ensayo final hobsbawm-derrida
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Mauricio Sosa Santibáñezno. de cuenta: 30265252-5
Nacionalismo, lengua e identidad en J. Derrida y E. Hobsbawm
“The past is another country, but it has left its mark on those who once lived there.” — Eric Hobsbawm
“You have no choice but to cross borders and speak in tongues.” — Zadie Smith
Introducción
En el prólogo de Años Interesantes: una vida en el siglo XX, el historiador
marxista Eric Hobsbawm afirma que, la biografía de un “intelectual”,
debe tratar de sus ideas, posturas y actos; por ello es que leer su
autobiografía forma parte importante dentro de su labor. Por otra parte
nos encontramos con el filósofo Jacques Derrida, quien introduce, en
más de una ocasión, distintos episodios de su vida a lo largo de sus
textos. Esto no parece ser normal para un filósofo, usualmente alejado
de los accidentes históricos o sociales, ocupado con los conceptos puros
o abstractos. Por lo que parece inusual tratar de establecer la relación
entre ambos pensadores así como sus disciplinas; sin embargo y más
allá de lo que pudieran opinar el propio Derrida o Hobsbawm comparten
una cierta genealogía «en los márgenes» de las múltiples variantes
dentro de las humanidades e incluso, dentro y fuera del continente
europeo. Cabe señalar que, a pesar de cierta filiación, ya sea judío-
europea, no se tratará de homologar las vidas de ambos, ni mucho
menos, dos pensamientos que no son, de ningún modo, simplificables.
En este sentido lo que nos interesa poner de relieve es, no tanto las
similitudes biográficas sino la tarea reflexiva que realizaron a lo largo de
su vida y que (más allá de sus respectivas disciplinas) dieron lugar a la
toma de postura que realizaron frente a la diversidad de elementos que
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los influenciaron en su contexto político y cultural; al grado que, por
ejemplo, Hobsbawm llega a sostener que ningún historiador serio
“puede ser un nacionalista político comprometido”1.
I. Vidas Interesantes.
Ahora bien, ¿qué tienen en común y qué comparten, lo que cada uno
denominó “Un niño de la clase media en Viena de los años veinte”2, de
padre inglés y madre austriaca, frente a un “joven judío de la Argelia
francesa entre tres guerras” (después apodado un “intelectual judío de
lengua francesa” y a veces autodenominado un “judío-franco-
magrebí”)3?
Pareciera demasiado fácil reducir la vida de ambos pensadores a
la llamada condición judía, pues como veremos más adelante, ambos
sostuvieron una relación bastante alejada de la vida tradicional de la
época (no sólo dado que ninguno de los ejerció la religión en cuanto tal,
sino que ambos se manifestaron en contra de la discriminación de
cualquier tipo). Por otro lado, observamos que ambos vivieron su
infancia durante el periodo en el cual se llevó a cabo la Segunda Guerra
Mundial; Hobsbawm cuenta que no posee recuerdos de sus primeros dos
años de vida hasta su arribo en Viena, donde vivió diez años hasta la
muerte de sus padres; lo cual provocó que se desplazara a lo largo de
tres países durante dicho periodo, mientras que Derrida (a pesar de vivir
en un país en el cual no hubo actividades militares) fue víctima de la
discriminación racial en su ciudad natal. Asimismo, ambos nacieron al
1 Naciones y Nacionalismo desde 1780. Tr. Jordi Beltrán, Barcelona: Crítica-Grijalbo-Mondadori, 1991, p. 20.2 Eric Hobsbawm, Años interesantes: una vida en el siglo XX. Trad. Juan Rabasseda-Gascón, Barcelona: Crítica, 2003, p. 19.3 Jacques Derrida, “confesar lo imposible” “confesar lo imposible” en: La Filosofía después del Holocausto. Ed. Alberto Sucasas, Barcelona: Riopiedras Ediciones, 2002, p. 162.
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norte de áfrica y se trasladaron al continente europeo tiempo después;
por ello son reconocidos como pensadores occidentales; colocándolos en
una posición privilegiada de observadores externos.
