el recorrido narrativo del observador y la transcreación
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El recorrido narrativo del observador y la transcreación en el relato literario “El Sabueso
de los Baskerville”
Beatriz Orozco Díaz
Investigación Formativa III
Licenciatura en Comunicación e Informática Educativas
Escuela de Español y Comunicación Audiovisual
Facultad de Ciencias de la Educación
Universidad Tecnológica de Pereira
2017
Dedicatoria
A Juliana y Andrés…
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El recorrido narrativo del observador y la transcreación en el relato literario “El Sabueso
de los Baskerville”
Resumen:
Este trabajo de investigación explora el recorrido narrativo del observador dentro del relato policiaco “El
Sabueso de los Baskerville”, un acercamiento a las huellas y las locuciones de los personajes, centrando en
la figura del narrador que tiene participación en la diégesis.
Para rastrear el programa narrativo del observador se plantea como metodología de análisis el Recorrido
Generativo propuesto por Semiótica discursiva de la Escuela de Paris a partir de una lectura a dos niveles:
el nivel discursivo y el nivel semio-narrativo.
En este sentido, llevar a cabo una lectura crítica permite desarrollar habilidades para construir nuevas obras
a través de la transcreación.
La transcreación nace cuando el texto se concibe como un código o matriz abierta que permite nuevas
formas de representación de la intención comunicativa de la obra, para, finalmente, entregar al público otro
formato que ya no es el texto verbal. Esta actividad desarrolla además de un método minucioso para la
lectura, habilidades creativas, de diseño, y nuevas formas de expresión como la fotografía, que se vincula
y se publica gracias a la incursión de las nuevas tecnologías de la Información y la Comunicación.
Palabras claves: Transcreación, observador, recorrido narrativo, relato.
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Introducción:
El recorrido narrativo del observador en el relato literario y su posterior transcreación a una obra fotográfica
pone de relieve varias acciones cognitivas por parte del analista. En este orden de ideas, la lectura en
filigrana permite comprender de qué manera están discursivizados los tiempos los espacios y las acciones
dentro de la diégesis, y de otro, la interpretación conduce a desentrañar los roles actanciales de los
personajes del relato, para luego imaginarlos en un lenguaje cuya materia expresiva, diametralmente
opuesta a la original sigue conservando la esencia de la obra. Pasar del relato verbal textual al relato icónico
constituye una nueva forma de apropiación y reflexión del acto de la lectura y la escritura
Esta propuesta surge como una iniciativa para promover el acto de la lecto-escritura, que ha perdido adeptos
y seguidores gracias a la incursión de las nuevas tecnologías y el uso de los lenguajes rápidos como los
fotográficos o videográficos. Se propone la transcreación como un nuevo método de lectura sin olvidar el
método de lectura tradicional que permite tener el primer acercamiento con la obra, y la posibilidad de
ubicar los elementos importantes para realizar la transcreación.
El objetivo propuesto es: Analizar en “El Sabueso de los Baskerville” de Sir Arthur Conan Doyle, el
recorrido narrativo de Watson, el observador, cuyo sistema de distinciones está basado en la razón para
transcrearlo fotográficamente. Para cumplir este objetivo, primero se propone realizar el recorrido narrativo
del observador, como segundo paso se caracteriza al narrador según su estratificación y participación; para
finalmente llegar a un paso tres que plantea transcrear el recorrido del observador en una serie de
fotografías.
Para realizar este análisis se propone el Recorrido Generativo propuesto por la semiótica discursiva de la
Escuela de Paris que plantea dos niveles: el primero, el nivel discursivo, donde se ubican los personajes,
espacios, tiempos y acciones de la historia. El segundo es el nivel narrativo, donde se ubican los actantes,
los roles que se desempeñan dentro del relato. Este último nivel proporciona los enunciados, donde se
brinda la información necesaria para identificar al enunciador, al enunciatario y el referente, es decir, quien
habla a quien y de qué habla. El sustento teórico está apoyado en la estratificación de Gerard Genette y el
esquema Y de Eduardo Serrano.
Genette propone dos niveles en la estratificación narratorial, el primero es por tipo y el segundo es
participación en la historia. Y Serrano con el esquema narratorial, presentado de forma didáctica como
Esquema Y, brinda una posición jerarquizada, basada en los dos niveles del discurso de Greimas y Courtés,
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1. Planteamiento del problema
La transcreación del relato literario es un recurso artístico que se hace cada vez más popular,
con ella se buscan otras formas no solo de vincular a las nuevas generaciones en el acto de la lecto-
escritura, sino que también emerge como una nueva posibilidad de crear en otra materia expresiva
una obra que está entregada al público en formato de texto verbal, lo que permite desarrollar
habilidades en la lectura minuciosa y creativa, además de aportar un alto grado de curiosidad, al
estilo de todo buen investigador.
La transcreación implica, entonces, una nueva interpretación, en la que intervienen la
creatividad y la innovación, en palabras concretas, la transcreación “consiste en crear una obra a
partir de una obra dada” (Argüello, 2001, p. 14). Esta forma de recrear obras que ya existen ha
sido abordada por la traducción, la adaptación, el remake y los contenidos transmedia. En
consecuencia, la transcreación incluye diversas formas de materializar una obra, siempre que la
obra principal se tome como una matriz abierta a diversas interpretaciones, idiomas, formatos o
medios de difusión.
Para el caso de la traducción, se busca realizar el menor número de cambios posibles al trasladar
el texto de un idioma a otro de forma literal, y aunque existe intervención en la interpretación del
autor, se conserva la materia expresiva.
En este sentido, transcrear es ir más allá de la obra original, en algunos casos consiste en
proponer otra materia expresiva y comunicativa diferente a la planteada por el autor que produce
el texto escrito, en el que se incluyen tradiciones y rasgos culturales que reflejen el territorio donde
se ha de presentar la nueva creación.
Ahora bien, el acto innovador de la transcreación exige por parte del creador una lectura crítica
y en filigrana para resaltar o hacer preponderante una característica de la obra. En este caso, la
transcreación de la novela de Sir Arthur Conan Doyle: “El Sabueso de los Baskerville”, nos lleva
a seguir los pasos del observador.
Esta investigación surge bajo la pretensión de recrear, a partir de la transcreación fotográfica, la
imagen del observador. Primero, buscando fundamentar a este observador en relación con el
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fenómeno que desea conocer, cómo puede desarrollar diferentes papeles en su labor de
investigador y qué habilidades o estrategias utiliza para acercarse a una conclusión. Para ello se
propone reconstruir el recorrido narrativo del principal observador en el relato literario “El
Sabueso de los Baskerville”, personaje que es desempeñado por el Doctor John Watson, asistente
del famoso detective Sherlock Holmes.
Es importante señalar que, en las obras escritas por Sir Arthur Conan Doyle, el rol de narrador
es desempeñado generalmente por Holmes, pero de manera particular en este relato, la voz
narrativa es asumida por Watson, quien no solo observa y relata, también es participe de los hechos
y actúa como personaje de la historia.
Ahora, desde una perspectiva narratológica, Watson se ubica al inicio del relato como un
narrador extradiegético-homodiegético por ser un narrador en primer grado que participa de la
historia, si bien no es el protagonista de la obra, su papel es el de narrador de los acontecimientos
y en un segundo nivel, es personaje del relato.
Siguiendo este curso, Watson se sitúa entonces en el nivel de la interlocución como un
personaje de la historia en el que asume el rol de narrador intradiegético-homodiegético, narrador
en segundo grado que cuenta su propia historia, es decir, que se encuentra dentro del relato y
participa en los hechos contados. Por consiguiente, el narrador es un sujeto observador que se
apropia del saber y también es un informador que comunica ese saber a otro sujeto.
Este es el recorrido en el que se rastreará la destreza que adquiere el observador para interpretar
los sucesos que desea develar.
Ahora bien, el observador es un sujeto cognitivo, alguien que posee un saber y que desea
transmitirlo y el transcreador se inserta en un nuevo mundo donde la creatividad y la innovación
deben plasmar las características de este sujeto, incorporando los aspectos culturales y regionales
del contexto donde se desea exponer la transcreación,
En este orden de ideas, se desea visibilizar esta destreza que adquiere el observador y hacerla
presente en el proceso de transcreación para lo cual proponemos la siguiente pregunta de
investigación:
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¿Cómo analizar en “El Sabueso de los Baskerville” de Sir Arthur Conan Doyle, el recorrido
narrativo del observador cuyo sistema de distinción está basado en la razón para transcrearlo
fotográficamente?
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2. Objetivos
2.1 Objetivo General.
Analizar en “El Sabueso de los Baskerville” de Sir Arthur Conan Doyle, el recorrido narrativo de
Watson, el observador, cuyo sistema de distinciones está basado en la razón para transcrearlo
fotográficamente.
2.2 Objetivos Específicos.
-Construir el recorrido narrativo de Watson, el observador, cuyo sistema de distinciones está
basado en la razón.
-Caracterizar al narrador según su estratificación y participación en la novela
-Transcrear el recorrido de Watson, el observador, cuyo sistema de distinción está basado en la
razón.
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3. Justificación
Hacer el recorrido narrativo del observador dentro del relato policiaco, rastrear sus huellas y
las locuciones de los personajes, permite llevar a cabo una lectura minuciosa y desarrollar
habilidades para construir nuevas obras.
La transcreación nace cuando el texto se concibe como un código o matriz abierta que permite
nuevas formas de representación de la intención comunicativa de la obra, a través de ella se logra
entregar al público otro formato que ya no es el texto verbal. Esta actividad desarrolla además de
un método minucioso para la lectura, habilidades creativas, de diseño, y nuevas formas de
expresión como comics, fotografías, videos, entre otros materiales que se vinculan y se publican
gracias a la incursión de las nuevas tecnologías de la Información y la Comunicación.
En la transcreación se reimagina el lenguaje literario; cuando el artista o creador se plantea
llevar la obra a otra materia expresiva, el texto literario puede cobrar un mayor interés para el
lector, es decir, que la importancia de conocer otra versión diferente a la textual puede motivar a
los estudiantes para pasar de una lectura pasiva y cómplice a una lectura activa, crítica e
innovadora, porque no solo quien crea necesita innovar, también quien lee desarrolla su creatividad
para llevar a cabo la labor de interpretar.
Por ello, la importancia de la transcreación como una nueva forma de despertar los sentidos,
porque una imagen puede transmitir más que sensaciones visuales. Se crea un nuevo interés por
conocer la obra desde las nuevas posibilidades de educación que ofrecen los nuevos medios, por
supuesto, esto no implica relegar la importancia del libro, ni su capacidad para despertar infinidad
de sensaciones, se trata más bien de asociar las dos, creando una nueva forma de lectura de la
novela policiaca.
Valdría la pena posicionar la transcreación como un nuevo método de lectura, donde el
concepto de creatividad debe estar presente, donde un autor lleva su interpretación a otro medio
diferente al de las líneas y letras, pero que, en esencia, sigue presente la obra original
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Con respecto a esta concepción, que permite la utilización de nuevos formatos en la educación,
se busca insertar el concepto de transcreación como un nuevo medio de acceder a la información,
en tanto que ofrece a los estudiantes otras oportunidades de expandir sus experiencias escolares.
La transcreación nace bajo la concepción de innovar la traducción, un proceso donde el autor
hace uso de su interpretación y construye un producto donde la creatividad prima como mayor
recurso.
Y es que la capacidad de recontar y reorganizar historias a partir de una ya existente es una
actividad que data de años atrás. Pero la actualidad de la educación exige un cambio significativo,
a la par con la evolución de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, nuevos
modelos no textuales que permitan al estudiante la apropiación de los contenidos.
Igualmente, en el trabajo se debe incluir una categoría llamada índices de analogía, que hace
referencia a los aspectos que giran en torno al contexto social y cultural, elementos cargados de
regionalidad y que se identifican fácilmente, como las comidas o los trajes típicos representativos
de una comunidad.
Como no se realizan frecuentemente transcreaciones literarias en Colombia, se han dejado de
lado costumbres y aspectos representativos de este contexto que sería fascinante plasmar en una
nueva creación. Como menciona Haroldo de Campos, la transcreación “re-imagina el lenguaje
literario, cuestionando su ideología contraponiéndolo a una serie de discursos culturales
contemporáneos” (Como se citó en Rebello y Selva, 2008), con ello manifiesta el interés por crear
algo nuevo, que se aleje de los lenguajes convencionales y que aporte creatividad, incluyendo los
aspectos particulares de la cultura en que se inserta la nueva obra.
La transcreación construye lectores críticos que apropian el material que llega a sus manos,
desembocando en nuevas creaciones e interpretaciones.
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4. Estado de la cuestión
El recorrido narrativo del observador en el relato literario no ha sido un tema abordado en
muchas investigaciones, al parecer el papel del observador se ha relegado simplemente a un ente
exterior que analiza una obra determinada, pero para interés de esta investigación, se desea
comprender un observador que participa en la acción de los hechos que se relatan dentro de una
obra literaria, es decir, un personaje más de la historia.
Sin embargo, cabe mencionar que la novela policiaca si ha sido acogida en brazos de la
investigación y se han propuesto diferentes ángulos para conocer un narrador que guie los hechos
como sucede con la investigación que se cita a continuación.
El título de la tesis doctoral publicada por la Universidad de Murcia (España) es: “La novela
policiaca de temática romana clásica. Rigor e invención” de Ricardo Vigueras Fernández (2005).
Esta tesis busca unir dos categorías importantes en la investigación: la primera, es la historia
romana clásica y la segunda, es la novela policiaca, una fusión muy interesante en la literatura,
mucho más al sumarle el factor que indica que este tipo de novelas no existían en la época romana
clásica. Con esta claridad que propone en su introducción, el autor da forma a las voces de una
serie de personajes descritos en una novela policiaca pero que además tejen la historia clásica
romana.
Vigueras desentraña la antigua concepción de atribuir los inicios de la novela policiaca al
escritor Edgar Allan Poe, donde la resolución de un crimen se convertía en un juego de pistas,
asociadas por una mente maestra que descubriría el misterio de una muerte; para proponer dos
autores (Steven Saylor y John Maddox Roberts) que abordan la historia desde el género policial
para demostrar que Roma es un protagonista sin voz en estos relatos y por ello se debe hacer el
seguimiento del narrador (Gordiano o Diomedes) quien detalla las situaciones y personajes.
Esa unión entre historia y novela es una categoría fascinante a la que llega Vigueras en su
conclusión, esa antítesis entre ficción y verdad se valida como una forma de acceder al trasfondo
de una cultura, su organización política, judicial y social.
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Desde otra perspectiva, está la secuencia didáctica para el análisis y comprensión de la novela
Scorpio City en estudiantes de 9° grado de la institución educativa Inem Felipe Pérez, realizada
en el año 2011 por Jorge Andrés Vega y Julián Andrés Vinasco como prerrequisito de grado para
optar por el título de Licenciados en Español y Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira.
Dicho trabajo de investigación propone abordar el cuento como unidad temática dándole un
enfoque interactivo donde se potencializa el acto de la lecto-escritura en el proceso de enseñanza
aprendizaje.
El acercamiento teórico se hace principalmente a través de Gérard Genette con sus libros:
Mundo narrado II y Tiempo, modo y voz. Con ayuda de Genette se sustenta la propuesta y se
evalúa el narrador de la historia. El objetivo principal de esta investigación es promover la lectura
en los estudiantes, para ello, se muestra una colección de películas populares con las que llegan a
asociar por ejemplo Scooby Doo con el cuento policiaco. Además de ello, los hallazgos con la
implementación de la secuencia didáctica demuestran que el interés por la lectura incrementa
cuando se torna de forma divertida. Todos los datos aquí registrados son provistos del corpus
(Scorpio City), escrito por el colombiano Mario Mendoza.
Para terminar, la siguiente investigación titula: La mediación de la imagen en la puesta en
escena “Petersis: viaje de un ser fragmentado”, trabajo realizado por las estudiantes María
Angélica Patiño y Paola Andrea Valencia, como prerrequisito de grado para obtener el título de
Licenciadas en Comunicación e Informática Educativas, y publicado por la Universidad
Tecnológica de Pereira en el año 2015.
Este trabajo consiste en la transcreación de la obra: “El hombre que perdió su sombra” de
Adelbert Von Chamisso, pasando del relato textual, al relato videográfico. Basados en el
Paradigma indicial de Carlo Ginzburg y retomado por Rodrigo Argüello, las estudiantes plantean
una serie de indicios a seguir que servirán para dar explicación posteriormente a lo que llaman
mediación, es decir, cuando los materiales van acorde con los objetivos planteados. Y de allí nace
la imagen, como una mediación, como un conjunto de elementos organizados de forma lógica para
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dar un significado, que al convertirse en imagen en movimiento resulta siendo un atajo visual para
sintetizar el relato literario desde la metáfora, la iconicidad y la simbología.
A diferencia de las otras dos investigaciones citadas, este trabajo se centra en la transcreación,
la imagen y la teoría del paradigma indicial. Sin embargo, se diferencia de la presente investigación
en la categoría narratológica y de observación, porque solo se centra en la transcreación y en
resaltar el objetivo principal del texto, la perdida de la humanidad, de la sombra, se olvida
totalmente al personaje principal y no se incurre en ir más allá.
La secuencia didáctica para el análisis y la comprensión de la novela Scorpio City, se menciona
para resaltar una característica, y es que esta secuencia está construida a través de transcreaciones
de obras literarias que han sido llevadas a la pantalla (videos, películas, comics).
La diferencia con la presente investigación, es que en esta se plantea el desarrollo de una
transcreación, con contenido propio, cargado de aspectos culturales y regionales de la comunidad
donde se desea mostrar la nueva obra creada. Y la secuencia didáctica posee recursos visuales,
transcreaciones, pero que ya han sido creados y utilizados por otros autores.
Ahora bien, a diferencia de Ricardo Vigueras, la presente investigación se encuentra en
oposición a varios aspectos, el primero que cabe mencionar es que no se busca dar solución a un
crimen, se busca plantear un recorrido donde se establezca el sistema de distinción que utiliza un
observador para acercarse o alejarse de la verdad. El segundo punto en oposición es que la historia
no se recrea de lo literario a lo literario, es decir, que no basta con crear un modelo literario
reducido o más fácil de abordar que el libro original, por el contrario, se propone realizar una
transcreación del relato escrito, a una serie de fotografías que plasmen la historia en general, con
aspectos culturales vinculados al contexto donde se desea implementar.
La presente investigación tiene como propósito hacer el seguimiento del observador y plasmar
todo su recorrido en una transcreación fotográfica donde se evidencien aspectos propios de cada
personaje, psicológicos, sociales y físicos.
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5. Presentación de la diégesis
El Sabueso de los Baskerville es una novela policiaca escrita por Sir Arthur Conan Doyle y
publicada en 1902. Algunos literatos afirman que dicha composición fue inspirada poco después
de leer “Los crímenes de la Calle Morgue” de Edgar Allan Poe, obra protagonizada por dos
detectives, Dupin y su ayudante Watson. Según algunas opiniones, Conan Doyle toma como
referencia a un profesor suyo, quien repite innumerables veces la palabra elemental, de allí crea a
Sherlock Holmes y le sugiere como ayudante el mismo mencionado en las obras de Poe, y que
lleva por nombre Watson.
La historia de “El Sabueso de los Baskerville” se desarrolla en Inglaterra, algunos sucesos en
la ciudad de Londres y otros en el Condado de Devonshire, aunque cabe mencionar que los datos
más relevantes que se van a mencionar en el transcurso de la historia han sucedido en el área rural,
es decir en el condado de Devonshire. En el área de este poblado donde se desarrolla el relato, se
encuentra una paramo, en cuyo alrededor se localizan la ciénaga de Grimper, lugar donde han
perdido la vida muchas personas y animales por la fangosidad del terreno. No muy alejada se
encuentra la mansión de los Baskerville, la casa Meripit, donde habitan los hermanos Stapleton y
la mansión Lafter del señor Frankland, entre otras casas de campesinos.
La historia inicia su desarrollo con la muerte de Sir Charles Barkerville, motivo por el cual el
Doctor James Mortimer, médico de cabecera y gran amigo de Sir Charles, hace público el
manuscrito que su difunto amigo le ha encargado. Inicialmente la lectura de éste se hace frente a
Sherlock Holmes y su ayudante Watson en un viaje que hace a Londres.
La razón del Dr Mortimer para buscar a Holmes y hacerle lectura del manuscrito, recae en la
preocupación de que el siguiente miembro Baskerville, Sir Henry, heredero de Sir Charles, al llegar
a la mansión, corra con la misma suerte de su antecesor.
Dicho manuscrito es un documento que data del año 1742 y relata la génesis de una maldición
que pesa sobre la familia Baskerville. En él se reseña que la noche que murió Hugo Barkerville,
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fue perseguido por un sabueso enorme, que desde ese momento ha perseguido a todos los
descendientes de esta familia.
Posteriormente a esta lectura, se hace la lectura de una noticia publicada meses atrás por el
periódico Times, en la que se describe la muerte de Sir Charles Baskerville, como un hombre de
avanzada edad que padecía una afección cardiaca, posible motivo de su muerte. El Dr Mortimer
posterior a su lectura de la noticia, añade que esa noche, un poco alejadas del cuerpo de Sir Charles,
observo unas huellas gigantes, al parecer de un sabueso, detalle que no mencionó porque en el
momento no le pareció importante.
De allí parte la creencia sobre la existencia del sabueso, pero con la llegada de Holmes y Watson
se abre camino a otra mirada o interpretación de los acontecimientos.
Al arribo de Sir Henry a Londres, el Dr. Mortimer lo lleva con Holmes para hacer lectura del
manuscrito anterior y después de conocer la situación, se llega a la conclusión de que será
acompañado por Watson hasta la mansión para garantizar su seguridad. Ya en Devonshire, el Dr.
Mortimer, Sir Henry y Watson, se disponen a indagar por la existencia o no del sabueso.
Watson envía informes escritos con regularidad a Holmes que se ha quedado en Londres para
resolver otros casos. Para sorpresa del lector, el relato describe en una parte posterior, que Holmes
se radico en secreto en una cabaña cerca a la ciénaga de Grimper y se hizo pasar por un campesino
para recaudar las pruebas necesarias que dieran solución al caso.
Al final, Holmes concluye que el sabueso infernal que se menciona, es un perro comprado en
Londres, cubierto el rosto de pólvora para dar ese matiz rojizo escalofriante y dejado en libertad
por el páramo para alimentar la antigua historia que relataba la muerte de Hugo Baskerville.
Para caracterizar la situación, se parte del análisis que el Dr. Mortimer hace sobre la muerte de
Sir Charles, mencionando que, aunque su cuerpo no poseía ninguna señal de ser atacado por un
animal, él observo unas marcas de sabueso gigante, pero no le prestó importancia y decidió guardar
silencio. Aunque asegura que ha intentado buscar una razón lógica para este suceso, admite
también escuchar los aullidos del sabueso cuando camina por el páramo en las noches, mientras
cumple su labor como médico rural; también se ha dado a la tarea de averiguar con los habitantes
de la zona y tres personas le han confirmado haber observado al sabueso rodeando el páramo.
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Todos describían una criatura enorme, horrible y luminosa. Los demás testigos que aseguran ver
al Sabueso devorando a un hombre de la familia Baskerville o rondando el páramo, desaparecen
poco a poco entre líneas, hasta no volver a mencionar sus nombres en la historia, es decir, que esta
creencia se alimenta por la voz a voz de la comunidad.
Es decir, que según las hipótesis que revela el texto, es el Doctor Mortimer quien afirma varias
veces la existencia del sabueso, por las huellas de un perro gigante que encontró cerca del cadáver
de Sir Charles cuando presenciaba el levantamiento del cuerpo.
La historia toma un rumbo racional tras la llegada de Holmes. Se tendrá la visión de un
observador eficaz, que aplica el saber científico a través del método deductivo. Y Watson será el
encargado de reseñar los datos relevantes del caso, acto seguido, la experiencia que otorga esta
labor al ayudante de Holmes, lo convierte en un observador guiado por la razón.
Watson es un hombre pausado y algo callado, pero siempre hace predicciones sobre los próximos
acontecimientos, al evaluar los que ya conoce. Es un observador agudo, que va un paso adelante
en cada situación y los personajes que intervienen en ella. Tiene habilidad para escribir y narrar al
pie de la letra los sucesos que observa. Aunque es criticado por Holmes, por ser un poco apresurado
en llegar a sus conclusiones, el detective acepta que las torpezas de su ayudante siempre le han
ayudado a resolver misteriosos casos. Las observaciones de Watson van en el rumbo indicado,
Holmes lo sabe e invita a su compañero a no descuidar ningún detalle.
El recorrido narrativo que hace Holmes muestra claramente que es un hombre que piensa antes
de hablar. Al conocer el caso de los Baskerville, toma una cartografía de la zona del páramo,
estableciendo las viviendas cercanas a la mansión e investigando las personas que habitan dichos
lugares. Envía a su ayudante Watson hacia el páramo y le pide que resida unos días en este lugar,
con la intención de informar todo lo que sucede. Cuando Holmes tiene la cartografía en sus manos
despierta cierto interés en él la casa Stapleton, una de las más cercanas a la mansión Baskerville,
Watson no olvida este detalle y cuando se encuentra en la zona recorre reiteradas veces el páramo
y la casa Stapleton.
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Cabe resaltar que Holmes centra su interés en los hermanos: el Señor y la Señorita Stapleton,
pero es gracias a las especulaciones que Watson ha manifestado en sus cartas, que se desata una
serie de intrigas. Watson, por su parte, ha relatado observar comportamientos y miradas de celos,
aprobación o rechazo, que no suelen ser muy comunes entre parientes de primer grado.
