el mito de la pertenencia(2)

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  • 7/25/2019 El Mito de La Pertenencia(2)

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    Medio Siglo de la Revolucin de 1952

    El mito de la pertenencia de Bulivia

    al mundo occidental.

    Rquiem para un Nacionalismo

    Silvia Rivera Cusicanqui

    La pertinencia del pasado

    Este trabajo intenta ser una comprensin de las contradicciones culturales y polticas del proyecto dereformas estatales. Llevado a cabo por el MNR a partir de la insurreccin popular del 9 de abril de 1952,que lo encumbr en el poder. Previamente, debo sin embargo enfatizar que las inquietudes analticassobre las reformas del 52 provienen del horizonte de la crisis presente, y'de los avatares identitarios de lallamada 'nacin boliviana' que supuestamente fue fundada, en su versin moderna, en esos momentos .picos ocurridos medio siglo atrs. Veamos un poco estos problemas de identidad y de identificacin delos cuales padecen las lites en Bolivia para comprender la pertinencia de esta mirada al pasado desde elpresente.

    En trabajos anteriores (Rivera 1993,1996), haba formulado la hiptesis de un mestizaje colonialandino, para explicarme esa estructura ideolgica de larga duracin que se manifiesta como una profun-da e internalizada prctica de autodesprecio, la cual se ha reproducido por siglos en la personalidadcolonizada y atraviesa a todos los estratos de la sociedad. Comparaba a muchos q 'aras y mestizos delite que vi en el tren subterrneo de Pars o de Nueva York, con esos migrantes de la provincia Camacho

    0 del norte de Potos, que sacan a relucir su alteridad con el fin de convocar la filantropa del extrao o laatencin de aqul que consideran superior en cualquier orden de jerarquas (civilizatoria, estamental, declase o etnia o en relacin con el acceso al poder). En esos momentos, me acometa un confuso senti-miento, vergenza ajena, pero tambin una profunda rabia. Rabia porque esos mismos barbudos ven-dran despus ac a manipular la retrica de la identidad con el fin de seguir mandando, autoritaria opaternalistamente, sobre este pas de indios; vergenza porque mostraban la hilacha como inconscien-tes colonizados, pues tena que ser viajando al exterior cmo descubriran que no eran del todo occiden-tales, aunque nunca llegasen a asumir las consecuencias prcticas de dicho descubrimiento.

    El mecanismo central que permiti la reproduccin encubierta de esta disyuncin identitaria fue eldiscurso del mestizaje. En sus versiones raigales de los aos cincuenta, se vea al mestizaje como unhbrido, una planta nueva y homogeneizada, a partir de un conjunto de races diversas, todassubsumidas en un solo tronco jerarquizado: la pirmide identitaria occidental y colonial. He definido aesta nocin como un ideologema1que permiti plasmar la ciudadanizacin forzada de las poblaciones

    1 He tomado este concepto del trabajo de Luis H. Antezana, quien seguramente lo tom a su vez de la semitica francesa. VerSistema y proceso ideo 1 ogicos en Bolivia (1935-1979) en: Rene Zavalcta (comp.)Bolivia hoy,Mxico, Siglo XXI, pp. 60-84.

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    indgenas a travs de la violencia fsica y simblica (por ejemplo, en cuarteles y escuelas rurales), com-binada con una visin telurista y ornamental del indio en el discurso oficial y la esfera pblica estatal(Rivera 1991). El fin ltimo de esta tctica combinada era borrar la memoria del indio y recluir sus restosen los museos, como raz arcaica de un remoto pasado, reactualizada en los mrgenes de lo pblico, atravs de la emblemtica del folklore.

    En la dcada de los aos 50, iaSesferas de la vieja y nueva clase pudiente de La Paz o Cochabamba-cuando la revista Life y la Radio de las Amricas entraban en los hogares de estos sectores, junto a lacmara fotogrfica- tal urgencia por teatralizar la propia identidad y reinventar el pasado tambin obede-ca a un intenso complejo cultural frente al europeo o al gringo norteamericano, cuyas polticas comer-ciales expansivas -que iban desde la promocin de la Coca-Cola hasta la difusin de msica de rock ycine hollywoodense-, eran vistas como el eptome de la modernidad y la racionalidad triunfantes. Estaimagen, surgida de las trincheras de la segunda guerra europea, extender -mediante una poltica culturalimperialista minuciosamente diseada- su ala hegemnica sobre el mundo en el contexto de la llamadaGuerra Fra.2

    Para los movimientistas -parientes pobres de la oligarqua y ansiosos de ser reconocidos como oc-cidentales- haba pues una tarea prioritaria: borrar a los indios de la memoria, a la vez que reformarloshasta en lo ms ntimo de sus conductas domsticas. Esta tarea fue retomada por la nueva intelligentsianacionalista, a partir de la propia estructura del aparato estatal heredado. Salvo por el tema de la desorga-nizacin momentnea del ejrcito, el aparato estatal oligrquico -colonizado interiormente por la ayudaamericana en los aos 40- se transfiri intacto a la nueva burocracia del estado. De hecho, los progra-mas de la Embajada Americana (construccin de infraestructura, reforma educativa, asistencia tcnica ydesarrpllo) continuaron activos, y compartan el espritu progresista de que haba que transformar a losindios en mestizos sin identidad, es decir, en campesinos (cfr. CSUTCB 1983, en Rivera 1984). Peroadems, este discurso se potenci inmensamente por el efecto de la escuela, el servicio militar en el

    ejrcito reorganizado y la ampliacin de la migracin y comercializacin de la fuerza de trabajo indge-na, todo lo cual muestra los tempranos impactos de la reforma educativa de 1955 (cfr. Soria Choque1992). Finalmente, el nuevo estado se dio a la tarea de reinventar la historia, lo que le permiti plasmarla imagen del nuevo ciudadano valindose de poderosos medios de reproduccin mecnica como laimprenta y la fotografa (cfr. Benjamn 1971). De este modo, parafraseando a Zavaleta, la litemovimientista acab colocando los recursos y el aparato del nuevo (y del viejo) estado al servicio de larecomposicin de una casta encomendera, u oligarqua colonial republicana, que se perciba a s mis-ma como portadora de una misin histrica de largo alcance.

    Cmo lograron los movimientistas semejante escamoteo de las demandas de las masas insurgentes?La hiptesis que se explorar en este trabajo se basa en la idea de una pedagoga nacional-colonial -lapedagoga de la revolucin, con su despliegue de materiales impresos, ceremonias, actos performativos,cuyo objetivo fundamental fue terminar la tarea de ciudadanizacin mestiza que el liberalismo haba

    2 Ver al respectoCoca-Colonization and the Cold War. The Cultural Mission ofthe United States in Austria after the SecondWorld War,tesis doctoral de Rcinhold Wagnlestner (versin en ingls de Diana M. Wood, Chapel Hill y Londres, The Univcrsityof North Carolina Press, 19..) yFor God, Country and Coca-Cola. The UnauthorizedHistory ofthe GreatAmerican SoftDrinkand the Company that Makes it,de Mark Pendergast (New York, Macmillan, 1993).

    65* U. M. S. A. *

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    comenzado (Rivera 1993: 80)3. Esta tarea consista bsicamente en la supresin de los oprimidos yexplotados del campo y de la ciudad, como sujetos de su propia historicidad, con lo cual se corroboraraen el plano simblico la tarea ms dura de reprimir y neutralizar las demandas autnomas de la rebe-lin cacical e indgena de las dcadas previas, as como los gestos libertarios del artesanado anarquista ysocialista de las ciudades y las minas. Estas organizaciones de nuevo tipo combinaban una racionalidadindgena con la idea indita de que los derechos a la igualdad ante la ley y a la libre expresin y asocia-cin, eran tambin fundamentales, aunque la doble moral oligrquica slo los reconociera de boca paraafuera. Arcaizar y emblematizar esas demandas y esas luchas era pues una tarea prioritaria para las litesmovimientistas que se hicieron del poder en 1952, quizs porque el pasado que aquellas buscaban trans-formar o reivindicar estaba demasiado visible y presente en las conciencias y en los hogares de losreformadores.

    La retrica republicana -en la esfera castellano hablante de las lites urbanas- permiti as construirla imagen de lo mestizo en el discurso pblico e imponerla como la nica identidad legtima de lanacin boliviana moderna. Pero, en qu consista esta imagen y cmo fue construida? Con base en lospropios documentos emitidos por el MNR, proponemos que el mestizaje era el recurso retrico quepermita imaginar un pas masculinizado, occidental y cristiano, es decir, blanco, decente, homogneoe individualista, fundado en el modelo hegemnico de la familia patriarcal y nuclear moderna. Cmo sevolvieron hegemnicas esas nociones de la identidad basadas en el ideologema del mestizaje?

    No cabe duda que estas preguntas slo pueden hacerse desde la crisis poltica del presente, cuando sevive un largo proceso de erosin de las falaces ofertas de igualdad y ciudadana que trajo consigo estaidea de modernidad y progreso tan furiosamente perseguida por las lites bolivianas desde la dcadade los aos 50. Cabra verificar tambin, en el presente, el impacto de la pedagoga nacional-colonial delMNR sobre la profundizacin (e internalizadn) del colonialismo en Bolivia, a travs de la exploracinde los rasgos actuales del mito oficial de la pertenencia de Bolivia al mundo occidental. Pero esta

    segunda tarea habr que dejarla para investigacin futura. En el presente ensayo, me ocupar fundamen-talmente de trazar la arqueologa contempornea del ideologema nacionalista del mestizaje, a travsdel anlisis de tres documentos bsicos: el decreto de revisin de la historia, del 27 de abril de 1954, ellbum de la Revolucin (1954) y el Memorndum sobre Poltica Exterior Boliviana de 1962. Estos tresdocumentos estn unidos por el hilo conductor de un slo personaje: Jos Fellman Velarde, el intelectualdel MNR a cuyo cargo estuvo la tarea de reinvencin de la historia en el marco de la propuesta civili-zadora del Estado del 52.

    Polticas del cuerpo

    Carentes de memoria larga e ignorantes de que la desmercantilizacin rural haba sido ms bienproducto de la reciente expansin latifundista desatada por las reformas liberales de fines del siglo XIX,los movimientistas se sintieron misioneros de la buena nueva del mercado como hecho civilizatorio.

    Imaginaron un nuevo ciudadano mestizo (y sin memoria) como resultado de procesos de cambio estruc-

    3 La idea de una pedagoga nacional-colonial se me ha ocurrido a partir de la lectura del pionero trabajo de Brooke Larson, queanalizaremos a continuacin (Larson 2002).

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    tural: la reforma agraria parcelaria, la educacin universal y monolingue, el voto universal. En realidad -como lo ha mostrado Brooke Larson (2002)- no hicieron sino continuar, de modo mucho ms efectivo yprofundo, las reformas culturales oligrquicas de los aos 40, cuya vertiente ms reaccionaria se plasmen la injerencia directa del Departamento de Estado y en la formacin del Servicio Cooperativo Intera-mericano de Educacin (Soria 1992, Larson, 2002: 22).

