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CAPÍTULO 4 EL PUEBLO COMO SUJETO DE LA POLÍTICA EN JOHN WILLIAM COOKE 1. Introducción Entre 1946 y 1955 Juan Domingo Perón, como presidente de la República Argentina, lidera una transformación profunda de la vida política y social del país en el marco de las instituciones democráticas y republicanas. Dicho proceso se ve interrumpido por el golpe militar de 1955 que, luego de tres años, da lugar a elecciones de las que el peronismo está proscripto. El gobierno iniciado por Frondizi y continuado por Guido e Illia, es derrumbado por un nuevo golpe militar liderado por el general Juan Carlos Onganía en 1966. En este contexto, John William Cooke 1 1 “John William Cooke nació en La Plata el 14 de noviembre de 1919, en una familia irlandesa, lo cual explica su ‘John William’. Cursó estudios de Derecho, recibiéndose de abogado en la Universidad de La Plata. Su padre -Juan I. Cooke- fue un importante dirigente del radicalismo, del cual se apartó para colaborar con el gobierno del General Farell, como Ministro de Relaciones Exteriores y Culto en 1945. Como secretario de su padre, John realizó sus primeras experiencias políticas. En las elecciones de 1946, resultó elegido diputado nacional, siendo el más joven del bloque peronista, por lo cual recibe el apodo de ‘El Bebe’. Ejerció el cargo durante cuatro años, destacándose como uno de los legisladores más capaces, tanto en sus informes, como en las polémicas con la banca opositora. En los enfervorizados debates de la época que dan paso a las nacionalizaciones, Cooke asumió una postura clara y determinante: ‘La economía no ha sido nunca libre. O se la dirige y controla por el Estado en beneficio del Pueblo o la manejan los monopolios en perjuicio de la Nación’. Mantuvo una relación directa y privilegiada con Eva Perón. En 1952, vuelve al llano, dedicándose a sus labores profesionales y a la docencia en la Universidad. En 1954, lanzó la revista De Frente con una clara posición nacional, aunque mantiene independencia respecto al gobierno al cual apoyó sin acallar sus diferencias de opinión. Cuando se produjo el levantamiento del 16 de junio de 1955, no vaciló en concurrir a la Plaza de Mayo, bombardeada por los aviones navales y allí, parapetándose detrás de una estatua, hizo fuego contra los marinos que pretendían avanzar hacia la Casa de Gobierno. Esta actitud reveló una de las condiciones de Cooke: hombre de ideas, docente y gran polemista es, al mismo tiempo, hombre de acción. Días después, el General Perón lo designó Interventor en el Partido Justicialista de la Capital Federal para reorganizar y movilizar a

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CAPÍTULO 4

EL PUEBLO COMO SUJETO DE LA POLÍTICA EN JOHN WILLIAM COOKE

1. Introducción

Entre 1946 y 1955 Juan Domingo Perón, como presidente de la República Argentina, lidera una transformación profunda de la vida política y social del país en el marco de las instituciones democráticas y republicanas. Dicho proceso se ve interrumpido por el golpe militar de 1955 que, luego de tres años, da lugar a elecciones de las que el peronismo está proscripto. El gobierno iniciado por Frondizi y continuado por Guido e Illia, es derrumbado por un nuevo golpe militar liderado por el general Juan Carlos Onganía en 1966. En este contexto, John William Cooke1 escribe un 1 “John William Cooke nació en La Plata el 14 de noviembre de 1919, en una familia irlandesa, lo cual explica su ‘John William’. Cursó estudios de Derecho, recibiéndose de abogado en la Universidad de La Plata.Su padre -Juan I. Cooke- fue un importante dirigente del radicalismo, del cual se apartó para colaborar con el gobierno del General Farell, como Ministro de Relaciones Exteriores y Culto en 1945. Como secretario de su padre, John realizó sus primeras experiencias políticas.En las elecciones de 1946, resultó elegido diputado nacional, siendo el más joven del bloque peronista, por lo cual recibe el apodo de ‘El Bebe’. Ejerció el cargo durante cuatro años, destacándose como uno de los legisladores más capaces, tanto en sus informes, como en las polémicas con la banca opositora. En los enfervorizados debates de la época que dan paso a las nacionalizaciones, Cooke asumió una postura clara y determinante: ‘La economía no ha sido nunca libre. O se la dirige y controla por el Estado en beneficio del Pueblo o la manejan los monopolios en perjuicio de la Nación’. Mantuvo una relación directa y privilegiada con Eva Perón.En 1952, vuelve al llano, dedicándose a sus labores profesionales y a la docencia en la Universidad. En 1954, lanzó la revista De Frente con una clara posición nacional, aunque mantiene independencia respecto al gobierno al cual apoyó sin acallar sus diferencias de opinión.Cuando se produjo el levantamiento del 16 de junio de 1955, no vaciló en concurrir a la Plaza de Mayo, bombardeada por los aviones navales y allí, parapetándose detrás de una estatua, hizo fuego contra los marinos que pretendían avanzar hacia la Casa de Gobierno.Esta actitud reveló una de las condiciones de Cooke: hombre de ideas, docente y gran polemista es, al mismo tiempo, hombre de acción.Días después, el General Perón lo designó Interventor en el Partido Justicialista de la Capital Federal para reorganizar y movilizar a los partidarios. Hace saber su opinión: ‘la revolución peronista debe profundizarse o será derrotada. Y si se decide profundizarla hay que tomar los recaudos necesarios para aniquilar la respuesta oligárquica’.Producido el golpe del 16 de septiembre, es uno de los primeros dirigentes que se contacta, por carta con Perón, por entonces exilado en Paraguay. Al mismo tiempo, constituye, el Comando Nacional de la Resistencia. Pero, a mediados de octubre de 1955, cae detenido y lo conducen a la Penitenciaría de la calle, Las Heras, luego lo trasladan a Ushuaia y de ahí a Caseros y nuevamente a Ushuaia, Las Heras y Caseros. Su último destino fue la cárcel de Río Gallegos, donde el 17 de marzo de 1957, junto con Jorge Antonio, Héctor Cámpora, Guillermo P. Kelly y otros compañeros, logran fugar a Chile.En esa época, ya Perón lo ha designado su delegado y más aún, es la única oportunidad en que el líder informa a sus bases que, en el caso de su muerte, este delegado debe ocupar su lugar en la conducción del movimiento.Permanece en Chile varios meses. Desde allí, intensifica su labor de vínculos y articulación de diversos grupos de ‘la resistencia’ así como también recibe a representantes de Arturo Frondizi que le proponen una alianza para las próximas elecciones.En diciembre de 1957, viajó a Caracas donde, de acuerdo con las indicaciones de Perón, mantiene varias conversaciones con Rogelio Frigerio, representante de Frondizi, para establecer las condiciones del pacto Perón – Frondizi, que se firmó poco después.En enero de 1958, Cooke se instaló en Montevideo, para vivir de cerca el proceso electoral que culmina el 23 de febrero con el triunfo de la fórmula del Frente Nacional y Popular: Frondizi – Gómez. Una vez en el poder Frondizi traiciona el pacto.

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informe a las bases del movimiento peronista, en el que se ve obligado a reelaborar las categorías políticas tradicionales, para poder dar cuenta de la situación excepcional que afronta la encrucijada argentina. Con el objeto de lograr su objetivo y ser comprendido, se vale de conceptos y categorías conocidas por los dirigentes y militantes del movimiento peronista, apelando para ello a tres fuentes principales: las categorías históricas de la tradición nacionalista, los conceptos económico-políticos de la tradición marxista (principalmente, de Lenin) y las ideas plasmadas en la doctrina justicialista, desarrolladas a través de la experiencia histórica en el gobierno y en la ‘resistencia’2. Lo novedoso del enfoque de Cooke se evidencia en la resignificación de estas categorías para poder dar cuenta de un contexto histórico inédito, que no había sido objeto de reflexión teórica en ninguna de las tradiciones nombradas.

El objetivo de este capítulo es comprender los aportes que el pensamiento de Cooke introduce tanto en la teoría como en la práctica, en la ciencia de la política como en las investigaciones históricas, y apreciar las formas en que pueden aportar una nueva luz a la intelección de la situación actual.

Paul Ricoeur señala que la investigación hermenéutica apunta en una doble dirección3. Por un lado, se trata de hacer inteligible la estructura interna de un texto o un pensamiento. Dicho análisis puede, e incluso debe, prescindir de las relaciones del texto con el contexto tanto objetivo como subjetivo, es decir, de las relaciones del texto con el mundo y con los sujetos (autor y lector). Por otro lado, este análisis

En enero de 1959, Cooke, apoyó el movimiento de los trabajadores del Frigorífico Municipal ‘Lisandro de la Torre’, liderado por Sebastián Borro, en contra de la privatización e intentó convertirlo en huelga general revolucionaria para tomar el poder, pero fracasó en ese objetivo.En los primeros meses de 1959, Perón giró su táctica, hacia una posición negociadora, abandonando, el planteo insurreccional que Cooke venía sosteniendo desde ‘la resistencia’, lo cual provoca el gradual desplazamiento del ‘Bebe’, como delegado.En abril de 1960, viajó a Cuba, con motivo de una reunión latinoamericana, decidiendo quedarse, junto a su compañera Alicia Eguren, consustanciados ambos con el proceso revolucionario que se desarrollaba en la isla. En esa época, Cooke entabló una profunda amistad con el Che. Poco más tarde le sugiere a Perón la residencia en Cuba, por invitación de Fidel Castro, pero el General no lo considera oportuno.En diciembre de 1963, Cooke regresó a la Argentina. En agosto de 1964, con motivo del operativo ‘retorno de Perón’ restableció una correspondencia normal con el líder, que se había tornado muy esporádica en los últimos tiempos. Se manifestaba cada vez más crítico con la dirigencia local del peronismo.En 1965, publicó Apuntes para la militancia, incursionando en la historia para dar orientación a las bases juveniles del movimiento. Hacia fines de ese año, en su correspondencia con el General, manifiesta desacuerdo con la táctica de ‘bendecir a todos’, pues entiende que ello amplía al movimiento pero a costa de su combatividad revolucionaria. En opinión de Cooke, el peronismo debe desembarazarse de sus sectores burgueses, eclesiásticos y militares pues nada aportan y convertirse en un claro programa revolucionario. Perón, en cambio, sustentó una táctica dirigida a aislar a la oligarquía aliada al imperialismo, para lo cual cree necesario constituir un frente muy amplio evitando que burguesía, Ejército e Iglesia se sumen al frente oligárquico-imperialista. En esta correspondencia, el ‘Bebe’ manifiesta no solo lucidez en la argumentación sino también un gran coraje para confrontar con el líder del movimiento.En 1966, con motivo del golpe militar que derrocó al Presidente Arturo Illia, Cooke escribió su Informe a las bases, uno de sus documentos políticos más importantes. En sus últimos años viajó periódicamente a La Habana.A fines de 1967, publicó La revolución y el peronismo, ya tomado por el cáncer. Muere en el Hospital de Clínicas el 19 de septiembre de 1968” (Fuente: http://www.ellospensaron.com.ar/john-william-cooke/).2 Más de una década antes de las investigaciones de Foucault, el peronismo había inventado y utilizado el concepto de ‘resistencia’ para expresar las múltiples acciones cotidianas por las que las masas desalojadas del ‘poder’ se hacen ver y oír en el escenario de las luchas contra el ‘régimen’.3 Ricoeur, P., Del texto a la acción, Buenos Aires, F. C. E., 2001.

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propiamente estructural debe dar lugar a la pregunta por el sentido del texto para nosotros, es decir, para el contexto del mundo en el que vivimos los actores del presente. Este doble interés de la hermenéutica alienta investigaciones que se proponen, en primer lugar, hacer inteligible un pensamiento y, en segundo lugar, desentrañar sus relaciones con la situación contemporánea, puesto que el sentido del texto solo se hace comprensible al vincularlo con nuestro propio contexto histórico y con los actores presentes.

Se ha avanzado poco en los estudios sobre el pensamiento de J. W. Cooke, tanto en la primera dirección como en la segunda4. El hecho de haber sido un hombre comprometido con la lucha política y organizativa durante toda su vida, ha inclinado las investigaciones hacia las circunstancias históricas y coyunturales. Los estudios sobre el pensamiento de Cooke están lejos de poder responder a las preguntas teóricas fundamentales en todo pensador de magnitud, como: ¿Qué es la política? ¿Cuál es el fin de la política? ¿Quién es el sujeto de la política? ¿Cómo se establecen las relaciones de mando y obediencia y hasta qué punto son aceptables? ¿Cómo se establecen las relaciones de liderazgo y hasta qué punto son legítimas? ¿Hay un fundamento de la sociedad? Y si lo hay, ¿cuál es? ¿Cuál es la relación entre la teoría y la acción política? ¿Cuál es el vínculo entre la política y la historia? La teoría política ¿parte de principios fundamentales? Si lo hace, ¿cuáles son esos principios? ¿Cómo se integran las ideas centrales del pensamiento político moderno (como libertad, igualdad, justicia, etc.) en la teoría? ¿Hay alguna prioridad entre ellas? A estas preguntas más generales, se agregan otras más específicas, como: ¿El peronismo es la integración de los trabajadores al sistema de poder5 o es un movimiento revolucionario6?  ¿Puede haber una ciencia social objetiva? ¿Puede haber una ciencia del movimiento social? ¿Es el peronismo un ejemplo de populismo, de fascismo o expresa algo nuevo en la historia? ¿Cuáles son las categorías que hacen posible la comprensión del peronismo como objeto de conocimiento y como sujeto histórico-político? A estos problemas teóricos generales, Cooke agrega preguntas de orden práctico, pragmático y organizativo: ¿cómo convertir el número en fuerza? ¿cómo tomar el gobierno y cómo evitar ser desalojado de él? y ¿cómo orientar el poder popular?

Este capítulo se propone dar algunos pasos en esta dirección, comenzando por la pregunta por los sentidos de la historia y avanzando hacia una nueva conciencia de lo político.

2. Los sentidos de la historia

En todas las épocas se pueden encontrar autores que han adoptado actitudes fatalistas ante los hechos históricos. La antigüedad greco-latina, tomando el modelo del conocimiento natural para aplicarlo a las acciones humanas, concibió la historia según el curso cíclico del año solar. Los historiadores de la antigüedad imaginaron una matriz circular, repetitiva e inexorable que regulaba fatalmente los acontecimientos más allá o a pesar de la inteligencia y las voluntades puestas en juego. Se consideraba

4 En su Introducción al libro de Gillespie sobre Cooke, Amanda Peralta advierte que “poco se ha escrito en la Argentina sobre este tema, apenas algunos artículos periodísticos, hechos fundamentalmente con la intención de recordar y homenajear a Cooke” (Gillespie, R., J. W. Cooke: El Peronismo alternativo, Buenos Aires, Editorial Cántaro, 1989, p. 5). 5 El problema de la integración de los trabajadores al sistema de poder ya fue planteado en los capítulos anteriores desde la perspectiva de Marcuse y de Foucault.6 La caracterización de la política como ruptura y como emergencia de una “parte de los que no tienen parte” fue desarrollada en el capítulo anterior a partir de la obra de Rancière.

