elegias de duino

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Rainer María Rilke Elegías de Duino Primera Elegía ¿Quién me escucharía entre las cohortes de ángeles, si grito? Y aún cuando en su propio corazón, de súbito, me tomara alguno, me aniquilaría su ser más pujante. Pues, de lo terrible lo bello no es más que ese grado que aún soportamos. Y si lo admiramos es porque en su calma desdeña destruirnos. Terrible es todo ángel. Por eso me callo y de mis oscuros sollozos el clamos ahogo. ¡Ay! ¿De quién podemos valernos? No de ángeles ni de hombres. Ya los animales, sagaces, advierten que en el mundo dado no estamos tan cómodos como en nuestra casa. Nos queda quizá un árbol en una ladera; nos queda el camino de ayer y también el apego de un hábito al que le agradaba nuestra compañía; se quedó y está. ¡La noche! ¡Oh, la noche, cuando el viento henchido del espacio cósmico nos consume el rostro!... ¡Con quién la anhelada no se quedaría, ella que tan suave, que tan dulcemente nos desilusiona! Para el alma a solas una nueva prueba... ¿Es quizás más leve para los amantes? ¡Pero ellos se ocultan entre sí la suerte! ¿No lo sabes? Lanza fuera de tus brazos

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Rainer Maria Rilke

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  • Rainer Mara Rilke

    Elegas de DuinoPrimera Elega

    Quin me escucharaentre las cohortes de ngeles, si grito?Y an cuando en su propio corazn, de sbito,me tomara alguno, me aniquilara su ser ms pujante.Pues, de lo terrible lo bello no es ms que ese gradoque an soportamos. Y si lo admiramoses porque en su calma desdea destruirnos.Terrible es todo ngel. Por eso me calloy de mis oscuros sollozos el clamos ahogo.Ay! De quin podemos valernos? No de ngeles ni de hombres.

    Ya los animales, sagaces, adviertenque en el mundo dado no estamos tan cmodoscomo en nuestra casa. Nos queda quizun rbol en una ladera; nos queda el camino de ayery tambin el apego de un hbitoal que le agradaba nuestra compaa;se qued y est.La noche! Oh, la noche, cuando el viento henchidodel espacio csmico nos consume el rostro!...Con quin la anhelada no se quedara,ella que tan suave, que tan dulcemente nos desilusiona!Para el alma a solas una nueva prueba...Es quizs ms leve para los amantes?Pero ellos se ocultan entre s la suerte!No lo sabes? Lanza fuera de tus brazos

  • hacia los espacios tu vaco, al aire donde respiramos;todo su tamao las aves, quiz,lo sientan como un vuelo ms hondo.S, las primaveras te han necesitado.Y entre las estrellas muchas te obligabana que las sintieras.Hacia ti, del tiempo pasado se acercaba una olao cuando pasabas junto a una ventanaun violn se daba. Todo era un mensaje.Pero, lo has captado? No te distraas an en la espera,como si las cosas todas el anunciofuera de una amada? Dnde has de guardarlacuando tus extraos grandes pensamientosentren a tu casao salgan... y a veces se queden en la noche?Si sientes nostalgia, canta a los amantes.Todava falta para que su clebresentimiento alcance la inmortalidad.Recuerda que el hroe se mantiene siempre;no fue su cada ms que un subterfugiopara ser: un nuevo, sumo nacimiento.Cntalas a sas, las abandonadasque por poco envidias y te parecierontanto ms amantes que las satisfechas.Comienza de nuevo la loa jams accesible!Pero las amantes! A ellas ,extenuada, las naturalezalas toma en su seno de nuevo,como si dos veces no tuviera fuerzaspara producirlas. A Gaspara Stampa no la has recordado lo bastante para que cualquiera jovenque perdi al amado, con el noble ejemplo de esta amante sienta: Yo ser como ella?Estos ms antiguos dolores al cabono han de resultarnos ms fecundos? No es tiempo ya que nos libremos, nosotros que amamos, del objeto amado? lo resistamos temblando,tal como la cuerda resiste la flecha,para, as, en el salto reunida la fuerza, ser ms que ella misma. No hay que detenerse.

    Voces, voces, voces!Corazn: escucha como antes tan slolos santos lo hacan, tanto que el inmenso llamado del suelo elevbalos; pero, inconmovibles, se estaban de hinojos y no lo seguan; tan slo escuchaban.

  • No es, ni mucho menos, que la voz pudieras soportar de Dios.Pero oye la brisa que sopla, el anuncio que, hecho de silencio, jams se interrumpe. Pues, ahora, de esos que murieron jveneste llega el murmullo. Dondequiera entraste no te habl en iglesias de Roma o de Npoles con sereno acento su propio destino? O quizs su augusto mensaje lo hallaste en una inscripcin, como ltimamente en la placa de Santa Mara Formosa.Qu quieren de m? Con dulzura debo quitar la apariencia de injusticia en ellos, que en algo al espritu,a veces, el puro movimiento estorba.

    Realmente es extrao no habitar la tierra, no ejercer empleos recin aprehendidos, no dar a las rosasni a las otras cosas en s promisorias el significado el destino humano; no ser ms lo que uno antes era en las manos infinitamente medrosas y hasta el propio nombre dejar, como un roto juguete, de lado.Raro los deseos no desear como antes;raro ver flotando tan libre en el airelo que estaba unido.Es el estar muerto tarea difcil, un recuperarse de lleno, para, paso a paso, sentir un asomo de la eternidad.Todos los que viven cometen la falta de hacer diferencias demasiado netas.Los ngeles mismos (se dice) a menudo no sabran si andan por entre los vivoso los que ya han muerto. La corriente eterna sin cesar arrastra todas las edades por las dos esferas y en ambas impone silencio su voz.

    Los arrebatados prematuramente no nos necesitan al fin. Poco a poco nos deshabituamos de lo terrenal, como de los senos de maternos se apartan los nios. No obstante, nosotros, que necesitamos tan grandes misterios, para quienes nace tan frecuentemente del duelo un progreso dichoso... sin ellos, podramos ser? Es vana leyenda creer que en el luto

  • por Linos, osada, la primera msica penetr la innime materia reseca? Qu en aquel espacio trmulo de espanto del cual para siempre, casi un dios, el joven se escap de pronto, recin el vaco convirtise en esa vibracin sublimeque hoy nos arrebata, consuela y ayuda?