    Los trabajos compilados por Roberto Choque en 1992 echan luz sobre inditas fuentes del perodo1900-1950, en las que se airean los debates culturales y polticos de la oligarqua sobre el problema delindio, a la par que se documentan las prcticas jurdicas y represivas del estado oligrquico. Las pro-puestas del indigenismo en torno a una reforma cultural son objeto de intensa discusin -en mbitosurbanos y letrados- mientras que, en el campo y los suburbios urbanos, se desarrolla la lucha legal de loscaciques-apoderados, que haba planteado y puesto en prctica sus demandas de escuela e igualdad ciu-dadana, pero como medio para recuperar las tierras usurpadas en las cuatro dcadas anteriores, haciendo

    valer la legislacin colonial (Ttulos de Composicin y Venta, Leyes de Indias), tanto como los aspectosigualitarios del derecho republicano liberal.4La paradoja que pona al descubierto la lucha cacical entrela cara falsamente igualitaria de las leyes y la violencia de las agresiones latifundistas se asienta en unacuestin de principio:

    ...la inflexibilidad de las leyes slo existe cuando la solicitan nuestros enemigos. Esta desigual-dad tiene origen en haberse legislado de idntica manera para los blancos y para los indios. Nosabemos leer ni conocemos la lengua en que est escrita la legislacin patria, y sin embargodebemos sujetamos a ella. Legalmente se considera abolidas nuestras costumbres, cacicazgos,etc., y sin embargo ellos se mantienen entre nosotros (cit. en THOA 1984: 14-15).

    La doble moral criolla se asienta en la estrecha nocin de ciudadana que el estado ofrece a losindios: les reconoce el derecho propietario slo en tanto puedan ejercerlo vendiendo sus tierras. El des-

    pojo asume apariencias legales -falsos apoderados, enajenaciones coactivas, chicanas jurdicas- y porello los caciques deben incorporar a qilqiris y tinterillos indgenas para responder en los tribunales. Deall la importancia de la escuela y la alfabetizacin en castellano, para que esta capa letrada de laSpropias comunidades pueda disear una estrategia legal exitosa (cfr. Condori y Ticona 1994). Los escri-banos y qilqiris que contrat el movimiento de caciques-apoderados eran ellos mismos vctimas deldespojo latifundista (como es el caso de Leandro Condori Chura) o parientes de los caciques apoderados(como Julin Tanqara, escribano y nieto del cacique de Qalakutu, o Avelino Siani, hermano del caciquede Warisata) e imprimieron a la lucha por la escuela un sentido especfico de recuperar la tierra usurpadautilizando la propia legislacin liberal, que exima de la revisita de 1881 a las tierras compradas enComposicin y Venta durante el perodo colonial (Ley del 23 de noviembre de 1883).

    4 El movimiento de caciques-apoderados liderizado por Santos Marka t 'u la lleg a agrupar a 400 markas (con sus respectivosayllus) en cinco departamentos de la repblica: La Paz, Oruro, Potos, Cochabamba y Chuquisaca. Las markas de entoncescorresponderan vagamente a lo que son hoy las secciones o mancomunidades municipales (cfr. Rivera 1984, THOA 1984,Choque et al. 1992, Arias 1995).

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    El trabajo de Brooke Larson destaca la convergencia entre este movimiento de abajo a arriba enfavor de la escuela indgena y los proyectos de reforma cultural de diversos sectores de las lites y capasmedias ilustradas que buscaban la redencin del indio por la escuela. Este encuentro determin unasuerte de ambigedad constitutiva de los proyectos de educacin indgena, incluidos los ms exitosos deellos (Warisata en Omasuyos y el ncleo Utama en Pacajes). Los ncleos escolares eran la base delesquema organizativo de Warisata y Caquiaviri, donde la escuela -al asentarse en la estructura organizativaindgena- se pona en sintona con las autoridades tnicas locales (como es el caso del Consejo de Amaut'as de Warisata) y lograba la activa participacin de la sociedad indgena local en el perfil de las accioneseducativas. En la dcada de 1930, florecieron 16 ncleos escolares como resultado tangible de lasescuelas-colonias propuestas en 1919 por el Ministro de Instruccin (Larson 2002:11). Colonizadospor el Estado en la dcada de 1940, estos 16 ncleos escolares no lograron detener el movimiento decreacin de escuelas emprendido por las propias comunidades. Hacia 1949, existan 898 escuelas indge-nas mayormente autnomas, sostenidas y financiadas por comunidades y gremios de aymars rurales yurbanos, en un movimiento que Larson considera semiclandestino (Ibid: 12, nota 33).

    Retrospectivamente, puede sealarse que el florecimiento de organismos de la sociedad civil queinterpelaban al estado oligrquico dio lugar, hacia fines de la dcada de 1920, a la conformacin de unamplio frente anticolonial de caciques-apoderados indgenas, gremios de trabajadores urbanos de filia-cin anarquista (la FOL y la FOF) y una vasta gama de sectores medios (maestros, estudiantes, tinterillos,msicos) quienes buscaban reformular y extender la nocin de ciudadana, que hasta entonces los habaexcluido sistemticamente de la vida poltica del pas. La beligerancia de esta insurgencia combinada de

    masas urbanas y rurales. Lleg a ser tan intensa, que el Estado precipit la Guerra del Chaco con elParaguay con el fin de acelerar la guerra interna de exterminio contra los indios (cfr. Mmani 1991).Una vez derrotada Bolivia a un costo de al menos 50 mil muertos, el movimiento se dot de nuevosargumentos de legitimidad: si los indios haban sido ciudadanos a la hora de morir en la Guerra, por quno podan ser ciudadanos a la hora de recuperar sus tierras usurpadas, de reclamar justicia e igualdadfrente a la ley? Con este argumento, el movimiento de educacin indgena floreci en la posguerra, en elcontexto poltico renovado del socialismo militar, con sus propuestas de gremializacin universal delas clases subalternas. En este panorama,... los nuevos ncleos escolares tomaron forma y se convirtie-ron en espacios de mediacin para una expansiva diversidad de grupos con ideas sindicalistas, nativistase izquierdistas, que se esparci por el territorio boliviano a mediados de 1930 (Larson 2002, 12).

    Sin duda, el activismo poltico de la preguerra y la experiencia misma de la guerra del Chaco abrie-ron inusitados canales de comunicacin y debate intertnico, lo que se tradujo en un flujo creciente deintercambios -lingsticos, simblicos y performativos- entre el campo y la ciudad. As por ejemplo, losindgenas de las parroquias de San Pedro, El Rosario y San Sebastin se vincularon a la lucha por laescuela a la par que resistan -desde sus gremios de carniceros, talabarteros, lecheras, sastres, etc.- elavasallamiento impositivo y otras exacciones que impona sobre ellos la repblica modernizante ( cfSoria, en Choque et al. 1992:63). Caciques-apoderados como Celedonio Luna, Feliciano Arukipa, Fran-cisco Montes, Uskamayta y otros, se vincularon a la vez al movimiento de caciques-apoderados liderizadopor Santos Marka T'ula y al movimiento sindical anarquista de la Federacin Obrera Local (THOA1988, Mamani 1991, Revista Historia Oral, 1989).

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    El tema de la higiene -presente ya en la propuesta de Elizardo Prez- adquiri nuevas resonanciasdespus de la guerra del Chaco con la difusin de rumores y temores por la malaria y otras epidemias,dando lugar a polticas de salud que transferan una fuerte carga cultural occidental a los cuerpos de lasclases subalternas. La escuela y las polticas de salud pblica promovieron prcticas domsticas que, attulo de profilaxis, difundan y convertan en hegemnico el modo de vida americano. En estemodelo, la familia nuclear, encabezada por el varn productivo, encerraba a la esposa en la multiplica-cin de tareas domsticas asociadas con la higienizacin de su entorno, de su cuerpo y el de su prole.

    Todo ello se enseaba en la escuela, desde la cual el estado penetraba en los hogares y familias y comen-zaba a diagnosticar todas sus costumbres y prcticas (elaborar chicha o akhullikar coca, por ejemplo)como antihiginicas y a las comunidades indgenas como afectadas por una serie de patologas socia-les. La solucin pragmtica y minimalista era la higiene, y asi lo propone Donoso: Las nuevas escuelasnecesitan ser abastecidas de medicinas, DDT y jabn porque la cuestin educativa con referencia a loscampesinos, debe primero enfrentar la extirpacin de piojos y de mugre (Donoso 1946, cit en Larson2002). Pero todos estos productos venan tambin, en paquete, de los Estados Unidos, abriendo un mer-cado cautivo para la expansiva industria de higiene y salubridad de ese pas. La otorgacin de becas parael estudio de la Salud Pblica a mdicos bolivianos7complet este proceso de adopcin por parte delestado y las lites bolivianas de una lectura pragmtica, occidentalista e higienista de los problemassociales de Bolivia.

    Las polticas del cuerpo que aliment el Servicio Cooperativo Interamericano de Educacin tienenen Ernst Maes, anteriormente vinculado alBureau ofthe American Iridian,un experimentado practican-

    te. Segn el trabajo ya citado de Larson, la huella de este funcionario se imprime en el diseo de las lneasmaestras de la reforma educativa oligrquica de los aos 40: a) se mantiene la separacin entre escuelarural y urbana; b) se adopta el sistema de ncleos escolares campesinos, con sus escuelas seccionalesafiliadas, como narco organizativo del sistema rural, se lo territorializa y centraliza burocrticamente; c)se consolida la unidad ideolgica del sistema educativo y se adopta el lenguaje clasista de lacampesinizacin;d) se entrena y coopta al profesorado rural, consolidando una visin hegemnica delindio como degradado, envuelto en la suciedad y el vicio; e) se aplica una forma curricular de corteoccidentalizante, vinculada al desarrollo rural, la higiene y la elevacin del standard de vida. Adems,se centraliza el sistema a nivel regional andino (Bolivia, Per y Ecuador) y se lanzan campaas regiona-les de propaganda con el fin de influir, en la opinin pblica a favor de los modelos polticos y econmi-cos de los Estados Unidos y el American way oflife(Larson 2002:23).

    El nexo entre el colonialismo externo (o imperialismo) y colonialismo interno se evidencia en la total

    concordancia de la propuesta educativa de Ernst Maes con el punto de vista del Ministro de Educacin dePearanda, Vicente Donoso Torres. Ambos formulan por primera vez el ideologema del mestizaje comouna forma deseable y posible de supresin del indio y universalizacin de la cultura occidental. En

    7 Mi padre fue receptor de una de estas becas en 1952 y se fue a estudiar Salud Pblica en la Universidad de John Hopkins deBaltimorc (Maryland). Aunque despus se evadira del enfoque salubrista y se vinculara a la rama de ciruga proctolgica,sus aos en los Estados Unidos permiten ver el esfuerzo norteamericano de influir en las polticas sociales del Tercer Mundo atravs de un enfoque de salud pblica higienista, dependiente de los insumos y la tecnologa farmacutica de esc pas.