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que, en última instancia, el destino gobernaba los acontecimientos humanos sin que los mortales pudieran manejarlo o torcerlo. Con la expansión del cristianismo se fue transformando la concepción de la historia, la que pasó a identificarse con la historia de salvación. Con la nueva concepción se hizo manifiesto el sentido de los acontecimientos y su finalidad redentora. Con todo, fueron los pensadores modernos los que dieron los primeros pasos para concebir una historia no sujeta a los designios fatales de Dios o del destino, sosteniendo la libertad natural de todos los hombres. Sin embargo, este mismo principio de libertad puso en entredicho a las teorías que pretendían dar cuenta de la historia científicamente, pues lo que no está sujeto a determinación no puede ser objeto de conocimiento. Los esfuerzos posteriores, sobre todo durante el siglo XIX, apuntaron a descubrir y a hacer manifiesto algún factor determinante que permitiera la comprensión de las acciones humanas según los cánones del conocimiento científico riguroso. Así surgieron los determinismos modernos como el economicismo o el materialismo histórico y las teorías fatalistas a ellos ligadas.

Cooke se apropia de algunas categorías construidas en la tradición del marxismo, pero no adopta una postura determinista o fatalista respecto de la historia. Por eso señala que los que confían en que “pese a todos los obstáculos, a la larga el pueblo vencerá”7, se engañan en su confianza. No niega que ello pueda ocurrir, incluso espera y confía en que ello ocurra, pero no se puede esperarlo como resultado fatal e inevitable del destino, de la voluntad de Dios o de algún otro factor determinante. La historia futura depende de las condiciones actuales8 y de las acciones de los hombres en el presente. Ser optimista o pesimista sobre la base de algún determinismo es engañarse. Sin embargo, tampoco es sostenible la posición diametralmente opuesta al determinismo histórico, a la que se podría llamar ‘voluntarismo’ o ‘espontaneísmo’. Cooke no piensa que la voluntad libre del hombre sea ilimitada o incondicionada, ni cree que pueda hacerse lo que se quiera en el momento en que se lo quiera. Piensa en un punto intermedio entre hacer todo lo que se quiere y no hacer nada de lo que se quiere.

Es innegable la similitud de las concepciones de Maquiavelo, Perón y Cooke en este punto:

No ignoro que muchos creen y han creído –escribe Maquiavelo- que las cosas del mundo están regidas por la fortuna y por Dios, de tal modo que los hombres más prudentes no pueden modificarlas; y, más aún, que no tienen remedio alguno contra ellas. De lo cual podrían deducir que no vale la pena fatigarse mucho en las cosas, y que es mejor dejarse gobernar por la suerte. Esta opinión ha gozado de mayor crédito en nuestros tiempos por los cambios extraordinarios, fuera de toda conjetura humana, que se han visto y se ven todos los días. Y yo, pensando alguna vez en ello, me he sentido algo inclinado a compartir el mismo parecer. Sin embargo, y a fin de que no se desvanezca nuestro libre albedrío, acepto por cierto que la fortuna sea juez de la mitad de nuestras acciones, pero que nos deja gobernar la otra mitad, o poco menos9.

Por su parte, dice J. D. Perón:

Algunos creen que gobernar o conducir es hacer siempre lo que uno quiere. Grave error. En el gobierno, para que uno pueda hacer el cincuenta por ciento de lo que uno quiere, ha de permitir que los demás hagan el otro cincuenta por ciento de lo que ellos quieren. Hay que tener la habilidad para que el cincuenta por ciento que le toque a uno sea lo

7 Cooke, J. W.: Apuntes para la militancia, Buenos Aires, Schapire Editor, 1972, p. 27.8 Hay que tener presente, sin embargo, que existen ciertas “condiciones persistentes”, como las señaladas en Cooke, J. W., 1972: 29.9 Maquiavelo, N.: El príncipe, capítulo XXV.

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fundamental. Los que son siempre amigos de hacer su voluntad terminan por no hacerla en manera alguna. Ustedes han de haber visto esto entre los mismos compañeros. Hay algunos voluntariosos, que siempre quieren imponer su voluntad, que nunca transigen con los otros. Si trabajan en su circunscripción, todo ha de ser para ellos. Esos son peligrosos, nunca llegan lejos y se matan solos en el camino. No han sido capaces de desprenderse de ese cincuenta por ciento, e ignoran que en política, como en todo, ‘el que mucho abarca poco aprieta’”10.

Las clases dominantes creyeron que el peronismo era una contingencia fugaz y que se iba a disolver tan pronto como perdieran el gobierno del Estado, pero se equivocaron como prueban los hechos posteriores al golpe de 1955. Al no poder explicar la persistencia del movimiento se vieron obligados a recurrir a fatalismos del destino o a la irracionalidad mágica o ‘milagrera’. No solo las clases dominantes han caído en las explicaciones fantásticas, también lo han hecho algunos hombres dentro del peronismo a los que Cooke llama ‘burócratas’.

El siglo XVIII europeo ha sido llamado ‘el siglo de las luces’ porque su desarrollo ha supuesto una convicción que se fue arraigando progresivamente. Sus protagonistas creyeron que las ‘luces’ de la razón permitirían reconstituir el orden de la sociedad y el curso de la historia, superando la irracionalidad de los sistemas anteriores sostenidos en las leyes divinas reveladas a los hombres, en los lazos de sangre o en las tradiciones sostenidas por mitos arcaicos. Pensaron que si la razón había dado un fundamento a la ciencia y una legalidad a la técnica, haciendo posible el dominio de la naturaleza, podría también dar sustento a un orden social y político más justo y conferir un sentido a la historia. La ciencia natural se sostenía en principios simples, claros y distintos y lo mismo podía esperarse de las ciencias humanas y de la historia. Así surgió la idea de progreso, entendida como la marcha inexorable de la historia hacia una mayor racionalidad y, consecuentemente, hacia una mayor libertad. Cooke no comparte los supuestos de la concepción iluminista de la historia. Por el contrario, sostiene que “la historia no es nítida ni lineal ni simple”11.

Cooke piensa que la historia se ordena en épocas, en mundos históricos, caracterizados por rasgos propios en los diversos planos: en lo cultural, en lo moral, en lo jurídico, en los derechos. La burguesía, por ejemplo, está atada a un mundo en decadencia y no puede aspirar a otra cosa que a extender su agonía. No obstante, ello podría prorrogarse por mucho tiempo más, si no se actúa para acelerar el proceso. Los trabajadores, por el contrario, solo pueden esperar algo del mundo futuro, porque su realidad presente consiste en sufrir los peores efectos de la crisis: “deterioro de su nivel de vida y de las condiciones de trabajo, desempleo, superexplotación, exacerbación de la saña represiva ante sus reclamos”12.

La encrucijada del presente requiere una comprensión de la historia que ha conducido al presente para tomar conciencia cabal de la propia identidad y de las fuerzas antagónicas. De allí que el capítulo II de los Apuntes esté dedicado a la interpretación de la historia argentina. Cooke relee la historia desde las luchas del presente y resignifica el presente desde la historia. El presente está signado por las luchas de la ‘resistencia’ del movimiento peronista. Desde ese preciso momento y lugar hay que interpretar los hechos significativos del pasado.

En Cooke –señala J. P. Feinmann-, la historia es revisada desde el peronismo y el peronismo es visto desde la historia. ‘Para saber cuáles son nuestras fallas y llegar a sus causas (escribe Cooke) hay que tener una visión global de la Argentina (...) Y, dentro de

10 Perón, J., Conducción política, Buenos Aires, Ediciones Mundo Peronista, 1952, p. 32.11 Cooke, J. W., 1972: 28.12 Cooke, J. W., 1972: 28.

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ese marco histórico, examinar el significado del peronismo, con qué tendencias sociales es irreductiblemente antagónico, qué políticas lo condenarán a frustrarse y cuáles sirven al objeto de realizarnos como destino nacional’.13 Aquí aparece claramente una concepción de la historiografía como herramienta para el trabajo político. Revisar el pasado es una forma de militancia en la medida en que contribuye a clarificar nuestra práctica presente: la historiografía se convierte así en instrumento para la liberación. Lejos de todo academicismo, pero lejos también de todo burdo pragmatismo, la idea central de estas tesis es la de que solo desde la militancia política el pasado se torna inteligible, como así también es fundamental el adecuado encuadramiento de las luchas actuales en un marco histórico totalizador.14

La teoría debe aportar ‘una visión global de la Argentina’, ‘un marco histórico’ que haga comprensible la situación concreta en la que se realiza la acción y que la inscriba en una dirección.

Una de las funciones inexcusables de cualquier dirección [política] es extender y ahondar ese conocimiento directo, elaborar críticamente los datos de la realidad contemporánea y presentar conclusiones que aclaren su sentido, extraer y generalizar las enseñanzas que deja la acción colectiva; tareas sin las cuales no se perfeccionan las formas organizativas y de combate15.

La teoría es una herramienta para la lucha política. Pero la acción es también la fuente y el objeto de la teoría. Entre la teoría y la praxis hay una relación dialéctica16. También hay una relación dialéctica entre las dimensiones temporales de la acción, entre el pasado, el presente y el futuro. La acción es siempre acción histórica y no debe perder sus dimensiones temporales si no quiere extraviar al mismo tiempo los rasgos que la identifican.

El acontecimiento inmediatamente anterior que enmarca la comprensión del presente histórico es el golpe de Estado de 1955, que “permitió a la minoría explotadora ocupar económica y políticamente el país”17. Sin embargo, a diferencia de las etapas anteriores de la historia, los golpistas no lograron recolonizar ‘culturalmente’ al país, y éste es el signo distintivo de la etapa presente. Desde la época de la independencia se enfrentaron dos corrientes: una, identificada con “el puerto de Buenos Aires, cosmopolita, librecambista, vehículo de ideas e intereses que convenían a Europa y trataban de imponer al resto del país”, la otra, “nacionalista popular, que veía al país en su conjunto y como parte de la unidad latinoamericana”18. Este enfrentamiento se liquidó en 1861 (un poco más de un siglo antes del golpe contra el peronismo), cuando Urquiza se retiró de Pavón y Mitre se proclamó vencedor. Cooke señala que a partir de entonces los antagonismos no pondrían ya en cuestión “la estructura semicolonial que a su vez fija el marco cultural en que se desarrolla la lucha política”19. Esta condición se sintetiza muy claramente en una cita de Mitre que Cooke pone como segundo epígrafe del capítulo II de los Apuntes: “¿Cuál es la fuerza que impulsa ese progreso? Señores: ¡es el capital inglés!”. Desde Caseros la dominación 13 Cooke: Apuntes para la Militancia, Buenos Aires, Schapire, 1972, p. 22 [citado por Feinmann].14 Feinmann, J. P.: El peronismo y la primacía de la política, Buenos Aires, Cimarrón, 1974, pp. 8-9. Énfasis en el original.15 Cooke, J. W., 1972: 21.16 Lo que aquí se caracteriza como una relación dialéctica entre la teoría y la praxis, también puede ser interpretado como una genealogía en sentido foucaultiano: la utilización de la historia con fines políticos por Cooke es similar al elogio foucaultiano del historicismo político. Cf. Foucault, M.: Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976) (Fontana, A. y Bertani, M., eds.), Buenos Aires, F. C. E., 2001.17 Cooke, J. W., 1972: 41.18 Cooke, J. W., 1972: 41.19 Cooke, J. W., 1972: 41.

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política y económica implicó el dominio cultural, ya que la minoría portuaria dominante impuso coactivamente un sistema de valores sobre el que se integraba la sociedad. Éste ha sido el gran logro de aquella oligarquía: la imposición de una ideología que sirve como resguardo último ante virtuales derrotas políticas o económicas circunstanciales. Cualquier intento de cuestionar esta ideología fue violentamente reprimido como un rebrote de la barbarie que no podía conducir sino a la desintegración de la sociedad.

Contra esta base cultural e ideológica se alzó el peronismo. Si se quiere comprender qué ha sido y qué es el peronismo, por lo tanto, “es preciso considerar primero esas estructuras contra las cuales se alzó”20. Cooke reinterpreta toda la historia de la Argentina independiente, invirtiendo el principio subyacente a la frase de Mitre citada en el epígrafe: “los intereses foráneos tenían su aliado natural en la burguesía comercial de Buenos Aires, dispuesta a enriquecerse como intermediaria de un comercio sin restricciones en Europa y con el usufructo de las rentas de la Aduana de Buenos Aires”21. La ideología, los valores, los intereses y la política del capitalismo británico enmarcan y sostienen todas las iniciativas de la burguesía porteña.

Esta tesis permite identificar las estructuras contra las cuales se alzó el peronismo, hace posible la comprensión de los rasgos esenciales de este movimiento y sirve como premisa para reinterpretar el conjunto de la historia nacional. Con esta premisa como base se obtiene una clara identificación del enemigo del peronismo: el centralismo unitario que eliminó a Mariano Moreno y rechazó a los diputados de la Banda Oriental, abandonó a San Martín a su suerte, sancionó una Constitución aristocratizante, cedió a la política británica liberando navegación de los ríos interiores, contrajo, malgastó y devolvió con creces el empréstito con Baring Brothers, etc. Si bien Rosas comenzó a dar pasos en dirección a un capitalismo independiente, el cambio en el contexto internacional posibilitó su derrota por la coalición de los estancieros con Inglaterra y Brasil.

A partir de Caseros, sostiene Cooke, “la Argentina se incorporó al proceso económico mundial, pero como mercado complementario del capitalismo inglés. […] Zona marginal del centro capitalista inglés, también debíamos ser dependencia ideológica y política. Es que el imperialismo es tanto un hecho técnico-económico como cultural”22. Lo que caracteriza a la minoría portuaria posterior a Caseros no es la integración al mercado capitalista sino la colonización ideológica y cultural que convirtió al liberalismo en el dogma universal y eterno, difundido uniformemente en todos los sectores sociales. Así, “la dependencia económica aseguró la esclavitud mental”23. Desde estas premisas es posible descubrir una analogía entre el rosismo y el peronismo: ambos intentaron marchar hacia un capitalismo independiente, logrando cierta autonomía cultural, ideológica y política; ambos procesos abortaron al cambiar el contexto global y acentuarse las contradicciones internas tanto en el país como en el movimiento nacional.

Cuando no se tiene en cuenta la interrelación dialéctica entre la teoría y la praxis y entre la praxis actual y la historia, se tiende a creer que los principios ideológicos son esencias atemporales o suprahistóricas que pueden servir de marco en cualquier época y lugar. Así ocurre con el liberalismo.

Los principios ideológicos del liberalismo –ideología de la clase burguesa durante el período cenital en las naciones adelantadas- eran las consignas del desastre para un país

20 Cooke, J. W., 1972: 42.21 Cooke, J. W., 1972: 42.22 Cooke, J. W., 1972: 44. Énfasis nuestro.23 Cooke, J. W., 1972: 47.

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que se hallaba en estadios inferiores de desarrollo; su transplante servil nos dejó a merced del extranjero y nos deparó un siglo de economía deformada y tributaria, de empobrecimiento, de exacciones, de imposibilidad de desarrollo autónomo24.

Las ideas y los principios que orientaron el progreso y el desarrollo de las ‘naciones adelantadas’ producían efectos contrarios cuando se intentaban aplicar en las naciones retrasadas en su desarrollo capitalista. Así el liberalismo se convirtió en un dogma que impide comprender y apreciar las situaciones históricas concretas.

