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Fabiola Roa Lobos
Julián Tomás Bravo Vega
Facultad de Letras y de la Educación
Grado en Lengua y Literatura Hispánica
2016-2017
Título
Director/es
Facultad
Titulación
Departamento
TRABAJO FIN DE GRADO
Curso Académico
El humor inmanente en el Quijote de 1605
Autor/es
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© El autor© Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones,
publicaciones.unirioja.esE-mail: [email protected]
El humor inmanente en el Quijote de 1605, trabajo fin de grado de Fabiola RoaLobos, dirigido por Julián Tomás Bravo Vega (publicado por la Universidad de La Rioja), se
difunde bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
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Trabajo de Fin de Grado
El humor inmanente en el Quijote de 1605
Autor:
Fabiola Roa Lobos
Tutor/es: Julián Bravo Vega
Fdo.
Titulación:
Grado en Lengua y Literatura Hispánicas
Facultad de Letras y de la Educación
AÑO ACADÉMICO: 2016/2017
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Resumen:
Este trabajo tiene por objetivo demostrar que el humor en el Quijote de 1605
se encuentra dentro de la obra, forma parte de ella como una pieza que perdura en el
tiempo. La metodología usada corresponde a la estética de la recepción del texto. Se ha
podido comprobar que el horizonte de expectativas de los lectores es una cuestión
clave para la interpretación de la obra desde diferentes épocas. El papel que juega el
lector implícito será fundamental para mantener el diálogo entre Cervantes y sus
lectores. El Quijote fue concebido como obra de burlas. A través de un análisis de los
contenidos humorísticos de algunos capítulos se ha podido corroborar esta teoría.
Abstract:
The aim of this paper is to show that the humor in Quixote of 1605 is within
the work, it is part of it as a piece that lasts in time. The methodology used
corresponds to the aesthetics of receiving the text. It has been verified that the horizon
of readers’ expectations is a key piece for the interpretation of the work from different
epochs. The role played by the implicit reader will be fundamental to maintain the
dialogue between Cervantes and its readers. The Quixote was conceived as a work of
mockery through an analysis of the humorous contents of some chapters has been able
to corroborate this theory.
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Índice
1. Introducción ………………………………………………………………… 3 2. Objetivos …………………………………………………………………….. 5 3. Corpus y metodología ……………………………………………………….. 9 4. Análisis de los contenidos humorísticos …………………………………….. 12 5. Conclusiones ………………………………………………………………… 28 6. Bibliografía ………………………………………………………………….. 29
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1. Introducción
El humor que envuelve todo el Quijote de 1605 es un rasgo perceptible desde el
principio hasta el final de la novela. Me parece consecuente destacar esta característica
inmanente de la obra, tal y como lo advirtieron los lectores del siglo XVII,
contemporáneos del autor. La elección del título de este trabajo refleja la importancia de
la unión inherente del texto con el humor.
El humor de la obra es inmanente, es decir, está dentro del escrito. Mi trabajo consiste
en mostrar el humor inmanente del texto, aquel que no se percibe sin conocer antes
algunas claves culturales del Siglo de Oro español. En mi análisis queda patente la
estrecha relación entre lo inmanente y el contexto de la obra. En algunas ocasiones el
humor de una época no se entiende en otra, al encontrarnos lejos de la cultura del Siglo
de Oro. Por esta razón, ha sido necesario descodificar el contexto y mostrarlo,
aproximándome a un humor que existe (inmanente), pero que no captamos sin conocer
el código de interpretación (contexto). Además de la problemática que supone el no
conocer el contexto, debemos pensar que el sentido del humor es singular y cada pueblo
lo percibe de un modo u otro. La percepción del humor en la obra será singular entre los
diferentes lectores que se acerquen al Quijote, porque cada lector recibe el texto en
proceso individual.
Por ello, el método de análisis en el que he apoyado mi investigación es la teoría de la
recepción: “que ha puesto especial énfasis en la función que el lector desempeña en la
obra literaria” (Montero Reguera, 1997, 101). La obra ha sido motivo de valoraciones
diferentes, según la época en la que era leída. Se han hecho diversos estudios, desde el
significado simbólico y filosófico de la misma hasta el carácter político y social que la
envuelve. La realidad es que nuestra obra no ha dejado a ningún lector indiferente, sin
importar la época desde la que se lee. Por esta razón, he decidido destacar la
importancia de las perspectivas de la obra a través del tiempo. En el apartado de
objetivos estableceré un panorama sobre algunos estudios críticos del escrito desde su
publicación hasta nuestra época.
Con el análisis que llevo a cabo en este trabajo, pretendo también destacar el punto
fuerte de mi lectura: la risa, el humor y la burla. Incluso antes de leer la obra, mi
predisposición era reírme. Desde mi infancia, mis conocimientos de ella estaban
inmersos en la pareja humorística que constituían don Quijote y Sancho Panza. Para mí,
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la esencia del texto radica en el humor, tanto en el que está implícito y debe ser
aclarado, como en el que está explícito, y que también merece ser comentado.
Martín de Riquer (1970, 121), conocido medievalista, nos muestra en su obra
Aproximación al Quijote la naturaleza humorística que percibían los lectores en su
época, que es la misma que yo he podido constatar: “el lector de principios del siglo
XVII advertía, apenas había abierto el libro, que tenía entre manos una obra de
declarada intención satírica y paródica”. Mi interpretación de la obra se ha centrado en
el efecto, en la historia de la recepción, que me ha permitido conocer el horizonte de
expectativas y determinar la forma en la que los lectores percibieron la obra durante
diferentes épocas.
Mi análisis del Quijote de 1605 intentará demostrar que existen claves humorísticas
constantes en el tiempo, aunque no se pueden omitir las diferencias contextuales
existentes entre el siglo XVII y nuestro siglo. En este trabajo, he intentado valorar
algunos de esos matices humorísticos presentes para los lectores de la época cervantina.
Mi cometido ha sido recibir el texto con su humor inmanente y descodificar los
contextos que en la época mostraban el humor y hoy en día quedan oscurecidos.
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2. Objetivos
El objetivo principal de mi trabajo es plasmar cómo Cervantes plantea su obra El
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha como una obra de burlas. Esta obra,
publicada en el año 1605, es un clásico de la literatura hispánica, pero el significado
encontrado en ella ha variado a través del tiempo. Como objetivos secundarios
estableceré un panorama sobre la recepción crítica de la obra a través de los siglos, con
la intención de demostrar las diferentes perspectivas, que ha tenido la obra, influenciada
por los movimientos culturales de cada época.
1.1. Siglo XVII
Resulta conveniente comenzar analizando la repercusión que tuvo la obra en su época.
Algunos hispanistas, como Gilman (1951), aluden al Quijote apócrifo de Avellanada
para resaltar el carácter humorístico, que encontraron los lectores de la época en su
publicación: “Avellaneda se hacía cargo perfectamente de que, a pesar de lo imperfecto
de la polémica cervantina, el Quijote original había tenido un éxito abrumador en todas
las clases sociales, como obra de regocijo y comedia, y se propuso aprovechar esta
circunstancia” (Gilman, 1951, 75). Avellaneda supo intuir que uno de los factores de la
gran aceptación de la obra fue el humor trasmitido por Cervantes. Por esta razón, en su
Quijote apócrifo también se puede percibir esta comicidad.
