el mimetismo en la caza con arco
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Texto docenteEscrito originalmente para los cursos de calificación de Cazador Arquero impartidos por la Federación Española de Caza en sus instalaciones de Castillejo de Robledo, en la provincia de Soria, a partir del mes de octubre del año 1997.Por desaveniencias del equipo docente de estos cursos con la Federación Española de Caza, se deja de utilizar el texto, que es posteriormente plagiado por el Sr. Antonio Prieto Herrero, al publicarlo con su nombre en la revista Arcos y Flechas en el año 1998.Para evitar malentendidos tomé la decisión de hacer público el texto original íntegro, sin los errores que se generaron al plagiarlo y así superar en beneficio de los lectores la incapacidad del plagiador para explicar el tema objeto del estudio. Así se publica el texto original en el website Arcobosque (http://www.arcobosque.com), editado por Josep Barceló, e igualmente se publica en la revista Reviarco, para así hacer llegar esta información de forma desinteresada a las personas que quisieran acceder a ella.TRANSCRIPT
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Texto por: Miguel Ángel González Domingo
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EEELLL MMMIIIMMMEEETTTIIISSSMMMOOO EEENNN LLLAAA CCCAAAZZZAAA CCCOOONNN AAARRRCCCOOO
La caza con arco es una actividad que se desarrolla a muy corta distancia, efectuándose
la mayoría de los tiros a menos de 30 m. De todos los sentidos en los que se apoyan
éstos animales para reconocer su entorno, la vista es después del olfato el segundo en
importancia y por lo tanto debe de ser uno de nuestros objetivos principales el evitar que
nuestras presas nos vean o que al vernos nos reconozcan como un peligro potencial.
1.- VISIÓN HUMANA Y VISIÓN ANIMAL
1.1.- ANATOMÍA Y FUNCIONAMIENTO DEL OJO.
El ojo está construido y actúa como una cámara fotográfica. Una cámara se compone de
una caja protectora, un sistema regulable de lentes y una película sensible a la luz, Las
paredes interiores de la cámara están ennegrecidas para evitar reflejos en la película.
Hay un diafragma, o abertura regulable, que limita la cantidad de luz, eliminando así
defectos como la aberración de esfericidad. Su misión es la de producir sobre la película
imágenes tan nítidas como sea posible.
Ahora fijémonos en este ojo genérico, en el que están destacadas sus partes más
importantes:
En la parte frontal encontramos primeramente la córnea, que es una piel transparente
que recubre la parte del ojo que da al exterior. Además de proteger el ojo de agentes
externos, debido a su elevada densidad, actúa de lente convergente sobre luz.
Tras la córnea se encuentra el humor acuoso, un liquido claro que llena una cavidad
lenticular y en la que están incluidos los órganos dióptricos, que nos permiten regular la
cantidad de luz que penetra en el ojo y su enfoque.
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El iris divide al humor acuoso en dos cavidades, la cámara anterior y la cámara
posterior. Es la parte coloreada del ojo y su función es la de servir de barrera a la luz y
de esta forma controlar la cantidad de la misma que penetra en el ojo. Unos músculos
diminutos cambian el tamaño del iris y por tanto de su abertura, denominada pupila.
Incluso con su apertura máxima, la cantidad de luz que la atraviesa está limitada al
centro del sistema de lentes, evitando así daños en la retina por sobrecarga de estímulo.
El cristalino es la lente que al ser deformada por los pequeños músculos ciliares en
forma de anillo, permite enfocar y así que la percepción de objetos a distintas distancias
sea la adecuada. A esto se le denomina acomodación del ojo.
El cuerpo vítreo es una sustancia gelatinosa transparente que da la forma al ojo y que
proporciona la distancia suficiente para que los rayos de luz se enfoquen en su fondo.
La retina es la parte interna del manto que forma la parte posterior del ojo. Es donde se
encuentran las células pigmentadas sensibles a la luz y donde se enfocan las imágenes.
Abarca toda la parte posterior del ojo, extendiéndose hacia su parte anterior, y termina
en lo que se denomina ora serrata.
La fóvea centralis o mancha amarilla es la parte de la retina donde se concentra mayor
cantidad de luz, y por tanto donde se encuentran las células fotoreceptoras en mayor
número.
La coroides es un recubrimiento anexo a la retina, lleno de pequeños vasos sanguíneos,
y que tiene la función de absorber la luz dispersa por el interior del ojo y suministrar
oxígeno y nutrientes.
La esclerótica es una túnica fibrosa opaca que protege el exterior del ojo hasta la córnea
y ayudada por la presión de los líquidos intraoculares da la forma al globo ocular.
El tapetum lúcidum es una capa reflectora anexa a la retina, propia de los animales de
costumbres nocturnas y cuya misión es reflejar la luz como si fuera un espejo, de forma
que incida dos veces sobre las células fotoreceptoras.
Las células fotoreceptoras del ojo son de dos tipos, los bastones y los conos,
denominados así por su forma.
Los bastones son sensibles a las pequeñas variaciones en la intensidad de la luz y por lo
tanto perciben muy bien los contrastes. Dan la sensación de una visión en blanco y
negro pero ayudan a una mayor nitidez en objetos con sombras o poco iluminados.
Los conos son los responsables de la visión diurna, perciben bien los detalles, los
colores y sus pequeñas variedades cromáticas, pero para ello necesitan de intensidad de
luz unas mil veces mayor que los bastones para poder ser excitados.
Como hemos visto, la dirección en la percepción es mayor es en la del eje visual, al
final del cuál está la fóvea. Ésta está ligeramente desplazada del eje óptico del ojo, que
es por el que pasa la luz con una menor distorsión. Éste pequeño desplazamiento es
debido a la presencia del nervio óptico, también cerca del centro de la retina y que
transmite las señales visuales al cerebro. El lugar donde se une el nervio óptico al ojo se
denomina papila del nervio óptico o punto ciego, al no disponer de células sensibles.
Este desplazamiento supone una ligera desventaja al perderse algo de nitidez en la
visión central pero que se compensa, siempre que la intensidad de luz sea la suficiente,
al encontrarse la zona repleta de conos, capaces de percibir muy bien los detalles y el
color.
Al alejarnos de la mancha amarilla empiezan a aparecer los bastones, aumentando su
número a medida que nos alejamos de ella, pero sin llegar los conos a desaparecer
nunca, incluso en las regiones periféricas de la retina.
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1.2.- EL ESPECTRO VISIBLE Y LA PERCEPCIÓN DEL COLOR.
La luz que llega hasta nuestros ojos procedente del Sol y de otras fuentes luminosas, cae
a menudo fuera del espectro visible para los seres humanos, por lo que no somos
capaces de aprovecharla en su totalidad. Esto es causado por los siguientes motivos:
De todos es conocido que la luz ultravioleta conlleva unos efectos nocivos para la salud,
pudiendo incluso alterar el código genético de las células y producir mutaciones o la
muerte celular. Así pues se pueden producir melanomas cancerosos en la piel
sobrexpuesta a éste tipo de radiación, o se puede usar para matar las bacterias que se
encuentran sobre la fruta o en nuestros cepillos de dientes.
El ojo humano está concebido para durar al menos unos 40 años, la esperanza de vida
original de nuestra especie, por lo que para una longevidad tal es necesario que esté
protegido contra la nociva radiación ultravioleta mediante unos filtros que la bloquean.
