Estado
lo que no puede dar, se decidieron por las ideas revolucionarias y por la huelga general; como único medio de
luchar ventajosamente con el coloso de la explotación”. La explotación de los burgueses, del sistema capitalista, de
las represiones policiales y de los demás aparatos del Estado no hacía quebrar la jornada de ocho horas.
Chicago es una primera señal, no sólo de la idea de extender la huelga general como medio de “aunar las fuerzas
obreras y agitar la opinión y las masas”, sino de la vinculación de la clase trabajadora de manera fuerte,
organizada y autosuficiente. A la par, se realizaron múltiples reuniones al aire libre, con una organización íntegra
en casi todos los oficios, destacándose la laboral de grupos socialistas y anarquistas como un puente para estrechar
la solidaridad de la masa trabajadora.
La agitación iba en aumento, así como la preocupación de las
huestes capitalistas contra las pretensiones de los obreros. La
prensa asalariada levantó infamias contra la clase trabajadora
como medio de deslegitimación y para acallar sus demandas.
Los conflictos entre patrones y obreros estaban en un punto
álgido, registrándose inclusive despidos de miles de
trabajadores por no abandonar sus organizaciones. El peligro
era latente, y la amenaza estaba al acecho.
En este clima tuvo lugar el 1º de mayo. “Miles de
trabajadores abandonaron sus faenas y proclamaron la
jornada de ocho horas. La Unión Central Obrera de
Chicago convocó un mitin, al que asistieron una multitud de
personas. La paralización de los trabajos se generalizó. Las
reuniones se multiplicaron y los patrones empezaron a hacer
concesiones. La
causa del trabajo
triunfaba en toda la
línea”, relata Mella.
La ciudad se
paralizó: las fábricas
se cerraron y los
muelles se
clausuraron. Pero no
tardó en llegar la
represión voraz del
aparato estatal. En
enfrentamientos con
la policía, una
bomba cortó el aire
explotando en las
filas policiales
terminando con la
vida de un
uniformado, lo que
provocó la inusitada
masacre policial,
disparando a
quemarropa hacía los manifestantes: ancianos, hombres,
mujeres y niños. En total, perecieron 38 personas y más de
200 resultaron heridas. Se detuvieron a los oradores
anarquistas de Haymarket, se allanaron casas, se quemaron
imprentas, periódicos libertarios fueron suprimidos y los
mítines obreros prohibidos o disueltos. La prensa capitalista
condenó sin más, lográndose interrumpir el movimiento por
las ocho horas de trabajo. El Chicago Tribune sentenciaba:
“para estos vagos harapientos la mejor comida es una carga
de plomo en el estómago”. Defender la propia vida ante la
prepotencia del Estado es imperdonable para la clase
dirigente. “Castigo ejemplar”, “ahórquenlos”
“crucificadlos”, rebuznaban los capitalistas contra los líderes
obreros. Las conspiraciones apuntaban a la violación de la
propiedad y a la vida de ilustres ciudadanos, para así salvar
“nuestras instituciones y nuestra sociedad”.
La sentencia judicial no sorprendió a nadie: pena de muerte.
“Fundaba la acusación en que los procesados pertenecían a
una sociedad secreta que se proponía hacer la revolución
social y destruir por medio de la dinamita el orden
establecido”. Nunca se pudo establecer la participación
directa en el delito, sólo se demostró que los acusados eran
todos anarquistas o socialistas. No se probó, además, el
vinculo entre la bomba arrojada y los anarquistas procesados.
Al parecer, eso era lo de menos. La sentencia estaba fijada
antes de empezar, como si cortar el tronco de un árbol hiciera
desaparecer la germinación de un nuevo fruto. Lejos de
apagarse la llama del movimiento obrero, los trabajadores del
mundo “se sintieron impulsados por un movimiento de
simpatía a realizar la obra iniciada por los compañeros de
América”. La huelga general ganó voluntades, y cada primero
de mayo se celebraban
verdaderas luchas
populares. Esto no
quiere decir que el 1°
de mayo deba
convertirse en un día de
ritual o culto. O de
idolatría. Sino de
celebración, de
reflexión y lucha, lejos
de los grandes
monopolios, del
gobierno de los
millonarios, de
políticos y banqueros,
del capitalismo
triunfante y de la
complacencia sindical.