Las pesquisas conducen luego a descubrir que los Stapleton están lejos de ser hermanos y que entre
ellos existe una relación marital. El Señor Stapleton es un descendiente de la familia Baskerville,
un naturalista que intento hacer grandes negocios en Latinoamérica, pero con malos resultados se
dio a la quiebra y huyo. Pensó en volver a Inglaterra y recuperar los bienes de su familia, por tanto,
se propuso cobrar la herencia y para ello debía desaparecer a los Baskerville que aún seguían con
vida. Como sabía que Sir Charles tenía una afección cardiaca, pensó que el solo hecho de ver a un
sabueso similar al de la historia de su familia haría detener su corazón y así fue, Stapleton compro
un perro y esparció pólvora en sus ojos y su boca para dar la apariencia de una criatura sobrenatural
y Sir Charles se desplomo al verlo. Ello da explicación al mito del sabueso, no era una entidad
monstruosa producto de una maldición familiar, simplemente un miembro de la familia quería ser
el único heredero y desaparecer a los demás, a quienes consideraba una barrera para cumplir su
objetivo. La observación de Watson y sus precipitadas asociaciones resulta de suma importancia
para llegar a esta conclusión.
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6. Marco Teórico
6.1 El Observador
Observar es el verbo comúnmente utilizado como sinónimo de mirar, la RAE define esta acción
como: “examinar atentamente” o “mirar con atención y recato”, esa cualidad de la atención sirve
como punto de partida para añadir que observar es un proceso que se realiza de forma rigurosa,
atendiendo a todas las características que se presentan. Ahora bien, al vincular la observación y la
atención se puede inferir que no solo es necesario el uso del sentido de la visión y que ese proceso
riguroso que se realiza al observar, además, va ligado a otro tipo de percepciones sensoriales que
se pueden captar a través del oído, el tacto y/ o el olfato. El observador será, entonces, la persona
que ejecuta esa acción.
Rafael Echeverría en su libro “El observador y su mundo” señala que “el observador es el
nombre que utilizamos para referirnos a los supuestos, a partir de los cuales actuamos” (Echeverría
2009, Pág.197), es decir, un cambio en los supuestos puede producir un cambio en el observador.
Cabe aclarar que no son dos entidades que se den por separado, el observador y los supuestos son
lo mismo, “la noción del observador no es otra cosa que un principio explicativo que nos ayuda a
hacer sentido de nuestro actuar, de nuestro comportamiento” (Echeverría 2009, Pág.197).
Los supuestos que propone Echeverría se constituyen a partir de una serie de elementos
encadenados desde la ciencia de la biología, pero que dan explicación y determinan los
comportamientos que se adoptan en una situación determinada. La siguiente gráfica ilustra los
elementos y sus relaciones.
Corporalidad
Lengua
je Emocionalid
ad
Biología
Figura 1. Dominios Primarios del Observador. Echeverría (2009) P. 162
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En la figura se encuentra un primer ovalo central que representa la biología y que contiene otros
tres óvalos que corresponden a la corporalidad, la emocionalidad y el lenguaje, este conjunto es
denominado por Echeverría como “Dominios Primarios del Observador”.
Aunque pueden existir diferencias entre estas tres dimensiones, la separación es solo teórica, para
efectos metodológicos, pero entre los componentes existe una estrecha interconexión.
Echeverría señala que:
Llamamos biología, al dominio de los componentes y relaciones que constituyen la estructura
de nuestro cuerpo como sistema, vale decir, a la forma en que nuestros diferentes componentes
se comportan y se relacionan entre sí para producir la unidad biológica que somos (Echeverría,
2009, p.162).
La alusión a las funciones del sistema nervioso, digestivo, circulatorio y a las características
genéticas y hormonales, indica que en los seres humanos se comparten condiciones biológicas por
pertenecer a la misma especie, condición que limita las observaciones que se realizan desde el
punto de vista de la biología. Sin embargo, también existen diferencias entre los miembros de una
misma especie, lo que conduce a observaciones, igualmente, diferentes. Por tanto, todo lo que
comparte y lo que diferencia a cada sujeto desde su estructura biológica le permite a Echeverría
postular que “Observamos mundos distintos. Y toda observación está basada en nuestra biología”
(Echeverría, 2009, p.163). Un ejemplo que ilustra bastante bien este fenómeno es la experiencia
visual del daltónico.
El dominio de la corporalidad, por su parte, juega un papel importante en lo biológico, al
considerar de suma importancia el comportamiento físico de los individuos en cuanto a la toma de
una posición de acuerdo a un tema o contexto. La manera de caminar, mover los brazos, las manos,
la forma de sentarse, de comer, los gestos, fruncir el ceño, saludar, entre otras particularidades de
los individuos, marcan diferencias importantes en los observadores.
De igual forma, todas estas manifestaciones del cuerpo adquieren otro valor, otorgan “un tipo
de presencia del individuo en su entorno, en su mundo” (Echeverría, 2009, p.164), es decir, que
también lo hacen visible frente a los otros. No observan de igual manera una persona erguida que
mira hacia el frente, versus una persona cabizbaja que mira hacia el suelo, por ello los dominios
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de la biología y la corporalidad están fuertemente vinculados y lo que sucede en uno condiciona
lo que pasa en el otro
En la emocionalidad igualmente, interfieren factores que determinan nuestras distinciones de
acuerdo a los sentimientos de disforia o euforia que experimentemos frente a un hecho
determinado, “distintos estados emocionales nos predisponen a observar ciertos eventos o aspectos
del entorno y a no observar otros” (Echeverría, 2009, p.165), en este sentido, se observan unas
cosas y otras se dejan de lado, se emprenden algunas acciones y otras no llegan a nacer, y se toman
decisiones con mucha regularidad desde este campo emocional. Todo ser humano se encuentra
siempre en un estado emocional particular y a partir de este sentir, construye mundos diferentes y
toma decisiones. La dimensión emocional construye observadores diferentes, no observa igual
quien lo aqueja una tristeza versus quien se encuentra invadido por la alegría.
Finalmente, la dimensión del lenguaje, a partir del cual el observador le da vida autónoma a los
objetos y personas al poseer la capacidad de nombrarlas. El habla se convirtió en el instrumento
para intervenir en el mundo y para entablar relación con los demás. Inherente al lenguaje se
evidencia esa característica generativa, es decir, aquella que permite hablar de algo que antes no
sucedía y que al darle vida con el lenguaje ahora puede suceder. Ejemplos: “cásate conmigo”, “te
invito a formar parte de mi próximo proyecto”.
El lenguaje también construye observadores diferentes y en este punto Echeverría plantea tres
tipos de enunciados: las distinciones, los juicios y las narraciones.
Las distinciones son la capacidad de que nos provee el lenguaje para centrarnos en un elemento y
otorgarle una singularidad por medio de la distinción. “Con ella separamos algo de su contexto y
lo convertimos en objeto de observación” (Ibíd, p.170). Sin distinciones no se puede observar,
Echeverría propone un ejemplo: una persona se desplaza hacia afuera de una casa a observar si
hay estrellas en el cielo y para su fortuna se encuentra con infinidad de astros que iluminan su
noche y le dan satisfacción a su observar. Pero la distinción recae con fuerza en la idea de que, si
no se conocen las estrellas, estos astros pasarían desapercibidos por el observador o finalmente
este centraría su visión en otro foco. Al hablar de distinciones no se hace referencia a palabras,
términos o conceptos, se alude a un conocer, identificar, especificar el mundo.
20
Los juicios, por su parte, poseen la capacidad de juzgar, Echeverría los llamará “actos del
lenguaje a través de los cuales tomamos posición frente a un acontecer” (Echeverría, 2009 p.180).
Es decir, que la capacidad para emitir un juicio de valor hacia un objeto o persona también esta
mediado por las posiciones o formas de observar una realidad, pero es a través de la postulación
de estos que se adquiere la capacidad de tomar posición frente a un hecho. Echeverría toma
ejemplos de la vida cotidiana donde refleja la capacidad humana para evaluar los acontecimientos
que se presentan constantemente, como puede ser tomar una posición después de escuchar hablar
a una persona, evaluar a una persona por su forma de vestir o comer puede generar temor o agrado
de invitarlo a su casa, o el comportamiento que toma en un lugar puede dar pie para juzgar en
general su forma de actuar en otro contexto. En otras palabras, los juicios valoran un acontecer y
pronostican la probabilidad de que una situación se pueda repetir o se pueda obviar. “Los juicios
son como veredictos: con ellos creamos una realidad nueva, una realidad que solo existe en el
lenguaje” (Echeverría, 2009. p.182). Los juicios fijan una posición sobre lo observado,
posteriormente califican y se toma partido, un veredicto donde el juez es cada individuo, hecho
que también construye observadores diferentes.
El siguiente elemento que hace parte de la dimensión del lenguaje son las narrativas, que
constituyen las explicaciones o historias que se construyen para dar explicación del mundo y su
alrededor, las explicaciones sobre lo que acontece. “De acuerdo a las historias que nos contemos,
nos constituimos en distintos observadores y con ello definimos diferentes posibilidades de
acción” (Echeverría, 2009, p.186). Desde la infancia buscamos suplir esa necesidad de dar sentido
a lo que sucede alrededor, esta falta se nutre escuchando cuentos, historias, y posteriormente se
empiezan a recrear e inventar otros relatos. A partir de este uso del lenguaje “nuestra identidad se
construye como una narrativa que nos posiciona en un mundo” (Echeverría, 2009, p.188). Y es
una forma de otorgar sentido a un individuo dentro de una comunidad.
El lenguaje es también creador del hombre, porque su uso le permite nombrarse, nombrar las
cosas y nombrar a los otros, le da existencia a todo lo que observa a su alrededor; en este mismo
sentido Emile Benveniste, profesor de lingüística francés, comparte una formulación que también
apoya esa relación indisoluble entre el lenguaje y el hombre, señala que “es en y por el lenguaje
que el hombre se constituye como sujeto; porque solo el lenguaje funda en realidad, en su realidad
21
que es la del ser, el concepto de ‹‹ego››” (Como se citó en Serrano, 1996, p.29). Con ello se busca
dar explicación a la concepción de sujeto que se expresa ante otro sujeto, pero no como un simple
acto de comunicación guiado bajo el presupuesto conductista de un emisor-receptor, cuyo esquema
es lineal y no existe reciprocidad entre los sujetos, “sino como una construcción discursiva hecha
posible gracias a la existencia en la lengua de la estructura de la subjetividad” (Serrano, 1996,
p.29), es decir, que esa subjetividad determina el estatus lingüístico de la persona, su existencia,
que solo se puede dar cuando se diferencia frente al otro.
Benveniste añade:
La conciencia de sí solo es posible si ella se expresa por contraste. No empleo “yo” sino
dirigiéndome a alguien, que será en la alocución un “tú”. Es esa condición del diálogo la que
es constitutiva de la persona, pues implica en reciprocidad que yo me convierta en tú en la
alocución (Como se citó en Serrano, 1996, p.29-30).
Esta interacción constante entre yo y tú, fundamentadas en la base lingüística, y que da
existencia a ambas partes en la alocución, sigue la línea de un narrador y un narratario presentes
en los relatos verbales tanto orales como escritos. En literatura al igual que en la oralidad, lo escrito
o lo recitado se expresa para un lector o para un escucha, y es propio de este último construir el
sentido de la información que se le entrega, para ello se sirve no solo del código que comparte con
su interlocutor, sino también de los presupuestos compartidos intersubjetivamente entre el yo y el
tú. En el caso del texto literario, el escritor siempre construye su obra con esta misma base
lingüística de la intersubjetividad porque un texto siempre va dirigido a un otro, aunque sea de
manera implícita o explícita, el texto conserva la marca de una historia que contiene un yo y un tú,
que interactúan a través de líneas, de diálogos.
6.1.1 Las afirmaciones y las declaraciones
Años antes de la publicación de “El observador y su mundo” (2009), Echeverría publicaba
“Ontología del Lenguaje” (2005), libro en el cual se pueden encontrar definidos claramente los
actos lingüísticos.
Para comenzar, Echeverría aclara que:
Nuestro sentido común da por sentado que el lenguaje describe el estado de las cosas. Esta
concepción supone que la realidad ya está ahí mucho antes que el lenguaje, y lo que hace el
lenguaje es simplemente describirla, «hablar de» ella. Se supone que el papel del lenguaje es
pasivo. El lenguaje siempre llega tarde, cuando la realidad ya se ha establecido, ya ha ocupado
22
su propio lugar. Por lo tanto, primero viene la realidad, después el lenguaje (Echeverría, 2005,
p. 41)
Esta concepción ha sido retomada del pensamiento griego, una interpretación muy antigua que
suele confundirse con la definición o descripción de que es el lenguaje. Sin embrago, la filosofía
del lenguaje ha presentado otra posición, donde se establece que:
Cuando hablamos no solamente describimos una realidad existente; también actuamos. El
lenguaje, se sostuvo, es acción. Tomemos un ejemplo. Cuando decimos a alguien «Te felicito»,
no estamos describiendo una felicitación, estamos realmente haciéndola. Estamos realmente
ejecutando el acto de felicitar. El filósofo británico J.L. Austin fue el primero en destacar esta
cualidad activa del lenguaje o, empleando sus propias palabras, la naturaleza «ejecutante»
('performative') del lenguaje. Se dio cuenta de que aun cuando describimos, estamos
«haciendo» una descripción y, por lo tanto, estamos actuando (Echeverría, 2005, p. 41).
Es decir, que cuando hablamos, estamos ejecutando un número específico de acciones, lo que
se conoce como “actos de habla”. Echeverría por su parte, prefiere nombrarlos “actos lingüísticos”,
añadiendo que también se pueden presentar de forma no verbal.
Estos actos lingüísticos son universales, emitidos por todos los seres humanos, independiente del
idioma que hablamos, constantemente estamos elaborando afirmaciones y declaraciones.
Las afirmaciones “corresponden al tipo de acto lingüístico que normalmente llamamos
descripciones” (Echeverría, 2005, p. 42), es decir, frases u oraciones que utilizamos para plantear
lo que observamos. En este orden de ideas, se dice que las afirmaciones no describen las cosas
como son realmente, simplemente conocemos las cosas por la forma como las observamos. Esas
condiciones biológicas que compartimos como seres de la misma especie, son las que nos permiten
hacer distinciones en comunidad y compartir lo que se observa. “Los seres humanos observamos
según las distinciones que poseamos. Sin la distinción «mesa» no puedo observar una mesa. Puedo
ver diferencias en color, forma, textura, etcétera, pero no una mesa (Echeverría, 2005, p. 43).
Algo similar sucede cuando hablamos de un día de la semana, una ciudad, o un estado del clima;
compartimos lo que observamos, por ello se puede mencionar “El jueves llovió en Bogotá”, y
quienes comparten las mismas distinciones de jueves, lluvia y Bogotá, pueden emitir una
afirmación falsa o verdadera.
23
“Desde este punto de vista, es válido decir que vivimos en un mundo lingüístico. Las
afirmaciones se hacen siempre dentro de un «espacio de distinciones» ya establecido” (Echeverría,
2005, p. 43).
Ahora bien, la distinción entre falso y verdadero es una convención social que posibilita la vida
en comunidad, es decir, que existe un «espacio de distinciones» que está determinado por las
condiciones sociales e históricas de una colectividad. En otras palabras, las distinciones pueden
ser diferentes en cada cultura.
Por su parte, una afirmación verdadera
Es una proposición para la cual podemos proporcionar un testigo. Un testigo es un miembro
cualquiera de nuestra comunidad (con quienes compartimos las mismas distinciones) que, por
estar en el mismo lugar en ese momento, puede coincidir con nuestras observaciones
(Echeverría, 2005, p. 43).
Si se puede demostrar que en Bogotá llovió el jueves, porque alguien más lo presencio,
hablamos de una afirmación verdadera. Y una afirmación es falsa cuando sucede todo lo contrario,
que un testigo puede refutar y comprobar, que no llovió ese día en Bogotá.
Además de verdaderas o falsas, las afirmaciones también pueden ser relevantes o irrelevantes,
esto radica en el nivel de importancia que recree la información que se brinda, por ejemplo, si el
jueves no voy a estar en la ciudad de Bogotá, resulta irrelevante saber el pronóstico del clima sobre
este lugar. Y seria relevante consultar por el clima de la ciudad de Pereira que es lugar donde estaré
el día jueves.
Las afirmaciones tienen que ver con lo que llamamos normalmente el mundo de los «hechos»
(Echeverría, 2005, p. 44). Se habla del estado del mundo que ya existe y se describen sus
particularidades.
Las declaraciones, diferente de las afirmaciones, no describen el mundo, con ellas creamos un
nuevo mundo. “La palabra genera una realidad diferente. Después de haberse dicho lo que se dijo,
el mundo ya no es el mismo de antes. Este fue transformado por el poder de la palabra” (Echeverría,
2005, p. 44). Una vez que se emite la declaración, las cosas dejan de ser como antes, el mundo
cambia gracias al poder generativo del lenguaje.
24
Las declaraciones son comúnmente asociadas con el poder de los Dioses, que tiene la potestad
de transformar la realidad con tan solo una palabra, siguiendo la voluntad de quien habla, un
ejemplo de ello es: “En el primer día Dios dijo: hágase la luz” y todo se hizo más claro, el espacio
se iluminó.
La declaración de independencia, la que emite el juez cuando declara inocente o culpable a un
sospechoso, cuando se pronuncia: “los declaro marido y mujer”, son ejemplos de cómo la palabra
cambia la realidad, el mundo no vuelve a ser igual después de fabricar y hacer pública una
declaración.
Las declaraciones no son verdaderas o falsas como las afirmaciones, estas se dividen en validas
o inválidas, se les da un carácter de legitimidad o se desechan por completo, según el poder de la
persona que las hace.
“Una declaración implica una clase diferente de compromiso del de las afirmaciones. Cuando
declaramos algo nos comprometemos a comportarnos consistentemente con la nueva realidad que
hemos declarado” (Echeverría, 2005, p. 46). Es decir, que la declaración atañe un compromiso de
validez asumido por quien declara. La declaración, que también es hecha con normas socialmente
aceptadas, brinda autoridad y su validez consiste en aceptar el cambio que esta genera en la
realidad. Y la invalidez, sucede cuando se declara y no se asume el compromiso, cuando la
autoridad se retracta o se asumen inconsistencias en la declaración.
Para diferenciar entre afirmación y declaración, Echeverría dice: “cuando podamos sostener
que la palabra debe adecuarse al mundo y que, por lo tanto, el mundo es el que conduce a la
palabra” (Echeverría, 2005, p. 42), estamos hablando de una afirmación. Caso contrario, “cuando
podemos señalar que la palabra modifica al mundo y que, por lo tanto, el mundo requiere adecuarse
a lo dicho” (Echeverría, 2005, p. 42), hablamos de una declaración.
25
6.2 Autor, narrador, enunciador
Desiderio Blanco (2004) establece una diferencia entre el autor, el enunciador y el narrador.
Para definir el primero deja claro de antemano que el autor nunca está inmerso en la obra que
produce, sin excepción alguna, porque hasta las obras autobiográficas parten de la creación de un
sujeto lingüístico que tenga la potestad de transmitir una historia a otro sujeto, es decir, que aunque
la historia posea datos reales de la vida del autor, estos han sido seleccionados y configurados al
llevarlos al texto. Se considera que “La obra es un objeto de lenguaje, y el lenguaje crea siempre
una realidad virtual, completamente distinta de la realidad del autor” (Blanco, 2004, p.11).
Simplemente cuando en la obra aparece la figura del autor, este se ha configurado como un
personaje textual, un simulacro, una representación, su vida contada es una obra construida por el
lenguaje.
Eduardo Serrano, semiólogo y profesor de la Universidad del Valle (Cali) afirma que “narrador
y narratario tienen, por tanto, una existencia textual y en esa medida no se confunden con el escritor
y el lector, que pertenecen a una esfera ‹‹exterior›› a la textual, aunque en relación necesaria con
ella” (Serrano, 1996, p.30). Son roles en el papel, que se han descrito de forma tal que el lector
puede desentrañar e identificar quién dice a quién, teniendo en cuenta que no se deben confundir
con el lector y el escritor, porque el primero le da vida al texto, pero le otorga la voz a unos
personajes dentro del relato, que es de donde emergen las figuras de narrador y narratario. En otras
palabras, el escritor configura el narrador, no se habla de la misma persona, el primero crea el
segundo a partir del lenguaje.
El autor es el creador de la historia, queda claro que es el productor de los personajes textuales
y que, aunque cuente su vida, no puede ser considerado como un narrador o un enunciador, porque
se parte de que las líneas que tejen la historia están configuradas, creadas con una intencionalidad.
Narrador y enunciador son dos sujetos textuales construidos por el autor.
Para hablar del enunciador, Blanco señala que se debe dar a conocer la instancia que lo produce,
llamada instancia de enunciación, conformada por: enunciador/enunciatario. Esta instancia se
constituye por un “[Yo-aquí-ahora]. El que habla es siempre “yo”, y lo hace siempre “aquí” y
26
“ahora”” (Blanco, 2004, p.12). Ese “yo” que enuncia tampoco es el autor, es considerada una
matriz lingüística vacía que se llena con diferentes enunciadores, en otras palabras, quien enuncia
puede ser cualquier personaje de la historia, pero no el autor como persona.
El enunciador posee entonces unas características particulares, “no tiene rostro, no se puede
“ver”, ni “oír”, ni “tocar”. El enunciador es siempre implícito” (Blanco, 2004, p.12). Su presencia
es intertextual, se debe hallar en los hilos de la historia, porque él construye el discurso, donde
ubica los personajes y los acontecimientos. Para Blanco es muy común esa confusión entre el autor
y el narrador, en este mismo sentido apunta Gerard Genette que con gran frecuencia se suele
confundir la instancia narrativa con la instancia de la escritura, donde “el narrador se identifica
con el autor y el destinatario del relato con el lector de la obra” (Como se citó en Blanco, 2004,
p.19).
El narrador es entonces un personaje dentro del texto narrativo que surge de la enunciación.
También se conoce como una representación o un simulacro, por ser un personaje creado para
relatar la historia. Se le llama simulacro por ser la imagen de alguien real, generalmente es un
personaje al que no solo se le atribuye una voz, sino también un cuerpo y una presencia que hace
sentir y transmite un saber con respecto a los hechos. El narrador puede no estar involucrado en
los acontecimientos y sin embrago poseer el conocimiento sobre ellos y la capacidad para
contarlos.
6.3 Enunciación
Fontanille señala que “enunciar es hacer presente cualquier cosa con la ayuda del lenguaje”
(Como se citó en Blanco, 2004, p.13). Dicho de otro modo, “hacer presente es el primer acto del
lenguaje, y este primer acto de lenguaje necesariamente está asociado a un cuerpo susceptible de
sentir esa presencia” (Desiderio, 2004 p. 13) En palabras sencillas, el enunciador se hace presente
por intermediación del discurso en su acto de enunciación.
Desiderio Blanco añade que la enunciación “es la propiedad del lenguaje que consiste en
manifestar la actividad discursiva” (Blanco, 2004, p.16), es decir, que un objeto adquiere presencia
gracias al discurso y será real solo en el campo semio-lingüístico.
27
Courtés concibe la enunciación como:
una instancia propiamente lingüística o, más extensamente, semiótica, que es, lógicamente,
presupuesta por el enunciado y cuyas huellas son localizables o reconocibles en los discursos
examinados; en otras palabras, decidimos no salir en lo absoluto del texto estudiado,
prohibiéndonos metodológicamente buscar en otro lugar lo que sería, digamos, su fuente, su
origen (Courtés, 1997, p.355).
Es decir, que la enunciación es una manifestación textual cuyas huellas enunciativas se deben
rastrear en el enunciado. Si tenemos enunciado presuponemos que alguien lo emitió en algún
momento. Los dos principales actantes1 de la enunciación son el enunciador y el enunciatario,
estos “solo están presupuestos, no son directamente accesibles a la investigación; son instancias
que se pueden, en el mejor de los casos, reconstruir a partir de los indicios dejados en el enunciado”
(Courtés, 1997, p. 367). Al considerar a estos actantes como presupuestos, que pueden ser
cambiantes dentro de la historia, se considera también que los enunciados son configurados y por
tanto existe cierto tipo de pre-configuración en el interior de un discurso.
Pasemos ahora del nivel enunciativo al nivel del enunciado, en términos de Genette, al relato.
Dentro de esta propuesta se pone al mismo nivel los conceptos de narrativo y relato
(narrativo=relato) que en una definición sintética es: enumerar los detalles de un acontecimiento.
Sin embargo, Genette amplia esta definición postulando tres2 sentidos del relato, del cual solo
tomaremos el primero: el relato es el enunciado narrativo, el discurso, que puede ser oral o escrito.
Finalmente, todo discurso se refiere a algo y es allí donde situamos el tercer nivel o referente.
Para ilustrar esta información, Serrano (1996) ha formulado un esquema didáctico donde se pueden
visualizar los tres niveles del relato propuestos por Genette. Acto seguido, desde la perspectiva
semiótica, identifica el sentido del enunciado narrativo representado en el discurso con el esquema
de la “Y” y que viaja de un narrador a un narratario.
1 “El modelo actancial de A.J. Greimas comprende las seis instancias siguientes: sujeto, o fuerza fundamental generadora de la acción; objeto,
aquello que el sujeto pretende o desea alcanzar; destinador (o emisor), quien promueve la acción del sujeto y sanciona su actuación; destinatario,
la entidad en beneficio de la cual actúa el sujeto; adyuvante (o auxiliar), papel actancial ocupado por todos lo que ayudan al sujeto; y oponente,
los contrarios a él. Este modelo actancial sirve para diseñar la estructura de la historia narrada” (Villanueva, 2013). 2 En segundo sentido el relato es la diégesis, la sucesión de acontecimientos reales o ficticios y el análisis del conjunto de situaciones y acciones
que pueden ser de orden gestual, icónico o verbal y que constituyen la estructura interna del contenido.
