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PODER JUDICIAL DEL PERÚ FONDO EDITORIAL OBRAS COMPLETAS. TOMO I. Vol. 1 Enrique López Albújar NARRATIVA DERECHO Y LITERATURA COLECCIÓN

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Page 1: Enrique López Albújar ENRIQUE LÓPEZ ALBÚJAR CIÓN DERE A

PODER JUDICIAL DEL PERÚFONDO EDITORIAL

ISBN 978-612-47810-1-8

DERECHO YLITERATURA

COLECCIÓN

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újar

NARRATIVA

OBRAS COMPLETAS. TOMO I. Vol. 1

Enrique López Albújar

NARRATIVALa historia de la literatura peruana del siglo XX está hecha con nombres de intelectuales que provienen de diversas canteras. Una de estas es el derecho. Enrique López Albújar fue un juez cuya actividad intelectual no se restringió solo al mundo de las leyes que organizan y regulan la interacción de los hombres en sociedad, también creó mundos literarios donde se ponen en escena, a través de la vida y del drama de múltiples personajes, el germen de la actitud delictiva y los problemas de la administración de justicia. Por el modo en que fueron representados los personajes indígenas en su narrativa, los especialistas señalaron que se trataba de una percepción «criminalizante» del indio. Acaso no podía ser de otra manera, ya que su propuesta narrativa no buscaba otro motivo literario que no fuera el presentar historias en las cuales los personajes se resisten y transgreden la ley. Con la publicación de la obra completa de Enrique López Albújar, el Poder Judicial no solo rinde homenaje a un ejemplar hombre de leyes y notable literato, sino que a través de su mirada judicial y literaria invita a re�exionar sobre los problemas históricos que aquejan a nuestra sociedad. Leerlo será asumir el reto de pensar el Perú como problema y posibilidad.

DUBERLÍ RODRÍGUEZ TINEO

Poeta, narrador, periodista, abogado, juez y magistrado. Estudió Letras y Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, institución en la cual obtuvo su grado de bachiller en Derecho con la tesis ¿Debe o no reformarse el artículo 4.° de la Constitución? (1899). Se tituló de abogado con un examen en la Corte Superior de Justicia de Piura (1904). Su carrera judicial comenzó en Piura y Tumbes, como juez interino en los Juzgados de Primera Instancia (1911-1913), y continuó en Huánuco (1917-1923) y en Piura (1923-1928) como juez de primera instancia. Se desempeñó, asimismo, como vocal interino de la Corte Superior de Justicia de Lambayeque (1928-1930) y como vocal de la Corte Superior de Justicia de Tacna (1931-1946) hasta su jubilación. Como producto de su experiencia en estos juzgados escribió, entre otros textos: Cuentos andinos (1920), donde buscó representar los problemas de la administración de la justicia en los pueblos del Ande peruano; Matalaché (1928), novela que re�eja las diferencias sociales en nuestro país; Los caballeros del delito (estudio criminológico del bandolerismo en algunos departamentos del Perú) (1936); Memorias judiciales (1933, 1938 y 1944), que brindan un testimonio de su experiencia como presidente de la Corte Superior de Justicia de Tacna. A la edad de noventa y tres años, este patriarca de la literatura peruana y juez reformador del Derecho penal, falleció en Lima el 6 de marzo de 1966.

ENRIQUE LÓPEZ ALBÚJAR(Chiclayo, 1872-Lima, 1966)

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Ciro Alegría: asedios jurídicos

Ensayos. Tomo IV Memorias. Tomo V

Y EL PODER JUDICIALBIBLIOTECA CÉSAR VALLEJO

El proceso Vallejo

Novelas esenciales:

BIBLIOTECA ENRIQUE LÓPEZ ALBÚJAR

Narrativa. Tomo I

BIBLIOTECA CIRO ALEGRÍA

Los perros hambrientos. Tomo IIEl mundo es ancho y ajeno. Tomo III

Poesía. Tomo II Teatro. Tomo III

Crónicas. Tomo VI

La serpiente de oro. Tomo I

Enrique López Albújar: asedios jurídicos

César Vallejo: asedios jurídicos

OBRAS COMPLETAS

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Enrique López AlbújarNARRATIVA

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Enrique López Albújar

NARRATIVAOBRAS COMPLETAS. TOMO I. VOLUMEN 1

COLECCIÓNDERECHO YLITERATURA

PresentaciónFrancisco Távara Córdova

IntroducciónDuberlí Rodríguez Tineo

Edición y cronologíaGladys Flores Heredia

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Obras completas. Narrativa. Tomo I. Volumen 1© Herederos de Enrique López Albújar

Primera edición: julio de 2018Tiraje: 1000 ejemplaresHecho el Depósito Legal en laBiblioteca Nacional del Perú n.° 2018-09881ISBN: Obra completa 978-612-47810-1-8Tomo I. Volumen 1 978-612-47810-2-5

© PODER JUDICIAL Fondo Editorial del Poder JudicialPalacio Nacional de Justicia, 2.º pisoAv. Paseo de la República cuadra 2 s/n, Lima, PerúTeléfono: (511) 410-1010, anexos 11571 y 11185Correo electrónico: [email protected]

FONDO EDITORIAL DEL PODER JUDICIALDirector: Francisco Távara CórdovaCoordinador: Helder Domínguez HaroEdición: Gladys Flores HerediaAsistente de edición: Jesús Marcelo NavaDiseño y composición: Rodolfo Loyola MejíaCorrección de textos: Nikolái Vides Flores PradoFotografía de carátula: Baldomero Pestana

Este libro no podrá ser reproducido por ningún medio,ni total ni parcialmente, sin el permiso previo de sus propietarios.

Impreso en Perú / Printed in Peru

Se terminó de imprimir el 20 de julio de 2018 en Editora y Librería Jurídica GrijleyJr. Azángaro 1077, Lima, Perú

ColeCCión DereCho y literaturaBiblioteca Enrique López Albújar

Enrique López AlbújarObras completas. Narrativa. Tomo I. Volumen 11.a ed. Lima: Fondo Editorial del Poder Judicial, 2018.Colección dirigida por Francisco Távara Córdova.600 pp., 16 x 22.5 cmLiteratura peruana/Siglo XX/Narrativa/Novela/Cuentos/Enrique López Albújar

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PresentaCión

enrique lóPez albújar: magistraDo y literato

Francisco Távara Córdova

introDuCCión

lóPez albújar Como juez De la inDePenDenCia juDiCial

Duberlí Rodríguez Tineo

Criterios De eDiCión

Gladys Flores Heredia

agraDeCimientos

Cronología

Cuentos

Cuentos andinos (1920)Prólogo de Ezequiel S. AyllónDedicatoria a mis hijosLos tres jircas La soberbia del piojo El campeón de la muerte Ushanan-jampi El hombre de la bandera

ÍNDICE GENERAL

VOLUMEN 1

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XXXV

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El licenciado Aponte El caso Julio Zimens Cachorro de tigreLa mula de taita RamunCómo habla la cocaVocabulario

Nuevos cuentos andinos (1937)Nuevos cuentos andinosEl brindis de los yayasHuayna-pishtanagEl blancoCómo se hizo pishtaco CalixtoEl trompiezoJuan Rabines no perdonaUna posesión judicialVocabulario de quechuismos y provincialismos huanuqueños

Las caridades de la señora de Tordoya (1955)Una personalidad y una obra profundamente peruanas. Prólogo de José Jiménez BorjaLas caridades de la señora de TordoyaEl cuentista que vivió su cuentoEl señor de EchegoyenLa desposada póstumaLas curaciones del abogado WilsonEl culpableEl maicitoEl delatorLa huelga que faltabaLos esposos Diez

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La mujer Diógenes (1972)Presentación de Mario Samamé BoggioLópez Albújar. Tras la huella primera, estudio preliminar y notas de Raúl Estuardo CornejoEl triunfo de «El trovador»La gran payasadaFebri-MorboLa mujer DiógenesEl doctor NaváAmor proteicoDos rivalesDesdén vencido Final de bodaFuera de combateUna fraseFleur de mort

Cuentos de arena y sol (1972)Una expresión de agraviosEntre Scila y CaribdisDe pesebre a pesebreEl eterno expoliadoLa embajada de los perrosCastidad perdidaAquello vino de arribaLa catástrofeLas dos carrozasEl fin de un redentor

La diestra de don Juan (1972)Prólogo de José Jiménez BorjaLa diestra de don JuanEl solo a oros de Portaro

VOLUMEN 2

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El jubilado y su fracTres de bastosLa tristeza del FaucettUn periodista en tranceMatiz, el de la narizEn pos del divorcioComo Dios lo ha dispuesto

NOVELASMatalaché (1928)

Un favor, signo de los tiempos La TinaUna llegada intempestiva El sol piurano Un paseo por la fábrica La siesta El milagro de María Luz Matalaché Unos pies divinos y unas manos hábiles El cuarto de hora precursorPromesas cumplidas Una apuesta original Un corazón que se abre y una puerta que se cierraUn día solemne, una fiesta brillante y una mano perdida La tentación El último jabón de La Tina

El hechizo de Tomayquichua (1943)Primera parte

I. El doctor Quesada pasa el RubicónII. En plena tierra tomayquichuinaIII. El poder de la chirimoya y la virtud de la gongapaIV. El psiquiatra y su casoV. Fraques, sedas y guitarras

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VI. El arco de Molino-RagraVII. El complotVIII. La tentaciónIX. Al aire libreX. Una pareja en velaXI. Una pareja desveladaXII. Regreso que parece fuga

Segunda parteXIII. Los QuesadaXIV. La joven de la daliaXV. Una visitaXVI. En las garras del pumaXVII. El hechizo roto

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XIIIPresentación

Enrique López Albújar nació el 23 de noviembre de 1872 en Chiclayo, y murió en Lima el 6 de marzo de 1966, a los

noventa y cuatro años de edad. La suya fue una vida entregada a sus dos más intensas pasiones: el mundo de las leyes y el mundo de las ficciones. Aunque por declaraciones, conocemos que él se consideraba más afín y más entregado a las leyes, tal como se lo hizo saber a uno de los estudiosos de su obra: «Ya le he dicho a Ud., Cornejo, que para mí más importancia tiene la carrera de magistrado que he hecho. ¡Más que la literatura y el periodismo!» (Vega 2017: 18). Pese a esta identificación plena de su labor de magistrado, no comprenderíamos el conjunto de su obra literaria (narrativa, poesía, teatro, ensayos, memorias y crónicas) sin atribuirle efectivamente una pasión y una dedicación al arte de crear ficciones. En una de las escenas testimoniales sobre su labor como narrador y sobre cómo funcionaba su laboratorio narrativo y ficcional, el jurista huanuqueño Ezequiel S. Ayllón proporciona esta pincelada del narrador, a quien en asuntos literarios se observa proceder con cuidado, como si se tratara de un caso judicial:

López Albújar sabía de estas aficiones por nuestras frecuentes charlas literarias, en los momentos que la labor del código y del papel sellado nos dejaba más o menos disponibles. Recogió de nosotros algunos datos, algunas observaciones inéditas; se puso al habla con cuantas personas podrían suministrarle informaciones en el terreno, y entabló con ellas cerradas conferencias, cuestionario escrito en mano para no

PRESENTACIÓN

ENRIQUE LÓPEZ ALBÚJAR:MAGISTRADO Y LITERATO

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XIV Enrique López Albújar ● Narrativa

perder detalles y conservar el espíritu de la época y el tinte lugareño del relato. Por supuesto, su imaginación de poeta ha tenido que contribuir, con elementos de todo orden, a esta faena, que de suyo reclamaba tan importante colaboración, para crear situaciones y dar vida y animación a muchos cuadros, conservando siempre la índole, el sello distintivo de la raza (1920: 7-8).

El trabajo intelectual de López Albújar no se puede reducir a uno u otro ámbito, pues en ambos su intelecto y su calidad humana realizaron sus contribuciones. Es más acertado considerar que, en su caso, estamos frente a un productivo y ejemplar equilibrio de la vocación jurídica y el quehacer literario. Me arriesgaría a decir que, en su caso, esta sintonía es una aventura del pensamiento que tiene en el centro de su atención al ser humano frente a sus circunstancias. Si consideramos de este modo el quehacer intelectual de López Albújar, comprenderíamos el proceso de construcción de su audacia jurídica tanto como sus vueltas de tuerca en el campo de la literatura. Anotan los estudiosos de su obra que su tesis para optar el grado de bachiller en derecho fue censurada por tratarse de un tema anarquista. Si atendemos a su título: La injusticia de la propiedad del suelo (1898), esta es lo suficientemente crítica de la persistencia estructural del feudalismo y todo lo que ello implica como mecanismo organizador de la estructura social. Pero esta es solo una escena inaugural de su discurrir a contracorriente. Probablemente el hecho que ratifica y perenniza su vocación crítica esté plasmado en su suspensión del ejercicio del cargo de juez por tres meses tras emitir un fallo que absolvía a dos acusados de doble adulterio. Las palabras que expresan con más acierto esta experiencia le pertenecen al juez, sancionado por prevaricato, quien en la dedicatoria de su libro Cuentos andinos (1920) les dice a sus hijos:

[…] En la alternativa de condenar por una falta (¿por qué delito?) que todos los hombres honrados cometen diariamente sin perder por ello la estimación pública, y la de absolver para tranquilizar mi conciencia, no vacilé en apartarme voluntariamente del camino que me indicaba

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XVPresentación

la ley. Preferí ser hombre a ser juez. Preferí desdoblarme para dejar a un lado al juez y hacer que el hombre con solo un poco de humanismo salvara los fueros del ideal (López Albújar 2018: 21, t. I, vol. 1).

Para las primeras décadas del siglo XX estas declaraciones son «reformadoras» de un sistema normativista (Vega 2017); pero es, a no dudarlo, la expresión de un hombre de leyes que piensa en el ser humano y sus circunstancias. No hay detrás de la decisión una máquina humana de resolver contradicciones y tautologías lógicas y legales, lo que encontramos, más bien, es a un hombre de leyes que busca administrar correctamente la justicia, esta debiera ser el resultado del equilibrio entre la falta y la pena. Este procedimiento de ir un paso más allá de la administración mecánica de justicia posiciona a su ejecutor en el terreno de los hombres cuya competencia consiste, por un lado, en pensar en el ser humano como un amasijo de contradicciones, y, por el otro, en reflexionar sobre la sociedad y sus instituciones como sistemas cuyas regulaciones no necesariamente son infalibles. De esta manera, el accionar de Enrique López Albújar no es solo el de magistrado, sino el de un pensador que evalúa el funcionamiento lógico de la administración de justicia, aunque ello signifique ir a contracorriente y hacerse merecedor de una sanción a la cual el curso de la historia le ha dado su lugar como gesto iniciador de la reforma jurídica en nuestra patria (Rodríguez 2010; Vega 2017).

