el premio nobel de economía 2019: una venia a la
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Revista Estado y Sociedad. ISSN N° 1850-1265. Edición N° X. Año 2020. Centro de Estudios de Demografía y
Población. Facultad de Humanidades Ciencias Sociales y de la Salud. Universidad Nacional de Santiago del Estero.
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El Premio Nobel de Economía 2019: una venia a la ingeniería social
fragmentaria propuesta por Popper
Teodelina Zuviría 1
Resumen
El presente trabajo intenta dar cuenta de cómo el “Enfoque experimental en la lucha
contra la Pobreza” promovido y puesto en marcha por los ganadores del premio Nobel de
Economía en el 2019 - Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer - es una muestra
contundente de la aplicación a la economía, de los supuestos popperianos de ciencia. Este
documento intentará mostrar cómo la estrategia de trabajo propuesta por los galardonados
incorpora los supuestos propuestos por Popper relativos a cuáles son las verdaderas fuentes
del conocimiento, al tipo de predicciones que hace la ciencia, al criterio de demarcación que
permite distinguir entre lo científico y lo no científico, a la comprensión del modo en que la
ciencia avanza, y a las posibilidades de intervención sobre la realidad concreta que pueden
ejecutarse. Para ello se realizará un recorrido previo que permitirá distinguir las distintas
visiones empiristas, haciendo especial énfasis en diferenciar la filosofía de David Hume de la
filosofía de Karl Popper, y la manera en que ambas miradas fueron influyendo y
determinando las propuestas de grandes referentes de la Ciencia Económica, como Stuart Mill
y Milton Friedman.
Palabras Claves: El “problema” como Punto de Partida, Criterio de Demarcación, Ingeniería
Social Fragmentaria.
Abstract
This study aims to explain how the “Experimental Approach to Alleviating Poverty”,
promoted by the 2019 laureates for the Noble Price for Economic Sciences -Abhijit Banerjee,
Esther Duflo and Michael Kremer- is a clear example of Popper’s premises applied to
1 Licenciada en Economía. Especialista en Docencia Universitaria. Profesora Adjunta Regular de la Facultad de Ciencias
Económicas, Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de Salta. Investigadora del Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico y del Instituto de Investigaciones Económicas de la Facultad de Ciencias Económicas, Jurídicas y Sociales de la UNSa.
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Economic Science. This study will show how the work strategies proposed by the Laureates,
introduce premises also included in Popper´s scheme regarding which are the true sources of
knowledge, scientific predictions, criteria to distinguish what is science and what is not, the
understanding of the way science advances, and the possibilities of intervention that can be
carried out on a concrete piece of reality. To this end, and in order to differentiate them, a
review of different empiricist views will be made, with special emphasis on Hume’s
Philosophical Theories and those of Popper. Additionally, this study will examine the way
both outlooks influenced and determined the thoughts of leading figures in Economic
Sciences like Stuart Mill and Milton Friedman.
Keywords: the “problem” as a Starting Point, Demarcation Criteria, Fragmentary Social
Ingineering.
Introducción
Creo que no caben dudas de que en la actualidad somos todos empiristas. Y cuando digo
empiristas me refiero a que entendemos que es a partir de la observación empírica que
podemos comprender el avance de la ciencia. Posiblemente, esta dicotomía tan fuerte entre
razón y observación que sentó las bases de la diferenciación popular entre el racionalismo de
Descartes y el empirismo de Bacon, Hume o Popper, cerró las puertas a una comprensión más
profunda del empirismo como tal, y amalgamó las visiones de todos los filósofos empiristas,
como si profesasen una idéntica comprensión del mundo, una misma forma de validar el
acceso al conocimiento y un modo equivalente de presentar el avance de la ciencia hacia la
verdad.
Pero si nos tomamos el trabajo de profundizar las distintas concepciones empiristas,
claramente podremos poner en evidencia las diferencias sustanciales que existen entre el
empirismo de David Hume por ejemplo, y aquel empirismo propuesto posteriormente por
Karl Popper.
El premio Nobel de Economía 2019, que galardonó a los economistas Banerjee, Dufló y
Kremer por su trabajo en la lucha contra la pobreza, es una muestra contundente de la
reivindicación del empirismo popperiano dentro de la ciencia económica.
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El presente trabajo intenta dar cuenta de cómo el “Enfoque Experimental en la lucha
contra la Pobreza” puesto en marcha por los tres galardonados, incorpora todos los supuestos
popperianos relativos a: las fuentes del conocimiento, el tipo de predicciones que hace la
ciencia, el criterio de demarcación entre lo científico y lo no científico, la manera en que la
ciencia avanza, y las posibilidades de intervención sobre la realidad concreta.
El empirismo de Hume más cercano al racionalismo de Descartes que al
empirismo de Popper
Las fuentes de conocimiento para Descartes y Hume están basadas en la “autoridad”.
