el lobo hombre - boris vian

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El lobo hombre

Boris VianEL LOBO-HOMBRETraduccin de J. B. AliqueCRCULO DE LECTORES

Ttulo de la edicin original: Le l oup-garou Traduccin del francs: J. B. Alique Diseo: Winfried Bhrle

Crculo de Lectores, S .A. Valencia 344, 08009 Barcelona1357909028642

Licencia editorial para Crculo de Lectores por cortesa de Tusquets EditoresEst prohibida la venta de este libro a personas que nopertenezcan a Crculo de Lectores.

Ursula Vian Christian Bourgois Editeur, 1970

Depsito legal: B. 333-1990Impresin y encuadernacin: Printer industriagrfica, s.a.N. II, Cuatro caminos s/n, 08620 S ant Vicen delsHortsBarcelona, 1990. Printed in S painIS BN 84-226-3087-7N. 33647ADVERTENCIAEste archivo es una correccin, a partir de otro encontrado en la red, para compartirlo con un grupo reducido de amigos, por medios privados. S i llega a tus manos DEBES SABER que NO DEBERSCOLGARLO EN WEBS O REDES PBLICAS, NI HACER USO COMERCIAL DEL MISMO. Que una vez ledo se considera caducado el prstamo del mismo y deber ser destruido.En caso de incumplimiento de dichaadvertencia, derivamos cualquier responsabilidad o accin legal a quienes la incumplieran.Queremos dejar bien claro que nuestra intencin es favorecer a aquellas personas, de entre nuestros compaeros, que por diversos motivos: econmicos, de situacin geogrfica o discapacidades fsicas, no tienen acceso a la literatura, o a bibliotecas pblicas. Pagamos religiosamente todos los cnones impuestos por derechos de autor de diferentes soportes. Noobtenemos ningn beneficio econmico ni directa ni indirectamente (a travs de publicidad). Por ello, no consideramos que nuestro acto sea de piratera, ni la apoyamos en ningn caso. Adems, realizamos la siguienteRECOMENDACI NS i te ha gustado esta lectura, recuerda que un libro es siempre el mejor de los regalos. Recomindalo para su compra y recurdalo cuando tengas que adquirir un obsequio.(Usando este buscador: http://books.google.es/ encontrars enlaces para comprar libros por internet, y podrs localizar las libreras ms cercanas a tu domicilio.)AGRADECI MI ENTO AESCRI TORESS in escritores no hay literatura. Recuerden que el mayor agradecimiento sobre esta lectura la debemos a los autoresde los libros.PETI CI N a EDI TORES Cualquier tipo de piratera surge de la escasez y el abuso de precios.Para acabar con ella... los lectores necesitamos ms oferta en libros digitales, y sobre todo que los precios sean razonables.PETI CI N a DI GI TALI ZADORESS i encontris libros digitales a precios razonables rogamos encarecidamente:NO COMPARTIR estos libros, sino animar a su compra.Por el bien de la cultura y de todos, debemos incentivar la loable iniciativa que algunos escritores estn tomando, publicando libros a precios muy asequibles.Luchemos tan solo contra los abusos, o seremos tambin abusadores.ndice