Cooke se contrapone al dogma liberal sosteniéndose en una cita de Perón: “Más de un siglo de explotación y dominación colonial ha dejado un dolor oculto en el alma de la comunidad argentina y un sentido de rebelión libertaria”. ¿Cómo hay que entender esta cita? Para Cooke esto quiere decir “que la lucha de clases en el seno de nuestra sociedad y la soberanía político-económica del país son partes de un mismo proceso indivisible, tanto ayer como hoy y que no puede hablarse de liberación nacional si no se comprende cómo se da la lucha de clases en un momento determinado”25. Con ello se señalan al mismo tiempo los errores complementarios de los marxistas, los liberales, los nacionalistas y los socialistas que tienden a separar las luchas de clases de las luchas por la liberación nacional, considerándolos procesos en sí mismos e independientes uno del otro.

La batalla de Caseros representa una ruptura, además, en otro sentido: a partir de entonces las mayorías quedaron excluidas de las luchas políticas en el país26. La exclusión de las masas se extenderá hasta la presidencia de Yrigoyen, quien rompe con el supuesto aceptado por las clases minoritarias (aunque sin superar el principio ideológico básico27). El yrigoyenismo es rescatado como “un movimiento de masas” y como “una afirmación de la voluntad nacional”28, que expresaba a sectores de la sociedad ‘frenados’ y ‘ahogados’ durante años. Eso explica “el vendaval de odio que levantó”29. Yrigoyen sintetizó ese antagonismo en términos de la ‘Causa’ contra el ‘Régimen’. Cooke rescata esta consigna porque supo ir más allá de las conceptualizaciones tradicionales que planteaban los problemas en términos de la oposición entre los partidos. El yrigoyenismo dio un primer paso para concebir la realidad argentina en términos de movimiento y no de partido. Para utilizar los conceptos de Rancière definidos en el capítulo anterior, podría decirse que la ‘Causa’ da nombre a los innombrados y parte a los que no tienen parte: “a los hijos de los inmigrantes, a los restos de la tradición federal-autonomista, a las masas bravías del interior y a gran parte del proletariado industrial naciente. […] Con el yrigoyenismo advenían al poder fuerzas nuevas que traían un estilo y un sentido propios”30.

Del primer gobierno de Yrigoyen, Cooke rescata su orientación nacionalista, su política internacional independiente y con sentido latinoamericanista, su neutralidad durante la Primera Guerra Mundial y la solidaridad con los pueblos atropellados por las potencias. Sin embargo, el yrigoyenismo carecía de una visión general realista del problema imperialista, lo que determinó una actitud pasiva ante los mecanismos de expoliación británicos. A ello se sumaron las “continuas vacilaciones, disparidades de

24 Cooke, J. W., 1972: 46.25 Cooke, J. W., 1972: 48.26 “La lucha política era entre minorías” (Cooke, J. W., 1972: 48).27 “Pero aunque su política [la del yrigoyenismo] estuviese concebida como antítesis de la del régimen al que tanto combatiera, no lo superaba ideológicamente (…) incorporándose a los mismos esquemas conceptuales” (Cooke, J. W., 1972: 55).28 Cooke, J. W., 1972: 52.29 Ibídem.30 Cooke, J. W., 1972: 52 y 55. Énfasis nuestro.

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criterio, contradicciones de conducta” que provocaron fallas importantes en la política económica y social.

Para Cooke, el defecto fundamental del yrigoyenismo consistió en mantenerse dentro de los mismos esquemas conceptuales de la oligarquía, en compartir la misma ideología sin superarla31. Al proponerse “cumplir lo que la oligarquía solo había declarado” (la Constitución) se mantuvo dentro de los mismos parámetros ideológicos al mismo tiempo que aseguró su caída. Cooke muestra cómo la historia de las repúblicas sudamericanas desde las guerras por la independencia ha sido una sucesión de golpes militares y señala que esos hechos no son casuales o accidentales ni se deben a alguna incapacidad congénita o cultural de los pueblos americanos sino que son una consecuencia necesaria de la incompatibilidad de los intereses oligárquicos-imperialistas y la plena vigencia de los derechos democráticos constitucionales. Señala que las oligarquías tienen muy claro que se deben priorizar sus intereses a la Constitución (que ellos mismos han impuesto) y que han recurrido a las represiones, al fraude, a las proscripciones y al golpe cada vez que aquellos intereses fueron amenazados. “Los partidos populares, en cambio, vacilan en arrasar esas instituciones dado que ellas, aparentemente, aseguran el gobierno a las mayorías, se creen garantidos por sus mecanismos y quedan inermes ante un enemigo que controla los centros reales de poder”32. El yrigoyenismo sucumbió ante esta ilusión: creyeron que atándose y acatando las ‘formas’ constitucionales lograrían defenderse mejor contra fuerzas que nunca se han ceñido a tales límites.

Una comprensión de la historia hubiese permitido al yrigoyenismo (en ese momento) y a los radicales (después de 1930) no reincidir en los errores del pasado y superar los límites del ‘formalismo democrático’. Pero el objetivo de Cooke no es puramente abstracto ni académico. No busca hacer una crítica del pasado desde la perspectiva fácil del que conoce los acontecimientos que siguieron a los años del gobierno de Yrigoyen, sino que quiere construir una teoría que oriente la lucha en el presente y en el futuro a partir de la comprensión de los sentidos de la historia. Las críticas a las limitaciones ideológicas del yrigoyenismo apuntan a una crítica del presente, en tanto las mismas deficiencias pueden advertirse en muchos dirigentes del partido peronista y en la ‘burocracia’ del movimiento.

Es que el imperialismo –explica Cooke- crea antagonismos internos que no pueden desenvolverse en el juego político limitado a ese marco legal y se resuelven en luchas armadas por el poder33.

Esta explicación parece transcribir simplemente el marco teórico de Marx a la situación particular argentina. La lectura del texto recuerda inmediatamente las conocidas tesis fundamentales del llamado ‘materialismo histórico’:

En cierta fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o bien, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social34.

31 “El partido [radical] no tenía conciencia del problema imperialista (no tenía conciencia siquiera de que era un problema)” (Cooke, J. W., 1972: 71. Énfasis del autor).32 Ibídem. Énfasis nuestro.33 Ibídem.34 Marx, K.: Introducción general a la crítica de la economía política/1857, Córdoba, Cuadernos de Pasado y Presente, 1968, p. 36.

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Sin embargo, esa apariencia es falsa. Por un lado, Cooke desplaza el eje del problema de la relación entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción a la relación entre el imperialismo y las fuerzas nacionales que luchan por la liberación. En segundo lugar, Cooke, como hará también Laclau, no habla de ‘contradicción’ sino de ‘antagonismo’. A diferencia de la lectura determinista que deriva la contradicción de manera necesaria de la estructura de la sociedad, el concepto de antagonismo hace referencia a una relación de lucha y de oposición que depende de factores contingentes como la voluntad, la conciencia y la organización de los hombres y de las clases. En tercer lugar, las experiencias frustradas de la lucha de la ‘resistencia’ y la experiencia exitosa de la Revolución Cubana fueron conduciendo a Cooke a pensar también en alternativas de lucha armada para oponerse a la violencia sistemática35 de las oligarquías.

Si bien son manifiestas las limitaciones y deficiencias del yrigoyenismo por la composición heterogénea del movimiento y por la ambigüedad de su dirigencia, no hay que perder de vista que la situación objetiva no se había desarrollado completamente ni sus problemas estaban bien definidos por las características del país en esa etapa. Cooke desestima las críticas del marxismo teórico y abstracto que, basándose en una interpretación lineal y simple de algunos textos canónicos (como la Introducción general a la crítica de la economía política, citada más arriba) creen que en cada época hay un grupo ideal preconcebido destinado a llevar adelante las tareas de la etapa de la evolución económico-social que le corresponde. Lo que la teoría (incluyendo la comprensión de la historia) debe hacer es ver cómo se da “la lucha nacional y la lucha de clases”36; es decir, el antagonismo imperialismo-nación y la lucha interna a la nación entre las clases antagónicas, para juzgar desde esos marcos complementarios.

Como la teoría es una herramienta para la política y no puede desarrollarse sino a partir de las luchas de las masas37, la transición a concepciones políticas más adelantadas y claras solo hubiera podido realizarse, en ese momento histórico, dentro del radicalismo, “cosa que no ocurrió”38. Por lo demás, la cultura del país estaba recubierta “por un manto de plomo” y las voces solitarias que escapaban a la ideología aportando algo nuevo eran inexorablemente excluidas de los círculos académicos y de los medios de comunicación. En teoría, los marxistas deberían haber estado en condiciones de aportar elementos conceptuales para avanzar hacia una comprensión política nueva y superior; en la práctica, el Partido Socialista fue “el aliado más consecuente que siempre tuvieron los conservadores”39, aportando una fundamentación ‘científica’ a los dogmas de la oligarquía40.

35 En los diversos textos, la memoria vuelve una y otra vez al bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955 y a los fusilamientos de junio de 1956.36 Cooke, J. W., 1972: 56.37 Cooke comparte con Marx y la Escuela de Frankfurt esta concepción por la cual la teoría revolucionaria debe encarnarse en las masas para ser efectiva.38 Cooke, J. W., 1972: 57.39 Ibídem.40 “Para no dar la impresión de que somos parciales y solo mencionamos las modalidades que los hacen [a los socialistas] indistinguibles del conservadorismo –ironiza Cooke-, destacaremos algo que acredita a los socialistas como caso político único. Es el partido socialista del mundo colonial y semicolonial que nunca fue antiimperialista, ni siquiera doctrinariamente. Más aún: es el único partido socialista del mundo que ha defendido expresamente al imperialismo. […] Pensaban, como los yanquis, que nuestro continente sería un emporio de civilización si no estuviese poblado por latinoamericanos” (Cooke, J. W., 1972: 61).

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Después de analizar las posiciones de las distintas fuerzas políticas durante la etapa yrigoyenista, Cooke cierra el segundo apartado del capítulo II de los Apuntes con las siguientes palabras:

En medio de la gritería jubilosa de las minorías fenicias, Yrigoyen cayó y pronto destruyeron su obra. Pero su acción y su vida no fueron en vano, porque se identificaron con su pueblo y expresaron su intacta esperanza en una patria libre. Esas tentativas derrotadas son instantes de esplendor, contribuciones indispensables a las etapas posteriores de la lucha41.

La comprensión de la historia no aporta solamente una orientación para las luchas del presente al hacer manifiestos los sentidos que se van construyendo a través de los hechos sino también las vidas ejemplares y las acciones singulares que van constituyendo la identidad de un pueblo y mantienen viva su esperanza. Desde esta perspectiva, la historia no puede ser reducida a un mero relato científico pretendidamente objetivista sino que debe aportar imágenes y símbolos que perfilen una identidad.

El golpe de 1930 parece inaugurar un largo período de ‘ciclos’ históricos en los que se alternan gobiernos militares y gobiernos electos por sufragio. Ya se ha dicho que Cooke no comparte esta perspectiva ‘fatalista’ o ‘determinista’ de la historia. Piensa, por el contrario, que Yrigoyen prefiguró un camino nuevo en la historia del país al incorporar a las masas a la vida política, aunque el contexto internacional desfavorable y las debilidades del radicalismo y de su líder dieron pie a la reacción oligárquica que se apropió del Estado durante una década. La reacción oligárquica, sin embargo, no fue homogénea sino que coaguló variados intereses y posturas ideológicas. El golpe del ’30 evidenció la lucha interna entre el nacionalismo ‘fascista’ y el conservadurismo ‘liberal’. Estas posturas parecen configurar tendencias persistentes en la historia argentina que se extienden hasta el enfrentamiento entre ‘azules’ y ‘colorados’ previamente al golpe de 1966.

3. “La brisa de la historia”

Con este título se abre el capítulo 3 de los Apuntes42. En él se describe la situación nacional después de una década turbia, enviciada, en la que la oligarquía utilizó todas las formas conocidas de fraude y violencia, envolviendo a todos en “un ambiente de encanallecimiento reinante”43 y en un “sistema de inmoralidad y favoritismo administrativo”44. La política del Régimen acrecentó el malestar en la mayoría de la población y creó el consenso para el golpe de junio de 1943. Pero, aunque era claro que no se quería la continuidad del Régimen, no había unidad de criterio en cuanto a las orientaciones u objetivos del reemplazo. Cooke subraya que fue el coronel Perón el que tuvo una “apreciación clara del problema correcto para resolver los problemas nacionales de la hora: retorno al ejercicio de los derechos electorales, defensa de la soberanía nacional –política y económica- y satisfacción de las reivindicaciones de la clase trabajadora del campo y la ciudad”45.

Dos factores crearon las condiciones para el movimiento del 17 de octubre de 1945. Por un lado, la acción de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión; por otro lado, la movilización de las masas. Cooke transcribe una extensa cita de Raúl 41 Cooke, J. W., 1972: 65.42 Cooke, J. W., 1972: 79.43 Cooke, J. W., 1972: 71.44 Cooke, J. W., 1972: 81.45 Cooke, J. W., 1972: 82.

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Scalabrini Ortiz, en la que habla del ‘subsuelo de la patria sublevado’: “Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por una misma verdad que una sola palabra traducía: ‘Perón’”46. La masa se caracteriza por la carencia de límites, por su indefinición, por la multiplicidad, por la infinitud. ‘No ser’, ‘nada’, ‘nadie’: tales son los nombres de la masa. Esto explica porqué la mentalidad política tradicional no pudo percibir lo que estaba ocurriendo. Desde su perspectiva no había nada que percibir, porque allí no había nadie.

El fenómeno estaba fuera de la capacidad de percepción de la mentalidad política tradicional. Se le buscaron muchas explicaciones todas falsas. La conclusión fue que lo de Plaza de Mayo no habría sido una gigantesca manifestación del pueblo, sino una cita de la hez de la sociedad, de la oscura fuerza de la anarquía y la desintegración. El ‘lumpenproletariat’, como decían los cultos en sociología47.

Las teorías tradicionales perciben la realidad desde los supuestos aceptados, para los cuales las elecciones se resuelven por la suma de los sufragios de los ciudadanos en condiciones de votar. Y, dado que la Unión Democrática estaba integrada no solo por el partido mayoritario sino por “todos los partidos que tenía el país”, el resultado inevitable de las elecciones convocadas para febrero de 1946 debía ser la victoria de la fórmula Tamborini-Mosca. Dicho binomio no solo contaba con los votos de los partidos sino también con el apoyo explícito de los Estados Unidos y de las embajadas de las potencias victoriosas en la guerra, además de la prensa, la intelectualidad, los estudiantes y los aportes de las clases adineradas. Los marcos teóricos tradicionales creyeron haber explicado los acontecimientos del 17 de octubre de 1945 apelando a conceptos ambiguos y a teorías híbridas, pero se vieron completamente desbordados cuando trataron de dar cuenta del triunfo electoral del año siguiente, que se les apareció como un ‘misterio’, como el resultado nefasto de la ‘magia negra’48, como la violación flagrante de las leyes elementales de la aritmética. Burlándose de ellos, Cooke titula el análisis de los orígenes del peronismo: ‘el milagro aritmético’, dando a entender que todas las cuentas les salieron mal49.

