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[41] artículo Valentina Viego * Empresarialidad e instituciones: dos nuevas perspectivas del análisis regional contemporáneo ** Abstract This paper offers a review of the main progress made in entrepreneurship analysis and institutional economics, discussing its possible integration to general theory of economic development, considering the increasing importance that these topics have gained in contemporary approaches of terriorial development. Keywords: Entrepreneurship, institutions, regional economic development. Resumen El objetivo de este artículo es realizar un repaso de los principales avances en el análisis de la empresarialidad y de la economía institucional, discutiendo su integración a la teoría general del desarrollo económico a partir de la constatación de la centralidad que estos temas han adquirido en los enfoques contemporáneos del desarrollo territorial. Palabras clave: empresarialidad, instituciones, desarrollo económico regional Revista eure (Vol. XXX, Nº 90), pp. 41-63, Santiago de Chile, septiembre 2004

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Page 1: Empresarialidad e instituciones: dos nuevas …eure 43 Empresarialidad e instituciones: dos nuevas perspectivas del análisis regional contemporáneo de elementos idiosincrásicos

[41]

artículo

Valentina Viego*

Empresarialidad e instituciones: dos nuevasperspectivas del análisis regional

contemporáneo**

Abstract

This paper offers a review of the main progress made in entrepreneurship analysis and institutional economics,discussing its possible integration to general theory of economic development, considering the increasing importancethat these topics have gained in contemporary approaches of terriorial development.

Keywords: Entrepreneurship, institutions, regional economic development.

Resumen

El objetivo de este artículo es realizar un repaso de los principales avances en el análisis de la empresarialidady de la economía institucional, discutiendo su integración a la teoría general del desarrollo económico apartir de la constatación de la centralidad que estos temas han adquirido en los enfoques contemporáneosdel desarrollo territorial.

Palabras clave: empresarialidad, instituciones, desarrollo económico regional

Revista eure (Vol. XXX, Nº 90), pp. 41-63, Santiago de Chile, septiembre 2004

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Valentina Viego

1. Introducción

Un aspecto central de las aproximacionesestructuralistas y keynesianas del desarro-llo económico es que sus interpretaciones

implícitamente suponían que no se presentaban res-tricciones en el lado de la oferta. Los agentes enton-ces reaccionarían (instantáneamente o con demoras)a ciertos incentivos de demanda. Enunciado así, elproblema del desarrollo se remitía a las fuentes quegeneraban o disolvían dichos incentivos. Inicialmen-te, no se preveía que el estudio de las característicasespecíficas que pudieran asumir dichas reacciones(decisiones de inversión, en esencia) podría mejorarla comprensión del proceso. Si bien existían variasinterpretaciones sobre los factores que jugaban en laaparición y consolidación de los estímulos de de-manda, casi no había disenso acerca de qué ocurriríadespués de que éstos se hiciesen presentes.

Esto no significa que las teorías del desarrollodominantes en los ‘60 y ‘70 hayan ignorado laslimitaciones que la (escasez de) empresarialidadpuede imponer al proceso de desarrollo. Hirschman(1958) se refería a los límites en la capacidad demovilización y organización de recursos como fac-tor limitante del desarrollo, acordando que la activi-dad empresarial contiene parte de esta capacidad,pero esta misma también puede revelarse en el sec-tor público1 . Por este motivo, la escasez de talentoempresarial en el sector privado no representaba,para las teorías del desarrollo vigentes durante laposguerra, una barrera, en la medida en que estatarea pudiese ser asumida por el Estado. Esta mis-ma hipótesis es abonada por Leff (1979), al obser-var que la política de compras del sector público delos países en desarrollo ha oficiado frecuentementecomo complemento de las restricciones en el sector

privado. Así, los autores inscriptos en esta visión noconsideraban problemas de elasticidad en el lado dela oferta una vez generado el mercado. En presenciade condiciones de demanda (creadas por el Estadoen situaciones de subdesarrollo) que generasen estí-mulos suficientes para agregar nuevas inversiones, sesuponía que los empresarios potenciales reacciona-rían consecuentemente.

Hasta los ’70, el enfoque estructural prevalecíatambién en otros campos de la ciencia económica.En la organización industrial, por ejemplo, el enfo-que dominante se basaba en el paradigma “estruc-tura-conducta-desempeño”, de tradiciónneoclásica2 . En esencia, este esquema postula quela conducta de una firma individual se encuentrafuertemente condicionada por las características es-tructurales del mercado (economías de escala, con-centración de la oferta, barreras a la entrada). En elplano regional, las interpretaciones vigentes en los’50 y ’60 reflejan el mismo razonamiento que elprevaleciente en la organización industrial. La es-tructura intra e inter-regional (en términos de nivelde industrialización y de las formas de inserción delas regiones en los esquemas de intercambio) jue-ga, para países y regiones, el mismo rol que la es-tructura de mercado tiene sobre la conducta de lasfirmas.

Así, las condiciones estructurales constituyenuno de los ejes analíticos centrales en los enfoquesque predominaron en diversas disciplinas econó-micas hasta los ’70. Al mismo tiempo han sidouno de los principales puntos de disenso con lasnuevas corrientes. La diversidad de desempeñosobservados entre regiones (y entre firmas), aun enun mismo contexto, alentó la búsqueda de factoresexplicativos adicionales que captaran la incidencia

* Becaria del CONICET, Docente del Departamentode Economía de la Universidad Nacional del Sur, Argenti-na. E-mail: [email protected]

** Recibido el 13 de mayo de 2003, aprobado el 30 dediciembre de 2003.

1 Se debe aclarar, sin embargo, que en contribucionesposteriores, Hirschman destaca la importancia del estudiode las estrategias de los actores y la necesidad de analizar lasrelaciones contradictorias entre los agentes involucrados enuna trama productiva, en particular las conductas de “voice,exit and loyalty” (Hirshman, 1970).

2 Se debe señalar, sin embargo, la diferente visión de losenfoques estructurales en la disciplina del desarrollo econó-mico de los pertenecientes a la organización industrial. Elcarácter “estructural” de las interpretaciones respondía paralos primeros a concepciones dependentistas e incluso mar-xistas del desarrollo económico, mientras que para los se-gundos era el mercado quien imprimía la naturaleza estruc-tural de las conductas y resultados de las empresas. Otradiferencia radica en la perspectiva global de los primeros, encontraposición a la microeconómica del enfoque estructura-conducta-desempeño. Lo común entre ambas interpretacio-nes sea tal vez la naturaleza poco cambiante de la estructura,más allá de su origen (social, mercado).

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de elementos idiosincrásicos individuales. Es así comola empresarialidad es incorporada a la teoría del desa-rrollo, incluso desde una perspectiva regional.Adicionalmente, el proceso de reestructuración in-dustrial y del Estado que tuvo lugar en varias econo-mías a partir de los ’70 configuró un escenario pro-picio para la reapertura del debate sobre el “lado dela oferta” en la mecánica del desarrollo.

Este apartado se ocupa de repasar los principalespuntos de la discusión sobre la relación entreempresarialidad y desarrollo. En la sección siguientese exponen los fundamentos de la introducción deeste nuevo elemento en el análisis y una breve men-ción del contexto histórico que dio pie a su emer-gencia. En el apartado tres se presentan de un modoesquemático los principales factores que, según laliteratura, inciden en la empresarialidad. En el cua-tro se ofrece un repaso de cómo la ciencia regional haincorporado esta discusión en los análisis de desarro-llo local. Finalmente, se presenta una breve síntesis.

2. La rejerarquización de laempresarialidad

En esencia, es posible distinguir tres factoresque sustentan la rejerarquización del empresario enlas discusiones sobre desarrollo económico: dosrelacionados con la teoría y uno vinculado al con-texto histórico.

El primer factor está vinculado al viraje teóricoexperimentado a fines de los ‘70, que ahora pone elacento en las conductas de los agentes, y por ende,desplazó las interpretaciones macro-estructuralesprevalecientes durante los ‘50 y ‘60. El desarrollo yano se plantea únicamente en términos de la presen-cia o ausencia de ciertas actividades motrices, sinotambién de las particularidades de su comporta-miento. Paulatinamente, se fue abandonando laidea de que el perfil sectorial y la magnitud de lainversión constituían la clave del efecto propulsor,para dar pie a consideraciones acerca del dinamis-mo de las organizaciones involucradas en térmi-nos de conductas.

Esta reorientación acompañó la evolución ex-perimentada también por los estudios de organi-zación industrial. Durante los ‘80, los trabajos deNelson y Winter (1982) y Nelson (1991) mostra-

ron que, aun dentro de una misma rama manufac-turera, la conducta de las firmas podía variar amplia-mente, revelando la existencia de cierto margen deacción individual, y por lo tanto, de independenciarespecto de los condicionamientos derivados de laestructura del mercado3 . La heterogeneidad inter-firma fue interpretada por las nuevas aproximacio-nes teóricas como signo de que la estructura no cierrapor completo la posibilidad de comportamientosdiscrecionales por parte de las empresas. Derivadode lo anterior, limitar el análisis a cuestiones sectoria-les resultaría entonces incompleto. De este modo,para la nueva economía industrial, la conducta –relativamente autónoma- de las firmas puede influirsignificativamente en su desempeño. Esta mismahipótesis parece prevalecer ahora en el análisis deldesarrollo regional (Granovetter, 1985; Maskell,1999).

Por su parte, el creciente reconocimiento de quela estructura (de mercado y del comercio inter-re-gional) no consigue explicar por completo las dife-rencias en el desempeño de firmas, regiones y paí-ses, permitió la apertura de varias líneas de investi-gación, ocupadas en identificar elementos adicio-nales que permitieran una comprensión más inte-gral de estas cuestiones. Una de ellas se enmarca enel estudio de la empresarialidad.

