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    13Revista Co-herencia Vol. 8, No 14 Enero - Junio 2011, pp. 13-42. Medelln, Colombia (ISSN 1794-5887)

    El mal y el problema dela justicia en el mito dePrometeo de HesodoRecibido: octubre 12 de 2010 | Aprobado: febrero 4 de 2011

    Antonio Hermosa Andjar*[email protected]

    * Doctor en Filosofa,UNED (Universidad

    Nacional de Educacina Distancia, Madrid,Espaa). Profesor, Uni-versidad de Sevilla,Espaa, y Director deAraucaria, Revista Ibe-roamericana de Filosofa,Poltica y Humanidades.

    1 Al punto de aparecer enel relato de Apolodo-ro como el mismsimocreador de la raza hu-mana. Es tambin padrede Deucalin, quien larecrea luego de que Zeusdecidiera acabar con laraza de bronce (Apolo-doro, 2002: I-7, 1-2).

    En el mito que lleva su nombre, Prometeo

    es un titn que apenas interviene en el combateentre los dioses, si bien su breve intervencinresultar clave, por cuanto instilar en Zeus elveneno de la astucia, un factor decisivo en elresultado nal; pero que s lo hace en el subsi-guiente conicto generado entre aqullos y loshombres, y activamente a favor de stos1. Todoacontece cuando, luego de haber puesto ordenen el cielo, Zeus insta a Prometeo a proceder alreparto de bienes entre unos y otros, mandatoque el titn lleva a cabo saltndose por su cuen-ta las jerarquas naturales que deben presidirsus mutuas relaciones. La accin se salda conel castigo por parte del jefe de los dioses contrael defensor de los hombres, pero ste, merced asu astucia, burla el castigo, engaa al poderosoy favorece a los dbiles mortales, tambin per-judicados con el castigo anterior, aunque no lesincumba. A ello sigue otro nuevo y denitivo,parece, hasta que tras la intercesin de HeraclesZeus libera a Prometeo del guila que le devorapor el da el hgado crecido durante la noche yde las cadenas que sujetan su cuerpo clavado ala roca.

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    Orden, normas, bienes a repartir, desobediencia, castigo Ha-

    blamos en efecto de la Justicia. De una justicia que resulta problem-tica en un doble sentido; en primer lugar, porque como ejemplicael propio Prometeo el castigo no siempre supone la restauracin delorden, sino una segunda violacin a la que puede encadenarse unaespiral de nuevas violaciones. Luego, porque el castigo a los hom-bres demuestra que puede haber dao sin injuria, lo que transformaal inocente en vctima y a la justicia en venganza: en injusticia.

    As pues, al hablar de la justicia en el mundo humano habremosde empezar por el mundo divino dado que promana de l, explici-tando el por qu y el cmo del orden en dicho mundo antes de ob-servar sus efectos sobre el de los hombres. La mirada se completar

    estableciendo el por qu y el cmo del orden en el mundo humano,vale decir, desentraando algunos de los rasgos denitorios de lacondicin humana. Todo ello constituir el objeto del presente tra-bajo.

    I. El (des)orden csmico

    En el comienzo fue el Caos. Lo oscuro, vaco, informe. De l sur-gi Gea (la Tierra), con caractersticas en principio contrarias a lasde su indeterminado progenitor: clara, precisa, estable. De un lado,era el suelo rme del mundo, del que emergan las altas montaasque rozaban el cielo y se descenda al insondable Trtaro, semejanteal Caos. De otro, la fuente de la vida de la casi totalidad de los seres,a los que crea y nutre: la madre universal. Tras Gea hizo su apari-cin Eros, si bien no todava como dios del amor. Caos engendrtambin a rebo, la pura oscuridad jams mancillada por la luz, yNix, de la que naceran el ter, la pura luz jams mancillada por laoscuridad, y Hmera: la luz celeste y la luz diurna, que alterna conla noche formando una rueda que gira sin cesar sobre el conjunto delas criaturas de la tierra.

    Tambin Gea, como Nix, fue capaz de procrear por s misma:

    a Urano (el Cielo), primero, con todo su cortejo de astros; a Ponto(el Mar), despus; ambos, en un sentido determinado, opuestos a sumadre. El primero, en efecto, nada ms nacer devino su doble y su

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    contrario2: un ser de su misma extensin, convertido de inmediato

    en techo del universo, y de gnero masculino que acto seguido copu-l con su progenitora. El segundo tambin contrastaba con ella enla misma medida en que lo slido y delimitado se opone a lo lquidoe inaprensible.

    Idntico a Gea como dos gotas de agua, y adherido a su enterasupercie como una segunda piel (Vernant), Urano, reducido amera fuerza sexual, engendr con ella tres series de vstagos: Titanesy Titnides, Cclopes y Hecatonquires3, las dos ltimas constituidaspor tros de seres monstruosos dotados de fuerza descomunal: los delojo redondo, los cclopes, por las armas que blanden, el rayo, el truenoy el relmpago, que les posibilitan fulminar con la vista; los de las

    cien manos, los hecatonquires, por sus cincuenta cabezas y cien brazos,cada uno de ellos terrible por s mismo.Ahora bien, la ensimismada actividad natural de Urano le haba

    granjeado las iras de unos y otra. De aqullos porque al cubrir per-manentemente a Gea no les dejaba crecer, mantenindolos aplas-tados en el seno materno; y de sta porque, justo por eso, estaba apunto de reventar (Hesodo), lo cual le llev a urdir una artima-a, que slo Cronos, el titn ms joven, se atrevi a consumar. Desus propias entraas se sac una hoz de acero que puso en manosde Cronos, de mente retorcida, quien, sin vacilar, en la siguien-te noche arrancara los genitales de su padre. Un brutal aullido de

    dolor fue el preludio de su precipitada retirada hacia lo ms alto deluniverso, de donde ya no se ha vuelto a mover (y de donde slo enforma de lluvia desciende de cundo en cundo para fecundar a lamadre tierra).

    Vernant ha captado bien el signicado de la castracin de Ura-no y su ulterior localizacin en la parte superior de la bveda celeste:por un lado, se crea el espacio: los seres pueden crecer y moverselibremente, la vida puede transformarse y expandirse porque ya haylugar; por otro, se desbloquea el tiempo, en el que los sujetos puedencrecer y multiplicarse, y las generaciones subseguirse: el tiempo li-

    1 (Vernant, 2000: 18). Los tres primeros captulos de este libro han sido indispensables para la elabora-cin de este trabajo.

    2 se es el orden de Hesodo; en Apolodoro los extremos aparecen intercambiados.

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    neal de la historia -de la divina antes, mas en cierto sentido tambin

    de la humana- pone aqu en marcha su reloj.Pero no es slo eso. En esa recin inauguradageografa de la vida,que se va poblando de acciones nuevas, vale decir, de historia, hacesu entrada un antiguo convidado de piedra, la moralidad, anticipadasi bien de manera impropia, dado el contexto en el que se habaproducido- por Cronos enprolptica justicacin de su proceder: sec-cionar el miembro viril de su padre, dice a su madre, porque fueel primero en maquinar odiosas acciones4. El acto fundacional dela moralidad tiene lugar cuando, tras la castracin, Cronos arroja almar el miembro de su padre, un trayecto en el que estn presentestres hechos trascendentales: ciertas gotas de sangre que se diseminan

    por la tierra, y de las que brotar Eride, es decir, la Discordia, capazde separar lo unido; la espuma del esperma que en el mar se mezclacon la del agua, y de las que germinarAfrodita, deidad del amor, yque se hace acompaar de Eros, ya en su reconocida funcin ertica,y Hmero, el Deseo, capaces de unir lo separado; el tercer elementoes la amenaza a su hijo de que tambin l ser en su da vctima desu accin, la cual se revelar proftica.

    Tenemos aqu, por tanto, una accin de fuerza que altera violen-tamente el status quo, unasfuerzas del mal que siembran la discordiaa su paso, unas fuerzas del bien en grado de sembrar concordia al

    suyo, y unapromesa de violencia que, de ejecutarse, no restaurar elorden primigenio, sino que desorganizar el actual y contra el queste habr de protegerse. Es decir: la promesa de violencia contie-ne, como legado del pasado al futuro, una semilla de incertidumbrecontra la cual ste se debe defender. Se requiere, por tanto, refundarel orden conocido hasta ahora al objeto o de poner coto al peligrointuido en lo desconocido o, al menos, de reducir cuanto sea posiblesu incidencia. Es as cmo, casi en sordina y no sin contradiccin, elmundo de fuerzas naturales se ha humanizado adoptando la forma deun mundopoltico, y cmo ah la Justicia, en pleno mundo divino,anuncia su necesidad.