Cabe señalar, como el propio Hobsbawm relata, que la cultura
nacional vienesa se encontraba en crisis después de la caída del imperio
austrohúngaro (posterior a la primer Guerra mundial), así como el
expansionismo alemán de la época; lo cual contribuyó a la falta de
espíritu nacionalista que Hobsbawm confiesa carecer. Tenemos por otro
lado el caso de Jacques Derrida, nacido en una pequeña ciudad a las
afueras de Argel, educado dentro de la tradición francesa en una ciudad
habitada por comunidades judías y bereberes. Derrida quien cruzó el
mar mediterráneo por primera vez a los 17 años para estudiar el
bachillerato en París, donde residió gran parte de su vida.
Todo esto nos sirve para comprender, de manera general, el
contexto en el que viven su juventud ambos pensadores, a saber: en
situaciones de una fuerte crisis política que aquejaba, si no al resto del
mundo, por lo menos la totalidad de Europa; rodeados de una gran
diversidad cultural (pues así como Derrida, Hobsbawm no llegó a
Londres hasta que tenía 17 años, una metrópoli que contaba con una
identidad fuerte y en su mayoría homogénea). Ahora bien, Derrida
retratará en diversas ocasiones la confusión que le generó cuando, en el
año de 19424 (a la edad de doce años), fue expulsado del colegio debido
a que el gobierno colaboracionista de Vichy había declarado ilegal la
presencia de judíos (maestros, alumnos y trabajadores) en las escuelas y
trabajos; por lo que fue desplazado, sin mayores explicaciones, a un
colegio conformado por los judíos expulsados. Derrida remarca la
situación aclarando que ningún nazi piso jamás Argelia durante la
4 Cf. Jacques Derrida, “confesar lo imposible”, ed., cit., p. 162; El monolingüismo del otro. Tr. Horacio Pons, Manantial: Buenos Aires, 1997, §7, p. 72; “circonfesión” en Jacques Derrida y Geoffrey Bennington, Derrida. Tr. Ma. Luisa Rodríguez Tapia, Madrid: Ediciones Cátedra, 1994, §11, p. 79.
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guerra, por lo que la decisión fue tomada por los propios franceses
(mismos que otorgaron la nacionalidad francesa a los judíos argelinos y
que ahora la desposeían como parte del veto). Asimismo sostiene que
las leyes anti-raciales permanecieron durante mucho tiempo, y no sólo
los tres años que tomaría a los aliados obtener la victoria. Esto genero
una cierta reserva o resistencia en Derrida, obligándolo a:
Sublevarse, para siempre, contra dos maneras de “vivir juntos”: a la vez contra la gregariedad racista, y así, la segregación antisemita, pero también, más oscuramente, más inconfesablemente sin duda, contra el encierro de conservación, de autoprotección de una comunidad judía que, pretendiendo naturalmente, legítimamente, defenderse, constituir o reconstituir su conjunto frente a esos traumatismos, se replegaba sobre sí misma, afanándose en lo que yo resentía ya como una especie de comunitarismo exclusivo, incluso fusional.5
Precisamente, este gesto, que consiste precisamente en una doble-
resistencia nos permite observar que, tanto a la “gregariedad racista”
como la “segregación antisemita”, forman parte de una misma
estructura, conformada por un “comunitarismo exclusivo” (al cual se le
pueden imputar desde la Shoah y el sionismo a pesar de su aparente
oposición) y que permeará el pensamiento de Jacques Derrida a lo largo
de toda su labor deconstructiva:
De ese momento procede sin duda el sentimiento, el deseo de soledad, de retirada respecto a cualquier comunidad, incluso a cualquier «nacionalidad», y el sentimiento de desconfianza respecto incluso a esa palabra de «comunidad»: en cuanto veo que se constituye una pertenencia un poco demasiado natural, protectora y fusional, desaparezco... Se trata de una secuela de esa época que es propiamente mía, pero que puede justificar hoy en día una ética más general.6
Por otra parte, el propio Hobsbawm narra en su autobiografía que nunca
fue discriminado por ser judío debido a su apariencia7; pues durante sus 5 “confesar lo imposible”, ed., cit., p. 162.6 «a corazón abierto» Entrevistas en «A voix nue»” en France Culturel con Catherine Paoletti, en la semana del 14 al 18 de diciembre de 1998. Traducción de Cristina de Peretti y Paco Vidarte. Edición digital de “Derrida en castellano”, s/p. <http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/corazon.htm>7 “no puedo recordar ningún tipo de antisemitismo contra mi persona, pues mi nacionalidad inglesa me revestía, al menos en la escuela, de una identidad que alejaba cualquier interés por indagar en mi condición de judío” en Eric Hobsbawm, Años
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años en Berlín “no era identificado como Der Jude, sino como Der
Engländer”8. No obstante, reconoce en qué modo afectó su vida, a pesar
de qué no pudiera tener conciencia cabal de ello cuando tuvo que
mudarse de Viena a Berlín, y finalmente, a Londres; donde obtuvo
suficiente estabilidad (política, académica y económica) de la que había
carecido durante su juventud. Por ello resalta el episodio que evoca
cuando su madre le exhortó: “Nunca hagas nada, ni por asomo, que dé
la impresión de que te avergüenzas de ser judío”9. Pues aun cuando
reniegue de la noción, religiosa o no, de un “pueblo elegido”, Hobsbawm
afirma a continuación su esfuerzo por “siempre llevar este principio a la
práctica”.