La crítica también fue severa con Cervantes en este siglo. Unos años más tarde de la
publicación de su obra Junta de libros, la mayor que ha visto España, hasta el año de
1624, Tomás Tamayo de Vargas dirige unas palabras hacia Cervantes tachándolo de
ingenio lego. Este tópico hacia el autor fue difundido en siglos posteriores: “en el siglo
XIX, en el que se forjó la imagen de un Cervantes como persona falta de instrucción,
inculta, que había escrito sus obras poco más o menos por casualidad” (Montero
Reguera, 2005, 23).
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1.2. Siglo XVIII
Durante este siglo se destacó el contenido humorístico de la obra y su validez para
desacreditar los libros de caballerías a través de la parodia. La obra fue utilizada para
luchar contra algunos defectos reprochables de la sociedad.
Siguiendo con autores que analizaron la obra, tenemos a Vicente de los Ríos, autor de
Análisis del Quijote, publicada en 1780, quien enfoca su estudio desde la perspectiva
racionalista. Pone de manifiesto el contenido filosófico e ideológico de la época
superando antiguos puntos de vista de la crítica literaria cervantina. De los Ríos avanza
hacia la mentalidad romántica, con la idea del pueblo español vista en su lectura del
Quijote.
Existen diferentes estudios sobre la crítica cervantina a lo largo de los siglos, pero
haciendo hincapié en la temática burlesca de mi trabajo, puedo observar que el crítico
Diego Martínez Torrón (2008, 378) afirma sobre el Análisis de de los Ríos: “Aunque de
los Ríos supera la concepción de un Quijote burlesco, mantiene cierta huella de esta
idea, basándose en la concepción del héroe que se presenta en la Poética de Luzán”.
Otros autores han destacado el trabajo de Anthony Close, quien aborda la cuestión
humorística desde un punto de vista burlesco, tal y como se había percibido durante el
Siglo de Oro: “la crítica posterior fue dejando de lado la intención cómica de la novela e
impuso lecturas que reflejaban las inquietudes ideológicas de su tiempo, de entre las
cuales, la que terminó por imponerse fue la del Romanticismo alemán, que contribuyó
de forma decisiva a crear un mito trágico en torno al personaje de don Quijote” (En:
www.centrodeestudioscervantinos.es). Close nos muestra cómo el Quijote pasó de ser
una obra cómica a ser una obra idealista y nacionalista para el Romanticismo.
Durante el siglo XVIII se llevaron a cabo diversos estudios críticos de la obra. Obtuvo
una fama especial la visión de la obra como un entramado simbólico en el que había que
desentrañar significados bajo capas de la historia: “la que defiende la existencia de dos
niveles de significación en la novela, uno literal y otro oculto, pero verdadero, que hay
que descifrar” (Montero Reguera, 2005, 42).
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1.3. Siglo XIX
Durante este siglo, la crítica literaria siguió la estela dejada por el siglo anterior. El
romanticismo alemán encontró en el Quijote un texto lleno de símbolos y filosofía.
Algunos autores que se decantaron por esta perspectiva fueron Heinrich Heine,
Friedrich Schlegel y Schelling. La lectura romántica de la obra fue masiva en Europa.
Diversos estudios hispanistas definen la lectura durante el Romanticismo del Quijote
como: “La idealización del héroe y la negación del propósito satírico de la novela; la
creencia de que la novela tiene un nivel simbólico a través del cual Cervantes expresó
ideas sobre la relación del espíritu humano con la realidad y la naturaleza de la historia
de España; y como reflejo de la ideología, estética y sensibilidad modernas” (Montero
Reguera, 2005, 49).
En este siglo se acuñan los términos quijotismo y cervantismo, de vital importancia
para la crítica posterior de la obra. También se desarrollaron estudios críticos desde el
positivismo decimonónico, en donde se analizaron los refranes y sentencias de la
novela, a la vez, que se adentran en la investigación psicológica de los contenidos en la
obra.
Hacia el final de este siglo se sigue teniendo en cuenta la interpretación romántica,
que seguirá vigente hacia principios del siglo XX, y así: “los noventayochistas se
sumerjan en los pueblos manchegos a la búsqueda de una conciencia cervantina o
proclamen, como Unamuno, que don Quijote es la individualización del alma del
pueblo” (Romero Tobar, 2005, 7).
Entre los siglos XIX y XX se desarrolla una valoración importante de la obra por
parte de críticos y novelistas. Galdós, Clarín y Valera deciden imitar en sus obras el
modelo cervantino. En sus textos rindieron homenaje a la obra, plasmando semejanzas
con el Quijote en cuanto a la trama y los personajes. Otro tipo de crítica ejercieron Juan
Valera y Manuel de la Revilla, quienes intentaron regular la ingente cantidad de
estudios sobre Cervantes. El cervantismo y sus defensores crecieron en esta época,
aunque también hubo detractores de esta actividad.
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1.4. Siglo XX
El modernismo supo demostrar su predilección por el Quijote. La obra presentaba una
serie de valores, que el movimiento enaltecía: “el idealismo, la ilusión, la fantasía y el
ensueño que posibilitaban la creación de un mundo imaginativo alejado de la realidad”
(Montero Reguera, 2005, 82). Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez y Manuel Machado
encontraron en el Quijote una fuente de inspiración y vertieron en algunos escritos la
temática de la obra.
Salvador de Madariaga en su obra Guía del lector del Quijote (1926) supo extraer
algunas ideas de estudios psicológicos anteriores, para establecer su teoría sobre la
pareja Quijote-Sancho determinando que existe un proceso de quijotización y
sanchificación. Montero Reguera (2005,98) definió este proceso: “en Don Quijote y
Sancho se produce una evolución que lleva al primero a incorporar a su personalidad
elementos característicos de la personalidad del segundo y viceversa”.
Américo Castro, a través de su obra El pensamiento de Cervantes (1925), sienta las
bases de un análisis del Quijote desde su contexto histórico: “Partiendo de su idea de
que la historia y literatura están profundamente unidas y de que los textos literarios
pueden servir para ilustrar los hechos de un pueblo, un país, una sociedad” (Montero
Reguera, 1997, 32).
La situación bélica que padece Europa obliga a muchos escritores a exiliarse, pero
ellos prosiguen con sus trabajos de investigación desde sus nuevos emplazamientos.
Estos autores crean en sus países de acogida una atmósfera de amor hacia el Quijote y
su análisis. Hacia mediados del siglo XX nacen nuevos hispanistas, que pretenden
acercarse a la obra desde una mirada humorística. Alexander A. Parker intentará que la
obra sea analizada tal y como se veía en tiempos de Cervantes. Anthony Close se une a
esta tendencia, estudiando la recepción que ha tenido la obra a través de los siglos; sin
embargo, se decanta por una interpretación cómica del Quijote rechazando la ya
advertida por la crítica anterior: “los más destacados estudios de la obra maestra
cervantina se desentendieron casi por completo del aspecto que para su mismo creador
fue esencial: su comicidad” (Close, 2005, 16).