    Segunda Elega

    Terrible es todo ngel.No obstante, a sabiendas yo os invoco y nombro,Pjaros mortales casi para el alma.Qu lejos los tiempos de Tobas, cuandofrente a la sencilla puerta de la choza levantbase uno de los ms radiantes disfrazado apenas para el viaje, a punto de no ser temible.Joven para el joven:con qu ojos curiosos miraba a lo lejos!Si ahora, imponente, llegara el arcngel tras de las estrellasy hacia ac tan slo descendiera un paso:latiendo a su encuentro los golpes del corazn ansiosonos abatiran.

    Primeras criaturas perfectas, mimados del mundo,lneas en alturas, rojizas crestas matinalesde todo lo creado, polen de la divinidad floreciente,espacios de la esencia, escudos de gozo,bravos tumultos de impetuosos xtasisy de pronto, aisladosespejos que en ondas vuelcan la bellezay la reproducen en su propio rostro.Pues, para nosotros sentir es diluirnos.Ay! Nos exhalamos y nos disipamos.Y de brasa en brasa damos un perfume cada vez ms dbil.Entonces alguno nos dice:Pasas a mi sangre... esta sala y esta primaverase llenan contigo.Pero, de qu vale? No puede l tenernosy en l y en su torno desapareceremos.Y a sos que son tan bellos? Oh! Quin los retiene?A su rostro sube de modo constante la apariencia y vse.Como de la hierba temprana el roco,Trasciende lo nuestro de nosotros, como

  • de un manjar caliente trasciende el calor.Sonrer? Adnde? Levantar los ojos:una nueva y clida onda que del propiocorazn se escapa.Ay de m! No obstante, somos eso. Acasotiene el universo donde nos diluimos un sabor humano?No toman los ngelesrealmente lo suyo, lo que de ellos mana?O tambin, a veces, hay al mismo tiempo, como por descuido,siquiera una parte de la esencia nuestra?Acaso en sus rasgos estamos mezcladostanto cual lo vago lo est en el semblante de mujer encinta?Cmo lo sabran!

    Los que aman podran, si lo comprendieran,decir en la noche palabras extraas.Contempla los rboles: son. Y todavasubsisten las casas en donde vivimos.Tan slo nosotros pasamos delante de todas las cosas como aire furtivo.Y para acallarnos todo se concierta, medio por vergenzatal vez y otro tanto como una inefable esperanza.

    Oh, amantes, vosotros que os bastis a solas! A vosotros quieropreguntar qu somos. Os tomis las manos. Poseis las pruebas?Mirad: me acontece que entre s mis manos se saben o en ellas mi rostro gastado se halaga.Y as, soy un tanto conciente de m.Mas, quin osara ser por esto slo?Vosotros, en cambio,que en el xtasis del otro os agrandishasta que l os ruega, subyugado: Basta!...los que entre las manos os hacis ms plenos,cual los aos las uvas;los que muchas veces desaparecisslo porque el otro prevalece en todo,de nuevo os pregunto: Qu somos?... Lo s:hay en vuestros besos beatitud tan grandeporque la caricia retiene, y el sitioque vuestra ternura recubre, persiste;porque en el hechizo del amor la pura duracin sents.Tanto que al abrazo lo creis promesa de una eternidad.Y, no obstante, cuandoos habis repuesto del susto del primer encuentroy de la nostalgia junto a la ventanay de ese paseo,el nico, juntos a travs del huerto:

  • Oh, amantes!... Entonces, lo sois todava?Cuando el uno al otro os alzis en brazosbebiendo en la boca... sorbo contra sorbo...con qu extraa prisa se evade del acto luego el bebedor!

    No habis contemplado con asombro sobre las estelas ticastoda la prudencia del humano gesto?Sobre las espaldas el Amor no estaba y el Adis posados, tan ligeros comohechos e materia distinta a la nuestra?Recordaos cmo descansan sus manos ingrvidaspor ms que en los torsos el vigor perdura.Dueos de s mismos, ellos bien lo saban:Hasta aqu llegamos... Lo nuestro es rozarnos as.Con ms fuerza en nosotros presionan los dioses.Pero ste es asunto que concierne a ellos.

    Ojal nosotros tambin encontrramossiquiera una escasa, duradera y pura porcin de lo humano,una franja nuestra de tierra fecundaentre ro y roca, Pues, an el propiocorazn, como ellos, sin cesar se elevapor sobre nosotros. Y nuestra miradas no pueden seguirlohasta en las imgenes que lo tranquilizan,ni an en los cuerpos divinos en donde,ms grande, se calma.

    Tercera Elega

    Ay! Cantar a la amada es una cosa... y otraa ese oculto y culpable dios-ro de la sangre!El joven, al que aqulla percibe desde lejos,qu sabe por s mismo del Maestro del goceque desde su retiro saliendo, tantas vecesantes que la muchacha lo aplacara, a menudocomo si no existiera -y cunto incognosciblechorreando!- levantaba su cabeza de dios,a un tumulto infinito conjurando la noche.Neptuno de la sangre, terrible es su tridente!Sombro es el aliento de su pecho que brotade un caracol marino!Mira cmo la noche se artesona y ahueca!Oh, estrellas! No proviene de vosotras el gozoque al amante hacia el rostro de la muchacha impele?No le debe a los astros esa ntima miradaque l hunde en la pureza de sus ardientes ojos?