En tercer sentido el relato es la narración, la selección de un acontecimiento donde alguien relata algo para alguien, un narrador dice algo para un
Narratario, esto es, el acto de narrar.
28
Con esta figura, Serrano encuentra la forma de graficar la estructura narrativa, que al ser
considerada como un todo, también se le denomina texto narrativo. Dentro de este se encuentran
unidas con flechas las relaciones existentes entre los tres planos. El relato conduce a la narración,
y esta a su vez conduce al relato, y el relato lleva a la historia. En el esquema de la Y, el discurso
es el medio a través del cual narrador y narratario entran en contacto y, a su vez, es el medio para
estos entren en contacto con los personajes de la historia.
En narratología el esquema se configura como un narrador que se dirige a un narratario a través
del discurso y cuyo referente es un actor de la historia, es decir, este último es de quien se habla o
quien teje los hilos de la diégesis. Es decir, “El discurso aparece como el componente textual que
le permite al mismo tiempo al narrador dirigirse al narratario y referirse al actor” (Serrano, 1996,
p. 24).
Gracias a los aportes de disciplinas como la semiótica y la narratología, es importante indicar
que la primera se ha encargado de observar esta cuestión con otros dos elementos importantes que
entran en juego en la interlocución, estos son: un referente que se asume como un tema, lugar o
personaje del que se habla, y lo que se dice de este referente se ubica en el nivel de la diégesis.
6.4 Enunciación presupuesta, enunciación enunciada
Dicen Greimas y Courtés:
Una lamentable confusión se observa con frecuencia entre la enunciación propiamente dicha,
cuyo modo de existencia es ser el presupuesto lógico del enunciado, y la enunciación
enunciada (o referida), mero simulacro que imita, en el discurso, el hacer enunciativo: el «yo»
el «aquí» y el «ahora», encontrados en el discurso enunciado, no representan en absoluto, al
sujeto, al espacio o al tiempo de la enunciación. (Greimas & Courtés. 1979: 147)
Texto
narrativo
Narración
Relato
Historia
Narrador Narratario
Discurso
Actor
Figura 2. La estructura narrativa. Serrano (1996) P. 24
29
En términos de Greimas y Courtés (1979) el texto posee dos niveles que se deben identificar
para su análisis, la enunciación presupuesta, donde se ubican las figuras del autor (enunciador) y
el lector (enunciatario) unidos a través del texto, en términos semióticos, un autor que escribe un
texto y se dirige a un lector.
Graficado queda así:
Figura 3. Los dos niveles del discurso. Greimas y Courtés (1979)
El segundo nivel es la enunciación enunciada, donde se sitúa el juego de simulacros entre el
narrador y el narratario. Aquí tenemos acceso solo a imágenes discursivas. Se actualiza el texto
cuando se lee en cuyo interior se puede identificar un narrador y un narratario que trae una historia
para contar y en la que generalmente se incluyen personajes que dialogan entre sí, descendiendo a
un nuevo nivel que corresponde a la interlocución entre dos o más personajes. Courtés se refiere a
este nivel como “la manera según la cual esta historia nos es presentada” (Courtés, 1997, p. 355),
una forma de presentar lo narrado y transmitir un saber.
Ahora bien, hasta aquí vemos que la propuesta de Greimas y Courtés presenta el discurso en
dos niveles: enunciación y enunciado, pero no específica el nivel del referente. Al parecer, las
traducciones de los textos de Courtés del francés al español, han generado una ambigüedad con
relación a los tres niveles del discurso, puesto que el lexema “L’enonce”, es comúnmente utilizado
en francés para denominar “el enunciado” o “lo enunciado”. Para evitar esta confusión, Serrano
ha ilustrado de manera sencilla el tercer nivel del discurso, nombrando lo enunciado como el
referente.
30
Figura 4. El esquema de la Y (Serrano 1999)
Este esquema se lee de igual manera, un enunciador que habla para un enunciatario a través de un
enunciado y que se refiere a algo, esto es, el referente. Objeto al que alude el enunciado.
Con base en la figura Y, Serrano grafica los dos niveles de la enunciación: enunciación presupuesta
y enunciación enunciada y los tres niveles del discurso: el nivel de la enunciación, el nivel del
enunciado y el nivel del referente: tal como lo muestra la siguiente gráfica:
Figura 5. Dos niveles y tres planos del discurso. Serrano (1996)
En el nivel de la enunciación enunciada se encuentran dos niveles que se articulan pero que se
deben distinguir, el primero es la instancia narratorial, donde se encuentra la pareja conformada
por el narrador y el narratario, asociados a las figuras de productor y receptor del discurso por el
cual se relata una historia y “que se constituyen gracias a la articulación de condiciones lingüísticas
y discursivas que existen solo como estructuras textuales” (Serrano, 1996, p.27), el segundo, la
31
instancia interlocutiva donde se encuentran los personajes de la historia, cada uno con sus
respectivos referentes configurados. Son estas condiciones las que dan existencia al narrador y al
narratario dentro del relato, y a partir del hallazgo de estos índices discursivos y lingüísticos que
los entrelazan se permite rastrear un texto concreto.
6.5 Modalidades del narrador
En efecto, “la narratología postula, de una parte, la existencia semiótica del narrador y del
narratario en el interior del texto narrativo literario” (Serrano, 1996, p.33) para diferenciarlo de la
otra parte del texto, la exterior, que está constituida por el escritor y el lector, y dando pertinencia
al análisis de los dos primeros.
El narrador y el narratario asumen roles actanciales y temáticos. Como primera medida, los
roles actanciales constituyen un sujeto de estado (paciente) y un sujeto de hacer (agente), que en
palabras concretas definen su ser y su hacer en la narración.
Dentro de los roles temáticos, el sujeto se divide en locutivo, cognitivo y axiológico. En
consecuencia, el narrador se cataloga como un sujeto de estado y de hacer, que gracias a su
competencia lingüística puede generar un discurso verbal con el que se dirige a un narratario, y
por llevar a cabo esta acción, es decir, la de “hacer ser” el enunciado también se le denomina
locutor, un sujeto que produce frases en secuencia dentro del plano de la expresión dirigidas a otro
sujeto.
También se considera al narrador como un sujeto informador, que gracias a su competencia
cognitiva como sujeto de estado y de hacer, informa al narratario sobre la historia que relata. El
narrador se concibe como un sujeto cognitivo que posee un saber sobre los espacios, tiempo y
actores, y que además los comunica, esto es, los “hace saber” a través del discurso verbal, gracias
también a su condición de locutor.
El sujeto cognitivo es un informador, este actúa en doble vía y también se convierte en un
observador que se apropia del saber, convirtiendo su observación en un hacer reflexivo que le
permite indagar por nuevos saberes que posteriormente puede comunicar. En relación a lo anterior,
32
Serrano (1996) dice: “el narrador es implícitamente un observador que se ha apropiado de saber y
explícitamente un informador que comunica, mediante el discurso verbal, dicho saber al
narratario” (p.36).
¿Pero qué tipo de saberes vehicula este sujeto? la semiótica discursiva propone dos tipos de
saber, el modal y el semántico, el primero hace referencia a saber cómo informar, semejante a un
saber procedimental con el que se establecen una serie de instrucciones para llevar a cabo una
acción; y el segundo se trata de un saber qué informar, como un saber referente a la historia, donde
entra en juego el rol cognitivo del narrador, que le da la potestad para construir oraciones y contar
la historia desde la información que posee.
El narrador se constituye también como un sujeto axiológico que valora la información, es
decir, que, desde su sistema de valores, evalúa lo relatado y a su vez decide que relatar al narratario.
Su desempeño en este rol le hace tomar el nombre de evaluador, quien genera la importancia sobre
que relatar y se debe ver reflejado en el discurso verbal y en la información que comunica, en otras
palabras, uniendo su condición de locutor e informador.
Esto quiere decir “que todo narrador, como sujeto locutivo-cognitivo-axiológico que es, lleva
a cabo un proceso de verbalización-información-evaluación que configura discursiva e
ideológicamente de manera específica en la historia relatada” (Serrano, 1996, p.38). Lo anterior
sirve para sustentar la existencia de un sujeto que narra y desempeña diferentes roles dentro del
relato a través de la acción discursiva, también como muestra de un sujeto que se complementa y
se atañe a otros roles para desempeñar el papel de narrador.
En este recorrido entre el ser y el hacer, el narratario se encuentra de igual forma sometido a este
tipo de determinaciones, asume roles actanciales como sujeto de estado y sujeto de hacer, al igual
que roles temáticos en el plano locutivo, cognitivo y axiológico.
Serrano señala que:
En efecto, debemos suponer que el narratario posee la competencia lingüístico-discursiva
requerida para comprender el discurso verbal del narrador y que éste se dirige a un alocutario
al que supone en posesión de dicha competencia. De otro lado, si el narrador es un sujeto que
sabe y hace saber la historia, el narratario es un sujeto que no la sabe pero quiere o debe saberla,
por lo que a lo largo del relato sufre una transformación cognitiva (Serrano, 1996, p.41).
33
Se pasa entonces de un estado de no saber, a un estado donde se da la apropiación del
conocimiento. Cabe mencionar que entre el narrador y el narratario solo viaja una sustancia, y es
el narratario quien debe otorgar sentido a la información que recibe.
6.6 Estratos narracionales
El segundo nivel de la narración, se denomina coordenadas narracionales, donde se da la
estratificación del narrador, es decir, su clasificación por tipo y participación dentro de la historia.
Dentro del texto literario se pueden encontrar uno o varios narradores, cuando se da el caso de
encontrar varios, estos pueden estar situados en la misma instancia narracional o pueden hallarse
en diferentes instancias, por ello se establece un orden jerárquico para recrear las relaciones entre
ellos.
Genette señala que en todo relato se clasifica al narrador por su ubicación en el nivel narrativo,
que puede ser extradiegético, intradiegético o metadigético y por su relación con la historia,
heterodiegético u homodiegético, cabe anotar que diegético significa “relativo a la historia
narrada”, concepto que se fusiona con los prefijos extra, intra y meta, que designan exterior,
interior y más allá, respectivamente.
1) extradiegético-heterodiegético: “narrador en primer grado que cuenta una historia de la que
está ausente” (Genette, 1989, p. 302)
2) extradiegético-homodiegético: “narrador en primer grado que cuenta su propia historia” (Ibíd)
3) intradiegético-heterodiegético: “narrador en segundo grado que cuenta historias de las que
suele estar ausente” (Ibíd)
4) extradiegético-homodiegético: “narrador en segundo grado que cuenta su propia historia”
(Ibíd)
Es evidente que existe una clase de narrador que puede participar en la historia relatada
(Homodiegético) y que se opone a un narrador no participante en la historia (Heterodiegético). La
participación de cada tipo de narrador trae consecuencias cognitivas, el narrador homodiegético
por su parte, comunica la historia al narratario a través del relato de su rol de actor observador
34
dentro de la diégesis. Contrario al narrador heterodiegético quien posee una competencia cognitiva
para transmitir el saber, pero dicho saber no se puede sustentar textualmente dentro de la historia.
El narrador homodiegético puede participar de dos modos en la historia, como actor
protagonista, quien hace posible la historia o como actor testigo, que participa en la historia que se
teje alrededor de otro personaje que desempeña el papel protagónico.
Genette denomina autodigético al narrador homodiegético protagonista de la historia contada. Y
Serrano por su parte ha llamado paradiegético al que cumple el rol de actor testigo.
Más adelante Genette agrega que una narración extradiegética dará paso a una narración
intradiegética, es decir, un cambio de nivel de los narradores a los actores.
Cuando se da este movimiento en la narración, es decir, el paso de una posición a otra, se produce
un desembrague, es decir, un cambio de nivel donde “el mundo del discurso se distingue de la
simple “vivencia” personal, inefable, de la presencia: nuevos espacios, nuevos momentos pueden
ser explorados, y otros actantes pueden ser puestos en escena, entre ellos el narrador” (Blanco,
2004, p.14). En síntesis, extradiegético e intradiegético hace referencia al nivel que ocupa dentro
de la narración y heterodiegético y homodiegético se asocia con la participación en la historia.
6.7 Narrador- informador / Personaje-observador
La competencia cognitiva del narrador y los personajes esta mediada por el saber sobre la
historia, es decir, que se asumen como sujetos cognitivos todos aquellos que poseen conocimiento
o están en relación con las acciones que suceden en la diegésis, quienes conocen la historia.
El narrador es un sujeto cognitivo, un sujeto en posesión de un saber, “un sujeto sapiente, un
sabedor” (Serrano, 2015, p. 48), y gracias a su conocimiento y a su hacer informativo hace que el
narratario conozca la historia.
Ahora bien, “Según la semiótica discursiva, un sujeto puede ser sujeto de estado, si esta
conjunto o disjunto de un objeto de valor, o sujeto de hacer, es decir, agente de una acción
transformadora de un estado de cosas conjuntivo o disjuntivo” (Serrano, 2015, p. 49). Con ello se
35
deja claro que el narrador al ser un sujeto en posesión de un saber, se concibe como un sujeto de
estado, por estar conjunto a una información, pero a su vez se convierte en sujeto de hacer cuando
asume el rol de informador.
El personaje, por su parte, es también un sujeto cognitivo, porque posee un saber, que es dado
a conocer al narrador a través de sus acciones, es decir, en el nivel de la interlocución, en el
momento de la conversación entre los personajes, se revela información que el narrador no conoce
sobre los hechos. La competencia cognitiva del personaje o el narrador está determinada por el
saber que poseen de la historia.
El observador –el personaje- es “un sujeto de hacer, un agente que lleva a cabo actos cognitivos
de observación, es decir, de apropiación, generación o producción de saber” (Serrano, 2015, p.
55). El observador es un sujeto que se apropia del saber y lo convierte en un hacer reflexivo, donde
elabora y produce saber para sí mismo y para comunicarlo.
Para conocer la naturaleza de este saber que poseen el narrador y el observador, la semiótica
discursiva hace una distinción entre el saber semántico y el saber modal.
La competencia modal se estructura como saber-hacer, es decir, saber llevar a cabo una tarea,
saber realizar una acción (el saber-ser, entendido como el saber estar conjunto al objeto,
estructura de la existencia modal del sujeto) en tanto que la competencia semántica es un saber
sobre el ser y el hacer” (Serrano, 2015, p. 49).
Esta formulación se puede reducir a un “saber cómo”, un saber procedimental, en el que se sabe
detalladamente los pasos a seguir para realizar determinada acción y un saber-ser que está
determinado por las pasiones del sujeto semántico, saber que es y que hace el sujeto.
El saber-hacer de la competencia modal, se encuentra conjunto con el poder-hacer, esta distinción
cataloga al sujeto como competente en el hacer porque sabe y puede realizar la acción. El saber-
hacer asociado a un «cómo voy a proceder» y el poder-hacer asociado a una serie de medios o
pasos que me permiten llevar a cabo la acción.
Por otra parte, el saber:hacer de la competencia semántica, hace referencia al saber sobre el
hacer, un saber qué hacer, y que se encuentra conjunto con el saber:ser, saber sobre el ser; es decir,
que la competencia semántica se puede reducir a un saber que relatar y como se construye el ser a
través de su relato.
36
El saber semántico se caracteriza por la motivación que emerge del querer-hacer y deber-hacer,
Courtés refiere esta idea a “las ‹‹ganas›› (el querer-hacer) o la ‹‹constricción›› (el deber-hacer), lo
son de la motivación” (Serrano, 2015, p. 51). Con ello deja claro que el «querer-hacer» hace
alusión al deseo de realizar la acción, contrario al deber-hacer donde se evidencia un mandato, un
hacer por obligación. Tanto el querer hacer como deber hacer corresponde a la modalidad de la
motivación, por tanto, un sujeto motivado es el que quiere y debe hacer.
“Y los ‹‹medios›› (el saber-hacer y el poder-hacer), de la competencia modal cognitiva”
(Serrano, 2015, p. 51), son la capacidad del sujeto para llevar a cabo la acción. El saber es la
competencia de poseer un conocimiento y el poder es como aplicar dicho conocimiento, como
llevarlo a cabo.
En otras palabras, un sujeto modalizado por el saber-hacer y el poder-hacer posee la
competencia modal. Y un sujeto cuya modalización es el querer-hacer y el poder-hacer está
motivado por la competencia semántica.
Ahora bien, la interrelación entre el saber modal y el saber semántico componen la competencia
cognitiva del sujeto. Eduardo Serrano, utiliza la siguiente grafica para dejar mayor claridad al
respecto:
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El narrador como sujeto cognitivo adquiere una doble competencia, la de: saber que (semántico)
y saber cómo (modal) relatar la historia. El saber semántico posee dos niveles de saber: el
categorial y el factual. El primero es relativo a categorías abstractas, donde se ubican los conceptos
y los pensamientos; estos corresponden a los discursos expositivos y argumentativos, donde
difícilmente se encuentra un referente físico para asociar la idea o teoría desarrollada. El segundo
se refiere a categorías concretas, como: acciones, objetos o acontecimientos que se ubican en un
tiempo y un espacio. Su característica particular se encuentra en los discursos narrativos y
descriptivos, donde se logra llevar a la imaginación del narratario toda la escena descrita.
“En conclusión, el saber semántico es un saber, tanto categorial como factual, referido a los
estados y procesos del mundo, por lo que podría ser denominado también referencial o
proposicional: se trata de un saber qué. El saber modal es un saber procedimental, vale decir,
un saber relativo a cómo llevar a cabo un procedimiento, una operación, una actividad: se trata
de un saber cómo” (Serrano, 2015, p. 53-54).
Tras esa doble competencia del narrador, saber qué y saber cómo relatar, donde el saber
semántico, el saber qué del narrador “es relativo a la historia relatada, en la que los actores realizan
(como agentes o sujetos de hacer) o padecen (como pacientes o sujetos de estado) acciones y
eventos en un contexto espacial y temporal, lo denominare saber diegético” (Serrano, 2015, p. 54).
La figura del narrador aparece como un sujeto que conoce la historia y el narratario como quien
no conoce la historia. “Por lo tanto, relatarle la historia al narratario equivale a transformar su
(in)competencia cognitiva” (Serrano, 2015, p. 54). De forma más detallada, el narratario al no
conocer la historia es un sujeto de estado disjunto del saber diegético, mientras que el narrador que
inicialmente también era un sujeto de estado, por estar en posesión de un saber, o conjunto a un
objeto de valor, ahora es un sujeto de hacer, el agente de la acción, el que no solo conoce la historia,
sino que también la hace saber. Con esta acción transforma la competencia cognitiva del narratario,
pasando de ser un sujeto que no conocía la historia a ser un sujeto conjunto al saber diegético.
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“La semiótica discursiva denomina informador al sujeto cognitivo que hace saber a otro, que
no sabe, lo que sabe” (Serrano, 2015, p. 55). Desde el inicio del relato el narrador se presenta como
un informador y relata de “principio a fin, sobre lo que los actores hacen y les sucede en el marco
espacio-temporal de la diégesis, y sobre los pensamientos, emociones y valoraciones que dichos
actos y sucesos producen en ellos” (Serrano, 2015, p. 55), es decir, que el constante flujo de
información que proporciona el narrador, ya sea en mayor o menor grado, tiene que ver con las
cogniciones, evaluaciones y pasiones de los personajes que el narratario desconoce pero que está
interesado en conocer.
Uno de los roles cognitivos del narrador es informar, sin embargo, esta función puede
desencadenar nuevos roles, como el del observador, al que la semiótica discursiva denomina como:
“al sujeto cognitivo que se apropia de saber, que elabora, construye, produce, genera saber para sí
mismo (en consecuencia, la observación es un hacer reflexivo)” (Serrano, 2015, p. 55). Es decir,
que el observador al poseer un saber, al estar conjunto a un objeto de valor, se convierte en un
sabedor, que además genera un saber constante y eventualmente se puede convertir en un
informador. Su hacer reflexivo indica que hay una apropiación del saber para ser comunicado.
Generalmente en los relatos
“los actores son, ante todo, observadores: se pasan el tiempo averiguando, tanto respecto de si
mismos como de los otros, lo que hacen o lo que les sucede, lo que creen, piensan, sienten,
valoran. A veces son informadores: comunican lo que saben a otros actores, pero ante todo son
observadores” (Serrano, 2015, p. 56),
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7. Metodología
La metodología a utilizar en esta investigación es cualitativa, consiste en un rastreo minucioso
del relato donde emerge la figura principal del observador. Evidentemente el presente es un análisis
de corte interpretativo y al cual se le conoce como Recorrido generativo propuesto por la Semiótica
discursiva de la Escuela de Paris.
Dentro de este recorrido se encuentran dos niveles, el primero, el nivel discursivo, donde se
ubican los personajes, espacios, tiempos y acciones de la historia. El segundo es el nivel narrativo,
donde se ubican los actantes, los roles que se desempeñan dentro del relato. Este último nivel
proporciona los enunciados, donde se brinda la información necesaria para identificar el
enunciador, el enunciatario y el referente, es decir, quien habla a quien y de qué.
Para aclarar, nos apoyaremos en la estratificación de Gerard Genette y el esquema Y de Serrano.
Genette propone dos niveles en la estratificación narratorial, el primero es por tipo y el segundo
es participación en la historia. Ahora bien, por tipo, el narrador puede ser Extra o Intra, es decir,
dentro o fuera de la diégesis (historia). Esto equivale a decir que por tipo el narrador puede ser
Extradiegético o Intradiegético. Sí el narrador se encuentra en el primer nivel de la narración, es
Extradiegético; sí se encuentra en el segundo plano de la narración, es decir, en la interlocución,
es un narrador intradiegético.
El segundo nivel determina la participación del narrador dentro de la historia, Genette dice que
puede ser Homo o Hétero, -igual o diferente-, entonces, Homodiegético si participa dentro de la
historia y Heterodiegético cuando no hace parte de la historia.
Por su parte, Serrano con el esquema narratorial, presentado de forma didáctica como Esquema
Y, brinda una posición jerarquizada, basada en los dos niveles del discurso de Greimas y Courtés,
quienes identifican en el análisis del texto, dos niveles, enunciación presupuesta donde se
encuentran el autor y el lector, que en términos semióticos se establece como: un autor que escribe
un texto para un lector. El siguiente nivel es la enunciación enunciada, donde se ubica el juego de
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roles entre narrador y narratario. Serrano propone el tercer nivel del discurso para graficar el
referente y ubicar de quien o de que se habla en el relato.
8. Análisis del Observador en el Relato.
Con el objeto de reconstruir el recorrido narrativo del observador haremos algunas precisiones
que son necesarias tener en cuenta para el análisis. En el Sabueso de los Baskerville de Sir Arthur
Conan Doyle, Watson, ocupa dos roles actanciales: el de narrador y del de personaje.
En primer lugar, en su rol de narrador Watson se encuentra en el primer estrato de la narración,
es decir, es un narrador extradiegético – homodiegético que cuenta una historia ya sucedida, i.e.,
una historia del pasado en la que él también participa. En el segundo nivel de estratificación
Watson participa como personaje de la historia y cuando toma la voz dentro del relato pasa a ser
un narrador intradiegético, homodiegético, paradiegético por estar dentro de la historia en
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condición de testigo de la diégesis que cuenta. En este orden de ideas, para el análisis, nos interesa
el rol actancial de Watson Observador el cual es asumido por este como personaje de la diégesis.
Digamos, entonces, que Watson es un personaje que posee formación en el campo de la
medicina, sus sentidos siempre están alerta ante cualquier evento, característica fundamental del
rol actancial que desempeña como observador reflexivo, siempre atento a todos los
acontecimientos y comportamientos de los demás personajes, obteniendo un saber que le permite
realizar inferencias dentro de su papel en la historia como investigador.
Al inicio del relato, desde el primer párrafo de la historia, es evidente la presencia de un
observador cuyo sistema de distinción está guiado por la razón. Watson dice:
Yo que me hallaba de pie junto a la chimenea, me agaché para recoger el bastón olvidado por
nuestro visitante de la noche anterior. Sólido, de madera de buena calidad y con un
abultamiento a modo de empuñadura…Inmediatamente debajo de la protuberancia el bastón
llevaba una ancha tira de plata, de más de dos centímetros, en la que estaba grabado ‹‹A James
Mortimer, M.R.C.S, de sus amigos de C.C.H››, y el año ‹‹1884››. Era exactamente la clase de
bastón que solían llevar los médicos de cabecera a la antigua usanza: digno, sólido y que
inspiraba confianza (Doyle, 2012, p. 5).
