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EL SENTIDO DE COHERENCIA EN LOS ADOLESCENTES: UNA REVISIÓN SISTEMÁTICA Francisco Rivera, Carmen Moreno, Irene García, Pilar Ramos, et al. CONCEPTOS FUNDAMENTALES: SENTIDO DE COHERENCIA Y RECURSOS GENERALES DE RESISTENCIA A partir de entrevistas con las víctimas de la discriminación, la pobreza, e incluso los campos de concentración nazi, Antonovsky (1979) decidió dedicar su carrera investigadora a estudiar el origen de la salud. En su enfoque “salutogénico”, Antonovsky se centra en dos aspectos esenciales para el estudio de la salud. En primer lugar, identifica los Recursos Generales de Resistencia (GRRs) que ayudan a las personas a enfocar su vida hacia la salud positiva. En segundo lugar, Antonovsky aisló un denominador común para explicar la capacidad de algunas personas para hacer frente a terribles experiencias; a este mecanismo o disposición lo denominó Sentido de Coherencia (SOC), siendo la combinación entre ambos el elemento principal de estudio de la Salutogénesis (Lindström and Eriksson 2005). Los Recursos Generales de Resistencia (GRRs) La teoría salutogénica ha identificado los GRRs como elementos cruciales en el desarrollo del SOC. Los GRRs se definen como cualquier característica de la persona, grupo, o contexto que pueden facilitar la gestión eficaz de la tensión o estrés. Es decir, son los recursos personales, interpersonales o contextuales a los que pueden recurrir los individuos en caso de necesidad. Antonovsky (1987) propone una clasificación de los GRRs en seis grandes campos: 1. Físicos y bioquímicos. Se incluye en este apartado las condiciones físicas de la persona que le ayudaría a hacer frente a los estímulos ambientales; tales como una adecuada salud física, un buen tono muscular, ausencia de enfermedades crónicas o limitaciones físicas. 2. Materiales. En este apartado tendría cabida todos los bienes materiales, entre lo0s que se encontrarían alimentos, ropa, alojamiento, dinero3. Cognitivos y emocionales. Entrarían en este aparatado los conocimiento teóricos, la inteligencia y la identidad propia. La teoría salutogénica hace hincapié en la identidad

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EL SENTIDO DE COHERENCIA EN LOS

ADOLESCENTES: UNA REVISIÓN SISTEMÁTICA

Francisco Rivera, Carmen Moreno, Irene García, Pilar Ramos, et al.

CONCEPTOS FUNDAMENTALES: SENTIDO DE COHERENCIA Y RECURSOS GENERALES DE

RESISTENCIA

A partir de entrevistas con las víctimas de la discriminación, la pobreza, e incluso los

campos de concentración nazi, Antonovsky (1979) decidió dedicar su carrera investigadora a

estudiar el origen de la salud. En su enfoque “salutogénico”, Antonovsky se centra en dos

aspectos esenciales para el estudio de la salud. En primer lugar, identifica los Recursos

Generales de Resistencia (GRRs) que ayudan a las personas a enfocar su vida hacia la salud

positiva. En segundo lugar, Antonovsky aisló un denominador común para explicar la

capacidad de algunas personas para hacer frente a terribles experiencias; a este mecanismo o

disposición lo denominó Sentido de Coherencia (SOC), siendo la combinación entre ambos el

elemento principal de estudio de la Salutogénesis (Lindström and Eriksson 2005).

Los Recursos Generales de Resistencia (GRRs)

La teoría salutogénica ha identificado los GRRs como elementos cruciales en el desarrollo

del SOC. Los GRRs se definen como cualquier característica de la persona, grupo, o contexto

que pueden facilitar la gestión eficaz de la tensión o estrés. Es decir, son los recursos

personales, interpersonales o contextuales a los que pueden recurrir los individuos en caso de

necesidad. Antonovsky (1987) propone una clasificación de los GRRs en seis grandes campos:

1. Físicos y bioquímicos. Se incluye en este apartado las condiciones físicas de la persona

que le ayudaría a hacer frente a los estímulos ambientales; tales como una adecuada

salud física, un buen tono muscular, ausencia de enfermedades crónicas o limitaciones

físicas.

2. Materiales. En este apartado tendría cabida todos los bienes materiales, entre lo0s que

se encontrarían alimentos, ropa, alojamiento, dinero…

3. Cognitivos y emocionales. Entrarían en este aparatado los conocimiento teóricos, la

inteligencia y la identidad propia. La teoría salutogénica hace hincapié en la identidad

como un recurso fundamental de supervivencia y en el conocimiento como facilitador de

una visión más amplia de la realidad, diversificando así las opciones de respuesta.

4. Valorativas o de actitudes. Se incluyen las estrategias de afrontamiento positivas

(caracterizadas por la racionalidad, la flexibilidad y la previsión), la participación activa del

individuo en la resolución de sus problemas y la gestión eficaz de las emociones.

5. Interpersonal-relacional, siendo el apoyo social uno de los recursos principales de

supervivencia. Las personas que tienen estrechos vínculos interpersonales tienden a

resolver la tensión con mayor facilidad que aquellos que carecen de esa calidad en sus

relaciones. La simple certeza de que, en caso de necesidad, dispondríamos del apoyo

social es a menudo suficiente para que esto ya sea considerado un componente eficaz de

GRR.

6. Aspectos Macro-socioculturales. Aquí se contemplaría el componente cultural y social

que rodea a la persona, dándole un lugar en el mundo y pudiendo actuar como

promotores de salud. Estos GRRs se enlazan con el aspecto macrosistémico de la teoría

ecológica de Bronfenbrenner.

De acuerdo con la definición antes mencionada, un GRR puede ser parte del sistema

inmune, dinero, conocimiento o inteligencia, identidad del yo, racionalidad,

flexibilidad… incluyendo además conceptos más generales como el apoyo social, la cultura y la

religión. Sin embargo, la identidad propia y el apoyo social aparecen como los recursos más

directos y usados (Antonovsky, 1979), resaltando precisamente la importancia del apoyo social

como un recurso crucial para el afrontamiento de sucesos adversos. Antonovsky declara que la

percepción de falta de GRRs para poder hacer frente a sucesos estresantes futuros, es ya

considerado por si mismo un factor estresante para la propia persona. (Antonovsky, 1979)

“El grado en el que nuestras vidas nos proporcionan GRRs es un determinante

importante para el desarrollo de un sentimiento u orientación generalizada, penetrante y

duradera de ver y responder a las situaciones que nos presenta el mundo, denominado Sentido

de Coherencia". (Antonovsky 1979, p. 122) Antonovsky explica que las experiencias durante la

infancia, la clase social, la complejidad del puesto de trabajo desempeñado, las condiciones

sociales, etc. proporcionan la estabilidad y previsibilidad necesarias para establecer los GRRs

que, en un segundo paso, constituye la base de un adecuado desarrollo del SOC.

El Sentido de Coherencia (SOC)

Ampliando lo referido en el primer apartado, Antonovsky definió formalmente el

Sentido de Coherencia (SOC) como:

“Una orientación global que expresa el grado en que la persona tiene una

penetrante y duradera, aunque dinámica, sensación de confianza en que, a lo

largo de la vida, los estímulos derivados de los entornos internos y externos están

estructurados, pudiendo ser predecibles y explicables, existiendo recursos que

están disponibles para compensar las demandas planteadas por estos estímulos,

siendo estas demandas desafíos, digno de esfuerzo y compromiso para ser

superados (Antonovsky, 1987 , p. 19)”.

A la luz de su investigación, Antonovsky afirma que el sentido de coherencia es un

patrón cognitivo-motivacional, en el que podría identificarse tres subdimensiones:

comprensibilidad, manejabilidad y significatividad. A partir de estas subdimensiones, se podría

definir de forma más completa al SOC como una orientación global que expresa (1)

comprensibilidad, o la medida en que la persona tiene la capacidad de percibir los estímulos

internos o externos como información ordenada, consistente, estructurada y clara, y no como

algo caótico, desordenado o inexplicable, (2) manejabilidad, o el grado en que la persona cree

tener a su disposición los recursos adecuados para hacer frente a las demandas planteadas por

la vida, y (3) significatividad, o medida en que la persona siente que la vida tiene sentido

emocionalmente y de que, a pesar de los problemas y dificultades, merece la pena invertir

energía y esfuerzo en ella (Antonovsky, 1987). Antonovsky hace hincapié en que este

componente es la parte más importante, ampliando el concepto de significatividad como la

percepción de la persona de que las experiencias adversas que le presenta la vida son retos en

los que merece la pena implicarse, en vez de cargas de las que quisiera librarse. Cuando los

participantes perciben que al menos algunos de los problemas o demandas de sus vidas

merecen ser objeto de compromiso y participación, tienen un mayor sentido de significado, y

por lo general un mayor grado en los otros dos componentes (comprensión y control).