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3. Corpus y metodología
El trabajo está estructurado en una parte teórica y otra práctica. La primera parte
ocupa el punto número 2, en este apartado hago hincapié en algunos trabajos que
abordan la visión del Quijote en diferentes épocas, apoyándome en la corriente de la
crítica denominada “Estética de la recepción”. La segunda parte del trabajo ocupa el
apartado número 4. En este punto, realizo un análisis de mi lectura del texto y las
explicaciones pertinentes sobre algunos capítulos, en los que he encontrado tintes
humorísticos inmanentes a la obra y esclarecidos gracias al contexto de la misma. En
algunos capítulos de la obra pertenecientes al bucolismo realista (11-12), al bucolismo
de ficción (13-14), a la historia del curioso impertinente (33-35), a la historia del
cautivo con Zoraida (39-41), entre otros, no puedo percibir humor. En mi opinión,
Cervantes introduce historias sin humor externas a don Quijote, que es el motivo
principal de la burla en la obra, al igual que lo será todo lo relacionado con él. Hay
capítulos en los que he querido destacar además del humor implícito, el humor
explícito, ya que me parece una parte fundamental de la obra, que la encausa como obra
de burlas.
Al comenzar a indagar sobre los distintos enfoques y contextos de la risa en la obra,
he podido percibir que Cervantes engloba un conjunto de formas de causar la risa entre
los lectores. En primer lugar hay acciones y personajes que cumplen una función
cómica. Pero el autor también juega con el inconsciente colectivo de la sociedad de su
época. Un ejemplo de esto son todas las alusiones al mundo del carnaval descritas en la
obra: “máscaras, disfraces, aspectos distintos de la locura carnavalesca, expresiones
groseras y escatológicas también carnavalescas pueblan esta obra de Cervantes”
(Montero Reguera, 1997, 69). El conjunto del mundo al revés que plantea Cervantes,
junto con las diferentes perspectivas lectoras a través de los siglos, me han dirigido a
usar como método de análisis la recepción del texto de Jauss.
Jauss expone en su obra La historia de la literatura como provocación de la ciencia
literaria (1967) una serie de principios de la teoría de la recepción relacionándola
estrechamente con la historia: “La obra literaria posee una vida histórica que sólo puede
conocerse desde el papel activo que desempeña el receptor. Una lectura de un texto
presupone una implicación estética, puesto que un lector pone en juego, aunque no
quiera, toda la serie de lecturas que anteriormente ha hecho, y con ello contribuye a la
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constitución de una tradición de recepciones, que funciona como una implicación
histórica” (En: www.mcnbiografias.com).
Jauss y la Escuela de Constanza nos dirigen a una teoría que tiene como base la
respuesta del lector ante un texto. La historia de la literatura nos muestra el impacto de
una obra a través de tiempo. Con el Quijote he podido percibir diferentes formas de
recepción del texto en las épocas y una interacción entre Cervantes y sus lectores. La
posición del lector es fundamental, un lector, en función de sus conocimientos, cultura,
inteligencia y otros factores, recibe el texto de un modo diferente a otro receptor. Si el
lector conoce el contexto (Siglo de Oro), comprenderá mejor el texto quijotesco y su
humor que otro lector que lo desconozca.
La teoría de la respuesta del lector pone de manifiesto la interpretación literaria del
lector. El texto es más importante que el texto en sí, porque el texto no existe hasta que
es leído. El lector implícito encuentra conexiones, se anticipa al significado y confirma
o trunca sus expectativas. Se reconoce que el género, la raza y la clase social responden
en la recepción del texto.
La estética de la recepción nos traslada a la historia de la literatura, para observar el
impacto de una obra y las diferentes formas de recepción en las épocas. El lector
implícito es una figura que incluye el autor de la obra, creyendo en que sabrá
decodificar los mensajes de su texto. Con este tipo de lector se produce un proceso de
interacción entre lectores y escritores.
La estética de la recepción defiende la indeterminación de la obra literaria, ya que la
obra está abierta y se determina con la lectura. La interpretación de la obra debe
centrarse en el efecto, en la historia de la recepción y en su relación con las normas
estéticas y los grupos de expectativas cambiantes, que permitirá leer el texto en
diferentes épocas. El horizonte de expectativas es un grupo de normas culturales,
principios y criterios, que determinan el modo en que los lectores entienden y juzgan
una obra literaria en un determinado momento. El horizonte de expectativas está sujeto
al cambio histórico.
Yo, como lectora individual, veo un horizonte de expectativas que otros lectores no
perciben y al revés. Este proceso cultural me permite ver una comunicación oculta que
pongo de manifiesto en algunos de los casos humorísticos en mi análisis de la obra. Ese
humor que está dentro (inmanente) no lo percibe el lector actual. Mi labor será
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reconstruir el horizonte de expectativas que poseía el lector antiguo (contemporáneos a
Cervantes), para mostrárselo al lector actual.
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4. Análisis de los contenidos humorísticos
Cervantes nos introduce al mundo de la burla desde el prólogo. Nos habla de su obra
como un hijo poco agraciado, en el que habrá que buscar sus valores positivos y
enmascarar sus defectos a través del ingenio y el humor: “Acontece tener un padre un
hijo feo y sin gracia […] para que no vea sus faltas; antes las juzgo por discreciones y
lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires” (Cervantes, 1962, 35).
En los versos preliminares podemos ver que la obra engloba un sentido burlesco.
Belianís de Grecia, personaje de una obra de caballerías española, compara sus proezas
con las del viejo don Quijote: “Tus proezas envidio, ¡oh gran Quijote!” (1962, 46)1.
Cervantes nos muestra a un personaje tipo convertido en parodia, ya que don Quijote es
un caballero andante anciano. Los versos están escritos por personajes ficticios, que nos
aseguran que nuestro caballero es un verdadero héroe2. Los lectores coetáneos a la obra
tenían una concepción de los personajes de los libros de caballerías como personajes
coherentes, pero las palabras de estos personajes se acercan a la burla al dirigir estos
elogios a don Quijote. Con estos versos preliminares nos adentramos en la parodia
burlesca, las alusiones irónicas en boca de estos personajes sobre nuestro caballero
resultan cómicas. A lo largo de la obra comprobaremos que las acciones caballerescas
de don Quijote están cargadas de una comicidad inmanente.
4.1. Capítulo I: “Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote
de la Mancha”
Desde el comienzo de la obra observamos que Cervantes juega con la estructura. Su
encabezamiento es típico de un cuento tradicional, pero don Quijote no es el prototipo
de caballero andante. Él admira este tipo de libros y decide convertirse en el
protagonista de su propia aventura. Sus acciones están plagadas de humor verbal y
situacional. Las reflexiones que lleva a cabo son hilarantes, porque intentará devanar los
hilos de algunas sentencias escritas en los libros de caballerías: “La razón de la sinrazón
1 A partir de esta cita, nombraré la página y el año de la edición, ya que todas las citas de mi lectura las he
extraído de: Cervantes, M. de, (1962). El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Barcelona: Vergara. 2 Oriana, amada de Amadís de Gaula, también elogia a don Quijote. Se refiere a él como una persona comedida, cuando no lo es. El anacronismo que introduce Cervantes también es burlesco, ya que Oriana no ha podido conocer a Cervantes. Son personajes pertenecientes a distintas épocas.