    4 (Hesodo, 2000: v. 173).

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    II. El orden divino y la Justicia

    En el nuevo escenario instaurado con el destronamiento deUrano, cualquiera de los vstagos de las tres dinastas poda enprincipio aspirar al trono paterno. Pero fue el poderoso Cronos demente retorcida quien se adue de l. Su arrojada accin habatenido su recompensa. Era justo que quien se haba demostrado elms resuelto, audaz y maquinador de todos retomase la renovadaautoridad paterna tras el vaco dejado por su predecesor. Y entre lasprimeras medidas con las que asegurar su dominacin se cuenta elencadenamiento en el Trtaro, una regin del Hades, de cclopes yhecatonquires.

    Ahora bien, el recuerdo de la maldicin an chirriaba en losodos del rebelde, y su temor fue ms tarde fortalecido por su madre,la cual, conocedora del futuro, le haba conrmado el destino de lamaldicin instndole a combatirlo.

    Al respecto, fue devorando uno a uno los hijos que nacan desu unin con su hermana Rea, lo que produjo en sta un malestarsimilar al sentido por su madre en circunstancias parecidas, y ter-min por inducirle a recurrir a la astucia y a dos de sus criaturaspredilectas, la mentira y el fraude, al objeto de poner n a semejantedelirio. As, al llegar la hora del alumbramiento de Zeus, Rea setraslada a la cueva de Dicte, en Creta, donde entrega en custodia

    al nio a Adrastea e Ida, hijas de Meliseo, y pide a los Curetes quecon sus danzas y cantos guerreros impidan que los lloros de su hijoresulten audibles al padre5. A ste, en compensacin, le entrega unapiedra envuelta en paales que Cronos engulle ntegra, envoltorioincluido. Y Zeus creci

    El deseo de Zeus es instaurar su propio orden, ms justo. El obje-tivo se revelar ms complejo de lo pensado, durar ms de lo con-jeturado y su realizacin requerir de varias fases. La primera de ellaspasa por refundar el orden existente desalojando a su actual inquili-no y padre del lugar de honor que en l ocupa. Cmo lo conseguir,no disponiendo por el momento de ms fuerzas que las suyas?

    5 Cf. el texto de Apolodoro, I-5/7. Los Curetes se hallan ausentes en el relato de Hesodo.

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    La estrategia ideada pasa por devolver al mundo al resto de los

    crnidas, ahora atenazados en el vientre paterno, para lo que, conayuda de Rea, maquina un sutil plan: lograr que Cronos ingiera unvomitivo que le haga expulsar a sus hijos, empezando por la piedracon la que confundiera a su ltimo retoo. El xito de la empresa lepermite encarar la guerra contra aqul junto a un puado de aliados:sus propios hermanos, los hijos del afrontado. Quien, de su parte,cuenta con la mayora de los suyos, el conjunto de los titnidas.

    Mas la estrategia no se detiene ah. Zeus, antes de emprenderla guerra, estudia con detenimiento el escenario en el que sta seva a desarrollar, incluidos los partidarios de uno y otro bandos y lospresuntos neutrales. El mundo celeste se ha ido poblando de nuevos

    moradores, y muchos de ellos se enfrentarn entre s en tan terribley fratricida guerra, y tan decisiva, adems, para la suerte del mismo.Percibe con claridad las guras de primera y segunda generacin,distingue su naturaleza y su posible uso, y su siguiente paso estratgi-co consiste en atraerse a las dos de su lado. A tal n, su inteligenciaresulta insuciente, pero s sabe cmo mejorar, por lo que acepta elconsejo el de Gea, para liberar de sus cadenas a cclopes y hecaton-quires, as deudores suyos- y la astucia la que Prometeo le otorga,bsica frente a la brutal violencia- que la completan y fortalecen.

    En este punto se trata tanto de reforzar el campo propio cuantode debilitar el del rival. Y para ganarse plenamente la adhesin deaqullos a quienes acaba de liberar, y sus respectivas armas con ella,les promete el alimento de los dioses, el nctar y la ambrosa, quegarantizan la inmortalidad. Suyos son ahora el rayo, el relmpago yel trueno de los primeros, y la descomunal fuerza de los segundos,que podr utilizar a su antojo. La tctica se completa aplicando elprincipio del divide et impera, ya puesto de relieve al aceptar el donde Prometeo, un titn, bien que de segunda generacin, o acogiendoen sus las y honrando a Estige, la diosa que manda en el mundo in-fernal, siempre anqueada por sus hijos, Ba, la violencia, y Crtos,el dominio, cuyo poder tambin ponen al servicio de Zeus, de quien

    sern sus futuras damas de compaa.Todo ese repertorio de fuerzas, comandadas por la inteligencia,la astucia y la violencia, da pie a que cuando se celebre el combate

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    entre ambos bandos, tan brutal que en un momento del mismo el

    cielo se desplom sobre la tierra y torn el imperio de Caos, acabedecantndose del lado de Zeus. Los titanes, inmortales, fueron aba-tidos desde el ojo Zeus gracias a las fuerzas naturales que los cclopespusieron a su disposicin, y atenazados por el vendaval de piedrasdesatado contra ellos por los hecatonquires. Los titanes, cuya fuerzadependa de su continuo movimiento, quedaron al n inmoviliza-dos cuando, luego de arrastrados al Trtaro, Poseidn construy untriple muro de bronce sobre el paso estrecho que conduce a l, y lopuso bajo la custodia de los hecatonquires. Muro debronce, deca-mos: era el modo de indicar que la tcnica se incorpora como cuartoelemento al grupo de gestin del poder.

    Zeus ya ha sido elegido por los dems dioses como su nuevo jefe.Al dominio de las fuerzas naturales, de carcter amoral, como erael de Urano, sigui uno ya poltico, el de Cronos, pero basado en lafuerza. El orden establecido por Zeus sigue siendo poltico, pero esya legtimo; se basa en la justicia, que domina el entero mbito de sujurisdiccin. Pero para ello ha necesitado previamente asegurarlo:frente a las posibles defecciones de sus actuales partidarios, repar-tiendo privilegios entre ellos; frente a quienes se mostraron neutra-les en su da, como Ocano, conrmndole en los suyos; frente a laeventualidad de que un da estallara la discordia entre la inteligenciay la astucia, fundiendo astutamente ambas; frente a los imprevistos

    en un mundo reglado, el dominio de Hcate, ampliando sus poderes,aunque no, lgicamente, en relacin con su autoridad; y, sobre todo,frente a dos nuevas series de peligros: los que surgen de lo nuevo,encarnados en un ser monstruoso, Tifn, otro hijo de Gea, y los quesurgen de lo viejo, encarnados en una especie de permanente fuerzamilitar bruta corporizada en los Gigantes6.

    La formacin del orden denitivo de Zeus requiere haber llevadoa cabo con xito todas esas empresas, pero al mismo tiempo suponela liquidacin de todos los vestigios de Caos que, a travs de su hija,la Noche, haba invadido de males el mundo de los dioses. Su squi-to de tinieblas, en el que los crmenes relacionados con las diversas

    formas de muerte violenta guran entre los de primer rango, y males

    6 Para ms detalles, cf. (Vernant, 2000: 44-48).

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    como la miseria, el hambre o la vejez no le van a la zaga, es ahora

    eliminado de dicho mundo y enviado hacia otros lugares. Entre losdioses, cierto, no prevalece una total armona, pero sus conictos yano se dirimen en batallas violentas y el castigo de los culpables noentraa la amenaza de una nueva desestabilizacin. Pero tambin loes que ni en ellos cabe slo el bien y que el mal no ha abandonadopor completo el cosmos. Va a parar todo l al Trtaro? Incluso conalgunos de sus agentes inmovilizados, cabe armar que sus efec-tos hayan sido encadenados para siempre? Recordemos aqu que lainstauracin del nuevo orden divino marca tambin la ruptura de-nitiva entre los dioses y los hombres, los cuales quedan primero amerced de las circunstancias, y para sobrevivir deben a continua-

    cin construirse su propio mundo mediante su propio esfuerzo. Haquedado abierto as un nuevo escenario donde todas las vidas delmal campen a sus anchas?

