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Recreo. Larguen las tabuladas. El Zorro Si desde que tengo memoria vivo el turf oscilando entre la pasión por las carreras con todo su entorno y el temor por la integridad física de los yobacas, imagínense qué me sucede cuando veo, por ejemplo, corridas de toros. Ya sé, lo atávico, la cuestión cultural, etc. Si llegamos al 2011 sin andar partiéndonos la cabeza a garrotazos es porque, desde la edad de piedra, en ciertos aspectos un poco avanzamos. Por eso estoy en contra de algo que supone tanto salvajismo, crueldad, violencia y cobardía para con un animal. ¿Cobardía? Eso dije. Una vez le pregunté a un entusiasta de la Tauromaquia por qué necesitaban torturar durante días enteros al toro antes de largarlo al ruedo. Su respuesta fue categórica: si lo largan entero, no hay torero que aguante. Mirá que bien. Tendrán cojones los matadores, no lo discuto, pero edifican sus glorias siempre respecto de un adversario infinitamente disminuído. Cuando el pobre toro pisa la arena no piensa en otra cosa que en rajar, en encontrar la salida del infierno, aterrorizado, enloquecido por el dolor. Allí unas cuantas personas, algunas de a caballo, prologando al torero siguen torturándolo. Geno Díaz contó en uno de sus libros que un paisano de la pampa, invitado a una corrida, de pronto se levantó de su asiento y dijo “–¡Así no! ¡Peléenlo mano a mano, carajo!” ¿Han observado alguna vez la mirada de un toro exhausto cuando ya se acerca la muerte coreada por miles de energúmenos, cuando no le quedan fuerzas para pelear y chapotea en su propia sangre? Yo, si me detengo ante imágenes de corridas, es sólo con la esperanza de ver algún humano pisoteado o partido al medio. Y de las veces en que tuve esa suerte, recuerdo una en especial, que ví en un informe trágico de noticiero. El toro estaba hecho bolsa, chorreando sangre hasta por los ojos, con varias espadas clavadas en el lomo. Incluso amagó un par de veces con aflojar las manos y desplomarse, ya ni se podía tener parado. Triunfal, saludando al público que lo aclamaba, se le empezó a arrimar el asesino de lompas ajustados blandiendo el arma con que lo terminaría de matar. Cuando el toro lo tuvo a tiro, sorpresivamente, tal vez empujado por los espíritus de todos los que habían sido carneados en esa misma plaza, desató una furiosa embestida. Lo ensartó, lo levantó en vilo, lo despidió y lo enterró a pisotones. Todo en apenas unos segundos, los que quisieron ayudar, llegaron tarde. –Ahora vengan y mátenme muchachos, pero tengan en cuenta que del lado de ustedes, uno menos. Y sí, debo tener algún cable desconectado, porque grité aquella cornada como un gol. Incluso me gusta imaginar que ví un fugaz brillo de astucia en los ojos del sufrido animal antes de cargarse al torero. ¡Olé! Si quisiéramos seguir explorando el salvajismo y la crueldad que puede alcanzar el ser humano en estos terrenos, también podríamos hablar de las corridas a caballo, ésas donde se expone al equino a una muerte horripilante por las cornadas del otro inocente metido en esa invención macabra. Pero mejor no. Sólo digamos que, afortunadamente, hace muy poco se celebró en Barcelona la última corrida de toros, ya que quedaron prohibidas por ley. Ese día los partidarios de las corridas se manifestaban al grito de ¡Libertad! ¿Libertad para qué, para seguir matando? Enhorabuena que la mayoría de los catalanes hayan puesto punto final a las corridas, entendiendo que la tauromaquia es un tauricidio y que si en las plazas hay bestias primitivas e irracionales, esos son los humanos.

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Recreo. Larguen las tabuladas.

