el pintor debajo del lavaplatos tragaluz 3cap2013
DESCRIPTION
Primeros 3 capítulos: El pintor debajo del lavaplatos Afonso Cruz Tragaluz editores SAS. http://www.tragaluzeditores.com/TRANSCRIPT
Afonso C
ruzEL PIN
TOR D
EBAJO D
EL LAVAPLATOS
ColecciónL
usitania
Afonso Cruz(Figueira da Foz, Portugal, 1971)
Vive en el campo, al sur de Portugal.
Allí cultiva un pequeño huerto, riega
los árboles de olivo, y fabrica
artesanalmente la cerveza que bebe.
Afonso Cruz es un artista único.
Además de escribir, ilustra, realiza
cortometrajes animados, y tiene una
banda de blues. En sus creaciones
combina con naturalidad las técnicas
de esas artes. Leerlo es una experiencia
de todos los sentidos.
Cuenta con nueve libros publicados,
y entre los premios que ha recibido
está el Premio de Literatura de la
Unión Europea 2012, que recibió
gracias a su libro A boneca de
Kokoschka (La muñeca de Kokoschka).
Nicolás Barbosa López(Bogotá, 1988)
Es literato de la Universidad de los
Andes y profesor del Departamento de
Lenguas Extranjeras de la Universidad
Nacional de Colombia. Su pasión son
los idiomas. Habla, lee y escribe en
inglés, portugués y francés.
Actualmente estudia chino mandarín.
Su carrera de traductor profesional
comienza en la Colección Lusitania con
El banquero anarquista, de Fernando
Pessoa. Con un sorprendente talento
innato vierte al español el estilo, el
tono y la voz de los autores. También
son suyas las traducciones de El país de
las personas patas arriba, de Manuel
António Pina, y este libro de Afonso
Cruz.
El trabajo que ha hecho para la
colección es un afortunado puente
entre la mágica literatura portuguesa y
la riqueza de nuestro idioma.
Con un estilo sencillo y natural, Afonso Cruz nos cuenta la
historia de Jozef Sors, un pintor eslovaco que, entre otras
experiencias, vivió escondido por unas semanas debajo de
un lavaplatos. Este artista que quiso sacrificarlo todo por
el arte, nos plantea su particular relación con el amor, la
familia y la muerte.
El pintor debajo del lavaplatos es un libro que conmue-
ve y se convierte en una lección sobre la mirada, pues,
como dice Sors, “el arte sirve para ver el interior de las
cosas”.
El pintor debajodel lavaplatos
Afonso Cruz
TraducciónNicolás Barbosa López
– Primeros 3 capítulos –
Título original: O pintor debaixo do lava-loiças
© Afonso Cruz, 2013 Representado por Bookoffice http://bookoffice.booktailors.com
© Traducción: Nicolás Barbosa López, 2013© Tragaluz editores SAS., 2013 Calle 6 Sur 43A-200, Ed. Lugo Of. 1108 Medellín - Colombia www.tragaluzeditores.com
Autor: Afonso Cruz
Traducción del portugués al español: Nicolás Barbosa López
Edición y diseño: Tragaluz editores
Director de la colección Lusitania: Jerónimo Pizarro
Ilustración: Afonso Cruz
Impresión: Editorial Artes y Letras SAS.
ISBN 978-958-8562-93-3
Primera edición, en portugués, abril de 2011, Editorial Caminho, SA.Segunda edición, en español, abril de 2013, Tragaluz editores SAS.
Impreso en Colombia - Printed in Colombia
Queda prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.
Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Cruz, Afonso, 1971- El pintor debajo del lavaplatos / Afonso Cruz ; traducción Nicolás Barbosa López. -- 2a ed. en español. – Medellín : Tragaluz Editores, 2013- p. – (Colección lusitania ; no. 4)
ISBN 978-958-8562-93-3
1. Cuentos portugueses - Siglo XXI I. Barbosa López, Nicolás, tr. II. Título III. Serie
CDD: 869.342 ed. 21 CO-BoBN– a835940
Obra publicada con el apoyo del Camões, Instituto para la Cooperación y la Lengua, I.P. y de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas (DGLAB), Portugal.