Además de constituir un aporte para la com-prensión de la heterogeneidad, la jerarquización dela empresarialidad que tuvo lugar en los ’70 se basóen el rol que a este elemento ya se le reconocía en elproceso de desarrollo. Aunque las funciones que lafigura del empresario desempeña en dicho procesoparecen evidentes, su estudio fue objeto de obrascentrales del pensamiento económico. En las visio-nes de Kirzner (1973) y Knight (1921), por ejem-plo, el empresario tiene a su cargo ciertas tareas que

3 Esta misma apreciación había sido sugerida temprana-mente por Florence (1953; 1964), que difundió la visiónde que las diversidades organizacionales explican una por-ción significativa de la productividad. En su interpretación,existen elementos más relevantes que la tecnología (determi-nante en la visión neoclásica de los rendimientos a escala, ypor ende, de la productividad) como la organización de lasactividades dentro de la planta, el tipo de insumos utiliza-dos y el tipo de mercado abastecido. Con todo, estos aportessólo fueron incorporados de un modo más sistemático enlos análisis de economía industrial y regional a principiosde los ‘80.

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resultan básicas en un sistema capitalista, como sonla detección de oportunidades de beneficio y la asun-ción de riesgos derivada de las acciones necesariaspara explotarlas. La estrecha vinculación entreempresarialidad y desarrollo también se hace pre-sente en la obra de Schumpeter (1912; 1942), paraquien dicho proceso avanza con la aparición de “nue-vas combinaciones” (de medios de producción, debienes, de fuentes de abastecimiento, de mercados,de formas de organización, etc.). Es claro entoncesque para esta visión, la mayoría de las instancias dedicho proceso estén motorizadas por la presenciade emprendedores. Para algunos autores, comoHarbison (1956) o Leibenstein (1966; 1968) el roldel empresario es crítico aun en fases de subdesarro-llo, debido a que sobre él recae la tarea de superar lasdeficiencias típicas de este tipo de economías (mer-cados incompletos, ambigüedades en la especifica-ción de la función de producción, transabilidadimperfecta de algunos insumos y factores, etc.).

Por último, las transformaciones que han experi-mentado tanto la teoría como las políticas en estadisciplina, responden también a algunas limitacio-nes observadas hacia principios de los ’70 en el pla-no de la acumulación (crisis del fordismo) y de laregulación (cuestionamiento del Estado de Bienes-tar). Por este motivo, desde fines de los ‘70, el estu-dio de la actividad empresaria ha concentrado uninterés creciente también entre los decisores de polí-tica. El retiro progresivo del Estado en áreas de pro-ducción y provisión de servicios públicos, la ten-dencia generalizada a la desregulación de los merca-dos y los altos índices de desempleo provocados porla reestructuración de las grandes plantas han im-pulsado la creencia de que la salida de la crisis decrecimiento podría estar basada en una revitalizaciónde la actividad independiente (Subbarao et al., 1995;ILO, 1995). En este nuevo escenario, como la trac-ción de los grandes establecimientos manufacture-ros o la participación del Estado en la actividad pro-ductiva estarían en principio ausentes, se preveía quelos eventuales déficit de empresarialidad representa-sen ahora un cuello de botella para el desarrollo eco-nómico. Por otra parte, la empresarialidad comenzóa ser vista no sólo como factor dinamizante, sinotambién como mecanismo de creación de empleo,en un contexto en el que las nuevas formas de orga-nización de la producción impulsan fuertes despla-zamientos laborales (OCDE, 1998a).

Recientemente se han difundido varios trabajospromoviendo los supuestos “beneficios sociales” dela empresarialidad adicionales a la atenuación de lacaída del empleo industrial, como el alejamiento desituaciones de pobreza, los efectos “demostración”sobre el entorno del empresario o la generalizaciónde actitudes “activas” por parte de la comunidad enlas regiones atrasadas (OCDE, 1998a; Audrestch etal., 2002). El pasaje de un empleo en relación dedependencia a la actividad independiente aumenta,para esta nueva concepción, los incentivos para com-prometerse en la búsqueda de soluciones y aleja losroles que limitan al individuo a la simple ejecuciónde rutinas. Así, la empresarialidad es vista como par-te de una alternativa que intenta reconciliar el creci-miento económico con la cohesión social(Alburquerque, 1999). Esta nueva orientación tam-bién impacta sobre el costo fiscal, debido a que elimpulso de la empresarialidad requiere menos fon-dos que subsidiar industrias en retroceso o una masacreciente de desempleados (OCDE, 1998a).

3. Factores que inciden en laempresarialidad

Siguiendo a Malicia y Feser (1999), las teorías dela empresarialidad resultaron una pieza analítica cen-tral en el paso de una concepción de desarrollo liga-da esencialmente a la industrialización a otra fun-dada en la innovación. La obra de Schumpeter, enparticular, representa el origen de este punto deconvergencia. Sin embargo, las relaciones original-mente propuestas giraban en torno a una perspec-tiva esencialmente macro, sin abordar en detalle losaspectos microeconómicos subyacentes. Es esteúltimo aspecto el que distingue una línea de inves-tigación posterior, iniciada a partir de la segundaposguerra. Menos preocupados por la función so-cial y económica del empresario, este grupo deaproximaciones se propone identificar las condi-ciones materiales e institucionales que impulsan elespíritu empresarial.

El punto de partida de las distintas aproxima-ciones es el reconocimiento de que la conducta (in-dividual o colectiva) se encuentra en el centro delproceso de desarrollo. En otras palabras, son los agen-tes (a través de sus acciones) los que hacen que eldesarrollo ocurra. Más allá de este rasgo general, los

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enfoques difieren respecto del contenido concretodel término “actividad empresarial” (Soltow, 1968;Baumol, 1968). El progreso hacia un tronco teóricounificado en esta materia se ha visto obstaculizadopor la multiplicidad de facetas que convergen en lafigura del empresario (innovación, riesgo, etc.) y laexistencia de aspectos latentes que parecen trascen-der la esfera económica. Por este motivo, laempresarialidad se ha convertido en un fenómenode muy difícil tratamiento tanto desde el punto devista teórico (trabas para la simplificación y genera-lización) como empírico (preponderancia de ele-mentos no observables). La diversidad de trata-mientos no proviene solamente de diferentes én-fasis interpretativos, sino también de que el estu-dio de esta temática ha sido encarado por distintasdisciplinas (psicología, economía, sociología, an-tropología, historia, etc.), que a su vez se han aco-plado con distinto ritmo e intensidad a las explica-ciones dominantes en los programas de investiga-ción4 . No obstante, su inclusión en el análisis re-sulta ineludible, debido a que –si bien no se conocecon precisión el mecanismo subyacente- cumple unrol fundamental en el desarrollo económico.

Conviene aclarar, antes de este repaso, que lafalta de un cuerpo teórico robusto y aceptado enesta problemática hace que la presentación ofrecidaaquí sólo aspire a proponer un agrupamiento ten-tativo de los distintos factores que han sido señala-dos como influyentes en la empresarialidad5 .

En principio, es posible clasificar a los determi-nantes de la empresarialidad en dos grupos. Porun lado, aquellos que describen las condiciones bá-sicas para ingresar y prosperar en la actividad inde-pendiente (requisitos mínimos sin los cuales nohabría incentivos para operar una firma), y, por otro,aquellos factores de carácter estructural que subyacende un modo más o menos permanente en el perfilempresarial de una región o país. En la medida en

que los primeros se enfocan en los factores constitu-tivos más elementales (y que –por ello mismo- nopueden ser desglosados de la propia definición deempresarialidad), estos elementos son consideradosaquí como “triviales”. A su vez, la intensidad y lanaturaleza del fenómeno de la empresarialidad seencuentran condicionadas por un segundo grupode factores conformado esencialmente por las carac-terísticas del entorno institucional, ya que es allí dondelos agentes se abastecen de motivaciones y recursos ydonde despliegan sus acciones.

3.1. Determinantes triviales

3.1.1. Motivación

Una parte sustancial del estudio del perfil de losempresarios se apoya en los objetivos que subyacenen su conducta. En la teoría microeconómica, el su-puesto adoptado sobre los objetivos de los agentesconstituye una pieza central en la especificación yresultados de la mayoría de los modelos. En particu-lar, varios enfoques de la teoría de la firma conside-ran a la maximización de beneficios como el únicomóvil de la acción empresarial. Este supuesto asegu-ra que: (a) la conducta de las firmas esté completa-mente enfocada a la acumulación de capital; y (b) lainversión esté gobernada por las oportunidades debeneficio. En otros términos, la búsqueda de mayo-res ganancias y las oportunidades de realizarlas cons-tituyen, para la teoría tradicional, los factores quedefinen el sendero de expansión capitalista de undeterminado país o territorio. El examen de aspira-ciones distintas de las vinculadas al beneficio es irre-levante para los neoclásicos, dado que el mercado“penalizaría” las conductas originadas en metas dis-tintas del (máximo) beneficio. Este análisis resultaintrascendente incluso para la visión marxista, debi-do a que el proceso de acumulación no es concebidocomo un fenómeno individual, sino esencialmentesocial.

Este esquema de razonamiento ha recibido va-rias objeciones, entre ellas las siguientes:

- algunos autores (Singh Laumas, 1962;Easterbrook, 1949; North, 1990) han señala-do la existencia de factores que condicionanla reacción de los empresarios a las oportuni-dades de beneficio. En particular, la corriente

4 A pesar de la ausencia de una explicación más integralde los factores que inciden en la empresarialidad, estos enfo-ques han concentrado la atención por parte de los decisoresde política, debido a que –como se verá más adelante- deellos se derivan implicancias directas para promover la acti-vidad empresarial (Malicia & Feser, 1999).

5 La sinopsis presentada de ningún modo constituye elprimer esfuerzo en esta materia. O’Kean (2000) y Verheulet al. (2001) ofrecen revisiones alternativas.