Los ochos hombres
sentenciados de Illinois
lucharon valientemente
por un porvenir, por un
bienestar futuro, “por el
triunfo de la Libertad y la Justicia”. Porque, como dijo el
sentenciado Augusto Spies durante el juicio, “Hemos
explicado al pueblo sus condiciones y relaciones sociales; le
hemos hecho ver los fenómenos sociales y las circunstancias
y leyes bajo las cuales se desenvuelven”, que George Engel
complementaría diciendo en su lecho de muerte: “¿En qué
consiste mi crimen? En que he trabajado por el
establecimiento de un sistema social donde sea imposible que
mientras uno amontona millones otros caen en la
degradación y la miseria (…) No combato individualmente a
los capitalistas, combato al sistema que produce sus
privilegios. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores
sepan quiénes son sus enemigos y quiénes son sus amigos”.
Por Francisco Alvarado S.
Ilustración sobre el enfrentamiento con la policía. Chicago, Mayo 1886.
Surgimiento y auge del Movimiento
Obrero en Chile.
Por J. L. Morales
La clase obrera chilena surgió producto de las
transformaciones en la identidad de los sectores populares
durante el siglo XIX, consecuencia del reordenamiento de la
propiedad hecho por los terratenientes, la modernización del
sector agrario y el desarrollo capitalista en las ciudades.
Gabriel Salazar ha identificado este proceso como aquel
donde los peones e inquilinos fueron expulsados de las
haciendas en la zona central, sufriendo lo que Salazar llamó
“descampesinización”. Con ello los terratenientes pudieron
formalizar la propiedad privada, reordenando, rematando y
expropiando la tierra de sus “dueños menores”, aumentado
la plusvalía de la misma, puesto que su posesión se volvió
exclusividad de un pequeño grupo social. Los inquilinos y
peones que fueron expulsados, al no poseer propiedad, sólo
contaban con su fuerza de trabajo, aquellos que no volvieron
a las haciendas, se dirigieron a las zonas mineras del norte,
cambiando su identidad agraria por obrera.
Uno de los primeros sectores populares en organizarse
y levantar un proyecto político, fueron los artesanos, quienes
formaron las Sociedades de Socorros Mutuos e incluso
lograron levantar, junto con algunos intelectuales, la famosa
Sociedad de la Igualdad. La creciente urbanización (la zona
central en el transcurso del siglo XIX), permitió la
proliferación de artesanos, constructores, artistas, albañiles,
zapateros, etc., quienes desarrollaron un modo de
producción artesanal, diferente al capitalista, pues, no
poseían grandes propiedades (industrias o latifundios), sino
pequeños talleres donde podían ejercer su oficio. Sin
embargo, las élites al promover el capitalismo, instaban a la
desarticulación del modo de producción artesanal, para que
estos pierdan sus medios productivos (talleres) y quedaran
sólo con su fuerza de trabajo, volviéndose mano de obra
barata.
En 1840 los artesanos se movilizaron para defender
sus modos de producción, y forma de vida, exigiendo
reconocimiento social y político al parlamento. Lograron
articular uno de los primero proyectos políticos populares en
América Latina: La Sociedad de la Igualdad1 y las
Sociedades de Socorros Mutuos. Con estas orgánicas
lograron unirse como clase artesanal, instruirse en política,
leyes e historia. Establecieron núcleos barriales, los que
funcionaron clandestinamente por las noches. El proyecto
político, consistió en la reivindicación ciudadana como una
1 Fundada en 1850 por los intelectuales Francisco Bilbao y
Santiago Arcos quienes rompieron con su clase para unirse a la
lucha de los artesanos.
forma de hacer valer los derechos del artesanado y defender
sus modos de producción.
Si bien, la Sociedad de la Igualdad fue desarticulada y
reprimida en 1860, los artesanos lograron consolidar las
Sociedades de Socorros Mutuos en las cuales reunieron
fondos para créditos sociales con los cuales costeaban salud
y educación, debido a la inexistencia del Estado de
bienestar. Hacia 1870 se formaron sociedades
“multigremiales”, multiplicándose por las ciudades de Chile.