    III. Prometeo y el origen del mal en el mundohumano

    El orden divino de Zeus se haba construido contra toda una sin-fona de males, o, simplicando, contra el dios del mal, polifnico einmortal: contra la terribilit de ese mal radical, insondable y amorfo,que proviene del Caos original y de su ulterior supervivencia en lasregiones oscuras de Gea una vez aparecida sta; contra el mal onto-lgico de las fuerzas naturales, conformado por su simple existir, porcuanto su solo hacerpor hacer y no puede no actuar existiendo-, alcarecer de cabeza, se transforma directamente en destruir cuando elmundo de dioses, de repente, aparece humanizado; contra el acto derebelin de un orden constituido y la constitucin de otro basadoen la nuda fuerza, como el depuesto, aunque de naturaleza diferente;contra el sortilegio de una maldicin vagante convertida en des-tino, que se vala de la creacin de unas deidades de la venganzacelosamente ocupadas en destruir a los sujetos anudados con lazos

    consanguneos; etc. Ya hemos trazado una parte de su casustica,por lo que ahora procuraremos mostrar sus posibles efectos en elmundo humano, aunque no sin antes insistir en que el dios del mal

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    es inmortal y recordar, como tan acertadamente lo hace Vernant,

    que es una y misma la fuente de tales males y de sus bienes opuestos.Ambigedad moral sa a la que volveremos en el ltimo epgrafe.La convivencia entre dioses y hombres en la frtil llanura de

    Mecona ha terminado, y ahora que una parcialmente perfecta ar-mona existe entre aqullos se trata de jar con nitidez los lindes desus respectivos mundos, las relaciones entre los moradores de unoy otro, tan radicalmente desiguales, y, al cabo, el tipo de orden quelos humanos son capaces de establecer entre s. Zeus desea regis-trar la separacin y encarga a Prometeo ociar la ceremonia. stesacrica un toro, separando los huesos de la carne; prepara ambaspartes sus destinatarios, pero antes del reparto recubre aqullos de

    una resplandeciente grasa, blanca y apetitosa, que lo hace aparecerante cualquier ojo, inmortal o mortal, como un excelente bocado;la carne, en cambio, la cubre con la piel del animal y termina deafear su aspecto depositndola en el estmago de la res. El todo listo,presenta ambos lotes a Zeus para que el rey de los dioses elija culquedarse.

    La ira que le invade al constatar la falta de correspondencia en-tre lo ms apetecible y lo ms sabroso no slo apunta a un cierto har-tazgo del nctar y la ambrosa, o al posible deseo de echar de cundoen cundo una cana culinaria al aire, sino que es an ms confesinde la derrota de la propia astucia frente a la del rival. De otro modo,resulta tan inexplicable su reaccin como el peasco sobre elque lo acabar encadenando, segn Kafka (2005: 198).

    Antes de explicitar el contenido y las consecuencias de dichareaccin, el slo hecho de la misma nos avisa de un inminente cas-tigo al humillante derroche de hybris por parte del titn, y ello, asu vez, en el preciso instante en el que el linaje humano inicia supeculiar travesa por el desierto de su nuevo mundo sin dioses, noshabla de otra suerte de maldicin, de un nuevo destino, que habrde acompaarle durante la misma, es decir, a lo largo de su historia:la imperfeccin de su nacimiento jalonar su entera existencia. En

    ese mundo, la apariencia engaar; la verdad se ocultar; lo buenoy lo malo irn cada uno por su lado, si bien pueden nacer juntos yentrecruzarse en el camino; la belleza, como la fealdad, preconizar

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    su indiferencia ante el bien; la jerarqua apostar por la arbitrarie-

    dad, etc. Y la justicia, por fuerza, se convertir en el oxgeno de lasupervivencia.An no sabemos cmo surgir el mal, pero la ignominia presen-

    te en la fundacin del mundo humano nos hace prever un mundopoblado de males. Y cuanto conocemos de ellos por la historia di-vina nos insta a barruntar su diferenciado origen tambin entre loshombres. Su presencia entre los dioses, su existencia incluso actualque impide la total armona entre ellos aun en plena vigencia delorden de Zeus, es garanta de su existencia eterna entre los hombres;el que en aquel mundo las fuentes del mal se repartieran entre lanaturaleza y la voluntad resulta una til analoga a la hora de pre-

    sagiar su formacin en el mundo humano. Incluso el hecho de queambos mundos, por separados que estn, compongan el nico uni-verso existente, simplica corroborar el presagio, y que los hombres,por ejemplo, cuando un vendaval encrespe el mar hasta poner enpeligro la vida de los navegantes, distingan esos vientos del Noto,el Cro o el Breas, que facilitan su deambular por los mares, y losconsideren una manifestacin del poder de Tifn ejercida ms allde su mbito.

    Prosigamos con la reaccin de Zeus ante el engao de Prometeo.Hesodo nos dice en sus dos obras principales que, colrico, cuandodispuso la sancin contra el titn sus intenciones de castigo tenan

    tambin otros destinatarios: Te alegras de que has conseguido en-gaar mi inteligencia, enorme desgracia para ti y para los hombresfuturos7. De hecho, desde entonces siempre tuvo presente esteengao8, y en su propsito, repetimos, en el castigo contra el titninclua a la raza humana de la que aqul se haba erguido por smismo en defensor. En todo ello parece ms visible la impotenciade Zeus que su poder; y en la desmesura y eternidad de su propsitoresaltar no tanto el deseo de justicia cuanto la ejecucin de unavenganza.

    La reaccin de Zeus, decimos, es dejar sin el fuego sagrado estoes: sin su arte- al gnero humano; y la reaccin del titn, entonces,

    7 Trabajos y los Das, vv. 55-57.8 Teogona, vv. 562-563.

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    es robrselo y entregarlo a los hombres9: que lo necesitan para ali-

    mentarse, puesto que no comen carne cruda, para protegerse contralas inclemencias del invierno, para construir utensilios. Para vivir,lisa y llanamente: vivir como hombres, en esa especial posicin in-termedia entre los dioses y los animales que les es propia.

    En su reaccin subsiguiente Zeus urde el castigo que piensa de-nitivo: la mujer. Hasta ahora slo haba varones en el mundo y, conla llegada de la mujer, a la anterior reproduccin que merced a sutchne cada cul poda hacer de s mismo, se suma ahora la posiblereproduccin del gnero humano como especie. Empero, la inten-cin de Zeus no era precisamente sa, sino se dira- su extincin,pero eso s, a muerte lenta: no en un acto brutal y de mal gusto, sino

    a travs de la comedia de la vida cotidiana, en cuya representacinel bello mal, como Hesodo llama a la mujer, vaya paulatinamenteexprimiendo las energas de su cada vez ms debilitado proveedor.Por eso, previendo el espectculo, rompi en carcajadas cuandopidi a Hefesto que, mezclando tierra y agua10, preparase a la futuramujer con aspecto de parthnos, y a Atenea, Afrodita y otras dio-sas menores que adornaran el cuerpo de la doncella con sus graciasal punto de hacerla irresistible. Aunque slo por fuera: por dentroHermes se encargara de que tuviera alma de perra, con su insaciablevoracidad de alimento y de apetito sexual: pero el interior, se sabe,es en principio invisible.

    En qu medida Pandora, es decir, la mujer es un castigo para elhombre, cul es su papel en la casustica del mal? Evidentemente, siZeus piensa en ella como un castigo, y la manda hacer as, es porquese ha hecho previamente una correcta, cabra decir, dada su inteli-gencia y sagacidad- idea del hombre. Si la considera irresistible esporque aqul no es amo de su voluntad; si la belleza y la sensualidadde la mujer abate en un solo golpe visual las defensas del hombre esporque ste es bsicamente un ser ms sensual que espiritual, msinstintivo que racional (y que debe poseer, adems, un cierto sentido

    9 Les haba dejado tambin sin los cereales de los que nutrirse, pero tambin sus semillas Prometeo lasrob para ellos.

    10 Es la misma mezcla con la que, segn Apolodoro, Prometeo hizo a los hombres. Protgoras, en cambio,al narrar el mito de Prometeo como parte de su larga explicacin a Scrates de por qu es posible en-sear la virtud, mezcl tierra y fuego para indicar los ingredientes con lo que los dioses fabricaron a loshombres (cf. Platn, 2000: T. I).

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    esttico junto al de especie, por el cual desea a Pandora tambin en

    aras de su supervivencia)11

    . Sea como fuere, el caso es que enva aEpimeteo, hermano del titn, su obra recin acabada y: veni, vidi,vinci, por remedar a Csar.