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    palabras de Donoso Torres, lo que necesitamos hacer es incorporar los elementos de la civilizacinuniversal a la vida del Indio, para beneficiarlo en su propio medio.. .porque el producto final del Indio

    Boliviano tiene que ser el mestizaje(Donoso 1946, cit. en Larson 2002: 18, nfasis de la autora).La provisin de libros de texto y adems, la suplementacin de las escuelas con DDT, jabn y

    detergentes industriales tan en boga en los hogares norteamericanos, conforman un espectro de influjosideolgicos y coacciones prcticas, que debi impactar profundamente sobre las conductas yautopercepciones de las familias aymara y quechua hablantes que fueron expuestas a la pedagoga colo-nial de la escuela reformada. Sin embargo, no sabemos cuan eficaces resultaran estas medidas en uncontexto de imparable convulsin rural-indgena y urbana: la formacin de sindicatos clandestinos desde1936, las huelgas de brazos cados y congresos indgenas de principios de los aos 40, el CongresoNacional Indgenal de 1945, la rebelin general de 1947, la guerra civil del 49, las elecciones del 51 yfinalmente la insurreccin de abril de 1952. Lo cierto es que un programa tan ambicioso y profundo detransformacin del indio en campesino slo podra plasmarse a plenitud despus de la Revolucin.

    Paradjicamente, o quizs lgicamente, el MNR tuvo que encubrir con un discurso rupturista radical,lo que era en realidad una abierta continuidad de las prcticas civilizatorias de la oligarqua. Uno de losesfuerzos ms notables por articular esta versin rupturista como historia oficial de la nacin es precisa-mente ellbum de la Revolucin(1954), que analizaremos ms adelante. Los manuales para maestros,los libros de texto y otros medios de propaganda -junto a los recursos y todo el aparato burocrtico delSCIDE- pasaron a manos de los idelogos de la Revolucin Nacional y engarzaron perfectamente con suretrica clasista y campesinista, que se ve tanto en el lbum como en los curricula de las escuelas

    castellanizantes y represivas que se unlversalizaron con la Reforma Educativa de 1955. En esas escuelas,el nfasis en las labores domsticas y en la preparacin de las mujeres como amas de casa modernas,consumidoras y reproductoras revela el ncleo patriarcal de todo el programa educativo, que ya estabapresente en las escuelas del SCIDE8. Lejos de una ruptura, la ley de Reforma Educativa de 1955 marcuna perfecta continuidad intelectual y material con la reforma emprendida por el estado oligrquico enlos aos 1940, en el contexto de la Guerra Fra y la intervencin del Departamento de Estado de losEstados Unidos en los asuntos culturales y polticos internos.

    Esta continuidad de la poltica educativa oligrquica se traduce en la extensin y difusin del idologemadelmestizajey en la occidentalizacin forzada de los hbitos corporales del estudiantado indgena. Laidea de que el mestizaje era un proceso de universalizacin de la identidad boliviana, pero sobre todoel mito de que el nico camino a esa condicin era laoccidentalizacin forzadade la poblacin, repercu-ti intensamente en las autopercepciones de los actores populares y en la transformacin de la opininpblica letrada. Sin embargo, en los hechos, la ciudadanizacin mestiza de los indios se hizo realidad porcaminos distintos a los que vislumbraron los Maes y Donoso: el camino seguido por la poblacin indge-na andina, despus de 1952, no fue la tecnificacin y modernizacin del agro, sino un imparable flujomigratorio rural-urbano. La eficacia del sindicato y de la escuela en erradicar a las autoridades tnicas,descalificar las prcticas tradicionales de ritualidad y las formas comunales de organizacin del trabajo,acabaron promoviendo el abandono de la agricultura y el inicio de un periplo migratorio de larga distan-

    8 Al respecto, ver Marcia Stephenson, Gender and Modernity in Andean Bolivia, Austin, The University of Texas Press, 1999.

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    cia (incluyendo la migracin internacional), que llevara a la poblacin indgena a diversos destinosurbanos, en pos de la elusiva ciudadana occidental. Todo ello, en ltima instancia, result contradictoriocon los anhelos de los reformadores oligrquicos y sus asesores norteamericanos en los aos iniciales dela Guerra Fra, que buscaban ms bien fijar al indio en su habitat rural y convertirlo en eficiente produc-tor mercantil de alimentos baratos para las ciudades. Pero lo ms durable de la reforma oligrquica fue elinflujo de la visin higienista norteamericana, como prctica simblica colonial, que atravesaba el mbi-to privado e invada los cuerpos y los hogares de los colonizados, como tan bien lo ha analizado BrookeLarson. La higienizacin del indio continu siendo una prctica cotidiana en las escuelas y fue tam-bin asumida por el Estado del 52 como relacin simblica con la sociedad dominada, an en mbitospblicos y estatales. Liber Forti me cont que el mximo dirigente del campesinado (Secretario Ejecu-tivo de la CNTCB), el oligarca cruceo uflo Chvez Ortiz, haca rociar a los indios -dirigentes sindica-les como l- con DDT, antes de sentarse con ellos en los grandes cnclaves del sindicalismo para-estatal,donde se definan las tomas de haciendas y la aplicacin de la reforma agraria El trabajo de BrookeLarson nos ha mostrado cuan clave fue esa sustancia -junto con el jabn y otros artculos de higiene paraejercer sobre los indios una opresin cultural infame, penetrando los cuerpos, los hogares y las familiasindgenas, con sus modelos de buena vida burguesa.

    La reinvencin de la historia

    Como marco ideolgico general de todas estas prcticas, resulta clave analizar el trabajo imaginarioy pedaggico de laintelligentsiamovimientista en el campo de la historiografa, es decir, cmo surge y

    se plasma una historia oficial de la revolucin. Dias despus de! segundo aniversario de la insurrec-cin, el Estado asume la tarea revisionista de la historia a travs del decreto del 27 de abril de 19549, porel cual se crea una Comisin de Historia del Pueblo Boliviano o Comisin Histrica Nacional, parareconstruir laverdaderahistoria de Bolivia, supuestamente/z/s/ca/ao adulteradapor la historiografaoligrquica, de acuerdo a los intereses de las clases que dominaron a Bolivia hasta el 9 de abril de 1952(en Valois, 1965; nfasis mo). Esta relectura se hara revisando las fuentes (primarias) documentalesexistentes en archivos estatales, municipales o privados, as como la tradicin (oral?) para reconstruirntegramente la evolucin histrica del pas, reencauzando la interpretacin negativa que de ella hicieronlos historiadores del pasado10hacia las expresiones positivas de Bolivia

    En la parte resolutiva, el decreto enuncia de antemano cul iba a ser el resultado de la tarea herme-nutica de la Comisin: Compulsar la documentacin completa de las luchas del pueblo boliviano porsu emancipacin poltica y econmica y particularmente de la que culmin con la Revolucin del 9 deabril de 1952. Es decir, antes de proceder a investigar y consultar Fuentes primarias, ya el Estado

    9 Ese ao, Armando Arce, Embajador de Bolivia en Colombia, invit a su colega el diplomtico colombiano Daniel Valois aparticipar de los festejos de abril. Aos despus, Valois publica un pequeo folleto tituladoBolivia, Realidad y Deslino(Bogo-t, Antares, 1965), donde transcribe el decreto de Reforma Agraria y de Reforma Educativa del MNR, as como el Decreto decreacin de la Comisin de Historia Nacional que analizamos. Una copia de este folleto se encuentra en la coleccin bolivianade la Biblioteca de la Universidad de Pittsburg, a la que tuvimos acceso gracias a la gentileza de Eduardo Lozano.

    10 Seguramente hay aqu una referencia velada aPueblo Enfermo, la obra de Alcides Arguedas, el historiador oligrquico quemejor expresa el nihilismo de las lites urbanas occidentalizadas respecto a la viabilidad histrica de Bolivia.

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    haba reinterpretado el sentido de la historia: una trayectoria lineal de luchas que culmina con la propiarevolucin.

    El decreto, firmado por Federico lvarez Plata, Ministro de Educacin del primer gobierno de PazEstenssoro, finaliza proponiendo la asignacin de partidas presupuestarias y ordenando el acceso ilimita-do a repositorios nacionales, municipales y privados. Anuncia tambin la publicacin peridica de los

    'resultados de la labor de investigacin de la Comisin Histrica en unos Anales (Valois, 1965). Sospe-chamos que el mximo responsable de la comisin fue Jos Fellman Velarde, por la tenacidad con la que

    persigue el programa cultural de la occidentalizacin y la concepcin lineal de la historia en todos susescritos. Pero, adems, sospechamos que estos Anales nunca fueron publicados. Como muchos esfuerzosestatales propiciados por el MNR, los resultados del trabajo de la Comisin de Historia parecieran habersido objeto de una apropiacin individual. En efecto, ms de tres lustros despus se publica la monumen-talHistoria de Bolivia en tres tomos, de Jos Fellman Velarde, que abarca cuatro siglos de historiaboliviana dividida en etapas, culminando con la revolucin de abril y las reformas del Estado del 52(Fellman 1970). Esta interpretacin, ya implcita en el Decreto del 27 de abril, delata a Fellman como suautor y muestra la plasmacin hegemnica de la historia oficial de Bolivia, una versin autntica,verdadera (por lo tanto indiscutible) del devenir histrico boliviano desde fines del periodo colonialEn la dcada de los aos 70, la Historia de Fellman se distribuy en todo el sistema educativo bolivianoy aunque pareca un homenaje postumo a una revolucin haca ya tiempo derrotada y arrodillada,algunas de sus premisas -por ejemplo, el anlisis clasista de las luchas sociales de Bolivia- penetrarantan hondo en el sentido comn de las capas ilustradas de la poblacin, que slo comenzarn a desmantelarse

    muy recientemente.Pero volvamos a los primeros aos de la revolucin, cuando esta visin hegemnica estaba recin

    construyndose. El mismo ao de promulgado el decreto de revisin de la historia, la Subsecretara dePrensa, Informaciones y Cultura del MNR, publica ellbum de la Revolucin, un voluminoso librotamao tabloide, planificado y dirigido por el compaero Jos Fellman Velarde, que plasma en unpoderoso despliegue visual esta reinvencin de la historia que ya asomaba cabeza en el decreto del 27de abril. Segn testigos, se distribuyeron veinte mil ejemplares de este libro y varias de sus fotografas seconvirtieron en iconos de la revolucin de abril y de sus principales lderes. Sin duda, todas las bibliote-cas municipales, nacionales y provinciales tendran un ejemplar del lbum, al igual que los colegiospblicos y privados y las bibliotecas particulares de la lite ilustrada del pas y las legaciones extranjeras.

