eloy tizón en abc cultural

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Con un poco de música y un poco de sangre, como él mismo dice, ha escrito Eloy Tizón «Técnicas de iluminación». Relatos que demuestran por qué es uno de nuestros mejores narradores «Ahora, además de escritores, se nos pide que seamos ‘‘disc-jockeys’’» E loy Tizón (Madrid, 1964) lo tiene cla- ro: «Tres son los motivos principa- les por los que uno escribe: para contar algo que te ha pasado, para contar algo que te gustaría que te pasara, o para contar lo que no deseas que te pase bajo ningún con- cepto, porque te aterra y quie- res mantenerlo a raya, lejos de ti. De ahí que se diga, con ra- zón, que la literatura es un exorcismo. Lo es». También tiene claro que escribe cuen- tos para librarse de ellos, pues son al mismo tiempo una fe- licidad y una carga. «Algunas historias duelen, duele escri- birlas, pero hacerlo es la for- ma de aliviar un poco esa he- rida. No queda más remedio –asegura–. Los relatos se es- criben con un poco de música y un poco de sangre.» Así na- cieron los de Técnicas de ilu- minación. Usted debutó en 1992 con los cuentos de «Velocidad de los jardines». ¿Vuelve a sus orí- genes? Nunca me he ido. He seguido escribiendo relatos, bastantes, además de las novelas, porque para mí es un género muy que- rido, que mimo mucho, y en cuyas cualidades me reconoz- co: la concisión, la intensidad, la tensión verbal que lo apro- xima a la poesía. El cuento po- see una especie de precisión alucinada que me fascina. Parece que la novela es siem- pre más y que el cuento, en cambio, es un género menor. ¿Está desprestigiado? Yo no diría tanto. Es cierto que en España aún se valora me- nos, a diferencia de lo que su- cede en Estados Unidos o La- tinoamérica, donde el relato tiene rango de género mayor, sin que a nadie se le ocurra po- nerlo en duda. Por algún mo- tivo, vivimos en la supersti- ción del tamaño: superproduc- ciones, megaconciertos, sagas hipertrofiadas… Sin embargo, para entender nuestro tiem- po basta con leer un librito de apenas cuarenta páginas: La metamorfosis, de Kafka. No se necesita mucho más. Ahí está todo, prefigurado con exacti- tud heladora. «Hoy en día están de moda los autores que parecen anun- cios de detergentes: no hay manera de distinguirlos. To- dos hacen una espuma pare- cida», leemos en «Fotosínte- sis». Menuda radiografía del panorama literario. Es evidente que se trata de una exageración caricaturesca, aunque con un fondo de ver- dad triste. Ahora, además de escritores, se nos pide que también seamos relaciones públicas, modelos de pasare- la, disc-jockeys… Eso me pare- ce un disparate. El deber del escritor es escribir lo mejor posible, y todo lo demás es –o debería ser– secundario. Sus cuentos dejan muchas cosas en el aire. ¿No le interesa saberlo todo? No es lo esencial. Procuro no con- tarlo todo, por- que contarlo todo equivaldría a banalizar la historia, reducirla a anécdo- ta. El corazón del relato debe permanecer oculto. Tiene que latir en la sombra, como en el cuento de Poe. El relato se construye alrededor de una ausencia. Es preferible dejar cabos sueltos, sin explicar, y que sea el lector el que termi- ne de atar el nudo: que ponga de su parte, que sea creativo y copartícipe del texto, que es- criba también conmigo, mano a mano. Ninguno de sus relatos se pa- rece. Esa es la única razón para se- guir publicando: intentar de- cir algo nuevo, no conformar- se, alcanzar alguna clase de nueva meta. Añadir algún as- pecto –aunque sea un matiz, un leve cambio en la entonación, el punto de vista o la mirada– a lo que había dicho hasta ahora. Ese es el reto y la jus- tificación moral. Si no es así, prefiero no publicar. ¿Para qué? Eugenio Trías hablaba de la conjunción de lo bello y lo si- niestro. ¿Su literatura es una combinación de ambos? Me gusta mucho ese ensayo de Trías, que leí de joven y me marcó. Sí, hay que llegar a ese punto en que lo bello y lo si- niestro se funden. Hay dos ad- jetivos que le cuadran a la vida: maravillosa y terrible. A veces domina uno y a veces domina otro, pero entre estos dos ex- tremos oscila la vida humana y animal de este planeta. «Escribir es estar más des- pierto de lo normal», afirma en «La calidad del aire». Escribir es una sobreexcita- ción. No se escribe desde el nirvana budista ni desde la ar- monía contemplativa de las esferas. Lo siento mucho, pero es así. Se escribe desde lo roto y con los nervios alterados. Como en trance, bajo los efec- tos de un exceso de cafeína, de alcaloides, con la conciencia modificada. En síntesis: más despierto de lo normal. Su primera vocación fue la pintura. ¿Por qué desistió? Supongo que sería por falta de talento o de disciplina, que es