No se trata solo de explicar lo inexplicable. Cooke pretende, además, revelar porqué las teorías tradicionales se equivocaron. Dice: “el proceso no puede reducirse a términos mecánicos y deterministas”50. Son estos presupuestos los que incapacitan a la sensibilidad para percibir “la brisa de la historia” (como la llama Scalabrini Ortiz), es decir, la novedad contenida en los acontecimientos y la esperanza que se les había arrebatado en el pasado. A esta ‘insensibilidad’ la complementa la fosilización ideológica que posibilitó que el radicalismo51 permaneciera ciego y sordo ante el

46 Cooke, J. W., 1972: 83.47 Cooke, J. W., 1972: 84.48 “Algunos dijeron después, para prestigiarse como zahoríes, que se la vieron venir: no es cierto, eso estaba fuera de toda la lógica que ellos podían desarrollar. Por lo general, hasta el día de hoy siguen sin enterarse de lo que pasó. En el subconsciente les baila la hipótesis de que fue cosa de magia negra” (Cooke, J. W., 1972: 90). 49 Más de treinta años después, Rancière dirá: “Para que exista la filosofía política es preciso que el orden de las idealidades políticas se ligue a un arreglo de las ‘partes’ de la ciudad, a un cómputo cuyas complejidades ocultan tal vez una cuenta errónea fundamental, una cuenta errónea que podría ser el blaberon, la distorsión constitutiva de la política misma. Lo que los ‘clásicos’ nos enseñan es en primer lugar esto: la política no es asunto de vínculos entre los individuos y de relaciones entre éstos y la comunidad; compete a una cuenta de las ‘partes’ de la comunidad, la cual es siempre una falsa cuenta, una doble cuenta o una cuenta errónea” (Rancière, J., 1996: 19).50 Cooke, J. W., 1972: 87.51 Por supuesto que “hay que tener en cuenta que radicales como Scalabrini Ortiz, Jauretche, Alvarado, Dellepiane, eran los que más claramente denunciaban lo que estaba pasando” (Cooke, J. W., 1972: 87).

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problema del imperialismo52. Del Partido Comunista, por su filiación marxista, cabría haber esperado un análisis correcto de la realidad, sin embargo, lo que caracteriza a los comunistas argentinos es “el no aplicar la teoría que invocan”53. Su concepción resulta de una mezcla de la asimilación a modelos históricos ajenos y de ‘la mitología mitrista’, que termina por adaptarse mecánicamente a la política de la URSS.

4. La anomalía histórica

La incapacidad de la dirigencia y de la intelectualidad argentina para comprender el fenómeno peronista, “que no cabía dentro de las formas conceptuales del liberalismo tradicional” ni del marxismo, los llevó a plantear hipótesis fantásticas, “enrevesadas interpretaciones”54 y fatalismos esotéricos. Como consecuencia, su reacción fue ‘negar’ el hecho que “liquidaba las certidumbres acogedoras de la vieja argentina semicolonial”55. Para estas conceptualizaciones,

El peronismo era una anomalía, una quiebra de la normalidad, una interrupción fatal y transitoria del devenir histórico; de la misma manera negaron a esa nueva fuerza que les inflingía abrumadoras derrotas electorales y contra esa democracia real fijaron la democracia como aspiración, a la cual se llegaría por intermedio de algún espadón que oportunamente pudiesen movilizar en su defensa56.

El epistemólogo e historiador de la ciencia T. Kuhn utilizó en 1962 los conceptos de ‘ciencia normal’, ‘anomalía’ y ‘revolución científica’ para explicar las transformaciones en los ‘paradigmas’ de las ciencias. Sorprendentemente, Cooke se vale de estos conceptos57 para dar cuenta de las deficiencias de los paradigmas históricos tradicionales que intentaban explicar el surgimiento y la evolución del peronismo. Como suele ocurrir con los científicos formados en un paradigma, la aparición de un hecho ‘inexplicable’ o ‘anómalo’ les conduce más fácilmente a valerse de justificaciones extracientíficas58 que a abandonar los supuestos del paradigma que se ha adoptado. De modo aún más sorprendente, Cooke utiliza rigurosamente el falsacionismo popperiano para refutar las teorías explicativas tradicionales:

De cualquier manera –dice-, todas esas tesis [de los intelectuales y de los políticos del régimen] tenían un núcleo común y un desenlace lógico: una vez que el totalitarismo [peronismo] perdiese los aparatos de Estado y no pudiese emplear sus famosas técnicas de propaganda totalitaria, se disgregaría y esa masa

52 “Al no progresar sobre las soluciones del período yrigoyenista, [el radicalismo] fue penetrado por el ideologismo reaccionario que le impidió ver el problema imperialista. De representante de los sectores burgueses progresistas se convirtió en aliado de los sectores ligados al imperialismo: como satélite durante la ‘década infame’, como intérprete cuando la Unión Democrática, y como ejecutor de su política en los gobiernos radicales a partir de 1955” (Cooke, J. W., 1972: 88).53 Cooke, J. W., 1972: 89. Énfasis nuestro.54 Cooke, J. W., 1972: 88.55 Cooke, J. W., 1972: 92.56 Ibídem. Énfasis nuestro.57 Es muy improbable que Cooke conociese La estructura de las revoluciones científicas, publicado en inglés por la University of Chicago Press en 1962, de manera que hay que suponer que utiliza estos conceptos “intuitivamente” al tratar de responder a problemas semejantes.58 “Los intelectuales inventaban teorías que iban desde la tesis de que [los peronistas] constituíamos una acumulación multitudinaria de abribocas encandilados por métodos de propaganda totalitaria hasta la distinción sociológica entre masa y pueblo, la masa como algo informe, innoble, indiferenciada, y el pueblo, para decir una palabra, constituido por gente que votaba a los radicales, los conservadores y los socialistas” (Cooke, J. W., 1972: 92).

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se transformaría en pueblo, canalizada a través de los partidos tradicionales de la vieja lucha política argentina. Como esto no ocurrió, ese misterio del peronismo se volvió tan impenetrable que se lo dieron a los policías para que lo resolviesen, y desde entonces lo tiene la policía en sus manos59.

Ante la imposibilidad de verificar las hipótesis científicas, el falsacionismo de Popper propone un método de ‘conjeturas y refutaciones’, por el cual, la refutación de un enunciado observacional derivado deductivamente de una hipótesis que le sirve de premisa, conduce al cuestionamiento de las hipótesis de las que se infiere la conclusión falsada. De la hipótesis que sostiene que el poder del peronismo proviene de la manipulación del líder demagógico y la utilización de los aparatos de Estado y de los medios de propaganda, se deriva la consecuencia necesaria de que cuando no se disponga del Estado, se perderá necesariamente el dominio sobre las masas. Como después de nueve años y a pesar de la proscripción del partido y del exilio del líder, el peronismo sigue siendo la fuerza mayoritaria, la falsedad de la conclusión se desplaza hacia las premisas: “la supervivencia del peronismo, además de desmentir las explicaciones al respecto, es el signo de la falsedad integral del régimen”60.

Más allá de las teorías epistemológicas, de las refutaciones teóricas y de la recurrencia a causas misteriosas u ocultas, el párrafo citado más arriba parece recurrir avant la lettre a los conceptos utilizados por Rancière para definir la política y la ‘policía’. El peronismo es la subjetivización que da nombre a ‘la parte de los que no tienen parte’, la encarnación de la política como desacuerdo. La ‘policía’ es la respuesta que el orden establecido de la oligarquía da a la irrupción de la política: devolver a cada parte al lugar que le corresponde y devolver a los que no son nadie a la nada. “Por lo tanto las fuerzas del régimen lo negaron [al peronismo], negaron este hecho que liquidaba las certidumbres acogedoras de la vieja argentina semicolonial”61.

5. La conjugación dialéctica de las dimensiones de la historia

Pero para que el peronismo se adecue a ese papel histórico de oposición al régimen, es necesario que tenga conciencia de las posibilidades, las obligaciones y el destino histórico que eso encierra. Es necesario que sea conducido con concepciones que no sean la réplica o la aplicación de las del régimen, sino que correspondan a la nueva realidad que ahora se llama peronismo, pero que ese es el nombre político, la nomenclatura que tomó un movimiento de crecimiento del proletariado argentino62.

Oponiéndose nuevamente a las concepciones mecanicistas, Cooke establece la necesidad de la mediación de la conciencia para que el peronismo se llegue a corresponder con su nombre, con su identidad simbólica. El peronismo así, ilumina el presente no solo desde los avances y las conquistas respecto del pasado sino también desde los símbolos que abren el porvenir. En este punto se establece una diferencia decisiva con la concepción de la historia del revisionismo nacionalista: “Nosotros postulamos la defensa y la continuidad de la tradición –dice Cooke-, el pensamiento conservador es partidario del tradicionalismo”63. El revisionismo fue incapaz de mirar

59 Cooke, J. W., 1972: 92-3.60 Cooke, J. W., 1972: 93.61 Cooke, J. W., 1972: 92.62 Cooke, J. W., 1972: 93. Más adelante, agrega: “[Los burócratas] no podían comprender que el peronismo no era un hecho de magia sino que era la expresión política que tomaron determinadas fuerzas del desarrollo que si algún día, porque el peronismo malogre su vocación, abdique de su misión, desapareciese el peronismo, no desaparecería esa fuerza porque no es simplemente un hecho de la superestructura política sino que es una forma política que toma un hecho económico y social” (p. 103).63 Cooke, J. W., 1972: 96.

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el presente desde el futuro y por eso recurre a los ideales del pasado, confundiendo la pertenencia a una tradición con el ‘tradicionalismo’. Para el peronismo el ideal está en el futuro, para el revisionismo está en el pasado.

La tragedia y hasta la inicial impotencia de la escuela revisionista –escribe Feinmann-, radica en que si bien parte del presente en su cuestionamiento de la escuela liberal, no lo hace desde una situación política e histórica nueva asumida como propia. Permaneció así condenada a funcionar como alternativa de la historiografía académica, a la que negará, desmitificará y combatirá con frecuente seriedad y riqueza de recursos, pero de la que no dejará de depender jamás. Y por una razón muy clara: los primeros revisionistas no partían de una realidad nueva, negaban la historia liberal pero lo hacían desde las ideas, negaban la realidad del presente pero la negaban desde el pasado. No había surgido aún el movimiento histórico-político, masivo y popular, que constituyera en los hechos (en forma aún más profunda y clara que el yrigoyenismo) la negación viva y militante del pasado liberal.64

El revisionismo, como el romanticismo decimonónico europeo, busca un retorno a la plenitud ideal del pasado, el peronismo –en cambio- busca en el pasado una orientación para las luchas del presente. El pasado está presente en las luchas actuales. Se interesa por el pasado en tanto es presente y actual.

Pero el pasado –aclara Cooke- es raíz y no programa; el pasado es el reconocimiento de los pueblos consigo mismos que se hace muy agudo en las épocas revolucionarias, pero no es la vuelta al pasado, es la proyección del pasado hacia el porvenir, porque el presente envuelve el pasado y encierra también el porvenir; cualquier política revolucionaria conjuga dialécticamente estas tres dimensiones del tiempo sin fijarse en ninguna de ellas, porque entonces caería en el utopismo o en el reaccionarismo y en la esterilidad histórica65.

En las épocas de crisis, cuando las identidades parecen disolverse ante la presencia de lo nuevo, los pueblos, como los grupos y los individuos, recurren a la historia en busca de orientación. Para Cooke, el peronismo es el presente que envuelve el pasado y encierra también el porvenir.

Otra vez aparece aquí –escribe Feinmann- esa dialéctica pasado-presente que acaba de mencionar Cooke: es la práctica política del peronismo la que nos permite lanzar una mirada más lúcida, profunda y militante sobre fenómenos como el rosismo, las montoneras y el yrigoyenismo. Y la comprensión de esos hechos populares del pasado nos enriquece en nuestra práctica política presente66.

En este sentido, el 17 de octubre de 1945 marca una ruptura histórica porque posibilita la superación de la “dicotomía liberal, entre el hombre explotado en las horas de trabajo que se convertía en ciudadano libre en cuanto salía del trabajo y se iba a tomar mate al comité radical”67.

Nuevamente se percibe el eco del texto de Marx en el que se denuncia la escisión entre el hombre y el ciudadano, entre el ser social y el ser político, entre el trabajador y el propietario68. Sin embargo, a diferencia de la investigación de Marx en la que se cuestiona la falsa unidad proclamada por los derechos del hombre, Cooke señala la realización concreta producida por la acción de los trabajadores el 17 de

64 Feinmann, J. P., 1974: 7.65 Cooke, J. W., 1972: 97-8.66 Feinmann, J. P., 1974: 6.67 Cooke, J. W., 1972: 98.68 Cf. Marx, Karl, La cuestión judía, selección e introducción de J. M. Bermudo, Barcelona, Editorial Planeta-Agostini, 1992.

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octubre, donde los hombres y mujeres “recobraron su personalidad”69, es decir, su dignidad e identidad como seres humanos.

Si esta concepción de la historia invalida las lecturas reaccionarias del revisionismo que buscan los ideales en el pasado remoto, también desautoriza las interpretaciones ‘ortodoxas’ del peronismo que buscan sus modelos en el pasado reciente.

La única manera de solucionar los problemas de fondo no solamente el de la clase trabajadora, sino los de la realización de la Argentina como una nación auténtica y no como satélite que nos llena de vergüenza, como somos ahora, consiste en el programa revolucionario, que no es ni espontaneísmo ni el funcionamiento automático ni mecánico de ningún tipo de engranaje; es una obra de los hombres que toman conciencia de su propia situación y de la situación nacional, y se disponen a cumplir sus planes como actores de la historia, asumiendo en situaciones muy adversas, como lo hace toda la clase popular argentina, las adversidades y los riesgos de los momentos de transición como son éstos70.

Sobre el final de los Apuntes, Cooke insiste en diferenciar su concepción del espontaneísmo y del mecanicismo. Lo decisivo no está en las condiciones históricas ni en la voluntad de los hombres, sino en la conjunción de ambos factores.

Una política para el Movimiento –dice Cooke- plantea nuestra acción como causa de los cambios; se traza en función de la convicción de que es la voluntad de los hombres movilizada en la acción la que puede decidir el curso histórico. Precisamente en el supuesto de que hubiese evoluciones como las que espera el oportunista, serán una secuela de la lucha de las fuerzas revolucionarias71.

Si la historia estuviese determinada como un proceso natural, tal como piensan los economistas políticos clásicos (la sociedad sujeta a la ley ‘natural’ de la oferta y la demanda, etc.) o como piensan ciertos intérpretes de Hegel (el desarrollo de la conciencia de la libertad del Espíritu determina la evolución histórica) o algunos marxistas (el desarrollo de los modos de producción determina la posición de las clases y de los individuos en el proceso histórico), entonces, la voluntad y la acción ‘libre’ no tendrían ningún papel en la historia y la política carecería de función.