Autoridades distintas por cierto (razón vs. observación), pero que conviven bajo una misma
concepción de ciencia: aquella entendida como un corpus de conocimiento verdadero y
sólidamente probado o fundamentado. Es la autoridad la que habilita el descubrimiento de una
verdad que está ahí, quizás detrás de un velo que debemos correr, pero que existe como tal y
sólo hace falta que sea develada. Esta es quizás la distinción más trascendente entre estos dos
autores y la propuesta de Karl Popper, que ancla su preocupación en el reconocimiento de una
pregunta epistemológica distinta. Al respecto, afirma Popper que la pregunta adecuada no
debe referirse a las fuentes (es decir a qué autoridad garantiza la verdad); sino más bien, que
lo adecuado para la ciencia es preguntarse si la afirmación realizada, concuerda o no con los
hechos: “No hay fuentes últimas del conocimiento. Debe darse la bienvenida a toda fuente y a
toda sugerencia; y toda fuente, toda sugerencia, deben ser sometidas a un examen crítico”
(Popper, 1991, pág. 51). Y continúa:
“Ni la observación ni la razón son autoridades. La intuición intelectual y la imaginación
son muy importantes, pero no son confiables: pueden mostramos muy claramente las
cosas y, sin embargo, conducirnos al error. Son indispensables como fuentes principales
de nuestras teorías; pero la mayor parte de nuestras teorías son falsas, de todos modos. La
función más importante de la observación y el razonamiento, y aun de la intuición y la
imaginación, consiste en contribuir al examen crítico de esas audaces conjeturas que son
los medios con los cuales sondeamos lo desconocido” (Popper, 1991, pág. 52)
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Tanto Descartes como Hume no lograron apartarse de la maldición platónica, entendida
ésta como aquella necesidad de encontrar una autoridad última que les permitiera establecer la
condición de verdad de los hechos. Así, lo expresa Popper en uno de sus párrafos:
“Sin embargo, cualquiera haya sido la razón, ciertamente fueron incapaces de renunciar a
pensar en términos de autoridad, por mucho que quisieran hacerlo. Sólo podían
reemplazar una autoridad —la de Aristóteles o la de la Biblia— por otra. Cada uno de
ellos apelaba a una nueva autoridad; uno a la autoridad de los sentidos, el otro a la
autoridad del intelecto. (Popper, 1991, pág. 38)
Lo que distingue a Descartes y Hume es entonces en quién radica “esa” autoridad que les
permite acceder a la verdad revelada. La filosofía cartesiana se desarrolla como una búsqueda
implacable por encontrar los anclajes más seguros y veraces de las cosas, más allá del
misticismo puro que proponía la escolástica. La característica que debía primar para definir el
conocimiento, era que fuese absolutamente seguro y verdadero, más allá de cualquier
sospecha. Es en virtud de esto que Descartes decide empezar de cero, estableciendo una nueva
y válida forma de filosofar, dudando de todo ante la menor sospecha de falsedad. Consolida la
duda como “método” que, además de hallar la verdad, le permitiera encontrar los pilares o
fundamentos sólidos sobre los que construir todo cuerpo teórico, esos sustentos que pudieran
definirse como “absolutamente ciertos”. Y así, la duda metódica es el camino que le permite
arribar a la conclusión de que lo único absolutamente cierto es: “el cogito”. Ese primer ente
indudable y existente, la primera verdad evidente:
“Consideraré ahora con mayor circunspección si no podré hallar en mí otros
conocimientos de los que aún no me haya apercibido. Sé con certeza que soy una cosa
que piensa; pero ¿no sé también lo que se requiere para estar cierto de algo? En ese mi
primer conocimiento, no hay nada más que una percepción clara y distinta de lo que
conozco, la cual no bastaría a asegurarme de su verdad si fuese posible que una cosa
concebida tan clara y distintamente resultase falsa. Y por ello me parece poder establecer
desde ahora, como regla general, que son verdaderas todas las cosas que concebimos muy
clara y distintamente.” (Descartes, 1980, Meditación III).
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Por otra parte, y en contraposición a la visión cartesiana, para Hume “el espíritu no viene
dotado de ningún contenido originario, sino que es comparable a una hoja de papel en blanco
(a white paper), que sólo la experiencia va llenando”. Este supuesto le permite sostener
entonces que todo conocimiento en última instancia procede de la experiencia; sea de la
experiencia externa percibida mediante los sentidos, o bien de la autoexperiencia (impresiones
de la sensación e impresiones de la reflexión), pues incluso aquello que denominará “ideas”,
que pueden aparentar no pertenecer al campo de la experiencia al surgir del recuerdo o la
reflexión tardía sobre algo, están derivadas también de estas primeras impresiones que otorga
la experiencia. Así es como la experiencia se enarbola como la autoridad donde reside la
verdad a ser revelada. (Hume, 1994).
Para Popper, en cambio,
“La solución reside en comprender que todos nosotros podemos errar, y que con
frecuencia erramos, individual y colectivamente, pero que la idea misma del error y la
falibilidad humana supone otra idea, la de verdad objetiva: el patrón al que podemos no
lograr ajustamos. Así, la doctrina de la falibilidad no debe ser considerada como parte de
una epistemología pesimista. Esta doctrina implica que podemos buscar la verdad, la
verdad objetiva, aunque por lo común podamos equivocarnos por amplio margen.
También implica que, si respetamos la verdad, debemos aspirar a ella examinando
persistentemente nuestros errores: mediante la infatigable crítica racional y mediante la
autocrítica”. (Popper, 1991, pág. 38)
En resumen, la postura popperiana se levanta como clara oposición a la teoría de la
verdad manifiesta que sostenía las raíces más profundas de las dos teorías descritas: ambas
sujetas a encontrar aquel “fundamento necesario” (el que fuere válido según el caso) para
adjudicar el mote de “verdadero” a los enunciados de la ciencia. Popper intenta demostrar a lo
largo de su trabajo que en realidad el empirismo de Hume y el racionalismo de Descartes
comparten muchas más similitudes que sus diferencias reales, criticando ambas posturas y
sosteniendo que “ni la razón ni la experiencia pueden ser consideradas como fuentes del
conocimiento, en el sentido en que se las ha tenido por fuentes del conocimiento hasta la
actualidad” (Popper, 1991, pág. 24).