Paulatinamente, los sectores populares generaron formas de
poder paralelas al Estado, con las cuales canalizaban sus
proyectos a las autoridades, luchando por su aceptación.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, las élites
consolidaron su hegemonía cultural, política y económica.
Las diferencias de clase se hicieron patentes. El capitalismo
se fundó en la exportación de materias primas como el
salitre. La producción basada en el auge minero, cooptó
finalmente a amplios sectores populares (artesanos,
campesinos, peones, entre otros.), quienes llegaron al norte,
escapando de las ciudades y campos, con la ilusión de
mejorar sus condiciones de vida. Allí, fueron proletarizados,
adquirieron identidad de clase trabajadora con carácter
extractivo. En las ciudades, las diferencias de clase eran
abismantes, mientras las élites vivían en palacios, intentando
replicar la cultura francesa y el estilo “belle époque”, los
trabajadores vivían hacinados en conventillos o rancheríos
alrededor de las ciudades. Tales desigualdades generaron la
conciencia política de la clase obrera, quienes comenzaron a
organizarse.
La miseria que vivieron los desposeídos en las
ciudades, la explotación minera en el norte y la enorme
riqueza que ostentaba un reducido sector de la sociedad,
articuló una seguidilla de motines populares2. La “cuestión
social” era identificada por las élites con preocupación, no
por el bienestar del pueblo, sino por la potencial revuelta
social que ella significaba3.
2 En Valparaíso (1903), la “manifestación de la carne” en
Santiago (1905), en Antofagasta (1906) y en Iquique (1907),
todas fueron brutalmente reprimidas, siendo la de Iquique la más
recordada, por la innumerable cantidad de obreros asesinados,
aún no hay claridad en la cifra exacta, pero supera las mil
personas, según Peter Deshazo.
3 Peter Deshazo, Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile:
1902-1927, Lom Ediciones, 2007, pp. 185
La violencia popular
fue una característica de
diversos sectores populares,
sin embargo, esta fue
canalizada, por los obreros,
de forma organizada contra
las élites. La proletarización
en la industria minera
significó una violencia
cotidiana4, la cual fue
encausada y posteriormente
negada por el sector obrero
“más ilustrado”. Tras la
fuerte represión y matanzas,
los obreros del salitre y las
ciudades articularon sus
organizaciones de forma
“racional e ilustrada”.
Surgió una clase obrera que
promovió la acción política
disciplinada, laboriosa,
respetuosa de la moral y las
sanas costumbres, entre sus
exponentes están Luis
Emilio Recabarren,
Alejandro Escobar y
Carvallo, entre otros. Estos líderes, se dedicaron a educar al
pueblo, consolidando una cultura obrera, y reivindicando
para sí la transformación de la sociedad mediante ideologías,
especialmente anarquistas y socialistas. El sindicalismo, la
actividad periodística y cultural fueron las herramientas
políticas del movimiento obrero durante la primera mitad del
siglo XX5.
Luego de un período de inactividad, tras las
matanzas, varias organizaciones obreras, entusiasmadas con
la revolución rusa, identificaron su discurso en la toma del
poder y la instauración del socialismo. Tales sectores se
aliaron con el Partido Obrero Socialista (fundado por Luis
Emilio Recabarren en 1912), el conglomerado logró
controlar en 1920 la Federación Obrera de Chile (FOCH).
Desde 1925, los sindicatos se multiplicaron, aumentado
también la influencia comunista en ellos.
La dictadura de Carlos Ibañez del Campo y el gobierno de
Gabriel Gonzales Videla reprimieron y desarticularon los
sindicatos, especialmente aquellos influenciados por
4 Riñas, bandolerismo, deserción laboral y motines contra la
autoridad en los campamentos mineros.
