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El primer y único problema que este libro plantea a quien intenta leer- lo es un problema trascendental en sentido kantiano. Un problema que no se refiere a los contenidos del libro, sino a las condiciones de posi- bilidad del libro mismo. ¿Cómo es posible un fenómeno así? ¿Se explica- rá por circunstancias sociales que alguien acumule tanta información con tan poco criterio, se tratará sólo de circunstancias personales del autor o de la interacción entre ambas? Un manual de Estructura Social en trescientas o cuatrocientas páginas para uso como texto en las asignatu- ras que llevan ese nombre es obra para la que hay, por un lado, cada vez más demanda por la extensión de las facultades de Sociología. Desgracia- damente, el libro que comentamos no es la oferta adecuada. Más que de un manual, tiene el aspecto de una guía bibliográfica. Distribuidos en cinco capítulos, contiene casi cien epígrafes, en cada uno de los cuales se citan una media de quizás diez autores y obras. Un alarde de acumulación de literatu- ra, aunque sólo en inglés y castellano. Casi cien apartados en menos de trescientas páginas dan un espacio de menos de tres páginas para tratar asuntos tales como los enfoques clási- co y marxista de la desigualdad, el desarrollo económico y la estructura- ción del sistema mundial, el enfoque de la escuela de Frankfurt o el de la sociedad postindustrial. O para, en el capítulo «Antecedentes y conceptos de la estructura social contemporá- nea» (sic), tratar el estructural-funcio- nalismo de Parsons, el estructuralis- mo a secas, el estructuralismo marxis- ta y el estructuralismo marxista de 82/98 pp. 329-368 TEODORO HERNÁNDEZ DE FRUTOS Elementos de Estructura Social (Salamanca, Ed. Verbo Divino, 1997)

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El primer y único problema queeste libro plantea a quien intenta leer-lo es un problema trascendental ensentido kantiano. Un problema queno se refiere a los contenidos dellibro, sino a las condiciones de posi-bilidad del libro mismo. ¿Cómo esposible un fenómeno así? ¿Se explica-rá por circunstancias sociales quealguien acumule tanta informacióncon tan poco criterio, se tratará sólode circunstancias personales del autoro de la interacción entre ambas?

Un manual de Estructura Social entrescientas o cuatrocientas páginaspara uso como texto en las asignatu-ras que llevan ese nombre es obrapara la que hay, por un lado, cada vezmás demanda por la extensión de lasfacultades de Sociología. Desgracia-damente, el libro que comentamos noes la oferta adecuada. Más que de un

manual, tiene el aspecto de una guíabibliográfica. Distribuidos en cincocapítulos, contiene casi cien epígrafes,en cada uno de los cuales se citan unamedia de quizás diez autores y obras.Un alarde de acumulación de literatu-ra, aunque sólo en inglés y castellano.

Casi cien apartados en menos detrescientas páginas dan un espacio demenos de tres páginas para tratarasuntos tales como los enfoques clási-co y marxista de la desigualdad, eldesarrollo económico y la estructura-ción del sistema mundial, el enfoquede la escuela de Frankfurt o el de lasociedad postindustrial. O para, en elcapítulo «Antecedentes y conceptosde la estructura social contemporá-nea» (sic), tratar el estructural-funcio-nalismo de Parsons, el estructuralis-mo a secas, el estructuralismo marxis-ta y el estructuralismo marxista de

82/98 pp. 329-368

TEODORO HERNÁNDEZ DE FRUTOS

Elementos de Estructura Social(Salamanca, Ed. Verbo Divino, 1997)

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Althusser, entre otros. O la lucha declases, las teorías de Marx, Dahren-dorf, Aron, Ossowski, Poulantzas,Wright y Parkin, amén de análisissectoriales sobre cada clase, todo en elcapítulo dedicado a la «estratificaciónde las clases sociales», etc. En fin, setratan muchas cosas y todas s inexcepción se tratan mal. Hay variasmaneras de meter tantos temas en unespacio tan limitado, como unirloscon una tesis o argumento como hiloconductor, o intentar una exposiciónclara, histórica o sistemática, pensan-do en los estudiantes. Pero en estelibro no se ha intentado nada de eso,sino quizás batir alguna marca deacumulación de citas, autores y tex-tos.

Por alguna razón institucional opersonal, el autor ha pasado del pro-ceso de reunir información al deexponerla sin el intermedio de elabo-rarla. Parece haber confundido el pro-ceso de la información con la mente yel proceso de textos con ordenador.Quizá la culpa sea de tanta publici-dad como se da a Internet, con suénfasis en la enormidad de informa-ción que puede traerse al ordenador ysu olvido del detalle de llevarla des-pués al cerebro. O de esas corrientespedagógicas que tienen en tan altaest ima la memoria humana querechazan almacenar en ella cualquierinformación que pueda ser almacena-da en otro soporte («¿Para qué estu-diar, si ya está en los libros?»). Sea porlo que sea, no es que el autor de estaobra haya transcrito a veces sin enten-der (¿cuál no?), es que no parece serconsciente de la existencia de esteproceso.

El juicio anterior no está fundado

sobre una lectura completa del libro,empresa tal vez sólo posible para unprocesador de textos, sino sobre algu-nos epígrafes seleccionados. Por ejem-plo, para empezar, la cuestión seplantea así: «Desde el siglo XVII, elprogreso, el desarrollo económico, lamodernización y la desigualdad entrenaciones han sido conceptos semina-les y canónicos que han cubierto todauna amplia gama del pensar de losteóricos más renombrados...» Inme-diatamente, en el apartado 1.1, «Losenfoques clásico y marxista», el últi-mo se despacha del modo siguiente:«El marxismo pondrá el acento en latecnología o medios de producciónpara explicar el proceso de crecimien-to económico. Las ganancias delcapitalista surgen gracias al lugar deexcepción que ocupa en el procesoproductivo, ya que es el poseedor dela tecnología y el que contrata a lostrabajadores, obteniendo de éstos unaplusvalía.» Cuatro páginas más tardeya hemos llegado a la Escuela deFrankfurt, que cambia su pensamien-to ante «la constatación de que laspromesas de la i lustración de unhombre que evoluciona y que por elloes más culto, libre y responsable no secumplen...». Quien sepa algo de mar-xismo o de la Escuela de Frankfurtpuede intuir lo que esos párrafosdeberían haber querido decir y nodicen. Quien no lo sepa de antemanosólo puede formarse ideas falsas, si notiene la prudencia de no formarseninguna.

Podemos echar un ojo al capítulodos. Si toca Parsons, se confunden lasvariables pauta con el sistema AGIL;si toca «diferenciación y consumo»,viene una página sobre Veblen que

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termina con una cita suya: «elcomienzo de una diferenciación en elconsumo... se encuentra ya en la faseinicial de la cultura depredadora yhasta hay indicios de que se encuen-tra una incipiente diferenciación eneste sentido antes de los comienzos dela vida depredadora». A renglónseguido se nos informa de que «ladiferenciación entendida como frag-mentación cultural ha recibido en losúltimos años críticas generalizadas deautores como Habermas, Schluchter,Bellah, Lyotard, etc., que la tratancomo alienante y opresiva. Para Luh-man la diferenciación es la crecienteautonomía de subsistemas de interac-ción explicados por su propia com-plejidad...». Indiferenciado lo cual, encuatro líneas nos plantamos en Bour-dieu; dos páginas más tarde hay uncuadro con la tipología de las socieda-des de Lenski; en la siguiente otrosobre lo mismo tomado de Gelles yLevine, Introducción a la Sociología,México, 1996, y en la de enfrente,para terminar el capítulo, se divisanunos dibujos con modelos de estruc-turas sociales tomados de Tezanos,Socialismo y Clases Medias, Sistema,1994.

O podemos darnos una vuelta porel cuarto, «La estratificación del esta-tus», que comienza con Weber, elcual, «como se sabe, nunca desempe-ñó una carrera económica o políticadebido a una larga enfermedad que lemantuvo recluido durante bastantetiempo en su casa, no obstante al

mantener un modus vivendi desahoga-do pudo invertir sus empeños en unatarea intelectual de gran calado». Ahíse pueden encontrar varios cuadroscon textos del mismo Weber, de Par-sons, Davis, Moore y Tumin; dosecuaciones sobre el prestigio dondeno se sabe lo que representan las X;otro cuadro con las treinta profesio-nes que más crecerán en EstadosUnidos de 1990 a 2005; otro con lasdiez personas más ricas de la tierraque nos informa de que la reina Isa-bel II de Inglaterra posee carreras decaballos; y un apartado final sobre laestrat i f icación socia l en Españadonde aparece, además de la Clasifi-cación Nacional de Ocupaciones, uncuadro tomado de la EPA. Y muchas,muchísimas cosas más. Se abra ellibro por donde se abra, siempre es lomismo.

Recogida toda esa información,que le habrá llevado su buen trabajo,el autor estaba en posición inmejora-ble para empezar a estudiarla. En vezde eso, la ha publicado. Mal hecho.Este bazar de nombres y obras, estebaratillo de citas y tablas, este rastrode resúmenes y cuadros cosidos contomiza gruesa y sintaxis harto defi-ciente, nunca debería haberse escrito;ya que se escribió, no merecía habersido impreso, y ya que ha sido impre-so, no merece ser leído. Si alguien estan desconfiado que lo hace, llevará lapenitencia en el pecado.

Julio CARABAÑA

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«Opino que cualquier creenciareligiosa —sea ortodoxa o herética—es un asunto de fe que no atañe alcientífico social. En cambio, piensoque sí es un asunto antropológico—y de primer orden— el análisis delos problemas relativos al poder queplantean las relaciones de los ortodo-xos con los herejes y cómo la “ver-dad” de unos se impone a otros pormedios perfectamente mundanos y endiversas épocas históricas.»

En estas palabras de Joan Prat hayuna afirmación que está abierta a nue-vos interrogantes. Y es que, comobuen ensayo de antropología, el acer-camiento a los hechos estudiados pro-duce una extraña sensación: la de lasrespuestas que van generando nuevasinquietudes. Y Joan Prat analiza aque-llo que hace sentir la peligrosidadcomo algo inherente al desorden y a lafalta de legitimación social en las acti-vidades de determinados grupos reli-giosos considerados como sectarios.

Pero este orden que forma parte denuestra estructuración social y simbó-lica se ve a veces fuertemente cuestio-nado cuando los elementos que juz-gamos como predecibles no se aco-modan a lo establecido. Baste recor-dar la anécdota citada por Mary Dou-glas en la que la utilización de unaseo ubicado en un pasillo, en casa deunos amigos, le hizo sentir la inco-modidad cuestionante del orden quese había trastocado en la intimidad.Y es este tipo de cuestionamiento, enel que lo dado por normal no se ase-meja con lo real, lo que sirve a JoanPrat de combustible para desarrollar

este trabajo antropológico sobre sec-tas religiosas.

En la introducción, Joan Prat yaestablece los objetivos del libro. Poruna parte, saber cuáles son los moti-vos por los que una sociedad tolerantey democrática como la nuestra etique-ta «como sectarios a determinados gru-pos religiosos y con este estigma los dejafuera de sus fronteras sociales, culturalesy simbólicas». Y, por otra, conocer porqué determinadas personas, «pese aconocer las consecuencias del estigma ylos riesgos sociales, culturales y simbóli-cos que entraña el desafío, decidenhacerse miembros de las institucionescaracterizadas como sectas».

Prat incluye una perspectiva histó-rica para analizar el surgimiento deesas sectas religiosas que a través delos tiempos han sido marcadas comopeligrosas al cuestionar el ordenimperante. De esta manera, las actua-les sectas destructivas aparecenestructuralmente como confesionesreligiosas minoritarias que chocan detal manera con la sociedad que hoyocupan el lugar que en otras épocas lohicieron los judíos, protestantes,masones e incluso los cristianos pri-mitivos. En este aspecto los ejemplosdel surgimiento de las corrientesheréticas, cargadas de connotacionesreligiosas tales como hereje, cismáti-co, apóstata o infiel, realmente refle-jarían relaciones de poder, es decir, de«autoridad, de disensión y de rebelión»(1997: 36).

De esta manera, el cristianismodescrito por Suetonio sintetiza a la

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JOAN PRAT I CARÓS

El Estigma del Extraño. Un ensayo antropológico sobre sectas religiosas(Barcelona, Ariel, 1997)

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perfección la idea de perversión quetenía el romano tradicional: supersti-ción, novedad y perversidad mágica.Y esta nueva religión actuaba de talmanera que lo que estaba consagradopor la tradición romana eran las ceni-zas sobre las que había que construirun nuevo mundo. Y ese mundo, en elque la religión era un asunto políticomás que una devoción personal, saltópor los aires.

La religión cristiana, una vez conso-lidado su poder, se enfrentó a su vez adiversas corrientes —como el mani-queísmo y los cátaros— que, en buscade los primitivos ideales, indicaron a lasociedad en la que vivieron que lasperspectivas que les ofrecían erancorruptas o ya no existían. Y esta apro-ximación simbólica a los orígenes esuna fuente de constante enfrentamien-to entre sectores ortodoxos y heréticos.

Y es en estas relaciones de poder yautoridad donde los mecanismos deestigmatización alcanzan su mayor rele-vancia. Como constata Prat, estosmecanismos han estado presentes desdesiempre, cumpliendo su objetivo últi-mo: marcar a un grupo, normalmenteminoritario y nuevo, como culpable delas desgracias que pueden afectar a lasociedad. Para ello se emplean losmedios más eficaces desde la posiciónsocial mayoritaria. Nuevos conceptos,como «lavado de cerebro», han sido uti-lizados para juzgar el comportamiento«anómalo» de los integrantes de unasecta, y de esta manera exonerar engran medida al individuo del compor-tamiento determinado como errático.Y para ayudar a esta «víctima involun-taria», como es considerado el sectario,surge la medicalización progresiva enlos movimientos antisectarios.

Estas disensiones, tal como sugirie-ra Mary Douglas, no son aberracionesdel proyecto central de la religión. Alcontrario, son contribuciones positi-vas en el desarrollo de su explicación.Y, además, forman parte de la necesa-ria configuración simbólica en la quelos elementos de disensión se relacio-nan, dando a la experiencia vital elsentido requerido. Y cuando se creaun orden social ideal, éste puede sercuidado por los peligros que amena-zan a sus transgresores.

A la definición, clarificación y revi-sión de conceptos fundamentales parael estudio de las sectas, tales comoconversión, apostasía, herejía, etc.,Prat acompaña una descripciónexhaustiva de prácticamente todos losmodelos explicativos vigentes.