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Para Popper empeñarse en la cuestión de encontrar las “fuentes o fundamentos del
conocimiento”, es contrario al empirismo, y por lo tanto debe rechazarse por ser en sí mismo
un error. La experiencia nos permite “aprender” y descartar teorías falsas, pero aprender de la
experiencia para Popper difiere de manera sustancial de aquel rol que juega la experiencia
bajo la visión de Hume. Para Popper no se aprende de la observación, pues no existe tal cosa.
Observar de manera neutral es imposible, antes bien miramos cargados de una teoría que
condiciona lo que vemos. La realidad no puede ser advertida de manera absolutamente
neutral, sino con un marco de presunciones anteriores que nos condicionan.
La ciencia según Popper apunta a acercarse al conocimiento verdadero a través de la
prueba y el error. Parafraseando al filósofo:
“Propongo, en cambio, partir de que no existen tales fuentes ideales —como no existen
los gobernantes ideales— y de que todas las fuentes pueden llevarnos al error. Y
propongo, por ende, reemplazar la pregunta acerca de las fuentes de nuestro conocimiento
por la pregunta totalmente diferente: “¿Cómo podemos detectar y eliminar el error?”
(Popper, 1991, pág. 49).
El “problema como punto de partida”
Llegó el momento de presentar la tesis popperiana de una manera más precisa. Para ello
considero oportuno y apropiado evocar las propias palabras del filósofo al respecto:
“Tanto las ciencias naturales como las ciencias sociales parten siempre de problemas, de
que algo despierta nuestra admiración, como decían los filósofos griegos. Las ciencias
utilizan en principio para resolver esos problemas el mismo método que emplea el sano
entendimiento humano: el método de ensayo y error. Expresado con más exactitud: es el
método de proponer tentativamente soluciones de nuestro problema y después eliminar
las falsas soluciones como erróneas. Este método presupone que trabajamos con una
pluralidad de soluciones a modo de prueba. Una solución tras otra es puesta a prueba y
eliminada”. (Popper, 1995)
Claramente podemos distinguir dentro de esta tesis popperiana tres fases diferenciadas:
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Fase 1 (o fase Problema): El problema como Punto de Partida. Toda perturbación de las
expectativas innatas, o de aquellas que fueron descubiertas previamente por medio del ensayo
o error, hace surgir el problema como punto de partida del proceso de conocimiento.
Fase 2 (o fase Solución): Los Intentos de Solución. Estos intentos de solución deben ser
entendidos como todos los ensayos o movimientos de prueba puestos en marcha para dar
solución al problema de origen.
Fase 3 (o fase Eliminación): La Eliminación. Se van eliminando los intentos de solución
fallidos, y buscando luego nuevos intentos de solución. Es preciso aclarar aquí que toda
eliminación es de carácter negativo: entendiendo por negativo el hecho de que lo que se van
eliminando a partir del proceso de prueba son los errores.
A partir de este esquema volvemos a identificar la diferencia sustancial entre la propuesta
de Popper y el empirismo de Hume. Si bien este último sostiene que el punto de partida de la
ciencia es la percepción sensorial o la observación sensible, para Popper esto es
absolutamente imposible, pues nadie es capaz de observar en sentido general sin un problema
sobre el cual poner su foco de atención. Por ende, es imprescindible partir de un “problema”
que pueda ser resuelto por medio de la observación.
Este criterio de avance del conocimiento que involucra el ensayo y error, lleva a Popper a
establecer un nuevo criterio de demarcación científica que desarrollaré en el siguiente
apartado.
El criterio de demarcación
El criterio de demarcación activo durante la modernidad y que permitía separar la ciencia
de la doxa (es decir de la mera opinión) era el “fundamento”: ese fundamento que se anclaba,
como hemos visto en párrafos anteriores, en la razón con Descartes y en la experiencia con
Hume, y que permitía el acceso a una verdad, que por cierto era única, permanente y evidente.
Para Popper tanto el método racional deductivo cartesiano como el inductivo
experimental propuesto por Hume, ambos siguen la misma lógica: “destruir todos los falsos
prejuicios de la mente, para llegar a las bases inconmovibles de la verdad evidente por sí
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misma” (Popper, 1991, pág. 37). Pero con Popper cambia el paradigma, cambia el criterio de
demarcación entre ciencia y no ciencia: se elimina el sentido mismo de “fundamento”. Como
sugiere Popper, tanto la razón cartesiana como la observación humeana son las formas en las
que la modernidad reconvirtió la idea del Dios premoderno, erigiéndose cada una de ellas, en
un nuevo fundamento de “la verdad.”
Con el nuevo criterio de demarcación propuesto por Popper esto cambia de manera
radical. Cae el “fundamento” como el criterio que divide la ciencia de la doxa, se desvanece
ese criterio tradicional, no será allí donde radicará la diferencia entre doxa y ciencia. Si bien
para Popper no existe un acceso cierto a la verdad última, sí existe la posibilidad de establecer
una demarcación que permita distinguir la doxa de la ciencia. Y ese criterio se asienta en que
sólo la ciencia puede “emitir enunciados falsables”, he aquí el nuevo criterio de demarcación.