La retina en el ser humano si que es capaz de percibir la región del ultravioleta, pero sin
embargo la córnea absorbe la mayor parte de la energía de longitudes de onda inferiores
a los 300 nm, en la región del ultravioleta. Esto produce daños a la córnea, por lo que
deberíamos usar gafas de sol en las horas en que la luz es más intensa, incluso en días
nublados. También el cristalino absorbe fuertemente la luz de longitud de onda inferior
a los 380 nm, siendo ésta la radiación menor que puede llegar a la retina.
Por el otro lado del espectro, las moléculas de agua de la córnea y del humor acuoso
absorben la mayor parte de la energía en longitudes de onda por encima de los 1.200
nm. Sin embargo los pigmentos del ojo carecen de respuesta para la luz de longitud de
onda superior a los 800 nm y no son muy sensibles para la que excede los 700 nm.
Así pues la luz visible por el ojo humano abarca, por un lado desde el color rojo, con
una longitud de onda de unos 680 nm. Por el otro lado del espectro, nuestro ojo puede
ver hasta el color violeta, con una longitud de onda de unos 380 nm. Con longitudes de
onda mayores o menores que éstas, nuestro ojo no es capaz de percibir la luz ni por
tanto las imágenes y si hay presente luz en frecuencias visibles, los colores más allá de
éstos límites nos parecerán tonos grisaceos indeterminados.
La habilidad del ser humano para distinguir los colores, nos permite diferenciar
fácilmente los objetos de su entorno. Así por ejemplo, nos es fácil distinguir las
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manzanas maduras, de un rojo brillante, de su fondo verde de hojas, ramas y de las otras
manzanas.
Ésto es debido a que los conos que poseemos son de tres tipos y están capacitados para
responder a varios colores. La mayoría de nuestros conos son sensibles a longitudes de
onda altas (rojos), seguidos en abundancia por los de longitudes de onda medias
(verdes) y por último los de longitudes de onda más bajas (azules) constituyen sólo el
10% del total. Ésta distribución permite abarcar todo nuestro espectro visible, en lo que
se llama visión tricromática, común a todos los primates.
Sin embargo existe una diferencia entre el color físico, de una determinada longitud de
onda, y el color fisiológico que percibe el ojo. Así el ojo percibe como color amarillo a
una longitud de onda de unos 580 nm, pero también percibe como amarilla a la
combinación de una luz verde y luz roja. Con esto vemos que algunos colores son el
resultado de la estimulación de varios tipos de conos en mayor o menor medida.
El color que mejor percibe el ojo humano, al estimular un mayor número de conos, es el
amarillo. Sin embargo, está demostrado que el color que el ser humano es capaz de
resaltar mejor frente a cualquier tipo de fondo, es el llamado naranja internacional
(blaze orange), con una longitud de onda de 595 nm, algo desplazada hacia el rojo al
ser los conos más abundantes los sensibles a longitudes de onda altas. Este color es
ampliamente usado para señalizaciones, equipos de emergencia, etc. y es también
obligatorio en algunos países en la indumentaria de los cazadores.
Los animales que constituyen nuestras presas, disfrutan de una longevidad mucho
menor que la del ser humano, por lo que no es necesario que sus ojos estén protegidos
contra los nocivos rayos UV y que por lo tanto si que llegan a estimular sus retinas. En
otras palabras, muchos animales son capaces de ver luz que nosotros no percibimos,
más allá del violeta.
Por el contrario estos animales carecen casi de conos, incluso en la fóvea, por lo que su
percepción de los colores es más bien pobre. Además sus conos responden sólo a dos
tipos de frecuencia, disfrutando sólo de una visión dicromática con picos en los 450 nm
(violeta) y 540 nm (verde). Éste tipo de visión es común en los carnívoros y ungulados
y que por tanto carecen de la capacidad de discriminación de los objetos, que disfruta el
ser humano.
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El principal inconveniente de la visión dicromática está en la incapacidad de diferenciar
los colores de longitudes de onda medias: amarillo, marrón, naranja y rojo. La mayoría
de los animales que basan su visión en conos que perciben longitudes de onda bajas
(violetas) y longitudes de onda altas (verdes), se verán incapaces de diferenciar entre los
colores arriba citados o incluso de percibir los de longitud de onda más alta. Así un
objeto de color naranja o rojo, parecerá a sus ojos como una tonalidad indeterminada de
ocre.
La imagen del mundo que deben percibir estos animales es más próxima a una
fotografía en blanco y negro que a una en color. Sus contrastes de colores en el mundo
que les rodea, están basados principalmente en dos tonalidades: el azul (cielo, agua) y
los ocres (tierra, vegetación, animales). Cualquier cosa azul, violeta o ultravioleta
situada en el suelo, llamará poderosamente la atención de éstos animales, frente al
fondo de pardos y verdes del suelo. El violeta o ultravioleta sería para éstos animales el
equivalente del naranja internacional (blaze orange) para nosotros.
1.3.- LA VISIÓN NOCTURNA.
El ojo humano no responde igual con poca que con mucha luz. Si a un individuo se le
sitúa en un ambiente claro, se dice que está adaptado a la luz y que usa visión fotópica.
Si se le mantiene en un ambiente oscuro, se dice que está adaptado a la oscuridad y que
utiliza visión escotocópica. Un ojo adaptado a la luz, no puede ver nada en cuanto se le
introduce en un ambiente oscuro, sin embargo después de un tiempo los objetos se
hacen visibles. El tiempo de adaptación suele ser de unos 30 minutos en el ojo humano,
e implica unos complicados procesos químicos en lo que se denomina transición de
Purkinje y en la que tiene mucho que ver la vitamina A.
En el ojo humano, la agudeza de la visión escotópica alcanza su valor máximo a unos
20º de la fóvea, donde la densidad de los bastones es máxima. Por el contrario, en la
fóvea y su periferia, la adaptación a la visión escotocópica es nula, al estar la cornea
cubierta de conos en ésa zona, y al necesitar de mayor cantidad de luz para su
estimulación. Por tanto, con poca luz, percibiremos mejor las imágenes en nuestra
visión periférica y poco o nada si miramos directamente hacia un objeto.
De todos nosotros es conocida la predisposición de nuestras presas a la vida nocturna,
gracias a la fácil adaptación de sus ojos a la visión escotocópica.
El 90% de las células fotoreceptoras de los ungulados son bastones, y por tanto están
bien preparados para la visión con poca luz y además son sensibles a las longitudes de
onda bajas, precisamente las más abundantes durante la noche. La distribución de los
bastones es más o menos uniforme, no perdiendo capacidad de visión en ningún punto
del ojo, como ocurre a los humanos.
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La sensibilidad de los bastones es máxima para longitudes de onda alrededor de los 500
nm (azules y verdes). Ésta sensibilidad decae rápidamente hacia el lado de los amarillos
y rojos, pero permanece bastante alta hacia el lado del ultravioleta.
Así mismo sus pupilas son capaces de abrirse con un diámetro unas tres veces superior
al nuestro, permitiendo así la entrada de una mayor cantidad de luz. La cantidad de luz
que penetra en el ojo está en proporción directa a la superficie que atraviesa, así pues si
con un tamaño similar del ojo el diámetro de la pupila es tres veces mayor, la cantidad
de luz total que penetra será tres al cuadrado, o sea, nueve veces mayor.
Otra importante adaptación de sus ojos de los animales a la visión nocturna es la
presencia del llamado tapetum lucidum, que es una capa situada tras la retina y que
hace que la luz incida dos veces la misma célula fotoreceptora, reciclando y aumentando
la luz disponible para la visión dentro del ojo hasta un 60%. Ésta es la causa por la que
vemos brillar los ojos de los animales al alumbrarlos con una fuente luminosa durante la
noche.