    As pues, Pandora se presenta ante la casa de Epimeteo, quienal verla queda al instante prendado de ella y sbito la desposa. Laacoge en su hogar, la mantiene, pone su entera hacienda a su dispo-sicin. Y ella, voraz, la consume. Ya es demasiado tarde cuando sepercata del error cometido, contra el que le haba puesto sobre avisosu hermano Prometeo (el que ve antes, elprevisor), al encarecerle noaceptar ningn regalo de los dioses y devolverlo de inmediato al re-mitente; Epi-meteo, en cambio, todo lo comprendedespus, como su

    nombre indica, una vez sucedido: cuando el mal est ya hecho. Esatorpeza de un indolente ha metido el mal en su propia casa, y cuan-do poco despus, y en su ausencia, su esposa destape una gran vasijaque no deba tocar, todos los males saldrn de ella y se esparcirn,invisibles y seguros, por todos los connes de la tierra12.

    El mal, por tanto, ha llenado el mundo humano. Toca precisar sunaturaleza y su origen. El mal, creemos, es de dos tipos: uno, natural,representado por ese heterclito conjunto de males que, como otrastantas fuerzas naturales, azotaran en su da los dominios divinos yque Zeus, tras imponer su orden, logr domear mas no eliminar.Muchos de ellos reaparecen ahora, como Tifn en las tormentas y

    vendavales, o como esas diosas de la venganza, las Erinias, para lle-var el sufrimiento y la desdicha a la raza prometeica. Quiz se halla-ban mezclados con los muchos puestos en circulacin por Pandorauna vez abierta la vasija, en cierto sentido naturales como ellos: lafatiga, el dolor, el hambre, el miedo, la enfermedad, la muerte.

    Hay tambin un segundo tipo de mal: el voluntario, esto es, losdelitos13, con los que se tiene la intencin de ejercer un dao contra

    11 Cabra argir que, visto as, es el mismsimo Zeus no obra tan racionalmente ni es tan sagaz como sedice, pues por qu para un hombre as debera ser un castigo la mujer? Ms que un castigo parece haber-le dado una compaera; y es que les ha hecho tal para cual, como si en un arrebato de divino masoquismoles impulsara a reproducirse.

    12 Para la interpretacin de si lo que queda es la Esperanza o la Espera, cf. el comentario de Aurelio PrezJimnez y Alfonso Martnez Dez, en: (Hesodo, 2000: 67-69). Una fbula de Esopo recoge tambin la

    presencia de un tonel de bienes que, al ser destapado, les hace salir de l y volar hasta los dioses, que-dando nicamente en l, cuando se le vuelve a tapar, el ltimo bien: la esperanza.

    13 No es este lugar para entrar en disquisiciones penalistas acerca de la relacin entre intencin y delito;aqu simplemente se trata de resaltar la ms simple -pero menos banal de lo que parece en este pun-

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    otro a veces ni siquiera en benecio propio, aunque normalmente

    sea as. Esos males voluntarios, por el momento, los han cometido,de un lado, Prometeo, cuya prepotencia le ha hecho arrogarse unttulo que no le corresponda, el de padre de los hombres, y cuyavanidad le ha hecho ejercer su poder contra el padre de los dioses,lo que le ha hecho acreedor a un castigo cuyos efectos se extienden,ante todo, a sus pretendidos beneciarios. Y, de otro, el propio Zeus,que ha querido castigar al titn en su persona y en su linaje; es lquien, ciego de ira, gustoso enva el guila a devorar el hgado de unencadenado Prometeo; es l quien quiere desposeer al gnero huma-no del fuego y de los cereales, sus dos medios de vida, y, cuando stese hace con ellos gracias a la astucia de aqul, quien deliberadamen-

    te le enva esa encarnacin del mal que es Pandora, la ponzoa queacompaa a la belleza14.As pues, hemos visto fuerzas naturales que vagan sin rumbo en-

    tre los hombres causndoles un sinfn de males, y hemos visto asi-mismo una voluntad detrs de ciertas acciones que han acrecentadosu nmero y duplicado su naturaleza. Pero lo que no hemos vistohasta ahora en ese escenario humano del mal es a quien debera sersu principal protagonista, esto es, a la voluntad humana. El rayo gol-pea, la tormenta irrumpe, y un rastro de sufrimiento, desesperaciny muerte entre los mortales cabe hallar tras ellos. Mas es eso todo?

    El mito de Prometeo, cierto, no va ms all. Nada nos dice acer-

    ca del desarrollo y ulterior transformacin de los males antevistosen determinados delitos, o de la invencin de otros nuevos, comotampoco de los intentos de solucin acarreados por sus autores yvctimas. La analoga nos deja el recuerdo de voluntades actuandobajo acciones dolosas o culposas, y nos lega por ende elproyecto deinstauracin de un orden justo con el que mitigar su efecto y hacer

    to- distincin entre dos tipos de males, los naturales (o males en sentido propio) y los voluntarios (odelitos).

    14 Cabra aadir un tercer tipo de mal, deudor Epimeteo. Es su indolencia y su torpeza lo que le lleva ahacer odos sordos de la admonicin de su hermano, y es por ah por donde se cuela gran parte del malen el mundo a travs de su casa. Pero, en su descargo, hemos de decir que l no sabe qu es Pandora nitampoco qu har, por lo que no se le pueden imputar los males que con ella advienen al mundo. Eneste sentido, ms parece una fuerza natural que voluntad. Tampoco Pandora es culpable: ella es ya unmal, por lo que acta como lo que es, pero ella no es obra suya, sino de quien la mand hacer as; y nisiquiera sabe qu hace cuando abre la vasija de la que huyen los males (accin que, por lo dems, llevaa cabo engatusada por Zeus).

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    la convivencia posible. Pero Prometeo, al otorgar a los hombres el

    fuego y la semilla de los alimentos que los nutrirn, les ha dado lasalas que necesitaban para proseguir su andadura a solas, sin una pro-videncia que les marque el paso ni el temor a un guila que volandoen el crculo de los das devore su capacidad de perfeccionarse. Porlo dems, en esa Historia humana recin forjada es posible engarzarotras historias que nos la completen con sus nuevos males y sus nue-vos bienes. Esbozaremos aqu la aparicin de aqullos, dejando loconcerniente a stos para el siguiente apartado.

    El mito de las edades casi podramos pasarlo por alto, pues narralas sucesivas pocas por las que pasa la humanidad hasta que inclusola esperanza desaparece de la vasija de los bienes y la humanidad

    es destruida. Zeus crea diversas generaciones de hombres que, enevolucin degenerativa casi lineal15, actan como los ha hecho sucreador y a las que por ello destruir. La humanidad multiplica susmales pero no los agentes causales de los mismos, y si bien se nom-bra en algn momento a la soberbia y a la murmuradora envidiacomo sujetos en la sombra del desprestigio que sufren la justicia ola honradez en el mundo, etc., la impresin es de que ambas vivanpor su cuenta, sin una voluntad que las maneje a su antojo. El nicodemonio en verdad imputable en semejante aquelarre es Zeus, el pa-dre de los hombres, a quienes aniquila una vez cansado el titiritero

    de sus marionetas. Esperaba quiz otra representacin de las mismasms all de su preasignado papel, es decir, de su naturaleza? Lasdestruye por haber actuado segn l las creara?

    Quiz la historia no estaba bien contada; quiz antes de que seproduzca su segura destruccinfutura los hombres s se haban com-portado como tales, libres, demostrando a su hacedor que eran trasvivir ms de lo que fueron al nacer. En ese caso habra que intro-ducir la fbula del halcn y el ruiseor en el interior de la anterior,que presupone a los hombres haber llegado lo sucientemente lejosen su convivencia como para haberse reunido en amplios grupos,formar con ellos ciudades, vincularse ms slidamente con institu-

    15 La interrupcin se produce transitoriamente en la cuarta generacin, la de los hroes, intermedia entrela edad de bronce y la de hierro (Los Trabajos, vv. 150 s).

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    ciones y subdividirse en clases, una pequea en nmero pero con

    mucho ms poder que la otra, cuantitativamente superior. Y es ah,precisamente, donde tiene lugar la siguiente escena: Infeliz! Porqu chillas? Ahora te tiene en su poder uno ms poderoso. Irs adonde yo te lleve por muy cantor que seas y me servirs de comidasi quiero o te dejar libre16.

    En esa sociedad el propio Hesodo no desea ser justo entre loshombres ni que lo sea mi hijo; pues cosa mala es ser un hom-bre justo, si mayor justicia va a obtener uno ms injusto17. En esecaso, decimos, donde el hombre ha perdido todo respeto al hombrey ya no venera a los dioses, el mal no slo se ha metamorfoseado enmil nuevas manifestaciones, extendiendo su poder sobre la estirpe.

