el oso y la mariposa

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El oso y la mariposa María Dolores Pareja Tagua Sevilla, 2010

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Page 1: El oso y la mariposa

El oso y la mariposa

María Dolores Pareja TaguaSevilla, 2010

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EL OSO Y LA MARIPOSA

Había amanecido en la hierba verde, en el cielo añil, en la algodonosa nube con el refulgente sol. Pero el gran oso pardo no lo había apreciado, se sentía solo, sin ganas de mirar lo que le rodeaba.

Esa mañana se dejó llevar por sus pasos como si sus patas no le pertenecieran, no podía dirigirlas. Así que comenzó a andar y a andar y más andar, dejando muy atrás el lugar de donde había partido. Sus ojos se fueron acostumbrando a aquella desconocida claridad.

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De pronto, algo llamó su atención. Pero qué era aquello que revoloteaba a su alrededor, no paraba de rodearlo haciendo pequeñas volteretas sobre su cabezota. Quiso alcanzarlo mas no se dejaba coger, seguía danzando como si bailara un rítmico vals.

-¡Hola! ¿Cómo te llamas?- le preguntó aquello que tanto revoloteaba a su alrededor.

- ¿Cómo me llamo? Yo no me llamo nunca, siempre estoy solo, nadie me llama.

- Pues, entonces, ¿qué eres?- insistía aquel pequeño móvil volador.

- No lo sé, siempre he estado solo en un lugar lejano- contestó algo triste el oso.

- O sea, que ¿nunca has visto a nadie?

- Yo tan sólo recuerdo aquel lugar. No sé cómo llegué allí ni quién me trajo.

- Pues sí que es triste tu vida- respondió el pequeño bicho volador.

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- Y tú, ¿quién eres? ¿Por qué te mueves tanto?

- Pues yo soy, no sé si lo entenderás, una mariposa.

- ¿Una mariposa? Qué nombre más raro. Y, ¿quién te ha enseñado a bailar así?

- Nadie, yo sola, de ver cómo lo hacían mis amigas.

- Entonces, ¿yo podré bailar como tú si me fijo cómo lo haces?- preguntó curioso el gran oso.

- ¡Uf! No sé, pero creo que te falta algo- respondió algo inquieta la mariposa.

- ¿Qué me puede faltar?- dijo el gran oso.

- No sé, pero creo que tienes los brazos pequeños para mover tu gran

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cuerpo- contestó la pequeña voladora posándose sobre su brazo.

-¡Ojalá, yo pudiera llegar a moverme como tú, con esa suavidad y soltura y mirarlo todo desde arriba!- contestó el oso algo apesadumbrado y triste.

La

mariposa se alejó un poco del gran oso y se fue a posar en un frondoso eucalipto. Observaba desde aquella altura, las enormes montañas que se acariciaban unas a otras.

- Oye, mariposa, ¿dónde te has metido? No puedo localizarte.

La mariposa despertó de su ensimismada mirada a la lejanía,

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pensando en las últimas palabras del gran oso pardo. De pronto salió volando haciendo variedad de piruetas hasta posarse en la nariz del oso.

- ¿No creerías que te había abandonado, no? Tan sólo quería pensar en lo que me habías dicho,- respondió la pequeña voladora.

- ¡Ah!, por un momento creí que de nuevo estaba solo, ahora que me estaba acostumbrando a tu revoloteo y a tus amenas palabras.

- Querido, grandullón, he estado reflexionando un poco sobre lo que me has dicho. Sí, es verdad que me muevo ágilmente, pero cuando sopla el

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hermano viento del Norte no puedo socorrerme en ningún lugar, me arrastra como a una hoja de un árbol. A veces, me gustaría ser tan grande como tú y poder acariciar con los pies la fresca hierba verde -contestó la mariposa-.

- ¡Ah, por eso no te preocupes! Yo te ayudaré a cumplir tu deseo -añadió el gran oso con gran emoción.

- Pero, ¿cómo podrás hacerlo?-preguntó entusiasmada la mariposa.

- Tú, sígueme, te llevaré a un lugar donde no hace viento y podrás moverte como quieras sin miedo a que te lleve el aire.

El gran oso pardo comenzó a caminar por un angosto camino de zarzas y arbustos, la mariposa se posó en su cabezota, iba observando todo con detenimiento pues cuando volaba perdía muchos detalles.

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- ¿A dónde te diriges, amigo? Yo nunca había pasado por este lugar- preguntó algo inquieta la voladora.

- Tú, sigue mirando, que te llevaré a un lugar que siempre recordarás.

A medida que caminaban, el sendero se hacía más estrecho y las plantas más abundantes. ¡Qué maravilla de flores! Y a la vez que pasaba por ellas, abrían y cerraban sus pétalos y los saludaban.

El oso paró un momento y le preguntó a la mariposa.

- Oye, ¿ahora no hablas? ¿No me dices nada?- le inquirió el oso, sin percibir lo que hacían las flores.

- Amigo, este lugar es maravilloso. Gracias por haberme traído.

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- Pero, no es aquí donde te traía, falta un poco para llegar -contestó el oso-.

- ¡Ah! Entonces, ¿dónde vamos?- comentó la voladora algo intranquila.

- No seas impaciente, falta muy poco. Cierra los ojos y te aviso cuando lleguemos.

Muy cerca se notaba como si una gran piedra hubiera abierto la boca

para decir algo muy importante. El gran oso pardo se adentró por la enorme boca rocosa, enseguida notó el calor especial.