5 Gabriel Salazar y Julio Pinto, Historia Contemporánea de
Chile, Volúmenes I al V, Lom Ediciones, Santiago de Chile,
1999-2002, pp. 116.
comunistas6. En este contexto, Clotario Blest fundó la
Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la que entonces
tenía un marcado carácter de clase. Entre 1956 y 1970, los
sindicatos se politizaron, mientras que la izquierda y la DC
se peleaban el control de los gremios. La mayoría de los
sindicatos se alió con partidos de izquierda para hacerles
frente a sus patrones. Durante la Unidad Popular, los obreros
iniciaron nuevas formas de organización popular. En las
industrias fueron conocidos los “cordones industriales”. En
poblaciones y campos, los trabajadores se unieron con otros
sectores populares formando los “comandos comunales”,
estas fueron expresiones del poder popular. Si bien el
gobierno les apoyaba, los sectores populares desbordaron la
institucionalidad, tomando industrias (latifundios en los
campos) para exigirle al gobierno la integración en el área de
propiedad social.
6 La “ley maldita” o “ley de defensa de la democracia”.
Huelga a favor del abaratamiento de artículos de consumo. Valparaíso, 1918. Fuente: Memoria Chilena.
El Ocaso del Movimiento Obrero en Chile.
El movimiento obrero en Chile se desenvolvió durante
las décadas de 1930 a 1970 en un contexto de
industrialización protegida, con un Estado relativamente
activo en la economía y con programas sociales de amplia
proyección, (como lo fue el programa de viviendas
impulsado por organismos como la CORVI). Por otro lado
los sindicatos se perfilaron (después de los partidos
políticos) como los principales portavoces del pueblo. Se
estima que hacia 1970 un tercio de la población activa se
encontraba sindicalizada. Por otro lado la influencia de los
partidos políticos (comunista y Socialista principalmente)
fueron esenciales en las relaciones de los sindicatos con el
Estado y el empresariado. Durante la unidad popular los
sindicatos avanzaron en pleno en dos ejes esenciales: Por un
lado estaba la transformación y el mejoramiento de las
condiciones laborales y otro aspecto de carácter ideológico
por cuanto estaba destinado a una transformación social anti-
capitalista. Ambos fundamentos fueron cercenados por la
dictadura.
Este contexto de proliferación del movimiento obrero a
través de la organización y los sindicatos como principales
focos de convergencia y choque, contrasta radicalmente con
la realidad política y social instaurada durante la dictadura
de Pinochet. Dos escenarios que poco y nada tenían que ver
entre sí y que representaban fielmente la fuerte lucha de
clases que se estaba llevando a cabo en Latinoamérica.
Desde este punto de vista, responde a un contexto mucho
más amplio de movimientos sociales y dictaduras militares
regadas en el polvorín latinoamericano.
Luego del derrocamiento de Salvador Allende en 1973
y la posterior instauración del régimen de facto de Augusto
Pinochet, el movimiento obrero y los sindicatos fueron
aplastados por la represión y el terrorismo de Estado
impulsado por las Fuerzas Armadas y Carabineros. De hecho
fueron los sindicatos junto con los partidos de izquierda los
primeros en caer víctimas de la persecución y la censura.
Recién después de 1976 comenzaron a surgir tímidamente
los primeros sindicatos, que desde una posición totalmente
distinta lograron débiles avances en materia laboral,
(avances que por lo demás fueron desconocidos por los
empresarios una vez acaecida la crisis económica a
principios de los ochenta.).
Posterior al proceso del desmantelamiento de partidos y
sindicatos, el movimiento obrero tuvo que soportar fuertes
retrocesos en materia de derechos laborales y sociales. Este
proceso responde a la necesidad de generar las condiciones
económicas y sociales favorables para acomodar, a una
nueva realidad nacional, el modelo económico neoliberal.
Los tecnócratas (especialmente economistas) de la derecha
chilena impulsaron una serie de medidas económicas que en
el corto plazo terminaron por debilitar aún más el
movimiento obrero y su organización a través de los
sindicatos. Los principales factores de pauperización del
movimiento obrero fueron el aumento sostenido del
desempleo y subempleo que generó grandes obstáculos para
la sindicalización. Por otro lado se redujo de forma
sistemática el tamaño relativo de los sectores
manufactureros, mineros, constructores y estatales, en otras
palabras la base del movimiento sindical chileno. La
creciente privatización de la economía (La CORFO pasó de
controlar 533 empresas a apenas 69 luego de la dictadura)
generó un traspaso de empleados del sector público al
privado, mermando fuertemente sus derechos y las
condiciones laborales en que se desenvolvían. La creciente
apertura de la economía aumentó la presión sobre los
trabajadores, su estabilidad laboral, productividad, salarios y
beneficios, estaban ahora en manos del vaivén del mercado
neoliberal internacional.