El tapetum lucidum en los cérvidos
Todos estos mecanismos de adaptación a la visión escotocópica, sumados, hacen que la
capacidad de visión con poca luz de los animales, sea cientos de veces superior a la
nuestra. El color que mejor ven los animales en las horas nocturnas es el ultravioleta,
que coincide también con la mayor luz disponible, y sin embargo son ciegos a los
naranjas y rojos.
1.4.- LA AGUDEZA VISUAL.
La agudeza visual del ojo se define como la mínima separación angular entre dos puntos
luminosos, que equidistan del ojo y que pueden ser distinguidos por éste como dos
objetos diferentes. Si dos objetos se hallan muy próximos entre si, el ojo los confundirá
como si se tratasen de un solo objeto.
Para el ojo humano, el valor máximo de la visión fotópica es en la fóvea, donde los
conos son más densos. Para que el ojo pueda percibir dos puntos luminosos como tales,
su luz ha de incidir en por lo menos dos conos separados al menos por otro no
estimulado. La densidad de conos en la retina es el factor más importante, pero no el
único.
Para que el número de conos en relación con el tamaño de la imagen formada sea
grande, es necesario que el ojo también sea de gran tamaño, lo cual no siempre es
posible en la naturaleza.
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También es importante que los mecanismos dióptricos del ojo sean capaces de formar la
imagen más nítida que sea posible en la retina. Cuanto mayor sea el diámetro pupilar,
mejor será la capacidad de resolución del ojo, pero por el contrario la profundidad de
campo o el margen de distancias en el que podemos ver un objeto con nitidez, es menor.
La luz de diferentes longitudes de onda se refracta dentro del ojo, haciendo que los
distintos colores formen la imagen en puntos diferentes y perdiéndose nitidez en lo que
se denomina aberración cromática. El ojo humano filtra la luz más susceptible de ser
refractada, la azul y ultravioleta, por lo que la imagen formada presenta poca aberración
cromática y una gran nitidez.
Otro tipo de animales que disfrutan de una gran agudeza visual son las aves. Las aves
basan su visión principalmente en los conos, estando dotadas de conos capaces de
percibir longitudes de onda ya en el ultravioleta, no presentes en el ser humano. Por lo
tanto su capacidad de resolución podríamos decir que es alta, incluso superior a la del
ser humano. Por otro lado necesitan de gran intensidad de luz para poder utilizar su
potente visión, encontrándose en profunda desventaja a ésas horas del día en la que la
luminosidad no es alta.
Micrografía de los conos y bastones en la periferia de la retina de un mono
Podemos decir que la capacidad de resolución de objetos de casi todos animales no es
tan buena como la del ser humano, resultádoles difícil en muchas ocasiones la
formación de imágenes nítidas en la retina, tanto más cuanto mayor sea la adaptación
a la vida nocturna del animal. La visión a distancias más allá de unos 30-60 m es
borrosa y difícilmente pueden distinguir las formas con nitidez, debido a la falta de
profundidad de campo en su visión y a las aberraciones cromáticas.
Las aves gozan de una visión muy superior a la nuestra, pero únicamente con buena
iluminación, siendo su capacidad de ver en las sombras y en la oscuridad casi nula.
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1.5.- CAMPO DE VISIÓN.
Observemos que la posición de los ojos en los depredadores, incluido el ser humano, es
frontal para permitir una visión esteoroscópica que les permite percibir mejor la
profundidad de los objetos y el cálculo de distancias, necesarios para la caza. Los
animales herbíboros, por el contrario, han desarrollado un tipo de visión que les permite
detectar la presencia de los depredadores, situando sus ojos en los laterales, con lo que
cada ojo es capaz de cubrir casi 180º de campo visual.
Los herbíboros son capaces de detectar el movimiento casi en todas direcciones, unos
300º, excepto directamente por detrás. Sin embargo en el plano vertical el arco de su
campo visual es mucho más limitado, por lo que no pueden ver lo que les acecha por
encima.
Hacia el frente gozan también de visión binocular estereoscópica y buena percepción de
la profundidad de campo, en un arco que abarca casi 90º.
Hacia los laterales, sin embargo, solo disponen de visión monocular y una pobre
percepción de la profundidad de campo, en lo que constituye la mayor parte de su
campo visual. Así mismo, cada ojo enfoca independientemente, por lo que les es dificil
fijar su atención en objetos, pero al mismo tiempo les permite detectar el movimiento
rápidamente en un arco de unos 300º.
Algunos ungulados están dotados de cornamentas que les impiden ver en algunos
ángulos y que limitan su campo de visión notablemente en algunos sectores. Éste sería
el caso del muflón (Ovis musimon) y el alce (Alces alces), por ejemplo.
Visión binocular en un cérvido
Campo de visión en un cérvido
Los herbíboros son capaces de vigilar su entorno en un gran arco que abarca los 360º
si incluimos el movimiento del cuello. Por el contrario sólo son capaces de una visión
de alta resolución en un arco limitado, directamente delante de ellos, por lo que deben
situar a un objeto en ése arco si quieren observarlo. En su zona de visión monocular les
es difícil distinguir los movimientos lentos y/o que se dirijan directamente hacia ellos,
al carecer de profundidad de campo.
No pueden ver directamente por encima suyo, al estar su campo de visión y el
movimiento de su cuello limitados, lo que es aprovechado ampliamente por los
cazadores que usan puestos elevados (treestands).
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2.- EL CAMUFLAJE EN LA CAZA CON ARCO
Hasta los años 70 los cazadores y los arqueros en especial, no usaban camuflajes y los
pocos que lo hacían estaban limitados a los estampados militares. Los ejércitos tampoco
empleaban normalmente ropa camuflada, ya que preferían los uniformes de colores
sólidos para sus tropas regulares y sólo sus unidades especiales usaban ropa
mimetizada. Hasta ésa época el éxito de los cazadores arqueros era limitado, en parte
debido a la falta de conocimiento general sobre ésta forma de caza y en parte por lo
inadecuado de los materiales empleados, entre ellos su vestuario.
En 1.972 Jim Crumley, un anónimo profesor de marketing de Virginia (EE.UU.),
comenzó a experimentar con un nuevo camuflaje, pintando manchas marrones sobre
ropa de trabajo gris, que hiciera juego con la vegetación de los bosques donde cazaba.
Dos años más tarde, sobre la misma ropa dibujó con rotulador unos rectángulos a forma
de sombras, que imitaban la corteza de los árboles de la zona. La idea pareció tener
éxito entre sus amigos y en 1980 se decidió a poner un pequeño anuncio en la revista
Bowhunter y así nació el primer camuflaje diseñado especialmente para cazadores, el
patrón Trebark®.
En 1.982, otro fabricante de camuflajes empezó a coger fama. Era Bill Jordan, el
creador del patrón Realtree®, y que pasó a ser la competencia directa de Trebark
®.
Ambos estampados se comenzaron a vender en grandes cantidades, y los dos creadores
firmaron cada uno una exclusiva con los dos grandes almacenes mayores de los EE.UU.
Al año siguiente otro competidor, Toxie Haas, lanzó el patrón llamado Mossy Oak® y a
partir de ese momento el multimillonario negocio de los camuflajes fue ya imparable.
Hoy día coexisten más de 50 patrones distintos de camuflajes especializados para la
caza con arco. Algunos realmente son capaces de cubrir las necesidades especiales de
un arquero y otros no tanto y deben su existencia solamente a la moda del momento.
Deberemos saber reconocer los mejores y elegir sólo los que realmente son efectivos y
apartar aquellos que atraen tanto los ojos de los compradores humanos como los de sus
posibles presas. Un buen camuflaje debe hacernos el trabajo de la ocultación más fácil,
desde el infinito hasta la distancia de tiro. Para ello debe poderse incluir en los dos
siguientes grupos, aunque muchos pertenecen sólo a uno de ellos, y sólo serán efectivos
en unas condiciones determinadas.