    Ellbum de la Revolucincontiene 159 fotografas sin numeracin ni referencia de autora y, en lamayora de los casos sin fecha ni identificacin de los sujetos fotografiados. Un problema adicional quedificulta el tratamiento del libro es que sus pginas no estn numeradas: trazan vastas secuencias separa-das en captulos o partes, intercaladas por pginas de ttulo. La publicacin es lujosa, en papelcuchdealto gramaje, tapas duras y debidamente encuadernado. La generosidad de espacio en el despliegue de lasfotografas y textos muestra un gran despilfarro que sin duda encareci el costo de su edicin. Todo ellorevela la urgencia con que se emprendi el esfuerzo estatal -mediado por el MNR- de elaborar una visincoherente y duradera del proceso histrico que acababan de protagonizar.

    Las fotografas se suceden -de una en una, o en pares, tros y hasta despliegues de cinco fotografaspor pgina- enmarcadas en pies de foto y los comentarios y contextualizaciones en la pgina opuesta,cuyo autor organiza los textos (y por lo tanto, las imgenes) de un modo estrictamente cronolgico. En la

    Colegio de Socilogos de Bolivia

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    narrativa se injertan tambin grabados, reproducciones de cuadros al leo y retratos, adems de unafotografa de la portada del peridico santiaguino Ercilla.Finalmente, cuatro documentos se esparcen a10 largo del texto, completando los diversos niveles de una narrativa compleja, que opero como unasintaxis a travs del montaje, de la connotacin ideolgica" introducida por los textos y la seleccin yordenamiento cronolgico de la historia en partes o captulos separados. Las connotaciones se introdu-cen tambin por la yuxtaposicin y secuencia de las fotografas como contrapunto entre los personajescolectivos de la lucha social y los individuos de la lite caudillos y lderes que hacen la historia. La

    profundidad histrica de la narrativa de Fellman Velarde debe enfrentar, sin embargo, el problema de lacontemporaneidad del material fotogrfico con el que trabaja. Esto lo resuelve el autor mediante dosrecursos de representacin: el uso de reproducciones de pinturas al leo, dibujos y grabados de persona-

    jes del pasado por ejemplo, los retratos de Murillo, Bolvar, Sucre, Belzu -del lado positivo- y los dePando y Montes -del lado negativo- y el uso delpresente como pasado,es decir, la ilustracin de lanarrativa histrica de los textos utilizando fotografas contemporneas que funcionan como metonimiasdel pasado.

    La presentacin de la historia del presente (o ms bien, del pasado inmediato) se aleja en cambio deesta estrategia metonmica y simblica, para adoptar un tono realista y documental. As, el grueso del

    lbum de la Revoluciny, sin duda, sus fotografas ms furiosas, se concentran en la narracin meticulo-sa de una historia reciente desde el coligamiento de Villarroel, el sexenio jalonado de masacres y repre-sin, la guerra civil del49, los hechos de Villa Victoria en 1950, las elecciones generales de 1951 y elproceso insurreccional del 9 al 11 de abril de 1952.Apartir de este punto.e l lbum documenta el proceso

    de reformas estatales que culmina en la firma, el 31 de octubre de 1952, del Decreto de Nacionalizacinde las Minas, el cual se concibe como la segunda independencia (o independencia econmica) deBolivia. Una coda o eplogo culmina el periplo de la historia colectiva en el culto a un slo personajeVctor Paz Estenssoro, cuyo retrato en primer plano hereda la carga semntica de las imgenesintroductorias del libro: Murillo, Bolvar y Sucre son la triloga de rostros que giran, desde un ngulo detres cuartos a la izquierda (derecha pictrica) hasta un ngulo de tres cuartos a la derecha (izquierdapictrica), donde Sucre -la independencia ilustrada y reformista del primer liberalismo- se reencarna enVctor Paz Estenssoro, compartiendo la misma pose de tres cuartos de perfil, pero mientras Sucre mirahacia abajo en un gesto paternalista, Paz Estenssoro mira hacia arriba, en un gesto que alude al sentidoprogresista de la historia y al triunfo de una visin positiva de Bolivia (cfr. Decreto del 27-04-54). Estahomologa a la par que contraste de posiciones y ngulos del cuerpo permite dotar a la narrativa escatolgicade la segunda independencia de un cierre simblico poderoso, que traduce toda una ideologa y unprograma cultural implcito.

    En efecto, la fuerza hegemnica y la naturalizacin de la imagen de Paz Estenssoro como hroecultural; se alimentan de una autopercepcin mesinica de los lderes de la revolucin. Ellos se sentanportadores de una misin histrica civilizadora, que racionalizarn como segunda independencia -envaga alusin al contexto mundial imperialista en el que se desenvuelve Bolivia. Pero una suerte de agen-da oculta es tambin visible en esta construccin de s mismos como caudillos de un cambio histrico

    11 Ver al respecto Roland Barthes,Lo Obvio y lo Obtuso. Imgenes, Gestos, Voces.Paidos, Barcelona,! 982/1985.

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    trascendental: el MNR est cumpliendo la misin de entregar a los indios el paquete completo de laciudadana ilustrada y occidental. Aunque tuviera que tolerar, por un tiempo, la incmoda envoltura deuna retrica populista y el uso instrumental de la catica movilizacin armada de los indios, la dinmicadel mercado, la educacin fiscal obligatoria y la masificacin del voto campesino, subsumido en lasramificaciones clientelares del sistema poltico, se encargara de domesticar a las multitudes insurrectassegn las disciplinas de una ciudadana de segunda clase.

    Veamos cmo se plasma este programa ideolgico en ellbum de la Revolucin.Un listado de las

    pginas de ttulo permite precisar cmo funciona la cronologa dellbumcomo escatologa de la historia128 Aos de Lucha por la Independencia de Bolivia (de 1809 a la Guerra del Chaco); El Despertar (1935-1940); El Movimiento Nacionalista Revolucionario (1941 -1945); Fuero Sindical-Retiro Voluntario- Crea-cin de FSTMB; el 21 de Julio de 1946; La Guerra de la Segunda Independencia de Bolivia (1946-1952);La Guerra Civil de 1949; Villa Victoria Heroica (Mayo 18,1950); Convencin de 1951; Las EleccionesGenerales de 1951; Mayo 1951 -Elecciones Presidenciales; El Mamertazo (16 de Mayo, 1951); Da de laLealtad (6 de Agosto de 1952). La Nacionalizacin de las Minas y Vctor Paz Estenssoro.

    Dos cosas llaman la atencin de este listado de pginas de ttulo la doble mencin a las Elecciones de1951 y la ausencia del 9 de abril de 1952 como pgina de ttulo. Hay un precipitado histrico, un flujoimparable de acontecimientos e imgenes desde el Mamertazo hasta el 11 de abril que parece impen-sable romper con una pgina de ttulo. Pero, adems, el acto culminante no esla revolucin de abril sinolafirma del decreto de Nacionalizacin de las Minas, que se interpreta y se construye como segundaindependenciade Bolivia. Veamos ahora cmo se entretejen en esta narrativa escatolgica la iconografa

    con los textos escritos.Primera parte: 128 Aos de Lucha por la Independencia de Bolivia. Se trata de una suerte de prehis-

    toria que comienza con el retrato a tinta de Pedro Domingo Murillo y el pie de foto ...la tea que dejoencendida, nadie la podr apagar En la pgina opuesta, Era el iniciador del movimiento de liberacinnacional; fue colgado por ello, hace 127 aos. Bolvar y Sucre completan la triloga de este proceso de15 aos de heroicidad y sacrificio que hacen de Bolivia una Nacin polticamente libre. Les sigueun grabado de Manuel Isidoro Belzu, en cuya pgina opuesta hay un texto que analiza la estructura declases del pas un gran mal haba subsistido a la Independencia. En las tierras de los primitivos dueos,repartidas entre los conquistadores, los nietos de stos mantenan un desptico sistema feudal que haciaesclavos a tres millones de bolivianos. Belzu fue el primero en luchar contra esa injusticia. En la si-guiente pgina se introduce la primera fotografa dellbum: en lo que parece un mercado urbano dealguna ciudad andina, mujeres vendedoras en el suelo, un indio cargando un pesado bulto y otro siguien-do a una nia ilustran el periodo de Mariano Melgarejo una larga noche negra descendi sobre Bolivia.Con esta foto comienza una serie de 12 fotografas, intercaladas con un documento, dos dibujos a tinta yun grabado, en las que la imagen contempornea se utiliza como representacin metonmica del pasado.

    La serie contina con una imagen de un campamento minero andino A fines del siglo pasado, lapoltica de olvido de los intereses nacionales facilit la sutil penetracin del imperialismo ingls. Lue-go, la imagen de un campo yermo en las alturas de la cordillera andina, ...y, por primera vez, Bolivia sve obligada a importar sus alimentos. Finalmente otro campamento minero: La alianza de la granminera y del feudalismo apoyada en el imperialismo britnico, hacen de Bolivia, durafit treinta aos, ungran campamento minero, y de los bolivianos, esclavos baratos y resignados. La siguiente fotografa es

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    una notable alegora del progreso liberal en el escenario del altiplano boliviano y es quizs la primeraimagen donde la foto habla por s sola en lugar de ilustrar al texto (ver Ilustracin 1). En la parte superior,pgina opuesta, en directa referencia a la imagen del ferrocarril que va hacia la derecha pictrica (iz-quierda del observador), se lee: Se construyen ferrocarriles que son slo caminos por donde fugan lasriquezas bolivianas.... Y en la parte inferior, comentando la figura de una mujer de luto quecaminaensentido contrario ...mientras, al Indio le queda solamente el camino de la angustia, de dolor y demiseria

    La estrategia narrativa de las ltimas seis fotos de la serie consiste en presentar, de par en par, lasoposiciones culturales y de clase subyacentes a la Bolivia dominada por el imperialismo yanqui de losaos veinte: lujosos palacetes frente a chozas miserables, ciudades de opulencia artificial comofuentes del dominio imperialista, frente a aldeas misrrimas aprisionadas por la inmensidad desola-da y la degeneracin y ruina de la case explotadora frente a la recia contextura de una razaforjadaen la lucha por la vida (el subrayado es mo). Aqu la narrativa pareciera orientada por un guin defotografa documental que seguramente permiti al fotgrafo (el propio Fellman?) buscar las locacio-nes y encuadres para plasmar las ideas oposicionales del texto. En esta seccin aparecen las nicasmenciones al indio ya la raza de todo el libro, que en los ms de 200 textos y pies de foto restantes,adoptar meticulosamente un lenguaje campesinista. En efecto, estas nociones aparecen entrecomilladase injertadas como de contrabando en un lenguaje clasista. El indio de la Foto 1 es en realidad una indiao chola de Oruro o del altiplano paceo, vestida enteramente de negro, que camina cuesta arriba, haciadonde pasa el tren. La raza alude a las dos fotos intermedias de la serie (ver Ilustracin 2), que repre-

    sentan el clsico encuadre (primer plano abierto) y la pose convencional que se haba puesto en boga pararetratar indios.