Como resultado de un hacer cognitivo, Watson pasa de ser un sujeto disjunto de la información
para convertirse en un sujeto conjunto a esta; la observación reflexiva lo lleva a realizar la acción
de agacharse para recoger un objeto que no hace parte del lugar, un bastón que presumiblemente
ha dejado un visitante la noche anterior. Las características que le atribuye al bastón son,
igualmente, resultado de una observación. El examen sobre el objeto recae, inicialmente, sobre su
configuración física: sólido y de buena madera; por otra parte, su competencia enciclopédica lo
lleva a inferir que la etiqueta metálica, que posee una inscripción, remite a un nombre y al oficio
de médico. Ahora bien, su observación lo lleva un paso más allá, cuando procede a atribuirle unas
características antropomorfas al bastón, Watson personifica el objeto como digno, sólido y que
inspira confianza, cualidades que por metonimia configuran la imagen de su propietario: “Era
exactamente la clase de bastón que solían llevar los médicos de cabecera a la antigua usanza:
digno, sólido y que inspiraba confianza”,
42
Acto seguido, Watson señala: “Mortimer en un médico entrado en años y prestigioso que
disfruta de general estimación, puesto que quienes lo conocen le han dado esta muestra de
aprecio” (Doyle, 2012, p. 5). A propósito del rótulo que lleva el bastón, Watson infiere dos
elementos: de un lado, reconoce la inscripción de un nombre propio «Mortimer», y de otro, que es
Miembro del Real Colegio de Cirujanos y labora en el Hospital Charing Cross). Watson señala,
además, un par de detalles que se vuelven esenciales para la construcción que el detective Holmes
hará posteriormente, Mortimer tiene por profesión: la medicina, es decir, que es un hombre de
ciencia, entrado en años al igual que su bastón que se muestra deslucido y estropeado por el tiempo.
Watson, igualmente, elabora una evaluación sobre el propietario: lo construye como un hombre
prestigioso y de gran estimación porque la etiqueta deja leer que el bastón ha sido objeto de
obsequio para el médico.
Luego Watson precisa
[…] este bastón, pese a su excelente calidad, esta tan baqueteado que difícilmente imagino a
un médico de cuidad llevándolo. El grueso regatón de hierro está muy gastado, por lo que es
evidente que su propietario ha caminado mucho con él (Doyle, 2012, p. 5).
Watson plantea una afirmación verdadera, en el sentido de Echeverría, “proposición para la
cual podemos proveer un Testigo” (Echeverría, 2005, p. 43). En este sentido, es una afirmación
porque remite a aquello sobre lo que está hablando, el referente físico, el bastón, y es verdadera,
porque es una información susceptible de ser comprobada en los rasgos que exhibe el bastón. Al
expandir el lexema “baqueteado” el DRAE nos provee de dos sememas: (1) “Desgastar o
deteriorar algo, (2) Adquirir experiencia y soltura en una determinada actividad” Echeverría
indica que las afirmaciones las “utilizamos para hablar de lo que sucede: es el lenguaje de los
fenómenos o de los acontecimientos” (Echeverría, 2005, p. 62), es decir, que la afirmación
proporciona una evidencia, que para este caso concreto, corresponde a las marcas observadas por
Watson en el bastón y que dan cuenta del uso y el paso de los años, caracteres que son cargados a
su propietario. Otro detalle que se suma a los juicios de Watson frente a las marcas de desgaste del
bastón, alude a que no pertenece a un médico de ciudad, indicios que le permiten al observador
fijar una posición y tomar partido para inferir que el médico desempeña su labor en el espacio rural
y que por tanto dedica gran parte de su tiempo a caminar.
43
Más adelante Watson enuncia:
Del modesto estante donde guardaba los libros relacionados con la medicina saque el directorio
médico y, al buscar por el apellido, encontré varios Mortimer, pero tan solo uno que coincidiera
con nuestro visitante, por lo que procedí a leer en voz alta la nota bibliográfica (Doyle, 2012,
p. 6).
El narrador construye en el enunciado una imagen de sí como hombre modesto pero ilustrado,
cualidades que por trasnominación le confiere a su biblioteca. “La modestia [nos dice el
diccionario], es la actitud tendiente a moderar y templar las acciones externas; implica contenerse
en ciertos límites, de acuerdo con las conveniencias sociales o personales. También es la cualidad
de humilde, de falta de vanidad o de engreimiento. Es además una cualidad del carácter de una
persona que le hace restar importancia a sus propias virtudes y logros y reconocer sus defectos y
errores: la modestia es una gran virtud”.3 Respecto a este rasgo, Watson suele ser un hombre
carismático, pero siempre se muestra como un sujeto humilde frente a los demás personajes de la
historia. En repetidas ocasiones, Holmes emite evaluaciones en las que lo trata como un torpe
aprendiz de investigador por la serie de equivocaciones que suele cometer cuando le piden hacer
deducciones rápidas de casos complicados. Sin embargo, posee la capacidad de observar y
describir con claridad todo acontecimiento en el que se encuentra presente.
Por otro lado, se presenta como un sujeto ilustrado, que posee una biblioteca y que en ella
guarda los libros de medicina que acreditan su profesión ante los ojos del espectador. Desde su
formación en medicina y como un observador guiado por la razón, Watson personaje se
desenvuelve como un sujeto de hacer, un agente competente que sabe y puede buscar los datos que
lo acerquen con mayor precisión a la identidad del visitante que dejó su bastón.
Su objetividad le permite ir más allá de las pistas que le puede suministrar observar el bastón,
por ello decide buscar en el directorio y percatarse de la existencia de este nombre en el campo de
la medicina, además se vale de un recurso para potenciar su acción, en otras palabras, el observador
convierte el directorio en un instrumento de poder que respalda su saber hacer; en este mismo
sentido, Watson se construye como sujeto cognitivo, un sapiente, poseedor de un saber que
3 https://es.wikipedia.org/wiki/Modestia
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potencia su hacer como investigador, lo cual le permite asumir el rol de informador, es decir, hacer
saber lo que sabe.
El visitante que ha olvidado su bastón se hace presente ante Holmes y Watson, busca la ayuda
de estos dos detectives para proteger al próximo descendiente de la familia Baskerville y hace
lectura de un manuscrito que le ha encomendado Sir Charles, en el que se relata la leyenda de la
muerte de Hugo Baskerville producto del ataque de un sabueso salvaje que habita en el páramo de
Grimper. La preocupación del doctor Mortimer radica en que el próximo heredero Baskerville, el
sobrino de Sir Charles, está a punto de arribar a Londres y podría correr el riesgo de morir como
sus antecesores. Posterior a esta lectura, presenta una noticia de periódico publicada en el Devon
Country Chronicle el 14 de junio de este año.
El doctor Mortimer se convierte en narrador en esta parte de la diégesis y enuncia:
Los hechos se relatan sin dificultad. Sir Charles tenía por costumbre pasear todas las noches,
antes de acostarse, por el famoso paseo de los Tejos de la mansión de los Baskerville. El
testimonio de los Barrymore confirma esa costumbre. El cuatro de junio Sir Charles manifestó
su intención de emprender viaje a Londres al día siguiente, y encargó a Barrymore que le
preparase el equipaje. Aquella noche salió como de ordinario a dar su paseo nocturno, durante
el cual tenía por costumbre fumarse un cigarro habano, pero nunca regresó. A las doce, al
encontrar todavía abierta la puerta principal, el mayordomo se alarmó y, después de encender
una linterna, salió en busca de su señor. Había llovido durante el día, y no le fue difícil seguir
las huellas de Sir Charles por el paseo de los Tejos. Hacia la mitad del recorrido hay un portillo
para salir al páramo. Sir Charles, al parecer, se detuvo allí algún tiempo. El mayordomo siguió
paseo adelante y en el extremo que queda más lejos de la mansión encontró el cadáver. Según
el testimonio de Barrymore, las huellas de su señor cambiaron de aspecto más allá del portillo
que da al páramo, ya que a partir de entonces anduvo al parecer de puntillas. (Doyle, 2012, p.
12).
En este pasaje se encuentran dos aspectos relevantes, el primero va encadenado a la atmosfera
de fantasía que caracteriza este relato. La descripción detallada de los hechos convierte al
narratario en un testigo más de la historia que da crédito a la competencia lingüística del narrador.
El segundo aspecto es una pista suelta, Sir Charles viajaría al día siguiente a Londres, motivo por
el cual alguien podría planear un evento para dar fin a su vida antes que se marchara de la mansión.
A este último aspecto, se añade la voz de Barrymore, quien afirma que “las huellas de su señor
cambiaron de aspecto más allá del portillo que da al páramo, ya que a partir de entonces anduvo
al parecer de puntillas”, caminar en esta posición puede vincularse al hecho de generar menor
ruido o para ocultarse de alguien que hacia presencia en este lugar.
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Un poco más adelante, el doctor Mortimer añade:
No había, desde luego, lesión corporal de ningún tipo. Pero Barrymore hizo una afirmación
incorrecta durante la investigación. Dijo que no había rastro alguno en el suelo alrededor del
cadáver. El mayordomo no observó ninguno, pero yo sí. Se encontraba a cierta distancia, pero
era reciente y muy claro.
-¿Huellas? ¿De un hombre o una mujer?
Señor Holmes, ¡eran las huellas de un sabueso gigantesco! (Doyle, 2012, p. 14).
Con lo anterior, se da por hecho que, aunque el doctor Mortimer sea un hombre de ciencia, es
el primer personaje que afirma la creencia del sabueso y su presencia en el lugar de los hechos. Su
posición evidentemente sirve de apoyo a la superstición.
Además de apoyar la creencia de la existencia del sabueso, Mortimer deja ver otra preocupación
en sus palabras cuando menciona: “Pero Barrymore hizo una afirmación incorrecta durante la
investigación”, postulando al mayordomo como un sospechoso de la muerte de Sir Charles que ha intentado
ocultar información.
Mortimer es un médico rural, suele caminar kilómetros para visitar a sus pacientes, por ello es
un gran conocedor del páramo y sus habitantes. Amigo y médico de cabecera de Sir Charles
Baskerville, no se preocupa mucho por su aspecto personal, vive con su perro spinel y su gran
pasión es la frenología.4
La voz de narrador encarnada por el doctor no es un hecho aislado, su relato es determinante
dentro de la investigación, este personaje es el encargado de introducir las dos hipótesis que
desarrollan la historia, la creencia en la existencia del sabueso o la posibilidad de que la muerte de
Sir Charles sea producto de un asesinato. Watson, por su parte, también es participe de la narración,
sin embargo, su actuar como personaje desaparece en algunas páginas, dedicando su voz solo al
relato de las hazañas de Holmes.
En las páginas en las que el doctor Mortimer lleva a cabo su rol de narrador, suceden algunos
hechos que Watson el observador va retomar en el relato en sesiones posteriores. Son tres los
acontecimientos importantes que giran en torno a la llegada de Sir Henry, el próximo heredero
Baskerville, a Londres.
4 Es una antigua teoría pseudocientífica, sin ninguna validez en la actualidad, que afirmaba la posible determinación
del carácter y los rasgos de la personalidad, así como las tendencias criminales, basándose en la forma del cráneo,
cabeza y facciones.
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Primero, Sir Henry da a conocer a Holmes una nota que han dejado para él en su hotel, y dice
lo siguiente: “«Si da usted valor a su vida o a su razón, se alejará del páramo». Tan sólo la palabra
«páramo» estaba escrita a mano” (Doyle, 2012, p. 21), las demás palabras fueron escritas con
recortes de periódico. Ante este hecho Holmes descubre que las letras pertenecen al periódico de
ese día y le paga a un joven botones para que recorra los 23 hoteles de la zona en busca de un
ejemplar cuya página principal presente agujeros hechos con tijeras; el joven lo encuentra y con
ello Holmes tiene la certeza de que quien asecha a Sir Henry no se encuentra hospedado en su
mismo hotel, es decir, que el peligro no esta tan cerca. La elaboración de esta nota amenazante
nunca se le atribuye a ningún personaje, aunque se podría especular que se trata de Barrymore.
Al terminar las consideraciones hechas por Holmes sobre aquella nota, llega el segundo
acontecimiento, el detective vuelve a preguntar a Sir Henry si ha sucedido algo más, este señala
que también se ha desaparecido una de sus botas sin ninguna explicación. Las ha dejado listas para
enviar a tintorería y una se ha extraviado, ningún empleado del hotel admite haberla tomado.
Cuando Sir Henry pregunta a Holmes que opina sobre esta situación, este responde:
No pretendo entenderlo todavía. Este caso suyo es muy complicado, Sir Henry. Cuando lo
relaciono con la muerte de su tío dudo de que entre los quinientos casos de importancia capital
con que me he enfrentado hasta ahora haya habido alguno que presentara más dificultades.
Disponemos de varias pistas y es probable que una u otra nos lleve hasta la verdad. Quizá
perdamos tiempo siguiendo una falsa, pero, más pronto o más tarde, daremos con la correcta
(Doyle, 2012, p. 29).
De esta forma, Holmes intenta rechazar la pista de la bota, le parece un hecho aislado en la
muerte de Sir Charles y por ello la descarta, por el momento. Solo hasta el final de la obra el lector
se entera que el responsable de este hurto es Stapleton, porque necesita un elemento con el olor de
Sir Henry para lograr que el sabueso corra tras él.
El tercer hecho sucede cuando se marchan Sir Henry y el doctor Mortimer de la casa de los
detectives; Holmes decide seguirlos y descubre que un hombre de estatura media, unos cuarenta
años de edad, tez pálida y barba, se dirigía en un cabriole –carruaje de dos ruedas con capota e
impulsado por un caballo– y seguía muy de cerca los pasos de Sir Henry; Holmes descubre más
adelante que se trata de Barrymore.
Estos tres hechos son los que Conan Doyle llamara: “tres cabos rotos”, pistas que Holmes
encamina en la investigación y que pone como sospechosos del crimen a Barrymore y Stapleton.
47
La voz de Watson como personaje sigue ausente por algunos capítulos, la narración ahora está
a cargo de Holmes, y su ayudante solo aparece como un testigo, presente en la escena, pero
ejerciendo un rol de narrador.
Cuando el Doctor Mortimer busca directamente a Holmes por ser un detective con gran
reconocimiento y le entrega la misión de cuidar de la vida de Sir Henry, este decide encomendar
dicha labor a Watson, lo envía al paramo, pidiéndole que le relate a través de cartas cualquier
situación que a su parecer sea importante.
A través de esta labor que debe desempeñar Watson, su voz vuelve a retomar el relato: “Siempre
me ha fascinado la posibilidad de una aventura y me sentía además halagado por las palabras de
Holmes y por el entusiasmo con el que el baronet me había aceptado como compañero” (Doyle,
2012, p. 31). Watson es un sujeto modalizado por el deber y el querer hacer. El deber se instaura
como una obligación que debe cumplir Watson para Holmes; mientras que el querer es una
motivación que representa el deseo y en este enunciado se encuentra reforzado por el lexema
«halagado», que el diccionario de la Real Academia lo define como «una alabanza exagerada e
interesada que se hace a una persona para satisfacer su orgullo o vanidad», es decir, Watson esta
movilizado en primera medida por el querer, por la voluntad, su querer hacer es una forma de
alimentar su vanidad; y en segunda medida por el deber hacer, como una obligación que debe
cumplir como parte de su trabajo.
Antes de emprender el camino hacia Devonshire, condado donde se ubica la mansión
Baskerville, Holmes indica: “No quiero influir sobre usted sugiriéndole teorías o sospechas,
Watson. Limítese a informarme de los hechos de la manera más completa posible y deje para mí
las teorías” (Doyle, 2012, p. 35). Holmes busca con ello que la observación de Watson no sea
limitada, que no descarte ningún detalle, sin embargo, le sugiere una clase de hechos a informar:
“Cualquier cosa que pueda tener relación con el caso, por indirecta que sea, y sobre todo las
relaciones del joven Baskerville con sus vecinos, o cualquier elemento nuevo relativo a la muerte
de Sir Charles” (Doyle, 2012, p. 35).
Es necesario mencionar que Watson el observador, al llegar a la mansión, se centra en seguir
dos pistas para dar solución al caso de los Baskerville. La primera consiste en prestar atención a
los Barrymore, el mayordomo de la mansión y a su esposa, que han servido a la familia durante
muchos años y son los primeros en hallar sin vida en cuerpo de Sir Charles; sin dejar de lado la
48
apreciación de Mortimer pronuncia que “Barrymore hizo una afirmación incorrecta” porque no
observo o no menciono las huellas de sabueso que se encontraban en la escena del crimen, y cuyo
tono despierta interés en Watson.
La segunda recae sobre una pareja de hermanos de apellido Stapleton y vecinos aledaños de los
Baskerville. Jack y Beryl.
Pronto llegaron los hechos, una vez instalados Watson y Sir Henry en su nueva residencia,
Watson declara que en la primera noche en la mansión Baskerville
Un silencio sepulcral reinaba sobre la vieja casa. Y luego, de repente, en la quietud de la noche,
llegó hasta mis oídos un sonido claro, resonante e inconfundible. Eran los sollozos de una
mujer, los jadeos ahogados de una persona desgarrada por un sufrimiento incontrolable. Me
senté en la cama y escuché con atención. El ruido procedía sin duda del interior de la casa
(Doyle, 2012, p. 40).
El silencio profundo en el que se encontraba la mansión le permite a Watson Observador y
evaluador percibir los sollozos y jadeos de una mujer que, en su interpretación, expresan un
sufrimiento incontrolable.
A la mañana siguiente, Watson sale en busca de las pruebas que den crédito a la percepción que
tuvo en la noche, para ello recurre a Sir Henry quien, como testigo, deberá corroborar si también
escuchó aquel sonido y afirmar así la ocurrencia del hecho, Sir Henry le responde que a su parecer
sí, aunque, por un momento, lo confundió con un sueño.
Dice Echeverría:
[Una afirmación] es una proposición para la cual podemos proporcionar un testigo. Un testigo
es un miembro cualquiera de nuestra comunidad (con quienes compartimos las mismas
distinciones) que, por estar en el mismo lugar en ese momento puede coincidir con nuestras
observaciones (Echeverría, 2005, p. 43).
Es decir, para Watson, efectivamente, su percepción y su afirmación fue verdadera, el juicio de
«verdadero» se otorga cuando se posee un testigo que también presencia el acto o la acción de la
que se habla, sin embargo, Watson tiene la oportunidad de toparse de frente con la mujer
protagonista de este llanto, la esposa de Barrymore, el mayordomo de la mansión: “sus ojos
enrojecidos, que me miraron desde detrás de unos párpados hinchados, la denunciaban. Era ella,
sin duda, quien lloraba por la noche” (Doyle, 2012, p. 41). Nuevamente, la afirmación es
confirmada a partir de los signos que aparecen en el rostro de la mujer, pero por el momento no
hay elementos para vincular este hecho con el motivo que lo tiene hospedado en la mansión.
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Cuando Watson relata que escucha a la esposa del mayordomo llorar, a este hecho se le puede
sumar una pista más, y es haber visto caminar a Barrymore por los pasillos de la mansión, mientras
en su mano sostenía una vela, Watson lo enuncia de la siguiente manera:
A la mañana siguiente, antes de bajar a desayunar, examiné la habitación que Barrymore había
visitado la noche anterior. La ventana orientada al oeste por la que miraba con tanto interés,
tiene, según he podido advertir, una peculiaridad que la distingue de todas las demás ventanas
de la casa: es la que permite ver el páramo desde más cerca, gracias a una abertura entre los
árboles, mientras que desde todas las otras se vislumbra con dificultad. De ahí se sigue que
Barrymore, dado que solo esa ventana se ajusta a sus necesidades, buscaba algo o alguien que
se encontraba en el páramo (Doyle, 2012, p. 53).
Con esta conjetura Watson se encuentra muy cerca de descubrir el motivo por el que Barrymore
camina en las noches por los pasillos de la mansión, la cual puede estar asociada al llanto de su
esposa.
No obstante, más adelante Watson añade:
La noche era muy oscura, por lo que es difícil comprender cómo esperaba ver a nadie. A mí
se me ocurrió la posibilidad de que se tratara de alguna intriga amorosa. Ello explicaría el
sigilo de sus movimientos y también el desasosiego de su esposa. Barrymore es un individuo
con mucho atractivo, perfectamente capacitado para robarle el corazón a una campesina, de
manera que esta teoría parecía tener algunos elementos a su favor (Doyle, 2012, p. 53).
Esta es una evaluación apresurada que hace Watson sobre Barrymore, basado en su condición
física, por ser un hombre alto, corpulento, de piel morena y barba espesa; el estereotipo de un galán
que puede conquistar a una campesina del condado. Y el pasaje anterior deja claro que Watson
asocia el llanto de la señora Barrymore a este lio de amor.
El dominio de la corporalidad de Echeverría plantea que la biología incide de forma directa en
el comportamiento físico de los individuos, es decir, que la observación de Watson sobre
Barrymore va direccionada al “sigilo de sus movimientos”, a la forma de caminar sin hacer mucho
ruido, con la intención de no despertar a alguien más dentro de la mansión, el observador lo asocia
con una intriga amorosa, por el “desasosiego” o la falta de calma y tranquilidad de su esposa.
Para descubrir el misterio que esconde Barrymore; Watson y Sir Henry ingenian el plan de
esperar durante toda la noche para seguir los pasos del mayordomo. La primera noche su plan
fracasa, pero en la segunda noche Watson relata lo siguiente:
Sentimos pasar a Barrymore por delante del cuarto con mucha cautela y perderse luego en la
distancia. Después el baronet abrió la puerta sin hacer ruido y salimos en su persecución…
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Llegamos a tiempo de vislumbrar la alta figura de barba negra y hombros arqueados que
avanzaba de puntitas hasta entrar por la misma puerta donde yo le había visto dos noches antes,
y también cómo la vela, con su luz, hacía que el marco destacara en la oscuridad, … Cuando
por fin llegamos a la habitación y miramos dentro, lo encontramos agachado junto a la ventana,
la vela en la mano, y el rostro pálido y ensimismado junto al cristal, exactamente igual que dos
noches antes (Doyle, 2012, p. 57).
Sir Henry y Watson se aproximaban a conocer el detonante de dos indicios sonoros, el llanto
de la señora Barrymore y los pasos del mayordomo que siempre se dirigía hacia la misma ventana.
Aunque se había preparado un plan, Sir Henry no lo acato y de inmediato preguntó:
Sir Henry: ¿Qué está haciendo usted aquí Barrymore?
Barrymore: Nada, señor
Watson: su agitación era tan intensa que apenas podía hablar y la vela que empuñaba le
temblaba tanto que las sombras saltaban arriba y abajo.
Barrymore: es por el viento, señor. Por la noche hago la ronda para ver si las ventanas están
bien cerradas (Doyle, 2012, p. 57).
Ante las respuestas evasivas de Barrymore, Sir Henry habla con gran firmeza y le pide que
omita las mentiras y que responda que hacia junto a esa ventana.
Watson describe las sensaciones de Barrymore frente a esta encrucijada, remitiendo directamente
a la acción menciona: “El mayordomo nos miró con aire desvalido y se retorció las manos como
alguien que se halla al límite de la duda y el sufrimiento” (Doyle, 2012, p. 57). Dentro de este
pasaje, la palabra “desvalido” toma el significado de una persona desamparada, que ha sido
privada de la ayuda y el socorro, es decir, un hombre vulnerable que demuestra con sus manos el
temor que le aqueja. Este suceso deja entrever que sucede algo más, y el nerviosísimo de
Barrymore logra que Watson se fije en su comportamiento particular, midiendo sus movimientos
con exactitud para no perder ninguna pista.
Seguir a Barrymore también es una acción que ejecuta Watson desde el inicio del relato, como
lo afirma el analista Pierre Bayard en “El caso del perro de los Baskerville”, “La primera pista que
sigue Watson es la de los servidores de la mansión, los Barrymore, que no ocultan su propósito de
abandonar la comarca tras la muerte de su señor, a quien estaban muy apegados” (Bayard, 2008,
p. 35). Las primeras sospechas recaen en la servidumbre, por ser el mayordomo de la mansión,
quien encuentra el cadáver de Sir Charles y da aviso al doctor Mortimer.
Acto seguido en la historia, Sir Henry vuelve a preguntar a Barrymore que hacia frente a la
ventana con una vela y el mayordomo responde que es un secreto que no le pertenece y por ello
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no es posible decírselo. Watson por su parte se le ocurre tomar la vela mientras exclama: “Debe
servirle como señal! Veamos si hay respuesta” (Doyle, 2012, p. 57).
Sostuve la vela como lo había hecho él, al mismo tiempo que escudriñaba la oscuridad exterior.
Como las nubes ocultaban la luna, solo distinguía vagamente la hilera de árboles y la tonalidad
más clara del páramo. Pero enseguida se me escapo un grito de júbilo, porque un puntito de
luz amarilla había traspasado de repente el oscuro velo y después siguió brillando de manera
uniforme en el centro del rectángulo negro que enmarcaba la ventana (Doyle, 2012, p. 57).
Watson como sujeto lingüístico puede describir paso a paso las acciones de una escena, su
observación no está limitada, por ello describe con precisión los lugares y ambientes donde
suceden los acontecimientos. Hace uso de sus distinciones biológicas cuando puede observar
detalles de la naturaleza como: la gama de colores entre los árboles, la luna y las nubes. También
hace uso de una metáfora, “porque un puntito de luz amarilla había traspasado de repente el
oscuro velo y después siguió brillando de manera uniforme en el centro del rectángulo negro que
enmarcaba la ventana” para explicar en palabras poéticas que una luz había aparecido en el fondo
del páramo y se podía observar desde la ventana. Al observar esta luz se daba por confirmada la
exclamación de Watson al decir que se trataba de una señal. Evidentemente alguien en el páramo
respondía a los movimientos de esta luz, como si se tratara de un mensaje oculto.
La señora Barrymore se aproxima y menciona:
Todo es obra mía, Sir Henry… yo soy la responsable. Todo lo que ha hecho lo ha hecho por
mí y porque yo se lo he pedido… Mi desgraciado hermano se está muriendo de hambre en el
páramo. No podemos dejarlo perecer a las puertas mismas de nuestra casa. La luz es una señal
para decirle que tiene comida preparada, y él, con su luz, nos indica el lugar donde hemos de
llevársela (Doyle, 2012, p. 58).