  • No eres t, ni su madre, quienes as han tendidoel arco de sus cejas en angustiosa espera.No ha sido, no, tu arrimo, muchacha sensitiva,el que torci sus labios en gesto ms fecundo.Crees que tu ligera presencia habra sidocapaz de conmoverlo de esa manera acaso?T, la que como el viento de la maana pasas?Que le has sobresaltado su corazn, no hay duda,pero otros sobresaltos de origen ms profundoen l se despearon al choque de tu arrimo.Puedes llamarlo... nunca desde su oscuro crculolo arrancar del todo tu llamamiento. Es ciertoque quiere, que se evade; ligeramente acudey se instala en el dulce secreto de tu pechoy se repone y tiene comienzo... Sin embargotuvo jams comienzo?T lo hiciste pequeo, fuiste quien lo ha formado;para ti era un ser nuevo, no ms; y ante sus ojosnoveles le inclinabas todo un mundo amistoso,rechazando lo adverso.

    Dnde -ay!- estn los aosen que sencillamente con su figura esbeltale hurtabas, reemplazndolo, el agitado caos?Cunto as le ocultabas! El cuarto, que de nochecausbale recelo, se haca inofensivo;en sus espacio nocturno, tu corazn, refugiosin lmite, un espacio ms humano infunda.Ponas, no en las sombras la lmpara nocturna,sino en tu ser ms prximo y era una luz amiga...Los ms leves crujidos le explicabas sonriendocomo si ya supieras de mucho tiempo cundocrujiran las tablas del piso. Y escuchndote,se quedaba tranquilo. Cuando te levantabas,tan grande era la fuerza que haba en su ternuraque el destino del nio, gigantesco en su capa,corra a escamotearse detrs del gran armario;y su futuro inquieto, de movedizos lmites,se hallaba entre los pliegues del cortinado a gusto.

    Y l, mientras descansaba con tanto alivio, bajoslos somnolientos prpados, fundiendo la dulzurade tus ligeras formas con el sabor del sueocercano, pareca realmente un custodiado.Mas, quin lo defenda, dentro de s, del mpetu?Quin le atajaba adentro las olas de su origen?

  • Nada el durmiente haba precavido; durmiendo,pero tambin soando, febril, cmo se daba!Medroso y nuevo, cmo tenanlo enredadolas invasoras lianas del suceder interno,dispuestas ya, enlazadas para formar modelos,para un estrangulante crecer, para figurashuidizas de animales! Cmo l se abandonaba!Verdad que amaba. Amaba su mundo interno, el caosde su interior, la selva milenaria que dentrollevaba, sobre cuyo derrumbe silenciososu corazn se ergua resplandeciente y verde.Amaba... pero luego se abandon, saltandopor sus races propias al poderoso origendonde su nacimiento, pequea cosa, ya erasobrepujado. Amando, descendi a los venerosde sangre ms antigua, descendi a los abismosdonde, harto de los padres, yaca lo espantoso.Y todo lo terrible, sin ms, lo conoca,guibale los ojos, pareca de acuerdo.Hasta le sonrea lo horrendo. Pocas vecest has sonredo, madre, tan dulce y tiernamente.Y si le sonrea, cmo no amarlo, pues?Antes que a ti, l amaba lo horrendo; porque, madre,cuando t lo gestabas, estaba ya disueltoen el agua que el germen vivfico aligera.

    Mira: desde un sol ao, como la flor, no amamos;en los brazos nos sube, cuando amamos, la saviade inmemoriales tiempos... Recurdalo, muchacha:En nosotros no ambamos algo por ser, futuro,sino lo que fermenta sinnmero de veces;no ambamos al nio sin par, sino a los padresque en nosotros reposan cual ruinas de montaas;sino el cauce reseco de las antiguas madres;sino el paisaje entero, sin ruido, bajo el purodestino o el destino con nubes...Oh, muchacha!:esto te precedi!Y t misma, qu sabes! Hiciste en el amantesurgir la edad atvica. Y cuntos sentimientosde seres ya olvidados de nuevo se agitaronen l. Cuntas mujeres, as, te aborrecieron.Qu clase de hombres hoscos despertaste en las venasdel doncel?...Nios muertos queran acercrsete.Oh, suave, suavemente, para tranquilizarlo,haz alguna graciosa tarea cotidiana!...Condcelo muy cerca de tu jardn y daleel supremo dominio

  • de las noches...Retenlo...

    Cuarta Elega

    Oh, rboles de la vida!Cundo seris los rboles del invierno?Nunca estamos los hombres de consunocomo lo estn las aves migratorias.Superados y tarde, avasallamosde sbito los vientos para luegocaer en un estanque indiferente.En la conciencia nuestra al mismo tiemposucede el florecer y el marchitarnos.Y donde quiera hay leones todavaque toda suerte de potencia ignoranmientras en ellos la arrogancia dura.

    Pero en cambio, nosotroscuando pensamos una cosa, toda,sentimos ya el despliegue de la otra.Lo que nos es hostil est ms prximoque todo lo dems. A cada instanteno chocan los amantes con los lmites,el uno contra el otro, ellos que patriay caza y vastedad se prometan?Entonces, con afn, para que veamoslo fugaz de la traza,se nos prepara un fondo de contraste;porque se es muy preciso con nosotros.Pero no conocemos el contornode nuestra sensacin; nicamentesabemos qu lo forma desde fuera.Quin no estuvo sentado con angustiaante el teln del propio corazn?Aqul se levant y el decoradoera una despedida.Fcil de comprender...El consabidojardn, y el apacible balanceo.Y sale el danzarn en primer trmino.No es l. Con eso basta. Y aunque actacon sueltos ademaneslleva disfraz y en un burgus acabaque entra en su habitacin por la cocina.

    Mscaras medio huecas, no las quiero.Prefiero la mueca. Es toda llena.

  • Me decido aguantarme los muecoscon su alambre y sus caras de apariencia.Aqu. Ya estoy delante.Y aunque al final las lmparas se apaguen,aunque alguno me diga: Nada ms,aunque desde las tablas me acometa el vaco del recintocon su corriente de aire gris, aun cuandono me haga compaaninguno de los quietos y calladosantepasados mos, ni una dama,ni siquiera el muchacho de castaosojos bizcos, con todo,me he de quedar no ms. Siempre hay que ver.