otra vertiente del talento. No fue una decisión drástica que yo tomara de un día para otro, sino algo que ocurrió paulati- namente, con naturalidad: cada vez dedicaba más horas a es- cribir y menos a pintar, hasta que la escritura se impuso y barrió con todo. Son dos acti- vidades absorbentes, y solo puedo obsesionarme con una, no llego a más. Dos obsesiones a la vez son demasiadas para mí; una exageración. El cine es su otra gran pasión. ¿Qué permite el cine que no permita la literatura? El cine es más físico que la li- teratura. Tiene esa cosa tre- menda de la palpitación de la imagen, la luz, la pantalla gran- de, el cuerpo y la voz de los ac- tores, la banda sonora, todo a la vez. Eso le da una plastici- dad hipnótica, que a la litera- tura le cuesta más alcanzar. El impacto del cine es más inme- diato, pero menos duradero. En contrapartida, la literatu- ra deja una huella más honda. Si no fuera escritor, ¿qué se- ría? Quiero pensar que algo rela- cionado con alguna actividad artística: pintor, fotógrafo, algo así. O si no, todo lo contrario, alguien que no tenga nada que ver con el arte: recepcionista de hotel, vigilante nocturno o empaquetador de almendras garrapiñadas. ANTONIO FONTANA «SE ESCRIBE COMO EN TRANCE, BAJO LOS EFECTOS DE UN EXCESO DE CAFEÍNA O DE ALCALOIDES» LA PASIÓN REPTIL DE ELOY TIZÓN E s un enamorado de las sensaciones de las pala- bras. No de las palabras en sí, sino de las sensaciones que las palabras pueden pro- ducir, es decir, de los sabores, los sonidos, los huecos, los es- pacios, los colores, las imáge- nes que producen las palabras. Hay algo de psique prelógica, de paraíso prenatal, o al menos prelingüístico, en este uso del lenguaje. También una ciega confianza en la capacidad ar- tística de la imaginación, un abandonarse absoluto a la ins- piración, una total falta de as- tucia y de cálculo. Solo quiere escribir los «fragmentos encen- didos» de los que habla Shelley, se niega a rellenar los pasajes intermedios. Quizá por eso se haya consagrado al relato. Todo es mineral Como en el poema de Juan Ra- món Jiménez, se niega a comer otra cosa que no sea luz o fue- go. El relato corto permite esa pureza casi maniática. Solo lo extraído de la veta queda en la página. Cuando la veta se ago- ta, el texto se para. No hay fal- sificación, todo es mineral, todo es sustancia. El libro se inicia con una cita de Simone Weil que es una de las favoritas de Eloy Tizón: «No hay más que un defecto: care- cer de la facultad de alimentar- se de luz». La cita recuerda a la de Espacio que apuntaba yo más arriba. Comer fuego. Ali- mentarse de luz. Técnicas de ilu- minación. No comer otra cosa que luz o fuego. Hay otra cita, esta vez de Le- zama, que también explica la poética de Tizón: cuando el gran cubano habla de la «presa ani- mista» que forman muchas ve- ces las palabras. Presa animis- ta porque existe en estos escri- tores fanáticos y desmedidos un verdadero animismo del len- guaje: la convicción de que las palabras están vivas y tienen espíritus dentro. Vean, por ejem- plo, el final de «Volver a Oz», donde de pronto en las palabras se anima la fantasía de un mun- do de porcelana. ¿De dónde ha salido ese mundo de porcela- na? Sin duda del abandonarse del autor al ensueño de las pa- labras, que al liberar sus áni- mas crean paisajes de pura fe- licidad e intensa sorpresa. O ese cuento en que a una pareja de enamorados le surgen de pron- to dos niños, se convierten en una familia que huye de la ciu- dad, llegan a un bosque y vagan por el bosque hasta que encuen- tran una orquesta, y se sientan a escuchar el concierto. Relatos como sueños Prosa densa, aceitosa, multico- lor. Un intenso amor por los ob- jetos medianos, por las vidas corrientes, por los rincones de la atención. Relatos que son en realidad sueños, y que, como los sueños, proceden por me- táforas, por sensaciones, por si- nestesias, por transmutacio- nes. Cualquier cosa es posible: aparece un parque, y el parque se llena de cazadores. «Todo era mirada. Se pensaba con los ojos. Se tocaba con las yemas de los ojos. Se acariciaba reptil.» La pasión reptil por la escri- tura de un escritor que parece haber decidido seguir siendo siempre un escritor joven. Las sensaciones del animal huma- no. La búsqueda inequívoca de una claridad. En medio de tan- ta literatura sombría, un tizón encendido. ANDRÉS IBÁÑEZ El cine está presente en los relatos de Eloy Tizón, algunos de los cuales reescriben películas como «La aventura del Poseidón» (arriba, cartel del filme) y «El mago de Oz» (abajo) ÁNGEL NAVARRETE TÉCNICAS DE ILUMINACIÓN ELOY TIZÓN Narrativa Páginas de Espuma, 2013 16 euros ABC cultural SÁBADO, 26 DE OCTUBRE DE 2013 abc.es/cultura-cultural/cultural.asp 13 Libros 12