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neo-institucionalista sostiene que los talentosempresariales varían de acuerdo a las caracte-rísticas institucionales del ambiente en el queoperan. En otras palabras: no existe una ofertailimitada de empresarios para cada nivel deoportunidades de beneficio. Para esta escuela,en algunos ambientes las oportunidades pue-den verse “empañadas” por determinadas con-diciones fuera de la esfera económica (cultura-les, sociales, regulatorias, etc.) que limitan lacapacidad de respuesta de la inversión. Si bienesta cuestión es el eje central del inciso quesigue, basta recordar, por el momento, que laexistencia de oportunidades de beneficio y unamotivación favorable de los empresarios noaseguran la acumulación de capital.

- Varios trabajos sugieren que el beneficio noconstituye el único factor motivacional queimpulsa el desarrollo capitalista. Desde lapsicología, varios investigadores han inten-tado identificar algunos rasgos que intervie-nen en la definición del perfil empresarial delos individuos6 . La tesis sostenida porMcClelland a principios de los ‘60 es que losempresarios están motivados por la “necesi-dad de logro” (Freeman, 1976; Tekiner,1980). Según este autor, la compensaciónmonetaria sólo operaría como un factor se-cundario ante la necesidad de realización. Enla misma línea, otros autores (Wilken, 1979,citado por O´Kean, 2000) identifican un con-junto de atributos de la personalidad, comola necesidad de reconocimiento social, poder,prestigio, etc., que resultan igualmente com-patibles con la acumulación de capital. Estasmetas se manifestarían en ciertas actitudes(atracción por las actividades que requierenhabilidades, iniciativa, conducta exploratoria,interés por corregir fracasos, etc.) que se ase-mejan a los rasgos del emprendedor (asun-ción de riesgo en función de la habilidad y node las oportunidades, necesidad de conocerresultados de sus decisiones, anticipación al

futuro, etc.). La diferencia entre la concep-ción más tradicional del empresario y la pro-puesta por los enfoques psicológicos es que elprimero reacciona sólo ante los incentivos demercado para maximizar ganancias, mientrasque el último pone el énfasis en la búsquedade oportunidades para ejercitar sus talentoso lograr el reconocimiento de algunos seg-mentos de la sociedad (Kunkel, 1963; 1971).Implícitamente, los análisis que adhieren aesta visión suponen que, superadas las res-tricciones motivacionales, no deberían existirotros obstáculos para la inversión7 .

- Otro grupo más heterogéneo de trabajospostula que la búsqueda de beneficios, depoder, de prestigio o la necesidad de logrono agotan el abanico de objetivos empresa-riales. Elementos como la estabilidad, la ne-cesidad de independencia o la salida del des-empleo forman parte de las metas de algu-nos empresarios. Estos fines no necesaria-mente aseguran la expansión de la firma, ypor ende, introducen mayores restricciones ala correspondencia entre oportunidades ydecisiones de inversión planteada inicialmente(Garnsey, 1996; Bhide, 1996). El aporte mássignificativo en esta línea sea tal vez el deBaumol (1990), quien reconoce que la ofertade empresarios no es el punto central para eldesarrollo, sino su orientación (productiva,rentista, etc.). Y ello depende, en gran medi-da, de los retornos que la sociedad generapara cada orientación.

- Por último, una línea de investigación recien-temente abierta en la teoría del crecimiento de

6 Cabe aclarar que estos trabajos utilizan una definiciónamplia de emprendedor, distinta de la considerada por lateoría económica. Mientras que para esta última laempresarialidad está asociada a ciertas funciones limita-das a la esfera privada, para los primeros puede emergeren el ámbito público o privado (Tekiner, 1980).

7 Este tipo de abordaje ha recibido numerosas críticas.Una de las debilidades analíticas observadas es suponer quelos capitalistas tienen una fuerte inclinación hacia la acumu-lación de capital, que podría resultar independiente de latasa de retorno (Greenfield & Strickon, 1981). Otra de laslimitaciones radica precisamente en la amplitud con que sedefine la figura del emprendedor. Una actitud de búsquedacontinua por parte de los individuos es común de encontraren los cuadros empresariales, pero no es una característicaexclusiva de este segmento ocupacional. Los mismos rasgospueden ser observados en artistas, científicos, inventores,etc., y estas ocupaciones difícilmente pueden ser considera-das como constitutivas de la empresarialidad (Garnsey,1988).

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la firma advierte que las metas empresarialespueden variar de acuerdo al ciclo de vida de laorganización (Greiner, 1974; Garnsey, 1996;Alstrom, 1998). En la medida en que cadafase del ciclo vital de una empresa presentenuevos problemas, los objetivos y accionesorientadas a conseguirlos variarán en el tiem-po. De este modo, mientras que las firmas ensus inicios buscan en su mayoría la estabiliza-ción del flujo de caja, las de mayor edad aspi-ran a consolidar la cartera de clientes. En esteproceso es posible que la obtención de mayo-res ganancias se convierta en el foco de las ac-ciones recién en períodos avanzados del ciclode vida.

Como emerge de los puntos anteriores, diversasdisciplinas han intentado especificar los factores queinfluyen en la motivación, con el objeto de ampliar lacomprensión de los móviles que determinan la con-ducta empresarial y enriquecer o refutar la hipótesisde maximización de beneficios. De sus aportes se de-riva entonces que los objetivos empresariales puedendiferir de una firma a otra, y aun en una misma orga-nización a lo largo del tiempo. Sin embargo, convienetener presente que si bien las aspiraciones al momentode puesta en marcha de la actividad pueden ser dife-rentes de aquellas prevalecientes en períodos posterio-res, no necesariamente implica que no estén relaciona-das. En el caso extremo de la firma capitalista “ideal”,el objetivo de acumulación puede estar subyacenteen la mayoría de las metas de corto plazo de la organi-zación. En este caso, las metas intertemporales coinci-den. En muchas ocasiones, por el contrario, el motivoque origina el inicio de una actividad independientees modesto (generalmente vinculado a restriccionesde acceso o de reincorporación al sector asalariado delmercado de trabajo, fenómenos de discriminaciónsocial, etc.). La naturaleza del objetivo subyacente enla creación (es decir, si el negocio buscado es o no el demáximo beneficio posible) podría estar reflejando unestilo de comportamiento que, de no evolucionar enel futuro, impondrá su sello sobre las decisiones pos-teriores que tome la empresa. Esto es, que una deci-sión inicial poco ambiciosa probablemente sea segui-da por un patrón de comportamiento de similarescaracterísticas.

Para concluir, las aspiraciones personales de aque-llos que llevan adelante una firma se han convertido

en un elemento central en la discusión sobreempresarialidad. Si bien no hay acuerdo en la litera-tura acerca del peso relativo de los factores subya-centes (psicológicos, culturales, económicos) en laformación de los objetivos empresariales, no hayduda de que el dinamismo de las conductas de lasfirmas está estrechamente vinculado con las aspira-ciones de sus empresarios acerca del negocio. En lamedida en que las acciones de las empresas influ-yen sobre el sendero evolutivo del sistema produc-tivo, el análisis de la motivación resultará relevantetambién en la esfera del desarrollo económico.

3.1.2. Acceso a los recursos y capacidades

Una línea de investigación recientemente abier-ta en la organización industrial enfatiza el rol de lascapacidades en el proceso de crecimiento (Teece &Pisano, 1994; Langlois, 1998; Langlois & Foss,1999). Según esta vertiente, la “generosidad” delambiente (oportunidades) o las preferencias indi-viduales no son suficientes para lograr que un indi-viduo con inclinación hacia los negocios concretesus aspiraciones. Es preciso tener en cuenta la capa-cidad de los agentes para movilizar los recursosnecesarios para poner en marcha y llevar adelanteun proyecto empresarial. En este caso, los recursosestán conformados tanto por factores de produc-ción e insumos como por el stock de conocimien-tos necesarios para operar en el mercado. Breve-mente, este enfoque revisa las competencias acu-muladas en el empresario (antecedentes, formación,entrenamiento) y aquellas generadas en la propiaorganización (aprendizaje, etc.).

A nivel micro, los factores que definen el nivelde acceso a los recursos son de carácter endógeno yexógeno a los individuos. Los primeros se centranexclusivamente en la aptitud de los agentes paraconcebir, diseñar, organizar y financiar una idea denegocio. En particular, el acceso al conocimientopara una actividad dada depende del nivel de for-mación escolar y de la experiencia del individuo y desu talento innato para almacenar y aplicar conoci-mientos. Por su parte, el acceso a los recursos mate-riales depende de la posesión de activos monetarioscon los cuales reunir la dotación de maquinarias,instalaciones y personal que materialice el proyecto.Ambos aspectos están asociados, con frecuencia, algrupo social al que pertenece el individuo; la perte-

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nencia a un hogar de ingresos altos o con tradiciónempresarial puede fomentar la empresarialidad alallanar el acceso a los recursos8 . En conjunto estoselementos forman parte de los factores endógenos alindividuo (Storey, 1994a; Verheul et al., 2001). Losexógenos, en cambio, aluden a aquellas condicionesdel ambiente que animan u obstaculizan tanto laadquisición de conocimientos como de los mediosde producción. En referencia al conocimiento, seconsidera que los sistemas educativos con acceso res-tringido, las leyes de protección a los inventos y des-cubrimientos o los canales arancelados de circula-ción de información, entre otros, ponen barreras deacceso, y por ende, limitan su acumulación a nivelindividual. Con relación a los factores de produc-ción, una cuestión central es el grado de segmenta-ción de la oferta de créditos en el mercado de capita-les (Greenwald & Stiglitz, 1990; Storey, 1994b;Binks & Ennew, 1997)9 .

En términos agregados, la aplicación de este en-foque consiste en considerar la cantidad de indivi-duos con perfil satisfactorio en términos de capaci-dades para la actividad empresarial como una mag-nitud que se ve influida por las características demo-gráficas y económicas de la población. Entre los fac-tores más citados se mencionan:

- la densidad poblacional y tasa de urbanización.Se supone que las áreas urbanas y/o con altadensidad de población, en la medida en queconcentran la oferta de servicios educativos yde información, contienen también una mayorproporción de individuos potencialmente ca-pacitados para gestionar una firma.