6. La política

¿Qué significa política? ¿Quién es el sujeto de la política? ¿Cuáles son los fines de la política? ¿Cuál es su función? ¿Cuáles son sus condiciones de posibilidad? ¿Cuáles son sus medios? ¿Cuál es el marco que permite la interpretación de la política? Todas estas preguntas son, sin duda, constitutivas del saber propio de la política, independientemente de que sea considerada como ciencia, arte o filosofía. En este apartado se dará respuesta a estas preguntas desde la perspectiva teórica desarrollada por J. W. Cooke en Peronismo y revolución72, pero previamente es pertinente aclarar algunos aspectos de la relación entre la teoría y la praxis:

El conocimiento es buscar las causas, las relaciones reales que hay por debajo de los hechos. Porque los hechos no nos entregan ningún misterio. A los hechos hay que descifrarlos, por eso es una cosa que hay que analizar y todo análisis es provisorio, y

69 Cooke, J. W., 1972: 98.70 Cooke, J. W., 1972: 110-111.71 Cooke, J. W., 1973: 145.72 Para Cooke, teoría, organización y lucha son momentos insustituibles de la política y se requieren entre sí.

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todos nos tenemos que equivocar. Pero no se puede hacer desde el vacío: hay que hacerlo como conocimiento comprometido, como parte de la lucha o sea: el conocimiento y la teoría que es el conocimiento de la acción, el conocimiento de la práctica.73

Como los hechos no ofrecen ninguna explicación de sí mismos, es necesario desarrollar un conocimiento que los explique, que descubra las causas ‘por debajo de los hechos’. Sin embargo, los hechos siguen su curso y las explicaciones resultan insuficientes o pueden resultar erróneas. Pero como los hechos son el resultado de las acciones humanas, que están abiertas a cambios y novedades derivadas de nuevas acciones libres, la ciencia social no puede tomar una posición neutra u ‘objetiva’. La ciencia es, lo sepa o no, conocimiento comprometido: conocimiento de la acción y en la acción.

Al ser un ‘informe’ escrito por un peronista dirigido a los peronistas que forman parte del Movimiento, el autor da por sentados ciertos sentimientos y vivencias comunes, y una experiencia histórica compartida. Dar por sentados tales supuestos no es una falta de rigor científico o un desliz subjetivo en la elaboración de las posiciones teóricas, sino un rasgo característico de la teoría política para Cooke. Así como san Agustín sostiene que no se puede comprender sin creer (y, por lo tanto, no se puede comprender la verdad teológica sin tener la fe cristiana), Cooke piensa que no se puede comprender la política sin ser un hombre del pueblo, sin ser parte de las masas74. Para ciertas concepciones, a las que se podría llamar ‘objetivistas’, no se puede comprender la realidad ‘objetivamente’ si se es parte de esa realidad. Para Cooke, por el contrario, no se puede comprender la realidad política si no se es parte del pueblo75. Desde su perspectiva, comprensión y parcialidad no se oponen ni se excluyen. Sin embargo, no cualquier ‘parcialidad’ hace posible la comprensión, sino solo la perspectiva de las masas o del pueblo76. En cierto sentido, podría decirse que esa parte no es una parte77, sino que se identifica con el todo.78 De allí que en cada uno de los capítulos de Peronismo y revolución, Cooke se esfuerce por argumentar teniendo en cuenta las perspectivas de las distintas partes: de los sindicalistas, de los políticos, de los militares, de la iglesia, de los universitarios, etc., para que puedan ver y reconocer la perspectiva del pueblo, aquella que define la función de la política.

73 Cooke, J. W., 1972: 113.74 La política requiere ser parte de “las tradiciones del país y sus masas perseguidas” y del pueblo “marginado políticamente y explotado desde adentro y desde afuera” (p. 60). Por eso dice más adelante: “no creemos en ningún programa que no sea el producto de la voluntad del pueblo y cuente con su adhesión expresa” (p. 230). También Perón se expresa en términos análogos: “Para conducir un pueblo –dice- la primera condición es que uno haya salido del pueblo, que sienta y piense como el pueblo. (…) Hay que vivir junto a la masa, sentir sus emociones y entonces recién se podrá unir lo técnico a lo real, lo ideal a lo empírico” (Perón, J. D.: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder, Buenos Aires, Revista Primera Plana, No 492 4/7/72, p. 34).75 También Rancière ha señalado esta incomprensión de parte de las clases o de los sectores que forman parte del sistema de dominación (‘policía’), por ejemplo, en la filosofía política platónica o en el discurso de Menenio Agripa ante los patricios romanos.76 J. P. Feinmann llama “conocimiento político” a esta perspectiva que no se limita a lo objetivo ni a lo subjetivo, sino que adopta el punto de vista del universal o del “universal concreto”: “Debe quedar en claro que al conocimiento pretendidamente objetivo que hemos detallado no oponemos ninguna especie de conocimiento subjetivo, sino la forma más elevada, seria y rigurosa del conocimiento: el conocimiento político” (Feinmann, J. P., 1974: 5).77 El pueblo no es un partido ni un frente de partidos ni una parte de la sociedad al lado o frente a otras partes. El pueblo se identifica con el todo social sin más.78 Lúkacs sostiene análogamente, que la conciencia del proletariado es la única conciencia verdaderamente universal. Cf. Lukács, G.: Historia y conciencia de clase, traducción de Manuel Sacristán, Editorial Sarpe, 1984, 2 volúmenes, impreso en España, tomo II, pp. 131 ss.

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Cuando se aceptan las premisas anteriores se hace evidente que las categorías europeas de pensamiento no permiten comprender y explicar la realidad singular del peronismo79 y del pueblo argentino. Será necesario, por lo tanto, inventar nuevos conceptos y categorías que puedan dar cuenta de una realidad aún no comprendida. Para ello, en este apartado se procurará definir el significado del concepto de la ‘política’ en Peronismo y revolución.

Cooke define la política como política revolucionaria o de liberación. Por ella entiende “la unidad de teoría, metodología organizativa y de lucha”80. Desde esta perspectiva, la política tiene un único sujeto, al que se nombra de diferentes maneras: el pueblo, las masas, el proletariado, los trabajadores, los peronistas, etc. Este sujeto se puede reconocer en ciertos liderazgos, como ocurrió con los caudillos en el siglo XIX, con Yrigoyen y con Perón en el siglo XX, pero no puede delegar su tarea en otros81.

El peronismo es el sujeto de la política nacional porque “fue el más alto nivel de conciencia al que llegó la clase trabajadora argentina”, aun cuando a partir de esa conciencia no se haya elaborado “una teoría adecuada a su situación real en las condiciones político-sociales contemporáneas”82. Dicha realidad del peronismo lo vuelve incompatible con el régimen capitalista hegemónico al que se opone. Pero las falencias en la organización y la carencia de una teoría hacen del peronismo “un gigante invertebrado y miope” que se conduce instintiva y espontáneamente. Aun así, la política de liberación se opone a la política del régimen83. Para caracterizar la política del régimen se vale del concepto de ‘despolitización’84.

Los objetivos del ‘régimen’ se presentan en forma ‘abstracta’ y general, y como tales podrían ser subscriptos por el peronismo (como efectivamente ha hecho la burocracia). Por esta razón, Cooke se pregunta si hay verdadera afinidad entre los objetivos de ambos. Observa que el golpe militar no pretende legitimarse en la crisis institucional, ya que no se concibe como un gobierno de facto, sino que se asume como constituyente, pretende ser revolucionario (aunque sus fines sean realmente conservadores). De acuerdo con lo que las FF. AA. manifiestan85, la justificación del alzamiento es eliminar la reducción que se ha hecho de la democracia (que supone la elección entre múltiples propuestas y candidatos) a una mera ‘opción’ bipolar entre el radicalismo y el peronismo. Tal opción oculta, en realidad, la cuestión de fondo entre peronismo y antiperonismo. Teniendo en cuenta el fraude y la proscripción perpetrados contra el peronismo, restablecer el sistema democrático significa en realidad eliminar a la ‘chusma’ de las elecciones, dejando una amplia libertad de elección dentro de lo democrático y civilizado (bien entendido: dentro de un ‘régimen’ sin pueblo). Si todos los instrumentos y artimañas utilizados desde el ’55 hasta la fecha

79 En la página 106, por ejemplo, dice que “se había seguido aplicando fórmulas europeas de interpretación: era un sistema ‘totalitario’, que mediante la técnica de utilización de los resortes estatales manipulaba a la opinión de las masas”. Esto no explicaba porqué al no ser gobierno y no tener los resortes de los medios de comunicación seguía siendo mayoritario.80 Cooke, J. W., 1973: 55.81 Cf. Cooke, J. W., 1973: 69 y 72: “…Ningún sector es capaz de impulsar o plantear una política de liberación, aunque haya aliados potenciales de tipo sectorial para el proletariado cuando éste asuma esas tareas revolucionarias para las cuales es el único capacitado.” Con ello, Cooke se aparta de las teorías marxistas que afirmaban la posibilidad de que una clase realice tareas que no le corresponden por su posición en la estructura de la sociedad. 82 Cooke, J. W.: 1971, p. 84. Énfasis nuestros.83 En un sentido semejante a la oposición que realiza Rancière entre la “política” y la “policía” (police). Cf. Rancière, J., 1996: 35 ss.84 Este concepto nos parece más adecuado que el de “policía” (Rancière) porque es menos confuso y equívoco y porque hace explícita la contraposición con la política.85 Desde la página 27 hasta la 53 de Peronismo y revolución, hace un diagnóstico de las FF. AA.

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han tenido la única finalidad de excluir a la chusma, hay que concluir –infiere Cooke- que “el peronismo es incompatible86 con el régimen”87.

El peronismo se opone al liberalismo pero no a la democracia88. Por el contrario, es expresión de la auténtica democracia que busca realizar las transformaciones necesarias y reparar las injusticias “apoyándose en las masas”. Hay que distinguir entre los principios democráticos y los principios liberales. Los primeros se basan en el principio de igualdad mientras que los segundos en la protección de la propiedad individual y del derecho al lucro. La democracia afirma la soberanía del pueblo y el imperio de la voluntad general. El liberalismo sostiene la defensa de ciertos derechos individuales89 que ocultan intereses ‘privados’. El régimen se identifica con los privilegios y no con la igualdad, con el liberalismo pero no con la democracia.

¿Por qué –se podría preguntar-, cuando los golpistas cuestionan los vicios de la historia política reciente ‘olvidan’ el fraude? Este olvido es sintomático y denuncia la ideología de las clases privilegiadas: la oligarquía siempre se ha considerado a sí misma como ‘el país’. Desde esta concepción aristocrática, ‘los otros’, el pueblo, son los que sobran. Las instituciones de la República y los partidos son, desde esta perspectiva, una mera expresión de esta naturaleza trascendente y suprahistórica. También las FF. AA. observa Cooke, se ven a sí mismas como idénticas a la Patria, o incluso, como la esencia misma de la Patria. Consecuentemente, se asumen como inmutables90. Dados estos supuestos, la única función de los partidos políticos en general y del radicalismo en particular, era evitar que venciera el peronismo en las elecciones libres. Cuando aquel partido se mostró incapaz de cumplir con esta función perdió su única justificación de ser y fue reemplazado por el gobierno de las FF. AA91, antes de que se vieran obligadas a anular las elecciones nacionales post factum.

A partir del surgimiento del peronismo, el ‘régimen’ argentino se encuentra en una crisis integral y permanente, que cuando se afronta negando estos supuestos teóricos, multiplica las contradicciones, la imprevisibilidad y los absurdos institucionales92. Los ‘males’ que los golpistas recriminaban al gobierno de Illia eran una consecuencia de los gobiernos anteriores (desde el golpe de los ‘Libertadores’). Cada uno fue deteriorando los niveles de vida de las capas humildes, desatando el proceso inflacionario y aumentando la deuda externa, creándose una dependencia del Fondo Monetario Internacional (F. M. I.) y despilfarrando el ahorro interno93. Los liberales vernáculos redujeron todas estas causas a la crisis económica y a su vez, solo retuvieron la inflación como causa última, culpando de ella al peronismo. Los otros

86 La tesis de Cooke que sostiene que el peronismo es el “hecho maldito” del país burgués, puede pensarse en analogía con la tesis lacaniana del trauma originario que siempre se reprime y siempre retorna.87 Cooke, J. W., 1973: 106 y 110.88 En las páginas 57 y 58 de Peronismo y revolución señala las cadenas de equivalencias en el antagonismo peronismo-liberalismo. En las páginas 64 y 65 denuncia las falsas cadenas de equivalencias propuestas por el frondizismo y la derecha autoritaria.89 Taylor, Ch.: What’s wrong with negative liberty, en Philosophical papers 2, Cambridge, Cambridge University Press, 1985, pp. 211-229; Berlin, I.: Four Essays on Liberty, Oxford, Oxford University Press, 1969.90 Cooke aclara, con ironía, que aunque él no participa del supuesto de la inmutabilidad de las FF. AA., sí observa que los acontecimientos confirman una conducta invariable de las FF. AA. en cuanto a la proscripción del peronismo.91 Así como el movimiento revolucionario se define por cumplir una función o papel históricos, así también el régimen se define por su función histórica, sin que importe quién cumple esa función (radicalismo, gobierno de facto, burocracia). 92 Cf. Cooke, J. W., 1973: 34.93 Cf. Cooke, J. W., 1973: 38.

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males señalados fueron ‘olvidados’ o ni siquiera se los consideró nocivos (e incluso se invirtió su valoración, como ocurrió con la deuda externa y el F. M. I.).

“No defendemos el gobierno de Illia –aclara Cooke-. Fue patronal y proimperialista como los otros, antiperonista como ellos. Solo gobiernos con esas cualidades pueden existir en el régimen. (…) Ese gobierno no fue el régimen sino uno de sus componentes”94. En este texto se diferencia el ‘régimen’ del ‘gobierno’. El primero es el proyecto estratégico del imperialismo, de la oligarquía y de las FF. AA., consistente en “una democracia para exquisitos”95. El segundo es la implementación táctica de ese proyecto en administraciones particulares formalmente ‘democráticas’ (como Frondizi o Illia), ‘semidemocráticas’ (como Guido) o abiertamente no-democráticas (como Lonardi, Aramburu y Onganía). En el fondo, desde que surgió el peronismo, todos los gobiernos son una recreación de la Unión Democrática, que es el mejor símbolo del ‘régimen’. Los que son ‘formalmente’ democráticos, están condenados al fracaso, porque no pueden (mientras exista el peronismo) legitimarse por elecciones libres sin proscripciones y cuando falsean la voluntad popular, son incapaces de controlar a las masas excluidas de la representación política96. La única solución posible a la crisis no pasa simplemente por el cambio de gobierno, sino que “presupone cambiar las estructuras pero no solo las estructuras políticas sino el conjunto de estructuras que constituyen un sistema de relaciones propio de un determinado ordenamiento económicosocial y político”97.

La “antinomia peronismo-antiperonismo es la forma concreta en que se da la lucha de clases [es decir, la política] en este período de nuestro devenir. Por eso es que contra el peronismo se ejerció la violencia durante todo el tiempo, sea en la forma negativa de vedarle sus derechos, sea bajo las formas activas de la represión”98. Cooke señala la antinomia que está a la base del sistema para mostrar que es imposible superarla dentro del orden establecido de la realidad y adelantar que el mantenimiento de las condiciones conduce a crisis cíclicas pero permanentes99.