El desarrollo de cada uno de los componentes del SOC está influenciado por distintos

tipos de experiencias vitales relacionadas con los GRRs. En primer lugar, un alto sentido de

compresibilidad se encuentra estimulado por la experiencia de percibir la vida como

consistencia y estable. En segundo lugar, un alto sentido de la manejabilidad está

particularmente reforzado por el equilibrio entre las experiencias vitales de alto y bajo estrés.

Por último, el papel activo en la toma de decisiones relevantes (socialmente valoradas)

permite a la persona atribuir significado a las propias experiencias vitales.

Las experiencias vitales son consideradas principalmente una función y combinación

de factores tales como estructura familiar y social, cultura, ocupación, género, origen étnico y

componentes genéticos entre otros. Aunque estos factores determinan en cierto modo el

desarrollo del SOC y las respuestas a situaciones adversas, los individuos son capaces de

elegir y determinar sus propias opciones de respuesta, asumiendo un papel proactivo en su

propia vida (Antonovsky, 1987, 1996).

CONCEPTOS SIMILARES EN SU VISION DE LA SALUD

El enfoque para abordar el problema de la relación estrés-enfermedad desde una

dirección diferente a la tradición biomédica no puede ser atribuida exclusivamente a

Antonovsky. Otros enfoques, coetáneos con el desarrollo del concepto de Sentido de

Coherencia, también han tratando de abordar esta cuestión, reforzando la verosimilitud y

potencial de esta línea de investigación. Se tratarán con detalles cuatro teorías por su

relevancia y similitudes con el concepto de Sentido de Coherencia: el concepto de la

“personalidad resistente” formulada por Kobasa (1979, 1982), la teoría de "autoeficacia" por

Bandura (1977), el “sentido de la vida” de Frankl (1967, 1978, 1985) y la teoría de la resiliencia

(Rutter, 1985).

Aunque Antonovsky subrayó en repetidas ocasiones que el SOC y la orientación

salutogénica fueron una perspectiva completamente nueva, una mirada más intensa a la

literatura revela que esta perspectiva no es totalmente innovadora. Sin embargo, Antonovsky

tiene el crédito de haber cohesionado y dado nombre a un completo paradigma de salud

(salutogénesis), y haber generado una gran cantidad de investigación en torno a su teoría.

La teoría con mayor solapamiento conceptual con el SOC es la personalidad resistente

de Kobasa (Kobasa, 1979, 1982). El problema que la llevó a formular el concepto era el mismo

que para Antonovsky, es decir, la pregunta de por qué algunas personas se enferman de estrés

y por qué otros no. Fueron identificadas tres dimensiones de la personalidad resistente

(Kobasa, 1979, p. 3): (1) la creencia de que los individuos pueden influir de forma activa y

controlar su entorno, que en el SOC está incluido en las dimensiones de “manejabilidad” y

“comprensibilidad; (2) la capacidad de marcarse compromisos y considerar el comportamiento

individual como camino para la consecución de esos objetivos propuestos, lo que estaría

comprendido en la dimensión del SOC denominada “significatividad”; y (3) la evaluación del

cambio como un reto y un estímulo para el desarrollo individual, que en el SOC estaría

comprendido en los componentes de “comprensión "y" significatividad”.

Las diferencias entre ellos afectan a su puesta en marcha: mientras que una desarrolló

una escala específica para medir el SOC, los componentes de resistencia fueron evaluados a

través de varios instrumentos que fueron diseñados originalmente para otros fines (Kobasa,

1979). En su libro de 1987, Antonovsky discutió la relación del SOC con el enfoque de Kobasa,

pero este acentuando sus diferencias a pesar de su claro solapamiento.

La teoría de Bandura sobre la autoeficacia tiene sus orígenes en la tradición del

aprendizaje social y su formulación es más genérica que los conceptos desarrollados por

Antonovsky, Kobasa y Frankl. La Autoeficacia tiene por objeto explicar la convicción de que

uno es capaz de realizar ciertas conductas a fin de alcanzar metas, o bien para hacer frente a

un factor de estrés (Bandura, 1977).

Según Bandura, las expectativas de dominio determinan el inicio y la duración de la

conducta de afrontamiento. Esto también conlleva la tendencia a acercarse a determinadas

situaciones y evitar otras que puedan sobrepasar las capacidades personales (Bandura, 1977).

Las condiciones del desarrollo de la autoeficacia son la experiencia directa, la observación del

comportamiento de los demás, la persuasión verbal por parte de los otros, y la propia

activación emocional en situaciones exigentes. La fuerza de la autoeficacia, en lugar de

abordarse como una disposición generalizada, se considera que depende de la percepción

diferencial de las diferentes situaciones y las evaluaciones correspondientes de las habilidades

de afrontamiento ante esos restos. Si los individuos con experiencias de éxito en un gran

número de situaciones han adquirido las habilidades para dominar otras situaciones similares,

la autoeficacia se acerca en gran medida al concepto de un alto SOC, aunque deberían

considerarse conceptos diferentes. En efecto, si se analiza personas con bajo SOC y personas

con poca o ninguna experiencia de éxito, se encontraría ante casi la misma tipología de

individuo. Sin embargo, en la misma definición se encuentra una gran diferencia: la

autoeficacia debe ser confirmada en repetidas ocasiones y con la misma experiencia va

moldeándose y creciendo, mientras que el SOC se supone que es relativamente constante.

Antonovsky no tiene en cuenta estas diferencias, viendo a los dos conceptos muy similares

entre sí, aunque con orígenes conceptuales diferentes (Antonovsky, 1979).

El concepto de sentido de la vida es una construcción básica de la psicología

existencial y fue desarrollado por Viktor Frankl (1967, 1978, 1985). El concepto de “sentido en

la vida” se ha definido como "el conocimiento del orden, coherencia, y propósito en la propia

existencia, la búsqueda y el logro de los objetivos que vale la pena, y un sentido de

acompañamiento de la realización" (Reker y Wong, 1988). La idea central en esta definición de

sentido de la vida, es el propósito de su existencia, es una sensación de que la vida tiene

significado.

Al observar a los elementos de la definición mencionada, queda patente la importancia

del componente emocional y un cognitivo. El componente emocional alude a la “calidad de la

existencia”, como una sensación de plenitud de que hay un sentido en el presente y el pasado

la vida; mientras que el componente cognitivo se relaciona con el propósito de la existencia,

relacionado con el hecho de tener metas en la vida, un sentido de direccionalidad, una

creencia que da propósito a la vida(Shek, 1992).

El primer dato a explorar entre las similitudes entre los constructos de “sentido en la

vida” y el “sentido de la coherencia” es que ambas construcciones surgió del estudio de las

experiencias de personas que sobrevivieron a los sucesos traumáticos. Sin embargo, el

principal parecido entre ambos conceptos es el componente de significado. Mientras que en

Frankl (1967) toda su teoría gira en torno a este concepto, Antonovsky confiere una dimensión

al significado, aunque adscribe otras dimensiones perceptivas y conductuales a su concepto de

Sentido de Coherencia. Antonovsky (1987) hace referencia a Frankl varías veces en su apartado

sobre significatividad, afirmando que el nombre de esta subdimensión se debe a un

reconocimiento a los trabajos de Frankl en ese sentido.

Por último, la resiliencia (Rutter, 1985) se ha descrito como una característica personal

que influye en la capacidad de recuperarse de las experiencias adversas, actuando igualmente

como una fuerza protectora ante circunstancias potencialmente dañinas (Werner & Smith,

1982). En adultos, la definición con mayor aceptación describiría la resiliencia como la

capacidad de adaptación ante circunstancias vitales desfavorables que podría activar y

contribuir al mantenimiento de la independencia y el bienestar (Rowe y Kahn, 2000;

Staudinger, Marsiske & Baltes, 1993).