2.1.- CAMUFLAJES QUE ARMONIZAN CON EL ENTORNO.
Armonizar con el entorno quiere decir que la prenda vista en una escala de grises, no
resalte del fondo en el que esté colocada. Éstas condiciones pueden darse en
indumentaria de un solo color, como el clásico color kaki o el verde oliva, o con prendas
estampadas con complicados patrones que imiten hojas, ramas, cortezas de árboles, e
incluso pieles de serpientes.
La historia de la compañía Mossy Oak® nos cuenta que su popular estampado original
surgió del deseo de su creador de crear un patrón que tuviese los mismos colores que un
puñado de tierra que cogió del bosque. Ése sería el ideal de armonización con los
colores y tonos del entorno, que nuestro equipo incluyese sus colores exactos. Pero eso
no es siempre posible ni deseable y deberemos buscar unos tonos comunes que nos
permitan cazar en el mayor número de ambientes que sea posible.
Fijémonos en los animales, sus pelajes suelen ser de colores pardos y grises, y nos es
muy difícil distinguirlos en su hábitat natural, armonizando perfectamente con su
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entorno. Pocos animales presentan algún tipo de camuflaje en el sentido que nosotros lo
entendemos, no lo necesitan.
camo Bushlan
®
camo Mossy Oak
® Treestand
El que no llamemos la atención en un entorno determinado no significa que podamos
con la misma prenda ocultarnos a tan solo unos pocos pasos más allá. Esto es
especialmente cierto con los camuflajes que imitan las cortezas de los árboles, que nos
ocultan de un observador mientras estemos apoyados contra el árbol, pero que nos
delatan contra la claridad del cielo en cuanto el observador simplemente nos mire desde
un lado. La existencia de pequeños patrones que imiten hojas o cortezas, con todo
detalle y en varios colores, no garantiza que a la distancia media de tiro de unos 20
metros ésos estampados y sus detalles sean totalmente visibles y efectivos.
A medida que un objeto se aleja, los detalles se vuelven más confusos para el ojo, hasta
que llegan a desaparecer totalmente, debido a que su capacidad de resolución es
limitada. Esto ocurre a menor distancia cuanto más pequeños sean los detalles del
objeto. Si el objeto además está compuesto por varios colores, el ojo los detectará como
su suma, es decir, si es rojo y amarillo a corta distancia, a distancia aparecerá como
naranja. Así el ojo percibirá la forma en conjunto y en un color medio de los que la
componen, posiblemente más oscuro que los originales. Este efecto conocido como la
Ley de Rico sobre la visión lejana puede hacer que un camuflaje que a corta distancia
nos parece que debe ser muy efectivo, a unos pocos metros haga que nuestra silueta sea
fácilmente identificada por los animales. Éste es el principal defecto de los camuflajes
que solamente proporcionan una armonía de tonos con el entorno.
Aunque son muy atractivos a la vista del comprador, deberíamos rechazar aquellos
camuflajes que presentan muchos detalles pequeños y poco separados entre si, por lo
expuesto anteriormente. Un buen camuflaje debe ofrecer su eficacia máxima a una
distancia entre 10 y 30 m.
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Son mejores los colores claros, como el beige, para evitar el efecto de oscurecimiento
con la distancia.
Por otro lado, los camuflajes militares están diseñados para engañar a los ojos de los
humanos y no a los de los animales. Aunque fáciles y baratos de conseguir hoy en día,
su eficacia es limitada y en muchos de ellos ya a poca distancia no se pueden percibir
sus pequeñas manchas, pareciendo de un color indeterminado, generalmente demasiado
oscuro como para armonizar con fondos que no sean los de las sombras más profundas
del bosque y que delatan la silueta del cazador.
Camo militar Woodland
Camo que sólo imita cortezas de árboles, Trebark
® original
Los camuflajes que armonizan con los colores y formas del entorno, muchas veces no
son capaces de disimular la silueta humana ni de armonizar con todos los fondos del
terreno en el que cacemos, por lo que en algunas condiciones funciona y en otras, en
cambio, los animales nos reconocen fácilmente. Requieren que permanezcamos en las
cercanías del entorno al que imitan y muchas veces de inmovilidad casi absoluta.
2.2.- CAMUFLAJES QUE DISIMULAN LA SILUETA HUMANA.
Los animales aprenden a reconocer la silueta del hombre rápidamente, sobre todo la
parte superior del torso. Un animal que camina erguido, con el cuello muy corto, la
cabeza redonda, y que en ocasiones porta un instrumento en forma de palo, es señal de
peligro inminente y suficiente para que nuestras presas inicien una huida a la carrera.
Un buen camuflaje debe de ser capaz de disimular la silueta humana antes descrita, o al
menos hacer que los animales no puedan percibir la totalidad del cuerpo, si no partes
sueltas que no puedan relacionar con un depredador. Hoy en día muchos estampados de
los fabricantes más populares ya consiguen plenamente éste propósito.
Para que el camuflaje sea capaz de disimular la silueta humana se usan actualmente dos
principios: colocar grandes manchas de distintos tonos repartidos por varias partes del
cuerpo y confundir la capacidad de enfoque del ojo mediante objetos aparentemente
colocados en otro plano.
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Al incluir grandes manchas irregulares de diferentes tonos repartidas por el cuerpo es
como si llevásemos puestos varios camuflajes del grupo anterior. Tenemos así más
probabilidades de que varios de los colores armonicen con el fondo en que nos
encontremos mientras otros resaltarán algo más. En el peor de los casos, un animal que
nos mire, verá por ejemplo algo que parece un brazo y una cadera, pero nunca podrá
distinguir suficientes partes del cuerpo como para identificarnos con un peligro. Éste
tipo de camuflajes son muy eficaces y polivalentes, funcionando en muchos entornos
diferentes. El hecho de que existan en el entorno zonas de sombras y claros, aumenta su
eficacia, al añadir más tonos a los ya empleados y además si el fondo de nuestro
camuflaje es claro, reflejará la luz ya existente en el entorno, sin aportar ningún color
extraño. La forma más sencilla de conseguir éste efecto es combinar varios tipos de
camuflajes en la vestimenta del arquero, en sus pantalones, chaqueta, guantes, etc.
mezclando camos: ASAT
® y Realtree
®
camo Mossy Oak
® Brown foliage
El otro principio se basa en un defecto de la visión llamado rivalidad binocular y que
consiste en que el ojo enfoca más fácilmente en los objetos oscuros situados sobre un
fondo claro que al revés. Así por ejemplo, si miramos a un tablero de ajedrez nuestros
ojos se fijarán enseguida en los cuadros negros, mientras que para concentrarnos en los
blancos necesitaremos de un esfuerzo adicional. Hay dos tipos de cuadros, pero los
negros predominan.
También se aprovecha el hecho de que el cerebro cuando percibe algo que le resulta
familiar, no necesita una atención especial para identificarlo e inmediatamente lo asocia
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a objetos y tamaños conocidos. Así pues, en el hombre, no necesitamos que un
interlocutor termine la frase para saber que va a decir o no es necesario terminar de ver
o leer algo para saber de qué se trata. Éste proceso de percepción de la realidad lleva a
errores. Fijémonos en los siguientes ejemplos:
¿Qué son estos bloques negros?. Rivalidad binocular.
¿Qué línea gruesa es más larga?.
Error de apreciación de distancias.
¿Qué niño es más alto?. Error en la comparación de tamaños.