Traducción
Nicolás Barbosa López
Colección
Lusitania
Tragaluz editores
Medellín - Colombia
2013
El pintor debajodel lavaplatos
Afonso Cruz
– Primeros 3 capítulos –
Contenido
Introducción
5
EL LIBRO DE
LOS OJOS ENCENDIDOS
6
EL LIBRO DE
LOS OJOS APAGADOS
87
Epílogo
127
∙ 5 ∙
Introducción
Mientras que el agua se puede guardar en botellas, las historias no
se pueden embotellar sin que rápidamente se echen a perder. Deben
andar al aire libre como los animales salvajes, sueltas para que todas
puedan correr desnudas.
Sors nació el 23 de noviembre de 1895. Él fue quien, en 1940, pintó
el cuadro que está colgado en la entrada de una casa de la calle del Al-
to da Fonte, en Figueira da Foz. Esa entrada es un espacio relativamen-
te pequeño, con un baúl de madera a la derecha, justo debajo del cua-
dro pintado por Sors. Al frente hay un reloj de pie, un mueble esquinero
y el perchero hecho con la mitad de una hélice. Hay una sierra de pez
espada en la pared de la izquierda, estatuillas africanas, cuadros, bas-
tones, lanzas indígenas, máscaras, objetos indescifrables, platos pinta-
dos. Encima del baúl hay unos colmillos de elefante y un diente de hi-
popótamo. El diente, estrictamente hablando, es grande, pero la raíz es
mucho mayor. Gran parte del éxito de lo que hacemos, de lo que masti-
camos, depende sobre todo de lo que no se ve. De las raíces. Es por eso
que estoy contando esta historia. Porque son las cosas que están den-
tro de nosotros y que nadie nota cuando nos mira. Tenemos un paisaje
muy grande que no se ve, a menos que nos volvamos hacia adentro y
mostremos aquello de lo que nos acordamos. Nada es tan fuerte como
las cosas que no se ven, como las raíces del diente de Behemot1. Como
un pintor debajo de un lavaplatos.
1 Bestia similar a un hipopótamo que aparece en el Libro de Job y que se asocia con las cosas de gran tamaño. (Nota del Traductor).
∙ 6 ∙
EL LIBRO DE
LOS OJOS ENCENDIDOS
Afonso Cruz
∙ 7 ∙
Nos lanzaban al aire y nos atrapaban
Todos los jardines de nuestra infancia son el jardín del paraíso, la piel
suave de ese tiempo cuando se corría con las piernas arqueadas, sol-
tando una especie de luz por la respiración. Reíamos corriendo hacia
los brazos de los adultos en una entrega absoluta. Ellos, los adultos, nos
lanzaban y nos atrapaban con las manos ásperas y, quizá por eso, al
crecer, nunca más dejamos de soñar esporádicamente que volamos. Y
de soñar con gigantes y enanos, pues esas eran nuestras proporciones.
Jozef Sors nació en una gran casa donde sus padres trabajaban. La
propiedad pertenecía a un coronel del ejército llamado Möller. En la
parte trasera había un gran jardín lleno de flores, cercado por un mu-
ro alto, todo en piedra.
La madre de Jozef Sors era la encargada de planchar y el padre era
el mayordomo. Mientras que la madre era una figura sin protagonismo,
baja y simpática, con pómulos protuberantes, el padre era un hombre
muy especial. Nadie era tan sincero como él. Ignoraba por completo
cualquier fineza y decía con exactitud lo que sentía y veía. Cuando el
hijo nació, la partera le había cortado mal el cordón umbilical, y él ex-
clamó: parece una rata. La partera, que se llamaba Marija, lo miró de
reojo y le ordenó salir, pero el mayordomo quiso cargarlo en sus brazos.
Estaba enternecido e incluso llegó a pasarle la mano por los ojos para
limpiarlos. Sus brazos enormes hacían que el recién nacido pareciera
aún más pequeño. Realmente parece un ratón, decía mientras le aca-
riciaba la mejilla con el índice de la mano derecha. La señora Sors son-
reía de cansancio, con los pómulos más grandes de lo habitual. Marija
tomó al bebé de las manos del mayordomo y lo puso en los brazos de
la madre para que lo amamantara. Cuando el bebé se durmió, Marija
comentó que era un niño hermoso, fuerte como el agua del mar y sa-
ludable como el agua de la lluvia. El ojo izquierdo, que parecía una lu-
na menguante, reveló que iba a ser un artista.
El pintor debajo del lavaplatos
∙ 8 ∙
–¿Como los del circo? –preguntó el mayordomo.
