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8/16/2019 ElObjetoenPsicoanalisis-VVAA http://slidepdf.com/reader/full/elobjetoenpsicoanalisis-vvaa 1/145 www fullengineering ook net Marc Augé, Monique David-Ménard, Wladimir Granoff, jean-Louis Lang y Octave Mannoni objeto en psicoanálisis El fetiche,  el cuerpo,  el niño,  la ciencia gedisa editorial PSICOANALISIS

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Marc Augé, Monique David-Ménard,

Wladimir Granoff, jean-Louis Lang y Octave Mannoni

objeto en

psicoanálisisEl fetiche, 

el cuerpo, 

el niño, la ciencia

gedisaeditorial

PS ICOANAL IS IS

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M. Augé,’M. David-Ménard, W. Granoff,J.-L . Lang y O. Mannoni

EL OBJETO

E N PSICOA NÁLISIS

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EL OBJETO

EN PSICOANÁLISIS El fetiche y el cuerpo, el niño, la ciencia

M. Augé, M. David-Ménard, W. Granoff,  J.-L. Lang y O. Mannoni

Presentación

de

Maud Mannoni

gedisaO editorial

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Título del original en francés:L’objet en psychanalyse © by Editions Denoel, París, 1986

Traducción: Irene Agoff 

Primera edición en Econobook, Barcelona, 2002

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

O Editorial Gedisa, S.A.

Paseo Bonanova, 9 Io-Ia08022 Barcelona, EspañaTel. 93 253 09 04Fax 93 253 09 05Correo electrónico: [email protected] http:/ / www.gedisa.com

ISBN: 84-7432-830-6Depósito legal: B. 24847-2002

Impreso por: Romanyá/ Valls Verdaguer, 1- 08786 Capellades (Barcelona)

Impreso en España

Printed in Spain

Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier mediode impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma.

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texto fue revisado por joé l Dor 

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índice

PresentaciónMand, M annoni................................................................................. 11

I. £1 fetichismo

El fetichismo: lo simbólico, lo imaginario y lo real,firmado por J. Lacan y Wladimir G ran o ff .............................  17De un fetiche en forma de artículoWladimir Granoff ............................................................................. 29 Anexo.............................................................................................. 40

Presentación a El fetiche y su objetoJacques Sé d at ...................................................................................... 41El fetiche y su objetoMarcAugé.......................................................................................... 43

Discusión: Jacques Sédat, Xavier Audouard,Maud Mannoni y Marc Auge.................................................. 58

II. El cuerpo

El cuerpo, una cuestión crítica para el psicoanálisisMonique D avid-M énard ...............................................................  69

Discusión: Patrick Guyomard, Romain Laufer,

Maud Mannoni, Annette Karadec,Heitor O’Dwyer de Macedo, Yves Lugrin,Marielle David, Xavier Audouard yMonique David-Ménard........................................................   87

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III. £1 niño

Las organizaciones «preneuróticas» en el niñoJean-Louis Lang...........................

....

.................................

Discusión: Patrick Guyomard, Maud Mannoni,Pierre David y Jean-Louis Lang...........................

IV. La ciencia

El psicoanálisis y la cienciaOctave Mannoni...............................................................

Discusión: Pierre-Paul Lacas, Patrick Guyomard,Léon Chertok y Octave Mannoni.......................

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Presentación Maud Mannoni

Este volumen se inicia con un texto inhallable, publicado en Estados Unidos en 1956.* Por:razones que Granoff nos expone, eltexto original nunca se publicó en francés. No sin:humor y con

cierta ironía, él mismo ubica este trabajo en el contexto de crisis vi vido por el psicoanálisis en Francia alrededor de 1954. Esta crisis,que puede ser referida a un vacío en el plano de la elaboración conceptual, no se limitaba a Francia indudablemente, pero se debe aLacan el haber intentado entonces romper con la ignorancia domi-nante planteando los verdaderos problemas.

En esta época, j>or una preocupación de método le pareció necesario tomar distancia respecto de un enfoque conductista y neuro-logizante. Consideró importante plantear primero algunos puntoscardinales, así como efectuar la distinción entre lo imaginario, lo simbólico y lo real a fin de dar sostén a la coherencia de un discurso.. Loque le importaba era, en efecto, el problema dé la constitución del su

 jeto, refiriéndola a cierto discurso -ya inscrito. Lo que caracterizaba

al Lacan de esos años era que se dejaba «trabajar» por interrogantes,más que preocuparse por «solucionar» los problemas. Una exigencia ética lo impulsaba, antes que nada, a tratar de mantener abiertaslas preguntas, y no buscaba en absoluto «exponer» claramente unadoctrina. Así pues, ponía generosamente su trabajo (notas de Seminario) a disposición de sus alumnos más cercanos. Granoff fue unode los beneficiados y «produjo» un trabajo, firmado también por

Lacan, elaborado a partir de 1954. Ahora bien, la cuestión del fe -tichismo.fue principalmente abordada por Lacan el 30. de enero y

1. Firmado por Jacques Lacan y Wladimir Granoff en; Perversión, Psycbodyna- mies and Therapy, Nueva York, Random House, 1956.

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el 6 y 27 de febrero de 1957, en su Seminario sobre la relación de objeto y las estructuras freudianas. De ahí el valor que asignamos ala publicación del trabajo preparatorio que se hallará en esta com

pilación. Trabajo que deberá leerse, como sugería Lacan, partiendodel último punto de lo que él expresó cuando el conjunto de los oídos del auditorio le permitió concluir en determinada elaboración. Enefecto, cada texto psicoanalítico debe ser interrogado relacionándolo siempre con lo que fue para el autor el paso de una etapa a la otra. Ahora bien, Lacan dejaba este cuestionamiento a la responsabilidadde sus alumnos. Granoff aporta aquí el testimonio de lo que existió

como «comunidad de trabajo» en una época en que a Lacan le preocupaba más poner una herramienta a disposición de sus allegadosque reivindicar una exclusividad «de autor». Granoff, poco a poco,

 va así de revelamiento en revelamiento.El volumen sigue con una serie de conferencias y debates organi

zados en el seno del C.F.R.P.2Los autores se exponen a la crítica einterrogan al psicoanálisis partiendo de lugares diferentes relativos

al fetiche, el cuerpo, el niño y la ciencia. En cada ocasión, la índolede las discusiones hace surgir nuevos interrogantes, obligando a]conferenciante a avanzar «más allá» de la cuestión planteada.

Marc Augé (antropólogo) muestra con singular fuerza de quemodo el fetiche se rebasa a sí mismo expresando a la vez el ser y U relaciónalo cual prolonga la figura simbólica y abarca dos realida-des: una referida a lo que élrepresenta y la otra a lo que él pone er

relación.Monique David-Ménard sigue la marcha de su paciente y se inte

rroga sobre el aspecto destructivo de cierta relación con el otro. Erefecto, en cada momento la paciente pareceganadora en la fascina

ción que ejerce y a la vez prisionera de este deseo.. La conferenciante nos muestra entonces que de lo que el psicoanálisis puede habla!es del cuerpo erógeno, pero añade, el cuerpo no es únicamente eró geno, de lo contrario el psicoanálisis sería todopoderoso y podría de cir algo acerca de todo. ¿Y si la cura fuera lo que Freud llama en e Proyecto «la experiencia de satisfacción»? Monique David-Ménarcrecuerda que lo que el psicótico no resistees lo que, en el deseo, esu hecho de residuos alucinatorios en relación con el otro. La experien cia de satisfacción es vivida como peligrosa. El objeto del psicoanáfisis es la estructura del deseo, pero lo que está en juego en un análisis, como también dice Monique David-Ménard, es que el sujeto no s limitelTredoblar eVsmtoma.

2. Centre de Formation et de Recherches Psychanalytiques.

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Los encendidos debates que siguen a la conferencia de Jean-LouisLang tratan también sobre la estructura del deseo y de la palabra.Este autor explica de qué modo intentareconocer ,;a través de discur

sos, actitudes y conductas significantes del niño v del medio circundante, las modalidades esenciales del funcionamiento de su aparato psíquico y las posiciones conflictivas que determinan su naturaleza. Este proceder es opuesto al que nos tiene habituados Fran oise Dol-to. A lo lar g ode las discusiones se van desprendiendo dos actitudesdispares del analista en la dirección de la cura, que se aclaran mediante la confrontación" de puntos de vísta contradictorios. Pero

también se hace evidente que sólo con referencia al paciente, en estecaso el niño, interviene el objeto común de los analistas y quedaabierta la posibilidad de hablar con los términos cotidianos.

Octave Mannoni, en El psicoanálisis y la ciencia, demuestra porsu parte que fueron las palabras de la lengua corriente (Gegenwille) utilizadas por Freud las que lo pusieron en el camino de la interpretación. Para él, el psicoanálisis tiene el mismo futuro transcultu-ral que la ciencia, aun cuando no recurra al «nominalismo» de lateoría científica. Llega, con humor, a la conclusión de que la querella que Popper pretendió oponer a Freud era, en el fondo, una querella vienesa...

En cualquier caso, los analistas se benefician al máximo si se de jan enseñar por los escritores o los poetas y si no desdeñan la histo

ria, los mitos y la ciencia. Pues habiéndose alimentado sólo de símismo, el psicoanálisis acabó en la esclerosis y perdió, por un tiempo, los recursos de la invención.

Maud MannoniAgosto de 1985

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El fetichismo

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El fetichismo:lo simbólico, lo imaginario y lo real1

El fetichismo ha conocido un destino singular en los estudios psi-coanlíticos. A comienzos de siglo, en la primera edición de losTres ensayos so

bre una teoría sexual, Freud atribuyó a esta práctica un lugar particular en el estudio de la neurosis y de la perversión.2Este lugar quedódestacado en la segunda edición, al añadir Freud que la distinción -elcontraste- que parecía existir entre el fetichismo y la neurosis, desaparecía no bien se sometía al fetichismo a un examen más profundo.El fetichismo está clasificado sin duda como perversión y la perversiónes a su vez -segúnla conocida fórmula- el negativo de la neurosis.

1. Publicado con el nombre de Jacques Lacan y Wladimír Granoff enPerversión, Psychodynamics and Tberapy, Random House, 1956. «En oportunidad de la primerapublicación de este texto, en 1956, Jacques Lacan aceptó firmarlo a petición del editornorteamericano; él no es el autor.» Jacques-Alain Míller.

Este texto pertenece a una etapa de la historia del psicoanálisis en Francia. Mantener en 1986 este escrito imperfecto y fechado es una manera, para nosotros, de no borrar la historia y de recordar el contexto (transferencia! y político) de una elaboraciónteórica.; Quién es el autor, en lo oue se escribe? En determinado momento de su tra

 yecto, Lacan recordó que si hay a l menos un prejuicio del que el psicoanalista debería ser librado vor el Psicoanálisis: es el de la propiedad intelectual (Ecrits, pág. 395).

Por razones didácticas, hemos reinsertado a pie de página algunas notas explicati vas elaboradas en 1985 por G eróme Taillandier, profesor en la Universidad de París VII. De este modo, los conceptos utilizados en 1954 vuelven a ser situados en su contexto. (Maud Mannoni, enero de 1986.) Los números en paréntesis en este texto remiten a la bibliografía en pág. 26 ss.

 Versión castellana sobre la traducción al francés realizada por Nimede Safouan.

2. Freud dijo que ta neurosis es el negativo de la perversión. Ahora bien, la fórmula no es reversible; en efecto, ella designa en la neurosis la intervención de lanegación,de la represión, de la inhibición, etcétera, mientras que nada semejante se puede afirmar acerca de la perversión, en la cual la renegación no es en ningún caso una negación sino antes bien su anulación.

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Sin embargo, el fetichismo es una forma de perversión donde no e:posible hallar ningún contraste con la neurosis.

Freud mismo recomienda el estudio del fetichismo a todos lo:

que quieran comprender la angustia de castración y el complejo d<Edipo. Tanto para los discípulos del psicoanálisis como para sus detractores, la importancia asignada al complejo de Edipo fue siemprla piedra de toque del conjunto de la relación de cualquier person;respecto del análisis. Así pues, no se escatimaron esfuerzos para llamar la atención so

bre la importancia del fetichismo. ¿Pero cuál fue el resultado? Ei

los años que siguieron inmediatamente a 1910. el tema dio lugarno más de media docena de contribuciones importantes.

Freud volvió a tratar la cuestión dos veces con once años de intervalo. v en cada una de ellas de una manera singular (10,11). Leyendo suartículos se tiene la impresión de que el propio Freud se preguntaba ¡los lectores iban a entender realmente de qué estaba hablando (11 Al respecto, hay que recordar que uno de los fragmentos incon

clusos de los trabajos de Freud trata sobre el fetichismo. Puestque, durante toda su vida, fue él quien dirigió el curso del desarrelio dél análisis, no hay ninguna petulancia en considerar este artículo como una presciencia de la dirección que el pensamiento psieoínalítico iba a adoptar inevitablemente después de la guerra.

Nos referimos al estudio del ego. En efecto, en los estudios pscoanalíticos de los últimos diez años - aunque difieran según las tr;diciones variadas, las inclinaciones, las preferencias, los estilos y h escuelas psicoanalíticas en cada país-, el estudio del ego es positiv;mente laprincipal preocupación (6. 24).

Durante el mismo período, reaparecían los trabajos sobre el fetchismo. Pues como Freud había señalado, el estudio del fetichismes y sigue siendo el más esclarecedor para todo aquel que des<concentrarse en la dinámica del Edipo a fin de comprender píen;mente qué es el ego.J

Para despejar nuestras ideas, así como para indicar la principorientación de nuestra exposición, debemos recordar ante todo qiel psicoanálisis, que nos permite una visión del psiquísmo infanmás profuñHiTque ninguna otra ciencia, fue descubierto por Freímediante la observación de los adultos; para ser más precisos, m

diante su escucha, es decir la de sus discursos. En efecto, el psiconálisis es"una talking cure.

3. Se abre aquí la verdadera cuestión tratada en este texto. Este versará sobre la ■tructura y el alcance del Edipo, y no sobre el yo. G.T.

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 A primera vista, recordar verdades tan ampliamente aceptadas podría parecer descortés pero, bien pensado, no lo es. Es simplementeun llamado de atención sobre un punto metodológico esencial.

Pues, salvo que reneguemos de lo que constituye la propia esenciadel psicoanálisis, debemos servirnos del lenguaje como guía mediante el estudio de lo que se ha dado en llamar estructuras preverbales.4

Freud nos enseñó y demostró que los síntomas hablan en palabras, que, como los sueños, se construyen en frases.

En su artículo de 1927, Freud nos introduce en el estudio del feticheindicando que debe ser descifrado. Y descifrado como un síntoma o

un mensaje (10). Hasta nos dice en qué lengua hay que descifrarlo.Esta manera de presentar el problema no carece de significación. Desde el inicio, este enfoque plantea el problema en el terreno de la búsqueda del sentido en el lenguaje, antes que en el de vagas analogías visuales (como, por ejemplo, las formas huecas que recuerdan la vagina,el vello pubiano, etcétera) DeGlanz aufder Nase al pene de la mujer,pasando porGlance on tbe Nose, el paso es estrictamente incompren

sible si no nos atenemos a la senda indicada por Freud. En la entradade esta senda puede leerse este letrero: «¿Qué sentido tiene eso?»5

El problema no es de afectos suprimidos [reprimés]; en sí mismo,el afecto no nos dice nada. El problema atañe a la denegación de unaidea. Con esta denegación, nos hallamos en el terreno de la signifi-cación. Unico campo donde la palabra clave, «desplazamiento», tieneuña significación. Se trata de un espacio fundamental de la realidadhumana, el terreno de lo imaginario flO).6 Aquí es donde el pequeño Harry toma posiciones, desde el ins

tante en que su famoso visitante entra, cortando las manos de losniños, para que no se rasquen la nariz, o dando a devorar este apéndice a las orugas (22).

4. La genial inversión operada es ésta: si el método analítico está fundado en la palabra es porque el lenguaje da su condición al inconsciente. G.T.

5. Así pues, de entrada Freud habría planteado el problema en el terreno de labúsqueda del sentido textual antes que en vagas analogías con el campo visual. Elproblema de fondo no es el de afectos que habrían sido suprimidos y que tomaríanuna senda desviada; es el de ladenegaáón de una idea, la cual nos sitúa en el ámbitodel sentido; por lo tanto, en el del desplazamiento, término clave para introducirnosen unaregión fundamental de la realidad humana: el reino de lo imaginario. G.T.

6. Ahora se tratará de la estructura y del lugar de lo imaginario en la constitucióndel fetichismo. Inversamente, el hecho del fetichismo aportará una nueva luz, diferente pero complementaria de la de lafobia, al juego de las categorías fundamentalesdel ser. A semejanza del caso de Juanito, tratado en el Seminario 1956-1957, Harrysuministrará el soporte para una revisión de las categorías de ia clínica, así como las

l bases de los elementos de la práctica analítica. G.T.

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Es así como Freud clasifica este comportamiento cuando al examinar las «transformaciones durante la pubertad» en los Tres ensa

yos, nos dice que el objeto toma el aspecto de una criatura de la ima-ginación. Habla de un metabolismo de las imágenes al explicar elretorno de las características patológicas bajo la influencia de unamor desafortunado, por el retorno de la libido sobre la imagen dela persona amada en la infancia.

Este es el sentido profundo de la observación sobre la contribución psíquica a las perversiones. Cuanto más rechazante es la per

 versión, más claramente se revela esa participación. Poco importa lo horrible que sea el resultado. Siempre se puede encontrar un ele

mento de actividad psicológica que corresponda a la idealización de la tendencia sexual

 Así pues, ¿en qué punto de esta línea se produce la ruptura? ¿Quésucede en el momento en que -cesando de imaginar, hablar o dibu

 jar- Harry, sin saber por qué, se corta un mechón del cabello? ¿Quésucede en el momento en que, sin explicación, escapa gritando para

no ver a su amigo inválido? A primera vista, diríamos que él ya no sabe lo que hace. Estamosahora'en una dimensión donde el sentido parece haberse perdido,una dimensión donde al parecer se hallaría la perversión fetichista,la afición a las narices que brillan. Y si no hubiera elaboración sobrela nariz o el mechón cortado, esto sería tan imposible de analizaicomo una verdadera fijación perversa. En efecto, si estrictamentf

hablando una pantufla fuera el desplazamiento del órgano femenino, y no existieran otros elementos para elaborar los datos primeros, nos encontraríamos ante una perversión primitiva, totalmenufuera del alcance del análisis (10).

De ello resulta que lo imaginario no representa, en ningún senti-do, la totalidad de lo que puede ser analizado.7La observación clí

7. Lo que está al alcance del análisis debe ser situado en un registro diferente ai demetabolismo de las imágenes. Se reconocen aquí principios que serán nuevament'examinados en el Seminario 1956-1957 en relación con Juanito. Las mutaciones imaginarias mediante las cuates Juanito intenta precaverse del riesgo de ser devorado pouna madre demasiado impulsiva y que rehúsa significarle la castración, evidentemente no bastan para constituir a un sujeto; a Juanito lesera necesaria la crisis de su fobipara introducir el elemento de angustia que haga de tercero entre su madre y él. Eiotro registro, el de laperversión, lo mismo sucede con Harry. Puesto ante las exigen

cias de la castración, éste, a diferencia de Juanito, opta por ¿1 grito y lafuga. Tambié;para él hay una ruptura, pero ésta lo mueve arenunciar al intento de hacerse enten de r: Harry toma la senda del recha2o del registro del símbolo y déla pérdida de la sig nificación; la estratificación de este rechazo en el fetiche está en lo sucesivo al aleance de la mano. G.T.

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nica de Harry podría ayudarnos efectivamente a resolver la cuestión que hemos planteado. Pues es el único momento en que elcomportamiento de Harry muestra lo que laclínica psiquiátrica lla

ma reticencia, oposición, mutismo. Harry ya no intenta expresarseen palabras; grita. Ha renunciado así doblemente a la tentativa dehacerse entender por los demás. Y es aquí donde se encuentra la ruptura.¿Cuál es el registro donde, por un momento, este niño se niega a

situarse? Diríamos, con E. Jones, el registro del símbolo, un registro esencial a la realidad humana (9).

Si Harry ya no se hace entender por los demás, al mismo tiempose ha hecho incomprensible para ellos. Esta puede parecer una observación harto trivial, pero sólo lo es si olvidamos que, cuando decimos: «Usted es mi mujer» también estamos diciendo: «Yo soy sumarido», Y así ya no somos iguales a lo que éramos antes de deciresas palabras. El discurso es una cosa sutil, por supuesto; pero eneste caso, es un foñ. Y en este don, el análisis halla su razón de ser

 y su eficiencia (20). Y si consideramos las primeras palabras de la especie humana,

observamos que el santo y seña, por ejemplo, tiene la función -encuanto signo de reconocimiento- de salvar de la muerte al que lopronuncia (21).

La palabra es un don del lenguaje y el lenglaje no es inmaterial. Esmateria sutil pero materia al fin. Puede fecundar a la mujer histérica, puede figurar el chorro de orina o el excremento retenido (6).Las palabras pueden sufrir también heridas simbólicas. Nos viene ala menoría la Wespe con una W castrada,'cuando el Hombre de loslobos se percató del castigo simbólico que le había infligido Grous-cha (13).

El lenguaje es, por lo tanto, la actividad simbólica por excelencia:todas las teorías del lenguaje basadas en una contusión entre la pa-labra y su referente, descuidan esta dimensión esencial. ¿AcasoHumpty no recuerda a Alicia que él es amo de la palabra si no lo esde su referente?

Lo imaginario sólo es descifrable si está puesto en símbolos.8La conducta de Harry en ese momento no lo está. ¿í mismo está

8. Esta posición del símbolo permite articular el lugar de lo imaginario en el análisis. Lo imaginario sólo es descifrable si se transforma en símbolo. Ahora bien, elcomportamiento de Harry, enteramente captado como está por la imagen, toma la imagen po r la realidad. Esta captación imaginaria (de y por la imagen) ofrece el constituyente esencial de la «realidad» en la medida en que ésta se reduce alinstinto. Aquíencuentra una de sus raíces esta célebre fórmula: la realidad es el fantasma. G.T.

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captado por la imagen. Harry no imagina el símbolo, sino que da larealidad a la imagen. Esta captación imaginaria (captación de y por  la imagen) es lo que constituye fundamentalmente a toda «reali

dad» imaginaria, hasta el extremo de hacernos considerarla comoinstintiva. De este modo, los mismos colores cautivan al macho y ala hembra del picón y los empujan a la danza nupcial.

En análisis reconocemos haber tocado la resistencia cuando el paciente se coloca él mismo en una posición narcisista. Y lo que la experiencia del análisis prueba (y encuentra) es precisamente que, enlugar de dar una realidad al símbolo, el paciente intenta constituir

hic et nunc, en la experiencia del tratamiento, ese punto imaginariode referencia que nosotros llamamos «hacer entrar el análisis en su

 juego» (20). En el caso del hombre de las ratas, se observa en su tentativa de crear, hic et nunc con Freud, esta relación sadicoanal imaginaria. Freud observa que ello se traiciona y se revela en el rostrodel paciente y lo designa como «horror de un placer ignorado» (12).

En análisis nos movemos precisamente en estas esferas. Pero, ¿es

tamos en el mismo dominio cuando en la vida cotidiana encontramos a nuestro semejante y le hacemos objeto de juicios psicológicos? ¿Estamos en la misma esfera cuando decimos que Fulano tieneuna fuerte personalidad? Seguramente que no. Freud no habla dentro del registro del análisis cuando alude a las «personalidades» delhombre de las ratas. No es en este nivel donde hallamos esa suertede posibilidad de apreciación directa y de evaluación que nos permite establecer una relación determinada con una persona.

Debemos admitir que en la experiencia analítica ese juicio directo de la persona tiene escasa importancia. No es la relación realla que constituye el campo propio del análisis. Y si en el transcurso del análisis el paciente introduce el fantasma de felación delanalista, no intentaremos, pese al carácter incorporante de este

fantasma, acordarlo al ciclo arcaico de la biografía del pacienteatribuyéndolo, por ejemplo, a una subalimentación durante la infancia. Probablemente esta idea ni se nos ocurriría. Diríamos másbien que el paciente es presa de un fantasma. Esto puede representar una fijación a un estadio oral primitivo de la sexualidad, perono nos incitaría a decir que eí paciente es un felador constitucio-nal. El elemento imaginario posee únicamente un valor simbólico,

lo que debe ser juzgado y comprendido a la luz del momento particular del análisis en que se produce. Este fantasma es creado paraexpresarse, para ser hablado, a fin de simbolizar algo que en otromomento del diálogo podría tener un sentido completamentediferente.

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 Ya no nos asombra que un hombre eyacule a la vista de un zapato (1), de un corsé, de un impermeable (6); sin embargo, nos sorprendería realmente que uno de estos objetos pudiera aplacar el

hambre de un individuo, por apremiante ue fuese. Si los trastornos neuróticos son reversibles es simplemente porque la economíade las satisfacciones que implican está menos ligada a ritmos orgánicos fijos - aunque pueda gobernar sobre algunos de ellos-.

Fácil es comprobar que sólo en el terreno de la sexualidad sepuede hallar una satisfacción imaginaría de este orden. El término«libido» se aplica a un concepto que expresa esa noción de reversi

bilidad e implica la de equivalencia. Es el término dinámico quepermite concebir una transformación en el metabolismo de las |imágenes.

Por consiguiente, cuando hablamos de satisfacción imaginariapensamos en algo infinitamente complejo. En Tres ensayos, Freudexplica que el instinto no es un dato de partida simple, sino queestá compuesto por diversos elementos que en el caso de la per

 versión están disociados (9),9Esta concepción del instinto se ha visto confirmada por la reciente investigación de biólogos que estudian los cielos instintivos, en particular los de la sexualidad v lareproducción.

Fuera de los estudios más o menos imprecisos y poco probatoriosque tratan sobre los relevos neurológicos del ciclo sexual -casualmente, el punto más débil de estos estudios-, se demostró que, en

los animales, estos ciclos están sujetos a desplazamientos. Los biólo-gos no han podido encontrar otra palabra quedesplazamiento paradesignar el factor sexual de los síntomas observados.

En el animal,10se puede provocar el ciclo de los comportamien-tos sexuales por cierto número de disparadores. Y cierto número dedesplazamientos pueden producirce en el interior de este ciclo Losestudios de Lorenz muestran la función de la imagen en el ciclo dela nutrición. En el hombre también es principalmente en el plano'

9. Este tema reaparecerá en la noción ulterior demontaje pulsional. G.T.10. La noción demontaje pulsional se desvió Hacia lo que constituye uno de los

más fascinantes problemas de los primeros enfoques lacanianos: la referencia de laetología en la explicación de la existencia humana. Aquí se saca la conclusión de queel ciclo del comportamiento sexual está sujeto a desplazamiento. Este término, toma-do déla etología, es empero de referencia freudiana. La concordancia entre los dospuntos de vista no aparece con claridad. De ahí una definición resultante de lo ima

ginario. G.T.11. Por ejemplo, dos pájaros se eraban en lucha, y de pronto uno de los conten

dientes se pone a alisarse las plumas: un aspecto del comportamiento de alarde interrumpe así el ciclo de combate. G.T.

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sexual donde lo imaginario desempeña un papel y donde se producen los desplazamientos.

Diríamos, pues, que podemos llamar imaginario a este comporta

miento cuando su dirección, y su propio valor de imagen para otrapersona, lo hace desplazarse fuera del ciclo en el cual es satisfechauna necesidad natural.

Los animales son capaces de esbozar, en estos segmentos despla-zados, un comportamiento simbólico, como la wagging dance en ellenguaje"de las abejas. El comportamiento es simbólico cuando unode estos segmentos desplazados cobra un valor socializado. Esto

sirve al grupo como punto de referencia para adoptar un comportamiento colectivo.

Esto es lo que queremos expresar cuando decimos que eUengua- je es un comportamiento simbólico por excelencia.

Si Harrypermanece silencioso es porque no está en condicionesde simbolizar. Entre las relaciones imaginarias y las relaciones simbólicas existe la misma distancia que separa a la angustia de la culpabilidad (11). Y de la misma forma, históricamente, el fetichismo nació sobre la

línea divisoria entre la angustia y la culpabilidad, entre la relacióndual y la relación triangular. Freud no deja de señalarlo cuando recomienda el estudio del feticKlsmo a todo aquel que pudiese dudarde la angustia de castración; en las notas que siguen a Tres ensayos, dice que las perversiones son el residuo del desarrollo hacia el complejo de Edipo. Pues es aquí donde los elementos variados que integran el instinto pueden disociarse (9).

La angustia, como sabemos, siempre está asociada a una pérdida-es decir, a una transformación del ego-, a una relación dual a punto de desvanecerse para ser reemplazada por algo distinto, algo queel paciente no puede afrontar sin vértigo. Este es el campo y la na

turaleza de la angustia.Tan pronto como una tercera persona se introduce en la relaciónnarcisística surge la posibilidad de una verdadera mediación por intermedio del personaje trascendente, es decir de alguien a través delcual el propio deseo del sujeto y su cumplimiento pueden ser simbólicamente realizados. En ese momento aparece otro registro, elde la ley; en otras palabras, el de la culpabilidad.

Toda la historia clínica del caso de Harry gira alrededor de estepunto. El miedo a la castración ¿lo precipitará en'la'angustiá? ¿O éstaserá afrontada y simbolizada como en la dialéctica edípica? ¿O aun elmovimiento se coagulará más bien en ese monumento que el horrorde la castración elevará para sí mismo, como escribe Freud (10)?

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Para subrayar el punto: si lafuerza de lasupresión (del afecto) radica en el interés por el sucesor del falo femenino, la que habráconstruido el monumento será la denegación de su ausencia. El fetiche pasará a ser el vehículo para, a la vez, negar y afirmar la castración.

Esta oscilación constituye la naturaleza misma del momento crítico. Comprender la diferencia de sexos es poner fin al juego, aceptar la relación de tres. De ahí la vacilación de Harry entre la angustia y la culpabilidad. Su vacilación en su elección de objeto, y

asimismo posteriormente, en su identificación (22).Harry acaricia los zapatos de su madre y de Sandor Lorand. Es suoscilación en el tratamiento a infligir; acariciar o cortar. La búsqueda de un compromiso entre sus deseos y su culpabilidad confiereun pene a su madre. Pues él la ha explorado y sabe que ella no lo tiene (3, 4, 23). Precisamente porque esta evidencia se le impone contanta fuerza, en sus dibujos los penes se hacen más largos y más

marcados. Según Sandor Lorand. denegar la vagina es necesariopara la conservación del feliz triángulo. Feliz, sí, pero como Lorandadmitiría probablemente, no verdadero. El verdadero triángulo significa conflicto. Y aquí es donde Harry tropieza.12

Cada situación analizable -es decir, simbólicamente interpreta-ble- se inserta siempre en una relación de tres (5). Por consiguiente,Freud tiene razón cuando asigna al fetichismo ese lugar particular en

12. Volvamos al problema de fondo de la articulación de los registros imaginario y simbólico y de su lugar en la práctica. Estos registros son situados respectivamentecomo los de laangustia y la culpabilidad, y elfetichismo es situado en la línea divisoria entre las dos, entre relación dual e introducción de unatercera persona.

Como podemos recordar, en esto se centra todo el debate de Juanito con su madre: introducir a un tercero (en el caso, el miedo a los caballos) en el lugar  del padre,

demasiado gentil respecto de la demanda de castración de Juanito, incapaz de sustraer a éste a la seducción materna.En cuanto a Harry, el nido perverso, ¿el temor de ía castración (simbólica), será

afrontado y simbolizado en la dialéctica edípica o, por el contrario, lo precipitará enlaangustia (caso de Juanito)? ¿O bien, como escribe Freud, el proceso se coagulará, se congelará de manera permanente en ese memorial que el horror de la castración elevará para sí mismo ?

Esta es, al parecer, la salida de Harry, y el fetiche pasará a ser el vehículo tanto dela renegación de la castración como de su afirmación. De ahí esta espléndida definición de fetiche: si la fuerza de la supresión del afecto se encuentra en el interés por el sucesor del falo femenino, es la denegación de su ausencia la que habrá construido ese memorial. Y esta oscilación entre los dos términos constituye la naturaleza misma deeste momento critico. Harry oscila, vacila, en el tratamiento a infligir: acariciar  loszapatos de su madre ocortar. Harry vacila en su elección de objeto y, después, en suidentificación. G.T.

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sus especulaciones. Lo hemos visto en la estructura del discurso, quees mediación entre los individuos en la realización iibidinal.

Lo que se muestra en análisis es afirmado por la doctrina y de

mostrado por la experiencia: que no se puede interpretar más quepor mediación de la realización edípica (6). Así aparece la inutilidadae explicar el horror de los órganos genitales de la mujer por unoscuantos recuerdos visuales que datan del doloroso paso a través delcanal del nacimiento.

Pues es la realidad en su aspecto accidental la que detiene la mirada del niño justo antes de que sea demasiado tarde. Indudablemen

te, no habría razón para que el niño creyera la amenaza de su niñera si no hubiese visto la vulva de su amiguita (11). Como tampocotiene razón para aceptar la ausencia del pene materno, sobre tododespués de haber valorizado el suyo narcisísticamente y de ver al desu padre más grande todavía, si no es consciente del peligro de perderlo (22).

Esto significa que todas las relaciones de dos están marcadas con

el sello de lo imaginario. Pues para que una relación asuma su valorsimbólico, es precisa la mediación de una tercera persona que procure el elemento trascendente a través del cual la relación del sujetocon un objeto puede ser mantenida a una determinada distancia(5»19).

Si hemos atribuido tanta importancia al caso del pequeño Harryes porque sentimos que este caso de fetichismo es sumamente es-clarecedor. Este caso articula de forma singularmente llamativa esostres campos de la realidad humana que hemos llamado lo simbólico, lo imaginario y lo real.

Por nuestra parte, encontramos aquí un argumento más para justificar el lugar particular, como ya hemos dicho, que Freud confiere al estudio del fetichismo.13

Referencias

A b r a h a m , Karl

1. «Remarks on the Psychoanalysis of a Case of Foot and Corset Fetis-hism» (1910), Selected Papers, Londres, 1927.

2. «Mental After-Effects Produced in a Nine-Year-Old.»3. «An Infantile Theory of the Origin of Female Sex» (1923), Selected Pa

 pen, Londres, 1927.

13. Agradecemos al señor y la señora Stanley Cleveland su ayuda en la redaccióndel texto inglés.

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19. «Le SymboJique, llmaginaire et le Réel» (Conference Report, 1953).[Trad. castellana en: Escritos, México, Siglo XXI, 1971.]

20. «Fonction et champ de la parole et du langage en psychanalyse» (Conference, Istituto di Psychologia della Universita di Roma, 1953).[Trad. castellana en: Escritos, México, Siglo XXI, 1971.]

L é v i-St r a u s s , Claude

21.  Les Stmctures élémentaires de ¡aparenté, París, 1947. [Trad. castellana: Las estructuras elementales del parentesco, Buenos Aires, Paidós.]

L o r a n d , Sandor

22. «Fetishism in Statu Nascendi»,  International Journal o f Psychoanaly- sis, vol. XI, 1930.

M a c  B r u n s w i c k , Ruth

23. «A note on the Childish Theory of Coitus a Tergo»,  International 

 Journal o f Psycboanalysis, vol. X, 1929.

P a y n e , Sylvia24. «Some observations on the Ego Development of the Fetishist»,  Inter

national Journal o f Psycboanalysis, vol. xx, 1939.

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De un fetiche en forma de artículoWladimir Granoff 

En todo pasado hay una parte que es agua estancada. De cuando encuando, extraños objetos ascienden desde el fondo, después de des

hacerse la red o de soltarse las mallas, tejidas por las estructuras cuyacoherencia las mantenía en el fondo. Muerto Lacan, deshecha la escuela que él llamó suya, nada vela más por esa disciplina particular delas corrientes de pensamiento y de los grupos consagrados a su progreso, disciplina que organiza una temporalidad en la que reina unaparte de falsa apariencia y de artificio para que el curso del tiempo,con sus acontecimientos, se enrole más fajcílmente al servicio déla

causa, "cfíT su fortuna, de su supervivencia. Un tiempo donde el pasado está en un pasado sobre el que no se vuelve salvo para advertircuánto ha quedado atrás, donde existen reservas y cercados cuya entrada está prohibida, donde se encuentran también elementos que sehan hecho «no sucedidos». Luego, en un tiempo re-abierto a una circulación no controlada, el paso libera, chocándolos, vestigios.

En poco tiempo, ya son tres veces que se me reclama respecto de

este artículo sepultado desde hace tres lustros en la edición psicoa-nalítica anglosajona. Los jóvenes, dice Maud Mannoni, que llegadoel caso dan con él en una bibliografía, piden que vuelva a la luz deldía. ¿Puedo acaso no acceder a semejante demanda? Aunque por mi parte este artículo formará parte de ese lote cuya

suerte me complacía. Y su funcionamiento subterráneo. Oculto enla lengua extranjera de un trabajo inhallable o en el ejemplar rarísimo de una revista desaparecida.

Los grandes hombres o las grandes causas no son los únicos enbeneficiarse con que uno no vaya a escrutar demasiado cerca ciertos rincones de su pasado. Resulté así titular, poseedor, de un bienpoco común.

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Un artículo sobre el fetichismo, que data de los comienzos de laparte esotérica de la trayectoria lacaniana y, rasgo esencial, escritocon Lacan. Escrito y firmado con él.1

Que Lacan haya llegado a participar en un escrito colectivo de tenor psiquiátrico es algo que no deja apenas huella ni marca el recuerdo. ¡Pero haber escrito entre dos y además sobre la ilustre tríada, lastres instancias mayores del renuevo, lo simbólico, lo imaginario y loreal, no es un suceso sin precedente ni consecuencia! Un suceso quees legítimo querer re-visitar, como dicen los anglosajones. Un sucesoque también legítimamente requiere ciertos esclarecimientos. ¡Y so

bre todo después de la lectura del artículo en cuestión! Es decir, después de haberse percatado de la calidad de este trabajo. Antes incluso que calificarla de mala, en lo que casi no habría exageración,tampoco sería apropiado declararla extraña. Y muy poco conformecon las exigencias de Lacan en lo referente al escrito, por oscilantesque hayan podido ser a lo largo de su existencia.