En relación con la promoción de la resiliencia, Rutter (1985) afirma que esta no reside

en la evitación de la tensión, sino más bien en el encuentro con el estrés en un momento y

forma tal que permita el desarrollo de la autoconfianza y competencia social, incrementando

así la capacidad y la propia responsabilidad en el cambio de las circunstancias desfavorables.

Un examen detallado del constructo resiliencia muestra ciertas similitudes y

diferencias con el SOC. Ambos constructos comparten el énfasis en los recursos de

afrontamiento, aunque en el caso de la resiliencia éstos son denominados factores de

protección y en el SOC son designados como Recursos Generales de Resistencia. Ambos

consideran el mantenimiento y desarrollo de la salud como un proceso en un continuo y son

aplicables tanto a nivel individual, grupal y social. Sin embargo, los dos constructos difieren

cuando se trata el proceso a través del cual se desarrolla la capacidad para ajustarse a las

situaciones difíciles. Para que se desarrolle la resiliencia es necesaria la presencia de factores

de riesgo, mientras que para conseguir el desarrollo del SOC no es necesaria la presencia de

dichos factores. Este énfasis en los factores de riesgo llevó a Rutter (1985) a considerar el

concepto de resiliencia dentro del modelo patogénico y, por tanto, sustancialmente diferente

al SOC y al modelo salutogénico del que surge.

Con el objetivo de clarificar la cercanía entre conceptos tan parejos como los aquí

descritos, Nygren et al. (2005) estudiaron la unión entre distintos conceptos como SOC,

resiliencia y sentido de la vida. Estos autores encontraron una correlación de 0.35 entre SOC y

resiliencia, medida esta última con la Resilience Scale (Wagnild & Young, 1993), y una

correlación de 0.57 entre el SOC y el Sentido de la Vida, medido con el The Purpose in Life Test

(Crumbaugh, 1968). Por tanto, el estudio concluyó que estos tres conceptos compartían una

importante explicación común.

ESTABILIDAD DEL SOC

Según los primeros trabajos de Antonovsky (1987), el SOC se desarrolla durante la

infancia y la adolescencia, y se mantiene relativamente estable durante la edad adulta. En

teoría, el proceso dinámico a través del cual las experiencias vitales dan forma al SOC cesa en

gran medida en la adultez temprana, aunque ya en la adolescencia el SOC adquiere una cierta

estabilidad (Geyer, 1997). Después de esta etapa de la vida, el SOC se supone que debe

convertirse en un rasgo relativamente estable que puede fluctuar ligeramente en reacción a la

experiencia vital.

Sin embargo, algunos investigadores han sugerido con datos de investigaciones

longitudinales que el nivel de SOC puede estar notablemente influido por los acontecimientos

vitales normativos desarrollados durante la adolescencia y adultez (Flensborg-Madsen,

Ventegodt, y Merrick, 2005; Smith, Breslin, y Beaton, 2003) En esta línea, cabe destacar la

investigación de Nilsson et al. (2003), que con una muestra de 1.254 personas, y edades

comprendidas entre los 45 y los 74 años, encontró que el SOC permanecía estable sólo para

aquellos sujetos que presentaron inicialmente altos niveles de SOC. Para personas de nivel

bajo o medio de SOC, las condiciones individuales y los cambios sociales influyeron en su nivel

de SOC.

En una línea similar, otro estudio longitudinal de 5 años de duración puso a prueba la

estabilidad del SOC (Feldt et al., 2003) comparando dos grupos de referencia: los menores de

30 años de edad en comparación con los mayores de 30. Dicho estudio se llevó a cabo para

contrastar la hipótesis de Antonovsky sobre la mayor estabilidad del SOC por encima de esa

edad. Los resultados no estaban en consonancia con la teoría de Antonovsky, no

encontrándose una mayor estabilidad en el sentido de la coherencia en el grupo de mayor

edad en comparación con el grupo más joven. De hecho, este estudio muestra que la edad no

juega ningún papel en la estabilidad del sentido de la coherencia.

Todas estas investigaciones hacen necesario replantearse la teoría de Antonovsky

sobre la estabilidad del SOC. En líneas generales, los resultados muestran variaciones del SOC a

lo largo de todo el ciclo vital, no encontrándose mayor estabilidad en la fase adulta. Por otro

lado, la investigación empírica ofrecido por estos estudios sí confirman la opinión de

Antonovsky de que un fuerte SOC presenta una mayor estabilidad en comparación con niveles

más bajos, que sufren mayores variaciones.

EL SOC EN LA ADOLESCENCIA

Si bien la investigación en adultos relacionada con el efecto del SOC en la salud y el

estrés está ampliamente documentada, el papel del SOC en la salud infantil y adolescente está

en gran parte inexplorado. En la formulación teórica original, Antonovsky (1987) hace hincapié

en que el SOC es un constructo de desarrollo que se cristaliza a la edad de 30, sugiriendo una

mayor fluctuación y un papel menos relevante del SOC en la salud del adolescente: " El

adolescente, en el mejor de los casos, solo ha conseguido provisionalmente un nivel alto de

SOC, que puede ser útil para predecir a corto plazo cómo va a afrontar los factores estresantes

y su estado de salud". (Antonovsky, 1987, p. 107).

La hipótesis de la limitación del rol del SOC en la salud de los adolescentes, ha ido

acompañado de una investigación muy escasa sobre estos grupos. Algunos autores conciben

las experiencias de los adolescentes como un factor muy importante en el desarrollo del SOC

en la edad adulta (por ejemplo, Lundberg, 1997; Cederblad, Dahlin, Hagnell, y Hansson, 1994),

pero pocas contribuciones se han ocupado de los efectos potenciales para la salud que el SOC

pueda tener durante la adolescencia. Una parte importante de los estudios sobre el SOC en los

adolescentes se centraron en grupos de riesgo, tales como adolescentes evacuados de sus

países o afectados por conflictos bélicos (Antonovsky y Sagy, 1986, Braun-Lewensohn, O. 2011

y Sagy, 2002), adolescentes con TDAH (Margalit 1985; Edbom et al.,2010), o con trastornos

psicológicos (Blom, 2010; Hansson, 2004) entre otros. Sin embargo, un número creciente de

investigaciones están tratando a grupos normativos donde se abordan las consecuencias y el

desarrollo del SOC durante esta fase evolitiva, replicando en muchos casos hallazgos ya

encontrados en la fase adulta, para comprobar el paralelismo del papel del SOC en la salud

entre ambas etapas.

Contrariamente a la idea de un fluctuante y débil papel del SOC en los adolescentes,

los estudios en esta etapa muestran, en líneas generales, que un “joven” SOC puede contribuir

a un adecuado manejo del estrés y del afrontamiento, en la misma línea que se desarrolla en la

población adulta, relacionándose con buenos indicadores de salud y bienestar.

MÉTODO

En este trabajo se revisan 51 artículos de un total de 574 publicados en lengua inglesa

sobre salutogénesis y sentido de coherencia desde 1985 a la actualidad. Éstos han sido

localizados por medio de una búsqueda sistemática empleando las bases de datos

Proquest,PubMed, Ovid SP, Wiley Online Library e ISI Web of Knowledge, en la que se

emplearon como palabras claves sense of coherence, salutogenesis, salutogenic, Antonovsky,

SOC y OLQ.

Para la selección de aquellos artículos que estudian sentido de coherencia en la

adolescencia se usó como referencia la aparición en el título, abstract o palabras claves del

artículo de las palabras adolescents, adolescence, children, youth, students y school-aged.

Mediante este procedimiento se identificaron 81 trabajos.