–No, como los otros.
La señora Sors comenzó a sollozar cuando oyó esto, pues no hay na-
da más triste que ser un artista y mirar el mundo como si uno lo estu-
viera viendo por primera vez.
–¿Quién le dijo eso? –preguntó la partera.
–Fue un amigo del coronel. Un escultor que vino un día acá a la casa.
–Me parece que es un motivo de gran felicidad que, cuando se mire
el mundo, siempre parezca que fuera la primera vez que lo hacemos.
–Es una gran tristeza –dijo ella sollozando–. Es la infelicidad más
grande. Cuando yo miro las cosas, quiero que ellas me sean familiares,
como mi tío o mi marido, como el pan de cada comida. Quiero acostar-
me siempre con el mismo hombre, con los mismos labios. Quiero que
las sábanas de hoy me parezcan las sábanas de ayer, aunque los bor-
dados sean completamente diferentes. No quiero que los besos que re-
cibo sean nuevos, quiero que sean viejos, quiero que sean los de siem-
pre. No me quiero sobresaltar como cuando era joven. Una persona so-
lo puede tener paz cuando está al pie de las mismas cosas, cuando ni
siquiera se da cuenta de ellas, porque ellas ya hacen parte de sí, como
si se las hubiera comido y masticado y tragado y ahora fueran carne de
su carne y sangre de su sangre. Solo somos felices cuando ya no senti-
mos los zapatos en los pies.
Y al decir esto se durmió.
Afonso Cruz
∙ 9 ∙
Todos los hombres tienen tres estómagos
El dueño de la casa, el coronel Möller, era un hombre sensible, capaz
de admirar las flores, y no era raro que en ocasiones tomara algunas y
las pusiera en su pelo, o atrás de la oreja. Era imponente, sin ser alto,
con un bigote que le llegaba al cuello y con una gran cantidad de pelos
en la nariz. Sabía ser autoritario –no se podría esperar otra cosa de un
oficial del ejército– pero también sabía ser misericordioso, que era, por
cierto, su estado natural. El día siguiente al nacimiento de Jozef Sors,
el coronel entró con su hijo en brazos al cuarto de la madre. Wilhelm,
que tenía poco menos de un año, agarraba los bigotes de su padre. El
coronel felicitó a la señora Sors.
–Nuestros hijos estudiarán juntos –dijo el Coronel–. Ya hablé con mi
amigo Fischmann, y su sobrino, un joven literato que ahora comenzó
su carrera de gramático, aceptó ser el preceptor de ambos muchachos.
La señora Sors le agradeció.
–Havel Kopecky, el sobrino de mi amigo, es un joven muy atento a
lo que pasa en el mundo. De hecho hoy me contó que un físico alemán
llamado Röntgen descubrió unos rayos que permiten ver el interior de
las cosas. Imagínese, señora Sors, algún día, gracias a los rayos de Rönt-
gen, podremos ver el interior del hombre.
–¿El alma? –preguntó la señora Sors.
–Completamente desnuda. Un día podremos imprimir el alma en
una placa de plomo. Pero pienso que, por ahora, solo podremos ver
imágenes de nuestros huesos.
–Me parece horrible. ¿Habrá alguien que quiera ver eso?
–Ah, ja, ja –rio el coronel–. Tiene toda la razón, señora Sors. Qué
imagen más siniestra esta, de ver el aspecto que tendremos después de
siete años dentro de un ataúd. Pero es importante, así es como la me-
dicina evoluciona y es por eso que pensamos en la vida: porque se con-
templa la muerte. Ver cosas que comúnmente no vemos tiene grados
El pintor debajo del lavaplatos
∙ 10 ∙
de repulsión o fascinación. Hay un cierto pudor cuando uno ve lo que
está debajo de la ropa y, cuando vemos aún más profundo, sentimos
el vértigo del mareo, de las náuseas. Nos desmayamos cuando vemos
sangre. No hay visión más terrible que el interior del hombre, ya sea
anatómica o moralmente.
–¿Entonces está bien?
–Es terrible, pero es útil. En fin, esto solo servía para mencionar la
gran estima que le tengo al futuro preceptor de nuestros hijos. He es-
tado en la biblioteca para escoger algunos libros que considero impres-
cindibles en la educación de un niño.