- La tasa de escolaridad. Si bien no hay acuerdoacerca de cuál nivel de educación formal es elque influye sobre la empresarialidad10 , hayconsenso en que esta última aumenta con elnivel de escolaridad de la población.

- La disponibilidad de información. Se refiere alas fuentes a las que el individuo puede acudirpara adquirir o complementar los conocimien-tos transmitidos por las organizaciones escola-res formales. Se incluyen en este rubro la dota-ción de centros de capacitación y extensiónque ofrecen información y asesoramiento téc-nico para instalar una firma o introducir me-joras en las ya existentes (Sweeney, 1987).

- La estructura productiva. La presencia deempresas pequeñas en la estructura produc-tiva cumple un rol difusor de conocimien-tos. Ello se debe a que este tipo de organiza-ciones opera con tecnologías que, por un lado,facilitan la acumulación de conocimientosespecíficos por parte de los operarios (p. ej. elaprendizaje es más completo porque el tra-bajador aprecia una mayor diversidad de acti-vidades que en una planta de gran dimen-sión, y tiene mayor conciencia de los princi-pios físicos y mecánicos de las tareas que rea-liza), y por otro, suelen ser más intensivas enmano de obra.

- El nivel de ahorro local. Representa un in-dicador del nivel de riqueza que disponen losindividuos de una comunidad para instalaro expandir una firma. Naturalmente, cuantomayor sea el ahorro, mayores son las posibili-dades de financiar la inversión. A su vez, unelevado nivel de ahorro es reflejo de un altonivel de ingreso, y por ende, de demandasmás diversificadas, que pueden constituir labase de explotación de nichos de demanda(Verheul et al., 2001).

- El funcionamiento del mercado de capitales.El rol del financiamiento en la concreción deproyectos de inversión ha sido enfatizado por

8 Este argumento se contrapone a la hipótesis del des-plazamiento enfocada en los grupos étnicos, que sos-tiene que el sentimiento de discriminación impulsa laactividad empresarial. Los principales argumentos de esavisión alternativa se exponen más adelante.

9 Dificultades exógenas de acceso a los recursos depen-den también de las características de la actividad en la que sedesenvuelve o desea ingresar el emprendedor. Esto será tra-tado con más detalle en el siguiente inciso.

10 Al principio se suponía que a mayor nivel educativoalcanzado, mayores son las chances para que el individuopueda concretar un proyecto de negocios en términos delacceso al conocimiento, ya que la educación superior ofrecemás herramientas de evaluación que las instancias de forma-ción anteriores. Sin embargo, el nivel educativo alcanzadotambién aumenta las perspectivas de ingreso como asalaria-do y puede disminuir el atractivo de la actividad indepen-diente.

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numerosos trabajos (Evans & Leighton, 1989;Blanchflower & Oswald, 1998, entre otros).Las estrategias de segmentación de la oferta defondos por parte de bancos e instituciones decrédito, por ejemplo, están orientadas a dismi-nuir el riesgo de la cartera de deudores. Elloencarece el crédito para las nuevas firmas o lasde menor tamaño, debido a que la probabili-dad de fracaso es mayor con relación a las em-presas establecidas o de gran dimensión. Eneste sentido, el funcionamiento del mercadode capitales –en términos de grado de con-centración de la oferta y reglas de fijación deprecios (interés)- resulta relevante a la hora deevaluar los determinantes de laempresarialidad.

3.1.3. Factores sectoriales y macroeconómicos

Este ítem se refiere, básicamente, a la cantidad ycalidad de las oportunidades que brinda el ambien-te para el despliegue de las actividades emprende-doras, y suele contener dos grandes grupos de ele-mentos. Por un lado, aquellos de carácter sectorial,esto es, los específicos a cada rama (estudiados ge-neralmente en el ámbito de la organización indus-trial), y por otro, los que dependen de variablesmacroeconómicas. A continuación se ofrece un bre-ve panorama de cada uno.

En la especificación de los factores sectorialesse deben distinguir aquellos que influyen en laentrada de firmas de los que afectan a la supervi-vencia y/o expansión. El concepto de “atractividadneta” puede ser útil para identificar a los prime-ros. En este término se resumen, para un sectordado, los beneficios esperados de instalar unanueva firma corregidos por los respectivos costosde puesta en marcha. Varios autores señalan queen particular, la tasa de rentabilidad del sector y elcrecimiento de la demanda aumentan las expec-tativas de ganancia de las firmas potenciales, y porende, estimulan la entrada. Por su parte, la exis-tencia de economías de escala, las prácticas de di-ferenciación de producto intensivas en recursos(I+D o publicidad), la magnitud de los costoshundidos requeridos y las eventuales diferenciasen los niveles de la curva de costos entre las firmaspotenciales y las establecidas aumentan los costosde entrada a un sector dado, y por ende, la des-

alientan11 . Los empresarios reciben de este modoseñales acerca de las oportunidades de beneficioque ofrece la estructura económica. De aquí seinfiere la relevancia que adquiere la composiciónsectorial de una economía, en la medida en quedefine la disponibilidad de oportunidades atrac-tivas de negocio con que se encuentran los empre-sarios.

La supervivencia y crecimiento de las firmas, porsu parte, están apoyadas en general en las capacida-des creativas de las organizaciones. Las capacidadesrequeridas, sin embargo, varían de un sector a otro;en algunos sólo basta con los saberes acumuladospor el empresario y/o los trabajadores, y en otrosestos activos no son suficientes como punto de apo-yo de un proceso sostenido de expansión. Existenpor lo menos dos enfoques modernos a partir de loscuales se interpretan las diferencias intersectorialesobservadas en la evolución de las empresas.

Por un lado, la noción de “regímenes tecnológi-cos” distingue los sectores donde la innovación (comooportunidad de crecimiento) es concretada princi-palmente por firmas jóvenes, y por ende, pequeñas(“régimen entrepreneurial”). En ese tipo de ambien-tes las firmas ya establecidas no pueden consolidaruna ventaja duradera basada en el control de unabase de conocimientos de su propiedad. Por estemotivo, se ven permanentemente desafiadas por lallegada de innovadores ajenos a la actividad. En otrosambientes, las mejoras tecnológicas se gestan en for-ma planificada en laboratorios de I+D (asociados, engeneral, a firmas de gran tamaño), conformando loque se denomina un “régimen rutinizado”. Allí, lamayor parte de las oportunidades de progreso basa-das en la innovación es acaparada por las organiza-ciones de larga trayectoria en la actividad y que hanrecorrido un proceso histórico de acumulación deconocimiento, sobre cuya base construyeron sus ven-tajas competitivas.

Por otro lado, la hipótesis del ciclo de vida de laindustria (Gort & Klepper, 1982; Klepper, 1996) pos-tula que las condiciones tecnológicas y de mercado de

11 Estos elementos serán analizados con más detalle en elúltimo ítem de este apartado. De todos modos, para quienesestén interesados en profundizar las cuestiones relativas a losdeterminantes sectoriales de la natalidad de firmas, se reco-mienda la revisión de Geroski (1991).

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un sector se modifican a lo largo de su evolución tem-poral. Así, en las etapas “juveniles” existen perspectivasfavorables para la entrada de nuevas firmas innovativas.Mientras que en fases posteriores, cuando las técnicasproductivas y las características del producto se hanconsolidado, los emprendedores potenciales encuen-tran dificultades para ingresar y/o para competir en unpie de igualdad con las organizaciones ya establecidas,que son precisamente las que ostentan el control de lasclaves tecnológicas del negocio. El período que ofrecemás perspectivas de crecimiento para las firmas (aun-que también más riesgoso) es aquel donde aún la efi-ciencia o los precios no son críticos para competir, debi-do a que todavía no ha surgido un diseño dominanteen la industria. En esta etapa es posible ingresar al mer-cado ofreciendo distintas variedades de las existentes,incluso con algún grado de ineficiencia. A medida quela actividad se consolida, las características del productocomienzan a definirse de un modo más preciso, y lacapacidad de las empresas para expandirse pasa a de-pender de elementos relacionados con los costos. Estogenera un proceso de salida masiva de la actividad (shakeout), que refuerza la ventaja de las sobrevivientes paraintroducir innovaciones y, por ende, progresar.

El argumento que pretende volcarse aquí es elsiguiente. Por un lado, es sabido que las actividadesindustriales difieren de un modo sistemático entérminos de las tecnologías y las formas de compe-tencia. Por otro, ambos factores inciden sobre elgrado de receptividad del ambiente de mercado parala experimentación empresarial (oportunidades denegocios, perspectivas de crecimiento empresarial,etc.). Así, se infiere que –al igual que las condicionesde entrada- la composición sectorial de la economíase erige en un factor de peso respecto de la intensi-dad y naturaleza de la actividad empresarial.

Además de los factores sectoriales, varios trabajosseñalan que la existencia de un ambiente propiciopara la actividad empresarial se ve fuertemente in-fluida por aspectos macroeconómicos y de la políticaeconómica, que a su vez pueden manifestarse en lasrentabilidades sectoriales. Existen varios mecanismosa través de los cuales las variables macroeconómicaspodrían incidir sobre la empresarialidad. Por ejem-plo, el comportamiento del sistema de precios afectael nivel de incertidumbre sobre la evolución futurade la economía, y por ende, la capacidad de los agen-tes para planificar sus acciones (Pindyck & Solimano,

1993). En el plano fiscal-administrativo, por su par-te, frecuentemente se sostiene que los costos de con-cretar un proyecto de inversión aumentan con elnivel de complejidad de las distintas instancias bu-rocráticas de la administración pública y disminuyecon el grado de coordinación de un organismo aotro (Brunetti et al., 1997; OCDE, 1998a). Enotros aspectos, en cambio, hay menos consenso; lapolítica comercial, la orientación del Estado (p. ej.desregulación y privatización), el funcionamientodel mercado de trabajo (p. ej. flexibilidad de la dura-ción de la jornada laboral y de las remuneraciones) ydel mercado de capitales (p. ej. liberalización) for-man parte de las discusiones más recientes sobre elimpacto de la política económica en el dinamismoempresarial12 .