Una amplia bibliografía es el coro-lario de una obra que está compuestapor varios bloques temáticos. Elpunto central del ensayo, y su hiloconductor, explica cómo a través delos tiempos se produce una construc-ción del sujeto estigmatizado. Estaconstrucción, que es de índole políti-ca y social, refleja las relaciones depoder existentes en el seno de unacomunidad dada. Cuando estas rela-ciones de poder están siendo puestasen entredicho, se produce la deslegiti-mización de los grupos consideradoscomo «desviados» y «peligrosos» conconsecuencias de marginalidad y fana-tización. Es esa falta de coberturasocial mínima lo que hace que losindividuos que se mueven en sus lími-tes sean vistos como hostiles.

Prat da una orientación metodológi-ca para subrayar la importancia delestudio antropológico de las sectas reli-giosas. Utilizando técnicas de investiga-

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ción que van desde la observación par-ticipante, encuestas e historias de vida,resalta la importancia de ofrecer elpunto de vista de los miembros de lacomunidad estudiada y de acercarse asus pensamientos a través de la recons-trucción de su trayectoria vital. Y sucapítulo dedicado a la comunidad delos Hare Krishna es una muestra prác-tica, con excelentes resultados, de laetnografía realizada por el propioautor. Cualquier comunidad religiosaes considerada como un «microcosmoscargada de significados y muy diferencia-do del exterior, lo que la acerca al idealde estudio antropológico más tradicional,convirtiéndose así en una cultura margi-nal y exótica, respecto a la cultura delinvestigador, que suele además pertenecera la cultura hegemónica» (1997: 83).

Para ello resalta el papel fundamen-tal de la participación en los rituales yuna clarificación de los procesos deconversión, que se convertirá en laparte central de los mecanismos deestigmatización. En los procesos deconversión, Prat hace especial hinca-pié en la definición de James, y en elmodelo causal propuesto por Loflandy Stark. Sin embargo, son las aporta-ciones de Victor Turner, con sus con-ceptos de liminidad y communitas, lasque adquieren una mayor primacía enel trabajo de Prat para el estudio delos procesos iniciáticos asociados a los«ritos de paso» que tan magistralmen-te describió Van Gennep en 1909. Delas tres fases que componen un «ritode paso» —separación, liminalidad eintegración—, Prat presta especialatención a la fase central, es decir, a laasociada al margen con los conceptoscentrales de liminidad y communitas.

Baste recordar que Turner ha utili-

zado este concepto de limen (El pro-ceso Ritual) para referirse a la genteque está en el umbral, es decir, a losneófitos o iniciados, que precisamen-te por su nueva condición han dejadode ser lo que eran para convertirse enotra cosa que aún no son. Estando enel intermedio, están «entre lo uno ylo otro», tal como lo describió el pro-pio Turner. Como sujetos que estánen una fase liminal, son obligados adespojarse de todas las reglas asocia-das a su primera socialización paraasumir nuevos parámetros que nadatienen que ver con los anteriores. Enesta fase, los individuos suelen serpercibidos desde el contexto globalcomo peligrosos y contaminados. Enla fase liminal los sujetos suelen viviruna solidaridad intensa, con una rela-ción tendente a la solidaridad, a laigualdad y al compañerismo, que es larelación definida por Turner comocommunitas.

La estructura, que se opone a la com-munitas, es el otro modelo de interac-ción propuesto por Turner. En éste lasociedad ya se presenta como un siste-ma estructurado, diferenciado y jerár-quico. Y no cabe duda que, desde estaperspectiva, la communitas debe serlimitada a unos espacios y tiemposconcretos. La communitas sólo puedeunir a las personas momentáneamente,es tolerada como una fase, pero jamáscomo una condición permanente.

Prat, al asociar las iniciaciones delos grupos sectarios con las realizadaspor otros grupos sociales (entidadesmilitares, órdenes religiosas tradicio-nales, etc.), pone de manifiesto cómosu simil itud es estructuralmenteincuestionable. Lo que cambia deforma radical es el «nivel de respaldo

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social del que gozan los unos y los otros»(1997: 195).

La falta de respaldo social estaríaen el origen del no reconocimientodel proceso iniciático. Y entonces lascaracterísticas estructurales de la faseliminal se convierten en destructivas,frente a las enseñanzas iniciáticassurge el «lavado de cerebro», losaspectos totalitarios de la institucióncontemplada son descritos comovoraces y rapaces. Los aspectos liga-dos a una disciplina férrea típica delos procesos liminales son contempla-dos como las extravagancias de unosgurús sin escrúpulos.

En el fondo, es la opción de unsujeto por una alternativa no previstala que pone en guardia a la ortodoxiacultural vigente, «y la sociedad castiga

su desafío imponiéndole una marca: ladel estigma del extraño», que es la últi-ma frase del libro que sirve como uncolofón para el título.

Prat realiza un estudio sistemático dela actualidad de las sectas religiosas,con una aportación teórica y bibliográ-fica de primer orden. Y esa aportaciónestá hecha con la sinceridad, la tran-quilidad y amenidad que brinda lacorrecta ejecución de los planteamien-tos expuestos. Por todo ello, a una lec-tura sugerente y agradable se añade lafuerza expositiva de argumentos clara-mente delimitados que nos permitenconocer —y cómo estudiar— esemundo que sigue siendo manipulado ydesconocido: el de las sectas religiosas.

Leopoldo LLANEZA FADÓN

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RICCARDO PETRELLA

El bien común. Elogio de la solidaridad(Editorial Debate, 1997)

El autor de este libro, RiccardoPetrella, es italiano, Doctor en Cien-cias Políticas y Sociales. Fue directordel programa «Prospectiva y evalua-ción de la Ciencia y la Tecnología»,de la Comisión Europea. En la actua-lidad enseña en la Universidad Cató-lica de Lovaina. La obra que presenta-mos está estructurada en cuatro apar-tados. En el primero —«Un bien quedebemos (re)construir»—, RiccardoPetrella constata que estamos per-diendo el sentido del «estar y hacerjuntos», el sentido del «bien común».Se da prioridad a las estrategias indi-viduales de supervivencia (mi empleo,

mi sueldo) y a los «bienes individua-les» (mi coche, mi personal compu-ter), considerados como la expresiónfundamental e irremplazable de lalibertad. Se sacralizan los campos dela competitividad como terrenosprioritarios de la creatividad. «Hanlogrado convencernos también de quelo que cuenta es el mercado, y de quesus reglas de funcionamiento, sus pre-tendidas “leyes naturales”. La libertadde Mercado se ha convertido en lalibertad fundamental y primordial denuestras sociedades. Las demás liber-tades derivan de ella. Todo debeponerse al servicio de la “Santa Trini-

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dad” del Dios Mercado, a saber: libe-ralización, desreglamentación y priva-tización» (p. 16). Se ha vaciado anuestras sociedades de lo que las hacevivir: el bien común.

En el segundo apartado («Sociedady bien común») el autor analiza loque ha representado el bien comúnen el Estado del Welfare. Pese a susdefectos, el Estado del Welfare haconsolidado y aplicado una serie denuevos principios y reglas políticas,económicas y sociales consideradasdurante siglos como utopías pocoreal i s tas , entre otras : un salar iodecente para todos los trabajadores,seguridad social para todos, igualdadde oportunidades de acceso, la con-certación social como procedimientopara solucionar los conflictos socia-les, redistribución de la riqueza enbeneficio del interés general, gracias,entre otras cosas, a una fiscalidadprogresiva, etc. Para el profesor Ric-cardo Petrella, el Estado del Welfareha demostrado un hecho fundamen-tal: la solidaridad está en el origen deldesarrollo social y del funcionamien-to eficaz de la economía de un país.En el tercer apartado («La destruc-ción: logros y límites») examina elautor la progresiva crisis del Estadodel Welfare, sus críticas y limitacio-nes. El verdadero problema no fue—según Riccardo Petrel la— elaumento de la presión fiscal en rela-ción con el Producto Interior Bruto,ni tan siquiera el nivel del déficitpúblico, sino las condiciones sobrelas que descansaba en el buen funcio-namiento del Estado del Bienestar.

Las principales causas que determi-naron la «crisis» del Estado del Bie-nestar deben buscarse en: a) La mun-

dialización de la economía, cada vezmás gobernada y determinada en fun-ción de los intereses y las estrategiasde los poderes mundiales privados,conforme a las Nuevas Tablas de laLey que comentaré. b) La ruptura del«contrato social», es decir, del pactofirmado y establecido por todos lospaíses occidentales tras la segundaguerra mundial entre el mundo obre-ro y la patronal. Para el autor, lareducción del número de personascubiertas por la Seguridad Social, laparticipación creciente de los enfer-mos en los gastos sanitarios, la mayorseveridad en los controles y en las exi-gencias impuestas, la mutilación de laciudadanía, la restricción de la solida-ridad se debe a lo que él llama lasNuevas Tablas de la Ley, a saber:1) Mundialización. Deberás adaptartea la globalización actual de los capita-les, mercados y empresas. 2) Innova-ción tecnológica. Deberás innovar sincesar para reducir gastos. 3) Liberali-zación. Apertura total de todos losmercados. Que el mundo sea unúnico mercado. 4) Desreglamentación.Darás el poder al mercado. A favor deun Estado notorio. 5) Privatización.Eliminarás cualquier forma de pro-piedad pública y de servicios públi-cos. 6) Competitividad. Deberás ser elmás fuerte si quieres sobrevivir en lacompetitividad mundial. Pese a estepanorama poco prometedor, RiccardoPetrella observa indicios de optimis-mo por parte de todos los movimien-tos, organizaciones y asociaciones queluchan por el desarrollo de los paísespobres y descolonizados y por unnuevo «orden mundial». En el cuartoapartado («Un proyecto colectivo») elautor propone una serie de sugeren-

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cias para reconstruir el bien común aescala mundial. El primer nudo quehabría que deshacer se refiere a laretórica, es decir, intentar deslegiti-mar la retórica dominante, sus pala-bras clave, sus símbolos. Un ejemplode esta retórica dominante sería elprincipio de competitividad. Es falsodecir que la competitividad constitu-ye una baza para el crecimiento de lasolidaridad y la cohesión social. Elsegundo nudo que hay que deshacersería el «orden del día» impuesto porel poder económico y financiero pri-vado. El tercer nudo es para RiccardoPetrella el más decisivo y se refiere alcontrol de los medios financieros: eli-minar los paraísos fiscales, poner final secreto bancario o hacer pública ytransparente la evaluación de los mer-cados financieros. El cuarto nudoimplicaría a la ciencia y a la tecnolo-

gía y tendería a modificar el papelque juegan hoy. El quinto y últimonudo se refiere a las culturas.

Concuerdo con el profesor Riccar-do Petrella en reivindicar —en estostiempos de crítica al Estado del Bie-nestar— sus aspectos positivos y loque ha representado para los paísesoccidentales, a saber, la forma másavanzada de «buena» sociedad. Elautor anhela y anima al lector aextender este tipo de sociedad a todala humanidad. La tarea, por tanto, sepresenta casi imposible, pero «aunqueno consigamos (re)construir unmundo solidario en los próximosveinte o veinticinco años, siemprehabrá mujeres y hombres que volve-rán a empezar y a intentarlo denuevo» (p. 147).

Alberto GUTIÉRREZ MARTÍNEZ

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ROGER E. LAMB (ed.)Love Analyzed

(Boulder —Colorado—, Westview Press, 1997)

«No hay amor sin penapena sin dolorni dolor tan agudocomo el del amor»

Cancionero de Palacio1

«Amor» es una palabra de cuatroletras, la 1, 13, 16 y 19 en orden alfa-bético. «Odio» también. Amor es un

tema tan complejo que es imposibleresumirlo en cuatro letras2, ni siquiera

1 Gracias a Pau C. Figuera y a Susanna P.Pàmies por la cita exacta, y además cantada enel centro okupa de Sant Andreu.

2 La definición del Diccionario de la RealAcademia Española es confusa, casi un des-propósito: «Sentimiento que mueve a desearque la realidad amada, otra persona, un grupohumano o alguna cosa, alcance lo que se juzgasu bien, a procurar que ese deseo se cumpla ya gozar como bien propio el hecho de saberlocumplido» (DRAE, 21.ª ed., pp. 129-130). A lainversa, si se da esta definición, nadie recono-cería que se refiere al amor. Una mujer,mucho más pragmática, María MOLINER,define en su Diccionario de uso del español(Madrid: Gredos, 1990, p. 167) amor como

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en una docena de magníficos artícu-los académicos3. Para los/as medite-rráneos, que no aciertan a distinguirentre ética y estética, el amor es belloergo es bueno. El amor es, además, lamejor excusa para hacer —o dejar dehacer— algo, en contra incluso de lasnormas sociales establecidas. El amores asunto polimórfico, escurridizo,vidrioso. ¿Es posible ser racional conel amor? ¿Se puede escribir un libroanalizando el amor? Se puede inten-tar... convirtiéndolo entonces en unacto de generosidad intelectual, comobien señala Love Analyzed.

La Sociología de las Emocionesestá muy poco desarrollada en nues-tro país. Los sentimientos suelenconsiderarse territorio individual,psicológico, secreto, misterioso; endefinitiva, tabú. Se analizan poco. Seviven o se desviven, pero no se piensaracionalmente en ellos, tampoco seenseñan, y menos aún se dedicanpresupuestos de I+D de la CICYTpara su estudio. El amor, entre todaslas emociones y sentimientos, es el

menos estudiado. La muerte es untabú aún mayor4. Pero morir de amores un mérito. El amor por la muerteestá prohibido5.

Cuando el amor irrumpe en la vidaes imposible ignorarlo. El amor esnarcisista, pero hace sufrir. El amorverdadero se dice que irremedia-blemente produce celos. La mejorforma de saber si una persona estáenamorada no es porque le causa pla-cer, sino porque le produce dolor. Nohay amor sin pena; lo que pica cura.Se sabe que una persona está enamo-rada porque sufre la separación de lapersona amada. No existe amor inde-terminado; es siempre amor por unapersona concreta. Suele ser una expe-riencia recíproca, que busca desespe-radamente la correspondencia; perotiende a la exclusividad por su propiadefinición egoísta. Aunque se roman-tice, el amor es sexual en su origen yen su motivación; por lo tanto, tieneun componente instintivo, de conser-vación de la especie. El objetivo delamor no es una amistad, sino otracosa. Siempre el amor produce unaeuforia inenarrable.

La vida es salud, dinero y amor, qui-zás en ese orden. Amor materno,filial, romántico, erótico, pasional,amor verdadero, amor ciego, enfermi-zo, amor propio, con mil amores, poramor del arte, en amor y compaña, alamor de la lumbre, hacer el amor, poramor de Dios, amorcillo, amorío,amor a secas son algunas de las varie-

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«Sentimiento experimentado por una personahacia otra, que se manifiesta en desear sucompañía, alegrarse con lo que es bueno paraella y sufrir con lo que es malo».