La génesis de este trabajo llevaba en germen las virtualidades de

un «gag». Debió no haber tenido lugar para mi escasa inclinaciónpor las bromas de dudoso gusto. Pues en verdad, este artículo yahabría debido publicarse a instancias de un grupo sumamente apre-ciable salido de lo que llaman el feudo lacaniano. Pero es suficientecon que al responsable de la publicación proyectada, le revele yo unhecho que soy el único que puede atestiguar de una forma que hagade él otra cosa que un alegato, para que ese mismo texto pase delrango de «scoop» que habría podido alcanzar, al de desecho. Pasocuya radicalidad y todo lo que pone en juego proporcionan una enseñanza cuya meditación no es superflua a quienquiera se preste areflexionar sobre la relación de un texto con su lector...

1953, primera escisión, visita del primer comité que la I.P. A .en vía con el pretexto de informarse en el terreno sobre las agitacio

nes francesas; en el otoño, Lacan comienza su enseñanza en Sainte- Anne e inmediatamente se abreñías hostilidades en el frente de lateoría y de la práctica, puesto que asimismo es con el argumentode la práctica como Lacan es objeto de un voto de desconfianzaque lo hará unirse a la escuadra restringida de los colegas que quebrantaron el destierro en junio de 1953. A las acusaciones que sele dirigen la réplica de Lacan será severa. Será acogida con favor e in

terés por mi generación de analistas recién salidos del Instituto dela calle Saint-Jacques. Con interés y con placer, el hecho debe serconsignado.

1. Véase en el anexo, carta de Michael Balint.

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Nuestra juventud conservaba intacta su aptitud para recrearseante el espectáculo de Pandora rociado por Guiñol. Bajo mi pluma,hoy, no hay ninguna condescendencia hacia esta imagen, sino nos

talgia no disfrazada. A las acusaciones relativas a su práctica, cuyasconsecuencias y alcance no estaba en nuestras posibilidades evaluar,práctica de la que además éramos muchos los que nada sabíamos yde la que los que sabían más, por tener su diván en la calle de Lille,no hablaban o hablaban poco (pero todos conocíamos lo detestabledel procedimiento del que esas acusaciones eran vehículo y el climairrespirable instalado por los dirigentes de la calle Saint-Jacques),

Lacan respondía con un voleo de marco. Nuestros maestros técnicos del Instituto, nuestros analistas de control, le habían tendido,hay que decirlo, por nuestro intermedio las varas de las que él iba aservirse implacablemente. Y en el otoño de 1954, las tres piezasprincipales de la nueva artillería estaban listas para entrar en funciones. Las tres instancias de R.S.I.2que, en esa época, era más bienun S.I.R.3Su reconsideración a veinticinco años de distancia en laúltima parte de su recorrido, tras la instalación de un pesado aparato teórico, rígido ahora por el uso que de él se hacía, fue una reconsideración de débil alcance (tal es al menos mi opinión) y que nodebería entorpecer la visión de las consecuencias, júbilo incluido, desu impacto primero.

Un día le tocará al historiador la tarea de decir por qué la ense

ñanza de Lacan, en esa etapa introductoria especialmente, fue recibida con tamaño entusiasmo. No cabe duda de que, por una parte, nolo explica por una fortuna en la coyuntura del lado de la calidad delos primeros epígonos. Sostener lo contrario sería aspirar a una modestia peor que el más loco de los orgullos. Lo cual no impide quecrea yo sin embargo que lo esencial estaba en otra parte. Del lado dela alegría de la revancha. Es una observación trivial que los resulta

dos escolares, la afición al estudio se recomponen en esos alumnosque poco antes llamaban malos, después de que un personaje fuertemente investido por la transferencia condenara a maestros, manuales y materias enseñadas. De entrada, Lacan nos dice que se nos enseñaban tonterías y que quienes nos las enseñaban eran unos asnos.Todavía creo que no se equivocaba.

En la partida iniciada, estábamos impacientes por subir a la red.

Para la inteligencia de lo que sigue, hay que apresurarse a precisarque nuestro efectivo alcanzaba justo a los cincuenta (igual en el otro

2.  Real, Simbólico, Imaginario.3. Simbólico, Imaginario, Real.

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bando) y que en la época en que los movimientos de tropas ponenen juego «miles», las operaciones equivalentes, pero en los tiemposde que les hablo, tendrían todo el aspecto (hoy en día) de operacio

nes de comando. Y he aquí, pues, que en el otoño de 1954, Michael Balint llega aParís y recibiéndonos en casa de su hermana, la señora Dormandí,nos señala que un «Panel» sobre las perversiones va a ser editadopor su iniciativa y la de Sandor Lorand, el gran húngaro de la otraorilla del Atlántico. Dice también que nuestra participación seríano sólo bienvenida, sino además oportuna para la defensa y el pro

greso de nuestra causa. Desean nuestro bien. Pues desde Ferenczi,los húngaros quedaron en situación un tanto delicada con el Polit-büró, es decir con el Ejecutivo Central. Entonces, ¿quién de nosotros va a participar?

La ache desiste, el tema de la obra colectiva lo deja sin inspira-ción. Lacan está absorbido por otras tareas. Después de mi tesis demedicina sobre el fetichismo, justamente, y de algunas prestacionesmenores, arrastro como un cacharro esa reciente notoriedad de experto, por lo que respecta a nuestra sociedad, en asuntos de perversión. Experto de segundo rango, por supuesto, por razones másque evidentes, pero igualmente por las que eran particulares denuestro grupo. Esto es, que todo debía ser repasado a la luz de lastres instancias nuevas en nuestra teoría. Y muy especialmente loque podía tener que ver con la relación de objeto, de la que el fetichismo, donde mi competencia debía ser indiscutible, podía representar un tipo de organización de gran interés. Acepto con prontitud. Halagado sin duda, pero no paralizado

por el asombro. Tomar las cosas así, en cierto modo sobre la marcha, no era signo de una hinchazón del yo, sino cabalmente lamarca de un momento. Tropa sitiada (¡y con qué ferocidad!), so

metida a un bloqueo, no podíamos sobrevivir más que permaneciendo sin aflojar embarcados en una ofensiva en todas direcciones y sin dejar por ello de edificar una fortaleza cuyo devenir muchodespués reflejó la fatalidad que pesa sobre el destino de esta clase deedificios. Para terminar, presidio...

Para ser mantenida, la ofensiva exige la totalidad de los brazos ysaca partido de todas las avudas. Gracias a la amistad de Henri Ey,

capitán del departamento «Psiquiatría» de la Enciclopedia medico-quirúrgica, la puesta al día de la cuestión «Relaciones de objeto» enéf capítulo «Psicoanálisis» se vio confiada a mí por indicación deLacan. Y yo me disponía a utilizar los mismos elementos en un tra-Eajo clínico destinado a nuestra nueva revista, para crear proble

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mas, al menos lo creía, a los maestros y monitores cuya decadenciaproclamábamos y celebrábamos. ¡Y he aquí que los grandes húngaros por origen o filiación, siempre un poco sospechosos claro está,

Grünberger único húngaro-francés en funciones, en esa época, embarcado en el lote, con W. Gillespie, ex presidente de la sociedadbritánica y alto dignatario de la I.P.A., presente en el sumario cuyarespetabilidad internacional está en cierto modo garantizada, nosabren sus páginas con las máximas seguridades para nuestra libertad de expresión! Cumplieron su palabra. Pero observen ustedes labibliografía para poner este contexto en perspectiva. El trabajo de

referencia -el artículo de Freud sobre el fetichismo- era prácticamente confidencial. De traducción francesa no había ni vestigios, yla que yo había hecho (seguramente espantosa) estaba escondida enforma de copia dactilografiada en la biblioteca de la Facultad de.Medicina. (¡Una suerte, probablemente!) La traducción inglesa (ypor entonces los analistas no eran aún poliglotos, en absoluto): enunos pocos ejemplares bastante raros de los CollectedPapers y en un

 viejísimo número del International Journal, Los que tenían una colección al día debían de contarse con los dedos de las dos y quizá deuna sola mano. Lacan, por supuesto, estaba entre ellos. Puso suejemplar a mi disposición. En cuanto al volumen XXI de laStan

dard (1927-1931) no apareció hasta 1961. En cuanto a los Gesam- melte Werke, nadie a mi alrededor le había visto el color. Sólo Lacan(otra vez) se mostraba con volúmenes alemanes en la mano. La pri

mera edición de 1948 del volumen XIV no había llegado a Francia,la de 1950 menos. El control de cambios entonces en vigor complicaba también los intercambios internacionales. Por último, nadie (ocasi) practicaba el alemán. En cuanto al otro artículo donde el trabajo a desarrollar va a tomar sus materiales, es un-texto bastantesensacional de Sandor Lorand, quien me dio la referencia. «Feti-shism in Statu Nascendi», International Journal o f Psichoanalysis, 

tomo XI, 1930. Y Lacan, claro está, puso a mi disposición el número de dicha revista.

La ocasión se declaró pues digna de aprovecharse a los ojos de todos, a fin de mezclarnos con aquellos de cuya compañía se pretendía excluirnos, de participar en una publicación a nuestros ojosprestigiosa (lo eran todas o casi, había tan pocas...), de lanzarse sobre la blanda panza del adversario: su teoría.

Pues en tal indigencia de fuentes freudianas y de publicaciones,¿qué estaBa en Francia en el candelero del lado «reconocido», dellado Saint-Jacques? En lo que respecta a la teoría, se entiende, puesen lo que respecta a la técnica la cosa se hallaba bajo el gobierno

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personal del director del Instituto, S. Nacht, quien dispensaba enigmáticamente la enseñanza con Habilidades manuales incomunicables y sin duda intransmisibles... Los pocos volúmenes publicado:

en la colección verde, la oficial, la respetable, la colección del Instituto británico que unos escasos lectores ávidos habían encontradoaportaban novedades al movimiento francés, casi idéntico a lo quiera antes de la guerra. Eran unas pocas revelaciones. Con la obra di

 Abraham, algunos de nuestros mayores nos invitaban a aventurarnos en las zonas llamadas de lo pregenital (prometido a un futur<que aún nadie sospechaba) y la obra de Fenichel aportaba a quiei

pudiera creerse con responsabilidades pedagógicas, el modelo cómodo y digno de confianza de una enseñanza conveniente para uiInstituto moderno.

Lo que en tales condiciones pudieron ser nuestros controle(pues no olvidemos, fuera de los analistas entonces llamados didactas y de los controles, hasta que se abrió el Instituto no tuvimoninguna enseñanza), es bastante fácil de imaginar. Pues en el fond'no era tan diferente de lo que puede encontrarse en nuestros día*en el sentido de que esa práctica y la situación global que ella instaura constituyen en el conjunto de lo que es el psicoanálisis unzona cuya problematización es particularmente crítica y donde soyen, desde los orígenes, las manifestaciones más convencidasmenos convincentes. Pero en nuestros días, las formas revestidapor la cuestión han cambiado tanto -debido al fantástico incremento de los efectivos, al número de sociedades, círculos, clubes, cenáculos etc., de congresos, coloquios, simposios sobre el tema- qufinalmente la situación se tornó irreconocible a causa del cambio dsus elementos en juego. Dejando de lado los islotes de un conservadurismo donde las exigencias curriculares guardan marcadas sem<

 janzas con el estilo Saint-Jacques de los verdes años, podemos dec:

que, en nuestros días, de un analista de control se espera lo que <puede dar, lo que se le supone y cada vez más frecuentemente ayida frente a una dificultad. La fórmula que en nuestros días enunc;parecido proyecto es reveladora. «Yo trabajaría gustoso con Fulano Fulana.» ¡Pero en esa época!

Se trataba nada menos que de aprender a psicoanalizar, aprend<el psicoanálisis, el único, el verdadero. Sigo pensando que psico;

nálisis no hay en verdad más que uno, pero sigo creyendo iguamente que ciertamente no «se aprende» de esa manera.Sin embargo, la fuerza de esta ilusión fue tan grande que marc

sutilmente incluso a los mejores espíritus. Traigo como prueba urpasmosa demanda que me fue dirigida, al otro día de la afiliación c

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la Asociación psicoanalítica de Francia a la I. P. A., en otoño de1965, por unos estimados colegas que después fueron decanos y faros de este grupo y que me dijeron y en estos términos: «Danos un

seminario de generación. Se nos ha enseñado mucho de teoría y nos icreemos bastante duchos al respecto. Pero no se nos enseñó a psi-coanalizar. Enséñanos». La demanda se basaba en un único motivo.Quienes me la dirigían venían del diván de Lacan y toda su forma-ción, controles incluidos, se había desarrollado en los tiempos quesucedieron a la escisión de 1953. Y, en esta cohorte, yo era el únicocuya formación había sido enteramente «Saint-Jacqu es». Paradóji

camente, el peso de Lacan en el establecimiento de una certeza relativa a una única teoría, la suya, transfiriéndose a la práctica, aumentaba el peso de una certeza que existía ya en el Instituto (que estoscolegas nunca habían frecuentado) lo bastante para contaminar elclima en forma duradera: para psicoanalizar no había más que unasola y buena técnica. Y, en elespíritu de estos colegas, yo era el único que podía atestiguarlo.

¿Y qué se nos enseñaba y quién nos lo enseñaba en esos años deposguerra? Laforgue en exilio voluntario, Hesnard acantonado enel Mediodía y fuerade iSJacht y de Lacan, astros en ascenso, perocuyo brillo ya hacía retroceder a los tímidos, ¡los analistas de control de la generación de posguerra tenían una antigüedad de... cuatro, cinco o seis años! Y nos enseñaban lo que ellos mismos acababan de aprender. La interpretación estaba en la transferencia o noestaba. «Usted, me.» Unica enmienda a la brutalidad que lo asestaba, el «como si» de la fórmula consagrada, «todo es como si». Y el«tacto» que prefiguraba la «bondad» de aparición más tardía. Perola juventud de nuestros entrenadores había preservado en ellos uncandor, una frescura y, creo, una real curiosidad por los especímenes de la especie humana, junto con la aptitud para sorprenderse

por ellos. No es seguro que podamos valorar fácilmente el deslizamiento que se operó en la mirada del hombre sobre sí mismo encuarenta años o casi...

Sea como fuere, con nuestros analistas de control, cuyo real poder de intimidación sobre nosotros no tenía más razón que su grado en la institución, nos veíamos fácilmente inmersos en lucubraciones de trivial psicología respecto de nuestros pacientes, de las

que un dandismo de inspiración lacaniana iba a cumplir su fin’másfácilmente que las advertencias de Freud.De todo ello hallamos la denuncia, directa e implícita, plausible

mente aportada en el artículo que comento o sin otra justificaciónque la de tener una ocasión para hacerlo. Lo más saliente en este do-

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cumento con pretensión de asolador, es sin embargo, y sin discusión, el surgimiento creo totalmente inexplicable por el texto, sucontexto manifiesto o los trabajos de referencia mayor (Freud y

Lorand), ¡de esa historia de felación y de feladores! Pero en esaépoca, para el públicoal que en verdad se dirigía entonces (en un escrito destinado a otros que no iban a entender ni jota de él) el asunto era claro como agua de roca. Se trataba de Maurice Bouvet. Precozmente desaparecido, este colega, cuya memoria honra la Sociedadde París con el premio Maurice Bouvet, psiquiatra formado como enesa época se hacía, más curioso que otros y favorecido por un cono

cimiento del inglés suficiente para tener acceso a los trabajos publicados en esa lengua, ya mencionados más arriba (y en particular Abra-ham y Fenichel), ascendió en pocos años a los grados que condujerona su habilitación como analista didacta. Su afición por la actividadteórica y el rigor más grande que parece reconocérsele en este ejercicio llaman rápidamente la atención. Especialmente la de Lacan,quien tiene muy en cuenta a un hombre cuyo hermanamiento connuestra causa nos anuncia como inminente.

La esperanza quedó defraudada, y cruelmente, pues si de algúnotro el eventual hermanamiento no habría hecho más que probaruna solidaridad con otros alumnos de Laforgue, el de Bouvet habríarevestido el sentido fuerte de un paso desde ese momento completado de la totalidad de la fuerza teórica del lado de la nueva socie

dad. Su negativa cobraba el sentido caracterizado de una desaprobación. Y como no se observaba en él señal alguna de hostilidadrespecto de nadie, la desaprobación se basaba, podía uno decirlo,en la teoría.

Desde ese momento, para nosotros, a echarse sobre Bouvet y susenunciados, habiéndonos mostrado Lacan (siempre) la senda a seguir. Descubriendo a Abraham, cogitando sobre aspectos de la ora-

lidad novedosos en Francia, sobre la incorporación y el conjunto delo pregenital, Bouvet produce con cierta torpeza uno de esos hallazgos que matizan las vidas de los analistas: el deseo, que él obser va con frecuencia creciente, en el paciente de sexo masculino depracticar una felación sobre la persona del analista, sin ser en su vida y costumbres de ningún modo homosexual.

El prolongamiento que Bouvet creyó poder dar en el plano de la

teoría a este hallazgo clínico, suministro a Lacan una"fácil' ocasión-para ridiculizarlo. Al menos a nuestros ojos. Todo este asunto fela-dor no tuvo evidentemente ninguna otra importancia que la que leatribuyó Bouvet, a quien enfervorizó pasajeramente. No tuvo repercusión y tampoco dejó, creo, ningún recuerdo. Pero a nuestros

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ojos, y por lo tanto a los míos, la ocasión pareció lo bastante buena y urgente como para que yo consignara su eco en condiciones deininteligibilidad total para el lector. Este gesto puede dar una idea

del extravío en la evaluación de las circunstancias que las condiciones particulares de nuestro trabajo hacían inevitable.

Pero agregado a la extrañeza de la economía general del texto,donde la inexperiencia es manifiesta y bien perceptible la incompetencia para esta clase de trabajo, ese extravío da idea también dealgo muy distinto. Pues para quien ha querido leerme hasta aquí, yadebe de estar claro que el artículo rescatado de las profundidadesdel pasado fue escrito por mí. Solo. Y en inglés. Por eso no haymención de traductor, y yo expreso mi gratitud a un matrimonioamigo que cuidó de la corrección del texto en inglés. Y en ese estado lo sometí, terminado, a Lacan en la terraza del café de Flore. Loleyó pausadamente y, tranquilamente, dio el imprimatur  a un textoque llevaría su firma. Pues en las tratativas con Balint y Lorand, se

decidió darme luz verde sobreentendiéndose que o bien Lagache obien Lacan firmarían conmigo, puesto que por entonces mi nombrepesaba demasiado poco para figurar en un simposio internacional.Es indudable que Lagache nunca habría firmado ese texto y yo niimaginaba presentárselo. Además yo estada animado, como otros,por lo que posteriormente se llamó una «transferencia de trabajo»sobre Lacan y su enseñanza. Pero también él estaba movido por

fuerzas cuyo futuro iba a confundir la idea que podía tener por entonces del imperio que ejercían sobre él. Estas fuerzas se ejercieronen las circunstancias que culminaron en la publicación del artículocuya traducción al francés se leerá. Le tocará al futuro organizaruna representación de sus fuerzas en torno de sus ejes principales,que aprenderemos a discernir. Para estos ejes habrá que encontrarnombres apropiados... El acuerdo no será sencillo. En cuanto a lo

que nos ocupa, una palabra clave, que Lacan no utiliza demasiado,un nombre posible para un tema a desplegar, sería el de soledad.Pero su acceso está impedido además por un adjetivo. «Solo», quefigura como pivote del acta fundadora de la Escuela de Lacan. Precisamente así es como se esforzó en no estar, no sin cierto éxito y a

 veces contra vientos y mareas. Lacan padeció la llaga de ser dejado,abandonado por sus colegas, que hasta 1953 fueron los más caros a

su corazón, el ultraje de ser excluido a sus espaldas (como los otrosfundadores de la Sociedad francesa de Psicoanálisis) de esa Internacional cuya capital fue Londres hasta la muerte de Jones. El centrodel Imperio ruso fue seguramente Moscú, pero el trono estaba enSan Petersburgo. Para la I. P. A., el centro de los negocios estaba

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entonces en Nueva York, pero el trono estaba en Londres. Allí es visible aún por lo demas en una sala de reuniones del British Insti-tute. Se trata del colosalmente gigantesco sillón tapizado en damas

co dorado, auténtico trono ofrecido a Ernest Jones por el Comitédel British Institute. Londres, ciudad adorada por Lacan, quien saboreaba con deleite el placer de encontrarse en ella, de tener en ellasus costumbres y~de ver en ella a sus colegas ingleses. Hasta unaépoca que las secuelas de 1953 llevaron a la declinación, Lacan fueanglómano con aplicación, en los accesorios y las consumicionesdiversas de lo cotidiano, en la vestimenta y en la erudición.

Todo esto fue lastimado en él en 1953, él aceptó mucho menosque sus colegas, más lisamente hexagonales, esa exclusión. Y no escatimó ningún esfuerzo (salvo uno...) para reintegrar a la colectividad, cuyos responsables lo expulsaban, sin perjuicio de intentarforzar la puerta. Y antes de que su mira se constituyese una suertede objeto nuevo, un nuevo psicoanálisis, una nueva colectividad internacional, fue expresa y exclusivamente en el interior de la anti

gua alianza, salida de Freud, donde procuró cortar su parte. Sólotras un viraje decisivo diez años después, renunció, y con qué difi-

' cuitad, a tomarla con, testigos, los que seguían siendo para él suscolegas legítimos. Llegará el día en que los historiadores deberánrestablecer una verdad: lo que una vez él llamó excomunión, jamáshabría tenido lugar si no hubiese tenido lugar el proceso que encontró este desenlace. Y este proceso sólo tuvo lugar porque Lacan,

quien frunciendo meramente el entrecejo habría podido desbaratartoda la empresa (Laforgue intentó hacerlo), no sólo no hizo nadapara prevenir su iniciación, sino que además hizo lo que creyóapropiado para favorecer su curso.

Solo, precisamente así se esforzó en no estar. Y tal vez no lo estu vo nunca, aun si la problemática del abandono acabó por recargarsobre él su dominio. Soledad, abandono, que hasta el final y enton

ces sobre todo, se encontrará en él, como una suerte de conjuración,desde el hombre «cubierto de cartas» que evoca a Drieu cubierto demujeres, hasta el «millar» y sobre todo auténtico o apócrifo -además qué importa, pues ni siquiera la impostura dispone de una libertad que ella imagina haberse conferido- hasta la seguridad de toque de los miles «que lo aman todavía». Muchos son lo que seacuerdan del «¡miren con quién me dejan!» que lanzó a los alumnos

que en 1964 no se separaban de él. Y esta queja fue tanto más amarga cuanto que, respecto de la joven cohorte de los comienzos, Lacan no dejó vacante ocasión de manifestar su generosidad. Por ser,desde los primeros instantes, la generosidad de un guía, no fue me

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nos la generosidad jubilosa de un mayor, ciertamente poco inclinado a los relajamientos de una familiaridad dudosa, pero mayor fraterno y confiado.

De esto también la historia de este artículo da testimonio. Elequipo estaba soldado, tendido hacia un cumplimiento colectivamente anhelado. Lacan jugaba su partida y contábamos con su confianza. Apenas podía ilusionarse con el valor de mi artículo, peroaceptaba no sólo firmarlo sino que además al colocar su nombre ala cabeza del mío en desmedro del orden alfabético y de las costumbres anglosajonas en materia de edición, reivindicaba digna y

abiertamente la paternidad de ese trabajo. Que, en efecto, le debíatodo, inclusive una parte de sus defectos. Esto es también lo que re-cientement me hizo sonreír cuando vi a unos simpáticos jóvenes retroceder con espanto ante un texto cuya exclusividad deseaban antes que desear conocer su historia. Pero evidentemente nadie habríapodido prever antaño que nuestras tres instancias nuevas, las tresnuevas categorías de Lacan, nuestra nueva máquina de hacer la guerra y para todo uso, con el tiempo iba a envararse en una pompapoco conforme con el estilo alegre de sus comienzos y Lacan sinduda tampoco podía prever que llegaría un tiempo en que convertido lo imaginario en lugar de perdición, se oiría en debates la operación llamada de descenso en llamas del adversario efectuarse efectivamente acusándolo de no tener ningún acceso a lo simbólico...

Esta es quizá la lección de la aventura de este texto; de la maneraen que se preparó, fue escrito, desapareció y resurgió casi treintaaños después. Lección un tanto triste en verdad. La de la victoriaineluctable, para terminar, de los factores ocultos y presentes al comienzo de una trayectoria. Victoria de los más «fuertes batallones»ciertamente asegurada por lo que está ahí en los orígenes, ocultopor hallarse expuesto a plena luz. Expuesto pues nadie presta aten

ción a ello, tan insignificante es la amenaza. Además su ascenso potencial es desdeñado. Además se niega el peligro porque ya no hayotra salida. Y además ya es demasiado tarde.

Semana Santa de 1985

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 Anexo

7, PARK 9QUARE WEST,

MEÓ ENT ’S PARK .LON D O N, N.W.1.

wi L i i ei t i t * o.

29t h Sept ember 1954

B r * J acques Locan,5, &ue do Li l l e,Par i a Vl l e.

Cher Ami ,

 Thi s i s t o l et you knoi r t hat t he negot i at i ons aboutt be book on per ver s i ón! have been compl et ad and »« ar aget t i ng on wi t h t he pr epar at i on. As I have not got Dr *Gr anof f ’ s addr ess, I woul d ba gr at ef ul i f you woul d l ethi n know t hat hi s paper has been accept ed i n pr i nci pi eand I woul d l i ke t o have i t as soon as he can get i t

 The paper shoul d be about 3, 000 t o 4, 000 wor da l ong,14 to 20 t ypoTf r i t t en quar t o si sad pagas i n doubl e apaci ng,i f possi bl e i n Engl i sh, but i f you í i nd any di f f i cul t yi n get t i ng a good t r ansl at or I t hi nk I eoul d get one i nLondon. I n t hi s case, of cour ae, t he t r ansl at or ' a f eeswoul d be deduct ed f r om your honor ar i um. The l ast t i me Igot a t r ansl at or hi ss f ees ner e 3 gui neas f or 1000 wor d$ *i . e. about 4 quar t o si sed t ypewr i t t en pages. The papershoul d r each roe i n t wo copi es by t he ni ddl e of December .

I f you s . oul d nant t o i rr i te a consi aer abl y l ongerpaper , wi l l you ki ndl y get i n t ouch wi t h me f i r st toaee whet her we can f i nd r ooa f or i t i n t he book.

Wi l l you ki ndl y l et ne kno* whet her you c&n accept T. he i nvi t at i on under t he condi t i nns out l i ned, and whet her

you ni 11 be abl e t o get your paper r eady by the t i me st at ed

I hope ver y much t hat f r om no" on ever yt hi n^ wi l lgo smoot hl y and I am l ooki ns forjará to  r eadi ng yourc ont r i but i on,

r eady

 Your s si ncarel y

\

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Presentación aEl fetiche y su objeto

 Jacques Sédat

Inauguramos este tercer ciclo anual de conferencias del C.F.R.P.1con un etnólogo, Marc Augé. Aunque la organización del calendario dé estas conferencias sea un tanto fortuita, sin embargo podemos considerar significativo comenzar con alguien que no es ana-lista; esto prueba nuestra inquietud por dejarnos interrogar pormodos de pensamiento que no son los del pensamiento analítico,pero también que el pensamiento analítico no es partenogenético yque continúa elaborándose en confrontación con otras disciplinas.

La referencia a la literatura, la arqueología, la historia de las religio-nes fue importante para Freud en la construcción de sus modelosteóricos, En cuanto a Lacañ, la relación con Heidegger y Hegeh lareferencia a la lingüística o a la topología entre otras disciplinas, caracterizaron determinadas etapas de su pensamiento. Esta labor deelaboración del pensamiento psicoanalítico prosigue en nuestrosdías a partir de nuestros propios cuestionamientos como analistas y

de los que nosotros planteamos a los investigadores de otras disciplinas.Marc Augé, etnólogo, trabaja en el Centro de Estudios Africanos

dependiente de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales.Su tesis versó sobre la organización de los poderes en sociedadesafricanas, fundamentalmente en Costa de Marfil. Esta tesis, «Théo-rie des pouvoirs et idéologie», tue publicada por Hermann en 1975

 y se prolongó en un ensayo más general, «Pouvoir de vie, pouvoirde mort», editado por el mismo sello. Esta tesis describe la lógicadel poder y en esa medida nos interesa a los analistas. No hay poder

1. Centre de Formation et de Recherches Psychanalytiques.

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que no se vincule con representaciones políticas precisas, particulares, acerca de la fuerza que tiene, en la concepción de la desgracia y dela relación con el otro, la representación que podían hacerse los afri

canos respecto de la persona. Qué hacemos nosotros mismos, a tra vés de la relación de transferencia, sino organizar un campo de fuerzas que pone en juego e implica posiciones subjetivas diferentes.Pero también en la actualidad cotidiana hemos reflexionado sobre elpoder de la vida y el de muerte tal como se les plantean a los médicos, por ejemplo en el problema, hoy candente, de la eutanasia y delencarnizamiento terapéutico. Dicho de otra manera, no hay fuerza, no

hay poder que no esté acompañado de representaciones globales,colectivayque nos hacemos acerca de la vida. En esta dirección, MarcXugé deja atrás a la etnología y nos aporta una importante reflexiónde índole antropológica.

Habíamos acordado para esta noche que nos hablara de un temaque hace de frontera entre el psicoanálisis y la etnología: el fetichismo. El fetichismo está siempre presente en nuestra reflexión psico-

analítica, pero su destino es ampliamente problemático entre los etnólogos. Se había decidido el título de «El fetiche y su cuerpo» pero

 yo lo transformé inconscientemente al anunciar como texto de estanoche «el fetichismo y su objeto», donde está claro que «objeto»debe entenderse como la materialidad en la que se inscribe esta forma de fuerza y también lo que en esencia puede representar. Agradezco a Marc Augé su presencia entre nosotros y le cedo la palabra

excusándome por haber modificado e interpretado su proyecto in- vol un tariamente.

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El fetiche y su objetoEnfoque etnológico

 Marc Auge

Les agradezco el haberme recibido. En cuanto al título de esta exposición,2cuya paternidad acaba usted de reconocer, lo he adoptado. Quisiera pues ante todo referirme a él tratando de dejar en claro mi objetivo. Primeramente, soy africanista, como se acaba dedecir, y hablo del objeto fetiche, es decir de ése que escandalizaba alos primeros misioneros, asombrados de que se pudiese adorar lamadera y la piedra. Habrían podido añadir la tierra v la arcilla, pueslos dioses del panteón beninés que hoy nos ocuparán están mode

lados en tierra y arcilla, aun cuando contengan objetos, pues se trata de receptáculos, de diversas clases y diversas materias. El vodu delas regiones del golfo de Benin (Togo, Benin -ex Dahomey-, Nigeria) es un dios y es taTñblerT un objeto amasado con arcilla, perotambién con buenas y malas intenciones: las que presiden su fabricación y las que le son atribuidas una vez que ha sido fabricado. Elobjeto del fetiche en este sentido, el objeto del objeto-fetiche, es

por lo tanto a la vez el objeto de aquel que lo instala -el objeto desus temores, de sus escrúpulos, de sus cuidados también- y el objeto del objeto-fetiche instalado, expresión o materialización de undios del que se conocen, como en el panteón griego, su carácter, susatributos y en cierto modo su personalidad, y cuyo estatuto varíasegún las circunstancias entre el de uná'potencia pasiva, mecánicamente disparada por los ritos apropiados, y el de sujeto que actúa

movido por su propia voluntad, por sus propios impulsos.Mi charla de hoy estará enteramente consagrada a uno solo de es

tos dioses, Legba, que en líneas generales corresponde a lo que se

2. «El fetiche y su objeto.»

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acostumbra llamar un dios personal, un dios que se identifica poruna parte con aquel a quien protege (ése es todo el problema) y que,en cualquier caso, bajo ciertas modalidades sólo tiene existencia en

relación con aquel junto al cual se encuentra, aunque sea al mismotiempo y bato el mismo nombre eldios de varios y una divinidadúnica del panteón (ése es también todo el problema). Así pues, Legba puede ser percibido en su materialidad más bru-

ta, como objeto vagamente antropomorfo, modelado en arcilla, ytambién como principio espiritual reconocido por todos, figuraúnica y ambivalente, símbolo del desorden y del orden, de la pasión

 y de la astucia, un poco como el Eros griego, con actitudes en apariencia contradictorias. Puede vérselo igualmente, según sus formasmateriales, como la expresión de la individualidad más íntima, cuando se encuentra en la habitación de su poseedor -un poseedor delque veremos que en cierta medida está más bien poseído-, o comola de la sociedad, cuando se lo halla en los sitios más señalados de laexistencia instituida de ésta: la plaza de la aldea, las encrucijadas,la plaza del mercado. En todos estos lugares encontramos al mismodios Legba.

Primero intentaré describir a Legba, al objeto Legba, en su materialidad más cruda. Pero esta misma descripción nos lo revelará integrado en lo que podríamos llamar más bien un dispositivo, undispositivo material e intelectual del que hay que decir de entrada

unas palabras para claridad de la exposición. Ante todo, el sistemaque describo, lo describo siguiendo en lo esencial a alguien que loobservó durante la primera mitad de este siglo, antes de la guerra,Maupoil, y Maupoil resumió y analizó su experiencia en una tesistitulada La géomancie á l’anctenne Cote des Esclaves. Otros autores, especialmente Verger y Herskovits, describieron también estossistemas, que yo mismo observé en su versión togolesa actual.

Plago particular referencia a Maupoil porque fue él quien propusolas descripciones más precisas y utilizables del conjunto del sistema. En Maupoil siempre puede hacerse la distinción entre las descripciones objetivas, las exégesis de los diversos adivinos a los quese dirige, y sus propias interpretaciones. En la literatura etnológicaes bastante raro poder distinguir con esta claridad entre lo que corresponde a la descripción pura, lo que corresponde a la interpretación

de ciertos informadores y lo que corresponde al análisis que proponeel observador. Esto en lo que atañe a las referencias intelectuales"yliterarias.

Por otra parte me remito a una determinada antropología, la delos fon, población del antiguo reino de Dahomey, y que además se

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asemeja a la de sus vecinos. Pues lo que nos toca a los etnólogos esencontrar sistemas intelectuales ya elaborados de manera más omenos explícita y refinada por las personas a las que nos dirigimos,

lo que hace que en suma no haya más antropología que la de losotros. Desde este punto de vista, me veré llevado a aludir a ciertonúmero de instancias de la personalidad tal como se presentan en elsistema fon. Hablaré del S£. El S£ es uno de los componentes de lapersona en este sistema de representaciones típicamente africano.El S£ es en cierto modo, el destino, la instancia más individualizadade la persona. También está el ye, que es un principio vital más evo-

cado para hablar de lo que es la vida misma, en el sentido físico yenergético del individuo, y del que se sugiere que no se extinguecon quien por un tiempo es su portador. La instancia más explícitamente reencarnada es denominada joto. La palabra joto puede traducirse tambiénpo r antepasado, designando entonces a aquel antepasado explícita pero parcialmente reencarnado en la persona queposee precisamente el joto de este antepasado.S£, ye, joto: términos

que tendré que utilizar y que prefiero anticipar desde ahora.El segundo punto que debemos examinar concierne al dispositi vo ritual que el individuo toma a su cargo desde que nace, y paratoda su vida, tras una consulta inicial que procura establecer su descripción y determinar su identidad y su naturaleza. También aquíhabré de recurrir a cierto número de nociones. Fa o Afa es a la vezun dios, el procedimiento adivinatorio mismo, el signo particular

de cada cual obtenido arrojando nueces al suelo al azar y por elconjunto de estas nueces recogidas en una bolsa. En cuanto al signopropio de cada individuo, se lo graba sobre un pedazo de arcilla llamado du. El tercer objeto, que es elKpoli, contiene cierto númerode elementos de los que ya hablaré y que tienden a representar todolo que hay de más individual en el individuo aunque, como se verá,la noción de individualidad nunca se deja aprehender en su pleni

tud. Fa, du, Kpoli son objetos a los que tendré ocasión de volver areferirme.En cuanto a Legba, es un vodu bastante particular. Paso por alto

las interpretaciones de los misioneros que vieron en él una representación del diablo, especialmente porque algunas de sus figuraciones son conocidas y porque este dios tiene fama de maligno. Elesfuerzo de los misioneros por trasponer los términos de la exége-

sis católica al sistema dahomeano se apoyaba en ciertos rasgos deLegba. Maupoil y Herskovits mostraron el mecanismo de este intento de recuperación. Muy a menudo, cuando se nos habla de estetipo de divinidades se nos exponen primero los discursos de que

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son objeto, discursos que además están parcialmente regidos porlas preguntas a las que responden. Estos discursos, sin embargo,tienen cierta posibilidad de reproducir algunas de las palabras que

rodean e informan la materia del dios.Comencemos por ésta. Hay varios Legba. Más específico es elhecho de que estos diferentes Legba pueden corresponder a efigies

 y funciones distintas, cada una de las cuales corresponde a una denominación particular. El Legba está encargado, en efecto, de ciertos lugares. Figura en el pórtico de toda vivienda bajo el nombre deAgbonuxosu (rey del pórtico); el Legba del pórtico es una pequeña

efigie de tierra; se lo puede poseer antes de haber comenzado las ceremonias de iniciación, antes de haber ido a lo que llaman el bosquede Fa, es decir el bosque donde tienen lugar las ceremonias que permiten ingresar en la vida adulta.al cabo de años de iniciación, gracias al descubrimiento y adquisición de un Fa. Una vez cumplidaesta ceremonia, el primer Legba es destruido y reemplazado por unLegba al que llaman Legbado ko, de tierra amasada(ko es la tierra)

 y al que se le añade un pene. Por lo tanto, el Legba tiene a la vez unasilueta vagamente humana y este pene que naturalmente ha dadomucho que hablar. El segundo lugar donde encontramos a Legba esel mercado. Hay un Legba en la plaza del mercado. El tercer Legbaes el To Legba, el Legba de un poblado, de un lugar socializado, porejemplo el centro de la aldea, Legba que por supuesto se tiende aconsiderar como el símbolo de la comunidad. Hay igualmente unLegba en el pórtico de cada altar devodu, pues en este sistema enespejo nunca se sabe si son los hombres los que se parecen a los dioses o a la inversa: tanto los dioses como los hombres tienen cadauno su Legba, que aparece unas veces como su mensajero y otrascomo la esencia misma de su personalidad. Legba se halla tambiénen la habitación de todo individuo iniciado en Fa bajo el nombre de

Legba agbanukwé,  Legba de habitación o Fa Legba. Por últimohay otros tipos de Legba: un Legba protector de los cazadores nocturnos, un Legba doble (formado por dos Legba adosados) asociado a ciertos signos de Fa, un Legba de cuatro cabezas que conjurala desgracia en el cruce de caminos. Así pues, Legba baliza el espa-cio social, desde la habitación individual hasta la plaza de la aldea odel mercado7Pero más todavía, y de ser preciso entrando en cólera,

CegEa es un pacificador y por lo tanto un instrumento de relación.Eite rasgo resulta particularmente claro en las funciones comple-mentarias que se atribuyen al Legba del pórtico y al Legba de la habitación. Estos tienen, se nos dice, funciones diferentes. El Legbade pórtico protege al grupo familiar contra la desgracia, contra los

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maleficios; dicho de otra manera, detiene las influencias extrañas.El Legba de Fa, que es también el Legba de la habitación, en ciertomodo se encarga de proteger al individuo contra sí mismo, contra

sus malas intenciones, contra sus impulsos peligrosos; hay pues unadoble orientación: protección contra lo interior y protección contra lo exterior.