El gran oso pardo respiró profundamente y la mariposa se asustó.

- Bueno, ya puedes abrir los ojos y la boca, si quieres decirme algo.

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La mariposa no podía reaccionar ante tanta belleza. Había flores con colores y formas nunca vistas por ella antes. No sabía dónde mirar, empezó a revolotear impacientemente para acercarse a cada una de aquellas plantas. Conforme más se acercaba notaba que las flores le hacían señas para contarle algo. Una bella flor

turquesa le dijo: - ¡Hola!, ¿quién eres? Nunca

hemos visto una flor que pueda volar.- Yo no soy una flor, aunque

también tengo colores como tú, pero soy una mariposa.

- Entonces tendrás más hermanas como tú, ¿verdad?- preguntó la flor turquesa.

- Claro, tengo muchas hermanas y de diverso color y tamaño, contestó la

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voladora. Pero nunca habíamos visto una flor tan bonita como tú.

El gran oso pardo fue en busca de la mariposa pues veía que no se movía del lugar.

- Mariposa, ¿qué me dices del lugar? ¿Te gusta?

- Te agradezco mucho que me hayas traído aquí, nunca había visto algo tan maravilloso.

- ¿Lo ves? Ya te decía que en este lugar no había problemas para volar, el viento del Norte no conoce este lugar, así que podrás desplazarte como quieras y pararte cuando y donde puedas- le sugirió el oso pardo.

- Pero, pero lo mejor de todo no es que no haya viento, es que haya tan variadas y preciosas flores- le contestó la mariposa.

- ¿Cómo dices? ¿Qué son las flores?- preguntó algo inquieto el oso,

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que no podía percibir ni el color ni la voz de las plantas.

La inquieta mariposa se dirigió revoloteando hasta la elegante flor turquesa y le preguntó:

-¿Tú conoces a ese grandullón?- Sí, cuando nací ya estaba en este

lugar pero él no nos ve- contestó la flor.- Ahora entiendo, me dijo que

vivía solo en este lugar y nunca había visto a nadie. Bueno, gracias, preciosa flor. Tengo que resolver algo.

La mariposa se alejó con gran inquietud hacia el oso, que se había echado en un gran colchón de frondosa hierba fresca. Como vio que estaba dormido, aprovechó para salir de aquel lugar tan especial y buscar a sus

hermanas. Llegó hasta un jardín florido de

margaritas, azucenas, nardos, gladiolos

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y rosas, allí pudo ver entretenidas a muchas de sus hermanas y amigas. Se acercó a ellas contándoles algo al oído.

De pronto todas se pusieron en camino. Al llegar a la gran boca rocosa, la mariposa encargó a sus compañeras que no hicieran ruido por que no despertaran a su amigo el oso, pues quería darle una sorpresa.

Entre las mariposas había una que tenía el don de cumplir un deseo sólo con pasar sus alas sobre el ser vivo que lo requiriera. Se acercaron muy cautelosas hasta donde estaba el gran oso plácidamente durmiendo, no sin antes admirar las variadas y extrañas

flores que por allí había. La pequeña mariposa le hizo una

señal a la mariposa que tenía el don, para que pasara sus alas sobre el gran oso pardo.

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Al momento pudieron comprobar cómo se iba comprimiendo y de sus brazos salían unas pequeñas alas con lunares de diferentes colores.

Del gran oso ya no quedaba nada, se había convertido en una hermosa mariposa. Empezó a batir las alas y despertó del profundo sueño. ¿Qué me ha pasado? ¿Por qué puedo volar?

Rápidamente, distinguió a su amiga entre todas aquellas mariposas.

- ¿Qué tal amigo? Ahora puedes bailar como yo. ¿No querías moverte con soltura y suavidad, y ver las cosas desde arriba?

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- Gracias, amiga, que hermoso paisaje puedo admirar desde aquí.

Con precaución se acercó hasta una flor que le estaba haciendo señas con sus pétalos. La flor turquesa empezó a sonreírle, pues había estado observando el espectáculo de su metamorfosis.

-¡Hola, amigo oso! Por fin puedes vernos, antes por más señas que te hacíamos no podías hablarnos, te queríamos ayudar porque te notábamos triste, pero era imposible.

- ¡Oh!, gracias flor, por preocuparte de mí, siempre creí que estaba solo. Mis ojos o mi tristeza no me dejaban ver la belleza del lugar en el que me encontraba. ¿Cómo podía estar tan ciego? Perdona un momento, amiga.

El gran oso convertido en mariposa se acercó a la pequeña voladora que le había hecho tan feliz.

- Gracias, mariposa, le decía revoloteando cerca de ella, no podía imaginar lo acompañado que estaba,

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sintiéndome siempre solo, sin poder valorar el lugar donde vivía.

- Gracias a ti, por haberme traído a este lugar, pues nunca lo hubiéramos descubierto sin ti, - contestó agradecida la mariposa.

El oso-mariposa continuó revoloteando durante un rato, hasta que se acercó de nuevo a su amiga.

- Mariposa, ahora que he descubierto a mis vecinas, no me gustaría dejar de verlas, aunque volviera a ser un oso, -le sugirió el gran oso pardo-.

- Vale, amigo, hablaré con la mariposa que concede el don, por que puedas disfrutar siempre de la compañía de tus vecinas, las flores.

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