El Zorro

Si desde que tengo memoria vivo el turf oscilando entre la pasión por las carreras con todo su entorno y el temor por la integridad física de los yobacas, imagínense qué me sucede cuando veo, por ejemplo, corridas de toros. Ya sé, lo atávico, la cuestión cultural, etc. Si llegamos al 2011 sin andar partiéndonos la cabeza a garrotazos es porque, desde la edad de piedra, en ciertos aspectos un poco avanzamos. Por eso estoy en contra de algo que supone tanto salvajismo, crueldad, violencia y cobardía para con un animal. ¿Cobardía? Eso dije. Una vez le pregunté a un entusiasta de la Tauromaquia por qué necesitaban torturar durante días enteros al toro antes de largarlo al ruedo. Su respuesta fue categórica: si lo largan entero, no hay torero que aguante. Mirá que bien. Tendrán cojones los matadores, no lo discuto, pero edifican sus glorias siempre respecto de un adversario infinitamente disminuído. Cuando el pobre toro pisa la arena no piensa en otra cosa que en rajar, en encontrar la salida del infierno, aterrorizado, enloquecido por el dolor. Allí unas cuantas personas, algunas de a caballo, prologando al torero siguen torturándolo. Geno Díaz contó en uno de sus libros que un paisano de la pampa, invitado a una corrida, de pronto se levantó de su asiento y dijo “–¡Así no! ¡Peléenlo mano a mano, carajo!” ¿Han observado alguna vez la mirada de un toro exhausto cuando ya se acerca la muerte coreada por miles de energúmenos, cuando no le quedan fuerzas para pelear y chapotea en su propia sangre? Yo, si me detengo ante imágenes de corridas, es sólo con la esperanza de ver algún humano pisoteado o partido al medio. Y de las veces en que tuve esa suerte, recuerdo una en especial, que ví en un informe trágico de noticiero. El toro estaba hecho bolsa, chorreando sangre hasta por los ojos, con varias espadas clavadas en el lomo. Incluso amagó un par de veces con aflojar las manos y desplomarse, ya ni se podía tener parado. Triunfal, saludando al público que lo aclamaba, se le empezó a arrimar el asesino de lompas ajustados blandiendo el arma con que lo terminaría de matar. Cuando el toro lo tuvo a tiro, sorpresivamente, tal vez empujado por los espíritus de todos los que habían sido carneados en esa misma plaza, desató una furiosa embestida. Lo ensartó, lo levantó en vilo, lo despidió y lo enterró a pisotones. Todo en apenas unos segundos, los que quisieron ayudar, llegaron tarde. –Ahora vengan y mátenme muchachos, pero tengan en cuenta que

del lado de ustedes, uno menos. Y sí, debo tener algún cable desconectado, porque grité aquella cornada como un gol. Incluso me gusta imaginar que ví un fugaz brillo de astucia en los ojos del sufrido animal antes de cargarse al torero. ¡Olé!

Si quisiéramos seguir explorando el salvajismo y la crueldad que puede alcanzar el ser humano en estos terrenos, también podríamos hablar de las corridas a caballo, ésas donde se expone al equino a una muerte horripilante por las cornadas del otro inocente metido en esa invención macabra. Pero mejor no. Sólo digamos que, afortunadamente, hace muy poco se celebró en Barcelona la última corrida de toros, ya que quedaron prohibidas por ley. Ese día los partidarios de las corridas se manifestaban al grito de ¡Libertad! ¿Libertad para qué, para seguir matando? Enhorabuena que la mayoría de los catalanes hayan puesto punto final a las corridas, entendiendo que la tauromaquia es un tauricidio y que si en las plazas hay bestias primitivas e irracionales, esos son los humanos.

Salvando las distancias entre las plazas sangrientas y los campos de jineteada, si en las corridas ansío ver los afilados cuernos del toro salir cortando, como recomendaba el Viejo Vizcacha, en las domas siempre espero ver al jinete volando por el aire. Una y mil veces estoy del lado del caballo, postura tal vez nacida en la ignorancia. Porque no sé mucho del tema, y tampoco quiero saber. La jineteada es una vieja tradición de nuestra tierra, un marcado elemento dentro de nuestra identidad cultural, riquísimo en historia, pero yo, paso. Me desagradan tantos rebencazos, tantas espuelas filosas, tanta violencia con un caballo que, para colmo, desde que saca patente de reservado firma su condena a andar recibiendo golpes toda vez que intente sacarse de encima al que se le sube, como le han enseñado. Ciertos exégetas de la jineteada dicen que los rebenques apenas descargan chirlos de compromiso, casi testimoniales. Minga. Como dije, no entiendo mucho del tema, pero he estado en varias domas y creo que no es tan así, especialmente cuando hay tarasca grande de por medio en desafíos o pruebas especiales. Es como si yo, en mi carácter de burrero, negara los fustazos, los tratamientos médicos prohibidos o el régimen de vida espartano que suelen tener los yobacas, ya estén en training o como padrillos. Por necedad, siempre es fácil chicanear diciendo que peor lo pasa el caballo del ciruja. Se utiliza la palabra doma para la jineteada, pero en realidad ésta sólo es una parte de la verdadera doma (proceso de amansamiento del potrillo). Una cosa son reservados y jinetes, y otra distinta potrillos y domadores, aunque a veces mezclemos los tantos. Dicen los entendidos que domar al caballo con violencia hace que el mismo obedezca por temor, y domar sin someterlo al miedo hace que se mueva en armonía con su jinete y obedezca por entendimiento. Tal vez por eso la doma natural gana cada vez más adeptos. Sus cultores, en un volver a las fuentes tratan de aprender de nuestros antepasados indios, que domando de manera intuitiva y sin golpes llegaban a compenetrarse íntimamente con el caballo. Pero si mucha gente se ha interesado por este método de doma, no se debe a los indios sino a Robert Redford y su gran película El Hombre que Susurraba a los Caballos, un film que exalta las virtudes de hablar amistosamente y acercarse desde el cariño a un caballo para ganar su confianza y respeto. Felicitaciones Robert, siempre el conocimiento destruye el oscurantismo. Hay quienes creen que los que hablan con caballos son brujos o magos. Pero en las jineteadas, nada que ver con los susurros. Rebencazos, pihuelos que se clavan en los ijares, moles de seiscientos kilos que caen pesadamente, jinetes aplastados, caballos y humanos quebrados o desnucados, todo se vive con la guadaña esperando su turno y bailando al compás de los arpegios que dejan los payadores. Y a veces la fiesta se complementa con destrezas criollas que incluyen las terroríficas pialadas. No seremos tan salvajes como los gallegos y sus corridas pero tenemos lo nuestro, no vaya a creer. Eso sí, el reglamento prohíbe los golpes en la cabeza del caballo. Ahora me quedo más tranquilo. Los sábados al mediodía Canal 9 emite el programa Jineteando, conducido por un tal Cacho Ledesma. Si bien no me gustan las jineteadas, disfruto viendo las fiestas populares en el campo, las tropillas, los paisajes de los distintos pueblos o la aparición de algún guitarrero. Me recuerda los tiempos en que escuchaba por radio Un Alto en la Huella de Miguel Franco en el rancho de mi abuela Bety mientras comía tortas fritas. También suelo mirarlo porque festejo cuando algún jinete aterriza de culo en los cardales. Fue uno de esos sábados cuando me pregunté si existiría un caballo famoso en eso de revolear gente por el aire. Un crack, un Yatasto de las jineteadas. A poco de investigar, me encontré con la leyenda de El Zorro. Si en las jineteadas hubo un caballo destacado, grande entre los grandes, taura en cualquier lugar, ése fue El Zorro.