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que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de
la vuestra fermosura”(1962, 54). El uso de los retruécanos en Cervantes nos introduce a
un humor verbal que estará presente a lo largo de la obra. Además, juega con la
sabiduría del lector, porque introduce la figura de un filósofo como un sabio incapaz de
entender el entreverado lenguaje caballeresco: “y desvelábase por entenderlas y
desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si
resucitara para sólo ello.” (1962, 54).
Siguiendo el capítulo, nos adentraremos en la forma de ser de don Alonso Quijano.
Nos resulta cómico ver cómo se toma tan a pecho las historias contadas en los libros de
caballerías y cómo será capaz de enemistarse con los caballeros desleales. La ira de don
Quijote es tan exagerada y desmedida que hasta su propia familia puede verse afectada:
“Diera él por dar una mano de coces al traidor de Galalón, el ama que tenía y aun a su
sobrina de añadidura” (1962, 56). Nosotros, como lectores, podemos imaginarnos la
escena surrealista y divertida de don Quijote, repartiendo coces a estos personajes
ficticios como si se tratase de un animal. Los delirios caballerescos del anciano le llevan
a perder la razón y la compostura. Su pasión es tan grande que llega a pensar en ofrecer
a su ama y a su sobrina, que son la representación de la experiencia y la ingenuidad, sin
importarle lo que pueda ser de ellas, con tal de conseguir su propósito. El contenido
sexual, que se percibe de forma implícita, lo observamos en la propuesta de Alonso
Quijano. Él conoce los impulsos sexuales que pueden sentir los hombres hacia sus
allegadas, y consciente del valor que tienen, las ofrece sin miramientos. Este tipo de
humor sexual se asemeja al humor picante o verde de hoy en día.
La construcción de la celada me recuerda a una secuencia típica de comedia, ya que
intenta hacer algo que le supone tiempo y esfuerzo y de una estocada se le estropea.
Don Quijote, siguiendo con su empeño, reelabora su cometido, pero debido a su ímpetu,
lo da por bueno sin hacer las comprobaciones pertinentes3: “de cartones hizo un modo
de medio celada, que, encajada con el morrión, hacía una apariencia de celada entera. Es
verdad que para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su
espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho
en una semana” (1962, 56). Existe un refrán conocido por los lectores del siglo XVII
3 La temeridad de don Quijote nos resulta cómica, porque él actúa siguiendo su valentía y no el sentido
común.
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que dice “quien mal anda mal acaba”4 y en el caso de Alonso Quijano y toda la
construcción de su personaje lo podemos constatar. Las personas contemporáneas a
Cervantes conocían la indumentaria de los caballeros, sabían cuáles eran los materiales
adecuados para elaborar una celada, por lo que la precariedad de la celada diseñada por
don Quijote les resultaría muy cómica. Yo como lectora implícita me imagino la escena
carnavalesca de don Quijote vestido con una armadura antigua y su atuendo anacrónico
resulta ridículo y burlesco. La comicidad se halla en el proceso de construcción del
héroe, que, frente a lo esperado, no es un joven vigoroso, sino un anciano decrépito. Es
una parodia burlesca.
El humor también estará presente en la selección de los nombres. Puedo percibir un
horizonte de expectativas dirigido hacia la burla a través de las creaciones nominales.
Don Quijote decide asignarle a su rocín, un caballo de carga y de trabajo, el nombre de
Rocinante. El estado enfermo del animal y su nombre pomposo, al estilo de los caballos
de grandes caballeros, resultan irónicos, sobre todo para las personas de la época de
Cervantes, quienes conocen las cualidades de un caballo de trabajo: “Fue luego a ver a
su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonela
[…] al fin le vino a llamar Rocinante, nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo
de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero
de todos los rocines del mundo” (1962, 57). La antítesis entre un corcel y un rocín que
establece Cervantes podríamos equiparla hoy en día con la igualdad entre un vehículo
Mercedes Benz con un Fiat 600, y esto produce efectos cómicos.
La burla sigue con la elección del nombre de nuestro protagonista: “duró otros ocho
días, y al cabo se vino a llamar don Quijote” (1962, 57). Alonso Quijano coloca la
forma don en su nuevo nombre cuando como hidalgo no le corresponde. Asimismo, la
exageración del tiempo le dará más magnitud a la burla, convirtiendo algo simple en
algo costoso. Además, quijote es el nombre de la parte de la armadura que cubría el
muslo. El nombre que tanto tiempo le costó elegir nos resulta pintoresco y gracioso.
También es paródico, que un anciano se autoproclame caballero andante, queriendo ser
un joven vigoroso al estilo de los héroes de caballerías. ¡Nada más ridículo que un
Supermán anciano!
4 En: www.cvc.cervantes.es/refranero multilingüe. Fecha de consulta: 19/06/2017.
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En la obra aparece otro nombre particular e inventado. Nuestro héroe debe tener un
amor al que le dedicará sus triunfos. La elegida es una moza labradora, vecina de su
pueblo. El humor en la elección de los nombres trasciende a los pensamientos de
nuestro caballero, que se imagina situaciones y personajes: “Yo, señora, soy el gigante
Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania” (1962, 58). El texto está vivo, el autor
mantiene un diálogo constante con el receptor. Yo reconstruyo el horizonte de
expectativas y veo la burla en la construcción del nombre Caraculiambro. Este gigante
era tan feo que su cara se asemejaba a un trasero, además vivía en la isla de los
malandrines (Malindrania). Los lectores de aquella época, acostumbrados a los
nombres altisonantes en los libros de caballerías, entenderían la parodia del autor y se
reirían ante estas creaciones nominales burlescas. Don Quijote opina que deberá tener
un nombre adecuado a su nueva posición imaginada y decide llamarle Dulcinea del
Toboso5 cuando en realidad su nombre es Aldonza. Cervantes juega con el lector
implícito, que conoce el refrán: “a falta de moza, buena es Aldonza”. La figura del
anciano, enamorado de una mujer mucho más joven, también es motivo de risa en la
obra, pues en la literatura existe el motivo literario del “viejo verde”.
4.2. Capítulo II: “Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don
Quijote”
Nuestro héroe decide emprender su aventura. Su inocencia en estos asuntos resulta
cómica, ya que un caballero andante debería representar lo contrario y a simple vista
tendría que tener otras características, diferentes a don Quijote: “y prosiguió su camino
[...] creyendo que en aquello consistía la fuerza de las aventuras” (1962, 60).
La primera salida de don Quijote está cargada de momentos graciosos. Movido por su
imaginación, ve en el ventero la figura del alcaide de una fortaleza, dos prostitutas le
parecen doncellas, su caballo se encuentra entre los mejores, cuando en realidad es un
simple rocín, entre otros delirios. Cervantes juega con la figura literaria de la antítesis,
para formar su mundo al revés. A los receptores de la obra, nos resulta cómico ver cómo
a figuras tan opuestas don Quijote les otorga características impropias de su ser. Un
5 El significado de su nombre quiere decir: la nueva dulzura de Toboso (lugar en realidad árido y nada dulce). En palabras de Hermann Iventosch Aldonza y Dulcinea son dos nombres unidos por “la dicotomía historia-poesía”.