Ahora bien, la labor histórica realizada por Hobsbawm le permite
tener una mirada crítica del contexto donde vivió sus primeros años de
vida. Del mismo modo que pasó con la familia Derrida en Argelia10,
Hobsbawm cuenta como las familias judías en Viena durante el imperio
de los Habsburgo y los Hohenzollern renunciaron a su identidad cultural
y religiosa a cambio de estabilidad política y mayor aceptación; lo cual,
como sabemos resultó imposible durante el periodo entre guerras. Es así
que sostiene: “para un judío el ser ‘alemán’ no era un proyecto nacional
o político, sino cultural. Significaba abandonar el atraso y el aislamiento
que representaban los shtetls y los shuls y entrar a formar parte del
mundo moderno”11. Por ello menciona que los propios judío-austriacos
segregaban a aquellos provenientes de Europa del este (incluso
Hobsbawm llegará a sostener que no resultará casual que el sionismo
haya sido creado por un periodista vienés); es así que menciona que los
interesantes. ed., cit., p. 31.8 Eric Hobsbawm, Años interesantes., ed., cit., p. 62.9 Óp., cit., p. 33.10 Derrida evoca que su familia, adoptó la nacionalidad francesa gracias al decreto de Cremieux en el año de 1870. De modo qué, sin renunciar a su fe, había adoptado costumbres francesas y católicas al grado de referirse a la circuncisión como “bautismo”. Cf. El monolingüismo del otro. Tr. Horacio Pons, Manantial: Buenos Aires, 1997, §7, p. 77.11 Óp. cit., p. 30.
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ciudadanos judíos solicitaron el alemán como la lengua oficial de
enseñanza “no porque los ciudadanos emancipados quisieran
convertirse en teutones bebedores de cerveza, sino porque no querían
ser como los hasidim”12.
II. Política e Identidad: «más de una lengua».
Esto nos lleva a hablar de cierta veta marxista que ha marcado a
Hobsbawm a lo largo de su vida. El historiador menciona que durante su
estancia en Viena había dos partidos políticos dominantes, el
cristianosocial y el socialdemócrata. Lo que lo llevo, en un primer
momento a colocarse del lado demócrata principalmente debido al
notorio antisemitismo del partido católico. Más adelante confiesa haber
descubierto el Manifiesto comunista durante su estancia en Berlín, lo
cual inició una travesía a lo largo de diversas brigadas y amistades
ligadas al partido comunista, hasta la huída de Alemania hacia Inglaterra
en 1933; donde coincidió ideológicamente y de manera ocasional con
cierta ala del partido Laborista. Por su parte, Derrida expresa en
Espectros de Marx la reserva que tuvo a lo largo de su vida frente al
marxismo dogmático que predominaba en Francia durante la guerra fría
y hasta la caída del muro. Lo cual no forcluye la herencia marxista que
Derrida reconoce; en particular aquella proveniente de su compatriota y
colega, Althusser. Pues Derrida busca oponerse a las posturas que así
intentan clausurar el debate acerca del marxismo y el fin de la historia
en la época del capital global13.