A continuación se hizo una criba entre los trabajos preliminarmente clasificados como

de muestra adolescente, utilizando como criterio la edad de la muestra estudiada. Para el

objeto de esta revisión se consideró muestra adolecente a aquélla que estaba integrada por

participantes de entre 11 y 18 años de edad. En los casos en que el rango de edad era más

amplio que el anteriormente indicado, se tomó como referencia la edad media de los

participantes, incluyéndose aquellos trabajos en los que la edad media se encontraba dentro

del rango teórico establecido y excluyéndose los trabajos en los que ésta estaba por encima o

por debajo de dicho rango. En el caso de los trabajos que estudiaban población general y como

parte de ella muestra adolescente se consideró un criterio de exclusión la no diferenciación

entre grupos de edad en la presentación de los resultados. Cuando existía dicha diferenciación,

el trabajo se incluía en la revisión pero restringiéndose su análisis a la información referente a

la parte de la muestra con edades objeto de estudio. Los trabajos que estudian el sentido de

coherencia únicamente en población universitaria fueron también excluidos.

Finalmente, se obtuvieron 55 artículos que cumplían los criterios anteriores y de los

que en este trabajo se han utilizado 51, ya que en el caso de cuatro de los artículos no ha sido

posible obtener una copia del original hasta el momento.

RESULTADOS

Áreas de Publicación de los trabajos sobre el sentido de coherencia

El análisis de las áreas de publicación muestra que la investigación sobre sentido de

coherencia en la adolescencia tiene un carácter multidisciplinar. De los 46 trabajos en revistas

incluidas en ISI, el 39% se incluirían dentro de la categoría de ciencias médicas, el 33% en la de

psicología y el 20% en revistas adscritas al área de salud pública.

Por otro lado, cuando se lleva a cabo un análisis similar pero teniendo en cuenta los

574 trabajos sobre sentido de coherencia identificados, independientemente de si tratan o no

la temática adolescente, la publicación en revistas médicas supone hasta el 45% del total de

investigaciones, disminuyendo la proporción de trabajos publicados en revistas adscritas a

psicología (24%) o salud pública (14%). Igualmente, la cantidad de trabajos publicados en

revistas incluidas en otras temáticas es mayor cuando se analizan la totalidad de los trabajos

general (17%) que cuando el análisis se centra únicamente en las investigaciones enfocadas en

la adolescencia (9%).

Con todo ello, y a pesar de la heterogeneidad de enfoques desde los que se aborda el

sentido de coherencia, parece observarse una mayor presencia del campo de la psicología

cuando se trata la temática adolescente, como puede observarse en la Tabla 1.

Tabla 1. Comparación del número de publicaciones sobre sentido de coherencia por área

temática diferenciando entre trabajos centrados en la adolescencia y en población general.

Adolescencia Total

Medicine 18 385

Psychiatry 9 82

Dentistry, Oral Surgery & Medicine 4 16

Nursing 3 62

Pediatrics 2 4

Psychology 15 210

Psychology, Social 5 33

Psychology, Developmental 4 11

Psychology, Clinical 2 47

Psychology, Multidisciplinary 2 86

Psychology, Applied 1 16

Psychology, Educational 1 5

Public Health 9 119

Public, Environmental & Occupational Health 7 99

Health Policy & Services 2 7

Others 4 146

Social Work 2 15

Education, Special 1 4

Social Issues 1 12

Not Included In Isi 9

0

10

20

30

40

50

60

70

1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010

Adolescentes

General

Evolución a lo largo del tiempo de las publicaciones sobre sentido de coherencia

Como se observa en la Figura 1, Los primeros artículos sobre sentido de coherencia se

remontan a los trabajos de Antonovsky en 1985. Teniendo en cuenta el total de publicaciones

sobre sentido de coherencia, en el intervalo desde 1985 hasta 1995 se habían publicado

únicamente el 11.5% del total de las publicaciones sobre esa temática. Sin embargo, a partir de

esa fecha, la producción científica sobre la materia experimentó un auge, publicándose en los

cinco siguientes años (1996-2000) una mayor cantidad trabajos que en toda la década anterior

(un 19% de las publicaciones provienen de esa fecha). De esta forma, en años posteriores

continuó el aumento del material científico publicado sobre esta temática, hasta el punto de

que un 27% del total de publicaciones sobre sentido de coherencia se publica entre 2001-2005

y el porcentaje es aún mayor, un 42%, en los cinco últimos años. Estos datos muestran el

creciente interés de la comunidad científica en la temática del sentido de coherencia.

Si analizamos la evolución de las publicaciones sobre el sentido de coherencia en la

adolescencia, comprobamos que su progresión ha sido bastante más tardía. De esta forma,

casi el 50% de las publicaciones centradas en la etapa adolescente provienen de los últimos

cinco años (2006-10), y un 32% fueron presentadas entre el 2001 y el 2005. En conclusión,

teniendo en cuenta que sólo un 10% de las publicaciones sobre sentido de coherencia en la

adolescencia son anteriores al 2000, se puede afirmar que el interés por el estudio de la

salutogénesis en jóvenes es relativamente reciente y, por ello, aún quedan por explorar gran

parte de las relaciones y efectos del SOC en los adolescentes.

Figura 1. Evolución del número de publicaciones en sentido de coherencia y salutogénesis en población global y adolescente

Tipo de muestras adolescentes estudiadas

1. Total de muestra estudiada

Entre los 51 estudios revisados que abordan el SOC en la adolescencia, se han recogido

datos de aproximadamente 63.500 adolescentes. Esta elevada cifra se debe a que gran parte

de los estudios (más del 58%) superan los 500 sujetos y hasta el 36% del total de los estudios

utilizaron muestras de más de 1000 sujetos.

En cuanto a las características de la muestra, 36 de los 51 estudios analizados están

compuestos por muestras normalizadas, con un tamaño muestral en torno a 49.000 sujetos

(un 77% de la muestra total estudiada). Las investigaciones restantes abordan muestras muy

diversas, donde se incluirían muestras clínicas, como adolescentes con TDAH (Edbom,

Malmberg, Lichtenstein, Granlund, & Larsson, 2010; Margalit, 1985), con trastornos de

ansiedad o depresión(Henje Blom, Serlachius, Larsson, Theorell, & Ingvar, 2010), de

conducta (Hansson, Olsson, & Cederblad, 2004), pacientes con epilepsia (Räty,

Larsson, & Söderfeldt, 2003), con pérdida auditiva severa(Most, 2007) y problemas

digestivos (Jellesma, Rieffe, Terwogt, & Kneepkens, 2006), así como otro tipos de

muestras, tales como adolescentes que han cometido delitos y se encuentran en

centros de reclusión (Koposov, Ruchkin, & Eisemann, 2003), jóvenes expuestos a

ataques con misiles (Braun-Lewensohn, Sagy, & Roth, 2011), evacuados de

asentamientos judíos (Antonovsky & Sagy, 1986; Sagy, 2002), víctimas de maltrato

(Gustafsson, Nelson, & Gustafsson, 2010), beduinos del desierto expuestos a

quemaduras solares (Shani, Ayalon, Hammad, & Sikron, 2003) o adolescentes en

situaciones de riesgo de fracaso escolar(Bowen, Richman, Brewster, & Bowen, 1998;

Nash, 2002).

2. Países de procedencia

El estudio del sentido de coherencia se ha abordado en población procedente de 40 países

diferentes ubicados en los cinco continentes no siendo, sin embargo, la distribución de

estudios homogénea entre los distintos países.

Un análisis de las publicaciones según el país del que proceden los participantes de la

muestra, indica que en la mayor parte de estudios sobre sentido de coherencia los

participantes proceden de Suecia, EEUU y Finlandia, estando sobrerrepresentados los países

del norte de Europa, como puede observarse en la Tabla 2.

Sin embargo, en el estudio de la población adolescente, los países que han publicado una

mayor cantidad de trabajos son Suecia, Israel y Finlandia.

Es de destacar que, en España, únicamente se han publicado cuatro estudios sobre sentido

de coherencia y salutogénesis, ninguno de ellos en población adolecente.

Tabla 2. Número de estudios con muestra procedente de cada país.