El lobo-hombre 7Un corazn de oro 17Las murallas del sur 22El amor es ciego 43Martin me telefone 52Marsella comenzaba a despertar 66Los perros, el deseo y la muerte 73Mala pata 81Una triste historia 87El pensador 96Fiesta en casa de Lobille 101El mirn 110El peligro de los clsicos 118El lobo-hombreEn el Bois des Fausses-Reposes1 , al pie dela costa de Picarda, viva un muy agraciadolobo adulto de negro pelaj e y grandes oj osroj os. Se llamaba Denis, y su distraccinfavorita consista en contemplar cmo seponan a todo gas los coches procedentes deVille-d'Avray, para acometer la lustrosapendiente sobre la que un aguaceroextiende, de vez en cuando, el olivceoreflej o de los rboles maj estuosos. Tambinle gustaba, en las tardes de esto, merodearpor las espesuras para sorprender a losimpacientes enamorados en su lucha con elenredo de las cintas elsticas que,desgraciadamente, complican en laactualidad lo esencial de la lencera.Consideraba con filosofa el resultado detales afanes, en ocasiones coronados por elxito, y, meneando la cabeza, se alej abapdicamente cuando ocurra que una vctima complaciente era pasada, como suele decirse, por la piedra. Descendiente de un antiguo linaj e de lobos civilizados, Denis se alimentaba de hierba y de j acintos azules, dieta que reforzaba en otoo con algunos championes escogidos y, en invierno, muy a su pesar, con botellas de leche birladas al gran camin amarillo de la Central. La leche le produca nuseas, a causa de su sabor animal y, de noviembre a febrero, maldeca la inclemencia de una estacin que le obligaba a estragarse de tal manera el estmago.Denis viva en buenas relaciones con sus vecinos, pues stos, dada su discrecin, ignoraban incluso que existiese. Moraba en una pequea caverna excavada, muchos aos atrs, por un desesperado buscador de oro, quien, castigado por la mala fortuna durante toda su vida, y convencido de no llegar a encontrar j ams el cesto de las naranj as(cito a Louis Boussenard)2 , haba decidido acabar sus das en clima templado sin dej ar de practicar, empero, excavaciones tan infructuosas como manacas. En dicha cueva Denis se acondicion una confortable guarida que, con el paso del tiempo, adorn con ruedas, tuercas y otros recambios de automvil recogidos por l mismo en la carretera, donde los accidentes eran el pan nuestro de cada da. Apasionado de la mecnica, disfrutaba contemplando sus trofeos, y soaba con el taller de reparaciones que, sin lugar a dudas, habra de poner algn da. Cuatro bielas de aleacin ligera sostenan la cubierta de maletero utilizada a manera de mesa; la cama la conformaban los asientos de cuero de un antiguo Amlcar que se enamor, al pasar, de un opulento y robusto pltano; ysendosneumticosconstituanmarcosluj osospara losretratos deunosprogenitores siempre bien queridos. El conj unto armonizaba exquisitamente con los elementos ms triviales reunidos, en otros tiempos, por el buscador.Cierta apacible velada de agosto, Denis se daba con parsimonia su cotidiano paseo digestivo. La luna llena recortaba las hoj as como encaj e de sombras. Al quedar expuestos a la luz, los oj os de Denis cobraban los tenues reflej os rubes del vino de Arbois. Aproximbase ya al roble que constitua el trmino ordinario de su andadura, cuando la fatalidad hizo cruzarse en su camino al Mago del Siam,3 cuyo verdadero nombre se escriba Etienne Pample, y a la diminuta Lisette Cachou, morena camarera del restaurante Groneil arrastrada por el mago con algn pretexto ingenioso a las Fausses-Reposes. Lisette estrenaba un cors Obsesin ltimo diseo, cuya destruccin acababa de costar seishoras al Mago del Siam, y era a tal circunstancia, a la que Denis deba agradecer tan tardo encuentro.Por desgracia para este ltimo, la situacin era en extremo desfavorable. Medianoche en punto; el Mago del Siam con los nervios de punta; y, dndose en abundancia por los alrededores, la consuelda, el licopodio y el conej o albo que, desde hace poco, acompaan inevitablemente los fenmenos de licantropa o, mej or dicho, de antropolicandra, como tendremos ocasin de leer en las pginas que siguen. Enfurecido por la aparicin de Denis que, sin embargo, se alej aba ya tan discreto como siempre barbotando una excusa, y desencantado tambin de Lisette, por cuya culpa conservaba un exceso de energa que peda a gritos ser descargada de una u otra manera, el Mago del Siam se abalanz sobre la inocente bestia, mordindole cruelmenteel codillo. Con un gaido de angustia, Denis escap a galope. De regreso a su guarida, se sinti vencido por una fatiga fuera de lo comn, y qued sumido en un sueo muy pesado, entrecortado por turbulentas pesadillas.No obstante, poco a poco fue olvidando el incidente, y los das volvieron a pasar tan idnticos como diversos. El otoo se acercaba y, con l, las mareas de septiembre, que producen el curioso efecto de arrebolar las hoj as de los rboles. Denis se atracaba de nscalos y de setas, llegando a atrapar a veces alguna peziza casi invisible sobre su plinto de cortezas, mas hua como de la peste del indigesto lengua de buey. Los bosques, a la sazn, se vaciaban a muy temprana hora de paseantes y Denis se acostaba ms temprano. Sin embargo, no por eso descansaba mej or, y en la agona de noches entreveradas de pesadillas, se despertaba con la boca pastosa y losmiembros agarrotados. I ncluso senta menguar paulatinamente su pasin por la mecnica, y el medioda le sorprenda cada vez con ms frecuencia amodorrado y suj etando con una zarpa inerte el trapo con el que deba haber lustrado una pieza de latn cardenillo. Su reposo se haca cada vez ms desasosegado, y a Denis le preocupaba no descubrir las razones.Tiritando de fiebre y sobrecogido por una intensa sensacin de fro, en mitad de la noche de luna llena despert brutalmente de su sueo. Se frot los oj os, qued sorprendido del extrao efecto que sinti y, a tientas, busc una luz. Tan pronto como hubo conectado el soberbio faro que le legase algunos meses atrs un enloquecido Mercedes, el deslumbrante resplandor del aparato ilumin los recovecos de la caverna. Titubeante, avanz hacia el retrovisor que tena instalado j usto encima de la coqueta. Y si ya le haba asombrado darse cuenta deque estaba de pie sobre las patas traseras, an qued ms maravillado cuando sus oj os se posaron sobre la imagen reflej ada en el espej o. En la pequea y circular superficie le haca frente, en efecto, un extravagante y blancuzco rostro por completo desprovisto de pelaj e, y en el que slo dos llamativos oj os rufos recordaban su anterior apariencia. Dej ando escapar un breve grito inarticulado se mir el cuerpo y al instante comprendi la causa de aquel fro sobrecogedor que le atenazaba por todas partes. Su abundante pelambrera negra haba desaparecido. Baj o sus oj os se alargaba el malformado cuerpo de uno de estos humanos de cuya impericia amatoria sola con tanta frecuencia burlarse.Resultaba forzoso moverse con presteza. Denis se abalanz hacia el bal atiborrado de las ms diferentes ropas, reunidas segn el caprichoso azar de la sucesin de los accidentes. El instinto le hizo escoger un traj e gris con rayitas blancas, de aspectobastante distinguido, con el cual combin una camisa lisa de tono tallo de rosa, y una corbata burdeos. Cuando estuvo cubierto con tal indumentaria, admirado todava de poder conservar un equilibrio que en absoluto comprenda, empez a sentirse mej or, y los dientes cesaron de castaetearle. Fue entonces cuando su extraviada mirada vino a fij arse en el irregular y espeso montoncillo de negra pelambrera esparcido alrededor de su lecho, y no pudo impedir llorar su perdida apariencia.Hizo empero, un violento esfuerzo de voluntad para serenarse, e intent explicarse el fenmeno. Sus lecturas le haban enseado muchas cosas, y el asunto acab por parecerle difano. El Mago del Siam deba ser un hombre-lobo y l, Denis, mordido por la alimaa, acababa de convertirse, recprocamente, en ser humano.Ante la idea de que deba disponerse a vivir en un mundo desconocido, en unprimer momento se sinti presa de pnico.Qu peligros no habra de correr comohombre entre los humanos! La evocacin delas estriles competiciones a que seentregaban da y noche los conductores entrnsito de la Cote de Picardie le anticipabasimblicamente la atroz existencia a la que,de buena o mala gana, sera precisoadaptarse. Pero luego reflexion. Segntodas las apariencias, y si los libros nomentan, la transformacin habra de ser deduracin limitada. Y en tal caso, por qu noaprovecharla para hacer una incursin a laciudad...? Llegados a este punto, preciso esreconocer que determinadas escenasentrevistas en el bosque se reproduj eron enla imaginacin del lobo sin provocar en l lasmismas reacciones que antes. Al contrario:se sorprendi incluso pasndose la lenguapor los labios, cosa que le permiti constatarde paso que, a pesar de la metamorfosis,segua siendo tan puntiaguda como siempre.Volvi al retrovisor para contemplarse ms de cerca. Sus rasgos no le disgustaron tanto como haba temido. Al abrir la boca pudo constatar que su paladar segua siendo de un negro llamativo, y, por otro lado, que tambin conservaba inclume el control de sus orej as, tal vez una pizca sospechosas por ser en exceso alargadas y pilosas. Mas consider que el rostro que se reflej aba en el pequeo y esfrico espej o, con su forma oval un algo prolongada, su pigmentacin mate y sus blancos dientes, hara un papel aceptable entre los que conoca. As que, despus de todo, lo mej or sera sacar partido de lo inevitable y aprender algo de provecho para el porvenir. Consideracin no obstante la cual un ramalazo de prudencia le oblig antes de salir a hacerse con unas gafas oscuras que, en caso de necesidad, atemperaran la roj iza brillantez de sus cristalinos. Proveyse asimismo de un impermeable que se ech al brazo, y gan lapuerta con paso decidido. Pocos instantes despus, cargado con una maleta ligera, y olfateando una brisa matinal que pareca singularmente desprovista de fragancia, se encontraba en la cuneta de la carretera, alargando el pulgar sin complej o alguno al primer automvil que divis en lontananza. Haba decidido ir en direccin a Pars aconsej ado por la experiencia cotidiana de que los coches rara vez se detienen al empezar la cuesta arriba y s, en cambio, cuesta abaj o, cuando la gravedad les permite volver a arrancar con facilidad.Su elegante aspecto le report ser rpidamente aceptado como acompaante por una persona con no demasiada prisa. Y confortablemente acomodado a la derecha del conductor, se dispuso a abrir sus ardientes oj os a todo lo desconocido del vasto mundo. Veinte minutos ms tarde se apeaba en la Plaza de la Opera. El tiempo estaba despej ado y fresco, y la circulacin semantena dentro de los lmites de lo decente. Denis se lanz osadamente entre los tachones del asfalto y, tomando el bulevar, camin en direccin al Hotel Scribe, en el que alquil una habitacin con cuarto de bao y saln. Dej su maleta al cuidado de la servidumbre y sali acto seguido a comprar una bicicleta.La maana se le fue en un abrir y cerrar de oj os. Fascinado, no saba bien hacia dnde pedalear. En el fondo de su yo experimentaba, sin lugar a dudas, el ntimo y oculto deseo de buscar un lobo para morderle, pero pensaba que no le resultara demasiado fcil encontrar una vctima y, por otro lado, quera evitar dej arse influenciar en demasa por el contenido de los tratados. No ignoraba en absoluto que, con un poco de suerte, no le sera imposible acercarse a los animales del J ardn des Plantes, pero prefiri reservar tal posibilidad para un momento de mayor apremio. La flamantebicicleta absorba en aquel momento toda su atencin. Aquel artilugio niquelado le encandilaba, y, por otra parte, no dej ara de serle til a la hora de regresar a su guarida.A medioda estacion la mquina delante del hotel, ante la mirada un tanto reticente del portero. Pero su elegancia, y sobre todo aquellos oj os que semej aban carbnculos, parecan privar a la gente de la capacidad de hacerle el ms mnimo reproche. Con el corazn exultante de alegra, se entretuvo en la bsqueda de un restaurante. Finalmente eligi uno tan discreto como de buena pinta. Las aglomeraciones le impresionaban todava y, a pesar de la amplitud de su cultura general, tema que sus maneras pudiesen evidenciar un ligero provincianismo. Por eso pidi un sitio apartado y diligencia en el servicio.Pero lo que Denis ignoraba era que precisamente en ese lugar de tan sosegado aspecto se celebraba, j usto aquel da, lareunin mensual de los Aficionados al Pez de Agua Dulce Rambouilletiano. Cuando estaba a medio comer vio irrumpir de repente una comitiva de caballeros de resplandeciente tez y j oviales maneras que, en un abrir y cerrar de oj os, ocuparon siete mesas de cuatro cubiertos cada una. Ante tan sbita invasin, Denis frunci el ceo. Mas, como se tema, el matre acab por acercarse cortsmente a la suya.Lo siento mucho, seor dij o aquel hombre lampio y cabezn, pero podra hacernos el favor de compartir su mesa con la seorita?Denis ech una oj eada a la zagala, desfrunciendo el ceo al mismo tiempo.Encantado dij o incorporndose a medias.Gracias, caballero gorj e la criatura con voz musical. Voz de sierra musical, para ser ms exactos.Si usted me lo agradece a m prosigui Denis a quin deber yo? Agradecrselo, se sobreentiende.A la clsica providencia, sin duda opin la monada.Y a continuacin dej caer su bolso, queDenis recogi al vuelo.Oh! exclam ella. Tiene ustedunos reflej os extraordinarios!Si... confirm Denis.Sus oj os son tambin bastante extraosaadi la j oven al cabo de cinco minutos. Los veo parecidos a... a...Ah! coment Denis.A granates concluy ella.Es la guerra... musit Denis.No le entiendo...Quera decir explic Denis, queesperaba que le recordasen a rubes. Pero alor que slo ha dicho granates, no he podidopor menos que pensar en restricciones.Concepto que, por una relacin de causaefecto, me ha llevado acto seguido al deguerra.Estudi usted Ciencias Polticas? pregunt la morenita.Le j uro que no volver a hacerlo.Le encuentro bastante fascinante asegur llanamente la seorita, que, entrenosotros, lo haba dej ado de ser muchas yams veces de las que pudiera contar.De buena gana le devolvera el piropo,pero pasndolo al gnero femenino expresse Denis, madrigalesco.Salieron j untos del restaurante. Lalagarta confi al lobo convertido en hombreque, no lej os de all, ocupaba unaencantadora habitacin en el Hotel delPasapurs de Plata.Por qu no viene a ver mi coleccin degrabados j aponeses? acab susurrando alodo de Denis.Sera prudente? inquiri ste. Sumarido, su hermano o algn otro de susparientes no lo vera con inquietud?Digamos que soy un poco hurfana gimi la pequea, hacindole cosquillas a una lgrima con la punta de su ahusado ndice.Una verdadera lstima coment cortsmente su distinguido acompaante.Al llegar al hotel crey darse cuenta de que el recepcionista pareca llamativamente distrado. Tambin constat que tanta felpa roj a amortiguante haca diferir notablemente ese establecimiento de aquel otro en el que l se haba aloj ado. Pero en la escalera se distraj o contemplando primero las medias y luego las pantorrillas, inmediatamente adyacentes, de la seorita. En el afn de instruirse, la dej tomar hasta seis escalones de ventaj a. Y una vez que se crey bastante instruido, apret nuevamente el paso.Por lo que tena de cmica, la idea de fornicar con una muj er no dej aba de chocarle. Pero la evocacin de Fausses-Reposes hizo desaparecer finalmente aquel elemento retardatario y, muy pronto se encontr en condiciones de poner en prctica con el tacto, los conocimientos que en el aorado bosque le entraran por la vista. Llegados a determinado punto plugo a la hermosa reconocerse, a gritos, satisfecha; y el artificio de tales afirmaciones, mediante las cuales aseguraba haber llegado a la cspide, pas inadvertido al entendimiento poco experimentado en ese terreno del bueno de Denis.Apenas si comenzaba ste a salir de una especie de coma bastante distinto de todo cuanto hubiese conocido hasta entonces, cuando oy sonar el despertador. Sofocado y plido, se incorpor a medias en el lecho y qued boquiabierto viendo cmo su compaera, con el culo al aire, dicho sea con todo respeto, registraba con diligencia el bolsillo interior de su americana.Desea una foto ma? dij o sinpensarlo dos veces, creyendo haber comprendido.Se sinti halagado pero, por el sobresalto que empin la bipartita semiesfera que ante sus narices tena, al instante se dio cuenta del inmenso error de tan aventurada suposicin.Esto... eh... s, querido mo acab por decir la dulce ninfa, sin saber muy bien si se le estaba o no tomando la cabellera.Denis volvi a fruncir el ceo. Se levant, y fue a comprobar el contenido de su cartera.As que es usted una de esas hembras cuyas indecencias pueden leerse en la literatura del seor Mauriac! explot finalmente. Una prostituta, por decirlo de algn modo!Se dispona ella a replicar, y en qu tono, que se cagaba en tal y en cual, que se lo montaba con su cuerpo serrano, y que no acostumbraba a tirarse a los pasmados por el gusto de hacerlo, cuando un cegadordestello procedente de los oj os del lobo antropomorfizado le hizo tragarse todos y cada uno de los proyectados exabruptos. De las rbitas de Denis emanaban, en efecto, dos incesantes centellas roj as que, cebndose en los globos oculares de la morenita, la sumieron en muy curiosa confusin.Haga el favor de cubrirse y de largarse en el acto! sugiri Denis.Y para aumentar el efecto, tuvo la inesperada idea de lanzar un aullido. Hasta entonces, nunca semej ante inspiracin se le haba pasado por las mientes. Mas, a pesar de tal falta de experiencia, la cosa reson de manera sobrecogedora.Aterrorizada, la damisela se visti sin decir ni po, en menos tiempo del que necesita un reloj de pndulo para dar las doce campanadas. Una vez solo, Denis se ech a rer. Se senta asaltado por una viciosa sensacin bastante excitante.Debe ser el sabor de la venganza aventur en voz alta.Volvi a poner donde corresponda cadauno de sus avos, se lav donde ms lonecesitaba y sali a la calle. Haba cado lanoche, el bulevar resplandeca de maneramaravillosa.No haba caminado ni dos metros,cuando tres individuos se le acercaron.Vestidos un poco llamativamente, con ternosdemasiado claros, sombreros demasiadonuevos y zapatos demasiado lustrados, locercaron.Podemos hablar con usted? dij o elms delgado de todos, un aceitunado derecortado bigotillo.De qu? se asombr Denis.No te hagas el tonto profiri uno delos otros dos, coloradote y grueso.Entremos ah... propuso el aceitunadosegn pasaban por delante de un bar.Lleno de curiosidad, Denis entr. Hastaaquel momento, la aventura le pareca interesante.Saben j ugar al bridge? pregunt a sus acompaantes.Pronto vas a necesitar uno4 sentenci el grueso coloradote sombramente. Pareca irritado.Querido amigo dij o el aceitunado unavez que hubieron tomado asiento, acabausted de comportarse de una manera muypoco correcta con una j ovencita.Denis comenz a rer a mandbulabatiente.Le hace gracia al muy rufin! observel colorado. Ya veris como dentro de pocole hace menos.Da la casualidad prosigui el flacode que los intereses de esa muchacha sontambin los nuestros.Denis comprendi de repente.Ahora entiendo dij o. Ustedes sonsus chulos.Los tres se levantaron como movidos porun resorte.No nos busques las vueltas! amenaz el ms grueso.Denis los contemplaba.Noto que voy a encolerizarme dij ofinalmente con mucha calma. Ser laprimera vez en mi vida, pero reconozco lasensacin. Tal como ocurre en los libros.Los tres individuos parecandesorientados.Arreglado vas si piensas que nosasustas, gilipollas! tron el grueso.Al tercero no le gustaba hablar. Cerrandoel puo, tom impulso. Cuando estaba apunto de alcanzar el mentn de Denis, stese zaf, atrap de una dentellada la muecadel agresor y apret. La cosa debi doler.Una botella vino a aterrizar sobre lacabeza de Denis, que parpade y recul.Te vamos a escabechar dij o elaceitunado.El bar se haba quedado vaco. Denis saltpor encima de la mesa y del adversariogordo. Sorprendido, ste se qued uninstante aturdido, pero lleg a tener elreflej o de agarrar uno de los pies calzados deante del solitario de Fausses-Reposes.Sigui una breve refriega al final de lacual, Denis, con el cuello de la camisadesgarrado, se contempl en el espej o. Unacuchillada le adornaba la mej illa, y uno desus oj os tenda al ndigo. Prestamente,acomod los tres cuerpos inertes baj o lasbanquetas. El corazn le lata con furia. Y, derepente, sus oj os fueron a fij arse en un relojde pared. Las once.Por mis barbas, pens, es hora demarcharse!Se puso apresuradamente las gafasoscuras y corri hacia su hotel. Senta elalma pletrica de odio, pero la proximidadde su partida le apacigu.Pag la cuenta, recogi el equipaj e, mont en su bicicleta, y se puso a pedalear incansablemente como un verdadero Coppi.