Pero no solo en el campo de la administración de justicia tuvo sanción institucional, antes de su desempeño como magistrado (1911), el inicio de su actividad literaria no estuvo exenta de transgresión y represión. Así ocurrió con la publicación de una letrilla satírica antimilitarista contra el general Cáceres en 1893, esta le deparó la cárcel, y su primer poemario, al alimón con Aurelio Arnao, Miniaturas: Álbum de bellezas limeñas (1895), le hizo merecer el rechazo de la sociedad de aquel entonces. Evidentemente que el suyo era un quehacer literario que por su carácter libertario y comprometido encontró siempre resistencia y censura. Se puede comprender, en tal sentido, que existe un equilibrio entre el ejercicio de su carrera como magistrado y su

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XVI Enrique López Albújar ● Narrativa

quehacer como creador de ficciones. En ambas actividades el juez y el escritor siempre fueron a contracorriente. Podría agregar que la notable y ejemplar carrera de juez guio también las indagaciones de su quehacer literario. Para corroborarlo podemos leer el clásico cuento «Cachorro de tigre». En este relato podremos encontrar frente a nosotros la imagen de un juez que cría desde pequeño a un niño que es hijo de un bandolero; a través de esta experiencia vital, el personaje del juez se muestra como un antropólogo de la criminalidad que en todo momento está reflexionando sobre la conducta humana y el peso determinante de la genética en la acción criminal. Puede que para la actualidad estas meditaciones sobre la formación de la conciencia delictiva, el proceder del bandolero o la naturaleza de los enemigos de la vida ciudadana hayan sido superadas por las actuales corrientes jurídicas, las traigo a colación porque, como sostengo, en el caso de López Albújar existe un equilibrio entre su práctica como juez y su quehacer literario.

La producción intelectual de este hombre de leyes y letras; poeta, narrador, cronista, ensayista y dramaturgo es, como se puede apreciar, bastante amplia y diversa. Por ello, el Fondo Editorial del Poder Judicial publicará la obra completa de Enrique López Albújar dividida en seis tomos: narrativa (tomo I, 2 volúmenes), poesía (tomo II), teatro (tomo III), ensayos (tomo IV), memorias (tomo V) y crónicas (tomo VI). Iniciamos esta serie de publicaciones con el primer tomo, dividido en 2 volúmenes, que reúne todo el universo narrativo del patriarca de las letras peruanas.

Con estas publicaciones, el Fondo Editorial del Poder Judicial quiere rendir tributo a un magistrado en cuyo legado intelectual y virtud humana se halla la luz para iluminar el camino de muchos hombres de leyes que tienen la compleja responsabilidad de administrar la justicia y hacerla respetar. Porque, así como López Albújar lo creyó, estamos convencidos de que las historias que se relatan en cuentos y novelas tienen «utilidad» jurídica, ya que amplían y enriquecen la reflexión sobre los límites y posibilidades de la administración de justicia.

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XVIIPresentación

Ha transcurrido más de medio siglo desde que el corazón piurano de Enrique López Albújar dejó de latir. En ese lapso, la fundamentación teórica y los procedimientos prácticos del campo jurídico han ingresado a la modernización y digitalización del siglo XXI; del mismo modo, en esa porción de tiempo, el campo de la literatura se ha transformado completamente, no solo por lo que significa para la literatura peruana tener a un Premio Nobel de Literatura entre sus filas, como es el caso de Mario Vargas Llosa (2010), sino porque los distintos proyectos narrativos han ido cambiando sus propuestas, y muchas de estas no rescatan a los hombres-robles que labraron el camino del campo literario. No obstante, con esta publicación se quiere recordar a los magistrados del siglo XXI y a los lectores en general, que el nombre y la obra de Enrique López Albújar se encuentra en la historia de los forjadores del Perú contemporáneo. Por ese motivo, esperamos que esta publicación de su obra completa traiga el recuerdo de un quehacer que se ha mantenido como los algarrobos de su norte querido, floreciendo en las dunas pese a la inclemencia del sol y la implacable soledad que buscan doblegar su reciedumbre.

Hace cien años (1918) don Enrique López Albújar fue suspendido por tres meses de su quehacer judicial por desafiar al sistema normativo de la justicia sin saber que este acto inspiraría una profunda reforma jurídica en nuestro país; por ello, iniciamos la publicación de su narrativa completa como un homenaje póstumo a este honorable juez. Esperamos que el conocimiento de su vida y obra sirva como aliciente para enfrentar y transitar con honor, justicia y altos valores el camino que nos falta recorrer rumbo al bicentenario.

FranCisCo táVara CórDoVa

Juez supremo titularDirector del Fondo Editorial del Poder Judicial

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XVIII Enrique López Albújar ● Narrativa

Referencias bibliográficas

ayllón, Ezequiel S. (1920). «Prólogo». En lóPez albújar, Enrique. Cuentos andinos. Lima: Imprenta Mundial, 7-26.

lóPez albújar, Enrique (2018). Narrativa completa. Tomo I, 2 volúmenes. Lima: Fondo Editorial del Poder Judicial.

roDríguez tineo, Duberlí (2010). Semblanza de Enrique López Albújar. Homenaje en el Día del Juez. Lima: Corte Suprema de Justicia de la República.

Vega billán, Rodolfo (2017). Enrique López Albújar: juez reformador del derecho penal. 2.a edición. Lima: Fondo Editorial de la Academia de la Magistratura.

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XIXIntroducción

INTRODUCCIÓN

LÓPEZ ALBÚJAR COMO JUEZ DE LA INDEPENDENCIA JUDICIAL

1

En 1971, mediante el Decreto Ley n.o 18918, se dispuso que el 4 de agosto de cada año se celebre el Día del Juez, con el propósito

de rendir homenaje a los ciudadanos que hayan desempeñado y desempeñan la difícil tarea de administrar justicia.

Enrique López Albújar fue un juez cuya actividad intelectual no se restringió solo al mundo de las leyes que organizan y regulan la interacción de los hombres en sociedad, también creó mundos literarios donde se ponen en escena, a través de la vida y del drama de múltiples personajes, el germen de la actitud delictiva y los problemas de la administración de justicia. Por el modo en que fueron representados los personajes indígenas en su narrativa, los especialistas señalaron que se trataba de una percepción «criminalizante» del indio. Acaso no podía ser de otra manera, ya que su propuesta narrativa no buscaba otro motivo literario que no fuera el presentar historias en las cuales los personajes se resisten y transgreden la ley.

Con la publicación de la obra completa de Enrique López Albújar, el Poder Judicial no solo rinde homenaje a un ejemplar hombre de leyes y notable literato, sino que a través de su mirada judicial y literaria se invita a reflexionar sobre los problemas históricos que aquejan a nuestra sociedad. Leerlo será asumir el

1 Este texto fue mi discurso de orden por el Día del Juez, leído el 4 de agosto de 2010, y se tituló «Semblanza de Enrique López Albújar». Para esta publicación se ha adaptado y actualizado parte de su contenido.

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XX Enrique López Albújar ● Narrativa

reto de pensar el Perú como problema y posibilidad. Por ello en esta introducción presentaré algunas de las facetas profesionales de este notable hombre de letras y leyes que logró combinar con brillantez su talento literario y periodístico con su función de juez. A continuación, expondré algunas cuestiones generales relacionadas con su biografía, luego pasaré a presentar ideas sobre su obra literaria y periodística para centrar esta introducción en la explicación de su trabajo modernizador de la administración de justicia. Finalmente, propondré una reflexión sobre el camino que nos queda por transitar siguiendo el ejemplo del juez y literato Enrique López Albújar.

I. Notas biográficas de Enrique López Albújar

En la capital de la amistad, Chiclayo, al norte del Perú, Enrique López Albújar nació un 23 de noviembre de 1872, aunque sentimentalmente consideraba a la cálida Piura como su ciudad natal. Cuando era aún niño, su familia se trasladó a Morropón, donde inició su formación escolar para posteriormente ir a Lima a culminar sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe.

En 1895, ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, a la Facultad de Derecho, donde, según sus propias palabras, estudió «un año de letras y los correspondientes para ser abogado»; además, compartió su formación jurídica con labores periodísticas.

Por su posición crítica frente al presidente Andrés Avelino Cáceres, y por incursionar en la crónica erótica a través de su texto «Rosa Carne», fue arrestado y sometido a juicio bajo los cargos de «subversión» e «inmoralidad», pero fue absuelto para el beneplácito del público que lo apoyaba. Como persistía en la línea del periodismo crítico y contestatario, entre mayo y junio de 1893, volvió a la cárcel del exconvento de Guadalupe, donde hoy precisamente se encuentra el Palacio de Justicia.

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XXIIntroducción

El 11 de mayo de 1904 rindió examen para obtener el título de abogado ante la Corte Superior de Piura. Allí reanudó su labor en el periodismo publicando en forma semanal El Amigo del Pueblo, suponemos que en recuerdo y usando el mismo nombre que al calor de la Revolución francesa utilizó Marat. Desde dicha publicación lanzó duros ataques a la Iglesia y a los gamonales, vinculándose al Partido Liberal.

Entre 1911 y 1916 se desempeñó como juez temporal en Piura y Tumbes. En 1916 asumió la defensa de los trabajadores petroleros en Talara y Negritos, algunos meses después se trasladó a Lima llamado por Durand para que dirija el periódico La Prensa hasta que obtuvo un nombramiento como juez, de parte del presidente José Pardo. En febrero de 1917 fue designado como juez de primera instancia de Huánuco.

En diciembre de 1918, por sanción disciplinaria de la Corte Suprema, fue separado de su cargo por noventa días por haber absuelto a un hombre y a una mujer acusados del delito de adulterio.

López Albújar, a su condición de poeta, periodista y magistrado, suma la de escritor o literato. En 1920 publicó Cuentos andinos, obra que según críticos literarios marcó el inicio de la narrativa indigenista en el Perú, y que posteriormente será desarrollada por ilustres peruanos como Luis Valcárcel, Ciro Alegría y José María Arguedas Altamirano.

En 1923, fue trasladado a Piura como juez. En esta ciudad concebió y publicó en 1928 una de sus obras más conocidas, la novela Matalaché. En esta cálida ciudad también incursionó en la docencia al enseñar Historia en el Colegio Nacional San Miguel de Piura.

Cabe resaltar que después fue designado como vocal interino de la Corte Superior de Justicia de Lambayeque en 1929, y luego como vocal superior de la Corte Superior de Justicia de Tacna, donde ejerció la presidencia en tres oportunidades.

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XXII Enrique López Albújar ● Narrativa

II. Breve apreciación sobre la obra literaria de López Albújar

En cuanto a los géneros usados por López Albújar en su condición de escritor destacan:

• En poesía: Miniaturas (1895), De la tierra brava (1938) y Lámpara votiva (1942-1943).

• En narrativa: escribió cuentos y novelas como Cuentos andinos (1920), Nuevos cuentos andinos (1937), Las caridades de la señora de Tordoya (1955), La mujer Diógenes (1972), Cuentos de arena y sol (1972) y La diestra de don Juan (1972). Como novelas figuran Matalaché (1928) y El hechizo de Tomayquichua (1943). Ha sido bastante difundida la novela Matalaché, que tiene como principal protagonista a José Manuel, un mulato esclavo que está en amores con María Luz, la hija de su patrón. A esta novela, Basadre la llamó «novela erótica y de costumbres», pues cuando el protagonista fecundaba a las esclavas, le cantaban la copla «cógela, cógela, José Manuel; mátala, mátala, mátala, che…», de ahí el origen de su apodo y el de la propia novela.

• Otras obras: De mi casona (1924), Calderonadas (1930), Los caballeros del delito (1936) y Memorias [judiciales] (1933,1938,1944). Para el crítico literario Luis Alberto Sánchez, la mejor obra literaria de López Albújar fue la primera, escrita en homenaje a la plaza de Armas de Piura, a la que llamaba familiarmente «tacita de té». Conforme lo reconocen los críticos literarios es en la novela y en el cuento donde más despliega su creatividad intelectual.

Al encontrarnos en un ambiente jurídico, tal vez resulte nece-sario referirnos a su obra Los caballeros del delito, que contiene diecisiete casos de bandolerismo. En esta obra se estudia dicho fenómeno en nuestro país. Fue escrita entre septiembre de 1932 y mayo de 1933. El análisis que realiza del fenómeno delincuencial tiene el influjo de las ideas de la escuela italiana de la criminología

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XXIIIIntroducción

positivista, de moda en aquel momento, como lo sostienen John Dawe y Lewis Taylor en su artículo «Enrique López Albújar y el estudio del bandolerismo peruano» (1994). Escribió la obra influenciado también por las ideas de los italianos Lombroso, Garofalo y Ferri, quienes sostenían que todos los fenómenos, incluidos los sociales, en nuestro caso, el bandolerismo, obedecían a leyes naturales traducidas en la idea del delincuente nato, tratando desde esa óptica de calificar a los bandoleros de nuestra costa y serranía, en particular de Piura, Tumbes, Tacna, Moquegua, Lambayeque y Huánuco.

El conjunto de relatos Cuentos andinos está dedicado a sus hijos, y es considerado su creación literaria más representativa. No obstante, esta importancia se vio cuestionada cuando se publicó su artículo «Sobre la psicología del indio» en la revista Amauta, dirigida por José Carlos Mariátegui. Este desató una polémica en la cual el diputado José Ángel Escalante le reprochaba a Albújar tener una actitud poco favorable al indio, pese a ser considerado como precursor del indigenismo. Frente a esta versión, el profesor de la Universidad de Valencia, Francisco José López Alfonso, en el artículo «Aproximación a Cuentos andinos» (1998), sostiene que López Albújar simplemente no incurrió en el populismo de otros escritores indigenistas, que idealizaban al indio. Según este estudioso, los personajes de Albújar son los «indios de carne y hueso», y la intención del autor fue «incorporar al indio a la realidad occidental, a la modernidad». Por ello, en un sentido puro, no se le podía llamar indigenista, sino que más bien abogaba por que el Perú fuera «una patria de los mistis y de los indios», es decir, una nacionalidad mestiza, a la que puedan sumarse todos los habitantes del Perú, como más tarde lo propondría José María Arguedas en su novela Todas las sangres.