La esposa del mayordomo “es hermana del presidiario Selden, que se escapó de la cárcel y vive
en el páramo. Las señales luminosas sirven para concertar las citas que permitirán avituallar al
fugitivo” (Bayard, 2008, p. 36). Barrymore y su esposa actúan dentro de su dimensión afectiva, su
esposa se deja guiar por un sentimiento familiar y por ello protege a su hermano menor. Sin
embargo, se podría pensar que la leyenda del sabueso no les preocupa, pues Selden se oculta en el
páramo y la única preocupación mencionada es que lo encuentre la policía y lo devuelva a prisión.
La imagen que presentan el mayordomo y su esposa ante Watson y Sir Henry, se aleja de la
superstición.
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A lo anterior Watson añade: “Esa era, por tanto, la explicación de las sigilosas expediciones
nocturnas y de la luz en la ventana” (Doyle, 2012, p. 58).
Las cuidadosas visitas a la ventana ya no son un misterio, Watson ha obtenido una
explicación, no obstante, aún no tiene relación con la muerte Sir Charles, motivo por el cual
nuestro observador se encuentra en la mansión.
En toda esta situación Watson es un sujeto en posesión de un determinado saber y un
informador que transmite ese saber, es decir, hace conocer al narratario parte de la historia que,
como testigo, ha descubierto, produciendo en su interlocutario una transformación de menor a
mayor saber.
En este orden de ideas, en el observador también se ha producido una transformación, ha pasado
de un Estado1, desconocer parte de la historia, a un Estado2 donde construye la historia con las
pistas que recolecta. Watson hace más acento en el cambio que en la permanencia, es decir, que
intensifica sus acciones en las nuevas pistas que va encontrando para guiar su análisis y el del
narratario lo que lo configura como un sujeto de hacer.
Al inicio del acontecimiento, en el que el llanto de una mujer invadía el silencio de la noche en
la mansión y Watson asociaba a una pena de amor o una decepción, cambia, se nota, entonces, a
través del relato como se nutre la observación de este investigador y como va descartando las pistas
erróneas que se cruzan en su camino. Watson en ocasiones hace evaluaciones deficientes, pero
están sustentadas bajo su lógica particular de examinar cada pista de forma individual, diferente al
estilo de Holmes que logra encadenar series de acontecimientos de forma rápida y certera; sin
embargo Watson es el personaje que siempre está presente en la acción, le gusta el peligro,
involucrarse, ser actor y Holmes reconoce en este observador el talento para las palabras y las
explicaciones, su competencia lingüística es la que permite llegar a conocer la historia, los
personajes y hasta a Holmes.
Ahora bien, tras conocer la identidad de la persona con la que se comunica Barrymore, Sir
Henry y Watson deciden salir en su persecución, determinan que el preso que se fugó de la cárcel
puede generar un mal mayor entre la comunidad y resuelven salir hacia el páramo con el objetivo
de realizar su captura.
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Otro indicio sonoro acompaña la situación, antes de emprender la búsqueda del preso se escucha
el aullido de un animal, sonido que se desvanece con el viento, pero provoca un gran susto en Sir
Henry, quien le asegura a Watson que es la presencia del sabueso en el páramo.
De repente:
Sobre las rocas, en la grieta donde ardía la vela, surgió un maligno rostro amarillo, una terrible
cara bestial, toda ella marcada y arrugada por las pasiones más viles. Manchada de cieno, con
una barba hirsuta y coronada de cabellos enmarañados, podía muy bien haber pertenecido a
uno de aquellos antiguos salvajes que habitaban en los refugios de las colinas. La luz de abajo
se reflejaba en sus ojillos astutos, que escudriñaban con fiereza la oscuridad a derecha e
izquierda, como un animal taimado y salvaje que ha oído pasos de cazadores (Doyle, 2012, p.
60).
La imagen que construye Watson sobre Selden está determinada por sus rasgos físicos, pequeña
prosopografía donde se habla de su aspecto y de las facciones de su rostro, asimismo evalúa su
estado emocional, sus pasiones, las cuales califica de “viles” palabra que enmarca un significado
de maldad y de un ser que genera poca confianza. Le añade, además, que su rostro se encuentra
sucio, manchado de “cieno”, un lodo habitual que se encuentra en los pozos de agua. y finalmente
se hace uso de un recurso literario como el símil al comparar el aspecto de Selden con el de un
animal: Su cabello lo describe como descuidado y su “barba hirsuta”: áspera, dura y tiesa indican
su apariencia salvaje; y su mirada “astuta que escudriña con fiereza la oscuridad” al observar el
horizonte de derecha a izquierda, “como un animal Taimado” astuto, pícaro y disimulado,
características humanas atribuidas a un animal que lucha por su supervivencia.
Para Watson despertaba muchas sospechas, hasta el punto de pensar que:
Barrymore acostumbrara a darle alguna señal privada que nosotros habíamos omitido, o bien
nuestro hombre tenía alguna otra razón para pensar que las cosas no marchaban como debían:
en cualquier caso el miedo era visible en sus perversas facciones y de un momento a otro podía
apagar la luz de un manotazo y esfumarse en la oscuridad. Salté hacia adelante y Sir Henry me
imitó. En el mismo instante el preso nos lanzó una maldición y tiró una piedra que se hizo
añicos contra la roca que nos había cobijado. Aún vislumbré por un momento su silueta
rechoncha y musculosa mientras se ponía en pie y giraba en redondo para escapar. Por una
feliz coincidencia la luna salió entonces de entre las nubes. Alcanzamos a toda prisa la cima
de la colina y vimos que nuestro hombre descendía a gran velocidad por la otra ladera, saltando
por encima de las rocas que hallaba en su camino con la agilidad de una cabra montés. Con
suerte tal vez habría podido detenerlo con un disparo de mi revólver, pero la finalidad de aquel
arma era tan sólo defenderme si se me atacaba y no disparar contra un hombre desarmado que
huía (Doyle, 2012, p. 60).
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Watson se presenta como un sujeto motivado por el deber de capturar a Selden, y posee la
competencia para realizar la acción, es decir, sabe qué hacer para capturarlo y sabe cómo hacerlo.
La motivación deóntica se hace presente por el deseo de capturar a un sujeto que tiene cuentas
pendientes con la ley y que podría reincidir en cualquier momento; la competencia se hace visible
cuando Watson toma la iniciativa de saltar hacia adelante e iniciar su persecución; sabe que la luna
le servirá de guía en un camino totalmente oscuro, sube a la cima de la colina y observa como el
preso desciende a gran velocidad.
Watson utiliza nuevamente la figura del símil cuando menciona que Selden se desplaza “con
la agilidad de una cabra montés”, es decir, que posee la habilidad –no humana– para correr y
esquivar obstáculos. Dentro del relato es evidente ver como se construye la psicología de los
personajes, pero también estos se alimentan de formas alegóricas que van encadenadas a la
psicología animal, como menciona Bayard, “en la medida en que el protagonista – y tal vez el
asesino – es un animal” (Bayard, 2010, p. 62). De forma concreta, la psicología de los personajes
va encadenada de forma simbólica a la psicología de un animal, y se configura como un estilo
propio de la competencia lingüística de Watson.
Acto seguido, Watson enuncia:
Y en aquel momento, cuando nos levantábamos de las rocas para darnos la vuelta y regresar a
casa, abandonada ya la inútil persecución, ocurrió la cosa más extraña e inesperada. La luna
quedaba muy baja hacia la derecha, y la cima dentada de un risco de granito se alzaba hasta la
parte inferior de su disco de plata. Allí, recortada con la negrura de una estatua de ébano sobre
el fondo brillante, vi, encima del risco, la figura de un hombre.
…Desde luego no era el preso. Aquel hombre se hallaba muy lejos del sitio donde el otro había
desaparecido. Además, era mucho más alto. Con una exclamación de sorpresa quise
mostrárselo al baronet, pero durante el momento en que me volví para agarrarlo del brazo, la
figura desapareció (Doyle, 2012, p. 61).
.
Watson se encuentra disjunto de un saber, desconoce al nuevo personaje que aparece en la
historia y del cual no puede proporcionar un testigo. Percibe algunas características del sujeto que
acaba de observar, sabe que es alto y delgado, datos puntuales que le permiten descartar la
posibilidad de que se trate de Selden cuya figura es regordeta, su rol como destinador judicador le
permite valorar que no se trata del mismo hombre y abre una nueva posibilidad donde puede
vincular al extraño del risco con el motivo que lo hace permanecer en la mansión, la muerte de Sir
Charles.
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Al valorar la situación, Watson considera que es probable que el hombre del risco sea el mismo
que siguió a Sir Henry y al doctor Mortimer en Londres, pero no olvida que la barba espesa delato
a este sujeto en su persecución, por lo cual Holmes afirmó que se trataba de Barrymore el
mayordomo.
Esta escena secuencia donde se lleva a cabo la persecución en el páramo, deja otros dos cabos
sueltos que serán atados al final de la historia, los aullidos del sabueso y la figura de otro personaje
desconocido que se hace presente en la narración. Este acontecimiento también se incluye dentro
del presente análisis y se podrá encontrar en párrafos posteriores.
Hasta el momento es importante mencionar que Watson, como observador, no descarta ningún
detalle que pueda nutrir el caso de la muerte de Sir Charles, y dejando un poco de lado este suceso,
sale a caminar por el páramo y de regreso a la mansión, expresa:
De repente mis pensamientos se vieron interrumpidos por el ruido de los pasos veloces y de
una voz que repetía mi nombre…Se trataba de un hombre pequeño, delgado, completamente
afeitado, de aspecto remilgado, cabello rubio y mandíbula estrecha, entre unos treinta y
cuarenta años de edad. – Soy Stapleton y vivo en la casa Merripit – (Doyle, 2012, p. 42).
La forma apresurada en que Stapleton entra en conversación con Watson devela que algo
importante debía transmitir, o por el contrario buscaba que Watson, con sus capacidades de
investigador, emitiera detalles sobre el caso. Para Watson evidentemente este hombre se hacía
importante y su descripción deja notar que busca una forma de recordar su apariencia.
Jack Stapleton se ausenta por un momento mientras intenta cazar una mariposa y Watson alude:
…oí ruido de pasos y, al volverme, vi a una mujer que se acercaba hacia mí por el sendero.
Procedía de la dirección en la que, gracias al penacho de humo, sabía ya que estaba localizada
la casa Merripit, pero la inclinación del páramo me la había ocultado hasta que estuvo muy
cerca (Doyle, 2012, p. 45).
El observador hace uso de sus distinciones geográficas para ubicar rápidamente de donde
proviene la mujer que se aproxima hacia a él, conoce la casa Merripit y sabe que ante su presencia
se encuentra la señorita Stapleton, a quien no asemeja con los rasgos físicos de su hermano, porque
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“en el caso del naturalista la tonalidad era neutra, con cabello claro y ojos grises, mientras que la
señorita Stapleton era más oscura que ninguna de las morenas que he visto en Inglaterra y además
esbelta, elegante y alta” (Doyle, 2012, p. 45).
Watson acaba de observar un punto importante, la marcada diferencia en los rasgos físicos de
los hermanos Stapleton, dejando al final la sensación de que intenta mostrar que la señorita
Stapleton no posee rasgos ingleses.
De repente ella se dirige a Watson: “-¡Váyase! -dijo-. Vuelva a Londres inmediatamente”… Y
Watson indica: “no pude hacer otra cosa que contemplarla, estupefacto. Sus ojos echaban fuego al
mismo tiempo que su pie golpeaba el suelo con impaciencia” (Doyle, 2012, p. 46). La forma de
expresión de tal mujer era ruda, con la firme intención de hacer abandonar a Watson este lugar.
Jack se acerca y saluda a Beryl y la tensión entre los hermanos es notoria. Líneas más adelante se
aclara que Beryl ha confundido a Watson con Sir Henry, otro punto para añadir a la observación
de Watson que despierta más sospechas hacia la familia Stapleton.
Watson es invitado a la casa Merripit y describe:
Tras un breve paseo llegamos a una triste casa del páramo, granja de algún ganadero en los
antiguos días de prosperidad, arreglada después para convertirla en vivienda moderna. La
rodeaba un huerto, pero los árboles, como suele suceder en el páramo, eran más pequeños de
lo normal y estaban quemados por las heladas; el lugar en conjunto daba impresión de pobreza
y melancolía. Nos abrió la puerta un viejo criado, una criatura extraña, arrugada y de aspecto
mohoso, muy en consonancia con la casa. Dentro, sin embargo, había habitaciones amplias,
amuebladas con una elegancia en la que me pareció reconocer el gusto de la señorita Stapleton.
Al contemplar desde sus ventanas el interminable páramo salpicado de granito que se extendía
sin solución de continuidad hasta el horizonte más remoto, no pude por menos de preguntarme
qué podía haber traído a un lugar así a aquel hombre tan instruido y a aquella mujer tan
hermosa (Doyle, 2012, p. 46).
Watson informa de manera detallada los aspectos físicos de la casa y la atmosfera fría que se
vive a su alrededor, le llama la atención que, siendo un sitio tan alejado, sea elegido como el hogar
de dos hermanos cuya apariencia es de ciudad.
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Jack Stapleton menciona que son felices este este lugar, y Beryl por su parte: “-Muy felices-
dijo ella, aunque faltaba el acento de la convicción en sus palabras” (Doyle, 2012, p. 46). Watson
ya infiere que esta mujer no lleva una vida feliz en este lugar, sus respuestas no son convincentes
para el observador y Jack intenta desviar la conversación relatando:
Yo llevaba un colegio privado en el norte -dijo Stapleton-. Para un hombre de mi
temperamento el trabajo resultaba monótono y poco interesante, pero el privilegio de vivir con
jóvenes, de ayudar a moldear sus mentes y de sembrar en ellos el propio carácter y los propios
ideales, era algo muy importante para mí. Pero el destino se puso en contra nuestra. Se declaró
una grave epidemia en el colegio y tres de los muchachos murieron. La institución nunca se
recuperó de aquel golpe y gran parte de mi capital se perdió sin remedio (Doyle, 2012, p. 46).
Stapleton muestra un dato interesante de su vida, trabajaba en una institución educativa y se
construye como un sujeto sabedor y pródigo con su saber; habla de una perdida de dinero y un
retiro permanente del trabajo, pero admite que su nueva residencia le genera tranquilidad.
Watson no teme en preguntar si conoce la leyenda del perro diabólico que persigue a la familia
Baskerville, a lo que Stapleton responde que puede ser una creencia alimentada por los
campesinos, “pero me pareció leer en sus ojos que se tomaba aquel asunto con mayor seriedad”
(Doyle, 2012, p. 42). Para Watson es evidente que Stapleton desea conocer las deducciones a las
que se han llegado sobre este caso, pero al evaluar su mirada, encuentra que su interés radica en
algo mayor que aún no logra descubrir, pero que notablemente hace referencia al caso de Sir
Charles.
Watson inicia la elaboración de sus cartas a Holmes, en la primera, redactada el 13 de octubre
escribe: “El brillo seco de los ojos de Stapleton y la firme expresión de su boca de labios muy finos
denuncian un carácter dominante y posiblemente despótico” (Doyle, 2012, p. 50).
Stapleton, es un vecino que vive a aproximadamente un radio de 8 kilómetros de la mansión
Baskerville, en la casa Merripit, es un amante de la botánica y coleccionista de mariposas, su
nombre es Jack y vive con su hermana, Beryl Stapleton. Watson ya ha tenido la oportunidad de
toparse con él en varias ocasiones y ha notado su interés por la familia Baskerville.
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Watson hace uso de una metáfora para explicar que los rasgos físicos de Stapleton como: “El
brillo seco de los ojos” o “la firme expresión de su boca de labios muy finos”, pueden reflejar
detalles de su personalidad, asociado a “un carácter dominante y posiblemente despótico”. Como
persona dominante se entiende que ejerce poder sobre otros y que sobresale ante el resto de
personas. Y despótico hace referencia a un abuso de poder, o a un gobernar sin ley.
Bayard menciona que “estas cartas de las que hace participe al lector y que constituyen un elemento
importante de la novela permiten a Watson conservar un vínculo con su amigo, que durante largo
tiempo parece guardar las distancias con la investigación” (Bayard, 2010, p. 35). Resulta como
una forma de no olvidar al personaje Holmes, que se encuentra ausente durante varios capítulos y
delega el protagonismo de la acción a Watson personaje.
Más adelante, el relato provee un dato que puede servir de distractor para Watson en su labor
de observador guiado por la razón. Al seguir en su caminata por el páramo con sus acompañantes,
menciona:
Encontramos un valle de poca longitud entre peñascos escarpados, que desemboca en un
espacio abierto y verde salpicado de juncias. En el centro se alzaban dos grandes piedras, muy
gastadas y bien afiladas por la parte superior, de manera que parecían los enormes colmillos,
en proceso de descomposición, de un animal monstruoso” (Doyle, 2012, p. 50).
En primera instancia, dentro de este pasaje se recurre a la figura literaria de la topografía a
través de la cual se encarga de describir detalladamente este lugar que posee un ambiente
sospechoso y sombrío. Encontrar la descripción de este valle en el relato permite construir otra
imagen de Watson, las dos piedras “muy gastadas y bien afiladas” son descritas de manera
siniestra por nuestro observador guiado por la razón, dando a pensar que el hecho de nombrar las
cosas de esa manera pareciera estarle dando crédito a la leyenda del sabueso.
Watson como informador es el encargado de construir la escena y describirla para el narratario,
y aunque las marcas que deja ver en este último pasaje lo posicionan más cerca de la superstición
que dé la razón, cabe mencionar como lo afirma Bayard, que hace parte de su competencia
lingüística que utiliza para dirigirse al narratario, es decir, que Watson “toma continuamente de la
literatura fantástica todos sus tópicos a fin de aplicarlos para interpretar la realidad” (Bayard, 2008,
59
p. 137- 138). Al ser una novela policiaca que busca esclarecer un crimen, es frecuente que exista
más de un sospechoso y que la atmosfera creada por Watson conduzca a configurar la intriga y
con ello la permanencia del lector hasta el final la historia.
Stapleton y Sir Henry, que acompañaban a Watson a visitar el lugar, - donde se da origen a la
leyenda-, entran en interlocución; Sir Henry le pregunta a Stapleton “si creía realmente en la
posibilidad de que los poderes sobrenaturales intervengan en los asuntos humanos” (Doyle, 2012,
p. 50), Stapleton funge, entonces, como destinador manipulador y responde, narrando algunas
historias de familias víctimas de alguna influencia maligna, “y nos dejó con la impresión de que
compartía la opinión popular sobre el asunto” (Doyle, 2012, p. 50). Ahora bien, las palabras de
Stapleton producen un efecto en el ánimo de Watson. La imagen que el personaje construye de sí
mismo, mostrándose como un sujeto crédulo frente la existencia del Sabueso y a quien es posible
atribuirle la responsabilidad de la muerte de Sir Charles es asumida por Watson como veridictoria
y por tanto sus interrogantes se multiplican.
Sir Henry es un hombre joven, de unos treinta años de edad, pequeño, de ojos y cejas negras y
constitución robusta. Vive en la ciudad y no le preocupan mucho las leyendas populares sobre
entes sobrenaturales, ni cree que su vida se encuentre en peligro por ser el siguiente descendiente
Baskerville, sin embrago, deja ver un raro interés en la opinión de Stapleton, puede ser por conocer
más sobre la historia o por entablar una relación cordial con el hermano de una mujer que le
empieza a interesar y a la cual desea cortejar; no obstante, Sir Henry ignora la verdadera relación
que une a los Stapleton. Cuando Sir Henry se refiere a “la posibilidad de que los poderes
sobrenaturales intervengan en los asuntos humanos”, deja claro que no es un sujeto guiado por la
creencia, por el contrario, duda que sea verdad la existencia del sabueso.
La afirmación de Stapleton tiene como propósito dar legitimidad al mundo sobrenatural, si ha
tenido familiares que han sido objeto de experiencias malignas, la historia del sabueso infernal no
resulta descabellada. Por tanto, Stapleton se presenta como un sujeto guiado por la creencia, como
un sujeto que cree en lo sobrenatural y quiere que Watson y Sir Henry construyan esa imagen de
él.
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Esta posición de Stapleton puede dar nuevas luces en la búsqueda de los detalles de la muerte
de Sir Charles. Stapleton es un naturalista, se pensaría que sus aserciones van más dirigidas hacia
el campo de la ciencia, si miente o dice la verdad y su relación con el caso Baskerville es el nuevo
foco de observación de Watson.
Quizá Stapleton acepte esa superstición y a Mortimer tal vez le suceda lo mismo; pero si yo
tengo una cualidad es el sentido común y nada logrará convencerme de una cosa así. Hacerlo
sería rebajarse al nivel de esos pobres campesinos que no se contentan con un simple perro
asilvestrado, sino que necesitan describirlo arrojando fuego del infierno por ojos y boca.
Holmes nunca prestaría atención a semejantes fantasías y yo soy su representante. Pero los
hechos son los hechos y ya he oído dos veces ese aullido en el páramo. Supongamos que
hubiera realmente un enorme sabueso en libertad; eso contribuiría mucho a explicarlo todo.
Pero, ¿dónde se escondería?, ¿dónde conseguiría la comida?, ¿de dónde procedería?, ¿cómo
sería posible que nadie lo hubiera visto durante el día? (Doyle, 2012, p. 62).
Watson hace uso de la abducción5, método utilizado por Holmes, que apela a los saberes previos
del investigador y que le permite formular hipótesis mientras se da solución a los casos. Es posible,
entonces, que exista un sabueso de carne y hueso que ermita explicar los aullidos en el páramo.
Hay quienes dicen que observamos con nuestros saberes previos o con la enciclopedia que
tenemos, y Echeverría agregaría que lo hacemos con nuestras narrativas, actos discursivos que
utilizamos para ver e interpretar el mundo.
[Las narrativas] Ellas son los cuentos, las historias, los relatos que desarrollamos tanto sobre
el mundo, los demás y nosotros mismos. En rigor, sobre el conjunto de las experiencias de la
vida. En tanto esas narrativas son diferentes para cada ser humano, encontramos en ellas uno
de los grandes fundamentos de nuestras diferencias como observadores (Echeverría, 2009, p.
186).
Watson es un investigador que utiliza su sentido común y se aleja de las creencias
supersticiosas, construye su imagen como un hombre poco persuasivo frente a los relatos de los
campesinos, a la vez que evalúa y emite un juicio cuando dice que los campesinos: “no se
contentan con un simple perro asilvestrado, sino que necesitan describirlo arrojando fuego del
infierno por ojos y boca”, cataloga como cargadas de fantasía estas historias y da poco crédito a
ellas.
Hay que confesar que la teoría del perro de carne y hueso presenta casi tantas dificultades
como la otra. Y además, dejando de lado al sabueso, queda la intervención del individuo del
cabriolé en Londres y la carta en la que se advertía a Sir Henry del peligro que corría. Eso por
lo menos es real, pero tanto podría ser obra de un amigo deseoso de protegerlo como de un
enemigo. ¿Dónde está ahora ese amigo o enemigo? ¿Se ha quedado en Londres o nos ha
5 Charles Sanders Peirce la llama una hipótesis. Esa hipótesis busca ser, a primera vista, la mejor explicación, o la
más probable. Según Peirce, la abducción es algo más que un silogismo: es una de las formas de razonamiento junto
a la deducción y la inducción.
61
seguido hasta el páramo? ¿Podría ser..., podría ser el desconocido que vi sobre el risco? (Doyle,
2012, p. 62).
Como producto de la observación de Watson, se han recolectado algunos indicios materiales
que construyen la historia, para este caso en particular se habla de un documento escrito, la carta,
donde se advertía del peligro y se pedía a Sir Henry que no acudiera al paramo de Devonshire. De
esta forma, el observador asocia al hombre que pudo ver en el risco con el hombre que pudo enviar
la carta a Sir Henry en Londres.
Como conozco ya a todos nuestros vecinos puedo afirmar que no es ninguno de ellos. El
individuo que estaba sobre el risco era más alto que Stapleton y más delgado que Frankland.
Cabría que se tratara de Barrymore, pero lo dejamos en la mansión, y estoy seguro de que no
pudo seguirnos. Por lo tanto hay un desconocido que nos sigue aquí de la misma manera que
un desconocido nos siguió en Londres (Doyle, 2012, p. 62).
El observador posee un saber modal o procedimental, para empezar a descubrir la identidad del
desconocido. Al conocer todos los habitantes cercanos al páramo, puede descartar fácilmente los
que no atañen a las características físicas de este hombre que observó.
Posterior al encuentro con Stapleton, Watson y Sir Henry salen en compañía del Doctor
Mortimer, para conocer el lugar exacto donde perdió la vida Sir Charles.
El paseo de los Tejos es un camino muy largo y sombrío entre dos altas paredes de seto
recortado, con una estrecha franja de hierba a ambos lados. En el extremo más distante se halla
un pabellón de verano, viejo y ruinoso. A mitad de camino está el portillo que da al páramo,
donde el anciano caballero dejo caer la ceniza de su cigarro puro (Doyle, 2012, p. 50).
En la cita anterior, Watson es un personaje que narra para Holmes, describe un hecho que
presenció- conocer el paseo de los Tejos- lugar donde encuentran sin vida el cadáver de Sir
Charles. Se habla de un lugar sombrío, asociado a temeroso y oscuro. En el recorrido del camino
se topan con un portillo, una cerca que dirige a un pasillo por el cual se llega directo al páramo, en
este espacio encuentra ceniza de cigarrillo y se asume que Sir Charles estuvo en ese lugar por
varios minutos, el tiempo suficiente para que su cigarrillo después de consumirse arrojara ceniza.
Más adelante. Watson añade a su narración:
Mientras Sir Charles estaba allí vio algo que se acercaba atravesando el páramo, algo que le
aterrorizo hasta el punto de hacerle perder la cabeza, por lo que corrió y corrió hasta morir de
puro horror y agotamiento (Doyle, 2012, p. 50).