Micaela Cascallares es una localidad del Partido de Tres Arroyos, en el sur de la Provincia de Buenos Aires, se ubica a 22 km de esa ciudad, sobre la ruta 3. Debe su nombre a la madre del gobernador Máximo Paz, y en el censo INDEC 2001 contaba con 662 habitantes. Cerca de ese pueblo, más precisamente en La Susana, la chacra del Negro Omar Passarotti, se crió un caballo legendario. Había nacido en el establecimiento Monte Cura de Coronel Dorrego el 12 de Marzo de 1972, tordillo oscuro de cola y cabeza blancas a quien, por ese detalle en su pelo, bautizaron El Zorro. Era hijo de Irene (también conocida como La Reina), una yegua cruza con percherón que lo obligó a criarse guacho desde los seis meses al morir víctima de locura (encefalomielitis equina). Representando a la tropilla Los

Tigres de la Llanura, el hijo de Irene sacaría volando por arriba de su cruz a tres generaciones de jinetes, dejando para interminables discusiones su título de invicto en 157 domas a lo largo de los 82.067 kilómetros que recorrió por siete provincias.

El Zorro fue una leyenda que ganó el campo y comenzó a agigantarse en el tiempo aún antes de partir, presente en las materas y cocinas de estancia, en los bordoneos de las guitarras, en los versos compuestas en su honor. Un mito viviente que en sus últimos años, ya encanecido, recibía la visita de chicos de escuela que querían fotografiarse junto a él, de personas que proyectaban plasmar su historia en un libro o en una película, o de gente que simplemente quería tener el alto honor de mirarlo a los ojos. Cuenta su dueño en un reportaje del 2000: “Pensamos que era un tonto. Lo atamos

para palanquearlo y, como no se asentaba ni nada, lo hicimos enganchar con espuelas

para que se avivara. Ahí se avivó de más y fue, como hasta ahora, un indomable.” Tenía casi tres años cuando Julio Barrionuevo intentó subirlo por primera vez, y al poco tiempo ya estaba en los campos de jineteada. A las clinas, en sus cinco primeras presentaciones, y luego con bastos, montado por el jinete Hugo Campos de Tres Arroyos. Desde allí comenzó a ser reconocido por el público, y cuando ya nadie quería subirlo se transformó en exclusivo premio especial, desafío de todo jinete que se preciara de tal. Muchos fueron por la hazaña de vencerlo, y grandes las recompensas que danzaban cada vez que se anunciaba la presencia del Zorro. Se mantuvo como reservado premio especial durante 19 años. Y siempre yendo al encuentro de los jinetes, ya que nunca fueron a montarlo a su casa. Su debut en esa categoría en 1978 fue un choque de leyendas, ya que en el palenque lo esperaba el gran Tucuta Schan, para muchos el mejor montador de todos los tiempos. Enseguida nomás los 640 kilos de pólvora del tordillo lo hicieron volar como a cinco metros del piso. Con los años fue pasando pa´l cuarto a otros grandes nombres, gente como Cacho Gomenzoro, Ismael Santamaría, Chito Maldonado, Carlos Tochi, el Negro Lima, Mingo Silvera, Claudio Nielsen, Omar Mariano, Juan Tata, Luis Romero, el oriental Toro Castillo, Luis Derachipreti, Luis Romero, Coti Iparraguirre, que de puro porfiado lo subió tres veces y en la última salió dando rulos por el aire, o Rafael Otamendi, que cuando intentó castigarlo quedó golpeando el vacío porque el caballo ya no estaba.