Estaba llegando al puente de Saint-Cloud, cuando un agente le dio el alto.O sea que va usted sin luces? pregunt aquel hombre semej ante a tantos otros.Cmo? se extra Denis. Y por qu no? Veo de sobra.No se llevan para ver explic el agente sino para que le vean a uno. Y si le ocurre un accidente? Entonces, qu?Ah! exclam Denis. S; tiene usted razn. Pero puede explicarme cmo funcionan las luces de este armatoste?Se est burlando de m? indag el alguacil.Escuche se puso serio Denis. Llevo tanta prisa que ni siquiera tengo tiempo dererme de nadie.Quiere usted que le ponga una multa?dij o el infecto municipal.Es usted pelmazo de ms replic ellobo ciclista.De acuerdo! sentenci el innoblebellaco. Pues ah va...Y sacando la libreta y un bolgrafo, baj la nariz un instante.Su nombre, por favor? preguntvolviendo a levantarla.Despus, sopl con todas sus fuerzas enel interior de su tubito sonoro, pues, muylej os ya, alcanz a ver la bicicleta de Denislanzada, con l encima, al asalto del repecho.En el mencionado asalto, Denis ech elresto. Al asfalto, pasmado, no le quedabams que ceder ante su furioso avance. Lacostana de Saint-Cloud qued atrs en unabrir y cerrar de oj os. Atraves acontinuacin la parte de la ciudad que costeaMontretout5 fina alusin a los stiros que vagan por el parque dedicado al antes nombrado santo y gir despus a la izquierda, en direccin hacia el Pont Noir y Ville-d'Avray. Al salir de tan noble ciudad y pasar frente al Restaurante Cabassud, advirti cierta agitacin a sus espaldas. Forz la marcha y, sin previo aviso, se intern por un camino forestal. El tiempo apremiaba. A lo lej os, de repente, algn carilln comenzaba a anunciar la llegada de la medianoche.Desde la primera campanada, Denis not que la cosa no marchaba. Cada vez le costaba ms trabaj o llegar a los pedales; sus piernas parecan irse acortando paulatinamente. A la luz del claro de luna segua sin embargo escalando, montado sobre su rayo mecnico, por entre la gravilla del camino de tierra. Pero en cierto momento se fij en su sombra: hocicoalargado, orej as erguidas. Y al instante dio de morros en el suelo, pues un lobo en bicicleta carece de estabilidad.Felizmente para l. Pues apenas toc tierra se perdi de un salto en la espesura. La moto del polica, entretanto, colision ruidosamente contra la recin cada bicicleta. El motorista perdi un testculo en la accin a la vez que el treinta y nueve por ciento de su capacidad auditiva.Apenas recobrada la apariencia de lobo y sin dej ar de trotar hacia su guarida, Denis consider el extrao frenes que lo haba asaltado baj o las humanas vestiduras de segunda mano. l, tan apacible y tranquilo de ordinario, haba visto evaporarse en el aire tanto sus buenos principios como su mansedumbre. La ira vengadora, cuyos efectos se haban manifestado sobre los tres chulos de la Madeleine uno de los cuales, apresurmonos a decirlo en descargo de los verdaderos chulos, cobraba sueldo de laPrefectura, Brigada Mundana, le pareca a la vez inimaginable y fascinante. Mene la cabeza. Qu mala suerte la mordedura del Mago del Siam! Felizmente, pens no obstante, la penosa transformacin habra de limitarse a los das de plenilunio. Pero no dej aba de sentir sus secuelas, y esa clera latente, ese deseo de venganza no dej aban de inquietarlo.

(1947)Un corazn de oro

1

Aulne caminaba pegado a la pared y cada cuatro pasos miraba hacia atrs con gesto receloso. Acababa de robar el corazn de oro del padre Mimile. Por supuesto, se haba visto forzado a destripar un poco al pobre hombre, y, en particular, a hundirle el trax a golpes de podadera. Pero, cuando hay de por medio un corazn de oro, no es cuestin depararse en barras en cuanto a procedimientos.Cuando hubo caminado trescientos metros, se quit de manera ostentosa su gorra de ladrn y, tirndola a una alcantarilla, la reemplaz por el sombrero flexible de un hombre honrado. Su paso se hizo ms seguro. Sin embargo, el corazn de oro del padre Mimile, todava caliente, no cesaba de molestarle, porque segua latindole desagradablemente en el bolsillo. Adems, le hubiera gustado contemplarlo con tranquilidad, pues era un corazn que, con slo verlo, pona a cualquiera casi en la obligacin de delinquir.Ciento veinte brazas ms adelante y aprovechando una alcantarilla de dimensiones superiores a las de la anterior, Aulne se desembaraz de la porra y de la podadera. Ambos instrumentos estaban recubiertos de cabellos pegados y de sangre, y como a Aulne le gustaba hacer las cosas

cuidadosamente,seguroque tambinabundaban dehuellasdigitales. Sinembargo, conserv, sin tocarla la mismaindumentaria, por completo salpicada desangre pegaj osa, pues, dado que a losviandantes no les suele caber en la cabezaque un asesino vista como todo el mundo,tampoco era cuestin de infringir el cdigodel medio.En la parada de taxis eligi uno bienvistoso y reconocible. Se trataba de unantiguo Bernazizi, modelo 1923, con asientosde imitacin esterilla, trasero puntiagudo,conductor tuerto y parachoques de atrsmedio cado. Los colores frambuesa yamarillo de la capota de satn rayadoaadan al conj unto un toque inolvidable.Aulne pas a su interior.Dnde le llevo, burgus? pregunt elchfer, un ruso ucraniano a j uzgar por suacento.D la vuelta a la manzana... respondiAulne.Cuntas veces?Todas las que sean necesarias hasta quela bofia nos eche el oj o encima.Ah, ah! reflexion el taxista demanera audible. Bueno... bien... veamos...Como posiblemente me ser difcil llegar amarchar con exceso de velocidad qu leparece si circulo por la izquierda? Eh?Correcto acept Aulne.Baj a tope la capota y se sent lo msestirado posible para que pudiera verse confacilidad la sangre que adornaba suindumentaria. Eso, combinado con elsombrero de hombre honrado que luca,hara evidente a cualquiera que tena algoque ocultar.Cuando llevaban dadas doce vueltas, secruzaron con uno de los poneys de cazamatriculados con la contrasea de la polica.El caballito estaba pintado de gris metlico yla ligera carreta de mimbre que arrastraballevaba en los laterales el escudo de la ciudad. Tras olfatear el Bernazizi, el animal relinch.La cosa marcha coment Aulne. Se disponen a darnos caza. Circule ahora por la derecha. Tampoco es cuestin de que nos arriesguemos a llevarnos a un chaval por delante.A fin de que el poney pudiera seguirles sin fatigarse, el chfer reduj o al mnimo la velocidad de marcha. I mpasible, Aulne le diriga. As, enfilaron hacia el barrio de los altos edificios.Un segundo poney, tambin pintado de gris, se reuni en seguida con el primero. En el interior de la carreta se encontraba un polica con uniforme de gala. De un vehculo a otro, y sealando a Aulne con el dedo, ambos funcionarios se ponan de acuerdo a voces, mientras que los poneys trotaban acompasadamente, levantando mucho las patas y moviendo la cabeza como suelenhacer los pichones.A la vista de un edificio de aspectopropicio, Aulne dio orden al taxista de parar.A continuacin, salt con ligereza sobre laacera pasando por encima de la portezueladel automvil, a fin de que los polispudieran distinguir claramente las manchasde sangre sobre su indumentaria.Acto seguido se meti en el edificio,llegndose a la escalera de servicio.Sin apresurarse, subi hasta el ltimopiso.En l estaban los cuartos de laservidumbre. El suelo del pasillo,enladrillado con baldosas hexagonales, letrastornaba la vista. Poda elegir entre doscaminos: hacia la derecha o hacia laizquierda. El de la izquierda daba al patiointerior, por donde se ventilaban los cuartosde bao, y acababa en un pequeo retrete.Se intern en l all. Un tragaluz bastantealto empez a chorrear de improviso delantede l. Una escalera hermosa como un sol estaba colocada al fondo. En aquel preciso momento, Aulne comenz a or resonar los pasos de los polizontes en la escalera. Sin pensarlo dos veces, se encaram con presteza al tej ado.Una vez all, respir profundamente para recobrar el aliento antes de la inevitable persecucin. El aire tragado en gran cantidad le sera de mucha utilidad para la baj ada.Corri por la suave pendiente del tej ado6construido al estilo de Mansard . Se detuvoal borde del empinado voladizo y, girandosobre s mismo, dio la espalda al vaco. Acontinuacin, se agach y se ayud con lasmanos para aterrizar sobre ambos pies en elcanaln.Recorri aquel saliente de cinc casivertical al muro. Abaj o, el pavimentadopatio pareca minsculo, con cinco cubos dela basura, todos ellos bien alineados, un viej o escobn que semej aba un pincel y un caj n casi repleto de desperdicios.Sera preciso descender a lo largo del muro exterior y penetrar en uno de los cuartos de bao del edificio contiguo, es decir, aquellos cuyas ventanas se abran en la pared de enfrente. Para ello podan utilizarse los garfios clavados en los muros de todo patio interior. Colocando los pies en alguno de ellos, trataba de aferrarse con las dos manos al alfizar de la ventana elegida, y acto seguido subir el cuerpo a pulso. El oficio de asesino no resulta, en verdad, nada descansado. Aulne se lanz por los herrumbrosos barrotes.Arriba, los polizontes armaban todo el bullicio posible corriendo en crculo sobre el tej ado y pisando con sus zapatones. De ese modo, cumplan estrictamente con el plan piloto de sonorizacin de persecuciones establecido por la Prefectura.2