3 Como los de Martha C. Nussbaum(University of Chicago), Deborah Brown(York University), Alan Soble (University ofNew Orleans), Barbara Hannan (Universityof New Mexico), Keith Lehrer (University ofArizona), Rae Langton (Australian NationalUniversity), Philip Pettit (Australian NationalUniversity), Daniel M. Farrell (Ohio StateUniversity), Ronald de Sousa (University ofToronto), O. H. Green (Tulane University),Sue Campbell (Dalhousie University) yGraeme Marshall (University of Melbourne),en el libro, recientemente editado por RogerE. Lamb, Love Analyzed (Boulder, Colorado:Westview Press, 1997), 267 pp.

4 Véase mi artículo «El último deseo: Parauna Sociología de la Muerte en España»,REIS, 71-72 (1995), pp. 109-156.

5 Uno de sus aspectos, el del suicidio, lo heanalizado en El ri tmo de la vida social(Madrid: Tecnos, 1973), 356 pp.

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dades más conocidas. Existe ademásel compañerismo, la amistad, el que-rer y, en Cataluña, el estimar, que esun híbrido. Todos comparten laintensidad de sentimientos, unasituación especial de euforia y unaintensidad vital casi inigualable. Tie-nen además en común la existenciade dos seres humanos: el yo y elotro/a. Lo que define el amor sonnormalmente dos —y sólo dos—seres humanos. Aunque se puede que-rer a un perro o una gata, pero eso estema para otra investigación. En laSociología de la Muerte se suele dis-tinguir la muerte de los otros de lamuerte propia. Así, en el amor con-viene diferenciar entre lo que es amara otra persona y el hecho de seramado. Son dos experiencias un pocodistintas. Amar sin ser amado, seramado sin amar, no amar y ser corres-pondido son cuatro de las múltiplesposibilidades sociológicas que permi-te este sentimiento.

Casi todos los seres humanosentienden lo que es el amor. Una granmayoría han sido golpeados por elamor varias veces en sus vidas. Secomprende mejor de forma proyectivaen los demás cuando se ha sentidoantes en el propio corazón. A su vez,una persona se entiende mejor a símisma después de estar enamorada,en su propia individualidad, esperan-do otro «episodio» (¿podría decir «ata-que» como en algunas enfermedades?)amoroso. Quizás la vida individual seauna carrera moral (para utilizar la ter-minología de Goffman) de episodiosde amor concatenados. El amor esciego —se asegura—, por lo que lapersona que ama nunca llega realmen-te a conocer en toda su crudeza y rea-

lidad al ser amado. El amor distorsio-na la realidad hasta situaciones risibleso estrambóticas. Esa característica hasido explotada por la literatura, desdeRomeo y Julieta hasta Lolita. Despuésde amar, además del chagrin d’amour,queda la incredulidad de haber creado(en la imaginación propia) una perso-na que realmente no existe.

Lo primero que ocurre en el amores que una persona es sacudida, sor-prendida y maravillada por las cuali-dades de otra persona. Se siente depronto iluminada, sorprendida, exta-siada. Se admiran de la otra personasus valores altísimos y maravillosos.Esos valores cambian de persona apersona, y no tienen por qué ser igua-les. Pueden ser externos o bien pro-fundos, pero son valores al fin. Nosólo suele llamar la atención la bellezaexterna, sino una especie de resplan-dor, de belleza interior que irradiahacia la persona que empieza a amar.Por supuesto, esta visión puede serperfectamente fa lsa, como en elfamoso cuento de Andersen de Losvestidos del Emperador. Basta con queel amante se lo crea. El amor deman-da la existencia de un objeto —otrapersona— que presenta valores super-lativos. Se puede sentir atraído porpropiedades o valores arbitrarios,periféricos, poco importantes, inclusopor el mal o el vicio. No tiene porqué ser un valor real, ni siquieraimportante. Hay algo que l lamapoderosamente la atención en la per-sona que se ama. Pero el amor nosuele empezar por esos valores pro-fundos, que más bien se van descu-briendo posteriormente, sino por lasacudida que supone una belleza aveces misteriosa, profunda.

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Los/as investigadores del amor seenfrentan con un problema especial.Si una persona ama a otra en base,supuestamente, a una cualidad mara-villosa, ¿por qué no se enamora detodas las personas que tienen esamisma cualidad? El amor es algo más.Quizás es que la creencia en un valorespecial en la persona amada sea unaracionalización a posteriori una vezque el amor ya ha comenzado. Elanálisis del amor no es fácil, y cuestacientíficamente establecer las diferen-tes etapas universales.

El amor se basa ab initio en elconocimiento. Se busca algo detrás dela persona amada, un secreto, conocerun nuevo camino, la contestación alas preguntas vitales. Se trata así delograr un nuevo nivel de conocimien-to. La persona que ama se preguntarealmente por sí misma. Al amar secuestiona su mismidad, quién es. Esoda un contenido eminentementeegoísta al amor. La persona que amaes feliz al amar, es decir, al sentirseimportante, y al tratar de entenderse.Algunos estudiosos aseguran que lapersona amada es meramente unobjeto que permite esa introspeccióna la que ama.

Aunque no hay amor sin compro-miso. La persona amada puede contarcon el/la amante para todo, pues elamor lo legitima. La persona que amaestá totalmente comprometida con elbienestar de la amada. Desea que seafel iz, y que obtenga todo lo quedesea. Hay una especie de obligaciónmoral de ayudar al otro/a, en cual-quier circunstancia. Sin embargo, nohay acuerdo sobre qué cosas se pue-den hacer o no con la excusa socialdel amor; pero van más allá de lo

legal. El amor representa un compro-miso de ayudar a la otra personaenfrentándose quijotescamente acualquier obstáculo en el camino. Elobjetivo es desfacer entuertos enhonor de la bella Dulcinea. Amar esuna locura. Se considera un compro-miso de ayuda y de lealtad a la otrapersona. Lo es realmente de inmorali-dad, pues la persona enamorada estádispuesta a saltarse a la torera todaslas leyes y normas sociales. En elamor cada persona desea lo mejorpara la otra. La definición de «lomejor» es, por supuesto, subjetiva y amenudo conflictiva. Cualquiera desealo mejor para su hija. Pero la hijasuele tener prioridades distintas. Lomismo pasa con el amor.

La reciprocidad es otra de las carac-terísticas básicas del amor. Sólo seama a una persona conocida. No exis-te el amor a una persona no conocidao indeterminada. Eso sería otro senti-miento. Se ama a alguien en concre-to, y se espera que a su vez esa otrapersona le ame a uno/a. Pero en elamor erótico esta reciprocidad no esimprescindible. Tampoco en el amordivino, ya que en la tradición cristia-na Dios te ama incluso cuando tú nole amas. En el amor erótico la reci-procidad es complicada: se tiene pla-cer de que la otra persona tenga pla-cer. El deseo se desarrolla precisamen-te al sentir el deseo de la otra perso-na. No sólo se satisfacen los deseos dela otra persona, sino que la situaciónsupone tener deseos para que la otrapersona los satisfaga. Cada persona enla pareja debe darse cuenta de que laotra tiene deseos, y más importanteaún que esos deseos se refieren a laotra persona. Esta complicada rela-

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ción permite todo tipo de combina-ciones y, por lo tanto, también deproblemas.

Sartre sorprende al sugerir que elamor es casi imposible, pues lleva—según él— al deseo de posesión deotra persona. Ambas desean poseer ala otra. La reciprocidad supone ser unsujeto/a individual, pero la posesiónimplica un cierto grado de objeto. Deaquí la perpetua insatisfacción que sereconoce en muchas situaciones amo-rosas. Se desea a la otra persona almismo tiempo como sujeto (activo/a)y como objeto (poseíble). Se producea menudo un forcejeo, una verdaderalucha, por la posesión de la otra per-sona. Los estereotipos de género lle-van a que generalmente la mujer seala poseída, se cosifique u objetivicecon más facilidad. Esta diferenciaciónvarón/mujer se acomoda a los rolessociales dominantes en la sociedad.Parte de la discusión actual, académi-ca, feminista, supone la construcciónde un amor no posesivo, no opresivo,no explotador, y no cosificador. Peromientras ese sueño sartriano —mejoraún, beauvoiriano— se hace realidad,el amor navega en alta mar, entre elagobio y el aburrimiento.

Platón considera que la personaenamorada es capaz de actos virtuo-sos, y por lo tanto el amor es unmotor de bondad social. La idea deque la persona enamorada es más vir-tuosa aparece también en Aristótelesy, especialmente, en el cristianismo.Varias religiones se construyen obsesi-vamente en torno al amor: por Dios,por el prójimo como a ti mismo.Erich Fromm, en su célebre manualsobre el arte de amar, considera ade-más que el amor mutuo es la solución

ideal a la soledad de la vida. Sinembargo, el tin man de Oz era capazde actos buenos a pesar de no tenercorazón.

El amor permite ver el mundo «decolor de rosa». Todo adquiere untinte romántico, dulce, agradable,especial , l leno de corazoncitos yvalentines. Ese rosicler supone unadeformación de la realidad. A su vez,el amor lleva a actos virtuosos. Laspersonas enamoradas son especial-mente tolerantes, indulgentes, agra-dables con el resto del mundo. Es unasuavidad o ternura un poco anestesia-da, miope, indiscriminada, cursi. Laspersonas enamoradas son capaces deconductas generosas y desprendidas,de mayor caridad con la humanidad.Mientras dura el amor se trata de unaverdadera vie en rose. En la realidad esmás bien del rosa al amarillo.

Pero no conviene escamotear elnúcleo central del amor. Se trata deun deseo de unión física, carnal, psi-cológica, moral incluso. La pareja, alamarse, crea una tercera entidad: unnosotros. Cada amante da todo en larelación, de tal manera que apenas lequeda nada para sí mismo/a, y menosaún para otras personas fuera de lapareja. Es la pérdida del yo, con elobjetivo de crear un nosotros. En esesentido, la relación amorosa puede irdesde el agobio más insistente hastala soledad más aburrida. Los dosextremos —agobio y aburrimiento—son las dos excusas contemporáneaspara romper una relación íntima.

Los/as dos amantes se conviertenen uno; y no sólo físicamente en elmomento de «hacer el amor». La per-sona que ama ve el mundo a través delos ojos de la persona amada. En ese

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sentido distorsiona la realidad. Secomparten gustos, deseos, ideas ycreencias. Las personas que están ena-moradas piensan más en términos de«nosotros» que de «yo». Se pierde laidentidad personal fundiéndola en lapersona amada. Las fronteras del egodejan de estar claras, y eso puede con-vertirse en otra fuente de sufrimiento.Las mujeres suelen reducir más suautonomía para conseguir intimidad;los varones prefieren una dosis menorde intimidad pero mantener una cier-ta independencia. Son formas estan-darizadas, sexistas, de cumplir con lasnormas sociales del amor en nuestroentorno cultural. La sociedad machis-ta dominante impulsa constantemen-te a la mujer a enamorarse (to fall inlove, «caer en el amor», que se diríaen inglés).

Un objetivo fundamental es laidentificación total con la personaamada; aun cuando el coste inevitablesea perder individualidad, es decir,independencia y autonomía. En cas-tellano, gráficamente, se habla de «miotra media naranja»6. Las personasenamoradas toman decisiones con-juntamente. Incluso tienen cuentascorrientes conjuntas. Es un egoísmode dos. El amor permite a la parejaser extremadamente egoísta respectodel resto del mundo. Se da todo porla otra persona, y apenas queda nadamás para las demás. La identificaciónpsicológica puede ser total. Si algomalo ocurre a la persona que se ama,la otra también sufre.

La crítica a esta visión sociológica

ingenua argumenta que el amor no esfalta de egoísmo, o simple deseo develar por el bienestar de la otra perso-na. Es más bien una persona nueva—compuesta de dos— que velaegoístamente por sus intereses, porencima de toda la humanidad. Lasociedad acepta además que ese deseoegoísta-de-dos es «normal», «bueno» y«adecuado». Nada ni nadie debeinterponerse entre dos personas ena-moradas, Montescos o Capuletos, Jetso Sharks, pues la experiencia enseñaque suele terminar en tragedia. Elamor, como la enfermedad, es ademásla mejor excusa social aceptable parano hacer algo.

Se desea lo mejor para la otra perso-na. El amor empieza antropológica-mente con la ceremonia de los regalos.Se regala algo a la persona amada:bombones es la tradición, tambiénrosas rojas, pero pueden ser libros,postales, y todo tipo de recuerdos queresultan insulsos para el resto de losmortales. Se guardan luego como feti-ches. Sobre todo se escriben cartas,muchas largas misivas, aprovechandolos pocos minutos que las personasenamoradas no están juntas. Personasque nunca escribían, al enamorarse lesentra el virus de la imprenta. De lasdos personas enamoradas mutuamentela más generosa es la que se deja rega-lar, ya que permite a la otra gozar delhecho de dar, que es la pulsión quemás se desea realizar. Dar y aceptar seconvierte así en un juego —nada ino-cente— en donde se van construyendolas normas en que se basa luego la rela-ción. Progresivamente se inventa uncódigo de normas, un argot especial,nombres imaginarios, que sólo los/asdos enamorados conocen.

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6 Jesús M. DE MIGUEL y Melissa G.MOYER, La cárcel de las palabras (Bilbao: Des-clée De Brouwer, 1988), 161 pp.

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Una segunda característica socioló-gica importante del proceso del amores la euforia. Es difícil de definir. Setrata de un optimismo especial, vigor,una fuerza interna nueva, vivacidad,excitación casi permanente. Esa inten-sidad inusual lleva a hablar o a escribira personas usualmente mudas o perti-nazmente ágrafas. La euforia o hiper-tensión arterial es el gancho principaldel amor. A algunas personas esaintensidad les crea una verdadera adic-ción, como si el amor fuese una droga.Se parece a todas las adicciones en queno permite transcurrir veinticuatrohoras sin tener a la persona amadacerca o, en el peor de los casos, al telé-fono o por carta. La persona enamora-da es capaz de esperar sentada horasenteras la llamada o la carta de la per-sona amada... incluso años, como en elamor en los tiempos del cólera. Elamor puede ser entonces destructivo.

Las personas que aman suelen dar asu amor una importancia enorme,incluso ridícula. Para ellas es lo únicoimportante en el mundo. Especial-mente las mujeres suelen ser persua-didas —más que los varones en lasociedad actual— de la importanciavital del amor. Algunas pasiones pro-vienen de ese lado oscuro, de ideasque son confusas o exageradas. Elamor se convierte en un placer que escausado solamente por una causaexterna, que es otro ser humano. Lapersona que ama se convierte así enesclava de la que ama.