3.2. Determinantes no triviales: las instituciones

Como se mencionó anteriormente, la ramakeynesiana del desarrollo prestaba atención a los fac-tores de demanda, esto es, a los modos de aumen-tar las oportunidades de beneficio y su percepción enel sector privado, especialmente en las economíasperiféricas. En general, los trabajos identificaban fac-tores sectoriales y macroeconómicos como los argu-mentos principales de las oportunidades de benefi-cio. Sin embargo, una cuestión adicional, que ha reci-bido mayor atención desde principios de los ‘80, esque los incentivos de demanda pueden verse poten-ciados o atenuados ante determinadas circunstanciasque están fuera del alcance del propio sector indus-trial o la coyuntura macroeconómica. Como se deta-lla anteriormente, aspiraciones diferentes de la bús-queda de beneficio o restricciones de acceso a losrecursos constituyen elementos que pueden demorarla reacción de los agentes a dichos incentivos. La iden-tificación de los factores que impulsan o retardan larespuesta de los individuos a las oportunidades debeneficio constituye el fundamento del estudio de laempresarialidad.

12 MacDonald (1994), Bassanini et al. (2001) y KusumDas (2002) abordan distintos aspectos del ambienteregulatorio y su impacto sobre la productividad. En todoslos trabajos se registra una postura favorable a las políticaspro-competitivas (apertura, privatización, desregulación).Rodrik (1992), Stiglitz (1999), Gore (2000) y Easterly(2001) cuestionan la validez empírica de una relación posi-tiva entre la aplicación de este tipo de políticas y el aumentode la productividad a nivel agregado en los PMD.

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Tradicionalmente, la investigación sobre los de-terminantes de la empresarialidad se centraba casiexclusivamente en cuestiones microeconómicas,como los intereses personales de los empresarios ysus capacidades adquiridas e innatas. No obstante,aun cuando las cualidades de los individuos repre-sentan una porción significativa en la explicacióndel perfil empresarial de un país o región, muchosautores (Gerschenkron, 1953; Young, 1971;Etzioni, 1987) han señalado que estos factores estánmoldeados por las características de la organizaciónsocial y política de un determinado territorio.

Los elementos que subyacen fuera de la esferaeconómica y no se limitan al individuo son califica-dos en la literatura como “institucionales”. El es-tudio de los factores institucionales (esencialmentesu definición y elementos constitutivos) y su rol enlas distintas facetas del proceso de desarrollo formaparte del interés central de la economía de las insti-tuciones. Los trabajos de Veblen y Commons cons-tituyen el punto de partida de las principales nocio-nes conceptuales en la temática. PosteriormenteAyres (1957), Olson (1965; 1996), Williamson(1985), North (1990) y David (1994) marcaron nue-vos hitos en la literatura institucionalista13 .

3.2.1. Los costos de transacción y el rol de lasinstituciones

Las distintas corrientes de pensamientoinvolucradas en el estudio de las instituciones tienensu origen en la crítica a tres supuestos centrales de lateoría neoclásica: el de racionalidad, el de informacióncompleta y el de independencia de las preferencias in-dividuales (Dupuy et al., 1994). Brevemente, el levan-tamiento de estos supuestos implica el reconocimientode que los agentes enfrentan costos para conocer lacalidad, precios y confiabilidad de las transacciones conotros agentes y que las decisiones microeconómicaspueden recibir influencias exteriores, que se combinancon sus voluntades individuales.

El enfoque institucionalista reconoce que todatransacción incurre en la necesidad de: (a) obtener yverificar la información acerca de la calidad y canti-dad de los bienes y servicios a intercambiar, la repu-

tación y antecedentes de la contraparte de la transac-ción y la calidad de los derechos de propiedad que seestán intercambiando; (b) diseñar, monitorear y re-afirmar el contrato de transferencia; y (c) prever laocurrencia de litigios y resolución de disputas. Loscostos asociados a estas tareas son conocidos como“costos de transacción” (CT).

Los CT aluden a los costos de especificar lo quese está intercambiando y de reafirmar los acuerdos,y derivan precisamente de los límites en la capaci-dad de interpretación de los individuos, de la exis-tencia de asimetrías de información y de la posibili-dad de conductas oportunistas. Estas restricciones(internas y externas al individuo) implican costostanto en el proceso de toma de decisiones como enla implementación de las mismas, y por ende, laposibilidad de suspender acuerdos entre agentes.Así, cuanto mayores sean los CT, más obstáculosencuentra la coordinación espontánea de los indi-viduos, esto es, la posibilidad de celebrar intercam-bios de un modo sistemático y auto-organizado14 .

La reducción de los CT implícitos en las transac-ciones se consigue a través de una serie de restriccio-nes sobre el comportamiento. Estas restricciones,conocidas también como instituciones, representanun conjunto de procedimientos designados paradetectar desvíos y reforzar el cumplimiento de losacuerdos. Estas normas reducen entonces los costosde aplicación de determinadas acciones (p. ej. ob-tención de información o previsión de posibles frau-des) destinadas a disminuir la incertidumbre. Deeste modo, la función de las instituciones es propor-cionar una estructura a las decisiones cotidianas que“señala” a los agentes qué comportamiento es prefe-rido, requerido o prohibido (Favereau, 1989). Elcontrato exige una reglamentación, un derecho con-tractual no modificable por los particulares, y estetiene un origen social. Para que el acto de intercam-bio se haga efectivo se debe despejar la desconfianza

13 Los artículos de Hodgson (1993; 1998) y Samuels(1995) ofrecen un panorama bastante completo de losavances en este campo de reciente expansión.

14 La base teórica de los costos de transacción descansaen los problemas de agente-principal derivados de la exis-tencia de información asimétrica. Brevemente, la presenciade asimetrías de información incentiva a que alguna de laspartes de la transacción (la que posee mayor información)no cumpla –parcial o totalmente- con sus obligaciones sinque las otras puedan notarlo. En la literatura, estas situacio-nes pueden derivar en fenómenos de selección adversa, ries-go moral y mercados incompletos. Varian (1990) ofreceuna exposición detallada de estas cuestiones.

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y la sospecha. Cualquier duda sobre la objetividad(p. ej. incertidumbre acerca de la calidad del pro-ducto) desnaturaliza profundamente el marco delintercambio hasta bloquear incluso la transacción(Akerlof, 1970; Stiglitz, 1987).

En suma, las instituciones representan mecanis-mos externos a la mente humana que, simultánea-mente con los “modelos mentales” individuales, sonutilizados para procesar la información que provienedel entorno (North, 1990). Estos mecanismos estáncompuestos por normas y códigos que informan alos agentes acerca de su posición y las consecuenciasde sus acciones (Feeny, 1988). Con todo, las insti-tuciones que prevalecen en la práctica, aunque danlugar a intercambios que no se realizarían en su au-sencia, no consiguen eliminar totalmente los CT, y aveces pueden agregar distorsiones a los mercados(Nelson & Sampat, 2000). Por lo tanto, el nivel quefinalmente alcancen los CT es variable. Su magni-tud depende de la tecnología disponible para trans-ferir y evaluar información y de la calidad de lasinstituciones (p. ej. transparencia y eficacia de lasreglas y grado en que éstas reducen los costos derecolección de información).

3.2.2. Tipos de instituciones

Las instituciones tienen componentes formalese informales. Los primeros comprenden el conjuntode leyes y reglamentos escritos diseñados para deli-mitar (en términos legales) el comportamiento de losindividuos. Los elementos informales aluden a lasconvenciones y símbolos no escritos, compartidospor una sociedad en torno a ciertos valores y sancio-nes hacia la conducta individual y colectiva. En ge-neral, las instituciones informales están asociadas conla cultura y costumbres de una comunidad (Olson,1996)15 . Por su parte, la proliferación de reglas es-critas está estrechamente relacionada con el grado deespecialización y división del trabajo (o grado dedesarrollo) del sistema económico (Burky & Perry,1998).

3.2.3. Instituciones formales y empresarialidad

La distinción anterior resulta útil para compren-der el modo en que instituciones y empresarialidadestán vinculadas. Es posible plantear dos mecanis-mos por los cuales las instituciones pueden influir

sobre el dinamismo empresarial de un territorio dado.Por un lado, el nivel de complejidad de las normasescritas (estabilidad y coherencia de las políticas, trans-parencia en su implementación, número de instan-cias burocráticas de aplicación, demora relativa deresoluciones, etc.) puede acentuar o mermar las opor-tunidades de beneficio percibidas por los agentes.En este sentido, si bien se admite que las institucio-nes reducen la incertidumbre implícita en las tran-sacciones, ciertas configuraciones –en términos deleyes y reglamentos- pueden provocar un aumentode los CT, específicamente cuando el costo de cono-cer las regulaciones es muy elevado. En estos casos, lacantidad o complejidad de los procedimientos escri-tos puede demorar o suspender ciertas transacciones(p. ej. tiempo que insume la habilitación de ciertasactividades comerciales, tiempo consumido para co-nocer reglamentaciones relativas a algunas operatoriasespecíficas como importación o exportación, etc.)(Brunetti et al., 1997). Por este motivo, la debilidadinstitucional de un país o región en su faceta formalpuede originarse en la escasez de normativas quedan lugar a un elevado grado de incertidumbre, oalternativamente, en la multiplicidad y superposi-ción de normas que encarecen la reducción de laincertidumbre.