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XXIV Enrique López Albújar ● Narrativa

III. López Albújar y su labor periodística

Sus primeras colaboraciones periodísticas datan del año 1891 en los periódicos El Perú Ilustrado y El Progresista, editados en Tacna, labor que desarrolló con intervalos hasta su muerte en Lima en 1966. Fundó periódicos como El Amigo del Pueblo, el 10 de agosto de 1904, en Piura. En este escribía editoriales con el seudónimo Alma roja. El diario pretendía convertirse en «pan intelectual del pobre y no en asalariado del rico»; evidentemente, el contenido de los artículos y el seudónimo motivaron su clausura el 19 de febrero de 1908.

El semanario La Cachiporra estaba orientado a temas políticos y contenidos satíricos, y lo codirigió con Mariano H. Cornejo y José Santos Chocano. Su infatigable labor continuó con el diario El Deber, publicado en Piura en el año 1916. Y así colaboró con otros medios periodísticos como La Prensa, donde se desempeñó como redactor jefe entre julio de 1916 y enero de 1917; además lo hizo en otros periódicos como La Opinión Nacional, La Tunda, El País, La Idea Libre, El Comercio, La República y La Crónica. En provincias colaboró con El Progresista (Tacna), El Lucero (Piura), La Nueva Era, El Tiempo y La Industria (Piura), El Sur y La Voz de Tacna (Tacna), y La Voz (Ica). En cuanto a revistas, escribió en El Iris, La Neblina, Lima Ilustrada, Modernismo, Mercurio Peruano y la emblemática revista Amauta.

Si estos diarios, semanarios y revistas permiten que nos hagamos la idea de una actividad intelectual y periodística bastante intensa, precisemos que también colaboró con artículos para la prensa extranjera como El Tribuno de Montevideo y La Prensa de Buenos Aires.

IV. López Albújar como juez símbolo de la independencia judicial

En su libro Enrique López Albújar: juez reformador del derecho penal (2003), tal vez la mejor aproximación a la obra jurídica de

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XXVIntroducción

López Albújar, Rodolfo Vega Billán, fiscal de la ciudad de Huánuco, propone considerar a López Albújar como un reformador del derecho penal. Para ello se apoya en una célebre sentencia absolutoria expedida por López Albújar cuando se desempeñaba como juez de Huánuco. Se trata de la sentencia del 29 de diciembre de 1917, en el proceso penal seguido contra Sebastián Peña y María Astete de Castillo por el delito de doble adulterio en agravio de Sara Hidalgo de Peña.

Dicha sentencia, entre sus considerandos, sostenía que pese a que, desde el punto de vista legal, y conforme a los artículos 264 y 265 del Código Penal de 1863, el delito estaba acreditado por el mérito de la declaración testimonial de Filomena Celis, quien se desempeñó como empleada del presunto adúltero y declaró que había visto a los acusados durmiendo en una misma habitación en donde no había sino una sola cama, por lo que, aplicando la regla de la lógica, consideró la declaración como prueba suficiente para dar por probado el delito. Empero, en lugar de aplicar la sanción penal correspondiente: la «reclusión en segundo grado», razonó con argumentos como el siguiente:

[...] que si el único perjudicado y directamente ofendido por el adulterio es el cónyuge del adúltero, razón por la que el Ministerio Público, personero de la sociedad, no interviene en esta clase de hechos, su comprobación no debería tener más fin que el de la indemnización y el de la ruptura del pacto matrimonial, pero nunca el de satisfacer la vindicta pública; que si de lo que en realidad se trata es de la infracción de una obligación de hacer, contraída en virtud del contrato civil, tácitamente celebrado, ella no puede ser materia de una sanción penal sino de la responsabilidad prevista en el artículo 213 del Código Civil; que desde que las prescripciones de nuestro Código Penal sobre el adulterio son anacrónicas, parciales y fruto de los prejuicios de sociedades educadas en el concepto erróneo de la expiación del delincuente y en el sacramental del matrimonio, es deber del juez no aplicarlas para que así se deroguen y se imponga la necesidad de su reforma […], si [...] el hombre más grande y más justo de la humanidad acogió y perdonó públicamente a las pecadoras y a las adúlteras, condenarlas en estos tiempos de radiante civilización,

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XXVI Enrique López Albújar ● Narrativa

en que todo se discute y se impugna, sería pretender enmendar la obra de Jesús y ofender el espíritu de justicia y de tolerancia del siglo.

Por estos fundamentos, administrando justicia a nombre de la Nación.

FALLO: absolviendo a los acusados Sebastián Peña y María Astete de Castillo del delito de doble adulterio.

Y por esta mi sentencia, definitivamente juzgada en primera instancia, así la pronuncio, y firmo en Huánuco a los 29 días del mes de diciembre de 1917 (López Albújar citado en Vega 2003: 84-85).

Como era de esperarse, el fallo fue apelado ante la Corte Superior de Justicia de Lima, ya que no existía su similar en Huánuco, y esta declaró «insubsistente» la sentencia. La impugnación no quedó ahí, a través de un recurso de nulidad el caso llegó a manos de la Corte Suprema de Justicia de la República. El máximo Tribunal estimó que López Albújar había incurrido en el delito de prevaricato, tipificado en el artículo 1794 del Código Penal de 1863. Según este, se castigaba con una condena de suspensión del empleo por un periodo de tres a seis meses. Así, fue apartado de su labor de juez durante noventa días, sin goce de ninguna remuneración. Para beneplácito de la literatura, este tiempo de suspensión, entre abril y julio de 1919, fue utilizado creativamente para escribir sus Cuentos andinos.

Esta sanción motivó que en su cuento «Cómo habla la coca» escribiera:

Cuarenta y ocho horas después, a la caída de una tarde, llena de

electricidad y melancolía, vi un rostro, bastante conocido, aparecer

entre la penumbra de mi despacho. ¿Un telegrama? Me asaltó

un presentimiento. No sé por qué los telegramas me azoran, me

disgustan, me irritan. Ni cuando los espero, los recibo bien. No son

como las cartas, que sugieren tantas cosas, aun cuando nada digan.

Las cartas son amigos cariñosos, expansivos, discretos. Los telegramas

me parecen gendarmes que vinieran por mí. Abrí el que me traía en

ese instante el mozo y casi de un golpe leí esta lacónica y ruda noticia:

«Suprema suspendido usted ayer por tres meses, motivo sentencia

juicio Roca-Pérez. Pida reposición». ¡Un hachazo brutal, el más brutal

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XXVIIIntroducción

de los que había recibido en mi vida! (López Albújar 2018: 152, t. I,

vol. 1).

Esta frase dramática guarda mucha similitud con la que pronunciará, tiempo después, nuestro poeta universal, César Abraham Vallejo Mendoza, quien en protesta por su injusta carcelería dijo a su vez: «El momento más grave de mi vida, fue mi prisión en una cárcel del Perú».

Evidentemente se trataba de un castigo duro, un golpe bastante fuerte para un servidor de la ley. Refiriéndose a este castigo, en la dedicatoria que López Albújar escribe para su obra Cuentos andinos, les dice a sus hijos:

Estos cuentos fueron escritos en horas de dolor. Un grito de rebeldía de mi conciencia puso mi corazón en el engranaje de la disciplina judicial y durante noventa días tuve que soportar el suplicio de la trituración y el asqueroso gesto de malicia con que las gentes ven siempre a los que yerran o caen.

¿Mi culpa? Una prevaricación. En la alternativa de condenar por una falta (¿por qué delito?) que todos los hombres honrados cometen diariamente sin perder por ello la estimación pública, y la de absolver para tranquilizar mi conciencia, no vacilé en apartarme voluntariamente del camino que me indicaba la ley. Preferí ser hombre a ser juez. Preferí desdoblarme para dejar a un lado al juez y hacer que el hombre con solo un poco de humanismo salvara los fueros del ideal. Y aunque el sentido común —ese escudero importuno de los que llevamos un pedazo de Quijote en el alma— me declamó por varios días sobre los riesgos que iba a correr en la aventura judicial, opté por taparme los oídos y seguir los impulsos del corazón.

Tal vez os parezca extraño mañana, cuando os deis cuenta de mi aventura, que un juez tenga corazón. Parece que la ley, mejor dicho, nuestra ley, no permite esta clase de entrañas en los encargados de aplicarla [...].

¿Hice bien? Don Quijote diría que sí. Panza diría que no [...] [al] meditar sobre las bellas locuras de vuestro padre, os estremeceréis al ver cómo una rebeldía suya estuvo a punto de truncar su porvenir y de echaros a perder el pan que oscuramente ganaba para vosotros. [...]

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XXVIII Enrique López Albújar ● Narrativa

—oídlo bien— el ideal es lo único que dignifica la vida, y los principios lo único que salva a los pueblos. Vuestro padre (2018: 21-23, t. I, vol. 1).

Es obvio que López Albújar sabía que, conforme al Código Penal de 1863, el adulterio era delito, pero absolvió a los procesados considerando que más bien era un ilícito civil que podía servir al cónyuge ofendido como causal de separación de cuerpos y de divorcio, respectivamente, que era una falta, no un delito, que debía ventilarse en la vía extrapenal.

Si bien aún en nuestros tiempos, desde una óptica moralista, resulta reprochable la figura del adulterio, no es el derecho penal al que debe recurrirse para castigarlo. Así, tuvieron que pasar setenta y cuatro largos años, tres cuartos de siglo, para que se le diera la razón a López Albújar, ya que el actual Código Penal de 1991 despenalizó el adulterio y otras figuras como el duelo, la riña y la piratería marítima.

Entonces, podemos decir que Enrique López Albújar fue un visionario reformador del derecho penal en nuestro país. Tuvo la osadía de dejar de aplicar una norma penal vigente para quedar bien con su conciencia pese al riesgo a que se exponía, de ser acusado de prevaricato, como efectivamente ocurrió y le costó tres meses de suspensión en su cargo.

V. Persistir en la independencia judicial. Siguiendo el camino trazado por Enrique López Albújar

Muchas páginas y libros se han escrito sobre la independencia del juez en su labor jurisdiccional. No voy a decir nada original, simplemente lo voy a repetir en voz alta. Para ello voy a poner de relieve las opiniones vertidas por ilustres magistrados y juristas en el libro Independencia judicial: visión y perspectivas (2007), editado por la Asociación de Jueces para la Justicia y Democracia-JUSDEM, bajo la coordinación de la magistrada Roxana Jiménez Vargas-Machuca.

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XXIXIntroducción

El exmagistrado español Antonio Doñate nos hace recordar que para que el poder político no sea tiránico o totalitario debe estar repartido y recíprocamente controlado, balance de poderes le llaman algunos. Trae a la memoria el caso de Arnaldo, el molinero de «Sans Souci», quien ante las pretensiones del rey Federico II de Prusia, que quería ampliar los jardines del palacio, se negó a vender sus tierras; y ante la afirmación del monarca —prototipo del despotismo ilustrado—: «Si te las puedo tomar sin pagártelas», el molinero respondió: «Sí, pero hay jueces en Berlín», frase de la cual se desprende la confianza del molinero hacia los jueces porque estos sí eran independientes del poder concentrado en el rey.

Sin jueces independientes no puede existir estado de derecho ni auténtica democracia para que estos puedan resolver con imparcialidad los casos sometidos a su conocimiento. No olvidemos que los jueces debemos ser independientes frente a cualquier poder e imparciales frente a las partes que litigan o se enfrentan.

Si bien somos conscientes del significado de la independencia y de la imparcialidad, no es menos cierto que existe cierta confusión respecto a la neutralidad de los jueces. Los jueces no podemos ser neutrales ante los derechos humanos, ante los valores superiores de libertad, justicia, igualdad y pluralismo político que se reconocen en nuestra carta política, pues a estos más bien debemos subordinar nuestra actividad. En suma, las partes le deben exigir al juez que sea imparcial, pero este no puede ser neutral respecto a los valores constitucionales de una sociedad democrática.

Algunos políticos sostienen que, por no provenir nuestros cargos de elección popular, como sí ocurre con los parlamentarios y la Presidencia de la República, careceríamos de legitimidad democrática y que debemos limitarnos a aplicar al pie de la letra las leyes aprobadas por los legisladores, que conocen que ya no estamos ante un «Estado Legislativo de Derecho» sino ante un «Estado Constitucional de Derecho» que obliga a aplicar la ley, pero siempre a la luz de la Constitución. La época del «derecho puro» ha terminado.

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XXX Enrique López Albújar ● Narrativa

El viejo discurso de que el juez solo es «boca de la ley» tuvo explicación en el contexto de la Revolución francesa, donde los jueces, por ser funcionarios del rey, eran odiados por la población, existía una absoluta desconfianza en su función y a nadie se le ocurriría que en tales circunstancias históricas estos podrían ser garantes de los derechos fundamentales. Por ello, en casi todos los países de la cultura occidental, con excepción de las naciones anglosajonas, se vio al juez como un aplicador mecánico de la ley, como un autómata, un ser inanimado que no puede nunca ir contra una ley por más arbitraria que esta sea, mucho menos interpretarla conforme a las normas de todo el ordenamiento jurídico nacional e internacional. En aquella época nació una fe ciega de los juristas en la omnipotencia legislativa y una desconfianza hacia el juzgador; pero en un estado de derecho, como el que ahora rige el mundo, el juez ha dejado de ser la boca que únicamente pronuncia las palabras de la ley. En la actualidad, la situación ha cambiado, los jueces se aferran a la independencia para resolver los casos judicializados.

Resulta emblemático y preocupante el caso del juez español Baltazar Garzón, quien acusado de prevaricato por pretender desconocer una ley de amnistía que impide investigar los crímenes de la dictadura de Francisco Franco, ha sido prácticamente destituido de su condición de juez de la Audiencia Nacional Española, con la especial circunstancia de que ha sido el propio órgano de gobierno de su institución el que lo ha sometido a proceso. Muchos pueden atribuirle a dicho juez cierto protagonismo personal o mediático y no contar con simpatías unánimes en el mundo de la magistratura y de la comunidad jurídica; sin embargo, la mayoría de asociaciones españolas de jueces han asumido su defensa enarbolando el principio de independencia de interpretación judicial. Bajo este principio, podemos ubicar la decisión de la jueza peruana Antonia Saquicuray, quien haciendo uso de la independencia judicial declaró, hace algunos años, inaplicable la ley de amnistía que beneficiaba, particularmente, al denominado Grupo Colina, y como era de esperarse, su resolución

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XXXIIntroducción

fue apelada y no solo fue anulada por una Sala Superior, sino que se dispuso que la Oficina de Control de la Magistratura le abriera proceso disciplinario.