Existe en ocasiones la morriña porel amor perdido o pasado. Se echa demenos la euforia, la intensidad de lasemociones, y la importancia extremaque se da a todo cuando se está ena-morado/a. Las emociones eran inten-

sas entonces y, por lo tanto, apeteci-bles ahora. Todo se tiñe de un signifi-cado importante, de una misión orealización vital inigualable. La perso-na que ama se siente creativa, súbita-mente poeta, generadora de ideas,borracha de emociones. Ve más lejos,se siente más sabia, incluso ilumina-da, casi levita. La persona enamoradase detecta por la típica cara de corde-ro degollado. Estar enamorada es unasituación que tiene un valor socialintrínseco. Es, además, una experien-cia que se considera socialmente posi-tiva, sea quien sea la pareja. Amar esuna de las experiencias más sobresa-lientes en la sociedad actual. Unaparte importante de la vida social giraen torno al amor, a las relacionessexuales, al afecto, a las metáforasreferentes a la emoción compartida ycorrespondida. El amor y la emocióninundan sobre todo los anuncios y lapublicidad7.

Pero no es una experiencia inocen-te. El amor supone el deseo de pose-sión de otra persona, qua persona, esdecir, entera. Se desea engullir a laotra persona, comerla viva, poseerla.Todas esas expresiones son usuales enlas relaciones de pareja, y en las cartasde amor. El amor tiene un efectomágico sobre las personas: se convier-ten de la noche a la mañana en suje-tos/as deseables, deseados, valiosos.Esos sentimientos refuerzan bastanteel ego, proveen confianza y fuerzainterior a la persona que ama.

El deseo de satisfacer los deseos de

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7 Un libro menos conocido, pero extraor-dinario, de Erving GOFFMAN es Gender Adver-tisements (Nueva York: Harper & Row, Har-per Colophon Books, 1979), 84 pp., breve,visual, pero intenso.

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otra persona es una de las formas másdeliciosas del deseo... y una de lasmás complicadas. El deseo se encien-de (así se suele expresar gráficamente)al darse cuenta del deseo de la otrapersona. Satisfacer el deseo se con-vierte en un deseo, y también en unplacer. El placer de satisfacer los de-seos de otra persona es la estructuraoculta del amor extremo. Los/asamantes se pierden en el entramadoque supone que cada uno/a desea eldeseo del otro/a; es decir, se busca elplacer de satisfacer a la otra persona.Hay una magia especial en encontrarsatisfacción en dar satisfacción a otrapersona. Se desea el deseo de la otrapersona precisamente para satisfacer-lo. El amor-verdadero (el máximoexponente del buen amor) es el deseomutuo de satisfacerse mutuamente.Puede resultar una situación tan ago-tante que a veces se realiza alternati-vamente. Se es esclavo/a de los deseosdel otro/a, porque se desea satisfacer-los. El conflicto hormiguea en unarelación tan complicada.

El amor golpea cuando menos sepiensa, por sorpresa, en el peormomento posible. Sorprende, amenudo en contra de la propia volun-tad. Ésa es otra (supuesta) razón paraque la sociedad acepte el amor encualquier circunstancia. Una personase enamora en contra de su voluntad,contra sus intereses, a veces inadecua-damente o sin seguir las reglas socialesde edad, parentela, clase social, nor-mas sociales o de urbanidad, género.Los estudios sociológicos demuestranque esto no es cierto. Una persona seenamora locamente, perdidamente, deotra persona que apenas conoce. Perocuando se ponen a hablar, cuando

visitan sus respectivas familias, se sor-prenden de que la clase social deambas es muy similar. Hay toda unaserie de indicadores y de códigossecretos que guían las apetencias amo-rosas dentro de unos isolats determi-nados.

Se cae en el amor huyendo de lasoledad; pero no de cualquier sole-dad, sino del horrible aislamientoindividual que supone la experienciade vivir, de la prisión del yo, inclusodel malestar de la cultura freudiano.Para Kant, el amor convierte a la per-sona amada en un objeto. La personaamada se transforma en una cosa,para satisfacer el apetito social deamante. Una persona desea ser amadapara que legítimamente otra personase dedique a realizar sus deseos ínti-mos y objetivos vitales. Metafórica-mente, se habla de la sed o hambrepor otro ser humano.

El amor se desarrolla con el conoci-miento de la otra persona; mejordicho, permitiendo ser conocidatotalmente. Se trata del deber doble,de conocer profundamente a la otrapersona, y de permitir ser conocido/ahasta en los sustratos más íntimos.Los seres humanos experimentan unplacer especial cuando se acaricianmutuamente. Pero ése es otro temaque no supone exclusividad, que sueleser una de las características universa-les del amor. En la vida hay casi siem-pre una persona en quien se confíaenteramente: es el número uno, elnumber one. A la persona realmenteamada no se le oculta nada. Sinembargo, el amor es ciego, sobre todoa los defectos de la otra persona. Qui-zás sea ciego también a los defectospropios.

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El amor crea (¿recrea?) un nuevoconjunto de emociones únicas. Entreellas está el delicioso encanto por elcuerpo de otro ser humano, y la pose-sión de ese cuerpo, incluso la inva-sión y penetración. El amor conviertea la otra persona —al otro cuerpo—en apetecible. Puede que sea tambiénal revés. La crítica feminista llama laatención sobre el hecho de que elamor objetiviza a la otra persona, laconvierte en una cosa, un cuerpo,incluso un trozo-de-cuerpo, y que norespeta la visión global del ser huma-no. A menudo se trata de un cuerpopara ser usado. Cuando se desea aotra persona, el hecho de que sea unapersona importa menos que su cuerpo.El sexo es el oscuro objeto del deseo.Pero quizás no sea esto exacto. Real-mente en el amor lo que se desea esengullir a la otra persona entera, quapersona. El objetivo secreto es apro-piarse de un ser humano, para comér-selo vivo/a mientras se le quiere,como Saturno8. Se evidencia así uncierto gozo por la posesión de unapersona en su integridad. No es úni-camente hambre de cuerpo, sino deuna persona entera. El amor es inde-ciso, y se debate entre ambos extre-mos. Un rato cosifica a la personaamada y se contenta sólo con unaparte de su cuerpo. Otras veces tratade invadir la persona entera. Losextremos del amor conocen ambastendencias polares, que se presentanen algunas personas como dos tipos

bien diferentes de obsesión. Médica-mente pueden llegar a etiquetarsecomo patologías.

Desde la Sociología sorprende estacaracterística antropofágica del amor.Se puede observar empíricamente queel objetivo es el conocimiento totalde la otra persona, el deseo por poseera la otra persona en cuerpo y alma, dedominar otra mente humana. Sedesea conocer a la otra persona y almismo tiempo poseerla. Quizás unplacer especial reside en el hecho deabsorber o deglutir de forma caniba-lística otra vida humana. Paradójica-mente, ese impulso caníbal se presen-ta como el c l ímax de la bondadhumana, del amor, del deseo altruis-ta, o del escapismo respecto de laestéril soledad que ahoga la vida con-temporánea. El amor vence al pecado,al malestar de la cultura, e incluso ala rebelión de las masas.

Toda historia de amor es algo másque una historia de amor9. La reali-dad es más prosaica que el pseudo-canibalismo. El deseo de poseer a otrapersona, y de conocerla profunda-mente, no suele realizarse. Difícil-mente puede una persona compren-der a otra cuando ni siquiera se com-prende a sí misma. El proceso amoro-so suele suponer a la larga una consi-derable frustración. Desde una pers-pectiva sociológica más crítica, elamor no es una relación entre dosseres humanos, sino de una personaconsigo misma. Es una sola persona,tratando desesperadamente de enten-derse. Todo ocurre en la mente de la

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8 Recomiendo el excelente libro psicoana-lítico (a su vez una recomendación de JuanCampos, que agradezco mucho) de Ian D.SUTTIE, The Origins of Love and Hate (Lon-dres: Free Association Books, 1988), 275 pp.Originalmente publicado en 1935.

9 Ésa es la sutil trama de Seda (Barcelona:Anagrama, 1997), de Alessandro BARICCO,125 pp. con muchos blancos.

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persona que ama. Quizás es que todahistoria de amor no sucede entre dospersonas sino en una sola. Se deseatrascender la propia individualidad,alcanzar niveles de comprensión vitalsuperiores a uno/a mismo. El objetivosocrático sigue siendo el de siempre:conócete a ti mismo/a10.

Una persona no puede ser poseídani consumida. El solo hecho de de-searlo convierte a la persona que amaen infeliz. Paradójicamente, es lo con-trario de lo que desea ser. El placerque se ambiciona no es altruista, sinofrancamente egoísta. No se busca elplacer táctil para agradar la epidermispropia, sino para satisfacer al cerebro.Lo importante no es la otra persona,sino la intensidad del proceso deconocer. El amor permite además auna persona (la que ama) conocerse así misma, pero no sólo en lo referenteal placer del amor, sino también aldolor del amor (el desamor). Cuantomás se profundiza en otra persona,más se conoce uno/a a sí mismo. Seutiliza a la otra persona con el objeti-vo del conocimiento propio. Pero unapersona no se conoce a sí misma allado de otra, sino en su soledad másintensa, o en el momento en que ela-bora (usualmente por escrito) suspensamientos. Dada la circularidadde esos pensamientos, es extremada-mente útil escribirlos, para permitirsu acumulación y progreso. Muchosintelectuales reducen el amor a unacto de conocimiento, muy propiodel sesgo profesional de escritoresuniversitarios/as.

Pero también el anónimo Cancio-nero de Palacio certifica que no hayamor sin pena, ni pena sin dolor.A través del sufrimiento el amor per-mite un mayor conocimiento deuno/a mismo. El tiempo vuela, pasadeprisa cuando se está enamorado/a.En esos momentos el t iempo nopuede ser atrapado. Es luego, cuandose transforma en desamor, que laspenas convierten a las horas en eter-nas, y permiten la autorreflexión.Curiosamente, el objetivo del amor,que es la introspección, sólo se permi-te en frío, cuando el amor concluye.Entonces la desesperanza es terrible, yse desea literalmente morir. Pero eltiempo todo lo cura —que suele ser elconsejo estándar de las amistades— yla calma viene poco a poco despuésde la tormenta. Es esa calma la quepermite acumular conocimiento yexperiencia... hasta el siguiente episo-dio amoroso.

Científicamente, lo que pensamosdel amor es una construcción social.El amor no es libre. Se desarrollasociológicamente dentro de unas nor-mas estrictas; más fijas de lo que sesupone. Cada cultura o sociedadtiene sus normas propias. Apenas seconocen racionalmente o se investi-gan porque el tema es tabú. El amor,se dice, no puede ser estudiado oinvestigado; sólo está permitido sen-tirlo. Pero lo que los seres humanospiensan sobre el amor, sus expectati-vas, reacciones, todo está escrito encódigos de conducta establecidos. Elamor es una institución social, comoes la familia o el parentesco. Dehecho, la familia y el parentesco sue-len empezar por el amor, sobre todoen el mundo contemporáneo.

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10 Nunca supe si realmente Sócrates tutea-ba en esa frase. «Conózcase a sí mismo/a»suena extraordinariamente pedante.

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El amor es inmoral, y no debido asu (supuesta) hipersexualidad, comoalgunas personas puedan creer. Unade las normas más interesantes delamor, que lo convierte en una institu-ción social peculiar, es que permiteromper normas. Es como el rol delenfermo, el capítulo diez, en el siste-ma social de Parsons11. La personapuede incumplir muchas normas.Incluso le está permitido crear nor-mas contrarias. Por ejemplo, el serhumano enamorado debe favorecer ala persona amada, por encima de todala humanidad. El amor obliga a sacri-ficarse por la persona amada, y hacerlo que sea. Se justifica así que unapersona sea parcial, inmoral, delin-cuente. Es siempre una excusa social-mente válida. «Es que estoy enamora-do» vale para cualquier cosa, hastapara fugarse con la novia del mejoramigo/a. Si se convierte en «es queestamos enamorados», la excusa esdoblemente válida. El hecho de estarenamorado/a puede legitimar accio-nes que en cualquier otra ocasión soninjustificables.

Se describe en la bibliografía socio-lógica una cierta teoría catastrófica delamor. La atracción inicial lleva a laeuforia. La euforia da paso a lapasión. La pasión se convierte fácil-mente en agobio y entonces en irrita-ción y conflicto. O bien se transfor-ma gradualmente en rutina y, por lotanto, en aburrimiento. Súbitamenteaparecen los celos, la sospecha, inclu-so el odio. Se dice que toda relación

de amor lo es de amor-y-odio. Loveand hate relationship es una típicaexpresión anglosajona apenas utiliza-da en castellano. Ese proceso provienede la tensión objeto/sujeto de todarelación amorosa, de la paradoja deconocer y odiar al sujeto/a del cono-cimiento. El amor puede hacer caerirremediablemente en la tentación dematar a la gallina de los huevos de oro.

Los estudios recientes señalan queel amor no es un sentimiento ni unaemoción, sino un conjunto de deseos.A los seres humanos les pone especial-mente contentos el roce humano. Elmodelo romantizado (idealizado) delamor es que es exclusivo, recíproco yconstante. El amor es eterno. Si no loes se considera entonces que no setrata de «amor verdadero». Se constru-ye así una definición tautológica, cir-cular y poco científica. Luego la reali-dad suele encargarse de desmentir lasuposición de eternidad. Es díficilimaginarse a los/as protagonistas deCasablanca veinte años después, en elBronx, viendo la tele juntos. El amorno es exclusivo ni constante, y muchomenos eterno. Se suele decir que laamistad es eterna y el amor no. Peropor alguna razón la sociedad justificael amor en base a su idealización, a suexclusividad y constancia. Los anima-les no aman porque son incapaces deun afecto recíproco y exclusivo conhumanos. Pero también en humanosel amor se satisface difícilmente.

Quizás todos los problemas empie-zan con que el amor exagera la reali-dad, la exalta. Pero en ese sentido esuna buena forma de entender la reali-dad. La persona que ama seleccionalos aspectos más bellos de la personaamada; distorsiona la realidad, pero

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11 Un análisis indirecto magnífico se puedeencontrar en el libro de Omar G. PONCE DE

LEÓN, El médico enfermo (Madrid: Centro deInvestigaciones Sociológicas-Siglo XXI,1997).

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también la descubre. El amor hacepresentar a la luz aspectos de otra per-sona normalmente poco conocidos.Lo bello, lo amado, es bueno. En elmundo mediterráneo la relación seestablece automáticamente en elamor: se considera bueno aquello queconsideramos como bello en la otrapersona. Pero no es que la belleza lleveal amor, sino que se considera belloaquello que se refiere a la personaamada. Es posible que en el fondo seaun proceso doble, con causalidad enambas direcciones. La belleza percibi-da, sea cierta o no (pero ¿es que hayalguna forma de definir el canon debelleza?), se convierte en un objetivoerótico. A su vez, ese objetivo impulsaa la intimidad y la reciprocidad con laotra persona. Son dos aspectos que sedevuelven luego al amor, legitimándo-los socialmente. Para cualquier aman-te la persona amada es bella y desea-ble. En gustos no hay nada escrito.