La puerta estaba cerrada, pues los padres de Brise-Bonbon (Masca-Caramelos) haban salido, y Brise-Bonbon se bastaba para guardar la casa l solito. A los seis aos no queda tiempo para aburrirse en un apartamento en el que siempre hay a mano j arrones por romper, cortinas por quemar, alfombras por manchar y tabiques que se pueden decorar con huellas digitales de todas las tonalidades, interesante forma de aplicacin de los colores reputados como no peligrosos en el sistema de Bertillon7 . Ni si se dispone, por aadidura, de un cuarto de bao, de grifos que funcionan, de cosas que flotan y, para mondar los tapones... de la navaj a de afeitar del padre, una hermosa y afilada hoj a.Al or ruidos en el patio interior al quedaba el cuarto de bao de su casa, Brise- Bonbon abri del todo los entreabiertos batientes de la ventana para ver mej or. Ante sus narices, dos grandes manos de hombre vinieron a aferrarse al reborde del vano de piedra. Congestionada por el esfuerzo, la cabeza de Aulne acab por aparecer ante los interesados oj os del nio.Quiz el perseguido haba sobrevalorado sus capacidades gimnsticas, lo cierto es que no pudo subir a pulso al primer intento. Como las manos aguantaban bien donde las haba puesto, se dej caer a lo largo de toda la extensin de los brazos con intencin de recobrar el aliento.Con mucha dulzura, Brise-Bonbon levant la navaj a de afeitar que tena bien agarrada, y pas la afilada lmina sobre los nudillos blancos y tensos del asesino. Las manos de ste, en verdad, eran muy carnosas.El corazn de oro del padre Mimile tir de Aulne hacia abaj o con todas sus fuerzascuando las manos le comenzaron a sangrar. Uno a uno, los tendones fueron saltando como las cuerdas de una guitarra. A cada taj o, resonaba una dbil nota. Finalmente, quedaron sobre el alfizar diez falangetas exanges. De cada una manaba todava un hilillo purpreo. Por su parte el cuerpo de Aulne roz la pared de piedra, rebot en la cornisa del entresuelo y vino a dar con sus huesos en el caj n de los desperdicios. Bien poda quedarse all: los traperos se encargaran de l a la maana siguiente.

(1949)Las murallas del sur

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Cubierto de deudas como desde haca muchsimos aos no lo haba estado, el Mayor decidi comprar un automvil para pasar las vacaciones ms agradablemente.Con la intencin de asegurarse una inmediata disponibilidad de fondos empez por sablear a sus tres mej ores amigos para costearse una curda de campeonato, pues suoj o de cristal estaba empezando a tender hacia el azul ail, y ello era sntoma de sed. La cosa le sali por tres mil francos, francos que sinti tanto menos, cuanto que en absoluto tena la intencin de devolverlos.Dio as de entrada inters a la operacin y se esforz por complicarla todava ms, con intencin de elevarla a la categora de milagro pagano. Con ese fin se pag una segunda borrachera con el dinero que le report la venta de su cinturn de castidad medieval, cinturn claveteado de clavo de especia y fabricado con cuero repuj ado hasta perderse de vista.No le quedaba gran cosa, pero, con todo, an eran demasiadas. Pag la mensualidad del alquiler con el reloj , cambi sus pantalones por unos calzones cortos, su camisa por una Lacoste y, astuto viej o, se puso a la bsqueda de alguna manera de gastar la calderilla que todava le sobraba.(En el curso de sus pesquisas tuvo la malasuerte de recibir una herencia, pero, por fortuna, rpidamente se enter de que no podra disponer de ella antes de que pasaran varios meses, plazo que consider ms que suficiente.)Le quedaban an once francos y algunas provisiones. No poda ni pensar en irse en condiciones tales. Organiz, pues, en su casa, una j uerga de medianas proporciones.El sarao se celebr con toda felicidad y, al final del mismo, slo tena ya un paquetito de cien gramos de curry en polvo, ligeramente estropeado, con el que nadie haba podido acabar. Contra sus previsiones, la muy apreciada sal de apio constituy, en efecto, la base de la mayora de los ltimos ccteles servidos, despreciado como fue el curry previsto para tal uso.(La insigne malaventura que pareca perseguir al Mayor quiso, no obstante, que una de las invitadas olvidase el bolso en su casa, con nada menos que quinientos francosdentro. Pareca que habra que volver a empezar, cuando al Mayor, iluminado por una de aquellas geniales inspiraciones que le caracterizaban, le asalt el deseo de irse de vacaciones provisto de un salvoconducto obtenido por los cauces legales. Es preciso que sealemos, antes de continuar, que fue aquella pretensin inaudita la que le salv.)2

El Mayor irrumpi en casa de su amigo el Bison8 cuando ste se sentaba a la mesa, entre sonoro entrechocar de mandbulas, en compaa de su muj er y el Bisonnot. Se coca, por una vez en la vida, un guiso de pasta hervida a cuya preparacin la Bisonne se haba dignado dedicar diez minutos. La familia entera se regocij aba con la idea de la consiguiente cuchipanda.Almorzar con vosotros! dij o elMayor, estremecido de gula, al ver hervir lapasta.Cerdo! le espet el Bison. Conquela has olido desde lej os, eh?Exactamente! contest el Mayor,sirvindose en el reparto un gran vaso devino del que se guardaba especialmente parasus visitas, y al que se dej aba que se picaseun algo para que tomase cierto regusto aadido a su sabor original, tan agradable al paladar como todos sabemos.El Bison sac un plato suplementario del aparador y lo coloc en la mesa, en el sitio que anteriormente haba ocupado el Mayor. ste se dej aba servir habitualmente y, contra la costumbre, no les coga oj eriza a quienes de l se ocupaban.El asunto es el siguiente dij o de repente. Dnde pensis ir de vacaciones?A la orilla del mar contest el Bison. Quiero conocerlo antes de morir.Me parece muy bien concedi elMayor. Me compro un coche y os llevo aSaint-J ean-de-Luz.Alto ah! le par el Bison. Tienestela?Naturalmente que s! asegur elMayor. Digamos que la tendr. No tepreocupes por eso.Y sitio para aloj arte?Naturalmente que tambin! continu el Mayor. Mi abuela, que ya muri, tena un apartamento, y mi padre lo conserv.Tras algunos segundos de duda, pues no haba entendido bien si el Mayor haba usado o o a en el pronombre, el Bison opt por pensar que lo conservado era el apartamento, y no la abuela.La pasta segua creciendo en el agua hirviente, y ya iba por la tercera vez que la Bisonne separaba la cacerola del fuego para tirar el sobrante a la basura.De acuerdo dij o finalmente el Bison. Pero me imagino que dispondrs degasolina. Porque sabes? suele resultar deutilidad cuando se trata de coches.Encontrar la necesaria asegur elMayor. Con un salvoconducto en regla seconsiguen fcilmente bonos de gasolina.Sin duda concedi el Bison. Peroconoces a alguien en la Prefectura que tepueda facilitar una autorizacin?No reconoci el Mayor. Yvosotros? Conocis a alguien?Ah es donde queras venir a parar eh?El Bison miraba a su interlocutor con unoj o entornado y reprobador.Os advierto interfiri su esposa quesi no nos comemos pronto esa pasta,tendremos que cambiar de habitacin.Dentro de un momento no cabremos aqu.Sin necesidad de ms advertencia, loscuatro se abalanzaron sobre el guiso,pensando, encantados, en los ascos queantao hacan los alemanes ante lamantequilla de Normanda y las salchichasde tocino.El Mayor no cesaba de beber tintorro trastintorro. Y es que no disponer ms que de unoj o, le constrea a hacer lo posible parallegar a ver doble cuanto antes, y as noperderse bocado.El postre consista en rebanadas de pancuidadosamente reblandecido y aderezado con dos hoj as de gelatina rosa perfumada al organo de Cheramy, a la manera de J ules9Gouff. El Mayor repiti dos veces, y al finalno qued nada.A travs de su peridico, no podraAnnie recomendarnos en la Prefectura? dij o de repente la Bisonne. Porque has desaber que no opondr a que viaj emoscontigo si no dispones de autorizacin.Excelente idea! exclam el Mayor.Y por lo dems, tranquila. Los polis megustan tan poco como a ti. Cada vez que veoun agente se me hace un nudo en elintestino delgado.En cualquier caso ser necesario hacerlas cosas de prisa advirti el Bison. Misvacaciones empiezan dentro de tressemanas.Perfecto! asegur el Mayor, pensandoque as le dara tiempo a gastar losquinientos francos.Bebi un ltimo trago de tinto, cogi uncigarrillo del paquete de la Bisonne, eructviolentamente, y se puso en pie.Voy a ver si veo coches anunci alirse.3