    Ahora que por n vemos a la voluntad humana querer el mal por supropia iniciativa la especie ha terminado llegando a un punto de noretorno que justica su destruccin por su creador.

    Slo que, sifuere se el caso, habramos de extraer de dicha f-bula la mitad de la misma, aqulla en la que Hesodo arma cmoZeus ha extendido los bienes salidos de la vasija por el mundo paraque vigilen al mal, tan invisible como ellos, y dado la Justicia alos hombres para combatirlos. Que es la mitad en la que asimismoanuncia cmo los hombres se han provisto de otros instrumentoscon los que atajar su propia degeneracin, redondeando con ellos la

    accin de la justicia.Es hora, pues, de pasar revista al remedio ideado por Zeus y alos de los hombres al objeto de afrontar el mal, cosa que haremosen la seccin siguiente. Llegados ah ser el momento de echar unamirada losca retrospectiva acerca de cunto hemos visto, a nde deducir de ah qu rasgos se nos han ofrecido como constitutivosde la condicin humana.

    16 Y prosigue: Loco es el que quiere ponerse a la altura de los ms fuertes! Se ve privado de la victoriay adems de sufrir vejaciones, es maltratado (vv. 206-211). Tal es la moraleja en la que el halcnresuelve su amenaza al ruiseor, y con la que Hesodo parece haberse inventado a Esopo (si bien ste seconformar con un gaviln). Aadamos aqu algo ms que una curiosidad: el contexto en el que dichaforma de locura puede llegar a tener lugar, el contexto de la desigualdad extrema entre los poderosos ylos dbiles, es el contexto donde impera, libre, la tirana (no hay nadie realmente libre, excepto Zeus,pone Esquilo en labios de Bas, la violencia), y all la justicia es, a lo sumo, un espejismo moral (Esquilo,2000: v. 50).

    17 (Esquilo, 2000: vv. 270-274).

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    IV. El hombre y el mundo de los hombres

    Los hombres ya viven en ciudades, decamos. Y el mal, en todassus formas, les gobierna. Al punto que un paladn de la justicia comoes Hesodo no quiere ser justo, pues llevara todas las de perder. Em-pero, no se contenta con aprender a ser no justo e intentar sacar elrdito posible a su nueva vida, ni su pesimismo es tan fuerte comopara convertirse en el primer nihilista de la historia. Lejos de eso, enlugar de escribir el epitao de la especie humana, en un acto genui-namente prometeico aconseja a su hermano Perses grabarse en elcorazn lo siguiente: escucha ahora la voz de la justicia y olvdatepor completo de la violencia18.

    La violencia de la que Perses se ha de olvidar es la hybris, esasoberbia de halcn en las ciudades ordenadas de acuerdo con unajerarqua perfecta en la que el rey y los notables integran la reducidacapa de fuertes frente al vasto conjunto de los dbiles, una soberbiaimposible de ejercer por stos, costossima de llevar por los que deaqullos han cado en desgracia y, en denitiva, especca de quie-nes disponen de los dems a su merced (recurdense las palabrasantes citadas del halcn al ruiseor). A esa situacin se ha llegadodesde otra originariamente menos violenta, en la que la justicia era,s, agonal, pero en la que el hroe al que bendeca su victoria enla guerra an reconoca al dios sobre l; y la piedad que de ah se

    desprenda, unida al frvido deseo de gloria y a un cierto autocon-trol racional de su conducta, o sofrosyne, conformaban un delicadoy ecaz sistema de contrapesos frente a la hybris del hroe. Pero lafragilidad de un tal dispositivo de control es tal que tanto el xitocomo el fracaso del hroe pueden hacerlo saltar en pedazos, y enuna sociedad tan desigual no se requiere mucho ms para que loshalcones decidan jugar con sus ruiseores.

    De ah que cuando Hesodo aconseja a su hermano cejar en suconducta anterior no slo le est pidiendo que abdique de la sober-bia, sino que renuncie asimismo a ese tipo de justicia que hace deella un hostil privilegio de pocos y otorga el poder al vencedor sobre

    los dems. Tal sera la sociedad que legitima a comerse los unos a

    18 (Esquilo, 2000: vv. 275-276).

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    los otros, la que hace de los hombres cofrades de peces, eras y

    aves voladoras, entre los cuales s rige dicha ley, contraria a la dela justicia dada por Zeus para diferenciar el reino humano del reinoanimal19.

    Zeus dio la justicia a los hombres, arma Hesodo, sin ahondaren ello mucho ms. En cambio, donde s lo vemos actuar es a lahora de recomponerla, castigando sin remisin a quien la infringey, desde luego, sin la clemencia que pedir Sneca a su gobernante.No slo; tal es el celo de tan supremo custodio de la justicia porpreservarla, que tambin aqu, al igual que sucediera en el episodiode Prometeo, castiga a justos por pecadores, con la diferencia deque ya no es todo el gnero humano quien paga las culpas del nico

    infractor, como antao, sino slo toda una ciudad por la culpade un malvado. Y tambin aqu pues dado que los delitos le salengratis al padre de los dioses y de los hombres, por qu no lanzaruna oferta y dar dos por uno?- a la injusticia en la sustancia suma lainjusticia en la forma: no slo castiga a inocentes, sino que castiga atodos de manera brutal, inhumana: envindoles la peste, el hambre,o un vasto ejrcito que les aniquile; o bien la emprende en mediodel ponto contra sus naves.

    Con todo, a pesar del celo justiciero de su creador, la justiciaproduce entre los hombres incontables bienes. Originariamente, enefecto, segn nos las presenta Homero, Dike y Thmis -las dos deida-

    des en las que se representa la justicia- aludan a un orden generalde las cosas, un comportamiento humano ordenado, etc., abarcandorelaciones humanas superiores a las de la aret20; pero Hesodo, yaen la Teogona, nos presentaba a la primera como hija de la segunday del propio Zeus, y respetada por las restantes divinidades en lo quees claramente el inicio de un largo proceso de moralizacin del reinode los dioses que llegar hasta los estoicos21. En Los Trabajos y losDas Dike distribuye con profusin sus bienes sobre las ciudades queen sus costumbres y sus acciones la acogen. De un lado, en efecto,resulta ser el mejor fertilizante para la tierra, y extiende su prodiga-

    19 Vv. 277-280.20 Cf. (Rodrguez Adrados, 1993: cap. II).21 Cf. Prez Jimnez y Martnez Dez, en: (Hesodo, 2000: 77).

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    lidad no slo a quienes la cultivan, sino a quienes la pastorean; la

    ciudad se llena de frutos y sus moradores no tienen por qu jugarseya su destino en las naves. De otro, constituye tambin la mejor ga-ranta de supervivencia y de reproduccin de sus gentes al traerles lapaz. En esa circunstancia, la reputacin de una doncella no quedarautomticamente manchada con su desaparicin, ni sta, de produ-cirse, ser sin ms considerada un rapto, pues la nueva Helena po-dra haber actuado por amor; y, de serlo, ningn concepto personalde honor amenazar con transformar a un gobernante legtimo enun potencial seor de la guerra, con lo que no se correr el riesgo deinundar el mar de naves rumbo a la prxima Troya22. La justicia, ensuma, por los males que evita el hambre, la guerra- y los bienes que

    procura el bienestar, la paz- se convierte en testigo de las ciudadesorecientes: de su futuro ya encarnado en su presente.Sugeramos en el prrafo anterior que en una sociedad justa los

    valores de la sociedad heroica cambiaran; en verdad, asegurar sudireccin o su intensidad, como hemos aventurado nosotros, es in-cierto. Pero s es por completo cierto que los valores ya han cam-biado en dicha sociedad. Cuando Hesodo rechaza la soberbia y laidea de justicia que la subyace oponindole la nueva justicia lo haceen nombre de valores que, como la igualdad y la paz, se oponenclaramente a la justicia esclava del xito de un hroe vencedor en laguerra; y esa igualdad, adems, comporta una cierta nivelacin entre

    gobernantes y gobernados (como tambin, aadamos, la perfectaequiparacin en el trato de forasteros y ciudadanos); o, al menos,el suponer a stos con la dignidad suciente por s mismos comopara merecer el aids de sus gobernantes: un respeto que se convierteeo ipso en un freno en el ejercicio de su poder. Dicho de otro modo:justo porque los hombres son ya un valor por s mismos, aun sin serpoderosos o gobernantes, marcan un tlos a la accin de stos, unn cuyo sobrepaso les priva de la gloria y les hace merecedores delcastigo de los dioses.