    Pero mientras en la fotografa de paisajes arquitectnicos es la imagen la que ilustra las oposiciones,en las fotos de indios las imgenes muestran un polo, mientras que el texto connota el otro polo de laoposicin. En las fotos no est representada la clase explotadora, pero el texto habla de su degenera-cin. Hasta entonces, la nocin de degeneracin se haba asociado a la de raza y se usaba desde lasversiones socialdarwinistas de fines del siglo XIX, para describir el estado cultural de los indgenas delos Andes Pero aqu se desva el sentido del trmino hacia la clase explotadora, mientras se exalta larecia contextura de la raza indgena, poniendo el equilibrio binario en la capacidad de sta paraemblematizar el trabajo y el progreso. El chapaco tocando erke en la parte superior y el indio Altiplnicoen actitud de grito en la parte inferior, son la recia contextura de esa raza forjada en la lucha por la viday un porvenir mejor.

    Estas fotografas pertenecen a una tradicin iconogrfica de personajes indios o folklricos quese remonta a lascaries de visite colonialesanalizadas por Deborah Poole en los casos del sur del Per yBolivia. En el lenguaje de los tipos, segn la autora, est el origen del discurso moderno de raza

    12 Esta tradicin se remonta a las colecciones de tipos y costumbres de Bolivia, pintadas por Melchor Mara Mercado y porAlcidcs D'Orbigny. Al respecto, ver ellbum de paisajes, tipos Humanos y Costumbres de Bolivia (1841-1869), de MelchorMara Mercado (La Paz, Banco Central de Bolivia, 1991) y Secuencias iconogrficas en Melchor Mara Mercado (1841-1869), de Silvia Rivera Cusicanqui. .

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    (Poole, 2000:09), que surge de los estudios tipolgicos de paisajes y personajes del ltimo periodo colo-nial realizados por viajeros como Alexander von Humboldt. En 1903, lascaries de visitetambin fue-ron usadas por el antroplogo fsico francs Arthur Chervin para estudiar la fisiologa racial de losindios, cholos y mestizos bolivianos (Ibid, p. 166). El tipo de encuadre y pose de los personajes indgenasque reproduce Fellman en esta seccin del lbum es representativo de cientos de fotos en repositoriosprivados y lbumes publicados de tipos indgenas bolivianos que circularon ampliamente entre laslites letradas de las ciudades. Los dos tipos tnico culturales, el chapaco tarijeo y el indio del Altipla-

    no, muestran la pluralidad de races (distintas y distantes) de la nacin boliviana, equivalentes aunquediferenciadas. Pero el texto las formula inequvocamente comouna sola raza,cuya comn historia hasido la de forjarse en la lucha por la vida y un porvenir mejor. Esta inscripcin de laraza como claseen la prehistoria de Bolivia, permitir narrar su incorporacin subordinada (conceptual y visualmente),cuando comience la Historia de Bolivia, que se anuncia metafricamente como El Despertar.

    La cronologa de esta segunda parte omite cualquier mencin grfica al hecho quizs msmarcadamente presente en la memoria visual de la poblacin boliviana: la guerra del Chaco 13. La guerraest representada en el lbum slo por un documento comentado: el Tratado de Paz, Amistad y Lmitesentre Bolivia y Paraguay. Un facsmil casi ilegible, con membrete de la Presidencia de la Repblica y unescueto comentario al pie: Y se produce el desastre. En la pgina opuesta Los intereses del imperia-lismo yanqui, en disputa con los intereses britnicos que utilizan al Paraguay como su instrumento,llevan a Bolivia a la guerra del Chaco, la guerra del Petrleo. Omitida toda referencia visual a la guerra,la seccin se abre con una nueva serie de retratos posados un retrato en plano medio del Presidente Busch

    con traje militar e insignias de mando, y un plano entero conjunto que muestra a Busch sentado y rodeadode sus colaboradores. El pie de foto destaca dos nombres: Vctor Paz Estenssoro y Walter Guevara Arce.En la pgina opuesta: Junto a Busch aparecen ya los hombres que van a encausar (sic) y conducir alpueblo a su liberacin econmica. Con ellos, Busch promulga el Cdigo del Trabajo y estatiza el BancoCentral. La siguiente foto muestra, por segunda vez, a unamujer.Es una foto de espaldas de una jovenmestiza depositando flores frente al monumento a Busch en el Cementerio General de La Paz. La alusinflica de la columna trunca que se erige como monumento a Busch es evidente, pero llama la atencinsobre todo la fuerza cnica de esta mujer como hembra boliviana en actitud de culto a los muertos(recurdese la imagen de la chola de luto caminando hacia el ferrocarril). El luto o el reclamo por losfamiliares o los muertos ser quizs la nica forma de ingreso de las mujeres en esta historia visual de larevolucin.

    La siguiente seccin del lbum cuenta la historia del Movimiento Nacionalista Revolucionario,desde la casa en la cual se fund, el retrato de los primeros militantes, la imagen de los masacrados deCatavi de 1942 (donde, nuevamente, aparecen mujeres de luto) los parlamentarios del 42, el golpe de

    13 Cabe anotar que la Guerra del Chaco ha sido abundantemente documentada en fotografa, pintura y cinc. Segn la historiografaprogresista de los aos setenta, la guerra fue asimismo, la fuente de la que surge la idea de nacin boliviana que se plasmar enla revolucin del 52. Ver al respecto, James Malloy,La revolucin inconclusa,y Herbcrt S. Klein,Orgenes de la Revolucin

    Nacional boliviana.La crisis de la generacin del Chaco, donde esta interpretacin se hace explcita. Al parecer, esta visin noera compartida por los idelogos del MNR, que no tienen problema en obliterar por completo la Guerra del Chaco como origende la revolucin.

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    Villarroel (con la clsica fotografa de los golpistas en los balcones del Palacio Quemado) y la reproduc-cin de una pintura al leo del presidente mrtir: No soy enemigo de los ricos, pero soy ms amigo delos pobres El ciclo se cierra con dos fotografas que despliegan la marcha ordenada de multitudes: en laprimera, gente a pie y en bicicletas desfila por la plaza principal de Cochabamba, en la segunda unamultitud de hombres de temo y corbata, con sombreros de la poca, llena el cuadro, portando grandescarteles del MNR. Esta es la primera entrada de las multitudes en la historia que cuenta el lbum. Laseccin siguiente se presenta con una pgina que destaca las tres medidas principales del gobierno de

    Villarroel (y del MNR): Fuero Sindical, Retiro Voluntario y Creacin de la FSTMB. Le siguen dos fotos,la primera de Villarroel en la inauguracin del Primer Gran Congreso lndigenal, flanqueado por su gabi-nete, donde destaca Vctor Paz Estenssoro (Marzo de 1945, sic), y una foto, probablemente tomadadurante el mismo evento, donde se muestra a Paz Estenssoro y a otros dirigentes civiles y militares delrgimen, dando la mano a varias mujeres indgenas, que estn casi de rodillas y se han quitado sussombreros, dan la espalda a la cmara y por susq 'ipismulticolores puede verse su diverso origen geogr-fico. No se muestra a ninguno de los delegados indgenas al Congreso.

    La siguiente fotografa alude a la memoria visual inmediata del lector dellbumy queda pendiente latarea de identificacin de los personajes y la fecha, que el autor no se molesta en aclarar. Esto delata el fininmediatista del lbum que, lejos que saberse portador de una visin para la posteridad, remodela lahistoria inmediatamente pasada para lograr el conformismo del presente con las estructuras de podernacidas de la revolucin. El fin inmediato que se persigue es dotar de legitimidad a un proceso histricoque encumbra al MNR y a Vctor Paz Estenssoro en el poder. La foto representa a Dos generales, un

    comunista, un gran demcrata y un republicano. En el fondo un sector de la poblacin, bien vestida,satisfechos (sic). La imagen muestra a mujeres y nias en el segundo plano ensombrecido del pblicode un procenio oficial. En la siguiente foto, hombres y mujeres de clase media, vestidas con sombreros yabrigos de la poca, se congregan en las calles Sofocada la intentiva (sic, se refiere a la asonada del 13de junio de 1946), grupos de mujeres recorren las calles de La Paz, fomentando el descontento. Losmaestros se declaran en huelga con el pretexto de un aumento del 100% de sus haberes.

    La siguiente serie est dedicada al sangriento golpe y asesinato del presidente Villarroel, donde losprotagonistas principales pasan a ser las, multitudes urbanas (totalmente masculinas) en accin. La serierelata paso a paso, vctima a vctima, el colgamiento de Villarroel y sus colaboradores en las calles de LaPaz, precedida por una pgina de ttulo: El 21 de Julio de 1946, a la que sigue una reproduccin deldocumento por el cual la plana mayor del MNR abandona el gobierno, denunciando presiones de laoligarqua. Tal parece que el MNR busca lavarse las manos de ese interregno violento que permiti ala oligarqua recuperar el poder.

    Llegamos finalmente al meollo de la narrativa dellbum,bajo el ttulo La Guerra de la SegundaIndependencia de Bolivia, 1946-1952, subdividido a su vez en varias partes que siguen un estricto ordencronolgico. Esta vez, las oposiciones trabajan la figura personalizada de los representantes polticos dela rosca u oligarqua, en contrapunto con figuras de los lderes rebeldes en situaciones que muestran lagrave represin que sufre la poblacin; un Adrin Barrenechea herido y tras los barrotes, los lderesrevolucionarios que se renen en el exilio, el exilio de Fellman Velarde y Juan Lechn en la isla de Chilo(peridico Ercilla). Bajo el ttulo La Guerra Civil del 49, se prosigue con la narracin de sucesivosepisodios represivos,'identificando a algunos caudillos y lderes de la revuelta: uflo Chvez Ortiz,

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    Augusto Cuadros Snchez y varios oficiales del ejrcito que apoyaron la insurreccin. En Villa VictoriaHeroica, en cambio, se omite toda mencin a figuras individuales: es el combatiente annimo, el obrerode base el que protagoniza esta breve serie. Los frutos los recoge nuevamente la lite movimientista. EnLa Convencin de 1951, se muestra la directiva clandestina, compuesta por Aurelio Saucedo, Federicolvarez Plata, Alvaro Prez del Castillo, Jos Fellman Velarde, Luis Sandoval Morn y Walter GuevaraArce y, en las Elecciones de 1951, se relata el apresamiento de los dirigentes del MNR y la huelga dehambre de familiares de los detenidos. Le sigue una foto de Vctor Paz Estenssoro cuando se le niega la

    visa de ingreso a Bolivia, y otra de una manifestacin multitudinaria, protestando por este hecho, frentea la sede del Partido. La nueva seccin se abre con una pgina de titulo reiterativa Mayo 1951 EleccionesPresidenciales, y consiste en cinco fotografas de multitudes populares en las calles Multitudes cien porciento masculinas, annimas, que festejan sonrientes el triunfo electoral del MNR haciendo la V de lavictoria.