El Zorro convocaba miles de criollos por distintos lugares del país. Los festivales benéficos organizados en torno a su figura sirvieron para mejorar aulas de escuela y hasta recaudaron dinero en 1982 para los combatientes de Malvinas. Era la figura principal y también el líder de la tropilla. “Cuando viajábamos -recordó su dueño en esa nota-, si él no

bajaba primero del camión, no lo hacía ninguno. También, cuando no estaba en su campo,

era reacio al agua ajena. Si él no tomaba, no tomaba ninguno. (…) La otra vuelta me

preguntaron si éste era el Maradona de los caballos. Les contesté que el caballo no

hablaba y que si Maradona no lo hiciera, también podría ser como El Zorro.” Distintas

crónicas consignan que, por montarlo, algunos jinetes cobraban entre 7.000 y 10.000 dólares, y Passarotti levantaba el 50% de la recaudación. No me vengan con ese asunto de los golpes testimoniales… El 11 de Setiembre de 1983, en Tres Arroyos, una gran fiesta gaucha con El Zorro como figura estelar se convirtió en tragedia. Esa tarde se subió al tordillo Carlos Ariztegui, y en el intento de montarlo, perdió la vida. Passarotti le escuchó decir: “A este caballo lo

ando o me mata.” El tandilense, muy consciente del peligro, le había pedido al apadrinador 80 metros. Al segundo salto El Zorro ya le había quitado las riendas y provocado la quebradura de una pierna. En el siguiente lo golpeó con la cabeza el pecho. Sin poder zafar de los estribos, el jinete fue arrastrado en la carrera, y pateado. Cuando llegaron en su auxilio estaba muerto, y tuvieron que cortar las lonjas de cuero para separarlo del animal. Dice Passarotti: “No lo mató el caballo, él se mató en el caballo, que es muy distinto (…)

La familia mandó cartas pidiendo disculpas por si habían dicho alguna cosa de más, lo

que muestra que no éramos nosotros los culpables.” Algunas crónicas ubican a Passarotti parado al lado del palenque, otras dicen que él mismo era uno de los apadrinadores, y se abren unas cuantas opiniones sobre lo que sucedió realmente aquel día. “En ningún

momento el apadrinador trató de agarrar el caballo, tuvo que meterse gente del público a

pararlo y tratar de desengancharlo, pero ya era tarde” (Juan Carlos Blanco). “He leído

comentarios que realmente causan escalofríos refiriéndose a hecho desgraciado donde

perdiera la vida Carlos Ariztegui. Como digo en la película, hay un culpable con nombre y

apellido: Omar Passarotti, dueño del animal. Este “señor” apadrinaba ese día. Por si

alguien no lo sabe, cuando Carlos queda enganchado del estribo cobardemente se retira

haciendo abandono de persona seguida de muerte. Un crimen irreparable.” (Julián Del Sur, autor del DVD “El Zorro. Vida, despedida y algo más”). “Qué lástima que El Zorro

no haya tenido otro dueño, ¿no? El día que mató a Ariztegui uno de los apadrinadores era

Passarotti, como siempre que lo largaban. Ni se le arrimó cuando gritaba.” (Diego Gonzales). Al tiempo Jorge Ariztegui, hermano del fallecido Carlos, se llegó hasta el campo del tordillo solicitando domarlo. El dueño del Zorro dudó en acordar el desafío, porque intuía problemas, pero finalmente aceptó. La doma se celebró en Necochea, ante nada menos que 25.000 personas. Muchos asistentes estaban mal predispuestos con el caballo, al que algunos imbéciles que nunca faltan habían promocionado como el caballo asesino. Por eso terminó habiendo hasta intervención policial ante intentos de agresión contra El Zorro, incluyendo gente que quería desgarronarlo (muchachos… ¿Qué clase de gauchos son ustedes?). Con la palabra del propietario se completa la idea de que aquello no habrá sido muy normal que digamos: “Les encerré el caballo para que vean el estado, las clinas que

tenía, los bozales que lo ataban. Ariztegui me había dicho que, con un tiento del cogote, lo

montaba de las clinas. Pero cuando llegué a Necochea tenía como 10 guardaespaldas -con

cuchillos como asador-, y lo montaron con un ramplón, con la soga entre las paletas. La

mano blanca se le ponía a Ariztegui de tanto que lo apretaba. El caballo estaba como

ahorcado. También le echaron algo en el lomo, hasta que le penetró. No sé qué, un líquido.