El régimen no puede institucionalizarse porque el peronismo obtendría el gobierno y aunque no formule ningún programa antiburgués, la obtención de satisfacciones mínimamente compatibles con las expectativas populares y las exigencias de autodeterminación que son consubstanciales a su masa llevarían a la alteración del orden social existente. El régimen, entonces, tiene fuerza solo para mantenerse, a costa de transgredir los principios democráticos que invoca como razón de su existencia. El peronismo, por su parte, jaquea al régimen, agudiza su crisis, le impide institucionalizarse, pero no tiene fuerza para suplantarlo, cosa que solo será posible por métodos revolucionarios100. […] Ningún orden social se suicida. Solo se va descomponiendo y agrietando, pero aún en el más avanzado estado de deterioro hace falta la fuerza que lo voltee. (…) Su fin no depende solo de las condiciones objetivas en que se desenvuelve sino de las condiciones subjetivas que se vayan creando en sus

94 Cooke, J. W., 1973: 38. Énfasis nuestro.95 Cooke, J. W., 1973: 39.96 “Los gobiernos civiles, en medio de la crisis, están condenados a actuar en el desorden de los conflictos que estallan en todos los niveles de actividad social” (p. 39)97 Cooke, J. W., 1973: 40. Énfasis del autor. “No existen estructuras en abstracto sino que ese término designa un conjunto determinado de elementos funcionalmente relacionados” (p. 77).98 Cooke, J. W., 1973: 107. Corchetes nuestros.99 “La lucha de clases no es una invención marxista sino un hecho que ya antes de Marx había sido analizado por los historiadores burgueses y que hoy en día no niega ningún sociólogo, historiador o economista serio; las discrepancias son con respecto al papel que juega en la historia y a las formas en que se resuelve” (Cooke, J. W., 1973: 122).100 Cooke, J. W., 1973: 108.

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víctimas; vale decir, del desarrollo de la conciencia revolucionaria de las masas, y la existencia de vanguardias que puedan estimularla101.

La causa última de las crisis no puede ser eliminada ni olvidada desde que los excluidos consiguieron reconocimiento y alcanzaron protagonismo, es decir, desde que surgió el peronismo. La consecuencia inevitable es que “allí [en el gobierno que es la cúpula del Estado] culminaba un deterioro cuyo factor principal es la chusma descamisada, que además de los pecados que han sido señalados en los anatemas civiles y castrenses desde hace once años, tiene la insolencia de ser la mayoría”102. Las causas de la crisis no hay que buscarlas en la superestructura política sino en el surgimiento y en la organización de los sectores sociales no reconocidos por el régimen, en la ‘chusma descamisada’ que ha alcanzado identidad política con el liderazgo de Perón103. El 17 de octubre de 1945 se ha hecho manifiesto de modo concreto e inmediato lo que Rancière llama el desacuerdo, es decir, la política democrática. Para Cooke, la democracia debe ser entendida como la participación directa de los excluidos en la toma de la palabra y en la deliberación, en la toma de las decisiones y en el gobierno. Lo esencial de la democracia no es el régimen electoral y el turnarse de los partidos políticos en el ejercicio del gobierno. Por eso, “las FF. AA., al regimentar la opción electoral, instauran una mistificación ‘democrática’ cuyo ritual después se ve perturbado por el peronismo”104. No podría ser de otra manera, porque el régimen no instituye la democracia sino que trata de impedirla. Por su parte, los burócratas identifican el gobierno y el régimen. Los liberales, ‘incluida cierta izquierda’, identifican ‘formalidad institucional’ y régimen. Ambos se equivocan, aunque los primeros “celebran la muerte de algo que sigue vivo” y los segundos “lloran la muerte de algo que nunca existió”105.

El multipartidismo –escribe Cooke- se transformó en una competencia entre las fuerzas políticas que forman los sectores del régimen y la democracia en un libre juego de estos partidos oficiales, que no solo no cuestionan el orden económico-social sino que, gracias a la proporcionalidad, se dividían los cargos representativos. Pero claro que ese multipartidismo no expresaba los conflictos globales de nuestra sociedad, sino las parcialidades existentes en el bloque histórico formado por las clases agónicas pero poseedoras de la fuerza. El otro bloque estaba excluido, pero su presencia amenazaba a todos en conjunto e imprimía virulencia a esos enfrentamientos secundarios106.

La presencia de los excluidos provoca la crisis inevitablemente y la hace irresoluble. El régimen no puede institucionalizarse ni el peronismo puede suplantarlo de un modo puramente electoralista. “El Movimiento [peronista] es la expresión de la crisis general del sistema burgués argentino, pues representa a las clases sociales cuyas reivindicaciones no pueden lograrse en el marco del institucionalismo actual.”107

El régimen, es decir, el sistema burgués argentino responde a la crisis desarrollando una política de despolitización. ¿En qué consiste esa política? ¿Cuáles son sus objetivos y cuáles sus medios?

101 Cooke, J. W., 1973: 121.102 Cooke, J. W., 1973: 121. Énfasis nuestro.103 A través de su carácter masivo, lo primero que niega el peronismo es la concepción liberal-elitista de la política (Feinmann, J. P., 1974: 10).104 Ibídem.105 Cooke, J. W., 1973: 53.106 Cooke, J. W., 1973: 107. Énfasis nuestro.107 Cooke, J. W., 1973: 108.

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7. La política de despolitización y la política revolucionaria

Está claro, desde la perspectiva de Cooke, que la política no se limita a la esfera jurídico-política e institucional. Como un tiempo después señalará Michel Foucault, las relaciones de poder atraviesan todas las relaciones sociales. Pero esto también lo sabe el ‘régimen’ y por eso busca delimitar, acotar, restringir la ‘resistencia’108. Consecuentemente, la política del régimen consistió y consiste en la despolitización.

Si el régimen es una hidra de muchas cabezas, la oposición aparece también en las más diversas formas y lugares de resistencia, [desde la perspectiva del régimen] había que canalizar las rebeldías hacia el plano exclusivamente político-partidista, donde pueden ser fácilmente controlados. Había que ‘despolitizar’109.

Canalizar todas las acciones políticas a la esfera de lo jurídico-político es despolitizar porque implica no dar lugar para la manifestación, la deliberación o la decisión de las ‘mayorías’, de las masas que quedan excluidas. La política de despolitización consiste en hacer que cada parte de la sociedad cumpla con la función que le es propia, evitando que se inmiscuya en temas y cuestiones que no sean los ‘específicos’ de su área110. Cooke define los rasgos característicos de esta política de despolitización:

En primer lugar, la despolitización procuró distinguir analíticamente la actividad sindical de la actividad ‘política’ de los sindicatos, prohibiéndoles ‘hacer política’ y conminándolos a circunscribirse a su actividad específica. El régimen se valió para ello, de la presión directa sobre las direcciones sindicales, quitó recursos a la Confederación General del Trabajo, suprimió personerías, ‘intervino’ sindicatos, subsidió listas opositoras a las lideradas por peronistas, insinuó amenazas a los dirigentes, reglamentó la ley de Asociaciones Profesionales, se valió de maniobras divisionistas por medio de los sindicatos ‘apolíticos’, etc. Con ello se apuntaba a la despolitización de los lugares de mayor resistencia por parte del peronismo: las asociaciones de trabajadores.

En segundo lugar, la política de despolitización apuntó a un ámbito que tradicionalmente era ‘despolitizado’, pero que se había convertido en un ‘caldo de cultivo’ de las actividades políticas de un grupo social nuevo en la historia de las luchas argentinas: la juventud. La despolitización del régimen se focalizó, por lo tanto, en las universidades. Cooke recuerda que la universidad había cumplido un papel ‘reaccionario’ en la década de gobierno peronista y no cree que, como institución, haya cambiado mucho su papel, pero señala también que el “estudiantado no es el mismo de hace diez años”111. Esa evolución de los jóvenes estudiantes “es la que preocupa a las fuerzas reaccionarias”, porque puede articularse con las resistencias del peronismo, la actitud de una juventud que “se une a las causas que defienden los trabajadores”112. En segundo lugar, entonces, la despolitización se caracteriza por la neutralización de los focos de rebelión que puedan articularse con las luchas de las masas.

108 Foucault también señalará que “donde hay poder hay resistencia”.109 Cooke, J. W., 1973: 112. Énfasis y corchetes nuestros.110 Cooke cita como ejemplo un discurso del Ministro del Interior sobre las actividades “políticas” en las universidades: “La guerra en Vietnam y la situación en Santo Domingo, los guerrilleros de Salta, el debate del presupuesto universitario, verbigracia, han constituido pretextos para el apartamiento de los estudiantes universitarios de la función que les es propia, que no es otra que la de cultivar su inteligencia y formar su personalidad para una irrenunciable empresa de bien público” (Cooke, J. W., 1973: 117).111 Cooke, J. W., 1973: 115.112 Ibídem.

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Tal política de despolitización no podía ceñirse a los ámbitos de los sindicatos y de las universidades, sino que debía aplicarse también a la esfera específica de la política partidaria e institucional, debía “despolitizar la política también”113:

Despolitizadas las agrupaciones obreras, despolitizada la Universidad, despolitizada toda forma civil de protesta colectiva so pretexto de que contrariaba el ‘occidentalismo cristiano’ -infiere Cooke sarcásticamente-, los únicos que podían hacer política eran los empresarios, la prensa comercial, los reaccionarios de todo calibre y procedencia: el régimen. Y, después se despolitizaban las elecciones porque los intereses populares no podían participar más que votando por las opciones —todas más o menos iguales—. No se crea que esto es demasiado original; es una tendencia que fomentan todas las clases gobernantes, aun en las democracias que funcionan sin mayores trampas. Aquí lo único diferencial era la violencia. El famoso profesor Duverger, nada comunista por cierto, analiza el fenómeno y condensa: ‘Toda despolitización favorece al statu quo’114.

Si “toda despolitización favorece el statu quo”, entonces, el régimen debía lograr despolitizar también a la política. ¿Qué significa “despolitizar a la política”? Quiere decir: convertirla en lo que Rancière llama policía. “Todos los objetivos [de despolitización] se lograron con el golpe militar y la instauración de un gobierno que monopoliza no solo el poder político sino también la actividad política”115. El poder político es el gobierno y los aparatos del Estado. La actividad política es la lucha llevada a cabo por la “parte de los que no tienen parte”, por la ‘chusma descamisada’. Cooke señala que la tendencia a la despolitización de la política no es un rasgo singular o exclusivo del gobierno golpista ni de la Argentina, sino una tendencia que se va extendiendo en los países occidentales, incluso en los ‘centrales’. Por supuesto, la despolitización integral no podía ser realizada por el gobierno de Illia, ya que (al menos formalmente) era parte del ‘libre juego’ de las instituciones políticas por el que había sido electo (aunque fuese por una ‘mayoría’ falseada por la proscripción del peronismo). Pero el gobierno de Onganía ya no está sujeto a esas limitaciones porque no pertenece a ningún partido político y porque no fue elegido por nadie. La lógica del régimen supone que si las actividades políticas dividen a la sociedad en partes (partidos), la despolitización debe producir el efecto contrario, es decir, la unificación de la nación en un todo único e indiviso.

Uno de los párrafos del capítulo IV de Peronismo y revolución se titula: “La despolitización es la continuación de la política antiperonista por otros medios”. Con este título, Cooke altera la clásica fórmula atribuida a Clausewitz: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”, reemplazando la palabra ‘guerra’ por el término ‘despolitización’ y ‘política’ por ‘política antiperonista’. La despolitización es la política del régimen. Es una política que tiene la apariencia de otra cosa: pura y simple ‘administración’116. Pareciera que no se está tomando partido por una parte, por una parcialidad, porque se han suprimido por definición todos los partidos, lo cual implicaría la supresión de las parcialidades. Sin embargo, la despolitización es la peor forma de la política: es la política de una parte minoritaria que niega ser una parte minoritaria y niega expresar los intereses de esa parte minoritaria. ‘Administración’,

113 Cooke, J. W., 1973: 121.114 Cooke, J. W., 1973: 120.115 Cooke, J. W., 1973: 121. Énfasis nuestro.116 “La señal última de la 'pos-política' en todos los países occidentales es el creciente enfoque empresarial hacia las funciones de gobierno. El gobierno es reconcebido como una función administrativa, privada de su dimensión propiamente política” (Žižek, S., Lenin ciberespacial: ¿por qué no?, traducción de Guillermo Crux, especial para PI. Fuente: International Socialism N° 95, 2002, en http://www.infoamerica.org/teoria/articulos/zizek02.htm).

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‘gestión’, ‘eficiencia’, ‘profesionalismo’ son los nombres actuales de la política de despolitización.

La política del régimen ha expresado siempre en la historia del país a una minoría que niega su realidad minoritaria porque afirma identificarse con el ‘ideal’ de la comunidad. Tal ideal ha recibido diferentes nombres y atributos (siempre con mayúsculas): Razón, Unión, Constitución, Civilización, Libertad, etc., pero en todos los casos se ha puesto ‘por encima’ de las partes (y, por lo tanto, ‘por encima’ de la parte mayoritaria, ‘por encima’ del pueblo).

El objetivo de la política de despolitización es la integración de todas las partes en la unidad nacional, es decir, en un sistema donde cada una cumple con su función específica sin interferir con las de los demás. No otra cosa era lo que Platón llamaba dikaiosinê (justicia), como se desprende de la siguiente definición de la República: “La justicia consiste en asegurar a cada uno la posesión de su propio bien y el ejercicio de la actividad que le es propia”117. Desde el punto de vista del régimen, la lucha política conduce inevitablemente a la división, a la fragmentación y a la disolución del orden social. Cooke, por el contrario, cree que la política conduce a la superación del sistema de clases establecido. El régimen imagina la unidad como un presupuesto previo, como un orden natural que se vio alterado por la irrupción de la chusma descamisada, a la que se señala como causa de la división y del conflicto. Por el contrario, Cooke concibe la unidad como un movimiento de superación de la división establecida por el sistema clasista.

Para la lógica del régimen las luchas sociales y políticas son una amenaza para el sistema, para la justicia, para la unidad de la nación. Cooke señala que en las sociedades capitalistas avanzadas el sistema formalmente democrático asegura la hegemonía burguesa, pero ello no basta en los países periféricos o dependientes como la Argentina, por lo cual se recurre a las Fuerzas Armadas “para que ‘despoliticen’. En realidad, no ha ocurrido otra cosa que una aceleración y agudización de la política bajo la forma mistificadora de la apoliticidad”118. La despolitización efectiva solo podía llevarse a cabo mediante la introducción de un sector que pareciese no ser parte sino estar por encima de las partes: “La dictadura militar, con el manejo de la violencia, ha podido plantearse la ‘despolitización’ integral que se necesitaba. En principio y por el momento, el objetivo se logró”119.

Dado que las FF. AA. no son ni una clase ni un partido político, se consideran neutrales y más allá de los desacuerdos entre las partes. Pareciera que el poder ejercido por ellas es, entonces, “indiferenciado, funcional, técnico, desvinculado de todo interés particular”. Pero Cooke advierte que “la despolitización es una política como cualquier otra, dentro de la ‘no-ideología’ que no es sino la ideología de las clases dominantes”120.