    No tengo, pues, razn? T, padre mo,que la vida te supo tan amargaprobando de la ma.t, padre, que has bebido tantas veces,-mientras yo iba creciendo-las primeras borrosas infusionesde mi tener-que-hacer y, preocupadopor el acre resabiode un porvenir tan raro, tan extrao,pusiste aprueba mis velados ojos,t, que a pesar de muerto, te amedrentaspor mi ntima esperanzay en pro de mi parcela de destinoabandonas la calma de los muertos,los reinos de la calma de los muertos,no tengo, pues, razn?No la tengo, vosotros que amabaispor mi pequeo pasode amor que hacia vosotros impela,del cual constantemente me apartaba,pues para m, el espacioque haba, en vuestra faz, mientras lo amaba,se iba al espacio universal, en dondedejabais ya de ser?... Si se me ocurre,me he de quedar aqu frente a la escenade las muecas, no,la he de seguir mirando tan de llenoque para equilibrar esta miradatenga al final que aparecer un ngely empinar, como actor, a los muecos.Oh! ngel y mueco:Entonces finalmente hay espectculo.

  • Entonces otra vez se reconciliaLo que estando en el mundo no cesbamosDe desunir. Entonces solamentede nuestras estaciones nace el ciclode la total transformacin. Entoncesencima de nosotros juega el ngel.Mira: los moribundosno tendran siquiera la sospechacun lleno de pretexto se halla todolo que hacemos aqu. Nada es s mismo.Oh, las horas inmensas de la infancia,cuando tras las figuras se escondaalgo ms que pretritoy no estaba el futuro ante nosotros!A la verdad, crecamos y a vecesnos urga la prisa de ser grandes,en parte por amor a los que lo erany otra cosa no tienen que ser grandes.En nuestro andar a solas, sin embargo,nos hencha el placer de lo que duray estbamos ah en el intervaloentre mundo y juguete,en un lugar que fue desde el comienzopara un suceso puro establecido.

    Quin muestra un nio, tal cual es, y ubcaloen la constelacin? Quin la medida de las distancias en sus manos pone?Quin con ese pan gris que se endurecela muerte de los nios elabora,o se la deja dentrode la boca redonda, como el ncleode una hermosa manzana?...Es cosa fcilver de los asesinos el designio.S, pero eso: la muerte,toda la muerte contener desde antesde comenzar la vida, contenerlacon tanta dulcedumbre...y no ser malo,eso es inenarrable.

    Quinta ElegaDedicada a la Sra. Hertha Knig

    Quines son, dime, los errantes, esos un pocoms fugitivos que nosotros todava?Quines son sosa los que tuerce como a ropa, de improviso

  • (en pro de quin?)una premiosa voluntad insatisfecha?De extraoModo los arrolla, los retuercelos dobla y junta y bambolea,los lanza y toma de rebote; se diraque desde un aire enaceitado, cada vez ms resbaladizo,caen al suelosobre la alfombra ya raleadapor sus eternos lanzamientos,sobre esa alfombracomo perdida en un rincn del universo..Tendida a modo de un emplasto, como el cielo de extramuroshubiese herido all la tierra. Y en cuanto caenestn derechos ya, exhibiendo: la mayscula letra inicial de estar parados. Pero la garraque reaparece una y cien veces en su juegorodar los hace nuevamente,an a los hombres ms robustos,como en la mesa de Augusto el Fuerterodar un plato de metal.Alrededor ay!- de este centro:la expectacin como una rosa que florece y se deshojaY en torno de este majadorest el pistilo que al contacto de su polen,sin que jams llegue a saberlo, es fecundadoy da de nuevo fruto vano del hastoy en su ms tenue superficiebrilla un fastidio que aparenta una sonrisa.

    Despus el seco, avellanado luchador,el viejo atleta que sin cesar tamborilea,de su fornida piel cubierto,que en otros tiempos a dos hombres parecera haber servido,de los que el uno dormira en algn viejo camposanto,mientras el otro sobrevive,pero est sordo y muchas vecesen la piel viuda se enmaraa.

    En cambio el joven, que pareciera ser el hijode una cerviz y de una monja: tenso y rollizode sencillez y fuertes msculos.

    Oh, s, vosotrosque un sufrimiento, pequeuelo todava,

  • como a un juguete os recibiera alguna vez, en una de esasconvalecencias que se alargan!...

    T, que inmaduro todava,con el rebote conocido por las frutas,caes cien veces cada da desde el rbolde movimientoque todos juntos erigieron rbol ms rpido que el agua-,donde en poqusimos minutos se sucedenla primavera y el verano y el otoo,caes y chocas en la tumba...y en una breve media pausa, muchas veces, parecieraque va a nacerte una amorosa y tierna faz vuelta a tu madre,la de dulzura extraordinaria...pero en tu cuerpo,que capa a capa la desgasta, se disipay el rostro apenastmidamente se insina. Y ya las manos otra vez chasquea el hombrellamando a un nuevo lanzamiento;y antes que sientas claramente un dolor cercadel agitado corazn,a su motivo se anticipa la quemadura de tus plantasy de tu carne, un par de lgrimasse precipita de tus ojos.

    Pero, inmediatamente, a ciegasla sonrisa...

    Oh, ngel, tmala!Corta la hierba saludable de diminutas florecillas!Bscate un vaso, gurdala!Ponla entre aquellas alegras que no nos fueron an abiertas!Celbrala con este rtulo florido y entusiasta:Subrisio saltat1Y luego t, la encantadora,por las ms dulces alegrassobrepasada en mudo salto.Para ti acasoson venturosas las franjillas;sobre tus senos juveniles y turgentesquizs se siente inmensamente acariciada y satisfechala seda verde de metlicos reflejos...

    T, sobre todas las balanzas oscilantes

    1 La sonrisa baila.

  • del equilibrio, colocadade una manera diferente cada vez,fruta impasible de mercadoentre los hombros dada al pblico.Oh! Dnde, dnde est el lugar (lo llevo adentro)donde podan no hace mucho todavauno del otro desasirsecomo animales que se cubren y no estn bien apareados;donde los pesos todava son pesantes;donde los platos todavaremolinean cuando caende sus bastonesque en vano siguen dando vueltas?