    Entramos, finalmente, a la seccin ms voluminosa del lbum (51 fotografas) El Mamertazo (16de mayo de 1951), que sintetiza los hechos hasta abril del siguiente ao. La serie se inicia con dos fotosde la Junta Militar de Gobierno y un texto que resume la situacin Cerca de un ao el pueblo sufre y seprepara. El 9 de abril se anuncia una Junta de Gobierno compuesta por Hernn Siles Zuazo, el generalAntonio Seleme por las fuerzas de Carabineros y el general Humberto Torres Ortiz por el Ejrcito. Es elprincipio de la Revolucin. Tras la traicin de Torres Ortiz y el apronte del ejrcito en contra de losrebeldes, se ilustr el hecho insurreccional en las calles de La Paz entre el 9 y 11 de abril. Once fotogra-fas muestran distintas facetas de la organizacin de la insurreccin con planos generales de multitudes

    armadas, marchando a pie o en camiones y dispuestas al combate. Son multitudes sin nombre, humanida-des masificadas que no se identifican, ni por sus nombres, afiliaciones o liderazgos, ni siquiera por ellugar donde ocurren los enfrentamientos o las fotografas, (ver ilustracin 3)

    Tan slo en una foto aparece mencionado Juan Lechn, el dirigente minero, al mando de un grupoevidentemente obrero de combatientes armados. Luego se muestra una foto alegrica de la derrota mili-tar, con una bota de caballera botada en medio del empedrado, y otras dos imgenes que muestran eltraslado de heridos y la bsqueda de familiares (nuevamente, angustiadas mujeres en busca de los suyos).La serie culmina con dos fotografas: un grupo de combatientes en torno a un estandarte con la banderaboliviana y el ingreso al Palacio de Gobierno del Comit Revolucionario Segn el pie de foto, encabezaa este Comit el militante Mario Sanjins Uriarte. La revolucin ha triunfado: Al ingresar al palacio, losrevolucionarios dan glorias a Villarroel. Es el justo homenaje a quien haba dado su vida por la indepen-dencia econmica de Bolivia. El periodo revolucionario se inaugura, literalmente, con una fotografa.Quizs la imagen ms conocida de la revolucin de abril, este plano medio conjunto (ver Ilustracin 4)muestra al presidente provisional, Hernn Siles Zuazo, firmando Los primeros Decretos Supremosemanados de la soberana voluntad del pueblo liberado de sus cadenas.

    Agachado humildemente, en actitud de trabajo sobre sus papeles e indiferente a la cmara, el Presi-dente, de impecable temo, corbata y peinado a la gomina, se ve custodiado por un miliciano de cara india,enfundado en una chamarra oscura, que eleva su Mauser y mira con gesto desconfiado al fotgrafo. Laimagen connota la voluntad del pueblo, en la figura de este miliciano, que est por encima y a la vezprotege al caudillo. Este, por su parte, parece sometido a esa voluntad, entregado a esa proteccin. Ex-traordinaria intuicin escnica de los posantes? construccin deliberada de sentidos por el fotgrafo?

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    Plasmacin de una momentnea inversin de jerarquas corporales? Lo cierto es que esta foto expresauna metfora de la participacin popular en la revolucin: el pueblo entrega a ciegas su victoria a la liteletrada del partido y le confa su destino, a cambio de un lugar eminentemente simblico al lado de loselegidos.

    La siguiente secuencia introduce un despliegue masivo de multitudes trabajadoras, invariablementemasculinas. La llegada del Jefe se injerta en medio de esa densa marejada humana. El nmero y lareiteracin de encuadres (mayormente planos picados) crean un crescendo de intensidad dramtica que

    culmina en un plano medio contrapicado de Vctor Paz Estenssoro, que se dirige a la multitud desde elbalcn del Palacio de Gobierno. Parece la culminacin de toda la historia, el fin de un largo camino yjustamente all, en medio de ese climax, es que se produce el amarre metonmico entre la meta final delproceso histrico boliviano y la pertenencia de Bolivia al mundo occidental (y cristiano) (ver Ilustra-cin 5)

    El nuevo presidente, legitimado por el triunfo electoral del 51 y la insurreccin popular de abril, serepresenta en segundo plano, detrs de la cruz catlica, con el texto Por mi Dios, por mi Patria y por lamemoria de los cados en la lucha, juro servir a la Revolucin Nacional mientras me quede el aliento(ver ilustracin 5). Esta voz en off encierra el legado insurreccional del cual se apropia el Jefe: mildoscientos caidos, miles de heridos e invlidos. Toda la masa annima del pueblo de Bolivia, que luchdurante dcadas contra las oligarquas y los ejrcitos, todos los combatientes que organizaron y consu-maron el hecho insurreccional, desaparecen as, subsumidos en la imagen mesinica del caudillo: TODOEL PUEBLO LO ACLAMA.

    Se suceden imgenes abigarradas, de a cinco por pgina, que muestran el paroxismo de la multitud(ver Ilustracin 6) Son las masivas y reiteradas concentraciones populares que Zavaleta bautiz como lafiesta de la plebe. Una fiesta de hombres annimos, sin rostro, multiplicados en filas de decenas ycientos de iguales, a quienes Fellman Velarde no vacila en caracterizar en trminos clasistas obreros,campesinos y gente de la clase media. La apoteosis de la multitud prosigue con la rplica de todas lasconcentraciones en centros urbanos y minerog de la Repblica (Potos, Tarija, Colquiri, Corocoro, Pulacayo,Llallagua, Machacamarca, Uyuni, Unca y Trinidad), geografa alegrica que se cierra con dos imgenesconstruidas, seguramente diseadas y pensadas exprofeso para el lbum por su autor, que muestran a unindio potosino y a un selvtico semidesnudo posando simtricamente, en plano entero, ambos haciendola V de la victoria con la mano derecha (ver Ilustracin 7), con el comentario La revolucin ha llegadoa todos los bolivianos.

    Es la culminacin del proceso de nacionalizacin de la historia, la supresin de indios y mujeres entanto sujetos de la misma; es la entronizacin del varn mestizo, occidentalizado y masificado, comoeptome del nuevo ciudadano homogneo que crear la revolucin. El indio se convierte, de ser una razade recia contextura forjada en la lucha por la vida y un porvenir mejor, en el pueblo boliviano,liberado por la revolucin, convertido en adorno de una nueva cultura hegemnica, de la cual son emble-ma esos salvajes incorporados haciendo la V de la victoria, retrica de sumisin a la figura del patriar-ca occidental y cristiano, el caudillo Vctor Paz Estenssoro, que as se convierte en el hroe cultural, en elcivilizador de la revolucin. Le sigue una serie titulada Da de la Lealtad (22 fotografas), que trazados y hasta tres conmemoraciones subsumidas en una: el 16 de mayo de 1952 (conmemoracin de lamuerte del estudiante Ovidio Barbery en Santa Cruz), el 21 de julio (conmemoracin del colgamiento de

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    Villarroel), donde aparece por primera vez un nuevo personaje el ejrcito del Pueblo14, junto a lasviudas de Villarroel, Ballivin y Ura (nuevamente, las mujeres de luto que consagra la revolucin), y el2 de agosto (da del Campesino), donde el Jefe reafirma el compromiso de realizar la Reforma Agraria(lo que se cumplir, efectivamente, al ao siguiente). Aqu hay una serie de fotografas de dirigentes ybases indgenas sin nombre, pero cuya identidad es posible reconstruir por otras fuentes. Est, por ejem-plo, Antonio lvarez Mamani, al lado de Paz Estenssoro y otro dirigente indgena que no hemos podidoidentificar. Esta fotografa se reproduce en versin de la prensa, en el testimonio de lvarez Mamani

    (Ranaboldo, 1987: 199). Pero en el lbum no se menciona su nombre, ni el de los dirigentes indgenasdel congreso de 1945, ni el de los deportados indgenas del sexenio. Ninguna figura indgena de lahistoria nacional figura con nombre propio en el lbum de la Revolucin.

    La seccin siguiente hace de enlace y de prlogo al momento culminante de la historia, la Naciona-lizacin de las Minas. Titula 6 de Agosto de 1952 y consta de 5 fotografas que ilustran a la perfeccin elproceso nacionalitario de indios y mujeres que caracteriza la narrativa del lbum. Las dos primeras(ver Ilustracin 8) rezan: El Jefe encabeza el desfile y El pueblo le testimonia su hondo afecto. En latercera, se muestra a una multitud encaramada en un edificio en construccin, que observa a un conjuntodesordenado de pasantes en primer plano (entre ellos una chola). La serie se cierra con dos fotografas(ver Ilustracin 9) del presidente Vctor Paz Estenssoro, bailando con dos cholas annimas en el Pala-cio de Gobierno.

    (Ilustraciones 8 y 9 aproximadamente aqu)Los pies de foto son sugerentes de la funcin legitimadora que en adelante tendra este gesto

    performativo de invitar a las cholas a bailar en los espacios pblicos del poder y del Estado: Por lanoche, en el Palacio de Gobierno, se celebra un gran baile popular y Antes slo la aristocracia tenaentrada a sus salones. Pero esta figura populista sera tan slo una apariencia. Sobre esos mismosepisodios, Nieves Mungua, del Sindicato de Floristas, recuerda:

    Nosotras mismas hemos inventado para hacer mejor los ramos. Para qu decir, la Cata (se refierea Catalina Mendoza, dirigente de la FOF) ha inventado los ramos al trabajar. Ella tena sus con-tratos en el palacio, en la alcalda, en todos los hoteles atendamos. En el palacio haba unascanastas especiales, ah haba que ir a arreglar con la Cata. Cuando ha entrado Paz Estenssoro,dos veces ha hecho fiesta en los carnavales: baile popular haba, baile de la alta aristocraciatambin (testimonio de Nieves Mungua, en Zulema Lehm y Silvia Rivera, Los Artesanos

    Libertarios y la tica del Trabajo.La Paz, Editorial del THOA, 1988, p. 167).

    La duplicidad de las prcticas populistas de la revolucin, con el lenguaje racional y escatolgico dela independencia econmica de Bolivia, al mando de una capa de dirigentes ilustrados y decentes,

    14 Luego de la capitulacin del jercito y de la momentnea transferencia del poder represivo del estado a las milicias obreras ycampesinas que surgen de la revolucin, el ala moderada del partido, lidcrizada por Vctor Paz Estcnsoro, opta por reorganizarel Colegio Militar, lo que se produce el 17 de mayo de 1952, y se ratifica el 31 de mayo del ao siguiente con la apertura delColegio Militar de Aviacin Germn Busch (cfr Jcan Picrre Lavaud, El Embrollo Boliviano. Turbulencias Sociales y desplaza-mientos Polticos, 1952-1982. La Paz, CESU, IFEA, H1SBO, 1998).

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    una alta aristocracia que abre las puertas del palacio a la multitud chola, emblematiza as la subsuncinornamental y culturalista de indios y cholas en el imaginario de la nacin boliviana que construye ellbum.