Los maleficios forman parte en cierto modo del registro interno;esta indicación es interesante porque nos remite al registro de la hechicería y, más allá, al tema del equilibrio y la moderación, siemprenecesarios para que sea posible un ataque desde el exterior. En otras

palabras, hay una complementariedad, incluso en el plano intelectual, entre la necesidad de preservar el equilibrio interno de la persona y la necesidad de protegerla contra el exterior. Aquí es importante el vínculo con Fa, pues sólo al cabo del tercer estadio de lainiciación, después de la infancia, después de la adolescencia, en elmomento de la edad madura, el individuo ahora en posesión de susigno y por lo tanto en este sentido de su destino (signo y destinosimbolizados por un Fa y unKpoli), es llamado a edificar su Legbade pórtico y su Legba de habitación. Aquí quisiera insistir esencialmente en dos aspectos de este dispositivo. Ante todo su materialidad (al respecto quisiera señalar algunos rasgos que, desde luego, seprestan generalmente a la exégesis cuando no parecen meros productos de la arbitrariedad o de la fantasía). En segundo lugar, su ca-

1rácter perpetuamente desdoblado. En cierto modo Legba, desdeeste punto de vista, expresa lo que quizá podríamos llamar la doble dimensión de todo existente: su ser, en el sentido más material del término, y su relación; su ser y su ser para. Esta doble dimensión, elser y la relación, prolonga en cierto modo la figura puramente simbólica que quizá nos inclinaríamos a ver en él. En un símbolo podemos ver dos cosas: lo que representa (representante de una reali

dad representada) y lo que pone en relación, pues las dos realidadesque pone en relación no guardan una simple relación de representante a representado sino una relación de complementariedad. Conel objeto fetiche hay algo suplementario que se sitúa del lado de larealidad del ser mismo de este objeto. A un tiempo, el fetiche representa algo y existe por sí mismo. Legba, como veremos, aparececomo una parte constitutiva de aquel que lo posee pero se afirma

también como existente por sí mismo. La noción de fetiche no rehúsa, como la de símbolo, enfrentarse con la realidad del ser y primeramente con la de su ser propio. La complejidad del objeto que materializa el poder soberano o la existencia divina estribaría en quefunciona a la vez como símbolo y como fetiche. Quizá podamos

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pasar de ahí a la necesidad de repensar la definición del símbolo.Después de todo, cuando se habla de la simbólica del lenguaje y dela lengua como sistema simbólico, es ineludible tomar en conside

ración también el hecho de la materialidad de k voz y del sonido,Pero cerremos este paréntesis y volvamos a Legba. Es cierto que

las figuras del desdoblamiento corresponden en una primera apariencia a varios principios: un principio temporal primeroUgado ala vida misma (cuando élTñdividuo llega a la edad adulta se destru

 ye a un Legba y se lo reemplaza por otro); un principio funcional

que captamos a través de la oposición entre el Legba de pórtico yel Legba de habitación puesto que, en el momento de la edad adulta, estos dos Legba parecen desempeñar cada uno su papel. Podemos oponer como dos realidades a la vez ligadas, complementarias

 y distintas el Legba do ko (Legba de pórtico) y el Fa Legba, el queestá en la habitación. El Legba que está en la habitación está en cierto modo más próximo a la individualidad que se supone él expre

sa y protege a la vez. Pero se encuentra asociado a otros dos objetos, el Fa y el Kpoli. Cada cual a su turno -volveremos sobre esto-el Fa y luego Kpoli aparecen expresando una parte más fundamental de la identidad individual. Este dispositivo en abismo sólo dejacaptar plenamente la necesidad de la relación (cada cual a su turno,'Legba y Fa aparecen como «mensajeros»). El conjunto del dispositivo parece proceder de la necesidad de figurar y pensar a la vez larealidad del ser y la de la relación, donde la realidad del ser se deja

 ver (mejor sería decir entrever) en esa otra, más inmediatamenteperceptible pero siempre en fuga, como agua que la mano quisieraretener, de la individualidad y de la materia, que la realidad del fetiche afirma como consustanciales. De hecho, se trata del mismo mo

 vimiento del espíritu que se dedica a definir qué cosa es el individuo

 y qué cosa es la materia pura del objeto que lo simboliza. El traba jo técnico, artístico y ritual que culmina en la confección de la estatua procede en cierto modo a la inversa del pensamiento especulativo que se interroga sobre la significación de este objeto.Después de todo, el trabajo del artista parte de la materia y, menosque interrogarse sobre ella, se consagra a darle una forma y con elloa expresar algo, a la vez de la identidad, por la búsqueda de una vaga

semejanza, y de la relación, por la selección de ciertas partes delcuerpo representado (aquí el pene). A la inversa, el pensamiento especulativo, tal como lo explican, en forma admirable además, losadivinos interrogados por Maupoil, intenta construir progresivamente un esfuerzo de reflexión que pasa de la vida a la forma, de laforma a la materia y de la materia al ser de la materia. La cuestión de

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la identidad queda entonces superada. Ya no se trata de saber quiénes este hombre particular, quién es este dios particular, sino de preguntarse qué es ser.

El Legba de pórtico se presenta primeramente con un Legba individual, tapado con una jofaina, que el hombre instala en la puertade su casa antes de haber cumplido su iniciación en Fa. Actualmente puede vérselos en gran número en todas la aldeas del sur de Togo,

 y como la iniciación tarda en realizarse por razones diversas, es hoya la vez la fórmula mínima y la fórmula más difundida. Una vezcumplida la iniciación en Fa en el bosque sagrado, aquella primera

efigie era reemplazada por el Legba del que hablé más arriba, elLegba deko en el portal del patio, mientras otro Legba, de apariencia muy semejante, era instalado en la habitación del recién iniciado. Maupoil nos describe la composición de esta efigie. Se compone de una estatuilla de forma humana hecha en tierra amasada (ko) que lleva sobre su cabeza plumas, agujas y algunos otros pequeñosobjetos metálicos; la estatuilla se encuentra dentro de una jarra y elconjunto queda tapado por una jarra más grande, donde sobre lamisma horizontal se han abierto dos agujeros de cinco o seis centímetros llamados «ojos». Hay que apuntar que el conjunto del Legba no se reduce a esta efigie más o menos antropomórfica. Una consulta determina el lugar de su edificación cuando se trata del Legbade pórtico (que no siempre está situado en el pórtico propiamentedicho), y las condiciones de su preparación. En el interior de cadaLegba deben aparecer representantes de los tres reinos, el animal, el

 vegetal, y el mineral: excrementos, hojas, piedras. Cada Legba esuna recapitulación del mundo natural. El adivino se esfuerza en obtener una semejanza con un hombre. Ciertos Legba tienen dos penes, uno de madera y el otro de hierro, destinado el último a suplirla insuficiencia del primero, cuya juventud, dice un informador de

Maupoil, «como la del hombre, pasará». Después se introducen enla jarra dieciocho nueces de palma; estas dieciocho nueces representan al Fa, al Fa del Legba. Recordemos que el propio dios deberealizar lo que el hombre realiza para celebrar al dios. Legba es erigido sobre la tierra, es visible para todos. Maupoil nos recuerda quesólo después de tres años de la reinstalación de su Fa se permite aliniciado edificarlo, y que en ese momento el primer Legba es des

truido; ya no tiene importancia. Así, la relación entre las dos primeras formas de Legba puede serexaminada desde varios puntos de vista. Lo que inicialmente llamala atención es la simplicidad del primero comparada con la comple

 jidad del segundo, literalmente encargado de todos los atributos de

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la personalidad. A esta realidad compleja le corresponde una apariencia que salta a los ojos de los observadores como una transcripción de la organización residencial y social. Los observadores de

principios de siglo habían notado que en una casa con hombre, mu jeres y niños, el gran Legba de rostro humano es el del cabeza de familia; simples copas detierrabastan para representar al Legba de lasmujeres y los niños.

De esta manera, el objeto Legba es tanto más complejo cuantoque tiene varios «referentes». Como primer referente tiene al diosLegba. Legba, lo he dicho, es un personaje del panteón, símbolo de

desorden. Pero representa también y más todavía al individuo humano, especialmente en combinación con los otros dos objetos quemencioné, el Fa y elKpoli pero en el conjunto del dispositivo es posible hacer una distinción más entre la efigie exterior y la sepultadabajo tierra. En caso de guerra, si había que huir rápidamente, se podía dejar la efigie exterior pero había que llevarse la que estaba debajo. Otra vez nos hallamos en un sistema de espejo donde todarealidad remite a su apariencia.

Unas pocas palabras antes de volver sobre el sentido de estos perpetuos deslizamientos de un símbolo al otro, sobre los objetos quehallamos en el interior de Legba. Las agujas, nos dice Maupoil, seconsideran «un hierrro particularmente malvado» y su presenciano puede sino ser asociada a todo lo que atañe a la hechicería. Fíay

además otros objetos cuya exégesis inmediata hacen fácilmente lossacerdotes. Así, el asé godokpono, pequeño objeto de hierro tron-cónico, constituye una especie de campanilla de un solo badajo. Selo utiliza únicamente en el bosque de Fa, donde ayuda al iniciado aencontrar las hojas medicinales. El último objeto es el más interesante. El último objeto es el talü varilla de hierro que correspondea Legba «como todo lo que no sirve para nada»; fue fabricado en

hierro después de haberse inventado todos los otros objetos de hierro; su forma lo hace inutilizable, comenta el sacerdote, «para quese entendiera que ya no se podía fabricar nada nuevo con este metal». Aquí nos hallamos en el caso límite de un objeto único cuya forma no remite más que a la materia. Así pues, el objeto Legba está constituido por un gran número de

objetos que, o bien figuran sobre la efigie de Legba, o bien son se

pultados en el lugar en que, se la ha erigido. El discurso de los informadores asocia explícitamente algunos de ellos con la idea de visión clara, de ira o de fuerza, con la de gratuidad, por fin, de purapresencia. Ese discurso siempre se ajusta a los comentarios generales que se hacen de Legba como divinidad. Como ya he dicho, el

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conjunto de las «cosas» reunidas en el Legba pertenece a los tres dominios de la naturaleza, y son o naturales o fabricadas; queda el problema del pene. En su afán de denunciar las espantadas interpreta

ciones de los misioneros, Maupoil, Le Hérissé y hasta Verger atenúanquizás en demasía el alcance de la presencia de este «objeto parcial».Legha nos dice Maupoil, «si se ocupa de los órganos genitales delos dos sexos, es sólo en tanto y en cuanto la sexualidad conduceaTadiscodia la enfermedad o el crimen, al accidente, en una pala-bra». Es cierto que la actividad sexual en general y la reproducciónseTiallan generalmente bajo la responsabilidad de otros dioses delpanteón.

Tal vez no sea necesario interpretar el sentido de esa presencia ysea suficiente con señalarla. El Legba mismo es pene y el pene esLegba. Al igual que el deseo, es la expresión de una personalidad individual, si bien escapa, al menos parcialmente, a la conciencia y autoridad de ésta. El Legba es ese objeto doble que podemos conside

rar a la vez como activo y como pasivo: activo en la relación con elotro, especialmente en forma de agresión; pasivo en el sentido deque se~To puede manipular y ponerlo en condiciones de agredirsin que él haya tenido la iniciativa. Para obtener este resultado bastacon dar al Legba los alimentos que tiene prohibidos. Legba estáafectado por cierto número de prohibiciones, pero existe la posibilidad de darle precisamente los alimentos que le están prohibidos.

Evidentemente no los resiste y es entonces cuando se convierte enmedio de agresión contra otros, 'leñemos mil testimonios de estasprácticas de inversión. En relación con el Legba yoruba, Verger especialmente nos informa que basta con echarle encima aceite de palmito citando el nombre de la persona contra la cual se lo que quiereenviar, y añade en una nota: «... entre los fon, la fórmula empleada es“ ¡Nunca vi que Legba consumiera aceite de palmito, se va a armar la

gorda!”» El símbolo del falo está también en juego con los Legba delos conventos de Sapata y Hevieso, que son los grandes dioses delpanteón: los sirvientes de Legba, los legbasi, hombres o mujeres, nosdice Verger, «llevan, disimulado bajo la falda, un voluminoso falo demadera que ellos erigen a veces con mímicas eróticas».

Pasivo o activo, exterior o interior, individual o general, Legbaexpresa en cierto modo en sus efigies, donde se mezclan a la vez la

materia de la tierra y ú impulso del hombre, lo difícil que es pensar y dominar a la una y al otro, y más aún a los dos juntos. Hace unmomento hablé del «dispositivo» Legba El dispositivo Legba, ensuma, se construye sobre dos ejes. Uno va del exterior al interior, elotro de la identidad a la alteridad. Pensados en contraposición, los

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polos de estas dos relaciones dan lugar a dos discursos perfectamente opuestos que Maupoil trasmite con precisión cuando cita alos sacerdotes interrogados. Para algunos, Legba es el primer hijo

del dios más grande del panteón, Mawu. Maupoil, sensible a esteaspecto de las cosas, señala que sería arbitrario reducir su culto a unculto individual. Legba, se nos dice entonces, es un «mensajero»;así pues, se lo define literalmenrp dpi ladn Hp Ja relación, como ob

 jeto de un importante culto público. Un informador dice a Maupoil: «Si a mi Legba le sucediera una desgracia, bastaría con quefuera a encontrar al 7o-Legba, al Legba de la plaza de la aldea, y éltrasmitiría mi mensaje». Pero otro adivino consultado por Maupoil, impugna terminantemente esta interpretación y afirma que elculto de Legba es individual, es decir que el Legba de cada individuo es a la vez una representación y una realización de este individuo;en este aspecto los términos que utiliza y que Maupoil traduce literalmente son más que llamativos. Dice, en efecto: «Cada cual edificaen su casa una efigie de su propia ira bajo el nombre de Legba y seesfuerza en aplacarla».

Legba mensajero, integrado en la cadena que conduce la peticiónindividüal a los diferentes dioses (Legba de la casa, Legba de la aldea, Legba de los dioses) se define por funciones de relación y representación, pero la definición de Legba como puro mensajerodeja intacta la cuestión de su ser propio, planteada sin embargo con

insistencia por la presencia a su lado del Fa y del Kpoli, respecto delos cuales, como vamos a ver, se plantea una cuestión del mismotipo: ¿representan ellos simplemente, o constituyen literalmente laidentidad de aquel a quien en una primera aproximación decimosque simbolizan?

Esta oposición-complementariedad se expresa espacialmente. Yahe distinguido entre la efigie exterior y la realidad interior de Leg

ba. La calabaza sepultada debajo del Legba exterior encierra lo quese presenta como la realidad delvodu. Se pretende que esta realidadsubterránea en contraste con el aspecto ocasionalmente humorístico y truculento de las manifestaciones exteriores de la divinidad yde sus sacerdotes, sea poderosa y hasta temible. Si damos crédito a

 Verger, materias preciosas y hombres sacrificados en esa ocasióneran enterrados debajo de ciertos Legba durante su erección. Fa tie

ne la apariencia de un objeto que se encuentra al lado del Legba dehabitación, y en cuanto a las relaciones entre Legba y Fa hallamosun lenguaje que iba a hacérsenos familiar. Se dice primero que Legba tiene a su lado un Fa al que protege y del que es el ejecutor o incluso el verdugo. En este sentido se recoge el lenguaje aplicado a la

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corte real. El rey no ejecuta, no mata a nadie; la muerte del malhechor es obra del verdugo, quien actúa sin que el rey necesite pronunciar una soia palabra, como agente de una voluntad que ni si

quiera necesita expresarse. Así pues, Legba nos remite a Fa. Perolejos de presentarse como la verdad de Legba y del individuo iniciado, Fa, cuando nos interrogamos a su respecto, se sustrae a todadefinición sustancialista, y la relación Fa¡Kpoli reanuda una suertede dialéctica entre ser y relación, entre interior y exterior, entre identidad y alterídad.

¿Qué sucedió en el bosque sagrado, donde un individuo fue ini

ciado en Fa? En este bosque sagrado el iniciado recibió primero susigno, ése del que hablé al comienzo, el du. El du es la expresión deldestino y de la identidad. El término S í da razón de esta doble dimensión. En cierto modo se concibe al «destino» (S£) como un doble del hombre que marcha a su lado; es descortés pasar entre dospersonas que se hallan próximas entre sí pues su S£, dicen, está entre ellas. Materialmente hay dos símbolos asociados a esta definición. La consulta en el bosque sagrado desemboca en la puesta enevidencia del signo y se la efectuó con ayuda de nueces de palmaque el iniciado recoge en una bolsa. Es el símbolo del Fa propiamente dicho. Pero una vez determinado el Fa, el asistente del sacerdote prepara unKpoli cuyo contenido puede variar pero que comprende necesariamente, además de diversas sustancias de origen

natural y de algunos objetos fabricados, un poco de arena sobre laque se han arrojado las nueces que dibujaron el signo del recién iniciado. Esta arena es en cierto modo la expresión más singular de lapersonalidad, y esa misma arena se arrojará cuando el individuomuera. Los dos objetos, Fa yKpoli, se conservan en la casa del iniciado, y Maupoil apunta que el objeto usual es la bolsa que contiene las nueces de Fa, mientras que el Kpoli, en el interior de una bol

sa cosida, es el objeto secreto. Los dos objetos están lo bastanteasociados a la definición de la personalidad de su poseedor, comopara que, en general, se los destruya al morir éste. Pero su desacra-lización pasa por un procedimiento de inversión que evoca la pasi

 vidad del Legba que hace un momento mencionaba. Cuando sequiere dar muerte a los objetos Fa y Kpoli, al morir aquel que losposeía, se los alimenta con todo aquello que tienen prohibido.

No es muy fácil decir qué representan uno y otro de estos dos ob jetos y el uno para el otro. Las discusiones de los adivinos giran entorno del problema de cuál es el simple representante o el mensajerodel otro. Los diversos testimonios que me veo forzado a mencionarsucintamente, unas veces definen alKpoli como al mensajero de Fa,

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 y otras a Fa como el mensajero deKpoli. En este aspecto vemos reaparecer el dispositivo que parece corresponder a la doble necesidad de tratar de pensar la individualidad y de formularla sólo en

términos de relación. Al fin y al cabo siempre se habla del mensajero y nunca de la naturaleza de aquel que encarga el mensaje o de lade aquel a quien se lo dirige.

Estas especulaciones tienen su correlato en la antropología localcon los términos S£,ye y joto. En una primera aproximación, entrelos fon, parecería que es el ye, bajo el nombre de joto, el que se reencarnará tras las muerte de aquel al que habitó por un tiempo,mientras que el SC está más asociado al objeto Kpoli  y a la nociónde destino individual. Pero todas las reflexiones, ya sea que recaigan sobre el ye o sobre el SC, acaban volviendo al joto. Cuando losfranceses disputaban con Béhanzin, éste sabía que tenía, que era elmismo joto que cuatro o cinco de sus predecesores en la estirpereal. Pero Béhanzin no era una excepción. Cada habitante de su rei

no podía intentar que se identificara su joto. Los adivinos no ocultan que a menudo, durante la sesión de identificación, quienes lesprestan ayuda son los miembros de la familia, porque encuentranuna cierta semejanza con el recién nacido y con tal o cual de suspredecesores. Lo interesante es comprobar el esfuerzo de reflexióncumplido a este respecto por esos especialistas en especulación queson los sacerdotes interrogados por Maupoil. Son gente cuyas res

puestas es evidente que él no está forzando. Lo que resulta, debodecirlo, casi pertubador, es ver de qué modo se restituyen interrogaciones y reflexiones que no podemos dejar de sentir como fraternas. Uno de los interlocutores de Maupoil es Gedcgbc,  en otrotiempo gran adivino de la corte real; como otros informadores,propone sus reflexiones sobre la realidad y la naturaleza de los ob jetos y nociones a los que acabo de referirme. Gcdcgbc resume ad

mirablemente lo que torpemente intenté formular cuando, dirigiéndose a Maupoil, acaba afirmando explícitamente que el ser y laidentidad no llegan a pensarse sino desplazando el problema, es decir, planteando la relación. Lo cito: «El SC sobrevive al hombre, yreaparece sobre la tierra después de la muerte. En realidad no sabemos nada de él. Todo lo que conocemos al respecto es el jo to: aunque invisible, el joto nos inspira confianza. Cuesta admitir, en efec

to, que el esperma solo, que sólo agua baste para formar la complejapersonalidad de un ser. Bajo el nombre y con las cualidades del

 joto, el SC se hace más comprensible». Ante la evidencia del vínculo entreSC y el Kpoli, al cabo de este

esfuerzo de comprensión volvemos a hallarnos con el ciclo de la re

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producción, ciclo que describe, aunque no se la pueda comprender y de la manera más aproximada que se pueda concebir, una triplerealidad: el ser, la identidad y la relación con el otro. No es posible

responder a la pregunta: «¿Qué soy?» La pregunta se desvía y setransforma en: «¿Quién soy?» Y como el «¿quién soy?» es igualmente difícil, la pregunta pasa a ser: «¿Qué es el otro?» o: «¿Qué esmi relación con el otro?» Se retorna a la relación, bien sea bajo laforma del jo to (de la herencia y del retorno), bien sea bajo la formade Legba en cuanto es el instrumento y la potencia susceptible deagredir al otro o de rechazar su ataque.

Una observación sobre el joto. Maupoil nos hace notar que el jo to es, como diceGcdcebe. todo lo que se puede decir de un ser sise pretende decir algo de él. Al término de la indagación reencontramos la alternativa que gobierna a toda vida individual: identidad,herencia; ser, relación; yo, otro. Del lado del Kpoli, colmo de unpensamiento del ser y déla identidad no enteramente reducible a ladel retorno y la repetición, hay algo, pero algo que escapa. Lo queescapa, es un poco de arena encerrada en una bolsa que materializapor un tiempo (el tiempo de una existencia pues a la muerte de suposeedor el objeto es destruido) la individualidad.

Un objeto como Legba y un dios como Legba (estoy forzado aemplear los dos términos conjuntamente) se sitúan en un universoque a veces llaman animista pero del que diré que ante todp es ununiverso caracterizado por tres apelaciones. Primero, una exigencia de sentido que corresponde en líneas generales a lo que dijoLévi-Strauss en su «Introducción a la obra de Marcel Mauss», esdecir que, no bien apareció el lenguaje, fue preciso que el universosignificara antes de poderse saber lo que podía significar exactamente. Añado que el cuerpo, como la naturaleza en general, es a la vez significante y significado; los dos no pueden simbolizarse sino

por medio de Iorélementos"que ellos mismos proponen a la experiencia humana. El segundo tipo de apelación es la provocación dela materia misma. La materia pura, la mineralidad homogénea, eslo impensable: para comprenderla hay que dotarla de vida, animarla. Pienso que el esfuerzo animista es ante todo un esfuerzo dirigido hacia la materia bruta para poder comprender algo de ella:distinguir en ella la vida y la muerte es ya discriminarla y proveer

se de los medios para ordenarla. La tercera apelación es la evidencia del otro, esa perpetua puesta en relación de los muertos con los vivos y Je~l(Tmismo con lo otro. A estas tres apelaciones Legbaresponde. Responde en cuanto es materia bruta o mejor dicho unobjeto vagamente modelado a imagen del hombre, con o sin falo,

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receptáculo de materias que pertenecen a los tres reinos. Respondea ellas porque es la expresión de la identidad de todo individuo y almismo.tiempo el receptáculo de esa identidad, pero a la manera de

las muñecas rusas. Piensen en el Legba de pórtico: lo que cuenta es- el Legba de habitación. Piensen en el Legba de habitación: lo que;cuenta es el Fa. Pienserren él Fa: lo que cuenta, es el Kpoli. Piensen en elKpoli: él rios remite por una parte al antepasado y por otraa un efímero,p a5o e;arena. Simultáneamente, Legba es la ex-presiónjlejálrelación con el otro. Se lo encuentra en la puerta, en.éUnerc o en la plaza de la aldea, en las encrucijadas. Este mismo

[lJegbTpuede transmitir los mensajes, las preguntas, las respuestas.Pero debido a la propia naturaleza de los símbolos de identidadque contiene, y con los que se asocian la nociones de retorno, deantepasado, de joto, el Legba es también el instrumento de la relación con los muertos o con los antepasados. Y por último, Legbaes a la vez un individuo y una clase de individuos, un nombre propio y un nombre común. Es lo uno y lo otro simultáneamente. Su

existencia corresponde a la evidencia debido a que lo social no pertenece simplemente al orden de la relación sino al orden del ser. Sila relación con el otro está inscrita en toda percepción de la identidad, entonces sólo lo social es necesario. Considerado sólo desdeel punto de vista de lo simbólico, no se podría concebir que ninguna relación lógica entre elementos, ninguna regla instituida atraigan por sí mismas la adhesión y la práctica. Ni el respeto al padre nia la regla en general aparecen como necesarios en el sentido de unanecesidad eficiente. Sólo poseen esta eficiencia el reconocimientodel otro en el uno y la necesidad simultánea de reconocimiento porel otro. Se trata de un lazo simbólico, en el sentido etimológico yplatónico, pero su evidencia sólo se perfila en el cruce de la fenomenología y el psicoanálisis, pues procede de la conciencia de la fal

ta, de la necesidad de la identificación del sujeto con su yo, de unarelación imaginaria cuya relación con el fetiche o con el antepasadoen las sociedades africanas constituye a mi juicio un ejemplo contundente. En este sentido, podríamos sugerir que lo imaginariohace a lo simbólico necesario por naturaleza, mientras que siemprelo es de hecho en lo histórico, ya que toda historia individual comienza con la toma de conciencia de un orden siempre ya dado, sea

el del lenguaje, esto es obvio, o el de las reglas matrimoniales y delos otros sistemas de los que Lévi-Strauss afirma en «Introduccióna la obra de Marcel Mauss» que todos son igualmente simbólicos.

El objeto fetiche, el vodu, quizás es precisamente ese objeto enel que se condensan las dimensiones que la visión ordinaria no con-

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sigue desplegar en una total transparencia. Lévi-Strauss observa,respecto de los sistemas simbólicos constituidos por el lenguaje, lasreglas matrimoniales, económicas, etc., que no pueden ser absolu

tamente transparentes los unos para los otros por razones extrínsecas (la historia y la desigualdad de los pesos sociológicos), y por razones intrínsecas, que derivan del carácter singular e inconvertiblede sus simbolismos respectivos. En el objeto fetiche, precisamente,todo se deja ver o percibir en conjunto.

El fetiche africano es, me atrevería a decir, un objeto social total.Esta totalidad se expresa de manera alusiva en la acumulación de las

sustancias que lo componen, en la multiplicación de sus localizaciones y en su existencia simultánea como individuo y como clase deindividuo. Se expresa de manera funcional en la práctica del sacerdote clarividente que percibe, por su intermedio, la imposible transparencia de los sistemas simbólicos. Se expresa por último, dentrode modalidades prácticas y sociales, en la multiplicidad de los recursos e itinerarios que su presencia baliza: el fetiche es el punto

por el que hay que pasar para ir de un individuo a otro, de un lugara otro, de un sistema simbólico a otro. El objeto símbolo-feticheafirma la necesidad de la frontera y niega su realidad, o mejor dichoreafirma la frontera, multiplicando eventualmente las interdicciones, para sugerir la posibilidad e incluso la necesidad del pasaje. Elfetiche sería, en suma, un peaje místico para pasar de uno mismo auno mismo o de uno mismo al otro."'

Véase sobre estos temas también el libro de Marc Augé,Dios como objeto, Barcelona, Gedisa, 1996.

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Discusión3

Xavier A udouard

Quisiera decirle, estimado profesor Augé, que esta noche heoído hablar de psicoanálisis como sólo me había sucedido en rarasocasiones.

Cierto es que bajo nuestros pasos se abre siempre la misma trampa: nosotros pretendemos hablar de psicoanálisis como psicoanalistas, y por este solo hecho erramos nuestra meta. En cambio, hablamos de otra cosa, de filosofía, de literatura, de arte o de la vida,simplemente, y entonces, misteriosamente, lo esencial de nuestraexperiencia comienza a decirse. Así hacen los poetas, que hablan«en poesía» y no de poesía. A menudo son la novela, la película, laobra de teatro las que mejor expresan la profundidad de nuestras observaciones. El psicoanálisis pasa por otra parte y no en nuestra decisión de hablar de psicoanálisis. Lo digo a quien quiera oírlo: los«entrañadores» que somos crean, por el solo hecho de su presencia,ese lugar singular de la transferencia, de la «educación», como digotambién, ese lugar singular en el cual todo lo que se dice o hace se

comprende en otra parte, donde lo que se vive, se vive como en otraparte de la vida, donde la «metanoia» opera la conversión de todoen otra cosa, en ese comienzo que no termina, como dice OctaveMannoni en un título, que es por sí solo un trabajo.

En resumen, estimado profesor Augé, si el tema de esta nocheera lo que quiere decir el fetichismo de los habitantes del Benin,Nigeria y otros sitios, al mismo tiempo se nos convocaba, con

nuestras ideas clínicas sobre el fetiche, a abrirnos a un esencialque con demasiada frecuencia permanece oculto en nuestra prác

3. La grabación resultó inaudible. La mayoría de las intervenciones no pudieronser reproducidas. Sólo daremos los extractos que se pudieron reunir reproducidos dememoria por los participantes.

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tica misma bajo las apariencias programadas de un «saber» depsicoanalistas. Acaba usted de demostramos que el fetichismo rebasa al fetiche,

por la misma razón por la que el fetiche se rebasa a sí mismo, en elinterior de sí mismo, en su estructura, tan esmeradamente descritapor usted como si la tuviéramos ante nuestra vista. Usted nos hadado la admirable lección del observador apasionado por las cosasmismas, mostrándonos el escalonamiento en el espacio y el tiempo, de ese Legba do ko y de eseLegba dgbanukwe -en el pórticode entrada de la casa y a la cabecera de la cama. La estructura ínti

ma del Legba es la que le da, de todas formas, su sentido y su vida.En el interior de esos objetos- fetiches, de esas «cosas» -usted nosenseñó a verlo-, de representación en representación, las representaciones como tales acaban despidiéndose y por último se nos de

 vuelve a ese esencial de un fondo que a nuestro imaginario le cuesta entender: SC, «un poco de tierra», real al que todos deberemosretornar.

¿Pero acaso lo que llamamos lugar de la transferencia, depósitotransferencial, es otra cosa? Ese poco, ese casi nada que yace, mudocomo lo real, en el fondo de todos esos movimientos desesperadosque intentan crear relación y representación adecuada, ese algoduro como un hueso, esa palpitación ingobernable, esa abertura ennosotros indomeñable como del otro, que nos clava en este lugar dela transferencia como una atadura umbilical a despecho de nuestras

angustias de nuestras protestas de odio o de amor, de nuestras palabras o de nuestros silencios, ese poco, ese casi nada, aquí está encada uno, re-centrándolo en la transferencia como en la contratransferencia, a la manera de la bola de plomo que no cesa de ajustar la muñeca rusa del psicoanálisis al eje de su presente corporal:aquí y ahora Legba, de la entrada y Legba de lo íntimo, a pesar delas palabras, a pesar de la historia y las historias, a pesar de las interpretaciones y de los rodeos del saber.

Estimado profesor Augé, lo que nos mostró usted del Legba,como desplazamiento y permanente progresión, desde la puerta dela casa hasta la cabecera del lecho de amor y de reposo,'pero asimismo desde el nacimiento hasta la pubertad y desde esta maduración decisiva hasta el momento de la muerte,- ese movimiento detransferencia en el interior de las representaciones, de la etnia, de lafamilia, de la individualidad, hasta la realidad casi inapresable dela presencia aquí y ahora, en el fondo del cuerpo, es la estructuramisma del fetiche, momento angular fundamental del sexo en el psicoanálisis, no representable de otro modo que por:

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Ello [ga]es [c’est]

Experiencia crucial, fundamental, de la práctica del psicoanálisis.«Tú has venido hasta aquí, europeo o fon del Benin, Peul, Sonraí

del desierto o Guéré-wobé del bosque, qué importa: acompañadopor tu Legba de todos modos. De representación en representación, de lo imaginario de tu tribu y de lo imaginario de tus padres,hasta lo imaginario que te trabaja y que se dice en el fondo de ti,desde esa «escena primaria» en la que crees haber sido hecho y queno cesas de remedar en tu danza de posesión, Vudú que crees ser yal que piensas servir, he aquí, aquí y ahora, tu historia, tal como tufetiche te la cuenta. Deja a tu Legba velar a tu entrada y cerca de tuestera, fetiche en la puerta de tu analista, señalSC ahora a la cabecera del diván donde te tiendes, para que sus apariencias de estirpe, de

historia y de coherencia imaginaria se disuelvan en ese breve instante que no les pertenece: ese momento en que lo real de tu nacimiento, de tu goce, de tu acto de existir y de tu muerte, te recoja yte transforme, poseído como estás por el “otra parte” del otro, quete deja inconsciente y consciente a la vez, más de lo que has estadonunca.»

Esta mutación que se opera bajo las especies y apariencias del psi

coanálisis, ¿no es ese mismo «estado de singularidad» que nos designan los astrofísicos cuando el universo tenía por edad 10 3segundos después del big bang iniciador del universo? A este «estadode singularidad», helo aquí representado en el fondo del objeto-fe-tiche, del Legba y por un Kpoli, como en el fondo de cada uno de los que dicen: «Yo» yo singular ;hecho de tan poca cosa, de un «SC», de un «es» [c’est], de un «sabe» [sait\, ¡reemplazable empero por ser

una apertura singular a un mundo singular que él crea, en un bigbang siempre nuevo: los fetiches del arte, de la ciencia, del deseo,del amor, los fetiches son asimismo nuestros «fetichistas sobre elcanapé», usted nos ha mostrado, estimado profesor Augé, que sonotras tantas revelaciones balbuceantes de una presencia que no esposible encontrar sino al término de un largo camino -como lospobres zapatos de un padre que se ha marchado largo tiempo atrásestán ahí, eternos, en un cuadro de Van Gogh.

El fetiche del que usted ha hablado, profesor Augé, es el «sileno»del que antaño nos hablara Lacan.

Por mi parte añadiré gustoso: cuanto más ebrio está el sileno, máscontiene esto, que le hace ser sileno:

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«SC», un poco de tierra.Gracias por habernos retrotraído a esto que es nuestra cotidiana

práctica, y a «ello», que no tiene nombre porque él origina toda no

minación.Quienquiera que no haya conocido la desesperanza de lo inno

minado corre el riesgo de quedar, al borde del camino, paralizadopor la angustia de su llamada. Más que un «objeto transicional», queél toca pues con su mano, sobre el brocal del pozo sin fondo delOtro, Legba do ko, a la entrada, el hoc ínfimo de su condición.

Maud Mannoni

La exposición de Marc Augé interpela al analista confrontado ensu práctica con el problema del fetichismo. Sería interesante profundizar en qué se distingue el fetiche del primitivo del fetiche del

fetichista.En el primer caso, hallamos una potencia materna (los dioses),una potencia protectora. En el segundo, el objeto fetiche tiene másbien la función de negar la castración, su uso es estrictamente sexual.

En los dos casos, sin embargo, encontramos un estado de maníacontrolada y, como contrapunto, el temor al abandono y hasta unpeligro de aniquilamiento.

Xavier Audouard puso el acento en la categoría de lo real. Estadimensión no tiene sentido sino por hallarse anudada a lo imaginario y a lo simbólico. En un artículo publicado en inglés, en 1956,Lacan y Granoff trataron el problema del fetichismo partiendo dela articulación de lo real, lo imaginario y lo simbólico. Este artículo4influyó sobre muchos analistas anglosajones en su examen de la relación del fetichista con su objeto. Mostraron de ese modo que lo que

le importa al fetichista no es tanto la posesión del objeto como la organización ritual a instalar alrededor del objeto. Por su parte, Ma-sud Khan puso en evidencia de qué modo la relación con el feticheen ciertos pacientes no está alejada de una actividad alucinatoria,actividad que sirve de soporte simbólico a una relación. El paciente, al tiempo que alucina el objeto-fetiche, tiene por otra parte lailusión de haberlo creado y, por contacto visual o manual, la deconvertirse en él.

En el hombre primitivo el fetiche constituye el término de unarelación. En el fetichista no sucede lo mismo. Para este último lo

4. Reproducido en págs. 17-28 de este libro.

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que cuenta es la puesta en acto de una ensoñación, mucho más queuna relación con el otro. La ensoñación del fetichista tiene la función de preservar al yo de todo riesgo de hundimiento (psicótico).

Pero lo que aparece de común con el primitivo es la ambivalencia.En el fetichista, la mayor parte del tiempo se trata de conjurar el deseo de asesinato mediante una organización minuciosa de «cuidados» y de manifestaciones de ternura.

La madre del fetichista es únicamente seductora, no le aporta ningún consuelo. Por el contrario, la madre del primitivo aparececomo una potencia protectora y tranquilizadora.

¿Nos permite este enfoque profundizar o situar las diferencias?¿O bien se trata de dos ámbitos radicalmente distintos?