Salvando las distancias del tiempo, si el autor de tal decisión hubiera sido Enrique López Albújar, tal vez lo hubieran vuelto a suspender, siempre y cuando nuestros jueces no gozaran de independencia; sin embargo, en la actualidad esto no podría ocurrir, pues tanto las autoridades judiciales, legislativas o del Ejecutivo saben que el juez es, más que todo, un intérprete de la ley y respetan su independencia.

Hay que tener presente que la independencia judicial es un valor constitucionalmente reconocido en el artículo 139.2, que reza: «ninguna autoridad puede avocarse a causas pendientes ante el órgano jurisdiccional ni interferir en el ejercicio de sus funciones. Tampoco puede dejar sin efecto resoluciones que han pasado en autoridad de cosa juzgada, ni cortar procedimientos en trámite, ni modificar sentencias ni retardar su ejecución». El artículo 146.1 reitera que «El Estado garantiza a los magistrados judiciales: 1. Su independencia. Solo están sometidos a la Constitución y a la ley», esto supone que los jueces gozamos de plena libertad en el ejercicio de la función jurisdiccional. La última Ley de la Carrera Judicial también corrobora este derecho.

Un juez, aunque parezca paradójico, no solo debe ser independiente frente a todo tipo de poder fáctico, sino que también debe ser independiente de sí mismo. Como es natural, el juez es un ser humano que no está desprovisto de sentimientos, simpatías, creencias religiosas, principios morales, convicciones filosóficas o políticas y expectativas profesionales; por ello, al momento de resolver un caso, deberá despojarse de los mismos poniendo por delante una elevada ética cívica, democrática y constitucional.

Es pertinente afirmar que la independencia judicial no es un escudo protector de la arbitrariedad ni de la mediocridad intelectual de los jueces. Por esta razón, sus resoluciones deben estar debidamente motivadas, lo cual requiere una constante capacitación, pues un juez ignorante, en vez de ser garante de

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XXXII Enrique López Albújar ● Narrativa

los derechos fundamentales, puede convertirse en un verdugo que usa el derecho como guillotina.

Felizmente, en el caso peruano, la independencia de los jueces mucho tiene que ver con el origen de su nombramiento. Ahora, todos, basándose exclusivamente en sus méritos, son designados por un organismo constitucional autónomo, el Consejo Nacional de la Magistratura, sobre el cual no tienen injerencia ni el Poder Ejecutivo ni el Legislativo. Lo digo por experiencia propia, pues, de no ser así, tal vez no habría accedido a la judicatura ni menos a la magistratura suprema, pues algunos descalifican como juez a quien en alguna oportunidad desempeñó la actividad política, como si esta fuera un delito para unos y un mérito solo para otros.

Si el significado de independencia, en términos muy sencillos, es hacer las cosas por uno mismo, sin depender de los demás, es en la difícil labor de administrar justicia donde los jueces, con mayor razón, deben hacer respetar su independencia.

Para concluir, debo advertir que entre las amenazas a la independencia judicial aparece el poder mediático de la prensa, aparecen los «juicios paralelos» versus el «juicio de jueces». La prensa versus la administración de justicia, con la agravante de que el juicio paralelo ni siquiera es propiamente un juicio sino una condena, un linchamiento mediático. Un juez no puede supeditar sus fallos a los titulares de los diarios que aparecen todos los días, de hacerlo así dejaría de ser independiente, se convertiría en un súbdito de un poder fáctico. Los jueces juzgamos aplicando la Constitución, la ley y lo que nos ordena nuestra conciencia, que siempre nos servirá de cómoda almohada para dormir tranquilamente.

En el Poder Judicial, nadie pretende escapar al escrutinio de la opinión pública, ni al juicio de la ciudadanía o de la prensa. Es un derecho poder criticar las resoluciones judiciales, pero no por ello se puede buscar sustituir al juez en su labor. Ningún juez en su sano juicio pretende ser enemigo de la prensa, solo reclama objetividad y buena fe cuando se difunde una noticia sobre casos judiciales. No pretendemos recibir halagos o reconocimientos, las críticas

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XXXIIIIntroducción

fundamentadas son bienvenidas, pero la libertad de información no puede confundirse con la libertad de difamación contra los jueces. No podemos permitir que castas periodísticas denigren a los jueces y se conviertan en supremos y casi divinos jueces de jueces. Si algunos jueces incurren en inconductas funcionales, existen los mecanismos legales para la sanción que corresponda.

Una vez más, volviendo a Enrique López Albújar y el legado que nos dejó como juez y como literato, él fue un precursor del porvenir. Los jueces podemos seguir su camino, aunque la justicia parezca —a veces— una utopía inalcanzable. Citando a Eduardo Galeano, en su obra titulada Las palabras andantes (2001), diremos respecto a la utopía que «Ella está en el horizonte [...]. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar». Efectivamente, el horizonte profesional del juez es caminar, y caminar para buscar la justicia. En tal sentido, exhorto a todos para que no cejemos en transitar por ese horizonte de sacrificada búsqueda, tras la justicia y la paz social.

Duberlí roDríguez tineo

Juez supremo titular Presidente del Poder Judicial

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XXXIV Enrique López Albújar ● Narrativa

Referencias bibliográficas

Dawe, John y Lewis taylor (1994). «Enrique López Albújar y el estudio del bandolerismo peruano». Debate Agrario 19, 135-172.

galeano, Eduardo (2001). Las palabras andantes. Con grabados de Jorge Borges. 5.ª edición. Buenos Aires: Catálogos.

jiménez Vargas-maChuCa, Roxana (coord.) (2007). Independencia judicial: visión y perspectivas. Lima: Asociación de Jueces para la Justicia y Democracia.

lóPez albújar, Enrique (2018). Narrativa completa. Tomo I, 2 volúmenes. Lima: Fondo Editorial del Poder Judicial.

lóPez alFonso, Francisco José (1998). «Aproximación a Cuentos andinos». Anales de Literatura Hispanoamericana, 27, 111-123.

roDríguez tineo, Duberlí (2010). Semblanza de Enrique López Albújar. Homenaje en el Día del Juez. Lima: Corte Suprema de Justicia de la República.

Vega billán, Rodolfo (2003). Enrique López Albújar: juez reformador del derecho penal. Huánuco: Universidad Nacional Hermilio Valdizán.

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XXXVCriterios de edición

CRITERIOS DE EDICIÓN

El trabajo de la edición de textos es una labor de cuidado. Se trata de reunir, calibrar y evaluar las distintas ediciones que se

han publicado, con el correr de los años, de una misma obra. Y se realiza porque en este periodo puede ser que la obra haya sufrido diversos embates editoriales, desde los más frecuentes como la falta de tildación, hasta los más escasos y nocivos como la amputación de párrafos. Sobre la base de esta sistematización se procede a establecer una edición confiable que respete íntegramente la propuesta estética y conceptual del libro que por lo general su autor ha dejado establecida.

Enrique López Albújar (Chiclayo, 1872-Lima, 1966) vivió casi un siglo, él pudo ver publicados varios de sus textos. Inicialmente, estos aparecían en las hojas de la prensa de época, sus poemas, cuentos, piezas teatrales, crónicas y artículos periodísticos se publicaban en distintos periódicos como La Revista del Norte y El Deber (Piura), El Comercio y La República (Lima) y El Tribuno (Montevideo). Tras la maduración de la conciencia narrativa, facilitada de alguna manera por el ejercicio escritural en la prensa, es que publica su primer libro de relatos, que lo encumbrará como representante del indigenismo: Cuentos andinos (1920), compuesto por diez piezas narrativas de colección: «Los tres jircas», «La soberbia del piojo», «El campeón de la muerte», «Ushanan-jampi», «El hombre de la bandera», «El licenciado Aponte», «El caso Julio Zimens», «Cachorro de tigre», «La mula de taita Ramun» y «Cómo habla la coca».

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XXXVI Enrique López Albújar ● Narrativa

Pocos años después, ocho exactamente, dará a conocer otro de sus textos que continuará manteniéndolo en la primera línea de la narrativa peruana de las primeras décadas del siglo XX: Matalaché (1928). Tanto el conjunto de cuentos como la novela serán dos de los textos más comentados por parte de la crítica especializada. Pero como lo anotamos líneas arriba, en el caso de Enrique López Albújar, él transitó con versatilidad y talento por la poesía, el teatro, el ensayo, las memorias y la crónica periodística. Son muestra de ello, entre otros, el drama en un acto titulado Desolación (1916), el libro de memorias De mi casona (1924), el libro de aforismos satíricos Calderonadas (1930), los poemarios De la tierra brava (1938) y Lámpara votiva (1942).

Como se puede apreciar en el año de publicación, uno de estos textos tiene un siglo y varios de ellos más de noventa años de publicados. Este paso del tiempo significa en términos editoriales que, si se encuentran algunos ejemplares en las bibliotecas, estos puedan haber sufrido algún ataque de los enemigos del libro: el polvo, la humedad y los ácaros. Aunque es cierto que existen varias ediciones de sus libros más celebrados: Cuentos andinos y Matalaché, no existe, en cambio, una publicación que reúna su obra completa. Precisamente para contribuir al conocimiento de la obra de este ilustre magistrado e insigne literato, «patriarca de las letras peruanas», esta publicación forma parte de la Obra completa dividida en seis tomos, y que el Fondo Editorial del Poder Judicial publicará de la siguiente manera:

Narrativa. Tomo I, 2 volúmenes Poesía. Tomo IITeatro. Tomo IIIEnsayos. Tomo IVMemorias. Tomo VCrónicas. Tomo VI

La organización de esta publicación sistematiza y reúne en cada tomo los textos que el autor escribió en registros y géneros literarios

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XXXVIICriterios de edición

diversos, y en los que plasmó el que sería su sello inconfundible: la visión judicial de la realidad indígena, en particular, y la realidad nacional, en general. En ese sentido, este primer tomo reúne su obra narrativa, y está conformado por seis libros de cuentos y dos novelas. Para facilitar la lectura y el manejo de esta publicación que en un solo volumen excedería las 1200 páginas, se ha dividido en dos volúmenes. El primero de ellos se inicia con los Cuentos andinos (1920), pasa por Nuevos cuentos andinos (1937) y concluye con Las caridades de la señora de Tordoya (1955). El segundo volumen recoge los tres libros de cuentos que se publicaron en el centenario del nacimiento del autor: La mujer Diógenes (1972), Cuentos de arena y sol (1972) y La diestra de don Juan (1972); recoge también las dos únicas novelas que escribió López Albújar: Matalaché (1928) y El hechizo de Tomayquichua (1943).

Los criterios de edición que se han seguido para la presente publicación se sintetizan en los siguientes puntos:

a) Se han ordenado de manera cronológica los libros de cuentos y las novelas. Esta cronología tiene en cuenta el año de publicación. Es necesaria esta precisión toda vez que los relatos del libro de cuentos La mujer Diógenes, por ejemplo, se escribieron entre los años 1897-1905, aproximadamente veinte años antes de los Cuentos andinos; sin embargo, La mujer Diógenes se publicó, como libro póstumo, siete décadas después. Por ello, este libro es conocido como aquel que reúne sus «cuentos de juventud», pues fueron los primeros que escribió y publicó, progresivamente y de manera individual, en el transcurso de ocho años en El Comercio y El Amigo del Pueblo.

b) En el caso de los Nuevos cuentos andinos hemos considerado la primera edición publicada por la Editorial Ercilla en 1937, puesto que algunas ediciones posteriores de este libro, como la de Populibros, omiten los dos primeros cuentos, a saber, «El brindis de los yayas» y «Huayna-pishtanag».

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XXXVIII Enrique López Albújar ● Narrativa

c) Para Matalaché, tras una evaluación comparativa de las diversas ediciones que existen sobre la misma, se ha optado por considerar la edición de la Editorial Peisa del año 1996, pues, como lo advierten los editores: «La presente edición de Matalaché procura establecer en forma definitiva el texto de la célebre novela de Enrique López Albújar. Al revisar las ediciones de esta obra que han circulado hasta la fecha (1928, 1955, 1957 y posteriores) hemos encontrado que en realidad estas constituyen versiones, toda vez que entre ellas existen diferencias, no solamente lexicales, sino que alcanzan a otros aspectos del relato» (1996: 11). Refieren además que es una edición definitiva de la novela, toda vez que en fecha reciente la familia del autor encontró «un ejemplar de la primera edición de 1928 en el que, de puño y letra de López Albújar, se consignan correcciones, adiciones y supresiones […]. A partir de esta constatación y en acuerdo con los herederos de Enrique López Albújar, hemos tomado como fuente el ya referido ejemplar con correcciones del autor» (1996: 11).

d) Para esta edición se ha visto por conveniente incluir los prólogos, las presentaciones y los estudios preliminares que acompañaron originalmente a las primeras ediciones de los libros de López Albújar. El fundamento de esta opción de edición está en el hecho de que se trata de recuperar los momentos iniciales de la recepción de las obras albujarianas, y con ello formar también en el lector la imagen de cómo eran leídos los textos del patriarca de nuestras letras. Así, forman parte de esta edición, entre otros textos, el prólogo de Ezequiel S. Ayllón para la primera edición de Cuentos andinos (1920). Se trata de un estudio que proporciona numerosas claves de lectura para los interesados en continuar la investigación no solo literaria, sino también de reflexión judicial. Ayllón fue colega de Albújar y testigo de su trabajo disciplinado. Su testimonio nos brinda detalles que circundan la composición de los primeros relatos, por ejemplo, él informa que algunos de los cuentos andinos tienen su origen

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XXXIXCriterios de edición

en litigios judiciales ocurridos en la ciudad de Huánuco. Sin duda una pista interesante. Por otro lado, se incluye también el prólogo de José Jiménez Borja para los libros: Las caridades de la señora de Tordoya (1955) y La diestra de don Juan (1972). Su lectura proporciona una mirada amplia sobre toda la obra de Albújar, pues no solo nos descubre el universo de su narrativa, sino que articula sus contenidos con sus poemas, crónicas y memorias. Una significativa introducción para conocer el universo narrativo de sus obras. De igual manera, se ha integrado a este cuerpo de prólogos, el estudio preliminar de Raúl Estuardo Cornejo que se incluye en La mujer Diógenes (1972). En el estudio se precisa la fecha y el diario donde fueron publicados originalmente los cuentos que integran este libro; asimismo, se detalla la procedencia de los relatos que integran los Cuentos de arena y sol (1972). Es necesario destacar que Raúl Estuardo Cornejo (1937-2017) es uno de los investigadores pioneros que se interesó sistemáticamente en la vida y la obra del ilustre magistrado e insigne narrador, así lo muestra en la publicación que sistematiza sus asedios: López Albújar, narrador de América. Trayectoria vital (1961).

e) Para la presente edición de la narrativa completa de Albújar se han considerado las siguientes obras:

lóPez albújar, Enrique (1920). Cuentos andinos. 1.ª edición. Prólogo de Ezequiel S. Ayllón. Lima: Imprenta Mundial.