    Ellbum de la Revolucinse cierra con una serie cronolgica de fotografas que detalla el proceso defirma del decreto de Nacionalizacin de las Mina, el 31 de octubre de 1952. En una atmsfera de solem-nidad y dando muestras de un culto fetichista por los papeles, los lderes revolucionarios reciben loscinco volmenes del estudio de fundamentacin para la medida (dos fotos). Se muestra luego el textodel decreto, la firma que estampan sobre l el Presidente Paz Estenssoro y el Ministro de Minas, LechnOquendo, una foto del decreto firmado y otra de la misa de accin de gracias oficiada ese da, con elObispo en primer plano, de espaldas, frente a una multitud civil-militar. En la siguiente pgina, dos fotoscasi idnticas de esta misma multitud, pero en plano frontal, con el pie de foto: Los obreros y el Ejrcitodel pueblo asisten al acto. La pgina siguiente despliega cinco fotos, dispuestas piramidalmente, dondese muestran rostros de annimos mineros con guardatojos y las mejillas abultadas por susjachusde coca(ver Ilustracin 10).

    En la cspide, el Jefe, haciendo la V de la victoria frente a la multitud. Debajo de l, los represen-tantes individualizados de una masa annima: rostros orgullosos, cansados, incrdulos o contentos. Enactitud protectora, el Jefe parece acceder a las demandas y esperanzas de la plebe, a bendecirlos con sumano derecha victoriosa. Es la inversin exacta de la primera foto de Siles en el Palacio Quemado, peroel montaje en cascada es an ms elocuente sobre las intenciones del narrador, que convierte al caudilloletrado que ocupa el pice de la pirmide en el modelo cultural (inalcanzable) de esa plebe sucia y

    deteriorada por el esfuerzo laboral. Todo esto ratifica, paradigmticamente, la idea de que nadie ms quela gente con temo y con dominio de la palabra y la escritura podrn conducir a las clases oprimidas delpas a su liberacin.

    La penltima de la serie es un plano conjunto de los intelectuales y polticos Vicente LombardoToledano, Miguel ngel Asturias, Ral Ampuero y Rodolfo Puigross, que se muestran como represen-tantes de los pueblos del continente y lucen igualmente temo y corbata. La ltima foto vuelve a usaruna connotacin metafrica para plasmar la idea del texto. Vemos una multitud de mineros, militares yclases medias, multitud abigarrada y mayormente masculina, de espaldas a la cmara, que parece enactitud de movimiento y el pueblo de Bolivia reemprende su marcha en un nuevo camino, es el comen-tario que cierra la serie.

    Llegamos as al eplogo del lbum, que se abre con un primer plano de Vctor Paz Estenssoro,mirando hacia arriba y a la derecha del observador (izquierda pictrica), vestido con un impecable temooscuro a rayas, camisa blanca y corbata. Es el hacedor de la historia, el caudillo cuya vida se debeentender como un destino. Se muestran entonces la fachada de la casa del conductor y gua de laRevolucin Nacional Boliviana, un ngulo del dormitorio donde estuvo su cuna y, en un ltimo, elo-cuente despliegue metafrico, vemos a Vctor Paz Estenssoro seguido por un militar annimo de blanco,caminando por un bosque de eucaliptos y pinos en su ciudad natal. El texto final teje una interpretacinmesinica de la voluntad de ser que encarna en la revolucin como obra de un hombre Vctor PazEstenssoro, con ntima satisfaccin, contempla y revisa la tarea. Un solar rido, que bajo su orientaciny planificacin, hoy es un bello bosque en su ciudad natal. Cuando emprendiera esta obra de arborizar elcampo arenoso, provoc la duda en los incrdulos. Hoy la realidad le otorga razn. Igualmente, cuando

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    fund el Movimiento Nacionalista Revolucionario, lo consideraron iluso. Hoy, la realidad confirma deque, tambin en esto, estuvo en lo cierto.

    Al atar la voluntad con la verdad, el poder con la razn, el ingreso de Bolivia al concierto denaciones modernas, y a la humanidad occidental se hace indiscutible. La Nacin Boliviana est repre-sentada por esas dos cabezas: el militar del pueblo y el estadista civil. Recientemente reconstruido, elejrcito del 52 ya aparece como garante de la condicin nacional de las transformaciones que se llevan acabo: modernizacin de la economa, ampliacin del mercado interno, hipoteca de los recursos naturales

    y creciente influencia ideolgica y cultural del occidente cristiano imperialista sobre el alma de la pobla-cin boliviana. El eplogo del lbum result premonitorio. En efecto, la asociacin autoritaria del Nacio-nalismo Revolucionario con el ncleo represivo del Estado se plasmar en la candidatura Paz Estenssoro-Barrientos para las elecciones de 1964 y en el golpe del 4 de noviembre de ese ao, que pone en escenala abierta intromisin de los Estados Unidos en los asuntos econmicos y polticos internos del pas.Qu pas con la segunda independencia de Bolivia? En qu qued la Nacionalizacin de las Minas?Dnde fue a parar la denuncia de la conversin de Bolivia en pas importador de alimentos? Tomandolos mismos ejes diseados en el lbum de la Revolucin como expresin de los asuntos desoberanaimplicados en la nocin de independencia econmica, osegunda independenciade Bolivia, veremos porltimo una obra ms tarda de Jos Fellman Velarde, elMemorndum sobre Poltica Exterior Boliviana(1963/1967), que nos permitir profundizar sobre el tema de las contradicciones culturales y polticasinherentes al discurso movimientista, y mostrar evidencias adicionales de este nexo tan tenaz entre colo-nialismo interno e imperialismo.

    Rquiem para un nacionalismo

    El meollo de la problemtica es la pertenencia de Bolivia al mundo occidental, imagen hegemnicaque ya haba sido construida a lo largo del poderoso despliegue visual del lbum de la Revolucin y queahora su autor explcita y teoriza, pero en calidad de Canciller de la Repblica, para dar sustento a lapoltica internacional del pas. ElMemorndum sobre Poltica Exterior Bolivianaes una obra adusta yaburrida, que nos muestra un conocimiento detallado de los conflictos internacionales y la dinmicaeconmica mundial en la cual se desenvolvi la revolucin nacional boliviana entre 1952 y 1962. Pre-senta una serie de anlisis de los aspectos demogrficos, econmicos y sociales del pas, a travs de cifrasy mapas que ilustran los obstculos y dilemas estructurales que enfrenta Bolivia por su forma de inser-cin en el mundo ElMemorndumresume la poltica internacional del ltimo gobierno de Paz Estenssoroy pone en el tapete las consideraciones de realpolitikque impiden el ejercicio pleno de la soberana y laindependencia econmica, ideal que haba sido planteado como meta ltima de la revolucin de 1952

    e inicio de la verdadera historia de Bolivia. El libro comienza haciendo precisiones sobre sus objetivosy definiendo los conceptos que utiliza para plantear su argumento.El captulo Bolivia - Su Situacin enel Mundo, aplica estos conceptos al objeto concreto de su exposicin: Bolivia en los aos 60. Los trescriterios que le sirven para ello son su ubicacin geogrfica (que se define por las relaciones con susvecinos); su demografa (que se lee culturalmente como una similitud en el modo de vida) y su capa-cidad econmica y poltica, que equivale a definir su estado de desenvolvimiento en el plano sobretodo econmico (Fellman 1967: 19). De acuerdo con estos criterios, Fellman caracteriza al pas:

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    Bolivia es un pas mediterrneo situado en el corazn de la Amrica del Sud, est rodeado porotros cinco pases: Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Per; es parte, por la similitud en sumodo de vida, del mundo occidental, y est, por su estado de desenvolvimiento, dentro del reamundial del subdesarrollo(Ibid, p. 20).

    Ms adelante, precisa qu entiende por el mundo occidentalaquellos pases que, en lneas genera-les, se han adherido al rgimen de la propiedad privada y profesan el sistema de la democracia repre-

    sentativa(Ibid, p. 22). Este mundo no congrega entidades homogneas e iguales, pues est estructuradoen jerarquas y relaciones de fuerza:En la cspide se hallan los Estados Unidos, como se demuestrapor su /oca/i'zacn, su potencia/ demogrfico y su nivel de desarrollo econmico. Pero este mundo sedefine tambin por su opuesto: el surgimiento de otro bloque, liderizado por la Unin Sovitica, de lospasesa los que se ha dado en llamar el mundo de Oriente (Ibid, p. 23). En un primer nivel del anlisis,Bolivia es pues, parte del mundo occidental o libre, en oposicin al bloque comunista y su rea deinfluencia oriental en Asia y frica.Elanlisis de Fellman se dirige entonces a ver las implicacionesde la inclusin subordinada de Bolivia en el mundo del subdesarrollo, y dentro del bloque liderizadopor los Estados Unidos. Cita casos flagrantes de intervencin norteamericana en las decisiones internasde poltica econmica de pases vecinos: el caso de la nacionalizacin de servicios elctricos en RioGrande do Sul y las presiones norteamericanas al gobierno del Brasil para revertir la medida, as como lasuspensin del fmanciamiento al Per para imponer al presidente electo, Belande Terry, que renuncie asu promesa electoral de revisar los contratos del Estado con compaas petroleras norteamericanas. Pero

    la influencia norteamericana no se reduce a estas presiones directas para favorecer los intereses econmi-cos de sus empresas se halla orientada, en lo general (sic), a la promocin de aquellos ideales quedistinguen el modo de vida del mundo occidental (Ibid, p. 25). Si bien este influjo cultural no seproblematiza, s en cambio se denuncia que puede ser usado en favor y beneficio de intereses particula-res y este es el caso, precisamente, de Bolivia. El tema de la fundicin de antimonio de Oruro -analizadodetalladamente por Sergio Almaraz enRquiem pora una Repblica-funciona paradigmticamente paramostrar el unilateral poder de los Estados Unidos para bloquear un desarrollo autnomo y soberano de unpas subdesarrollado. La presin norteamericana para eliminar la propuesta checoeslovaca e imponer uncontrato desfavorable con la American Lead & Co, lleva a Fellman a preguntarse sobre Ja coherenciaentre lo que se postula y lo que se practica en materia de liberalismo por parte de los norteamericanos.

    En casos como ste, cabe preguntar en qu queda el rgimen de la propiedad privada, comopostulado, siendo que la libre competencia esparte inseparable de ese rgimen(Fellman, 1967:

    26).

    El autor pasa a considerar la balanza comercial boliviana con los Estados Unidos y el volumen de lasinversiones y donaciones de ese pas al gobierno, para concluir la situacin de Bolivia dentro del mundooccidental, es de extrema dependencia econmica y poltica respecto de los Estados Unidos (Ibid, p. 27).

    As, aunque el mundo est dividido en slo dos bloques, existen tambin crecientes tensiones entrelos pases altamente desarrollados y los que estn en vas de desarrollarse (Ibid, pp. 27-28), que sehan intensificado hasta llegar a una profunda -e inevitable- contradiccin de intereses (Ibid, p. 28).