La mancha en el lomo le duró como 45 días y el caballo hasta perdió el penacho.” Nacido en 1960, hijo y hermano de jinetes, Jorge Ariztegui es un profesional que recorrió todo el país montando, diez veces campeón en la meca, Jesús María. Ocho en categoría crina, una en grupa y una en bastos y encimera. Digamos que en crina limpia o potro pelado el jinete debe mantenerse 8 segundos sobre el lomo del animal sin montura ni

riendas, sosteniéndose de la lonja de cuero que le rodea el pescuezo y utilizando las espuelas. En grupa surera, sube con un cuero de oveja ajustado por un cinchón como montura, sosteniendo las riendas con una mano y el rebenque con otra, debiendo mantenerse arriba 12 segundos. En basto con encimera, utiliza estribos que no deberá perder en ningún momento, riendas, y el tiempo de monta es 15 segundos. Los tiempos, que emparejaron las competencias, se empezaron a emplear con las televisaciones, ya que antes el duelo concluía sólo cuando el caballo dejaba de corcovear. En un reportaje del Eco Digital de Tandil, Ariztegui cuenta que en el momento de producirse el fatal accidente de su hermano prometió que alguna vez iba a montar al Zorro. Entrado 1985, tres o cuatro organizaciones ya se lo habían ofertado, pero guiado por el consejo de un amigo decidió organizar la fiesta por su cuenta y alquilar el caballo. Así fue que en Marzo del ´85, con dos Jesús María conquistados, fue al encuentro del tordillo en el festival que desbordó de gente y él sentía como una revancha personal. “Para mí no fue el

más difícil. Que haya sido un caballo muy bueno y bellaco sí, pero el más difícil no. He

jineteado caballos mucho más complicados. Por ejemplo, La Cautiva era una yegua muy

vueltera, El Rubio de Santa Cruz es un caballo muy bellaco, El Torito de Coronel Pringles

también. (…) Era un caballo bruto, grande, ágil, y usaba mucho la cabeza con el ancazo,

entonces los jinetes no lo podían aguantar.” Ningún gil Ariztegui. Siendo él especialista en crina y El Zorro en bastos y encimera, la monta fue acordada en crina. El tordo se sentía perdido sin poder transmitir parte de su fuerza a través de las riendas, como acostumbraba. Así y todo en la primera salida cayó al suelo y revoleó al jinete a un par de metros. En la segunda no pudo sacárselo de encima mientras la gente invadía el terreno e iba dejando un espacio cada vez más estrecho para los protagonistas del duelo. “Ariztegui gran jinete, pero

lo montó en pelo, si lo hubiese montado en bastos asujetándolo de la boca seguramente

hubiese sido otro cantar la topada...” (usuario de Youtube). “Ariztegui sin duda es el

mejor jinete pero, ¿qué invicto le robó? El animal es bastero. Lo montó, todo lindo, es el

mejor, pero el animal también es el mejor, el mejor en los bastos.” (usuario de Youtube). Varias personas sostienen que el bravo tordillo en realidad perdió el invicto en una muy discutible doma en Santa Rosa, La Pampa. “El Zorro no fue invicto, fue domado dos

veces. Una por Jorge Aristegui y otra por Alfredo Ramos en Santa Rosa, de la cual fui

testigo. Se inventaron cosas como que Ramos llevó una bruja para poder domarlo, suena a

cargada. A pesar de estas dos domadas, es el mejor reservado que pisó un campo de

doma.” (Sebastián Amione). “El que dice que Ramos lo anduvo miente. Primero, que en

La Pampa él lo llevó con las riendas y el caballo se desgarró todo al caer porque él mismo

le puso el estribo para que se lastimara. Con respecto a la revancha, por qué no dice que

llevó una bruja para que le hiciera daño.” (Viviana Caroselli Passarotti). “Para mí El

Zorro se retira invicto. Cuando Ramos lo montó, no pegó esas colgadas, ancazos y jetazos.

Al contrario, tres o cuatro saltitos porque estaba dolorido de la doma anterior. Fue y

seguirá siendo El Caballo de la Historia en los ruedos de jineteada.” (Gustavo Tejada). “Está bien que se lo recuerde a Alfredo Ramos por quitarle el invicto al mejor reservado

de la historia. Pero estaría bien también aclarar que el jinete salió decidido a quedársele

arriba como sea. En ningún momento lo buscó a corcovear (ni lo castiga ni lo espuelea), y

eso Alfredo lo sabe, por lo tanto a mi campero entender el caballo fue andado pero no

jineteado que es una cosa muy distinta. No es mi intención quitarle méritos a Ramos, pero

es bueno aclarar algunas cosas.” (usuario de Youtube). “Es una vergüenza lo que hizo. El

caballo viejo y el tío se le quedo arriba nomás. Quiero verlo Ramos en el año 80-85 arriba

del Zorro y enganchándolo. Todavía lo andarían buscando en el potrero.” (usuario de Youtube). “Ramos, sos una vergüenza para todos los jinetes que se c… enganchando. La

tradición argentina se opaca cuando recuerdan el papelón que hiciste arriba de semejante

flete. Ojalá nadie se olvide de este día gris en que “le sacaste el invicto”al caballo más

famoso del país.” (usuario de Youtube). “Yo diría que el zorro se fue invicto, pero el

paisanaje fue capaz de montarlo aún muerto para decir que lo anduvieron y le sacaron el

invicto.” (usuario de Youtube). Para el dueño, indignado con lo ocurrido esa tarde pese al paso de los años, de ningún modo puede considerarse una victoria del jinete: “Algunos se

sostuvieron del tordillo colgados del pescuezo, pero El Zorro no era novia de nadie para

que lo anduvieran abrazando, ¿no le parece? (…) En aquella ocasión lo voltearon a

propósito. El caballo se cayó, porque cuando Alfredo Ramos estaba arriba, lo volteó. Las

fotos muestran cómo se le echó al cogote para que no lo apriete. Entonces lo volteó,

porque si se cae el caballo lo aplasta con todo el cuerpo.(…) Se abrió, quiso levantar las

manos y ya no pudo, así que me abalancé sobre el jinete para apartarlo del caballo.