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ELoy Tizón en ABC Cultural

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Page 1: ELoy Tizón en ABC Cultural

Con un poco de música y un poco de sangre, como él mismo dice, ha escrito Eloy Tizón «Técnicas de iluminación». Relatos que demuestran por qué es uno de nuestros mejores narradores

«Ahora, además de escritores, se nos pide que seamos ‘‘disc-jockeys’’»

Eloy Tizón (Madrid, 1964) lo tiene cla-ro: «Tres son los motivos principa-les por los que uno

escribe: para contar algo que te ha pasado, para contar algo que te gustaría que te pasara, o para contar lo que no deseas que te pase bajo ningún con-cepto, porque te aterra y quie-res mantenerlo a raya, lejos de ti. De ahí que se diga, con ra-zón, que la literatura es un exorcismo. Lo es». También tiene claro que escribe cuen-tos para librarse de ellos, pues son al mismo tiempo una fe-licidad y una carga. «Algunas historias duelen, duele escri-birlas, pero hacerlo es la for-ma de aliviar un poco esa he-

rida. No queda más remedio –asegura–. Los relatos se es-criben con un poco de música y un poco de sangre.» Así na-cieron los de Técnicas de ilu-minación. Usted debutó en 1992 con los cuentos de «Velocidad de los jardines». ¿Vuelve a sus orí-genes? Nunca me he ido. He seguido escribiendo relatos, bastantes, además de las novelas, porque para mí es un género muy que-rido, que mimo mucho, y en cuyas cualidades me reconoz-co: la concisión, la intensidad, la tensión verbal que lo apro-xima a la poesía. El cuento po-see una especie de precisión alucinada que me fascina. Parece que la novela es siem-

pre más y que el cuento, en cambio, es un género menor. ¿Está desprestigiado? Yo no diría tanto. Es cierto que en España aún se valora me-nos, a diferencia de lo que su-cede en Estados Unidos o La-tinoamérica, donde el relato tiene rango de género mayor, sin que a nadie se le ocurra po-nerlo en duda. Por algún mo-tivo, vivimos en la supersti-ción del tamaño: superproduc-ciones, megaconciertos, sagas hipertrofiadas… Sin embargo, para entender nuestro tiem-po basta con leer un librito de apenas cuarenta páginas: La metamorfosis, de Kafka. No se necesita mucho más. Ahí está todo, prefigurado con exacti-tud heladora.