Una investigación sociológica futuradebería analizar qué es lo que una per-sona ve en la persona amada. Sepodría hacer, con relativa facilidad, unestudio empírico de cartas de amor,que es donde los/as amantes expresansus razones para amar, aprovechandoque se guardan todas juntas atadas conuna cinta de color rosa. Cualquier per-sona ama a otra en su vida; pero nosiempre es amada alguna vez. En cual-quier caso, la experiencia de amar aotra persona sí suele existir, aunque nosea un amor recíproco. Esa experienciatiene unas justificaciones socialmenteexpresadas, que se suelen poner porescrito en largas cartas de amor12. Ave-

riguaríamos mucho más del amor sise realizase una investigación de esetipo. Seguramente las diferencias porcohorte, por género (varón/mujer) yclase social deben ser considerables.Es un análisis difícil pues la realidadde las personas enamoradas es hiper-bólica, metafórica, meteórica. Se exa-gera la realidad, pero ese mismohecho permite conocer la realidad.Las personas enamoradas descubrenla belleza y la bondad allí donde elojo humano «normal» apenas venada. Los ojos del amor ven más alládel amor. Quizás el análisis del amorsea analíticamente una buena formade entender la humanidad y la vida.

Los científicos/as consideran que elamor es algo más que cuatro letras. Senecesitarían ríos de tinta para enten-derlo, conocerlo, analizarlo. Sociológi-camente es un tema complejo, aunqueno lo es menos que la enfermedadmental o la muerte. Todos deben seranalizados a pesar de ser tabús. Con-viene romper el maleficio de que elamor no es asunto racional. El amorno es simple explotación, pero tampo-co dulce bondad. Es más bien motorpara la acción, y motivo para la virtud.Estar enamorado/a es bueno y desea-ble. Llama la atención que la norma

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12 Son excelentes las cartas de amor dePepe a Rosita, es decir, de Ortega y Gasset a

Spottorno Topete, en José ORTEGA Y GASSET,Cartas de un joven español (1891-1908)(Madrid: Fundación José Ortega y Gasset, yEdiciones El Arquero, 1991). Son tambiénestupendas las de Antonio MACHADO a«Guiomar» (en realidad la señora Pilar de Val-derrama) en Cartas a Pilar (Madrid: Anaya yMario Muchnick, 1994), 305 pp. Incluye las36 cartas a Guiomar entre 1929 y 1931. Otrotestimonio importante es el diario de ZenobiaCamprubí, en el exilio con su esposo, JuanRamón Jiménez, en Diarios (Madrid: Alianza,1993-1995), 3 vols.

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social sea que el amor es bueno y elrompimiento sea malo. Cuando unapareja comunica su amor (aunque seaun amor «ilegal») se entiende que hayque dar la enhorabuena. Cuando seanuncia un rompimiento, desamor odivorcio, la norma estándar es compa-decer o consolar a la persona amiga.Socialmente se considera que estar ena-morado/a, y aceptar las normas estable-cidas para esa relación, es bueno. Seentiende que hay un valor en el amorper se, independientemente de quiénessean las personas enamoradas. Ellasesperan ser felicitadas, no sólo por loque sienten, sino incluso por lo quehacen. El amor justifica una vida(mejor dicho, dos vidas) porque man-tiene un alto valor positivo en la socie-dad actual. Es un gozo estar enamora-

do, o enamorar. El amor —según esta-blece la sociedad— no debe dejar anadie indiferente.

Pero quizás sea todo un andamiajeetnocéntrico. Al analizar el amor,los/as canadienses, estadounidenses oaustralianos son prisioneros de unavisión «occidental», que se ajusta —como anillo al dedo— a la Westviewde su editorial. Sería necesaria unainterpretación africana, asiática opolonorteña del amor para entendermejor los componentes supuestamenteuniversales de este fenómeno social.En cualquier caso, escribir un librocientífico sobre el amor es un acto deamor... siempre y cuando sea leídoluego por otro ser humano.

Jesús M. DE MIGUEL

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ANDRÉS DE FRANCISCO

Sociología y cambio social(Barcelona, Ariel, 1997)

El estudio del cambio social ha sidouna de las tareas fundamentales de lasociología, una tarea que ocupó unlugar central en la obra de los «padresfundadores» de la disciplina. Sinembargo, las cosas han cambiado bas-tante desde que autores como Marx oDurkheim estudiaron las causas y lasconsecuencias de las transformacionesproducidas por la «doble revolución»—política y económica— del sigloXIX. El objeto de estudio sigue siendoel mismo, y el ritmo del cambio socialno parece que haya disminuido (paraalgunos autores es más rápido quenunca), pero sí ha cambiado la teoriza-

ción del cambio social. Se ha produci-do un decisivo alejamiento de las teo-rías mecanicistas evolutivas del cambiosocial, inspiradas en gran medida porla idea de progreso, y se tiende a con-ceder mayor importancia a la agenciahumana y la contingencia de loshechos. El libro del profesor Andrés deFrancisco realiza, desde una perspecti-va epistemológica (se trata, como afir-ma el autor, de un trabajo de «filosofíade la ciencia social»), un análisis de lasteorías del cambio social a la luz deestas nuevas perspectivas de la cienciasocial. Entre ellas, destacadamente, lasexigencias de aportación de microfun-

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damentos del individualismo metodo-lógico. A pesar de lo complicado deesta tarea —el ámbito del cambiosocial es lo suficientemente complejo,y la literatura sobre el tema lo sufi-cientemente frondosa, como paradesanimar a cualquiera que intente unanálisis general, aunque sea desde unaperspectiva exclusivamente epistemo-lógica—, lo cierto es que el autor saleairoso del intento, aportando unaextraordinaria clarificación de las teo-rías sociológicas del cambio social.

El libro de Andrés de Franciscoestá dividido en cuatro capítulos. Elprimero se ocupa de los orígenes de lasociología como disciplina científica.En este primer capítulo, el autordefiende tres tesis. En primer lugar,que el cambio social (de la sociedadtradicional a la industrial) es un fac-tor explicativo privilegiado del origende la ciencia social y, además, objetoprincipal de análisis de los padresfundadores de la disciplina. La segun-da tesis es que los enfoques del sigloXIX sobre el cambio social son herede-ros de la tradición científica de lossiglos XVII y XVIII. Y la tercera sostie-ne que el problema del cambio no fueresuelto de forma científicamentesatisfactoria por los padres fundado-res, siendo abordado realmente desdela filosofía de la historia.

El segundo capítulo intenta nadamenos que aclarar el concepto decambio social. Y, al hacerlo, el autoranaliza cuestiones tan relevantescomo la relación entre la acción indi-vidual y el marco institucional en queésta se lleva a cabo, el contenido delcambio social, la direccionalidad o nodel cambio social, y el ritmo y laintertemporalidad del mismo. Este

esfuerzo de aclaración conceptual porparte del profesor De Franciscopuede resultar muy útil a la hora dellevar a cabo teorías sustantivas delcambio social, algunas de las cualesadolecen, desgraciadamente, de unafalta de conceptos claros y coherentes.Por otra parte, el autor se muestraescéptico acerca de la posibilidad deformular leyes de la historia, propiasde teorías macroestructurales que notienen en cuenta la dialéctica macro-micro. Pero tener en cuenta esa dia-léctica proporciona, a decir de Andrésde Francisco, inteligibilidad a las teo-rías del cambio social. Esto es lo quesostiene en el tercer capítulo de sulibro, que, al menos desde mi puntode vista, es el mejor de los cuatro.Aquí el autor apuesta por los enfo-ques individualistas metodológicoscomo los más idóneos para la deter-minación de los mecanismos causales.Entre estos enfoques ha sido especial-mente utilizado el de la teoría de laelección racional , con ejemplosimportantes como el anál is is deMichael Taylor de los microfunda-mentos de las revoluciones sociales, oel de Robert Brenner de la transicióndel feudalismo al capitalismo. Estareivindicación de la capacidad de lateoría de la elección racional paraaportar mecanismos, para dotar deinteligibilidad a las teorías del cambiosocial es realmente muy saludable,sobre todo en España, donde, desgra-ciadamente, se produce con frecuen-cia un rechazo bastante miope de loque a menudo se cal i f ica como«imperialismo de la economía». Y essaludable también porque el profesorDe Francisco se mantiene abierto aotros enfoques de individualismo

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metodológico distintos a las concep-ciones estrechas de la racionalidadempleadas, por ejemplo, por el citadoMichael Taylor, y que incluyen otrasmotivaciones de la acción más allá delas puramente egoístas.

El último capítulo es una evalua-ción de algunos paradigmas contem-poráneos sobre el cambio social: elneoevolucionismo, teorías microdiná-micas, la sociología histórica y losenfoques neoinstitucionalistas de elec-ción racional. La conclusión es unrechazo de las macroexplicacionesevolucionistas de la historia, que nopueden ser salvadas ni siquiera por susvariantes neoevolucionistas. El proble-ma clave sigue siendo de inteligibili-dad de la explicación: el neoevolucio-nismo sociológico, sostiene el autor, esincapaz de dar cuenta de los procesosconcretos a través de los cuales se pro-duce la diferenciación social. En estaconclusión coincide con otros análisisrecientes de las teorías sociológicas delcambio social, pero no así en otras.Importantes trabajos recientes en lalínea del que nos ocupa, como el dePiotr Sztompka o el de RaymondBoudon, han rechazado las grandesteorías del cambio social. Especial-mente categórico en este sentido hasido Raymond Boudon, que consideraque la relevancia de las teorías delcambio social (en el caso de que seanrelevantes en alguna medida, algodudoso para el autor francés) es, entodo caso, exclusivamente local, sinque pueda haber ninguna teoría gene-ral del cambio social1. Para el profesor

De Francisco, el redescubrimiento porparte de Boudon de las «teorías forma-les» en el sentido de Simmel es de granimportancia, ya que permite reinter-pretar muchas teorías del cambiosocial. Un ejemplo de esto son las teo-rías de la diferenciación, que puedenser reinterpretadas como teorías for-males sin contenido empírico. Podríanencontrarse ejemplos que se ajustasena los supuestos de esa teoría, funcio-nando de esta manera como modelosempíricos de la misma. Pero ya nopodría decirse que la teoría explicatodo cambio institucional: sería másbien una teoría parcial y local del cam-bio social. No obstante, Andrés deFrancisco defiende, frente a Boudon,la posibilidad de teorías generales quesean inteligibles. Y aporta buenas razo-nes para esta defensa, en la explicaciónde Brenner de la transición al capitalis-mo y la teoría general del cambiosocial de North. Ambas teorías tienenun amplio alcance y, a pesar de todo,se apoyan en el individualismo meto-dológico. Quizá un análisis más dete-nido del contenido de estas propuestasgenerales de explicación del cambiosocial nos haría de todas formas serescépticos acerca de la posibilidad delas teorías generales. Por ejemplo, lasconclusiones derivadas de la aplicaciónpor North y Thomas de su enfoqueneoinstitucional a la transición al capi-talismo resultan, como mínimo, muydiscutibles2. Pero debemos estar deacuerdo con el profesor De Franciscoen que son viables teorías generales delcambio social respetuosas con las dos

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1 Raymond BOUDON (1991), Theories ofSocial Change, Cambridge: Polity Press, pp.180, 189.

2 NORTH y THOMAS (1991), El nacimientodel mundo occidental. Una nueva historia eco-nómica (900-1700), Madrid: Siglo XXI.

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condiciones formales de toda explica-ción científica: la de causalidad y la deinteligibilidad. Efectivamente, másallá de los problemas sustantivos quepuedan plantear ambas teorías en suaplicación a la transición al capitalis-mo, lo cierto es que tiene una voca-ción de generalidad, de aplicación aotros procesos de cambio distintos alconcretamente estudiado por ambas y,al mismo tiempo, reúnen los requisi-tos de las teorías empíricas. Esto es unimportante correctivo a las conclusio-

nes excesivamente pesimistas de Bou-don acerca de la posibilidad de teoríasgenerales del cambio social.

En suma, nos encontramos ante unexcelente trabajo sobre los enfoquessociológicos del cambio social, queno sólo interesará al especialista en lamateria, sino también a todo aquelque busque una introducción bieninformada a las más actuales teoríasdel cambio social.

Francisco HERREROS VÁZQUEZ

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MANUEL ALCÁNTARA y ANTONIA MARTÍNEZ (eds.)Política y Gobierno en España

(Valencia, Tirant Lo Blanch, 1997)

Esta obra, recientemente editadapor los profesores Manuel Alcántara yAntonia Martínez, constituye unambicioso intento de caracterizar losdistintos componentes del sistemapolítico español. La misma incluyecontribuciones de especialistas en losdistintos elementos de la políticaespañola. Todas estas contribucionesse caracterizan por su alta calidad.Asimismo, como apuntan los editoresen su introducción, estas contribucio-nes no se limitan a describir los ras-gos actuales de cada uno de los cam-pos analizados. Por el contrario,dichos capítulos analizan también lasdinámicas características de cada unode los componentes del sistema polí-tico en la actual fase democrática. Eneste sentido, como apuntan los edito-res en su introducción, esta obra sealeja del tratamiento convencional yformal del sistema político español.

Está muy lejos también de lo que enla l iteratura politológica ha sidodenominado «viejo institucionalis-mo». Ello tiene que ver con que cadauna de las aportaciones incluidas eneste volumen explora las dinámicas ycambios de cada campo de análisis ensu vinculación con las institucionespolíticas que lo constituyen.

Además de ofrecer un tratamientoindividualizado de varios campostemáticos, esta obra incluye artículosintroductorios sobre la evolución delsistema político hasta 1975 (ManuelRedero) y sobre la transición política(Cesáreo Aguilera de Prat), así comouna interesante exploración de lascaracterísticas y los condicionantesdel liderazgo durante la transición(Juan Linz). Los temas tocados eneste texto cubren de manera exhausti-va los distintos componentes del sis-tema político. Así, hay contribuciones

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sobre el texto constitucional (J. VilasNogueira), el Estado autonómico(Francesc Morata), el gobierno (JuanMontabes), el Parlamento (LourdesLópez Nieto), el poder de los jueces(Manuel Alcántara y Antonia Martí-nez), el sistema electoral (IsmaelCrespo), el comportamiento electoral(Eva Anduiza y Mónica Méndez), elsistema de partidos (Irene Delgado),las élites políticas (Montserrat Baras),la cultura política (Santiago Míguez),los grupos de interés ( JoaquimMolins), las administraciones públi-cas (Carles Ramió), las polít icaspúblicas ( Joan Subirats y RicardGomá) y la acción exterior (Pere Vila-nova).