62
Esto lo dice Watson al recordar sus conversaciones con su maestro Holmes, y mientras hace un
recorrido del páramo en compañía del doctor Mortimer y Sir Henry, se refiere a la muerte de Sir
Charles como un caso donde los nervios pueden desatarse hasta el punto de hacer perder la razón,
el horror es el motivo para perder la cabeza, y su afección cardiaca llega al límite por el
agotamiento de correr desesperadamente. Esta es la solución del caso Baskerville, bastaría añadir
que la causa de tal horror, fue observar caminar al sabueso infernal, protagonista de la leyenda que
termino con la vida de dos miembros de esta familia. Sin embrago, el observador aun no llega a
esta conclusión porque no ha recolectado las pistas suficientes para inculpar a un personaje y la
leyenda del sabueso no le parece confiable.
La labor de observación de Watson toma mayor responsabilidad y se agudiza a medida que
recolecta los indicios. Antes de descubrir la identidad del hombre del risco, Sir Henry pronuncia
que desea salir a caminar por el páramo y le pide a Watson que por esta ocasión no lo acompañe.
Watson que teme por la vida del baronet sale detrás de él, de forma sigilosa para no ser descubierto,
minutos después, cuando se haya en el espesor del páramo, Watson, desde una distancia
considerable, ve como él se aproxima hacia la señorita Beryl Stapleton, la hermana del naturalista.
Beryl es una mujer joven, morena, alta, de ojos oscuros, esbelta y elegante.
Nuestro amigo el baronet y la dama se habían detenido en la senda y seguían hablando
absortos, cuando observé de repente que no era yo el único testigo de su entrevista. Una
mancha verde que flotaba en el aire atrajo mi atención y, al mirarla con más detenimiento, vi
que iba sujeta a un mango y que la llevaba un hombre que avanzaba por terreno accidentado.
Era Stapleton, con su cazamariposas. Estaba mucho más cerca de la pareja que yo, y daba la
impresión de moverse hacia ellos… (Doyle, 2012, p. 54)
Al llegar a su lado empezó a gesticular y casi a bailar de excitación delante de los enamorados.
No entendí bien el sentido de la escena, pero me pareció que Stapleton insultaba a Sir Henry
a pesar de sus explicaciones, y que este último se enfadaba cada vez más al comprobar que el
otro se negaba a aceptarlas. La dama se mantenía a un lado en altivo silencio. Finalmente
Stapleton se dio la vuelta y llamó de manera perentoria a su hermana, quien, después de mirar
indecisa a Sir Henry, se alejó en su compañía (Doyle, 2012, p. 55).
Al estar frente a ellos, Stapleton noto un tono y miradas de coquetería, conductas que
molestaron al naturalista y por ello se había enfadado. Watson salió de su escondite y confesó a
Sir Henry que lo había seguido desde la mansión y había presenciado todo este hecho con los
hermanos Stapleton.
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Sir Henry le confiesa a Watson sus deseos de formalizar una relación con la señorita Stapleton,
pero se siente furioso por la reacción de su hermano, no entiende porque le molesta el cortejo si
con ella tiene buenas intenciones.
Intenté hallar una o dos explicaciones, pero, a decir verdad, también yo estaba desconcertado.
El título nobiliario de nuestro amigo, su fortuna, su edad, su manera de ser y su aspecto están
a su favor, y no me consta que haya nada en contra suya, si se exceptúa el triste destino que
parece perseguir a su familia. Que su propuesta de matrimonio se rechace de manera tan
brusca, sin referencia alguna a los deseos de la propia interesada, y que la dama misma acepte
la situación sin protestar es de todo punto sorprendente. Sin embargo las aguas volvieron a su
cauce gracias a la visita que Stapleton en persona hizo al baronet aquella misma tarde. Se
presentó para pedir disculpas por su comportamiento grosero de la mañana y, después de una
larga entrevista privada con Sir Henry en el estudio, la conversación concluyó con una
reconciliación total; como prueba de ello cenaremos en la casa Merripit el viernes próximo
(Doyle, 2012, p. 56).
Watson quiere conocer la razón del comportamiento de Stapleton, intenta ahondar en su
psicología buscando una explicación a la oposición entre el posible matrimonio de su hermana y
Sir Henry y no la encuentra; enumera de forma positiva las características que lo harían un buen
esposo y le genera confusión que su propuesta sea rechazada sin tener en cuenta los deseos de la
interesada.
Watson sabe que los Stapleton ocultan algo, lo deja claro cuando descubre las miradas de
complicidad entre quienes se hacen pasar por hermanos y por ello es notorio el rechazo hacia la
propuesta sentimental de Sir Henry. El observador menciona esta acción en el relato como “un
punto sorprendente”, que produce en el narratario interés por conocer esa parte de la historia. En
otras palabras, Watson deja un cabo suelto, y el narrador y el narratario se encuentran disjuntos de
la información que continúa en la historia.
Cuando Stapleton se presenta ante Sir Henry esa misma tarde, busca construir otra imagen de
él, quiere que el baronet no se lleve una mala impresión y como reconciliación lo invita a cenar a
su casa. Ya no es el hombre grosero y molesto del páramo, ahora brilla por su amabilidad y
cortesía. Este accionar del naturalista despierta más interés en Watson, ahora se pregunta ¿Por qué
el cambio de actitud de la mañana a la tarde? Posiblemente se trata de un plan de los Stapleton en
el que no es válido levantar sospechas por parte de Sir Henry y por ello tal momento de cordialidad.
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Al parecer no es el único cabo suelto que ha dejado Watson, tres hechos inconclusos han de
conectar el final de la historia, el primero, es qué sucede con Selden, el presidiario que se oculta
en el páramo, el segundo, es que Watson aún desconoce la identidad del hombre del risco y el
tercero, es la comida pendiente que tienen Watson y Sir Henry en casa de los Stapleton.
Páginas más adelante se retoma el caso Selden. Sucede cuando Barrymore se acerca a Sir Henry
y le pide que culmine la persecución que ha iniciado en contra de su cuñado, asegurando que:
Selden no entrará en ninguna casa, señor. Le doy solemnemente mi palabra. Ni volverá a
molestar a nadie en este país. Le aseguro, Sir Henry, que dentro de muy pocos días se habrán
tomado las medidas necesarias y estará camino de América del Sur. Por el amor de Dios, señor,
le ruego que no informe a la policía de que mi cuñado sigue aún en el páramo. Han abandonado
la persecución y será un buen refugio hasta que el barco esté preparado. Y si lo denuncia nos
causará problemas a mi mujer y a mí. Se lo suplico, señor, no diga nada a la policía (Doyle,
2012, p. 63).
Barrymore ha construido una imagen de hombre familiar desde el inicio del relato, su familia
ha trabajado durante varias generaciones para los Baskerville y siempre ha estado a la defensa del
hermano de su esposa. Evidentemente Sir Henry no puede confiar en un hombre que ha escapado
de prisión y se lo hace saber a Barrymore, teme por las familias del páramo a quienes puede atacar
y deja notar su preocupación especial por la casa Merripit donde vive la señorita Stapleton que
solo posee la ayuda de su hermano para su defensa.
El mayordomo se dirige a Sir Henry con un tono muy seguro: “No hará una locura semejante,
señor. Le hemos proporcionado todo lo que necesita. Cometer un delito sería lo mismo que
proclamar dónde está escondido (Doyle, 2012, p. 63). Con dicho argumento Sir Henry se
convenció de no denunciar a Selden y permitir que este huyera del país.
Barrymore en agradecimiento manifiesta que sabe algo que descubrió mucho tiempo después
de la muerte de Sir Charles y nunca lo ha comentado con nadie.
Verá, señor; yo no hubiera vuelto a pensar en ello de no ser por mi mujer que, hace tan sólo
unas semanas, cuando estaba limpiando el estudio de Sir Charles (no se había tocado desde su
muerte), encontró las cenizas de una carta en el hogar de la chimenea. Aunque las cuartillas
estaban prácticamente carbonizadas había un trocito, el final de una página, que no se había
disgregado y aún era posible leer lo que estaba escrito, en gris sobre fondo negro. Nos pareció
que se trataba de una posdata y decía lo siguiente: "Por favor, por favor, como es usted un
caballero, queme esta carta y esté junto al portillo a las diez en punto". Debajo alguien había
firmado con las iniciales L. L. (Doyle, 2012, p. 64).
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Durante esta última escena, Watson solo ha participado de testigo, su voz se encuentra en
reducidas líneas donde solo niega, afirma o le sirve de preámbulo a Sir Henry o Barrymore para
narrar. Pero al conocer esta nueva pista, L.L, las iniciales de una mujer con quien se iba a encontrar
Sir Charles el mismo día de su muerte, decide escribir en su diario; su competencia lingüística le
vuelve a otorgar la voz en el relato. Menciona que el 17 de octubre salió a caminar por el páramo
bajo la lluvia y de regreso a la mansión se encontró con el doctor Mortimer que buscaba a su perro
espinel. Watson no desaprovecho esta ocasión y pregunto al doctor si conocía a una persona a
quien correspondieran estas iniciales; “espere un momento -añadió, después de una pausa-. Está
Laura Lyons, sus iniciales son L. L., aunque vive en Coombe Tracey” (Doyle, 2012, p. 65).
Watson pregunto de quien se trataba y el doctor Mortimer le explico que era la hija del señor
Frankland, pero se había casado con un artista de apellido Lyons, que resultó ser un sinvergüenza
y la abandono. Por casarse sin el consentimiento de su padre este la abandono a su suerte y la chica
la ha pasado mal, Sir Charles, Stapleton y Mortimer la han ayudado económicamente.
Más adelante Watson añade:
Mortimer quiso saber el motivo de mis investigaciones, pero logré satisfacer su curiosidad sin
decirle demasiado, porque no hay razón para confiar en nadie. Mañana por la mañana me
pondré en camino hacia Coombe Tracey y si puedo ver a la señora Laura Lyons, de dudosa
reputación, se habrá dado un gran paso para aclarar uno de los incidentes de esta cadena de
misterios. Sin duda estoy adquiriendo la prudencia de la serpiente, porque cuando Mortimer
insistió en sus preguntas hasta extremos inconvenientes, me interesé como por casualidad por
el tipo de cráneo de Frankland, de manera que sólo oí hablar de craneología durante el resto
del trayecto. De algo ha de servirme haber vivido durante años con Sherlock Holmes (Doyle,
2012, p. 65).
Watson exhibe su competencia como investigador, y efectúa los giros necesarios para satisfacer
la curiosidad de algún preguntón como el doctor Mortimer, al igual que lo ha hecho con Stapleton
en varias ocasiones; su maestro Holmes le ha entrenado para decir poco y tornar un cambio en la
conversación, de modo tal que no parezca una evasiva, pero que evite revelar detalles de suma
importancia y que ante todo no confié en nadie.
Este es el método característico de Holmes en esta novela, guarda silencio con respecto a sus
hallazgos hasta hilar los cabos sueltos, sin embargo, no comenta mucho sobre su forma de
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encontrar al culpable, simplemente se limita a dar conclusiones y a dejar vacíos en el narratario,
con ello se sustenta que el observador de la narración es Watson, porque a través de él se hace un
recorrido arduo por la historia, los tiempos y los personajes.
Un juicio de valor también emerge de las palabras de Watson al referirse a la señora Lyons
como una mujer “de dudosa reputación” basado en un ethos previo construido por las
enunciaciones del doctor Mortimer.
Siguiendo la cronología de su diario, Watson relata el 18 de octubre, que los acontecimientos
extraños de los últimos días se encaminan al desenlace y amplía diciendo:
Comienzo, por lo tanto, un día después de que lograra establecer dos hechos de gran
importancia: el primero que la señora Laura Lyons de Coombe Tracey había escrito a Sir
Charles Baskerville para citarse con él precisamente a la hora y en el sitio donde el baronet
encontró la muerte; y el segundo que al hombre al acecho en el páramo se le podía encontrar
en los refugios de piedra de las colinas. Con aquellos dos datos en mi poder, llegué a la
conclusión de que si no me hallaba completamente desprovisto ni de inteligencia ni de valor,
tendría que arrojar por fin alguna luz sobre tanta oscuridad. (Doyle, 2012, p. 68).
Watson se presenta como un sujeto de estado, conjunto a un saber y como el vehículo para
llevar este saber al enunciatario. Construye la historia con las pistas que ha obtenido en su proceso
de observación y se convierte en un informador tanto de Holmes como del narratario.
También hace uso de una figura de comparación “si no me hallaba completamente desprovisto
ni de inteligencia ni de valor, tendría que arrojar por fin alguna luz sobre tanta oscuridad”, donde
se relaciona dos términos semejantes o que poseen una misma cualidad, como son la inteligencia
y el valor que pueden guiar hacia la luz, en relación con la verdad.
Poco después Watson llegó a su destino y expresa:
Lo primero que impresionaba de la señora Lyons era su extraordinaria belleza. Tenía los
ojos y el cabello de un color castaño muy cálido, y sus mejillas, aunque con abundantes
pecas, se veían agraciadas con la perfección característica de las morenas: la delicada
tonalidad que se esconde en el corazón de la rosa. La admiración era, como digo, la primera
impresión. Pero a la admiración sucedía de inmediato a la crítica. Había un algo muy sutil
que no funcionaba en aquel rostro, una vulgaridad en la expresión, quizá una dureza en la
mirada, un rictus en la boca que desvirtuaba belleza tan perfecta. Pero todas estas
reflexiones son, por supuesto, tardías. En aquel momento no hice más que darme cuenta de
que tenía delante a una mujer muy hermosa que me preguntaba cuál era el motivo de mi
visita. Y hasta entonces yo no había entendido bien hasta qué punto era delicada mi misión.
(Doyle, 2012, p. 68).
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Nos encontramos frente a un Watson observador que desempeña un rol temático de sujeto
afectivo, deja ver sus emociones frente a Laura Lyons, describe sus rasgos físicos como un manual
de estética de la belleza y agrega una metáfora: “la delicada tonalidad que se esconde en el corazón
de la rosa”, para describir su sensación frente a la presencia de esta mujer y a sus cálidas mejillas
rodeadas de pecas.
Como menciona el observador, la admiración es la primera impresión que se hace de Laura Lyons,
pero de inmediato algo en su rostro también revelaba un misterio, el “rictus”, como una risa
fingida, es una especie de contracción de los labios que deja al descubierto los dientes y da a la
boca el aspecto de una sonrisa. Aquella tensión de los labios develaba algo de imperfección entre
tanta belleza.
Acto seguido Watson entra en interlocución con Laura Lyons:
W: He venido a verla precisamente en relación con el difunto Sir Charles Baskerville. Las
pecas adquirieron mayor relieve sobre el rostro de la dama.
L.L: ¿Qué puedo decirle acerca de él? -preguntó, mientras sus dedos jugueteaban
nerviosamente con los marginadores de la máquina de escribir.
W: Usted lo conocía, ¿no es cierto?
L.L: ¿Cuál es el objeto de estas preguntas? -quiso saber, con tono cortante.
W: El objeto es evitar un escándalo público. Es mejor hacerlas aquí, y evitar que este asunto
escape a nuestro control (Doyle, 2012, p. 69).
Dentro de la conversación que sostienen el detective y la señora Laura, es evidente el
nerviosismo de la mujer, Watson describe como se sonroja y como juega nerviosa con sus dedos,
mientras le preguntan por su cercanía con Sir Charles. Su corporalidad la traiciona, sus
movimientos simpáticos han desaparecido y se nota la tensión que le genera responder a las
preguntas de Watson.
La señora Lyons precisa:
L.L: Eran varios los caballeros que estaban al tanto de mi triste historia y que se unieron para
ayudarme. Uno de ellos, el señor Stapleton, vecino y amigo íntimo de Sir Charles, fue muy
amable conmigo, y el baronet supo de mis problemas por mediación suya.
W: Yo estaba enterado de que Sir Charles Baskerville había recurrido en diferentes ocasiones
a Stapleton como limosnero suyo, de manera que la explicación de mi interlocutora tenía todos
los visos de ser cierta.
W: ¿Escribió usted alguna vez a Sir Charles pidiéndole una cita? -continué.
L.L: Desde luego que no
W: Sin duda la traiciona la memoria -le respondí-. Podría incluso citar un pasaje de su carta.
Decía así: «Por favor, por favor, como es usted un caballero, queme esta carta y esté junto al
portillo a las diez en punto (Doyle, 2012, p. 69).
68
Watson busca confrontar las respuestas de L.L, con la intención de que brinde un poco más de
información sobre la noche en que Sir Charles muere. Esta mujer, aunque inicialmente niega la
autoría de carta, acepta posteriormente que si escribió para Sir Charles pidiéndole ayuda
económica para concretar su divorcio. Afirma también que la hora de la cita fue programada
teniendo en cuenta que el baronet salía al día siguiente de viaje para Londres. Pero asegura que
nunca asistió a la cita porque recibió ayuda de otra fuente.
Posteriormente Watson manifiesta:
Su historia tenía coherencia y no conseguí que se contradijera a pesar de mis preguntas. Sólo
podía comprobarla averiguando si, de hecho, en el momento de la tragedia o poco antes, había
iniciado los trámites para conseguir el divorcio.
No era probable que mintiera al decir que no había estado en la mansión de los Baskerville,
dado que se necesitaba un cabriolé para llegar hasta allí, y que tendría que haber regresado a
Coombe Tracey de madrugada, lo que hacía imposible mantener el secreto sobre una
expedición de tales características. Lo más probable era, por consiguiente, que dijera la verdad
o, por lo menos, parte de la verdad. Me marché desconcertado y desanimado (Doyle, 2012,
p. 70).
La forma reiterada en que Watson realizaba las preguntas, había logrado desatar los nervios de
la señora Laura, se sentía acorralada al dar algunas respuestas, tanto así que dos de ellas solo se
registraron cuando el detective pide la respuesta con el objeto de no hacer de este caso un escándalo
público. Forzar a la señora Lyons a cooperar deja observar otros comportamientos que tienden a
hacer pensar que esconde algo.
Al final, Laura contesta todas las preguntas y además aleja las posibles sospechas que recaen sobre
ella, el detective no tiene otra opción que marcharse sin conseguir ninguna prueba que ate a esta
mujer a la muerte se Sir Charles.
Una vez más me tropezaba con la misma barrera infranqueable que parecía interponerse en mi
camino cada vez que trataba de alcanzar el objetivo de mi misión. Y, sin embargo, cuanto más
pensaba en el rostro de la dama y en su actitud, más seguro estaba que ocultaba algo (Doyle,
2012, p. 71).
Watson sabía que la corporalidad y emocionalidad de Laura Lyons hablaban más de ella que
sus propias palabras. El sonrojarse, titubear y jugar con un objeto entre sus manos, eran muestras
de nerviosismo y ansiedad, con ello se podía inferir que tenía algo que ocultar.
La suerte se había vuelto una y otra vez contra nosotros en el curso de aquella investigación,
pero ahora vino por fin en mi ayuda. Y el mensajero de mi buena suerte no fue otro que el
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señor Frankland que se hallaba de pie, con sus patillas grises y su tez rojiza, junto a la puerta
del jardín de su casa, que daba a la carretera por la que yo viajaba (Doyle, 2012, p. 71).
Watson posee la motivación del querer conocer el trasfondo de las palabras de Laura Lyons y
supone que encontrarse con su padre, que vive cerca de la carretera por donde Watson debe pasar
para regresar a la mansión puede ser un acto de buena suerte. El deber también es un motivante
para este detective, que busca cada vez tener más información para transmitirle a Holmes.
Frankland es también vecino de los Baskerville, vive a seis metros de la mansión, es un viejo
chiflado, de cabellos blancos, que invierte su tiempo y su dinero en casos absurdos que son
debatidos ante un juez, un ejemplo de ello es conseguir que condenen a Sir John Morland por casar
en sus propias tierras, menciona con felicidad que le costó 200 libras pero logró que fallaran a su
favor, sin reportarle ningún beneficio. Vive en la casa Lafter y tiene una hija, Laura Lyons, a la
que desprecia por casarse sin su autorización.
Mis sentimientos hacia Frakland distaban mucho de ser amistosos después de lo que había
oído sobre su manera de tratar a la señora Lyons, pero estaba deseoso de enviar a Perkins y la
tartana a casa, y aquélla era una buena oportunidad. Descendí del coche y envié un mensaje a
Sir Henry comunicándole que regresaría a pie, a tiempo para la cena. Después seguí a
Frankland hasta su comedor.
Frankland muestra una imagen de hombre justo, que hace cumplir la ley y actúa por el sentido
del deber. Watson, por el contrario, lo construye como un hombre poco amistoso y poco familiar.
La acción que desempeña Watson como observador se extiende buscando nuevos focos de
interés, nuevos indicios materiales que puedan dar luces de los comportamientos psicológicos de
los personajes, aunque no es claro en el relato, porque no se menciona el interés de Watson para
entrar en interlocución con Frankland, se infiere que busca ampliar la información que tiene sobre
Laura Lyons, o busca conocer a fondo a este hombre excéntrico que solo piensa en satisfacer sus
banalidades.
El relato sigue su curso mientras el señor Frankland narra para Watson, habla sobre los indicios
que pueden explicar que el preso que se ha escapado se encuentra oculto en el páramo. Menciona
que ha observado a un mensajero que le lleva los alimentos y acto seguido Watson expresa: “Se
me cayó el alma a los pies pensando en Barrymore. Era un grave problema estar en manos de aquel
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viejo entrometido y rencoroso. Pero su siguiente observación me quitó un peso de encima” (Doyle,
2012, p. 72).
Frankland menciona que es un niño y Watson retoma:
¡Una vez más la suerte me sonreía! Y sin embargo evite dar muestras de interés. ¡Un niño!
Barrymore me había dicho que al desconocido lo atendía un muchacho. Frankland había
tropezado por casualidad con su rastro y no con el de Selden. Si me enteraba de lo que él sabía,
quizá me ahorrara una búsqueda larga y fatigosa. Pero la incredulidad y la indiferencia eran
sin duda mis mejores armas (Doyle, 2012, p. 72).
Watson es un sujeto que actúa bajo el dominio de la emocionalidad y se puede evidenciar en su
competencia lingüística, recrea en el narratario sus sentimientos de euforia, pero siempre recuerda
que su labor de investigador lo debe convertir en una persona neutral y ello podría explicar su
constante rigidez al caminar y al hablar.
Su exclamación también se debe a que el relato de Frankland le provee una nueva pista, el
anciano ha hablado del preso Selden que se esconde en el páramo, a quien un niño le sirve de
mensajero para llevar sus provisiones. Watson sabe que se equivoca porque la comida para Selden
se la suministra Barrymore, así que sin lugar a duda Frankland habla del extraño hombre del risco
que Watson observo en el páramo.
Siguiendo la conversación, Watson intenta cambiar la hipótesis sobre los hechos narrados y
menciona:
En mi opinión es mucho más probable que se trate del hijo de uno de los pastores del páramo
y que se limite a llevar la comida a su padre. El menor signo de oposición bastaba para que el
viejo autócrata echara chispas por los ojos. Me miró con malevolencia y se le erizaron las
patillas grises como podría hacerlo el lomo de un gato enfurecido (Doyle, 2012, p. 72).
Watson ya conoce parte de lo quiere saber, pero su acción va dirigida a que el señor Frankland
revele más detalles de su interés, que puedan indicar la identidad del hombre del risco y cómo este
personaje se relaciona con la muerte de Sir Charles.
Con la ayuda de un telescopio se comprueba la afirmación de Frankland, al poder observar al
niño ascender por la colina y dirigirse hacia las cabañas del páramo.
Posteriormente Watson retoma la acción y enuncia:
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Seguí carretera adelante hasta perder de vista a Frankland y luego me lancé campo a través por
el páramo en dirección a la colina pedregosa en donde habíamos perdido de vista al muchacho.
Todo trabajaba en mi favor y me juré que ni por falta de energía ni de perseverancia
desperdiciaría la oportunidad que la fortuna había puesto a mi alcance.
… Al muchacho no se le veía por ninguna parte. Pero por debajo de mí, en una hendidura entre
las colinas, los antiguos refugios de piedra formaban un círculo y en el centro había uno que
conservaba el techo suficiente como para servir de protección contra las inclemencias del
tiempo. El corazón me dio un vuelco al verlo. Aquélla tenía que ser la guarida donde se
ocultaba el desconocido. Por fin iba a poner el pie en el umbral de su escondite: tenía su secreto
al alcance de la mano (Doyle, 2012, p. 73).
Watson parte de un principio general que se nutre con pistas y detalles para llegar a una
conclusión particular. El detective hace uso del método de su maestro cuando decide que la
observación y la recolección de pistas lo pueden ayudar a encontrar al culpable de la muerte de Sir
Charles. Al tener las pistas en su poder, Watson hace uso de sus saberes previos y busca aplicar
estrategias de otros casos en este; como buen informador, tiene la prudencia de explicar todo lo
que observa a su alrededor, logrando que el narratario construya y se desplace en los espacios que
se le describen.
Su mirada se posa ahora en el lugar que tanto misterio le produce, donde se haya posiblemente
el hombre cuya silueta se dibujaba en la luna el día de la persecución de Selden y que posiblemente
tiene algún vínculo con la familia Baskerville.
Al llegar al lugar, se da cuenta que:
El refugio estaba vacío.