    Y de repente, en el penoso en-parte-alguna, de repente,el inefable lugar donde, de una manera inconcebible,lo puramente insuficiente se transforma...se abalanzaa ese vaco demasiado2.Donde la cuenta de casillas numerosascierra sin nmero.Plazas!Oh, plaza de Pars, la de infinitos espectculos!Aqulla donde la modista, Madame Lamort,con los caminos sin descanso de la tierra,cintas que nunca tienen fin,entrelazndolos, trenzndolos, tejindolos,inventa moos, plisadillos, escarapelas, flores frutas...de un colorido inverosmil; y, baratos,con ellos crea los sombreros del destino, para invierno.

    ngel: quizs haya una plaza, que no hemos visto, donde acasoen un alfombra inexpresable exhibiran los amanteseso que nunca aqu pudieron: las figurasdel frenes del corazn, altas y audaces,sus torres hechas de placer,sus escalerasque desde largo tiempo apenas (donde jams tuvieron piso)se sostendran apoyadas una en otra, temblorosas...Y en esa plaza lo podran, rodeadosde espectadores silenciosos, muertos innmeros:Entonces stos lanzaran sobre la alfombra ya tranquilasus piezas ltimas, ahorradasy atesoradas desde siempre y siempre vlidas,esas monedas de la dicha, ante los ojosde la pareja que sonre finalmentecon su sonrisa verdadera...?

    2 He conservado la sustantivacin de adverbios del original, aunque poco usada en espaol: Nirgends: en parte alguna o en ninguna parte. Zuviel: demasiado. (N. Del T.).

  • Sexta Elega

    Higuera: hace tiempo ya que me sorprendecmo casi omites el florecimiento;y dentro, en la fruta decidida a tiempo,sin alarde, inyectas tu puro secreto.Lo mismo que el cao de los surtidores,tu ramaje curvolleva hacia los lados y arriba la saviaque desde su sueo, despertada apenas,irrumpe en la dicha de su obra ms dulce.Tal, en otros tiempos, el dios en el cisne...Pero a los humanosay! slo nos place florecer; tardamos y nos rezagamosy a destiempo entramos en el rezagadocorazn de nuestro fruto terminal.En pocos la prisa de hacer es tan fuerteque arden ya y desbordan en sus corazonescuando los halagos del florecimiento,como aire nocturno ms suave, les mimalas jvenes bocas, les mima los prpados;acaso los hroes y los elegidosprematuramente para el ms all,a quienes la muerte, hortelanales dobla las venas en curvas ms giles.Estos se abalanzan;preceden su propia sonrisacomo en esas figuras en hueco de Karnackel tronco de alfanas al rey victorioso.

    Raro el parecido de los muertos jvenescon el hroe. A ste durar no le importa.su ascensin es vida. Se exalta y se lanzacada vez en medio de las renovadasformas de peligroque en todo momento lo acecha.Ah! Pocos podran seguirlo hasta all.No obstante el destino que, hosco, nos imponesilencio, de pronto se entusiasma y canta;y en el torbellino de su mundo, al puntosonoro, lo arrastra. Ya no escucho a nadiesino a l. De sbito me traspasa el airetorrencial del hondo canto ensombrecido.

    Si entonces pudiera rehuir la nostalgia

  • de se un chiquillo todava, un nioque tiene una vida delante y se sienta,sobre los futuros brazos apoyado,a leer la historia de Sansn y cmola madre infecunda, despus pari todo.

    No fue ya en ti un hroe? Oh, madre! En tu senono eligi ya el nio su suerte imperiosa?Miles en el seno gestbanse y todos queran ser l.Pero, mira: l toma, separa, elige y hace, poderoso.Cuando las columnas del templo sacude,es porque del mundo de tu cuerpo madre!irruy en el mundo ms estrecho, dondepoderoso, nunca dej de elegir.Oh, madres de hroes! Oh, fuentes de ros rpidos! Profundosabismos en donde caen, gemebundas,desde el alto borde de los corazones,las muchachas, vctimas futuras del hijo.Pues el hroe, lleno de mpetu, atraviesatodas las mansiones del amor; cada unalo eleva ms alto, cada coraznque por l palpita. Y no obstante, cuandocesan las sonrisas, se aparta y es otro.

    Sptima Elega

    Basta de splicas! Basta! Que una voz nacida en tisea el alma de tu grito; grito puro en otro tiempocomo el reclamo del pjaro cuando la estacin lo exalta,casi olvidando que no es ms que un msero animaly no ms que un solitario corazn que aquella lanzaal sereno firmamento, a lo ntimo delos cielos.No menos que l, buscaras que la amada an invisiblete percibiera, la amiga que, callada todava,poco a poco te responde y al orte se enardece,sensitiva compaera de tu osado sentimiento.Oh! Tambin la primavera,gozosa, comprendera: no hay all lugar algunoque no tuviera el acento de la Anunciacin. Primero,ese leve e inquisitivo despertar de un rumoreoal que acalla desde lejos la quietud esplendorosade la luz de un da puro que se afirma silencioso.Y despus, gradas arriba, gradas de clamor, arriba,hacia el templo entresoado del futuro. Y enseguida,los trinos, un surtidor que en el juego de promesascon el mpetu del chorro se adelanta a la cada.

  • Y luego, ante s, el verano...Y no slo las maanas, las maanas estivales...y cmo en da se truecan y esplenden desde el comienzo.

    No slo los das, tiernos con las flores y, en lo alto,poderosos con los rboles de forma acabada, y fuertes.No solamente la uncin de estas fuerzas desplegadas;los caminos y los prados crepusculares...; no slola claridad que respira tras la borrasca tarda;no slo el sueo que llega, no slo un presentimientoDe tarde...sino las noches! Las altas noches de esto!Sino tambin las estrellas, las estrellas de la tierra!Oh, estar muerto alguna vez y conocerlas a todas,infinitamente a todas! Pues, cmo, cmo olvidarlas!