Aun, ante la imposibilidad de acceder a la verdad, ¡se pueden descartar aquellas teorías que sí
son falsas, contrastándolas con la experiencia! Así define el filósofo esta doctrina falibilista:
“La doctrina de la falibilidad no debe ser considerada como parte de una epistemología
pesimista. Esta doctrina implica que podemos buscar la verdad, la verdad objetiva,
aunque por lo común podamos equivocarnos por amplio margen. También implica que, si
respetamos la verdad, debemos aspirar a ella examinando persistentemente nuestros
errores: mediante la infatigable crítica racional y mediante la autocrítica.” (Popper, 1991
pág.38)
Pero este mismo criterio de demarcación es el que deja fuera de todo contenido científico
a cualquier predicción que no sea empíricamente contrastable o falsable. Cuando no sea
posible falsar los enunciados, ni las predicciones que emergen de una teoría, entonces no es
posible considerarlas científicas en el sentido de Popper.
Popper y la biología evolutiva
Popper nos llama la atención acerca de cómo “su esquema de tres fases” posee una
aplicación biológica que se puede concebir como un esquema de la Teoría Evolutiva
Darwiniana. Parafraseando al filósofo:
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“Una modificación de las condiciones medioambientales o también de la estructura
interna del organismo produce, de acuerdo con nuestro esquema de tres etapas, un
problema. Se trata de un problema de adaptación para la especie, es decir la especie sólo
puede continuar existiendo si se resuelve el problema por medio de un cambio en su
estructura genética. ¿Cómo sucede esto según la concepción del darwinismo? Nuestro
aparato genético está construido de tal forma que siempre aparecen nuevas
modificaciones o mutaciones en la estructura genética. El darwinismo admite que esas
mutaciones actúan como intentos de solución, en el sentido de la fase 2 del esquema de
tres etapas. La mayoría de las mutaciones son fatales: son mortales para los portadores de
la mutación, para el organismo en el que hacen su aparición. Con ello, pues, son
eliminados, de acuerdo a la fase 3 del esquema. Por lo tanto en nuestro esquema de tres
etapas tenemos que aludir al pluralismo esencial de la segunda etapa, de los intentos de
solución. Si no hubiera muchísimas mutaciones, no entrarían en absoluto en cuestión
como intentos de solución”……”Ahora ya puedo centrar por fin mi atención sobre mi
tema fundamental, la teoría de la ciencia o la lógica de la ciencia. Mi primera tesis al
respecto es que la ciencia es un fenómeno biológico” (Popper, 1995, págs. 4-5)
Vale llamar la atención a un par de aspectos sustanciales: el primero que tiene que ver
con el sentido de “adaptación” mencionado en el párrafo anterior. Cabe hacer notar que esta
expresión no adjudica a los organismos un acto consciente o deliberado de adaptarse al
entorno, sino más bien, es el entorno el que adopta a aquellos organismos que poseen las
características adecuadas. En otras palabras podría afirmarse que ocurre a espaldas de las
decisiones conscientes y voluntarias de los organismos, de manera espontánea y aleatoria. Y
el segundo, que está relacionado con el nivel al que ocurre dicha adaptación. La misma se da
“a nivel agregado”, en la especie como grupo de organismos, y no a nivel de los individuos.
Es en este mismo sentido evolutivo que Popper entiende la lógica científica: “defiende un
esquema evolutivo para el conocimiento humano basado en la solución de problemas
mediante el ensayo de conjeturas provisorias, y la posterior eliminación de las variantes
erróneas”. (Weissman, 2019)
La conquista del empirismo propuesto por Stuart Mill dentro de la ciencia
económica
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John Stuart Mill, como empirista, sostiene (al estilo del empirismo de Hume) que todos
nacemos como una hoja en blanco en la que se irán imprimiendo datos (impresiones) a partir
de los sentidos (externos e internos) y a partir de la observación objetiva, neutral y sin
contaminación alguna del observador. La verdad está allí y se revela de manera independiente
a los ojos de quien está observando. Es lo que Popper define como la “Teoría de la verdad
manifiesta” que caracteriza al empirismo de Hume:
“Por doctrina de la verdad manifiesta entiendo, como se recordará, la concepción
optimista de que la verdad, cuando se la coloca desnuda ante nosotros, es siempre
reconocible como verdad. Si no se revela por sí misma, sólo es necesario develar, esa
verdad, o descubrirla” (Popper, 1991, p.27).
Justamente esta visión es la que Popper va a criticar, porque esta concepción acerca del
acceso al conocimiento a la que se adhiere Mill, es una visión que asume la posibilidad de
interpretar la naturaleza, pero donde el sentido de interpretar no permite ninguna amplitud:
sólo puede interpretarse lo que está, lo que es evidente. Existe por lo tanto, una única manera
correcta de interpretar, y totalmente posible de poner en marcha con el sólo hecho de purificar
la mente de todo prejuicio.