A diferencia de Rancière, quien sostiene que “la institución de la política es idéntica a la institución de la lucha de clases”121, Cooke sostiene que también el régimen hace política, y el nombre de la política del régimen es despolitización. Al identificar la dominación con la policía y la política con la democracia, Rancière

117 Platón: República, (434 a), Buenos Aires, Eudeba, 1972, p. 259.118 Cooke, J. W., 1973: 128.119 Cooke, J. W., 1973: 153-4.120 Cooke, J. W., 1973: 181. “El fetichismo técnico no es despolitización, sino acentuación de la política predominante” (p. 199). “La técnica no sustituye a la política revolucionaria. Aquella actúa sobre los resultados exteriores, mientras la acción revolucionaria, en cualquiera de sus alcances, es al mismo tiempo una reflexión, es un hecho de conciencia, de responsabilidad. Es un hecho moral. Los cambios técnicos son una posibilidad de aumentar la libertad del hombre, pero nada más que eso” (p. 198). 121 Cf. Rancière, J., 1996: 35.

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descuida la posibilidad de otras alternativas como, por ejemplo, el surgimiento de una política de despolitización o de una política fascista122. En este sentido, Cooke da un paso más al pensar y conceptualizar esa alternativa123.

Según esta línea de pensamiento, la política como despolitización puede identificarse con la ‘privatización’.

La ideología –escribe Cooke- ‘privatiza’ la vida civil —es decir, mantiene lo referente a las necesidades económico-sociales como asunto particular de cada individuo— y de esa manera ‘despolitiza’ a las clases dominadas, al tiempo que las unifica abstractamente a través de las instituciones del Estado político; estructura así la hegemonía de las clases dominantes124.

Este rasgo mistificador, ideológico, de la política de despolitización es el que induce al engaño de algunos sectores incluso dentro del movimiento peronista. Estos sectores caracterizados “como un puente a través del cual las clases dominantes introducen sus propias consignas en el seno de las clases dominadas”, han aceptado ya la despolitización como ‘una realidad’125 y se han ‘replegado’126 hacia ella mucho antes de que las FF. AA. implementen el golpe. La posición que estos sectores ocupan en el movimiento hace que la política de despolitización sea mucho más engañadora y efectiva en sus resultados. Para los dirigentes de estos sectores, la despolitización no se manifiesta como una forma de coacción sino como una ventaja, porque de esa manera pueden presentarse como simples funcionarios institucionales y no tener que dar cuenta de sus acciones ante los trabajadores que los han elegido.

La despolitización –dice Cooke-, en la actitud de los dirigentes, no aparece como forma extrema de coacción sino como una ventaja; la burocracia al lanzarse a apoyar ese método nuevo para continuar la opresión clasista, lo ha fortalecido inmovilizando políticamente al pueblo, induciéndolo al desarme, como si fuese un desarme general y no un desarme de la mayoría sometida a servidumbre127.

El único ‘factor’ que obliga a instrumentalizar la política de despolitización (o de desperonización) y que al mismo tiempo impide que esta despolitización se lleve a cabo completamente es el pueblo. Éste establece una unificación de hecho entre la esfera política y la económico-social, que imposibilita la integración del peronismo dentro de los partidos políticos tradicionales o como un partido semejante al laborismo inglés (es decir, que busque ventajas particulares dentro del régimen, sin cuestionar sus supuestos fundamentales). Desde el comienzo el peronismo muestra que toda acción es política, aun cuando se inscriba en un ámbito específico, técnico o instrumental128.

122 De allí que Laclau advierta que “sería histórica y teóricamente erróneo pensar que una alternativa fascista se ubica enteramente en el área de lo contable, [es decir, de lo puramente administrativo]. Para explorar la totalidad del sistema de alternativas es necesario dar un paso más, que Rancière hasta ahora no ha dado: explorar cuáles son las formas de representación a las que puede dar lugar la incontabilidad” (Laclau, E.: La razón populista, Buenos Aires, F. C. E., 2005, p. 306).123 “La despolitización no es sino una de las tendencias del Estado capitalista actual” (Cooke, J. W., 1973: 153).124 Cooke, J. W., 1973: 153. Énfasis nuestro.125 Cooke, J. W., 1973: 156.126 Cooke, J. W., 1973: 154.127 Cooke, J. W., 1973: 158.128 En este sentido, la denuncia de Cooke coincide con la que hace Marcuse en El hombre unidimensional: “el a priori tecnológico es un a priori político, en la medida en que la transformación de la naturaleza supone la transformación del hombre y que las creaciones del hombre salen de y vuelven a entrar en un conjunto social” (Marcuse, H., El hombre unidimensional, Barcelona, Editorial Planeta-Agostini, 1985, p. 181).

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En la acción de los integrantes del Movimiento, aunque no pertenezcan al partido y no estén siquiera afiliados, siempre queda manifiesta la política con la que se articula y de la que forma parte: la política del pueblo. El peronismo es, en los hechos, la expresión del pueblo, es decir, de los excluidos, de la chusma, de la plebe, de los proletarios, de los explotados129. Al darle expresión y nombre a los excluidos, el peronismo hace imposible la ‘integración’, es decir, la reducción de la política a la despolitización.

Estas imposibilidades –agrega Cooke- no resultan de una teoría revolucionaria ni, por supuesto, de una praxis revolucionaria en la dirección del Movimiento, sino del carácter revolucionario que objetivamente tiene el peronismo como fuerza de las clases desposeídas luchando en el medio histórico del capitalismo declinante de nuestro país130.

Si la política de despolitización del régimen consiste en separar las partes y sus funciones, la mera presencia del peronismo echa por tierra tal pretensión, haciendo manifiesta la desigualdad en todo ámbito en el que se presenta. En contraposición a la despolitización promovida por el régimen, la política revolucionaria promueve una politización más amplia y más intensa.

8. La ideología burguesa de la libertad y la democracia formales

Irigoyen y Perón lideraron el proceso ‘democrático-burgués’ en Argentina. Este proceso se interrumpió por la acción impuesta por una “oligarquía portuaria, comercial y terrateniente, al margen de la voluntad del pueblo”131, para acomodarse al sistema internacional. Como consecuencia de la interrupción de ese proceso, el régimen de la burguesía nacional no maduró sino que “está decrépito sin haber pasado por la lozanía”132. A diferencia de las burguesías europeas, a la burguesía nacional le faltó capacidad para hegemonizar la política tendiente a objetivos universales. La burguesía europea defendió y se identificó con la libertad. En la Argentina, en cambio, “en nombre de la libertad nos quitan la libertad a todos”133, porque “la libertad del régimen es el aherrojamiento total del pueblo”134. Es que la ideología de la libertad y la democracia ya no sirve a los intereses de la burguesía. Pero como los conceptos de libertad y democracia alcanzaron aceptación universal, la burguesía nacional tiene problemas para negarlos abiertamente, por lo que adopta la salida de afirmarlos formalmente y negarlos en la práctica. Si los negaran formalmente asumirían una posición fascista, que no contradice los intereses burgueses. “Entonces –concluye Cooke- nuestras FF. AA. no reniegan de la democracia: reniegan de su ejercicio”135. Para la burguesía argentina y para las FF. AA. “la democracia queda como filosofía [meras ideas o ideales] y como meta futura [utópica, meramente posible], mientras como realidad y como presente desaparece”136.

129 “La conclusión [que se sacó desde la mentalidad política tradicional] fue que lo de Plaza de Mayo [el 17 de octubre de 1945] no habría sido una gigantesca manifestación del pueblo, sino una cita de la hez de la sociedad, de la oscura fuerza de la anarquía y la desintegración. El ‘lumpenproletariat’ como decían los cultos en sociología” (Cooke, J. W.: Apuntes para la militancia, Buenos Aires, Schapire, 1973, p. 84)130 Cooke, J. W., 1973: 178. 131 Cooke, J. W., 1973: 128.132 Cooke, J. W., 1973: 128.133 Cooke, J. W., 1973: 129.134 Cooke, J. W., 1973: 129.135 Cooke, J. W., 1973: 129. Énfasis nuestro.136 Cooke, J. W., 1973: 130.

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Los objetivos universales de democracia y libertad se consideran dados, alcanzados por los gobiernos unitarios de la oligarquía. Por eso, las FF. AA. creen de sí mismas, y difunden, la imagen en la que se identifican y confunden “con la Patria, con la nacionalidad y con las tradiciones”. Para no sufrir represalias, todos los sectores políticos aceptan esta imagen sin cuestionarla. “Las FF. AA. representan el orden, la disciplina, el respeto a los valores establecidos, el freno a toda subversión de las categorías económicas y sociales; y ya se sabe que las clases dominantes identifican sus intereses con valores sublimes, y con el caos y el desorden y la catástrofe a toda amenaza a sus privilegios”137.

Las FF. AA. invocan la representación del pueblo aun cuando actúan contra su voluntad como en 1955. Lo que explica esta aparente contradicción es que solo tienen en cuenta a “la parte sana del pueblo”, de la que se excluye a los peronistas y a todos los que no asienten con las actitudes que las mismas FF. AA. asumen138.

“El pueblo sale a manifestar cuando es parte, cuando puede decidir, cuando tienen algo que decir o expresar, aunque más no sea una protesta que no será atendida”139. Las FF. AA. “se presumen intérpretes y depositarios de una voluntad ciudadana que está en manos de ellas dejar que se exprese tal como es. Si están tan seguros de ser sus auténticos intérpretes –argumenta Cooke-, nada mejor que llamar a que el pueblo expresamente los ratifique”140. En este lugar se expresa el desacuerdo lingüístico entre los que pertenecen al ‘régimen’ y el ‘pueblo’, el demos, compuesto por los que no tienen parte, aquellos a los que no se llama a que manifiesten su posición porque no se los reconoce como interlocutores legítimos. En la representación de las FF. AA. la forma y el contenido se mantienen separados. El pueblo es la masa informe. La libertad y la democracia son formas sin contenido. En consecuencia, la libertad y la democracia excluyen al pueblo y el pueblo no puede llegar a la libertad y la democracia por sí mismo, sino solo recibirla desde fuera, desde el exterior. Cooke concluye con ironía: “Hemos comprendido: podemos ser ‘interpretados’, lo que no podemos es expresar lo que deseamos y ahorrarle tiempo a los intérpretes”141.

9. La economía como culminación de la política de despolitización

La promoción integral de la despolitización culmina en mera administración económica, en ‘gestión’ como se la llama hoy. En sus ensayos sobre El peronismo y la primacía de la política, J. P. Feinmann señala que para los países pobres la política es una necesidad ya que son económicamente débiles. “Pero no son dependientes porque son pobres –agrega-, sino al revés”142. La debilidad económica es una consecuencia de la dependencia política, pero la política imperial no se manifiesta como tal sino que se encubre en la economía (que desde hace algún tiempo ha perdido parte del nombre y ya no se llama ‘economía política’143). La dominación política se ejerce como ‘neutra’ administración de la economía e, incluso, como desarrollo tecnológico144. Siguiendo la interpretación de Cooke en Apuntes para la militancia, Feinmann señala que el modelo

137 Cooke, J. W., 1973: 132.138 Cf. Cooke, J. W., 1973: 138.139 Cooke, J. W., 1973: 138.140 Cooke, J. W., 1973: 138.141 Cooke, J. W., 1973: 139.142 Cf. Feinmann, J. P., 1974: 87-89.143 Cf. Žižek, S.: Dije economía política, estúpido, en: http://es.geocities.com/zizekencastellano/frgeconomiapolest.htm 144 “Porque en definitiva, las grandes decisiones nunca son técnicas, no son económicas, son decisiones políticas sobre lo técnico y en lo económico” (Cooke, J. W., 1972: 101).

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británico muestra “con mayor ejemplaridad el principio imperialista del primado de la economía”. También menciona el caso de Alemania, que por su atraso en el desarrollo económico capitalista, se ha visto obligada a apelar en diversos momentos de su historia moderna a la política y a la guerra para compensar su debilidad en el orden de la economía.

¿Qué les queda a los países dependientes? –pregunta Feinmann- Solamente la política. En nuestro país [Argentina], por ejemplo, no es casual que los gobernantes y los ideólogos de los monopolios tengan una misma meta: despolitizar. Así lo intentó Onganía, así lo proponen los desarrollistas. Porque para los países dependientes, generar una conciencia económica, y determinarse a partir de la economía, es aceptar el campo y las reglas de juego del enemigo: es, sencillamente, condenarse a perder. Solo quienes poseen la economía pueden hacer de ella su arma de combate y confiarle sus proyectos políticos. Pero los pueblos sometidos no tienen economía, la economía los tiene a ellos. O más claramente, la economía que tienen no les pertenece, porque es a través de ella que el imperialismo y sus aliados nativos ejercen su dominación. Por eso no les queda otra posibilidad que la política. Es decir, la negación de la mano invisible, de la ayuda financiera y tecnológica, del ejemplo de las naciones desarrolladas: de todo camino trazado por el enemigo. Y la afirmación de la organización del pueblo para canalizar la voluntad política de la liberación nacional145.

En los últimos apartados se ha venido desarrollando una caracterización y explicación de la política del régimen, ejemplificándola en las acciones de los gobiernos, de los partidos políticos (ajenos al movimiento) y de las Fuerzas Armadas, en los párrafos siguientes se hará referencia a la política del régimen dentro del propio movimiento peronista. Cooke llama ‘burocracia’ a los sectores que expresan esa forma de pensamiento y acción. La comprensión de su lógica y de sus comportamientos es tanto o más importante que la del accionar de las fuerzas exteriores al movimiento.

10. La política revolucionaria y la política burocrática

Una política es una orientación general para la acción que parte de una evaluación de las tendencias presentes en la historia. Cooke quiere distinguir la política de “las artimañas del oportunismo”146, propias de la burocracia.

La política revolucionaria es creativa y busca prever las contingencias, anticipándolas147. Cooke la opone a las concepciones de la política que ponen el acento en la planificación, el cálculo, la exactitud y el detalle, todos ellos rasgos propios de la ‘burocracia’148. La lógica burocrática acepta como fundamentos los mismos principios que subyacen a la política del régimen, es decir, la despolitización. Y ésta es la peor 145 Feinmann, J. P., 1974: 88-89.146 Cooke, J. W., 1973: 144.147 En esto Cooke coincide plenamente con Perón: “Conducir es un arte, como la pintura o como la escultura, que tiene su técnica y que tiene su teoría. Con la teoría y la técnica se puede hacer un buen cuadro como se puede hacer una buena escultura. Indudablemente que si se quiere hacer una Última Cena de Leonardo o una Pietá de Miguel Ángel sería necesario Leonardo o Miguel Ángel, porque la teoría y la técnica es la parte inerte del arte, la parte vital es el artista. De manera que siendo la conducción un arte es necesario preparar a un artista, dándole una técnica y dándole una teoría. La conducción política obedece a las mismas leyes que las demás artes, como consecuencia de que es también un arte” (Perón, J. D.: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder, II parte, Conducción política y guerra integral, Buenos Aires, Revista Primera Plana, No 492, 4/7/72).148 Cf. Cooke, J. W., 1973: 11. En una nota a los Apuntes, Cooke aclara: “queda entendido que cuando empleo el término ‘burocracia’ y sus derivaciones, no me refiero exclusivamente a quienes están desempeñando cargos sino a todos los que participan de esas modalidades rutinarias y estrechas de pensamiento y acción” (Cooke, J. W., 1972: 36).

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forma de hacer política, porque inmoviliza a los actores y porque elude la reflexión y la conciencia.

Lo que calificamos como dirección burocrática es, precisamente, la imposibilidad de superar esa alternativa [golpismo o electoralismo con proscripción] porque opera con los mismos valores y preceptos del régimen con el cual estamos enfrentados149.