Este a la vez exhaustivo y completotratamiento individualizado de loselementos fundamentales del sistemapolítico hace que esta obra tenga dosutilidades principales. En primerlugar, el libro en su conjunto es unaherramienta pedagógica completa yactual para la docencia universitariasobre el sistema político español. Losdistintos temas cubiertos son aborda-dos de manera sistemática y con-sistente. Incluyen un tratamiento cla-rificador de los rasgos, componentesy dinámicas de cada ámbito temáticoe institucional.

Al mismo tiempo, la exposiciónclarificadora y sistemática no excluyepreguntas más ambiciosas acerca delos temas abordados. Por tanto, lasdistintas contribuciones no se limitana proporcionar información y análisisa quienes deseen conocer cualquierade los campos temáticos abordados,sino que incluyen preguntas y reflexio-nes en torno a los componentes anali-zados. De este modo, estas contribu-

ciones individuales permiten tambiénsentar las bases de preguntas másgenerales, orientadas a la compren-sión de las dinámicas generales delsistema político español, de la inter-acción entre sus distintos elementos.

En su conjunto, las distintas apor-taciones incluidas aquí son impres-cindibles para un estudio completoacerca de las condiciones y caracterís-ticas de la consolidación de la demo-cracia española, en la línea de losdetallados y ambiciosos análisis com-parativos incluidos en un volumenreciente de Juan Linz y Alfred Stepan.Asimismo, los dist intos trabajosincluyen análisis y reflexiones referi-dos a los ingredientes de la goberna-bilidad del sistema político español.Aquí se encuadran, desde luego, lascuestiones atinentes a la solidez de lacultura política democrática en Espa-ña, al funcionamiento eficaz de lasinstituciones de representación ygobierno, a la canalización de losintereses sociales en la arena política,a la evolución de la articulación terri-torial del poder, y a las transforma-ciones políticas paralelas a la integra-ción en la Unión Europea. Este com-pleto elenco de temáticas y problemasdesborda, por tanto, los límites delviejo institucionalismo y del análisisconductista, y se compagina bien conlas corrientes de análisis preocupadaspor los problemas de la gobernabili-dad y la consolidación democráticas.Sirve de fundamento también paraquienes intenten realizar análisiscomparativos sobre alguna de estascuestiones.

En último término, la lectura deeste volumen estimula preguntasacerca de la relación entre los distin-

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tos componentes del sistema políticoespañol. En la introducción a estaobra, sus editores apuntan precisa-mente algunas de las líneas directricesen el análisis de esas relaciones, líneasque subyacen a la concepción globalde este volumen. Tal vez, un desarro-llo futuro, más detallado, de las ideasque han inspirado la confección deeste volumen, y que se apuntan en laintroducción del mismo, podríaresultar de especial interés para quie-nes se acercan al estudio del sistemapolítico español, así como servir de

complemento a este completo volu-men.

Por las razones antes expuestas, sólocabe congratularse por la publicaciónde esta obra. La profundidad y calidadde sus capítulos, el carácter sistemáticoy reflexivo con el que han sido elegidosy organizados, y la propia actualidadde los mismos, hacen de este texto unacontribución especialmente relevante alcampo de la investigación y la docenciaen la ciencia política española.

Iván LLAMAZARES

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JOSÉ MARÍA ALONSO SECO y BERNARDO GONZALO GONZÁLEZ

La asistencia social y los servicios sociales en España(Madrid, Boletín Oficial del Estado, 1997)

Los autores del presente estudiofueron partícipes, entre otros, delCódigo de Protección Social (Madrid:BOE, 1995, 2 vols.), que incluía ensu tomo II, libro VI, un apartadosobre la Asistencia Social y los Servi-cios Sociales. En el mismo se recogíala normativa existente a nivel interna-cional, estatal y autonómico relativa alos colectivos objeto de atención.

El libro —lógico complemento delCódigo— está estructurado en cuatrobloques. Comienza con los antece-dentes históricos de la protecciónsocial; al que sigue un segundo cen-trado en la dimensión de la asistenciasocial y los servicios sociales a la luzde la Constitución; a continuaciónun tercero, el más amplio, contemplade forma pormenorizada y sistemáticaa todos los colectivos, agentes y pres-taciones en presencia; finaliza a modo

de resumen con un diagnóstico de lasituación actual y la previsible evolu-ción de este sector. Varios anexos tra-tan sobre la normativa citada, la juris-prudencia y una bibliografía.

En el primer capítulo, los autoresnos guían de forma sugerente, a tra-vés de los siglos, por las ideas que hanido configurando la protección social.Comienzan con las reflexiones quesobre la condición de los pobres y dela caridad como medio de paliar estasituación hacen los grandes pensado-res de la Edad Media. Este plantea-miento, condicionado por motivacio-nes religiosas debido al peso de laIglesia, tanto a nivel moral como ins-titucional, va derivando durante elRenacimiento hacia una dialécticaentre moral individual y ética socialcon un mayor peso de la responsabili-dad civil, lo cual favorecerá el tránsito

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de la idea de caridad a la de benefi-cencia y que desembocará, ya bienentrado el siglo XIX, en la constitu-ción de esta última como un serviciopúblico.

Un aspecto interesante de este capí-tulo es el comentario que se hacesobre la quiebra que produjo el pro-ceso de desamortización en la benefi-cencia que se prestaba en los estable-cimientos y a domicilio.

Concluye con la creación de losseguros sociales con el trasfondo de la«cuestión social», que a la larga daríanlugar a los modernos sistemas deSeguridad Social, que en la actualidadconviven con la asistencia socialpública.

La Constitución de 1978 justificaque se le dedique un capítulo destina-do a analizar su influencia en la con-figuración del Estado democrático ysocial de Derecho, actualmentevigente. Sin embargo, el texto consti-tucional no establece con claridad nilos conceptos asistenciales ni el repar-to de competencias producido por lanueva organización territorial delEstado con la creación de las Comu-nidades Autónomas. El deslinde delas competencias sobre legislación,gestión y ejecución, que se ve compli-cado por el uso indiscriminado de laterminología al uso, ha recaído sobreel Tribunal Constitucional, detenién-dose los autores en las sentencias mássignificativas.

Se llega así al capítulo central quetrata de poner orden al ámbito asis-tencial: «... realizando una síntesisanalítico-descriptiva que permita vercuál es el régimen jurídico que sirvede base a la pluralidad de sistemas deprotección, cuáles son los elementos

comunes a todos ellos, qué novedadesaportan a nuestro ordenamiento, cuá-les sus distintivos diferenciales conotros sistemas de protección, y suscontenidos prestacionales , y lasgarantías que ofrecen los distintosordenamientos».

Para conseguir este objetivo mani-festado por los autores, observan alsector a modo de un caleidoscopioque va descomponiendo el entramadodesde diversos enfoques.

Abordan las diferentes configura-ciones adoptadas por los serviciossociales , incluyendo tanto a lasestructuras anteriores como a lasactuales, y acompañada de numerosascitas de la amplia bibliografía y dis-posiciones legales consultadas.

En el aspecto legislativo, el núcleoduro lo constituyen las Leyes de Ser-vicios Sociales de las ComunidadesAutónomas, las cuales son analizadasdesde diferentes puntos de vista:organización, gestión, coordinación,prestaciones, beneficiarios..., a la vezque se exponen los resultados enforma de cuadros.

En esta exposición, que trata denormalizar un panorama difuso eimpreciso a veces, se destacan losaspectos más relevantes debidos a sunaturaleza dinámica ( la ayuda adomicilio) o innovadora (renta míni-ma de inserción).

Después de apreciar el esfuerzo rea-lizado en el manejo de fuentes y clari-dad expositiva del complejo panora-ma de la asistencia social institucio-nal, sólo nos queda animar a los auto-res para que nos sigan ofreciendo laevolución de este sector y, en este sen-tido, que fijen su atención en lo quese viene llamando «tercer sector», que

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engloba la labor emergente de lasorganizaciones no gubernamentalessoportadas sobre el voluntariado, ysin perder de vista tampoco nuestroentorno más próximo, en el que pocoa poco va calando la idea de unaEuropa de los ciudadanos frente auna óptica exclusivamente economi-cista.

Este «encargo» se justifica por laapreciación —deducida de la lecturade este libro— de que quizá estemosante la configuración de un «derechode los servicios sociales», que estaríaal mismo nivel que el de la seguridadsocial o el del trabajo.

Alberto PEREDA

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JOHN RAWLS

El liberalismo político(Barcelona, Crítica, 1996)

¿Como llegar a un consenso en laconcepción política de la justicia enuna sociedad caracterizada por unapluralidad de doctrínas filosóficas,morales y religiosas? ¿Qué hay queaceptar y qué hay que excluir en elmarco político de la convivencia paraque reine la tolerancia? Desde sufamosa obra Una teoría de la justicia(1971), John Rawls, profesor de Filo-sofía Política de la Universidad deHarvard, ha ido clarificando su pro-puesta. La ha desarrollado en su obraEl liberalismo político.

En esta obra, traducida reciente-mente en España, John Rawls reúnesus artículos publicados en los últi-mos veinticinco años, dándoles uni-dad y coherencia. No ha cambiado lafundamentación de su sistema, perola ha enriquecido en sus discusionescon el comunitarismo y otras corrien-tes críticas. Por otra parte, los cam-bios sociopolíticos mundiales exigenla construcción de nuevos modelospolíticos.

Mientras que en Una teoría de la

justicia Rawls presuponía una socie-dad culturalmente homogénea, enesta segunda aportación tiene encuenta una sociedad pluralista. Yadesde los primeros artículos, en ladecada de los setenta, intentó demos-trar cómo personas con distintas con-cepciones éticas, religiosas y cultura-les podrían compartir la teoría políti-ca de la justicia que él presupone.

Su Teoría de la justicia fue unaconstrucción intelectual original,rigurosa y en principio dialogante.Acuñó términos que pasarán a la his-toria, como sucedió con el imperativocategórico kantiano, la dialécticahegeliana o la lucha de clases marxis-ta. Así, Rawls, tomando elementos dela filosofía política clásica, crea unanueva teoría contractual ista, unmodelo teórico de la justicia comoequidad, aplicable a los sistemas cons-titucionales democráticos.

La pregunta que formula es: ¿cómoconstruiríamos una sociedad ideal-mente justa de personas libres e igua-les? Debemos partir de cero, sin nin-

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gún presupuesto (posición original), y,sin saber qué lugar ocuparemos en esasociedad (velo de la ignorancia), crearuna sociedad bien ordenada, respe-tando dos principios de justicia: elprincipio de la libertad, prioritario,por el que cada uno tiene el mismoderecho a las libertades básicas; y elprincipio de diferencia, que justificaciertas desigualdades con tal queestén abiertas a todos en igualdad deoportunidades y promuevan el mayorbeneficio para los menos aventajados.

Una de las rectificaciones de Rawlsen su nueva obra ha sido introducir,dentro de los elementos constitucio-nales esenciales, la obligación delEstado de proporcionar a todos losciudadanos un mínimo de subsisten-cia para cubrir sus necesidades bási-cas. En cambio, otras ayudas socialesno formarían parte de los derechosconstitucionales que un ciudadanopuede exigir al Estado, sino que per-tenecerían a las cuestiones que debendecidirse por la voluntad política.

Esto equivaldría a la distinción quehacen algunas Constituciones entrederechos primarios (las libertadesbásicas), que son directamente exigi-bles ante los tribunales, y los derechossecundarios, llamados a veces dere-chos sociales (derecho al trabajo, a laeducación, a la vivienda, etc.). Éstossuelen ser principios rectores delordenamiento jurídico, y no sonreclamables ante los órganos de justi-cia, a no ser que estén concretados enla pertinente legislación.

Aun con estas y otras matizaciones,Rawls mantiene la tesis general y losdos grandes principios de justicia. Laprincipal innovación consiste en elcampo de aplicación de la teoría.

El punto de partida de El liberalis-mo político lo constituye la pregunta:«¿Cómo es posible que pueda existir unasociedad estable y justa de ciudadanoslibres e iguales que andan divididos pordoctrinas religiosas, filosóficas y moralesrazonables pero incompatibles?»1. Elliberalismo político no critica, nimucho menos rechaza, ninguna teoríaparticular acerca de la verdad de losjuicios morales. «El problema del libe-ralismo político consiste en elaborar unaconcepción de la justicia política paraun régimen constitucional democráticoque pueda ser aceptado por la plurali-dad de doctrinas razonables»2.

Rawls ya no insiste tanto en la ideade un Estado neutral. Ahora nos pidecompartir unos mismos valores polí-ticos, al margen de nuestras divergen-cias en lo que llama doctrinas com-prensivas, en el sentido de que abar-can una visión global del mundo, yorientan de un modo esencial la vidade muchos individuos.

Rawls no discute que pueda existiruna ética con unos valores objetivos.Simplemente, no considera necesarioentrar en debates éticos, ni filosófi-cos, para establecer la justicia política.Lo que se plantea es qué concepciónpolítica puede obtener un consensoentrecruzado o por solapamiento(over-lapping consensus) en una socie-dad con distintas doctrinas compren-sivas.

Se trata de lograr este consenso enel campo de lo que Rawls llama larazón pública (la cultura políticapública), distinta de las razones nopúblicas sostenidas por asociaciones

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1 John Rawls (1996: 13).2 Jonh Rawls (1996: 14).

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de todo tipo (Iglesias, universidades,sociedades científicas, asociacionesprofesionales). Éstas pertenecen altrasfondo cultural, y ocupan un espa-cio intermedio entre lo público y loprivado. Rawls acuña esta distinciónpara mantener que «al discutir lasesencias constitucionales y los asuntos dejusticia básica, no podemos apelar adoctrinas religiosas y filosóficas com-prehensivas —a lo que, como individuos,o como miembros de asociaciones, cree-mos que es la verdad global—»3, sinoque debemos acudir a verdades gene-ralmente aceptadas, o disposicionesgenerales para todos los ciudadanos.

Rawls no discute que exista o no laverdad, o propuestas más verdaderasque otras. Pero, a efectos del pragma-tismo político, exige que cuando hayaconflicto entre valores, el ciudadanono acuda a argumentos éticos o reli-giosos, sino que sólo pueda utilizar enla discusión valores políticos. Se tratade «vivir políticamente con otros a laluz de razones de las que puede esperar-se razonablemente que todos acepta-rán», lo que s ignif ica hacer un«balance razonable de valores políticospúblicos»4.

Rawls piensa que la gente se com-porta de modo «razonable» cuandoconsidera que ellos y los demás pue-den razonar en común, y cuando«tiene en cuenta las consecuencias de suacción sobre el bienestar de los demás»,disposición «incompatible con el egoís-mo»5.