Marc Augé

El conjunto de los comentarios suscitados por la evocación queintenté hacer del «fetiche» Legba despierta, al fin y al cabo, dos interrogantes: ¿existe un parentesco entre el fetiche del «fetichista» yel del africano que adora la madera y la piedra? La relación con elobjeto-fetiche de tipo africano ¿da fe de una conciencia específicadel yo y de la relación con el otro? ¿o no hace más que ilustrar bajouna modalidad particular una necesidad intelectual y existencial

más general?Es de entrada evidente que utilicé el término «fetiche» un tantoprovocativamente, retomando las palabras de los primeros misioneros que en la actividad ritual de los africanos sólo vieron una formadegradada de religión y le aplicaron en consecuencia un vocabulariodes valorizad or: fetiches por dioses, magia por religión, brujo por sacerdote. A los ojos de estos primeros misioneros, adorar la madera

 y la piedra era a la vez un hecho escandaloso y ridículo.Pero es cierto, por otra parte, que una interpretación puramente

simbolista de la relación con el fetiche deja escapar una parte importante de lo que constituye su realidad. El fetiche no es un simplemedio para codificar la vida humana y para balizar el espacio social.Se lo vive como una realidad eficaz y esta misma eficacia, de la queel objeto-fetiche es considerado portador, invita o bien a reconsiderar la noción del símbolo, o bien a sustituirla por la de fetiche.

Un símbolo puede ser un objeto que simbolice a otro o que simbolice, de manera más amplia, otra realidad. Pero en un sentido másprofundo, el lazo simbólico que une a dos objetos los define comocomplementarios, como objetos que sólo a través de su reunión co

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bran sentido y encuentran su realidad total, se trate de dos pedazosde una moneda partida o de esas mitades de seres que son los hombres y las mujeres del mundo real para el Aristófanes deEl banque

te. El fetiche posee la virtud suplementaria de aportar, por su solapresencia, el complemento de ser asignado a la reunión simbólica.Sustituto ciertamente, puesto que representa al dios como al an

tepasado, pero no exento de ambivalencia puesto que no se podríadeterminar si quien se identifica con él es la persona de su poseedoro a la inversa. Para decirlo con otras palabras, no se podría determinar si es sujeto u objeto. El fetiche, dios africano, es en esto se

mejante a los dioses griegos, que como bien apuntó Vernant eranpotencias más que personas. Sapata, el dios de la viruela, no puedehacerla desaparecer sino por ser el único que puede hacerla aparecer, ambivalente en consecuencia. Pero para que se marche juntocon el mal del que es portador (en otro lenguaje: para que haga desaparecer el mal), hay que tratarlo como a una potencia pasiva, a lacual se le imponen todos los alimentos que le están prohibidos a fin

de asquearla y de hacer imposible su estancia. Legba es objeto deuna manipulación de esta índole cuando se le ofrecen alimentosprohibidos para convertirlo en el instrumento de pasiones de lasque sin embargo se entiende ha de proteger a los humanos (sólo queno puede aportarlas más que por ser su portador), expresión simultánea del deseo y de su censura, medalla de doble uso de la que meatrevería a decir que su anverso ignora a su reverso y cuyo usó bueno o malo ninguna potencia superior viene a sancionar. La últimamanipulación de esta clase será obra de un allegado al individuo fallecido cuyo Legba hay que destruir -ofreciéndole otra vez todo loque le está prohibido-, como para demostrar la necesidad simbólica de su relación: si uno desaparece, la existencia del otro ya no tiene sentido y, literalmente, ya no tiene razón de ser.

Es indudable que el uso africano del fetiche no posee el carácterestrictamente sexual que tiene el del fetichista como observa MaudMannoni. Sin embargo, entiendo que esta distinción debe ser matizada. Aquí me limitaré a algunas acotaciones, sin ánimo de sacarconclusiones definitivas. La equivalencia entre antepasados y dioses es frecuentemente postulada en África, en el África del Benin yde los vodu especialmente; añadiré que en el mero nivel etnográfi

co, por una parte, la imagen de los dioses es más bisexual que femenina (los dioses andan en parejas, un poco como la humanidad primera de Aristófanes); por otra parte, que los dioses son másambivalentes que protectores (pueden lo más sólo porque puedenlo menos), al punto de que hasta la imagen de la madre puede ser

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ambivalente; presentada a veces como sí hubiera concebido contrasu voluntad, también ocurre que se identifique con la imagen de lamujer hechicera. Lo cierto es que, en el empeño de hallar un paren

tesco entre el fetiche de los fetichistas y Legba, se podría argumentar que el Legba de la habitación está indiscutiblemente asociado ala idea del antepasado y que el Legba de la puerta (erigido en el mismo momento) lleva un pene. De ahí a definir los penes del Legbacomo un sustituto de la potencia ancestral habría un sólo paso, pasoque no daré aunque la existencia de dos penes en ciertos Legba, unode madera y el otro de hierro -manifestando éste, por contraste, el

carácter efímero del primero- nos deje pensativos.Sin duda alguna, Legba baliza las vías de la relación con el otro.

Pero es digno de señalarse que, en sentido inverso, el cuerpo propiode cada individuo está marcado por la presencia del otro. Legba esel ombligo del hombre'. Pero otras partes del cuerpo están habitadaspor el otro: por ejemplo, los dedos del pie son identificados minuciosamente con antepasados determinados, a los que se debe rendirculto. Entre los ashanti, el Kra, que es una forma de instancia psíquica en cierta medida comparable alye de los fon, es también unapresencia ancestral y un conjunto de objetos, un dispositivo material constitutivo de un altar y objeto de culto. En cierto modo, porun mismo movimiento se establecen cierta puesta a distancia deuno mismo con uno mismo y una identificación firme del yo con elotro.

Como atinadamente observa Jacques Sédat,5sólo en el momentoen que se han instalado todos los referentes de la identificación(aunque hay que añadir que esa instalación es tardía), la identidadse cumple (o se deshace) en la relación. Este procedimiento, propiamente iniciático, no deja de recordar el de las iniciaciones de tiposenufo a cuyo término se revela al hombre así promovido a la ma

durez social que bajo la máscara del dios misterioso no había másque un hombre corriente y conocido por todos. Debemos agregar,no obstante, que en la sociedad de linajes ningún individuo se identifica plenamente con un solo otro. La identidad se salva, podríamosdecir, porque es plural y combina, para el tiempo de una existencia,herencias y destinos específicos; cada individuo ocupa una posiciónúnica en el cruce de dos linajes y de varias líneas de fuerza, posi

ción que también determinan el orden de nacimiento, el día de nacimiento y otros factores variables; cada posición es única precisa

5. En una intervención que lamentablemente no pudo ser reproducida por razones técnicas: grabación inaudible.

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mente porque es el resultado de varios determinismos (literalmentesobredeterminada), de manera tal que no hay ninguna contradicciónen hacer de la arena sobre la que se han arrojado las nueces de Fa

 y trazado el signo de una individualidad siempre definida en relación con el otro, el símbolo tangible y efímero de su carácter irreductible e irreemplazable.

La reflexión que despliegan a este respecto algunos interlocutoresde Maupoil manifiesta indiscutiblemente una aguda conciencia delas transferencias que pone en marcha su aparato ritual y de su término, tan ínapresable como evidente: la presencia aquí y ahora de laque habló Xavier Audouard.

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El Cuerpo

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El cuerpo, una cuestión críticapara el psicoanálisis

 Monique David-Ménard 

Patríck Guyomard

Quisimos concluir las conferencias de este año abordando el problema del cuerpo y la cuestión del cuerpo en el psicoanálisis. Lacuestión reviste cierta actualidad desde hace algunos anos, por lomismo que parecería que la identidad del psicoanálisis y, podríamosdecir, su valor, están siendo atacadas por cierto número de reflexiones y técnicas que ponen en primer plano el cuerpo y, digamos, lapráctica con el cuerpo, que asignan al cuerpo un lugar diferente enla cura y en la palabra, y que oponen esta práctica o estas prácticasal psicoanálisis en su aspecto clásico.

Es indudable que debemos reconocer esta circunstancia y considerar que el psicoanálisis tiene su parte de responsabilidad en lo quesucede, ya que tanto en nuestro campo como en otros, cada vez que elpensamiento desfallece, falla o retrocede, ello se manifiesta de mil y

una maneras y, en particular, en el plano del cuerpo y en el del resurgimiento de la cuestión del cuerpo!Sin embargo, bien sabemos que el psicoanálisis nació -todos uste

des lo saben- de cierto distanciamiento respecto del problema delcuerpo, es decir de la consideración prestada al simple hecho de queel cuerpo hablaba y de que, desde el momeñto'en que se'consideróque el cuerpo hablaba, había que establecer una distancia mínima que

consistía en escucharlo y que este origen -origen específico, entre lahisteria y la psicosis- del psicoanálisis es un origen, naturalmente,tyje vuelve, que retorna. Cada vez que se cuestiona la identidad delpsicoanálisis resurge la cuestión del origen, puesto que bien sabemosque jamás acabamos con nuestros orígenes y que el psicoanálisis

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tampoco... También por esta razón la cuestión del cuerpo plantea nosolamente la de los límites del psicoanálisis, sino también la de lo quesería exterior al psicoanálisis o saldría de su campo. Y es indudable

que lo que sale de su campo no sabemos si procede del exterior o sies algo que hemos desconocido. Es decir si pertenece a lo «reprimido» o, como diría Lacan, a lo «real». Dicho con otras palabras, no sesabe muy bien si está más allá del psicoanálisis o más allá de lo que losanalistas pueden decir del inconsciente. Por eso, en efecto, el cuerpoes una cuestión crítica. Es una cuestión, como Monique David-Mé-nard indica en su título, que obliga al psicoanálisis a hacer su propia

crítica y a definirse en el plano de sus fronteras y de su poder. Agradezco mucho a Monique David-Ménard el haber aceptado

introducir la discusión sobre este punto.

Monique David-Ménard

Hablar, en efecto, del estatuto del cuerpo en psicoanálisis y bajoeste título: El cuerpo, una cuestión crítica para el psicoanálisis, cobrasentido sin duda en relación con una coyuntura. Es cierto que durante mucho tiempo trabajé sobre la cuestión del cuerpo por razones que, precisamente, me parecían totalmente ajenas a la coyuntura. Durante todos esos años, yo no hubiera dicho que el cuerpo

era una cuestión crítica para el psicoanálisis, pues se me aparecíacomo una evidencia que el psicoanálisis trataba del cuerpo.Sin embargo, poco a poco, me fui dando cuenta de que esto no

caía por su peso. Me di cuenta en el plano de algo así como la co yuntura... Patrick acaba de nombrar algunos elementos de esacoyuntura. Es decir, la influencia que ejercen sobre el psicoanálisis,en forma de desconfianza o de curiosidad, las terapias, digamos por

ejemplo, reicheanas o neoreicheanas venidas de la otra orilla del Atlántico... Haré referencia -y de ahí habré de partir- a otro o aotros dos tipos de situaciones en las que me fue dado percibir, al comienzo con gran ingenuidad, que la cuestión del cuerpo era unacuestión crítica para el psicoanálisis.~~E1primero de estos casos es reciente. Una analista por la que tengo gran aprecio y que se llama Laurence Kahn, acaba de publicar un

comentario de mi libro1en la revista Psychanalyse a VUniversité.2

1. UHystérique entre Freud et Lacan. Corps et langage en psychanalyse,  EditionsUniversitaires, París, 1983.

2. Número de abril de 1985.

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Es un artículo favorable y positivamente interesado en lo que hagopero, al mismo tiempo, crítico. Crítico en el sentido de que Lauren-ce Kahn me dirige una objeción de fondo, que quisiera leerles. Efec

tivamente, es una objeción hecha con suma sutileza y que expresa bienpor qué hablar del cuerpo -para decir las cosas simplonamente-siempre es un poco fastidioso. Laurence Kahn escribe: El libro de Monique David-Ménard expone y desarrolla innumerables cues

tiones suscitadas por la histeria y defiende una hipótesis: la necesidad de tomar en cuenta la motricidad en el inconsciente. Pero, ¿podemos hablar de movimiento en el inconsciente? La red a partir de la cual 

Monique David-Ménard construye esta posibilidad está form ada por varias capas; en primer lugar la noción de actualidad de la  pulsión.

 Y me cita:Proponemos llamar  actualidad de la pulsión al régimen del deseo que exhibe el síntoma histérico (...) ¿ Cómo pensar esa ac

cesibilidad de la pulsión?, añade.La pulsión misma en posición de lí

mite extremo (Grenzbegriff)por excelencia se organiza en la fron

tera de lo irrepresentable de una energética que no se concibe en la verdad sino en relación con los representantes pulsionales.

Laurence Kahn me dice aquí que, en el análisis, se analizan representaciones; creer que en una cura se va a ver la pulsión, creer queel psicoanálisis sería algo así como una ciencia experimental de lopulsional, es no entender el concepto freudiano de «pulsión» ni elde «representación». Así que, en el fondo, esta noche quisiera tratar de ver lo que con

tinuaré sosteniendo con respecto a la objeción que me hace Laurence Kahn. Seguramente tiene razón cuando dice que no hayque hablar de motricidaden el inconsciente. ¡Eso es, en efecto, lo quedigo en mi libro! Y creo que es una formulación inadecuada. Transformaré esta expresión de la siguiente manera; diré: «¿Acaso el psi

coanálisis es la ciencia del inconsciente?» O bien, con todos losproblemas vinculados a la palabra «inconsciente», encontrados porFreud y vueltos a tratar por Lacan y que recientemente repitieronciertos epistemólogos anglosajones: «¿Así que el objeto y el terreno del psicoanálisis es el inconsciente? ¿No sería preferible decirque el psicoanálisis es una suerte de ciencia experimental de lo. pulsional? Y, si así fuera, ¿cuál sería la importancia de la cuestión del

goce sexual en la dinámica de una cura?» Puesto que la referenciafreudiana a la motricidad remite al goce sexual como uno de losmodos de actualidad de la pulsión, más que hablar de la motricidaden el inconsciente, ¿no convendría modificar la definición del propio terreno del psicoanálisis? Esta posición es extrema y polémica,

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pero quisiera examinar hasta qué punto podemos marchar en estadirección.

La otra ocasión, no reciente, en que tuve la impresión de que ha

blar del cuerpo era en efecto una cuestión crítica para el psicoanálisis, fue una discusión que tuve con alguien que había leído mi trabajo en curso y con una lectura sumamente atenta, que me habíaayudado mucho; es alguien que acaba de fallecer y que se llamaLouis Beirnaert. En uno de los últimos capítulos, Louis Beirnaertobservó que yo escribía: «El síntoma histérico piensa». Yo habíaempleado la expresión «el pensamiento del síntoma», del «síntomade conversión». Y utilicé esta expresión en una comparación entrela relación de los histéricos con su cuerpo y la relación de un pintorcon su tela. El me dijo: no se puede decir que el síntomapiense. Nohay pensamiento, psicoanalíticamente hablando, sino desde el momento en que hay una representación del deseo. Y agregó: «Decirque el síntoma piensa es una idea propia de un semiótico, o bien de

un filósofo que quiere dar al cuerpo un estatuto, pero no es ideade un psicoanalista». Por supuesto, esta objeción acompañó demodo complejo la continuación de mi trabajo y me hizo pensar enparticular que, en efecto, en la Traumdeutung,  Freud habla del«trabajo» del sueño más que del «pensamiento» del sueño. Quizá loque debí decir era: el «trabajo del síntoma histérico» más que «elpensamiento» del síntoma.

 Y sin embargo, en cierta forma, esta noche tengo ganas de decirque la continuación de mi trabajo me llevó más bien a confirmar,aunque transformado lo que en esa época había querido decir... Y amantenerlo tratando de localizar y de definir lo que llamamos «laactualidad de lo pulsional» en una cura, sin que podamos -¿cómodecirlo?-, sin que podamos limitarnos a decir que lo que se actualiza en el síntoma es algo «todavía no representado»... ¡y listo!

Releí para esta noche el texto de Freud sobre la «Represión», enlaMetapsicologút, es decir el texto en el cual figura la distinción entre el afecto y el «representante representativo» -o, según la traducción de Lacan, el «lugarteniente de la representación»- de la pulsión; y me pareció que las cosas eran mucho más complejas que loque se solía decir. Leyendo ese texto, no se puede decir sin más que,

según Freud, en una cura se analizan las representaciones simplemente, puesto que dice: mucho más importante, para el destino dela pulsión, es «el afecto». ¡Lo dice directamente! La diferencia entreuna represión lograda y una represión fracasada se decide a partirde la cuestión: «¿Qué pasa con el afecto?» ¿Es que el afecto se transforma en angustia, o bien la pulsión continúa, puede continuar exis

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tiendo en forma de placer? A los ojos de Freud lo decisivo es esto.No es que él otorgue una importancia extremada al destino de lasrepresentaciones, pero en cualquier caso la pulsión, como esa espe

cie de pedazo de actualidad, de actividad o de «motricidad» dice, noestá, según este texto, completamente ausente del campo analítico.

 Al releer estas páginas me dije que, en cierto modo, cuando se hacede la pulsión un mito, una realidad mítica que jamás podríamosaprehender, que siempre está presupuesta pero de la cual nuncaanalizaríamos más que sus «representantes representativos», o sus«lugartenientes de la representación», me dije que, cuando uno seexpresa así, permanece más acá del poblema planteado por Freud.Los analistas no temen matizar este juicio aceptando a menudo quesus pacientes están angustiados. Dicho de otra manera, cuando lapulsión es angustia, entonces no hay inconveniente en que sea actual en la cura. Pero en cuanto a lo demás la pulsión estaría fuera decampo. La pulsión seria una especie de protorrealidad de la cual

se tomaría lo que propiamente se analiza, o una referencia mítica ligada a una necesidad discursiva.Entonces, quisiera proceder en tres tiempos. En un primer tiem

po intentaré decir lo que me enseñó sobre el cuerpo el estudio de lahisteria. En un segundo tiempo, caracterizaré el goce sexual comoalucinación en el otro de un objeto pulsional. Después, en un tercertiempo, intentaré relativizar lo que haya dicho, preguntándome si,

partiendo de la histeria, no se sobrevalúa la importancia de lo que sepuede localizar como perteneciente al orden corporal para unacura; y trataré de comparar, respecto de un caso ficticio o en parteficticio, qué sucede con el goce en un caso de análisis de histérico yen un caso de análisis de alguien que estaba en el límite, diría yo, entre la fobia y la perversión. Dicho de otra manera, intentaré preguntarme si, y en qué medida, la histeria me ha cegado en cuanto a

lo que se puede plantear respecto del cuerpo.

I. ¿QUÉ SE PUEDE COMPRENDERSOBRE EL CUERPO «GRACIAS A» LA HISTERIA?

¿Qué podemos aprender sobre el cuerpo a partir del histérico? Yo diría precisamente que en el modo de formación de los síntomashay algo específico que Freud llamó Darstellung (es decir, la «actualización del goce»), y que él despejó progresivamente y distinguió de la representación del deseo (Vorstellung).  Al principioFreud describió el fenómeno de conversión con un vocabulario

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muy confuso, diciendo: es una energía psíquica que pasa de lo psíquico a lo somático... Yo diría que es confuso porque la determinación de lo psíquico lo es totalmente. Es psíquico, para Freud, lo que

no es somático, debido a que lo que él tuvo que observar eran parálisis que no tenían un origen orgánico. Freud llamó «psíquico» a loque no era «orgánico». Pero «psíquico», en mi opinión, no diceotra cosa que «lo que no es orgánico». Por otra parte la noción de«conversión», es decir, de lo que sucede en el cuerpo, fue definidapor él de dos maneras que yo llamaría contradictorias.

La primera es esa idea de paso de una energía psíquica a la iner

 vación somática. La segunda, muy diferente, es el descubrimientodel estatuto del cuerpo en la transferencia con ocasión de las curasde histéricas que debía afrontar durante ese período, curas en lascuales los lugares del cuerpo y los síntomas motores eran referidosa la historia de un deseo. ¡Y aquí ya no es necesario emplear el término «psíquico» para decir a qué corresponde esa instancia delcuerpo! Y sólo porque se trataba de otra cosa habló Freud de «ero-geneidad», término que es independiente de la distinción de loorgánico y lo psíquico. Por lo tanto, es posible interesarse en la histeria desde este punto de vista epistemológico que consiste en encontrar en Freud dos lenguajes.

Pero yo diría que si sólo hacemos eso, en cierto modo le pisamoslos talones al síntoma histérico, es decir que cargamos las tintas so

bre el orden del cuerpo sin decir cómo ni por qué. Se presta confianza al carácter espectacular del cuerpo histérico sin dejar de atender al hecho de que él habla, o de que está bloqueado en aquello enque puede convertirse una palabra, pero al mismo tiempo se carganlas tintas sobre el orden del cuerpo; y esto porque las cuestionesepistemológicas, en el campo del psicoanálisis nunca están solasconsigo mismas.

Mientras se aplicaba a deslindar este orden del cuerpo en la histeria -es decir, la forma en que poco a poco Freud consiguió hablardel cuerpo erógeno y de su vida proseguida en el síntoma histérico-, al mismo tiempo me parecía que esa cuestión epistemológicadisimulaba otra, que era más clínica y que correspondía a la estructura inconsciente de la histeria; y en el fondo mi libro da fe,por el contraste entre el final y el cuerpo del texto, de esta doble

problemática. Cuando uno se interesa exclusivamente en unacuestión epistemológica es porque desconoce la significación inconsciente de la cuestión que se plantea. Y la significación inconsciente de un interés exclusivo por el cuerpo en la histeria es la posición misma de la histérica, que consiste, diría yo, en reivindicar

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una presencia del goce ante un hombre que no quiere saber nadade él.

Es cierto, epistemológicamente, la erogeneidad tiene una reali

dad, pero cuando uno se dedica a mostrar esto y a mostrar sóloesto, nos dice que está haciendo suyo ese interés epistemológicopor una posición teórica que está, al mismo tiempo, tomada en lahisteria, esto es, en esa suerte de reivindicación a contratiempodel goce que bordea una amenaza de paranoia de celos; la funcióndel hombre es entonces la de ser un interlocutor que permita alhistérico -aquí una mujer- escapar a lo que es aterrador para ella

en la relación con el elemento femenino, y que reaparece en loscelos delirantes. La «conversión» -esa especie de reivindicaciónde la posibilidad del goce y de su actualidad- cumple la función de

 jugar lo erótico en los confines de un riesgo de horror, «lo erótico de todos modos», la erotización para escapar a la psicosis,¡algo así!

Una de las cosas que se aprenden al trabajar así sobre la histeria esciertamente que el erotismo está ligado a la problemática de la «al-teridad», es decir, al tipo de otro a quien un sujeto se dirige. También se descubre entonces que lo que hace deseante a un cuerpo estásumamente ligado a lo que para un sujeto es más traumático.

Por otra parte me parece que, clínicamente, lo que corresponde alaDarstellung histérica -es decir, a esa reivindicación de una presen

cia del goce ante otro que no quiere saber nada de él-, ese elementode laDarstellung, cuando puede analizarse en una cura, se analiza ensu orden propio, no resolviéndose por la problemática de la pérdida,de la que depende la problemática fálica, sino enfrentando al sujetocon el riesgo de una experiencia de ausencia para sí mismo, o másbien de abolición de los referentes imaginarios y simbólicos que nopuede resolverse más que diciéndose. El decir de esta experiencia, en

ciertas condiciones, permite emerger de ella y hacer representableese riesgo de pérdida de sí. Pero esto está en el fondo, diría yo, en lamismaDarstellung... Si los síntomas que se actualizan en el cuerpo,es decir, si los síntomas de conversión encubren una paranoia de celos, o la histeria no se analiza sino al ras de la paranoia de celos. Y larelación con el otro corresponde a algo mucho más arcaico, me parece, que lo que expresa la categoría lacaniana de «imaginario». Di

cho de otra manera, lo que yo respondería a Luis Beirnaert, si fueraposible, es que pienso que laDarstellung, clínicamente, se analiza enel elemento de laDarstellung y que en este sentido, quizá, puede haber un «pensamiento del síntoma». O, en cualquier caso, el síntoma,cuando puede analizarse, se transforma en algo que pertenece al

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orden del pensamiento... Y hay por tanto sin duda «representación»de lo que estaba actuado en el cuerpo, pero sin que por ello laDars- tellung pase por las horcas caudinas de lo que define, en la teoría psi-

coanalítica, a la Vorstellung.¡Este sería el primer punto! También me di cuenta, con el correr

de los años, que con eso se implicaba un desacuerdo con lo que escribió Lacan sobre la noción deDarstellung -«presentación plástica y figurativa»-; es la palabra que designa tanto el estatuto de la pulsión en la histeria como el estatuto de las imágenes en el sueño. Dar- stellungsfahigkeit es la figurabilidad, o incluso, como traduce Lacan

en el artículoLa instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud: la consideración a los medios de la puesta en escena.3

Respecto de esta puesta en escena, Lacan dice que ella juega enel interior de un sistema de escritura. Lo dice con relación a lasimágenes del sueño y no con relación a los síntomas motores en lahisteria; pero la palabra es la misma: Darstellbarkeit.  Dicho deotra manera, en la lengua de Lacan laDarstellung juega en el interior de una Vorstellung.  La representación supone que se hayainscrito, para un sujeto, el deseo, es decir la pérdida de una satisfacción mítica; y, desde esta perspectiva, lo que parece corresponder a una exigencia de presencia absoluta del goce no es, en el fondo, más que un a manera de tapar la falta. Para Lacan, es estesentido lo que la Darstellung juega en el interior de un procedi

miento de escritura, siendo el sueño un jeroglífico en el que puede, no entenderse pero sí localizarse la marca de otro en la formadel «rasgo unario», que corresponde a la escritura; por consiguiente, no hay razón para aislar la Darstellung en relación con laVorstellung. No cabe duda de que en mi presentación de los síntomas histéricos y en el acento que puse sobre la especificidad dela formación de síntomas en la histeria, he prestado atención a una

heterogeneidad de laDarstellung respecto de la Vorstellung.

II. EL ESTATUTO ALUCINATORIO DEL GOCE SEXUAL

 Ahora quisiera examinar otra cosa que sin duda podemos aprender acerca de la histeria: el sentido que se debe otorgar a lo que diceFreud sobre el «estatuto alucinatorio del goce» y también a lo quedicen Freud y Lacan sobre el «objeto del deseo».

3. J. Lacan, Ecrits, Senil, 1966, pág. 511. [Trad. castellar Escritos, México, Siglo XXI,1971.]

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En cierto modo, el histérico -al dejar ver su cuerpo, al paralizarseo al fabricarse síntomas en su cuerpo por razones que, fundamentalmente, estriban en el régimen de su goce y al crispar todo lo que

concierne a la estructura de su deseo al respecto, en una llamada espectacular al otro-, el histérico, precisamente, muestra el lazo entrela erogeneidad y la llamada al otro... y la llamada a algo del cuerpodel otro, sea este cuerpo su voz, su mirada, tanto como su sexo ocomo cierto gesto suyo determinado. Se trata, en todo caso, de «captar» algo del otro. Dicho de otra manera, el problema que está ahípendiente y a veces en formas patológicas (la forma más patológica

es, por ejemplo, la erotomanía; la forma menos patológica es la demanda ilimitada de goce que una mujer puede dirigir a contratiempo a un hombre, con toda la gama que va de lo uno a lo otro), el problema planteado ahí por el histérico es, diría yo, el de las relacionesentre el objeto de la pulsión y la alteridad del otro. Lacan dice en algún texto -creo que en elSeminario XI, pero desde que esta frase mesedujo no pude volver a encontrarla-, Lacan4dice eso respecto de laperversión, que la pulsión es la única distancia permitida al sujeto enrelación con el «principio de placer» y con el «narcisismo del amor»;con el «principio de placer» entendido como el régimen del deseodonde todo gira en redondo y donde no pasa nada. Dicho de otramanera, la única salida del narcisismo sería algo del orden de lo pulsional. Pues bien, me parece que la histeria obliga a plantear estacuestión y, en un sentido, obliga a plantearla en forma un tanto diferente a la de Lacan cuando hace hincapié en la perversión. CuandoLacan habla del objeto del deseo, lo hace de una manera sumamente interesante, en el sentido de que muestra a las claras, en determinados momentos, que el objeto es tomado del cuerpo del otro y quealgo esencial del deseo se juega en esa búsqueda de un objeto brillante, que es «buscado» en el cuerpo del otro. Pero, al mismo tiem

po, me parece que en la teoría del objeto a -en cualquier caso, hastadonde alcanza mi comprensión de lo que Lacan llama objeto a- lacuestión de la alteridad en lo pulsional al mismo tiempo queda escamoteada. Con esto quiero decir que Lacan dice y escribe mucho queel objeto a es un objeto que «cae». En cuanto a esta caída, yo la entiendo de dos maneras que no son necesariamente idénticas.

Según una de ellas, el objeto, por cuanto excede a la organización

significante del deseo, designa un pedazo de cuerpo. Y un pedazo

4. J. Lacan, Le Séminaire, Livre XI, Les quatre concepts fondamentaux de la psy

chanalyse, Seuil, 1973, pág. 182. [Trad. castellana: El seminario, Libro XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Barcelona, Paidós, 1987.]

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de cuerpo que cae quiere decir que en la cura, desde el momento enque ese pedazo de cuerpo es nombrado, el sujeto está menos cauti

 vo de él. Así pues, sólo en el momento en que el sujeto comienza a

estar menos clavado a ese objeto fascinante en el otro, puede deciralgo de él; este hecho de que diga algo de él es el signo de que estácayendo. Este es el primer sentido que puedo dar a la expresión la-caniana. El otro sentido que puedo darle es que, decir que el otro esobjeto de la pulsión, es decir que algo del cuerpo del otro es «reba

 jado». Esta tesis, recurrente en Lacan, puede llegar hasta la idea de«mutilación». En el Seminario XI, por ejemplo, Lacan escribe: Yo te amo y, porque te amo, te mutilo.5 Y esto es lo que dice tanto elamante a la amada como el paciente al analista: Porque amo en ti algo más que tú, te mutilo;y te mutilo de ese objeto a... Aquí, el otroes definido en el orden de la pulsión o, mejor dicho, por lo que lapulsión sustrae al amor «gracias» al objeto de mutilación. El objetode mutilación, especie del género del objeto caído, aparece como el

correlato de la idealización del amor, el correlato contradictorio delo que es la idealización en el amor. Aquí, como suele suceder con las palabras que emplea Lacan, el

pensamiento juega y se desliza de la caída al rechazo y después a lamutilación; resulta muy sugestivo y al mismo tiempo ya no sabemos bien dónde estamos... Por una parte, entre estas dos acepcionesdel término objeto a como objeto que cae, nada nos dice que haya

homogeneidad. Aunque podamos definir de dos maneras lo que esel «objeto caído», no por ello ambas maneras coinciden. Por otraparte, y a esto quisiera llegar con respecto a la histeria y con respecto al estatuto del cuerpo erógeno en la histeria, me parece que enestas dos determinaciones se alude la cuestión de la altcridad: decirque el objeto cae cuando el sujeto puede nombrarlo es hacer del ob jeto una suerte de lugar interno en la estructura del sujeto; no im

plica decir de qué modo el mero acceso al otro, psicoanalíticamen-te, sería algo que estaría ligado a cierto tipo de violencia de lapulsión como dirigida a otro y que ella va a buscar a otro en un rincón donde... él no quiere necesariamente reconocerse, pero dondeél está.

En el fondo, lo que el erotismo pone en juego me parece sin embargo eso. ¡Y me parece que el juego de lo pulsional, una de las bazas de lo pulsional, es sin embargo eso! En el fondo, conseguir hablar correctamente de la pulsión en el análisis sería tratar decomprender y de decir en qué medida lo que está en juego, de ma

5. Op. cit., pág. 241.

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ñera torpe en la reivindicación del histérico, en la reivindicaciónerótica del histérico, es en efecto un momento decisivo en la dinámica de una cura. ¿Cuándo son puestos en juego en una cura, con

relación al análisis del deseo, amores y pulsiones, que se producensegún el modo casi alucinatorio y según el modo de la sorpresa, detal manera que el objeto que es «buscado» en el cuerpo del otro nosea completamente indiferente con respecto a lo que se analiza de laestructura del deseo? En este proceso, lo que atañe al objeto «anticipa» y, por una parte, «enmascara» lo que el sujeto puede decirde la estructura de su deseo en el mismo momento, y sin embar

go se sitúa sumamente cerca de lo que es esencial para la estructura de este deseo.

Tratar de precisar la importancia de la instancia del cuerpo en elanálisis es ante todo, a mi juicio, tratar de responder a esta cuestión.O, para decirlo en términos simples: ¿la transformación de las relaciones sexuales en el proceso de una cura, es acaso algo que no tiene ninguna importancia frente al análisis de la estructura del deseo?

O bien, ¿acaso un análisis no gira siempre de manera muy precisa-aunque no sea cómodo de decir- alrededor de la transformaciónde las modalidades de goce ligada al análisis del deseo? Y de tal manera que lo que concierne al objeto buscado en el otro o al objetoque, procedente del otro, sorprende al sujeto de manera eventualmente alucinatoria, lo sorprende en lo más próximo a lo que enefecto es para él traumático y que está analizándose.

Para cerrar esta segunda parte agregaré que pensé esto recientemente al leer el libro de Xavier Audouard, La Non-Psychanalyse on l’Ouverturef  publicado hace ya algunos años. Me habían dichoque hablaba del cuerpo. Para decir las cosas de manera un tanto polémica quizá y eventualmente para entablar una discusión, me parece que Xavier Audouard hace hincapié en la erogeneidad del cuer

po para fundar una suerte de metafísica de la alteridad.La apertura del cuerpo erógeno daría ocasión para una suerte deinmensa extensión de la noción de apertura. El cuerpo erógeno nosabriría a algo «del Otro» con mayúscula, bajo múltiples formas. Esdecir que «en lo más íntimo de la pulsión» se alojaría otro régimendel cuerpo que, ciertamente, podría abrir a amores sexuales, peroque abriría de manera más general a algo del Otro, tenga que ver

este Otro con la sublimación por el arte, con el lugar del hombre enel universo o con el Otro ausente -del que habla la teología negati va-. Ahora bien, pienso que en esta deriva a partir de la apertura, se

6. Xavier Audouard, La Non-Psychanalyse ou l'Ouverture, I’Etincelle, 1977

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hipostasian más las figuras del Otro cuanto que no se analizó lo suficiente de qué modo la pulsión es una experiencia de alteridad paradójica puesto que es un acceso a la alteridad en el seno del riesgc

de alucinación de algo del cuerpo del otro. Si el erotismo es uno delos modos de actualización de la pulsión, su especificidad paradójica consiste en que el sujeto encuentra con él un acceso a la alteridad.

 y por lo tanto a la separación respecto de otro en el seno mismo delgoce, es decir de un régimen alucinatorio del deseo. Así, Freud habló de una «experiencia de la satisfacción» enProyecto de una psi

cología para neurólogos. Y yo diría que el otro encontrado en elgoce, lo es ciertamente en cuanto es un objeto de pulsión; el puntoes absolutamente decisivo en cuanto a la estructura del deseo, peroesto no abre, por ello, ni al universo ni a Dios... De buena gana diría que una perspectiva como la de Audouard aprovechó la ocasiónde lo que permanecía indeterminado en la problemática lacanianadel objeto a para hipostasiar las figuras del Otro.

III. LAS PULSIONES EN LA TRANSFERENCIA 

 Ahora quisiera tratar de limitar el valor de lo que dije, refiriéndome a otro tipo de estructura que yo llamaba «fóbico-perversa»en el límite entre la fobia y la perversión. Así pues, les hablaré de

una secuencia de cura ficticia -construida partiendo de casos reales, pero ficticia-; y, a propósito de esta secuencia, intentaré decirde qué modo lo que la transferencia pone en juego es lo pulsional,sin que empero la histeria tenga la función de modelo exclusivopara concebirlo.

Se trata de una paciente —no sé por qué la he llamado señoraLang- que es una joven muy seductora, una joven que ha seducido

a varios hombres, alguien extraordinariamente astuto pero cuya vida está, en muchos aspectos, estropeada, porque siempre se embarca en aventuras amorosas que poseen la estructura siguiente:muy pronto se siente espantosamente prisionera de algo. Tiene laimpresión de que lo que la atrae no es realmente un punto de falla-no es en absoluto una histérica-, sino un punto de «maldad» en elotro, y que sólo está en relación con otro cuando sabe alcanzarlo en

ese punto de «maldad» que, al mismo tiempo, la hace sufrir terriblemente. De lo cual se libra consolándose siempre con la ilusión deque, en realidad, sólo está en los preliminares con esa persona, aunsi se ha comprometido hasta la médula. Siempre tiene la impresiónde tener un pie afuera y un pie adentro, pero esto no le impide vivir

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tres o cuatro años con la misma persona contándose siempre quetiene un pie afuera y un pie adentro. AI mismo tiempo, hay algoque le resulta completamente intolerable en el tipo de lazos que laligan a un hombre. Eventualmente cumple, con respecto a su marido o a su amante, un papel que consiste en atenderlo, pero de ningún modo para ocupar un lugar de dominio como haría, decimos,una histérica, sino más bien porque, ahí, está segura de dar en elblanco. Durante todo un período de la cura la representación privilegiada de su relación con los hombres se manifestaba en la expresión «seducir a las vacas». Se pasa la vida seduciendo vacas, con laimpresión al mismo tiempo de estar completamente prisionera y deno vivir, ya que la única iniciativa que puede tomar es aquella iniciativa en la que, efectivamente, ella se torna un objeto de extraordinaria fascinación para el otro, un objeto de fascinación sexual,pero donde al mismo tiempo algo de ella se deshace por completo.O incluso ha tenido sueños de pesca; pero ya no se sabía quién, si

ella o el otro, se hacía con el pez; esto correspondería a la expresión:«El cazador resultó cazado». Ya no se sabe quién es el otro ni quiénes uno mismo, de tal manera que esta relación eróticamente intensísima se transforma en un infierno.