GLOBAL ADOLESCENTS

SUECIA 117 19,53% 15 29,41%

EEUU 79 13,19% 5 9,80%

FINLANDIA 73 12,19% 8 15,69%

ISRAEL 43 7,18% 9 17,65%

INGLATERRA 40 6,68% 0 0,00%

ALEMANIA 36 6,01% 0 0,00%

NORUEGA 33 5,51% 3 5,88%

CANADA 19 3,17% 0 0,00%

POLONIA 18 3,01% 1 1,96%

DINAMARCA 17 2,84% 2 3,92%

SUDAFRICA 17 2,84% 2 3,92%

JAPON 16 2,67% 0 0,00%

OTROS 91 15,19% 6 11,76%

Versión del test utilizada

En el análisis de las versiones utilizadas para abordar el estudio del sentido de coherencia

en la adolescencia, cuyos resultados se presentan en la Tabla 3, se observa que la versión más

utilizada ha sido el SOC-13, siendo ésta la versión elegida en un 54% de los estudios y

mostrando en esta población buenos índices de fiabilidad (0.83 como promedio).

El segundo cuestionario más usado es el SOC-29, empleado en un 15% de estudios, y que

presentan igualmente buenos indicadores de fiabilidad (0.88).

Entre las versiones no oficiales, destaca el SOC-HBSC por sus indicadores de fiabilidad a la

altura de los originales (0.85). Sin embargo, otras versiones utilizadas (como el Children-SOC, el

Family-SOC y el School-SOC) presentan índices de fiabilidad más modestos (0.71, 0.75 y 0.65

respectivamente). Por último, hay otras versiones que se basan en una selección de ítems, o

en modificaciones del número de alternativas de respuestas, que en general muestran niveles

cuestionables de fiabilidad y cuyo uso, en su mayoría, no ha tenido continuidad.

Tabla 3. Versiones del cuestionario utilizadas y fiabilidad en estudios con población

adolescente

Fiabilidad

Estudios Media Rango Nivel

SOC-29 8 0,88 0,94-0,81 Buena

SOC-13 28 0,83 0,60-0,87 Buena

SOC-13 HBSC 2 0,85 0,85 Buena

CSOC 2 0,71 0,71-0,72 Aceptable

FSOC 3 0,75 0,73-0,76 Aceptable

SCHOOL SOC 3 0,65 0,64-0,66 Cuestionable

OTHERS 6 0,68 0,61-0,83 Cuestionable

Temáticas abordadas junto al sentido de coherencia

1. Variables sociodemográficas

Sexo

En 21 de los trabajos analizados se presentaron análisis, o bien información que permitía

realizar dichos análisis, de la influencia de la variable sexo en las puntuaciones de sentido de

coherencia. De ellos, un 72 %(n=15) encontraron diferencias significativas entre chicos y

chicas, observándose mayores niveles de sentido de coherencia en los primeros que en las

segundas. De estos 15 trabajos en los que se encontraron efectos significativos, en un

56%(n=9) aproximadamente el tamaño de efecto asociado a dichas diferencias fue pequeño,

un 6,66% (n=1) encontraron efectos moderados y en un 40% no fue posible obtener un valor

de tamaño de efecto.

Si nos centramos en las diferencias de tamaño pequeño o moderado encontradas entre

chicos y chicas de población normativa éstas se encuentran mayoritariamente en estudios en

los que las muestras proceden de países nórdicos: adolescentes suecos de entre 13 y 20 años

de edad(Axelsson, Andersson, Hakansson, & Ejlertsson, 2005; Kristensson & Öhlund, 2005;

Myrin & Lagerström, 2008; Nilsson, Starrin, Simonsson, & Leppert, 2007), noruegos entre 11 y

18 años(Moksnes, Rannestad, Byrne, & Espnes, 2010; Torsheim, Aaroe, & Wold, 2001) y

finlandeses de entre 15 y 18 años(P.-L. Honkinen et al., 2009). También se encontraron

diferencias del mismo tipo en adolescentes suizos entre 16 y 19 años(Buddeberg-Fischer,

Klaghofer, & Schnyder, 2001) y en daneses de 15 años de edad(Nielsen & Hansson, 2007). El

sentido de coherencia en todos ellos había sido evaluado utilizando el SOC-13.

En cuanto al 28% de trabajos(n=6) en que no se encontraron diferencias significativas, el

panorama es más diverso. Centrándonos de nuevo en poblaciones normativas, encontramos

estudios que evaluaron sentido de coherencia utilizando instrumentos más variados: el SOC-

29, SOC-13 y versiones modificadas del la escala de sentido de coherencia, así como

adolescentes procedentes, con la excepción del trabajo de (Sollerhed, Ejlertsson, & Apitzsch,

2005), de países diferentes a los mencionados con anterioridad: Israel(Magen, Birenbaum, &

Ilovich, 1992; Margalit & Eysenck, 1990), Hawaii (Glanz, Maskarinec, & Carlin, 2005) y

EEUU(Marsh, Clinkinbeard, Thomas, & Evans, 2007; Nash, 2002).

Edad

En 15 de los 51 trabajos analizados se estudió la influencia de la edad en las puntuaciones

de sentido de coherencia. Entre ellos se encontró únicamente un trabajo longitudinal(P.-L.

Honkinen et al., 2008), en el que se encontró que no existían diferencias significativas(d =0,02)

en el sentido de coherencia de adolescentes finlandeses entre los 15 y los 18 años.

En el caso del resto de trabajos, de carácter transversal, los resultados son dispares. Así, se

encuentran trabajos que informan de la ausencia de diferencias significativas asociadas a la

edad de los adolescentes estudiados(Jellesma, et al., 2006; Koushede & Holstein, 2009;

Kristensson & Öhlund, 2005; Margalit & Eysenck, 1990; Moksnes, et al., 2010; Simonsson,

Nilsson, Leppert, & Diwan, 2008).

Por otra parte, entre los trabajos que apuntan a la existencia de diferencias significativas

asociadas a la edad, se encuentran tanto estudios que en los que menor edad se asocia con

mayores puntuaciones de sentido de coherencia(Natvig, Hanestad, & Samdal, 2006; Nilsson, et

al., 2007; Räty, et al., 2003) como trabajos en los que los adolescentes mayores muestran

niveles de sentido de coherencia más elevados que los más jóvenes(Magen, et al., 1992;

Zimprich, Allemand, & Hornung, 2006).

Tanto en unos como en otros trabajos las diferencias entre los grupos de edad

comparados o bien la amplitud del rango de edades en los trabajos que calculan la correlación

oscila entre 2 y 5 años, no existiendo hasta el momento ningún trabajo que haya abordado la

influencia de la edad abarcando la etapa adolescente completa. Este hecho podría tener que

ver con la disparidad de resultados obtenidos.

Nivel socioeconómico

Un primer dato a tener en cuenta es que de los 51 trabajos estudiados sólo en 5 se

estudió el papel del nivel socioeconómico en los niveles de sentido de coherencia de los

adolescentes, no aportándose además los datos necesarios para el cálculo de pruebas de

tamaño de efecto.

De los anteriores, en cuatro trabajos se concluyó que no había diferencias significativas en

el sentido de coherencia asociadas al nivel socioeconómico, si bien sólo dos de ellos fueron

realizados con muestra normativa (Koushede & Holstein, 2009; Marsh, et al., 2007) y tanto en

éstos como en el resto(Myrin & Lagerstrom, 2006; Nash, 2002) no se proporcionaron los datos

concretos a partir de los cuales se extrajo dicha conclusión. En cuanto al trabajo que encontró

diferencias significativas asociadas al nivel socioeconómico(Bowen, et al., 1998) pero este

estudio, además de utilizar una muestra no normativa, de adolescentes en riesgo de fracaso

escolar, empleó una medida para la evaluación del nivel socioeconómico de validez dudosa.

Por tanto, el dato más destacado respecto al estudio de la relación entre nivel

socioeconómico y sentido de coherencia en la adolescencia es la escasez de trabajos que

hayan abordado esta cuestión y la ausencia total de estudios que lo hayan hecho de una

manera profunda y rigurosa en población adolescente normativa. En este sentido esta revisión

identifica un vacío en la investigación sobre el papel de las desigualdades socioeconómicas en

el desarrollo del sentido de coherencia, que futuras investigaciones deberían contribuir a

eliminar.

2. Variables personales

Del total de trabajos revisados, 22 incluyeron un análisis de la relación entre sentido de

coherencia y variables personales. De ellos 17 abordaron su estudio en adolescentes

normativos, mientras que 5 centraron en poblaciones clínicas.