Signos abundantes confirmaban, sin embargo, que había seguido la pista correcta. Se trataba
del lugar donde se alojaba el desconocido. Sobre la misma losa de piedra donde el hombre
neolítico había dormido en otro tiempo se veían varias mantas envueltas en una tela
impermeable. En la tosca chimenea se acumulaban las cenizas de un fuego. A su lado
descansaban algunos utensilios de cocina y un cubo lleno a medias de agua. Un montón de
latas vacías ponía de manifiesto que el lugar llevaba algún tiempo ocupado (Doyle, 2012, p.
73).
Los índices materiales que encuentra Watson en este lugar le confirman que alguien habita allí,
aunque en el momento no se encuentre presente en este espacio. Sin embrago algo de suma
importancia se hallaba dentro del lugar y Watson en su lenguaje alegórico menciona: “el corazón
me dio un vuelco al ver que debajo había una hoja escrita. Alcé el papel y esto fue lo que leí,
toscamente garabateado a lápiz: «El doctor Watson ha ido a Coombe Tracey»” (Doyle, 2012, p.
74).
72
Watson se convierte en un paciente de la acción de otro sujeto, la nota encontrada puede ser
una señal del hombre que habita allí, quien esperaba la visita del detective. Watson puede ser la
víctima de un agente, cuya acción es contactar al detective, y ha dejado pistas sueltas para
encaminarlo hacia este lugar.
Dado que el espacio se encuentra vacío y aún no reconoce quien lo habita, Watson toma una
acertada decisión: “con los nervios en tensión, pero más decidido que nunca, me senté en un rincón
del refugio y esperé con sombría paciencia la llegada de su ocupante” (Doyle, 2012, p. 74).
Echeverría señala que “distintos estados emocionales nos predisponen a observar ciertos eventos
o aspectos del entorno y a no observar otros” (Echeverría, 2009, p.164), Watson se siente
tensionado y asustado por ello no observa a fondo los detalles y aun no establece la identidad de
la persona interesada en su visita a “Coombe Tracey”. Ha dejado de lado el análisis de los objetos
que podrían suministrar información del propietario.
Minutos después, se escuchan unos pasos acercándose y al instante algo se escucha:
H: Un atardecer maravilloso, mi querido Watson -dijo una voz que conocía muy bien-. Créame
si le digo que estará usted más cómodo en el exterior que ahí dentro
W: Aquella voz fría, incisiva, irónica, solo podía pertenecer a una persona en todo el mundo.
¡Holmes! Exclamé ¡Holmes! (Doyle, 2012, p. 74-75).
Al encontrarse con Holmes le pregunta cómo ha sabido que era el, este le responde que, gracias
a una colilla arrojada afuera de la cueva, su marca de cigarrillo lo había delatado. Posteriormente
asume que al hallarse en este lugar está realizando sus propias averiguaciones y supone que: “en
ese caso mis informes no le han servido de nada! -me tembló la voz y recordé las penalidades y el
orgullo con que los había redactado” (Doyle, 2012, p. 76).
Watson quien se ha mostrado como un sujeto con gran capacidad lingüística, evidente cuando
redacta sus informes y escribe en su diario, ahora se siente vulnerable por la presencia de Holmes,
y duda que sus investigaciones hayan servido para esclarecer el oscuro panorama que se dibuja
sobre la muerte de Sir Charles, en este pasaje se muestra como un hombre orgulloso, que no quiere
que descarten sus escritos y anhela que se tomen en cuenta los aportes que ha hecho al caso,
73
diferente a líneas anteriores donde muestra una imagen de hombre modesto y humilde frente al
saber que posee.
Holmes le responde:
Aquí están sus informes, mi querido amigo, que he estudiado muy a fondo, se lo aseguro. He
arreglado muy bien las cosas y sólo me llegaban con un día de retraso. Tengo que felicitarle
por el celo y la inteligencia de que ha hecho usted gala en un caso extraordinariamente difícil
(Doyle, 2012, p. 76).
Y en la interlocución Watson añade:
Todavía estaba bastante dolorido por el engaño de que había sido objeto, pero el calor de los
elogios de Holmes me ablandó y además comprendí que tenía razón y que en realidad era
mejor para nuestros fines que no me hubiera informado de su presencia en el páramo (Doyle,
2012, p. 76).
En este apartado Holmes construye la imagen de un Watson ilustrado, inteligente, con gran
capacidad para asociar y analizar acontecimientos encadenados. Los elogios van dirigidos a su
gran capacidad de observación y a sus relatos sobre cada situación en los que desempeña su rol de
personaje.
A continuación, Holmes se dirige a Watson revelando información importante y pronuncia:
“Déjeme que le dé alguna información a cambio de toda la que usted me ha proporcionado. La
dama que se hace pasar por la señorita Stapleton es en realidad esposa del naturalista” (Doyle,
2012, p. 77)
Watson se sorprende con la información que Holmes revela para él, ya se imaginaba uno que otro
secreto de Stapleton, pero no había puesto en duda el parentesco entre los dos personajes. Por lo
tanto, agrega:
Todas mis dudas silenciadas y mis vagas sospechas tomaron repentinamente forma
concentrándose en el naturalista, en aquel hombre impasible, incoloro, con su sombrero de
paja y su cazamariposas. Me pareció descubrir algo terrible: un ser de paciencia y habilidad
infinitas, de rostro sonriente y corazón asesino (Doyle, 2012, p. 77).
Esta imagen que Watson construye de Stapleton esta mediada por la nueva información que
ofrece Holmes, el observador afirma que hasta el momento eran vagas sus sospechas frente al
naturalista, aun no sospechaba que la oposición para entablar un romance entre Sir Henry y Beryl
se basaba en celos maritales y no por su comportamiento de hermano sobreprotector como se
sospechaba.
74
El fenómeno que atañe a los objetos y describe características de sus personajes se hace
presente, Watson hace lectura de los objetos, los describe y los asocia a la personalidad o psicología
de los personajes, estas marcas se encuentran cuando menciona que un “hombre impasible,
incoloro, con su sombrero de paja y su cazamariposas”… puede ser al mismo tiempo un hombre
“de rostro sonriente y corazón asesino”. La nueva imagen de Stapleton muestra a un hombre
simpático pero cargado de maldad.
Para concretar los nuevos hallazgos en el caso, Watson sugiere: “En medio de la oscuridad que
me había rodeado durante tanto tiempo empezaba a perfilarse el contorno de una monstruosa
villanía, mitad vista, mitad adivinada” (Doyle, 2012, p. 77). Se hace uso de la alegoría como un
dispositivo simbólico, donde se combina el significado de un concepto con una idea corpórea; salir
de la oscuridad alude a la verdad y a la oportunidad de acudir a la villanía vista o adivinada, para
decir que Watson crea nuevas conexiones con la información que posee sobre el naturalista.
A partir de los nuevos datos obtenidos sobre Stapleton, Watson se cuestiona: “Si esa mujer es
de verdad su esposa, ¿qué papel corresponde a la señora Lyons en todo esto?” (Doyle, 2012, p.
77).
Y Holmes responde:
Ese es uno de los puntos sobre los que han arrojado luz sus investigaciones. Su entrevista con
ella ha aclarado mucho la situación. Yo no tenía noticia del proyecto de divorcio. En ese caso,
y creyendo que Stapleton era soltero, la señora Lyons pensaba sin duda convertirse en su
esposa (Doyle, 2012, p. 77).
Holmes deja claro en este pasaje que las averiguaciones de Watson han tenido gran efecto y
han contribuido para dar solución al caso Baskerville.
Cuando Holmes reaparece en el relato se empiezan a perder las marcas de Watson el
observador, todas las pistas recolectadas ahora serán sumadas por su maestro Holmes, quien
termina por resolver el caso. Sin embargo, no cabe duda que Watson es llamado el “conductor de
la luz” para resaltar el poder de estímulo que puede generar en Holmes y conducirlo a la verdad.
75
Sin embargo, aunque la voz de Watson disminuye en la diégesis, este sigue realizando al lado
de Holmes, algunas asociaciones y deducciones gracias a sus facultades como observador.
Watson y Holmes visitan a Laura Lyons, toda esta escena es narrada por Holmes en
interlocución con la mujer, quien es sorprendida con la verdad de que los Stapleton son esposos y
desata en ira y relata que fue el naturalista quien la obligo a escribir la carta para Sir Charles y le
advirtió de no acudir a la cita.
Siguiendo los pasos del observador, el relato provee un indicio sonoro que Watson describe
como: “Un alarido terrible, un grito prolongado de horror y de angustia había brotado del silencio
del páramo. Aquel sonido espantoso me heló la sangre en las venas” (Doyle, 2012, p. 77).
La palabra “alarido” refiere según del diccionario a un “grito fuerte o estridente, por algún dolor
pena o conflicto” (DRAE, 2017), es decir, que: “Un alarido terrible, un grito prolongado de
horror” es una sinonimia, una acumulación reiterada de sinónimos en función de aumentar la
precisión y la descripción para el narratario.
Watson y Holmes salen en busca de una explicación para aquel sonido que acaban de escuchar,
el observador describe: “Corrimos a ciegas en la oscuridad, tropezando contra las rocas,
abriéndonos camino entre matas de aulaga, jadeando colinas arriba y precipitándonos pendientes
abajo, siempre en la dirección de donde nos habían llegado aquellos gritos espantosos” (Doyle,
2012, p. 78).
De repente los dos detectives observaron algo fuera de lo común y Watson expresa:
Al acercarnos corriendo la silueta imprecisa adquirió contornos definidos. Era un hombre
caído boca abajo, con la cabeza doblada bajo el cuerpo en un ángulo horrible, los hombros
curvados y el cuerpo encogido como si se dispusiera a dar una vuelta de campana (Doyle,
2012, p. 78).
Un hombre yacía muerto en el piso, la posición del cuerpo mostraba que después de una fuerte
caída, el cuerpo había quedado boca abajo, con distorsiones en las extremidades superiores que
iban desde el hombro y curvaban los brazos como en posición de darse la vuelta. La descripción
del cuerpo de aquel hombre en el piso es clara evidencia de la competencia cognitiva de Watson,
76
su profesión de médico le proporciona un saber, un conocimiento amplio sobre el tema que genera
confianza y verosimilitud para el enunciatario.
Holmes se acercó al cuerpo:
El resplandor de un fósforo permitió ver que se había manchado los dedos de sangre, así como
el espantoso charco que crecía lentamente y que brotaba del cráneo aplastado de la víctima. Y
algo más que nos llenó de desesperación y de desánimo: ¡se trataba del cuerpo de Sir Henry
Baskerville! (Doyle, 2012, p. 78- 79).
En este instante nuestro observador debe sentir frustración, porque el hombre que estaba a su
cuidado ha perdido la vida, y aunque el motivo parece ser una caída, aun no se descartan los
alaridos que anunciaron esta escena, ni se desecha la posible participación del sabueso en este
hecho lamentable.
Segundos después, Holmes se fija en un detalle y exclama: “¡Una barba! ¡Una barba! ¡El muerto
tiene barba! No es el baronet..., es... ¡mi vecino, el preso fugado!” (Doyle, 2012, p. 79). Watson se
libera de un pequeño peso después de identificar el cadáver, aunque el relato no lo menciona es
evidente su preocupación, mucho más cuando se encuentra en presencia de Holmes, quien le había
encargado el cuidado de este personaje para que no corriera la misma suerte de sus antecesores y
no se diera más fuerza a la leyenda del sabueso.
Luego, en un instante, lo entendí todo. Recordé que el baronet había regalado a Barrymore sus
viejas prendas de vestir. El mayordomo se las había traspasado a Selden para facilitarle la
huida. Botas, camisa, gorra: todo era de Sir Henry. La tragedia seguía siendo espantosa, pero,
al menos de acuerdo con las leyes de su país, aquel hombre había merecido la muerte. Con el
corazón rebosante de agradecimiento y de alegría expliqué a Holmes lo que había sucedido.
(Doyle, 2012, p. 80).
Los objetos caracterizan a los personajes, por eso se da esta confusión, como Selden llevaba
puestas las prendas de vestir de Sir Henry, es el baronet el que se presupone muerto. Esta parte de
la historia solo la conocen Watson y Barrymore, el observador por su parte, ejerce el rol actancial
de informador y suministra la descripción precisa que deja claro porque a simple vista el cadáver
se confunde con Sir Henry. Dentro de esta cita también se encuentra otro elemento importante,
existe la figura literaria de analepsis, que traslada la escena a tiempo pasado, como se puede
evidenciar en el uso de los verbos “entendí, recordé y había regalado”. La analepsis en este pasaje
tiene como objetivo apoyar la acción narrada del presente, se rememora un hecho ya ocurrido que
genera nuevos acontecimientos.
77
Un poco después en la historia:
Una figura se acercaba por el páramo, acompañada del débil resplandor rojo de un cigarro
puro. La luna brillaba en lo alto del cielo y me fue posible distinguir el aspecto atildado y el
caminar desenvuelto del naturalista. Stapleton se detuvo al vernos, pero sólo unos instantes
(Doyle, 2012, p. 80).
La presencia de Stapleton en el lugar revela una conexión entre él y el sabueso; la imagen que
construye Stapleton de sí mismo esta inclinada hacia la superstición, y un hombre que le teme a
hechos sobrenaturales no se esperaría que quisiera dar un paseo por el páramo en horas de la noche,
cuando acechan todos los peligros. Se podría inferir que acude al lugar por los gritos que se
escucharon momentos atrás, y sin temor a lo que pudiera encontrarse, llega hasta el lugar de los
hechos.
El naturalista se sorprende de que no sea Sir Henry sino Selden quien ha muerto, al igual que
se sorprende de ver a Holmes en el páramo; para disipar las sospechas de porque merodea este
lugar y con la intención de conocer los avances sobre el caso de la muerte de Sir Charles, invita a
los detectives a pasar la noche en su casa, pero estos rechazan su oferta y deciden llegar a la
mansión Baskerville.
Durante el camino Watson sugiere desenmascarar a Stapleton, porque para los detectives ya es
evidente que es el asesino, pero Holmes admite que las pruebas no son suficientes para demostrar
su participación en la muerte de Sir Charles:
No se encontró en su cuerpo la menor señal de violencia. Usted y yo sabemos que murió de
miedo y sabemos también qué fue lo que le asustó, pero, ¿cómo vamos a conseguir que doce
jurados impasibles también lo crean? ¿Qué señales hay de un sabueso? ¿Dónde están las
huellas de sus colmillos? Sabemos, por supuesto, que un sabueso no muerde un cadáver y que
Sir Charles estaba muerto antes de que el animal lo alcanzara. Pero todo eso tenemos que
probarlo y no estamos en condiciones de hacerlo (Doyle, 2012, p. 82).
Holmes y Watson afirman que Sir Charles murió de un ataque al corazón por el miedo que le
genero ver al sabueso, pero, el relato dice que Sir Charles al momento de ver al sabueso corre en
puntitas para hacer el menor ruido, este hecho hace pensar que en la escena ya estaba presente el
sabueso y que de inmediato el corazón de Sir Charles se aceleró y murió.
78
Bayard insinúa que es una extraña afirmación, decir que los perros no comen cadáveres y
agrega:
Según el examen de las huellas, el perro se halla a unos veinte metros de la víctima, y por lo
tanto, si va lanzado a toda velocidad, puede alcanzarla en unos segundos.
¿Cómo es posible que en tan breve lapso Baskerville pueda sufrir un ataque cardiaco, morirse
y que el perro tenga tiempo de emitir un diagnóstico lo suficientemente preciso como para
decidir, por mor de sus preferencias alimentarias, ahorrarse el esfuerzo antes de alcanzar el
cuerpo? (Bayard, 2010, p. 127)
El analista infiere sus conjeturas desde algunas irregularidades, como son la velocidad que
puede alcanzar un sabueso frente a su presa y la previsión del paladar exquisito del animal que no
le permite comer parte de un cadáver. Bayard refuerza su posición bajo el argumento de las
ficciones literarias, donde se encuentran pasajes de perros devorando cadáveres.
No obstante, Holmes cree fielmente en su teoría y pretende mostrar las pruebas que lo
confirman. Siguiendo el hilo de la historia, dentro de la mansión Baskerville, Holmes notó una
sala adornada por retratos de la familia y pidió a Sir Henry que le contara sobre sus antecesores;
el baronet comienza a mencionar los nombres de cada Baskerville hasta llegar al de Hugo, donde
Holmes centra todo su interés.
Holmes no dijo apenas nada más, pero el retrato del juerguista de otros tiempos parecía
fascinarle, y no apartó los ojos de él durante el resto de la comida. Tan sólo más tarde, cuando
Sir Henry se hubo retirado a su habitación, pude seguir el hilo de sus pensamientos. Holmes
me llevó de nuevo al refectorio y alzó la vela que llevaba en la mano para iluminar aquel retrato
manchado por el paso del tiempo (Doyle, 2012, p. 84).
Al principio Watson no entendía el interés de Holmes por el retrato de Hugo Baskerville, un
poco más tarde el observador vuelve a mirar el cuadro mientras Holmes cubre con su brazo el
cabello rizado de Hugo y le pregunta a Watson si puede observar algo en particular. “En el lienzo
había aparecido el rostro de Stapleton (Doyle, 2012, p. 85).
Jack Stapleton pertenecía a la familia Baskerville, su parecido con Hugo era inconfundible, por
eso el plan de Holmes ahora era claro “Iba a utilizar al baronet para convencer a los Stapleton de
que nos habíamos ido, aunque en realidad regresaríamos en el momento crítico. (Doyle, 2012, p.
87).
Watson narrador manifiesta:
79
Uno de los defectos de Sherlock Holmes -si es que en realidad se le puede llamar defecto- era
lo mucho que se resistía a comunicar sus planes antes del momento mismo de ponerlos por
obra. Ello obedecía en parte, sin duda, a su carácter autoritario, que le empujaba a dominar y
a sorprender a quienes se hallaban a su alrededor (Doyle, 2012, p. 89).
La imagen que Watson construye de Holmes es siempre cargada de admiración, desde el inicio
del pasaje cuando aclara: “si es que en realidad se le puede llamar defecto” deja ver que sus fallas
pueden ser grandes fortalezas para llevar a cabo su método; aunque más adelante lo tacha de
autoritario, palabra que el diccionario define como “la acción de ejercer poder sobre otros”, porque
es evidente que Holmes ejecuta su programa narrativo como agente de la acción y Watson se
convierte en un paciente, un beneficiario de las acciones de Holmes.
El método de Holmes obedece a la prudencia, entre menos revele datos a otras personas, más
cerca se encuentra de la verdad, y su “carácter autoritario” lo llevan a sorprender siempre a las
personas que escuchan sus hipótesis sobre los casos que investiga.
Siguiendo el curso de la historia, luego de seguir a Sir Henry hasta la casa de los Stapleton,
Watson comenta:
Sólo había dos personas en la habitación: Sir Henry y Stapleton, sentados a ambos lados de la
mesa redonda. Yo los veía de perfil desde mi punto de observación. Ambos fumaban cigarros
y tenían delante café y vino de Oporto. Stapleton hablaba animadamente, pero el baronet
parecía pálido y ausente. Quizá la idea del paseo solitario a través del páramo pesaba en su
ánimo (Doyle, 2012, p. 90).
Holmes ha convencido a Sir Henry de asistir solo a la cena y le ha pedido que de regreso a la
mansión Baskerville utilice el camino de los tejos que cruza el páramo y pasa por el lugar donde
murió Sir Charles, tal vez esta es la explicación de porqué el baronet se encuentra ausente en la
conversación y la palidez de su rostro evidencia el temor. Otra razón podría ser la ausencia de la
señorita Stapleton en la cena, quien era el motivo principal de Sir Henry para aceptar esta
invitación.
Watson continúa su observación y describe la escena:
Una de las ventanas se cerró de repente. Los criados habían abandonado la cocina. Sólo
quedaba la lámpara del comedor donde los dos hombres, el anfitrión criminal y el invitado
desprevenido, todavía conversaban saboreando sus cigarros puros (Doyle, 2012, p. 90).
80
El observador en compañía de Holmes, se encuentran aproximadamente a 200 metros de la
casa. Watson observa que en el lugar solo se hayan Stapleton y Sir Henry; al primero lo evalúa
como “criminal”, dueño de la casa y encargado de las atenciones, pero hombre de cuidado según
indican las pruebas delictivas contra él; al segundo lo valora como: “desprevenido”, es decir, quien
aún no se percata de la maldad de individuo con el que comparte la cena y unos cuantos cigarrillos.
Al terminar la cena Sir Henry se despide de Stapleton he inicia su recorrido de camino por el
páramo, como lo sugirió Holmes. Los detectives seguían su rastro de forma sutil, para no poner
sobre aviso al baronet, de repente Watson observo un animal de gran tamaño:
Era un sabueso, un enorme sabueso, negro como un tizón, pero distinto a cualquiera que hayan
visto nunca ojos humanos. De la boca abierta le brotaban llamas, los ojos parecían carbones
encendidos y un resplandor intermitente le iluminaba el hocico, el pelaje del lomo y el cuello.
Ni en la pesadilla más delirante de un cerebro enloquecido podría haber tomado forma algo
más feroz, más horroroso, más infernal que la oscura forma y la cara cruel que se precipitó
sobre nosotros desde el muro de niebla (Doyle, 2012, p. 91).
La descripción cargada de fantasía es una característica recurrente en el registro lingüístico de
Watson, en el anterior pasaje recurre a la figura retórica de la prosopografía, que consiste en
describir los rasgos físicos del personaje, como es el caso del sabueso, el animal protagonista de
la historia.
Este sabueso fue comprado en Londres por Jack Stapleton, lo llevo al páramo y aplicó fosforo
en sus ojos y boca para hacerlo parecer al de la leyenda de su familia, buscaba terminar con la vida
de Sir Charles para heredar su fortuna, pero para su desgracia aún quedaba otro descendiente, Sir
Henry, que desde su llegada a la mansión Baskerville, se convierte en el nuevo objetivo criminal
del naturalista.
El plan de Stapleton seguía su curso y Sir Henry se acercaba al lugar donde Watson podía ver
al animal. El observador explica:
Pude ver cómo la bestia saltaba sobre su víctima, la arrojaba al suelo y le buscaba la garganta.
Pero un instante después, Holmes había disparado cinco veces su revólver contra el costado
del animal. Con un último aullido de dolor y una violenta dentellada al aire, el sabueso cayó
de espaldas, agitando furiosamente las cuatro patas, hasta inmovilizarse por fin sobre un
costado. Yo me detuve, jadeante, y acerqué mi pistola a la horrible cabeza luminosa, pero ya
no servía de nada apretar el gatillo. El gigantesco perro había muerto (Doyle, 2012, p. 92).
81
Con la muerte del perro, quien podría considerarse el asesino material, también moría la
creencia en la maldición que acechaba esta familia. Como ya se conoce la identidad del criminal,
se procede a su captura. “A la mañana siguiente se levantó la niebla y la señora Stapleton nos llevó
hasta el sitio donde ella y su esposo habían encontrado un camino practicable para penetrar en el
pantano” (Doyle, 2012, p. 94).
Aunque Holmes es quien une los cabos sueltos, como descubrir que Jack y Beryl Stapleton no
son hermanos sino esposos, como también revelar que Stapleton es otro descendiente Baskerville
y el culpable de la muerte de Sir Charles hay detalles que se pierden en la narración, Holmes afirma
que escucho a Stapleton mencionar que había sido profesor en el norte de Inglaterra, dato curioso
porque en el lugar donde se pronunció dicha frase –la casa Stapleton- solo se encontraban Watson,
Jack y Beryl y el escondite de Holmes se encontraba arriba de un risco.
Holmes disipa las dudas que puedan recaer frente a él, haciendo pensar al narratario que es un
descuido de Watson y un éxito para el detective en jefe, que con las palabras de Stapleton obtenía
una pista contundente, anunciando que “no hay nada más fácil de rastrear como un profesor” (77)
Holmes al estar encubierto en el páramo también se aleja de la interacción con los personajes,
dejando claro que el principal observador de la diégesis es su ayudante Watson.
Existe una certeza textual en la investigación de Holmes, y es el uso de la información
suministrada por Watson en sus cartas y que se constituyen como la prueba física donde se
registran los comportamientos de Stapleton que siempre despertaron interés en Watson; por ello
Holmes insiste en llamarlo el “conductor de la luz” porque encamina la investigación, aunque se
quede corto para emitir una conclusión.
Al final de la historia, desaparece la figura de Watson el observador y toma la voz Watson
narrador:
Y ya sólo me queda llegar rápidamente al desenlace de esta narración singular con la que he
tratado de conseguir que el lector compartiera los miedos oscuros y las vagas conjeturas que
ensombrecieron durante tantas semanas nuestras vidas y que concluyeron de manera tan
trágica. (Doyle, 2012, p. 94).
82
La intrusión de autor para despedir al narratario resulta eficaz, porque añade que la narración
ha sido construida con el fin de transmitir “miedos oscuros” y “compartir vagas conjeturas”,
elementos propios de la novela policial.
83
9. Transcreación
Una creación es la acción de dar existencia a algo que no existía, en su mayoría, crear va ligado
a la esteticidad y creatividad, y ejemplos de ello son la existencia de la literatura, la pintura y la
escultura.
Ahora bien, transcreación es una creación a la que ahora se le antepone el prefijo trans, que
significa “a través de” o “más allá de”, es decir, más allá de una traducción literal. La traducción
por su parte ha sido incluida en la categoría de transcreación, porque al pasar una obra de un idioma
a otro, es casi imposible hablar de una creación igual, porque de forma inherente quien ejerce esta
labor deja filtrar sus subjetividades y los factores culturales que puedan estar involucrados en el
texto. Transcreación es una categoría más amplia, que incluye la adaptación, propia del cine y la
televisión, y los contenidos transmedia populares por el uso de Internet.