Hasta aquí, todo es simple. Estamos en el análisis de ciertos fantasmas privilegiados, y de los significantes del deseo. Pero las cosas se complicaron en la cura desde el momento en que, eij lugar

de permanecer en las representaciones, las pulsiones utilizaron latransferencia en forma de abstención: el contenido de los sueños sehabía hecho más preciso, dando a entender cuáles eran las modalidades de goce de la paciente con uno de sus amantes y, al mismotiempo, de qué modo las modalidades de este goce estaban precisamente ligadas a algo que la liga a su padre y que voy a precisar. Yotenía la impresión de que el análisis progresaba, con la salvedad de

que la paciente ya no venía. Es decir que, en la transferencia, paraella había algo absolutamente intolerable en el material que salía a laluz. O, mejor dicho, lo que quisiera tratar de formular era que, paraesta mujer, no venir más era algo que competía absolutamente a lo«pulsional». Vayamos al contenido de uno de sus sueños. Estaba en un teatro

circular apoyada contra una pequeña pared y sintiéndose muy, muy

bien; ante ella había personas que podían ver su rostro un pococomo ustedes me miran. Pero como era un teatro circular, tambiénlas había detrás de ella. Y ella insistía mucho en el hecho de que sólouna parte de los espectadores podía verla. Sobre el podio —era unaespecie de fiesta de caridad, un espectáculo, conferencias, un mitin-,

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algunos actores realizaban una suerte de danza con sus cuellos; anteuna rápida orden de su padre, ella se incorporó. Su padre le pidióque hiciera la colecta y entonces ella abrió presurosamente su mo

nedero; los billetes llovían, llovían, llovían. En ese momento despertó como de una pesadilla. Lo que la paciente dijo de este sueñose relaciona, a través del elemento de los actores que danzaban con-torsionando el cuello, con algo enteramente traumático de su historia relativo a su padre.

Su padre había hecho la guerra de Argelia y lo habían herido en elcuello. Herida que le recordaba ese cuello en forma de cuello de cisne de los actores de su sueño. Este cuello en forma de cuello decisne le recordaba también el sexo de su amante, con el cual se había embarcado en una aventura totalmente apresada en la repeticióntransferencial, tan caricaturesca era con respecto a la estructura desu deseo, ¡pero esto no impedía que, aun si se lo hacía para ser dicho, se lo hiciera! En la cura, hasta entonces, ni su vida presente

ni nada de lo que sucedía con su cuerpo en el amor había sido relacionado nunca con su historia, con la historia de su deseo. Despuésde este sueño la paciente se puso a hablar de cómo, durante toda suinfancia, había estado fascinada por la herida de su padre en el cuello, tanto más fascinada cuanto que -como le habían contado-,siendo muy pequeña no quería mirarla. El asunto seguía oscuro, yella tenía buenas razones para pensar que su padre había contado

patrañas sobre las circunstancias en las que había sido herido. Nocabían dudas de que en aquel combate se había comprometido conel bando al que, en la tradición familiar, todo el mundo aborrecía.En la familia había tradiciones políticas muy firmes. Al mismotiempo, la paciente relacionó este signo del cuello con el monedero

 y con lo que, de su sexo, se abría y se cerraba, insistiendo muchosobre la diligencia. En efecto, creo que lo decisivo era esa especie de

diligencia, el hecho de haber andado casi bajo el dedo y el ojo deldeseo de su padre, el cual, durante toda su infancia, le hacía elegirlelas corbatas... La niña había pasado la infancia mirando la cicatrizde su padre que le hacía elegir los colores de sus corbatas. Y todo loque concernía a su relación con el sexo de su amante estaba marcado por eso. Ahora bien, lo que me parece importante es menos elque este material haya sido dicho -esto tiene su importancia- pero

por sí solo no define lo que sucede, pulsionalmente, en la cura. Loimportante es que a partir de ese momento la paciente ya no podía

 venir; ¡y no vino durante un mes! Porque, después, pudo decir queexistía para ella una incompatibilidad radical entre estar con suamante y hablar de su deseo, de lo que sucedía con su amante. La

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cura analítica, este juego de presencia y de ausencia, le servía a mi juicio para no tener el sueño fóbico que tenía antes, es decir parapoder separar el espacio del goce y el espacio del decir del deseo. Se

servía del análisis como de un lugar donde, con toda seguridad, nose nombraría lo que la constituía desde el punto de vista del goce.La impresión borrosa de ese sueño, sin embargo, hizo que dejara de

 venir y que sus ausencias ya no fueran intermitentes sino radicales.Es en este sentido, me parece, que en la transferencia se juega algo

pulsional. El hecho de venir o de no venir, o sea de decir o de no decir lo que concernía a su goce, de preservar el espacio7posible parano decirlo no viniendo, efectuaba una separación entre un goce insoportable y la escena del «decir». Pero de tal manera que al mismotiempo la escena del «decir» entraba en competencia con la escenadel goce, es decir que las dos eran pulsionales. Y ella decía: «¡Si vengo, es porque me va a servir para separarme de mi amante!» La separación, como suele ocurrir en la fobia, me parece, debía ser en

tendida como la instalación de una frontera entre cosas que no sedeben comunicar. Y antes de que fuese posible esa suerte de utilización de la escena transferencia!, lo que ella soñaba era que estaba enuna habitación y que había un animal que le daba miedo, que además era un pez con escamas como el de «El cazador resultó cazado», un pez que pasaba bajo una fisura de la pared y que amenazabacon volver. La frontera no era estable...

 Yo diría que si la pulsión no es algo absolutamente mítico, sinoque en una cura se trata cabalmente de pulsiones, esto no significaque todo se actualice en la cura. Significa más bien que la cura esuno de los elementos de la relación de las escenas pulsionales de unsujeto durante la cura. En ese momento de la cura, para esta paciente, la transferencia le servía para poder gozar y para poder nonombrar el goce. Y para que semejante arreglo fuera posible era

preciso que el lugar de la cura fuese erótico de parte a parte en laforma de ese recinto donde el goce no sería nombrado; lo cual posibilitaba, además, que se lo pudiera consumar sin ser reconocido.

 Aquí insisto, aunque rápidamente, en algo que me parece de enteraimportancia: la cura era uno de los elementos de la relación de lasescenas pulsionales. Todo lo que concernía al goce de esta pacienteno sucedía durante las sesiones, aunque esto tuviese una significa

ción pulsional. Me parece que una de las cuestiones difíciles de tra

7. Véase Dominique Guyornard, «Ebauche de questions sur l’espace et le transferí dans une cure psychanalytique», en Psychiatríe frangaise,  año 15, n° 4,

 julio-agosto de 1984.

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tar actualmente en psicoanálisis, es que cuanto más se dice que nohay objeto del deseo, que no hay satisfacción del deseo -es decir,cuanto más se hace del análisis el lugar absoluto, el único lugar ver

dadero del deseo, partiendo del principio de que no hay objeto deldeseo-, más se despliega el análisis en forma de transgresión. Nodigo que sea una ley general, pero al menos me pregunto si no habría que concebir de otro modo la relación entre la escena del decir

 y las escenas en las que hay satisfacciones pulsionales. Tiene indudable interés poner el análisis, la escena analítica, en relación conalgo exterior a ésta y que no se resuma simplemente en la fórmula:«No hay objeto dei deseo», porque, de lo contrario, el análisis pasaa ser la escena absoluta y contradice él mismo su principio.

Para terminar, quisiera decir simplemente que, con respecto a esteotro tipo de cura, sin duda será menester volver al carácter esencialde la noción de «descarga» en Freud, porque en el fondo, si, en elcaso de esta paciente hay algo pulsional en la transferencia, no es en

absoluto porque para ella se trataría de actualizar el goce en la formade lo que en Freud designa el término «descarga», es decir el exceso detodo lo que concierne a la vez al objeto del deseo y a la relación entre la motricidad y el pensamiento, ya que, por el contrario, para estapaciente se trata de preservar una separación entre la escena donde,podríamos decir, hay descarga, y la escena del decir. Por lo tanto, deninguna manera se trata de reivindicar una presencia del goce, una

actualización del goce posible como en la histeria. Y ello, porqueeste tipo de paciente no guarda ninguna relación con el mismo tipode «otro». En la histeria, cómo decía, en un sentido no hay riesgo enreivindicar una presencia del goce, puesto que la histérica se dirige aun hombre que no quiere saber nada de él.

En cambio, lo que caracteriza a este otro tipo de cura es que hayalgo que funciona demasiado y que funciona de manera destructiva

en la relación con el otro, ya que la paciente resulta, en efecto, completamente gananciosa, por decirlo así, en la fascinación que ejercesobre el otro y completamente prisionera de este deseo... Por consiguiente, el término «descarga», que tiene un valor muy general enel pensamiento freudiano, tiene un valor más o menos pertinentesegún los tipos de cura... Para la histeria, el goce se presenta comouna actualización de algo en la motricidad en forma de descarga,

pero también aquí la generalidad de la noción disimula el hechomás clínico, y por lo tanto más particular, de esa reivindicación delgoce. En cambio, en otros tipos de cura, el goce implica ciertamente una dimensión del exceso, pero como lo que hay de pulsional enla transferencia consiste en preservar un espacio y una separación

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para que ese exceso pueda no actualizarse -no actualizarse completamente en la medida en que no se nombre-, no se puede decirque el término descarga sea enteramente pertinente para resumir

lo que está en juego. Diré pues en primer lugar que los conceptosson muy útiles en psicoanálisis, por ejemplo aquí el de «descarga»que es solidario de todas las representaciones energéticas de Freud,pero creo que es preciso relacionar las construcciones conceptuales con la clínica no para probar las cosas -en materia de casos nuncase prueba nada-, sino porque, bajo todas las nociones universali-zantes, de hecho un analista piensa en cosas muy precisas; y porque las exposiciones de casos sirven para decir, bajo nociones muygenerales y que sirven para comunicar, lo más preciso que se tieneen mente.

Lo segundo que quería decir es que, curiosamente, hablé tan sólode un tipo de realidad del cuerpo extremadamente singular, el cuerpo del goce. No hablé ni de psicosomática ni de enfermedad. Al

preparar esta charla comprendí que si no hablaba de eso es porquecreo que todos los interrogantes relativos a la psicosomática o a larelación entre la erogeneidad y la enfermedad sólo pueden ser planteados desde el peculiar enfoque que he intentado definir. Es decirque de lo que el psicoanálisis puede hablar, es del cuerpo erógeno.Indudablemente, esto tiene consecuencias sobre lo que se puede localizar en el orden psicosomático o en el orden médico, pero yo

diría que, psicoanalíticamente, de esto sólo se puede hablar después. Al decir esto puede que esté forzando un poco las cosas, peroquiero decir que es evidente que lo que sucede en el campo de laerogeneidad tiene consecuencias en lo que se puede localizar deotra manera, por otros métodos de investigación, en lo que llamanla psicosomática. Pero no creo que se pueda ir directamente alelemento «enfermedad» desde el punto de vista del psicoanálisis.

Cuando una mujer o un hombre se analizan y, por ejemplo, él es estéril o ella es estéril, es evidente que en un sentido a menudo-sepiensa que hay una relación entre lo que podría ser analizado de laestructura del deseo y el fenómeno de esa esterilidad; y sin embargo -aquí coincidiré tal vez con lo que dijo Patrick sobre los límitesdel análisis- el objeto del análisis es analizar la estructura del deseo;esto no significa decidir sobre la relación entre lo que el paciente

podrá analizar de su deseo y el fenómeno de la esterilidad. Esto noes posible aun cuando en cierto modo uno esté persuadido de quehay una relación. E incluso si en un sentido uno espera que un díala esterilidad desaparezca. O también, vemos en análisis a ciertapaciente muy transformada, presentándose como un animalito

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salvaje, y que padece de importantes trastornos hormonales; puedeser que en el curso del análisis algo del narcisismo de una mujer asíse reconstituya, que algo en su cuerpo cambie completamente y que

los trastornos hormonales se reabsorban. Estamos convencidos deque hay una relación; sin embargo, el trabajo del analista no consiste en intervenir directamente sobre esta relación; y en un sentido élno tiene los medios para intervenir directamente sobre esta relación.Por eso pienso que su terreno es mucho más el cuerpo erógeno, aunque él no pueda dejar de saber que, cuando algo en el cuerpo erógeno se reinstala de otra manera, también se reinstala de otra manera-para los casos en que la cosa funciona- en el registro médico.

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Discusión8

Patrick Guyomard

Te agradezco mucho, Monique, que hayas tomado la cuestión anivel de la clínica, es decir del caso, lo cual te permitió, a mi juicio,tocar los puntos más importantes.

Una de las cosas que me parecen esenciales en lo que has dicho esque pueda haber un deseo, en los analistas (como en todo el mundo),de separar el cuerpo del sexo y del goce. Has mostrado a las claras loque dice el psicoanálisis: que no se puede tocar al cuerpo sin tocar alsexo y que no se puede tocar a lo real del cuerpo sin tocar al mismotiempo el goce, y que desde el momento en que se aborda la cuestióndel goce, como en el caso que has comunicado, hay necesariamente

una cuestión de separación planteada entre el deseo y el goce; entre loque era, para tu paciente, el campo del análisis y el campo de su vidaerótica, sin que podamos decir que uno sea más importante o esencial que el otro.

No es posible vivir estas cuestiones más que en registros de diferencia, donde de todas formas hay algo perdido.

Si se aborda la cuestión del cuerpo tal como tú la has planteado ytal como puede plantearse en otros registros, ya sea la psicosomáti-ca o la enfermedad, lo que de inmediato se plantea es el problema desaber de qué cuerpo se habla. Ya se está en otro registro.

El punto sobre el que quisiera pedirte tu opinión, aunque en cierta medida lo hayas tratado, era la cuestión déla satisfacción!, pues'alconcluir decías que no había objeto del deseo, que no había satisfac

ción. ¿Qué estatuto puedes darle a la satisfacción en psicoanálisis?¿Qué es lo que debe ser satisfecho en un análisis?

8. Intervenciones no revisadas por los autores.

©gedisa

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Monique David-Ménard

En este caso diré que se trata de una condición de posibilidad de

análisis del deseo. No era preciso no infringir la separación que lapaciente estaba estableciendo, es decir no forzarla a nombrar sugoce; ignoro si se trata de la satisfacción pero tenía la impresión deque esto era fundamental. De lo contrario, algo en el análisis corríael riesgo de escapar a toda interrogación.

Como tu pregunta es un tanto embarazosa la responderé teóricamente. Es indudable que en cuanto a la cuestión de la separación Freud

 y Lacan no concuerdan, es decir que Lacan tiene, en un sentido, unaposición mucho más coherente que Freud: no hay objeto del deseo. Elsujeto es un intervalo entre significantesy tampoco hay verdaderamente objeto que satisfaga a la pulsión, ya que el objeto de la pulsión, comodice en elSeminario XI, es «lugarteniente del vacío», el objeto, dice Lacan, puede ser cualquier cosa. Es simplemente indiferente. Ahora bien, esto no es lo que dice Freud, pues Freud distingue,

homogeneíza menos, hace menos coherente lo que atañe a la satisfacción en el orden del deseo y lo que atañe a la satisfacción en el orden de'la pulsión. Hay satisfacciones pulsionales, aun si hay unapérdida esencial al deseo, en Freud.

¿Qué es lo que debe ser satisfecho para que la cura sea posible y sepueda instaurar una relación entre las diversas escenas pulsionales?Es preciso, a la vez, que lo que hay de erótico en esta escena del decir no sea completamente desconocido y que, al mismo tiempo, noocupe todo el espacio.

Rom ain Laufer

Siguiendo con la cuestión, me preguntaba qué debe ser satisfecho

efectivamente. Hay un momento en que es posible y un momentoen que no es posible. Entonces, ¿por qué? ¿Porque hay otra escenaes por lo que algo sucede durante ese tiempo? Dicho de otra manera, ¿el hecho de focalizarse en esta resolución, que es un trayecto finalmente dirigido hacia una finalidad, deja de lado otro aspecto delcuerpo que también debe ser considerado, para que algo pueda inscribirse en un deseo, en una relación con el deseo?

Monique David-Ménard

¿Cuál sería ese otro lado del cuerpo?

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Ro m ain Laufer

Es otra cosa, diré, que directamente un cuerpo erógeno ya definido en el deseo y en un deseo que sería ya relativo con respecto alcuello del padre y a su corbata. Lo pienso en relación con la psico-somátíca o en relación con la enfermedad. Usted dijo al comienzo:Está entre la histeriay la psicosis, tomó el partido de la histeria y dijo:En la histeria, algo muy arcaico está en juego.

En el fondo, eso muy arcaico en juego usted sólo lo indica en elmomento en que se resuelve de una cierta manera, puesto que se acaba poniendo en contacto dos escenas. Así que la cuestión es ésa. Por supuesto que el cuerpo está en jue

go en ese momento -tanto lo está que se puede charlar sobre él y enrelación con Jas dos escenas- ¿pero acaso no estaba ya en juego también como cuerpo sufriente, como usted dijo, quizás enfermo, quizá psicosomático?

¿Acaso el cuerpo es únicamente erógeno en cierto modo?

Monique David-Ménard

El cuerpo no es únicamente erógeno, seguro, de lo contrario elpsicoanálisis sería todopoderoso, podría decir algo acerca de todo.El cuerpo no es únicamente erógeno, pero el aspecto por el cual elpsicoanálisis puede tomar las cosas es ése. Diré (respondiendo a Pa-trick) que al preparar esta exposición, la parte que omití se llamaba:¿ Y si una cura fuera lo que Freud llama en el Proyecto, «la expe

riencia de satisfacción»?

Se acostumbra decir que una cura es un trabajo de duelo, la introducción a pura pérdida de los objetos, ¿y si al contrario la experien

cia de una cura fuera la de lo que Freud llama «satisfacción como experiencia»? Porque precisamente lo que no es posible, creo, en lapsicosis, aquello que un sujeto no puede resistir, es lo que, en el deseo, está hecho de residuos alucinatorios en relación con el otro.

Se dice a menudo que las psicosis estallan después de las pasionesamorosas. ¿No será porque la experiencia de satisfacción es demasiado peligrosa?

Maud Mannoni

Recordó usted, con todo acierto, que lo que hace deseante a un cuerpo es lo que hay de más traumático para un sujeto.

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Evocó igualmente los comienzos de Freud en la Salpetriére. Loque impresionó a Freud era la forma en que, en ese lugar, las crisisconvulsivas de las pacientes histéricas eran convocadas a repetirse

ante un auditorio, con fines de enseñanza: establecer que esos «ataques» tenían cierto nexo con un llamado «trauma sexual». El médico quería saber cada vez más de él. Estas crisis, por no ser oídas y afuerza de repetírselas, llegaban a poner en peligro la vida de ciertaspacientes. El día en que Augustine alcanzó la cifra de 154 crisis en eldía, se la declaró «inutilizable» para las presentaciones de enfermos.Extenuada, una vez soltó estas palabras: Me dijiste que me ibas a cu

rar, pero me tiras de la lengua. Lo que Augustine decía era recibidoa modo de información, nunca se la escuchó. Al médico lo único quele interesaba era el «hacerse ver» de una erotización presente en lascrisis. El día en que se la apartó de las presentaciones de enfermos yse la encerró con las locas, Augustine tomó conciencia del peligro demuerte «simbólica» que la acechaba. Entonces rompió su camisa

de fuerza y huyó, de la Salpetriére, disfrazada de hombre...En la Salpetriére, las histéricas hablaban pero no se las escuchaba.Fue Freud el que se interesó en la palabra que permanecía anudada enel síntoma, él supo escuchar a la histérica y se dejó instruir por ella.

Monique David-Ménard

Sí, veo que la formulación que usted acaba de dar aquí describe ala vez lo que sucedía en la cátedra de Charcot y, diré, algo que siempre es un problema en el análisis: es decir, cómo decirlo, ¿puede ésteno sólo redoblar el síntoma, dado que, por una dimensión, lo redobla o amenaza siempre con redoblarlo y que al mismo tiempo lo queestá en juego en un análisis es que no hagaotra cosa que redoblarlo?

 Y, en un sentido, nunca se lo gana de antemano pero lo que está en juego es eso.

Annette Karadec

 A propósito de lo que también acaba de decir usted sobre el obje

to de la satisfacción, o la cura como experiencia de satisfacción, en sulibro hay algo que me dejó dubitativa.

Es cuando habla de laDarstellung histérica como de un incesto vi

vido como imposible y no como prohibido. En las páginas siguientes,lo que haría prohibido al incesto sería la simbolización de una falta.

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Me parece que usted salta una etapa, la del incesto posible. Cuandose ha trabajado con niños psicóticos se sabe que ésa es la etapa problemática. Marcar un imposible con la prohibición no tiene sentido.

Hay que saber en qué condiciones el incesto es posible, en qué condiciones hay también posibilidad de satisfacción en la experiencia desatisfacción.

En su libro habla usted también del caso Dora. Refiriéndose alsegundo sueño de Dora, usted dice que la culpabilidad surge cuando el deseo de Dora pasa a ser heterosexual, pero en una notita alude también a la culpabilidad que es primeramente la culpabilidad dela separación y no la culpabilidad del deseo. Me parece que laDars

tellung histérica quizá no es tanto la presentación de una suerte degoce total como decir justamente que no hay cuerpo. No hay cuerpo ahí. En este sueño de Dora (contemplación de una Madona quees también la señora K), quizá lo que se busca no es tanto un gocetotal como la posibilidad de encontrar un cuerpo íntegro, entero,que no es lo mismo que un cuerpo total, es decir algo ya de una homosexualidad, porque «el mismo sexo» no quiere decir «el mismocuerpo». Para una histérica, la prohibición del incesto quizá norecae tanto sobre la pohibición del incesto con el padre como sobre la prohibición del incesto con la madre, pero es preciso ya queel incesto con la madre sea posible, es decir que no se esté más enla fusión.

Entonces, el problema que me planteaba esa formulación de su libro era ese salto de una etapa de la imposibilidad del incesto. El incesto, de imposible pasa a prohibido y no existen planteadas lascondiciones para la posibilidad de representarse el incesto simplemente, que sin embargo es aquello con lo que nos enfrentamos enla psicosis.

Monique David-Ménard

Creo que usted tiene toda la razón, es decir que ese pasaje de mi libro, como de otros, es lengua de madera lacaniana y la dejé tal cualesperando que fueran legibles los momentos en que yo llegaría aotra formulación. Por lengua de madera designo menos las formula

ciones lacanianas en sí mismas como el uso que se hace de ellas; erauna manera de anticipar algo para lo que todavía yo no disponía depalabras y por lo tanto proponía, en forma un tanto superyoica, unmodo de resolución de algo que estaba demasiado «ya hecho».

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Heitor O ’Dwyer de Macedo

Trataré de decirte por qué vine, lo cual será una forma de relanzarlas cuestiones que intentas plantear y que quizá podrán ser retomadas en otro momento.

La forma en que hoy has hablado del cuerpo me defraudó. Es cosamía por cierto, pero tuve la impresión de que al querer señalar, conrazón, la importancia que puede tener como cuestión crítica para elpsicoanálisis el estatuto del cuerpo en la cura, quizá lo has amplifi

cado demasiado, de tal suerte que seguramente sin razón se podríapensar que tú crees que hay que hablar sobre todo esto para darcuenta de una cura. Indicaste de manera muy discreta lo que llamaste «la homogeneidad» en Lacan y que en Freud tenía menos coherencia. Lo que no está suficientemente subrayado es esa heterogeneidad entre el objeto que es el analista durante la cura y la teoríaque va a dar cuenta de lo que fueron las figuras de la transferencia, que

el analista fue llamado a elaborar con su paciente. Tendría que ser posible escapar a la ideologización de la teoría significante que nosha hecho a todos enfermos del significante, hablando en una lenguade madera.

Tu manera de hablar esta noche del «goce escindido del decir» mehizo pensar en el deslizamiento de una problemática histérica a algoque sería esa heterogeneidad permanente entre el estatuto del cuer

po y la teoría analítica, escisión que creo se puede localizar de muydistinto modo y de la que se habló muy poco. Winnicott la localizó, ya que la «esquizoidía» de la que tanto se ocupó quizá no esté tandistante de lo que hoy presentaste tú. Con la salvedad de que Winnicott pretendía articular soma y psique: se mantuvo así en una tópica que yo entiendo como un más acá del erotismo.

Monique David-Ménard

No puedo responderte inmediatamente pero meditaré sobre lo quehas dicho. Habría que precisar más tu manera de poner en perspecti

 va lo que te parece una cuestión más esencial, cuando hablaste de larelación entre el objeto que es el analista durante la cura y después la

teoría que él emplea para dar cuenta de la cura; en fin, deberías decirmás al respecto para que el debate fuese posible. Dicho esto, piensoempero que, aun no siendo lo esencial, es algo de lo que hay que poder hablar para dar cuenta de la dinámica de una cura, y hay que tener palabras para hablar de eso. Hace un momento dejé planteado el

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problema de saber si era un momento decisivo o no. Creo que es unmomento decisivo, no es sino un momento decisivo en el sentido deuna de las dimensiones de la cura pero ésta es una de ellas.

Por ahora es todo lo que podría decir.

Ivés Lugrin

En relación con la subyacencia de una paranoia de celos oculta detrás de los síntomas de conversión, usted habló haciendo alusión a la

 violencia, al traumatismo, al riesgo, usted habló en ese momento deun imaginario que sería otro imaginario, un imaginario más arcaicoque el imaginario lacaniano. ¿No va usted en la dirección de MichéleMontrelay respecto de la hipótesis que ella hace en l’Ombre et le Nom de un imaginario primario, de un imaginario no especular?

La noción de «imaginario motor» que usted propone en su libro,

pertenece quizás a sus elaboraciones precedentes, tal vez superadas,pero esta cuestión me parace fundamental en relación con la conclusión, con la caída de su intervención cuando usted trae el caso clínico. Oyéndola, usted insiste en la dimensión fóbica. El ejemplo quetoma evoca, con escasas diferencias, los ejemplos que toma MichéleMontrelay.

Entonces, la hipótesis de un imaginario no especular, si es ,que us

ted se orienta en esa dirección, me parece que reabre la cuestión, querelanza la cuestión de la diferencia, de la escisión que se mencionaba.

Monique David-Ménard

 Yo pensaba más bien en Melanie Klein al hablar de eso hoy y, en

particular, en un artículo que mencioné el año pasado en Jornadas deestudio sobre la identificación, que se llamaLe role de Voeuvre d’art en los Essais de Psychanalyse, donde habla de la relación de una mu

 jer con su madre tal que puede resultar representable, en una situación muy depresiva, por la pintura.

También pensé, cuando pronuncié la palabra «fobia», en el librode Michéle Montrelay, pero mi recuerdo es borroso, por lo tanto

no sé si hay compatibilidad, incompatibilidad, habría que estudiarlo más.

Ciertamente, también habría que comparar con lo que dice Doltoen su último libro sobre L ’Image du corps, cuando habla de una relación más arcaica que la relación que Lacan llamó «imaginaria».

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Me dije que lo que Dolto llamaba imagen del cuerpo no tenía nadade una imagen. Además, ella dice muy bien que esto no tiene nada que

 ver con el espejo, que es anterior al espejo, y en este sentido sí se tra

taría quizá de otro tipo de lucha con el otro, algo por el estilo de la«identificación proyectiva».

Marielle David

 Yo también quería referirme a esa cuestión de «imaginario mo

tor». Lamento mucho que hayas hecho tuya la crítica acerca de tuhipótesis de que había «motor» en el inconsciente. Leyendo tu libro pensé también que esta noción de imaginario motor era realmente central, también encontré que era la particularidad de tutrabajo, y creo que es una noción sumamente rica porque es nueva

 y porque desde un punto de vista universitario todo lo que es nue vo es criticable porque evidentemente Freud no lo dijo, Lacan no lo

dijo, es criticable.Pero en un Centro de Investigación lo interesante es eso.

Monique David-Ménard

Sí, pero cuando dije que aceptaba la crítica dije que me había ex

presado mal. Es cierto que decir la motricidad en el inconsciente no va. Es preferible decir: ¿Es que el psicoanálisis tiene por campo el análisis de las representaciones en el sentido del inconsciente} O bien¿es que el análisis también está concernido por algo que se llama, se

gún el caso, la motricidad', el goce, la erogeneidad?Sobre lo que yo vuelvo es sobre la expresión: la motricidad en el 

inconsciente. Es una torpeza por mi parte pero no digo que esté desechando la cuestión del «imaginario motor».

Marielle David

Pero éste es un significante que se presta al equívoco y ésa es también su riqueza, porque, si quieres, puede significar mil cosas; puede

ser la fuerza de un motor y cuando, justamente, lo desplazas del ladode lo imaginario, que es el caso de la histérica, bueno, es muy interesante, un motor desplazado; en mi opinión, trabajando este términopuedes encontrar alguna cosa interesante. Así que conserva tus ideas, son muy buenas.

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Patrick Guyomard

 Vamos a parar aquí. Han visto que en esta discusión hemos abor

dado muchas cuestiones y evocado, explícitamente o no, muchosnombres propios. Quiere decir que es un debate que habrá que reanudar.

Xavier Audouard9

 A varios de nosotros les alarma el que, hoy en día, después de todoel escándalo que hizo antaño el psicoanálisis, también se estile y estébien visto hacer teoría intelectual sobre la experiencia aseptizada delpsicoanálisis. Indudablemente, cuando se es joven, es mejor noarriesgarse demasiado en aguas profundas. Pero al llegar la madurezuno termina reprochándose su falta de coraje, si no se coloca ante laintegridad del lenguaje en psicoanálisis. Esta era la «filosofía» de mipequeña obra sobre la apertura. El trabajo contiene esto, que es muysimple y no metafísíco: el psicoanálisis debe seratravesado para quenos abra a otra cosa que a él o a sus conceptos, a algo del orden de laexistencia y no a una teorización interminable y a veces desesperante, como lo es el «simbolismo», con ese «significante» con el que,francamente, un sujeto vivo no tiene nada que hacer si se vuelve

hacia su verdadera existencia. Aquí tienen lo que dice mi librito:¿Quiere usted hallar el camino que conduce al pueblo ? Entonces tie

ne que atravesar ese campo (el campo freudiano);al final, saltando la cerca, lo encontrará (el camino a la esperanza). ¿Es difícil esto? ¿Me-tafísico? Sí, porque es unAufhebung, y también una «mediación»;no, puesto que se trata de un paso muy simple.

Sin embargo, veamos: un acto es lo que ninguna teoría puede ha

cerse plantear a quien fuere: es enteramente heterogéneo a la representación. Sin embargo, los únicos que cuentan son los actos; poreso el psicoanálisis no puede ser solamente un discurso. SÍ de entrada se coloca en la teoría del psicoanálisis la lógica exclusiva del discurso, se obtiene un «resto»: «pequeño a», que no debe su existencia«algebraica» sino a la grilla lingüística, logicista, separada de entradadel «lenguaje integral».

Remitámonos a Rainer Maria Rilke (Mit alien Augen sieht die Kreatur das Offene), o a Rene Char, o a Roger Munier. ¿Qué discerniremos en ellos? La presencia... ¿del objeto pequeño a ? ¿de das

9. Intervención posterior al debate.

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Ding? Ciertamente que no: su «otra parte» es otra cosa. Si hablamosde «apertura», entonces nos volvemos sospechosos de filosofía o de«mística»; ¿sería un infame pecado de no-lacanismo?

 Aun al precio de esta denegación, quedaría el cuerpo. ¿El cuerpopuede ser también él enteramente enfeudado a la lógica lacaniana, otambién está abierto a otra cosa? ¿No sería a su apertura misma? Encuyo caso le faltaría algo a nuestra experiencia del psicoanálisis: Habríamos dejado en el guardarropa su presencia erótica, para sentirnos más libres de hablar de ella en lengua lacaniana. Si esta observación «escandaliza», tanto mejor: de lo que hubiese querido hablar esdel objeto del escándalo. Es cierto, querida conferenciante, que hizousted alusión a él, pero como por añadidura y, en mi opinión, condemasiada timidez: gracias sin embargo por haberlo hecho.

Monique David-Ménard

¿Qué puede querer decir, en psicoanálisis, «sin embargo, los únicosque cuentan son los actos». Así como me parece importante definircon qué clases de actos tiene que habérselas el psicoanálisis -en mi intervención sólo definí una modalidad de ellos-, así me parece sin fundamento resumir la clave de un psicoanálisis con esta fórmula.

Por otra parte usted dice, Xavier Audouard, que el psicoanálisis

debe ser atravesado, y parece relacionar esa necesidad con el carácter interminable y a veces desesperante de la teorización. ¿Por qué lateorización sería desesperante? Intentar formular cosas delicadas meparece más bien del orden del placer.

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III

El niño

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Las organizaciones«preneuróticas» en el niño

 Jean-Louis Lang

Patrick Guyomard

El doctor Jean-Louis Lang es miembro de la Asociación Psicoa-nalítica de Francia y anteriormente tue miembro de la SociedadFrancesa del Psicoanálisis. Publicó, en el volumen IV de la revistaLa Psychanalyse,1un extenso artículo consagrado alabordaje psico- analítico de las psicosis en el niño.

En esa época usted conducía un seminario de psicoanálisis de ni

ños en el marco de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Fue igualmente uno de los primeros que fundó en la región parisiense unhospital de día para los niños psicóticos y que instaló una estructura de acogida para niños rechazados en todas partes, en una épocaen que existían pocas estructuras de este tipo. Asimismo, fuera desus numerosos artículos, en 1978 escribió un importante trabajoeditado por Presses Universitaires de France en la colección «Le fil

rouge», titulado Aux frontiéres de lapsychose infantile. En ese trabajo estudiaba los casos fronterizos, los casos limitados a la luz delpsicoanálisis y con un enfoque estructural del inconsciente.

Con estos títulos ha venido hoy a hablarnos de losSíntomas pre- neuróticos en el niño, sus relaciones con sus problemáticas de la separación, sus secuelas en el adulto.

1. Volumen consagrado a las psicosis donde se encuentra el escrito de Lacan De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. [Trad. castellana en:Escritos, México, Siglo XXI, 1971.]

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Jean-Louis Lang

 Ante todo, permítanme decirles que al venir a hablarles de las organizaciones o estructuras preneuróticas de la infancia de ningunamanera tengo la intención de proponerles cuadro nosográfico ninguno ni tampoco psicopatológico; ello por cuanto, aun al utilizarloaquí, soy particularmente reticente respecto de este prefijo «pre»,fuente de confusiones excesivamente numerosas.

Con mayor modestia, intentaré establecer una especie de modelo

de funcionamiento del aparato psíquico, en referencia las modaH-dades conflictivas que lo sustentan; este modelo apunta a justificarnüevos cüestionamientos, nuevas aperturas susceptiüleTSífalimen-tar nuestras reflexiones teoncoclmicas o técnicas; en ningún casoremite a una realidad cualquiera, inscrita no se muy bien dónde, incluido el plano psíquico.

Como todo modelo, se construye a partir de bases teóricas que

permitan su elaboración y lo hagan operativo. Además de la constante referencia a la teoría psícoanalítica, desprenderé de él tres proposiciones (proposiciones, y no axiomas a priori) cuyos fundamentos podremos poner en cuestión pero que por”el momento les pidotengan por establecidas.

G 2l  as afecciones mentales tienen su origen en figuras, líneasde ruptura en la organización del aparato psíquico producidas no

al azar sino respondienHcTíncluso a la progresiva estructuraciónde~éste: es la misma imagen freudiana del cristal resquebrajado,que nos hará reconocer una distinción, una oposición, una incompatibilidad precisamente estructurales entre diversas modali-dades de «fracturas mentales», en especial psicóticas, neuróticas

 y perversas.En cuanto a la utilización del adjetivo «preneurótico», recuerdo

brevemente que «el orden neurótico» supone conflictos interiorizados, inter e intrapersonales, intersistémicos, conflictos esencialmente entre yo, eltcTy superyó, y no con la realidad, y quedesarrollan mecanismos adaptativos y defensivos parcialmente se-cundarizados a partir de representaciones y relaciones de objetosu-fícientemente estables, diferenciadas y sexuadas. En ellas el aparatopsíquico busca primeramente mantener su unidad de funciona

miento a través de una dinámica de "conflicto que repite, en un de-sajusté~con respecto al presente, conflictos anteriores aún activos:conflictos neuróticos de desarrollo o «neurosis infantil», ínsepara-bTes de la problemática edípica v del acceso a su simbolización! !3.Male).

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Persistencia de conflictos muy antiguos, intervención del super- yó, desajuste respecto del presente plantean en el niño en pleno desarrollo libidinal la cuestión de su posibilidaH misma de organizar

una neurosis. Diré simplemente que, para mí, sí, la neurosis delniño existe: yo la he encontrado.¡2)\ Segunda proposición: en mi opinión corresponde distinguir:

• conflictos de desarrollo de carácter neurótico, ligados al Edipo,a veces clínicamente mudos, que en otros casos se exteriorizanpor síntomas menores o pasajeros (pequeñas fobias, pesadi

llas, rituales, oposicionismo de~las «crisis» de los tres y sieteaños...), o que incluso se organizan en cuadros más o menosduraderos y rígidos: en este nivel es donde se plantearía, desdeun punto de vista psicopatológico, la cuestión neurosis pre-neurosis;

• por otra parte, la neurosis infantil. Algunos la asimilan al modelo precedente y a su respecto hablan de «la actualidad de la

neurosis del niño» (Lebovici). Para algunos se constituye en elperíodo de latencia, para otros sólo se organiza definitivamente en la adolescencia. Para la mayoría pues, se trata de una neu-rosis de desarrollo, reconstruida a posteriori en la cura, fantas-maticamenteTa través de la neurosis de transferencia. Yo nocomparto este punto de vista. Para mí, la neurosis infantil essiempre reconstitución original, mítica, saliHa~3eI y en el proceso terapéutico. La dinámica en juego no és~cíe ningún modoHTde una simple memorización de un conflicto anterior. Sóloconcierne al «mundo interior», a las imagos primitivas, aloTobjetos o situaciones introyectados y no a las experiencias pa-sadas, así fuesen puramente famasmaticas.

Este proceso está, «en la relación entre este mundo interior y lasrelaciones nuevas que se instauran» (Laplanche), en situación.«dual» con ese «tercero», muy particular que es «el otro- analista».

* Así, habrá siempre, sea cual fuere la edad del niño, anterioridad deun conflicto de desarrollo en relación eon la situación psicotera-péutica, constitución en ella, entonces, de una «neurosis (y hastapsicosis) infantil», reconstrucción mítica a través de este «corte en

tre el mundo adaptativo y aquel donde reinan el amor y el odio»(también Laplanche) gracias a la interacción de la memorización yde la preelalíoración.

5e"justíTica así igualmente el reconocimiento de una neurosis detransferencia en el niño. Ésta, sin embargo, no se confunde con la

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neurosis infantil. En la actualización de los conflictos en la cura la neurosis de transferencia permite esa reconstrucción, permite tambiéndescubrir no el análogo de la neurosis de desarrollo sino «las repre

sentaciones reprimidas y desplazadas..., las mociones pulsionalessepultadas u olvidaHas...»~[Freud), y da'r sentido entonces a los sín-tomas y eventualmente reducirlos.