A Manuel le gusta la
la caza con arco
y fecha
¿Qué dice aquí?... ¿seguro?. Error de interpretación,
Recordemos que además la capacidad de percepción y la agudeza visual de los
herbíboros es bastante peor que la nuestra. Sus ojos además vigilan su entorno mediante
barridos horizontales y se detienen cuando alguna línea vertical, fuera de contexto, les
llama la atención. En el ser humano padecemos el mismo defecto cuando nos movemos
junto a una carretera o una vía de tren. Las líneas horizontales parecen seguir nuestro
movimiento, pero al topar con líneas verticales, postes, señales, edificios, etc., nos llama
inmediatamente la atención y nos ponemos alerta.
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Muchos camuflajes aprovechan éstos defectos de percepción y engañan al ojo
colocando sobre un fondo claro objetos oscuros de formas y tamaños familiares para los
animales, como pueden ser ramas, hojas, etc., y que evitan la verticalidad. De hecho hay
camuflajes en el mercado que son sumamente eficaces y que solamente utilizan éste
principio para ocultar la silueta humana. Entre éstos últimos se encuentran ASAT®,
Skyline® y Sticks ‘n limbs
®, muy eficaces en ocultar al cazador a plena vista, en
multitud de entornos y sin necesidad de raras combinaciones de colores ni detalles de
pequeños objetos. Éstos estampados son especialmente eficaces en paisajes nevados o
cuando nuestra silueta se recorta contra la claridad del cielo.
Tampoco es necesario acudir a sofisticados diseños científicos para romper la silueta
humana, una simple camisa de rayas o cuadros, de los colores adecuados, puede
conseguir el mismo efecto que los camuflajes comerciales.
Una camisa de cuadros rompe la silueta.
camo Skyline
® original
Hay camuflajes que van más allá y combinan los efectos de los varios tipos. Éstos
incluyen en sus diseños grandes manchas de colores que armonizan con el entorno, a las
que sobreimponen figuras oscuras comunes en el entorno como ramas, hojas, etc. El
representante más típico de éste tipo es el estampado Predator®, un camuflaje
tremendamente eficaz.
Algunos incluso ván más allá y combinan todos los elementos anteriores con detalles
pequeños y prácticamente fotorealísticos, que no mejoran demasiado su capacidad de
ocultación, pero que si mejoran en gran manera sus ventas, sin menoscabar su eficacia
en el campo. Entre éstos últimos estarían los modelos Advantage®
, Aparition®,
Ultimate®
, etc. Ésta es la tendencia actual del mercado, marcado también por la moda,
como ocurre con otras prendas de vestir.
El no va más en camuflajes lo constituyen aquellos que verdaderamente incorporan
objetos con volumen. Los más comunes son los llamados Guillie suit, empleados
originalmente por los francotiradores del ejército, pero no son los únicos.
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camo Ultimate
®
camo Predator
® Fall Brown
El camuflaje ideal es aquel que no destaca del entorno y que es capaz de confundir a
los animales que nos miran directamente. Los que más se aproximan a éste propósito
son aquellos que rompen la silueta humana y la hacen irreconocible. Para tiros a
distancias medias a animales herbíboros, es mejor prescindir de la parafernalia de
detalles que llevan grabados muchos camuflajes. Sólo si cazamos aves es cuando la
combinación de colores y la profusión de detalles vienen a cuenta.
2.3.- NARANJA INTERNACIONAL.
En algunos de los países donde la caza con arco es más popular, es obligatorio el uso
del naranja internacional en parte o toda la indumentaria del cazador. En EE.UU., por
ejemplo, es obligatorio para los arqueros llevar una superficie mínima de 600 pulgadas
cuadradas de blaze orange en la parte superior del cuerpo durante la temporada de caza
con armas de fuego (todavía se puede cazar con arco). En algunas provincias de Canadá,
como Quebec, es obligado llevar safety orange o rojo para cazar especies como el oso
negro.
Muchos cazadores llevan el naranja de seguridad nada más hasta el puesto y después se
lo quitan, o se dejan puestas sólo las prendas mínimas para cumplir con la legalidad.
Debemos destacar que ésta práctica puede ser peligrosa, pues otro cazador poco
prudente nos puede confundir en la distancia con una pieza oculta entre la maleza y
disparar con su arma de fuego. Quizá lo que ignoren éstos cazadores es que el naranja
de seguridad es también un buen camuflaje. Recordemos que la visión de los herbíboros
está limitada hasta una longitud de onda de unos 630 nm y que el naranja internacional
con 595 nm, está en el límite de su capacidad visual y que carecen de conos sensibles al
rojo. Por lo tanto un animal verá el naranja como una escala de gris, mientras el ser
humano lo verá perfectamente resaltando sobre cualquier fondo.
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como lo vemos los humanos... y...
... como deben verlo los herbíboros
Para que los cazadores arqueros no parezcan una mancha gris uniforme en la campiña,
existen unas prendas en naranja internacional y que además están camufladas, y así
poder disimular la silueta del cazador. Éstas prendas camufladas cumplen con la
legalidad vigente en todos los países y constituyen un buen camuflaje de fondo claro.
En países africanos como Zimbawe, no es obligatorio el naranja de seguridad, pero si
que está prohibido el uso de camuflajes, por lo que también podríamos considerar el uso
del naranja internacional con algún tipo de estampado para camuflarnos dentro de la
legalidad.
En nuestro país, aunque todavía no es obligatorio, por prudencia recomendaría su uso
siempre que se coincida en las actividades cinegéticas con cazadores que empleen armas
de fuego, tales como monterías y batidas.
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3.- EL ARTE DE LA OCULTACIÓN
El hecho de llevar puesto un camuflaje no nos hace automáticamente invisibles a los
ojos de los animales, como el hecho de llevar un arco no nos convierte automáticamente
en buenos tiradores. Saberse ocultar de la vista de los animales es un arte que se aprende
con la práctica, que depende del tipo de terreno y de los recursos de los que
dispongamos en el momento, de forma que es muy posible que no podamos repetir
exactamente el mismo ardiz dos veces. A continuación daremos aquí unas nociones
básicas.
3.1.- EL SILENCIO.
Aunque aparentemente no está relacionado con la visión, la mejor forma de permanecer
ocultos a los ojos de un animal es no darle ninguna razón para mirar en nuestra
dirección. En el silencio están implicados tanto la forma que tengamos de movernos por
el campo, como la suela de nuestro calzado o el tipo de tejido con el que estén
confeccionada nuestra indumentaria.
Aunque un ruido natural en si no es por lo general motivo suficiente para espantar a los
animales, si lo es para ponerlos alerta. Si nuestras presas nos oyen y después nos ven,
para volverlas a encontrar tendremos que buscarlas ya en otra provincia. Lo mismo
ocurrirá si producimos algún tipo de ruido característico, como el metálico, que nos
identifique como humanos.
En lo referente a los camuflajes, deberemos procurar que estén confeccionados con
tejidos silenciosos, como son la franela, forros polares, Saddlecloth®, lana, etc. Los
tejidos más ruidosos son, entre otros, los de Nylon (o los que lo contienen en parte) y
los de Cordura®.
No toda la ropa de caza está diseñada para los arqueros, por lo que deberemos cuidar de
que todo nuestro equipo reúna éstas condiciones de silencio. Al adquirir una nueva
prenda deberemos cerciorarnos de que cumple unos requisitos de silencio mínimos, para
lo cual podemos hacer la prueba de rascar su superficie con las uñas. Si al hacerlo emite
algún tipo de ruido sospechoso, deberemos descartar ésa prenda. De nada sirve que
nuestra chaqueta sea sumamente silenciosa, si nuestra mochila es de Nylon, por lo que
ésta regla se deberá aplicar a todo el equipo.