–Los niños necesitan es comer –dijo el mayordomo, que había aca-
bado de entrar–. Para que crezcan fuertes.
Wilhelm se agitó en los brazos de su padre. El coronel le recostó la
cabeza en el hombro. Wilhelm siempre se ponía ligeramente inquieto
cuando veía al mayordomo.
–Hay muchos tipos de comida –dijo el coronel Möller mientras
mecía a su hijo–. Un hombre tiene tres estómagos: uno en la barri-
ga, otro en el pecho y otro en la cabeza. El de la barriga, todos sa-
bemos para qué sirve; el del pecho mastica la respiración, que es
nuestra comida más imprescindible. Sin aire una persona muere
mucho más rápido que sin agua ni pan. Y por último está el estó-
mago de la cabeza, que se alimenta de palabras y de letras. Los pri-
meros dos estómagos del hombre se alimentan a través de la boca
y la nariz, y a su vez el tercer estómago se alimenta principalmen-
te a través de los ojos y los oídos, a pesar de que usa todo lo demás
de un modo más sutil.
–Para mí –dijo el mayordomo–, las palabras son una gran tontería.
Afonso Cruz
∙ 11 ∙
El punto, la recta y la circunferencia
Cuando Jozef cumplió cuatro años, Havel Kopecky comenzó a educar
a los dos muchachos. Les leía textos clásicos sin preocuparse por su
edad. ¿Acaso quién no entiende a Séneca?, se preguntaba Kopecky.
Wilhelm, a pesar de ser un año mayor que Jozef Sors, se demoró más
tiempo en aprender a leer. Pero, para compensar, era capaz de saludar
a su padre en esperanto, en francés y en latín. El coronel Möller se con-
movía y respondía: mi amas vin, que quería decir eso mismo, que estaba
conmovido, pero dicho en la lengua de Zamenhof2.
Como la señora Sors era una mujer muy pequeña, a diferencia del
mayordomo, que era muy alto, Jozef escribió la historia de amor de sus
padres, una historia que cautivó a Kopecky, sobre todo, por la expre-
sión de los dibujos:
Mi madre es tan pequeña que de lejos parece un puntito, y mi
padre es tan alto que de lejos parece una línea, una raya a lápiz.
2 Lejzer Ludwik Zamenhof (1859-1917), médico nacido en el territorio del Imperio Ruso que hoy corresponde a Polonia; políglota y creador del idioma esperanto. (N. del T.).
El pintor debajo del lavaplatos
∙ 12 ∙
Pero de cerca son como todo el mundo, tienen brazos, pier-
nas, nariz y sombrero.
Cuando se quieren besar se demoran muchos días, pues mi
padre tiene que bajar desde las nubes hasta el piso, lo cual les
toma tiempo especialmente a quienes sufren de la espalda. La
lluvia logra hacerlo con rapidez, pero ella no tiene espalda.
Sin embargo, cuando los miro, son casi de la misma altura.
Para mí es evidente: el amor aproxima a las personas y todos nos
volvemos del mismo tamaño.
* * *
De hecho, la señora Sors era un poco baja, quizás incluso más baja que
su propia estatura. También era robusta y sonreía constantemente. Mi-
maba mucho a Jozef Sors y, enternecida, le cumplía todos los caprichos.
Desde que había aprendido a agarrar un lápiz, Jozef no hacía otra
cosa que dibujar. Pasaba horas frente al papel pardo, el papel de empa-
que que su madre le daba, haciendo garabatos de casas, flores y cielos.
Pero también dibujaba en otras superficies, en las paredes, en la tierra,
Afonso Cruz
∙ 13 ∙
y se podría decir que sus pensamientos eran dibujos. Era su manera de
estar en la vida, su manera de crecer.