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    Pone como ejemplo el caso del Consejo Internacional del Estao y la creacin del buffer stock, queafecta los precios del estao y la economa de Bolivia, privndole de opciones de sobrevivencia. Lospaises subdesarrollados se han ido as transformando de economas formalmente independientes, en...colonias, neocolonias o semicolonias, detentadas o disputadas por los pases altamente desarrollados(Ibid, p. 29). El capitulo concluye con una ambigua proposicin de inscribir a Bolivia en el neutralismoactivo o no compromiso, para no convertirse en la zona de influencia de otro pas y poder comprary vender cmo y donde conviene, y a precios fijados nicamente por las leyes de la oferta y la demanda

    (Ibid, p. 30). Sin embargo, en el ltimo prrafo, con un tono objetivista, expone las estadsticas de labalanza comercial que impiden tal posibilidad: Bolivia es tan dependiente de los precios de las materiasprimas y de la importacin de maquinaria y bienes de consumo, que importa incluso el 13.19% dealimentos que requiere para suplir sus dficits de produccin (Ibid, p. 30). Para pagar estos desbalances,el mayor flujo de divisas se dirige a los Estados Unidos.

    En qu ha quedado entonces la segunda independencia de Bolivia? Fue la nacionalizacin de lasminas, como lo muestra el lbum de la Revolucin, el inicio de la existencia soberana de nuestro pas enel campo internacional? Los casos de las fundiciones de estao y antimonio, y el caso del petrleo -ejemplificado por el cdigo Davenport, que permiti la transferencia a la Gulf Oil Company del 95% delas divisas generadas por este recurso- son contundentes. Pero entre el aceptar queej balance de fuerzascon los Estados Unidos es altamente desfavorable para Bolivia y reputar este hecho como inevitable, seabre una profunda brecha: la distancia entre lo que se postula y lo que se practica. Ms an, tomandoen cuenta que Fellman Velarde es no slo el autor del Memorndumsino tambin dellbum de la Revo-

    lucin,donde no se vacil en proclamar que la firma del decreto de Nacionalizacin de las Minas equi-vala a la liberacin definitiva de Bolivia de los dictmenes del imperialismo. El pecado original de larevolucin de 1952 reside en la contradiccin entre su base de legitimacin rupturista, basada en eldiscurso de la independencia econmica y el mestizaje, y la continua adscripcin de sus lites al mundooccidental, lo que se traduce en la continuidad de una poltica civilizatoria, absolutamente ciega a lanaturaleza no occidental de la mayora de la poblacin boliviana. Esta ceguera se envtielve, nuevamente,en un lenguaje de clase:

    La sociedad boliviana. . . se halla compuesta por una burguesa supranacional integrada porinversionistas que exportan sus productos, que radican en el exterior y que tienden, por ello, aexportar tambin sus beneficios; por una burguesa nacional formada por capitalistas nativos,que venden sus productos dentro del pas, que tienden a reinvertir sus capitales y que, como todocapitalista, obtienen sus beneficios de la contratacin de trabajo ajeno; por los obreros, aquellosque venden su fuerza de trabajo y dependen, para subsistir, de lo que obtienen en cambio, y,finalmente, por las clases medias; profesionales, pequeos propietarios, empleados, artesanos,gentes en general, que escapan a las definiciones de burguesa o proletariado (Ibid, p. 63)15

    15 Ms adelante, arriesga el clculo de proporciones entre estas clases: La burguesa supranacional sera inexistente, la burgue-sa nacional abarcara a un 7% de la poblacin, el proletariado al 28.6% y las clases medias al 64.4% de la poblacin, lo queratifica la subsuncin del campesinado indgena del pas en esta ltima categora. Ver Fellman 1967: 64)

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    Si en el lbum de la revolucin se haba hablado reiteradamente del campesinado y se habaincluido algunas fotografas de campesinos indgenas de diversas regiones (aunque fueran unos pocosindios emblemticos y ornamentales), en elMemorndumellos se hallaban completamente obliterados,omitidos incluso como campesinos, subsumidos en la categora de pequeos propietarios, parte a suvez de la categora de la clase media. Este desplazamiento del anlisis de clase y la doble borradura delindio en tanto raza o grupo tnico, y en tanto productor rural campesino, delatan un nivel ms atrevido,y a la vez ms ciego, en la construccin del discurso de la nacin boliviana como parte del mundo

    occidental. Equivalen a reconocer la impotencia de Bolivia para ejercitar su condicin de nacin sobera-na, y justifican esta rendicin como tributo cultural a la adscripcin (unilateral) que la lite movimientistaha profesado hacia el mundo occidental, en nombre de toda la poblacin boliviana. El nexo entrecolonialismo interno y sometimiento al imperialismo se hace evidente. En efecto, la obliteracin delindio, y an del campesino, del texto social de la nacin genera una paradoja. En el acpite tituladoenigmticamente El complejo poltico y cultural, Fellman Velarde expone y vaticina una notoria yfavorable tendencia de los distintos grupos tnicos que forman la poblacin a integrarse en un solocuerpo pero, por otra parte, seala que, dentro de la llamada opinin pblica, subsiste una suerte desentimiento de inferioridad, nacido tal vez, de los varios contrastes que ha sufrido el pas, uno de cuyosmitos es la superioridad de todo lo extranjero, desde los artculos alimenticios hasta la diplomacia, y quees necesario superar (Ibid, p. 66).

    Pero, no es acaso el propioMemorndum un reconocimiento sin fisuras de la hegemona culturalnorteamericana sobre el mundo, especialmente sobre el traspatio sbdesarrollado que es Bolivia? No

    expresa el propio Fellman un sentimiento de inferioridad, un complejo poltico y cultural frente alarrasador impulso del desarrollo capitalista de occidente y frente a la hegemona comercial y poltica delos Estados Unidos?

    Entonces, todos sus lamentos y quejas sobre el dominio imperialista en Bolivia caen en saco roto,se convierten en letanas del autodesprecio, en un reconocimiento -disfrazado derealpolitik- de laincapacidad de las lites por ejercer una postura soberana, por encarnar efectivamente la promesa deponer en marcha la segunda independencia de Bolivia. Un repaso somero de estos lamentos: eldumping de estao realizado por la URSS en 1958 y por los Estados Unidos desde 1962 que provo-caron un rpido descenso de los precios con grave perjuicio para Bolivia. Este episodio es vistocomo una agresin a la soberana del pas, pero el relato del Ministro delata la impotencia boliviana enlos foros internacionales.

    Igualmente, el desvo de las aguas del rio Lauca que motiv la ruptura de las relaciones con Chile en1962, pone en evidencia la incapacidad boliviana para lograr siquiera la solidaridad de los pases vecinos(Ibid, p. 35). Pero adems, Bolivia se somete sin pataleos al imperialismo comercial de los EstadosUnidos e! decreto del 22 de agosto de 1963 obliga a comprar a ese pas motorizados, leche, llantas yotros, en detrimento de los intereses del pas Ese decreto habra sido promulgado por la influenciareiteradamente ejercida de los Estados Unidos (Ibid p 50) El diagnstico sobre la soberana bolivianaes lapidario y muestra !a incapacidad del estado del 52 y de la lite movimientista para ejercerla lalibertad de Bolivia para comerciar, no est slo incidentalmente amenazada sino que, en el hecho, noexiste como un absoluto (Ibid p 52).

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    ElMemorndum sobre Poltica Exterior de Boliviaes el rquiem para el nacionalismo del MNR Unnacionalismo que fue proclamado a los cuatro vientos en 1952 y que, en 1954, se plasm en la reinvencinde la historia por decreto. La meta de ese mecanismo ideolgico fue doble: postular al MNR y a suscaudillos como la cara racional y civilizadora de la insurreccin de 1952, y echar una cortina de humopara encubrir el carcter fundamentalmente continuista de las polticas culturales del MNR respecto desus antecesoras oligrquicas. Esta continuidad fue asegurada por los Estados Unidos, como parte de supolitica de la Guerra Fra. La primera reforma educativa fue montada desde el Servicio CooperativoInteramericano de Educacin y no pudo realizarse plenamente en medio de las turbulencias del periodo

    prerrevolucionario. Esta propuesta civilizadora y deculturadora se plasm finalmente en la segunda re-forma educativa de 1955, uno de cuyos pilares fue la reinvencin de la historia y la difusin masiva deimgenes que sustentan esta construccin ideolgica. Jos Fellman Velarde, el historiador oficial delMNR, proporcion un discurso encubridor que permiti a las capas dirigentes del partido -en medio deun agudo faccionalismo- entregar el pas al saqueo imperialista y renunciar a la segunda independenciade Bolivia, desviando el discurso de la soberana hacia la agresin chilena y el fortalecimiento delejrcito, que se convertir en guardin de las polticas imperialistas, antiobreras y anticampesinas, duran-te la dictadura de Barrientes (1964-1969).

    Conclusiones preliminares

    He intentado exponer las contradicciones inherentes al proyecto cultural del MNR a travs de susestrategias de representacin de la historia, tomando ejemplos de su propia produccin documental. He

    revisado el decreto del 27 de abril de 1954, por el cual se crea una Comisin de Historia del PuebloBoliviano, cuya meta es la escritura de una versin nica y autntica de la historia boliviana, para difun-dirla masivamente a travs de los centros educativos. Por otra parte, he analizado la narrativa que organi-za ellbum de la Revolucin(1954) y elMemorndun sobre Poltica Exterior de Bolivia (1962),produ-cidos por un mismo autor y situados al principio y al final de la gestin estatal movimientista, para vercmo se articulan las lecturas coloniales de la estructura social de Bolivia, con el reconocimiento de unasumisin sin escapatoria a los dictmenes del Imperio.

    En el contexto de la revolucin del 52, no hubo solucin de continuidad entre estos momentosrevisionistas de la historia, y la subordinacin pragmtica de los funcionarios del MNR a la politica de laGuerra Fra y la Alianza para el Progreso. El papel de intelectuales como Jos Fellman Velarde en la forjade estos instrumentos de reinvencin de la historia ha sido puesto en relieve y, a travs de l, hemosquerido hacer una radiografa de esta lite poltica, de esos parientes pobres de la oligarqua (Zavaleta),apremiados por mostrarse como ejemplos de modernidad y civilidad en este pas de indios, y a la vezagobiados por la supremaca yanki que les impona una ambigua percepcin de s mismos. Esta sumisinideolgica tena su raiz en el mito de la pertenencia de Bolivia al mundo occidental, que equivala a negarla condicin cultural de ms del 60% de la poblacin boliviana. La borradura del indio de la historia,

    junto con la subordinacin populista de las mujeres, son las dos caras de la medalla en la implantacin deeste mito en el sentido comn de la poblacin. Son parte de una pedagoga nacional-colonial impuestadesde la misin Maes y el SCIDE, con su lenguaje de mestizaje y campesinizacin y con su prctica deinvadir los hogares campesinos para imponer un modelo de familia patriarcal que encierra a las mujeresen las labores de higienizacin y cuidado de la familia. De hecho, es como viudas, deudas, o madres

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    angustiadas que las mujeres hacen su ingreso en el imaginario del lbum de la Revolucin, lo queequivale a negar la historicidad y la presencia pblica autnoma de miles de mujeres (desde las floristasy recoveras de la FOL hasta la creciente clase obrera femenina). El lb