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claro ejemplo es el de las prostitutas, mujeres ya experimentadas, a las que llama
doncellas, es decir, mujeres vírgenes.
4.3. Capítulo III: “Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en
armarse caballero”
El título de este capítulo nos desvela que será divertido. Don Quijote se dirige al
ventero con el propósito firme de que le arme caballero. Su forma de hablar,
caballeresca y arcaica, no es acorde al entorno de la venta, que es un ámbito rural y
tosco, ni al tiempo; don Quijote habla con un lenguaje del siglo XV en el siglo XVII. El
ventero por su parte siente una gran curiosidad hacia su huésped. Con ánimo de
burlarse, le acabará ayudando en su fin, pero la burla vuelve contra el ventero y acabará
siendo un burlador burlado: “No me levantaré jamás de donde estoy, valeroso
caballero, fasta que la vuestra cortesía me otorgue un don que pedirle quiero, el cual
redundará en alabanza vuestra y en pro del género humano.” (1962, 66). Esta forma de
hablar tan peculiar nos resulta divertida, es como si un personaje del pasado nos hablase
en un estilo anticuado y en desuso.
El arrojo de don Quijote en sus acciones en este capítulo es cómico. Su objetivo no
solo se queda en su imaginación, sino que trasciende a la realidad. En un acto de falta de
cordura decide atacar a los arrieros, que le responden con pedradas. El humor
situacional envuelve esta escena. Don Quijote acomete a los arrieros y les lanza
improperios, al igual que al ventero. El humor verbal lo vemos al usar palabras
impropias de la figura de caballero, que antes había mostrado don Quijote: “llamándolos
de alevosos y traidores, y que el señor del castillo era un follón y mal nacido” (1962,
70).
4.4. Capítulo IV: “De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta”
Don Quijote sigue su camino ansioso de aventuras y se encuentra con un grupo de
personas. Decide que es una buena ocasión para engrandecer la figura de su amada
Dulcinea, afirmando ante esas personas su belleza. Uno de ellos se burla de él e intenta
engañarle diciéndole que son príncipes, cuando en realidad son mercaderes. Su burla
prosigue al confirmar los atributos de la dama, pero se mofa de ella al describir a una
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dama horrible: “aunque su retrato nos muestre que es tuerta de un ojo y que del otro le
mana bermellón y piedra azufre, con todo eso, por complacer a vuestra merced, diremos
en su favor todo lo que quisiere” (1962, 77).
La respuesta ante tales agravios a su amada nos resulta graciosa. Don Quijote contesta
con ira y la caída estrepitosa de su caballo, al intentar atacar al mercader, será otra
muestra del humor situacional de esta escena. También lo serán sus intentos fallidos por
levantarse del suelo, pues, al llevar tanto peso con su armadura, no lo consigue. El pobre
caballero se encuentra dolorido por la caída y los golpes recibidos por uno de los
mozos.
La actitud de don Quijote es irónica, porque a pesar de todo se considera afortunado
de su andadura como caballero andante. Su locura y empeño en seguir con sus
propósitos serán puntos clave del humor en todos los capítulos de la obra.
4.5. Capítulo VII: “De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la
Mancha”
Don Quijote se dispone a proseguir con su vida de caballero andante, aunque sus
familiares y allegados no estén de acuerdo. Ellos son conscientes del estado de salud
mental del anciano y conocen su imaginación desbordante. Les resultan irrisorios e
imposibles los sucesos que cuenta don Quijote: “porque aquel bastardo de don Roldán
me ha molido a palos con el tronco de una encina” (1962, 94). Su sobrina y su criada
deciden seguirle el juego nombrando al hechicero Muñatón, que fue el culpable de la
quema de sus libros. Podemos ver la intención burlesca de las mujeres en la elección de
los nombres. Con el hechicero Muñatón se acercan a la palabra Muñón (amputación),
resultando contradictorio que un hechicero sea representado con un algún miembro
amputado. El mismo mecanismo es usado con el nombre Fritón (refrito) en lugar de
Frestón y con Hurgada (manoseada) en lugar de Urganda.
Los delirios caballerescos de don Quijote le llevan a contactar con su vecino, Sancho
Panza, para hacerle su escudero. Se dice de él que tiene poca sal en la mollera y
pertenece a otra clase social, diferente a don Quijote. Sus conocimientos sobre la
caballería andante son escasos; este será un aliciente para que se den entre ellos
situaciones llenas de humor. Un ejemplo de ello es el medio de transporte de su
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escudero: “En lo del asno reparó un poco don Quijote, imaginando si se le acordaba si
algún caballero andante había traído escudero caballero asnalmente” (1962, 96). De esta
forma, comienzan las aventuras de una pareja cómica, basada en la oposición y el
complemento, que nos harán reír a carcajadas.
4.6. Capítulo VIII: “Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable
y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice
recordación”
Don Quijote y Sancho Panza forman una pareja ocurrente, ya que habrá veces que uno
de los dos sea la voz de la cordura y viceversa. En otras ocasiones, alguno de los dos
perderá el juicio.
Encontramos humor situacional en el suceso de los molinos de viento. Sancho intenta
que don Quijote no cometa una locura, pero sus palabras no sirven de nada. Su amo se
deja llevar por su imaginación y arremete en contra de ellos, pero cuando se ve
malherido, asume que eran molinos, aunque dirá que estaban encantados por su
enemigo Frestón. La alocada actitud de don Quijote y su valentía sorprendente nos
dejan momentos llenos de humor: “y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a
los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se les salgan las tripas por
ella” (1962, 101).
Otro hecho cómico en este capítulo es la conversación belicosa que mantienen don
Quijote y el vizcaíno (personaje de entremés). Su corrección lingüística no era buena,
pero se entendían perfectamente. Esta singular característica, propia del lenguaje de la
zona vascófona, era conocida para los lectores de la época cervantina, al igual que las
parodias que se hacían sobre ellos: “Anda, caballero que mal andes; por el Dios que
crióme, que, si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno” (1962, 105). El
juego que introduce Cervantes en este capítulo nos lleva a un final abierto. Utiliza la
técnica de la suspensión para dejar a los lectores con la duda del final de la contienda
entre el vizcaíno y don Quijote.