    Mira; entonces a la amante llamara. Pero sola,a sus solas no vendra. De las tumbas insegurassaldran otras muchachas y a mi grito acudiran.Pues, cmo, una vez lanzado limitar mi llamamiento?Todava las sepultas quieren volver a la tierra.Una cosa de aqu -nios!- cogida ya, vale mucho.No creis, no, que el destino sea algo ms que lo densode la infancia. Cuntas veces al amante aventajasteisrespirando, respirando tras un error venturoso,sin objeto, al aire libre! Soberbio es estar aqu!Lo sabais ya, muchachas, vosotras en aparienciadesposedas, hundidas...en las callejas ms srdidasde las urbes...supurantes...o abiertas a la cada.Pero siempre hubo una hora para cada una o, quizs,menos que una hora entera,algo apenas mensurable con las medidas del tiempo,tendido entre dos instantes. Pero toda una existenciahaba. Todo. Las venas pletricas de existencia.Y sin embargo nosotros tan fcilmente olvidamoslo que el vecino que re no nos confirma o envidia.Visiblemente queremos destacar eso; no obstante,la dicha ms accesible no se nos da a conocersino cando en nuestro propio corazn la transformamos.

    En ninguna parte, amada, habr mundo sino adentro.Nuestra vida no es ms que una transformacin incesante.Y, cada vez ms exiguo, desaparece lo externo.Donde antes hubo una casa durable, se nos ofreceun producto imaginario, de travs, que enteramentepertenece al pensamiento, como si an estuvieratodo dentro del cerebro.El espritu del siglo

  • se crea vastos depsitos de fuerza, falto de formacomo el mpetu expansivo que bebe en todas las cosas.Ya no conoce los templos. Esta prodigalidaddel corazn la guardamos como un ahorro secreto.S, todo lo que perdura de otros tiempos todava,toda cosa antes motivo de imploracin y servidade rodillas, se recoge, tal cual es, en lo Invisible.Muchos ya no la reparan ni cuentan con la ventajade volver a construirla, ms grande, dentro de s con estatuas y pilares.

    Hay tales desheredados en cada insensible vueltadel mundo, que no poseen lo anterior ni lo ms prximo.Porque tambin lo mas prximo est lejos para el hombre.Que esto no nos desconcierte; que fortalezca en nosotrosla custodia de la forma todava cognoscible.La que antes entre los hombres se levantaba, la que antesse ergua en medio del hado anonadador y en mediode ese no-saber-adnde3, cual si fuera, y a la tierradoblegaba las estrellas desde los cielos seguros.ngel a ti te la muestro una vez ms: All! Frentea tus piradas se yergue salva al fin, al fin de pie!Columnas, fustes, Esfinge...el afanoso elevarsede la catedral que surge, gris, de la urbe caducao de la urbe extranjera. No eran acaso un milagro?Oh, maravllate, ngel, pues nosotros somos eso!Gran ngel: nosotros fuimos capaces de tales cosas;proclmalo, que mi aliento no es bastante a celebrarlas.As, con todo, a nosotros no nos han faltado espacios,esos espacios que guardan, los espacios que son nuestros.(Qu espantosamente grandes deben ser estos espacios,ya que milenios de nuestros sentimientos no los colman!)Pero una torre era grande no es verdad? Oh!, ngel, lo era...no era grande aun a tu lado? Porque Chartres era grande...Pero ms alto y ms lejos an llegaba la msica.Oh! Y hasta una simple amante, una amante solitariaen la ventana nocturna....no alcanzaba de rodillas?No creas que hago una splica. ngel, y aunque suplicara!No vendrs, pues mi llamado est pleno de rechazo;no puedes andar en contra de una corriente tan fuerte.Es como un brazo extendido mi invocacin. Y, en lo alto,para asir se abre su mano; y repulsa y advertencia,ante ti se queda abiertade par en par...oh, Inasible!

    3 He preferido un versin literal. Angelloz traduce al francs: au de lincertitude des routes.

  • Octava Elega

    A Rudolf Kassner

    Ven con todos sus ojos las criaturaslo Abierto. Sin embargo, nuestros ojosestn como al revs y colocadosalrededor de su salida librecomo trampas. As, lo que est fueraslo a travs del animal nos llega.Porque ya al tierno nio damos vueltay lo obligamos a mirar atrs,al mundo de la forma, no a lo Abierto,que tan profundamente transparentala faz del animal. Libre de muerte.nuestras miradas ven a sta slo.En cambio el animal, que es libre y puro,tiene siempre el crepsculo tras ellay frente, a Dios. Cuando camina, marchahacia la eternidad, como la fuente.Los hombres nunca, ni siquiera un da,ante s tienen el espacio purodonde la flor al infinito se abre.Siempre est el mundo alrededor. Y nuncalo que en ninguna parte y sin estorbo;Lo puro, sin control, que se respiraY se sabe infinito y no se ansa.Y a veces, alguien, silencioso, un nio, se extrava en su senoy es arrancado de l a sacudones.Tal otro muere y es. Porque la muerte ya no se ve en el trance de morir;y quizs nuestro ojos desde entonces,mirando fijos adelante, tienenla profunda visin del animal.Cerca estn los amantes, asombrados,pero entre s se atajan las miradas.Como al azar se entreabre tras alguno,pero el otro no avanza y al instantese le hace mundo figural de nuevo.Vueltos a laceracin constantemente,no vemos de ella ms que proyecciones,reflejo de lo libre, oscurecido por nosotros. O a veces aconteceque un animal levanta la cabezay a travs de nosotros mira en calma.Qu es el Destino? No ms que eso: siempre

  • estar delante y nada ms, delante.

    Si el animal que hacia nosotros vienetranquilo caminando,fuera conciente como el hombre, al puntonos hara volver y arrastrara segn el rumbo que su marcha lleva.Pero su ser para l es infinito,sin restriccin alguna y sin miradassobre su estado, puro cual su vista.Y donde las miradas de los hombresno ven ms que futuro: l lo ve todoy se ve todo y salvo para siempre.

    Con todo, el animal alerta y clidocarga a su vez un poco de zozobray el peso de una gran melancola.Pues tambin se le apega eso que al hombredomina tantas veces: el recuerdo...Como si hubiera sido en otros tiempos,alguna vez...eso a lo cual tendemosms prximo y ms leal, ms apegadoy de infinita suavidad su tacto.