Ahora bien, cabe señalar que cuando nos adentramos en la crítica
que Hobsbawm realiza del proceso histórico, damos cuenta de la
enorme influencia que el carácter biográfico ha gestado en su
pensamiento. Pues como expresa en su libro Naciones y Nacionalismo
desde 1780 la idea de una nación constituida de manera plena y unívoca
12 Óp. cit., p. 31.13 Espectros de Marx. Tr. Cristina de Peretti, Madrid: Trotta, 1995, p. 27-8.
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poco tiene que ver con la antigüedad y los primeros reinados o
repúblicas14. Cuando Hobsbawm expone la enorme cantidad de ejemplos
que contradicen las definiciones tradicionales de nación; no podemos
dejar de pensar en qué él mismo conforma uno de este gran listado de
casos de sujetos que no pueden pertenecer a una sola raza, etnia,
lengua o cultura15. Curiosamente, este gesto parece repetirse en
diversos textos escritos por Derrida16, en particular El monolingüismo del
otro; ya que ahí rastrea cierta genealogía análoga a aquella que realiza
Hobsbawm. Como se ha dicho, Derrida narra varios sucesos de su vida
(en particular su infancia) en el texto; utilizando la experiencia personal
de no contar con otra lengua que la francesa, frente al hecho de no
poseer una identidad cultural clara y distinta (ni francés para los
franceses (dado que era considerado un pied noir por su color de piel y
su acento, ni árabe-magrebí por no ser musulmán, ni hablar el árabe).
El monolingüismo se teje, desde un inicio17, a partir de un
aforismo (“plus d’une langue…”, más de una- y más que una-), la
escisión misma que se gesta en la experiencia de la lengua materna a
tal grado que Derrida llega a cuestionar la terminología proveniente de
la lingüística y la sociología18. Así, se mantiene en un cruce de caminos
14 Eric Hobsbawm, Años interesantes: una vida en el siglo XX. Trad. Juan Rabasseda-Gascón, Barcelona: Crítica, 2003, p. 9.15 Una caracterización general del concepto de nación se puede encontrar en la introducción del texto Naciones y Nacionalismo desde 1780. Tr. Jordi Beltrán, Barcelona: Crítica-Grijalbo-Mondadori, 1991, pp. 17-21.16 Se podrían poner de ejemplo, uno entre muchos, la genealogía deconstructiva que realiza Derrida en Políticas de la amistad (y desarrollada posteriormente en Canallas), respecto al origen de lo político; de la cual se extraen una serie de consecuencias en la perspectiva, no solo de las naciones actuales, sino de la institución misma del derecho y de la llamada fuerza de ley y las distintas violencias (legítimas e ilegítimas) que esto conlleva.17 El monolingüismo del otro: la prótesis de origen. Tr. Horacio Pons, Manantial: Buenos Aires, 1997, §1.18 Cf. Monolingüismo, ed., cit., p.21: “No ignoro la necesidad de esas distinciones. Los lingüistas y los eruditos en general pueden tener buenas razones para atenerse a ellas. No obstante, no creo que se las pueda sostener con todo rigor, y hasta su límite extremo. Si en un contexto siempre muy determinado no se toman en consideración criterios externos, ya sean “cuantitativos” (antigüedad, estabilidad, extensión demográfica del campo de palabra) o “político-simbólicos” (legitimidad, autoridad, dominación de una “lengua” sobre una palabra, un dialecto o un idioma), no sé dónde
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que disloca los límites entre disciplinas (la autobiografía, la filosofía, la
literatura, etc.), tanto cómo las identidades de las que participa cuando
confiesa: “Ser franco-maghrebí, serlo “como yo [moi]”, no es principalmente -sobre todo
no es- un añadido o una riqueza de identidades, atributos o nombres. Antes bien, delataría,
en principio, un trastorno de la identidad”19. Precisamente dicho trastorno es aquel que sólo
la lengua posibilita, uno donde convergen tanto la singularidad ejemplar como la
universalidad trascendental. Pues para Derrida toda identidad se “sufre” (como inscripción
y huella a la vez) durante un tiempo indeterminado que permanece espectral. Ahora bien,
toda esta discusión constituye un interés fundamental para Derrida que le permitirá