____ (1937). Nuevos cuentos andinos. 1.ª edición. Santiago de Chile: Ercilla.

____ (1943). El hechizo de Tomayquichua. 1.ª edición. Lima: Ediciones Peruanidad.

____ (1955). Las caridades de la señora de Tordoya. 1.ª edición. Prólogo de José Jiménez Borja. Lima: Juan Mejía Baca y P. L. Villanueva.

____ (1972). La mujer Diógenes. Cuentos de arena y sol. Palos al viento. 1.ª edición. Presentación de Mario Samamé

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XL Enrique López Albújar ● Narrativa

Boggio. Estudio preliminar y notas de Raúl Estuardo Cornejo. Lima: Conup.

____ (1972). La diestra de don Juan. 1.ª edición. Prólogo de José Jiménez Borja. Lima: Instituto Nacional de Cultura.

____ (1996). Matalaché. Prólogo de Carlos Garayar. Lima: Peisa.

f) Finalmente, se ha modernizado la ortografía y la tipografía de los textos para dinamizar la lectura. De este modo, se ha corregido el uso arbitrario de mayúsculas y minúsculas, y se han aplicado las reglas de puntuación y tildación vigentes. Este criterio editorial tiene como objetivo que los cuentos y las novelas sean accesibles a los lectores del siglo XXI.

La obra de Enrique López Albújar es particularmente rica para los estudiosos de la confluencia de las indagaciones jurídicas y literarias, con esta publicación no solo queremos alentar las relecturas interdisciplinarias, sino sobre todo realizar un tributo al hombre de leyes y letras con cuya obra se ha enriquecido la tradición literaria peruana. Resituar su legado para las nuevas generaciones significa contribuir con la formación y el desarrollo de una cultura nacional que se forja con el aporte de sus mejores representantes.

glaDys Flores hereDia

Lima, julio de 2018

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XLIAgradecimientos

AGRADECIMIENTOS

En el centenario del nacimiento de don Enrique López Albújar, acaecido en el año 1972, el Consejo Nacional de la Universidad

Peruana rindió homenaje al autor de Matalaché con la publicación de una obra en la que se recogía dos libros de cuentos y uno de crónicas de su primera etapa de producción intelectual titulado La mujer Diógenes. Cuentos de arena y sol. Palos al viento (Lima, 1972). En la presentación de dicha obra, Mario Samamé Boggio exhorta a que «se sigan publicando los valiosos textos inéditos del escritor, tras la esperanza común de que pronto se editen las anheladas Obras completas» (1972: VIII).

Tras cuarenta y seis años de silencios editoriales, el Fondo Editorial del Poder Judicial, encabezado por su director, el juez supremo, doctor Francisco Távara Córdova, publica las Obras completas de Enrique López Albújar como un merecido homenaje a quien fuera juez de vocación y dedicación literaria. Esta iniciativa y determinación de la dirección editorial no hubiese llegado a buen puerto de no ser por los nietos herederos de Enrique López Albújar, quienes desde el primer momento respaldaron este proyecto otorgándonos el permiso para la publicación de la obra completa. En nombre de todas las ramas que descienden del paradigmático patriarca de su familia, quiero agradecer muy especialmente a Guillermo Hinostroza López-Albújar. Su buena disposición y apoyo permanente han sido fundamentales para que este proyecto pueda concretarse.

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XLII Enrique López Albújar ● Narrativa

Es justo agradecer al equipo editorial que ha trabajado en esta publicación: Jesús Marcelo Nava, Nikolái Vides Flores Prado, Yuliana Padilla Elías, Rodolfo Loyola Mejía y Robert Cáceres Martínez. Finalmente, quiero agradecer a Helder Domínguez Haro por su valiosa colaboración en la coordinación de este proyecto editorial, y a Javier Morales Mena, cuyos acertados comentarios enriquecieron la edición.

g. F. h.

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XLIIICronología

CRONOLOGÍA*

1872 Enrique López Albújar nace el 23 de noviembre, en la hacienda Pátapo, ubicada en la ciudad de Chiclayo. Sus padres fueron Manuel López, de origen piurano, y Manuela Albújar, de Lambayeque. Siempre que se le preguntó por su procedencia, Albújar, primogénito de la pareja de esposos, respondió: piurano. Es en esta cálida ciudad donde será bautizado y donde le extenderán la partida de nacimiento.

1878-1885 Sus primeras lecciones formativas las recibe en Morropón. Recordará la imagen severa de su estricto maestro Miguel Piedra; así como la presencia contrapuesta a la de este, su entrañable maestro de educación primaria, Nicanor Calderón, el mismo que le presentaría, a través de diversos textos, la imagen de los clásicos de la literatura y del pensamiento europeo. Su infancia discurrirá entre Morropón y Piura.

* Para la elaboración de esta cronología se han tomado los datos de los siguientes textos: López Albújar, narrador de América. Trayectoria vital (1961), de Raúl Estuardo Cornejo; Memorias (1963), de Enrique López Albújar; y La narrativa de López Albújar (1972), de Tomás Escajadillo. A fin de agilizar la lectura, se ha prescindido de las citas y notas. Para mayor profundización y detalle se remite al lector a consultar estas fuentes.

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XLIV Enrique López Albújar ● Narrativa

1886-1890 Tiene catorce años cuando enrumba hacia Lima para iniciar sus estudios de educación secundaria, la cual terminará en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe.

1891 Ingresa a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Sus constantes lecturas y su inclinación a escribir lo hacen integrar muy pronto el grupo selecto de colaboradores de los diarios El Perú Ilustrado y El Progresista de Tacna. Su estilo irónico le hará pronto ganar lectores amigos y enemigos. Para 1892 el espectro de sus colaboraciones se extenderá también a El País, La República, La Opinión Nacional, La Neblina, La Idea Libre, El Libre Pensamiento y La Tunda. Editará, junto con Chocano y Cornejo, el semanario satírico y político la Cachiporra.

1893-1894 La publicación del poema «Ansias», contra el general Cáceres, en La Tunda, bajo el seudónimo de León Cobos, le hace merecer algunos días de arresto que culminarán con su absolución. Su caso de libertad de expresión fue llevado por Aurelio Fuentes, prestigioso abogado, hijo del no menos afamado hombre de letras Manuel Atanasio Fuentes, conocido como el Murciélago. Pero no será el único traspié con la ley, así como aquel no será el único poema que le acarreará detención. En 1894 será detenido y conducido a la cárcel por la publicación del poema «Adiós a la patria», en el diario El Comercio. Así como en su primera detención, su padre viajará desde Piura a Lima para buscar un abogado y liberarlo.

1895-1899 Son años donde define su formación jurídica. Ingresa a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1895). Tras su destacado y siempre notable paso por las aulas sanmarquinas presenta su tesis titulada: La injusticia de la propiedad del suelo (1898)

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XLVCronología

para optar al grado de bachiller en Derecho. Esta es rechazada por ser considerada «anarquista». Sin perder el espíritu transformador que orientaba esta tesis, vuelve a proponer otra al año siguiente: ¿Debe o no debe reformarse el artículo 4.° de la Constitución? Tras la defensa frente a un jurado, obtiene el grado de bachiller en Derecho (1899). Paralelamente a la elaboración de su tesis, su formación literaria se forjaba con la lectura sistemática de los naturalistas franceses: Zola, Flaubert y Balzac; a los veinticinco años publica su primer cuento en El Comercio.

1900-1916 Se instala en Piura. En esta ciudad continuará con su quehacer literario, su trabajo académico y su actividad política. Obtiene el título de abogado tras aprobar el examen de grado (1904). Años después será nombrado adjunto al Juzgado de Primera Instancia de Piura (1911), también ejercerá el cargo de juez interino en la ciudad de Tumbes (1912). A estos méritos profesionales se suman otros más bien literarios. Por lo pronto, es consciente de que puede transitar con soltura por diversas formas artísticas: la poesía, el teatro, el cuento, la crónica y la biografía. Así lo hacen saber sus colaboraciones cada vez más diversas y constantes, aunque en este periodo la poesía cede lugar a otras formas expresivas: publica en El Comercio (1901) el penúltimo cuento que integrará luego el libro La mujer Diógenes. Este mismo año publica, en La Idea Libre, el relato que servirá para comprender las ideas del autor sobre el sentido del amor como un ejercicio de la libertad, se trata del cuento «Una expresión de agravios», primera narración de su libro Cuentos de arena y sol. El retorno a Piura a inicios del siglo XX le ha insuflado inspiración y dedicación, escribe las piezas de teatro Doña Caro en Piura (1911), Demasiado tarde (1914) y Desolación (1916). Las crónicas tampoco le son ajenas, un centenar de estas, más o menos, se cuentan entre las colaboraciones que enviaba frecuentemente a

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XLVI Enrique López Albújar ● Narrativa

la Revista del Norte y El Deber, ambas piuranas, y en las que firmaba con el seudónimo de Sansón Carrasco. Pero no todo es producción textual de gabinete, su creencia en el poder de la prensa para formar la opinión crítica de la ciudadanía lo conduce a fundar el semanario El Amigo del Pueblo (1904), y como confía en la democracia, este mismo año funda en Piura la filial del Partido Liberal. Son años de intensa actividad que encuentra numerosos escollos. El diario que dirige se clausura en 1908 y un año después, mayo de 1909, es acusado de realizar supuestas actividades políticas contra el régimen, por lo cual es apresado y trasladado a una prisión de Lima. El internamiento dura aproximadamente una semana. A su retorno a Piura retoma sus actividades como abogado y como redactor y colaborador de la prensa periódica nacional. La estancia prolongada en Piura (1900-1916) está llegando a su fin. Contrae nupcias con la hermosa dama de ascendencia alemana, Lucila Trint (1916). El mismo año es nombrado redactor principal de La Prensa en Lima, deja Piura para asumir este reto y emprender una intensa y fructífera, aunque corta, labor en La Prensa. Sus colaboraciones se publicarán en las secciones «Todo y nada» y «Día a día» bajo el seudónimo que ya había definido su estilo periodístico en Piura: Sansón Carrasco. Es en este contexto de ejercicio periodístico que responde críticamente a un artículo escrito por el dandi de la literatura peruana, Abraham Valdelomar; en este, el escritor iqueño desdeñaba a las generaciones anteriores a la suya. Aunque todo hace indicar que López Albújar permanecería en este diario por buen tiempo, apenas se mantiene en él por seis meses (desde julio de 1916 hasta enero de 1917). Las razones que lo llevan a renunciar completamente al diario tienen que ver con que se sintió vulnerado en sus derechos como valioso redactor.

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XLVIICronología

1917 Retoma su carrera judicial a sus cuarenta y cinco años. Así, en febrero es nombrado juez de primera instancia de Huánuco. El 29 de diciembre resuelve absolver a los acusados de un doble adulterio.

1918 La parte ofendida interpone recurso de apelación ante la Corte Superior de Justicia, y tras esta, a la Corte Suprema, donde se consigue revocar la sentencia y suspender del ejercicio de sus funciones por tres meses a López Albújar. Diciembre será uno de los meses que le dará un duro golpe por un buen tiempo, en sus propias palabras: «un hachazo brutal, el más brutal de los que había recibido en mi vida».

1919-1921 El retiro momentáneo de la judicatura por tres meses (de abril a julio de 1919) le hará retomar su actividad literaria. En la pasividad de la hacienda de su amigo Adolfo Cavallié comienza a escribir los relatos que conformarán sus Cuentos andinos, libro que se publicará en Lima en junio de 1920 con el prólogo de Ezequiel S. Ayllón, colega suyo. La resonancia que tendrá esta publicación es significativa para la historia de la literatura peruana, recordemos que su autor tenía una carrera reconocida en el campo del periodismo, pero este conjunto de cuentos es el que lo posiciona en un lugar privilegiado donde, más adelante, se le reconocerá su carácter pionero de una corriente que toma al poblador de los Andes como protagonista. Su retorno a la actividad judicial está acompañado del murmullo de las musas literarias, quienes tras la positiva recepción de sus cuentos instan al juez a componer otras historias. Así, en el lapso de tres meses (1921) escribe el libro De mi casona. Con el afán de ampliar más su conocimiento del mundo del ande, libreta en mano, visita Tomayquichua (1921), que años después inspirará la novela El hechizo de Tomayquichua.

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XLVIII Enrique López Albújar ● Narrativa

1922-1924 Inicia su proceso de retorno de Huánuco a Piura en 1922. Al año siguiente permuta la judicatura de primera instancia y se queda en Piura. La importancia de su primer libro de cuentos todavía le produce satisfacciones, esta vez mediante una elogiosa carta que le escribe el célebre pensador español Miguel de Unamuno. En Lima se publica De mi casona (1924) y la segunda edición de Cuentos andinos, auspiciada por el presidente del Congreso Científico Panamericano, doctor Alberto Salomón. El motivo es propicio para escribirle una carta a Miguel de Unamuno.

1928-1940 Para fines de la década de los veinte, López Albújar es nombrado vocal interino en la Corte Superior de Justicia de Lambayeque, donde permanecerá por dos años. En Piura publica su novela Matalaché (1928), esta cosechará crítica positiva y negativa. En 1930 deja la Corte Superior de Justicia de Lambayeque y pasa a la Dirección de Educación Artística en Lima. Su actividad literaria no deja de ser constante, pues publica en Chiclayo Calderonadas (1930). Es nombrado vocal de la Corte Superior de Tacna (1931) y dos años después (1933), en calidad de presidente de esta institución, publica sus Memorias. En esta ciudad comienza a escribir (1934) su novela El hechizo de Tomayquichua, le dedica dos meses y la deja inconclusa. En el tránsito de pensar cómo terminarla, publica el ensayo Los caballeros del delito (1936); y un año después, en Chile, se publican sus Nuevos cuentos andinos en la Editorial Ercilla (1937). Si bien fueron años de una intensa producción narrativa y cronística, en 1938 publica De la tierra brava (poemas afroyungas) con prólogo de Clemente Palma. Este libro marca el retorno a la poesía y la síntesis de sus creaciones poéticas. Es presidente de la Corte Superior de Tacna por segunda vez (1939) y termina de escribir, al año siguiente, su novela El hechizo de Tomayquichua. Para esta época, su nombre es referente obligatorio para cualquier examen

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XLIXCronología

que se trate de realizar en el campo de la historia de la literatura peruana de inicios del siglo XX. Sus dos libros más comentados por los estudiosos nacionales y extranjeros son Cuentos andinos y Matalaché.