De acuerdo con esta terminología,puede haber doctrinas comprensivas

que sean razonables en su conjunto,pero que sean irrazonables en algúnpunto. A modo de ejemplo, Rawlsrecurre a la espinosa cuestión delaborto. Para él, es razonable (luegosería un principio constitucionalesencial o de justicia básica) que lamadre pueda decidir abortar en lostres primeros meses, y serían irrazo-nables quienes se opusieran a ello.

Aquí, como en otros momentos, seadvierte una paradoja en el pensa-miento de Rawls. Por una parte,suprime la posibilidad de una éticaracional, que nos llevaría a acuerdospolíticos basados en la razón, y nosólo en un mero compromiso políti-co. Por otra parte, exige unidad encuestiones que son opinables, peroque él convierte en dogmas políticos.Así que una alternativa a Rawls supo-ne reivindicar un mayor espacio parauna ética racional en la política, y unmayor pluralismo político.

Hay una premisa de este plantea-miento del profesor de Harvard quehoy es asumida por muchos sin discu-sión, cuando en realidad es un a prio-ri no compartido por quienes no seanliberales a la Rawls.

Se parte de que las visiones com-prensivas de la vida de distintos ciu-dadanos no van a encontrar puntosen común, y entonces la solución esacudir a la política, que nos traerá lasalvación del acuerdo-compromiso.Pero, en el fondo, los valores políticosliberales que propone Rawls formanparte del acervo de una ética común,de lo que una persona racional estácapacitada para entender. Hay, portanto, muchos puntos éticos razona-bles que sí son compatibles, y com-partidos por muchas de esas doctri-

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3 John Rawls (1996: 259-260).4 John Rawls (1996: 230).5 John Rawls (1996: 79).

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nas, y que pueden estar presentes enla vida política.

Muchos puntos de acuerdo políticodemuestran que, cuando se razonaadecuadamente, todos pueden alcan-zar aspectos parciales de la verdad,aunque, por supuesto, nadie seadueño de la verdad absoluta. O quizádemuestra que muchos caminos lle-van a Roma, incluso aunque algunosno quieran reconocer que están en esaciudad, léase, admitiendo una éticacon unos contenidos comunes, a laque se quiere disfrazar de culturapolítica común.

Ciertamente, los comunitaristashan exagerado su presentación desociedades homogéneas, con una ideadel bien aceptada por todos. Pero, ensu réplica, el liberalismo sigue exage-rando la contraposición entre la éticay la política, lo privado y lo público.

Resulta fácil entender la necesidadde la separación entre Iglesia y Esta-do. Pero no se puede aplicar la mismadistinción a las relaciones entre éticay política, porque hay cuestionespolíticas y jurídicas basadas en juicioséticos. Sin embargo, Rawls marginatanto los argumentos religiosos comolos éticos. Pero, si bien parece inade-cuado recurrir a los primeros ensociedades plurales, no chocaría conla razón pública acudir a argumentosde ética pública, porque hay una éticade lo público.

Es cierto que, a su vez, hay otrasmuchas cuestiones políticas no afecta-das por la ética. Por tanto, se puedeafirmar con Rawls que « la razónpública permite a menudo dar más deuna respuesta razonable a cualquierpregunta. Esto es así porque existenmuchos valores polít icos y muchas

maneras en que pueden caracterizarse».Pero ni el propio Rawls es coherentecon esta tesis. Por ejemplo, pareceque en la cuestión del aborto la únicaopinión razonable es la de Rawls.

Nadie negará que en política haymuchas cuestiones opinables. Perotambién hay verdades parciales, quela razón puede descubrir. Existe unaracionalidad política, que está másallá de lo meramente razonable. Otracosa es que las armas que haya queutilizar sean los argumentos raciona-les y dentro del espacio político.Quizá la solución esté, al contrario delo que Rawls propone, en ser másracionales y menos «razonables».

Por otra parte, a Rawls no le parecebien acudir a valores políticos cuandofalta acuerdo. Pero esto presuponehaber aceptado esa escisión entreética y política, que para muchos noresulta tan «razonable»6. En principio,Rawls reconoce que las doctrinascomprehensivas razonables e inclusolas propias convicciones religiosaspueden estar presentes al decidirsobre los valores políticos. Sin embar-go, cuando chocan con la razónpública, parece que tendrían que reti-rarse si no quieren ser tachadas deirracionables. Pero habría que pre-guntarse: ¿qué razón pública?; ¿quiéndecide qué es un equilibrio razona-ble?

Rawls ha dejado de hablar de laneutralidad del Estado para exigirnosahora un credo político compartido,una cultura política común, que res-petaría todas las diversas visiones

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6 Véase P. DONATI, Pensiero social cristianoe società post-moderna, AVE, Roma, 1997, pp.299-307.

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comprensivas de la vida. En cambio,da por supuesta una divergencia irre-conciliable entre teorías éticas, comosi no pudieran tener nada en común.Sin embargo, sería más lógico argu-mentar que es posible llegar a acuer-dos racionales éticos entre personasque pertenecen a diversas religiones ya diversas culturas.

De lo contrario, se puede terminarhaciendo de la política un fin en símisma, cuando en realidad es unmedio.

Parecería lógico exigir que hubierauna continuidad y una influencia dela sociedad civil en las institucionespolíticas. Pero en la concepción deRawls, si bien las doctrinas compren-sivas de todo tipo forman parte deltrasfondo cultural de la sociedad civil,no están invitadas al banquete de larazón pública. Nos hallamos ante unanueva política ecológica, no contami-nada con la impurezas éticas. Unaconcepción de la política que noimplica compromisos con ningunadoctrina, descafeinada, light.

El liberalismo político de Rawlstiene un loable propósito conciliador.Ante la diversidad actual quiere bus-car puntos de encuentro, que haganposible la convivencia en las socieda-des democráticas. Para ello, Rawlspropone un concepto de tolerancia.Pero existe el peligro de entenderlodesde cierto tipo de liberalismo relati-vista, aunque Rawls negaría ser tacha-do de relativista.

Parece desprenderse del pensamien-to rawlsiano que, para ser toleranteen la esfera pública, el ciudadanodebe dejar a un lado sus convicciones,no sólo las religiosas, sino también laséticas y filosóficas. Queda flotando la

duda de si Rawls es tolerante conquienes no comparten su manera deentender la tolerancia. Así, hasta elmismo Habermas y su teoría de laacción comunicativa (bastante aleja-da, desde luego, de cualquier realismoy objetivismo epistemológico) podríaser tachada de fundamentalismo filo-sófico. Pero el precio de la toleranciano tiene por qué ser la marginaciónde la ética de la vida política. Losmovimientos políticos más sectariosse han caracterizado por prescindir detodo principio ético, y, en cambio, esperfectamente concebible una ideafilosófica de la verdad y del bien queexija la tolerancia.

Rawls parece colocar al mismonivel del fanatismo fundamentalistalas teorías que identifican Estado yrel igión, y a cualquier pensadoractual que, desde una u otra posición,asegure que hay una estrecha relaciónentre ética y política. Es de justiciahacer bastantes distinciones entreambas cosas.

Hoy se tacha de «hacer metafísica» aquien sigue manteniendo la posibili-dad de la razón humana de llegar a laverdad, o se mira con recelo al quedifiende determinadas posicionesmorales en la esfera pública. Pero enpro de una sana tolerancia deberíanvalorarse esas posturas por la solidezde sus argumentos racionales. De locontrario, también los filósofos grie-gos habrían sido creyentes fundamen-talistas, y muchos pensadores poste-riores hasta nuestros días.

La propia filosofía de Rawls —por-que su teoría política es en el fondofilosofía—, el liberalismo político, nopuede sustentarse sin el liberalismoético. Y tampoco puede prescindir de

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más de veinte siglos de filosofía occi-dental para explicar el origen de lasdemocracias occidentales, de las cons-tituciones modernas y de la aparicióndel Estado de Derecho. Rawls esconsciente de ello, pero no se resiste ahacer un intento que recuerda a laTeoría Pura del Derecho de Kelsen,pero aplicada ahora a la política, unaTeoría Pura de la Política. Lo queocurre es que la aparente limpieza

ética no es tal. Pero, al margen deello, como ocurrió con la citada obrakelsiana, Rawls establece unos anda-mios conceptuales, unos presupuestosmínimos que son útiles para construirlas bases de la democracia constitu-cional occidental, aunque su funda-mentación filosófica resulte insufi-ciente.

Manuel HERRERA GÓMEZ

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Esta obra se hace eco del primerForo sobre Tendencias Sociales, reunidoen Madrid en el otoño de 1996 y enel que se pusieron de relieve los másrecientes estudios que sobre tenden-cias sociales se están llevando a cabo anivel nacional y macronacional en unintento de aplicar los conocimientosde la Sociología a la predicción delcambio social. A lo largo de la obra sevan desarrollando las ponencias quefueron presentadas en este Foro poruna serie de profesores e investigado-res que, en su mayoría, han colabora-do en este proyecto.

En estos estudios hay un intentocomún, como señala José Félix Teza-nos en la Introducción, de trasladar laatención de las ciencias sociales desdelos problemas del pasado a las cues-tiones del futuro. Hay un intento deequipararse con otras ciencias en lacapacidad de predecir, que es el rasgoidentificador del carácter científico deun saber.

Uno de los estudios sobre futuromás amplio y ambicioso de los que sehan abordado en el Foro, y se presen-tan en esta obra, es el integrado pordos grandes encuestas dirigidas por elprofesor Tezanos que constituyen unainvestigación de proyecciones y previ-siones basada en las expectativas dedos grupos de entrevistados. Las ten-dencias se diseñan a partir de las opi-niones de los entrevistados, por unaparte una muestra de ciudadanos ypor otra parte un grupo de expertos,que extrapolan sus previsiones defuturo a partir de sus experiencias decambio. Se advierte en estas evalua-ciones de futuro el enorme interéscon que la mayoría de la poblacióncontempla el porvenir y una ciertainquietud en cuanto a las perspectivasque los posibles cambios, aún por lle-gar, puedan producir. Las investiga-ciones empíricas del equipo de Teza-nos suponen una innovación metodo-lógica interesante al combinar las

JOSÉ FÉLIX TEZANOS, JOSÉ MANUEL MONTERO y JOSÉ ANTONIO DÍAZ (eds.)Tendencias de Futuro en la Sociedad Española

(Madrid, Editorial Sistema, 1997)

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técnicas cualitativas que se aplican alestudio de las mentalidades y las opi-niones dominantes entre determinadossectores de la población y los análisisDelphi realizados con tres equipos deexpertos de diferentes sectores de lasciencias sociales: sociólogos, economis-tas y estudiosos de la ciencia política.

La ponencia presentada por J. F.Tezanos sobre las imágenes que lapropia sociedad española tiene de sufuturo es uno de los resúmenes másinteresantes de este trabajo de pros-pectiva presentado en estas reuniones.Las imágenes que la sociedad españo-la tiene de sí misma en cuanto aexpectativas de futuro reflejan que lanueva etapa de transformación social,integrada por elementos tecnológicos,económicos y políticos, no vieneacompañada, como ocurrió en elpasado con los procesos de cambioque identificamos como industrializa-ción, por una confianza o previsiónde expectativas halagüeñas para elfuturo. Hay una contradicción entrelos potenciales aspectos positivos quepueden tener los avances científicos ylas enormes posibilidades de las inno-vaciones científico-tecnológicas quese van descubriendo e incorporando anuestras sociedades y la visión globalde las consecuencias globales queestos cambios y avances científicostraigan, de las que las previsiones sonmucho menos positivas. Sobre elimpacto global predominan las visio-nes reticentes que anticipan proble-mas y reflejan incertidumbres encuanto a la influencia y las conse-cuencias sociales de las nuevas tecno-logías. Las expectativas de cambio sonenormes y, a la vez, las apreciacionesde por dónde irán esos cambios refle-

jan un elevado porcentaje de miedose inseguridades. Los problemas que seanticipan como más graves hacenreferencia a algunos de los que gol-pean más fuertemente a la sociedadespañola actual, como las drogas, elparo o el terrorismo. Otros problemasque se anticipan tienen un caráctermundial y, no siendo propios denuestra sociedad, nos conectan con elentorno internacional: la desigualdadde riqueza entre unos y otros países,la contaminación y la destrucción dela naturaleza, así como las guerras y elhambre.

Es de señalar que las previsiones opreocupaciones de los expertos que sereflejan en las conclusiones del Delphino son coincidentes con las de la opi-nión pública. Los expertos muestranuna conciencia mayor de los proble-mas del mantenimiento del Estado deBienestar, el buen funcionamiento dela democracia y el fomento y desarro-llo de la competitividad de la econo-mía española. En lo que sí hay unacoincidencia es en cuanto al compar-tir inquietudes y temores con respec-to a la evolución del futuro.

En el Foro no se presentaron con-clusiones definitivas de los trabajosrealizados, pero sí se aventuraroncomo rasgos de la sociedad del año2006 una serie de tendencias queaparecen con una cierta fuerza a tra-vés de las dos vías metodológicas uti-lizadas y que son las siguientes: habrámás mujeres en puestos de responsa-bilidad política que en la actualidad;habrá más enfermedades nerviosas;los robots industriales sustituirán máspuestos de trabajo; habrá más separa-ciones matrimoniales; las familiastendrán menos hijos; la gente estará

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más interesada que hoy en aspectosmateriales como coches y propiedades;las personas con minusvalías se integra-rán mejor al mercado de trabajo;aumentará la libertad sexual y aumen-tará la violencia en la sociedad. Predo-mina el pesimismo como tono general,y ello se deduce tanto de los estudiosde opinión de la población como delos análisis realizados a través de losexpertos, siendo este pesimismo con-sistente en cuanto a la articulación deimágenes de futuro.

Se incluye en esta obra un análisisde prospectiva, de carácter interna-cional, muy interesante. Es el trabajopresentado en el Foro por el profesorSalustiano del Campo, Estudio compa-rado del cambio social en las sociedadesavanzadas, que reúne en un proyectocomún de análisis de tendencias socia-les a un equipo amplio de investiga-dores de diferentes países y que quiereconocer las afinidades y las diferenciasen cuanto a los procesos de cambiosocial, ocurridos a lo largo del sigloXX, en una serie de países muy desa-rrollados. Salustiano del Campo es elcoordinador de este proyecto en Espa-ña, del que ya ha publicado unaextensa obra que facilita, por el for-mato y la metodología en común, lacomparación con el resto de los paísesincorporados al proyecto (D. delCamp, Dir., Tendencias Sociales enEspaña 1960-1990, Fundación BBV,Bilbao, 1993). En la presentación quede estos trabajos se hizo en el Foro seofreció en resumen de las macroten-dencias que van unificando las líneasde evolución de las diferentes socieda-des y que en sus líneas de desarrollotienden, como el estudio pone demanifiesto, a converger en cuanto a

los rasgos más generales de las mis-mas. Creciente precariedad en cuantoa la vinculación individual con la acti-vidad económica, prosperidad econó-mica que se traduce en aumento de larenta y el patrimonio de buena partede las familias, aumento de las des-igualdades sociales entre unos y otrosestratos de población, aumento de losfenómenos de anomia y desorganiza-ción social, cambio en los roles y en laposición social de las mujeres, apari-ción de nuevos modelos de conductaguiados por el individualismo y el cui-dado personal, enorme aumento de lamovilidad cotidiana con formas nue-vas y diversas en cuanto al uso deltiempo de ocio, aumento de las redesmicrosociales de sociabilidad, aumen-to de las identidades locales, mayorpresencia del Estado (que asume cre-cientemente funciones educativas,sanitarias, de seguridad social y depromoción del desarrollo económico),convergencia de líneas de consensosocial y negociación política, impor-tancia creciente de la opinión públicay de los medios de comunicaciónsocial como vehículos de la misma,aparición de nuevas formas de organi-zación del trabajo, aumento y univer-salización de la clase media.