replantear la política, tanto así como los debates acerca de la cultura y la nacionalidad:
Nuestra cuestión es siempre la identidad. ¿Qué es la identidad, ese concepto cuya transparente identidad consigo misma siempre se presupone dogmáticamente en tantos debates sobre el monoculturalismo o el multiculturalismo, sobre la nacionalidad, la ciudadanía, la pertenencia en general?20
Pero volvamos un momento la mirada hacia Hobsbawm, pues resulta
evidente que no se puede reducir el pensamiento crítico del historiador
a lo que podría llamarse una deconstrucción histórica; pues aún cuando
Hobsbawm cuestiona la pureza del origen de la amalgama entre nación-
lengua-cultura, las similitudes que tenga con Derrida se darán siempre
desde posturas radicalmente distintas. Esto se debe a que los intereses
y propósitos de Hobsbawm, en tanto que historiador y marxista, son
disímiles de la tarea filosófica que atañe a Derrida. Pues para Derrida, la
problemática sobre la identidad no puede ser considerada sin tomar en
cuenta cierta tradición metafísica occidental que permea el resto de las
ciencias sociales Derrida, la problemática sobre la identidad no puede
ser considerada sin tomar en cuenta cierta tradición metafísica
occidental que permea el resto de las ciencias sociales; mientras que,
para el historiador todo esto se gestaría como producto del conflicto
pueden encontrarse rasgos internos y estructurales para distinguir rigurosamente entre lengua, dialecto e idioma.”.19 Monolingüismo, ed., cit., p. 27.20 Ibídem.
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que ha existido entre fuerzas de producción y las distintas clases
sociales. Es así que la crítica del nacionalismo en términos de
identidades lingüísticas lleva a Hobsbawm a calificar las lenguas
nacionales de “conceptos semiartificales” y de ningún modo constituyen
los cimientos de la cultura nacional sino que:
Suelen ser intentos de inventar un idioma estandarizado partiendo de una multiplicidad de idiomas que realmente se hablan, y que en lo sucesivo quedan degradados a la condición de dialectos, y el problema principal de su construcción acostumbra a ser cuál de los dialectos se escogerá para que sirva de base de la lengua estandarizada y homogeneizada.21
Finalmente, el trabajo tan detallado de Hobsbawm nos permite observar
y comprobar los múltiples matices que conforma la coartada
teleológico-política instituida por el discurso nacionalista; al mismo
tiempo que podemos comprobar la tarea nos interpela en términos de
una deconstrucción de los estatutos de la política actual; en particular la
noción de objetividad, verdad cuasi-científica y causalidad teleológica
de los nacionalismos que lamentablemente sigue vigente, aún en las
democracias occidentales de hoy en día, por no decir dictaduras,
militares o religiosas. Pero, ¿no es esto precisamente contra lo que nos
advierte Derrida?, a saber, la fetichización y la reconstitución de los
discursos nacionalistas (hegemónicos, coloniales) que han marcado su
vida y la historia, en particular la del siglo veinte. En esa medida
podemos afirmar que Hobsbawm y Derrida no están muy lejos cuando el
segundo afirma: “La ciudadanía, como es sabido, no define una
participación cultural, lingüística o histórica en general. No engloba
todas esas pertenencias. Pero no es sin embargo un predicado
superficial o superestructural que flota en la superficie de la
experiencia”22. Y en segundo lugar cuando sostiene que:
21 Naciones y Nacionalismo desde 1780, ed., cit., p. 62-3.22 Monolingüismo, ed., cit., p. 28.
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Los fenómenos que me interesan son justamente los que desdibujan esas fronteras, las atraviesan y por lo tanto hacen aparecer su artificio histórico, también su violencia, es decir las relaciones de fuerza que se concentran y en realidad se capitalizan en ellas hasta perderse de vista. Quienes son sensibles a todo lo que está en juego en la “criollización”, por ejemplo, lo aprecian mejor que otros23.