Un análisis de los trabajos realizados con muestra adolescente normativa nos muestra que

el sentido de coherencia ha sido estudiado en relación con una amplia variedad de variables

personales.

Así, un total de 15 trabajos, aproximadamente un 30% del total de los examinados,

incluyeron en sus análisis el estudio de la relación entre sentido de coherencia y alguna

variable personal, siendo una mayoría abrumadora los trabajos que se interesaron por la

asociación entre sentido de coherencia y variables relacionadas con la salud, especialmente

malestares y quejas psicosomáticas y salud percibida. Un total de 9 trabajos se interesaron por

esta temática, lo que supone que un 60% de los trabajos que incluyeron en sus análisis del

sentido de coherencia variables personales utilizaron alguna de las anteriores. La relación

comentada entre sentido de coherencia y malestar y quejas psicosomáticas fue

negativa(Buddeberg-Fischer, et al., 2001; Jellesma, et al., 2006; Modin, Östberg, Toivanen, &

Sundell, 2011; Moksnes, et al., 2010; Myrin & Lagerström, 2008; Nielsen & Hansson, 2007;

Simonsson, et al., 2008; Torsheim, et al., 2001), es decir, aquellos adolescentes con mayores

niveles de sentido de coherencia tendían a experimentar menos malestares de ese tipo. En

cuanto al papel del sentido de coherencia en la salud percibida de los adolescentes, se observó

una asociación positiva, de manera que un fuerte sentido de coherencia se asociaba con una

percepción más positiva de la propia salud(P. Honkinen, Suominen, Valimaa, Helenius, &

Rautava, 2005).

Otras variables personales con las que el sentido de coherencia ha mostrado tener

asociaciones positivas son extraversión y habilidades sociales (Margalit & Eysenck, 1990),

habilidades de afrontamiento (Kristensson & Öhlund, 2005), la conciencia medioambiental

(Anttila, Poikolainen, Uutela, & Lonnqvist, 2000) y la ética laboral y la actitud positiva hacia el

trabajo(Axelsson, et al., 2005).

Por el contrario, los trabajos revisados informan de relaciones negativas entre sentido e

coherencia y problemas comportamentales (P.-L. Honkinen, et al., 2009), tendencia agresiva

(Kristensson & Öhlund, 2005), neuroticismo y psicoticismo (Margalit & Eysenck, 1990),

sentimientos depresivos y preocupaciones relacionadas con la familia (Myrin & Lagerström,

2008).

En cuanto a la inclusión de variables clínicas en el estudio de muestra normativa está fue

llevada a cabo únicamente por 3 de los trabajos revisados. En ellos se encontraron

asociaciones negativas entre sentido de coherencia y depresión(Buddeberg-Fischer, et al.,

2001), psicopatología en la infancia(Olsson, Hansson, Lundblad, & Cederblad, 2006; Ristkari,

Sourander, Ronning, & Helenius, 2006) y problemas de salud mental(Ristkari et al., 2005).

Por otra parte, los trabajos que abordaron variables personales en muestra clínica se

centraron en adolescentes con trastornos psicológicos (trastorno depresivo o de ansiedad y

trastorno de déficit de atención por hiperactividad), con discapacidad auditiva severa,

diagnosticados de epilepsia, adolescentes víctimas de maltrato y delincuentes retenidos en

centros de detención.

El sentido de coherencia en adolescentes con trastorno de déficit de atención con

hiperactividad ha sido abordado en un total de 2 trabajos (Edbom, et al., 2010; Margalit,

1985), aunque con un enfoque diferente. Así, Margalit (1985) estudió las diferencias en el

sentido de coherencia entre adolescentes hiperactivos y control de entre 10 y 13 años,

encontrando que los adolescentes hiperactivos mostraban niveles significativamente menores

de sentido de coherencia, siendo el tamaño de efecto asociado a las diferencias grande (d

=0,91). Edbom et al. (2010), en cambio, estudiaron la sintomatología asociada al trastorno de

manera longitudinal en adolescentes a los 16 y 21 años y observaron si había diferencias en la

evolución de la misma entre aquellos adolescentes que a los 16 habían mostrado niveles altos

de sentido de coherencia y los que mostraron niveles bajo. Los resultados de este trabajo

mostraron que quienes a los 16 años contaban con niveles más altos de sentido de coherencia

tendían a mostrar menor sintomatología a los 21 años, con lo que el sentido de coherencia

parecía actuar como un factor moderador en la evolución de la sintomatología propia del

TDAH.

En el caso de adolescentes con trastornos depresivos y de ansiedad, contamos con un

único trabajo, que examinó a chicas adolescentes de entre 15 y 18 años que padecían dichas

patologías(Henje Blom, et al., 2010). Tanto en éstas como en la muestra control se observaron

fuertes asociaciones negativas entre las puntuaciones de sentido de coherencia y las obtenidas

de la evaluación de síntomas ansiosos y depresivos mediante el Inventario de Depresión y

Ansiedad de Beck (BDI y BAI).

Las aportaciones sobre el resto de muestras clínicas también corresponden a un único

trabajo. Así, Most (2007) examinó el sentido de coherencia y los sentimientos de soledad en 19

adolescentes con discapacidad auditiva severa de entre 12 y 14 años, tanto en aulas especiales

como integrados dentro de aulas ordinarias, observando que no existían diferencias

significativas en el sentido de coherencia de estos adolescentes dependiendo del tipo de aula

en que se encontraban. Otro resultado relevante de este trabajo es que encontró una fuerte

correlación negativa entre sentido de coherencia y sentimientos de soledad. Unido a lo

anterior se encontró que los adolescentes que estaban integrados en aulas ordinaria el grado

en que su lenguaje era comprensible por el resto de compañeros era un factor crucial para su

adaptación, ya que los que fueron evaluados con una mayor inteligibilidad en el habla

mostraron mayores niveles de sentido de coherencia así como menores sentimientos de

soledad.

Por otra parte, no se observaron diferencias significativas en las puntuaciones de sentido

de coherencia en adolescentes suecos de entre 13 y 22 años de edad diagnosticados de

epilepsia en comparación con un grupo control(Räty, et al., 2003).

Finalmente, se identificaron otros dos trabajos que estudiaron variables clínicas en

muestras con características especiales: adolescentes víctimas de maltrato (Gustafsson, et al.,

2010) y jóvenes delincuentes retenidos en centros de detención(Koposov, et al., 2003).

3. Contextos de desarrollo (en proceso de redacción)

Familia

En los primeros trabajos teóricos de Antonovsky (1987), el contexto familiar es definido como

uno de los pilares básicos del desarrollo del sentido de coherencia durante la infancia y

adolescencia. Por otro lado, el mismo autor reconocía un papel importante a las condiciones

económicas y sociales de la familia en la formación del sentido de coherencia de los individuos,

ya que estas condiciones favorecían que el niño y adolescente se enfrentara a una mayor gama

de situaciones en las que las demandas contextuales podían ayudar a la conformación de un

sólido SOC. Unido a lo anterior, el papel del contexto familiar en la construcción de modelos

explicativos del mundo recogido en los planteamientos de Reiss (1981), a los que se hizo

referencia en el apartado anterior, fue también destacado por Antonovsky (1987), que

reconoció esta aportación como fundamental.

El modelo salutogénico plantea, por tanto, que las experiencias vitales de consistencia,

equilibrio en las demandas y sentirse partícipe de los resultados son fundamentales para el

desarrollo del sentido de coherencia (Antonovsky, 1987). La consistencia en las experiencias

vitales, esto es, la percepción durante el crecimiento de que los eventos ambientales y el

propio ambiente son ordenados y estructurados más que caóticos, promueve el sentido de

comprensibilidad. Un balance adecuado entre las demandas planteadas y los recursos a la

disposición del sujeto refuerza la percepción de que los estresores y demandas pueden ser

resueltos razonablemente bien, es decir, fortalecen el componente de manejabilidad. Por

último, la participación en resultados proporciona una percepción de que uno tiene un papel

activo en su vida y su destino, dotándolo de motivación para hacer frente a los retos e

implicarse en los distintos dominios de la vida (sentido de significatividad).