Después todos venían a pedirme la revancha. ¿Y si lo habían andado, para qué querían

una revancha? Polémicas al margen, lo grave fue que de aquella disputa El Zorro salió herido

seriamente, con dos hernias abdominales. Sus heridas demandaron una compleja operación de seis horas en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Nacional de La Plata, y la recuperación lo alejó durante un año de los campos de doma. Pero aún recién operado, en el traslado desde La Plata hasta Cascallares viajó parado los 500 kilómetros, anécdota que pinta de cuerpo entero su carácter de guapo y duro sin vuelta de hoja. Al retornar a las lides luego de recuperarse durante todo el ´91, otra vez con Ramos en el lomo, se negó a la doma. Pero quince días después, en Médanos, esta vez con la monta de Luis Romero, volvió a demostrar su poderío. En el quinto salto sacó al jinete. Muchas personas lloraron de emoción al verlo de vuelta. Dice Passarotti: “Después de la

operación los bajó a todos, aún viejo. Los mejores jinetes no lo aguantaron.” (…) Movía,

los llamaba con las riendas, les aflojaba, les pegaba un ancazo y pasaban de largo.” Cuando el tordo ya era un mito viviente, llegó una oferta para llevarlo al exterior. El merchandising de videos, remeras y llaveros con su nombre había comenzado a rodearlo, y Marlboro ofreció ser su sponsor. “Me dijeron que había que ir donde querían ellos, eso ya

no es tradición. En los Estados Unidos y México no hay tradición gaucha”, comentó su propietario cuando trascendió que el negocio no se hacía. Cabe destacar que el tropillero tuvo también otros caballos de renombre. “Sin dudas, el mejor reservado fue El Zorro.

Pero los otros de Passarotti hicieron roncha también: El Virola, El Cuervo y Mala Cara.”

(Fernando, Ikas del Sur). El retiro lo provocó una lesión en la mano en 1997 en San Cristóbal, Santa Fe. Miguel Ordina, campeón de Jesús María, lo hizo golpear contra el palo, y si bien el tordillo se lo sacó de encima, quedó manco. Pese al trabajo de los veterinarios la mano le quedó medio arqueada. Así y todo, el 13 de Abril de ese año en Bragado le puso el pecho a su último compromiso montado por Rufino Montiel, un especialista en caballos bravos (El Tiburón de Victoria, Vengador, etc) que también se despedía de las jineteadas. Cuentan que Rufino al cabo tampoco pudo doblegarlo, aunque Passarotti refiere el encuentro con la frase ni vencedores ni vencidos. En un brevísimo video se puede ver al Zorro plantándose de pronto, como diciendo hasta acá llegué, hice todo lo que pude. Ya van como veinte años de

esta milonga y me duele hasta el pelo. Basta. Envuelto en una ovación inolvidable, se

retiraba a envejecer tranquilo en el campo. Lamentablemente pudo disfrutar de esa vida apenas un par de años. Así lo pintó Mariano Wullich, enviado especial de La Nación en 1998: “El Zorro

está aquí, en Cascallares, blanqueado por el tiempo e imponiendo el respeto de un sabio

anciano al que dan ganas de acercársele con el sombrero en la mano.” Y así El Periodista de Tres Arroyos cuando lo visitara, ya retirado: “El gran caballo de las jineteadas envejece

tranquilo en un campo de Cascallares. Tiene 28 años, andar cansino, le faltan los dientes y

evidencia, producto de los golpes de la carrera, alguna dificultad en el tranco. Está todo

blanco, con el cuerpo cubierto de canas, pero aún se muestra con estampa de invencible

(…) El Zorro, el mejor flete de todos los tiempos, a quién ahora llaman cariñosamente “El

Abuelo”, aguarda gallardo, valiente, la llegada de la muerte, único jinete ante el que se

rendirá. Pero cuando se vaya quedará su leyenda, aquella que lo acredita como “El mejor

tordillo de la historia.”