15 Se debe aclarar, no obstante, que autores como Nelsony Sampat (2000) o Verheul et al. (2001) señalan que loselementos de carácter cultural y las cuestiones legales nodeberían ser incluidos en un mismo plano de análisis. Enprimer lugar, la consideración del cuerpo de leyes y estruc-turas organizacionales, junto con el sistema de creencias yprocesos políticos de una sociedad, puede convertir al tér-mino instituciones en un recipiente de difícil tratamiento enun análisis coherente. La cobertura de un campo conceptualtan vasto puede resultar demasiado compleja para su trata-miento teórico, aunque en la práctica operen simultánea-mente. Segundo, se argumenta que no siempre institucio-nes formales y cultura son consistentes. En algunos casos,como sugiere North (1990), las reglas escritas emergennaturalmente de las convenciones informales, aunque estono siempre se cumple. Esto dificulta aún más cualquierdefinición conceptual y la identificación de relaciones decorrelación. En tercer lugar, desde el punto de vistametodológico, la cultura no es observable mientras que lasleyes y procedimientos formales sí lo son. Este matiz hadado lugar a una extensa ramificación en la economía de lasinstituciones, que podría ser distinguida, en términos gene-rales, por el énfasis otorgado a uno u otro componente. Lasdiversas posturas se encuentran presentadas en forma ex-haustiva en Samuels (1995).

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3.2.4. Instituciones informales y empresarialidad

El cuestionamiento que el enfoque institucio-nalista hace a la teoría neoclásica acerca del supuestode independencia de las preferencias individuales sebasa en el reconocimiento de que los objetivos yactitudes de los agentes se forman en un sistema devalores, tradiciones y convenciones no escritas queprevalecen en la comunidad. Este segundo canalmediante el cual las instituciones pueden influir so-bre la conducta de los agentes, y a su vez sobre eldesarrollo económico, fue sugerido inicialmente porMax Weber al proponer una relación causal entre lareforma protestante y la emergencia del capitalismooccidental durante el siglo XVI. Así como Webervisualizaba a las convicciones religiosas como el prin-cipal elemento que regulaba el sistema de valores enlos siglos XV y XVI, varios autores enfocados al mis-mo análisis para el siglo XX, han asignado esta fun-ción a la familia y al sistema educativo (Kasdan,1971). En conjunto, esta serie de trabajos analiza laempresarialidad desde una perspectiva esencialmentesociológica. Baumol (1990) ha sido tal vez el princi-pal difusor contemporáneo de la idea de que son lascreencias y la valoración social de ciertas actividadeslas que moldean la aparición y consolidación de unsector social dispuesto y capacitado a ejercer el rol deburguesía.

El análisis sociológico de la empresarialidad con-sidera a la creación y gestión de una firma como unfenómeno esencialmente grupal. El empresario esvisto como miembro de una comunidad. Esta co-munidad puede intervenir directamente en el pro-yecto (ofreciendo apoyo financiero, clientes, contac-tos, etc.) o indirectamente, a través de convencionesestablecidas sobre ciertas prácticas y valoración socialde la actividad independiente. Este tipo de explica-ciones se basa, en la mayoría de los casos, en expe-riencias particulares (norte de Italia, Países Bajos, etc.),analizando los grupos sociales e ideologías dominan-tes que lideraron procesos de industrialización y de-sarrollo local. No obstante –como se mencionó ante-riormente-, si bien se reportan diferencias sustancia-les de un caso a otro en estos aspectos, el denomina-dor común a estas interpretaciones parece ser la hi-pótesis de que las valoraciones que la comunidad dereferencia hace de la actividad independiente, asícomo su receptividad cultural y apertura mental,inciden significativamente en la aparición y consoli-

dación de un grupo emprendedor. Se deriva enton-ces que cuanto más apreciada sea la actividad empre-sarial en una comunidad, mayor será la motivaciónde los individuos para convertirse en empresarios.Esto es apoyado a su vez por otra serie de elementos,como el sistema de estratificación social, los canalesde movilidad y las ideologías dominantes (Papanek,1962; Hagen, 1971; Shapero & Sokol, 1982;Wennekers & Thurik, 1999).

Esta hipótesis se basa en el supuesto de que laorganización de la sociedad experimenta un altogrado de integración, condición para que la asimila-ción de estos valores ocurra de un modo natural.Existe un enfoque alternativo que postula precisa-mente lo opuesto; la insatisfacción o falta de inte-gración del individuo a las formas de organizaciónsocial imperantes pueden favorecer laempresarialidad (Bates, 1993). El argumento se basaen la “hipótesis de la marginación”, del “desplaza-miento” o del “empuje”, que destaca la relevanciade un evento “negativo” como impulsor de la crea-ción de firmas. Brevemente, para esta aproxima-ción la decisión individual de auto-emplearse nosiempre es “voluntaria”; el desempleo o la migra-ción colocan frecuentemente a los individuos enposiciones marginales respecto de la comunidaden la medida en que implican su participación en elmercado laboral informal, de bajo salario o de em-pleo temporal. Esta circunstancia, según esta hipó-tesis alternativa, puede provocar una sensación deinsatisfacción y estimular la búsqueda de activida-des que permitan escapar de dicha situación16 .

Por otro lado, como se ha definido más arriba, laempresarialidad no se limita al análisis de los factoresque inciden en la decisión de ser empleado o patrónpor parte de los individuos, sino también a la con-ducta misma de las empresas, una vez establecidas.

16 El enfoque de la marginación difiere con el resto de lasexplicaciones sociológicas de la empresarialidad, que cen-tran sus argumentos en torno al significado que la sociedadotorga a la actividad empresarial. Lo que parece intervenirpara este enfoque es, en cambio, la escasa remuneración delempleo asalariado y la alta segmentación en el mercado detrabajo, lo que en conjunto, hace más atractivo el empleoautónomo. Por este motivo, la hipótesis de la marginaciónno se contrapone a que la sociedad valore positivamente laactividad independiente. En todo caso, lo que pareceenfrentarlas es el supuesto sobre la posición del individuoen la jerarquía social.

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Si bien en estos términos la empresarialidad parecetener límites más ambiguos (p. ej. existen muchospuntos de vista acerca de qué conductas pueden serconsideradas “emprendedoras” y cuáles caen fuerade este rango), basta con asociar empresarialidad conel dinamismo que exhiben las firmas. Un elementoque parece ocupar un papel central en esta dimen-sión es la existencia de vínculos fluidos entre lasempresas y entre éstas y el resto de las organizacionesdel sistema. Pero la emergencia de relaciones (de co-laboración e incluso de mercado) inter-firma e inter-organizacionales también tiene un componente so-cial. En este sentido, si se supone que los patrones deinteracción son relevantes tanto para el desempeñode las firmas individuales como para el conjunto delsistema productivo, el análisis no puede reducirseentonces a la simple adición de las conductas indivi-duales. Así, las convenciones a través de las cuales lapoblación moldea sus intereses se impregnan tam-bién en el modo en que sus organizacionesinteractúan.

En particular, la existencia de lazos de confian-za y el rol que ocupa la reputación personal en unacomunidad constituyen, según Lazonick (2001), labase social de cualquier transacción (mediada o nopor un acuerdo de precios). El argumento es queambos elementos representan indicadores adecua-dos del grado de reafirmación de los acuerdos (estoes, un alto costo de incumplimiento o de fraude enla relación) y esto disminuye los CT para quienesparticipan en los intercambios. En contraposición,un ambiente caracterizado por la falta de confianzapuede conducir a las firmas a dedicar tiempo y di-nero para protegerse del comportamiento oportu-nista de aquellos con los que tiene un vínculo. Estopuede desestimular algunas iniciativas empresaria-les, especialmente las que requieren de un altocompromiso de otros agentes (OCDE, 1998a).

En suma, mientras que las reglas formales afec-tan a la capacidad de los individuos para reunir einterpretar la información, las informales moldeansus aspiraciones. Por este motivo, se considera queuna comprensión más integral del fenómeno de laempresarialidad no debe limitarse a los factoresconcentrados en los rasgos individuales de losempresarios actuales y potenciales, sino que debetener en cuenta además la configuración institucionalen la cual dichos rasgos se engendran. Asimismo, el

hecho de que los aspectos individuales y colectivosreflejen procesos profundamente interrelacionadosinvalida cualquier intento de identificar el peso decada una en el dinamismo empresarial.

3.3. La circularidad de los determinantes de laempresarialidad

El conjunto de determinantes de laempresarialidad enumerado más arriba puede serabordado a través de una categorización alternativacompuesta a su vez por dos grupos de factores.Por un lado, se considera que la empresarialidaddepende de las oportunidades de inversión que laeconomía genera (conocidas como factores de“atracción” o “arrastre”). En general, estas fuerzasinductoras están vinculadas con elementos estruc-turales y transitorios que aumentan la atractividadde un sector de producción. Se deriva entonces quecuanto más “generosa” sea la economía, tanto en elagregado como en el interior de sus sectores pro-ductivos, más oportunidades tiene la actividadempresarial de cristalizar sus proyectos. En este sen-tido, se entiende que tanto las variables sectoriales ymacroeconómicas como el conjunto de reglamen-taciones escritas forman parte de los factores dearrastre, al reflejar las oportunidades de inversiónen la economía percibidas por los agentes.

Por otro lado, algunos autores señalan que la eco-nomía en su conjunto no podría superar nunca unafase de estancamiento o recesión si no fuera por laemergencia de proyectos empresariales que, aun endicho contexto, se formulan y concretan. En estesentido, la empresarialidad no dependería entoncesde las señales macro y sectoriales, sino de la propiacalidad y cantidad de los proyectos de inversión per-manentemente generados por los emprendedores.En esta visión, el ambiente sólo funciona como so-porte de un conjunto de capacidades y aspiracionesde un grupo de empresarios que “presionan” sobre eldesarrollo económico. Al conjunto de elementos queconforman esta esfera se los conoce como factores de“empuje”. Las cuestiones referidas a la personalidadde los empresarios, a sus capacidades o incluso alsistema de valores y creencias de una comunidad,forman parte de este segundo grupo.