John Stuart Mill cree que la ciencia, entre las que está la economía, comienza con la
observación. A partir de muchas observaciones, el científico es capaz de “modelar la realidad”
como si estuviera en un laboratorio. El proceso es muy sencillo: se comienza haciendo
abstracción de la “causa mayor”, aquella que está presente en todos los casos y que define el
interés del investigador, y así se abre paso directo a la posibilidad de deducir las
consecuencias de esa causa “dentro del modelo creado”, como si la misma estuviera actuando
en soledad. Se obtendrán entonces, predicciones exactas “en el modelo” que podrán elevarse a
la categoría de “tendenciales” en la realidad compleja, pues en ella coexisten otras causas
perturbadoras que pueden alterar el curso de lo anteriormente previsto dentro del marco
teórico desarrollado. Es la presencia de esas “causas perturbadoras” la que justifica el uso del
término “tendencial” cuando se hace referencia entonces a ciertas leyes económicas.
En esta concepción del homo economicus milliano, es posible construir un modelo
haciendo abstracción del hombre real, circunscribir sus motivaciones al deseo de riqueza y
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mostrar cómo (sin causas perturbadoras) se pueden obtener predicciones sobre su accionar
que son válidas dentro del modelo, y tendenciales en el mundo real. El modelo es claramente
el experimento, y la validación interna y externa conviven en el mismo modelo por el
principio de similitud. Las verdades alcanzadas en abstracto (y advierta el lector que refiero a
verdades) serán verdaderas en lo real, claro que siempre y cuando se respeten determinadas
condiciones. Pero si las verdades alcanzadas en lo abstracto pueden ser similares a las
obtenidas en la realidad más amplia, vale para Mill una Ingeniería Total para lograr que ese
mundo alcance las verdades enunciadas: Ingeniería Total que implicará intentar replicar las
condiciones de abstracción del modelo al mundo donde las mismas se quieren implementar. Y
si no funcionan, porque alguna fuerza perturbadora no permite recrear el laboratorio, las
concesiones políticas de poder se vuelven protagonistas: serán ellas las que podrán albergar
las posibilidades de éxito (Mill, 2010).
Esta postura se aleja de la comprensión empirista propuesta por Popper, en al menos 4
(cuatro) cuestiones sustanciales. Una de ellas relativa a la posibilidad de observar los hechos
de manera neutral (imposible para Popper), una segunda respecto a la posibilidad de encontrar
o descubrir la “verdad”(una verdad, que aunque exista de manera objetiva, será imposible
para Popper reconocer como tal), una tercera sobre la posibilidad de hacer ciencia cuando las
afirmaciones son tendenciales (imposible bajo la visión popperiana, ya que, al incorporar el
criterio de falsabilidad o refutabilidad, deja fuera del ámbito científico todo enunciado que no
cumpla la propiedad de ser contrastable), y por último una cuarta que comprende la manera de
intervención en la realidad a partir de una Ingeniería Total (vs. la Ingeniería Social
Fragmentaria popperiana)
Friedman, el agente representativo y la visión popperiana de ciencia
Uno de los primeros economistas que retoma la propuesta popperiana de ciencia es
Milton Friedman. En su libro “La metodología de la Economía Positiva” de 1953, podemos
apreciar esta influencia popperiana cuando el autor menciona la interconexión inevitable entre
la economía positiva y la economía normativa. Esta interconexión mutua es la responsable de
que sea difícil delimitar y separar de manera tajante ambos abordajes. Es decir, a menudo,
“tanto legos como expertos, son igualmente tentados a modelar conclusiones positivas
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adecuadas a preconcepciones normativas vigorosamente profesadas y desechar las
conclusiones positivas, si sus deducciones normativas —o lo que se dice son las deducciones
normativas—no son de su gusto (p.356) Claramente, en este párrafo, Friedman sostiene (al
igual que Popper) que la realidad no se presenta de manera inocua ante la mirada del
espectador, sino que los hechos se encuentran previamente seleccionados y preclasificados en
virtud de hipótesis teóricas preexistentes que anteceden la forma de mirar aquello que hemos
definido como lo “que es” (Friedman, 1953).
Asimismo, cuando Friedman afirma que el objeto de la economía positiva “es
proporcionar un sistema de generalizaciones que puedan utilizarse para hacer predicciones
correctas sobre cualquier cambio de circunstancias” (Friedman, 1953, pág. 359), y que su
función debería ser juzgada por la conformidad con la experiencia de las predicciones
realizadas, está proponiendo que los enunciados de la ciencia sean contrastables
empíricamente, es decir tal como lo pensaba Popper, falsables mediante su confrontación con
la experiencia.