    Ac todo es distancia; all era todorespiracin. Despus de la primera,esta segunda vida le pareceambigua y azotada por los vientos.Oh, ventura sin par de la pequeacriatura que en el seno permaneceque lo gestara! Oh, dicha del mosquitoque interiormente salta todavahasta en sus bodas! Pues, el seno es todo.Y la seguridad un tanto inciertadel pjaro contempla,que de ambas participa por su origen, como si fuera el alma de un etruscoque saliendo de un muerto al que el espaciorecibi en un sepulcro, sin embargo,tiene la efigie mvil como tapa.

    Y cunta es la sorpresa del que tieneque volar, procediendo de un regazo:se dira el henderse de una taza.As la negra huella del murcilagola porcelana de la tarde rasga.

  • Y nosotros los hombres: dondequieray en todo tiempo espectadores somosa todo atentos, pero nunca al raso.Abrumados por ello, lo ordenamosy se nos desmorona. Nuevamentelo ordenamos y, al fin, nosotros mismostambin no despeamos.

    Quin nos ha hecho girar de esta maneraque, hagamos lo que hagamos, siempre estamosen la actitud del que se va? Y como ste,sobre el ltimo cerro que le muestrauna vez ms an todo su valle,se da vuelta, se para y titubea,tal vivimos nosotros, despidindonos.

    Novena Elega

    A qu, si es posible pasar de esta vidalas breves jornadas a fuer de laurelalgo ms oscuro que los otros verdes,con hojas de bordes ondeados(tal una sonrisa del aire), a qu entoncesvivir a lo humano y, al par que evitndolo,desear el destino?

    Oh! No es que la dicha sea esa ventajafugaz de una prdida prxima.No se debe a que seamos curiososO para ejercicio dar al corazn,Las dos cosas tendran laurel...Sino porque vale mucho estar aqu.Y todo lo que aprende parece que nos necesita,Pues todas las cosas fugitivas rondanEn pos de nosotros de extraa manera.En pos de nosotros, los ms fugitivos.Cada cosa tan slo una vez.Una vez no ms.Y tambin nosotros una sola vez,Jams otra vez.Pero este haber sido una vez,Aunque sea una nica vez:Haber sido terrestre parece que es irrevocable.

    Y nos afanamos, queremos cumplirlo

  • Y en nuestras sencillas manos contenerloY en nuestra mirada ms llena y en nuestro corazn sin habla.Pues, llegar queremos a serlo. A quin darlo?Lo mejor sera retenerlo todo, todo y para siempre.Pero -ay!- a ese reino de otras relacionesqu podemos llevarnos de aqu?No el saber mirarQue aqu poco a poco se aprende,Ni suceso de este mundo. Nada.

    Sino los dolores. Sino, antes que nada, lo que pesa, sinoLa larga experiencia del amor...Y nada msQue lo inefable.Sin embargo, luego, bajo las estrellasqu hacer? Si son tanto ms inexpresables!

    Baja el caminante la cuesta de la alta montaa,Mas no trae al valle ni un solo puadoDe tierra, indecible para todos; pero...Trae una palabra que gan, pursima:La genciana amarilla y azul.

    Acaso nosotros estamos aqu para decir: casa, puente, aljibe, puerta, cntaro ventana...o columna, torre...cundo ms?. Entindelo:para decir eso que jams las cosas han soado nuncaser ntimamente. Cuando a los amanteslos insta a que toda cosa y cada unaen sus sentimientos se torne hechizadano es una escondida y astuta aagaza de esta tierra muda?

    Umbral: Y qu importaque estos dos amantes a la vez desgastenun poco el umbral, bastante ms viejo que ellos, de su casa,despus de tantsimos que los precedierony antes que los nuevos... con ligero andar?

    Aqu est de las cosas decibles el tiempo. Aqu esta su patria.Habla y reconcelo. Ms que nunca ahorase extinguen las gratas cosas convividas,pues las que las botan, reemplazndolas,son obras sin alma.Obras bajo cuyas costras que de buena gana revientan de prontocuando dentro de ellas la accin se disipa y adquiere otros lmites.

    Entre los martillos, con todo, subsiste nuestro corazn, como entre los dientes la lengua

  • que sigue, no obstante y a pesar de todo,siendo la que alaba.

    Oh! Canta del mundo la alabanza al ngel, no del inefable,pues ante l no puedes ostentar la gala de tus experiencias.En el universo donde el ngel sientecon una ms fina sensibilidad,t eres un novicio.Mustrale, por tanto, lo simple,que habiendo en el curso de generaciones tomado una forma,como cosa nuestra, junto a las miradasy junto a las manos, vive con nosotros.Nmbrale las cosa. Quedar asombrado, ms que t en la casadel soguero en Roma o ante el alfarero del remoto Nilo.Mustrale tambinqu feliz puede ser una cosa, qu inocente y nuestra;cmo el dolor mismo que se queja, puro, consiente la forma,sirve como cosa o para ser cosa muere...y ms all, venturosamente del violn escapa. Y todas las cosas,que viven el sino de caer, comprenden que t las celebras.Tan perecederas,creen que nosotros, ms perecederos, podemos salvarlas.en nuestro invisible corazn desean que las transformemosdel todo en nosotros -oh, infinitamente!- seamos lo que seamos.

    No es lo que t quieres oh, tierra!: invisiblenacer en nosotros?No es ser invisible tu sueo, algn da? Oh, tierra!. Invisible!.Cul es tu imperioso mandamiento sino la transformacin?Tierra, amada ma, yo lo quiero. Oh, creme:ya no haran falta muchas primaveras para conquistarme,una es demasiado;ay! Basta con una ya para mi sangre.Inefablemente consiento contigo; llego desde lejosa tu seno. Siempre tenas razn y tu santo numenes la muerte amiga.Ah!. Mrame: vivo. De qu?. Ni la infancia ni el futuro menguan...En mi coraznbrota una existencia superabundante.