Escuche dij o Annie. Voy a ponerlo en contacto con Pistoletti, el individuo que en la Prefectura se ocupa de las autorizaciones para el peridico. Ya ver como todo sale bien. Se trata de una persona muy agradable.De acuerdo dij o el Mayor. As todo se arreglar. Se arreglar, sin duda alguna. Pistoletti es un hombre admirable.Sentados en la terraza del Caf Duflor, esperaban a la Bisonne y a su hij o, que llegaban con un poco de retraso.Creo que trae un certificado mdico referente al nio continu el Mayor. Ello nos ayudar a conseguir el salvoconducto. Segn tengo entendido, hoy mismo iba a sacarlo.Ah, s? dij o Annie. Y qu es loque certifica?Que no puede soportar viaj es en trencontest el Mayor, limpiando su monculode cristal ahumado.Ah llegan! advirti Annie.La Bisonne corra detrs del Bisonnot, queacababa de soltrsele de la mano. La criaturacorri en lnea recta durante unos quincemetros y acab encontrndose con un10velador del Caf Les Deux Mghos, veladorcon mesada de mrmol un instante antes delchoque, y con mesada hecha pedazos uninstante despus.El Mayor se levant e intent separar a lacriatura del velador. Un camarero se lleghasta ellos y comenz a protestar.Permtame que le diga argument elMayor que he tenido ocasin de verlotodo. Ha sido el velador el que ha empezado.No insista en sus lamentaciones, o me veren la obligacin de detenerle.Palabras sobre las cuales mostr su falsificada documentacin del Cuerpo de Seguridad, ante lo que el camarero se desmay. Entonces el Mayor le quit el reloj y, tirando de la mano del nio, se reuni con Annie y con la Bisonne.Deberas cuidar mej or de tu hij o dij o a sta.No me des la lata. Traigo el certificado. Este nio es raqutico y no puede soportar un viaj e en ferrocarril.Dicho lo cual, obsequi a su hij o con un estremecedor sopapo que dej sumido al infante en una especie de plcida hilaridad.Felizmente para la Red deFerrocarriles... coment el Mayor.Acaso quieres insinuar que t nunca tehas cargado una mesa de terraza? repuso,amenazadora, la Bisonne.A su edad, desde luego no! asegurel Mayor.No me extraa! Siempre fuiste unpoco retrasado!Est bien! cort el Mayor. Novamos a discutir ahora. Dame el certificado.Dj emelo ver intervino Annie.El doctor no nos ha puesto ningunapega inform la Bisonne. Como todo elmundo puede ver, este nio padece deraquitismo... Quieres dej ar esa silla de unavez!El Bisonnot acababa de coger el respaldode la silla de un cliente vecino, y silla ycliente dieron en tierra, arrastrando en sucada algunas copas en medio de ciertoalboroto.Eclipsndose discretamente, el Mayorcompuso la figura de estar meando contraun rbol. Por su parte, Annie intentabaponer cara de quien no conoce a nadie.Quin ha sido? pregunt elcamarero.El Mayor acus el Bisonnot.Seguro? insisti el camarero con aireincrdulo. No habr sido el nio, seora?Est usted loco respondi sta. Notiene ms que tres aos y medio.Mientras que Mauriac est chocho concluy el nio.Eso es una gran verdad concedi elcamarero, y a continuacin se sent a lamesa para discutir con l de literatura.Tranquilizado, el Mayor regres y volvi asentarse entre las dos muj eres.As pues comenz Annie, ahoraslo se trata de ir a ver a Pistoletti...Y cul es tu opinin sobre Duhamel?pregunt el camarero.De verdad cree que funcionar? seinteres el Mayor.A Duhamel se le alaba en exceso contest el Bisonnot.Seguro que s respondi Annie.Con la carta de recomendacin delperidico...En ese caso, ir maana mismo dij o elMayor.Te voy a pasar un manuscrito mo paraque me digas lo que te parece dij o elcamarero. La accin discurre en lasuperficie de una cara velluda. Me pareceque t y yo tenemos los mismos gustos.Cunto le debemos, camarero? pregunt Annie.No, dj alo, se interpuso la Bisonne.Me toca a m.Con permiso! sentenci el Mayor.Como no llevaba un cntimo encima, elcamarero le prest dinero para pagar, y, trasdej ar una generosa propina, el Mayor sindarse cuenta se embols lo que sobraba.4

Abro yo! grit el Bisonnot.No marees! replic su padre. Desobra sabes que eres demasiado pequeopara llegar hasta el cerroj o.Preso de furor, aqul se lanz al airetomando impulso con los dos pies, y, trassaltar como un gato, qued muy sorprendidoal encontrarse sentado sobre el traseroviendo un gran destello verde.Era el Mayor. Tena un aspecto normal, apesar de que su aplastado sombreroreverberaba con rebuscados y cambiantesreflej os: haba comido pavo.Y bien? dij o el Bison.Tengo el coche! Un Renault de 1927,modelo coach, con el maletero en la parteposterior.Y el cap que se levanta por delante?interrog, inquieto, el Bison.S... concedi el Mayor de mala gana. Y con encendido mediante magneto, yfreno esotrico en el tubo de escape.Se trata de un sistema muy antiguo observ su interlocutor.Lo s bien dij o el Mayor.Cunto?Veinte mil.No es caro estim el Bison. Pero laverdad es que tampoco es una ganga.No. Y, precisamente, debers dej armecinco mil francos para acabar de pagarlo.Cundo me los devolvers?El Bison pareca no fiarse.El lunes por la tarde, sin falta asegurel Mayor.Hum! dij o el Bison. No te tengodemasiada confianza.Lo entiendo repuso el Mayor, y cogilos cinco mil francos sin dar las gracias.Has pasado por la Prefectura?Ahora pensaba ir... Me cuesta mucho trabaj o meterme en aquella guarida de aduaneros testarudos y escandalosos.Venga, venga, espabila dij o el Bison empuj ndole hacia el descansillo y aprate un poco.Hasta luego! grit el Mayor desde el piso de abaj o.Regres dos horas despus.Querido, la cosa no marcha todava dij o. Es necesario que me firmes unadeclaracin que certifique que dispones de lagasolina necesaria.Me ests hartando! se irrit el Bison. Estoy hasta las narices de tanto retraso!Hace ya una semana que me dieron lasvacaciones, y te aseguro que no me haceninguna gracia seguir aqu. Creo queharamos mucho mej or tomando de una vezel tren todos j untos.Espera, espera. Considera que es muchoms agradable hacer el viaj e en coche. Y parair de compras una vez que estemos all, tambin nos vendr muy bien.Sin lugar a dudas concedi el Bison. Pero piensa t que, a este paso, cuandolleguemos tendr que volverme porque misvacaciones se habrn acabado. Eso contandocon que no nos metan en chirona por elcamino.Las cosas van a salir redondas a partirde ahora asegur el Mayor. Frmame esepapel. O lo conseguimos esta vez, o teprometo que me voy en tren con vosotros.Te acompaar dij o el Bison.Pasaremos por mi oficina y se lo mandarmecanografiar a mi secretaria.As lo hicieron. Tres cuartos de horadespus entraban en la Prefectura y, por untortuoso ddalo de pasillos, se dirigan haciael despacho de Pistoletti.Amable cincuentn quiz una pizcapuntilloso, ste no les hizo esperar ms decinco minutos. Despus de un breve cambiode impresiones, se levant y les indic que le siguieran. Consigo llevaba los formularios y los documentos j ustificativos cumplimentados por el Bison y el Mayor.Atravesaron un estrecho pasadizo que, por el interior de un puente cubierto, una el edificio en que estaban con el vecino. El corazn del Mayor giraba a toda velocidad sobre s mismo, chirriando como una peonza de Nremberg. En una galera abovedada, largas colas de gente esperaban ante las puertas de los despachos. La mayor parte de ellos echaban pestes; otros se disponan a morir. A los que caan durante la espera se les dej aba all donde tocaban tierra, y se proceda a recogerlos por la tarde.Pistoletti pas por delante de todo el mundo. Pero se detuvo en seco al llegar adonde se diriga y pareci muy contrariado de no ver ante s a la persona que buscaba.Buenos das, seor Pistoletti dij o el otro.Buenos das, seor respondi Pistoletti. Aqu tiene. Me gustara que autorizase esta peticin, que est en regla.El individuo compuls el legaj o.Muy bien! dij o por fin. Veo que elinteresado reconoce disponer del carburantenecesario. Por consiguiente, estara fuera delugar hacerle una asignacin.Hum... musit Pistoletti. Comousted... mej or dicho, como su predecesor meaconsej , solicit del seor Mayor esetestimonio para... para... para que no sedudase en hacerle una asignacin degasolina.Eh? dij o el otro.Y a continuacin escribi sobre el papel:Denegada la asignacin, dado que eldemandante asegura disponer delcarburante necesario.Gracias! dij o Pistoletti, volviendo asalir con los papeles.Una vez fuera, se rasc el crneo y dej caer algunos j irones sanguinolentos sobre el suelo. Un agente que pasaba en aquel momento por all resbal al pisarlos y estuvo a punto de caer. El Mayor sonri malvolamente, pero volvi a ponerse serio al ver la cara de circunstancias de su valedor.La cosa no va bien? le pregunt elBison a ste.Bueno, bueno... se limit a decirPistoletti. Vayamos ahora a ver aCiabricot... Todo se complica... El funcionarioque acabo de ver no es el mismo de antes, yel que est ahora parece de una opinincompletamente distinta a la del anterior. Enfin... Puede salir bien todava... Pero queconste que el otro me haba dicho que, coneste papel, el asunto marchara sobreruedas.Vamos, vamos de una vez, en cualquiercaso le anim el Bison.Seguido por sus dos aclitos, Pistolettilleg hasta el extremo del pasillo, y volvi apasar otra vez por delante de las narices del primero de la cola. El Mayor y su amigo tomaron asiento en un banco circular que abrazaba la basa de una de las columnas que sostenan la bveda. Multiplicaron cuatro y medio por cuatro y medio hasta mil veces para ayudarse a pasar el rato. Quince minutos ms tarde, Pistoletti volva a salir del despacho. Su rostro no expresaba ni fu ni fa.Escuchen les dij o. Primero escribiconcedido sobre la peticin. Acontinuacin puso la fecha, dij o vale, y mepregunt: Para ir adnde?. Se lo dij e.Entonces volvi a mirar el papel, se palp elhgado y exclam: Demasiado lej os!. Y sededic a borrar todo lo que acababa deponer... Es que tiene el hgado en muy malascondiciones saben?Entonces pregunt el Bison lapeticin queda denegada?S... respondi Pistoletti.Y usted cree prosigui el Bison mientras un espeso vapor comenzaba a salirle por las j unturas de las suelas de los zapatos que si le disemos diez mil francos a ese tal Ciabricot, no se nos concedera?Qu pasa? encareci el Mayor. Es que ni siquiera est permitido llevar en coche a un nio que no puede aguantar los viaj es en ferrocarril?En definitiva, qu es lo que solicitamos? continu su amigo. Nada! Gasolina desde luego no, puesto que decimos que tenemos... Lo nico que pedimos es una firma en la parte de abaj o de un papel para poder sacar el coche, quedando sobreentendido que, con respecto al carburante, nos las arreglaremos en el mercado negro... Y entonces?Entonces acab el Mayor es que son unos pij oteros.Escuchen... se aventur a decirPistoletti.Unos pij oteros y unos cerdos! tronel Bison.Podrn volver a intentarlo dentro deunos das... sugiri Pistoletti intimidado.Tranquilo; no tenemos nada contrausted asegur el Mayor. Al fin y al cabono es culpa suya si Ciabricot sufre delhgado.Palabras a pesar de las cuales, ambosamigos aprovecharon un recodo del pasillopara prensar a Pistoletti en emparedado,abandonando el cadver en un rincn.Qu hacemos ahora? pregunt elBison en el momento de salir.A m me importa un rbano respondi el Mayor. Me voy sinsalvoconducto.No creo que debas hacerlo le advirtiel Bison. Bueno, yo voy a sacar billetes a laestacin. No quiero tener que vrmelas conla poli.Espera hasta esta tarde le pidi el Mayor. Se me ha ocurrido otra posibilidad. Tampoco yo quiero nada con esa gentuza. Me producen un efecto suprafsico.Est bien accedi el Bison. Telefoname.

Lo tengo! grit la voz del Mayor a travs del auricular.Cmo? Lo has conseguido? se interes el Bison.Apenas si poda creerlo.No, pero lo conseguir. He vuelto a ir alpoco rato con una chica, una amiga de Verge,aquel a quien conociste en mi casa. Ella tienealgunas amistades en la Prefectura. Hapasado por casa de Ciabricot, y no ha hechofalta nada ms. Me han prometido que me lodarn.Cundo te lo darn?El mircoles a las cinco.Bueno, vale concluy el Bison.Esperemos que as sea.