Transcribo a continuación lo que entiendo demuestra la acogida formal y manifiesta que
hace Friedman a las ideas falibilistas en Economía:
“Considerada como un cuerpo de hipótesis sustantivas, la teoría debe ser juzgada por su
poder predictivo para la clase de fenómenos que se intenta “explicar”. Sólo una evidencia
de hecho puede mostrar si es “acertada” o “equivocada”, o mejor todavía, si debe ser
“aceptada” como “válida” o debe ser “rechazada”. Como expondré más ampliamente
luego, la única prueba decisiva de ‘la validez’ de una hipótesis es la comparación de sus
[predicciones] con la experiencia. La hipótesis se rechaza si sus predicciones son negadas
(“frecuentemente” o más a menudo que las predicciones de una hipótesis alternativa); se
acepta si sus [predicciones] no son contradichas; se le concede gran confianza si ha
superado en muchas ocasiones la contradicción. La evidencia de hecho nunca puede
“probar” una hipótesis; únicamente puede evitar el que sea desaprobada, que es lo que en
general expresamos cuando decimos, algo inexactamente, que la hipótesis ha sido
“confirmada” por la experiencia”. (Friedman, M., 1953, p. 366)
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La tesis de Friedman del agente representativo, como supuesto de partida para modelar el
comportamiento de los agentes dentro de la teoría económica, posee las mismas
características descriptivas popperianas acerca de la evolución de las especies y la
permanencia, por ensayo de error, de aquellas a las cuales el entorno adopta. Como tesis
isomorfa de la mirada evolutiva del conocimiento, la propuesta de Friedman, no precisa para
adquirir sentido la existencia real de un individuo tal como el descripto, porque no es a un
agente (entendido como unidad) al que se intenta referir cuando se habla de agente
representativo, sino más bien a un representante que de alguna manera “pareciera” aglutinar
las características propias de todo un grupo. Y aclaro “pareciera”, porque tampoco pretende
con ello dar cuenta del comportamiento real de los agentes, sino obtener predicciones válidas,
dados los supuestos de partida. Las críticas recibidas en torno a la falta de representatividad
de la realidad cuando se supone la existencia de un individuo como el definido en las líneas
previas (el agente representativo), ponen de manifiesto cuanto menos, tres creencias previas:
que los economistas están convencidos de que los individuos son “tal y como” lo define su
agente representativo y por ello lo representan de esa manera; que es importante la validez de
los supuestos para poder justificar una teoría determinada; y por último, que el agente
representativo es “uno” que responde (o da cuenta del comportamiento) por cada uno los
participantes. Lejos está de todo esto la propuesta de Friedman: los economistas que sostienen
la validez del agente representativo no creen que el agente se comporte así, sino que es “como
si se comportase así”, tampoco validan la justificación de las teorías a partir de sus supuestos
de partida sino más bien en la posibilidad de realizar predicciones testeables empíricamente; y
por último, si bien el agente representativo es “uno”, no da cuenta de un comportamiento
individual compatible con un individuo singular, sino que responde por todos a la vez (como
si representase el comportamiento agregado “en miniatura”).
No es el realismo de sentido común el que se persigue al instaurar la figura de este agente
representativo para modelar el comportamiento económico de los agentes, sino que lo que se
pretende es la posibilidad de alcanzar un realismo científico: que los modelos sean capaces de
predecir de manera correcta lo que puede ocurrir y que no exista otra alternativa mejor que la
reemplace. De nuevo, bajo esta postura filosófica, el modelo construido no representa ni
pretende representar el mundo real: más bien asume un mundo que no es previsible, que está
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lleno de agentes limitados, que no son capaces de realizar incluso ningún cálculo numérico,
pero a pesar de eso, incorpora supuestos, muchos quizás irrealistas (pues tampoco es probable
conocer o saber cómo es el mundo real) que permiten establecer predicciones testeables
empíricamente. Por ello podemos decir que la tradición del agente representativo “no utiliza
su concepción acerca del mundo como justificación, sino más bien como inspiración”
(Weissman, 2019).
Friedman y Popper entienden la necesidad de comprender el avance del conocimiento a
partir de la eliminación del error y no a partir de la construcción de bases sólidas o supuestos
que representen una realidad concreta. Así como Popper nos habla del ensayo y error para que
las teorías permanezcan temporalmente comprobadas, Friedman al descartar los problemas de
los fines y quedarse estrictamente involucrado con la problemática de resolver cuestiones
puramente positivas, propone justamente una metodología para seleccionar entre conjeturas
alternativas referidas al cómo, en una palabra a aquello entendido como “economics”, a esa
racionalidad instrumental que descartará por ensayo y error todas las alternativas menos
favorables.
Los Galardonados, ¿cercanos a la propuesta popperiana?
Las críticas al empirismo enarbolado por Stuart Mill, su homo economicus y la supuesta
credibilidad de que es posible poner en marcha políticas de Ingeniería Total para intervenir en
la realidad concreta, se vienen acumulando desde hace ya algunos años. El New York Times,
en su edición impresa del 28 de julio del 2004, (Dugger, 2004) publicaba:
“Whealthy nations and international organizations, including the world bank, spend more
14or $55 billion annually to better the lot of the world´s 2.7 billion 14or people. Yet they
have scant evidence that the myriad Projects they finance have made any real difference ,
many economists says….”Its not enough, they say, just to measure how many miles of
road are built, schools constructed or microcredit loans provided. You must also measure
whether those investment actually help por people live longer, more prosperous lives.”
Comienza a surgir ya desde esos años, la idea de que las afirmaciones tendenciales no son
capaces de representar comprobaciones concretas del éxito de las políticas implementadas.
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En su libro “Repensar la pobreza”, Barenjee y Duflo nos hacen una invitación a “dejar a
un lado la sensación de que la lucha contra la pobreza es demasiado abrumadora y a
empezar a pensar en ella como un conjunto de problemas específicos que, una vez
identificados y comprendidos, pueden ser resueltos de uno en uno” (Barenjee & Duflo, 2014,
pág. 19). Claramente, el planteo de los autores es partir de un “problema concreto” como
inicio de cualquier avance exitoso (recuerde el lector la fase 1 de la propuesta popperiana), y
dejar a un lado las grandes preguntas como estas: ¿Cuál es la causa principal de la pobreza? O
¿Hasta qué punto confiar en el libre mercado para encontrar soluciones a la misma?