Lo primero que Jozef Sors dibujó fue una circunferencia, pues lo
primero que se dibuja es una circunferencia. Es la forma más natural,
aquella que puede contenerlo todo. Es el útero de todas las formas. Di-
cen que si a un hombre vendado le pidieran caminar en línea recta, an-
daría en círculos. ¿Por qué el hombre camina en círculos cuando cie-
rra los ojos? Es un misterio, dicen, pero el hombre de ojos cerrados ca-
mina hacia adentro. Y el tiempo también se dobla, no anda derecho. El
tiempo es como un hombre de ojos cerrados. En lo profundo todo an-
da en círculos, desde los recuerdos hasta las historias. Un día todo ter-
mina doblándose. Sors aún era demasiado joven para darse cuenta de
que no hay líneas rectas en la naturaleza. No hay rectas perfectas. Todo
es redondeado y todo anda alrededor de todo. Los hombres están cega-
dos por las rectas: por edificios muy derechos, por reglas, por cosas que
no son nada naturales. Y esas cosas son derechas solo en su aparien-
cia, como se puede verificar en un microscopio. Pero los hombres son
tan obcecados por las líneas rectas que llegan a usar la palabra derecho
para las leyes, para aquello que es correcto. Lo que es correcto es rec-
to. Así ocurre en tantas lenguas que eso prueba una tendencia común:
la recta es el Bien y la curva es el Mal. Pero Sors aún era muy joven pa-
ra pensar en estas cosas y dibujaba circunferencias, una tras otra. Solo
más tarde fue que comenzó a dibujar rectas.
Y así la infancia se fue disolviendo en el transcurso de los años y le
aparecieron algunos pelos encima del labio superior.
Este libro se terminó de imprimir,
con los ojos abiertos, en Medellín - Colombia
en abril de 2013.
¿Te gustaron estos capítulos del libro?
www. t raga l u z ed i t o r e s . c om
Otros títulos / Outros títulos
1. Plural como el universoPlural como o universoFernando Pessoa Traducción / Tradução: Jerónimo Pizarro
2. El banquero anarquistay una entrevista sensacionalO banqueiro anarchista e uma entrevista sensacionalFernando Pessoa Traducción / Tradução: Nicolás Barbosa López
3. Catálogo de lucesJosé Eduardo Agualusa Traducción: Jerónimo Pizarro
4. El pintor debajo del lavaplatosAfonso Cruz Traducción: Nicolás Barbosa López
5. Los mató la vida. Antología de escritores suicidas portuguesesMatou-os a vida. Antologia de escritores suicidas portugueses Antologista y traductor / Antologista e tradutor:
Pablo Javier Pérez López
Colección / ColecçãoLusitania
Afonso C
ruzEL PIN
TOR D
EBAJO D
EL LAVAPLATOS
ColecciónL
usitania
Afonso Cruz(Figueira da Foz, Portugal, 1971)
Vive en el campo, al sur de Portugal.
Allí cultiva un pequeño huerto, riega
los árboles de olivo, y fabrica
artesanalmente la cerveza que bebe.
Afonso Cruz es un artista único.
Además de escribir, ilustra, realiza
cortometrajes animados, y tiene una
banda de blues. En sus creaciones
combina con naturalidad las técnicas
de esas artes. Leerlo es una experiencia
de todos los sentidos.
Cuenta con nueve libros publicados,
y entre los premios que ha recibido
está el Premio de Literatura de la
Unión Europea 2012, que recibió
gracias a su libro A boneca de
Kokoschka (La muñeca de Kokoschka).
Nicolás Barbosa López(Bogotá, 1988)
Es literato de la Universidad de los
Andes y profesor del Departamento de
Lenguas Extranjeras de la Universidad
Nacional de Colombia. Su pasión son
los idiomas. Habla, lee y escribe en
inglés, portugués y francés.
Actualmente estudia chino mandarín.
Su carrera de traductor profesional
comienza en la Colección Lusitania con
El banquero anarquista, de Fernando
Pessoa. Con un sorprendente talento
innato vierte al español el estilo, el
tono y la voz de los autores. También
son suyas las traducciones de El país de
las personas patas arriba, de Manuel
António Pina, y este libro de Afonso
Cruz.
El trabajo que ha hecho para la
colección es un afortunado puente
entre la mágica literatura portuguesa y
la riqueza de nuestro idioma.
Con un estilo sencillo y natural, Afonso Cruz nos cuenta la
historia de Jozef Sors, un pintor eslovaco que, entre otras
experiencias, vivió escondido por unas semanas debajo de
un lavaplatos. Este artista que quiso sacrificarlo todo por
el arte, nos plantea su particular relación con el amor, la
familia y la muerte.
El pintor debajo del lavaplatos es un libro que conmue-
ve y se convierte en una lección sobre la mirada, pues,
como dice Sors, “el arte sirve para ver el interior de las
cosas”.
El pintor debajodel lavaplatos
Afonso Cruz
TraducciónNicolás Barbosa López