1942-1949 Tiene setenta años cuando escribe el poemario Lámpara votiva. Inicia su periplo literario por distintos lugares donde lo invitan para dar conferencias y recitales. Así, viaja a Estados Unidos invitado por el Departamento de Estado para dar un recital en la Unión Panamericana, pero la censura le impide leer su conferencia «Hibridismo, libertad y democracia». A su paso se entrevista con los prestigiosos escritores Waldo Frank, Eugene O’Neil, John Dos Passos y John Englekirk. No será el único país, también viajará rumbo a la Argentina en 1943. Ese mismo año se publicará en Lima El hechizo de Tomayquichua. Asume, por tercera vez, el cargo de presidente de la Corte Suprema de Tacna (1944). Un par de años después, a sus setenta y cuatro años, se jubila como magistrado en Tacna (1946). En esta misma ciudad que lo acogió en diversas oportunidades, en 1948, comenzará a escribir el libro de cuentos La diestra de don Juan, que terminará ocho años después.

1950-1959 Obtiene el Premio Nacional con su libro Las caridades de la señora de Tordoya (1950). Por su longevidad y por la continuidad de sus proyectos literarios, por ser el referente de las generaciones literarias de las décadas de los treinta, cuarenta y cincuenta, la crítica literaria comienza a catalogarlo como el patriarca de las letras nacionales. A sus ochenta años recibe el homenaje de las letras peruanas al gran escritor (1952). Aunque su edad podía hacer pensar que su vida era sedentaria y definida en un solo lugar, se muda de Tacna a Lima (1954). En esta ciudad publicará el folleto en verso «La bandera» y «Anoche estuve en Piura», en colaboración editorial con Manuel Cevallos Saavedra.

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L Enrique López Albújar ● Narrativa

Con estas publicaciones busca rendir tributo a Piura, tierra que lo acogió y en la que vivió muchas experiencias. Instalado en el distrito de San Miguel, en Lima, continúa con la escritura de sus cuentos y la constante corrección de sus Memorias. Tiene ochenta y siete años.

1960-1961 Símbolo vivo de dos siglos, honorable hombre de leyes

y letras, a sus ochenta y ocho años recibe el homenaje del Congreso de la República. Un año después, el Ministerio de Educación Pública acuerda editar sus obras completas. En el ámbito académico, Raúl Estuardo Cornejo sustenta la tesis titulada López Albújar: frente y perfil (1960) en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Este estudioso, quien hará las veces de secretario del octogenario escritor, recuerda una conversación:

El «esperar» nos condujo inevitablemente a otro tema: la muerte. López Albújar entró en él con suma familiaridad, sin temor, y hasta, diríamos, con esa rara confianza quevediana que se obtiene de la diaria meditación sobre aquella. Habló de sus años, de su atrevimiento orgánico, de sus azares de escritor, de su carácter, de sus creencias, de su línea, para concluir, cuando la despedida se anunciaba, con un hondo consejo a modo de corolario:

—Joven, la vida es una lucha permanente; pero la lucha, cuando se libra con honor, enaltece. La ventaja la da la inteligencia y el trabajo, unidos a la verdad. Actúe Ud. con esto, y verá que toda fuerza se doblega ante ello.

1966 El 6 de marzo Enrique López Albújar deja de existir; tenía noventa y cuatro años.

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CUENTOS

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Cuentos andinos

Portada de la primera edición de Cuentos andinos (1920).Lima: Imprenta Mundial.

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5Cuentos andinos

PRÓLOGO

El estudio de los trabajos literarios en que se contemplan de cerca, trasladadas a los hechos episódicos, a los cuadros de costumbres, la vida primitiva y la condición actual de la raza, ha merecido en todo momento nuestra atención, la misma voluntad con que hemos estudiado los papeles viejos, las ruinas olvidadas, las huellas que la intelectualidad y el sentimiento indígenas han dejado impresas en los más apartados rincones de estas serranías.

López Albújar sabía de estas aficiones por nuestras frecuentes charlas literarias, en los momentos en que la labor del código y del papel sellado nos dejaba más o menos disponibles. Recogió de nosotros algunos datos, algunas observaciones inéditas; se puso al habla con cuantas personas podrían suministrarle informaciones en el terreno, y entabló con ellas cerradas conferencias, cuestionario escrito en mano para no perder detalles y conservar el espíritu de la época y el tinte lugareño del relato. Por supuesto, su imaginación de poeta ha tenido que contribuir, con elementos de todo orden, a esta faena, que de suyo reclamaba tan importante colaboración, para crear situaciones y dar vida y animación a muchos cuadros, conservando siempre la índole, el sello distintivo de la raza.

Ha sido por ese afán de no salir del ambiente local, más que por otras consideraciones, que López Albújar ha querido de nosotros el presente examen crítico, nuestra opinión respecto a sus cuentos, grato cometido que cumplimos aportando al mismo tiempo el resultado de nuestras observaciones sobre algunos hechos importantes en que hemos intervenido personalmente.

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6 Enrique López Albújar ● Narrativa

El cuento «Los tres jircas» es una contribución interesante a la leyenda del origen preincaico de Huánuco, llamado Pillco entre los indígenas; o por el ave pillco que adornaba la corona de algunos ídolos, el suntur-paucar de los incas y la diadema de los huaca-camayog, o por la planta villcu, muy común en estos lugares, o por el color bermejo, lustroso, del jirca Rondos, de cuya falda parece un aplanamiento artístico, una continuación gallardamente intencionada, el hermoso valle de la ciudad.

López Albújar se descubre en este cuento como un explorador entusiasta que ha recorrido pacientemente los dominios de la tradición y penetrado en la intimidad de románticas edades preteridas, para interrogar el sentimiento de la raza y dar existencia a la divina Cori-Huayta entre las ruinas convulsas y al soplo fecundante de su imaginación creadora.

La descripción que hace de los cerros Marabamba, Rondos y Paucarbamba tiene la virtualidad de una fotografía iluminada al natural, bello trasunto del alma fantástica y del cuerpo multiforme de los tres jircas, de la fisonomía característica impresa por la mano del infatigable labriego indígena y de las supersticiones tiernamente poéticas, de la raza, sencilla, imaginativa y meditabunda. El Marabamba se presenta sentado entre las orillas del Pilcumayu y del Mitu, escudriñando en las pulsaciones de ambas arterias la hora histórica del resurgimiento. Podía ser la estatua de la Esperanza, el símbolo de la resignación vigorosa de una nacionalidad desincorporada, que alienta en su espíritu lleno de fe y en sus músculos de roca la voluntad definida de no ceder y el ideal acariciado de luchar y redimirse. El Rondos se presenta tendido, con los brazos en cruz, bajo el peso de sus ilusiones palpitantes, ofreciendo sin reservas los frutos de su fecundo seno. Este cerro, con sus collados y planicies, cubiertos de variadas y pintorescas sementeras; sus arroyuelos cristalinos, donde bullen cadenciosamente la luz y la alegría de la mañana; sus casitas diseminadas sobre el florido césped de las lomas y bajo el follaje umbroso de los quishuares y alisos, que invitan a la meditación y al recuerdo; el arpegio matinal de sus aves arrulladoras, que repercute en las soledades del alma encanecida como una nota de

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7Cuentos andinos

ternura arrancada de la lejana infancia; el balido quejumbroso e interrogativo de las tranquilas ovejas, que se expande y se disuelve penosamente en la brisa de las cumbres enhiestas, y la caída de sus tardes, que tiene toda la amargura de una eterna despedida; este Rondos de tan armoniosa expresión, que así es y así se siente, podría simbolizar la poesía de la naturaleza en la sencillez de sus formas primitivas, la poesía hecha luz y frescor, flor y fruto, amor y vida. El Paucarbamba se presenta erguido, amenazador, atalaya en perpetua vigilia, erizado de cactus y de agaves, frente al embate devorador de los tiempos, como un atleta que defiende los destinos de la casa solariega, su tradición, que es sentimiento, y su porvenir, que es esfuerzo. Este jirca, rematado con una cruz, que la piedad colonial levantó en una de sus cumbres, parece la alegoría de la fuerza, de la previsión, convertida en realidad, de la resistencia transfigurada en éxito, de la acción tenaz, sobreponiéndose al empuje ciego de los acontecimientos fatales, de la naturaleza refrenada y sometida a los dictados de una voluntad superior.

Estos jirca yayagcuna, románticos personeros de tradiciones milenarias, que fueron víctimas del furor olímpico de Pachacámac por el sacrilegio de amar a la hija de Pillco-Rumi, nos hablan con la monserga de su grandeza inescrutable, con el aliento de sus energías ancestrales, de muchos hechos y de muchas cosas, de la impresionabilidad mental de la riqueza emotiva, de la susceptibilidad épica de la raza, y de la teogonía de los pilcos o huanucumis, modalidad hasta hoy subsistente del panteísmo aimara y del culto quechua a las huacas.

El cuento denominado, con mucha propiedad, «El campeón de la muerte», se refiere a un ejemplar de la raza, a un indígena semimestizo, vecino muy conocido del caserío de Pampamarca, del distrito de Obas, de la provincia del Dos de Mayo; eximio tirador, que se ha hecho célebre por sus crímenes, por su pericia en el manejo de la honda, del palo y del rifle; por su serenidad imperturbable y su crueldad mercenaria y desembozada. Este cuento contiene, en resumen, varios episodios de la vida de Chupán, pueblo de la misma provincia, donde el indígena no tiene prácticamente otra defensa preventiva, otro confidente ni

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8 Enrique López Albújar ● Narrativa

otro guía que la coca, la sagrada mama-cuca, que disfruta en todo momento de la virtud infalible de predecir los acontecimientos futuros libres. La mama-cuca es una divinización doméstica con los atributos sobrenaturales de las huacas del culto quechua, y, como los arroyos o «llanto de la mama-pacha» y las pepitas de oro o «lágrimas del yaya-inti», sirve a la vez de ofrenda a otras divinizaciones. En el camino de Chupán, por las alturas, se ven tres promontorios rocallosos, personificaciones sintéticas del jirca, llamados auquillos o auquiaillos, donde los indígenas transeúntes depositan, entre otras cosas, hojas de coca como tributo de amor y de desagravio. Al comentar el odio irreductible de Tucto contra el asesino de Faustina, la frialdad espeluznante de la madre de esta, comprometiendo los servicios criminales del illapaco Jorge, y la persecución y muerte del asesino Crispín, este cuento describe con fidelidad el carácter, la idiosincrasia de la raza, la persistencia invencible de sus pasiones a través del tiempo y del espacio, su tenacidad para reparar agravios, y su astucia, que parece debilidad, pero que es prudencia y cálculo. Los indígenas de estos pueblos disponen de condiciones especiales para el tiro, por el género de vida que llevan, ajenos a toda influencia morbosa, a los refinamientos y a las falsas necesidades de otros medios sociales. La práctica constante, de preferencia en el terreno del delito y de las luchas entre pueblo y pueblo, tiene para illapagcuna los poderosos estímulos del lucro y de la venganza, sin las responsabilidades del orden legal, que o no se demandan o resultan burladas al amparo de la misma autoridad. La costumbre de comer la lengua y llevarse los ojos de la víctima es de importancia para asegurar la impunidad del delito, por el silencio de los deudos y por la imposibilidad de descubrir o identificar a los delincuentes. Se acostumbra también entre algunos indígenas, al iniciar el acto delictuoso, describir con el palo homicida una cruz en el espacio, diciendo al mismo tiempo Jesús, María y José, pero en forma tal que esta última palabra coincida con el primer golpe mortal en la cabeza de la víctima. Estando de prefecto del departamento don Anselmo Huapaya, se capturó al bandolero Patente Pulido y en el registro a que fue sometido le encontraron dos ojos humanos, cuidadosamente

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9Cuentos andinos

guardados en un saquito de pergamino con hojas de coca. Últimamente, cuando asaltaron la estancia Yanag, de Chaulán, los delincuentes se comieron, además de la lengua, el corazón de Pablo Cristóbal, que tenía fama de valiente. Cerca del caserío de Querosh, del distrito de Margos, fue asesinado a palos el bandolero Puni Mendoza. Uno de los asesinos, Artemio Pajuelo, le asestó el primer garrotazo haciendo «la señal del cristiano» y pronunciando las palabras sagradas para comprometer la intervención divina, a fin de que el delito no se frustrara. La lengua de Mendoza fue dividida prolijamente en igual número de raciones al de los ocho indígenas, implicados en el homicidio.

«La soberbia del piojo» y «Cómo habla la coca» son cuentos en que se refleja la típica ironía inglesa, ingenua, de objetivo trascendental. La gracia no aparece principalmente de la forma ni del fondo literario, sino de la intención sobreentendida, del pensamiento entre líneas, del silencio que se traduce en ideas. Esta clase de ironía, sin gestos injuriosos, ni carcajadas estridentes, que estimula en serio, con la seriedad del educador anglosajón, reclama un engranaje complicado para relacionar natural y apropiadamente los extremos muy distantes sobre los que gira el argumento, siempre ingenioso, y poder llegar así a una fórmula que defina a la vez el pensamiento capital de la obra. El cuento «Cómo habla la coca» trata, además, de diversos tópicos relativos a la política y a los vicios dominantes de cierta juventud, muy digna de otros triunfos, que pretende intelectualizarse no por obra del estudio paciente, reflexivo, sino a la fuerza de tóxicos que envilecen y aniquilan. La lucha de todos los instantes, desde el propósito moralizador hasta la caída reincidente, entre el corazón, que ilumina el sendero, y el falso apetito, que ciega y extravía; entre el deber que protesta y el vicio que arrastra, está descrita con gran conocimiento de lo que puede ser la humana naturaleza. Las luminosas seducciones de la coca, que se hace guía y panacea, hostia, altar y templo; religión y culto; alma y cuerpo de la raza; exhiben con delicado humorismo el desarrollo de la contienda, la retirada palmo a palmo y el triunfo paulatino de la flaqueza moral. Explica la pasividad del indígena, enervado su organismo por la acción estupefaciente y anestésica

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10 Enrique López Albújar ● Narrativa

del alcaloide, deprimido su espíritu por todos los vértigos de que es susceptible la desgracia humana, pero llevando en lo íntimo del ser, en su esencia intelectual y volitiva, la noción de su valor y de sus destinos, de la indiscutible grandeza de la raza, de su capacidad para sacudirse del letargo y ocupar sitial de honor en las evoluciones de la historia. El esmero artístico que se advierte en este cuento, muy fundado por la nota personal que allí vibra, no tiene, sin embargo, el artificio del armazón preconcebido y del floreo rebuscado, en que insensiblemente se suele incurrir, cuando, por reclamar la importancia del tema, existe el propósito de consultar la elegancia del estilo, la nitidez del relieve, la musicalidad de los giros. Por el contrario, todos los pasajes, inclusive los que más acentúan el objetivo irónico, están desenvueltos con magistral tranquilidad, fluidez espontánea, concatenación sencilla, colorido natural, sin el rojo-sangre de la herida recién abierta ni la palidez clorótica de las naturalezas enfermas.