III. Post-scriptum: Speaking in tongues
It’s my audacious hope that a man born and raised between opposing dogmas, between cultures, between voices, could not help but be aware of the extreme contingency of culture. — Zadie Smith
La escritora británica Zadie Smith realizó una lectura en la biblioteca
pública de Nueva York en 2008, titulada de “Speaking in Tongues”
donde narra la experiencia personal que implicó pasar su infancia en las
afueras de Londres (dentro de una familia mixta de padre inglés y madre
jamaiquina) a formar parte del King’s College en Cambridge. La frase
alude a la experiencia que sufren algunas personas que son capaces de
hablar, durante cierto tiempo, una lengua antigua o desconocida sin
haber tenido la experiencia previa de conocerla; Zadie realiza un juego
de palabras aludiendo a los distintos acentos que ha utilizado a lo largo
de su vida:
When your personal multiplicity is printed on your face, in an
almost too obviously thematic manner, in your DNA, in your hair
and in the neither this nor that beige of your skin (…) You have no
choice but to cross borders and speak in tongues. 24
23 Monolingüismo, ed., cit., p. 21.24 Zadie Smith, “Speaking in tongues”en The New York Review of Books, Nueva York, febrero 2009. <http://www.nybooks.com/articles/archives/2009/feb/26/speaking-in-tongues-2/?pagination=false>
![Page 11: Ensayo Final Hobsbawm-Derrida](https://reader035.vdocuments.net/reader035/viewer/2022071920/55cf996c550346d0339d544c/html5/thumbnails/11.jpg)
Esta multiplicidad de voces que Zadie Smith busca en los políticos tanto
como en los artistas, que va más allá de la mera empatía es aquella que
Derrida apela para expresar que su monolingüismo se encuentra abierto
siempre frente al otro. Pues, cuando Derrida, cuando se ve obligado a
brindar una definición de la deconstrucción se limita a decir que debe
constituir “más de una lengua”; esto quiere decir donde se respete la
multiplicidad irreductible de los idiomas hay deconstrucción:
El primer movimiento de lo que se denomina la “deconstrucción” la lleva hacia esta “crítica” del fantasma o el axioma de la pureza o hacia la descomposición analítica de una purificación que volvería a conducir a la simplicidad indivisible del origen.[…]Esta exigencia compulsiva de una pureza de la lengua no es ni ética, ni política, ni social25.
Tal vez, si atendemos a la lectura que propone Zadie Smith podamos
darnos a la enorme tarea que consiste en desdibujar las fronteras,
inclusive dentro de la lengua propia; oponerse al patriotismo
nacionalista y así representar “the true multiplicity of experience”; pues
como afirma Hobsbawm “el peligro procede ahora de los enemigos de la
razón”26, de los fundamentalismos y la demagogia, que ocultan el
verdadero sentido de su xenofobia en nombre de la democracia y la
justicia. Es por ello no queda más que contrafirmar la consigna que nos
lega Jacques Derrida en los últimos capítulos de su texto:
“¡Compatriotas de todos los países, poetas-traductores [filósofos e
historiadores], rebelaos contra el patriotismo!”27.
25 Monolingüismo, ed., cit., p. 68.26 Eric Hobsbawm, Años interesantes. ed., cit., p. 259.27 Monolingüismo, ed., cit., p. 81.
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IV. Bibliografía
Jacques Derrida, “a corazón abierto: Entrevistas en «A voix nue»” en
France Culturel con Catherine Paoletti, en la semana del 14 al 18 de
diciembre de 1998. Traducción de Cristina de Peretti y Paco Vidarte.
Edición digital de “Derrida en castellano”.
<http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/corazon.htm>
____________ “Confesar- Lo Imposible. «Retornos», Arrepentimiento y
Reconciliación” en: La Filosofía después del Holocausto; Edición
Confiada al Cuidado de Alberto Sucasas, Barcelona: Riopiedras
Ediciones, 2002. pp. 149-181.
_____________ El monolingüismo del otro: la prótesis de origen. Tr.
Horacio Pons, Manantial: Buenos Aires, 1997.
Jacques Derrida y Geoffrey Bennington, Derrida. Tr. Ma. Luisa Rodríguez Tapia,
Madrid: Ediciones Cátedra, 1994.
Eric Hobsbawm, Años interesantes: una vida en el siglo XX. Trad. Juan
Rabasseda-Gascón, Barcelona: Crítica, 2003.
____________ Entrevista sobre el siglo XXI. Barcelona: Crítica, 2000.
____________ Naciones y Nacionalismo desde 1780. Tr. Jordi Beltrán,
Barcelona: Crítica-Grijalbo-Mondadori, 1991.