3.2.- LA INMOVILIDAD.
Puede que nos resulte relativamente fácil pasar desapercibidos a los ojos de un animal si
sabemos aprovechar bien sus puntos débiles, vestimos con los colores y patrones
adecuados, usamos la luz correcta, etc. Pero nada nos puede salvar si el animal nos ve
movernos. El movimiento se percibe fácilmente incluso si la iluminación, el enfoque o
la profundidad de campo no son los correctos, llamando inmediatamente la atención de
los animales, que por otro lado están siempre alerta en busca de depredadores.
La mejor solución para una total invisibilidad es permanecer completamente inmóviles
o fuera del campo visual de nuestra presa, desde un puesto elevado por ejemplo. Sin
embargo no siempre podremos permanecer inmóviles, sobre todo en la modalidad de
acecho, pero podemos minimizar nuestros movimientos para que pasen lo más
desapercibidos que sea posible.
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En el caso de estar al descubierto, y si no es posible otra solución, deberíamos elegir
para nuestro acecho una senda que nos lleve muy lentamente por derecho hacia el
animal, y no perpendicularmente a él o formando ángulos, ya que así nuestros
movimientos serán menos llamativos.
Es conveniente esperar a que el animal mire en otra dirección o agache la cabeza para
pastar antes de iniciar ningún movimiento. Generalmente los animales siguen un ritmo
al comer, al beber o al vigilar su entorno. Sería conveniente contar cuántos segundos se
distrae nuestra presa y si efectivamente sigue un ritmo. Sabiendo cuánto tiempo
permanece distraída, podremos aprovecharlo para movernos con seguridad en la
siguiente ocasión que nos ofrezca, incluso dejando unos pocos segundos como margen
de seguridad.
Las partes del cuerpo que más movemos en la caza con arco son la cabeza y las manos,
detalle que es frecuentemente descuidado. Por eso es importante que no llevemos
expuestas éstas partes, que llaman mucho la atención al ser claras, y que las cubramos
con algún tipo de camuflaje.
3.3.- SABER USAR LAS SOMBRAS.
Es conveniente no exponernos a la claridad del Sol, ya que resalta los colores y las
formas y nos hace visibles a mucha más distancia. Aparecer de pronto en un claro bien
iluminado tendría el efecto equivalente a que de pronto nos iluminaran con un foco en
un escenario. Por lo tanto es muy aconsejable movernos siempre por las sombras o en la
penumbra y nunca exponer de golpe todo nuestro cuerpo a la luz directa del Sol.
En las sombras se reduce mucho la intensidad de la luz disponible y se hace más difícil
ver nuestra figura y nuestros movimientos. Los colores más visibles son el azul y el
ultravioleta, y los otros se vuelven poco visibles a partir del verde. Aunque los animales
son perfectamente capaces de ver con poca luz y los colores más visibles en las
sombras, su capacidad de visión se reduce al estar sus ojos adaptados a la claridad de la
luz ambiente.
Los colores más abundantes en la naturaleza, los tostados y verdes, son los que peor se
distinguen en las sombras profundas y por tanto los que ofrecen una mejor capacidad de
ocultación, junto con los grises y el negro. Deberemos procurar que nuestra
indumentaria incluya al menos alguno de ésos colores en su patrón básico.
Éste mismo efecto tiene lugar en las horas del amanecer y el crepúsculo, que son
precisamente en las que más se mueven los animales, pues se desplazan desde sus zonas
de descanso a las de pasto o viceversa, con la salvedad de que la intensidad de la luz
ultravioleta aumenta debido al efecto de refracción de la atmósfera.
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3.4.- BUSCAR COBERTURA EN EL FONDO.
Sin duda lo que mejor nos oculta de los ojos de cualquier animal es interponer un objeto
entre nosotros y él, pero al mismo tiempo también nos impide a nosotros la visión del
animal y por lo tanto cualquier tipo de acción venatoria (observar, acechar, disparar,
etc.). Después del hecho tener algo entre nosotros y el animal, lo que mejor nos oculta
de los ojos de nuestra presa es tener algo detrás de nosotros.
En la naturaleza los fondos suelen ser de formas irregulares, compuestos por un
entramado de líneas multidireccionales (troncos, ramas, matojos, hierbas, piedras, etc.)
en los que la figura humana, con sus características líneas verticales, se puede
confundir. A la hora de ocultarnos de los ojos de nuestras presas, deberemos ser siempre
conscientes de dos cosas principales: de dónde viene el viento y qué tipo de fondo
tenemos detrás.
Hay que evitar las situaciones en las que nuestra silueta resalte contra un fondo claro
(nieve, agua, el cielo, etc.), si el resto del paisaje es más oscuro. Éste es el caso de
asomarse por lo alto de una ladera o arbusto, de caminar por la cima de las colinas, de
apostarse en árboles sin hojas, etc. También es cierto lo contrario y hay que evitar
resaltar de un fondo oscuro si llevamos colores claros, lo que nos hace igualmente
visibles, si no más.
El cazador camuflado no contrasta... pero...
... el cazador no camuflado resalta del fondo.
3.5.- APROVECHAR LOS CONTRALUCES.
Podemos asegurar que los ojos de los animales, por su mayor capacidad de captación de
luz, ven mucho peor que los nuestros cuando miran directamente hacia una fuente de
luz intensa. Todos hemos observado como los animales se encandilan cuando por la
noche se les aproxima un coche con los faros encendidos lo que por otro lado causa el
índice de mortalidad más elevado entre la fauna, mucho mayor que el debido a la caza.
Por éste motivo, siempre que sea posible es aconsejable interponernos entre nuestras
presas y el Sol para evitar ser vistos. Ésta treta, llevada a su grado máximo, constituye el
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mejor camuflaje y permite obviar cualquier otra técnica de ocultación al cegar
completamente a los animales.
Deberemos aprovechar siempre en la medida de lo posible el efecto de los contraluces,
moviéndonos en un arco de unos 15º de la línea que imaginariamente uniría el Sol y
nuestra presa. Aumentar este margen sería contraproducente pues se resaltaría nuestra
silueta, si no disponemos de una buena cobertura de fondo y por lo cual deberíamos
evitarlo a toda costa.
Las ocasiones más propicias para aplicar ésta técnica son obviamente en las que el Sol
está más bajo. Para mantenernos dentro del margen de seguridad para que nuestra
silueta no resalte, arco de 15º, deberemos aplicar la técnica en un periodo de tiempo que
comprende hasta una hora después/antes de la salida/puesta del Sol, que por otro lado
coincide con las horas de mayor movimiento de los animales. Si estamos cazando desde
un puesto elevado, nuestro periodo de tiempo efectivo aumenta, dependiendo de la zona
y de la altura a la que nos hayamos apostado, pero como regla muy general lo podemos
aumentar en media hora por cada cinco metros de elevación, suponiendo que la presa
tiene un radio de alerta de cuarenta metros.
Una advertencia, al cazar desde un puesto elevado con el Sol en una posición baja,
deberemos tener mucho cuidado con nuestra sombra, compañera fiel que sigue nuestros
movimientos, aumentados en tamaño, y que será perfectamente visible desde el suelo.
3.6.- EVITAR LOS REFLEJOS Y BRILLOS.
Un reflejo en la penumbra del bosque, equivale para un animal lo que un faro para un
marinero, es visible desde mucha distancia.