El 26 de Diciembre de 2000 a las 16:20 en su casa de La Susana, se tiró al suelo y ahí quedó, con la cabeza mirando al norte, como dicen los paisanos que mueren los buenos caballos. Tenía 28 años. “Ahí nomás donde cayó, yo fui y lo tapé con una lona. Ningún

animal se animó a hacerle nada a sus restos, que allí quedaron, en el lugar que eligió para

morir. Y allí están hasta este día”, comentó su dueño en una nota de fines del 2005 en La Voz del Pueblo de Tres Arroyos. En ella se cuenta que Passarotti se arrima todos los días por la tumba-santuario de su compañero y amigo, haciendo flamear una bandera argentina para cada aniversario o fecha de cumpleaños y permitiendo la visita de muchas personas. En la vereda opuesta a estos comentarios elogiosos del diario, otras personas acusan a Passarotti de haber montado un circo en la tumba del flete que le diera tanto dinero y de no haber querido sacarle el bozal a tiempo, extendiéndole mucho más de lo aconsejable la vida de reservado. Si uno ve las tristes imágenes del caballo en los últimos tiempos, estas críticas no parecen infundadas. Hoy, los huesos del Zorro están en el mismo lugar que el pingo eligió para morir. A su alrededor se ha construído una especie de mausoleo, una construcción que permite ver sus restos. En Facebook se encuentran algunas fotos bastante desagradables de Passarotti junto al esqueleto. Personalmente, si bien celebro la memoria y el reconocimiento para con nuestros pingos, tantas veces ausente, creo que mejor hubiera sido una tumba normal, austera como el carácter de un paisano común de nuestra pampa. Porque ahí, en el corazón de ese hombre anónimo, está la verdadera raíz de la leyenda llamada El Zorro. En abril de este año, el cineasta cascallarense Juan Ignacio Domínguez presentó su ópera prima Montando al Zorro en la 13ª edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. Con la exhibición de la película y una entrevista a Domínguez de Víctor Hugo Morales, aumentó el interés del público por conocer la vida del Caballo de la

Historia y quedó al rojo vivo la cuenta de Facebook El Ojo del Zorro. La película ganó el premio a Mejor Cortometraje en la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, y su director también integra el Movimiento El Ojo del Zorro, que agrupa jóvenes artistas de Cascallares. A modo de apéndice del presente artículo, va un reportaje al Dr. Mario López Oliva, un amigo de TAG a quien ningún tema referido a caballos le es ajeno.

–¿Se podría hacer una estimación de cantidad de gente / cantidad de dinero que

mueven anualmente las jineteadas en Argentina? –Según el trabajo de la consultora Mora y Araujo llevado adelante entre el año 2000 - 2001 cuyo nombre es Evaluación de la Industria Hípica y Sectores Vinculados de Argentina, los datos serían los siguientes: 1) Tropilleros: 360 sólo en las 5 provincias más importantes. 2) Caballos: 14.000. 3) Jineteadas: 625. 4) Empleos permanentes/temporarios: 15.000. 5) Público: 2.000.000 por año. 6) Tomando en cuenta que en el año 2000 estábamos en convertibilidad, es decir 1=1 de ese año, serían U$D 18.000.000 sólo en concepto de entradas. A esto habría que sumarle gastronomía y bares, stands, etc. –Desde el multitudinario Jesús María hasta una fiesta chica, ¿existe algún tipo de

control sobre el estado de salud de un reservado que va a participar en una jineteada? –Este es un tema que se habló mucho y lo cierto es que no tengo esa información, pero entre 2000 y 2006 se trabajó intensamente desde la AAVE (Asociación Argentina de Veterinaria Equina) para que los caballos que tengan cualquier actividad deportiva o de tradición sean revisados previamente al espectáculo por un médico veterinario que dictamine la integridad física de cada competidor. No creo que esto se haga en el 100% de los casos. Se me ocurre que en las dos o tres fiestas más importantes puede que sí haya un veterinario, necesario también por si un animal sufre algún accidente. Es importante destacar que los caballos deben obligatoriamente tener su análisis de Anemia Infecciosa Equina al día (menos de 60 días del último), vacuna contra Influenza (menos de 4 meses) y Encefalomielitis (menos de 1 año). –Algunos entusiastas de la doma sostienen que los golpes de rebenque y espuela son

casi “testimoniales” y que los reservados, una vez cumplido el trabajo, pasan su vida libres y tranquilos en el campo. ¿Es así? –Hablar de este tema es bastante nebuloso, ya que en Argentina el Bienestar Animal (BA) recién se lo está comprendiendo. Antes de dar la explicación técnica debiera decirles que en los países en que el BA está desarrollado, ningún animal de la naturaleza y menos los domésticos son considerados menos que el hombre, por lo tanto el trato debe ser bajo normativas especialmente desarrolladas para cada actividad. Por ejemplo, en varios países de Europa en las carreras de caballos ya no se pueden pegar más de 7 fustazos. Si esto sucede, el piloto es sancionado de acuerdo a la cantidad de fustazos que pegó por encima de 7. Esto puede llegar a la multa económica o suspensión para correr. Para responder a la pregunta mi opinión es que las lesiones que no se visualizan por el cuero (hematomas y laceración muscular) se producen en cualquier caballo y actividad ecuestre que se practique y sólo depende del rigor que se aplique al pegar el golpe. Volviendo al ejemplo de la cantidad de fustazos, a esto se le debe sumar desde que altura parte el golpe: no puede partir por encima del hombro (les recuerdo que esto es para carreras). Es importante destacar que en Alemania y otros países, cuando los caballos vuelven al pesaje hay dos personas contando los fustazos y el Comisario estudia la carrera para ver desde dónde se pega y qué posibilidades de ganar tiene cada caballo que se castiga. Creo que sobran las explicaciones. Otro tema a tener en cuenta: en las domas los jinetes utilizan el rebenque no solo para castigar, sino también para mantener cierto tipo de equilibrio sobre el caballo. –Sabemos que durante su campaña en pistas un SPC corre bastantes riesgos en