Las soluciones a este tipo de preguntas generales involucran por ejemplo, la propuesta de
una Ingeniería Total tal como la que presenta Jeffrey Sachs, asesor de Naciones Unidas:
“Lo que dificulta a los países pobres a salir de la trampa de la pobreza es la falta de
inversión necesaria para afrontar los problemas endémicos que atraviesan. Así, la ayuda
internacional a estos países pobres resulta fundamental para permitir que se invierta en
estas áreas críticas y a partir de allí generar un espiral favorable de crecimiento futuro”.
(Barenjee & Duflo, 2014).
O las propuestas alternativas de William Easterly (Easterly, 2003) o Dambisa Moyo (Moyo,
2009) que sostienen que la ayuda empeora la situación y desfavorece el desarrollo de los
potenciales productivos de los países, al disuadir a las personas a buscar sus propias
alternativas de desarrollo y fomentar la proliferación de lobbies que tienden a perpetuarse.
¿Pero cuál de las dos visiones es realmente la verdadera? Claramente estos debates jamás
podrán resolverse en tanto están elaborados con predicciones abstractas que no permitan su
testeabilidad empírica. Así, estas hipótesis generales no permiten que podamos a ciencia
cierta advertir las bondades de cada política en marcha, ni los efectos concretos de las
mismas.
El gran aporte de los galardonados con el premio Nobel de Economía podría ser resumido
por su propuesta de aplicar el “Enfoque Experimental” en la lucha contra la pobreza. Y
permítanme desarrollar esta idea siguiendo la explicación que al respecto ha realizado Marcos
Vera Hernández, profesor del Departamento de Economía del University College of London,
en oportunidad de participar de una Mesa Redonda en la Fundación Ramón Areces. (Areces,
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2020). El Enfoque Experimental se basa en partir de un problema concreto, un problema
pequeño, sobre el que se deben tomar algunas decisiones. En virtud de esto, se recogerán
datos para evaluar si determinada política seleccionada es apropiada o no para la solución de
dicho problema. Metodológicamente es necesario seleccionar una muestra aleatoria,
dividiendo a la población en dos grupos equivalentes, aplicando sobre uno de ellos la política
a evaluar.
A primera vista no pareciera ser muy novedosa esta propuesta. En rigor de verdad,
cualquiera que haya leído un poco de economía durante el último tiempo puede reconocer que
este no ha sido el primer experimento en el área, ni tampoco el primer experimento realizado
en países en desarrollo. ¿Qué es lo que los ha hecho entonces a estos economistas ser
galardonados con semejante premio? Y de nuevo va la misma respuesta. Es justamente el
Enfoque Experimental propuesto. Enfoque que no incluye un experimento individual, sino
que más bien tiene estrecha relación con una serie continua de experimentos.
Para comprenderlo mejor permítanme describir el enfoque tradicional en economía
(claramente compatible con el empirismo milliano): el investigador en su despacho advierte
que existe una política para evaluar, es decir el investigador opera a partir de la evaluación de
políticas que han diseñados los otros, haciendo que esta evaluación se realice desde afuera:
existe una política concreta que ya está en marcha a la que el investigador tratará de evaluar
como lo haría un auditor externo. Claramente, para poner en marcha este tipo de experimentos
es necesario esperar que la política esté activa, y después, deben cruzarse los dedos para que
existan los datos adecuados que permitan su evaluación (difícil en particular en los países en
desarrollo), y luego, quizás otro milagro deba ocurrir, ¡esperar que se puedan aplicar técnicas
cuasiexperimentales! Pero incluso, aún si todo eso pudiera ocurrir de manera milagrosa,
¿quién garantiza que estas políticas estén bien diseñadas? ¿son realmente las políticas que
hacen falta?
La diferencia entre este Enfoque Tradicional y el Enfoque Experimental creo que radica
en la palabra “liberación”. El investigador es co-diseñador de la política, junto con otros
expertos, liberándose así de la restricción de tener que evaluar políticas que han diseñado
otros. Esto contribuye a obtener datos genuinos y específicos para lo que realmente se desea
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evaluar en concreto. Se parte así de un problema local nuevo, distinto, y el investigador toma
el proceso de investigación de la mano, habilitando de manera cierta y concreta la posibilidad
de otorgar contenido empírico a sus predicciones. Pero quizás lo más destacado de este
enfoque es abrir la puerta a la creación de un programa de trabajo: a procesos iterativos de
evaluación y contrastación de las distintas alternativas de solución propuestas. El proceso de
creación de conocimiento (tal como lo entiende Popper) es exactamente del mismo tipo que el
que propone el Enfoque Experimental: es iterativo y se basa en el ensayo y error. Será clave
entonces el control sobre el proceso, ya que sólo las evaluaciones realizadas sobre las
intervenciones puestas en marcha nos permitirán proponer nuevas intervenciones y de esa
manera ir construyendo un conocimiento que pueda permanecer en pie hasta que se encuentre
una mejor alternativa.