4.7. Capítulo XV: “Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó don Quijote
en topar con unos desalmados yangüeses”
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Este capítulo está lleno de burlas, desde el principio vemos a Rocinante arder en
deseos de mantener relaciones sexuales con unas yeguas, pero estas le reciben de otra
manera de la que él esperaba: “recibiéronle con las herraduras y con los dientes […] se
le rompieron las cinchas y quedó sin silla, en pelota” (1962, 154). En esta ocasión, el
caballo aparece personificado y se siente humillado. Sancho Panza también
personificará al animal de una manera graciosa, advirtiendo que el caballo no es tan
bueno como él pensaba: “Jamás tal creí de Rocinante; que le tenía por persona casta y
tan pacífica como yo” (1962, 156). La respuesta de los dueños de las yeguas ante tales
agravios es violenta y la emprenden a palos con el animal y más tarde hacia don Quijote
y Sancho. El escudero, al verse malherido, recuerda el bálsamo mágico, que cura las
heridas, y le cambia el nombre por “feo Blas” en lugar de Fierabrás. Las
prevaricaciones idiomáticas le acompañarán a Sancho durante la obra. Este recurso
humorístico permanece inalterable durante el tiempo, ya que puede causar la risa a los
lectores coetáneos al autor y a los posteriores. Sancho Panza, debido a su condición
humilde, desconoce conceptos del mundo erudito y de los libros de caballerías, pero
esto no le impedirá nombrarlos a su manera, que será involuntariamente incorrecta y
motivo de risa.
4.8. Capítulo XVI: “De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él
imaginaba ser castillo”
Don Quijote acostumbraba a confundir las ventas con castillos en sus andaduras. Con
este mecanismo del mundo al revés, vemos cómo Cervantes busca el humor a través de
la burla. El autor equipará un lugar emblemático como un castillo con una venta, que
viene a ser lo contrario: “Ello se muestra en la ironía con que habla de las ventas la
tradición literaria del Siglo de Oro, presentándolas con el tópico de rudeza y grosería, en
la que no falta el pícaro ladrón ni la indecente Maritornes”6. Los lectores de la época
conocían lo que significaba hospedarse en las ventas. Otro contenido humorístico es la
antítesis sobre el personaje de Maritornes, una moza asturiana que servía en la venta,
que don Quijote confundirá con una hermosa dama. Como lector implícito puedo
percibir una creación nominal burlesca en Maritornes, que significa la Mari de ida y
vuelta, aquella con la que se satisfacen los huéspedes de la venta, la que va de uno a 6 En: www.regusto.es/El placer de comer en una venta: ecos de hospitalidad de Juan Cruz Cruz. Fecha de
consulta: 22/06/2017.
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otro, un personaje hipersexual y promiscuo. Don Quijote también le concede rasgos
contrarios a los que tiene en la realidad: “Y el aliento, que, sin duda alguna, olía a
ensalada fiambre y trasnochada, a él le pareció que arrojaba de su boca un olor suave y
aromático” (1962, 166). Maritornes se había citado con un arriero aquella noche, pero
don Quijote concluyó que ella venía a visitarle a él. La situación se vuelve más confusa
cuando el arriero descubre las intenciones de don Quijote y le propina un golpe
violentísimo. El ventero, que conocía las costumbres de Maritornes, va en su busca. La
moza estaba escondida en la cama de Sancho Panza, que asustado ante aquella presencia
desconocida, comienza a soltarle golpes y ella a él. Este cúmulo de circunstancias
acabará en una pelea cómica en la que participan todos los personajes de la habitación:
“Daba el harriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a él, el ventero a la moza”
(1962, 167). Don Quijote cree que el castillo está encantado.
4.9. Capítulo XVII: “Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo don
Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta que, por su mal, pensó
que era castillo”
Don Quijote y Sancho Panza comienzan una divertida conversación sobre los
acontecimientos sucedidos en la venta. Al final, los dos llegan a la conclusión de que la
venta es un castillo encantado, ya que ambos han acabado malheridos en extrañas
circunstancias. Los lectores coetáneos al autor conocían el mundo de las obras de
caballerías y los sucesos sobre encantamientos, que se narraban en ellas. El humor en
estos hechos radica en que la realidad no es la que la pareja cómica ve, sino todo lo
contrario. El escudero se siente confundido y lastimado por todo lo ocurrido en la venta,
sus palabras plagadas de improperios propios de un lenguaje popular resultan cómicas:
“¡Desdichado de mí y de la madre que me parió, que ni soy caballero andante, que ni
soy caballero andante, ni lo pienso ser jamás, y de todas las malandanzas me cabe la
mayor parte!” (1962, 170).
Otro contenido humorístico es la elaboración del bálsamo de Fierabrás. Sancho, al
tomarlo, no corre la misma suerte que su amo y sufrirá una intoxicación tormentosa:
“comenzó el pobre escudero a desaguarse por entrambas canales” (p.173). El humor
escatológico de esta situación se acentúa por las ganas que tenía Sancho de beber el
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brebaje. Aunque a Sancho aún le quedaba ser manteado por un grupo de hombres
pícaros, que se encontraban en la venta.
4.10. Capítulo XVIII: “Donde se cuentan las razones que pasó Sancho Panza con su
señor don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas”
Don Quijote con su imaginación desbordante vuelve a confundir la realidad con su
propia realidad ficticia, culpando una vez más a la magia de sus enemigos: “pensó, sin
duda alguna, que eran dos ejércitos que venían a embestirse […] y la polvareda que
había visto la levantaban dos grandes manadas de ovejas y carneros” (1962, 180).
Durante la época de Cervantes era habitual encontrarse con animales pasando por
cañadas. El hecho de que don Quijote los humanice y los vea como adversarios, unido a
los nombres burlescos que les asigna, resulta jocoso: “el gran emperador Alifanfarrón,
señor de la grande isla Trapobana; este otro que a mis espaldas marcha es el de su
enemigo el rey de los garamantas, Pentapolín del Arremangado Brazo, porque siempre
entra en las batallas con el brazo derecho desnudo” (1962, 181). El horizonte de
expectativas de los lectores coetáneos a Cervantes nos lleva a ver la invención burlesca
de los nombres. Alifanfarrón es el nombre que se le asigna al enemigo musulmán, que
es un fanfarrón y presume de valiente y no lo es. Sin embargo, Pentapolín es un rey
cristiano que posee cinco ciudades (penta-polis), a diferencia de Alifanfarrón que
proviene de la isla Trapobana (que no vale nada). El humor verbal se funde con el
humor escénico, al enfrentarse don Quijote al rebaño, ante la mirada atónita de Sancho
Panza.
El humor escatológico vuelve a estar presente durante este capítulo. Don Quijote sale
malherido después de su particular contienda contra el rebaño, por lo que tomará el
bálsamo de Fierabrás y lo vomitará. El escudero protagonizará otra escena divertida y
repulsiva a la vez: “fue tanto el asco que tomó, que revolviéndosele el estómago, vomitó
las tripas sobre su mismo señor, y quedaron entrambos como de perlas” (1962, 186). En
la expresión “como de perlas” vemos ironía verbal, pues no hay “perlas”, sino vómito.
4.11. Capítulo XIX: “De las discretas razones que Sancho pasaba con su amo, y de la
aventura que le sucedió con un cuerpo muerto, con otros acontecimientos famosos”
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Cervantes en este capítulo muestra un gran dominio del lenguaje jugando con las
palabras. El humor verbal era una destreza valorada entre los literatos del Siglo de Oro
y por sus lectores. Sancho Panza será, en varias ocasiones, el artífice de estos juegos de
palabras llenos de humor: “harta desventura ha sido topar con vos, que vais buscando
aventuras” (1962, 193).Entre las palabras desventura y aventuras existe paranomasia y
antítesis. También se percibe en este capítulo un humor caricaturesco, cuando Sancho
otorga a su amo un nuevo nombre, inspirado en su apariencia: “el caballero de la triste
figura […] tiene vuestra merced la más mala figura, de poco acá, que jamás he visto; y
débelo de haber causado, o ya el cansancio deste combate, o ya la falta de muelas y
dientes” (1962, 194).