cuanto a su integridad física. ¿Cuáles son los que corre un reservado? ¿Podríamos comparar uno y otro?

–Sí es posible comparar cualquier actividad ecuestre de alta competencia (jineteadas, polo, carreras, pato, salto, etc.) Por eso es importante la integridad física de cada binomio y acá hablo de los dos, caballo y jinete. Sería superficial pensar solo en el caballo, por eso el profesionalismo es de destacar en todas las actividades de alto rendimiento con él. Se me ocurre hacer un comentario que sería extensivo a cualquier actividad: hay una diferencia importantísima entre los profesionales que practican equitación sea para correr, saltar, jugar al polo o montar un caballo para jineteada, ya que no tiene nada que ver saber andar a caballo con saberlo andar y conducir, manejar un freno, un filete o cualquier tipo de embocadura. El jinete que no practica o estudia equitación es un jinete totalmente incompleto. –¿Cómo ordenaría las actividades ecuestres de alta competencia en función de los

riesgos que corre un caballo, y cuál de ellas en la actualidad se acercaría más al concepto de BA? –El Bienestar Animal tiene para nosotros una cantidad de procedimientos que prácticamente nunca tuvimos en cuenta. Son a mí entender cambios conceptuales en el modo de tratar en todo sentido a en este caso a los caballos. Es muy importante entender los conceptos y la filosofía que conlleva un trato adecuado a cada caballo en forma individual más allá de la actividad que desarrolle. Podremos analizarlo todo el tiempo que queramos y estar de acuerdo o no pero los protocolos y estándares se van a tener que seguir tarde o temprano, así que cuanto antes empecemos a cambiar mucho mejor para todos ya que pasaremos de ser meros tenedores a responsables de la integridad sico-física de los animales que están nuestro cuidado. Después de lo mencionado anteriormente no pondría ninguna de las actividades descriptas en la pregunta. Ya que prácticamente en ninguna se aplican esos conceptos y no estoy diciendo que se maltraten a los caballos lo que digo es que nosotros utilizamos lo que pensamos que está mejor y eso puede llegar a ser un error de manejo y/o de trato. Estamos acostumbrados a utilizar el sentido común o la percepción, o lo que nos parece mejor, y no es lo mejor en todos los casos. –Si el BA se va desarrollando en nuestro país, ¿qué organismo debería ser el

encargado de vigilar que se cumplan sus postulados? –Buena pregunta, sería bueno hacer aquí un distingo, no tienen nada que ver las asociaciones privadas o fundaciones que llevan adelante sus propios proyectos. Debiera ser algún ente oficial (puede ser en colaboración o no con ONG) ya que involucra a una cantidad muy importante de procederes. Por ejemplo, no solo en lo que respecta a caballos deportivos sino que también involucra a faena, transporte, investigación, obtención de productos medicinales y todo lo que tenga que ver con el buen uso y trato de los animales en general. Hace años ya que existe en USA y Europa. –¿Qué reflexión le merece la historia de El Zorro? –Muchos de los que nos sentimos bien con los caballos, valoramos en ellos cualidades y virtudes como la entrega, la nobleza, el espíritu de lucha. Caballos como El Zorro, que resistió, sin rendirse, el raro récord de más de 150 jineteadas nos debieran llamar a la reflexión. ¿Estamos entendiendo correctamente nuestra Tradición, muy a pesar de este animal tan noble? ¿No debiéramos rescatar u honrar nuestras tradiciones siendo más fieles a su espíritu que al simple negocio de un espectáculo público? Espero que estas reflexiones sean bien interpretadas.

El Zorro en 1984.

El Zorro hace volar a Ismael Santamaría

En su casa.

Afiche promocional

de la película

Fuentes: El Periodista de Tres Arroyos. Artículo de Agosto de 2000. La Nación. Artículo de Noviembre de 1998 de Mariano Wullich. El Eco Digital de Tandil edición 1548. Artículo de Flavia Anahí Contoli. La Nación Revista. Artículo sin fecha de Ignacio Sáenz Valiente (h). El Portal de San Gregorio, Santa Fé. La Voz del Pueblo de Tres Arroyos. Artículo de Setiembre de 2011. El Atlántico de Mar del Plata. Artículo de Julio de 2011. Facebook. Youtube.

Marcelo Fébula. TAG - Todo a Ganador