    Dcima Elega

    Ojal, algn da, fuera de esta horrible visin que me acosa,suba hasta los ngeles propicios mi canto de jbilo y gloria.Ojal en las cuerdas blandas, intermedias o agudas no falle

  • ni un solo martillo de claro taido de mi corazn.Ojal mi rostro baado de llanto me haga ms esplndido.Ojal esta simple lgrima florezca.Oh, noches de cuita, cunto ms amadas me seris entonces!Qu ms de rodillas -oh, desconsoladas hermanas!- no estuvepara recibiros?. Qu a vuestros cabellos sueltos no me ha dadoms suelto a mi vez?.En verdad, nosotros los disipadores de dolores somos.Ah!.Cmo en la triste duracin oteamos su posible trmino!Pero ellos, realmente, son para nosotrosla fronda de invierno, la oscura pervinca;una de las pocas del ao secreto...no slo una poca:son lugar y asiento tambin, campamento, suelo y residencia.

    Qu extraas callejas son las que recorren la ciudad del Dolor,donde en el silencio falso, fabricado de estruendo, con mpetu,fluido metlico que desde el vaco del molde chorrea,alardea el ruido de oro, el monumento reventn estalla!.Cmo ese mercado de consuelo un ngel les pisoteara,junto con la iglesia que compraron hecha: bien pulcra y cerraday decepcionada como en los domingos un correo a solas!.Fuera, mientras tanto, se erizan los bordes de la feria. Buzosy volatineros del afn!.Columpios de la libertad!.Y el campo de tiro de la acicalada ventura, en figuras,donde desde el hito todo patalea y a hojalata suenacuando un ms certero tirador lo alcanza y despus en mediode aplausos y azares se va tambaleando; pues los baratillosse procuran todas las curiosidadesy tamborilean y chillan. No obstante, para los adultoshay algo ex profeso:ver cmo, anatmicamente, pulula el dinero;no como jarana simplemente: el rgano sexual del dinero,con todas las partes del acto, el proceso...lo que instruye y tornafecundo... Oh!. Pero enseguida, pronto, en las afueras,tras la ltima plancha llena de carteles que rezan: Sin muerte,esa acre cerveza que a los que la beben parceles dulcecuando al mismo tiempo sin cesar mastican nuevos pasatiempos,inmediatamente, detrs de esa valla... se tiende lo real.Hay nios que juegan y amantes que, graves y a solas,en la hierba rala se abrazan y perros que cumplen su instinto.Pero el joven todava sigue andando. Quizs de una jovenQueja se ha prendado. Llegan a unos prados. La Queja le dice:Lejos. All lejos vivimos....

    En dnde?. Y el joven la sigue.Lo incita su porte. Su cuello, sus hombros...acaso procedede una noble cuna. Pero la abandona, se vuelve y desva,

  • hacindole seas... A qu?. Es una Queja.

    Tan slo los muertos jvenes que pasan el primer estadode estar impasibles y fuera del tiempo, desacostumbrndose,la aman y la siguen. Ella, a las muchachasescoge y conquista su amistad. Les muestra sigilosamentecuanto lleva. Perlas de Dolor y el fino velo de la santaPaciencia.Con la gente joven camina en silencio.

    Pero donde moran, all en los ms bajo del valle, una Quejade las ms ancianas se ocupa del joven que pregunta. Dcele:All en la montaa grande nuestros padres explotaron minasy an entre los hombres hallars a veces un trozo talladodel Dolor primero o escorias de ptrea clera salidasdel volcn antiguo. S, de ah provienen. Antes fuimos ricas. Y a travs del vasto pas de las Quejas lo gua, ligera;le muestra los templos y las columnatas, le muestra las ruinasde esa fortaleza desde donde el Prncipe, en tiempos pasados,reinaba, prudente; le muestra los altos rboles de lgrimas,le muestra los campos de melancola floreciente...(Apenascomo una apacible fronda los conocen vivos ahora)y los animales pastando...Y a veces, azorado, un pjarohorizontalmente volando en el campo de sus ojos, trazala imagen escrita de su solitario grito en el espacio.De tarde lo lleva ms lejos, a ver los sepulcrosde los antiguos de su gran estirpe, sibilas y augures.Mas, cuando anochece, caminan con pasos ms suaves...y prontoel tmulo fnebre que vela remonta,lunar, por encima de todas las cosas:hermano de aqul junto al Nilo.de la augusta Esfinge... rostro de la cmara secreta.Y atnitos miran la regia cabeza, la que para siemprey en silencio ha puesto la cara del hombresobre otra balanza,la de las estrellas.

    No entiende; la muerte reciente ha mareadosus ojos. No obstante, la mirada de ella,detrs del reborde del pschent, levantndose, espanta al mochueloque rasando en lento roce la mejilla de curva ms tmida,En el nuevo odo del muerto, sobre hoja doblemente abierta,con mrbido vuelo,el indescriptible contorno dibuja.

  • Y arriba, en el cielo, las estrellas. Nuevas. Todas las estrellasde este misterioso pas del Dolor.La Queja las nombra lentamente: Aqu,mira: El caballero, y esa otra: El cayado. La constelacinMs llena se llama: Corona de frutas. Luego, junto al polo:La cuna, El camino, La mueca, El libro que arde, La ventana.Y all, en el sureo firmamento, pura, como en una palmade mano bendita, rutila la M con difano brillo,signo de las madres...Pero el muerto tiene que seguir su marcha. Y la ms ancianaQueja, silenciosa,lo lleva hasta el paso ms hondo del valledonde hay una fuenteque brilla a los claros rayos de la luna:la de la Alegra.

    Ella, con respeto, nombrndola dice: Es para los hombresel ro que lleva.

    Ya estn en la falda de la serranay la Queja entonces lo abraza, llorando.Despus l, a solas, entra en la montaa del Dolor primero;ni una vez su paso desde la insonora suerte repercute.

    Pero si los muertos infinitamente nos dieran un smbolo,nos sealaran quizs los amentos colgados al seco,vaco avellano, o acaso la lluviaque en la primavera cae sobre el pardo suelo de la tierra.

    Y a nosotros, cuyo pensamiento esperala dicha que sube,nos embargara la emocin que casinos aturde cuandocae algo dichoso.