El mircoles a las cinco, se le inform al Mayor que el ansiado momento sera al da siguiente a las once. El j ueves, a las once, le sugirieron que volviera a pasar por la tarde. Por la tarde le dij eron que se despachaban quince salvoconductos por da, y que el suyo haca el nmero diecisis. Y como no pareca dispuesto a soltar dinero, se qued sin el salvoconducto.Amigos de los empleados llegaban a cada momento, y los empleados apenas si daban abasto a librarles autorizaciones de compromiso. I ncluso llegaron a rogar al Mayor que les ayudase a rellenar sus formularios. Mas ste se neg y se march, no sin olvidar sobre una mesa una granada con el seguro quitado, el ruido de cuya detonacin le devolvi la tranquilidad de

espritu en el momento en que sala de laPrefectura.El Bison, su muj er y el Bisonnotcompraron, por fin, billetes para Saint-J ean-de-Luz. Para emprender viaj e deban esperarhasta el lunes siguiente, pues todos lostrenes estaban repletos. El sbado por latarde, saliendo de su luj oso estudio de laRue Coeur-de-Lion, el Mayor, por su parte,se puso en marcha en el Renault. Se habaacordado que fuese el primero en llegar aSaint-J ean, y que tuviese el apartamentopreparado para la llegada de sus amigos. Asu lado iba J ean Verge, a quien el Mayordeba ya tres mil francos, y, detrs,J osphine, una amiga del Mayor, de quienste acababa de gastar la mitad del dineroque traa en el bolso, para pagarse unabuena curda.El coche transportaba tambin algunacarga: diez kilos de azcar que Verge llevabaa su mam, residente en Biarritz, un

limonero de hoj as azules que el Mayor se propona aclimatar en el Pas Vasco, dos j aulas repletas de sapos, y un extintor cargado con perfume de lavanda, porque el tetracloruro de carbono huele bastante mal.

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A fin de evitarse encuentros con esos bpedos que circulan emparej ados y vestidos de azul oscuro, llamados gendarmes, al salir de la capital el Mayor tom una carretera secundaria a la que pomposamente se haba bautizado como N-306. De todos modos, los tena a cero.Para no perderse, segua las indicaciones de Verge. ste descifraba el mapa Michelin colocado sobre sus rodillas, y era la primera vez en su vida que se dedicaba a semej ante actividad.La consecuencia fue que, a las cinco de la maana, despus de haber rodado durante ocho horas a una media de cincuenta kilmetros por hora, el Mayor divis en el horizonte la torre de Montlhry. Al verla, dio inmediatamente media vuelta con el coche,

pues en aquel sentido llegaban directamente a Pars por la Puerta de Orlens.A las nueve entraban en Orlens. Aunque no quedaba ms que un litro de gasolina, el Mayor se senta feliz. No le haban visto el gorro ni a un solo polica.A Verge le quedaban todava dos mil quinientos francos que pronto se vieron convertidos en veinte litros de gasolina y cinco kilos de patatas ya que, dada la edad del coche, era preciso mezclar el carburante con trozos de dicho tubrculo, en la proporcin de una cuarta parte.Los neumticos parecan resistir. Al final de la breve detencin para repostar, el Mayor tir del cordn unido a la vlvula de la caj a de velocidades, chifl dos veces, acogot el vapor, y, a la postre, el Renault volvi a ponerse en marcha.Salieron de la N-152, cruzaron el Loire por un puente secundario y tomaron la mucho menos frecuentada N-751.

Los estragos ocasionados por la ocupacin haban favorecido la eclosin, entre los carriles y los aguazales, de una vegetacin feraz y aguanosa. Los corazoncillos agitaban sus corolas en todas direcciones, mientras que las cicindelas de campo deslizaban una nota malva entre la salpicadura nacarada de las florecillas ms humildes.Alguna granj a aqu y all salpimentaba la monotona de la carretera, produciendo, cada vez, una agradable sensacin de alivio en el escroto, semej ante a la que se nota cuando se pasa de prisa sobre un puentecito en forma de arco. Segn se iban acercando a Blois, comenzaron a ver surgir gallinas por todas partes.Las gallinas picoteaban a lo largo de las cunetas siguiendo un plan cuidadosamente pergeado por los peones camineros. En cada uno de los aguj eritos excavados por sus picos se sembraban, a la maana siguiente,

semillas de girasol.El Mayor con ganas de comer gallina,comenz a dar golpes de volante. Giraba almismo tiempo el cierre del tubo de escape,logrando as frenar el coche hasta lavelocidad de marcha de un hombrecaminando por un colmenar.11Una Houdan, mantecosa y rolliza,apareci de repente a la vista, con la crestalevantada, dando la espalda al coche. ElMayor aceler solapadamente, pero el ave sedio vuelta de improviso y le mir a los oj oscon aire desafiante. Muy decidido, aunquetambin muy impresionado, el Mayor, pusocara de circunstancias y describi con elvolante un ngulo de noventa grados. Comoconsecuencia, debieron recurrir al cartero dela comarca, que por casualidad pasaba porall, para que les ayudase a desempotrar elcoche del roble centenario del que, elj uicioso reflej o del conductor, vino a causar

la fractura.Reparado el destrozo, el Renault senegaba a volver a ponerse en camino. Vergese vio obligado a baj ar y a resoplar contra sutrasero durante ms de cinco kilmetrosantes de conseguir que se decidiera aarrancar. El coche refunfu al detenersepara permitirle subir.En modo alguno desanimado, el Mayordej atrs Clry, lleg hasta Blois y enfilhacia el Sur por la N-764, en direccin aPont-Levoy. Ningn agente a la vista; volva arecobrar la confianza.Silbaba una marcha militar, marcando elfinal de cada comps mediante un enrgicotaconazo. Pero no pudo terminarla, puesacab por atravesar con el pie el suelo delautomvil y, de haber continuado, se habraarriesgado a volcar la caj a de velocidades,dos de las cuales estaban desparramadas porel suelo desde el momento de la colisincontra el rbol.

En Montrichard compraron un pan. Atravesaron a continuacin Le Lige, y el coche se qued parado de repente en la encrucij ada de la N-764 y la D-10.J osphine se despert en aquel momento.Qu pasa? pregunt.Nada contest el Mayor. Hemoscomprado un pan y paramos para comerlo.Se senta inquieto. A una encrucij ada sepuede llegar desde cuatro direcciones. Y enuna encrucij ada se lo puede a uno ver desdelos cuatro costados.Baj aron del vehculo y se sentaron alborde de la carretera. Una gallina blancaapostada en la cuneta, se desempach yenderez hasta el nivel de la calzada sucabecita coronada por una alargada cresta. ElMayor se puso al acecho al verla.De repente cogi el pan, un dos kilosformato grande, lo fue levantando en el airesegn giraba para ponerse en posicin

favorable, simul estar comprobando su transparencia y lo lanz con todas sus fuerzas contra la gallina.Desgraciadamente para l, la granj a de Da Rui, el popular futbolista, se levantaba no lej os del lugar, y de ella proceda aquel ave. La gallina que pareca haber sacado provecho de las enseanzas recibidas, pein el pan con un hbil cabezazo, envindolo por lo menos a cinco metros de distancia. A continuacin, corriendo como un galgo, volvi a hacerse con l antes de que llegara a tocar suelo.En un abrir y cerrar de oj os, y entre una tupida nube de polvo, desapareca a lo lej os llevndoselo debaj o del ala.Verge, que se haba levantado de un salto, la persegua.Dj ala, J ean! le grit el Mayor. No tiene importancia. Y, adems, vas a conseguir llamar la atencin de algn gendarme.

Maldita hij a de puta! j ade J ean mientras segua corriendo.Que la dej es, digo! insisti el Mayor, y J ean regres bufando a ms no poder. Repito que no tiene importancia. He comido un panecillo a escondidas en la tahona.Pues s que me sirve de consuelo! dij o Verge, furioso.Adems, llevndolo como lo llevadebaj o del ala, debe apestar a voltil coment el Mayor con repugnancia.No te esfuerces por consolarme repuso J ean. I ntentemos volver aponernos en marcha para ir a comprar otro.Y en lo sucesivo, te lo ruego, dedcate a lacaza de la gallina con cosas que no seancomestibles.Descuida, lo har por ti concedi elMayor. Me servir de una llave inglesa. Yahora, veamos qu le sucede al coche.No lo habas parado a propsito? pregunt con asombro J osphine.

Esto... No respondi el Mayor.

8

El Mayor tom su detector de averas, un estetoscopio adecuadamente transformado, y se desliz baj o el automvil. Dos horas ms tarde despert bastante descansado.Verge y J osphine se agasaj aban con manzanas todava verdes en un predio vecino.Con un tubo de caucho, el Mayor derram en la cuneta las tres cuartas partes de la gasolina restante, a fin de aligerar de peso la parte delantera del vehculo. A continuacin introduj o el gato baj o el larguero izquierdo y estabiliz el Renault a cuarenta centmetros del suelo, hecho lo cual abri el cap.Aplic al motor la cabeza del estetoscopio y constat que la avera no proceda de ah. Al ventilador no le pasaba

nada; el radiador estaba caliente, o sea que funcionaba. Slo quedaban, pues, el filtro del aceite y el magneto.Cambi de emplazamiento el magneto y el filtro del aceite, e hizo una prueba. La cosa no marchaba.Volvi a colocar cada una de las piezas en sus lugares respectivos y volvi a probar. Ahora s.Bueno concluy por fin. Es el magneto. Me lo tema. Tendremos que buscar un taller.Llam a grandes voces a Verge y J osphine para que empuj aran el coche. Pero como se haba olvidado de sacar el gato, cuando aqullos comenzaron sus esfuerzos, el coche bascul y, al caer sobre uno de los pies de Verge, al neumtico delantero derecho le dio por reventar.I mbcil! grit el Mayor, cortando por lo sano las lamentaciones de su amigo. La culpa ha sido tuya, as que repralo!

Desde luego no llegaremos muy lej os empuj ando el coche reconoci l mismo poco despus. Ser mej or que J osphine vaya a buscar un mecnico.La muj er ech a andar por la carretera, y el Mayor se instal cmodamente a la sombra de un rbol para descabezar una siesta. Entretanto se coma un segundo panecillo birlado en la panadera.Eh! Si tienes hambre, trete un pan al regreso! grit a J osphine segn sta desapareca tras la curva.