    La bondad, pues, de esta justicia reside en ltima instancia enel hecho de crear nuevos sujetos dignos de merecerla, lo que signi-

    22 La irracionalidad de la medida ya haba sido puesta en evidencia por Gorgias en su Encomio de Helena,en la que exonera a esta revalorizada herona de toda responsabilidad en la guerra (Gorgias, 2002: 114-125).

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    ca que constituye un bien transpersonal superior al propio rey, un

    bien que recrea el mundo normativo de los sujetos instaurando en lnuevos hroes con los que componer su cortejo, como los ya sea-lados de la agricultura y la paz entre otros. La justicia agonal ha sidovencida, el hroe anterior se vuelve ahora colectivo, pues abraza alconjunto del gnero humano. De ah que en el duelo por elegir alnuevo poeta nacional, el poeta del mundo antiguo, el poeta por anto-nomasia, Homero, aunque nuevamente vencedor en el concurso depoesa, aunque una vez ms incontestable en cuanto poeta, pierda laeleccin ante Hesodo, el poeta de la nueva justicia: triunfa ahorael que invitaba a la agricultura y la paz, no el que describa comba-tes y matanzas, por inconmensurable que sea su gloria como tal23.

    Ahora bien, Hesodo va ms lejos en su combate del mal, pueslas armas al respecto no se limitan a la justicia y a la reconguracindel mundo normativo a que da lugar. Otra tan poderosa como ellala conforma un declogo moral cuyo cumplimiento granjea para elhombre el favor de los dioses y cuyas mximas convergen en el cen-tro comn de la aret. Con la particularidad de admitir en su esferala presencia de sujetos antao despreciados o, peor an, juzgadosespurios, como es el caso del trabajo. Por su novedad e importan-cia le dedicaremos un breve anlisis, haciendo omisin del resto demximas que le acompaan.

    Cuando los hombres convivan junto a los dioses en la llanura de

    Mecona no tenan necesidades de ningn tipo, y menos todava detrabajar. Los alimentos eran dones espontneamente ofrecidos y enabundancia por la madre tierra, y las penalidades, el sufrimiento, laenfermedad, la fatiga, la miseria, etc., les eran por completo ajenas.Empero, cuando Zeus decide castigar a la raza prometeica a causa desu mentor, uno de los tormentos que le enva es precisamente el deltrabajo. En lo sucesivo, todo cuanto obtengan se lo habrn de ganarpor medio de una dura fatiga, la edad de oro es ya slo un mito.Pues bien, es en este marco donde puede advertirse la revolucinaxiolgica llevada a cabo por Hesodo, pues al incorporar el trabajoal mundo de la virtud no ha hecho sino convertir el mal anterior

    en uno de los bienes presentes: un bien actual que, a su vez, consti-

    23 Los Trabajos, v. 42.

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    tuye el medio a travs del cual acceder a otros bienes. No slo; en

    realidad, slo el hombre trabajador puede ser virtuoso, slo a l estdestinado el crculo de preceptos cuya realizacin erradicara el maldel mundo y restaurara la armona entre los hombres y los dioses.Y al contrario: el holgazn es un parsito social que le granjea unavergenza denigrante por parte de aqullos y la ira de stos.

    Ya la estructura formal del trabajo se asemeja a la de la propiavirtud, pues al contrario del mal, siempre a mano, practicarla re-quiere sudor, ya que tiene un largo y empinado sendero porrecorrer; mas, eso s, spero al comienzo, si bien cuando se llegaa la cima, entonces resulta fcil, por duro que sea. Al trabajo, desu parte, y puesto que oculto tienen los dioses el sustento a los

    hombres24

    , compete la ardua tarea de desocultacin, de sacar a laluz lo escondido y asegurar lo incierto, lo que no se consigue sinesfuerzo y sudor. Con todo, el premio es mayor de lo prometido,pues no slo consigue alimento para los hombres: obtiene asimismoriquezas y prestigio social para el trabajador.

    Al convertirse en ricos en ganado y opulentos merced a sulabor, las propias riquezas aparecen legitimadas en cuanto frutossuyos, convertidas en un bien social y en fuente de prestigio perso-nal, al tiempo que conna en el trtaro de lo intil y despreciableel robo, el fraude o cualquier otro mtodo de adquisicin violento.Es as, adems, como se atrae el favor de los dioses, que protegen

    siempre al hombre de bien que se comporta con honradez respectode los dems como, a la inversa, arruinan la casa del hombre sinescrpulos. El ciclo virtuoso del trabajo se cumple porque al elimi-nar la pereza y su deriva parasitaria, al cribar su posible ganga deviolencia, al generar el hbito del premio al esfuerzo, fomenta enquien lo practica el realismo necesario para comprender los demsbienes sociales y la fuerza suciente para ejercitarlos.

    Nutricin, distancia de la urgencia, benecios sociales y un plusde virtud: he ah, resumida, la obra personal y social del trabajo, lacausa de las preferencias de los dioses por el virtuoso hombre traba-jador25.

    24 Idem., vv. 290 s. Cf. tambin Certamen, vv. 205-210.25 Todas las citas anteriores se hallan entre los versos 286 y 365.

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    En una sociedad reordenada axiolgicamente en el modo ante-

    visto, el dios del mal tendr motivos, como siempre, para ser feliz.No slo porque a su naturaleza divina es inherente la inmortalidad,sino porque en los nuevos bienes producidos por susprotegidos hallanuevas sustancias con las que renovarse. Por su parte, con el tiempo,y el gnero humano dispone de l por entero como tal es el hom-bre al que los dioses no lograron expulsar de su reino-, tambin loshombres hallarn nuevas formas de tutela contra l, de coexistircon sus amenazas en un ambiente cada vez ms favorable para ellos.El fuego de sus capacidades seguir ardiendo sin consumirse y enel trabajo tendr un campo de experimentacin privilegiado pararenovar el arsenal de tchne en las que se materializa, los principios

    que la ordenan o los nes que persiguen. As, quiz un da llegue aesa ciudad Pitgoras y el que le preguntare, cual Len de Fliunte,qu sabe hacer, se sentir replicar que no conoce arte alguno, sinoque slo eslsofo.

    Ser, probablemente, la primera vez que habrn odo esa palabray estarn, posiblemente, ante el primer hombre que la legitima; silos dioses hacen un poco de magia con el tiempo, aunque slo seapara justicar su salario, no necesitarn leer ms tarde a Jmblico oa Herclides de Ponto para, cuando le pregunten qu hace all, orsedecir que haba abandonado Samos, de donde provena, porque latirana de Polcrates constitua un impedimento para sus propsitos

    y deseos de aprender26. Y es que, repuestos de su estupor, en efecto,enseguida notarn que el lsofo poco se parece al noble, ansioso depoder, o al comerciante, tan codicioso de riqueza de una riquezaque ya no produce los atractivos bienes con los que Hesodo pensinducir a Perses a cambiar vida-, o al hroe de cualquier tipo el quevence en el combate o el que triunfa en los juegos-, que brama porla gloria. Se trata, decimos, de un hombre nuevo, cuya atencin seconcentra en contemplar la naturaleza de las cosas, de las ms bellaspara l, para conocerlas (y ese objetivo supremo de su vida, insisti-mos, no es posible de llevar a cabo bajo una tirana).