El cuento «Ushanan-jampi» contiene apreciaciones bien meditadas de la condición psicofísica del indígena. En Chupán, como en algunas de esas abandonadas regiones, no hay otra justicia rápida, económica y eficaz que la justicia popular, muy enérgica y muy bárbara, sin trámites científicos, aplicada directamente por el soberano de las democracias, en plena plaza principal, al irrecusable conjuro de la coca, que «adivina y no miente». La ley sustantiva consuetudinaria, conservada desde la más obscura antigüedad, establece dos sustantivos penales que tienden a la reintegración social del delincuente, y dos penas propiamente dichas contra el homicidio y el robo, que son los delitos de trascendencia social. El yaachishum o yachachishum se reduce a amonestar al delincuente, haciéndole comprender los inconvenientes del delito y las ventajas del respeto recíproco. El alli-achishum tiende a evitar la venganza personal, reconciliando al delincuente con el agraviado o sus deudos, por no haber surtido efecto morigerador el yaachishum. Aplicados los dos sustitutivos, cuya categoría o trascendencia no es extraña a los medios que preconizan con ese carácter los penalistas de la moderna escuela positiva, procede la pena de confinamiento o destierro llamada jitarishum, que tiene las proyecciones de una

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expatriación definitiva. Es la ablación del elemento enfermo, que constituye una amenaza para la seguridad de las personas y de los bienes. Por último, si el amonestado, reconciliado y expulsado, roba o mata nuevamente dentro de la jurisdicción distrital, se le aplica la pena extrema, irremisible, denominada ushanan-jampi, el último remedio, que es la muerte, casi siempre, a palos, el descuartizamiento del cadáver y su desaparición en el fondo de las lagunas, de los ríos, de los despeñaderos, o sirviendo de pasto a los perros y a las aves de rapiña. El derecho procesal se desenvuelve pública y oralmente, en una sola audiencia, y comprende la acusación, defensa, prueba, sentencia y ejecución. Está presidido el popular tribunal por los mayores y cargos pasados, conocidos con el nombre de yayagcuna, ninguno de los cuales se halla en condiciones morales de tirar la primera piedra. Estos sustitutivos y penas forman un solo organismo represivo, subordinados los unos a los otros en el orden indicado. Son cuatro grados sustancialmente diferentes, pero constitutivos de una sola pena, que se subdivide y modifica, siguiendo paralelamente el proceso psicológico del delito.

El cuento titulado «El licenciado Aponte» es la relación, repetida de memoria por nuestros indígenas y constatada en los estrados judiciales, de la metamorfosis que, por lo general, se observa en los licenciados una vez que regresan a sus estancias, resueltos a ser hombres superiores a su medio y labrar fortuna rápida y cuantiosa. No faltan otros, por excepción, que revelan hábitos de trabajo y disciplina, y que resultan auxiliares importantes para levantar el ánimo deprimido de la raza y detener el avance expoliatorio de los gamonales y las exacciones de los funcionarios públicos. La educación cívica que reciben en los cuarteles no es todo lo esmerada ni ejemplarizadora que debería ser; le falta valor intuitivo, eficacia práctica, que pudiera desarrollar las buenas disposiciones naturales del elemento indígena, su docilidad, su respeto al superior, su temperancia, su acendrado amor al terruño, que, en pequeño, no es otra cosa que el amor a la patria. Este cuento se ocupa también de un vicio en la administración pública, que va tomando carta de ciudadanía, con provecho para muchos, menos para el fisco y con daño exclusivo para el indígena, que pierde su

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fortuna, su libertad o su vida. El gran protector del contrabando es el jirca, que «manda sus neblinas, aguaceros y derrumbes», para que los empleados de la Recaudadora no vean ni puedan avanzar en sus viajes de pesquisa. Conocemos una oración que nos recitó en quechua un indígena vaqueano, repitiendo el ceremonial y los movimientos giratorios de la invocación. Pero para que el jirca no se convierta, como sucede frecuentemente, en aliado de la Recaudadora, hay que hacerlo partícipe de los provechos del delito, y obsequiarle, junto con la rociada de aguardiente, algunos puñados de coca, cigarros, pan y dulces.

El cuento «Cachorro de tigre» es un estudio antropológico del tipo genuinamente indígena, castigado por todos los atropellos, decepcionado de todos los factores sociales, sin leyes que se cumplan, sin autoridad que ampare eficazmente sus derechos, sediento de justicia y resuelto a la venganza y al delito. En el padre del «Cachorro de tigre» vemos a Liberato Magariño, de cuya trágica muerte, acaecida hace poco tiempo, se ocuparon con detalles los semanarios de la localidad. La falta de justicia, de humanidad, de decoro de un subprefecto venal, que amparó sin escrúpulos a los asesinos de la madre de Magariño, y que persiguió a este porque pedía sanción y que otorgó a aquellos amplias garantías para llevarse el ganado y talar las sementeras que pertenecieron a la víctima; tuvo que despertar en la naturaleza inculta de Magariño, joven de veinte años, la necesidad de venganza personal, de recurrir a sus propios medios, los únicos disponibles, para devolver a su espíritu la tranquilidad perdida, castigar a los asesinos y atender a la defensa de su persona y bienes. Liberato Magariño reveló en sus mismos actos delictuosos un profundo y vigoroso instinto de solidaridad doméstica y un grande, abnegado, sentimiento de piedad filial. Después de muchas correrías, de muchos crímenes audaces, el Tigre de las punas murió alevosa y cruelmente asesinado por sus mismos compañeros de delito. Su cadáver fue descuartizado y arrojado a una laguna. Su hijo, único heredero de sus instintos y pasiones, no hizo más que recorrer el camino abierto, impulsado por la misma fuerza y en pos del mismo objetivo, persuadido, por lo que había visto y palpado a diario, de que para la raza embrutecida

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y desheredada, a nada práctico conducía reclamar justicia de los poderes constituidos, y que su escasez de recursos y su falta de influencias para hacerse sentir conforme a la ley, le condenaban a un vía crucis más pesado y amargo que todos los azares del delito reparador. Estamos convencidos de que la raza indígena, sencilla, sumisa, que imprimió su delicadeza espiritual en su música y en su idioma, que supo amar hasta divinizar sus afectos y que fue creyente y respetuosa hasta colocar en sus adoratorios a los ascendientes de la patria y del hogar, no ofrece materia prima subjetiva ni elementos del fuero externo para la delincuencia inmotivada, ningún factor individual de los que concurren con efecto necesario en la etiología de los delitos.

Se ha hecho histórica la odiosidad entre Obas y Chupán, dos pueblos vecinos separados geográficamente por el río Marañón. Chupán es hoy una población abandonada, semidestruida por el incendio y el saqueo. El origen, la causa primitiva de esta odiosidad, según la tradición de ambos pueblos, es un préstamo, impago hasta la fecha, de cincuenta escudos españoles, a interés capitalizable, que hizo San Pedro, patrón de Obas, a Santiago, patrón de Chupán, para que el insolvente apóstol pudiera festejar pomposamente su 25 de julio. Por esta deuda, ascendente a una suma exorbitante en los varios siglos transcurridos, Obas se llevó de hecho el caserío de Colquillas, situado en una hermosa y fértil llanura a orillas del Marañón, creándose desde el violento despojo una situación de fuerza, que ha tomado los caracteres sangrientos del odio indígena personal, con sus complicaciones cada vez más encarnizadas. Del origen de esta secular odiosidad se ocupa el cuento denominado «La mula de taita Ramun», en el que se exhibe, además, la figura de un sacerdote español, avaro y lujurioso, y se describe con toda exactitud el ceremonial de la fiesta religiosa, sus incidencias y el fatal desenlace, casi siempre sangriento. El indígena profesa una religión mixta. Adora a los cerros o jircas, a las aguas y animales, con la misma fe y devoción que al santo patrón del pueblo. No tiene con la actual nacionalidad ni el vínculo del sentimiento religioso, como no tiene ni el de la lengua ni el de las costumbres, ni el de la solidaridad social, o la comunidad de intereses. Los métodos

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empleados desde la conquista por los factores de la evolución social, y continuados, con ligeras modificaciones, durante la república, han hecho irrealizable hasta hoy la fusión nacionalizadora. El aborigen se siente obligado a aislarse dentro de su método físico y moral porque el contacto con elementos de otro orden no le ha significado ni garantía, ni libertad de acción, ni progreso efectivo. En nuestra condición de delegados de la Pro-indígena hemos manifestado repetidas veces, después de visitar varios pueblos, que este poligenismo, agravado a diario por el capital que expolia y la autoridad que exacciona y envilece, mantiene planteada, en forma insoluble, la lucha de razas y la desintegración nacional, peligros muy serios, que el patriotismo aconseja conjurar preferentemente.

«El caso de Julio Zimens», cuyo nombre era otro, está inspirado en un episodio de la vida de un colono tirolés, del Pozuzo, que se suicidó arrojándose al río Huallaga, después de soportar por varios años los estragos paulatinos de una repugnante enfermedad. Nosotros conocimos a Zimens, joven, gallardo, recientemente casado con una simpática india de Panao, que entendía el amor únicamente por el lado del instinto, no por el del amor que se piensa y se siente, que se exterioriza en la palabra tierna, en el abrazo seductor, en el cuidado solícito, en la compenetración de ideales y afectos; el amor que es deber y que es religión. La Pinquiray —cuyo nombre solo es un símbolo panatahua, pues no conocemos apellido de esta clase— era huraña, impulsiva, indolente, sin iniciativas; enferma de misantropía y fotofobia; espíritu estrecho y obscuro. Zimens, que estaba dotado de una sensibilidad exquisita, multiplicó sus esfuerzos para hacer de este conjunto de condiciones negativas la mujer ideal que se forjó en sus sueños de bohemio germano. El matrimonio resultó desastroso. Los hijos no parecían sino hijos exclusivos de la madre. Tenían de Zimens únicamente el apellido. Abandonado de su familia, repudiado por la sociedad, pobre, envejecido, sin esperanzas de alivio, Zimens resolvió quitarse de encima la ignominiosa carga, y para tranquilizar su conciencia de creyente sincero, tomó el consejo de muchas personas e inmediatamente después de confesarse con un sacerdote amigo, se arrojó del puente de la parroquia al

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Huallaga, sepultando en los arcanos de su muerte trágica su amor de esposo y de padre, su loco romanticismo, sus decepciones y dolores. Estudia este cuento, con filosofía que no es pesimista, uno de los más complicados problemas de la vida real, que solo la fe religiosa, llevada al heroísmo, puede resolver en el terreno de la sana moral. Estudia también uno de los casos que fácilmente puede presentarse en la administración de justicia, cuando el magistrado, lejos de convertirse en una estatua de papel codificado, se da cuenta de la función social que le corresponde como elemento dirigente. «El hombre de la bandera» es un episodio de la guerra del Pacífico, que tuvo por escenario el cerro de Jactay, uno de los lados del Rondos, donde guerrilleros de Chupán y de otros pueblos vecinos derrotaron a las fuerzas chilenas que ocupaban la capital del departamento. El héroe de esta jornada, reivindicatoria de los prestigios de la raza, fue el indígena de Chupán don Aparicio Pomares, quien, en su condición de soldado raso, había concurrido a todas las acciones de armas desde Pisagua hasta Miraflores. Tenía el cuerpo cubierto de cicatrices y usaba una venda ancha de cuero que le protegía el pecho y la espalda. El memorable día del combate, atraído por entusiasta curiosidad, muy propia de nuestra niñez, ajena a toda idea de peligro, pudimos apreciar de corta distancia los detalles de la acción y distinguir la culminante actitud de un individuo que desplegaba en alto la bicolor nacional y recorría frenético los diferentes puntos del frente guerrillero y que, al detenerse con la bandera sobre su brazo izquierdo, disparaba su arma de fuego y azotaba con su honda los aires y repetía una y mil veces sus inauditos esfuerzos, menospreciando la vida, invitando temerariamente a la muerte, como un león acosado que defiende su guarida. Declarada la derrota, las fuerzas chilenas se retiraron definitivamente y los guerrilleros ocuparon la ciudad. Muchos niños acompañamos la entrada triunfal y llegamos al local de la prefectura, que servía de cuartel, averiguando por el hombre de la bandera. Era nuestro deseo conocer de cerca a ese ejemplar griego del fanatismo patriótico, a esa figura epopéyica, y tributarle nuestra desbordante, inefable admiración, en cualquier forma, con un grito inarticulado, con una palmada vibrante, con una mirada febril,

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saturada de patriótica emoción. Pero desgraciadamente Pomares había caído herido de un balazo, en momentos de pronunciarse la derrota. Trasladado del sitio del combate a Rondos, y luego a su suelo natal, falleció de gangrena en su humilde choza, en un solitario y oscuro rincón, sin merecer de los hombres de entonces, ni de la posteridad, un honor a su memoria, ni un recuerdo a sus hazañas. En 1888, que estuvimos por primera vez en el pueblo de Chupán, visitamos la pobre casa de Pomares. Jamás se borrará de nuestra alma, encariñada con los ideales de justicia, la amarga impresión que nos agitó en presencia de la miseria y dolor que devoraban ese hogar. Encontramos tendida sobre un montón de andrajos a una mujer demacrada, valetudinaria, de mejillas surcadas por el sufrimiento antes que por la marcha de los años. Tres pequeñuelos, sin más indumentaria que un retazo de lienzo, ángeles que publicaban su candor, juntas las manos suplicantes, rodeaban piadosamente el lecho de la enferma. Eran la viuda y los hijos de Pomares; la compañera y los vástagos de ese héroe. Después de un rato de silencio, de recogimiento religioso, con el alma de rodillas en ese templo de la gloria, preguntamos, llenos de respeto, por la histórica bandera, por la bandera sacrosanta que levantó del suelo y desplegó en alto la diestra heroica de Pomares, y que tornó a ser blanca, con el albor de sus ideales sin mancha, y a ser roja, con la sangre lustral de su martirio. Nos contestó la respetable mujer, en un tono que parecía protesta y parecía orgullo: «Esa bandera está en la tumba de Pomares; la trajo de Miraflores, la llevaba a todas partes y fue su voluntad sepultarse con ella». Absortos, empequeñecidos ante la sublimidad de esa grandeza inconmensurable, ante la excelsitud de ese cuadro sin nombre y sin igual, nos dirigimos al cementerio, en silenciosa romería, para visitar la venerable tumba que se perdía en el montuoso suelo. Nada más que una cruz rústica velaba la memoria de Pomares; solamente una cruz de campo para el héroe inmaculado que hizo la campaña de la guerra del Pacífico, desde Pisagua hasta Miraflores, para el héroe legendario que ni en la muerte quiso separarse de nuestra bicolor, que fue el símbolo de sus ternuras, el ideal de sus esfuerzos, la razón única de su existencia. Solamente una cruz

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de campo, sencilla, sin inscripciones, sin iniciales; pero esa cruz, muda y solitaria, iba inclinándose, severamente, por el peso de los años, como apurando el instante de estrechar entre sus brazos de amor la sombra bendita del héroe, y juntos, confundidos en el mismo polvo, dormir para siempre el tranquilo sueño de los siglos olvidados.