9

Una vez acabado el panecillo, el Mayor se alej un poco del lugar esperando el regreso de J osphine. De repente distingui en el horizonte dos quepis azules que venan en direccin a l.Ech a correr, o a volar ms bien, pues visto de perfil se hubiera podido decir que tena por lo menos cinco piernas, y lleg de nuevo hasta el coche. Apoyado contra un rbol y canturreando, Verge miraba al vaco.A trabaj ar! le orden el Mayor. Corta ese rbol. Aqu tienes una llave inglesa.Con toda diligencia Verge se meti el vaco en el bolsillo y obedeci maquinalmente.Una vez cortado el rbol, comenz a hacerlo astillas, siguiendo las indicaciones

del Mayor.Despus de ocultar las hoj as en unaguj ero, camuflaron el automvil dndoleapariencia de carbonera, apariencia quecompletaron recubrindolo con la tierra quehaban sacado al hacer el hoyo. En la cimadel artilugio, Verge coloc una varitaencendida de sndalo, de la que emanabaolorosa humareda.El Mayor manch con carboncillo su caray la de Verge, y arrug lo mej or que pudo laropa de ambos.J usto a tiempo, pues los gendarmesllegaban. El Mayor temblaba.Qu...? dij o el ms grueso....trabaj ando? complet el segundo.As es, s respondi el Mayor,procurando poner acento de carbonero.Qu bien huele vuestro carbn! observ el ms gordo.Puede saberse qu es? pregunt elotro gendarme. Para m que huele a puta

sentenci con una risilla cmplice.Es canforero mezclado con sndalo explic Verge.Para la gonorrea? dij o el gordo.J a, j a, j a! le ri la gracia sucompaero.J a, j a, j a! se la rieron tambin Verge yel Mayor, un poco tranquilizados.Habr que indicar a Obras Pblicas quedesven la carretera concluy el primergendarme. Ah donde os habis puesto,los coches deben molestaros mucho.S, habr que avisarles confirm elsegundo. Los coches deben molestaros.Gracias por anticipado alcanz a decirel Mayor.Hasta la vista! gritaron los dosgendarmes comenzando a alej arse.Verge y el Mayor les contestaron con unsonoro adis y, en cuanto se encontraronsolos, se pusieron a la tarea de demoler lafalsa carbonera.

Cuando hubieron terminado, se encontraron con la desagradable sorpresa de constatar que el coche no estaba dentro.Cmo puede ser? se extra Verge.Y qu s yo! dij o el Mayor. Estoy apunto de perder los estribos.Ests seguro de que era un Renault? pregunt Verge.S respondi el Mayor. Y adems yahaba pensado en eso. Si fuera un Ford, elasunto tendra explicacin. Pero estoy segurode que era un Renault.Pero un Renault de 1927?S confirm el Mayor.Entonces todo se explica asegurVerge. Mira.Dieron media vuelta y vieron al Renaultpaciendo al pie de un manzano.Cmo habr llegado hasta ah? dij oel Mayor.Ha cavado un tnel. El de mi padrehaca lo mismo cada vez que lo cubramos de

tierra.Lo hacais a menudo? se interes elMayor.Oh! De vez en cuando... Desde luego,no con demasiada frecuencia.Ah! se limit a decir el Mayor,escamado.Se trataba de un Ford explic Verge.Dej aron a su aire el automvil y seocuparon de quitar los escombros de lacarretera. Casi haban terminado cuandoVerge vio al Mayor aplastndose contra lahierba, el oj o fuera de la rbita, hacindoleseales de que guardara silencio.Una gallina! le susurr.Se levant bruscamente y volvi a caertodo lo largo que era en la cuneta llena deagua, j usto en el punto donde se encontrabael ave. sta se sumergi, dio algunasbrazadas, sali a la superficie un poco mslej os, y se dio a la fuga cacareandodesenfrenadamente. Y es que Da Rui

tambin les enseaba a bucear.J usto en aquel instante lleg el mecnico.El Mayor se sacudi, le tendi una manomoj ada y le dij o:Soy el Mayor. Espero, por lo menos, queusted no sea un gendarme.Encantado respondi el otro. Setrata del magneto?Cmo lo sabe? se extra el Mayor.Es la nica pieza de recambio de la queno dispongo dij o el mecnico. Por eso lodigo.Pues no continu el Mayor. Se tratadel filtro del aceite.En ese caso podr instalarle unmagneto nuevo concluy el mecnico.He trado tres conmigo por si acaso... J a, j a,j a! Lo he engaado, eh?Me quedo con los magnetos dij o elMayor. Dmelos.Dos de ellos no funcionan...No importa le interrumpi el Mayor.

Y el tercero est averiado...Mej or an! asegur el Mayor. Peroen esas condiciones se los pagar a...Son mil quinientos inform elmecnico. Para montar uno tiene ustedque...S cmo se hace! volvi ainterrumpirle el Mayor. Te importa pagar,J osphine?La muj er hizo lo que le pedan. Despusde pagar, todava le quedaban mil francos.Gracias le dij o el Mayor.Y dando la espalda al mecnico, se fue abuscar el coche.Cuando lo hubo trado, abri el cap.El magneto estaba repleto de hierba. Sela sac valindose de la punta de un cuchillo.Me llevan? pregunt el mecnico.Con mucho gusto respondi el Mayor. Son mil francos, pagados poradelantado.No es nada caro! coment el

mecnico. Aqu los tiene.El Mayor se los embols distradamente.Adentro todos! dij o.Cuando estuvieron acomodados, elmotor se puso en marcha, sin ms, al primerintento. Hubo que ir a buscarlo y volverlo acolocar en su sitio. Esta vez, el Mayor no seolvid de cerrar el cap antes de arrancar.Al llegar j unto al taller, el motor volvi apararse en seco.Se trata, sin duda, del magneto opinel mecnico. Le pondr uno de los mos.Hizo la reparacin.Cunto es? pregunt el Mayor.Por favor...! No merece la pena nimencionarlo!Segua estando de pie delante delautomvil.El Mayor desembrag y le atropello,despus prosiguieron viaj e.

10

Siempre por carreteras secundarias, alcanzaron las latitudes de Poitiers, Angoulme y Chatellerault, y vagaron durante algn tiempo por la regin de Bordeaux. El miedo al gendarme alargaba los agraciados rasgos del Mayor. Su humor empeoraba.En Montmoreau les asalt la angustia al divisar las barreras de un control de polica. Gracias a su telescopio, el Mayor pudo esquivarlo internndose por la N-709. A Ribrac llegaron sin pizca de gasolina.Te quedan mil francos? pregunt elMayor a J osphine.S contest sta.Dj amelos.El Mayor compr diez litros decarburante y, con los mil francos que haba

recuperado del mecnico, se pag una tremenda comilona.De Ribrac a Chalais el camino se hizo corto. Por Martron y Montlieu volvieron a salir a la N-10, y desde all se dirigieron a Cavignac, donde J ean Verge tena un primo.

11

Tumbados sobre un almiar de heno, elMayor, Verge y J osphine esperaban.El primo de Verge quera, en efecto,confiarles un tonelillo para que lo llevaran asu hermano, residente en Biarritz, y j usto enaquellos momentos se estaba procediendo aprensar el vino.El Mayor mordisqueaba una brizna depaj a meditando sobre el ya prximo final delviaj e. Verge sobaba a J osphine. Y J osphinese dej aba sobar.El Mayor intentaba tambin hacer uncmputo mental de su coleccin demagnetos, pues en Aubeterre, Martron yMontlieu haban cambiado los kilos deazcar de Verge por unos cuantos magnetos,pero se confunda con los decimales.De repente se sumi por completo en el

almiar al ver aparecer una visera de cuero color carne de cocido, mas se trataba simplemente del cartero del lugar. Cuando volvi a salir a la luz, tena dos ratones en los bolsillos y la cabeza llena de vstagos de heno.De hecho, el coche no corra ningn peligro, encerrado como estaba en la cuadra del primo, pero lo que iba de viaj e le haba dej ado ya como secuela una tan inevitable como reflej a manera de comportarse.Al Mayor le gustaba aquel gnero de vida vegetativa que llevaban en casa del pariente. De maana coman apio, por la noche compota, y, entretanto, otras cosas, despus de lo cual se acostaban a dormir. Verge sobaba a J osphine, y J osphine se dej aba sobar.Cuando llevaban tres das con semej ante rgimen, se les anunci que el vino estaba ya preparado. Verge comenzaba a sentirse harto. Por el contrario, la moral del Mayor

era exultante, y apenas si recordaba la existencia de cierta familia Bison que, en Saint-J ean-de-Luz, deba estar durmiendo al aire libre en espera de la llegada del Mayor y de las llaves del apartamento.Tras hacer sitio en el maletero posterior del automvil, coloc adecuadamente en l el barrilito de vino.Cuando todos se hubieron despedido del pariente de Verge, el Renault cay animosamente sobre Saint-Andr-de- Cubzac, gir a la izquierda hacia Libourne y, por un ddalo de carreteras secundarias, dej ando atrs Branne, Targon y Langoiran, lleg hasta Hostens.Haba transcurrido exactamente una semana desde que salieran de la Rue Coer de Lion. En Saint-J ean-de-Luz, aloj ada desde haca cinco das en una habitacin encontrada por milagro, la familia Bison se imaginaba j ubilosa al Mayor tras los slidos barrotes de una prisin provincial.

En aquellos mismos instantes y representndose mentalmente, a su vez, tan desagradable escena, el Mayor pis a fondo el acelerador, con lo que el Renault se encabrit y al magneto le dio por explotar.Un taller se levantaba a unos cien metros.Dispongo de un magnetocompletamente nuevo dij o el mecnico.Se lo instalar. Le costar tres mil francos termin anunciando.Tres minutos exactamente emple en lareparacin.No preferira que le pagara con vino?pregunt el Mayor.Gracias, pero no bebo ms que coac respondi el mecnico.Escuche dij o entonces el Mayor, soyuna persona honrada. Voy a dej arle enprenda mi documento de identidad y micartilla de racionamiento. El dinero se loenviar desde Saint-J ean-de-Luz. No llevonada encima en este momento. Unos

maleantes me han desplumado.Seducido por las educadas maneras delMayor, el mecnico se avino al arreglo.Por casualidad no tendra un poco degasolina para mi mechero? pregunt elMayor.Coj a usted mismo del surtidor la quenecesite respondi el mecnico.Y se meti en la oficina para guardar lospapeles de su cliente.Este, entretanto, cogi veinticinco litros,que eran los que necesitaba, y volvi adej arlo todo como si nada hubiera ocurrido.Levant los oj os... A lo lej os, por detrsdel coche, se acercaban dos agentes enbicicleta.Amenazaba tormenta.Subid de prisa! orden el Mayor.El transmisor cruj i. El Mayor arranclentamente y se lanz a campo traviesa, enlnea recta hacia Dax.En el retrovisor, los gendarmes no eran

ya ms que un punto, pero a pesar de los esfuerzos del Mayor aquel punto no desapareca. De repente, ante los viaj eros, apareci una colina. El automvil la abord como una tromba. Llova a cntaros. Los relmpagos enviscaban el cielo con pegaj osos resplandores.La colina, creciendo paulatinamente, se convirti en montaa.Habr que soltar lastre! dij o Verge.J ams! respondi el Mayor. Lapasaremos.Pero el embrague patinaba y un acre olora aceite quemado suba desde el suelo delautomvil.Ante los oj os del Mayor, por desgracia,apareci una gallina.Fren en seco. El automvil dio una vueltade campana y vino a caer j usto sobre lacabeza de la infortunada voltil, que murien el acto. Por fin, qued inmvil. El Mayor,finalmente, triunfaba. Pero en pago tuvo que