4.12. Capítulo XX: “De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro fue
acabada de caballero en el mundo, como la que acabó el valeroso don Quijote de la
Mancha”
Un factor humorístico clave entre el dúo cómico, que conforman don Quijote y
Sancho Panza, son sus diálogos. En ellos no acertamos quien es la voz cuerda. En este
capítulo la tradición literaria popular se hará presente a través de la oralidad. Muchas
historias conocidas por el pueblo iban siendo contadas a través de generaciones, ya que
la mayoría de la población era analfabeta. Estas historias podían ser motivo de cambio
según su interlocutor. En este capítulo Sancho le cuenta una historia a su amo. La
redundancia de la historia resulta cómica, también lo es la reacción de don Quijote:
“Con todo esto, volvió por otra cabra, y otra, y otra.
- Haz cuenta que las pasó todas - dijo don Quijote - no andes yendo y viniendo desa
manera, que no acabarás de pasarlas en un año.
- ¿Cuántas han pasado hasta agora? - dijo Sancho.
- Yo ¿qué diablos sé? - respondió don Quijote” (1962, 203).
La fórmula del cuento de nunca acabar y la tomadura de pelo del criado al amo son
factores cómicos, ya que no es la situación esperada por los receptores del texto.
Otra muestra de tradición literaria oral es el mundo de los refranes. Sancho Panza
representa lo popular en la obra, una forma de manifestarlo serán los dichos que
pronuncia: “ese que te quiere bien, que te hace llorar” (1962, 208). El escudero será un
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buen oyente y trasladará con sus palabras lo que escucha a su alrededor, ya que estas
sentencias pertenecerán al acervo popular de la época.
4.13. Capítulo XXI: “Que trata de la alta aventura y la rica ganancia del yelmo de
Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero”
Don Quijote tiene su propio universo imaginario, en el que las personas, animales, o
en este caso, los objetos se transforman a su antojo. En este capítulo se encontrarán con
un personaje bien conocido para los lectores de la época cervantina, el barbero. Este
llevaba consigo unos artilugios propios de su profesión, entre ellos una bacía, a modo de
sombrero, para resguardarse de la lluvia. Don Quijote, al ver relucir aquella bacía, que
era de latón, tuvo una ilusión óptica alocada y divertida, ya que increpó al barbero
pensando que aquel era el yelmo de oro de Mambrino y que debía dárselo. La escena
detenta humor situacional, ya que el barbero no tuvo más remedio que echar a correr,
tras el golpe que le arremete don Quijote con su lanza. El mismo Sancho no puede
disimular la risa ante esta situación tan disparatada: “Cuando Sancho oyó llamar a la
bacía celada, no pudo tener la risa; mas vínosele a las mientes la cólera de su amo, y
calló en la mitad della” (1962, 212).
4.14. Capítulo XXII: “De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que,
mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir”
Los lectores de la época cervantina conocían lo que significaba ser un galeote,
aquellas personas que se encontraban condenadas a remar en las galeras por sus delitos.
Don Quijote, ansioso de imitar las acciones de los libros de caballerías, decide
ayudarles: “aquí encaja la ejecución de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer y acudir a
los miserables” (1962, 223). Esta idea disparatada de don Quijote es un motivo cómico,
sus locuras caballerescas le llevan a desafiar a la justicia. Nuestro caballero desea ser
recordado como un héroe, pero los que le observan en este capítulo, ven en él todo lo
contrario: “Váyase vuestra merced, señor, norabuena su camino adelante, y enderécese
ese bacín que trae en la cabeza, y no ande buscando los tres pies al gato” (1962, 230).
La respuesta ingeniosa de don Quijote se hace notar, cuando se siente ofendido
verbalmente, le dan unos ataques de ira que resultan muy graciosos: “¡Vos sois el gato,
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y el rato, y el bellaco!” (1962, 230). Don Quijote pierde los estribos cuando se burlan de
él y se enfurece, lanzando tal cantidad de improperios que a los lectores sorprenden y
parecen impropios de un caballero andante y de un anciano: “- Pues voto a tal - dijo don
Quijote, ya puesto en cólera -, don hijo de la puta, don Ginesillo de Paropillo, o como os
llamáis, que habéis de ir vos solo, rabo entre piernas, con toda la cadena a cuestas.”
(1962, 231). Don Quijote quiere burlarse de Ginés de Pasamonte y ofenderle con sus
palabras, al cambiarle el nombre por Ginesillo de Paropillo, le demuestra la poca estima
que le tiene, usando el diminutivo despectivo -illo.
4.15. Capítulo XXV: “Que trata de las extrañas cosas que en sierra morena sucedieron
al valiente caballero de la Mancha, y de la imitación que hizo a la penitencia de
Beltenebros”
En este capítulo Sancho Panza se rebela contra don Quijote, el escudero no quiere
meterse en líos por culpa de su amo. La forma que usa Sancho para demostrarle su
enfado es a través de unos refranes intercalados, llenos de humor y reconocidos por los
lectores coetáneos a Cervantes. Algunos de los significados de los refranes de Sancho
aparecen en el Diccionario de Autoridades de la Real Academia: “allá se lo hayan; con
su pan se lo coman” (1962, 255). Con esta expresión se da a entender la indiferencia
con que se mira la conducta de alguna persona. Otro refrán mencionado por Sancho es:
“que el compra y miente, en su bolsa lo siente” (1962, 255). José María Irribarren nos
explica esta sentencia en su obra El porqué de los dichos (2015): “Si bien uno puede
engañar a los demás, no puede hacerlo con uno mismo”.
Hacia el final de este capítulo don Quijote decide hacerle llegar a Dulcinea una carta,
también quiere que su escudero le traslade en la mala situación en la que ha dejado a su
amo, ya que se encuentra enloquecido por amor. El mismo Sancho le reclama que no
haga esas demostraciones de locura, pero don Quijote insiste: “digo, que me veas en
cueros, y hacer una o dos docenas de locuras” (1962, 267). La visión de un anciano
decrépito haciendo el pino es muy cómica, además de impensable para alguien de su
edad: “y desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales, y
luego, sin más ni más, dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas la cabeza abajo y los
pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a
Rocinante” (1962, 268).
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4.16. Capítulo XXVI: “Donde se prosiguen las finezas que de enamorado hizo don
Quijote en Sierra Morena”
En este capítulo se separarán los caminos de esta pareja humorística. Sancho debe
cumplir su cometido y llevarle a Dulcinea la carta de don Quijote, pero se produce una
situación inesperada para el escudero. Al encontrarse con el cura y el barbero, vecinos
de don Quijote, se percata que se ha olvidado la carta y el valor económico que
conllevaba, porque para Sancho, aquella carta significaba un pagaré con unos pollinos.