Pero podemos profundizar aún más la cercanía de este Enfoque Experimental recordando
el modelo de las tres etapas propuesto por Popper. Si recordamos la fase 2 del modelo:
“proponer intentos de solución” advertimos que esta fase es esencialmente plural, y por ello él
la denomina ex profeso como “intentos de solución”. Esta fase refiere entonces a
movimientos de prueba, repetidos y continuos. Son ellos (en plural) los que se enarbolan
como protagonistas de esta segunda fase, de la misma manera en la que bajo el Enfoque
Experimental, los experimentos propuestos constituyen un programa iterativo de pruebas, con
el objetivo de ir descartando las hipótesis falsas. Y por ello será posible, luego de evaluar
políticas, incluso dar un paso más y llegar a contrastar teorías económicas. Se aprende sobre
el comportamiento humano en pos de rediseñar nuevas políticas. Por ejemplo, en el caso
puntual del estudio realizado por los ganadores del premio Nobel, partiendo de examinar si
eran más efectivos los subsidios temporales o permanentes para fomentar la compra de
fertilizantes, los resultados permitieron demostrar que las políticas de subsidios temporales
resultaron más efectivas, lo que permitió ahondar no sólo en términos de política puntual sino
además en términos de teoría económica, analizando el sesgo de las decisiones de los agentes
en torno a sus preferencias presente-futuro.
Es posible advertir además, que el Enfoque Experimental también denota una adhesión
casi completa a la concepción de Ingeniería Social Fragmentaria propuesta por Popper. El
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ingeniero social fragmentario reconoce que sólo una minoría de instituciones sociales se
proyecta conscientemente, mientras que la gran mayoría ha «nacido» como el resultado no
meditado de las acciones humanas, y por lo tanto aunque albergue algún ideal de la sociedad
como un todo, sabe que no existe ningún método para rehacerla de manera completa. Sólo
podrá ir alcanzando sus fines (cualesquiera que sean estos) mediante la implementación de
pequeños ajustes y reajustes. (Popper, 1961). “El ingeniero social fragmentario sabe, como
Sócrates, cuán poco sabe. Sabe que sólo podemos aprender de nuestros errores”. (Popper,
1961 p.81)¡Cuánto se aleja esta postura del tipo de Ingeniería Total compatible con la
propuesta de John Stuart Mill que busca remodelar a toda la sociedad de acuerdo con un
determinado plan o modelo!
Reitero entonces: La propuesta de los Galardonados se trata de una propuesta que
comienza a partir de la identificación de un problema concreto, que puede tener respuestas
alternativas y donde podremos irnos acercando a su solución sólo en la medida que podamos
descartar las respuestas poco efectivas que fueron testeadas empíricamente. Es por ello que el
foco se centra en un análisis de casos comparables a partir de la identificación de un grupo
control que contribuya de manera más clara a dar respuestas a los problemas a partir de
ensayos aleatorios, del mismo tipo que suelen utilizarse en medicina. (Barenjee & Duflo,
2014).
Es este cambio de perspectiva filosófica el que embarcó a los autores en la tarea de dejar
a un lado respuestas universales y en cambio, examinar el mundo real de una manera más
minuciosa, utilizando ensayos controlados aleatorios que permitieran poner a prueba sus
teorías. Esta metodología científica demuestra cómo las hipótesis se van corroborando por
prueba y error, y promueven la consolidación de un programa integral formado por una serie
de experimentos que se van alternando con nuevas medidas implementadas. La reunión de los
resultados obtenidos permite verificar la solidez de los mismos, y contribuirá a estrechar el
conjunto posible de teorías. De esta manera, la nueva teoría permitirá diseñar nuevas
intervenciones, nuevos resultados, e ir ajustando de manera gradual una imagen más completa
del objeto de estudio. El secreto radica en comprender que “es posible conseguir un avance
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muy significativo en la lucha contra el mayor problema del mundo mediante la acumulación
de una serie de pequeños pasos” (Barenjee & Duflo, 2014, pág. 33)
Conclusión
La cita siguiente del libro de los Galardonados permite ver con claridad las bases del
empirismo milliano que se encuentran soslayadas bajo el desarrollo moderno de la economía
como ciencia, y contra las cuales intentaron proponer una metodología alternativa:
“Los economistas no parecen tener nada muy útil que decir en relación con las causas que
hacen que unos países crezcan y otros no. Casos perdidos como Bangladesh o Camboya
se convierten en pequeños milagros. Casos emblemáticos como Costa de Marfil
descienden al grupo de países más pobres. Visto en retrospectiva, siempre se puede
elaborar un razonamiento que explique lo sucedido en cada caso. Pero lo cierto es que, en
gran medida, somos incapaces de predecir dónde se producirá el crecimiento y no
entendemos muy bien por qué se encienden las cosas de repente”. (Barenjee & Duflo,
2014, pág. 327)
Pero mientras aguardamos en silencio que se encienda la chispa del progreso, existe una
infinidad de alternativas que podemos evaluar de manera sistemática y concreta que nos
ayuden a transitar de una manera menos traumática el camino del progreso. Y es aquí donde
el Enfoque Experimental, estandarte indiscutido de la propuesta popperiana, tiene mucho que
aportar al desarrollo de la ciencia.
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experimental en la lucha contra la pobreza. Obtenido de Fundación Ramón Areces
Web site: https://www.youtube.com/watch?v=aIfssUbVCxo
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Carpio, A. (2015) Principios de Filosofía, Ed. Paidós. Cap. VIII: “El Racionalismo”, y Cap.
IX, Sección I: “El Empirismo Clásico: Hume”.
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