No obstante, si bien es fácil comprender la exis-tencia de ambas fuerzas (de atracción y de presión),

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el análisis en esta materia no ha conseguido avanzarsignificativamente más allá de esta distinción. Ello sedebe, en primer lugar, a que algunos de los factoresde inducción parecen operar simultáneamente comoelementos de empuje. Por otra parte, en uno y otrocanal subyacen elementos no observables que po-nen trabas a la refutación de la teoría o a sucontrastación con la evidencia empírica. Por estemotivo, cada uno de los elementos arriba enumera-dos debe ser entendido como un determinante de laempresarialidad desde una perspectiva estática. Entérminos dinámicos, conviene tener presente lacircularidad latente entre factores de arrastre y deempuje y el efecto simultáneo que algunas variablesejercen sobre ambos. Ello implica que en el terrenoempírico, es difícil precisar si la empresarialidad enalgunos territorios es fuerte (débil) por abundancia(escasez) de oportunidades o por exceso (déficit) deagentes capaces y motivados.

4. La relación entre empresarialidad yterritorio

Para quienes se encuentran vinculados al análi-sis regional, la empresarialidad no resulta un tópi-co secundario. Al formar parte de lo que se conocecomo el “lado de la oferta”, la posibilidad de queeste atributo se presente en forma no homogénea enel espacio representa, para los investigadores, unanueva fuente de explicación de las diferencias inter-regionales de desarrollo17 . Progresivamente se ha ido

generalizando la idea de que las consideraciones so-bre esta materia resultan esenciales en todo análisiscoherente y completo del cambio regional. Algunosautores sugieren incluso que un tratamiento exten-sivo de la empresarialidad podría constituir la basemicroeconómica del cambio estructural a nivel re-gional (Sweeney, 1987; Suárez Villa, 1989).

La razón para referir la empresarialidad a la es-fera regional se basa en que una parte de sus deter-minantes tiene un alcance geográfico limitado. Porejemplo, si la empresarialidad es evaluada en térmi-nos del nacimiento de nuevas empresas, la posibili-dad de colocar inicialmente la producción en elmercado local adquiere gran importancia, ya que lademanda potencial inmediata de la nueva organi-zación es en su mayor parte local. A su vez, en lamedida en que la producción añadida por las em-presas de reciente creación se destine al mercadolocal, los rasgos de la estructura manufacturera quedeterminan la entrada, supervivencia y crecimien-to de las firmas son también los del ámbito regio-nal. Por ende, los factores sectoriales y coyunturalesexpuestos anteriormente son esencialmente de ca-rácter regional (excepto aquellos referidos a la evo-lución de variables macroeconómicas), al menosdurante las primeras etapas de vida de las firmas.

Más allá de la espacialidad con que se manifies-tan algunos determinantes específicos de la creaciónde empresas, como la demanda o la estructura in-dustrial, diversos trabajos implícitamente reflejan queotros determinantes de la empresarialidad, podríandiferenciarse también en el territorio. A continua-ción, un breve comentario de ellos.

4.1. La espacialidad de las convenciones sociales

Hasta aquí se mostró que el análisis de laempresarialidad puede adquirir una dimensión re-gional si se considera el carácter localizado de algu-nos de sus determinantes, como los incentivos dedemanda, las características de la estructura produc-tiva o el acceso a los recursos. Estos elementos fue-ron considerados anteriormente como parte de lascondiciones básicas para influir sobre el perfil em-presarial de los individuos. Se ha especulado acercade la posibilidad de que algunos de los determi-nantes no triviales de la empresarialidad tuvieranademás un carácter espacialmente limitado. En la

17 Si bien las conexiones entre empresarialidad y desa-rrollo fueron exploradas en varias oportunidades(Leibenstein, 1968; Kilby, 1971; o desde una perspectivaneo-marxista, Baran, 1952 y Frank, 1973), las implicanciasderivadas de los modelos de crecimiento endógeno deRomer (1990) y Lucas (1988) otorgaron un nuevo impul-so a su tratamiento. En esencia, estos modelos incorporan elsupuesto de rendimientos crecientes en la producción deri-vados de derrames provenientes del capital humano. Estavariable estaría representada tanto por el nivel de conoci-mientos y habilidades de los asalariados como por las capa-cidades y aspiraciones de los capitalistas. Algunas estimacio-nes indican que estos componentes –considerados en formaconjunta- podrían tener un impacto sobre el crecimientodel producto de mayor magnitud que la acumulación decapital o la expansión del empleo. Como la dinámica deestos modelos admite la posibilidad de divergencia en losniveles de ingreso per cápita, la empresarialidad podría serconsiderada una nueva fuente de diferenciación en el des-empeño económico entre países y regiones.

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medida en que estas reflexiones ganen una mayoradhesión en las discusiones, la empresarialidadpodría ser considerada como un fenómeno esen-cialmente regional18 . En la literatura, la dimensióninstitucional con mayor raigambre regional se apo-ya en las instituciones informales. El argumento essencillo: en tanto la emergencia de convenciones,tradiciones y sistemas de valores sociales requierende contactos personales y experiencias comunes, sugeneralización enfrenta fuertes barreras espaciales.

Como notan Maskell y Malmberg (1995), lasdisposiciones de carácter formal enfrentan menosobstáculos para ser copiadas de una región a otra.Sin embargo, los condicionantes culturales subya-centes (e incluso algunos relacionados con las habi-lidades productivas) requieren largos períodos detiempo para ser asimilados. Esto hace que los pro-cesos tanto de cambio como de consolidacióninstitucional sean naturalmente lentos,acumulativos y por ende, intransferibles de un te-rritorio a otro. En este sentido, la empresarialidad seconcibe como un fenómeno con fuerte continuidadtemporal y discontinuidad espacial.

Más aun, varios autores consideran que la co-operación entre los agentes proviene de una moda-lidad común de asimilar situaciones, problemas yoportunidades. Por ende, si dicha modalidad di-fiere de un territorio a otro, la empresarialidad dife-rirá espacialmente. Esto, por su parte, alienta posi-bles explicaciones de las diferencias en su nivel dedesarrollo económico.

Es preciso mencionar que la hipótesis de que lasinstituciones informales son en sus fases constituti-vas de naturaleza territorial proviene esencialmentedel plano empírico. La adhesión que ganó entre al-gunos investigadores se explica básicamente por laproliferación de estudios de caso en torno a algunasexperiencias de industrialización reciente o dedinamización del tejido productivo, localizadas enpaíses desarrollados. El patrón de desarrollo de cadauna de estas regiones refleja, según sus analistas, una

base institucional conformada por rasgos culturalesy de organización social que difieren de un caso aotro.

Por ejemplo, la industrialización del NE de Italiadurante los ’50 y ’60 se caracterizó por el liderazgode una pequeña burguesía formada por campesi-nos emigrados del agro, con marcados lazos filialesy mandatos religiosos en la formación de redes decontención social, y un fuerte compromiso de losgobiernos locales en la articulación de los requeri-mientos del mercado con las habilidades de losagentes (Becattini, 1978; 1987). Esta experienciacontrasta con la observada en algunas regiones deFrancia (Ile de France, Ródano-Alpes y Provenza).Storper (1997) relata que las principales aglomera-ciones industriales francesas (especializadas en acti-vidades de alta tecnología) evidencian estándarestecnológicos relativamente dinámicos respecto dela frontera internacional. Este dinamismo se apoyaen pronunciadas jerarquías organizacionales. Losactores que forman parte de la élite (consejeros tec-nológicos del Estado, diseñadores, etc.) definen lasconvenciones centrales del mercado (calidad, pre-cio, diseño, materiales, etc.) hacia toda la cadena deproducción (filière). En cambio, los clusters indus-triales norteamericanos emergentes durante los ’60y ’70 surgieron, según Saxenian (1994), como re-sultado del desprendimiento (spin off) de profesio-nales de los equipos de investigación de las univer-sidades y de firmas en sectores relacionados. Elmarco institucional que parece haber estado subya-cente en este proceso es un sistema de incentivosorientado a premiar la generación de novedadesrentables. Como resultado de ello, se registra unaelevada propensión por parte de los trabajadorescalificados a generar conocimientos aplicados en cier-tas áreas (especialmente electrónica e informática) ycapitalizar estas ventajas mediante la creación de unanueva firma.

El repaso de estas experiencias deja la impresiónde una marcada diferenciación regional en términosde la configuración institucional vigente, que a suvez se plasma en diferentes estilos de desarrollo. Laslecciones extraídas de estos estudios de caso con fre-cuencia han sido utilizadas como un argumento fa-vorable a la idea de que no existe un único vector decondiciones iniciales que conduzca al éxito. Sin em-bargo, esta hipótesis entraña el riesgo de considerar

18 Los autores que adhieren a esta hipótesis reconocenque no todos los determinantes del dinamismo empresarialse circunscriben exclusivamente a la escala netamente local,y pueden abarcar conjuntamente a varias regiones; sin em-bargo, su homogeneidad disminuye cuanto mayor es el áreageográfica considerada (Suárez Villa, 1986; 1989).

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que cualquier vector de condiciones iniciales deriveen patrones virtuosos de desarrollo.

4.2. La espacialidad de las organizaciones queimpulsan la empresarialidad

En los análisis regionales se ha puesto reciente-mente bajo consideración la posibilidad de que elempresario se vea impedido de asumir completa-mente las funciones que tradicionalmente se le atri-buyen (percepción de oportunidades, innovación,gestión). Como se explicó anteriormente, en au-sencia de limitaciones motivacionales, el ejercicio deeste amplio rango de funciones por parte de losempresarios individuales puede verse obstaculiza-do por restricciones de acceso a los recursos. Paraalgunos autores, estas barreras pueden ser atenua-das por la actuación de un conjunto de organiza-ciones interrelacionadas que transmitan los medios(informativos, financieros, etc.) necesarios para con-cretar las funciones propias de la empresarialidad(Suárez Villa, 1986; Sweeney, 1987; Lazonick,1991; 2001). Dentro de esta categoría se incluye alas cámaras de comercio, agrupaciones empresariassectoriales, sindicatos, clubes, entes de apoyo aemprendimientos productivos, centros de investi-gación y transferencia tecnológica, talleres de for-mación profesional, etc. Los mecanismos específicospor los cuales estas entidades pueden incrementar lacalidad y cantidad de proyectos empresariales sonde dos tipos: por un lado, las organizaciones puedendisminuir los costos asociados con una determinadatarea empresarial (en cuyo caso, operarían como con-diciones básicas, agrupadas anteriormente en el inci-so 2.119 ). Por otro lado, pueden actuar como agen-tes catalizadores de experiencias y actitudes lubri-cando el proceso de generación de expectativas, pre-ferencias y convenciones (Storper, 1997). El derra-me de recursos que este tipo de entidades (universi-dades, laboratorios, cámaras empresarias, firmas de

servicios especializados, etc.) es capaz de generar ten-dría, en principio, un alcance geográficamente limi-tado (Jaffe et al., 1993; Audretsch & Feldman,1996).