La burocratización consiste en no enfrentar al régimen globalmente sino en concebir una estrategia que busca apoyos dentro de él150. A la burocratización se opone la política de poder y ésta se deriva de una teoría revolucionaria151.

Lo esencial de una burocracia, lo que la convierte en la negación de lo revolucionario, es su incapacidad para comprender, concebir o ejecutar una política revolucionaria. No puede imaginar lo que es una política revolucionaria porque se maneja con los mismos valores y conceptos que la minoría contra la cual tiene que hacer la revolución152.

La falta de una teoría revolucionaria y de una política de poder agrava la burocratización. “Lo burocrático –dice Cooke- es un estilo en el ejercicio de las funciones o de la influencia. Presupone, por lo pronto, operar con los mismos valores que el adversario, es decir, con una visión reformista, superficial, antitética de la revolucionaria”153. Lo burocrático no carece de teoría, pero está disociada de la práctica.

La burocracia es centrista, cultiva un ‘realismo’ que pasa por ser el colmo de lo pragmático y rechaza toda insinuación de someterlo al juicio teórico [crítico]. (...) Su actividad está depurada de ese sentido de creación propio de la política revolucionaria, de esa proyección hacia el futuro que se busca en cada táctica, en cada hecho, en cada episodio, para que no se agote en sí mismo.154

En el pensamiento burocrático (en consonancia con la política de despolitización del régimen) la comunidad se concibe como una totalidad orgánica integrada, donde cada parte tiene su lugar asignado y en la que el antagonismo, la discusión y la crítica155 han sido eliminados. “Es característica de una burocracia, no el de no saber resolver los problemas, sino el plantear que no hay problemas”156. De aquí se deriva que “en la cabeza de los burócratas cualquier conciliación es posible. De noche sueñan que suman botas, sotanas y alpargatas, y que la cuenta les sale justa”157. La lógica burocrática excluye cualquier tipo de contradicción y antagonismo y, por lo tanto, supone que cualquier articulación o conciliación es posible. Cooke, como después hará Rancière, señala que en esa lógica hay una cuenta errónea, porque se pretende adicionar a los ‘incontables’158. “Sotanas, botas y alpargatas” simbolizan los 149 Cooke, J. W., 1973: 109. Énfasis nuestro.150 “Nosotros llamábamos pensamiento burocrático a esa incapacidad para formularse, desde la posición de las masas opuestas al régimen, una visión de la sociedad argentina y del país […] una estrategia de poder y un planteo correcto de los problemas” (Cooke, J. W., 1972: 94).151 Aquí se evidencia el rasgo “leninista” de la concepción de Cooke. Lenin había escrito: “Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario” (Lenin, V. I.: ¿Qué hacer?, Editorial Polémica, Buenos Aires, 1974, p. 60).152 Cooke, J. W., 1972: 35.153 Cooke, J. W., 1973: 20. Énfasis nuestro.154 Cooke, J. W., 1973: 20. Corchetes nuestros.155 “Lo que sí constituye algo de la esencia del burocratismo: negar la discusión, no someterse al debate crítico, no tener argumentos para oponerse a una discusión” (Cooke, J. W., 1972: 95).156 Cooke, J. W., 1973: 102.157 Cooke, J. W., 1973: 89.158 El peronismo gana con votos que no entran en la cuenta de nadie.

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tres estamentos o funciones de la polis platónica: los gobernantes, los guardianes y el pueblo. Platón define la función propia de cada parte y su virtud para dar base a su teoría de la justicia. Los gobernantes gobiernan y un gobierno alcanza su perfección cuando es ‘sabio’. Los guardianes defienden y hacen cumplir las leyes. La perfección de los guardianes se alcanza cuando realizan esta función con valentía. El pueblo vive bajo el mando de los gobernantes y la protección de los guardianes. Su virtud es la sophrosine (templanza), es decir, obedecer a las otras partes de la comunidad con la fortaleza de ánimo que requieran sus tareas.

Para el pensamiento burocrático, el peronismo sería perfectamente integrable: por ejemplo, en lo económico-social, incorporando a las direcciones sindicales peronistas junto con otras agrupaciones gremiales en una Confederación General del Trabajo pluralista y profesionalista, que cumpla funciones específicas en la negociación entre obreros y patrones; en lo político, reconociendo a los dirigentes políticos peronistas razonables y potables (es decir, que no pretendan volver a la época de la ‘Tiranía’ ni repatriar al ‘Tirano’) junto con los otros partidos políticos.

El burócrata busca mantener los privilegios derivados de sus cargos institucionales (en el partido o en el sindicato) sin tener que tomar una posición ‘política’ y ocupar un lugar en la lucha (lo que incluye –para Cooke- la aceptación del liderazgo de Perón159). Por eso reciben con beneplácito el golpe “que valoriza sus posiciones en las estructuras gremiales y suprime el ámbito de lo político”160.

El pensamiento burocrático es profundamente antihistórico. Por un lado, tiende a ‘olvidar’ los ‘errores’ cometidos en el pasado como también los antecedentes en las acciones de los personajes del régimen y las constantes en la política del régimen. Por otro lado, desconfía de todo lo que no sea fijo, estable, permanente, rechazando casi instintivamente el devenir y sus contingencias. De allí que los burócratas tiendan a aceptar los principios del gobierno golpista como verdades universales con el rango de dogmas. Pero, “la historia no va al ritmo del pensamiento de los burócratas, no está paralizada sino que es un proceso continuo donde nadie permanece inmutable”161.

Para Cooke, el sujeto de la política son los trabajadores organizados en un movimiento, es decir, el peronismo. Por ello, los impulsos para el cambio provienen siempre del pueblo. La burocracia surge como un colchón con la capacidad de amortiguar y sofocar los impulsos transformadores de la masa.

La burocracia, en teoría es la cabeza del movimiento pero constituye en los hechos una estructura intermedia por donde el régimen esteriliza los impulsos revolucionarios que surgen de las bases populares162.

El burócrata se ve como representante o como benefactor de la masa (siempre fuera de ella) pero no como parte. La burocracia no solo esteriliza las acciones tendientes a la transformación sino también la reflexión y el pensamiento crítico. El burócrata confunde la composición policlasista del movimiento con su ideología. “La ideología –escribe Cooke- solo puede ser o la revolucionaria163 del proletariado o la

159 En relación con la conducción de Perón, dice: “Los burócratas están siempre a la pesca de cualquier frase o declaración de Perón que puedan utilizar para teñir de ortodoxia sus claudicaciones” (Cooke, J. W., 1973: 88. Énfasis nuestro).160 Cooke, J. W., 1973: 56.161 Cooke, J. W., 1973: 113.162 Cooke, J. W., 1973: 63. Énfasis nuestro.163 Este texto también puede entenderse en el sentido de las dos lógicas de las que hablan Rancière y Laclau.

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burguesa”164. De esta manera, la burocracia produce un ‘vacío ideológico’165 al mismo tiempo que un vacío de política. De allí que J. P. Feinmann señale que “lo burocrático es una categoría ideológica”166 y no meramente una característica de los modos de administración de lo político-gubernamental. Este autor diferencia el significado del concepto de burocracia en el pensamiento de Cooke del que tenía en el discurso de Eva Perón, para quien estaba ligado a los egoísmos y a las ambiciones personales de algunos dirigentes del Movimiento. En Cooke, en cambio, el concepto adquiere status teórico: define una lógica de lo político y un sector en las luchas políticas. La burocracia es un estilo de pensamiento, una convicción, una actitud y una forma de acción. Es una teoría y una praxis.

La burocracia ejerce un pensamiento mágico, el cual supone que la realidad se sostiene en estatutos o declaraciones. Se trata de una forma de pensamiento ajena a las explicaciones, a las demostraciones y al señalamiento de las causas.

El resto del artículo [de las 62 de Pie] no agrega nada a esta simple explicación: glosa los objetivos que ya están fijados en el Estatuto, dándolos por asegurados como consecuencia de la disolución de los partidos, pero sin ilustrarnos por qué ello ha de ocurrir, cuál es la relación entre una cosa y otra, cómo es la nueva estructura social y política a que se refiere y en qué consiste la felicidad y grandeza que nos vaticina167 168.

La burocracia atribuye cualidades mágicas a las palabras y a las declaraciones: “El liberalismo –advierte Cooke, irónicamente- no perece porque a los burócratas se les ocurra extenderle el certificado de defunción”169. Al creer que la realidad se deriva de los estatutos y las declaraciones, la burocracia acepta lo que dicen los funcionarios del régimen como la descripción verdadera de la realidad, sin confrontar nunca estas afirmaciones con los hechos. Por eso, la burocracia piensa que el golpe viene a poner fin al liberalismo partidocrático, sin percibir que el peronismo es la verdadera antítesis del liberalismo y que el golpe viene a terminar con el enemigo del liberalismo y no con el liberalismo170.

11. Conclusión

En diversos momentos del desarrollo de las Lecciones sobre historia de la filosofía o de las Lecciones sobre filosofía de la historia universal de Hegel se observa una incoherencia entre la sucesión cronológica de los hechos y el desarrollo lógico-conceptual. Algo análogo ocurre en este libro al situar el pensamiento de John W. Cooke después de los capítulos dedicados a Marcuse, Foucault o Rancière, siendo cronológicamente anterior a todos ellos. Hemos seguido este ordenamiento para hacer más evidente la novedad y originalidad del pensamiento del autor argentino por contraste con los europeos y para resaltar hasta qué punto tenemos más información y

164 Cooke, J. W., 1973: 21. 165 Cf. Cooke, J. W., 1973: 55.166 Feinmann, J. P.: Peronismo. Filosofía política de una obstinación argentina, Página/12, 13/07/08.167 Cooke, J. W.: 1973, pp. 56-7.168 Análogamente, Marx reprocha a los economistas políticos clásicos: “La economía política parte del hecho de la propiedad privada; no lo explica. Concibe el proceso material de la propiedad privada, como ocurre en la realidad, en fórmulas generales y abstractas que sirven entonces como leyes. No comprende estas leyes; es decir, no demuestra cómo surgen de la naturaleza de la propiedad privada. La economía política no aporta una explicación de la base de la distinción entre el trabajo y el capital, entre el capital y la tierra” (Marx, K.: Manuscritos económico-filosóficos, en Fromm, E.: Marx y su concepto del hombre, México, F.C.E., 1973).169 Cooke, J. W., 1973: 56.170 Cf. Cooke, J. W., 1973: 57.

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reconocimiento de las producciones del pensamiento de las metrópolis ideológicas y culturales antes que de las creaciones autóctonas.

Cooke desarrolla su pensamiento desde una doble perspectiva, por un lado, histórica, cultural e ideológica, por otro lado, política. Cada una de ellas es mediada por la otra: la historia es mediada por la política y la política por la historia. En sus estudios históricos es capaz de integrar enseñanzas del liberalismo hegemónico, del revisionismo nacionalista y del socialismo radical. Su interés se focaliza en las luchas populares y en la comprensión de las causas perdidas y de las empresas derrotadas en tanto siguen siendo actuales y presentes en las luchas de las masas peronistas. De ellos extrae el sentido de los acontecimientos. La historia le permite pensar de otro modo las relaciones entre la teoría y la praxis, entre la comprensión y la transformación, entre el pasado y el futuro. De la historia aprende, siguiendo a Maquiavelo y a Perón, que la acción humana está siempre condicionada pero no determinada, que las decisiones y las acciones producen efectos y pueden cambiar los rumbos o inventar nuevas orientaciones. No confía en el fatalismo ni en el espontaneísmo. Tiene confianza en teoría, en la organización y en la lucha. No deja de criticar la concepción de la historiografía liberal y su pretensión de objetividad y neutralidad valorativa. Contra ella sostiene un ‘conocimiento comprometido’, una forma más elevada de conciencia teórica a la que identifica con la política.

El conocimiento histórico le permite comprender, desde el mismo acontecimiento del 17 de octubre de 1945, la novedad política que expresan las masas en el lugar vacío de lo público, en la Plaza de Mayo. Ese mismo acontecimiento da un nombre al sujeto de la política y al enemigo contra el que se manifiesta. ‘Peronismo’ es el nombre del sujeto de la política en la Argentina contemporánea; ‘Régimen’ es el nombre del enemigo.

Si después de la batalla de Caseros la colonización cultural se mantendrá invariable detrás de los cambios de gobierno, el acontecimiento del 17 de octubre iniciará un período de autonomía política y económica y un proceso de transformación radical de la dependencia ideológica y cultural, porque si bien el Yrigoyenismo había vuelto a dar protagonismo a las masas, nunca pudo superar la dependencia del imperialismo cultural. Ése fue su límite y la causa de su derrota. El peronismo superó esa limitación poniendo a las masas como sujeto de una lucha política al mismo tiempo antiburguesa y antiimperialista. En esta cuestión Cooke va más allá de Marcuse, Foucault o Rancière, los que no dejan de pensar la política y el poder desde el hemisferio norte o desde una perspectiva eurocéntrica. Estos autores han pensado la política como socialista, anarquista o democrática, pero no llegan a concebirla como antiimperialista. Cooke no se limita a aplicar los conceptos derivados de la tradición marxista, sino que recrea los conceptos para que permitan comprender la singular situación argentina. En este punto sus análisis difieren de los realizados por los teóricos liberales tanto como de los efectuados por los socialistas y comunistas. En lugar de reducir la singularidad del peronismo a las teorías generales como el liberalismo o el marxismo, Cooke crea categorías universales desde la experiencia histórica singular. Fue uno de los primeros y escasos teóricos que pudo explicar el peronismo sin recurrir a los conceptos inadecuados o anacrónicos derivados de marcos conceptuales construidos para responder a problemas ajenos a la realidad argentina y sudamericana contemporánea. Esto fue particularmente evidente durante la estancia de Cooke en Cuba, donde era inevitable tratar de comparar los procesos liderados por Juan Perón y Fidel Castro, para lo cual se requieren categorías comunes.

El desarrollo teórico de Cooke requirió no solamente redefinir conceptos como ‘masa’, ‘pueblo’, ‘ideología’, ‘líder’, ‘régimen’, ‘despolitización’, ‘burocracia’,

Page 33: EL PUEBLO COMO SUJETO DE LA POLÍTICA … · Web viewAl identificar la dominación con la policía y la política con la democracia, Rancière descuida la posibilidad de otras alternativas

etcétera, sino también construir e inventar conceptos nuevos que, como se ha mostrado en el curso de este capítulo, adelantan perspectivas teóricas que en Europa se desarrollarán una década después. De esta manera, Cooke supera (anticipándolas históricamente) perspectivas desarrolladas en los capítulos anteriores. Rescata con Marcuse la dialéctica histórica contra el pensamiento positivista y unidimensional, pero va más allá de la explicación de la ideología de las sociedades industriales avanzadas al mostrar la relación dialéctica entre las metrópolis capitalistas y los países periféricos o dependientes. Da, como Foucault, primacía a la política, pero no la identifica con el poder ni cree que los sujetos sean meros productos del sistema de poder. Como Rancière, entiende a la política como desacuerdo y como ruptura con el régimen, pero no se limita a considerarla un breve momento de discontinuidad en la sucesión de los sistemas de dominación sino que muestra la continuidad en las luchas por la liberación.