el significado y el jardín

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El significado y el jardín. Tal parece que la intimidad es el secreto de la interpretación. Hospedado en Xilitla, en la casa de la familia Gastellum, fuertemente influenciada en su arquitectura por el contacto con Edward James, durante el desayuno se podía escuchar del otro lado de la casa: -Hola…-¡Hola!; Hola…- ¡Hola!; Uno podía ver desde su mesa a las cocineras y unos cotorros, era imposible saber con exactitud quién hablaba cuándo. Me acerqué y dije “¡Hola!”: silencio. Sonrisa de las cocineras y mirada fija de las aves. Esta escena reproduce una mecánica de interpretación cuando las relaciones nos son ajenas, sin conocer exactamente el lugar de la voz (la identidad), contando con apenas un par de significantes, pretendemos acercarnos hablando el mismo lenguaje de nuestro objeto de interés y entonces la presencia enmudece. Eso es la intimidad, un código compartido, un campo de sentido, una extranjería implícita que obliga al silencio y la impertinencia, un aprender cada vez siempre que no importa tanto quién habla y lo que se dice como el intercambio de las relaciones entre sí. Viajar a Xilitla significa visitar el legado de Edward James. La idea de visitar los jardines que construyó James en medio de la sierra subtropical fue de mi amigo Rolando, quien al final entendió de qué se trata todo eso. Hay muchos rumores acerca de la naturaleza de las construcciones y las razones de James para edificar finalmente en México. El escenario no

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Las ruinas de Xilitla y la nostálgia del aristócrata inglés

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Page 1: El significado y el jardín

El significado y el jardín.

Tal parece que la intimidad es el secreto de la interpretación. Hospedado en Xilitla, en la casa de la familia Gastellum, fuertemente influenciada en su arquitectura por el contacto con Edward James, durante el desayuno se podía escuchar del otro lado de la casa: -Hola…-¡Hola!; Hola…-¡Hola!; Uno podía ver desde su mesa a las cocineras y unos cotorros, era imposible saber con exactitud quién hablaba cuándo. Me acerqué y dije “¡Hola!”: silencio. Sonrisa de las cocineras y mirada fija de las aves. Esta escena reproduce una mecánica de interpretación cuando las relaciones nos son ajenas, sin conocer exactamente el lugar de la voz (la identidad), contando con apenas un par de significantes, pretendemos acercarnos hablando el mismo lenguaje de nuestro objeto de interés y entonces la presencia enmudece. Eso es la intimidad, un código compartido, un campo de sentido, una extranjería implícita que obliga al silencio y la impertinencia, un aprender cada vez siempre que no importa tanto quién habla y lo que se dice como el intercambio de las relaciones entre sí.

Viajar a Xilitla significa visitar el legado de Edward James. La idea de visitar los jardines que construyó James en medio de la sierra subtropical fue de mi amigo Rolando, quien al final entendió de qué se trata todo eso.

Hay muchos rumores acerca de la naturaleza de las construcciones y las razones de James para edificar finalmente en México. El escenario no podía ser más improbable: un millonario inglés, ahijado del rey Edward VII, decide convertirse en poeta y en el más notable protector del movimiento surrealista, retratado famosamente por Magritte (La Reproduction Interdite, 1937 y The Pleasure Principle, 1937), mecenas de Dalí, Paul Klee y Leonora Carrington, viaja a América, conoce, sabe Dios cómo, Xilitla -que en aquellos días debe haber sido una población dispersa en medio de la jungla huasteca, un lugar, considerando la economía moderna, tan improbable como la existencia del mismo James- y ahí,

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entre el calor lujuriante, decide construir el más grande jardín surrealista. Las construcciones empezaron en 1962, cuando una helada extraordinaria destruyó las orquídeas que James y Gastellum habían reunido y que se dice su variedad alcanzaba los cientos. Las obras se extendieron por veinte años hasta la muerte de James, en 1984, dejando el jardín inconcluso como de otra manera no podría ser. Los costos, se calcula, rebasaron los cinco millones de dólares.

No es posible durante el trayecto hacerse un mapa mental del recorrido: fragmentario, azaroso, surrealista en el sentido en que se apega a una cartografía onírica en la que nunca se está donde se cree haber estado, lo cual redunda en su carácter extravagante, desde que la arquitectura permanece entre las artes la embajadora de la memoria. Es indescriptible y lo mejor es no intentarlo, y sin embargo es imposible escapar a la ambición aunque la tarea se intuya infructuosa, justo como en un sueño, escapar a la otra ambición de dar sentido a todo eso.

El sentido del jardín es difícil de entender, también, porque a diferencia de prácticamente el resto de la producción surrealista, y a pesar de que son el recuerdo de la orquídea, las formas escultóricas del jardín no son para nada sexuales. El surrealismo de Chirico y ciertamente el de Dalí se regodearon en eso hasta el hartazgo, por la razón de que se proclamaron herederos de la entonces muy reciente tradición freudiana en donde las formaciones del inconsciente -el olvido, los sueños, el síntoma y el chiste- son el retorno de lo reprimido en la cultura. Por eso es tan extraño el diseño, porque no es congruente del todo con la vegetación de la Huasteca aunque sea también su lógica la del crecimiento. Aquí, por ejemplo, al imitar la orquídea en una columna erecta, no hay alusión sexual, es como un gran juego de una extraña inocencia, una inocencia que siendo estrictos no podría siquiera ser infantil. ¿De qué se trata entonces? Hay una clave en la llamada Posada del Castillo, hay en un muro de la casa escrito un poema de Edward James, entre los moldes que sirvieron al vaciado de las construcciones:

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My house grows like the chamber’d nautilus;after a storm opens a larger roomfrom my intenser childhood’s sleeping-placewhere curled, my head to chest, I felt the graceof the first need to grow. My house has wings and sometimesin the dead of night she sings.

The shadows of the palm-leaveson the stone have with jadeevening finger long grownand now my house, by the storm ofsorrow bathed, without is washed

Al darle el sentido de un hogar a estas formaciones que habrían de protegerlo de las tormentas de la tristeza queda claro que – en realidad me quedó claro porque Rolando al leer el poema dijo, como quien se saca algo de la bolsa- todo está envuelto en la nostalgia, como si esta fuese la humedad de la misma jungla, la polilla que irremediable derruye los moldes que un día sirvieran para imitar los procesos de la roca; y qué asombroso es que la subjetividad que es cosa del adentro para sentirse cobijada necesite del afuera, de la arquitectura contra la voracidad del mundo, del clima, del tiempo y de los hombres. Sé que es algo terrible de desear, pero me gustaría que desapareciera todo registro, toda explicación de las construcciones, que se convirtieran en un sitio arqueológico lejos del alcance de toda memoria e inexplicable, como las ruinas de Paquimé en Chihuahua o la Quemada en Zacatecas, así el jardín se investiría en la completud de su potencia contra la realidad, que ansía sobre todo la coherencia.

Erick Vázquez