Una última distinción atañe a los estados neuróticos de la infancia de carácter fóbico, obsesivo, histérico, de expresión a veces caracterial o deficitaria. He afirmado su existencia, y no viene a cuento discutir esto hoy sino para señalar las diferencias que debemosestablecer entre estos estados y los que se han dado en llamar delniño-síntoma, del niño síntoma de la neurosis familiar y finalmente del niño portador del síntoma neurótico de uno de los padres.f3 Arribo brevemente a una tercera proposición: se refiere al pre-

tijo «pre». A mi modo de ver, este prefijo no designa en ningún caso una an

terioridad cualquiera referida a una potencialidad evolutiva, de desarrollo o psicogenética, histórica o posterior a reestructuracionespulsionales. Ni organización provisional ni posición intermedia, lanoción de preneurosis no hace otra cosa que destacar lo siguiente:que «el orden neurótico» ño es finalmente instaurado si, por el contrario, las angustias más arcaicas, las del «orden psicótico» parecenhaber sido~elaHoradas y superadas. Así pues, lo que nos remite a la

nocion de «arcaico» es un referente estructural.En estas condiciones, ¿por qué introducir esta noción?Primero, en el sentido de que la clínica nos pone ante síndromes

que justamente no podríamos asignar

• ni a estructuras muy arcaicas donde se descubren fisuras importantes en la instauración o elaboración del narcisismo pri

mario, psiconeurosis narcisísticas de la infancia cuyo modeloes la psicosis franca del niño, autística o esquizofrénica porejemplo;

• ni a una organización netamente neurótica por lo mismo quelos síntomas no pueden interpretarse como simbolización deun compromiso entre realización del deseo y su supresión [ré- pression]ytampoco como retorno de lo reprimido y su defor

mación, y tampoco como la tentativa de resolución de la problemática edípica que implica, en su forma termininal, lacastración simbólica en el nivel genital;

• ni, por último, a esas seudo-organizaciones llamadas fronterizas o limítrofes, nociones sumamente vagas y discutibles al

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menos en el niño, finalmente demasiado cómodas e insatisfactorias desde el momento en que no se han precisado, justamente, sus límites.

Segunda justificación en el sentido de que la referencia a un modelo semejante permite dejar abierto un cuestionamiento sobre laposibilidad o no para el niño de organizar una neurosis «auténtica» y hasta una neurosis de transferencia, basándonos en el análisis estructural de los elementos que componen su trama y en elrevelamiento de las dinámicas conflictivas que subyacen a esas estructuras. Y una última justificación: me parece metodológicamente necesa

rio «distinguir los momentos posibles de acceso a los síntomas neuróticos, del proceso que los organiza» (Lebovici). Se trata, en esteproceso, de hacer la hipótesis de un más acá del orden neurótico, deun más allá de la psicosis, de un «entre dos» donde vendrían a precipitarse, a concretarse también alrededor de ese modelo, los diversos cuestionamientos clínicos, psicopatológicos, etiopatogénicosque hasta aquí hemos abordado, siquiera sea a través de proposiciones un tanto perentorias.

Les propongo ahora el resumen de unaobservación de un niño deocho años, Luc, que me fue enviado a causa de dificultades que yoíreagruparé entres síndromes.

Primeramentecíiíicultades escolares: tras un arranque algo penoso pero corriente en jardín de infantes y en’el’cielo primario, Luc sefue «bloqueando» progresivamente; en la escuela lo tienen por perezoso, atolondrado, incapaz de fijar la atención, opositor pasivo.Pasados unos meses, presenta un verdadero asco al aprendizaje, unanegativa a aprender. Como ya repitió su ciclo primario, será mejorque no siga en la escuela.

Esta inhibición de las funciones cognitivas va acompañada por unbloqueo afectivo: Luc se vuelve cada vez más indiferente a su medio circundante, egocéntrico, dicen; tímido, miedoso, poco activo;no pelea ni tiene amigos. En cambio, muy a menudose lo ve colérico hasta agresivo, especialmete con su hermano, que le lleva dosaños (es el segundo de tres varones); a menudo también jactancioso, bravatas, fanfarronadas gratuitas. Está sujeto a bruscos entusias-

rnoSj un juego, una actividad, un deporte... inmediatamente abandonados. Presenta algunos miedos selectivos, a la oscuridad, a íos‘baños, las representaciones de grescas, de animales prehistóricos,Be dibujos anatómicos (especialmente en la televisión) con peque:ñas crisis de angustia.

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La observación y los tests psicológicos muestran no obstante unabuena inteligencia media, ningún retardo madurativo, inexistenciade perturbaciones funcionales fuera de unas pocas secuelas de un

retraso corriente de lenguaje, de un grafismo pobre y torpe, de unamala imagen del cuerpo a pesar de un buen nivel de organizaciónespaciotemporal que por otra parte no le impide perderse con frecuencia y ser siempre impuntual. Test de escenas y C.A.T. confirman la inhibición intelectual y afectiva y subrayan los mecanismosde evitamiento y fuga, las escisiones parcialésTla importancia de lascoñtraínvestiduras. Junto con este primer síndrome se observan otros signos, menos

inquietantes para su medio pero reveladores. En primer lugar difi-cultad para conciliar el sueño, con pequeños rituales al acostarse,pesadillas enTas que llama a~su maHre y va a acostarse a la cama pa-terna, ocasión en la que el padre se va a dormir a la habitación deCuc/ Tolera mal la ausencia de su madre, a la que tiraniza un poco

sin darle muestras empero de un gran apego (rechaza las caricias ylos mimos), limitándose a dar vueltas a su alrededor más o menosbajo sus faldas. Pese a esta captación y a esta indiferencia, los padreslo consideran sensible y emotivo, al parecer siempre en busca de suaprobación o, en sus irritadas provocaciones, de su reprobación.Pues suele presentar, sobre todo desde hace algunos meses, crisis deira inmotivadas o incluso fases de morosidad, de taciturnidad, en

cuya ocasión hace preguntas sobre la muerte y realiza dibujos untanto bizarros y agresivos. Observo también, en este contexto, susensibilidad á cualquier frustración, sus celos hacia su hermano ma

 yor y el hecho de manifestar constantemente que quiere tener unperro y que quiere ser veterinario.

Por último, tercera serie de síntomas, de índole psicológica e instintiva. Se lo considera fatigable, asténico; presenta con frecuencia

episodios diarreicos súbitos, erupciones cutáneas, se queja de cefa-leas. Su apetito es caprichoso,"selectivo, y unas veces más o menosanoréxico y otras más bien voraz. Por otra parte, ya hemos señala-do sus trastonos del sueño. Ante este triple síndrome, y fuera de loselementos precedentemente transmitidos, los tests proyectivos subrayan la pobreza relativa de las respuestas, esencialmente descrip-tivas, y de la elaboración fantasmática l predominio de un modode relación triangular pero donde la imagerfpaterna casi no estáliv7'

 vestida más que como atribúto~o reemplazo de la madre, o inclusoen cloble rivalidad dual (padre-hijo contra hijo-macfre) según el~modo oral. Los protocolos son muy defensivos con proyecciones'parciales sobre un objetojixterno, lugar a la vez de la amenaza y de

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la protección. Los temas ilustran una intensa angustia de separación, parcialmente colmada por mecanismos relativamente eficacesque encubren posiciones depresivas todavía insuficientemente ela

boradas, la emergencia de defensas maníacas, una agresividad malintegrada y poco interiorizada.

Sin entrar en la dinámica conflictiva subyacente, quisiera señalar,a través de la reconstrucción anamnésica, ciertos elementos. Antetodo el ambiente familiar, triste, de tonalidad depresiva, con un pa-dre a menudo ausente, unamadre fácilmente desbordada, una riva-lida3~traterna entre Tos dos mayores, y con un padre que cuandoestá presente, aparece en cierta medida como el hermano grande desus hijos.

Hay que retener tres datos. Primeramente, después de haber tolerado con mucha dificultad su segundo embarazo, no deseado, yun parto largo y penoso, la mamá alimentó al niño hasta pasadoslos cinco meses, lo cual, subraya, fue agotador para ella. La alimentación que siguió fue además dificultosa, y hasta los tres años Lucs’olorecibió alimentos batidos. Sin embargo, la primera infancia noparece haber planteado problemas particulares. A los tres años nace su hermanito mennp Desde hacía poco tiem-

po~Luc presentaba auténticos terrores nocturnos que duraron hasta después del parto, época en que se instalaron las otras dificultades del sueño y en que, por otra parte, la enuresis nocturna

desapareció. Fue también la época en que entró en el jardín de infantes, donde aceptó muy mal la separación: durante tres meses organizó verdaderas «comedias», en realidad crisis de ira ansiosa.Desde entonces, sé alírmo progresivamente el comportamiento quehemos descrito mientras la madre, cada vez más desbordada e irritable, a la vez exigente y sacrificada en el plano material y educati vo, defraudada por este hijo v sus fracasos y muy culpabilizada,*'-

 volcará progresivamente todas sus esperanzas en su hijo mayor ymimará con exageración al más pequeño; y ya no sabrá exactamen-té~3ónde situar al segundo.

Finalmente, última etapa de esta historia: el fracaso de la repetición del ciclo primario que culmina con el rechazo escolar, la ritua-Iización de los trastornos del sueño y las preocupaciones sobre lamuerte, las pequeñas fobias selectivas, la exteriorización de los ele

mentos depresivos, el aumento de las reacciones de ira, celos y pro vocaciones. Este recrudecimiento de los trastornos data de haceunos meses y'parecT oínaHir coiria muerte del abuelo maternocon el que en otro tiempo Luc se había encariñado mucho, muerteque en apariencia lo había dejado totalmente indiferente.

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La observación que hemos referido no deja de evocar las neuro-sis actuales descritas por Freud entre 1893 y 1898, neurastenia yneurosis de angustia (en oposición a las llamadas neurosis de defen

sa o sintomáticas, o de transferencia), y a las que más tarde, en 1914,añadió la hipocondría.. En ellas encontramos, en efecto, este triplesíndrome: fisiológico y somático -elementos depresivos- angustiadirectamente expresada e inhibición.

Desde un punto de vista psicopatológico la formación de talessíntomas no resulta, nos dice Freud, de un compromiso entre deseode satisfacción y su supresión; no son expresiones simbólicas de unconflicto defensivo sino consecuencia directa de una privación enlo real, de orden sexual. Ahora bien, lo ue hemos constatado enCuc"yTambién en otras observaciones similares ¿no es esa insuficiencia de elaboración simbólica del conflicto defensivo? ¿No haytambién en él búsqueda afectiva y búsqueda de independencia, disfrazadas o agresivamente reivindicadas, captadas en situaciones ob

 jetivamente reales y perpetuando, siempre en lo real, una demandalibidinal eternamente insatisfecha?En efecto, en el plano etiológico, Freud considera que la neurosis

actual se origina no en la repeticiónjie conflictos_antiguos sino enla situación presente. Su fuente es somática (insatisfacción libidinal,sea cual fuere la causa). Ahora bien, en el niño, la actualidad de lassituaciones traumáticas o estresantes aparece a menudo en primer

plano, y etiologías orgamcas, reales o imaginarías, regularmente in vocadas por el medio circundante, mantendrían, aunque sólo fuerafantasmáticamente, la ilusión de una patogenia semejante.2

Freud nos indica también que habría directamente transformación de la excitación en angustia, lo que nos remite a la primera teoría de la angustia (automática) pero también a su propia fuente actual, y en el cuerpo (estasis libidinal).

 Agrego que considero que las neurosis actuales no son suscepti-bles de ningún tratamiento, asiTuese psicoterapeutico, sino solo dela profilaxia. Quién no ha oído respecto del niño estas afirmaciones:sobre lo que hay que actuar es sobre las causas reales y actuales, enespecial sobre los padres; no hay en él neurosis infantil constituida,por lo tanto no hay transferencia, y por lo tanto el psicoanálisis deniños no existe.

2. Véase al respecto el debate en la Sociedad de Viena, sesión del 20 de enero de1909, enLes Premiers Psycbanalystes, tomo II, págs. 110-120, Gallimard, París, 1978.[Trad. castellana: Las reuniones de los miércoles. Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, vol. II, editado por H. Nunberg y E. Federn, Buenos Aires, Nueva Visión,1980.]

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 Volveré más adelante sobre este modelo de las neurosis actuales,pero señalo ya que Freud admite neurosis «mixtas» (la actualidad dela neurosis actual haríaresurgir los elementos de conflictos anterio

res de desarrollo), y que inversamente «el síntoma de la neurosis actual (pero entonces desde qué edad) es muy a menudo el núcleo y elestadio precursor del síntoma psiconeurótico».3

Lasintomatología de los estados preneuróticos de la infancia es he-teróclita, diversa, no específica, HaBitualmente dominada por trastornos de conducta, formaciones reactivas, infiltrada por beneficiossecuñdariosrAntes que proponerles un fatigoso catálogo de todo ello,

écEaré mano a algunas observaciones relativamente características.El primer caso relatado tenía más bien características fóbicas. El

segundo, el de Francine, siete años, se acerca más a una organizaciónhistérica. Se la orientó a un hospital de día con efcfiagnóstico siguiente: «niña pasiva, mutista, aislada; máscara depresiva y desinteréstotal; estructura presicótica con síndrome deficitario a precisar».

En realidad se trata de un semimutismo psicógeno, con un comportamiento pasivo e inerte únicamente fuera de su casa y en la escuela, donde no pronuncia ninguna palabra, no hace nada", río se íñ-tegra con los otros niños. En su familia, en cambio, y pese a lo pocoque habla (salvo con un hermano, déSil mentaTmedio, un año ma

 yor), se muestra tiránica, agresiva, provocativa sobre todo con sumadre, enurésica por la noche y de día, conductas todas ellas que,tras una fase de total inercia que evoca un estado depresivo (rígida, lamirada oscura e inquieta pero bien presente, con apragmatismo, ausencia de mímica expresiva, lentitud...) rápidamente se manifestaránen el grupo pero sin hallar gran eco en él: oposicionismo activo,constantes provocaciones, agresividad impulsiva, actitudes seductoras, marcado goce en hacerse desear para después rehusarse.

Detrás de este cuadro encontramos no obstante momentos de

real ansiedad en los que parece perderse, como cuando acaba porcansarse de extenuar o de cebar al adulto. Señalaremos también sudificultad para aceptar cualquier acercamiento corporal. Añado queen contraste con su agresividad trente a su madre, las noches enque llora, lo que le sucede con frecuencia, se refugia en efíecho paterno o a veces en el del hermano deficiente. Las pruebas proyecti-

 vas confirmarán la ausencia de mecanismos psicóticos y de defensas

maníacas y pondrán en evidencia un fuerte apego ambivalente a lamadre, imagen de refugio constante y sin cesar atacado, mientras

3. Conferencias de introducción al psicoanálisis III, 1916-1917 en Obras comple

tas, voJ. XVI, Buenos Aires, Amorrortu, 1978.

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que la imagen paterna se mantiene borrosa y lejana y las identidades secundarias están mal establecidas.

Por otra parte la integridad de las funciones mentales parece evi

dente: se trata de una chiquilla inteligente, sutil, astuta, hábil y ágilen sus movimientos, de un buen nivel gráfico, de dibujos avanzados, y que pronto emprenderá actividades diversificadas, se integrará en el grupo, iniciará el aprendizaje escolar, mientras que se expresan una cierta avidez afectiva, un deseo de gustar y de seraprobadáTEn'camBioTdetrás de un mutismo que tien3eTdisiparse,se constata un importante retraso dé lenguaje que podemos relacionar, por una parte, con otros casos familiares (mutismo psicógenode una prima que vive en el hogar, retraso importante en el hermano) y, por la otra, con el bajísimo nivel sociocultural de esta familiade inmigrantes donde el padre apenas habla francés y la mamá nadaen absoluto.

Debemos insistir sobre este ambiente: padre alcohólico, siempre,

desempleado, actualmente tuberculoso; la hermana mayor, psicópata, vive en la casa con su marido y tres niños, entre ellos la primamutista; un hermano mayor, igualmente desempleado y en casa;por último, el hermano que la precede (aclaro que Francine es lamenor de sietéTnjos) deficiente mental medio que concurre a unKMJ Ambiente, pues, realmente miserable donde la madre, animosa, cálida... y captadora, y que hasta ahora ha sido en cierto

modo la cariátida de la casa, actualmente se halla al límite de susfuerzas, disminuida por una doble artrosis en la cadera: Francine, aquien ella le pasa todo, es, dice, su único rayo de sol.

Gérard V., seis años al ingresar en hospital de día, fue un lactantepasivo y poco despierto. Cuando tenía un año lo hospitalizaron porunos espasmos del sollozo que se repitieron hasta los tres años y alos que sucedieron frecuentes terrores nocturnos que todavía sub

sisten. Siendo muy pequeño lo dejaban durante el día con su abue-la paterna, que lo mimaba mucho. Mostró intensos celos al nacer unhermano teniendo él dos años, y sigue siendo muy agresivo con él.

En su caso observamos dos tipos de síntomas. Primeramente, selo describe como frágil, a menudo enfermo, afectuoso pero muyegocéntrico. Es tímido, tiene miedo de todo y de nada, padece te-rrores súbitos, si se cruza con un perro grita o da un largo rodeo. A

 veces se excita sin motivo, a veces parece perdido en un sueño. Sucontacto es superficial, lábil, casi no se entrega. Tiene poco apetito,sé masturba con frecuencia. Su sueño es agitado, habla por las noches, lanza pequeños gritos. Después de una difícil entrada en el

 jardín de infantes donde no hizo gran cosa, se lo juzgó incapaz de

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entrar en el ciclo primario. Se lo describe como un chiquillo débilmental, inhibido, pasivo, con accesos súbitos de rabia. Le cuestamucho, por último, separarse de sus padres.

En un plano diferente, se constata un importante retraso del lenguaje y de la palabra, una lateralidad no adquirida, perturbacionesénTaorganizacion espaciotemporal y en el gratis mo, un retraso psf-comotor heterogéneo detrás de una hiperparatonía; todo ello a despecho de un nivel intelectual capacitario al parecer enteramentenormal.

Inhibición afectiva e intelectual sin duda, pero más ampliamente

bloqueo de toda comunicación, bloqueo también de las investidu-rasTuncionales (de ahí retrasos heterogéneos y disarmónicos deestas funciones) caracterizan estos estados preneuróticos que algunos hacen entrar en el marco de las disarmonías evolutivas neuróticas(Mises).

En cuanto a la anamnesis apuntaremos lo siguiente: un desenten-dimiento parental que data de siempre; un padre maternante, muy

fijado a su madre, insatisfactorio para su mujéreiTtócíos los píanos;una madre ansiosa,~exigente, narcisísta, muy defensiva, que presen-ta períodos depresivos y que perdió aÁu propia madre aTlos tresaños y quedó muy apegada a su hermano mayor. Considera a Gé-rard como objeto de rivalidad en el conflicto de la pareja. Poco antes de entrar el niño en el hospital de día, ella había tomado la decisión: separarse del marido; Gérard estaba al corriente. Reaccionócon un incremento de su indiferencia y de su repliegue esquizoide,de su inestabilidad afectiva, de los celos hacia el hermano. Sigueahora en el hospital de día, igual a sí mismo. Vive con su hermanoen casa del padre y pasa los miércoles y los fines de semana con sumadre, quien vive sola y, pese a una fuerte culpabilidad, se siente noobstante aliviada.

Sin embargo, no todos los estados preneuróticos se manifiestanpor signos directos de angustia cíe separación, y a veces no aparecenesencialmente más que trastornos cognitivos con fracaso en elaprendizaje escolar, o desórdenes timicos con inhibición, astenia ehíperkinesia.

Citaré además una observación, la de Brigitte Y.,4chiquilla denueve años, que ilustra el frecuente polimorfismo de la sintoma-

tología: comportamiento hipomaníaco, conductas histeroides conreivindicación viril afirmada, síndrome fobicó marcado por pesa

4. Observación relatada más exhaustivamente en Introduction a la psychopatholo- gie infantile, Dunod, París, 1979.

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dillas, accesos de angustia pánica, enuresis y a veces encopresis, reaseguro contrafóbico, etc. La observación de la niña, sus producciones, las entrevistas, los protocolos de las pruebas proyectivas no

descubren en ella ningún elemento de organización psicótica, perotampoco podría haBlarseüe neurosis constituida: conflicto edípicoño a bordado,"leu do triangulación de las relaciones, predominio delos mecanismos de evitamiento y fuga, etc., encubren una intensaangustia de separación, posiciones depresivas aún mal elaboradas,una tendencia a la renulsa.de a realidad psíquica, la búsqueda incesante de apoyo en un objeto de la realidad externa (tipo de relacióndFoBjeto anaclítica).

Su historia revela una serie de traumatismos afectivos repetitivosdesde el fallecimiento de su padre teniendo ella cinco años.

Pongo fin aquí a mis ejemplos. Es indudable que habría podidodescribir otras formas clínicas, como ciertas observaciones de «personalidades llamadas pregenitales (Delfarge, Heuyez y Vaneck) o

de «inmadurez afectiva simple», de personalidades anaclíticas (Ber-geret); también casos de fobias escolares aparentemente aisladas, deciertos síndromes astenopasivos de la preadolescencia, etcétera.

Sea como fuere, todos estos cuadros clínicos adquieren sentidosólo en función del analisis psicopatológico de la organización global que los sustenta. Ha llegado el momento de abordar ese análisis.

En las diversas observaciones que acabo de describir, lo que más

llama la atención es la insuficiencia de la interiorización de la diná-mica conflictiva en juego, de sus representaciones y simbolizaciones. Los procesos primarios permanecen activos, como lo atestiguan los protocolos de tests proyectivos o los informes depsicoterapias y la"facilidad de regresión en situación estresante:persistencia de un conflicto de ambivalencia, surgimiento de angustia persecutoria, exteriorización de defensas maníacas. La gran

cantidad"de energía no ligada y la intrincación meramente parcialde las pulsiones acarrean una imprecisión y una discontinuidad delas investiduras y por lo tanto de la vivencia corporal, temporal yespacial, si no un bloqueo. Aunque las instancias interdictorias estén ya incorporadas en

parte al yo, el yo ideal, la identificación con el objeto amado quepreserva al narcisismo ocupa un lugar preponderante en relacióncon el ideal del yo: la vergüenza prevalece sobre la culpabilidad. Enefecto, las posiciones narcisistas siguen siendo importantes y ef estudio estructural señala en ellas la imprecisión de las identificaciones secundarias, la confusión o las inversiones frecuentes en lasidentidades secundarias.

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 Y sin embargo, la metabolización de los conflictos relativos a lasangustias más arcaicas, los de las posiciones llamadas psicóticas. parece superada. No hay confusión entre real e imaginario; sujeto y

objeto son reconocidos en su totalidad y diferenciados; las «defensas psicóticas» no aparecen casi más que en situación regresiva;existe un espacióle separación entre objeto y sujeto; los modos derelación con el objeto están diferenciados, aunque se observe unpredominio de las posiciones orales y de las relaciones duales. Elacceso a los terceros términos (tiempo, espacio, duración, yo, padre...) ha sido alcanzado pero está insuficientemente elaborado: im

precisión de los límites, doble relación dual, edipificación, triangulaciones donde el padre aparece más bien como atributo o sustitutode la madre o como barrera a la vez interdictora y protectora haciael acceso a la madre, y no como agente de la castración simbólica.

Lo esencial del conflicto tiende entonces a resolverse mediante elbloqueo le las investiduras y por desplazamientos parciales sobreoSjetos externos; no en la elaUoracion misma de la posición depresi-

 va (cuyo fracaso aparece representado por las distimias graves), sinoen su reactivación secundaria, en la problemática de su superación,sobre esa línea divisoria que de íá ausencíTllevá a la castración!

Estos procesos se elaboran, en efecto, en el espacio de separación,como testigos de la metabolización de la ausencia, portavoz en sussíntomas de pulsiones libidinales y agresivas con valor estructurante pero todavía frágiles, lábiles, mal intrincadas y poco eficaces.

Este es a mi juicio el sentido de los síntomas preneuróticos fren-te a una angustia que no es de castración, que ya no es ni angustiasimSiótica ni angustia depresiva de suspensión, vaciado o estallido,sino angustia de separación, exteriorizada en la sintomatología queencontrábamos:

pesadillas, fobias diversas lábiles, terrores nocturnos, ataques deangustia, cóleras ansiosas; rituales de protección (especialmente delacostarse), crisis histeroides, semimutismo psicógeno, retracción dela agresividaH los impulsos;

somatización (especialmente a través del sistema neurovegetati- vo^astenia somatopsíquica o fases de excitación:

fenómenos contrafóbicos, precauciones mágicas, objetos de rea

seguro retracción megalomaníaca, evitamientos, fuga hacia adelan-te o en el fracaso, sobrecompensaciones...; y sobre todo bloqueo de las investiduras afectivas, funcionales, cog-

nitivas,_c]ue traba el aprendizaje y el desarrolWcíeTas posibilidades decomunicación.

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En el plano estructural, los procesos se caracterizan por cuatroelementos fundamentales:

• la debilidad de las represiones secundarías;• la inhibición: a la vez elemento semiótico y «mecanismo» diri

gido a la limitación del yo para evitar la angustia; mientras que,como Freud señala, el síntoma neurótico es manifiestamentedinámico, insólito y originaTT

• la escisiorfcíei yo que podemos calificar de tipo freudiano, <juehace coexistir en el yo dos posiciones antagónicas sin formación sintomática, la cual comprende a la vez la expresión deldeseo y su supresión. Aquí se trata, por el contrario, de unaformación de compromiso no neurótico, que incluye una de- .fensa vuelta hacia la realidad y otra hacia la pulsión; pero sindenegación como en la obsesión, sin repulsa como en la disti-mia grave, sin renegación como en la perversión. Escisión,

pues, preneurótica, prefóbica como sucede al principio de laobservación de Juanito, con proyecciones parciales sobre elobjeto externo de la imagefThostil del padre y de aquella másarcaica de la madre devoradorá y, al mismo tiempo, inveslidura del padre como objeto de reasegurcujujQo, como en la neurosis fóbica, desplazamiento y proyección sobre este objeto«de todo el conflicto de castración sin transformación aleuna»_

(Freud);• por último, importancia de las contrainvestiduras, de la inversión en lo contrarío, de los mecanismos contrafóbicos, de lasformaciones reactivas que se manifiestan por rasgos de comportamiento ligados a pulsiones parciales, de carácter mitomaníaco,histeroide, fobo-obsesivo, sadomasoquista, etc.; formacionesreactivas clásicamente descritas como contemporáneas de posi

ciones anales y de la elaboración del Edipo pero que pueden,como en este caso, servir de «resistencia» y obstaculizar la neu-rotización de los conflictos.

 Al lado de estos elementos mayores citaré aun la no integraciónde la agresividad (retracción de la agresividad especialmente), la importancia de los beneficios secundarios utilizados a la vez como resistencia y como reaseguro narcisístico, la limitación del acceso a lasimbolización por insuficiencia de los procesos secundano s~' 1aTugaen el fantasma pero sin confusión entre real e imaginario y sin explosiones incoherentes, y por fin la expresión directa del conflictoen y por el cuerpo: manifestaciones somáticas ya invocadas, con

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ductas autoeróticas persistentes, imprecisión de los referentes espa-ciotemporales, etcétera. Así, alrededor de un espacio de separación existente pero ince

santemente cuestionado, insuficientemente poblado y elaborado,en el que vienen a precipitarse esa «sombra de los objetos internosmalos», la angustia de pérdida del objeto de amor, la vivencia fan-tasmática ansiosa, se cristaliza el conflicto defensivo, que ahora yano es «conflicto de desarrollo» sino estructura con tendencia a coagularse, prefigurando el conflicto neurótico sin dejar de obstruir elacceso a la neurotización conflictiva.

Conjunto estructural que, de este modo, se acerca a las neurosisactuales y traumáticas, no sólo por los mecanismos en juego sinotambién por estos tre? parámetros: el impacto de la realidad (comosi todo acontecimiento o situación viniera a despertar y asimismo amantener la dinámica y la economía del conflicto); la actualidad(como si esta dinámica fuera la única respuesta posible a las tentati-

 vas de resolución de conflictos indefinidamente reactivados); y, por

último, la problemática de los límites: imprecisión de éstos, incapa-cidad no para crear o mantener sino para preservar y poblar ese espacio de separación.■ Proximidad con neurosis actuales o, traumáticas basada ademásen este trabajo de la muerte en su doble orientación: desestructurante en su tendencia a la reducción tfFlas tensiones por desinvesti-düra ya la repetición en la reactualización en lo real de losconflic-

tos antiguos; y estructurante en la tentativa de constitución misma"delobjeto interno sin duda, pero también de su permanencia y estabilidad.

Nos hallamos efectivamente aquí, si no en «el Orden neurótico»,al menos en su frontera y en su problemática.

En este aspecto, algunas palabras sobre la patogénesis. Acabamos de ver que la característica de estas estructuras era la

persistencia de un modo <JTorganización todavía arcaica en la quepermanecen activos conflictos anteriores sobre la base de una insuficiente elaboracioñclel narcisismo y de las identidades secundarias,qué bloquea el desarrollo instintivo-afectivo de una manera queevoca la estasis libidinal por insatisfacción permanente.

Tenemos efectivamente la impresión de que persiste la influenciade perturbaciones emanadas del medio circundante, influencia quereactiva conflictos primarios, hechos comprobados con mucha frecuencia o, al menos, presumidos aun cuando no hagan más queactualizar en lo real fenómenos más antiguos; de ahí ese aspectode neurosis actual o traumática aue hemos señalado: un intento dé

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dominio de una angustia arcaica ligado a una energía libidinal que,desviada de su fin pero carente de empleo, provocaría la angustia.

En realidad, el análisis estructural nos demuestra que la proble

mática en juego está ya parcialmente interiorizada y simbolizada, yque, antes que consecuencia del hecho de que el niño se hallaría entuacióiiixaumática (angustia primaria, automática), se anticiparía

a una eventualidad de esta índole (angustia secundaria, señal, pul-sional). Así, la inhibición parece traducir, en el plano clínico, ese iry venir entre angustias primaria y secundaría, y la excitación no Ji;gada desborda al niño sin convertirse en síntoma neurótico; lo queLébovicTllama «la antehisteria» y que yo designo más bien comoorganización «prefóbica». En un plano esta vez psicopatológico, lainhibición representa aquí el fracaso del proceso estructurante encurso, traduciendo el niiéHo~parálÍzante y la fascinación del deseo,el anverso ióbico y el reverso~Tóbico de"una posición donde el suje-to se capta y que lo conduce al compromiso no neurótico y a las

formaciones reactivasPor lo demás, la angustia no es solamente señal, es también expe-riencia vivida del conflicto de separación, del riesgo de pérdida,delobjeto de amor, y no angustia fusional de la simbiosis, angustia de«pérdida delHienestar de antaño» (Joffé) de la depresión. El afectoenjuego no éstá'ligacío'ni a la pérdida de identidad ni a la inseguridad de base, es el temor al abandono y su sufrimiento.

Ese objeto es esencialmente la madre, o «el otro materno», paradeclFmejor, aquel que, con la seducción y el rechazo (la Versagungj ha introducido'la dualidad pulsional. El niño permanece enjitua-ción de estar privado del soporte materno benévolo, primer sopor-tede la represión. La madre sigue siendo objeto de amor primario;él"3oble,los otros, están en situación de rivalidad fraterna; el padreno es recónocidolfomo rival edípico. Lo malo, como dice Spitz, es

la madre ausente o el extraño presente, cargado con las protecciones sobre la madre mala. Así se traza una vía de entrada en el Edi-po, pero bloqueada aquí por la no elaboración secundaria del espa-cio de separación.

Esta angustia de separación, por otra parte, no es siempre manifiesta (caso de fobias escolares): sumida a veces en un cuadro clíni-co inconexo, disimulada a veces por los mecanismos contrafóbleos

 y las formaciones reactivas, puede también ser muda y revelarse tansólo en el análisis psicopatologico o en el decurso de la evolución, yaun posteriormente en el aclulto.

En cuanto a la etiología misma, es preciso obrar con circunspección ante los datos anamnésicos recogidos, aunque la insistencia de

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los allegados al niño sobre ciertos factores pueda adquirir para nosotros valor de síntoma. Retendremos, por ejemplo, la persistenciade conflictos familiares antiguos y actuales de carácter repetitivo;

la distancia «egopulsional», es decir la distancia entre una ciertaprecocidad del desarrollo mental y la «madurez afectiva», o también lo inverso; por último la revelación, si no el origen, de lostrastornos con ocasión de un traumatismo afectivo más o menosreciente.

Suele insistirse también en otros factores que hay que considerarcon prudencia: madre depresiva, ausente o borrosa; madre fóbica

del funcionamiento anal del niño; padre que sólo ofrece una ima-gen identificatoria insatisfactoria, bien sea por inalcanzable o débil,Bien sea por ausente o disminuido; adultización del niño o, por elcontrario, mantenimiento en un estatuto regresivo, o incluso ambivalencia a su”respecto entre rechazo y captación; por último, enotro registro, puesta en evidencia de excitaciones pulsionales, a la

 vez demasiado precoces y repetidas o, inversamente, insuficienciade estímulos.

Dicho sea de paso, ¿no tenemos aquí un conjunto de elementosetiopatogénicos bastante representativos de ciertas estructuras deficitarias, ya sea que su patogenia aparezca como de origen orgánico,funcional, psicógeno o mixto?

De todas formas, el intento de reconstrucción etiopatogénicasólo es aprehensible para cada caso considerado en su originalidadpropia. Y si una de las características de estos estados preneuróticoses que el síntoma se deja ver en ellos como expresión directa delconflicto, como defensa nada o mal mediatizada contra la angustiade separación y el temor al abandono, siempre aparece sin embargosobre una organización preexistente que, también ella, tiene su historia, su prehistoria y sus avatares propios.

Me permitirán tratar brevemente de la evolución de estas organizaciones preneuróticas, que depende de demasiadoslactores (especialmente medio circundante y terapias) como para justificar unanálisis exhaustivo.

Citare, no obstante:

• en los mejores casos, la neurotización progresiva de los con

flictos con las diversas salidas que ella supone;• opuestamente, no me parece que sea frecuente la regresión hacia organizaciones psicóticas, con excepción de ciertos casosque evolucionarán hacia estados Histímicos del tipo déla psl-cosis afectiva;

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• en cambio, pueden observarse secuelas en forma de una debili-zación más o menos disarmónica susceptible de organizarse a

 veces en autentica estructura deficitaria adquirida.

La evolución hacia neurosis del comportamiento o neurosis decaracter es relativamente frecuente, según un modo fóbico, depresivo o ciclotímico, más que obsesivo o histérico.

Lo mismo que en el correr de la adolescencia, la organizaciónde personalidades as~if  (formación de un falso selí), y hasta psircopaticas.■ Inversamente, no es raro ver evolucionando hacia una estructurapreneurótica estados psícóticos de la infancia, especialmente pre oparapsicosis o distimias graves.

Ese fue el caso de Michel, quien al entrar en el hospital de día a losseis años y medio, presentaba una distimia de naturaleza psicótica,con alternancia de fases de excitación v de depresión acompañadas

de estereotipias, cóleras ansiosas,fading del pensamiento, repliegueautístico. Este estado se había iniciado a la edad de seis meses conun cuadro de hiperactividad e hiperkinesia, que duró hasta los cinco años y medio, y que después se agravó: apragmatismo, esquízoi-día, indiferencia.

Después de un período de calma seguido por otra fase inciertacon oscilaciones entre progreso y regresión, pero de la que habían

desaparecido progresivamente el repliegue esquizoide y las estereotipias, la dinámica institucional y la instauración de una psicoterapia analítica fuera del establecimiento iban a permitir cambios radicales en su organización mental y a autorizar, al cabo de un año deestancia, su salida del hospital de día para ingresar en una escuelaactiva normal en la que Michel se adaptó marcadamente prosiguiendo al mismo tiempo su cura analítica.

El estudio de los tests proyectivos ilustra ese tránsito, donde secomprueba un modo de funcionamiento del aparato psíquico segúndos niveles:

Uno que responde a los nuevos síntomas aparecidos durante laestada en el hospital de día (pequeñas fobias estructurantes, tics pasajeros retracción de la agresividad, preocupaciones sobre la muerte y la enfermedad, reinvestidura de los aprendizajes cognitivos

pero con numerosas barreras y bloqueos...), y que se expresa por latriangulación de las relaciones, la importancia de los mecanismosde fuga y de evitamiento, las banalizaciones, anulaciones, las contrainvestiduras secundarias, subyacentes a la angustia de separaciónen curso de elaboración.

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El otro nivel, donde ceden estos mecanismos y posiciones todavíafrágiles especialmente en una situación regresiva semejante, y dondereaparecen repulsa de la realidad psíquica, retaliación, invasión por

los procesos primarios, ambivalencia, predominio de las relacionesduales según un modo oral, angustia de suspensión, o de estallido.La segunda observación es la de Bernard D., diez años, quien pre-

señtaba trastornos afectivos profundos más o menos camuflados detrás de un comportamiento conformista y aparentemente pasivo,pero con explosiones caracteriales agresivas de matiz perverso, unbloqueo de los aprendizajes cognitivos y de las perturbaciones fun

cionales (psicomotrices, temporoespaciales, perceptivomotrices),poco homogéneas. El análisis estructural y los dibujos y entrevistaspusieron en evidencia una organización de tipo parapsicótico conexteriorizaciones fantasmáticas'incoherentes, pensamiento casi delirante, omnipotencia narcisística, repulsa de la realidad psíquica, tor-mación"de un falso self.

Después de un año en el hospital de día las mejorías eran claras:

comportamiento más estable, más participativo, más activo, menos impulsivo y más auténtico, fantasmática más elaborada ymejor controlada. Se instauró entonces, al comienzo del segundoaño, al regreso de las vacaciones, un psicoHrama analítico. Observamos en él:

• la aparición de defensas de superficie de tipo contrafóbico, evi-

tamiento, luga, recurso a un tercero exterior;• defensas más arcaicas contra una angustia de aniquilación, so

bre todofrente a la imagen materna, o en ausencia de un tercero asegurador, dejando aparecer entonces emergencias fantasmáticas de temas repetitivos (especialmente devoración) pero atodas luces más coherentes y controladas que antes;

• las defensas maníacas, la repulsa de la realidad psíquica, desaparecieron.