Bajo el supuesto de que el grado de complejidadorganizacional de estos entes está positivamente aso-ciado con la cantidad, calidad y densidad de enlacesentre los agentes del sistema, el estudio de su funcio-namiento puede constituir un modo de abordar lasmanifestaciones empíricas de la cooperación. Demodo que la empresarialidad, a nivel regional y entérminos de las conductas de los agentes, podría serestudiada tanto desde el análisis de los modos devinculación predominantes como desde la observa-ción del funcionamiento de sus organizaciones in-termedias.

En suma, la percepción de oportunidades, ge-neración de innovaciones y mejoras de eficienciason tareas asignadas generalmente a la firma, peroen los casos en que alguno de estos roles (especial-mente la innovación) no pueda ser enteramentecumplido por la empresa en forma autónoma, losnuevos enfoques atribuyen al territorio un papelespecial.

4.3. Las políticas locales de fomento a la empresarialidad

Otro de los motivos que ha justificado la con-cepción de la empresarialidad como un fenómenoregional, más allá del carácter localizado de las insti-tuciones informales y el alcance espacialmente limi-tado de la actuación de las organizaciones interme-dias, es el renovado rol asignado a las autoridadeslocales en la revitalización de las regiones (Schmitz,1999a). Como se anticipó anteriormente, esta cre-ciente consideración está relacionada con la progre-siva descentralización de las funciones del Estado,especialmente las que generalmente son calificadascomo “políticas activas”. Este proceso, que comen-zó en Europa a fines de los ’70, se difundió enEstados Unidos durante los ‘80 y continuó enAmérica Latina en los ‘90, convierte a los munici-pios y/o autoridades regionales en depositarios dealgunas de las herramientas de promoción indus-trial y regional. Varios documentos de la OCDE(1998a; 1998b; 1999) enfatizan que los programasde autoempleo, asistencia a las pequeñas empresas yfomento de la innovación son mejor conducidos por

19 En los últimos años, algunos investigadores en estetópico han centrado su atención en el rol de las gremialesempresarias. Estas asociaciones pueden desarrollar una ex-tensa gama de actividades, que en uno u otro sentido, inten-tan aumentar el dinamismo empresarial del área; entre ellas,la recolección de información y construcción de bases dedatos, la gestión de compras conjuntas, el dictado y promo-ción de talleres de capacitación y actualización empresarial,la organización de ferias y encuentros de negocios y la coor-dinación y gestión de créditos bancarios de sus asociados(Sweeney, 1987; Schmitz, 1999b; Meyer-Stamer, 1999).

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los gobiernos locales20 . Los argumentos que justifi-can la descentralización de las funciones del Estado,en la cual se enmarca la transferencia de las políticasde apoyo al sector productivo, se basan en conside-raciones de eficiencia (conocimiento más ajustadode las necesidades de la población por parte de losgobiernos locales, mayor capacidad de control de lasburocracias por parte de los individuos) y de partici-pación política (mayor democratización de las deci-siones públicas)21 .

***

Según lo expuesto hasta aquí, el origen del ca-rácter territorial de la empresarialidad sería claro: alas eventuales diferencias espaciales que surjan enlas condiciones básicas que impulsan el dinamis-mo empresarial se agregan las de carácterinstitucional. Tanto la idiosincrasia y cultura localcomo las organizaciones intermedias y las políticaslocales de difusión de la “cultura empresarial” evi-dencian la presencia subyacente de las institucionescomo fuente de diferencias regionales22 . Amin yThrift (1993) resumen este conjunto de relacionesen la noción de “densidad institucional”, que secompone básicamente del conjunto de organiza-ciones de la región, del nivel de interacción que adop-tan y de los acuerdos socialmente definidos. Enconjunto, estos elementos otorgan legitimidad alas conductas y prácticas locales, reafirman las rela-ciones de confianza, y por ende, estimulan laempresarialidad. En definitiva, consolidan el carác-ter “embebido” de la actividad industrial.

Hasta este punto parece haber bastante consen-so entre autores de diversas corrientes de pensamientoen que empresarialidad y sus bases institucionales

son elementos estrechamente relacionados en el aná-lisis del desarrollo regional para un momento deltiempo dado. Evidencia de ello se encuentra al ob-servar territorios donde la acumulación de capital yla emergencia de organizaciones modernas de la pro-ducción encuentran enormes trabas, mientras queen otros espacios, estos fenómenos parecen conco-mitantes naturales del progreso social en general(Hoselitz, 1957; 1960; Helliwell & Putnam, 1995).Sin embargo, la conceptualización del problema enestos términos desde una perspectiva dinámica con-lleva algunas limitaciones. Si bien las condiciones demercado y las de orden institucional –especialmentelas que involucran a la cultura y tradiciones de lacomunidad- pueden resultar consistentes entre sí enun período determinado, es probable que ello ocu-rra de un modo contingente (Amin & Thrift, 1993).Es más, aun cuando resulten compatibles en algunade las distintas fases de su evolución, no hay garantíade que esta situación se sostenga en la fase siguiente.El argumento que sostiene esta hipótesis es la relati-va inercia que exhiben las instituciones durante lar-gos períodos, en contraste con la mayor frecuenciade los cambios en el ambiente económico. Por ejem-plo, Glasmeier (1992), Cooke y Morgan (1992)23

y Guerrieri y Iammarino (2001) refieren las expe-riencias de la industria del reloj en Suiza y de algu-nos distritos italianos y alemanes, que actualmenteestán enfrentando problemas de ajuste en sus insti-tuciones, ya sea para introducir cambios o bien paramantener ciertas convenciones locales a medida quese insertan en redes internacionales de producción ydistribución. Lo notorio en estos informes es que setrata de casos que en períodos anteriores fueron con-siderados paradigmáticos en términos de desarrolloindustrial localizado. Estos ejemplos muestran queel resultado de la interacción entre el mercado y lasinstituciones no está determinado por ninguna leygeneral, y por ende, no puede ser anticipado (Maskell& Malmberg, 1995).

El siguiente gráfico ilustra en forma esquemáticalas explicaciones del desarrollo económico basadasen la empresarialidad, eje central de la exposición deeste apartado.

20 Incubadoras de empresas, servicios de información yconsultoría, programas de entrenamiento y de capacitaciónempresarial pueden ser algunos elementos de las iniciativaslocales.

21 Finot (2001) ofrece una revisión de los fundamentosteóricos de la descentralización.

22 Conviene tener presente, sin embargo, la observaciónde los revisores de este trabajo notando que el carácter “terri-torial” de las instituciones no necesariamente equivale a unalcance local o regional. En algunos casos, lo territorial pue-de circunscribirse a lo local, mientras que en otros abarca avarios países. El alcance de lo territorial dependerá, enton-ces, del caso a evaluar.

23 Ambos citados por Amin y Thrift (1993).

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5. Síntesis

La teoría general del desarrollo y la ciencia regio-nal han incorporado recientemente en sus esquemasanalíticos consideraciones sobre empresarialidad einstituciones, áreas de notable progreso en la disci-plina económica. La mayor atención que reciben es-tos aspectos se fundamenta en el nuevo rol del Esta-do frente a la promoción del desarrollo económicode regiones y países, con un carácter menos activoque el que tomó durante las décadas de 1950 y1960. Este menor protagonismo del sector públicoen las trayectorias de crecimiento económico acre-centó la importancia del sector privado, en especialdel segmento empresarial. Esto justificó entonces laincorporación en la economía del desarrollo de ele-mentos que contemplaran las motivaciones, capaci-dades y limitaciones exógenas de los empresarios.Pero el propio avance del análisis impuso la necesi-dad de encontrar explicaciones más profundas delas dotaciones empresariales de naciones y de regio-nes; los límites eventuales de los empresarios para

sobrevivir y crecer no pueden tener una base indivi-dual, especialmente cuando el “(sub)desarrollo em-presarial” alcanza a una gran proporción de la eco-nomía en su conjunto. Es por ello que junto con elenfoque de la empresarialidad aparece además lanecesidad de incorporar también elementos de laeconomía institucional en el análisis del desarrollogeneral y local.

En el plano empírico, estos progresos han sidoincorporados con diversas metodologías, que vandesde la consideración de factores históricos, socio-lógicos y culturales de carácter mesoeconómico has-ta estudios microeconómicos que analizan los rasgosempresariales e institucionales de un sistema econó-mico dado. Por este motivo, es aún incipiente cual-quier evaluación acerca de la eficacia de estos ele-mentos en los trabajos empíricos. Naturalmente,futuras líneas de investigación deberán asumir conel tiempo un gran esfuerzo metodológico, que sinduda permite anticipar resultados promisorios.

Acumulación de capital

Desarrollo capitalista

Motivación Oportunidades de beneficio

- determinantes psicológicos - determinantes sectoriales - determinantes macroeconómicos

Necesidad de logro, prestigio o poder

Búsqueda de beneficio

Capacidades

- formación escolar - capacitación - experiencia

�������Establecen la distancia entre los requerimientos

del mercado y los recursos del individuo

CONFIGURACION INSTITUCIONAL

Acceso a los recursos

FACTORES DE EMPUJE FACTORES DE ARRASTRE

Figura 1. Empresarialidad y desarrollo económico.

Fuente: elaboración propia.

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