entregar al campesino que acechaba en las proximidades, oculto en un hoyo ad hoc, como dira J ules Romains, los tres ltimos kilos del azcar de Verge.Como no podan llevarse la inutilizable gallina (que encoga a marchas forzadas con la lluvia), lanz unos cuantos alaridos de rabia.Pero lo peor era que no poda arrancar de nuevo.El embrague gritaba de dolor, y todos los crteres del motor parecan a punto de romperse. La vibracin de las aletas lleg a ser tan intensa que el Renault se levant del suelo zumbando y subi a gulusmear una catalpa en flor. Pero lo que es avanzar, no haba avanzado ni un paso.En el retrovisor, el punto se haca ms grueso por instantes.El Mayor se at al volante con una correa.El lastre! grit.Verge arroj al exterior dos de los

magnetos.El coche tembleque, pero sigui sinmoverse.Suelta ms! rugi el Mayor con vozdesgarrada.Verge ech entonces al exterior hastasiete magnetos, uno detrs de otro. Elautomvil dio un terrible salto hacia delantey, entre un horrsono estruendo de lluvia,granizo y mecnica, trep de un tirn lacolina.Los gendarmes haban desaparecido. ElMayor se sec la frente y procur conservarla ventaj a. Dax y Saint-Vicent-de-Tyrosse sesucedieron.En Bayonne pudieron ver, desde bastantelej os, un control de polica. El Mayor seagarr al claxon, y al pasar por donde estabainstalado, hizo la seal de la Cruz Roj a. Losgendarmes ni siquiera se dieron cuenta deque, habiendo sido educado por unainstitutriz rusa, se santiguaba al revs. Y es

que en la parte de atrs, para dar ambiente al asunto, Verge acababa de desnudar a J osphine y le haba arrollado la combinacin alrededor de la cabeza como si se tratara de una venda. Eran las nueve de la noche. Los gendarmes les hicieron seas de que pasaran.Una vez salvado el control, el Mayor se desvaneci, y luego recobr el sentido dej ando en un moj n kilomtrico uno de los parachoques.La Ngresse... Gutary...Saint-J ean-de-Luz...El apartamento de la abuela, en elnmero cinco de la Rue Mazarin...Era completamente de noche.El Mayor dej el coche delante de lapuerta y la ech abaj o. Se acostaron,agotados, sin haberse dado cuenta de la nopresencia de los Bison. Por decir verdad,stos se haban echado atrs ante la

perspectiva de tirar abaj o la puerta del apartamento en el que tendran que haberse aloj ado. En lugar de ello prefirieron ir preparando una calurosa bienvenida al Mayor en la srdida cocina con catres superpuestos que consiguieron que se les alquilase a cambio de mil francos diarios.Al amanecer, el Mayor abri los oj os. Tras desperezarse, se puso la bata.En la otra habitacin, Verge y J osphine comenzaban a despegarse el uno del otro echndose encima un cubo de agua caliente.El Mayor abri la ventana. Haba seis gendarmes ante la puerta. Y estaban mirando su coche.Al verlo, el Mayor se trag una dosis masiva de algodn plvora que, por fortuna, no lleg a explotar, porque cuando la hubo digerido por completo, le pareci completamente normal que hubiera agentes de vigilancia ante la comisara de polica, sita precisamente en el nmero seis de la Rue

Mazarin.Pero su automvil termin por serleconfiscado finalmente en Biarritz, ocho dasdespus, j usto en el momento en quecomenzaba a estrechar amistad con uncomisario, notable contrabandista, que tenasobre su conciencia la muerte de cientonueve aduaneros espaoles.

(1949)

El amor es ciego

1

El cinco de agosto, a las ocho, la calina cubra la ciudad. Liviana, en absoluto estorbaba la respiracin y se presentaba baj o apariencia singularmente opaca. Pareca, por otra parte, teida de azul con verdadera intensidad.Fue cayendo en capas paralelas. Al principio cabrilleaba a veinticinco

centmetros del suelo, y los caminantes no podan verse los pies. Una muj er que viva en el nmero 22 de la Rue Saint-Braquemart, dej caer la llave en el momento de entrar en su casa, y no la poda encontrar. Seis personas, entre las que se contaba un beb, acudieron en su ayuda. Entretanto, a la segunda capa le dio por caer. Y se pudo encontrar la llave, pero no al beb que haba tomado las de Villadiego al amparo del meteoro, impaciente por escapar del bibern, sentar cabeza y conocer los serenos placeres del matrimonio. Mil trescientas sesenta y dos llaves, y catorce perros, se extraviaron de tal manera durante la primera maana. Cansados de vigilar en vano sus flotadores, los pescadores se volvieron maj aretas y se fueron a cazar.La niebla se hacinaba en densidades considerables en la parte baj a de las calles en pendiente y en las hondonadas. Formaba alargadas flechas y se colaba por las

alcantarillas y los pozos de ventilacin. As invadi los tneles del metro, que dej de funcionar cuando la lechosa marea alcanz el nivel de los semforos. Pero en aquel mismo momento, la tercera capa acababa de descolgarse y, en el exterior, de rodillas para abaj o todo era blanquecina oscuridad.Los de los barrios altos, creyndose favorecidos, se burlaban de los de las orillas del ro. Mas al cabo de una semana todos estaban reconciliados y podan golpearse del mismo modo contra los respectivos muebles de las respectivas habitaciones. La niebla haba llegado por entonces hasta el copete de las edificaciones ms elevadas. Y si el cimbalillo de la torre fue lo ltimo en desaparecer, el irresistible empuj e de la creciente y opaca marea acab a fin de cuentas por sumergirlo del todo.

2

Orvert Latuile despert el trece de agosto despus de una dormida de trescientas horas. Como saliese de una cogorza de las buenas, en un primer momento temi haberse quedado ciego. Con ello no habra hecho ms que rendir homenaj e a los innumerables alcoholes que se le haban servido. Tal vez fuese simplemente de noche, pero, en cualquier caso, de una manera distinta. Con los oj os abiertos, senta la impresin que se experimenta cuando el rayo de luz de una bombilla viene a dar sobre los prpados cerrados. Con mano torpe, busc el interruptor de la radio. Emita, pero el informativo slo lo esclareci hasta cierto punto.Sin tomar en cuenta los agudos comentarios del locutor, Orvert Latuile

reflexion, se rasc el ombligo y not, olindose la ua a continuacin, que necesitaba un bao. Pero el amparo de aquella calgine cada sobre todas las cosas como el manto de No sobre No, como la miseria sobre el msero mundo, como el velo de Tanit sobre Salamb o como un gato sobre un violn, le hizo colegir la inutilidad de semej ante esfuerzo. Adems, la tal niebla tena un dulce aroma a albaricoque tsico que deba contrarrestar las emanaciones personales. Y por aadidura, el sonido se portaba bien y, al envolverse en aquella guata, los ruidos adquiran una curiosa resonancia, blanca y clara como la voz de una soprano lrica cuyo paladar, hundido en una desgraciada cada sobre la esteva de un arado, hubiera sido reemplazado por una prtesis de plata forj ada.Para empezar, Orvert decidi prescindir de todos los problemas y actuar como si nada ocurriese. En consecuencia, se visti

sin dificultad, pues sus indumentos estaban colocados cada uno en su sitio: es decir, unos sobre las sillas, otros debaj o de la cama, los calcetines dentro de los zapatos, y stos, el uno en el interior de un j arrn y el otro calzando el orinal.Dios mo dij o para s, qu cosa extraa esta calina.Reflexin sin gran originalidad que le salv del ditirambo, del simple entusiasmo, de la tristeza y de la melancola negra, colocando el fenmeno en la categora de las cosas sencillamente constatadas. Pero acostumbrndose paulatinamente a lo inhabitual, se fue animando poco a poco hasta el punto de decidirse a encarar determinadas experiencias muy humanas.Baj o hasta casa de la portera se dij o dej ndome la bragueta abierta. As comprobaremos si en realidad hay niebla, o si se trata de mis oj os.Como es natural, el espritu cartesiano de

todo francs le induce a dudar de la existencia de cualquier calgine opaca, incluso si es tan tupida como para nublar la vista. Y no es lo que pueda decir la radio lo que vaya a decidir la aceptacin de lo chocante. La radio no dice ms que maj aderas.Me la saco dij o Orvert y baj o como si nada.En efecto, se le sac y baj como si nada. Por primera vez en su vida advirti el chasquido del primer escaln, el temblor del segundo, el grillar del cuarto, el carrasqueo del sptimo, el susurrar del dcimo, el chichear del dcimo cuarto, las sacudidas del dcimo sptimo, el bisbiseo del vigsimo segundo y el abej orreo del pasamanos de latn, desatornillado de su sustentculo terminal.Se cruz con alguien que suba aplastndose contra la pared.Quin va? dij o, detenindose.

Lerond! respondi el seor Lerond, el inquilino de enfrente.Buenos das dij o Orvert. AquLatuile.Al tenderle la mano, encontr cierta cosargida que solt con asombro. Lerond emitiuna risita embarazada.Perdone dij o, pero no se ve nada, yesta neblina es endemoniadamentecalurosa.Cierto asinti Orvert.Pensando en su desabotonada bragueta,se avergonz de constatar que Lerond habatenido la misma idea que l.Bueno, hasta la vista dij o Lerond.Hasta la vista contest Latuile,desabrochando solapadamente la hebilla desu cinturn.Cuando el pantaln le hubo cado sobrelos pies, se lo quit, arroj ndolo acontinuacin por el hueco de la escalera.Ciertamente, aquella calina era tan

agobiante como una pichona enamorada. Ysi Lerond se paseaba con su manceba al airepor qu tena Orvert que continuar a mediovestir...? O todo o nada.Chaqueta y camisa volaban pocodespus. Decidi conservar los zapatos.Al llegar al final de la escalera, golpecon delicadeza en el cristal de la portera.Adelante! respondi la voz de laportera.Hay cartas para m? preguntOrvert.Oh, seor Latuile! se desternill derisa la gruesa muj er. Siempre con suschascarrillos...! Y qu, bien dormido ya...?No quise molestarle, pero tendra que habervisto los primeros das de niebla... Todo elmundo pareca fuera de s. En cambio,ahora... Bueno, digamos que a todo seacostumbra uno...Por el poderoso perfume que lograbafranquear la lacticinosa barrera, Orvert

reconoci que se acercaba a l.Solamente a la hora del cocido noresulta demasiado cmodo prosigui ella. Pero no dej a de ser divertida lanieblecita... Casi se podra decir quealimenta. Como usted sabe, yo comobastante bien... Pues bueno, desde hace tresdas, con un vaso de agua y un trozo de panme basta.Va a adelgazar observ Orvert.J a, j a, j a! cacare la portera con surisa parecida a un saco de nueces cayendopor la escalera desde el sexto piso.Comprubelo por s mismo, seor Latuile.Nunca me haba sentido tan en forma.I ncluso los melones se me estn volviendo aponer en su sitio... Comprubelo,comprubelo por s mismo...Esto..., yo... dij o Orvert.Palpe, palpe, le digo que palpe.Y cogiendo la mano del sentenciado, lacoloc sobre el remate de uno de los