Sin embargo, a pesar del papel tan relevante otorgado por Antonovsky, la

investigación del desarrollo del SOC en el contexto familiar es un campo aún bastante

inexplorado, ya que de los 51 trabajos analizados, únicamente en 11 de ellos se aborda, al

menos en parte, el contexto familiar.

Como se ha mencionado anteriormente, el estudio del SOC en el ámbito familiar es

comparativamente el contexto más estudiado en los jóvenes. Sin embargo, la periodicidad de

las publicaciones en este ámbito no ha sido estable. Las primeras investigaciones basadas en el

contexto familiar fueron encabezadas por Margalit (1985, 1990) y el propio Antonovsky (1986),

y hasta una década después no se volvió a retomar el estudio de la familia en el trabajo de

Sagy (2000). El resto de investigaciones, más del 50% de ellas, se situarían ya en los últimos 5

años.

Se pueden distinguir diversos enfoques en el estudio de las relaciones familiares en el

desarrollo del SOC. De esta forma, ciertos trabajos han estudiado qué factores familiares

pueden influir en un bajo desarrollo del SOC. En esta línea, las investigaciones se centran en la

presencia de sucesos familiares estresantes, como enfermedad o muerte de un familiar

(Ristkari, 2008), en el contexto familiar como fuente de estrés (Moksnes, 2010), en los

conflictos familiares (Marsh, 2007) o la presencia de maltrato (Sagy, 2001); presentando todos

estos aspectos relación negativa con el SOC en los adolescentes.

Por otro lado, otros autores abordan aspectos positivos del contexto familiar, como las

conductas de apoyo (Margalit, 1985), estimulación de la familia para el crecimiento personal

(Marsh, 2007) y el clima y las relaciones familiares (Olsson, 2006), comprobándose en todas

estas investigaciones el papel relevante de la familia en el desarrollo de una percepción

ordenada, coherente y estructurada del mundo, lo que conlleva una mayor solidez del SOC en

esta etapa evolutiva.

Por último, otros autores destacan la influencia de la capacidad adquisitiva familiar en

el desarrollo del SOC, centrando el estudio del contexto familiar en las desigualdades

socioeconómicas durante la infancia y adolescencia. Diversos autores han resaltado la

importancia de las condiciones de vida durante la infancia en el desarrollo correcto del SOC

durante la adultez (Antonovsky, 1984, 1987; Sagy & Antonovsky, 2000), postulando que un

adecuado nivel socioeconómico en las primeras décadas de la vida puede proporcionar

experiencias que favorezcan el desarrollo de un fuerte SOC, mientras que la situación

contraria, en la que se presente un bajo nivel socioeconómico durante la infancia puede

proporcionar un ambiente pobre en experiencias y oportunidades de desarrollo (Geyer, 1997).

De hecho, investigaciones posteriores que han explorado estas relaciones confirman que un

alto nivel socioeconómico familiar durante la infancia se asocia positivamente con un SOC

fuerte en la adulta (Lundberg, 1997; Sagy & Antonovsky, 2000; Volanen et al., 2004; Volanen et

al., 2006). Centrándonos en estudios con población adolescentes, estudios como los de Myrin

(2008) y Ristkari (2008) confirman estos datos encontrados anteriormente. Por todo ello, dado

que el nivel socioeconómico familiar en la infancia y adolescencia puede afectar al desarrollo

del SOC y este se encuentra positivamente relacionado con el comportamiento de salud en la

fase adulta, es razonable postular que el SOC juega un papel importante de mediación en la

relación entre el nivel socioeconómico y el posterior desarrollo de comportamientos de salud

(Bernabé et al., 2009). Este papel mediador del SOC está siendo una de las líneas actuales de

investigación del modelo salutogénico en las desigualdades socioeconómicas en salud.

Escuela

Si bien otros estudios antes mencionados ofrecen evidencias preliminares de que el

SOC puede ayudar a grupos de adolescentes de riesgo para hacer frente a las condiciones

particulares de vida difícil, el impacto en la salud por parte del SOC puede ser incluso mayor

impacto en las exigencias normativas durante el desarrollo normal adolescente. Con la visión

de que la adaptación escolar tiene una influencia esencial sobre una amplia gama de

resultados sociales, psicológicos y comportamentales, la evidencia empírica sobre el papel del

SOC como moderador el estrés durante la adolescencia puede ofrecer, sobre todo,

posibilidades de desarrollo de políticas de prevención (Torsheim, Aaore & Wold, 2001). De este

modo, las demandas relacionadas con la escuela son consideradas, por un buen numero de

autores, una fuente potente de estrés en los adolescentes normalizados (Eme, Maisak, y

Goodale, 1979; Greene, 1988; Henker, Whalen, y O'Neil, 1995), demostrándose que los niveles

elevados de estrés, son asociados a trastornos psicológicos (Wagner & Compas, 1990;

Ystgaard, 1997) y quejas somáticas (Aaro et al., 1987; Garralda, 1996; Hurrelmann et al., 1988).

Como la educación es obligatoria en la mayoría de los países, la exposición a las demandas de

la escuela es un fenómeno normativo en la adolescencia. Por ello, la identificación de los

recursos que pueden ayudar a prevenir los sucesos de estrés escolar, o moderar su impacto

adverso sobre la salud, puede servir como un primer paso importante en el desarrollo de

estrategias de prevención dentro de la población adolescente.

Por otro lado, autores como Sagy (2001), apuntan que los sentimientos de pertenencia en

la escuela, el sentirse aceptado y respetado por otros así como la posibilidad de participar y

recibir apoyo en las relaciones escolares puede favorecer el desarrollo de un adecuado SOC,

permitiendo que la escuela, en el caso de existir experiencias adversas en otros contextos

fundamentales, como la familia, pueda tener un potencial amortiguador o compensados de

éstas.

En el ánalisis de las publicaciones relacionadas con la influencia de la escuela en el

desarrollo y la interacción con el SOC en adolescentes, la escuela es el segundo contexto más

estudiado, con un total de 9 publicaciones y la mayoría posteriores al año 2000.

La forma de abordar el SOC en este contexto es diversa, dependiendo de si enfoca a la

escuela como un agente estresor, una fuente de experiencia o un recurso para el adolescente.

Igualmente, se diferencia las demadas escolares, los compañeros o los profesores como

objetos de estudio. Sin embargo, los resultados generales muestran a este contexto como un

agente muy importante en el desarrollo del SOC y en el efecto mediador que puede adoptar el

SOC ante dificultades en la escuela.

Iguales

Antonovsky(1987) consideró que el poseer redes extensas de apoyo informal, como el que

proporcionan los iguales especialmente durante la adolescencia, podría tener una influencia

positiva en el desarrollo del sentido de coherencia proporcionando por una parte acceso a una

mayor variedad de experiencias vitales y por otra facilitando la percepción de las demandas de

la vida como comprensibles manejables y significativas.

Sin embargo, el papel de las relaciones con iguales en el desarrollo del sentido de

coherencia es un aspecto relativamente inexplorado hasta el momento, siendo claramente el

contexto menos abordado en relación con el sentido de coherencia en la adolescencia, ya que

sólo 2 trabajos de los 51 revisados incluyen en sus análisis alguna variable relacionada con este

contexto (Evans, Marsh, & Weigel, 2010; Moksnes, et al., 2010).

Estos trabajos hacen un abordaje, además, poco profundo del contexto de iguales. Así,

Moksnes et al. abordan el contexto de iguales únicamente como una posible fuente de estrés,

encontrando que la presión del grupo de iguales, al igual que el estrés procedente del resto de

contextos examinados, tiene un efecto negativo en el sentido de coherencia de los

adolescentes. El trabajo de Evans et al. en un análisis de factores de riesgo y protección para el

desarrollo del sentido de coherencia en adolescentes, analiza el apoyo de los amigos como

posible factor protector o promotor del SOC y las influencias negativas de los amigos, el uso de

armas por parte de éstos y el que mantengan actitudes positivas hacia el consumo de

sustancia como elementos de riesgo.

4. Estilos de vida

Tal y como se ha explicado en la introducción, Antonovsky (1987) afirmó que el SOC se

desarrolla durante la infancia y adolescencia, estabilizándose en el período de la adultez

temprana. Las condiciones presentes antes de la adultez, tanto en términos de la posición

social de la familia, de las condiciones económicas y de las relaciones sociales en la familia, de

las experiencias de vida y la cultura, son algunos factores que pueden influir en el SOC. Según

Antonovsky, el adolescente puede ganar un SOC fuerte de manera provisional, sin embargo,

esto le puede ser útil a corto plazo para predecir cómo va a hacer frente a los factores de

estrés y cómo va ser su estado de salud.