Paul Drake en su texto “El Movimiento Obrero en
Chile: De la Unidad Popular a la Concertación” afirma en
relación a este trance del movimiento obrero desde la
Unidad Popular a la Dictadura: “En general, se deterioró la
remuneración, la estabilidad, la calidad y las condiciones de
trabajo. Para sobrevivir, los trabajadores tuvieron que
llegar a ser más flexibles, individuales y silenciosos. No
pudieron dedicarse fácilmente a los sindicatos, a las
negociaciones colectivas o a las luchas de clase.”7
Otro aspecto esencial en el menoscabo de los
trabajadores en Chile fue sin duda la caída sistemática del
salario real, que potenció en muchos casos una reproducción
de la pobreza en los sectores más marginales de la sociedad
y la mayor forma de pauperización de los trabajadores en
Chile.
El sustento normativo de todas estas reformas se
materializó a fines de los setenta (1979) en el denominado
Plan Laboral, elaborado por José Piñera (hermano del
empresario y actual presidente de Chile, Sebastián Piñera) y
que corresponde a una serie de normativas en torno a la
regulación del trabajo, la cual delimita el estrecho marco
dentro del cual los trabajadores podían canalizar sus
demandas. Es decir, si bien reconocía la existencia de
organizaciones de trabajadores en las empresas, establecía
estrictas formas de participación y negociación, imponiendo
por ejemplo estrictos requisitos para convocar a una huelga
general. Además existe una clara intención de promover la
exclusión de los trabajadores en temas clave como la
producción, desligando al trabajador del fruto de su trabajo y
trasladándolo a simples materia de remuneración como
único eje de las luchas sindicales, obviando así los temas de
fondo como los derechos laborales y las reivindicaciones
7 DRAKE, Paul W.. El Movimiento Obrero en Chile: De la Unidad
Popular a la Concertación. Rev. ciencia política (Santiago) [online]. 2003, vol.23, n.2 [citado 2011-04-20]
Bibliografía:
Osvaldo Bayer, “De Chicago a la flexibilización”. 1999.
Gabriel Salazar y Julio Pinto, “Historia Contemporánea de Chile”, Volúmenes I al V, Lom
Ediciones, Santiago de Chile, 1999-2002.
Peter Deshazo, “Trabajadores urbanos y sindicatos en Chile: 1902-1927”, Lom Ediciones,
2007.
Paul Drake, “El Movimiento Obrero en Chile: De la Unidad Popular a la Concertación”. Ricardo Mella, “Los mártires de Chicago”.
sociales. De esta forma se ha instrumentalizado el
movimiento sindical en favor de los empresarios,
con una clara intención de perpetuar las relaciones
de dominación de una clase sobre otra.
La constante apatía de los trabajadores por
el movimiento sindical hoy en día, no es más que un
síntoma de la nula efectividad de estas
organizaciones para generar cambios y representar a
los trabajadores frente a los intereses empresariales.
Las prácticas antisindicales dentro de las empresas
chilenas son un denominador común y el fiel reflejo
de que la transición a la democracia y los sucesivos
gobiernos de la Concertación no han sido capaces de
superar los vestigios de una dictadura aberrante, que
se construyó sobre la base del terror de la
ciudadanía y la explotación indiscriminada de la
clase obrera. El plan de la economía, la debilidad
del movimiento sindical, sumado a la intransigencia
de la derecha y la cautela cómplice de la
Concertación han obstaculizado de manera
dramática cualquier avance o reforma que busque
mejorar las condiciones laborales de los trabajadores
en Chile así como también erradicar los vestigios de
la dictadura y las nuevas formas de explotación y
desigualdad sobre las cuales se sustenta nuestro
modelo de desarrollo económico. Una deuda
histórica con los trabajadores y trabajadoras de
Chile.
Por Mauricio Díaz.
Retrato de la dictadura. Represión y censura.
El abrazo de amor del universo, Frida Kahlo.
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