Aunque parezca obvio, hay que procurar no exponer al Sol nada que pueda reflejar su
luz como objetos metálicos facetados, cristales, objetos planos de color blanco o muy
claro, etc. Cuidado con ése reloj de pulsera, el objetivo de los prismáticos, el cuchillo, y
cualquier otro objeto similar, pues pueden ser la causa de nuestro próximo fracaso
cinegético.
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4.- CAMUFLAJES PARA PROTENGERNOS DEL ENTORNO
Los camuflajes que portemos cumplen otro papel importante además de volvernos
invisibles, y es el de protegernos contra las agresiones del entorno. Deben ser resistentes
para aguantar las abrasiones de zarzas, ramas, piedras, etc. y mantener la temperatura de
nuestro cuerpo dentro de unos márgenes confortables.
Al desarrollarse la mayor parte de nuestras actividades cinegéticas en invierno, el frío
será el meteoro con el que tendremos que enfrentarnos más comúnmente. De todos es
sabido que lo mejor para luchar contra el frío es abrigarse mucho, y la forma más fácil
de hacerlo es poniéndonos más ropa y más gruesa. Éste método de abrigo presenta una
gran inconveniente para el cazador arquero y es que al aumentar el volumen de la ropa,
se restringen mucho nuestros movimientos, impidiéndonos tensar el arco con presteza y
soltura, y además la ropa puede interferir en el tiro y desviarnos la flecha. Lo mejor es
vestirnos en capas, de forma que podamos añadir o quitarnos la ropa según las
necesidades del momento, pero sin que nunca lleguen a ser voluminosas. De nada nos
sirve ir a cazar abrigados, si no podemos cazar nada, y de nada nos sirve ir desabrigados
si nos vemos incapaces incluso de andar.
La hipotermia es un siempre un riesgo al que se enfrenta el cazador arquero, y debemos
evitarla a toda costa, ya que puede matarnos. Por eso deberemos saber abrigarnos
convenientemente y para ello empezaremos de pies a cabeza:
4.1.- LOS PIES.
Los pies son una parte que sufre especialmente el frío, al estar en contacto con el helado
suelo, o al permanecer aprisionados e inmóviles dentro del calzado en lo alto de un
treestand. No en vano los dedos de los pies son de las primeras partes del cuerpo en
congelarse.
Para protegerse del frío, en primer lugar es necesario un buen calzado. Unas botas
aislantes, con Thinsulate®, tal vez incluso impermeables, entre las muchas que podemos
encontrar en el mercado, nos serán de gran utilidad. Para el frío extremo existen unas
botas especiales, llamadas Mickey Mouse, que forman parte del equipo de las unidades
del ejército que tienen que actuar en regiones polares. Ésas botas son caras, difíciles de
conseguir, ruidosas y tan voluminosas que nos hacen caminar con torpeza, no siendo
pues recomendables para regiones fuera del Círculo Polar.
Después de las botas necesitaremos unos buenos calcetines térmicos, en fibras aislantes
como el Polipropileno®, Thermolactil
®, Thermax
®,
etc. Cualquier fibra es válida
mientras no retenga la humedad, condición imprescindible.
Por último, encima de estos calcetines podemos llevar unos gruesos calcetines de lana.
Si todavía prevemos que vamos a tener frío, podemos incluir entre los dos calcetines
unas pequeñas bolsitas térmicas, hechas a propósito para calentar los pies. Si nos
enfriamos bastará con que movamos ligeramente los dedos del pie para que los
componentes de la bolsita se reactiven y produzcan calor.
Deberemos ser conscientes a la hora de comprar nuestro calzado, que además de
cumplir unas condiciones de silencio, impermeabilidad, aislamiento témico, etc. sean de
una talla suficiente como para permitir llevar dos o tres pares de calcetines sin
aprisionar el pie ni restringir su circulación.
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4.2.- LAS PIERNAS.
A continuación nos preocuparemos de las piernas, apéndices importantes pues bajo el
frío intenso tienden a temblar y dejan de funcionar, especialmente cuando en los puestos
quedan inmóviles por largo rato. Al no intervenir directamente en el tiro, existe la
ventaja de que podemos añadir capas de ropa a voluntad, especialmente si vamos a
cazar a la espera. Si necesitamos andar para cazar, quizá deseemos vestir algo más
ligero, pero que al mismo tiempo abrigue. En éste último caso deberemos tener cuidado
de no ponernos tanta ropa como para que nos haga sudar, pues si se moja la ropa
corremos un grave riesgo de hipotermia.
Una vestimenta en capas adecuada la constituirían una ropa interior de Polipropileno®,
Thermolactil® o Thermax
®, que mantiene la humedad apartada del cuerpo. En el caso de
no disponer de estas prendas, unos gruesos pantys de señora harán una buena función. A
continuación, en caso de frío intenso, podríamos poner encima de la primera capa más
ropa interior de los mismos materiales o lana, pero de mayor grosor. Encima de esta
capa podrían ir unos gruesos pantalones de lana y en el caso de mucho frío todavía
podríamos añadir unos pantalones o mono con Thinsulate®, plumón, o cualquier otro
material aislante.
Según la temperatura podemos ir añadiendo o quitando capas a nuestro gusto. Pensemos
también que tal vez suframos la urgencia de aliviar alguna necesidad fisiológica a la
hora de elegir nuestras prendas.
4.3.- EL TORSO.
El objetivo fundamental al abrigar el torso y los brazos es el mantener el volumen del
vestuario al mínimo, para que nos permita tirar con arco aceptablemente. Por éste
motivo deberemos siempre practicar el tiro con la ropa de invierno puesta, en el peor de
los casos que nos puedan surgir.
Mantener el volumen al mínimo y abrigar mucho es tarea difícil, por lo que deberemos
elegir nuestras prendas con cuidado.
La primera capa podría estar constituida, al igual que en el caso anterior, por ropa
interior de Polipropileno®, Thermolactil
® o Thermax
®, que mantiene la humedad
alejada del cuerpo. ¡Nunca usar prendas de algodón junto a la piel!, pues el algodón
retiene la humedad y corremos riesgo de hipotermia. La seda es también un buen tejido
para la primera capa, pero es cara y difícil de encontrar.
En el caso de mucho frío, la segunda capa puede estar constituida por otras prendas de
ropa interior, pero más gruesas y de cuello alto. En casos más normales podemos pasar
directamente a un jersey de lana fina o de algún tipo de forro polar (PolarFleece®,
PolarTech®, PolarTuff
®, etc.). Tengamos en cuenta que la lana tiende a engrosar el
volumen de nuestro vestuario, por lo que su uso debemos limitarlo. Por otro lado sus
capacidades aislantes son excelentes, incluso si está mojada.
Para la capa exterior, podemos añadir un jersey más grueso o una cazadora y en caso de
frío intenso, además un mono, parca o chaquetón tres cuartos con Thinsulate®, plumón,
Gore-Tex®, etc., aislante e impermeable, encima de todo lo anterior. No se recomienda
el forro polar para la última capa, pues su capacidad para resguardarnos del viento es
casi nula y además tiene tendencia a acumular escarcha, que se adhiere sobre su
superficie y podría causar hipotermia.
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Deberemos tratar de no sudar bajo ningún concepto, por lo que en el caso de la caza a la
espera es conveniente añadir las capas intermedias al llegar al puesto. Podemos ir
añadiendo o quitando capas a voluntad, según nos vayamos sintiendo más cómodos.
Por si llueve deberíamos llevar también un chubasquero, canguro o similar, cuidando
que dentro de lo posible sea silencioso (generalmente son de plástico o nylon).
Ojo con los bolsillos, cremalleras, cordones y colgantes que pueden interferir en nuestro
tiro. Por otro lado es conveniente siempre disponer de bolsillos en los que poder meter
las manos y también alguna que otra bolsita calentadora.