Por su mérito educativo, su estilo sencillo, a la vez que elegante, y su ritmo marcado, que facilita el proceso asimilativo, este cuento es una composición del género didáctico, que debería figurar en las antologías nacionales de lectura cívica.

La nota sobresaliente de López Albujar es la precisión y el colorido de las descripciones; labor de pensador, de psicólogo, de poeta, que penetra en las más oscuras y diminutas sinuosidades del corazón humano, a los secretos de la especie y de la raza, para descubrir con el escalpelo de su aguda crítica el germen morboso que retrasa y aniquila, o el motivo eficiente de las impulsiones fuertes, de los arranques definitivos. Tiene su manera característica de mirar la vida y de apreciar a los hombres y sus obras. Aspira a deshacer los moldes deformados y a construir otros estados de cosas sobre el tipo de una mejor organización, forjado por él en sus horas de lucha. Retrata la vida como ella es, no para exponer un cuadro de galería arqueológica, sino acumulando iniciativas, fijando derroteros para que la vida sea lo que debe ser.

No se detiene al margen: penetra en la intimidad de los sentimientos, de las tendencias, de la realidad objetiva y es ahí donde separa elementos que clasifica con facilidad, que estudia minuciosamente y que exhibe sin reservas ni rodeos en toda deformidad. Al contacto de la carne necrosada, se decide antes por la amputación enérgica, salvadora, que por la anestesia medrosa, pasajera y deprimente. No padece la nerviosidad que precipita y fatiga, el espíritu movedizo que termina por ser superficial; es tranquilo, reposado y detallista. Cuando emite conceptos, después de la disección analítica, se manifiesta entusiasta y apasionado por sus ideales. Nació a la vida política, viviendo vida propia, una vida de sinceridad ciega, de vehemente, patriótica exaltación. No nació a la política como tantos jóvenes llenos de intrigas, de falsías,

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de miserias ancestrales, con el alma muerta y putrefacta para la obra del bien público. Se inició en el periodismo con actitudes y energías de hombre representativo, luchando a cuerpo descubierto, en pleno campo, por el triunfo de la libertad y de la democracia. Golpeó incesantemente en la conciencia ciudadana, vidente de la próxima reacción, convencido de que los golpes demoledores abrirían el cráter de la montaña y se produciría el desborde de la lava renovadora y fecundante. No sabía ni le importaba averiguar que el entusiasmo de las masas sin independencia moral es mera excepción en el equilibrio de los intereses convencionales, y que el atropello permanente del derecho, a título de autoridad, es la expresión de la inercia cívica de los pueblos. Nos ocupamos de esta actuación en esfera de distinto orden, porque no es posible estudiar una obra, aquilatar su mérito intrínseco, sin conocer y apreciar la entidad intelectual y moral del autor. Una idea compleja no es simple percepción actual, es suma de otros elementos, de muchas aspiraciones, de otras ideas y sentimientos. El mismo concepto estimativo, la misma nota subrayada, la misma frase hecha, cambian de naturaleza y de efectos frente a la línea recta de los antecedentes uniformes, no contradictorios ni desvirtuados, o frente a la curva tortuosa de una actuación quebradiza y atornasolada.

En estos cuentos López Albujar, al mismo tiempo que analiza y describe, agotando el tema en todas sus fases, maneja la síntesis en núcleos de amplia extensión ideológica y de fácil comprensión; cualidad que, al lado de su fantasía multicolorada, da robustez y elegancia a su estilo y profundidad amena a sus ideas. Concibe el argumento y la finalidad de la obra y con un léxico sencillo y preciso aborda el desarrollo del plan, sin extralimitarse, a diferencia de otros que se desorientan y terminan produciendo lo que no pensaban ni querían. Se sitúa en diversos puntos de vista igualmente interesantes; no rompe la trama y concluye en un pensamiento definitivo, que deja satisfecho el interés del lector. Trata el idioma, sus giros gramaticales y literarios con tacto artístico, que en él es aptitud natural, conocimiento y práctica constante. La novedad de sus ideas, el colorido especial, rico y

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variado, las imágenes vívidas, reflejantes, las alegorías panorámicas, de alto relieve, llevan el sello de un vigoroso sentido estético y de su genuina procedencia, exclusivamente original. Así como en las descripciones es detallista, en las figuras tiene el buen gusto de no salir de los lineamientos generales, que dan la sensación y la idea, y estimulan el sentimiento de lo bello. El abuso de los detalles en un cuadro desvirtúa el motivo principal, debilita la intensidad de la emoción estética, hace difuso, pesado, anémico el estilo, y desacorde, inarmónico, el tono de la obra. Cuando penetra en la antigüedad de la raza, tiene la virtud de conservar intacta la vejez de la leyenda, su sabor añejo, su tonalidad esfumante, como si extendiera a nuestra vista una reconstrucción plástica, un lienzo de la época con las huellas inequívocas de su remoto origen.

López Albújar ha comprobado con estos cuentos que la literatura nacional dispone de interesantes temas, de escenario propio, de matices peculiares, de bagaje múltiple para desarrollarse autonómicamente y adquirir el más alto grado de expresión artística y de valor intelectual. De desear sería que nuestros hombres de letras siguieran su patriótico ejemplo. La existencia de la nacionalidad reclama incesantemente la creación de mayores vínculos con el elemento indígena, sobre la base de un conocimiento exacto, adquirido en cada circunscripción territorial, de las condiciones especiales de la raza. Así lo deseamos, aportando con las presentes líneas el modesto contingente de nuestra palabra de aliento y de aplauso.

Huánuco, 13 de febrero de 1920

ezequiel s. ayllón

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DEDICATORIA A MIS HIJOS

Hijos míos:

Estos cuentos fueron escritos en horas de dolor. Un grito de rebeldía de mi conciencia puso mi corazón en el engranaje de la disciplina judicial y durante noventa días tuve que soportar el suplicio de la trituración y el asqueroso gesto de malicia con que las gentes ven siempre a los que yerran o caen.

¿Mi culpa? Una prevaricación. En la alternativa de condenar por una falta (¿por qué delito?) que todos los hombres honrados cometen diariamente sin perder por ello la estimación pública, y la de absolver para tranquilizar mi conciencia, no vacilé en apartarme voluntariamente del camino que me indicaba la ley. Preferí ser hombre a ser juez. Preferí desdoblarme para dejar a un lado al juez y hacer que el hombre con solo un poco de humanismo salvara los fueros del ideal. Y aunque el sentido común —ese escudero importuno de los que llevamos un pedazo de Quijote en el alma— me declamó por varios días sobre los riesgos que iba a correr en la aventura judicial, opté por taparme los oídos y seguir los impulsos del corazón.

Tal vez os parezca extraño mañana, cuando os deis cuenta de mi aventura, que un juez tenga corazón. Parece que la ley, mejor dicho, nuestra ley, no permite esta clase de entrañas en los encargados de aplicarla. Y es que la ley tiene encima otra ley, más fuerte y más inexorable que ella: la rutina, y esta un fiscal, un inquisidor, prontos a entregarla a los esbirros de la transgresión: el precedente.

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¿Hice bien? Don Quijote diría que sí. Panza diría que no. Vosotros podéis decir nada todavía; la edad os incapacita para apreciar el valor de mi actitud. Posiblemente cuando llegue ese día, cuando vuestra razón, llena de ese sentido práctico que en la vida lleva fácilmente al triunfo de todas las aspiraciones, se detenga un instante a meditar sobre las bellas locuras de vuestro padre, os estremeceréis al ver cómo una rebeldía suya estuvo a punto de truncar su porvenir y de echaros a perder el pan que oscuramente ganaba para vosotros. Si llegarais a pensar así, lo sentiría profundamente; lo sentiría aunque estuviese muerto, porque así acreditaríais que entre vosotros y yo no habría existido más vínculo que el del hombre, y que lo más íntimo de mi ser, aquello que lleva en sí todo lo que eleva o rebaja, todo lo que nos hace fuertes ante las tentaciones de la vida, todo lo que nos hace sentirnos realmente hombres, la personalidad, no habría sido transmitida por mi sangre a vuestra sangre.

Entonces pensaréis como todos, seréis como todos, en un país donde, precisamente, hay que pensar distinto de los demás y gritar las propias ideas para que los sordos del espíritu las escuchen por más rudas o extrañas que sean.

Sobre este punto podría escribiros un libro; quizá sí debí escribirlo en los amargos días de la suspensión, pero me pareció mejor hacer destilar un poco de miel a mi corazón en vez de acíbar; entregarme a las gratas y ennoblecedoras fruiciones del arte y no a los arrebatos de la pasión y del desengaño.

Por eso he venido a hablar en este libro de los hombres y de las cosas en cuyo medio vivo realizando obra de amor y de bien. Verdad es que he puesto en él mucho de sombrío y de trágico, pero es que el medio en que todo aquello se mueve es así, hijos míos, y yo no he querido solo inventar, sino volcar en sus páginas cierta faz de la vida de una raza, que si hoy parece ser nuestra vergüenza, ayer fue nuestra gloria y mañana tal vez sea nuestra salvación.

Y por eso os dedico este libro. Ved en él solo lo que debéis ver: un esfuerzo de serenidad en medio del sufrimiento.

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No lo toméis como una lección de experiencia para que en las horas de vuestras grandes dudas, de vuestros torturantes conflictos, al recordar la causa que lo originó, os apresuréis a echaros por el fácil camino de la rutina y del acomodo. No; que os sirva para ser irreductibles en el bien, para que cuando el caso lo exija, sepáis tirar el porvenir, por más valioso que sea, a las plantas de vuestra conciencia y de vuestros principios, porque —oídlo bien— el ideal es lo único que dignifica la vida, y los principios lo único que salva a los pueblos.

Vuestro padre:

enrique

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PODER JUDICIAL DEL PERÚFONDO EDITORIAL

ISBN 978-612-47810-1-8

DERECHO YLITERATURA

COLECCIÓN

Enriq

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ópez

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NARRATIVA

OBRAS COMPLETAS. TOMO I. Vol. 1

Enrique López Albújar

NARRATIVALa historia de la literatura peruana del siglo XX está hecha con nombres de intelectuales que provienen de diversas canteras. Una de estas es el derecho. Enrique López Albújar fue un juez cuya actividad intelectual no se restringió solo al mundo de las leyes que organizan y regulan la interacción de los hombres en sociedad, también creó mundos literarios donde se ponen en escena, a través de la vida y del drama de múltiples personajes, el germen de la actitud delictiva y los problemas de la administración de justicia. Por el modo en que fueron representados los personajes indígenas en su narrativa, los especialistas señalaron que se trataba de una percepción «criminalizante» del indio. Acaso no podía ser de otra manera, ya que su propuesta narrativa no buscaba otro motivo literario que no fuera el presentar historias en las cuales los personajes se resisten y transgreden la ley. Con la publicación de la obra completa de Enrique López Albújar, el Poder Judicial no solo rinde homenaje a un ejemplar hombre de leyes y notable literato, sino que a través de su mirada judicial y literaria invita a re�exionar sobre los problemas históricos que aquejan a nuestra sociedad. Leerlo será asumir el reto de pensar el Perú como problema y posibilidad.

DUBERLÍ RODRÍGUEZ TINEO

Poeta, narrador, periodista, abogado, juez y magistrado. Estudió Letras y Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, institución en la cual obtuvo su grado de bachiller en Derecho con la tesis ¿Debe o no reformarse el artículo 4.° de la Constitución? (1899). Se tituló de abogado con un examen en la Corte Superior de Justicia de Piura (1904). Su carrera judicial comenzó en Piura y Tumbes, como juez interino en los Juzgados de Primera Instancia (1911-1913), y continuó en Huánuco (1917-1923) y en Piura (1923-1928) como juez de primera instancia. Se desempeñó, asimismo, como vocal interino de la Corte Superior de Justicia de Lambayeque (1928-1930) y como vocal de la Corte Superior de Justicia de Tacna (1931-1946) hasta su jubilación. Como producto de su experiencia en estos juzgados escribió, entre otros textos: Cuentos andinos (1920), donde buscó representar los problemas de la administración de la justicia en los pueblos del Ande peruano; Matalaché (1928), novela que re�eja las diferencias sociales en nuestro país; Los caballeros del delito (estudio criminológico del bandolerismo en algunos departamentos del Perú) (1936); Memorias judiciales (1933, 1938 y 1944), que brindan un testimonio de su experiencia como presidente de la Corte Superior de Justicia de Tacna. A la edad de noventa y tres años, este patriarca de la literatura peruana y juez reformador del Derecho penal, falleció en Lima el 6 de marzo de 1966.

ENRIQUE LÓPEZ ALBÚJAR(Chiclayo, 1872-Lima, 1966)

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Ciro Alegría: asedios jurídicos

Ensayos. Tomo IV Memorias. Tomo V

Y EL PODER JUDICIALBIBLIOTECA CÉSAR VALLEJO

El proceso Vallejo

Novelas esenciales:

BIBLIOTECA ENRIQUE LÓPEZ ALBÚJAR

Narrativa. Tomo I

BIBLIOTECA CIRO ALEGRÍA

Los perros hambrientos. Tomo IIEl mundo es ancho y ajeno. Tomo III

Poesía. Tomo II Teatro. Tomo III

Crónicas. Tomo VI

La serpiente de oro. Tomo I

Enrique López Albújar: asedios jurídicos

César Vallejo: asedios jurídicos

OBRAS COMPLETAS

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