El artículo de José Manuel Monte-ro analiza las tendencias socioeconó-micas en el marco de la tensión entreel mercado y el sector público. Lastendencias que se prevén dominantesson las de la liberalización económi-ca, la ampliación y unificación de losmercados europeos, el aumento de laflexibilidad laboral y el aumento delas desigualdades sociales.

Sobre el tema de las desigualdadeseconómicas, Manuel Navarro realiza

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un análisis de tendencias en el queseñala que, en el marco de la competi-tividad, la diversidad y la globalización,tenderá a declinar el Estado de Bienes-tar y ello traerá como consecuencianuevas y mayores diferencias y segmen-taciones sociales, que no podrán supe-rarse más que mediante políticas supra-nacionales de solidaridad.

A partir de una investigación decarácter cualitativo sobre una seriede empresas, Rodolfo Gutiérrez pre-senta unas propuestas sugerentesacerca de los nuevos sistemas de pro-ducción y gestión de recursos huma-nos, que concluye con una reflexiónacerca de las posibilidades de difu-sión de esas nuevas experiencias res-pecto de las formas de utilización deltrabajo en las etapas iniciales de lacarrera laboral.

El trabajo de Santos Ruesga y Car-los Resa introduce el debate de laequidad frente a la eficiencia con res-pecto a la cuestión de la regulación delos mercados laborales en el marco dela Unión Europea. Se advierte en suspropuestas que son contrarios, a pesarde la evidencia empírica de las altastasas de paro en el mercado laboralespañol, a los posibles cambios queavancen en el terreno de la flexibili-dad de los mercados laborales que, enalgunas sociedades, coinciden conreducciones importantes del desem-pleo. En el debate acerca de la flexibi-lización del mercado laboral se mani-fiestan muy reticentes a este proceso yse muestran mucho más sensibles a ladesprotección en que puedan quedarlas clases trabajadoras y al aumentopotencial de las desigualdades y de lacriminalidad que ello conlleve, sinadvertir que el desempleo puede ser,

para aquellos a los que les afecte, unade las peores formas de desprotec-ción.

Santos Pastor analiza el procesoreciente de repliegue del Estado res-pecto del mercado como tendenciareciente, desde la década de losochenta, en la sociedad española.Argumenta de manera ecléctica queno encuentra bases empíricas ni teóri-cas para la defensa general del merca-do ni tampoco de la intervención delEstado y aboga por una política decomplementariedad.

Un segundo artículo de Monteropresenta su ponencia sobre la exclu-sión y la integración de los minusváli-dos en sucesivas fases históricas deevolución de las relaciones familiares.También se refiere a las relacionesfamiliares la ponencia de ViolanteMartínez, que analiza la desigualdadde hombres y mujeres en relación altrabajo remunerado y al trabajo noremunerado. El acceso de las mujeresal mercado de trabajo es uno de losfenómenos más relevantes para enten-der hasta ahora la transformación dela sociedad española, y también sepresenta como uno de los más impor-tantes en la percepción de futuro quehacen los expertos sobre la sociedadespañola.

El artículo de Enrique Bas hace unejercicio de prospectiva imaginandouna serie de escenarios de la sociedadtecnológica del futuro, que tipificaentre dos muy similares, el probable yel posible, y uno utópico, el deseable,con unas características económicas,culturales y políticas idílicas de diver-sidad y multiculturalismo, con redis-tribución del trabajo y aligeramientode la carga del mismo y con una orga-

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nización política basada en un indivi-dualismo solidario en el que el Estadoperdería parte de su poder coactivo yla democracia se haría verdaderamen-te participativa, aprovechando almáximo las oportunidades que la tec-nología ofrece.

Una segunda parte de la obra sededica al análisis de las tendenciassociales en cuanto a los valores y lacultura. José Antonio Díaz presentalos resultados del análisis prospectivodel cambio de valores en nuestrasociedad en una serie de dimensionesdentro de las cuales van a situarse lastendencias sociales de aquí al año2005. Contrasta las dimensiones depolarización e integración que impli-ca el nivel de igualdad-desigualdad enlas condiciones de vida de los españo-les, así como las de solidaridad e inso-lidaridad que hace referencia a valoresde la sociedad. También estudia eldilema posible de Estado de Bienestarmínimo o desarrollado y el de creci-miento o crisis económica. En estemarco se advierten como tendenciasde cambio de valores de los españoleslas siguientes: evolución a una socie-dad más igualitaria, aumento de lalegitimidad de la intervención delEstado en la economía, crecienteinterés por la política sobre todo en lagente más joven, creciente identifica-ción de los grupos generacionalessobre los grupos socioeconómicos,aumento del individualismo, reduc-ción de la religiosidad, creciente iden-tificación con la clase media, crecien-te identificación con los entornoslocales, aumento de la sensibilidad alos temas medioambientales y aumen-to de actitudes xenófobas.

El artículo de José Enrique Rodrí-

guez Ibáñez plantea una propuesta enla senda de la postmodernidad a par-tir de la tendencia a la mundializa-ción como dato inexorable en todoposible análisis económico. Se haceeco de un reciente informe de pros-pectiva económica y social de laONU en el que se muestra un pano-rama mundial moderadamente opti-mista en el que la cooperación pacífi-ca sería más fuerte que el enfrenta-miento, se contendría el crecimientodemográfico y se llegaría a un ciertoequilibrio entre las diversas zonas dedesarrollo económico.

A partir de considerar los valorescomo aquellas cosas, tradiciones,ideas o principios a los que los huma-nos y las sociedades dan valor eimportancia, Adolfo Castilla dedicasu intervención a examinar las poten-ciales contradicciones entre los valo-res económicos y los valores huma-nos, en una época histórica caracteri-zada por el escepticismo. Defiende laracionalidad económica como valornecesario y aboga por una reconci-liación de las perspectivas económicay social, en la línea de algunos inten-tos recientes como el Manual deSociología Económica coordinadorecientemente por Smelser, o el traba-jo de las Naciones Unidas encamina-do a elaborar un Índice de DesarrolloHumano (HDI) que quiere incorpo-rar todas las perspectivas necesarias alavance del bienestar social.

El trabajo de Hernández de Frutosse pregunta acerca del futuro de lasidentificaciones de ciudadanía en losdiferentes terr itorios españolesteniendo en cuenta la historia recien-te del país, que ha experimentado unenorme cambio desde una concep-

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ción unitaria y represiva de toda dife-renciación nacional a un Estado delas Autonomías respetuoso de lasidentidades regionales y nacionalesque alberga en su seno.

Otro trabajo muy interesante sobrelos valores es la ponencia que presen-ta Orizo, que viene a resumir en ellalas conclusiones de sus repetidos estu-dios empíricos sobre los valores de losespañoles. Explica Orizo cómo se haproducido una cierta convergencia devalores, aunque se advierte aún laimportancia del cambio social que seha producido en la sociedad española,en que la variable edad es la másimportante para situar las preferen-cias valorativas. La convergencia escreciente, jóvenes y adultos están máspróximos que nunca, hombres ymujeres también, sobre todo los quetienen menos de 45 años. En los añosnoventa se asiste a un avance ligeropero significativo en los valores deigualdad, con un cierto freno a losvalores de libertad que se habíandesarrollado tanto a finales de losochenta. Orizo interpreta que loshorizontes de incertidumbre del pre-sente promueven el retorno a losvalores igualitarios, muy significativa-mente entre la gente joven. El saldoresultante es el de un cierto empateentre los valores del individualismoliberal y los del intervencionismoigualitario que pediría la intervencióndel Estado para equilibrar ingresos yoportunidades de los que no tienenposibilidades de éxito en la vida. Laslibertades se preservan en los ámbitosprivados, mientras se acepta la inter-vención en las cuestiones más públi-cas. La población joven es la quemejor refleja esta opción a favor de

valores igualitarios, quiere que sereparta el trabajo y el salario entretodos, prefiere que se trabaje menoshoras y se gane algo menos y, a la vez,se atrinchera en posiciones de defensade la libertad personal en todo lo quehace referencia a las opciones y com-portamientos de cada uno. Otra ten-dencia que señala es el aumento de latolerancia. En cierta manera, el análi-sis de Orizo apunta como tendenciaalgo parecido a lo que señala AlanWolfe sobre los Estados Unidos en sureciente libro One Nation, After All(Viking, New York, 1998). La mayo-ría de los norteamericanos reflejanuna enorme tolerancia hacia los com-portamientos ajenos; por ejemplo, lamayoría de ellos creen en Dios, peromuy pocos quieren imponer sus ideassobre Dios a los otros. Y así enmuchas otras cuestiones; por ejem-plo, con la homosexualidad: el 70 por100 de los ciudadanos no aprueba elsexo homosexual pero se resiste acondenarlo y, mayoritariamente, elrechazo de la homosexualidad no leslleva a la discriminación. Wolfe cuen-ta cómo algunos de sus entrevistadosunían su rechazo a la homosexualidadcon comentarios amables acerca desus colegas homosexuales. Wolfe, aligual que Orizo, no deja de ver pro-blemas en esta ola de tolerancia y per-misividad que domina las sociedadesoccidentales, donde el todo vale puedeser una forma de no asumir el com-promiso con los valores que se man-tienen.

Josune Aguinaga presenta un análi-sis de la aparición, la evolución y lasituación actual de la preocupaciónmedioambiental en la sociedad espa-ñola, que se ha intensificado enorme-

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mente y llega actualmente a impreg-nar incluso el discurso político. Laprevisión, a la vista de la rapidez conque ello ha entrado en la agenda polí-tica, es de asentamiento y expansiónde estos temas.

El artículo de López Pintor analizala extensión del descontento políticocomo fenómeno general en los paísesde sistemas políticos democráticos yde economías de mercado desarrolla-das. Este fenómeno no sólo indicaque hay un malestar general en estossistemas políticos sino, fundamen-talmente, que ello es un reflejo deque, en estos sistemas, hay una vigi-lancia atenta y constante a las opinio-nes de los ciudadanos como conse-cuencia de la importancia que estasopiniones van a tener en la estabili-dad o la caída de las diferentes élitespolíticas. La desafección, que se tra-duce en abstencionismo, no parecemuy fuerte en la sociedad española,donde, al contrario de lo que seobserva en numerosos países europe-os, la tendencia reciente es al aumen-to de participación electoral (1993 y1996) y no al aumento del abstencio-nismo, uno de los indicadores másfuertes de la desafección política.

Otro artículo de J. F. Tezanos pre-senta un análisis de los espacios socio-políticos a partir de las encuestas deprospectiva realizadas, y en ellas con-firma que el electorado español tiendea colocarse en posiciones de centrocon predominio de centro-izquierda,que las posiciones más extremas delespectro político ideológico se han idodebilitando en los últimos años, quelos dos grandes partidos políticos sesitúan en espectros amplios situados,respectivamente, en el centro-derecha,

PP, y en el centro-izquierda, PSOE. ElPartido Socialista se encuentra, segúnestos análisis, algo más a la derechaque su electorado, por lo que hayexpectativa de que evolucione haciaposiciones de izquierda moderada.Finalmente, IU evoluciona hacia posi-ciones de izquierda moderada, en lasque podría encontrarse con un PSOEque evolucionara, y los partidosnacionalistas se sitúan superpuestos,en esta dimensión ideológica, en lazona de frontera entre los dos grandespartidos, lo que les permite actuar debisagra tanto a favor del PartidoPopular o del Partido Socialista, comoha venido ocurriendo en las dos últi-mas legislaturas.

El trabajo de M. Jesús Funes sededica a uno de los fenómenos másoriginales y novedosos de la vida polí-tica española reciente, la aparición ydesarrollo de las Organizaciones NoGubernamentales, las ONGs, apenasconocidas en la sociedad españolahace unos años más que en su versiónreligiosa y que han tenido un creci-miento enorme en la última década,transformando de hecho el panoramaasociativo. El aumento de partici-pación en ONGs, así como de laayuda económica que éstas reciben, seinterpreta como una ampliación delsistema de intermediación de intere-ses y como una apertura en la articu-lación de deseos y preferencias en lasdemocracias modernas.

Otro artículo dedicado a la articu-lación de intereses en las sociedadesavanzadas es el que presentan IvánLlamazares y Fernando Reinares sobrelos conflictos de intereses, de objeti-vos y de identidades que se van pro-vocando con el proceso de la unifica-

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ción europea. Con un lenguaje untanto críptico, nos avisan de quesegún cómo se vayan desplazandoestos conflictos en la arena políticacomunitaria dependerá la constitu-ción de una politeya europea auténti-camente democrática.

Finalmente, Rosario Jabardo haceuna comparación de la extrema dere-cha en España, donde ha ido perdien-do apoyos desde el comienzo de latransición política hasta ahora, con lade algunos países europeos comoFrancia y Alemania, donde, por elcontrario, ha crecido en los últimosaños y ha ido obteniendo mayoresapoyos en sus posiciones de rechazo ala inmigración y a los procesos deintegración europea.

Se trata, en suma, de una obra inte-resante y ambiciosa en sus plantea-mientos que trata de vincular los

estudios e investigaciones de la Socio-logía a un conocimiento más profun-do de nuestra sociedad y del futurode la misma. En ella se aplica la extra-polación hacia el futuro de la idea,aceptada en la Sociología actual, deque podemos conocer nuestra socie-dad preguntándoles a sus integrantesacerca de ella. En este caso no sólotienen potencialidad indagadora lasopiniones contemporáneas, configu-radas por la realidad que viven losciudadanos que nos hablan de ella.Creo que estos estudios son impor-tantes también en cuanto reflejanactitudes actuales y nos ayudan aconocer y a entender los miedos einquietudes, o las ilusiones y esperan-zas, con los que nuestros contempo-ráneos contemplan el futuro.

Inés ALBERDI

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