Quien da vida a este neologismo es el brasileño Haroldo de Campos, el cual define y socializa
por primera vez este concepto en el III Congreso Brasilero de Critica e Historia Literaria en 1962,
definiéndolo como un proceso intrínseco “de todo acto traductor, sea este inherente al ejercicio de
la traducción intralingüística, inter-lingüística … Y son posibles cuando un texto se concibe como
código o “matriz abierta”, que permita nuevas formas de representación de la intención
comunicativa de la obra” (Rebello y Selva, 2008). Por lo tanto, una obra abierta a la libre
interpretación es el mejor camino para llegar a la transcreación, es decir, que ese nuevo lenguaje
llega con valiosos elementos para aportar y que no se hallan en la obra principal.
De Campos añade que se “re-imagina el lenguaje literario, cuestionando su ideología y
contraponiéndolo a una serie de discursos culturales contemporáneos” (Rebello y Selva, 2008),
manifiesta el interés por una nueva creación, que se aleje de los lenguajes convencionales textuales
y que aporte un alto grado de creatividad.
Dos elementos más se pueden añadir a la categoría de transcreación, el primero es un aporte
del filósofo Jacques Derrida, quien menciona el concepto de Archiescritura “es decir, que existen
múltiples formas de escrituralidad […] una escritura polifuncional” (Argüello, 2001). El segundo
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corresponde a la categoría de Multiexpresividad, propuesta por el profesor Rodrigo Argüello,
quien expone su idea como “una nueva definición de los lenguajes humanos” (Argüello, 2010),
Ahora bien, primero se busca vincular a la escritura en subgéneros o nuevos formatos que
alimenten el lenguaje escrito, y a su vez, la multiexpresividad busca enlazar no solo lenguajes
textuales, sino todas esas formas humanas que usamos para comunicar y que van cargadas de
emotividad, como el gusto y el tacto que transmiten sensaciones para recordar.
De Campos resalta que se debe evitar la contradicción que se encuentra en el también traductor
Walter Benjamín, cuya consideración de la traducción es “que busca, liberada de ocuparse del
contenido comunicacional, centrarse en el modo de intencionar del original” (Lázaro, 2012), es
decir imposibilitando la capacidad de transcrear, considerando todos los elementos de la obra
original como importantes en la creación, sin mucho cambio notorio entre las dos.
La transcreación del Recorrido Narrativo del observador en el relato El Sabueso de los
Baskerville se realiza después del análisis semiodiscursivo y semionarrativo, donde se hace
seguimiento al observador principal de la historia y se re-imaginar el relato literario para construir
un relato fotográfico.
Al momento de realizar la transcreación se toman los focos de mayor análisis en el corpus
y se seleccionan 7 bloques, cada uno se presenta con 3 ó 4 fotografías que pertenecen a la misma
escena, pero se toman en diferentes ángulos de observación y tiendo en cuenta cuatro categorías:
El observador observado, la época, las atmosferas y los personajes.
10.1 El observador Observado
Como el observador es el foco principal de la nueva creación, se enfatiza en mostrar diferentes
ángulos de observación, es decir, en el primer plano se encuentra la mirada del observador y en
los otros dos planos se visualiza la acción que realiza el observador. Cada bloque seleccionado
para transcrear se presenta en tres fotografías tomadas en la misma escena, dando una panorámica
completa de la situación y de los roles que desempeñan los personajes.
85
10.2 La época
El sabueso de los Baskerville es una obra publicada en 1902 y relata una historia clásica
donde predomina el protocolo británico y los caballeros acaudalados, por ello se utilizan
vestuarios elegantes y locaciones con muebles antiguos. Se modifica el color para recrear la
época y dar mayor contraste a los elementos y a los personajes; también se hace necesario el
uso de luces porque en general las escenas muestran situaciones que ocurren en la noche en
medio de sombras y misterios.
10.3 Las atmósferas
Por ser una novela policial en la que siempre impera el misterio se usan colores fríos y filtros
de humo en edición para recrear las escenas donde todos los personajes fuman.
10.4 Los personajes
Tras ubicar las escenas a transcrear se incluyen los personajes que acompañan al observador y
que son relevantes en el desarrollo de su observación, estos son: Watson (el observador), Mortimer
(el medico), Sir Henry (el heredero), Barrymore (el mayordomo), Stapleton (el asesino) y Holmes
(el detective). Cada uno de ellos también desempeña un papel de observación y están construidos
icónicamente para la época en que se desarrolla el relato, con vestuarios elegantes y acompañados
de sombreros de copa alta.
El recorrido narrativo de Watson deja ver los roles que desempeña en el relato, como: observador,
evaluador e informador, y la transcreación busca resaltar estos roles en las fotografías, para el
observador se muestra el análisis detallado de un objeto (el bastón), para el evaluador se toma una
situación donde hace uso de su sistema de valores para tomar una decisión (cuando decide seguir
los pasos de Barrymore) y finalmente el informador se muestra desde su competencia lingüística
y cognitiva, escribiendo una carta para Holmes donde describe el saber que posee de la historia.
86
10. Conclusiones
El rol de observador que desempeña Watson dentro de la historia le permite plantear un
principio explicativo para dar sentido a su actuar, es decir, que apunta a los referentes explícitos e
implícitos de su comportamiento.
Estos referentes o supuestos no los posee el observador, son el observador. Echeverría (2009)
crea la noción de observador para nombrar esos supuestos o referentes de su actuar, por lo tanto,
constituyen una sola entidad y un cambio en los supuestos genera un cambio en el observador.
Observamos mundos distintitos y esta observación esta mediada por la biología, es decir, los
supuestos de Watson el observador, se constituyen a partir de una serie de elementos encadenados
desde lo biológico, para dar explicación a los comportamientos que se adoptan en una situación
determinada.
La figura del observador es analizada desde tres dominios biológicos: la corporalidad, la
emocionalidad y el lenguaje. La corporalidad de Watson plantea que es un hombre erguido, que
camina pausado y suele estar de pie, características propias de un detective policial en busca de la
verdad; se pasea inquieto por los lugares de gran importancia en la diégesis, la mansión y el
páramo, para no descartar elementos importantes de su observación.
La emocionalidad interviene de acuerdo a los sentimientos de euforia o disforia que
experimenta el observador, Watson hace evaluaciones apresuradas que generalmente resultan
erróneas, cuando siente terror o angustia ante una situación.
Otra modalidad de acción es el discurso verbal textual, cuando el observador habla para el
narratario no solo está describiendo lo que observa, también interviene y modifica el mundo.
Watson construye el relato a partir de operaciones lingüísticas que comparte con el narratario, de
lo contrario, para el segundo resultaría imposible comprender la historia.
87
Watson, el observador, es un narrador y personaje de la historia, pues interviene en los niveles
de narración e interlocución. Primero se enuncia en el relato como un testigo o narrador
paradiegético de los acontecimientos y segundo, entra en conversación con los demás personajes
de la diégesis, actuando en ocasiones como narrador y en otras como moderador en el diálogo
entre otros actores.
Existen dos tipos de narrador: una clase de narrador caracterizado por participar como actor
dentro de la diégesis, opuesto a otra clase de narrador que no participa como actor. Al narrador-
actor se denomina homodiegético y el narrador-no actor se llama heterodiegético, roles
desempeñados en la historia por el mismo personaje, Watson. Para hacer la distinción dentro del
análisis, el primero tomara el rol de observador y el segundo el rol de narrador.
La participación dentro de la diégesis es un elemento fundamental para hacer la distinción entre
narrador y observador. El narrador relata en primera persona, haciendo uso repetido del pronombre
“yo” y cuenta una historia que ya sucedió; a diferencia del observador, quien relata en tercera
persona, su participación es como testigo dentro de la historia, por ello el narrador es diferente del
observador, aunque los dos tengan directa relación en la construcción de la historia.
Este criterio de participación dentro del relato acarrea consecuencias cognitivas, a causa de la
diferente participación del observador y el narrador dentro de la diégesis, se da una distinta relación
con el saber, como el observador revela mayor cantidad de información, se puede concluir que el
saber diegético que comunica el narrador al narratario proviene del rol del observador en la
historia. Sin embargo, el observador siempre construye una imagen de sí, como hombre modesto
frente al conocimiento que posee y logra en el narratario esta misma lectura.
El observador se proyecta dentro de la diégesis a partir de cuatro dimensiones enunciativas:
cognitiva, axiológica, lingüística y afectiva. Las tres primeras dan resultado a roles actanciales de,
informador, evaluador, locutor, y estos elementos se pueden rastrear en el enunciado como saberes,
valores y discursos.
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En su dimensión cognitiva, el observador es un sabedor, poseedor de un saber diegético que
debe transmitir al narratario a través del rol actancial de informador. Existe una apropiación de la
competencia cognitiva, necesaria para ejecutar el acto de narración.
Como el observador se convierte en un informador, se podría decir que, en su primer acto de
observación, evalúa los acontecimientos para relatar, decide qué información debe publicar y que
información debe retener, y posteriormente se convierte en un vehículo de dicha información hasta
llegar al narratario.
La dimensión axiológica de Watson el observador, se refleja en la historia a partir de la
transmisión de valores, aquí toman relevancia las características particulares del personaje, un
médico de profesión, guiado por la razón, que busca una explicación lógica para explicar la muerte
de Charles Baskerville. Esta competencia axiológica le permite a Watson evaluar diferentes
aspectos del hacer enunciativo, por eso las creencias y vivencias intervienen en su toma de
decisiones.
La dimensión lingüística en la que se proyecta el observador, es una competencia que permite
producir el discurso verbal escrito. Watson posee dicha competencia y hace uso de ella para relatar
la historia al narratario.
Dentro de las marcas lingüísticas se puede añadir que:
- Watson hace uso repetido de la figura de personificación, relaciona los personajes con
animales, para hacer creer al narratario la historia del perro asesino.
- Como sujeto lingüístico, Watson es el encargado de construir la intriga dentro del relato,
porque siempre incluye en su escritura la descripción detallada de los acontecimientos con
un poco de fantasía.
La dimensión lingüística de Watson da como resultado el rol actancial de locutor, donde
desempeña diferentes competencias discursivas, producto de sus diversas prácticas sociales, que,
a su vez, constituyen modos de organización del discurso y géneros literarios.
89
El relato El sabueso de los Baskerville se inscribe en el género de novela policiaca o novela de
misterio, y mezcla los modos narrativo, descriptivo y argumentativo.
- Narrativo. Watson narra una historia desde su rol de observador guiado por la razón y da
cuenta de los estados y transformaciones de sí mismo y de los personajes.
- Descriptivo. Detalla los espacios y tiempos en que sucede la historia y describe los
personajes que en ella participan.
- Argumentativo. Watson siempre busca las razones para defender la tesis de que la muerte
Charles Baskerville no fue ocasionada por un sabueso.
Los estados de ánimo del observador, sus sentimientos, emociones y pasiones hacen parte de
la dimensión afectiva. Watson muestra en el relato como lo conmueven algunas causas, la
persecución del preso Selden y la soledad de Laura Lyons son acontecimientos en los que
predomina su actuar desde esta dimensión pasional.
Las dimensiones cognitiva, lingüística y axiológica se articulan con la finalidad de que el
enunciatario acepte el contrato enunciativo. Las competencias cognitiva y lingüística van ligadas
a hacer saber algo al enunciatario, la primera aporta el saber y la segunda trae inscrita una
modalidad literaria para entregar ese saber. La competencia axiológica aporta los valores para
hacer creer la historia. Por lo tanto, el trabajo del enunciador no es solo transferir un saber, también
es lograr que este saber sea aprobado por el enunciatario.
En el modo discursivo narrativo se hace uso recurrente de las distinciones y afirmaciones, se
utilizan para hablar de lo que sucede, de los fenómenos y acontecimientos. Las distinciones son
una capacidad del lenguaje para focalizar la observación en un objeto, por esto el enunciador alude
a las distinciones del enunciatario, Watson describe el páramo, la mansión, la noche, la niebla y el
enunciatario logra hacer la distinción.
Las afirmaciones son supuestos aprobados solo con la presencia de un testigo, en el relato,
generalmente Watson se encuentra en interlocución con otros personajes, esto permite validar sus
afirmaciones al proporcionar el testigo.
90
Todo individuo lleva consigo una determinada manera de enjuiciar el acontecer, de crear
opiniones y tomar posiciones, actividad que suele repetirse una y otra vez, sin importar las
circunstancias, los juicios pueden limitar la mirada del observador dentro del relato, pero también
actúan como actos de evaluación del discurso enunciado. Watson siempre emite juicios cuando
conoce un personaje de la historia, la primera vez que ve a Jack Stapleton juzga su apariencia física
y sus palabras, lo tilda de misterioso y peligroso, logrando centrar el foco de atención del
enunciatario en la evaluación que se hace del personaje.
La enunciación presupuesta es el primer nivel para realizar en análisis, aquí se plantea la figura
del autor del texto, Sir Arthur Conan Doyle, que se dirige a un lector, anónimo, y cuyo referente
es la historia, El sabueso de los Baskerville. Se llama presupuesta, porque se asume que alguien
escribe un texto para alguien, dicho en términos greimasianos, “el enunciado es el resultado
alcanzado por la enunciación, esta aparecerá como la instancia de mediación que asegura la
aparición de un enunciado-discurso de las virtualidades de la lengua” (Greimas y Courtés 1979 p.
144)
El segundo nivel es la enunciación enunciada, donde se rastrea el enunciado y la figura del
enunciador y el enunciatario. “La enunciación enunciada (o referida) mero simulacro que imita,
en el discurso, el hacer enunciativo: el “yo” el “aquí” o el “ahora”, encontrados en el discurso
enunciado, no representan en absoluto, al sujeto, al espacio o al tiempo de la enunciación”
(Greimas y Courtés 1979 p. 144). En este sentido, Watson al enunciar, configura un simulacro de
sí mismo y de los personajes que lo acompañan en la diégesis. Es en este punto donde está el
foco de rastreo de la información del observador, porque allí entra en interlocución con los demás
personajes de la historia y se encuentran las marcas del hacer enunciativo, el “yo”, el “aquí” o el
“ahora” que se encuentran en el discurso.
En el enunciado se encuentra la historia contada, es decir, el relato de los Baskerville que narra
la historia de una familia que es devorada por un sabueso infernal; y en la enunciación
enunciada accedemos a la manera como es contada esta historia, el mito de una antigua maldición
familiar vuelve a renacer tras la muerte de Charles Baskerville, en este caso, Watson el observador
va en la búsqueda de una explicación razonada, el doctor Mortimer, médico y amigo de
91
Baskerville, busca la ayuda de los detectives Watson y Holmes; todos los detalles, encuadres y
cambios de posición de los personajes constituyen parte de la enunciación enunciada.
Los roles actanciales constituyen un sujeto de estado (paciente) y un sujeto de hacer (agente),
que en palabras concretas definen su ser y su hacer en la narración. Cuando Watson narra desde
su rol de observador, se describe como un sujeto de estado, se encuentra disjunto del objeto de
valor, es decir, del saber diegético, pero en su estado final, producto de las performancia realizada
(sujeto de hacer) logra conjuntarse a dicho saber. La apropiación de ese saber es de tipo reflexivo
cuando Watson sale en busca de indicios para encontrar las respuestas que busca, y es de tipo
transitivo cuando esta observación es aportada por otros personajes de la historia.
La transcreación
Proponer la transcreación a partir del análisis de un solo personaje de la historia permite hacer
una lectura profunda y minuciosa, desarrollando habilidades creativas para construir nuevas
versiones de la obra. Rastrear la figura del observador implica convertirse en un observador activo
que sigue cada paso del personaje y desentraña sus particularidades; cuando se lleva acabo el acto
de interpretación del discurso, se realiza un ejercicio inherente de transcreación, porque la lectura
posee esa capacidad de recrear en imágenes, las situaciones, las acciones, los actores y sus
relaciones.
La transcreación busca hacer una mutación de la lectura textual a la lectura de imágenes, como
una nueva forma de acceder a los textos, diferente a la forma de lectura habitual.
En la transcreación se re-imagina el lenguaje literario; cuando el creador se plantea llevar la
obra a otra materia expresiva, el texto literario puede cobrar un mayor interés para el lector, es
decir, la importancia de conocer otra versión diferente a la textual puede motivar a los estudiantes
para pasar de una lectura pasiva y cómplice a una lectura activa, crítica e innovadora.
Cualquier medio de difusión de las palabras puede fomentar habilidades creativas, de diseño, y
nuevas formas de expresión como comics, fotografías, videos, entre otros materiales que se
92
vinculan y se publican gracias a la incursión de las nuevas tecnologías de la Información y la
Comunicación.
La transcreación es una forma de estimular los sentidos, porque una imagen puede transmitir
más que sensaciones visuales, las imágenes también transmiten discursos. Por esto no se relega la
importancia del libro, ni su capacidad para despertar infinidad de sensaciones, se trata de asociar
los dos, creando una nueva forma de lectura de la novela policiaca.
93
11. Referencias bibliográficas
Argüello, R. (2001). Imaginación, creación y transcreación. Editorial Ambrosia. Medellín,
Colombia.
Blanco, D. (2004). Autor, enunciador, narrador. Revista Lienzo, Número 25, p. 9-26
Courtés, J. (1997). Análisis semiótico del discurso. Editorial Gredos S.A. España
Bayard, P. (2010). El caso del perro de los Baskerville. Editorial Anagrama. Barcelona, España.
Doyle, A. (2012). El Sabueso de los Baskerville. Alianza Editorial. España
Echeverría, R. (2009). El observador y su mundo (Vol. 1). Chile: Comunicaciones Noreste
LTDA.
Echeverría, R. (2005). Ontología del lenguaje. Chile: Lom Ediciones S.A
Genette, G. (1989). Figuras III. España: Lumen S.A.
Genette, G. (1993). Nuevo discurso del relato. Editions du Seuil y Ediciones Catedra S.A. Madrid,
España.
Greimas, A. J y Courtés, J. (1979). Semiótica. Diccionario razonado de la teoría del lenguaje.
Editorial Gredos S.A. España
Lázaro, R. (2012). Haroldo de Campos: Recorrido por sus textos teóricos sobre traducción y
estado de traducción al castellano. Universidad Federal de Santa Catarina. Brasil.
Rebello, L y Selva, T. (2008). Literatura y Cine: Una Transcreación para the mystic Masseur de
V.S Naipaul. Universidad Federal de Rio Grande del Sur. Brasil
94
Serrano, E (2015). El narrador y sus saberes. Revista Poligramas (Universidad del Valle), número
41, páginas 47-73
Serrano, E. (1996). La narración literaria. Colombia: Fondo Desarrollo Cultural (Valle del Cauca)
Villanueva, D. (2013). Glosario de narratología. Comentario de textos narrativos: la novela.
Gijón: Ediciones Júcar, páginas 181-201.
95
12. Anexos
12. 1 Recorrido Narrativo de Watson, El Observador.
R.N. Watson
Watson está de pie junto a la chimenea.
Observa el bastón olvidado por el visitante
Watson escucha a Mortimer
Mortimer se hace presente ante Holmes y
Watson y hace lectura del manuscrito y la
noticia del periódico.
Watson acompaña a Holmes al
encuentro con Sir Henry Sir Henry cuenta que ha perdido una bota
Watson y Holmes siguen a Sir
Henry y Mortimer
El Dr. Mortimer y Sir Henry
viajan a la mansión
Watson viaja a Devonshire
(Mansión Baskerville)
Sir Henry y Mortimer son seguidos por
un hombre desconocido
Sir Henry menciona escuchar el sonido,
pero lo confunde con un sueño
Barrymore sostiene una vela
frente a la ventana
Primera noche de Watson en la
mansión (escucha llanto de mujer)
Watson observa caminar a Barrymore
por los pasillos de la mansión a altas
horas de la noche.
Holmes observa a Watson con el bastón y
le hace algunas preguntas
96
Watson descubre que Barrymore –con ayuda
de la luz- envía señales a alguien en el páramo
La Sra. Barrymore se hace responsable y
habla de su hermano Selden
Watson sale en persecución del preso Selden que
se encuentra merodeando por el páramo
Watson examina la habitación que
Barrymore visitó la noche anterior
Sir Henry acompaña a Watson a
confrontar a Barrymore
Sir Henry lo acompaña
Watson escribe para Holmes y describe a
Stapleton
Watson observa la figura de un hombre sobre la
cima del risco.
Watson sale a caminar por el páramo
Watson escucha sonidos de un sabueso
Stapleton se acerca a Watson
Watson sale a visitar el lugar donde se origina la
leyenda. Sir Henry lo acompaña Stapleton
se cruza en su camino
Sir Henry y Dr. Mortimer lo acompañan
Watson se encuentra en la mansión
Watson conoce el lugar donde perdió la vida Sir
Charles (El paseo de los Tejos) Sir Henry sale a caminar por el páramo y pide a
Watson que no lo acompañe
Watson sigue a Sir Henry Sir Henry se encuentra con Beryl Stapleton
97
Se aproxima hacia ellos el hermano de la mujer,
Jack Stapleton
Watson habla con Sir Henry sobre
la forma inesperada en que llego
Jack Stapleton
Watson escucha a Barrymore
hablar con Sir Henry
Barrymore le pide a Sir Henry parar la persecución
de Selden
Barrymore dice que el preso se marchara pronto
Barrymore habla del pedazo de carta que
encontró en la chimenea, firmada por L.L
Watson sale a caminar
Watson encuentra a Mortimer y le pregunta por
L.L
Watson visita Coombe Tracey
Watson habla con Laura Lyons Laura Lyons responde las
preguntas de Watson
Watson se dirige a conocer el hombre del risco
Frankland se cruza en su
camino y lo invita a su casa
Watson habla con Frankland sobre el hombre
del risco
Watson descubre que el hombre del risco es
Holmes
Watson descubre que el hombre del risco es
Holmes
98
Watson habla con Holmes sobre las pistas
recolectadas
Watson vuelve donde Laura Lyons
Watson escucha un alarido terrible
Los dos detectives observaron algo fuera de lo
común, Selden estaba muerto en el piso y usaba
ropa de Sir Henry, generando confusiones entre
los detectives.
Watson sugiere desenmascarar a Stapleton
Holmes pide esperar un poco más (hasta tener
las pruebas suficientes)
Watson y Holmes afirman que Sir Charles murió
de un ataque al corazón
Watson se dirige a la mansión Holmes lo acompaña y al llegar pide a Sir Henry
que le hable de sus parientes Baskerville
Holmes encuentra el retrato del juerguista,
Hugo Baskerville, y le recuerda a alguien
familiar.
Holmes cubre el cabello rizado del lienzo y le
pide a Watson que observe
Watson menciona ver en la pintura el rostro de
Stapleton
Watson y Holmes descubren que Stapleton es
un descendiente Baskerville
99
12. 2 Transcreación Fotográfica.
Nota: las fotografías se pueden encontrar en la carpeta Transcreación
Watson se dirige a la casa Stapleton
Holmes lo acompaña Los dos detectives observan a Sir Henry y Jack
Stapleton disfrutando la cena y algunos
cigarrillos
Sir Henry camina hacia la mansión Baskerville
Watson y Holmes caminan al cuidado de Sir
Henry Baskerville
Stapleton prepara al sabueso para que ataque
a Sir Henry
Watson se encuentra cerca al animal y puede
ver como salta sobre la victima (Sir Henry)
Watson dispara contra el sabueso
Stapleton huye
Watson y Holmes buscan a Stapleton
La Sra. Stapleton los lleva hasta
el escondite de su esposo
Watson y Holmes
Tras conocerse que Jack Stapleton
pertenece a la familia Baskerville y
utilizo un perro como el de la
leyenda para aterrorizar y asesinar a
los demás miembros de la familia, es
buscado por todo el páramo Stapleton es llevado preso
100
Tabla de contenido
Portada……………………………………………………………………………………...1
Resumen……………………………………………………………………………………2
Introducción………………………………………………………………………………..3
1. Planteamiento del problema……………………………………………………………..4
Pregunta de investigación……………………………………………………………...6
2. Objetivos
2.1 Objetivo General……………………………………………………………………7
2.2 Objetivos Específicos……………………………………………………………….7
3. Justificación……………………………………………………………………………..8
4. Estado de la cuestión…………………………………………………………………...10
5. Presentación de la diégesis……………………………………………………………..13
6. Marco teórico
6.1 El observador……………………………………………………………………...17
6.1.1 Las afirmaciones y las declaraciones………………………………………….21
6.2 Autor, narrador, enunciador……………………………………………………….24
6.3 Enunciación………………………………………………………………………..26
6.4 Enunciación presupuesta, enunciación enunciada…………………………………28
6.5 Modalidades del narrador………………………………………………………….30
6.6 Estratos narracionales……………………………………………….……………..32
6.7 Narrador- informador / Personaje-observador…………………………………….34
7. Metodología……………………………………………………………………………39
8. Análisis del Observador en el Relato…………………………………………………..40
9. Transcreación…………………………………………………………………………..83
10. Conclusiones………………………………………………………………………….86
11.Referencias bibliográficas……………………………………………………………..93
12. Anexos
12. 1 Recorrido Narrativo de Watson, El Observador………………………………...95
101
12.2 Transcreación fotográfica
Nota: las fotografías se pueden encontrar en la carpeta Transcreación
Tabla de figuras
Figura 1. Dominios Primarios del Observador…………………………………………17
Figura 2. La estructura narrativa………………………………………………………..28
Figura 3. Los dos niveles del discurso………………………………………………….29
Figura 4. El esquema de la Y…………………………………………………………...30
Figura 5. Dos niveles y tres planos del discurso……………………………………….30
Figura 6. La competencia cognitiva…………………………………………………….36
Figura 7. Esquema doble participación de Watson en el relato…………………………40