    Si deciden escucharle comprobarn que tambin l trae su caji-

    ta, toda ella llena de novedades: al abrirla oirn hablar de un nue-

    26 Hemos tomado las citas de Pitgoras de (Eggers Lan Juli, 1978: 91-184).

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    vo modo de relacionarse con los dioses, de otra forma de ordenarse

    los hombres, de maneras distintas de proceder a la formacin delos jvenes, etc. An se est lejos de dejar el cielo para Engeln undPatzen27, para ngeles y gorriones, como dir Heine; pero si, porejemplo, insistieran en ese ltimo aspecto, capital para el futuro dela ciudad, le oiran decir que la educacin debe ser integral, consa-grando mucho tiempo al conocimiento, mucho ms que a esculpirel cuerpo, un valor banal si cotejado con aqul. Un n favorecidoporque, a diferencia del dinero o el poder, irrecuperables una vezperdidos; o, a diferencia de la fuerza, la belleza, la salud o el valor,que son por as decir un asunto personal, bienes no transferibles, elconocimiento, en cambio, es acumulativo: el atesorado por uno sirve

    a otros, un punto de partida constantemente aumentado y perfec-cionado para quienes vengan despus, que podrn siempre explotarpara su bien el tesoro sin necesidad de descubrirlo ellos. Ninguno delos dems valores, les dir, crea vnculo tan slido entre las genera-ciones

    Y quiz otro da sea Demcrito quien caiga por esos pagos. En-tonces aprendern cmo los hombres tambin pueden mejorar losmales surgidos de los bienes creados por los hombres, y cmo siellos, que merecen la justicia por serlo, fueran capaces de decidirse aprocurarla tambin en conjunto, ciudadanos como Pitgoras no ha-bran tenido por qu huir de Samos; podra haber llegado hasta allpor el simple gusto de ver, si ya han hecho la transformacin predi-cada, cmo un pobre es ms feliz en una democracia que un rico enuna tirana en la misma medida en que la libertad est por encimade la esclavitud; y cmo se puede cuidar del ganado, sembrar la tie-rra, ser artesano y reunirse con otros para decidir sobre cuestionesque a todos afectan por el simple hecho de vivir unos con otros. Yconstataran una vez ms que el pensamiento no cesa de renovarse,pues al escucharle recordaran que junto a los bienes individuales, eintransferibles por ello, los individuos, al reunirse, llegan a generarotros por el mero hecho de hacerlo, como la igualdad, la paideia o,

    27 Den Himmel berlassen wir / Den Engeln und den Spatzen, dice literalmente Heinrich Heine en unade las estrofas de su Deutschland, ein Wintermrchen (1844) en las que proclama su prometeica fe en quelos hombres logren la felicidad sobre la tierra.

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    incluso, la simple amistad, para la que al menos se requiere la inte-

    raccin de dos almas anes28

    .

    V. Prometeoy la condicin humana

    Nuestro anlisis sobre la gnesis del mal y la idea de justiciacomo estrategia ideada para hacerle frente, centrado en la obra deHesodo, poda haber acabado ya, pasando por alto las referencias alas de Pitgoras y Demcrito. Pero en ese caso nuestro ms genuinopropsito se habra colado en el anlisis como de rondn y habraquedado sin descubrir. Nosotros creemos, en efecto, que el mito dePrometeo constituye, tras la Odisea de Homero, la segunda y, en

    ciertos aspectos, ms acabada alegora sobre la condicin humana,de la que nos revela rasgos que la han acompaado desde enton-ces y perecern con ella -a no ser que algn mulo invertido deOrwell se salga con la suya y la banalice, un temor real porque lejosde constituir una utopa negativa hace ya tiempo que la tecnologale ha puesto el sello de lo posible. Y al objeto de demostrar nuestrahiptesis, apelar a los dos lsofos sealados, si bien no del todoimprescindible, resulta altamente conveniente. Aadamos que, a lahora de caracterizar al hombre, nos valdremos sin vacilar de elemen-tos presentes en el mundo de los dioses, pese a las diferencias entreellos. En primer lugar, porque dicho mundo ha sido congurado enfuerte analoga con el de los hombres; y luego, porque las mayoresdiferencias ontolgicas entre ambos mundos, ese mbito de deida-des identicadas con fuerzas naturales sin ms, por un lado tiene sudoble en el humano y, por otro, guarda tambin cierta analoga conla fuerza del azar, tan presente entre los hombres, del que pareceuna acertada metfora. Por lo dems, cabe armar sin titubeos que,aun si fuere errado dicho proceder, todo lo que digamos del hom-bre apoyndonos en los dioses podra decirse prescindiendo de ellos:nuestra explicacin adolecera de menor claridad pero no de menorcerteza. O, para decir las cosas ms correctamente: si faltara la cer-

    28 Para los textos de Demcrito, a partir de los cuales hemos resumido parcialmente su ideario, cf. (EggersLan Juli, 1978: T. III; especialmente caps. XV y XVI). Cf. tambin (Gagarin Woodruff, 1995:156-163).

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    teza en nuestra explicacin ello no se debera al parcial prstamo

    tomado de la teogona para caracterizar la antropologa, sino que setratara de un ms grave y general error de interpretacin.Aun cuando volveremos atrs, podemos iniciar la nueva pro-

    blemtica con la separacin de ambos mundos y la determinacinde los bienes correspondientes a cada uno. Prometeo sacricaba unbuey y reparta los dones a sus respectivos moradores. El n era claroy la tarea sencilla: dada la radical desigualdad en moralidad y poder,el criterio de a quin asignar lo mejor era natural. Empero, Prome-teo se sale del guin, y aunque nalmente distribuye con justicia acada uno lo suyo, hay en todo ello una intencin oculta de engaar-a los dioses- con la verdad. Al acto de insolencia del titn debi

    seguir una accin de castigo por parte de Zeus que hubiera dejadotodo zanjado. Mas no fue as; en lugar de acatar la sentencia deljuez supremo, lo que entonces advino fue una espiral de acciones yreacciones cada vez ms violentas e injustas por ambas partes, cadavez ms complejas e independientes de sus protagonistas y en las queaqul acta como si fuera ilegtima la autoridad de ste; terminancon Prometeo encadenado por voluntad del dios, con ste terrible-mente airado contra l: y pagndola con su protegido, el gnero hu-mano, al que enva toda suerte de males.

    El primer rasgo de la condicin humana que nos sale al paso es,por tanto, el del hombre como aprendiz de brujo, por cuanto sus accio-nes liberan consecuencias que no puede controlar.

    El segundo rasgo, en conexin o no con el anterior, es el delhombre como chivo expiatorio. Por continuar con nuestro ejemplo an-terior, Zeus, desde el inicio quiere, y por supuesto logra, hacer pagara los hombres un mal que los hombres no han hecho. Son muchosdelitos en uno los que aqu comete el dios justiciero, resumidos enese declarar culpable la inocencia. Cual si de un vulgar Hobbes setratara, ha separado la responsabilidad de la accin y, a su modo,reinventado un autor donde slo haba un actor (Hobbes, 2001:cap. XVI); y, como para merecer la crtica de Sneca, incurre en

    un acto de venganza cuando no hay ofensa, y ja un castigo pese ano haberse producido injuria (Sneca, 2005: L. II, 4). Un mundodonde se producen imputaciones sin delitos, se atribuye responsa-

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    bilidad a quien no actu y se castigan colectivamente las acciones

    personales es un mundo en el que pagan justos por pecadores. Es elmundo de los hombres, en el que ni la justicia, ni la equidad, ni laracionalidad desarrollarn jams una vida plena.

    Es decir, y en tercer lugar: que el mal es ineliminable del mundo.Lo era en el de los dioses, y por ello hasta el propio Zeus, a n deconseguir una justicia lo ms perfecta posible, tuvo que desecharlade un lado al Trtaro, donde su energa pervive y acta al calor dela Noche, y de otro al reino de los hombres, ya por siempre maldito,donde es por entero visible. Una armona completa ser ya siempreun sueo, y cuando se intente realizar el sueo, cuando se aspire ahacer realidad la utopa de un mundo sin mal o parecido al de los

    dioses, degenerar en pesadilla. S cabe, en cambio, luchar contramuchas de sus manifestaciones, aunque despus otros males proven-gan de esas luchas y aun de las victorias obtenidas en las mismas.Pero cada una de ellas es un nuevo paso para estar ms cerca decierto bienestar, de una ms elevada justicia, de una ms rme paz,etc., esos objetos de perfeccin imposible.

    El cuarto rasgo de la condicin humana surge de esa actividadpermanente por mejorar las situaciones relativas: por progresar. Enello consiste precisamente el cuarto rasgo sealado: la adaptabilidadde la especie humana, y de la mayora de sus vstagos singulares,a las circunstancias. La cual implica asimismo la capacidad de re-

    modelarlas a su antojo, y no pacca sumisin al statu quo. En esaherclea tarea arrasa el fuego prometeico con todo lo que en su ca-mino pretenda existir sub specie aeternitatis y, por ende, convertirseen destino. La materia de dicho fuego, la tchne humana, esto es, lashabilidades particulares de sus miembros y su capacidad de realizar-las, entre las cuales se han de contar las ideas y los valores por esotrajimos aqu a colacin a Pitgoras o Demcrito-, es un semillerode novedades con las que rehacer de continuo la existencia en arasde una mayor aproximacin de los hechos al ideal. Ahora bien, ala hora de hacer un recuento completo del patrimonio de la tchne

    se deben incluir tambin esas otras dotes, igualmente prometeicas,que facilitan en determinadas circunstancias su emancipacin detutelas indeseadas y en otras aproximarse ocasionalmente a su ideal

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    por caminos indebidos. Nos referimos a la astucia29 y, en general, a

    la capacidad del hombre para el mal, tan rentables para la supervi-vencia de quienes les saben sacar partido y tan tiles a veces, dadoque el mal es ineliminable, para el reaprendizaje de la sociedad.