 Apuntemos finalmente que Bernard, quien participa cada vezmás en las actividades del grupo en forma constructiva y controlamucho mejor su agresividad, prolonga las sesiones de psicodramaen el recreo, en juegos grupales donde marca una clara toma de dis

tancia respecto de los temas evocados.En cuanto a las evoluciones a más largo plazo, me refiero al destino de tales organizaciones reconocidas en la infancia o reconstruidas en una cura, sólo podré tratarlo aquí rápidamente, desde dosángulos.

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Primeramente, ciertas descompensaciones de neurosis constitui-das y, particularmente histéricas, según el modo depresivo, parecenresponder a una regresión a un nivel semejante de organización. Lo

mismo sucede con ciertos estados conocidos como limítrofes que,si no se trata de verdaderas neurosis camufladas, pueden ser estructuralmente vinculados con este modo de funcionamiento del aparato psíquico; lo mismo sucede, por último, con esas neurosis llama-das narcisistas o de comportamiento: de fracaso, de destino, deabandono, la antigua neurastenia, sin duda, y quizá -pero afirmadoesto con prudencia- ciertos síndromes hipocondríacos no psicóti-cos y hasta la anorexia mental de la joven.

En segundo lugar, citaré esos síndromes más o menos aislados oaislables o insólitos, encontrados en los allultos de los que lo menos que se puede decir es que parecen funcionar de una maneraneurótica no patológica, pero que presentan, generalmente conintermitencias o en situaciones particulares, inhibiciones inexpli-

cadas, formaciones reactivas, pequeños rituales, preocupacioneshipocondríacas; la persistencia, pues, de «compromisos no neuróticos». ¿Será necesario citar al respecto un ejemplo ilustre? El deFreud; su inhibición a los viajes, su conquista de la Tierra Madre,Roma o Atenas, y los síntomas con ellos vinculados; luego, su reacción ante la estatua colosal del Moisés de Miguel Ángel en Saint-Pierre aux Liens, sus rituales, aprehensiones y preocupaciones en

camino a Atenas, su trastorno en la Acrópolis. En mi opinión, notodos estos síntomas han de ser vinculados con la problemáticaedípica, como el propio Freud y luego sus continuadores dejanpensar. Veo en ellos en cambio el surgimiento de ese arcaísmo, elde los lazos primitivos con la madre y los límites de su acceso, sincesar reactivado, inquietante y extraño, lugar de los primeros so-portes de la represión y, quizás, a «superar», más que a reprimiFo

asublimar.En otro lugar traté,5precisamente con relación a Freud, este aspecto que ilustra igualmente el retorno de lo que algunos (J. Fris-mand)6llamaron los «análogos» de lo primario, reflejos persistentes de la realización alucinatoria de la satisfacción, puestas en actooniroides, en cierto modo, facilitadas por situaciones actuales, traumatizantes o estresantes; y hasta la de la cura analítica. ¿Llegamos

aquí a lo que se podría reconocer como el «núcleo psicótico» de

5. «Des liens et des limites-associations libres», Psychanalise a VUniversité, 9, 35, junio de 1984, págs. 459-466.

6. J. Frismand, Communication au 39e Congrés des Psychanalistes de langue fran- faise, París, 1979, Revuefr. de Psychanalise, sept.-dic. de 1980,44, 5-6, págs. 917-922.

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cada cual? ¿A su «preneurosis»? ¿Al «punto ciego»? Prefiero denominarlo con un término protohistórico: «lo arcaico».

Para terminar diré algunas palabras sobré el tratamiento analítico

en el niño que presenta una estructura de esta índole, y subrayaré loque considero algunas particularidades.

Diré en primer lugar que ese tratamiento me parece centrado enla importancia de las resistencias y del análisis de las contrainvestiduras.

Un momento previo a cualquier movilización del sistema defensivo me parece que tiene que consistir en la toma de conciencia de

tales deseos alucinados antes de interpretar en el nivel, si no delEdipo, al menos de la triangulación: así, las imágenes identificato-rias, el vacío y el colmamiento, el ver y el saber, las posiciones am-bivalenciales y la recaptación de los límites. En esto, el proceder terapéutico se emparenta con el análisis del psicótico o del núcleopsicótico que estaría subyacente en cada neurosis, análisis que, paraalgunos, como veíamos, sería el único verdadero psicoanálisis posi

ble en el niño.De un orden análogo sería la necesidad de introducir equivalen

tes simbólicos aptos para permitir al niño situar al terapeuta en ellugar simbólico que atribuye a éste en la relación que se instaura, yestablecer en él un espacio de separación donde podrán articularseobjetos internos y fantasmas de deseo.7 Añadiré a esto la consideración de las transferencias parciales

como susceptibles, aunque sólo en un segundo tiempo, de constituir los elementos de una eventual neurosis de transferencia (Le-bovici).

Insistiré finalmente en el interés que puede presentar en estos casos completar la acción psicoterapéutica con una movilización delos vínculos entre el niño y un referente situado fuera de la propiacura, y de ser posible, sin contacto directo con el terapeuta y con el

proceso iniciado en la cura; referente que según los casos puede seruno de los padres, la pareja parental, o incluso, si el niño concurrea una institución apropiada, un educador especializado. Se trataademás de una constatación puramente clínica que suscita problemas teóricos (por ejemplo, los de la introducción de una cierta realidad y de una cierta actualidad exteriores a la cura en el proceso deésta) y técnicos (como las interacciones e implicaciones respectivas

de los miembros de un equipo asistencial, a la vez en el seno del

7, Véase Neyraut, Communication au Congres des Psychanalystes de Langue franqaise, París, 1979, loe. át.

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proyecto terapéutico global concerniente al niño y, por otra parte,frente a los diversos miembros de una mismo familia), problemasque por mi parte estoy lejos de haber resuelto.

Concluiré brevemente.Las organizaciones que he intentado describir me parecen blo

queadas en su elaboración por una incapacidad para poblar y meta-bolizar ese espacio fobofílico estructurante que desemboca enla posible neurotización de los conflictos. Ellas responden, a la salida, sise quiere, de la posición depresiva, a un nudo significante y perma-nente reactualizado donde sejuegan las relaciones inhibición-angus-tia... y síntoma.

La realidad, la permanencia de conflictos actuales aparentemente intensos que además vienen a reactivar los conflictos másantiguos, la aparente actualidad también de la llamada neurosisinfantil justificarían así la referencia al antiguo modelo de lasneurosis actuales. Asimismo, tanto el niño como el adolescente oel adulto, ciertos aspectos de nuestra «Actualidad» socioculturaldarían cuenta de semejantes bloqueos o reviviscencias arcaicos.Inseguridad de base, insuficiencia de imágenes o valores identifi-catorio's, frecuncia de los estrés, desarraigos, sobreexitaciones sexuales que invaden la vida cotidiana o dificultades para hallar elplaceiv importancia excesiva acordada a las expresiones y funciones corporales... explicarían también este renuevo del esquema

freudiano.Pero seamos prudentes. Recurriré más bien, como he dicho, alconcepto de «arcaísmo» en su sentido protohistórico: es decir, co-extensible a la preformación de la historia (lo que se puede contar yescríBír)"y que no es ni comienzo (problemática de los orígenes, delUR), ni lo más precoz (elfrüest, que compete a la prehistoria), ni lomás profundo (el tief> aquello que, de lo pulsional, permanece más

sépultado~y~protegido en el inconsciente).8Esta fase en que vienen a elaborarse los primeros elementos de lahistoria (y que llamaremos neurotización de los conflictos, conflictos neuróticos de desarrollo o, en la cura, neurosis infantil), implica como mínimo una interiorización parcial de esa dinámica, reconocida y simbolizada en alguna parte, al menos en algunos de suselementos, pero que va a toparse con la relación dada a entender

como «el otro materno» y a hallarse en la fuente de muchos terrores, inhibiciones y desamparos.

8. j.-M. Petot, «L’Archaique et le profond dans la pensée de Malanie Klein»,Nouv. Rev. Psychan., otoño de 1982,26, págs. 253-271.

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Este es, en mi opinión, el fundamento del Unheimlich (lo familiarextraño e inquietante), que habrá de ser «superado» (überwunden) para que quede atrás la problemática de la separación y el «ser» lo

gre acceso al estatuto de «sujeto».

Marzo de 1984

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Discusión

Patrick Guyomard

Quisiera formular una primera pregunta que es más una demanda de precisión. Usted se ha referido mucho a la angustia de separación, que parecía tener una importancia fundamental en su posición y en su definición de estos síndromes preneuróticos. Desarrollótambién, sobre todo en su conclusión, lo que se refiere a la nociónde arcaico. ¿Podría aclarar qué diferencia encuentra entre este arcaico y lo que se manifiesta en el psicótico? ¿Qué diferencia haríausted entre este arcaico que usted remite a algo materno, si es que leentendí bien, y otro -u otra referencia- que sería más psicótica o

que definiría con más precisión el campo de la psicosis en relacióncon ese campo de la preneurosis que usted propone?

Jean-Louis Lang

La noción de arcaísmo es efectivamente ambigua, y ello más aun

cuando está actualmente de moda. Me pide que la sitúe en relacióncon la problemática de la separación y con la de las organizacionespsicóticas. Le responderé en términos de estructura, puesto que sobre este plano centré también mi exposición.

Lo arcaico remite, no a un modo particular de organización estructural, sino al resurgimiento de representaciones, afectos, fantas-mas ligados a la preiormactór de la historia y distintos de la pro-

Blematica de los orígenes, es decir a un registro protohistórico. Loselementos que lo componen pueden reaparecer así en cualquier estructura mental, tanto psicótica como neurótica. Uno de estos elementos concierne"precisamente a los procesos de separación y, porlo tanto, a la noción de límite.

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Pero falta ponerse de acuerdo sobre el término separación, cuyosprocesos están evidentemente en juego desde el inicio de la existencia;quiero decir, en lo que respecta al psicoanálisis, desde la introducción

por «el otro materno» de lo pulsional: seducción (Eros), Versagung (eltercero y la pulsión de muerte), puesta en escena fantasmática. Las organizaciones psicóticas de la infancia, consu angustafusionaí simbiótica, de aniquilación o de despedazamiento, están efectivamente,como indican además estos calificativos, directamente conectadoscon la problemática de la separación, en función, diría yo, de la ausencia del espacio de separación y límites (sujeto-objeto, continen-

te-contemdo, ley externa-ley interna, etc.).Hay quienes emplean «angustia de separación» para calificar los

estados distímicos graves de naturaleza psicótica (las psicosis afectivas de los norteamericanos) y, particularmente, los estados depresivos. Ahora bien, como supo mostrar Wírmicott, en estos casos laseparación no es efectiva, no hay espacio de separación y el sujeto"oscila QnXxiX^\lm\iQsT^cildaórrám^walenté^^ct tamHieiTWinñi

 y¿tt, entre los polos de ascensión yde depresión; lo que yo Ke"de-nominado angustia de suspensión entre vaciaHo~y estallido.

Es entonces cuando se acondicionará el espacio de separación,que se poblará de objetos internos que permitan los intercambios(en el curso de la fase depresiva, dirían los kleinianos) y el niño sedesprenderá de esas posiciones que se dio en llamar «psicóticas»para abordar la fase edípica final, aquella que incluye la castraciónsimbólica. En este nivel (digo nivel y no estadio), ciertos avatarespueden venir a obstruir ese acceso: espacio de separación insuficientemente dispuesto, imprecisión y fluctuación de los límites, etcétera. También es aquí donde introduzco, con carácter operativo,la noción de «preneurosis» y la verdadera angustia de separación.

No se trata aquí de lo arcaico de las angustias «más profundas» o

incluso «más precoces». Tampoco se trata de ese comodín sugeridopor la «nostalgia del retorno al vientre materno». Y tampoco de larelación incestuosa con la madre en el sentido edípico del término.Esta angustia de separación remite a un retorno «hacia el otro materno», tachado poom.doble, por un tercero-padre que no esgrimela castración ante aquel que osa aventurarse, es decir apenas un ri val, mas"bien un biombo que viene a interponerse y a cuestionar se

ducción y rechazo. Aquí se sitúa para mí «lo arcaico» característico de los estadospreneuróticos, y que es susceptible de resurgir en cualquier sujetocon ocasión de situaciones unheimliche.

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Maud Mannoni

Lo único que lamento es que Lang no haya tenido suficiente

tiempo para hacernos sentir el aspecto vivo de los niños de los quenos habla. En su libro, usted tuvo el cuidado de decir que aquellode lo que hablaba debía ser entendido como «referencia conceptuala un modo de funcionamiento mental, y nada más». Lapsicopatolo- gía, decía usted, es una ciencia que, si bien permite cuestionar a la clínica, ella misma debe ser permanentemente cuestionada.

En los casos de niños que usted menciona, falta el contexto en elque se sitúa la respuesta que el niño da a la situación en la que se veinmerso. En el caso de Luc, entre otros, podemos interrogarnos sobre la capacidad de «ensoñación materna» de que el niño ha podidoo no disfrutar; es decir, interrogarnos sobre ese proceso particulardonde la madre, participando en el desamparo de su hijo, lo aliviade lo que a veces es una carga muy pesada para él. La desesperación,tan pronto como se la comparte, ya no desemboca en un hundimiento depresivo. Esta «inquietud del otro» permite la instalaciónde un objeto transicional que abre al niño las posibilidades de simbolización de una pérdida. Opuestamente, existen «madres coima-doras» que confunden necesidad y deseo hasta el punto de coagularal niño, de paralizarlo. Pero formular un deseo es algo que no sepuede hacer sino partiendo de una falta, de un juego, Ciertos retra-

sos~3elenguaje se deben así al hecho de que no ha existido nada de juego con los sonidos, juegos de lalaciones. Entonces los sonidos seemiten por sí mismos, sin intercambio ni placer compartido.

También hay niños que viven en un mundo donde los objetospueden ser reparados pero~5ondecualquier separación física puedeacarrear lQ_irxep.ar.ab1e,_al, grado de la catástrofe corporal. El niñoforma entonces un todo con su madre y ésta tiene necesidad de

ayuda. También hay padres que se encuentran en el desamparo, y‘urTrñodo frecuente de librarse de ellos es enviarlos a cada uno al analista. Sin embargo, lo que hay que oír es algo que pertenece a undiscurso colectivo.

Lo que escapa a la descripción psicopatológica es la palabra délsujeto. La «organización preneurótica» se fabrica con alguien, y, encuanto a la «estructura», ella está en el síntoma, es decir, en una pa

labra amordazada. Por otra parte, los casos a los que usted se refie-re me recuerdan otros:

- Una esquizofrénica mutista de catorce años (tres generacionesde padres esquizofrénicos hospitalizados). La separación de su

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madre hizo surgir en ésta una agorafobia (agorafobia colmadapor la presencia de la hija). Para esta adolescente todo cambiócon una estancia en provincias donde, inserta en un contexto

diferente, se volvió conversadora y laboriosa.- Un chico de diez años, ex «autista secundario» se curó milagrosamente en Inglaterra: esquizofrénico en su lengua materna, no lo era en inglés.

- Una adolescente débil mental quedó transformada en Alemania. Pudo «habitar» su cuerpo a partir de otra mirada posadasobre ella. Se «apoderó» de una lengua desconocida para sus

padres.

Esto para situar la dimensión de una búsqueda esencial que espreciso salvaguardar: no tenemos tanta necesidad de cuadros psico-patológicos como de posibilidades de juego sin fin, juegos de losque no debemos quedar prisioneros. Sobre esta base, la invenciónde sí mismo con el otro se hace posible. Otros juegos se tornan ca

ducos, se pueden asumi7”nesgos y el sujeto puede salir del sistemade defensa que había sido construido en un contexto que no es posible borrar.

Jean-Louis Lang

Maud Mannoni me reprocha no haber hecho oír la palabra delniño, y es una crítica que acepto gustoso. Pero si no lo hice no fuepor falta de tiempo. Si les hubiera presentado el desarrollo de unacura, mi intervención habría cobrado .una forma muy diferente.Mi objetivo era otro: tratar de reconocer, a través de discursos, actitudes y conductas significantes del niño y de su medio las modalidades esenciales del funcionamiento de su aparato psíquico ylas posiciones conflictivas que determinan su naturaleza. En esteproceder no sólo no están excluidos el discurso del niño, la palabra del sujeto, sino que a todas luces sobre ellos se funda básicamente la apreciación de los elementos que, en una síntesis ulterioren que llegarán a tomar sentido, permitirán sólo entonces la descripción de un modo de organización estructural que, como lo re

cordó Maud, para mí es tan sólo un modelo de funcionamiento,una referencia operativa, y nada más.En este sentido, convendrán ustedes conmigo -aunque pensaba

que estaba implícito- en que mis descripciones de estas organiza-ciones preneuróticas proceden decóñtáctos repetidos de diálogos.

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de una escucha, tanto del niño como de los padres y de las contra-actitudes del equipo asistencial. De todo esto sólo trasmití lahistoria y la imagen, pero la experiencia prueba que fuera de un re

lato suficientemente completo y articulado de las verbalizacionessucesivas de unos y otros, ilustrar esta historia con unos pocosejemplos sacados de su contexto nunca ha convencido a nadie.

Sé que la psicopatología psicoanalítica suele ser mal acogida, ycon harta frecuencia comprendida según una óptica nosografizanteque KárTa las veces de explicación. Ella constituye entonces un ries-golnHÚHaHIe, el de un psicologismo achatado que impide jajtnenQrescucKTanalítica. Inversamente, el desconocimiento, yo diría mejorfa represión, de lo que constituye una parte de nuestro saber (elementos psiquiátricos, psicológicos, sociológicos ... ) y que no pertenece al campo del análisis, amenaza con desembocar, para eftera-peuta tanto como para el equipo, en un retorno de ese reprimido en¿1 peor momento de la cura institucional.

~Su segunda pregunta se refiere a los padres. ¿Cómo juzgar el impacto de una dinámica conflictiva más o menos pesada o ligera sobre el estado mental del niño? ¿Y es así como se plantea la cuestión?Del lado de las familias, hay casos que nos parecen graves (en elsentido de una rigidez o de una fijeza de su estructura mental) ydonde la problemática, del lado de la relación con el niño, se deslinda, se desanuda al cabo de algunas entrevistas. Y lo inverso es

igualmente cierto.Hay por otra parte padres, o alguno de ellos, que tienen una escucha, una aprehensión muy sutiles y sensibles, dispuestos a oír loque podemos decir sobre la base de nuestra propia escucha. Algunos cooperan entonces efectivamente con nosotros; otros, sin quelos comprometamos a ello, se orientan a una terapia personal; algunos se encierran, y esto por lo general no tiene nada que ver con la

mayor o menor gravedad del caso de su hijo. Otros, en cambio, parecen intocables, como los de la chiquilla mutista a la que usted alude. Si entonces cabe indicar una ruptura completa con el medio(pero también puede haber oposición familiar o imposibilidad),la cura institucional puede paliar muy a menudo este tipo de carencia parental (cuyas causas psicológicas o sociales son variadas), conla condición de que el equipo institucional esté abierto a la escuchaanalítica y de que uno de sus miembros pase a ser referente para lospadres, aun los más reticentes.

Estoy hablando de las familias de los niños que he descrito. En loque respecta a los padres de niños psicóticos, creo estar empezandoa saber cómo hablarles. En cuanto a los padres de niños neuróticos,

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en general prefiero, más allá de las primeras entrevistas, confiarlos aun tercero. Con las familias de los niños a los que me he referido,siempre tuve la impresión de que todos tenían muchas cosas que

decir, y que tenían ganas de decirlas. Y en ellos fue donde hallé confrecuencia los casos extremos: los intocables y los cooperadoresmás abiertos. ¿Es ésta una característica de la problemática relacio-nal padres-hijos de este grupo? Por el momento, no tengo suficiente experiencia como para tomar una posición valedera.

Patrick Guyomard

Mi pregunta se refiere al problema del síntoma. Si no me equivoco, usted insistió mucho, en lo que intentó describir, sobre la ausencia de síntoma en el sentido neurótico del término. Sin embargo,cuando usted describe cierto número de casos, como el del pequeñoLuc, por ejemplo, hace un cuadro con ciertos números de elementos

localizables, discretos, discriminantes que, poco a poco, van surgiendo. ¿No piensa usted que es bastante difícil decir a priori que noson síntomas? Sobre todo si consideramos que en psicoanálisis cualquier síntoma tiene una estructura de palabra y que es justamente laescucha del paciente, es decir la dinámica misma de la cura, la quepuede revelar lo que, en un comportamiento, en un tic, en un i dificultad con el sueño, en un pequeño trastorno fisiológico, resulta ser

síntoma o no: es decir, resulta ser portador de toda esa elaboraciónque Freud describe.

¿No es absolutamente imposible decir a priori que no hay síntomas, ya que a los síntomas se los oye, se los ve y se los descubre enel camino del análisis ?

Jean-Louis Lan g

 Agradezco a Patrick Guyomard que me plantee la cuestión delsíntoma pues es indudable que no he sido suficientemente claro yasí podré disipar un malentendido. En el sentido estrechamente se-miológico del término, como en su sentido semiótico, lingüísico oeventualmente gestual, es evidente que los síntomas existen en to-

das las organizaciones mentales, neuróticas, psicóticas u otras; yque un síntoma, cualquiera que sea su naturaleza, habla.

Pero aun Hay que hacer una selección entre los síntomas» pues, si-guiencfo así al propio Freud, es usual en análisis llamar síntoma a un

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compromiso que él califica de neurótico en la medida en que reali-za conjuntamente la expresión del~3eseo y su supresión. En estesentido, las formad o n es reactivas no son síntomas. Encuanto a la

inhibición, ésta puede ser, según los casos, proceso de traba, síntoma o incluso compromiso no neurótico. "" ~

Si digo que en los estados preneuróticos no hay «síntoma», esporque empleo esta noción en el sentido de un compromiso neurótico que pone en juego la problemática edípica y la castración simbólica. Ahora bien, lo que me parece caracterizar a esos estados es,precisamente, el predominio de com omisos no neuróticos, asícomo Freud los designa en la primera etapa de la historja-dejiiani-to o’iHcíuso en el Apéndice, si no recuerdo mal, de Inhibición, sín

toma y angustia.

Síntomas en el empleo semiológico habitual del término, no loson en su acepción estrictamente psicoanalítica. Y sólo el análisisestructural y el de la dinámica conflictiva en juego permiten preci

sar su naturaleza y diferenciarlos.

Pierre Dav id9

Siento mucho tener que intervenir en forma totalmente negativadespués de la conferencia del doctor Lang. He apreciado su esfuer

zo para convencemos de la existencia de una entidad nosográficaque él denomina «preneurosis». Pero no advierto el interés de eseproceder que tiende a aislar y a poner de relieve un grupo clínicocuya existencia fue indicada por-Jrend justamente para negarlecualquier autonomía verdadera.

El doctor Lang nos habla de «preneurosis». Inmediatamente, seretracta y pone en cuestión el prefijo «pre» que él mismo había in

troducido. Intenta reunir un conjunto semiológico donde habríasíntomas que tienen un sentido y otros que no lo tendrían. Así se vellevado a valorizar aquellos que, según él, podrían escapar a su significación habitual en psicoanálisis.

Siendo un clínico, el doctor Lang vuelve siempre a la teoría. Peroutiliza conceptos freudianos sin tener en cuenta su evolución y su variable importancia en la obra y el pensamiento de Freud.

Este es particularmente el caso de laneurosis actual. Esta entidadclínica introducida en 1898 - aun si Freud la retomó en Introduc

ción al narcisismo- prácticamente ya no tiene importancia frente a

9. Intervención presentada después de la conferencia,

©gedisa

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las repercusiones de sus descubrimientos clínicos y a las modificaciones de su teoría.■Más valdría releer Juanita e Inhibición, síntoma y angustia.  En

ellos Freud habla de la neurosis infantil. En «los comentarios sobreel caso», escribe: Las neurosis de la infancia son episodios normales en el desarrollo del niño. Estas neurosis son consecuencia de modificaciones estructurales transitorias, relacionadas con la construcción de la personalidad pero a menudo desencadenadas por causasexteriores.

Es verdad que ciertos síntomas no tienen los caracteres de una

neurosis. A su respecto se habló de trastornos funcionales (Glover)o de trastornos reactivos del comportamiento (Smimoff). La neurosis estos trastornos pueden persistir durante el período deJaten-cia en forma de «rituales», desaparecer definitivamente o reapareceren el adulto en neurosis constituidas.

No me parece aceptable rebajar ciertos síntomas al rango de signos de una semiótica, mientras que otros, por virtud de un «con

flicto», quedarían elevados al nivel del sentido y de la significación.¿De qué nos habla el doctor Lang? El deja de lado a las psicosis,

las necrosis infantiles (que existen, puesto que las encontró) y losestados limítrofes. Personalmente, no veo cuál puede ser el interésde separar estas «preneurosis» de los «estados limítrofes» descritos-entre otros- por Bergeret. A fín~cTecuentas, lo que le interesa aldoctor Lang esla neurosis sin neurosis. De ahí la necesidad de uti~

lizar un nuevo concéptoT<<lo arcaico», que puede abarcar lo que sea y que ni siquiera es definido.

Dejemos la teoría y volvamos a la clínica. Por desgracia, tampocoaquí puedo seguir aTlfoctor Lang en la descripción de las observaciones que nos presenta. Pero sólo me referiré al caso «Luc» que esel que él explica con mayor minucia.

Lo que más me sorprendió es que nunca se oye hablar a este niño.

Está completamente rodeado por observadores que dan su opiniónsobre sus comportamientos sin comprenderlos. Así pues, se juzga al niño por lo que se dice de él en la escuela (so

bre todo sus maestros) y se lo cataloga en función de una batería detests tradicionales. Cuando finalmente se nos va a hablar de su vidafamiliar, a quienes se da la palabra es a los padres. Basado en este triple sistema de acusaciones el doctor Lang nos da su diagnóstico. Jamás se oye la voz del niño. No se hace ningún esfuerzo por comprender al propio Luc. Ahora bien, he aquí un niño cuya madre no deseó que naciera.

Le dio de mamar,' por culpabilidad, más allá de los límites de lo

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razonable. A los tres años, nace un hermanito y él entra en el jardínde infantes, siendo que ya vive una rivalidad con su hermano ma yor. Todos los trastornos del niño se explican por esta situación

traumatizante. Así pues, al igual que en las neurosis infantiles caracterizadas, los síntomas de Luc no escapan al sentido.

Sus sufrimientos necesitaban ser auténticamente reconocidos.No habían sido verbalizados, y el niño reaccionaba con trastornosneuróticos y comportamientos mal adaptados.

Habría que haber hecho hablar a Luc, hacer hablar a la madre,convocar a ese padre débil. Sólo sacando sus conflictos a la luz,

ayudando al niño a expresarse, intentando modificar el medio familiar se podía curar a Luc.

En lugar de este trabajo que es el del analista del niño, se nos remite a una psiquiatría prefreudiana, sin dejar de utilizar palabras yconceptos psicoanalíticos que se presentan vacíos. Nos hallamos asíante un discurso erudito que nos impide estar a la escucha de la verdadera demanda del niño y de su deseo. Estos quedan enteramentesofocados por las reacciones contradictorias de los demás.

Jean-Louis Lang

Es indudable que no he sido suficientemente claro y preciso so

bre mis concepciones personales o sobre ciertas nociones, entreotras la de síntoma. Me*atrevo sin embargo a esperar que mi auditorio, en su conjunto, no haya manifestado la sistemática incomprensión que demuestra el texto de Pierre David.

Digo «el texto» pues, aunque yo respete sus posiciones y reacciones, no puedo sino lamentar que esta diatriba, surgida a posteriori,no haya sido objeto de una exposición oral a la que habría podido

 yo reaccionar como correspondía. Además ¿estaba presente PierreDavid durante la discusión? Tengo el derecho a dudarlo pues, alplantear las mismas cuestiones, no parece haber oído mis respuestas a las demandas de precisiones y a las críticas que se me dirigieron. Pero si bien no dispuso de tiempo para intervenir, estimo -yque me disculpe- poco elegante el procedimiento.

Sin intención de polemizar, responderé sobre algunos puntos

precisos.Sobre lo arcaico (concepto que no tiene nada de novedoso) y el

síntoma ¿de dónde saca Pierre David que para mí habría síntomasque tienen un sentido y otros que no lo tienen?), lo remito a misrespuestas a las dos intervenciones de Patrick Guyomard.

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En lo que atañe a la noción de neurosis actual, entidad efectivamente superada pero cuya vitalidad Freud nunca denunció, considero que la problemática que suscita no ha terminado de cuestio

narnos y de retener nuestro interés.En cuanto a las observaciones que he comunicado, mi respuesta a

Pierre David está contenida en lo esencial en la que ofrecí a MaudMannoni. No se hace ningún esfuerzo, escribe,por comprender al propio niño, y acto seguido me despacha a las buenas lecturas y meda consejos sobre la marcha a seguir: hacerhablara Luc y a su ma

dre, convocar al padre, etc. Es inútil recordar lo obvias que son es

tas primeras «recomendaciones». En cuanto a las siguientes: ayudar  al niño a expresarse (?), sacar sus conflictos a la luz (??), modificar el medio fam iliar (?), sólo diré que no es así como yo concibo mi papel de psicoanalista en institución.

Última crítica, finalmente, que atañe a mi punto de vista de psico-patólogoprefreudiano(!). Sobre ello me expliqué en mi respuesta aMaud. Añadiré únicamente esto; ya que ella tuvo a bien citar un pa

saje de uno de mis trabajos, recordaré este otro a Pierre David: elanálisis psicopatológico constituye para mí, en psicoanálisis, un mo

mento privilegiado debido a que nos sitúa en la intersección de la^s-  tructura que subyace al discurso y del mensaje que condiciona la organización estructural.

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IV

La ciencia

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El psicoanálisis y la cienciaOctave Mannoni

Si se ha de tomar en serio el problema de si el psicoanálisis es o no«científico», no habrá de responderse a él precisando lo que el psicoanálisis es, cosa fácil, por lo demás, sino más bien precisando lo

que es la ciencia, lo cual, contrariamente a las apariencias, es más dificultoso pero también más esclarecedor.

Freud dijo que no había más que, dos ciencias. La ciencia de lanaturaleza por una parte y el psicoanálisis por la otra. Esto sólo escierto en líneas generales; y exi e ser aclarado; por ejemplo, la matemática no es una ciencia de la naturalezaT

Nosotros trabajamos, en efecto, con dos lógicas: una se sirve de la

cópulaes, la otra dé la cópula igual. Existe así lo que podríamos llamar una lógica del sentido y una lógica de la equivalencia, una lógi-ca deflenguaje corriente y una lógica matemática, una lógica de laspalabras y una lógica de los números. Berkeley nos enseñó (o recordó) que los números no tenían ningún sentido, que sólo tienenun puesto en una serie. Los matemáticos, Peano, Russell y los demás, admitieron este principio y de este modo pusieron claridad enla teoría científica de la matemática. Peano, por ejemplo, dijo que. los términos que empleamos deben ser completamente purificadosde todo elemento semántico. De este modo terminaba por aclararse la viejísima e interminable querella de los universales. En la nomenclatura de esta querella, la matemática es nominalista. Sin embargo, se halla por entero en el origen de la ciencia. Ya Arquímedeshabía fundado la física enunciando la ley de la palancá:~pesos diferentes multiplicados por las longitudes de los brazos de la palancadan un resultado igual, un número, que se denomina «momento».Esto reaparece en todas partes, por ejemplo un transformador elec>trico es una palanca donde el producto de los voltios y amperios es

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igual en la entrada y en la salida. La física está basada en este tipode cálculo, diversamente aplicado. ¿Hay que recordar que la for-mación de Lavoisier era de contador y que fundó la química1ha-

cÍendó~éri5álance'de las combinaciones? Pero no todas la cienciasque FreucTllama «de la naturaleza» están construidas sobre estemodelo.

Hay ciencias de la naturaleza que no son nominalistas y que po-seen un tipo de verdad que no es el mismo que el~de la física, aun-queTa tísica se haya convertido en el modelo más poderoso del conocimiento científico. En ella se piensa cuando se habla de las leyes

de"la naturaleza y délas ciencias experimentales. Pero hay otros saberes verdaderos, referidos a la naturaleza. El psicoanálisis, no necesito decirlo, no pertenece a este tipo de ciencia representado porla física.

Las ciencias no comienzan_tQdas_de la misma..manera. Los chinosinventaron la brújula, Jenner inventó la vacunación, S te p h en so n, lamáquina de vapor, etcétera. Pero fueron otros quienes hicieron la teoría científica de estas invenciones, por ejemplo Carnot y Clausiushicieron la teoría de la máquina de vapor, y es una teoría nominalis-ta7puesto que se trata de un sistema de ecuaciones; los eruditos eu-ropeos el siglo XVII comenzaron e l estudio del magnetismo muchodespués de la invención china de la brújula. Los inventores no sonforzosamente científicos.

'"Ciertas invenciones muy importantes -como la imprenta- no_tenían ninguna razón.para dar lugarjúLdesarrollo de una ciencia...Estas distinciones son necesarias si no queremos embrollarlotodo.

No parece que el psicoanálisis pueda convertirse en una ciencianominalista, es decir, basada en medidas e igualdades. O sea enecuaciones. Lacan tuvo quizás este sueño, pero nunca intentó hacer

pasar sus fórmulas (grafos) por ecuaciones. Los primeros balbuceosdel psicoanálisis nos demuestran que se trata de otra cosa. El desarrollo dejas ciencias cumplió unjgapel -pero ha branque precisarcómo en la llegada del psicoanálisisalmundo. El psicoanálisis noestá construido sobre un modelo nominalista. Y las tentativas dep~sicometría —olvidadas ya en la actualidad- no dieron ningún resultado «científico».

 A mi juicio, Freud echó, sin saberlo aún las bases del psicoanáli-sis en 1892, en una de sus primeras publicaciones titulada Un caso, de curacióñhipnótica. En este antiguo texto ya está en germen el de-s'arrollodel psicoanálisis, pero en esa época nadie podía sospecharlo, ni siquiera Freud.

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En esas fechas preanalíticas, Freud había emprendido el tratamiento de una muchacha que estaba mentalmente paralizada por loque más tarde sería llamado un conflicto psíquico (Psychischer Kon- 

flikt). Cuando quería dar el pecho a su hijo, una compulsión a rehusárselo se lo impedía. En 1892 no se sabía, naturalmente, qué pensarde esta conducta inexplicable. Sin embargo, Freud apeló a un neologismo para poder hablar de este aparente absurdo. Elneologismoera Gegenwille, palabra que puede traducirse por"contravoluntad. Cualquiera habría podido Hacer esta clase de invención. Es el primerejemplo de lo que iba a convertirse en el psicoanálisis. Su bautismo.

La pregunta tiene que ser planteada: ¿qué se gana con la invención de esta palabra? Se gana cortocircuitar la imaginación. Ño hayforma de imaginar la Gegenwille como se ptíé3e imaginar una cosa.Se evitan las soluciones supersticiosas (que la madre está embrujada, por ¿jémpló) o las soluciones imaginarías (que debe de haber,por ejemplo, un cortocircuito en los conductores neurológicos) oque la madre está siendo castigada por Dios a causa de sus pecados,etcétera. Pero, ¿no corre Freud el riesgo de caereñel ridiculo, comolos médicos de Moliere cuando «explicaban» los efectos del opiopor una «virtud dormitiva»?

Sin duda alguna, en este momento Freud todavía no aporta unasolución.  Su neologismo, mucho más que aportar una respuesta,abre un problema. No explica nada. Pero, ¿qué es explicar en uncaso de este tipo?

¿Qué hace Freud, entonces? Propone una nomenclatura, reducida quizá de momento a una sola palabra, que además no tendrá futuro. Los editores de Freud ni siquiera hicieron figurar esta palabra en losíndices. La nomenclatura que Freud acabará por constituir no retendrá, en efecto, este término. Es un término provisional. Pero los términos que lo reemplazarán, como «conflicto psíquico», no son máscla-

 jros. Sólo que esto tiene poca importancia. De todos modos es el primer. intento de esbozar la verdad de una teoría. Freud acabará por construir una metapsicología, donde la palabraGegenwille no figurará porque habrá sido reemplazada justamente por la expresiónpsychischer  Konflikt. Estamos justo en el inicio de lo que llegará a ser el psicoanálisis, y Freud actúa simplemente como un botanista que ha en-contracfo úna éspécieliueva, y le da un nombre Es tan sólo una com-

paracioñTSl tenerse los nómbresele las plantas, se las podrá clasificar. Al tenerse los términos psicológicos, se podrá hacer elpsicoanálisis.

Este proceder de Freud no tenía nada de original. En 1861, Bau-delaire había tratado la misma cuestión del conflicto psíquico en unsoneto titulado UAvertisseur:

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Tout homme digne de ce nom A dans le coeur un serpent jaune,

Installé comme sur un troné,

Qui, s’il dit «je veux», répond: «non»*

La expresión de Freud (contra volun tad) es tautológica. La deBaudelaire (la serpiente amarilla) es mitológica. La Gegenwille nopuede existir a la maneradeuna serpiente, ni siquiera de una serpiente imaginaria. ¿Pero quién habría podido ofrecer una mejordescripción? Una hipótesis neurológica -un cortocircuito cerebral,por ejemplo- hubiera sido una hipótesis completamente arbitraria.Se habría acercado más a la «serpiente amarilla» y habría sido and- loga a una respuesta mitológica, no a una verdad científica...

Freud comienza a construir un vocabulario no comprometedor  con el cual sea posible hablar de las observaciones. Este vocabula-rio es todavía rudimentario: se reduce, por~el momento, a «contra-

 voIuntad>>. Estamos muy lej oséelos comienzos de la física científica con Arquímedes. Se trata solamente de crear un vocabulario no comprometedor. Todas las ciencias comienzan necesariamente así.Freud ya está, evidentemente, en el camino de la interpretación. Peroaún no ha entrado en él. En cualquier caso, tiene pocas posibilida-des~3e engañarse, porque esta primera interpretación está reducidaal mínimo.