Su reacción es tan desmedida que resulta muy graciosa: “se echó entrambos puños a las
barbas, y se arrancó la mitad de ellas, y luego, apriesa y sin cesar, se dio media docena
de puñadas en el rostro y en las narices, que se las bañó todas en sangre” (1962, 273).
Cuando Sancho intenta recordar las palabras escritas en la carta, va ensartando
diferentes versiones de la misma pronunciando insensateces llenas de humor verbal. El
carácter campechano del escudero le lleva a cometer fallos léxicos al pronunciar
“sobajada” en lugar de soberana y al decir que don Quijote le enviaba enfermedad,
cuando su amo le trasladaba que él se encontraba enfermo. Su versión disparatada de la
carta hará reír a todos los lectores.
4.17. Capítulo XXIX: “Que trata del gracioso artificio y orden que se tuvo en sacar a
nuestro enamorado caballero de la asperísima penitencia en que se había puesto”
Hoy en día la Iglesia no ostenta el mismo poder que tenía siglos atrás. La figura del
cura era mucho más respetada. Pero el carácter transgresor de Cervantes le motiva a
querer disfrazar al cura en una doncella en apuros. Aunque la ejecución de su plan
conlleve una buena causa, la imagen de un cura disfrazado de mujer es paródica y muy
divertida para los lectores. Cervantes es consciente de su atrevimiento, por lo que
cambia de parecer en la historia y será el barbero el que se disfrace de doncella.
En este capítulo, el cura y el barbero cambiarán su plan y Dorotea será la encargada de
disfrazarse de doncella en apuros. El nombre del reino que le asignan es vistoso y
cómico: “es la heredera por línea recta de varón del gran reino Micomicón” (1962, 312).
Cervantes, durante toda la obra, usa su gran ingenio para crear nombres burlescos. En
este caso, con Mico puede referirse a un mono, a una persona muy fea y ridícula.
También, le dará un valor aumentativo a estas cualidades, duplicando el nombre con el
sufijo -micón.
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4.18. Capítulo XXX: “Que trata de la discreción de la hermosa Dorotea, con otras
cosas de mucho gusto y pasatiempo”
En otras ocasiones ya hemos podido percatarnos que el aspecto desaliñado de don
Quijote le da un aire caricaturesco. La figura del anciano no corresponde a la de un
caballero andante, ni tampoco su vestimenta. Su atuendo resulta cómico y, si le
sumamos su carácter loco y enloquecido, obtenemos un cóctel de humor: “digo que
sabe poco de caballería, y que miente como un hideputa y mal nacido; y esto le haré
conocer con mi espada, donde más largamente se contiene” (1962, 321).
En este capítulo, todo el artificio que crean a través de Dorotea estará lleno de burlas.
Podemos ver el humor verbal cuando Dorotea confunde el nombre del caballero: “el
cual se había de llamar, si no me acuerdo, don Azote o don Jigote” (1962, 324). Tanto
azote como jigote son palabras parecidas a Quijote, pero no conllevan el mismo
significado. Azote puede referirse a un golpe en las nalgas o al nombre del propio
látigo, por lo que don Quijote se convertiría en don Látigo, Por otra parte, jigote, puede
referirse a un tipo de carne inferior.
El universo de los chistes cortos lo vemos en Sancho. La respuesta ingeniosa que le da
a su amo, cuando casi le descubre en una mentira, será un claro ejemplo de un humor
verbal que no deja de ser divertido siglos después: “- ¿Cómo que no lo has visto traidor
blasfemo?- dijo don Quijote -. Pues ¿no acabas de traerme ahora un recado de su parte?
- Digo que no la he visto tan despacio - dijo Sancho -, que pueda haber notado
particularmente su hermosura” (1962, 328).
4.19. Capítulo XXXI: “De los sabrosos razonamientos que pasaron entre don Quijote
y Sancho Panza su escudero, con otros sucesos”
En este capítulo, Sancho Panza debe hilar un conjunto de mentiras sobre su encuentro
con Dulcinea. Don Quijote habla de ella como si fuese una gran dama. Sin embargo,
Sancho Panza habla de ella desde una perspectiva real. En aquella época se percibía el
carácter promiscuo de la muchacha. Aldonza Lorenzo es una mujer de campo, para los
lectores de la época resulta irónico y burlesco que don Quijote idealice a esta labradora
otorgándole cualidades contradictorias: “cuando llegaste junto a ella, ¿no sentiste un
olor sabeo, una fragancia aromática, […] no acierto a darle nombre?”. Sancho tiene una
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visión diferente de ella: “sentí un olorcillo algo hombruno; y debía de ser que ella, con
el mucho ejercicio, estaba sudada y algo correosa” (1962, 333). Don Quijote afirma que
Dulcinea tiene un olor sabeo, es decir, que proviene de la región de Saba, famosa por
sus perfumes, en Arabia. Al contrario, Sancho Panza asocia la palabra sabeo con sebo,
que para él será más acorde con el olor de la muchacha. El escudero cree que ella olerá
mal, después de trabajar en el campo. Todo este juego de palabras y contradicciones, en
torno a la figura de Dulcinea, resultan cómicas y burlescas, formando un divertido juego
con dos formas de ver a alguien: una real y la otra idealizada.
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5. Conclusiones
A partir del análisis realizado, he podido constatar que el humor en la obra es un
rasgo sustancial en ella. A través de la teoría de la recepción he podido establecer un
marco crítico sobre las diferentes visiones que ha obtenido el Quijote durante su
publicación y posteriormente. El propio Cervantes anuncia a través del narrador que la
historia fue elaborada como una obra de burlas dirigida a la caballería andante.
Con el paso del tiempo esta característica humorística inmanente a la obra se fue
perdiendo, dando paso a un carácter moralizante según la época en la que era leída. La
influencia del romanticismo alemán dejó su huella en el significado hallado en el texto.
A través de las diferentes críticas sobre el Quijote, he podido deducir que la base
histórica y cultural de cada época, influyen en la recepción de la obra. La interpretación
que lleven a cabo los lectores, estará determinada por el horizonte de expectativas
correspondiente a cada época. Por otro lado, con mi análisis, he podido percibir que el
humor envuelve toda la obra. El humor explícito asoma en muchos capítulos, sobre
todo, en los que aparece don Quijote y todo lo que esté relacionado con su figura, ya
que existen también algunos capítulos que no presentan humor, aunque ha sido el
humor implícito el gran protagonista de mi análisis. Cervantes ha intentado mantener un
coloquio con su público, una relación estrecha basada en aspectos culturales y comunes
a ambos; en especial, el humor.
Después de mi estudio, sobre la base humorística de la obra, puedo afirmar que el
contexto es una parte fundamental para poder entender el mundo del humor en la obra.
Por otra parte, hay aspectos humorísticos en el Quijote de 1605 que nos pueden hacer
reír en la actualidad. Como lectores, encontramos un filón cómico, lleno de situaciones
ingeniosas, que se pueden entender siglos después de su publicación. El horizonte de
expectativas del lector influirá en su propia interpretación de la obra. Mi trabajo ha
consistido en decodificar algunos contenidos humorísticos, que sin unos conocimientos
previos serían difíciles de percibir para un lector actual, no así a los lectores coetáneos a
Cervantes.
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6. Bibliografía
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