Existen algunas investigaciones que han tratado de relacionar la consecución de

diferentes conductas de salud o estilos de vida con el nivel de SOC de la persona,

argumentando que un individuo con un fuerte SOC tiene menos probabilidad de percibir

muchas situaciones de estrés como una amenaza (Antonovsky & Sagy, 1986). De hecho,

algunos estudios han demostrado que el SOC presenta una fuerte covarianza con bajos niveles

de ansiedad y con la capacidad de hacer frente al estrés(Bowman, 1996; Flannery, Perry, Penk,

& Flannery, 1994; Gilbar, 1998) . A pesar de que el estudio de la relación entre estilos de vida y

SOC ha sido estudiado con algo de extensión en la etapa adulta, no sucede lo mismo en el caso

de la adolescencia. Así, de los 51 artículos que han analizado el SOC en la etapa adolescente,

tan solo 10 de ellos incluyen alguna variable relacionada con las conductas de salud con la

intención de conocer su relación con el SOC. A continuación se va a mostrar los principales

resultados de esos 10 artículos, agrupados en función del componente de estilo de vida que

tratan de estudiar.

Al hilo de lo que se encuentra en la literatura general relacionada con los estilos de

vida en la adolescencia, en el caso de los trabajos relacionados con el SOC de nuevo se

encuentra que las conductas relacionadas con el consumo de sustancias son las que más se

estudian en comparación al resto de estilos de vida. En primer lugar, existen dos

investigaciones que tratan de conocer si los estudiantes que fuman tabaco se diferencian en su

nivel de SOC de sus iguales no fumadores (Myrin & Lagerstrom, 2006; Ristkari, et al., 2005).

Mientras que en el estudio de Myrin y Lagerstrom los resultados no muestran diferencias

significativas, en el caso del trabajo realizado por Ristkari y colaboradores los datos

manifiestan que el nivel de SOC disminuye a medida que aumenta la frecuencia en consumo

de tabaco. Ahora bien, es necesario advertir que la muestra de sujetos de este último estudio

estaba compuesta únicamente por jóvenes varones de 18 años, por lo que los resultados no

son fácilmente generalizables.

En lo que respecta al consumo de alcohol, de las tres investigaciones que abordan su

relación con el SOC (Myrin & Lagerstrom, 2006; Nilsson, et al., 2007; Ristkari, et al., 2005),

todas ellas muestran una relación negativa entre ambas variables. Sin embargo, estos estudios

aportan información al respecto interesante de analizar. En primer lugar, Myrin y Lagerstrom

apuntan que la relación negativa entre la puntuación de SOC y el consumo de alcohol solo se

muestra realmente clara en el caso de los jóvenes pertenecientes a zonas de nivel

socioeconómico alto. En segundo lugar, Nilsson et al. señalan que tanto el SOC como la

frecuencia de borracheras se asociaron de manera independiente con el desarrollo de

diferentes problemas de conducta relacionados con el alcohol (peleas, accidentes, deterioro

de las relaciones con familia/amigos/profesores, disminución del rendimiento escolar,

relaciones sexuales de riesgo, problemas con la policía, etc.). En concreto, el modelo que

proponen estos autores muestra que la combinación de estos dos factores amplifica su fuerza

considerablemente, de modo que los adolescentes con una fuerte SOC, a pesar de

emborracharse con frecuencia, estaban protegidos en gran medida de dichos problemas

relacionados con el alcohol. Por tanto, a pesar de que las diferentes investigaciones han

demostrado la relación entre SOC y consumo de alcohol, es preciso realizar más

investigaciones que profundicen en el tipo concreto de relación que se establece.

Por último, en lo que se refiere al consumo de hachís y otras drogas ilegales, tanto el

estudio realizado por Ristkari et al. (2005) como el de Myrin y Lagerstrom (2006) encuentran

que los jóvenes que consumían este tipo de drogas presentaban una puntuación más baja de

SOC. Sin embargo, Myrin y Lagerstrom señalaban que dicha relación es especialmente

significativa en el caso de los chicos varones y de los estudiantes pertenecientes a zonas de

nivel socioeconómico alto.

Detrás de los estudios que tratan de conocer la relación entre consumo de sustancias y

SOC en la adolescencia, los componentes de estilos de vida que las investigaciones tratan de

relacionar con el SOC con más frecuencia en esta etapa evolutiva son la actividad física y la

higiene dental.

En lo que respecta a la actividad física, las investigaciones demuestran que existe

relación entre las puntuaciones de SOC y las actitudes positivas hacia la actividad física

(Sollerhed, et al., 2005). En concreto, según los resultados encontrados por Myrin y Lagerstrom

(2006), el valor medio de SOC es más alto en aquellos estudiantes que asisten a clases de

actividad física o actividades deportivas, encontrando estas diferencias sobre todo en el caso

de las chicas y de los jóvenes pertenecientes a zonas de nivel socioeconómico bajo. Para

Bronikowski y Bronikowska (2009) una mejora en la actitud hacia la actividad física y una

mayor frecuencia de Actividad Física Moderada-Vigorosa correlacionan con niveles más altos

en SOC en una muestra de adolescentes de 13 años.

Con relación a la higiene dental, tres importantes investigaciones se centran el estudio

de su relación con el SOC y demuestran, en general, mejores indicadores de higiene dental en

aquellos jóvenes con un nivel de SOC más alto (Ayo-Yusuf, Reddy, & Van Den Borne, 2008;

Dorri, Sheiham, Hardy, & Watt, 2010; Freire, Sheiham, & Hardy, 2001). Ahora bien, es

importante precisar los detalles de cada estudio, ya que cada uno de ellos aporta información

interesante. En primer lugar, Ayo-Yusuf et al. demuestran que la conducta de fumar y un nivel

bajo de SOC son factores de riesgo independientes para la pobre salud gingival en una

población rural de adolescentes con acceso limitado a la atención dental profesional. Por otro

lado, según Dorri et al., puntuaciones más altas de SOC se asocian con mayor frecuencia de

cepillado dental, pero esto solo sucede en el caso de las chicas. Por último, para Freire et al.,

los adolescentes con alto SOC visitan al dentista cuando tenían un problema con mayor

frecuencia que aquellos con bajo SOC. Sin embargo, para estos autores otras medidas

relacionadas con la higiene dental no tenían una relación estadísticamente significativa con el

nivel de SOC.

Para terminar, tan solo algunas investigaciones han relacionado de manera

excepcional el SOC en la adolescencia con variables como hábitos de alimentación, de sueño y

frecuencia de actividades de voluntariado.

Han sido Myrin y Lagerstrom (2006) quienes se han centrado en el estudio de la

relación entre el nivel de SOC y los hábitos de alimentación, por un lado, y la hora de irse a la

cama, por otro (además de las relaciones con actividad física y el consumo de sustancias). En

concreto, estos autores encontraron que el valor promedio del SOC era menor entre los

estudiantes que rara vez o nunca desayunaba, especialmente en el caso de las chicas. Además,

este estudio también ha mostrado que el valor promedio del SOC era más bajo entre las chicas

que rara vez o nunca cenaban, lo que no ocurría en sus iguales varones. Asimismo, esta

investigación demuestra que aquellos jóvenes que se van a la cama después de las 11 de la

noche presentan valores de SOC más bajos, especialmente en el caso de los jóvenes

pertenecientes a zonas de nivel socioeconómico alto. Hay que indicar que este estudio se

realizó en Suecia, lo que ayuda a contextualizar la razón por la que los investigadores usaron

como límite las 11 de la noche para diferenciar a los dos grupos, los que se acuestan tarde y los

que se acuestan temprano.

Por último, Magen, Birenbaum & Ilovich (1992) mostraron que los adolescentes

involucrados, de forma continuada, en actividades de voluntariado presentaban un SOC más

alto que el resto de la muestra, acentuando el potencial de este tipo de actividades para el

desarrollo adolescente.

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