En cuanto a Baudelaire, no se puede hacer ningún uso de su «interpretación». Ella es mitológica. Y «poética» naturalmente. Freuddijo, a propósito de la mitología, que bastaba con reemplazar lostérminos supersticiosos por términos psicológicos para tener unasuerte de teoría analítica. Evidentemente, esto no es del todo cierto.Pero se entiende lo que quiso decir. Una colección de palabras que,como Gegenwille, no pretenden representar cosas reales permitirá

hacer una teoría que seguirá siendo, por decirlo así, inmaterial. Noserá verdaderamente nominalista como la matemática, porque lostérminos de los que está hecha no van a sacar toda su significaciónúnicamente del lugar  que ocuparán en cierto orden; y, por consiguiente, el psicoanálisis no será una ciencia como lajisica. No esque no se lo haya intentado, como cuando Lacan -como decía antes- buscó enunciar los problemas analíticos en una especie de

ecuaciones, pero como la medida falta, lo que hay de válido en el

* Todo hombre digno de ese nombreNTiene en el corazón una serpiente aman-llaUnstalada como si fuera en un trono\ Que, si él dice «yo quiero», responde:«no». [T.]

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trabajo de Lacan no se asemeja en absoluto a lo que son las ecuaciones en las ciencias fundamentales: geometría, astronomía, física, _etc. Lo que Lacan pretende es diferente de lo que se busca en las

grandes ciencias nominalistas. Se trata (como él dice), de grafos queson como planos o figurasaonde se resumen proposiciones de lalengua corriente. Son, en el fondo, ilustraciones. """Freud no sigue níal nominalismo materialista ni a la neurologíani a la imaginación de los poetas. Pero aún en lasNuevas lecciones de 1933, repite que la mitología se asemejaría al psicoanálisis si seemplearan términos abstractos en lugar de nombres de dioses y

diosas. Así nacen sus primeros descubrimientos. En la Salpétriére, des

cubre que una parálisis histérica puede abarcar un territorio anatómico que contradice lo que se podría llamar la cartografía neuroló-gica. Freud no pone en duda en absoluto la verdad y la exactitud dela neurología, al contrario. El se va a basar sobre esta verdad anatómica. Pero hará la hipótesis de que hay algo imaginario en esas pa

rálisis. La neurología teórica de laepoca conduciría a decir que conestos juegos de la imaginación la neurología no tiene nada que hacer. Buena posición, científica indiscutiblemente. Pero las histéricasse burlan de la ciencia de los neurólogos, es por medio cíelaverdacl neurológtca comó~ e'tñtémá'refutar  las parálisis histéricas (lo queno es curarlas); pero el psicoanálisis nunca intentará refutar a laneurología. No hay mngún conflicto de esta especie, nojiayjnásque una suerte dFfrontera.

Pero de todos modos hay un conflicto, y aquí está lo esencial delproblema. Estamos justo en el comienzo de un desarrollo histórico,conviene situarlo con toda la exactitud de que seamos capaces.

Pues cabe preguntarse si las parálisis existen, es decir si las histéricas no son unas simuladoras a las que hay que despedir lisa y lla

namente de la Salpétriére. Pero Freud prefiere interesarse -éstosson sus términos, en esa época enTa imaginación de las histéricas.Tiene razón, evidentemente, peró~de aquí va a nacer un malentendido. Él yahaEla procedido así antes derpsicoanálisisTterminaba suestudio sobre la afasia proponiendo apartarse de la neurología paraestudiar el lenguaje. En esto, Freud no se va a hallar en contradicción con la ciencia neurológica sino con unaideología, que se llama

elpositivismo de la ciencia o bien, y es casi lo mismo, con el materialismo déla ciencia, y podemos decir más: con su nominalismo.Hay aquralg~0~qüTno se si merece el nombre de metafísica de la.ciencia pero en cualquier caso merece el de ideología: el ámbito dela ciencia es el mundo material. En presencia de una parálisis, un*

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neurólogo debe terminar encontrando algo que no funciona encierto punto de la materialidad del sistema de los nervios. Freud,por el contrario, piensa que más bien habría que mirar del lado de

«la imaginación de las histéricas». Al hablar así no contradice ennada a laciencia de los neurólogos, al contrario, se basa justamente en esta ciencia para emitir esta hipótesis. Pero esto inquieta ajosneurólogos que debieron -con toda justicia y por excelentes razo-nes epistemológicas- apartarle su trabajo toda huella de esplritualismo Evidentemente no podían prever, lo que forzosamente iba aocurrir, que después Freud a su vez se vería más condenado aún porlos espiritualistas. Entre tanto, los neurólogos lo acusan de conser-

 var algo de la antigua noción del alma. Los espiritualistas lo acusande reducir el espíritu a mecanismosanálogos los de los materialistas... No había entonces vocabulario adecuado.

Esta oposición entre espíritu y materia no era utilizable, pero noes seguro que hoy en día lo sea más ni que el compromiso que nos

aporta la idea de lenguaje -unión, al parecer, de la materia y el espíritu (en lugar de la vieja unión del alma y el cuerpo)- nos sirva paraaclarar un problema de este tipo. Esa oposición no hace otra cosaque desplazarlo, y lo volvemos a encontrar entre los lingüistas,como ustedes saben, ya que ante las cuestiones que plantea la significación, es decir el sentido, se ven en un aprieto insoluble y no logran establecer una semantica que no sea ridiculamente rudimen

taria. Freud se situóHe tal manera que este tipo de dificultadesdigamos «metafísicas»- no podía molestarlo, lo que él construíaera cabalmente unaciencia y, como todas las ciencias, esta temarie-cesidáH de un costado teórico. La distinción del alma y el cuerpo noquédaTborrada sino que cobra otrcTaspecto: esto se ve fácilmente enlas cosas más corrientes, por ejemplo cuando se riñe a un niño, noes como cuando se le pega. No hay necesidad de resolver el proble

ma metafísico del alma y el cuerpo para comprender este género dedistinción.

Freud se siente, con todo, perfectamente en acuerdo con la definición de las ciencias positivas, y sin embargo tiene la sensación deestar recuperando las antiguas supersticiones pues va a las supersticiones como un esfuerzo fallidopor dominar los que se da enllamar problemas del destino, mientras que los científicos sólo se

interesan en IcTque permítela fin de cuentas, dominar los problemas del mundo material. El psicoanálisis, por supuesto, no fallaíTla positividad ni a la razón. En este aspecto la ciencia es inatacable, pero el psicoanálisis también. Ciencia y psicoanálisis están separados pero no se oponen.

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Pero no hay que considerar únicamente una perspectiva epistemológica. El positivismo de Auguste Comte es sobre todo epis-temológico, pero evidentemente tiene un aspecto cultural. En perso

nas que iTcTtenían conocimientos científicos especiales, las creenciaso las supersticiones ya estaban en vías de desaparición. Sin esta evolución, el psicoanálisis quizá no habría encontrado un lugar. Cuando se constata que la electroterapia no cura los trastornos que secreía neurológicos y sin embargo ciertos enfermos mejoran (por elsolo hecho de que hay quien se ocupe de ellos), se está cabalmenteen la esfera del pensamientopositivo, y sin embargo se deja la de la

neurología.Se diría que el vocabulario nos estorba con palabras como mate

rialismo, positivismo, realidad, necesidad, libertad, verdad, etc. Pero ladificultad es de una gran simplicidad. Prácticamente admitido quela hidroterapia mejoraba las enfermedades nerviosas, Freud demostraba que la mejoría se debía a la presencia de las enfermeras. Y lacuestión que se planteaba sería, pues: ¿por qué la hipótesis de que es

el agua fría lo que cura los trastornos neurológicos sería más científica (en su estilo) que la que ve la causa de la mejoría en la influenciade las enfermeras? ¿No hay un medio científico que permita localizar hechos que zanjan la cuestión, siquiera fuese por ejemplo retirarlas enfermeras a ciertos grupos y en cambio el agua fría a otros?

Como vemos, la ciencia y el psicoanálisis no tienen ninguna razón para estar en conflicto -y si estuvieran en conflicto ganaría laciencia, seguramente- pero este conflicto no es imaginable. Todoslos esfuerzos de Popper tienden a probar que el análisis no es unaciencia, y lo podemos admitir ~si nos apoyamos en una definición ri-gurosa de las ciencias tísicas! Se le puede dar la razón afirmando quede todos modos el psicoanálisis tiene su verdad propia, y sus medios propios para re3ücir~ciertos tipos de error ante los cuales laciencia fracasa. Pero hay que ir más allá, pues es interesante plantearse la cuestión de saber si el desarrollo de la ciencia no era una condición necesaria para la aparición del análisis. La ciencia creaba, enefecto, una situación cultural sin la cual el análisis no habría pocfidoaparecer, pues el espíritu científico había eliminado ya la magia, elanimismo, Ias~Hiferentes mitologías y lo irracional en general, ysólo en e sta situaciorThistórica podía nacer el psicoanálisis. De esta

manera se explica la indignación de~Freud ante el ostracismo de laciencia. Pero la ciencia no manifestaba realmente esta clase de ostracismo. Había pasado a ser, si me permito emplear esta imagen, labandera de una oposición cultural, pues en realidad eran el mundocultural donde reinaba la ciencia, los positivistas, más bien que los

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científicos, tal como Auguste Comte los había retratado, los queestaban prontos a rechazar a Freud. En cualquier caso, el psicoanálisis, como veremos dentro de un momento, no habría podido

hacerse un lugar en un mundo precientífico. No debemos interrogarnos sobre la relación del psicoanálisis con la ciencia -por ejemplo, confrontar a Freud con Einstein- sino preguntarnos por quéFreud y Einstein tenían que ser contemporáneos. Lo que ademáses más difícil de explicar. Quizá los hombres en general pensabanque podían sacar provecho de los descubrimientos de Arquíme-des y Galileo, mientras que Einstein sólo aportaba a los que no

eran especialistas novedades que de ninguna manera podían tranquilizarlos acerca de sus propios deseos... Habría un estudio crítico -que no quiero abordar- que consistiría en mostrar a Freudprocurando organizar la ciencia de manera que lo beneficie, en todas las formas, que lo cure de estas angustias y le aporte riqueza y celebridad. Este sería el lado oculto (apenas) de su descubrimiento, el lado por donde éste fue atacado (a menudo con male

 volencia), pero no es evidentemente el lado que nos interesa, aunque no tengamos que disimularlo. Lo que nos interesa es el otrolado, por donde ese descubrimiento.aportaba algo a todo el mun-do, más allá de los intereses de FrendTal círculo de los propiosanalistas y, sobre todo más allá de este círculo, a sus pacientes, evi-déntemente.

iin cuanto a la relación del propio Freud con la ciencia, no entra-ña ámEiguedad alguna. Lo que el quería era ensanchar el círculo delpensamiento positivo. Quiza la ciencia había refutado muchos pensamientos irracionales, pero esto había funcionado como una re

presión en ciertos casos, más que como una auténtica refutación.Freud buscaba alguna suerte de Aufhebung que pudiese tomarlacon los pensamientos irracionales y metabolizarlos en pensamieñT

tos «científicos», palabra que escribo entre comillas pues esos pensamientos ncTeran científicos de la misma manera, es decir que ennada tenían en cuenta los dogmaspositivistas (y hay que distinguirlos dogmas positivistas de las verdades científicas, aun si desempeñaron históricamente un papel capital en el descubrimiento de estas verdades).

 Así pues, el psicoanálisis no habría podido constituirse en una

cultura no dominada por la ciencia. El psicoanálisis es un productodel espíritu científica,_aunque apareció en él como un producto inesperado. Pero esto nos invita a darnos una vuelta —que sería porFuerza más bien sumaria- un poco de la misma manera en que nospodemos preguntar si alguien que sólo conociera su lengua mater

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na podría hacer la teoría de ésta; una vuelta, pues, por otras culturas, las culturas menos científicas que la nuestra.

Hoy en día el psicoanálisis, o en todo caso los psicoanalistas, co

mienzan a expandirse por otras áreas culturales y esto nos aporta tal vez algo, una perspectiva diferente sobre su esencia. Las culturasson, como las lenguas pero un poco menos, traducibles unas enotras. La propia ciencia europea es diversa, y Jenner no descubrió lainmunoterapia de la misma manera que Einstein descubrió que elfotón tenía una masa... Pero el psicoanálisis, como todos lo conocemos, no podía nacer sino en el seno de una cultura científica. En

tonces, ¿qué lugar puede tener en una cultura menos marcada porel pensamiento científico? Para una pregunta semejante no tenemosmuchos elementos de respuesta. Pero hay una manera de plantearla. Si nos preguntamos: ¿el psicoanálisis tiene como la ciencia un valor transcultural?, evidentemente tendremos unos pocos elementosde respuesta. No es fácil, porque así como entre nosotros el psicoanálisis obtiene un lugar en una concepción científica del mundo, lo

que responde quizá y lo representa más o menos en otra culturadebe cobrar un aspecto supersticioso. No se investigó mucho acerca de estas cuestiones, pero sin embargo vale la pena formularlas. Voy a hablar de Sudhir Kakar. Sudhir Kakar es un psicoanalista

que se formó en Europa y de la manera más ortodoxa. EsKindú y volvió a la India donde practica, en Nueva Dehli, un psicoanálisisestrictamente freudiano. Hace algún tiempo tuve un encuentro con

él y no puedo sino considerarlo como un analista enteramente semejante a nosotros. Tuvo la curiosidad de dedicar sus vacaciones a

 visitar a sus colegas indígenas. Habla de ello en un libro que se titulaShamans, Mystics and Doctors (publicado en Estados Unidos porKnofp, en 1982).

En la India hay muchas clases de curadores. Se apoyan en diversas doctrinas, religiosas o místicas, y que en general nos son total

mente extrañas. Pero nos es posible comprender a nuestra maneraciertos casos que parecen alejarse de nuestras concepciones teóricasporque nos parece que los podríamos reducir fácilmente a ellas.

El primer curador que Kakar visitó es unpir. Losjyirs son los másmodestos de los curadores. Son musulmanes‘y trabajan para unmezquita. Este es el pír~HéTattasha Dargah, esllecir, de la mezquita Pattasha Dargah.

Este pir es un anciano de escaso prestigio, más bien pobre y demediocre salud. No tiene nada que lo asemeje a los grandes místicos.

Recibe a Kakar como a un joven colega y, naturalmente, le hablade su último caso.

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Se trata de una jovencita -hindú y musulmana, naturalmente-que acudió a él a consecuencia de un sueño que la llenó de espanto. En el sueño ella veía un árbol a través de la ventana, y en las ra

mas de este árbol había unos animales que la miraban de manerainquietante.Como buen musulmán, el pir está seguro de que estos animales

son djinns, es deci? demonios, y que están movidos por las peoresintenciones. ¿1 no hace ninguna distinción entre la realidad y elsueño, considera el peligro como real.~7 3emás embastante ambiguoporque habla de los djinns como si fueran unos granujas peligrosos.

Como los djinns son capaces de adoptar las formas más diversas, élno siente estar imaginando cosas sino constatándolas. Piensa que la

 jovencita está expuesta a grandes peligros en la realidad. La solución que da es aconsejar al padre casar a la muchacha lo antes posible. No dice por qué, una vez casada, se hallará a resguardo delos djinns. No podría decirlo. Pero nosotros podemos analizar suposición.

Como es evidente, el caso no puede menos que recordarnos elsueño que tuvo el Hombre de los lobos a los cuatro años. El también vio por la ventana, en sueños, unos seres inquietantes, lobos,encaramados a un árbol. Kakar cuenta al_pir que el Hombre de loslobos había asistido a unaUrszene (palabra mal traducida por «escena primitiva»). Y ofrece uño vagoslmeamientos sobre ía mane-ra en que Freud entendía este sueño.

El pir responde con una pregunta: «; Quiere decir usted que así interpretan los cristianos este problema?» Kakar responde que no setrata de un enfoque cristiano sino científico. «Pero la ciencia es cristiana», insiste el pir. Kakar evita una discusión sobre el punto; debe"de ser difícil explicarle al pir las diferencias entre la ciencia, la cultura y la religión.

La discusión es interesante para nosotros. Nos encontramos denuevo, poco más o menos, con la distinción entre la idea tautológica deGegenwille y la idea mitológica de «serpiente amarilla». Seguro que el pir y Kakar no conseguirían entenderse.

La solución del pir -aconsejar al padre casar a su hija lo antes posible- no tiene ningún valor propiamente analítico. Pero si suponemosque el haber asistido a laUrszene produce un efecto de inseguridad y

de excitación sexual, si la joven hindú, por otra parte, transfiere sobre elpir la confianza que les ha perdido a sus padres, es muy posible queel pir le preste un gran servicio. Por ejemplo, que ella transfiera su necesidad de protección sobre él, puesto que ya no puede depositar lamisma confianza en sus padres.

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Para quien no cree en la letra dei Corán, la creencia en la existencia real de los djinns es ciertamente absurda. El psicoanálisis, encierto modo, envuelve (interpretándola) la teoría del Corán y no se

deja envolver pon ella. Asimismo Kakar podría tal vez analizar alpir. El pir no podría convencer a Kakar. Pero en sus actitudes hayalgo en común que es mucho más claro para Kakar que para el pir.

 A fin de cuentas, el psicoanálisis tiene quizás un porvenir transcul-tural como la ciencia; quizás incluso la cultura y~la ciencia se pres-ten, en "el, un mutuo apoyó . Así, el psicoanálisis tiene sin duda, como la ciencia, un porvenir 1

1transcultural, pero esto no es todavía enteramente evidente.La palabra ciencia es lo bastante polémica como para que quienesrecfíazan al psicoanálisis como no científico se equivoquen tantocomo los que loTfefienden enñTo~rnbre de la ciehcia7El~psicoanálisisha encontrado en la cultura científica el lugar que la ciencia recha-zaSa~(¿que~tiene que hacer la ciencia con los actos fallidos o los lap-sus?). Es así como la ciencia se ha hecho transcultural. Y se diría

que el psicoanálisis no podría llegar a serlo sino tras sus pasos, almenos si ha de conservar la forma que tiene entre nosotros.

La ciencia ha alcanzado un valor positivo, adjetivo que se podríareemplazar por transcultural, pero para explicar y justificar el valortranscultural del análisis habría que profundizar más las cosas. Esuna zona muy poco explorada por los propios psicoanalistas. Después de todo, no se sale de una cultura sino para caer en otra, nohay punto de vista acultural, así fuese (quizás) en la matemática: ven cualquier caso el psicoanálisis no escapa a ello.

El psicoanálisis recae sobre sentidos más que sobre hechos. Esuna suerte”de semántica; dado, sobre todo, que semántica no tenemosfñinguna otra. No puede haber semántica neopositivista. Poreso el psicoanálisis no forma parte de las ciencias de la naturaleza.

Porque una semántica neopositivista es imposible.Este es un tema inagotable. Será forzoso volver a él todo eltiempo. No sirve para nada tratar de refutar o de confirmar tesiscomo las je Pop per, no se trata de ese género de verdad que yo liellamado «nominalista» y que constituye lo esencial de las cienciaspositivas.

He empleado el término «nominalista» para designar a las ciencias

que se~basan en la matemática, es decir, aquellas que están en la tradición abierta por Arquímedes y GalileoTÁ~Galileo le debemos erquela caída délos cuerpos se explique por la ecuación de una parábola.Kepler ya Rabia descubierto que los planetas describían una elipsepero ignorando la atracción, la masa o la inercia, su descubrimiento'

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era todavía descriptivo, recorría el cielo. Algunos descubrimientosde Galileo son también descriptivos, por ejemplo la existencia delos satélites de Júpiter; pero con el plano inclinado o el péndulo,

continuaba a Arquímedes y fundaba la ciencia moderna al enunciarleyes que pueden expresarse en ecuaciones o -lo que es equivalente- en curvas geométricas. El psicoanálisis no tiene nada de comúncon este tipo de conocimiento, que iba a reinar sobre toda la física.El psicoanálisis no es una ciencia de este género. Pero no todas lasciencias tienen esa forma matemática.

Cantidad de descubrimientos importantes no utilizan en absolu

to esa lógica matemática que confiere a la ciencia física un carácternominalista. Digamos, para conservar la nomenclatura de la querella de los universales, que ellos son conceptualistas o realistas. Yorejemplo, el descubrimiento de la circulación de la sangre o de losefectos de la vacuna hicieron avanzar a las ciencias fisiológicas deuna manera que podemos llamar empírica, y no por desembocarseposteriormente en medidas, como las de la tensión arterial, se des

cubre una verdad nueva que pueda tomar la forma de un sistema deecuaciones. Sin embargo son verdades innegablemente científicas.Popper podría difícilmente imaginar un procedimiento de refutación experimental que, por su fracaso, continuaría dándole esa validez siempre provisional que es la de las ciencias fundadas en el nominalismo matemático. Y hay cantidad de saberes que nosotros consideramos positivos,

que tienen sus métodos rigurosos, como el derecho o la historia, donde los errores son refutables; estos saberes no utilizan la armadura nominalista de las ciencias fundamentales pero se pliegan a las reglas dela lógica. En cuanto a la lógica misma, tiene un aspecto nominalista-ya que en un silogismo se pueden reemplazar los términos por letras-pero conserva una faz conceptualista en su naturaleza, ya que los

términos que se utilizan no pueden funcionar sino por el hecho depertenecer a clases, por ejemplo: Sócrates es mortal porque pertenecea la clase hombre; pero aquí hay una suene de tautología, porque la

 verdad de la proposición «Sócrates es mortal» descansa sobre la ma yor «Todos los hombres son mortales», la cual, por una suerte decírculo vicioso, no sería verdadera si Sócrates fuera inmortal. £5 por  eso que la lógica formal no ha fundado ningún saber científico. Esta ló

gica clasificatoria, sin la cual no podríamos hablar, y que está sobreen-tenHida en todos los razonamientos, por indispensable que puedaserno tiene ninguno de los caracteres de las ciencias positivas. Ahora, ¿cuál es la naturaleza -desde el punto de vista lógico y  

epistemológico- del psicoanálisis?

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Hemos hablado de los comienzos. Ante la naturaleza contradictoria de una paciente que no puede hacer lo que quiere -porque almismo tiempo no lo quiere- Freud inventa una palabra, Gegenwi

lle (contravoluntad). Después de esto, confesémoslo, no ha progresado mucho. Ha hecho lo mismo que un botanista que descubreuna especie nueva y le da un nombre, nombre qué pasará a ser elnombre oficial de la planta con la única condición de mandar unamuestra y una descripción en latín a Amsterdam, donde se catalogan las plantas del mundo entero. Este trabajo también es un traba

 jo científico, aunque sea la forma más modesta de todos los traba

 jos científicos, la forma más empírica la más nominalista que quepaimaginar. Esto es sin embargo lo que hace Freud -todavía debutan-te- cuando forja el nombre de Gegenwille, nombre que cederá rápidamente su sitio al de conflicto psíquico, y después al de resisten

cia, pulsión, etc., palabras inventadas de la misma manera que lapalabra Gegenwille. La teoría analítica tiene comienzos muy modestos. Una colección de palabras como Gegenwille, que resumen

observaciones -y de las que no se plantea la cuestión de si designanalgo real aunque sea algo existente- va a constituir poco a poco lateoría analítica. La palabra Gegenwille se tornará inútil cuando sedisponga de las de pulsión y compulsión. Podríamos decir que aquítambién estamos en presencia de un nominalismo, pero no se tratadel nominalismo de las ciencias matemáticas, pues no podemos hacer entrar esas palabras en ninguna especie de cálculo -falta que de

signen cantidades mensurables-. Las palabras pulsión, censura,resistencia, asociación, etc. (aquí haría falta la lista completa de un vocabulario del psicoanálisis), con las cuales sería posible desmembrar concepciones como la de Gegenwille, palabra demasiado simple para ser conservada, permitirían expresar de manera lógica lasobservaciones. La validez de estas construcciones se reconoceráprimero en el hecho de que se puede hablar de las observacionescon una cierta lógica, entre observadores, pero muy pronto entreanalistas y pacientes, aunque el analista pueda guardarse para éllos términos técnicos que le permitan comprender analíticamentela palabra del analizante, de la misma manera, o casi, que no se habla de gramática cuando se conversa con alguien, mientras que nose podría hablar en absoluto sin la ayuda de un cierto saber gramatical.

Después de todo, el análisis (que es ciertamente un saber) no necesita ocupar un lugar en eT sistema de las ciencias, donde ademásno se sabría situarlo bien. Por ejemplo, no tiene que precisar la ma-nera en aue difiere déla neurología o de la lingüística. ni la manera

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en que está más o menos ligado a la cultura occidental. Y una exposición como ésta, provocada o justificada por cuestiones epistemo-logicas que un analista no puede considerar como pertinentes, y de

las que en su práctica no tiene que cuidarse en aBsoluto, no tieneotra mira que desmontar puros sofismas, y no pretende haber des-líndado la naturaleza exacta del saber analítico, lo cual demandaríaotra exposición.

Eso no impide que el psicoanálisis deba mucho a la ciencia, queha abierto una era en la historia, o deslindado un área en el campode los conocimientos de la que eliminaba a la superstición.

Desde luego, la cuestión es más complicada de lo que se podríadecir de ella. Pero las complicaciones no son como piedras a echaren el jardín floreciente de los epistemólogos, quienes, salvo rarasexcepciones como Popper. se preocupan muy poccTpor el estatutoepistemológico del psicoanálisis. Popper es una excepción. Meatrevería a decir que, como todos los teóricos de las ciencias, se ha-bría preocupado poco por el estatuto epistemológico del psicoanálisis si no fuera un epistemologo vienés, de origen. Pero no voy aoponerle un argumento que habríamos sacado justamente del psicoanálisis. Tanto más cuanto que tiene razón. El psicoanálisis no esen absoluto una ciencia que podamos comparar con la física matemática. Pero de creer a Popper, todos los saberes verdaderos tendrían que responder al modelo de la física, es decir de tipo nomi

nalista. Ahora bien, lo que he intentado demostrar es que el psicoanálisisno podía aparecer más que dentro de una cultura científica. El psicoanálisis es como la sombra proyectada de la ciencia, sombra que,como todas las sombras proyectadas, se parece a su objeto. Y además Freud nunca deja de especificar que él no inventó el

psicoanálisis. El psicoanálisis ya existía en los grandes escritores.

Sólo había que descubrirlo.El tema es inagotable. Después de esta exposición que trata de laposición del psicoanálisis ante la ciencia, habría que hacer un segundo trabajo sobre el saber que está oculto en las obras literarias... y sobre las consecuencias que se podrían extraer de esteacuerdo de la razón científica con la inteligencia literaria, cuandode lo que se trata es de psicoanálisis.

Los chinos inventaron la brújula, la imprenta, la pólvora de cañón, el papel y muchas otras cosas, pero no tenían ninguna idea dela ciencia. De la misma manera, los holandeses inventaron el anteo

 jo sin saber nada de óptica. Papin descubrió la fuerza del vapor sinsaber qué hacer con ella. La lista de las invenciones de esta cíase se-

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ría muy extensa. La ciencia nos llegó de Jonia, es decir del Asia Menor y de Sicilia, gracias a los matemáticos que aportaban un nuevolenguaje. La teoríactela palanca es el primer paso de la ciencia, pues,

la palanca misma existió siempre. Como la gran novedad de nuestraépoca no es la teoría científica!.. la~gran novedad es justamente elpsicoanálisis, que a buen seguro no se convertirá en ciencia positivacon el modelo de las otras ciencias. Es suscitado más bien por sacrificios sin los cuales la ciencia positiva no habría podido constituir-se, y retoma - con la misma lógica pero no con los mismos medíoslo que la ciencia debió sacrificar. Se opone a ella en apariencia, pero

en reafidacTla completa. Y no es absolutamente nuevo: Montaigne,Páscal7Shakespeare, Goethe y todos los grandes escritores y dramaturgos, de alguna manera ya sabían de él otro tanto. En el fondoesto es lo que quería decir la frase de Freud: Dos ciencias, las cien

cias de la naturaleza y el psicoanálisis. Sólo que esto es un poco máscomplicado de lo que él dijo.

Para resumir: he mostrado que hay diferentes tipos de saberes,

todos positivos y útiles. Por ejemplo que los chinos tenían un conocimiento verdadero y útil de la brújula en una época en que Europa no tenía ni idea de ella, pero es Europa, y primero Italia, lasque elaboraron el electromagnetismo introduciendo en estas cuestiones los medios de las ciencias nominalistas, es decir, matemáticas. El conjunto de nuestros conocimientos positivos de hoy contiene aún saberes análogos al de los chinos de la Edad Media, pero

les hemos añadido construcciones nominalistas que son el modelomás perfecto del saber en lo que atañe a precisión y a verificaciónrigurosa.

Lo que se opone a este tipo de saber son los prejuicios, las supersticiones, la religión, etc,, que no tienen medios propios paradistinguir lo verdadero de lo falso y que de una manera o de otradependen de la «autoridad», en el sentido más amplio de esta pa

labra.El psicoanálisis tiene sus medios para distinguir lo verdadero de

lo falso, y en su terreno no se opone en forma alguna a los conocimientos positivos o científicos. Por el contrario, les debe todo (hemos visto por ejemplo que nunca habría podido establecer la noción de parálisis histérica si no se hubiese podido apoyar en laneurología). La ciencia y el psicoanálisis no pueden entrar en opo

sición, no se contradicen, salvo para quienes no son científicos nipsicoanalistas. En cierto modo, se completan.

En la práctica del análisis tenemos científicos como pacientes, y laexperiencia nos invita a distinguir"-íl caso de los "divulgadores, los

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profesores, los investigadores, etcétera. Comprobamos que, en elcaso de los investigadores, su análisis se ve facilitado más que estorbado. Cuando el pensamiento científico se contamina de cierto pe-

dantismo, se pueden presentar dificultades serias. Dero esto es perfectamente analizable.

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Discusión

Pierre-Paul Lacas

Lo que usted ha dicho me ha interesado mucho, por supuesto.Pero si el psicoanálisis, en Freud, es hijo de la ciencia de su época,podríamos decir también que es hijo de la filosofía de su época.

Como Freud sacó un importante provecho de la enseñanza deBrentano, que dio origen a todos los movimientos de pensamientofenomenológico con Husserl, Heidegger, etc., pienso que Freud laintegró fuertemente para construir una concepción realista. Aquíentiendo por realismo lo que se opone al nominalismo en la querella de los Universales. En este sentido, no sólo habría que destacarla presencia de corrientes científicas sino también la de las corrien

tes filosóficas.Por otra parte, y esto en nada contradice lo que usted acaba de

exponer, me pregunto si no se puede decir, siempre en esa línea deuna concepción realista del descubrimiento de las nociones utilizadas por el psicoanálisis, que sin embargo se trata de un punto departida empirista y realista. Si Freud forjó uñ nombre, un términocomo erde contravoluntad, es porque en la realidad había un observable que podía merecer una denominación nueva. En esa intuición yo vería el mínimo de nexos realistas capaces de fundar lo quepodrá llegar a ser un concepto nuevo a través de una multiplicidadposible de nombres, de términos, algunos de los cuales serán abandonados.

El punto de partida es, entonces, cierto conocimiento de lo ob-servable a través de una intuición que és precisamente lo propio delgenio de FreudrNo hay aquí algo que deba ser vinculado con unaepistemofogía nommalista lel psicoanálisis, como usted ha dichoigualmente, sino más bien con una concepción que, personalmente, yo llamo realista_y no conceptualista.

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Octave Mannoni

No me siento en absoluto en desacuerdo: desde luego, no habría

nada si no hubiera nada observable. Hasta el pensamiento más tri- vial descansa sobre la observación: cuando un niño ve por primera vez una mariposaThace una observación y lanza una exclamaciónporque cree que no puede hacer nada mejor. Es la primera observación, si usted quiere, en eso estoy totalmente de acuerdo. Pero aquíno he querido explicar -sería una tarea enorme- cómo y por quémecanismos el psicoanálisis es posible. Es posible, desde luego,porque se dispone de un lenguaje.

Hay sin embargo, en efecto, una relación con la realidad en el psicoanálisis. Pero esto no es fácil de definir, porque ¿qué es la realidad?Por ejemplo, cuando se dice que hay dos manzanas, ¿acaso dos esuna realidad? Y si hablo de la miliunésima decimal del número tc, queestá ciertamente determinada, no sé si alguna vez se la calculó sinoque ella «existe»; pues bien, ¿existe «realmente»? Pero no quiero entrar ahora en estas cuestiones porque chocaríamos con dificultades'que no son propias del psicoanálisis sino del pensamiento humano.

Patrick Guyomard

En efecto, el psicoanálisis no pudo existir sino después de la ciencia y, al mismo tiempo, la ciencia posee un valor cultural, es decir,de ideal. Se habla de ideal de cientificidad en lo que atañe al psicoanálisis, pero conocemos muy bien el valor y los peligros eventualesque esto puede representar, por ejemplo cuando Freud quiso hacerse reconocer por sus analizantes no sólo como analista sino también como científico.

Es una de las cosas que lo diferencian del pir; el pir quiere actuar y ser tomado por curador.El psicoanalista no se satisface, equivocadamente o no, con ac-

tuar; también quiere que selo tome por un científico. AhoriTBien, justamente, en el análisis del Hombre de los lobos

Freud quiso hacerse reconocer como científico por su paciente y, alquerer que se reconociera al psicoanálisis como algo científico, en

un sentido se metió él mismo -y con él el análisis- en cierto callejónsin salida.

Partiendo de ello me preguntaba cuál era el ideal científico propiodel psicoanálisis, si existía uno, y cómo distinguir entre un idealcientífico y un ideal analítico.

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Octave Mannoní

Creo que es una cuestión no fácil de delimitar porque, después de

todo, los mitos de la antigüedad, la literatura, el teatro o la novelaplantean los mismos problemas (cuando quienes los escriben sonescritores de genio, por supuesto) que ios que plantea el psicoanálisis, y como repitió Freud varias veces,nuestros verdaderos maestros son los grandes escritores, porque ellos tienen acceso a verdades que 'ÍÓüama no nos son accesibles7

He hablado de las relaciones del psicoanálisis con la ciencia y dijealgunas palabras sobre su relación con la cultura, pero esta última,mucho más difícil de exponer, es quizá más importante que la relación con la ciencia. Indudablemente existen ya, por ejemplo en losfilósofos, ciertas huellas de psicoanálisis, ciertas alusiones a hechosque pueden interesar a un psicoanalista.

En resumidas cuentas, el tema es vastísimo y se extiende un poco

por todas partes. Por eso tengo la impresión de que mi exposiciónes imperfecta, porque intenté abordar ese tema de la manera másamplia posible pero sin embargo todavía hay márgenes alrededor,me doy perfecta cuenta.

Para orientarnos, tomemos un ejemplo: cuando Papin descubrela presión del vapor no puede hacer de ella ninguna teoría. Step-henson, al construir una máquina, se sirve de la presión del vapor

para obtener movimiento. Él inventó la máquina de vapor pero esincapaz de hacer la teoría correspondiente, más aun cuando estateoría es muy difícil  y  serán varios los que tendrán que abocarse aello después de los estudios de Sadi Carnot. Luego se reconocióque el trabajo obtenido no restituía toda la energía, una parte de lacual se había perdido en forma de calor. Después, Clausius y otros

inventaron la entropía. Pero la entropía, ¿acaso existe? La entropíaes muy importante, es un gran paso eLque dio la Física al descubrirla entropía, y sin embargo no se puede mostrar   la entropía, sóloexiste en las ecuaciones.

La ciencia hace un trabajo de esta índole, totalmente diferente deltrabajo del psicoanálisis. La ciencia tiene métodos rigurosos. ELpsi-coanálisis, en el fondo, está mucho más cerca del pensamiento sal

vaje; por decirlo así, el psicoanálisis fia «domesticado» al pensa-mientoiHvajeT

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Léon Chertok

Señor Mannoni, gracias por su soberbia conferencia. En mi opi

nión, cuando se habla del psicoanálisis hay que considerar sus dos vertientes, que Freud distinguió.La primera vertiente es el psicoanálisis como ciencia del incons

ciente. La segunda, sus aplicaciones prácticas.Es bien sabido que en 1926 Freud predijo un porvenir más bri

llante para el psicoanálisis como ciencia del inconsciente que en susaplicaciones prácticas. Es decir que, como se ve en el ejemplo del

Hombre de los lobos, se puede reconocer la etiología de una neurosis sin que por ello sea posible operar la reversión y producir uncambio radical. Pues entonces aparece otro elemento problemático,la famosa transferencia, que es universal, ya que se la encuentra enla India, por ejemplo, tanto como en Europa occidental. Pero ustedrepitió varias veces que la transferencia es lo no teorizable en psico-añalisis. Entonces, ¿podemos decir que permanecemos en el terre-no científico cuando utilizamos un concepto o un proceso del quenada sabemos?

Octave Mannoni

Evidentemente no hay construcción, teórica u ordinaria, que nose detenga en cierto momento cuando se la ha analizado en sus elementos. No se puede analizar los elementos indefinidamente. Hayen cierto modo un perjuicio atomista que hace que al final hayaalgo indivisible. Evidentemente, lo indivisible es cada vez más pequeño y entonces no es posible, al menos por un tiempo, reducirloa cosas más pequeñas aún.

Habría que hacer la historia de la transferencia en la filosofía. Losgriegos nos jugaron una mala pasada. Antes de los griegos, los gnósticos y los maniqueos tenían otra idea del hombre: el hombre teníauna mitad demoníaca (que no quería decir diabólica). Incluso Sócrates, porque Platón todavía no había pasado por ello, inclusoSócrates tenía un demonio, un demonio que le sugería cosas buenas o malas?

Pero la filosofía griega y la teología cristiana quisieron purificar alhombre y entonces desembocaron en un monismo. Desde ese mo-mento la noche no existe. Lo que existe es la luz, y no se debe hacerdéla oscuridad una sustancia, la oscuridad es simplemente la desa-parición de la luz. Desde ese momento el demonio del hombre pasa

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a ser simplemente la insuficiencia del alma: bautizado va no habrádemonio, o bien simplemente analizará el problema del demonio yse dirá que es el fracaso del bien.

Sfla transferencia parece algo nuevo es porque quiebra este monismo psicológico, porque pone en juego otra cosa que el pensamientológico. La influencia de un hombre sobre otro no está simplementeen el senticto"cíe~lás palabras que dice, sino en algo distinto, su presencia, que ha desaparecido deimiosofíaT"

La filosoffa"s~e~ha yuélto,. podríamos decir, nominalista. Para ellano hay revés, no hay sombra, y puesto que la sombra no es sino la

ausencia de la luz, por lo tanto no"se~KáBIe~de~ellaT~Pero la sombra retorna en la transferencia. Es difícil de explicar:

¿por que en la transferencia?