4.4.- LA CABEZA.
El ser humano es el animal terrestre con mayor volumen cerebral en proporción con el
tamaño de su cuerpo. Éste hecho implica que aparentemente debemos hacer un uso
mayor del cerebro que otros animales. La utilización masiva de las células cerebrales
conlleva un residuo poco deseado para el organismo y que es la producción de calor,
que debemos eliminar para el buen funcionamiento del cerebro. El ser humano por lo
tanto pierde gran cantidad de calor por la cabeza, mucho más que cualquier otro animal.
Según diversas fuentes, la cantidad de calor perdida a través de la cabeza varía, pero
ronda el 30% de todo el calor corporal, por lo que convierte la cabeza en la parte del
cuerpo por donde perdemos más calor. Recordemos el viejo dicho: “Si quieres tener los
pies calientes, abrígate la cabeza”.
Para abrigar la cabeza, deberíamos empezar por el cuello, lugar por el que transcurren
los grandes vasos sanguíneos que irrigan el cerebro. Si se enfría el cuello, se introducirá
sangre fría en el cerebro, y por lo tanto bajará la temperatura de éste, con el riesgo que
eso conlleva. Una buena bufanda, pañuelo de seda o ropa de cuello alto, harán la
función. Existen también unas pequeñas prendas que cubren sólo los hombros y el
cuello y que son como la parte superior de un cuello de cisne.
Para la cabeza propiamente dicha, nada mejor que un buen pasamontañas de lana. Si el
frío es intenso, entonces podemos desplegarlo totalmente y nos protegerá el cuello, cara
y cabeza. Si el frío aumenta, podemos añadir además un gorro de lana gruesa, uno
aislante, o la capucha aislante del chaquetón que llevemos. La lana presenta la ventaja
de que no retiene la humedad, que abriga incluso cuando está mojada y que es barata y
fácil de conseguir.
No es conveniente añadir mucho bulto sobre la cara, sobre todo para los tiradores
instintivos, pues esto hace variar la sensación que tenemos al anclar el arco y nuestros
tiros pueden desviarse, generalmente a la izquierda y arriba (tiradores diestros).
4.5.- LAS MANOS.
Nuestras manos deberían ser objeto de especial atención, pues son las herramientas que
nos permiten llevar a acabo la infinidad de tareas que necesitamos para llevar a buen fin
una jornada de caza.
Si vamos a caminar para cazar, nuestras manos seguramente estarán expuestas a la
intemperie, pues tendrán que sujetar el arco y usarse para otras tareas. Conviene
entonces usar guantes o manoplas aislantes con Thinsulate® y Gore-Tex
®, encima de
otros más finos de lana. Los guantes gruesos deberemos quitarlos para efectuar el tiro.
Para cazar desde un puesto, lo mejor es meter las manos en un caliente bolsillo, en el
que habremos introducido previamente unas bolsitas calentadoras.
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5.- CUIDADO DEL EQUIPO
Ya hemos visto que con la variedad de prendas necesarias para la caza con arco, es fácil
que gastemos en vestuario lo mismo o más que lo que hemos gastado en el equipo de
tiro. Conviene por tanto tener buen cuidado en conservar nuestra ropa de caza, y eso
implica principalmente tres aspectos: proteger la integridad del tejido, conservar intacto
el estampado del camuflaje y mantener las prendas libres de olores extraños.
5.1.- EL LAVADO.
El lavado hace más por conservar o destruir una prenda que todas las demás acciones
sobre ésta combinadas. Esto es especialmente cierto con el equipo de caza.
Primeramente deberemos mantener la integridad del tejido de la prenda. Aunque hechas
para un trato rudo, algunas prendas son delicadas también por sus capacidades
aislantes, que podrían perderse en caso de un lavado o secado inadecuado. La lavadora
puede variar la uniformidad de distribución de las fibras aislantes incluidas en el forro, o
romper una delicada membrana como es el Gore-Tex®. El agua caliente también puede
hacer que las prendas aislantes como el Polipropileno®, Thermolactil
® o Thermax
®,
encojan varias tallas, debido a la especial composición y distribución de sus fibras.
El estampado del camuflaje es el segundo factor de riesgo en la operación de lavado del
equipo. Un tipo de lavado demasiado rudo, puede hacer que los colores de nuestro
camuflaje destiñan, con el resultado de que el estampado pierde parte o toda su
efectividad. También los detergentes convencionales incluyen abrillantadores del color,
que no son otra cosa que reflectores del ultravioleta, que dan la sensación de azulado en
la ropa blanca. Ya hemos visto que los animales pueden ver perfectamente el
ultravioleta, y no queremos nuestra ropa teñida en ése color, los que nos haría parecer
de un color fluorescente a nuestras presas. También los detergentes convencionales
incluyen perfumantes, que harán que los animales nos puedan oler desde gran distancia.
Todos estos efectos indeseables del detergente, permanecen en la lavadora, incluso si
usamos algún tipo de jabón especial para cazadores, ya que siempre quedan resíduos en
los conductos de agua, el tambor, etc. y que duran por muchos lavados.
Como no siempre es posible contar con una lavadora especialmente dedicada a nuestros
camuflajes, se recomienda para simplificar las cosas, lavar nuestro equipo a mano, con
agua fría, vuelto del revés y con detergentes especiales para cazadores. Si no
disponemos de estos detergentes, acudir a aquellos que no tengan ni abrillantadores del
color ni perfumantes (escamas Lagarto). No se recomienda añadir bicarbonato sódico al
agua, como podemos leer en algunas publicaciones antiguas. El bicarbonato sódico es
un absorbente de olores, no un eliminador de olores, y por tanto irá captando cada olor
que llegue a la prenda, incluidos los indeseables. Además sus restos permanecen en la
prenda por muchos lavados.
El secado deberá hacerse al aire libre, sin secadoras, y a la sombra. Si fuera posible, lo
ideal sería tender las prendas sobre algún arbusto o matojo abundante en las zonas
donde solamos cazar. En cualquier caso intentar mantener las prendas libres de olores.
Si no tenemos más remedio que usar una secadora para mantener las condiciones de
esterilidad anteriores, volver las prendas del revés antes de proceder.
Si nos encontramos en el campo y no podemos lavar para eliminar el olor a sudor u
otros, un buen sistema es tender las prendas al aire libre por unas 24 horas, para que se
ventilen bien y desprendan nuestro olor y capten el de los alrededores.
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5.2.- ALMACENAJE.
Sería un error cuidar las prendas con esmero y luego guardarlas en el armario, junto con
todas las demás de nuestro vestuario. Cogerían inmediatamente olores como naftalina,
piel humana, perfumes, etc., por lo que todos nuestros esfuerzos para esterilizarlas
serían en vano.
Se recomienda que después de lavar y secar las prendas adecuadamente, se introduzcan
dentro de bolsas de plástico herméticas y que se conserven así hasta llegar al lugar de
caza, y una vez allí restregarlos por algunos de los matorrales de la zona. Es también
conveniente guardar todos nuestros camuflajes en un mismo sitio, para así simplificar su
cuidado.
Debemos evitar llevar los camuflajes puestos para otras actividades que no sean cazar,
da mala imagen a los cazadores y además van recogiendo todos los olores del mundo
que nos rodea: gasolina, plástico, comida, tabaco, perfumes, productos químicos, etc.
Recordemos que nuestros camuflajes son la herramienta más útil que tenemos para
poder aproximarnos a los animales. ¡Cuidémoslos!.
Buena caza
Miguel Ángel González Domingo