    Habr, lo hemos dicho y repetido, nuevos males en esa canterade novedad producida por la actividad humana, renovados deseosde quedarse como se es o de escapar de donde se est, impulsadospor el mesas de la perfeccin, ya llegado o an por llegar, es decir,impulsado por el deseo de un regreso del destino; la novedad, contodo, seguir haciendo camino al andar hasta que haga realidad elideal mximo de su pica: dejar subsistir el mal sin por ello consi-derar malvados a los hombres, o bien malo todo en el hombre que

    acta mal. Vale decir: replicar la solucin divina -si bien, en honora su naturaleza, trocando la armona entre los dioses por el tumultoentre los hombres-, consistente en aceptar el inevitable estallido deconictos entre ellos, mas evitando que los solucione la sangre, quela guerra siga siendo padre de todos, rey de todos, como queraHerclito (Herclito, 2000: par. 625).

    En esa intercambiabilidad de bien y mal, en esa causalidad apa-rentemente espuria e incoherente en la que hay bienes que nacen demales y viceversa, reside una parte del quinto rasgo de la condicinhumana: la ambigedad moral. Ya en la era de los dioses pulul a suantojo pese a sus diversas metamorfosis; Caos, por ejemplo, produjo

    tanto a rebo como a Nix, recurdese, que engendr al perfectoopuesto de su hermano, ter, tambin diferenciado netamente de lasimple claridad del da: el cual, en su deambular, formaba un con-tinuo con la noche, su contraria. Se trata de un simple ejemplo enun mbito que los produce con profusin: pinsese tambin en todolo que acompaa a la castracin de Urano, por no ir ms lejos. Oen la gura misma de Prometeo, por enfocar el objetivo sobre unpersonaje de transicin: o en la propia Pandora, esa mujer que es el

    bien y el mal personicados, si nos queremos ceir al reino de loshombres. Ya sea porque se reconoce a uno como origen del otro, ya

    29 Prometeo, lo hemos visto, es un virtuoso de la misma, pero tambin el hombre, prometeico como es,sacar de ella ganancias para la especie, aunque sea para mal de ciertos individuos, segn ensea Esopoen otra de sus fbulas: Los aos del hombre, en Fbulas (2000: n 105).

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    porque a veces se les asigna la misma fuente, bien y mal son siempre

    diferentes pero nunca puros. Hay una semilla huera en el uno queacaba produciendo al otro, un huevo de la serpiente albergado en elseno de cada guila humana.

    La ambigedad moral, sin duda, es uno de los rasgos mejor ilus-trados por el mito de Prometeo, aunque en l todava no se expreseese homenaje de reconocimiento que le tributar un futuro an muylejano al considerar la perfeccin tout court, o el deseo de alcanzarla,como un mal sin ms, indigno de los hombres; y es que, en efecto, conl en el mundo, las diferencias constitutivas de los miembros de laespecie, aqullas que personalizan a cada yo individual hasta hacerde l en cierto modo un todo de puro nico, se perderan, y el oca-

    no de uniformidad formado en derredor suyo anegara la pluralidadhumana en su palpitante policroma, quiz el rasgo ms caracters-tico de la especie y la principal ausencia en la larga lista de rasgosdesglosada hasta aqu.

    Es ese escenario de ambigedad moral el lugar natural para laescenicacin de otro de los acontecimientos distintivos del mundohumano: la tragedia, de la que la especca de Prometeo constituyeya un arquetipo. En la versin de Hesodo hay dos elementos quela anuncian: son la astucia del titn y el poder supremo de Zeus loque se hallan tras la desobediencia de aqul a ste y su consecuentecastigo respectivamente. Pero en la versin que nos dar Esquilolas cosas ya se llaman por su nombre: voluntad, la primera (De gra-do, de grado falt. No voy a negarlo) y poder absoluto, sinnimode poder injusto, el segundo. Y hay tragedia porque el titn/hroe haefectuado de modo voluntario su eleccin: ayudar a los mortales,un bien que para l justica no obrar bien omitiendo otro bien, esdecir, que para l justica obrar mal. Con otras palabras: ante el h-roe humano los bienes danzan sin cesar tentando su eleccin, y conella su conducta; pero esos bienes tienen como particularidad trgicaque no siempre son compatibles entre s, y hay que optar. Es sa unaforma de existencia de la libertad, que no necesariamente comporta

    tragedia. Pero sta, cuando se presenta, puede hacerlo con diversasmscaras, y una de ellas, la elegida por Esquilo aqu, es la de que laeleccin prometeica ha tenido lugar contra el poder absoluto -de la

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    divinidad-, que de inmediato hace valer su naturaleza30. Con todo,

    Prometeo conservar su libertad en el castigo, porque ni con l, niaun siendo mucho peor de lo temido, el dolor fsico que experimen-ta en su cuerpo es bastante para segregar en su conciencia el dolormoral del arrepentimiento (Esquilo, 2000: vv. 265 s, v. 11 et al.).

    El ltimo de todos, pero no el menos importante, es la socialidad,una herencia transmitida por los dioses a los hombres. Todo cuan-to stos piensan, sienten, sufren, imaginan, proyectan, hacen, etc.tiene lugar en sociedad. Toda la materia humana y toda la actividadhumana es materia y actividad social, la propia de un sujeto quepara ser tiene que convivir. Slo si hay unpblico tiene sentido parael hroe intentar alcanzar la gloria, como slo si ese pblico lo es de

    iguales tendr sentido para la justicia hablar de libertad. Pero, conindependencia de esto ltimo, y aunque prevalezcan los esclavossobre los libres, ya se sea un Perses ya un Hesodo, un Agamenn oun Pitgoras, cada uno vive (junto) con los dems en una polis, sin lacual, simplemente, constituiran en el mejor de los casos una varian-te ms en el diferenciado reino animal31.

    El mito de Prometeo, en manos de Hesodo, es un dbil intentode explicacin del origen del mal en la historia y de la necesidad dejusticia para la convivencia; mas es tambin una gran alegora sobrela condicin humana, y en cuanto tal nos proporciona una profundateora sobre la misma. El ser humano aparece caracterizado en ella

    no con la totalidad de los rasgos que lo conforman, pero s con ras-gos que ya no le abandonarn a lo largo de su profundo, ajetreadoe imprevisto devenir, y sea cual fuere el suelo donde actuare. Conellos hemos visto al ser humano ser tanto un aprendiz de brujo comoun chivo expiatorio, que vive en sociedad, en medio de las incer-tezas que una perpetua ambigedad moral le procura y en la que elmal es ineliminable, pero al que combate de manera incesante por

    30 Aadamos que la tragedia del poder absoluto que se vale de la fuerza para hacerse valer comporta supropio elemento trgico: pese a su superioridad, que ahora se revela de naturaleza puramente fsica, noha conseguido ganar para su causa el corazn es decir: la obediencia- de los afectados; despus conocerotra tragedia ms como indeleblemente suya: por absoluto que sea tal poder, siempre ser insuciente.

    31 En Protgoras el razonamiento alcanzar uno de sus ms logrados remates, con su distincin entre sabi-

    dura tcnica, esto es, el fuego prometeico, centrada en la conservacin de la vida individual, y sabidurapoltica, centrada en la conservacin de la vida colectiva, que otorga la primaca a la poltica graciastambin a los dos escuderos de los que se hace acompaar, a saber: la educacin y la justicia (cf. (Platn,2002).

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    humanizarlo gracias a su tchne, la dote de capacidades incluidas la

    astucia y las que le inducen a obrar mal, ideas y valores que ha idoatesorando y renovando sin cesar. En el mito, Prometeo fue quien leprocur ese fuego inconstil que l convirti en tchne; pero una vezlo tom en sus manos, ech a andar solo, junto a otros como l en unmundo que empezaba, como dira Weber, a desencantarse, y que fueconstruyendo y remodelando al calor de su necesidad. En ese mun-do, Prometeo, si desapareci como mito, no fue porque con el pasodel tiempo todo se olvid, como dice Kafka (2005), sino porque eltitn que cre a los hombres, segn nos asegur Apolodoro, pudo, alreconocerse en cada hombre real, disolverse en sus criaturas

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