«Hoy en día están de moda los autores que parecen anun-cios de detergentes: no hay manera de distinguirlos. To-dos hacen una espuma pare-cida», leemos en «Fotosínte-sis». Menuda radiografía del panorama literario. Es evidente que se trata de una exageración caricaturesca, aunque con un fondo de ver-dad triste. Ahora, además de escritores, se nos pide que también seamos relaciones públicas, modelos de pasare-la, disc-jockeys… Eso me pare-ce un disparate. El deber del escritor es escribir lo mejor posible, y todo lo demás es –o debería ser– secundario. Sus cuentos dejan muchas cosas en el aire. ¿No le interesa saberlo todo? No es lo esencial. Procuro no con-tarlo todo, por-que contarlo todo equivaldría a banalizar la

historia, reducirla a anécdo-ta. El corazón del relato debe permanecer oculto. Tiene que latir en la sombra, como en el cuento de Poe. El relato se construye alrededor de una ausencia. Es preferible dejar cabos sueltos, sin explicar, y que sea el lector el que termi-ne de atar el nudo: que ponga de su parte, que sea creativo y copartícipe del texto, que es-criba también conmigo, mano a mano. Ninguno de sus relatos se pa-rece. Esa es la única razón para se-guir publicando: intentar de-cir algo nuevo, no conformar-se, alcanzar alguna clase de nueva meta. Añadir algún as-

pecto –aunque sea un matiz, un leve cambio en la entonación, el punto de vista o la mirada– a lo que había dicho hasta ahora. Ese es el reto y la jus-

tificación moral. Si no es así, prefiero no publicar. ¿Para qué? Eugenio Trías hablaba de la conjunción de lo bello y lo si-niestro. ¿Su literatura es una combinación de ambos? Me gusta mucho ese ensayo de Trías, que leí de joven y me marcó. Sí, hay que llegar a ese punto en que lo bello y lo si-niestro se funden. Hay dos ad-jetivos que le cuadran a la vida: maravillosa y terrible. A veces domina uno y a veces domina otro, pero entre estos dos ex-tremos oscila la vida humana y animal de este planeta. «Escribir es estar más des-pierto de lo normal», afirma en «La calidad del aire». Escribir es una sobreexcita-ción. No se escribe desde el nirvana budista ni desde la ar-monía contemplativa de las esferas. Lo siento mucho, pero es así. Se escribe desde lo roto y con los nervios alterados. Como en trance, bajo los efec-tos de un exceso de cafeína, de alcaloides, con la conciencia modificada. En síntesis: más despierto de lo normal. Su primera vocación fue la pintura. ¿Por qué desistió? Supongo que sería por falta de talento o de disciplina, que es otra vertiente del talento. No fue una decisión drástica que yo tomara de un día para otro, sino algo que ocurrió paulati-namente, con naturalidad: cada vez dedicaba más horas a es-cribir y menos a pintar, hasta que la escritura se impuso y barrió con todo. Son dos acti-vidades absorbentes, y solo puedo obsesionarme con una, no llego a más. Dos obsesiones a la vez son demasiadas para mí; una exageración. El cine es su otra gran pasión. ¿Qué permite el cine que no permita la literatura? El cine es más físico que la li-teratura. Tiene esa cosa tre-menda de la palpitación de la imagen, la luz, la pantalla gran-de, el cuerpo y la voz de los ac-tores, la banda sonora, todo a la vez. Eso le da una plastici-dad hipnótica, que a la litera-tura le cuesta más alcanzar. El impacto del cine es más inme-diato, pero menos duradero. En contrapartida, la literatu-ra deja una huella más honda. Si no fuera escritor, ¿qué se-ría? Quiero pensar que algo rela-cionado con alguna actividad artística: pintor, fotógrafo, algo así. O si no, todo lo contrario, alguien que no tenga nada que ver con el arte: recepcionista de hotel, vigilante nocturno o empaquetador de almendras garrapiñadas.

ANTONIO FONTANA

«SE ESCRIBE COMO EN TRANCE,

BAJO LOS EFECTOS DE UN

EXCESO DE CAFEÍNA O DE ALCALOIDES»

LA PASIÓN REPTIL DE ELOY TIZÓN

Es un enamorado de las sensaciones de las pala-bras. No de las palabras

en sí, sino de las sensaciones que las palabras pueden pro-ducir, es decir, de los sabores, los sonidos, los huecos, los es-pacios, los colores, las imáge-nes que producen las palabras. Hay algo de psique prelógica, de paraíso prenatal, o al menos prelingüístico, en este uso del lenguaje. También una ciega confianza en la capacidad ar-tística de la imaginación, un abandonarse absoluto a la ins-piración, una total falta de as-tucia y de cálculo. Solo quiere escribir los «fragmentos encen-didos» de los que habla Shelley, se niega a rellenar los pasajes intermedios. Quizá por eso se haya consagrado al relato.

Todo es mineral Como en el poema de Juan Ra-món Jiménez, se niega a comer otra cosa que no sea luz o fue-go. El relato corto permite esa pureza casi maniática. Solo lo extraído de la veta queda en la página. Cuando la veta se ago-ta, el texto se para. No hay fal-sificación, todo es mineral, todo es sustancia.

El libro se inicia con una cita de Simone Weil que es una de las favoritas de Eloy Tizón: «No hay más que un defecto: care-cer de la facultad de alimentar-se de luz». La cita recuerda a la de Espacio que apuntaba yo más arriba. Comer fuego. Ali-mentarse de luz. Técnicas de ilu-minación. No comer otra cosa que luz o fuego.

Hay otra cita, esta vez de Le-

zama, que también explica la poética de Tizón: cuando el gran cubano habla de la «presa ani-mista» que forman muchas ve-ces las palabras. Presa animis-ta porque existe en estos escri-tores fanáticos y desmedidos un verdadero animismo del len-guaje: la convicción de que las palabras están vivas y tienen espíritus dentro. Vean, por ejem-plo, el final de «Volver a Oz», donde de pronto en las palabras se anima la fantasía de un mun-do de porcelana. ¿De dónde ha salido ese mundo de porcela-na? Sin duda del abandonarse del autor al ensueño de las pa-labras, que al liberar sus áni-mas crean paisajes de pura fe-licidad e intensa sorpresa. O ese cuento en que a una pareja de

enamorados le surgen de pron-to dos niños, se convierten en una familia que huye de la ciu-dad, llegan a un bosque y vagan por el bosque hasta que encuen-tran una orquesta, y se sientan a escuchar el concierto.

Relatos como sueños Prosa densa, aceitosa, multico-lor. Un intenso amor por los ob-jetos medianos, por las vidas corrientes, por los rincones de la atención. Relatos que son en realidad sueños, y que, como los sueños, proceden por me-táforas, por sensaciones, por si-nestesias, por transmutacio-nes. Cualquier cosa es posible: aparece un parque, y el parque se llena de cazadores. «Todo era mirada. Se pensaba con los ojos. Se tocaba con las yemas de los ojos. Se acariciaba reptil.»

La pasión reptil por la escri-tura de un escritor que parece haber decidido seguir siendo siempre un escritor joven. Las sensaciones del animal huma-no. La búsqueda inequívoca de una claridad. En medio de tan-ta literatura sombría, un tizón encendido.

ANDRÉS IBÁÑEZ

El cine está presente en los relatos de Eloy Tizón, algunos de los

cuales reescriben películas como «La

aventura del Poseidón» (arriba,

cartel del filme) y «El mago de Oz» (abajo)

ÁNGEL NAVARRETE

TÉCNICAS DE ILUMINACIÓN

ELOY TIZÓN Narrativa Páginas de Espuma, 2013 16 euros

ABC culturalSÁBADO, 26 DE OCTUBRE DE 2013

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